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FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007 - 1 - CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense) Buenas tardes. La vez anterior que Almudena Grandes vino al Foro Complutense yo llegué tarde, y cuando llegué mi cartel de “Carlos Berzosa estaba tirado en el suelo y me senté allí, claro, que se está mucho mejor en las butacas que en estas sillas, por otra parte, así que hoy he venido pronto para que no me quiten el cartel y me lo tiren al suelo, porque yo siempre que puedo vengo a escuchar a Almudena Grandes. Muchas gracias a todos ustedes por su presencia. Muchísimas gracias a Almudena Grandes por estar aquí con nosotros, una vez más, en el Foro Complutense para hablarnos de lo que va a ser el libro que todavía no ha salido, pero eso nos va a crear ya el gusanillo de que lo compremos en su momento. Y sólo decirles que a las ocho menos cinco haremos el apagón de luces que se va a realizar. Creo que estarán todos de acuerdo, ¿no? Muy bien. Entonces lo haremos, y según estemos, paramos y luego volvemos otra vez a reanudar la sesión. Yo creo que vamos a disfrutar todos. Siempre insisto en que haya muchos novelistas y poetas que vengan a estos foros Complutense, y a Rosa Falcón, que es la directora del Foro, siempre le digo que vengan aquí, que hablen, porque para mí es una especie de satisfacción, de placer el poder escucharlos y el poder estar aquí. Así que en esta tarea de agitación rectoral, donde vengo de ver obras y además me he metido de incógnito hoy por las obras para que no me digan nada, por la Complutense, pues venir a disfrutar de la literatura, del placer de leer es siempre una enorme satisfacción. Así que vamos a prepararnos bien porque el libro de Almudena Grandes es como algunos suyos –no todos, últimamente nos ha dado algunos más cortos–, y estaremos en Semana Santa, seguramente, preparados para poderlo leer. Rosa Falcón va a hacer la presentación de Almudena Grandes, aunque yo creo que la conocemos todos. Grandes es grande en todo, en apellido, en su capacidad literaria, en su humanidad, en su generosidad, en darse a los demás y en su ideología progresista y comprometida. Así que, Rosa, cuando quieras. ROSA FALCÓN (directora del Foro Complutense) Muchas gracias, rector. Yo voy a hacer una presentación muy breve porque, como dijo el rector, a Almudena Grandes le sobran las presentaciones. Simplemente

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FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Buenas tardes. La vez anterior que Almudena Grandes vino al Foro

Complutense yo llegué tarde, y cuando llegué mi cartel de “Carlos Berzosa estaba tirado

en el suelo y me senté allí, claro, que se está mucho mejor en las butacas que en estas

sillas, por otra parte, así que hoy he venido pronto para que no me quiten el cartel y me

lo tiren al suelo, porque yo siempre que puedo vengo a escuchar a Almudena Grandes.

Muchas gracias a todos ustedes por su presencia. Muchísimas gracias a

Almudena Grandes por estar aquí con nosotros, una vez más, en el Foro Complutense

para hablarnos de lo que va a ser el libro que todavía no ha salido, pero eso nos va a

crear ya el gusanillo de que lo compremos en su momento. Y sólo decirles que a las

ocho menos cinco haremos el apagón de luces que se va a realizar. Creo que estarán

todos de acuerdo, ¿no? Muy bien. Entonces lo haremos, y según estemos, paramos y

luego volvemos otra vez a reanudar la sesión.

Yo creo que vamos a disfrutar todos. Siempre insisto en que haya muchos

novelistas y poetas que vengan a estos foros Complutense, y a Rosa Falcón, que es la

directora del Foro, siempre le digo que vengan aquí, que hablen, porque para mí es una

especie de satisfacción, de placer el poder escucharlos y el poder estar aquí. Así que en

esta tarea de agitación rectoral, donde vengo de ver obras y además me he metido de

incógnito hoy por las obras para que no me digan nada, por la Complutense, pues venir

a disfrutar de la literatura, del placer de leer es siempre una enorme satisfacción. Así

que vamos a prepararnos bien porque el libro de Almudena Grandes es como algunos

suyos –no todos, últimamente nos ha dado algunos más cortos–, y estaremos en Semana

Santa, seguramente, preparados para poderlo leer.

Rosa Falcón va a hacer la presentación de Almudena Grandes, aunque yo creo

que la conocemos todos. Grandes es grande en todo, en apellido, en su capacidad

literaria, en su humanidad, en su generosidad, en darse a los demás y en su ideología

progresista y comprometida. Así que, Rosa, cuando quieras.

ROSA FALCÓN (directora del Foro Complutense)

Muchas gracias, rector. Yo voy a hacer una presentación muy breve porque,

como dijo el rector, a Almudena Grandes le sobran las presentaciones. Simplemente

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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recordarles que estudió Geografía e Historia en la Universidad Complutense, que ha

colaborado en el mundo editorial antes de obtener el Premio Sonrisa Vertical con su

ópera prima Las edades de Lulú, que forma parte de una generación de escritores que ha

sido testigo de las profundas transformaciones en la sociedad y en la cultura españolas

tras la dictadura. Su obra ha contribuido a la consolidación del ámbito privado, la

recuperación de la cotidianeidad y la búsqueda de la identidad. La novela en sus manos

se convierte en un ejercicio de introspección, de exploración, del fondo psicológico de

los personajes y de profundización de la experiencia. De su obra literaria posterior sólo

recuerdo muy brevemente títulos que todos conocemos: Te llamaré Viernes, Malena es

un nombre de tango, Modelos de mujer, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles,

Castillos de cartón. Su obra ampliamente refleja las preocupaciones que la caracterizan

como narradora: el aspecto físico de los personajes, la tiranía del cuerpo, presenta la

antítesis de la sensualidad y la belleza física como máxima aspiración. Frente a esta

obsesión, Almudena Grandes propone una solución lúdica, hedonista: la aceptación de

la propia apariencia e identidad personal a través del sarcasmo, la ironía y la parodia.

Y sin mucho más, darle la palabra a Almudena para que nos hable de su novela.

Quiero decirles que no es la presentación formal de la novela puesto que la presentación

formal de la novela se hará en mayo en el teatro Español, pero ella va a centrar su

intervención aquí en la novela El corazón helado. No puedo avanzar mucho más porque

no he tenido oportunidad de leerla. Sólo el título ya me llamó la atención, y el título,

que nos cuente ella también, parece que ha surgido de un poema de Antonio Machado,

“Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, que figura en las primeras páginas

del libro. Muchísimas gracias, Almudena, por estar una vez más en el Foro

Complutense y en esta biblioteca.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Muchas gracias a todos. Gracias a ustedes por venir, gracias a la universidad por

invitarme. Y como Carlos siempre dice lo mismo, yo también siempre digo lo mismo.

Yo fui alumna de esta universidad y me hace mucha ilusión venir a hablar ahora como

escritora a esta universidad, me hace mucha ilusión y siempre estoy muy contenta de

estar aquí.

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Cuando Rosa Falcón me dijo que por qué no venía al Foro ahora, claro, yo

estaba en una situación muy particular porque hoy es 1 de febrero y yo saco una novela

el 12 de febrero, la novela sale a la calle el 12 de febrero, entonces digamos que todo lo

que me interesa, todo lo que he pensado, para lo que me he preparado, el mundo en el

que he vivido todos estos años y la situación en la que estoy ahora me avocaban

definitivamente a hablar de la novela, y por eso le puse a la intervención el título de la

novela, lo cual ha podido inducir efectivamente a alguien a suponer que hoy iba a ser

una presentación de la novela y lo cual me lleva a pedir perdón. Si alguno de ustedes

creía que iba a haber libros, es que realmente no hay libros, o sea, no se puede presentar

un libro que todavía no ha salido. O sea, yo les voy a contar solamente cómo va a ser

ese libro, al que, por otro lado, le quedan once días para salir, o sea, que tampoco creo

que sea tan grave, y un poco de lo que se trata y lo que he hecho yo en estos años que es

eso.

Cuando yo publiqué Los aires difíciles dije en todas partes que yo creía que Los

aires difíciles –hace cinco años– era mi mejor novela y mi novela más ambiciosa; ahora

publico una novela de la que digo, porque es verdad que lo creo, que es mi mejor novela

y la novela más ambiciosa. Esto es un proceso bastante vertiginoso, la verdad, porque,

claro, esto va a tener que pararse alguna vez, o sea, no voy a seguir escribiendo siempre

novelas mejores y más ambiciosas que las inmediatamente anteriores, lo cual me

produce un poco de vértigo, incluso de desolación anticipada, pero sé que es así y sin

embargo soy sincera cuando lo digo. Es la más ambiciosa y es también la más

arriesgada de mis novelas por muchos conceptos, y les voy a contar un poco la génesis

del libro y les voy a tratar de resumir el argumento y yo creo que ustedes van a entender

muy bien por qué digo esto.

La novela lleva un título que es una glosa de dos versos de un poema

archiconocido de Machado, la letrilla “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios,

una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, que es un hallazgo clarividente de

Machado porque lo escribió en los años 20 y las dos Españas a las que el poeta se

referían no eran las que han quedado para siempre asignadas al contenido del poema

sino las dos Españas de la alternancia de partidos de la Restauración, el partido

conservador y el partido liberal, que esa alternancia de partidos seguía en vigor en aquel

momento, ése es el origen del título. Y la novela termina con otra cita también de

Machado que es una cita muy poco conocida y que no es un poema, es una respuesta a

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una pregunta de Iliarenburg (?), el escritor soviético que pasó la guerra en España.

Iliarenburg (?) tuvo la oportunidad de entrevistar a Machado en diciembre de 1938, en

un momento en el que ni siquiera se había producido la caída de Cataluña, parecía que

las espadas todavía estaban en alto, pero en la zona republicana ya se sabía que los

rebeldes iban a ganar la guerra. Entonces Machado le dijo a Iliarenburg (?) unas

palabras que también a mí me parecen muy conmovedoras y muy impresionantes por su

clarividencia, dice exactamente: “Para los historiadores, para los estrategas, para los

políticos, todo estará claro: hemos perdido la guerra. Pero humanamente no estoy tan

seguro... Quizás la hemos ganado”, ése es el colofón de la novela.

Entre esas dos citas de Machado transcurre una novela muy complicada, muy

larga, que tiene dos ejes principales y varios ejes subordinados, y que alterna la

experiencia del protagonista que es un hombre español de 40 años en 2005, un hombre

corriente que se llama Álvaro Carrión, un hombre que se define a sí mismo como un

hombre vulgar, hijo de un constructor millonario (Hay gente en mi entorno más

inmediato que me ha hecho el chiste de que me he adelantado a los acontecimientos

porque la novela está acabada en junio, pero yo ya les he dicho que no porque desde la

posguerra en España los ricos de verdad siempre han sido constructores, o sea, no es

una cosa de ahora sino de larga tradición) que es el cuarto de cinco hermanos, un

hombre hecho a sí mismo, un típico hombre hecho a sí mismo, que no estudió, que no

fue a la universidad, que se hizo rico y por lo tanto prestigioso y por lo tanto respetable,

que se llama Julio Carrión.

Y la novela arranca en el momento del entierro de Julio Carrión. Su hijo Álvaro,

que es un hombre vulgar, un hombre corriente, sólo tiene una extravagancia, y es que no

le gustan los entierros, es la única extravagancia que tiene. No soporta la liturgia de los

entierros, no le gusta ver cómo caen los ataúdes en las fosas, no le gusta el ruido de las

sogas, no le gusta el ruido de las palas, no le gusta toda esa especie de liturgia –dice él–

tan macabra que al final acaba siendo tan breve y al final acaba siendo tan soportable y

de la que todo el mundo se va con ganas de comer. Entonces él, en el entierro de su

padre, en vez de estar con sus hermanos digamos en primera línea, delante de la fosa,

está muy alejado. El entierro es en el cementerio de Torrelodones porque el padre de

Álvaro es de Torrelodones, y es un entierro dividido en dos mitades: por un lado está la

gente del pueblo, los amigos de infancia del padre, todas las personas que convivieron

con él durante la primera parte de su vida; y por otro lado está la familia del propio

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Álvaro, representada de forma muy escueta porque la madre no ha querido avisar nada

más que a los íntimos. Y Álvaro al principio de la novela ve las diferencias que hay

entre los habitantes de Torrelodones, que son serranos. Yo he veraneado la primera

parte de mi vida en un pueblo de la sierra de Madrid, concretamente en Becerril de la

Sierra, y supongo que habrá muchas personas aquí que me entiendan, que estén

familiarizadas con el modelo típico de las personas de la sierra, que nunca tienen frío,

que nunca llevan medias, que nunca llevan abrigos, que salen a la calle siempre con una

chaqueta cruzada así. El 1 de marzo de 2005 en el cementerio de Torrelodones hace

muchísimo frío, Álvaro está muerto de frío, y se fija en la tipología, digamos, de la

gente del pueblo y se fija en su propia familia. Y reflexiona sobre todo esto cuando, de

repente, ve entrar a una mujer desconocida para él en el cementerio, una mujer que por

la forma en la que va vestida, en la que va arreglada, por el tipo de ropa que lleva y por

su estilo, digamos, debería ser de su familia porque no tiene nada que ver con la gente

del pueblo, sin embargo, él no la conoce y, lo que es peor, cuando termina el entierro no

ha conseguido averiguar quién es porque ella ha salido corriendo sin saludar.

Éste es el arranque de la novela, es el primer capítulo de la novela y la

presentación un poco del conflicto principal de la novela que es la relación entre Álvaro

y Raquel. La chica se llama Raquel aunque Álvaro en el primer capítulo no lo sepa, los

lectores tampoco, pero yo ya se lo adelanto. La novela lo que cuenta es lo que le pasa a

este hombre, que es un hombre vulgar, que es un hombre corriente, que es físico,

profesor de Física en la universidad, que está casado, que tiene un hijo, que define su

vida como una llanura de tierras cultivadas donde nunca pasa nada, donde nunca ha

pasado nada, o sea, simplemente lo que viene siendo una llanura de tierras cultivadas, lo

que pasa en su vida a raíz de la muerte de su padre, cuando comprende, cuando empieza

a descubrir quién es él, de dónde viene, de dónde viene su padre y qué clase de silencios

y de secretos se han tejido a su alrededor, hasta que llega un momento en el que, como

él dice al final de la novela, el silencio pactado para encubrir la verdad se ha convertido

en la propia verdad, entonces, cómo él va descubriendo todo eso.

Éste es el origen de la novela que no es..., a pesar de lo que puedan decir, a pesar

de lo que ustedes vayan a leer en las entrevistas y a pesar de lo que vayan a ver, porque

es inevitable y porque siempre cuando un escritor saca un libro... A mí eso me daba

mucha rabia al principio, porque yo cuando escribo una novela me esfuerzo mucho por

matizar y le doy muchas vueltas a las cosas y tengo mucho cuidado en determinados

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matices, en no estirar mucho de aquí, en no bajar mucho de allá, etcétera, y luego, de

repente, cuando el libro sale, en todas las entrevistas todo ese trabajo es como si no

hubiera existido porque los periodistas les pegan como martillazos a todos los matices y

acaba siendo todo blanco o negro o de colorines. Pues a pesar de lo que ustedes vayan a

leer, esta novela no es una novela sobre la Historia; es una novela sobre la memoria, que

es un concepto distinto al de Historia. No es una novela sobre los hechos, es una novela

sobre la construcción sentimental de esos hechos, escrita en el presente, desde el

presente y para el presente. Digamos que aunque la novela recorre aproximadamente un

siglo de vida española, porque la acción arranca desde antes de la proclamación de la

República, desde bastante antes, y termina en 2005, y aunque la evolución de la Historia

de España se refleja en una serie de episodios que tienen unos protagonistas

determinados y una historia determinada que está en el libro, lo que a mí me importaba

más, el verdadero centro de atención del libro y lo que le da sentido a mi propósito de

haberlo escrito es esa construcción sentimental de los hechos. Los hechos están ahí para

que Álvaro y Raquel en 2005 puedan interpretarlos, puedan recordarlos aunque no los

han vivido, porque hay una memoria que se imagina, y puedan comprenderse a sí

mismos a partir de ellos.

Yo he dicho muchas veces que escribo a partir de imágenes, y eso es verdad, y

en este caso, además, la imagen de la que parte esta novela tiene una fecha concreta que

he podido reconstruir. Porque esta novela nació en un entierro, efectivamente, en un

entierro no en el cementerio de Torrelodones sino en el de Las Rozas, que no me valía a

mí narrativamente porque Las Rozas cayó muy pronto y me interesaba más

Torrelodones que no cayó hasta el final, por razones que también van a entender en

cuanto que lean el libro, en el entierro del padre de mi amigo Benjamín Prado, en el que

se produjo una historia parecida a ésta, aunque al final la chica que apareció era

misteriosa sólo para mí porque era una prima de Benjamín que toda su familia conocía

perfectamente, pero a mí ya se me había disparado la cabeza cuando me enteré de que

era una prima, y, entonces, yo partí al principio simplemente de eso, de la situación en

la que un hijo en el entierro de su padre ve llegar a una mujer desconocida que le parece

llamativamente extraña y que se va sin que él pueda entablar contacto con ella, ni

siquiera saber cómo se llama, ése fue el principio del libro. El 15 de abril de 2002, en

este caso concreto tengo fecha concreta, en el entierro del padre de Benjamín, yo vi a

aquella prima suya y empecé a darle vueltas a esa historia. Porque siempre hago lo

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mismo: de repente hay una imagen que me asalta, que me promete que tiene una

historia detrás y le voy dando vueltas, le voy dando vueltas, y a veces efectivamente hay

una historia y a veces no, y entonces a partir de ahí empiezo un proceso muy largo de

pensar en un libro, de tomar decisiones, de anotar en un cuaderno, que esta vez ha sido

más largo que nunca porque he estado casi dos años digamos trabajando en el libro

antes de escribirlo, porque yo en este caso necesitaba saber muchas cosas del libro antes

de escribirlo por la complejidad que voy a intentar contarles que comprendan ustedes

después.

Lo primero que pensé fue que aquí había una novela y que iba a ser una novela

de un padre y un hijo, de algo que le pasaba a un hijo después del entierro de su padre.

Le estuve dando vueltas mucho tiempo, y en diciembre de 2002 ocurrió lo del Prestige,

que todos ustedes recordarán, y unos pocos días después de lo del Prestige yo fui al coto

de Doñana porque los biólogos, la estación biológica del coto y la Diputación de Huelva

celebra todos los años allí en diciembre unas jornadas que son muy interesantes y muy

graciosas porque son jornadas interdisciplinares en las que se junta gente de todos los

pelajes, o sea, hay pintores, escritores, biólogos, matemáticos, físicos, arquitectos, son

muy interdisciplinares. Y aquel año pues estaba allí la directora de la Casa Museo de

Doña Emilia Pardo Bazán que iba a hablar de la gestión de las casas museo pero habló

del Prestige porque acababa de pasar, había otras personas, gallegas y no gallegas, que

estábamos todos como muy estremecidos por aquello y había un físico, Juan Pérez

Mercader, que iba a hablar de Marte, que es su especialidad. De hecho, yo a Juan le

debo dos cosas: lo que les voy a contar ahora, en primer lugar, y, en segundo lugar, que

una vez le vi en el Palacio de la Magdalena, en un curso de verano en Santander, y me

dijo: “¿Quieres tocar Marte?”. Y dije: “Sí, por favor”. Y me dijo: “Toma”, y me puso un

trozo de Marte en la mano, cosa que a mí me hizo mucha ilusión. Yo lo miré y lo toqué,

y dijo: “Bueno, devuélvemelo”, como si me fuera a quedar yo con Marte. Bueno, pues

aquella vez Juan también dijo que él iba a hablar de otra cosa pero que había cambiado

su intervención por lo del Prestige y que iba a intentar definir lo que había pasado con

el Prestige desde un punto de vista físico. Y él dijo que, en primer lugar, el hundimiento

del Prestige se calificaría o se definiría en física como “una emergencia en un sistema

de muchos componentes” en esa situación, y entonces él dijo que una emergencia en un

sistema de muchos componentes es lo que ocurre cuando el todo es mayor que la suma

de las partes.

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A mí me fascinó aquello, es que tenía tanto que ver con mi novela, con la novela

que yo estaba empezando a pensar y que todavía no tenía mucho sentido, que iba a ser

sólo la novela de un padre y un hijo, que iba a ser la novela de un hijo que se iba a dar

cuenta de quién era su padre después de que muriera. El padre de Álvaro iba a ser

claramente un sistema de muchos componentes (todas las personas somos sistemas de

muchos componentes) y, bueno, la catástrofe natural iba a darse porque las partes iban a

ser mucho más grandes que el todo que digamos es el padre que Álvaro había conocido.

En ese momento Álvaro Carrión (que se llamaba Álvaro Ortiz pero le cambié el nombre

porque Letizia se llama Ortiz también y después de la boda del príncipe dije que no se

podían llamar Ortiz y les cambié el nombre), Álvaro Carrión empezó a ser físico, decidí

que iba a ser físico. Luego hablé con mi amigo Jorge Wagensberg muchas veces, que es

un santo varón, muy paciente, y me contó muchas más cosas. Me explicó que el todo

puede ser mayor, menor o igual a la suma de las partes y por qué y me dio una serie de

ejemplos y una serie de cosas que me fascinaron mucho. Y fue tan generoso que incluso

le llamé por teléfono y le dije: “Mira, Jorge, ¿tú qué le regalarías a una chica si te la

quisieras ligar que se pueda comprar en un museo de la Ciencia?”. El pobre se me

quedó mudo al teléfono y me dijo: “¿Cómo? ¿Yo qué?”. Y se lo expliqué mejor, y me

dijo: “Lo mejor es un péndulo caótico”. Y dije, bueno, pues un péndulo caótico.

Entonces, la novela se salpica de cosas de éstas que no son de mi sabiduría sino de la

suya.

Entonces, claro, ya tenía a un profesor de física (porque al principio iba a ser

profesor de literatura, pero no teníamos nada tan potente a mano como aquel principio

para esta situación), iba a ser profesor de física, se había muerto su padre y había

conocido a una mujer que iba a cambiar su vida por completo. Y le di muchas vueltas a

la relación que podía tener este hombre con esta mujer y esta mujer con el padre de este

hombre, le di muchas vueltas, y entonces me acordé de una historia que a mí también

me ha fascinado mucho (yo siempre he dicho que soy muy cotilla y que cuando me

cuentan cosas las uso en las novelas, y la verdad es que el proceso de esta novela me

permite confirmar muchas de mis afirmaciones anteriores), una historia que cuenta

Laura García Lorca de su abuelo Federico.

Su abuelo Federico era un hombre de una burguesía acomodada en Granada, no

era rico, no era una gran fortuna, no era exactamente rico pero era un hombre que tenía

dos casas, que tenía tierras, que tenía, digamos, propiedades. Entonces, cuando don

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Federico se fue al exilio, en un momento en el que lo que menos le importaba eran sus

propiedades porque le habían matado a un hijo y a un yerno con tres días de diferencia

en el verano del 36, a su hijo Federico García Lorca y a su yerno Manuel Fernández

Montesinos, que fue el alcalde socialista de Granada y que lo mataron tres días después

de matar a su cuñado, pues él se fue de España y le dejó precipitadamente todo lo que

tenía, las escrituras y los papeles y todo lo que tenía (hay aquí un miembro de la familia

que lo sabe), a un señor de Valderrubio que era muy simpático –eso lo contaba Laura–,

que era muy simpático, muy simpático, muy simpático, uno de éstos que son muy

simpáticos, que contaba muy bien chistes, imitaba voces y se reían; por eso a la mujer

de Federico, a Vicenta, que tenía un carácter más acorde con el famoso de la ciudad,

debía tener más mala follá, debía ser como más..., no le caía nada bien, porque decía

que era demasiado simpático. Y tenía razón Vicenta.

Después de la guerra, cuando don Federico se dio cuenta de que de verdad no

iba a poder volver a España, porque él, como todos, pensaba que el resultado de la

Guerra Civil no iba a ser definitivo y que Franco iba a durar poco y que los aliados iban

a ayudar a la democracia española y, en fin, que iban a pasar una serie de cosas que

parecían muy lógicas y que no lo fueron, que lo fueron para todo el mundo menos para

este país, pues después de la Declaración de la ONU del año 1946, cuando ya estuvo

claro que ya no había nada que rascar, don Federico, que estaba trabajando en Nueva

York (trabajaba su mujer, trabajaba su consuegro, trabajaba su consuegra, ellos que no

habían trabajado nunca nada más que en lo suyo, estaban dando todos clases de

español), decidió que era una tontería seguir teniendo propiedades en España y estar

como estaban y que si esto no iba a cambiar que era mejor venderlo todo. Entonces

empezó a escribir al señor de Valderrubio, que era muy simpático pero no le contestaba.

Y don Federico le escribía, le escribía, y el señor de Valderrubio no le contestaba. Y ya

un día le mandó un billete en un trasatlántico, en tercera clase pero en un trasatlántico,

para que fuera a Nueva York. Y entonces eso el señor de Valderrubio sí que lo aceptó, y

cogió aquel trasatlántico y llegó a Nueva York. Don Federico le fue a buscar al puerto,

le recibió como muy amistosamente, le invitó a comer, y después de comer le dijo:

“Bueno, y ahora vamos a ver esos papeles”. Y entonces el hombre tan simpático, tan

simpático de Valderrubio dijo: “Ay, don Federico, ¿se lo acaba de creer? Se me han

olvidado en Granada los papeles”.

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Bueno, pues esta historia, que sería para reír si no fuera también para llorar o que

es para reír y es también para llorar, fue la que me inspiró en definitiva lo que es el

cuerpo real de la novela. Porque esa historia que yo había oído contar a Laura y que a

mí me gustaba mucho y que yo siempre le había dicho a Laura que algún día la usaría

en una novela, y ella se reía y decía: “Bueno, sí, sí, ya”, pues, al final, yo cuando aviso

suelo cumplir mis amenazas. Entonces, de alguna manera ése es el lazo que une a

Álvaro Carrión con Raquel Fernández Perea: la familia de Raquel tiene una deuda

pendiente con la familia de Álvaro y el origen de todo es una estafa. Tampoco les voy a

contar la estafa entera porque entonces no va a tener emoción la novela.

Entonces, claro, la novela se convirtió en una novela muy complicada porque de

repente tenía como muchos elementos que en principio no eran fáciles de combinar

entre sí: tenía una historia de amor, una historia de amor peculiar que es muy intensa y

que al final tenía rasgos como trágicos; tenía una intriga, una intriga económica incluso

y una intriga histórica; tenía mucha historia dentro y tenía una historia también muy

fuerte, tenía mucha historia en el presente porque la mitad de la novela pasa en el

presente, y además era una novela difícil de escribir porque yo pretendía que se situara

en la intersección de tres riesgos principales, digamos. Yo quería escribir una novela

política que no fuera una novela panfletaria. Yo creo que la literatura panfletaria

siempre es fatal, primero como literatura y luego por los efectos que produce, o sea, que

siempre es mucho mejor eludir ese riesgo. Quería, precisamente porque quería hacer

una novela política que no fuera panfletaria, hacer una novela sentimental en el sentido

más noble del término, en el sentido de que fueran los sentimientos de los personajes los

que me permitieran, digamos, construir las situaciones. En realidad, toda la literatura es

sentimental y los sentimientos humanos son la materia de todas las novelas que se han

escrito, pero, claro, el punto de vista sentimental es peligroso porque puede decantarse

hacia el sentimentalismo y yo quería escribir una novela sentimental que no fuera una

novela sentimentalista, digamos, aunque eso sea un neologismo. Y, en tercer lugar, yo

quería escribir una novela sobre la memoria, entonces, en esa medida, una novela en

buena parte histórica que no pareciera un libro de no ficción, o sea, que no diera datos,

que no machacara con datos ni con fechas ni que estuviera organizada alrededor de

personajes famosos ni nada parecido.

Los protagonistas de mi novela son gente pequeña, deliberadamente. Mis

lectores saben que siempre me ha gustado, siempre he tenido mucha debilidad por

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ponerles nombres vulgares a mis personajes, me gustan los personajes con nombres y

apellidos vulgares, y, en general, me gusta mucho más la gente corriente que otro tipo

de gente, entonces, aquí yo he rehuido la tentación que han seguido otros escritores al

tratar este tema de fijarme en ningún gran nombre real para contar la novela.

Evidentemente, hay muchísimas novelas que se pueden escribir a partir de los

personajes que hicieron posible..., a partir de los personajes del republicanismo español,

a partir de la proclamación de la Segunda República, la Guerra Civil en los dos bandos

y la posguerra en los dos bandos, o sea, se podrían escribir miles de novelas con

personajes reales, pero yo me los he inventado, y entonces he escrito una novela que

siendo totalmente de ficción, porque es una novela totalmente de ficción, nunca jamás

podría decir yo de ella eso de que cualquier coincidencia entre los nombres y las

anécdotas con la realidad es una pura coincidencia porque no es verdad, es al revés,

digamos, es más, los episodios más novelescos, los episodios más inverosímiles, los

más atroces de la novela están inspirados en hechos reales, y, sin embargo, la novela es

una novela de ficción, una novela de ficción de arriba a abajo.

Y es una novela teóricamente o aparentemente sobre lo mismo, es un tema que

se ha abordado muchas veces: la Historia de España, la guerra, la dictadura, la

República, etcétera. Yo esto se lo escuché decir una vez a Juan Pablo Fusi y me pareció

luminoso, y siempre lo repito porque me parece que es verdad. Creo que lo que sí está

claro y deberíamos tener claro todos es que la Segunda República y la Guerra Civil

fueron sencillamente uno de los grandes momentos de la humanidad, y por eso no se

acaban nunca. Mucho más lejos está el Imperio Romano y no se ha acabado nunca. El

Imperio Romano no se ha acabado nunca ni se acabará, la Revolución Francesa no se

acaba nunca, la Revolución Rusa no se acaba nunca, Napoleón no se acaba nunca,

Leonor de Aquitania no se acaba nunca, quiero decir, hay algunos momentos y algunos

personajes en la Historia que no se acaban nunca, y con la Historia de la España

contemporánea pasa exactamente eso.

O sea, por un lado, ésta no es ni la primera ni la última de las novelas que se

escriben combinando el pasado y el presente, pero, sin embargo, aunque esto no lo

debería decir yo pero me voy a atrever a decirlo, modestamente yo creo que he escrito

desde un lugar que se aparta bastante de los lugares desde los que se ha escrito sobre

este período, por lo menos eso es lo que he pretendido yo. Por un lado, por el tema del

presente, por la diferencia que hay entre la memoria y la Historia, que eso es una cosa

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que es muy importante, parece que no es importante pero es muy importante, y es un

cambio de punto de vista radical y radical en dos sentidos, en primer lugar, en que es

muy brusco y, en segundo lugar, en que es un punto de vista muy radical porque la

memoria es un concepto que en sí mismo digamos que deslegitima la caducidad de la

Historia, quiero decir, de alguna forma mantiene viva la Historia remota.

Por otro lado, yo he procurado pegarme mucho –ya he dicho que he escrito una

novela desde el punto de vista de los sentimientos de los personajes–, he procurado

pegarme mucho a las personas que vivieron esa aventura en tiempo presente y en

primera línea. ¿Por qué digo esto? Yo creo que en el tratamiento que la ficción

española, tanto la literaria como la cinematográfica, ha dado muchas veces, en las

versiones que se han dado muchas veces de este período, de alguna forma está mucho

más presente el espíritu de nuestra propia época que el espíritu de aquella época, quiero

decir, el espíritu de pacto de la Transición se aplica de una forma bastante pintoresca a

unos años en los que este país no tenía nada que ver con lo que es ahora. Me explico

más. Es muy frecuente que en los libros o en las películas sobre la Guerra Civil el

protagonista no milite en ningún partido, por ejemplo. Esto es inverosímil, como

cualquier persona con dos dedos de frente sabe. En España en 1931 todo el mundo tenía

una preferencia ideológica y en 1936 el 90% de la gente tenía un carné, ya no una

preferencia o una elección para votar, un carné sindical o un carné de militante político.

Pero, además, en muchos casos, los héroes, porque son héroes, claro, de estas novelas

digamos que están como por encima del bien y del mal, se sitúan un poco flotando sobre

el éter, y desde el éter ven que los dos bandos están haciendo cosas horribles y son

ecuánimes y no se radicalizan y no se pringan y, bueno, digamos que se duelen de la

barbarie sin tomar partido, o sin tomar partido más allá de la teoría.

Yo creo que en España en aquella época no había nadie así, y yo siempre digo

que basta leerse a un escritor tan poco sospechoso de revolucionarismo como Manuel

Azaña para comprender que esto es así. En La velada en Benicarló, el personaje de

Garcés, que es un ex ministro del que los estudiosos en Azaña suponen que es el álter

ego de Azaña, cosa que yo no desmentiré porque además ellos saben más que yo,

Garcés dice en un momento dado. La novela está escrita en mayo del 37 (como Azaña

era así, mientras el Gobierno de la Generalitat tomaba la Telefónica él se encerró a

escribir porque él era así de estupendo), entonces él escribió en unos pocos días ese

diálogo en el que su álter ego, un ex ministro que se llama Garcés, dice que en ese

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momento hay cuatro Españas que se baten –aludiendo siempre a Machado, que siempre

estaba presente–, hay cuatro Españas, dice él: “las dos que se baten, la de los cobardes y

la de los oportunistas”, o sea, la de los que han salido corriendo porque son cobardes y

no quieren saber nada, que a él le parecía despreciable, y la de los oportunistas, que a él

le parecía muchísimo más despreciable, que son los que calculan –dice Garcés y dice

Azaña por su boca– que en algún momento esto parará y que cuando se haya matado

todo el mundo entre sí hará falta gente de refresco, nueva, que llegue con

responsabilidad y con aplomo a tomar el poder, y ése es el momento que están

esperando todos ellos en París. Que Manuel Azaña, que era un hombre tan moderado,

escribiera esto en 1937 yo creo que deja bastante claro que fue una guerra en la que era

muy difícil no solamente no tomar partido sino no radicalizarse, una situación en la que

se radicalizó todo el mundo.

Yo he procurado acercarme mucho a esa experiencia, y mis personajes, desde

luego, todos tienen una ideología y casi todos tienen un carné, los de la parte

correspondiente; el de la parte contraria llega a tener dos que usa convenientemente, que

es otra historia. Y yo no pretendo, desde luego, salir de este proceso sin mancharme ni

salir de este proceso levitando, pero sí pretendo pegarme mucho a la verdad. Yo cuando

escribía la novela me intentaba decir a mí misma todo el tiempo que, aunque fuera una

novela y aunque fuera de ficción, yo lo que tenía que conseguir era que las partes del

pasado parecieran libros de memorias, tuvieran como el tono, tuvieran como la

atmósfera, el ambiente de los libros de memorias, y ésa ha sido un poco mi ambición.

Yo para escribir esta novela, por otro lado, que recorre un siglo entero, he tenido

que hacer un esfuerzo que no he tenido que hacer con otras. Los escritores decimos

siempre que una buena novela o un buen libro es el que le cambia la vida a un lector, el

que hace que su vida sea distinta antes de leer el libro y después. Pero las novelas

también nos afectan a los escritores, por supuesto, o sea, también nos cambian a

nosotros, cambian cosas en nosotros. A mí ninguna de las novelas que yo he escrito, ni

siquiera Malena, que me afectó mucho en su momento, yo creo que ninguna me ha

afectado tanto como esta novela y ninguna me ha hecho cambiar tanto como esta

novela, que es una novela, además, con la que he tenido un proceso de

“enamoramiento” muy particular.

Yo hace cinco años empecé a leer libros que me parecían como claves, como

típicos sobre los momentos de mi novela, no sólo sobre la guerra sino sobre la

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República, sobre la División Azul, sobre los republicanos en la Segunda Guerra

Mundial, sobre la guerrilla, la guerrilla española en la resistencia francesa, sobre los

años 40, sobre los 50, sobre la segunda generación del exilio, había muchos temas que

yo tocaba y que yo empecé a leer para ambientarme, y me enganché. Yo ahora le digo a

todo el mundo que antes de leerse un libro sobre la Guerra Civil se lo piense dos veces

porque a lo mejor se tira diez años sin leer otra cosa, que es lo que yo creo que me va a

pasar a mí. Me enganché, fue una enganchadera furibunda, y prácticamente lo que hice

fue algo parecido a una inmersión lingüística. O sea, hay gente que para estudiar

japonés se va a Japón sin saber una palabra de japonés, se mete en una casa japonesa y

sólo come comida japonesa y tal, y yo he hecho algo parecido. O sea, desde hace cinco

años sólo veo cine español, me he visto todo el cine de la República que está vivo,

vamos, que sigue existiendo, porque hay muchas películas que se perdieron, pero los

títulos también me los sé, o sea, que no se preocupen, y he leído muchísimos libros de

Historia, muchísima novela más o menos autobiográfica o novela política de la época.

He leído muchísimos libros de memorias y he leído mucha historia oral, toda la que he

podido, y todos los libros que he podido encontrar de memorias de gente corriente,

todos esos libros que los abuelos se escriben y se publican ellos mismos, o les publican

en el ayuntamiento de su pueblo, o les publican sus hijos o la diputación, o resulta que

vas a un pueblo y hay alguien que conoce o gente a la que conoces y te dice: “Tengo

una tía abuela que escribió...”. Pues de esos libros he leído todos los que he podido

porque me parece que además ahí, en esa especie de sinceridad incondicional de alguien

que no tiene un prestigio que ganar o perder, que no espera una crítica literaria, que no

tiene miedo, digamos, a la recepción del libro, ahí hay un material que para mí era

mucho más útil y mucho mejor que otros.

Entonces, al final, el libro que empezó siendo un pretexto de este proceso se ha

convertido en una llave de este proceso, se ha convertido sólo en el principio de este

proceso. O sea, el proceso para mí ha sido casi tan importante como el libro, y, además,

yo me voy a quedar en este tema una temporada, desde luego. No me voy a poder

quedar toda la vida, pero una buena temporada me voy a quedar, porque con esto de que

la Historia de España no se acaba nunca, pues cuando acabe de promocionar esto voy a

empezar a escribirme unos Episodios nacionales pequeños, diez o doce de 150 páginas,

con cosas que no me han cabido en la novela y que se han quedado colgando.

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Yo sé que a lo mejor es muy raro lo que he hecho hoy aquí porque es como

hablar de una novela que no existe (bueno, para mí sí existe pero para ustedes no, o sea,

que encima juego con ventaja), pero me parecía que también era importante o podía ser

interesante hablar aquí (y esto es lo último que voy a decir porque estaría bien que me

callara cuando apaguemos y luego, ya cuando encendamos otra vez, hacemos

preguntas) de una cosa que me parece a mí bien, aunque sea un poco raro y aunque esto

sea como un ejercicio de funambulismo autor-lector porque ustedes no han leído la

novela. Me parece que les tenía que contar también, volviendo a esa historia de que yo

estudié en esta universidad y me siento muy contenta de estar aquí, que esta universidad

sale en mi novela, naturalmente, porque el abuelo de Raquel Fernández Perea, que es la

chica del cementerio, que se llama Ignacio Fernández Muñoz, en el momento en que se

produce el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 estudia Derecho en esta universidad,

y su hermana Paloma está casada con un profesor de Derecho Procesal que se llama

Carlos Rodríguez Arce que da clase en esta universidad, e Ignacio conoce a Carlos

porque es su profesor de Civil en primero. O sea, la ventaja que tiene vivir en Madrid y

escribir un libro como éste es que prácticamente de cada barrio podría contar algo así,

eso también está bien, me puedo distribuir mucho.

Pero Ignacio Fernández, que vive en la glorieta de Bilbao y estudia Derecho

aquí, Ignacio es, digamos, un héroe a la fuerza, es como el polo positivo de la novela,

aunque en realidad yo ya dije cuando saqué Los aires difíciles que a mí los héroes me

habían dejado de interesar, o sea, que yo ya no iba a escribir más sobre héroes y

heroínas porque ya no me interesaban y me interesaba mucho más la ambigüedad moral

y los personajes ambiguos moralmente porque me parecía que tenían mucho más

sentido y tenían mucho más que ver con lo que somos los seres humanos. Ignacio es un

héroe, sí, es verdad, pero es un héroe a la fuerza. Digamos que él es un estudiante de

Derecho, de una familia burguesa, institucionista, que vive en la glorieta de Bilbao,

tiene un hermano que estudia Filosofía, su hermana Paloma está casada con este

profesor y la pequeña es alumna del Instituto Escuela. Es un ejemplo muy

paradigmático, he procurado hacer una familia muy paradigmática de lo que fue la

burguesía progresista de Madrid...

... estalla la guerra y se alista en el ejército, se alista en el quinto regimiento. Se

afilia al PC. Está luchando durante toda la guerra en los frentes de aquí y en los que

están más lejos de aquí. Cuando se produce el golpe de Casado, lo detienen, lo meten en

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la cárcel, consigue escapar de un calabozo gracias a la complicidad de un carcelero que

les abre la puerta y les deja irse. Ésta es una historia basada estrictamente en un hecho

real que aparece contado en los agradecimientos del final y que me contó a mí un

personaje fascinante que vive en Valencia y que se llama Florián García Velasco, que

fue uno de los jefes guerrilleros de la AGLA y que escapó por el mismo procedimiento.

Fue detenido en Madrid cuando el golpe de Casado e incluso el carcelero de Ignacio

lleva el mismo nombre que el carcelero de Florián porque he procurado hacer este tipo

de pequeños homenajes cuando he podido, aunque no sé nada de ese hombre, sólo sé

que se llamaba Rogelio. Ignacio sale de Madrid, va a Alicante. Naturalmente, en

Alicante no hay barco, naturalmente, le meten en Albatera, naturalmente, se escapa de

Albatera, naturalmente, cruza la frontera, naturalmente, va a otro campo, naturalmente,

le movilizan en una compañía de trabajo, etcétera. O sea, es una trayectoria

aparentemente muy novelesca y aparentemente muy fascinante que sin embargo es una

trayectoria vulgar en el sentido de que hubo miles y miles de hombres que tuvieron que

hacer lo mismo, y no porque ellos quisieran, no porque tuvieran una vocación heroica

de convertirse en héroes ni en personajes legendarios, sino porque no les quedó más

remedio, y esto es el elemento más heroico de la novela.

Ignacio se va al exilio, se casa en el exilio, tiene hijos en el exilio, en París, y

luego vuelve, en el año 1977, a vivir a Madrid. Ignacio en el exilio tiene una relación

muy particular de amor, un amor muy profundo que él se calla, que no lo cuenta a nadie,

con esta ciudad, y esta ciudad es uno de los protagonistas del libro, una vez más. En mis

novelas Madrid suele ser protagonista, y en este caso es más protagonista que otras

veces porque Madrid comparte un poco esta condición, esta amargura de los

traicionados, esta amargura de los derrotados, esta amargura de los olvidados y de los

injustamente tratados que vivieron dentro y fuera de esta ciudad. Esta ciudad pasó en

muy pocos meses de ser el símbolo mundial del antifascismo a ser la capital del único

fascismo triunfante en Europa, aparte de Portugal, que siempre se me olvida Portugal y

siempre hay alguien que me dice: “¿Y Portugal?”, bueno, pues Portugal también, pero

Lisboa no había sido Madrid. Y esta ciudad, que fue la ciudad que más arriesgó, la

ciudad que más dio, la ciudad que más sufrió, la que más resistió y la que más perdió...

Bueno, no hay que olvidar (esto ustedes a lo mejor no lo saben, pero yo lo cuento

porque me conviene mucho a mis intereses) que Serrano Suñer, en un Consejo de

Ministros, en 1939 propuso que Madrid dejara de ser la capital de España porque no se

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lo merecía y propuso que se le diera... Esto sí que va a ser raro, esto sí que va a ser raro.

Ahora cantamos cumpleaños feliz. ¿Sigo hablando o no? (Público: “Sigue, sigue”).

Bueno, pues Serrano Suñer propuso que la capital del nuevo Estado fuera Sevilla

porque decía que Madrid no se merecía ese honor, que era mejor darle la capitalidad a

Sevilla que sí se lo había ganado. Entonces, en esta novela, yo procuro hacer muchos

homenajes y yo procuro reivindicar muchas cosas y yo procuro escribir mi propia

historia porque es la historia de mi ciudad y la historia de mi país de una forma distinta

a como se sigue escribiendo. Porque todavía, a pesar de que se suponga que estamos

todos cansados y hartos de hablar de la guerra, yo creo que todavía en la enseñanza de la

Historia contemporánea de España hay una visión muy deformada que es un producto

de la coexistencia de dos factores aparentemente contradictorios y sin embargo

complementarios en esto. Por un lado, son los residuos del franquismo porque 40 años

de dictadura no se borran así como así y es muy difícil superarlos de un plumazo, y, por

otro lado, lo que es el espíritu de la Transición y, siento decirlo, lo que para mí es un

tradicional complejo de inferioridad de la izquierda española, entonces, la cooperación

de estos dos factores hacen que todavía perviva en los españoles de ahora mismo una

imagen muy deformada de aquella realidad. Y Madrid en ese sentido es tan damnificada

como todos esos guerrilleros o todos esos soldados del ejército popular a los que no les

pagan la pensión, porque sobre Madrid ha llovido el mismo polvo del olvido, el mismo

polvo del destierro, el mismo polvo de la indiferencia y de la reprobación que ha llovido

sobre toda esa gente, y, sobre todo, hemos visto cómo se anulaba el carácter de esta

ciudad y hemos visto cómo se anulaba la leyenda de esta ciudad, que casualmente es mi

ciudad, y por eso a mí esa leyenda me emociona mucho y por eso yo he querido ser fiel

también a esa leyenda y por eso Madrid es un personaje más de esta novela.

Y así era como pensaba terminar, pero, claro, me da cosa terminar a oscuras. Ya

veo que mi reloj no va ajustado con el del planeta, porque estaba mirando el reloj y yo

veía que me quedaba tiempo para decir esto, y no me queda. Voy un poco atrasada,

pero, bueno. Ahora, aunque yo comprendo que todo esto ha sido muy singular porque,

primero, el libro no ha salido; segundo, yo les cuento el libro; tercero, apagamos la luz,

y estoy hablando yo aquí con la luz apagada, y cuarto, pues ya sé que es un poco raro

decirles que me pueden preguntar lo que quieran sin haber leído nada, pero, bueno, a lo

mejor se han hecho una idea de qué va. Lo único que no les voy a contar es el

argumento y, desde luego, no les voy a contar el final, pero esto es un poco... Bueno,

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esta foto que no se publique, por favor, porque seguro que he salido con una cara

horriblemente tonta.

Voy a decir una cosa también para terminar, para terminar de otra manera

mientras se enciende la luz. En esta novela, que es muy especial para mí, que de verdad

que no se parece a las anteriores, por muchas razones, y por eso hay cosas que la hacen

distinta de las anteriores, por primera vez yo publico una sección de agradecimientos.

Hay un capítulo al final, una nota al final que se titula “Al otro lado del hielo”. Porque

la novela tiene tres partes y las tres partes responden al título: la primera parte se llama

“El corazón” porque trata de situar sentimentalmente a los protagonistas del libro, la

segunda parte se llama “El hielo” porque es cuando empiezan a alternarse capítulos del

pasado con el principio y la tercera parte se llama “El corazón helado”. Yo escribí una

nota al final y la titulé “Al otro lado del hielo”, y es la primera vez que hay

agradecimientos en una novela mía. Y es algo más que agradecimiento, lo que hay ahí

es muchos homenajes y muchas gratitudes a toda la gente que me contó cosas, a toda la

gente que me ayudó: físicos, historiadores, gente corriente, nietos, hijos, protagonistas,

escritores también.

Y ya está, esto era lo que iba a decir. Y me voy a callar ahora, que ya tenemos

luz otra vez. Les agradezco mucho su paciencia porque han sido muy buenos conmigo,

y ya, si quieren preguntar cualquier cosa, pues yo les contesto. Aunque el libro no esté y

ustedes no se lo hayan leído, yo me lo he escrito, o sea que, si quieren, les puedo

contestar a lo que quieran. Muchas gracias.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Pues muchísimas gracias. Yo realmente a oscuras me he encontrado bien, eh.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

A oscuras os encontrabais bien todos menos yo.

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CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Así que muchísimas gracias a Almudena Grandes porque nos ha explicado las

bases de su novela, y creo que esto nos anima a que cuando se publique la compremos,

sobre todo personas como yo, que sufrimos compulsión en estos casos de compra, y

luego la leeré cuando pueda. Pero, bueno, tienen ustedes la palabra, así que intervengan,

que el tema es apasionante.

- Quería preguntarle a Almudena, que tuve la suerte de estar contigo en

Santander (A. Grandes: “Ya te he reconocido”) cuando fuiste a hablar del proceso de la

novela. Entonces, la novela, como dices tú, no la hemos leído, y te quería preguntar si

has cocinado mucho en casa durante el proceso de la escritura.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Sí, yo cocino mucho siempre.

- Pero sabes por lo que te lo digo, ¿no?

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Sí, porque hablamos mucho de cómo yo trabajaba y tal, y también conté que me

gustaba cocinar mientras escribía.

- Sí, sobre todo si te daban crisis.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Pero esta vez no he tenido crisis, bueno, sí las he tenido, pero las he tenido antes.

Es muy curioso eso. Bueno, en primer lugar, él habla de un curso que hicimos en

Santander, una especie de taller narrativo en el que yo era la única profesora del curso, o

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sea, que fue una cosa muy agotadora que no pienso repetir. Durante cinco días yo

hablaba todo el tiempo, por la mañana y por la tarde, hablaba de mí misma y les hablaba

a un grupo de gente de cómo escribía yo, de cómo trabajaba yo. Y hablamos mucho del

proceso de escritura, que sigue siendo el mismo.

A mí lo que me gusta es escribir. Mi trabajo tiene dos partes: una estupenda que

es escribir y otra bastante peor que es publicar. Me gusta mucho la parte de escribir y

me gusta poco la parte de publicar, pero, claro, tengo que publicar porque si no, no..., y

entonces viene la promoción y todo eso. Pero lo que a mí me hace feliz verdaderamente

es escribir, y yo escribo seis horas todos los días, llueva, nieve, haga sol, o sea, siempre,

sábados, domingos, siempre. Y lo que me gusta es empezar las novelas, no acabarlas,

eso también. Acabar una novela no me gusta porque me deja como muy desorientada y

como muy desubicada. Eso tiene gracia porque, como mi marido es poeta, cuando

empiezo una novela, que yo me pongo muy contenta, digo: “Ay, tengo para tres años”,

y entonces él hace como: “Ah, no lo digas, que no lo puedo soportar. ¿Cómo puedes

decir eso?”, porque él se pone muy nervioso. Y yo conté en Santander en aquel curso

que es verdad que no hay novela sin crisis, que en todas las novelas hay crisis, y que

cuando yo estaba en una crisis hacía cosas muy raras como pintarme las uñas y cocinar

muy bien. Y en mi casa les gusta mucho que yo tenga crisis porque dicen que se come

muy bien cuando estoy de crisis porque como tengo que parar y a mí me gusta mucho

cocinar, pues entonces me esmero. Y hago cosas difíciles, hago foie-gras y cosas de

esas que cuando me va bien, naturalmente, no hago porque no puedo perder el tiempo

en tonterías.

Esta vez, de todas maneras, ha sido distinto porque he profundizado en un

sistema nuevo que adopté en Los aires, y eso es muy curioso porque es una anécdota

que permite calibrar hasta qué punto los escritores somos gente normal. A mí tener una

hija en 1998 no solamente me cambió la vida, me cambió el sistema de trabajo también.

Cuando nació mi hija pequeña yo estaba escribiendo Atlas de geografía humana, la

estaba acabando, y, además, en contra de lo que dicen todos, si duermen bien, los bebés

son muy cómodos porque están todo el día durmiendo y no dan la lata, tienes que darles

de comer y estar pendientes, pero en general son muy cómodos. Cuando yo acabé la

novela, se publicó la novela, y cuando estuve en condiciones de empezar a escribir Los

aires difíciles, mi hija podía tener ocho o diez meses, y entonces yo dije, bueno, no

puedo, cómo puedo escribir yo una novela con esta niña aquí, o sea, es imposible. Era la

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típica edad además de abrirse la crisma, de meter los dedos en los enchufes, de beberse

la lejía, o sea, típico. Y yo me dije, no puedo, voy a esperar para empezar a escribir a

llevarla a la guardería, y la iba a llevar a la guardería casi con dos años. Entonces,

durante más de un año, como ya tenía la novela en la cabeza, a lo que me dediqué fue a

tomar notas en un cuaderno, porque como no podía escribir, pues llevaba el cuaderno

encima y apuntaba lo que se me ocurría, me dedicaba a pensar el libro aunque no

pudiera escribir. Cuando la niña fue a la guardería, descubrí que era un sistema mucho

mejor éste que el anterior porque las crisis se pasan sin escribir, que es muchísimo

mejor.

No es que no se pasen crisis, se pasan crisis, pero esos momentos espantosos en

los que dices “No me encaja nada”, “Esto se va a venir abajo”, “Esto no se sostiene”,

“Me he equivocado” son mucho más graves cuando tienes 300 páginas a un lado de la

mesa que cuando no tienes nada. Entonces, eso se lo debo yo a mi hija, que descubrí

que me convenía mucho más esperar a saberlo todo y escribir un poco como en dos

partes, intensificar aquello que yo decía en Santander de que escribir una novela

siempre tiene dos partes: una sin escribir y otra escribiendo, una que es meditar sobre el

libro, tomar decisiones, pensar la estructura, pensar el tono, elegir el punto de vista y tal,

y luego ya cuando escribes. En esta novela ese proceso ha sido tan exhaustivo que

cuando yo empecé a escribir tenía una estructura cerrada ya, o sea, en un cuaderno ya

tenía cuántos capítulos iba a tener la novela, cuántas partes iba a tener la novela, qué

estructura iba a tener cada capítulo, tenía las citas que iba a poner en cada parte, o sea

que lo tenía casi todo. Evidentemente, he tenido un par de crisis y, evidentemente, ha

habido cosas que no me han valido, pero en general ha ido mucho mejor. Y en este caso

también, bueno, como ya estaba muy convencida de lo que escribía y de repente me

sentí muy segura de lo que escribía, las crisis han sido crisis muy parciales. Ha sido

horroroso lo de las fechas, por ejemplo, que me cuadraran las fechas, que me cuadraran

los lugares, entonces, crisis de que más o menos de repente leía en un sitio que la

División Azul no se repatrió entera en 1942 porque resulta que hubo una cosa que se

llamaba la Legión Azul que eran voluntarios que volvieron en 1943, y en ese momento

yo me venía abajo y decía, bueno, no puede ser, o sea, cómo es posible que..., y

entonces era otra vez darle vueltas. Y, bueno, he cocinado, pero afortunadamente no he

hecho mucho foie con esta novela, he hecho más bien macarrones y cosas de esas.

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- Yo no voy a comentar la novela, claro, voy a comentar que leo con mucho

gusto los artículos quincenales de El País semanal, porque son personajes a pie de la

escalera, de mi rellano, de mi tienda, de mi barrio, y es muy satisfactorio, me siento

muy cercana, no es complicado, siendo algunas veces muy complicado.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Pues es estupendo, me gusta mucho oírlo porque a mí no me gusta escribir

artículos, pero una página como la mía es un privilegio, entonces, siempre da como cosa

dejarla. Por otro lado, una colaboración como ésta permite mantener el contacto con los

lectores durante todo el tiempo que estás sin publicar. Yo lo que he hecho, y he

conseguido una cosa que está muy bien, es escribir cuentecitos en vez de artículos, eso

se me da mucho mejor, me gusta mucho más, lo hago mucho mejor y lo he colado sin

muchos problemas, porque soy la única que lo hace. Y muchas veces es verdad que los

cuentecitos permiten reflexionar sobre cosas muy profundas.

- Parece muy simple pero no es tan simple, pero está contado de forma simple.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Se adapta muy bien al tiempo. Porque el problema de esos artículos es que yo

escribo veinte días antes de que se publiquen, porque los semanales cierran con

muchísimo tiempo. Entonces, claro, veinte días es mucho tiempo, y entonces hay

algunos temas que son válidos, que te puedes meter con Bush, por ejemplo, o con

Rajoy, o te puedes meter con los maltratadores o con el calentamiento global, quiero

decir, son temas que tienen mucho recorrido, pero hay muchos temas sobre los que me

gustaría escribir que a las tres semanas ya se han muerto, que ya no le interesan a nadie,

que se han podrido. Y, bueno, me gusta mucho que le guste leer mis artículos, está muy

bien.

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CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Más palabras.

- Yo quiero comentarte dos cosas, una, servir un poco como garante o como

avalista, y lo has dicho al principio, de que esta novela es tu mejor novela. No siempre

dices que esa novela es tu mejor novela porque la que has escrito entre medias, bueno,

no es una novela, es un conjunto de relatos, no te he oído decir que fuera tu mejor libro,

sin embargo...

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Está muy bien, te advierto.

- A mí me gustó, yo me lo he leído y a mí me ha gustado mucho porque yo me

leo todo lo tuyo y me gusta todo, pero no te he oído decir que ése fuera tu libro, sin

embargo, sí has venido diciendo mientras preparabas este próximo que tenías la

sensación de que éste iba a ser tu libro, esto en primer lugar.

Y en segundo lugar, algo respecto a una cosa que me ha hecho pensar, que los

vencedores no fueron los que ganaron. En eso tiene una frase mi madre muy buena, iba

a decir graciosa y no es la palabra, una frase muy oportuna que dice: “Me di cuenta –mi

madre es republicana de toda la vida– de que no habíamos perdido la guerra cuando los

amigos de mi hijo de la universidad eran hijos de vencedores, es decir, todos aquellos

que hacían la revolución a su forma en la universidad...”.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Que intentábamos hacerla, no la hicimos.

“... que intentaban hacer la revolución eran hijos de vencedores, y entonces, en

ese caso –dijo mi madre–, han perdido la guerra”.

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ALMUDENA GRANDES (escritora)

Claro, eso está muy bien y eso tiene mucho que ver con la cita de Machado. Yo

hace relativamente poco tiempo, cuando ya había acabado la novela, viví una situación

que aparentemente es trivial y que sin embargo para mí fue muy significativa. Yo había

acabado la novela, ya había metido la cita de Machado, no necesitaba ver aquello

porque sabía por qué y cuál es el sentido del final del libro, lo he escrito yo, pero fue

una cosa muy curiosa. Cuando se cumplió el 75 aniversario del voto femenino, en

diciembre del año pasado, que no fue el mismo día pero en torno a él, en Rivas, que

siempre nos quedará Rivas, a otros les queda París, a nosotros nos queda Rivas...

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Y la Complutense.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Y la Complutense. Eso está muy bien. Nos quedarán Rivas y la Complutense.

Pues hicieron un acto, una especie de jornada de conmemoración, y yo fui. Y estaba

lleno, lleno hasta arriba, había una mesa redonda, pero había también un grupo de

teatro. Había un grupo de teatro que escenificaba, según iba llegando la gente, una

especie de parodia, una especie de parodia simbólica del voto femenino, y había

mujeres muy bien caracterizadas, una era Clara Campoamor, otra era Victoria Kent,

iban vestidas con trajes de la época, había milicianas, había mujeres vestidas de negro,

todas hacían como un numerito. Y yo, que soy una mujer muy antigua y fumo, en uno

de estos momentos me salí a fumar. Yo estaba fumando fuera, y en el palacio aquel, que

era un palacio de congresos, había unas cristaleras enormes, que yo estaba viendo desde

fuera la representación, y en una columna había, pegado con celo, un papel que ponía

“Matrimonios civiles” y una flecha para la izquierda. Yo, claro, no necesitaba ver esto

para pensar lo que pensaba y lo que es un poco el sentido del libro, pero pensé que era

una imagen muy gráfica.

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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Pensar que realmente el franquismo, que fue un régimen atroz, que provocó la

peor represión que se ha conocido en la era moderna en época de paz en ningún país de

Occidente, que fue un régimen nefasto por todos los conceptos, no sólo desde el punto

de vista de la represión física sino desde el punto de vista de la represión moral, del

quebranto de todo orden, lo que significó el exilio, etcétera, eso no hace falta contarlo,

que eso es otra cosa que también he procurado yo, ya que nadie más lo hace, en mi

novela sí hacerlo, es decir, es que ya no hace falta contar que eran malos porque ya se

sabe, o sea, vamos a intentar contar cómo eran, no vamos a contar que eran malos

porque eso ya es como demasiado simple, pero el franquismo, a pesar de todo eso y a

pesar de haber provocado unos desórdenes morales y sentimentales e íntimos tan fuertes

en tres generaciones de españoles, dejando aparte la represión, dejando aparte todo, es

muy curioso, porque ahora te das cuenta de que es un régimen que no ha tenido

absolutamente ninguna trascendencia de ninguna clase. Quiero decir, en este momento,

treinta años después de la muerte de Franco, este país en el que vivimos a lo que se

parece es a la Segunda República española, por todos los conceptos, pero hasta por la

derecha que tenemos se parece a la Segunda República española, que ya es decir, y no

se parece al franquismo. Quiero decir, del franquismo, por supuesto, hay residuos

nostálgicos y hay una forma determinada precisamente de pensar hacia el pasado, pero

sin embargo las relaciones humanas, culturales, la situación de las mujeres, de las

familias, la forma de comportarse, la libertad de costumbres, todo esto tiene mucho más

que ver con la República que con el franquismo, y, entonces, de alguna manera,

efectivamente, lo que dice tu madre es verdad.

Por otro lado, también es absurdo decir que la República nunca perdió la guerra.

Yo tuve una agarrada este verano con un mexicano en la Semana Negra de Gijón, muy

bien intencionado, pero ya se sabe que de buenas intenciones está empedrado el

infierno, que me contaba que él tenía un almirante de corbeta republicano de vecino de

abajo que era representante de imprenta y que él no era un vencido. Ya le dije: “Mira,

perdona, vamos a dejar de decir tonterías, o sea, a ver si nos centramos. Por supuesto

que hubo una guerra y por supuesto que esa guerra se perdió, sin embargo, el futuro la

República lo ganó”.

Yo creo que de alguna forma nosotros somos la memoria del futuro de la

República, por eso, cuando nosotros hicimos el manifiesto y tal, decidimos ponerle ese

nombre, porque de alguna forma, digamos, su tiempo no fue como ellos habrían querido

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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que fuera, el inmediatamente posterior no fue como lo que ellos hubieran querido que

fuera, pero ha llegado un momento en el que nuestra generación sostiene un tiempo que

es el que a ellos les habría gustado tener como futuro. Entonces, ése es un poco el

sentido del libro, de hecho, este libro tiene un final, que no voy a contar, muy triste,

bueno, no tan triste, depende, para la gente joven es un final amargo, pero luego tiene un

final feliz que es la cita de Machado que compensa la amargura del final. No tenía que

haber dicho esto.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

En todo caso, la cita de Machado fue muy larga, y se llevaba a mucha gente por

delante.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Sí, claro, yo no digo que no, sí que se llevó a mucha gente por delante.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Ahora, a mí lo que me llama la atención, lo decía además ayer un artículo en El

País de Joaquín Sempere...

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Qué bueno el artículo de Sempere, me gustó mucho.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

... es que a pesar de que se venden muchísimos libros de la Guerra Civil, lo que

dices tú es cierto. No acaba nunca esto, cantidad de libros salen en las librerías todas las

semanas sobre la Guerra Civil, sobre la posguerra, sobre los campos de concentración, y

realmente se ve que hay un interés y una inquietud tremenda todavía desvelando qué

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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pasó, pero también tenemos el lado opuesto. El otro día, la defensora del Universitario

de la Complutense me mandaba un mensaje, decía: “Acabo de bajar de un taxi y el

taxista me ha negado que Franco matara a nadie, que él nunca había oído hablar de eso.

Yo le he dicho que lea. Vengo indignada, estoy enfadadísima”. O sea, que hay gente

que lo niega, pero es que también lo desconoce.

Yéndonos a la historia más reciente, siempre cuento, a raíz de la película

Salvador, sobre Puig Antich, que yo estaba en El Escorial. Concha García Campoy

hacía un programa e invitó a Sampedro, a (...) Lucas, estaba Alex de la Iglesia y Leonor

Watling, y a mí me invitaron como rector. En ese momento Leonor venía de rodar la

película, y Leonor comenta que ella no sabía nada de la historia, pero ni ella ni nadie del

equipo, o sea, dice Leonor, “No es que sea yo la ignorante, no sabíamos nadie nada”. Y

entonces hablamos Sampedro y yo, que éramos los que sabíamos algo del tema. Y es los

jóvenes que la han visto, que la han visto bastantes, o una novia de un sobrino mío

decía: “Es impactante”.

- Como El laberinto del fauno.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

El Laberinto del fauno les ha vuelto locos a todos los niños.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Y dices, claro, es que incluso la historia más reciente no se conoce. Por ejemplo,

el otro día había una carta al director, en El País también, de estas que ponen con

recuadro, recordando a Yolanda González.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Yo me acuerdo de Yolanda. Yo escribí un artículo sobre Yolanda.

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Porque eso fue tremendo. Hace poco otro estudiante recuperaba también la

memoria de Arturo Ruiz, que era un estudiante de la Politécnica. También leía yo en El

País que la familia de Carlos González había conseguido que le declarasen víctima del

terrorismo, y salía una foto del funeral, con los curas progres de la época, y “Carlos, no

te olvidamos”. Después también he leído algo más sobre Carlos González. Carlos

González también era estudiante de la Complutense, y los estudiantes de Bellas Artes en

mi facultad hicieron dos dibujos de él muy bonitos; el de cuarto nos lo fastidiaron los

fachas y el otro quedó allí hasta que lo borró en una limpia que hicieron de carteles

Villapalos, y desapareció a pesar de que yo le dije que ése nunca lo quitara. Y Mari Luz

Nájera, de un pelotazo, que me parece que era estudiante de Políticas.

Entonces, chicos como vosotros, de 19 o 20 años, murieron en la Transición,

gente idealista, gente en plenitud de su vida, unos, por un pelotazo de la policía, otros,

como Carlos González, porque los fachas le pegaron una cuchillada al acabar una

manifestación, a Yolanda porque la secuestran, etcétera, o sea, que realmente toda esta

historia... Como la de Salvador Puig Antich, que yo el otro día vi un reportaje en

televisión que me dejó hecho polvo, o sea, aparte de la película vi el reportaje y es que

me dejó hecho polvo. Y realmente esta historia reciente no se conoce, cuando la gente

habla como habla es que no saben tampoco lo que ha pasado en la posguerra, o sea,

realmente la brutalidad que has dicho tú es tremenda, o sea, lo que pasa aquí, a lo largo

de todo el franquismo, pero del 39 al 45 es algo tremendo.

Y que la derecha tenga este comportamiento te duele, y dices, bueno, pero cómo

dicen esto. El otro día la presidenta de la Comunidad hablando del premio de Julián

Marías y de Catalá, dice: “No, ellos no fueron muy reconocidos por la sociedad”. No

fueron reconocidos por el franquismo, no me diga usted que fue la sociedad.

Hemos presentado hace poco, y ahí está para el que lo quiera comprar, el libro

sobre la destrucción de la ciencia en España, que son los depurados de nuestra

universidad, que es un homenaje que la Complutense hemos hecho porque nos parecía

de gratitud a todos estos profesores nuestros que echaron en los años 30 y que eran

gente muy destacada en la ciencia, el arte, la cultura. O sea, no solamente expulsaron a

la mitad, sino que eran los mejores y desarticularon la Universidad de Madrid durante

mucho tiempo. Pero en esos nombre lo más llamativo es que hay de todo, hay mucha

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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gente del Partido Socialista, otros de Izquierda Republicana, otros eran independientes,

republicanos, no tenían una afiliación clara, pero hay gente también conservadora.

Flores de Lemos, que fue economista, un funcionario que defendió la dictadura de

Primo de Rivera, fue depurado, y con él toda la cátedra. Es depurado Salustio Alvarado,

que a mí eso me dejó sorprendido. Yo estudié el libro de Salustio Alvarado en el

bachillerato y tenía fama de ogro, de duro en Biológicas, entonces, cómo es que le han

depurado. Luego vuelve, algunos vuelven. Y entonces me dijeron que sí, que era un

hombre culto, que venía de la Institución Libre de Enseñanza, pero siempre era

conservador. Al final del acto se me acerca uno y dice: “Me ha sorprendido –porque

leímos el nombre de todos– que (...) fuera también depurado. Pues yo cuando estudiaba

Derecho me acuerdo de que la cátedra progresista era la de Ruiz Jiménez, allí estaba

Elías Díaz, Gregorio Peces Barba, pero (...) era un hombre autoritario y tal”. Y le dije

que, claro, que depuraron a gente que no era de izquierdas ni mucho menos, eran gente

republicana, laica, liberal, defensores de unos valores, pero tampoco eran los rojos

particularmente. Yo creo que cuando tú miras y ves realmente la depuración, la

depuración en el magisterio, que fue tremenda, gente encarcelada y tal, realmente se te

abren las carnes. O sea, yo creo que es esa memoria que mucha gente no conoce, y no es

tan fácil de conocer porque en España sí se han escrito libros pero, por ejemplo, cine se

ha hecho muy poco sobre el particular.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Yo quiero decir una cosa. Yo creo que, en definitiva, al final todos los ejercicios

de memoria, mi libro y cualquier otro ejercicio sobre la memoria, acaba siendo un libro

o un ejercicio sobre la Transición aunque no salga la Transición. Quiero decir, en mi

novela aparentemente no sale la Transición, solamente hay una alusión directa a la

Transición que es la letra de “Libertad sin ira”, que yo les recomiendo vivamente que se

la lean con calma, porque cantada así parece que no se nota, pero leída es “dinamita pa

los pollos”, como decían en los 80, una cosa horrorosa.

Yo creo que el problema que hay con esto que tú dices de la memoria, de lo que

se sabe, de lo que no se sabe, yo creo que el gran problema es que todavía España es un

país anormal y que todavía no hemos hecho el ejercicio de comprender que vivimos en

un país anormal, anormal no en el sentido despectivo del término, sino en el sentido

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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taxonómico, o sea, un país no normal, que tuvo a lo largo del siglo XX una trayectoria

absolutamente anormal, que llegó demasiado pronto a unas cosas y demasiado tarde a

otras, que cuando el fascismo perdía aquí ganaba, que cuando la revolución no se hacía

aquí se hacía, que cuando los aliados vencían aquí nos machacaban, y así, y eso es un

país anormal. Y creo que en la Transición lo que ocurrió fue que la clase política

convino en hacer una raya en el suelo y en decir, bueno, éramos un país anormal pero

ahora ya vamos a ser un país normal porque ya vamos a tener democracia, parlamento,

unas nuevas leyes, una nueva situación y tal. El problema es que no dejas de ser

anormal y empiezas a ser normal porque se haga una raya en el suelo y se diga “a partir

de aquí”. Entonces, aquí no se ha hecho ninguna clase de reflexión de ningún tipo,

ningún examen de conciencia, ninguna clase de crítica de nada, y la consecuencia de eso

también es el desconocimiento. Eso solamente funciona cuando va acompañado por el

desconocimiento porque en el momento en que la gente se empiece a interesar y

empiece a conocer, ese pacto fabuloso se tambalea. Claro, para que eso funcione, para

que esa especie de código misterioso, esa convención de “ahora ya somos normales y

cómo nos gusta conocernos y qué bien vivimos, y olé, olé”, para eso hace falta que la

gente no conozca nada, entonces, yo creo que las dos cosas van unidas.

Y que conste que yo, que arremeto mucho contra la Transición, no arremeto

directamente contra la generación que la hizo porque yo soy muy consciente de que

probablemente ellos hicieron honestamente lo que creían que tener que hacer, y eso me

parece respetable y me parece muy bien. Lo que me da rabia es que ellos no

comprendan que nosotros tenemos que hacer lo que honestamente creemos que tenemos

que hacer, o sea, que el problema es que los autores de la Transición se agarran y dicen,

no, porque lo nuestro es estupendo y aquí no se va a mover nada porque esto es

fantástico y esto va a misa, y ése es el problema, yo creo que en definitiva todo se

resume así. Y creo además, vamos, yo voy a empujar todo lo que pueda por mi parte,

pero creo que esta situación va a cambiar de verdad. O sea, tus alumnos a lo mejor no

saben quién es Salvador Puig Antich, pero creo que llegará un momento en que sepan

mucho más de lo que saben ahora. Esperemos que sí.

(...)

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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ALMUDENA GRANDES (escritora)

933 páginas, pero quitando los agradecimientos tiene sólo 919, o sea, que la

ficción sólo 919.

- Almudena, enlazando con eso que has dicho, así como de la guerra hay

bastante literatura y tal, qué explicación hay que apenas exista literatura de la lucha

antifranquista (...). Se han escrito tres o cuatro novelas, pero realmente...

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Hay muy pocas, y es un tema muy fascinante, y en mi novela no se toca, que

conste, porque a mí es que no me cabe todo. Cuando antes Carlos recordaba a Arturo

Ruiz, a Mari Luz Nájera, a Yolanda y a Carlos González, y a José Luis Alcazo Alcazo,

que era amigo mío, era de mi facultad, de la Complutense, y también murió en el Retiro

(le mató un nieto de Pita de Veiga con un bate de béisbol), siempre que salen estos

temas yo siempre digo lo mismo. En un país donde una sola muerte, una sola muerte, ha

bastado para justificar una guerra civil, siete muertos en dos días, que son los que hubo

en esta ciudad en 1977, no empañan la ejemplar, maravillosa, pacífica y admirable

lección de democracia de la Transición española, o sea, es muy curioso cómo los

muertos no tienen la misma densidad, ni tienen el mismo valor, ni significan lo mismo,

entonces, yo creo que eso también tiene que ver con esto.

No hay novelas sobre la lucha antifranquista última, sobre la guerrilla, que es un

filón. De verdad, lo de la guerrilla es que yo sí que no lo entiendo, o sea, la guerrilla es

un filón, o sea, yo sobre la guerrilla me podría escribir unas obras completas, de verdad,

es que la guerrilla da, y eso que yo en esta novela, como el mío se exilia, es guerrillero

en Francia, no aquí, que lo de aquí es lo bueno, y da para escribir, y en general todo ese

tema está desaprovechado, está como olvidado. Y al otro lado de la historia oficial, que

es ésta en la que yo creo que de verdad lo que hay es residuos franquistas y de complejo

de inferioridad de la izquierda, hay un filón narrativo alucinante, hay historias

alucinantes, personajes alucinantes, que parece que a los narradores españoles no les

interesa. ¿Por qué? Pues yo creo que también, bueno, yo qué sé, porque de repente el

espíritu de la Transición (vuelvo sobre el espíritu de la Transición, lo siento, pero es que

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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es lo que para mí explica casi todo), pues también al hacer aquella raya en el suelo

también dividieron las cosas entre agradables y desagradables y, sobre todo, entre

modernas y antiguas, entonces, durante mucho tiempo estos temas han sido muy

antiguos. Y es curioso cómo va evolucionando el tiempo porque ahora, que estamos

mucho más lejos, estamos mucho más cerca. Es decir, en los primeros años 90

estábamos mucho más cerca, había muchos más supervivientes, estaba más cerca todo,

y sin embargo estábamos muchísimo más lejos que ahora, mucho más lejos. ¿Por qué?

Porque yo creo que en la recuperación de la memoria histórica también hay una

dinámica generacional muy clara.

Hay tres generaciones que producen una actitud diferente en tres momentos

históricos determinados. Por un lado esta la generación de los combatientes, que

sufrieron enormemente en el caso de los perdedores y, muchas veces, también de los

vencedores, y que optaron por el silencio, entonces, la generación de los hijos se educó

en el silencio. Lo que es muy curioso, y yo no sé si hay muchos casos como éste en el

mundo porque todavía no he tenido tiempo de mirármelo, pero me parece que es un

tema como para mirárselo, es que, curiosamente, en España el silencio es universal, o

sea, los perdedores no le cuentan nada a sus hijos para protegerlos, pero, curiosamente,

los vencedores en general tienden a no contar nada tampoco. Me imagino que porque

una parte de ellos directamente preferían que no se supiera nada de su pasado y otra

parte porque probablemente habrían preferido no pagar el precio que tuvieron que pagar

por ganar la guerra. El caso es que en la segunda generación, vengan de donde vengan

los hijos, se produce la misma situación que es silencio, secreto y no hablar del tema, y

nadie sabe nada. Y de repente llega la generación de los nietos y es la primera

generación en muchos años que se educa sin miedo. Nosotros hemos sido la primera

generación de españoles en muchos años que ha crecido sin miedo, y, claro, hemos

llegado a una edad determinada, porque a los 18 años da igual que no hayas tenido

miedo, pero no tienes edad ni de escribir libros, ni de hacer películas, ni de preguntarte a

ti mismo, ni de reflexionar nada, y de repente, en este momento, cuando la generación

de los nietos llega a una madurez digamos óptima para hacer determinadas cosas, de

repente se multiplica el interés, se multiplican las reivindicaciones, se multiplican las

asociaciones, los documentales. Yo creo que eso tiene que ver con esto que te digo, con

una dinámica generacional, y yo creo que se ha empezado por las partes más brillantes,

las más conocidas.

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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- Pero para no eludir todo, o sea, por ejemplo, se puede recordar un hecho de

1977, cuando determinados (...) republicanos, pero me estoy refiriendo explícitamente a

determinados (...). Algo tendrá que ver con este proceso de (...).

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Yo no soy tan crítico como tú con la Transición. Soy más mayor, no tan crítico.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Es que eso es lo que digo yo de la dinámica generacional. Si yo no soy crítica en

el sentido de que yo acepto que de buena fe se hicieran las cosas así, lo que me da rabia

es que hablas con ellos, con Santos Juliá, por ejemplo, y te dice: “Los jóvenes no hacéis

más que moverlo todo, y ya está bien”. Pues no. Vosotros lo hicisteis, ahora dejad que

los demás hagamos algo.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Fíjate, en la Facultad de Políticas coincidió un día una conferencia de Santiago

Carrillo, bueno, estaban la hija de Pasionaria, la nieta y Santiago Carrillo, y estaba

también otra charla de Gómez Llorente. Luego comimos allí y los dos fueron

protagonistas. Gómez Llorente estaba en el PSOE y Carrillo. Era muy interesante oírles

porque también estaba el jovencito que era Monedero incordiándoles, diciéndoles que

tal y que cual, y ellos lo explicaron muy bien, los dos lo explicaron fenomenal, tanto

Carrillo como Gómez Llorente.

Es que en esos momentos no se puede olvidar que había grupos ultra muy fuerte,

como hemos visto, estaba la policía como era, el ejército era lo que era, etcétera. Pero,

claro, cuando la gente dice, no, es que... Cómo estaba la cosa. Muy tensa también, no

era fácil. De hecho, un amigo mío, radical y tal, cuando vio los programas de Victoria

Prego, que son discutibles, dijo: “Pensándolo bien es que tampoco podíamos ir más

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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allá”, o sea, se hizo como se pudo hacer, porque, claro, es que realmente el franquismo

tenía todos sus aparatos del Estado intactos.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Sí, pero de todas maneras hay una cosa que es muy curiosa, y es que admitiendo

todo eso, y que conste que yo digo que admito la buena fe y que creo que obraron con

honestidad, con buena fe y como les pareció mejor, pero es muy curioso que todavía no

esté claro en este país en la opinión pública generalizada y un poco en la historia oficial

el papel de la izquierda en la democracia española. Es que la democracia que tenemos es

resultado fundamentalmente de la generosidad y de la responsabilidad de la izquierda,

no de Adolfo Suárez, y es que eso también hay que decirlo. Pues no, pues eso no está.

- Está ya más o menos reconocido.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Bueno, según y cómo. Depende de quién lo reconozca.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

El otro día sucedió un acontecimiento importante con motivo del 30 aniversario

de los abogados de Atocha. Por primera vez un presidente de Gobierno recibe a los

supervivientes, da un discurso, muy bueno, y dice que hay que agradecer y reconocer el

papel del Partido Comunista de España y de Comisiones Obreras en la llegada de la

democracia en este país. Eso lo dice un presidente socialista, con todas las pugnas que

ha habido siempre con el socialismo y comunismo, y parece que es importante el

reconocerlo y el decirlo. Y en este programa de Victoria Prego, Martín Villa, ministro

del Interior entonces, señaló: “El día del entierro de los abogados laboralistas nos dimos

cuenta de que teníamos que legalizar al Partido Comunista de España porque no

solamente fueron capaces de movilizar a mucha gente sino de mantener el orden en esa

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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situación de tensión y dificultad. Es un partido claramente disciplinado. Hay que

legalizarlo”.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Descubrieron el Mediterráneo.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Hombre, disciplinado era...

... tratando de revanchas, no estamos tratando de decir que (...) esto. Estamos

tratando de decir, oiga, que nosotros que hemos estado bajo la bota durante muchos

años, restitúyannos nuestra dignidad.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Y se trata también de decirle a la derecha parlamentaria de este país que si no

condena explícitamente un golpe de Estado contra la legalidad democrática se sitúa en

una tradición que está al margen del pacto democrático. Es que, de verdad, cuando yo

digo que este país es anormal, de verdad que es muy anormal, porque es así.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Había alguien que quiere intervenir. Al final no hablamos de tu novela.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

No importa.

- En tu novela está recogido este tema del silencio, que es muy importante.

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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ALMUDENA GRANDES (escritora)

La mitad de la novela trata sobre eso.

- Los “hijos de” sufrimos el silencio. Y luego (...) y hablamos, y con la

Transición, después volvimos a callar. Y ésos que habían estado del otro lado (...) en la

universidad, entonces, (...) como todos, pero como los años los van haciendo

conservadores (...).

ALMUDENA GRANDES (escritora)

¿Y han vuelto a las posiciones de sus familias, tú crees? No creo que todos. Yo

conozco a algunos, a muchos que no.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Gente que con la edad se radicaliza. Ejemplo: José Luis Sampedro, que cumple

hoy 90 años, es mucho más de izquierdas ahora que antes.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Yo tiendo a radicalizarme también, yo lo aviso. Yo voy muy mal. Yo he tenido

como un viaje de ida y vuelta, porque primero era más radical, luego menos, pero es que

llevo unos años que estoy yendo más allá de donde venía.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Depende, se ha dado eso en algunos casos, no en todos. Hay una novela, ya que

hablaba Manolo, que yo creo que es muy buena, El vano ayer, de Isaac Rosa. Alguna

recuerda esa memoria histórica. (...). Mala gente que camina.

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ALMUDENA GRANDES (escritora)

Sí, pero no llega tan lejos, se queda en los 60.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Algo de Chirbes también, La larga marcha. Hay cosas, pero recogen poco

todavía.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Es normal que teniendo en cuenta la situación se empiece por la brillantez y se

empiece por lo obvio y se empiece por lo llamativo y se empiece por lo heroico. ¿Sabes

lo que te digo? O sea, probablemente llegará un momento en el que cuando se hayan

explorado todos los puntos de vista y se hayan restablecido todas las tradiciones y

cuando se hayan explotado determinadas cosas, antes o después se llegue a la

consecuencia de esa tradición que es la tradición de la lucha antifranquista en los 60 y

en los 70.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

Bueno, ya que estamos en el día del apagón de luces, que lo hemos tenido,

recordaros que en estos libritos en que hacemos propaganda de la Complutense hay uno

que es El impacto del hombre sobre el planeta. Está bastante bien, es un ciclo de

conferencias que se dio aquí (algún profesor no sé si es Nobel o casi, casi), y es un libro

que está muy bien. Ya que hemos tenido hoy un día de toma de conciencia del deterioro

ecológico o medioambiental del planeta, recordarlo en este sentido.

Y antes de que Almudena Grandes despida, ¿o tú quieres también despedir?,

recordaros que el Foro sigue y que vendrán Benjamín Prado, José María Ridao, luego

habrá mesas redondas, Ana Rossetti, Luisa Castro, Vicente Molina Foix, Juan José

Armas Marcelo, Juan Cruz, Manuel Rivas y la clausura es de José Luis Sampedro, que,

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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como digo, hoy cumple 90 años. Yo le quería hacer una felicitación de la Complutense

en la página web, pero me ha dicho mi equipo que no, que iba a ser el primer caso y que

como yo soy discípulo suyo van a decir que tengo una tendencia. Y yo digo que a 90

años no llega ningún profesor de la Complutense, es el primero, que yo sepa, porque

Laín Entralgo sí llegó pero era antes de que yo fuera rector, y la mayoría no llega, o sea,

que es un acontecimiento muy importante, pero, en fin, me han reprimido. Yo ya digo, a

ver si se me ve mucho el plumero por ser discípulo de Sampedro.

Pues venga, ¿qué ibas a decir, Rosa?

ROSA FALCÓN (directora del Foro Complutense)

Simplemente recordar la próxima conferencia del Foro es, que ya lo has

comentado, Benjamín Prado, y el título de la conferencia...

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

El título: “La literatura contra la impunidad de la Historia”.

ALMUDENA GRANDES (escritora)

Más de lo mismo.

CARLOS BERZOSA (rector de la Universidad Complutense)

En El Escorial discutimos y fue interesante. Tuvimos un debate allí sobre todo

esto, estos intelectuales, como Ridruejo o Aranguren, que fueron falangistas, luego

fueron, en fin, llegando la democracia. Eso creó un debate muy interesante, muy vivo en

El Escorial, o sea, que si se reabre aquí el debate, es interesante. Estuvimos allí

discutiendo mucho.

Bueno, Almudena, despídete.

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ALMUDENA GRANDES Jueves, 1 de febrero de 2007

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ALMUDENA GRANDES (escritora)

Muchas gracias. Habéis tenido mucha paciencia, habéis sido muy buenos.