catellus 2015, no. 16

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NOVICIADO INTERNACIONAL SAN LUIS BERTRÁN A PREDICAR AL MUNDO

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Revista del Noviciado Internacional San Luis Bertrán de Colombia. Este número reúne artículos de 8 novicios que reflexionan frente a su misión de predicación en el año de la Misericordia y la Exhortación Apostólica EVANGELII GAUDIUM, con temas sobre las comunicaciones, la misión, la arquitectura, renacer en Cristo y otros.

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NOVICIADO INTERNACIONAL SAN LUIS BERTRÁN

A PREDICAR AL MUNDO

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EQUIPO EDITORIALNoviciado Internacional San Luis Bertrán

PRIOR PROVINCIALFr. Said León A., O.P.

MAESTRO de NOVICIOSFr. Duberney Rodas G., O.P.

SOCIO del MAESTROy DIRECTOR de REVISTA

Fr. Juan Pablo Romero C., O.P.

DIRECCIÓN GRÁFICAFr. Ricardo Amat B., O.P.

CORRECCIÓNFr. Héctor Guayanay X., O.P.Fr. Duberney Rodas G., O.P.

Fr. Juan Pablo Romero C., O.P.

IMPRENTAITEDRIS S.A.

ISSN: 1794-1741Revi

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NOVICIADOINTERNACIONAL

VicariatoSan Lorenzo Martir

Chile

Vice ProvinciaSanta Catalina de Siena

Ecuador

ProvinciaSan Luis Bertrán

Colombia

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HUELLAS DE UN CARISMA

PRESENTACIÓN

HUEL

LAS

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Fr. Duberney Rodas Grajales, O.P.Maestro de Novicios

HUEL

LAS

En el año 2015, el Papa Francisco ha convocado a un Año de la Vida Consagrada, y en su mensaje recuerda a los religiosos y religiosas: “vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir” y después de ello, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium describe el camino que debemos seguir como Iglesia, para comunicar la alegría del Evangelio. En este contexto hemos tenido la oportunidad de compartir la experiencia de noviciado, fortaleciendo nuestra opción vocacional, al profundizar en el conocimiento de lo que indica nuestro carisma de Predica-dores, identificados con la presencia evangelizadora ideada por Domingo de Guzmán. El presente año también ha estado marcado por el inicio del año jubilar de los 800 años de aprobación de la Orden, lo cual nos propone un reto por medio del ministerio del Maestro de la Orden, Bruno Cadoré: “como familia dominicana debemos velar para que la Orden permanezca como servidora de la amistad de Dios con el mundo” (Carta del Maestro de la Orden en la apertura del Jubileo de la Orden).

Con estos sentimientos de entusiasmo, compartimos con nuestros lectores esta revista del Noviciado San Luis Bertrán de Colombia, que contiene los artículos de los frailes novicios de Colombia, Chile y Ecuador, producto de su contemplación de la Palabra de Dios. Son ellos la muestra de la unidad en la diversidad de nuestro carisma que es capaz de percibir el Reino de Dios, revelado en Jesucristo: con el fin de predicar su lógica, voluntad y belleza a diversos lugares. Los artículos son el inicio de la formación propedéutica, espiritual dominicana, propia de esta bella etapa de Noviciado y están caracterizados por la sensibilidad de jóvenes frailes que desde sus inquietudes indagan y abrazan el ideal de Domingo profundizado en la Oración, la Vida Común y el Estudio, buscando luces para encarnar el Evangelio al abrazar los Consejos Evangélicos y saberse libres para comunicar al mundo su Alegría.

Cada uno de los novicios, desde su pensamiento plasmado en los escritos, nos permite recordar el hori-zonte siempre abierto de la Palabra, que nos impele a ir y predicar. El arte, los medios de comunicación, las diferentes experiencias religiosas y la filosofía nos llevan siempre a fronteras que reclaman de todo cristiano y consagrado una constante renovación para vivir a plenitud el don recibido en su bautismo y el llamado a todos para ser Sacerdotes, Profetas y Reyes.

El esfuerzo y la alegría por comunicar al mundo la Palabra de Salvación ofrecida por Cristo a toda la hu-manidad queda manifiesto en el esfuerzo de quienes en esta revista reflejan un corazón que quiere seguir a Cristo, al modo ideado por Domingo, bajo la protección de la Santa Madre de Dios. Que la alegría del Evangelio, que nos permite fortalecer la amistad con Dios y los hombres y mujeres de todo lugar, llegue a nuestros lectores. ¡Nos confiamos a sus oraciones!

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BUSCANDO LA PALABRA QUE NOS MUEVA A LA ALEGRÍA

aleg

ra

EDITORIAL

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Me llena de alegría poder presentar la Revista Catellus del Noviciado de los Dominicos en Colombia. La experiencia de vivir la etapa del noviciado a los pies de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá es un regalo de Dios y estas reflexiones son el fruto de la contemplación de los jóvenes que han decidido seguir a Cristo según el carisma de nuestro Padre Domingo.

Son tiempos de gracia para la Orden de Predicadores, para la Iglesia. El Papa Francisco cada día nos sorprende grandemente con sus gestos de misericordia, especialmente con los enfermos y pequeños, su atención sencilla a la gente y, sobre todo, sus palabras cargadas de significado a la hora de tener que recordar la alegría del Evangelio, con la inmediatez que exige el mundo de hoy. Cada frase que expresa se queda en el corazón de la gente, el Papa nos invita a la alegría. El mensaje es hacer entender que el ser humano se realiza sólo cuando sale de sí mismo y sale al encuentro de los demás con el gozo del Espíritu Santo. En la Biblia la alegría no es una experiencia más. La felicidad nace de las relaciones personales del ser humano con Dios. La alegría brota del destino final del hombre que consiste en glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre. Nuestra fe en Dios Padre es siempre fuente inagotable de alegría porque DIOS ES PADRE DE LA ALEGRÍA, el fundamento último de la alegría es el AMOR. Dios ama: por eso es capaz de reír y de enviar a su Hijo para la salvación del mundo.

En este contexto de Iglesia, la Orden se llena de gozo porque comenzó a celebrar 800 años de predi-car la alegría de la salvación del Evangelio. Ha sido un tiempo de bendición, de gracia y de luz para el mundo. Las voces de tantos Dominicos y Dominicas han sido una voz potente escuchada por la humanidad hambrienta de la Palabra de Dios desde los inicios de la Orden hasta nuestros días y que a nosotros nos ha cautivado para pertenecer a una familia de predicadores. Esta celebración de la alegría del Evangelio como herencia de Domingo a toda su familia dominicana, no consiste tanto en conmemorar un aniversario más, sino en tener una actitud de conversión y de renovación con todas las fuerzas: la misión de predicar. Es una ocasión única y maravillosa para volver a los orígenes de la Orden a fin de recordar el momento fundacional en el que santo Domingo envió a nuestros primeros hermanos fuera de su casa, de su familia, de su tierra, para que descubrieran el gozo y la libertad de la itinerancia y la fuerza de la alegría de la predicación.

Hermano en Santo Domingo,aleg

ra

Fr. Said León Amaya, O.P.Prior Provincial, Provincia San Luis Bertrán de Colombia

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FR. JAIDER ALESSANDRO JIMENEZ O.P.

Basílica de Chiquinquirá, sinónimo de fe, piedad popular, historia, milagros, sueños y peregrinaciones que se mezclan en un halo de belleza religiosa y artística conjugadas perfectamente en los que se puede apreciar el progreso arquitectónico y de multitudes, a través de los cuales se renueva la fe día a día.

Sus puertas representan a Cristo como el camino, la verdad y la vida, mientras que el Altar Mayor del santuario es un símbolo de la humildad, lugar donde se ofrece el sacrificio eucarístico. Un edifi-cio que se abre como un gran abrazo, que acoge y donde se siente el peregrino cubierto por bóvedas que simbolizan la caridad, esa misma que “encubre toda la muchedumbre de pecados” (1 P 4, 8).

El Santuario Mariano Nacional de Nuestra Señora del Rosario exalta la figura de la Virgen María como Reina y Patrona de Co-lombia. Según los anales de la Basílica, su construcción se remonta hasta el mes de enero del año 1796 bajo la dirección del arqui-tecto y fraile capuchino Domingo Buix de Petrés. Para el año de 1813 dicho templo estaba terminado en obra negra y en 1823 fue consagrado solemnemente.

El Santuario efectúa las normas propias de un verdadero lugar de oración, con la Casa de Dios terrena para transformar vidas, para cambiar al hombre desde la fe y con una catequesis en todo su conjunto arquitectónico y artístico. Esta construcción religiosa plas-ma entonces la verdadera naturaleza del recogimiento y del silen-cio, está protegido contra los ruidos y distracciones del exterior

brindando un clima propicio al encuentro personal o comuni-tario con Dios.

La Basílica1 es en sí misma un territorio en el cual se conjuga de manera armoniosa la hu-manidad con la pureza de los volúmenes y las formas, con los efectos que producen los espa-cios internos, donde habla la dureza de sus piedras y lozas de concreto, en el que se leen historias antiguas en lo malea-ble de la madera y del yeso, se muestra de manera hermosa los acabados del ladrillo y la mag-nitud del hormigón sobrecoge el alma.

1 El término “Basílica” proviene del griego (fonética-mente, Basiliké), que significa ¨Regia¨ o ¨Real¨ y viene a ser una elipsis de la expresión completa (basi-liké oikía) que quiere decir «casa real». Una basílica era un suntuoso edificio público que en Grecia y Roma solía destinarse al tribunal, y que en las ciudades ro-manas ocupaba un lugar preferente en el foro. Más adelante, los cristianos aprovecharon la forma basili-cal y, en muchos casos, los propios edificios romanos para utilizarlos como recinto religioso oficial para la celebración de la liturgia.

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sobrenatural de la Iglesia, un misterio que en su misma naturaleza es inefable, pero que con la armonía que existe entre la arquitec-tura y la fe, se hace más sencillo establecer un diálogo con Dios.

Siendo el templo un lugar privilegiado en aspectos tanto pastorales como sociales, ¿cómo es la Basílica una muestra de la evange-lización brindada a los peregrinos? Se partirá de tres respuestas a esta pregunta, desde la perspectiva del Santuario como Casa de la Reina de Colombia: a) como un lugar donde se realiza una alabanza constante a Dios, b) desde la mirada del santuario

como un verdadero complemento de la predicación que allí se lleva a cabo en todos sus campos y, c) como un innato campo de promoción de la fe.

EL TEMPLO COMO LUGAR DE ALABANZA A DIOSPartiendo de que en este lugar se alaba a Dios, se deberá resaltar que para la Iglesia es importante ofrecer lo mejor de los bienes mate-riales al Creador, “en esto, el Magisterio ha seguido una constante, que es prueba de fe y de amor, reconociendo a Dios como Creador al que hay que ofrecer lo mejor de los bienes de la tierra, y lo me-jor de las obras del hombre” (Elizalde, 1979, p. 15). En el Antiguo Testamento se ve un claro ejemplo de los designios de Dios en relación con la construcción de su templo, encargo que le hizo al Rey David, para la ejecución de su tabernáculo (Ex 25. 29). En nuestra Basílica, así como en todas las iglesias del mundo, habita verdaderamente Cristo en la Eucaristía, por lo tanto la alabanza a Dios deberá ofrecerse con los más preciados dones realizados en su máxima y perfecta expresión en la exquisitez de su sagrada casa.

El templo como espacio sagra-do es de tipo “cósmico”, porque reproduce simbólicamente las estructuras del mundo. Su cons-trucción se convierte en una cosmogénesis que imita la pro-pia creación de Dios. Ahora bien, para entender lo referente a “sacro” en la Basílica, es de anotar las concepciones que de

esto tenían los antiguos griegos y latinos; para ellos lo sacro era la separación del resto de los fieles y la inviolabilidad que debía tener el recinto sagrado. Precisamente es aquí donde la propia estructura del edificio muestra que en el cristianismo esta “separación” es algo positivo, ya que lo sacro cristiano sepa-ra para elevar a Dios, separa al hombre del mundo para enno-blecerlo, para dignificarlo con una plenitud suprema que sólo se encuentra dentro de la casa de oración.

En el Monumento Mariano se hace latente la dicción a través del arte que expresa en lo posi-ble lo más cercano del misterio

El templo como espacio sagrado es de tipo “cósmico”… se convierte en una cosmogénesis que imita la propia creación de Dios.

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Se ha de considerar que todo este lugar como alabanza viva al Dios Padre sin olvidar que “la experiencia religiosa transforma la vida del hombre, lo pone más allá del mundo (…)” (Mejía, 2014, p. 21). Otra de las mues-tras claves de que el santuario no es un mero edificio radica en que en él las personas han representado y explicado los misterios de Cristo que han sido usados a través de los siglos por la comunidad cristiana, a través del arte en los templos, el significado que trae consigo la expresión los designios de Dios para con la humanidad.

El mismo autor plantea que: “(…) los espacios físicos y los edificios utilizados para el cul-to, a través de sus estructuras y arreglos, están llamados a ex-presar lo que significa ser cris-tiano (…)” (Mejía, 2014, p. 49), una hermosa y resumida forma

de englobar el significado más allá de verlo como una simple mole de piedra, es poder ob-servar el carácter religioso que se esconde y que a la vez late en cada rincón de uno de los lugares más venerados en Co-lombia.

Para que la Basílica sea com-prendida como un verdadero lugar de alabanza a Dios, se habrá de tener presente que es un espacio sagrado, sin tener en cuenta el aspecto material, resaltando su lado simbólico, donde las celebraciones tienen como eje central al mismo Cris-to exaltado en la sagrada litur-gia. El santuario recuerda “de manera especial, a los hombres la presencia de Dios en su his-toria” (Mejía, 2014, p. 50). Re-saltando, entonces, esta forma de alabanza a Dios y anclándo-la al tema de la evangelización de hoy, Mejía (2014) acota lo

siguiente: (…) hoy más que nun-ca se debe apelar a otras for-mas de evangelizar. Nuestra cultura es una cultura de la ima-gen, semiótica y audiovisual. En esa medida, el arte y la belleza de las formas son óptimas para el proceso evangelizador, en la medida en que se valora la es-tética como lugar epifánico de Dios. (p. 60).

UN COMPLEMENTODE LA PREDICACIÓN

Para la segunda respuesta, la Basílica como complemento de la predicación, se partirá desde el hecho de que este santo lugar hace referencia directa a una imagen que sobre él proyecta el pueblo fiel; dicha imagen es que el pueblo condensa en la Basílica la imagen del mun-do, su propia imagen y la que tiene de Dios. Indispensable-mente por ser un ejemplo de

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la identidad del pueblo fiel en Colombia es que “el santuario debe ser el anuncio del templo definitivo donde se adora, don-de se agradece, la casa de Dios y la Casa de los hijos. En donde se puede encontrar a Dios en lo inefable, en los santos, en los sacerdotes, en los sacramentos, una experiencia de santidad” (CELAM, 1989, p. 31).

El complemento de la predi-cación radica, entonces, en el hecho mismo de que el templo en todo su conjunto es como esa fuente primera desde donde mana lo espiritual, desde donde fluyen los acontecimientos de fe

que nutren y unen al pueblo de Dios. Por eso se convierte en un lugar de especial importancia en cuanto a la predicación viva y actualizada de la Iglesia, una predicación que sobrepasa los límites de los muros y vitrales para entrar en los corazones de miles y miles de peregrinos que visitan con fervor el Santuario Mariano Nacional.

“El Santuario, nacido de la fe del pueblo cristiano, es una ri-queza para la Iglesia (…), y uno de los lugares privilegiados para realizar su tarea evan-gelizadora” (CELAM, 1989, p. 54).

Continuando en el tópico de la predicación desde la Basílica, es de especial importancia resal-tar aquí la participación que en ella tienen todos los creyentes, por eso se forma Iglesia desde la fraternidad. Igualmente desde la vivencia de una fe compartida con aquel que también busca a Dios en esta casa de oración, morada del Padre Celestial. “En el santuario se toma contac-to con la fe de la comunidad, evitando así la privatización in-dividualista y la atomización de la fe en el mundo (…)” (CELAM, 1989, p. 156).

Es por esto que el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá es un espacio de libre fraternidad, de una profun-da libertad donde todo el pueb-lo busca y cree en lo profundo de su propia fe en el interior del templo y donde la Iglesia tam-bién aprovecha este espacio para humanizar, siempre desde los caminos del Evangelio, al pueblo entero.

...tiene que ser también un lugar donde se respire alegría, un sentimiento que demuestre la dicha del ser cristiano...

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tuario, como Casa de Oración, como Casa de todos los hijos de Dios, tiene que ser también un lugar donde se respire alegría, un sentimiento que demuestre la dicha del ser cristiano de pertenecer a un grupo que de una misma forma alaba a Dios y lo busca siempre y en todo momento. Esta revelación de la alegría tiene que ser nutrida desde la propia experiencia de vivir activamente los procesos re-ligiosos dentro de la Iglesia, de esta forma estaremos siendo par-te de la solución al problema ya planteado por el Papa Francis-

Este complemento de la predicación, viéndolo desde la propia es-tructura arquitectónica de la Basílica, es un espacio propicio para evangelizar a las gentes, para que abra los brazos, catequice, aco-ja y una a quienes ingresen en su interior, “para muchos peregrinos los santuarios son lugares de acogida que brindan sentido a la vida. En esa medida, los santuarios se convierten en lugares de la acogida amorosa de Dios, quien sale al encuentro del hombre heri-do y desfigurado por los golpes de la vida” (Mejía, 2014, p. 53). En esta lógica, la Basílica debe mostrar que su centro, donde gira el misterio de la Revelación, está latente y patente en el mismo Jesucris-to, quien es modelo de la Iglesia unida, hermana, fiel a Dios.

LA BASÍLICA, LUGAR DE PROMOCIÓN DE LA FEFinalmente, se presenta a la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá como un lugar santo desde donde se promueve la fe católica de forma constante, renovada, fiel a Dios Padre. El san

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demás, llorar con quien llora, reír con quien ríe. El santuario es entonces un buen escenario para comenzar con esta labor. Pro-moviendo la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo desde el edificio propio que acoge e instruye, se podrá crear un interés por los más necesitados, por una responsabilidad que le es propia a todos los que buscan a Dios en la casa de todos los colombianos, acom-pañados siempre de la poderosa intercesión de la bienaventurada Virgen María, “una mirada de fe sobre la realidad no puede dejar de reconocer lo que siembra el Espíritu Santo” (E.G., p. 70).

Esta promoción de la fe deberá partir desde las concepciones pre-sentes en la vida social actual, teniendo como punto de referencia que “es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio” (E.G., p. 71). No se puede desligar la fe y la cultura dentro de la promoción social ni de la formación de los fieles, ni mucho menos en el anuncio del Evangelio. Es por fe que muchos peregrinos buscan el sentido de sus vidas cuando visitan el santuario, sabiendo que la presencia de Dios en este lugar se hace

co cuando dice “la alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente” (Evangelii Gaudium, p. 55). Una forma de alabar a Dios y de predicar es también ayudar al prójimo des-de nuestra experiencia positiva guiada en la vivencia de los sacramentos y del propio miste-rio de la Eucaristía.

Hacer parte de la Iglesia en salida, de la que ya ha hecho mención el Papa Francisco en reiteradas ocasiones, el compa-decernos con los dolores de los

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latente, potente, actuante. Dios siempre acompaña las búsque-das que hacen aquellos cora-zones sinceros de las personas, es aquí donde en el santuario no se podrá crear una figura o presencia de Dios de forma “industrial”, sino que deberá ser descubierta, develada por el feli-grés de forma íntima, como suele hacerlo y brindarlo en su estructu-ra el santuario mismo. Se requiere “imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y sig-nificativas para los habitantes urbanos” (E.G., p. 74).

A manera de conclusión, según lo planteado anteriormente, se muestra que el Santuario Nacional es un polo visible y dinámico de la comunidad católica en Colombia, un lugar donde se reestructura la fe del pueblo creyente. Precisamente como un templo de alabanza

constante a Dios se hace visi-ble la vida cristiana renovada constantemente, donde se vive la fraternidad desde la búsque-da compartida del diálogo con Dios; como un complemento de la predicación de la Iglesia este santuario al albergar el lienzo de la Virgen del Rosario, se convierte, así, en un referente de la intervención de Dios en

la historia de la nación y de la intercesión de la Virgen María para los fieles; de igual mane-ra como un sitio desde donde se promueve la fe, el Templo Nacional es la gran casa de oración de todos aquellos que se acogen espiritualmente a las oraciones diarias hechas en su interior por todos los peregrinos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM. (Diciembre de 1989 ). Santuarios, Expresión de Religiosidad Popular. Colec-ción Documentos del CELAM No. 113. Bogotá: Secretariado para la Pastoral de Santuarios SEPAS.

Biblia de Jerusalén, Nueva Edición. (2009). Bilbao: Editorial Desclée De Brouwer S.A.

Elizalde Apesteguía, Carlos. Los Bienes Preciosos. (1979). Pamplona:Facultad de Derecho Canónico – Universidad de Navarra.

Mejía Correa, Iván F. Santuarios, Lugares de Experiencia y Testimonio Cristiano. (2014) Bogotá: Editorial San Pablo.

Francisco S.S. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. (2013) Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana.

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Hay momentos en que como creyente y religioso me he pre-guntado si es imposible para las nuevas generaciones iden-tificarse con el mensaje de nuestra religión y nuestra fe en Cristo. Es así que me cuestiono, ¿cómo es la relación de la co-municación y la fe en este nue-vo siglo?, ¿estamos haciendo algo equivocado? Al ver que aún las iglesias se llenan los domingos, hay una luz de es-peranza. La búsqueda intensa de muchos jóvenes adultos que desean respuestas más allá de sus posesiones y sus logros profesionales es un indicativo que el mundo del consumismo está resultando insatisfactorio e insuficiente. Aunque en otros

países se están cerrando tem-plos y conventos, si nos lo pro-ponemos, estamos a tiempo de cambiar el curso de esta histo-ria.

La forma en que llevamos este mensaje de vida del Evange-lio es esencial en esta lucha de volverlo relevante y actual. Por consiguiente, concentraré este comentario sobre comu-nicación e Iglesia en tres cam-pos: la comunicación actual-mente; la postura de la Iglesia relacionada a la comunicación, enfocada principalmente en la propuesta profética del decre-to Inter Mirífica de 1963, y el futuro de la comunicación del Evangelio de la alegría.

COMUNICÁNDONOSCuando hablamos de comuni-cación, un comentario que se ha dicho mucho en los últimos años es que ya no existen los límites físicos ni temporales en el mun-do y esto trae sus propias con-secuencias. Ya desde los años 60, Marshall McLuhan (1962), uno de los principales teóricos del campo, nos decía que el mundo sería una “aldea glo-bal” por el uso extensivo de los medios masivos de información. En las últimas décadas, o el últi-mo siglo, el desarrollo humano se multiplicó en las áreas de tec-nología de información, medios de comunicación y transporte. Casi no existe hoy un sitio, ni una población que podamos

¿Por qué no les da a leer estos libros que tratan de Dios? —Por la misma razón por

la que no les doy Otelo: son antiguos; tratan del Dios de hace cientos de años, no

del Dios de ahora. —Pero Dios no cambia. —Los hombres, sin embargo, sí.

Aldous Huxley, Un mundo feliz

FR. RICARDO AMAT B. O.P.

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“alegría por la mística de la violencia primitiva”, (McLuhan E., Zingrone, 1998). Estas ideas parecen ser un reflejo de los mo-vimientos fundamentalistas que nos estremecen hoy en día, gru-pos que desean a toda costa salvaguardar lo que creen correcto, frente a las ideas de otras naciones que se imponen lentamente como los nuevos conquistadores de territorios y esclavizadores de conciencias. Pero argumentar radicalmente una postura así sería ingenuo sin tomar en cuenta miles de factores sociales, económicos y de poder que entran en juego en todo esto, de lo cual solo conocemos, finalmente, lo que los medios publican, o lo que una cámara “testigo” nos permite ver de la realidad de esos conflictos. La “aldea global” es una realidad, pero no nos ha ayudado a comprendernos más, necesariamente, sino

tal vez a alejarnos más y desensibilizarnos de todo aquello que no nos interesa, nos incumbe o nos afecta, lo cual constituye el reto para nosotros como predicadores de fraternidad, caridad y esperanza.

Enunciar esta única idea de McLuhan y comentarla a profundi-dad sería un largo ensayo sobre el impacto de la imprenta, el retorno a una sociedad oral o visual inducido por los medios, etc. Pero resume de manera muy fuerte la vida actual de los jóvenes y no tan jóvenes usuarios de Internet, Instagram, Twitter, y demás redes o medios de acceso a información o entrete-nimiento audio visual. Lo que sí recalcaremos es la estructura de la comunicación. La comunicación requiere que exista un emisor y un receptor, (Suresh, 2003). En esta acción es esencial la interacción, el retorno de información decodificada por quien recibe el mensaje es imprescindible para saber si es efectivo o no. Sobre este comentario tenemos que descubrir que hay una necesidad intrínseca en el proceso, sea de información, poder

considerar aislada, a menos que las leyes del país respectivo, o ellos lo deseen así. Es una reali-dad emocionante la que vivimos, donde toda información que de-seamos está al alcance de un click para una gran parte de la población mundial, una realidad que debemos aprender a nave-gar efectivamente.

La teoría de esta “aldea”, es paralela al fenómeno de glo-

balización que vivimos actual-mente. Podríamos comentar las teorías de comunicación de forma infinita y confron-tarlas con muchas de las ten-dencias en las redes sociales y del Internet de hoy en día. Incluso podríamos argüir que los movimientos violentos alrededor del mundo tienen un grado de relación frente a todo este inmediatismo digital y frenesí comunicacional; de hecho, McLuhan nos advertía que frente a la extrema unifor-midad se produce violencia al buscar reafirmar la identidad perdida. Hay un regreso a la

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o satisfacción (Suresh 2003), tanto de quien emite la infor-mación como de su receptor, en caso de no existir este de-talle, el proceso es interrum-pido, el mensaje es hueco o quien lo recibe es indiferente. En estos momentos nos enfren-tamos a una sociedad que al-gunos la describen como parte de una revolución donde ya es-tamos dejando de lado el homo sapiens por el homo videns, (Sartori 1989), y donde los teo-remas de comunicación que enunciaban: “todo comunica” son más tangibles ahora que nunca. Cualquiera de nosotros comenta, informa y genera opinión, mientras previamente obteníamos la información de fuentes “fidedignas” o tradicio-nales como prensa escrita, TV, libros y la radio. Si no existe en la red no es cierto, es una frase que trastoca el “ver para creer” de antes. Hemos reducido nuestra capacidad de atención a 140 caracteres, un meme o

a 30 segundos de video y pen-samos que así conocemos la realidad de una situación. Así, los retos para mostrar el rostro de Cristo con profundidad se hacen más complejos, pero a la vez con respuestas más diver-sas, de mayor impacto y a una velocidad impensable. Ser ese fuego que incendie el mundo es más fácil hoy que ayer.

Nuestro deber es vivir esta nue-va realidad, donde debemos construir nuevos esfuerzos en comunicar la palabra de Dios, el Evangelio de Cristo. Es así que podemos ver una sociedad que lentamente se ha desenten-dido de sus fundamentos religio-sos y se ha secularizado, donde la voz de la Iglesia a pesar de ser aún relevante, ya no es im-prescindible para la mayoría, quienes viven el inmediatismo y el egoísmo extremo del con-sumismo. O vemos una sociedad que añora reencontrar su espíri-tu perdido, un horizonte que muestre un futuro de esperanza

en medio de la oscuridad. Este panorama ha sido un reac-tivo para muchos religiosos y es notable el cambio; el más visible radica justamente en el Papa Francisco, quien concentra la mayor atención mediática. El tono que el usa en sus interac-ciones con los medios y la gente es un viento fresco bienve-nido por muchos, pues es una voz que se desea escuchar. Una voz que habla de temas actuales en palabras actuales, en actitudes actuales, pero cuyo mensaje de misericordia y amor, es el mismo centro del evangelio de hace 2000 años. Un regre-so a lo esencial de nuestra fe, pero ¿por qué ahora y no an-tes? ¿Acaso la Iglesia nunca ha analizado el tema de la comuni-cación previamente?

UNA PROPUESTAPROFÉTICA

El año 2013 marcó los 50 años de publicación de uno de los documentos más radicales de la Iglesia, el decreto Inter Mirifica, del Papa Pablo VI, publicado en el marco del Concilio Vaticano II, el cual revisó por primera vez a profundidad el asunto de los medios de comunicación social. Este fue un documento contro-versial pues muchos dijeron que carecía de bases teológicas, pero al final fue aprobado ma-sivamente como un decreto y

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no una encíclica; visto como un documento muy necesario para su tiempo. El decreto inicia con estas palabras llenas de espe-ranza:

Entre los maravillosos inventos de

la técnica que, sobre todo en es-

tos tiempos, el ingenio humano,

con la ayuda de Dios, ha extraído

de las cosas creadas, la madre

Iglesia acoge y fomenta con espe-

cial solicitud aquellos que atañen

especialmente al espíritu humano

y que han abierto nuevos caminos

para comunicar con extraordina-

ria facilidad noticias, ideas y tam-

bién doctrinas de todo tipo.

Inter Mirífica 1

Ya previamente la Iglesia tenía un instituto que revisaba temas de comunicación, pero se lo denominaba Pontificia Commi- ssione per la Cinematografia desde 1948 y el cual pasó a incluir la radio y la televisión, creada en el Acta Apostolica Sedis de 1954, la cual posterior

al decreto, se llamó Comisión Pontificia de Comunicación Social, (ACIPRENSA, 2015 - PCCS, por sus siglas en Italiano). Este giro denominativo es muy significativo. Pasa de ver la ac-ción de la Iglesia en los medios como supervisora de conteni-dos, a un rol activo edifican-do las comunicaciones del mundo. Sutilmente profundo, el decreto así mismo mantiene un tono aún inocente para una época que envolvía al mundo en cambios radicales y secu-larizantes. Cambios que a su vez dificultarían las propuestas de la Iglesia marcadas en Inter Mirífica, pero que son el con-texto en que nos desarro-llaríamos como institución en estos 50 años posteriores a su publicación.

En un muy breve resumen, Inter Mirífica ve a los medios como la herramienta para llevar la predicación del Evangelio a to-dos los rincones del mundo. Si no son utilizados correctamente,

predice que pueden ser un arma que degenere al ser humano, adjudicando esta responsabili-dad tanto en los emisores como los receptores de los mensajes, pues ambos deben ser cons-cientes de las normas morales que deben regir su vida y sus intereses. Responsabiliza al Ma-gisterio, pero principalmente a los laicos como los responsables de “vivificar el espíritu humano y cristiano en estos medios” (I.M., 3). En una visión sumamente proféti-ca reconoce que “la naturaleza propia de cada medio, es decir su fuerza, puede ser tan grande que los hombres, sobre todo si no están preparados, difícil-mente sean capaces de adver-tirla, de dominarla y, si llega el caso, de rechazarla.” (I.M., 4). El decreto no podría ver en un futuro, de ningún modo, como el uso de las redes sociales im-pulsaría la caída de gobiernos, el cierre de negocios o protes-tas internacionales simultáneas, pero si preveía el poder que tienen los medios para unir y

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nuevo mundo del Homo Videns, un mundo que no podíamos ima-ginar hace 50 años pero que ya atisbaba sus posibilidades de construcción y destrucción.

EL SIGLO XXIHa habido subsecuentes do-cumentos y decretos; con cada Jornada Mundial de Comuni-cación Social, el Papa emite una carta al respecto del esta-do de las comunicaciones y la Iglesia, actualizando su visión.

Un comentario que debemos destacar de CP es que la comu-nicación, «más que la sola mani-festación de ideas o expresión de sentimientos», es «una entre-ga de sí mismo por amor» (CP 11). Esta referencia la vuelve a tomar Aetatis Novae, publicada en 1992. Es importante desta-carlo pues ven la comunicación no solo como una acción sino un verdadero estilo de vida, una estructura que tiene su propia forma de ser y ejercitarse. Ac-tualmente al mundo cibernéti-co se lo considera justamente eso, un nuevo ente con su pro-

guiar el pensamiento del mundo, por lo cual propone que todo ser humano tiene derecho a la información, la cual debe ser honesta, verdadera e íntegra, respetando los derechos y dignidad humana; además, en un comentario, (I.M., 5), que podría ser relacionado a la invasión de la privacidad actual, menciona que “no todo cono-cimiento aprovecha, pero la caridad es constructiva (1 Cor. 8, 1)”.

Fue un documento adelantado a su tiempo, pidiendo manuales de ética, asociaciones locales e internacionales, formación cristiana de quienes trabajasen en los medios y generó la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se inició en 1967, la cuale se ha realizado de forma ininterrumpida desde entonces. Al final, el decre-to reafirma de manera realmente intuitiva, que el bien de la sociedad depende del buen uso de estos medios, (I.M., 21).

Como podemos ver hay cosas sumamente actuales en las palabras de este decreto y sobre el cual, posteriormente se publicaron y am-pliaron las temáticas en la Exhortación Pastoral Communnio et Pro-gressio, (CP), de 1971. Sobre los 28 numerales originales se pro-dujeron 187, esta vez sí con profundas referencias teológicas sobre la comunicación, llevándola al inicio donde todo era la Palabra, conectándola con el poder de la comunicación divina a través de la historia Salvífica y llegando a su máxima expresión en Cristo, la palabra hecha carne. En sus conclusiones se preguntaba si el progreso en los medios sería solo un cambio o era el inicio de una nueva era completamente diferente, afirmando que estos medios y su constante evolución podrán trabajar juntos para la unidad de la personas y establecer la paz, (CP 181). Esa paz y verdad que vino Cristo a comunicarnos es el mensaje que como cristianos estamos llamados a difundir a la luz del día y desde todos los techos, como nos pide en Mt. 10, 27 y Lc. 12, 3. Esto es algo que no ha varia-do en 2000 años y debemos descubrir de qué forma llevarlo al

Prediquemos a un mundo que lucha con reinventarse como un espacio más justo o misericordioso desde lo secular, no temamos la discusión.

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es utilizar un instrumento u otro, sino convertirnos en parte de este mundo y ser luz en él. Hay que tomar en cuenta que comunicar es esencialmente construir realidades, y esa es la parte más afectada en nuestra fe cristiana, ¿cuál es la realidad de nuestra Iglesia ac-tualmente? Celli (2013), nos dice que es esta Iglesia que comunica, una Iglesia que mira con simpatía al hombre contemporáneo, que camina, acompaña y sabe dialogar con el hombre de hoy. En esta frase vemos reflejado ese gran cambio de actitud, de una Iglesia que emite juicios, a una Iglesia que comparte y comprende nuestro diario vivir.

El problema de la comunicación y de la Iglesia actualmente no es un problema

de tecnología sino que más bien toca la dimensión más íntima de la vida de

la Iglesia: el amor a los hombres y mujeres (…) la tarea de hoy y las nuevas

tecnologías que son más interactivas, exigen buscar juntos la verdad y a veces

sería interesante para la Iglesia no sólo dar respuesta sino también acrecentar

la dimensión de las preguntas. Para que el joven, la joven de hoy sepan descu-

brir poco a poco el sentido de su camino. Monseñor Claudio M. Celli (2013)

Hoy hemos pasado del púlpito al foro abierto, a esa gran ágora de la antigüedad donde se compartían y se juzgaban las ideas públi-camente. (Martínez, 2013). A ese foro globalizado y consumista, sin esperanza y negativo frente a la realidad humana debemos di-rigirnos sin miedo y con alegría, llevando nuestra propia identidad sin ocultarla, como dice el Papa Francisco en su discurso del 2013 de la Jornada Mundial de las Comunicaciones:

Es necesario saber indicar y llevar a Cristo, compartiendo estas alegrías y

esperanzas, como María que llevó a Cristo al corazón del hombre; es nece-

sario saber entrar en la niebla de la indiferencia sin perderse; es necesario

bajar también a la noche más oscura sin verse dominados por la oscuridad y

perderse; es necesario escuchar las ilusiones de muchos, sin dejarse seducir;

es necesario acoger las desilusiones, sin caer en la amargura; palpar la desin-

tegración ajena, sin dejarse disolver o descomponer en la propia identidad.

Es necesario caminar en la oscuridad sin perder la luz de nuestro interior e iluminar con ella el mundo. No podemos apoyarnos sólo en la comunicación, llevar una idea o un mensaje no es lo único que debemos lograr, pues la nuestra es una fe de vida, como dice Mons. Celli (2003): “La dimensión del hombre en este sentido no es ser seguidor de una ideología, nuestra vida está ligada a Cristo:

pia forma, reglas y modus ope-randi, que tiene una incidencia inmediata y profunda en la rea-lidad física de nuestro entorno. Hay diversos términos que se empezaron a utilizar desde mediados de la década de los 90 para definir estos cambios radicales. El más referenciado es “Cultura digital”, (Godoy, 1994), y se lo asume como un desarrollo de la “Era de la Infor-mación” que nace en los años 70 con el uso de las nuevas tecnologías de los computado-res. Monseñor Claudio María Celli, Presidente de la PCCS, en el 2013 nos dice justamente que esta es una reflexión que también ha sido de los últimos Papas, “Juan Pablo II, Benedic-to XVI y Francisco lo han refle-jado muy bien: Las nuevas tec-nologías originan una cultura”.

Celli (2015), durante una confe-rencia en Lisboa, llega incluso a decir que ya no es solo una cultura, sino que se ha conver-tido en un mundo digital, “es más un ambiente y un conti-nente habitado por cientos de millones de personas, que un instrumento de comunicación social”… donde debemos como dijo Juan Pablo II, “habitar y evangelizar”. Debemos hacer una gran diferenciación entre evangelizar en Internet y habi-tar en ella para evangelizar. No

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es una vida de comunión pero de una comunión activa”, de manera que la contra-parte de nuestro trabajo como comunica-dores es integrar los actores que inciden en la transformación de las comunidades que nos acogen y convertirlas en ver-daderas experiencias de fe, de testimonio y comunión en Cristo junto a nosotros; el habitar este nuevo mundo digital sin ser tes-timonio no logrará conectarnos ni la credibilidad necesaria.

LA TENSIÓNDE LA VERDAD

Celli (2012) mencionaba que la tensión en la búsqueda de la verdad, que constituye la dimensión más auténtica de la dignidad del hombre, debe hacerse espacio en me-dio de una multiplicidad de informaciones, que invaden al hombre actual durante su camino existencial. Esta afir-mación tan cercana a nues-tro carisma dominicano debe ser un llamado de atención a cómo estamos desarrollando nuestros estilos de predicación, dónde los ejecutamos, si aún seguimos encerrados en nuestras aulas y nuestros conventos o iglesias pensan-do que el fiel se acercará a preguntar, en lugar de salir y caminar a su lado, para en-contrar juntos las respuestas a

esas preguntas que ni siquiera nos habíamos planteado.

Esta es la esencia igualmente de la exhortación Evangelii Gaudium del Papa Francisco. Retomar esa “Iglesia en sali-da” de los apóstoles, de ir y anunciar la alegría de un evan-gelio de vida, de una palabra que se hizo carne y predicó amor y misericordia para todo aquel que se acercase a ella. Esta alegría que nos plantea el Papa Francisco es aquella que proviene del testimonio del amor de Dios a través de Jesucristo. Todo el Evangelio es una llamada a la alegría, cuando nos encontramos con

el amor divino encontramos la alegría, encontramos como abrir nuestro corazón y com-partirlo. Compartir esa verdad que renueva y nos llena de gozo. La alegría desbordante es tangible en el otro, y se de-sea comunicar, es ahí en ese encuentro con el amor que nace el espíritu misionero de todos los que componemos la Iglesia, que es aún más necesa-rio hoy que ayer, (E.G., 1-18). Urgentemente necesario frente a un mundo alejado del amor gratuito, un mundo que ha sido sordo a su mensaje y necesita escucharlo renovado. Como Dominicos y cristianos estamos llamados a llevar este mensaje

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a ese nuevo mundo, esa nueva frontera donde a diario millones de personas emiten billones de mensajes y donde nos corres-ponde convivir y ayudar a des-cubrir juntos la Verdad.

Si encontramos a nuestras igle-sias aún llenas los domingos, prediquemos, no sólo desde el púlpito, un mensaje de esperan-za y no apocalíptico, predique-mos con una voz que genere compromiso, interés y deseo de involucrarse en nuestros sueños. Prediquemos a un mundo que lucha para reinventarse como un espacio más justo o miseri-cordioso desde lo secular, no

temamos adentrarnos en la dis-cusión y entremos en ella sin juzgar, con el mismo corazón de Cristo que pregunta si hay alguien que no hubiese pecado, antes de condenar. Debemos reconocer lo complejo de creer en un mundo que minuto a minu-to nos relata el dolor de cientos de miles de personas que bus-can amparo de la violencia y la desolación. Si nos enfrentamos a la pregunta de ¿por qué Dios lo permite?, no temamos en de-cir que no es Dios sino nosotros, pues somos nosotros como so-ciedad quienes tenemos, hoy más que nunca, la posibilidad de generar cambios tangibles

en las vidas de los más necesi-tados. Tenemos las herramien-tas para llegar al mundo que deseamos cambiar, ahora debemos buscar la forma de hacerlo efectivamente, y eso no lo haremos como espectadores sino como actores y autores de nuestro propio destino, del des-tino de nuestra Iglesia. Vayamos a conectarnos y predicar, no al desierto, sino a un mundo con sed de cambio y esperanza.

Nota: Actualmente hay algunos ejem-plos a seguir como algunos esfuerzos de producción multimedia y contenidos digitales de las provincias de USA e Inglaterra, que van más allá de lo tradi-cional, creando nuevos aerópagos.

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FR. HÉCTOR GUAYANAY O.P.

En el presente escrito, en tanto se plantea un nuevo nacimiento en Cristo por medio del prójimo, se puede expresar que la vida es una constante renovación que conduce a la toma de deci-siones las cuales nos guían a un fin o un proyecto personal deter-minado. Según el texto bíblico de Génesis 1,26, todos los seres humanos fuimos creados a ima-gen y semejanza de Dios; Él nos ha dado libre albedrio permi-tiendo que cada uno decida en su vida, con el propósito de que dicha libertad ayude al hombre a escribir su propia historia.

A medida de que la humanidad va formando su propio crite-rio debe definir que aspectos corresponde transformar para lograr tal cometido, de tal ma-nera que el ámbito de sus deci-siones personales logre estar en concordancia con el fin que se propone.

Somos seres dotados de fe o creencias lo cual permitiría suponer que si gozo de fe soy bueno, aun así una persona puede ser buena sin tener fe. Sin embargo, para los propósi-tos del presente escrito, más allá de una regla moral importa ver la bondad que emerge de quienes ostentan la virtud de la fe, así entendida la finalidad del hombre es la felicidad, nuestra fe es un imperativo ético, para todo cristiano esa búsqueda del bien tiene como fin los valores del Reino (misericordia, perdón, solidaridad, etc.) es decir, la ética estudia el Thelos (finali-dad) hacia donde se dirige la humanidad; el Thelos de toda persona es buscar la felicidad haciendo el bien y el Thelos Cristiano es la forma particular de afianzar el bien haciendo presente los valores del reino. Ellos hacen posible que cada persona mantenga una relación

con Dios–Hombre, alimentada a partir de las creencias y prác-ticas de cada individuo.

En el Evangelio de San Juan (Cap. 3, 1-21) Nicodemo le hace una pregunta a Jesús: “¿Cómo un hombre puede na-cer siendo viejo?” Él respondió: “Te aseguro que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”. En el planteamiento de Cristo este nacimiento impli-ca una nueva comprensión del Reino de Dios que suponga de entrada la promoción Integral de cada ser humano mediante una acción transformadora, así como también se encuentra en el Evangelio de San Lucas (Cap. 10,25-37) en la parábola del buen samaritano por medio de la cual nos invita a amar a nuestro prójimo como Cristo nos amó, llegando hasta el punto de entregar su vida por los demás, dando a comprender con esto

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decir, el anuncio del reinado in-minente de Dios comporta una alegre noticia, especialmente para quienes sufren la opresión y la injusticia.

Frente a las manifestaciones destructivas tales como gue-rras, discriminación, pobreza, discordias, etc., que amenazan no sólo nuestra calidad de vida, sino nuestra permanencia en la tierra, algunos optan por la soli-daridad, por la implementación de nuevos métodos para eludir

tantas formas de violencia; por el contrario otros, permanecen insensibles ante estos hechos. Esto supone que la indiferen-cia describe la capacidad del hombre para sobrevivir en condiciones de aislamiento, que traen consigo repercusiones las cuales afectan el comportamien-to de la sociedad, haciendo que esta misma genere conductas desagradables ante la mirada de los demás. No obstante, el Papa Francisco con el propósi-to de despertar la conciencia frente a esta problemática so-cial o cultural plantea que:

que la Iglesia y la sociedad deben ser signo de esperanza con capacidad de renovar la vida de cada hombre.

Todo lo anterior lo podemos encontrar de manera directa en la Ex-hortación Apostólica Evangelii Gaudium que nos da a conocer el Papa Francisco el cual nos muestra que, “desde el corazón del Evan-gelio conocemos la íntima conexión que existe entre Evangelización y promoción humana que necesariamente debe expresarse y desa-rrollarse en toda acción evangelizadora” (E.G., 2013, pág. 169) la misma que en la actualidad es llevada a cabo por las Comunidades Religiosas, Diócesis, laicos y grupos apostólicos que ayudan a que la persona desee buscar y cuidar el bien de los demás.

No obstante, no supone al mismo tiempo una igualdad de vida para todos. La dificultad para acceder a bienes y servicios da razón de

que un mayor crecimiento económico no representa una mejor dis-tribución de la riqueza, no sólo en materia económica sino también en pobreza de espíritu, lo cual implica una renovación de nuestra mente que desde una perspectiva claramente Cristo-céntrica quiere decir cambiar de manera de pensar y de contemplar las cosas. Dejar de verlas con la mentalidad del mundo, empezar a verlas tal como las ve Jesús. Todo esto pone en entredicho el requerimiento de Nicodemo a Cristo con respecto a la construcción del Reino de Dios y los interrogantes que correspondería resolver a quienes os-tentan el título de religiosos o consagrados. Desde esta perspectiva ¿Qué puede hacer la persona consagrada para aportar alterna-tivas de solución a las problemáticas que afectan a la sociedad?. Con todo esto ya no se puede decir que la religión debe incluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo porque la tarea evangelizadora implica y exige una pro-moción integral de cada ser humano haciendo que se revise todo lo que pertenece al orden social y la obtención del bien común, es

El temor del hombre no es cam-biar de vida sino que la vida lo conduzca por senderos nuevos.

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medio del prójimo; esto lo vemos reflejado en el buen samaritano que con sus acciones pudo lograr un cambio en la vida de aquel al cual brindó su ayuda, de esta manera nosotros logramos que desde una obra tan sencilla como es la solidaridad se genere una acción transformadora.

Sin embargo, esto que parece misión imposible para una minoría, no lo es tanto cuando se contempla desde una corresponsabilidad de todos en la Iglesia, de una u otra manera, esto influye tanto en la forma de vivir como de actuar. Con todo esto el Sumo Pontífice plantea que:

Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia debido a que lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro considerán-

dolo como uno mismo (E.G., 2013, pág. 189).

Este es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual se desee buscar de manera efectiva su bien, el cual conduce a valorar al pobre con su forma de ser, su cultura, en su manera de llevar su vida y en su modo de vivir la fe, por ende, como lo plantea García (1999):

El sujeto desaparece pero quiere encontrarse, busca recuperar una nueva identidad, “Superhombre” lo denomina Nietzsche o “Ultra hombre” tradu-cirá Gianni Vattimo. En todo caso, lo cierto es que se necesitará redefinir de nuevo la identidad, desde una perspectiva más humilde, más sabia. Esta cura de humildad, este terremoto psíquico nos abre nuevos horizontes (García, pág. 57).

Lo anterior quiere decir que el hombre está en constante dis-cernimiento sobre su vida, está auto conociéndose día tras día in-tentando dejar atrás ese hombre viejo el cual intenta renovar para

La Iglesia ha reconocido que la exi-gencia de escuchar este clamor bro-ta de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada solo a algunos, la Iglesia, guiada por el Evangelio de la Mise-ricordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas”.

(E.G., 2013, pág. 178)

En este sentido los consagrados y el pueblo que conforma la Iglesia mediante gestos simples ayudan a promover el desarro-llo de los pobres, pero cabe de-cir que ser solidarios no es tan solo dar cosas materiales sino que es hacer que la sociedad en la cual se trabaja genere una mentalidad de superación y de renovación que constan-temente transmita valores, que implique un profundo deseo de hacer algo para mejorar el mundo. Pues bien, las personas religiosas que entregan su vida por una acción liberadora, así como los discípulos de Jesús, tienen una misión que encuentra en la evangelización a través de gestos y actitudes generar en la persona un cambio que le permita entender lo que Jesús vino a enseñar: todo hombre está llamado a construir una sociedad en la que todos sea-mos iguales empezando por el cambio de uno mismo, pero entregando la vida a Cristo por

Collage realizado por niños llenos de esperanza en Muso, Misiones por la Paz 2015.

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abrirse paso a una nueva gene-ración de vida la cual, según propone Gonzáles S. (2006) en el libro Los frutos del Cambio:

“Talvez es tiempo de intentar trazar un balance y dirigir la vista hacia un futuro de la Vida Consagrada en este momento de nuestra histo-ria, es decir, intentar discernir de una manera espiritual todo lo que nos renueve, por lo tanto se debe buscar cosas que estimulen nuestras acciones. El mismo nos plantea que en primer lugar se puede realizar esto por medio del discernimiento, como juicio en el Espíritu Santo, que nos ayuda a buscar con humilde confianza e incansable esperanza la voluntad de Dios para nosotros en el hoy de la historia de la salvación, y el Sapiente aprendizaje, que de este juicio podemos sacar para nuestro presente y nuestro futuro”.

(González S., págs. 89-90).

Entonces, si somos conscientes de que somos los únicos pro-tagonistas de nuestra historia

podemos insertar caminos y elementos que provoquen pro-cesos de cambio, como se han venido realizando por medio de, charlas, congresos, encuen-tros, misiones que contribuyan a discernir de una manera es-piritual en la vida cristiana la tarea evangelizadora que em-pieza por la persona hacia la comunidad permitiendo tener una mejor comprensión del dis-cernimiento sobre el vivir y el ac-tuar a la luz de la voluntad de Dios. El tiempo se ha hecho más difícil, las tareas de la Iglesia respecto al mundo de hoy son más exigentes, incluso porque tenemos la conciencia que se han alargado y abierto los es-pacios de la misión de la Iglesia en el mundo actual.

Frente a esto cada persona con-sagrada busca la construcción de relaciones humanas, basadas en

la amistad y en el diálogo, para llegar desde ahí a la colabo-ración de un hecho que se pre-sente en la sociedad, de esta manera la Iglesia está llama-da a tener una identidad más clara de vida y misión, al mismo tiempo, a la elaboración de una pastoral que genere unidad con todos los miembros de la igle-sia poniéndose al servicio de la comunión; esto empujará a la persona que quiere realizar al-gún cambio dentro de sí ya sea esto acciones, pensamientos o creencias iniciar un camino que durara toda la vida, en el cual tendrá que construir y recons-truir, componer y recomponer la propia vida haciendo que aprenda a apropiarse cada vez más y mejor de las necesidades y sentimientos del otro logran-do así ofrecer su vida a Dios a través del prójimo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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González, S. Los frutos del Cambio. Publicaciones Claretianas. Madrid.

Nuestra responsabilidad como cristianos no es erradicar los males, es transmitir valores que cambien el mundo.

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FR. LIVEN SUÁREZ O.P.

Los fieles están llamados a anunciar el evangelio en todo el mun-do, mediante el bautismo se convierten en parte del pueblo esco-gido por Dios, siendo discípulos-misioneros de Cristo1, y es que la evangelización es tarea de todos los que somos Iglesia, con ella el pueblo es visto con diferentes rostros, según la cultura y tradi-ciones, propia de cada lugar y el actuar del Espíritu Santo en la historia.

Para que cada persona cumpla el proyecto de amor del Padre, debe “ser fermento de Dios en medio de la humanidad”, anun-ciar el evangelio de Dios al mundo cada vez más necesitado de salvación. Desde esta perspectiva la Iglesia debe constituirse en un lugar para la misericordia, donde todas las personas puedan sentirse acogidas, amadas, perdonadas y alentadas a vivir según la Buena Nueva del evangelio, sin importar la cultura o estilo de costumbre que tenga una sociedad determinada. Lo anterior con-duce a la formulación de la siguiente pregunta: ¿De qué manera surge la vocación a la vida Cristiana a la luz del evangelio?

La invitación que Cristo día a día realiza a través del evangelio, tanto a hombres y mujeres, es una llamada a hacerse parte de esos obreros de la viña del Señor. Desde la antigüedad vemos ese llamado que fue realizado a varias personas en diversas formas, como relata la Biblia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Personajes bíblicos que motivan a responder a la voz de Dios y se fueron tras la búsqueda de su propia vocación; por ello se hace

Ser cristiano es convertirse en mensajeros de paz... sin ataduras.

1 El presente término corresponde al desarrollo del V Congreso General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe “Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 16,4). (Celebrado en Aparecida (Brasil), del 13 al 31 de mayo de 2007.

evidente en Abraham, el pa-dre de la fe (Gn 12, 1-2), en Moisés; el príncipe del lideraz-go (Ex 3,4); en Simón Pedro, el pescador y pastor (Mc 1,17), entre otros que relata la sagra-da escritura.

A pesar que cada persona tiene una historia de vida y ocupación distintas, Dios se fija en ellos para realizar su proyecto de salvación con la humanidad, llevando el men-saje de salvación y de con-

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versión para que todos los hijos e hijas retomen el camino al Pa-dre; asimismo como el pueblo de Israel continuamente es llama-do a seguir al Señor en la obe-diencia de la fe, Dios sigue aun llamando a su Iglesia a vivir en comunión con Él.

Igualmente por la fe todo ser humano llega al conocimiento

de la verdad, porque el evan-gelio es la palabra de la ver-dad; la llamada de Cristo a la fe no es invocación estática, es un llamado a conocerlo cada vez más para transmitirlo mejor; ser cristiano no significa sólo vi-vir según los mandamientos de Cristo, significa además ser mi-sionero para transmitir a todos los hombres su mensaje de paz, por todo el mundo, sin ataduras, así como nos dice el evangelio San Marcos 8,38: “Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

Al leer este texto bíblico, se puede reflexionar profunda-mente sobre la condición que

impone realizar la invitación hecha por Cristo para seguirle, ciertamente una repuesta difícil de dar. Sin embargo él nos anima en todo momento para no perder la esperanza, así lo vemos en, (Mc 8,39): “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”, exige negarse a un

mundo de exigencias persona-les y comodidades que sólo son una felicidad terrenal, para recibir una recompensa mayor al encontrar nuestra verdadera vida junto a Cristo.

Esta búsqueda no siempre es fácil, en algunos momentos po-demos estar seguros de lo que queremos para ser felices, pero en otros, nos aborda las dudas, el desaliento o la desesperan-za, aun así el cristiano sabe que no está solo, que tiene a un Pa-dre, vivo y real, presente en la historia de los hombres, no sola-mente quien nos ha llamado a la vida sino, quien en el fondo ha puesto en nuestro corazón esas semillas de vida nueva.

Debemos tener en cuenta que las personas no están en este mundo por casualidad. Dios las llama personalmente a vivir un proyecto de vida grande junto a Él; el bautizado debe recor-dar la virtud que recibió a través del sacramento, a ser discípu-lo-misionero (Mt 28,19), sin importar su condición o función dentro de la Iglesia y el grado

de ilustración de su fe, pues es un agente evangelizador en to-dos los campos de misión.

El cristiano tiene una invita-ción a integrarse a ser parte de un Pueblo escogido por Dios, para vivir en comunidad y for-mar parte de la Iglesia, cuya cabeza es el mismo Cristo, “ el primero en ser llamado y el que ha vivido la vocación de una forma más perfecta en la fe”. A imagen de Él, la vida cristia-na debe conducir a descubrir mediante el llamado personal a una misión, para llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación. Como en otro tiempo hizo con los Apóstoles, hoy una

Entregar nuestra vida a Dios es dejar que el Espíritu obre en nosotros para la salvación del hombre.

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El seguimiento de Jesús inicia con una pregunta muy clara para cada cristiano: ¿Qué pa-pel cumple Jesucristo en mi vida? Este cuestionamiento es causa de búsqueda constante que conduce a la persona a la escucha atenta de su palabra, para así responder con un sí radical, que se identifica en la conversión de la persona que acepta el llamado de Dios para nacer de nuevo, un sí que se dona a Dios para un proyecto de vida, que inicia con el fruto de la fe, la escucha de la palabra de Dios, la inspiración del Espíritu Santo y el reconocimiento de los signos de nuestra vocación en cada tiempo y en cada lugar.

Seguirlo significa estar constan-temente con Él en actitud de dis-cípulos, acompañándolo con valentía y perseverancia en el viaje hacia la cruz, despoján-donos de todo, y siguiéndolo sin atadura; que nuestra vida no sea como el relato de la experien-cia en el evangelio de Marcos, en la cual se narra la rutina del joven rico incapaz de despren-derse de los bienes materiales que poseía (10,17-30). En la actualidad, la propuesta del seguimiento de Cristo simboli-za para los cristianos poner la confianza en Él, comprome-terse sin garantías a perseguir

vez más nos dice: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28,19).

La predicación de Jesús empezó con una llamada a la conversión: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; con-vertíos y creed en la Buena Nueva de Dios” (Mc 1,15). Como podemos notar, es el mismo Jesús quien realiza esta invitación por amor a los hombres para que le sigamos. Seguir a Cristo es vivir en estado de continua conversión, ya que el cristiano cada día avanza hacia una nueva tierra, un nuevo cielo, hacia la Je-rusalén celeste (cf. Ap 21, 1-2). Todo hombre y mujer anhela este cielo y tierra nuevas que Dios ha preparado y que los profetas en sueños han visto desde lejos para esto nos invita a la escucha de la palabra de Dios que se convierte para nosotros en la escucha de fe, en regla de vida y norma certera de conducta. Por eso el seguimiento puede ser entendido desde la clave de la conversión en tanto abarca la vida entera, sumergida en el misterio de Jesús, hasta llegar a una incesante identificación con él. Ser cristiano es seguir las huellas del Maestro como nómadas en la fe, llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de las imperfecciones, ofrece su cercanía a la palabra, a todo el que la necesite, sin tener en cuenta condición social, cultural, entre otros. “De modo que ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre [...] ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gl 3, 28).

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sus huellas. Esto implica ir al encuentro personal con Cristo, estar en contacto con Él, mirar su vida, escuchar sus enseñanzas y pon-erla en práctica para compartir el mensaje que él nos quiere dar inspirado por el Espíritu Santo.

El Espíritu es la fuente de todos los impulsos buenos y afables en la vida de todo creyente, Él trabaja en cada persona capacitándola con una fuerza santificadora, que le otorga sabiduría, dirección, fortaleza para poder vivir y vencer las tentaciones que se nos pre-sentan en la vida cotidiana. Como creyentes tenemos que aco-gernos a la palabra de San Pablo: “Pues a nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe los bienes esperados por la justicia” (Ga 5,1-25). Así las cosas, tienen por centro y eje la espiritualidad cristiana de la vida y obra de Jesús, según las siguientes tareas: 1.- La escucha a la palabra de Dios. 2.- La disponibilidad. 3.- El compromiso. 4.- La alegría. 5.- La libertad. 6.- El desprendimiento. Esto implica que el cristiano está llamado a una vida íntima con Cristo para compartir su vida y misión.

Todas estas dimensiones de la vida cristiana nos invitan a tener un compromiso de vida a la luz del evangelio; Cristo nunca nos dijo que seguirle iba ser fácil, por el contrario, sentenció que sería difícil, que costaría. Él jamás dice que busca admiradores. Deja bien claro que los riegos que tendrán al seguirlo. No ofrece rique-zas, sino desprendimiento y renuncia. No nos ofrece caminos de

triunfo, sino la incertidumbre de la cruz. Porque quien le sigue, acepta también la suerte del Maestro: sufrimiento, cruz, sacri-ficio, pruebas, persecuciones y muerte al servicio del prójimo.

“Seguir los pasos de Cristo es penetrar en el camino del amor. Cristo jamás buscó el dolor, sino la alegría”. Porque quien busca amar, comienza a sufrir por lo que uno más quiere en el mundo. Como dice San Agustín: “Ama y haz lo que quieras” “ porque seguir a Jesús consiste en abrirnos a la esperanza, ya que la vocación es una cele-bración a la felicidad de cada persona”, hacer lo que a uno le gusta, convertir la vida en una fiesta junto a la vida del Crucificado y así ser parte del triunfo de la fiesta pascual de la resurrección con Cristo, vivir esta experiencia con Jesús es llenar nuestros corazones del don que Dios nos ha dado para ponerlo al servicio de los que más lo necesitan; en sínte-sis dar razón de lo que se vive.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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FR. JESÚS VERGARA O.P.

Basado en la exhortación apos-tólica escrita por el Papa Fran-cisco Evangelii Gaudium se intentará responder la interro-gante: ¿Cómo los religiosos dominicos pueden ser impulsa-dos siguiendo el concepto de “Iglesia en Salida”, hacia la misión y predicación del Evan-gelio en aquellos lugares en donde el sentido de verdad y de fe cristiana se ha perdido debido a la influencia de doctri-nas respaldadas por “Sectas no cristianas” , como en este caso los denominados Testigos de Jehová?

LOS DOMINICOS Y LA “IGLESIA EN SALIDA”La “Iglesia en Salida” es una idea que responde ante la nue-va iniciativa renovadora que el Papa pretende imprimir en

las muchas veces empolvadas y deterioradas fachadas de nuestras Iglesias parroquiales; la nueva propuesta de Francis-co tiene que ver directamente, con un sentimiento de apertura, búsqueda y encuentro de los sedientos de verdad y misericor-dia al interior de nuestros propios contextos sociales y realidades culturales.

Interpretando a Francisco, “Igle-sia en Salida” se define como: la comunidad de los discípulos misioneros que “primerean” el amor, es decir: toman la iniciati-va de salir al encuentro de los otros y se adelantan a los hechos en el amor y por el amor a Dios, como consecuencia de haber ellos mismos experimen-tado en sus vidas esa iniciativa amorosa del Dios vivo y encar-nado que sale al encuentro de

la humanidad. La “Iglesia en Salida” se involucra, es capaz de acompañar, es fructífera y siempre festiva, ya que vive y encarna el Evangelio convirtién-dose en anunciadora del mismo por medio de su ejemplo a los demás. Por haber experimen-tado la iniciativa del Dios de amor que va al encuentro de los hombres, la “Iglesia en Salida”, es capaz de seguir esa misma senda e ir en busca de otros, sin miedo de atraer a los alejados ni de llegar a los cruces de los caminos para invitar a los exclu-idos a ser parte de la gran fa-milia de Jesucristo (E.G., 2013, pp.28-29).

Desde la mirada dominicana se podría establecer que la visión de una “Iglesia en Salida” es bastante afín con nuestro caris-ma y vida apostólica, además

1 Categoría asignada por la C.E.C a todas las confesiones de fe que no profesan a Jesucristo como el Dios encarnado en la historia. 2 Concepto propuesto por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudiun, p.28. 3 Neologismo propuesto por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, p. 28.

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dia, porque hemos “PRIMEREA-DO” el amor de Dios que nos llamó a ser evangelizadores: con el objeto de alcanzar nuestra propia salvación por medio del estudio y la anuncia-ción del Reino, contribuyendo de esta forma a la redención de otras almas que pudieren oír nuestro pregón, que es palabra de Yahvé, Dios de Israel y Dios nuestro, teniendo en cuenta

que: la palabra que se anuncia es siempre nueva, transforma-dora y liberadora; por su efica-cia, nos transforma en Teóforos4 (Llopis, 2004, p. 11) es decir: portadores de Jesucristo, Verda-dero Dios y Verdadero Hombre, quien se encarna en el ser

de estar en plena concordancia con la manera en que debemos encarnar el Evangelio en nuestras casas de predicación, ya que como plantea Bustos (2000) podemos ver que:

Domingo, no tenía nada que ver con la intransigencia ni el funda-mentalismo religiosos, más bien su predicación estaba basada en la gracia, nuestro padre, predicaba el eterno y constante perdón de Jesús como medio para salvar al hermano, abriéndolo más bien a la reconciliación y al amor que conduce a la conversión del ser humano en una mejor creatura, siempre saliendo y yendo al en-cuentro de los que necesitaban misericordia (p. 67).

Como dominicos deberíamos estar en condiciones de poder reconocer y leer la invitación que nos hace Francisco, sobre salir al encuentro de los demás, en lo que llamaremos una “CLAVE DE DOMINGO”; lo cual, implica tener la plena conciencia de estar viviendo ese título tan particular, que se nos otorgó por medio de nuestro padre: “Praedicationis humilis minister” (Bustos, 2000, p. 67); que quiere decir en castellano: HUMILDE MINISTRO DE LA PREDICACIÓN.

Frente a lo anterior, la iniciativa de “Iglesia en Salida” requiere una actitud adecuada: no teniéndonos a mucho entre las personas y recordando siempre que todo lo que SOMOS lo hemos adquirido por la sola gracia de nuestro Señor Jesucristo (Rom 12:3), no hacien-do alarde de los conocimientos adquiridos, ni tampoco de nues-tras muchas veces privilegiadas posiciones dentro de la sociedad, elementos, que en ocasiones tienden a alejarnos de las personas y de sus verdaderos problemas (Mt 23: 4,7; 2Co 10: 12,18). No olvidando que “todo conocimiento, prestigio y privilegio provienen directamente del Padre”, precisamente como herramientas, que deben ser puestas al servicio de la anunciación del Reino de los Cielos, en coherencia con nuestro voto de pobreza, no olvidan-do jamás que “Dios da y quita los bienes y privilegios a quien él quiere” (1Co 15:9,10; 2 Co 3:5,6), y recordando que “nada es por nosotros mismos, todo es a causa de y por Jesucristo, ya que todo ha sido creado por él y para él” (Col 1:16; Efe 1:10.13).

Sintámonos amados hermanos, privilegiados, tenidos en misericor-

¡Esta es la gran gracia de la que nos hemos hecho participes como domini-cos: ser otros Cristos parael mundo!

4 Teóforo: termino griego atribuido a San Ignacio de Antioquía.

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el crucificado de Jerusalén, reflejando en nosotros a Jesús (Gen 1:26,27) VERDADERO HOMBRE y VERDADERO DIOS por amor a los que están en el mundo, anunciándoles el Evangelio porque: Si nadie les predica la palabra del altísimo ¿Cómo entonces creerán en la verdad del Hijo de Dios? (Rom 10:14,15).

Recapitulando e interpretando las palabas del Papa se puede de-cir que: el constituirnos “PRIMEREADORES” del amor de Dios por nuestra condición de predicadores, nos compromete aún más con la causa de esta nueva “Iglesia en Salida”, sencillamente, porque este concepto nos obliga a encarnar el Evangelio y a encarnarnos en el mundo para anunciar el Reino de los Cielos de acuerdo con nuestro ejemplo como consagrados y Teóforos. Todo esto, en la medida en que somos impulsados por el Espíritu de Dios que re-side en la Iglesia a salir sin miedo en busca de los que necesitan misericordia.

LAS SECTAS NO CRISTIANAS Y LA FE CATÓLICA

Nuestro padre Santo Domingo fundó la Ordo Praedicatorum (Or-den de Predicadores) con el fin de: “Extirpar la perversión de la herejía, desterrar los vicios de la sociedad, enseñar la regla de la fe e inculcar a los hombres la sana moral” (Bustos, 2000, p. 67). En este

humano por medio del estudio constante de la palabra y la ex-periencia evangélica personal, convirtiéndonos así en otros cris-tos para la humanidad. ¡ESTA ES LA GRAN GRACIA DE LA QUE NOS HEMOS HECHO PARTÍCIPES COMO DOMINI-COS: SER OTROS CRISTOS PARA EL MUNDO!

Dicha afirmación, no proviene desde el sentimentalismo pop-ulista-religioso, ni tampoco es testamento de un fundamental-ismo que pretende tener la ver-dad absoluta y perfecta, mejor, responde al producto bruto de esa contemplación que debe llevar a los cristianos a aceptar la condición de “cristos sobre la tierra” para hacer el bien a los demás.

Nos convertimos en Teóforos “primereadores del amor de Dios” en el momento en que, aceptamos ser predicadores y somos convertidos en recipien-tes, alcázares de la palabra, contenedores y guardianes de la misma, que en sí es “Jesu-cristo encarnante”5, ya que al involucramos con Cristo en la práctica de sus enseñanzas nos hacemos más humanos, cada vez nos sentimos más CARNE DE LA HUMANIDAD, doliéndo-nos junto a ella, tal cual lo hizo

5 El Jesucristo encarnante nos impulsa a estar más en conexión con la sociedad y sus vicisitudes. Nos orienta a sentir con los otros, hacernos parte de las luchas sociales, experimentar sus dolencias, flaquezas, tristezas y alegrías.

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sentido, antes de comenzar a responder la segunda parte de nuestra pregunta que tiene rel-ación con la predicación de la verdad que profesa la fe católi-ca en escenarios donde ésta se ve trastocada, es necesario definir el concepto de SECTA NO CRISTIANA que será uti-lizado en este escrito.

Según la Conferencia Episcopal de Colombia (C.E.C) (1994):

Designamos dentro de este grupo

a las agrupaciones y movimientos

que se presentan como portado-

res de la salvación del hombre por

caminos religiosos o seudo-religio-

sos, pero que se caracterizan por

no ser cristianos, ya que no recono-

cen las verdades básicas del cris-

tianismo (p. 24).

Estas verdades son la existen-cia de un solo Dios, entendido como las tres personas de la Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, dador de vida y creador de todo lo exis-tente. Así mismo, todo cristiano católico profesa que el Verbo de Dios se ha encarnado en la historia, es decir, la palabra de

Yahvé se ha hecho hombre y ha asumido nuestra naturaleza hu-mana compartiendo con el Pa-dre y el Espíritu Santo la misma Naturaleza divina (Hombre y Dios a la vez) (C.E.C, 1994, p. 23).

LOS TESTIGOSDE JEHOVÁ

En nuestros pueblos y ciudades, con frecuencia podemos ob-servar determinados grupos que se nos presentan como estu-diosos de la biblia; con insisten-cia nos visitan, nos piden que les abramos nuestras casas para entablar conversaciones sobre

las sagradas escrituras y expli-carnos, según su punto de vista, las verdades de fe que enseña la secta Testigos de Jehová, en sus conocidos “SALONES DEL REINO”, el lugar donde ellos ofrecen su culto religioso.

Los Testigos son una secta no cristiana fundada por Charles Taze Russell, quien nació en Pittsburg (Estados Unidos). De origen presbiteriano e influen-ciado en su juventud por doctri-

nas adventistas, funda en 1909 la primera Atalaya en la ciudad de Brooklyn, la cual, comienza a funcionar en sus inicios como un grupo de estudiosos de la biblia.

Russell, impulsado por sus estu-dios bíblicos, establece el Ar-magedón del mundo, la venida de Jesucristo, para el año 1914, hecho que obviamente nunca ocurrió. Luego de su muerte se generaron una serie de predic-ciones entre sus sucesores sobre la parusía, quienes finalmente, luego de reiterados fracasos de-dujeron que Jesús efectivamente había venido a la tierra en

1914 de forma invisible, aunque según ellos, sólo unos cuantos elegidos fueron los privilegia-dos en avistar el suceso; de aquí, que reciben su peculiar nombre los Testigos de Jehová.

DOCTRINA DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ,

ARRIANISMO E IGLESIA

Una de las doctrinas enseña-das por los “Testigos” asegura que: Jesucristo es una creatura

Si nadie les predica la palabra del altísimo ¿Cómo creerán en la verdad del Hijo de Dios?

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de Dios. Basados en una suerte de arrianismo derivado de la mala interpretación del versícu-lo primero en el capítulo uno del Evangelio de San Juan (Jn1:1) que dice textual: En el principio existía la Palabra, la Palabra es-taba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Sobre este versículo, la versión de los Testigos de Jehová ha generado toda una controversia al agregar una errata6 intencio-nada al texto bíblico traducido desde el griego original. Nos referimos al artículo indefinido

“un” incorporado bajo malos ar-gumentos gramaticales respecto al griego, los cuales, ya han sido desmentidos y refutados por grandes exegetas católicos y protestantes.

En una biblia traducida por los Testigos de Jehová se podrá en-contrar respecto a este pasaje lo siguiente: En el principio exis-tía la Palabra, la Palabra esta-ba junto a Dios, y la Palabra era UN Dios (énfasis añadido). Fí-jese como el artículo “un” cam-bia todo el sentido teológico del versículo. Bajo esta interpreta-

ción, Jesucristo el Verbo encar-nado de Dios, ya no pertenece a la misma naturaleza del Padre y por tanto deja de ser Dios, más bien, pasa a ser llamado: “un Dios”, ya no existe desde la eternidad junto al Padre. Por tanto, no es Dios quien se ha en-carnado en la historia, sino que es la Palabra, algo así como un Semidiós, según la comprensión de los Testigos de Jehová, el Arcángel San Miguel.

Este tipo de herejías no son nue-vas, aquello se puede constatar observando la historia de la Igle-

sia, como se puede desprender de Llorca, García & Montalbán (1964); en el año 318 el pres-bítero Arrio, perteneciente a la escuela antioquena fundada por San Luciano de Antioquía, se encontraba en Egipto expan-diendo una versión radical del subordinacianismo, doctrina, que distinguía de manera ta-jante “el Verbo” de “el Padre”, finalmente negando la consubs-tancialidad entre ellos y hacien-do “al Hijo” inferior “al Padre”, subordinándolo a él. (p.369).

La doctrina arriana fundamental-

mente expone en sus principios: La unidad absoluta de Dios, eter-

no, increado e INCOMUNICABLE.

Fuera de él todo lo que existe son

meras criaturas suyas.

De este principio se deriva la afir-

mación fundamental de que el

Verbo de Cristo no es eterno y ha

sido creado de la nada, mas no por

necesidad, sino por libérrima volun-

tad suya. La razón de su creación

es para que sirviera al Padre ce-

lestial de instrumento para crear el

mundo.

Por consiguiente, el verbo no es de

la misma naturaleza que el padre;

es diverso de la divina esencia; por

su propia naturaleza, MUDABLE y

susceptible de pecado (Llorca., et

al 1964, p. 370) (énfasis añadido).

La Iglesia Católica siempre ha respondido con diálogo frente a este tipo de afirmaciones, así fue como en el año 321 se ex-pusieron las diferencias contra la doctrina arriana en un síno-do al que asistieron más de 100 obispos. En el encuentro, San Alejandro de Alejandría, obis-po, condena la doctrina arria-na. Luego de reiterados intentos por hacer que Arrio entrara en razón, éste fue excomulgado.

Nos convertimos en Teóforos cuando: aceptamos ser predi-cadores.

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MISIÓN DE LOS DOMINICOS FRENTE A

LA PREDICACIÓN DE LA FE CRISTIANA

Sobre la misión y predi-cación dominicana, el Acta de Definidores de la Orden de Predicadores (1986) en Ávila establece:

En determinados países y regiones del mundo la invasión creciente de las sectas constituye un reto a la evangelización. Las sectas son a la vez, una denuncia de la deficiencia evangelizadora y una invitación a intensificar la tarea de evange-lización (…) De nada sirve el anate-ma sin poner remedio a las situa-ciones eclesiales, políticas, sociales que las alimentan. Hoy nos pregunta-mos: ¿Cómo es posible dialogar con las sectas? (…) El ideal primero de Domingo fue misionar más allá de las fronteras de la cristiandad. Ur-gencias inmediatas de la Iglesia se lo impidieron, y su misión la realizó entre los herejes, en las fronteras de la Iglesia (p.18).

Antes de entrar en diálogo con las sectas, es importante asumir nuestra responsabilidad histórica como Iglesia frente a las herejías, ya que muchos de nuestros malos ejemplos han servido como “semilla y fer-mento” para la generación de malestar al interior del pueblo cristiano, dividiendo el Cuerpo

Más tarde, el emperador Constantino en compañía de Osio, obis-po de Córdoba, toma la determinación de convocar un nuevo síno-do para el año 325 en Nicea luego de muchos intentos infructuo-so por reconciliar a San Alejandro con Arrio; al sínodo asistieron alrededor de 300 obispos de todo el orbe cristiano de la época, el contexto de la reunión se desarrolló dentro de un marco políti-co-religioso que pretendía garantizar una “paz y unidad social” al interior del imperio.

La respuesta católica frente a la herejía arriana tiene su pilar según San Atanasio (quien en el 325 fuera el joven archidiácono de San Alejandro) en un término griego propuesto por Osio de Córdoba, “homoousion”, que quiere decir: consubstancial, concepto desde el cual se realizará toda la fundamentación del credo católico como principio orgánico para describir la naturaleza del Hijo respecto a la del Padre. Con base en lo anterior, se construye el símbolo de Nicea que dice así: genitum, non factum, consubstantialem Patri: engendrado, no hecho, consubstancial con el Padre. De esta forma es como la Iglesia Católica deja en claro su postura sobre Jesucris-to, Hijo de Dios Padre de quien obtiene su Naturaleza como Verda-dero Dios e Hijo de la Virgen María de quien obtiene su naturaleza como Verdadero Hombre (Llorca., et al 1964, pp. 371-376). Al tenor de lo anteriormente planteado sobre los Testigos de Je-hová, se debe decir que un pensamiento católico-dogmático con-sidera herejía y no admite ninguna tesis en contra de Jesucristo, como Verdadero Dios y Hombre, ya que un punto de vista distin-to traería consigo una serie de consecuencias doctrinales sobre: ¿Cómo concebir entonces la visión de Hijos de Dios, salvación y dignidad humana bajo una óptica donde Dios Hijo jamás se encar-nó en la historia ni en la humanidad?7 Si afirmáramos que Cristo fue una mera criatura, nos enfrentaríamos entonces ante un Jesús “cosificado”, que ha cumplido solamente la función de “instrumen-to para crear el mundo” dejando a los hombres y mujeres sin un destino ni un propósito claro, escenario en donde el ser humano sería un errante sobre la tierra, creado no por amor, sino por el capricho de un Dios narcisista que desea toda la adoración y atención para sí mismo.

6 Error introducido accidental o intencionadamente en un texto que cambia total o parcialmente el sentido del mismo. 7 Este tema no será tratado en el escrito dado que se aparta de la discusión central y será objeto de estudio para otro artículo.

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de viniere- a todos los campos del saber, movidos por el deseo de ser cada vez mejores

servidores de la Verdad (p. 76).

Si le ponemos atención a las palabras citadas, nos daremos cuenta de que ser dominico es precisamente amar la verdad, reconociéndole y sirviéndola venga de donde venga, advirtiendo que siempre es Dios quien se nos da y nos orienta a amarlo en todas sus manifestaciones.

Nuestra visión de “Iglesia en Salida” debe llamarnos a abrirnos al encuentro de los otros para anunciarles la palabra de Dios utilizando la escucha y la misericordia en nuestro favor; como orden fuimos insti-tuidos para descubrir y proteger la verdad frente a la herejía, pero no es menos cierto que seríamos muy arrogantes si nos cerráramos al diálogo con los disidentes doctrinales, negándonos a la posibilidad de descubrir en ellos las verdades sobre nuestras propias falencias como Iglesia.

Principalmente, el diálogo con los herejes nos permite observar nuestras miserias humanas y nos confronta con nuestra pobreza como predica-dores, quienes en muchas ocasiones no hemos sabido cuidar ni apacen-tar el pueblo Santo de Dios, como nos pide Jr 3:15, “Os pondré pastores según mi criterio, que os den pasto de conocimiento y prudencia.”

La cita bíblica de 1Pe 5:1,4 dice:Quiero exhortar ahora a los ancianos que están entre vosotros, aprovechando que soy anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse. Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios. Y no lo hagáis por mezquino afán de ganancia, sino de corazón, NO TIRANIZANDO A LOS QUE OS HA TOCADO CUIDAR, SINO SIENDO MODELOS DELA GREY. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita (énfasis fuera de texto).

Más allá del credo que las personas profesan, independientemente de si se convierten o no al catolicismo por medio de nuestra predicación, debemos velar porque los hombres se lleven bien los unos con los otros y procurar construir por medio de nuestro ejemplo, así como lo hiciera Domingo, una sociedad más amable, tolerante, inclusiva y espiritual-

Místico de Cristo (1Co 12:12,30).

En la actualidad sería conveniente asumir la predicación del Evan-gelio y el diálogo con la herejía, como el nuevo reto del Siglo XXI desde la mirada en “Salida” que busca cambiar el rostro de nuestra Iglesia y revindicar las virtudes cris-tianas tan propias de la espiritua-lidad católica, demostrando al mundo que el Evangelio y la fe sir-ven para vivir mejor; se convierte así esta iniciativa en: UNA MISIÓN EN LAS FRONTERAS8.

Cuando asumimos la responsabili-dad de “Salir a Predicar en las Fron-teras de la Iglesia”, se hace esencial el descubrir métodos de diálogo ecuménico, que no nos orienten ha-cia una confrontación doctrinal - dog-mática - impositiva, que nos lleven hacia una actitud de misericordia, humildad y sobre todo de escucha ante aquellos que a “nuestro juicio” se encuentran extraviados de la fe que fabrica “Verdaderos Hijos de Dios y Hombres Libres”9.

Citando a Solórzano (2000), deci-mos que:

La Verdad del Evangelio no se agota ni se

canaliza a través de un único pensamien-

to. En la actualidad, los dominicos somos

permeables - es algo propio de nuestra

esencia: aceptar la Verdad venga de don

8 Alude al texto del Acta de Definidores de la O.P realizado en Ávila, 1986. 9 Como un ideal cristiano que se desarrolla en medio del mundo y la sociedad actual bajo la mirada de “verdaderos adoradores en espíritu y en verdad”.

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mente fundada en el respeto mu-tuo, no centrados en un abande-ramiento ideológico que va y defiende verdades inamovibles, sino más bien siendo verdaderos hombres que encarnan la liber-tad del Evangelio y se hacen ellos mismos Sal y Luz para el mundo (Mt 5:14).

Cuando leemos las palabras de Jesús: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8:32) debemos pensar en que el hom-bre siempre será atraído hacia la verdad que lo libera; por tanto, la clave de nuestra predicación no está en defender a espada nues-tro pensamiento, ni en imponer dogmas de fe, sino en vivir lo que profesamos con una actitud coherente, que demuestre a los demás que lo que encarnamos nos hace felices, de manera que puedan comprobar que aquello nos hace mejores personas a no-sotros, quizás a ellos también les pueda ayudar a vivir mejor.

Si hacemos esto con responsabi-lidad, también otros serán llama-

dos a la verdad que profesamos, pero insisto en el hecho de que serán atraídos no tanto por lo que podamos decirles de nuestra fe, sino realmente por los cambios que ellos mismos puedan ver en nosotros, producto de lo que hemos experimentado en Cristo Jesús.

Si realmente queremos cambiar el mundo, partamos primero por vivir la libertad que Cristo, a nuestro entender, predicó por medio del Evangelio ¿Por qué hacer esto?, pues por el solo hecho de sabernos hijos amados y mensajeros del Dios encarna-do que caminó, camina y cami-nará siempre junto a su pueblo (Ex 6:7; Jr 30:22).

Ser modelos de un Cristo encar-nado para la grey de Dios en el mundo no es una tarea menor, requiere de una claridad en el mensaje evangélico que se desea entregar a la sociedad. Siendo extensivo e inclusivo en este último punto, me atrevo a hacer responsables como “ver-

daderos apacentadores de la grey de Dios en Espíritu y en Ver-dad” no tan solo a los ministros ordenados de nuestras comu-nidades parroquiales y religio-sas, sino que a todo aquel que se reconozca a sí mismo, como cristiano católico. Es verdad que, la responsabilidad primordial de esta labor recae sobre nuestros religiosos y religiosas, diáconos, presbíteros y obispos, pero no se puede desconocer también que la construcción de una “Iglesia en Salida” cada vez más Santa, Apostólica e Inclusiva es respon-sabilidad de todo el Pueblo de Dios. Todos debemos procurar apacentarnos y pastorearnos unos a otros con humildad y misericordia.

Finalmente, salir al encuentro de las ovejas extraviadas, deman-da de nuestra parte paciencia, prudencia, silencio y sabiduría. Utilicemos entonces estos dones para continuar la obra de los apóstoles llevando a todos los confines de la tierra la Palabra de Dios.

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FR. JULIO TACURI O.P.

En este tiempo presente, rodeado de diferentes tendencias sociales, culturales, políticas, religiosas, económicas, etc., la globalización consumista ha determinado incluso nuestra propia vida. El Papa Francisco cuestiona la práctica individualista que brota del corazón cómodo y avaro del hombre: la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”, (Evangelii Gaudium. 2013, p.5). Esto lo podemos constatar cada día, porque se manifiesta en nuestras actitudes, de manera especial cuando nos cerramos en nuestra propia voluntad egoísta. Por esta razón, he decidido escribir a propósito de un tema que nos involucra como consagrados a Cris-to al servicio de la Iglesia. En este sentido se plantea la siguiente pregunta: ¿De qué manera incide el secularismo en la comprensión espiritual del religioso?

Adentrados al tercer milenio, situados en el centro de diversas ten-dencias sociales, culturales, políticas, religiosas, económicas, etc., el hombre de este tiempo se ha convencido de que gracias, al desarro-llo tecnológico y científico, ha logrado alcanzar la meta: obtener a través de sus propias manos la suerte del mundo, y de sí mismo. Lo anterior hace que cada vez más aumente en él la potestad de crear algo beneficioso y adecuado para la familia humana. Esto nos da a entender que el hombre con base en la ciencia ha logrado que el mundo evolucione, es decir, que dé un giro, según el cual se transfor-men las circunstancias de vida propias de la sociedad premoder-na. En consecuencia: “Antes, la creencia en Dios se aceptaba sin problemas ni cuestionamientos, era algo dado y aceptado. Ahora

esa creencia es una opción entre varias y con frecuencia no la más fácil de abrazar” (Taylor, 2007).

Sin embargo, para comprender

el fenómeno descrito es necesa-

rio diferenciar el secularismo de

la secularización. Este último es

un fenómeno histórico-cultural, es

decir, un proceso que esta mera-

mente ceñido a la ciudad, a sus

propios valores y leyes del mundo

y del hombre. Por el contrario, el

secularismo es la: visión y práctica

totalizantes como lo es cualquier

religión. Por consiguiente, cuando

éste invade la vida económica de

una sociedad, la religión se ve ex-

iliada a un mundo personal donde

afecta los sentimientos y la con-

ducta familiar pero deja en plena

libertad a la esfera de la produc-

ción y el consumo de los bienes

que sostienen la vida.

(Negrilla fuera del texto), (Pixley,

2003).

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obtener la salvación; como también su “liberación de toda mancha, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo nace y renace la alegría” (E.G., 2013, p.1).

De ahí que, nuestra misión como Iglesia sea llevar el Evangelio a todo hombre sin importar lengua, raza o condición social, ya que mu-chos religiosos lo han hecho consagrando toda su vida en oración y misión:

“Desde el desierto de Egipto, eremitas, monjes y monjas han dedicado su tiem-po a la alabanza de Dios y a la intercesión por su pueblo. La vida consagrada no se mantiene ni se propaga sin la oración; es una de las fuentes vivas de la

contemplación y de la vida espiritual en la Iglesia”. (C.I.C. 2687).

“La Iglesia en salida” es la que se propone en este tiempo para po-der desempeñar con alegría nuestra misión y llegar con un mensaje alentador a las personas, para que fabriquen su propia mentalidad y puedan utilizar la voluntad y el discernimiento con el fin de definir su proyecto de vida y desempeñarse como miembros de la Iglesia. Para ello es necesario hacer mención de la familia como pilar fun-damental; en ella nos amparamos y empezamos la reconstrucción de una fe viva frente a los difíciles momentos actuales. El Concilio Vaticano II llama a la familia con una antigua expresión: “Ecclesia domestica” C.I.C. (1656). De hecho ,es aquí donde el ser cristiano nace, formado en los valores y carismas que fomentan sus progeni-tores, tanto en la fe anunciada desde su palabra como en el ejemplo, para así ser hombres y mujeres que se encaminen por el sendero de la conversión en perspectiva de un futuro mejor.

De la familia, Iglesia doméstica, el consagrado recibe el don del compromiso para seguir a Cristo de una manera radical: en pobreza, castidad y obediencia, en comunidad de vida fraterna y apostólica. Implica dejar todo lo que le impide ver más allá de la riqueza terre-nal y tomar como ejemplo la vida de Cristo. Al respecto Sanchez (s.f.) dirá que “por la libertad, esto es, la capacidad de elegir y de amar que tiene el hombre en los actos volitivos libres, puede elegir una opción fundamental para su vida, como sentido global y totali-zante para él”.

En la actualidad cabe señalar que, llevados por una situación de acomodo donde predomina el individualismo, el hombre de hoy basado en la ciencia, inventa su propio mundo: su familia y en-torno social. Por citar un caso, si hablamos de la juventud nos encontramos, con una población de jóvenes que poco asisten a las ceremonias religiosas; sin em-bargo se pueden ver deambulan-do en las noches en centros de diversión y vicios (prostitución, drogadicción, alcoholismo, etc.), problemas que afectan la vida de un pueblo creyente y conducen a vivir un cristianismo de fe superfi-cial en Dios, bastante fría. La crisis expuesta nos lleva a pensar que es el momento para asumir un rol más activo en el despertar de la conciencia religiosa, acatando la invitación del Papa Francisco a “oler a oveja”. Es decir, trabajar por estos pobres.

Para ir en busca de dicho propósito dentro de una socie-dad secularizada, es importante que nosotros como consagra-dos, retomemos a Cristo y su Evangelio, encarnarnos con él, despojarnos del hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo; siguiendo las palabras de Fran-cisco: invitar a vivir la alegría en el corazón y la vida entera del verdadero encuentro con Jesús, permitir que su Palabra nos se-duzca y esmerarnos por cumplir sus mandatos y preceptos para

el hombre de hoybasado en la ciencia,inventa su propio mundo: su familia y entorno...

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También, Urosa (2015), al res-pecto del secularismo plantea que los retos son gravemente mayores para la familia, pues hay una tendencia a sacar a Dios de la vida de la humanidad, que arremete contra lo religioso y, sobre todo, contra el cristianis-mo. Dentro de esta perspecti-va de una vida secularizada en la cual fluyen vivencias indi-viduales, placenteras y ensimis-mamiento, sufrimos la tentación de amoldarnos al mundo, y de asumir las circunstancias históri-cas como elementos normativos al igual que la Palabra de Dios. En consecuencia, éste fenómeno afecta la vida de fe, golpea a la familia y debilita al cristiano. Elimina el concepto de pecado, y crea una concepción light del mismo, como si ya no existiera el pecado mortal, que enfrenta al hombre con Dios.

A MODO DE CONCLUSIÓNEs necesario emprender un proyecto de comunión y evange-

lización, pasos importantes para obtener un progreso integral en la persona de hoy y pueblos afectados por estas situaciones de vida. Invitar a retomar el ejemplo de la primera comuni-dad cristiana, en donde “vivían unidos y compartían todo cuan-to tenían”, (Hch 2, 44), nos da a entender que su servicio y su espíritu estaban unidos al de Cristo.

Así mismo el culto a la libertad, sin referencia a la verdad, suma-da al narcisismo hedonista, son consecuencias que hacen que el seguimiento de Cristo se vea turbado y debilitado, por lo que debemos instaurar una pastoral familiar, que forme una nueva sociedad con valores y princi-pios morales, para que puedan acercarse más a la experiencia personal con Cristo, Maestro ca-beza de la Iglesia.

Motivar e imitar desde nuestra decidida aceptación una forma

de vida renovada en el Espíritu en compañía de la Iglesia, sien-do desde nuestras congrega-ciones testimonios de santidad.

Ser conscientes de los efectos negativos del secularismo, que afecta directamente a estructuras religiosas: Institutos, Órdenes y Congregaciones. Para lo cual debemos hacer una revalori-zación de la grandeza de lo re-ligioso, de la Palabra y del amor misericordioso de Dios y de las enseñanzas morales del Magis-terio eclesial.

Volver al carisma fundacional para organizar y planificar una pastoral que nos confronte y a partir de ella sea la familia, testi-monio de la fe, más viva y activa, la ilumine con la sana doctrina y alimente con la piedad, dán-dole las fuerzas que necesitan y tomen en cuenta las palabras de los últimos Papas que tanto nos insisten en reavivar la llama del ardor misionero en la Iglesia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Francisco, S.S., (2013). Exhortación Evangelii Gaudium, Bogotá: Ediciones Paulinas.

Catecismo de la Iglesia Católica, (1993). Librería Editrice Vaticana. Bogotá: Conferencia Episcopal de Colombia, CESPAL.

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Urosa, J. (2015). Discurso en el Sínodo de la familia. Recuperado: http://bit.ly/1K8eFMR. Consultado: octubre 27 del 2015.

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FR. WILLY BURGOS O.P.

La Iglesia católica desde sus comienzos se ha dedicado al cuidado de los pobres, como nos narra los Hechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo (Hechos 11:28-30; Gálatas 2:7-10). Así se ha construido una historia que se hace visible y palpable, princi-palmente en el testimonio a los nuevos convertidos del paganis-mo y asumiendo el reto de la nueva iglesia de predicar la Buena Nueva y apoyar a los hermanos. Sin embargo, en el siglo XIII, la Iglesia había perdido esa visión apostólica, convirtiéndose en una institución política, debido a que los Papas de ese siglo se habían vuelto señores burgueses, dejando a un lado el ideal del servicio y dedicándose a otras actividades; en este contexto aparecen en la historia Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís, hombres que promovieron el evangelio a los pobres y excluidos, haciéndolo de esta manera más cercano al pueblo cristiano, a los sedientos de Dios, mejor dicho, a las personas invisibles de la socie-dad, de aquellos esquemas sociales y económicos que marginan a los pobres.

Ahora bien, a pesar del esfuerzo desplegado a lo largo de tantos siglos de presencia de la Iglesia, en diferentes frentes de atención y asistencia humanitaria, los pobres continúan a nuestro alrededor: maginados sociales, culturales, de género, de raza, por quienes Dios sigue inspirando a hombres y mujeres que dan la vida por ellos. De esta forma se viene construyendo la “Iglesia en salida” que plantea el Papa Francisco en su encíclica “Envagelii Gaudium”.

Sin embargo, habría lugar a cuestionar si la “Iglesia en sali-da”, es un tema reciente: ¿Qué hacen las comunidades religiosas referente a las inequidades, que vemos todos los días?, ¿Cómo podemos ayudar a aquellas personas que lloran sumergidas en las miserias humanas, desde el aspecto espiritual y material?, ¿Cómo despertar una conciencia en la Iglesia, para que sea más cercana a los pobres?, ¿De qué manera nosotros podemos aco-ger a todos las personas que padecen necesidades?, ¿Cómo practicar misericordia frente al pró-jimo?; son preguntas que a veces se plantea la gente, frente al testi-monio lejano a la pobreza evan-gélica de algunos de sus pastores. De hecho el Papa lo ha tratado en distintas oportunidades, cuestio-nando el comportamiento de cier-tos ministros de la Iglesia1.

1 El Vaticano ha tomado esta decisión de separarlo de su obispado a Franz-Peter Tebartz-van Elst, de 53 años, dos días después de que se reuniera con el Papa para hablar del escándalo en la Iglesia alemana, por haber gastado 31 millones de dólares, momento en el que el pontífice está subrayando la importancia de la humildad y de la ser-vidumbre a los pobres. http://www.publico.es/internacional/papa-destituye-al-obispo-aleman.html

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tra los marginados, dando pie a la misión de la Orden que va más allá de las fronteras, llegando donde sufre la gente y son infelices, ejerciendo un apostolado donde la sed de Dios es abundante.

Frente a las preguntas que se han planteado anteriormente se puede sugerir el siguiente interrogante: ¿Qué es lo que hace infeliz al hom-bre, será la pobreza o la injusticia? Se podría contestar esta pregunta de muchas maneras pero, debido a la realidad actual, se puede decir que ambas: la una conlleva a la otra; si hubiera justicia, no existirían pobres, en tanto se les daría lo necesario, se desarrollaría un mayor significado de dignidad y se respetarían sus derechos; estas dos categorías cubren tanto el ámbito de lo espiritual, como de lo mate-rial. La discusión planteada en estas líneas la podemos ver reflejada en nuestra propia historia precolombina.

Cuando los conquistadores llegaron a América, surgió una proble-mática social que afectaba a los más vulnerables. Ante esto, Barto-lomé de las Casas, fraile dominico, proclamó el conocido discurso sobre la protección de los derechos de los indígenas en América, en contra del maltrato y la inequidad que se cometían, invitando a reconocer en ellos a seres humanos con la dignidad de Hijos de Dios.

Acudamos a este ejemplo como medio para despertar la conciencia en torno a tantas personas que aparecen ante nosotros, invisibles ciertamente de las estructuras económicas y sociales, exista gente que muere de hambre, de sed, que no tienen acceso a un hospital por falta de recursos, que adolecen de todo lo necesario para vivir dignamente. Ello solo nos pone a pensar que se necesitan cristianos valientes, que asuman estas injusticias como propias y que se convier-tan en garantía de una opción fundamental por los pobres.

No obstante, lo anterior parece todavía ser un asunto aislado, pues la Iglesia a través su his-toria también ha enseñado su labor frente a los pobres, que persiste dentro de una estructu-ra social marginalizante. Cabe señalar que Dios ha entregado a su Iglesia diferentes dones y carismas; los santos anterior-mente mencionados lo practi-caron. En efecto, las órdenes que ellos fundaron siguen dan-do razón de esta misión evan-gélica: moverse a compasión y mostrar el rostro misericordioso de los pobres.

Al respecto Santo Domingo se formuló esta pregunta: “Señor, ¿Qué será de tu pueblo?” (Se-dano, 1998, pag. 10); Este es un interrogante de una profundi-dad tanto antropológica como teológica. Domingo de Guz-mán nos enseña la misericordia, amor y la dulzura que predica-ba, siendo él fundador de la “Ordo Praedicatorum”; a través de la cual nos enseña a dar la vida por las personas. En el “liber constitutionum et ordena-tionum”, de la Orden de Predi-cadores nos manda a servir a “todos los hombres y mujeres, grupos y pueblos, creyentes y no creyentes y especialmente a los pobres”. De esta manera se viene desarrollando una rica historia dominicana, frente a las injusticias que se cometen con-

salgamos al mundoa predicar el amor y a enseñar; no nos quedemos dentro de cuatro paredes...

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Si bien asistimos a una realidad que se muestra excluyente, tampo-co podemos exceptuar aquellos que gozan de una abundancia material, pues muchos viven tam-bién en pobreza espiritual; en este sentido, nos acogemos a las palabras de San Juan Macías, fraile dominico, cuando los ricos de Lima, Perú lo iban a buscar, para pedirle consejo a estos los llamaba: “los pobres vergon-zantes”. A fin de cuentas, unos y otros son también depositarios y demandantes de la misma oferta de salvación; al llegar a este pun-to, ciertamente no sólo debemos velar por los pobres material-mente, sino también por los que espiritualmente no tienen una ri-queza, para desde ahí dar una voz de aliento, esperanza, amor y misericordia, que parta de no-sotros mismos, pues nadie da lo no que tiene. Cabe mencionar lo que dice Jesús en el evangelio de San Marcos (12: 31) “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Ningún mandamiento es más im-portante que éste. Aquí conviene detenerse un momento a fin de que podamos reflexionar, en tor-no a la pobreza del corazón, y convertirla en un tesoro, de esta

manera poderla ofrecer a los demás. Este opúsculo no pre-tende cambiar el mundo entero, sólo aspira llegar al corazón del lector, para que tenga una expe-riencia con Dios y así la pueda transmitir hacia las personas.

Los creyentes buscan a Dios de diversas maneras; nosotros los católicos lo buscamos de distintas formas, como son los actos de mise-ricordia, y estos actos nos llevan a tomar una opción fundamental por los pobres. Además, profesa-mos el credo, o sea promulgamosque creemos en Dios; sin embar-go, esa fe que tenemos a veces se queda sólo en palabras es-tériles, no dan frutos y lo peor no se la demuestra. Cada persona que profesa el credo debe tener obras, porque no hay fe sin obras y lo expresa perfectamente la biblia en la epístola de Santiago (2: 14-18) diciendo:

¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: <<tengo fe>>, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del susten-to diario, y algunos de vosotros les dice:

<< Id en paz calentaos y hartaos>>, pero no les dais lo necesario para

el cuerpo, ¿de qué le sirve? Pues así también la fe; si no tiene obras, está

realmente muerta.

Y al contrario, alguno podrá decir

¿Tienes tú fe? Pues yo tengo obras.

Muéstrame tu fe sin obras y yo te

mostraré por las obras mi fe.

Partiendo de lo dicho anterior-mente debemos mostrar esa fe al mundo por medio de la dia-conía, ese servicio que vamos a dar a los pobres espiritual y materialmente, desde la expe-riencia que tenemos de Dios; como lo han expresado a plenitud San Martín de Porres y muchos otros santos. De tal manera, salgamos al mundo a predicar el amor y a enseñar; no nos quedemos dentro de cuatro paredes; acojamos lo que dice el Papa Francisco cuando su-giere la “Iglesia en salida”, es decir, con una Iglesia que trans-mita la alegría evangélica, con capacidad para transformar esa realidad de vida de cada persona, y de esta forma amar al prójimo al entregarnos a él, como consagrados que somos, buscando la salvación de nues-tras almas y la de los demás.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Francisco, S. S. (2013). Exhortación Apostótolica Envagelii Gaudium. Cuidad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.

Fray José de J. Sedano Gonzáles, O. (1998). Servidores de la palabra. Bucaramanga: Departamento de Comunica-ciones, Universidad Santo Tomás.

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Vocación y Predicación El centro de la vocación a la que el fraile es llamado se encuentra dentro del marco de una opción cristiana donde Jesucristo es el que hace la invitación para seguirle. “Jesús les dijo: ‹‹Vengan conmigo, y les haré llegar a ser pescadores de hombres››.” (Mc 1, 17). En este sentido, la llamada va de la mano con una opción radical que com-promete al discípulo con la predicación de la Buena Nueva. Ejemplo de esto es Pablo, el cual dentro de sus exhortaciones comenta lo siguiente: “Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, re-prende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina.” (2 Tm 4, 2). La invitación es clara para aquel que ha tenido un encuentro per-sonal con el amor de Cristo: ¡Predica! Sin embargo, la predicación, o lo que en palabras de Pablo podría ser denominado, “proclamación de la palabra” requiere ciertos compromisos por parte de aquel que anuncia la Buena Nueva, estos compromisos se manifiestan en la predicación de Jesús, en su manera de actuar y ser con respecto al mundo, en su manera de anunciar la verdad.

El discípulo en el encuentro con Jesucristo vive dos momentos que son el punto de partida y el eje de la vocación misma: vocación o llamada y predicación. No obstante, para ejemplificar de mejor

FR. SANTIAGO ECHEVERRY O.P.

manera estas dos nociones es oportuno tomar como referencia a Saulo, conocido como Pablo de Tarso, ya que en él se fusio-nan estos elementos de manera clara y permiten el abordaje de estas dos nociones desde la vida misma del discípulo, admi-tiendo a la persona llamada en el siglo XXI a ser partícipe del discipulado1.

Por un lado, el capítulo noveno del libro de los Hechos de los Apóstoles comienza relatando la vocación de Saulo. Los prime-ros dos versículos sugieren una fuerte oposición al proyecto de evangelización y de seguimien-to cristiano, hasta el punto de llegar a la persecución en con

1 El término “Discipulado”, debe ser entendido desde una visión Cristocéntrica en la cual los seguidores se convierten en agentes participes de la construcción del reino. Así mismo, es de vital importancia resaltar la labor del discípulo dentro de los evangelios, ya que se hace partícipe del evangelio al ser el receptor primario del mensaje de Cristo. Desde una visión lineal del tiempo, el discipulado se manifiesta en toda instancia de la historia de la salvación, en un pasado comprendido en el Antiguo Testamento como el preámbulo de la profecía mesiánica expresada en el mensaje de los patriarcas y profetas, en un presente en el que Cristo ha venido para dar salvación a la humanidad y en un futuro como la esperanza de salvación a través del conocimiento del mesías por medio de los apóstoles; en este sentido “ser discípulo implica, por tanto, una relación dinámica con Jesús […] los discípulos desempeñaron un papel decisivo en la continuidad de su proyecto, pues fueron ellos quienes conservaron la tradición sobre Jesús y quienes difundieron su mensaje.” (Ramos F. 2001, pág. 271) Ser discípulo, implica por tanto, dar a conocer a Cristo a los demás, seguir difundiendo el mensaje del Hijo de Dios y proclamar la Buena Nueva.

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tra de los discípulos. Este modelode asechanza y de aires de muerte que se evidencian en el inicio del capítulo nos lleva a comprender un pasado dentro de la llamada, que es requisito indispensable para entender la vocación como un regalo de Dios. Así mismo, Saulo, “el perseguidor de cristianos” pasa a ser discípulo de Cristo; en jus-ta medida se manifiesta la infini-ta misericordia de Jesús que es capaz de perdonar y acoger a aquel que se hallaba en ti-nieblas2; es ahí cuando el mar-tirio y la muerte de cruz cobran sentido y se convierten en la muestra más grande de amor. A esta altura es oportuno resaltar la muerte de cruz cómo símbolo de la predicación de la verdad, ya que va a ser la guía clave para la comprensión del texto. En consecuencia, la respues-ta requiere escuchar la voz de Jesús “Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: ‹‹Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?›› Él pre-guntó: ‹‹¿Quién eres señor?›› Y

él: ‹‹Yo soy Jesús a quién tú persigues.››” (Hch 9, 4 – 5) Sin embar-go, escuchar requiere una acción, demanda una respuesta, una pregunta o un comentario para que sea posible entablar una con-versación con Cristo que nos habla y al cual podemos responder, este es un presupuesto indispensable para ser discípulo.

En lo relativo a lo descrito anteriormente, los siguientes versículos del capítulo noveno del libro de los Hechos de los Apóstoles, hasta la altura del versículo diecinueve, describen el proceso vocacional de Saulo y sus distintos momentos, dentro de los cuales se desta-can: su incapacidad para ver, comer y beber durante tres3 días, el encuentro con un discípulo llamado Ananías y su predilección para ser instrumento de Cristo.

Por otro lado, en el versículo veinte nos encontramos con la obli-gación del discípulo, predicar, pues ha sido iluminado por la luz de Cristo, y en él se ha realizado la obra de la Trinidad. En este senti-do, la vocación y la predicación no se pueden desligar de la vida del auténtico discípulo que es motivado por la experiencia del en-cuentro con Jesucristo. Es por esto que “pronto se puso a predicara Jesús en las sinagogas: Éste es el Hijo de Dios” (Hch 9, 20) Así las cosas, la predicación es el efecto de una primera causa, la vo-cación, que se debe presentar en la vida de cualquier cristiano que ha vivido un auténtico encuentro con Jesús.

2 Las tinieblas deben ser comparadas análogamente con la luz que irradia la llamada de Saulo, “Pero yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, lo envolvió de pronto una luz venida del cielo” (Hch 9, 3) En efecto las tinieblas apuntan a una vida pasada que no permite que el proyecto de vida Cristiano sea una opción loable en la camino de aquel que no ha contemplado a Cristo. Las tinieblas pueden ser el re-sultado de una falta de unión con Dios, por esto “Como esta falta de unión puede ser efecto de ignorancia o de mala voluntad, la situación del hombre que no conoce a Dios es de tinieblas […] Por eso convertirse al cristian-ismo es pasar de las tinieblas a la luz y seguir a Cristo es caminar en la luz, no en las tinieblas.” (Ausejo, S. 1963, pág. 1943)

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‹‹PARRESÍA››, FRANQUEZA Y

VERDAD, INTERPRETACIÓN

POSITIVA DEL TÉRMINO

Sin lugar a duda el elemento más importante de la predicación es su contenido de verdad; pero ¿Qué significa la verdad? ¿Cómo entender la verdad que proviene del Evangelio? ¿Cómo no relativizar la verdad de Cris-to? Son muchos los interrogantes que pueden surgir en torno al término “verdad”, más aún en pleno auge de corrientes post-modernistas4 que parecen ir en detrimento para el Cristianismo; sin embargo, paradójicamente, una relectura de la verdad por parte de uno de los filósofos más influyentes en la contempo-raneidad, específicamente en el

postmodernismo, puede ser una guía para entender la verdad de Cristo desde las propuestas de algunas corrientes filosóficas contemporáneas.

El filósofo contemporáneo Michel Foucault, en su libro: “El Coraje de la Verdad” expone el término parresía dentro de un marco histórico, aludiendo a “el tipo de acto mediante el cual el sujeto, al decir la ver-dad, se manifiesta, y con esto quiero decir: se representa a sí mismo y es reconocido por los otros como alguien que dice la verdad.” (Foucault, M., 2010, pág. 19). En consecuencia, el análisis de la verdad que pro-pone el autor se aleja de no-ciones epistemológicas5, ya que

no se encarga de evaluar ni las teorías ni la adquisición del conocimiento con respecto a la verdad, simplemente entran en consideración las prácticas que permiten que el individuo se constituya en sujeto de verdad, en parresiasta. Es por esto que la parresía es la relación entre praxis y lexis, práctica y discurso.

Cuando se habla de parresía, es de igual importancia mencio-nar el origen etimológico de la palabra. A propósito se puede partir del interrogante: “¿Cuál es el significado general de la palabra parresía? Etimológica-mente, ‹‹parresiazesthai›› sig-nifica ‹‹decir todo››, de ‹‹pan›› (todo) y ‹‹rema›› (lo que se dice).” (Foucault, M. 2004,

3 El número tres dentro del texto bíblico puede ser entendido como la plenitud de la obra de la trinidad en Saulo; la creación del Padre, la llamada y la salvación provenientes del Hijo y el Espíritu Santo como la fuerza proveniente del espíritu de Dios. Éste último es enviado por medio de Ananías en el versículo diecisiete para mostrar el cumplimiento de la obra realizada por Cristo. “Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: ‹‹Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo. ››” (Hch 9, 17)

4 El rechazo hacia lo institucional, marcado por pensamientos netamente relativistas definen al postmodernismo al que se hace referencia en el texto; no obstante, al ser relativizadas cuestiones propias de la racionalidad moderna, se generan espacios de reflexión en donde los tópicos presentes no se limitan al análisis epistemológico de los hechos de reflexión. Uno de los autores más influyentes dentro de esta corriente es el filósofo francés Michel Foucault, el cual, va a ser el eje de partida para el estudio de la “verdad” que se pretende abordar en el presente texto; al respecto Jean-Francois Lyotard, filósofo francés reconocido por sus estudios en postmodernidad, da a conocer la posible génesis de dicha época dentro del pensamiento filosófico. “En cualquier caso Lyotard habría situado el momento fundacional del postmodernismo filosófico en dos debates previos […] el debate entre Louis Althusser y Michel Foucault […] acerca del mejor modo de diagnosticar el malestar y las profundas contradicciones culturales […] por las nuevas formas de capitalismo” (Gonzales, Á. 2010, pág. 916) Por consiguiente, el pensamiento de Michel Foucault, imbuye el presente estudio de la “verdad” desde el cristianismo a un dinamismo de posturas en la postmodernidad para dar razón de la predicación Cristológica y discipular.

5 En términos generales la epistemología es considerada como la teoría del conocimiento; sin embargo, “Michel Foucault ha llamado episteme, y también campo episte-mológico a la estructura subyacente y, con ello, inconsciente, que delimita el campo del conocimiento, los modos como los objetos son percibidos, agrupados, definidos.” (Mora, F. 1998, pág. 1039)

La invitación es clara para aquel que ha tenido un encuentro personal con el amor de Cristo. ¡Predica!

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pág. 36) Desde la etimología, Foucault propone una estrecha relación entre parresía y fran-queza, el individuo se conside-ra franco en la medida en que es capaz de decirlo todo; sin embargo, decirlo todo puede ser considerado como charla-tanería, alejando el ideal parre-siasta de la franqueza; es justa-mente por esto que en relación con la verdad se deben distin-guir dos modos de emplear la palabra. Por un lado, la parresíase interpone como término ne-gativo, cuando lo que se dice no tiene límites ni medida y dis-persa a la persona del ideal de disciplina en el cristianismo, es-

pecialmente en los escritos del siglo IV, la parresía era “en este sentido negativo, un obstácu-lo para la contemplación de Dios.” (Foucault, M. 2004, pág. 39) Por otro lado se manifies-ta el lado positivo del término, cuando algunos textos clásicos refieren a que dichos vocablos son exclusivamente la verdad, obviamente con las implica-ciones del hablar franco. Claro está, que la distinción realiza-da del valor negativo y positi-vo de la parresía es útil a nivel histórico, es por esto que se debe anteponer, en todo caso, su valor positivo, notoriamente con todas sus repercusiones.

FORMAS ALETÚRGICAS DE LA ‹‹PARRESÍA››

Anteriormente se mencionaba la importancia de la parresía desde su práctica; en este sen-tido, se antepone el principio de las formas aletúrgicas6 del decir veraz a la epistemología. Pero ¿Qué significan las formas aletúrgicas del discurso parre-siasta? En principio la cuestión surge desde las prácticas que constituyen al sujeto como anun-ciante de verdad, a propósito Foucault comenta lo siguiente:

“El análisis de éste ámbito podría llamarse en oposición al de las es-tructuras epistemológicas, estudio de las formas aletúrgicas. […] Des-de un punto de vista etimológico, la aleturgia sería la producción de la verdad, el acto por el cual la verdad se manifiesta. Dejemos pues de lado los análisis de tipo estructura episte-mológica y analicemos un poco las formas aletúrgicas.” (Foucault, M.

2010, pág. 19)

Teniendo claro el principio de las formas aletúrgicas, es nece-sario explorar cuáles son los actos en que el sujeto manifiesta la verdad; para esto, es preciso retomar dos conceptos de la cul-tura griega que dan razón de di-chas prácticas. En primer lugar

6 Se deriva del griego ἀλήθεια (aletheia) originalmente en los diálogos socráticos la palabra se empleaba para hacer referencia a la sinceridad de los hechos, posterior-mente, en la modernidad, varios filósofos, en la búsqueda por retomar conceptos y principios de la filosofía antigua, adoptan el término para desarrollar tesis en torno a la verdad de los hechos. Martin Heidegger se encarga de retomar el concepto en la modernidad dándole un vuelco existencialista y retomando la inquietud por el ser.

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interviene a título personal y lo que manifiesta es resultado de su inteligencia conquistada por su experiencia de vida.

PREDICACIÓN YCRUZ, UNA MUERTE

PARRESIASTAHablar sobre una cristología apartada del magisterio y de la tradición de la Iglesia Católica es dialogar sin la fundamenta-ción que sólo puede provenir de las fuentes directas que han forjado el cristianismo tanto en Oriente como en Occidente. Sin embargo, más allá de hacer una posible apología de la cris-tología desarrollada dentro del seno de la Iglesia Católica, el fin que se pretende es exclu-sivamente analizar algunos aspectos de la predicación y de la muerte de Jesús que lo

está el término “gnothi seauton”7 que desde los diálogos socráticos podría ser traducido por “conócete a ti mismo”. En segundo lugar se encuentra la expresión “epimeleia heautu”8 que refiere al “cui-dado de sí mismo”. Ambos términos, se derivan de la filosofía en la antigua Grecia y son el resultado del estilo de vida de Sócrates, el cual, propone un autogobierno contenido en estos dos princi-pios.

La “epimeleia heautu” y el “gnothi seauton” deben llevar a la per-sona al cumplimiento del requisito más importante del parresiata, el riesgo9. En otras palabras, se puede decir que si no se pone en riesgo la vida por anunciar la verdad, no hay parresía; por tal mo-tivo, cuando se anuncia la verdad, las relaciones que se establecen tienden a tener un vínculo más fuerte y es en esa medida que el riesgo, de la mano con la veridicción, puede ocasionar una fuerte ruptura. Foucault lo manifiesta de la siguiente manera:

“La parresía establece, pues, entre quien habla y lo que dice un lazo fuerte, necesario, constitutivo, pero abre bajo la forma del riesgo el vínculo entre el hablante y su interlocutor […] la persona a quien uno se dirige siempre tiene la posibilidad de […] sentirse ofendida, puede rechazarlo y, en definitiva, puede castigar o vengarse de quien ha dicho la verdad.” (Foucault, M. 2010, pág. 33)

A esta altura, es oportuno mencionar de manera sucinta otras tres modalidades de veridicción que se manifiestan en la filosofía an-tigua, especialmente en las formas aletúrgicas del decir veraz en Sócrates. a) El decir veraz técnico “tekhné”, en esta modalidad, el individuo que dice la verdad es aquel que lo puede hacer a partir del conocimiento de una técnica específica, en los diálogos socráti-cos se ejemplifica con la labor del artesano que es capaz de dar razón del objeto que trabaja. b) El decir veraz profético, en el cual el sujeto es un intermediario de Dios; Sócrates, en múltiples oca-siones utilizó esta modalidad para dar razón de sus enseñan-zas, afirmando que era “enviado por el dios del Delfos.” Por último se encuentra c) el decir veraz sabio, en donde el hablante

...es necesa-rio explorar cuáles son los actos en que el sujeto manifiesta la verdad...

7 El término “gnothi seauton” abarca toda la complejidad del ser dentro del pensamiento que desarrolla Foucault; así pues, en el libro “Hermenéutica del Sujeto” el autor devela el sentido auténtico de los vocablos desde la historicidad en la antigua Grecia.

8 De igual forma; Foucault desarrolla el término en el libro “Hermenéutica del sujeto”. Una de las tesis más importantes que maneja, es la relación entre filosofía y espiritualidad desde las concepciones pre-socráticas y platónicas.

9 Claro está que el riesgo debe ser disyuntivo a la imprudencia y a la charlatanería, ya que el fin que se pretende no se relaciona con el sofismo ni con la retórica, es la manifestación de la verdad bajo la condición de la aletheia Griega.

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to, así pues, son formas aletúrgicas del decir veraz, es parresía. No obstante, la cita del evangelio de Juan es aún más esclarecedora para entender a Cristo como parresiasta ya que propone tres térmi-nos: camino, verdad y vida, características fundamentales en el de-sarrollo de la parresía. Por tanto, cuando se propone un camino la acción que se debe ejercer es seguimiento (praxis), cuando exis-te vida es posible seguir el camino, que finalmente debe llevar a la verdad; acaso ¿Por qué no seguir algo que es provechoso? En esta lógica se encuentra una muestra del dinamismo necesario de las formas aletúrgicas de la verdad del Evangelio.

Como se mencionaba anteriormente, el decir veraz técnico, proféti-co y sabio es constitutivo de las formas aletúrgicas propias de la parresía, en consecuencia, los evangelios, de igual forma, contie-nen elementos propios de estas modalidades: “Cuando Jesús se

iba de allí, le siguieron dos ciegos gritando: ‹‹ ¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David! ›› Entonces les tocó los ojos diciendo: ‹‹Há-gase en vosotros según vuestra fe››. Y se abrieron sus ojos.” (Mt 9, 27. 29) El médico es aquel que domina la técnica de la me-dicina, el que puede formular sobre las dolencias y enfermedades porque conoce lo necesario para curar al enfermo; así mismo se puede considerar que Jesús domina la técnica de la sanación10. Más allá de entrar a debatir el milagro, si refiere a algo netamente metafórico o a una sanación real, el mensaje es claro: Cristo sana; en este sentido, se manifiesta la modalidad técnica “tekhne” del decir veraz parresiasta en la persona de Jesús. La predicación de Jesús también puede ser considerada técnica porque sana la vida, inclusive por medio de parábolas11 da razón del Reino de los Cielos.

ha constituido, para el caso del cristianismo, en la figura más importante y emblemática de todos los tiempos. Así mismo, es necesario partir de algunos pre-supuestos Cristológicos como lo son su condición humana y divina, su obra salvadora y redentora, su presencia real e histórica y su venida para dar cumplimiento a la profecía me-siánica desde la encarnación en el seno virginal de María. Estos y algunos otros presupuestos son el punto de partida para en-tender el análisis de la parresía en Jesús, desde la predicación y la pasión del maestro.

“Respondió Jesús: ‹‹Yo soy el camino, la Verdad y la Vida. Na-die va al Padre sino por mí. ››” (Jn 14, 6) Cuando se realiza un recorrido por los evangelios, la palabra “verdad” aparece, paradójicamente, pocas veces. A pesar de esto, su contenido de verdad se devela a lo largo de los cuatro libros y es justa-mente por esto que los evange-listas asumen que lo consignado en los libros es la verdad, por esto no hay necesidad de repe-tirlo incesantemente, ya que si lo hicieran perdería su característi-ca aletúrgica para entrar a ser parte de la retórica, o por qué no, de la epistemología. En este sentido, los evangelios podrían considerarse una propuesta de vida desde la existencia de Cris

Jesús estaba dispues-to a seguir anunciando la verdad sin temor a las consecuencias.

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“[…] Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el padre me ha enviado, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar” (Jn 12, 49). Estas palabras de Jesús muestran, en una segun-da instancia, la modalidad del decir veraz profético. En este sentido, la predicación de Cris-to con respecto a su mensaje de verdad, se encuentra cimentada en la profecía no sólo llevada a término en Él sino también mani-festada por medio de la predi-cación de la Buena Nueva. Por esta razón la predicación cobra un sentido profético, ya que cuando se ejerce la acción, no es propiamente el predicador el que habla, Dios inspira las pala-bras para dar su mensaje, de este modo Cristo es instrumento del Padre para dar el mensaje12 de salvación.

“Al cabo de tres días lo en-contraron en el Templo senta-do en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos cuantos le oían estaban estupefactos, por su inteligencia y sus respues-tas.” (Lc 2, 46 – 47). El pasaje lucano apunta hacia la tercera modalidad del decir veraz, la

sabiduría. Contrario a lo mani-festado anteriormente con res-pecto a la sabiduría, la cual es resultado de la experiencia de vida, se puede considerar que esta modalidad del decir veraz en Jesús es innata desde su in-fancia, no es necesario esperar su edad adulta para que sea reflejo de sabiduría, por medio de sus cuestionamientos, inteli-gencia y respuestas. La sabi-duría que sólo puede provenir del conocimiento de la verdad, gracias al Padre, refleja en Jesús el máximo grado de sabiduría posible ante las cuestiones pro-pias del templo: un infante es capaz de compartir su conoci-miento con personas que llevan toda la vida estudiando lo pro-pio de la tradición y la ley Judía. En definitiva se puede decir que las tres modalidades aletúrgi-cas del decir veraz se cumplen a plenitud en Jesucristo, pero ¿Dónde queda el riesgo?

Es preciso situarse a esta altura en el evangelio de Juan, especí-ficamente en el capítulo diecio-cho, donde comienza el relato de la pasión de Cristo; por lo tanto, es necesario retomar la muerte de Jesús para señalar

las causas de la misma. “Allí cru-cificaron a Jesús, junto con otros dos, uno a cada lado de él. Cuando tomó Jesús el vinagre dijo: ‹‹Todo está cumplido. ›› E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.” (Jn 19, 18. 30) En efecto, el fatídico final de Cristo encuentra sus consecuencias en dos momentos fundamentales. El primero se halla algunas líneas previas a su muerte y plantea de manera clara y explícita la pa-rresía Cristológica. “‹‹Sí, cómo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.››” (Jn 18, 37) ¡Jesús muere por predi-car la auténtica parresía! Todos los que rechazaron su mensa-je le temieron a la verdad, por eso generaron la ruptura entre hablante e interlocutor, Cristo puso en riesgo su vida al comu-nicar su mensaje de veracidad que no fue entendido por mu-chos. El segundo momento se encuentra en la clave profética de la parresía que era procla-mada por Cristo mismo y que además era preámbulo de los padecimientos del parresiasta. “Les dijo: ‹‹El hijo del hombre

10 Claro está que hay que distinguir la sanación proveniente de Cristo a la de un médico o a la de un curandero; la analogía es válida en la medida que se le den los valores correspondientes a cada uno, así, por medio de la humanidad de Jesús, es posible relacionar los dos principios.

11 Las parábolas predicadas por Cristo, contienen también una modalidad técnica de la verdad, ya que el lenguaje utilizado es propio de aquel que domina alguna técnica narrativa. Este principio no debe ser confundido con la persuasión por medio de la retórica.

12 La modalidad profética se relaciona con la acción del Espíritu Santo que inspira e ilumina para dar el mensaje; justamente, en las vocaciones del nuevo testamento, por ejemplo en la de Saulo, Cristo envía al Espíritu Santo sobre la vida del discípulo para que la acción que ejerza sea en nombre de Dios, así es como se cumple la dimensión profética para el caso del discípulo.

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debe sufrir mucho y ser rep-robado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; lo matarán y resucitará al ter-cer día.››” (Lc 9, 22) La última cita no sólo revela de manera profética la muerte de Cristo, sino que a pesar de esto, Jesús estaba dispuesto a seguir anun-ciando la verdad sin temor a las consecuencias, sin preocuparse por generar esa ruptura con los interlocutores, el parresiasta está dispuesto a poner en riesgo su vida aun conociendo las con-secuencias. “Su trágico final no fue una sorpresa. Se había ido gestando día a día desde que comenzó a anunciar con pasión el proyecto de Dios que llevaba en su corazón. […] La libertad de aquel hombre lleno de Dios resultaba inquietante y peligro-sa.” (Pagola, J., 2013, pág. 345).

DISCIPULADO YPREDICACIÓN,

PARRESIASTAS DEL EVANGELIO

La vocación de Saulo, presenta-da al inicio del texto, es la bisa-gra que conecta la parresía y la predicación del maestro con la del discípulo. En este orden de ideas, se puede decir que la vo-cación inspirada por el encuen-tro personal con Cristo debe llevar al discípulo a predicar de

manera dinámica el evangelio, sin temor a las consecuencias, o más bien asumiéndolas. A pro-pósito Jesús comenta lo siguiente: “‹‹Pero antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán; os entregarán a las autoridades de las sinago-gas y os meterán en cárceles; y os conducirán ante reyes y gobernadores por mi nombre. Esto os sucederá para que deis testimonio. ››” (Lc 21, 12 –13). La afirmación realizada por Cristo debe ser asumida por el discípulo; así se entiende que el predicador también debe correr riesgos, requisito indispensable del parresiasta.

Pero ¿son las otras formas aletúr-gicas del decir veraz propiedad exclusiva de Cristo? Acaso la sa-biduría, la profecía y la técnica, ¿sólo se manifiestan en la predi-cación de Jesús? La respuesta es no; Jesús mismo se encarga de dejarlo claro en el evangelio de Juan, “En verdad, en verdad os digo que el que crea en mi hará también las obras que yo hago, y hará mayores aún porque yo voy al Padre.” (Jn 14, 12) Pero, ¿cuáles obras realizaba? Jesús curaba y hablaba en parábolas (técnica), Jesús era enviado por el Padre (profética), hablaba con inteligencia desde su infan-

cia en la sinagoga (sabiduría); así pues, el discípulo está llamado a heredar la parresía Cristológica. ¿Cómo puede lle-gar el discípulo a estas formas aletúrgicas del decir veraz? Predicación, oración y estudio13. La predicación se relaciona con la modalidad técnica del decir veraz, el discípulo se constituye en predicador en la medida en que encuentra mecanismos y recursos técnicos para difundir la Buena Nueva. La oración se relaciona con la modalidad profética ya que en ella se con-templa la voz de Dios y también el mensaje que inspira a través de la acción del Espíritu Santo, en esta medida el que escu-cha la voz de Dios es capaz de predicar de manera proféti-ca. El estudio se relaciona con la sabiduría, pues mediante el conocimiento de la verdad se puede alcanzar la inteligencia. En consecuencia, cuando estos tres elementos trabajan conjun-tamente el ideal parresiasta se manifiesta en la predicación de la verdad.

El Papa Francisco en la Ex-hortación Apostólica Evangelii Gaudium abre la puerta para concluir de manera idónea el perfil del discípulo parresiasta de hoy, desde la propuesta de

13 Estos tres pilares, propios de la vida dominicana, refuerzan el ideal parresiasta desde sus tres modalidades, en este sentido se relaciona con el discípulo que acepta la llamada dentro de la orden de Predicadores y que está llamado a ser predicador desde la integralidad de estos elementos.

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rriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anun-cio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la buena noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios.” (E.G., 2013, pág. 233).

evangelizadores con espíritu. Así se evidencia el accionar propio de la modalidad profética de la verdad por medio del Espíritu San-to, el riesgo que se corre al predicar el Evangelio y las implica-ciones aletúrgicas y prácticas de la Buena Nueva.

“Evangelizadores con espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contraco-

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Serafín de Ausejo, O. C. (1963). Diccionario de la Biblia. Barcelona: Herder.

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HIMNO POR LA PAZ

¿Cuándo perdemos la esperanza?¿Cuándo perdemos nuestra paz?

No nos demos por vencidosVen con fe y oremos con María por la paz.

Las guerras no son solo de armasLa guerra se vive en el hogarTambién se da en las escuelas

En nuestras calles y en la sociedadPor eso te invito mi hermano

Ven con fe y oremos con María por la paz.

/La paz se forja en el hogarLa paz se crea siempre al hablar

La paz se construye con el respetoLa paz se fortalece en caridad./

¿Cómo llegamos a esto Señor?¿Cómo olvidamos tu amor?

Tu sacrificio por nosotrosya lo olvidamos hoy.

¿Cómo llegamos a esto Madre?Olvidamos tu ejemplo

Tu amor maternalRecibe nuestra suplica y nuestro dolor

Por eso te invito mi hermanoVen con fe y oremos con María por la paz.

/La paz se forja en el hogarLa paz se crea siempre al hablar

La paz se construye con el respetoLa paz se fortalece en caridad./

fr. Ricardo Amat B. O.P.

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