cartas a miranda

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QUATREMÈRE DE QUINCY CARTAS A MIRANDA traducción de Ilduara Pintor Mazaeda introducción de DANIEL RICO CAMPS con el anexo INVENTARIO de los robos hechos por los franceses en los países que han invadido sus ejércitos nausícaä MURCIA MMVII

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inventario de los robos hechos por los franceses en los países que han invadido sus ejércitos

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  • QUATR EMR E DE QU INCY

    CA R TA S A M I R A N DA

    tr aduccin deIlduara Pintor Mazaeda

    introduccin deDANIEL R ICO CA MPS

    con el anexo

    INV ENTAR IOde los robos hechos por los franceses

    en los pases que han invadidosus ejrcitos

    nauscaM U R C I A

    M M V I I

  • 1. edicin Nausca septiembre del 2007www.nausicaa.es

    Copyright de la traduccin, Ilduara Pintor Mazaeda, 2007Copyright de la introduccin, Daniel Rico Camps, 2007Copyright de la edicin, Nausca Edicin Electrnica, s.l. 2007

    Ttulo original: Lettres sur le prjudice quoccasionneraient aux arts et la science le dplacement des monuments de l art de l Italie, le dmembrement de ses coles et la spoliation de ses collections, galeries, muses, etc.

    Reservados todos los derechos. De acuerdo con la legislacin vigente, y bajo las sanciones en ella previstas, queda totalmente prohibida la reproduccin o transmisin parcial o total de este libro, por procedimientos mecnicos o electrnicos, incluyendo fotocopia, grabacin magntica, ptica o cualesquiera otros procedimientos que la tcnica permita o pueda permitir en el futuro, sin la expresa autorizacin por escrito de los propietarios del copyright.

    isbn: 978-84-96633-36-0

  • NDICE GENER AL

    Introduccin vii

    Cartas 25

    Primera Carta 27

    Segunda Carta 33

    Tercera carta 39

    Cuarta carta 47

    Quinta Carta 55

    Sexta Carta 61

    Sptima Carta 67

    Apndices 77

    Inventario 85

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    EL PATR IMONIO INTEGR AL Y U NIV ERSAL DE

    QUATR EMR E DE QU INCY

    No se me ocurre mejor libro para estrenar una coleccin sobre la historia, representaciones e implicaciones de esa nocin, institu-cin, alegora, ilusin que llamamos patrimonio cultural (o, ya, patrimonio a secas) que las Lettres sur le prjudice quoccasionneraient aux arts et la science, le dplacement des monuments de l art de l Italie, le dmembrement de ses coles et la spoliation de ses collections, gale-ries, muses, etc. de Antoine Chrysostome Quatremre de Quincy (1755-1849), artista e historiador del arte, militante de la cultura clsica, hombre poltico y combativo, y escritor longevo1. Publica-das a nales de julio de 1796 para denunciar sin tapujos el expolio artstico de Italia por las tropas del joven general Bonaparte, estas Cartas a Miranda (como se las conoce habitualmente, en razn de su destinatario) son mucho ms que un lcido y valiente pasqun contra la poltica del Directorio en el extranjero y sus consecuen-cias culturales: pertrechado con todas las armas de su querida re-pblica de las artes y las ciencias, o como se dijo de otro libro suyo hablando des arts en artiste, de lAntiquit en savant, de la libert en citoyen, pensando como philosophe y escribiendo

    1 La nica, y muy vlida, biografa del autor se debe a R. Schneider, Quatremre de Quincy et son intervention dans les Arts (1788-1850), Pars, 1910, de la que se encontrar un extracto en Quatremre de Quincy, De l imitation (1823), ed. L. Krier y D. Porphyrios, Bruselas, 1980, p. xxix-xxxvi. Para una semblanza rpida del autor, vase el portal de los Amis de Quatremre de Quincy

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    cartas a mir anda

    como homme de lettres 2, Quatremre hilvan, entre asaltos y nos sarcasmos contra la rapia napolenica, la primera y una de las ms slidas re exiones sobre el patrimonio en el umbral mismo de la cristalizacin del concepto (que no del trmino) en su sentido contemporneo.

    Cadas prcticamente en el olvido tras su ltima reedicin en 1836 y rescatadas paralelamente en Francia 3 e Italia4 en 1989, la historia editorial de las Cartas se hace eco, en cierta forma, de la propia histo-ria del patrimonio como construccin histrica y cultural. Nacieron denunciando el museo o, mejor dicho, cierto tipo de museo como medio de desnaturalizacin (y, por ah, de patrimonializacin) de la obra del arte en una poca en que el sistema de produccin arts-tica heredado del Antiguo Rgimen empezaba a desmoronarse. Se ignoraron durante un largo y ancho periodo de consagracin del monumento histrico 5 y de a rmacin de la cultura del museo 6 que tambin supuso la consolidacin de lo que Larry Shiner ha de-nominado el sistema moderno de las bellas artes (el de l art pour l art) 7. Y volvieron, vuelven a ver la luz en unos tiempos, de nunca acabar, que no dejan de clamar por cierta despatrimonializacin (y, por fuerza, desnaturalizacin) del patrimonio y sus museos8 toda vez

    2 Chronique de Paris, 26 (1791), p. 101-2, segn . Pommier, Lart de la libert. Doctrines et dbats de la Rvolution franaise, Pars, 1991, p. 78.

    3 Por . Pommier (ed.), Lettres Miranda sur le dplacement des monuments de l art de l Italie (1796), Pars, 1989, con una excelente introduccin del editor,

    La Rvolution & le destin des oeuvres dart (p. 7-83), en la que se inspiran las presentes notas y a la que remito para una visin completa de las Cartas, publi-cadas ese mismo ao por J. L. Dotte en la editorial Fayard junto a otros textos a nes de Quatremre bajo el ttulo Considrations morales sur la destination des ouvrages de l art, Pars, 1989, p. 189-248.

    4 Por A. Emiliani y A. Pinelli, en Lo studio delle arti e il genio dell Europa. Scritti di A. C. Quatremre de Quincy e di Pio VII Chiaramonti (1796-1802), Padua, 1989, p. 61-161 (con traduccin al italiano), precedidas del ensayo de Pinelli Storia dellarte e cultura della tutela. Le Lettres Miranda di Quatremre de Quincy (p. 15-57), retomado de Ricerche di Storia dell Arte, 8 (1975-1976), p. 43-62.

    5 F. Choay, Lallgorie du patrimoine, Pars, 1999 (nueva ed. revisada), p. 93-129.6 . Pommier, Prface a Les Muses en Europe la veille de l ouverture du Louvre,

    Pars, 1995, p. 13.7 La invencin del arte. Una historia cultural, Barcelona, 2004.8 Ya sea exigiendo su instrumentalizacin (o valor de uso), al modo de las nue-

    vas museologas, ya denunciando las paradojas y contradicciones a las que ha conducido la saturacin patrimonial de las ltimas dcadas (el tout patrimoine francs) o la creciente tentacin de patrimonializar incluso el presente.

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    introduccin

    que proclaman, reprochan o reclaman el n del arte 9 y se debaten sobre la posibilidad o virtualidad de una nueva reconciliacin entre el arte y la vida y entre patrimonio y creacin. No es para menos: el apretado librito de Quatremre est plagado de ideas y realidades de profunda actualidad (la conservacin in situ, la preservacin de los sitios histricos, la restitucin o repatriacin del patrimonio expoliado, la mercantilizacin del arte, el cosmopolitanismo de la cultura), y la razn estriba en que nos las habemos con un libro

    digamos de encrucijada, que supo dilucidar los grandes signos de un cambio profundo de paradigma cultural en el que por fuerza se re eja la incertidumbre y extravo de un presente marcado por su de nitiva crisis.

    La vigencia del pensamiento de Quatremre bastara para justi- car esta nueva edicin de las Cartas a Miranda. Hacerlo con una nueva traduccin al castellano cuando ya existe una obedece a la es-casa, por no decir nula, repercusin que la edicin venezolana tuvo en Espaa y al tiempo transcurrido desde su publicacin, que la ha hecho prcticamente inaccesible al lector espaol10. Pero quiz lo que ms cuenta es lo provechosa que adivino su lectura en un pas que vive en gran medida del patrimonio, en que saltan a la prensa da s da tambin discusiones y con ictos estrechamente ligados a los temas de que trata el libro y en que, a donde alcanzo, nunca hasta ahora se haba publicado ninguna obra del arquelogo francs.

    I.

    Quatremre debi ponerse a redactar su primera carta a comien-zos de la campaa de Italia, en abril o mayo de 1796. Condenado a muerte por contumacia al haber participado activamente en la insu-rreccin realista del 13 Vendimiario del ao iv (5 de octubre de 1795), el arquelogo escriba desde la clandestinidad a un militar cosmo-

    9 En la conocida expresin de Arthur C. Danto, Despus del n del arte. El arte contemporneo y el linde de la historia, Barcelona, Buenos Aires, Mxico, 1999.

    10 Cartas a Miranda, sobre el desplazamiento de los monumentos de arte italiana, Ca-racas, 1998. Se trata de la traduccin integral de la edicin de . Pommier acompaada de una semblanza de Miranda redactada por el propio Quatre-mre, cuyo original en francs puede leerse en el Archivo del General Miranda, Caracas, 1931, xii, p. 427-434.

  • xcartas a mir anda

    polita e in uyente que apenas haca un par de meses que gozaba de cierta libertad y al que debi conocer en las oscuras mazmorras de la prisin parisina des Madelonnettes en 1794. Slo en la ltima edicin de las Cartas nos revelara su nombre: Etant proscrit alors, par suite des vnements politiques (de vendmiaire), ce fut dans le retrai-te o je mtois cach, que le gnral Miranda, qui en avoit le se-cret, vint mengager tablir entre nous, sur le danger qui menaoit Rome, une correspondance quil se chargeroit de rendre publique 11. Se trataba, en efecto, del criollo caraqueo Francisco de Miranda (1750-1816), el conocido Precursor dir la historia heroica de la emancipacin americana del Imperio espaol, un Don Quijote sin la locura parafraseando a Napolen, un hombre, en cualquier caso, culto y muy viajado y protagonista destacado de la Revolucin Francesa12.

    Es en verdad una lstima que no conservemos la parte correspon-diente a Miranda de tan interesante intercambio epistolar, mxi-me si tenemos en cuenta que fue el general quien sugiri al artista el tema de debate: Vd. me pregunta qu efectos podran derivarse para las artes y la ciencia del traslado de los monumentos de Italia y de la desmembracin de sus escuelas y de sus museos (27-8)13. Mi-randa propona al francs que explorase las implicaciones culturales de una realidad que el venezolano debi abordar en su dimensin moral y poltica: el abuso de las conquistas en una repblica (47). En el terreno artstico, la polmica estaba servida ya antes de los primeros triunfos de Bonaparte en Italia: la con scacin de pintu-ras, libros y curiosidades de historia natural para trasladarlas a los museos y residencias parisinas la haban practicado de una manera programtica los ejrcitos franceses durante la ocupacin de Blgi-ca en 179414, amparadas en la nueva doctrina revolucionaria, tras el vandalismo e iconoclasia iniciales, de que les fruits du gnie sont le patrimoine de la libert, de modo que su nico destino legtimo se hallaba dans la patrie de la libert, et de lgalit sainte, dans la Rpublique franaise, tal y como declamaba el pintor Jean-Franois

    11 Prefacio a la edicin de 1836 (Pars, p. xiii), que cito segn la ed. de J. L. Do-tte, Considrations, p. 92.

    12 Cf. C. Parra-Prez, Miranda et la Rvolution franaise, Pars, 1925.13 La pginas entre parntesis remitirn siempre a la presente traduccin.14 Cf. C. Gould, Trophy of Conquest: the Muse Napolon and the Creation of the

    Louvre, Londres, 1965, p. 41.

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    introduccin

    Barbier en su presentacin a la Convencin del primer convoy de cuadros amencos procedente de Amberes, Lovaina, Lieja15. En el fondo, los pillajes del Directorio (y luego del Consulado y del Imperio) no fueron sino la consolidacin y sistematizacin de una prctica y una doctrina ensayadas en tiempos de la Convencin: el expolio de los pases conquistados entendido y proclamado como una autntica y necesaria repatriacin de las obras de arte de la huma-nidad. Como imprecaba el abate Gregorio, les chefs-duvre des rpubliques grecques doivent-ils dcorer le pays des esclaves? La R-publique franaise devrait tre leur dernier domicile 16.

    La postura de Miranda en la polmica nos la revela el propio Quatremre en forma de cita en el arranque mismo de la primera carta: el espritu de conquista en una repblica es enteramente sub-versivo del espritu de libertad (27), declaracin de principios sobre la que el general ya haba apuntado algn que otro argumento en un libelo, publicado en el verano de 1795, Sur la situation actuelle de la France et sur les remedes convenables a ses maux: La gloire des con-qutes nest pas digne dune Rpublique fonde sur le respect d aux droits de lhomme, et aux sublimes maximes de la philosophie. Les Csar, les Alexandre et leurs semblables, y seroient des citoyens dan-geraux 17. De Quincy no poda estar ms de acuerdo: Quin ignora que este derecho [de conquista] absurdo y monstruoso se apoyaba, en el cdigo pblico de Roma, en la misma base que la esclavitud? (30). Al n y al cabo, como ha sealado . Pommier18 los dos amigos compartan la misma nocin de libertad: la libertad librale de la primera fase de la Revolucin, la de la Declaracin de 1789 y la Constitucin de 1791, frente a la libertad conqurante, imperialiste, totalitaire surgida de la radicalizacin del rgimen en agosto de 1792 y en la que se sustentaba la poltica perversa de la repatriacin.

    A la tesis o cial del patrimonio de la libertad, Quatremre opo-ne un patrimonio cultural al que denomina la repblica de las ar-tes y las ciencias: una identidad de instruccin y de conocimientos, una igualdad de gustos, de saber y de industria libre de toda clase de espritu de partido o de nacin; una propiedad comn basada

    15 Pommier, La Rvolution, p. 27. 16 Cf. ib, p. 26-7, y Lart de la libert, espec. p. 209-246, para un anlisis pormeno-

    rizado de la emergencia y cristalizacin de este discurso durante el ao ii.17 Archivo del general Miranda, Caracas, 1933, xiv, p. 387-401 (394).18 La Rvolution, p. 32.

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    cartas a mir anda

    en un inters general y recproco del todo respecto a cada parte, como de cada parte respecto al todo; es el verdadero inters pbli-co, el de la civilizacin, del perfeccionamiento de los recursos de felicidad y de satisfaccin, del avance y de los progresos de la ins-truccin y de la razn, del mejoramiento, en de nitiva, de la especie humana (28-9). En esta repblica en que las riquezas de la ciencia y de las artes slo lo son porque pertenecen a todo el universo (60), a la repatriacin se la llama por sus verdaderos e in nitos nombres:

    expolio, expatriacin, destierro, despojo, destruccin.En el breve curso de la primera carta, nica dedicada a la parte

    moral y poltica del tema que me propuso (31), Quatremre asienta el cimiento ms slido de su doctrina. Frente a la apropiacin ideo-lgica del patrimonio, la reivindicacin de una concepcin cultural del mismo basada en el saber como testimonio e instrumento de civilizacin y modelada en una dimensin supranacional del inte-rs colectivo que supera con creces lorgueil de un F. Puthod de Maisonrouge, en 1790 de voir un patrimoine de famille devenir un patrimoine national, es decir, propiedad de una comunidad po-ltica y no cultural, el Estado19. El universalismo de la repblica de Quatremre contaba a la sazn con escasos enunciados (entre los primeros, seguramente, una nota de Leibniz a su amigo Morhof en 1690: hoc pretiosissimum humanis generis patrimonium quod in mentis opibus consistit 20) y, a pesar del patrimoine de tout le mon-de del ministro Guizot o del patrimoine de lunivers de Chaute-briand21, no llegara, en el fondo, a concretarse en ninguna entidad con empaque internacional hasta la cristalizacin del patrimonio de la humanidad abanderado por la unesco tras los desastres de la II Guerra Mundial. No importa qu pas sea el depositario de las riquezas de la ciencia y de las artes; slo es el custodio de mi

    19 Cf. Pommier, Lart de la libert, p. 45, y A. Hritier, Gense de la notion juridique de patrimoine culturel 1750-1816, Pars, 2003, p. 30.

    20 Este preciossimo patrimonio del gnero humano que consiste en las riquezas del espritu (F. Waquet, Le savoir comme patrimoine du genre humaine, en D. J. Grange y D. Poulot (dirs.), Lesprit des lieux. Le patrimoine et la cit, Gre-noble, 1997, p. 37-45).

    21 Cf. A. Desvalles, De la notion prive dhritage matriel au concept univer-sel et extensif de patrimoine: retour sur lhistoire et sur quelques ambiguts smantiques, en M. Cardin (dir.), Mdias et patrimoine. Le rle et l in uence des mdias dans la production dune mmoire collective, Qubec, 2003, p. 19-35 (24), accesible en .

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    introduccin

    museo y slo merecera ser despojado si las ocultase, si abusase de ellas, si las dejase deteriorarse: si no, conviene pagarle para que las cuide (60)22.

    Ah es nada. Y se trata tan slo del anverso de la doctrina qua-tremeriana. En el reverso, su conocida teora del contexto. Que las artes y las ciencias [pertenezcan] a toda Europa, y ya no [sean] la pro-piedad exclusiva de una nacin (28), no signi ca que cada pueblo no tenga las colecciones y monumentos de su pas, lugar o ciudad como su propiedad ms nacional, la ms sagrada, la ms inviolable de todas (35). En perspectiva, la constatacin de la doble naturaleza (pertenencia y fruicin) de los bienes culturales, de tan lenta como difcil de nicin jurdica. Pero de Quincy no nos habla como jurista, sino como erudito y artista (48), en philosophe en de nitiva: dividir es destruir (39). La sustraccin a su pas natal de los modelos de la Antigedad comportara la privacin de todos los trminos de comparacin que los explican y realzan su valor (29). En el merca-do, supeditados a los clculos parciales de la balanza comercial,

    los monumentos de la instruccin de los pueblos se transformarn en objetos comerciales, y las obras maestras del buen gusto y del genio, en impuestos indirectos sobre la curiosidad extranjera (68),

    diamantes de los que slo se estima el precio de su cotizacin (59). Y desterradas en un museo bajo cielos extranjeros (51), el impacto de su belleza se ver debilitado, la fuerza de sus lecciones, decada, y el efecto del calor que comunican al genio de los artistas, entera-mente apagado (49). Quatremre desarrollar este punto con mayor detalle en sus Considrations morals sur la destination des ouvrages de l art de 1815: fuera de su contexto original, alejadas del propsito y lugar espec cos para el que fueron realizadas, las obras de arte se convierten en corps presque toujours sans me, simulacres vides, privs daction, de sentiment et de vie. A los museos, ces dpts appels Conservatoires, se podr transportar la matire, pero ni mucho menos ce cortge de sensations tendres, profondes, mlan-coliques, sublimes ou touchantes, qui les environnait en su medio,

    22 Palabras en verdad avant la lettre de nociones tan recientes como el patrimo-nio cultural es un recurso comn de la humanidad, y su conservacin, una responsabilidad compartida, que slo han conseguido imponerse en la segun-da mitad del siglo xx (cf. L. Monreal Agust, Estrategias internacionales para la conservacin del patrimonio cultural, 1945-1995, discurso de ingreso en la Reial Acadmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi, Barcelona, 1996, p. 11).

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    cartas a mir anda

    material e inmaterial diramos hoy, de origen23. Al enfoque universal se suma ahora una visin del patrimonio eminentemente integral. Para Quatremre, no hay ms museo que la propia Italia, y sobre todo Roma: El verdadero museo de Roma, aquel del que yo hablo, se compone, verdad es, de estatuas, de colosos, de templos (), de frescos, de bajorrelieves, de inscripciones (), pero se com-pone igualmente de lugares, de sitios, de montaas, de canteras, de vas antiguas, de las posiciones respectivas de las ciudades en ruinas, de vnculos geogr cos, de relaciones de todos los objetos entre s, de recuerdos, de tradiciones locales, de costumbres todava vigentes, de analogas y de comparaciones que slo se pueden hacer en el pro-pio pas (41-2)24.

    El efecto ms activo de estos monumentos sobre los que los estu-dian resulta precisamente de su reunin, en la medida en que slo juzgamos por relacin y por comparacin (48). En la base de todo el pensamiento de Quatremre encontramos su profunda conciencia histrica y el convencimiento de que, en la piedra angular del cono-cimiento histrico, la andadura de la analoga (45), que ha colocado

    el espritu de observacin por delante del espritu de sistema (41), est la clave del progreso. Por eso todo proyecto de disgregacin del museo de Roma es un atentado contra la ciencia (43) y supondra la muerte de todos los conocimientos, cuyo principio es la unidad (39). De la misma manera que una poda inoportuna hace morir un rbol, la extraccin imprudente de los modelos de la Antigedad de su tallo natural secara esta savia que la cultura moderna de Roma manda a todas las ramas de la Europa culta (45). En una estatua en la que el artista admira el genio que dio vida a la materia, el sabio descubre un monumento astronmico, o la resolucin de un aspecto dudoso de historia y de cronologa, o nuevas inducciones para la ciencia, o comparaciones cuya analoga desemboca en una verdad hasta entonces desconocida (37). Esta con uencia de intereses, de la que la losofa espera los mayores refuerzos (45), no se debe al mrito artstico de las obras sobre las que recae, sino aux croyances qui leur avaient donn ltre, aux ides avec lesquelles ils taient en

    23 Considrations, p. 27 y 47-8. 24 Esta sola idea basta para entender por qu la octava edicin de los prestigiosos

    Entretiens du Patrimoine, dedicada al patrimonio in situ, se abri bajo la gida de Quatremre: Patrimoine, temps, espace. Patrimonine en place, patrimoine de-plac (Actes des Entretiens du Patrimoine), Pars, 1997, p. 7-9.

  • xv

    introduccin

    rapport, aux accessoires qui les expliquaient, la liason des penses, qui leur donnait de lensamble. En el museo, qui fera connatre notre esprit ce que signi ent ces statues, dont les attitudes nont plus dobjet, dont les expressions ne sont que des grimaces, dont les accessoires sont devenus des nigmes?. Trasladar los monumentos,

    en recueillir ainsi les fragments dcomposs, en classer mthodi-quement les dbris, et faire dune telle runion un cours pratique de chronologie moderne no signi ca ya tuer lArt pour en faire lhistoire, sino en faire () lpitaphe 25. No hace falta que recuer-de la larga progenie de apreciaciones por el estilo que la museologa conocer a partir de este momento. Cada una tiene asimismo su contexto, y la de Quatremre conviene apreciarla desde el suyo: ese momento crtico del que hablaba al comenzar estas pginas, con el arte tambalendose, como dira A. Riegl26, entre los monumentos intencionados y los monumentos no intencionados, en una deri-va vertiginosa hacia una patrimonializacin de rasgos an borrosos observada por un hombre que luchaba por conservar la utilidad del arte, su funcin rememorativa, mediante su valoracin histrica.

    II.

    Me indica, amigo mo, que la discusin sobre el tema de nuestra correspondencia empieza a trascender en la opinin pblica y los peridicos (67). Las contra-revolucionarias tesis de Quatremre calentaron, en efecto, la prensa parisina antes incluso de la publi-cacin de las Cartas (seguramente por difundirse clandestinamente a medida que se escriban)27 y al mes de salir impresas mediante la elevacin al Directorio de una peticin rmada por el propio de Quincy y una comitiva de cuarenta y nueve artistas con nombres tan prestigiosos como David en apoyo de sus tesis, por amor a las artes y con el deseo de conservar sus obras maestras para la admiracin de todos los pueblos y un inters comn a esta gran familia de artistas extendida por todas las partes del globo (79), a la que el Directorio replic unas semanas ms tarde dando a conocer en la prensa o cial una contra-peticin avalada por treinta y sie-

    25 Considrations, p. 48.26 El culto moderno a los monumentos (1903), Madrid, 1987, p. 23-43.27 Cf. Pommier, La Rvolution, p. 48-56.

  • xvi

    cartas a mir anda

    te signatarios entre los cuales, Alexandre Lenoir, alma mater del efmero Muse des Monuments Franais, que Quatremre obligara a cerrar en 1816 y apostando, obviamente, por trasladar de Italia a Francia todo lo que pueda engrandecer la imaginacin, ad exem-plum de aquellos romanos, antao toscos que lograron civilizar su nacin transplantando en su tierra aquellas producciones de la ven-cida Grecia, y para mayor honra y gloria del nombre francs (81).

    La batalla estaba, ciertamente, perdida, y Quatremre lo saba: es un poco tarde; se termina por donde se debera de haber empeza-do, con esa en su ltima carta, an reconociendo que ya es mucho para una verdad el hecho de encontrar defensores y de no perecer sin haber tenido el honor del combate (67). La celebracin triunfal, el 27 y 28 de julio de 1798, con de Quincy exiliado en Holstein (Ale-mania), de la llegada a Pars de los monumentos de las artes y las ciencias con scados por las tropas francesas en Roma y Venecia fue la ms grandilocuente con rmacin de la victoria de la poltica de la repatriacin (La Grce les cda, Rome les a perdus. / Leur sort changea deux fois; il ne changera plus, rezaba uno de los estandar-tes de la esta28) y la cabeza ms ostentosa de una larga procesin de conquistas destinadas a satisfacer el sueo patritico del Muse Napolon, prolongement quasi monstrueux, la mesure du passa-ge de la grand Nation au grand Empire, del museo universal del Louvre voulu et ralis desde 1803 por Dominique-Vivant Denon, el mismo Denon, as es, que pocos aos antes haba rmado la peti-cin favorable a Quatremre29.

    Pero a pesar de perder la batalla, se ha dicho que de Quincy aca-b, a la postre, ganando la guerra30, y en parte es cierto. La razn no escapa a nadie: entre julio y octubre de 1815, tras la derrota de Napo-len en Waterloo, la mayor parte de los bienes expoliados durante las dcadas precedentes fueran efectivamente restituidos a sus pases de origen, repatriacin en masa a la sazn indita en la historia de

    28 Cf. D. Mackay Quynn, Th a Art Con scations of the Napoleonic Wars, Th e American Historical Review, L/3 (1945), p. 437-460 (438).

    29 Las citas vienen de . Pommier, R exions sur le problme des restitutions doeuvres dart en 1814-1815, en M.-A. Dupuy (dir.), Dominique-Vivant Denon. Loeil de Napolon. Paris, Muse du Louvre, 20 octobre 1999 - 17 janvier 2000 (ca-tlogo de exposicin), Pars, 1999, p. 254-7 (255).

    30 Pinelli, Storia dellarte, p. 22.

  • xvii

    introduccin

    Europa31 y en la que es difcil negar alguna forma de in ujo del pamphlet quatremriano, cuando menos a nivel de sensibilizacin y como soporte argumental de las reclamaciones de ciertos estados, especialmente en Italia y Alemania. No en balde, la primera y tem-pransima traduccin de la peticin de los cincuenta y de todas las Cartas excepto la sptima fue la alemana, aparecida en la revista Minerva entre septiembre y noviembre de 179632; y las dos primeras reediciones de la edicin francesa original se publicaron en Roma (la segunda tambin en Pars) por iniciativa del clebre Antonio Ca-nova, buen amigo de Quatremre, y en dos fechas tan signi cativas como 1803 y 1815. 1803, esto es, unos meses despus de la promul-gacin (el 2 de octubre de 1802) del chirografo Chiaramonti del papa Po VII (edicto de amplio rango sobre la Conservazione dei monu-menti e della Produzioni delle Belle Arti en el Estado Ponti cio, fundado sobre la prohibicin de la exportacin y en el que se perci-be con claridad la huella del opsculo de Quatremre)33, y tambin unos meses despus de la primera visita de Canova a Napolen (en otoo de 1802), ocasin que el Ispettore Generale delle Antichit e delle Belle Arti dello Stato della Chiesa aprovech para demostrar al Primer Cnsul che il suo rammarico per la spoliazione era condiviso da uneminente personalit francese e trascendeva quindi lorgoglio na-zionalistico 34. Y 1815, por supuesto, con el escultor italiano de nuevo en Pars al frente de la delegacin ponti cia encargada de negociar

    31 Cf. una buena sntesis del episodio, con bibliografa, en X. Perrot, De la resti-tution internationale des biens culturels aux XIXe et XXe sicles: vers une autonomie juridique, tesis doctoral, Universidad de Limoges, 2005, i, p. 28-38 (accesible en ), adems de la precisa narracin de la agona del Louvre por D.-V. Denon, Prcis de ce qui sest pass au Muse royal depuis lentre des allis Paris, en M.-A. Du-puy, I. Le Masne de Chermont y E. Williamson (eds.), Vivant Denon, directeur des muses sous le Consulat et l Empire. Correspondance (1802-1815), Paris, 1999, ii, nms. 3476-3561 (ahora en ).

    32 E. Pommier, Post-scriptum de la deuxime dition (1996) de las Lettres Miranda, p. 68.

    33 Cf. Pinelli, Storia dellArte, espec. p. 15, 24-5, y la reproduccin del edicto en las p. 171-202. Para ms detalles, O. Rossi Pinelli, Carlo Fea e il chirografo del 1802: cronaca, guidiziaria e non, delle prime battaglie per le tutela delle Belle Arti, Ricerche di storia dell arte, 8 (1979), p. 27-41, y Ronald R. Ridley, Th e Popes Archaeologist: the Life and Times of Carlo Fea, Roma, 2000.

    34 Pinelli, Storia dellarte, p. 28.

  • xviii

    cartas a mir anda

    el retorno de las obras de arte sustradas en Italia y tratndose de ganar el favor de los hombres de estado ms decididos a castigar a Francia por sus pecados y a entender la ncessit de laisser les u-vres de chaque cole sous le ciel qui les avait vues natre, como lord Castelreagh y el general Wellington35.

    La naturaleza y calibre de la in uencia de Quatremre en la Eu-ropa de su tiempo es un tema que convendra estudiar. Los testimo-nios que acabo de aducir relativos a Italia y Alemania no son nicos. En Francia, el eco de sus teoras reverbera, entre otros, en la Lettre sur la sculpture destine orner les temples consacrs au culte catholique, particulirement aux tombeaux (Pars, 1802) y la Opinion sur les mu-ses, o se trouvent retenus tous les objects darts qui sont la propit des temples consacrs la religion catholique (Pars, 1803), ambos del es-cultor Luois-Pierre Deseine, donde critica la museografa de Lenoir y pide la devolucin del arte sagrado a las iglesias 36. En Inglaterra, las Considrations de 1815, eje de su campaa contra los museos y contra Lenoir 37, se tradujeron muy pronto (Londres, 1821) y quiz ya antes encontremos algo de su doctrina en libelos del tipo A Journal of the Most Remarkable Occurrences that Took Place in Rome upon the Subversion of the Ecclesiastical Government, in 1798 (Londres, 1799), a propsito del saqueo de los palacios del Vaticano y el Quirinale, del escritor miscelneo Richard Duppa (autor, como Quatremre, de una vida de Miguel ngel). Incluso se ha sugerido que las Cartas a Miranda pudieron inspirar la orden, pronunciada el 21 de abril de 1813 por el tribunal del Almirantazgo de Halifax, de restituir a la Academia de Bellas Artes de Filadel a, a la que iban destinados, los cuadros y grabados italianos capturados por los ingleses a un navo americano, al considerarlos not as peculium of this or that nation, but as the property of mankind at large, and as belonging to the common interests of the whole species, primera decisin judicial conocida en que the arts and sciences are admitted amongst all

    35 Cf. Pinelli, Storia dellarte, p. 30, y D. Poulot, Une histoire des muses de France. XVIIIe-XXe sicle, Pars, 2005, p. 77. La cita, tan quatremriana, viene de una peticin de intercesin por las artes dirigida a los polticos britnicos en 1815 por treinta y nueve artistas establecidos en Roma (cf. Perrot, De la restitu-tion, i, p. 170).

    36 Cf. G. Bresc-Bautier, La dispersion des collections du muse des Monuments franais, des glises la galerie dAngoulme, en Patrimoine, temps, espace..., p. 123-142 (124-5), y Perrot, De la restitution..., p. 159, n. 445.

    37 Cf. Schneider, Quatremre de Quincy..., p. 179-194.

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    introduccin

    civilized nations, as forming an exception to the severe rights of warfare, and as entitled to favour and protection 38.

    Ms difcil ser encontrar alguna pista de Quatremre en Espaa. Quiz lleg a leerlo Mariano Lus de Urquijo, gran admirador de la cultura francesa, traductor de Voltaire39 y promotor de la Real Cdula de 1803 sobre el modo de recoger y conservar los monumen-tos antiguos descubiertos o que se descubran en el Reyno 40, que no deja de ser una respuesta indirecta a las crticas lanzadas por de Quincy tambin a nuestro pas: Por qu Espaa no recupera sus antigedades? Por qu no resucita las ciudades de Segovia, de Sa-gunto, de Norba Cesarea? Por qu no busca en esas ruinas lo que se encuentra en todos los sitios dnde se extendi el dominio romano? (37), aunque como medida legislativa parece claramente inspirada en las Instructions francesas del periodo revolucionario. Tampoco sabra decir hasta qu punto, entre la in nidad de proclamas, exhortacio-nes, alarmas, pastorales, sermones, diarios, noticias, historias, avisos, relaciones, mani estos, apologas, observaciones, crticas, stiras (...) que han salido a la luz con motivo de la presente guerra entre Es-paa y Francia de cuya profusin da cuenta la famosa Coleccin documental del fraile 41, podra encontrarse algn papel anti-na-polenico en que el tema de la alienacin del patrimonio nacional reciba algo ms que el tratamiento marginal o escasamente cultural (en bene cio de un discurso ideolgico o de un patriotismo exacer-bado) que se observa en los pocos casos exhumados42. La elocuen-cia satrica de un Antonio de Capmany (que fue el encargado, por cierto, de tramitar el o cio de Urquijo proponiendo la invencin de un medio a propsito para conservar los descubrimientos hechos

    38 J. H. Merryman, Cultural Property Internationalism, International Journal of Cultural Property, 12 (2005), p. 11-39 (16), que puede consultarse en .

    39 Cf. M. V. Lpez Cordn Cortezo, Un voltarien espagnol la n du xviiie sicle: Mariano Luis de Urquijo, en Voltaire et ses combats: actes du congrs in-ternational, Oxford, 1997, p. 1251-1261.

    40 J. M. Allende, II Centenario de la Real Cdula de 1803. La Real Academia de la Historia y el inicio de la legislacin sobre el Patrimonio Arqueolgico y Monumental en Espaa , Boletn de la Real Academia de la Historia, 200/3 (2003), p. 439-473.

    41 Madrid, 1947-1950, 4 vols.42 Cf. P. Gal, La naissance des muses dart en Espagne (XVIIIe-XIXe sicles), Madrid,

    2005, p. 114-5 y 211.

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    cartas a mir anda

    o que se hicieses de antigedades y dems restos del aprecio de las gentes cultas) 43 arremeti contra el espritu de rapacidad y la tc-tica vandlica del francs con una furia y una fraseologa cercana a Quatremre, pero que a la altura de 1808 era ya tpica y recurso comn en toda Europa: Napolen roba a lo Verres, y sus soldados a lo alano. As han enriquecido su gran museo de Pars, formado casi todo de monumentos y preciosidades de los gabinetes de Europa y despojos de las ciudades y cortes que tuvieron la desgracia de reci-bir tal husped, convirtiendo en almacn general de las rapias, centro del despotismo y albaar de todos los vicios y escndalos del Imperio francs lo que antes fue (...) el emporio de las ciencias y las letras, Pars44.

    Mayor inters tiene el breve y curioso folleto publicado al tiempo en Madrid y Valencia en 1808 que nos ha parecido oportuno recupe-rar a modo de Anexo en este volumen. Lleva por ttulo Inventario de los robos hechos por los franceses en los pases que han invadido sus ejrcitos y su annimo editor dice haberlo traducido de un papel ingls titulado Cartas de Alfredo (85), una de las cuales sera el propio escrito, al que el traductor ha aadido un corto proemio a modo de proclama, tres notas a pie de pgina y una nal en que nos asegura que la carta que hemos traducido de Alfredo se ha tenido por verdica e imparcial cuando se public en Londres (97). El original no puede ser otro que el siguiente opsculo, localizado en la Biblioteca Britnica y de autor disimulado bajo las siglas G. H.: Alfreds Letters. An Essay on the Constitution of England, and an Appeal to the People, with Letters on the Subject of Invasions, etc., Wellington & Iron Bridge, 180445. En el extracto espaol se menciona el libelo de Mr. Duppa antes citado, y, aunque nada tiene que pueda relacionarse directamente con Quatremre, es el escrito ms vivo y nutrido que conozco de la difusin en Espaa de la imagen de Bonaparte y sus satlites (87) como vndalos modernos (89), amn de precioso testimonio de la poderosa intervencin en nuestro pas de la propaganda inglesa contra Napolen46. Distribuido al comienzo de la guerra de la Inde-

    43 Allende, II Centenario..., p. 447 y 463, doc. nm. 1.44 Centinela contra franceses, Madrid, 1808, que cito por la ed. de F. Etienvre, Lon-

    dres, 1988, p. 147-8.45 Non vidimus. Debo la referencia a mi buen y britnico amigo M. O.46 Sobre este ltimo punto, cf. R. Solano Rodrguez, La in uencia de la Guerra

    de la Independencia en Prusia a travs de la prensa y la propaganda: la forjadura

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    introduccin

    pendencia, el pan eto advierte del saqueo que se avecina sobre el pas, da un largo elenco de la rapia pblica y los robos particulares que han sido caractersticos de este monstruo y de sus compaeros viles bandidos (96) botn en Verona, Padua y Venecia... parte de los tesoros de S. Marcos... bronces, estatuas, pinturas, etc... botn del Vaticano, tesoros, joyas, diamantes... (92) y nos recuerda que en todas las expediciones de la Francia (...) han seguido a sus ejrci-tos constantemente numerosos cuerpos de gentes (...), una legin de estos avarientos y pudientes tra cantes (...) prontos a comprar a un precio bajo cualquiera cosa que l y sus harpas podan agarrar en las casas que despojaban, corredores y marchantes de cuyas actuacio-nes tenemos fehaciente constancia (Lebrun, Quilliet, los agentes del mariscal Soult...)47, lo mismo que nuestro annimo agitador, cuando se apresura a anotar al respecto que tambin el seor Laforet se ha mezclado en tan infame monopolio (95). Curiosamente, Galds evoca el pan eto en el gracioso episodio de Napolen, en Chamartn en que la condesa Amaranta comenta con el padre Castillo las l-timas obras que le ha enviado su librero: Vea usted. Para hacer una pintura de las calamidades ocasionadas por la guerra no era preciso que el autor de este papel lo intitulara Inventario de los robos hechos por los franceses en los pases donde han invadido sus ejrcitos, apunta su Grande-za, a lo que su Reverencia responde: Seora, convengo en que al autor se le ha ido un tanto la mano en la forma (...); pero, por lo poco que de este libro he ledo, me parece que dice verdades como un puo 48.

    Ni el tono hostil ni el aire de proclama del impreso dicen nada con las Cartas a Miranda porque nos las habemos con dos tipos de textos diametralmente opuestos, a pesar de coincidir en gnero y temtica: el espaol es un mani esto poltico; el francs, cultural. Quiz sea una manera algo simplona de diferenciarlos, pero me sir-ve para precisar por qu deca pginas atrs que Quatremre, con las

    de una imagen sobre Espaa (1808-1815), tesis doctoral, Universidad Compluten-se, Madrid, 1998, p. 274-9 de la edicin digital .

    47 Cf., por ejemplo, M. D. Antigedad del Castillo-Olivares, Jos Bonaparte y el patrimonio artstico de los conventos madrileos, tesis doctoral, Madrid, Uni-versidad Complutense, 1987, espec. p. 285-7, y M. S. Garca Felguera, Viajeros, eruditos y artistas: los europeos ante la pintura espaola del Siglo de Oro, Madrid, 1991, p. 44-67.

    48 Manejo la ed. de D. Troncoso y R. Varela, Benito Prez Galds. Episodios Na-cionales. primera serie. La guerra de la independencia, Barcelona, 2005, p. 538-9.

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    cartas a mir anda

    repatriaciones, gan la guerra tan slo parcialmente. Pues a ciencia cierta que encontr defensores como l mismo apreciaba, des-pert conciencias, levant nimos y legitim reclamas, pero no hay que olvidar que las restituciones de 1815 se llevaron a cabo de todas todas por la va diplomtica, en el restringido marco de la estra-tegia poltica internacional y, por consiguiente, de una valoracin del patrimonio sustancialmente ideolgica que predomin ven-ci, me atrevera a decir sobre cualquier consideracin de orden histrico y hasta jurdico49, en detrimento, qu duda cabe, del noble proyecto de una repblica de las artes y las ciencias creadora de

    civilizacin. La importancia del opsculo de Quatremre radica en la trascendencia de su doctrina, ms all de la stretta vicenda della spoliazione e della restituzione 50, pero una trascendencia que fue

    y sigue siendo fundamentalmente cultural, siempre ms activa en el universo de las letras que en la patria de la poltica. La gran vir-tud de las Cartas no es slo que adelanten una teora del patrimonio que es la nuestra, sino que avanzan asimismo una de las razones ms comunes de la di cultad de su realizacin en la prctica: el con icto, a menudo insalvable, entre la cultura y la poltica.

    Se ha dicho, y se cree generalmente en los pases ms adelantados comentar Mariano Jos de Larra desde Pars en 1835, quin sabe si con las Cartas a Miranda recin impresas en la memoria, que la civilizacin extremada no es favorable a las artes, y que conforme van adelantando los pueblos modernos en intereses positivos, van desapareciendo los grandes artistas. Esta idea nos llevara a un ar-tculo demasiadamente largo, ora tratsemos de combatirla, ora de apoyarla; pero lo que s diremos es que si fuera posible que se diese un pueblo que reuniese al conocimiento de sus derechos polticos, a su libertad, a sus intereses materiales, en una palabra, a las ventajas aritmticas de la civilizacin, el encanto y las ilusiones, la poesa de un pueblo primitivo, y su aprecio y proteccin a las artes, ste sera,

    49 Perrot, De la restitution.., i, p. 35-8. Cf. adems B. Savoy, Le naufrage de toute une poque. Regards allemands sur les restitutions de 1814-1815, Dominique-Vi-vant Denon..., p. 258-267, donde se muestra le passage dun discours cosmo-polite et clair sur lart et les muses, tel quil a domin la seconde moiti du xviiie sicle, un discours de nature patriotique et politique como el de las estas celebradas en ocasin de la llegada de los tesoros reconquis o el de la posterior historiografa alemana relativa a las restituciones.

    50 Pinelli, Storia dellArte..., p. 23.

  • xxiii

    introduccin

    a nuestro entender, el bello ideal de la sociedad. A esto aadire-mos que si la civilizacin extremada no crea por lo regular las artes ni los grandes artistas, al menos sabe apreciar lo que posee y debe ser eminentemente conservadora 51. Larra lanza el artculo contra el gobierno de Toreno por creerlo incapaz de entender la importancia de los tesoros artsticos para la sociedad espaola (nacidos entre ellos, y habituados a su atmsfera, necesitamos muchas veces que la envidia de un extranjero nos abra los ojos acerca de su verdade-ro valor) e impedir as su expatriacin, mxime cuando sabemos positivamente que un establecimiento literario, en Pars, trata de enviar a nuestro suelo, con anuencia y proteccin de su Gobierno, comisionados encargados de disear o de comprar a cualquier cos-ta cuanto puedan encontrar en punto a cuadros y manuscritos, etc., etc. 52, limpia alusin al barn de Taylor y a Adrien Dauzats, con-tertulios habituales del prosista madrileo en su residencia parisina, a quienes el rey Luis Felipe haba encargado que viajaran a Espaa a adquirir cuadros para Francia53. La misin se haba llevado con el mayor sigilo en 1827 y el Museo Luis Felipe abri sus puertas en enero de 1837 para volverlas a cerrar sin dejar rastro diez aos des-pus 54. Larra regres a Espaa sin reconocer en Francia el bello ideal de la sociedad que andaba buscando. Quatremre segua, no obstante, luchando por construirlo o recuperarlo: la cuarta edicin de las Cartas, junto a las enviadas a Canova en 1818 sobre los mr-moles del Partenn 55, dan fe de ello, a pesar del duro golpe que para l signi c la insurreccin de 1830. Ds ce moment jusquen 1839 sa puissance de rcrimination sexcerce contre le rgime, les hommes, les doctrines et les uvres 56.

    51 Conventos espaoles. Tesoros artsticos encerrados en ellos, Revista-Men-sajero, 3 de agosto de 1835, que leo en la ed. de A. Prez Vidal, Mariano Jos de Larra. Artculos, Barcelona, 1989, p. 764-8.

    52 Ib., p. 765 y 767.53 Cf. A. Rumeau, Mariano Jos de Larra et le baron de Tylor. Le Voyage pitto-

    resque en Espagne, en Revue de Littrature Compare, xvi (1936), p. 600-612, y L. Lorenzo Rivero, Larra y sus opiniones de Francia, en Lus F. Daz Larios y E. Miralles (eds.), Del Romanticismo al Realismo (Actas del I Coloquio de la Sociedad de Literatura Espaola del Siglo XIX), Barcelona, 1998, p. 51-58.

    54 Garca Felguera, Viajeros, eruditos..., p. 87.55 Lettres sur l enlvement des ouvrages de l art antique Athhnes et Rome, Pars,

    1836.56 Schneider, Quatremre de Quincy..., p. 15.