chevillon constant - meditaciones iniciaticas

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  • 8/8/2019 Chevillon Constant - Meditaciones Iniciaticas

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    MEDITACIONES INICITICASConstant Chevillon

    www.upasika.com

    TRADUCIDO DEL FRANCES Y DONADA A UPASIKA POR: H.. FIDUCIUSEsta pequea obra pstuma, apareci en la Biblioteca de los Anales Iniciticos, Lyon, Paul

    Derain, 1953

    DIOS ES UN ACTO PURO DIOS ES AMOR DIOS EN LA CONCIENCIA HUMANA LA CARIDAD LA HUMILDAD LA FE, FACULTAD ESPIRITUAL LA FE, CONFIANZA EN LA VERACIDAD DE DIOS LA ORACIN PEQUEEZ Y GRANDEZA DEL HOMBRE LA MISIN DEL DOLOR PREDESTINADOS MORS ET VITA (muerte y vida) MAS UN ADEPTO SE ELEVA... NE JUDICES (no juzgues) MOISS, QUTATE TU CALZADO

    TIERRA DE ENTENDIMIENTO EVOLUCIN DE LA GNOSIS EL TIEMPO FILOSOFA Y RELIGIN

    DIOS ES UN ACTO PURO

    Dios es un acto puro eternamente realizado. El hombre es un acto en va derealizacin perpetua.

    Toda realizacin estando basada sobre una voluntad, la voluntad divina es asinmutable, en frente de una voluntad humana desarrollada progresivamente alritmo de la accin. As, idnticos en su esencia, ellas difieren en susmodalidades. La primera no tiene necesidad de ningn soporte; la segunda, detoda evidencia, debe ser apoyada, y la voluntad divina, en su inmutabilidad,solo puede servirle de sostn. La necesidad de este apoyo debe incitar lavoluntad humana a no buscar, ni en ella misma, ni en el mundo exterioraccidental y pasajero, un fin particular inadecuado a su devenir incesante. El finltimo de una voluntad en evolucin es el de modelarse sobre la inmutabilidady trasponer el flujo temporal en modo de eternidad.

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    La consecuencia, es que el hombre no debe elegir su objetivo; l debe realizara Dios en l mismo, l debe hacer, en el espacio y el tiempo, la obra de Dios dela que es, de alguna manera, el sustituto.

    Pero si el objetivo est fijado, los medios de realizacin son resorte de nuestra

    libertad: Relinquit mundum disputationibus eorum. O, en este dominio de lasrealizaciones, si el ardor y la audacia son virtudes, es necesario abrigarlas conun manto de humildad, porque toda actividad humana es una resultante de laactividad divina. Nosotros somos en las manos de Dios instrumentossusceptibles de adaptacin y nuestra libertad se expande en el respeto y eldesarrollo de la armona universal.

    Si nuestro espritu puede elevarse a esta concepcin y conformarse, la pazdescender sobre nosotros, la paz que es el goce de estar en la va correcta.La paz no es as un reposo, una pereza del alma y del cuerpo que nada viene aperturbar, es una lucha, una conquista espiritual, donde la perpetua tensin

    fuerza a la armona divina a realizarse en nosotros.

    DIOS ES AMOR

    Dios es amor. l mismo es todo amor; todas sus facultades, todas susprerrogativas, su esencia entera son amor. As, como hay tres personas enDios, debe haber tres aspectos del amor. En efecto, este es substancia,distincin y unidad; en estos tres conceptos se encuentran desarrollados todala metafsica, toda la ciencia y toda la filosofa del amor.

    El primer estado es la vida, el desbordamiento de la vida. Se quiere extender elamor, se quiere comunicar con todos los seres, se quiere levantar al mundo ocrearlo. Es el amor del Padre que da la sustancia a todos los seres, porque les la raz esencial de la vida. La vida burbujea en l, ella desborda de algunamanera y quiere esparcirse por todas partes. El amor del Padre da la vida, es elamor que se da, segn la palabra del Apstol Jaime: Omne datum perfectum apatre luminum.

    Pero este desbordamiento, este inmenso deseo de darse, que todos nosotroshemos sentido en los das de nuestra adolescencia, no puede realizarse sin unobjeto adecuado. Es necesario para el amor otro estado, un medio de

    expresin, y este medio nosotros lo encontramos en el Verbo, segundahipostasa del divino ternario. Para dar su amor y por consecuencia la vida, esnecesario operar una eleccin, es necesario entre todos los objetos posiblesdel amor, distinguir uno. O, como la facultad de distincin del Verbo es infinito,esta fase del amor es la ms vasta de todas y la ms fecunda; los poemas y loslibros que ella ha inspirado son numerosos como las estrellas del cielo, ellosson siempre jvenes y siempre ledos. Esta es, en efecto, la distribucin delamor. El Padre ha concebido y creado todo, pero l ha creado por su Verbo. Yel Verbo se ha deleitado en la creacin porque l es el distribuidor del amor.Esta es la razn por la cual, bajo la pluma de Salomn, la Sabidura, que es elLogos eterno, exclama: Deliciae meae esse cum filiis hominum. El Verbo,

    mismo, va ms lejos; cuando el hombre hubo pecado y roto toda relacin deamor con el creador, el Hijo, que es el Verbo encarnado, tendi la mano al

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    pecador para darle una prueba desconocida de su amor. Jess amar a susapstoles y sus discpulos, l amar a la Samaritana y a la pecadora deMagdala, l amar a Juan y Lzaro con un amor predilecto. l muere sobre lacruz del Glgota para dar a todos la posibilidad de volver a ser los hijos delPadre. No hay fibra humana y facultad espiritual que permanezca insensible en

    la difusin del amor.

    Esto no es todo. Crear la vida y el amor, distribuirlos, no constituye un fin, estasson etapas hacia una realizacin ms alta. Para el amor es necesario unobjetivo y este objetivo es la unificacin del Ser y de los seres. Esta es latercera y ltima etapa, consagrada al seno de la esencia divina por el EsprituSanto. El amor unifica, porque l crea la familia, la nacin y la comunidadhumana. Bien mas, ms all de la muerte, l va hacia aquellos que no estnmas, a aquellos que han amado, han florecido y sufrido en el amor, esta es laIglesia universal, la Comunin de los santos. Sobre este hecho, el amor agotasus modalidades pero no su potencia, l se desarrolla a travs de la infinidad

    de formas y de seres, y no puede fijarse un lmite. As el hombre que no puedesaber todo, ni comprender todo, sin dejar sin embargo de perseguir laactualizacin total de la ciencia, el hombre puede y debe, en su consciencialimitada, alcanzar la totalidad del amor, la Caridad universal. Amar todo, tal esla ley suprema del amor. Esta es la razn por la cual Pablo dijo a los Efesios(III, 14 a 19): Yo ruego porque enraizados y fundados en el amor, ustedespuedan comprender cual es la longitud, el ancho, la altura y la profundidad.

    El amor en su primera fase es una energa impetuosa, un desbordamiento devida sin especificacin, la tendencia a exteriorizarse y abrasarlo todo. En susegunda etapa, l se presenta a nosotros como una distincin y una eleccin,como una lucha que contiene dos alternativas de triunfo y de decepcin. En suapogeo, es la paz y la serenidad en la unin y en la fuerza.

    Sondea la esencia divina y encontrars el amor, uno y tres como Dios mismo;sondea al hombre y t lo encontrars todava bajo la cubierta fenomenal de lanaturaleza contingente. Dios es todo amor y el hombre creado a su imagen esel reflejo de este amor.

    Ahora, transporta todo aquello en modo sensible y t tendrs todo el gocehumano; aplcalo al plano divino y t tendrs toda la gloria de la Beatitud

    eterna.DIOS EN LA CONSCIENCIA HUMANA

    Dios es infinito, absoluto, inefable. l es perfectamente ininteligible, en suesencia suprema, para todo ser creado, aunque este ser halla llegado a la msalta cima de la espiritualidad. Los hombres todava pueden elevarse hacia losconfines de la esfera divina, gracias a la fe, sostenida por la esperanza y elamor. Ellos se encogen por la inteligencia y consolidan su posicin de creyentepor la voluntad, Pero, si la voluntad, en su debilidad, no conoce lmites para suamor, la razn y el intelecto son impotentes para comprender las cosas y los

    seres en su individualidad ella misma, impotentes para traspasar la relatividadde las relaciones engendradas por la ciencia. Ellos no pueden sentarse en las

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    nociones definitivas y NE VARIETUR; el conocimiento, como su instrumento,es un devenir. Nosotros no podremos entonces jams conocer a Dios, el actopuro, sino por sus cualidades y atributos, considerados a la manera humana.En otros trminos, nosotros no comprendemos a Dios, sino la divinidad; y aqu,uno de los ms grandes msticos del siglo XIII nos lo dice sin ambages, est

    lejos de Dios, como la tierra lo es del cielo; nosotros podemos aadir: como lamateria lo es del espritu. La divinidad es un concepto; Dios es el ser y es lavida. Ninguna definicin de estos dos ltimos trminos, puede ser dada, porquesu suma de ininteligibilidad humana resulta de una comparacin entre ellos y lanada o la muerte.

    As, cada hombre, en su sed de saber, puede hacerse una idea, no de Diosinaccesible, sino de la divinidad, segn la forma y la potencia de suentendimiento y l adhiere a esta nocin trascendental con todas las fuerzas desu ser. La humanidad, en suma, tiene el Dios que ella merece, el Dios de sucultura y de sus deseos, y cada individuo, segn su ascesis o su mediocridad

    intelectual, se forja, a cada minuto de su existencia, un Dios a su imagen, unDios a su medida, porque no hay ateos, a pesar de todas las afirmacionescontrarias. Para los unos, Dios, es la naturaleza, matriz comn de todas lascosas, campo cerrado donde se desarrollan las series fenomenales. Para otros,es la energa, alma de la masa, generatriz del movimiento y de la resistencia.Para ellos, son los principios universales y las leyes reguladoras del equilibriocsmico. Algunos ignoran estas nociones mecnicas o dinmicas y lasincorporan en una concepcin ms alta y ms fecunda. Para ellos, Dios no essolamente el ro vital torrencial, de bancos imprecisos, cuyas aguas, renovadassin cesar, fluyen hacia el ocano de la muerte; no es la energa ciega, lamateria inerte o la ley imponderable. Ellos consideran las frmulas matemticaso cosmognicas como la codificacin humana de la actividad creadora. Su Dioses una hiptesis principal de la que ninguna ciencia puede dar la clave; ellos larevisten de todas las potencialidades energticas, intelectuales y moralesesparcidas por l, Uno, en todas las manifestaciones diversificadas de supotencia. l es la fuente, el pivote, el medio y el fin. La palabra del ArbustoArdiente resuena en su pensamiento: Yo soy aquel que es. Mas ellos seinclinan sin comprender; el contingente es una humareda frente al absoluto.Ellos sienten, en los repliegues de su conciencia cuya naturaleza es divina, y aveces llevada sobre las alas de una meditacin en la cual las palabras notienen ningn valor mas, ellos ven como les es dado ver, porque segn la

    palabra de la Escritura: hay muchas moradas en la mansin del Padre.Mas, para los unos como para los otros, en todo aquello se encuentrainevitablemente un antropomorfismo, al menos virtual, necesitado por nuestrasfacultades representativas y expresivas, lanzando un velo sobre la esenciaintangible de Dios.

    LA CARIDAD

    Si una palabra cubre una idea sublime, ella deviene, para el alma, un panmilagroso o un fermento de desagregacin, segn la traduccin que ella se

    haga a ella misma.

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    La mas bella palabra del lenguaje humano es aquella de Caridad. San Pablodijo: Si mi fe pudiera transportar las montaas, yo no sera nada sin laCaridad.

    Qu hombre conoce, sin embargo, el sentido profundo de la Caridad? La

    Caridad, es el amor, pero un amor vasto y profundo como un ocano, sobre elcual no debe aventurarse sin gua y sin brjula.

    El amor es la va, la causa y el fin de todas nuestras aspiraciones, el principiomismo de nuestra actividad. Den a este principio su valor real, ustedes sernun hijo de Dios; traicionen su acepcin verdadera, ustedes permanecern en larutina de la animalidad ancestral.

    Amar segn la caridad, es amar en la luz, porque el amor es la luz del alma. Elamor verdadero es por lo tanto toda luz, l detesta las tinieblas. Porque, la luzes la verdad y las tinieblas son error y el error es el ms grande de todos los

    males. Amar es entonces odiar el error y por lo tanto el mal. Aquel que amapuede pactar con el mal del que sufre su amor? Jams, l pone todo en obrapara destruirlo. Y es aqu que interviene, como una piedra que obstaculiza, latransposicin humana de nuestra pobre caridad.

    Por toda evidencia, nosotros amamos el Bien o eso que nosotros concebimoscomo un bien, y nosotros odiamos el mal. Mas nuestro amor del Bien y nuestroodio del mal estn distorsionados en su principio y en sus incidencias. En lugarde amar el Bien, nosotros nos apegamos a los bienes; en lugar de odiar el Mal,nosotros depositamos nuestro odio sobre los autores reales o supuestos denuestros males. Y los individuos se dirigen contra los individuos, los puebloscontra los pueblos para conquistar riquezas o domar a los adversarios. Cuandodebera ser la unanimidad humana contra la injusticia, la codicia, el egosmo,contra la naturaleza rebelde a nuestras necesidades ms legtimas, nosotrospensamos solamente en integrarnos, en reunir en nuestro ambiente la totalidadde eso que podemos abrazar. Nosotros amamos para nosotros, contra todos,en lugar de amar tambin para los otros y, si es necesario, contra nosotros. Yesta caridad, este amor, del que nos enorgullecemos, lanza en nosotros lasraces del odio y de la envidia. Ella abandona las cimas para hundirse en losabismos.

    Por qu odiar a los hombres? Ellos pueden talvez estar en el error, ellos noson el error; si ellos hacen el mal, ellos no son el mal. Todo hombre, cualquieraque sea su actitud, permanece un espritu incorporado en la materia, es uno denuestros hermanos. Es el error y el mal en s que es necesario destruir ydetestar, pero es necesario amar a todos los hombres y an, sin pactar conellos y aprobar sus actos, los malvados. Porque, entre los malvados, muchoshacen el mal para procurarse un bien efmero, los otros porque ellos tienen unafalsa concepcin del Bien. La Caridad consiste precisamente en combatir lastendencias malvadas de los unos, iluminar a los otros, para conducir en fin laraza en la va del verdadero Bien y de la nica Luz.

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    Mas la Caridad, para nuestras almas desquiciadas, se ha convertido en unveneno mortal. Lejos de ser, en nuestras manos, el instrumento esencial de losconstructores del templo, ella no es mas que un fermento de discordia.

    Nosotros queremos imponer a los otros nuestra forma de amar o mas bien,

    nosotros queremos, sin reciprocidad, que ellos nos amen a nosotros mismos.Nuestra Caridad se resuelve en amor propio. Cuando pretendemos amar a loshombres, es a nosotros que nos amamos en ellos, nosotros, siempre nosotros.Y la palabra del apstol, Amaos los unos a los otros, no es mas que unsucedneo de nuestro inextirpable egosmo.

    Porque, la Caridad no es eso. Ella es justa. Sin rigor; ella es misericordiosa, sindebilidad; ella es equitativa y por encima de todo altruista. Ella llega justo hastala abnegacin y al sacrificio, ella supera por cien codos la fraternidad, porqueella inmola sobre su altar, si es necesario, todos los instintos, todos los deseos,todas las satisfacciones legtimas, en holocausto a la gran luz del amor, al Bien

    Supremo, que existe para todos y no para uno solo.

    LA HUMILDAD

    La humildad es raramente mostrada bajo su aspecto verdadero. Para el pblicoesta palabra es sinnimo de disminucin personal, de repliegue sobre smismo, llevando con l una nocin de desconfianza hacia la personalidadhumana. El hombre para ser humilde debe resignarse a perder toda iniciativaen sus actos y an en sus pensamientos, ocultarse en la radiacin de otro, portemor de comprometer su salud eterna.

    As concebida la humildad no es una virtud, es una tendencia puramentenegativa, una pereza del cuerpo, del alma y del espritu, un rechazo perpetuode la responsabilidad, una especie de timidez querida y cultivada. Ella va alencuentro de su objetivo esencial: la conquista del reino de Dios; porque estescrito; Violenti rapiunt illud; se penetra en la beatitud por la violencia, por elesfuerzo sostenido. La palabra de Cristo confiere a la humildad un significadocompletamente distinto. l exclam un da: Yo soy dulce y humilde decorazn; no es propio de un Dios refugiarse en la pasividad. l ha queridodecir otra cosa; tratemos de levantar el velo de la humildad divina de la que lanuestra es una imagen debilitada.

    Dios en su inmensidad es Uno; l se adhiere a la unidad de su ser con la todapotencia de su naturaleza ntima. Esta adhesin, es el amor; sin ningnadyuvante externo, l solo es suficiente para hacer tangible al Ser de seres supropia beatitud, porque la felicidad es armona y el amor es el reposo en laarmona. Sin embargo l ha renunciado a esta felicidad interna y sin mezclapara crear al lado y fuera de l espritus susceptibles de participar en subeatitud. Este renunciamiento, esta exteriorizacin del amor, esta faseinatendida de la Caridad, es la divina humildad. Dios en el secreto inviolable desu esencia es humilde hasta el infinito, porque ser humilde es olvidarse de smismo para pensar en los dems.

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    La humildad humana puede compararse a esta trascendencia? S y no. Elhombre tambin es infinito por su ser, porque el ser no comporta una escala deexistencia, l es o no es. Mas el hombre est limitado por su forma; su esenciacomporta entonces un punto mvil ignorado de Dios. Por este punto l concibesu personalidad propia, por este punto su conciencia es un perpetuo devenir,

    una plenitud siempre perseguida y jams alcanzada. As nuestra humildad, ensu forma, es bien idntica a aquella de Dios, pero sus incidencias y su objetoson diferentes.

    Para el concepto del devenir, en efecto, el hombre afirma su nada; l no puede,por lo menos, concebir otra cosa, porque su intelecto le rehsa la percepcindirecta de su ser, fuera de sus potencialidades sucesivas. l siente su formanegativa, su lmite, es decir su individualidad; su persona positiva, su esenciaradical es la ocasin de un acto de fe, de fe en el ser, de fe en Dios. Y lahumildad interviene como contraparte de la confianza; es la separacin de laforma divisible, negativa y perecedera, la adhesin a la unidad, en el seno de la

    cual la vida real florece, es la visin intuitiva de la contingencia humana.

    La humildad no es entonces una virtud particular, ella no est catalogada ni enlas virtudes teologales ni en las cardinales; consecuencia inmediata del trptico:Fe-Esperanza-Caridad, una bajo tres aspectos como dios mismo, ella essimplemente el suelo en el cual crecen y se desarrollan todas nuestras otrasvirtudes, en razn directa de su profundidad.

    Sin olvidarse de s, sin el renunciamiento a todas las apariencias ilusorias de laindividualidad, ninguna virtud es posible, y sin la virtud, nuestro ser est endisonancia irremediable con el mundo de las realidades.

    La humildad extiende por todas partes su dominio. Ella es dulce, ella no opone jams la clera y el odio a las contradicciones y a la injusticia; ella esindulgente y soporta con paciencia las vejaciones; ella es desinteresada porqueella reconoce todos los mritos y se aplica a hacerlos resaltar, an mismo ensu propio detrimento; ella es generosa porque ella se ofrece sin medir lanecesidad de sacrificarse; ella confiere al hombre la suprema libertad porqueella es fuerte en la adversidad y desprecia las contingencias de la nadamaterial; ella es temperante y se abstiene de abrigar las satisfaccionesefmeras de la vanidad; ella procura la paz y la serenidad en la felicidad, porque

    ella es la raz de la flor del amor, y el amor porta en l su propia recompensa;ella se eleva, en fin, hasta la sabidura y la santidad, manifestaciones de launidad espiritual en el seno de la diversidad intelectual y fsica.

    En una palabra, ella es la armona de las facultades humanas; vinculado a suvirtud especfica, fundado en su substancia, ella constituye el metal bsico,pero ella es tambin la mano que hace vibrar las siete cuerdas de la liraanmica al ritmo de la eternidad. Ella emana de la caridad y se opone al orgullo,esta flor venenosa del egosmo. El orgullo, en efecto, toma, absorbe, se hinchadesesperadamente de todos los estados de nimo y la humildad se da; unoreporta todo a s, el otro reporta todo a Dios.

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    Si la humildad es, en Dios, la fuente del Bien, de la Bondad y de laMisericordia, ella es, en el hombre, la matriz o germen de la va espiritual; ellaes amor, abnegacin, devocin, ella es modestia y coraje, ella es un mantocontra la tormenta de los instintos, de las pasiones y de los deseos, ella es elsello de la predestinacin, porque ella es la forma, la distincin tomada por la

    Caridad y las otras virtudes que se desprenden para conducirnos al infinito y ala beatitud.

    Seamos dulces y humildes de corazn como el sublime Nazareno.

    LA FE, FACULTAD ESPIRITUAL

    La Fe no es solamente una virtud teologal, una certidumbre intelectual y moralde orden especulativo. Es tambin una luz viviente que se incorpora, de algunamanera, a la voluntad, y deviene una potencia espiritual, un dinamismo efectivocuyas potencialidades se actualizan y repercuten en todos nuestros actos. Ella

    es una realizacin continua de la experiencia humana.

    Esta fe dinmica es la palanca de las Escrituras y el punto de apoyo deArqumedes. Aplicado en el eje de las leyes naturales, ella puededesencadenar bruscamente, reforzar su accin o desviar el curso paraintroducir en el ciclo normal de la creacin visible las leyes superiores delmundo invisible. Ella puede curar las enfermedades, iluminar las inteligencias,fortificar las voluntades, eliminar los obstculos, realizar milagros. Pero este esel menor lado de su potencia realizadora. Ella es el origen mismo de nuestraconsciencia, ella nos da la certeza absoluta de nuestra realidad, ella es la razy el principio del Cogito de Descartes. Ella nos confirma entonces en unaseguridad moral, intelectual y fsica de los que nuestros pensamientos ynuestros actos subsecuentes son la prueba y la consecuencia inmediata. Losfundamentos de la decisin por la cual nuestra personalidad toma su valor,asume sus responsabilidades, se eleva o desciende a un cierto nivel, sufuncin de su dinamismo propio. En cada hombre la fe puede devenir un Fiatcreador susceptible de proyectarlo hacia el plano divino y hacerlo coparticipante de los atributos de Dios. Porque, no contento de una auto-creacininterna de la consciencia, ella es el soporte y el aguijn de la libertad cuyavoluntad es el rgano; ella asegura el desarrollo y el uso en el cuadro denuestro ser, pero empujando siempre ms lejos el lmite de sus posibilidades.

    Mnada esencialmente expansiva, ella se irradia, en efecto, en la nada parasuscitar una creacin anloga a aquella que ella ha realizado en nosotros; ellaes el Mismo en la gestacin del Otro.

    As, la fe no es una creencia tmida sacudida sin cesar por los eventosexteriores, siempre en busca de una consolidacin problemtica. Es unaconsciencia absoluta de las posibilidades interiores de nuestro ser y de susreacciones victoriosas. Es una posesin anticipada del futuro, el yunque sobreel cual nosotros forjamos duramente nuestro porvenir, porque el hombre, apesar de las contingencias individuales o colectivas, es el artesano de supropio destino; l la hace grande, mezquina o miserable, al ritmo de la fe de la

    que est animado.

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    En su unicidad sustancial, la fe reviste un triple aspecto: fe en Dios, fe en smismo, fe en el destino. Si nosotros perdemos la primera, nosotros perdemostambin las otras, porque Dios es el pivote del Universo, y l es adems un fin.Si el aspecto divino desaparece de nuestras facultades, no hay ms soporte nifin adecuado a nuestra esencia ntima. Ningn razonamiento, ningn

    pensamiento, ningn gesto podra colocarnos en presencia de un futurosuficiente para nuestras aspiraciones. Nosotros seremos lanzados de una orillaa otra del ro vital listo a hundirse en el golfo de las contingencias.

    Porque la fe no nace en la dispersin anmica e intelectual, ella reposa sobre launicidad espiritual. Un hombre, un pueblo dividido contra l mismo, refractario ala unidad, perecer en la desagregacin de sus elementos. Al contrario, hechocohesivo por la unificacin de sus partes constitutivas, l vivir en el tiempo y elespacio, porque l es confirmado en la seguridad interior, contra la cual lasdiscordias exteriores quedan impotentes.

    Colocad dos hombres en pugna, en la lucha por la vida, el triunfo perteneceral detentor de la fe ms enrgica y mejor actualizada. l es, en efecto, el mejoradaptado al fin real de la raza humana, porque esta adaptacin resulta de la fe,parte integrante y centro de su yo.

    La fe verdadera es poco comn, los hombres se desvan, ellos prefieren lafacilidad de las voluntades tambaleantes, la duda a la certidumbre y el imperiopasional a la pureza del corazn.

    LA FE, CONFIANZA EN LA VERACIDAD DE DIOS

    El hombre, circunscripto por su cuerpo, se desespera de su lmite como de sudiversidad y l se enfrenta con el infinito y el absoluto, para darse a l mismouna explicacin de su existencia transitoria, para darse, sino la certeza, por lomenos la ilusin de tener una base imperecedera. Desde el da en que la luz hatomado un sentido para l, desde el da donde su consciencia se hadespertado, l es invadido por el temor incoercible de ver la cortina, un instantelevantada, caer por siempre sobre el campo de su visin. l construyepensamiento sobre pensamiento, deseo sobre deseo, acto sobre acto parasustraerse a la influencia de la muerte total. Como los Titanes antes, l quiereescalar el cielo y habitar fuera del tiempo y del espacio, en la beatitud eterna.

    Cmo esperar este resultado? Colocar su esperanza en la perennidad de laraza, revivir en sus hijos, proclamar la eternidad de las leyes naturales y losretornos cclicos, cuyos individuos son las cadenas fugitivas, no elimina laemocin delante de la puerta bruscamente abierta sobre el ms all del tiempo.Decir: entre el hombre y el absoluto, no hay una medida comn, la marea delos fenmenos es una resultante de la que nosotros somos el soporte y en lamuerte todo se disipa de un lado para renacer en el otro, una tal concepcin noaporta ningn reposo, sino para la superficie de nuestro espritu, perturbado ensus profundidades. Y la va se desarrolla en una perpetua angustia, la angustiadel devenir. Qu bien hay en dudar o negar, si la angustia persiste y se

    acrecienta. Es necesario creer, afirmar y proferir esta verdad sobrehumana: elindividuo consciente es un absoluto en instancia de evolucin, una esencia

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    siempre idntica a ella misma, sobre una ruta infinita a la cual no se le puedealcanzar su final. Porque, una sola cosa puede conducirnos fuera de la vadolorosa, remover el aguijn de la muerte, la Fe: la fe del carbonero, para elcomn de los mortales pegados en las necesidades de la existencia; la feracional, porque sabe extraer de la diversidad fenomenal la relacin esencial de

    lo contingente hacia lo absoluto.

    La Fe, bajo todas sus formas, exclama con el Salmista: De profundi clamavi adte Domine. Desde el seno del abismo, ella se lanza como un rayo luminosohacia la bveda celeste, llevando la queja de la criatura maleficiada, paracambiarla en canto de alegra. Las arenas movedizas de la materia querranengullirla, ella se resiste a su succin, para instalarse sobre la rocainquebrantable de la palabra divina. Porque la fe, es la confianza acordada a laveracidad de Dios, Fides una, la fe es una, dijo el apstol Pablo. La confianza,en efecto, se da toda entera y sin dilacin, no se la mide segn la normahumana; ella no implica ni mas ni menos, ella es o no es. Aunque multipliquen

    los artculos de los credos, ustedes no aumentarn la fe; redzcanlas a launidad, ella no sufrir ninguna disminucin. La fe es infinita como su objeto,infinita tambin, porque para el hombre, limitado en su naturaleza, es infinito lmismo, sin tener consciencia, en su esencia espiritual, desde que l participaen la totalidad de la vida, en la totalidad del ser, por siempre indivisible.

    Si la Fe es confianza en la veracidad de Dios, ella est personificada en elLogos. Por la fe, nosotros nos adherimos as al Verbo divino, consideradocomo la expresin de la nica verdad, de la realidad absoluta, fuente de lasrealidades relativas. Nosotros renunciamos as de apoyarnos sobre nuestra luzhumana para colgarnos a luz divina. Dar nuestra confianza a Dios, esmultiplicar nuestra confianza en nosotros, reconocer el soporte irrompible denuestra individualidad fugaz. Entonces nuestra angustia no es mas el aguijnde la desesperacin, ella hace lugar a la calma y nuestra duda a lacertidumbre. La fe no es ciega, es la clara visin de la verdad, es el ojo denuestro entendimiento abierto sobre un principio indiscernible a nuestrossentidos, extrao a nuestros anlisis cuantitativos.

    La fe, es el auxilio de la sabidura; la ciencia es el paso infantil de la inteligenciaen los meandros de la materia. Ciencia y fe tienen un objetivo preciso, seguro,necesario a nuestra evolucin humana, pero sobre planos diferentes. Ellas no

    se contradicen, son dos actitudes de nuestra razn en presencia del ser y desus modalidades; paralelas, ellas se confunden fuera del tiempo y del espacio,cuando el velo fenomenal haya dado lugar a la realidad esencial: la vida en suntima substancia. La primera puede conquistarse mediante esfuerzoscontinuos, la segunda es un don gratuito, o, mas bien, una forma intelectualinnata de la que es necesario tomar consciencia con una agudeza creciente. Esel porqu decimos: Adauge nobis fidem, Seor aumenta la consciencia denuestra fe.

    LA ORACION

    La verdadera, la nica, la santa magia, es la Oracin. La magia ceremonialpone, muy frecuentemente, la voluntad al servicio del orgullo. La oracin, al

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    contrario, es una aspiracin muy humilde de lo finito hacia lo Infinito. El oradorse asemeja al desierto que quiere ser una pradera florecida. l no exige, lsuplica.

    Mas el comn de los hombres ignora todo de la oracin. Para la abrumadora

    mayora, orar es pronunciar con los labios, y algunas veces desde el corazn,palabras cuyo ardor corresponde a la violencia de los deseos, inclinarse en untemplo o en un oratorio para solicitar, de un Dios antropomrfico a su antojo,presentes gratuitos nicamente materiales: la salud, la riqueza, el xito o elamor. Nosotros oramos ahora como antes los Judos deseosos de trocar elman por las cebollas de Egipto.

    Ciertamente, la oracin por los bienes de este mundo es lcita. Dirigirse alPadre misericordioso, para pedirle mejorar nuestra miseria fsica, es unhomenaje a su Toda Potencia. Pero nosotros olvidamos muy frecuentemente lapalabra evanglica: Buscad primero el reino de Dios y su Justicia y el resto les

    ser dado por aadidura.

    La oracin no debe solamente tender a quebrar el crculo infernal del Destino,ella es ms alta todava y ms noble. Es una elevacin sobrehumana hacia elesplendor divino, tambin de rodillas; es el xtasis indecible ante la InefableCaridad.

    Para orar as, es necesario el silencio en s mismo. Rechazar todos lospensamientos malos o simplemente discordantes. Es necesario poner lasensibilidad, la inteligencia y la razn en el diapasn del espritu, transpone elmodo negativo para permitir al positivo divino realizarse en nosotros. Esnecesario combatir la indiferencia y la frialdad, hacer de su ser un holocausto ylanzar, ms all del egosmo humano, el llamado prodigioso del amor.

    Entonces, la va de la Beatitud se abre en su sublimidad. Dos corrientes seproyectan una hacia la otra. La primera, ascendente, incluye al hombre en elseno de Dios; la segunda, como un ro celeste, desciende sobre la tierra parafecundar el alma en gestacin de eternidad. Y el ser finito, esa nada, perdidoen el ocano del Ser sin lmite y sin lugar, el ser finito es llevado justo a losconfines del Absoluto. La misteriosa operacin por la cual, una vez, el hijo deDios se hizo el hijo del hombre se repite en sentido inverso. Toda distancia es

    abolida. La naturaleza humana transfigurada, en un abrazo incomprensible,abarca la voluntad de Dios, su justicia y su misericordia.

    Cuando la oracin llega sobre estas cimas, cuantas cosas terrestres pareceninsignificantes! La palabra de Crisstomo resplandece en su rigor: Vanidad devanidades, todo es vanidad! La riqueza! Vanidad, Los honores! Vanidad, Lapotencia humana! Vanidad de vanidades, Todo se desvanece bajo el soploinflamado del Parclito; no hay ms nada, salvo el inmenso horno viviente delamor:

    Fons vivus, Ignis, Charitas.

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    Los santos solos pueden abismarse en este impulso mstico, vecino de laBeatitud? Todo hombre de buena voluntad es capaz de lograrlo, si la paz estcon l. Porque toda oracin es santa cuando ella reposa sobre la fe y laesperanza, an medidas segn la norma humana, A pesar de la esterilidad y laineficacia aparente, no se descorazonen, ustedes, los humildes de corazn y

    los pobres en espritu. Si ustedes piden gracias temporales, no se asombren deno recibir nada. El reino de Cristo no es de este mundo, y sus deseos son pocacosa, comparados al don eterno que, sin su conocimiento, les es acordado.

    Orad entonces, en las alturas del xtasis, por vosotros mismos y por losdems; pero orad sobre todo por los dems, y ustedes recibirn la ltima visinde Dionisio el Areopagita. La vspera de su suplicio, l pensaba en su calabozoen la salud de la humanidad. Jess vino a l para reconfortarlo y le dijo: Si toras por otros, t sers escuchado. Porque, si Dios centuplica la menorlimosna hecha al pobre en su nombre, cmo pagar el fruto de tus oraciones?Por su Gloria.

    PEQUEEZ Y GRANDEZA DEL HOMBRE

    Por el espacio, el universo me contiene y me engulle; por el pensamiento, yolo comprendo

    As se expresa Pascal. Comparemos el doble sentido, claramente indicado, delverbo comprender.

    El vasto mundo es un ser viviente cuyos lmites son, para nosotros,inconcebibles. Los sistemas solares son los rganos de este ser desmesurado.Cada uno de ellos manifiesta un aspecto especial de la vida universal, unafuncin mayor del ser csmico. Se basa en ella su propio dinamismo, pero, porun justo retorno, l mantiene, multiplica y favorece su desarrollo total, porque elrgano es solidario del alma de la que es el instrumento, l vive en ella comoella vive para l. Porque, nosotros los hombres, somos imperceptibles clulasdel rgano representado por nuestro sol, clulas cuya autonoma, para laciencia experimental, es todo subjetiva. Nosotros somos un minsculocontenido en un inmenso continente, un punto perdido en la masa que pareceaplastarnos. Entre la nada y nosotros, no hay casi nada.

    Y todava esta nada es infinita: es el ser y la vida, es el pensamiento, es elamor, las tres formas de nuestra consciencia indivisible. Para la va del sernosotros somos evidentemente, a los ojos de la experiencia, caros frente a lainconmensurable naturaleza, pero, por el pensamiento, nosotros ladesbordamos por todas partes y por el amor, nosotros la trascendemos.

    En frente de nuestro pensamiento, el mundo no es ms un sujeto, l devieneun objeto, el objeto de nuestro conocimiento. Nosotros lo comprendemos,nosotros lo aferramos en los repliegues de nuestro intelecto, nosotros loincorporamos de alguna manera en nuestro yo, segn la frmula de Berkeley:no es el alma que est en el mundo, sino el mundo que est en el alma, y de

    este principal, de contenido nos volvemos continente. Sin duda, el filsofoingls aada a su frase una significacin especial, pero ella no es menos

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    luminosa. Sin duda, nosotros no contenemos el mundo como un vaso contieneun lquido, porque se trata de una empresa intelectual cuyo resultado provocaun contacto de nuestra consciencia con lo real y desencadena en esta unapotencia capaz de dominar lo real manifestado por el mundo fenomenal.Nuestra inteligencia, en efecto, es el ojo de nuestro espritu que ella ilumina y

    pone an a actuar eficientemente sobre el conjunto del Cosmos, como esteacta sobre nuestros elementos fsicos. Al interior de nuestro yo, somosentonces constructores y edificamos un mundo a nuestro uso, regido pornuestra ley constitutiva. Esta ltima, cierto, no es idntica a la ley orgnica delser csmico, pero ella le es anloga y por ella comprendemos en su fuente, ensus efectos y sus posibilidades, es decir, en su accin eterna, el conjunto deluniverso.

    En otros trminos, nosotros ultrapasamos los dones experimentales yconstruimos un mundo exterior con el reflejo de lo real, asociado a nuestraconsciencia ntima, y este mundo est destinado a colmar la vida situada entre

    nosotros y la realidad, entre esta y Dios, porque l reposa sobre la eternidad delas leyes emanadas directamente del Creador.

    Si el mundo nos domina, desde que somos una nfima clula de su inmensidad,si l se ofrece a nosotros como una materia de nuestro pensamiento y nospermite realizarla, nosotros la dominamos ms alto por nuestro poder deconocimiento y de utilizacin, porque l no sera nada sin nosotros, sino unavana fantasmagora, intil palabra articulada en un desierto, sin un eco parareflejarla y darle un sentido. Cada uno de nosotros posee una cierta iniciativaen el concierto fenomenal y esta iniciativa es la va de una iniciacinsusceptible de revelarnos nuestra libertad espiritual.

    Pero la ciencia es una simple aproximacin al ideal, un puente lanzado entre loconocido y lo desconocido, ella no destruye el aislamiento entre los serescapaces de decir Yo o Yo. Al contrario, la conciencia de nuestra libertadespiritual en el seno del mundo exterior nos permite subir el ltimo escaln yllegar hasta el amor. El amor es un sentimiento, pero es tambin un acto, elacto por el cual se engendra la unin y se revela la unidad. Por el amor, elhombre reabsorbe el abismo cavado por el egosmo entre l y su raza, lactualiza la unidad escatolgica del Cosmos, l se identifica con Dios l mismo,en el lmite de su personalidad. Por el amor l domina la contingencia del Gran

    Todo, porque l se evade del irremediable determinismo espacial y temporal. Elamor es la medida de la grandeza humana.

    Segn la sublimacin de nuestro pensamiento, el mundo ser pequeo ymezquino, feo y deforme, lugar de sufrimientos y accidentes, o bien estemundo ser grande, bello, feliz y parafrasear la palabra de la Escritura: Coelienarrant gloriam dei, los cielos cantan la gloria de Dios. Segn la debilidad o lafuerza de nuestro amor, seremos solitarios en el mundo y perdidos en suinmensidad, o bien nosotros lo consideraremos como un medio de comulgar,por su intermedio, con Dios, este Dios del que somos sus colaboradores y losmulos, si nuestro verbo personal se aplica sin cesar a buscar una ms grande

    aproximacin del verbo divino.

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    LA MISION DEL DOLOR

    Los miembros de una misma familia son solidarios del bien o del mal realizadopor cada uno de ellos. As sucede en una tribu, en el seno de una nacin y enla humanidad toda entera. La repercusin de un solo acto pesa sobre el

    conjunto de la colectividad. Tal es la ley que liga a los hombres.

    Cuando el bien se impone sobre el mal, la armona y la paz reinan en lasociedad, cuando el mal predomina, es el desorden y este es la guerra. El Bien,en efecto, es un fermento de unin y de euforia; el mal, al contrario, introduce ladivisin, no solamente en el individuo mismo, sino adems entre los individuosy los pueblos. Porque, segn la palabra evanglica, toda casa dividida contra smisma debe perecer; este es el porqu la divisin es la fuente de todo dolor yes el porqu el sufrimiento es disolvente.

    Si el bien no es superior al mal, el dolor se desencadena automticamente para

    restablecer el equilibrio, porque este es una adquisicin, la moneda por la cualse absorbe el dficit del balance espiritual. Pero, en este retorno al orden y a laarmona, los individuos a menudo son aplastados segn el axioma, a primeravista inhumano: Oportet unum pro omnibus mori, uno solo debe morir paratodos. El inocente a veces sufre y muere, de ah la duda atroz de ciertospensadores sobre la justicia y la misericordia de Dios. En su desorden, ellos locomparan al Moloch insaciable de Tiro y de Sidn, al Minotauro repleto de lacarne de las vrgenes. Estos hombres meditan en superficie, la profundidad delas ideas les es desconocida.

    El hombre, a su nacimiento, en su alma y su cuerpo, refleja la indefinidadivisibilidad de la materia. Su unidad es fctica, ella resulta de una amalgamade elementos irreductibles los unos a los otros. Petrificada en la diversidad, llleva en s mismo el germen del mal y no podr aumentar hacia el bien sinoperar la sublimacin de sus elementos constitutivos. La mayor parte de losindividuos son incapaces de comprender y de realizar esta ascesis, porqueellos siguen su propensin natural en lugar de responder. El mal asciende tanincansablemente, hasta el da donde el balance de la justicia est totalmentedistorsionado. El sufrimiento, tal como ngel exterminador, aparece entoncesbajo la forma ms apta para cubrir la suma de fracasos. Mas el ngel del dolornos puede parecer ciego, l no discrimina sus vctimas segn las leyes de

    nuestras pobres contingencias. El balance se equilibra por una eleccin cuyaclave se nos escapa.

    El hombre es libre de elegir su camino y Dios no interviene en la realizacin delmal. l no interviene en la represin, l deja cumplirse la ley: Relinquitmundum disputationibus eorum. Slo la norma vital es el dios de la venganza,dios abstracto, annimo, inexorable como la antigua Nmesis. Debe pagar, unopor todos, todos por uno. La justicia es un rodillo de hierro, ella no deja subsistirninguna aspereza a su paso. Como la iniquidad se ha generalizado, el dolor seexpande en el seno de los individuos, en medio de los pueblos, nadie puedesustraerse, aunque sea inocente, tan rigurosa es la solidaridad.

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    Sin duda, para nuestro pequeo razonamiento humano, la inocencia deberaser un escudo contra el sufrimiento. La lgica de la vida es diferente de lalgica de los hombres. Un individuo paga por otro, la deuda est extinguida y la justicia inmanente est satisfecha. En nuestra ignorancia de las leyestrascendentales, nosotros las acusamos de jugar mal, y no sabemos nada o

    gran cosa de la reversibilidad. Por lo dems, qu compensacin ser dada alliberador, voluntario o involuntario, del culpable? Aqu tambin, la oscuridadnos invade. No nos obstinemos en comparar la justicia y la equidad, no nosacomodemos sobre el suelo plano accesible a nuestros sentidos. El inocente,para nosotros injustamente golpeado, es, sin ninguna duda, un nuevo Cristo,un redentor desconocido cuyo nombre flamea entre las cohortes celestes. Nosolamente l compra con su sufrimiento el demrito ocasionado por el mal alcual l era extrao, sino que l realiza por su propia cuenta un balance positivoen la va del bien. Por una parte, l manifiesta la solidaridad, por otra parte, lresuelve el vicio original de su nacimiento. Su dolor no es entonces una torsina la justicia, es una consecuencia de su humanidad.

    Inclinmonos sobre todos los seres doloridos, esforcmonos en aliviarlos en lamedida de nuestros medios, pero no incriminemos a Dios en su sufrimiento, lnada tiene que ver con ello. l no lo quiere y nada puede para aliviarlo sinnuestro concurso o aquel de nuestros hermanos humanos. l es inherente anuestra existencia espacial y temporal, de la que nosotros solos somosresponsables, a pesar de las apariencias en contrario. Su misin es sagrada;ella es un fuego purificador, voluntariamente o forzados debemos sufrirlo pararestituir nuestra naturaleza esencial a su fin primitivo.

    PREDESTINADOS

    Todos los seres de una misma especie estn constituidos sobre un soloarquetipo, con una esencia, cualidades y modalidades exactamente similares.

    As, todos los hombres tienen un espritu, un alma y un cuerpo idnticos en susubstancia particular y sus potencialidades. Todos ellos son llamados al mismofin. De dnde viene el pequeo nmero de elegidos? Porque la realizacin desus posibilidades sigue vas divergentes, deseadas y queridas deliberadamentepor cada individuo. Cada uno de nosotros, en efecto, participa, sea que loadmita o no, a la divina luz del libre arbitrio. Todos los hombres son bien

    semejantes en su unidad esencial y primordial, - raz de la igualdad -, pero ellosdevienen eso que ellos hacen de s mismos por el empleo de sus potencias derealizaciones respectivas. Ellos estn bajo la accin del centro volitivo; l lasdirige segn vas nacidas bajo el rgimen de la libertad inviolable; de ah ladiversidad social, intelectual y espiritual, de ah el bien (acuerdo con la norma,armona con el plan de la creacin) y el mal (desacuerdo con la ley,desarmonizacin evolutiva).

    Porque, para Dios, todos los siglos de los siglos son como un da yrecprocamente. Del seno de la eternidad, donde la sucesin est excluida, lve por lo tanto intuitivamente, como de un solo golpe de vista, el conjunto de la

    creacin y su evolucin desde el comienzo hasta el fin. Todo el problema de lapredestinacin, tan frecuentemente evocado sin ser resuelto, est arreglado

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    por esta visin divina. Desde el origen, Dios quiere el nacimiento, la vida enteray la muerte de cada hombre, su perdicin o su salvacin. Se puede decir, comoel musulmn fatalista (no es una blasfemia, sino una adoracin): Mektoub,est escrito. l no predestina la felicidad para unos, y la infelicidad para otros,su gracia santificante y eficacia planea sobre todos y ellos pueden captarle en

    una misma medida. l no puede imponerla ni quiere rechazar a nadie, l deberespetar la libertad de accin de su criatura y l quiere a los cooperadores y alos disidentes. l sabe entonces de toda eternidad cuales seres emanados del se reintegrarn al mundo divino de la Unidad o se perdern irrevocablementeen el dolor de la dispersin. As, no hay predestinados, criaturas privilegiadascreadas para la beatitud eterna con exclusin de las otras. Existe para todos lamisma oportunidad y el mismo riesgo, todo depende para cada uno del uso desu propia libertad.

    MORS ET VITA

    Al momento de su nacimiento, una criatura humana est dotada a penas de unvago instinto animal. Todo, para ella, se resume en sensaciones de bienestar ode sufrimiento. Si ella est satisfecha, ella sonre; al menor atisbo de mal, ellallora y se lamenta. El mundo exterior no viene a ella sino a travs de una nieblaen el seno de la cual todo est confundido en un conjunto sin relieve.

    Luego, un da, un rayo de sol; un velo se levanta, los individuos se destacansobre el fondo de la bruma, la conciencia sale de su matriz y deviene unarealidad. El nio se distingue de su atmsfera, l comienza a vibrar con suentorno inmediato, es un hombre en vas de evolucin. l crece poco a poco ysu horizonte se agranda. l toma contacto con su medio, de espectador seconvierte en actor. l almacena experiencia, aquella del momento presente, y,por la historia, aquella de los siglos pasados. Porque, esta ltima, que se puedecreer muerta o al menos completamente cristalizada, lleva en s misma unfermento de inmortalidad, es el germen del futuro. En la aurora de su vida,intoxicado por ese sutil nctar, el hombre se vuelve entonces hacia el futuro. Elhorizonte impreciso, adornado con toda la belleza del devenir en gestacin, leaparece como un campo indefinido de luz, puntuado por sensacionesnovedosas. El sol marcha hacia el Zenit, el tiempo rpido transcurre todavalentamente, el pasado individual est tan prximo!

    Mas la vida transcurre al ritmo del tiempo matemtico; la adolescencia y la juventud dan lugar a la edad madura. Los obstculos se multiplican con losdeberes. El horizonte lejano se retrae y deviene un calabozo donde el hombrese ve acosado con los horrores de la asfixia. El tiempo acelera su marcha,transcurre ahora con una rapidez vertiginosa, siguiendo la cadencia sicolgica,y la angustia indecible penetra el alma humana con el pensamiento de lamuerte inevitable y cada da es contado.

    El gusano roedor est en el fruto, l lo agotar hasta la cscara si nada viene ainterrumpir su trabajo de destruccin. Qu desilusin para la mayora de loshombres. Y qu! La vida, ese dinamismo siempre tendido hacia la accin,

    puede entonces dar lugar al colapso pasivo de la muerte? La noche total va asuceder a la luz ardiente. El fin! No ver mas, no escuchar mas, no pensar mas,

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    no moverse mas. El silencio y la sombra; el silencio sin posibilidad de eco, lasombra sin esperanza de una nueva luz, la inmovilidad absoluta de la tumba, laNada! El hombre sobre la pendiente, el anciano, ha recibido en su mano yatemblante, el cliz de la amargura; la embriagadora ambrosa ha dado lugar ala balanza del Glgota. El espectro de la muerta est all, presto a sujetarlo en

    sus garras de rapaz nocturno.

    Por qu tiemblas t, ignorante y temeroso? Por qu obstinarte en contemplarel mundo exterior, para seguir la ilusoria evolucin de las series fenomenales atravs del espacio y el tiempo? Desciende en ti mismo, abre los ojos de tuespritu al sol invisible del que nuestro sol no es sino una imagen deformada.Una fe inquebrantable, apoyada con una inmensa esperanza, te iluminar derepente en el seno de la caridad universal. Y la muerte no ser mas para ti sinoun tnel oscuro, un pasaje penoso y corto al fin del cual se abre el inmutablehorizonte de la Eternidad.

    MAS DE UN ADEPTO SE ELEVA

    Mas un adepto se eleva en la ciencia sagrada, mas se aproxima a la Luz,menos su individualidad humana tiene lugar. Su conciencia ordinaria, aquellaque lo hace una unidad entre los hombres, se desvanece; ella es dominada poruna conciencia ms alta, de naturaleza completamente espiritual. La mscarahominal desaparece ante una entidad superior. Ella no se distingue mas poruna forma particular, por necesidades o instintos, sino por sus ideas, es decir,por su contenido cualitativo y por su modo de accin.

    *********************************************************************Los seres en posesin de su conciencia espiritual, tal como los seresmateriales se agrupan segn sus afinidades especiales, se reagrupan sobre unplano determinado por sus tendencias y forman Fraternidades. En estasfraternidades, cada uno de ellos sera indiscernible en relacin a los otros, si lno estuviera caracterizado por una potencialidad personal. Ellos formanentonces entidades distintas, en el seno de una armona cuyas disonancias,fundadas en un motivo nico, constituyen, de alguna manera, frente alabsoluto, un coeficiente especial de absorcin, de resonancia, y de radiacin.

    ************************************************************************

    En este estado, las entidades espirituales se han evadido del egosmoprimitivo. Ellas han ultrapasado el ciclo puramente material y el ciclo intelectual,para establecerse sobre el plano comn que hace comunicar el mundo visiblecon su Creador. Relacionadas por un lado con la humanidad y por el otro conDios, ellas reciben una misin apostlica y mediadora, aquella de conducir lamasa hacia su fin ltimo, por la Gnosis conjugada con la Caridad.

    Ellas han, en efecto, llegado a esta etapa sublime de la Mstica: la deificacindel Areopagita, es decir, la Santidad. La santidad es el resultado necesario dela iniciacin y del iluminismo.

    *******************************************************************************

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    La mayor parte de los hombres hacen de la santidad un sinnimo deascetismo corporal. Esto es un error. El ascetismo espiritual es el ms altogrado de la santidad; l implica, antes de toda cosa, el esplendor delpensamiento, sin ningn desprecio por los esplendores de la materia. Alcontrario, l eleva y purifica estas, porque l ve en ellas el reflejo del Esplendor

    Divino

    NE JUDICES

    En ese tiempo entonces, Jess de Nazaret predicaba en el Templo, y l deca:El Padre no juzga a nadie, sino que l ha puesto todos los juicios al Hijo.(Juan, V, 22) Ninguno de los que lo escucharon comprendieron estas palabras.

    Para entenderla en toda su amplitud, es necesario ir al fondo de las cosas.Todo juicio se enuncia por un verbo, y el Hijo es el Verbo de Dios; he all porqu l juzga, con exclusin de todos los otros. Porque, los pensamientos de

    Dios son verdaderos, porque ellos son la expresin de su ser manifestado. ElVerbo de Dios es entonces la Verdad y l juzga nicamente segn la verdad, lajusticia y la equidad.

    El hombre tambin quiere juzgar, l es, a su manera, un verbo. Espejocontingente en el cual se refleja el Logos increado, l posee, en efecto, unacierta potencia de juzgamiento. Pero esta est viciada en su base; espejohumano, ella recoge sobre todo las ilusiones de los sentidos y los errores de lamateria. As, nuestro juicio, lejos de reposar sobe una certeza verdica, registraprimero las impresiones fugitivas de las que nosotros somos el juguete. Estasmismas impresiones son todava deformadas por nuestro egosmo, nuestrosinstintos y nuestros deseos del momento; as, nuestras apreciaciones son, lamayor parte del tiempo, contaminadas de parcialidad.

    Cuidmonos de nuestros juicios; antes de enunciarlos, sometmoslos siemprea la ley de la caridad que procede del Padre y del Hijo. Cmo olvidamosnosotros, esta ley esencial! Si, a veces, nuestro verbo se aplica a proclamar laverdad, en la circunspeccin inherente a nuestra debilidad, con muchafrecuencia nosotros lo utilizamos, con autoridad, en la va decepcionante deljuicio temerario. Todava, Jess nos advierte: con la medida que meds, osmedirn otros, y ser aadido vosotros los que os. (Marcos, IV,24) Esto

    es decir, si t juzgas con mansedumbre, se te juzgar con misericordia ycon reserva; pero si t juzgas con precipitacin, sin preocuparte de tuserrores humanos, t sers abrumado ciento por uno, segn la regla materialde la justicia distributiva.

    Por qu queremos juzgar siempre a nuestros hermanos segn las ideasdel da, nuestras concepciones particulares y nuestro inters personal? ElHijo, l, puede juzgar, el Padre le ha dado la medida de la verdad. Peronosotros, los hijos prdigos de la sabidura eterna, en un movimiento deorgullo, tenemos que sustituirlo por ella, para portar juicios irreformables, enlas tinieblas de nuestra inteligencia. Nos exponemos a ver as nuestraignorancia sernos imputada como un crimen de lesa verdad, si no desde

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    aqu abajo, por lo menos el da cuando las almas sern pesadas en labalanza de la Justicia.

    Antes de juzgar los actos de nuestro hermano, descendamos en nosotrosmismos. Cmo haramos en su lugar? Mucho peor, sin duda. Por qu,

    entonces, arriesgar nuestro desdn o ponerlo, por nuestras palabras, en elestigma de la opinin? Nuestro camino es bueno y el suyo es malo? Dioslo sabe. Su inteligencia, puede ser, y su corazn vuelto hacia otroshorizontes, le hacen concebir el bien y el mal, bajo una forma desconocidanuestra, en el momento en que nosotros nos apuramos en condenarlo. Estaes la razn, si es el caso donde la ley universal abiertamente violada, laverdad burlada y la justicia abolida, en que hay que denunciar el error yarrancar las armas de las manos criminales, evitando erigir nuestraconciencia en tribunal soberano.

    La caridad es cmplice del mal cuando ella nos lleva a suspender nuestrosjuicios? No, bajo el velo con que ella recubre las faltas de otros, ella infundela levadura de la regeneracin. El Cristo nos ha mostrado la va, l vino aconfirmar A los justos y salvar a los pecadores. Si nuestro hermano se hadesviado, el juez justo, un da, nos juzgar, porque el juicio como lavenganza le pertenecen.

    Y la misericordia, durante la rendicin de cuentas, vendr a equilibrar lospesos de nuestros errores y de nuestras faltas. Ne judices et nonjudicaberis.

    MOISS, QUTATE TU CALZADO

    Moiss, qutate tu calzado, porque este lugar es sagrado.

    As habl Javeh en la zarza de Horeb, cuando el Profeta, exilado de la tierrade Egipto, fue al desierto, a buscar el camino del pueblo elegido.

    Hombres, si ustedes quieren franquear el umbral del templo de la Sabidura,para conquistar vuestra personalidad verdadera, y elevarse hasta Dios,ustedes tambin, qutense su calzado.

    Dejad en el atrio, por temor de molestar los ecos de la divina Palabra yensuciar el pavimento del santuario con el barro de los caminos.

    Depositad, al entrar, el peso de vuestras preocupaciones profanas, devuestros deseos carnales y egostas, de vuestros pensamientos humanos.

    Entrad, vestidos solamente con la tnica de la fe; colocad sobre vuestrasespaldas el manto de la humildad; tended vuestros corazones hacia laesperanza y el fuego viviente de la caridad vendr a envolverlos con su

    tejido sutil e impoluto.

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    Arrodillaos en la lnea infranqueable del Santo de los Santos e inclinad lafrente para recibir la luz interior, del cual la zarza ardiente no era mas que elsmbolo.

    Entonces, la visin de las supremas Realidades se desarrollar ante

    vuestros ojos. Mirad y escuchad:

    La Verdad es una, eterna, infinita, fuera de nuestro alcance en su totalidadactualizada. Sed entonces tolerantes y respetuosos de la opinin de losdems.

    La Libertad no consiste en hacer o no hacer, ella reside en la conformidadcon los canales de Dios. No juzgues temerariamente los actos de vuestroprjimo segn la norma humana.

    La Igualdad no es ese metro uniforme que nivela todos los seres en lamediocridad, ella se expande en el ritmo de los valores jerrquicosespirituales. Sed misericordiosos con vuestros hermanos que permanecensobre los escalones del templo, tendedles vuestra mano para llevarlos hastavosotros.

    La Fraternidad no reside en una sensiblera humanitaria inclinada a excusartodas las debilidades, ella comprende un amor fuerte y valeroso quesostiene, corrige y reconforta. Amaos los unos a los otros y reformadmutuamente vuestras tendencias malvadas.

    La Justicia es la base de todas las virtudes, cuando su rigor inflexible estemperado por la Bondad y el perdn de las injurias, que son la esenciamisma de la Caridad. Sed intransigentes con vosotros mismos, pero olvidadlos embustes sembrados sobre vuestra ruta por vuestros hermanosperdidos.

    Mirad todava! La radiacin del divino Logos, Todo Poderoso organizador delos mundos, Sublime Pastor que da su vida por sus rebaos, viene avosotros en el esplendor del Thabor. Escuchad siempre! En vuestraconciencia magnificada, el coro de los ngeles canta, como una vez en

    Beln de Judea: Pax hominibus bonoe voluntatis. Y de vuestros labios surgela respuesta de la adoracin humana: Gloria in excelsis Deo.

    TERRENO DE ENTENDIMIENTO

    Una sola verdad existe, que reside en la sntesis de todas las tradicionesparticulares. Ellas, en efecto, tienen una misma fuente y estn diversificadasbajo el influjo de las condiciones intelectuales o climatricas y de las leyesde la herencia.

    La libertad de pensamiento y la libertad de conciencia son las basesnecesarias del desenvolvimiento espiritual. En consecuencia, ninguna

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    enseanza dogmtica puede servir de regla general. Solo la Verdad bajo suaspecto universal puede exigir el asentimiento unnime. Los dogmas, muyfrecuentemente, dividen la verdad, pero el sol pone en comunin todos losojos sanos en una misma visin. En un esquema susceptible de servir decuadro especfico al pensamiento esotrico humano, se pueden enunciar

    las proposiciones siguientes:

    Ser- Realidad- Absoluto- Dios- Espritu, son una sola y misma cosa. Estosson conceptos que recubren una misma esencia.

    Dios es uno en su esencia y mltiple en sus manifestaciones. De l, no sepuede decir nada sino por analoga. l est por encima de todos losconceptos, de todas las representaciones; l es trascendente para cada unade sus manifestaciones externas como en su conjunto.

    Las manifestaciones externas de Dios constituyen el dominio de la Ciencia yde la Filosofa. Pero ellas, fuera de los datos de la experiencia, no puedenimponer una interpretacin nica. Cada hombre puede elegir el sendero desus tendencias particulares, provisto que este sendero sea en el orden de laVerdad.

    La religin es del dominio de la conciencia. Cada uno puede,conformndose a los principios universales, concebirla y practicarla bajo sungulo personal.

    Ningn rito es universal, es decir esencial. Cada rito es un medio deascesis, una va hacia la iluminacin, porque es necesario un rito, es decirun vehculo, para obligar a la inteligencia a la disciplina del pensamiento. Elvalor de un rito se reconoce por su resultados; cuando l conduce por la varecta, l puede ser considerado como bueno, no obstante sus modalidades.

    Los ritos estn constituidos por ceremonias simblicas. Pero los smbolosno son la Verdad, ellos le sirven de velo y ellos pertenecen a todos. Ellosson ideogramas que recubren una substancia extensible; cada uno puedeconcebirla bajo el ngulo de su pensamiento respetando el signo en suesencia.

    Para descubrir la verdad bajo el velo de los smbolos, es necesario la Fe yla Meditacin.

    Sin la Fe, la duda se insina en la inteligencia, y la duda es eldescorazonamiento, el escepticismo, la puerta abierta al error.

    Sin la Meditacin, la inteligencia se detiene en la corteza fenomenal y notoma la esencia real, la espiritualidad de los seres.

    La Meditacin no se apoya solamente sobre el razonamiento inductivo ydeductivo, ella hace un llamado a la intuicin, esta facultad esencial que es

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    para el espritu lo que el sentimiento es para el alma y la evidencia para larazn. La intuicin, para la Fe, es un corazn y un cerebro, porque la Fe noes simple credulidad o creencia rgida para lo incognoscible, es una actitudms flexible y lgica que la adhesin cientfica, pero sobre otro plano, losdatos intuitivos no tienen ninguna relacin con los datos experimentales.

    Por la Meditacin, la inteligencia se eleva de la individualidad transitoria a lapersonalidad universal. El individuo, en efecto, se resuelve en el espacio yel tiempo, pero la persona espiritual se prolonga en modo trascendental. Elindividuo es el receptculo de las pasiones basadas sobre el egosmo y estambin el Devenir. La persona es el receptculo de la esencia, y como ella,es inmutable; su vida no fluye, ella se amplifica y se multiplica por el juegode su actividad interna.

    El individuo no asimila, l se rodea de un mundo fenomenal, creado a su

    imagen, como de una coraza de malezas. La persona, al contrario, rechazatoda contingencia exterior e irradia su propia substancia en armona con elser universal. El individuo se deleita en la objetividad del mundo exterior delcual es el un diente de rueda solidario. La personalidad va ms lejos, ella seeleva al concepto de subjetividad que hace de ella un centro de realizacinautnomo, susceptible de proseguir, sobre su plano especfico, la obra deDios. Ella rechaza entonces toda relacin irrompible con la sangre, la raza ola tierra; ella manifiesta su trascendencia identificndose con el Espritu. Ellase deifica, de alguna manera, estableciendo entre ella y el absoluto unequilibrio relativo, pero independiente de las circunstancias de tiempo, lugary de oportunidad.

    EVOLUCIN DE LA GNOSIS

    Dios ha dado al hombre la inteligencia, es decir la inteligencia, es decir lafacultad de comprender, de analizar y de sintetizar, pero l no le ha dado laciencia. Para llegar a la ciencia, es necesario poner la voluntad al serviciodel intelecto, es necesario conquistar la verdad por un esfuerzo personal.

    Esta es la razn por la que la palabra de Dios se percibe por etapas; aprimera vista, en su sentido inmediatamente inteligible, ella contiene la nica

    verdad susceptible de ser asida por los hombres ms instruidos de la pocaen que ella se manifiesta. Jess, el portador de la palabra de Dios, hahablado muy frecuentemente en parbolas para ponerse a la altura de susoyentes. A sus apstoles, l ha hablado de otra manera y tenemos un dbileco en el evangelio de Juan. l les ha dicho: Yo tengo muchas cosas mspara anunciarles, pero ustedes no sabran comprenderlas ahora. Cuando elEspritu de la Verdad haya venido, l los guiar.

    El Espritu de verdad ha llegado en diversas veces. l ha llegado alCenculo y los apstoles han aprendido a clamar sobre los techos la verdad

    del momento. l lleg sobre la ruta de Damasco y Pablo fue iluminado paraescribir sus epstolas. l lleg para influenciar los genios creadores de la

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    ciencia. En cada uno de sus descensos en el mundo, nosotros hemoscomprendido la verdad bajo un ngulo nuevo y siempre ms grande. Elsentido de las escrituras ha despojado muchos de sus velos. Restan todavapara levantar; ellos caern uno a uno cuando nuestro ojo est armonizadocon una luz ms grande. As se cre la Gnosis, paso a paso, bajo el influjo

    del Espritu que eligi sus profetas entre los hombres cuya voluntad supoquebrar los obstculos.

    EL TIEMPO

    La ciencia, despus de la filosofa, consiente en proclamar este principio: lasucesin sola hace al tiempo sensible. Para ambas, por consecuencia, lasucesin es la esencia inteligible del tiempo. En apariencia al menos ellastienen razn, y el hombre, cuya vida fsica, intelectual y moral es unperpetuo torrente, aprecia el tiempo ms y mejor que todos los seres

    creados, siendo un atanor de incesantes transformaciones, objeto de unaconciencia a veces terriblemente aguda.

    La vida fsica del ser humano transcurre, en efecto, segn un ritmoinevitable y sin retorno. Su vida anmica est cadenciada por lasnecesidades peridicas y las pasiones renacientes inmediatamentesaciadas. Esto es comn por lo dems con el conjunto de la creacin. Perosu vida intelectual y moral sita el tiempo en el individuo interior, ella loprecipita o lo retarda por el pensamiento; por la memoria y la imaginacinella religa el presente al pasado o al porvenir, ella hace un todo coherente,considerado bajo el ngulo de la realidad a la cual sirve de marco y detrama: marco mvil, trama a cada instante creada por el devenir sicolgico.

    Nosotros estamos aqu en presencia de dos tipos de tiempo cuya soldaduraimaginaria o real escapa al anlisis superficial. Y todava el tiempo humano,aquel del que nosotros somos la vctima o el amo, el tiempo interior esfuncin de estos diversos elementos. l sigue una curva en la que cadapunto es, de cualquier manera, un diferencial, porque l es para nosotros eltestigo de la sucesin fenomenal y el testigo de nuestros estados del alma.Estos dos movimientos se equilibran por una velocidad inversa: ms rpidaes una ms dbil es la otra. En la vida fsica, el nio mide el tiempo con una

    extrema rapidez porque l se precipita hacia su juventud y su edad madura.El adulto se estaciona visiblemente y el anciano claudica hasta elagotamiento final. La vida instintiva y pasional sigue un ritmo anlogodiferenciado por las posibilidades de la primera. En la vida intelectiva ymoral el tiempo acenta progresivamente su rapidez. En el nio este eslento; para l, una idea es un mundo, un gesto es un trabajo de Hrcules, lmira delante suyo y el tiempo es una inmensidad, falto de puntos dereferencia; los das son maravillas que hacen a los aos largos como lossiglos. El hombre maduro est lejos ya sobre la ruta de la vida; cada pasodesde su adolescencia ha sido marcado por una pasin, por una idea, por

    un acto; l mira detrs de l, pesa y compara; el tiempo se fuga como unsueo, los aos como meses. El anciano est en el perihelio de la curva, el

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    movimiento de la vida fsica es por as decir aniquilado, su memoria le traetodo el pasado, su imaginacin no es ms sostenida por la inmensidad delfuturo y su voluntad no es mas un soporte en el mundo exterior; el tiempohuye a la cadencia de un cicln, y apenas el ao est hecho de una tarde yuna maana.

    De qu est hecho el tiempo interior? De la intensidad de la vida. El niovive intensivamente, para l el tiempo es largo. El anciano vive a cuentagotas, el tiempo fluye entre sus manos como un ro cuya rapidez seacrecienta como este desciende de las cimas hacia el golfo eterno.

    Entre el tiempo exterior, sucesin de fenmenos naturales, y el tiempointerior, sucesin de nuestros estados del alma, debe, como nosotros lohemos dejado entrever, establecerse una interpenetracin susceptible dehacerlos solidarios. El punto de reencuentro y de fusin, es el esfuerzo

    humano, es decir la actualizacin de nuestras potencialidades expansivas.Sin este soporte generador, el tiempo csmico sera ininteligible y por lotanto inexistente. El tiempo humano es entonces la matriz del tiempoexterior. Pero este es un reflejo, una cantidad matemtica inexorable en suritmo uniforme, su sola realidad est fuera de l. El primero, al contrario, esalguna cosa viviente que se afirma, se ralentiza o se acelera segn nuestrassensaciones, nuestros deseos y nuestros pensamientos, segn la tensin oel relajamiento de nuestra actividad personal. El tiempo exterior es unadiversidad discontinua siempre idntica a ella misma, sin contenidoespecfico, cuyo pasado est muerto, el futuro es incierto y el presentedifcil. El tiempo interior es una realidad acusada por la conciencia, es unpresente perpetuo, sntesis estabilizada del pasado, y un dinamismocreador del futuro.

    Para ambos el tema de la duracin aparece idntico en la superficie, peroen la profundidad, uno es un flujo, se nos escapa sin cesar como la arenacada de un arenero; el otro hace, por decir as, parte de nuestro yo, es laagudeza misma de nuestra conciencia; en su fugacidad aparente, l seacumula en nuestra memoria, se vitaliza en nuestra imaginacin creadora,es el cimiento de nuestros actos y el vehculo de nuestra evolucin. Sinosotros tomamos conciencia del tiempo interior, no mas las contingencias

    terrestres, no mas el tiempo exterior podr alcanzarnos, nosotros seremosentonces transportados sobre el plano de la eternidad.

    FILOSOFIA Y RELIGIN

    Segn Schopenhauer, el hombre es un animal metafsico; para otros, es unanimal religioso. Estas dos definiciones parecen contradictorias porque elmismo Schopenhauer escribi: Ningn hombre religioso es filsofo yningn filsofo es religioso. Los argumentos sobre los cuales est basadaesta afirmacin son tal vez especiosos. El religioso, dice l, no tiene

    necesidad de filosofa porque la religin, para l, debe contenerlo todo; encuanto al filsofo, l rechaza la religin porque l ha liberado su accin de

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    todas las ligazones del dogma y de la fe. Para el pensador, el problema escompletamente otro. La filosofa aparece como el vestbulo de la religin yesta, esclarecida y verdadera, reclama imperiosamente una filosofa; enotros trminos, la religin es la trascendencia de la filosofa.

    Muchos se abusan de esta trascendencia para proclamar un abismoabsoluto entre las dos y por consecuencia su incompatibilidad. No hay uncorte neto entre una y la otra, sino solamente una zona de inestabilidadrelativa, provocada por nuestros medios de investigacin; as entre elespritu y la materia, no hay solucin de continuidad, la segunda siendo unanecesaria manifestacin del primero en el estado actual de nuestrasfacultades representativas.

    El error humano proviene de una confusin. Hay, en efecto, dos aspectosreligiosos: uno se apoya en el tiempo, el otro en la eternidad; aquel se

    incorpora en la colectividad, este en la conciencia hiposttica individual; enconsecuencia, el primero es la letra y el segundo el espritu. Hay una luzexterior cuya apariencia es muy frecuentemente extraa a la realidad; ellanos aporta la coercin con el horror de no reflejarla en su pureza original;entre ella y nosotros hay un abismo expresado por el dualismo.

    Hay una luz interna, parte integrante de nuestra propia esencia; nosotros nopodemos percibirla sin reducir la pantalla del mundo exterior tendido entreella y nuestro entendimiento por la actividad sensorial, sin un duro esfuerzode introspeccin. Ella nos aporta la libertad con la felicidad; ella y nosotrosno somos mas que uno con Dios, como lo quera Plotino. Es necesarioencontrar este Dios interno y no buscar el Dios externo, objeto de cultocolectivo y temporal. As la religin es un estado de conciencia y no un actocultual o la manifestacin de un pensamiento. Ella es inseparable denuestros pensamientos y determina ciertos actos, pero ella implica el amordel que nuestra inteligencia es la hierofana, en virtud de la unidadfundamental de nuestro ser.

    Aqu aparece entonces la evidente relacin de la filosofa y de la religin. Laprimera forja el verbo humano, la segunda lo transforma, lo eleva y loconecta al Verbo universal. Se puede ser religioso sin nutrirse de

    quintaesencias filosficas, pero todo filsofo verdadero tiendenecesariamente hacia la religin, complementaria de la filosofa. Porque elverdadero Dios es aquel del conocimiento, magnificado por el amor yrevelado por la conciencia intuitiva.

    ************************************FIN DE LA OBRA******************