colección de cuentos

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EllectortieneensusmanoslacasitotalidaddeloscuentosdeJuanCarlosOnetti. Cuentos que son narraciones breves, pequeñas novelas o novelascortas o relatos. El primer cuento publicado por Onetti fue «Avenida deMayo-Diagonal-Avenida de Mayo» (1933), el último aparece aquí por vezprimera:«Elperrotendrásudía».Setrata,pues,deunalaborquediscurrealolargodemásdecuarentaaños.Onetticreóununiversoliterariocapazdeconmoverycautivarporsumagiaytambiénporsuperplejopesimismo.Estelibroesunanuevaoportunidadde recorrer losmundosmássugestivos,deacercarnos a la fantasía y a los personajes de uno de los clásicoslatinoamericanosmásinquietantesysugerentes.

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JuanCarlosOnetti

Coleccióndecuentos

ePUBv1.0Kytano23.07.11

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Prefacio

LECTURADELASNARRACIONESDEJUANCARLOSONETTI:ALGUNOSRECURSOS

Se ha escrito yamucho—y no siempre con el necesario equilibrio— sobre elllamado boom de la narrativa latinoamericana. A un grupo inicial se le fueronsumandoaquellosautoresquepocoonadateníanqueverconlarápidaexpansióndeuna literaturaquepenetró,no sinmotivos,másalláde las fronterasnaturalesde lalengua. No entraremos aquí en el fenómeno—que es mucho más que un simplefenómeno publicitario, político o literario—. No podemos pasar por alto, sinembargo, el hecho de que Juan Carlos Onetti obtuviera, finalmente, un bienmerecido, aunque tardío, puesto en la llamada «nueva novela latinoamericana».Carlos Fuentes[1] en un ensayo que debe ser considerado casi como un verdaderomanifiesto del boom, en 1969, aunque alude a dos grandes cuentistas uruguayos,HoracioQuirogayFelisbertoHernández,sigueignorandoaJuanCarlosOnetti.Hoy,sinembargo,disponemosya,desde1970,deunaedicióndesus«ObrasCompletas»,y la difusión de las novelas deOnetti, desde «El astillero» a «Juntacadáveres», enedicionesmásomenosasequibles,esunhecho.LaobradeOnettihasido tambiénobjetodeunaconsiderableaunquetardíaatencióncríticayaellahandedicado,porejemplo, una tesis, Ximena Moreno Aliste,[2] publicada desde el Centre deRecherches Latino-Américaines de Poitiers, o la madrileña «CuadernosHispanoamericanos» (diciembrede1974)unnúmeromonográficoespecial.PeroeldescubrimientoyreconocimientodelanarrativaydelmundodeJuanCarlosOnettinohasidofácil,comonoessencilloabarcarensutotalidadelricocontenidodesusambiguosmensajes.

El lector tieneensusmanos lacasi totalidadde loscuentosdeOnetti.Cuentosque sonnarracionesbreves,pequeñasnovelasonovelas cortaso relatos.Elprimercuento publicado por Onetti fue «Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo»(1933), el último aparece aquí por vez primera: «El perro tendrá su día». Se trata,pues,deuna laborquediscurrea lo largodemásdecuarentaaños.Debeseñalarseque talactividadnohasidomuyprolífica.Publicauncuentocadaunoodosaños,con algunos silencios más dilatados: «El posible Baldi» es de 1936 y«Convalecencia»,de1940;«Lacasaenlaarena»esde1949y«Elálbum»,de1953;«Justoel treintaiuno»,de1964y«Lanovia robada»,de1968.Sinembargo,Onettiregresasiemprealrelatobreve,porelque,sinduda,sienteunanotablepredilección.Porque el relato tiene en las literaturas argentina y uruguaya una rica presencia.Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, AdolfoBioy Casares, Julio Cortázar: la simple enumeración nos ahorrará cualquier otro

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comentario. Entre Borges y Cortázar, entre ambas generaciones, hay que situar laobradeOnetti.LaliteraturaenAméricaLatinahaconfundidoaquísuspropiasraícescon la mejor narrativa extranjera. Los norteamericanos Hemingway y Faulkner,principalmente, pueden ser rastreados en Onetti, pero no es posible aludir a unaimitaciónounaexageradainfluencia;delmismomodopuedeseñalarselapresenciadeHenryJames,Gide,Céline,Sartre,JoyceoFlaubert.

LosrelatosdeOnettinopuedenextraersedelconjuntonarrativo totaldelautor.No son escarceos, ni tanteos para una novela larga, ni experimentaciones. Enocasionespuedenserfragmentosdeunadesusnovelasquehacobradovidapropiaysehaindependizado,como«Lacasaenlaarena»,queprimitivamenteformabapartede«Lavidabreve».Podemospenetrar,porconsiguiente,porcualquierángulo,enelmeollode laobradelnarradory,preferiblemente, a travésde éstos, en sus relatos.Hallaremos aquí un mundo coherente y cerrado. En Onetti, en efecto, su mundonarrativo se cierra, constituye una estructura orgánica y, como tal, permanecesuficiente en sí misma, relacionada y coherente en cada una de sus partes. EmirRodríguezMonegal se refiere a SantaMaría, la ciudadmezcla deBuenosAires yMontevideo,yalasagaqueOnettihaconstruidoentornoaella.[3]Lassagasgiran,sinembargo,entornoalavidadeunafamilia,sonlahistoriadeunafamilia.Nohayen la obra deOnetti, en cambio, una trayectoria biológica en el tiempo.El tiempoparece detenido, planea ingrávido por sobre los seres grises, aunque de trágicodestino.ElmundodeOnettipareceencerradoenunaurnadecristalenlaquesehaproducidounaextrañaadaptaciónalvacío.Podemosobservaratravésdeellalavidaquelascriaturasdesarrollan,aunquedentrodeunoslímitestrazadospreviamente.Enalgúnsentidola«ciudad»es,enOnetti,ellindeparalaacción.Unaciertacrueldadofrialdad en la descripción de las criaturas es también resultadode este asepticismodeliberado que nos atrae y nos repele a un tiempo.La selva de «LaVorágine», deJoséEustasioRivera,hasidosustituidaporlaciudad.Lanaturalezavirgen,quetantohabíagravitadoenlageneraciónanterioraOnetti,hadejadoahoraunvacío,porelquediscurrirásusignificativomundo.Estequedacentradoenelsugestivolaberintociudadano;inaccesible,enocasiones,alospropiospersonajes.En«RegresoalSur»,porejemplo,elprotagonista—peseaqueaparecedesdeunaperspectivareferencial—estableceunaespecialrelaciónconlaciudad:«TíoHoracionohizocomentarios,ynoparecíahaberseenteradodelaproximidadnocturnadePerla,cincocuadrasalSur.OscarsupoquehabíaoídoaWalter,porqueenlospaseosdelanoche,cuandosalíanatomaruncafélivianoaalgunaparte,comenzóallegarporParanáhastaRivadavia,dondeseabría laPlazadelCongresoyhaciadondemirabaconcuriosidad idénticanoche tras noche; luego doblaba a la izquierda y continuaban conversando porRivadavia hacia el Este. Casi todas las noches; por Paraná, por Montevideo, porTalcahuano,porLibertad.Sinhablarnuncadeaquello,Oscar tuvoqueenterarsede

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quelaciudadyelmundodetíoHoracioterminabanenmojonesinfranqueablesenlacalle Rivadavia; y todos los nombres de calles, negocios y lugares del barrio surfueronsuprimidosymuyprontoolvidados».BuenosAiresconsuscallesyavenidas,perfectamente delimitadas, constituyen el único mundo propio del personaje.Simbólicamente, atravesar esta invisible barrera es romper también con normasestablecidasalolargodeuntiempoqueserepiteenunitinerarioidéntico.Esposibleaplicar al concepto de la ciudad deOnetti lo queRicardoBofill señala respecto aNuevaYork:«NewYorkeselmejorejemplodecómosedesarrollalajunglaurbana,queesdistintaalajunglanatural,yallíaprendeelhombreaprotegerse,esconderse,aorganizar guerrillas, insurrecciones y elementos de desorden; esto es más fácilrealizarlo enNewYorkqueencualquierotro tipode aglomeraciónurbana».[4] TíoHoracio se esconde, es decir, se protege también tras el barrio ciudadano. Yprácticamenteelbarrioencierracualquierreferenciaalavida.

Losprotagonistasdela«HistoriadelCaballerodelaRosaydelaVirgenencintaque vino de Liliput» son expulsados de la ciudad: «Vivían en Las Casuarinas,desterrados de SantaMaría y del mundo. Pero algunos días, una o dos veces porsemana, llegabana la ciudaddecomprasenel inseguroChevroletde lavieja».Lapareja no es aceptada aquí por la comunidad humana que les rechaza desde «suciudad». Establece Onetti —ya desde su ideal Santa María— dos tipos deciudadanos. Existen unos, acrisolados y antiguos. Es fácil reconocerlos porqueposeenlosprivilegiadosrecuerdosdelpasadociudadano.Alosnuevoshabitantesnomerecelapenatomarlosenconsideración.Esdesdelaciudad—ydesdesumodestostablishment— desde donde narra el novelista; es el «nosotros» invisible, peropresente,queabarcalaparcialidadnarrativadeOnetti,desdobladoaquíenotro«yo»narrador, inmersoen losmismosprejuiciosquevienea fustigarutilizando recursosindirectos: «Los pobladores antiguos podíamos evocar entonces la remota y breveexistenciadelprostíbulo, lospaseosquehabíandadolasmujeresloslunes.Apesardelosaños,delasmodasydelademografía,loshabitantesdelaciudadcontinuabansiendolosmismos.Tímidosyengreídos,obligadosajuzgarparaayudarse,juzgandosiempre por envidia o miedo. Pero el desprecio indeciso con que los habitantesmiraban a la pareja que recorría una o dos veces por semana la ciudad barrida yprogresista...» Habremos observado el enriquecido análisis de la ciudad, sustratoactivo,enelqueactúan losprincipalespersonajesy,almismo tiempo,artificiodelnarradorquepartiendodeaquel«nosotros» inicial, conelquecompartía losviciosciudadanos en un cómplice guiño, pasa a otro narrador en tercera persona, noabsolutamentedesligadodelprimero.Elpersonajequefinalmentenarra,enefecto,vaalejándosedelainicialparticipación,aunquenoacabadedesaparecer.Susopiniones,la narración subjetivo-objetiva, configuran el narrador atento a la psicologíacolectiva. Porque la ciudad no es sólo un «medio» frío, un «hábitat» peculiar del

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hombre;estambiénpartedesupropiapersonalidad,esunpersonajemás,unapartedel drama colectivo que transcurre en un determinado lugar, Santa María; es elresultado de la suma de las historias de los personajes que Onetti nunca podráofrecernosenteramente.NoshallamoslejosdelasexperienciasdeDosPassos,desuintento de abrazar una ciudad con vida y reducirla amateria novelesca y, en todocaso,máscercadelDublíndeJoyce.

SantaMaría puede ser el nombremismodeBuenosAires (SantaMaría de losBuenosAires)[5] o comoprecisó el propioOnetti «aSantaMaría la fabriqué comocompensaciónporminostalgiadeMontevideo».Loquevamásalládelhechomismodelacreacióndeunlugarconhistoriapropiaeslaparticipacióndelarealidadenlaelaboracióndeloimaginado.OnettiutilizaBuenosAiresyMontevideoyelaboraunmodelo personal de ciudad. Santa María es real porque es realidad modificada yelevada a símbolo. Los personajes deOnetti no escapan tampoco por completo alsímbolo. Son, al tiempo, referencias a un mundo personal del que vamosdescubriendolossecretos,lasobsesiones,amedidaquenosadentramosenél.Enestesentido,Onettiesunodelosnovelistaslatinoamericanosmáscreadores.Laaparicióndeunpersonajees,enél,fundación.Buenapartedesusactostrasciendenlaanécdotayserefierenaunmodeloqueelautoryaposeeyquepocoapoconosvadesvelando.Enocasiones,unhechonosdesvelaunazona,nosiluminaelconjunto.El lectorhaasistidoalosactosdealgunosdelospersonajessinentenderlos,comoseasisteaunritual. Ya en el límite, se revela de pronto la historia. En este sentido, desde unaperspectivatécnica,Onettidebemuchoalanovelapolicíaca.En«Elperrotendrásudía»,porejemplo,unhombredadecomeralosperros.Hayunaviolencialatenteenlaescenaquellegaatravésdesignoscomo«pedazosdecarnesangrienta»,«ansiedaddeloshocicos»,«dientesinnumerables».Yaestalatenteviolenciaseleañadenotrossignosdecorrupción:«elhombredelalevitalepasóalotrobilletesdecolorcarnesinescucharlelaspalabrasagradecidas».Elparalelismodelacarneofrecidaalosperrosy el color carne de los billetes se utiliza para aproximar dos acciones medianteindicios coincidentes. Tales signos lo son a través del lenguaje y a través de unlenguajeaparentementeobjetivo,yaqueelnovelistautilizaunsistemanarrativodetercera persona. Pero este objetivismo nos resulta sólo aparente, ya que vienemodificado por el lenguaje. También el tiempo narrativo se modifica mediante lautilizacióndeotrosrecursosqueaproximanlaacciónallector:«Ahoraelhombredelalevitalepasóalotro...»,contrastadoconel«Entonceserabajoyfuerte...»Quizáconvendría aquí aludir, por lo menos, al papel de la adjetivación en Onetti. En«HistoriadelCaballerode laRosayde laVirgenencintaquevinodeLiliput»nosencontramosanteunmomentodeexaltacióndelcarácteradjetivo:«Elhombreerademuchas maneras y éstas coincidían, inquietas y variables, en el propósito demantenerlo vivo, sólido, inconfundible. Era joven, delgado, altísimo; era tímido e

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insolente,dramáticoyalegre.»Estaexageradaseriedeadjetivos,predominantesenla descripción, vienen amostrar el carácter subjetivo de lo narrado; a través de lasensibilidaddelnarradorquefiltrayacomoda,porconsiguiente,elaspectoexternoeinterno del personaje para elaborar un tipo definido primordialmente mediante elestilo.

El tiempo de los relatos de Onetti es también un recurso que determina elconjunto.Elnarradorsepermitecualquierlibertadconél.Ypuestoquesabemosqueconoceperfectamentelatotalidaddelahistoria,quenosespresentadamediantelossignosdeestatotalidad,nonossorprendenlasrevelacionessóloparciales.Elmisterioencerrado en la caja de sorpresas—que son sus relatos—deriva precisamente delefectode«ocultación».En«Elperrotendrásudía»,porejemplo,ysóloatravésdeladescripciónelaboraOnettiefectosdeordentemporalcuyosubrayadopornosotrosesyaelocuente.¿Quiénsinoelautordominaensutotalidadelefectotemporal?¿Quiénsinoélpuedepasardel«dijo»al«habíasidodicho»?:«Mirabaalniñodeseisañosnerviosoyenmudecido,másblancoquesumadre,siemprevestidoporellaconropasfemeninasexcesivasen terciopelosyencajes.Nodijonadaporque todohabíasidodichomuchotiempoatrás.Larepugnanciadelamujer,elodiocrecientedelhombre,nacidos en lamismaextravagantenochedebodas enque fue engendradoel niño-niña...»Lasrelacionesamorosasconstituyenconfrecuenciaelcentrodelaatenciónde los relatos de Onetti. Tales relaciones son complejas, equívocas y, a menudo,fatales.Laoposiciónamor/odioespermanente.Yen taleshistoriasel tiempoactúasiempre con su fatigoso piquete demoledor. Si en «El perro tendrá su día» el odioapareceyadesde«laextravagantenochedebodas»,en«El infierno tan temido» lamujerlehacellegarfotografíaspornográficasenunactorepetidodeamor:«Porquéno,llegóapensar,porquénoaceptarquelasfotografías,sutrabajosapreparación,supuntualenvío,seoriginabanenelmismoamor,enlamismacapacidaddenostalgia,enlamismacongénitalealtad».Esteamorosoodiohasidomodificadotambiénporeltiempo: «...iba admitiendo que aquella era la mismamujer desnuda, un pocomásgruesa, con cierto aire de aplomo y de haber sentado cabeza, que le hacía llegarfotografías desde Lima, Santiago y Buenos Aires». Estas fotografías no son sinoimágenes que cobran importancia por sus efectos escandalosos en los «otros». Lamujer,conscientedelaajenapresenciainvisible,intentadestruiralhombre.Peroelhombrenoatiendealosefectosdelaimagenenlosotros.Sóloessensibleenlahija.Eltiempolepermitedescubrirelsecretoalamujerque,comoenbuenapartedelasnarraciones de Onetti, adquiere caracteres destructivos. El tiempo implacabledestruye la imagen del amor y pervierte lo femenino. Sólo las adolescentes de lasnarraciones de Onetti patentizan el atractivo del amor. Las mujeres cuando hanatrapadoalhombreycomienzansulentaaniquilaciónmerecenlamuertede«Elperrotendrá su día». Aquí el diálogo entre el comisario y el asesino, al margen del

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simbolismo moral que encierra, revela la constante que actúa casi como fijaciónerótica:«Todaslasmujeressonunasputas.Peorquenosotros.Mejordicho,yeguas.Y ni siquiera verdaderas putas». «Bienvenido, Bob», «La cara de la desgracia» y«Nuevede Julio», por ejemplo, coinciden en el deseodel hombremadurohacia laadolescente.Elhombrenobuscaenellaelamorcorrespondido;plasmamuchasvecesuna inaprensible imagen, delmismomodo que algunos personajes se imaginan ensituaciones ideales: «Habíamos ido deNuevaYork a SanFrancisco—por primeravez,yloqueelladescribíamedesilusionóporsuparecidoconunavisodebebidasenunadelasrevistasextranjerasquelleganaldiario:unareuniónenunapiezadehotel,lasenormesventanassincortinasabiertassobrelaciudaddemármolbajoelsol,ylaanécdotaeracasiunplagiodeladelhotelBolívar,enLima—,acabábamosde“llorardefríoenlacostaesteyantesdequepasaraundía,increíble,nosestábamosbañandoenlaplaya”».Setratadelrelatodentrodelrelatoylafabuladoranoquedalejosdelaprotagonistade«Lasmilyunanoches».Tambiénaquíseretienealhombrenosóloporelamorsinoporelpoderdelaimaginación,cantodesirenaenelque«elviaje»juega sumás importante función.En«Nuevede Julio», comoexpresamente indicaOnetti,laadolescenteaparece:«rodeadaycargadaconlaaventuraytemíaalfracasocomoaunaherida».Lamuchachaencierraunmisteriocuyodescubrimientopuederesolverse en la violencia, como le sucede también al narrador de «La cara de ladesgracia»,ahoraenprimerapersona:«Deseabaquedarmeparasiempreenpazjuntoalamuchachaycuidardesuvida.Lavifumarconelcafé,losojosclavadosahoraenlabocalentadelhombreviejo.Deprontomemirócomoantesenelsendero,conlosmismosojoscalmosydesafiantes,acostumbradosacontemplarosuponereldesdén.Con una desesperación inexplicable estuve soportando los ojos de la muchacha,revolviendo los míos contra la cabeza juvenil, larga y noble; escapando delinaprensible secreto para escarbar en la tormenta nocturna, para conquistar laintensidad del cielo y derramarla, imponerla en aquel rostro de niña que meobservabainmóvileinexpresivo.Elrostroquedejabafluir,sinpropósito,sinsaberlo,contramicaraseriaygastadadehombre,ladulzuraylahumildadadolescentedelasmejillas violáceasypecosas».El demonioque se encierra en lamentedel hombremaduro altera la realidad. El yo que narra es también el yo que puede llegar alcrimen;perolaadolescenteesunresumendeloquepuededesearseenunamor,enelque la mujer actúa pasivamente, deformada imagen del protagonista que observa.Sólo al final del relato sabremos de la sordera de la joven. Es un defecto físicoinvisiblequienconfieremayormisterioa laatenciónde la jovenhaciaelhablante,falsa imagen que perturba al narrador. Elmismo tema de la adolescente asesinadahabía sido ya tratado en otro cuento anterior, «La larga historia», de 1944. Lacoincidenciayalgunosfragmentosidénticos,revelanlaperduracióndetemasenloscuentosdeOnetti.

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En«Elálbum»,lospapelessetruecanyesahorael«yo»adolescente,elnarrador;y la mujer, quien encierra todas las experiencias. La «aparición» de la mujermantiene, también aquí, el necesario misterio que modifica una realidadaparentementebanal.Senospresentadeformaindirecta:«Haceunasemanaqueestáenelhotel,elPlaza;vinosola,dicenquecargadadebaúles.Perotodalamañanaylatardeselaspasaconestavalijitaidayvueltaporelmuelle,atodahora,alashorasenquenollegannisalenbalsasni lanchas».UnavezmásOnettirecurrealsistemadedesvelar sóloparcialmente loque sabe.Ya recorrerun tiempodelqueeselúnicodueño y señor: «Pero todo esto es un prólogo, porque la verdadera historia sóloempezóunasemanadespués»yaúnmásadelante:«Laverdaderahistoriaempezóunanochecer helado, cuando oíamos llover y cada uno estaba inmóvil y encogido,olvidado del otro». No se produce tampoco aquí la casi imposible comunicaciónamorosa. El amor es solamente un deseo. Y la auténtica comunicación entre lospersonajes es, como antes señalamos, la imaginación compartida; es, también, la«incitaciónalviaje».Eladolescentebuscaenlamujermaduranoelplacer,sinounaexperiencia de la vida. Ella significa la huida sin peligros y, fundamentalmente, lalibertad. Con su desaparición el mundo imaginado se tambalea. Era necesariocomprobarsuexistenciarealounareconfortanterealidadquelevienederevolverensubaúl,de«unálbumcontapasdecueroylasinicialesC.M.»Asísejustificaalfinla historia y recobra su validez, puesta poco antes en entredicho. No hay en lanarraciónel«doloridosentir»porlapérdidaamorosa.Alfinyalcabo,elautorretratodel narrador nos permite dramatizar una situación dada su cínica filosofía vital:«mientrasmevestía,meacomodabalaboinaytratabadereorganizarrápidamentemiconfianzaenlaimbecilidaddelmundo,leperdonéelfracaso,estuvetrabajandoenunestilodeperdónquereflejaramiturbulentaexperiencia,mihastiadamadurez».

El«yo»quenarrapuedetambiénserculpable.Ypuedeserlo,principalmente,porunaciertafaltadeexperienciaoporlacrueldadeindiferenciahaciaeldolorajeno.Eladolescentede«Elálbum»pasaaconvertirseenunserculpableen«Esbjerg,en lacosta». Nuevamente aquí la «invitación al viaje» viene de lamano de otramujer,«engordadaenlaciudadyelocio».Unhechodesencadenante,lanostalgiadeKirstenpor Dinamarca, será el débil hilo conductor de la narración. Pero interviene lacapacidad fabuladora de Onetti que sitúa en un primer plano la relación entre elnarrador y elmarido deKirsten. Esta aparece nuevamente como «muy corpulenta,disputándolelacamasinsaberlo»,otambién«Kirstenesgorda,pesadaydebeteneruna pielmuy hermosa». Elementos de un realismo poco acorde con la pasión quepuededespertartradicionalmentelafiguraliterariadelamujerconfiguranelactodeMontes,elmaridocorredordeapuestas.Peroconvieneponerde relieve la relaciónqueseestableceentreelnarradoryMontes:«Loinsultéhastaquenopudeencontrarnuevaspalabras, yusé todas lasmanerasdehumillarloque semeocurrieronhasta

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quequedó indudablequeéleraunpobrehombre,unsucioamigo,uncanallayunladrón; y también resultó indudable que él estaba de acuerdo, que no teníainconvenientes en reconocerlo delante de cualquiera si alguna vez tenía yo elcapricho de ordenarle hacerlo.Y también desde aquel lunes quedó establecido quecadavezqueyoinsinuaraqueélerauncanalla,indirectamente,mezclandolaalusiónen cualquier charla, estando nosotros en cualquier circunstancia, él habría decomprender al instante el sentimiento de mis palabras y hacerme saber con unasonrisacorta,moviendoapenashaciaunladoelbigote,quemehabíaentendidoyqueyoteníarazón.Noloconvinimosconpalabras,peroasísucededesdeentonces».Seestablece así una relación característica de humillación de carácter durativo.No esunasolahumillación,unacto;sinounestadocontinuado.Deestaformaserefuerzalaculpabilidaddel«yo»narrador,yaque,aunestandoenprincipiodeacuerdocon laculpabilidad de Montes (sin conocer las verdaderas razones que le llevaron acometerlo,esdecir,sinconocerlahistoria),elhechonodejadeserdespreciableensímismo.Pero la condenamoral aumenta al analizar el narrador lasmotivacionesdeMontesyalaparecerjuntoaéllafiguranadaidealizadadeunaKirstenvencidaporlanostalgiadesupaís,porsuspropiosorígenes.EntreMontesyKirsten,sinembargo,tampoco se establecen auténticas relaciones de comprensión. Seres aislados, vivensuspersonaleshistoriassinquejas.Monteslaacompañahastaelmuelley,desdeallí,observan losbuquesqueellano llegaráa tomar:«miranhastaquenopuedenmás,cadaunopensandoencosastandistintasyescondidas,perodeacuerdo,sinsaberlo,enladesesperanzayenlasensacióndequecadaunoestásolo,quesiempreresultaasombrosa cuando nos ponemos a pensar».La narración en tercera persona ha idodesapareciendo(trassustituirel«yo»culpable)parallegaralsignificativofinal.Nosedisimulalapresenciadelautor,nosóloomnisciente,sinointérpretedeunarealidadconstruida y tejida de inmoralidades. El lector no puede tampoco aceptar sininquietud ni la injusticia del «yo» narrador, ni la que la sociedad establece al nopermitirqueKirstenretornealpaisajenatal(almundodelainfancia),nilafaltadecomunicación que impide construir una racional coexistencia en la pareja. Lonegativo—una realidad de carencias— permanece en la narración por encima decualquier circunstancia. No podemos dejar de compartir con el autor la últimaconclusión de ordenmoral emparentada con la literatura existencial: la soledad detodos.

La aparición del narrador se acentúa en «Matías el telegrafista» y es el propioOnettiquiennosdefineunavezmáselsentidoúltimodelonarrado:«Paramí,yalosaben,loshechosdesnudosnosignificannada.Loqueimportaesloquecontienenolo que cargan; y después averiguar qué hay detrás de esto y detrás hasta el fondodefinitivo que no tocaremos nunca».Con estas palabras, en efecto, se resumen lospropósitos narrativos de Juan Carlos Onetti. Su sistema, en los cuentos y en las

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novelas,consistiráenofrecernosunviajealosúltimossignificadosdelasaccionesdeaquellos personajes que crea. En él, las acciones, las referencias, los signos,alcanzarán otra dimensión, mucho más profunda que en cualquier otro de losnovelistas latinoamericanos contemporáneos. Al partir de una psicologíatrascendentalizada, sealcanzará, enunaestructura referencial, elúltimosignificadomoral que nada tiene que ver con el moralismo. La literatura de Onetti permitesiempreunalecturaadiversosniveles,quedependebásicamentedelconocimientodesuobratotal.¿Cómojustificarestemundodesolado,nostálgico,tristecomoeltango,deshonestoyvacío?Onettinosalcanzasuverdad.Enelcuentoantescitadoindica:«Nomentiría;pero lamejorverdadestá en loquecuentoaunque, tantasveces,mirelatohayasidodesdeñadoporanacronismossupuestos».Estaverdadestambiénlanuestra a través de la magia del relato y del lenguaje. Admitimos la ficción delnarrador y admitimos, con ella, cualquier otro recurso noblemente utilizado. Laliteraturaesunengaño.Peroimperdonableengañoseríaquenofueraloquedebeser.NadaenelmundodeOnetti,sinembargo,traicionalaesencialidaddesusrelatos.Y,por ello, podemos no estar de acuerdo con sumoral o su filosofía, aunque somostambién incapaces de superarlos, de demostrar su inviabilidad en elmundo que elnarradornoshatransmitido.Loqueasíseestableceeslamáximapruebaaquepuedesometerse un novelista.La justificación deOnetti es los relatos deOnetti: «Nadie,nadiepuedesabercómoniporqueempezóestahistoria»,escribeen«Tantristecomoella».Yañadirámásadelanteenunmonólogoincrustadocaraalpúblico:«Encuantoalnarrador,sóloestáautorizadoaintentarcálculoseneltiempo.Puedereiterarenlasmadrugadas,envano,unnombreprohibidodemujer.Puederogarexplicaciones, leestá permitido fracasar y limpiarse lágrimas, mocos y blasfemias». Pero no hayfracasosenlosmejoresrelatosdeOnetti,en«Bienvenido,Bob»,en«Jacobyelotro»oenlosdemásquehemoscitado.Suspersonajesdespiden,dentrodelaoscuridadenquesehallansumidos,unaextrañaluz.Yestaluzlesvienedadaporlacreación,losrecursos del arte de uno de los mejores narradores contemporáneos de lenguaespañola:JuanCarlosOnetti.

JoaquínMarco

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AvenidadeMayo-Diagonal-AvenidadeMayo

Cruzólaavenida,enlapausadeltráfico,yechóaandarporFlorida.Lesacudiólos hombros un estremecimiento de frío, y de inmediato la resolución de ser másfuerte que el aire viajero quitó las manos del refugio de los bolsillos, aumentó lacurva del pecho y elevó la cabeza, en una búsqueda divina en el cielomonótono.Podría desafiar cualquier temperatura; podría vivir más allá abajo, más lejos deUshuaia.

Loslabiosestabanafinándoseenelmismopropósitoqueempequeñecíalosojosycuadriculabalamandíbula.

Obtuvo, primeramente; una exagerada visión polar, sin chozas ni pingüinos:abajo,blancocondosmanchasamarillas,yarriba,uncielodequinceminutosantesdelalluvia.

Luego:Alaska—JackLondon—laspielesespesasescamoteabanlaanatomíadeloshombresbarbudos—lasaltasbotashacíanmuñecos incaíblesapesardelhumoazul de los largos revólveres del capitán de PolicíaMontada—al agacharse en uninstintivo agazapamiento el vapor de su respiración falsificaba una aureola para elsombrero hirsuto y las sucias barbas castañas —Tanga's hacía exposición de sudentadura a orillas del Yukón— sumirada se extendía como un brazo fuerte parasostenerlostroncosqueviajabanríoabajo—laespumarepetía:Tanga'sesdeSitka—Sitkabellacomounnombredecortesana.

EnRivadaviaunautomóvilquisodetenerlo;perounamaniobraenérgicalodejóatrás,juntoconunciclistacómplice.Comotrofeosdelfácil triunfo,llevódoslucesdelcochealdesoladohorizontedeAlaska.Demaneraqueenmitaddelacuadranotuvo mayor trabajo para eludir el ambiente cálido que sostenían en el affiche loshombros potentes deClarkGable y las caderas de laCrawford; apenas si tuvo unimpulsodesubiralentrecejolasrosasquemostrabalaestrelladelosojosgrandesenmediodelpecho.Tresnochesotresmesesatráshabíasoñadoconlamujerqueteníarosasblancasenlugardeojos.Peroelrecuerdodelsueñofueapenasunrelámpagoparasurazón;elrecuerdoresbalórápido,conunesbozodevuelo,comolahojaqueacaba de parir la rotativa, y se acomodó quieto debajo de las otras imágenes quesiguieroncayendo.

InstalólaslucesrobadasalautoenelcieloquesecopiabaenelYukónylamarcainglesadelcochehizoresonarelairesecode lanochenórdicaconenérgicosWhatquenoestabanenterradosenlacámaraconsordinasinoqueestallaroncomotirosenelazulfríoqueseparabalospinosgigantes,parasubir luegocomocoheteshastaelblancoestelardelaPeñascosas.

CuandoBrughtton se agachó, cubriendo con su cuerpo enorme la fogata, y él,VictorSuaid,seirguióconelCoronellistoparadisparar,unamujerhizobrillarsus

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ojosyuncrucifijoentrelapieldesuabrigo,tancercasuyoquesuscodosintimaron.Enelmisteriodelaespalda,elchalecodeSuaidmarcódosprofundosecuadores

alimpulsodelaaspiraciónconquequisoincrustarseenelcerebroelperfumedelamujerylamujermisma,mezcladaalfríosecodelacalle.

Entre las dos corrientes de personas que transitaban, la mujer fue pronto unamanchaquesubíaybajaba,delasombraalaluzdelosnegociosynuevamentealasombra. Pero quedó el perfume en Suaid, aventando suave y definitivamente elpaisajeyloshombres;ydelacostadelYukónnoquedómásquelanieve,unatiradenievedelanchodelacalzada.

—NorteAméricacompróAlaskaaRusiaensietemillonesdedólares.Añosantes,esteconocimientohubierasuavizadolaestilográficadelmayorAstin

en la clase de geografía. Pero ahora no fue más que un pretexto para un nuevoensueño.

Hizo crecer, a los ladosde la tiradenieve, dos filasde soldados a caballo.El,Alejandro Iván, Gran Duque marchaba entre los soldados, al lado de Nicolás II,limpiandoacadapasolanievedelasbotasconelbordedeunúlsterdepieles.

El Emperador caminaba balanceándose, como aquel inglés, segundo jefe detráficodelCentral.Laspequeñasbotasbrillabanalpasomarcial,queyaeralaúnicaexpresiónposibledesumovilidad.

—StalinsuprimiólasequíaenelVolga.—¡Alegríaparalosboteros,Majestad!ElcolmillodeorodelZarloconfortó.Nadaimportabanada—energía,energía—

los pectorales contraídos bajo la comba de los cordones y la gran cruz, las viejasbarbasdeVerchenckoelconspirador.

Se detuvo en laDiagonal, donde dormía elBostonBuilding bajo el cielo gris,frentealaplayadeautomóviles.

Naturalmente,MariaEugeniasepusoenprimerplanoconelvuelodesusfaldasblancas.

Sólo una vez la había visto de blanco; hacía años. Tan bien disfrazada decolegiala,quelosdospuñetazossimultáneosquedabanlossenosenlatela,alchocarconlapurezadelagranmoñanegra,hacíandelaniñaunamujermadura,escépticaycansada.

Tuvomiedo.Laangustiacomenzóasubirensupecho,engolpescortos,hastalascercaníasdelagarganta.Encendióuncigarrilloyseapoyóenlapared.

Tenía las piernas engrilladas de indiferencia y su atención se iba replegando,como el velamen del barco que ancló. Con el silencio del cinematógrafo de lainfancia,lasletrasdeluznavegabanenloscarrilesdelanunciador:

AYERENBASILEA—SECALCULANENMASDEDOSMILLASVICTIMAS.

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Volviólacabezaconrabia.—¡Quereviententodos!SabíaqueMaríaEugeniavenía.Sabíaque algo tendríaquehacery su corazón

perdía tontamente el compás. Lo desazonaba tener que inclinarse sobre aquelpensamiento; saber que, pormás que aturdiera su cerebro en todos los laberintos,muchoantesdeecharseadescansarencontraríaaMariaEugeniaenunaencrucijada.Sinembargo,hizoautomáticamenteunintentodefuga:

—Poruncigarrillo...iríahastaelfindelmundo...Veintemilaffichesproclamaronsuplagioenlaciudad.Elhombredepeinadoy

dientesperfectosdabaalasgentessumanoroja,conelpaquetemostrando—1/4y3/4—doscigarrillos,comodoscañonesdedestructorapuntandoalaburrimientodelostranseúntes.

—...hastaelfindelmundo.María Eugenia venía con su traje blanco. Antes de que hicieran fisonomía los

planosdelacara,entrelasvertientesdecabellonegro,quisopararelataque.Elniveldemiedoroncójuntoalasamígdalas:

—¡Hembra!Desesperado, trepó hasta las letras de luz que iban saliendo una a una, con

suavidaddeburbujas,delaparednegra:

ELCORREDORMCCORMICKBATIOELRECORDMUNDIALDEVELOCIDADENAUTOMÓVIL.

Laesperanzalediofuerzasparadesalojardeunsologolpeelhumo,uniendolaodelabocaconelpaisaje.

DADENAUTOMÓVIL—HOYENMIAMI.

Elchorrodehumoescondióenoportunocamouflageelperfilquecomenzabaacuajar.Haciendotriánguloconelcutisásperodelaparedyelsuelocuadriculado,elcuerpo quedó allí. El cigarrillo entre los dedos, anunciaba, el suicidio con un hilolentodehumo.

HOYENMIAMIALCANZANDOUNAVELOCIDADMEDIA.

Sobre la arena de oro, entre gritos enérgicos, Jack Ligett, elmanager, pulía yrepulía las piezas brillantes del motor. El coche, con nombre de ave de cetrería,semejaba una langosta gigante y negra, sosteniendo incansable, con dos patitasadicionales,lahojadeafeitardelaproa.

Los retorcidos tubos de órgano, a babor y estribor, dieron veinte y veintedetonacionessimultáneasunaauna,quesefueronennubecillaslentas.Conelfilode

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las ruedas a la altura de las orejas se inició la carrera. Cada estampido teníaresonanciasdejúbilodentrodesucráneoylavelocidaderaelespacioentrelasdoshuellas,convertidoenunaviborillaquedanzabaenelvientre.

Miróel rostrodeMcCormick,pieloscuraajustadasobrehuesos finos.Bajoelyelmodecuero,traslasantiparrasgrotescasestabandurosdecorajelosojosyenlasonrisasedientadekilómetrosqueapenasleestirabalaboca,sefiltrólaordenbreve,condensadaenunverboeninfinitivo.

Suaidseinclinósobrelabombayempujóelcocheagolpes.Golpeóhastaqueelvientosehizorugido,yenlanavegaciónlasruedastocabansuavementeelsuelo,quelas despedía rápido, como la ruleta, a la bola de marfil. Golpeó hasta que sintiódolerlelaviborilladelvientre,finayrígidacomounaaguja.

Perolaimageneraforzada,ylainutilidaddeesteesfuerzosepatentizó,cierta,sinsubterfugiosposibles.

La fuga se apagó como bajo un golpe de agua y Suaid quedó con la carasemihundida en el suelo, los brazos accionando en movimientos precisos desemáforo.

—Esconderme...Perosepusodebajodesímismo,comosielsuelofueraunespejoysuúltimoyo

laimagenreflejada.Miraba losojosveladosy la tierrahúmedaen lacuencadel izquierdo.Lanariz

apenasaplastadaenlapunta,comoladelosniñosquemirantraslasvidrieras,ylosmaxilarestascandolaláminaduraylisadelaangustia.Elescasopelorubiorayabalafrenteylamanchadelabarbaenelcuelloseibahaciendovioleta.

Cerró los ojos fuertemente, y trató de hundirse; pero las uñas resbalaron en elespejo.Vencidoaflojóelcuerpo,entregándose,solo,enlaesquinadelaDiagonal.

Eraelcentrodeuncírculodeserenidadquesedilatababorrandolosedificiosylasgentes.

Entonces se vio, pequeño y solo, en medio de aquella quietud infinita quecontinuabaextendiéndose.Dulcemente, recordóaFranck,elúltimode lossoldadosdepastaquerompiera;enelrecuerdo,elmuñecosoloteníaunapiernaylarenegrida«U»delosbigotessedestacababajolamiradalejana.

Semirabadesdemontonesdemetrosdealtura,observandoconsimpatíaelcortefamiliar de los hombros, el hueco de la nuca y la oreja izquierda aplastada por elsombrero.

Lentamentedesabrochóseelsaco,estirólaspuntasdelchalecoyvolvióadeslizarlosbotonesen los tajosde losojales.Terminada ladespaciosaoperación, sequedótristeysereno,conMariaEugeniametidaenelpecho.

Ahoracaíanlascostrasdeindiferenciaqueprotegieransuinquietudyelmundoexteriorcomenzabaallegarhastaél.

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Sin necesidad de pensarlo inició el retroceso por Florida. La calle, desierta deensueños, había perdido la dentadura de Tanga's y la barba rubia de SuMajestadImperial.

Laclaridaddelosescaparatesylasgrandeslucescolgadasenlasesquinasdabanambientedeintimidadalaestrechacalzada.Seleantojóunsalóndelsigloanterior,tanexquisito,queloshombresnonecesitabanquitarseelsombrero.

Apuróelpasoyquisoborrarunsentimientoindefinido,conalgodedebilidadyternura,quesentíainsinuarse.

Conunaametralladoraencadabocacallesebarríatodaestamorralla.Eralahoradelanochecerentodoelmundo.EnlaPuertadelSol,enRegentStreet,enelBoulevardMontmartre,enBroadway,

enUnterdenLinden,en todos lossitiosmásconcurridosde todas lasciudades, lasmultitudes se apretaban, iguales a las de ayer y a las demañana. ¡Mañana! Suaidsonrió,conairedemisterio.

Lasametralladorassedisimulabanenlasterrazas,enlospuestosdeperiódicos,enlascanastasdeflores,enlasazoteas.Lashabíadetodoslostamañosytodasestabanlimpias,conunarayadeluzfríayalegreenloscañonespulidos.

Owenfumabaechadoenelsillón.Laventanahacíapasarpordebajodelánguloque formaban sus piernas los guiños de los primeros avisos luminosos, los ruidosamortiguadosdelaciudadqueseaquietabaylalividezdelcielo.

Suaid,juntoaltransmisortelegráfico,acechabaelpasodelossegundosconunasonrisa maligna. Más que las detonaciones de las ametralladoras, esperaba que elmomentodecisivoagitaríalosmúsculosdeOwen,transparentándoseemocionestraslacórneadelosojosclaros.

El inglés siguió fumando, hasta que un chasquido del reloj anunció que elpequeñomartilloselevantabaparadarelprimergolpedeaquellaseriedesiete,queseibanamultiplicar,enformainesperadaymillonaria,bajolascampanasdetodosloscielosdeOccidente.

Owenseincorporóytiróelcigarrillo.—Ya.Suaid caminaba, estremecido de alegría nerviosa. Nadie sabía en Florida lo

extrañamenteliterariaqueerasuemoción.LasaltasmujeresyelporterodelGrandignoraban igualmente lapolifurcaciónque tomabaensucerebroel«Ya»deOwen.Porque «Ya» podía ser español o alemán; y de aquí surgían caminos impensados,caminosdonde la incomprensible figuradeOwensepartíaenmil formasdistintas,muchasdeellasantagónicas.

Anteel tráficodelaavenida,quisoquelasametralladorascantaranvelozmente,entrepelotasdehumo,surosariodecuentasalargadas.

Perono loconsiguióyvolvióseacontemplarFlorida.Seencontrabacansadoy

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calmo, como si hubiera llorado mucho tiempo. Mansamente, con una sonrisaagradecidaparaMaríaEugenia,sefuehacialoscristalesylaslucespolicromasquetechabanlacalleconsupulsarrítmico.

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Elobstáculo

Sefuedeteniendoconlentitud,temerosodequelacesaciónbruscadelospasosdesequilibraraviolentamenteelconjuntoderuidosmezcladosenelsilencio.Silencioysombrasenunafranjaquecorríadesdeelrugidosordodelausinailuminadahastalas cuatro ventanas del club,mal cerradas para las risas y el choque de los vasos.También,aveces,lostacazosenlamesadebillar.Silencioysombrasacribilladosporeltemblordelosgrillosenlatierrayeldelasestrellasenelcieloaltoynegro.

Yadebíanserlasdiez,nohabíapeligro.Doblóaladerechayentróenelmonte,caminandoconcuidadosobreelcrujirdelashojas,mientrassosteníaelsacocontralaespalda, los brazos cruzados en el pecho. Oscuro y frío; pero sabía el camino dememoria y la boca entreabierta le iba calentando el pecho, deslizando largaspinceladastibiasbajolalistadacamisagris.

Alladodelatranquera,pintadadecal,sedetuvonuevamente.Allíempezabalavereda de ladrillos cuadriculada en blanco que iba hasta la Dirección bajo unapeligrosa luz de faroles. Sime ven, digo que no podía dormir.Nome van a decirnada.Quesalíatomaraire.Boleóunapiernasobreeltejido,perounpensamientoloaquietó,montado en el alambre. ¡Qué cambiado todo!Hace diez años...No pensómás;perovinieronrápidoslosrecuerdos,nítidosyfamiliaresafuerzadesersiemprelosmismos...Lamañanadeveranoenquelotrajeronalaescuela...Eldespachodeldirector,elhombregordoquelomiraconcariñoatrásdeloslentesylopalmea.

—Tenéscaradebueno,negrito—yriendoporqueéleratanpequeñoydébil—.Vosnotevasaescapar,¿verdad?

Giró la otra pierna y quedó sentado. Y nome escapé, nomás. Pero cuando lojubilaronyvinoelalemán.Sonrió...Cuandotrajeronalalemán...Sebalanceóenelalambre,mirandolahuidaenelatardecer,elrefugiodeloscañaverales,loshombresinclinadosencimasuyo,turnándoseparagolpearlo.

Hijosde...Tembló al ruido de la voz y siguió caminando rápidamente entre los árboles.

Hijosdeperra.Ytodoseraniguales.Tropezóenuntroncoymiróalrededor,abriendolos ojos. La zanja, el tronco de eucalipto, la lanza del viejo portón... No, másadelante. Siguió. El caso era recordar cuándo pusieron la vereda de ladrillos y losfarolesyelalambrado.Estabasegurodequehabíanhechotodojuntoconelnuevoedificiode laDirección:peroahora leparecíaveralprofesordegimnasiamirandotrabajarenlavereda.Ycomoelprofesorhabíavenidomuchodespuésdeinauguradoelnuevoedificio...Olióeltabacoyseparó,abrazadodeespaldasaunárbol...Sí,allíestaban.Veíaenrojecersesuavementelascarasjuntoaloscigarrillos.Silbódespacio,dos cortos y uno largo. Le contestaron y cruzó en línea recta hasta unirse con losotrosqueesperabanenelsuelo.

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—Hola,Negro.—Salú.—¿Reciénllegás?Barreiroestabasentado,agarradaslasmanossobrelasrodillas.ElFlacofumaba

estirado en el pasto, cara al cielo, plantado el cigarrillo entre los labios. Losmiródistraídoydespuéshacialasventanasdelclub.Vayaasaberaquéhorassecansaránde jugar.Ya en el suelo siguiópensandocon agrado en el salóndel clubdonde seelevabanlasvocesentreelflotantehumoazulado,enlosblancossillonesdecueroyelenormeretratoencimade lachimenea.Y laveredade ladrillosy la filade lucescolgandosobrelacallenoestabancuandohicieronlacasadeldirector.Seguro;pero,sinembargo,seguíaviendoalprofesordegimnasia,conelsombrerodepañoblancoy lasmanosen losbolsillos, diciendoalgunacosa a loshombresqueconstruían lavereda.Encogióloshombrosyechólagorrasobrelosojos.

—Dameuncigarrillo.Trabajosamente,elFlacointrodujounamanoenelbolsillodelpantalón,lealargó

elpaqueteyvolvióaquedarsecomoantes,elpuchoenunladodelaboca,losojosentrecerradosmirandoparaarriba.Barreirolealcanzófuego:

—¿Y?¿Estanoche,nomás?Encendióytragóconfuerza,calentándosealahumadaáspera.—Sí;encuantoapaguenlaslucesdelclubsalimos.—¿Ynoseríamejorcruzarlagranjaderechohastalavía?—No,vamosporelarroyo.Elotrocruzónuevamentelasmanossobrelaspiernas...Cuidadosamente,elFlaco

tomó el cigarrillo y lo tiró lejos. Dobló la cabeza paramirar extinguirse la brasa.Despuésescupió,cruzólasmanosbajolanucayriósuavemente...

—Mirá,Negro... Si al director se le ocurriera esta noche hacerte capataz de lausina.Yvospasandohambreporahí...

Volvióareírsemientrascruzabalaspiernas.—Nohaycuidado...LovanahacercapatazaladulóndeFernández.Selooíal

ingenieroestatarde.Barreirolomiróconunasonrisadesimpatía:—Entonces...¿tevenísconnosotros?—Yclaro...Yameengañaronbastante.ElFlacovolvió a reírsey, sin saberporqué, elNegro tuvoganasdepisarle la

cara;peronodijonaday siguió fumando,observandoentre laniebladelhumo loscuadriláterosamarillosenlafachadadelclub.Sería lindoestaradentro,sentarseenunsillónconlospiessobrelamesaypediralgofuerteparatomar.Hacercarambolasy carambolas, sin fallar nunca, hasta cansarse. Jugar a los naipes, él y el directorcontraelmédicoyelingeniero.Unapartidadetrucoenquelasmanosselellenarían

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defloresdetreintayocho.Peromáslindoquetodoesoseríaempezaragolpesconlosempleados,laslucesylasbotellas.Hijosdeperra...

Entrando en su odio repentino, la risa previa del Flaco tenía algo de insultopersonal.Esperó,apretandolosdientes.

—¿Sabés que Forchela estámal?Dio vuelta la cabeza rápido,mirando la carapálidaymalignadelotro.

—¡Quereviente!El flaco volvió a reírse, ahora largamente, temblándole el pecho en sacudidas.

Murmuró:—Quémodotenésdetrataratu...ElNegroseincorporódeunsalto,fijalamiradaenlacaraqueibaaaplastarbajo

elbotín.—¿Amiqué,dijiste?Noleimportabaquelodijeran;noleimportabadecirloélmismo.Perosabíaque

elFlacoseburlabaasusespaldasylosentíamovidoporundespechoamargo.—Vamos, vamos...No se van a pelear ahora—intervinoBarreiro, temerosode

queladisputahicierafracasarlafuga—.Yoestuvedetardeenelhospital.Forchelaestáenundelirio.

Mordióelcigarrilloconrabiayclavólosojosenlasventanas.Hastalasdocenoseirían.Sielenfermerolodejaraentrar...

Barreiroestirólosbrazos,bostezando.Luegoseacostó.—¿Porquénotedasunavueltaporelhospital?Elotrosubrayóroncamente:—Claro.Hayquedespedirsedelosamigos.ElNegrocaminóunospasos,vacilando, tratandodeadivinarelpensamientode

losotros.Dijoconfuerza:—¿Yo?Yamiquémeimporta...—Sepusoelsaco,agregandoentredientes—:

Loquesívoyadarunavuelta.Total,hastalasdoce...Todavíaesperóalgo;unmovimiento,unafrasedeprotestaydesconfianzaquele

sirviera para afirmarse en sí mismo. Comprender por qué estaba ahora débil einquieto.Peronoloayudaronotuvoqueirseotravezentrelosárboles,mirandoconelceñoapretadolasquietashojasquedetrechoentrecholustrabasuavementealgúnfarolcoladoentrelasramas.

Hacia diez años. Todo estaba cambiado y el profesor de gimnasia gastabaplácidamentelamañanaluminosacharlandoconlosalbañiles.Detrásdelosvidriosbrillabansimpáticos,losojosdeldirector,mientraslegolpeaunhombro.«Notevasaescapar...»

Sacudió la cabeza para sumergirla en otros pensamientos.Dentro de dos horasandarían corriendopor la tierra húmeda, resbalando entre los tubos forradosde las

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cañas. Buenos Aires. Pensó en la ciudad y quedó desconcertado, rascando lasuperficieásperadelatranquera.

Porque detrás del nombre estaban el bajo de Floret, los diarios vendidos en laplaza, la esquina del Banco Español, el primer cigarrillo y el primer hurto en elalmacén.Estabalainfancia,nitristenialegre,peroconunafisonomíainconfundibledevidadistinta,extraña,quenopodíaentendersedeltodoahora.PerotambiénestabaelBuenosAiresquehabíanhecholosrelatosdelosmuchachosylosempleados,lasfotografíasdelospesadosdiariosdelosdomingos.Lascanchasdefútbol,lamúsicadelossalonesdetiroalblancoenLeandroAlem.

Pensativo, pedaleaba en el alambre y una vibración se corría rápida en lassombras.No podía juntar las imágenes, comprender que la ciudad contenía ambascosas. A veces, Buenos Aires era la gente rodeando el toldo rojo que ponían lossábadosdetardeenSanJosédeFlores;otras,unacalleflanqueadadecartelesatodocolorylucesmovedizaspordondepasabalagenteriendoycharlandoenvozalta.Ysiemprehabía,juntoalapuertacordialdelacasadetiroalblanco,unmarinerorubioyborracho,conunarosaprisioneraentrelosdientes.

Lo sacudió un ruido de pasos, yBarreiro, ya junto a él, no le dio tiempo paraasustarse.

—Mirá,Negro.Hablaba rápido, el cigarrillo en la boca, los puños clavados en la cintura,

traduciendooscuramentealgoderesoluciónydesafío.—Teavisoquesivostequedás,nosotrosnosvamosair,igual.—Claroquenosvamos.Lostres.¿Aquévieneeso?Barreirobalanceólacabezaydejódemirarlo.—No,pornada.Tedecía,nomás.Queigualnosvamos.ElNegroencogióloshombros.Seatragantóconunmontóndepalabrasyunodio

feroz— incomprensible.Mientras Barreiro se asomaba por encima de la tranqueraparamiraralclub,élrespiróconansia,entornandolosojos.

—Cuándoseiránesos...Barreiroseajustóelcintoysealejósinruidometiéndoselentoenlaoscuridad.ElNegromiróhastaelfinlarayablancadelcuelloqueseibadeslizandobajolos

árboles.Pasólaspiernasporencimadelalambreysiguióandandoenlanoche.Sedetuvo,indeciso,aspirandoelvagooloradesinfectante.Comounesqueletode

museo,lapérgoladelpabellónA.Pensóquetendríaquecruzarlagransalayquelosmuchachos aúnnodormidos lo veríanpasar.Vergüenzadeque supieranquehabíavenido a esas horas a preguntar por Forchela. Las miradas de burla y los chistesgroserosibanaenlazarlelaspiernas.Seapoyóenlasmaderasdondeseenredabanlosrosales.Unaflor,laúltima,escondíalospétalosamarillentoscontraelblancolistón.Yaqueibanareírse,quefueraélelprimero.Cruzaríalasalaconunasonrisacínica,

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altalarosaenlamano.Laarrancóysubiólostresescalones.Enelhall,elenfermeroleíasentadoenun

banco,mientraschupabaelmateconunronquido;—Hola,Negro.¿Quéhacésaestashoras?—Nada... Me mandaron a ver si estaban guardadas las herramientas y se me

ocurrió...Elenfermerosesacó los lentesy lomiróunrato,deteniéndoseen lamanoque

apretabalagorraylaflor.Pero,apesardelainvitaciónabiertaquehabíaenlacaradelmuchacho, no se rió. Tal vez no supiera. Dejó el diario y se levantó con airecansado.

—¿TedijerondeForchela?Siquerésverlo...Dificultoquepaselanoche.Lo siguió entre las filasde camas, sinvernada, colgandoahora la cara enuna

expresiónidiotayescondiendomaquinalmentelarosaenelbolsillodelpantalón.Deentre lasmantasgrisesde lascamassaltaronpalabrashaciaél;perotodascaíansintocarlo,comovencidasenelaireporfaltadepeso.

Soloenlasalita,alpiedelacama,tratódelucharcontraelsoporqueloenvolvía.Se apoyó en los barrotes y sonrió a la cabeza de la almohada. El otro arregló lascobijas,tomóelpulsoalenfermoyseincorporódiciendo:

—Sinotenésquéhacer,quedateunrato.Yoestoypreparandounremedioenlafarmacia.

El Negro movió la cabeza asintiendo; pero no entendía nada, mirandoaterrorizado la cara flaca y enrojecida que Forchela movía acompasadamente,ayudándose a respirar.Quedabaalgodelmuchachoenel pelo claro, en losdientesdondehacíaunarayalaluz,acasoenlafrenteredonda.Peroelrestoeradelacaradeunhombreviejo,deunhombrerepugnantementeavejentadoporelvicio.

Miraba fijamente, hipnotizado por un extrañomiedo, temeroso de hablar y demoverse, espantadoante la ideadequeelotro fuera adespertar, a sonreírle con labocaencendidaymarchita,amirarlotambiénconsusojosdevidrio.

Hizounesfuerzoylogróapartarsedelacama,dandounossilenciosospasosporelsueloembaldosado.Inútilmentebuscóalgoenquédetenerseenlalimpiapareddeazulejos.Juntoalaventanaentreabierta,elairedelanochelesirvióparaaferrarseala ideade lafuga.Antesde lamañanaestaríancruzandofrentea lascaballerizas,adoscuadrasdelcamino.Alamanecer,enlaesquinadelalmacén...Peroenseguidasediovuelta,temerosodeofrecerlaespalda,segurodequesillegabaadescuidarseelmoribundo iba a sonreírse, a levantar la cabeza, los párpados, las flacas manoscrispadas.Cosas fríasy terriblesporque lamuertehabíaentradoyaen sucuerpoycualquiermovimientopodríaderramarlaenelcuarto.

Se acercó a la cama y descolgó el cartón. Nombre: Pedro Panon. Argentino.Diagnóstico. No entendía las extrañas palabras trazadas en letra redonda ni la

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zigzagueantelíneanegraquemostrabalafiebre.Entoncessuspiró,juntandolascejas,tranquilizadoenlacobardíadepoderjugaraqueestabaabsortoenlaindecisalíneaquebrada, analizando cuidadosamente el estado del enfermo. Nada más que unmomento;porqueenseguidaintuyóunsignificadonuevoyangustiosoenelnombreescritoenelcartón.Elnombrequedesignabaalcuerpoinmóvilenlacamayque,sinembargo,yanoeraPedroPanonninadie.Volvióacolgarelcuadro,llenoelpechodeunainquietudimplacable,moviendolosojoscomounanimalenpeligro.Suspiróysefueacercandoalacabeza.

Sí;eranecesariotenerelvalordecaminarhastaquelacabezaquedaradebajodesusojosymirarlaatentamente,confríacuriosidad.Así,fuerteensumisterio,lacaraleestabahaciendounainvisiblemuecadellamadoenlapiezasilenciosa.Habíaqueiryver.

Tomóconfianzaal reconocerlo conmayornitidez; la frentey también losojos.Hastallegóasonreírleeinsinuarunacariciaconlamano.Perodeprontosintióqueera preferible no ver nada de la cara delmuchacho en aquella a la que la sábanacercenabaelmentón.Eramonstruosocomprobarquelosrasgosqueaúnresistíanalaenfermedad, los que seguían siendo de su amigo, estaban unidos en este rostro arasgosextrañosyrepugnantes.Yyanuncapodríansepararse,fundidosparasiempreunosconotrosenelcalordelafiebre.Reculóparairse;entonceslacaradeviejodela almohada se movió apenas hacia los lados, paralizándolo. Lo oía respirar másligeropor lanariz temblorosa,mientrasquedos líneasdesalivaseestirabanen lasesquinasdelaboca.Ahorayanopodíairse.Encogióelcuerpohastasentarseenlasilla de hierro, juntas lasmanos sobre el vientre, y quedómirando quietamente elflacoperfil,echadahaciaadelantelarapadacabeza.

—¿Quétal?¿Siguetranquilo?Vengoenseguida.Seborróde lapuerta la túnicablancadel enfermero.Acomodóel cuerpoen la

silla,otravezsoloconlacaraangulosaenlaalmohada,comprendiendodegolpequeerainútilseguirluchando,queestabapresoenlasalitadelmoribundo,quenoseiríaaquella noche ni nunca. Barreiro y el Flaco resbalarían en la noche hacia lospajonales del río, alcanzarían los potreros antes del amanecer y el sol los iba aencontrarlejos,caminandovelozmenteporlacarretera.Yalanocheentraríanenlaciudaddelmarineroborracho,pasearíanporlacalledelucessaltarinas.Élnopodíairse;teníaqueasistirhastaelfinalalritomisteriosodelamuerte.

Seirguió,mirandosiemprelarojanarizdelenfermo,lababadelabocatorcida.Mordiólentamenteelinsultomássucioyunpensamientolebarriólacaracomounasombradesonrisa.Laimagendelosotros,libres,corriendoencorvadosporelcampoanochecido,lequemabatenazenelpecho.

—Amínomevan...En el hall se cruzó con el enfermero. Murmuró algo y saltó los escalones.

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Empezóa trotarporelcaminode tierra,mirando fijo lasventanasdelclub todavíaamarillasdeluz.

Seguíamirandolacabezacuandoyalaluzdelamañanaextendíaenlosvidriosazulosos paños. Estaba más pálida y el aire salía y entraba pausadamente, sinmolestarla, con un tenue silbido. También se había hecho más pesada y ahora sehundíahasta lasorejasenelhuecode la tela,comosi lanucahubieraempleado lanoche en un tenaz trabajo de excavación. Y la enfermedad en retirada le ibamostrandonuevamente la cara familiardelmuchacho, a laque la luz intensade lamañanaconcluíadelimpiarlasmanchasdelafiebre.

—Buenosdías.¿Cómosigueelenfermo?El trajegrisy los lentesdeorodeldirector.Eraextrañoquenohubieraoídoel

automóvil.Atrás,unmontóndecarasdeempleados.Alguienapagólaluzyainútil.El enfermero, un momento en la puerta. Entre las nubes del sueño, ya casiinsoportable,losviorodearlacamaeinclinarse,mientrashablabanenvozbaja.Porla ventana entraba una línea de aire que hacía estremecer el cartón de la quebradalínea negra y un ruido de pasos veloces. Entró elmédico, abrochándose la túnica,orillándoleenelpelogruesasgotasdeagua.Tomóun ratoentre losdedos la flacamuñeca caída sobre la colcha. Luego levantó un párpado de la cabeza, que seguíaemblanqueciendo.Norecordabasielmédicohabíadicho«estriste»o«estálisto»aldirector,queseacariciabalabocacondosdedos,inclinadalacabezasobreelpecho.Lalevantóysedirigióaél,poniéndoleunamanoenelhombro.

—Quierodarte lasgracias; tehasportadocomounhombre.Haceunahora losencontramos,entrelascañasdelrío.

Hizounapausa.ElNegroaprovechóparagozarcon la ideade lapalizaquesehabríanllevadolosotrosylasquelosesperaban,duranteunascuantasnoches,enlaceldadelpabellóncorreccional.

—Además,hasidomuynobletuactitudalnoquereracostarteparacuidaratupobrecompañero.Yoheimpuestoaquíunadisciplinadehierroporqueeranecesario.Perotambiénsépremiaralosqueselomerecen.Acabodehablarconelingeniero.Elpuestodecapatazen lausinaes tuyo.Empezarása trabajarel lunes.Yahoraesnecesarioquetevayasadormir,quebuenafaltatehace.

ElNegrodijo«gracias»ysonrióconfuso.Losempleadosnosabíansidestinarsuscarasendurecidasdeimportanciaalcuerpodelacama,alafugaquehabíanimpedidooalagenerosidaddeldirector.Sefuepensandoqueéstehablabacomoelcura,y,yaenlapuerta,saludóaldíaconunrabioso:

—¡Quéhijodeperra!¡Qué hijo de perra! murmuró sin saber por quién, mientras se levantaba

apretándose los riñones doloridos. Los otros iban más adelante mezclándose pormomentos con la noche que caía rápida. Sobre el cielo ennegrecido, los cuerpos,

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prolongados en las herramientas de trabajo, hacían extraños dibujos retintos. Elguardián vigilaba la fila en regreso, recorriéndola a caballo, alzando el gruesorebenquequecolgabadelamuñeca.

El Negro volvió a agacharse entre las ruedas buscando el por qué del tractordescompuesto.Lasmanosengrasadastanteabanelfríodelhierro.Meparece...Yaesdenocheyno tenemosfarol.Volvióaverse,caminodelcementerio,mediocuerpoendurecidoporelpesodelataúd.Niqueestuvierarellenodeplomo.Todoeldíasindormir.Alrecuerdo,volvióaclavárselelapunzadaenlosriñones.Moviólascaderasy,trabajosamente,aflojóunatuercaconlapinza.Ydespuéslosdiscursos,depieenelfrío,muertodecansancio,idiotizadodesueño.Elbrazosealargó,regresandoconelcortafrío.Hizopalanca,empujandocon todas las fuerzas. Inútil.Entoncescerró losojos,desolado,inmóvilencuatropatasjuntoalacuchilladeacerodelamáquina.Ylopeornoeraelcansancionielsueño,sinoaquellasordaangustiaquese revolvíalentaensupechodesdeayer.Aquelloque loahogabasinunmomentode treguayqueleeraimposibleconocer.

El aliento cálido del caballo le acarició la nuca y la voz recia cayó como unchorro.

—¿Yavosquétepasa?¿Todavíanopudistearreglareso?Contestósinmoverse:—Nosé.Sinluz...Oyóqueelotrodesmontaba.Sóloentoncesabriólosojosyseincorporó.—Meparecequenoeslatuerca.Habráquesacarlacuchilla.Elotroseacuclilló,doblandolacabezaparavermejor.ElNegrolanzólosojos

soñolientoshaciaelfondodelpaisaje,dondeloscamaradasnoeranyamásqueunanube negra y larga. Luegomiró hacia abajo. Fue entonces que se aquietó la tercaangustiaenelpechoyunapazenormeentróviolentamenteensualma.Ahoratodoestabaclaroysencillo;yaunqueniasímismohubierapodidoexplicarlacausadesurepentinadicha,sabíaporfinquéeranecesariohacer.Comosialguien,invisibleenelquietoanochecerhelado,lederramaralaverdadenlosoídos.

Elhombre rezongóentre losnegros radiosde las ruedas.Leacercó lamanoenquesebalanceabacomounamuestraelrebenquecoronadoenplata.

—¿Tenésunfósforo?Fue una simple alegría la que lo afirmó en las piernas, apelotonándole los

músculosdelbrazo.—Si.Tome.Elcortafríobrillóenunrápidoviajecircularygolpeóen lacabezadobladadel

hombre, juntoa lacurvaoscurade lapatilla.Nohubonecesidaddemásporqueelcuerpo se aquietó bajo la máquina, ovillado como para que el calor se le fueradespacio, avaramente.Abrió lamano y la herramienta desapareció en el suelo. Se

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restrególentamentecontralateladelpantalóneldorsodelamanoquealgoacababade salpicar. Levantó la cabeza al cielo dilatado y entonces la noche se precipitóincontenibleenelpaisaje,vibrandomisteriosaenlosastros,enlosperroslejanosyenelruidodeclavijasdeloscharcos.

Veníalanoche.Rápidamenteseapartódeltractoryfueasuencuentro.Corrióenlínearecta,ágilyalegre,segurodequelaangustiaquedabaallí,enfriándosesobrelanegratierraroturada.Lagrannocheincomprensibleysecretaveníavelozensubuscaysedeslizababajosucuerpo incansable.Zambullóentre loshilosdelalambradoysiguiócorriendo.Saltólazanjaconunfragmentadoespejoenelfondoycontinuósucarrera. Ahora los pies golpeaban locamente en el pasto humedecido, atrayendovertiginosamente el ombú junto al pozo. Corrió unos metros en arco y tomó a laderecha,arrastrandolalargasombradelunaqueacababadenacerle.Elcansanciolesacudíaferozelpecho,abriéndoleloslabiosentrelosdientesapretados;perosiguiócorriendo, corriendo, apilandominutos ymetros, como si aquella felicidad salvajeque se le había aparecido bruscamente lo llevara veloz de la mano, hendiendo lanochedehielo.Entróenelmaizalalacarrera:tropezóenseguida,perdiéndose,bocaabajoenlasombra.

Girócon losbrazosencruz.Unardientedoloren lamejilla lohizodespertaryabrió los ojos a una pequeña luna redonda, alta ya en el cielo. Se incorporó concuidado y escuchó.Nada.De rodillas, sacó la cabeza ymiró alrededor. Nadie. Sepuso de pie y continuó caminando, un poco rengo, temblando a sus espaldas lapequeñasombracircular.Entrelosalambresquebordeabanelcaminolofijóuncantodegallo,trepandoentrecortadoenlanoche.Luego,jovialmente,tomóimpulsoenelalambradoypasólazanja.Comounapálidalenguabajolaluna,elcaminoseibaenlanoche.Sacó lamanodelbolsillocon la rosa secayáspera; la tiróauncostado,lejos,restregándoseluegolosdedosentresíparasepararlosrestosdelaflor.Despuésapresuró el paso y se fue por el camino, en busca de la noche próxima, que leaguardabaunaesperadediezañosen lacalleenjoyadade luces,conel reguerodedetonacionesdelsalóndetiroalblanco,lasgrandesrisasdesusmujeres,elmarinerorubioytambaleante.

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ElposibleBaldi

Baldi se detuvo en la isla de cemento que sorteaban veloces los vehículos,esperando la pitada del agente, mancha oscura sobre la alta garita blanca. Sonriópensandoensímismo,barbudo,elsombrerohaciaatrás, lasmanosen losbolsillosdel pantalón, una cerrando los dedos contra los honorarios de «Antonio Vergara-SamuelFreider».Decíatenerunairejovialytranquilo,balanceandoelcuerposobrelaspiernasabiertas,mirandoplácidoelcielo,losárbolesdelCongreso,loscoloresdelos«colectivos».Segurofrentealproblemadelanoche,yaresueltopormediodelapeluquería,lacomida,lafuncióndecinematógrafoconNené.Yllenodeconfianzaensupoder,lamanoapretandolosbilletesporqueunamujerrubiayextraña,paradaasulado,lorozabadevezenvezconsusclarosojos.Ysiélquisiera...

Se detuvieron los coches y cruzó, llegando hasta la Plaza. Siguió andando,siemprecalmoso.UnacanastaconfloreslerecordólaverjadePalermo,elbesoentrejazmines de la última noche. La cabeza despeinada de la mujer caía en su brazo.Luegoel beso rápido en la esquina, la ternura en laboca, la ternurade laboca, lainterminablemiradabrillante.Yestanoche,tambiénestanoche.Sintiódeimprovisoque era feliz; tan claramente, que casi se detuvo, como si su felicidad estuvierapasándoleallado,yélpudieraverla,ágilyfina,cruzandolaplazaconvelocespasos.

Sonrió al agua temblorosa de la fuente. Junto a la gran chiquilla dormida enpiedra, alcanzó una moneda al hombre andrajoso que aún no se la había pedido.Ahoralehubieragustadounacabezadeniñoparaacariciaralpaso.Peroloschicosjugabanmásallá,corriendoenelrectángulodepedregullorojizo.Sólopudovolcarsehincando losmúsculos del pecho, pisando fuerte en la rejilla que colaba el vientocálidodelsubterráneo.

Siguió, pensando en la caricia agradecida de los dedos de Nené en su brazocuandolecontaraaquelgolpededichavenidodeella,yenquesenecesitaunciertoadiestramientoparapoderenvasarlafelicidad.IbanalanzarseenlafundacióndelaAcademiadelaDicha,unproyectoqueadivinabamagnífico,conunaudazedificiodecristalsaltandodeunaciudadenjardinada,llenade«bares»,columnasdeníquel,orquestasjuntoaplayasdeoro,ymilesdeaffichescolorrosa,desdedondesonreíanmujeresdeojosborrachos,cuandonotóquelamujerextrañayrubiadeunmomentoantes caminaba a su lado, apenas unos metros a la derecha. Dobló la cabeza,mirándola.

Pequeña, con un largo impermeable verde oliva atado en la cintura comoquebrándola,lasmanosenlosbolsillos,uncuellodecamisadetennis, lamoñarojadelacorbatacubriéndoleelpecho.Caminabalenta,golpeandolasrodillasenlateladel abrigo con un débil ruido de toldo que sacude el viento.Dos puñados de pelorojizosalíandelsombrerosinalas.Elperfilafinadoytodaslaslucesespejeándoleen

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losojos.Peroelsecretodelapequeñafiguraestabaenlostaconesdemasiadoaltos,que la obligaban a caminar con lenta majestad, hiriendo el suelo en un ritmoinvariable de relojería. Y rápido como si sacudiera pensamientos tristes, la cabezagiraba hacia la izquierda chorreando una mirada a Baldi y volvía a mirar haciaadelante.Dos,Cuatro,seisveces,laojeadafugaz.

De pronto, un hombre bajo y gordo, con largos bigotes retintos. Sujeto por latorcidabocaalaorejasemiocultadelamujer,siguiéndolatenazymurmuranteenlasdireccionessesgadasqueellatomabaparasepararlo.

Baldisonrióyalzólosojosaloaltodeledificio.Yalasochoycuarto.Labrochasedosa en el salón de la peluquería, el traje azul sobre la cama, el salón delrestaurante.Entodocaso,a lasnueveymediapodríaestarenPalermo.Seabrochórápidamente el saco y caminó hasta ponerse junto a la pareja. Tenía la caraennegrecidadebarbayelpechollenodeaire,unpocoinclinadohaciaadelantecomosilodesequilibraraelpesodelospuños.Elhombredeloslargosbigoteshizogirarlos ojos en rápida inspección; luego los detuvo con aire de profundo interés, en laesquinalejanadelaplaza.Seapartóensilencio,apasosmenudosyfueasentarseenunbancodepiedra,conunsuspirodesatisfechodescanso.Baldilooyósilbar,alegreydistraído,unamusiquitainfantil.

Pero ya estaba la mujer, adherida a su rostro con los grandes ojos azules, lasonrisanerviosaeinquieta,losvagosgracias,gracias,señor...Algodesubyugadoyseducidoque sedelatabaenella, lo impulsóanodescubrirse, aoprimir los labios,mientraslamanorozabaelaladelsombrero.

—Nohayporqué—yalzóloshombros,comoacostumbradoaponerenfugaahombresmolestosybigotudos.

—¿Porquélohizo?Yo,desdequelovi...Seinterrumpióturbada;peroyaestabancaminandojuntos.Hastacruzarlaplaza,

sedijoBaldi.—Nomellameseñor.¿Quédecía?Desdequemevio...Notóquelasmanosquelamujermovíaenelaireengestodeexprimirlimones,

eranblancasyfinas.Manosdedamaconesaropa,coneseimpermeableennochedeluna.

—¡Oh!Ustedvaareírse.Peroera ella laque reía, entrecortada, temblándole la cabeza,Comprendió,por

lasrsuavesylasssilbantes,quelamujereraextranjera.Alemana,talvez.Sinsaberporqué,estolepareciófastidiosoyquisocortar.

—Mealegromucho,señorita,dehaberpodido...—Sí,no importaquese ría.Yo,desdeque loviesperandoparacruzar lacalle,

comprendí que usted no era un hombre como todos.Hay algo raro en usted, tantafuerza,algoquemante...Yesabarba,quelohacetanorgulloso...

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Histérica y literata, suspiró Baldi. Debiera haberme afeitado esta tarde. Perosentíavivalaadmiracióndelamujer;lamiródecostado,confríosojosdeexamen.

—¿Porquépiensaeso?¿Esquemeconoce,acaso?—Nosé,cosasquesesienten.Loshombres,lamaneradellevarelsombrero...no

sé.Algo.LepedíaDiosquehicieraqueustedmehablara.SiguieroncaminandoenunapausadurantelacualBaldipensóentodaslasetapas

que aúndeblavencerpara llegar a tiempoaPalermo.Sehabíanhechoescasos losautomóviles,ylospaseantes.Llegabanlosruidosdelaavenida,losgritosaislados,yyasinconviccióndelosvendedoresdediarios.

Sedetuvieronen laesquina.Baldibuscaba la frasedeadiósen los letreros, losfocos y el cielo con luna nueva. Ella rompió la pausa con cortos ruidos de risafiltradospor lanariz.Risade ternura, caside llanto, comosi se apretara contraunniño.Luegoalzóunamiradatemerosa.

—Tan distinto a los otros... Empleados, señores, jefes de las oficinas... —lasmanos exprimían rápidasmientras agregaba—:Si usted fuera tan bueno de estarseunos minutos. Si quisiera hablarme de su vida... ¡Yo sé que es todo tanextraordinario!

BaldivolvióaacariciarlosbilletesdeAntonioVergaracontraSamuelFreider.Sinsabersieraporvanidadolástima,seresolvió.Tomóelbrazodelamujer,yhosco,sinmirarla,sintiendoimpasiblelosmaravilladosyagradecidosojosazulesapoyadosensucara,lafuellevandohacialaesquinadeVictoria,dondelanocheeramásfuerte.

Unosfarolesrojosclavadosenelaireobscurecidos.Estabanarreglandolacalle.Unaverja demadera rodeandomáquinas, ladrillos, pilas debolsas.Se acodó en laempalizada. Lamujer se detuvo indecisa, dio unos pasos cortos, lasmanos en losbolsillosdelperramus,mirandoconatenciónlacaraendurecidaqueBaldiinclinabasobreelempedradoroto.Luegoseacercó,recostadaaél,mirandoconforzadointeréslasherramientasabandonadasbajoeltoldodelona.

EvidentequelaempalizadarodeabaelFuerteCoronelRich,sobreelColorado,aequismillasdelafronteradeNevada.Peroél¿eraWenonga,eldelaplumasolitariasobre el cráneo aceitado, oManoSangrienta, oCaballoBlanco, jefe de los sioux?Porque si estuviera del otro lado de los listones con punta flordelisada, ¿qué carapondría lamujer si él saltara sobre lasmaderas?Si estuviera rodeadopor la valla,seríaunblancodefensordelfuerte,BuffaloBilldealtasbotas,guantesdemosqueteroymostachosdesafiantes.Claroquenoservía,quenopensabaasustaralamujerconhistoriasparaniños.Peroestabalanzadoyapretólabocaenseguridadyfuerza.

Seapartóbruscamente.Otravez,sinmirarla,fijoslosojosenelfinaldelacallecomoenlaotrapuntadelmundo:

—Vamos.Yenseguida,encuantovioquelamujerloobedecíadócil—yesperando:

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—¿ConoceSudÁfrica?—¿África...?—Sí.ÁfricadelSur.ColoniadelCabo.ElTransvaal.—No.¿Es...muylejos,verdad?—¡Lejos...!¡Oh,sí,unoscuantosdíasdeaquí!—¿Ingleses,allí?—Si,principalmenteingleses.Perohaydetodo.—¿Yustedestuvo?—¡Siestuve!—Lacaraselebalanceabasopesandolosrecuerdos—.—ElTransvaal...Sí,casidosaños.—Then,doyouknowenglish?—Verylittleandverybad.Sepuededecirqueloolvidéporcompleto.—¿Yquéhacíaallí?—Un oficio extraño. Verdaderamente, no necesitaba saber idiomas para

desempeñarme.EllacaminabamoviendolacabezahaciaBaldiyhaciaadelante,comoquienestá

pordeciralgoyvacila;peronodecíanada, limitándoseamovernerviosamente loshombros aceituna.Baldi lamiró de costado, sonriendo a su oficio sudafricano.Yadebíanserlasochoymedia.Sintiótanfuertelaurgenciadeltiempoqueeracomosiya estuviera extendido en el sillón de la peluquería oliendo el aire perfumado,cerrados losojos,mientras la espuma tibia se levaengrosandoen lacara.Peroyaestaba la solución; ahora la mujer tendría que irse. Abiertos los ojos espantados,alejándoserápido,sinpalabras.Conquehombresextraordinarios,¿eh...?

Sedetuvofrenteaellaysearqueóparaacercarleelrostro.—Nonecesitaba saber inglés,porque lasbalashablanuna lenguauniversal.En

Transvaal,ÁfricadelSur,mededicabaacazarnegros.Nohabíacomprendido,porquesonrióparpadeando:—¿Acazarnegros?¿Hombresnegros?Elsintióque labotaqueavanzabaenTransvaal sehundíaen ridículo.Pero los

dilatadosojosazulesseguíanpidiendocontananhelantehumildad,quequisoseguircomodespenándose.

—¡Sí,unpuestoderesponsabilidad.Guardiánenlasminasdediamantes.Esunlugar solitario.Mandan el relevo cada seismeses. Pero es un puesto conveniente;paganen libras.Y,apesarde la soledad,nosiempreaburrido.Aveceshaynegrosque quieren escapar con diamantes, piedras sucias, bolsitas con polvo.Estaban losalambres electrizados. Pero también estaba yo, con ganas de distraerme volteandonegrosladrones.Muydivertido,leaseguro.Pam,pamyelnegroterminasucarreraconunavoltereta.

Ahora la mujer arrugaba el entrecejo, haciendo que sus ojos pasaran frente al

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pechodeBaldisintocarlo.—¿Yustedmatabanegros?¿Así,conunfusil?—¿Fusil? Oh, no. Los negros ladrones se cazan con ametralladoras, Marca

Schneider.Doscientoscincuentatirosporminuto.—¿Yusted...?—¡Claroqueyo!Yconmuchogusto.Ahora sí. Lamujer se había apartado ymiraba alrededor, entreabierta la boca,

respirandoagitada.Divertido si llamaraunvigilante.Pero sevolviócon timidezalcazadordenegros,pidiendo:

—Siquisiera...Podríamossentamosunmomentoenlaplacita.—Vamos.Mientrascruzabanhizounúltimointento:—¿Nosienteunpocoderepugnancia?¿Pormí,porloquehecontado?—conun

tonoburlónquesuponíairritante.Ellasacudiólacabeza,enérgica.—Oh,no.Yopiensoquetendráustedquehabersufridomucho.—Nomeconoce.¿Yo,sufrirporlosnegros?—Antes,quierodecir.Parahabersidocapazdeeso,deaceptaresepuesto.Todavíaeracapazdeextenderleunamanoencimadelacabeza,murmurandola

absolución. Vamos a ver hasta dónde aguanta la sensibilidad de una institutrizalemana.

—En la casita tenía aparato telegráfico para avisar cuando un negromoría porimprudencia. Pero a veces estaba tan aburrido, que no avisaba. Descomponía elaparatoparajustificarlatardanzasiveníalainspecciónytomabaelcuerpodelnegrocomocompañero.

Doso tresdías loveíapudrirse,hacersegris,hincharse.Me llevabahastaélunlibro,lapipa,yleía;enocasiones,cuandoencontrabaunpárrafointeresante,leíaenvoz alta. Hasta que mi compañero comenzaba a oler de una manera incorrecta.Entoncesarreglabaelaparato,comunicabaelaccidenteymeibaapasearalotroladodelacasita.

Ellanosufríasuspirandoporelpobrenegrodescomponiéndosealsol.Sacudíalatristecabezainclinadaparadecir:

—Pobreamigo.¡Quévida!Siempretansolo...yasentadoenunbancooscurodelaplazoleta,renuncióalanocheyletomógustoaljuego.Rápidamente,conunestilonerviosoeintenso,siguiócreandoalBaldidelasmilcarasferocesquelaadmiracióndelamujerhacíaposible.Delamansaatencióndeella,estremecidacontrasucuerpo,extrajoelBaldiquegastabaenaguardiente,enunatabernademarinosentricota—MarsellaoElHavre—eldinerodeamantes flacasypintarrajeadas.Deloleajequefingían lasnubesenelcielogris,elBaldiqueseembarcóunmediodíaenelSanta

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Ceciliacondiezdólaresyunrevólver.Del levevientoquehacíabailarelpolvodeunacasaenconstrucción, elgranaire arenosodeldesierto, elBaldi enroladoen laLegiónExtranjeraque regresabaa laspoblacionesconuna trágicacabezademoroensartadaenlabayoneta.

Así, hasta que el otro Baldi fue tan vivo que pudo pensar en él como en unconocido.Yentonces,repentinamente,unaideaseleclavótenaz.Unpensamientoloaflojóendesconsuelo,juntoalperramusdelamujeryaolvidada.

Comparaba al mentido Baldi con él mismo, con este hombre tranquilo einofensivoquecontabahistoriasa lasBovarydeplazaCongreso.ConelBaldiqueteníaunanovia,unestudiodeabogado,lasonrisarespetuosadelportero,elrollodebilletesdeAntonioVergaracontraSamuelFreider,cobrosdepesos.Una lentavidaidiota,comotodoelmundo.Fumabarápidamente, llenodeamargura, losojosfijosen el cuadrilátero de un cantero. Sordo a las vacilantes palabras de la mujer, queterminócallando,doblandoelcuerpoparaempequeñecerse.

PorqueelDr.Baldinofuecapazdesaltarundíasobrelacubiertadeunabarcaza,pesadadebolsasomaderas.Porquenosehabíaanimadoaaceptarquelavidaesotracosa, que la vida es lo que no puede hacerse en compañía de mujeres fieles, nihombres sensatos. Porque había cerrado los ojos y estaba entregado, como todos.Empleados,señores,jefesdelasoficinas.

Tiróelcigarrilloyselevantó.Sacóeldineroypusounbilletesobrelasrodillasdelamujer.

—Tomá.¿Querésmás?Agregó un billete más grande, sintiendo que la odiaba, que hubiera dado

cualquier cosapornohaberla encontrado.Ella sujetó losbilletes con lamanoparadefenderlosdelviento.

—Pero.Yonolehedicho...Yonosé...—inclinándosehaciaél,másazulesquenuncalosgrandesojos,desilusionadalaboca—.¿Seva?

—Sí,tengoquehacer.Chau.Volvió a saludar con la mano, con el gesto seco que hubiera usado el posible

Baldi,ysefue.Perovolvióalospocospasosyacercóelrostrobarbudoalamímicaesperanzada de la mujer, que sostenía en alto los dos billetes, haciendo girar lamuñeca.Hablóconlacaraensombrecida,haciendosonarlaspalabrascomoinsultos.

—Esedineroquetediloganohaciendocontrabandodecocaína.EnelNorte.

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Convalecencia

Casi en el mediodía, el hombre me rociaba de arena, empujando con el piedesnudo. Me volvía, medio dormida, desperezándome a la sombra de la carainclinada y sonriente.El hombre cambiaba o alteraba un poco, con frecuencia, susmallasdebaño.Perolaagudacarapermanecíaigualeincomprensible,sonriéndome.La cara recordaba con intensidad a un animal conocido. Y, al mismo tiempo,siguiendo sin esfuerzo las líneas del rostro había allí una expresión de inteligenciahumanaymaliciosa.

Sólo a fines de abril, lejos, en un otoño destemplado, pude comprender cuánsemejanteeralacaraaladeunfaunopequeñoyjovial.

Extendida en la hondonada llena de hierbas, no podía divisar los extremos delhotel y las rocas.Laplaya se reducía a un triángulo cuyas puntas se clavaban confirmezaenelhorizonte.

Unamañanaelmareraazul,grave,alzandorepentinasolascontralaarena.Lastresmuchachasibanpaseandoporlaorilla,despacio.Sólomellegabanlasrisas,sinconcierto, menudas risas líquidas, con la misma música que hacían las aguas alamanecer,enlalejanapuntarocosa.

Nadamásqueaunahora,enelalba,podíaescucharselamúsica.Desdecualquierpuntoenquemecolocara,lasentíaacercarseoblicuamente,nerviosa,conelmismoandarsoslayadodeloscaballosderazaquepaseabanporlaarenaenelalba.

Loscoloresdelasmallasdelas tresmuchachasaparecían,enelsolenfurecido,fríosyextraños.Azuloscurolasdelosdosextremos,pantalonesazulesycamisillablancavestíalamásalta,queibaalargospasosentrelasamigas,desprendiéndoseuntrecho,alcanzadaenseguida.

Hubieraqueridovestiralasmuchachasconnaranjasyamarillos,rojosviolentos.Peroluegodescubríquelosgravesazulesdelasmallasylablancuradelacamisillase correspondían con el mar, en una réplica amistosa que sólo muchachas en lamañanapodíandar.Lasvi,alregreso,pasearporlaorilladediminutaymansaola,con el sonido de las risas, manchas de agua y de luz en los pies descalzos, queempujabaneibanformandoconloscoloresdesustrajes.

Desde la carpa del club alemán, próxima e invisible, llegó una vozmasculina.Arrulló,alegreymisteriosa,unarisademujer.Yenseguidaentrecarcajadas:

—¡Nomiréisdondeelsolnomiró!...Podíaimaginarmesolahastalasdiez.Porelcaminoretorcidoentretamaricesse

acercabanpasosyunavozsajona.Desembocabanamiderechaytomabanposesiónde su pedazo de playa, clavando una enorme sombrilla de colores. El hombre erarubio o canoso, atlético, con una risa que quería decir: «Lindo, a lamañana, en laplaya,elaireyelsol,¿eh?».Surisaterminabasiempreenpregunta, levemente.La

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mujernocontestaba.Desnudabaalniñoyleazuzabadespuésparaquelapersiguiera,gateando. Llevaba pantalones cortos, blancos sobre la malla, y anteojos oscuros.Avanzabaenlínearectahaciaelmar,lasmanosenlaespalda.Eravisiblesufeenelalmadelagua.Avanzaba,siemprerecta,hastalaorillaparasaludarelmarytributarlealgunacosa.

Unavezelhombrellamóalamujerdepantalonesblancos:«Tuca».Eracercanoelmediodíaylasgaviotas,alsonarelnombre,iniciaronelvuelodereconocimiento,chillandosobreelpedazodesiertodeplaya.

Cuando llegaba el momento de tostarme la espalda, buscaba despedirme de laplayaconunarápidamirada.Unanuevaypoderosasabiduríamandabaahoraenmicuerpoyera forzosa laobediencia.Quedabacon lacaraescondidaentre loscodos,pasando en seguida almundo de los filosos pastos amarillos y las hormigas. Peronunca pude comprender la actividad de los insectos, sus carreras indecisas,eternamente buscando. Les sonreía, soplando unos pocos granos de arena paracubrirlosyverlosresucitar,alaterceratentativa,deentrelosmuertos.

Atrás y arriba mío el mar resoplaba, más fuerte entonces, balanceando yhundiendo las insignificantes voces humanas que buscaban reconstruir para mí laplaya perdida. Y, cuando no era posible soportar el sol en los hombros y en losriñones,unasombraveníadecualquierparte.

—¿Dormía?Yo levantaba entonces la mejilla arenosa para saludar. Todas las tardes, al

anochecerhabíaolvidadolacaradelvecinodeplaya.Ahora,enlamañana,volvíaaconocerla.Larisa,alargándolelosojos,prometíarevelarlaclavedelrostro,elsignoquepermitiríarecordarlosiempre.

—¿Cómosesientehoy?Yomesentíasiemprebien,aunqueunpocomenoscuandoélseacercaba.Loveía

comoaunmensajerodemil cosasquememolestaba recordar.Llegaba siempre elmomentoenque,estirado,apoyadoelcuerpoen loscodos,elhombre sonreíaa supropiopieenmovimientoymurmuraba:

—¿Sabeloquemediceenlacartadehoy?—¿Eduardo?¡Unacartapordía!Avecespiensoqueustedlasinventa.—Siquiereverlas...Delejos,claro.Notodoeshablardeusted.—No. Ni de lejos. ¿Pero no es posible que entienda lo que significa no tener

relaciónconnadie?Hombreomujer,enningunapartedelmundo.Nohaynadamásquelaplayayyo.

—Gracias.—Bah.Ustednoexiste,comoindividuo.Estáenlaplayasimplemente.—Bueno.¿Nopiensaescribirlemás?—Nopuedo.Mire:soyfeliz.¿QuépuedodecirleaEduardo?

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Elhacíaunamuecadeburlaysecallaba.Antesdeirse,insistía:—Claro que Eduardo es inteligente y puede comprenderlo. Pero usted ya está

bien.Tendráquevolverse.Sisefabricacomplicacionesporadelantado...Lodespedíamoviendolamanoyvolvíaaecharme.Recién unamañana en que la sombrilla de colores fue clavadamás temprano,

pudeconocerelsecretodelamujerdelospantaloncitosblancos.Caminabahaciaelmar, como siempre, con las manos unidas en la espalda. Segura de la soledad enaquellahora,sehizotraición: laviofreceralmarlaspiernas,elmovimientodelaspiernasenmarcha.Encuatropatas,elniñosehabíadetenidoycontemplabainmóvil,con un pequeño y confuso espanto, los pasos de su madre. Comprendí la calidadmarina de aquellos pasos, un poco entrecortados, repentinamente veloces, con lamarcha disparada de los crustáceos. Suspendidos, en suaves movimientos dondeparticipabalatotalidaddelaspiernas,comocurvasdepecesenluz.Acariciandoconcalmaelaire,hastanosermásqueunpurocontacto.Yenseguidaelmarrodeabalaspiernas, trepando,yeraallídondesequebrabaconmásfuerza,conunronquidodebestiaquereconocedespuésdeolfatear.

Recuerdo que tuve desde entonces un gran cariño por la marcha de aquellaspiernasflacas.

Habíapresentido,anteriormente, aquella libertad, el sentimientode libertadquemellenabalaplayaenlasmañanasiluminadas.

Era como si alguno, diestramente, aflojara todas mis ligaduras. Me sentíainstaladaenuntiemporemoto,seguraenmitierradespoblada,antesdelatribuylosprimerosdioses.

Unaembarcaciónpasabaentrelaislayelhorizonte.Oíaaunpájaropicotearlamaderadeunárbol.Aquellamañana,laúltima,medijoelhombre:

—Hola. Estaba dormida, ¿eh? Bien, distinguida y apreciada señorita... Sucedeque... La carta de hoy... Ultimátum, damisela. Inaplazable. Se le da plazo paratelefonear hasta la una. Puede hacer lo que quiera. ¿Se fijó en las nubes a laizquierda?Tormenta.Lodiceunviejolobodemar.Ledebequedarunamediahoradeplazo.Estoysegurodequesevaaarrepentir.Detodosmodos,yaestácurada.Díamásomenos,tendráquevolver.¿Entonces?Yarelampagueadelladodelhotel.Noleconvieneresfriarse.

Se levantó riendo,mirando las nubes que se acercaban.Antes de irse volvió asonreírme.Enlacara,entonces,notuvomásqueunaexpresióndeburlamezquina,undesprecioagresivo.EstabaseguradequeibaatelefonearaEduardo.

Melevantéunpocodespués,envolviéndomeenlabata.Recuerdohabermiradoelcielooscurecidoy,enseguida,laplaya.Mimiradafuesostenidaydevueltaporelmar, laorillahúmeday lisa, lamujerde lospantalonesblancos,elniño, lospastoshumildesyalargados.Todoaquello,tanantiguoytercamentepuro,todoaquelloque

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mehabíaalimentadoconsusustancia,díatrasdía.Mientrasesperabalacomunicaciónenlacabinadelteléfono,yaenelhotel,oíael

ruido de los truenos y los primeros golpes de agua en las vidrieras. La voz deEduardoempezóarepetir, lejana:«Hola,hola...¿Quién?Hola...».Detrásdelavoz,másalládelrostroquelavozformaba,imaginépercibirelzumbidodelaciudad,elpasado,lapasión,elabsurdodelavidadelhombre.

Desdeelcoche,yendoalaestación,derrumbadaentremaletas,busquéelpedazode playa donde había vivido. La arena, los colores amigos, la dicha, todo estabahundidobajounaguasuciayespumante.Recuerdohabertenidolasensacióndequemi rostro envejecía rápidamente, mientras, sordo y cauteloso, el dolor de laenfermedadvolvíaamordermeelcuerpo.

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Unsueñorealizado

LabromalahabíainventandoBlanes—veníaamidespacho—enlostiemposenqueyoteníadespachoyalcafécuandolascosasibanmalyhabíadejadodetenerlo—yparadosobre laalfombra,conunpuñoapoyadoenelescritorio, lacorbatadelindoscoloressujetaalacamisaconunbrochedeoroyaquellacabeza—cuadrada,afeitada,conojososcurosquenopodíansostenerlaatenciónmásdeunminutoyseaflojabanenseguidacomosiBlanesestuvieraapuntodedormirseorecordaraalgúnmomentolimpioysentimentaldesuvidaque,desdeluego,nuncahabíapodidotener—,aquellacabezasinunasolapartículasuperfluaalzadacontralaparedcubiertaderetratosycarteles,medejabahablarycomentabaredondeandolaboca:

—Porqueusted,naturalmente,searruinódandoelHamlet—.Otambién:—Sí,yasabemos.SehasacrificadosiempreporelarteysinofueraporsuenloquecidoamorporelHamlet...

Yyomepasétodoesemontóndeañosaguantandotantamiserablegente,autoresyactoresyactricesydueñosdeteatroycríticosdelosdiariosylafamilia,losamigosy los amantes de todos ellos, todo ese tiempo perdiendo y ganando un dinero queDiosyyosabíamosqueeranecesarioquevolvieraaperderenlapróximatemporada,conaquellagotadeaguaenlacabezapelada,aquelpuñoenlascostillas,aqueltragoagridulce,aquellaburlanocomprendidadeltododeBlanes:

—Sí,claro.LaslocurasaquelohallevadosudesmedidoamorporHamlet...Si laprimeravez lehubierapreguntadopor el sentidodeaquello, si lehubiera

confesadoquesabíatantodelHamletcomodeconocereldineroquepuededarunacomediadesdesuprimeralectura,sehabríaacabadoelchiste.Perotuvemiedoalamultituddebromasnonacidasqueharíasaltarmipreguntaysolohiceunamuecaylo mandé a paseo. Y así fue que pude vivir los veinte años sin saber qué era elHamlet, sin haberlo leído, pero sabiendo, por la intención que veía en la cara y elbalanceodelacabezadeBlanes,queelHamleteraelarte,elartepuro,elgranarte,ysabiendo también, porque me fui empapando de eso sin darme cuenta, que eraademásunactorounaactriz,enestecasosiempreunaactrizconcaderasridículas,vestido de negro con ropas ajustadas, una calavera, un cementerio, un duelo, unavenganza,unamuchachitaqueseahoga.YtambiénW.Shakespeare.

Por eso, cuando ahora, solo ahora, con una peluca rubia peinada almedio queprefiero no sacarme para dormir, una dentadura que nunca logró venirme bien deltodoyquemehacesilbaryhablarconmimo,meencontréen labibliotecadeesteasiloparagentedeteatroarruinadaalquedanunnombremáspresentable,aquellibrotanpequeñoencuadernadoenazuloscurodondehabíaunashundidasletrasdoradasquedecíanHamlet,mesentéenunsillónsinabrirellibro,resueltoanoabrirnuncaellibroyanoleerunasolalínea,pensandoenBlanes,enqueasímevengabadesu

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broma,yenlanocheenqueBlanesfueaencontrarmeenelhoteldealgunacapitaldeprovinciay,despuésdedejarmehablar, fumandoymirandoel techoy lagentequeentrabaenelsalón,hizosobresalirloslabiosparadecirme,delantedelapobreloca:

—Ypensar...UntipocomoustedquesearruinóporelHamlet.Lohabíacitadoenelhotelparaquesehicieracargodeunpersonajeenunrápido

disparatequese llamaba,meparece,«SueñoRealizado».Enelrepartodela locuraaquella había un galán sin nombre y este galán solo podía hacerlo Blanes porquecuando lamujer vino a verme no quedábamos allímás que él y yo; el resto de lacompañíapudoescaparaBuenosAires.

Lamujerhabíaestadoenelhotelamediodíaycomoyoestabadurmiendo,habíavueltoalahoraqueera,paraellaytodoelmundoenaquellaprovinciacaliente, ladelfindelasiestayenlaqueyoestabaenellugarmásfrescodelcomedorcomiendounamilanesaredondaytomandovinoblanco,loúnicobuenoquepodíatomarseallí.Novoyadecirquealaprimeramirada—cuandosedetuvoenelhalodecalordelapuertaencortinada,dilatandolosojosenlasombradelcomedoryelmozoleseñalómimesayenseguidaellaempezóaandarenlínearectahaciamíconremolinosdelapollera—yoadivinéloquehabíaadentrodelamujerniaquellacosacomounacintablanduzca y fofa de locura que había ido desenvolviendo, arrancando con suavestirones,comosifueseunavendapegadaaunaherida,desusañospasados,solitarios,para venir a fajarme con ella, como a una momia, a mí y a algunos de los díaspasados en aquel sitio aburrido, tan abrumado de gente gorda ymal vestida. Perohabía,sí,algoenlasonrisadelamujerquemeponíanervioso,ymeeraimposiblesostenerlosojosensuspequeñosdientesirregularesexhibidoscomolosdeunniñoqueduermeyrespiraconlabocaabierta.Teníaelpelocasigrispeinadoentrenzasenroscadasysuvestidocorrespondíaaunaviejamoda;peronoeraelquesehubierapuesto una señora en los tiempos en que fue inventado, sino, también esto, el quehubiera usado entonces una adolescente. Tenía una pollera hasta los zapatos, deaquellosque llamanbotasobotinas, larga,oscura,que se ibaabriendocuandoellacaminabayseencogíayvolvíaatemblaralpasoinmediato.Lablusateníaencajesyeraajustada,conungrancamafeoentrelossenosagudosdemuchachaylablusaylapolleraseuníanyestabandivididasporunarosaenlacintura,talvezartificialahoraquepienso,unaflordecorolagrandeycabezabaja,coneltalloerizadoamenazandoelestómago.

LamujertendríaalrededordecincuentaañosyloquenopodíaolvidarseeneIla,loquesientoahoracuandolarecuerdocaminarhastamíenelcomedordelhotel,eraaquelairedejovencitadeotrosigloquehubieraquedadodormidaydespertaraahoraunpocodespeinada,apenasenvejecidaperoapuntodealcanzarsuedadencualquiermomento, de golpe, y quebrarse allí en silencio, desmoronarse roída por el trabajosigilosodelosdías.Ylasonrisaeramalademirarporqueunopensabaquefrenteala

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ignoranciaquemostraba lamujerdelpeligrodeenvejecimientoymuerte repentinaen cuyos bordes estaba, aquella sonrisa sabía, o, por lo menos, los descubiertosdientecillospresentían,elrepugnantefracasoquelosamenazaba.

Todoaquelloestabaahoradepieenlapenumbradelcomedorytorpementepuselos cubiertos al lado del plato y me levanté. «¿Usted es el señor Langman, elempresariode teatro?» Incliné la cabeza sonriendoy la invité a sentarse.Noquisotomarnada;separadosporlamesalemirécondisimulolabocaconsuformaintactaysupocapintura,allíjustamenteenelcentrodondelavoz,unpocoespañola,habíacanturreado al deslizarse entre los filos desparejos de la dentadura. De los ojos,pequeñosyquietos,esforzadosenagrandarse,nopudesacarnada.Habíaqueesperarque hablara y, pensé, cualquier forma de mujer y de existencia que evocaran suspalabras iban a quedar bien con su curioso aspecto y el curioso aspecto iba adesvanecerse.

—Queríaverloporunarepresentación—dijo—.Quierodecirquetengounaobradeteatro...

Todoindicabaqueibaaseguir,perosedetuvoyesperómirespuesta;meentrególa palabra con un silencio irresistible, sonriendo. Esperaba tranquila, las manosenlazadasenlafalda.Apartéelplatoconlamilanesaamediocomerypedícafé.Leofrecícigarrillosyellamoviólacabeza,alargóunpocolasonrisa,loquequeríadecirquenofumaba.Encendíelmíoyempecéahablarle,buscandosacármeladeencimasinviolencias,peroprontoyparasiempre,aunqueconunestilocautelosoquemeeraimpuestonoséporqué.

—Señora, es una verdadera lástima... Usted nunca ha estrenado, ¿verdad?Naturalmente.¿Ycómosellamasuobra?

—No, no tiene nombre—contestó—.Es tan difícil de explicar...No es lo queustedpiensa.Claro,selepuedeponeruntítulo.Selepuedellamar«Elsueño»,«Elsueñorealizado».«Unsueñorealizado».

Comprendí,yasindudas,queestabalocaymesentímáscómodo.—Bien; «Un sueño realizado», no está mal el nombre. Es muy importante el

nombre.Siemprehetenidointerés,digamospersonal,desinteresadoenotrosentido,en ayudar a los que empiezan. Dar nuevos valores al teatro nacional. Aunque esinnecesario decirle que no son agradecimientos los que se cosechan, señora. Haymuchosquemedebenamíelprimerpaso,señora,muchosquehoycobranderechosincreíblesenlacalleCorrientesysellevanlospremiosanuales.Yanoseacuerdandecuandoveníancasiasuplicarme...

Hastaelmozodelcomedorpodíacomprenderdesdeelrincónjuntoalaheladeradondeseespantabalasmoscasyelcalorconlaservilletaqueaaquelbichoraronoleimportabaniunasílabade loqueyodecía.Leechéunaúltimamiradaconunsoloojo,desdeelcalordelpocillodecafé,yledije:

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—En fin, señora. Usted debe saber que la temporada aquí ha sido un fracaso.Hemos tenido que interrumpirla y me he quedado solo por algunos asuntospersonales.Peroya lasemanaquevienemeiréyotambiénaBuenosAires.Meheequivocadounavezmás,quéhemosdehacer.Esteambientenoestápreparado,yapesardequemeresignéahacerlatemporadaconsainetesycosasasí...yavecómomeha ido.Demaneraque...Ahora,quepodemoshacerunacosa, señora.SiustedpuedefacilitarmeunacopiadesuobrayoverésienBuenosAires...¿Sontresactos?

Tuvoquecontestar,perosoloporqueyo,devolviéndoleeljuego,mecalléyhabíaquedado inclinado hacia ella, rascando con la punta del cigarrillo en el cenicero.Parpadeó:

—¿Qué?—Suobra,señora.«Unsueñorealizado.»¿Tresactos?—No,nosonactos.—Ocuadros.Seextiendeahoralacostumbrede...—No tengo ninguna copia. No es una cosa que yo haya escrito —seguía

diciéndomeella.Eraelmomentodeescapar.—LedejarémidireccióndeBuenosAiresycuandoustedlatengaescrita...Viqueseibaencogiendo,encorvandoelcuerpo;perolacabezaselevantóconla

sonrisa fija.Esperé, segurodeque ibaa irse;peroun instantedespuésellahizounmovimientoconlamanofrentealacaraysiguióhablando.

—No,estododistintoaloquepiensa.Esunmomento,unaescenasepuededecir,yallínopasanada,comosinosotrosrepresentáramosestaescenaenelcomedoryyomefuerayyanopasaranadamás.No—contestó—,noescuestióndeargumento,hayalgunaspersonasenunacalleylascasasydosautomóvilesquepasan.Allíestoyyoyunhombreyunamujercualquieraquesaledeunnegociodeenfrenteyledaunvasodecerveza.Nohaymáspersonas,nosotrostres.Elhombrecruzalacallehastadondesalelamujerdesupuertaconlajarradecervezaydespuésvuelveacruzarysesientajuntoalamismamesa,cercamío,dondeestabaalprincipio.

Se calló un momento y ya la sonrisa no era para mí ni para el armario conmanteleríaqueseentreabríaenlapareddelcomedor;despuésconcluyó:

—¿Comprende?Pudeescarparmeporquerecordéeltérminoteatrointimistaylehablédeesoyde

laimposibilidaddehacerartepuroenestosambientesyquenadieiríaalteatroparaveresoyque,acasosolo,en todalaprovincia,yopodríacomprender lacalidaddeaquella obray el sentidode losmovimientosy el símbolode los automóviles y lamujerqueofreceunbockdecervezaalhombrequecruza lacalleyvuelve juntoaella,juntoausted,señora.

Ellamemiró y tenía en la cara algo parecido a lo que había en la de BlanescuandoseveíaenlanecesidaddepedirmedineroymehablabadeHamlet:unpoco

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delástimaytodoelrestodeburlayantipatía.—Noesnadadeeso,señorLangman—medijo—.Esalgoqueyoquierovery

quenoloveanadiemás,nadadepúblico.Yoylosactores,nadamás.Quieroverlounavez,peroqueesavezseatalcomoyoselovoyadeciryhayquehacerloqueyodigaynadamás.¿Sí?Entoncesusted,hagaelfavor,medicecuántodinerovamosagastarparahacerloyyoselodoy.

Yanoservíahablardeteatrointimistanideningunadeesascosas,allí,frenteafrentecon lamujer locaqueabrió lacarteray sacódosbilletesdecincuentapesos—«conestocontrataa losactoresyatiende losprimerosgastosydespuésmedicecuántomásnecesita»—.Yo, que teníahambredeplata, quenopodíamovermedeaquelmalditoagujerohastaquealgunodeBuenosAirescontestaraamiscartasymehicierallegarunospesos.Asíquelemostrélamejordemissonrisasycabeceévariasvecesmientrasmeguardabaeldineroencuatrodoblecesenelbolsillodelchaleco.

—Perfectamente,señora.Meparecequecomprendolaclasedecosaqueusted...—MientrashablabanoqueríamirarlaporqueestabapensandoenBlanesyporquenomegustabaencontrarmeconlaexpresiónhumillantedeBlanestambiénenlacaradela mujer. —Dedicaré la tarde a este asunto y si podemos vernos... ¿Esta noche?Perfectamente,aquímismo;yatendremosalprimeractoryustedpodráexplicarnosclaramente esa escena y nos pondremos de acuerdo para que «Sueño», «Un sueñorealizado»...

Acaso fuera simplemente porque estaba loca; pero podía ser también que ellacomprendiera,comolocomprendíayo,quenomeeraposiblerobarleloscienpesosyporesonoquisopedirmerecibo,nopensósiquieraenelloysefueluegodedarmelamano,conuncuartodevueltadelapolleraensentidoinversoacadapaso,saliendoerguidade lamedia luzdelcomedorpara irameterseenelcalorde lacallecomovolviendoalatemperaturadelasiestaquehabíaduradounmontóndeañosydondehabíaconservadoaquellajuventudimpuraqueestabasiempreapuntodedeshacersepodrida.

PudedarconBlanesenunapiezadesordenadayoscura,conparedesdeladrillosmalcubiertos,detrásdeplantas,esterasverdes,detrásdelcalorhúmedodelatardecer.Loscienpesos seguíanenelbolsillodemi chalecoyhastanoencontrar aBlanes,hastanoconseguirquemeayudaraadaralamujerlocaloqueellapedíaacambiodesu dinero, no me era posible gastar un centavo. Lo hice despertar y esperé conpaciencia que se bañara, se afeitara, volviera a acostarse, se levantara nuevamentepara tomarunvasode leche—loque significabaquehabía estadoborrachoeldíaanterior— y otra vez en la cama encendiera un cigarrillo; porque se negó aescucharme antes y todavía entonces, cuando arrimé aquellos restos de sillón detocadorenqueestabasentadoymeinclinéconairegraveparahacerlelapropuesta,medetuvodiciendo:

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—¡Peromireunpocoesetecho!Eraun techode tejas,condoso tresvigasverdosasyunashojasdecañade la

Indiaqueveníandenosédónde, largasyresecas.Miréel techounpocoynohizomásquereírseymoverlacabeza.

—Bueno.Déle—dijodespués.Le expliqué lo que era y Blanes me interrumpía a cada momento, riéndose,

diciendo que todo era mentira mía, que era alguno que para burlarse me habíamandado lamujer.Despuésme volvió a preguntar qué era aquello y no tuvemásremedioqueliquidarlacuestiónofreciéndolelamitaddeloquepagaralamujerunavezdeducidoslosgastosylecontestéque,enverdad,nosabíaloqueeranidequésetratabaniquédemoniosqueríadenosotrosaquellamujer;peroqueyamehabíadadocincuentapesosyqueesosignificabaquepodíamosirnosaBuenosAiresoirmeyo,porlomenos,siélqueríaseguirdurmiendoallí.Serióyalratosepusoserio;ydeloscincuenta pesos que le dije haber conseguido adelantados quiso veinte en seguida.Asíquetuvequedarlediez,deloquemearrepentímuyprontoporqueaquellanochecuandovinoalcomedordelhotelyaestababorrachoysonreíatorciendounpocolabocayconlacabezainclinadasobreelplatitodehieloempezóadecir:

—Ustednoescarmienta.ElmecenasdelacalleCorrientesytodacalledelmundodondeunaráfagadearte...UnhombrequesearruinócienvecesporelHamletvaajugarsedesinteresadamenteporungenioignoradoyconcorsé.

Perocuandovinoella,cuandolamujersaliódemisespaldasvestidatotalmentede negro, con velo un paraguas diminuto colgando de la muñeca y un reloj concadenadelcuello,ymesaludóyextendiólamanoaBlanesconlasonrisaaquellaunpocoapaciguadaenlaluzartificial,éldejódemolestarmeysolodijo:

—En fin, señora; los dioses la han guiado hasta Langman.Un hombre que hasacrificadocientosdemilespordarcorrectamenteelHamlet.

Entoncesparecióque ella seburlabamirandounpocoaunoyunpocoaotro;despuéssepusograveydijoqueteníaprisa,quenosexplicaríaelasuntodemaneraquenoquedaralugarparalamáschicadudayquevolveríasolamentecuandotodoestuviera pronto.Bajo la luz suave y limpia, la cara de lamujer y también lo quebrillabaensucuerpo,zonasdelvestido,lasuñasenlamanosinguante,elmangodelparaguas,elrelojconsucadena,parecíanvolveraserellosmismos,liberadosdelatorturadeldíaluminoso;yyotomédeinmediatounarelativaconfianzayentodalanochenovolvíapensarqueellaestabaloca,olvidéquehabíaalgoconoloraestafaen todo aquello y una sensación de negocio normal y frecuente pudo dejarmeenteramentetranquilo.Aunqueyonoteníaquemolestarmepornada,yaqueestabaallí Blanes correcto, bebiendo siempre, conversando con ella como si se hubieranencontradoyadosotresvecesofreciéndoleunvasodewhisky,queellacambióporunatazadetilo.Demodoqueloqueteníaquecontarmeamíselofuediciendoaély

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yo no quise oponerme porque Blanes era el primer actor y cuanto más llegara aentender de la obra mejor saldrían las cosas. Lo que la mujer quería querepresentáramosparaellaeraesto(aBlanesse lodijoconotravozyaunqueno lomirara,aunquealhablardeesobajabalosojos,yosentíaquelocontabaahoradeunmodopersonal,comosiconfesaraalgunacosacualquieraíntimadesuvidayqueamímelohabíadichocomoelquecuentaesamismacosaenunaoficina,porejemplo,parapedirunpasaporteocosaasí):

—Enlaescenahaycasasyaceras,perotodoconfuso,comosisetrataradeunaciudadyhubieranamontonadotodoesoparadar impresióndeunagranciudad.Yosalgo,lamujerquevoyarepresentaryosaledeunacasaysesientaenelcordóndelaacera,juntoaunamesaverde.Juntoalamesaestásentadounhombreenunbancodecocina.Eseeselpersonajesuyo.Tienepuestaunatricotaygorra.Enlaaceradeenfrentehayunaverduleríaconcajonesdetomatesenlapuerta.Entoncesapareceunautomóvilquecruzalaescenayelhombre,usted,selevantaparaatravesarlacalleyyo me asusto pensando que el coche lo atropella. Pero usted pasa antes que elvehículoyllegaalaaceradeenfrenteenelmomentoquesaleunamujervestidacontrajedepaseoyunvasodecervezaenlamano.Ustedlotomadeuntragoyvuelveen seguida que pasa un automóvil, ahora de abajo para arriba, a toda velocidad; yustedvuelveapasarconeltiempojustoysesientaenelbancodecocina.Entretantoyoestoyacostadaen laacera,comosi fueraunachica.Yustedse inclinaunpocoparaacariciarmelacabeza.

Lacosaerafácildehacerperoledijequeelinconvenienteestaba,ahoraquelopensabamejor, en aquel tercer personaje, en aquellamujer que salía de su casa apaseoconelvasodecerveza.

—Jarro—medijoella—.Esunjarrodebarroconasaytapa.EntoncesBlanesasintióconlacabezayledijo:—Claro,conalgúndibujo,además,pintado.ElladijoquesíyparecíaqueaquellacosadichaporBlaneslahabíadejadomuy

contenta,feliz,conesacaradefelicidadquesolounamujerpuedeteneryquemedaganas de cerrar los ojos para no verla cuando se me presenta, como si la buenaeducaciónordenarahacereso.VolvimosahablardelaotramujeryBlanes terminópor estirar una mano diciendo que ya tenía lo que necesitaba y que no nospreocupáramosmás.Tuvequepensarquelalocuradelalocaeracontagiosa,porquecuandolepreguntéaBlanesconquéactrizcontabaparaaquelpapelmedijoqueconla Rivas y aunque yo no conocía a ninguna con ese nombre no quise decir nadaporque Blanes me estaba mirando furioso. Así que todo quedó arreglado, loarreglaron ellos dos y yo no tuve que pensar para nada en la escena; me fui enseguidaabuscaraldueñodel teatroy loalquilépordosdíaspagandoelpreciodeuno,perodándolemipalabradequenoentraríanadiemásquelosactores.

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Al día siguiente conseguí un hombre que entendía de instalaciones eléctricas ypor un jornal de seis pesos me ayudó también a mover y repintar un poco losbastidores.Alanoche,despuésdetrabajarcercadequincehorastodoestuvoprontoysudandoyenmangasdecamisamepuseacomerconcervezamientrasoíasinhacercaso historias de pueblo que el hombreme contaba. El hombre hizo una pausa ydespuésdijo:

—Hoyviasuamigobienacompañado.Estatarde;conaquellaseñoraqueestuvoenelhotelanocheconustedes.Aquítodosesabe.Ellanoesdeaquí;dicenquevieneenlosveranos.Nomegustameterme,perolosvientrarenunhotel.Sí,quégracia;esciertoqueustedtambiénviveenunhotel.Peroelhoteldondeentraronestatardeeradistinto...Deésos,¿eh?

CuandoalratollegóBlanesledijequeloúnicoquefaltabaeralafamosaactrizRivasyarreglarelasuntodelosautomóviles,porquesolosehabíapodidoconseguiruno, que era del hombre que me había estado ayudando y lo alquilaría por unospesos,ademásdemanejarloélmismo.Peroyoteníamiideaparasolucionaraquello,porquecomoelcocheerauncascajoconcapota,bastabahacerquepasaraprimeroconlacapotabajaydespuésalzadaoal revés.Blanesnomecontestónadaporqueestaba completamente borracho, sin queme fuera posible adivinar de dónde habíasacadodinero.Despuéssemeocurrióqueacasohubieratenidoelcinismoderecibirdirectamentedinerodelapobremujer.Estaideameenvenenóyseguíacomiendoensilenciomientrasél,borrachoycanturreando,recorríaelescenarioseibacolocandoenposicionesdefotógrafo,deespía,deboxeador,dejugadorderugby,sindejardecanturrear,conelsombrerocaídosobrelanucaymirandoatodoslados,desdetodoslos lados, rebuscando vaya a saber el diablo qué cosa.Como a cadamomentomeconvencía más de que se había emborrachado con dinero robado, casi, a aquellapobremujerenferma,noqueríahablarleycuandoacabédecomermandéalhombrequemetrajeramediadocenamásyunabotelladecerveza.

A todo estoBlanes se había cansadode hacer piruetas, la borrachera indecentequeteníaledioporelladosentimentalyvinoasentarsecercadedondeyoestaba,enuncajón,con lasmanosen losbolsillosdelpantalónyel sombreroen las rodillas,mirando con ojos turbios, sin moverlos, hacia la escena. Pasamos un tiempo sinhablarypudeverqueestabaenvejeciendoyelcabellorubio lo teníadescoloridoyescaso. No le quedabanmuchos años para seguir haciendo el galán ni para llevarseñorasaloshoteles,niparanada.

—Yotampocoperdíeltiempo—dijodegolpe.—Sí,meloimagino—contestésininterés.Sonrió, se puso serio, se encajó el sombrero y volvió a levantarse.Me siguió

hablando mientras iba y venía, como me había visto hacer tantas veces en eldespacho,todollenodefotosdedicadas,dictandounacartaalamuchacha.

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—Anduveaveriguandodelamujer—dijo—.Parecequelafamiliaoellamismatuvodineroydespuésellatuvoquetrabajardemaestra.Peronadie,¿eh?,nadiedicequeestéloca.Quesiemprefueunpocorara,sí.Peronoloca.Noséporquélevengoa hablar a usted, oh padre adoptivo del triste Hamlet, con la trompa untada demantecade...Hablarledeesto.

—Porlomenos—ledijetranquilamente—,nomemetoaespiarenvidasajenas.Niadármelasdeconquistadorconmujeresunpocoraras.Melimpiélabocaconelpañueloymedivueltaparamirarloconcaraaburrida.—Ytampocomeemborrachovayaasaberconquédinero.

Élseestuvoconlasmanosenlosriñones,depie,mirándomeasuvez,pensativo,yseguíadiciéndomecosasdesagradables,perocualquierasedabacuentaqueestabapensandoenlamujeryquenomeinsultabadecorazón,sinoparahaceralgomientraspensaba, algo que evitara que yome diera cuenta que estaba pensando en aquellamujer.Volvióhaciamí,seagachóysealzóenseguidaconlabotelladecervezaysefuetomandoloquequedabasinapurarse,conlabocafijaalgollete,hastavaciarla.Diootrospasosporelescenarioysesentónuevamente,conlabotellaentrelospiesycubriéndolaconlasmanos.

—Pero yo le hablé yme estuvo diciendo—dijo—.Quería saber qué era todoesto.Porquenosésiustedcomprendequenosetratasolodemeterselaplataenelbolsillo.Yo lepreguntéquéeraestoque íbamosa representaryentoncessupequeestabaloca.¿Leinteresasaber?Todoesunsueñoquetuvo,¿entiende?Perolamayorlocuraestáenqueelladicequeesesueñonotieneningúnsignificadoparaella,quenoconocealhombrequeestabasentadoconlatricotaazul,nialamujerdelajarra,niviviótampocoenunacalleparecidaaesteridículomamarrachoquehizousted.¿Yporqué,entonces?Dicequemientrasdormíaysoñabaesoerafeliz,peronoesfelizlapalabrasinootraclasedecosa.Asíquequiereverlotodonuevamente.Yaunqueesuna locura tiene su cosa razonable. Y también me gusta que no haya ningunavulgaridaddeamorentodoesto.

Cuandonosfuimosaacostar,acadamomentoseentreparabaenlacalle—habíaun cielo azul y mucho calor— para agarrarme de los hombros y las solapas ypreguntarmesiyoentendía,noséquécosa,algoqueélnodebíaentender tampocomuybien,porquenuncaacababadeexplicarlo.

Lamujerllegóalteatroalasdiezenpuntoytraíaelmismotrajenegrodelaotranoche, con lacadenayel reloj, loquemepareciómalparaaquellacalledebarriopobrequehabíaenescenayparatirarseenelcordóndelaaceramientrasBlanesleacariciabaelpelo.Perotantodaba:elteatroestabavacío;noestabaenlaplateamásqueBlanes,siempreborracho,fumando,vestidoconunatricotaazulyunagorragrisdobladasobreunaoreja.Habíavenidotempranoacompañadodeunamuchacha,queeraquienteníaqueasomarenlapuertadealladodelaverduleríaadarlesujarritade

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cerveza; unamuchacha que no encajaba, ella tampoco, en el tipo del personaje, eltipo queme imaginaba yo, claro, porque sepa el diablo cómo era en realidad; unatristeyflacamuchacha,malvestidaypintadaqueBlanessehabíatraídodecualquiercafetín,sacándoladeandarenlacalleporunanocheyempleandouncuentoabsurdoparatraerla,eraindudable,porqueellasepusoaandarconairesdeprimeraactrizyalverla estirar elbrazocon la jarritadecervezadabanganasde llorarodeecharla aempujones. La otra, la loca, vestida de negro, en cuanto llegó se estuvo un ratomirando el escenario con las manos juntas frente al cuerpo y me pareció que eraenormementealta,muchomásaltayflacadeloqueyohabíacreídohastaentonces.Después, sin decir palabra a nadie, teniendo siempre, aunque más débil, aquellasonrisadeenfermoquemeerizabalosnervios,cruzólaescenayseescondiódetrásdelbastidorpordondedebíasalir.Lahabíaseguidoconlosojos,noséporqué,mimiradatomóexactamentelaformadesucuerpoalargadovestidodenegroyapretadaaél,ciñéndolo,loacompañóhastaqueelbordedeltelónseparólamiradadelcuerpo.

Ahoraerayoquienestabaenelcentrodelescenarioycomotodoestabaenordeny habían pasado ya las diez, levanté los codos para avisar con una palmada a losactores. Pero fue entonces que, sin que yo me diera cuenta de lo que pasaba porcompleto,empecéasabercosasyquéeraaquelloenqueestábamosmetidos,aunquenuncapudedecirlo,talcomosesabeelalmadeunapersonaynosirvenlaspalabraspara explicarlo.Preferí llamarlospor señasy cuandovi queBlanesy lamuchachaque había traído se pusieron enmovimiento para ocupar sus lugares,me escabullídetrásdelostelones,dondeyaestabaelhombresentadoalvolantedesucocheviejoque empezó a sacudirse con un ruido tolerable. Desde allí, trepado en un cajón,buscandoescondermeporqueyonadateníaquevereneldisparatequeibaaempezar,vi cómo ella salía de la puerta de la casucha, moviendo el cuerpo como unamuchacha —el pelo, espeso y casi gris, suelto a la espalda, anudado sobre losomóplatos con una cinta clara— daba unos largos pasos que eran, sin duda, de lamuchachaqueacababadepreparar lamesayseasomaunmomentoa lacalleparaver caer la tardey estarse quieta sin pensar ennada; vi cómo se sentaba cercadelbancodeBlanesysosteníalacabezaconunamano,afirmandoelcodoenlasrodillas,dejandodescansarlasyemassobreloslabiosentreabiertosylacaravueltahaciaunsitio lejanoqueestabamásalládemímismo,másallá tambiénde laparedqueyotenía a la espalda. Vi cómo Blanes se levantaba para cruzar la calle y lo hacíamatemáticamenteantesqueelautomóvilquepasóechandohumoconsucapotaaltaydesaparecióenseguida.VicómoelbrazodeBlanesyeldelamujerquevivíaenlacasadeenfrenteseuníanpormediodelajarritadecervezaycómoelhombrebebíadeuntragoydejabaelrecipienteenlamanodelamujerquesehundíanuevamentelentaysinruido,ensuportal.Vi,otravez,alhombredelatricotaazulcruzarlacalleun instanteantesdequepasaraun rápidoautomóvildecapotabajaque terminósu

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carrerajuntoamíapagandoenseguidasumotor,y,mientrassedesgarrabaelhumoazulosodelamáquina,diviséalamuchachadelcordóndelaaceraquebostezabayterminaba por echarse a lo largo en las baldosas la cabeza sobre un brazo queescondíaelpelo,yunapiernaencogida.Elhombredelatricotaylagorraseinclinóentoncesyacariciólacabezadelamuchacha,comenzóaacariciarlaylamanoibayvenía,seenredabaenelpelo,estirabalapalmaporlafrente,apretabalacintaclaradelpeinado,volvíaarepetirsuscaricias.

Bajé del banco, suspirando, más tranquilo, y avancé en puntas de pie por elescenario.Elhombredelautomóvilmesiguió,sonriendointimidadoylamuchachaflacaquesehabíatraídoBlanesvolvióasalirdesuzaguánparaunirseanosotros.Mehizounapregunta,unapreguntacorta,unasolapalabrasobreaquelloyyocontestésin dejar de mirar a Blanes y a la mujer echada; la mano de Blanes, que seguíaacariciandolafrenteylacabelleradesparramadadelamujer,sincansarse,sindarsecuentadeque laescenahabíaconcluidoyqueaquellaúltimacosa, la cariciaenelpelo de la mujer, no podía continuar siempre. Con el cuerpo inclinado, Blanesacariciaba la cabeza de la mujer, alargaba el brazo para recorrer con los dedos laextensióndelacabelleragrisdesdelafrentehastalosbordesqueseabríansobreelhombroylaespaldadelamujeracostadaenelpiso.Elhombredelautomóvilseguíasonriendo,tosióyescupióaunlado.Lamuchachaquehabíadadoeljarrodecervezaa Blanes, empezó a caminar hacia el sitio donde estaban la mujer y el hombreinclinado,acariciándola.Entoncesmedivueltayledijealdueñodelautomóvilquepodíairsacándolo,asínosíbamostemprano,ycaminéjuntoaél,metiendolamanoenel bolsilloparadarleunospesos.Algoextrañoestaba sucediendoamiderecha,donde estaban los otros, y cuando quise pensar en eso tropecé con Blanes que sehabíaquitadolagorrayteníaunolordesagradableabebidaymediounatrompadaenlascostillas,gritando:

—Nosedacuentaqueestámuerta,pedazodebestia.Me quedé solo, encogido por el golpe, y mientras Blanes iba y venía por el

escenario, borracho, como enloquecido, y la muchacha del jarro de cerveza y elhombredelautomóvilsedoblabansobrelamujermuertacomprendíquéeraaquello,qué era lo que buscaba lamujer, lo que había estadobuscandoBlanes borracho lanoche anterior en el escenario y parecía buscar todavía, yendo y viniendo con susprisasdeloco:locomprendítodoclaramentecomosifueraunadeesascosasqueseaprendenparasiempredesdeniñoynosirvendespuéslaspalabrasparaexplicar.

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Mascarada

MaríaEsperanzaentróalparqueporelcaminode ladrillosque llevabahastaellagoentresombrasdeárbolesytorcíajustamentealllegaralaorillachocandocontralaluzdelosreflectores,lasespaldastodasnegrasdelagentequemirabadeslizarselas lanchas con banderines y música, los danzarines en la isla artificial. Estabacansadaylostacones,tanaltoscomonuncaloshabíausado,lehacíanarderundolorcomounaheridaenlostendonesdelostobillos.Sedetuvo;peronoeraahí,sentíasinsaberporqué,quenoerayademásteníamiedodeaquellascarasabsortas,gravesosonrientes,miedoporqueerancarastansemejantesalasuyamismabajolaviolenta,blanca,rojaynegrapinturaconquelahabíacubierto,miedodequelascarasmirarancomprendiendo su fraternidady lamiraran en seguida conodiopor estar haciendoalgoquenodebíahacerse cuando se teníauna cara así, cuando se lahabía tenido,unaspocashorasantes,sinpinturaylimpiafrentealespejo,luminosa,alegre,conelcabellogoteandoaguaysinvergüenza.

Caminóporlaorilladellagoquehendíalasombraylaarboleda,conlamúsicadeladanzaenlaislatemblandoenelairequelerodeabaelcuello.Sesentóenunbancoysacólostalonesdeloszapatos,cerrandolosojos,inflandolacaraalsuspirar,felizysoñolientaalabandonarsealoqueconteníalanoche,unalejanamúsicayunolordeflores.Perovinoelrecuerdodeaquellaespantosacosanegraquehabíasucedidounashoras antes, en seguida de la presencia de su cara limpia en el espejo y el rostromaliciosodelrecuerdoamenazabatocarsucorazón,asustarsucuerpoflojosobreelbanco.Selevantó,caminandoahorahaciaelladodelparquequedabaalarambla.

A medida que se acercaba a las luces y comenzaba a distinguir los cartelesluminososdelcircoylaslucesdecoloresdeloskioscos,ylamúsicadelballetenellagomoríaasusespaldasmientraslasmarchasylostangosdeloscafésseacercabana sus mejillas, iba enderezando el cuerpo, alargando los pasos, haciéndolos máslentosyremedandoelandarensayadoantesdesalir.Tambiénllevabaahoralaúltimacabeza contemplada en el espejo, muy levantada, con las cejas arqueadas y unapromesadesonrisa.

Yaestabaentrelosruidosdelaotrazonadelparque,ensordecidaporlamezclademúsica,risas,llamadosalosmozos,frasesrepetidasporlosmozosalosmostradores.Todavíalequedaba,inmediatamenteantesdelaintensaluzyelestrépito,unasombrade un árbol desde donde mirar los tablados y sus recogidas cortinas. Un trío dezapateadoresgolpeabaenunescenario,vestidosdemarineros.

Lamujer,pequeña,semovíaentrelosdosgigantes.Unodeloshombresteníaunacaraclaraytristedondecolgabalanariz;elotroeradelgado,defrenteestrechaypelonegro y aceitoso y toda su cabeza, su mismo estrecho cuerpo al balancearsemostrabanunincurable,unactivoresentimientoconlavida.Ellaerarubiaysonreía

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acalorada,roja,sonreíacondientesdeniño,sacudiendoelpelo,marcandodemaneraexcesivaelcompásconlosbrazos,lospiesylascaderas,sonreía,conunfocodeluzblanca en la cara implacablemente quemando su cara, rayéndole la nariz con sublancura.

Aladerechaunhombredefracmostrabaalpúblicounmonoencogidosobreunamesa, vestido de groom, mientras otro mono, más grande, triste, de pesadosmovimientos, guiaba los ojos apretando un acordeón entre los brazos, sacandosiempre la misma nota, el mismo soplo que sonaba definitivo. El hombre de frachablabamuequeandoconvozenronquecidaylagentereíaacarcajadas,siempredeacuerdo,hacíaunapausadesilencioyfrescurayvolvíaareírdegolpe,sinqueMaríaEsperanza,riendoapoyadaenelárbol,conlamanoapretandounnudodelacorteza,pudierasabersireíadelhombre,deloquedecíaelhombreodecuáldelosmonos.

A la izquierda,más lejos,detrásdeunahilerade lámparasblancasyazules,unazul tan triste, tan desagradable como nunca había visto, como no imaginaba quepudiera ser nunca un azul, encima de una música de piano que parecía girarrepitiendosiemprelomismo,unamujervestidadehombre,congorrayunpañuelorojoal cuellocantabaconvoz incomprensible, fumando.Mirandoaun ladoyotrocomo si siguiera el viaje de sus palabras en el aire y quisiera saber hasta dóndepodrían llegar, hasta dónde lograba empujarlas y encima de la cabeza de quéespectadorcaían,abajodequémesayenquéporcióndetierraconpastoaplastadoterminaban.Sobreellejanoescenariolamujervestidadehombrenoteníacara.MaríaEsperanza quedó con las espaldas recortadas al árbol, el mundo en las vértebras.Nadapodíasaberdeloquelamujerestabacantando,peroalgunapalabraescapadade la fiesta nocturna venía a darle una triste felicidad como la de un rato atrás,perdidaenlasombradelbanco.Elcieloeranegroyalmirarlosintióqueunairefríollegabade laplaya, un airequepodía acabar con su energíay entregarla en formadefinitivaaldesconsueloellaysucuerpo,contempladosporelrostromaliciosodelrecuerdoenquenodebíapensar.Dejóelárbolysepusoaandarentrelasmesas.Aldarunpasonadielamirabayalmoverlaotrapiernatodaslascabezassevolvíanparamirarla,todaslassonrisas,losojos brillantes, las caras con sudor giraban hacia ella, pero ya al paso siguienteavanzabasola,novistapornadie.Sedetuvo.Sedetuvoindecisafrentealamesadeunhombregordoderetintobigotequebebíaunjarrodecerveza,sinmirarla,mirandoporencimadelaespumadelacervezaelzapateoenelescenario.Estabasolacomosihubieratraídoelárbolconsigo,comosiescondieraelperfilenlatajeadacortezaylamanopudieraapoyarse,olvidada,enelnudodebordepulido.

Unamujermovióunsombreroconfloresalinclinarseriendoyenseguidalastrescarasdeloszapateadoresestabanmirándola,todoslosrostrossehabíanvueltohaciaella y por más que caminara, sin perder, oh, gracias a Dios, aquel andar

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amorosamenteensayado,siempreteníaquepisartontamenteenelsitiodondelaluzera más fuerte, donde convergían las luces de colores, las miradas de todas laspersonassentadasalasmesasyquepaseabansinprisa,solas,enparejas,conniños,sinprisaporelparqueenlafrescanochedeverano.MaríaEsperanzacerrólosojos,sintióqueteníaunamuecaenlaboca,volvióaabrirlosojosyavanzóhacialamesadelhombregordoquebebíasucervezayqueladescubriódeprontoehizounacaradebondadmientrasmovíaunpococondosdedoselnudodesucorbata,tironeabadelaspuntasdelchaleco,apartabasobrelamesalajarradecerveza.Mirándolasiempreconunaexpresiónbondadosa,tanbondadosaqueellasusurróquenoypasódelargo,rozando el cuerpo en una hilera de cañas de hojas filosas que repitieron,arrastrándolo,sususurro.

Unescándalodeaplausosresonóalláalaizquierda,mientraslamujervestidadehombrese inclinaba, lagorraen lamano,elpelodesparramadohastacasi tocar laslamparillasblancasyazulesdeaquelazulrepugnantequeeracapazdeenfermarlaaellaMaríaEsperanza,sudando,sintiendocomoseablandabalapinturadesucarayeldolorquelehacíanlostaconesselehundíacomounfiloenlostobillos.

Y en seguida de los aplausos otra vez se pusieron, todo el mundo se puso amirarlaylatonadilleraqueapareciódandounavueltaporelescenariodespuésdeloszapateadores, caminando rápidamente mientras la orquesta tocaba rápidamente unpasodoble,seclavóunamanoenlacinturaycantóriendo,mirándola,caminódosotrespasosyvolvióacantarparaella,mirándola,burlándose,conversandosolamentecon ella mientras un temblor de risa se corría por las cabezas del público en lasmesas.

Entoncesabandonólapareddecañasyseacercóaunhombreflaco,quefumabasinmoverse,conunsombrerodepajaabandonadocontralanucaysedetuvoapuntode tocarlo,mirándole la cara.El hombre continuó fumando y sus ojos pequeños ytristesmirabansiemprehaciaadelante.Ellagiróvelozmenteyfue,recta,peroahoraconlamarchasuyadetodoslosdías,despacio,lasmanoscolgando,hastalamesadelhombregordoqueestábebiendounasegundajarradecervezaquedejóenseguida,alverlallegar,pararepetirsusonrisadebondadhastaqueellasesentóasuladoenlamesitadehierro.Vioqueporuninstanteelhombregordolaestuvomirandoconsucaradebondad.Luegolaensombrecióparallamaralmozo,volvióasonreír,aquellagruesadulzuradejarabequeparecíaexplicarqueella,MaríaEsperanza,erahijadeunhombregordodebigotenegroquetomabacervezaenelparqueenlafrescanochedeverano—,letomóunamanodelregazolallevósiemprecubiertaporlasuyahastaencima de la mesa y le hizo una pregunta, una risa, otra pregunta por todo dospreguntasqueellanoalcanzóacomprender.

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Excursión

Veía empequeñecerse lentamente la última plataforma del tren que se alejabaentredosanchaslíneasverdes,segregandolaesteladelosrieles,fulgurantesbajoelsol de la tarde. Estaba casi solo en el andén.Al fondo, un hombre con blusa azulhacíarodarunosbultoshastalasbalanzas.Alguienconversabaenlasaladeespera,invisibletraslosvidriosesmerilados.

—Alprincipiosequejabandelacomida.Perolahanmejoradomucho...Frenteaél,delotroladodelasvías,unahileradechalets,jardines,losterrenosde

la calle.Más lejos,yaenel cieloazul,unpedazoverdeoscurodeeucaliptos.A laderecha,laplazadesierta,laiglesiadeladrillos,viejaysevera,conelenormediscodelreloj.

... este médico de ahora es muy bueno, se preocupa mucho...Me decía Elenacuandoentrabaenlasala...

El aspecto del pueblo lo entristecía. Había pagado 0.40 por aquel pedazo decartóncuyasaristasacariciabaenelbolsillo.Idayvuelta,segunda,040.Acasofuerala ciudad la causade su tristeza.Unapequeña evasión, unashoras olvidadode lascasas del comercio, de los apresurados hombres de la calle, de lasmúsicas de loscafés,delasmultitudes,delosespectáculos...

Peronoeraahídondequeríair.Noencontraríaloquebuscabaenlasviejascasasdepiedraquerodeabanlaplaza;enlafiladecochesenescombros;enelgrupoquediscutíafrentealalmacéndeparedesrosadas.No,noeraaquello.Campoqueríaél.Habíacomprado0.40decampoeibaacaminarhastaencontrarlo.

Hizogirarunacruzhorizontaldepaloytomóunacalleenpendiente.Aunlado,unaquinta enorme, con árboles asomándose sobre elmuro.A ratos podía ver paraadentro, por los grandes portones de madera. Un gran pedazo de césped grisáceorodeadodepinos;bancosdepiedrajuntoalafuentesinagua.Peroalotroladotenía,separado de él por las cinco líneas de alambre, un principio de campo. Un pastoamarillento curvado por la brisa y más atrás, los enormes cuadrilongos de losplantíos.Lacasaennegrecidayviejajuntoalpozodeladrillos,lacarretadescansandosobrelasvaras.

Se acercó a los alambres, arrancando un largo tallo que empezó a mascarlentamente. Alguien cantaba; una extranjera voz de mujer. Siguió caminandodespacio,lasmanoshundidasenlosbolsillosdelpantalón,elsombrerohaciaatrás,alairelafrentesudorosa.Lavozagudayalegrequeseacercabaaéldesdelastupidasenredaderas,comosifueraelsimplesaludodelanaturaleza.

...yatodosduermenmicantoquelamontañarepite...Acasonofueraposiblevivirsiempreallí.Peroencuantocomenzaraainsinuarse

la primavera...Huir de la ciudad,meterse en una casita cualquiera, perdida en los

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costadosdelacuchillaqueseazulabaenladistancia.Soloi.Hacerselacomidaconsusmanos,cuidarlosárboles...Seveía,mediocuerpodesnudo,altasbotas,tostadoelrostro dentro de la barba. ¿Qué necesitaría? Un caballo, tal vez un perro, unaescopeta, supipa, libros.Trabajarpor lamañanaen loquequisiera;dulzurade lasuvas, piel de durazno, aroma de plantas y tierra bajo el sol. Dejarse llevar por elcaballo, lejos, tirándose a descansar en la sombra que encontrara propicia. Hacercorrerelanimalsudoroso,sueltosupeloalaire,lacamisaabierta,excitándoseconelgolpearde los cascos.Desensillar con las primeras estrellas en la purezadel cielo,unamuecadecansanciofelizenlaboca.Elsillónjuntoalanochecampesina,llenade estremecimientos, que se extendía por la tierra en descanso ahondando en lospliegues del terreno, en las charcas vidriosas, en la blancura de los caminossilenciosos de luna. La pipa y un libro. Absoluta soledad de su alma, fantásticalibertadde todosu ser,purificadoyvirgencomosi comenzaraadivisarelmundo.Paz;nopazdetregua,sinototalydefinitiva,Pazcomounadulzuraresbalandoenlasvenas, mientras el sueño iba aflojándole el cuerpo encima del sillón y los ojosperezososdejabanel libropara seguir lascurvasde losescarabajosalrededorde laluzamarilla.

Junto a la puertita medio tumbada, dos niños rubios lo contemplabancuriosamente.Elmayoracariciabaelsueloconlossuciospiesdescalzos,mientraselotro,conunacamisablancaqueseadivinabareciénlavada,desnudaslaspiernasyelvientre,levantabahastaéllosgrandesojosazules,comodosfloresdelaenredaderaqueenvolvíafirmementeelcerco.Descubriólamujerquecantaba.Teníaunpañuelorojoenlacabezayloscobrizosbrazosdesnudossemovíansintreguaencimadelatina.

Sonrióalegrementecomosilaescenaqueselehabíareveladodeimproviso,llenade una poesía lejana y primitiva, le hubiera sonreído primeramente y él contestaraahora.Sintiósupropiasonrisa,sencillacomountrozo,estirándolelaboca.Unatenuesensación de sosiego se levantó en su alma, suavemente... suavemente, comoasciendeporloscieloslagranlunallenadecolornaranja.

Marchaba por la tierra seca, pisando las huellas dejadas por pesados carros.Carroscargadosdeverdurayfruta,quepasabantambaleanteshacialaciudadcuandoreciéneldíatentabaunarayadeluzenelhorizonte.

Carroscontrescaballosviejosycorpulentos,conelconductordormitandoenelpescanteyunrojizofaroloscilandoentrelasruedas.

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Bienvenido,Bob

Esseguroquecadadíaestarámásviejo,máslejosdeltiempoenquesellamabaBob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuandoentraba silenciosamente en la sala,murmurando un saludo omoviendo un poco lamanocercadelaoreja,eibaasentarsebajolalámpara,cercadelpiano,conunlibroosimplementequietoyaparte,abstraído,mirándonosduranteunahorasinungestoenlacara,moviendodevezencuandolosdedosparamanejarelcigarrilloylimpiardecenizaslasolapadesustrajesclaros.

Igualmente lejos—ahora que se llamaRoberto y se emborracha con cualquiercosa, protegiéndose la boca con lamano sucia cuando toso—delBobque tomabacerveza,dosvasossolamenteenlamáslargadelasnoches,conunapilademonedasdediezsobresumesadelacantinadelclub,paragastarenlamáquinadediscos.Casisiempresolo,escuchandojazz,lacarasoñolienta,dichosaypálida,moviendoapenaslacabezaparasaludarmecuandoyopasaba,siguiéndomeconlosojos tantotiempocomoyomequedara, tanto tiempocomome fueraposible soportar sumiradaazuldetenidaincansablementeenmí,manteniendosinesfuerzoel intensodesprecioylaburla más suave. También con algún otro muchacho, los sábados, alguno tanrabiosamentejovencomoél,conquienconversabadesolos,trompasycorosydelainfinita ciudad que Bob construiría sobre la costa cuando fuera arquitecto. Seinterrumpíaalvermepasarparahacermeelbrevesaludoynosacar losojosdemicara, resbalando palabras apagadas y sonrisas por una punta de la boca hacia elcompañeroqueterminabasiemprepormirarmeyduplicarensilencioelsilencioylaburla.

A vecesme sentía fuerte y trataba demirarlo: apoyaba la cara en unamano yfumaba encima demi copamirándolo sin pestañear, sin apartar la atención demirostroquedebíasostenersefrío,unpocomelancólico.EnaqueltiempoBoberamuyparecidoaInés;podíaveralgodeellaensucaraatravésdelsalóndelclub,yacasoalgunanochelohayamiradocomolamirabaaella.PerocasisiemprepreferíaolvidarlosojosdeBobymesentabadeespaldasaélymirabalasbocasdelosquehablabanenmimesa,avecescalladoytristeparaqueélsupieraquehabíaenmíalgomásqueaquellopor loquehabía juzgado,algopróximoaél;avecesmeayudabaconunascopasypensaba«queridoBob,andáacontárseloatuhermanita»,mientasacariciabalasmanos de lasmuchachas que estaban sentadas amimesa o estiraba una teoríasobrecualquiercosa,paraqueellasrieranyBoblooyera.

Pero ni la actitud ni la mirada de Bobmostraban ninguna alteración en aqueltiempo,hicierayoloquehiciera.Sólorecuerdoestocomopruebadequeélanotabamiscomediasenlacantina.Teníaunimpermeablecerradohastaelcuello,lasmanosenlosbolsillos.Mesaludómoviendolacabeza,miróalrededorenseguidayavanzó

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enlahabitacióncomosimehubierasuprimidoconlarápidacabezada:lovimoversedandovueltasalamesa,sobrelaalfombra,andandosobreellaconsusamarillentoszapatosdegoma.Tocóuna florconundedo, se sentóenelbordede lamesay sepusoafumarmirandoelflorero,elserenoperfilpuestohaciamí,unpocoinclinado,flojoypensativo. Imprudentemente—yoestabadepie recostadocontraelpiano—empuje con mi mano izquierda una tecla grave y quedé ya obligado a repetir elsonidocadatressegundos,mirándolo.

Yonoteníaporélmásqueodioyunvergonzanterespeto,yseguíhundiendolatecla, clavándola con una cobarde ferocidad en el silencio de la casa, hasta querepentinamentequedé situadoafuera,observando laescenacomosi estuvieraen loalto de la escalera o en la puerta, viéndolo y sintiéndolo a él, Bob, silencioso yausentejuntoalhilodehumodesucigarrilloquesubíatemblando;sintiéndomeamí,altoyrígido,unpocopatético,unpocoridículoenlapenumbra,golpeandocadatresexactossegundoslateclagraveconmiíndice.Penséentoncesquenoestabahaciendosonarelpianoporuna incomprensiblebravata, sinoque loestaba llamando;que laprofunda nota que tenazmente hacía renacer mi dedo en el borde de cada últimavibración era, al fin encontrada, la única palabra pordiosera con que podía pedirtolerancia y comprensión a su juventud implacable. Él continuó inmóvil hasta queInésgolpeólapuertadeldormitorioantesdebajarajuntarseconmigo.EntoncesBobseenderezóyvinocaminandoconperezahastaelotroextremodelpiano,apoyóuncodo,memoróunmomentoydespuésdijoconunahermosasonrisa:«Estanocheesunanochedelechoodewhisky?¿Ímpetudesalvaciónosaltoenelvacío?».

Nopodíacontestarlenada,nopodíadeshacerlelacaradeungolpe;dejédetocaryfuiretirandolentamente lamanodelpiano.Inésestabaenlamitaddelaescaleracundoélmedijo:«Bueno,puedeserqueustedimprovise».

Elduelodurótresocuatromeses,yyonopodíadejardeirporlasnochesalclub—recuerdo, de paso, que había campeonato de tenis por aquel tiempo— porquecuandomeestabapor algún tiempo sin aparecer por allí,Bob saludabami regresoaumentandoeldesdénylaironíaensusojosyseacomodabaenelasientoconunamuecafeliz.

CuandollegóelmomentodequeyonopudieradesearotrasoluciónquecasarmeconInéscuantoantes,Bobysutácticacambiaron.Nosécómosupominecesidaddecasarmeconsuhermanaydecómoyohabíaabrazadoesanecesidadcon todas lasfuerzasquemequedaban.Miamorporaquellanecesidadhabíasuprimidoelpasadoy toda atadura con el presente. No reparaba entonces en Bob; pero poco tiempodespuéshubederecordarcómohabíacambiadoenaquellaépocayalgunavezquedéinmóvil, de pie en la esquina, insultándolo entre dientes, comprendiendo queentonces su cara había dejado de ser burlona y me enfrentaba con seriedad y unintenso cálculo, como se mira un peligro o una tarea compleja, como se trata de

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valorar el obstáculo y medirlo con las fuerzas de uno. Pero yo no le daba yaimportanciayhastalleguéapensarqueensucarainmóvilyfijaestabanaciendolacomprensiónporlofundamentalmío,porunviejopasadodelimpiezaquelaadoradanecesidad de casarme con Inés extraía de debajo de los años y sucesos paraacercarmeaél.

Despuésviqueestabaesperandolanoche;perolovireciéncuandoaquellanochellegóBobyvinoasentarsealamesadondeyoestabasoloydespidióalmozoconunaseña.Esperéunratomirándolo,eratanparecidoaellacuandomovíalascejas;ylapuntadelanariz,comoaInés,seleaplastabaunpococuandoconversaba.«UstednovaacasarseconInés»,dijodespués.Lomiré,sonreí,dejédemirarlo.«No,noseva a casar con ella porque una cosa así se puede evitar si hay alguien de verasresuelto a que se haga.» Volví a sonreírme. «Hace unos años—le dije— eso mehubiera dado muchas ganas de casarme con Inés. Ahora no agrega ni saca. Peropuedo oírlo, si quiere explicarme...»Enderezó la cabeza y continuómirándome ensilencio;acasotuvieraprontaslasfrasesyesperabaaqueyocompletaralamíaparadecirlas.«Siquiereexplicarmeporquénoquierequeyomecaseconella»,preguntélentamenteymerecostéenlapared.Vienseguidaqueyonohabíasospechadonuncacuántoyconcuantaresoluciónmeodiaba;teníalacarapálida,conunasonrisasujetayapretadaconloslabiosydientes.«Habríaquedividirloporcapítulos—dijo—,noterminaríaenlanoche.»

«Pero se puede decir en dos o tres palabras. Usted no se va a casar con ellaporqueustedesviejoyellaesjoven.Nosésiustedtienetreintaocuarentaaños,noimporta.Peroustedesunhombrehecho,esdecirdeshecho,comotodosloshombresasuedadcuandonosonextraordinarios.»Chupóelcigarrilloapagado,miróhacialacalle y volvió a mirarme; mi cabeza estaba apoyada contra la pared y seguíaesperando.«Claroqueustedtienemotivosparacreerenloextraordinariosuyo.Creerquehasalvadomuchascosasdelnaufragio.Peronoescierto.»Mepuseafumardeperfilaél;memolestaba,peronolecreía;meprovocabauntibioodio,peroyoestabaseguro de que nada me haría dudar de mí mismo después de haber conocido lanecesidaddecasarmeconInés.No;estábamosenlamismamesayyoeratanlimpioytanjovencomoél.«Ustedpuedeequivocarse—ledije—.Siustedquierenombraralgo de lo que hay deshecho enmí...» «No, no—dijo rápidamente—, no soy tanniño.Noentroenesejuego.Ustedesegoísta;essensualdeunasuciamanera.Estáatadoacosasmiserablesysonlascosaslasqueloarrastran.Novaaningunaparte,nolodesearealmente.Eseso,nadamás;ustedesviejoyellaes joven.Nisiquieradebopensarenellafrenteausted.Yustedpretende...»Tampocoentoncespodíayoromperle la cara, así que resolví prescindir de él, fui al aparto demúsica,marquécualquiercosaypuseunamoneda.Volvídespacioal asientoyescuché.Lamúsicaerapoco fuerte; alguiencantabadulcementeenel interiordegrandespausas.Ami

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ladoBobestabadiciendoqueni siquiera él, alguiencomoél, eradignodemirar aInésalosojos.Pobrechico,penséconadmiración.Estuvodiciendoqueenaquelloque él llama vejez, lo más repugnante, lo que determinaba la descomposición erapensar por conceptos, englobar a las mujeres en la palabra mujer, empujarlas sincuidadoparaquepudieranamoldarsealconceptohechoporunapobreexperiencia.Pero —decía también— tampoco la palabra experiencia era exacta. No había yaexperiencias, nada más que costumbre y repeticiones, nombres marchitos para irponiendo a las cosas y un poco crearlas.Más omenos eso estuvo diciendo.Y yopensaba suavemente si él caería muerto o encontraría la manera de matarme, allímismoyenseguida,siyolecontaralasimágenesqueremovíaenmíaldecirquenisiquieraélmerecía tocara Inéscon lapuntadeundedo,elpobrechico,obesarelextremodesusvestidos,lahuelladesuspasosocosasasí.Despuésdeunapausa—lamúsicahabíaterminadoyelaparatoapagólaslucesaumentandoelsilencio—,Bobdijo«nadamás»,ysefueconelandardesiempre,seguro,nirápidonilento.

Si aquella noche el rostrode Inés sememostró en las faccionesdeBob, si enalgún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto paradarmeaInésporBob,fueaquella,entonces,laúltimavezquevialamuchacha.Esciertoquevolví a estar conelladosnochesdespués en la entrevistahabitual, yunmediodía en un encuentro impuesto por mi desesperación, inútil, sabiendo deantemano que todo recurso de palabra y presencia sería inútil, que todos mismachacantesruegosmoriríandemaneraasombrosa,comosinohubieransidonunca,disueltosenelenormeaireazuldelaplaza,bajoelfollajedeverdeapacibleenmitaddelabuenaestación.

LaspequeñasyrápidaspartesdelrostrodeInésquemehabíamostradoaquellanoche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban delentusiasmo y el candor de la muchacha. Pero cómo hablar a Inés, cómo tocarla,convencerla a través de la repentina mujer apática de las dos últimas entrevistas.Cómoreconocerlaosiquieraevocarlamirandoalamujerdelargocuerporígidoenelsillóndesucasayenelbancodelaplaza,deunaigualrigidezresueltaymantenidaen lasdosdistintashorasy losdosparajes; lamujerdecuello tenso, losojoshaciadelante,labocamuerta,lasmanosplantadasenelregazo.Yolamirabayera«no»,sabíaqueera«no»todoelairequelaestabarodeando.

NuncasupecuálfuelaanécdotaelegidaporBobparaaquello;entodocaso,estoysegurodequenomintió,dequeentoncesnada—niInés—podíahacerlomentir.NovimásaInésnitampocoasuformavacíayendurecida;supequesecasóyquenovive ya en Buenos Aires. Por entonces, en medio del odio y del sufrimiento megustaba imaginar a Bob imaginando mis hechos y eligiendo la cosa justa o elconjuntodecosasquefuecapazdematarmeenInésymatarlaaellaparamí.

AhorahacecercadeunuñoqueveoaBobcasidiariamente,enelmismocafé,

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rodeado de la misma gente. Cuando nos presentaron —hoy se llama Roberto—comprendíqueelpasadonotienetiempoyelayersejuntaallíconlafechadediezañosatrás.AlgúngastadorastrodeInéshabíaaúnensucara,yunmovimientodelabocadeBobalcanzóparaqueyovolvieraaverelalargadocuerpodelamuchacha,sus calmosos y desenvueltos pasos, y para que losmismos inalterados ojos azulesvolvieran a mirarme bajo un flojo peinado de cruzaba y sujetaba una cinta roja.Ausenteyperdidaparasiempre,podíaconservarsevivienteeintacta,definitivamenteinconfundible,idénticaaloesencialsuyo.Peroeratrabajosoescarbarenlacara,laspalabrasylosgestosdeRobertoparaencontraraBobypoderodiarlo.Latardedelprimerencuentroesperédurantehorasaquesequedarasoloosalieraparahablarleygolpearlo.Quieto y silencioso, espiando a veces su cara o evocando a Inés en lasventanasbrillantesdelcafé,compusemañosamentelasfrasesdelinsultoyencontréel paciente tono con que iba a decírselas, elegí el sitio de su cuerpo donde dar elprimergolpe.Perosefuealanocheceracompañadoportresamigos,yresolvíesperar,comohabíaesperadoélañosatrás,lanochepropiciaenqueestuvierasolo.

Cuando volví a verlo, cuando iniciamos esta segunda amistad que espero noterminaráyanunca,dejédepensarentodaformadeataque.QuedóresueltoquenolehablaríajamásdeInésnidelpasadoyque,ensilencio,yomantendríatodoaquellovivientedentrodemí.Nadamásqueestohago,casitodaslastardes,frenteaRobertoylascarasfamiliaresdelcafé.Miodioseconservarácálidoynuevomientraspuedaseguir viviendoy escuchando aRoberto; nadie sabedemivenganza, pero la vivo,gozosayenfurecida,undíayotro.Habloconél, sonrío, fumo, tomocafé.TodoeltiempopensandoenBob,ensupureza,sufe,en laaudaciadesuspasadossueños.PensandoenelBobqueamabalamúsica,enelBobqueplaneabaennoblecerlavidade los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza para cincomillones de habitantes, a lo largo de la costa del río; el Bob que no podíamentirnunca;elBobqueproclamabalaluchadelosjóvenescontralosviejos,elBobdueñodelfuturoydelmundo.PensandominuciosoyplácidoentodoesofrentealhombredededossuciosdetabacollamadoRoberto,quellevaunavidagrotesca,trabajandoen cualquier hedionda oficina, casado con unamujer a quien nombramiseñora; elhombre que se pasa estos largos domingos hundido en el asiento del café,examinandodiariosyjugandoalascarrerasporteléfono.

Nadieamóamujeralgunaconlafuerzaconqueyoamosuruindad,sudefinitivamaneradeestarhundidoen lasuciavidade loshombres.Nadiesearrobódeamorcomoyo lohagoante sus fugaces sobresaltos, losproyectos sinconvicciónqueundestruidoy lejanoBob ledictaalgunasvecesyque sólo sirvenparaquemidaconexactitudhastadondeestáemporcadoparasiempre.

NosésinuncaenelpasadohedadolabienvenidaaInéscontantaalegríayamorcomodiariamenteledoylabienvenidaaBobaltenebrosoymalolientemundodelos

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adultos.Estodavíaunreciénllegadoydevezencuandosufresuscrisisdenostalgia.Lohevistollorosoyborracho,insultándoseyjurandoelinminenteregresoalosdíasdeBob.Puedoasegurarqueentoncesmicorazóndesbordadeamorysehacesensibleycariñosocomoeldeunamadre.Enelfondoséquenoseiránuncaporquenotienesitiodonde ir;peromehagodelicadoypacientey tratodeconformarlo.Comoesepuñadodetierranatal,oesasfotografíasdecallesymonumentos,olascancionesquegustan traer consigo los inmigrantes, voy construyendo para él planes, creencias ymañanasdistintosque tienen luzy el sabordel país de juventuddedonde él llegóhaceuntiempo.Yélacepta;protestasiempreparaqueyoredoblemispromesas,perotermina por decir que sí, acaba pormuequear una sonrisa creyendo que algún díahabrá de regresar almundo de las horas deBob y queda en paz enmedio de sustreintaaños,moviéndosesindisgustonitropiezoentreloscadáverespavorososdelasantiguasambiciones,lasformasrepulsivasdelossueñosquesefuerongastandobajolapresióndistraídayconstantedetantosmilesdepiesinevitables.

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Lalargahistoria

Capurroestabaenmangasdecamisa, apoyadoen labaranda,mirandocómoeldesteñido sol de la tarde hacía llegar la sombra de su cabeza hasta el borde delcamino de arena entre plantas que unía la carretera y la playa con el hotel. Lamuchacha pedaleaba en el camino, se perdió atrás del chalet de techo suizo, unmomentodespuésvolvió a aparecer,manteniendo el cadencioso ritmodel pedaleo,derechoahoraelcuerpoenlamontura,moviendoconfácil lentitudlaspiernas,contranquila arrogancia, las piernas envueltas en medias grises, gruesas, peludas, laspiernas que mostraban sus rodillas. Frenó la bicicleta al lado de la sombra de lacabeza de Capurro y su pie derecho, separándose de la máquina, se apoyó paraguardarequilibriopisandoelpastomalcrecido,yaamarillo,yenseguidasesacudióelpelodelafrenteymiróalhombreinmóvil.Teníaunatricotaoscurayunapollerarosada.Lomiróconcalmayatención,comosilatostadamanoqueapartabaelpelodelascejasbastaraparavelarsuprolongadoexamen,ofreciendoelcuerpocontraelpaisaje que se aplacaba en la tarde, los dientes en el cansancio, el pelo revuelto yaquellaluzdelsudorylafatigaquerecogíaelreflejodelanochecerparacubrirseydestacar como unamáscara fosforescente en la penumbra. Luego dejó la bicicletasobreelpastoyvolvióamirarlomientrassusmanostocabaneltallehundiendolospulgaresbajolacinturadelafalda,dejódemirarloyperfilólacabeza,conlasmanosjuntasenlaespalda,sinsenos,respirandoaúnconfatiga,losojos,haciaelsitiodelatardedondeibaacaerelsol.Deprontosesentóenelpasto,sequitóloszapatosylossacudió,teniendounoaunolospiesdesnudosenlasmanos,refregándolosyagitandolos cortos dedos, dejando ver por encima de los hombros los pies enrojecidos,removiéndoseenelaireapenasfresco.Volvióacalzarseyselevantóyestuvotodavíaunratohaciendogirarelpedalconrápidaspatadashastaquerepitiósumovimientoduro y apresurado y se volvió hacia el hombre que la miraba, con una expresióndesafiante, lacararetrocediendoen laescasa luz,conundesafíode todosucuerpodesdeñoso,haciendoparticiparenélelbrillodeníquelde labicicleta, lasformasylos tintesde los árboles, todo loque la rodeabacomosegregadopor ella.Volvióamontarypedaleódetrásdelashortensias,detrásdelosbancospintadosdeazul.

Dentro de la habitación Capurro estuvo lavándose largamente las manos,abandonandolosdedosenelaguajabonosamientrasseespiabaenelespejo,casiaoscuras, inmóvil hasta que pudo distinguir la delgada cara blanca sin sonrisa y sedetuvo a mirarse desinteresado mientras pasaban por el jardín arrastrando algo ycantandoamediavoz.Sesecólasmanosyfueabuscarlamaletaabajodelacama,laarrastró con el pie y buscó sin mirar, apartó ropas y dos pequeños libros y sacó,finalmente el diario doblado. En el sillón, cerca de las persianas abiertas miró eltítulo:«SeSuicidaelCajeroPrófugo»ylasmanchasnegrasygrisesdelafotografía

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delhombrequemirabaconcaraazorada,comenzandoareírbajoelbigotedepuntascaídas,sintiendootravezconlamismafuerzaqueenlosdíasanterioresqueestabapara siempre recluido en un mundo particular y estrecho, sin más amistad nipresencianiposibilidaddediálogoqueloquepudieradaraquelfantasmadebigoteslánguidos. Arturo silbó en el jardín, trepó la baranda y saltó en la luz del balcónvestido con el abrigo de baño, sacudiendo la cabeza mojada mientras cruzaba lahabitación,viendoalpasoelgestodeCapurroqueescondíaeldiariodobladoentrelapiernayelsillónyrezongó:«Siempreelfantasma».Cerrólaspersianas,encendiólaluzysedesnudódepiesobrelacama.

—Ylabarrigacrece—dijo,mientrassepasabalatoallaporloshombros—.Notecreía capaz de eso, jugar al remordimiento como si vos lo hubierasmatado.Y novuelvasapreguntarmesienunmundodeveintedimensionesvossoselculpabledequesehayapegadountiro.

Paradoencimadelaalfombraseoprimíaelvientreconsuavidad.—Me voy esta noche, tengo que apurarme—siguió diciendo—. Pero nunca le

dijistequesepegarauntiro,nuncaledijistequerobaraparacomprarpesoschilenosycambiarlosporlirasylaslirasporfrancosylosfrancosporcoronasylascoronaspordólaresylosdólaresporlibrasylaslibrasporáguilasylaságuilasporenaguasde seda amarilla o triciclos. No se lo dijiste, no le aconsejaste que robara. ¿Yentonces?

Flexionaba las piernas mientras se metía la toalla hecha una pelota bajo losbrazos.

—¿Tevasestanoche?—preguntóCapurro.—Claro,alasnueve.Yatengodemasiadasalud.Sepusolospantalonesycomenzóaabrochárselosfrentealespejo.—Yademás—dijo—.Notienesentido.Algunavezmeencerréconunfantasma.

¡Perounfantasmaconbigotesdealambre!Losfantasmasnosalendelanada,salende sustancia fantasmagórica. Si vos querés llamar sustancia fantasmagórica a uncajerodecooperativaconbigotedegeneralruso...

Capurrorecostólacabezaenelsillónymiróeltechodesnudo.—Tengounaculpa,en todoeso.Laculpadehaberlehabladodemaneraqueél

quedarasegurodequesiusabalosdiezmilpesosdelacajaseharíarico.—Estás loco —dijo Arturo y se puso el saco silbando, se miró desde lejos,

peinándose,enelespejo;despuésencendióuncigarrilloypusounpieenelasientodeunasilla—.Todoesoesidiotezcomplicada.Bueno,lavidaesidiotezcomplicada.Excesodesutileza.Perotevoyadeciralgoquepodríacurartesifuerastansutilcomoyo. ¿Él usó correctamente el dinero robado, lo usó exactamente como le habíasexplicado?

—¿El?—Capurroselevantóriendo—.Vamos.Cuandovinoavermeyanohabía

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nada que hacer. Al principio compró bien, pero se asustó y estuvo haciendodisparates.Unabellacombinacióndedivisasconcaballosdecarrerayruleta.

—¿Ves?Certificadodeirresponsabilidad.Teesperoabajo.Revisó su billetera y salió silbando ymientras se alejaba,Capurro pensó en el

hombre que había pasado un rato antes por el jardín, arrastrando algo, una largamanga de regar, tal vez, cualquier cosa pesada y flexible que hacía sonar elpedregullo y se frotaba en el césped, despacio, cuando él miraba su rostro viejohundidoenelespejo.

Reciénal comer la fruta, sentado frenteaArturoenel comedor,descubrióa lamuchachajuntoaunaventana,inclinadahaciaelairetormentosodelanoche,conunmontóndepelomovidoporelvientosobrelafrenteylosojos,condébileszonasdepecas—ahora,bajoeltubodeinsoportableluzdelcomedor—sobrelasmejillasylanariz,mientras sus ojos acuososmiraban distraídos la sombra del cielo, los brazosdesnudoscruzadossobresutrajedenoche,amarillo,unhombroprotegidoporcadamano.

Unhombreviejoestabasentadojuntoaellayconversabaconlamujerqueteníaenfrente,joven,deespaldablancaycarnosavueltahaciaCapurro,conunarosaenelpeinadosobre laoreja;yalmoversehablando,elpequeñocírculoblancode laflorentrabaysalíadelperfildistraídodelamuchachaycuandolamujerreía,echandolacabezahaciaatrás,brillabalapieldesuespalda,y lacarade lamuchachaquedabaabandonadaenlanoche.

Capurrodeseabaquedarenpazjuntoalamuchachaycuidardesuvidamientraslamiraba fumando, hasta que hubo unmomento en que ella levantó los ojos, sinsepararsusbrazoscruzados,moviendoapenaslacabezadesdeelcielohastalacaradelhombre.Volvióamirarlocomoanteseneljardín,conlosmismosojoscalmosydesafiantes, con idéntica provocación desdeñosa.Cómo soportaba él los ojos de lamuchacha y revolvía los suyos contra la cabeza juvenil, escapando de allí paraescarbarenlatormentadelanoche,paraadherirasumiradalaintensidaddelcieloyderramarla, imponerla en aquel rostro de niña que lo observaba inmóvil y sinexpresión,dejandoperdersinquererlo,sinsaber,sinpoderevitarlo,entregandoasucaraseriayfatigadadehombreladulzuraylahumildadadolescentedelasmejillaspecosasydelcuello,desdeelpaisajeennegrecidoeneljardín,atrásdelaventana.

Arturosonreíafumandoelcigarrillo.—¿Nolahabíasvistoantes?—preguntó.—Unavez.Estatardeeneljardín.Antesdequevolvierasdelbaño.—Flechazo —dijo Arturo moviendo la cabeza—. Bueno. Y la juventud, la

inexperiencia.Lindahistoria:perohayunoquelacuentamejor.Espera.Elmozoseacercóyrecogiólosplatosylafrutera.—¿Café?—preguntó.Erapequeño,conlacaraobscura,demono.

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—Bueno—dijoArturo sonriendo—.Esoque llamancafé.Peroel señorquieresabersobrelasexcursionesenbicicletadelaseñoritadelaventana.

Capurrosedesabrochóelsacoymiróhacialamuchacha,peroyalacabezahabíagirado endirección a la ventanay lamanganegradel hombrede anteojos sentadojuntoaellacortabadiagonalmentesutrajeamarilloyenseguidalacabezaconflordela mujer de la hermosa espalda se inclinó cubriendo la cara pecosa, dejandosolamente,comounrastroentresupropiopelooscuroylaorejadelhombredelosanteojos, un grueso borde del pelo rojizo de la muchacha, pesado, grave en losbordes,llameanteenlacrestaquerecibíalaluz.

—Nadamalo—seguíaArturoconelmozo—.Elseñorseinteresaporelciclismoydesea saber si la señorita...Decime. ¿Qué sucede de noche cuando papi ymamiduermenonoquierendarseporvencidos?

El mozo se balanceaba sonriendo, la frutera vacía a la altura del hombro,removiendolosojosoblicuos.

—Y,nada—dijo—.Yasabe.Amedianochelaseñoritaseescapaenbicicletaysevaavecesalmonte,avecesalasdunas—habíalogradoponerseserio,sinmaliciaenla cara y hablaba como si repitiera—: Qué le voy a decir. Ya sabe. Que vuelvedespeinada y sin pintura, que una vez la encontré yme dio dos pesos sin decirmenada, me los puso en la mano. Ahora, dicen los pasajeros y aquellos muchachosinglesesqueestánenel«Atlantic»yvienenlossábadosabailar,quesiempretienequienlaespereyquenuncaeselmismo.Peroyonodigonadaporquenovi.

Arturoseriógolpeandoelmuslode!mozo.—Ahítenés—dijo.—Entonces,¿doscafés?—dijoelmozo,volvióasonreírysefue.—Bueno—dijoArturo—.Unplandevidamásinteresantequemasturbarsecon

unfantasmabigotudo.Aldejar lamesa lamuchachavolvióamiraraCapurro.Desdesualturaahora,

unamanotodavíaenredadaenlaservilleta,fugazmente,mientraselairedelaventanahacíamoversecomounbadajodebronceelmechóndepelosobresufrente.

Enlagalería,conlamaletayelabrigoenelbrazo.Arturolegolpeóelhombro.—Unasemanaynosvemos.Buenospaseosenbicicleta.Saltó al jardín y caminó hacia el grupo de coches frente a la terraza del hotel.

CuandoArturocruzólasluces.Capurroseapoyóenlabarandayolióelaire.Volvióal dormitorio y fumó echado en la cama escuchando la música que llegabaininterrumpidadesdeelcomedordelhoteldondedebíanestarbailandoyaaaquellahora.Encerróenlamanoelcalordelapipayfueresbalandoenunlentosueño,enunmundoengrasadoysinairedondeavanzabaconenormeesfuerzo,boquiabierto,haciala salida donde dormía la luz indiferente del día, inalcanzable, mientras el tiroteoregularbramabaenlasombraquelecubríalasespaldas.Despertósudando,yfuea

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sentarsenuevamenteenelsillónrespirando;élairedetormenta,conoloramar,lerdoycaliente.Casisinmoversearrancóeldiariodeabajodesucuerpoymiróeltítuloyladesteñidafoto.Tiróeldiariosobrelamesa,terminódefumarlapipa,sepusountrajeviejo,elimpermeable,apagólaluzdeldormitorioysaltódesdelabarandahastala tierrablandadel jardíny el vientoquehacíagruesas eses rodeándole la cintura.Luegoeligiócruzarel céspedhastapisar elpedazode tierradondehabíaestado lamuchachasentadaporlatarde,lospiesenlasmanosylasnalgasachatadascontraelsuelo.Elmonteestabaasuizquierda,losmídanosaladerecha,todonegroyelvientogolpeándolelacara.Oyóruidoyvioenseguidalaluminosasonrisadelmozo,lacarademonojuntoasubrazo.

—Lástima—dijoelmozo—.Ladejóperder.Quería golpearlo pero sosegó enseguida susmanos que arañaban dentro de los

bolsillosdelimpermeableyjadeóhaciaelmar.Inmóvil,losojosentornados,resueltoyconlástimaporsímismo.

—Debehacerdiezminutosquesalió—continuóelmozo.Sinmirarlo.Capurrosabíaqueelotrohabíadejadodesonreírytorcíasucabezahacialaizquierda—.Loquepuedehacerahoraesesperarlaalavuelta.Siledaunbuensusto...

Capurrodesabrochólentamentesuimpermeablesinvolverse,sacóunbilletedelbolsillo del pantalón y lo pasó al otro.Otra vez vio la sonrisa delmozo y adivinóalrededordelasonrisalacaraordinariademono,lospequeñosojoshacialassienes,sudistraídocinismo.Esperóhastanosentirlospasosdelotroqueibanparaelhotel,luegoinclinólacabeza,lospiesafirmadosenlatierraelásticayelpastodondehabíaestadoella,envasadoenaquelrecuerdo:elcuerpodelamuchachasusmovimientosen la remota tarde,protegidodesímismoydesupasadoporunaya imperecederaatmósfera de creencia y esperanza sin destino, respirando en el aire caliente dondetodoestabaolvidado.

Cruzó el monte de eucaliptos lentamente palpando los árboles bajo el viento,cerrandolosojosparadefenderlosdelospicotazosdelaarenaenlacara.Todoestabaoscuro y no pudo encontrar la llamadel farol de la bicicleta de lamuchacha ni elpuntodebrasadealgúncigarrillodealgúnhombrequefumarasentadoenlashojassecas,apoyadoenuntronco,conlaspiernasrecogidas,cansado,húmedo,contento.Estaba ahora al final delmonte, en la playa, a cienmetros delmar y frente a lasdunas.Sentíaheridaslasmanosysedetuvoparalamerselosdedos,mirandounaluzqueoscilabadentrodelagua.Caminóhaciaelruidodelmar,pisólaarenaendurecidadelaorillaydoblóentoncesaladerecha,buscandolasdunas,elmarenelcostadoizquierdodesucuerpo.Ningunaluz,ningúnmovimientoenlasombra,ningunavozarrastrada por el viento. Abandonó la orilla y comenzó a subir y bajar las dunas,resbalandoenlaarenafríaqueentrabaensuszapatos,apartandoconlaspiernaslosarbustos,corriendocasi,felizyrabioso,excitadocomosinopudieradetenersenunca,

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riendo adentro de la noche ventosa, subiendo y bajando a la carrera las diminutasmontañas,cayendoderodillasyaflojandoelcuerpohastapoderrespirarsindolor,lacaradobladahacia elmovimientodel agua.Estaba solo en todo loqueeraposiblesaberdelmundo,siguióandando,tristeyfatigadocomositodoslospensamientosdedesánimohubieranlogradoalcanzarloenlaarenayresbalando,cayendoderodillas,irguiéndoseencorvadobuscósinentusiasmo,elcaminoderegresoalhotel,pensandoensucara,másafectadamentetristeenelespejodellavatorio.

Volvióadormirsemediovestidosobresucamacomoenlaarena,labocaabiertasintiendoqueibaentrandoenelsueñoylatormentaqueestallaba,golpeadoporlostruenos,hundidoysiempresedientoenelruidorabiosodelalluvia.

Estabanuevamenteunamañanadeveranoen lagalería.Terminódeafeitarseysalióparamirarelpaisajerefrescadoporlalluvia,mientrasextendíaensucara,conambas manos, los restos perfumados del talco. Vio tres niños correr cerca de lacanchade tenisycomprendióquesuangustiapodíamezclarsesinviolenciacon lamañana. Un Ford azul roncaba subiendo la cuesta, detrás del chalet de techo rojosalióalcaminoycruzódelantesuyosiguiendohastalapuertadelhotel.Viobajaraunpolicía,aunhombreextraordinariamentealtocontrajedeanchasrayasyunjovenvestidodegris,rubio,sinsombrero,alqueveíasonreíracadafrase,sosteniendoelcigarrillo con dos dedos frente a la boca. El gerente del hotel bajó con lentitud laescalerayseacercóaellos,mientraselmozode lanocheanteriorsalíadeatrásdeuna columna de la escalinata, en mangas de camisa, haciendo brillar su cabezaretinta. Todos hablaban con pocos gestos, sin casi cambiar el lugar donde teníanapoyadoslospies,yelgerentesacabaunpañuelodelbolsillointeriordelsaco,selopasabaporloslabiosyvolvíaaguardarloprofundamenteparaalospocossegundosextraerloconunmovimientorápidoyaplastarloymoverlosobresuboca.Losniñosse habían sentado en la sombra, contra el tejido de la cancha. Capurro entró parabuscar la pipa y al salir nuevamente a la galería, al darse cuenta de sus propiosmovimientos, la morosidad con que deseaba vivir y ejecutar cada gesto, como sibuscaraacariciarconlasmanoslosgestosqueéstashabíanhecho,sintióqueerafelizenlamañana,quepodíahaberotrosdíasesperándoloencualquierparte.Vioqueelmozomirabahaciaelsueloylosotroscuatrohombresalzabanhaciaéllacabeza.

El joven rubio tiró el cigarrillo lejos; entonces Capurro comenzó a separar loslabioshastasonreírysaludó,moviendolacabeza,algerente,yenseguida,antesdequepudieracontestarle,antesdequeseinclinara,mirandosiemprehacialagalería,golpeándose la boca con el pañuelo alzó una mano y repitió el saludo. Volvió alcuartoparaterminardevestirse,pusounaflorblancaenelojaldesusacodefranela.Estuvo un momento en el comedor, mirando desayunar a los pasajeros y despuésdecidió tomar una ginebra, nadamás que una, junto almostrador del bar, comprócigarrillosybajóhastaelgrupoqueesperabaalpiedelaescalera.Elgerentevolvióa

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saludarlo yCapurro notó que lamandíbula le temblaba, apenas, rápidamente.Dijoalgunas palabras y oyó que hablaban y el joven rubio vino a su lado y le tocó unbrazo;todosestabanensilencioyélyeljovenrubiosemiraronysonrieron.Capurroleofrecióuncigarrilloyél loencendiósinapartar losojosdosucara;despuésdiotrespasosretrocediendoyvolvióamirarlo.Lediolaespalda,caminóhastaelprimerárboldelcaminoyseapoyóallíconunhombro.Todoaquelloteníaunsentidoy,sincomprenderlo,Capurro sintió que estaba de acuerdoymovió la cabeza asintiendo.Entonceselhombrealtodijo:

—¿VamoshastalaplayaenelFord?Capurroseadelantóyfueasentarsejuntoalasientodelchofer.Elhombrealtoy

el rubio se sentaron atrás. Capurro pudo ver al gerente hablando con el mozo,sacudiendo la cabeza hacia los costados. Había guardado el pañuelo y a cadamomentoalzabalamanohastaelcuello.Elpolicíasesentóenelvolanteypusoenmarcha el coche. En seguida se pusieron a rodar en la calmosa mañana; Capurrosentíaelolordelcigarrilloqueestabafumandoelmuchacho,sentíaelsilencioy laquietuddelotrohombre, lavoluntad rellenandoesesilencioyesaquietud.Cuandollegaronalaplayaelcocheatracójuntoaunmontóndepiedrasgrisesqueseparabanelcaminodelaarena.Bajaron,pasaronalzandolaspiernasporencimadelaspiedrasycaminaronhaciaelmar.Capurroandabajuntoalmuchachorubio.

—Quédía—dijoelmuchacho.—Si no llovía nos hubiéramosmuerto de calor—contestóCapurro unos pasos

después.Se detuvieron en la orilla. Estaban los cuatro en silencio, con las corbatas

sacudidasporelviento.Volvieronaencendercigarrillos.—Noestáseguroeltiempo—dijoCapurro.—¿Vamos?—contestóeljovenrubio.Elhombredeltrajearayasestiróunbrazohastatocaralmuchachoenelpechoy

dijoconvozgruesa:—Fíjese.Desdeaquíalasdunas.Casidoscuadras.El otro asintió en silencio y después encogió los hombros como si aquello no

tuvieraimportancia.VolvióasonreírymiróaCapurro.—Vamos —dijo Capurro y todos regresaron sin hablar hasta el automóvil.

Cuandoibanasubir,elhombrealtolodetuvo.—No—dijo—.Ahíenfrente.Enfrente había una casa y un galpón de ladrillos manchados de humedad. El

galpón tenía techo de zinc y letras negras pintadas arriba de la puerta. Esperaronmientraselpolicíaentrabaenlacasadealladoyvolvíaconunallave.Capurrosediovuelta paramirar elmediodía cercano sobre la playa, el policía separó el candadoabiertoyentrarontodosenlasombrayelfrío.Lasvigasestabanuntadasdealquitrán

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ycolgabanpedazosdearpilleradeltecho.MientrascaminabanCapurrosentíacrecerelgalpón,másgrandeacadapaso,alejándoselamesalargaformadaconcaballetesque estaban en el centro. Miró la forma estirada pensando «quién enseña a losmuertos la actitud de lamuerte».Había un charco estrecho de agua en el suelo ygoteabadesdeuna esquinade lamesa.Unhombre descalzo, con la camisa abiertasobreelpechocoloradoseacercócarraspeandoypusounamanoenunapuntadelamesade tablones,dejandoquesucorto índicesecubrieraenseguida,brillante,delaguaquenoacababade chorrear.Elhombre alto estiróunbrazoydestapó la carasobre las tablasdandoun tiróna la lona.Capurromiróel aire, elbrazo rayadodelhombrequehabíaquedado estirado contra la luzde la puerta sosteniendo el bordeconanillasdelalona.Volvióamiraralrubiosinsombreroehizounamuecatriste.

—Mireaquí—dijoelhombrealto.Fueviendoque lacarade lamuchachaestaba torcidahaciaatrásyqueparecía

quelacabeza,morada,conmanchasdeunmoradorojizosobreundelicadomoradoazuloso tendría que rodar desprendida de un momento a otro, si alguno hablabafuerte,sialgunogolpeabaelsueloconloszapatos,simplementesieltiempopasaba.

Pero la cabeza con un pelo endurecido, la nariz achatada, la boca oscura,alargadaslaspuntashaciaabajo,lacias,goteando,permanecíainmóvil,invariablesuvolumenenelairesombríoqueolíaasentina,másduraacadapasodesumiradaporlospómulosylafrenteyelmentónquenoseresolvíaacolgar.Lehablabanunotrasotro, el hombre alto y el rubio, como si realizaran un juego, golpeandoalternativamentelamismapregunta.Luegoelhombrealtosoltólalona,diounsaltoy sacudió a Capurro empuñándole las solapas; pero no creía en lo que estabahaciendo—bastabamirarlelosojosredondos—yencuantoCapurrohizounasonrisadefatigaelotrolemostrórápidamentelosdientes,conodio,yabriólamano.

—Bueno.Yabasta—dijoCapurroytodossecallaron,mientrasseguíagoteandola esquinade lamesa.Miró al joven rubio que esperaba con el cigarrillo entre losdedos frente al pecho, dirigió la cara hacia la muerta y se detuvo observando lasarpillerasquecolgabandesdeel techo.Sólo teníapara contarlesunahistoria larga,entrecortada,llenademomentosbrillantesymisteriososquenadateníaqueverconaquello que interesaba a los hombres de pie en el galpón,mirándole la boca, queacaso tampoco tuviera relación con nada concreto que él pudiera imaginar.Hizo acadaunouncortogestodeamistadygiróparasalir,creyendoqueibanadetenerloencadapaso,perooyóenseguidaqueloshombresloseguíansintocarlo,sinhacerleyaninguna pregunta, sin prisa, como si acabara de contarles la larguísima historia ytodos marcharan sin propósito, un poco inclinados por el cansancio de escuchar,escuchando ahora el susurro intermitente que la historia sin medida iba haciendodentrodelacabezadecadauno.

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NuevedeJulio

AurorahablódelahistoriadelpaísfabulosolanocheenqueaceptósubirtardealahabitacióndeGrandiatomartéycruzóelgranpatiodelaterraza,dilatadoporlaluna, para rascar la persiana de la puerta. El la vio sonreír, el cuerpo encogido, yentrar con paso rápido y silencioso, arrastrando los pies con blandura, las manosescondidas bajo el abrigo y una capucha en la cabeza; cargada de misterio, deilegalidad y de una alegríamovedizamientras semantenía de espaldas a él, en elúltimoritodeesconderlelacara.Luegosesentóenelbordedelacama,mirandolabasedelconode luz sobre suszapatos,hablandoconun tonodevozdesconocido,sujetoauninnecesariosusurro,larespiraciónvelozquelahacíamostrarelbordedelos dientes en la boca oscurecida. Y aparte de lo inevitable, aparte de tener unamuchachaenlanocheensuhabitación,Grandinosintióningúndeseoespecialporella,ningúnimpulsodeacercarseatocarla,seguroademásdequelamuchachaestabatanvacíacomoél,aquellanocheylasotras.

Pero estaba rodeada y cargada con la aventura y temía al fracaso como a unaherida.La falsedad lahacía equivocarse, confundir losmovimientos, olvidar frasesimprescindiblesqueélcontinuabaesperandomuchosminutosdespuésdelmomentoen que debían haber sido dichas. Del incomprensible compromiso de permanecerdesconocida para él, Aurora extraía gestos extraños, sonrisas de alguna mujercualquiera,movimientosajenosqueparecíansucedersefueradesucuerpoyquesucuerpo mostraba olvidar en seguida. Después descansó, finalmente en el últimomomento de la noche, con la boca abierta y torcida, sorprendentemente fea,alejándosedeélconelpeloqueondulabaenlapenumbrahastalaalfombra.

Todavía ahora podía recordarla peinándose ante el espejo del armario yexaminando su cara; buscando en silencio, ansiosa y decepcionada una novedadcualquiera;mendigando a la imagen demuchacha con nariz larga, despintada, unaminúscula huella, un pliegue o un resplandor que hubieran sido agregados y quepudieracontemplarmañanayusarcomocaminocerteroparareconstruirlanocheyconoceralamujerquehabíaestadoconGrandi.

Tambiénpodíarecordarla,unmomentoantes,aproximandosusonrisaalaluzunpoco sangrienta de la estufa donde susurraba el agua para el té, en cuclillas,separandobruscamentelacaraparaexaminarloaélyguiñar,siempresonriendo;peronoconlasonrisahechizadaquehabíaaproximadoalaestufayquelaaislabajuntoalresplandorcircular,sinoconlaexpresióndecomplicidadaceptadaquenosereferíaalanocheyloqueéstapudieracontener;queestabamásalládelasensualidadyqueuníaaambosen la inteligenciade lo inexpresablede lavidayde lasvariantesdeldestinohumano.

Lamiradaahoraquieta,colocadaensuvisióninmediatamentedespuésdelazona

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de aire que perturbaba la forma de las flores y trataba de evocarla—esa redondafrentequeblanqueaenlaluz,esaorejagruesayfirme,esaaplacadarayadelaboca—juntoasucaraenlasnochesdeaquelotoñoyaquelinvierno.Evocabalaneblinadelmiedo en los ojos de la muchacha, la frase estúpida que ella balbuceó cuandoforcejeaban.

Una tarde ella le dijo que deseaba no verlo más y le pidió que se mudara.Comenzóapasarasuladoenlaescaleradelapensiónoenelcomedorsinmirarlo,sin propósito de huirle, sin mostrar estar ocupada en la construcción de algo quesirvieraparasepararlos,comosiellamismasehubieraabatidorepentinamentecomosusmanos,vacíayfloja,sinnadaparadar.EnaqueltiempoCarlotacomenzóaveniralgunasnochesacomerconAurorayelpadre,yGrandisedistraíacomparando lacaradesuamigaconelperfil rubiode laotra,quemostrabaunúnicoojosolitarioseparadodelanarizrectayangélica.

Después tuvo un excesivo final de cuarenta y ocho horas, hundido en elremordimientoyel terroryeneldescubrimientodelpecado.Todojunto,empujadodentrosuyoconrabiayfuerzaparaquetodopudiesecaber;unasolavezenlavida,eracierto,peroinolvidableyangustiosoaún.EsamismamanoqueseenlazabaahoraconladeJuliohabíaestadocontraídarodeándoleunbrazomientraseltaxiavanzabainterrumpido,alasoncedelamañana,un9deJulio,entrandoentrelamuchedumbrequeesperabayperseguíalosómnibus,haciendosonarunainsoportablebocinaentrelascasasembanderadasylasgentesconescarapelasenelpecho.ElibasintiendoelretenidoodiodeAuroragirandoenlacabezaquelamuchachaapoyabaenunrincóndelcoche,ymedíaelmiedoporlascontraccionesdelosdedosenelbrazo,unmiedoanimal ante la inminenciadelmartirioque laobligaba a aquel contacto, aunirse acualquier ser vivo, Grandi inclusive; a difundir en cualquier otro su conciencia, aquebrarlasoledadconlaspuntasdelosdedosapretadoscontraelcalordeunbrazoparaqueelmiedonolograracolmarla.Grandiconociólaimperdonablesonrisaylaestirada palabra de ternura en la puerta del consultorio; conoció el café hirvientebebidodeuntragoenelbardelaesquina,elprimertelegramadeundiariodecincocentavosreleídounayotravez,conlosdientesapretados,sinentenderlo.Conociólalentituddelsegunderotemblorosoenlaesferaamarillentadelreloj,lamiradaconqueestuvolamiendolascarasdelasgentesenelmostradoryatravésdelosvidriosdelbar, suplicando una expresión cualquiera, un gesto, un defecto o una peculiaridadfísicacapazdedistraerloydeinterponerseentreélylarígidaimagendeunamujerperniabierta entre premura, algodones y sangre. Después estuvo esperando en laesquina,apoyadoenunárbol,abrumadocuandolagentelorodeabayperdidocuandoloabandonabanparaalcanzarloscoches.

Entró en una panadería y llamó por teléfono a Lankin clavando enfurecido eldedocontraelnúmeroocupado.Regresóalaesquinayempezóapasearse:desdeel

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tercerárbolvioaLankinenelbalcón, inclinado,enorme,moviendo lacabezaparabuscar, con la túnica abierta. Entonces estuvo seguro de que la muchacha habíamuertoy supoquehabíauncastigopara laculpa; se sintióenpaz repentinamente,solitario y protegido de todo daño. Subió lentamente la escalera charlando con laenfermera.Lasaladeesperaestabavacía.

Cuandolamujervestidadeblancolodejósolo,abriólapuertadelconsultorioyvioaAuroraestiradaenlacamilla,conlaspiernastapadasconelabrigo;ymientrasse fue acercando, oyendo el inevitable roce de los zapatos en el linóleo, amódesesperadamente la cabeza pálida de ojos hundidos y cerrados en una grasitudazulosa, y la nariz larga, de agujeros retintos. Aurora movió la cabeza y lo miró;sonrióen seguidayél tuvoque inclinarse, estirar elbrazoyacariciar elpelode lamuchacha.Lankinabrió lapuertaydijounafrase riendo.Nuncahabíahablado tanfuerte.GrandiseapoyóenlacamillaymiróagradecidoaAurora.DespuésdiscutióconLankinquesepaseabaconunlibroenlamano,mientrasescuchabalasvocesylasbocinasenlacalle,losruidosdelasirvientaenelcomedorponiendolamesaparaelalmuerzo.

Detodoeso,después,nadamásquealgunamiradafijadeAuroracuandoveníaabuscaraCarlotay teníanqueesperarla juntos.«Nodebehaberningún recuerdodeella—pensó—ynosune solamente el hechodeque ella puedamantener sus ojosinmóviles enmi cara, silenciosa, durante un tiempo; y que yo puedamedir en surostro,ensusmovimientosyensumaneradehacerlasfrasestodoloqueselehaidoagregando,todoloquelefuequitadooyaceenella,sinvida,sininfluencia,comolapequeñacicatrizqueteníajuntoalojoizquierdoyquehadescendidoahorahacialamejilla. Y esto basta para que ella sea otramujer, para que no haya estado nuncadesnudaconmigodistanteporigualdemirecuerdoydelamuchachadelanarizlargaquecomíadeespaldasalachimeneaenlacasadepensión.Ellanopodríaimaginaryanuncacómoeseaisladoyhundidorecuerdoquepersisteenvivirsinalimentohallegadoasermisecretoycuántaimportanciatieneenmediodemiconfusióncuandoquieremirarme.Mássignificativaquetodo,estálanocheenqueellaseinclinójuntoalaestufaypersisteelmediodíaenqueeltaxiavanzabalentamentehacialacasadeLankin.»

—Yovoyapasear—dijoLankin—.Noquieroesperarlos.Caminódosveces,deunladoaotrodelahabitaciónemparedadoporelsilencio.

SedetuvofrenteaGrandiylomiróunrato.—Voyapasear—repitiófinalmente.Grandimoviólacabezaylovioabrir lapuertaysaliralcorredor,sinabrigoni

sombrero. «Y Alcides para agregar —pensó Grandi—; ese pobre chico. Sólo yopuedo saber con cuánto disimulo le hablé esta tarde y con quémirada observé elcuellogastadodesucamisa,lacorbataarrugada,loszapatosdeformesyopacosque

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retiró finalmente hacia la sombra de la mesa, como si escondiera los pies sucios.Cómoestará todo eso ahora, con la sangre.Y el recuerdodemi entrevista dehoy,ahoraquehamuerto,tendráquequedarenmí,tendráqueiradepositarsealasucianegruradondeestánlasnochesconAurorayelabortoamediodía.Sóloyoseguirésabiendoconcuántaprotecciónydesdénlegolpeédespacitoelhombroalterminardehablarle,haciendosonarlamásmaladelasrisassobresucabeza.Ynolohiceparaquesematara;nolohicesiquieraparaconvencerlodequeyoteníarazón.Nadamásqueparaquenocontinuasemirándomeysonriendoconaquellaexpresióninquietadesu cara de adolescente enclenque, con el brillo de burla de su juventud ante unhombrealqueconsideradefinitivamenteterminadoporquetieneeldobledesuedadynoconservamásqueelnombrey algúncarcomido rasgopara convencerdequefue,éltambién,unseransiosoeimplacable,enelpasadodesvanecido,enunnublado9dejulio,enuntaxi.»

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Deregresoalsur

Cuando estuvo solo en el rincón del café, Oscar volvió a pensar en la cabezapálida de tíoHoracio en la camilla, que parecía haber aceptado definitivamente laexpresión de leve interés y cortesía con que se enmascaraba al escudar hablar depersonas y cosas que habían estado o atravesado el sur de Buenos Aires, la zonaextranjeraqueseiniciabaenlacalleRivadavia,yapartirdelCarnavalde1938.TíoHoracioalzabalascejasycasisonreíaparaesperarelfindeaquellasconversaciones.Recordando su rostromuerto, era nuevamente imposible adivinar en qué sentido yconquéintenciónelodioyeldesprecioactuabansobrelasimágenesylosseresdelbarriosur,cuálhabíasidoladeformaciónobtenida«o»—talveznoeramásqueesto—enquétonodeluzelodioyeldesprecioenvolvíanparatíoHorariolospaisajesproscritosdelSur.

ElprimersábadodelCarnavaldel38,tíoHoracioyPerlapasearonporBelgranodespuésdelacomida;salierondeldepartamentoycaminarondespacioporTacuaríyPiedras, tomados del brazo. Oscar supo que habían ido a beber cerveza a un caféalemányquehabíanconversadoallíhastapasadalamedianoche.Cuandovolvieron,ellaestuvodandovueltassinmotivoporlacasa,tarareandounamúsicadeAlbéniz,ycasienseguidaseacostó.TíoHoracioquedóunratosentadojuntoalamesadondeOscarestudiaba.Parecíacansado,ysequitóelcuello.Jugabaconelreloj,metiendoundedoenelbolsillodelchaleco,ymirabapensativolamesa,enlaspausas,entrelaspreguntasdistraídas.Oscarvioquesonreíasuavemente,ylooyóreírunpococuandoselevantóyestuvounratodepie,laspiernasmuyseparadas,sacudiendolacabeza.Después suspiró, hizo la última pregunta sobre libros y exámenes y subió aldormitorio.

Eldomingonosalierondecasa;durante todoeldíasemovieronconpesadezysilencio por el calor de la casa, mal vestidos, tendiendo a los rincones frescos ysemioscuros,dondemarcabansupresenciacongruesosdiariosdelamañana,revistasy libros ajados, de fecha antigua. Cuando Oscar se fue al anochecer, tío Horacioestabasoloenelescritoriocontandounasgotasderemedio.«Ellasequiereiryélnoquierepresionarlahabiéndoledesuenfermedad—pensóOscar—,oellasequiereiryélvaabuscar la formadepresionarlahaciéndolesaber,sindecirlo,queestáotravezenfermo.»

El lunes de Carnaval estuvieron todo el día juntos y afuera; Oscar los vio denoche,nuevamenteamigos;tíoHoraciohablódemuchascosas,unpocoexcitadoyfeliz, con sudor en la frente y un jadeo al sonreír.ElmartesOscar llegó a la calleBelgrano al anochecer; tío Horacio estaba solo, junto a una ventana, la camisadesprendida,loslentescolgandoporrunapatilladelosdedos;ylaquintaedicióndeundiariojuntoalospiesdescalzos.Sesaludaron,yOscarnoleviomásquesueñoen

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la cara. Después no pudo comprender —porque aquello representaba a undesconocido cualquiera y no tenía relación alguna con tío Horacio— el encontrarencimade lacarpetadelcomedor,cercadelvasode lecheyel sándwichde jamónqueledejabatodaslasnochesPerla,unacartaescritacontintamuyazul,desplegada,sujeta con el centro de mesa, con cuatro dobleces bien marcados. La leche, elsándwichylacartahabíansidopuestosallíportíoHoracio,porelhombrequeestabajuntoalaventanadelaotrahabitación:queríaenterarlo,sinpreguntas,dequePerlasehabíaidoconperdones,olvido,felicidadyelirrenunciablederechoalarealizaciónde la propia vida. No volvieron a hablar de Perla; cuando Oscar volvió en lamadrugada, lacartanoestabaenlamesa,y tíoHoraciocontinuabaespiandopor laventana la noche caliente de Carnaval, todavía blando en la cara el gesto debondadosohastíoquehabríadeseñalarlohastaelfinal.

EneltiempodeBelgrano,elhijodeHoracio,Walter,ibapocasvecesavisitarlos;perocuandosemudaronaunapensióndeParanáyCorrientescomenzóallegarcasitodaslasnochesdemasiadobienvestido,perfumado,conellargopeloendurecidoybrillante echado hacia la nuca. Oscar lo oía taconear en el corredor y luego veíaaparecersucarablanca,hechadeunamateriaexangüeyenvejecida,muchomásviejaqueél,comosiWalter lahubieseprestadoparaqueotrohombrelagastaraenañosrellenosdemiserias,demirarsinnoblezaydeestirarsonrisasfalsasyvacilantes.

—Holaquétal—decíaporencimadela lámparalacarasolitariaentrelaparedoscura y el traje negro. Saludaba a tío Horacio y comenzaba a pasearse entre elbalcónylacama,contandohistoriasdegentesdelteatroylaradio,deldineroqueibaa ganar en la temporada, de ganancias fabulosas en el hipódromo de La Plata.Construía el esqueleto de su vida, y Oscar, sobre los libros, lo iba rellenando ycubriendo conmadrugadas sin consuelo, caras abyectas, mujeres sin sombrero, delargos trajesdecoloresdeprimentes,quebalbuceabansobremesitasybajomúsica,siemprebajomúsicadebandoneonesotrompetas,opoblando,cubiertasconsalidasdebaño,enhorasdesiesta,elpatiodelapensión.

LavalladelacalleRivadaviaselevantógraciasaWalter.Noseanimóadecirlodirectamentealviejo;estabadetrásdetíoHoracioyhablódirigiéndoseaOscar,queseponíalacorbatafrentealespejo.

—ViaPerlaenuncafédelaAvenida.Nomedijonadaespecial,peroestábien.Después, en otras noches, supieron que Perla se había ido con un hombre que

tocabalaguitarraenuncaféespañol,ylacaraoscurayaceitosadelamantedePerlase hizo para Oscar inseparable del recuerdo de la mujer. Tío Horacio no hizocomentarios,ynoparecíahaberseenteradodelaproximidadnocturnadePerla,cincocuadrasalSur.OscarsupoquehabíaoídoaWalter,porqueenlospaseosdelanoche,cuando salían a tomarun café liviano a algunaparte, comenzóa llegarporParanáhasta Rivadavia, donde se abría la Plaza del Congreso y hacia donde miraba con

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curiosidad idéntica noche tras noche; luego doblaba a la izquierda y continuabanconversando por Rivadavia hacia el Este. Casi todas las noches; por Paraná, porMontevideo,porTalcahuano,porLibertad.Sinhablarnuncadeaquello,Oscartuvoque enterarse de que la ciudad y elmundo de tíoHoracio terminaban enmojonesinfranqueables en la calle Rivadavia; y todos los nombres de calles, negocios ylugares del barrio sur fueron suprimidos y muy pronto olvidados. Demanera quecuando alguien los nombraba junto a él, tío Horacio parpadeaba y sonreía, sincomprender, pero disimulando, esperando con paciencia que la historia o lospersonajescruzaranRivadaviayélpudierasituarlos.

Asíestabanenelaño38,yasísiguieronenel39,hastaelprincipiodelaguerra,golpeándoselosdossinviolenciacasitodaslasnochescontraelmurodeRivadavia,sabiendoporWalterquelaavenida«estaballenadegentegordayelotrodíaandabaun torero». Sabían también que casi cada semana inauguraban un nuevo café, concanciones ymúsica; en todos ellos instalabaOscar al guitarrista junto a una Perlaremozadaylocuazquebebíamanzanillaygolpeabalaspalmasacompás.«EsporlaguerradeEspaña»,comentabaWalter.

Pero la guerra de España había terminado hacíamucho tiempo, y pormuchosmeses la Avenida de Mayo fue para Oscar —y él pensaba que también para tíoHoracio—diez cuadras flanqueadas de cafés ruidosos en la noche, con hombres ymujeres gordos tomando cerveza en las aceras, mientras a la luz del día muchostorerosibanyveníanconpasoapresurado.YlaspocasvecesenqueOscaratravesósolo de nocheRivadavia y vio unaAvenidadeMayo reconocible, volvió sin decirunapalabraa tíoHoracioyolvidóenseguida loquehabíamirado.Asíqueestabaseguro de que dentro de tío Horacio seguía paralizada la visión fantástica delterritorioperdido,dondePerlaconversabayreíaydondeerafrecuentequehubieseuna Perla en cada café ruidoso, cerca de un torero, cerca de un hombre de peloretinto,inclinadoencimadeunaguitarra.

La última vez que tíoHoracio estuvo enfermo, elmédico lo habíamirado conojosdesganadosalponerlelainyección.«Nosesabecuánto—dijodespués—.Alomejor vive más que usted.» Oscar decía que sí; pero Walter no quería creer ymurmurabaconelcigarrilloenlaboca—labocaunpocotorcidaporelcigarrillo,elperfilalto,talcomoOscarloveíaatrásdelasventanasdeloscafés—:«Undíanosdaunsusto».

El susto llegó una noche en que salieron a caminar los tres, tíoHoracio en elmedio, un sábado en el principio del verano. Tío Horacio caminaba despacio,hablando, palabra por palabra, de la organización de los productores de trigo deCanadá, y Oscar lo vigilaba de reojo, mientras Walter, taconeando, los delgadoshombroshaciaadelante,afirmaba,sacudiendolacabezadondeelpequeñosombreromostraba el lado izquierdo del peinado brillante. Siempre sacudía así la cabeza

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cuandotíoHoraciocomenzabaarepetir,entonofamiliarysinénfasis,loquehabíaleídoenlibrosyrevistas.OscarpensabaenWalter,tomandomateenlosatardeceresdelapensión,entrelosgritosylasperezasdelasmujeresquechancleteabanconsusbatas manchadas de rouge, repitiendo con voz seria los artículos que le habíatransmitido su padre unos días antes sobre la distribución de productos en laposguerra,latalladediamantesylaoladecrímenessexualesenlosEstadosUnidos.

TíoHoracioibahablandodeManitobayreduciendobushelsakilosenlaesquinadeTalcahuanoyRivadavia,ysininterrumpirse,sinungestodeanuncio,sinnadaquerevelaraquecomprendíaloqueestabahaciendo,continuóandandoyhablando,cruzólavalla invisibledeRivadaviay llegóa laotra acera.Sedetuvounmomentopararespirar con lentitud, y en seguida continuó andandodespacio, recorriendo la cortacuadraquellevabaalaAvenidadeMayo.PorarribayporatrásdetíoHoracio,OscarsemiróconWalteryviocómoelotrolehacíaunasonrisa,unsignodealegría,comosiacabaradeenterarsedequesupadrenoestabayaenfermo.

Durante las dos cuadras que caminaron por la avenida, tíoHoracio dijo que elúnico país digno de total respeto entre los que estabanmetidos en la guerra era laChina. Dijo algunos nombres geográficos, algunos nombres de generales yconductoresyunaprofecíasobreelfuturodeAsia.Frentealtercercaféconmúsica,tíoHoracio se detuvo ymiró sonriendo, hacia adentro. «Bueno—dijo—, vamos atomar algo.» Otra vez se miraron a sus espaldas y como Walter sonreía ahorafrancamente, apuntodecomentar loqueestaba sucediendo,Oscar se tranquilizóeinició la entrada en el pequeño salón, dondeun aparato demúsica sonaba tocando«Caprichoárabe».

TíoHoraciopidiótrescervezas,miróunpocoalrededorycomenzóahablardelaindustrializacióndelospaísescoloniales.EnunapausaWalterdijo:«Haypocagenteesta noche. Si cruzamos enfrente...» Pero tíoHoracio siguió hablando, con la caradistraída y bondadosa.Cuando trajeron la cerveza estuvo un rato inclinado, con elvasoapoyadoenlaboca,sinbeber,inmóvil,losojosbajos,OscarmiróaWalter,queexaminabaelfondodelsalón,arreglándoselospuñossalientesdelacamisa;nopudoencontrarle los ojos y se echó hacia atrás, observando a tío Horacio y esperando.Esperó hasta que él bebió un trago, dejó el vaso sobre la mesa y se apoyó en elrespaldode lasilla, labocaabiertaparahablar,ycomenzóaresbalarenelasiento.Walterdiounsalto,sepusoatrásdesupadreytratódelevantarlo,tomándolodelasaxilas.Entre elmozo y un hombre que se acercó a lamesa,Oscar se inclinó paraaflojar el nudo de la corbata del viejo. Vio que la cabeza giraba con trabajo, seinclinabahaciaunhombroyvolvíaalevantarse.EntoncesWaltergritó:«Haceteunacorridaytraélasgotas».

Oscarsaliócorriendodelcafé,consiguióuntaxiyviajóaParanáyCorrientesabuscar el remedio; no quería pensar en nada, solamente recordaba a tío Horacio

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cruzandolacalleRivadaviaypreguntandoconvozpaciente,sinpresionar,segurodequeélmismopodríadarenseguidalarespuestaexacta:«¿Ycuáleselsecretodelafuerzadelosagricultorescanadienses?»

Oscardijoalchoferqueesperaraysubiócorriendolaescalera.Nohabíanadieenelhall;empezabalabuenaestaciónyerasábado,todosdebíanhabersalido.EntróenlapiezayvioaPerlasentadaenlacama,unbrazomuyseparadodelcuerpo,conlamano hundida en la colcha, el pecho bastante más saliente que cuando vivía enBelgrano, tal vezmás gorda en todo,muy pintada. Lamujer sonrió, inclinando lacabeza como lasniñas; era el gestode siemprepara tíoHoracio, el gestodeganardiscusiones,hacerseperdonar,llevarloalacama.

—¿Cómo le va?—dijo ella, y bajó la cabeza, sin dejar la sonrisa, hasta casitocarseelhombroconlamejilla.

Oscarnolecontestónadayporunmomentoseolvidódelremedio,delcochequeesperaba,detíoHoracioresbalandoenlasilla.Sesacóelsombreroyseapoyóenlamesa,frenteaella,mirándola.Despuéstambiénélsonrió,porquePerladijo:

—¿Qué le pasa? ¿Se asombra de verme, verdad? Parece que no se alegrasemucho—empezóalevantarlacabeza—.¿Horaciosalió?Yoqueríaverlo...

Oscar volvió a ponerse el sombrero, fue a buscar el frasquito al botiquín, ymientraslorevolvíalehabló:

—Estáahí,enuncafédelaAvenida,conunataque.La oyó levantarse, caminar de un lado a otro y asegurar varias veces que era

imposible.Repetía:«tanluegoahora»;yOscarnosupoloquequeríadecir.Encontróelfrascoyledijo:

—Tengounautomóvilesperandoparairalcafé.Siquierevenir,seapura.En el primer viaje en taxi no hablaron; Oscar estaba con el cuerpo inclinado,

mirandolacalleporencimadelbrazodelchofer,conelfrasquitoapretadoentrelasrodillas.Cuandollegaronalcafé,elaparatodemúsicatocabaunpasodoble,ylamesaestaba vacía, con un mozo de pie, al lado, comentando con alguien de una mesavecina,mientrasmovíasinsentidolaservilleta.

—Yaselollevaron—dijoelmozo—.Seguíapeor,ydeaquímismollamamosyse lo llevaron. No sé adonde. Lo habrán llevado a Esmeralda al 66. Le voy apreguntaralpatrónsisabe.

Elpatrónnosabía,perohablaronenlacalleconelvigilante,ylesdijoquehabíanllevadoatíoHoracioaEsmeralda66.

—¿Cómoestaba?—preguntóPerla.—No sé—dijo el vigilante—. Estaba mal. Cuando yo llegué se desmayó del

todo.SiguieronenotrocochehastalaAsistenciaPública,yenestesegundoviajePerla

mostróunpañueloenlamanoycomenzóallorar,lacabezaotravezinclinada,como

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sihubieracercaalguienaquienpediralgunacosa.En la Asistencia Pública los dejaron entrar en seguida, los guiaron por un

corredor,caminaronporunlaberintohechodebastidoresyentrarondespuésenunasalagrande,dondeWalterestabatironeándosedesconcertadamentedelospuñosdelacamisa,ytíoHoracioestabamuerto,acostadoenunacamilla.

En el últimoviaje de la nochePerla estuvo arrinconada en el asiento, lamanolarga abierta contra el pañuelo que le tapaba la cara. El automóvil iba a pocavelocidadporEsmeralda,ycuandoellabajólamanoenunabocacalle,Oscarleviolosojosenrojecidosylanarizhinchada;laboca,pintadaybienhecha,conunpocode vello bajo la nariz, seguía tranquila, avanzando un poquito, con el gesto que leservíaaOscarparaidentificarlacuandolarecordaba,igualalabocadelosretratosquetíoHoraciohabíatenidoescondidosenuncajóndelescritorio.

—Meecharoncomosiyofuera...—empezóarezongarlamujer.—No;laecharoncomoatodoelmundo.Nohabíanadaquehacerallí.—Yoqueríaestar.Oscar prefería soportar el ruido que hacía cuando lloraba a escucharla hablar.

Perlavolvióarecostarseenelasiento,sinllorarahora,lamanoenrulandoelpañueloenlafalda.OscarrecordabalacabezadetíoHoracioenlacamillayaWalterdandovueltasalrededor,conelperfumedelcosmético,el trajedecompadrito, losblancospuñosde lacamisaescondiéndole lasmuñecas, repitiendo,deteniéndoseparahacerinútilmente otra frase, las mismas palabras que había dicho Perla: «Tan luegoahora...»Suspiraba,movíanerviosamente los labioscomoparaecharunamosca,ycontinuaba arrastrando el estribillo alrededor de la camilla: «Tan luego ahora». Laenfermeraescribíadepieenunrincón,yelmédicosesecaba lasmanosenelotroladodelasala.

—Oiga—dijoPerla—.¿Ustedtomólasdisposiciones?Ellamiróensilencio,yalaluzqueentrabacortándoleslascaraslaviotemblar

derabia.—Ah—dijoOscar un rato después—, ese animal deWalter se va a ocupar de

todo.—PobreWalter—dijoella—.Sequedómuyafectado.Oscar se volvió a mirar la calle, pensando: «disposiciones» y «afectado»...

«Ademásestágordacomounavaca.»—Ustedsiempreelmismo—dijoellaconamarguraydebilidad—.Parecequeno

leimportamucho.Encambio,Walter...—Puedeser—dijoOscar—.Tienerazón;aWalter,sí.HizodetenerelcocheenParanáyCorrientes,mientrasellasacudía lacabezay

repetía el ruido del llanto. Oscar esperó un momento y después le dijo que él sebajabaallí,peroquesiellaqueríaseguirpodíadarledineroparaeltaxi.Elladijoque

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noybajó,ymientrasOscarpagabaalchoferestuvoesperandorecostadaalapared,más gorda que antes, metida en la sombra con su vestido claro; quedaron luegomirándose en silencio, y él sintió el perfumequevenía enolas sin fuerzadesde elpechodePerla,quesubíaybajabajuntoalportalvacío.

DespuésOscarentróenelcaféyfueabuscarelrincónsolitario,pensandoencuálsería la frase que tal vez hubiese esperado lamujer, parada e inmóvil, frente a él,hasta que se separaron sin hablar, y pudo verla de espaldas, alejándose hacia laAvenida,haciaelmuroinvisibledeRivadavia,deregresoalSur.

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Esbjerg,enlacosta

Menosmalquelatardesehahechomenosfríayaveceselsol,aguado,iluminalascallesylasparedes;porqueaestahoradebenestarcaminandoenPuertoNuevo,juntoalbarcoohaciendotiempodeunmuelleaotro,delquioscodelaPrefecturaalquioscodelossándwiches.Kirsten,corpulenta,sintacos,unsombreroaplastadoensupeloamarillo;yél,Montes,bajo,aburridoynervioso,espiandolacaradelamujer,aprendiendosinsaberlonombresdebarcos,siguiendodistraídolasmaniobrasconloscabos.

Me lo imagino pasándose los dientes por el bigotemientras pesa sus ganas deempujar el cuerpo campesino de la mujer, engordando en la ciudad y el ocio, yhacerlo caer en esa faja de agua, entre la piedra mojada y el hierro negro de losbuquesdondehayruidodehervoryescaseaelespacioparaqueunopuedasostenerseaflote.SéqueestánallíporqueKirstenvinohoyamediodíaabuscaraMontesalaoficinaylosviirsecaminandohaciaRetiro,yporqueellavinoconsucaradelluvia;unacaradeestatuadeinvierno,caradealguienquesequedódormidoynocerrólosojos bajo la lluvia. Kirsten es gruesa, pecosa, endurecida; tal vez tenga ya olor abodega,a reddepescadores; talvez llegaráa tenerelolor inmóvildeestabloydecremaqueimaginodeberhaberensupaís.

Perootrasvecestienenqueiralmuelleamedianocheoalamanecer,ypiensoquecuando lasbocinasde losbarcos lepermitenaMontesoírcómoavanzaellaen laspiedras, arrastrando sus zapatos de varón, el pobre diablo debe sentir que se vametiendoenlanochedelbrazodeladesgracia.Aquíeneldiarioestánlosanunciosde las salidas de los barcos en este mes, y juraría que puedo verlo a Montessoportando la inmovilidaddesdequeelbuquedaelbocinazoyempiezaamoversehastaqueestá tanchicoquenovale lapenaseguirmirando;moviendoaveces losojos—parapreguntarypreguntar,sinentendernunca,sinquelecontesten—hacialacaracarnosadelamujerquehabrádeestaraquietándose,contraídadurantepedazosdehora,tristeyfríacomosillovieseenelsueñoyhubieseolvidadocerrarlosojos,muygrandes,casilindos,teñidosconelcolorquetieneelaguadelríoenlosdíasenqueelbarronoestárevuelto.

Conocí lahistoria, sinentenderlabien, lamismamañanaenqueMontesvinoacontarmequehabíatratadoderobarme,quemehabíaescondidomuchasjugadasdelsábadoydeldomingoparabancarlasél,yqueahoranopodíapagarloquelehabíanganado.Nomeimportabasaberporquélohabíahecho,peroélestabaenfurecidoporla necesidad de decirlo, y tuve que escucharlo mientras pensaba en la suerte, tanamigadesusamigos,ysólodeellos,ysobre todoparanoenojarme,que,a findecuentas si aquel imbécilnohubiese tratadode robarme, los tresmilpesos tendríanquesalirdemibolsillo.Loinsultéhastaquenopudeencontrarnuevaspalabrasyusé

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todaslasmanerasdehumillarloquesemeocurrieronhastaquequedóindudablequeéleraunpobrehombre,unsucioamigo,uncanallayun ladrón;y también resultóindudable que él estaba de acuerdo, que no tenía inconvenientes en reconocerlodelante de cualquiera si alguna vez yo tenía el capricho de ordenarle hacerlo. Ytambiéndesdeaquellunesquedóestablecidoquecadavezqueyoinsinuaraqueélerauncanalla,indirectamente,mezclandolailusiónencualquiercharla,estandonosotrosen cualquier circunstancia, él habría de comprender al instante el sentido de mispalabrasyhacerme saber conuna sonrisa corta,moviendoapenashaciaun ladoelbigote,quemehabíaentendidoyqueyoteníarazón.Noloconvinimosconpalabras,peroasísucededesdeentonces.Paguélostresmilpesossindecirlenada,ylotuveunassemanassinsabersimeresolveríaaayudarlooaperseguirlo;despuéslollaméyledijequesí,queaceptabalapropuestayquepodíaempezaratrabajarenmioficinapordoscientospesosmensualesquenocobraríaYenpocomásdeunaño,menosdeun año ymedio, habría pagado lo que debía y estaría libre para irse a buscar unacuerdaparacolgarse.Claroquenotrabajaparamí;yonopodíausaraMontesparanadadesdequeeraimposiblequesiguieseatendiendolasjugadasdecarreras.Tengoestaoficinaderematesycomisionesparaestarmástranquilo,poderrecibirgenteyusar los teléfonos.Así que él empezó a trabajar para Serrano, que esmi socio enalgunascosasy tieneel escritorio juntoalmío.Serrano lepagael sueldo,ome lopagaamíylotienetodoeldíadelaaduanaalosdepósitos,deunapuntaaotradelaciudad.Amí nome convenía que nadie supiese que un empleadomío no era tansegurocomounaventanilladelhipódromo;asíquenadielosabe.

Creoquemecontólahistoria,ocasitoda,elprimerdía,ellunes,cuandovinoaverme encogido como un perro, con la cara verde y un brillo de sudor enfriado,repugnante,enlafrenteyalosladosdelanariz.Medebehabercontadoelrestodelascosasdespués,enlaspocasvecesquehablamos.

Empezójuntoconelinvierno,conesosprimerosfríossecosquenoshacenpensaratodos,sindarnoscuentadeloqueestamospensando,queelairefrescoylimpioesunairedebuenosnegocios,deescapadasconlosamigos,deproyectosenérgicos;unairelujoso,talvezseaesto.Él,Montes,volvióasucasaenunanochecerdeésos,yencontró a lamujer sentada al ladode la cocina de hierro ymirando el fuegoqueardía adentro. No veo la importancia de esto; pero él lo contó así y lo estuvorepitiendo.Ella estaba triste y no quiso decir por qué, y siguió triste, sin ganas dehablar, aquella noche y durante una semanamás.Kirsten es gorda, pesada y debetener una piel muy hermosa. Estaba triste y no quería decirle qué le pasaba. «Notengo nada», decía como dicen todas las mujeres en todos los países. Después sededicó a llenar la casa con fotografías de Dinamarca, del Rey, los ministros, lospaísesconvacasymontañasocomosean.Seguíadiciendoquenolepasabanada,yel imbécil de Montes imaginaba una cosa y otra sin acertar nunca. Después

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empezaronallegarcartasdeDinamarca;élnoentendíaunapalabrayellaleexplicóquehabíaescritoaunosparienteslejanosyahorallegabanlasrespuestas,aunquelasnoticiasnoeranmuybuenas.Éldijoenbromaqueellaqueríairse,yKirstenlonegó.Y aquella noche o en otramuy próxima le tocó el hombro cuando él empezaba adormirsey estuvo insistiendoenquenoquería irse; él sepuso a fumary ledio larazónentodomientrasellahablaba,comosiestuviesediciendopalabrasdememoria,deDinamarca,labanderaconunacruzyuncaminoenelmontepordondeseibaalaiglesiarumboalúltimocieloazul.TodoydeestamaneraparaconvencerlodequeeraenteramentefelizconAméricayconél,hastaqueMontessedurmióenpaz.

Porun tiemposiguieron llegandoysaliendocartas,yderepenteunanocheellaapagólaluzcuandoestabanenlacamaydijo:«Simedejas,tevoyacontarunacosa,y tenésqueoírla sindecirnada».Éldijoque sí, y semantuvoestirado, inmóvil allado de ella, dejando caer ceniza de cigarrillo en el doblez de la sábana con laatenciónpronta,comoundedoenungatillo,esperandoqueaparecieraunhombreenlo que iba contando lamujer. Pero ella no habló de ningún hombre, y con la vozroncayblanda,comosiacabaradellorar,ledijoquepodíandejarselasbicicletasenlacalle,olosnegociosabiertoscuandounovaalaiglesiaoacualquierlado,porqueenDinamarcanohayladrones;ledijoquelosárboleseranmásgrandesymásviejosque losdecualquier lugardelmundo,yque teníanolor,cadaárbolunolorquenopodíaserconfundido,queseconservabaúnicomezcladoconlosotrosoloresdelosbosques; dijo que al amanecer uno se despertaba cuando empezaban a chillar lospájarosdelmaryseoíaelruidodelasescopetasdeloscazadores;yallílaprimaveraestácreciendoescondidabajolanievehastaquesaltadegolpeyloinvadetodocomouna inundacióny lagentehacecomentariossobreeldeshielo.Eseesel tiempo,enDinamarca,enquehaymásmovimientoenlospueblosdepescadores.

También ella repetía: «Esbjerg er naerved kystten», y esto era lo que másimpresionaba aMontes, aunque no lo entendía: dice él que esto le contagiaba lasganasdellorarquehabíaenlavozdesumujercuandoellaleestabacontandotodoeso,envozbaja,conesamúsicaquesinquererusalagentecuandoestárezando.Unayotravez.Esoquenoentendíaloablandaba, lollenabadelástimaporlamujer—máspesadaqueél,másfuerte—,yqueríaprotegerlacomoaunanenaperdida.Debeser, creo, porque la frase que él no podía comprender era lo más lejano, lo másextranjero,loquesalíadelapartedesconocidadeella.Desdeaquellanocheempezóa sentir piedad que crecía y crecía, como si ella estuviese enferma, cada día másgrave,sinposibilidaddecurarse.

Asífuecomollegóapensarquepodríahacerunacosagrande,unacosaque leharíabienaélmismo,queloayudaríaaviviryserviríaparaconsolarloduranteaños.Se le ocurrió conseguir el dinero para pagarle el viaje aKirsten hastaDinamarca.Anduvopreguntandocuandoaúnnopensabarealmenteenhacerlo,ysupoquehasta

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con dos mil pesos alcanzaba. Después no se dio cuenta de que tenía adentro lanecesidaddeconseguirlosdosmilpesos.Debehabersidoasí,sinsaberqueleestabapasando. Conseguir los dos mil pesos y decírselo a ella una noche de sábado, desobremesa en un restaurante caro, mientras tomaban la última copa de buen vinoDecirlo y ver en la cara de ella un poco enrojecida por la comida y el vino, queKirstennolecreía;quepensabaqueélmentía,duranteunrato,parapasardespués,despacio,alentusiasmoya laalegría,despuésa las lágrimasya ladecisióndenoaceptar. «Ya semeva a pasar», diría ella; yMontes insistiría hasta convencerla, yconvencerla, y además de que no buscaba separarse de ella y que acá estaríaesperándolaeltiemponecesario.

Algunas noches, cuando pensaba en la oscuridad en los dos mil pesos, en lamaneradeconseguirlosyenlaescenaenqueestaríansentadosenunreservadodelScopelli,unsábado,yconlacaraseria,conunpocodealegríaenlosojosempezabaadecírselo,empezabaporpreguntarlequédíaqueríaembarcarse;algunasnochesenqueélsoñabaenelsueñodeella,esperandodormirse,KirstenvolvióahablarledeDinamarca.En realidadnoeraDinamarca; sólounapartedelpaís,unpedazomuychico de tierra donde ella había nacido, había aprendido un lenguaje, donde habíaestado bailando por primera vez con un hombre y había vistomorir a alguien quequería. Era un lugar que ella había perdido como se pierde una cosa, y sin poderolvidarlo. Le contaba otras historias, aunque casi siempre repetía las mismas, yMontessecreíaqueestabaviendoeneldormitorioloscaminospordondeellahabíacaminado,losárboles,lagenteylosanimales.

Muycorpulenta,disputándolelacamasinsaberlo,lamujerestabacaraaltecho,hablando;yélsiempreestabasegurodesabercómoselearqueabalanarizsobrelaboca,cómoseentornabanunpocolosojosenmediodelasarrugasdelgadasycómosesacudíaapenaselmentóndeKirstenalpronunciarlasfrasesconvozentrecortada,hechaconlaprofundidaddelagarganta,unpocofatigosaparaestarlaoyendo.

EntoncesMontespensóencréditosenlosbancos,enprestamistasyhastapensóqueyopodríadarledinero.AlgúnsábadooundomingoseencontrópensandoenelviajedeKirstenmientrasestabaconJacintoenmioficinaatendiendolosteléfonosytomando jugadasparaPalermooLaPlata.Haydías flojos,deapenasmilpesosdeapuestas; pero a veces aparece alguno de los puntos fuertes y el dinero llega ytambién pasa de los cincomil. Él tenía que llamarme por teléfono, antes de cadacarrera,ydecirmeelestadodelasjugadas;sihabíamuchopeligro—avecessesiente—, yo trataba de cubrirme pasando jugadas a Vélez, a Martín o al Vasco. Se leocurrió que podía no avisarme, que podía esconderme tres o cuatro jugadas másfuertes,hacerfrente,élsólo,aunmillardeboletos,yjugarse,siteníacoraje,elviajedesumujercontrauntiroenlacabeza.Podíahacerlosiseanimaba;Jacintonoteníacómoenterarsedecuantosboletosjugabanencadallamadadeteléfono.Montesme

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dijoque loestuvopensandocercadeunmes;parecerazonable,parecequeun tipocomo él tiene que haber dudado y padecido mucho antes de ponerse a sudar denerviosidadentrelostimbrazosdelosteléfonos.Peroyoapostaríamuchaplataaqueen esomiente; jugaría a que lo hizo enunmomento cualquiera, que se decidió degolpe, tuvounataquedeconfianzayempezóa robarme tranquilamenteal ladodelbestiadeJacinto,quenosospechónada,quesólocomentódespués:«Yadecíayoqueeran pocos boletos para una tarde así». Estoy seguro de que Montes tuvo unacorazonadayquesintióqueibaaganaryquenolohabíaplaneado.

Asífuecomoempezóatragarsejugadasqueseconvirtieronentresmilpesosysepusoapasearsesudandoydesesperadoporlaoficina,mirandolasplanillas,mirandoel cuerpo gorila con camisa de seda cruda de Jacinto, mirando por la ventana laDiagonalqueempezabaallenarsedeautosenelatardecer.Asífue,cuandocomenzóaenterarsedequeperdíayquelosdividendosibancreciendo,cientosdepesosacadagolpedeteléfono,comoestuvosudandoesesudorespecialdeloscobardes,grasoso,unpocoverde,helado,quetrajoenlacaracuandoenelmediodíadellunestuvoalfinenlaspiernaslafuerzaparavolveralaoficinayhablarconmigo.

Se lodijo a ella antesde tratarde robarme; lehablódeque ibaa suceder algomuy importante y muy bueno; que habría para ella un regalo que no podía sercomparado ni era una cosa concreta que pudiese tocar.Demanera que después sesintióobligadoahablarconellaycontarleladesgracia;ynofueenelreservadodelScopelli,nitomandounChiantiimportado,sinoenlacocinadesucasa,chupandolabombilladelmatemientraslacararedondadeella,deperfilycoloradaporelreflejo,mirabaal fuegosaltaradentrode lacocinadehierro.Nosécuántohabrán llorado;despuésdeesoélarreglópagarmeconelempleoyellaconsiguióuntrabajo.

Laotrapartedelahistoriaempezócuandoella,untiempodespués,seacostumbróaestarfueradesucasadurantehorasquenadateníanqueverconsutrabajo;llegabatardecuandosecitaban,yavecesselevantabamuytardeporlanoche,sevestíayseiba afuera sin una palabra. Él no se animaba a decir nada, no se animaba a decirmuchoyatacardefrente,porqueestánviviendodeloqueellaganaydesutrabajoconSerranonosalemásquealgunacopaquelepagodevezencuando.Asíquesecallólabocayaceptósuturnodemolestarlaaellaconsumalhumor,unmalhumordistintoyqueseagregaalqueselesvinoencimadesdelatardeenqueMontestratóde robarme y que pienso no los abandonará hasta que semueran. Desconfió y seestuvollenandode ideasestúpidashastaqueundía lasiguióy lavio iralpuertoyarrastrar los zapatos por las piedras, sola, y quedarse mucho tiempo endurecidamirandoparaelladodelagua,cerca,peroapartedelasgentesquevanadespediralosviajeros.Comoenloscuentosqueellalehabíacontado,nohabíaningúnhombre.Esavezhablaron,yellaleexplicó;Montestambiéninsisteenotracosaquenotieneimportancia:porfía,comosiyonopudieracreérselo,queellaseloexplicóconvoz

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naturalyquenoestabatristeniconodioniconfundida.Ledijoqueibasiemprealpuerto,acualquierhora,amirarlosbarcosquesalenparaEuropa.Éltuvomiedoporellayquisolucharcontraesto,quisoconvencerladequeloqueestabahaciendoerapeorquequedarseencasa;peroKirstensiguióhablandoconvoznatural,ydijoquelehacíabienhacerloyquetendríaqueseguiryendoalpuertoamirarcómosevanlobarcos,haceralgúnsaludoosimplementemirarhastacansarselosojos,cuantasvecespudierahacerlo.

Yélterminóporconvencersedequetieneeldeberdeacompañarla,queasípagaen cuotas la deuda que tiene con ella, como está pagando la que tiene conmigo; yahora,enestatardedesábado,comoentantasnochesymediodías,conbuentiempo,avecesconunalluviaqueseagregaalaquesiempreleestáregandolacaraaella,sevan juntosmás allá deRetiro, caminan por elmuelle hasta que el barco se va, semezclanunpococongentesconabrigos,valijas,floresypañuelos,ycuandoelbarcoempiezaamoverse,despuésdelbocinazo,seponendurosymiran,miranhastaquenopuedenmás,cadaunopensandoencosasdistintasyescondidas,perodeacuerdo,sin saberlo, en la desesperanza y en la sensación de que cada uno está solo, quesiempreresultaasombrosacuandonosponemosapensar.

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Lacasaenlaarena

CuandoDíazGreyaceptóconindiferenciahaberquedadosolo,inicióeljuegodereconocerse en el único recuerdo que quiso permanecer en él, cambiante, ya sinfecha. Veía las imágenes del recuerdo y se veía a sí mismo al transportarlo ycorregirlo para evitar que muriera, reparando los desgastes de cada despertar,sosteniéndoloconimprevistasinvenciones,mientrasapoyabalacabezaenlaventanadel consultorio, mientras se quitaba la túnica al anochecer, mientras se aburríasonrienteenlasveladasdelbardelhotel.Suvida,élmismo,noerayamásqueaquelrecuerdo,elúnicodignodeevocaciónydecorrecciones,dequefuerafalsificado,unayotravez,susentido.

Elmédicosospechabaque,conlosaños,terminaríaporcreerquelaprimerapartememorabledelahistoriaanunciabatodoloque,convariantesdiversas,pasódespués;terminaríaporadmitirqueelperfumedelamujer—lehabíaestadollegandodurantetodoelviaje,desdeelasientodelanterodelautomóvil—conteníaycifrabatodoslossucesosposteriores,loqueahorarecordabadesmintiéndolo,loquetalvezalcanzarasu perfección en días de ancianidad. Descubriría entonces que el Colorado, laescopeta, el violento sol, la leyenda del anillo enterrado, los premeditadosdesencuentros en el chalet carcomido, y aun la fogata final, estaban ya en aquelperfumedemarcadesconocidaqueciertasnoches,ahora,lograbaolerenlasuperficiedelasbebidasdulzonas.

Despuésdelviajejuntoalacosta,enelprincipiodelrecuerdo,elcochesaliódelcaminoyfue trepando, lentoe inseguro,hastaqueQuinteros lodetuvoyapagólosfaros.DíazGreynoquisoenterarsedelpaisaje;sabíaquelacasaestabarodeadadeárboles,muyalta sobreel río,aisladaentre lasdunas.Lamujernodejóelasiento;ellosseapartaron.Quinteroslepasólasllavesylosbilletesdoblados.Talvezlaluzdelencendedorqueellaacercóalcigarrillolestocase,fugaz,losperfiles.

—No temuevasyno te impacientes.Por laplaya,hacia laderecha, se llegaalpueblo—dijoQuinteros—.Sobretodo,nohagasnada.Yaveremosquéseresuelve.Notratesdevermenidellamarme.¿Deacuerdo?

DíazGreysubióhacialacasa,simulótratardeescondersutrajeblancomientraszigzagueaba entre los árboles. El coche llegó al camino y fue aumentando suvelocidad hasta mezclar el ruido del motor con el del mar, hasta dejarlo soloescuchandoelmar,losojoscerrados,repitiéndosecontenacidadquevivíaenunmesdelotoño,recordandolasúltimassemanasempleadascasiexclusivamenteenfirmarrecetasparamorfinaenelflamanteconsultoriodeQuinteros,enmirarcondisimuloala inglesaamantedeQuinteros—DollyoMolly—,que lasguardabaensubolsoyextendía billetes de diez pesos en una esquina de la mesa, sin entregárselosdirectamente,sinhablarlenunca,sinmostrarsiquieraqueloveíayestabasiguiendo

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atentaelmovimientorápidoyobedientedelamanodeDíazGreysobreelrecetario.LosdíasdesolqueserepitieronenlaplayaantesdequellegaraelColoradose

transformaronenelrecuerdoenunosolo,delongitudnormal,peroenelquecabíantodos lossucesos:undíadeotoño,casicaluroso,enelquehubieranpodidoentrar,además, su propia infancia ymultitud de deseos que no se cumplieron nunca. Nonecesitaba agregar un solo minuto para verse conversar con los pescadores en laextremidad izquierda de la playa, desmembrar cangrejos para las carnadas; verserecorriendolaorillaendirecciónalpueblo,alalmacéndondecomprabalacomidayseemborrachabaapenas,dandounmonosílaboporcadafraseafirmativadelpatrón.Estaba,enelmismodíacasiardiente,bañándoseenlacompletasoledaddelaplaya,inventando,entretantasotrascosas,unmaderocarcomidobalanceadoporlasolasyuntercetodegaviotaschillandoencima.Estabatrepandoyresbalandoenlasdunas,persiguiendo insectos entre las barbas de los arbustos, presintiendo el lugar dondeseríaenterradoelanillo.

Y,además,mientrasestosucedía,DíazGreybostezabaenelcorredordelchalet,estiradoenlasilladeplaya,unabotellaaunlado,unarevistaviejasobrelaspiernas;herrumbrada, inútil y vertical contra el tronco de la enredadera, la escopetadescubiertaenelgalpón.

DíazGreyestabaconlabotella,sudesencanto,larevistaylaescopetacuandoelColoradosaliódeentrelosárbolesyfuetrepandohacialacasa,elsacocolgadodeunhombro,lagranespaldadoblada.DíazGreyesperóaquelasombradelotroletocaralas piernas; alzó entonces la cabeza y miró el pelo revuelto, las mejillas flacas ypecosas; se llenó con unamezcla de piedad y repulsión que habría de conservarseinalterada en el recuerdo, más fuerte que toda voluntad de la memoria o laimaginación.

—Memanda el doctorQuinteros. Soy elColorado—anunció con una sonrisa;conunbrazoapoyadoenlarodillaestuvoesperandolasmodificacionesasombrosasquesunombreimpondríaalpaisaje,alamañanaqueempezabaadeclinar,almismoDíazGreyysupasado.Eramuchomáscorpulentoqueelmédico,aunasí,encogido,construyendosuprematurajoroba.Apenashablaron;elColoradomostróelfilodelosdientesdiminutos,comodeunniño,tartamudeóyfuedesviandolosojoshaciaelrío.

Díaz Grey pudo continuar inmóvil, tan solitario como si el otro no hubierallegado,comosinoalargaraelbrazoyabrieralamanoparadejarcaerelsaco,comosinosefueraacuclillandohastaquedarsentadoenlagalería, laspiernascolgantes,excesivamentedobladoeltorsoendirecciónalaplaya.Elmédicorecordólahistoriaclínica del Colorado, la ampulosa descripción de su manía incendiaria escrita porQuinteros, en la que este semiidiota pelirrojo, manejador de fósforos y latas depetróleo en las provincias del norte, aparecía tratando de identificarse con el sol yoponiéndoseasuinmolaciónenlastinieblasmaternales.Talvezahora,mirandolos

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reflejos en el aguay en la arena, evocara, poetizadas e imperiosas, las fogatasquehabíaconfesadoaQuinteros.

—¿No se come? —preguntó el Colorado al atardecer. Entonces Díaz Greyrecordóqueelotroestabaahí,doblado,lacabezaredondatendidahacialaarenaquecomenzabaalevantarlosremolinosdeviento.Lohizoentrarenlacasaycomieron,trató de emborracharlo para averiguar algo que no le interesaba: si había venido aesconderse o a vigilarlo. Pero el Colorado apenas conversómientras comía; bebiótodoslosvasosqueleofrecieronyfueatenderse,descalzo,auncostadodelacasa.

Entoncesseiniciaronlosdíasdelluvia,unperíododenieblasqueseenredabanycolgaban,velozmentemarchitas,delosárboles,borrandoavecesyhaciendorevivirotras,loscoloresdelashojasaplastadasenlaarena.

«El no está», pensabaDíazGreymirando el cuerpo encogido y silencioso delColorado, viéndolo andar descalzo, empujar la humedad con los hombros,estremecersecomounperromojado.

Conunbrazoamediastendido,conunasonrisaquerevelólalargaesperadeunmilagroimposible,elColoradoseapoderódelaescopeta.Empezóadoblarseporlasnochesencimadeella,juntoalalámpara,paramanejaryengrasar,cavilosoytorpe,tornillosyresortes;porlasmañanasseintroducíaenlaneblinaconelarmaalhombroocolgandocontraunapierna.

Elmédicoestuvobuscandorestosdecajones,papeles,trapos,alzóalgunasramascasisecas,yunanocheencendiólachimenea.Lasllamasiluminaronlasmanosquesedoblabansobrelaescopetaabierta;elColoradolevantóporfinlacabezaymiróelfuego,fijamente,sinnadamásquelaexpresióndistraídadequienseayudaasoñarconlaoscilacióndelaluz,lasuavesorpresadelaschispas.Despuésselevantóparacorregirlaposicióndelostroncos,manejándolossincuidado;volvióasentarseenlapequeñasilladecocinaquehabíaelegidoyrecuperólaescopeta.Muchoantesdequeel fuego se apagara, salió para inspeccionar la noche, donde la niebla se estabatransformandoenlloviznaysonabayasobreeltecho.Regresósacudiéndoseelfrío,yelmédicopudoverlopasarconindiferenciajuntoalresplandordelasbrasasqueleenrojeciólacaraempapada,tirarseenlacamaparadormirenseguida,lacaracontrala pared, abrazado a la escopeta. Díaz Grey le echó un trapo sobre los piesembarrados,leacarició,palmeteándola,lacabeza,ylodejódormir,transformadoenperro,sintiéndosenuevamentesoloduranteotrosdíasynoches,hastaquehubounamañana con sol intermitente.Entoncesbajaronhasta la playa—elColorado lo viosalir y lo siguió, deteniéndose a veces para apuntar con la escopeta a los pocospájaros que era capaz de imaginar, trotando después hasta casi alcanzarlo— yrecorrieron la orilla hacia el pueblo. Con una bolsa de playa llena de alimentos ybotellas regresaron bajo un cielo ya huraño; el médico pudo ver los anchos piesdescalzosdelColoradohollandolosdiversossitiosenqueseríaenterradoelanillo.

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Llovió todoeldía,yDíazGreyse levantóparaencender la lámparaunminutoantes de oír el ruido del motor en el camino. Aquí se inician los momentos quealimentanalrestodelrecuerdoyleotorganunsentidovariable;yasícomolosdíasylasnochesanterioresalallegadadelColoradoseconvirtieronenunsolodíadesol,este pedazo del recuerdo se extendió y se fue renovando en un atardecer lluvioso,vividoenelinteriordelacasa.

Losoyóconversarmientrassubíanhaciaelchalet,reconociólavozdeQuinteros,adivinóquelamujerquesedeteníaparareíreralamisma;miróalColorado,inmóvily mudo, abrazándose las rodillas en la sillita; colocó la lámpara sobre la mesa,encendidaentrelosqueibanaentraryél.

—Hola,hola—dijoQuinteros.Sonreía, exageraba su contento; tocó el hombrohúmedodelamujer,comoguiándolaparaquesaludara—.Creoqueseconocen,¿eh?

Ella le dio lamano ymencionó en una pregunta el aburrimiento y la soledad.DíazGreyreconocióelperfume,supoqueellasellamabaMolly.

—Lascosasestáncasiarregladas—dijoQuinteros—.Prontovolverásalalgodóny al yodo, conundiploma inmaculado.No tuvemás remedio quemandarte a esteanimal; esperoqueno temoleste, que puedas soportarlo.Nopude arreglar de otromodo;cuidadoconlosfósforos.

MollyfuehastaelrincóndondeelColoradohacíagemirelasiento,hamacándose.Le tocó la cabeza y se agachó para hacerle preguntas inútiles, dar ella misma lasrespuestasobvias.DíazGreycomprendió,emocionado,queellahabíasidocapazdedescubrir, con una sola mirada, tal vez por el olor, que el Colorado había sidotransformado en perro. Se inclinó,maniobrando con lamecha de la lámpara, paraesconderlacaraaQuinteros.

—Loestoypasandomuybien.Lasmejoresvacacionesdemivida.YelColoradono me molesta; no habla, está enamorado de la escopeta. Puedo seguir asíindefinidamente.Siquierencomeralgo...

—Gracias—dijoQuinteros—,Sólounospocosdíasmás,todoseestáarreglando—ella continuaba empequeñecida junto a la sonrisa del Colorado, el impermeablebarriendoelsuelo—.Perocreoquetevoyaestropearlasvacaciones.

¿HayalgúninconvenienteenqueMollysequedeaquíunpardedías?Esbuenoretirarladelacirculación.

—Nopormí—repusoDíaz;apartórápidamentedela lámparael temblordesumano—.Peroella,viviraquí...

Sealejódelamesa,señalandolasparedesdelahabitaciónconlosbrazos,entróysaliódelazonadeperfume.

—Se arreglará—dijoQuinteros—. ¿No es cierto que te arreglarás?Dos o tresdías.

EllaalzólacabezaparamiraraQuinteros.

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—TengoalColoradoparaquemecante.—Ellateexplicará,siquiere—dijoQuinteros.Sedespidiócasienseguidaylos

dosdescendieronabrazados,lentamente,apesardequelalluviamojabayestirabaelpelodelamujer.

Ahora Quinteros desaparece hasta el final del recuerdo; en el inmóvil, únicoatardecerlluvioso,ellaeligeelrincóndondecolocarásucama,guíaalColoradoenlatarea de vaciar el pequeño cuarto que da al oeste. Cuando el dormitorio estápreparado, la mujer se quita el impermeable, se calza unas zapatillas de playa;modifica laposiciónde la lámpara sobre lamesa, imponeunnuevoestilodevida,sirvevinoentresvasos,repartelosnaipesytratadeexplicarlotodosinotromedioqueuna sonrisa,mientras se alisa el pelohumedecido. Jueganunamanoyotra; elmédicoempiezaacomprender lacaradeMolly, losojosazulese inquietos, loquehaydedurezaensumandíbulaancha,enlafacilidadconquepuedealegrarsubocayhacerlainexpresivadeinmediato.Comenalgoyvuelvenabeber;ellasedespideparaacostarse;elColoradoarrastrasucamacercadelapuertadeldormitoriodelamujerysetiende,laescopetasobreelpecho,untalónrozandoelsueloparaqueDíazGreysepaquenoduerme.

VuelvenajugaralosnaipeshastaaquelmomentoenqueellabebedemasiadoydejacaerlosqueacabadepasarleelColorado,consóloabrir losdedos,demaneramásdefinitivaquesilosarrojaraconviolenciacontralamesa,estableciendoasíquenovolveránajugar.

El Colorado se levanta, recoge los naipes y los va tirando en el fuego de lachimenea.Sóloresta,piensaelmédico,acariciaraMollyohablarle;encontrarydecirunafraselimpiaperoquealudaalamor.Alargaelbrazoyletocaelpelo,loapartadelaoreja,losuelta,vuelvealevantarlo.ElColoradoponesobrelamesalasombradela escopeta, tomada ahora por el caño. Díaz Grey levanta el pelo y lo suelta,imaginandocadavezelsuavegolpequedebeellasentircontralaoreja.

ElColoradoestáhablandosobresuscabezas,agitalaescopetaysusombra;repiteel nombre deQuinteros, termina y vuelve a comenzar lamisma frase, dándole unsentidomástransparenteoconfuso,segúnMollylomireobajelosojos.LaescopetagolpealamuñecadeDíazGreyylaempujacontralamesa.

—Nosepuedehacer—gritaelColorado.DíazGreyvuelveasepararelpelodelaorejacondedosqueapenaspuedeestirar;

Mollyalzalasmanosylasuneencimadesubostezo.EntoncesDíazGreysienteeldolorenlamuñecaypiensa,yasincompensaciones,quepuedeestarrota.Ellacolocaunamano sobre el pecho de cada uno. ElColorado vuelve a sentarse en la sillita,juntoalachimeneaapagada,yDíazGreyseacariciaeldolorquesubeporelbrazo,empujalamanodoloridacontralabocadeMolly,queretrocede,seresisteyseabre.EntoncesllegaelmomentoenqueelmédicoresuelvemataralColoradoydesciende

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a la humillación de esconder el cuchillo de limpiar pescado entre la camisa y elvientre y pasearse frente al otro hasta que la hoja fría se entibia, hasta queMollyavanza, desde la puerta, desde alternados rincones de la habitación, extiende losbrazosyseacusaasímisma,aludeaunafatalidadimprecisaypersonal.

El médico, desembarazado del cuchillo, está tendido en la cama, fumando;escuchaelgolpeteodelalloviznaeneltecho,enlasuperficiedelatardeinmóvil.ElColoradosepaseaante lapuertadeMolly, laescopeta inserviblealhombro,cuatropasos,vuelta,cuatropasos.

Elruidodelaguasehacefuriosoeneltechoyenelfollaje,segasta;ahoraellosandanenelsilencioexpectante,escudriñandoelpaisajegrisdesde laspuertasy lasventanas,remedandoademanesdeestatuaenlagalería,unbrazoestirado,todoslossentidosjuntoseneldorsodelamano.PorlomenosellayDíazGrey.ElColoradopresiente la desgracia y se pasea en círculos, dentro de la habitación; arrastra ungemidoylaculatadelarmacontraelpiso.Elmédicoesperaaquelavelocidaddesumarchaaumente,sehagafrenética,asusteaMolly,amaine.

CuandoDíazGreyiniciasusviajesentreelgalpónylachimenea,cargandotodoloquepuedaserquemado,elotrocontinúapaseándose,jadeante,ensayaunacanciónque ella no quiere oír pero que finge acompañar con movimiento de la cabeza.Apoyada en el marco de la puerta, parece a la vezmás alta ymás débil, con lospantalonesdeplayay la tricotademarinero.ElColoradoarrastra lospiesy canta;ella balancea la cabeza con astucia y esperanza, mientras Díaz Grey enciende losfósforos,mientras la llamaradasealzaysuenaenelaire.Sinmirarhaciaatrás,sinintentar saber qué pasa,DíazGrey entra en la habitación deMolly. Tendido en lacama, repite a media voz la canción que cantaba el Colorado, mira los dedos deMolly en la hebilla del cinturón, calla al adivinar que el celestinaje corresponde alsilencio.Vuelvearesonarlalluviaylasnubessedesgarran,sostienenlaluztristedela eterna tarde demal tiempo.Mejilla contramejilla en la ventana, ven alejarse alColorado,cruzardiagonalmentelaplayahastapisarlaorilla,lafranjadearenayaguaquelimitaunalíneadeespumaendurecida.

—Molly—diceDíazGrey.Sabequeesnecesariosuprimirlaspalabrasparaquecada uno pueda engañarse a sí mismo, creer en la importancia de lo que estánhaciendoyatraerhastaelloslasensación,yareacia,deloperdurable.PeroDíazGreynopuedeevitarnombrarla.

—Molly—repite,inclinadosobresuúltimoolor—.Molly.Ahora el Colorado está erguido, rígido junto a la chimenea enfriada, con la

escopetaapoyadaenlosdedosdeunpie.Ellasesientaalamesaybebe;DíazGreyvigila al Colorado sin dejar de ver los dientes de Molly, manchados por el vino,exhibidosenunamuecareiteradaquenointentanuncaserunasonrisa.Elladejaelvaso,seestremece,hablaeninglésanadie.ElColoradocontinúahaciendoguardiaal

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fuegomuerto cuando ella reclama un lápiz y escribe versos, obliga aDíazGrey amirarlosyguardarlosparasiempre,paseloquepase.Haytantadesesperaciónenlapartedelacaradelamujerqueélseanimaamirar,queDíazGreymueveloslabioscomosileyeralosversosyguardaconcuidadoelpapelmientrasellafluctúaentreelardoryelllanto.

—Loescribíyo,esmío—mienteella—.Esmíoyestuyo.Quieroexplicarteloquedice,quieroqueloaprendasdememoria.

Pacienteyenternecida,loobligaarepetir,locorrige,ledaánimos:

Hereisthatsleepingplace,LongrestingplaceNostretchingplace,Thatnever-get-up-no-morePlaceIshere.

SalenabuscaralColorado.Tomadosdelbrazo, siguenelcaminoque levieronhacer antes, en otromomento de la tarde desapacible; bajan,molestándose, paso apaso; caminan endiagonal hasta la orilla y continúanpisándolahasta el pueblo, elalmacén.DíazGreypideunvasodevinoyseapoyaenelmostrador;elladesaparecedentrodelnegocio,gritaymurmuraenelrincóndelteléfono.Trae,alregresar,unasonrisanueva,unasonrisaquedaríamiedoalmédicosilasorprendieradirigidaaotrohombre.

Desandanelcaminobajolamenudalloviznaquereapareceparaenfrentarlos.Ellasedetiene.

—NoencontramosalColorado—dicesinmirarlo.LevantalabocaparaqueDíazGreylabeseyledejaunanilloenlamanoalsepararse—.Conestopodemosvivirmeses,encualquierparte.Vamosarecogermiscosas.

Mientrasapresuranelpasoporlaorilla,DíazGreybuscaenvanolafraseyeltipodemiradaquequisieradejaralColorado.Ahorasíhay,cercadelacosta,unmaderopodrido que las olas alzan y hunden; hay un terceto de gaviotas y su escándalorevoloteandoenelcielo.

Ella ve el automóvil antes queDíazGrey y se echa a correr, resbalando en laarena.Elmédicolavesubiraunaduna,losbrazosabiertos,perderpieydesaparecer;queda solo ante el pequeño desierto de la playa, los ojos lastimados por el viento.Gira para protegerlos y termina por sentarse. Entonces—a veces en el final de latarde,otrasensumitad—cavaunpozoenlaarena,tiraelanilloylocubre;lohaceochoveces,enloslugaresquepisóelColorado,enlosqueélmismohabíaseñaladoconunasolamirada.Ochoveces,bajolalluviaentierraelanillo,ysealeja;camina

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hastaelagua,tratadeequivocarsusojosmirandolosmédanos,losárbolesraquíticos,eltechodelacasa,elautomóvileneldeclive.Perovuelvesiempre,enlínearecta,sinvacilaciones,hasta el sitio exactodel enterramiento;hunde losdedosen la arenaytoca el anillo. Tumbado cara al cielo, descansa, se hace mojar por la lluvia y sedespreocupa;lentamenteiniciaelcaminohastalacasa.

ElColoradoestáextendidojuntoalachimeneaapagada,mascandoconlentitud;tieneunvasodevinoenlamano.EllayQuinterosmurmuranvelozmente,caracontracara,hastaqueDíazGreyavanza,hastaqueesimposiblenegarqueoyensuspasos.

—Hola —dice Quinteros, y le sonríe, le alarga un brazo; todavía tiene elsombreropuesto,desacomodado.

DíazGreyarrastraunasillaysesientacercadelColorado;leacaricialacabezaylo palmea, cada vez más fuerte, esperando que se enfurezca para golpearle lamandíbula. Pero el otro continúamascando, apenas se vuelve paramirar; entoncesDíazGreydejadescansarsumanosobreelpelorojizoymirahaciaellayQuinteros.

—Todoestáarreglado—diceQuinteros—.Elbeneficiode laduda,para repetirlas palabras del juez. Si estabas preocupado, espero que ahora... Aunque,naturalmente,puedenquedarseaquícuantoquieran.

Seacercayseinclinaparadarleotrosbilletesdoblados.CuandoMollyterminadepintarseyabrocharseelimpermeablehastaelcuello,DíazGreyseincorporayabrebajolaluz,bajolacaradelamujer,lamanoconelanilloenlapalma.Sinpalabras—yahoraesnecesarioaceptarquelaescenaestásituadaenelfinaldelatarde—ellaletomalosdedosylosvadoblando,unoauno,hastaesconderelanillo.

—Hasta cuando quieras —dice Quinteros desde la puerta. Díaz Grey y elColoradooyenelruidodelmotorquesealeja,susilencio,elmurmullodelmar.

Aquítermina,enelrecuerdo,lalargatardelluviosainiciadacuandoMollyllegóalacasaenlaarena;nuevamenteeltiempopuedeserutilizadoparamedir.

TandramáticamentecomosiquisieraconvencerdequelohacomprendidotodoantesqueDíazGrey,elColoradoseincorporayvuelvehacialapuerta,hacialalluviaque cede, una cara humanizada por la sorpresa y la angustia. Toca al médico porprimera vez, le aferra un brazo y parece fortalecerse con el contacto; después selevantaysalecorriendodelacasa.DíazGreyabrelamano,seacercaalaluzparamirar el anillo y soplar los granos de arenaque se le hanpegado; lo deja sobre lamesa,bebe lentamenteunvasodevino, comosi fuerabueno, comosi lequedarancosasenquépensar.Haytiempo,sedice;estásegurodequeelColoradononecesitaayuda. Cuando se resuelve a salir encuentra, examina con indiferencia el últimomomentoquepuedeser incorporadoa la tardebrumosa:unafranjade luzrojizaseestiramuyalta sobreel río.Enciendeuncigarrilloycaminahaciael costadode lacasadondeestáelgalpón;piensaconindolenciaqueterminóporguardarseelanillo,quedejósobrelamesaelpapelconlosversos,quetalvezeldeliberadocinismobaste

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paralimpiarlodelremedodelapasiónysuridículo.CuandoDíazGrey,enelconsultoriofrentealaplazadelaciudadprovinciana,se

entrega al juego de conocerse a sí mismo mediante este recuerdo, el único, estáobligado a confundir la sensación de su pasado en blanco con la de sus hombrosdébiles;ladelacabezadepelorubioyescaso,dobladacontraelvidriodelaventana,con la sensación de la soledad admitida de pronto, cuando ya era insuperable.Tambiénleesforzososuponerquesuvidameticulosa,supropiocuerpoprivadodelalujuria,susblandascreencias,sonsímbolosdelacursileríaesencialdelrecuerdoqueseempeñaenmantenerdesdehaceaños.

Enelfinalpreferidoparasurecuerdo,DíazGreysedejacaerauncostadodelacasa,sobrelaarenamojada.ElfrenesídelColorado,queamontonaramas,papeles,tablas, pedazos de muebles contra la pared de madera del chalet, lo hace reír acarcajadas,toseryrevolcarse;cuandorespiraelolordelkeroseneinmovilizaalotroconunsilbidoimperiosoyseleacerca,resbalandosobrelahumedadylashojas,sacadelbolsillolacajadefósforosylasacudejuntoaunoídomientrasavanzayresbala.

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Elálbum

Lavidesdelapuertadeldiario,apoyadoenlapared,bajolachapaconelnombredemiabuelo,AgustínMalabia, fundador.Habíavenidoa traerunartículosobre lacosechaolalimpiezadelascallesdeSantaMaría,unadeesasirresistiblestonteríasque mi padre llama editoriales y que una vez impresas quedan macizas, apenasventiladasporcifras,pesandosensiblementeenlatercerapágina,siemprearribayalaizquierda.

Eraundomingoala tarde,húmedoycalurosoenelprincipiodel invierno.Ellaveníadelpuertoodelaciudadconlavalijalivianadeavión,envueltaenunabrigodepieles que debía sofocarla, paso a paso contra las paredes brillosas, contra el cieloacuosoy amarillento, unpoco rígida, desolada, como sime la fueran acercando elatardecer,elrío,elvalsresopladoenlaplazaporlabanda,lasmuchachasquegirabanemparejadasalrededordelosárbolespelados.

Ahora caminaba por el costado del Berna,más joven,más pequeña dentro delabrigodesprendido,conunacuriosaagilidaddelospiesquenoeratransmitidaalaspiernas,quenoalterabasudurezadeestatuadepueblo.

Vásquez, el de la reventa, llegópor el corredory sepuso ami lado,viéndomemirar,limpiándoselasuñasconuncortaplumas,tambiénprestigiado,indistintamente,porlasdospalabrasdelnombredemiabuelo.Encendílapipa,esperandoelmomentodemovermeparacruzarendiagonallacalle,rozartalvezalamujer,enterarmeconcertezadesuedadymetermeconunportazoenelautomóvil,elnuevo,quemipadremehabíadejadotraer.Peroellasedetuvoenlaesquina,ocultandoconlacabeza,conlapuntadelgorrodelana,lajarradesteñidaquealzabaenelcarteldelacerveceríaun gringo abigotado. Se detuvo con las rodillas juntas, sin propósito de hacerlo,simplementeporqueacababademorirelimpulsoquelahabíaremolcadocallearriba.

—Debeestarunpocolocadelacabeza—dijoVásquez—.Haceunasemanaqueestáenelhotel,elPlaza;vinosola,dicenquecargadadebaúles.Perotodalamañanay la tarde se laspasa conesavalijita idayvueltapor elmuelle, a todahora, a lashorasenquenollegannisalenbalsasnilanchas.

—Es fea, debe tener sus añitos—dije, y bostecé.—Según semire, Jorgito—dictaminóconsuavidad—.Másdeunose tiraría su lance—me tocóelhombroendespedidaycruzódiagonalmente,casicomoyoproyectabahacerlo,grisypequeño,conelandarheredadodesuamigoJunta,tratandodeapoyarsobreelasfaltofangosolarotundidaddeunpesoquenotenía.PasómuycercadelamujerenlaesquinadelBerna,sinmoverelcuelloparamirarla,yentróenelnegocio.

Yosabíaquenoeraparamí—ytalvezpornadie,nisiquieraporellamisma—quelamujersehabíasosegadoenlavereda,inmóvilyocreenelcentrodelatardededomingo,agregadapasivamentealcalor,alahumedad,alanostalgiasinobjeto.Pero

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me mantuve sin moverme, sin dejar de mirarla, hasta que la pipa estertoró vacíaexactamente en el momento en que ella tuvo que adelantar un pie y descender,continuar avanzando en dirección al hotel por el desierto de la bocacalle que noshabía separado y reunido, a pasos cortos y fáciles, con los que sólo se proponíamarcareltranscursodeltiempo,atravesandodesasidaeltemblordelbombo,laosadíadel clarinete, el principio de la noche y los olores débiles, reticentes, de susanticipacionesdelamuerte.•Aldíasiguiente,demañana,penséqueVásquezhabíamentido o exagerado, o que la mujer ya no estaba en SantaMaría.Me vine a laciudadenelprimerómnibusparahacerlecambiarlascuerdasalaraqueta,convencíaHansdequeeracapazdemorirantesdedivulgarquemehabíacortadoelpelounlunesdemañana,conlapuertadelapeluqueríacerrada,cuchicheandoélyyoentrebrillos demetales y espejos en la penumbra, compré tabacopara la pipa y caminéhastaelpuerto.

Lamujernoestabanivino, labalsallegóconpocagente,conbolsasdetrigoomaíz,conuncolectivodespintadoyviejo.Fumépaseandoydespuéssentadoenelmuelle, las piernas colgadas sobre el agua. A veces, con sólo el perfil, espiaba elmovimientoenlosadoquinesyenelportóndeledificiorojodelaaduana;nosupequéerapreferibleestarhaciendoopensandocuandolamujerylapequeñavalija,yacaso nuevamente el abrigo de pieles, el gorro de lana, se acercaran parasorprendermedeespaldas.Labalsadiounbocinazoyseapartódelmuellealaunaenpunto. Todavía esperé, hambriento, asqueado de la pipa. Las bolsas y el colectivohabían quedado en el muelle; mi padre escribía un editorial sobre «¿Necesitamosimportar trigo?» (Las hasta ayer tradicionalmente tierras feraces deSantaMaría) osobre «Valiosa contribución a los transportes provinciales» (La labor progresivaemprendidaenformadecididapornuestracomuna).

Casiapoyadaenelhorizonte,diminuta,labalsasehabíainmovilizado.Empecéasubir hacia la ciudad. Ya no recordaba a la mujer de la valija ni sentía amor ocuriosidadporaquel llamado,aquellaalusiónqueyolehabíavistosituarenelairequenosseparaba,entre laesquinadelBernay ladeElLiberal.Desesperadoyconhambre, tragando el gusto a fósforo de la pipa, yo iba pensando: «Una medidainconsulta, aprobada en forma inexplicablepor la autoridadquenos rige, acabadeautorizar la entrada de veintisiete ymedio bushels de trigo por el puerto de SantaMaría. Con la misma independencia de criterio que hemos puesto en juego paraaplaudir la obra que lleva realizada el nuevo Concejo, debemos hoy alzarcondenatorianuestravozinsospechable».

Desde LaNueva Italia llamé amamá y le dije que comería en la ciudad parapoderllegarahoraalcolegio.EstabasegurodequelamujerhabíasidorechazadaodisueltaporlaimbecilidaddeSantaMaríasimbolizadaconexactitudporlosartículosdemipadre:«Unaverdaderaafrenta,notrepidamosendecirlo,hechaporlosseñores

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concejales a los austeros y abnegados laborantes de las colonias circunvecinas quehanfecundadoconsusudorgeneracióntrasgeneraciónlaenvidiableriquezadequedisfrutamos».

Cuandosalimosdeclase,Titoseempeñóenque tomáramosunvermouthenelUniversal(noquisoiralPlazapormiedodeencontrarseconsupadre)yenhacermecreer una historia de amor con su prima segunda, la maestra; insistió en detallesplausibles, contestó con habilidad mis preguntas, era claro que había estadopreparandocontiempolaconfidencia.Mepuseserio,mepusetriste,meindigné:

—Mirá—ledije,buscándoleencarnizadolosojos—,tenésquecasarteconella.Nohayexcusas;aunquetuprimanoquiera.Siesverdadloquemedijiste,tenésquecasarte. A pesar de todo; aunque la pobre tiene los tobillos gruesos comomuslos,aunquefruncelabocacomounaviejasoltera.

Titoempezóa sonreírya sacudir lacabeza,yestabapordecirmeque todoerabromacuandomelevantéylohiceenrojecerdemiedo,deduda.

—No quiero ni puedo verte hasta que te hayas comprometido. Paga porqueinvitaste.

Sólo me arrepentí durante tres pasos, cruzando la vereda del café, mientrasescondía loscuadernosyel librode inglésenelbolsillodel impermeable.Gordito,sonrosado,presuntuoso,servil,talvezahoraconlosojoshúmedos,idiota,miamigo.El tiempocontinuabahúmedo, tibioen lasaberturasde lasesquinas, indecisoen lasombrade lospatios, cálidoa lasdoscuadrasdemarcha.Mientrasbajabahaciaelpuerto me sentí feliz contra toda mi voluntad, me puse a canturrear la marchainnominadaquecoronalasretretasdelaplaza,supuseunolordejazmines,recordéunveranoyamuyantiguoenquelasquintaslanzarontoneladasdejazminescontralaciudad,ydescubrí,entreparándome,queyateníaunpasado.

Lavidesdelaalturaenjardinadadelarambla:lasiluetacreciendoalotroladodelmalecón, a medida que ella avanzaba hacia la bruma del agua, mostrando yconfundiendo la valija y el abrigo de invierno. Fue y vinomientras yo fumaba lapipa;avecessedeteníasobrelasgrandeslosasdelmuelle,juntoalaorilla,mirandolanieblayelpedazolejano,despejado,queconteníalasruinasrosadasdelpalaciodeLatorre; pero yo estaba seguro de que no esperaba nada, me sentía. Las lanchasatracabanyvolvíanainternarseenelrío;peroellanomovíalacabezaparalocalizarlasbocinas,noespiabalosgruposborrososdepasajeros.Estabaallípequeñaydura,mirando la gran nube blancuzca apoyada en las olas, inventando sorpresas,aproximaciones. Empezaba a oscurecer y a refrescar cuando se cansó y diomediavuelta,observandositodoquedabaenordenantesdecruzarrectamenteelmuelle.

Laseguíhastaelhotel,creyendoqueella—sinvolverse,sinmirarme—sentíamipresenciamediacuadraatrás,yqueyoleeraútil,leayudabaasubirlascalles,avivir.Caminabadormida,sinenterarse,comolohabíahecholatardeanteriorporelcostado

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delBernayporelcostadodeldomingoydelamúsicaañorantequedirigíaFitipaldien la plaza sin más ayuda que el vaivén de sus ojos furiosos. Pero ahora la videtenerse en cada vidriera de las dos cuadras de alrededor de la plaza:miraba, elhombroderechocontraelvidrio, torciendoapenas lacabeza,gastandoexactamentemediominutoencadauna,elperfilindiferenteenlaagresividaddelaslucesqueibanencendiendo,despreocupadadequelemostraranenaguas,paquetesdeyerba,cañasdepescar,repuestosdetractores.

Por fin entró en elPlaza;yo continué andandohasta el club, puse tabacoen lapipa,miré la niebla que un viento frío comenzaba a desgarrar, justamente sobre laplaza, y volví. Estaba sentada en un taburete del mostrador, frente a una copadiminuta que miraba sin tocar, las dos manos protegiendo la valija que habíaacomodadoenlafalda.Mesentécontraunaventana,lejosdelmostrador,ymepusearevisarloscuadernosdeapuntes.Ellacontinuabaquieta,recogida,hipnotizadaporelpuntodeorodelacopa.Talvezmevieraporelespejo,talvezmehayaestadoviendodesde que llegué al puerto con la pipa entre los dientes y un pasado reciéndescubierto.Leíenelcuaderno:«Why, thouwertbetter in thygrave that toanswerwithbyuncoveredbodythisextremityoftheskies».Yeraciertoqueellameveíaporelespejo,porquecuandoalcélosojosnotuvonecesidaddevolverlacabezaantesdesujetarlacopitaconlosdedos,bajarsedeltabureteyvenirporuncaminorectoqueconstruyómilagrosamente entre lasmesas, sosteniendo el líquido intacto contra elpecho,lavalijaseparadasinesfuerzodelinvisiblejuegodelasrodillas.

Sesentóypusolacopaexactamenteenelcentrodelamesa;ycomoelmozonomehabíaatendido,nadiepodíasabersierasuyaomía.Laestuvomirandocon losojos bajos y yo empecé a conocer su cara, a llenarme de aprensiones mientrasescondíaelcuadernodeinglés.Estuvo,consugorrodelana—afranjas,viejo,maltejido— inclinado sin gracia contra una oreja, tranquila y seria, como si meditaraantes de resolverse—para siempre, como si fuera imprescindible que las cosas seiniciaran con una parodia de meditación. Supe que lo único que verdaderamenteimportaba en su cuerpo—a pesar de mi hambre, del hambre de Tito, de voraceshambrescobardesdelosamigos—erasucaritaredonda,oscura,jovenygastada,lospárpadostorcidoshacialospómulos,lagranbocaraída.Despuésbebióelcontenidode lacopadeun trago,mirándome,yyameestabasonriendocuando ladejóen lamesa:unaconstantesonrisafuriosa,alavezdesvalidayposesivacomounamirada,comosimemiraratambiénconlosdientes,conlaadelgazadalínearoja,elvelloylasarrugasquelosrodeaban.

—¿Tepuedotutear?—dijo—.Hacemuchosañosnoscitamosparaestatarde.¿Esverdad?Noimportacuándo,porqueyavesquenopudimosolvidarloyaquíestamos,puntuales.

Lacarayademáslavoz.Cuandovinoelmozoellapidióotracopayyonoquise

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nada;mepuseatrabajarenlapipa,ruborizado,abandonándome,segurodequeellanoseburlaba,dequeeraninnecesariaslasexplicaciones.Lacara,siempre,yaquellavozqueactuabacomosuspies,libreeignorada,persuasiva,sinrecurriralaspausas.

Pero todo esto es un prólogo, porque la verdadera historia sólo empezó unasemanadespués.TambiénesprólogomivisitaaDíazGrey,elmédico,paraconseguirquemepresentaraalviajantedeunlaboratorioquesehabíaestablecido,conmediadocena de valijas llenas demuestras de drogas, en el primer piso del hotel, en elmismocorredordelhoteldondeestabalahabitacióndelamujer;ymientrevistaconelviajante,ycómosureposadocinismo,suarremangadacamisadeseda,supequeñabocahúmedahumillaronsindolor,unmediodía,ensucuartoendesorden,lasfrasesaprendidasdememoriaquetratéderepetirconindolencia.Antesdedecirmequesíseestuvoriendo,casisinruido,encalcetines, tiradoenlacama,chupandouncigarro,contándomerecuerdossucios.Bajamosjuntosyexplicóalgerentequeyoiríatodaslastardesasuhabitaciónparaayudarloacopiaramáquinaunosinformes;«Déleunallave»;meapretó lamanoconfuerza,serio,comoaunhombredesuedad,conunextrañoorgulloenlosojospequeñosyfelices.

Noquiseinventarotramentiraparamispadres;repetíelcuentodelosinformesamáquinas que me había encargado el viajante, despreocupándome del dinero quetendríaquecobrarymostrar.Todaslastardes,encuantoterminabanlasclases—yavecesantes,cuandomeeraposibleescapar—entrabaenelhotel,saludabaconunasonrisaaquienestuvieradeturnoatrásdelacajaregistradoraysubíaporelascensorolaescalera.Elviajante—ErnestoMaynarddecíanlaschapitasdelosmuestrarios—estabarecorriendo las farmaciasde lacosta;durante losprimerosdíasgastémuchotiempoenexaminarlostubosylosfrascos,enleerlaspromesasylasórdenesdelosprospectos en papel de seda, subyugado por su estilo impersonal, a veces oscuro,mesuradamente optimista.Arrimado a la puerta, escuchaba después el silencio delcorredor,losruidosdelbarylaciudad.Sucedió.

Lamujer fingíasiempreestardormidaydespertabaconunpequeñosobresalto,concambiantesnombresmasculinos,deslumbradaporlosrestosdeunsueñoquenimi presencia ni ninguna realidad podrían compensar. Yo estaba hambriento y mihambre se renovaba y me era imposible imaginarme sin ella. Sin embargo, lasatisfaccióndeestehambre,contodassuspensadasoinevitablescomplicaciones,seconvirtiómuypronto,paralamujeryparamí,enunprecioquenecesitábamospagar.

Laverdaderahistoriaempezóunanochecerhelado,cuandooíamoslloverycadauno estaba inmóvil y encogido, olvidado del otro.Había una barra estrecha de luzamarillaenlapuertadelbañoyyoreconstruíalasoledaddelosfarolesenlaplazayen la rambla, los hilos perpendiculares de la lluvia sin viento. La historia empezócuandoelladijodepronto,sinmoverse,cuandolavoztrepóyestuvoenlapenumbra,mediometroencimadenosotros:

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—Quéimportaqueestélloviendo,aunquelluevaasícienañosestonoeslluvia.Aguaquecae,peronolluvia.

Habíaestado,tambiénantes,lagransonrisainvisibledelamujer,yesciertoqueellanohablóhastaquelasonrisaestuvototalmenteformadayleocupólacara.

—Nadamásqueaguaquecaeylagentetienequedarleunnombre.Asíqueenestepuebluchoociudadlellamanlluviaalaguaquecae;peroesmentira.

Nopudesospechar,nisiquieracuandollególapalabraEscocia,quéeraloqueseestabainiciando:lavozcaíasuaveininterrumpidaencimademicara.Meexplicóquesóloeslluvialaquecaesinutilidadnisentido.

—El castillo estaba en Aberdeen y era tan viejo que el viento andaba por loscorredores, los salones y las escaleras. Había más viento allí que en la noche deafuera.Ylalluviaquenoshabíaamontonadodurantedosdíascontralachimeneaaltacomo un hombre, terminó por atraernos hacia las ventanas rotas. Así que nohablábamos, estábamos desde lamañana a la noche rodeando el salón, la nariz decadaunocontraelvidriodeunaventana,quietoscomolasfigurasdepiedradeunaiglesia. Hasta que al tercer día, creo, Mac Gregor anunció que ya no llovía, queempezaríaanevar,queloscaminosibanaquedarcerradosyquecadaunoeradueñodepensarqueestoresultabamejoropeorquelalluvia.

Estefueelprimercuento;volvióadecirloalgunasveces,casisiempreporqueyolopedíacuandoestabaaburridodelcalordelaIndiaodelcampamentodeAmallan.Talveznadieenelmundosepamentirasí,pensabayo.Otalveznadiecazózorroshasta que ella se echó a reír, sacudiendo la cabeza, luchando sin energía con unrecuerdo de desteñida vergüenza, para atar de inmediato el caballo a un árbol yesconderse con un lord o un sir o un segundón de lord en un pabellón en ruinas,revolcarseenelineludiblejergóndehojas,mientrasgirabaalrededordeellos,enelpaisaje cursi de esplendoroso frío que ella acababa de hacer—allí, ami lado, sinesfuerzo, con un placer impersonal y divino—, la primera cacería de zorro queestremeció la tierra, el acordado frenesí que ella iba dirigiendo con palabrasambiciosasymarchitas:pompa,traílla,casaca,floresta,rastreador,lainútilviolencia,unapequeñamuerteparda.

Y en el centro de cada mentira estaba la mujer, cada cuento era ella misma,próxima amí, indudable.Ya nome interesaba leer ni soñar, estaba seguro de quecuando hiciera los viajes que planeaba con Tito, los paisajes, las ciudades, lasdistancias, el mundo todo me presentaría rostros sin significado, retratos de carasausentes,irrecuperablementedespojadosdeunarealidadverdadera.

Estaba el hambre, siempre;pero escucharla era el vicio,másmío,más intenso,más rico. Porque nada podía compararse al deslumbrante poder que ellame habíaprestado,eldondevacilarentreVeneciayElCairounashorasantesdelaentrevista,hermético, astutamente vulgar entre los doce pobres muchachos que miraban

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formarsepalabrasdesconcertantesenelpizarrónyen labocademísterPool;nadapodíasustituirlosregresosanhelantesquemebastabapedirsusurrandoparatenerlos,nuncaiguales,alterados,perfeccionándose.

Habíamos idodeNuevaYorkaSanFrancisco—porprimeravez,y loqueelladescribía me desilusionó por su parecido con un aviso de bebidas en una de lasrevistas extranjeras que llegan al diario: una reunión en una pieza de hotel, lasenormes ventanas sin cortinas abiertas sobre la ciudad demármol bajo el sol; y laanécdotaeracasiunplagiodeladelhotelBolívar,enLuna—,acabábamosde«llorardefríoenlacostaesteyantesdequepasaraundía,increíble,nosestábamosbañandoenlaplaya»,cuandoaparecióelhombre.

Era anchoybajoyyo sóloquise enterarmede laspocas cosasquehoy siguenbastandoparaarmarloysostenerlo:lascejasanchas,elcuellodelacamisabrillanteyrayado, una perla, el corte novedoso de las solapas. Tal vez también, aunqueinnecesarias, su pequeña, terca sonrisa en media luna, sus manos peludas puestassobre la mesa como cosas traídas para exhibir y presionar y que no olvidaría almarcharse. Estaban sentados cerca del comedor, a las siete de la tarde. Ella seinclinabasobrelascopasyelcenicero,unavarilladehumolecortabalacara;bajolasnegrascejasdelhombrehabíaunplácidobochorno,lavacilacióndeinterrumpirunelogioexaltado.

ToméelascensoryfuiaencerrarmeenelcuartodeMaynard;tiradoenlacama,fumandolapipa,escuchélosruidosdelcorredor,leíunrelatodevictoriasdramáticasy parciales sobre el mal de Parkinson y supe que la anemia perniciosa es unaenfermedad de rubias de ojos azules. Hasta que de pronto seme ocurrió que ellapodíasubiracompañadaporelhombre,suspasosrápidos,ignorantesdelsueloydelameta,escoltadosportacosgraves,lentos,masculinos.Bajé.Estabanenlamesaycontinuabanpensandoenlasmismascosas,lacaradeellahacialascejasretintas,ladelhombrehacialasmanosdepositadasenelmantel.

Crucé la plaza sin celos, triste y enconado, inventando presentimientos dedesgracia. Doblé en Urquiza y fui hasta la ferretería. Montado en una escalera,vestidohasta los tobillos por el guardapolvogris hierro, gris polvo, el dependientetenía una caja de madera en las rodillas y examinaba agujeros de tuercas paraenterarsedesilaroscagirabahacialaizquierdaohacialaderecha.Cuandoterminabadeoleríaslasclasificaba.

La vieja estaba detrás del mostrador, con una pañoleta negra en los hombros,solemne,mezquina,muchomásmiopequelasemanaanterior.

—ElTitoestáarribaestudiando—nocontestómi saludo,nome invitóa subir,meestuvomirandocomosisospecharaqueyoteníalaculpadequesupelogrismellenara de asco. Entonces tuve quemalgastarmi sonrisa, un destello, una especialformadelcandorcondospuntosdiminutosdeinsolenciaenlosojos.Luchóunpoco:

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—¿Porquénosubís?—Esunmomento,gracias.Quieropedirleunapunte.Crucéelpatio,videtrásdeunapuertaa lahermanadeTitoplanchando;el frío

estaba inmóvil, un gato negro esquivó en silencio mi patada y mi escupida. Titoescondióbajolaalmohadalarevistaqueestabaleyendoymehizoseñasdesecretoycariñoantesderebuscarenelroperoymostrarmelabotelladecaña.

—Loquesíquetengosólounvaso.Estabacontento,gordito, turbado.Majestuoso,unpocomelancólico,aceptécon

ungesto,compartísubaba,puseuncodosobreelhuledevastadodelamesa,encendílapipaconlentitud.

—Estuve leyendootravezelpoema—dijoyalzóelvasomugriento,adornadoconflores,compradoparacepillosdedientesoinfusionesdeyuyos—.Yaunquevosdigas,noesmalo.Haymuchohumo.¿Querésqueabralaventana?

EnSantaMaría, cuando llega la noche, el río desaparece, va retrocediendo sinolasenlasombracomounaalfombraqueenvolvieran;acompasadamente,elcampoinvadeporladerecha—enesemomentoestamostodosvueltoshaciaelnorte—,nosocupayocupael lechodel río.Lasoledadnocturnaenelaguaoasuorilla,puedeofrecer,supongo,elrecuerdo,olanadaounvoluntariofuturo;lanochedelallanuraque se extiendepuntual e indominable sólo nos permite encontrarnos connosotrosmismos,lúcidosyenpresente.

—Esonoesunpoema—dijecondulzura—.Lehacescreeratupadrequeestásestudiandoyteencerrásparaleerunarevistapuercaqueyomismotepresté.Noesunpoema,eslaexplicacióndequetuveunmotivoparaescribirunpoemaynopudehacerlo.

—Te digo que es bueno —golpeó apenas la mesa con el puño, rebelde,emocionante.

Cuando llega la noche nos quedamos sin río y las sirenas que revibran en elpuerto se transforman en mugidos de vacas perdidas y las tormentas en el aguasuenancomounvientosecoentretrigales,sobremontesdoblados.Quecadahombreestésoloysemirehastapudrirse,sinmemorianimañana;esacarasinsecretosparatodalaeternidad.

—Y tu hermana se va a casar con el dependiente de la ferretería, no este año,claro, sinocuanto tuviejono tengamás remedioquedarleunahabilitación.Yvosalgún día te vas a poner atrás del mostrador, no para disputarle tu hermana aldependiente,comoseríajustoypoético,comoharíayo,sinoparaevitarqueterobenentrelosdos.

Meofreció el vaso conuna sonrisa tolerante, bondadosamente cínica.Toméuntragomientrasbuscabarecordarquéhabíavenidoahacerenelaltillo,juntoaél,miamigo. Acerqué un fósforo al chirrido de la pipa. Había venido para pensar, al

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amparo incomprensibledeTito,queyono teníacelosdelhombrede lascejasy laperla; que ella no me había mirado ni podría mirarme con aquella Enardecidanecesidad de humillación que yo había entrevisto al cruzar el bar; que sólo temía,verdaderamente, perder peripecias y geografías, perder el merendero crapuloso deNápoles donde ella hacía el amor sobre música de mandolinas; el estudio de SanPablo donde ella ayudaba de alguna manera a un hombre trompudo y contrito acorregirlaarquitecturadelaszonastempladasylascálidas.Nomiedoalasoledad;miedoalapérdidadeunasoledadqueyohabíahabitadoconunasensacióndepoder,conunaclasedeventuraquelosdíasnopodríanyanuncadarmenicompensar.

Hubolatardesiguiente,sinrastrosdelhombre,sinqueniellaniyoaludiéramosal desencuentro del día anterior. (También era parte de mi felicidad evitar laspreguntas razonables: saberporquéestabaellaenSantaMaría,porqué recorríaelmuelle con la valija.) Tal vez ella haya sido aquella tarde más protectora, másexigente,másminuciosa. Sólo es seguro que ella no estuvo, no fue nombrada, noabrazó a ningún hombre en la historia prolongada sobre el Rhin, en un barco queviajaba con mal tiempo de Maguncia a Colonia. Y las demás convicciones sondudosas:laintencióndesusonrisaenlapenumbra,laintensidadalarmantedelfrío,elamortemerosoconqueellaalargabalosdetallesdelviaje,susganasdesuprimirloesencial,deconfundir lossignificados.Sólomedio,de todosmodos,cosasqueyosabíadememoria:unabalsasobreunrío,genterubiaeimpávida,lasiemprefallidaesperanzadeunacatástrofedefinitiva.

Ytambiéndetodosmodos,mientrasmevestía,meacomodabalaboinaytratabadereorganizarrápidamentemiconfianzaenlaimbecilidaddelmundo,leperdonéelfracaso, estuve trabajando en un estilo de perdón que reflejara mi turbulentaexperiencia,mihastiadamadurez.

Larecuerdodespeinadayconforme,dejándomemarchar,ayudándomeaquemefuera,despidiendomicuerpoflaco,mitorpeza,misoídos.

YasícomoaldecirleadiósalamujerenlatardedelviajetempestuososobreelRhinmeestabaseparandodemimadre,meencontréconmipadrealdíasiguiente,alasseisdelatarde.Estabasentadoenelmostradordelbar,vigilandolaentradaconunperfilrojizoyentusiasta,segurodequemeatraparíaalpasar,unpocoborracho,llamándoseentoncesErnestoMaynard.Sólotuvoquemoverunpulgarparaatraerme.

—¿Cómoleva?—dijeconmivozmásgruesa;meacomodéasulado,puseenordensobremispiernasloslibrosylalibreta,aceptélabebidaqueélquiso.

Bebimos en silencio, pausados. Después él me puso una mano en el hombro,apenas, sin dominio, sin piedad. Seguiré recordándolo con amor durante años,mordiendo el habano ami lado, apartándolo paramirar con sus ojos satisfechos ypequeños la longitud y el color de la ceniza, grueso y seguro, buscando con sugrosera,simplecabezalafórmulaquenohirierademasiadoperoquecontuvieseala

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vezaquellaamarguraquefortificayenseña.—Bueno,semandóamudar.Conozcotodalahistoria.Yo,metidoenlapiezade

hotel o viajando por la costa, convenciendo a médicos, dentistas, boticarios ycuranderos.Puedovendercualquiercosa,losupedesdesiempre,desdequeeramáschicoquevos,esundon.Trabajandoduro.Peronuncasemeescapóunchisme.Losadivinoantesdequeempiecenaformarse;todosloscuernos,todoslosabortos,todaslas estafas.Se fue estamañana, o,mejor dicho, novolviódesde anoche.Dejóunacartapidiendoqueleguardenelbaúl,quevaavolverabuscarloyapagarelsaldodelacuenta,unostrescientospesos.Nadamásqueelbaúl;ydebeestarllenodepiedras,o de ropas viejas o de cuentas de otros hoteles.Yo sabía también que a las seis ycuarto ibas a llegar al hotel. Te esperé para decirte, sin vueltas, que esamujer novuelvemás y que no importa que novuelva.Yque no es posible que vivas comotodosestospobrestiposquecompranlascamisas,oselascompranlasesposas,enLaModerna y eligen los trajes en el catálogo de Gath y Chaves. Esperando que lescaiganmujeresynegocios,oyanoesperandonada.Tenésquedisparar.Algúndía,quiéntedice,mevasadarlasgracias.

Le di las gracias y salí, sabiendo de verdad por primera vez que no tenía conquienestar.Aquellanoche tratéde rehacerelmundo,cada lugarqueellamehabíadado,cadafábula.Dejéderecordarsucaraencuantohuboluzenlaventana.

Ytampocoservíapedirprestadoeldinero.Fuidemañanaalbancoydejécincopesos en mi cuenta de ahorros; fui a lo de Salem y empeñé el reloj que habíaheredado de mi hermano (muda y melodramática mi cuñada lo desprendió de lamuñecademihermanomuerto).Antesdemediodíaestuveplantadofrentealacajaregistradoradelhotel,llenodedinero,depoder,deunaoscuranecesidaddeofensaydesgaste. Expliqué que la mujer me había hecho llegar los trescientos pesos pararescatar el baúl; me dieron un recibo, me hicieron firmar otro: «Por CarmenMéndez». Arreglé con Tito para que lleváramos el baúl al garaje de la ferreteríacuandosuspadresdurmieran.DurantetodoeldíaestuvepensandoeneldoctorDíazGrey,imaginandoquetodoestoloestabahaciendoporél,porelimprecisoprestigiode la caballerosidad que él representaba en el pueblo, pequeño, bien vestido,desterrado,exagerandoconternuralarengueraqueapoyabaenelbastón.

Asíqueagotadoyorgulloso,veinticuatrohorasdespuésquelamujerdejaraSantaMaría, me encerré con Tito en el garaje y destapamos una botella mientrasconversábamosdenochesdebodasydelasrepercusionesdelasmuertes,sentadosenelbaúl,golpeándolosuavementeconlostacos.Cuandolabotellaestuvoporlamitady él me pidió que no habláramos del cuerpo de su hermana, rompí el candado yfuimosextrayendoropassuciaseinservibles,sinperfumes,conolorauso,asudoryencierro, revistas viejas, dos libros en inglés y un álbum con tapas de cuero y lasiniciales C.M. En cuclillas, envejecido, tratando de manejar la pipa con evidente

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soberbia,vi lasfotografíasenquelamujer—menosjovenymáscrédulaamedidaque ibapasando rabioso laspáginas—cabalgabaenEgipto, sonreíaa jugadoresdegolf en un prado escocés, abrazaba actrices de cine en un cabaret de California,presentíalamuerteenelventisquerodelRúan,hacíareales,infamabacadaunadelashistoriasquemehabíacontado,cadatardeenquelaestuvequeriendoylaescuché.

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HistoriadelCaballerodelaRosaydelaVirgenencintaquevinodeLiliput

1

En el primermomento creímos los tres conocer al hombre para siempre, haciaatrás y hacia adelante. Habíamos estado tomando cerveza tibia en la vereda delUniversal, mientras empezaba una noche de fines de verano; el aire se alertabaalrededordelosplátanosylostruenosjactanciososamagabanacercarseporencimadelrío.

—Vean—susurróGuiñazú,retrocediendoenlasilladehierro—.Miren,peronomiren demasiado. Por lo menos, no miren con avidez y, en todo caso, tengan laprudenciadedesconfiar.Simiramosindiferentes,esposiblequelacosadure,quenosedesvanezcan,queenalgúnmomento lleguena sentarse, apedir algoalmozo, abeber,aexistirdeveras.

Estábamossudorososymaravillados,mirandohacialamesafrentealapuertadelcafé.Lamuchachaeradiminutaycompleta;llevabaunvestidojusto,abiertosobreelpecho, el estómagoyunmuslo.Parecíamuy joveny resuelta a ser dichosa, le eraimposible cerrar la sonrisa. Aposté a que tenía buen corazón y le predije algunastristezas.Conuncigarrilloenlaboca,ansiosayamplia,conunamanoenelpeinado,sedetuvojuntoalamesaymiróalrededor.

—Supongamos que todo está en orden —dijo el viejo Lanza—. Demasiadopróximaalaperfecciónparaserunaenana,demasiadoseguraydemagógicaparaserunaniñadisfrazadademujer.Hastaanosotrosnosmiró,talvezlaluzlaciegue.Perosonlasintencioneslasquecuentan.

—Puedenseguirmirando—permitióGuiñazú—,peronohablentodavía.Acasoseantalcomolosvemos,acasoseaciertoqueestánenSantaMaría.

Elhombreerademuchasmanerasyéstascoincidían,inquietasyvariables,enelpropósitodemantenerlovivo,sólido,inconfundible.Erajoven,delgado,altísimo;eratímidoeinsolente,dramáticoyalegre.

Irresolucióndelamujer;despuésmovióunamanoparadesdeñarlasmesasenlavereda y a sus ocupantes, la alharaca de la tormenta, el planeta sin primores nisorpresasqueacababadepisar.Diounpasoparaacercarleunasillaalamuchachayayudarlaasentarse.Lesonrióparasaludarla, leacaricióelpeloy luegolasmanos,mientras descendía con lentitud hasta tocar su propio asiento con los pantalones

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grises,muyestrechosenlaspantorrillasyenlostobillos.Conlamismasonrisaqueusabapara lamuchachayque lehabía enseñadoa copiar, sevolviópara llamar almozo.

—Ya cayó una gota—dijo Guiñazú—. La lluvia estuvo amenazando desde lamadrugadayva a empezar justo ahora.Va aborrar, a disolver estoque estábamosviendoyquecasiempezábamosaaceptar.Nadiequerrácreernos.

El hombre estuvo un rato con la cabeza vuelta hacia nosotros,mirándonos, talvez.Conlaondaoscuraylustrosaqueledisminuíalafrente,conelanómalotrajedefranelagrisdondeelsastrehabíaclavadounapequeñarosadura,consuindolenciaalertayesperanzada,conunaamistadporlavidamásviejaqueél.

—Peropuedeser—insistióGuiñazú—quelosdemáshabitantesdeSantaMaríalos vean y sospechen, o por lomenos tenganmiedo y odio, antes de que la lluviatermine por borrarlos. Puede ser que alguno pase y los sienta extraños, demasiadohermososyfelicesydélavozdealarma.

Cuando llegóelmozo,demoraronenponersedeacuerdo; elhombreacariciabalos brazos de la muchacha, proponiendo con paciencia, dueño del tiempo yrepartiéndoloconella.Seinclinósobrelamesaparabesarlelospárpados.

—Ahoravamosadejardemirarlos—aconsejóGuiñazú.YoescuchabalarespiracióndelviejoLanza,latosquenacíadecadachupadaal

cigarrillo.—Losensatoesolvidarlos,nopoderrendircuentasanadie.Empezóelchaparrónyrecordamoshaberdejadodeoírlostruenossobreelrío.El

hombresequitóelsacoylopusosobrelaespaldadelamuchacha,casisinnecesidaddemovimientos,sindejardevenerarlaydecirleconlasonrisaquevivireslaúnicafelicidadposible.Ella tironeóde las solapasyestuvomirandodivertida las rápidasmanchasoscurasqueseextendíanporlacamisadesedaamarillaqueelhombrehabíaintroducidoenelaguacero.

La luz de la U de Universal refulgía en la humedad de la rosita hierática ymezquinaquedilatabaelojaldelsaco.Sindejardemirarasumarido—yoacababadedescubrirlosanillosenlasmanosunidassobrelamesa—ellatorciólacabezapararozarlaflorconlanariz.

Enelportaldondenoshabíamos refugiado, elviejoLanzadejóde toserydijounabromasobreelcaballerode larosa.Nospusimosareír,separadosde laparejaporelestruendodelalluvia,creyendoquelafraseservíaparadefiniralmuchachoyqueyaempezábamosaconocerlo.

2

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Todoloquefuimossabiendodeellosnotuvointerésparamí,hastacercadeunmesdespués,cuandolaparejaseinstalóenLasCasuarinas.

SupimosquehabíanestadoenelbailedelclubProgreso,peronoquiénlosinvitó.Algunodenosotrosestuvomirandobailara lamuchacha toda lanoche,diminutayvestida de blanco, sin olvidar nunca, cuando se aproximaba al largo y oscurecidomostrador del bar donde su marido conversaba con los socios más viejos eimportantes,sinolvidarsonreírleconundestellotantierno,tanespontáneoyregular,quesehacíaimposiblenoperdonarla.

Encuantoaél,lánguidoylargo,lánguidoyentusiasta,otravezlánguidoyconelprivilegiode la ubicuidad, bailó solamente con lasmujeres quepodíanhablarle—aunque no lo hicieran—de la incomprensión de losmaridos y del egoísmode loshijos, de otros bailes con valses, one-steps y el pericón final, con limonadas yclericotsaguados.

Bailósóloconellasysóloaceptóinclinarunossegundossobrehijasysolteraselalto cuerpo vestido de oscuro, la hermosa cabeza, la sonrisa sin pasado niprevenciones, laconfianzaen ladicha inmortal.Yesto,condistraccióncortésydepaso.Ellas,lasvírgenesylasjóvenesesposassanmarianas—cuentaelobservador—,lasquedeacuerdoalbrevevocabulariofemeninonohabíanempezadoaúnavivirylas que habían dejado prematuramente de hacerlo y rumiaban desconcertadas elrencor y la estafa, parecían estar allí nadamás que para darle, sin falta, un puenteentremujeresyhombresmaduros,entrelapistadebaileylosincómodostaburetesdelbarenpenumbradondesebebíaconlentitudysehablabade la lanayel trigo.Cuentaelobservador.

Bailaronjuntoslaúltimapiezaymintierontenacesyalunísonoparalibrarsedelasinvitacionesacomer.Elsefueinclinando,pacienteycontenido,sobrelasmanosviejasqueoprimíasinatreverseabesar.Erajoven,flaco,fuerte;eratodoloqueseleocurríaserynocometióerrores.

Durante la cena, nadie preguntó quiénes eran y quién los había invitado. Unamujer esperó un silencio para recordar el ramo de flores que había tenido lamuchachaenelcostadoizquierdodelvestidoblanco.Lamujerhablóconparsimonia,sinopinar,nombrandosimplementeunramodefloresdeparaísosujetoalvestidoporunbrochedeoro.Arrancado talvezdeunárbolencualquiercallesolitariaoeneljardíndelapensión,delapiezaodelagujeroenqueestuvieronviviendodurantelosdíasinmediatosalVictoriayqueningunodenosotroslogródescubrir.

3

Casitodaslasnoches,Lanza,GuiñazúyyohablábamosdeellosenelBernaoen

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el Universal, cuando Lanza terminaba de corregir las pruebas del diario y se nosacercabarengueando,lento,bondadoso,moribundoyencimadelasmanchasdesolquehabíancaídosinvientodelastipas.

Eraunveranohúmedoyyoestabaporentoncesalbordedelasalvación,próximoaaceptarquehabíaempezadolavejez;perotodavíano.MejuntabaconGuiñazúyhablábamosdelaciudadydesuscambios,detestamentaríasydeenfermedades,desequías,decuernos,delapavorosarapidezconqueaumentabanlosdesconocidos.Yoesperaba la vejez, y acasoGuiñazú esperara la riqueza. Pero no hablábamos de laparejaantesdelahoravariableenqueLanzasalíadeElLiberal.Llegabarengoymásflaco,terminabadetoserydeinsultaralregenteyatodalarazadelosMalabia,pedíauncafécomoaperitivoyrefregabaelpañuelomugrientoenlosanteojos.PoraqueltiempoyomirabayoíamásaLanzaqueaGuiñazú,tratabadeaprenderaenvejecer.Peronoservía;ésaydoscosasmásnopuedensertomadasdeotro.

Alguno, cualquiera de nosotros, mencionaba a la pareja, y los demás íbamosaportando lo que podíamos, sin preocuparnos de que fuera poco o mucha, comoverdaderosamigos.

—Bailan,sonbailarines,esopuedeafirmarse,ynoesposibledecirotracosa,sihemos juradodecir solamenteverdadesparadescubrir o formar laverdad.Peronohemos jurado nada. De modo que las mentiras que pueda acercar cada uno denosotros,siemprequeseandeprimeramanoyquecoincidanconlaverdadquelostrespresentimos,seránútilesybienvenidas.ElPlazayanoeslobastantemodernoylujosoparaellos.Hablodelosforasterosengeneral,ymealegrodequeseaasí.Encuantoaéstos,vinieronporlabalsayfuerondirectamentealVictoria,dospiezasconbaño y sin comida. Podemos imaginarlos abrazados en la borda —mirando coninterésydesamor,defendiéndosedelospeligrosdeldesdényeloptimismo—desdequeelbarcoempezóaempinarse sobre lacorrentadademitaddel ríoyviróhaciaSantaMaría.Medían cadametro de los edificios demás de un piso, calculaban laextensión del campo de operaciones, preveían puntos débiles y emboscadas,valoraban la intensidad de uno de nuestros mediodías de verano. Ellos, él con elbrazo izquierdoamparandocasi la totalidaddelcuerpode laenanapensativayellamirandohacianosotroscomounniñopensativo,mordiendolospétalosdelasrosasqueélhabíabajadoacomprarleenelmuelledeSalto.Ellos,después,rodandohaciael Victoria en el coche de modelo más nuevo que pudieron encontrar en la filaestrepitosadelembarcadero;seguidosunahoradespuésporelcarricochecargadodevalijasyunbaúl.Traíanunacartaparaelgordo,amaneradobisnietodeLatorre;yesforzoso que hayan sabido desde la tarde del primer día que nosotros no loconocíamos,quenoestábamosinteresados,quetratábamosdeolvidarloysegregarlodel mito latorrista, construido con impaciencia, candor y malicia por los hombresnostálgicosysindestinodetresgeneraciones.Supieron,entodocaso,queelbisnieto

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estaba en Europa.—No importa—dijo él, con su rápida sonrisa exacta—. Es unlugarsimpático,podemosquedarnosuntiempo.

Demodoque sequedaron,peroyanopudoserenelVictoria.Dejaron lasdoshabitacionesconbaño,seescondieronconéxitoysólopudimosverlosenlacomidaúnicaynocturnaenelPlaza,enelBernaoenlosrestaurantesdelacosta,muchomáspintorescosybaratos.Así,unasemanaodiezdías,hastaelbaileenelclubProgreso.Y, en seguida, una pausa en la que los creímos perdidos para siempre, en la quedescribimosconalgúningeniosuarriboacualquierotraciudadcostera,confiadosyun poco envanecidos, un poco displicentes por la monótona regularidad de lostriunfos,paraseguir representando«Lavidaserásiemprehermosa»o la«Farsadelamor perfecto». Pero nunca nos pusimos de acuerdo respecto al nombre delempresario, y me empeñé en oponer a todas las teorías soeces una interpretaciónteológica no más absurda que el final de esta historia. Terminó la pausa cuandosupimosqueestabanviviendo,oporlomenosdormían,enunadelascasitasdetechorojode laplaya,unade ladocenaquehabíacompradoSpecht—porelprecioquequiso,peroalcontado—alviejoPetras,cuandoseiniciólaparálisisdelastilleroylosmelancólicosempezamosadecirqueningunalocomotoracorreríaporlosrielesquehabían hecho medio camino, un cuarto y un cuarto, entre El Rosario y PuertoAstillero.Dormían en la casita deVilla Petras, de doce de la noche a nueve de lamañana.ElchoferdeSpecht—SpechteraentoncespresidentedelclubProgreso—lostraíaylosllevaba.Nuncapudimossaberdóndedesayunaban;perolasotrastrescomidas las hacían en la casa de Specht, frente a la plaza vieja, circular, o plazaBrausen,oplazadelFundador.Tambiénsesupoquenuncafirmaronuncontratodealquiler por la casa en la playa. Specht no estaba interesado en hablar de sushuéspedesytampocoenhuirdeltema.Confirmabaenelclub:

—Sí,nosvisitantodoslosdías.Ladistraen.Comonotenemoshijos.Pensamosque la señoraSpecht, si quisiera hablar, podría darnos la clavede la

pareja, sugerirnos definiciones y adjetivos. Los que inventábamos, no llegaban aconvencernos. Eran, ella y él, demasiado jóvenes, temibles y felices para que elprecioyelporvenir consistieranen losque seofrecea loscriados: casa, comidayalgúndinerodebolsilloque la señoraSpecht lesobligaraa recibir sinqueellos lopidieran.

Talvezesteperíodohayaduradounosveintedías.Poraqueltiempoelveranofuealcanzado por el otoño, le permitió algunos cielos vidriados en el crepúsculo,mediodíassilenciososyrígidos,hojasplanasyteñidasenlascalles.

Duranteaquellosveintedías,elmuchachoylapequeñallegabanalaciudadtodaslasmañanasalasnueve,traídosporelcochedeSpechtdesdelafrescuradelaplayahastaelestíorezagadoenlaplazavieja.Podíamosverlos—yonotuvedificultad—sonriendoalchofer,aloloracuerodelautomóvil,alascallesyasumenguadotrajín

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matinal;alosárbolesdelaplazayalosqueasomabanporencimadelastapias,aloshierrosy losmármolesde laentradade lacasa,a lamucamaya laseñoraSpecht.Sonriendodespués,todoeldía,lamismasonrisadehermandadconelmundo,menospura y convincente la de ella, con dimensiones y brillos apenas equivocados.Y, apesar de todo, siendo útiles desde lamañana hasta el regreso, inventándose tareas,remendandomuebles,limpiandolasteclasdelpiano,preparandoenlacocinaalgunadelasrecetasqueélsabíadememoriaoimprovisaba.Yeranútiles,principalmente,modificandolosvestidosylosarreglosdelaseñoraSpecht,celebrandodespuésloscambios con admiraciones discretas y plausibles. Eran útiles alargando las veladashasta el primer bostezo de Specht, coincidiendo con él en lugares comunesdesilusionados e inmortales, o limitándose a escuchar con avidez proezasautobiográficas.(Ella,nodeltodo,claro;ellasusurrandoendúoconlaseñoraSpechtlallanamúsicadefondo—modas,compotasydesdichas—queconvienealostemasépicosdelacharlamasculina.)

—Noelcaballerodelarosa—terminóporproponerLanza—sinoel«chevalierservant».Dichosindesprecio,probablemente.Esoseverá.

SesupoqueSpechtlosechósinviolencialamañanasiguienteaunafiestaquedioensucasa.Comosiempre,elchoferllegóaqueldomingoalasnuevealchaletdelaplaya;peroenlugarderecogerlosentregóunacarta,cuatroocincolíneasdefinitivasycortesesescritasconlaletraclaraysinprisasquesedibujaenlasmadrugadas.Losechó porque se habían emborrachado; porque encontró almuchacho abrazado a laseñoraSpecht;porquelerobaronunjuegodecucharasdeplataqueteníangrabadoslosescudosdeloscantonessuizos;porqueelvestidodelapequeñaeraindecenteenunpechoyenunarodilla;porquealfindelafiestabailaronjuntoscomomarineros,comocómicos,comonegros,comoprostitutas.

LaúltimaversiónpudohacerseverdaderaparaLanza.Unamadrugada,despuésdeldiarioydelBerna,losvioenunodeloscafetinesdelacalleCaseros.Empezabaaterminarunanochecalienteyhúmeda,ylapuertadelnegocioestabaabierta,sinlacortina velluda, sin promesas ni trampas. Se detuvo para burlarse y encender uncigarrilloylosvio,solosenlapista,rodeadosporlafascinaciónhíbridadelaescasagentequequedabaen lasmesas,bailandocualquier cosa,un fragor,unvértigo,unprólogodelayuntamiento.

—Porque aquello tendría, estoy seguro, un nombre cualquiera que no pasa deeufemismo.Ytampocoaquellopasabadedanzatribal,deritodeesponsales,delasvueltasylasdetencionesconquelanoviarodeayligaalvarón,delasofertasqueseinterrumpenparairritaralademanda.Sóloqueaquíeraellalaquesedejabaestar,unpoco torpe, con los movimientos amarrados, frotando el suelo con los pies y sindespegarlos, haciendo oscilar el cuerpo diminuto y abundante, persiguiendo alhombre con su paciente sonrisa deslumbrada y con las palmas de las manos, que

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había alzado para protegerse y mendigar. Y era él quien bailaba alrededor,quebrándosedecinturaalalejarseyvenir,prometiendoyrectificandoconlacarayconlospies.Bailabanasíporqueestabanlosdemás,perobailabansóloparaellos,ensecreto,protegidosdetodaintromisión.Elmuchachoteníalacamisaabiertahastaelombligo; y todos nosotros podíamos verle la felicidad de estar sudando, un pocoborrachoyentrance,lafelicidaddesercontempladoydehacerseesperar.

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Entonces, por primera vez y como estaba predicho, tuvieron que acercarse anosotros. Enmitad de una mañana el hombre llegó al estudio de Guiñazú, reciénbañado y oliendo a colonia, envolviéndose los dedos con un billete de cincuentapesosdobladoalolargo.

—Nopuedopagarmás,porlomenosalcontado.Dígamesialcanzacomopreciodeunaconsulta.

«Lohicesentarmientraspensabaenustedes,insegurodequefueraél.Merecostéenelsillónyleofrecíuncafé,sincontestarle,exigiéndolepermisoparafirmarunosescritos.Perocuando sentí quemi antipatía sin causanopodía sostenerseyque laiban sustituyendo la curiosidad y una forma casi impersonal de la envidia; cuandoadmití que lo que cualquiera hubiera llamado insolencia o descaro podía ser otracosa,extraordinariaycasimágicaporlorara,comprendísindudasquemivisitanteera el tipo de la camisa amarilla y la rosita en el ojal que habíamos visto aquellanochedelluviaenlaveredadelUniversal.Quierodecir,aunquemeempecineenlaantipatía:unhombrecongénitamenteconvencidodequeloúnicoqueimportaesestarvivo y, en consecuencia, convencido de que cualquier cosa que le toque vivir esimportanteybuenaydignadesersentida.Ledijequesí,queporcincuentapesos,tarifa de amigo, podía decirle, con aproximación de meses, qué pena estabaautorizadoaesperardecódigos,fiscalesyjueces.Yquépodíaintentarseparaquelapenanosecumpliera.Queríaescucharloyquería,sobretodo,sacarleelbilleteverdequeenredabadistraídoenlosdedoscomosiestuvierasegurodequeconmigobastabamostrarlo.

»Desplegó por fin el billete y lo puso encima del escritorio; lo guardé en micartera y hablamos unminuto de SantaMaría, panoramas y clima.Me contó unahistoriasobre lacartaquehabía traídoparaLatorreymepreguntósi leeraposiblequedarseavivirenelchaletdelaplaya—élyella,claro,tanjovenyesperandounniño—apesardeldistanciamientoconSpecht,apesardequenoexistíaotracosaqueloqueélllamabauncontratoverbaldealquiler.Lopenséunratoyelegídecirlequesí; le expliqué lentamente cuáles eran sus derechos, citando números y fechas de

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leyes,anécdotasquesentaban jurisprudencia.Aconsejédepositarenel juzgadounasuma razonable en concepto de alquiler y emplazar a Specht para elperfeccionamientodelcontratoexistente,verbalydehecho.

»Vi que estas palabras le gustaban;movía la cabeza asintiendo, conunamediasonrisaplacentera,comosiescucharaunamúsicapreferida,distante,bienejecutada.Mepidió,acusándosepornohaberentendido,quelerepitieraunaodosfrases.Peronada más, no exhibió ningún verdadero entusiasmo o alivio, desgraciadamente.Porque cuando di por terminada la pausa y le dije con voz soñolienta que todo loanteriorcorrespondíafielmentealateoríadederechoaplicablealcaso,peroque,enlasuciaprácticasanmariana,seríasuficientequeSpechthablaraporteléfonoconeljefe del Destacamento para que él y la joven señora que esperaba un niño fuerantrasladadosdesdeelchaletaunpuntocualquierasituadoadosleguasdellímitedelaciudad,sepusoareírymemirócomosiyofuerasuamigoyacabaradehacerunabromamemorable.Parecíatanentusiasmado,quesaquélacarteraparadevolverleloscincuenta pesos. Pero no cayó en la trampa. Extrajo del bolsillo delantero delpantalón un relojito de oro que en algún tiempo se había llamado “chatelaine”,lamentó tener compromisos y la inseguridad de que aquella charla de negociospudiera convertirse algún día en el diálogo de la verdadera amistad. Le apreté lamano con fuerza, sospechando que estaba en deuda con él por cosas de mayorimportanciaqueloscincuentapesosqueacababadeestafarle.»

5

Entonces desaparecieron, fueron vistosmezclados con viajantes en los sábadosdelclubComercial,otraveznosesupodeellos,ysurgierondegolpe,instaladosenLasCasuarinas.

Muycercadenosotrosydelescándalo,estavez.PorqueGuiñazúeraabogadodedoña Mina Fraga, la dueña de Las Casuarinas; yo la visitaba cuando el doctorRamírez no estaba en SantaMaría, y Lanza había terminado de pulir, el inviernoanterior, una pieza necrológica titulada Doña Herminia Fraga, de siete exactoscentímetrosdecolumna,quejosaaunqueambiguayquealudíaprincipalmentea lasvirtudescolonizadorasdeldifundopadrededoñaMina.

Cerca del escándalo porque doñaMina, entre la pubertad y los veinte años, sehabíaescapadotresveces.SefueconunpeóndeestanciaylatrajoelviejoFragaarebencazos,segúnlaleyenda,queagregalamuertedelseductor,suentierrofurtivoyunacuerdoeconómicoconelcomisariode1911.Sefue,nocon,sinodetrásdelmagode un circo que era apropiadamente feliz con su vocación y sumujer. La trajo lapolicía,ainstanciasdelmago.Sefue,enlosdíasdelacasirevolucióndel16,conun

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vendedordemedicinasparaanimales,unhombrebigotudo,afectadoyresueltoquehabía hecho buenos negocios con el viejo Fraga. Esta fue la más larga de susausenciasyvolviósinserllamadanitraída.EnestaépocaFragaestabaterminandoLasCasuarinas,uncaserónenlaciudad,paradotedesuhijaoporqueestabahartodevivirenlaestancia.Sehablóentoncesdeunacrisisreligiosadelamuchacha,desuentrada en un convento y de un cura inverosímil que se negó a propiciar el planporquenocreíaenlasinceridaddedoñaMina.LociertoesqueFraga,querecordabasin jactancia no haber pisado nunca una iglesia, hizo levantar una capilla en LasCasuarinas antes de que estuviera terminada la casa. Y cuando murió Fraga lamuchacha arrendó a los preciosmás altos posibles la estancia y todos los camposheredados, se instaló enLasCasuarinas y convirtió la capilla en habitaciones parahuéspedesojardineros.Durantecuarentaaños,fuepasandodeunnombreaotro,deHerminiaadoñaHerminitayadoñaMina.Terminóenlavejez,enlasoledadyenlaarterioesclerosis,nivencidaniañorante.

Allí estaban, entonces, los amantes caídos sobrenosotrosdesde el cielodeunatarde de tormenta. Instalados como para siempre en la capilla de Las Casuarinas,repitiendoahora,díaynoche,encondicionesidealesrespectoadecorados,públicoytaquilla,laobracuyoensayogeneralhabíanhechoencasadeSpecht.

LasCasuarinasestábastantealejadadelaciudad,haciaelnorte,sobreelcaminoque lleva a la costa.Allí los vioFerragut, el escribano asociado conGuiñazú, unamañanadedomingo.Alostresyalperro.

—Habíaestadolloviendoenlamadrugada;unpardehorasdeaguayviento.Demaneraque a las nueve el aire estaba limpioy la tierra unpocohúmeda, retinta yolorosa.Dejéelcocheenlapartealtadelcaminoylosvicasienseguida,comoenuncuadro pequeño, de esos de marco ancho y dorado, inmóviles y sorprendentesmientras yo iba bajando hacia ellos. El en último plano, con un traje azul dejardinero, hecho de medida, juraría; arrodillado frente a un rosal, mirándolo sintocarlo,haciendosonrisasdeprobadaeficaciacontrahormigasypulgones;rodeado,en beneficio del autor del cuadro, por los atributos de su condición: la pala, elrastrillo,latijera,lamáquinadecortarpasto.Lamuchachaestabasentadasobreunacolchonetade jardín,conunsombrerodepajaquecasi le tocaba loshombros,conunagranbarrigaenpunta,laspiernasalaturcacubiertasporunaampliapolleradecolores,leyendounarevista.Yjuntoaella,enunsillóndemimbrecontoldo,doñaMina sonreía a la gloria matutina de Dios, el asqueroso perro lanudo en la falda.Todosestabanenpazyerangraciosos;cadaunocumplíaconinocenciasupapelenelreciéncreadoparaísodeLasCasuarinas.Medetuve intimidadoenelportoncitodemadera, sabiéndome indigno e intruso; pero la vieja me había hecho llamar y yaestabamoviendounamanoyarrugandolacaraparadistinguirme.Estabadisfrazadacon un vestido sin mangas, abierto sobre el pecho. Me presentó a la muchacha

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—«una hijita»—, y cuando el tipo terminó de amenazar a las hormigas y vinobalanceándoseyarmandolasonrisa,doñaMinasepusoareír,remilgada,comosilehubiera dicho una galantería lúbrica.Ricardo era el nombre del tipo.Había estadoarañandolatierrahastaensuciarselasuñasyahoraselasmirabapreocupadoperosinperderlaconfianza:«Vamosasalvarcasitodo,doñaMina.Comolehabíadicho,losplantarondemasiadojuntos.Peronoimporta».Noimportaba,todoerafácil;resucitarrosalessecosocambiaraguaenvino.

—Perdón—dijo Guiñazú—. ¿Sabía, él, que eras el escribano, que la vieja tehabíallamado,queexisteunacosallamadatestamento?

—Sabía,estoyseguro.Perotampocoestoimportaba.—Elsí,debeestarseguro.—Y cuando la vieja le pasó el perro agónico y legañoso a la muchacha que

continuaba apoyando las nalgas en los talones y manoteó a ciegas el bastón paralevantarseeirconmigohacialacasa,eltipodiounsaltoyquedóinclinadojuntoaellaparaofrecerleelbrazo.Ibanadelante,muylento;élleexplicaba,amedidaquelaibainventando, la idiosincrasiadeldesconocidoquehabíaplantadolosrosales;ellase detenía a reír, para pellizcarle, para golpearse los ojos con un pañuelito. En elescritorioeltipomelaentregósentadaypidiópermisoparaseguirconversandoconlas hormigas. —Bueno—tanteó Guiñazú, jugando con un vaso—. Tal vez SantaMaría tenga razón al condenar lo que está pasando en Las Casuarinas. Pero si eldinero,enlugardeiracualquierparientedelcampo,lescaealjardineroamateuryaladamadecompañíayalniñoquenoacabadenacer...¿Cuántopuedevivirlavieja?—mepreguntó.

—No se puede decir. De dos horas a cinco años, pienso. Desde que tienehuéspedesabandonóelrégimendecomidas.Parabienoparamal.

—Sí—continuóGuiñazú—,ellospuedenayudarla.—SevolvióhaciaFerragut:—¿Tiene mucho dinero? ¿Cuánto? —Tiene mucho dinero —dijo Ferragut. —Gracias. ¿Modificó ese domingo el testamento?—Me confesó, porque me estuvohablandotodoeltiempoentonodeconfesión,queeralaprimeravezensuvidaquesesentíaqueridadeverdad.Quelaenanapreñadaeramásbuenaconellaquetodaverdaderahija imaginable,queel tipoeraelmejor,más finoycomprensivode loshombres y que si la muerte venía ahora a buscarla, tendría, ella, doña Mina, lafelicidaddesaberqueelrepugnanteperroincontinentequedaríaenbuenasmanos.

Lanzaempezóareírconvulsivamenteatorándoseconsonidostristones.Nosmirólascarasyencendióuncigarrillo.

—Tenemospocodequealimentarnos—dijo—.Ytodosedeclaravalioso.Peroéstaesunaviejahistoria.Sóloqueraravez,porloquesé,sehadadodemaneratanperfecta.Demodoqueenel testamentoanterior,dígameusted,dejaba la fortunaacurasoparientes.

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—Aparientes.—Yesamañanamodificóeltestamento.—Yesamañanamodificóeltestamento—repitióFerragut.

6

VivíanenLasCasuarinas,desterradosdeSantaMaríaydelmundo.Peroalgunosdías, una o dos veces por semana, llegaban a la ciudad de compras en el inseguroChevroletdelavieja.

Lospobladoresantiguospodíamosevocarentonceslaremotaybreveexistenciadelprostíbulo,lospaseosquehabíandadolasmujeresloslunes.Apesardelosaños,delasmodasydelademografía,loshabitantesdelaciudadcontinuabansiendolosmismos.Tímidos y engreídos, obligados a juzgar para ayudarse, juzgando siempreporenvidia«o»miedo.(Loimportanteadecirdeestagenteesqueestádesprovistade espontaneidad y de alegría; que sólo puede producir amigos tibios, borrachosinamistosos,mujeres que persiguen la seguridad y son idénticas e intercambiablescomomellizas,hombresestafadosysolitarios.Hablodelossanmarianos;talvezlosviajeros hayan comprobado que la fraternidad humana es, en las coincidenciasmiserables,unaverdadasombrosaydecepcionante.)

Peroeldesprecioindecisoconqueloshabitantesmirabanalaparejaquerecorríaunaodosvecesporsemanalaciudadbarridayprogresistaeradeesenciadistintaaladeldesprecioquehabíanusadoañosatrásparamedirlospasos,lasdetencionesylasvueltasdelasdosotresmujeresdelacasitaenlacostaquejugaronairdecomprasenlastardesdellunesdealgunosmeses.Porquetodossabíamosunpardecosasdelmuchacho lánguido sonreidor y de la mujer en miniatura que había aprendido aequilibrar sobre losaltos tacos labarrigacreciente,queavanzabapor lascallesdelcentro, no demasiado lenta, echada hacia atrás, apoyada con la nuca en la manoabierta de sumarido. Sabíamos que estaban viviendo del dinero de doñaMina; yquedóestablecidoque,enestecaso,elpecadoeramássucioeimperdonable.Talvezporque se trataba de una pareja y no sólo de un hombre, o porque el hombre erademasiadojoven,oporqueellosdosnoseransimpáticosydemostrabannoenterarse.

PerotambiénsabíamosqueeltestamentodedoñaMinahabíasidomodificado;demaneraque,almirarlospasar,agregábamosaldesdénunatímidaycalculadaofertadeamistad,decomprensiónytolerancia.Yaseveríaqué,cuandofueranecesario.

LoquesevioenseguidafuelafiestadecumpleañosdedoñaMina.PornosotroslavioGuiñazú.

Dijeron —y lo decían mujeres viejas y ricas, que fueron invitadas y dieronexcusas—queadoñaMinaleeraimposiblecumplirañosenmarzo.Hastaofrecieronmostrarfotografíasverdosas,imágenesconservadasdelainfanciarespetablededoña

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Mina, donde ella debía estar ocupando el centro, la únicaniña sin sombrero, en eljardín inconcluso de Las Casuarinas, en su fiesta de cumpleaños, entre niñas conbonetespeludos,conabrigosdesolapas,cuellosyalamaresdepieles.

Peronomostraronlasfotografíasnifueron.Apesardequeelmuchacholohabíaprometidoo,por lomenos,hizo todo loposible.Mandóhacerunas invitacionesenpapel blando amarillo con letras negras en relieve. (Lanza corrigió las pruebas.)Durante tres o cuatro días recorrieron las calles de la ciudad y los caminos de lasquintas en un tílburi misteriosamente desenterrado. Con llantas de gomas nuevas,reciénpintadodeverdeoscuroydenegrodébil,conungigantescocaballodeestatua,gordo, asmático, un animal de arado o de noria que ahora arrastraba a la pareja,enfurecido, babeante y al borde del síncope. Y ellos pasaban con uniforme derepartidores de invitaciones, erguidos sin dureza detrás de la rotunda grupa de labestia,consusgemelas,distraídassonrisas,conellátigoinútil.

—Peronoconsiguieronnada,omuypoco—noscontóGuiñazú—.Talvez,semeocurre,siélhubierapodidohacerseveryescucharporcadaunadelasviejasacuyacasa iba a mendigar... La verdad es que aquel sábado no lograron atraer a nadie,hombreomujer,conderechoindiscutibleasernombradoenlascolumnassocialesdeEl Liberal. Llegué más cerca de las nueve que de las ocho y ya había gente conbotellasafincadaenlaoscuridaddeljardín.Subílaescalinatasinganas,oconganasde terminar pronto con todo aquello, respirando la ternura de la leña quemada enalgúnsitiopróximo,escuchandolamúsicaqueveníadesdeadentro,lamúsicanoble,adelgazadayorgullosaquenohabíasidohechanisonabaparamíniparaningunodeloshabitantesdelacasaodeljardín.

Enelvestíbulooscurounaparditacondelantalycofiasealzófrentealmontóndesombrerosyabrigosdemujeres.Penséquelahubierandisfrazadoypuestoallíparaanunciarenvozaltaalosvisitantes.

Primero,porcasualidad,porqueélestabacercadelacortinadepanaynaftalina,vi al tipo, al muchacho, al hombre de la rosita en el ojal. Después crucé entre lamorrallaendomingadayfuiasaludaradoñaMina.Cabíamalenelsillóndepatasretorcidas,reciéntapizado;nodejódeacariciarelhocicodelperrohediondo.Teníaencajes en las manos y en el escote. Le dije dos cumplidos y retrocedí un paso;entoncesvirápidamentelosojos,losdeellaylosdelaenanaperfecta,sentadaenlaalfombra,lacabezaapoyadaenelsillón.Losdelapreñadateníanunaexpresióndedulzuraestúpida,defelicidadfísicainconmovible.

Losojosdelaviejamemirabancontándomealgo,segurosdequeyonoeracapazde descubrir de qué se trataba; burlándose de mi incomprensión y también,anticipadamente, de lo que pudiera comprender equivocándome. Los ojos,estableciendoporuninstanteconmigounacomplicidaddespectiva.Comosiyofueraun niño; como si se desnudara frente a un ciego. Los ojos todavía brillantes, sin

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renuncia,acorraladosporeltiempo,chispeandounsegundosuimpersonalrevanchaentrelasarrugasyloscolgajos.

Elmuchachodelarosaestuvoponiendodiscosdurantemediahoramás.Cuandoestuvohartoosesintióseguro,fueabuscaralaenanaencinta,laalzóyempezaronabailar en medio de la sala, rodeados por el espontáneo retroceso de los demás,decididos a vivir, a soportar con alegría, a prescindir de esperanzas concretas. Elbalanceándoseconpereza,entreverandolospiesenlaalfombravinosaychafada;ellaaúnmás lenta,milagrosamente no alterada de veras por la enorme barriga que ibacreciendoacadavueltadeladanzasabidadememoria,quepodíabailarsinerrores,sordayciega.

Ynadamáshastaelfin,hastalaconstrucciónexasperadadelmonumentovegetalquedainterésaestahistoriayladespojadesentido.Nadarealmenteimportantehastalapiramulticoloryjugosa,abrumadora,deintencióndesconocida,quemadaentresdíasporlaescarchademayo.

LanzayGuiñazúhabíanvistomuchomás,habíanestado,endosotresocasiones,máspróximosqueyoalcorazónengañosodelasunto.PeroamímetocóelinservibledesquitedeiraLasCasuarinasalastresdelamañana;dequeelmuchachovinieraabuscarme con el gigantesco caballo jadeante en la noche azul y fría; de que meayudara a abrigarme con una distraída cortesía desprovista de ofensa; de que meanticipara en el camino —mientras insultaba cariñosamente al caballo e ibaexagerando la atención a las riendas— el final que habíamos estado previendo yacasodeseando,porlasimplenecesidaddequepasencosas.

Lasancasdelcaballoresoplantemoviéndoseacompasadasbajolaluna,elruidoahuecadodeltrote,dispuestoallevarmeacualquierlado.Elmuchachoibamirandoel camino desierto con la esperanza de descubrir peligros u obstáculos, lasmanosprotegidasporgruesosguantesviejos,innecesariamentealejadasdelcuerpo.

—Lamuerte—dijo.Lemirélosdientesrabiosos;lanarizdemasiadobienhecha;laexpresiónadecuadaalanochedeotoño,alfríoqueatravesábamos,amí,aloqueélsuponíaencontrarenlacasa—.Deacuerdo.Peronoelmiedo,nielrespeto,nielmisterio.Elasco,laindignaciónporunainjusticiadefinitivaquehace,alavez,quetodas las anteriores injusticias no importen y se conviertan en imperdonables.Estábamosdurmiendoynosdespertóeltimbre;yolehabíapuestountimbrealladode la cama. Trataba de sonreír y todo parecía ir bien por su voluntad y con supermiso,comosiempre.Peroestoysegurodequenonosveía,esperandocontodalacaraunruido,unavoz.Enderezadaencimadelasalmohadas,deseandooíralgoquenopodíamosdecirlenosotros.Ycomolavoznollegaba,empezóamoverlacabeza,a inventarseun idiomadesconocidoparahablar concualquierotro, tanvelozmentequeera imposibleque laentendieran,anticipándosea las respuestas,defendiéndosedeserinterrumpida.Personalmente,creoqueestabadisputándosealgoconunaamiga

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de la juventud. Y después de unos diez minutos de murmullo vertiginoso se hizoindudablequelaamiga,unaniñacasi,estabasiendoderrotadayqueella,doñaMina,ibaaquedarseparasiempreconelatardecerglicinosoyjazminoso,conelhombredepárpadoslentos,rizado,unbastoncitodeJacarandaenlaaxila.Porlomenos,fueesolo que entendí y sigo creyéndolo. La rodeamos de botellas con agua caliente, lehicimos tomar laspíldoras,atéelcaballoymevineabuscarlo.Peroera lamuerte.Ustednopuedehacerotracosaquefirmarelcertificadoypedirmañanalaautopsia.PorquetodaSantaMaríaestácondenadaapensarqueyolaenvenené,oquenosotros,mimujer,elfetoyyo,laenvenenamosparaheredarla.Pero,porsuerte,comoustedcomprobarácuandoleabralosintestinos,lavidaesmuchomáscomplicada.

Lamujercita,vestidadeluto,comosihubieratraídolasflamantesropasnegrasensus valijas en previsión de aquella noche, había encendido velas junto a la cabezadesconcertadadedoñaMina,habíadesparramadounascuantasvioletasprematurasypálidassobrelospiesdelacamaynosesperabadeespaldasyarrodillada,conlacaraentrelasmanosyencimadelacolchablancaybarata,traídatalvezdelcuartodelasirvienta.

Continuaronviviendoenlacasay,comodecíaLanzaenelBernaespiandolacaradeGuiñazú—másfinaporaquellosdías,mástaimadayprofesional—nadiepodríaecharlos mientras no se abriera el testamento y quedara demostrado que existíaalguienconderechoaecharlos,oqueeradeelloselderechoamarcharse luegodehabervendido.Guiñazúledabalarazónysonreía.

—No hay apuro. Como albacea, puedo esperar tres meses para llevar eltestamento al juzgado. Salvo que aparezca algún pariente con pretensionesrazonables.Entretanto,ellossiguenviviendoenlacasa;ysondeesararagentequequedabienencualquierparte,quemejoraodasentidoaloslugares.Todosestamosdeacuerdo.Loshevistobajardecomprascadasemana,comosiempre,yhastapudeaveriguarcómoselasarreglanparaseguircomprando.Peronohabléconellos.Ynohaymotivoparaapurarse.EsprobablequehayantomadoporsucuentalasalagrandedeLasCasuarinas y la estén convirtiendo enmuseo para perpetuar lamemoria dedoña Mina. Según creo, disponen de vestidos, sombreros, parasoles y botinassuficientesparailustraresavidaprócerdesdelaguerradelParaguayanuestrosdías.Y tal vez hayandescubierto paquetes de cartas, daguerrotipos y bigoteras, píldorasparadesarrollar el busto, una lapicera demarfil labradoy ampollas de afrodisíaco.Con esos elementos, si saben usarlos, lograrán que cualquier visitante del museopueda reconstruir fácilmente la personalidad de doñaMina, para orgullo de todosnosotros, constreñidos por la historia a la pobreza de un solo héroe, Brausen elFundador.Nadanosapura.

(Peroyosospechabaqueloestabaapurandoeldeseo,laimpuraesperanzadequeel muchacho de la rosa volviera a visitar la escribanía para pedir la apertura del

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testamento o la sucesión. Que lo estaba esperando para desquitarse del confusoencanto que le impuso el muchacho la mañana en que fue a visitarlo y le pagócincuentapesospornada.)

—Nadanosapura—seguíaGuiñazú—;yporelmomento,enapariencia,nadalosapuraaellos.Porque,paralossanmarianos,lamaldicióntácitaqueexilódenuestrascolectivasinmundiciashacemediosiglolainmundiciapersonaldedoñaMina,quedósinefectoysincausaapartirde lanochedelvelorio.Desdeentonces,despuésdelduelo,losmásdiscretosdenosotros,loschacarerosyloscomerciantesvoluntariosos,yhastalasfamiliasquedesciendendelaprimerainmigración,empezaronaquereralaparejasintrabas,contodaslasganasqueteníandequererla.Empezaronaofrecerlesus casas y créditos ilimitados. Especulando con el testamento, claro, haciendoprudentesoaudacesinversionesdeprestigiosymercaderías,apostandoafavordelapareja.Pero,además,insisto,haciendotodoestoconamor.Yellos,losbailarines,elcaballero de la rosa y la virgen encinta que vino de Liliput, demuestran estar a laalturaexactadeestapleamardecariño,indulgenciayadulacionesquealzalaciudadpara atraerlos. Compran lo imprescindible para comer y ser felices, compran lanablancaparaelniñoygalletasespecialesparaelperro.Agradecenlasinvitacionesynopuedenaceptarlasporqueestándeluto.Losimaginodenocheenlasalagrande,sin nadie para quien bailar, cerca del fuego y rodeados por las primeras piezasdesordenadasdelmuseo.Acambiodeescucharlos,ledevolveríacongustoaltipoloscincuenta pesos de los honorarios y pondría otro billete encima. A cambio deescucharlos, de saber quiénes son, de saber quiénes y cómo somos nosotros paraellos.Guiñazúnonosdijounapalabrasobreeltestamento,sobrelasmodificacionesdictadasporlaviejaaFerragut,hastaquellegóelmomentoexactoenquetuvoganasdehacerlo.Talvezsehayacansadodeesperar lavisitadelmuchacho, laconfesióntácitaqueloautorizaríaajuzgarlo.

Tuvo ganas de hacerlo unmediodía caluroso de otoño. Almorzó con nosotros,puso sobre el antepecho de la ventana del Berna el portafolio castaño que habíacompradoantesderecibirseyestásiempreflamante,comohechoconelcuerodeunanimaljovenyaúnvivo,sinhuellasdelitigios,corredoresdetribunales,suciedadestransportadas.Locubrióconel sombreroynosdijoque llevabael testamentoparadepositarloeneljuzgado.

—Yquesecumplalajusticiadeloshombres—rió—.Gastémuchotiempo,medistrajeimaginandolascláusulasquepodríahaberdictadolajusticiadivina.Tratandode adivinar cómo sería este testamento si lo hubiera ordenadoDios en lugar—dedoñaMina. Pero cuando pensamos aDios nos pensamos a nosotrosmismos.Y elDiosqueyopuedopensar—insistoenquedediquémuchotiempoalproblema—nohubierahechomejorlascosas,segúnseverámuypronto.

Lo vimos caminar hacia la plaza y cruzarla apresurado, alto y sin inclinar los

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hombros,conelportafoliocolgadodedosdedos,segurode loqueestabahaciendobajoelsolamarillentoyfuerte,segurodequellevabaaljuzgado,paranosotros,paratodalaciudad,lomejor,loquehabíamoslogradomerecer.

Empezamos a saberlo al día siguiente, muy temprano. Supimos que Guiñazúestuvotomandocaféycoñacconeljuez,porunratohablaronpocoyseestuvieronmirando, graves y suspirantes, como si doñaMina acabara de morirse y como siaquellamuerte les importara. El juez, Canabal, era un hombre corpulento, de ojosfríosyabultados,unpocogangosoyalqueyo,exagerando,lehabíaprohibidobeberalcohol desde fines de año. Movió encima del testamento la pesada cabeza,desolándoseamedidaquevolteabalaspáginasconunsolodedoexperto.DespuésselevantóbufandoyacompañóaGuiñazúhastalapuerta.

—Sitambiénsepierdeestacosechanosvamosadivertir—dijounodelosdos.—YahoraqueleestáncasiregalandoeltrigoalBrasil—dijoelotro.PeroantesdequesecerraralapuertaCanabalempezóareírse,conunarisasin

prólogo,hechatodaconcarcajadasmaduras.— ¡El perro!—gritaba—. La frase en que habla, lamuy curtida y cínica, del

amorydelperro.¡Cómomegustaríaverleslascaras!Ycreoqueselasvoyavereneste mismo despacho. Creían tenerla en la bolsa y ahora... ¡el perro y quinientospesos!

Guiñazúvolvióaentrarenlahabitaciónysonrióensilencio.Canabalselimpiabalacaraconunpañueloenlutado.

—Perdone—resopló—,peroentodamivida,nidepicapleitos,conocíalgotancómico.Elperroyquinientospesos.

—Yopensélomismo—dijoGuiñazúcontolerancia—.YtambiénFerragutestáimpaciente por verles las caras. Y es cierto que el asunto me pareció cómico—continuósonriendohastallegaralaventanaabiertasobrelacalleangostayrectilínea,embellecidaporlahumedadyelsolamarillo,sobrelamúsicacrapulosaeinfantilquetrepaba desde el negocio de radios y discos—. Pero si tenemos en cuenta que ladifuntadejaunafortuna...

—Poresomismo—dijoCanabalyvolvióareírse.—Unafortunaaunasprimasysobrinasquetalveznolahayanvistonuncayque

seguramentelaodiaban,yvariasdecenasdemilesagentequenadiesabequiénesyquehabráqueperseguirconedictospor todoelpaís...Si tenemosencuenta, señorjuez,quelaparejalaestuvocuidandoylahizofelizdurantemeses,yqueellaestabasegura—comoloestamosnosotros,sinmáspruebaquelaemporcadoraexperiencia—de que la pareja confiaba heredarla. Si admitimos que la vieja pensaba en estocuando lo llamó a Ferragut para determinar que elmuchacho, la enanita y el fetorecibiránenpagodeloanteriormenteexpuestoquinientospesosparasituarsedeporvidaalmargendetodadificultadeconómica...

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—PeroGuiñazú...—dijoel juez,oliendoelperfumesecoytristedesupañuelo—.Sijustamenteporesomereía,hombre.Ahíestálagracia:enlareunióndetodaslascosasqueacabadeenumerar.

«Notienecolorenlosojos,pensóGuiñazú.Sólotienebrilloyconvexidad;podríapasarsehorasmirando,sinpestañear,conunahojitaderosapegadaenlacórnea.»

—Pero ya no me hace gracia —siguió Guiñazú—. La historia es demasiadocómica, monstruosamente cómica. Entonces, terminé por tomarla en serio, pordesconfiardeloqueparece'obvio.Porejemplo,paradespedirme,pienseenelperro;dígamemañanaporquéselodejóaélynoalasprimasmillonarias.

CerróteatralmentelapuertayescuchócasienseguidacarcajadasdeCanabal,laspreguntasbabeantesquesehacíaenvozaltaparaseguirriendo.

SupimostambiénqueGuiñazú—quehabíadejadodeencontrarnosenelcaféyelBerna—visitóLasCasuarinasaldíasiguiente.Supimosquetomóeltéenel jardíncon la pareja, que inspeccionó las defensas de arpillera y lata contra heladas yhormigasdesplegadasenlasestacasdelosrosales.

Supimos, cuando Guiñazú quiso hablar, cuando llegó el invierno y LasCasuarinas quedó desierta y los habitantes de Santa María olvidaban el frío y lagranizadaparacomentarlahistoriaequívocaeinmortaldeltestamento,supimosqueen aquella tarde húmeda de otoño Guiñazú anticipó la entrega legal del perromoribundoydiarreico,ydecincobilletesdecienpesos.

Pero, en realidad, estábamos obligados a sospechar desde mucho antes queGuiñazúhabíadadoelperroyeldinero.Tuvimosquesuponerloenlamismacelosamañana del domingo en que alguien vino a contarnos que la enana se habíaacomodado para esperar, entre pilas de valijas y cajas redondas de sombreros,despatarradaparadarcabidaalfetodeoncemesesyallanudoperrolegañoso,enlaescalinatadelpuerto,frentealamarraderodelabalsa.

La doble entrega tenía que ser sabida desde el momento en que otro vino acontarnos que el muchacho, desde el alba de aquel mismo día, en el pescanteinseguro del coche de Las Casuarinas, golpeando porque sí al caballo, anduvorecorriendo las quintas y comprando flores. No tenía preferencias, pagaba delcinturónsindiscutir,acomodabalosramosdebajodelacapota,decíaquesíaunvasodeviñetay trepabadenuevoalpescante.Entróysalióde loscaminosde tierra,sedetuvo para abrir y cerrar porteras, obligó al animal a galopar bajo el círculoimperfectode la luna, entreperros flacos,moteadose invisibles, enfrentó farolesydesconfianzas,llegóasentirsedébilysinunpeso,hambrientoyconsueño,privadodelafeinicialydelamemoriadecualquierpropósito.

Era de mañana cuando el caballo se detuvo cabeceando junto a la pared delcementerio. Elmuchacho apartó lasmanos de las rodillas para protegerse del olorasqueantedeloskilosdefloresqueoprimíalacapotayestuvopensandoenmujeres,

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muertesymadrugadas,mientrasesperabaloscampanazosdelacapillaqueabriríanlapuertadelcementerio.

Tal vez haya sobornado al guardián, con sonrisas o con promesas, con elcansancio y la desesperación obcecada de su cuerpo y de su cara, más vieja ynarigona.Oacasoelguardiánhayasentidoloquenosotros—Lanza,Guiñazúyyo—creíamos saber: que mueren jóvenes los que aman demasiado a los dioses. Debehaberloolido, indeciso,despistadounmomentopor elperfumede las flores.Debehaberlotocadoconsubastónhastareconocerloytratarlocomoaunamigo,comoaunhuésped.

Porqueledejaronentrarelcoche,guiarlotironeandodelaquijadahumeantedelcaballohastaelpanteónencolumnado,conunángelnegrodealasquebradasyconfechasyexclamacionesmetálicas.

Porquelovierondepieyderodillasenelpescante,yluegodepiesobrelatierragorda,negraysiemprehúmeda,sobreelpastoirregulareimpetuoso,braceandosinpausas, jadeandoporlamuecaresueltayfatigadaqueledescubríalosdientes,paratrasladaralvoleolasfloresreciéncortadas,delcochealatumba,unmontónyotro,sin perdonar ni un pétalo ni una hoja, hasta devolver los quinientos pesos, hastalevantar lamontañainsolenteydesparejaqueexpresabaparaélyparalamuertaloquenosotrosnopudimossabernuncaconcerteza.

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Elinfiernotantemido

Laprimeracarta,laprimerafotografía,lellegóaldiarioentrelamedianocheyelcierre.Estaba golpeando lamáquina, un pocohambriento, un poco enfermopor elcafé y el tabaco, entregado con familiar felicidad a la marcha de la frase y a laaparición dócil de las palabras. Estaba escribiendo «Cabe destacar que los señorescomisarios nada vieron de sospechoso y ni siquiera de poco común en el triunfoconsagratoriodePlayRoy,quesuposacarpartidodelacanchadeinvierno,dominarcomosaetaenlainstanciadecisiva»,cuandoviolamanorojaymanchadadetintadePartidariasentresucaraylamáquina,ofreciéndoleelsobre.

—Ésta es para vos. Siempre entreveran la correspondencia. Ni una malditacitación de los clubes, después vienen a llorar, cuando se acercan las eleccionesningúnespaciolesparecebastante.Yyaesmedianocheydecimeconquéquerésquellenelacolumna.

Elsobredecíasunombre,SecciónCarreras.ElLiberal.LoúnicoextrañoeraelpardeestampillasverdesyelsellodeBahía.Terminóelartículocuandosubíandeltallerparareclamárselo.Estabadébilycontento,casisoloenelexcesivoespaciodelaredacción,pensandoenlaúltimafrase:«Volvemosaafirmarlo,conlaobjetividadque desde hace años ponemos en todas nuestras aseveraciones. Nos debemos alpúblicoaficionado».Elnegro,enel fondo,revolvíasobresdelarchivoy lamaduramujerdeSocialessequitaba lentamente losguantesensucabinadevidrio,cuandoRissoabriódescuidadoelsobre.

Traíaunafoto,tamañopostal;eraunafotoparda,escasadeluz,enlaqueelodioy la sordidez se acrecentaban en losmárgenes sombríos, formando gruesas franjasindecisas,comoenrelieve,comogotasdesudorrodeandounacaraangustiada.Viopor sorpresa,no terminódecomprender, supoque ibaaofrecer cualquier cosaporolvidarloquehabíavisto.

Guardó la fotografía en un bolsillo y se fue poniendo el sobretodo mientrasSocialessalíafumandodesugaritadevidrioconunabanicodepapelesenlamano.

—Hola—dijoella—,yameve,aestashorasreciénterminaelsarao.Risso la miraba desde arriba. El pelo claro, teñido, las arrugas del cuello, la

papada que caía redonda y puntiaguda como un pequeño vientre, las diminutas,excesivasalegríasqueleadornabanlasropas.«Esunamujer,tambiénella.Ahoralemiroelpañuelorojoenlagarganta,lasuñasviolentasenlosdedosviejosysuciosdetabaco, los anillos y pulseras, el vestido que le dio en pago un modisto y no unamante, los tacos interminables tal vez torcidos, la curva triste de la boca, elentusiasmocasifrenéticoqueleimponealassonrisas.Todovaasermásfácilsimeconvenzodequetambiénellaesunamujer.»

—Pareceunacosahechaporgusto,planeada.Cuandoyollegoustedseva,como

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sisiempremeestuvieradisparando.Haceunfríodepoloafuera.Medejanelmaterialcomo me habían prometido, pero ni siquiera un nombre, un epígrafe. Adivine,equivóquese,publiqueundisparatefantástico.Noconozcomásnombresqueeldeloscontrayentes y gracias a Dios. Abundancia y mal gusto, eso es lo que había.Agasajaronasusamistadesconunabrillante recepciónencasade lospadresde lanovia.Ya nadie bien se casa en sábado. Prepárese, viene un frío de polo desde larambla.

Cuando Risso se casó con Gracia César, nos unimos todos en el silencio,suprimimos los vaticinios pesimistas. Por aquel tiempo, ella estaba mirando a loshabitantes de Santa María desde las carteleras de El Sótano, Cooperativa Teatral,desdelasparedeshechasvetustasporelfinaldelotoño.Intactaaveces,conbigotesde lápiz o desgarrada por uñas rencorosas, por las primeras lluvias otras volvía amedias lacabezaparamirar lacalle,alerta,unpocodesafiante,unpoco ilusionadapor la esperanza de convencer y ser comprendida.Delatada por el brillo sobre loslacrimales que había impuesto la ampliación fotográfica de Estudios Orloff, habíatambiénensucara la farsadelamorpor la totalidadde lavida,cubriendolabuscaresueltayexclusivadeladicha.

Locual estababien, debehaberpensadoél, eradeseableynecesario, coincidíaconelresultadodelamultiplicacióndelosmesesdeviudezdeRissoporlasumadeinnumerables madrugadas idénticas de sábado en que había estado repitiendo conacierto actitudes corteses de espera y familiaridad en el prostíbulo de la costa.Unbrillo, el de los ojos del afiche, se vinculaba con la frustrada destreza con que élvolvíaahacerleelnudoalasiempreflamanteytristecorbatadelutofrentealespejoovaladoymóvildeldormitoriodelprostíbulo.

Secasaron,yRissocreyóquebastabacon seguirviviendocomosiempre,perodedicándole a ella, sin pensarlo, sin pensar casi en ella, la furia de su cuerpo, laenloquecidanecesidaddeabsolutosqueloposeíadurantelasnochesalargadas.

Ella imaginó en Risso un puente, una salida, un principio. Había atravesadovirgendosnoviazgos—undirector,unactor—,talvezporqueparaellaelteatroeraun oficio además de un juego y pensaba que el amor debía nacer y conservarseaparte,nocontaminadoporloquesehaceparaganardineroyolvido.Conunoyotroestuvocondenadaasentirenlascitasenlasplazas,laramblaoelcafé,lafatigadelos ensayos, el esfuerzo de adecuación la vigilancia de la voz y de las manos.Presentía supropiacara siempreun segundoantesdecualquierexpresión, comosipudiera mirarla o palpársela. Actuaba animosa e incrédula, medía sin remedio sufarsayladelotro,elsudoryelpolvodelteatroqueloscubrían,inseparables,signosdelaedad.

Cuando llegó la segunda fotografía, desde Asunción y con un hombrevisiblementedistintoRissotemió,sobretodo,nosercapazdesoportarunsentimiento

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desconocido que no era ni odio ni dolor, que moriría con él sin nombre, que seemparentabaconlainjusticiaylafatalidad,conelprimermiedodelprimerhombresobrelatierra,conelnihilismoyelprincipiodelafe.

LasegundafotografíalefueentregadaporPoliciales,unmiércolesdenoche.Losjueveseranlosdíasenquepodíadisponerdesuhijadesdelas10delamañanahastalas 10 de la noche. Decidió romper el sobre sin abrirlo, lo guardó y recién en lamañanadeljuevesmientrassuhijaloesperabaenlasaladelapensión,sepermitióunarápidamiradaalacartulina,antesderomperlasobreelwaterclós:tambiénaquíelhombreestabadeespaldas.

Pero habíamiradomuchas veces la foto deBrasil. La conservó durante un díaentero y en la madrugada estuvo imaginando una broma, un error un absurdotransitorio.Lehabía sucedidoya, habíadespertadomuchasvecesdeunapesadilla,sonriendoservilyagradecidoalasfloresdelasparedesdeldormitorio.

Estabatiradoenlacamacuandoextrajoelsobredelsacoylafotodelsobre.—Bueno—dijo en voz alta—, está bien, es cierto y es así. No tiene ninguna

importancia,aunquenolovierasabríaquesucede.(Al sacar la fotografía con el disparador automático, al revelarla en el cuarto

oscurecido,bajoelbrillo rojoyalentadorde la lámpara, esprobablequeellahayaprevisto esta reacción de Risso, este desafío, esta negativa a liberarse en el furor.Habíaprevistotambién,oapenasdeseado,conpocas,malconocidasesperanzas,queél desenterrara de la evidente ofensa, de la indignidad asombrosa, un mensaje deamor.)

Volvióaprotegerseantesdemirar:«Estoysoloymeestoymuriendodefríoenuna pensión de la calle Piedras, en Santa María, en cualquier madrugada, solo yarrepentidodemisoledadcomosilahubierabuscado,orgullosocomosilahubieramerecido».

En la fotografía la mujer sin cabeza clavaba ostentosamente los talones en unborde de diván, aguardaba la impaciencia del hombre oscuro, agigantado por elinevitableprimerplano,estaríaseguradequenoeranecesariomostrar lacaraparaserreconocida.Eneldorso,suletracalmosadecía«RecuerdosdeBahía».

Enlanochecorrespondientealasegundafotografíapensóquepodíacomprenderla totalidad de la infamia y aun aceptarla. Pero supo que estaban más allá de sualcance ladeliberación, lapersistencia,elorganizadofrenesíconquesecumplía lavenganza.Midiósudesproporción,sesintióindignodetantoodio,detantoamor,detantavoluntaddehacersufrir.

CuandoGracia conoció aRisso pudo suponermuchas cosas actuales y futuras.Adivinósusoledadmirándolelabarbillayunbotóndelchaleco;adivinóqueestabaamargadoynovencido,yquenecesitabaundesquiteynoqueríaenterarse.Durantemuchosdomingosleestuvomirandoenlaplaza,antesdelafunción,concuidadoso

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cálculo,lacarahoscayapasionada,elsombreropringosoabandonadoenlacabeza,el gran cuerpo indolente que él empezaba a dejar engordar. Pensó en el amor laprimeravezqueestuvieronsolos,oeneldeseo,oeneldeseodeatenuarconsumanolatristezadelpómuloylamejilladelhombre.Tambiénpensóenlaciudad,enquelaúnica sabiduría posible era la de resignarse a tiempo. Tenía veinte años y Rissocuarenta.Sepusoacreerenél,descubrióintensidadesdelacuriosidad,sedijoquesolosevivedeverascuandocadadíarindesusorpresa.

Durante las primeras semanas se encerraba para reírse a solas, se impusoadoracionesfetichistas,aprendióadistinguirlosestadosdeánimoporlosolores.Sefue orientando para descubrir qué había detrás de la voz, de los silencios, de losgustosydelasactitudesdelcuerpodelhombre.AmóalahijadeRissoylemodificólacara,exaltandolosparecidosconelpadre.NodejóelteatroporqueelMunicipioacababa de subvencionarlo y ahora tenía ella en el sótano un sueldo seguro, unmundoseparadodesucasa,desudormitorio,delhombrefrenéticoeindestructible.Nobuscabaalejarsedelalujuria;queríadescansaryolvidarla,permitirquelalujuriadescansarayolvidara.Hacíaplanesy loscumplía,estabasegurade la infinituddeluniverso del amor, segura de que cada noche les ofrecería un asombro distinto yreciéncreado.

—Todo—insistíaRisso—,absolutamentetodopuedesucedernosyvamosaestarsiempre contentos y queriéndonos. Todo; ya sea que invente Dios o inventemosnosotros.

Enrealidad,nuncahabíatenidoantesunamujerycreíafabricarloqueahoraleestaban imponiendo. Pero no era ella quien lo imponía, Gracia César, hechura deRisso,segregadadeélparacompletarlo,comoelairealpulmón,comoelinviernoaltrigo.

Latercerafotodemorótressemanas.VeníatambiéndeParaguayynolellegóaldiario, sino a la pensión y se la trajo la mucama al final de una tarde en que éldespertaba de un sueño en que le había sido aconsejado defenderse del pavor y lademencia conservando toda futura fotografía en la cartera y hacerla anecdótica,impersonal,inofensiva,medianteuncentenardedistraídasmiradasdiarias.

Lamucamagolpeólapuertayélviocolgarelsobredelastabillasdelapersiana,comenzó a percibir cómo destilaba en la penumbra, en el aire sucio, su condiciónnociva, su vibrátil amenaza. Lo estuvomirando desde la cama como a un insecto,como a un animal venenoso que se aplastara a la espera del descuido, del errorpropicio.

Enlatercerafotografíaellaestabasola,empujandoconsublancuralassombrasde una habitaciónmal iluminada, con la cabeza dolorosamente echada hacia atrás,hacialacámara,cubiertosamediasloshombrosporelnegropelosuelto,robustaycuadrúpeda. Tan inconfundible ahora como si se hubiera hecho fotografiar en

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cualquierestudioyhubieraposadocon lamás tierna,significativayoblicuadesussonrisas.

Solo tenía ahora,Risso,una lástima irremediablepor ella, por él, por todos losamantesquehabíanamadoenelmundo,porlaverdadyerrordesuscreencias,porelsimpleabsurdodelamoryporelcomplejoabsurdodelamorcreadoporloshombres.

Pero también rompió esta fotografíay supoque le sería imposiblemirar otra yseguirviviendo.Peroenelplanomágicoenquehabíanempezadoaentenderseyadialogar,Graciaestabaobligadaaenterarsedequeél ibaaromperlasfotosapenasllegaran,cadavezconmenoscuriosidad,conmenorremordimiento.

Enelplanomágico,todoslosgroserosotímidoshombresurgentesnoeranmásqueobstáculos, ineludiblespostergacionesdelactoritualdeelegirenlacalle,enelrestaurante o en el café al más crédulo e inexperto, al que podía prestarse sinsospechayconuncómicoorgulloalaexposiciónfrentealacámarayaldisparador,al menos desagradable entre los que pudieran creerse aquella memorizadaargumentacióndeviajantedecomercio.

—Esquenuncatuveunhombreasí,tanúnico,tandistinto.Ynuncasé,metidaenestavidade teatro,dóndeestarémañanay sivolveréaverte.Quieropor lomenosmirarteenunafotografíacuandoestemoslejosyteextrañe.

Ydespuésde lacasi siempre fácil convicción,pensandoenRissoodejandodepensarparamañana,cumpliendoeldeberquesehabíaimpuesto,disponíalasluces,preparabalacámarayencendíaalhombre.SipensabaenRisso,evocabaunsucesoantiguo,volvíaa reprocharlenohaberlepegado,haberlaapartadoparasiempreconuninsultodesvaído,unasonrisainteligente,uncomentarioquelamezclabaaellacontodaslasdemásmujeres.Ysincomprender;demostrandoapesardenochesyfrasesquenohabíacomprendidonunca.

Sin exceso de esperanzas, trajinaba sudorosa por la siempre sórdida y calurosahabitacióndehotel,midiendodistanciasy luces,corrigiendo laposicióndelcuerpoenvaradodelhombre.Obligando,concualquierrecurso,señuelo,mentiracrapulosa,aquesedirigierahaciaellalacaracínicaydesconfiadadelhombredeturno.Tratabadesonreíryde tentar, remedabaloschasquidoscariñososquesehacena losreciénnacidos, calculando el paso de los segundos, calculando al mismo tiempo laintensidadconquelafotoaludiríaasuamorconRisso.

Pero como nunca pudo saber esto, como incluso ignoraba si las fotografíasllegabanonoamanosdeRisso,comenzóaintensificarlasevidenciasdelasfotosylasconvirtióendocumentosquemuypocoteníanqueverconellos,RissoyGracia.

Llegóapermitiryordenarquelascarasadelgazadasporeldeseo,estupidizadasporelviejosueñomasculinodelaposesión,enfrentaranelagujerodelacámaraconuna dura sonrisa, con una avergonzada insolencia. Consideró necesario dejarseresbalar de espaldas e introducirse en la fotografía hacer que su cabeza, su corta

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nariz,susgrandesojosimpávidosdescendierandesdelanadadelmásalládelafotopara integrar la suciedaddelmundo, la torpe,erróneavisión fotográfica, las sátirasdelamorquesehabíajuradomandarregularmenteaSantaMaría.Perosuverdaderoerrorfuecambiarlasdireccionesdelossobres.

La primera separación, a los seis meses del casamiento, fue bienvenida yexageradamente angustiosa. El Sótano––ahora TeatroMunicipal de SantaMaría––subióhastaElRosario.Ella reiteróallí elmismoviejo juegoalucinantede serunaactriz entre actores, de creer en lo que sucedía en el escenario. El público seemocionaba,aplaudíaonosedejabaarrastrar.Puntualmenteseimprimíanprogramasy críticas; y la gente aceptaba el juego y lo prolongaba hasta el fin de la noche,hablandodeloquehabíavistoyoído,ypagadoparaveryoír,conversandoconciertadesesperación, con cierto acicateado entusiasmo, de actuaciones, decorados,parlamentosytramas.

Demodoqueel juego,el remedo,alternativamentemelancólicoyembriagador,que ella iniciaba acercándose con lentitud a la ventana que caía sobre el fjord,estremeciéndoseymurmurandopara toda lasala:«Talvez...peroyo también llevounavidaderecuerdosquepermanecenextrañosalosdemás»,tambiéneraaceptadoen El Rosario; Siempre caían naipes en respuesta al que ella arrojaba, el juego seformalizabayyaeraimposibledistraerseymirarlodeafuera.

La primera separación duró exactamente cincuenta y dos días y Risso trató decopiarenelloslavidaquehabíallevadoconGraciaCésardurantelosseismesesdematrimonio.Iralamismahoraalmismocafé,almismorestaurante,veralosmismosamigos, repetir en la rambla silenciosy soledades, caminarde regresoa lapensiónsufriendoobcecadolasanticipacionesdelencuentro,removiendoenlafrenteyenlaboca imágenes excesivas que nacían de recuerdos perfeccionados o de ambicionesirrealizables.

Erandiezodocecuadras,ahorasoloymáslento,atravésdenochesmolestadaspor vientos tibios y helados, sobre el filo inquieto que separaba la primavera delinvierno. Le sirvieron paramedir su necesidad y su desamparo, para saber que lalocuraquecompartíanteníaporlomenoslagrandezadecarecerdefuturo,denosermedioparanada.

En cuanto a ella, había creído queRisso daba un lema al amor común cuandosusurraba,tendido,confrescoasombro,abrumado:

—Todopuedesucederyvamosaestarsiemprefelicesyqueriéndonos.Yalafrasenoeraunjuicio,unaopinión,noexpresabaundeseo.Leseradictadae

impuesta,eraunacomprobación,unaverdadvieja.Nadade loqueelloshicieranopensaran podría debilitar la locura, el amor sin salida ni alteraciones. Todas lasposibilidades humanas podían ser utilizadas y todo estaba condenado a servir dealimento.

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Creyó que fuera de ellos, fuera de la habitación, se extendía un mundodesprovistodesentido,habitadoporseresquenoimportaban,pobladoporhechossinvalor.

AsíquesolopensóenRisso,enellos,cuandoelhombreempezóaesperarlaenlapuertadelteatro,cuandolainvitóylacondujo,cuandoellamismasefuequitandolaropa.

EralaúltimasemanaenElRosarioyellaconsideróinútilhablardeaquelloenlascartasaRisso;porqueelsucesonoestabaseparadodeellosyalaveznadateníaqueverconellos;porqueellahabíaactuadocomounanimalcuriosoylúcido,conciertalástimaporelhombre,conciertodesdénporlapobrezadeloqueestabaagregandoasuamorporRisso.YcuandovolvióaSantaMaría,prefirióesperarhastaunavísperadejueves—porquelosjuevesRissonoibaaldiario—,hastaunanochesintiempo,hastaunamadrugadaidénticaalasveinticincoquellevabanvividas.

Lo empezó a contar antes de desvestirse, con el orgullo y la ternura de haberinventado, simplemente, una nueva caricia. Apoyado en la mesa, en mangas decamisa,élcerrólosojosysonrió.Despuéslahizodesnudarylepidióquerepitieralahistoria,ahoradepie,moviéndosedescalzasobrelaalfombraycasisindesplazarsedefrenteydeperfil,dándolelaespaldaybalanceandoelcuerpomientrasloapoyabaenunapiernayotra.Avecesellaveía lacara largaysudorosadeRisso,elcuerpopesado apoyándose en lamesa, protegiendo con los hombros el vaso de vino, y avecessololosimaginaba,distraída,porelafándefidelidadenelrelato,porlaalegríade revivir aquella peculiar intensidad de amor que había sentido por Risso en ElRosario,juntoaunhombrederostroolvidado,juntoanadie,juntoaRisso.

—Bueno;ahoratevestísotravez—dijoél,conlamismavozasombradayroncaquehabíarepetidoquetodoeraposible,quetodoseríaparaellos.

Ellaleexaminólasonrisayvolvióaponerselasropas.Duranteunratoestuvieronlosdosmirandolosdibujosdelmantel,lasmanchas,elceniceroconelpájarodepicoquebrado.Despuésél terminódevestirseyse fue,dedicósu jueves, sudía libre,aconversarconeldoctorGuiñazú,aconvencerlodelaurgenciadeldivorcio,aburlarseporanticipadodelasentrevistasdereconciliación.

HubodespuésuntiempolargoymalsanoenelqueRissoqueríavolveratenerlayodiaba simultáneamente lapenay el ascode todo imaginable reencuentro.DecidiódespuésquenecesitabaaGraciayahoraunpocomásqueantes.Queeranecesarialareconciliación y que estaba dispuesto a pagar cualquier precio siempre que nointervinierasuvoluntad,siemprequefueraposiblevolveratenerlaporlasnochessindecirquesínisiquieraconsusilencio.

Volvió a dedicar los jueves a pasear con su hija y a escuchar la lista depredicciones cumplidas que repetía la abuela en las sobremesas. Tuvo de Gracianoticias cautelosas y vagas, comenzó a imaginarla como a unamujer desconocida,

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cuyos gestos y reacciones debían ser adivinados o deducidos; como a una mujerpreservadaysolitariaentrepersonasylugares,queleestabapredestinadayalaquetendríaquequerer,talvezdesdeelprimerencuentro.

Casiunmesdespuésdelprincipiode la separación,Gracia repartiódireccionescontradictoriasysefuedeSantaMaría.

—No se preocupe —dijo Guiñazú—. Conozco bien a las mujeres y algo asíestabaesperando.Estoconfirmaelabandonodelhogarysimplificalaacciónquenopodrá ser dañada por una evidente maniobra dilatoria que está evidenciando lasinrazóndelapartedemandada.

Era aquél un comienzo húmedo de primavera, y muchas noches Risso volvíacaminandodeldiario,delcafé,dándolenombresalalluvia,avivandosusufrimientocomosisoplaraunabrasa,apartándolodesíparaverlomejoreincreíble,imaginandoactosdeamornuncavividosparaponerseenseguidaarecordarloscondesesperadacodicia.

Rissohabíadestruido,sinmirar,losúltimostresmensajes.Sesentíaahora,yparasiempre,eneldiarioyenlapensión,comounaalimañaensumadriguera,comounabestia que oyera rebotar los tiros de los cazadores en la puerta de su cueva. Solopodíasalvarsedelamuerteydelaideadelamuerteforzándosealaquietudyalaignorancia.Acurrucado,agitabalosbigotesyelmorro,laspatas;solopodíaesperarel agotamiento de la furia ajena. Sin permitirse palabras ni pensamientos, se vioforzadoaempezaraentender;aconfundiralaGraciaquebuscabayelegíahombresyactitudesparalasfotos,conlamuchachaquehabíaplaneado,muchosmesesatrás,vestidos, conversaciones,maquillajes, caricias a su hija para conquistar a unviudoaplicadoaldesconsuelo,aestehombrequeganabaunsueldoescasoyquesolopodíaofreceralasmujeresunaasombrada,leal,incomprensión.

Habíaempezadoacreerquelamuchachaquelehabíaescritolargasyexageradascartasenlasbrevesseparacionesveraniegasdelnoviazgoeralamismaqueprocurabasudesesperaciónysuaniquilamientoenviándolelasfotografías.Yllegóapensarque,siempre,elamantequehalogradorespirarenlaobstinaciónsinconsuelodelacamaelolorsombríode lamuerte,estácondenadoaperseguir—paraélyparaella—ladestrucción,lapazdefinitivadelanada.

Pensabaenlamuchachaquesepaseabadelbrazodedosamigasenlastardesdela rambla, vestida con los amplios y taraceados vestidos de tela endurecida queinventaba e imponía el recuerdo, y que atravesaba la obertura del Barbero quecoronaba el concierto dominical de la banda paramirarlo un segundo. Pensaba enaquelrelámpagoenqueellahacíagirarsuexpresiónenfurecidadeofertaydesafío,enquelemostrabadefrentelabellezacasivaronildeunacarapensativaycapaz,enque lo elegía a él, entontecido por la viudez. Y, poco a poco, iba admitiendo queaquellaeralamismamujerdesnuda,unpocomásgruesa,conciertoairedeaplomoy

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de haber sentado cabeza, que le hacía llegar fotografías desde Lima, Santiago yBuenosAires.

Por quéno, llegó a pensar, por quéno aceptar que las fotografías, su trabajosapreparación, su puntual envío, se originaban en el mismo amor, en la mismacapacidaddenostalgia,enlamismacongénitalealtad.

LapróximafotografíalellegódesdeMontevideo;nialdiarionialapensión.Ynollegóaverla.SalíaunanochedeElLiberalcuandoescuchólarengueradelviejoLanzapersiguiéndoloenlosescalones,latosestremecidaasuespalda,lainocenteytramposa frasedelprólogo.Fuerona comer alBaviera; yRissopudohaber juradodespués haber estado sabiendo que el hombre descuidado, barbudo, enfermo, quemetíaysacabaenlasobremesauncigarrillohumedecidodelabocahundida,quenoqueríamirarle los ojos, que recitaba comentarios obvios sobre las noticias queUPhabíahecho llegaraldiariodurante la jornada,estaba impregnadodeGracia,odelfrenéticoaromaabsurdoquedestilaelamor.

—Dehombreahombre—dijoLanzaconresignación—.Odeviejoquenotienemásfelicidadenlavidaqueladiscutibledeseguirviviendo.Deunviejoausted;yyo no sé, porque nunca se sabe, quién es usted. Sé de algunos hechos y he oídocomentarios.Peroyanotengointerésenperdereltiempocreyendoodudando.Dalomismo.Cadamañanacomprueboquesigovivo,sinamarguraysindar lasgracias.ArrastroporSantaMaríayporlaredacciónunapiernaenfermaylaarterioesclerosis,meacuerdodeEspaña,corrijolaspruebas,escriboyaveceshablodemasiado.Comoestanoche.Recibíunasuciafotografíaynoesposibledudarsobrequiénlamandó.Tampocopuedoadivinarporquémeeligieronamí.Aldorsodice:«ParaserdonadaalacolecciónRisso»,ocosaparecida.Mellegóelsábadoyestuvedosdíaspensandosidárselaono.Lleguéacreerquelomejoreradecírseloporquemandarmeesoamíeslocurasinatenuantesytalvezaustedlehagabiensaberqueestáloca.Ahoraestáustedenterado;sololepidopermisopararomperlafotografíasinmostrársela.

Rissodijoquesíyaquellanoche,mirandohastalamañanalaluzdelfaroldelacalle enel techodel cuarto, comprendióque la segundadesgracia, lavenganzaeraesencialmentemenosgraveque laprimera, la traición,pero tambiénmuchomenossoportable. Sentía su largo cuerpo expuesto como un nervio al dolor del aire, sinamparo,sinpoderseinventarunalivio.

Lacuartafotografíanodirigidaaéllatirósobrelamesalaabueladesuhija,eljuevessiguiente.Laniñasehabíaidoadormirylafotoestabanuevamentedentrodelsobre.Cayóentreelsifónyladulcera,largo,atravesadoyteñidoporelreflejodeunabotella,mostrandoentusiastasletrasentintaazul.

—Comprenderásquedespuésdeesto...—tartamudeólaabuela.Revolvíaelcaféy miraba la cara de Risso, buscándole en el perfil el secreto de la universalinmundicia,lacausadelamuertedesuhija,laexplicacióndetantascosasqueella

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habíasospechadosincorajeparacreerlas—.Comprenderás—repitióconfuria,conlavozcómicayenvejecida.

PeronosabíaquéeranecesariocomprenderyRissotampococomprendíaaunquese esforzara, mirando el sobre que había quedado enfrentándolo, con un ánguloapoyadoenelbordedelplato.

Afueralanocheestabapesadaylasventanasabiertasdelaciudadmezclabanalmisteriolechosodelcielolosmisteriosdelasvidasdeloshombressusafanesysuscostumbres.VolteadoensucamaRissocreyóqueempezabaacomprender,quecomouna enfermedad, como un bienestar, la comprensión ocurría en él, liberada de lavoluntadydelainteligencia.Sucedía,simplemente,desdeelcontactodelospiesconlos zapatos hasta las lágrimas que le llegaban a las mejillas y al cuello. Lacomprensión sucedía en él, y él no estaba interesado en saber qué era lo quecomprendía,mientras recordabaoestabaviendo su llantoy suquietud, la alargadapasividad del cuerpo en la cama, la comba de las nubes en la ventana, escenasantiguas y futuras. Veía la muerte y la amistad con la muerte, el ensoberbecidodesprecioporlasreglasquetodosloshombreshabíanconsentidoacatar,elauténticoasombrodelalibertad.Hizopedazoslafotografíasobreelpecho,sinapartarlosojosdel blancor de la ventana, lento y diestro, temeroso de hacer ruido o interrumpir.Sintiódespuéselmovimientodeunairenuevo,acasorespiradoenlaniñez,queiballenando la habitación y se extendía con pereza inexperta por las calles y losdesprevenidos edificios, para esperarlo y darle protección mañana y en los díassiguientes.

Estuvoconociendohastalamadrugada,comoaciudadesquelehabíanparecidoinalcanzables,eldesinterés,ladichasincausa,laaceptacióndelasoledad.Ycuandodespertó a mediodía cuando se aflojó la corbata y el cinturón y el reloj pulsera,mientrascaminabasudandohastaelpútridooloratormentadelaventana,loinvadiópor primera vez un paternal cariño hacia los hombres y hacia lo que los hombreshabíanhechoyconstruido.HabíaresueltoaveriguarladireccióndeGracia,llamarlaoirseavivirconella.

Aquella noche en el diario fue un hombre lento y feliz, actuó con torpezas dereciénnacido, cumplió sucuotadecuartillas con lasdistraccionesyerroresqueescomúnperdonaraunforastero.LagrannoticiaeralaimposibilidaddequeRibereñacorrieraenSanIsidro,porqueestamosencondicionesdeinformarqueelcréditodelstud El Gorrión amaneció hoy manifestando dolencias en uno de los remosdelanteros,evidenciandoinflamaciónalacuerdaloquedicealasclarasdelaentidaddelmalqueloaqueja.

—RecordandoqueélhacíaHípicas—contóLanza—,unointentaexplicaraqueldesconcierto comparándolo al del hombre que se jugó el sueldo a un dato que ledieron y confirmaron el cuidador, el jockey, el dueño y el propio caballo. Porque

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aunque tenía, según se sabrá, los más excelentes motivos para estar sufriendo ytragarsesinmástodoslossellosdesomníferosdetodaslasboticasdeSantaMaría,loque me estuvo mostrando media hora antes de hacerlo no fue otra cosa que elrazonamientoylaactituddeunhombreestafado.Unhombrequehabíaestadoseguroyasalvoyyanoloestá,ynolograexplicarsecómopudoser,quéerrordecálculoprodujoeldesmoronamiento.Porqueenningúnmomentollamóyeguaalayeguaqueestuvo repartiendo las soeces fotografías por toda la ciudad, y ni siquiera aceptócaminarporelpuentequeyoletendía,insinuando,sincreerla,laposibilidaddequelayegua—encuerosyalzadacomoprefiriódivulgarse,omimandoenelescenariolosproblemasováricosdeotrasyeguashechasfamosasporel teatrouniversal—,laposibilidad de que estuviera loca de atar. Nada. Él se había equivocado, y no alcasarseconella sinoenotromomentoquenoquisonombrar.Laculpaeradeélynuestra entrevista fue increíble y espantosa. Porque ya me había dicho que iba amatarseyyamehabía convencidodeque era inútil y tambiéngrotescoyotravezinútilargumentarparasalvarlo.Yhablabafríamenteconmigo,sinaceptarmisruegosdequeseemborrachara.Sehabíaequivocado, insistía;élynolamalditaarrastradaquelemandólafotografíaalapequeña,alColegiodeHermanas.Talvezpensandoqueabriríaelsobrelahermanasuperiora,acasodeseandoqueelsobrellegaraintactohastalasmanosdelahijadeRisso,seguraestavezdeacertarenloqueRissoteníadeverasvulnerable.

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Lacaradeladesgracia

ParaDoroteaMuhr—Ignoradoperrodeladicha

1

Al atardecer estuve en mangas de camisa, a pesar de la molestia del viento,apoyado en la baranda del hotel, solo.La luz hacía llegar la sombra demi cabezahastaelbordedelcaminodearenaentrelosarbustosqueunenlacarreteraylaplayaconelcaserío.

Lamuchachaapareciópedaleandoenelcaminoparaperderseenseguidadetrásdelchaletdetechosuizo,vacío,quemanteníaelcarteldeletrasnegras,encimadelcajónparalacorrespondencia.Meeraimposiblenomirarelcartelporlomenosunavezaldía;apesardesucaracastigadaporlaslluvias,lassiestasyelvientodelmar,mostrabaunbrilloperdurableysehacíaver:«Midescanso».

Unmomentodespuésvolvióasurgirlamuchachasobrelafranjaarenosarodeadaporlamaleza.Teníaelcuerpoverticalsobrelamontura,movíaconfácillentitudlaspiernas,con tranquilaarrogancia laspiernasabrigadasconmediasgrises,gruesasypeludas, erizadas por las pinochas. Las rodillas eran asombrosamente redondas,terminadas,enrelaciónalaedadquemostrabaelcuerpo.

Frenólabicicletajustamentealladodelasombrademicabezaysupiederecho,apartándosedelamáquina,seapoyóparaguardarequilibriopisandoenelcortopastomuerto,yacastaño,ahoraenlasombrademicuerpo.Enseguidaseapartóelpelodela frente ymemiró. Tenía una tricota oscura, y una pollera rosada.Memiró concalmayatencióncomosi lamanotostadaqueseparabaelpelode lascejasbastaraparaescondersuexamen.

Calculéquenosseparabanveintemetrosymenosde treintaaños.Descansandoenlosantebrazosmantuvesumirada,cambiélaubicacióndelapipaentrelosdientes,continuémirandohaciaellaysupesadabicicleta, loscoloresdesucuerpodelgadocontraelfondodelpaisajedeárbolesyovejasqueseaplacabaenlatarde.

Repentinamentetristeyenloquecido,mirélasonrisaquelamuchachaofrecíaalcansancio, el pelo duro y revuelto, la delgada nariz curva que se movía con larespiración,elánguloinfantilenquehabíansidoimpostadoslosojosenlacara—yqueyanadateníaqueverconlaedad,quehabíasidodispuestodeunavezportodasyhastalamuerte—,elexcesivoespacioqueconcedíanalaesclerótica.Miréaquellaluz del sudor y la fatiga que iba recogiendo el resplandor último o primero delanochecerparacubrirseydestacarcomounamáscarafosforescenteen laoscuridad

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próxima.Lamuchachadejóconsuavidadlabicicletasobrelosarbustosyvolvióamirarme

mientrassusmanostocabaneltalleconlospulgareshundidosbajoelcinturóndelafalda.Nosé si teníacinturón;aquelverano todas lasmuchachasusabancinturonesanchos.Despuésmiróalrededor.Estabaahoradeperfil, con lasmanos juntasen laespalda,siempresinsenos,respirandoaúnconcuriosafatiga,lacaravueltahaciaelsitiodelatardedondeibaacaerelsol.

Bruscamentesesentóenelpasto,sequitólassandaliasylassacudió;unoaunotuvolospiesdesnudosenlasmanos,refregandoloscortosdedosymoviéndolosenelaire. Por encima de sus hombros estrechos le miré agitar los pies sucios yenrojecidos.Laviestirarlaspiernas,sacarunpeineyunespejodelgranbolsilloconmonograma colocado sobre el vientre de la pollera. Se peinó descuidada, casi sinmirarme.

Volvió a calzarse y se levantó, estuvo un rato golpeando el pedal con rápidaspatadas.Reiterandounmovimientoduroyapresurado,giróhaciamí,todavíasoloenla baranda, siempre inmóvil, mirándola. Comenzaba a subir el olor de lasmadreselvas y la luz del bar del hotel estiró manchas pálidas en el pasto, en losespaciosdearenayelcaminocircularparaautomóvilesquerodeabalaterraza.

Eracomosinoshubiéramosvistoantes,comosinosconociéramos,comosinoshubiéramos guardado recuerdos agradables. Me miró con expresión desafiantemientrassucaraseibaperdiendoenlaluzescasa;memiróconundesafíodetodosucuerpodesdeñoso,delbrillodelníqueldelabicicleta,delpaisajeconchaletdetechosuizoy ligustrosyeucaliptos jóvenesde troncos lechosos.Fueasíporunsegundo;todoloquelarodeabaerasegregadoporellaysuactitudabsurda.Volvióamontarypedaleódetrás de las hortensias, detrás de losbancosvacíospintadosde azul,másrápidaentrelasfilasdecochesfrentealhotel.

2

Vaciélapipayestuvemirandolamuertedelsolentrelosárboles.Sabíaya,ytalvezdemasiado,quéeraella.Peronoqueríanombrarla.Pensabaenloquemeestabaesperandoenlapiezadelhotelhastalahoradelacomida.Tratédemedirmipasadoymiculpaconlavaraqueacababadedescubrir:lamuchachadelgadaydeperfilhaciael horizonte, su edad corta e imposible, los pies sonrosados que una mano habíagolpeadoyoprimido.

Juntoalapuertadeldormitorioencontréunsobredelagerenciaconlacuentadelaquincena.Alrecogerlomesorprendíamímismoagachado,oliendoelperfumedelas madreselvas que ya tanteaba en el cuarto, sintiéndome expectante y triste, sin

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causanuevaquepudieraseñalarconeldedo.MeayudéconunfósforoparareleerelAvis aux passagers enmarcado en la puerta y encendí de nuevo la pipa. Estuvemuchosminutoslavándomelasmanos,jugandoconeljabón,ymemiréenelespejodellavatorio,casiaoscuras,hastaquepudedistinguirlacaradelgadayblanca—talvez laúnicablancaentre lospasajerosdelhotel—,malafeitada.Eramicaray loscambiosde losúltimosmesesno teníanverdadera importancia.Algunopasóporeljardín cantando amedia voz. La costumbre de jugar con el jabón, descubrí, habíanacidoconlamuertedeJulián,talvezenlamismanochedelvelorio.

Volvíaldormitorioyabrí lavalijadespuésdesacarlaconelpiedeabajode lacama.Eraunritoimbécil,eraunrito;peroacasoresultaramejorparatodosqueyomeatuvierafielmenteaestaformadelalocurahastagastarlaosergastado.Busquésin mirar, aparté ropas y dos pequeños libros, obtuve por fin el diario doblado.Conocía lacrónicadememoria;era lamás justa, lamáserróneayrespetuosaentretodas las publicadas. Acerqué el sillón a la luz y estuvemirando sin leer el títulonegroatodapágina,queempezabaadesteñir:«Sesuicidacajeroprófugo».Debajolafoto,lasmanchasgrisesqueformabanlacaradeunhombremirandoalmundoconexpresión de asombro, la boca casi empezando a sonreír bajo el bigote de puntascaídas.Recordélaesterilidaddehaberpensadoenlamuchacha,minutosantes,comoen laposible inicial de alguna frase cualquieraque resonara enunámbitodistinto.Este, el mío, era un mundo particular, estrecho, insustituible. No cabían allí otraamistad,presenciaodiálogoque losquepudieransegregarsedeaquel fantasmadebigoteslánguidos.Avecesmepermitía,él,elegirentreJuliánoElCajeroPrófugo.

Cualquieraaceptaquepuedeinfluir,ohaberlohecho,enelhermanomenor.PeroJuliánmellevaba—haceunmesyunosdías—algomásdecincoaños.Sinembargo,deboescribirsinembargo.Pudehabernacido,ycontinuarviviendo,paraestropearsucondición de hijo único; pude haberlo obligado, por medio de mis fantasías, midisplicenciaymitanescasaresponsabilidad,aconvertirseenelhombrequellegóaser: primero en el pobre diablo orgulloso de un ascenso, después en el ladrón.También,claro,enelotro,eneldifuntorelativamentejovenquetodosmiramosperoquesóloyopodíareconocercomohermano.

¿Quémequedadeél?Unafiladenovelaspoliciales,algúnrecuerdodeinfancia,ropasquenopuedousarporquemeajustanysoncortas.Ylafotoeneldiariobajoellargotítulo.Despreciabasuaceptacióndelavida;sabíaqueeraunsolterónporfaltadeímpetu;pasétantasveces,ycasisiemprevagando,frentealapeluqueríadondeloafeitaban diariamente.Me irritaba su humildad yme costaba creer en ella. Estabaenteradodequerecibíaaunamujer,puntualmente,todoslosviernes.Eramuyafable,incapazdemolestar,ydesdelostreintaañoslesalíadelchalecooloraviejo.Olorquenopuededefinirse,queseignoradequéproviene.Cuandodudaba,subocaformabalamismamuecaqueladenuestramadre.Libredeél,jamáshubierallegadoasermi

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amigo, jamás lo habría elegido o aceptado para eso. Las palabras son hermosas ointentan serlo cuando tienden a explicar algo. Todas estas palabras son, pornacimiento,disconformeseinútiles.Eramihermano.

Arturosilbóeneljardín,trepólabarandayestuvoenseguidadentrodelcuarto,vestidoconunasalida,sacudiendoarenadelacabezamientrascruzabahastaelbaño.Lo vi enjuagarse en la ducha y escondí el diario entre la pierna y el respaldo delsillón.Peroleoígritar:

—Siempreelfantasma.Nocontestéyvolvíaencenderlapipa.Arturovinosilbandodesdelabañaderay

cerrólapuertaquedabasobrelanoche.Tiradoenunacama,sepusolaropainteriorycontinuóvistiéndose.

—Y la barriga sigue creciendo —dijo—. Apenas si almorcé, estuve nadandohasta el espigón.Yel resultadoesque labarriga siguecreciendo.Habría apostadocualquiercosaaque,deentretodosloshombresqueconozco,avosnopodríapasarteesto.Ytepasa,ytepasaenserio.¿Hacecomounmes,no?

—Sí.Veintiochodías.—Yhasta los tenés contados—siguióArturo—.Meconocesbien.Lodigo sin

desprecio.Veintiochodíasqueeseinfelizsepegóuntiroyvos,nadamenosquevos,jugandoalremordimiento.Comounasolteronahistérica.Porquelashaydistintas.Esdenocreer.

Sesentóenelbordedelacamaparasecarselospiesyponerseloscalcetines.—Sí—dijeyo—.Sisepegóuntiroera,evidentemente,pocofeliz.Notanfeliz,

porlomenos,comovosenestemomento.—Hayqueembromarse—volvióArturo—.Comosivos lohubierasmatado.Y

novuelvas a preguntarme...—Sedetuvoparamirarse en el espejo—novuelvas apreguntarmesienalgúnlugardediezysietedimensionesvosresultaselculpabledequetuhermanosehayapegadountiro.

Encendióuncigarrilloyseextendióenlacama.Melevanté,puseunalmohadónsobre el diario tan rápidamente envejecido y empecé a pasearme por el calor delcuarto.

—Comotedije,mevoyestanoche—dijoArturo—.¿Quépensáshacer?—Nosé—repusesuavemente,desinteresado—.Porahoramequedo.Hayverano

paratiempo.OísuspiraraArturoyescuchécómosetransformabasususpiroenunsilbidode

impaciencia.Selevantó,tirandoelcigarrilloalbaño.—Sucedequemidebermoralmeobligaadarteunaspatadasyllevarteconmigo.

Sabes que allá es distinto. Cuando estés bien borracho, a la madrugada, biendistraído,todoseacabó.

Alcé loshombros,sóloel izquierdo,y reconocíunmovimientoqueJuliányyo

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habíamosheredadosinposibilidaddeelección.—Tehablootravez—dijoArturo,poniéndoseunpañueloenelbolsillodelpecho

—.Tehablo,terepito,conunpocoderabiayconelrespetoaquemereferíantes.¿Vos le dijiste al infeliz de tu hermano que se pegara un tiro para escapar de latrampa?¿Ledijistequecomprarapesoschilenosparacambiarlosporlirasylaslirasporfrancosylosfrancosporcoronasbálticasylascoronaspordólaresylosdólaresporlibrasylaslibrasporenaguasdesedaamarilla?No,nomuevaslacabeza.Caínenelfondodelacueva.Quierounsíounno.Apesardequenonecesitorespuesta.¿Leaconsejaste,yesloúnicoqueimporta,querobara?Nuncajamás.Nososcapazdeeso.Telodijemuchasveces.Ynovasadescubrirsiesunelogioounreproche.Noledijistequerobara.¿Yentonces?

Volvíasentarmeenelsillón.—Yahablamosdetodoesoytodaslasveces.¿Tevasestanoche?—Claro,enelómnibusdelasnueveynadiesabecuánto.Mequedancincodías

delicenciaynopiensoseguirjuntandosaludpararegalárselaalaoficina.Arturoeligióunacorbataysepusoaanudarla.—Es que no tiene sentido—dijo otra vez frente al espejo—. Yo, admito que

algunavezmeencerréconunfantasma.Laexperienciasiempreacabómal.Perocontu hermano, como estás haciendo ahora... Un fantasma con bigotes de alambre.Nunca.Elfantasmanosaledelanada,claro.Enestaocasiónsaliódeladesgracia.Eratuhermano,yasabemos.Peroahoraeselfantasmadecooperativaconbigotesdegeneralruso...

—¿El últimomomento en serio?—pregunté en voz baja; no lo hice pidiendonada:sóloqueríacumpliryhastahoynoséconquiénoconqué.

—Elúltimomomento—dijoArturo.—Veobien la causa.No le dije, ni la sombra de una insinuación, que usara el

dinerodelacooperativaparaelnegociodeloscambios.Perocuandoleexpliquéunanoche,sóloporanimarlo,oparaquesuvidafueramenosaburrida,paramostrarlequehabíacosasquepodíanserhechasenelmundoparaganardineroygastarlo,apartedecobrarelsueldoafindemes...

—Conozco —dijo Arturo, sentándose en la cama con un bostezo—. Nadédemasiado,yanoestoyparahazañas.Peroeraelúltimodía.Conozcotodalahistoria.Explicame ahora, y te aviso que se acaba el verano, qué remediás con quedarteencerradoaquí.Explicamequéculpatenéssielotrohizoundisparate.

—Tengounaculpa—murmuréconlosojosentornados,lacabezaapoyadaenelsillón;pronunciélaspalabrastardasyaisladas—.Tengolaculpademientusiasmo,talvezdemimentira.TengolaculpadehaberlehabladoaJulián,porprimeravez,deuna cosa que no podemos definir y se llama elmundo. Tengo la culpa de haberlehechosentir—nodigocreer—que,siaceptabalosriesgos,esoquellaméelmundo

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seríaparaél.—¿Y qué? —dijo Arturo, mirándose desde lejos el peinado en el espejo—.

Hermano.Todoesoesunaidiotezcomplicada.Bueno,tambiénlavidaesunaidiotezcomplicada.Algúndía de estos se te pasará el período; anda entonces a visitarme.Ahoravestiteyvamosatomarunascopasantesdecomer.Tengoqueirmetemprano.Pero,antesqueloolvide,quierodejarteunúltimoargumento.Talvezsirvaparaalgo.

Metocóunhombroymebuscólosojos.—Escúchame—dijo—.Enmediodetodaestacomplicada,felizidiotez,¿Julián,

tuhermano,usócorrectamenteeldinerorobado,loempleóaceptandolaexactituddelosdisparatesqueleestuvistediciendo?

—¿El?—melevantéconasombro—.Porfavor.Cuandovinoavermeyanohabíanada que hacer. Al principio, estoy casi seguro, compró bien. Pero se asustó enseguidaehizocosasincreíbles.Conozcomuypocodelosdetalles.Fuealgoasícomounacombinacióndetítuloscondivisas,derojoynegroconcaballosdecarrera.

—¿Ves? —dijo Arturo asintiendo con la cabeza—. Certificado deirresponsabilidad. Te doy cinco minutos para vestirte y meditar. Te espero en elmostrador.

3

TomamosunascopasmientrasArturoseempeñabaenencontrarenlabilleteralafotografíadeunamujer.

—No está—dijo por fin—.La perdí. La foto, no lamujer.Queríamostrártelaporquetienealgoinconfundiblequepocosledescubren.Yantesdequedartelocovosentendíasdeesascosas.

Yestaban,pensabayo,losrecuerdosdeinfanciaqueiríannaciendoyaumentandoenclaridaddurantelosdíasfuturos,semanasomeses.Estabatambiénlatramposa,talvez deliberada, deformación de los recuerdos.Estaría, en elmejor de los casos, laelecciónnohechapormí.Tendríaquevernos fugazmenteoenpesadillas,vestidoscontrajesridículos,jugandoenunjardínhúmedoopegándonosenundormitorio.Éleramayorperodébil.Habíasidotoleranteybueno,aceptabacargarconmisculpas,mentíadulcementesobrelasmarcasenlacaraqueledejabanmisgolpes,sobreunatazarota,sobreunallegadatarde.Eraextrañoquetodoaquellonohubieraempezadoaún,duranteelmesdevacacionesdeotoñoenlaplaya;acaso,sinproponérmelo,yoestuvieradeteniendoel torrentecon lascrónicasperiodísticasy laevocaciónde lasdosúltimasnoches.Enuna Julián estabavivo, en la siguientemuerto.La segundanochenoteníaimportanciaytodassusinterpretacioneshabíansidodespistadas.

Erasuvelorio,empezabaacolgarlelamandíbula,lavendadelacabezaenvejeció

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y se puso amarillamucho antes del amanecer.Yo estabamuy ocupado ofreciendobebidasycomparando lasemejanzade las lamentaciones.Concincoañosmásqueyo, Julián había pasado tiempo atrás de los cuarenta.No había pedido nunca nadaimportantealavida;talvez,sí,quelodejaranenpaz.Ibayvenía,comodesdeniño,pidiendo permiso. Esta permanencia en la tierra, no asombrosa pero sí larga,prolongada por mí, no le había servido, siquiera, para darse a conocer. Todos lossusurrantes y lánguidos bebedores de café o whisky coincidían en juzgar ycompadecerelsuicidiocomounerror.Porqueconunbuenabogado,conelpreciodeun par de años en la cárcel... Y, además, para todos resultaba desproporcionado ygrotescoelfinal,queempezabanaolisquear,enrelaciónaldelito.Yodabalasgraciasy movía la cabeza; después me paseaba entre el vestíbulo y la cocina, cargandobebidas o copas vacías. Trataba de imaginar, sin dato alguno, la opinión de lamujerzuelabarataquevisitabaa Julián todos losvierneso todos los lunes,días enqueescaseanlosclientes.Mepreguntabasobre laverdadinvisible,nuncaexhibida,de sus relaciones. Me preguntaba cuál sería el juicio de ella, atribuyéndole unainteligencia imposible.Quépodríapensarella,quesobrellevaba lacircunstanciadeserprostitutatodoslosdías,deJulián,queaceptóserladróndurantepocassemanasperonopudo,comoella,soportarquelosimbécilesqueocupanyformanelmundo,conocieransufalla.Peronovinoen toda lanocheopor lomenosnodistinguíunacara,unainsolencia,unperfume,unahumildadquepudieranserleatribuidos.

Sinmoversedel taburetedelmostrador,Arturohabía conseguidoelpasajey elasientoparaelómnibus.Nueveycuarentaycinco.

—Hay tiempo de sobra. No puedo encontrar la foto. Hoy es inútil seguirtehablando.Otravuelta,mozo.

Yadijequelanochedelvelorionoteníaimportancia.Laanterioresmuchomáscortaydifícil.Juliánpudohabermeesperadoenelcorredordeldepartamento.Peroyapensabaenlapolicíayeligiódarvueltasbajolalluviahastaquepudoverluzenmiventana.Estabaempapado—eraunhombrenacidoparausarparaguasylohabíaolvidado—yestornudóvariasveces,condisculpa,conburla,antesdesentarsecercadelaestufaeléctrica,antesdeusarmicasa.TodoMontevideoconocíalahistoriadela Cooperativa y por lo menos la mitad de los lectores de diarios deseaba,distraídamente,quenosesupieramásdelcajero.

Pero Julián no había aguantado una hora y media bajo la lluvia para verme,despedirseconpalabrasyanunciarmeelsuicidio.Tomamosunascopas.Elaceptóelalcoholsinalardes,sinoponerse:

—Totalahora...—murmurócasiriendo,alzandounhombro.Sin embargo, había venido para decirme adiós a su manera. Era inevitable el

recuerdo,pensarennuestrospadres,enlacasaquintadelainfancia,ahorademolida.Seenjugóloslargosbigotesydijoconpreocupación:

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—Escurioso.Siemprepenséquetúsabíasyyono.Desdechico.Ynocreoquesetrate de un problema de carácter o de inteligencia.Es otra cosa.Hay gente que seacomodainstintivamenteenelmundo.Túsíyyono.Siempremefaltólafenecesaria—seacariciabalasmandíbulassinafeitar—.Tampocosetratadequeyohayatenidoqueajustarconmigodeformacionesovicios.Nohabíahandicap;porlomenosnuncaloconocí.

Se detuvo y vació el vaso. Mientras alzaba la cabeza, esa que hoy mirodiariamentedesdehaceunmesenlaprimerapáginadeunperiódico,memostrólosdientessanosysuciosdetabaco.

—Pero —siguió mientras se ponía de pie— tu combinación era muy buena.Debisteregalárselaaotro.Elfracasonoestuyo.

—A veces resultan y otras no—dije—. No vas a salir con esta lluvia. Podesquedarteaquíparasiempre,todoeltiempoquequieras.

Seapoyóenelrespaldodeunsillónyestuvoburlándosesinmirarme.—Con esta lluvia. Para siempre.Todo el tiempo—seme acercó yme tocó un

brazo—.Perdón.Habrámolestias.Siemprehaymolestias.Yasehabíaido.Meestuvodiciendoadiósconsupresenciasiempreacurrucada,

conloscuidadosbigotesbondadosos,conlaalusiónatodolomuertoydisueltoquelasangre,noobstante,erayescapazdehacerduranteunpardeminutos.

Arturoestabahablandodeestafasenlascarrerasdecaballos.Miróelrelojypidióalbarmanlaúltimacopa.

—Peroconmásgin,porfavor—dijo.Entonces, sin escuchar, me sorprendí vinculando a mi hermanomuerto con la

muchacha de la bicicleta.De él no quise recordar la infancia ni la pasiva bondad;sino, absolutamente, nadamás que la empobrecida sonrisa, la humilde actitud delcuerpo durante nuestra última entrevista. Si podía darse ese nombre a lo que yopermitíqueocurrieraentrenosotroscuandovinoempapadoamidepartamentoparadecirmeadiósdeacuerdoasuceremonialpropio.

Nada sabía yo de la muchacha de la bicicleta. Pero entonces, repentinamente,mientrasArturohablabadeEverPerdomoodelamalaexplotacióndelturismo,sentíquemellegabahastalagargantaunaoladelavieja,injusta,casisiempreequivocadapiedad.Loindudableeraqueyolaqueríaydeseabaprotegerla.Nopodíaadivinardequéocontraqué.Buscaba,rabioso,cuidarladeellamismaydecualquierpeligro.Lahabía visto insegura y en reto, la había mirado alzar una ensoberbecida cara dedesgracia.Estopuededurarpero siempre sepagadeprematuro, desproporcionado.Mihermanohabíapagadosuexcesodesencillez.Enelcasodelamuchacha—quetal vez no volviera nunca a ver— las deudas eran distintas. Pero ambos, por tandiversoscaminos,coincidíanenunadeseadaaproximaciónalamuerte,aladefinitivaexperiencia.Julián,nosiendo;ella,lamuchachadelabicicleta,buscandoserlotodoy

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conprisas.— Pero —dijo Arturo—, aunque te demuestren que todas las carreras están

arregladas,vosseguísjugandoigual.Mira:ahoraquemevoyparecequevaallover.—Seguro—contesté,ypasamosalcomedor.Lavienseguida.Estabacercadeunaventana, respirandoel aire tormentosode lanoche,conun

montóndepelooscuroyreciomovidoporelvientosobre la frentey losojos;conzonasdepecasdébiles—ahora,bajoeltubodeluzinsoportabledelcomedor—enlasmejillasylanariz,mientraslosojosinfantilesyacuososmirabandistraídoslasombradel cielo o las bocas de sus compañeros demesa; con los flacos y fuertes brazosdesnudos frente a lo que podía aceptarse como un traje de noche amarillo, cadahombroprotegidoporunamano.

Unhombreviejoestabasentadojuntoaellayconversabaconlamujerqueteníaenfrente, joven, de espalda blanca y carnosa vuelta hacia nosotros, con una rosasilvestreenelpeinado,sobrelaoreja.Yalmoverse,elpequeñocírculoblancodelaflorentrabaysalíadelperfildistraídodelamuchacha.Cuandolamujerreía,echandolacabezahaciaatrás,brillantelapieldelaespalda,lacaradelamuchachaquedabaabandonadacontralanoche.

Hablando con Arturo, miraba la mesa, traté de adivinar de dónde provenía susecreto,susensacióndecosaextraordinaria.Deseabaquedarmeparasiempreenpazjuntoalamuchachaycuidardesuvida.Lavifumarconelcafé,losojosclavadosahora en la boca lenta del hombre viejo. De pronto me miró como antes en elsendero, con losmismosojos calmosy desafiantes, acostumbrados a contemplar osuponereldesdén.Conunadesesperacióninexplicableestuvesoportandolosojosdelamuchacha,revolviendolosmíoscontralacabezajuvenil,largaynoble;escapandodel inaprensible secreto para escarbar en la tormenta nocturna, para conquistar laintensidad del cielo y derramarla, imponerla en aquel rostro de niña que meobservabainmóvileinexpresivo.Elrostroquedejabafluir,sinpropósito,sinsaberlo,contramicaraseriaygastadadehombre,ladulzuraylahumildadadolescentedelasmejillasvioláceasypecosas.

Arturosonreíafumandouncigarrillo.—¿Tútambién,Bruto?—preguntó.—¿Yotambiénqué?—La niña de la bicicleta, la niña de la ventana. Si no tuviera que irme ahora

mismo...—Noentiendo.—Esa,ladelvestidoamarillo.¿Nolahabíasvistoantes?—Unavez.Estatarde,desdelabaranda.Antesquevolvierasdelaplaya.—El amor a primera vista —asintió Arturo—. Y la juventud intacta, la

experiencia cubiertade cicatrices.Esuna lindahistoria.Pero, lo confieso, hayuno

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quelacuentamejor.Esperá.Elmozoseacercópararecogerlosplatosylafrutera.—¿Café?—preguntó.Erapequeño,conunaoscuracarademono.—Bueno—sonrióArturo—;esoquellamancafé.Tambiénledicenseñoritaala

muchachadeamarillo juntoa laventana.Miamigoestámuycurioso;quiere saberalgosobrelasexcursionesnocturnasdelanena.

Medesabrochéelsacoybusqué losojosde lamuchacha.Peroyasucabezasehabíavueltoaunladoylamanganegradelhombreancianocortabaendiagonalelvestidoamarillo.Enseguidaelpeinadoconflordelamujerseinclinó,cubriendolacarapecosa.Sóloquedódelamuchachaalgodelpeloretinto,metálicoenlacrestaque recibía la luz.Yo recordaba lamagia de los labios y lamirada;magia es unapalabraquenopuedoexplicar,peroqueescriboahorasinremedio,sinposibilidaddesustituirla.

—Nadamalo—proseguíaArturoconelmozo—.Elseñor,miamigo,seinteresaporelciclismo.Decime.¿Quésucededenochecuandopapiymay,sison,duermen?

Elmozosebalanceabasonriendo,lafruteravacíaalaalturadeunhombro.—Ynada—dijoporfin—.Essabido.Amedianochelaseñoritasaleenbicicleta;

avecesvaalbosque,otras a lasdunas—había logradoponerse serioy repetía sinmalicia—: Qué le voy a decir. No sé nada más, aunque se diga. Nunca estuvemirando.Quevuelvedespeinadaysinpintura.Queunanochemetocabaguardiaylaencontréymepusodiezpesosenlamano.LosmuchachosinglesesqueestánenelAtlantichablanmucho.Peroyonodigonadaporquenovi.

Arturoserió,golpeandounapiernadelmozo.—Ahítenés—dijo,comosisetrataradeunavictoria.—Perdone—preguntéalmozo—.¿Quéedadpuedetener?—¿Laseñorita?—Aveces,estatarde,mehacíapensarenunacriatura;ahoraparecemayor.—Deesoséconseguridad,señor—dijoelmozo—.Porloslibrostienequince,

los cumplió aquí hace unos días. Entonces, ¿dos cafés? —se inclinó antes demarcharse.

Yo trataba de sonreír bajo lamirada alegre deArturo; lamano con la pipametemblabaenlaesquinadelmantel.

—En todo caso—dijo Arturo—, resulte o no resulte, es un plan de vidamásinteresantequevivirencerradoconunfantasmabigotudo.

Aldejarlamesalamuchachavolvióamirarme,desdesualturaahora,unamanotodavíaenredadaenlaservilleta,fugazmente,mientraselairedelaventanaleagitabalospelosrígidosdelafrenteyyodejabadecreerenloquehabíacontadoelmozoyArturoaceptaba.

Enlagalería,conlavalijayelabrigoenelbrazo,Arturomegolpeóelhombro.

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—Una semana y nos vernos. Caigo por el Jauja y te encuentro en una mesasaboreandolaflordelasabiduría.Bueno,largospaseosenbicicleta.

Saltó al jardín y fue hacia el grupo de coches estacionados frente a la terraza.CuandoArturocruzólaslucesencendílapipa,meapoyéenlabarandayolíelaire.La tormenta parecía lejana. Volví al dormitorio y estuve tirado en la cama,escuchandolamúsicaquellegabainterrumpidadesdeelcomedordelhotel,dondetalvez hubieran empezado ya a bailar. Encerré en la mano el calor de la pipa y fuiresbalandoenun lento sueño,enunmundoengrasadoy sinaire,dondehabía sidocondenadoaavanzar,conenormeesfuerzoysindeseos,boquiabierto,hacialasalidadondedormíalaintensaluzindiferentedelamañana,inalcanzable.

Desperté sudando y fui a sentarme nuevamente en el sillón. Ni Julián ni losrecuerdos infantiles habían aparecido en la pesadilla.Dejé el sueño olvidado en lacama, respiré el aire de tormenta que entraba por la ventana, con el olor amujer,lerdoycaliente.Casisinmovermearranquéelpapeldeabajodemicuerpoymiréeltítulo, la desteñida foto de Julián. Dejé caer el diario, me puse un impermeable,apaguélaluzdeldormitorioysaltédesdelabarandahastalatierrablandadeljardín.Elvientoformabaesesgruesasymerodeabalacintura.Elegícruzarelcéspedhastapisar el pedazo de arena donde había estado sentada lamuchacha en la tarde. Lasmediasgrisesacribilladasporlaspinochas,luegolospiesdesnudosenlasmanos,lasescasas nalgas achatadas contra el suelo. El bosque estaba a mi izquierda, losmédanos a la derecha; todo negro y el viento golpeándome ahora la cara.Escuchépasos y vi en seguida la luminosa sonrisa del mozo, la cara de mono junto a mihombro.

—Malasuerte—dijoelmozo—.Lodejó.Queríagolpearloperososeguéenseguidalasmanosquearañabandentrodelos

bolsillosdelimpermeableyestuvejadeandohaciaelruidodelmar,inmóvil,losojosentornados,resueltoyconlástimapormímismo.

—Debehacerdiezminutosquesalió—continuóelmozo.Sinmirarlo,supequehabíadejadodesonreírytorcíasucabezahacialaizquierda—.Loquepuedehacerahoraesesperarlaalavuelta.Siledaunbuensusto...

Desabroché lentamente el impermeable, sin volverme; saqué un billete delbolsillodelpantalónyselopaséalmozo.Esperéhastanooírlospasosdelmozoqueibanhaciaelhotel.Luegoinclinélacabeza,lospiesafirmadosenlatierraelásticayel pasto donde había estado ella, envasado en aquel recuerdo, el cuerpo de lamuchacha y susmovimientos en la remota tarde, protegido demímismo y demipasado por una ya imperecedera atmósfera de creencia y esperanza sin destino,respirandoenelairecalientedondetodoestabaolvidado.

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4

Lavidepronto,bajolaexageradalunadeotoño.Ibasolaporlaorilla,sorteandolas rocas y los charcos brillantes y crecientes, empujando la bicicleta, ahora sin elcómico vestido amarillo, con pantalones ajustados y una chaqueta de marinero.Nuncalahabíavistoconesasropasysucuerpoysuspasosnohabíantenidotiempodehacérsemefamiliares.Pero la reconocíenseguidaycrucé laplayacasien línearectahaciaella.

—Noches—dije.Unratodespuéssevolvióparamirarmelacara;sedetuvoehizogirarlabicicleta

hacia el agua. Me miró un tiempo con atención y ya tenía algo solitario ydesamparadocuandovolvíasaludarla.Ahoramecontestó.Enlaplayadesiertalavozlechillabacomounpájaro.Eraunavozdesapacibleyajena,tanseparadadeella,delahermosacaratristeyflaca;eracomosiacabaradeaprenderunidioma,untemadeconversaciónenlenguaextranjera.Alarguéunbrazoparasostenerlabicicleta.Ahorayoestabamirandolalunayellaprotegidaporlasombra.

—¿Paradóndeiba?—dijeyagregué—:Criatura.—Paraningúnlado—sonótrabajosalavozextraña—.Siempremegustapasear

denocheporlaplaya.Penséenelmozo,enlosmuchachosinglesesdelAtlantic;penséentodoloque

habíaperdidoparasiempre,sinculpamía,sinserconsultado.—Dicen...—dije. El tiempo había cambiado: ni frío ni viento. Ayudando a la

muchacha a sostener la bicicleta en la arena al borde del ruido del mar, tuve unasensacióndesoledadquenadiemehabíapermitidoantes;soledad,pazyconfianza.

—Si usted no tiene otra cosa que hacer, dicen que hay, muy cerca, un barcoconvertidoenbaryrestaurante.

Lavozdurarepitióconalegríainexplicable:—Dicenquehaymuycercaunbarcoconvertidoenbaryrestaurante.Laoírespirarconfatiga;despuésagregó:—No,notengonadaquehacer.¿Esunainvitación?¿Yasí,conestaropa?—Es.Conesaropa.Cuando dejó de mirarme le vi la sonrisa; no se burlaba, parecía feliz y poco

acostumbradaalafelicidad.—Ustedestabaenlamesadealladoconsuamigo.Suamigosefueestanoche.

Perosemepinchóunagomaencuantosalídelhotel.Me irritó que se acordara deArturo; le quité elmanubrio de lasmanos y nos

pusimosacaminarjuntoalaorilla,haciaelbarco.Dosotresvecesdijeunafrasemuerta;peroellanocontestaba.Volvíanacrecerel

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caloryelairedetormenta.Sentíquelachicaentristecíaamilado;espiésuspasostenaces,ladecididaverticalidaddelcuerpo,lasnalgasdemuchachoqueapretabaelpantalónordinario.

Elbarcoestabaallí,embicadoysinluces.—No hay barco, no hay fiesta —dije—. Le pido perdón por haberla hecho

caminartantoyparanada.Ellasehabíadetenidoparamirarelcargueroladeadobajolaluna.Estuvounrato

así, lasmanosen laespaldacomosola, comosi sehubieraolvidadodemíyde labicicleta.Lalunabajabahaciaelhorizontedeaguaoascendíadeallí.Deprontolamuchachasediovueltayvinohaciamí;nodejécaer labicicleta.Me tomólacaraentrelasmanosásperasylafuemoviendohastacolocarlaenlaluz.

—Qué—roncó—.Hablaste.Otravez.Casinopodíaverlapero la recordaba.Recordabamuchasotras cosasa lasque

ella, sin esfuerzo, servía de símbolo. Había empezado a quererla y la tristezacomenzabaasalirdeellayderramarsesobremí.

—Nada—dije—.Nohaybarco,nohayfiesta.—Nohayfiesta—dijootravez,ahoracolumbrélasonrisaenlasombra,blancay

corta como la espuma de las pequeñas olas que llegaban hasta pocosmetros de laorilla.Mebesódegolpe;sabíabesarylasentílacaracaliente,húmedadelágrimas.Peronosoltélabicicleta.

—No hay fiesta— dijo otra vez, ahora con la cabeza inclinada, oliéndome elpecho.Lavozeramásconfusa,casigutural—.Teníaquevertelacara—denuevomelaalzócontralaluna—.Teníaquesaberquenoestabaequivocada.¿Seentiende?

—Sí—mentí;yentoncesellamesacólabicicletadelasmanos,montóehizoungrancírculosobrelaarenahúmeda.

Cuandoestuvoamiladoseapoyóconunamanoenminucayvolvimoshaciaelhotel.Nosapartamosdelasrocasydesviamoshaciaelbosque.Nolohizoellanilohiceyo.Sedetuvojuntoalosprimerospinosydejócaerlabicicleta.

—Lacara.Otravez.Noquieroqueteenojes—suplicó.Dócilmentemiréhacialaluna,hacialasprimerasnubesqueaparecíanenelcielo.—Algo—dijoconsuextrañavoz—.Quieroquedigasalgo.Cualquiercosa.Mepusounamanoenelpechoyseempinóparaacercar losojosdeniñaami

boca.—Tequiero.Ynosirve.Yesotramanerade ladesgracia—dijedespuésdeun

rato,hablandocasiconlamismalentitudqueella.Entonceslamuchachamurmuró«pobrecito»comosifueramimadre,consurara

voz,ahoratiernayvindicativa,yempezamosaenfurecerybesarnos.Nosayudamosadesnudarlaenloimprescindibleytuvedeprontodoscosasquenohabíamerecidonunca: su cara doblegada por el llanto y la felicidad bajo la luna, la certeza

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desconcertantedequenohabíanentradoantesenella.Nos sentamos cerca del hotel sobre la humedad de las rocas. La luna estaba

cubierta. Ella se puso a tirar piedritas; a veces caían en el agua con un ruidoexagerado;otras,apenasseapartabandesuspies.Noparecíanotarlo.

Mi historia era grave y definitiva.Yo la contaba con una seria vozmasculina,resueltoconfuriaadecirlaverdad,despreocupadodequeellacreyeraono.

Todosloshechosacababandeperdersusentidoysólopodríantener,enadelante,elsentidoqueellaquisieradarles.Hablé,claro,demihermanomuerto;peroahora,desdeaquellanoche,lamuchachasehabíaconvertido—retrocediendoparaclavarsecomounalargaagujaenlosdíaspasados—eneltemaprincipaldemicuento.Devezencuandolaoíamoverseydecirmequesíconsucuriosavozmalformada.Tambiénera forzoso aludir a los años que nos separaban, apenarse con exceso, fingir unadesolada creencia en el poder de la palabra «imposible», mostrar un discretodesánimoantelas luchasinevitables.Noquisehacerlepreguntasylasafirmacionesde ella, no colocadas siempre en lapausa exacta, tampocopedían confesiones.EraindudablequelamuchachamehabíaliberadodeJulián,ydemuchasotrasruinasyescorias que la muerte de Julián representaba y había traído a la superficie; eraindudable que yo, desde una media hora atrás, la necesitaba y continuaríanecesitándola.

La acompañé hasta cerca de la puerta del hotel y nos separamos sin decirnosnuestrosnombres.Mientras sealejabacreíverque lasdoscubiertasde labicicletaestaban llenas de aire. Acaso me hubiera mentido en aquello pero ya nada teníaimportancia.Ni siquiera lavi entrar en elhotelyyomismopasé en la sombra,delargo, frente a la galería que comunicaba conmi habitación; seguí trabajosamentehacialosmédanos,deseandonopensarennada,porfin,yesperarlatormenta.

Caminé hacia las dunas y luego, ya lejos, volví en dirección al monte deeucaliptos. Anduve lentamente entre los árboles, entre el viento retorcido y sulamento,bajolostruenosqueamenazabanelevarsedelhorizonteinvisible,cerrandolosojosparadefenderlosdelospicotazosdelaarenaenlacara.Todoestabaoscuroy—como tuve que contarlo varias veces después— no divisé un farol de bicicleta,suponiendo que alguien los usara en la playa, ni siquiera el punto de brasa de uncigarrillodealguienquecaminaraodescansasesentadoenlaarena,sobrelashojassecas,apoyadoenuntronco,conlaspiernasrecogidas,cansado,húmedo,contento.Esehabíasidoyo;yaunquenosabíarezar,anduvedandolasgracias,negándomealaaceptación,incrédulo.

Estabaahoraal finalde losárboles,acienmetrosdelmary frentea lasdunas.Sentíaheridaslasmanosymedetuveparachuparlas.Caminéhaciaelruidodelmarhasta pisar la arena húmeda de la orilla. No vi, repito, ninguna luz, ningúnmovimiento, en la sombra; no escuché ninguna voz que partiera o deformara el

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viento.Abandonélaorillayempecéasubirybajarlasdunas,resbalandoenlaarenafría

quemeentrabachisporroteanteenloszapatos,apartandoconlaspiernaslosarbustos,corriendo casi, rabioso y con una alegría queme había perseguido durante años yahoramedabaalcance,excitadocomosinopudieradetenermenunca, riendoenelinteriordelanocheventosa,subiendoybajandoalacarreralasdiminutasmontañas,cayendo de rodillas y aflojando el cuerpo hasta poder respirar sin dolor, la caradoblada hacia la tormenta que venía del agua. Después fue como si también medieran caza todos los desánimos y las renuncias; busqué durante horas, sinentusiasmo,elcaminoderegresoalhotel.Entoncesmeencontréconelmozoyrepetíel acto de no hablarle, de ponerle diez pesos en la mano. El hombre sonrió y yoestabalobastantecansadocomoparacreerquehabíaentendido,quetodoelmundoentendíayparasiempre.

Volví a dormir medio vestido en la cama como en la arena, escuchando latormenta que se había resuelto por fin, golpeado por los truenos, hundiéndomesedientoenelruidocoléricodelalluvia.

5

Habíaterminadodeafeitarmecuandoescuchéenelvidriodelapuertaquedabaalabarandaelgolpedelosdedos.Eramuytemprano;supequelasuñasdelosdedoseranlargasyestabanpintadasconardor.Sindejarlatoalla,abrílapuerta;erafatal,allíestaba.

Teníaelpeloteñidoderubioyacasoalosveinteañoshubierasidorubia;llevabauntrajesastredecheviotquelosdíasylosplanchadoslehabíanapretadocontraelcuerpoyunparaguasverde,conmangodemarfil,talveznuncaabierto.Delastrescosas,doslehabíaadivinadoyo—osupuestosinerror—alolargodelavidayenelveloriodemihermano.

—Betty—dijoalvolverse,conlamejorsonrisaquepodíamostrar.Fingí no haberla visto nunca, no saber quién era. Se trataba, apenas, de una

maneradelpiropo,deunaformaretorcidadeladelicadezaqueyanomeinteresaba.Estaera,pensé,yanovolveráaserlo,lamujerqueyodistinguíaborrosadetrásde

losvidrios suciosdeun caféde arrabal, tocándole losdedos a Julián en los largosprólogosdelosviernesoloslunes.

—Perdón—dijo—porvenirdetanlejosamolestarloyaestahora.Sobretodoenestosmomentosenqueusted,comoelmejordeloshermanosdeJulián...Hastaahoramismo,lejuro,nopuedoaceptarqueestémuerto.

Laluzdelamañanalaavejentabaydebióparecerotracosaeneldepartamentode

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Julián,inclusoenelcafé.Yohabíasido,hastaelfin,elúnicohermanodeJulián;nimejornipeor.Estabaviejayparecíafácilaplacarla.Tampocoyo,apesardetodolovistoyoído,apesardelrecuerdodelanocheanteriorenlaplaya,aceptabadeltodolamuertedeJulián.Sólocuandoinclinélacabezaylainvitéconunbrazoaentrarenmi habitación descubrí que usaba sombrero y lo adornaba con violetas frescas,rodeadasdehojasdehiedra.

—LlámemeBetty—dijo,yeligióparasentarseelsillónqueescondíaeldiario,lafoto, el título, la crónica indecisamente crapulosa—. Pero era cuestión de vida omuerte.

Noquedabanrastrosdelatormentaylanochepodíanohabersucedido.Miréelsol en la ventana, la mancha amarillenta que empezaba a buscar la alfombra. Sinembargo,era indudablequeyomesentíadistinto,que respirabaelaireconavidez;queteníaganasdecaminarysonreír,quelaindiferencia—ytambiénlacrueldad—semeaparecíancomoformasposiblesdelavirtud.Perotodoestoeraconfusoysólopudecomprenderlounratodespués.

Meacerquéalsillónyofrecímisexcusasalamujer,aaquelladesusadamaneradelasuciedadyladesdicha.Extrajeeldiario,gastéalgunosfósforosylohicebailarencendidoporencimadelabaranda.

—ElpobreJulián—dijoellaamisespaldas.Volvíalcentrodelahabitación,encendílapipaymesentéenlacama.Descubrí

repentinamente que era feliz y traté de calcular cuántos añosme separaban demiúltima sensación de felicidad. El humo de la pipamemolestaba los ojos. La bajéhasta las rodillas y estuvemirando con alegría aquella basura en el sillón, aquellamaltratadainmundiciaqueserecostaba,inconsciente,sobrelamañanaapenasnacida.

—PobreJulián—repetí—.Lodijemuchasvecesenelvelorioydespués.Yamecansé, todo llega. La estuve esperando en el velorio y usted no vino. Pero,entiéndame, gracias a este trabajo de esperarla yo sabía cómo era usted, podíaencontrarlaenlacalleyreconocerla.

Meexaminócondesconciertoyvolvióasonreír.—Sí,creocomprender—dijo.Noeramuyvieja, estaba aún lejosdemi edadyde lade Julián.Peronuestras

vidashabíansidomuydistintasy loquemeofrecíadesdeelsillónnoeramásquegordura,unaarrugadacaradebeba,elsufrimientoyelrencordisimulado,lapringuedelavidapegadaparasiempreasusmejillas,alosángulosdelaboca,alasojerasrodeadasdesurcos.Teníaganasdegolpearlayecharla.

Peromemantuvequieto,volvíafumarylehabléconvozdulce:—Betty.UstedmediopermisoparallamarlaBetty.Usteddijoquesetratabade

un asunto de vida o muerte. Julián está muerto, fuera del problema. ¿Qué másentonces,quiénmás?

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Seretrepóentoncesenelsillóndecretonadescolorida,sobreelforrodegrandesfloresbárbarasymeestuvomirandocomoaunposiblecliente:conelinevitableodioyconcálculo.

—¿Quiénmuereahora?—insistí—.¿Ustedoyo?Aflojóelcuerpoyestuvopreparandounacaraemocionante.Lamiré,admitíque

podíaconvencer;ynosóloaJulián.Detrásdeellaseestirabalamañanadeotoño,sinnubes,lapequeñagloriaofrecidaaloshombres.Lamujer,Betty,torciólacabezayfuehaciendocrecerunasonrisadeamargura.

—¿Quién? —dijo hacia el placard—. Usted y yo. No crea, el asunto reciénempieza. Hay pagarés con su firma, sin fondos dicen, que aparecen ahora en eljuzgado.Yestálahipotecasobremicasa,loúnicoquetengo.Juliánmeaseguróquenoeramásqueunaoferta;perolacasa,lacasita,estáhipotecada.Yhayquepagarenseguida.Siqueremossalvaralgodelnaufragio.Osiqueremossalvarnos.

Porlasvioletasenelsombreroyporelsudordelacara,yohabíapresentidoqueera inevitable escuchar, más o menos tarde en la mañana de sol, alguna frasesemejante.

—Sí—dije—,parecequetienerazón,quetenemosqueunirnosyhaceralgo.Desdemuchosañosatrásnohabíasacadotantoplacerdelamentira,delafarsay

la maldad. Pero había vuelto a ser joven y ni siquiera a mí mismo tenía que darexplicaciones.

—Nosé—dijesincautela—cuántoconoceusteddemiculpa,demiintervenciónen lamuerte de Julián. En todo caso, puedo asegurarle que nunca le aconsejé quehipotecarasucasa,sucasita.Perolevoyacontartodo.Haceunostresmesesestuvecon Julián.Un hermano comiendo en un restaurante con su hermanomayor.Y setrataba de hermanos que no se veían más de una vez por año. Creo que era elcumpleaños de alguien; de él, de nuestra madre muerta. No recuerdo y no tieneimportancia. La fecha, cualquiera que sea, parecía desanimarlo. Le hablé de unnegociodecambiosdemonedas;peronuncaledijequerobaraplataalaCooperativa.

Ella dejó pasar un tiempo ayudándose con un suspiro y estiró los largos tacoshasta el cuadrilátero de sol en la alfombra. Esperó a que la mirara y volvió asonreírme;ahoraseparecíaacualquieraniversario,aldeJuliánoaldemimadre.Eralaternuraylapaciencia,queríaguiarmesintropiezos.

—Botija—murmuró,lacabezasobreunhombro,lasonrisacontraellímitedelatolerancia—. ¿Hace tres meses?—resopló mientras alzaba los hombros—. Botija,Julián robaba de laCooperativa desde hace cinco años.O cuatro.Me acuerdo. Lehablaste,m'hijito,deunacombinacióncondólares,¿no?Noséquiéncumplíaañosaquellanoche.Ynofaltoalrespeto.PeroJuliánmelocontótodoyyonolepodíapararlosataquesderisa.Nisiquierapensóenelplandelosdólares,siestababienomal.Elrobabayjugabaaloscaballos.Leibabienyleibamal.Desdehacíacinco

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años,desdeantesdequeyoloconociera.—Cinco años —repetí mascando la pipa. Me levanté y fui hasta la ventana.

Quedabanrestosdeaguaenlosyuyosyenlaarena.Elairefresconoteníanadaqueverconnosotros,connadie.

En alguna habitación del hotel, encima de mí, estaría durmiendo en paz lamuchacha, despatarrada, empezando amoverse entre la insistentedesesperacióndelossueñosy lassábanascalientes.Yola imaginabayseguíaqueriéndola,amabasurespiración, sus olores, las supuestas alusiones al recuerdo nocturno, a mí, quepudieran caber en su estupor matinal. Volví con pesadez de la ventana y estuvemirando sin asco ni lástima lo que el destino había colocado en el sillón deldormitoriodelhotel.Seacomodabalassolapasdeltrajesastreque,afindecuentas,tal vez no fuera de cheviot; sonreía al aire, esperabami regreso,mi voz.Me sentíviejo y ya con pocas fuerzas. Tal vez el ignorado perro de la dicha me estuvieralamiendolasrodillas,lasmanos;talvezsólosetrataradelootro;queestabaviejoycansado.Pero,en todocaso,meviobligadoadejarpasarel tiempo,aencenderdenuevolapipa,ajugarconlallamadelfósforo,consuronquido.

—Paramí—dije—todoestáperfecto.EsseguroqueJuliánnousóunrevólverparahacerle firmar lahipoteca.Yyonuncafirméunpagaré.Si falsificó la firmaypudo vivir así cinco años —creo que usted dijo cinco—, bastante tuvo, bastantetuvieron losdos.Lamiro, lapienso,ynadame importaque le saquen lacasao laentierrenen lacárcel.Yonofirmé,nuncaunpagaréparaJulián.Desgraciadamenteparausted,Betty,yelnombremepareceinadecuado,sientoqueyanolequedabien,nohaypeligrosniamenazasquefuncionen.Nopodemossersociosennada;yesoessiempreunatristeza.Creoqueesmástristeparalasmujeres.Voyalagaleríaafumarymirarcómocrecelamañana.Lequedarémuyagradecidosisevaenseguida,sinohacemuchoescándalo,Betty.

Salí fuera y me dediqué a insultarme en voz baja, a buscar defectos en laprodigiosamañanadeotoño.Oí,muy lejana, la indolenteputeadaquehizosonaramisespaldas.Escuché,casienseguida,elportazo.

UnFordpintadodeazulapareciócercadelcaserío.Yo era pequeño y aquello me pareció inmerecido, organizado por la pobre,

incierta imaginación de un niño.Yo habíamostrado siempre desde la adolescenciamisdefectos,teníarazónsiempre,estabadispuestoaconversarydiscutir,sinreservasni silencios. Julián, en cambio —y empecé a tenerle simpatía y otra forma muydistintadelalástima—noshabíaengañadoatodosdurantemuchosaños.EsteJuliánquesólohabíapodidoconocermuertosereíademí,levemente,desdequeempezóaconfesarlaverdad,alevantarsusbigotesysusonrisa,enelataúd.Talvezcontinuarariéndose de todos nosotros a un mes de su muerte. Pero para nada me servíainventarmeelrencoroeldesencanto.

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Sobre todo,me irritabael recuerdodenuestraúltimaentrevista, lagratuidaddesusmentiras,no llegaraentenderporquémehabía idoavisitar, con riesgos,paramentir por últimavez. PorqueBetty sólome servía para la lástimao el desprecio;peroyoestabacreyendoensuhistoria,mesentíasegurodelaincesantesuciedaddelavida.

UnFordpintadode azul roncaba subiendo la cuesta, detrásdel chalet de techorojo,salióalcaminoycruzódelantedelabarandasiguiendohastalapuertadelhotel.Vi bajar a un policía con su desteñido uniforme de verano, a un hombreextraordinariamentealtoyflacocontrajedeanchasrayasyunjovenvestidodegris,rubio,sinsombrero,alqueveíasonreíracadafrase,sosteniendoelcigarrillocondosdedosalargadosfrentealaboca.

Elgerentedelhotelbajócon lentitud laescalerayseacercóaellosmientraselmozodelanocheanteriorsalíadeatrásdeunacolumnadelaescalinata,enmangasdecamisa,haciendobrillarsucabezaretinta.Todoshablabanconpocosgestos,sincasicambiarellugar,ellugardondeteníanapoyadoslospies,yelgerentesacabaunpañuelodelbolsillointeriordelsaco,selopasabaporloslabiosyvolvíaaguardarloprofundamente para, a los pocos segundos, extraerlo con unmovimiento rápido yaplastarloymoverlosobresuboca.Entréparacomprobarquelamujersehabíaido;yalsalirnuevamentealagalería,aldarmecuentademispropiosmovimientos,delamorosidad con que deseaba vivir y ejecutar cada actitud como si buscara acariciarconlasmanosloqueéstashabíanhecho,sentíqueerafelizenlamañana,quepodíahaberotrosdíasesperándomeencualquierparte.

Vi que el mozo miraba hacia el suelo y los otros cuatro hombres alzaban lacabeza,ymedirigíancarasdeobservacióndistraída.Eljovenrubiotiróelcigarrillolejos; entonces comencé a separar los labios hasta sonreír y saludé, moviendo lacabeza, al gerente, y en seguida, antes de que pudiera contestar, antes de que seinclinara,mirandosiemprehacialagalería,golpeándoselabocaconelpañuelo,alcéunamanoyrepetímisaludo.Volvíalcuartoparaterminardevestirme.

Estuveunmomentoenelcomedor,mirandodesayunaralospasajerosydespuésdecidí tomar una ginebra, nada más que una, junto al mostrador del bar, comprécigarrillosybajéhastaelgrupoqueesperabaalpiedelaescalera.Elgerentevolvióasaludarmeynotéque lamandíbula le temblaba, apenas, rápidamente.Dije algunaspalabrasyoíquehablaban;eljovenrubiovinoamiladoymetocóunbrazo.Todosestabanensilencioyelrubioyyonosmiramosysonreímos.Leofrecíuncigarrilloyélloencendiósinapartarlosojosdemicara;despuésdiotrespasosretrocediendoyvolvióamirarme.Talveznuncahubieravisto lacaradeunhombrefeliz;amímepasaba lomismo.Me dio la espalda, caminó hasta el primer árbol del jardín y seapoyóallíconunhombre.Todoaquello teníaunsentidoy, sincomprenderlo, supequeestabadeacuerdoymovílacabezaasintiendo.Entonceselhombrealtísimodijo:

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—¿Vamoshastalaplayaenelcoche?Me adelanté y fui a instalarme junto al asiento del chofer.El hombre alto y el

rubio se sentaron atrás. El policía llegó sin apuro al volante y puso enmarcha elcoche.Enseguidarodamosvelozmenteenlacalmosamañana;yosentíaelolordelcigarrillo que estaba fumando elmuchacho, sentía el silencio y la quietud del otrohombre, la voluntad rellenando ese silencio y esa quietud. Cuando llegamos a laplayaelcocheatracójuntoaunmontóndepiedrasgrisesqueseparabanelcaminodela arena. Bajamos, pasamos alzando las piernas por encima de las piedras ycaminamoshaciaelmar.Yoibajuntoalmuchachorubio.

Nos detuvimos en la orilla. Estábamos los cuatro en silencio, con las corbatassacudidasporelviento.Volvimosaencendercigarrillos.

—Noestáseguroeltiempo—dije.—¿Vamos?—contestóeljovenrubio.El hombre alto del traje a rayas estiró un brazo hasta tocar almuchacho en el

pechoydijoconvozgruesa:—Fíjese.Desdeaquíalasdunas.Doscuadras.Nomuchomásnimenos.El otro asintió en silencio, alzando los hombros como si aquello no tuviera

importancia.Volvióasonreírymemiró.—Vamos—dije,ymepuseacaminarhastaelautomóvil.Cuandoibaasubir,el

hombrealtomedetuvo.—No—dijo—.Esahí,cruzando.En frente había un galpón de ladrillosmanchados de humedad.Tenía techo de

zinc y letras oscuras pintadas arriba de la puerta. Esperamos mientras el policíavolvíaconunallave.Medivueltaparamirarelmediodíacercanosobrelaplaya;elpolicíaseparóelcandadoabiertoyentramostodosenlasombrayelinesperadofrío.Lasvigasbrillabannegras,suavementeuntadasdealquitrán,ycolgabanpedazosdearpilleradeltecho.Mientrascaminábamosenlapenumbragrissentícrecerelgalpón,más grande a cada paso, alejándome de lamesa larga formada con caballetes queestabaenel centro.Miré la formaestiradapensandoquiénenseñaa losmuertos laactituddelamuerte.Habíauncharcoestrechodeaguaenelsueloygoteabadesdeunaesquinade lamesa.Unhombredescalzo,con lacamisaabierta sobreelpechocolorado, se acercó carraspeando y puso una mano en una punta de la mesa detablones,dejandoquesucortoíndicesecubrieraenseguida,brillante,delaguaqueno acababade chorrear.El hombre alto estiróunbrazoydestapó la cara sobre lastablasdandoun tiróna la lona.Miréelaire,elbrazorayadodelhombrequehabíaquedadoestiradocontralaluzdelapuertasosteniendoelbordeconanillasdelalona.Volvíamiraralrubiosinsombreroehiceunamuecatriste.

—Mireaquí—dijoelhombrealto.Fuiviendoquelacaradelamuchachaestabatorcidahaciaatrásyparecíaquela

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cabeza, morada, con manchas de un morado rojizo sobre un delicado, anteriormorado azuloso, tendría que rodar desprendida de un momento a otro si algunohablabafuerte,sialgunogolpeabaelsueloconloszapatos,simplementesieltiempopasaba.

Desde el fondo, invisible para mí, alguien empezó a recitar con voz ronca yordinaria,comosihablaraconmigo.¿Conquiénotro?

—Lasmanosylospies,cuyaepidermisestáligeramenteblanqueadaydoblegadaen la extremidad de los dedos, presentan además, en la ranura de las uñas, unapequeñacantidaddearenaylimo.Nohayherida,niexcoriaciónenlasmanos.Enlosbrazos, yparticularmente en suparte anterior, encimade lamuñeca, se encuentranvarias equimosis superpuestas, dirigidas transversalmente y resultantes de unapresiónviolentaejercidaenlosmiembrossuperiores.

No sabía quién era, no deseaba hacer preguntas. Sólo tenía, me lo estabarepitiendo,comoúnicadefensa,elsilencio.Elsilenciopornosotros.Meacerquéunpocomásalamesayestuvepalpandolaterquedaddeloshuesosdelafrente.Talvezlos cinco hombres esperaran algo más; y yo estaba dispuesto a todo. La bestia,siempreenelfondodelgalpón,enumerabaahoraconsuvozvulgar:

—Lafazestámanchadaporunlíquidoazuladoysanguinolentoquehafluidoporlabocaylanariz.Despuésdehaberlalavadocuidadosamente,reconocemosentornodelabocaextensaexcoriaciónconequimosis,ylaimpresióndelasuñashincadasenlas carnes. Dos señales análogas existen debajo del ojo derecho, cuyo párpadoinferiorestáfuertementecontuso.Amásdelashuellasdelaviolenciaquehansidoejecutadas manifiestamente durante la vida, nótanse en el rostro numerososdesgarros, puntuados, sin rojez, sin equimosis, con simple desecamiento de laepidermisyproducidosporelrocedelcuerpocontralaarena.Veseunainfiltracióndesangrecoagulada,acadaladodelalaringe.Lostegumentosestáninvadidosporlaputrefacciónypuedendistinguirseenellosvestigiosdecontusionesoequimosis.Elinteriordelatráqueaydelosbronquioscontieneunapequeñacantidaddeunlíquidoturbio,oscuro,noespumoso,mezcladoconarena.

Era un buen responso, todo estaba perdido.Me incliné para besarle la frente ydespués,porpiedadyamor,ellíquidorojizoquelehacíaburbujasentreloslabios.

Perolacabezaconsupeloendurecido,lanarizachatada,labocaoscura,alargadaen formadehoz con laspuntashacia abajo, lacias, goteantes, permanecía inmóvil,invariablesuvolumenenelairesombríoqueolíaasentina,másduraacadapasodemis ojos por los pómulos y la frente y elmentón que no se resolvía a colgar.Mehablaban uno tras otro, el hombre alto y el rubio, como si realizaran un juego,golpeandoalternativamente lamismapregunta.Luegoelhombrealto soltó la lona,dioun saltoyme sacudióde las solapas.Peronocreía en loqueestabahaciendo,bastaba mirarle los ojos redondos, y en cuanto le sonreí con fatiga, me mostró

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rápidamentelosdientes,conodioyabriólamano.—Comprendo, adivino, usted tiene una hija. No se preocupen: firmaré lo que

quieran,sinleerlo.Lodivertidoesqueestánequivocados.Peronotieneimportancia.Nada,nisiquieraesto,tienedeverasimportancia.

Antes de la luz violenta del solme detuve y le pregunté con voz adecuada alhombrealto:

—Serécuriosoypidoperdón:¿UstedcreeenDios?—Levoyacontestar,claro—dijoelgigante—;peroantes,siquiere,noesútil

paraelsumario,es,comoensucaso,puracuriosidad...¿Ustedsabíaquelamuchachaerasorda?

Nos habíamos detenido exactamente entre el renovado calor del verano y lasombrafrescadelgalpón.

—¿Sorda?—pregunté—. No, sólo estuve con ella anoche. Nunca me pareciósorda.Peroyanosetratadeeso.Yolehiceunapregunta;ustedprometiócontestarla.

Loslabioseranmuydelgadosparallamarsonrisaalamuecaquehizoelgigante.Volvióamirarmesindesprecio,contristeasombro,ysepersignó.

—¿Sorda?—pregunté—. No, sólo estuve con ella anoche. Nunca me pareciósorda.Peroyanosetratadeeso.Yolehiceunapregunta;ustedprometiócontestarla.

Loslabioseranmuydelgadosparallamarsonrisaalamuecaquehizoelgigante.Volvióamirarmesindesprecio,contristeasombro,ysepersignó.

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Jacobyelotro

1.Cuentaelmédico

Media ciudad debió haber estado anoche en el Cine Apolo, viendo la cosa yparticipando también del tumultuoso final. Yo estaba aburriéndome en lamesa depokerdelclubysólointervinecuandoelporteromeanuncióelllamadourgentedelhospital.Elclubnotienemásqueunalíneatelefónica;perocuandosalídelacabinatodos conocían la noticia mucho mejor que yo. Volví a la mesa para cambiar lasfichasypagarlascajasperdidas.

Burmesteinnosehabíamovido;baboseóunpocomáselhabanoymedijoconsuvozgordaypareja:

—Ensulugar,perdone,mequedaríaparaaprovecharlaracha.Total,aquímismopuedefirmarelcertificadodedefunción.

—Todavía no, parece—contesté tratando de reír.Memiré lasmanosmientrasmanejabanfichasybilletes;estabantranquilas,algocansadas.Habíadormidoapenasunpardehoraslanocheanterior,peroestoerayacasiunacostumbre;habíabebidodoscoñacsenestanocheyaguamineralenlacomida.

La gente del hospital conocía dememoriami coche y todas sus enfermedades.Asíquemeestabaesperandolaambulanciaenlapuertadelclub.Mesentéalladodelgallego y sólo le oí el saludo; estaba esperando en silencio, por respeto o poremoción, que yo empezara el diálogo. Me puse a fumar y no hablé hasta quedoblamos la curva deTabarez y la ambulancia entró en la nochede primavera delcamino de cemento, blanca y ventosa, fría y tibia, con nubes desordenadas querozabanelmolinoylosárbolesaltos.—Herminio—dije—,¿cuáleseldiagnóstico?

Vi la alegría que trataba de esconder el gallego, imaginé el suspiro con quecelebrabaelretornoalohabitual,alosviejosritossagrados.Empezóadecir,conelmáshumildeyastutodesustonos;comprendíqueelcasoeraseriooestabaperdido.

—Apenas si lo vi, doctor. Lo levanté del teatro en la ambulancia, lo llevé alhospital a noventa o cienporque el chicoFernándezme apurabay también eramideber.Ayudéabajarloyenseguidameordenaronquefueraporustedalclub.

—Fernández,bueno.¿Peroquiénestádeguardia?—EldoctorRius,doctor.—¿PorquénooperaRius?—preguntéenvozalta.—Bien—dijoHerminio y se tomó tiempo esquivando un bache lleno de agua

brillante—.Debehabersepuestoaoperarenseguida,digo.Perosilotieneaustedallado...

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—Ustedcargóydescargó.Conesolebasta.¿Cuáleseldiagnóstico?—Quédoctor...—sonrióelgallegoconcariño.Empezábamosaverlaslucesdel

hospital, la blancura de las paredes bajo la luna—. No se movía ni se quejaba,empezaba a inflarse como un globo, costillas en el pulmón, una tibia al aire,conmocióncasi segura.Perocayódeespaldasarribadedossillasy,perdóneme,elasuntodebeestarenlavertebral.Sihayonohayfractura.

—¿Semuereono?Ustednuncaseequivocó,Herminio.Sehabíaequivocadomuchasvecesperosiempreconexcusas.—Estaveznohablo—cabeceómientrasfrenaba.MecambiélaropayempezabaalavarmelasmanoscuandoentróRius.—Si quiere trabajar—dijo—, lo tiene listo en dosminutos.No hice casi nada

porque no hay nada que hacer.Morfina, en todo caso, para que él y nosotros nosquedemos tranquilos. Sólo tirando unamonedita al aire se puede saber por dóndeconvieneempezar.

—¿Tanto?—Politraumatizado, coma profundo, palidez, pulso filiforme, gran polipnea y

cianosis.Elhemitóraxderechonorespira.Colapsado.Crepitaciónyangulacióndelasextacostilladerecha.Macidezenlabasepulmonarderechaconhipersonoridadenelápexpulmonar.Elcomasehacecadavezmásprofundoyseacentúaelsíndromedeanemiaaguda.Hayposibilidadderupturadearteriasintercostales.¿Alcanza?Yolodejaríaenpaz.

Entoncesrecurríamigastadafrasedemediocreheroicidad,alaleyendaquemerodeacomoladeunamonedaomedallacircunscribelaefigieyquetalvezcontinúepróximaaminombrealgunosañosdespuésdemimuerte.Peroaquellanocheyonoteníayaniveinticinconi treintaaños; estabaviejoycansado,yanteRius, la frasetantasvecesrepetida,noeramásqueunabromafamiliar.Ladijeconlanostalgiadelafeperdida,mientrasmeponíalosguantes.Larepetíescuchándome,comounniñoquecumpleconlafórmulamágicayabsurdaquelepermiteentraropermanecereneljuego.

—Amí,losenfermossememuerenenlamesa.Rius se rió como siempre,me apretó un brazo y se fue. Pero casi en seguida,

mientrasyotratabadeaveriguarcuáleraelcañorotoquegoteabaenloslavatorios,seasomóparadecirme:

—Hermano,faltaalgoenelcuadro.Nolehablédelamujer,noséquiénes,queestuvo pateando, o trató de patear al próximo cadáver en la sala del cine y que seacercó a la ambulancia para escupirlo cuando el gallego y Fernández lo cargaban.Estuvorondandoporaquíylahiceechar;perojuróquevolvíamañanayquetienederechoaveraldifunto,talvezaescupirlosinapuro.

Trabajé con Rius hasta las cinco de la mañana y pedí un litro de café para

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ayudarnos a esperar. A las siete apareció Fernández en la oficina con la cara dedesconfianzaqueDiosleimponeparaenfrentarlosgrandessucesos.Lacaraestrechaeinfantilentornaentonceslosojos,seinclinaunpococonlabocaenguardiaydice:«Alguienmeestafa,lavidanoesmásqueunavastaconspiraciónparaengañarme».

Seacercóalamesayquedóallídepie,blancoytorcido,sinhablarnos.Riusdejódeimprovisarsobreinjertos,seabstuvodemirarloymanoteóelúltimo

sándwichdelplato;despuésselimpióloslabiosconunpapelypreguntóaltinterodehierro,conáguilaydosdepósitossecos:

—¿Ya?Fernández respiró para oírse y puso una mano sobre la mesa; movimos las

cabezas y le miramos el desconcierto y la sospecha, la delgadez y el cansancio.Idiotizadoporelhambreyelsueño,elmuchachoseirguióparaseguirfielalamaníadealterarelordendelascosas,delmundoenquepodemosentendernos.

—La mujer está en el corredor, en un banco, con un termo y un mate. Seolvidaronypudopasar.Dicequenoleimportaesperar,quetienequeverlo.Aél.

—Sí, hermanito —dijo lentamente Rius; le reconocí en la voz la malignidadhabitual de las noches de fatiga, la excitación que gradúa con destreza—. ¿Trajoflores, por lomenos?Se acaba el inviernoy cada zanjadeSantaMaríadebe estarllenadeyuyos.Megustaríaromperlelajetaydentrodeunmomentolevoyapedirpermisoaljefeparadarmeunavueltaporloscorredores.Peroentretantolayeguaesapodríavisitaraldifuntoytirarleunaflorcitaydespuésunaescupidaydespuésotraflor.

Eljefeerayo;demodoquepregunté:—¿Quépasó?Fernández se acarició velozmente la cara flaca, comprobó sin esfuerzo la

existencia de todos los huesos que le había prometidoTestut y se puso amirarmecomosiyofueraelresponsabledetodaslasestafasylosengañosquesaltabanparasorprenderlo con misteriosa regularidad. Sin odio, sin violencia, descartó a Rius,mantuvosusojossuspicacesenmicarayrecitó:

—Mejoría del pulso, respiración y cianosis. Recupera esporádicamente sulucidez.

Aquello eramuchomejor que lo que yo esperaba oír a las siete de lamañana.Peronoteníabaseparalaseguridad;asíquemelimitéadarlasgraciasmoviendolacabezayelegíturnoparamirareláguilabronceadadeltintero.

—HaceunratollegóDimas—dijoFernández—.Yalepasétodo.¿Puedoirme?—Sí, claro—Rius se había echado contra el respaldo del sillón y empezaba a

sonreírmirándome;talveznuncameviotanviejo,acasonuncamequisotantocomoaquellamañanadeprimavera,talvezestabaaveriguandoquiénerayoyporquémequería.

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—No,hermano—dijocuandoestuvimossolos—.Conmigo,cualquierfarsa;perono la farsa de la modestia, de la indiferencia, la inmundicia que se traducesobriamenteen«unavezmáscumplíconmideber».Ustedlohizo,jefe.Siesabestiano reventó todavía, no revienta más. Si en el club le aconsejaron limitarse a uncertificadodedefunción—esloqueyohubierahecho,conmuchamorfina,claro,siustedporcualquierrazónnoestuvieraenSantaMaría—,yoleaconsejoahoradarleal tipo un certificado de inmortalidad. Con la conciencia tranquila y la firmaendosadaporeldoctorRius.Hágalo,jefe.Yrobeenseguidadellaboratoriouncócteldehipnóticosyváyaseadormirveinticuatrohoras.Yomeencargodeatenderaljuezy a la policía, me comprometo a organizar los salivazos de la mujer que esperamateandoenelcorredor.

Selevantóyvinoapalmearme,unasolavez,perodemorandoelpesoyelcalordelamano.

—Estábien—ledije—.Ustedresolverásihayquemandaradespertarme.Mientrasmequitabalatúnica,conunalentitudyunadignidadquenoprovenían

exclusivamentedelcansancio,admitíqueeléxitodelaoperación,delasoperaciones,meimportabatantocomoelcumplimientodeunviejosueñoirrealizable:arreglarconmispropiasmanos,ypara siempre,elmotordemiviejoautomóvil.PeronopodíadecirleestoaRiusporquelocomprenderíasinesfuerzoyconentusiasmo:nopodíadecírseloaFernándezporque,afortunadamente,nopodríacreerme.

Demodoquemecallé labocayenelviajederegresoenlaambulanciaoíconecuanimidad lasmalas palabras admirativas del gallegoHerminio y acepté conmisilencio,antelahistoria,quelaresurrecciónqueacababadesucederenelHospitaldeSantaMaríanohubierasidologradaniporlosmismosmédicosdelacapital.

Decidíquemicochepodíaamanecerotravezfrentealclubymehicellevarconlaambulanciahastamicasa.Lamañana,rabiosamenteblanca,olíaamadreselvasyseempezabaarespirarelrío.

—Tiraronpiedrasydecíanqueibanaprenderlefuegoalteatro—dijoelgallegocuandollegamosalaplaza—.Peroapareciólapolicíaynohubomásquelaspiedrasqueyaledije.

Antes de tomar las píldoras comprendí que nunca podría conocer la verdad deaquellahistoria;conbuenasuerteypacienciatalvezllegaraaenterarmedelamitadcorrespondienteanosotros,loshabitantesdelaciudad.Peroeranecesarioresignarse,aceptarcomo inalcanzableelconocimientode laparteque trajeronconsigo losdosforasterosyquesellevaríandemaneradiversa,incógnitayparasiempre.

Y en el mismo momento, con el vaso de agua en la mano, recordé que todoaquellohabíaempezadoamostrársemecasiunasemanaantes,undomingonubladoycaluroso,mientrasmirabaeliryvenirenlaplazadesdeunaventanadelbardelhotel.

Elhombremovedizoysimpáticoyelgigantemoribundoatravesaronendiagonal

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la plaza y el primer sol amarillento de la primavera. Elmás pequeño llevaba unacoronadeflores,unacoronitadeparientelejanoparaunveloriomodesto.Avanzabanindiferentes a la curiosidad que hacía nacer la bestia lenta de dos metros; sinapresurarseperoresuelto,elmovedizomarchabaconunairrenunciabledignidad,conuna levantada sonrisadiplomática, como flanqueadopor soldadosdegala, como sialguien, un palco con banderas y hombres graves ymujeres viejas, lo esperara enalguna parte. Se supo que dejaron la coronita, entre bromas de niños y algunapedrada,alpiedelmonumentoaBrausen.

Apartirdeaquílaspistasseembrollanunpoco.Elpequeño,elembajador,fuealBerna para alquilar una pieza, tomar un aperitivo y discutir los precios sin pasión,distribuyendosombrerazos,reverenciaseinvitacionesbaratas.Teníaentrecuarentaycuarenta y cinco años, el tórax ancho, la estatura mediana; había nacido paraconvencer,paracrearelclimahúmedoytibioenqueflorecelaamistadyseaceptanlas esperanzas. Había nacido también para la felicidad, o por lomenos para creerobstinadamente en ella, contra viento ymarea, contra la vida y sus errores.Habíanacido,sobretodo,lomásimportante,paraimponercuotasdedichaatodoelmundoposible. Con una natural e invencible astucia, sin descuidar nunca sus finespersonales,sinpreocuparseendemasíaporelincontrolablefuturoajeno.

Estuvo a mediodía en la redacción de El Liberal y volvió por la tarde paraentrevistarse con Deportes y obtener el anuncio gratis. Desenvolvió el álbum confotografíasyrecortesdediarioamarillentos,congrandestítulosenidiomasextraños;exhibiódiplomasydocumentosfortalecidosenlosdoblecesporpapelesengomados.Encima de la vejez de los recuerdos, encima de los años, de la melancolía y elfracaso,paseósusonrisa,suamorincansableysincompromiso.

—Está mejor que nunca. Acaso, algún kilo de más. Pero justamente para esoestamoshaciendoestatournéesudamericana.Elañoqueviene,enelPalaisdeGlace,vuelveaconquistareltítulo.Nadiepuedeganarle,nieuropeoniamericano.¿Ycómoíbamos a saltearnos SantaMaría en esta gira que es el prólogo de un campeonatomundial?SantaMaría.Quécosta,quéplaya,quéaire,quécultura.

Eltonodelavozeraitaliano,peronoexactamente;habíasiempre,enlasvocalesyenlaseses,unsonidoinubicable,unamistosocontactoconlacomplicadaextensióndelmundo.Recorrióeldiario,jugóconloslinotipos,abrazóalostipógrafos,estuvoimprovisando su asombro al pie de la rotativa.Obtuvo, al día siguiente, unprimertítulo fríoperogratuito:«Excampeónmundialde luchaenSantaMaría».Visitó laredaccióndurante todas lasnochesde lasemanayelespaciodedicadoaJacobvanOppenfuecreciendodiariamentehaciaelsábadodeldesafíoylalucha.

Elmediodíadeldomingoenquelosvidesfilarporlaplazaconlacoronitabarata,el gigantemoribundoestuvomediahorade rodillas en la iglesia, rezando frente alaltarnuevodelaInmaculada;dicenqueseconfesó,juranhaberlovistogolpearseel

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pecho, presumen que introdujo después, vacilante, una cara enorme e infantil,húmedadellanto,enlaluzdoradadelatrio.

2.Cuentaelnarrador

Las tarjetas decíanComendadorOrsini y el hombre conversador e inquieto lasrepartió sin avaricia por toda la ciudad. Se conservan ejemplares, algunos de ellosautografiadosyconadjetivos.

Desdeelprimer—yúltimo—domingo,OrsinialquilólasaladelApoloparalassesiones de entrenamiento, a un peso la entrada durante el lunes y elmartes, a lamitad el miércoles, a dos pesos el jueves y el viernes, cuando el desafío quedóformalizadoy la curiosidadyelpatriotismode los sanmarianosempezóa llenar elApolo.Aquelmismodomingofueclavadoenlaplazanueva,conelcorrespondientepermisomunicipal,elcarteldedesafío.Enunafotoantiguaelexcampeónmundialdeluchadetodoslospesosmostrabalosbícepsyelcinturóndeoro;agresivasletrasrojas concretaban el reto: 500 pesos 500 a quien suba al ring y no sea puesto deespaldasen3minutosporJacobvanOppen.

Unalíneamásabajoeldesafíoquedabaolvidadoyseprometíaunaexhibicióndelucha grecorromana entre el campeón—volvería a serlo antes de un año— y losmejoresatletasdeSantaMaría.

OrsiniyelgigantehabíanentradoalcontinenteporColombiayahorabajabandePerú, Ecuador yBolivia. En pocos pueblos fue aceptado el desafío y siempre vanOppenpudoliquidarloenuntiempomedidoporsegundos,conelprimerabrazo.

Los carteles evocaban noches de calor y griterío, teatros y carpas, públicosaindiadosyborrachos, laadmiracióny la risa.El juezalzabaunbrazo,vanOppenvolvíaa la tristeza,pensabaansiosoen labotelladealcoholviolentoque loestabaesperandoenlapiezadelhotelyOrsinisonreíaavanzandobajolaslucesblancasdelring,tocándoseconunpañueloaúnmásblancoelsudordelafrente:

—Señoras y señores... —era el momento de dar las gracias, de hablar dereminiscencias imperecederas, de vivar al país y a la ciudad.Durantemeses, estosrecuerdos comunes habían ido formando América para ellos; alguna vez, algunanoche,yalejos,antesdeunaño,podríanhablardeellayreconocerlasinesfuerzo,sinmásayudaquetresocuatromomentosreiteradosydevotos.

El martes o el miércoles Orsini trajo en coche al campeón hasta el Berna,concluidalacasidesiertasesióndeentrenamiento.Lagirasehabíaconvertidoyaenuntrabajoderutinayloscálculossobrelospesosaganarteníanescasadiferenciaconlos pesos que se ganaban. Pero Orsini consideraba indispensable, para el mutuobienestar,mantenersuprotecciónsobreelgigante.VanOppensesentóenlacamay

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bebiódelabotella;Orsiniselaquitócondulzuraytrajodelcuartodebañoelvasodematerial plástico que usaba por lasmañanas para enjuagarse la dentadura. Repitióamistosolaviejafrase:

—Sindisciplinanohaymoral—hablabaelfrancéscomoelespañol,suacentonoeranuncadefinitivamenteitaliano—.Estálabotellaynadiepiensarobártela.Perosisetomaconunvaso,esdistinto.Haydisciplina,haycaballerosidad.

Elgigantemoviólacabezaparamirarlo;losojosazulesestabanturbiosyparecíausar la boca entreabierta para ver. «Disnea otra vez, angustia», pensó Orsini. «Esmejorqueseemborracheyduermahastamañana.»Llenóelvasoconcaña,bebióuntrago y estiró lamano hacia vanOppen. Pero la bestia se inclinó para sacarse loszapatos y después, resoplando, segundo síntoma, se puso de pie y examinó lahabitación.Al principio, con lasmanos en la cintura,miró las camas, la alfombrainútil,lamesayeltecho;luegocaminóparacomprobarconunhombrolaresistenciadelaspuertas,ladelpasilloydelcuartodebaño,laresistenciadelaventanaquenodabaaningunaparte.

«Ahoraempieza—continuóOrsini—;laúltimavezfueenGuayaquil.Tienequeserunasuntocíclico,peronoentiendoelciclo.Unanochecualquierameestrangulaynoporodio;porquemetieneamano.Sabe,sabequeelúnicoamigosoyyo».

Elgigantevolviólentamente,descalzo,alcentrodelahabitación,conunasonrisadeburlaydesprecio, loshombrosunpocodobladoshaciaadelante.Orsinisesentócercadelamesaendebleypusolalenguaenelvasodecaña.

—Gott —dijo van Oppen y empezó a balancearse con suavidad, como siescuchara una música lejana e interrumpida; tenía la tricota negra, demasiadoajustada,ylospantalonesdevaqueroquelehabíacompradoOrsinienQuito—.No.¿Dóndeestoy? ¿Quéestoyhaciendoaquí?—con los enormespies afirmados en elpiso,movíaelcuerpo,mirabalaparedporencimadelacabezadeOrsini.

—Estoyesperando.Siempreestoyenun lugarqueesunapiezadehoteldeunpaísdenegroshediondosysiempreestoyesperando.Dameelvaso.Notengomiedo;esoeslomalo,nuncavaavenirnadie.

Orsini llenó el vaso y se puso de pie para acercárselo. Le examinó la cara, lahisteriadelavoz,letocólaespaldaenmovimiento.«Todavíano—pensó—,casienseguida.»

Elgigantesebebióelvasodecañayestuvotosiendosininclinarlacabeza.—Nadie—dijo—.Elfooting,lasflexiones,lastomas,Lewis.PorLewis;porlo

menosvivióyfueunhombre.Lagimnasianoesunhombre,laluchanoeshombre,todoestonoesunhombre.Unapiezadehotel,elgimnasio,indiosmugrientos.Fueradelmundo,Orsini.

Orsini hizootro cálculo y se levantó con la botella de caña.Llenó el vasoquesosteníavanOppencontralabarrigaypasóunamanoporelhombroylamejilladel

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gigante.—Nadie —dijo van Oppen—. Nadie —gritó. Tenía los ojos desesperados,

despuésrabiosos.Hizounasonrisadebromaysabiduríayvacióelvaso.«Ahora»,pensóOrsini.Lepusoenunamanolabotellayempezóagolpearlocon

lacaderaenelmusloparaguiarlohastalacama.—Unosmeses,unassemanas—dijoOrsini—.Nadamás.Despuésvendrántodos,

estaremoscontodos.Iremosnosotrosallá.Despatarradoenlacama,elgigantebebíadelabotellayresoplabasacudiendola

cabeza.Orsiniencendióelveladoryapagólaluzdeltecho.Sentadootravezjuntoalamesa,secompusolavozycantósuavemente:

VorderKasernevordemgrossenTorstehteineLáteme.Undstehtsienochdavorwennwirunseinmcdwidersehen,beiderLátemewollenwirstehenwieeinst,LiliMarlenwieeinst,LiliMarlen.

Dijolacanciónunavezymedia,hastaquevanOppenpusolabotellaenelsueloyempezóallorar.EntoncesOrsiniselevantóconunsuspiroyuninsultocariñosoyanduvoenpuntasdepiehasta lapuertayelpasillo.Comoenlasnochesdegloria,bajólaescaleradelBernasecándoselafrenteconelpañueloimpoluto.

Bajabalaescalerasinencontrargentepararepartirsonrisasysombrerazos,perocon la cara afable, en guardia. La mujer, que había esperado horas resuelta y sinimpaciencia,hundidaenunsillóndecuerodelhall,nohaciendocasoalasrevistasdelamesita, fumandouncigarrillo trasotro, sepusodepiey loenfrentó.ElpríncipeOrsini no tenía escapatoria y tampoco la buscaba. Escuchó el nombre, se quitó elsombreroyseinclinórápidamenteparabesarlamanodelamujer.Pensabaquéfavorpodía hacerle y estaba dispuesto a hacerle el que pidiera.Era pequeña, intrépida yjoven,muymorenayconlacortanarizengancho,losojosmuyclarosyfríos.«Judíaoalgoasí»,pensóOrsini.«Estálinda.»Deinmediatoelpríncipeescuchóunlenguajetanconcisoqueleresultabacasiincomprensible,casiinaudito.

—Elcarteleseenlaplaza,losavisoseneldiario.Quinientospesos.Minoviovaapelear conel campeón.Perohoyomañana,mañanaesmiércoles, ustedes tienenquedepositareldineroenelBancooenElLiberal.

—Signorina —el príncipe hizo una sonrisa y balanceó un gesto desolado—.¿Luchar con el campeón? Usted se queda sin novio. Y lamentaría tanto que una

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señoritatanhermosa...Pero ella, pequeña y más decidida ahora, sorteó sin esfuerzo la galantería

quincuagenariadeOrsini.—EstanochevoyalLiberalparaaceptareldesafío.Lovialcampeónenmisa.

Está viejo. Necesitamos los quinientos pesos para casarnos.Mi novio tiene veinteañosyyoveintidós.ElesdueñodelalmacéndePorfilio.Vayayvéalo.

—Pero, señorita—dijo el príncipe aumentando la sonrisa—.Sunovio, hombrefeliz,simepermite,tieneveinteaños.¿Quéhizohastaahora?Compraryvender.

—Tambiénestuvoenelcampo.—Oh,elcampo—susurróextasiadoelpríncipe—.Peroelcampeóndedicótoda

suvidaaeso,alalucha.¿Quetienealgunosañosmásquesunovio?Completamentedeacuerdo,señorita.

—Treinta, por lo menos —dijo ella sin necesidad de sonreír, confiada en lafrialdaddesusojos—.Lovi.

—Pero se trata de años que dedicó a aprender cómo se rompen, sin esfuerzo,costillas, brazos, o cómo se saca, suavemente, una clavícula de su lugar, cómo sedescolocaunapierna.Ysiustedtieneunnoviosanodeveinteaños...

—Ustedhizoundesafío.Quinientos pesospor tresminutos.Esta nochevoy alLiberal,señor...

—PríncipeOrsini—dijoelpríncipe.Ellacabeceó,sinperdertiempoenlaburla;erapequeña,hermosaycompacta,sehabíaendurecidohastaelhierro.

—MealegroporSantaMaría—sonrióelpríncipe,conotrareverencia—.Seráungran espectáculo deportivo. ¿Pero usted, señorita, irá al diario en nombre de sunovio?

—Sí,mediounpapel.Vayaaverlo.AlmacénPorfilio.Ledicenelturco.Peroessirio.Tieneeldocumento.

Elpríncipecomprendióqueerainoportunovolverabesarlelamano.—Bueno—bromeó—,solterayviuda.Desdeel sábado.Undestinomuy triste,

señorita.Ellalediolamanoycaminóhacialapuertadelhotel.Eraduracomounalanza,

noteníamásquelagraciaindispensableparaqueelpríncipecontinuaramirándoladeespaldas.Deprontolamujersedetuvoyregresó.

—Soltera no, porque con esos quinientos pesos nos casamos. Tampoco viuda,porqueesecampeónestámuyviejo.EsmásgrandequeMario,peronopuedeconél.Yolovi.

—De acuerdo.Usted lo vio salir demisa. Pero le aseguro que cuando la cosaempiezaenserio,esunabestia;ylejuroqueconoceeloficio.Campeóndelmundoydetodoslospesos,señorita.

—Bueno—dijoellaconunrepentinocansancio—.Yaledije,almacéndePorfilio

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Hnos.Esta noche voy alLiberal; peromañaname encuentra, como siempre, en elalmacén.

—Señorita...—volvióabesarlelamano.Era evidente que la mujer buscaba un acuerdo. De modo que Orsini fue al

restauranteypidióunguisoconcarneypastas;luego,haciendocuentas,chupandodesu boquilla con anillo de oro, vigiló el sueño, los gruñidos y los movimientos deJacobvanOppen.

Apuntodedormirsesobreelsilenciodelaplaza,seadjudicóveinticuatrohorasde vacaciones. No era conveniente apresurar la visita al turco. Pensó además,mientras apagaba la luz e interpretaba los ronquidos del gigante: «Ya ha sufridobastante,Señor,hemossufrido;ynoveomotivoparaapresurarme».

Aldía siguienteOrsini asistió al despertardel campeón, trajo las aspirinasy elaguacaliente,oyósatisfecholasmalaspalabrasdevanOppenbajoladucha,escuchóconjúbilolatransformacióndelosruidosgroserosenunaversióncasisubmarinade«Yoteníauncamarada».Comotodosloshombres,habíadecididomentir,mentirseasímismoy confiar.Organizó lamañanadevanOppen, la caminata a paso lento atravésde laciudad,conel enorme torsocubiertopor la tricotade lanacon lagranletraazulenelpecho,laCquesignificaba,paratodoidiomayalfabetoconcebible:CampeónMundialdeLuchadeTodoslosPesos.Loacompañó,abuenpaso,hastalacalle que bajaba en pendiente hacia la rambla.Allí, para los pocos curiosos de lasocho de la mañana, reiteró una de las escenas de la vieja farsa. Se detuvo paraquitarseel sombreroyenjugarse la frente, sonriócon laadmirada sonrisadelbuenperdedorymanoteólaespaldadeJacobvanOppen.

—Qué hombre éste —murmuró para nadie; y su cabeza torcida, sus brazosvencidos,subocaansiosadeairerepitieronparatodaSantaMaría:quéhombreéste.

Van Oppen continuó con la misma discreta velocidad, los hombros hacia elfuturo,lamandíbulacolgante,endirecciónalarambla;tomódespuéshacialafábricadeconservas, costeandoel asombrodepescadores,vagos, empleadosdel ferry; erademasiadograndeparaquealguienseatrevieraaburlarse.

Tal vez las burlas, nunca dichas en voz alta, rodearon todo el día al príncipeOrsini,asus ropas,asusmodales,asubuenaeducación inadecuada.Peroélhabíaapostadoaserfelizysóloleeraposibleenterarsedelascosasagradablesybuenas.En El Liberal, en el Berna y en el Plaza tuvo lo que él llamaría en el recuerdoconferenciasdeprensa;bebióycharlóconcuriososydesocupados,contóanécdotasyatroces mentiras, exhibió una vez más los recortes de diarios, amarillentos yquebradizos. Algún día, esto era indudable, las cosas habían sido así: van Oppencampeóndelmundo,joven,conunatuercairresistible,conviajesquenoeranexilios,asediadoporofertasquepodíanserrechazadas.Aunquepasadasdemoda,desteñidas,ahíestabanlasfotografíasylaspalabrasdelosdiarios,tenacesensuaproximacióna

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la ceniza, irrefutables.Nunca borracho, después de la cuarta o quinta copa,Orsinicreíaquelostestimoniosdelpasadogarantizabanelporvenir.Nonecesitabaningúncambiopersonalparahabitar cómodamenteel imposibleparaíso.Habíanacidoconcincuenta años de edad, cínico, bondadoso, amigo de la vida, partidario de quesucedierancosas.ElmilagrosóloexigíalatransformacióndevanOppen,suregresoalosañosanterioresalaguerra,alvientrehundido,alapielbrillante,alaescleróticalimpiaenlamañana.

Sí,lafuturaturca—unamujercita,contodorespeto,simpáticayporfiada—habíaestadoenElLiberalparaformalizareldesafío.EljefedeDeportivasyateníafotosdeMariohaciendogimnasia;perolasfotografíascostaronundiscursosobrelalibertadde prensa, la democracia y la libre información. También sobre el patriotismo,contabaDeportivas:

—Yelturconoshubierarotolacabeza,amíyalfotógrafo,apesardetodo,sinointerviene la novia y lo calma con dos palabras. Estuvieron cuchicheando en latrastiendaydespuéssalióelturco,notangrande,creo,comovanOppen,peromuchomásbruto,máspeligroso.Bueno,ustedentiendedeestomejorqueyo.

—Entiendo—sonrióelpríncipe—.Pobremuchacho.Noeselprimero—paseósutristezaencimadelaspapasfritasylasaceitunasdelBerna.

—Elhombreestabafuriosoperoseaguantóysepusolospantalonescortosdeirapescarysededicóahacergimnasiaalsol;todalaqueHumberto,elfotógrafo,quisoo estuvo inventando, sólo por venganza y para desquitarse del susto que habíapasado. Y todo el tiempo ella sentada en un barril, como si fuera la madre o lamaestra, fumando, sindecir unapalabraperomirándolo.Ycuandounopiensaqueellanomideniunmetrocincuenta,nipesacuarentakilos...

—Conozco a la señorita —asintió Orsini con nostalgia—. Y he visto tantosejemplos...Ah,lapersonalidadesunacosamisteriosa;nosaledelosmúsculos.

—Noeraparapublicar,claro—dijoDeportivas—,¿perovanahacereldepósito?—¿Eldepósito?—elpríncipe,piadoso,abriólasmanos—.Estatarde,mañanade

mañana.Depende del Banco. ¿Le parece bien,mañana demañana, en El Liberal?Será una buena propaganda, y gratis. Resistirle tresminutos a Jacob vanOppen...Comoyodigosiempre—mostrólasmuelasdoradasyllamóalmozo—:eldeportedeunlado,elnegociodelotro.Quépuedehaceruno,quépodemoshacernosotros,sialfinal de esta gira de entrenamiento aparece de golpe un suicida. Y si además loayudan.

Laviudahabíasidosiempredifícilyhermosa,insustituible,yelpríncipeOrsininotenía losquinientospesos.Conocíaa lamujer,presentíaunadjetivoexactoparadefinirlayllevarlaalpasado;ahoracomenzabaapensarenelhombrequelamujerrepresentaba y escondía, en el turco que había aceptado el desafío. Así que diovacaciones a la displicencia y a la dicha y al caer la noche, luego de mentirle al

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campeón, vigilarle el ánimo y el pulso, empezó a caminar hacia el almacén dePorfilioHnos.,conelálbumamarillobajoelbrazo.

Primeroelombúcarcomido,luegoelfarolquecolgabadelárbolysucírculodeluz intimidada. En seguida los perros ladradores y los gritos de contención: juega,quieto,cucha.Orsinicruzólaluzprimera,pudoverlalunaredondayaguada,llegóhasta el letrero del almacén y entró con respeto. Un hombre de bombachas yalpargatasterminabasuginebrajuntoalmostradorysedespedía.Quedaronsolos,él,príncipeOrsini,elturcoylamujer.

—Buenas noches, señorita—volvió a reírOrsini conuna reverencia.Lamujerestaba sentada en un sillón de paja, tejiendo, apartó los ojos de las agujas paramirarlo,moverlacabezay, talvez,sonreírle.«Balitas—pensóOrsini indignado—;estápreñada,estáhaciendoelajuardelhijo,poresoquierecasarse,poresomequiererobarlosquinientospesos.»

Avanzó recto hacia el hombre que había dejado de llenar bolsas de papel conyerbayloesperabaestólidodelotroladodelmostrador.

—Esteeselquetedije—pronunciólamujer—.Elempresario.—Empresarioyamigo—corrigióOrsini—.Despuésdetantosaños...Estrechó lamano abierta y rígida del hombre, adelantó el brazo izquierdo para

golpearlelaespalda.—A la orden—dijo el almacenero y levantó los gruesos bigotes negros para

mostrarlosdientes.—Tantogusto,tantogusto—peroyahabíarespiradoeloloragrioymortecinode

laderrota,yahabíacalculadolajuventudsindesgastedelturco,lamaneraperfectaenque teníadistribuidosenelcuerpo loscienkilosdepeso.«Nohayniungramodegrasa demás, ni un gramo de inteligencia o sensibilidad; no hay esperanzas. Tresminutos;pobreJacobvanOppen.»

—Venía por esos quinientos pesos—empezóOrsini, tanteando la densidad delaire, lapobrezade la luz, lahostilidadde lapareja.«Noescontramí; escontra lavida.»—Venía a tranquilizarlos;mañana, en cuanto recibaungirode la capital, eldineroquedarádepositadoenElLiberal.Perotambiénqueríahablardeotrascosas.

—¿Nohablamosyatodo?—preguntólamuchacha.Erademasiadopequeñaparael sillón movedizo de paja; las agujas resplandecientes con que tejía, demasiadolargas.Podía serbuenaomala; ahorahabía elegido ser implacable, superar algunaoscuraylargapostergación,tomarseunarevancha.Alaluzdelalámpara,eldibujodelanarizeraperfectoylosojosclarosbrillabancomovidrio.

—Todo, es cierto, señorita. No pienso decir nada que ya no haya dicho. Peroconsiderémi deber decirlo demanera directa.Decirle la verdad al señorMario—sonreíarepitiendolossaludosconlacabeza;latruculenciavibrabaapenas,hondayconsordina—.Poresolepido,patrón,quesirvaunavueltaparalostres.Yoinvito,

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claro;pidanloquegusten.—El no toma—dijo lamujer, sin apresurarse, sin levantar los ojos del tejido,

anidadaensuclimadehieloydeironía.Labestiapeludadeatrásdelmostradorterminódecerrarunpaquetedeyerbayse

volviólentamenteparamiraralamujer.«Elpechodeungorila,doscentímetrosdefrente,nuncatuvoexpresiónenlosojos»,anotóOrsini.«Nuncapensódeverdad,nipudosufrir,niseimaginóqueelmañanapuedeserunasorpresaopuedenovenir.»

—Adriana—barboteóelturcoysemantuvoinmóvilhastaquelamujeralzólosojos—. Adriana, yo, vermut, sí tomo. Ella le sonrió rápidamente y encogió loshombros.Elturcoredondeabalabocaparatomarelvermutasorbitos.Apoyadoenelmostrador, con el caluroso sombrero verde echado hacia la nuca, rozando elenvoltoriodelálbum,buscandoinspiraciónysimpatía,elpríncipehablódecosechas,de lluviasyde sequías, demétodosde explotaciónyde líneasde transporte, de labellezaenvejecidadeEuropaydelajuventuddeAmérica.Improvisaba,repartiendopresagiosyesperanzas,mientraselturcoasentíasilencioso.

—ElApoloestuvollenoestatarde—atacóelpríncipedegolpe—;desdequesesupoque usted acepta el desafío, todos quieren ver el entrenamiento del campeón.Paraquenolomolestarandemasiado,aumentéelpreciodelasentradas;perolagentesiguepagando.Ahora—empezóasepararlospapelesqueenvolvíanelálbum—megustaríaquemiraraunpoco esto.—Acarició la tapade cueroy la levantó—.Casitodoestá en idioma;pero las fotosayudan.Vea, seentiende.Campeóndelmundo,cinturóndeoro.

—Era,campeóndelmundo—aclarólamujerdesdeelcrujidodelsillóndepaja.—Oh,señorita—dijoOrsinisinvolverse,exclusivamenteparaelturco,mientras

movía las páginas de recortes cariados—.Volverá a serlo antes de seismeses.Unfalloequivocado,yaintervinolaFederaciónInternacionaldeLucha...Vealostítulos,ochocolumnas,primeraspáginas,vealasfotografías.Estoesuncampeón,mire;nohayquienpuedaconélen todoelmundo.Nohaynadiequepuedaaguantarle tresminutossinlapuestadeespaldas.Vamos:unsolominutoyyaseríaunmilagro.Nopodría el campeón de Europa, no podría el campeón de los Estados. Le estoyhablandoen serio,dehombreahombre;hevenidoaverloporqueencuantohabléconlaseñoritacomprendíelproblema,lasituación.

—Adriana—corrigióelturco.—Eso —dijo el príncipe—. Comprendí todo. Pero las cosas siempre tienen

solución.SiustedsubeelsábadoalringdelApolo...JacobvanOppenesmiamigoyestaamistadsólotieneunlímite;estaamistaddesapareceencuantosuenalacampanayélseponealuchar.Entoncesnoesmiamigo,noesunhombre;eselcampeóndelmundo,tienequeganarysabecómohacerlo.

DecenasdeviajanteshabíandetenidoelFordfrentealalmacéndePorfilioHnos.

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parasonreíralospropietariosdifuntosoaMario,tomaruntrago,exhibirmuestras,catálogos y listas, vender azúcar, arroz, vinos y maíz. Pero el príncipe Orsini seafanaba,entresonrisas,golpesamistososyexcepcionescompasivas,porvenderlealturco una mercadería extraña y difícil: el miedo. Alertado por la presencia de lamujer, avisado por los recuerdos y el instinto, se limitó a vender la prudencia, aintentareltrato.

Al turco le quedaba aún medio vaso de vermut; lo alzó para mojarse la bocapequeñayrosada,sinbeber.

—Sonquinientospesos—dijoAdrianadesdeelsillón—.Eshoradecerrar.—Usted dijo... —empezó el turco; la voz y el pensamiento intentaban

comprender,acercarsealaecuanimidad,separarsedetresgeneracionesdeestupidezy codicia—. Adriana, primero tengo que bajar la yerba. Usted dijo si yo subo elsábadoalescenariodelApolo.

—Dije.Siustedsube,elcampeón le romperáalgunascostillas,algúnhueso; lopondrádeespaldasenmediominuto.Nohayquinientospesos,entonces;aunquetalvez usted tenga que gastarse muchomás con los médicos. ¿Y quién le atiende elnegocio mientras esté en el hospital? Todo esto sin hablar del desprestigio, delridículo. —Orsini consideró que el momento era oportuno para la pausa y lameditación; pidió ginebra, espió la cara impasible del turco, sus movimientospreocupados; escuchó una risita de la mujer que había dejado el tejido sobre losmuslos.

Orsini bebió un trago de ginebra y se puso a envolver lentamente el álbumdesvencijado.Elturcoolíaelvermutytratabadepensar.

—Ynoquierodecirconesto—murmuróelpríncipeenvozbajaydistraída,quesonabacomoladeunepílogomutuamenteaceptado—,noquierodecirqueustednoseamásfuertequeJacobvanOppen.Entiendomuchodeeso,hededicadomividaymidineroadescubrirhombresfuertes.Además,comomehadichointeligentementela señorita Adriana, usted es mucho más joven que el campeón. Más vigor, másjuventud;estoydispuestoaescribirloy firmarlo.Sielcampeón—esunejemplo—compraraestenegocio,alosseismesessaldríaapedirlimosna.Usted,encambio,seharáricoantesdedosaños.Porqueusted,miamigoMario,entiendedelnegocioyelcampeónno—elálbumyaestabaenvuelto;lopusoenelmostradoryseapoyósobreél para continuar con la ginebra y la charla—. De la misma manera, el campeónentiendede cómo romper huesos, de cómodoblarle las v rodillas y la cintura paraponerlodeespaldassobreeltapiz.Asísedice,osedecía.Laalfombra.Cadacualensuoficio.Lamujersehabíalevantadoyapagóunaluzenunrincón;ahoraestabadepie,coneltejidoentresuvientreyelmostrador,pequeñaydura,sinmiraraningunodeloshombres.

El turco le examinó la cara y después gruñó:—Usted dijo que si yo subía el

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sábadoalescenariodelApolo...—¿Dije?—preguntóOrsiniconsorpresa—.Creohaberlesdadounconsejo.Pero

entodocaso,siustedretiraeldesafío,puedehaberunacuerdo,algunacompensación.Conversaríamos.

—¿Cuánto?—preguntóelturco.Lamujeralzóunamanoyfueclavandolasuñasenelbrazopeludodelabestia;

cuandoelhombrevolviólacabezaparamirarla,dijo:—Nohaymásnimenosquequinientospesos,¿sí?Nolosvamosaperder.Sino

vaselsábado,todaSantaMaríavaasaberquetuvistemiedo.Yolovoyadecir,casaporcasa,personaporpersona.

Nohablabaconpasión;seguíaclavandolasuñasenelbrazoperoleconversabaalturcoconpacienciaybroma,comounamadreconversaconsuhijo,loreprendeyloamenaza.

—Unmomento—dijoOrsini;alzóunamanoyconlaotrasepusoenlabocalacopadeginebrahastavaciarla—.Tambiénenesohabíapensado.Enloscomentariosdel pueblo, de la ciudad, si usted no aparece el sábadopor elApolo.Pero todo sepuede arreglar—sonrió a las caras hostiles de la mujer y el hombre, aumentó lacautela de su voz—. Por ejemplo... Supongamos en cambio que usted va, sube alring. No trata de enfurecerlo al campeón, porque eso sería fatal para lo queplaneamos.Ustedsubealring,reconocealprimerabrazoqueelcampeónsabe,ysedejaponerdeespaldas,limpiamente,sinunrasguño.

Lamujerclavabaotravezlasuñasenelgigantescobrazopeludo;conunladrido,elturcolaapartó.

—Comprendo—dijodespués—.Voyypierdo.¿Cuánto?Repentinamente, Orsini aceptó lo que había estado sospechando desde el

principiodelaentrevista:quecualquierafueseelacuerdoquelograraconelturco,lamujercita flaca y empecinada lo borraría en el resto de la noche.Comprendió, sindudas,queJacobvanOppenestabacondenadoalucharelsábadoconelturco.

—Cuánto... —murmuró mientras se acomodaba el álbum bajo el brazo—.Podemoshablardecien,decientocincuentapesos.Ustedsubealring...

Lamujerseapartóunpasodelmostradoryclavólasagujasenlapelotadelana.Mirabahaciaelpisodetierraycementoylavozlesonótranquilayconsueño:

—Necesitamosquinientospesosyélselosvaaganarelsábadosintrampas,sinarreglos.Nohayhombremásfuerte,nadiepuededoblarlo.Menosquenadieeseviejoacabado,pormáscampeónquehayasido.¿Vamosacerrar?

—Tengoquebajarlayerba—volvióadecirelturco.—Bueno,entoncesesasí—dijoOrsini—.Cóbreseydémelaúltimacopa—puso

unbilletedediezpesosencimadelmostradoryencendióuncigarrillo—.Vamosacelebrarlo;tambiénustedesestáninvitados.

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Perolamujervolvióaencenderlaluzdelrincónyseinstalóenelsillóndepajaparaseguirtejiendoyfumaruncigarrillo;yelturcosólosirvióunvasodeginebra.Empezó,bostezando,allevarlasbolsasdeyerba,apiladascontraunapared,hacialatrampadelsótano.

Sin saber porqué,Orsini tiróunade sus tarjetas encimadelmostrador.Estuvodiezminutosmásenelalmacén, fumandoybebiendoelgustoapande laginebra,mirandoconasombrado terror,con losojosnublados,sudando,el trabajometódicodel turco con las bolsas, viendo que lasmovía con tanta facilidad, con tan visibleesfuerzocomoél,príncipeOrsini,moveríauncartóndecigarrillosounabotella.

«PobreJacobvanOppen—meditóOrsini—.Hacerseviejoesunbuenoficioparamí.Peroélnaciópara tenersiempreveinteaños;yahora,encambio, los tieneestegigantehijodeperraquegiraalrededordelmeñiquedeese fetoencinta.Los tieneesteanimal,nadiepuedequitárselospararestituirlos,ylosseguiráteniendoelsábadodenocheenelApolo.»

Desde la redaccióndeElLiberal, casi codo a codo conDeportivas, el príncipellamó por teléfono a la capital, reclamando el envío urgente demil pesos. Usó elteléfonodirectoparaevitarlacuriosidaddelatelefonista;mintióagritosfrentealaredacción,pobladaahoraporjóvenesflacosybigotudos,algunaseñoritaquefumabacon boquilla. Eran las siete de la tarde; llegó casi a la grosería cuando se hizoevidente el titubeo del hombre que lo escuchaba en el teléfono remoto, en unahabitación que no podía ser imaginada, muequeando su desconcierto en cualquiercubículodelagranciudad,enunanochecerdeoctubre.

Cortólacomunicaciónconunasonrisadetoleranciayfastidio.—Porfui—dijo,soplandoelpañuelodehilo—.Mañanademañanatenemosel

dinero.Contratiempos.Mañanaamediodíahagoeldepósitoenlaadministración.Enlaadministraciónmeparecemásserio,¿no?...Aquíestáelmozo.Elquequierapediralgopararefrescarse...

Le dieron las gracias, alguna de lasmáquinas de escribir interrumpió su ruido;pero nadie aceptó la invitación. Deportivas inclinaba sobre su mesa los gruesosanteojosmientrasmarcabafotografías.

Apoyadoenunamesa,fumandouncigarrillo,Orsinimiróaloshombresdobladoshacialasmáquinasylatarea.Supoqueparaellosélyanoexistía,quenoestabaenlaredacción. «Y tampoco mañana», pensó con débil tristeza, sonriente y resignado.Porquetodohabíasidopostergadohastalanochedelviernesylanochedelviernesempezabaacrecer,enelfindeuncrepúsculorojizoydulce,fueradelosventanalesdeElLiberal,enelrío,encimadelaprimerasombraquerodeabalassirenasgravesdelasbarcazas.

Atravesó la indiferencia y la desconfianza, obligó aDeportivas a estrecharle lamano.

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—EsperoquemañanaseráunagrannocheparaSantaMaría;esperoqueganeelmejor.

Esa frase no sería reproducida por el diario, no serviría de soporte a su carasonrienteybondadosa.DesdeelvestíbulodelApolo—JacobvanOppen,CampeóndelMundo,seentrenaaquíde18a20,trespesoslaentrada—oyólosmurmullosdelpúblicoyelgolpeteodelospiesdelcampeónsobreelringimprovisado.VanOppennopodíaluchar,romperhuesosoarriesgarqueselosrompieran.Peropodíasaltaralacuerda,infinitamente,sincansancio.

Sentado en la estrecha oficina de la boletería, Orsini revisó el borderó y sacócuentas.Sinconsiderarlanochetriunfaldelsábado,plateasacincopesos,lavisitaaSantaMaríadejabaalgunaganancia.Orsiniconvidóconcaféypusosufirmaalpiedelasplanillasluegodecontareldinero.

Quedósoloenlaoficinaoscuraymaloliente.LlegabaelruidoacompásdelospiesdevanOppenenlamadera.

—Ciento diez animales abriendo la boca porque el campeón salta a la cuerda,comosaltan,ymejor,todaslasniñasenlospatiosdelasescuelas.

RecordóavanOppenjoven,oporlomenosaúnnoenvejecido;pensóenEuropayen losEstados, enelverdaderomundoperdido; tratódeconvencersedequevanOppen era tan responsable del paso de los años, de la decadencia y la repugnantevejez, como de un vicio que hubiera adquirido y aceptado. Trató de odiar a vanOppenparaprotegerse.

«Tendríaquehaberlehabladoantes, en algunade esas caminataspor la ramblaquehaceconpasitosdemujergorda;ayeroestamañana;hablarlealairelibre,elrío,árboles,elcielo,todoesoquelosalemanesllamannaturaleza.Perollegóelviernes:lanochedelviernes.»

Palpósuavemente losbilletesenelbolsilloysepusodepie.Afuera,puntualytibia, lo estaba esperando la noche del viernes. Los ciento diez imbéciles gritabandentro del cine-teatro; el campeón habría empezado el número final, la sesión degimnasiaenquetodoslosmúsculoscrecíanydesbordaban.

Orsini caminó lentamente hacia el hotel, las manos en la espalda, buscandodetalles de la ciudad para recordar y despedirse, para mezclarlos con los de otrasciudadeslejanas,paraunirtodoycontinuarviviendo.

Elmostrador del bar del hotel se alargabahasta tocar el del conserje.Mientrasbebíaun trago conmucha soda, el príncipeorganizó subatalla.Ocuparuna colinapuede sermás importante que perder un parque demuniciones. Puso unos billetessobreelmostradorypidiólacuentadelosdíasvividosenelhotel.

—Espormañana,excúseme,paraevitarmeapuros.Mañana,encuantoterminelalucha,tenemosquesalirenautomóvil,amedianocheoenlamadrugada.HoyhabléporteléfonodesdeElLiberalysupequehaynuevoscontratos.Todoelmundoquiere

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veralcampeón,seexplica,antesdeltorneoenAmberes.Pagóconunapropinaexageradaysubióalcuartoconunabotelladeginebrabajo

el brazo para hacer las valijas. Había una negra y vieja, de Jacob, que no podíatocarse; estaba, además, el montón de objetos impresionantes —batas, tricotas,tensores,sogas,zapatosconforrodepiel—enelescenariodelApolo.Perotodoestopodíaserrecogidodespuésconcualquierpretexto.Terminóconsusvalijasyconlasque Jacobnohabíadeclarado sagradas; estababajo laducha, resoplandode alivio,barrigónyresuelto,cuandooyóelgolpedelapuertadelcuarto.Másalládelrumordelaguaescuchólospasosyelsilencio.«Eslanochedelviernes;ynisiquierasésiesmejoremborracharloantesodespuésdehablarle.Oantesydespués.»

Jacobestaba sentadoen lacama,con laspiernascruzadas,mirandoconalegríainfantil lamarcaen lasueladesuszapatos, lapalabraChampion;alguien,acasoelmismo Orsini, había dicho alguna vez en broma que esos zapatos se fabricabanexclusivamente para uso de van Oppen, para recordarlo y rendirle homenaje enmillaresdepiesajenos.

Envuelto en el ropón de baño, chorreando agua, Orsini entró en la habitación,jovialydicharachero.Elcampeónhabíamanoteadolabotelladeginebraydespuésde tomar un trago continuómirándose el zapato sin escuchar aOrsini.—¿Por quéhiciste las valijas? La pelea es mañana. —Para ganar tiempo —dijo Orsini—.Empecéahacerlasporeso.Perodespués...

—¿Es a las nueve? Pero siempre empieza más tarde. Y después de los tresminutostengoquehacerclavasylevantarlaspesas.Ytambiénfestejar.

—Bueno—dijoOrsini,mirandolabotellainclinadacontralabocadelcampeón,contandolostragos,calculando—.Claroquevamosafestejar.

El campeón dejó la botella y estuvo sobándose la suela de goma blanca delzapato. Sonreía, misterioso e incrédulo, como si estuviera escuchando unamúsicalejanaynooídadesdelainfancia.Deprontosepusoserio,tomóconambasmanoselpieconlamarcaqueloaludíay lobajó lentamentehastacolocar lasuelacontra laestrecha alfombra junto a la cama. Orsini vio la mueca corta y seca que habíaquedadoenellugardeladesvanecidasonrisa;sefueaproximandoindecisoalacamadelcampeónyalzólabotella.Mientrasfingíabeberpudocomprobar,porelruidoyelpeso,quequedabandosterciosdellitrodeginebra.

Inmóvil,derrumbado,conloscodosapoyadosenlaspiernas,elcampeónrezaba:—Verdammt,verdammt,verdammt.Sinhacerruido,Orsiniarrastrólospiespor

el suelo; de espaldas al campeón, con un bostezo, extrajo el revólver de su sacocolgadoenlasillayloguardóenunbolsillodelabatadebaño.Luegosesentóensucamayesperó.Nuncahabíatenidonecesidaddelrevólver,nisiquierademostrarlo,frenteaJacob.Perolosañosleenseñaronapreverlasaccionesylasreaccionesdelcampeón,aestimarsuviolencia,sugradodelocuraytambiénelpuntoexactodela

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brújulaqueseñalaelprincipiodelalocura.—Verdammt—siguiórezandoJacob.Sellenólospulmonesdeaireysepusode

pie. Juntó lasmanos en la nuca y balanceó el tórax, pesadamente, bajando por laizquierdayladerechahacialacintura.

—Verdammt —gritó, como si mirara a alguien desafiándolo; luego rehizo lasonrisadesconfiadayempezóadesnudarse.Orsiniencendióuncigarrilloypusounamanoenelbolsillodelabata,losnudillosquietoscontralafrescuradelrevólver.Elcampeónsequitabalatricota,lacamiseta,lospantalones,loszapatosconsumarca;todogolpeabacontraelángulodelplacardylaparedyformabaunmontónenelpiso.

Apoyado en la cama y en las almohadas, Orsini buscaba otras cóleras, otrosprólogos, y quería compararlos con lo que estaba viendo. «Nadie le dijo que nosvamos.¿Quiénpuedehaberledichoquenosvamosestanoche?»

Jacobsóloteníapuestoelslipdecombate.Levantólabotellaybebiólamitaddelresto.Después,manteniendosusonrisademisterio,dealusionesyrecuerdo,sepusoahacergimnasiaestirandoydoblandolosbrazosmientrasdoblabalasrodillasparaagacharse.

«Todaestacarne—pensabaOrsini,coneldedoenelgatillodelrevólver—;losmismosmúsculos,omás,de losveinte años;unpocodegrasaenelvientre, enellomo, en la cintura. Blanco, enemigo temeroso del sol, gringo ymujer. Pero esosbrazosyesaspiernastienenlamismafuerzadeantes,omás.Losañosnopasaronporallí;perosiemprepasan,siemprebuscanyencuentranunsitioparaentraryquedarse.Atodosnosprometieron,degolpeotartamudeando,lavejezylamuerte.Estepobrediablonocreyóenpromesas;porlotantoelresultadoesinjusto.»

IluminadoporlaúltimaluzdelviernesenlaventanayporlaluzqueOrsinihabíadejado encendida en el baño, el gigante brillaba de sudor. Terminó la sesión degimnasia tirándose de espaldas al suelo y rebotando en lasmanos. Luego hizo unbreve y lento saludo con la cabeza hacia el montón de ropas junto al placard.Jadeante,volvióabeberdelabotella,lalevantóenelaireceniciento,ysindejardemirarla fue acercándose a la cama que ocupaba Orsini. Quedó de pie, enorme ysudoroso, respirando con esfuerzo y ruido, con una expresión boquiabierta deprincipio a final de furia. Seguía mirando la botella, buscaba explicaciones en laetiqueta,enlaformaredondaysecreta.

—Campeón —dijo Orsini retrocediendo hasta tocar la pared, levantando unapiernaparaempuñarelrevólvermáscómodamente—.Campeón.Tenemosquepedirotrabotella.Tenemosquefestejardesdeahora.

—¿Festejar?Yoganosiempre.—Sí,elcampeónganasiempre.YtambiénvaaganarenEuropa.Orsini se incorporó en la cama y fue ayudándose con las piernas hasta quedar

sentado,lamanosiemprehundidaenelbolsillodelabata.

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FrenteaélseabríanlosenormesmuslosdeJacob,losmúsculoscontraídos.«Nohubopiernasmejoresqueéstas»,pensóOrsiniconmiedoytristeza.«Lebastabajarla botella para aplastarme; para romper una cabeza con el fondo de una botella senecesita mucho menos de un minuto.» Se levantó despacio y fue rengueando,exhibiendounasonrisapaternalyfelizhastaelotrorincóndelapieza.Seapoyóenelbordede lamesita y estuvounmomento con losojos entornados, bisbiseandounafórmulacatólicaymágica.

Jacobnosehabíamovido;continuabadepie juntoa lacama,dándoleahora laespalda,labotellasiempreenelaire.Lahabitaciónestabacasienpenumbra,laluzdelcuartodebañoeradébilyamarilla.

Maniobrandocon lamano izquierdaOrsiniencendióuncigarrillo.«Nuncahiceestaprueba.»

—Podemos festejarahoramismo,campeón.Festejamoshasta lamadrugadayalas cuatro tomamos el ómnibus.AdiósSantaMaría.Ymuchas gracias, no nos fuemaldeltodo.

Blanco,agrandadoporlasombra,Jacobbajólentamenteelbrazoconlabotellaehizosonarelvidriocontraunarodilla.

—Nos vamos, campeón —agregó Orsini. «Ahora está pensando. Tal vezcomprendaantesdetresminutos.»

Jacobgiróelcuerpocomoenunapiletadeaguasaladaylodoblóparasentarseenlacama.Elpeloescasoperoaúnsincanasseñalabaenlanochelainclinacióndelacabeza.

—Tenemos contratos, verdaderos contratos —continuó Orsini— si viajamoshaciaelsur.Perotienequeserenseguida,tienenqueserenelómnibusdelascuatro.Esta tarde hablé por teléfono desde el diario con un empresario de la capital,campeón.

—Hoy. Ahora es viernes—dijo Jacob lentamente, sin borrachera en la voz—.Entonces,laluchaesmañanadenoche.Nonospodemosiralascuatro.

—No hay lucha, campeón. No hay problemas. Nos vamos a las cuatro; peroprimerofestejamos.Ahoramismopidootrabotella.

—No—dijoJacob.Orsini volvió a inmovilizarse contra la mesa. De la lástima al campeón, tan

exacerbada y sufrida durante los últimos meses, pasó a compadecer al príncipeOrsini,condenadoacuidar,mentiryaburrirsecomounaniñeraconlacriaturaqueletocóensuerteparaganarselavida.Despuéssulástimasehizodespersonalizada,casiuniversal.«Aquí,enunpueblitodeSudaméricaquesólotienenombreporquealguienquiso cumplir con la costumbre de bautizar cualquier montón de casas. El, másperdidoyagotadoqueyo;yo,másviejoymásalegreymásinteligente,vigilándoloconunrevólverquenosésifuncionaono,dispuestoamostrarelrevólversisehace

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necesario,perosegurodequenuncaapretaréelgatillo.Lástimaporlaexistenciadelos hombres, lástima por quien combina las cosas de estamanera torpe y absurda.Lástimapor lagentequehe tenidoqueengañar sóloparaseguirviviendo.Lástimapor el turco del almacén y por su novia, por todos los que no tienen de verdad elprivilegiodeelegir.»

Llegabadesdelejos,interrumpido,elpianodelconservatorio;apesardelahora,sesentíaaumentarelcalorenlapieza,enlascallesarboladas.

—No entiendo—dijo Jacob—.Hoy es viernes. Si el loco ese ya no quiere eldesafío,igualtengoquehacerlaexhibición,acincopesoslaentrada.

—Ellocoese...—empezóOrsini;delalástimapasabaalarabiayalodio—.No;somosnosotros.Notenemosinteréseneldesafío.Nosvamosalascuatro.

—¿Elhombrequiereluchar?¿Nosearrepintió?—Elhombrequiere lucharyno ledanpermisoparaarrepentirse.Peronosotros

nosvamos.—¿Sinluchar,antesdemañana?—Campeón—dijoOrsini.LacabezadeJacobsemovíacolgadaynegadora.—Yomequedo.Mañanaalasnueveloestaréesperandoenelring.¿Voyaestar

solo?—Campeón—repitióOrsinimientras se acercaba a la cama; rozó cariñoso un

hombrodeJacobylevantólabotellaparatomarunpequeñotrago—.Nosvamos.—Yono—dijoelgigante,yempezóalevantarse,acrecer—.Voyaestarsoloen

elring.Déjemelamitaddeldineroyváyase.Dígameporquéquiereescapar,porquéquierequetambiényomeescape.

Olvidadodelrevólver,sindejardeapretarlo,elpríncipehablabacontraelarcodelascostillasdelcampeón.

—Porquehaycontratosquenosesperan.Porquelodemañananoesunalucha,esundesafíoestúpido.

Sinmostrarapuro,Orsinisealejóhacia laventana,hacia lacamadeJacobvanOppen.Noseatrevíaaencenderlaluz,noteníaánimosparaconquistarconsonrisasymuecas.

Prefiriólasombraylapersuasióndelostonosdevoz.«Acasoseamejorterminarcon todo esto ahora mismo. Siempre tuve suerte, siempre apareció algo nuevo ymuchasvecesmejorqueloreciénperdido.Nomirarhaciaatrás,dejarlocomoaunelefantesindueño.»

—Peroeldesafíolohicimosnosotros—decíalavozdeJacob,sorprendida,casiriendo—.Siemprelohacemosnosotros.Tresminutos.Enlosdiarios,enlasplazas.Dinero al que aguante tres minutos. Y yo gané siempre, Jacob van Oppen ganasiempre.

—Siempre—dijoOrsini; de pronto se sintió débil y hastiado; puso el revólver

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sobre la cama y juntó las manos entre las rodillas desnudas—. Siempre gana elcampeón.Perotambién,todaslasveces,yoviantesalhombrequehabíaaceptadoeldesafío.Tresminutossinserpuestodeespaldassobreel tapiz—recitó—.Ynuncanadiedurómediominutoyyolosabíamuchoantesdequesonaralacampana.«Nopuedo decirle que alguna vez tuve éxito amenazando y también pagué para que lacosa no durara más de treinta segundos; pero acaso no tenga más remedio quedecírselo.»Yahora, también, cumplí conmideber.Fui a ver al hombrequehabíaaceptadoeldesafío,lopeséylomedí.Conlosojos.Poresohicelasvalijas,poresoaconsejotomarelómnibusdelascuatro.

VanOppensehabíaestiradoenelpiso, lacabezaapoyadaen lapared,entre lamesadenocheylaluzdelcuartodebaño.

—Noentiendo.Yéstesí,estealmacenerodeunpueblocualquiera,quenuncaviounalucha,¿éstelevaaganaraJacobvanOppen?

—Nadiepuedeganarleuna luchaalcampeón—pronuncióOrsiniconpaciencia—.Peronosetratadeunalucha.

—Esundesafío—exclamóJacob.—Esomismo.Undesafío.Quinientospesossiaguantadepietresminutos.Yolo

vialhombre—Orsinihizounapausayencendióotrocigarrillo;estaba tranquiloydesinteresado; era como contar una historia a un niño para ayudarlo a dormir, eracomocantarLiliMarlen.

—¿Yéstemeaguantatresminutos?—seburlóvanOppen.—Bueno.Esunabestia.Veinteaños,cientodiezkilos;nohicemásquecalcular,

peronuncameequivoco.Jacobdoblólaspiernashastaquedarsentadoenelsuelo.Orsinilooyórespirar.—Veinte años—dijo el campeón—.Yo también tuve veinte años y eramenos

fuertequeahora,sabíamenos.—Veinteaños—repitióelpríncipe,transformandounbostezoensuspiro.—¿Yesoestodo?¿Nohaynadamás?¿Acuántoshombresdeveinteañospuse

de espaldas enmenosdeveinte segundos? ¿Yporqué este imbécil va adurar tresminutos?

«Es así—pensabaOrsini con el cigarrillo en la boca—; tan sencillo y terriblecomo descubrir de golpe que una mujer no nos gusta y quedarse impotente ycomprenderquenadapuedecorregirseoseraliviadopormediodeexplicaciones;tansencilloy terriblecomodecirleaunenfermolaverdad.Todoessencillocuando leocurre a los otros, cuando nos conservamos ajenos y podemos comprender ylamentar,repetirconsuelos.»

Elpianitodelconservatoriohabíadesaparecidoenelcalordelanocheretinta;seoíangrillos,giraba,muchomáslejos,undiscodejazz.

—¿Me va a durar tres minutos? —insistió Jacob—. Yo también vi. Vi las

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fotografíaseneldiario.Unbuencuerpoparamoverbarriles.—No—repusoOrsini,sinceroyecuánime—.Nadiepuederesistirletresminutos

alcampeóndelmundo.—Noentiendo—dijoJacob—.Entoncesnoentiendo.¿Hayalgomás?—Elhombrenopuedeaguantar tresminutos.Peroestoysegurodequeaguanta

másdeuno.Yhoy,cosapasajeraperoindiscutible,elcampeóndelmundonotienealientoparalucharmásdeunminuto.

—¿Yo?—Jacobsehabíapuestoderodillas,apoyándoseenlospuños—.¿Yo?—Sí—dijoOrsini;hablabaconsuavidade indiferencia,quitándole importancia

al tema—.Cuandoterminemosestagiradeentrenamiento, todocambiará.Tambiénserá necesario suprimir el alcohol. Pero hoy, mañana, sábado de noche en SantaMaríaocomosellameesteagujerodelmundo,JacobvanOppennopuedeabrazaryresistir un abrazo por más de un minuto. El pecho de van Oppen no puede; lospulmonesnopueden.Yesabestianosedejavoltearenunminuto.Poresotenemosquetomarelómnibusdelascuatrodelamañana.Lasvalijasestánhechas,paguélacuentadelhotel.Todoarreglado.

Orsini oyó el gruñido y la tos a su izquierda, fue midiendo la extensión delsilencioenelcuarto.Volvióatomarelrevólverylocalentóentrelasrodillas.

«Despuésde todo—pensó—es curiosohaberdado tantos rodeos, tomar tantasprecauciones.El losabemejorqueyoydesdehace tiempo.Pero talvezhayasidojustamenteporesoqueelegírodeosybusquéprecauciones.Yaquíestoy,amiedad,tanlamentableyridículocomosilehubieradichoaunamujerqueseacabóelamoryestuviese esperando, con aprensiones y curiosidad, la reacción, las lágrimas, lasamenazas.»

Jacobhabíareplegadoelcuerpo;perolafranjadeluzdelcuartodebañorevelaba,en lacabezaechadahaciaatrás,elbrillodel llanto.Orsiniguardóel revólvery fuehastaelteléfonoparapedirotrabotella.Rozóalpasarelcabellocortadoalrapedelcampeónyregresóalacama.Alzandolaspiernas,podíasentircontralosmusloslarotunda pesadez de su barriga. Del hombre arrodillado le llegaba el rumor de unjadeo,comosivanOppenhubierallegadoalepílogodeunajornadadeentrenamientoodeunaluchaparticularmentelargaydifícil.

«Noeselcorazón—recordóOrsini—,noson lospulmones.Es todo;unmetronoventaycincodehombrequeempezóaenvejecer.»

—No,no—dijoenvozalta—.Sóloundescansoenelcamino.Dentrodeunosmesestodovolveráasercomoantes.Lacalidad;esoeslodefinitivo,esoesloquenuncapuedeperderse.Aunqueunoquiera,aunqueseempeñeenperderla.Porqueentodavidadehombrehayperíodosdesuicidio.Peroestosesupera,estoseolvida.

Lamúsicadebailesehabía ido fortaleciendoamedidaquecrecía lanoche.LavozdeOrsinivibrabasatisfecha,demorándose,enlagargantayelpaladar.

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Llamaronalapuertayelpríncipecaminósilenciosopararecibirlabandejaconlabotella,losvasosyelhielo.Ladejóenlamesitayprefiriómontarseenunasillaparacontinuarlaveladaylaleccióndeoptimismo.

Elcampeónsehabíasentadoenlasombra,enelsuelo,apoyadoenlapared;yano se le escuchaba respirar; sólo existía para Orsini por medio de su enorme,indudablepresenciaagazapada.

—Lacalidad,eso—reanudóelpríncipe—.¿Quiénlatiene?Senaceconcalidadosemueresincalidad.Poralgotodosseinventanunsobrenombreimbécilycómico,unas palabritas, para que las pongan en los carteles. El Búfalo de Arkansas, elTriturador de Lieja, el Mihura de Granada. Pero Jacob van Oppen sólo se llama,además,elCampeóndelMundo.Calidad.

EldiscursodeOrsinidesfallecióenelsilencioyenlafatiga.Elpríncipellenóunvaso,pusolalenguadentroyselevantóparallevárseloalcampeón.

—Orsini—dijoJacob—.MiamigoelpríncipeOrsini.VanOppen se oprimía las rodillas con las grandesmanos; como los dientes de

unatrampa,lasrodillassujetabanlacabezainclinada.Orsinidejóelvasoenelsuelodespuésdearrastrarloporlanucaylaespaldadelgigante.

—Untrago,campeón—murmuródulceypaternal—.Siemprehacebien.Se incorporaba con una mueca, tocándose el cansancio en la cintura, cuando

sintió losdedosque le rodeabanun tobilloy loclavabanalpiso.Oyó lavoz lenta,alegre,despreocupadayperezosadeJacob:

—Ahoraelpríncipesetomatodoeltragodeunsolotrago.Orsiniechóelcuerpohaciaatrásparaasegurarelequilibrio.«Eralopocoqueme

faltaba; que esta bestia crea que lo quiero dormir o envenenar.» Se fue agachandodespacio,recogióelvasoylobebiórápidamente,sintiendoquelosdedosdeJacobseleaflojabaneneltobillo.

—¿Estábien,campeón?—preguntó.Ahoraveíalosojosdelotro,unpedazodesonrisalevantada.

—Bien,príncipe.Unvasollenoparamí.Conlaspiernasseparadas,buscandonotambalearse,Orsinifuehastalamesitay

llenó nuevamente el vaso. Se apoyó para prender un cigarrillo y pudo ver, en lapequeña luz del encendedor, que lasmanos le temblaban de odio. Regresó con elvaso,elcigarrilloenlaboca,undedoenelgatillodelrevólverescondidoenlabatade baño. Cruzó la franja de luz amarilla y vio a Jacob de pie, blanco y enorme,balanceándoseconsuavidad.

—Salud,campeón—dijoOrsiniofreciendolabebidaconelbrazoizquierdo.—Salud —repitió desde arriba la voz de van Oppen con un rastro débil de

excitación—. Yo sabía que iban a llegar. Yo estuve en la iglesia pidiendo quellegaran.—Sí—dijoOrsini.

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Hubounapausa,elcampeónsuspiró,lanochelestrajogritosyaplausosdesdelasaladebailelejana,unremolcadorllamótresvecesenelrío.

—Ahora—pronunció Jacobcondificultad—elpríncipe se tomael vasodeuntrago.Losdossomosborrachos.Peroyono tomoestanocheporqueesviernes.Elpríncipetieneunrevólver.

Duranteunsegundo,conelvasoenelaireymirandoelombligodevanOppen,Orsini se inventóunabiografíadehumillaciónperpetua, saboreóelgustodel asco,supo que el gigante no estaba siquiera desafiándolo, que sólo le ofrecía un blancoparaelrevólverenderezadoenelbolsillo.

—Sí —dijo un segundo después; escupió el cigarrillo y volvió a tragarse laginebra.Elestómagolesubíaenelpechomientrastirabaelvasovacíohacialacama,mientrasretrocedíatrabajosamenteparadejarelrevólverencimadelamesa.

Van Oppen no había cambiado de lugar; continuaba balanceándose en lapenumbra, con lentitud burlona, como si remedara la gimnasia clásica para losmúsculosdelacintura.

—Estamos locos—dijoOrsini.No le servían para nada los recuerdos, el débilhervordelanochedeveranoquetocabalaventana,losplanesdelfuturo.

—LiliMarlen,porfavor—aconsejóJacob.Apoyadoenlamesita,Orsiniabandonóelcigarrilloquepensabaencender.Cantó

convozasordinada,conunaúltimaesperanza,comosinuncahubieradesempeñadootro oficio que canturrear las palabras imbéciles, la música fácil, como si nuncahubiera hecho otra cosa para ganarse la vida. Se sentía más viejo que nunca,empequeñecidoyventrudo,ajenoasímismo.

Hubo un silencio y después el campeón dijo «gracias». Dormido y débil,manoteando el cigarrillo que había dejado sobre lamesa, junto al revólver, Orsinimiróacercarseelgrancuerpoblancuzco,aliviadodelaedadporlapenumbra.

—Gracias—repitióvanOppen,casitocándolo—.Otravez.Atónito,indiferente,Orsinipensó:«Yanoesunacancióndecuna,yanoloobliga

aemborracharse,allorar,adormir».Volvióacarraspearyempezó:—VorderKaserne,vordemgrossenTor...Sinnecesidaddemoverel cuerpo, el campeónalzóunbrazodesde la caderay

golpeó lamandíbuladeOrsini con lamanoabierta.Unavieja tradición le impedíausar los puños, salvo en circunstancias desesperadas. Con el otro brazo sostuvo elcuerpodelpríncipeyloestiróenlacama.

Elcalorde lanocheyde lafiestahabíahechoabrir lasventanas.Lamúsicadejazzdelbaileparecíaestarnaciendoahoraenelhotel,enelcentrodelahabitaciónsemioscura.

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3.Cuentaelpríncipe

Era una ciudad alzada desde el río, en setiembre, a cinco centímetros más omenosalsurdelecuador.Medesperté,sindolores,enlamañanadelcuartodelhotel,llenadeclaridadycalor.Jacobmemasajeabaelestómagoyreíaparaayudarlasalidadelosinsultosqueterminaronenunsolo,repetidohastaquenopudefingirelsueñoymeenderecé:

—Viejopuerco—enalemánpurísimo,casienprusiano.Elsollamíayalapatadelamesitaypensécontristezaquenadapodíasalvarse

delnaufragio.Por lomenos—empezabaa recordar—,esoera loqueconvenía serpensado y a esa tristeza debían ajustarsemi cara ymis palabras.Algo previo vanOppen porqueme hizo tragar un vaso de jugo de naranja yme puso un cigarrilloencendidoenlaboca.

—Viejopuerco—dijo,mientrasyomellenabalospulmonesdehumo.Era lamañanadel sábado, estábamosaúnenSantaMaría.Moví la cabezay lo

miré,hiceunbalancerápidodelasonrisa,laalegríaylaamistad.Sehabíapuestoeltrajegrisclaro, loszapatosdeantílope,equilibrabaen lanucaelStetson.Pensédegolpe que él tenía razón, que en definitiva la vida siempre tiene razón, sin queimportaranlasvictoriasolasderrotas.

—Sí —dije, apartándole la mano—, soy un viejo puerco. Los años pasan yempeoranlascosas.¿Hayluchahoy?

—Hay—cabeceóconentusiasmo—.Tedijequeibanavolveryvolvieron.Chupé el cigarrillo y me estiré en la cama. Me bastó verle la sonrisa para

comprenderqueJacob,aunquelerompieranelespinazoenlacálidanochedesábadoquecualquierapodíapredecir,habíaganado.Teníaqueganarentresminutos;peroyocobrabamás.Mesentéenlacamaymeestuvesobandolamandíbula.

—Haylucha—dije—,elCampeóndecide.Pero,pordesgracia,elmanageryanotienenadaquedecir.Niunabotellaniungolpebastanparasuprimirtodo.

VanOppensepusoa reíryel sombrerocayósobre lacama.Surisahabíasidodescuidadaporlosaños,eralamisma.

—Niungolpeniunabotella—insistí—.QuedamosenqueelCampeónnotienealiento,porahora,parasoportarunalucha,unesfuerzoverdadero,queduremásdeunminuto.Esoqueda.ElCampeónnopodríadoblaralturco.ElCampeónsemorirádeunamuertemisteriosacuandollegueelsegundocincuentaynueve.Veremosenlaautopsia.Creoque,porlomenos,enesoquedamos.

—Enesoquedamos.Nomásdeunminuto—asintióvanOppen;alegreotravez,joven, impaciente. La mañana llenaba ahora toda la habitación y yo me sentíahumillado por mi sueño, por mis reparos, por mi bata con el peso del revólver

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descargado.—Y hay—dije lentamente, como queriendo vengarme—, que no tenemos los

quinientospesos.Deacuerdo,todoelmundolosabe,elturconopuedeganar.Perotenemosquehacer,yyaessábado,eldepósitodequinientospesos.Sólonosquedaparalospasajesyparaunasemanaenlacapital.YdespuésqueDiosdiga.

Jacob recogió el sombrero y volvió a reírse. Movía la cabeza como un padresentadoenelbancodeunparquejuntoasupequeñohijodesconfiado.

—¿Dinero?—dijosinpreguntar—.¿Dineroparahacereldepósito?¿Quinientospesos?

Me dio otro cigarrillo encendido y puso el pie izquierdo, que esmás sensible,encima de la mesita. Deshizo el nudo del zapato gris, se descalzó y vino paramostrarmeunrollodebilletesverdes.Eradinerodeverdad.Mediocincobilletesdediezdólaresytuvounfanfarronear.

—¿Más?—Estábien—dije—.Sobra.Muchodinerovolvióalzapato;entretrescientosyquinientosdólares.De modo que al mediodía cambié el dinero; y como el campeón había

desaparecido —no hubo tricotas con iniciales ni trotecitos por la rambla aquellamañana—me fui al restaurante del Plaza y comí como un caballero, como hacíamuchotiemponocomía.Tuveuncaféhechoenmimesaylicoresapropiadosyunhabanomuysecoperoquesepodíafumar.

Completéelalmuerzoconunapropinadeborrachoodeladrónyllaméalhotel;elcampeónnoestaba;losrestosdelatardeeranfrescosyalegres,SantaMaríaibaatenersugrannoche.DejéalconserjeelnúmerodeldiarioparaqueJacobcombinaraconmigo la ida alApolo y un rato despuésme senté en lamesita del archivo, conDeportivasydoscarasmás.Mostréeldinero:

—Paraquenohayaningunaduda.Peroprefieroentregarlopersonalmenteenelring.SiesquevanOppenmueredeunsíncope;ositienequecontribuiralosgastosdelveloriodelturco.

Jugamosalpoker,perdíygané,hastaqueavisaronquevanOppenestabaenelcine.Faltabamediahoralargaparalasnueve;peronospusimoslossacosytomamosautosviejos,pararecorrerlaspocascuadrasdelpueblitoquenosseparabandelcine,paraacentuarelcarnaval,elridículo.

Entré por la puerta trasera y fui al cuarto abrumado de carteles y fotografías,furiosamenteinvadidoporunolordemingitorioyengrudorancio.AllíestabaJacob:con el slip celeste, color dedicado a Santa María, y el cinturón de Campeón delMundo que brillaba como el oro, haciendo flexiones. Me bastó verlo —los ojosaniñados, limpios y sin nada; la corta curva de la sonrisa— para entender que noqueríahablarconmigo,quenodeseabaprólogos,nadaquelosepararadeloquehabía

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resueltoseryrecordar.Mesentéenunbanco,sinescucharsicontestabaonoamisaludo,ymepusea

fumar.Ahoraenestemomento,dentrodeunosminutos,llegabaelfinaldelahistoria.Deésta,jladelCampeónMundialdeLucha.Perohabríaotras,habríatambiénunaexplicaciónparaElLiberal,SantaMaríaypueblosvecinos.

«Pasajera indisposición física» me gustaba más que «exceso de entrenamientoprovocó el fracaso del Campeón». Pero mañana no publicarían la C mayúscula yacasonisiquieraeldiscutibletítulo.VanOppencontinuabahaciendoflexionesyyocombatíaeloloraamoníacoencendiendouncigarrilloconelanterior,sinolvidarquelalimpiezadelaireeslaprimeracondiciónparaungimnasio.

Jacob subía y bajaba como si estuviera solo, movía horizontales los brazos,parecía,alavez,másflacoymáspesado.Atravésdelacatinga,alaqueseestabaincorporando su sudor, yo trataba de oírlo respirar. También el ruido de la salainvadía el cuartomaloliente.Talvez el campeón tuviera resuelloparaunminutoymedio,nuncaparadosotres.

El turcopermaneceríadepiehastaque sonara lacampana, con susenfurecidosbigotesnegros,conlospúdicospantaloneshastamediapiernaqueyoleimaginaba—ynomeequivoqué—,conlanoviapequeñayduraaullandodetriunfoyrabiajuntoalas tablas del escenario del cine Apolo, junto a la alfombra calva que seguiréllamando tapiz. No quedaban esperanzas, no rescataríamos nunca los quinientospesos.Elruidochusmadelasalallenaeimpacienteibacreciendo.

—Hayqueir—ledijealdifuntoquehacíacalistenia.Eranlasnueveenpuntoenmi reloj; salí del mal olor y anduve por los corredores oscuros hasta llegar a laboletería.Antesdelasnueveycuartohabíaterminadoderevisaryfirmarelborderó.Volvíalcuartohediondo—elgriteríoanunciabaquevanOppenyaestabaenelring—,mepuseenmangasdecamisadespuésdeguardarmeeldineroenunbolsillodelpantalónyanduvealrevésloscorredoreshastaentrarenlasalaysubiralescenario.Meaplaudieronymeinsultaron,agradecíconcabezadasysonrisas,segurodequeenelApolohabíamásdesetentapersonasquenohabíanpagadoentrada.Porlomenos,nomellegaríanuncaelcincuentaporcientocorrespondiente.

LequitélabataaJacob,crucéelringparasaludaralturcoytuvetiempoapenasparaotropardepayasadas.

Sonó la campana y ya era imposible no respirar y entender el olor de lamuchedumbre que llenaba elApolo. Sonó la campana y dejé a Jacob solo,muchomássoloyparasiemprequecomolohabíadejadoentantasmadrugadas,enesquinasy bares, cuando yo empezaba a tener sueño y aburrirme. Lomalo era que aquellanoche, mientras me separaba de él para sentarme en una platea de privilegio, noestabadormidonimesentíaaburrido.Laprimeracampanaeraparadespejarelring.Lasegundaparaqueempezaralalucha.Engrasado,casijoven,sinmostrarloskilos,

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Jacob fue girando, encorvado, hasta ocupar el centro del ring y esperó con unasonrisa.

Abrió los brazos y esperó al turco que parecía haberse ensanchado. Lo esperósonriendohastaquelotuvocerca,hizounpasohaciaatrásydeprontoavanzóparadejarseabrazar.Contratodaslasreglas,Jacobmantuvolosbrazosaltosdurantediezsegundos. Después afirmó las piernas y giró; puso una mano en la espalda deldesafianteylaotra,tambiénelantebrazo,contraunmuslo.Yonoentendíaaquelloyseguísinentenderduranteelexactomediominutoquedurólalucha.Entoncesviqueel turco salía volando del ring atravesando con esfuerzo los aullidos de lossanmarianosydesaparecíaenelfondooscurodelaplatea.

Habíavolado,conlosgrandesbigotes,conlaabsurdaflexióndelaspiernasquebuscabanenelairesucioapoyoyestabilidad.Lovipasarcercadeltecho,entrelosreflectores,manoteando.Nohabíamosllegadoaloscincuentasegundosyelcampeónhabíaganadoono,segúnsemirara.Subíalringparaayudarloaponerselabatacomounniño,noescuchabalosgritosylosinsultosdelpúblico,elclamorcreciente.Estabasudadoperopoco;yencuantoleoílarespiraciónsupequelafatigaleveníadelosnerviosynodelcansancio.Jacobsonreía.

Enseguidaempezaronacaersobreelringpedazosdemaderaybotellasvacías;yo tenía mi discurso completo, mi exagerada sonrisa para extranjeros. Perocontinuabancayendolosproyectilesylosgritosnomehubierandejadohablar.

Entonces losmilicos semovieron con entusiasmo, como si no hubieran hechootra cosa desde el día en que consiguieron empleo, dirigidos o no, supierondistribuirse y organizarse y comenzaron a romper cabezas con los palos flamanteshasta que sólo quedamos en el Apolo el campeón, el juez y yo sobre el ring, losmilicos en la sala, el pobre muchacho muerto, de veinte años, colgado sobre dossillas.Fueentonces,ynadiesupodedónde,yyosémenosquenadie,queapareciójuntoalturcolamujerchiquita,lanovia,ysededicóapatearyaescupiralhombrequehabíaperdido,alotro,mientrasyofelicitabaaJacobsinalardesyasomabanporlapuertalosenfermerosomédicoscargadosconlacamilla.

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Tantristecomoella

ParaM.C.QueridaTanTriste:

Comprendo, a pesar de ligaduras indecibles e innumerables, que llegó elmomentodeagradecernoslaintimidaddelosúltimosmesesydecirnosadiós.Todaslasventajasserántuyas.Creoquenuncanosentendimosdeveras;aceptomiculpa,laresponsabilidad y el fracaso. Intento excusarme —sólo para nosotros, claro—invocando la dificultad que impone navegar entre dos aguas durante X páginas.Acepto también, como merecidos, los momentos dichosos. En todo caso, perdón.Nuncamirédefrentetucara,nuncatemostrélamía.

J.C.O.

Años atrás, que podían ser muchos o mezclarse con el ayer en los escasosmomentosdefelicidad,ellahabíaestadoenlahabitacióndelhombre.Undormitorioimaginable,uncuartodebañoenruinasydesaseado,unascensortrémulo;sóloesorecordabadelacasa.Fueantesdelmatrimonio,pocosmesesantes.

Queríair,deseabaqueocurrieracualquiercosa—lamásbrutal,lamásanémicaydecepcionante—,cualquiercosaútilparasusoledadysuignorancia.Nopensabaenelfuturoysesentíacapazdenegarlo.Perounmiedoquenadateníaqueverconeldolor antiguo la obligó a decir no, a defenderse con lasmanos y la rigidez de losmuslos.Sóloobtuvo,aceptó,elsabordelhombremanchadoporelsolylaplaya.

Soñó, al amanecer, ya separada y lejos, que caminaba sola en una noche quepodíahabersidootra,casidesnudaconsucortocamisón,cargandounavalijavacía.Estaba condenada a la desesperación y arrastraba los pies descalzos por callesarboladasydesiertas,lentamente,conelcuerpoerguido,casidesafiante.

El desengaño, la tristeza, al decir que sí a la muerte, sólo podían soportarseporque,acapricho,elgustodelhombrerenacíaensugargantaencadabocacallequeellalopedíayordenaba.Lospasosdoloridosseibanhaciendolentoshastalaquietud.Entonces,amediasdesnuda,rodeadaporlasombra,elsimulacrodelsilencio,algunaparejalejanadefaroles,sedeteníaparaabsorberruidosaelaire.Cargadaconlavalijasinpeso,saboreabaelrecuerdoycontinuabacaminandoderegreso.

Deprontoviolaenormelunaquesealzabaentreelcaseríogris,negroysucio;eramásplateadaacadapasoydisolvíavelozmentelosbordessanguinolentosquelahabían sostenido. Paso a paso, comprendió que no avanzaba con la valija hacianingúndestino,ningunacama,ningunahabitación.Lalunayaeramonstruosa.Casidesnuda, con el cuerpo recto y los pequeños senos horadando la noche, siguiómarchandoparahundirseenlalunadesmesuradaquecontinuabacreciendo.

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Elhombreestabamásflacocadadíaysusojosgrisesperdíancolor,aguándose,lejosyade lacuriosidady la súplica.Nunca se lehabíaocurrido llorary losaños,treinta y dos, le enseñaron, por lomenos, la inutilidad de todo abandono, de todaesperanzadecomprensión.

Lamirabasinfranquezanimentiratodaslasmañanas,porencimadelapoblada,rengamesadeldesayunoquehabíainstaladoenlacocinaparalafelicidaddelverano.Talveznofueratotalmentesuyalaculpa,talvezresulteinútiltratardesaberquiénlatuvo,quiénlasigueteniendo.

A escondidas ella lemiraba los ojos. Si puede darse el nombre demirada a lacautela,alrelámpagofrío,asucálculo.Losojosdelhombre,sindelatarse,sehacíanmásgrandesyclaros,cadavez,cadamañana.Peroélnotratabadeesconderlos;sóloqueríadesviar,singrosería,loquelosojosestabancondenadosapreguntarydecir.

Teníaentoncestreintaydosañosyseibaextendiendo,desdelasnuevehastalascinco,a travésdeoficinasdeunlocalenorme.Amabaeldinero,siemprequefueramucho, así como otros hombres se sienten atraídos por mujeres altas y gordas,tolerando que sean viejas, sin importarles. Creía también en la felicidad de losfatigososfinesdesemana,enlasaludquedescendíaparatodosdesdeelcielo,enelairelibre.

Estaba allá o aquí, presentía el dominio sobre cualquier forma de dicha, detentación.Habíaamadoalapequeñamujerqueledabacomida,quehabíaparidounacriaturaque lloraba incesanteenelprimerpiso.Ahora lamirabaconasombro:era,fugazmente,algopeor,másabajo,másmuertoqueunadesconocidacuyonombrenonosllegónunca.

Alahora irregulardeldesayunoelsolentrabapor lasaltasventanas; losoloresdel jardín secomplicabanen lamesa,desfallecidosaún, comoel fácilprincipiodeunasospecha.Ningunodeellospodíanegarelsol, laprimavera;enúltimocaso, lamuertedelinvierno.

Alospocosdíasdelamudanza,cuandonadiehabíapensadoaúnentransformarel jardín salvajeyenmarañadoenuna sucesión tumulariadepeceras, elhombre selevantódemadrugadayaguardóelalba.Conlasprimerasluces,clavóunalataenlaaraucariaytomódistanciaconeldiminutorevólvernacaradocolgandodeunamano.Alzóelbrazoysólopudooírlosgolpecitosfrustradosdelpercutor.Volvióalacasaconunaexageradasensaciónderidículoymalhumor;sincuidado,sinrespetoporelsueñodelamujer,tiróelarmaenunrincóndelropero.

—¿Quépasa?—murmuróellamientraselhombrecomenzabaadesnudarseparaentraralbaño.

—Nada. O las balas están picadas, no hace ni un mes que las compré, meestafaron,oelrevólverseterminó.Erademimadreodemiabuela,tieneelgatilloflojo.Nomegustaqueestéssolaaquí,denoche,sinalgoparadefenderte.Perome

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voyaocupardeesohoymismo.—Notieneimportancia—dijolamujermientrascaminabadescalzaparatraeral

niño—.Tengobuenospulmonesylosvecinosmevanaoír.—Estoyenterado—dijoelhombreyrió.Semiraronconcariñoyburla.Lamujer

estuvoesperandoel ruidodelcocheyvolvióadormirseconelniñocolgadodeunpezón.

La sirvienta entraba y salía y no era posible saber siempre por qué. Lamujerestabaacostumbrada,nocreíayaen lasúplicade losojosdelhombre, tantasvecesentrevista,comosilamirada,laexpresión,elhúmedosilencionoimportaranmásqueelcolordeliris,lainclinaciónheredadadelospárpados.El,porsuparte,eraincapaz,ahora, de aceptar el mundo; ni los negocios, ni la hija inexistente, con frecuenciaolvidada,confrecuenciaviva,tenaz,endurecida,distintaapesardelaspremeditadasborracheras, los ineludibles negocios, las compañías y las soledades. Es probable,también,queni ellani él creyeranyadel todoen la realidadde lasnoches, en susfelicidadescortasyprevisibles.

No tenían nada que esperar de las horas en que estaban juntos, pero tampocoaceptaban esa pobreza. El continuaba jugando con el cigarrillo y el cenicero; ellaestirabamantecayjaleasobreelpantostado.Duranteaquellasmañanasélnotrataba,en realidad, de mirarla; se limitaba a mostrarle los ojos, como un mendigo casidesinteresado,sinfe,queexhibieraunallaga,unmuñón.

Ella hablaba de los restos del jardín, de los proveedores, del niño rosado en lahabitación de arriba. Cuando el hombre se hartaba de esperar la frase, la palabraimposible, se movía para besarle la frente y dejaba órdenes para los obreros queconstruíanlaspeceras.

Elhombrecomprobabatodoslosmesesqueestabamásrico,quesuscuentasenlosbancosibancreciendosinesfuerzonipropósitos.Nolograbainventarundestinocierto,ambicioso,paraeldineronuevo.

Hastalascincooseisdelatardevendíarepuestosdeautomóvil,detractores,decualquierclasedemáquina.Peroapartirdelascuatrousabael teléfono,pacienteysinrencor,paraasegurarsecontralaangustia,paraasegurarseunamujerenunacamaoenunamesaderestaurante.Seconformabaconpoco,estrictamenteconloqueleeranecesario:unasonrisa,unacariciaenlospómulosquepudieraserconfundidaconla ternura o la comprensión. Después, claro, los actos de amor, escrupulosamentepagados con ropas, perfumes, objetos inútiles. Pagados también —el vicio, eldominio,lanocheentera—conlaresignaciónalascharlasversátileseimbéciles.

Alregreso,enlamadrugada,ellalerespirabalosoloresordinarios,inocultables,yleespiabalacarahuesudaqueperseguía,tanequivocada,laplacidez.Elhombrenotraía nada para contarle.Miraba la fila de botellas en el armario y elegía, al azar,cualquiera.Hundidoenelsillón,calmoso,conundedoentrelaspáginasdeunlibro,

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bebía frente al silencio de ella, frente a sus simulacros de sueño, frente a sus ojosinmóvilesyfijoseneltecho.Ellanogritaba;duranteuntiempotratódecomprendersindesprecio,quisoacercarlepartedelalástimaquesentíaporsímisma,porlavidaysufinal.

Amediados de setiembre, imperceptiblemente al principio, la mujer empezó aencontrarconsuelo,acreerque laexistenciaestá,comounamontañaounapiedra,quenolahacemosnosotros,quenolahacíannielunonielotro.

Nadie,nadiepuedesabercómoniporquéempezóestahistoria.Loquetratamosde contar se inició una tarde quieta de otoño, cuando el hombre sombreó elcrepúsculoaúnsoleadodeljardínysedetuvoparamiraralrededor,paraolisquearelpasto, lasúltimas floresde losarbustosmalcrecidosysalvajes.Estuvo inmóvilunrato,lacabezacaídasobreuncostado,losbrazoscolgandoycomomuertos.Despuésavanzóhastaelcercodecinacinaydesdeallícomenzóamedirel jardínconpasosregulares, contenidos, de alrededor de unmetro cada uno. Caminó de sur a norte,despuésdesdeelestealoeste.Ellalomirabaprotegidaporlascortinasdelpisoalto;cualquier cosa fuera de la rutina podía ser el nacimiento de una esperanza, laconfirmacióndeladesgracia.Elniñochillabasobreelfindelatarde;tampoconadiepuede afirmar si estaba vestido ya de rosa, si lo habían vestido así desde elnacimientoodesdeantes.

Aquellanochededomingo,eldíamástristedelasemana,elhombredijoenlacocinamientrasrevolvíalatazadecafé:

—Tantoterrenoynosirveparanada.Ella le espió la cara ascética, su diluido tormento incomprendido. Vio una

novedosalanguidezmaligna,unnacimientodelavoluntad.—Siempre pensé... —dijo la mujer, comprendiendo mientras hablaba que en

realidad estaba mintiendo, que no había tenido tiempo ni ganas de pensarlo,comprendiendoquelapalabrasiemprehabíaperdidotodosentido—.Siemprepenséenárbolesfrutales,encanteroshechosconunplan,enunjardíndeverdad.

Aunqueellahabíanacidoallí,enlacasaviejaalejadadelaguadelasplayasquehabíabautizado,concualquierpretexto,elviejoPetrus.Habíanacido,sehabíacriadoallí. Y cuando el mundo vino a buscarla, no lo comprendió del todo, protegida yengañadaporlosarbustoscaprichososymalcriados,porelmisterio—aluzysombra—delosviejosárbolestorcidoseintactos,porelpastoinocente,alto,grosero.Tuvounamadrequecompróunamáquinaparaelcésped,unpadrequesupoprometer,encadasobremesanocturna,queeltrabajocomenzaríamañana.Nuncalohizo.Aceitabaaveceslamáquinadurantehorasolaprestabaaunvecinodurantemeses.

Pero el jardín, el contrahecho remedo de selva, nunca fue tocado. Entonces lachiquilina aprendió que no hay palabra comparable a mañana: nunca, nada,permanenciaypaz.

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Muyniñadescubrió labromacariñosade losarbustos,elpasto,cualquierárbolanónimo y torcido; descubrió con risas que amenazaban invadir la casa, pararetrocederalospocosmeses,encogidos,satisfechos.

El hombre bebió el café y luego estuvo moviendo la cabeza con lentitud yresuelto.Hizounapausaoladejóllegaryextenderse.

—Puedequedar,cercade losventanales,unrincónparaestirarsey tomarcosasfrescascuandovuelvaelverano.Peroelresto,todo,hayqueaplastarloconcemento.Quierohacerpeceras.Ejemplaresraros,difícilesdecriar.Haygentequeganamuchodineroconeso.

Lamujer sabía que el hombre estabamintiendo; no creyó en su interés por eldinero,nocreyóquenadiepudieratalarlosviejosárbolesinútilesyenfermos,matarelpastonuncacuidado,lasfloressinnombreconocido,pálidas,fugaces,cabizbajas.

Pero los hombres, los obreros, tres, se acercaron a conversar una mañana dedomingo. Ella losmiraba desde el piso alto; dos estaban de pie, rodeando el casihorizontalsillóndeljardíndedondesealzabanlasinstrucciones,laspreguntassobreprecioytiempo;eltercero,agachado,conboina,enormeyplácido,mascabauntallo.

Lorecordóhastaelfinal.Elmásviejo,eljefe,encorvado,conelpeloabundanteyblanco, con lasmanos colgantes, sedetuvoun ratode espaldas al portónenrejado.Contempló sin asombro los árboles despojados, la vasta superficie de yuyosentremezclados.Losotrosdosavanzaron,cargadosinútilmenteconguadañasypalas,conpicos,yeldesconciertoqueibatrabándoleslaspiernas.Elmásjovenygrande,elmásperezoso,continuabamordisqueandoeltallorematadoporlaflorcitasonrosada.Eraunamañanadedomingoylaprimaveraestremecíalashojasdel jardín;ella losmirabatratandodeequivocarse,labocadelniñocolgadadeunpecho.

Ella conocía el rencor, las ganas de dañarla del hombre. Pero todo había sidoconversadotantasveces,comprendidohastadondeunocreecomprenderseyentenderal otro, que no creyó posible la venganza, la destrucción del jardín y de su propiavida. A veces, cuando ambos aceptaban el sueño de haber olvidado, el hombre laencontrabatejiendoenalgúnlugardeljardínyreanudabasinprólogo:

—Todoestábien,todoestátanmuertocomosinuncahubierasucedido—lacaraflacayobsesivasenegabaamirarla—.Pero,¿porquétuvoquenacervarón?Tantosmesescomprándolelanasrosadasyelresultadofueése,unvarón.Noestoyloco.Séquelomismoda,enelfondo.Perounaniñapodríallegarasertuya,exclusivamentetuya.Eseanimalito,encambio...

Ella estuvoun ratoquieta, sosegó lasmanosypor fin lomiró.Más flaco,másgrandeslosojosclaros,perniabiertoasulado,desolándoseyburlón.Mentía,ambossabíanqueelhombreestabamintiendo;perolocomprendíandemaneramuydistinta.

—Yahablamos tantodeesto—dijoaburrida lamujer—.Tantasveces tuvequeescucharte...

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—Esposible.Menosveces,siempre,quemisimpulsosdevolveraltema.Esunvarón, tiene mi nombre, yo lo mantengo y tendré que educarlo. ¿Podemos tomardistancia,mirardesdeafuera?Porque,enesecaso,yo soyuncaballeroounpobrediablo.Yvos,unaputitaastuta.

—Mierda —dijo ella, suavemente, sin odio, sin que pudiera saberse a quiénhablaba.

Elhombrevolvióamirarelcieloqueseapagaba,laprimaveraindudable.Giróysepusoacaminarhacialacasa.

Talvez toda lahistoriahayanacidodeesto, tan sencilloy terrible;depende, laopción,dequeunoquierapensarloosedistraiga:elhombresólocreíaenladesgraciayenlafortuna,enlabuenaoenlamalasuerte,entodolotristeyalegrequepuedecaernos encima, lo merezcamos o no. Ella creía saber algo más; pensaba en eldestino,enerroresymisterios,aceptabalaculpay—alfinal—terminóadmitiendoqueviviresculpasuficienteparaqueaceptemoselpago,recompensaocastigo.Lamismacosa,alfinyalcabo.

AveceselhombreladespertabaparahablarledeMendel.Encendíalapipaouncigarrilloyaguardabaparaasegurarsedequeellaestabaresignadayescuchando.Talvezesperara,él,unmilagroensualmaoeneldesumujerdesnuda,cualquiercosaquepudieraserexorcizadaylesdieralapazounengañoequivalente.

—¿PorquéconMendel?Podíashaberelegidoentretantosmejores,entretantosquemeavergonzaranmenos.

Quería volver a escuchar el relato de los encuentros de la mujer conMendel;pero, en realidad, retrocedía siempre, miedoso de saber del todo, definitivamente;resuelto,enelfondo,asalvarse,aignorarelporqué.Sulocuraerahumildeypodíaserrespetada.

Mendelocualquierotro.Lomismodaba.Noteníanadaqueverconelamor.Unanocheelhombretratódereír:

—Y, sin embargo, así estaba escrito. Porque las cosas se han enredado, o sepusieronarmónicas,detalmaneraquehoypuedomandarloaMendelalacárcel.AMendel,aningúnotro.Unpapelitofalsificado,unafirmadibujadaporél.Ynomemuevo por celos. Tiene unamujer y tres hijos totalmente suyos. Una casa o dos.Sigue pareciendo feliz. No se trata de los celos sino de la envidia. Es difícil deentender.Porqueamí,personalmente,denadamesirvedestrozartodoeso,hundironoaMendel.Deseabahacerlodesdemuchoantesdeldescubrimiento,desdeantesdesaberqueeraposible.Imagino,¿sabes?,laposibilidaddelaenvidiapura,sinmotivosconcretos,sinrencor.Aveces,muypocas,laencuentroposible.

Ella no contestó.Acurrucada contra el primer frío del alba pensaba en el niño,esperaba el primer llanto del hambre. El, en cambio, esperaba el milagro, laresurreccióndelachicaencintaquehabíaconocido,lasuyapropia,ladelamorque

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se creyeron, o fueron construyendo durante meses, con resolución, sin engañodeliberado,abandonadostancercadeladicha.

Loshombresempezaronatrabajarunlunes,aserrandosinprisalosárbolesquesellevabanalfinaldelajornadaenuncamióndestartalado,rugientedevejez,siempretorcido. Días después comenzaron a guadañar los yuyos floridos, el pasto que sehabía hecho jugoso y recto.No cumplían ningún horario regular; tal vez hubierancontratado la totalidaddel trabajo, directamente, dejandode lado el engorrode losjornales,lasfaltasylasperezas.Sinembargo,tampocomostraronnuncaapresurarse.

Elhombrenolehablabanuncadeloqueestabaocurriendoenel jardín.Seguíaflacoycallado, fumabaybebía.Elcementoseextendíaahorasobre la tierraysusrecuerdos,blanco,grisáceoenseguida.

Entonces, al final de un desayuno, rencoroso e incauto, el hombre apagó elcigarrilloenelfondodeunatazay,casisonriendo,comosicomprendieradeverdadeldestinodesuspalabras,dijolento,sinmirarla:

—Seríabuenoquevigilaraseltrabajodelospoceros.Entreunayotramamadera.Noveoqueelportlandavance.

Desde aquelmomento los tres peones se convirtieron en poceros.Ahora traíangrandeschapasdevidrioparahacerlaspeceras,enormes,distribuidascondeliberadaasimetría,desproporcionadasparatodaclasedefaunaquequisieracriarseallí.

—Sí—dijoella—.Puedohablarconelviejo.Irallugardondeestabaeljardínymirarlostrabajar.

—Elviejo—seburlóelhombre—.¿Sabehablar?Creoquelosdirigemoviendolasmanosylascejas.

Empezóabajardiariamentealcemento,demañanaydetarde,aprovechandoloshorarios caprichosos que ellos elegían. Acaso también podía decirse de ella queestabarencorosaeincauta.

Caminabadespacio,máscrecidaahorasobreelpisoduroyparejo,desconcertada,moviéndose en sesgo, restaurando los antiguos desvíos, los perdidos atajos quehabían impuesto algunavez los árbolesy los canteros.Miraba a los hombres, veíaerguirselasenormespeceras.Olíaelaire,esperabalasoledaddelascincodelatarde,elritodiario,elabsurdoconquistado,hechocasicostumbre.

Primerofuelaincomprensibleexcitacióndelpozoporsímismo,elnegroagujeroquesehundíaenlatierra.Lehubierabastado.Peroprontodescubrió,enelfondo,laparejadehombres trabajando, con los torsosdesnudos.Uno, el del yuyomascado,moviendo con descuido los enormes bíceps; el otro, largo y flaco,más lento,másjoven, provocando la lástima, el afán de ayudarlo y pasarle un trapo por la frentesudada.

Nosabíacómoalejarseymentirseasolas.Elviejofumabamalacomodadoenuntronco.Lamirabaimpasible.

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—¿Trabajan?—preguntóella,sininterés.—Síseñora,trabajan.Exactamenteloquetienenquehacercadadía,cadajornada.Paraesoestoyyo.Paraeso,yotrascosasqueadivino.PeronosoyDios.Presiento,apenas,yayudocuandopuedo.

Los poceros la saludabanmoviendo una vez las cabezas cordiales y taciturnas.Muypocasvecespodíaninventaruntemadeconversación,pretextosquerebotaranalgunos minutos. Ella y la pareja de poceros, el gigante tranquilo, con la boinasiempre puesta y mascando un yuyo que ya no podía haber arrancado del jardíncegado,elotro,muyjovenydelgado,tontodehambre,enfermo.Porqueelviejonohablaba y podía pasar inmóvil la jornada entera, de pie o sentado en la tierra,haciéndose cigarrillos, uno tras otro. Cavaban,medían y sudaban como si algo deesto pudiera importarle a ella, como si estuviera viva y fuese capaz de participar.Como si hubiera sido dueña algún día de los árboles desaparecidos y los pastosmuertos.Hablabadecualquiercosa,exagerandolacortesía,elrespeto,esaformadelatristezaqueayudaaunir.Hablabadecualquiercosaydejabasiempresinfinallasfrases,esperandolascincodelatarde,esperandoqueloshombressefueran.

Lacasa estaba rodeadaporuncercodecinacinas.Yaeranárboles,de casi tresmetros de altura, aunque los troncos conservaban una delgadez adolescente. Loshabíanplantadomuyjuntosperosupieroncrecersinestorbarse,apoyándoseunoenelotro,entreverandolasespinas.

Alascincodelatardelospocerosimaginabanescucharunacampanayelviejoalzabaunbrazo.Guardaban,tirabanlasherramientasenlasombrafrescadelgalpón,saludaban y se iban. El viejo adelante, el animal de la boina y el flaco encorvadodespués,paraquelasnubesyelrestodelsolseenterarandelrespetoalasjerarquías.Lentoslostres,fumandocalmosos,singanas.

En el piso alto, de espaldas al griterío en la cuna, la mujer los espiaba paraasegurarse.Aguardabainmóvildiezoquinceminutos.Entoncesbajabahacialoquehabía sido en un tiempo su jardín, esquivando obstáculos que ya no existían,taconeabasobreelcementohastallegaralcercodecinacinas.Noensayabasiempreelmismolugar,claro.Podíamarcharseporelgranportóndehierroqueusaban lospoceros, las imaginarias visitas; podía escapar por la puerta del garaje, siempreabiertacuandoelcocheestabaafuera.

Peroelegía,sinconvicción,sindeseodeverdad,eljuegoinútilysangrientoconlas cinacinas, contra ellas, plantas o árboles. Buscaba, para nada, sin ningún fin,abrirseuncaminoentrelostroncosylasespinas.Jadeabauntiempo,abriéndoselasmanos. Concluía siempre en el fracaso, aceptándolo, diciéndole que sí con unamueca,unasonrisa.

Despuésatravesabaelcrepúsculo,lamiéndoselasmanos,mirandoelcielodeestaprimavera reciénnaciday el cielo tenso, promisorio, deprimaveras futuras que talvez transcurriera su hijo. Cocinaba, atendía al niño, y con un libro siempre mal

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elegido comenzaba la espera del hombre, en uno de los dos sillones floreados otendidaenlacama.Escondíalosrelojesyesperaba.

Pero todas las noches, los regresos del hombre eran idénticos, confundibles.Cercadeoctubreletocóleer:«Figúrenseustedeselpesarcreciente,elansiadehuir,larepugnancia impotente, lasumisión,elodio».Elhombreescondióelcocheenelgaraje,cruzóelcementoysubió.Eraelmismodesiempre,lafrasereciénleídaporellanologrótransformarlo.Sepaseabaporeldormitoriohaciendosonarel llavero,contandohistoriassimplesocomplejasdelajornada,mintiéndole,inclinandoavecesenlaspausaslacarapomulosa,losojoscrecientes.Tantristecomoella,acaso.

Aquella noche la mujer se abandonó, exigió, como no lo había hecho desdemuchos meses antes. Todo lo que los hiciera felices o los ayudara a olvidar erabienvenido, sagrado. Bajo la pequeña luz semiescondida, el hombre terminó pordormirse,casisonriente,aquietado.Insomne,regresando,elladescubriósinasombro,sin tristeza, que desde la infancia no había tenido otra felicidad verdadera, sólida,apartedelosverdesarrebatadosaljardín.Nadamásqueeso,esascosascambiantes,esos colores. Y estuvo pensando, hasta el primer llanto del niño, que él lo habíaintuido, que quiso privarla de lo único que le importaba en realidad. Destruir eljardín, continuarmirándolamanso con los ojos claros y ojerosos, jugar su sonrisa,indirecta,ambigua.

Cuando empezaron los ruidos de la mañana, la mujer mostraba los dientes altecho,pensando,unavezyotra,enlaprimerapartedelAveMaría.Nadamás,porqueno podía admitir la palabra muerte. Reconocía no haber sido engañada nunca,aceptabahaberacertadoenlosdesconciertos,losmiedos,lasdudasdelainfancia:lavida era una mezcla de imprecisiones, cobardías, mentiras difusas, no por fuerzasiempreintencionadas.

Perorecordaba,aúnahorayconmayorfuerza,lasensacióndeestafainiciadaalfinaldelainfancia,atenuadaenlaadolescenciagraciasadeseosyesperanzas.Nuncahabíapedidonacer, nuncahabíadeseadoque launión, tal vezmomentánea, fugaz,rutinaria,deunaparejaenlacama(madre,padre,despuésyparasiempre)latrajeranalmundo.Ysobretodo,nohabíasidoconsultadarespectoalavidaquefueobligadaa conocer y aceptar. Una sola pregunta anterior y habría rechazado, con horrorequivalente,losintestinosylamuerte,lanecesidaddelapalabraparacomunicarseeintentarlacomprensiónajena.

—No —dijo el hombre cuando ella trajo el desayuno desde la cocina—. NopiensohacernadacontraMendel.Nisiquieraayudar.

Estabavestidoconuncuidadoextraño,comosinofueraalaoficinasinoaunafiesta. Ante el traje nuevo, la camisa blanca, la corbata nunca usada, ella gastóminutos en recordar y creer en su recuerdo. Así había estado para ella durante elnoviazgo. Estuvomoviéndose deslumbrada e incrédula, aliviada de angustias y de

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años.El hombremojó un pedazo de pan en la salsa y apartó el plato. Lamujer vio

brillar tímida, tanteadora, la nuevamirada que le llegaba desde lamesa o que ellatuvoqueinventarse.

—VoyaquemarelchequedeMendel.Opuedoregalártelo.Detodosmodos,escuestióndedías.Elpobrehombre.

Ellatuvoqueesperaruntiempo.Luegoconsiguióapartarsedelachimeneayfueasentarsefrentealhombreflaco,sinsufrirypaciente,esperandoquesefuera.

Cuando escuchó morir el ruido del coche en la carretera, subió al dormitorio;encontró en seguida el pequeño inútil revólver con cachas de nácar y estuvomirándolo sin tocarlo. Fuera de ella, tampoco había llegado el verano, aunque laprimaveraavanzabaenfurecidaylosdías,laspequeñascosas,nopodíannihubieranqueridodetenerse.

Porlatarde,luegodelritoconlasespinasylasperezosaslíneasdesangreenlasmanos, la mujer aprendió a silbar con los pájaros y supo que Mendel habíadesaparecido junto con el hombre, flaco. Era posible que nunca hubieran existido.Quedabaelniñoenlaplantaaltaydenadaleservíaparaatenuarsusoledad.NuncahabíaestadoconMendel,nuncalohabíaconocidonilehabíavistoelcuerpocortoymusculoso; nunca supo de su tesonera voluntad masculina, de su risa fácil, de sudespreocupadacompenetracióncon ladicha.El tajode la frentegoteabaahoraconlentitudalolargodelanariz.

Lloróelniñoytuvoquesubir.Elviejofumabasentadoenunapiedra,tanquieto,tannada,queparecíaformarpartedesuasiento.Losotrosdosestabaninvisiblesenel fondodeunpozo.Arriba,consolóalniñoyvioenelsueloel trajearrugadodelhombre.Estuvoescarbando,mirópapelesllenosdecifras,monedas,undocumento.Porfin,lacarta.

Estaba hecha con una letra femenina, muy hermosa y clara, impersonal. Nollegaba a las dos carillas y la firma ostentaba un significado incomprensible:«Másam».Peroelsentidodelacarta,laacumulacióndetonterías,dejuramentos,defrasesquepretendían,simultáneamente,elingenioyeltalento,eramuyclaro.«Debesermuyjoven—pensólamujer,sinlástimanienvidia—;asíescribíayo,leescribía.»Noencontrófotografías.

Alpiede«Másam»elhombrehabíaescritocontintaroja:«Tendrádieciséisañosyvendrádesnudaporencimaydebajode la tierraparaestarconmigotanto tiempocomodurenestacanciónyestaesperanza».

Nuncallegóatenercelosdelhombrenipudoodiarlo;acaso,unpoco,alavida,asupropiaincomprensión,aunaindefinidamalajugadaquelehabíahechoelmundo.Durante semanascontinuaronviviendocomosiempre.Peroélno tardóen sentir elcambio, en percibir que los rechazos y los perdones se iban transformando en una

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lejaníamansa,sinhostilidad.Decíancosas,peroen realidadyanoconversaban.Ella soslayaba impasible las

chispasdesúplicaqueavecessaltabandelosojosdelhombre.«Eslomismoquesiestuvieramuertodesdemesesatrás,quenonoshubiéramosconocidonunca,quenose encontrara ami lado.»Ninguno de los dos tenía nada que esperar. La frase novendría, esquivaban losojos.Elhombre jugabaconel cigarrilloy el cenicero; ellaestirabamantecayjaleasobreelpan.

Cuando él regresaba a medianoche, la mujer dejaba de leer, fingía dormir ohablabadeltrabajoeneljardín,delascamisasmallavadas,delniñoydelpreciodela comida.El la escuchaba sinhacerpreguntas, incurioso, sin traernadaverdaderoparacontar.Despuéssacabaunabotelladelarmarioybebíaenlamadrugada,solooconunlibro.

Ella,enelairenocturnodeverano,leespiabaelperfilaguzado,laparteposteriorde la cabeza, donde aparecían canas imprevistas días antes, donde el cabelloempezabaaralear.Dejóde tenerse lástimaylacolocóenelhombre.Ahora,enlosregresos,élsenegabaacomer.Ibahastaelarmarioybebíaenlanoche,enelalba.Tendidoenlacama,hablabaavecesconunavozajena,sindirigirseaellanialtecho;contaba cosas felices e increíbles, inventaba personas y acciones, circunstanciassimplesodudosas.

Se decidió una noche en que el hombre llegómuy temprano, no quiso leer nidesvestirse, leestuvosonriendoantesdehablar.«Quiereayudarelpasodel tiempo.Me contará unamentira exactamente tan larga como le convenga.Algo incrustadoabsurdamenteennuestrasvidas,en lamortecinahistoriaqueestamosviviendo.»Elhombretrajounacopaapenasmediadayleofrecióotrallena.Sabía,desdeañosatrás,queellanoibaatocarla.Nolehabíadadotiempoameterseenlacama,lasorprendióenelgransillónmientrasellamirabaunavezyotraellibro,laspalabrasqueconocíadememoria:«Figúrenseustedeselpesar creciente, el ansiadehuir, la repugnanciaimpotente,lasumisión,elodio».

Elhombresesentófrenteaella,escuchólasrutinariasnovedades,asintiendoensilencio.Cuandoseacercabalamuertedelapausa,dijo,conotraspalabras:

—El viejo.Ese que cobra, fuma,mira despreocupado el trabajo de los peones.Estudióunañoenelseminario,estudióarquitecturaunosmeses.HabladeunviajeaRoma.¿Conquédinero,elpobrediablo?Nosécuántotiempodespués,variosañosentodocaso,eligióreaparecerporestoslugares,porlaciudad.Estabadisfrazadodecura.Mentía, sinalarde,confundiendoydespistando.Nosesabecómo,pudovivirdosdíasydosnochesenelseminario.Tratódeconseguirayudaparaconstruirunacapilla.Exhibía,desplegaba,conunaobstinaciónsemejantealfuror,planosazulosos.Finalmente,volvieronaecharlo,apesardequeélofrecióhacersecargodelosgastos,reunirpersonalmenteeldineronecesario.

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—Talvezhayasidoentonces,noantes,quesedisfrazócon lasotanayanduvogolpeandopuertaporpuertaparapedirayuda.Noparaélsinoparalacapilla.Pareceque lograba convencer con su fervor y con la vaga historia de su fracaso. Habíatenidolaastuciadeirdepositandoeneljuzgadoeldineroquerecibía.Demodoquecuandointervinieronlosverdaderoscurasnohubomásremedioqueconformarseconunamulta,quenopagóél,yalgunosdíasdecárcel.Después,nadiepudoimpedirlequesededicaraahacercasas.Pusoeltechoatantoshorroresquenosrodean,aquí,enVilla Petrus, que la gente le dice «el constructor». Tal vez alguno le llame «señorarquitecto».Nosésiesverdadomentira.Quiénperderíatiempoenaveriguarlo.

—¿Ysifueraverdad?—murmuróellasobreelvaso.—Detodosmodos,noeshistorianuestra.Ellagiróenlacama.Pensóencualquieraqueestuvieravivoohubieracumplido

el rito incomprensible de vivir, en cualquiera que estuviera viviendo o lo hubierahechosiglosatrás,conpreguntasquesóloobteníanelconsabidosilencio.Hombreomujer, ya daba lo mismo. Pensó en el pocero gigantesco, en cualquiera, en lacompasión.

—Mientras cumpla... —comenzó a decir él; entonces sonó el teléfono y elhombreselevantó,delgadoyágil,retardandoloslargospasos.Hablóenelcorredoroscuroyvolvióaldormitorioconcaradefastidio,casirabioso.

—EsMontero,desdelaoficina.Sehabíaquedadoporelbalanceyahora...Ahoramedicequehayalgoraro,quenecesitavermeenseguida.Sinotemolesta...

Ellanotuvonecesidaddeexaminarlelacaraparacomprender,pararecordarquehabíasabidodesdeelprincipioelporquédelincongruenterelatosobreelviejo;queél había hablado y ella escuchó sólo para esperar juntos el llamado telefónico, laconfirmacióndelacita.

—Más Am —pronunció la mujer, sonriendo apenas, sintiendo que la lástimacrecíasinvolverhaciaella.Tomósuvasodeuntragoysealzóparatraerlabotellaycolocarlaenlapequeñamesa,asulado.

Elhombrenoentendió,semantuvosinentendernicontestar.—Perositeparecemejorquemequede...—insistió.Lamujervolvióasonreírmirandorectahacialacortinaquesemovíaconpereza

enlaventana.—No—repuso.Volvióallenarsuvasoyseinclinóparabebersinderramar,sin

ayudadelasmanos.El hombre permaneció un rato de pie, silencioso e inmóvil. Después volvió al

corredorparabuscarunsombreroyunabrigo.Ellaesperóquietaelruidodelcoche;luego,casifelizenelcentroexactodelasoledadydelsilencio,estuvosacudiendolacabezaatontadayotravezmáspusocoñacenlacopa.Estabadecidida,segurayadequeera inevitable, sospechandoque lohabíaqueridodesdeelmomentoquevioel

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pozo y, adentro, el tórax del hombre que cavaba, los brazos enormes y blancoscumpliendo sin esfuerzo el ritmo del trabajo. Pero no podía renunciar a ladesconfianza:nolograbaconvencersedequeeraellaquienestabaeligiendo,pensabaquealguien,otrosoalgohabíadecididoporella.

Fue fácil y ella lo sabía de tiempo atrás. Esperó en el jardín, en sus restos,tejiendosininteréscomosiempre,hastaquelabestiasaliódelacueva,tomóunjarrodeaguayanduvobuscandolamanguerapararefrescarse.Lehizounaseñaylotrajo.Juntoalgaraje,aventurópreguntas tontas.Nosemiraban.Ellapreguntósipodríanvolveratreparallífloresyplantas,arbustosoyuyos,cualquierformavegetalyverde.

Elhombreseagachó,estuvoescarbandoconlasuñassuciasyroídaselpedazodetierraarenosaqueleofrecían.

—Puede—dijo al levantarse—.Es cuestión de querer, un poco de paciencia ycuidado.

Rápidaysusurranteyvoluntariosa,sinhaberlooído,conlasmanosunidasenlaespalda,mirandoelcielonubosoysuamenaza,lamujerordenó:

—Despuésquesevayan.Yquenadielosepa.¿Jura?Impasible, ajeno, sin enterarse, el hombre se tocó la sien y asintió con su voz

pesada.—Vuelvaalaseisyentreporelportón.El gigante se alejó sin despedirse, lento, balanceándose. El viejo estuvo

escuchandoa losángelesqueanunciaban lascincode la tardeyordenóel regreso.Aquellatardeelladejóenpazlascinacinas;lenta,sonámbula,arrepentidaeincrédulafuetrepandolaescaleraycuidóalniño.Luego,desdelaventana,sepusoavigilarelcamino,amirarelcrecienteañildelcielo.«Estoyloca,oestuveylosigoestandoymegusta»,serepetíaconunainvisiblesonrisafeliz.Nopensabaenlavenganza,eneldesquite;apenas,levemente,enlainfancialejanaeincomprensible,enunmundodementiraydesobediencia.

Elhombrellegóalportónalasseis,conelyuyomascadoadornándoleunaoreja.Ella lo dejó caminar, muy lento, un rato, sobre el cemento que cubría el jardínasesinado. Cuando el gigante se detuvo, bajó corriendo —el tambor veloz yacompasadodelospeldañosbajosustacos—yseacercóempequeñecida,hastacasitocar el cuerpo enorme. Le olió el sudor, estuvo contemplando la estupidez y ladesconfianzaenlosojosparpadeantes.Empinándose,conunpequeñofuror,sacólalenguaparabesarlo.Elhombrejadeóyfuetorciendolacabezahacialaizquierda.—Estáelgalpón—propuso.

Ella rió suavemente, breve; estuvo mirando calmosa las cinacinas, como si sedespidiera.Habíamanoteadounamuñecadelhombre.

—Noenelgalpón—repusoporfinycondulzura—.Muysucio,muyincómodo.O arriba o nada—como a un ciego lo guió hasta la puerta, lo ayudó a subir la

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escalera. El niño dormía. Misteriosamente, el dormitorio se conservaba idéntico,invicto. Persistían la cama ancha y rojiza, los escasos muebles, el armario de lasbebidas,lascortinasinquietas,losmismosadornos,floreros,cuadros,candelabro.

Sorda, lejana, lo dejó hablar sobre el tiempo, jardines y cosechas. Cuando elpoceroestabaterminandolasegundacopaseleacercóalacamaydiootrasórdenes.Nunca había imaginado que un hombre desnudo, real y suyo pudiera ser tanadmirableytemible.Reconocióeldeseo,lacuriosidad,unviejosentimientodesaluddormidopor losaños.Ahora lomirabaacercarse;yempezóa tomarconcienciadelodioporlasuperioridadfísicadelotro,delodioporlomasculino,porelquemanda,porquiennotienenecesidaddehacerpreguntasinútiles.

Lollamóytuvoalpoceroconella,hediondoyobediente.Peronosepudo,unavez y otra, porque habían sido creados de manera definitiva, insalvable,caprichosamentedistinta.Elhombreseapartórezongando,conlagargantaatascadayodiosa:

—Siempre es así. Siempre me pasó —hablaba con tristeza y recordando, sinrastrodeorgullo.

Oyeron el llanto del niño. Sin palabras, sin violencia, ella consiguió que elhombresevistiera,ledijomentirasmientrasleacariciabalamejillabarbuda:

—Otravez—murmurócomodespedidayconsuelo.Elhombresemetióderegresoenlanoche,mordiendoacasounyuyo,pisoteando

laira,elantiguo,injustofracaso.(En cuanto al narrador, sólo está autorizado a intentar cálculos en el tiempo.

Puede reiterar en lasmadrugadas, en vano, un nombre prohibido demujer. Puederogar explicaciones, le está permitido fracasar y limpiarse al despertar lágrimas,mocosyblasfemias.)

Talvezhayasucedidoaldíasiguiente.Talvezelviejo, lacara flaca,másviejaque él, libre de expresión, haya esperado un tiempo más. Media semana,supongamos.Hastaquelavioambularporloquehabíasidojardín,entrelacasayelgalpón,colgandopañalesdeunalambre.

Encendió el flojo cigarrillo y, antes de moverse, susurró malhumorado a lospeones:

—Quierosabersinosadelantanlaquincena.Muy lento, casi gimiendo logró desprenderse del asiento y anduvo rengueando

hacia lamujer.Laencontrósinesperanza,más infantilquenunca,casi tan liberadadel mundo y sus promesas como él mismo. El seminarista arquitecto la miró conlástima,fraternal.

—Escuche, señora —pidió—. No necesito respuesta. Ni siquiera, con usted,palabras.

Trabajosamente extrajo de un bolsillo del pantalón un puñado de rosas recién

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abiertas,pequeñashastaelprodigio,vulgares,conlostallosquebrados.Ellalastomósinvacilar,lasenvolvióenuntrapohúmedoycontinuóesperando.Nodesconfiaba;ylosojoscansadosdelviejosóloservíanparadarpasoaunasantiguasganasdellorarquenoestabanyarelacionadasconsuvidaactual,conellamisma.Nodijogracias.

—Escuche, hija—volvió a pedir el viejo—.Eso, las rosas, son para que ustedolvide o perdone. Es lo mismo. No importa, no queremos saber de qué estamoshablando.Cuando las flores semuerany tengaque tirarlas, pienseque somos,nosgusteono,hermanosenCristo.Lehabrándichomuchascosasdemí,aunqueustedvivesola.Peronoestoyloco.Miroysoporto.

Agachó la cabezapara saludary se fue.Fatigadopor elmonólogoempezabaaescuchar en el aire quieto y tormentoso de la tarde el preludio de las cincocampanadas.

—Vamos—dijoalospoceros—.Nohayquincenaadelantada,parece.Despuésdevariasnochesentrelaesperayunaesperanzasindestino,una,antes

delaburrimientodellibroyelsueñoindominable,oyóelruidodelcocheenelgaraje,el atenuado silbido que trepaba cuidadoso la escalera. Ignorante, inocente endefinitivadetantascosas,elhombresilbabaThemanIlove.

Ella lo miró moverse, le hizo una mueca de saludo, aceptó la copa que leacercaron.

—¿Fuistealmédico?—preguntólamujer—.Lohabíasprometido,¿olojuraste?Elperfilhuesudosonriósinvolverse,felizpordarlealgo.—Sí. Fui. No pasa nada. Un hombre esquelético desnudo frente a un gordo

apacible.Larutinadelasplacasylosanálisis.Unhombregordoenguardapolvo,talveznoexageradamente limpio,quenocreíaensumartillito,ensuestetoscopio,enlasórdenesquesepusoaescribir.No;nopasanadaqueellospuedancomprender,curar.

Ella aceptó, por primera vez, otra copa rebosante.Movió los dedos y tuvo uncigarrillo.Estuvoriendoyenvaróelcuerpoparasuprimirlatos.Elhombrelamiraba,asombrado,casifeliz.Diounpasoparasentarseenlacama,peroella, lenta,sefueapartando de las sábanas, de la caricia paternal. Conservaba medio cigarrilloencendidoycontinuófumando,cautelosa.

Estabadeespaldascuandodijo:—¿Porquétecasasteconmigo?Elhombrelemiróunratolasformasflacas,elpeloenrevesadoenlanuca;luego

caminó hacia atrás, hacia el sillón y la mesa. Otra copa, otro cigarrillo, rápido yseguro.Lapreguntade lamujerhabía envejecido,marcaba arrugas, se extendía endesordencomounaplantadehiedraaferradaaunmuroconsusuñas.Perotuvoqueganartiempo;porquelamujer,aunquenuncallegaronasaberloellos,aunquenuncalosuponadie,eramásinteligenteydesdichadaqueelhombreflaco,sumarido.

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—No tenías dinero, no fue por eso—trató de bromear el hombre—.El dinerovinodespués,sinculpamía.Tumadre,tushermanos.

—Ya estuve pensando en eso. Nadie lo hubiera adivinado. Y además, no teinteresaeldinero.Loqueespeor,semeocurreaveces.Entoncesvuelvo:¿porquétecasasteconmigo?

Elhombrefumóunratoensilencio,diciendoquesíconlacabeza,dilatandoloslabiosexangüesencimadelacopa.

—¿Todo?—preguntóporfin;estaballenodecobardíaydelástima.—Todo, claro —la mujer se incorporó en la cama para verle enflaquecer la

cabezaendurecidayresuelta.—Tampoco lo hice porque estuvieras esperando un hijo de Mendel. No hubo

piedad, ningún deseo de ayudar al prójimo. Entonces era muy simple. Te quería,estabaenamorado.Eraelamor.

—Y se fue—afirmó ella desde la cama, casi gritando. Pero, inevitablemente,tambiénpreguntaba.

—Con tanta astucia y disimulo y traición. Se fue; no podría decir si eligiósemanasomesesoprefiriódesvanecersesuavemente,unahorayotra.Estandifícildeexplicar.Suponiendoqueyosepa,queentienda.Aquí,enelbalnearioqueinventóPetrus,eraslamuchacha.Conosinelfetoremoviéndose.Lamuchacha,lacasimujerquepuedesercontempladaconmelancolía,conlasensaciónespantosadequeyanoes posible. El pelo se va, los dientes se pudren.Y, sobre todo, saber que para vosnacíalacuriosidadyyoempezabaaperderla.Esposiblequemimatrimoniocontigohayasidomiúltimacuriosidadverdadera.

Ellacontinuóesperando,envano.Porfinselevantó,sepusounabatayenfrentóalhombreenlamesa.

—¿Todo?—preguntó—.¿Estásseguro?Tepidoporfavor.Ysiesnecesarioqueme arrodille... Por este pequeño pasado que nos ayudamos a pisotear, sin acuerdo,libres, por este pasado encima del cual, hombro contra hombro, por razones deespacio,nosagachamosparaaliviarnos...

Elhombre,conelcigarrillocolgandodelabocaadelgazada,sevolvióhaciaellaylasvértebraslesonaronenlanuca.Sinpiedadnisorpresa,apagadaporlacostumbre,ellaestuvomirandoelrostrodecadáver.

—¿Todo?—seburlóelhombre—.¿Mástodo?—hablabahacia lacopaenalto,haciamomentosperdidos,hacialoquecreíaser—.¿Todo?Talveznolocomprendas.Yahablé,creo,delamuchacha.—Demí.

—Delamuchacha—porfióél.Lavoz,lasconfusiones,lacuidadalentituddelosmovimientos.Estababorracho

ypróximoalagrosería.Ellasonrió,invisibleyfeliz.—Esodije—continuóelhombre,despacio,vigilante—.Laquetodotiponormal

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busca, inventa, encuentra, o le hacen creer que encontró. No la que comprende,protege, mima, ayuda, endereza, corrige, mejora, apoya, aconseja, dirige yadministra.Nadadeeso,gracias.

—¿Yo?—Sí,ahora;ytodoelmalditoresto—seapoyóenlamesaparairalbaño.Ellasequitólabata,elcamisóndepupiladeorfelinatoyloestuvoesperando.Lo

esperóhastaverlosalirdesnudoylimpiodelbaño,hastaquelehizounavagacariciay, tendido a su lado en la cama, comenzó a respirar como un niño, en paz, sinrecuerdonipecado,inmersoenelsilencioinconfundibledondeunamujerahogasullanto,suexasperacióndomada,susentidoatávicodelainjusticia.

El segundo pocero, el flaco y lánguido, el que parecía no entender la vida ypedirleunsentido,unasolución,resultómásfácil,mássuyo.Acasoporlamaneradeserdelhombre,acasoporquelotuvomuchasveces.

Después de las cinco se hería con las cinacinas, cerrando los ojos. Se lamíalentamente las manos y las muñecas. Desgarbado, vacilante, sin comprender, elsegundopocero llegabaa lasseisysedejaba llevaralgalpónqueolíaaencierroyoveja.

Desnudo,sehacíaniñoytemeroso,suplicante.Lamujerusótodossusrecuerdos,sus repentinas inspiraciones. Se acostumbró a escupirlo y cachetearlo, pudodescubrir,entrelapareddezincyeltecho,unrebenqueviejo,singrasa,abandonado.

Disfrutaba llamándolocon silbidos comoaunperro,haciendo sonar losdedos.Unasemana,dossemanasotres.

Sinembargo,cadagolpe,cadahumillación,cadacobroyalegríalaintroducíanenlaplenitudyelsudordelverano,enlaculminaciónquesólopuedesercontinuadaporeldescenso.

Habíasidofelizconelmuchachoyaveceslloraronjuntos,ignorandocadaunoelporquédelotro.Pero,fatalmenteylenta,lamujertuvoqueregresardelasexualidaddesesperadaalanecesidaddeamor.Eramejor,creyó,estarsolaytriste.Novolvióaveralospoceros;bajabaenelcrepúsculo,despuésdelasseis,yseacercabacautelosaalosárbolesdelcerco.

—Sangre—la despertaba el hombre al volver de madrugada—; sangre en lasmanosyenlacara.

—No es nada—respondía ella esperando el regreso del sueño—. Todavía megustajugarconlosárboles.

Una noche el hombre volvió para despertarla; se sirvió una copa mientras seaflojaba la corbata. Sentada en la cama, la mujer le oyó la risa y la estuvocomparando con el ruido claro, fresco, incontenible que le había escuchado añosatrás.

—Mendel —dijo por fin—. Tu maravilloso, irresistible amigo Mendel. Y, en

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consecuencia, mi amigo del alma. Está preso desde ayer. Y no por mis papeles,documentos,sinoporqueeraforzosoqueterminaraasí.

Ellapidióunacopasinsodaylatomódeuntrago.—Mendel—dijoconasombro,incapazdeentender,deadivinar.—Yyo—murmuróelhombreentonodeverdad—nosabiendotodoeldíasile

hagounfavorentregándolealjuezlossuciospapelesoquemándolos.Hasta que, en mitad del verano, llegó la tarde prevista mucho tiempo antes,

cuandoteníasujardínsalvajeynohabíanllegadopocerosadeshacerlo.Caminóporeljardínqueaplastabaelcementoysearrojósonriente,contécnica

muyviejaysabida,contralascinacinasysusdolores.Rebotó en blanduras y docilidades, como si las plantas se hubieran convertido

repentinamente en varas de goma. Las espinas no tenían ya fuerza para herir ygoteaban, apenas, leche, un agua viscosa y lenta, blancuzca, perezosa. Probó otrostroncosytodoseraniguales,manejables,inofensivos,rezumantes.

Se desesperó al principio y terminó por aceptar; tenía la costumbre.Ya habíanpasadolascincodelatardeylospeonessehabíanido.Arrancandoalpasoalgunasfloresyhojassedetuvopararezar,depie,debajodelaaraucariainmortal.Alguiengritaba,hambrientooasustadoenelprimerpiso.Conunaflormagulladaenlamano,comenzóa subir laescalera.Amamantóalniñohasta sentirlodormido.Despuéssebendijoyfuerefregandolospasoshaciaeldormitorio.Escarbóenelroperoypudoencontrar,casienseguida,entrecamisasycalzoncillos,elSmithandWesson,inútil,impotente.Todoeraunjuego,unrito,unprólogo.

Perovolvióarezar,mirandoelbrilloazulosodelarma,dosprimerasmitadesdelAveMaría;fueresbalandohastacaerenlacama,reconstruyólaprimeravezytuvoqueabandonarse,llorar,verdenuevolalunadeaquellanoche,entregada,comounaniña.Elcañoheladodelrevólvermuertoatravesólosdientes,seapoyóenelpaladar.

Devueltaalcuartodelniñolerobólabolsadeaguacaliente.Eneldormitorio,envolvió en ella el Smith and Wesson, aguardando con paciencia que el cañoadquirieratemperaturahumanaparalabocaansiosa.

Admitió,sinvergüenza,lafarsaqueestabacumpliendo.Luegoescuchó,sinprisa,sinmiedo,lostresgolpesfallidosdelpercutor.Escuchó,porsegundos,elcuartotirode la bala que le rompía el cerebro. Sin entender, estuvo un tiempo en la primeranoche y la luna, creyó que volvía a tener derramado en su garganta el sabor delhombre,tanparecidoalpastofresco,alafelicidadyalveraneo.Avanzabapertinazencadabocacalledelsueñoyelcerebrodeshechos,encadamomentodefatigamientrasremontaba la cuesta interminable, semidesnuda, torcida por la valija. La lunacontinuaba creciendo. Ella, horadando la noche con sus pequeños senosresplandecientesyduroscomoel zinc, siguiómarchandohastahundirse en la lunadesmesuradaquelahabíaesperado,segura,años,nomuchos.

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Justoeltreintaiuno

Cuandotoda laciudadsupoquehabía llegadoporfin lamedianocheyoestaba,soloycasiaoscuras,mirandoelríoylaluzdelfarodesdelafrescuradelaventanamientras fumabayvolvíaaempeñarmeenbuscarunrecuerdoquemeemocionara,unmotivo para compadecerme y hacer reproches almundo, contemplar con algúnodioexcitantelaslucesdelaciudadqueavanzabanamiizquierda.

Había terminado temprano el dibujo de los dos niños en pijama que seasombraban matinalmente ante la invasión de caballos, muñecas, autos ymonopatines sobre sus zapatosy la chimenea.Deacuerdocon lo convenido,habíacopiado las figuras de un aviso publicado en Companion. Lo más difícil fue laexpresiónbabosade lospadresespiandodesdeunacortinayabstenermedeusarelcarmínparacruzareldibujoconletraspeludasdepinceldemarta:Bibalafelisidá.

Pero en cambio pude dedicar los cuarenta minutos que me separaban del añonuevo,demicumpleañosydelprometidoregresodeFriedapintandoenletrasverdesunnuevocartelitoparaelcuartodebaño.Elviejoestabadesteñido, salpicado,conmanchas de jabón y dentífrico. Además había sido hecho con letras cursivas yespantosas,conesacaligrafíaqueseempleaenlastablitasquecuelganloscretinosenlasparedes:casachica,corazóngrande,bienvenidos,barcojovencapitánviejo.

HabíacompradoparaFriedaunregaloquelaestabaesperando,envueltoenpapelceleste,juntoasuvaso,alabotelladecaña,alplatitoconfrutasabrillantadas,turróny nueces, en el lugar de lamesa que ella acostumbraba ocupar. También le habíacompradoun toscano y un paquete de hojas de afeitar para que se cortara el pelo.Aunquehacíapocosmesesquevivíamosjuntosestosregaloserantradicionalesparalosaniversariosquerespetábamosoinventábamos.Ellalosagradecíaconinsultosdeobscenidadasombrosa,avecesconvincentes,prometíavenganzas,terminabasiempreaceptandomibuenavoluntad,miestimaymicomprensióndescuidada.Susregalos,en cambio, eran empleos, formas de ganar poco dinero, artilugios para que yoolvidaraqueestabaviviendodelsuyo.

Los sábados de noche, cuando había mucha gente, cuando empezaba a estarborracha, Frieda iba a sentarse en el inodoro y duranteminutos o cuartos de hora,mientrasnofueranadieabuscarla,seestabacasiinmóvil,conlasbombachasenlasrodillas, cortándose conunahojita de afeitar, con avaricia, el peloque le cubría lafrente,mirandoconsusojosalertadepájaroelcartelitoclavadoentreelbotiquínylapileta,elmismoqueyoestabarenovandoparasorprenderla,losversosdeBaudelairequedicen:«Gracias,Diosmíopornohabermehechomujer,ninegronijudíoniperronipetizo».Nadiequeusaraelinodoropodíaalejarsesinhaberlosrezado.

Pero en aquella víspera de año nuevo habíamos querido —o nos habíamosenvueltoenmentirashastacomprometernos—estarsoloseintentarsentirnosfelices.

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Ella había jurado dejarlo todo, alumnas de baile, clientas del taller de vestidos,proposiciones inesperadas, para estar sola conmigo antes de lamedianoche.Yo noteníamuchascosasquedejarparacorresponder:en lanochedefindeañoalguien,alguna,delatribusiniestrasededicaríaacontemplarhastaelalbalasoscilacionesdelacabezadelviejo.

No era la felicidad pero era el menor esfuerzo. Frieda llegaría, pero no llegó,antesdelañonuevo.Comeríamosalgoynosdedicaríamos,expertos,demorandolascosasparanoestropearlas, aemborracharnos:yoharíapreguntasde interés fingidopara animarla a repetir el monólogo sobre su infancia y su adolescencia en SantaMaría,lahistoriadesuexpulsión,lascarrichosas,variablesevocacionesdelparaísoperdido.

Talvez,alfinaldelanoche,hiciéramoselamorenlacamagrande,laalfombradelprimercuartooenelbalcón.Amímedaríalomismohacerloono;peronuncahabíaconocidoaunamujertancapacitadaparaseguirsorprendiendo,tandispuestaaconfesarse. Cuando se le ocurría acostarse conmigo y la borrachera la obligaba aconversar,eracomoposeeradecenasdemujeresysaberdeellas.Talvez,además,aceptaracelebrarelañonuevocolocándosedeespaldasalpisooalcolchón.

Estabafumandoybebiendoconmuchaagua,enlaventana,cuandoempezaronasonarlasbocinasylostiros.Meeraimposibleocuparmedemí;demodoquepenséenMaríaEugeniayenSeoanemihijo,meesforcéensufriryenacusarme,recordéanécdotasquenadalograbansignificar.

Todo, simplemente, había sido o era así, de talmanera, aunque acaso fuera deotra, aunque cada persona imaginable pudiera dar una versión distinta. Y yo,definitivamente, no sólo no podía ser compadecido sino que ni siquiera resultabacreíble.Losdemásexistíanyyolosmirabavivir,yelamorquelesdedicabanoeramásquelaaplicacióndemiamorporlavida.

Ya se habíanolvidado enMontevideode lamedianoche.Las luces del ladodeRamírezcomenzabana ralearyyaestarían lasparejasdelbaileenelParqueHotelyendoyviniendodelaarena,cuandoempezódeveraselañonuevo.Algúntamborilde negro volvió a sonar, profundo, solitario, no vencido, en las proximidades delcuartel,ehizoconfusaslaspalabras.

Pero reconocía la voz de Frieda, insegura, entregándose, perdiendo la energía.Gritó «Himmel» y yo crucé el departamento, bajé sin ruido unos peldaños de laescaleradeladrillos,aoscuras,quellevabaaljardínyalaentrada.

Allínohabíamásluzquelaquellegaba,diluida,delProa.Peropudeverla,bienplantadaentredoscanterossecos,atlética,balanceandosuvigor,mientrasunabortode padres tuberculosos, negruzco y con polleras, con la cabeza fantásticamenteagrandadaporunajornadadetrabajodeunpeluquerobarato,ledecía:«porqueamí,guacha, porque si te creíste que me vas a tomar para la farra. Porque si andás

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conmigo no andás con nadie más». Le golpeaba la cara con la mano y Frieda sedejaba;luegoempezóapegarleconlacartera,metódicaysindescanso.

Mesentéenunpeldañoyencendíuncigarrillo.«Friedapuedeaplastarlaconsolomoverunbrazo—pensé—Friedapuedehacerlallegaralríoconsolounapatada.»

Pero Frieda había elegido empezar así el año: con las manos en las nalgas,exagerandolaanchuradeloshombrosdeltrajesastre,dejándosepegarygozándolo,contestandoaloscarterazosconsusroncos«Himmel»queparecíansonarparapedirmásgolpes.

Cuandolainmundiciasecansódepegar,lloraronlasdosysalierondeljardínalacalle.Lasvidetenerse, jadeantes,ycaminardespuésabrazadas.EntoncessubíparaprendertodaslaslucesyofrecerleaFriedaunabuenarecepcióndeañonuevo.

Latuvebajoellujodelalámparadepie,osoloellaestuvoallí,enelsillón,consupelorubio,tapándolelafrente,labocatorcidaenvicioyamargura,lacejaderechaalzada como siempre y curvándose ahora sobre un ojo amoratado. Con los labiospartidos y sangrantes que no quiso curarse, me obligó a entrar en el año nuevohablandodeSantaMaría.Sufamilialahabíaechadodeallíylegirabadinerotodoslosmesesporquedesdeloscatorceañosellasehabíadedicadoaemborracharseyapracticarelescándaloyelamorcontodoslossexosprevistosporlasabiduríadivina.

Digoestoenhomenajeaella,quesemostrabamáscatólicacadadomingoyquemellenabacadasábado,cadamadrugadadesábado,eldepartamento—pagadoporella–—demujerescadavezmásviejas,asombrosasyabyectas.Hablódesuinfanciaprovinciana y de su familia de junkers, absolutamente culpable de que ahora, enMontevideo,ellanotuvieramáscaminoqueemborracharseyreiterarelescándaloyel crapuloso amor. Habló hasta la madrugada de ese primero de enero, dedesencuentros y culpas ajenas, borracha desde antes de llegar, acariciándose el ojocasicerradodeltodo,disfrutandodeldolordeloslabiospartidosehinchados.

—Mepareció––dijosonriendo––novasacreerme,meparecióqueestabaSeoaneenlaesquina.

—¿Aestashoras?Además,hubierasubidoaverme.—Alomejornovinoparaverte.—Sí,querida––dije.—Noparavisitarte.Talvezparaespiarlacasaporsisalíasoentrabas.—Puedeser––asentí,porquenomegustabahablardeSeoaneconFriedaytalvez

connadie.Hablaba, como todas lasmujeres, de una Frieda ideal, se admiraba del triunfo

incesantedelainjusticiaylaincomprensión,buscaba,ofrecíaculpablessinodiarlos.Nodijonadadelarepugnanciainexplicablequelehabíaestadogolpeandolacara

conlacartera.Yoyaestabaacostumbradoasunecesidaddetraerseamantescadavezmássuciasybaratas.Comoeltiempocarecedeimportancia,comolasimultaneidad

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esundetallequedependedeloscaprichosdelamemoria,meerafácilevocarnochesenqueeldepartamentodondeFriedamepermitíavivirestabapobladopornumerosasmujeresqueellasehabía traídode lacalle,debaresdelpuerto,delVictoriaPlaza.Lashubohermosasybienvestidas,conpocasjoyas,conajorcas,contrajesoscuroscompletadosporperlas.

Peroenlosúltimostiemposabundaronlasmestizasinsolentesysucias,lasmalaspalabras, los cigarrillos quemándose colgados de la boca. Con frecuencia, losdiálogos enconados me impedían dormir y saltaba de la cama y recorría eldepartamentomordiendouncigarrillocomounaramitadeolivo,desplazándomecontrabajo entre lasmujeres en cuclillas, sentadas sobre lamesa, abiertas en el diván,arrodilladas en la cocina, cambiándose en el cuarto de baño, recibiendo el sol o lalunaenlasbaldosascoloradasdelbalcón.

—Herrerapagó—dijoFrieda–—.Hizobien,asíempiezamejorelañoytalvezletraigasuerte.

Losbilleteshabíancaídodemipechoalamesa.Loslevantésinaflojarlagomaquelosrodeaba;erandecienpesos.

—¿Pagótodo?—pregunté.Friedasepusoareírydespuéssechupóellabiopartido.—Dameuntragoyunpucho.Esapobreatorranta.Peroestanlindodejarydejar,

quetehaganloquequieran,quenisospechansiquieraquiensosvos.Dejarhastaquedeprontoaalguiense leocurrequeseacabóyentoncesunodejadesoportarydetener placer en dejarse y hace con todas las ganas y la felicidad del mundo labarbaridadmásgrande.En revancha;ynopororgulloniporganasdedesquitarse,sinoporquedeprontoelplacerconsisteenpegarynoendejarsegolpear.¿Si?

—Entiendo––dije. La escuchaba haciendo bailar sobre mi mano el cilindro debilletes.

—¿Mevasaayudar?Cuandollegueelmomento,digo,sillega.—Claro.Meguardéeldineroenelbolsillodelpantalón,llenéunvasodecañay

selodi,lepuseuncigarrilloenlabocayleacerquéunfósforo.—Cuandoquieras.¿Pagóono?Quierodecir,¿pagótodoyparasiempre?

Friedaseincorporóconunataquederisaysedejócaerdecostadosalpicandoelpisoconlababa.

—Creoqueesasucia...––seapretó lascostillasypusodespuésunacara infantilparaescucharloqueibaquedandodelanoche–—.Queesaperrainmundamediounrodillazoenelvientre.Noesnada.Sí,pagótodo.Yoledijequeeralaúltimacuota.Nosésiescierto,nosésidentrodeunasemana,cuandoestéjugandoconloshijosylos regalosdeReyesnomeaparezcoparapedirlemásdinero.Ynome importa eldinerodeHerrera.Yaves,yateloguardaste.Meimportajoderlo,esaesmirelaciónconélytendráqueseguirasí.

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—Frieda––dijeenvozmuyalta.Seremovióenelsillónyterminóporlevantarlacabeza.Estababorracha, tenía la sonrisadeniña, empezabana caerle las lágrimas.Puse el dinero sobre lamesa, cuidando que no rodara. Estámal.Hay que dar porterminadoelasuntodeHerrera.

Se encogió de hombros y me estuvo mirando como si me quisiera, con unasonrisa tan triste y asombrada,mientrasmovía perezosa la lengua para tocarse laslágrimas.

—Comoquieras––dijo—Dameotrotrago,vamosafestejarelaño.

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Lanoviarobada

EnSantaMaríanadapasaba,eraenotoño,apenasladulzurabrillantedeunsolmoribundo, puntual, lentamente apagado. Para toda la gama de sanmarianos quemirabanelcieloylatierraantesdeaceptarlasinrazónadecuadadeltrabajo.

Sinconsonantes,aquelotoñoquepadecíenSantaMaríanadapasabahastaqueunmarzo quince empezó sin violencia, tan suave como el Kleenex que llevan yescondenlasmujeresensuscarteras, tansuavecomoelpapel, lospapelesdeseda,sedosos,arrastrándoseentrenalgas.

Nada sucedió en Santa María aquel otoño hasta que llegó la hora —por quémaldita o fatal o determinada e ineludible—, hasta que llegó la hora feliz de lamentirayelamarilloseinsinuóenlosbordesdelosencajesvenecianos.

Me dijeron,Moncha, que esta historia ya había sido escrita y también, lo queimporta menos, vivida por otraMoncha en el sur que liberaron y deshicieron losyanquis,enalgúnfluctuantelugardelBrasil,enuncondadodeunaInglaterraconlaOídVic.

Dije,Moncha, que no importa porque se trata, apenas, de una carta de amor ocariñoorespetoolealtad.Siempresupiste,creo,queyotequeríayquelaspalabrasqueprecedenysiguensedebilitanporquenacieronde la lástima.Piedad,preferías.Telodigo,Moncha,apesardetodo.Muchosseránllamadosaleerlasperosólotú,yahora,elegidaparaescucharlas.

Ahoraeresinmortaly,atravesandotantosañosquetalvezrecuerdes,conseguisteesquivar las arrugas, los caprichosos dibujos varicosos en las piernas hinchadas, latorpezalamentabledetupequeñocerebro,lavejez.

Haceunashorasapenasquetomécaféyanísrodeadoporbrujasquesólodejabandehablar paramirarte.Moncha, para ir al bañoo sorberse losmocosdetrás deunpañuelo.Peroyosémásymejor,yotejuroqueDiosaprobótuestafay,también,quesupopremiarla.

Me dicen, además, que si persisto, debo comenzar por el final, volver a tusmarchas incomprensibles, en cuatro patas, de cuando tenias un año de edad, saltarsobre tu susto de la primeramenstruación, tocar otra vez conmisterio y trampa elfinal, regresar a tus veinte años y al viaje,movermede inmediato hacia tu primer,siniestro,desconsoladoaborto.

Pero tú y yo, Moncha, hemos coincidido tantas veces en la ignorancia delescándalo que prefiero contarte desde el origen que importa hasta el saludo, ladespedida.Medarás lasgracias, te reirásdemimemoria, nomoverás la cabeza alescuchar loqueacasonodebadecirte.Comosiyaestuvierascapacitadaparasaberquelaspalabrassonmáspoderosasqueloshechos.

No, nunca, para ti.Nunca entendiste, en el fondo, palabras que no anunciaran,

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afónicas, dinero, seguridad, alguna cosa que te permitiera acomodar las grandesnalgasdetucuerpoflacoenunamplio,dócilsillóndeviudareciente.

Noescartadeamornielegía;escartadehabertequeridoycomprendidodesdeelprincipioinmemorablehastaelbesoreiteradosobretuspiesamarillos,curiosamentesuciosysinolor.

Moncha,otravez,recuerdoyséqueregimientostevieronyusarondesnuda.Quete abriste sin otra violencia que la tuya, que besaste en mitad de la cama, que tehicieron,casi,lomismo.

Ahora llegan las señoras para verte una desnudez novedosa y definitiva; paralimpiarte con las carcomidas esponjas y una puritana concentrada obstinación.Tuspiescontinúanconsumidosysucios.

Comparado con tu boca, por primera vez suave y bondadosa, nada que puedadecirte recordando tiene importancia.Comparándolo conel olorque te invadey terodea,nadaimporta.Menosyo,claro,entretodos,yoqueempiezoaolerlaprimera,tímida,casigrataavanzadadetupodredumbre.Porqueyosiempreestuveviejoparati y no me inspiraste otro deseo posible que el de escribirte algún día lejano unaorilladacartadeamor,unacartabreve, apenas,unalineamientodepalabrasque tedijerantodo.Lacortacarta,insisto,queyonopodíapreverteveíapasar,grotescaydolorosa por las calles de Santa María, o te encontraba grotesca y dolorosa,impasible, con la terca resolución de tu disfraz entre la nunca revelada burla encualquierrincón,yyocontribuíasinpalabrasacreareimponerunrespetoquesetedebíadesdesiglosporserhembraytransportarrecatadaeineludibletupersonaentrelaspiernas.

Yesmentiraperotevidesfilarfrentealaiglesia,cuandoSantaMaríasesacudióel primer, tímido, casi inocente prostíbulo, joven, vigorosa y torpe equivocando elpaso, con tu expresión de prescindencia y desafío, detrás del cartelón dondeflameabanconaudaciaytimidezlasaltas,estrechasletrasnegras:«Queremosnovioscastosymaridossanos».

Lacarta,Moncha,imprevisible,peroqueahorainventohaberpresentidodesdeelprincipio.Lacartaplaneadaenuna islaqueno se llamaSantaMaría,que tieneunnombreque sepronuncia conuna efede la garganta, aunque tal vez sólo se llameBisinidem,sinefeposible;unasoledadparanosotros,unamaníapertinazdeobsesoyhechizado.

Porastucia,recurso,humildad,amoralocierto,deseodeserclaroyponerorden,dejoelyoysimuloperdermeenelnosotros.Todoshicieronlomismo.

Porqueesfácillaperezadelparaguasdeunseudónimo,defirmassinfirma:J.C.O.Yolohicemuchasveces.

Esfácilescribirjugando;segúndijoelviejoLanzaoalgúnirresponsablenosdijoqueinformódeella:unamiradadesafiante,unabocasensualydesdeñosa,lafuerza

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delamandíbula.Yasehizounavez.Pero lavasquitaMoncha Insurraldeo InsaurraldevolvióaSantaMaría.Volvió,

comovolvieron,vuelven todos,en tantosaños,que tuvieronsufiestadeadiósparasiempreyhoyvagan,vegetan,buscansobrevivirapoyadosencualquierpequeñacosasólida,unmetro cuadradode tierra, tan lejosy alejadosdeEuropa,que senombraParís, tan lejos del sueño, el gran sueño. Podría decir regresan, retornan. Pero laverdadesquevolvemosa tenerlosenSantaMaríayescuchamossusexplicacionessobreelolvidablefracaso,sobreelinjustoporquéno.Protestandesdelairacundiaenvozdebajohastaelgemidodereciénnacidos.Entodocaso,protestan,explican,sequejan,desprecian.Peronosaburrimos,sabemosquemascaránconplacerelfracasoy las embellecidas memorias, falsificadas por necesidad, sin intención pensada.Sabemosquevolvieronparaquedarsey,otravez,seguirviviendo.

Demodoquelaclave,paraunnarradoramableypatriótico,es,tienequeser,laincomprensión ajena e incomprensible, la mala suerte, también ajena, igualmenteincomprensible.Perovuelven,lloran,serevuelven,seacomodanysequedan.

PoresoenestaSantaMaríadehoy,concarreterasaltas,tandistinta,tenemos,sinnecesidadde trámites de expropiacióny a precio triste pero barato lo que puede ytienecualquiergranciudad.Reconocemoslaproporciónadecuada:diezacien,cienamil,millaralmillón.Perohayyhabrá,siempreenSantaMaría,connuevascarasycodos que sustituyen al últimodesaparecido, nuestroPicasso, nuestroBelaBártok,nuestro Picabia, nuestro LloydWright, nuestro Ernesto Hemingway, peso pesado,barbudoyabstemio,tansaludablecazadordemoscasparalizadasporelfrío.

Muchos más fracasos, caricaturas que ofrecen pensar, réplicas torpes yobstinadas.Decimosquesíaceptamos,yhay,parece,queintentarseguirviviendo.

Pero todos volvieron aunque no hayan viajado todos. Díaz Grey vino sinhabernosdejadonunca.LavasquitaInsurraldeestuvoperonoscayódespuésdesdeelcieloytodavíanosabemos;poresocontamos.

Misteriosamente, todavía, Moncha Insurralde volvió de Europa para no hablarcon ninguno de nosotros, los notables. Se encerró, con llave, en su casa, no quisorecibir a nadie, por tres meses la olvidamos. Después, sin buscarlas, las noticiasllegaron al club y al bar del Plaza. Era inevitable,Moncha, que nos dividiéramos.Unosnocreíamosypedíamosotracopa,naipes,untablerodeajedrezparamatareltema.Otroscreíamosdesapasionadosydejábamosarrastrarse lasyamuertas tardesdeinviernoalotroladodelosvidriosdelhotel,jugandoalpoker,aguardandoconlacarainmóvilunaconfirmaciónesperadaeindudable.Otrossabíamosqueeraciertoyflotábamosentrelalujuriaimposibledeentenderyunsecretosellado.

Las primeras noticias nos pusieron incómodos pero traían esperanza, volabannacidasenotromundo,tanaparte, tanajeno.Aquello,elescándalo,nollegaríaala

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ciudad,noibaarozarlostemplos,lapazdelascasassanmarianas,especialmentelapaznocturnade las sobremesas, las horas perfectas depaz, digestión e hipnotismofrente al mundo absurdo por torpe, de la imbecilidad crasa y jubilosamentecompartidaqueparpadeabaydecíatartamudaenlosaparatosdetelevisión.

Los muros, ociosamente altos, de la casa del muerto vasco Insaurralde nosprotegíandelgritoy lavisión.Elcrimen,elpecado, laverdady ladébil locuranopodíantocarnos,nosearrastrabanentrenosotrosdejando,parainjuriaolucidez,unafina,temblorosababadeplata.

Monchaestabaencerradaenlacasa,excluidaporloscuatromurosdeladrillosyde altura insólita.Moncha, guardada, además, por ama de llaves, cocinera, choferinmóvil, jardinero, peonas y peones, era una mentira lejana, fácil de olvidar y nocreer,unaleyendatanremotayblanca.

Sabíamos, se supo, que dormía como muerta en la casona, que en las nochespeligrosasde luna recorríael jardín, lahuerta, elpastoabandonado,vestidaconsutrajedenovia.Ibayregresaba,lenta,erguidaysolemne,desdeunmurohastaelotro,desdeelanochecerhastaladisolucióndelalunaenelalba.

Ynosotros a salvo, con permiso de ignorancia y olvido, nosotros, SantaMaríatoda,resguardadosporelcuadriláterodealtasparedes,tranquiloseirónicos,capacesde no creer en la blancura lejana, ausente, en la raya blanca ambulante bajo lablancurasiempremayordelalunaredondaocornuda.

Lamujerbajandodelcochedecuatrocaballos,delolordeazahares,delcuerodeRusia. Lamujer, en el jardín que ahora hacemos enorme y donde hacemos crecerplantasexóticas,avanzandoimplacableycalinosa,sinnecesidaddedesviarsuspasosentrerododendrosygomeros,sin rozarsiquiera los rectosárbolesdeorquídeas,sinquebrarsuaromainexistente,colgadasiempreysinpesodelbrazodelpadrino.Hastaque éste murmuraba, sin labios, lengua o dientes, palabras rituales, insinceras yantiguas para entregarla, sin violencia, apenas un inevitable y elegante rencor demacho, para entregarla al novio en los jardines abandonados, blancosde lunaydevestido.

Y luego, lentamente, rada noche clara, la ceremonia de la mano, ya infantil,extendidaconsuleve,resucitadotemblor,alaesperadelanillo.Enesteotroparquesolitario y helado ella, de rodillas junto a su fantasma, escuchando las ingastablespalabras en latín que resbalaban del cielo. Amar y obedecer, en la dicha y en ladesgracia,enlaenfermedadyenlasalud,hastaquelamuertenossepare.

Tanhermosoeirrealtodoesto,repetidosinfatiganiverdaderaesperanzaencadainexorablenocheblanca.Encerradoenlainsolentealturadecuatromuros,apartedenuestrapaz,nuestrarutina.

Había entonces tantos médicos nuevos y mejores en Santa María, pero lavasquita.Moncha Insaurralde,casienseguidadesu regresodeEuropa,antesde la

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clausuraentrelosmuros,llamóporteléfonoaldoctorDíasGrey,pidióconsulta,trepóuna siesta los dos tramos de escalera y sonrió estupidizada, sin aliento, la manoapretadacontraelpechopara levantar la teta izquierdayapoyarlasobredondeellacreíatenerelcorazón,excesivamentepróximaalhombro.

Dijo que iba a morirse, dijo que iba a casarse. Estaba o era tan distinta. ElinevitableDíazGreytratóderecordarla,algunosañosatrás,cuandolahuidadeSantaMaría,del falansterio, cuandoellacreyóqueEuropagarantizaba,por lomenos,uncambiodepiel.

—Nada,nohaysíntomas—dijolamuchacha—.Noséporquévineavisitarlo.Siestuvieraenfermahubieraidoaverunmédicodeverdad.Perdóneme.Peroalgúndíasabráqueustedesmásqueeso.Mipadrefueamigosuyo.Talvezhayavenidoporeso.

Se levantó flaca y pesada, balanceándose sin coquetería, empujando conresoluciónenvejecidaalcuerpodesparejo.

«Una todavía lindapotranca, yeguadepura sangre, con sobrecañasdolorosas»,pensóelmédico.«Sipudieralavartelacarayauscultarla,nadamásqueeso,tucarainvisibledebajodelvioleta,elrojo,elamarillo,lasrayitasnegrasquetealarganlosojossinintenciónseguraocomprensible

»SipudieraverteotravezdesafiandolaimbecilidaddeSantaMaría,sindefensaniprotecciónnimáscara,conelpelomalatadoenlanuca,conelexactoingredientemasculino que hace de unamujer, sinmolestia, una persona. Eso inapresable, esecuartooquintosexoquellamamosunamuchacha.

»Otraloca,otradulceytrágicaloquita,otraJulitaMalabiaentanpocotiempoyentrenosotros,tambiénjustamenteenelcentrodenosotrosynopodemoshacermásquesufrirlayquererla.».

Avanzó hasta el escritorio mientras Díaz Grey se desabrochaba la túnica yencendíauncigarrillo;abrió lacarterabocaabajoparaderramar todoyalgún tubo,algúnfetichefemeninorodósinprisa.Elmédiconomiró;sóloleveía,queríaverlelacara.

Ellaapartóbilletes,losbarajóconungestodeascoylospusojuntoalcododelmédico.

«Loca,sincura,sinposibilidaddepreguntas.»—Pago—dijoMoncha—.Pagoparaquemerecete,mecure,repitaconmigo:me

voyacasar,mevoyamorir.Sintocareldinero,sinrechazarlo,DíazGreysepusodepie,searrancólatúnica,

tanblanca,tanalmidonadaymiróelperfilcrispado,lagroserapinturaquecambiabaahora,contralaluzdelventanal,susasombrosascombinacionesdecolor.

—Ustedsevaacasar—recitódócil.—Ymevoyamorir.

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—Noesdiagnóstico.Ellasonrióbrevemente, recuperandolaadolescencia,mientrasvolvíaa llenar la

cartera. Papeles, carnets, joyas, perfume, papel higiénico, una polvera dorada,caramelos, pastillas, un bizcochomordido, acaso algún sobrecito arrugado,mustioporeltiempo.

—Pero no alcanza, doctor.Tiene que venir conmigo.Tengo el coche abajo.Escerca,estoyviviendo,unosdíasosiempre,nosesabequiéngana,enelhotel.

DíazGreyfueyviocomounpadre.Mientrasmirabaelsecretoacariciódistraídola nuca inquieta de Moncha: le rozó los codos, tropezó sus ademanes contra unpecho.

Vio.DíazGrey, la décima parte de lo que hubiera visto y podido explicar unamujer.Sedas,encajes,puntillas,espumasinuosasobrelacama.

—¿Comprende ahora?—dijo la mujer sin preguntar—. Es para mi vestido denovia.MarcosBergneryelPadreBergner—seriómirandolablancuraencrespadaen la colcha oscura—. Toda la familia. El Padre Bergner me va a casar conMarquitos.Todavíanofijamosfecha.

DíazGrey encendió un cigarrillomientras retrocedía. El cura habíamuerto ensueñosdosañosantes;Marcoshabíamuertoseismesesatrás,despuésdecomidayalcohol, encima de unamujer. Pero, pensó, nada de aquello tenía importancia. Laverdad era loque aúnpodía ser escuchado,visto, tocado acaso.Laverdad eraqueMonchaInsaurraldehabíavueltodeEuropaparacasarseconMarcosBergneren laCatedral,bendecidaporelcuraBergner.

Aceptóydijo,acariciándolelaespalda:—Sí.Escierto.Yoestabaseguro.Monchasepusoderodillasparabesarlosencajes,suaveyminuciosa.—Allánopudeserfeliz.Loarreglamosporcarta.Eraimposiblequetodalaciudadparticiparaenelcomplotdementiraosilencio.

PeroMoncha estaba rodeada, aún antes del vestido, por un plomo, un corcho, unsilencio que le impedían comprender o siquiera escuchar las deformaciones de laverdad suya, la que le habíamos hecho, la que amasamos junto con ella. El PadreBergner estabaenRoma, siempre regresandodecoloreadas tarjetaspostales conelVaticanoalfondo,siemprepasandodeunacámaraaotra,siemprediciendoadiósacardenales, obispos, sotanas de seda, una teoría infinita de efebos con ropas demonaguillos,vinajeras,espiralesvelocesdelhumodelincienso.

Siempre estaba Marcos Bergner volviendo con su yate de costas fabulosas,siempreatadoalpalomayorenlastormentasineludiblesycadavezvencidas,cadadía o noche jugando con la rueda del timón, un poco borracho, acaso, la carainolvidable entrando en el regreso, en la sal y el iodo que le hacían crecer yenrojecíanlabarbacomoenelfinalfelizdeunamarcainglesadecigarrillos.

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Esto, la ignorancia de las fechas de los seguros regresos, la validez indudable,incontestabledelapalabraopromesadeunInsaurralde,palabravascaodevascoquecaíaypesabasinnecesidaddeserdichaydeunavezparasiempreenlaeternidad.Un pensamiento, apenas, tal vez no pensando nunca por entero; una ambición depromesapuestaenelmundo,colocadaallíeindestructible,siempreendesafío,másfuerteyrotundasillegabaacubrirlaelmaltiempo,lalluvia,elviento,elgranizo,elmusgoyelsolenfurecido,eltiempo,solo.

Demodoquetodosnosotros,nosotros,laayudamos,sinpresentirniremordernos,ahundirseenlabreveprimeraparte,enelprólogoqueseescribeparabeneficiodeignorantes.Ledijimossi,aceptamosqueeraurgenteynecesarioyesposiblequeletocáramos un hombro para que subiera al tren, es posible que esperáramos,deseáramosnovolveraverla.

Yasí, impulsadaapenaspornuestrabuenavoluntad,pornuestrabienmerecidahipocresía, Moncha, Moncha Insaurralde o Insurralde, bajó a la Capital —en ellenguaje de los escribas de «El Liberal»— para que Mme. Carón convirtiera sussedas,encajesypuntillasenunvestidodenoviadignodeella,deSantaMaría,deldifuntoMarcosBergner,muertoperoenelyate,deldifuntoPadreBergner,muertoperodespidiéndosesinfinenelVaticano,enRoma,enlacarcomidaiglesiadepuebloquefuéramoscapacesdesoñar.

Pero,otravez,ellafuealaCapitalyregresóanosotrosconunvestidodenoviaque las decaídas cronistas de notas sociales podrían describir en su hermético,añoranteestilo:

«El día de su casamiento celebrado en la basílica Santísimo Sacramento, lucióvestidodecrepéconbordadodestrassquemarcabaeltallealto.Unavinchadestrassenformadecofiaadornabalacabezaysosteníaelvelodetuldeilusión;enlamanollevó un ramo de phaleopnosis y en la basílica Nuestra Señora del Socorro fuebendecido sumatrimonio, llevando la novia traje realizado enorganzabordada, decorteprincesa.Elpeinadoaltoteníamotivosdepequeñasfloresalrededordelrodete,dedondepartíaelvelodetuldeilusión,yenlamanollevóunrosario.MientrasenSan Nicolás de Bari llevó la novia traje de línea enteriza de tela bordada, consobrepolleraabiertaquedejabaentreverenel ruedounzócalodecameliasderaso,detallequeserepetíaeneltocadoquesujetabaunmantodetuldeilusión;ydenuevoenlaIglesiaMatrizdeSantaMaríalucióunoriginalvestidodecorteenterizo,velolargo de tul de ilusión tomado al peinado con flores de nácar que se prolongabansobrelosladosformandomangassujetasalospuños,yenlamanollevóunramodetulipanesyazahares.»

Fue,golpeó,rebotó,comounapelotadefútbolnotablementerellenadeaire,noaplastadaymuertatodavía.Fueyvinoanosotros,aSantaMaría.

Y entonces todos pensamos; nos enfrentamos con la culpa inverosímil. Ella,

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Moncha, estaba loca. Pero todos nosotros habíamos contribuido por amor, bondad,buenos propósitos, lánguida burla, deseo respetable de sentirnos cómodos yabrigados,deseodequenadie,niMoncha,loca,muerta,viva,bien,admirablementevestida,nosquitaraminutosdesueñoodeplaceresnormales.

Laaceptamos,enfin,ylatuvimos.Dios,Brausen,nosperdone.Nonoshablódecielorrasosdehoteles,nidepartidascampestres,nimonumentos,

ruinas,museos, nombres históricos que refirieran batallas, artistas o despojos.Nosdaba,cuandoelvientoolaluzoelcapricholoimponían.Nosdio,nosestuvodandosinpreguntas,sincomienzosnifinales:

«HabíallegadoaVeneciaalalba.Casinopudedormirentodalanoche,lacabezaapoyadacontralaventana,viendopasarlaslucesdeciudadesypueblosqueveíaporprimerayúltimavez,ycuandocerrabalosojosolíaelfuerteoloramadera,acuero,delosincómodosasientosyoíalasvocesquemurmurabandevezencuandofrasesquenocomprendía.Cuandobajédeltrenysalídelaestaciónconlaslucestodavíaencendidaseranahíporlascincoymediadelamañana.CaminémedioensueñosporlascallesvacíashastaelSanMarcosqueestabaabsolutamentedesierto,exceptoporlaspalomasy algunosmendigos echados contra las columnas.Desde lejos, era tanidéntico a las fotos de las postales que había visto, tan perfectos los colores, lacomplicadasiluetadelostechoscurvadoscontraelsolnaciente,eratanirrealcomoelhechoqueyo estuviese allí, queyo fuese laúnicapersona allí en esemomento.Caminédespacio,comounasonámbulaysentíaquellorabaylloraba—eracomosilasoledad,verlotanperfectocomoesperaba,loconvirtieseenpartemíaparasiempreaunqueeralomáscercadeunsueñodespiertoquesepuedetener.Ydespués—lofueantes, una noche en Barcelona— el muchacho que bailó, vestido de torero, conajustados pantalones rojos, en el círculo formado por lasmesas. Recuerdo cuandofuimosarriba,aunamesaquedabasobrelapistadebaile,cuandoyacasinoquedabagente y a los dosmuchachos bailando juntos,muy apretados.De lamisma altura,morochos,yeldueñoquemeofrecíaunaparejayelsustoquetenía,nosabiendosimeofrecíaunhombreounamujer.Yunacalle,nosédónde,lasviejascasaspintadascon pintura chillona descolorida, la ropa colgada de un lado a otro de la estrechavereda, los chicos haraposos, los pies descalzos resbalando sobre los adoquinesmojarlosentrelospuestosdepescadosypulposdeextrañasformasycolores.»

Para entonces, después del indudable suplicio de meses que se llamaron,llamamos los notables para olvidar Juntacadáveres, el mancebo o manceba de labotica de Barthé había crecido, era ancho y fuerte y sólo disponía de la prontablancuradesusonrisapararecordarsutimidezdeañosatrás.

—Barthé jugó con fuego— dijo una vez sin fecha el más imbécil de nosotrosmientrasrepartíanaipesenlamesadelclub.

Nosotros. Nosotros sabíamos que sí, que el boticario Barthé había jugado con

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fuego,oconel robustoanimalque fuechiquilínenun tiempo,quehabía jugadoyterminóquemándose.

Pero, entre paréntesis, puede ser conveniente señalar que la cara, la sonrisa delmancebo de botica no tenían nunca el resplandor brillante del cinismo. Exhibía,mostraba,sinpropósito,bondadylasimpleaceptacióndeestarubicado,oamoldarse,alavida,almundoparaélilimitado,aSantaMaría.

Algunodenosotros,mientrasdabao recibíacartasenel juegodelpoker,hablódelbrujoausente,delsolitarioaprendizdebrujo.Nocomentamosporquecuandosetratadepokerestáprohibidohablar.—Veo.

—Noveo.Mevoy.—Veoydiezmás.Lacrónicapolicialnodijonadaylacolumnadechismesde«ElLiberal»nose

enterónunca.Pero todos sabíamos,unidosen lamesade juegoodebebidaque lavasquíta Insaurralde, tandistinta, seencerrabadenocheen laboticaconBarthé—que tenía encuadrado y a la vista su título de farmacéutico, indudable ymuy altodetrásdelmostrador—yconelmancebo-mancebaqueahorasonreíacondistracciónatodoelmundoyqueera,enloshechossinbaseconocida,eldueñodelafarmacia.Lostresadentroysóloquedabaparanuestracuriosidadavejentada,paraadivinanzasycalumniaselbotónazulsobrelapequeñachapailuminada:Serviciodeurgencia.

Movíamos fichas y naipes, murmurábamos juegos y desafíos, pensábamos sinvoz: los tres;dosyunomira,dosymiraelquedijoestoyservido,mevoy,noveopero siempre mirando. O nuevamente, los tres y las drogas, líquidos o polvosescondidosenlafarmaciadelpropietarioconfuso,equívoco,intercambiable.

Todo posible, hasta lo físicamente imposible, para nosotros, cuatro viejosrodeandonaipes,trampaslegitimas,bebidasdiversas.

ComopodríadecirFrancisco,jefedecamareros,cadaunodeloscuatrohabíamosaprendido,acasoantesdeconocerel juego,amantener inmóvilesdurantehoras losmúsculosdelacara,aperpetuarunmortecino,invariablebrillodelosojos,arepetirconindiferenciavocesarrastradas,monótonasyaburridas.

Pero almatar toda expresión que pudiera trasmitir alegría, desencanto, riesgoscalculados, grandes o pequeñas astucias, nos era forzoso, inevitablemostrar en lascarasotrascosas,lasqueestábamosresueltos,acostumbradosaesconderdiariamente,duranteaños,cadadía,desdeelfinaldelsueño,todaslasjornadas,hastaelprincipiodelsueño.

Porquefuemuyprontoquesupimosyreímosdiscretos,sacudiendo lascabezasconfingidalástima,consimulacrodecomprensión,queMonchaseencerrabaenlaboticaconBarthéyelmancebo;siempre,ella,vestidadenovia,siempreelmuchachomostrandosinrecordareltorsodesnudo,siempreelboticariocongota,pantuflasyeleterno,indefiniblemalhumordelassolteronas.

Inclinados los tres encima de las cartas de tarot y brujería, simulando creer en

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retornos,golpesdesuerte,muertesesquivadas,traicionesprevisible;yaguardadas.Unmomentonomás;lagordurablandadeBarthé,subocaexpectanteyfruncida;

los músculos crecientes del muchacho que ya no necesitaba alzar la voz para darórdenes; el inverosímil traje de novia queMoncha arrastraba entre mostradores yestantes,frentealosenormesfrascoscolorcarameloyconetiquetasblancas,todasocasiincomprensibles.

Perosiempreestabansobrelamesalosextrañosnaipesdeltarotyerairresistiblevolveraello,asombrarse,temerovacilar.

Y hay que señalar, para beneficio y desconcierto de futuros, tan probables,exégetasdelavidaypasióndeSantaMaría,quelosdoshombreshabíandejadodeperteneceralanovela,alaverdadindiscutible.

Barthé, gordo y asmático, en retirada histérica, con estallidos tolerados ygrotescos,noerayaconcejal,noeramásqueeldiplomade farmacéutico suciodeañosymoscasquecolgabadetrásdelmostrador,noeramásquelíderesporádicodealguno de los diez grupos trotskistas, completado cada uno por tres o cuatropeligrosos revolucionarios que redactaban y firmaban, con ritmo menstrual,manifiestos,declaracionesyprotestassobretemasexóticosydiversos.

Elmuchachonoeranifuemásqueelexacerbadotímidocínicoqueseacercóuninvierno,alcaerlatarde,alacamadeunBarthéaterrorizadoporelmiedo,lagripe,la suciaconciencia,elmásallá, treintayochogradosde fiebrepara recitarclaroycauteloso:

—Doscosas,señor,ydisculpe.Ustedmehacesocioyyatengoelescribano.Omevoy,cierrolabotica.Yelnegocioseacabó.

FirmaronelcontratoysólolequedóaBarthé,paracreerenlasupervivencia,latristezadequelascosasnohubierantenidounorigendistinto,quelasociedadenlaqueélhabíapensadodesdemuchotiempoatráscomoenun tardíoregalodebodashubierasidoimpuestaporlaextorsiónynoporlaarmoniosamadurezdelamor.

Demodoque,delostres,Moncha,apesardelaparciallocuraydelamuertequesólopuede estimarse comoundetalle, una característica, unpersonalmodode ser,fuelaúnicaquesemantuvo,Brausensabráhastacuándo,vivayactuante.

¿Comoun insecto? Puede ser. También se acepta, por igualmente novedosa, lametáforade la sirenapuesta sincompasión fueradel agua, soportandopaciente losbandazos y el mal de tierra en el antro de la botica. Como un insecto, se insiste,atrapadoenlamedialuzpringosaporlosextrañosnaipesquedestilabanelayeryelhoy,queexhibíanconfusos,sinmayorcompromiso,elfuturoinexorable.Elinsecto,con su caparazón de blancura caduca, revoloteando sin fuerzas alrededor de la luztriste que caía sobre la mesa y las cuatro manos, alejándose para golpear contragarrafas y vitrinas, arrastrando sin prisas y torpe la cola larga, silente, tandesmerecida,queundíalejanodiseñóehizoMme.Carónenpersona.

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Ycadanoche,despuésdecerradalaboticayencendidasenlaparedexternalasluces violetas que anunciaban el servicio nocturno, el largo insecto blanquecidorecorría los habituales grandes círculos y pequeños horizontes para volver ainmovilizarse,frotandoosólouniendolasantenas,sobrelaspromesassusurradasporel tarot, sobre el balbuceo de los naipes de rostros hieráticos y amenazantes quereiterabanfelicidadeslogradasluegodefatigososlaberintos,quehablabandefechasinevitableseimprecisas.

Y, aunque sea lo menos, le dejó al muchacho semidesnudo una sensación nototalmente comprendida de fraternidad; y le dejó al resto de vejez de Barthé unproblemairresolubleparamasticarsindientes,hundidoenelsillónenquesetrasladóavivir,girandolospulgaressobreelvientrenuncaenflaquecido:

—Siestabaaquíylacasaeracomosuya.Siandabaycurioseabayrevolvía.Sinosotrosdos laquisimossiempre,porquénorobóveneno,quedeningunamanerahubierasidorobar,yterminómásrápidoyconmenordesdicha.

Yentoncesempezóasucedemosynossiguiósucediendohastaelfinalyunpocomásallá.

Porque, insistimos,asícomounavezMoncharegresódelfalansterio,golpeóenSantaMaríaysenosfueaEuropa,ahorallegabadeEuropaparabajaralaCapitalyvolveranosotrosyestar,convivirenestaSantaMaríaque,comoalgunodijo,yanoesladeantes.

Nopodíamos,Moncha,ampararteenlosgrandesespaciosgrisesyverdesdelasavenidas,nopodíamosaventartantosmilesdecuerpos,nopodíamosreducirlaalturadelosincongruentesedificiosnuevosparaqueestuvierasmáscómoda,másunidaoensoledadconnosotros.Muypoco,sóloloimprescindible,pudimoshacercontraelescándalo,laironía,laindiferencia.

Dentrodelaciudadquealzabacadadíaunmuro,tansuperioryajenoanosotros—losviejos—,decementoocristal,nosempeñábamosennegareltiempo,enfingir,creerlaexistenciaestáticadeaquellaSantaMaríaquevimos,paseamos;ynosbastóconMoncha.

Hubo algo más, sin importancia. Con la misma naturalidad, con el mismoesfuerzoy farsaqueusábamosparaolvidar lanuevaciudad indudable, tratamosdeolvidar a Moncha encima de las copas y los naipes, en el bar del Plaza, en elrestauranteelegido,eneledificioflamantedelclub.

Talvezalgunoimpusoelrespeto,elsilencioconalgunamalafrase.Aceptamos,olvidamosaMoncha,yconversamosnuevamentedecosechas,delpreciodel trigo,delríoinmóvilysusbarcos—ydeloqueentrabaysalíadelasbodegasdelosbarcos—del subibaja de lamoneda, de la salud de la esposa delGobernador, la señora,NuestraSeñora.

Peronadaservíanisirvió,ni trampasinfantilesnicaídasenelexorcismo.Aquí

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estábamos, elmal deMoncha, la enfermedad de setenta y cincomil dólares de laSeñora,primeracuota.

Demodoquetuvimosquedespertarycreer,decirnosquesí,queyaloveíamosdesdetantosmesesatrásyqueMonchaestabaenSantaMaríayestabacomoestaba.

Lahablamosvisto, sabidoquepaseabaen taxisoenel ruinosoOpel1951,quehacíadesgastadasvisitasdecumplido,recordando—talvezconorganizadamaldad—fechasmuertaseilevantablesdeaniversarios.Nacimientos,bodasydefunciones.Posiblemente—exageran—eldíaexactoenqueeraaconsejableybuenoolvidarunpecado,unafuga,unaestafa,unaensuciadaformadeladiós,unacobardía.

Nosupimossitodoestoestabaensumemoriaynuncaencontramosunalibreta,unsimplealmanaqueconlitografíasoptimistasquepudieraexplicarlo.

SantaMaría tiene un río, tiene barcos. Si tiene un río tiene niebla. Los barcosusanbocinas,sirenas.Avisan,están,pobrebañistaymiradordeaguadulce.Consusombrilla,subata,sutrajedebaño,canastadealimentos,esposayniños,usted,enuninstanteenseguidaolvidadodeimaginaciónodebilidad,puede,pudo,podríapensaren el tierno y bronco gemido del ballenato llamando a su madre, en el bronco,temerosollamadodelaballenamadre.Estábien:así,másomenos,sucedeenSantaMaríacuandolanieblaapagaelrío.

La verdad, si pudiéramos jurar que aquel fantasma estuvo entre nosotros y nosdurótresmeses,esqueMonchaInsaurraldeviajaba,casidiariamente,desdesucasa,entaxioenelOpel,vestidasiempreyconeloloryaspectodeeternidad—talcomoresultó— con el vestido de novia que le había hecho en la Capital,Mme. Carón,cosiendo las sedas y encajes que se había traído de Europa para la ceremonia decasamientoconalgunodelosMarcosBergnerquehubierainventadoenladistancia,bendecidaporunPadreBergner inmodificable,grisáceoydepiedra.Sóloa ella lefaltabamorir.

Todas las cosas son así y no de otromodo; aunque sea posible barajar cuatrovecestrecedespuésqueocurrieronysonirremediables.

Asombros varios, afirmaciones rotundas de ancianos negados a la entrega,confusionesinevitablesimpidenfecharconexactitudeldía,lanochedelprimergranmiedo.MonchallegóalhoteldelPlazaenelcochebronquítico,hizodesapareceralchofer y avanzó en sueños hasta lamesa de dos cubiertos que había reservado.Eltrajedenoviacruzó,arrastrándose,lasmiradasyestuvohoras,másdeunahora,casisosegadoanteelvacío—platos, tenedoresycuchillos—quesostuvoenfrente.Ella,apenascontentayafable,preguntóalanadaydetuvoenelairealgúnbocado,algunacopa,paraescuchar.Todospercibieron la raza, lamamadaeducación irrenunciable.Todos vieron, de distinta manera, el traje de novia amarillento, los encajesdesgarradosyenpartescolgantes.Fueprotegidaporla indiferenciayel temor.Losmejores, si es que estuvieron, unieron el vestido con algún recuerdo de dicha,

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tambiénagotadoporeltiempoyelfracaso.No muy temprano ni tarde, el «maítre» en persona — Moncha se llama

Insaurralde—trajolacuentadobladasobreunplatitoyladejóexactamenteentreellayelotroausente,invisible,separadodenos,deSantaMaría,porunaincomprensibledistanciademillasmarinas,por lashambresde lospeces.Preguntó,apenasestuvo,inclinó la gorda, impasible cabeza sonriente. Parecía bendecir y consagrar, parecíahabituado. El esmoquin de verano otoño también pudo ser entendido como unasobrepellizconvincente.

EranecesarioorganizarsecretasysolitariasperegrinacionesalrestaurantedondehabíacomidoconMarcos.Tareadifícilycomplejaporquenosetratabadeunsimpletraslado físico. Requería la creación previa y duradera de un estado de ánimo, aveces,sentía,perdidoparasiempre,unespírituadecuadoparalaesperadelacitaypara saber que iba a prolongarse, gozoso, indeclinable, hasta el final de la noche,hastalahoraexactaenquepuedeafirmarseenSantaMaríaquetodoestácerrado.Ymásallá;elestadodeánimodebíamantenerseyatravesarlahoradelcierregeneral,permanecerenlasoledadnocturnayengendrarladulzuradelossueños.Porquedebeentenderse que todo lo demás, lo que nosotros, sanmarianos, insistimos en llamarrealidad,eraparaMonchatansimplecomounactofisiológicocumplidoconbuenasalud. Llamar almaitre del Plaza, pedirle unamesa «nimuy cerca nimuy lejos»,anunciarle el regreso deMarcos y el festejo correspondiente, discutir, provocando,sobrelasposibilidadesdelacomida,reclamarelvinofavoritodeMarcos,vinoqueya no existía, que ya no nos llegaba, vino que había sido vendido en botellasalargadasqueofrecíanetiquetasconfusas.

Envejecido y sin sonrisas Francisco, el maître, mantenía calmoso el juegotelefónico, no abandonaba sus tan antiguas convicciones, reiteraba que el vinoimposibledebíaserservido,deacuerdo,sindudas,chambré,nodemasiadolejos,nodemasiadocercadelpuntodetemperaturaideal,inalcanzable.

Lafechaconstaalpieypareceirrevocable.Sinembargo,alguien,algunopuedejurarquevio,cuarentaañosdespuésdeescritaestahistoria,aMonchaInsaurraldeenlaesquinadelPlaza.Nointeresanlosdetallesdelavisión,losprogresosediliciosdeSantaMaríaquefestejaría«ElLiberal».Sóloimportaquetodoscontribuyanaverlaysepancoincidir.Muchomáspequeña,conelvestidodenoviateñidodeluto,conunsombrero,uncanotierconcintasopacasexcesivamentepequeñoaunparalamodadecuarenta años después, apoyada casi en undelgadobastónde ébano, en el forzosomangodeplata,solayresueltaenelcomienzodeunanochedeotoño—tansuaveelaire, tandiscretos losmugidosde los remolcadoresenel río—,esperandoconojospacientes y burlones que se fueran los ocupantes de exactamente aquella mesa,situadanimuycercanimuylejosdelapuertadeentradaydelarocina.Ysiempre,enaqueltiempoinfinitoqueexistirácuandopasencuarentaaños,llegabaelmomento

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verdaderoyprometido,elmomentoenquelamesaquedabadesocupadayellapodíaavanzar, fingiendo por coquetería ayudarse con el bastón, saludar a Francisco o alnietotancrecidodeFrancisco,avanzarhasta la impacienciadeMarcosyexcusarsesinénfasisporhaberseretrasado.Diosestabaenloscielosyreinabasobrelatierra,Marcos, ya borracho, inmarcesible, la perdonaba entre bromas y palabras suciasacercándosele sobre el mantel un ramito de las primeras violetas de aquel otoñocuarentón.

Comoestabadispuesto,nosotros, losviejos,nos separamos.Nihubonecesidadde palabras para el respeto y la comprensión. Algunos olvidaron mientras les fuenecesarioyhubieronpodido continuardurante cuarenta años la construcciónde suolvido.Olvidaron,nosupieronqueMonchaInsaurraldesepaseabaporlascallesdeSantaMaría, entraba en negocios, visitaba exacta caserones de ricos y los ranchosqueintentanbajarhastalacostavestidasiempreconsutrajedenoviaqueesperabaelregresodeMarcosparaincorporarselasprescritasfloresblancas,frescasyduras.

Algunos pensaron en el también muerto vasco Insaurralde, en lealtad a unamemoria,enlamismamujeralucinadaquearrastraba,adheríalainevitablemugreala cola de su vestido. Y éstos eligieron también cuidar del fantasma, simular quecreíanenél,usarlariqueza,elprestigio,losrestosaúnnocubiertosdecenizadelatiernabrutalidadadolescente.

Hubo poco, para unos y otros; en todo caso, vieron y se enteraron de muchomenos.Vieron,simplemente.

Sihaynardosy jazmines, sihayceraovelas, sihayuna luz sobreunamesaypapelesvírgenesenlamesa,sihaybordesdeespumaenelrío,sihaydentadurasdemuchachas,sihayunablancuradeamanecercreciendoencimadelablancuradelaleche que cae caliente y blanca en el frío del balde, si haymanos envejecidas demujeres,manosquenuncatrabajaron,sihayuncortofilodeenaguaparalaprimeracita de unmuchacho, si hay un ajenjomilagrosamente bien hecho, si hay camisascolgadasalsol,sihayespumadejabónypastaparaafeitarseopastaparaelcepillito,si hay escleróticas falsamente inocentes de niños, sí hay, hoy, nieve intacta, reciéncaída, si el Emperador de Siam conserva para el Vicevirrey o Gobernador unamanada de elefantes, sí hay capullos de algodón rozando el pecho de negros quesudan y cortan, si hay una mujer en congoja y miseria capaz de negativa ysurgimiento,capazdenocontarmonedasnielfuturoinmediatopararegalarunacosainútil.

Esto,tanlargo,enlaimposibilidaddecontarlahistoriadelinadmisiblevestidodenovia,corroído,tuertoyviejo,enunasolafrasedetreslíneas.Perofueasí,vestido,saltodecama,camisónymortaja.Paratodos,losquehabíanpreferidoconprudenciarefugiarseenlaignorancia,paralosquehabíanelegidoformarunadislocadaguardiadecorps,reconocersuexistenciayproclamarqueprotegeríamos,enloquenosfuera

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posible,elvestidodenoviaqueenvejecíadiariamente,queseacercabasinremedioaunacondiciónde trapo,protegerelvestidoy lo ignorado, imprevisible,que llevabadentro.

Lasestériles,silenciosas,opuestas,nuncabélicasposicionesdelosviejosquenosreuníamosenelPlazaoenelnuevoedificiodelclub,duraronpoco.Menosdetresmeses,comoyasedijo.Porquesuavementeydepronto,tansuavementequesenoshizodeprontodespués,cuandolosupimos,ocuandoempezamosaolvidar,todaslasimaginables blancurasmoribundas, cada díamás amarillentas y con el irreversibletonodeceniza,crecieroninexorables,lastomamoscomoverdad.

Porque Moncha Insaurralde se había encerrado en el sótano de su casa, conalgunos—peronobastantes—seconales,consutrajedenoviaquepodíaservirle,enlaplacidezveladadelsoldelotoñosanmarianocomopielverdaderaparaenvolversucuerpoflaco,sushuesosarmónicos.Yseechóamorir,seaburrióderespirar.

Yfueentoncesqueelmédicopudomirar,oler,comprobarqueelmundoquelefueofrecidoyélseguíaaceptandonosebasabaentrampasnimentirasendulzadas.Eljuego,porlomenos,eraunjuegolimpioyrespetadocondignidadporambaspartes:Dios,Brausenyél.

Quedaban Insaurraldes lejanos, fanáticos, deseosos de colocar en lamuerta unsíncope imprevisible.En todocaso, loconsiguieron,nohabríaautopsia.Poresoesposible que elmédico haya vacilado entre la verdad evidente y la hipocresía de laposteridad. Prefirió, muy pronto, abandonarse al amor absurdo, a una lealtadinexplicable,aunaformacualquieradelalealtadcapazdeengendrarmalentendidos.Casisiempreseeligeasí.Noquisoabrir lasventanas,aceptórespirarencomuniónintempestivaelmismoaireviciado,elmismooloramugrerancia,afinal.Yescribió,porfin,despuésdetantosaños,sinnecesidaddedemorarsepensando.

Temblabadehumildadyjusticia,deunraroorgulloincomprensiblecuandopudo,por fin, escribir la carta prometida, las pocas palabras que decían todo: nombres yapellidosdelfallecido:MaríaRamonaInaurraldeZamora.Lugardedefunción:SantaMaría.SegundaSecciónJudicial.Sexo:femenino.Raza:blanca.Nombredelpaísenque nació: Santa María. Edad al fallecer: veintinueve años. La defunción que secertifica ocurrió el día delmes del año a la hora yminutos. Estado o enfermedadcausantedirectodelamuerte:Brausen,SantaMaría,todosustedes,yomismo.

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Matíaseltelegrafista

Cuando en casa deMaría Rosa, JorgeMichel contó una vez más, ante variostestigos, la historia o sucedido a Atilio Matías y María Pupo, sospeché que elnarradorhabíallegadoaunpuntodeperfecciónadmirable,amenazadosindudasporladeclinaciónylapodredumbreenprevisibles,futurasreiteraciones.

Poreso,sinpropósitomayor,intentotranscribirahoramismolaversiónreferidaparapreservarladeltiempo;desobremesasfuturas.

Elsucedido,quenoesrelatonirozalaliteratura,es,másomenos,éste:Paramí,yalosaben,loshechosdesnudosnosignificannada.Loqueimportaes

loquecontienenoloquecargan;ydespuésaveriguarquéhaydetrásdeestoydetráshasta el fondodefinitivoqueno tocaremosnunca.Si algúnhistoriador atendiera elviaje del telegrafista quedaría satisfecho consignando que durante el Gobierno deIriarte Borda, el paquebote «Anchorena» partió del puerto de SantaMaría con uncargamentodetrigoylanadestinadoapaísesdelestedeEuropa.

Nomentiría;perolamejorverdadestáenloquecuentoaunque,tantasveces,mirelatohayasidodesdeñadoporanacronismossupuestos.

Elviajehabráduradounosnoventadíasytalvezpueda,conalgúntrabajo,recitarelroldelatripulación;elnombredeél,deltelegrafista,semeolvidóenelprincipio,arrastradoporunodiosupersticioso.LobautizoAguileraenestapáginaparacontarcómodo.Delnombredeella,aunquenolleguéaverla,nomeolvidarénunca:MaríaPupo,dePujato,departamentodeSalto.

—Qué querés. Se llama apenas María Pupo —como decía el telegrafista.Aguilera.

«A la luz de las estrellas es forzoso navegar», empezó a cantar alguno unamañana,mientrasblanqueabaunapuertaydeinmediatosecorriólainfección,todoscanturreandolomismo,usandolafrasecomosaludo,respuesta,bromayconsuelo.Alaluzdelasestrellasesforzosonavegar.Misteriosamente,latonadalograbasermásestúpidaquelaletra.

Usted,uno,cuandolellegalahoradesiempreesdeamanecer,trepalaplanchadacon un rollo obligadamente azul golpeando desafiante en el lomo, insomne,hambrientoperoconnáuseas,todavíaunpocoborrachoyvigilandolosmovimientosdelacervezatibiaenelestómago,atentotambiénallentodesvanecerdelrecuerdo,cara,pelo,piernas,manocontraídaymaternaldelaputaqueletocóensuertebajountecho de lata ondulante. Son los ritos, no más, una tímida, inflada prepotencia,tradiciónmarinera.

Y usted, uno, ya pesado de pronósticos sobre la suerte del carguero y lasperipeciashúmedas,muestradocumentosysaludoshumildesmientrasexamina,casisinmoverlosojos,lascarasnovedosasyvatanteandoloqueellaspuedenofrecerle

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comoayuda,molestiaodesgracia.Reunidos,hipócritasypropensosalapaciencia,escuchamosalcapitánquehabló

depatria,sacrificiosyconfianza.Hombrediscretoyaburridolevantóunbrazo,nosdeseó un buen viaje y nos pidió, sonriendo, que procuráramos darle un buen viajetambiénaél.

Estábamos tan agradecidos porque no había bobeadomás de tresminutos, quehicimos,firmes,laveniamilitarenunbarcomercanteybalamosunhurra.

CorríparaasegurarmealgringoVastcomocompañerodecabina.Peroeratarde,los lugares habían sido distribuidos un día antes y en la puerta de mi vomitarioencontréunatarjetacondosnombres:JorgeMichel-AtilioMatías.

Bañadosy frescos, era inevitablequeestuviéramosa las sietey treinta frenteafrente, cada uno sentado en su cucheta, cada uno con la inutilidad pesada de lasquietasmanos de hombre entre las rodillas. Demanera queMatías, el telegrafista—«tengoqueirmeenseguidaalpuesto»—tosiósinflemas,ydijo:

(Era,yparasiempre,diezañosmásviejoqueyo;teníalanarizlarga,losojossinsosiego,unaboca finay torcidade ladrón,de tramposo,deadictoa lamentira,uncutisprotegidodelsoldesdelapubertad,unablancuraconservadaenlasombradelchambergo. Pero encima de todo esto, como un abrigo permanente, hacía flotar latristeza, la desgracia, la mala suerte encarnizada. Era pequeño, frágil, con bigotescaídosysuaves.)

—Tengoquetomarturno—repitió.Pero faltaba media hora para su idiotez de recibir telegramas sin sentido y

teníamosunabotelladeronpuertorriqueñoentreunoyotro.Miprimerembarquenotuvootroorigenquelanecesidaddemoverse.Estetercer

embarque era distinto: era la huida por tres meses de La Banda, del patronazgoinverosímildelMulti,delasgenuflexionesexactasdegentequeyohabíarespetadoy,enalgunoscasos,querido.

Bajolaluzdébilteníamoselron,losvasos,loscigarrillos,mianclaazultatuadaenelantebrazo.

Dentro de media hora. De modo que Aguilera, Matías el telegrafista, dijo elprincipio de la verdad que él creía indudable, sin necesidad de presiones.Cautelosamente protegido por una fantástica desdicha empeñada en su ruina, algohabló,hizoconfesión.

Faltabanveinteminutosparaempezarsuguardiacuandobalbucióelolordelronmientras hablaba. No era, lo supo él mismo, algo que pudiera clasificarse comomaníadepersecución,ponerde ladoypasaraotracosa.Porque,escuchen,Matíasdijo,aproximadamente,oyoleestuvemirandoenlacaratriste—consufirmemuecade indignación infantil— las palabras que se le atoraban sin ser pronunciadas. Porejemplo:

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—UstedconocePujato—entreseguridadypregunta—.UstedqueconocePujato,se tiene quedar cuenta de la diferencia y la estafa, entre el gris y el verde, por lomenos. Fue la Dirección de Telecomunicaciones y aquí le puedo mostrar losdocumentos, uno por uno, con el orden de las fechas, que por algo seme ocurrióguardar. Dirección Nacional o General de Telecomunicaciones. Llamado primero:llámase a concurso para proveer vacantes, creaciones, de radiotelegrafistas en elordennacional.Noleniegoqueyoteníaunamigoquemanejabaelmorse,receptabay transmitía con tanta facilidad y sin siquiera darse cuenta, como usted respira ocaminaocuentacosas.TambiéndePujatoelamigoyporsiglosdeañostelegrafistade la estación de ferrocarril.Con felicitaciones de los ingleses en cada inspección.Pujato,noseolvide,casisinsuperiorcomolamismaSantaMaría.Yelamigoqueríajubilarseydejarmeelpuestocomoherenciadeamistad.Asíqueencuantosupodelaviso primero, aquí lo tienes,me dijo, el puesto es tuyo, se puso a practicarme ymuchoantesdelplazoreglamentarioyooíaenmorseymovía losdedosenmorse.Noerapiano,noimportabaqueloshubieraestropeado,losdedos,eneltrabajodelachacra.

LoquehabíaeraunempleodetelegrafistaenlaestacióndeferrocarrildePujato.LoquehabíaeraPujatoenpazhastael finde lavida.PujatoymicasamientoconMaría,quenolehabloporquesoncosassagradasparaunhombre.

PerodePujatosí,unapalabraqueyaselodicetodo.Pongaeldedodondequiera:unamañana,unatarde.Algunavez,quiénsabe,enlamismamadrugada.Pujatoverdey amarillo, los chacareros mandando trigo y maíz con los camiones que algunosvuelcanagranel,hastalossiloscercadelaestación,pidiendodía,turnoyvagones.Yo ahí, que les resuelvo los problemas con el morse, mitad fastidiado, mitaddivertido,nuncafastidiadodeveras.Yo,ymíremecomomevi,telegrafistaydueño,casadoconMaría,quepuederesidirenlamismaestaciónoestarmeesperandoenunchaletjuntoalacarretera.

Ustedlove,puedevernos,Pujato,miseñorayyo.Ahoraveaelotrodocumento,que es el tercero, y el cuarto, donde está la trampa. Por el tercero, entre más dedoscientosaspirantesyoquedoclasificadoydueño.Yenelcuartodocumento,diezmesesdespués,memandanaradiotelegrafiarunbarco,éste,tanlejosdetodoloqueledije.Alemania,Finlandia,Rusia,tantosnombresquetuvequeaprendercreyendosiemprequenadateníanqueverconmigo,nienlaescuelanidespués.

—Quéquierequehaga—desafióMatíaseltelegrafista—.¿Queestécontento?Lodejéir,siguióconelron,medormísospechandoenfermedades.Alasseisde

lamañanamedespertaronconlasadocenadaspalabrasgroserasymuertas;foguistaofogonerobajéhastamiinfiernosinveraMatíasycasiolvidado.

Alguien dispuso para los días siguientes que ocupáramos el camarote en horasdistintasyapenasnosviéramosseparadosporlamesalargadelalmuerzo.Demodo

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queeldestinovigilóatentolaexistenciadeMatíasymeobligóapostergarmiréplicaoptimistaycristiana,mialboradadelgraciosohastapocashorasantesdeHamburgo,calor,pequeñasfaltasdedisciplinas,odiosimprecisos,salivazosporpalabras.

Yadijeopenséqueeraunahistoriadeembarcadosysóloellospodránentenderlade verdad. Agrego, sin disculpa, que muchas veces, en puertos o verdadera tierrafirmequiseexplicaryconvencerque todos,ciudadanos,montañesesy labriegosdellanurasomosembarcados.Muchasvecesyfracasandosiempre.

Esto se dice para que ustedes se acerquen a comprender por qué desde que elbarco saliódel puertodeSantaMaría empecé a sentir la indiferencia, el desvío, elmalcubiertodespreciodelostripulantes,demisamigosdeotrosviajes.

Talvezexagereporquelaspalabrassonsiempreasí,nuncaexactas,unpocomásounpocomenos.Perosí,estoyseguro,saludosmáscortos,silenciossoportadosconpaciencia,sonrisassinojos,conversacionesdesviadas.

Porqueyo,sinotraculpaqueladevivirenelcamarotequemehabíanimpuesto,eraparaelloselamigodeMatíaseltelegrafista,elsociodelfracaso,lasombradelamalasuerte.

Y de nadame servía burlarme deMatías frente a ellos y elmismoMatías. Laenfermedad, el destino enemigodel hombredePujato semehabían contagiado—ellos lo creían o sospechaban— y era prudente imponerme el cordón sanitario, lacuarentena. De modo que injustamente tuve que sentirme emparentado con AtilioMatíasynavegar a su lado enunmardehostilidadypersecuciones.El,Matías eltelegrafista,desdesuprincipiohastasufin;yo,duranteunviajedetresmeses.

—Yfíjeseadondenosmandan—medijoenalgúnencuentro inevitable—.Nosmandan al frío, un frío de muerte tan distinto al que tenemos, un suponer, en uninvierno de Pujato. Piense en la piecita del radiotelegrafista en la estación delferrocarril,conmatehirviendoyelbraseroyalgúnamigocontemasdeverdadparaconversar,quealomejortrajounabotelladegrapa,aunqueyonosoytomador.

Yerainútilexagerarelnúmerodevecesqueyohabíahechoelmismorumbo,losmismospuertos,enidénticoraesdelaño.

—MirequeahoraenFinlandiamismo,enHamburgo,enBakú,lagenteandaenmangas de camisa y las mujeres en los balnearios esperan la luz de la luna parabañarsedesnudas.

Nome creía, simplemente; le estaba prohibido aceptar la bondad del verano yalzaba los hombros para sacudirse toda posibilidad de optimismo. Ni siquieracontestaba;yolesabíapensar:MaríaPupo,Pujato,oalrevés.

Poralláarribadelincendiodelascalderasalguienllevabaconescrúpuloaldía,alahora,eldiariodebitácora.Elmíoeradistinto,comosiempresucedeenHamburgo.

Cuandoen la rada,unamañanacasimediodíadeverano,caminéenérgicoparabuscarlaparadadetranvías,oigolospasospersecutorios,lavozresuelta:

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—Oiga,Michel.¿Ustedparadóndeva?—Para el otro lado. Estoy enfermo de ganas de Sanpauli.Mujeres y algomás

fuertequecervezaparaolvidarmequesoyunembarcado,yqueotravezmañanadenochelascalderas.Perousted,Matías,vaalhotelKaiser,leoídecir.Tienequecruzarlacalle,vaparaelotrolado,tomaotrotranvía.

Estuvobamboleandolasonrisaqueseopone,aceptando,sinembargo,alamalasuerte.Debeserfácilsiunoseacostumbra.Despuésdijoynollegabaningúntranvía:

—Hágameunfavor.—No—le dije—, me voy a Sanpauli, tengo hambre de Sanpauli y si quiere

venga.Fueinútil,porqueélnomeoyó,porqueél,Matías,llevabaañosenelejerciciode

ladesesperaciónimpura.—Ustedpuedehacermeunfavorydespuésvayseemborracha.Noselodijeen

todalanavegación,perohoyeselcumpleañosdeMaría.Simeayudalemandountelegrama.

—Perdone.¿Porquénomandaunradiodesdeelbarco?¿Porquénosevuelveylomanda?

Nisiquieramemiró.Hizounasonrisamientrascaminabaymehablópaciente,depadreahijo:

—Catorce. El artículo catorce prohíbe toda comunicación de carácter personal,salvo situaciones de gravedadmanifiesta que deben contar con el visto bueno porescritodelcapitánoeljefedeestación.

—Claro,perdone—traduje.Desdedondeestábamosnosepodíaverlaciudad;apenasunastorrescuadradas

metidasenelsol.Peroyolaestabaoliendo,lesentíaelgustoenlabocasecaypuedojurar o prometer que Sanpauli me llamaba. Pero no; su desdicha, la deMatías eltelegrafista,fuemáspoderosaquemihambredehumoyvengaloquevengajuntoaunaenormemesaredonda.VencieronPujatoyMaríaPupo.

—¿Telégrafos?—empecé,paracederycubrirlavergüenza—.Sí,aquícerca,doscuadras,tenemosuno.

—Entonces, simeacompaña.Esunmomento.Fíjesequenohabloel idiomayustedsísedefiende.

DemaneraquecaminamoshaciaCorreosyTelégrafos,acadapasomáslejosdeSanpauli.

Consideremos,entonces,quelafrauleindelmostradordeTelégrafoshabíanacidoallí,cuarentaocincuentaañosatrás,yquelosanteojos,lasarrugas,labocaenmedialunablancayamarga,lamismísimavozdemachopederastaeran,comosualma,unproductodesuelomiserable,deamorabsurdoporeltrabajoylaeficiencia,deunafeindestructibleacrecidaporelmisterioqueprometíanyvedabanlasletrasT.T.

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Así,yconrapidezsatisfactoria,desdeeldialectopujatense,atravesandomiinglésdemarinero,hastaelalemánperfectodelafraulein,elmensajedecía,traducido,algocomoMaríaPupo.Pujato.SantaMaría.FelicidadestedeseaMatías.

Ellaloescribiócontrescarbónicos,cobrótresmarcosocuatroynosdiocopiayrecibo.

Estábamosotravezenlacalleyeraeltiempodelhambredelalmuerzo,ytodoslos tranvías se pusieron a correr hacia Sanpauli y sus promesas. Ahora la voz noestaba saliendo de Matías el telegrafista, sino de mi hambre, mi debilidad, miapaciguadanostalgia.Lavozdecía:

—Oiga,Michel.¿Ustedentiendedegrafología?—Enuntiempojuguéaquesabía.Peronuncasupedeverdad.—Pero, claro, usted sabe o por lomenos se da cuenta. Piense en la cara de la

mujer.—No.—Sí,tambiénamímerepugna.Tresmarcoscuarentayunmarcoesmásqueun

dólar. Y ni siquiera pasó el telegrama a máquina, lo escribió con birome y aquítenemoslacopia.Mireunpoco,aunquesigaporfiandoquenoentiende.

En un cruce de calles, en el temor de que la tarde empiece con los estómagosvacíos.Quisepegarleynopude,dijepalabrassuciasylollevédeunbrazo.

Todo, cualquier cosa; pero siempre enHamburgo, en lamás increíble esquina,habráundelicatessenesperando.Cervezayplatitosescandinavos.Ahí,sobrelamesa,sostenida abierta por los pulgares deMatías estaba la copia del telegrama aMaríaPupo,Pujato.

—Fíjese con calma—dijo Matías—. Primero, la mujer, la cara de mal bichoatravesadoqueustedcomparteconmigo.

Tomécerveza,mellenélabocaconmariscosdenombreignoradoymerendíauna súbita, irresistible admiración por la inteligencia sutil de Matías, revelada acambio de cuarenta y seis días de quemarme las manos en las tripas del barco,consciente de que en la misma cáscara, sobre la misma ola, separado apenas porchapasdelgadasdeaceroymadera,viajabalatristezainconsolabledelhombredelaradio.

—La cara para empezar —siguió Matías— y ahora tenemos la grafología, yaunqueustedmeporfíequenoentiende,lasdoscosassejuntanysonindiscutibles.Resultado,ydisculpe,quelagringaesamequierejoder.Másclaro:queyamejodióy se quedó con el dinero, que no me importa porque tengo mucho, y no mandóningún telegrama. Por la cara, por la grafología, y porque yo soy radiotelegrafistadiplomadoyalgoentiendodeesascosas.

Elinglésdelosembarcadosesunidiomauniversal;ysiempresospechéquealgosemejanteocurreconelwhiskyentodalatitudyaltura,setratedealegría,desdicha,

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cansancio,aburrimiento.Matíasestabalocoyyonoteníaanadiepróximoparaunirloalasombroyregocijodeldescubrimiento.Demodoqueasentímoviendolacabeza,aparté la jarra de cerveza y pedíwhisky.Lo servían así: una botella, un balde conpedazosdehielo,unsifón.

Y yo no tenía un amigo para susurrarle la locura deslumbrante deMatías quehabíadecididocallarseporuntiempo,tragarfrutosdelmarycerveza.

Seguíasiendocasielmismo:diezañosmásviejoqueyo,lanarizlarga,losojosinquietos, una boca fina y torcida de ladrón, de tramposo, de adicto a la mentira,pequeño, frágil,conbigotescaídosysuaves.Peroahorahabíaenloquecidooahoramostrabasinpudorunalocuraantiguayencubierta.

Era ya de tarde cuando decidí interrumpirle las reiteraciones respecto a caras,intuiciones,tildessobrelasletras.

—A la luz de las estrellas es forzoso navegar—le dije—.Y como usted tienetanto dinero, lo mejor, lo único que puede hacer, si aprecia respetuosamente elcumpleañosdesunovia,loúnicoquepuedehacerescaminardevueltaalmonstruoT.T.ypedircomunicacióntelefónicaconPujato.

—Desde Hamburgo —preguntó amargo, con la ironía sin gracia de losperseguidos.

—Desde Hamburgo y por T.T. Lo hice mil veces. Se oye mejor que si ustedhablaradesdelamismaSantaMaría.

Suluchaeraentrelaesperanzaylaincredulidadatávica.Burlándose,segolpeóelrollo de billetes en el bolsillo del pantalón y me dijo: «Bueno, vamos», como sidesafiaraaunniño.

Fuimos,yoapenasborrachoyélcon la resolucióndequefuerademostrada,deunavezypara siempreyparaélmismo,que todamáscarade la felicidad lehabíasido negada desde el principio de los días y que nada podría atenuar aquella sumaldición particular de que sacaba orgullo y distinción bastantes para continuarviviendo.

Lasoficinastelefónicasfuncionabanenelmismoedificiodelostelégrafos,delasolterona que había estafado a Matías en algo así como tres marcos cuarentaguardándose por revancha y avaricia las palabras de feliz cumpleaños paraMaríaPupo,Pujato.

Pero los teléfonosestabanenotraala,a la izquierda;uno remolcóalotrohastallegaralmostrador,alarubiadelgada,jovenysonrienteconganas.EraunaT.T.

Dije,traduje,expliquéyellamemirabalentamenteysinfeverdadera.Dijeotravez, silabeando, demostrándole sinceridad y una paciencia adecuada al paso deltiempohastaelfindelmundo.

Dudaba, ella, y terminó aceptando, blanqueándose la cara con la sonrisaexageradaytalvezdolorosa.Esciertoque,todavía,vacilóunmomentoantesdela

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creenciaynospidió:—Unmomento, por favor—antes de saludar con la cabeza y abandonarnos el

mostradorparadesaparecer,tambiénella,tanjoven,detrásdepuertasycortinas,másalládelagranT.T.

Luego apareció un T. T. mayor con anteojos rodeados de oro delgado y nospreguntósieraverdadloqueencontrabaimposible:

—Estacoincidencia,señores...Yo supe. No puedo saber qué pasaba dentro de Matías, de qué modo iba

acomodando laspostergaciones a sudestinopersonal preferido.Yoestaba, dije, unpoco borracho y brillante. Soportando otros interrogatorios, otros T.T.progresivamentemayores.Yyorepetíconcandor,sindudas,lasrespuestascorrectas,porquealfintuvimos,tambiénnosotros,elprivilegiodeempujarcortinasyatravesarpuertashastaenfrentaralT.T.mayor,elverdaderoydefinitivo.

Estaba, yadepie, detrás deun escritorio enano, demaderanegra, en formademedia herradura. Ayudado por el calor, el whisky de dos años, la locura reciénllegadadeMatías,pudecreerunmomentoqueelhombrenosestabaesperandodesdeque salimosdeSantaMaría.Era altoygrueso, el hombreque fue campeón en lascanchasdelaUniversidaddeGreifswaldyabandonóeldeportedosañosatrás.

Rubio,rojo,pecoso,amableyrepugnante.—Señores —dijo. Yo simulé creer—. Me han dicho que quieren una ligazón

telefónicaconAméricadelSur.—Ya—dije,ynospidióqueusáramoslassillas.—ConAméricadelSur—repitiósonriéndolealtecho.—Pujato, señor, en SantaMaría—le dije volviéndome para mirar aMatías y

pedirleapoyo.Peronohabíanadaporese lado.La locuradel telegrafistahabíapreferido,con

astucia o rebelión definitiva, una expresión de ausencia, unos ojos vacíos, unosbigotesdeseda,mustiosyajenos,estremecidosporelvientodelarefrigeración.El,Matías, no participaba, sólo era un testigo atento, zumbón, seguro de la derrota,indiferente,lejano.

El hombre corpulento recitaba rodeado por la semiherradura de su mesa. Eramayor que nosotros, y muy pronto la alegría fraternal de su discurso se fuetransformandoendecenciayhastío.

YaestabarodeadodefuncionariosconexpresionesdichosasytodostomábamoscafémientrasélexplicabaquelaT.T.Telefunken,delacualeraunsimpleengranaje,acababa de poner a punto una nueva línea de comunicaciones entre Europa ySouthamérica; y que esta ocasión, la estremecida nostalgia de Matías, debía sercelebrada porque el llamado de amor que pretendíamos era el primero que iba acumplirse,enrealidad,aparte,claro,delasinnumerablespruebasdelostécnicos.

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Cuando se echóhacia atrás levantandounbrazovimosque toda lapareda susespaldaseraunenormeplanisferioenelcual losrigoresdelageometríadecorativano respetaban los caprichos de las costas. Y volvió a sonreír para decirnos que lacelebración agregaba, a las tazas de café su carácter de gratuito, no más de tresminutos.

Asentíconentusiasmo,dijepalabrasdegraciasy felicitación,mientraspensabaque todo aquello era normal, que las inauguraciones siempre habían sido gratuitasparamí,mientrasmirabalacarafurtivadeltelegrafista,suexpectaciónacusadora.

Hubounapausayelhombregrandeempujóunode los teléfonoshastaMatías.Erablanco,eranegroyerarojo.

Matíascontinuóinmóvil;y,siunaburlapuedeserseria,habíaburlaensuperfilescurridoyensuvoz.

—Maríanotieneteléfono—dijo—.Llameusted,Michel.Llamaalalmacénylespidequelabusquenaunquenoséquéhorasserán.Pregúntelesporqueenunadeesasesmuytardeyestádurmiendo.

QueríadecirPujatoduerme.Habléconelgerente,consultamosconGreenwichysupimosqueapenasempezabaaponerseelsolenSantaMaría.MugidosdeternerosporelladodePujato,lasbarrerasdelaestacióncayendoconperezaychirridosparaesperareltrendelas18.15rumboadentro,capital.

Entonces, lento por premoniciones que actuaban como artritis, pensando en lalibertadySanpauli,alarguéelbrazoytrajeel teléfonohastacasi tocarmeelpecho.Rígido,sinmirarnadaqueestuvieraenlahabitación,Matíashablóconmismanos.

—Esel314dePujato.Elalmacén.Ustedpidequelallamen.Luegodeconcretarinstruccionesconelalemánprincipalhabléconlaoperadora.

Conpacienciayreiteraciónelproblemanofuedifícil.No sé cada cuántos segundos y durante cuántos minutos la mujer me estuvo

diciendo: «No se retire; llamando», o palabras equivalentes. Y entonces hasta elmismoMatíastuvoquealzarlosojosyapreciarelmilagroqueseibaextendiendoenla pared que era un planisferio. Vimos encenderse, allí mismo, en Hamburgo, ladiminuta lámpara enrojecida; vimos otra que iluminaba Colonia; vimossucesivamente, a veces con parpadeos, otras nuevas con una segura velocidadinverosímil; París, Burdeos, Alicante, Argel, Canarias, Dakar, Pernambuco, Bahía,Río,BuenosAires,SantaMaría.Untropiezo,unvaivén,lavozdeotraseñorita;«Noseretire,llamandoaPujato,tresunocuatro».

Y por fin: Villanueva hermanos, Pujato. Era una voz tranquila y gruesa, deindiferenciayprimervermut.PedíporMaríaPupoyelhombreprometió llamarla.Esperésudoroso,resueltoaignoraraMatíashastaelfindelaceremonia,mirandoelmundoiluminadoconpuntosdeincendiodetrásdelacaraancha,lasonrisafelizdelgerenterodeada,derecha,izquierda,porlassonrisasrespetuosamentemenoresdelos

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robotsdelaT.T.Telefunken.HastaquehuboMaríaPupoenelteléfonoydijo:«HablaMaríaPupo,quiénes».Soy inocente.Habléamistosoperonadaatrevido,expliquéquesunovio,Atilio

Matías,deseabasaludarladesdeHamburgo,Alemania.PausaylavozdecontraltodeMaríaPupo,atravesandoelmundoylosruidostemblorososdesusocéanos:

—Porquénotevasajoderatumadrina,guachodemierda.Colgóel teléfonorabiosaylaslamparitasrojassefueronapagandovelozmente,

enordeninversoalanterior,hastaquelaparedplanisferiovolvióaincrustarseenlassombrasytrescontinentesconfirmaronensilencioqueAtilioMatíasteníarazón.

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Elperrotendrásudía

ParamiMaestro,EnricoCicogna

Elcapataz,descubiertoporrespeto,lefuepasandomanoamanolospedazosdecarnesangrientaalhombredelagaleraylalevita.Alfindelatardeyensilencio.Elhombredelalevitahizouncírculoconlosbrazosencimadelaperreraysealzóenseguidalaráfagaoscuradeloscuatrodoberman,casiflacos,huesosytendones,ylaciegaansiedaddeloshocicos,losdientesinnumerables.

Elhombredelalevitaestuvounratoviéndoloscomer,tragar,mirándolosdespuéspedirmáscarne.

—Bueno—ledijoalcapataz—,loqueleordené.Todaelaguaquequieranperonadadecomida.Hoyesjueves.Lossueltaelsábadoaestahoramásomenos,cuandocaigaelsol.Yquetodoelmundosevayaadormir.Elsábado,sordosaunqueoigandesdelosgalpones.

—Patrón—asintióelcapataz.Ahoraelhombredelalevitalepasóalotrobilletescolorcarnesinescucharlelas

palabrasagradecidas.Bajóhacialafrentelagaleragrisydijomirandoalosperros.Loscuatrodobermanestabanseparadosportejidosdealambre;loscuatrodobermaneranmachos.

—Subo a la casa dentro de media hora. Que tengan listo el coche. Voy a lacapital.Asuntos.Nosécuántosdíasestaréallá.Ynoolvides.Hayquecambiarletodala ropa, después.Quema los documentos. La plata es tuya y todo lo que te guste,anillos,gemelos,reloj.Peronousesnadahastaquehayanpasadomeses.Yotedirécuándo.Eldineroestuyo—reiteró—.Aloscajetillasnuncalesfaltan.Ylasmanos;noteolvidesdelasmanos.

Entonceserabajoyfuerte,vestidoconbordadosgrises,cinturónanchopesadodeesterlinas,ponchooscuroyunacorbatanegracuyocolorlefueimpuestoalostreceañosyyahabíaolvidadoporquéyporquién.Elfacóndeplata,aveces,poralardeoadorno y el sombrero con el ala hacia atrás. Sus ojos, como los bigotes, tenían elcolordelalambrenuevoylamismarigidez.

Mirabasinverdaderoodionidolor,invariableparalosdemáscomosiestuvierasegurodequelavida,lasuya,acumularíarutinasplácidashastaelfinal.Peroestabamintiendo.Apoyadoenlachimeneaveíamintiendolahabitación,lasbutacasdesedaydoradodondenuncaaceptósentarse,losmueblesdepatasretorcidas,conpuertasdevidrio, llenosdeserviciospara té,caféychocolatequetalveznuncahubieransidousados. La enorme pajarera con su temeroso estruendo, las curvas del sillónconfidente, las bajas mesitas frágiles sin destino conocido. Las gruesas cortinasvinosassuprimíaneltranquiloatardecer;sóloexistíaelbricabracasfixiante.

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—MevoyparaBuenosAires—repitióelhombre,comotodoslosviernesconsuvoz lenta y grave—.El buque sale a las diez.Negocios, la estafa queme quierenhacercontuscamposdelnorte.

Miraba los dulces, las láminas de jamón, los pequeños quesos triangulares, lamujermanejando la tetera: joven, rubia, siemprepálida, equivocadaahora sobre sufuturoinmediato.

Mirabaal niñode seis añosnerviosoy enmudecido,másblancoque sumadre,siemprevestidoporellaconropasfemeninas,excesivasenterciopelosyencajes.Nodijo nada porque todo había sido dichomucho tiempo atrás. La repugnancia de lamujer, el odio creciente del hombre, nacidos en la misma extravagante noche debodasenque fueengendradoelniño-niñaqueseapoyabaahoraboquiabiertoenelmuslo de su madre mientras enroscaba con dedos inquietos los gruesos buclesamarillosquecaíanhastaelcuello,hastaelcollardepequeñasmedallasbenditas.

Elmilord era negro y lustroso y brillaba siempre corno recién barnizado; teníados enormes faroles quemuchos años después se disputaría la gente rica de SantaMaría para adornar portales con una bombita eléctrica en lugar de velas. Loarrastrabauntordillohechodeplataoestaño.YelcochenolohabíahechoDaglio;fuetraídodesdeInglaterra.

A vecesmedía con envidia y casi con odio el ímpetu, la juventud ciega de labestia;otras,imaginabacontagiarsedesusalud,desuignoranciadelfuturo.

Perotampocoaquelviernes—ymenosquenuncaaquelviernes—fueaBuenosAires.Nisiquiera,enrealidad,estuvoenSantaMaría;porquealllegaralprincipiodeEndurohizoqueeltordillojovenquetirabadelbirlochotorcierahacialaizquierdaylo arrastrara, haciendo volar terrones por el camino de barro seco que llevaba,atravesando paisajes de pasto quemado y algunos árboles solitarios y siempredistantes, hacia la playa sucia que muchos años después, convertida en balneario,poblada de chalets y comercios, llevaría su nombre, ayudaría en parte ínfima acumplirsuambición.

Más adelante, en una extensión exagerada, el caballo trotó flanqueado por lamansedumbre de los trigales, de las granjas que parecían desiertas, blanqueandotímidas,hundidasenelcalorcrecientedelatarde.

Dejóelcochefrentealranchomásgrandedelrancheríoy,sincontestarsaludos,alargódiezbilletesalhombreoscuroquehabíasalidoarecibirlo.Pagabaelpiensodelabestia,elalojamientoenelcorral,elsecreto,elsilencioqueambossabíanmentira.

Despuéscaminóhastalacasitanuevayencalada,rodeadadeyuyos,casiapoyadaenunpinorectoygigantesco,plantadopornadiemediosigloatrás.

Porcostumbre, imperiosoydisplicente,golpeótresveceslapuertafrágilconelmangodelrebenque.Talveztambiénestoformaraparteimplícitadelrito: lamujersilenciosa, acaso ausente, demorándose. El hombre no volvió a llamar. Esperaba

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inmóvil, bebiendoen el jadeo estaprimera cuotadel sufrimiento semanalque ella,Josephine,leservíaobedienteygenerosa.

Sumisa, lamuchachaabriólapuerta,escondiendoelhastíoyelasco,quehabíasidolástima,sedesprendiólabata,ladejócaeralsueloyvolviódesnudaalacama.

Un viernes lejano, inquieta porque temía a otro hombre, había consultado elrelojito:supoasíquelaoperacióncompletadurabadoshoras.Elsequitóelsaco,lounióalrebenqueyalsombreroyfuecolocandotodo,yatembloroso,sobreunasilla.Luegoseacercóy,comosiempre,empezópor lospiesde lamuchacha,sollozandocon su voz ronca, pidiendo perdón con bramidos incomprensibles por una culpaviejísimaysinremisión,mientraslababacaíamojandolasuñaspintadasderojo.

Casi en la totalidad de tres días la muchacha lo tuvo de espaldas, enrollandocigarrillos, silencioso, vaciando sin prisa ni borrachera los porrones de ginebra,levantándoseparairalbañooparaacercarserabiosoydócilalsupliciodelacama.

Traídapor las semillasenvueltasenblancoscabellosde seda,volandoapoyadasobreelcaprichodelaire,lanoticiallegóaSantaMaría,aEnduro,alacasitablancapróximaalacosta.Cuandoelhombrelarecibió—elcuidadordeltordilloseanimóarascar la puerta y dio las nuevas desviando los ojos, la boina estrangulada en lasgrandes manos oscuras —comprendió que, increíblemente, la mujer desnuda yprisioneraenlacamayalosabía.

Depie,afuera, inclinadosobreelmurmulloservilyendecadencia,eldueñodelos bigotes acerados, delmilord, del caballito de plata, demás de lamitad de lastierrasdelpueblo,hablólentamenteyhablódemasiado:

—Ladronesdefruta.Paraellostengolosmejoresperros,losmásasesinosdelosperros.No atacan.Defienden.—Miróun instante el cielo impasible, sin sonrisa nitristeza;sacómásbilletesdelcinto—.Peroyonosénada,noloolvide.YoestoyenBuenosAires.

Eramediodíadeldomingo;peroelhombrenodejólacasitahastalamañanadellunes.Ahorael caballito se sujetabaal trote, sinnecesidadde serdirigido, rítmico,volviendoalaquerenciaconunalgodeanimalmecánico,dejuguetedeferia.

—Unmilico—pensódespreocupadoelhombrecuandovio,apoyadoenlapared,cercadelgranportónnegrodehierro,conelostentosoentreverodobledeuna jotaconunape,aunpolicíajovenyaburrido,conununiformequehabíasidoazulydeundesaparecidomáscorpulentoyalto.

—Elprimermilico—pensóelhombrecasisonriendoyllenándose,lentamentedeunentusiasmo,deunprincipiodediversión.

—Perdoneseñor—dijoeluniforme,cadavezmásjovenytímidoamedidaqueseacercaba,casiunniñoal final—.MedijoelcomisarioMedinaque lepidieradedarseunavueltaporelDestacamento.Avoluntaddeusted.

—Otromilico—murmuróelhombre,enredadoenelvahoyelolordelcaballo—.

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Peroustednotienelaculpa.DígaleaMedinaqueestoyenmicasa.Todoeldía.Siquiereverme.

Sacudióapenaslasriendasyelanimalloarrastrójubiloso,másalládeljardínylaarboleda,hastalamedialunadetierrasecadondeestabanlascocheras.

Cabizbajosydiestros,ningunodeloshombresqueseacercaronpararecibirloydesensillarhablódelanochedelsábadonidelamadrugadadeldomingo.

Petrus no sonreía porque había descargado la burla desde años atrás, y tal vezparasiempre,alosbigotesdevirutadeacero.Recordabaimprecisosuaproximaciónalacincuentena;sabíatodoloquelefaltabahacerointentarenaquelextrañolugardelmundoqueaúnnofigurabaenlosmapas;considerabaquenoenfrentaríanuncaunobstáculomástercoyviscosoquelaestupidezylaincomprensióndelosdemás,detodaslasotrasconqueestaríaobligadoatropezar.

Yasí,porlatarde,cuandoelbochornocomenzabaacederbajolosárboles,llegóMedina, el comisario, intemporal, pesado e indolente, manejando el primer cochemodeloTquelogróvenderHenryForden1907.

Elcapatazlosaludóhaciendounaveniademasiadolentayexagerada.Medinalomidióconunasonrisaburlonayledijosuavemente:

—TeesperoalassieteenelDestacamento,PetrusonoPetrus.Teconvieneir.Tejuroquenotevaaconvenirsimeobligasamandartebuscar.

Elhombredejócaerelbrazoyaceptómoviendolacabeza.Noestabaintimidado.—Elpatróndijoquesiustedveníaélestabaenlacasa.Medina taconeó sobre la tierra reseca y subió la escalera de granito,

excesivamentelargayancha.«Unpalacio;elgringocreevivirenunpalacioaquí,enSantaMaría.»

Todas las puertas estaban cerradas al calor. Medina golpeó las manos comoadvertenciayseintrodujoenlagransaladelasvitrinas,losabanicosylasflores.Conuntrajedistintoaldelamañanaperotancuidadocomosisehubieravestidoparaunpaseo inminente, ensombrerado, fumandoen el único asientoqueparecía capazdesoportarelpesodeunhombre,JeremíasPetrusdejóenlaalfombraellibroqueestabaleyendoyalzódosdedoscomosaludoybienvenida.

—Siéntese,comisario.—Gracias.LaúltimavezquenosvimosyomellamabaMedina.—Perohoyresolvíascenderlo.Yaséloquelotrajo.Medinamiródudosolaprofusióndebutaquitasdoradas.—Siéntese en cualquiera—insistió Petrus—.Si la rompeme hace un favor.Y

antetodo,¿quétomamos?Estoypasadodeginebra.—Novineatomar.—Nitampocoacontarmequeenhorasdeservicionadadealcohol.Hacemeses

que no me llegan botellas de Francia. Algún milico estará tomándose mi Moet

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Chandonenruedadechinas.PerotengounbitterCampariquemeparecejustoparaestahora.

Movió una campanilla y vino elmucamoque estaba escuchandodetrás de unacortina.Joven,moreno,elpeloaplastadoygrasiento.Medinaloconocíacomocarnedereformatorio,comomensajerodeputasclandestinas—¿yquémujernoloes?—,como ladrón en descuidos. Recordó, buscándole sin triunfo los ojos, la frase yaclásica y deformada: «Te conozco,Mirabelles». Era cómico verlo con la chaquetablancaylacorbata,deesmoquin.«SetrajodeEuropajuegosdemuebles,unaesposa,unaputa,uncochecitoyunpotrillo.Peronoconsiguióunsirvienteexportable;tuvoquebuscarloenelbasuraldeSantaMaría.»

Habían desfilado recuerdos de cosechas perdidas, de cosechas asombrosas, desubidas y caídas de precios de vacunos; habían sido barajados veranos e inviernoslejanos,gastadosporeltiempohastaserirreales,cuandolabotellaanuncióquesóloquedabandosvasosdellíquidorojo,suavecomounaguadulce.Ningunodelosdoshombreshabíacambiado,ningunorevelabalaburlanieldominio.

—LaseñorayelchicofueronaSantaMaría.Talvezsiganmáslejos.Nuncasesabe.Quierodecirquenuncasesabeconlasmujeres—dijoPetrus.

—Lepidoperdón,nolepreguntéporlasaluddelaseñora—dijoMedina.—No tiene importancia. Usted no esmédico, usted vino porquemis perros se

comieronaunladróndegallinas.—Perdón,donJeremías.Vineamolestarlopordoscosas.Nosllevamosaldifunto

disfrazado.Suspeonesleembarraronlacaraylasmanos,lovistieronconlaropadelcapataz,lerobaronloquetenía.Anillos;bastómirarlelasmarcasenlosdedos.Bastólavarlopara saberquevino limpitoybañado.Seolvidarondelperfume, tan finoymaricacomoelqueusasuseñora,Madame.Unatrampatorpehechaporlapeonada.Conestomebastaporqueyaleconozcoelnombre.Esmuyposiblequeustednosepaquién era y es posible que lo ubique cuando yo quiera decírselo o cuando vea, siquiere molestarse, el expediente en el Destacamento. Los perros le comieron lagarganta,lasmanos,lamitaddelacara.Peroeldifuntonovinoarobargallinas.VinodeBuenosAiresyustednofueaBuenosAireselviernes.

Unapausamordidaporlosdos,unmiedocompartido.Petrusolíaunpeligroperoningúntemor.Suspeoneshabíansidotorpesytambién

élporhaberconfiadoenellosyenlafarsagrotesca.—Medina o comisario. Yo me fui a Buenos Aires el viernes. Casi todos los

viernesvoy.Paguémuchodineroparaquetodoslojuren.—Ytodosjuraron,donJeremías.Nadieloestafó,nisiquieraenunpeso.Juraron

porelmiedo,porlaBibliayporlascenizasdesusputasmadres.Aunquenotodoseranhuérfanos.Pero,sinadular,yosentíquejurabancomprometidosconotracosa,conalgomásqueeldinero.

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—Gracias—dijoPetrus sinmover la cabeza, conuna líneaburlonaempujandolosdurosbigotes—.Historiaterminada,sumariocerrado,yoestabaenBuenosAires.

—Sumariocerradoporqueelmuertoestabadentrodesucasa,sutierra,subenditapropiedadprivada.Yelasesinatonolohizousted.Lohicieronlosperros.Probé,donJeremías.Perosusperrossenieganadeclarar.

—Doberman—asintióPetrus—.Razainteligente.Muyrefinados.Nohablanconlosperrospolicía.

—Gracias. Tal vez no sea por desprecio. Simple discreción. Otra vez: asuntoarchivado.Peroalgunascosasdebenquedarclaras.Ustednoestabaporaquílanochedelsábado.Ustednoestaba,tampoco,enBuenosAires.Ustednoestuvo,novivió,nofue,deviernesalunes.Curioso.Unahistoriasobreunfantasmadesaparecido.Esonoloescribiónadie,nunca,ynadiemelocontó.

EntoncesJeremíasPetrusabandonóelasientoyquedódepie, inmóvil,mirandoconfijezalacaradeMedina,ellátigoinútilcolgandodesuantebrazo.

—Tuvepaciencia—dijolentamente,comosihablaraasolas,comosimurmurarafrentealespejoampliatorioqueusabaparaafeitarseporlasmañanas—.Todoestomeaburre,meentorpece,memataeltiempo.Quiero,tengoquehacertantascosasquetalveznopuedancaberenlavidadeunhombre.Porqueenestatareaestoysolo—.Seinterrumpió por minutos en la gran sala poblada de cosas, objetos, nacidos eimpuestos de y por la nunca derrotada historia femenina, su voz había sonado,levemente, como plegaria y confesión. Ahora se hizo fría, regresó a la estupidezcotidianaparapreguntarsincuriosidad,sininsulto:

—¿Cuánto?Medina rió suavemente, matizó su pobre alegría al ambiente de insoportables

vitrinas,japonerías,abanicos,dorados,mariposasmuertasysujetas.—¿Dinero? Nada para mí. Si quiere liquidar la hipoteca es cosa ajena, don

Jeremías.EsdelBancoodenadie.MequedaelcatredelDestacamento.—Hecho—dijoPetrus.—Comoquiera.Enpagoquierodecirlealgoquelomolestarátalvezalprincipio,desdeestanocheomañana,digamos...

—A usted nunca le gustó perder el tiempo.Amí tampoco. Tal vez por eso loaguantétantosaños.Talvezporesoloescuchoahora.Hable.

—Ustedmanda.Creíqueunpocodeprólogo,entredoscaballerosquetienenlasmanos limpias... El caso es que Mamuasel Josefina no quiso decir ni escucharpalabra.Perdón, dijo algo así, y una sola vez, comoSepetígarsón. Un poco lloró.Después desparramó libras arriba de la cama. Están todavía en el Destacamento,juntoalsumario,esperandoaljuezquefueaunacuadreraytalvezsedéunavueltaporaquí,depaso.

—Esjusto—dijoPetrus—.Quelahayanescuchado,no importa.Las libras,unpocomenosdeciento treintaysiete, tampoco importanyno tienenrelaciónconel

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asunto.—Otra vez perdón—dijoMedina tratando de endulzar la voz—,menos de la

mitaddecien.—Entiendo,siemprehaygastos.—Claro.Ysobretodoenlosviajes.PorqueMamuaselestuvoconsultandodesde

el teléfono del ferrocarril. Usted lo conoce al pobreMasiota y sabe cómo trata elpobreMasiota a todas lasmujeres, siempre que no sea la suya, claro, como todossabemosybastamirarleelojoizquierdoloslunesdespuésdelaborracheraconyugaldelsábado.Atodaslasmujeresmenosalaquesoportayalaquetuvolasuertedeencontrarlo semidespierto esta mañana de lunes en la estación, cuando ustedreapareció.Lebastóunamoneda,unasonrisa,unmesié lechef,paraqueel tipo leregalara todas las líneas telefónicas, todos los vagones de bolsas y vacas queesperaban en el desvío, todos los infinitos rieles que no sé adonde van, los de laizquierdaylosdeladerecha.

—¿Y?—dijoPetrusinterrumpiendoyapurandoconuntalerazoensusbotas.—Demorabaporquehablédecaballeros.Disculpe.Yaséquenonosgustaperder

eltiempo.Ahíva:Mamuaseldebehaberagotadolaspilasdenuestrojefedeestación.Peroenunaodoshorasconsiguióloquequería.Tren,hotel,barcoparaEuropa.Losupe hace unos minutos, nunca falta un borracho o un vago en los bancos de laestación.

Petrushabíaestadomordiendolaplatadelmangodeltalero,meditativo,privadode las ganas de golpear, mientrasMedina, no seguro ni en descuido, resbalaba elpulgarporelgatilloenlacintura.Sinprevioacuerdolosdientesyelpulgar,lentos,prolongaron la pausa; tanto, que no sirvió para esta historia. Al fin habló Petrus;usaba una voz despaciosa y ronca, una voz de mujer acosada por la menopausia.Teníaelorgullodenopreguntar.

—Josephinesabíaelnombre.Conocíaelnombredel ladróndegallinasy,estoyseguro,muchomás.Noveootrarazónparairse.

—Puedeser,donJeremías—silabeóMedinaatentoalaverticalidaddelrebenque—.¿Porquésehabríaido?

HacíatantotiempoquePetrusnoreíaquesubocaabiertaynegraempezóconunmugidolargoysefueapagandocomounterneroperdido.

—¿Para qué explicar, comisario? Todas las mujeres son unas putas. Peor quenosotros.Mejordicho,yeguas.Ynisiquieraverdaderasputas.Heconocidoalgunasantelascualesmeparecíacorrectosacarmeelsombrero.Erandamas,eranseñoras.Perolasdeahoranopasandeputitas,pobresputitas.—Cierto,donJeremías—reculóanteelrecuerdolejanodelaseñoraPetrusofreciéndoletéytartasenaquellamismahabitación—.Casi todas.Pobres, quenonacieronpara otra cosa.Ustedpeleaparahacerunastillero.Contratodoelmundo.Yopeleo,lossábadosparadormirborracho,

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avecesparaenterarmedequiéneraeldueñodelasovejasrobadas.Tambiénnecesitotiempoparapintar.Pintarelrío,pintarlosaustedes.

—Lecomprédoscuadros—dijoPetrus—.Dosotres.—Escierto,donJeremías;ylospagóbien.Peronoestánenestasala.Estánenel

galpóndelospeones.Esonoimporta.Ustedteníarazónenloqueestabadiciendo.Ellasnotienenniungramodecerebroparaseralgomásqueloqueusteddijo.

Elrebenquecayóentrelaspiernas,despuésalsuelo,yPetrus,sentándose,invitó:—¿Ysinostomáramosotra,comisario?AlsalirMedinavioqueunadelasbestiasdormíaunasiestalarga,protegidadel

sol.

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Bichicome

Ellatendríacincooseisañoscuandoempecéaenterarmeverdaderamentedesuexistencia.HastaentonceseralaprimerahijadelosTorres,unacriaturatanbellaqueparecíahechaconmanosdeartista,peronodelamaneraacostumbrada:Unaenanitacargosaque estaba aprendiendo a hablar y oía conversaciones sin entender, ya conunamiradafijaenlosrostrosparlantesdelosmayores.

Claro, mis visitas nocturnas a los Torres con bebidas sin más límite que losrechazosdehígadooestómagossiempreocasisiemprereducidasatemasliterarios,conversados casi sin discusiones con la admirable inteligencia de Rodrigo y suinfalibleintuiciónpoéticayalgúnescritorquetranscurríaconsupareja,serepitierondurantealgunosaños.Alicia tejía lashoras, infatigable,concoloresvariadosde laslanas.

Muyprontollególamediadocenadeañosparalaniñayseprodujoyreprodujoen los principios de la madrugada un cambio de ambiente sutil y memorable. SellamabaBeatriz,ledecíanBichi,yolallamaba—talveztodavía–—Bichicome.Malvestidopeinadordeplayas,resignadoconlapobre,diariacosecha.

Seprodujoun cambio.Alicia interrumpíamuydevez en cuando su laborparapronunciar, cabeza inclinada, alguna frase corta y venenosa que encajaba consuavidadydestrezaenlacharlayquemuchasveceseraparamí.Lasonrisaeradepuradiversión;nuncaacompañabalapequeñamaldaddelaspalabras.

Comotedecía,hubolaimposicióndeunrito.Fuecomosiunanoche,depronto,hubiera dejadodemojar la camay todos lamiramos con sorpresa, segurosdequesoloparaellahabíanpasadolosaños,dosotres,eirrumpieraennuestraconversacióninterminable,acasolamismaconquelahabíamosaburridocuandoeraunaniñadepasobalbuceante.

Así,unanoche,cuandoyoeraelúnicocontertulioqueseguíahablandodelibrosy chismes, cuando había quedado solo con sus padres, ella, Bichicome, aparecióenvueltaenunsaltodecamadelamadre,adornadoenlosbordesconmarabúteñidode violeta, que arrastró por la alfombra, fingió bostezar y desperezarse, caminóalrededordelamesabebiendotodoslosrestosdebebidasquehabíansidoolvidadosen los vasos. Después se acercó con la boca fruncida y malhumorada, los ojosbrillantespor la risay seacomodó frenteanosotros,enelgransofáahoravacíoyjugó con los adornos del salto de cama. El cabello muy largo y rubio. Sonrió anosotros; a losángeles, a lospequeñosdiablos, susamigos.Devezencuandounapregunta inútil, una curiosidad mentirosa pronunciada con voz de queja, que erainnecesarioresponder.

Yasí,unanocheyotraytodaslasnochesdemisvisitas.Erademasiadoniñaparaqueyolamiraraconojosdistintosalosdelhombrequetieneunahijadecasiigual

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cantidaddeañosyqueviveenotraciudady fueenseñadaaodiarme.PeroningúnsentimientodenostalgiameimpedíamiraramiBichicomeypensarmelancólicoquecuandoellatuvieraquinceañosyoseríairremediablementeviejo.

Después,sinavisosvisibles,comosuelenllegarestascosas,laGraciadescendiósobreAliciaysehizobautizaryconfesóyllenadetemor,comosilaniñaestuvieraenferma,decidióbautizarlasinespera.

Bichicometeníauntíomillonarioquevivíaenunyateynavegabaentoncesporaguas de Canadá. Católico como correspondía a un latino con fortuna, aceptóentusiastalainvitaciónparaelpadrinazgoytelegrafiólafechaenque,entrevientoymotores,podríaestarenMonte.

Peroyapor entoncesel corazóndeBichi eramío,obsequiado sinqueyo se lopidiera.Era todo loquepodíadarme;peroya lohabíahechoensilencioynadasehabíaenmendado.Ynadiepudomodificarsuvetoalpadrinodeoro.Nisermones,nirazonamientos, ni tenaces insistencias.Yo sería el padrino o no habría bautizo.Nopudoelegirpeor.

Y así llegó lamañana en que atravesando la resaca entré a la iglesia o capilla,soportéel latíndelcura,vicomolemojabaaBichilafrenteconóleossagrados, leponíasalenlalenguaypasabaconRodrigoalasacristíaparacolocarlamanufacturade un ángel. Bichi disfrazada de novia imposible; solamente el Señor podía darleacomodoensulecho.

Yaenlacalleviempañarsemislentes;estabamezclandoalahijaausenteconmiúnicaahijada.Yrecordéqueambasibanacreceryperderparasiempreelparaísodelainfancia.

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Davidelplatónico

Es en nuestro pueblo el lírico paladín del romanticismo. Su alma antes deencarnarse en su esbelto cuerpo debió de haber zambullido en alguna fuentesusurrantedeaquellosjardinesdeGrecia,enquePlatón,alasombradelosombúesañosos,hacíavolardivinaspalabrasdepureza,trasmitiendoladoctrinadelregardeámanontocá.

Siempre tiene entre los labios, como una blanca flor, dulces frases sobre elespiritualismo.Durantemuchosmeses—y tal vez todavía—estuvo enamorado deunachicamuybellayconocida,cuyasinicialessonR.D.Porsupuestoqueellajamássupo de su amor. Muchas veces, en alguna función de cine, cuando ella seemocionabagraciosamenteanteloscow-boystemerariosysinley,ocuandoelbelloRodolfohacíapalpitarsucorazoncito,élestuvotentadodeponerlosojosenblanco,y trémulo de santa emoción, decirle a su adorada todas esas cositas pavas quenosotros,alláennuestrajuventuddeoro,tambiéncometimos.

Peroentonces,lafiguragraveyserenadelmaestrogriego,consusbarbasdelunay sus ojos límpidos, que jamás lograra empañar la mundana visión de algunapantorrilla,porbientorneadaquefuera,surgíapoderosaensualmayloavergonzabapor intentardar formaasussueños.Elnoclaudicaría jamás.Osemosonosemos,comodecíaHamlet.

Los que lo trataban, al verlo tan virtuoso y tan inmunizado por sus creencias,ciegosdeenvidia,dieronenpropalarterriblescalumniassobreél.

Dijeronqueeramalo,malocomo«ElCiruja»;lollamaron«pequeñoNietzsche».Peroél,conlasonrisaenloslabios,recibíasinpreocuparsetalesinsultos.

Entonces—¡oh,perversos!––dijeronqueélnoeraunamadorplatónico,sinounmuchacho apocado y vergonzoso, incapaz de declararse por falta de coraje. Untímidoynadamás.

Aquelloerademasiado.Paradesvirtuartaninsidiosaespeciellegóaidearunplanfrutodemuchasnochesenclaro.

Comenzó a ahorrar; almes llegó a tener $ 0.73. Tomó un boleto de ómnibus,compró cigarrillos rubios, y pensando que el ahorro es en verdad la base de lafortuna,comodicenmuybienlosavisosdelaC.N.A.P.,sefueaveraunaamiguitadesufamilia,alláporlacalleConvención.

Pero aquella ruptura de su concepto del amor, le fue fatal. Ella, con sumadiplomacialedioaentenderquesucorazónestabaenmanosdeotrogalán,talveznotanespiritualista,perosílamardesimpático.

Nuestrohéroe,desesperado,sedirigióaunnegociopróximo,ytomó,unotrasdeotrosinvacilar,conlaresolucióndelatragedia,dosguindadosdeacinco.

Luego, con el resto de sus economías, emprendió el triste regreso hasta este

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pueblo,donde,bajolamajestaddeloscielosdilatados,ysobrelaalegríadelpastitoverde, pasea su silueta de ex-noble ruso enfermo de spleen, lamentando aquelladesgraciadaaventurillaquepusoelúnicolunarensuvida,tanelevadaytranquila.

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Elimpostor

Estaba cansada de esperar pero el hombre llegó puntual y lo vi sonreírme contimidez el primer nombre. Me dijo que era Él y repitió en voz baja, como si lodibujara o moldeara, el montón de circunstancias que nos habían separado. Yodeseabacreerle,peroélnoeraÉl.Gemelos,hermanosmellizosmeobliguéapensar.PeroJesúsnuncahabíatenidohermanos,esteJesúsmío.

Me besó cariñoso y sin presión y el brazo en la espaldame hizo creer por unmomento.Iniciéuntanteo:

—¿CómotefueenLondres?—Bien;porlomenosmeparece.Conesascosasnuncasepuedeestarseguro—

memirósonriendo.—Másimportante—dije—essabersiteacuerdasdelafiestadedespedida.Del

epílogo,quierodecir.Memiróburlónydijo:—¿Esunapregunta?Biensabes,ylovolverásasaberestanoche,quenopodía

olvidar.Recuerdotuspalabrassuciasymaravillosas.Puedorepetirlas,pero...—Pordios,no,—casigritéylacarasemeencendió.—Nosoytanbruto.Eraunjuego,unaamenazacariñosa.Frente a las dos botellas sonrió, burlándose. Una era de vino rojo, la otra de

blanco.—Aestahora,ycomosiempre,unvasodeblanco.Élpreferíaasí,Élhubieradicholasmismaspalabras.Bebimosydespuéscaminamos,recorriendolacasa.Esteélandabalento,casisin

miraraloscostadosysedetuvoenlapuertadeldormitorio.Miraba la cama, sonreía,me puso un brazo sobre los hombros,me pellizcó la

nucay,comosiempre,mepusecalienteyhúmeda.Entresábanas,viéndolodesnudo,sintiendoloquesentíasupequeélnoeraÉl,no

eraJesús.En lacamaningúnhombrepuedeengañaraunamujer.Perodespuésdeljadeoyelcigarrillo,dijo:

—Bueno.Vamosamirarelvangogh.Sigocreyendoqueesfalso,quehicisteunamalacompraparalagalería.

Lomismo, igualespalabras,mehabíadichoJesúsantesdeviajaraLondres.YsóloÉlyyoestábamosenteradosdelacompraclandestinadelvangogh.

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Ella

Cuando Ella murió después de largas semanas de agonía y morfina, deesperanzas, anuncios tristes desmentidos con violencia, el barrio norte cerró suspuertas y ventanas, impuso silencio a su alegría festejada con champán. El másinteligente de ellos aventuró: «Qué quieren que les diga. Para mí, y no sueloequivocarme,estoescomoelprincipiodelfin».

Tantascosas,pobresmillonarios, leshabíahechotragarElla.YlotristeeraqueElla había sido infinitamente más hermosa que las gordas señoras, sus esposas,todavíaconolorabostacomodijounargentino.Ahoratambiénpodíantragarselassonrisas cordiales con que habían acogido las órdenes y las humillaciones. Porquetodossentían,sinmáspruebasquediscursosvociferadosenlaPlazaMayor,queEllaera,enincreíblerealidad,máspeligrosaquelasoscilacionespolíticas,económicasyturbias,deÉl,elmandatariomandante,elqueatodosnosmandaba.

Cuando al fin Ella murió, rematando esperanzas y deseos, estábamos a fin dejulio;enunafechaabundanteencrueldades,enfrío,viento,aguacero.Deloscielosnegrosdenubesynoche,caíaunalluvialenta,implacable,enagujasqueamenazabanser eternas. Se desinteresaban de abrigos y pieles humanas para empapar sindilacioneshuesosytuétanos.

La humedad aumentaba elmal olor de las gastadas ropas de luto improvisado:casiinmóviles,sinpalabrasporquesudesdichateníaunsóloculpableyéstenopodíasernombradoaunquedueñodelfrío,delalluvia,elvientoyladesgracia.

Segúnlapequeñahistoria,tantasvecesmáspróximaalaverdadquelasescritaypublicadasconHmayúscula,cincomédicosrodeabanlacamadelamoribunda.Yloscincoestabandeacuerdoenquelacienciatienesuslímites.

Yenlaplantabaja,impaciente,paseándose,atendiendolaspreguntastelefónicasquelehacíanlosperiodistasamigosodadivosos,habíaotrohombre,talveztambiénmédico,aunqueestonotengalamenorimportancia.

Era un catalán, embalsamador de profesión conocida y llamado por Él desdehaciaunmesparaevitarqueelcuerpodelaenfermasiguieraeldestinodetodacarne.

Yhabíaunaluchasilenciosaperotenazentreloscincodearribayelsolitariodeabajo. Porque si éste sólo creía con distracción en laVirgen deMontserrat, los deencima,estabandivididosentre ladeLuján, ladeLaRioja, lade lasSieteLlagas,entre la de San Telmo y la del Socorro. Pero coincidían en lo fundamental, en laSantaIglesiaApostólicaRomana.Ycreíanenloseructosdominicalesdeloscuras.

ParacumplirlocontratadoconÉl,elembalsamadorcatalánteníaqueaplicarunaprimera inyección al cadávermedia hora antes de ser decretado tal.Lospertinacescreyentesdelpisosuperiorseoponíanatodaintencióndeembalsamar,peseaqueelcontratado catalán había repartido generoso pruebas indiscutibles de su talento.

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Recuerdo la foto, en un folleto, de un niñomuerto a los doce años, plácidamentecolocadoenunsillónyluciendountrajemarineroimpecable.Loexhibíancadavezquelamomiahubieratenidoquecumpliraños—élseburlaba,eltiemponoexistía,sus mejillas seguían rosadas y sus ojos de vidrio brillaban con malicia–– cuandoinexorablemente,cumplíaunafechademuerto.Dosvecesalañoocupabaelpuestode honor y los parientes que le iban quedando—el tiempo existía–– lo rodeabantomandotéconpastelesyalgunacopitadeanís.

Seoponíana laprimerae imprescindible inyección.Porque laSantaFeque losaunabarepartíaalmasparaqueescucharaneternamentemúsicadeángelesquejamáscambiaríandepentagrama—otalvezsuscabecitasequívocaslashubierangrabado–—oparadisfrutarsupliciosnuncaconcebidosporunpolicíaterrestre.

Demodoque,cuandoaquellos litrosdemorfinadejaronderespirar,semiraronasintiendo y consultaron relojes. Eran las veinte en punto. Alguno encendió uncigarrillo,otrosrindieronsusfatigasalossillones.

Ahoraesperabanquelapudricióncreciera,quealgunamoscaverde,apesardelaestación, bajara para descansar en los labios abiertos. Porque la Santa Iglesia lesordenaba respirarcadaverina,hediondezcasienseguida,yadivinar la fatigosa tareade siete generaciones de gusanos. Todo esto adecuado a los gustos de Dios querespetabanytemían.Losminutospasanprontocuandoundiplomadovelaporsufe.

Emilio,elmásobedientealasmanifestacionesindudablesdelaDivinidad,dijo:—Che,aumentálacalefacción.Mástarde,resolvieronbajarparadarlanoticia,tristeyesperada.Él estaba cenando y asintió con la cabeza. Luego agradeció los servicios

prestadosyrogóquelefueranenviadosloshonorarios.Despuésseñalóconundedoaunocualquieradelosuniformadosyleordenóordenaralasradios,primiciaparalasuya,quedifundieranlanoticia.

Y quedó así, rehecha, corregida, discutida: «El Ministerio de Información yPropagandacumpleconeldolorosodeberdeanunciarquealasveinteyveinticincoEllapasóalainmortalidad».

Elmédicocatalánsubió losescalonesdedosendos,molestadoporsupequeñamaleta.Preparó,lainyecciónyestuvoconsternadopalpandolafrialdaddelcuerpo.

Laspuertasnoseabríanylamultitudcomenzóaporfiarymoverse.Lospolicíasdejarondeofrecervasitosdecaféenfriadoydeinmediatoaparecieronvendedoresdechorizos, de pasteles, de refrescos entibiados, de maníes, de frutas secas, dechocolatines. Poco ganaron porque el primer contingente comenzó a llegar a lasnuevedelanocheyproveníadebarriadasdesconocidasporloshabitantesdelaGranAldea,devillasmiseria,deranchosdelata,decajonesdeautomóviles,decuevas,dela tierra misma, ya barro. Ensuciaron la ciudad silenciosos y sin inhibiciones,encendían velas en cuanta concavidad ofrecieran las paredes de la avenida, en los

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mármoles de ascenso a portales clausurados. A algunas llamas las respetaban laslluviasyelviento;aotrasno.Allífijabanestampasorecortesderevistasyperiódicosque reproducían infieles la belleza extraordinaria de la difunta, ahora perdida parasiempre.

Alasdiezdelamañanalespermitieronavanzarunosmetroscadamediahora,ypudieron atravesar la puerta del Ministerio, en grupos de cinco, empujados ygolpeados, los golpes preferidos por los milicos eran los rodillazos buscando loovarios,santoremedioparalahisteria.

Amediodíacorriólavozdecuadraencuadra,metrosymetrosdecoladelentoavanzar:«Tienelafrenteverde.Cierranparapintarla».

Yfueelrumormásaceptadoporque,aunquementiroso,encajabaalaperfecciónparalosmilesymilesdenecrófilosmurmurantesyenlutados.

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LaAraucaria

El padre Larsen bajó de la mula cuando esta se negó a trepar por la calleempinadadelvillorrio.Vestíaunasotanaquehabíasidonegrayahorase inclinabadecidida a un verde botella, hijo de los años y de la indiferencia. Continuó a pie,deteniéndosecadamediacuadrapara respirarcon labocaentreabiertaydiciéndosequedebíadejardefumar.Conlapequeñamaletanegraqueconteníalonecesarioparasalvarlasalmasqueestabanapuntodeapartarsedelcuerpoyhuirdelsufrimientoylainmediatapodredumbre.Noloprecedíaunmonaguilloconunacampanilla,nadieagitabaunavinagrera,nadierezaba,salvoéldurantecadadescanso.

Lapequeñacasapintadadeunsucioblancoestabaemparedadaporotrasdos,casiigualesylastresseabríanalcaminodetierraduraporpuertashostilesyestrechas.

Le abrió un hombre de años indiscernibles, con alpargatas y bombachonesblancos.Sepersignóydijo:

—Poraquí,padre.Larsensintiólafrescuradelapiezaencaladaycasiolvidóelsolagresivodelas

callesmalhechas.Ahoraestabaenunahabitaciónpobredemueblesenunacamamatrimonialuna

mujerseretorcíayvariabadelllantoalarisadesafiante.Despuésllegaronpalabras,frases incomprensibles que atravesaban el silencio, lamomentánea quietud del sol,buscandollegaralassombrasquesehabíanaproximado.

Un silencio, unmal olor persistente, y de pronto la mujer agonizante trató delevantarlacabeza;llorabayreía.Seaquietóydijo:

—Quierosabersiustedescura.Larsenpaseo lasmanospor la sotana, paramostrarla, para saber élmismoque

seguíaenfundadoenella,Mostróalaire—porqueellateníamuyabiertoslosojosysólo miraba la pared blanca opuesta a su muerte— mostró estampas de bruscoscolores desleídos, medallas pequeñas de plomo, achatadas por los años, serenasalgunas, trágicas otras con desnudos corazones asomando exagerados en pechosabiertos.

Ydeprontolamujergritóelprincipiodelaconfesiónsalvadora.ElpadreLarsenlarecuerdaasí:

—Conmihermanodesdemistreceaños,éleramayor,jodíamostodalatardedeprimavera y verano al lado de la acequia debajo de la araucaria y sóloDios sabequién empezó o si nos vino la inspiración en conjunto. Y jodíamos y jodíamosporque,aunquetengacaradesanto,terminayvuelveynosecansanuncaydígamequémásqueríayo.

El hermano se apartó de la pared, dijo no con la cabeza y adelantó unamanohacialabocadesuhermana,peroelcuralodetuvoysusurró:

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—Déjalamentir,dejaquesealivie.Diosescuchayjuzga.Aquellas palabras habían agregado muy poco a su colección. Tenía ya varios

incestos,inevitablesenelpoblachodespojadodehombresquesellevólaguerraolamiseria; pero tal vez ninguno tan tenaz y reiterado, casimatrimonial.Quería sabermásymurmuróconvincente:«eslavida,elmundo,lacarne,hijamía».

Ahoraellavolvíaadilatarlosojosperdiéndoseenlapausaprotectoradelaparedencalada.Volvióareíryallorarsinlágrimascomosillantoyrisafueransonidosdepalabrasygravesconfidencias.Larsensupoquenoestabamoribundaniseburlaba.Estabalocayelhermano,sieraelhermano,vigilabasulocuraconunarígidacarademadera.

Equivocándose,ordenópadrenuestrosyavemaríasy,comoenelpasado,vacilócon el viejo ascomientras se inclinaba para bendecir la cabeza de pelo húmedo yentreverado;nopudoniquisobesarlelafrente.

Oyómientrassalíaguiadoporelimpasiblehermano:—Cuandootravezmevayaamorir,lollamoylecuentolodelcaballoylasillita

deordeñar.Élmeayudó,peronada.Enlacalle,bajolablancuraempecinadadelsol,lamularestregabaelhocicoen

laspiedrasbuscando,envano,mordiscar.Al regreso, de retorno al corral, la bestia trotó dócil y apresurada mientras el

padre Larsen, sin abrir el quitasol rojo, hacía balance de lo obtenido y aguardaba,esperanzado,aquellegaralasegundaagoníadelamujer.

ElpadreLarsenbuscósinencontrarningunaaraucaria.

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Lamano

Alospocosdíasdeentrarenlafábrica,cuandopasabaparairalbaño,oyóquealgunascompañerasmurmurabanydelmurmullolequedóeldesprecio:

—Laleprosa.Porsumanoenguantada,laqueduranteañosanterioresalguantesupoesconder

enlaespaldaoenlafaldaoenlanucadealgúncompañerodebaile.Noera lepra,nohabíacaídoningúndedoy la intermitentepicazóndesaparecía

prontoconelungüentorecetado.Peroerasumanoenferma,avecesroja,otrasconescamasblancas,erasumanoyyaeracostumbrequererlaymimarlacomoaunhijodébil,desvalido,queexigíaunexcesodecariño.

Dermatitis, había dicho el médico del Seguro. Era un hombre tranquilo, conanteojosdevidriosmuygruesos.«Lediránmuchaspalabrasylerecetaránnombresraros.Peronadiesabenadadeesoparacurarla.Paramí,noescontagioso.Yhastadiríaqueespsíquico.»

Y ella pensó que el viejo tenía razón porque, sin ser enana, su altura nocorrespondía a su edad; y su cara no llegaba a la fealdad, se detenía en lo vulgar,chata,redonda,ojostanpequeñosquesucolordesteñidonolograbamostrarse.

Asíqueparaelbailedefindeañoqueofrecióeldueñodelafábricaparaquelosasalariados olvidaran por un tiempo sus salarios, consiguió comprarse un par deguantesqueescondíanlasmanosytrepabanhastaloscodos.

Peropormiedoodesinterésnadieseacercóa invitarlaabailarypasó lanochesentadaymirando.

Alamanecer,yaensucasa,tiróloslargosguantesaunrincónysedesnudó,selavóunayotravezlamanoenfermayenlacama,antesdeapagarlaluz,laestuvosonriendoybesando.Yesposiblequedijeraenvozbaja las ternurasy losapodoscariñososqueestuvopensando.

Seacomodóparaelsueñoylamano,obedienteyagradecida,fueresbalandoporelvientre,acaricióelvelloy luegoavanzódosdedosparaahuyentar ladesgraciayacompañaryprovocarladichaqueleestabandando.

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Laversióndelinacero

Encontré a Cordes casualmente y vinimos por la noche a mi pieza. Habíamosestadotomandounascañas,élcomprócigarrillosyyo,felizmente,teníaunpocodeté.Estuvimoshablandodurantehoras, en ese estadodedicha exaltada, y suavenoobstante, que sólo puede dar la amistad y hace que insensiblemente dos personavayanapartandomalezasyretorciendocaminosparapodercoincidiryfestejarloconunasonrisa.

Hacía tiempo que no me sentía tan feliz, libre, hablando lleno de ardor,tumultuosamente,sinvacilaciones,segurodesercomprendido,escuchandotambiéncon lamisma intensidad, tratando de adivinar los pensamientos de Cordes por lasprimeras palabras de sus frases. Estábamos tomando el té, serían las dos de lamañana, acaso más, cuando Cordes me leyó unos versos suyos. Era un poemaextraño,publicadodespuésenunarevistadeBuenosAires.Debotenerelrecorteenalgunade lasvalijas,peronovale lapenadeponerseabuscarloahora.Se llamaba«Elpescaditorojo».Eltítuloesdesconcertanteytambiénmehizosonreír.Perohayqueleerelpoema.Cordestienemuchotalento,esinnegable.Meparecíafluctuante,indeciso,yacasopudieradecirsedeélquenohabíaacabadodeencontrarse.Noséquéhaceahoranicómoes;hedejadodetenernoticiasuyasydesdeaquellanochenovolvíaverlo,apesardequesabíadóndebuscarme.

Aquellanochedejéenfriareltéenmivasoparaescucharlo.Eraunversolargo,comocuatrocarillasescritasamáquina.Yofumabaensilencio,con losojosbajos,sinvernada.Susversoslograronborrarlahabitación,lanocheyalmismoCordes.Cosasinnombre,cosasqueandabanporelmundobuscandounnombre,saltabansindescansodesuboca,oibanfrotandoporquesí;encualquierparteremotaypalpable.Era—pensé después— un universo saliendo del fondo negro de un sombrero decopa.Todo lo que pueda decir es pobre ymiserable comparado con lo que dijo élaquellanoche.Todohabíadesaparecidodesdelosprimerosversosyyoestabaenelmundo perfecto donde el pescadito rojo disparaba en rápidas curvas por el aguaverdosadelestanque,meciendosuavementelasalgasyhaciéndosecomounmúsculolargoysonrosadocuandollegabaatocarloelrayodeluna.Avecesvaríaunvientofrescoy alegrequeme tocaba el pelo.Entonces las agua temblabany el pescaditorojodibujabafigurasfrenéticas,buscandolibrarsedelaestocadadelrayodelunaqueentrabaysalíadelestanque,persiguiendoelcorazónverdedelasaguas.Unrumordecoro distante surgía de las conchas huecas, semihundidas en la arena del fondo.Pasamosdespuésmuchoratosinhablar.Meestuvequieto,mirandoalsuelo;cuandolasombradelaúltimaimagensalióporlaventana,mepaséunamanoporlacaraymurmurégracias.

Elhablabayadeotracosa,perosuvozhabíaquedadoempapadaconaquelloy

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me bastaba oírlo para continuar vibrando con la historia del pescadito rojo. Memortificaba la idea de que era forzoso retribuir a Cordes sus versos. Pero ¿quéofrecerledetodaaquellapapeleríaquellenabamisvalijas?NadamáslejosdemíquelaideademostraraCordesqueyotambiénsabíaescribir.Nuncalosupeynuncamepreocupó.Todoloescritonoeramásqueunmontóndefracasos.Recordédeprontola aventura de la bahía de Arrak. Me acerqué a Cordes, sonriendo, y le puse lasmanosenloshombros.Yleconté,vacilandoalprincipiocomovacilabaelbarcoalpartir,embriagándomeenseguidaconmispropiossueños.

Las velas delGaviota infladas por el viento, el sol en la cadena del ancla, lasbotas altas hasta las rodillas, los pies descalzos de losmarineros, lamarinería, lasbotellasdeginebraquesonabancaseralosvasosenelcamarote,laprimeranochedetormenta, el motín en la hora de la siesta, el cuerpo alargado del ecuatoriano queahorcamos al ponerse el sol. El barco sin nombre, el capitán Olaff, la brújula delnáufrago, la llegadaa ciegasa labahíadearenablancaqueno figurabaenningúnmapa.Y lamedianocheenque, formada la tripulaciónencubierta,elcapitánOlaffhizo disparar veintiún cañonazos contra la luna que, justamente veinte años atrás,habíafrustradosuentrevistadeamorconlamujeregipciadeloscuatromaridos.

Hablaba rápidamente, queriendo contarlo todo, trasmitir a Cordes el mismointerésqueyosentía.Cadaunodaloquetiene.¿Quéotracosapodíaofrecerle?Habléllenodealegríayentusiasmo,paseándomeaveces,sentándomeencimadelamesa,tratando de ajustarmimímica a lo que iba contando. Hablé hasta que una oscuraintuiciónmehizoexaminarelrostrodeCordes.

Fuecomosi,corriendoenlanoche,medieradenaricescontraunmuro.Quedéhumillado, entontecido.Noera la incomprensión loquehabía en su cara, sinounaexpresión de lástima y distancia. No recuerdo qué broma cobarde emplée paraburlarmedemímismoydejardehablar.Eldijo:

—Esmuy hermoso... Sí. Pero no entiendo bien si todo eso es un plan para uncuentooalgoasí.

Yo estaba temblando de rabia por haberme lanzado a hablar, furioso contramímismoporhabermostradomisecreto.

—No,ningúnplan.Tengoascoportodo,¿meentiende?Porlagente,lavida,losversosconcuelloalmidonado.Metiroenunrincónymeimaginotodoeso.Cosasasíysuciedades,todaslasnoches.

Algoestabamuertoentrenosotros.Mepuseelsacoyloacompañéunascuadras.

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Losbesos

Loshabíaconocidoyextrañadodesumadre.Besabaenlasdosmejillasoenlamanoatodamujerindiferentequelepresentaran,habíarespetadoelritoprostibularioque prohibía unir las bocas; novias, mujeres le habían besado con lenguas en lagargantaysehabíandetenidosabiasyescrupulosasparabesarleelmiembro.Saliva,calorydeslices,comodebeser.

Despuéslasorpresivaentradadelamujer,desconocida,atravesandolaherraduradedolientes,esposaehijos,amigoslloronessuspirantes.

Seacercó,impávida,lamuyputa,lamuyatrevida,parabesarlelafrialdaddelafrente, por encima del borde del ataúd, dejando entre la horizontalidad de las tresarrugas,unapequeñamanchacarmín.

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Mañanaseráotrodía

LalluviahabíadejadolasRamblascasivacíasysóloquedabagenteagrupadaenelcaféencristaladodonde,desdemesesatrás,noladejabanentrar.

LaSonia,depieenelportalde lacasavacía,vioquela lluviapasabafatigada,amansallovizna,laviocesarmientrascrecíaelfríodelviento,ypensóqueaquelloeraunsignodebuenasuerte.Unpocomáslejos,delotroladodelanchopaseo,lasluces de la ciudad comenzaban a encenderse. Empezaba la noche y respirando elaroma tristón de su abrigo mojado, la Sonia pensó que también empezaba laesperanza.Sonrió,sincreerdeverdad,comounaniñaalaquelerecitabanuncuentoyaoídoeinverosímil.

Volvióatantearlarizadapelucarubiaycongrancuidado—teníalasuñasmuylargas—fueestirandolasmediascaladasquesosteníaelportaligas.

Volvió a sentir hambre y recordó que tenía un sándwich de jamón en el bolso.Peronopodíaestropeareldibujodebocaquesehabíahechoconelrougeycontantocuidado.También recordóquehasta findemesestabaenordencon lapolicíayseobligóacaminar,acercándosealbordedelasacerasparasonreíraloscoches,moverlascaderasydetenersefingiendobuscaralgoenlaenormecartera.Peronada,nadie,ysindineroparaprobarsuerteenlosbaresdondetodavíaledejabanentrar.

Eralanocheydespuésfuelamadrugadaenelbarriosuciodelagranciudad.YSonia,yasinhambre,casisinesperanzascontinuabacaminandosobreeldolordelostaconesdeaguja.

Serepitieronlosdiálogosbrevesconloshombresquepasaban.—Vamos.¿Vienes?—Quetedenporsaco.—Esoquiero.Tambiényotepuedodarsiquieresenterarte.Hombresyhombresysuascoporellos.Laluzlimpiaamenazaballegardesdeel

puertoylasotrasseibanapagando.Subiólasescaleraspisandoconlascarasmediasdeseda.Abriólapuertamanchada—¿Cómotefue?

—Como la mierda, nena. Estoy hambriento. Creo que teníamos una lata desardinasyquedópandeldesayuno.

Elchico,morenoyflacoselevantódelacamaysepusoarevolverelarmario;dijoconvozdemimoyqueja:

—Todavíanomebesaste.—Ahora.FrentealespejolaSoniasequitólapelucayseacariciólasmejillas.—Otravezbarbuda.Después se desnudó y estuvomirando los pechos hinchados con parafina y el

sexoquelecolgaríatemblorosoeinútilhastadespuésdelassardinas.

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Elgato

Muchascosasdesagradablessepuedendeciro imaginardeJohn.Peronunca lesospeché una mentira; tenía demasiado desprecio por la gente para inventarsecualquierfábulaquelefuerafavorable.

Demodoquecuandomecontóalegreybebiendodrymartinislahistoria—paramí,sobretodo—deunodesuscasamientosfallidos,notuveduda.Era,ofue,comomiraryoírunapelículasinposibilidadderecomienzonitemorsobresucapacidaddesercreída.Tampocoquedabaagujeroparaunasonrisa.

Yollegaba,unasemanaantes,deParísyqueríaactualizar,confirmarydesecharlosrumoresquemehabíanllegadosobreamigos,másomenoscomunes,durantemiausencia.

John era un inglés conversador y sabía burlarse de todo con despego, a veceslástima,nuncamaldad.

Bebimos y hubo un largo silencio: John parecía meditar indeciso con el ceñofruncido.

Dejósuvasosobrelamesaymedijo,conservandosuactituddepiernascruzadasyderesueltoperfil:

—Erafrancesaytúlaconoces.Talvezlosepasporqueestábamosprácticamentecasados.Sólonosfaltabaelsacerdote,eljuezylallegadadeunosmueblesviejosycarosdelosquenoqueríadesprenderse.Bisabuelosyabuelosypadres,casitodalahistoriadeFrancia.Amísólomeimportabaella,Marie.YapuedesbuscarentretodaslasMaries que recuerdes. Estaba loco y a veces pensé que era una locura sexual.Verla,bastaba;olerunpañueloolvidado,bastaba;entraralbañodespuésdequeyahabía salido. Nos veíamos todas las semanas, aquí o en París. Dos o tres díasseguidosíbamosyvolvíamos.Ymideseoaumentabacadavezyyomeentregabaaél, escarbaba en él; quería más y más. Y cada más era como un escalón que meimpulsabaapisarotro.Siempreendescensoporqueyo sabíaqueestabaperdiendosaludycerebro.

Sindejardeofrecermeunhombro,hizounaseñaaJeevesyvinierondosvasos:dry martini para él y un gin tonic para mí. Encendió la pipa (él sabía que fumarapresuraríamimuerte)yestuvounratopensando,casisonriendoconlabiosquenoendulzabalaalegría.Comoocurresiempreenestaclasedecuentosmemantuveensilencio,esperando;fuirecompensado,Johnydijosinmirarme:

—Al gato lo bauticéEdgar.Y no porque fuera un gato negro con símbolos dehorror,blancos,ensupecho.

—UnanocheenqueMarie,comoestabaplaneado,llegóalaeropuerto.Larecibí,tomamoscoctelesconlaalegríadesiempre,brindamosporlafelicidadmatrimonial.Estonohacereírperoescómico.Fuimosacenaryluegoamidepartamento.Note

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dije, porqueno lo séy tal veznome importe, que laporteray semipatronaestabaencaprichadaconmigoo,simplemente,meodiabasinpausa.Algodeeso.

Entramosy encendí la luz.Ellanohabía estadonunca allí.Miró alrededor conunasonrisaqueeradeaprobaciónantesdehabernacido.Yvio,vimos,enmediodelagrancama,consucolchablancadeseñorita,ungatonegro,grande,gordo.Ungatoque yo veía por primera vez y que parecía acostumbrado a ronronear allí.Con laspatasdobladasbajoelpechonosmiróconojoscuriososyvolvióacerrarlos.Hastahoynosécómopudohaberentrado.Sospecho,apenas.Meadelanteparaacariciarleellomoylagargantayentoncesellaexplotó.Queecharaelgatoinmundo,queibaallenarlacamadepulgas.Agritosypateandoelsuelo.Yoencendíuncigarrilloyabrílapuerta.Ledijequemehabíahecho feliz encontrarpor sorpresaquealguiennosdaba labienvenida.Ellame tratódeestúpidoygolpeó lasmanoshastaqueelgatocorrióhacialapuertaylasombradelpasillo.Bueno,vamosatomarotrovasoporqueyavastacomoprólogo.Loqueocurrióessimpleyparamímuytrabajosodeexplicar.Enaquelmomentoresolvíqueyonuncapodríacasarmeconaquellamujer;queeraimposible vivir con ella, ser feliz con ella.No se lo dije entonces y el resto de lanoche, hasta el cansancio de la madrugada pasaron como lo presentíamos y lodeseábamos.

Bebió de un trago, encendió nuevamente la pipa y sonrió alegre y desafiante.Ahorasevolvióparamirarmelosojosydijo:

—Loqueexplicapara cualquier tipo inteligenteporquedesdeentonces solohetenidoaventurasymehepropuestoquedurenpoco.

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Elárbol

Cuandoaquellamañanadecielo feliz, lamuchacha,violínenmano, llamóa lapuertadelacasitajardíndelosRisi,unhombredepaisano,unpocomulato,abriódeuntirónylaobligóapasar.

—Póngasecontralaparedyapóyeseenlasmanos.Mientrasobedecía,lamuchachatuvotiempodepasarunvistazoporlacaradela

sirvienta de Fide que estaba blanca, moviendo las manos sobre el vientre,emparedada por otros dos monos que se turnaban para apresurar preguntas omezclabanlasinterrogacionesconlaviejatécnicatanaprendida,tanpuestaaprueba.Lostreshombresenmangasdecamisaysudando,fingiendopremuraeimportancia.

Elporterocacheóalamuchachaydetuvolacongénitainsolenciadelasmanosenlossenosylasnalgas.

—Limpia,dijo.Ahoraabraelviolín.—Elestuche.—Sí,doctora.Elestuchedelviolín.Ellahabíaescondidolospapelitoscelestesquelehabíaprestadoanochelamujer

deFide,entreunsibemolyunpizzicato.Peroalfinaparecieron.Eraunalistadenombresdesentenciadosamuertequetalvesaúnsiganvivos.—¿Yesto?—preguntóelprimero, conaire sobrador,buscandometer en la luz

atenuadadelamañanaunaexpresióndeamenazainteligente.LasirvientadelosFiderepetía:—No,yaledije.Lostrajoayeracasa.Nosédóndeestá.Yaledije.Noavisópor

teléfononilovi.Yaledije.Nosédóndeestá.Yaledije.—Yustedahorasevaaljardínconelmocoso—ledijoelhombrealamuchacha.

Ynadademacanasquenoempezamostodavía.Asíqueellaabriólapuertavidrierayenelpequeñojardínrespiróelaromadela

tierrahúmedayelolordelverano,agrupadosenelgranárbolsolitario.Bobestabadespatarrado,alláarriba,enlasramasmásaltas.—Traélapelotaqueestáalláenelfondo—dijoBob.Lapelotaestabaadosmetroscontraelmurogrisde ladivisoria.Eradegoma,

grandeyparecíaestarpintadacongajosdetodosloscolores.Lamuchachatirólapelotaalniñoyelniñoaella,yasísiguieron,riendolosdos.

Ahora se oía a la sirvienta de los Fide, a veces gritaba, otras lloraba. Las vocesgruesasdeloshombresseentreveraban,sealzabanysealejaban.

—Nosé.Yaledije.Nosénada.Elgolpedeunbofetónyuninsulto.Elniñocontinuabaignoranteyriendo,ella

sonreía,mirándolo,mostrándolelacara,lapelotaibayvenía,rodababrillosayalegresobrelatierraqueinterrumpíanalgunospuñadosdepasto.

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Jugabanylamuchachaestabaseguradenoestarallí,desoñarlossubibajasdelapelota.NohabíahombresdentrodelacasaacosandoalasirvientadeFide,noexistíalaamenazadelprontoencierro,elinterrogatorio,latortura.Mirabalaparedhúmedaque rodeaba el jardín, pensaba en la posibilidad de saltar, la de huir del sueño, dequebrarlapesadilla.

Nohabíaenelmundootracosaqueeljardínescuálido,elvaivéndelapelota,laalegríadelniñoacuyospadresestabanmatandoenotro lejano inimaginable lugar,país,continente...

Era necesario seguir jugando con el niño, sentir que la pelota le golpeaba labarriga,lanzarladevuelta.

El niño, puroy sencillo, tan cercade la casay el horror; el niño, lo únicoquesubsistíadelospadresenaquelmomentoyellateníaqueserpadreymadremientrasduraralapesadillainfinita,lasvocesgroserasenlacasa,larisanerviosadelchicoenelárbol.

Porque si prolongaba sin pausa elmonótono juego, ambos quedarían apartadosdeltiempo,nuncarozadosporlasuciedaddelmundo.

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Idayvuelta

Seencontrósóloenlasaladeesperaysepusoamirareldiarioquehabíallevadopara el brazo. Las manos le temblaban levemente. Sacó un cigarrillo y antes deencenderlo se acarició el ralo bigote cuyo crecimiento había vigilado durantesemanas.Nuncahabíasoportadoelhumodeltabacoytosióconlágrimas;peroteníaqueseguirfumandocomounhombrehastaquellegaraelmomentodelevantarse.Nopodíarecordar,paraimitarla,cómoeralaexpresióndeunhombrecínico,unhombremaduroyyadevuelta.

Tenía tres puertaspor delantey fuepaseando lamiradadeotramientras sentíagolpear su corazón. La puerta del medio se abrió justamente cuando la estabavigilando y apareció una mujer rubia, grande, cómoda, plácida y gorda; de loshombros lecolgabaunabatadesprendiday lesonriódesde ladistancia,amistosayalegrecomosipudierahaberloreconocido.

—Pasá,negrito—dijo,yélteníaelpelocastaño.Se levantó del bancoy avanzó sinmostrar su rechazo, sin poder contestar a la

sonrisaaltaeinmóvil.Lahabitaciónteníaunacamagrande,cubiertaporunasábanamal estirada, una cómoda con una gran jarra verde, hojas en relieve, sobre unapalanganarajada.Habíaunperfumeperdidoenelolor inolvidablede lacocinillaaquerosén.

Lamujer sonriendoya sin labatadesde lacama,empezóaparecerleenormeamedida que se iba quitando la ropa. Se arrimó al calor del fuego inquieto paraterminardedesnudarse.Despuéslagordasehizocargodeélconexpertapaciencia,bondadosaymaternal.

Hasta que pudo, triunfal, iniciar su viaje de ida y vuelta en el túnel invisible,húmedoysombrío,idayvueltahastalograrverlelacaraadiosporprimeravezensuvida.

Yaen la callepensóque loquehabía compradonopodía sustituir a lapalabraamorniasussueñosniasusintuiciones.Peroélnopodíaestarequivocado,estabaescrito que algún día no lejano su cuerpo y su alma iban a fundirse en la verdaddichosaypresentida.

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Laescopeta

Noera noche cerrada cuando estiré el brazo para encender la lámpara sobre lamesa.Eranecesarioqueterminaradeescribirmiartículoantesdelalbaycorrerparaecharloalbuzónyesperaracurrucadoquevolvieraelcarteroentre labrumaqueelamanecer ibacastigandocon látigodelcolorexactode la sangre frescaybrillante.Volvíamuygordoytranquilotrayéndomeelchequemensualyeranecesarioapurarsey no fue más que encender la luz y oír el ruido de alguien tratando de forzar lacerradurayalrededordemílasoledaddelaaldeadesierta,inmovilizadaporlalunaverticaljustoenelcentrogeométricodelmundotaninmensocontantosmillonesdecamasdondebalbuceabansussueñospersonasdiversasydormidas,cadaunaconunhilodebabarozandolasmejillasyestirándosecondibujosrarosenlablancuradelasalmohadas.Hastaquesaltéymepuseauncostadodelapuertapreguntandomuchasveces con un ritmo invariable quién es, qué quiere, qué busca. Y un silencio y elforcejeo rodeó la casita y continuó trabajando en una de las ventanas no recuerdocual, impulsándome en dosmovimientos sucesivos, casi sin pausa, amatar con lapalmadelamanolaluzdelamesayabrirelarmarioparasacarlaescopetayluegocaminandodeunaventana a otra y de unaventana a la puerta, segúnvariaban losruidosdelladrón,siemprepreguntandohastalaronqueraquébusca,haciendogirarlaescopeta,oliendocrecerdesdeelpechoylasaxilaselolortenebrosodelmiedoylafatalidad.

Después de una pausa y un pequeño ruido de papeles, el hombre de la babablancahablódetrásdeminuca.Suvozeraátona:

—Estesíqueesfácil.Unsueñoelemental.Hastaunniñopodríainterpretarlo.Yosoyelladrónquebuscasaber,entrarensuego.¿Porquétantomiedo?

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Elcerdito

Laseñoraestabasiemprevestidadenegroyarrastrabasonrienteel reumatismodeldormitorioalasala.Otrashabitacionesnohabía;perosíunaventanaquedabaaun pequeño jardín pardusco. Miró el reloj que le colgaba del pecho y pensó quefaltabamásdeunahoraparaquellegaranlosniños.Noeransuyos.Avecesdos,avecestresquellegabandesdelascasasenruinas,másalládelaplacita,atravesandoelpuentedemaderasobrelazanjasecaahora,enfurecidadeaguaenlostemporalesdeinvierno.

Aunquelosniñosempezaranaira laescuela,siemprelograbanescapardesuscasasode lasaulasa lahoradeperezaycalmade lasiesta.Todos, losdoso tres;eran sucios, hambrientos y físicamente muy distintos. Pero la anciana siemprelograba reconocer en ellos algún rasgo del nieto perdido; a veces a Juan lecorrespondían losojoso la franquezadeojosysonrisa;otras,ella losdescubríaenEmiliooGuido.Peronotranscurríaningunatardesinhaberreproducidoalgúngesto,algúnademándelnieto.

Pasósinprisaa lacocinaparapreparar los tres tazonesdecafécon lechey lospanquequesqueenvolvíaneldulcedemembrillo.

Aquella tarde los chicos no hicieron sonar la campanilla de la verja sino quegolpearoncon losnudilloselcristalde lapuertadeentrada.Laancianademoróenoírlos pero los golpes continuaron insistentes y sin aumentar su fuerza. Por fin,porquehabíapasadoalasalaparaacomodarlamesa,laancianapercibióelruidoydivisólastressiluetasquehabíantrepadolosescalones.

Sentados alrededorde lamesa, con los carrillos hinchadospor la dulzurade lagolosina, los niños repitieron las habituales tonterías, se acusaron entre ellos defracasosytraiciones.Laanciananoloscomprendíaperolosmirabacomerconunasonrisainmóvil;paraaquellatarde,despuésdeobservarmuchoparanoequivocarse,decidióqueEmilioleestabarecordandoalnietomuchomásquelosotrosdos.Sobretodoconelmovimientodelasmanos.

Mientraslavabalalozaenlacocinaoyóelcoroderisas,lasapagadasvocesdelsecreteoyluegoelsilencio.Algunocaminófurtivoyellanopudooírelruidosordodel hierro en la cabeza. Ya no oyó nadamás, bamboleó el cuerpo y luego quedóquietaenelsuelodelacocina.

Revolvieronen todos losmueblesdeldormitorio,buscarondebajodel colchón.SerepartieronbilletesymonedasyJuanlepropusoaEmilio:

—Daleotrogolpe.Porlasdudas.Caminarondespaciobajoelsolyalllegaraltablóndelazanjacadaunoregresó

separado, al barriomiserable. Cada uno y su choza yGuido, cuando estuvo en lasuya,vacíacomosiempreenlatarde,levantóropas,chatarra,desperdiciosdelcajón

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que tenía junto al catre y extrajo la alcancía blanca y manchada para guardar sudinero;unaalcancíadeyesoenformadecerditoconunaranuraenellomo.

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Lastresdelamañana

Laúltimapatada lohizochocarcontra laparedgrisde lacelda.Golpeócon lacabeza y tal vez haya tenido tiempo, un segundo, para agradecer el desmayo, lainconsciencia,elolvidodelostormentos.

El milico cerró la puerta, colgó vertical la metralleta de la mano izquierdamientras con la otra rebuscaba en procura de un pañuelo para secarse la cara. Erajovenyhabíamostrado,hastaqueseloprohibieron,unpequeñobigotequenoqueríacrecer.

Laceldasóloteníauncamastroconunatablaporcolchón,unbaldeyahediondodeviejosorinesyexcrementosy,muyalto,uncuadrilongoprotegidoporalambre.

Cuandocreyódespertar,nocheomañana,fríoysudoroso,nosupoquiénera.Sefueacomodandoaestapersonalidadqueloshacíafeliz,queerafelizyestabanosólodespegadadetodopasadosinotambiéndeltiempo.

Eraelotro,conpasadoydestino indiferentes,con lacra,condolor, recuerdosyesperas. Él estaba libre de la vida, libre de tantos miles de hombres mierdasempeñados en que el vivir fuera inmundicia y espinas. Él estaba libre y lúcido,despojadodetodo,comoreciénnacido.Eranlas tresde lamañana,aunqueélnadasabíadehorarios.Lastresdelamañana,horaenquetraenaComandanciaelcamiónnegroabrumadodeprostitutas,dellantos,risasypalabrassuciasquetropiezanconelbajo techo y caen sin sentido o destino, sin lastimar, sin rozar siquiera a nadie.Palabrasmuertasdetanviejas,devuelolentoycorto.Yanadamásquepalabras,lanada.Eranlastresdelamañanayeraposiblesentirycrearlainvisiblepresenciadelotroasulado;inmóvilytalvezconsurecuerdodeahogosenunatinadondeflotabalamierda;deinefablescorrienteseléctricasdelpenealanarizoalrevés,alternasopermanentes.Sinrecuerdodelastrompadasdelprimermierda,cariciasolvidadas.

ComprendíasininterésqueenlaCasaGrandehabíaunexcesodebestezuelasconfigura humana. Pero él quería retener, con las uñas que le quedaban, la felicidadtitilante y la nada que nunca tuvo principio no fin. Simplemente estaba. No teníaimportancia que el otro, por causa de la tristeza a su lado, su perdida mitad,construyera el poema inmortal erróneamente atribuido a Pavese, tan lejano de suestiloypreocupación.

FIN

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AcercadelAutor

JuanCarlosOnetti(1909-1994),nacióel1dejuliode1909en Montevideo (Uruguay), hijo de Honoria Borges y delfuncionarioCarlosOnetti.

Apasionadodesdesutempranainfanciaconlalecturaymalestudiante, Onetti abandonó sus estudios en su adolescenciapara trabajar como periodista y escribir con seudónimos(GrouchoMarx,PeriquitoelAguador...).

SusprimerostextosaparecieronendiferentespublicacionesdeMontevideoyBuenosAires,entreellaslaspublicacionesuruguayas«Marcha»o«Acción»,olaargentina«VeayLea»,queeditóentremediadosdelosaños40hasta1955. También, en la década de los 40, trabajó para la agencia Reuters, tanto enArgentina como en Uruguay. Por esa época Onetti ya se había casado en dosocasiones y con dos primas. La primera, en 1930, conMaria Amalia Onetti, y lasegunda,en1934,conMaríaJuliaOnetti.

Despuésde escribir relatos cortos JuanCarlosOnetti, influenciadoporWilliamFaulkner,MarcelProust,FedorDostoievski,Jean-PaulSartre,AlbertCamus,JosephConradoLouis-FerdinandCéline,debutócomonovelistacon«ElPozo»(1939),unlibroquerenovólastécnicasnarrativasdelaliteraturalatinoamericana.

En 1945, rota su relación conMaría Julia, el escritor uruguayo se casó con sutercera esposa, la holandesa Elizabeth María Pekelharín, «Peke», de quien sesepararíaacomienzosdelosaños50.

De carácter existencialista,marcada por la angustia urbana y plasmada con unestiloliterariodenso,suobratienesupropiaYoknapatawphaconlalocalidadficticiadeSantaMaría,lacualseubicóporprimeravezen«Lavidabreve»(1950),novelacon el protagonismo de Juan María Brausen que apareció tras «Tierra de nadie»(1942) y «Para esta noche» (1943). Santa María volvería a ser el escenarioprotagonista en «Para una tumba sin nombre» (1959), «El astillero» (1961),«Juntacadáveres»(1964)y«Dejemoshablaralviento»(1979).

Otrostítulosimportantesdesubibliografíason«Losadioses»(1954),«Lacaradeladesgracia»(1960),«Elinfiernotantemido»(1962),«Tantristecomoella»(1963),«La muerte y la niña» (1973), «Tiempo de abrazar» (1974), «Presencia y otroscuentos»(1986),«Cuandoentonces»(1987)y«Cuandoyanoimporte»(1993).

En1955trabajóenunaempresadepublicidadqueabandonóen1957paraocuparelcargodedirectordelaBibliotecaMunicipaldeMontevideo.

CuandoladictaduramilitarseinstalóenUruguay,Onettifueencarceladoen1974antes de exiliarse para siempre en España desde 1975. Nacionalizado español, en1980recibióelpremioCervantes.

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MurióenMadridel30demayode1994.Tenía84añosydejabaviudaasucuartaesposa,DorotheaMuhr,conlaquesehabíacasadoen1980.

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ReseñadelLibro

(Coleccióndecuentos)

Onettiesdeesosescritoresdotadosdeunapercepción tansingularypoderosadelmundo y de sus propias facultades que son inconfundibles desde las primeraslíneas. Los lectores de Juan Carlos Onetti hemos aprendido que algunos sueñospuedenconvertirseenverdad:cadaunodelosrelatosdeestelibro,porejemplo,esunsueñorealizado.

Acada lecturaelentusiasmohasido identico, sinconocernunca ladecepcion,sinoexactamentelaalegriainversadecomprobarquenosolomeseguiangustandoesos cuentos, sino que me gustabanmuchomas que antes, que podia adentrarmemuchomashondamenteenellosamedidaqueibaadentrandomeenmipropiavida.

AntonioMuñozMolina

LosautoreslatinoamericanostenemosunadeudaimpagableconOnetti.

MarioVargasLlosa

Las novelas y cuentos de Onetti son las piedras de fundación de nuestramodernidad.Atodossusdescendientesnosdiounaleccióndeinteligencianarrativa,deconstrucciónsabia,deinmensoamoralaimaginaciónliteraria.

CarlosFuentes

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Notas

[1]CarlosFuentes,Lanuevanovelalatinoamericana,México,1969.

[2] Ximena Moreno Aliste,Origen y sentido de la farsa en la obra de JuanCarlos Onetti. Publications du Centre de Recherches Latino-Arnéricaines del'UniversitédePoitiers,octubre1973.

[3]EmirRodríguezMonegal,prólogoaJ.C.Onetti,ObrasCompletas,México,1970,p.33.

[4] Ricardo Bofill, Planificación y creación. Revista de Occidente, noviembre1975,n.°1,p.51.

[5]V.FernandoAínsa,LastrampasdeOnetti.EditorialAlfa,Montevideo,1970,págs.84ysiguientes.

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