clancy, tom - panico nuclear

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PANICO

NUCLEAR

The sum of all fears TOM CLANCY

PRLOGO LA FLECHA ROTA Como el lobo en el redil. Al describir el ataque sirio del sbado, 6 de octubre, efectuado a las 14.00 hora local contra los Altos del Goln, defendidos por los israeles, la mayora de los comentaristas record la clebre frase de Lord Byron. Por otra parte, probablemente eso era lo que haban pensado los comandantes sirios aficionados a la literatura, cuando ultimaron una operacin que arrojara contra los israeles ms tanques y armas que cuantos hubieran podido soar los generales de Hitler. Sin embargo, las ovejas que el Ejrcito sirio encontr en aquel sombro da de octubre se parecan ms a cornamentados carneros en celo que a los dciles ovinos de los versos pastorales. Las dos brigadas israeles del Goln, aunque superadas en nmero en razn de nueve a uno, eran unidades de lite. La Sptima Brigada, que defenda la zona norte del Goln, apenas cedi; su red de defensa constitua un delicado equilibrio de rigidez y flexibilidad. Los puestos fortificados individuales resistieron con bravura, canalizando las penetraciones sirias por desfiladeros rocosos, donde el enemigo poda ser dividido y aniquilado por grupos de blindados israeles, que acechaban tras la lnea Prpura. Al segundo da, cuando empezaron a llegar los refuerzos, la situacin an estaba dominada... pero a duras penas. Al terminar el cuarto da, el ejrcito de tanques sirios que haba cado sobre la Sptima Brigada yaca ante ella, convertido en chatarra humeante. La Brigada Barak (Rayo), que defenda las alturas del sur, tuvo menos suerte. All el terreno no era tan propicio para la defensa; adems, en esa zona los sirios parecen haber contado con mandos ms inteligentes. En pocas horas la Barak fue partida en varios fragmentos. Aunque cada uno demostrara luego ser tan peligroso como un nido de vboras, las puntas de lanza sirias aprovecharon las aberturas y avanzaron hacia el objetivo estratgico: el mar de Galilea. La situacin que se desarroll en las treinta y seis horas siguientes fue la prueba ms grave afrontada por el Ejrcito israel desde 1948. Los refuerzos empezaron a llegar al segundo da. Fue preciso

lanzarlos de a poco a la zona de batalla: cubrieron posiciones, bloquearon rutas, e incluso recogieron unidades que se haban separado en la desesperada tensin del combate v. por primera vez en la historia de los israeles, huan ante la ofensiva rabe. Slo al tercer da consiguieron los israeles armar su puo blindado para envolver primero y aplastar despus las tres profundas penetraciones sirias. El cambio a operaciones ofensivas se produjo sobre la marcha. Los sirios se vieron empujados hacia atrs, hacia su propia capital, por un feroz contraataque, y entregaron un campo sembrado de tanques con-sumidos por el fuego y hombres quebrados. Al terminar ese da, los soldados de la Barak y la Sptima oyeron por radio un mensaje del Alto Mando de las Fuerzas Defensivas Israeles: VOSOTROS HABEIS SALVADO AL PUEBLO DE ISRAEL. Y era cierto. Sin embargo, salvo en las academias militares, fuera de Israel suele olvidarse esta batalla pica. Como en la guerra de los Seis Das de 1967, las espectaculares operaciones efectuadas en el Sina fueron las que provocaron el entusiasmo y la admiracin del mundo: el punteo del canal de Suez, la batalla de la Granja China, la maniobra de rodeo del Tercer Ejrcito egipcio. Sin embargo, la lucha en el Goln haba sido crucial, a que estaba mucho ms cerca de la patria. Empero, los supervivientes de esas dos brigadas saban bien lo que haban hecho: sus oficiales pudieron regocijarse con la idea de que, entre los militares profesionales conocedores de la habilidad y el valor necesarios para semejante resistencia, la batalla por los Altos sera recordada a la par de las Termpilas, Bastogne y Gloucester Hill. Toda guerra tiene muchas ironas, y la de Octubre no fue la excepcin. Como suele ocurrir con las resistencias ms gloriosas, sa tambin pudo haberse evitado. Los israeles haban interpretado mal ciertos informes de Inteligencia que, de haber sido tenidos en cuenta tan slo doce horas antes, les habran permitido ejecutar planes preestablecidos y volcar reservas en los Altos, horas antes de que se iniciara el ataque. De haberlo hecho as, esa heroica defensa no habra tenido lugar. No habra sido necesario que murieran tantas dotaciones de tanques y tantos soldados de Infantera, al extremo de que pasaran semanas antes de que las verdaderas cifras de bajas fueran reveladas a una nacin orgullosa, pero gravemente herida. Si se hubiera actuado segn esa informacin, los sirios habran sido masacrados delante de la lnea Prpura, pese a su lujosa coleccin de tanques y armas... pero una matanza tiene muy poco de glorioso. Esta falla de Inteligencia nunca fue debidamente explicada. Pudo la fabulosa Mossad fracasar tan catastrficamente en prever los planes rabes? O los lderes polticos israeles no supieron reconocer las advertencias recibidas? Desde luego, estas preguntas concitaron la atencin inmediata de la

Prensa internacional, sobre todo con respecto al cruce egipcio del canal de Suez, que franque la ponderada lnea Bar-Lev. Igualmente grave, aunque menos apreciado, fue un error ms fundamental cometido aos atrs por la habitualmente presciente plana mayor israel. Pese a todo su poder de fuego, el Ejrcito israel no estaba adecuadamente provisto de artillera de tubos, sobre todo para la estrategia sovitica. En vez de establecer fuertes concentraciones de caones mviles, los israeles preferan depender de los morteros de corto alcance y aviones de ataque. De este modo, los artilleros israeles de los Altos se vieron superados en razn de doce a uno, sometidos a un aplastante fuego de contrabateras e impedidos de prestar suficiente apoyo a los asediados defensores. Ese error cost muchas vidas. Como suele ocurrir con la mayora de errores graves, ste fue cometido por hombres inteligentes y con las mejores intenciones. El mismo avin de combate que atacara en el Goln poda descargar metralla y muerte sobre el canal de Suez apenas una hora despus. La Fuerza Area israel fue el primer cuerpo areo moderno que prest sistemtica atencin al tiempo de reabastecimiento en tierra. Su equipo de tierra estaba preparado para actuar de modo muy similar al equipo de un coche de carreras; su celeridad y su destreza duplicaba efectivamente el poder de ataque de cada avin y haca de la Fuerza Area israel un instrumento muy flexible y valioso. Un Phantom o un Skyhawk parecan ms valiosos que una docena de caones mviles. Pero los oficiales israeles encargados de la planificacin no repararon demasiado en que eran los soviticos quienes estaban armando a los rabes; e inculcndoles sus mismas teoras tcticas. Los misiles tierraaire soviticos, destinados a entenderse con el podero areo de la OTAN, siempre mayor que el propio, haban sido diseados por los mejores expertos del mundo. Los estrategas rusos vieron en la inminente Guerra de Octubre una estupenda oportunidad de poner a prueba sus armas y sus tcticas ms recientes. Y no la desaprovecharon. Los soviticos proporcionaron a sus clientes rabes una cobertura de misiles tierra-aire con la que nunca hubieran soado los norvietnamitas ni las fuerzas del Pacto de Varsovia de aquella poca: era una falange casi compacta de bateras y sistemas de radares intervinculados, distribuidos en profundidad, junto con los nuevos MTA (misiles tierra-aire) mviles, capaces de avanzar con las puntas de lanza blindadas, extendiendo la burbuja de proteccin antiarea bajo la cual las operaciones terrestres se pudieran continuar sin interferencias. Los oficiales y los hombres que deban operar esos sistemas haban sido meticulosamente entrenados, muchos en la Unin Sovitica, beneficindose de todo lo que soviticos y vietnamitas haban descubierto sobre las tcticas y la tecnologa norteamericanas, que los israeles iban previsiblemente a imitar. De todos los soldados rabes

que participaron en la Guerra de Octubre, slo estos hombres alcanzaron los objetivos previamente fijados. Durante dos das neutralizaron a la Fuerza Area israel. Si las operaciones de tierra se hubieran cumplido segn lo previsto, eso habra sido suficiente. Y es aqu donde nuestra historia encuentra su debido comienzo. La situacin de los Altos del Goln fue inmediatamente evaluada como grave. La escasa y confusa informacin que provena de las dos aturdidas brigadas indujeron al Alto Mando a creer que se haba perdido el control tctico de la accin. Al parecer, la peor de sus pesadillas se estaba cumpliendo: los haban cogido fatalmente desprevenidos; los kibbutzim del norte eran vulnerables; sus civiles, sus hijos, se encontraban en el trayecto de unas fuerzas sirias que bien podan descender de los Altos casi por sorpresa. La reaccin oficial de los altos mandos fue algo similar al pnico. Pero el pnico es algo que los buenos oficiales tambin planifican. Tratndose de una nacin cuya aniquilacin fsica era el objetivo que sus enemigos juraban alcanzar, no existan medidas de defensa que se pudieran considerar exageradas. Ya en 1968, los israeles, al igual que sus colegas norteamericanos y de la OTAN, haban basado su plan ltimo en la opcin nuclear. El 7 de octubre, a las 3.55 hora local, justo catorce horas despus de que comenzara el combate, se transmiti por tlex una orden de alerta para la OPERACION JOSUE a la base de la Fuerza Area israel en las afueras de Beersheba. Por entonces Israel no tena muchas armas nucleares... y en la actualidad niega tenerlas. Claro que no haran falta muchas, llegado el caso. En Beersheva, en uno de los numerosos depsitos subterrneos para bombas, existan doce objetos de aspecto bastante corriente, a los que slo una etiqueta de rayas rojas y plateadas, adherida en el flanco, distingua de muchos otros objetos acoplable:, a los aviones tcticos. No tenan aletas y no se vea nada fuera de lo habitual en la lnea aerodinmica de su superficie de aluminio, pardusca y opaca, con pocos ensamblajes visibles y escasos puntos de amarre. Esto tena un motivo: un observador poco informado o casual poda considerar que se trataba de tanques de combustible o receptculos de napalm que no merecan una segunda mirada. Pero cada uno de ellos era una bomba de fisin de plutonio, con un poder nominal de sesenta kilotones, suficientes para arrancar el corazn de una gran ciudad o matar a miles de soldados en el campo de batalla; con el agregado de un recubrimiento de cobalto, que se almacenaba por separado y se fijaba fcilmente a la superficie exterior, poda envenenar un paraje, y borrar todo tipo de vida durante varios aos. Aquella maana la actividad era frentica en Beersheba. El personal de reserva continuaba llegando a raudales a la base, despus de haber pasado el da anterior dedicado a la plegaria o a visitar parientes. Los

hombres del turno llevaban demasiado tiempo de trabajo como para asumir la difcil tarea de montar objetos letales en un avin. Tambin los recin llegados haban dormido muy poco. Un equipo de hombres, que por razones de seguridad ignoraba el carcter de su trabajo, se ocupaba de armar una flotilla de aviones de combate A-4 Skyhawk con armas nucleares, bajo la supervisin de dos oficiales denominados vigas, pues tal era su misin: vigilar visualmente todo lo relacionado con las armas nucleares. Cuatro bombas fueron llevadas sobre ruedas hasta debajo de otros tantos aviones, elevadas cuidadosamente por medio de un brazo cargador y amarradas en su sitio. Alguno de los operarios habra podido notar que las bombas no tenan todava aletas de cola ni mecanismos de activacin. En todo caso, se haba dicho que el oficial encargado de esa tarea se haba retrasado, como le ocurra a casi todo el mundo en aquella fra y fatdica maana. El morro de cada proyectil contena una serie de adminculos electrnicos. El mecanismo de activacin y la cpsula de materia nuclear, conocidos como paquete de fsica, ya estaba en las bombas, por supuesto. Las armas israeles, a diferencia de las norteamericanas, no haban sido diseadas para ser transportadas por aviones en tiempos de paz; por eso carecan de los complicados dispositivos de seguridad que los tcnicos de Pantex instalaban en las armas estadounidenses, en las afueras de Amarillo, Texas. Los sistemas de detonacin comprendan dos paquetes: uno para ser agregado al morro y el otro integrado a las aletas de cola. Estos se almacenaban aparte de las bombas. En general, las armas resultaban muy poco sofisticadas segn la tecnologa norteamericana o sovitica, tal como una pistola es menos sofisticada que una ametralladora (pero igual de mortfera a corta distancia). Una vez instalados y, activados los paquetes de morro y cola, el nico procedimiento de activacin restante era la instalacin de un equipo de armado especial, en la cabina de cada avin, y la conexin de potencia entre el avin y la bomba. A esa altura, el proyectil sera liberado a control local: puesto en manos de un piloto joven agresivo, cuya misin sera dejarlo caer en una maniobra llamada el rizo del tonto, por la cual se soltaba la bomba en una trayectoria balstica que probablemente le permitira escapar indemne con su avin cuando el artefacto detonara. Segn fueran las exigencias del momento y contando con la autorizacin de los vigas, el oficial de armamento de mayor autoridad en Beersheba poda optar por aadir dichos paquetes. Por suerte, a ese oficial no le entusiasmaba mucho la idea de tener bombas nucleares medio activadas en una cabina que, en cualquier momento, poda ser atacada por algn rabe. Como era creyente, pese a todos los peligros que amenazaban a su pas en ese fro amanecer, susurr una silenciosa plegaria de agradecimiento cuando en Tel Aviv se impuso la

sensatez y lleg la orden de detener a Josue. Los experimentados pilotos que deban intervenir en la misin de ataque volvieron a las salas de espera del escuadrn y se olvidaron de las instrucciones recibidas. El oficial de armamentos orden que se retiraran las bombas y se las devolviera a su seguro almacenamiento. En el momento en que los exhaustos operarios empezaban a retirar las armas, llegaron otros equipos con carretillas para rearmar a los Skyhawk con cohetes Zuni. La orden de ataque haba sido dada: El Goln. Iran contra las columnas de blindados sirios que avanzaban hacia el sector de la lnea Prpura defendido por Barak, desde Kair Shams. Los operarios trajinaban alrededor de los aviones: dos equipos, cada uno tratando de hacer lo suyo; uno intentaba retirar las bombas sin saber que lo eran, mientras el otro colgaba los Zuni de las alas. Naturalmente, haba ms de cuatro aviones de ataque dando vueltas por Beersheba. La primera misin, que haba partido hacia Suez al amanecer, regresaba en esos momentos... al menos, lo que de ella quedaba. Se haba perdido el avin de reconocimiento RF-4C Phantom; su escolta, un F-4E, se acercaba renqueando, perdiendo combustible por los tanques perforados y con uno de sus dos motores inutilizado. El piloto ya lo haba advertido por radio: haba un nuevo tipo de misil tierra-aire, tal vez ese tal SA-6 sus sistemas de rastreo por radar no aparecan en el receptor del Phantom, el avin de reconocimiento no haba recibido la menor advertencia; tan slo la suerte le permiti eludir los cuatro proyectiles disparados. Todo eso fue comunicado al Alto Mando de la Fuerza Area antes de que el aparato descendiera trabajosamente en la pista. Se le orden que carreteara hasta el extremo de la rampa, cerca de donde estaban los Skyhawks El piloto del Phantont sigui al jeep hasta donde esperaban los vehculos de bomberos, pero en el m momento en que se detena estall la rueda izquierda. El montante daado tambin cedi; veinte mil kilos de avin cayeron al suelo como platos de una mesa volcada. El combustible perdido se encendi; un fuego pequeo pero peligroso, envolvi al aparato. Un instante despus, las municiones de veinte milmetros empezaron a dispararse solas; uno de los dos tripulantes gritaba dentro de aquella masa en llamas. Los bomberos avanzaron lanzando agua. Los dos vigas, que eran quienes estaban ms cerca, corrieron hacia el fuego para sacar al piloto. Los tres fueron rociados por fragmentos de metralla, mientras un bombero se abra paso entre el fuego hacia el segundo piloto y lo sacaba de all, chamuscado pero vivo. Otros bomberos recogieron a los vigas y al piloto ensangrentados y los subieron en una ambulancia. El incendio distrajo a los operarios que trabajaban bajo los Skyhawks. Una bomba, la montada en el avin nmero tres, cay un momento antes de lo debido y aplast las piernas del supervisor. En la

estruendosa confusin del momento, el equipo perdi la cuenta de lo que haca. El hombre herido fue llevado al hospital de la base, mientras las tres bombas nucleares desmontadas volvan en carretilla al depsito subterrneo. En medio del caos reinante, como en cualquier base area durante el primer da de una guerra, nadie repar en que uno de los carritos iba vaco. Un momento despus llegaron los jefes de lnea, que iniciaron someras inspecciones de los aviones, y un jeep del que saltaron cuatro pilotos, cada uno con un casco en una mano y un mapa tctico en la otra, todos ansiosos de atacar al enemigo de su pas. Qu demonios es eso? espet el teniente Mordecai Zadin, de dieciocho aos, a quien sus amigos llamaban Motu. An conservaba la desgarbada torpeza de la adolescencia. Parece un tanque de combustible contest el jefe de lnea, un reservista de cincuenta aos, amable y competente que tena un taller en Haifa. Oh, mierda protest el piloto, casi trmulo de entusiasmo. No necesito mucho combustible para ir al Goln y volver. Puedo quitarlo, pero tardar unos minutos. Motti estudi la propuesta por un momento. Era un sabra de un kibbutz del norte, piloto desde haca apenas cinco meses. El resto de sus camaradas va se estaban acomodando en los aparatos y los sirios se dirigan hacia la tierra natal de sus padres. Sinti un sbito horror de ser dejado atrs en su primera misin de combate. Deja! Lo quitars cuando vuelva. Zadin subi presuroso por la escalerilla. El jefe lo sigui para ponerle las correas v verificar los instrumentos por sobre su hombro. Est a punto, Motti. Ten cuidado. Preprame un poco de t para cuando vuelva. El jovencito sonri con toda la ferocidad que puede expresar un cro de esa edad. El jefe de lnea le dio una palmada en el casco. T cuida de devolverme mi avin, Menchkin Mazeltov. Salt al suelo y retir la escalerilla. Luego dio un ltimo repaso al avin mientras Motti pona el motor en marcha, operaba los mandos de vuelo y aceleraba en punto muerto, para verificar los medidores de combustible y temperatura del motor. Todo estaba en orden. Mir al jefe de escuadrilla e indic por seas que estaba preparado. Luego cerr manualmente la cabina y, con una ltima mirada al jefe de lnea, le hizo su saludo de despedida. Pese a sus dieciocho aos. Zadin no era demasiado joven para ser piloto de la Fuerza Area de Israel. Lo haban seleccionado como candidato cuatro aos antes, por su agresividad y sus reacciones rpidas. Motti trabaj mucho para ingresar en la mejor aviacin del mundo. Le encantaba volar; era lo que deseaba desde el da en que, siendo casi un beb, haba visto un aparato de adiestramiento Bf-

109. Y amaba su Skyhawk. Era un avin de piloto, no un monstruo electrnico como el Phantom; el A-4 era un ave de presa pequea y dcil, que brincaba a la menor presin en la palanca de mandos. Ahora entrara en combate. No tena miedo en absoluto. Y no tema por su vida; como cualquier adolescente, estaba convencido de su propia inmortalidad. A los pilotos de combate se los elige precisamente por su falta de fragilidad humana. Sin embargo repar en el buen tiempo. Nunca haba visto un amanecer tan bello. Se senta inusualmente alerta, consciente de todo: el sabroso caf del despertar, el olor a polvo que haba en el aire matutino de Beersheba. Ahora, los viriles aromas del cuero y el aceite en la cabina; la esttica perezosa de los circuitos radiales y el cosquilleo de sus manos en la palanca de mandos. Nunca haba visto un da como se. A Motti Zadin no se le ocurri que el destino pudiera no darle otro. Los cuatro aviones carretearon en perfecta formacin hasta el extremo de la pista 0-1. Pareca un buen presagio: despegar hacia el norte, rumbo a un enemigo que estaba apenas a quince minutos de vuelo. A una orden del jefe de escuadrilla (que apenas tena veintin aos), los cuatro pilotos operaron los aceleradores al mximo, soltaron los frenos y se lanzaron hacia el aire fresco y sereno de la maana. En pocos segundos todos estaban en el aire, ascendiendo hasta mil quinientos metros para evitar el trfico areo civil del Aeropuerto Internacional Ben-Gurin, que mantena una actividad plena, en el descabellado patrn de vida de Oriente Medio. El capitn dio las rdenes habituales, tal como en un vuelo de prctica: nivelar, verificar motor, armamento, sistemas elctricos. Alertas a Migs y amigos. Aseguraos de que la identificacin est en verde. Los quince minutos de vuelo entre Beersheba y el Goln pasaron rpidamente. Zadin aguz la vista para ver la escarpa volcnica por la que haba muerto su hermano mayor, apenas seis aos antes, al arrebatrsela a los sirios. Los sirios no van a recuperarla, se dijo. Escuadrilla: virar a la derecha, direccin cero-cuatro-tres. Los blancos son columnas de tanques, cuatro kilmetros al este de la lnea. Alertas a misiles tierra-aire y fuego antiareo. Jefe, aqu Cuatro: tengo tanques en tierra a la una inform Zadin con serenidad. Parecen nuestros Centurin. Buena vista, Cuatro replic el capitn. Son amigos. Tengo una seal, tengo advertencia de lanzamiento! grit alguien. Los ojos escrutaron el espacio en busca del peligro. Mierda! grit una voz excitada. MTA suben a las doce! Los veo. Escotilla, izquierda y derecha, abrirse ahora! orden el capitn. Los cuatro Skyhawks se diseminaron. A varios kilmetros de

distancia, diez o doce misiles SA-2 como postes de telfono voladores, venan hacia ellos a tres mach. Los MTA tambin se abrieron a derecha e izquierda, pero con torpeza; dos de ellos colisionaron y estallaron. Motti se lade a la derecha y levant la palanca hasta el vientre, zambullndose hacia tierra, mientras maldeca el peso agregado a su ala. Pero los misiles no pudieron seguirlos. Nivel apenas a treinta metros de las rocas, siempre dirigindose hacia los sirios a una velocidad de 600 kilmetros, y estremeci el cielo al pasar por sobre los acosados hombres de la Barak, que lo animaron a gritos. Motti ya saba que la misin era un fracaso como ataque coherente. Pero no le importaba. Destrozara algunos tanques sirios. No necesitaba saber exactamente cules, siempre que fueran sirios. Vio otro A-4 y ascendi en el momento en que el proyectil iniciaba su trayectoria. Al mirar hacia adelante divis las cpulas de los T-62 sirios. Zadin oper sus llaves de armamento sin mirar. Ante sus ojos apareci la mira. Atencin, ms MTA desde abajo. Era la voz del capitn, an serena. El corazn de Motise detuvo por un segundo. Por sobre las rocas, hacia l, vena un enjambre de pequeos misiles. Sern los "SA-6" de los que nos hablaron?, se pregunt, mientras verificaba su equipo, que no haba detectado los misiles. La nica advertencia era la de sus propios ojos, por instinto, busc altura para maniobrar. Cuatro misiles lo siguieron, a tres kilmetros de distancia. Vir a la derecha y descendi en espiral hacia la izquierda. Eso despist a tres, pero el cuarto lo sigui hacia abajo. Estall un momento despus, a treinta metros de su avin. El Skvhawk pareci haber sido arrojado de un puntapi a diez metros de distancia. Motti manipul los mandos hasta nivelarlo, cuando casi tocaba las rocas. Ech un vistazo y sinti un escalofro: varios sectores del ala de babor estaban hecho aicos. Las seales de advertencia, en los auriculares y los instrumentos de vuelo, informaban de un desastre mltiple: en sistemas hidrulicos, la radio y el generador. Pero an tena los mandos manuales sus armas; poda disparar con la batera de emergencia. En ese instante vio a sus atacantes: una batera de misiles SA-6 cuatro vehculos lanzamisiles. un camin de radar Straight Flush y un transporte de municiones, todo a cuatro kilmetros de distancia. Sus ojos de guila alcanzaron a distinguir a los sirios que trajinaban con los misiles, cargando uno en su lanzador. Ellos tambin lo vieron y de ese modo comenz un duelo pico, a pesar de su brevedad. Motti descendi tanto como se lo permitieron sus mandos daados y centr cuidadosamente el blanco en su mira. Tena cuarenta y ocho cohetes Zuni, que se disparaban en salvas de a cuatro. A dos

kilmetros abri fuego contra el blanco, los sirios lograron lanzar otro MTA. Pareca no haber salvacin posible, pero el SA-6 tena una espoleta de proximidad de radar; los Zuni, al pasar, lo activaron e hicieron estallar el misil a quinientos metros de distancia, sin que provocara dao alguno. Motti sonri salvajemente tras su mascarilla, en tanto disparaba cohetes y operaba su can de veinte milmetros contra el blanco de hombres y vehculos. La tercera salva dio en el blanco, y luego cuatro ms, en tanto Zadin pateaba el timn de cola para dejar caer sus cohetes sobre toda la zona. La batera de misiles se transform en un infierno de combustible que haca estallar los misiles y los explosivos. En el camino de Motti se alz una enorme bola de fuego que el filtro atraves con un monstruoso grito de jbilo. Sus enemigos haban sido eliminados; sus camaradas estaban vengados. Aqul fue el nico momento de gloria de Zadin. Las grandes lminas de aluminio del ala izquierda de su aparato se estaban desprendiendo a impulsos del torbellino de aire. El A-4 empez a estremecerse. Cuando Motti gir hacia la izquierda para el regreso, el ala se desprendi por completo. El Skyhawk se desintegr en el aire. En pocos segundos, el guerrero adolescente se estrell contra las rocas baslticas del Goln; no era el primero en morir all; tampoco sera el ltimo. De los cuatro aviones de su escuadrilla, ninguno regres a la base. De la batera MTA no qued casi nada. Los seis vehculos haban volado en fragmentos. De los noventa hombres que los tripulaban, el trozo ms grande que se encontr fue el torso decapitado del comandante. Tanto l como Zadin haban prestado un buen servicio a sus pases, pero como sucede con tanta frecuencia, esa conducta, que en otro tiempo u otro lugar habra podido inspirar versos heroicos a un Virgilio o un Tennyson, pasaron sin pena ni gloria. Tres das despus, la madre de Zadin recibi la noticia por telegrama, enterndose nuevamente de que toda Israel comparta su dolor. Como si eso fuera posible en el caso de una mujer que haba perdido a dos hijos varones. Pero de este annimo episodio quedo una nota al pie: la bomba sin armar se desprendi del avin desintegrado y continu viaje, an ms hacia el este, hasta sepultarse lejos de los restos, a cincuenta metros de la casa ocupada por un granjero druso. Los israeles no descubrieron la falta de esa bomba hasta tres das despus, y slo a veinticuatro horas de terminar la Guerra de Octubre pudieron reconstruir los detalles de su prdida. Eso les puso ante un problema insoluble, pese a su imaginacin. La bomba estaba en algn sitio, tras las lneas sirias, pero dnde? Qu avin la haba llevado? Dnde haba cado el aparato? No era posible pedir a los sirios que la buscaran. Y cmo decirlo a los norteamericanos, de quienes el material nuclear especial haba sido

tan diestra y trabajosamente obtenido? Por tanto, la bomba permaneci ignorada, salvo para el granjero druso, que se limit a cubrirla con dos metros de tierra y continu cultivando su rocosa parcela. 1 EL VIAJE MS LARGO Arnold van Damm se reclin contra el respaldo de su silln giratorio, con toda la elegancia de un mueco de trapo arrojado a un rincn. Jack nunca lo haba visto de chaqueta, salvo en presencia del presidente, y aun en esos casos no siempre. Se pregunt si para las ocasiones formales, las que requeran traje de etiqueta, hara falta que un agente del Servicio Secreto le apuntara con una pistola. Al verle la corbata suelta alrededor del cuello desabotonado, Jack Rvan se pregunt si alguna vez ajustara el nudo. Las mangas de la camisa, a rayas azules, estaban arremangadas y sucias en los codos, porque acostumbraba leer los documentos apoyando los antebrazos en el escritorio, crnicamente atestado. Sin embargo, cuando se trataba de conversaciones importantes, Van Damm se reclinaba en el silln y apoyaba los pies en un cajn del escritorio. Aunque apenas llegaba a los cincuenta aos, el pelo gris ya le estaba raleando y tena la cara arrugada, rada como un mapa viejo; pero, sus ojos azules estaban siempre alerta y su mente captaba con agudeza cuanto ocurra dentro o fuera de su campo visual. Esa caracterstica vena con el cargo de jefe de personal del presidente. Se sirvi una gaseosa diettica en un vaso de caf, que por un lado tena el emblema de la Casa Blanca y por el otro su apodo grabado: Arnie; luego mir al vicedirector de Inteligencia con una mezcla de cautela y afecto. Tienes sed? Me vendra bien una gaseosa de verdad, si tienes por ah repuso Jack y esboz una sonrisa. La mano izquierda de Van Damm desapareci de la vista y a continuacin una lata roja describi una trayectoria que habra terminado en el regazo de Ryan, si ste no la hubiera cogido en el aire. En esas circunstancias, abrir la lata era un ejercicio traicionero, pero Jack la apunt ostentosamente hacia Van Damm y tir de la parrilla. Aunque a uno no le gustara, se dijo, aquel hombre tena estilo. No se dejaba afectar por su trabajo, excepto cuando era preciso. Esa ocasin no lo mereca. Arnold van Damm slo se daba aires de importancia con los extraos. Con los ntimos no necesitaba actuar. El jefe quiere saber qu diablos pasa all empez Ryan. Yo tambin dijo Charles Alden, asesor presidencial de Seguridad Nacional mientras entraba en el despacho. Lamento haberme

retrasado, Arnie. Y nosotros tambin replic Jack Rvan. Eso no ha cambiado en los dos ltimos aos. Queris saber lo mejor que tenemos? Claro asinti Alden. La prxima vez que vayis a Mosc, estad alerta a un gran conejo blanco, de chaleco y reloj de bolsillo. Si les ofrece un viaje conejera abajo, aceptad y luego contadme qu encontrasteis all dijo Ryan, fingiendo seriedad. No soy uno de esos derechistas idiotas que echan de menos los tiempos de la Guerra Fra, pero en esa poca los rusos al menos eran previsibles. ltimamente han empezado a actuar como nosotros: son ms imprevisibles que el demonio. Lo divertido es que ahora comprendo cuntos dolores de cabeza le hemos dado a la KGB. En la Unin Sovitica, la dinmica poltica cambia de da en da. Narmonov es el luchador poltico ms hbil del mundo, pero cada vez que pone manos a la obra hay una nueva crisis. Qu clase de bicho es? pregunt Van Damm. T lo conoces. Alden haba tratado personalmente con Narmonov. Amie no. Habl con l slo una vez advirti Ryan. Alden se sent en un silln. Hemos estado viendo tus antecedentes, Jack. El jefe tambin. Caramba, casi logr que te respetara. Dos Estrellas de Inteligencia, el asunto del submarino y lo de Gerasimov. Dicen que las aguas quietas son las ms profundas, hombre, pero nunca imagin que lo fueran tanto. Con razn Al Trent te considera tan sagaz! La Estrella de Inteligencia era la ms alta condecoracin que otorgaba la CIA. Jack tena tres, en realidad, pero el documento por el que se le otorgaba la tercera estaba guardado bajo llave, en sitio muy seguro, y era algo tan reservado que ni siquiera el nuevo presidente lo saba ni llegara a saberlo. Demuestra tu sagacidad. Explcanos. Es uno de esos bichos raros. El caos le sienta de maravillas. Conozco mdicos que son as. Hay algunos, unos pocos, que continan trabajando en las salas de emergencia, reparando huesos rotos y cosas por el estilo, cuando todos los dems ya han sucumbido al agotamiento. Es que algunas personas se fortalecen con las presiones y la tensin nerviosa, Arnie. El es uno de sos. No creo que en realidad le guste, pero es su punto fuerte. Ha de tener la constitucin fsica de un caballo... Como casi todos los polticos coment Van Damm. Dichosos de ellos. Ahora bien, sabe Narmonov hacia dnde va, realmente? Creo que sabe y no sabe, todo a un tiempo. Tiene alguna idea de hacia dnde est impulsando a su pas; lo que no sabe es cmo llegar all y qu hacer cuando llegue. Hay que tener cojones para eso. Conque el tipo te gusta. No era una pregunta.

Podra haberme arrancado la vida con tanta facilidad como se destapa esta gaseosa, pero no lo hizo admiti Rvan con una sonrisa. S, eso me obliga a tenerle cierta simpata. Hay que ser tonto para no admirarlo. Aunque todava furamos enemigos, l seguira inspirando respeto. Qu!. Ya no somos enemigos? pregunta Alden, con una sonrisa astuta. Cmo, hombre? pregunt Jack fingiendo sorpresa. El dice que eso es cosa del pasado! Los polticos hablan mucho gru el jefe de personalPara eso se les paga. Narmonov puede llegar? Ryan miro por la ventana, disgustado, sobre todo porque no le era noble responder a la pregunta. Vemoslo as. Andrei Ilich es uno de los operadores polticos ms hbiles que ellos han tenido nunca. Pero esta practicando, equilibrismo de altura. Es el mejor sin duda, pero os acordis de Karl Wallenda, el mejor equilibrista de altura de su tiempo? Termin convertido en una mancha roja en la acera, porque tuvo un mal da en una profesin que slo permite fallar una vez. Andrei Ilich est en el mismo aprieto. Que si llegar? Hace ocho aos que todos preguntan lo mismo! Nosotros creemos que s. Yo creo que s. Pero... pero esto es tierra virgen, Arnie, qu joder. Nunca hemos pisado esto. El tampoco. Hasta esos malditos pronosticadores meteorolgicos tienen una base de datos donde apoyarse. Los dos mejores historiadores rusos que tenemos son Jake Kantrowitz, de Princeton, y Derek Andrews, de Berkeley; en estos momentos, la diferencia entre ambos es de ciento ochenta grados. Hace dos semanas los hicimos venir a Langley. Personalmente, me inclino por la apreciacin de Jake, pero nuestro analista ruso de ms experiencia cree que es Andrews quien tiene la razn. Paguen y prueben suerte, seores. Eso es todo lo que podernos ofrecer. Si queris verdades pontificiales, leed la Prensa. Van Damm gru y sigui preguntando: Cul es el prximo punto peligroso? El asunto de las nacionalidades respondi Jack. Ni falta hace que te lo diga. Cmo se dividir la Unin Sovitica, qu repblicas se separarn, cundo y cmo, pacfica o violentamente. Narmonov se enfrenta a eso todos los das. Ese problema no va a desaparecer por las buenas. Es lo que vengo diciendo desde hace un ao. Cunto tardar en estallar? quiso saber Alden. Oye, fui yo quien dijo que Alemania Oriental tardara cuanto menos un ao en pasarse. Por entonces yo era el ms optimista de la ciudad... y me equivoqu por once meses. Cualquier cosa que te digan es adivinacin a ciegas.

Hay otros puntos problemticos? pregunt Van Damm. Ah est siempre el Oriente Medio... Ryan vio que a Van Damm se le encendan los ojos. Queremos dedicarnos pronto a eso. Os deseo suerte. Nosotros trabajamos en ello desde los tiempos de Nixon y Kissinger, en las semifinales del setenta y tres. Se ha enfriado un poco, pero el problema fundamental sigue all y tarde o temprano se va a derretir. La buena noticia, supongo, es que Narmonov no quiere saber nada de ese asunto. Tal vez tenga que apoyar a sus antiguos amigos vendindoles armas, con lo que puede hacer mucho dinero; pero si aquello estalla, l no apretar como en los viejos tiempos. Lo descubrimos con lo de Irak. Puede continuar enviando armas; aunque no lo creo, es posible. Pero no har ms que eso en apoyo de un ataque rabe contra Israel. No sacar sus naves ni alertar a las tropas. Dudo que est dispuesto siquiera a respaldarlos si sacuden un poco los sables. Andrei Ilich dice que esas armas son defensivas y creo que lo dice en serio, pese a los comentarios que nos hacen llegar los israeles. Ests seguro? pregunt Alden. El Departamento de Estado no piensa lo mismo. El Departamento de Estado se equivoca asegur Ryan. Tu jefe tambin seal Van Damm. En ese caso, debo manifestar mi respetuoso desacuerdo con la evaluacin de Inteligencia. Alden asinti con la cabeza. Ahora s por qu Trent te estima tanto. No hablas como un burcrata. Cmo has hecho para durar tanto diciendo lo que piensas? Tal vez yo sea el botn de muestra. Ryan se ech a rer; luego volvi a ponerse serio. Pensadlo bien. Con todos los problemas de minoras que tiene entre manos, tomar un papel activo representa tantos peligros como ventajas. No; l vende armas por moneda fuerte y slo cuando no hay moros en la costa. Es cuestin de negocios v nada ms. Entonces, si buscamos un modo de arreglar las cosas... musit Alden. Hasta es posible que l colabore. A lo sumo, se mantendr a un lado, mascullando por no poder participar. Pero dime, cmo pensis arreglar las cosas? Aplicando un poco de presin sobre Israel respondi Van Damm. Eso es una tontera, por dos motivos. Es un error presionar a Israel mientras no se reduzcan sus problemas de seguridad. Y sus problemas de seguridad no se aliviarn mientras no se solucionen algunos puntos fundamentales. Por ejemplo? Por ejemplo, el que provoca este conflicto. Lo que todo el mundo

pasa por alto, pens Ryan. Es un asunto religioso, pero los muy tontos creen en las mismas cosas! gru Damm. El mes pasado le el Corn y dice lo mismo que me enseaban en la escuela dominical. Es cierto reconoci Ryan. Y con eso qu? Tanto catlicos como protestantes creen que Cristo es hijo de Dios, pero eso no impidi que estallara Irlanda del Norte. Para los judos, ese pas: es el lugar ms seguro del mundo. Esos cristianos chiflados estn tan ocupados matndose mutuamente que no tienen tiempo para el antisemitismo. Mira, Arnie, por leves que nos parezcan las diferencias religiosas, para ellos son lo bastante grandes como para justificar una matanza. No se necesita ms. Creo que tienes razn reconoci el jefe de personal a desgana. Despus de pensar un momento, agreg: Jerusaln, dices? Has acertado! Rvan termin su gaseosa y estruj la lata antes de arrojarla al cesto La ciudad es sagrada para tres religiones (considermoslas como tres tribus), pero fsicamente pertenece slo a una de ellas, que est en guerra con las otras dos. La situacin inestable de la legin requiere llevar algunas tropas al lugar, pero qu tropas? Recordad que no hace mucho algunos locos islmicos quisieron volar La Meca. Si ponemos fuerzas de seguridad rabes en Jerusaln, creamos una amenaza a la seguridad de Israel. Si las cosas continan como estn, slo con una fuerza israel, ofendemos a los rabes. Ah, me olvidaba de la ONU. A Israel no le gustar, porque all no han tratado demasiado bien a los judos. A los rabes tampoco les gustar, porque all hay demasiados cristianos. Y a nosotros no nos gustar porque a la ONU no le caemos demasiado bien. La nica organizacin internacional disponible se ha ganado la desconfianza de todo el mundo. Callejn sin salida. Pero el presidente quiere intervenir en esto seal el jefe de personal. Tenemos que hacer algo para dar la impresin de que hacemos algo. Bueno, la prxima vez que se rena con el Papa, puede pedirle una intercesin de alto nivel. La sonrisa irreverente de Jack se congel por un momento. Van Damm crey que se reprochaba a s mismo por haber hablado mal del presidente, cosa que no le gustaba. Pero luego la cara de Ryan qued en blanco. Arnie, que no lo conoca muy bien, no reconoci su expresin de esperad un momento. El jefe de personal ri entre dientes. Al presidente no le hara dao entrevistarse con el Papa. Eso daba buena imagen ante los votantes; despus ofrecera una cena bien publicitada al B'nai B'rith para demostrar que apreciaba a todas las religiones. En realidad, Van Damm saba que el presidente slo iba a la iglesia para exhibirse, ahora que

sus hijos haban crecido. se era uno de los chistes de la vida: la Unin Sovitica estaba volviendo a la religin, en busca de valores sociales, pero la izquierda norteamericana le haba vuelto la espalda tiempo atrs y no tena intenciones de volver a ella, por temor a encontrar los mismos valores que los rusos estaban buscando. Van Damm se haba iniciado como feligrs de la izquierda, pero cur de ellos con veinticinco aos de experiencia en el Gobierno. Ahora desconfiaba con idntico fervor de las ideologas de ambos lados. Era de los que buscan soluciones con un solo atractivo: que sirvan. Esas ensoaciones polticas lo apartaron por un momento de la discusin. Se te ocurre algo, Jack? pregunt Alden. Bueno... Todos nosotros somos gente del libro, no? musit Ryan, entreviendo un pensamiento nuevo en la neblina. Y qu? Pues el Vaticano es un pas de verdad, con representacin diplomtica, aunque sin fuerzas armadas... Son suizas... y Suiza es neutral. Ni siquiera integra las Naciones Unidas. Los rabes tienen sus fondos all... Caramba, y si lo aceptaran? La cara de Ryan volvi a quedar en blanco. Van Damm vio que sus ojos se enfocaban al encenderse la bombilla. Siempre lo entusiasmaba ver nacer una idea, pero no tanto cuando no saba de qu se trataba. Si aceptara qu? Quines? pregunt el jefe de personal con cierto fastidio. Alden se limitaba a esperar. Ryan se explic: Lo cierto es que gran parte de este alboroto es por Tierra Santa, no? Yo podra hablar con algunos de mis conocidos de Langley. Tenemos muy buenas... Van Damm se reclin en su silln. Qu clase de contactos tienes? Hablaras con el nuncio? Ryan mene la cabeza. El nuncio es un anciano simptico, el cardenal Giancatti, pero est all slo para mostrar la cara y sonrer. Con tanto tiempo como llevas aqu, Arnie, deberas saberlo. Cuando uno quiere hablar con gente que sepa, recurre al padre Riley, de Georgetown. l me prepar cuando curs el doctorado en la universidad de Georgetown. Somos bastante ntimos. Y l se entiende con el general. Quin? El padre general de la Compaa de Jess. Es jefe de los jesuitas, un espaol llamado Francisco Alcalde. El y el padre Tim enseaban en la Universidad de San Roberto Bellarmino, en Roma. Los dos son historiadores y el padre Tim es su representante no oficial en Estados Unidos. No conoces al padre Tim? No. Vale la pena?

Oh, s. Fue uno de mis mejores maestros. Conoce la capital por dentro y por fuera. Tiene buenos contactos en la casa central. Ryan sonri, pero Van Damm no capt el chiste. Puedes organizar un almuerzo discreto? pregunt Alden. Aqu no; en algn otro lugar. En el Cosmos Club de Georgetown. El padre Tim es socio. El Club Universitario est ms cerca, pero... Est bien. Ese hombre sabe guardar un secreto? !Es un jesuita! Ryan se ech a rer. No eres catlico, verdad? Para cundo podras concertarlo? Para maana o pasado. De acuerdo? Qu me dices de su lealtad? pregunt Van Damm. El padre Tim es ciudadano estadounidense. Pero adems es sacerdote; ha jurado lealtad a una autoridad que, por naturaleza, considera superior a la Constitucin. Puedes estar seguro de que cumplir con todas sus obligaciones, pero no olvides cules son esas obligaciones advirti Ryan. Tampoco puedes ir de mandn. Organiza el almuerzo. Al parecer, me conviene conocer a ese hombre. Dile que es para entablar relacin sugiri Alden. Que sea cuanto antes. Maana y pasado tengo el medioda libre. S, seor. Ryan se puso de pie. El Cosmos Club est situado en la esquina de las avenidas Massachusetts y Florida, en la ex casa solariega de Summer Welles. A los ojos de Ryan le faltaba algo: unas quince hectreas de campos ondulantes, un establo con caballos purasangre y algn zorro contumaz que el propietario intentara cazar sin demasiado empeo. La mansin nunca haba ostentado ese ambiente circundante; Ryan se pregunt por qu un hombre que conoca tan a fondo el funcionamiento de la ciudad la haba hecho construir con un estilo tan impropio de la realidad de Washington. Organizada como club de la inteligencia (la condicin de socio no se otorgaba por la fortuna, sino por los logros), en Washington se la conoca por las conversaciones eruditas y la mala comida, en una ciudad llena de restaurantes mediocres. Ryan condujo a Alden a un pequeo reservado del piso superior. All los esperaba el padre Timothy Riley, sacerdote jesuita, que hojeaba el Post de esa maana con una pipa entre los dientes. Al alcance de la mano derecha tena una copa de jerez. Vesta una camisa arrugada y una chaqueta que necesitaba planchado, en lugar de su formal atuendo de sacerdote hecho a medida por uno de los mejores sastres de la avenida Wisconsin Avenue, que reservaba para las reuniones importantes. No obstante, llevaba el cuello clerical blanco rgido y brillante: Jack tuvo la sbita idea de que, pese a sus aos de

educacin catlica, ignoraba de qu estaba hecho. De algodn almidonado? De celuloide, como los cuellos desmontables de la poca de su abuelo? En cualquier caso, su rigidez deba de recordar a quien lo usara su lugar en este mundo y en el venidero. Hola, Jack! Hola, padre. Le presento a Charles Alden. El padre Tim Riley. Intercambiaron apretones de manos y se sentaron. Un camarero tom nota de lo que iban a beber y al salir cerr la puerta. Cmo marcha tu nuevo trabajo, Jack? pregunto Riley. Los horizontes siguen amplindose admiti Ryan escuetamente. El sacerdote ya deba de saber qu problemas tena Jack en Langley. Se nos ha ocurrido una idea sobre Oriente Medio y Jack sugiri que sera conveniente analizarla con usted dijo Alden, para entrar en tema. Tuvo que interrumpirse, pues el camarero trajo las bebidas y la carta. La exposicin de la idea le llev varios minutos. Muy interesante! coment Riley. Qu opina usted? quiso saber el asesor de Seguridad Nacional. Interesante... El sacerdote guard silencio por un momento. Y el Papa querra...? Ryan interrumpi a Alden con un gesto de la mano. No se poda apremiar a Riley cuando pensaba. Despus de todo, era historiador; los historiadores no tienen la prisa de los mdicos. Es elegante, por cierto observ el sacerdote, al cabo de treinta segundos. Pero los griegos sern un problema serio. Los griegos? Por qu? pregunt Ryan, sorprendido. En estos momentos, la combatividad corre por cuenta de los ortodoxos griegos. A cada rato se trenzan con nosotros por nimiedades administrativas. Como sabis, los rabinos y los imanes son, en la actualidad, ms cordiales que los sacerdotes cristianos. Eso es lo extrao de la gente religiosa: resulta difcil prever cmo reaccionarn. De cualquier modo, los problemas entre griegos y romanos son administrativos: a quin le corresponder custodiar determinado sitio y ese tipo de cosas. El ao pasado hubo jaleo por decidir a quin le corresponda la Misa del Gallo en la iglesia de la Natividad de Beln. Es muy desagradable, verdad? Quiere usted decir que esto no servir porque dos iglesias catlicas no pueden...? Dije que podra haber un problema, doctor Alden, no que no servira. Riley hizo una pausa. Habr que ajustar la troika... pero dado el carcter de la operacin, creo que podemos obtener la cooperacin que se necesita. De cualquier modo, vosotros vais a tener que asociar a los griegos ortodoxos, porque ellos y los musulmanes se entienden muy bien. Por qu? pregunt Alden.

Cuando Mahoma huy de La Meca, perseguido por paganos premusulmanes, recibi asilo en el monasterio de Santa Catalina, en el Sina; es un templo ortodoxo griego. Ellos lo cuidaron cuando necesitaba de amigos. Mahoma era un hombre de honor: desde entonces, ese monasterio goza de la proteccin de los musulmanes. En ms de mil aos no ha tenido ningn problema, pese a todas las cosas horribles que han ocurrido en la zona. La verdad, el Islam tiene mucho de admirable. Los occidentales solemos pasarlo por alto por culpa de ciertos locos que se autoproclaman musulmanes. Como si los cristianos no tuviramos el mismo problema! All hay mucha nobleza; adems, tienen una tradicin de estudio y erudicin que inspira respeto. Lstima que aqu nadie sabe mucho de eso concluy Riley. Algn otro problema conceptual? pregunt Jack. El padre Tim se ech a rer. El Concilio de Viena! Cmo te olvidaste de eso, Jack? Qu? balbuce Alden, fastidiado. Mil ochocientos quince. Lo sabe todo el mundo! Cuando terminaron definitivamente las guerras napolenicas, los suizos se vieron obligados a prometer que jams exportaran mercenarios. Pero estoy seguro de que podemos buscar un giro. Disculpe, doctor Alden. La guardia papal se compone de mercenarios suizos, tal como en otros tiempos la del rey francs. Todos ellos murieron defendiendo al rey Luis y a Mara Antonieta. Lo mismo estuvo por ocurrir una vez con las tropas del Papa, pero contuvieron al enemigo mientras un pequeo destacamento trasladaba al Santo Padre a lugar seguro; si no me equivoco, fue Castelgandolfo. En otros tiempos, los mercenarios eran el principal producto suizo de exportacin; donde-quiera iban inspiraban miedo. En la actualidad, los guardias suizos del Vaticano estn slo como decorado, pero hubo pocas en que cubran una necesidad muy real. El hecho es que, dada la reputacin feroz de los mercenarios suizos, se agreg un punto al Concilio de Viena con el que se puso fin a las guerras napolenicas; los suizos se comprometieron a no permitir que sus soldados combatieran sino en su propia patria y en el Vaticano. Pero se es un problema trivial, tal como he dicho. A los suizos les encantara poder colaborar en la solucin de este conflicto. De ese modo incrementaran su prestigio en una zona donde abunda el dinero. Claro observ Jack. Sobre todo, si nosotros les proporcionamos el equipo. Tanques M-1, vehculos de combate Bradley, comunicacin celular... Anda, Jack protest Riley. No es broma, padre. El carcter de la misin requerir armamento pesado... aunque slo sea para impacto psicolgico. Hay que demostrar que uno va en serio. Logrado eso, el resto de la fuerza puede llevar sus hachas de guerra, sus uniformes de Miguel Angel y sus sonrisas ante las

cmaras. Pero siempre se necesitar una pistola para ganar contra cuatro ases, sobre todo all. Riley reconoci que era cierto. Me gusta la elegancia del proyecto, seores. Apela a la nobleza. Todos los involucrados aseguran creer en Dios, bajo un nombre u otro. Y apelando a ellos en el nombre de El... Humm, sa es la clave, no? La Ciudad de Dios. Para cundo necesitis la respuesta? El asunto no es de prioridad absoluta respondi Alden. Riley capt el mensaje. El asunto interesaba oficialmente a la Casa Blanca, pero no era algo que pudiera apresurarse. Tampoco se lo poda sepultar en el fondo de un cajn. Antes bien, era una averiguacin de trastienda, a ejecutar expeditivamente y muy en silencio. Bueno, tiene que pasar por la burocracia. La burocracia del Vaticano es la ms antigua e ininterrumpida del mundo, no lo olvidemos. Por eso hemos venido a hablar con usted seal Ryan. El general puede abreviar toda esa porquera. Ese no es modo de referirse a los prncipes de la Iglesia, Jack! Riley estuvo a punto de estallar en una carcajada. Soy catlico, recuerda? Les enviar una lnea prometi Riley. Hoy mismo, decan sus ojos. Discretamente acentu Alden. De acuerdo. Diez minutos despus, el padre Timothy Riley estaba de nuevo en su coche, para cubrir el breve trayecto hasta su oficina de Georgetown. Su mente ya estaba funcionando. Ryan haba acertado al mencionar las relaciones del padre Tim y su importancia. El sacerdote iba componiendo su mensaje en griego del Atica, el idioma de los filsofos, que en el mundo apenas dominan cincuenta mil personas; el idioma en el cual haba estudiado a Platn v Aristteles en el seminario de Woodstock, Matyland, muchos aos atrs. Ya en su oficina, dijo a su secretario que no le pasara ninguna llamada, cerr la puerta y encendi su ordenador personal. Insert un disco que le permitira utilizar caracteres griegos. Riley no era buen mecangrafo (el hecho de tener secretario y ordenador erosiona rpidamente esa habilidad) y tard una hora en producir el documento. Una vez impreso, result una carta de nueve folios a doble espacio. Por fin, el sacerdote abri un cajn de su escritorio y marc el cdigo de una caja fuerte, pequea pero muy segura, disimulada en lo que pareca un cajn de archivo. All, tal como Ryan sospechaba desde haca mucho, haba un libro de claves, trabajosamente impreso a mano por un joven sacerdote del personal del padre general. Riley no pudo menos que rer. No era algo que uno pudiera asociar con el sacerdocio. En

1944, cuando el almirante Chester Nimitz sugiri al cardenal Francis Spellman, vicario general catlico del Ejrcito norteamericano, que tal vez hiciera falta un nuevo obispo en las islas Marianas, el cardenal haba sacado su libro de claves y utilizado la red de comunicaciones de la Marina estadounidense para hacer nombrar un nuevo obispo. Como cualquier otra organizacin, la Iglesia catlica necesitaba de vez en cuando un medio de comunicacin libre de riesgos; el servicio de claves del Vaticano operaba desde haca siglos. En este caso, la clave del da era un largo prrafo del discurso de Aristteles sobre el Ser, con siete palabras eliminadas y cuatro grotescamente mal escritas. Un programa de codificacin comercial se encargaba del resto. Luego hubo que imprimir otra vez la carta y dejarla a un lado. Despus de apagar el ordenador, borrando toda memoria del comunicado, Riley envi la carta al Vaticano por fax y destruy las copias existentes. Todo aquello requiri tres horas de ardua labor. Cuando inform a su secretario que estaba listo para volver a sus funciones, comprendi que tendra que trabajar hasta muy entrada la noche. A diferencia de cualquier empresario vulgar, Riley no blasfem. Esto no me gusta dijo Leary en voz baja, detrs de sus prismticos. A m tampoco asinti Paulson. La imagen que l vea a travs de la mira telescpica era menos panormica y mucho ms centrada. Aquella situacin no era precisametne agradable. El sujeto era alguien al que el FBI buscaba desde haca ms de diez aos, por haber participado en la muerte de dos agentes especiales y un comisario. John Russell, alias Matt Murphy, alias Richard Burton, alias Oso Colorado, haba desaparecido en el clido abrazo de algo denominado Sociedad de Guerreros de la Nacin Sioux. John Russell tena poco de guerrero. Haba nacido en Minnesota, lejos de la reserva sioux; era un ratero cuya nica condena lo haba enviado a la crcel. All descubri su etnia y comenz a pensar y comportarse como un pervertido americano nativo, el cual, a los ojos de Paulson, tena ms de Mijail Bakunin que de Cochise o Toohoolhoolzote. Despus de incorporarse a otro movimiento nacido en la prisin, el Movimiento Indio Americano, Russel particip en cinco o seis acciones radicales, que terminaron con la muerte de tres agentes federales. Luego desapareci. Pero tarde o temprano todos se iban al demonio, y ese da le tocaba a John Russell. Al arriesgarse a traficar drogas hacia Canad para obtener dinero, la Sociedad de Guerreros haba cometido un error; sus planes llegaron a odos de un informante de la Polica federal. Se encontraban en los fantasmagricos restos de una ciudad rural, a nueve kilmeros de la frontera canadiense. El equipo de rescate de

rehenes del FBI no tena ningn rehn que rescatar, como de costumbre. Los diez hombres empleados para esa misin, al mando del supervisor de brigada Dennis Black, estaban bajo el control administrativo del agente especial responsable de la oficina local. Hasta all haba llegado el proverbial profesionalismo del FBI. El agente especial responsable de la zona haba elaborado una compleja emboscada que comenz mal y estuvo a punto de acabar en un desastre. Ya haba tres agentes hospitalizados por un accidente de trfico y otros dos con graves heridas de bala. Entre los sujetos, se saba que uno haba muerto y tal vez otro estuviera herido, pero por el momento no haba nada seguro. El resto, tres o cuatro (de eso tampoco estaban seguros), se haba refugiado en lo que quedaba de un motel. Lo que saban con certeza era que, o bien en el motel an haba lnea o, ms probablemente, los sujetos tenan un telfono con el que haban llamado a la Prensa. Lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos era una confusin tan magnfica que habra provocado la admiracin de Phineas T. Barnum. El agente especial al mando trataba de salvar los restos de su reputacin profesional aprovechando a los periodistas. Pero an no haba descubierto que no era lo mismo entenderse con un equipo de televisin de Denver o Chicago que con los periodistas locales, recin salidos de la academia. Resultaba muy difcil llevar la voz cantante entre profesionales de la Prensa. Bill Shaw le va a arrancar los cojones coment Leary en voz baja. De mucho nos servir eso! replic Paulson con un resoplido. Por otra parte, de qu cojones me hablas? Averiguaron algo? pregunt Black por el transmisor de radio. Se ve movimiento, pero no podemos identificar a nadie respondi Leary. Hay poca luz. Esos tos pueden ser tontos, pero no estn locos. Los sujetos pidieron un periodista una cmara de televisin y el agente especial responsable ha accedido. Por Dios! Denis, le has...? Paulson casi perdi los estribos. S, lo hice replic Black. Estamos a sus rdenes. El negociador del FBI, un psiquiatra con dolorosa experiencia en esos asuntos, estaba an a dos horas de viaje, y el agente especial responsable quera algo que pudiera aparecer en los noticiarios de la noche. Black habra querido estrangularlo, pero no poda, desde luego. No puedo arrestar a ese tipo por ineptodijo Leary, cubriendo el auricular con una mano. Bueno, lo nico que les falta a esos bastardos es un rehn. Por qu no darles uno? As el negociador tendr algo que hacer. Habla conmigo, Dennis dijo Paulson, cogiendo el auricular. Por orden ma, aplicaremos las reglas de enfrentamiento especific el agente especial supervisor Black. El equipo periodstico lo integran una mujer de veintiocho aos, rubia, ojos azules, estatura

media, y un camargrafo negro de casi un metro noventa. Les indiqu hacia dnde caminar. El tipo tiene buena cabeza y es decidido. Entendido, Dennis. Cunto hace que tienes el fusil, Paulson? pregunt Black. Los manuales establecen que un francotirador no puede permanecer en posicin de disparo ms de treinta minutos; pasado ese perodo, el observador y el francotirador deben intercambiar posiciones. Dennis Black decidi que alguien deba respetar los reglamentos. Unos quince minutos, Dennis. Estoy bien... bueno, ya veo a los periodistas. Estaban muy cerca: apenas a ciento quince metros de la puerta del edificio. No haba suficiente luz. En hora y media se pondra el sol. El da haba sido bochornoso. Un clido viento del sudoeste castigaba la pradera y el polvo arda en los ojos. Lo peor era que el viento soplaba a setenta y cinco kilmetros por hora y cruzaba directamente su lnea visual. Semejante rfaga poda desviar una bala hasta en diez centmetros. El equipo est listo para apoyar inform Black. Obtuvimos autorizacin del agente especial. Bueno, al menos el to no es del todo estpido repuso Leary por el transmisor. Furioso como estaba, no le importaba que el agente especial responsable pudiera orlo. Probablemente el idiota volvera a atragantarse. Tanto el francotirador como el observador llevaban uniformes de camuflaje. Haban tardado dos horas, pero al final haban conseguido una buena posicin: confundidos entre los arbustos achaparrados y la hierba de la pradera. Leary observ a los periodistas que se acercaban. La muchacha era bonita, aunque el viento, seco y fuerte, deba de estar arruinndole el pelo y el maquillaje. El cmara pareca un ex jugador de bisbol, rpido y fuerte, capaz de abrirle camino a Tony Wills, el nuevo y estupendo halfback de los Vikingos. Leary apart esas imgenes de su mente. El camargrafo lleva chaleco. La muchacha no. Estpida pens Leary. Sin duda Dennis te explic lo que esos bastardos se traen entre manos. Dermis dijo que el hombre era inteligente. Paulson apunt el fusil hacia el edificio. Hay movimiento en la puerta! Obremos con inteligencia murmur Leary. Sujeto uno a la vista anunci Paulson. Sale Russell. Francotirador uno sobre el blanco. Lo tengo respondieron tres voces al instante. John Russell era un hombre corpulento. Su metro noventa y dos y sus ciento veinte kilos haban sido atlticos en otro tiempo, pero ahora

estaba fofo y lleno de grasa. Llevaba vaqueros, el pecho desnudo y una cinta en la frente, sujetndole el pelo largo y negro. Tena el torso lleno de tatuajes; algunos haban sido hechos por un profesional, pero la mayora del tipo que se ejecuta en las crceles con lpiz y punzn. Perteneca a esa clase de hombres que la Polica prefiere tratar con un revlver en la mano. Se mova con esa perezosa arrogancia que revela la poca disposicin a obedecer las reglas. El sujeto uno lleva un revlver inform Lean al resto del equipo. Parece un Smith.... Yo... eh... Denis, hay algo raro en l. Qu? pregunt Black. Mike tiene razn confirm Paulson tras examinar la cara del hombre con sus prismticos. No me gusta, Dennis. Est drogado. Di a esos periodistas que vuelvan! Pero ya era demasiado tarde. Paulson mantena la cabeza del hombre en la mirilla. Russell ya no era una persona: era un sujeto, un blanco. El equipo tena autorizacin para intervenir: al menos en eso el agente especial responsable haba acertado. Si algo sala muy mal, el equipo de rescate de rehenes tena libertad de ejecutar cualquier accin que su jefe considerara apropiada. Paulson, como francotirador, tena instrucciones muy concretas: si el sujeto pareca amenazar de muerte a cualquier persona, el dedo ndice de su mano derecha aplicara una fuerza de dos kilos al gatillo del fusil de precisin. Conservemos la calma, por el amor de Dios susurr el francotirador. La mira telescpica tena lneas cruzadas y marcas estadimtricas. Paulson volvi a calcular el alcance; luego se reacomod, mientras su cerebro trataba de medir la fuerza del viento. La retcula de la mira estaba fija en la cabeza de Russell, exactamente en la oreja que ofreca un buen blanco. La escena era tragicmica. La periodista sonrea y mova su micrfono de un lado a otro. El corpulento cmara enfocaba el objetivo con un potente foco conectado a una batera porttil. Russell hablaba con ntasis, pero ni Lean ni Paulson oan una palabra, por efecto del viento. Su expresin fue colrica desde un principio. Pronto cerr el puo izquierdo y empez a flexionar los dedos de la mano derecha sobre la culata del revlver. El viento agitaba la camisa de seda de la periodista, cindosela al torso, libre de sostn. Leary record que Russell tena fama de perverso atleta sexual. Pero en su cara haba una extraa vacuidad. Sus expresiones mudaban de la apata a la pasin, en un vaivn que slo poda deberse a un producto qumico, al que se agregaba la tensin de verse rodeado por agentes del FBI. De pronto se calm, pero no era una calma normal. Ese gilipollas del agente especial responsable... jur Leary, para

sus adentros Tendramos que retirarnos y esperar a que salieran. La situacin est bajo control. No pueden escapar. Podramos negociar por telfono v esperar a... !Cuidado! La mano libre de Russell haba cogido a la periodista por el brazo derecho. Ella trat de liberarse, pero apenas tena una mnima fraccin de la fuerza necesaria para conseguirlo. El cmara avanz, apartando una mano de la Sony. Era grande y fuerte. Habra podido imponerse, pero su movimiento no hizo sino provocar a Russell, que movi el revlver. En la mira, en la mira! apremi Paulson. Para, idiota, PARA! No poda permitir que el arma subiera mucho. Su cerebro funcionaba a toda prisa, evaluando la situacin. Una Smith & Wesson, tal vez del 44. Produca heridas terribles y grandes hemorragias. Tal vez Russell slo daba nfasis a sus palabras, pero Paulson no saba qu palabras eran sas. Tampoco le importaba saberlo. Probablemente estaba diciendo al negro de la cmara que se detuviera. El arma pareca apuntar ms hacia l que hacia la muchacha, pero continuaba subiendo y... El seco estallido del fusil detuvo el tiempo como en un fotograma. El dedo de Paulson se movio por voluntad propia: su adiestramiento haba asumido la situacin. El fusil recul con fuerza, pero la mano del francotirador ya estaba cargando otro proyectil. Sin embargo, el viento desvi la bala de Paulson ligeramente hacia la derecha. En lugar de atravesar la cabeza por su centro, el proyectil penetr por delante de la oreja y, al chocar contra el hueso, se fragment. La cara del sujeto fue explosivamente arrancada del crneo. Nariz, ojos y frente desaparecieron en una niebla roja. Slo quedaba la boca, abierta y aullante, mientras la sangre brotaba como de una ducha obstruida. Russell, en su ultimo arresto de vida, dispar contra el cmara antes de caer hacia delante, sobre la periodista. El negro cay al suelo. La muchacha permaneca de pie, an incapaz de horrorizarse de la sangre y el tejido que le cubra la ropa y la cara. Por un instante las manos de Russell araaron una cara que ya no estaba all y luego quedaron inmviles. Los auriculares de Paulson gritaban: AVANZAD, AVANZAD!, pero l apenas lo tuvo en cuenta. Coloc la segunda bala en el cargador y vio una cara en una ventana del edificio. La conoca de fotografas. Era otro sujeto, uno de los malos. Y all tambin haba un arma; pareca un viejo Winchester de palanca. Se estaba moviendo. El segundo disparo de Paulson fue mejor que el primero: atraves la frente del sujeto dos, llamado William Ames. El tiempo volvi a ponerse en marcha. Los miembros del equipo de rescate se lanzaron a la carrera, con sus monos negros y sus chalecos antibalas. Dos de ellos se llevaron a la periodista a rastras. Otros dos

hicieron lo mismo con el negro, que segua aferrado a su cmara, protegindola contra el pecho. Otro arroj una granada por la ventana, mientras Dennis Black y los tres miembros restantes irrumpan por la puerta abierta. No hubo ms disparos. Quince segundos despus, la radio volvi a crepitar. Aqu el jefe de equipo. Edificio inspeccionado. Dos sujetos muertos. El sujeto dos es William Ames. El tres es Ernest Thorn; parece haber muerto hace rato de dos disparos en el pecho. Armas neutralizadas. No hay peligro. Repito: no hay peligro. !Por Dios! Era el primer tiroteo de Leary tras diez aos de servicio en el FBI. Paulson dej su arma se incorpor sobre las rodillas; pleg las patas del trpode y trot hacia el edificio. El agente especial al mando le haba ganado de mano. Estaba junto al cadver de John Russell, con la automtica en la mano. Por fortuna, la parte anterior de la cabeza no estaba a la vista. Hasta la ltima gota de su sangre mojaba la acera de asfalto resquebrajado. !Buen trabajo! dijo el agente especial responsable. se fue su ltimo error en un da repleto de ellos. Pedazo de burro, gilipollas de mierda! Paulson lo empuj contra la pared. !Estos hombres han muerto por tu culpa! Leary se interpuso y apart a Paulson del sorprendido superior. En ese momento apareci Dennis Black con la cara impvida. Limpiad esa porquera dijo, y se llev a sus hombres antes de que ocurriera algo m Como est ese periodista? El Cmara yaca de espaldas, con la Sony encendida. La periodista, de rodillas, vomitaba; tena sobrados motivos.. Un agente le haba limpiado le cara, pero su fina camisa era una obscenidad roja que ocupara sus pesadillas por varias semanas. Estn bien? pregunt Dennis Apague esa maldita cmara! El hombre dej la Sony y apag el foco. Luego mene la cabeza, tocndose un punto por debajo de las costillas. Gracias por el consejo, to. Tengo que agradecerles a los que hicieron este chaleco. Creo que... La voz se le apag. Por fin comprenda lo que haba pasado. Empezaba el shock. Oh, Dios! Oh, misericordia divina! Paulson se dirigi hacia el Chevy Carryall y guard el fusil en su estuche. Leary y otro agente lo acompaaron, dicindole que haba hecho lo correcto. Insistiran hasta que Paulson superara la tensin. No era la primera vez que el francotirador mataba a alguien, pero siempre haba cosas que lamentar. La secuela de un tiroteo real no incluye una tanda comercial. La periodista cay en la previsible histeria postraumtica. Se arranc la camisa empapada de sangre, sin reparar en que debajo no tena

nada. Un agente la cubri con una manta y trat de tranquilizarla. En el lugar estaban convergiendo otros equipos de periodistas, la mayora de los cuales se encaminaban hacia el edificio. Dennis Black reuni a su gente y les orden que guardaran sus armas y ayudaran a atender a los dos civiles. La muchacha se recuper en pocos minutos. Pregunt si aquello haba sido realmente necesario, pero cuando se enter de que el cmara segua vivo gracias al chaleco antibalas que el FBI haba recomendado a ambos y que ella rechazara, entr en una fase de jbilo, felicsima de estar todava con vida. Pronto volvera el shock, pero era una periodista brillante, pese a su juventud e inexperiencia, y ya haba aprendido algo importante: la prxima vez prestara odos a los buenos consejos. Las pesadillas no haran sino subrayar la importancia de la leccin. Treinta minutos despus se puso de pie sin ayuda de nadie y, tras cambiarse de ropa, hizo un relato sereno, aunque algo trmulo, de lo que habla ocurrido. Pero sera el material filmado lo que impresionara a la gente de Black Rock, sede de la CBS. El cmara recibira una carta personal del jefe del Departamento de Noticias. Ese material filmado lo tena todo: dramatismo, muerte, una periodista audaz y atractiva. Constituira el plato fuerte del noticiario de la noche, en un da por lo dems carente de informaciones, y a la maana siguiente se lo repetira por todas las emisoras de la red. En cada caso, el locutor advertira con aire solemne que las escenas contenan imgenes muy fuertes y, de ese modo, los telespectadores entenderan que se estaba por emitir algo bien jugoso. Como todo el mundo tendran ms de una oportunidad de ver el suceso, muchos prepararan sus vdeos para la segunda ocasin. Una de esas personas era el jefe de la Sociedad de Guerreros. Se llamaba Marvin Russell. Todo haba empezado de modo bastante inocente. Despertaba con el estmago revuelto. Los trabajos matutinos le fatigaban. No se senta del todo bien. Ya has dejado atrs los treinta se deca. No eres un nio. Por lo dems, siempre haba sido vigoroso. Tal vez fuera un resfriado, un virus, los efectos prolongados de algn lquido contaminado, alguna porquera en el estmago. Se lo quitara trabajando. Agreg peso a su mochila y se habitu a llevar un cargador lleno en su fusil. Se haba vuelto perezoso, nada ms, pero eso tena fcil remedio para alguien tan decidido como l. Por un mes o dos, sirvi. Se senta todava ms cansado, pero era de esperar, con los cinco kilos extra que cargaba. Reciba de buen grado esa fatiga adicional, prueba de su virtud de guerrero. Volvi a las comidas ms sencillas y se oblig a adoptar mejores hbitos de descanso. Eso lo ayud. Los dolores musculares seguan siendo los mismos que al iniciar esa vida exigente y dorma sin soar, como los justos. Lo que haba sido duro se torn ms duro an, iba a dejarse

derrotar por un microbio invisible? Acaso no haba doblegado a organismos grandes y formidables? Ese pensamiento no era tanto un desafo como una ligera diversin. Como suele ocurrir con los hombres ms decididos, competa consigo mismo: el cuerpo se resista a hacer lo que la mente ordenaba. Pero aquello no desapareci del todo. Aunque su cuerpo se volvi ms delgado y duro, los dolores sordos y las nuseas persistan. Acab por fastidiarse. Ese fastidio comenz a aflorar en sus chistes. Cuando sus colegas de ms rango repararon en sus molestias, l dijo que eran los dolores del embarazo, con lo cual provoc un coro de rudas carcajadas. Soport las molestias durante un mes ms, pero al fin se le hizo necesario aligerar su carga para mantenerse al frente de la marcha, con los lderes. Por primera vez en su vida aparecieron leves dudas, como sutiles nubes en el cielo claro de su slida autoestima. Eso ya no era divertido. Continu as por un mes ms, sin descuidar jams su rutina, salvo en la hora adicional de sueo que impona a su rgimen, por lo dems infatigable. A pesar de todo, su estado empeor. Bueno, no se poda decir que hubiera empeorado, pero no mejoraba en absoluto. Finalmente admiti que poda tratarse del paso de los aos. A fin de cuentas, era slo un hombre, por mucho que se esforzara en perfeccionar su estado fsico. No tena de qu avergonzarse. Acab por enfurruarse. Sus camaradas se mostraron comprensivos. Todos eran ms jvenes; muchos haban servido a su jefe durante cinco aos o ms. Lo reverenciaban por su rigor. Y si ese rigor presentaba leves fisuras, qu importancia tena, salvo como demostracin de que era humano, despus de todo, y por ello tanto ms admirable? Uno o dos le sugirieron remedios caseros, pero al fin un camarada y amigo ntimo le dijo que era una tontera no consultar a un mdico de la zona; el marido de su hermana era de los buenos; haba estudiado en Inglaterra. Pese a su empeo en evitar la compasin hacia su persona, era hora de seguir aquel prudente consejo. El mdico era tan bueno como le haban dicho. Sentado tras el escritorio, con su chaquetilla inmaculadamente blanca, revis toda su historia clnica y le efectu un examen preliminar. No haba nada visiblemente mal. Habl de estrs, algo que no necesitaba explicar a su paciente, y seal que la tensin acumulada durante aos afectaba cada vez, ms. Hablo de la alimentacin correcta, de lo perjudicial que era exagerar el ejercicio y de la importancia del descanso. Diagnostic que el problema se deba a una combinacin de cosas intrascendentes. entre ellas una afeccin intestinal probablemente leve, pero fastidiosa, y le recet un medicamento para aliviarla. Concluy su exposicin con un soliloquio sobre los pacientes demasiado orgullosos para hacer lo que convena a su salud y los tild de tontos. l asenta, concediendo al

mdico el merecido respeto. El mismo haba dado sermones parecidos a sus subordinados y estaba tan decidido como siempre a actuar del modo ms correcto. El medicamento sirvi por una semana, poco ms o menos. Su estmago volvi casi a la normalidad. Mejor bastante, por cierto, pero l not, fastidiado, que las cosas no eran como antes. O tal vez s? Tuvo que admitir que resultaba difcil recordar cosas tan triviales copio las sensaciones que uno sola tener al despertar. A fin de cuentas, la mente se ocupaba de grandes ideas, como las de misin y objetivo, dejando que el cuerpo se ocupara de sus propias necesidades y no la importunara. Se supona que la mente no estaba para esas cosas, sino para dar rdenes que deban ser obedecidas. No le apeteca distraerse en esas cosas. Cmo iba a perseguir una meta si se distraa? Y l haba fijado la meta de su vida muchos aos antes. Sin embargo, las molestias no cedieron. Al final tuvo que volver al mdico. Este efectu un examen ms detallado. l dej que le hurgaran le pincharan el cuerpo, que le sacaran sangre con una aguja, no con las armas para las que se haba preparado. El doctor dijo que poda tratarse de algo relavamente serio, como una infeccin sistmica. Haba medicamentos para tratar ese tipo de cosas. La malaria, por ejemplo, en otros tiempos pandmica en esa regin, tena efectos similares, aunque mucho ms debilitantes, e existan muchas enfermedades, antao graves, que ahora la medicina derrotaba fcilmente con las fuerzas de que dispona. Los anlisis mostraran lo que iban mal y el mdico estaba decidido a arreglarlo. Conoca la nieta de su paciente y la comparta, aunque desde una perspectiva ms lejana y menos peligrosa. Dos das despus volvi a la consulta. Supo de inmediato que algo andaba mal: haba visto esa mitrada con bastante frecuencia, en la cara de su oficial de Inteligencia. Algo inesperado. Algo que estorbara los planes. El mdico empez con cautela, buscando las palabras que hicieran el mensaje menos doloroso, pero el paciente se neg a ello. Haba elegido vivir en el peligro y exigi recibir la informacin tan directamente como l la habra proporcionado. El mdico asinti con respeto y se lo dijo. El hombre lo encaj sin alterarse. Estaba acostumbrado a toda clase de desilusiones. No ignoraba lo que haba al final de toda existencia a muchas veces haba ayudado a que otros lo encontraran. Ahora se haba cruzado en su camino. Tal vez cerca, tal vez no. Pregunt qu se poda hacer y la respuesta fue menos mala de lo que pensaba. El mdico no lo insult con palabras de consuelo, sino que le adivin los pensamientos y le explic la realidad. Se podan hacer algunas cosas. Tal vez dieran resultado tal tez no. El tiempo lo dira. Su fortaleza fsica sera muy til, tanto como su frrea decisin. Una actitud mental correcta, dijo, era de suma importancia. El paciente

estuvo a punto de sonrer, pero se contuvo. Era preferible mostrar el coraje del estoico que la esperanza del tonto. Y qu era la muerte, despus de todo? Acaso no haba dedicado su vida a la justicia, a la voluntad de Dios? No haba sacrificado su vida a un propsito grande y valioso? Pero ah estaba lo irritante: l no era hombre que planificara fracasos. Aos atrs haba elegido una meta para su vida y estaba decidido a alcanzarla, a cualquier precio. En ese altar haba sacrificado muchas cosas, entre ellas los sueos de sus difuntos padres, la educacin con que haban querido hacerlo mejor para s mismo y para otros, una vida cmoda y normal, con una mujer que pudiera darle hijos varones. Todo eso a cambio de un sendero de esfuerzo, peligro y firme decisin de alcanzar ese objetivo nico y reluciente. Y ahora? Todo haba sido para nada? Acabara su vida sin darle un sentido? No vera jams el da para el que haba vivido? Tan cruel era Dios? Todos esos pensamientos pasaron por su conciencia, aunque su expresin permaneci inescrutable y sus ojos, como siempre, cautelosos. No. No permitira que fuera as. Dios no poda haberlo abandonado. Llegara a ver el da... o por lo menos lo vera aproximarse. Su vida tendra sentido. Ni el pasado, ni el futuro que le quedara, podan ser intiles. Sobre eso tambin estaba decidido. Ismael Qati seguira las indicaciones de su doctor. Hara lo necesario para prolongar su tiempo y, tal vez, derrotara a su enemigo interior, tan insidioso y despreciable como los de fuera. Mientras tanto, redoblara sus esfuerzos, exigindose hasta los lmites de la resistencia fsica, y solicitara a su Dios una gua, una seal de su voluntad. Tal como haba combatido contra otros enemigos, as combatira con ese: con valor y dedicacin total. A fin de cuentas, nunca haba experimentado la misericordia, y no pensaba hacerlo ahora. Si deba enfrentarse a su propia muerte, las muertes ajenas palidecan aun ms que de costumbre. Pero no atacara a ciegas. Hara lo que fuera preciso y continuara como antes, a la espera de la oportunidad que (se lo aseguraba su fe) deba de estar en algn lugar, ms all, entre l y el final de su camino. Su voluntad siempre haba estado dirigida por la inteligencia. De ah provena su efectividad. II. LABERINTOS La carta de Georgetown lleg a una oficina de Roma escasos minutos despus de la transmisin, y all, como con cualquier burocracia, el oficial de noche (lo que las agencias de inteligencia llaman oficial de vigilancia) se limit a dejarlo sobre el escritorio correspondiente y volvi a concentrarse en la preparacin de un examen sobre los discursos

metafsicos de santo Toms. Un joven sacerdote jesuita llamado Hermann Schrner, secretario particular de Francisco Alcalde, Padre Superior de la Compaa de Jess, lleg puntualmente a las siete de la maana y empez a revisar el correo recibido durante la noche. El fax procedente de Amrica era el tercero del montn, y en seguida le llam la atencin. Los mensajes en clave constituan una parte rutinaria de su trabajo, pero no eran del todo corrientes. El prefijo codificado de la parte superior de la comunicacin indicaba el emisor y la prioridad. El Padre Schrner hoje con prisa el resto del correo y se puso a trabajar inmediatamente. El procedimiento era una inversin exacta de la que haba hecho el Padre Riley, pero Schrner tena una excelente habilidad para escribir a mquina. Utiliz un lector ptico para transcribir el texto en un ordenador personal e introdujo el programa de descodificacin. Las irregularidades de la copia del fax causaron algunos garabatos, pero lo arregl sin dificultad, y una copia de texto muy claro todava en griego tico, por supuesto sali de la impresora. Slo haba tardado veinte minutos, mientras que Riley haba necesitado tres laboriosas horas. El joven sacerdote prepar caf para l y para su jefe, y luego ley la carta mientras se tomaba la segunda taza del da. Qu extraordinario, pens Schrner. El Reverendo Francisco Alcalde era un hombre de edad avanzada, pero extraordinariamente vigoroso. A sus sesenta y seis aos, todava jugaba bastante bien al tenis, y se saba que esquiaba con el Santo Padre. Alto y enjuto, tena una densa mata de cabello gris que llevaba cortada a cepillo, y unos hundidos ojos de bho. Alcalde era un hombre con slidos credenciales intelectuales. Dominaba once idiomas, y de no haber sido sacerdote, habra podido convertirse en el ms destacado historiador medievalista de Europa. Pero ante todo era un sacerdote cuyos deberes administrativos se interponan con su deseo de ensear y de ejercer el ministerio pastoral. Dentro de unos cuantos aos dejara su puesto de Padre Superior de la mayor y ms poderosa orden de la Iglesia catlica romana y volvera a ejercer de profesor de universidad, iluminando las mentes de los jvenes y saliendo del campus para celebrar la misa en una pequea parroquia de clase trabajadora donde podra ocuparse de las necesidades ordinarias de los humanos. Eso, pensaba, sera la bendicin final de una vida en que abundaban las bendiciones. No era perfecto, y luchaba con frecuencia con el orgullo que acompaaba a su intelecto, intentando, y no siempre consiguindolo, cultivar la humildad que le exiga su vocacin. Bueno, se dijo, la perfeccin era una meta inalcanzable, y sonri. Guten Morgen, Herrnann! dijo al entrar por la puerta. Bongiorno replic el sacerdote alemn, y recurri al griego. Esta

maana hay una cosa interesante. Al orlo, levant las pobladas cejas, y seal la oficina interior con la cabeza. Schrner le sigui con el caf. La pista de tenis est reservada para las cuatro en punto dijo Schrner mientras le serva el caf a su jefe. As que vas a humillarme una vez ms. A veces bromeaban insinuando que Schrner poda convertirse en jugador profesional, contribuyendo con sus ganancias a la Compaa, a cuyos miembros se les exiga el voto de pobreza, Bueno, cul es ese mensaje? De Timothy Riley, de Washington. Schrner se lo entreg. Alcalde se puso las gafas y lo ley despacio. No toc la taza de caf, y al acabar el mensaje, lo ley de nuevo. Alcalde era un erudito, y raramente hablaba sin que eso se notara. Interesante. Ya haba odo algo de este tal Ryan. No trabaja en inteligencia? Director Adjunto de la CIA americana. Nosotros lo educamos. Boston College y Georgetown. Principalmente es un burcrata, pero ha participado en varias operaciones en el terreno. No estamos al corriente de todos los detalles, pero no hay nada incorrecto. Tenemos un pequeo dossier sobre l. El Padre Riley est muy orgulloso del Dr. Ryan. Ya veo. Alcalde medit sobre aquello un momento. Riley y l eran amigos desde haca treinta aos. Cree que esta proposicin podra ser genuina. Y t, Hermann? En potencia, es un regalo del cielo. El comentario no encerraba ninguna irona. Ya lo creo. Pero urgente. Qu me dices del Presidente americano? Yo dira que todava no le han informado, pero lo harn en breve. Respecto a su carcter? Schrner se encogi de hombros. Podra ser mejor persona. Quin de nosotros no? dijo Alcalde, con la mirada clavada en la pared. S, Padre. Qu tal tengo el da de hoy? Schrner repiti la lista de memoria. Muy bien... Llama al Cardenal D'Antonio y dile que tengo algo importante. Amaa la agenda lo mejor que puedas. Este asunto requiere atencin inmediata. Llama a Timothy, dale las gracias por el mensaje, y dile que estoy trabajando en ello. Ryan se despert de mala gana a las cinco y media. El sol era un resplandor entre naranja y rosa que traspasaba las copas de los rboles, a diez millas de la costa este de Maryland. Lo primero que se le ocurri hacer fue cerrar las persianas. Cathy no tena que ir al Hopkins hoy, aunque le cost medio camino hasta el lavabo recordar por qu. A

continuacin se tom dos tabletas de Tylenol extrafuerte. La noche pasada haba bebido demasiado, y eso, se record, ya haba pasado tres das seguidos. Pero qu alternativa haba? Cada vez le costaba ms conciliar el sueo, pese a las horas de trabajo, cada vez ms largas, y la fatiga, que... Maldita sea dijo, mirndose con los ojos entrecerrados en el espejo. Tena un aspecto horrible. Se fue a la cocina en busca de caf. Todo mejoraba despus del caf. El estmago se le contrajo hasta convertirse en una prieta y resentida bola al ver las botellas de vino que todava seguan en el mrmol de la cocina. Una botella y media, se record. No dos. No se haba bebido dos botellas enteras. Una ya estaba abierta. No era tan grave. Se meti en la furgoneta y condujo hasta la verja para recoger su peridico. No mucho tiempo atrs, habra ido caminando, pero demonios, se dijo, no iba vestido. Ese era el motivo. En la radio estaba sintonizada una emisora de noticias, y se expuso por primera vez a lo que estaba ocurriendo en el mundo. Los resultados del ftbol. Los Orioles haban vuelto a perder. Maldita sea, y se haba comprometido a llevar al pequeo Jack a un partido. Se lo haba prometido despus del ltimo partido de la Little League que se haba perdido. Y cundo piensas hacerlo, en abril del ao que viene?, se pregunt. Maldita sea. Bueno, prcticamente tenan toda la temporada por delante. Ni siquiera se haba terminado el colegio todava. Lo hara. Seguro. Ryan tir el Post sobre el asiento delantero del coche y condujo hasta la casa. El caf estaba listo. Primera buena noticia del da. Ryan se sirvi un tazn y decidi no comer nada. Otra vez. Eso no era bueno, le advirti una parte de su mente. Ya tena el estmago en condiciones bastante malas, y dos tazones de caf solo no ayudaran mucho. Se concentr en el peridico para acallar aquella voz. No se suele pensar en lo mucho que dependen los servicios de inteligencia de los medios de comunicacin para obtener su informacin. Parte de ella era funcional. En gran medida, estaban metidos en el mismo negocio, y los servicios de inteligencia no eran los nicos con personal cualificado. Y adems, medit Ryan, los periodistas no pagaban a la gente por obtener informacin. Sus confidentes actuaban movidos por la conciencia o por la ira, y de ah se obtena la mejor informacin; cualquier agente de inteligencia poda confirmar eso. No hay nada como la ira o los principios para que la gente suelte todo tipo de informaciones jugosas. Finalmente, aunque en los medios de comunicacin abundaba la gente perezosa, haba unos cuantos inteligentes atrados por el dinero fcil que se consegua en el mundo de la informacin. Ryan saba qu lneas haba que leer despacio y con cuidado. Y tambin se fijaba en las fechas. Como Director Adjunto de la CIA, saba qu departamentos eran buenos. El Post le facilitaba mejor

informacin, por ejemplo, que la redaccin alemana. En el Oriente Medio todava haba paz. El tema de Irak finalmente se estaba solucionando. Los nuevos acuerdos que se haban firmado empezaban a tomar forma, despus de mucho tiempo. Ahora, si pudiramos hacer algo con el lado israel... Estara bien, pens, organizar toda aquella zona. Y Ryan crea que era posible hacerlo. La confrontacin entre Este y Oeste que haba asolado al mundo en el ao de su nacimiento perteneca ya a la Historia, y quin habra podido creerlo? Ahora eso era tan sorprendente que Ryan se preguntaba por cunto tiempo escribira la gente libros sobre el tema. Generaciones, por lo menos. La semana prxima, un representante de la KGB iba a ir a Langley para pedir consejo sobre la supervisin parlamentaria. Ryan haba recomendado que no se le dejara entrar y el viaje se estaba tratando con el mayor secreto porque la Agencia todava tena a rusos trabajando para ella, y les aterrorizara saber que la KGB y la CIA haban establecido contactos oficiales (lo mismo ocurra, admiti Ryan, con los americanos que todava trabajaban para la KGB... seguramente). El visitante era un viejo amigo, Sergey Golovko. Amigo, pens Rvan dando un resoplido, y pas a la pgina de deportes. Lo malo del peridico de la maana era que nunca daba los resultados del partido de la noche anterior... Jack volvi al lavabo, esta vez ms civilizado. Ya estaba despierto, aunque su estmago todava se hallaba peor. Dos pastillas de anticido lo solucionaran. El Tylenol estaba actuando. Reforzara su efecto con otras dos cuando llegara al trabajo. A las seis y cuarto estaba duchado, afeitado y vestido. Bes a su esposa, que todava dorma, antes de salir ella le recompens con un vago hunrmmrn y abri la puerta principal justo cuando el coche se acercaba a la casa. A Ryan le preocupaba un poco que su chfer no se hubiera despertado mucho antes para llegar all puntualmente. Tambin le molestaba la identidad de su chfer. Buenos das, doc dijo John Clark con una brusca sonrisa. Ryan se sent en el asiento delantero. Haba ms espacio para las piernas, y pens que el hombre se sentira insultado si se sentaba en la parte de atrs. Hola, John contest Jack. Otra noche de juerga, no, doc?, pens Clark. Maldito loco. Cmo puedes ser tan tonto con lo inteligente que eres? Tampoco te has decidido a empezar a hacer ejercicio, verdad?, pens al ver cmo le apretaba el cinturn. Bueno, tendra que aprender, tal como Clark haba aprendido, que acostarse tarde y beber demasiado era para chiquillos tontos. John Clark se haba convertido en el prototipo de hombre sano y virtuoso antes de llegar a la edad de Ryan. Crea que aquello le haba salvado la vida por lo menos una vez.

Una noche tranquila dijo Clark a continuacin, al llegar a la calle. Me alegro dijo Ryan. Cogi el maletn de mensajes y marc el cdigo. Esper a que la luz verde se encendiera y entonces lo abri. Clark tena razn, no haba gran cosa que ver. Cuando estuvieran a mitad de camino de Washington, lo leera todo y tomara algunas notas. Vas a ver a Carol y a los chicos esta noche? le pregunt Clark cuando dejaron la Maryland Route 3. S. Es esta noche, no? S. Era una rutina que cumpla semanalmente. Carol Zimmer era la viuda laosiana del sargento de las Fuerzas Areas Buck Zimmer, y Ryan haba prometido cuidar a la familia despus de la muerte de