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COMIENZOS Y FINALES DE ALGUNAS NOVELAS INTERPOLADAS DEL QUIJOTE O MARIA CATERINA RUTA UNIVERSIDAD DE PALERMO Con este trabajo intento aplicar a las novelas interpoladas en el Quijote las coordenadas teóricas que tuve en cuenta cuando me ocupé de los comienzos y finales de Las novelas ejemplares (Ruta, 2004).' A ellas remito en relación a las referencias que mencionaré en el desarrollo de este análisis. Preciso, además, que voy a examinar dichas narraciones sobre todo en su individualidad diegética y sólo marginalmente en su relación con la narración principal. He elegido tres his- torias que presentan características distintas y que se insertan de forma diferente en la histo- ria de don Quijote. Se trata del "Curioso impertinente" y "El Cautivo" de la Primera Parte de la novela y de "Las bodas de Camacho" de la Segunda. Es archisabido que la primera es la única novela corta que se introduce en el Quijote: de autor anónimo en la ficción, es con- tada en tercera persona por un narrador omnisciente que controla igualmente a los persona- jes y el desarrollo de la historia. La segunda es una larga narración en primera persona hecha por Ruy Pérez de Viedma que también pretende controlar toda la historia desde su punto de vista y no cede casi nunca la palabra a los demás personajes, ni a Zoraida que habla siempre por su boca (Ruta, 1983 y 2000). El cautivo entra en la compañía de los que se encuentran aquella noche en la venta de Palomeque, donde hallará un final inesperado a su larga y com- pleja experiencia del cautiverio. En "Las bodas de Camacho", cuyo título convencional sugiere sólo parcialmente el contenido del relato, la narración se puede definir polifónica por una parte y dramática por la otra, en el sentido de que en un primer momento algunos per- sonajes secundarios cuentan los precedentes que justifican la gran fiesta de bodas que tendrá lugar al cabo de poco tiempo en la pequeña aldea, ante los ojos del caballero y escudero, y por lo que se refiere a Sancho al alcance de su boca y de su estómago. En cuanto a la cere- monia, los lectores la presenciamos a través del relato del narrador Cide Hamete Benegeli que, como todos sabemos, en la Segunda Parte intenta recuperar en mayor medida su fun- ción narrativa, evitando que otros cuenten relatos largos sea en primera sea en tercera perso- na. Esta forma de narraciones se encuentra con frecuencia también en la Primera Parte de la obra, en la que un ejemplo significativo, en mi opinión, se puede considerar la historia de Marcela y Grisóstomo. Esta también se estructura en una introducción encomendada a dife- rentes voces y en la intervención espectacular de Marcela declamando sus razones desde lo alto de una peña durante el momento del entierro del joven enamorado. Con respecto al comienzo de las novelas interpoladas nos enfrentamos con tres modalidades distintas. Para empezar voy a leer las primeras líneas del capítulo 33 de la Primera Parte: ' Me disculpo por la carencia de bibliografia aduciendo la razón que he querido fijarme sólo en el aspecto teórico especificado y no en una confrontación de interpretaciones críticas, que ciertamente abundan con respecto a los epi- sodios elegidos. EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María CATERINA RUTA. Comienzos y finales de algunas novelas in...

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COMIENZOS Y FINALES DE ALGUNAS NOVELAS INTERPOLADAS DEL QUIJOTE

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MARIA CATERINA RUTA UNIVERSIDAD DE PALERMO

Con este trabajo intento aplicar a las novelas interpoladas en el Quijote las coordenadas teóricas que tuve en cuenta cuando me ocupé de los comienzos y finales de Las novelas ejemplares (Ruta, 2004) . ' A ellas remito en relación a las referencias que mencionaré en el desarrollo de este análisis.

Preciso, además , que voy a examinar dichas narraciones sobre todo en su individualidad diegética y sólo marginalmente en su relación con la narración principal. He elegido tres his­torias que presentan características distintas y que se insertan de forma diferente en la histo­ria de don Quijote. Se trata del "Curioso imper t inente" y "El Cau t ivo" de la Pr imera Parte de la novela y de "Las bodas de C a m a c h o " de la Segunda. Es archisabido que la pr imera es la única novela corta que se introduce en el Quijote: de autor anónimo en la ficción, es con­tada en tercera persona por un narrador omnisciente que controla igualmente a los persona­jes y el desarrollo de la historia. La segunda es una larga narración en primera persona hecha por Ruy Pérez de Viedma que también pretende controlar toda la historia desde su punto de vista y no cede casi nunca la palabra a los demás personajes, ni a Zoraida que habla s iempre por su boca (Ruta, 1983 y 2000) . El cautivo entra en la compañía de los que se encuentran aquella noche en la venta de Palomeque, donde hallará un final inesperado a su larga y com­pleja experiencia del cautiverio. En "Las bodas de Camacho" , cuyo título convencional sugiere sólo parcia lmente el contenido del relato, la narración se puede definir polifónica por una parte y dramática por la otra, en el sentido de que en un pr imer momen to algunos per­sonajes secundarios cuentan los precedentes que justifican la gran fiesta de bodas que tendrá lugar al cabo de poco t iempo en la pequeña aldea, ante los ojos del caballero y escudero, y por lo que se refiere a Sancho al alcance de su boca y de su es tómago. En cuanto a la cere­monia , los lectores la presenciamos a través del relato del narrador Cide Hamete Benegeli que, c o m o todos sabemos , en la Segunda Parte intenta recuperar en mayor medida su fun­ción narrativa, evi tando que otros cuenten relatos largos sea en pr imera sea en tercera perso­na. Esta forma de narraciones se encuentra con frecuencia también en la Pr imera Parte de la obra, en la que un ejemplo significativo, en mi opinión, se puede considerar la historia de Marcela y Gr isós tomo. Esta también se estructura en una introducción encomendada a dife­rentes voces y en la intervención espectacular de Marcela dec lamando sus razones desde lo alto de una peña durante el momen to del entierro del j oven enamorado .

Con respecto al comienzo de las novelas interpoladas nos enfrentamos con tres modalidades distintas. Para empezar voy a leer las primeras líneas del capítulo 33 de la Primera Parte:

' Me disculpo por la carencia de bibliografia aduciendo la razón que he querido fijarme sólo en el aspecto teórico especificado y no en una confrontación de interpretaciones críticas, que ciertamente abundan con respecto a los epi­sodios elegidos.

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En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, viví­an Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que, por exce­lencia y antonomasia, de todos los que los conocían «los dos amigos» eran llamados. Eran solteros, mozos de una misma edad y de unas mismas costumbres, todo lo cual era bastante causa a que los dos con recíproca amistad se correspondiesen. Bien es ver­dad que el Anselmo era algo más inclinado a los pasatiempos amorosos que el Lotario, al cual llevaban tras sí los de la caza; pero, cuando se ofrecía, dejaba Anselmo de acu­dir a sus gustos, por seguir los de Lotario, y Lotario dejaba los suyos, por acudir a los de Anselmo, y desta manera, andaban tan a una sus voluntades, que no había concerta­do reloj que así lo anduviese. Andaba Anselmo perdido de amores de una doncella principal y hermosa de la misma ciudad, hija de tan buenos padres y tan buena ella por sí, que se determinó, con el pare­cer de su amigo Lotario, sin el cual ninguna cosa hacía, de padilla por esposa a sus padres, y así lo puso en ejecución; y el que llevó la embajada fue Lotario, y el que con­cluyó el negocio, tan a gusto de su amigo, que en breve tiempo se vio puesto en la pose­sión que deseaba, y Camila tan contenta de haber alcanzado a Anselmo por esposo, que no cesaba de dar gracias al cielo, y a Lotario, por cuyo medio tanto bien le había veni­do. (I , 3 3 , 411-412) 2

Es necesario tomar en consideración por lo menos los dos párrafos iniciales para desta­car los elementos que se han indicado: la primera oración pertenece por su estructura a los incipit convencionales, informándonos sobre el lugar donde se origina la historia y sobre los dos personajes principales, una vez más una pareja, en este caso homogénea , si se acude a la clasificación las Ejemplares de Georges Güntert (1995). En pr imer lugar el lector se da cuen­ta de que se está narrando en una tercera persona que generalmente asegura un conocimien­to total de los personajes y de la historia. Procediendo en la lectura, se recibe una serie de noticias que, además de satisfacer la función informativa, contr ibuyen a seducir al destina­tario por lo apreciable de las calidades de Anse lmo y Lotario. La función seductora se enri­quece con los detalles que se aprenden sobre Camila , mujer, como la gran mayoría de los personajes femeninos de Cervantes , de excelsas virtudes, físicas y morales , que conquista, ella también, la simpatía del lector y, en este caso, la de los oyentes que están reunidos alre­dedor del cura. Con el contrato matrimonial entre Anse lmo y Camila la historia entra en su centro realizando la cuarta función, la dramática. En cuanto al tipo de comienzo, parece res­petar p lenamente el de una novela corta ya que entra en la narración cuando los personajes ya son maduros y capaces de empezar la vida de adultos, y toma en consideración un seg­mento de su existencia.

Cité en otra ocasión el comienzo examinado como referencia al concepto de amistad que puede derivar de las obras de Cervantes (Ruta, 1984 y 2000 ) . 3 Ahora, basándonos en él, constatamos que Anse lmo no hace nada importante sin el consent imiento de Lotario, quien aprueba el matr imonio y es, incluso, el mediador que se interpone para obtener el consenti­miento de Camila y de sus padres a las bodas . En este trance la joven novia concibe agrade­cimiento y afecto por el amigo de su esposo. En los dos párrafos que encabezan la narración

1 Cito por la cd. dirigida por Francisco Rico, 2004. 3 Recuerdo también Roca Massons (1997: 169-188). Cualquier estudio sobre este tema no puede prescindir del ensayo de Avalle-Arce (1975: 153-211).

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se ha representado, pues , la relación de amistad y de amor que se establece entre los tres per­sonajes. El desarrollo de la acción, como se sabe, procede de este planteamiento l levando los sent imientos de los tres a las trágicas consecuencias que la curiosidad malsana del mar ido construye con una meticulosa dirección. Por parte del amigo no falta la opor tuna prudencia, como se lee en las líneas sucesivas que completan el retrato inicial de Lotario:

...pero, acabadas las bodas y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por pare-ccrle a él (como es razón que parezca a todos los que fueren discretos) que no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuan­do eran solteros, porque, aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuanto más de los amigos. (I, 33, 412)

Vamos, ahora, a examinar el final de la novela. Después de la furiosa batalla de don Quijote contra los cueros de vino, el cura vuelve a leer la úl t ima parte de la historia para secundar el deseo de los presentes que han quedado fascinados por la rareza de la invención y la habilidad de la narración. Caídos en la t rampa del enamoramiento , Camila y Lotario fin­gen mal soportar la respectiva presencia y la criada Leonela lleva adelante el enredo con su amante . Descubierta por Anse lmo, se defiende acusando a su dueña, que, sospechando la traición de la criada, se aleja de su casa y va a buscar a Lotario. Este para salvarla la encie­rra de noche en el monaster io regido por su hermana y se aleja él mismo. Al día siguiente, la ausencia de todos y las señales que Anselmo descubre, lo sumen en la desesperación abso­luta temiendo la realización de lo que esperaba ser una simple conjetura. Intentando llegar a la aldea donde vivía el amigo, en cuya casa solía retirarse en sus orquestadas sal idas , 4 le cuentan lo que ha pasado en Florencia, recibiendo de tal manera la confirmación de sus sospechas.

Las palabras del informador nos llevan al comienzo de la novela en cuanto al s ímbolo de la amistad que los dos personajes encarnan según la opinión de la comunidad:

En efeto no sé puntualmente cómo pasó el negocio: solo sé que toda la ciudad está admi­rada deste suceso, porque no se podía esperar tal hecho de la mucha y familiar amistad de los dos, que dicen que era tanta, que los llamaban "los dos amigos". (I, 35, 461)

De hecho la relación que desde el comienzo une a los tres en nombre de la amistad se convierte en la relación triangular que causa la tragedia. La razón de tan inesperado suceso es el "necio e impert inente deseo" que había empujado a Anse lmo a verificar la virtud de su esposa y, por consiguiente , el vínculo de amistad que lo ataba a Lotario, deseo que está ya anunciado en el título de la novela como elemento consti tutivo del peritexto (Genet te , 1987).

En oposición a la actitud de Anse lmo la realización del deseo de los amantes , más con­forme a las leyes de la naturaleza humana, podría considerarse ya un desenlace consecuente con la evolución de la peripecia. El triunfo de los amantes , sin embargo , seguramente acep­table dentro de la tradición de la novela corta italiana, se hubiera interpretado c o m o una " imper t inencia" absolutamente intolerable en la España heredera de Felipe II, un desajuste basado en la doble traición de la esposa respecto al marido y de Lotario respecto al amigo.

"Creyóle Anselmo, y [...] determinó de hacer ausencia de su casa por ocho dias, yéndose a la de un amigo suyo, que estaba cu una aldea no lejos de la ciudad..." (I, 33, 430),

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Intentando, una vez más , conciliar la literatura con la realidad, Cervantes añade el úl t imo párrafo, adecuándose a las convenciones de su t i empo . 5

Dicho párrafo, conclusivo de una narración, que no ha ahorrado sutiles detalles y largos razonamientos , pinta con breves líneas la suerte de los tres personajes:

Hasta aquí escribió Anselmo, por donde se echó de ver que en aquel punto, sin poder acabar la razón, se le acabó la vida. Otro día dio aviso su amigo a los parientes de Anselmo de su muerte, los cuales ya sabían su desgracia, y el monesterio donde Camila estaba casi en el término de acompañar a su esposo en aquel forzoso viaje, no por las nuevas del muerto esposo, mas por las que supo del ausente amigo. Dícese que, aun­que se vio viuda, no quiso salir del monesterio, ni menos hacer profesión de monja, hasta que no de allí a muchos días, le vinieron nuevas que Lotario había muerto en una batalla que en aquel tiempo dio monsiur de Lautrec al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba en el reino de Ñapóles, donde había ido a parar el tarde arrepen­tido amigo; lo cual sabido por Camila, hizo profesión y acabó en breves días la vida a las rigurosas manos de tristezas y melancolías. Este fue el fin que tuvieron todos, naci­do de un tan desatinado principio. (I, 35, 462-463)

Se pone fin, de esta forma, a tres vidas cuya feliz condición del comienzo había hecho esperar un itinerario existencial regular y sosegado, según las buenas reglas que r igen el orden de las familias bienaventuradas si bien, muchas veces, bajo el manto de la hipocresía. N o se deja n inguna posibil idad de rescate a los tres personajes, víct imas de la impert inente curiosidad de Anse lmo, que quiso probar lo que aquel orden prohibía. Tanto Anse lmo c o m o Camila mueren de melancolía , vencidos por la melancol ía erótica, según lo que sugiere su actitud en los úl t imos momentos de sus respectivas vidas y c o m o se puede verificar en las líneas arriba c i t adas . 6

El mi smo narrador en la úl t ima frase, "Este fue el fin que tuvieron todos, nacido de un tan desat inado pr incipio" , utiliza la palabra 'pr incipio ' que se puede interpretar, en este caso, en su doble sentido de "norma que rige el pensamiento o la conduc ta" , 7 y esto se refiere a Anse lmo, y de inicio de alguna acción que se relaciona con su ' f in ' , su explicit, just i f icando de esta forma a los teóricos que sostienen que algunos detalles de una narración se compren­den si se los mira retrospect ivamente desde el final (Brook, 1984). Esta conclusión, además , se emparenta con los finales sentenciosos de algunas novelas ejemplares, subrayando un intento didáctico que pertenece especialmente a las historias con final d ramát ico . 8

Pasando al comienzo del capítulo I, 39, "Donde el cautivo cuenta su vida y suceso", lee­rnos algo que nos suena familiar: "En un lugar de las Montañas de León tuvo principio mi linaje...", que reproduce de forma paralela el incipit de la novela "En un lugar de la Mancha. . ." , como se ha subrayado varias veces (Selig, 1971). Sin embargo hay que notar que la indeterminación del dato inicial, por supuesto bastante frecuente en los cuentos y patrañas,

5 Debo esta integración de mi texto original a Augustin Redondo, quien me la sugirió después de escuchar la lec­tura de este trabajo. Aprovecho la ocasión para expresarle mi agradecimiento por todo lo que he aprendido de sus magistrales investigaciones y por la benevolencia que siempre me ha demostrado. 6 Redondo, (1998 y 1997: 121-146). Para la evolución del concepto de 'melancolía', véase Gambin (2005). 7 Diccionario Real Academia Española (1992), v. 'principio', o 0 Véanse El celoso extremeño. El Licenciado Vidriera y El casamiento engañoso (Cervantes, 2001).

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pone en relación la historia de don Quijote con la del cautivo que, sin duda alguna, es en buena medida el alter ego de Cervantes. Nos p reguntamos si se trata de pura casual idad o si el parec ido ocul ta a lguna intención escondida. De hecho , si se mira el comienzo anterior, "En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que l laman Toscana. . ." , se nota que los tres incipit empiezan con el m i s m o complemen to de lugar precedido por la pre­posic ión ' e n ' , pero con la diferencia de que en el "Cur ioso imper t inen te" se dan todas las indicaciones necesar ias , mientras que en las otras dos todo queda bastante genér ico , man­teniéndose el tono de los cuentos de magia. Pero esto se refiere sólo a los pr imeros sintag­mas del per iodo inicial, para verificar las característ icas susodichas del incipit t enemos que cont inuar la lectura:

—En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico, y verdaderamente lo fuera si así se diera maña a conservar su hacienda como se la daba en gastalla; y la condición que tenía de ser liberal y gastador le procedió de haber sido soldado los años de su juven­tud, que es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace franco, y el franco, pródi­go, y si algunos soldados se hallan miserables, son como monstruos, que se ven raras veces. Pasaba mi padre los términos de la liberalidad y rayaba en los de ser pródigo, cosa que no le es de ningún provecho al hombre casado y que tiene hijos que le han de suceder en el nombre y en el ser. Los que mi padre tenía eran tres, todos varones y todos de edad de poder elegir estado. Viendo, pues, mi padre que, según él decía, no podía irse a la mano contra su condición, quiso privarse del instrumento y causa que le hacía gastador y dadivoso, que fue privarse de la hacienda, sin la cual el mismo Alejandro pareciera estrecho. (I, 39, 493)

En este largo párrafo, que exhibe sin vacilación la pr imera persona de la voz narrativa, se dan las informaciones relativas al padre de Ruy Pérez como cabeza de una familia del interior de Castilla medianamente próspera, cuya liberalidad, sin embargo , no resulta ser un buen ejemplo para los tres hijos, l legados ya al momen to de elegir su futuro. N o faltan, en este punto , referencias intrigantes sobre el m i smo padre y los hijos varones que empujan a continuar leyendo para conocer las consecuencias de esta premisa. L lama la atención en este inicio el per iodo siguiente:

...y la condición que tenía de ser liberal y gastador le procedió de haber sido soldado los años de su joventud, que es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace fran­co, y el franco, pródigo, y si algunos soldados se hallan miserables, son como mons­truos, que se ven raras veces.

Es una curiosa presentación de la vida del soldado que no tiene correspondencia con el sucesivo itinerario que recorre Ruy Pérez y que tampoco encuentra una correspondencia en la vida del mi smo Cervantes . M e pregunto, entonces, si con esta intrusión el escritor alcala-íno quiere establecer una diferencia entre los soldados comunes , que solo buscan un trabajo, y los que se dist inguen por su conducta valiente y leal, como los mismos Miguel y Ruy Pérez - ' m o n s t r u o s ' en la opinión del nar rador- . Este últ imo, además , muest ra su generosidad deci­diendo, de inmediato, renunciar a dos tercios de su caudal para permit ir una mayor seguri­dad económica al padre. Pero es necesario esperar el final para encontrar, si la hay, una res­puesta a este interrogante.

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El padre, sin embargo , en el párrafo siguiente, aún más largo que el pr imero, revela pru­dencia y discreción, impensables respecto a su conducta pasada, y se separa de los hijos, l ibres, ahora, de elegir su estado. En síntesis en estas líneas se han recibido muchas noticias sobre el pródigo padre y muy escasas con relación a los tres jóvenes que se asoman a la con­dición de adultos; la tensión del incipit se coloca entre los dos polos de la ' sa turac ión ' y la ' rarefacción ' informativas, es t imulando al lector para saber más de una historia cuya función dramática todavía no ha empezado . Sin embargo, tomando en consideración el desenlace de la historia, veremos que algún pequeño detalle del inicio se recupera en los acontecimientos conclusivos de la narración.

Recordando la sentencia tradicional "Iglesia, o mar, o casa real" , el padre les indica suce­sivamente los caminos que los tres varones pueden seguir; de hecho cada uno elige una carrera distinta, el mayor opta por la vida soldadesca, el segundo por el comercio y el menor se va a estudiar a Salamanca. La larga narración de Ruy Pérez desvela todos los aspectos de la vida militar, con sus ventajas, pocas, y sus inconvenientes, muchos y prejuiciosos. La con­ducta heroica del cautivo es premiada en resumidas cuentas, demost rando un op t imismo que no s iempre Cervantes pone de manifiesto con respecto a su glorioso p a s a d o . 9 El final de la historia en cierta medida abandona las referencias a la realidad histórica para recuperar un tono fabulístico en el que todas las desgracias se solucionan dejando triunfar el bien y la feli­cidad. El m i s m o cura sucesivamente comenta haber oído ". . .un caso que [...] a no contárme­lo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuen­tan el invierno al fuego." (I, 42 , 544).

El caut ivo cierra su cuento informando sobre lo que había acontecido en el intervalo de t iempo entre su llegada a la tierra española y la parada en la venta:

Seis días estuvimos en Vélcz, al cabo de los cuales el renegado, hecha su información de cuanto le convenía, se fue a la ciudad de Granada a reducirse por medio de la Santa Inquisición al gremio santísimo de la Iglesia. Los demás cristianos libertados se fueron cada uno donde mejor le pareció. Solos quedamos Zoraida y yo, con solos los escudos que la cortesía del francés le dio a Zoraida, de los cuales compré este animal en que ella viene, y, sirviéndola yo hasta agora de padre y escudero, y no de esposo, vamos con intención de ver si mi padre es vivo, o si alguno de mis hermanos ha tenido más próspera vcnúira que la mía, puesto que, por haberme hecho el cielo compañero de Zoraida me parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que más la estimara. La paciencia con que Zoraida lleva las incomodidades que la pobreza trae consigo y el deseo que muestra tener de verse ya cristiana es tanto y tal, que me admira y me mueve a servirla todo el tiempo de mi vida, puesto que el gusto que tengo de verme suyo y de que ella sea mía me lo turba y deshace no saber si hallaré en mi tierra algún rincón donde recogella y si habrán hecho el tiempo y la muerte tal mudan­za en la hacienda y vida de mi padre y hermanos, que apenas halle quien me conozca, si ellos faltan. (1,41, 538-539)

De hecho se cierran solo los episodios vinculados a la prisión en Argel, el ex-caut ivo y Zoraida salen salvos de la dura experiencia de la fuga, pero en cuanto a su futuro solo pue­den formular conjeturas confiando en la mejor solución. La conducta de Ruy Pérez, sin

Tenemos que recordar también la conducta valiosa del Licenciado Vidriera en la última etapa de su vida.

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embargo, ha desment ido las consideraciones hechas respecto a la vida de los soldados, poniendo de relieve en posit ivo la cara opuesta de la corrupción y la fanfarronería. En cuan­to a la narración de tipo autobiográfico, tiene que interrumpirse en el presente de la venta, este lugar mágico donde todo se resuelve. A partir de este momento , como había suger ido Ginés de Pasamonte con respecto a los relatos en pr imera p e r s o n a , 1 0 la narración sólo puede avanzar de manera directa, en presencia de don Quijote y de los huéspedes , todos muy inte­resados en seguir lo que acontece ante sus ojos.

Pero antes de seguir adelante, quiero resaltar que al final de su exposición el narrador, introduciendo por boca de Fernando reflexiones de tipo metanarrat ivo, se detiene nuevamen­te sobre las características, d igamos literarias, del relato del cautivo: una vez más se subra­yan la originalidad del su je to ' 1 y la manera de contar y se añade la alusión a la ret icencia del mi smo narrador, imitando el j uego de decir y ocultar la verdad, tan característico entre Cide Hamete y el segundo autor de la narración principal:

No tengo más, señores, que deciros de mi historia; la cual, si es agradable y peregrina, júzguenlo vuestros buenos entendimientos, que de mí sé decir que quisiera habérosla contado más brevemente, puesto que el temor de enfadaros más de cuatro circunstan­cias me ha quitado de la lengua. (I, 41, 539)

La llegada del oidor pone en agitación a Ruy Pérez, suscitando en él "barruntos de que aquél era su h e r m a n o " (I, 42 , 542) y todos los asistentes dan lugar a una conversación que ayude a aclarar las sospechas del leonés. En realidad se trata del l icenciado Juan Pérez de Viedma, originario de un lugar de las montañas de León, en viaje hacia la Audiencia de Méjico. Durante la cena, alrededor de la mesa, el cura con la habil idad retórica que le pro­porcionan sus estudios y prácticas eclesiásticos, cuenta de forma aproximativa la historia del he rmano capitán, p rovocando el conmovido reconocimiento del juez: es tamos presenciando a una verdadera anagnórisis , esta vez respecto a un hombre y no a una hermosís ima moza , según las convenciones de las propias consejas recordadas por el cura. Acen tuando el tono fabulístico, se nos comunica que el hermano menor "... está en el Pirú, tan rico, que con lo que ha enviado a mi padre y a mí ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural . . ." (I, 42 : 545). Nos acerca­mos a los párrafos que finalmente se pueden considerar conclusivos de esta larguísima narra­ción que de todo tiene:

Acudió el capitán a abrazar a su hermano, y él le puso ambas manos en los pechos, por mirarle algo más apartado; mas, cuando le acabó de conocer, le abrazó tan estrecha­mente, derramando tan tiernas lágrimas de contento, que los más de los que presentes estaban le hubieron de acompañar en ellas. Las palabras que entrambos hermanos se dijeron, los sentimientos que mostraron, apenas creo que pueden pensarse, cuanto más escribirse. Allí en breves razones, se dieron cuenta de sus sucesos, allí mostraron pues­ta en su punto la buena amistad de dos hermanos, allí abrazó el oidor a Zoraida, allí la ofreció su hacienda, allí hizo que la abrazase su hija, allí la cristiana hermosa y la mora hermosísima renovaron las lágrimas de todos.

l 0 V é a s c I , 2 2 , 265-266.

' ' Dirá el cura poco después resumiendo al oidor la historia del cautivo: "Desde allí vino a Argel, donde sé que le suce­dió uno de los más cstraños casos que en el mundo han sucedido." (1, 42, 544)

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Alli don Quijote estaba atento, sin hablar palabra, considerando estos tan estraños suce­sos, atribuyéndolos todos a quimeras de la andante caballería. Allí concertaron que el capitán y Zoraida se volviesen con su hermano a Sevilla y avisasen a su padre de su hallazgo y libertad, para que, como pudiese, viniese a hallarse en las bodas y bautismo de Zoraida, por no le ser al oidor posible dejar el camino que llevaba, a causa de tener nuevas que de allí a un mes partía la flota de Sevilla a la Nueva España y fuérale de grande incomodidad perder el viaje. En resolución, todos quedaron contentos y alegres del buen suceso del cautivo; y, como ya la noche iba casi en las dos partes de su jornada, acordaron de recogerse y reposar lo que de ella les quedaba. (I, 42, 546-547)

Con el reconocimiento de los personajes implicados en la historia de Ruy Pérez se atan los cabos que habían quedado sueltos en el incipit: reaparecen los otros hermanos , se cono­ce el des t ino del padre , se d i spone el ingreso de Zora ida en la cr is t iandad y en la socie­dad e spaño la , el n u e v o e l e m e n t o que la na r rac ión ha a ñ a d i d o a la c i r cuns t anc ia inicial y que jus t i f i ca el la rgo cau t ive r io en Argel en opos ic ión a la l iber tad que la m i s m a cr is­t iandad hab ía c o n q u i s t a d o en L e p a n t e El c í rcu lo se c ie r ra r e c u p e r a n d o el o rden c o n s ­t i tu ido en re lac ión con los dos p r inc ip ios que se hab ían pues to en ev idenc ia , el cr is t ia­n i s m o de Eu ropa y el b ien de la l iber tad. La for tuna de los t res V iedma , que de r iva de la exce s iva l ibera l idad de su pad re , se ha conve r t i do en p r o s p e r i d a d y éx i to soc ia l , incluso permit iendo a los hermanos colmar, a su vez, las necesidades del padre. La prodiga­lidad acompañada por la clarividencia ha generado el bien de todos, pero cada uno ha tenido que experimentar su propio destino para llegar a la conclusión de esta etapa de su vida.

Pa semos , ahora , a la tercera his tor ia que queda por examinar . En el capí tu lo 19 de la Segunda Parte don Quijote y Sancho , a le jándose de la casa de don Diego de Mi randa , se encuent ran " . . .con dos c o m o clér igos o c o m o es tudiantes y con dos labradores que sobre cua t ro bes t i a s asna les ven ían c a b a l l e r o s . " (II, 19, 8 5 2 ) . 1 2 H a b i é n d o s e c o n o c i d o , dec i ­den con t inua r el viaje j u n t o s ; en segu ida los dos e s tud i an t e s , m á s adve r t idos que los l ab radores , en t i enden " la flaqueza del ce l eb ro de don Q u i j o t e " y lo invi tan a asis t i r a " . . .una de las mejores bodas y más r icas que has ta el día de hoy se hab rán c e l e b r a d o en la M a n c h a , ni en o t ras m u c h a s l eguas a la r e d o n d a " (1, 39 , 853) . La e x a g e r a c i ó n de es te exo rd io p ro s igue en la def in ic ión de los nov io s , dos l ab radores que son "é l , el m á s r ico de toda esta t ierra ; y el la , la más h e r m o s a que han v is to los h o m b r e s " . De m a n e r a q u e en la a ldea por a n t o n o m a s i a los l l aman a C a m a c h o 'e l r i c o ' y a Qui te r i a ' l a h e r m o s a ' . En esta fase de la na r rac ión es el bach i l l e r quien t oma la pa labra y cuen ta e s tos pre l i ­mina re s a los dos m a n c h e g o s , i n t en t ando r ep roduc i r en su expos i c ión la op in ión del p u e b l o en re lac ión a lo que se ref iere a los tres j ó v e n e s . A p r e n d e m o s a c o n t i n u a c i ó n que Qui te r i a es :

...de edad de diez y ocho años, y él de veinte y dos, ambos para en uno, aunque algu­nos curiosos que tienen de memoria los linajes de todo el mundo quieren decir que el de la hermosa Quiteria se aventaja al de Camacho; pero ya no se mira en esto, que las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras. (II, 19, 854)

* l El texto sigue diciendo: "Y así estudiantes como labradores cayeron en la misma admiración en que caían todos aquellos que la vez primera veían a don Quijote, y morían por saber que hombre fuese aquel tan fuera del uso de los otros hombres." (II, 39, 853). Los cuatros viajeros se encuentran en una condición parecida a la de don Diego de Miranda, que tampoco había mostrado conocer la historia del caballero manchego.

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También el e s tud ian te demues t r a afición a las sen tenc ias en una c o n v e r s a c i ó n en la que Sancho suel ta tan tos p roverb ios que merece un ser io r e p r o c h e po r par te de su a m o , pero al j o v e n viajero le gus tan igua lmen te las m u r m u r a c i o n e s de la gen te , c o m o se c o m ­prueba en la in s inuac ión de una sospechosa a scendenc i a conve r sa del r ico labrador . La conve r sac ión con t inúa e n u m e r a n d o todos los festejos que se es tán p r e p a r a n d o pa ra la boda del día s igu ien te . El bachi l le r se reve la perp le jo sobre la c o n d u c t a del e n a m o r a d o r e c h a z a d o por los pad res de la donce l l a en p ro de la r iqueza del o t r o 1 3 y por fin presen­ta al infeliz Basil io, quien resulta correspondido en su sent imiento por Quiteria:

Es este Basilio un zagal vecino del mesmo lugar de Quiteria, el cual tenía su casa pared y medio de la de los padres de Quiteria, de donde tomó ocasión el amor de renovar al mundo los ya olvidados amores de Píramo y Tisbe; porque Basilio se enamoró de Quiteria desde sus tiernos y primeros años, y ella fue correspondiendo a su deseo con mil honestos favores, tanto, que se contaban por entretenimiento en el pueblo los amores de los dos niños Basilio y Quiteria. Fue creciendo la edad, y acordó el padre de Quiteria de estorbar a Basilio la ordina­ria entrada que en su casa tenía; y por quitarse de andar receloso y lleno de sos­pechas, ordenó de casar a su hija con el rico Camacho, no pareciéndole ser bien casarla con Basilio, quc.no tenía tantos bienes de fortuna como de naturaleza. Pues, si va a decir las verdades sin invidia, él es el más ágil mancebo que cono­cemos, gran tirador de barra, luchador estremado y gran jugador de pelota; corre como un gamo, salta más que una cabra, y birla a los bolos como por encanta­mento; canta como una calandria, y toca una guitarra, que la hace hablar, y, sobre todo, juega una espada como el más pintado. (II, 19, 854-855)

El a t l é t i co y f a sc inador Bas i l io p o s e e m u c h a s c u a l i d a d e s p o s i t i v a s , q u e el a m o y el e s c u d e r o d e f i e n d e n con v e h e m e n c i a , p e r o de es ta i n t e r v e n c i ó n de r iva la t i r ada de don Qu i jo t e sob re el d e r e c h o de los p a d r e s a e leg i r los e s p o s o s de sus h i jos y sob re las dif i­cu l t ades q u e p r e s u p o n e la v ida m a t r i m o n i a l . En r e s u m i d a s c u e n t a s el c o m i e n z o del e p i s o d i o de " L a s b o d a s de C a m a c h o " t i ene el ca rác t e r f r agmen ta r i o y m u l t i p r o s p é c t i -co q u e le conf i e re su i n se r c ión en la c o n v e r s a c i ó n de va r ios p e r s o n a j e s , s e g ú n u n a de las m o d a l i d a d e s na r r a t i va s p r iv i l eg i adas por C e r v a n t e s . En su c o n j u n t o resu l t a b a s t a n ­te d e t a l l a d o t an to al a n u n c i a r los festejos de las b o d a s c o m o en la p r e s e n t a c i ó n de los p r o t a g o n i s t a s , en e spec i a l de los v a r o n e s , p o r q u e a Q u i t e r i a de m o m e n t o se le da p o c a luz. Es t án p l e n a m e n t e a l c a n z a d a s , en c a m b i o , las func iones s e d u c t o r a y d r a m á t i c a por el in t e rés y la e x p e c t a t i v a q u e se han c r e a d o sob re la c o n d u c t a de los t res j ó v e n e s y de Bas i l io en par t icu la r .

D e s p u é s de la e s c a r a m u z a en t re los dos e s t u d i a n t e s , q u e p r o p o r c i o n a a S a n c h o la o p o r t u n i d a d de s egu i r con sus s e n t e n c i a s , se cede la v o z a C i d e H a m e t e q u e , s u p e r a d a la n o c h e al a ire l i b re , d e s c r i b e el e s p e c t á c u l o de las g r a n d i o s a s c o m i d a s q u e los coc i ­ne ros e s t án p r e p a r a n d o y de los var ios g r u p o s de d a n z a d o r e s que van l l e g a n d o , inc lu­y e n d o a los q u e ac tua r án en la ' d a n z a h a b l a d a ' " A m o r e In t e r é s " , q u e p r o p o n e de

1 3 "...pero ninguna de las cosas referidas ni otras muchas que he dejado de referir, ha de hacer más memorables estas bodas, sino las que imagino que hará en ellas el despechado Basilio." (1, 19, 854). Nótese que otra vez se alude a las reticencias de los narradores.

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fo rma a l egó r i ca uno de los nudos del problema tratado en el e p i s o d i o . 1 4 Con este interme­dio se ha preparado una atmósfera adecuadamente teatral para que se produzca el golpe de efecto final.

Esta vez lo que acon tece es igua lmen te so rp renden te para los des t ina ta r ios in ternos al texto y para los lec tores , s i endo éste uno de los casos de la S e g u n d a Parte en el que C ide H a m e t e vo lun t a r i amen te man t i ene al lector a oscuras de lo que en la f icción se está t r a m a n d o . El p royec to que se va a real izar lo conocen s o l a m e n t e los dos e n a m o r a d o s , los as i s ten tes a la e scena y el lector lo ignoran.

El d r ama t i smo de la acción que se desarrol la ante a m b o s es sabido, pero cabe señalar que está re lac ionado no tab lemente con la manera de contar una vez más f ragmentar ia y a veces ret icente del narrador árabe: invir t iendo el aire de fiesta y alegría que había carac te­r izado los prepara t ivos de la ce remonia nupcial , ahora se s imulan un suicidio y un despo­sorio in articulo mortis, al que la he rmosa Quiter ia cons iente p iadosa . Pero, descubier ta la t rampa, todos nos d a m o s cuenta de que en una c i rcuns tancia real cons iguen triunfar la ' indus t r i a ' de Basi l io y la constancia y fidelidad de los dos enamorados . Es un final que mezc la la real idad y la fábula, dejando que los sent imientos se impongan sobre el interés, que hasta los dos tercios de la narración había parec ido ganar la batalla. En los largos párrafos conc lus ivos , sin embargo , se in t roducen e lementos que c laramente se refieren al c o m i e n z o del episodio y que dan un sent ido, también en este caso , a detalles que podrían parecer superf luos. Para interrumpir la posible pelea entre los bandos que defienden res­pec t ivamente a C a m a c h o y Basi l io , don Quijote , pon iéndose al lado del ' i ndus t r io so ' labrador, in terviene a grandes voces jus t i f icando el engaño de los enamorados , cons t ru ido para afirmar su amor, y la p romesa pronunc iada entre el los, vagamente a ludida en los párrafos iniciales:

—Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace, y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la gue­rra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemi­go, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada. Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria, por justa y favorable disposición de los ciclos. Camacho es rico y podrá comprar su gusto cuando, donde y como quisiere. Basilio no tiene más desta oveja, y no se la ha de quitar alguno, por poderoso que sea, que a los dos que Dios junta no podrá separar el hombre, y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza. Y en esto la blandió tan fuerte y tan diestramente, que puso pavor en todos los que no le conocían. Y tan intensamente se fijó en la imaginación de Camacho el desdén de Quiteria, que se la borró de la memoria en un instante, y así tuvieron lugar con él las persuasiones del cura, que era varón prudente y bien intencionado, con las

Sobre la complejidad de los problemas que se evidencian en una atenta lectura de este episodio, véase el trabajo de Bulgin (1983). Bulgin estima excesivamente sencilla la conclusión de John Sinnigcn que el mensaje de la historia se resuelva en el triunfo del matrimonio de amor (Sinnigcn, 1969) y, por medio del análisis de todos los elementos que integran la historia, sin excluir la repetida alusión al mito de Piramo e Tisbc, concluye que la interferencia de diversas perspectivas no determina un neto prevalecer del amor sobre el interés. Por consiguiente no se puede afirmar que el personaje de Basilio es presentado de manera decididamente más favorable que el de Camacho.

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cuales quedó Camacho y los de su parcialidad pacíficos y sosegados, en señal de lo cual volvieron las espadas a sus lugares, culpando más a la facilidad de Quiteria que a la industria de Basilio, haciendo discurso Camacho que si Quiteria quería bien a Basilio doncella, también le quisiera casada, y que debía de dar gracias al ciclo más por habérsela quitado que por habérsela dado. Consolado, pues, y pacífico Camacho y los de su mesnada, todos los de la de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron asistir a ellas Basilio ni su esposa ni secuaces, y, así, se fueron a la aldea de Basilio, que también los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare como los ricos tienen quien los lisonjee y acompañe. (II, 22, 880-882)

C o n esta in tervención del cabal lero, como ocurre en varios m o m e n t o s de la novela , Cervan tes olvida haber defendido poco antes el de recho de los padres a organizar el futu­ro mat r imonia l de los hijos y, en muchas de sus nar rac iones , el respeto formal de las nor­mas t r ident inas , aprobando la elección de los dos m o z o s , que se han casado p rove ídos sólo de su a m o r . 1 5 En cuanto a C a m a c h o , subraya las m u c h a s pos ib i l idades que la r iqueza le ofrece para conquis tar un género distinto de felicidad. La narración a lcanza otra vez un tono sen tenc ioso que se mant iene en la conc lus ión a la que llega el r ico pas tor sobre la conducta de Quiter ia , según reza el texto: " . . .hac iendo discurso C a m a c h o que si Qui ter ia quer ía bien a Basi l io doncel la , también le quis iera casada, y que debía de dar gracias al cielo más por habérse la qui tado que por habérse la dado" . Cervantes no omi te señalar cier­ta desenvol tura de la novia , gracias a la que , sin embargo , se ha cer rado una his tor ia de amor e m p e z a d a cuando los dos enamorados eran n iños , hac iendo triunfar la na tura leza y la espontane idad sobre el interés. La c i rcunstancia inicial se ha inver t ido l l evando a buen fin los indicios d i seminados en sus párrafos; el hecho de en t remezc la r la his tor ia de Quiter ia con los acontec imientos del relato pr incipal ha con l levado , sin embargo , a lgunas var iac iones en la manera de hi lvanar la narración a través de la inserc ión de d iá logos y dis­cursos . Lo que se acentúa par t icu larmente es el tono d idáct ico , c o m o consecuenc ia de la actitud de don Quijote y Sancho, que en la Segunda Parte de la nove la enr iquecen cont i ­nuamen te sus conversac iones con proverb ios , sentencias , consejos etc.

Pero con el cont inuo cambio de perspectivas Cervantes consigue dar mayor salida a la inclinación a la ambigüedad que los relatos monocordes y autoritarios del " C u r i o s o " y del "Cau t ivo" habían condic ionado fuertemente. En conclusión, no se puede negar que en cada ep isodio el tablean final recupera y reúne los e lementos del tablean inicial , cua lquiera que sea la forma en la que se le han comunicado al lector, ya es t rechamente v incu lados en los pr imeros párrafos ya di luidos en el curso de la narración, ac larando en el desen lace lo que antes hab ía pod ido parecer inútil u oscuro . También respec to a Cervan tes p o d e m o s afirmar que, c o m o reza la m á x i m a por todos conocidas , en una nar rac ión suya "Tout se tient", cual ­quier e l emento del relato cont r ibuye a preparar el desen lace conf luyendo con m a y o r o menor evidencia hacia el cierre de la per ipecia .

En cuanto a las relaciones que se establecen entre los episodios y el 'marco ' de la historia prin­cipal, contada por Cide Hamete, en este caso sólo he podido resaltar el aspecto metanarrativo por

A este propósito véase Redondo (1991) y su interpretación paródica del episodio.

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los muchos comentarios teóricos que acompañan las distintas narraciones. Éstos tienen evidentes analogías con las actitudes del narrador árabe, del traductor del manuscrito y del segundo autor, manteniendo una continuidad técnica con la historia de la pareja protagonista, aun cuando se tiene la impresión de que éstas se colocan bastante alejadas del hilo narrativo pr incipal .

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