carolina cuesta - discutir sentidos. la lectura literaria en la escuela

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C ROLIN

CUEST

iscutir sentidos

a

lectura literaria en l escuela

libros del

orzal

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Cuesta, Carolina

Discutir sentidos : la lectura literaria en la escuela

- 1a ed. - Buenos Aires : Libros del Zorzal. 2006

112 p

 ;

21x14 cm. Formación docente. Lengua)

ISBN 987-599-019-1

1. Educación. 2. Formación Dcente. l. Título

CDD371 .1

DISEÑO

· FLUXUS

CORRECCIÓN · EDUARDO RINESI

Libros del Zorzal, 2006

Buenos Aires, Argentina

ISBN 1 O 987-599-019-1

ISBN-13 978-987-599-019-7

Libros del Zorzal

Printed

in Argentina

Hecho el depósito

que

previene la ley 11.723

Para sugerencias o

comentarios

acerca

del contenido de

iscutir sentidos escríbanos a:

info@delzorzal com ar

www delzorza com .ar

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N DICE

l.

A modo

de

introducción:

la

literatura y

los lectores

en

el

medio de

la

comprensión lectora y del placer de la

lectura

.

.. 11

2.

Primer

acercamiento a la lectura como prác tica sociocultu-

ral: los modos

de

leer

literatura en

el

aula

. . .

 

29

2.1. Cambiar las preguntas sobre los lectores y la literatura . . 31

2.2. Quiénes son nuestros lectores: en contra

de

los aplica-

cionismos y los reduccionismos .

 

.   .   39

2.3.

Un

caso: el laberinto

de la comprensión

lectora .

 

.

 

43

2.4. Otro caso: las adversidades del placer

de la

lectura

49

3. Segundo

acercamiento: la lectura

como

práctica

socio-

cultural

e histórica .   55

3

l.

:tos

conocimientos

y

los

modos

de

leer literatura

57

'

3.2.

Conocimient os escolares conocimientos culturales co-

nocimientos literarios

en

los modos

de

leer literatura . . 63

3.3.

Los modos

de leer y la construcción del gusto: una re s-

puesta  a la literatura .   .   73

3.4. Otro caso:

Martín

Fierro

y

los modos de leer

la

argenti-

nidad .   .

 

.   79

4 Modos de leer

y

enseñanza de la literatura:

¿de qué

se

trata?

.

 

.   .   . . . .

87

4.1. Los mo

dos

de leer

como

forma de participación en la

cultura escrita . . .   . . .   .   8 9

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1

CAROLINA CUESTA

4 2 El último caso: modos de leer literatura

y

condiciones

de apropiación del conocimiento 92

4 3

ns

ñar literatura desde los modos de leer literatura:

una nueva política del conocimiento en el aula 104

Bibliografía  1 7

1 A

MODO

E

INTRODUCCIÓN

LA

LITERATURA Y LOS LECTORES LLEN EL MEDIO

E LA COMPRENSIÓN LECTORA Y EL

PLACER

E

LA

LECTURA

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'

Encarar un libro para profesores de literatura sobre los pro

blemas que hacen a la relación lectura, literatura y ense

ñanza es por demás complicado. ¿Qué es aquello que

pueda resultarles novedoso sobre esta relación para que se

convierta en un aporte a su labor cotidiana? ¿Qué es lo que

aún puede no estar dicho sobre la lectura en la escuela, y

en particular, sobre la lectura de textos literarios? ¿Hay

algo más que señalar a todo lo que los profesores ya sabe

mos acerca de los vínculos, en principio, poco armoniosos

de nuestros alumnos con la literatura?

Las preguntas seguramente son innumerables y no se

agotan en las anteriores. Pues, lo que sin lugar a dudas

debe ocurrir es que los profesores de literatura necesitemos

compartir dudas e interrogantes, que avancen sobre la lógi

ca de lo que ya está comprobado acerca de la lectura. Y

utilizo tan sólo la lectura'' para comenzar a desentrañar

esta lógica

pues

en las escuelas, en definitiva, existen

concepciones sobre la lectura apoyadas

en

generalizacio

nes que, muchas veces, abonan más a la confusión que a la

claridad-. Sabemos, gracias a los últimos documentos cu

rriculares, varios manuales y la mayoría de los cursos de

capacitación, que

no

todo texto demanda el mismo tipo de

ejercicio lector. Basta con prestar alguna atención a los ma-

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14

CAROLINA CUESTA

teriales curriculares y/o didácticos que se ponen a disposi

ción de los profesores en las escuelas para comprobar este

hecho. Pero si nos distanciamos

por

un momento de estas

orientaciones para los docentes , podremos observar que

en

ellos subyacen algunas concepciones

de

la lectura que se

solidarizan para definirla.

Por un lado, los profesores debemos cumplir con los

objetivos de la comprensión lectora . Así llamaré al con

junto de consideraciones en torno a

la

lectura que, en el

ámbito escolar, def inen a esta práctica como tln despliegtte

de procedimientos , procesos que los alt1mnos deben

efectt1ar a la hora de enfrentarse a un texto. No será éste el

lugar donde explicaré cuáles

son

los orígenes teóricos de

esta concepción sobre

la

lectura, sino que

me

centraré

en

la manera

en

que se

ha

naturalizado entre los profesores,

los directivos, los alt1rnnos, los padres de los alumnos, la

opinión pública

en

general. Y digo la opinión pública

pues reiteradas veces asistimos a la siguiente afirmación

tanto en los medios de comunicación como en una charla

de café: Los chicos no comprenden lo que leen, ése es el

problema . Esta certeza está

en

nosotros

y

en

los profeso

res de las otras áreas también, y así, los docentes de lengua

y literatura debemos hacemos cargo de hallar las solucio

nes a este problema. Pero, cómo: Si no comprenden

una

crónica periodística, los alumnos no pueden comprender

un cuento , cavilamos a la hora de elegir textos y de orga

nizar los contenidos a enseñar. En esta tarea cotidiana,

la

de planificar nuestras clases, tratamos de salir airosos de

l

Para abundar sobre este tema, v

er

Cuesta. C.. Hacia la c

on

stru

cc

ión de

un

a

nueva mira

da

sobre los lectores

y

la

le

ctura

  ,

en

Lulú C

 

uette

n° 1, Buenos

Aire

s

El Hacedor, septiembre de 200 l .

DISCUTIR

S T

IDOS

15

esa disyuntiva intentando trampearla  de alguna manera,

apostando a que podremos enseñar a leer de forma com

prensiva también con'' los textos literarios.

¿De dónde surgen esas certezas?, ¿qué bibliografía de

consumo

en

las escuelas

ha

sentenciado estas leyes'' que,

en tanto tales, no podrían ser discutidas?2Algunos profeso

res pensarán que ésta

no

es la única lógica, concepción,

desde la que se explica la lectt1ra en la escuela, y que la lite

ratura -en el marco

de

esta práctica- es entendida desde su

particularidad. Es decir, como textos que suponen un tipo de

lectura en especial porque están construidos de una manera

especial. ''Los alumnos deben conocer el placer que les brin

dan los textos literarios , decimos muchas veces para recu

perar, de alguna manera, lo que sabemos que es distintivo de

la literatura. Esta lógica y ahora sí, concepción de la lectu

ra que no tendría orígenes teóricos claros emergió como una

respuesta a la enseñanza de la literatura constreñida en la

Historia, para fines de los años '80, y fue capitalizada por

los estudios sobre la comprensión lectora, para caracterizar

la lectura de textos literarios.

En

consecuencia, decimos,

cada lector debe proponerse ciertos objetivos a la hora de

leer determinado tipo de texto: de un texto infonnativo hay

que obtener inforrnación y los datos relevantes que hacen a

su

tema, de un texto literario debemos obtener placer

 3

Pero

2

ver: Bombini, G .

y

Cuesta, C., Lengua

y

literatura:

Campo de la

didáctica

específica y prácticas

de

enseñanza , en: Fioriti ,

Gema

(comp.).

Didácticas

Específicas. Reflexiones

y

aportes para la enseñanza.

Buenos Aires, Miño

y

Dávila-UNSAM, 2006,

pp

. 53-77. Colección Archivos de Didáctica. Serie

Fichas de Investigación.

3

Estamos siguiendo aquí

la cla

sificación tan divulgada

y

conocida en

la

es

cuela proveniente de los trabajos de

la

psicóloga evolutiva española Isabel

Solé. Ver Solé,

1.

,

Estrat  ias de lectura

Barcelona, Univ

er

sitat de Barcelo

na Y Graó, 2000.

Hay

varias ediciones.

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  6 CAROLINA CUESTA

cuando se conversa con los profesores acerca del placer de

la lectura, esta concepción parece aludir a interrogantes

más profundos que hallar una clasificación para explicar

los propósitos específicos que la literatura está deman

dando a la hora de

ser

leída.

En los años '80, el reclamo que abogaba por recuperar

el placer de la lectura, en el caso de los textos literarios, era

más que justo. Así lo interpreto al apoyartne en a trama

de los textos. Problemas de enseñanza de la literatura4 de

Gustavo Bombini para intentar explicar esta co11cepción en

toda su complejidad. En la nueva edición de este trabajo,

fundante en nuestro país para el campo de la didáctica de

la lengua y la literatura, aparece la primera reflexión teóri

ca en tomo a los debates sobre qué sería leer literatura,

además de todos los problemas que hacen a la enseñanza

de la literatura: selección de textos, ampliación del canon

escolar, conocimientos literarios, manuales de literatura,

planificación de la enseñanza, relaciones con la enseñanza

de la lengua, escritura de ficciones y tantos otros. En el

contrapunto entre lo escrito para fines de los años

'80

y en

el 2005, Bombini reconstruye una historia que no puede

soslayarse a la hora de repensar la especificidad de la lec

tura literaria.

En

este caso,

me

referiré a la discusión sobre

el placer de la lectura, que buscaba recuperar la dimensión

estética de la literatura subsumida en la información histó

rica,

en

el uso de la literatura como documento histórico y

/

con función didáctico-moralizante. Estas eran las leyes

del usufructo que mecanizaban la enseñanza de la litera

tura , que hacían que varios profesores, representados en la

4

Bombini, G., a trama de los textos. Problemas de la enseñanza de la lite-

ratura

Buenos Aires,

Lugar

Editorial, 2005.

DISCUTIR

SENTIDOS

17

voz de Gustavo Bombini, para esos años '80, alertaran que

algo debía modificarse.

Dice

Bombini:

Desde mi práctica docente

y

ahora desde mi escritura no

hago más que preguntarme

y

repreguntarme cada vez

cómo resolver la difícil negociación entre el placer de

leer

y

escribir

y

la mecanizada práctica de enseñar.

S

Pero

ya

entrados los años '90, aquel prometedor recla

mo, basado en la dimensión estética que las leyes del usu

fructo negaban, en palabras de Bombini:

[

..

] se trata de recuperar esa práctica de lectura posible

que es del orden de la apropiación personal que es del

orden de la relación con el arte

[ .. ] [pues]

No hay man-

dato institucional no hay currículum lo suficientemente

eficaz que nos distraiga de aquella pasión inicial 6

se fue aparejando poco a poco con la preceptiva de la com

prensión lectora. Transitar la dimensión estética de la lite

ratura

en

las aulas suponía un cambio en lo que se consi

deraba leer literatura, pero también,

en

los conocimientos

a enseñar. Y ese cambio, como continúa explicando Bom

bini, ya estaba fijado. Las nuevas teorías lingüísticas co

braron peso para promulgar una nueva ley:

La

literatura es

un discurso social más . Esta ley también tuvo gran acep

tación en la escuela a raíz de otro reclamo de los años '80,

también ligado, seguramente, a la enseñanza de la lengua.

Las obras literarias, dado que en aquellos momentos aún

no se compartía demasiado el término textos , se conce-

 

lbidem

pág. 20

6

lbidem

pág.

21.

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18

CAROLINA CUESTA

bían como el ejemplo de la buena literatura y de la es

critura correcta . El canon escolar, mayormente integrado

por clásicos de la literatt1ra universal, no comprendía al

amplio espectro de producciones literarias. Por ello, los

profesores comenzaron a pregt1ntarse acerca de los víncu

los de los alumnos con estas obras que e ran utilizadas en la

esct1ela, tanto para enseñar sintaxis oracional como para

enseñar literatura, desde una perspectiva básicamente his

tórica. De esta manera, las obras no eran cercanas a los

alumnos; por lo tanto, interesarlos

en

ellas resultaba muy

dificultoso. No era sencillo que pudieran disfrutarlas, y

en

consecuencia, la lectura se convertía, cada vez más, en una

práctica agonizante . Para los alumnos de la nueva escue

la democrática las biografías de los autores no interesaban,

los mensajes depositados en sus obras resultaban extraños,

casi sin sentido, lo mismo que sus temas.

Pero, volviendo a los años 90 y hasta la actualidad,

¿cuáles fueron las resoluciones para estos diagnósticos que

estaban

en

las discusiones de los profesores de los años

'80, registrados y explicados en sentido teórico

en

a

trama de los textos ..

?

Cuál fue, y ahora es, aquel camino

que ya estaba fijado y que abonaría a una simbiosis entre

la concepción de la comprensión lectora y la del placer de

la lectura. Dice Bombini:

Pero ¿cuál fue el lugar de la literatura en este proceso?

Recolocada en una seudodemocracia de los discursos se

dijo: la literatura es un discurso social más , y en la

contundencia de su simplificación

se

barrió de un pluma

zo con esta frase toda la especificidad retórica, todo el

sentido histórico y cultural y toda la dimensión estética y

simbólica de una producción particular en ningún caso

homologable a la lectura de un instructivo para hacer

DISCUTIR

SENTIDOS

19

funcionar

un

lavarropas o a las páginas policiales del

Clarín

de ayer.

7

¿Y cuál es la contracara de la misma moneda? Creo

yo, en palabras de Bombini:

Ahora la literatura es tierra de nadie, no hay un saber

que dé cuenta de ella y que le ponga nombre a sus más

ele1nentales rasgos[ ...] Ya lo he planteado: las llamadas

pedagogías del placer han simplificado hasta un punto

exasperante las consideraciones posibles en relación con

el lugar de la literatura en la escuela y las posibilidades

de su enseñanza.

La

tiranía del placer -diría- niega la

posibilidad de cualquier actividad reflexiva frente a un

texto con el argun2ento de estar ejerciendo el cuidado

-en

última instancia demagógico- de un sujeto lector al que

deja sin herra1nientas válidas para comprendermás y por

ende para construir su propia experiencia de placer. [ .. ]

Entre el discurso crítiao frente al1nanual [en el sent ido de

la cita anterior] y el latiguillo del placer de la lectura se

presentan todos los desafíos.8

Así, y hasta hoy, como se puede observar en la mayo

ría de los manuales escolares, la literatura es presentada

como otro discurso social más st1sceptible de ser estudiada

mediante el circuito de la comt1nicación, las secuencias na

rrativas, la cohesión y la coherencia, los actos de habla, los

sociolectos. Estos contenidos a enseñar son utilizados a la

hora de leer diversidad de textos: una novela y un prospec

to de medicamentos, un cuento y una crónica policial, una

pieza teatral y una entrevista, u ensayo y una nota de opi-

.

nion, un cuento costumbrista

y

una nota de alguna revista

7

lbidenz, pág. 70

8

lbídetn,

págs. 36-38.

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20

CAROLINA

CUEST

destinada a los jóvenes. No estoy sentenciando aquí que

estos discursos no deban estar

en

la escttela, todo lo con

trario, pero sí me pregunto si aquellos debates producidos

entre los profesores para los años 80 encontraron un

mino

en

estas resoluciones a sus reclamos. Esos conteni

dos, provenientes de distintos modelos

_

p e r s p . ~ c t i v a s

güísticas, no han podido atender a esa dimension estetica

de la literatura que hace a su singularidad entre los otros

discursos sociales. Y sabemos, como explicaré más ade

lante, que en gran medida, nuestros cuestionarios para eva

luar la comprensión lectora de los alumnos se basan

en

la

aplicación de estos contenidos: Los alunmos no recono

cen la superestructura narrativa en los cuentos, por ello no

los comprenden , decimos muchas veces.

Por otro lado, la concepción sobre el placer de la lec

tura que inauguraba

en

aquellos debates de los años

80

la

pregunta acerca de qué sería leer literatura, también se fue

diluyendo

en

su oposición al conocimiento literario, aun

que parezca paradójico,

en

una especie de preceptiva. Ese

placer de difícil definición es solicitado a nuestros

a l u ~ o s

como una condición de aceptación de los textos literarios,

previa a su estudio

-antes

de pasar al cuestionario los

alumnos deberán demostramos cómo han disfrutado del

texto con calificaciones pertinentes al

caso-;

o también, es

distribuido

en

los tiempos de la clase:

Primero vamos a leer el cuento

y

ustedes me van a decir

qué les sugiere cuáles son sus sensaciones sus

p a r e ~ e -

res ué

les provoca

les hace .rememorar VLvenczar.

Después vamos a pasar al análisis.

Así, me lo han referido muchos colegas a la hora de

DISCUTIR

SENTIDOS 2

tura más ligada con su estudio, con la aplicación de co

nocimientos literarios en los textos.

¿Cuándo nuestros mismos alumnos nos señalan que

estamos trabajando desde una simbiosis de estas dos con

cepciones sobre la lectura en la escuela?, cuando nos dicen

el cuento que nos hizo leer me gustó porque lo entendí''.

En este comentario estaría el logro: sintetizar todos los

pasos de nuestra planificación, de nuestra clase, pues en el

gusto estaría aquella dimensión estética, y

en

el enten

der , aquello más vinctilado con la comprensión y el cono

cimiento de la literatura. De este modo, alumnos y profe

sores, en la cotidianeidad de las clases de literatura, nos

movemos en un gran campo semántico en torno a la lectu

ra. Leer es comprender y disfrutar, es reconocer y degustar,

es identificar y entender, es analizar, responder, hipotetizar,

inferir e interpretar y opinar, estudiar y vivenciar, saber y

rememorar.

En estos significados otorgados a la lectura, comparti

dos en la escuela y puestos

en

acto en las clases a la hora

de presentar las consignas de trabajo: hipotetizar a partir

del título del cuento 'Continuidad de los parques' de qué se

trata la historia. Luego argumentar si creen que la disfruta

rán o no , y

en

el pedido de aclaración de nuestros alum

nos: qué quiere profesor/a que pongamos [en la hoja para

responder al cuestionario]: ¿lo que entendimos o la opinión

personal? , ¿es lo que vimos la otra clase ... eso de infe

rir? , ambas concepciones se entremezclan para confundir,

mas que para iluminar, qué es leer literatura.

Ya

no impor-

ta si como profesores supimos o pudimos actualizamos

o no, ya no importa tampoco si lo que sucede es que no te

nemos la ductilidad pedagógica, como a veces nos recri-

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20

C ROLIN CU T

destinada a los jóvenes. No estoy sentenciando aquí que

estos discursos no deban estar en la escuela, todo lo con

trario, pero sí me pregunto si aquellos debates producidos

entre los profesores para los años

'80

encontraron un ca

mino en estas resoluciones a sus reclamos. Esos conteni

dos, provenientes de distintos modelos y perspectivas lin

güísticas, no han podido atender a esa dimensión estética

de la literatura que hace a su singularidad entre los otros

discursos sociales. Y sabemos, como explicaré más ade

lante, que en gran medida, nuestros cuestionarios para eva

luar la comprensión lectora de los alumnos se basan en la

aplicación de estos contenidos: Los alumnos no recono

cen la superestructura narrativa en los cuentos, por ello no

los comprenden , decimos muchas veces.

Por otro lado, la concepción sobre el placer de

la

lec

tura que inauguraba en aquellos debates de los años '80

la

pregunta acerca de qué sería leer literatura, también se fue

diluyendo en su oposición al conocimiento literario, aun

que parezca paradójico, en una especie de preceptiva. Ese

placer de difícil defmición es solicitado a nuestros alumnos

como una condición de aceptación de los textos literarios,

previa a su estudio

-antes de pasar al cuestionario los

alumnos deberán demostrarnos cómo han disfrutado del

texto con calificaciones pertinentes al caso-; o también, es

distribuido en los tiempos de la clase:

Primero vamos a leer el cuento ustedes me van a decir

qué

les sugiere cuáles son sus sensaciones sus p r e ~ e -

res  qué les provoca

qué

les hace rememorar vLvenczar

Después vamos a

p s r l

análisis.

Así, me lo han referido muchos colegas a la hora de

contarme cómo concilian el placer de la lectura con la lec-

DISCUTIR SENTIDOS

2

tura más ligada con su estudio, con la aplicación  de co

nocimientos literarios en los textos.

¿Cuándo nuestros misn1os alumnos nos señalan qtle

estamos trabajando desde una simbiosis de estas dos con-

 

cepciones sobre la lectura en la escuela?, cuando nos dicen

el cuento que nos hizo leer me gustó porque lo entendí .

En este comentario estaría el logro: sintetizar todos los

pasos de nuestra planificación, de nuestra clase, pues en el

gusto estaría aquella dimensión estética, y en el enten

der , aqt1ello más vinculado con la comprensión

y

el cono

cimiento de la literatura.

De

este modo, alumnos y profe

sores, en la cotidianeidad de las clases de literatt1ra, nos

movemos en un gran campo semántico en tomo a la lectu

ra. Leer es comprender

y

disfrutar, es reconocer y degustar,

es identificar y entender, es analizar, responder, hipotetizar,

inferir e interpretar y opinar, estudiar y vivenciar, saber y

rememorar.

En

estos significados otorgados a la lectura, comparti

dos en la escuela y puestos en acto en las clases a

la

hora

de presentar las consignas de trabajo: hipotet izar a partir

del título del cuento 'Continuidad de los parques' de qué se

trata la historia. Luego argumentar si creen que

la

disfruta

rán o no , y en el pedido de aclaración de nt1estros alum

nos: qué quiere profesor/a que pongamos [en la hoja para

responder al cuestionario]: ¿lo que entendimos o

la

opinión

personal? , ¿es lo que vimos

la

otra clase. . . eso de infe

rir? , ambas concepciones se entremezclan para confundir,

más que para iluminar, qué es leer literatura. Ya no impor

ta si como profesores supimos o pudimos actualizarnos 

o no, ya no importa tampoco si lo que sucede es que no te-

 

nemas la ductilidad pedagógica, como a veces nos recri-

minan directivos e inspectores, para poner en práctica lo

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22

CAROLINA CUESTA

teóric

o

. Ya a esta altura deberíamos hacerles algunas

concesiones a nuestros altn1mos; a saber, que s hagan

notar que lo que les pedimos que hagan con los textos mu

chas veces resulta, por lo menos, extraño.

Otras tantas veces nos ocurre que, luego de comentar

los textos que ~ disfn1tado nuestros alumnos porque los

han entendido -al decir de ellos-, a la hora de pasar al aná

lisis, en vez de pedimos aclaraciones sobre lo solicitado

responden, pero no como lo esperábamos. Así, si parte de

ese entendimiento se basa

en

ubicar en la clasificación de

narradores, por ejemplo, al naiTador de ese cuento de Cor

tázar, y esta tarea no es realizada por los alumnos de ma

nera correcta, algo parece

no

cerrar . Aquel campo se

mántico qtle define a la lectura de literatura en la escuela de

manera tan imprecisa -eso es un campo semántico: térmi

nos que se asocian por lo que connotan y no por lo que de

notan- se presenta

en

todo su potencial. Si entendieron,

comprendieron el cuento y por eso lo disfrutaron , pensa

mos, entonces ¿por qué no pueden responder a la pregun

ta sobre el narrador? . Si les gustó el cuento,

¿por

qué no

parecen prestar atención a las descripciones del espacio, a

la ambientación? Porque solemos concluir qtle Disfrttta

ron del ct1ento pero no lo comprenden .

En

esta afirmación,

comprender supone tener

y

aplicar conocimientos sobre

la literatura. Y muchas veces ocurre a la inversa: aquellos

alt1rnnos que manifestaron un displacer frente al texto

luego responden correctamente a nuestros cuestionarios.

¿Y si damos de nuevo las cartas en este juego escolar

que siempre hace que todos sus participantes perdamos: los

alt1mnos, la literatura,

su

lectura y nosotros, los profesores?

Santiago Suñer y Victoria Martínez

son

profesores,

porque ya vienen trabajando

en

las escuelas, aunque aún

D ISCUTIR SENTIDOS

23

no estén recibidos oficialmente en el Profesorado en Letras

de la Facultad de Ht1manidades y Ciencias de la Educación

de la Universidad Nacional de La Plata. Muchas de las ma

neras de explicar qué es lo qtte ocutTe con la lectura de

·nuestros alumnos

en

la escuela, con el caso de Continui

dad de los parques , las extraje de la primera propuesta que

realizaron para llevar adelante sus prácticas de enseñanza.

En el marco de esa propuesta, estos jóvenes profesores an

ticipaban cantidad de dificultades que sus posibles alum

nos tendrían con la lectura de una serie de cuentos, apelan

do constantemente a las dificultades con la comprensión

lectora que los adolescentes seguramente tendrían con esos

Ctlentos (dificultades para hipotetizar, inferir, etc.), y las es

trategias que llevarían adelante para que los alumnos dis

frutaran de su lectura. Así, comprensión

y

placer aparecían

de la mano

en la fundamentación de la propuesta, para

luego diferenciarse en los pasos a seguir. Santiago y Victo

ria no habían hecho mal su propuesta de clase, sino que

en ella ponían en evidencia la naturalización de estas con-

 

cepciones a la hora de proyectar lo que sin lugar a dudas

encontrarían en las aulas''.

Santiago

y

Victoria residen

en

la cittdad

de

Azul, pro

vincia de Buenos Aires, y dadas varias complicaciones con

la distancia

y

la posibilidad de asignarles cursos en La

Plata, les propuse que realizaran un taller de lectura de tex

tos literarios con jóvenes. En realidad, aquella propuesta de

clases era para este taller, así que les pedí que suspendie

ran esa manera de explicar las dificultades con las que se

toparían al momento de leer literatura con sus alumnos en

una escuela, propia de las experiencias escolares que ellos

traían en tanto ya docentes, para ahora pensar en lectores

de literatura que leerían ese cuento sin necesidad de hipo-

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24 C ROLIN

CUESTA

tetizar previamente la historia contada, sin inferir todo lo

que está elidido en el cuento, sin abandonar la reflexión en

el caso de que no les hubiera gustado y trayendo a esa

misma reflexión el tipo de preguntas que el fantástico de

Cortázar promueve hacerse. Tomaron el desafío, y tan sólo

con la consigna de leer con los chicos

y

registrar sus co-

mentarios, todo lo que dijeran sin obviar ninguno que por

alguna razón les pareciera poco pertinente, desarrollaron la

siguiente práctica de lectura con Continuidad de los par-

ques . Cito parte del registro:

Empezamos hablan do del cuento HContinuidad de los

parques . Los chicos manifiestan

no

haberlo entendido.

Sin explicarlo, insistimos en que algo se les tiene que

haber ocurrido cuando lo leían. Después de algunos in

tentos

sin mencionar

categorías como marco o secuen

cias en los que preguntamos sobre el lugar en que ocu

rre o qué les parecía

que

sucedía, parecen soltarse un

poco mas y arrzesgan znterpretaclones.

Andrés: Hay tres personajes, los dos que están en el

campo

y

un tipo que lee un libro.

Darío: Sí,

al

que lee

el

libro lo matan.

Micaela: No se sabe

si

lo matan; seguro

que

lo van a

matar, pero

no

lo dice.

Federico: Para mí que no lo matan.

Darío: Es un final abierto, te deja a vos que decidas el

final.

Andrés: Lo que pasa es que al que lo matan, lee su pro

pia muerte.

Los

demás no contestan. Enseguida se hacen eco de la si-

 

guzente zntervenczon.

Darío: Es como

una

premonición, como que anticipa su

muerte.

Andrés: Sí.

Victoria (profesora-tallerista): Entonces ustedes dicen

que

el personaje

que

lee el libro lee cómo se va a morir.

DISCUTIR SENTIDOS

25

Andrés: Y qué tienen que ver los otros dos, la mujer el

ho1nbre que andan

por

el parque.

Darío: Esos dos lo matan.

Andrés: Pero

ahí

no se entiende. Como en otros cuentos

de Cortázar. Por

ahí

pasa algo y no

se

entiende nada. Pri

mero el tipo esta leyendo en un tren, después en un sillón,

después lo matan.

Federico: Yo no lo entendí.

Santiago (profesor-tallerista):

¿Nada

de

nada?

Federico: S , lo que dicen ellos ahora, sí. Pero yo no en

tiendo nada y ahora tampoco entiendo eso de

que

lo matan.

Se sabe que lo van a matar, pero no lo entiendo en el libro.

Santiago (profesor-tallerista): Andrés dice que lee su pro

pia

muerte.

Todos dicen que sí.

Recuperaré esta práctica de lectura de manera más de-

tallada en los siguientes capítulos. Tan sólo señalaré ahora

que es muy probable que a varios profesores les resuenen

los comentarios de estos chicos de

6

años. Victoria

y

San-

tiago podrían haber realizado esta práctica

y

haber regis-

trado casi lo mismo en algún salón de una escuela de La

Plata o de Azul. En el reconocimiento de que estos jóvenes

están leyendo este cuento harto conocido por todos nos-

otros hay una clave. Esto es, el reconocimiento de que en

este intercambio de minutos:

Andrés: Hay tres personajes, los dos que están en el

campo

y

un tipo

que

lee un libro.

Darío: Sí, al que lee el libro lo matan.

Micaela: No se sabe si lo matan; seguro

que

lo van a

matar, pero no lo dice.

Federico: Para mí que no lo matan.

Darío: Es un final abierto, te deja a vos que decidas el inal.

Andrés: w que pasa es que al que lo 1natan, lee su pro

pia

muerte.

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2 1 ambiar las preguntas sobre los lectores y la li-

teratura

Volver a dar las cartas es recuperar aqtlello qtle nos in

quieta como profesores de literatura, aquello que intuimos

está

pasando en

nt1estras clases pero para lo que no tenemos

nuevas explicaciones tnás que las difundidas en y por

el

ám

bito escolar.

Es

rectlperar el cotidiano de nuestras clases, las

prácticas mismas

de

lectura de textos literarios

en

el

marco

de

las prácticas

de

enseñanza

de

la literatura que los profe

sores desarrollamos diariamente en las escuelas. Es recupe

rar la invitación qtle nos

ofrecen

otros marcos teóricos que

desde

hace

varios años vienen postulando otra

manera de

estudiar a la lectura. Estas posiciones teóricas nos pueden

ayudar a

cambiar

las preguntas

y

las concepcio11es

sobre

la

lectura

en

la escuela para, así, recolocamos en ntlestro rol

en tanto profesionales

de

la enseñanza.

omo señalé ru1teriorme11te por lo general se co11sidera

en

la escuela que no estaríamos ante lectores ' 'competentes'',

qtle no podríamos hablar de buenos lectores

de

textos lite

rarios cuando los profesores comprobatnos que los alumnos

no cotnprenden los textos que leen o no pueden transitar

por el placer de la lectura. También, nuestros alumnos pue-

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32

CAROLINA CUEST

den

no

detentar las competencias necesarias o ser lectores

''ingenuos'', inexpertos , principiantes , no-lectores'',

poco lectores cuando no

han

leído cierta cantidad de libros,

de textos, que acreditarían la condición de ser

un

buen lector.

Al

trabajar sobre el problema

de

la lectura

de

textos literarios

en el aula,

en

el marco

de

las clases

de

literatura

en

el poli

modal y tercer ciclo de EGB (escuela media), comencé a ha

cerlo,

en defmitiva, desde esas dicotomías, oposiciones. In

tenté resolver el error de señalar la existencia de lectores

incompetentes frente a otros competentes , etc., buscan

do otras categorías que pudieran dejar

en

claro que todas las

personas leen cuando están en una situación de lectura; es

decir,

en una

clase,

con un

texto

en

la mano, leyendo solos o

siguiendo el texto leído por otra persona (profesor, alumno).

Así forn1ulé la distinción entre lectores especialistas y

lectores no especialistas to, pues se ajustaba un poco más a

aquello

que

la empiria

de

mis clases

de

literatura

y de

otros

colegas-me señalaba que ocurría con la lectura. Avanzada la

investigación, pude comprobar que esta oposición era tan

poco rigurosa como las otras. Chicos de escuelas públicas

que decían que no les gustaba para nada la literatura y que, a

regañadientes, tan sólo venían leyendo lo que la escuela les

solicitaba, hacían lecturas similares a las de los jóvenes de

Azul, muy parecidas a las de la crítica literaria. Otros alum

nos me nombraban cantidad de libros leídos más allá de los

de

la escuela, que iban desde

best-sellers

hasta

una

amplia

ción de los autores que habían conocido por sus profesores:

O Cuesta, C.,

Los diversos 1nodos de leer literatura en la escuela: la lectura

de textos literarios como práctica sociocultural, Tesis de Licenciatura, diri

gida por el Dr. Gustavo Bombini, Facultad de Humanidades

y

Ciencias de

la Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2003. Disponible en:

www.sedici.unlp.edu.ar.

DISCUTIR SENTIDOS

33

tnás cuentos de Cortázar, más Arlt, más Bradbury, leían

como suele decirse en la escuela: de manera pobre . Esto

es, les costaba mucho interpretar , despegarse del argumen

to. ¿Quiénes era los lectores especializados y cuáles los

no

especializados ? A medida que iba recorriendo otros es

pacios institt1cionales

con

otros alumnos, jóvenes

en

la uni

versidad, profesores y maestros

en

cursos de capacitación,

esa distinción se relativizaba aún más. El problema eran las

dicotomías, el redt1ccionismo al que nos llevan, y lo confusas

que hacen las explicaciones que podamos hacer sobre la lec

tura. (Retomaré este problema en el siguiente capítulo.)

Estas dicotomías tan generalizadas a la hora de hablar de

la lectura

en

diversidad de ámbitos,

no

sólo

en

la escuela, vie

nen siendo discutidas por distintos investigadores franceses

en el marco de una tradición de estudios sobre la lectura de

perspectiva sociocultural. Es el caso de la revisión que hace

Joelle Bahloulii de las estadísticas que en Francia han gene

rado cierta creencia acerca del ''ocaso'' de la lectura

en

su so

ciedad. Algo similar ocurre

en nuestro país cuando el perio

dismo también hace sus encuestas, sus análisis, les pide a

renombrados intelectuales que opinen sobre la lectura y su

pérdida .

En un

sentido parecido al

de

Michele Petit,I2 quien

ha

estudiado los significados de

la

lechrra para jóvenes

inmi

grantes y habitantes del campo

en

Francia; Michel Peroni,I3

que

ha

abordado

la

lectura

en

tanto su significado

en

cier-

  Bahloul, J.

Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los pocos lecto

res'',

México, Fondo de Cultura Económica, 2002.

2 Petit, M.,

Nuevos acercamientos a los jóvenes y

l

lectura,

México, Fondo

de Cultura Económica, 1999. También: Lecturas: del espacio (ntilno l es

pacio privado,

México, Fondo de Cultura Económica, 2001.

13 Peroni, M., Historias

de

lectura. Trayectorias

de

vida y de lectura, México,

Fondo de Cultura Económica, 2003.

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34

C ROLIN CUEST

tas sitttaciones

de

la vida de distintas personas (jubilados

y presos, por ejemplo), Bahloul cuestiona desde discipli

nas como la antropología y la sociología de la cttltura

aquellas categorías. Cada uno

de

estos investigadores,

desde distintos aspectos que

hacen

a la lectura, instala,

en

el debate acerca de esta práctica,

su

dimensión vital

en

tanto experienciai4 privada y pública a la vez; esto es, su

dimensión sociocultural. Así, la demostración de que la

lectura no es

una

práctica medible

en

cantidad de libros le

ídos (Bahlot1l), los efectos terapéuticos

de

la lectura en

personas que se encuentran

en

situaciones complejas

(Petit),

como tener

que elegir entre

una

identidad de ori

gen

-el país árabe o africano, la campiña- y la identidad

más propia

de

la ciudad francesa, o el papel significativo

de la lectura

en

ciertas circunstancias

por

las que las per

sonas atraviesan -y que

no se

mantienen o

no

son prodtlc

to de toda

11na

vida

(Peroni)- son

muestras

de

que la lec

tura debe ser entendida desde las maneras reales

en

las

que la gente la entiende y la desarrolla. Estas investiga

ciones

no

son marcos teóricos que hacen

de

la empiria,

de

lo que dicen las personas acerca de la lectura, una ratifi

cación de premisas,

de

conceptos, de

leyes

elaboradas

de antemano. Un ejemplo

de

estas ''leyes so,n aquellas di-

  4 Experiencia es usado aquí en el sentido sociológico

y

antropológico del

término, esto es,

como

aquello que

se

vive

y se

interpreta desde significa

dos individuales, pero también, compartidos socialmente. No es el sentido

de experiencia filosófico de los tan difundidos trabajos

de

Jorge Larrosa.

Por citar algunos: Larrosa,

J.

,

La

experiencia

de la

lectura   Barcelona, Laer

tes, 1996;

Pedagogía

profana.

Estudios sobre

lenguaje subjetividad

for-

mación

Buenos Aires, Novedades Educativas, 2000,

y La

defensa de

la

so

ledad. O que nos dejen

en

paz cuando

se

trata de leer ,

en Lenguas

Vivas

no 2, publicación del Instituto de Enseñanza Superior Juan Ramón Fer

nández'' , Buenos Aires, octubre-diciembre

de

2002. págs. 4-8.

DISCUTIR SENTIDOS

35

cotomías que he nombrado anteriormente. Los dichos de

los lectores

no son

tomados en estas investigaciones para

comprobar

qt1é leen o

no

leen las personas según los pará

metros -podríamos

poner

el

caso-

de la comprensión lec

tora o los preceptos del placer de la lectt1ra, sino que, a

medida en

que

han

ido escuchando a los lectores (metá

fora

de

Petit), cada uno

de

distintas formas,

han

ido

aprendiendo cada vez más sobre la lectura.

Los antropólogos y los sociólogos

-y,

como

ya

vere

mos, los educadores que asumen una perspectiva sociocul

tural-

suelen señalar que en una investigación de estas ca

racterísticas se aprende y no se ratifica lo ya sabido. Todo lo

que tln investigador

ya

sabe, todos los acuerdos y desacuer

dos que tiene con las investigaciones ya realizadas o aun con

las teorías que han enmarcado esas investigaciones (por

ejemplo, muchas investigaciones basadas en la comprensión

lectora se apoyan

en

tln aplicacionismo condtlctista)Is le

permite aprender en

un

sentido

de

extrañar , volver des

conocido todo lo que es tan cotidiano y por lo tanto, tan

difícil

de

ser estt1diado sin caer

en

las dicotomías, en la ra

tificación

de

alguna que otra ley indiscutida. Así lo ob

servamos

en

el registro

de

los profesores de Azul. Tan sólo

había que escuchar a los lectores y dar crédito a sus co

mentarios para, en todo caso, repreguntarles y así dejar que

dijeran más, en las discusiones

de

sentidos que el cuento de

Cortázar les generaba.

Ahora bien, se

me

p11ede objetar que, aunque haya afir

mado que esa práctica de lectura podría haberse desarrolla-

  5

Para ampliar este tema ver: Bombini, G.. Investigar en didáctica de la lengua

y

la literatura: un nuevo tratado de fronteras ,

Lu/ú

Coquette

n

°.

3, Buenos

Aires, El Hacedor-Jorge Baudino. noviembre

de

2005, págs. 32-47.

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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  6

CAROLINA CUESTA

do en

un

at1la, eso no es así. Las urgencias de la institución

evaltiaciones

de

todo tipo, presentación de informes y pro

yectos de toda clase), las presiones del currículttm, los pro

gramas, las actividades extracurriculares, los hechos de vio

lencia, las

alumnas embarazadas, las anoréxicas,

los

drogadependientes y demás hacen que estas i11vestigaciones

basadas en la escucha de los lectores nos pidan algo impo

sible. Además, no están estudiando a los lectores metidos

en

la institución y en esas realidades tan argentinas, podría

mos

decir. No obstante, el error es hacer

un

aplicacionismo

de los conocimientos que estas investigaciones

han

aporta

do a la lectura en la escuela. Movimiento aplicacionista que

va en contra

de

la nattrraleza de estas investigaciones. Es el

ejemplo

de

lo que recientemente viene ocurriendo con el

trabajo de Petit

en

algunas escuelas, universidades y espa

cios de

educación

no formal. El estudio de los vínculos pri

vados con

la

lectura

que

los jóvenes inmigrantes y habitan

tes de la campiña francesa refieren a la investigadora en sus

entrevistas, en permanente conflicto con los significados

públicos sobre la lectt1ra, no puede ser llevado sin más trá

mite a los alumnos. Dicho estudio no puede ser extrapola

do a una experiencia

con la

lectura

que es

colectiva e indi

vidual, individual y colectiva en el marco del espacio social

que es la clase, el aula o el taller

de

lectura. Ahí se

halla

el

error: convertir

en

Lln universal

la

teoría

de que la

lectura

tiene efectos liberadores, terapéuticos en sentido psicoana

lítico, pues en ella se apoya Petit para estudiar este deno

minador común en los lectores con los que ha trabajado.

Afmnar que todas las personas deben ser

liberadas

de los

atavismos de sus culturas

de

origen raya

con

cuestiones que

son

del

orden de la

ética,

puesto que así

los docentes y ta

lleristas parecen transformarse

en

predicadores de

la

lectu-

DISCUTIR SENTIDOS

7

ra, cual diosa a la que las personas deben entregarse sin ex

cusa

algttna por el resto de sus vidas. Todo lo

c o n t r r i o ~

como nos

señala

Michel Peroni -y también Petit,

quien

se

ha encargado

de aclarar estas cuestiones

en

sus visitas a

nuestro

país-,

la lectura mt1chas veces se e11cuentra supedi

tada a situaciones de vida muy particulares.

Esto

hace que

pueda ser transitada intensamente por determinado tiempo

y qt e luego

se

abandone. Las escuelas, en

forma

parecida a

las bibliotecas de Petit, se presentan como espacios, lugares

donde esas situaciones pueden generarse. Pero los jóvenes

inmigrantes de los países que históricamente Francia ha so

juzgado, que van por interés propio a las bibliotecas de

París, no pueden ser homologados a nuestros alumnos ar

gentinos de capitales y provincias,

gringos

o de culturas

aborígenes, bolivianos o coreanos que están

en

ttn

aula

bajo otras formas de sojuzgamiento) en

un

taller, frente a

Ltn texto que la

mayoría

de las veces no han elegido leer.

Esta afirmación no es abonar a un relativismo cultural en el

peor de sus

Lisos

escolares y/o académicos, sino

que es

aten

der

a que estas investigaciones se presentan como un hori

zonte

para pensar

nuevas realidades en tomo a

la

lectura,

pero

no para

ser convertidas

en

nuevas verdades

sobre

la

lectura. Si no, veamos lo qtte nos cuenta

Estela

Gómez,

pro

fesora de

la

Escuela Técnica Nro. de Vicente López.

Ella

me relató este suceso ocurrido

en

el 2005 con su alumno,

Itlan, de

3

años y

yo

le solicité que lo escribiera. Cito:

La práctica que te interesaba tenía que ver con la clase

en la que vimos las características de los 1nitos estába-

n? os con la lectura de Vulcano leímos además el de Cro-

nos y Aracné y

de

qué

manera reaparecen 1nuchos de sus

significados

en

la vida cotidiana. Los chicos comparaban

aquellos héroes nzitológicos con los actuales como el

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38

CAROLINA CuESTA

honzbre araña  et

c.

En un n1omento en relación con e

sa

s

co1nparacione

s.

volvilnos

al

te

n1a

de

qu

e en la

nti

güe-

dad

trataban de explic

ar

algo a un

públi

co que no leía ni

escribía  con un e

spa

cio reducido

prá

ctic

arn

e

nt

e a sus

propios

pu

eblo

s

et

c. Juan preguntó

por

la Biblia  yo dije

qu

e era lo

1nis1no

eje1nplos adaptados a aquellos oye

nt

e

s.

Lu

ego en el recreo él

1ne

preguntó

que si

todo era menti-

ra

el cielo el infierno  etc. dónde estaban

su

ma1ná y

papá

  que habían fallecido en la mis1na semana.

De

ver-

dad me

movilizó porque él necesitaba algo que yo resol-

vía por otro lado.

La

respuesta que

nos

conformó a los

dos es que

más allá

de lo que diga la Biblia o el Corán

su

mamá

iba a estar siempre

dond

e

él

estuviera y que ahora

estaba allí

con

nosotros.

¿Qué efecto liberador se estaría dando

en

esta prác

tica de lectura, que muestra claramente la dimensión so

ciocultural de la lectura

y

deriva, así, en esa conversación?

¿De

qué

atavismos culturales necesitaban liberarse Juan y

Estela, alumno y profesora? El trabajo de Estela con el

mito pertt1rbó a

Juan

más que liberarlo , puesto que el

poder tranquilizador

de

la cultura cristiana

se

había relati

vizado frente a la posición que tomó Estela al responderle

a Juan sobre su pedido de comparación entre el mito y la

Biblia. Dice Estela: de verdad

me

movilizó porque él ne

cesitaba algo

qt e

yo resolvía

por

otro lado , esto es, segu

ramente,

por una

explicación más científica, no religiosa.

Más allá de lo qtte digan los textos bíblicos, ambos necesi

taban, en ese

momento

, creer

en

narraciones culturales ori

ginadas en

las figuras retóricas de la religión, muy propias

de nuestro país por lo menos. Si mi mamá no está en el

cielo, ¿dónde está? , pregunta un chico de

3

años a una

profesora que hacía tiempo había abandonado estas expli

caciones sobre la tnuerte, no solamente porque sea adulta

D ISC

 

IR

S

TIDOS

39

o agnóstica, sino porque viene decidiendo hace rato

por

ex

plicaciones más ''científicas . Y Estela no solamente ensa-

 

ya una

respuesta et1ca ante esa pregtmta, s no que enctlen-

tra un descanso ante el dolor de Stl propia pérdida. Vuelve

en

todo caso a aqt1ellos atavismos que supuestamente nos

condenan a no comprender la realidad verdadera . Haber

liberado a Juan de ese relato pagano

-popular,

si se quie

re, dirán otros especialistas-

en

ese momento hubiese sido

una

falta ética, una intromisión en esa vida, un uso

de

la li

teratura sin fines terapétlticos en todo caso.

2 2

uiénes son

nuestros lectores

en

contra de

los

aplicacionismos y

los

reduccionismos

Ahora bien, si estas investigaciones que no se han de

dicado a estudiar de manera específica a los jóvenes lecto

res qtle tenemos como alt1mnos nos invitan a pensar a la

lectura desde una posición sociológica y cultural, nos per

miten recuperar aquello

qt e

las categorías de malos lecto

res o lectores incompetentes no pueden explicar. Cómo

sería el pasaje de esta posición teórica hacia el tipo de pro

blemas que

se

juegan

en

la escuela

con

la lectt1ra.

Lo

que

nos ayuda a planteamos estas investigaciones son pregun

tas como: ¿conocemos realmente qué vínculo sostienen

las personas con la lectura? , y más específicamente: ¿co

nocemos realmente cómo nuestros alumnos leen literatura?

Desde esta última pregtmta, podemos comenzar a re

conocer que las convicciones sobre

la

comprensión lectora

y el pl acer de la lectura no

pueden ayudamo

s a explicarles

a los alumnos

-ni

pueden

damos

explicaciones a nosotros

mismos- acerca de

por

qué

la

literatura no necesariamente

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40

C ROLIN CUEST

debe hablarles de algo que se asemeje a la ' realidad o a

sus realidades , o que no tiene que ser entendida, com-

prendida, rápidamente. No tiene por qué contarles una his-

toria que inmediatamente les guste, les provoque placer ni

los entretenga de manera inmediata. Y este hecho no signi-

fica que ese texto leído en el aula deje de ser interesante,

como observamos en el registro de las lecturas de Conti-

nuidad de los parques .

Cambiar las preguntas también implica interrogamos

acerca de cuál es el significado que les brindamos a nues-

tros alumnos cuando creemos que disfrutar de la lectura

está reñido con el conocimiento sobre la literatura; es decir,

con su conocimiento específico. Esto nos lleva a interpre-

tar sus comentarios frente a los textos

en

el orden del dis-

gusto o del enojo. A saber: Este cuento es muy difícil ,

este cuento es horrible o es aburrido , en tanto dificul-

tades con la lectura . Esta posición que asumimos en el

aula también se refuerza porque estamos formados sobre la

base de que la lectura qtle llevará a que nuestros alumnos

disfruten y comprendan los textos literarios debe realizar-

se en silencio, en soledad. Si luego de la lectura silenciosa

en el aula, o la efectuada en sus hogares como tarea esco-

lar, los alumnos no nos dicen que ese texto les ha parecido

bueno , les ha gustado , lo han entendido , creemos

que no habría lectura propiamente dicha o una compren-

sión cabal del texto. Así, pasamos a diagnosticar que nues-

tros alumnos carecen de motivación algt1na hacia la lectu-

ra de textos literarios,

y

que este hecho deriva o es causa de

sus dificultades con la comprensión lectora.

De

este modo,

quedamos embargados en la desazón y vamos abandonan-

do la apuesta, porque pasamos a ratificar que a nuestros

alumnos tan sólo les interesa el chisme de la clase, el baile

DISCUTIR SENTIDOS

4

o el boliche del sábado, los videojuegos o el metegol de la

esquina, el rock chabón, la cttmbia villera o el pop adoles-

cente, las telenovelas juveniles, Tinelli o los prograrnas de

fútbol . Desde esta mirada, aquello que hoy se denomina

cultura jtlvenil I6 parece tina gran bolsa de gatos que

tan sólo logra demonizar a nuestros alunmos. Los jóve-

nes son ''irrespetuosos , banales , groseros , desintere-

sados , anárquicos , violentos''. Desalentados, entonces,

recorremos los catálogos de las editoriales escolares y tra-

tamos de probar qué es lo qtle sucede con alguna novela de

la literatt1ra juveni l que les hable de los peligros de la

droga o el amor, el alcohol o el pasaje de la adolescencia a

la adultez, el sexo sin protección o la amistad. O tratamos

de probar qué ocurre con los proyectos institucionales

que nuestros directivos valoran tanto: los alumnos escribi-

rán noticias sobre los problemas de su barrio; los alt1mnos

escribirán notas de opinión sobre el racismo o la pena de

muerte. Estos proyectos, justificados en que los alumnos

tan sólo participan del universo discursivo de los medios de

comunicación, condenan a que recursen sobre ellos para,

en realidad, demorar o nunca proponer a la literatura como

objeto de conocimiento.I7 ¿Acaso sean estos proyectos otra

forma más de la ley que decía

la

literatura es un discurso

social más , y otro obstáculo para que los profesores po-

damos apostar a que mientras nuestros alumnos comentan

6

Para ampliar este tema, recomiendo el interesante trabajo

?e

Re.guillo Cruz,

R.,

Estrategias del desencanto. E1nergencia de culturas ;uven1les

Buenos

Aires, Norma, 2000. , .

7

Estas propuestas tan difundidas en las escuelas

e n u e n t r ~

su mruuma ex-

presión en Morduchowicz, R.,

El capital cultural los

; ó v e n ~ ~

Buenos

Aires, Fondo de cultura Económica, 2004. Para amphar la pos c on contra-

ria ver mi reseña crítica a este libro:

' 'De

jóvenes exorcizados

y

escuelas de-

m ~ n i z a d a s ,

en www.bazaramericano. com. banco de reseñas. 2004.

Page 21: Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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4

CAROLINA

CUEST

la telenovela de ayer o lo que pasó en el baile del sábado

puedan estar leyendo con nosotros literatura? Esta es otra

posición

nás

que aboga por la confusión, por la p e r ~ -

tinente construcción, concepción, de esa cultura

JUVenil

como depósito de lo que percibi1nos distinto, la TV sobre

todo, y en ese sentido aterrador. Y transitamos por estos

salvoconductos aunque sintamos que estamos traicio

nando nuestra formación, a la literatttra misma. O inexora

blemente creemos que deberemos bajar el nivel , esto es,

bttscar nuevos textos literarios qt e no presenten demasiada

complejidad a nuestros alumnos: sin referencias a la histo

ria, que no sean clásicos, que sostengan siempre eltnismo

narrador, qtle utilicen un lenguaje accesible, más cercano

al estándar, qtie no presenten rupturas temporales. Sabe

mos que es muy probable que estos cuentos no los entu

siasmen, pero creemos que nos asegurarán el camino para

que nuestros alumnos puedan comenzar a hacer l a ~ ~ n f e -

rencias que supuestamente no pueden hacer; a restituir las

secuencias de acciones que suponemos también no logran

aprehender; a decirnos en qué persona gramatical está el

narrador, en qué tiempo y espacio se desarrolla la acción.

Tan sólo si nuestros alumnos pasan la evaluación de la

comprensión lectora, les ofreceremos textos literarios que

creamos más complejos y que acaso les sean más intere

santes, más placenteros . Y muchas veces asistimos a que

ese examen nunca es aprobado. Lo que ocurre es que los

parámetros de lo difícil y lo fácil a la hora de

pe sar

la

literatt1ra son sumamente relativos. o vimos con la prácti

ca de lectura de Continuidad de los parques y con los

mitos que Estela leyó con sus alt1nmos.

Para explicar con mayor precisión

la

esterilidad en la

que nos colocan las concepciones de la comprensión lecto-

DISCUTIR SENTIDOS

43

ra

y

el placer de la lectura, los proyectos escolares que

atiender1 a los intereses de los jóvenes, ahora, sumando

al análisis la dimensió11 socioctlltttral de la lectura, quisie

ra compartir, antes de segt1ir avanzm1do en tni desarrollo,

dos prácticas de lectt1ra que llevé adelante como profesora

con alumnos de distintas edades en dos escuelas públicas

de la ciudad de

a

Plata.

2 3 Un caso l laberinto de la

comprensión

lectora

Hace algunos años, cuando comencé a trabajar en las

escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires,

en

la

ciudad de

a

Plata, tomé

u as

horas en un octavo año de la

EGB N°

128

(primer año de la escuela media). Como es

usual, tttve qtle hacerme cargo de la clase al día sigttiente

del acto público. Muy preocupada, y sabiendo que debería

afrontar a lo largo del año los nuevos contendidos para la

enseñanza de área dispuestos por la reforma de los años

noventa qtte recién se estaban implementando en la pro

vincia,

y con

grandes dificultades para imaginarme a estos

chicos de 2 y 3 años, escribí ttna versión del mito de

Teseo y el Minotauro ayudada

por

una enciclopedia qtie se

encontraba en la casa de mis padres. Aposté al mito porque

pensé que sería una lectura que los preadolescentes dis

frutarían , como se estila decir en la jerga del mercado edi

torial escolar, y porque se presentaba como una narrativa

sencilla . Algo de esto había llevado también a Estela a

leer tnitos y trabajarlos

en

sus clases. Estas características

permitirían, a

mi

entender de aquel entonces, que los alum

nos leyeran sin mi ayuda el texto. A

me posibilitaría

testear si los alumnos tenían dificultades con su com-

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44

C ROLIN CUESTA

prensión. Siguiendo aqt1ellos parámetros de la con1pren

sión lectora para los textos literarios esto es, con tlna mez

cla entre el pedido de aplicación de conocitnientos

y

la re

alización de inferencias, entre otros procedimientos

elaboré un cuestionario

en

el que les pregunté a los alum

tlos por el natTador, los personajes, tiempo y espacio, para

luego solicitarles qt1e efectuaran la sect1encia narrativa

y

así comprobar si comprendían las relaciones causales de

las acciones. En esta solicitud, en particular, corroboraría si

los alumnos podían realizar inferencias. Las respuestas os

cilaban entre errores y aciertos . Por ejemplo, el mismo

alumno

qt1e

respo11día que Teseo

era

el narrador (el narra

dor del texto presentaba la omnisciencia típica de los

mitos) había realizado de manera bastante portnenorizada

la secuencia narrativa. O viceversa, el mismo alumno

qt1e

había respondido que el narrador era omnisciente presen

taba cantidad de elipsis en su secuencia narrativa. Pero lo

que me interesa traer a la reflexión, además de pensar que

en todo caso aquellas dificultades con la comprensión

lectora no son homogéneas, sobre todo cuando

mi

cuestio

nario les pedía resoluciones de distinto orden a saber, que

categorizaran al narrador y que infirieran la lógica causal

de las acciones en el texto-, es la última pregunta que con

tenía aquel cuestionario. Alejada de la pregunta sobre los

personajes, formulé otra: ¿Quién era Teseo? . Yo tenía la

intención de que los alumnos pudieran utilizar algunas de

las caracterizaciones del héroe y separarlas de las de su

padre, para asignarlas correctamente . Por ejemplo, el

texto señalaba

qt1e

Teseo era hijo de Egeo, rey de Atenas .

Lo que debían distinguir los alumnos,

en

definitiva, era a

qué personaje le correspondía ese rasgo.

Yo

suponía que

los alumnos responderían, si presentaban problemas de

DISCUTIR SENTIDOS

45

comprensión, que Teseo era el rey de Ate11as , sin distin

guir que se co11vertiría

en

tal luego de matar al Minotauro

en el laberinto, cuestión que también me pern1itía de otra

manera interrogarlos acerca de las relaciones causales de

las acciones.

E

resumen, quería diagnosticar si los

alt1mnos reconocían informaciones al nivel microestrttctu

ral y macroestrt1ctt1ral, siguiendo el modelo de Teutn van

Dijkis que la bibliografía escolar ya estaba canonizando.

Esto es, cómo leían el texto

en

tanto macroacto de habla.

Para mi sorpresa, la mayoría de los alumnos respondió

que Teseo era quien había matado al Minotauro . ¿Estaba

mal responder esto?,

me

preguntaba al corregir los cues

tionarios. Seguramente, yo había formulado erróneamente

la pregunta y la confusión era mía. No obstante, lo que

también es cierto es que esa pregunta estaba inspirada

en la

lógica de las posiciones sobre la comprensión lectora del

momento; esto es, en la especulación extrema acerca de

que toda lectura correcta debe sustentarse con el texto y

con sus modos de ordenar la información,

y

hasta de de

cirla

en

sentido estricto.

En

otras palabras, el texto nunca

dice Teseo fue quien mató al Minotauro , sino que cuen

ta que lo mató

y

cómo. Si bien es cierto que los alumnos,

a medias, me demostraban que habían leído el texto como

macroacto de habla, ¿acaso ése no es el atributo más im

pottante de Teseo?, ¿acaso no es lo más importante e inte

resante para leer en ese texto?, ¿no había más bien en esas

respuestas un conocimiento del orden de lo literario?

Los

alutnnos me estaban hablando de las hazañas de Teseo, de

las acciones que lo hacen un héroe de la mitología griega y

8 Me refiero en especial

a:

Van Dijk, T., a

ciencia del texto

Buenos Aires,

Paidós. 1996.

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46

C ROLIN CUESTA

no de informaciones que pudieran ser extraídas e inventa

riadas de un texto cotno

si

fuera

u11a

muestra de laborato

rio. Cuando

me

reencontré con los al11mnos en la siguien

te clase les pregunté, cosa que no había hecho antes, si

conocían ese mito.

La

tnayoría contestó que no pero que

conocían al Minotatlro. No sabían

mt1y

bie11 de

dónde .

Una alumna me dijo: ¿No es el tauro del zoodíaco? .

Antes de devolverles sus cuestionarios corregidos, les pre

gunté: ¿Se ac11erdan de qt1ién era hijo Teseo? . Algunos

me

dijeron de Egeo y nuevamente para mi sorpresa, unos

dos o tres me dijeron de Etra, quie11 se menciona casi al

pasar en el relato.

Recién ahora puedo repensar esta práctica de lectura,

pues en su momento seguí confiada en qtle la mirada para

explicarla debía ser la de la comprensión lectora. En mis

informes tan sólo indiqué que los alumnos presentaban al

gunos problemas típicos de comprensión: conf11sión na

rrador/personaje, dificultad para establecer la secuencia

narrativa, y que si bien había fortnulado mal aquella pre

gunta sobre Teseo, las distintas respuestas de órdenes dife

rentes demostraban también una dific11ltad; no la totalidad

de mis preguntas. Pero justamente aquí está la tra1npa o la

improductividad de esta posición frente a la lectura. Nunca

les pregunté si el mito les había gustado; igualmente no po

dría haber hecho nada con las respuestas que

me

hubieran

dado. Sí, de manera intuitiva, les llevé otras versiones del

mito y comencé a trabajar con ellos este rasgo específico

de la literatura oral. Así, leímos la versión de Graciela

Montes y tuvimos interesantes y apasionadas discusiones

acerca de los cambios que presentaba en relación con mi

versión de la enciclopedia. Los alt1mnos leían en la versión

de Montes el lector ''niño imaginado por la autora en el

DISCUTIR SENTIDOS

7

uso de ditnintltivos qtte incomodaba a varios de ellos. Co

menzaron a cotejar las versiones y a desplegar en el aula

comentarios que no se regían por la cot1cepción del placer

sino por el gusto. Mi versión tenía más adeptos porque era

más completa y ' sangrienta , al decir de los chicos.

Por

supuesto, la versión de la enciclopedia que yo tan sólo

había resumido narraba más hazañas que la de Montes y

además, lo hacía de manera bastante fiel a la de los traba-

jos especializados en literatttra clásica.

Este cambio permitió qtle las lectt1ras de los alumnos

tuviesen

n

horizonte de conocimientos más pertinentes a

los significados que este texto les ofrecía.

Y

sobre todo, po

sibilitó que yo pudiera ofrecerles conocimientos más perti

nentes para que ellos se apropiaran de esos significados.

¿Por qué siempre en los mitos hay

datos

sobre los héroes

al lado de Stls nombres? : porque los relatos que se trasmi

tían de manera oral, relatos a los qtle hoy denominatnos li

terarios, se apoyaban en el epíteto para solventar la memo

ria y como forma de caracterización de los héroes.

Cuando los alumnos realizan estos comentarios

-cuan

do nos dicen de manera casi unánime Teseo fue quien

mató al Minotatrro , o nos dicen que n cuento fantástico

como Continuidad de los parques

no

se entiende -, nos

están diciendo que comprenden

muy

bien qué es lo que

ocurre en ese cuento, qué es lo que debe ser leído en él.

Nos están diciendo que las narrativas literarias no se leen,

no interesa que sean leídas, desde la lógica causal de las in

ferencias. Así lo señala Jonathan Culler:

No se trata de una mera consecuencia de las preferencias

de la mayoría lectora que toma una narración sin pen

sárselo dos veces pero lee poesía con mucha 1nenos fre-

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48

C ROLIN CUEST

cuencia.

as

teorías literarias

y

cultura-es han reclanzado

con insistencia creciente la centralidad cultural de la na

rración. a narración, según suele decirse, es el 1nétodo

fundamental con que dan1os sentido a las cosas; por ejem

plo, al pensar en nuestra vida como una progresión que ha

de conducir a alguna parte o

al

explicamos nosotros mis

mos

qué

sucede en el mundo.

as

explicaciones científicas

dan razón de un suceso sujetándolo a leyes si ocurren A

y

B,

entonces ocurrirá

C ,

pero la vida no suele funcionar

así. No sigue una lógica científica de causa efecto, sino

el tipo de lógica con que contamos una historia, en la que

entender supone imaginar cómo un hecho conduce a otro,

cómo puede algo llegar a pasar: cómo es que Marga ha

acabado vendiendo software en Singapur, o cómo ha aca

bado el padre de Fran

por

regalarle un coche.

9

Lo que nuestros alumnos nos desafían a pensar en

nuestras clases es esta dimensión cultural

de la

lectura de

los cuentos y las novelas que diariamente les proponemos.

Y

me

seguiré centrando

en

la narrativa

para

abordar el pro

blema de la lectura de literatura en la escuela, en gran me

dida por lo que Culler señala: esto es, por su papel central

a la hora de otorgar sentido

a

las cosas , a la realidad

misma, como quería o necesitaba hacer

Juan

con la muer

te de

su

madre. También, porque

la

literatura nos demanda

a los profesores que reconozcamos esta especificidad que

nos recuerda el teórico de la literat11ra: la literatura po e

en

evidencia cómo

se

imagina una relación entre los hechos

narrados. La lógica de las historias narradas no es la misma

lógica que la del razonamiento científico. La literatura nos

pide un modo de leer particular que resiste los reduccio-

  9

Culler, J.,

Breve introducción a

la

teoría literaria,

Barcelona, Crítica. 2000,

pág. 101.

DISCUTIR SENTIDOS

49

nismos de la restitución de los datos correctos , corrobo

rados en momentos precisos de los textos, los de la impos

tura del p lacer de la lectttra y los

de

la lectura como forma

de liberación. Nos pide que suspendamos nuestras creen

cias acerca

de

lo que puede ser posible y lo que no, pues no

nos permitirá leerla tan sólo desde StlS sentidos literales,

sino que nos invitará a que pongamos

en

nuestras signifi

caciones lo que ya conocemos; algo que puede ser tan im

preciso como el tauro del zoodíaco o tan humano como

Y

si

mamá

no está

en

el cielo, dónde está .

Es decir que preguntarse sobre los modos de leer lite

ratura en el aula, supone partjr

de la

convicción de que

sietnpre nuestros alumnos leen. La escucha atenta de los

comentarios e interrogaciones que

cada

texto literario pro

picia en los alumnos, el análisis que podamos hacer de sus

respuestas poniendo momentáneamente en suspenso aque

llo que

debe

ser leído

para

cambiarlo

por

aq11ello que

puede ser leído es modificar la convicción que descansa

en la creencia de una lectura unívoca

por

lectttras posibles.

2.4.

Otro caso as adversidades del placer

de

a

Lectura

Al mismo tiempo que me hice cargo de ese octavo año,

lo hice también

en

un cuarto año de la Escuela Media No 33

que articula

con

la EGB N° 128

en

la ciudad de

La

Plata.

Aún el polimodal no estaba implementado. Aunque ya los

programas indicaran algunos de los nuevos contenidos a en

señar, se seguían sustentando

en

la enseñanza de la literatu

ra desde la historia. El programa de Literatura para este

cuarto año era el de literatura española. Al hacerme cargo

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50

C ROLIN CUESTA

del curso, los alumnos ya habían trabajado con la profesora

anterior El poema del Mío Cid. Vos sos joven como la otra,

seouro que vas a renunciar mañana , así me recibieron.

Basta profesora de leer esas cosas, usted es joven , ~ de

cían los más amables, por decirlo de algún modo.

La

Jefa de

departamento, seguramente por esa juventud a la que hací

an referencia los alumnos y por las propuestas que yo le

había trasmitido -me

sentía mucho más cómoda con ado

lescentes de 16 a 20 años pues en el curso había algunos chi

cos repetidores- me solicitó que siguiera el programa. Ella

iría a observarme y tan sólo me permitiría agregar algún

texto para fomentar el placer por la lectura que los .clásicos

no lograban, pero que igualmente debían ser

c o ~ o c 1 d o s

.

Luego de trabajar algunos romances del c1clo del C1d

y contrastar la figura del héroe medieval del cantar de gesta

con el poco virtuoso que el pueblo había imaginado, pasé

al trabajo con El Lazarillo de Tormes. e sus fortunas Y

adversidades.

No me incomodaba trabajar con este texto,

puesto que confiaba en que la narrativa facilitaría la ~ e c t u -

ra, además de su humor, que indudablemente debena ex

plicar, porque si no, los alumnos no c o m p r e n ¿ ~ r í a n el

texto .

me

preocupaba este rechazo que los clas1cos es

pañoles provocaban en los alumnos, y que hacía peligrar la

clase.

Mi

plan era presentar el

Lazarillo

para luego pasar a

cuentos que mostraran otras formas del humor en la litera

tura; más modernos , pensaba, y así lograr una lectura

más interesada en mis alumnos. Por ahí, de esta manera,

resolvería aquello del placer que aún no tenía demasiado

pensado.

Hacía

un tiempo que había leído la n ~ v e l a y

había estudiado

en

la facultad. Al releerla, pense que ser1a

adecuado atender a su prólogo, a la justificación de los mo

tivos que hacían que el texto hablara de lo considerado, en

DISCUTIR SENTIDOS

5

aquella época y hasta hoy,

lo

feo . De esta manera, podría

hacer al Lazarillo más cercano a algo que ptldiera inte

resarles. Les leí a los alum11 s el prólogo junto

con

la

(I,Egloga I de Garcilaso de la Vega, para que tuvieran refe-

rencia

de

la poesía ctllta, literatura

de

la época a la que el

Lazarillo en tanto prosa

se

va a oponer. Les expliqtlé este

debate abundando un poco más este corpus qtle solía pre

sentarse en los programas por períodos, y en los manuales

de

literatura para cuarto año.

A esa altt1ra, la quinta clase aproximadamente, mis en

cuentros

con

estos alumnos eran un caos. Ellos gritaban,

me hacían chistes desafiando constantemente mi paciencia,

agredían a los pocos que querían seguirme. Entre gritos y

retos continuaba con lo que me había propuesto. Comen

zamos a leer el Tratado I a partir de mi narración del

texto. Esto es que yo leía en voz alta, y cuando el distttrbio

era casi imposible de manejar, empezaba a contarles cómo

continuaba la historia. Luego les hacía preguntas: ¿enton

ces qué pasó? , en mi afán de asegt1rarme que siguieran el

argumento, pues si no, no comprendían la historia, no en

tenderían por qué Lázaro es tln pícaro, por ejemplo. Los

alt1mnos se bt1rlaban y yo continuaba restándoles impor

tancia. Así, entre gritos, llegamos a la siguiente escena:

Y con esto

y

con el gran miedo que tenía

y

con la breve-

dad del tie1npo la negra longaniza aún no habfa hecho

asiento n el estó1nago

y

lo más principal con el des-

tiento

[la desmesura]

de la cu1nplidfsima nariz Jnediocua-

si ahogándome todas estas cosas se juntaron y fueron

causa que el hecho y golosina se manifestase y lo suyo

fuese vuelto ·a su dueíio; de manera que antes que el nzal-

ciego sacase de

ni

boca su trompa tal alteración sintió

ni

estómago que le dio con

el

hurto en ella de suerte que

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52

CAROLINA CUE ST

su nariz y la negra mal 1naxcada longaniza a

un

tien1po

salieron de

ni boca.

  o

¿Qué, le vomitó la longaniza encima? , decían sor

prendidos.

Cómo

va a pasar eso, no ves que sos un bruto ,

fuero11

algunos de los gritos que escuché.

No

puede tener la

nariz tan larga como para metérsela , y luego se sucedió una

serie de groserías. Sí , dije yo. Lázaro vomita la longaniza

sobre el ciego, y volví a leer el fragmento ayudándolos con

el español castizo de la época.

De

pronto, logré esa tan an

siada atención que todos los profesores buscamos. Siempre

les comento a los colegas con los que diariatnente trabajo,

que en ese momento me decidí a investigar acerca de la lec

tura de literatura en el aula; aquella que se comparte

en

medio de

su

cotidianeidad, aquella que podemos escuchar

cuando no personalizamos las posiciones que toman los

alumnos frente a la literatura -es decir, cuando parecen des

preciarla y despreciar

en

definitiva nuestro trabajo-, cuando

dejamos que los significados que se apropian de manera

fragmentaria invadan la clase, sean objeto de reflexión y dis

cusión en el medio de sus bt1rlas, chistes, comentarios, que

no

tienen una apoyatura

en

el relato escuchado-leído sino

en

otros, como le ocurrió a Juan.

Un

alumno fue llamado cons

tantemente Lázaro, por la cara cortada'' decían varios com

pañeros.

Y

entre risotadas, yo podía escuchar tn1 relato de las

desventuras de este alumno con una compañera del curso.

Es decir qtle si los docentes, en vez de insistir, por ejem

plo, sobre las respuestas a las preguntas acerca del argu

mento en el Tratado 1 de El l zarillo de Tormes. De sus

20 Anónimo, a

vida de Lazarillo de Tormes. De sus

for

tunas

y

adversidades.

Buenos Aires. Espasa Calpe.

1961

. págs. 32-33.

DISCUTIR SENTIDOS

53

fortunas y adversidades

escucháramos e intentáramos pen

sar por qué nuestros alumnos nos dicen que les parece as

queroso el vómito de la longaniza sobre el ciego , pero que

les gusta eso, como ocurrió luego,

un

nuevo panorama se

nos abriría.

Si

atendiéramos a la pertinencia del comentario

acerca de la imposibilidad de que la nariz del ciego fuese tan

larga como para ser introducida

en

la garganta de Lázaro,

podríamos nosotros comprender que es el modo en que un

alumno repetidor de una escuela pública de la provincia

de Buenos Aires está leyendo la hipérbole

en

esta narrativa

renacentista. 2I

De

esta manera, podríamos comenzar a en

tender que esa

poca

atención al argumento,

en

todo caso, se

debe a que es el grotesco de esa narrativa renace11tista lo que

está orientando la significación de los altnnnos. Menos des

orientada que

con

el octavo año,

mi

decisión

de

centrar el

trabajo sobre lo considerado socialmente feo comenzaba a

enseñarme qtle lo qtle irrumpe

en

las aulas

no

es

una

lectu

ra, no

son

dicotomías de lectores, sino diversidad de modos

de leer literatura puestos

en

acto

por

distintos lectores.

Reconocer qtle un alunmo efectivamente está leyendo

cuando realiza este tipo de comentarios, y que ese modo de

leer se basa

en

el descubrimiento de aquello que el texto le

presenta como novedad, es volver a pensar a la lectt1ra en la

escuela. Es muy probable qtle un joven no haya leído por

fuera

de

la escuela este clásico de la literatura española; es

probable que cuando lo lea en su casa como pedido

de

la es

cuela luego no responda al cuestionario sobre su argumento,

el tiempo y el espacio

en

el que transcurre su historia; es pro-

2

Para estos aspectos de las narrativas renacentistas,

y

seguir ampliando el

tema, seguimos a: Bajtín, MijaiL a

cultura popular en la Edad Media

y

el

Renacitnient

o

El contexto de Rabelais. Buenos Aires, Alianza,

19

94.

Page 27: Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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5

CAROLINA CUESTA

bable que no lo lea, inct1mpliendo

con

la tarea escolar porque

es muy difícil

de

entender o porque

me

abtrrre . No obs-

tante, haber leído

en

el aula

junto

con todos los altnnnos uno

de sus Tratados nos mt1estra que

leen.

Por

ello, cambiar la

pregunta sobre las posibles dificultades

con

la lectura de

nuestros alumnos, sobre su falta

de

motivación, sobre el pla-

cer

que no encuentran

en

la lectura,

por

la liberación que no

produce,

por

la pregunta acerca de

tl

modos de leer litera-

tura, cuya respuesta es la afiitnación

de

que

leen pero lo

hacen

de una

manera que

aún

no conocemos lo suficiente, es

una

invitación a reencontrarnos

con

nuestra tarea cotidiana.

Este reencuentro también supone que demos lugar a conoci-

mientos literarios

en

el aula que la mayoría de las veces cre-

emos elevados , casi inalcanzables , para los jóvenes que

no

respondieron

en

tm ctlestionario cuál es el personaje prin-

cipal y el narrador del texto que les contaba que

Un

hombre

se puso a leer

y leyó su propia muerte ,

Que

el cielo y el

in-

fiemo no existen , qtle Teseo fue quien mató al Minotauro .

O que Lázaro vomitó la longaniza sobre el ciego .

Me

re-

fiero a aquellos conocimientos que llamamos teóricos ;

esto es, provenientes

de

la teoría y la crítica literaria.

Cambiar

las preguntas acerca

de

los vínculos que nues-

tros alumnos

sostienen con la

literatura

en

sus prácticas

de

lectura, desarrolladas

en

el aula, es lo

que

hoy

puede

inte-

resarle a

un profesor de

lengua y literatura. Vínculos

que

manifiestan

en

los

modos de

leer cantidad

de

significados

culturales que

no

están

reñidos

con

los conocimientos teó-

ricos sobre la literatura, tanto

con

los

que

ya se

enseñan en

la escuela como con los que aún no. Vínculos con la litera-

tura;

modos

de

leer literatura que nos

pueden

ayudar a vol-

ver a creer en la apuesta

de

enseñarla, y

que

sea aprendida.

3

SEGUNDO ACERCAMIENTO

L LECTUR

COMO

PRACTICA

SOCIOCULTURAL

E HISTÓRICA

Page 28: Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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3 1 os

ono imientos

los modos de

leer

literatura

Como comenté en el capítulo anterior, la posibilidad de

cambiar las preguntas en tomo a las lecttlras de nuestros

alumnos aparece cuando los profesores nos pertnitimos

distanciamos de nuestra propia práctica para analizarla a

partir de todo aqt1ello que se presenta distinto a lo que es-

perábamos que ocurriera en ntlestras clases. Cambiar la

mirada  sobre nuestras prácticas de enseñanza de la litera-

tura, cuando atendemos de manera partict1lar a los modos

de leer los textos literarios, significa situarse como los et-

nógrafos para poder asir la vida misma tal cual lo recla-

ma Clifford Geertz,

 

precursor de la antropología cultural

moderna. Ya no se tratará de observar si nuestros alumnos

responden correctamente el cuestionario y sus preguntas

especttladoras, ya no necesitarán demostrarnos, antes de

pasar a la interpretación , qt e pueden restituir el argu-

mento de los textos , construir la secuencia narrativa, ni de-

jamos en claro que el texto sí les ha gustado como condi-

ción previa para que los profesores escuchemos atenta-

mente lo que los alumnos nos dirán de los textos.

22

Gee rtz.

C.

a

interpretación de l

  s

culturas Barcelona, Gedisa. 1992.

58

C ROLIN

CUEST

DISCUTIR SENTIDOS

59

Page 29: Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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Mirar, escuchar y escribir es la metodología y la

forma de producir conocimientos del etnógrafo.23 Registrar

todo lo que es dicho a modo de un

relato qtle también pose

erá las huellas de las impresiones del etnógrafo, de aquello

que interpreta

en

la inmediatez de la práctica: Después

de

algunos intentos, sin mencionar categorías como marco o

secuencias, en los que preguntamos sobre el lugar en que

ocurre o qué les parecía que sucedía, parecen soltarse un

poco más y arriesgan interpretaciones , dicen Victoria

y

Santiago.

De

verdad

me

movilizó porque él necesitaba algo

que yo resolvía por otro lado , dice el relato de Estela que

también es un registro, aunque de una práctica de lectt1ra re

alizada ya hace un año. Los registros, entonces, son esas es

crituras

en

las que dejamos asentados modos de leer de

nuestros alumnos, que ptieden ofrecemos desde los inter

cambios bastante precisos que han hecho los lectores sobre

un texto hasta el relato más o menos pormenorizado de lo

que ocurrió en esa práctica: antes, durante y después. Si los

profesores escribiéramos cada práctica de lectura realizada

en

nuestras clases,

en

la que nos quedamos pensando, o que

entusiasmados o abatidos contamos a nuestros colegas, por

ejemplo en la sala de profesores, tendríamos ese trozo

de

vida misma .

En

realidad, siempre lo tenemos en nuestra

mente. Tan sólo basta con darle valor, con el hecho de pen

sar que desde estos registros escritos, en sentido estricto o en

nuestros recuerdos, se cifran nuestros acercamientos sobre

los modos de leer literatura de nuestros alumnos.

En

el reconocimiento

de

que las personas somos tnás

complejas que lo que un dato pueda decir - contestó bien

3

Cardoso de Oliveira, R.,

uo

trabalho do antropólogo: olhar, ouvir, escrever'',

en

Revista de Antropología vol. 39,

no

1 1996.

o mal a la pregunta sobre el

narrador -

se posiciona la et

nografía como forma

de producción de conocimientos

sobre la realidad social, cultural e histórica.

Me

refiero a

que, cuando tomamos la posición del etnógrafo, ponernos

en discusión nuestra fortnación pedagógica históricamente

más

vinculada con el control

de

la clase qtie

con el

trabajo

sobre sus imponderables. Debemos cumplir con el progra

ma

tal cual ftle diseñado, la clase debe tener el ordena

miento que hemos dispuesto. No estoy invocando aquí a un

estado de anarquía, como muchas veces algunos colegas

 

interpretan este problema.

Me

refiero a cuando nos deja

mos llevar por la discusión

con

nuestros alumnos sobre un

texto, por ejemplo, y si bien

la

valoramos, sa limos del at1la

pensando

la

clase

se me

fue por las ramas, mañana tengo

que recuperar el tiempo perdido . Entonces, es muy difícil

pensar que podemos ir a una clase sin un cuestionario o sin

la redacción de las definiciones de aquello que deberemos

explicar antes de analizar el texto, porque nuestros altlm

nos, si no, no lo comprenderán . Esta posición supone

una

concepción

de

la lectura como ratificadora

de

los co

nocimientos a enseñar o

de

los que ya

han

sido enseñados

a lo largo de toda la escolaridad.

No

tienen saberes pre

vios , decirnos muchas veces ante la frustración que nos

generan los cuestionarios respondidos por nuestros alum

nos, que nos llevará todo un

día

corregir. Y aquel día

en

que

la

clase se me fue

por

las ramas no puede ser recuperado

desde esta perspectiva, qtle lamentablemente

ha

tenido

tanto impacto en la escuela.

La

teoría de los saberes pre

vios, los saberes sobre el mundo, que se enmarcan

en lapo

sición

de

la comprensión lectora, podría ayttdarnos si no

estuviese tan subsumida

en una

concepción del conoci

miento como dato qtle les permitiría a los alumnos proce-

60

C ROLIN CUESTA

DISCUTIR

SENTIDOS

6

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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sar''

esa

información que

ya se o s e e r ~ con

la ntteva, para

que ésta sea comprendida. O como esquetna de asimila

ción de nuevos conocimientos. Así, la escolaridad debería

ser

u11a

progresión de lo más sencillo a lo más comple

jo,'24, en la que aquello qtte aprendí en todas las materias o

en las áreas de la edttcación primaria tendría, sin excusa al

guna, que ser utilizado por los alumnos a la hora de leer

nuevos textos. Si esto no ocurre, como la mayoría de las

veces pasa, nuestros alunu1os no tienen saberes previos ,

y

esto hace a sus graves dificultades de comprensión

2

s.

Al asumir la posición etnográfica, por el contrario, de

beremos preguntamos por qué esta situación es tan recu

rrente

y

de este modo, no asignarla rápidamente a esas in

competencias , producto

de

la falta

de

saberes previos , o

24

Para ampliar

la

crítica a Jos presupuestos de las propuestas educativas que

han pedagogizado algunos presupuestos

de

la teoría epistemológica de Jean

Piaget, ver: Egan, K.,

a imaginación en la enseñanza y el aprendizaje

Buenos Aires, Amorrortu, 1999.

25 Existe cantidad de trabajos

en la

bibliografía escolar que parten de la con

vicción de que existirían saberes previos

en

las personas, entendidos como

datos, como infonnación almacenada en sus mentes. Para abundar sobre

esta posición en relación con la lectura, ver a uno

de

los precursores de la

teoría de la lectura como procesamiento

de

la información: Goodman, K.,

El proceso

de

lectura: Consideracione s a través del desarrollo , en Ferrei

ro, E. y Gómez Palacio, M. (comps.),

Nuevas perspectivas sobre los proce-

sos de lectura escritura México, Siglo XXI, 1991, págs. 128-154. También

el constructivismo y/o la psicogénesis, han sido líneas teóricas que han di

fundido la posición sobre la lectura basada en cómo los niños adquirirían

nuevos conocimientos en vínculo con los que ya poseerían. AsC los ''sabe

res previosH serían aquellos esquemas

de

los niños que les permitirían

la

asimilación'' de nuevos conceptos. Si los textos presentaran conocimien

tos, que no forman parte

de

los esquemas de los niños, la lectura mostraría

esta dificultad.

Por

ello se justifica siempre

una

elección

de

textos '

4

fáciles''

frente a otros difíciles .

Ver:

Aisemberg, B., Los conocimientos previos en

situación de enseñanza de las ciencias sociales , en Castorina, J. A. y Lenzi,

A.

M.

(cotnps.).

a

formación de los conocbnientos sociales en los nilios.

Investigaciones psicológicas perspectivas educacionales

Barcelona. Ge

disa, 2000, págs. 225-252.

imposibilidades de asimllación '.Estas afirrnaciones suelen

utilizarse para descartar textos y conocimientos literarios en

nombre de lo difícil , como

he

señalado anteriormente.26

De esa manera, muchas veces se cuestiona la posibili

dad de leer clásicos en la escuela

en

tanto qtte la dificul

tad de

relacionar los conocimientos que

ya

poseen los

alumnos en el sentido de previos y los nuevos (general

mente, conocimientos históricos) estaría dada por la dis

tancia temporal. Por el contrario, desde esta pos ición etno

gráfica, se puede atender a lo que ya saben los alumnos y

no a lo qtle deberían saber para poder leer correctamente

un texto.

En

el reconocimiento de que esos parámetros de

lo fácil y lo difícil , lo conocido'' y lo desconocido ,

pecan

muchas veces

de ser

mtty relativos, los profesores

podemos mirar desde otra perspectiva aqttello que denomi

namos conocimientos , saberes o, en la jerga curricular,

contenidos . ¿Acaso

no es

un

conocimiento preguntar si

la Biblia se asemeja al mito cuando se centra en la lectura

esa dimensión explicativa de ambos relatos? Esto es, ¿brin

dar una explicación que

no

es científica sino religiosa, cul

ttlral, a la muerte? ¿Necesariamente los alumnos de Estela

debían decirle que conocían el paganismo? ¿Por qué los

chicos que leían Continuidad de los parques no les daban

valor, en principio, a sus lecturas?, ¿por qué afirmaban qtle

no habían entendido el texto cuando sí lo habían hecho?

Para decirlo de otro modo, ¿de dónde saben que sus lectu-

  6

Para observar un ejemplo

de

los abordajes sobre

la

lectura desde marcos di

dácticos propios de la tradición constructivista y la producción de este tipo

de

postulados para el aprendizaje de la lectura -en el caso de

la

educación

primaria pero que también

se

hallan en las directivas curriculares para EGB,

polimodal

y

escuela media-. ver Lemer, D., Leer escribir en la escuela: lo

realt lo posible lo necesario México, Fondo de Cultura Económica, 200

l.

62

AROLINA CUESTA DISCUTIR SENTI OS

63

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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ras no serían las esperadas por los adultos, que no respon

derían a lo que se debe decir de

un texto literario?

En

el

mismo sentido, ¿por qué

un

alumno afirtna que

un

texto li

terario -y yo agregaría, sobre todo antiguo- no puede tener

una

escena

en

la que aparezca un vómito? ¿Por qué mu

chos de nuestros alumnos comparten estos conocimien

tos?, ¿qué es lo que hace que los compartan? Si decidimos

por

la

comprensión lectora, atribuiremos este hecho a las

difict1ltades generalizadas

en

nuestros alumnos que hasta

hacen que dudemos de sus sanidades mentales; algo así

como

si creyéramos que existen patologías psicológicas

colectivas. Si nos aferramos al placer de

la

lectura, con

cluiremos que los alumnos presentan un desinterés genera

lizado por la cultura en el sentido más usado del término,

es decir

lo

culto , y

no en

sus acepciones antropológica y

sociológica modernas.

Si, como señalé en el capí tulo anterior, la literatura de

manda modos de leer particulares, y no una lectura enten

dida como aceptación, asimilación o procesamiento de

datos y en este sentido, universal, esos modos de leer sin

gulares se manifiestan en el aula cargados, por decirlo de

algún modo, de otros saberes que aún no conocemos lo su

ficiente. Y

por

ello tendemos a explicarlos

en

tanto déficits

de

nuestros alumnos. La mirada etnográfica posibilita que

atendamos a estos saberes, pero no para convertirnos en

antropólogos o sociólogos que ahora, en vez de controlar

las mentes de sus alumnos, controlarán que sí o sí todo

aquello que consideremos otros conocimientos que no

son del orden escolar aparezcan en los modos de leer lite

rattlra en el aula. El riesgo es pensar que la etnografía, ade

más de dejar en claro que hay cantidad de maneras de en

tenderla en el ámbito académico, puede

armamos de

nuevas explicaciones universales. Algo así

como la

nueva

receta que nos faltaba.

3 2 onocimientos

escol res conocimientos

cultur les conocimientos liter rios

en os modos

de Leer

Literatura

Esos conocimientos que muchas veces no responden a

la escuela porque no los creemos como parte de la forma

ción escolar de nuestros alumnos, no devienen de manera

.

anarqutca en sus modos de leer los textos. Es más, muchas

veces nos molestamos o nos preocupamos porque nuestros

alumnos, a la hora

de

comentar un texto, nos hablan

de

las

intenciones del autor cuando solicitamos que nos respon

dan acerca del narrador de un cuento. Muchas veces tam

bién deducimos que en años anteriores no les han enseña

do

la

distinción autor

y

narrador , sin pensar que

socialmente,

más

allá de la escuela, éste es un conoci

miento sobre la literatura: todo texto condensa las inten

ciones de su autor y ése es el sentido que debe ser leído.

Basta con prestar atención a cuando se habla de la literatu

ra en

los medios

de

comunicación. Pero

también

puede

ocurrir que la escuela haya enseñado este conocimiento,

pues algunos maestros o profesores lo creen como propio

de la escuela. De este modo, los límites entre los conoci

mientos que podríamos adjudicar tan sólo a la escuela

y

los

que no, se totnan difusos.

Por lo tanto, es más pertinente partir de 11na base doble

para explicar qué conocimientos devienen en los modos de

leer literatura de nuestros alumnos, que no esté supeditada

únicamente a

la

tradición escolar, o mejor dicho, que

la

in-

64

C ROLIN

CUEST

DISCUTIR SENTIDOS

65

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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volucre pero de otro modo. Pues, sin lugar a dudas, los co

nocimientos escolares son también culturales, porque inte

gran lo qtle varios investigadores de perspectiva sociocul

tural llaman cultura escrita . La cultura escrita permite

pensar las relaciones entre diversos textos que las socieda

des han producido a lo largo del tiempo y sigt1en produ

ciendo, ya sea un manual escolar, un libro de poemas de

autores ignotos, la novela del escritor consagrado mundial

mente, el mant1al de biología o la prensa gráfica, y que

conforman el universo de la cultura escrita a la que las so

ciedades ponen valor y legitiman desde distintos paráme

tros. La cultura escrita alberga todos los conocimientos que

el hombre ha generado a lo largo de la historia, ya sean mí

ticos, religiosos, científicos, artísticos, pedagógicos mora

les o escolares, mediáticos. La cultura escolar , al decir

de Elsie Rockwell participa

de

la cultura escrita, la trae a

las aulas en la diversidad de prácticas de lectura, de escri

tura o en las enseñanzas de distintos objetos de estudio qtle

se llevan a cabo en las instituciones. Esta posición frente al

conocimiento que se imparte en las escuelas, y sus víncu

los o tensiones con los de circtllación social y cultural más

amplia, ha sido desarrollada desde hace varios años por la

etnografía de la educación, en particular por la investiga

dora mexicana Elsie Rockwell, quien de manera especial

viene estudiando cómo se evidencian en la lectura.

Apoyándose en el historiador de la cultura Roger Char

tier, quien ha realizado trabajos específicos sobre la lectura

en el mundo occidental, Rockwell define a la lectura como:

una práctica cultural realizada en un espacio intersubje-

tiva confonnado históricamente en el cual los lectores

comparten dispositivos comportamientos actitudes y

significados culturales en torno al acto de leer .. } Here-

dera del concepto de praxis la idea de práctica cultural

recuerda la actividad productiva del ser humano .. } Las

prácticas culturales no son las acciones aisladas que

re-

gistramos: presuponen cierta continuidad cultural en las

maneras de

leer

de relacionarse con

lo

escrito de otor-

garles sentidos a los textos. 7

Así, Elsie Rockwell explica la dimensión histórica de

los modos de leer, en su caso libros escolares con niños de

las escuelas primarias de México, en tanto que existen

protocolos de lectura que orientan a los maestros y a los

niños en sus maneras de vincularse con los textos escola

res, tanto en un sentido material (cómo los manejan, cómo

los recorren, en qué momentos escritos o dibujos detienen

su atención) como simbólico (qué debe ser leído, qué sen

tidos debo otorgarle a lo que es leído). Estas características

materiales y simbólicas de los modos de leer observadas en

el acontecer del atlla muestran cómo los alumnos y maes

tros ejercen una apropiación (otro término que la autora

rescata de los estudios de Chartier) de esa cultura escrita

puesta en acto en los textos escolares. Esta apropiación de

la cultura escrita puede responder a esos protocolos de lec

tura, a aquello que históricamente se comparte que debe ser

practicado , hecho, con

un

libro, tanto en sentido material

como simbólico, o de manera simultánea

-cosa

que ocurre

la mayoría de las veces-. Así, se produce una lógica selec

tiva en la que cada lector jerarquizará ciertos significados y

no otros según lo que crea tenga crédito o no. Aquí es

7

Rockwell, E.,

La

lectura como práctica cultural: concepto para el estudio

. de los libros escolares ,

en

Lulú Coquette

n° 3, Buenos Aires, El Hacedor

Jorge Baudino, noviembre

de

2005, págs. 14-15.

66

CAROLINA

CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

67

Page 33: Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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donde se juega la apropiació11 de la cultura escrita en tanto

que es social, histórica e individual.28 Dice Rockwell:

l insistir en la apropiación Chartier nos previene contra

una lectura unidilnensional de los libros escolares. Una

1nultiplicidad de maneras de leer los textos subvierte la

aparente unifonnidad de sus contenidos

y

sus formas.

La

apropiación de los libros de texto genera usos uy diver-

sos

por

parte de los nzaestros de los niños y aun de los

padres de fanzilia. En México los libros de texto únicos

llegan a medios híbridos donde la heterogeneidad de sa-

beres que subyace a cualquier lectura los dota de signifi-

cados particulares dzfíciles de prever y de estudiar.29

Me

interesa traer aquí el trabajo de Elsie Rockwell

porque además de permitirme segt1ir explicando qué tipo

de problemas y nuevos conocimientos sobre la lectt1ra pro

dtlce la etnografía, también me posibilita recortar qué es

aquello del orden de los significados culturales, o saberes

y/o conocimientos cultl.Irales, para

inte11tar

explicarlo con

más precisión. La noción de significados culturales que

implica definir a la cultura como significados socialmente

compartidos que presentan una continuidad histórica, o

que vuelven a significarse -a tomar otros significados- en

esa continuidad, proviene de la antropología cultt1ral mo

derna. Se halla en el trabajo ya citado de Clifford Geertz:

El concepto de cultura

que

propugno y cuya utilidad pro-

curan demostrar los ensayos que siguen es esenciabnen-

te u

concepto sen1iótico. Creyendo con

Max

Weber que

28

Los aspectos que hacen a la apropiación individual de la cultura escrita son

explicados por Rockwell a partir de los trabajos de Michel de Certeau. Ver

ibfde1n

pág. 28.

9

Ibfdem

págs. 28-29.

el o n b r ~ es un animal inserto en tra1nas de significación

que. él nusrno ha tejido considero que la cultura

es

esa

urdznzbre y que el análisis de la cultura ha de

ser

por ¡

0

tanto} .no ciencia experilnental en busca de leyes sino

una ctenc1a interpretativa en busca de significaciones. Lo

q ~ e

busco

es

la explicación interpretando expresiones so-

eza/es que son enign1áticas en

su

superficie.

30

En gran medida, mi análisis sobre la naturalización de

las concepciones sobre la comprensión lectora y el placer

de la lectura en la

esc11ela

se apoya en esta perspectiva teó

rico cultural. Al1ora podríamos decir que estas concepcio

nes de la lectura son tramas de significación que hemos te

jido

Y que, como lo he explicado en la introducción, tienen

u ~ a

historicidad. Y podríamos agregar más: estas concep

ciones son significados culturales en torno a la lectura que

trascienden el ámbito escolar pues

fo1n1an

parte de esa ur

dimbre que es la cultura. Si no, pensemos en los debates

acerca de las dificultades que tendrían nuestros alumnos

para ingresar a la universidad. Cualquier persona cuya opi

nión es recogida por los medios de comunicación -padres,

especialistas , periodistas, profesores, los mismos altun

nos- comparte el significado de qt1e la lectt1ra es com

prensión de textos ,

en

tanto que así explican los motivos

de esas dificultades:

no

saben comprender lo que leen ,

como ya lo he dicho antes.

Ahora bien,

en

relación con el problema que estamos

desarrollando en este libro, es necesario despejar alounos

;

term1nos. El trabaJO de Rockwell pertnite afianzar la expli-

cación de por qué nos sitt1amos en una perspectiva etno

gráfica, socioctlltliral, para señalar que no existe una lectu-

30 Geertz. C

op. cit.

pág. 20.

  8 C ROLIN

CUEST

DISCUTIR SENTIDOS

9

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raen

las aulas sino diversidad de modos de leer. Me segui-

ré centrando en esas condiciones culturales de los modos

de leer, tanto escolares como sociales en sentido más ge-

neral, en las que se detectan esos significados culturales,

esa urdimbre de significaciones que el hombre teje

y ha

te-

jido a través del tiempo. Pero me tomaré el atrevimiento de

ajustar la terminología, para poder centrarme con mayor

interés en los modos de leer literatura en el aula desde

aquellos significados culturales que son formas específicas

de conocimientos sobre la literatura. Entonces, pasaré a ex-

plicar cómo la literatura y las maneras en que puede ser

leída ponen a los lectores en un rol de conocedores de los

textos literarios

y

de sus potencialidades. En resumen, me

quedaré con

la

heterogeneidad de saberes que subyace a

cualquier lectura según las palabras de Elsie Rockwell.

Por un lado, todas las personas tenemos conocimientos

sobre

la

literatura

en

el sentido que señala Culler: sabemos

que nos propone ficciones, maneras de imaginar una suce-

sión de hechos en el caso de la narrativa, que no van a res-

ponder a la lógica científica. También, tenemos conoci-

mientos a d q u i r i d o ~ en la escuela, de circulación más

amplia (la literatura son las bellas letras, el autor es el

dador de sentido de los textos, sus relatos fortnan parte de

su vida) o de circulación más restringida (el narrador es

una clasificación de la persona gramatical, la literatura se

divide en géneros). Por otro lado, la literatura, más allá de

que sea una ficción, va a decimos algo sobre la vida,

sobre la realidad. Y muchas veces el rechazo a determina-

dos textos literarios se sitúa desde ese conocimiento que

les permite a los lectores construir un gusto.

La

literatura

siempre coloca a los lectores

en

una encrucijada estética

más allá de los conocimientos específicos literarios que

puedan tener o no, más allá de la cantidad de libros que

hayan leído, ptles no puede quedar sujeta al mundo del es-

tudio escolar. La literatura no es patrimonio único de la es-

cuela y por ello históricamente viene siendo leída, conoci-

da, de diversidad de maneras más allá de ella.

Un

texto

literario leído con los alumnos en la clase deviene en un

objeto de atención que no puede escindirse de una posición

estética e ideológica que históricamente las sociedades han

construido. Estética en el sentido de que todos los lecto-

res atienden en sus modos de leer a los rasgos constitutivos

de los textos literarios ( está escrito con palabras que no

entiendo , ''es realista , parece una poesía ), que les soli-

citan que tornen decisiones en relación con sus gustos.

Ideológica en el sentido sociológico

y

cultural del térmi-

no, como manera de decir y entender la realidad; como el

conjunto de conocimientos de distinto orden con los que

damos sentido y por ende explicación a la realidad. JI Vea-

mos la continuación del registro sobre Continuidad de los

parques :

Victoria (profesora-tallerista): Piensen en eso, ¿qué les

parece

si

tienen que compararlo Continuidad de los

parques con el que leímos la última vez?, ¿son pareci

dos?

Federico: Que uno se entiende que

el

otro no.

Darío: En el de los chicos (el grupo había leído con San

tiago y Victoria

~ ~ a

gallina degollada de Horacio Qui

roga) que leímos se entendía todo o que iba pasando, eso

sí, acá parece que todo está más mezclado. No sé si por

las palabras que usa, pero parece como que no te cuenta

bien todo lo que

v

pasando.

3

Para esta explicación de las dimensiones estéticas e ideológicas sigo a Baj-

tín, M.,

Estética de la creación verbal,

México, Siglo XXI, 1997.

70

CAROLINA C

UESTA

DIS

CUTI

R SENTIDOS

71

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Andrés: Pero igual un poco se entie

nde.

Victoria (tallerista): Y si le tienen que d

ec

ir a alguien,

u leé este cue

nt

o, que esta bueníshno

-se

ríen- v el otro

les pregunta, qué es   .

Micae a: Es un cuento fantásti co.

Santiago (profesor-tallerista): Por qué te parece que este

cuento es fantástic

o.

Micaela: Y porque no puede pasar lo que pasa en el

cuento.

Andrés: Claro que puede pasar, para

no es fantástico.

Darío: No

pued

e pasar, c

ó1no

v

as

a leer tu propia muerte.

Andr

é

s:

Para ní

pued

e pasar.

Santiago (profesor-tallerista): Entonces para vos no es un

cuento fantástico, si un cuento fantástico es el cuento en

el que pasan cosas que no pueden pasar en la realidad.

Micaela: Claro, uno fantásti co es donde

pasa

una cosa

que no es real.

Andrés: Bueno ustedes no creen, no vieron nunca Infinito

-el canal-, ahí dan un programa de casos conzo éste, de

gente que ve su propia muerte.

Micaela: Pero eso es una pavada.

En

el cotejo de Continuidad de los parques y

La

ga-

llina degollada , práctica propuesta por los profesores ct1ya

productividad retotnaré más adelante, aparecen modos de

leer literatura qtle se caracterizan por diversidad

de

cono-

cimientos que hacen al orden de lo estético y de lo ideoló-

gico en las constitucio11es como individuos de estos chicos.

Por un lado, Federico, Daría y Micaela responden al pedi-

do de cotejo de los profesores a partir de una mirada cen-

trada en rasgos constitutivos de estos cuentos: Stls modos

de estar nan·ados y la organización de esa narración, los

usos del lenguaje

y

la asignación de un género. De manera

particular, podemos observar en este intercambio discusio-

nes en torno a la dimensión estética de la literatura.

En

el

caso de Micaela es muy probable que Sll conocimiento

sobre géneros provenga de la escuela y que éste le permita

distii1guir entre historias ''rea les e ''ir reales a la hora de

explicar al supuesto recomendado sobre qué trata ese

cuento. Micaela no recune, en su ampliación de las expli-

caciones acerca de por qtlé es fantástico o no, a la defini-

ción escolar del fantástico: la irrupción de tlll plano con-

siderado irreal en

la

realidad de la ficción, una ruptura

entre dos planos de la ficción 32, sino que nos muestra

cómo ese conocimiento clasificatorio de los textos ha sido

apropiado por ella

en

ft1nción de otra preocupación, podrí-

amos decir, más vinculada con la resolución de la parado-

ja realidad/irrealidad. El hecho de que Micaela instale en la

disctlsión,

en

el intercambio, la certeza de lo que puede ser

posible o imposible qtle octlrra en la realidad, permite la

intervención de Andrés, quien recupera, pero de otro

modo, su afirmación acerca de qtle el personaje lee su

propia muerte en el cuento de Cortázar. De otro modo ,

porque si en un principio podíamos explicar que Andrés

hace esta lecttlra atendiendo a la especificidad del texto, a

su tnodo de construir el fantástico, y este modo de leer lo

acercaba más al de la crítica literaria, ahora podemos ob-

servar qtle también esttlVO implicado

en

ese modo de leer

otro conocimiento proveniente de otro objeto cultural. La

televisión, entendida como portadora de esos conociinien-

tos sobre la realidad, de conocimientos culttlrales a mi

3

Me re fiero a la definición sobre el género fantástico que se puede encon-

trar en varios manuales y que es ampliamente conoc ida por lo s profesores.

A es ta defini c ión se hace refe rencia en el es tudio sobre el género fantás ti -

co

de Todorov, T

Intr

od

ucción a la lireratura f a

nt

ástica,

Méxi

co, Edi cio-

nes de Coyoacán. 1994.

72

CAROLINA CuESTA

DISCUTIR SENTIDOS

7

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decir, le

ha

brindado a Andrés sentidos con los que puede

significar, explicar, aspectos de la muerte, que no están le

gitimados ni por explicaciones religiosas (para poner en re

lación esta cuestión con el registro de Estela y el modo de

leer de Juan) ni por explicaciones científicas, ambas más

reales , más legítimas en definitiva. El documental de

los fenómenos paranormales le brinda a Andrés un conoci

miento sobre lo aún no explicado, ni por la ciencia ni por

la religión, que ha decidido hacer propio dándole todo su

crédito. En el Bueno, ustedes no creen nos afirma que

él sí cree en los fenómenos paranorrnales

y

que se ha apro

piado de ese conocimiento como valioso, legítimo y por lo

tanto como constitutivo de su ideología. Al señalar también

que nunca vieron Infinito arenga a sus compañeros

a que comiencen a creer en ese conocimiento, a que se lo

apropien, lo hagan para ellos y que abran así aquellos lí

mites de lo posible o lo imposible. ¿Cómo Andrés, desde

un conocimiento cultural generalmente descalificado por

la mayoría de la sociedad, puede en un momento desplegar

un modo de leer más cercano al de los estudios literarios?

Es posible que sea por lo que explica Terry Eagleton, reco

nocido teórico de la literatura y la cultura:

A algunos críticos y estudiantes de literatura (podemos

agregar profesores) les preocupa la idea de que no haya

una única interpretación correcta del texto literario,

aun cuando quizá tampoco haya muchas. Es más probable

que trabajen sobre la idea de que los significados de un

texto no se hallan como muelas de juicio dentro de la

encía esperando pacientemente ser extraídas. Tampoco

puede decirse que a mucha gente le moleste la idea de que

el lector

no

se aproxima al texto como

si

fuese cultural

mente virgen, inmaculadamente libre de marañas previas

-sociales

y

literarias-, un espíritu soberanamente desinte

resado, una tabla rasa a la cual el texto trasladará sus

propias inscripciones. Casi todos reconocemos que ningu

na

interpretación es ~ ~ i n o c e n t e o libre de presuposicio

nes, pero son menos quienes aceptan las consecuencias de

esta culpa atribuible al lector. Uno de los temas de este

libro ha sido que no existe la respuesta (lectura) pura

mente uliteraria . Todas las respuestas -incluyendo, por

supuesto las que se dan a la forma literaria y a los aspec

tos de una obra a menudo celosamente reservados para lo

estético -

se hallan firmemente entretejidas con

el

tipo

social e histórico de individuos al que pertenecemos.

33

3 3 Los modos de

leer y la construcción del gusto

una

llrespuesta a la literatura

Si acordamos con Terry Eagleton que casi todos re

conocemos que ninguna interpretación es 'inocente ' o libre

de presuposiciones, pero son menos quienes aceptan las

consecuencias de esta culpa atribuible al lector , debemos

reconocer que los modos de leer literatura de nuestros

alumnos tienen una razón de ser, pues son respuestas a los

\

desafíos que la literatura les presenta. Así lo hacen Dar1o,

Micaela, Federico

y

Andrés con Continuidad de los par

ques en tanto texto literario que los desafía a conocer de

otra manera los límites entre lo real y lo irreal. Y este desa

fío, varias veces explicitado por los profesores, parece in

dicarnos que aunque un lector sepa que la literatura es fic

ción, no puede sustraerse de pensar mientras lee qué es

aquello del orden de lo real que el texto contiene. En este

33 E a g l e t o n ~ T., Fenomenología, hermenéutica, t e o r í ~ , na i n t ~ d u c c i ó n a

a teoría literaria, México, Fondo de Cultura Econom1ca, 1988, pags. 97-98.

74

CAROLINA CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

75

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punto parece explicarse otra de las afirmacione_s de Eagle

ton

en

tomo a que la dimensión estética de la literattlra no

es fácilmente separable de la sociocultt1ral e histórica, pues

todas las respuestas -inclt1yendo, por Stlpuesto las que se

dan a la forma literaria y a los aspectos de una obra a me

nudo celosamente reservados para lo

'estético'-

se hallan

firmemente entretejidas con el tipo social e histórico de in

dividuos al que pertenecemos . A lo que yo agrego qtle lo

celosamente reservado para lo estético también es t na

construcción social, cultural e histórica. El gusto literario o

el de otras prácticas artísticas

y culturales que suponen fic

ciones (las películas, los comics, las telenovelas, el docu

mental que ve Andrés

en

canal Infinito sobre f e n ó ~ e n o s

paranormales) son construcciones estrechamente

h g a ~ ~ s

con los conocimientos culturales de los que hemos decidi

do apropiamos a lo largo de la vida, o de los que hemos

dido apropiamos

en

las injustas reparticiones del con?cl

miento que las sociedades llevan adelante.3

 

Me ocupare de

este problema en el próximo capítulo.

El concepto de respuesta es desarrollado por

h a r ~ e s

Sarland, edtlcador inglés, quien estudia en gran medida

desde una perspectiva psicoanalítica clásica, las lecturas de

alumnos catalogados por el sistema escolar británico como

de nivel medio y bajo

en

cuanto a sus rendimientos escola

res. Sarland se propone explicar por qué estos alumnos

gustan de los best-sellers o de la literatura juvenil ~ ~ e

los programas de literatura aparecen de manera u b s ~ d 1 a n a

desacreditada, puesto que no se consideran buena literatu-

  4

Para el análisis de este problema sigo los trabajos de Bourdieu,

:.,

S?ciolo

g a y cultura, México, Grijalbo, 1990,

y

as reglas del arte. Geneszs y

es-

tructura del can1po literario,

Barcelona, Anagrama, 1995.

ra. El hecho de qtte aparezcan estaría dado más por un mi

serabilismo qtte

por

una apuesta pedagógica, según lo que

creo entender del trabajo de Sarland, que, para avanzar

sobre estas polémicas de la buena o la mala literatura, parte

de la base de qtte estos best-sellers

so

ficciones y sus

modos de estar escritas presentan cantidad de procedi

mientos propios de la literatura consagrada, canonizada.

En esas respuestas qtte los alumnos dan al investigador

lttego de que han leído ciertos textos por los que les pre

gunta en gn1pos, fuera de la clase, aparecen muchas res

puestas en cotnún. Sarland intenta explicar cómo en esas

respuestas subyacen las psicologías de estos alumnos y sus

identidades culturales, esto es, cómo leen literatura según

cómo entienden el orden cultural, cómo se definen

y

reco

nocen en ese orden cultural. Dice Sarland:

[ .. ]

la ficción es una fuente de información cultural los

jóvenes leen para obtener información cultural. Nueva

mente [este capítulo] se ocupará de las expresiones popu

lares analizará de qué manera dichas expresiones ofre

cen sitios de tipificación

y

definición cultural. Uno de los

elen1entos de esos procesos de definición

es

inevitable

Jnente

llegar a definiciones tanto negativas como positi

vas. En la construcción social de la realidad que es la

cultura, es necesario aprender los límites del orden cul

tural,

y

para aprender lo que son esos límites es igual

mente necesario aprender

lo

que está más al lá de ellos, al

igual que entender lo que está dentro de ellos.35

Traigo aqtlÍ la investigación de Sarland porque, por un

lado, puede ayudar a descubrir implicancias de la lectura en

35 Sarland, C., ''El orden cultural , en: a lectura

en

los jóvenes: cultura res

puesta, México, Fondo

de

Cultura Económica, 2003, pág. 131.

76

CAROLINA CUESTA DISCUTIR

SENTIDOS

77

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los jóvenes cuando se escuchan sus comentarios sobre los

textos que han leído, no solamente los dichos sobre la lectu

ra en general. Por otro, porque si bien Sarland parte de un su

puesto psicológico (muchas de sus interpretaciones teóricas

provienen del psicoanálisis) que no

me interesa transitar

por

momentos las conversaciones del investigador con los chicos

se asemejan al interrogatorio de un terapeuta-, muestra cómo

la constitución de los textos literarios genera respuestas a

partir de los conocimientos culturales de los lectores que

hacen a las construcciones de sus gustos. Así Gavin, un chico

de 15 años, dice: lo único que me interesa es saber la ver

dad acerca de algo ,

y

por lo tanto, se interesará en la polifo

nía de Carrie de Stephen King (el texto presenta indagato

rias, informes académicos, notas periodísticas, fragmentos de

libros sobre telekinesis) pues lo leyó como si fuera real 36.

Gavin es poseedor de un conocimiento cultural que le per

mite establecer de antemano qué textos le interesa leer

y,

a su

vez, conocer como parte de la literatura. Dice también Gavin:

o me

gusta

que me

cuenten

una

sarta de mentiras.

[ .. ]

a sabes. Cualquier cosa que sea verdadera

ya

sabes

me

gusta entenderla estar seguro

por

ejemplo de que

si

algo

me pasa

después en

la

vida

ya

sepa qué es

lo

que va

a pasar.3

1

Gavin posee un conocimiento específico sobre los li

bros , así lo señalan recurrentemente los lectores de Sar

land y también nuestros alumnos-, que puede haber apren

dido durante su escolarización: los libros enseñan sobre la

vida. Pero este conocimiento no es privativo de la escuela;

6

Ibídem 

pág.

173.

37

Ibídem pág.

172.

en realidad, la trasciende pues es de larga data, hace a la di

mensión histórica de la literatura, fortna pa1te de su larga

tradición de enseñanza y así pertenece a los de conoci

mientos culturales comunes a muchas personas: desde hace

siglos, las sociedades occidentales -tomo este término para

justificar las relaciones posibles entre un chico inglés y otro

argentino- saben que las historias contenidas en los libros

enseñan algo . Ese algo'' puede ser del orden de la moral

y las buenas costumbres, o de saberes específicos. Gavin

aprendió sobre la telekinesis al leer Carrie.

Para Sarland, Gavin es una excepción, pues lo que le in-

teresa indagar en todo su trabajo con la escucha de los lecto

res es si se identifican o no con los textos atendiendo al orden

de lo psicológico y lo cultural. Así, llegará a conclusiones

sobre la lectura que hacen chicas de la novela de Stephen

King, que atienden a cómo ellas conciben la femeneidad

y

la

masculinidad tanto en sentido psicoanalítico (el falocentris

mo) como en sentido cultural (ellas pertenecen a sectores

desfavorecidos, viven en barrios violentos, por lo tanto están

acostumbradas a los abusos sexuales

y

viven en familias en

sambladas con padrastros que las hostigan y amigos varones

que las descalifican, leen

mucl1as

revistas para la mujer, ho

róscopos, creen en la superstición). Sarland sostiene esta

doble dimensión de análisis a lo largo de toda su investiga

ción, lo que lo lleva a concluir que el currículum inglés de

bería darle

un

lugar más importante a los best-sellers que

gustan a los jóvenes pues perxniten que desplieguen aquellas

lecturas de resptlestas positivas o negativas, de identificación

o no identificación con los textos. Tan sólo rescataré de esta

investigación

lo

señalado anteriortnente, y esa noción de

in-

fortnación cultural contenida en las ficciones a la que yo

llamo -creo que con más precisión- conocimientos cultura-

78

C ROLIN

CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

79

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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les . Esto es que Gavin no es tina excepción como lo supone

Sarland, sino que

en

el marco de sus parámetros de análisis,

las lecturas de este chico

no

tienen lugar. Aquí se presenta

otro riesgo a la hora

de

asumir la perspectiva sociocultural:

Sarland investiga desde presupuestos socioculturales deter

ministas.

No

es que los lectores

se

encuentran o

no

se

en-

  .

.

cuentran'', al decir

de

Sarland, en los textos segu sus psiquis

o procedencias

de

clase

en

sentido socioeconómico, sino que

cada texto se les presenta como un hecho ideológico, a saber,

como una puesta en acto de la cultura escrita cargada de múl

tiples conocimientos culturales con los qtte ellos tendrán que

lidiar para conocer si los comparten o no. Pues no solamen

te en los modos de leer de los alumnos de Sarland o en los

nuestros podemos observar conocimientos culturales con los

que les asignan explicaciones a las forn1as en que están cons

tituidos los textos que leen, sino que muestran, también, que

ya son poseedores de tln gusto literario cuando se enfrentan

a distintas ficciones. Gavin conoce que los libros pueden en

señarle algo sobre l a vida, y desde este conocitniento lee los

textos poniendo a consideración su gusto. En esta considera

ción del gusto -''las historias que cuentan mentiras no me

gustan''-, se

juega la

dimensión estética de la literatura desde

la construcción específica

de

un

texto literario

y

los conoci

mientos culturales compartidos

con

los que definimos, cono

cemos, a la literatura. Gavin, de 5 años, sabe que la litera

tura es ficción.

Por

ello le cuenta a Sarland que leía textos

'serios', prefería los documentales a las películas de ficción

en la televisión y generalmente

se

interesaba en los hechos

más que en la ficción 3s. La conforn1ación del gusto sobre las

ficciones no solamente literarias sino también televisivas, ci-

38

Ibídem

pág. 172.

nematográficas y sobre otros objetos culturales -esto es, los

documentales, las revistas

de

divulgación científica- siempre

oscila en la asignación de parámetros sobre aqt1ello que cre

emos real, posible.

Si bien estoy proponiendo abandonar las explicaciones

tranquilizadoras de

la

comprensión

lectora y del

placer de

la lectura, o no caer en las trampas en las que queda en

vuelto Sarland desde los usos del psicoanálisis

cuando no

se es tln terapeuta ni los lectores van a

hacer

terapia a las

.

/

.

clases, o las de los determinismos soctoeconomicos,

SI

es

posible anticipar algunos horizontes donde r e f e r e n c i a ~ ~ o s

a la hora de saber que determinado texto

puede

propiciar

determinados modos de leer. Pues, como señala Terry Ea

gleton en su cita anterior extraída del capítulo de su i ? ~ o

en

el

que

critica a

la

estética

de la

recepción

-otra

posicion

teórica que ha tenido cierto alcance en la escuela, sobre

todo a partir del trabajo de Umberto Eco-, no es que u e ~

haber una única interpretación (no hay lector modelo) n

tampoco

es que haya tantas,39 aunque algunas a los profe

sores puedan resultamos muy extrañas.

3 4

Otro caso Martin

Fierro los

modos

de

leer

la

argentinidad

Antes de presentar el siguiente registro de lectura, qui

siera alertar a los colegas

que

varios

de

los modos

de

leer

9 Para ampliar la crítica que Eagleton hace a la hermeneútica, la fen?/me?olo

gía, referentes teóricos sustanciales

de

las teorías sobre la recepc1on, JUnto

con

la crítica que hace de la teoría

de

Barthes so?re la lectura. tanto fra

casos explicativos sobre los lectores por compartir

la

no atenc1on a los lec

tores reales, ver Eagleton, T.,

op. cit.

8

CAROLINA CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

8

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que se condensan allí pueden generar alguna molestia. Por

lo menos, es algo que me ha ocurrido de manera bastante

recurrente cuando lo he trabajado con futuros profesores o

profesores

en

distintos cursos, tanto

en

carreras universita

rias como en encuentros de capacitación docente. Creo que

se debe al valor qtle los profesores le otorgamos al

Martín

Fierro de José Hemández como formador de un sentido de

lo nacional que, de la misma manera que se viene expli

cando

en

este libro, trasciende las fronteras de lo estético

literario. Esto es que el

Martín Fierro

es un bien cultural

privilegiado que hace a nuestra cultura escrita. No obstan

te, creo que esta práctica de lectura

per ite

seguir avan

zando

en

nuestro cambio de preguntas. Pasemos al registro

de esta práctica de lectura que fue realizado por mí:

Para 1999

me

encontraba trabajando en uno de los ba

chilleratos dependientes de la Universidad Nacional de

La

Plata. Estaba al frente de un quinto año y como era

usual en aquel entonces, recibí a un practicante de l pro-

fesorado en Letras dependiente de dicha universidad. El

programa de la materia había sido realizado

por

todos

los profesores del colegio y se había solicitado el acuer

do de que todos los docentes lo siguiéramos. sí ue que

tuve que solicitarle al practicante que trabajara con

el

Martín Fierro pero que

si

le parecía un trabajo demasia

do arduo podría justificar ante la escuela otra selección

de textos. Me preocupaba

el

hecho de que un practicante

que tan sólo puede trabajar algunas horas con un grupo

de alumnos al que desconoce tuviera una experiencia

problemática,

pues

estos mismos alumnos hacía unos

meses se habían negado a leer conmigo

el

Quijote ape

lando a que los textos antiguos no les interesaban. Igual

mente, ellos antes habían leído conmigo El Lazarillo de

Tormes.

De

sus fortunas

y

adversidades y

si

bien les mo

lestaba el castizo de la época, habían hecho una lectura

J

bastante similar e interesada a la de los alumnos de la

Media

33. Aquello que conocían como textos antiguos

o no tenía límites borrosos. Francisco, el alumno de la ca-

.rrera de Letras, me dijo que quería t r ~ b j r con el

Mar

tín Fierro

pues le parecía un texto fascinante que le posi

bilitaría tomar

el

problema de la construcción de la

identidad nacional en la literatura argentina.

tam

bién, establecería vínculos con otros objetos culturales

que retrabajaban la figura del gaucho, como Inodoro Pe

reyra, y también analizaría con los alumnos las versiones

cinematográficas del texto. Así, los dos entusiasmados,

elaboramos las propuestas de cada clase pues yo también

era su profesora de Prácticas en la facultad.

La primera clase de Francisco consistió en la realización

de un diagnóstico sobre los conocimientos que los alum

nos

poseían del texto. El practicante, y también yo, partí

amos de la base de que algo sabrían sobre el Martín Fie

rro aunque no lo hubieran leído. Todos los alumnos

comentaron que seguramente era un

a

libro aburrido . La

causa de esta apreciación, básicamente, remitía según

ellos a que la historia contada era la de un gaucho , y

que no les interesaba en absoluto uese tipo de historias .

Por otro lado, manifestaron saber que dicho texto era im

portante para los argentinos . A su vez, todo

el

grupo

señaló que nunca lo había leído y que no habían visto

ninguna de sus versiones cinematográficas.

Luego del diagnóstico, Francisco comenzó con la lectura

del primer canto. Varios alumnos empezaron a reírse del

texto y a leerlo en voz alta intentando imitar la utonada

gauchesca . Por tal motivo, les pregunté, ya que

el

prac

ticante no daba cuenta de esta situación concentrado en

su lectura en voz alta,

por qué

se reían. Uno de ellos ma

nifestó que esa lengua en la que estaba escrito el texto le

parecía ridícula , como la de los tangos. Asi, comenza

ron una serie de comentarios que, en definitiva, tendían a

explicitar el carácter artificioso del texto,

no

solamente

por

esa alengua ridícula , sino también

por

ese persona

je

ridículo que era,

para

ellos, el gaucho de Martín Fie-

82 C ROLIN C UESTA

D ISCUTIR SENTIDOS

83

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rro.

Uno de los alu1nn

os

dijo q ue iba a n enudo a G eneral

Madariaga,

c

apital

na

cio

nal

del gauc

ho   ,

aclar

ó, y qu

e

allí había ''verdaderos gauchos, que no eran ni hablaban

con1o Martín Fierro. De pro

nto,

uno de los ahonnos dijo:

Es

c

o1n

o e

sa

Soledad

qu

e se cree más argentina

por

can-

tar folklore y

por andar

vestida con bombachas y revole-

ar

un poncho.

Yo

no soy

menos

argentino

por

no hac

er

eso . Todos acordaron con su co1npañe

ro.

Francisco y

yo

estába1nos abrumados.

La

primera cuestión que hace visible el análisis de

estos comentarios es cómo los alutnnos poseen conoci

mientos culturales, sobre la literatura y sobre textos litera

rios específicos, como en este caso del texto de Hernán

dez, aunque nunca lo hayan leído de manera efectiva.

Estos conocimientos culttlrales

- los

gauchos están

en

Madariaga , Soledad se cree más argentina por cantar

folklore - forman parte de sus modos de leer un texto li

terario que contiene algo de esos conocimientos cultura

les, pues algo les dirá de la trad ición cultural argentina. Es

decir que estos alumnos conocen qué hallarán en el

Mar-

tÍI l Fierro,

entendido como texto de la cultura escrita antes

de ser leído en sentido estricto. Y lo paradójico, si se quie

re, es que estos chicos forman parte de esa cultura escrita

de manera privilegiada, pues, en su mayoría, son hijos de

profesionales; esto es, pertenecen a las clases medias pla

tenses ligadas a la universidad. Si se acuerda con que el

Martín Fierro

es un texto de la cultura escrita argent ina al

que estos alumnos han decidido leer apropiándose de los

conocimientos culturales que ellos creen que encontrarán

en el texto, de manera selectiva, como señala Rockwell,

jerarquizando aquello a lo que le darán crédito y a lo que

no, se acordará también

con

el hecho de que estos alutn-

s decidieron desplegar

en

la clase un Inodo de leer que

pone

en

discusión el valor qtle tiene para ellos ese texto

de la cultura escrita. Algo del orden de conocer qtlé es

ser argentino y qué no lo es se pone de manifiesto en

esos modos de leer qtle nos recuerdan a las palabras de

Eagleton,

en

tanto que los lectores imbrican lo estético Y

lo histórico-cultural en sus lecturas: Los lectores, por

.

supuesto, no leen en el vacío: todos ocupan una pos1c1on

social e histórica, y la forma en que interpretan las obras

literarias depende en gran parte de este hecho

40

, dice

Eagleton antes de la cita anterior.

Cuando se analizan de manera particular esos modos

de leer, podemos apreciar cómo la teoría y

la

crítica lite

raria ptleden dar cuenta de ellos4l: Un libro aburrido ,

la

historia de un gaucho

y

el desinterés por ese tipo

de historias suponen

un

conocimiento sobre el género

gauchesco, si acordamos que no se restringe hoy por _hoy

tan sólo a la literatura gat1chesca. Todos los

arge11t1nos

vamos conociendo lo gauchesco a lo largo de nuestras

vidas, ya sea por la televisación de los festivales de fol

klore, por Inodoro Pereyra de Fonta11arrosa o por algún

programa humorístico, ya

sea de radio o de televi_sión. El

conocimiento de lo gauchesco dado por la parodia segu

ramente reasegura la distancia cultural con ese género

40

Ib fdem, pág. 92. . . · · b

 ;

·

4 Para el pro

bl

ema de lo

ve

rosímil , la ficción

y

la htera:t

a

asi-

camente

seguimos

a: Au

e

rb

ach. E . Mimesi

s. La

realid

ad

,:n la ltteratura,

México, Fo

nd

e de Cultura Econó

rni

ca.

195

0

y

Barthcs. R

.

El e f ~ c t o de re

al

idad'', en El susurro de/ lenguaj

e.

Más allá de

r:aLa?ra y

_la escntura, Bar

Paidós,

1987,

págs.

179-1 87.

Desde la cnuca para el pro?le

ma del género gauchesco y su

in

scripción en la tradtc1on cu ltural n t l ~

seguimos

a:

Ludmer

J..

El

nero gauchesco. Un tratado sobre la

patrz

a,

Buenos Ai res, Sudamericana,

1988.

84 C ROLIN CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

8

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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para algunos jóvenes. Un libro importante para los ar-

gentinos es el reconocimiento del

Martín Fierro

como

texto representativo de la cultura escrita argentina, y tam-

bién del canon literario nacional, sobre todo escolar.

Cuando los alumnos hicieron una imitación de la tonada

gauchesca

y

llamaron a Fierro gaucho ridículo y a su ha-

blar lengua ridícula efectuaron, además de la apropia-

ción de un conocimiento cultural que les brinda el texto y

que hace que compartan lo que ya conocen sobre el géne-

ro gauchesco, la puesta en discus ión de la ficción literaria.

En el caso específico del Martín Fierro, los alumnos des-

cubren la ficción prestando atención a la constitución del

registro (lengua gauchesca) y al estereotipo (el personaje

del gaucho Martín Fierro) que construye, literariamente en

el texto, la representación del ser nacional inscripta en

la tradición del género gauchesco.

Por

otro lado, las relaciones que hacen los alumnos

con los gauchos de General Madariaga y la cantante

Soledad es una indagación sobre

la

verosimilitud de la

representación de ese ser nacional , construida en el

texto a través de la comparación

con

otras prácticas cul-

turales argentinas que trascienden a la literatura: la fiesta

nacional y el folklore.

Me

refiero a que los alumnos

ponen en duda la verdad acerca de la realidad conte-

nida en el texto.

Ahora, la pregunta a hacerse es si nosotros estamos

preparados para escuchar estos modos de leer o si podemos

darles crédito. Si nosotros nos apropiaremos de estos co-

nocimientos sobre la lectura, sobre los modos de leer lite-

ratura en el aula, a partir de una rejerarquización de los co-

nocimientos culturales de nuestros alumnos que hacen a

sus construcciones del gusto.

Las clases siguientes continuaron con la indagación de

los conocimientos culturales y literarios que los alumnos

habían manifestado poseer en sus modos de leer el

Martín

Fierro. En el libro de temas anotamos: : Martín Fierro y el

problema de la construcción de la identidad nacional''. Así,

Francisco pudo ofrecerles a los alumnos nuevos conoci-

mientos provenientes de la historia política argentina del

siglo XIX, que luego de esa aproximación

l

Primer

Canto del texto cobraban sentido e interés, contrariamen-

te a lo que hubiera ocurrido si se presentaban a los alum-

nos como conocimientos previos para que el texto pu-

diera ser comprendido . Pues, casi de manera azarosa,

Francisco había generado

en

el aula condiciones de apro-

piación de nuevos conocimientos sobre la cultura escrita

para estos alumnos de 17

y

18 años de edad.

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4

MODOS E LEER ENSEÑANZA E LA

LITERATURA

¿DE

QUÉ

SE

TRATA?

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4 1 os modos

de

leer

como

forma de participación

en

la

cultura

escrita

En el capítulo anterior señalé que en la clase sobre el Mar-

tín Fierro casi por azar, se habían generado condiciones de

apropiación del conocimiento.

En

esta afirmación, vuelvo

a apoyarme en Elsie Rockwell,42 quien redefine las creen

cias escolares en tomo a lo que sería enseñar y aprender en

la escuela al cotejar dos registros de clases de Historia en

escttelas primarias de México. Centrando el análisis en qué

clases unos alumnos de escuelas rurales aprendieron y

en cuáles no, la investigadora muestra cómo un maestro

considerado tradicional consigue, a través de las amplia

ciones qtte hace de un texto sobre la revolución mexicana

que

lee con sus alumnos para contestar un clásico cues

tionario-, dichas condiciones. Son los relatos que el maes

tro agrega al texto los que habilitan, podemos decir nos

otros, los modos de leer que posibilitarán las respuestas al

cuestionario. Caso contrario ocurre con un maestro empe-

4

2

Rockwe

ll

, E. En torno al texto: tradic iones docentes prácticas cotidia

nas , en Rockwe ll , E. (comp.), a escuela cotidiana México, Fondo de

Cultura Econó

mi

ca, 1995, págs. 198-222.

90

C ROLIN CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

9

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cinado en qLte stts

alt1rm1os

comprendan solos otro texto ·

histórico y que solos contesten el cuestionario. Algo de lo

que habría ocurrido si en la clase del Martín ierro Fran

cisco no hubiese atendido a los comentarios de sus alum

nos y se httbiera empecinado en solicitarles el respeto me

recido para poder seguir avanzando con sus planificacio

nes, e1nbargado en el

e11ojo.

En

esa

clase, los modos de

leer señalaban el camino

de

la selección de los conoci

mientos a enseñar

en

estrecha relación con

Ltna

forma po

sible de enseñar literatura a partir del texto de Hernández.

El conocimiento histórico qtle habíamos descartado para

el inicio de la clase, por considerarlo obstaculizador de la

lectura que imaginábamos más vinculada con los aspectos

románticos del texto, ftte solici tado

por

los alumnos

en

stts

modos de leer.

Esta manera de articular los modos de leer literatttra de

nuestros alt1mnos con los conocimientos a enseñar 11 in

validan otras lecturas ni otros saberes, pues aún sigo reci

biendo los relatos de profesores que en escuelas del inte

rior de la provincia de Buenos Aires, del conurbano

bonaerense, de la

ciudad de Btlenos Aires o de La Plata

'

leen con sus alumnos el

Martírt ierro

como siempre .

Esto es a partir del prestigio, y no desde la irreverencia ,

que el texto tiene para la cultttra escrita arge11tina. Me re

fiero a que sería una equivocación suponer qtte tomar el

problema de la construcción de la identidad nacional

cet1

trada en la figura del gaucho Martín Fierro de manera an

ticipada permite esas condiciones

de

apropiació11 del cono

cimiento, convertida, así, la clase

en

un éxito promisorio.

En todo caso, quedará

en

cada docente si en esos modos de

leer a la usanza de siempre también

se

ofrecerán los cono

cünientos que supone ese problema. Quedará en las deci-

s ~ e s que tomemos los docentes

en

torno a qt

1

é co

11

oci-

mlentos ofrecer y cttáles no,

en

el reconocin1iento de que

nosotros somos los e11cargados de distribtlir el conoci

m i ~ t o

en el aula, más que

un

libro de texto que nos pueda

se:vir

como

apoyatura, más que nuestras planificaciones,

mas qtte todo aquello que

de

nuestra fortnación pongamos

en las clases.

Artictt lar los modos de leer literatura de 11uestros

altlt1

1

-

nos en la decisión política y pedagógica de leer junto con

ellos en el aula con los conocimientos a enseñar es recu

perar nt1estro lugar de profes ionales de la e11señanza.

y

ese

lugar de profesio11ales

de

la enseñanza

se

entiende en el ·

tnarco de la cultura escolar, de stls lógicas instittlcionales,

de las negociaciones qtle debemos entablar con los directi

vos, los colegas, los inspectores y el ct1rrículum. Estoy afir

mando que los modos de leer literatt1ra no necesita11 de

aulas con música funcional, ni

ba11cos

que se ponen en

ronda, ni estrafalarios proyectos extracurriculares

en

el

p ~ ~ i o de la escuela; ambientaciones propias de la concep

cion del placer de la lectt1ra qtte tantas veces avergüenzan

a

_los

al ~ os y abonan a la idea de que nada se está apren

diendo s tan sólo se lee. Ptles

ya

sabemos que los modos

de

leer literatura nada tienen que ver

con

el placer de

la

lec

ttlra Y sus gestos de oposició11 a las imposturas escolares.

Lo

que estoy afirmando es que abandonemos la cot1strttc

ción del rol docente

en

tanto técnicos de la bt1rocracia es

colar y stts actt1alizaciones cie11tificistas para reconocer

que esta mst1tuc1on es el lttgar privilegiado en donde mu-

chos alumnos pueden acceder a la cultura escrita cotno de

recho inexcusable. Puede resttltar in;tante, pero en la ca

rrera alocada por consegttir la última receta para enseñar a

los jóvenes inctlltos'' que habita11 nuestro país se replican

9

CAROLINA Cu EST

D ISCUTIR SENTIDOS

93

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las formas, harto estudiadas

por

los pedagogos de perspec-

tiva sociocultural,

de

exclusión social.43Esta carrera

obvia

que

para

muchos de nuestros alumnos

un

año escolar,

un

semestre, dos clases o una,

en

las que pudieron

haber

par-

ticipado

de la

cultura escrita apropiándose de los conoci-

mientos que los textos

ponen

el ruedo y los que el do-

cente

pudo

haberles ofrecido escuchando sus modos

de

leer, convirtiéndolos en explicaciones acerca

de

los moti-

vos que los llevan a realizar ciertas interpretaciones y no

otras,

puede

resultar crítica

para la

democratización del co-

nocimiento

en

.nuestra sociedad. Porque, parece que tam-

bién

habría que repensar el rol político de la escuela en lo

que le compete: ser

un

lugar de acceso al conocimiento, a

la cultura escrita,

para

todos.

4 2 l último caso:

modos

de leer liter tur

y condiciones

de

apropiación del conocimiento

Antes

de

continuar, quisiera ahondar

en

algunas

de

las

explicaciones que vengo ensayando en este capítulo

en

cuanto a

la

incidencia que tiene en las clases

de

literatura

atender a los modos de leer y a sus posibilidades

de

gene-

rar las condiciones

de

apropiación del conocimiento que

hace a

la

cultura escrita.

Quisiera hacerlo con

un

últill)o registro. Este registro fue

realizado

por

la profesora Graciela Suárez,

en

el año 2003,

4

3 Para el proble ma sobre las poi íticas del conocimie nto que se desarrollan en

las escuelas y el problema de la democratización del conocimiento sigo a Gi-

roux, H.,

Los profesores como intelectuales,

Barcelona, Paidós, 1990;

Teoría

resistencia en educación,

México, Siglo XXI, 1992, y

Placeres inquietan-

tes. Aprendiendo

a

cultura popular,

Barcelona, Paidós, 1996.

quien se desempeña

como

profesora de escuelas conside-

radas,

por

el sistema educativo,

de

alto riesgo social

en

el

partido de

San

Martín, provincia

de

Buenos Aires, y alre-

dedores. Cito:

Realicé este registro en un segundo año de polimodal de

la orientación Bienes y Servicios de la Escuela Media

donde trabajo, ubicada en un barrio carenciado de la

zona norte del conurbano bonaerense. El grupo está for-

mado por catorce alumnos, todos varones, de los cuales

un cuarenta por ciento es repetidor de segundo año.

Cuando entré al curso, todos estaban parados y se acer-

caron a mí. La profesora les había anticipado que yo ven-

dría

al

curso, asíque les expliquépor qué estaba ahí y

me

preguntaron qué iba a anotar y con quiénes de ellos iba a

charlar. Primero decidí sentarme

por

ahí, pero ocurría

que la profesora estaba continuando un trabajo grupal,

por lo cual opté

por

acercarme a cada grupo a medida

que la clase transcurría.

En esta clase estaban presentes once alumnos, como

ya

anticipé, todos varones. Enseguida noté que ése podía ser

el motivo, creo, por el cual recurrían constantemente

al

contacto físico medianamente agresivo mientras se dispo-

nían a discutir sobre las actividades propuestas por la

profesora. Ella inició la clase diciéndoles que se acomo-

daran en grupos como ustedes ya saben para conti-

nuar con e l trabajo, y luego se dispuso a llenar el libro de

temas.

La actividad consistía en lo siguiente: luego de la lectura

de

El extraño caso del Dr. Jekyll

y

Mr. Hyde,

de

R

L Ste-

venson, debían realizar ciertas actividades de escritura.

Yo preferí que los alumnos fueran mostrándome cuáles

eran esas actividades en vez de que la profesora me las

cuente, por eso empecé a acercarme a los grupos

fines

de hacer más comprensible la observación, numeré cada

grupo: el n° 1 está formado por cinco alumnos; el n°2 por

cuatro y el n° 3

por

dos.

9

C ROLIN CUEST

DISCUTIR SENTIDOS

95

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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En el grupo

1,

los alumnos se pusieron a h ~ b l a r s o b ~ e t;l

trabajo que tenían que presentar.

La

actzvzdad conststza

en ilnaginar un personaje que pud iera

c ~ d r r

en la _no-

vela, con aspectos típicos del doble. Martano, de 7 n o s

repetidor de segundo año, es el que organiza el t r a b a ] ~

todos: uHay que inventar un personaje con caracterzstz

cas buenas y malas; tiene que

ser

un personaje inventa

do; el que hagamos tiene que tener un lado visible Y un

lado oculto1). Observé lo que habían hecho hasta el mo

mento. Habían iniciado el trabajo con un fragmento de

una canción de un grupo de rock alternativo que hablaba

sobre el bien y el mal. Luego, habían hecho un gráfico del

personaje inventado: se trataba de la figura de un joven,

con rostro angelical pero con tatuajes en todo el cuerpo

Y

un cigarrillo en la mano. A continuación, e m p e z b ~ n a

anotar características que convertían a ese personaJe en

doble: Mariano decía:

HEs

re-traga en la escuela pero en

[a

casa le

pega

a su mamá . Fernando, 7 años, repeti

dor de segundo año, agregó: HEn las fiestas no to:na ?,ero

a escondidas se da con una líneas o se empastzlla . El

grupo se dispone a completar la descripción y cada uno,

ahora, escribe en silencio.

Me acerqué

al

grupo 2 Discutian sobre cómo hacer las

actividades, pero el mayor conflicto se presentaba en la

medida en que de los cuatro integrantes, sólo uno había

leído la novela. Comenzaron a

jugar

de manos mientras

decidían

qué

responder.

El

alumno que había leído el

texto, Jorge, de 16 años, de condición socioeconó1nica

humilde, por decirlo de algún modo, y evidentemente es

colarizado, e1npieza a hablar: Acá hay que hacer un c o ~

mentario de la novela, pero decidiéndose prifnero por sz

es fantástica, policial, gótica o ciencia-ficción. Para 1ni es

una novela gótica". En este punto intervine yo, ya que la

profesora no intervenia en el trabajo d.e los l u r n n o ~ a

no

ser para

acerarse y decirles

que

trabaJaran; es dec1r, ella

no interactuaba con ellos, no seguía sus interca1nbios, los

saberes que se estaban

poniendo

en juego en cada grupo.

Digo, entonces, que intervine y le pregunté: ¿Y

por

qué

es

gótica?". A lo que

me

responde: Y. porque pasa en

Inglaterra, en lugares de plata pero ta1nbién en lugares

bajos ,

Le repregunto: ¿ Lugares bajos?'', y Jorge

me

contesta: "Sí, es que Hyde anda por

lugares bajos,

él es

bajo". Yo le pregunto:

t¿Y por

qué?", a lo que Jorge me

responde:

u

Porque Jekyll

anda

por lugares altos y

este

Hyde

es

el

doble

de Jekyll".

El resto del grupo escuchaba, a veces se golpeaba mien

tras anotaba algo. Jorge se cansó y dijo: ''Yo me voy'', y

así se apartó del grupo para trabajar solo. Otro alumno,

Hernán, de 7 años, al ver la acti tud de Jorge, exclamó:

u yo me voy, manga de fracasados", y pasó a integrar el

último grupo que me quedaba por visitar. Allí eran dos los

alumnos y ahora pasaban a ser tres.

La

profesora no in

tervino tampoco en esa cuestión.

/

Estos se hallaban

más

ordenados, tenían el libro en la

mano

(la profesora les había prestado distintos ejempla

res), pero no trabajaban. Uno abrió el libro, se trataba de

Pablo, 7 años, y e1npezó a leer la última página. No,

Pancho ..

-afirmó

Hernán, el nuevo integrante- . .. tenés

que e1npezar por la primera

página

y llegar a la última."

Eh

..-respondió Pablo- yo si quiero empiezo

por

el final,

¡si lo 1nás interesante está a lo último en los libros " Este

grupo se dispuso a intentar leer el texto, en realidad sólo

les faltaba la última parte (confesión de Jekyll) para ter

minar y lo único que le preguntaron a la profesora,

que

se

acercó cuando la llaJnaban,fue: "¿Nosotros tenemos

que

escribir una novela, acá?". "¡¡¡¡¡¡Nooooo l -dijo la

profesora- hay que hacer las actividades del libro nada

más,

hacer

un comentario e inventar un personaje".

Cuando ella se retiró, Pablo dijo: Lo que pasa es que

acá todo es confuso''.

{¿Por

qué?", le pregunté. "Porque

está todo como en pedazos,

hay

que unir todo,

cada

uno

dice algo

y¿

qué es lo que pasa al final? AhfRoberto, 6

ai1os, bastante callado, sentado en el último banco, re

mató: "Claro, b .., cuando llegás

al

final y leés lo

que

confiesa Jekyll, te das cuenta de lo otro que estaba antes;

lo unís, b ..,

como si fuera un rompecabezas,

y

entendés

9

CAROLINA CUESTA

todo . ¡Aht ¿Viste?

Yo

tenía razón dijo Pablo-: lo más

DISCUTIR SENTIDOS

97

mirar, escuchar y escribir la vida misma de las aulas.

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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importante siempre está en

el

final b ..

"

En ese momento terminó la hora.

Yo

observé que la mayor

parte del tiempo la profesora

no

intervino en cuestiones

que se estaban discutiendo sobre la literatura en el grupo.

Dichas cuestiones valían la pena ser explotadas ya que

los alumnos a pesar de la dispersión y de la escasez de

textos estaban poniendo en juego saberes específicos de

la teoría literaria: la estética del gótico la construcción

del personaje la complejidad o

no

del argumento y la

forma fragmentada en que está presentado. Evidentemen

te hubieran terminado la novela o no esos saberes se po

'

nían en juego y se discutían y

si

bien nadie terminó los

trabajos estaban en sus propios tiempos en el proceso de

pensarlos y hacerlos.

al vez corresponde aclarar que el grupo es considerado

el peor

curso de la escuela y que ese comentario circula

permanentemente en sala de profesores. Los docentes

aducen que los alumnos nunca estudian ni saben nada; la

profesora de Literatura también opina eso. al vez es

.

cierto pero es innegable que en la clase que yo regzstre

había saberes específicos que circulaban permanente

mente que de una manera u otra fueron aprendidos y se

incorporaron al discurso de los alumnos en la hora de

Lengua. Lo interesante sería pensar en cómo explotar al

máximo esos conocimientos con más lectura más pro

ducción escrita y mayor intervención oral.

He

seleccionado este registro porque trata sobre el

trabajo con una novela corta que en los últimos años se

viene trabajando en las escuelas, y apuesto a que muchos

docentes la conocen. Por otro lado, lo he hecho porque

condensa,

en

gran medida, todos los aspectos que he ve

nido desarrollando en este libro. El registro de Graciela

muestra a las claras cómo al cambiar la mirada sobre los

alumnos, sus lecturas y sus conocimientos se puede

Con distintas categorías a las que yo vengo utilizando en

mis explicaciones, Graciela interpreta en un sentido teóri

co cómo la profesora tenía frente a ella condiciones de

apropiación del conocimiento en el marco de su rutina es

colar con estos alumnos. Las conclusiones de Graciela no

pasan por evaluar el desempeño de la profesora: su clase

no es una exposición de explicaciones acerca del género

gótico para que luego sean descriptas en la novela, aunq:ue

le dé interés a la clasificación de géneros; tampoco ha

optado por abandonar completamente a estos alumnos en

tanto que de alguna manera u otra les ha llevado un texto

literario para que sea trabajado en la clase; ha selecciona

do consignas de un libro de texto que estarían apuntando

a la escritura de invención,44les permite a los alumnos tra

bajar en grupos; parecería entender la lógica de los juegos

de varones. En definitiva, la clase transcurre normalmen

te y hasta Graciela puede integrarse a ella pasada la cu

riosidad inicial por su presencia. La cultura escolar está

allí, condensada en cada intercambio que alumnos y do

centes tienen.

¿Pero qué le pertnite a Graciela reconocer que los sa

beres específicos de los alumnos no fueron explotados ?

En

mis términos, ¿qué le permite reconocer los conocí-

  Si bien no es posible afirmar por los datos recogidos en el registro que la

profesora esté adscribiendo a esta línea de trabajo, sí se puede señalar que

de alguna manera la recupera por lo menos en la versión del manual que uti

lizó. Para ampliar sobre este tema ver Frugoni, S., La escritura de inven

ción como práctica cultural: su papel

en la

didáctica de la lengua y

la

lite

ratura ,

en Lulú Coquette

n° 3, Buenos Aires, El Hacedor-Jorge Baudino,

noviembre

de

2005, págs. 81-95,

y

en esta misma colección: Frugoni, S.,

Imaginación escritura. La enseñanza de la escritura en la escuela Bue

nos Aires, Libros del Zorzal, 2006.

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8/9/2019 Carolina Cuesta - Discutir Sentidos. La lectura literaria en la escuela

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1

CAROLINA CuESTA

DISCUTIR SENTIDOS

1 1

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n el caso del último grupo, los modos de leer conlle

van otro foco de atención sobre la novela.

La

discusión se

basa en su disposición narrativa, en cómo se encuentra na

rrada

y

por ende, en cómo se van relatando las acciones.

Aquello de novela policial que tiene el texto de Stevenson

interesa más que los rasgos del gótico:

Pablo dijo: Lo

que pasa es que acá

todo es confuso".

"¿Por qué?", le pregunté.

u

Porque

está

todo como en pe-

dazos, hay que unir todo, cada uno dice algo y ¿qué es lo

que pasa

al

final?". Ahí Roberto, 6 años, bastante ca-

llado, sentado

en

el último banco, remató: ((Claro, b ..,

cuando llegás

al

final y leés lo

que

confiesa Jekyll, te das

cuenta de lo otro que estaba antes; lo unís, b .. ,

como si

fuera

un

rompecabezas, y entendés todo .

((¡Ah ¿Viste?

o

tenía razón, dijo Pablo: lo

más

importante siempre

está en el final, b ..1

n la discusión anterior, acerca de si un libro puede ser

leído comenzando por su final, y en la comprobación que

hace Pablo sobre este hecho, aparecen conocimientos cul

turales en tomo a la materialidad del libro de literatura,

acerca de su posible manipulación para efectuar la lectura.

A su vez, esos conocimientos se relacionan con el conoci

miento literario en tomo a esta novela en particular, de los

que Pablo se

ha

apropiado: la clave de la novela, en tanto

asume formas del policial además del gótico, se halla en la

confesión final de Jekyll.

Dice Graciela que la clase hubiese sido otra si la pro

fesora hubiera explotado aun más esos conocimientos que

los alumnos manifestaban en sus modos de leer la novela

de Stevenson. Seguramente hubiese sido otra y los resulta

dos a la hora de corregir las actividades también. No era

necesario leer en clase toda la novela porque, como señala

Graciela, el texto estaba ahí, aunque de manera fragmenta

ria, en esos modos de leer que se habían apropiado de lo

que presenta como novedoso, interesante para ser leído, y

que la profesora había centrado con sus actividades en el

caso del gótico. No parece ocurrir lo mismo con sus rasgos

de policial, que hacen a su disposición narrativa, que segu

ramente no pudo mirar, escuchar, ni escribir en sus re

cuerdos de la clase.

Pero señalaba, antes, que sí había un diálogo entre el

trabajo propuesto por la profesora, los conocimientos sobre

el gótico a enseñar y los modos de leer de sus alumnos. Y

también decía que pudo haber ocurrido que los resultados

de esas actividades no hayan sido considerados buenos por

la profesora

y

en este sentido, que hayan abonado al pre

concepto que todos los docentes tenían de ese curso, según

nos cuenta Graciela. Seguramente, la profesora indicó que

no era correcto entender al doble del gótico como una

oposición entre el bien y el mal encamada en los persona

jes de Jekyll y Hyde. Porque el doble

4

s significa lo que

comparten esos personajes, la relación especular que sos

tienen, no obstante en el devenir de la narración se los pre

sente como distintos. Todos, cuando leemos por primera

vez esta novela, tomamos como personajes opuestos a

Jekyll y a Hyde. Todos lo hacemos, hasta que llegamos a la

lectura de la confesión de Jekyll. Todos, también, seguimos

leyendo lo mismo aunque por momentos nos parezca un

poco compleja esa confesión

en

el sentido de que no sabe-

45 Para abundar sobre este tema ver: Jackson, R

. Fantasy. Literatura Y sub-

versión,

Buenos Aires, Catálogos, 1986.

102

AROUNA CUESTA

DISCUTIR SENTIDOS

103

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mos

mt1y

bien qué

es lo que

está confesando el

doctor,

pues

es mt1y difícil

abandonar

la

idea

de

que ha

resultado

ser

víctima

de su

experimento

y

de

qtle

así

cierra el relato.

Nos

obstante,

esto no

es

de esa manera

o,

por

lo menos, los pro

fesores deberemos asumir la responsabilidad de atender a

esa confesión si hemos enseñado que un

rasgo del género

gótico

que

se

halla en la novela de Stevenson

es el doble.

Veamos

un fragmento de esa

confesión:

os hombres han contratado sicarios para que cometie-

/

.

ran sus crzmenes mzentras su propza persona y reputaczon

quedaban protegidos. Fui el primero

que

pudo pasearse

tranquilamente ante la opinión

pública

con un bagaje de

cordial respetabilidad, y un instante después, como un es

colar, desnudarme de esas postizas

y

saltar de cabeza en

el mar de la libertad. Pero para mí, envuelto en ni manto

impenetrable, la seguridad era absoluta. Piénsalo:

¡ni

si

quiera existía Bastaba con cruzar la puerta del labora

torio, disponer de un par de segundos

para

preparar la

mezcla y

tragar la poción que tenía siempre preparada. Y

cualquiera fuera la cosa que había hecho Edward Hyde

se desvanecía co1no la 1nancha del aliento sobre el espe

jo; en su lugar, sentado tranquilamente en casa, recor-

tando la mecha de la lámpara de medianoche en su estu

dio, un hombre

que

podía

permitirse

reír de toda

sospecha, estaría Henry Jekyll.

6

Qué

distinta habría sido la clase si la profesora hubie-

se

traspasado

su

escritorio

no

sólo

para responder

a

lo

qtle

hay que hacer ,

sino

para

leer

con

los

alumnos

esta confe-

  6

Stevenson,

R.

L.,

El extra1io cas o del Dr Jekyll y

Mr

Hyde, ,

pág. 35. Edi

tor: Oche Califa. Esta publicación estuvo a cargo del diario

La

Nación

y

fue impreso por el Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación,

Ciencia

y

Tecnología de la Nación.

La

traducción es de Elvio Gandolfo

y

los

dibujos de Mauro Cascioli.

sión, al menos este fragn1ento. Qué distinta hubiese sido

la

clase

si

la

profesora hubiera

narrado

quiénes

eran

los sica

rios y así.. hacer aún más evidente aquello que Jekyll con

fiesa

de manera

bastante críptica.

La lectura con

los

alumnos de la confesión

final

de

Jekyll

le

ht1biera

permitido

a

la profesora asegurarse esas

condiciones de

apropiación

de

un

conocimiento nuevo para

los alumnos:

si

algo hace el gótico es cuestionar las barre

ras de

lo

que

consideran1os lo

real y

lo irreal

de

distintas

maneras.

Los

alumnos no

habían

discutido, en sus

modos

de

leer,

si

era posible o

no hacer

t1na

poción

qtle

convierta

a

una

persona en

otra; esto

es que estaban totalmente

si

ttlados

en

el

mundo

ficcio11al del texto. Ahora,

existen

otras

formas en

que el gótico borra los límites

entre

lo posible y

lo

imposible

en tanto

que

retrabaja los

conocimientos

cul

turales

en

torno al bien y al mal en la

sociedad victoriana

en que se

gestó,

pero que también

la trascienden

en

tietnpo

y

espacio. No afirmo

que esto se debe

a

que la

literatura

tenga

una esencia

universal,

todo lo

contrario, sino que

me

refiero a

que el hecho de

tipificar a

un médico como un ser

bueno y respetable, y a

un

hombre

que

transita por burde

les

y

calles lúgubres,

que pisotea

a

una niña y

que asesina,

como

malo,

tiene

sutna pertinencia

e

cantidad de

socieda-

des y culturas como la nuestra.

Ahora,

parece que la cuestión

es

si

los profesores to

mamos la decisión de generar, en el marco de

la

cultt1ra es

colar,

esas

condiciones

de

apropiación de

conocimientos

de la

cultura

escrita. De esta manera, podremos entender

nos

como profesionales de la enseñanza de

un

objeto

de

es

tudio (la literatura) que nos demanda trabajar desde y

con

nuestra

formación literaria.

Ahora,

parece

que

enseñar lite

ratura

partiendo

de

los

modos

de

leer

de

nuestros

alumnos

104

CAROLINA UESTA

es hacerlos más partícipes de la cultura escrita

y

sobre

1

DISCUTIR SENTI OS

105

El uso del término apropiación en lugar de aprendi-

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todo, de aquellos textos literarios y conocimientos de los

que tan sólo podrían apropiarse

en

la escuela.

4 3

Enseñar literatura desde los modos de

leer

literatura una nueva

politica

del

conocimiento

en

el aula

Cambiar las preguntas , volver a dar las cartas ,

para intentar encontrar otros caminos en cada clase de lite-

ratura que dictamos cotidianamente; para pensar si pode-

mos comenzar a ganar todos la partida.

En

nuestro anecdotario como alumnos, seguramente

recordaremos cantidad de episodios que quisiéramos olvi-

dar, pero otros tantos que nos señalan la diferencia nota-

ble que marcaron en nuestras vidas aquellas clases en las

que participamos de la cultura escrita. Y quisiera que re-

cordemos que muchas veces esas anécdotas no refieren a

esos pizarrones cargados de términos extraños cuya expli-

cación oral por parte de los profesores los enrarecía aún

más, aunque dichas clases estuvieran en sintonía con lo

que hoy

se

considera

la

calidad educativa

4

7.

El problema

es que esas palabras no pueden representar la vida coti-

diana de las aulas, esto es, todo el valor de esa cultura es-

colar que día a día, en cada asignatura, y en la nuestra,

pone en acto esas porciones de la inconmensurable cultu-

ra escrita.

47 Para

ampliar

la crítica a las posiciones más generalizadas sobre la cali-

dad educativa , ver: Connell, R. W., Escuelas y justicia social Madrid,

M o rata, 1997.

zaje propone instalar en las aulas una política del conoci-

miento basada en el desafío de que nuestros alumnos nos

digan, nos hagan partícipes, de las maneras en que están

conociendo a la literatura

en

sus modos de leer. A eso le

llamo pensar la epistemología de la literatura que está pre-

sente en los modos de leer en el aula, en el marco de la cul-

tura escolar. Invito a que nos preguntemos, ahora, al final

de este libro, si las concepciones de la comprensión lecto-

ra y los conocimientos lingüísticos, junto con el placer de

la lectura que hemos revisado en tanto desligados de la es-

pecificidad de la lectura literaria, no han avasallado esa po-

sibilidad de que seamos hacedores de las condiciones de

apropiación del conocimiento literario y de la cultura es-

crita

en

general en nuestras clases. Me pregunto si no será

hora de que apostemos a nuestras propias selecciones de

textos literarios, a trabajos con el cotejo de textos en los

que pensemos nuevas series de conocimientos literarios y

culturales desde y para los alumnos, y no una descripción

mediante el uso de alguna categoría lingüística o del lla-

mado ''análisis''.

Creo que los modos de leer de cada uno de los jóvenes

que he citado en este libro muestran su carácter epistemo-

lógico, en el sentido de la epistemología de las ciencias so-

ciales: sus modos de leer son preguntas en tomo a la espe-

cificidad cultural y estética de la literatura. Especificidad

que hace que constantemente se pregunten sobre las mane-

ras en que las sociedades han venido representado en la li-

teratura el orden de las cosas , los límites y las rupturas

de lo que se piensa real y/o irreal, de lo ya imaginado y de

lo por imaginar. Y que, también, hace a que los alumnos

dispongan de un gusto social e individualmente construido.

106

C ROLIN CUEST

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Propuse al inicio de este libro contar de otra manera el

cuento de la lectura. El cuento de la lectt1ra que me intere

só relatar es el que trata sobre el desafío político-edt1cativo

que tenemos los profesores, para ahora

decidir, como los

escritores profesionales, cuándo modificar la historia, pero

con mayúscula.

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