donde el viento y el espíritu hablan - raúl berzosa martínez - khaf
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Donde el Viento y el Espíritu hablan - Raúl Berzosa Martínez - KhafTRANSCRIPT
DONDE EL VIENTO Y EL ESPÍRITU HABLAN
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RAÚL BERZOSA
Donde el Viento y el Espíritu hablanparábola de luz y libertad para despertar
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isbn 978-84-937615-4-7
© 2010-Ediciones KhafGrupo Editorial Luis Vives
Xaudaró, 2528034 Madrid - España
tel 913 344883 - fax 913 344 893
www.edicioneskhaf.es
dirección editorial
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edición
Antonio F. Segovia
dirección de arte
Departamento de Imagen y Diseño gelv
diseño de colección
Mariano Sarmiento
maquetación
Departamento de Producción gelv
impresión
Talleres Gráfi cos gelv (50012 Zaragoza)Certifi cado ISO 9001
depósito legal: Z. 2265-2010impreso en españa
Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográfi cos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
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A mis sobrinos, jóvenes de hoy, necesitados de horizontes nuevos de sentido y de esperanza.
A todos los jóvenes que participarán en la Jornada Mundial de la Juventud
2011, «profetas de una nueva era», como los llama Benedicto XVI.
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• 7Índice
ÍNDICE
19 PRÓLOGO
15 VUESTRO CLAMOR HA LLEGADO HASTA MÍ
19 HAN CERCADO EL MANANTIAL
27 MODIFICAR EL SISTEMA
29 ENTRAR EN EL DESIERTO
35 DEL DESIERTO AL VERGEL
39 COMUNIÓN
40 Esponjar el espíritu
41 Semillas de plenitud
41 Resultados extraordinarios
41 Ojos de providencia
42 El valor de la vida espiritual
43 Nuestro mayor enemigo es la vanidad
44 Discernir la verdadera soledad
44 Lágrimas de misericordia
45 Crece la máquina, mengua el hombre
45 Vivir en la verdad
46 Pensar y obrar como hermanos
47 ¿Vivir de espejismos?
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8 • Donde el Viento y el Espíritu hablan
47 El valor de una mano amiga
48 La generosidad siempre encuentra soluciones
49 Diversidad de dones pero un solo espíritu
153 EL HIJO DEL VIENTO Y SU ESPÍRITU
157 HUMANIDAD NUEVA
161 MENSAJES PARA LOS HIJOS DEL VIENTO, DE LA LUZ
Y DEL ESPÍRITU
62 Sobre la fe
64 Cristianos maduros
66 Proceso espiritual
69 Vocación
71 Oración-contemplación
73 Actitudes y valores para seguir caminando
181 LA NOCHE LUCIRÁ COMO EL DÍA
187 LOS HABITANTES DE LOS OJOS AZULES
191 LA VIDA DEL HIJO
197 REFLEXIONES FINALES
101 EPÍLOGO
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• 9Prólogo
PRÓLOGO
Entonces fue llevado al desiertopara ser tentado durante cuarenta días (Mt 4,1-2)1.
Cuenta la sabiduría hindú que en la vida pasamos por cuatro etapas: una primera, de necesario aprendizaje; somos como esponjas que reco-gen y se empapan de todo cuanto reciben. Una segunda, de enseñar aquello que aprendiste, atravesado por el tamiz o filtro de tu inteligen-cia, tu creativi dad y tu propia personalidad. Una tercera, cuando casi todo parece tambalearse existencialmente y en la que necesitamos es-cuchar nuevas voces y nuevas enseñanzas. La vida, tu interior y el Es-píritu te van llevando de la mano. Y, finalmente, una cuarta en la que tan solo te sientes peregrino, viviendo al día y confiando en la Provi-dencia. Es entonces cuando descubres que no tienes fe, sino que la fe te tiene; que no tienes amor, sino que el amor se ha apropiado de ti; que no tienes esperanza, sino que la esperanza te sustenta. En una palabra, y parafraseando a san Pablo, ya no eres tú quien vive; es el mismo Es-píritu quien vive en ti (Gl 2,20). Es tarea de toda una existencia. De al-guna manera, lo que estas páginas narran es el proceso de esos cuatro momentos. Estoy seguro de que cada lector podría escribir el suyo.
Durante muchos años, en mi infancia y juventud, no recuerdo ha-berme dormido sin, previamente, haber escuchado o leído un relato, una parábola o un cuento. En la niñez, mamá, a veces papá o un fami-liar, satisfacían en principio mi deseo, aun cuando la repetición de lo escuchado se hiciera inevitable. En ocasiones, yo mismo favorecía tal repetición.
1 N. E.: Las abreviaturas bíblicas que aparecen a lo largo de todo el libro han sido tomadas de la Biblia Ecuménica (Edelvives y sbe, 2010).
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10 • Donde el Viento y el Espíritu hablan
Un día, llegada la adolescencia, intuí que los cuentos de mamá o papá o los narrados en mil y un libros no se correspondían ya con la realidad. No enseñaban, por ejemplo, por qué nos empeñamos en crear el mito del hombre que-no-es, o por qué las cosas son como son y no pueden cambiar o, sobre todo, por qué se silencia y oculta tan repeti-damente el Misterio y a ese Otro, cercano y a la vez más allá de todo, que sustenta desde siempre nuestras vidas y a quien hay que descubrir desde la vida y para la Vida.
En mi juventud, anduve buscando nuevos narradores y nuevos re-latos. Descubrí, como expresa el poeta León Felipe, que «la cuna del hombre la mecen con cuentos, que el miedo del hombre inventó todos los cuentos y que los huesos del hombre los entierran con cuentos». Descubrí, en una palabra, que los cuentos se mezclan con ideologías. Y que las ideologías matan los cuentos más bellos. Porque en las ideo-logías se sigue silenciando el Misterio y a quien le da sentido. Hasta que un día yo mismo me encontré narrando mi propio cuento. Sin esperarlo, me habían hablado el Viento, la Luz y el Espíritu. Entonces gusté la diferencia.
Cuando se me donó este Gran Relato, el primigenio, me envolvió la sensación de que todos los demás quedaban cortos. No era un cuento más. No era solo una parábola. Era la vida misma la que desvelaba su gran secreto. Antes, tuve que adentrarme en el desierto para que, conjuntamente, el Viento, el Hijo de la Luz y el Espíritu pudieran ha-blarme.
Entonces, solo entonces, grabé en mis entrañas, para siempre, un estilo nuevo, una Vida nueva: la que me hace caminar con ojos de búho (para ver incluso en la noche y entre la niebla), corazón de niño (para poder y saber admirarme de todo), manos de madre (para repartir ternura) y pies de peregrino (para no echar raíces en ninguna parte). El precio de todo ello ya lo intuyó el poeta: «Tener la verdad es empe-zar a sufrir; defenderla es empezar a morir». Morir para encontrar esa vida que salta hasta la eternidad.
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Prólogo • 11
Donde el Viento y el Espíritu hablan es, sobre todo, un gran relato de vida; dejó de ser ficción para convertirse sencillamente en realidad encarnada. Es una parábola que comencé a narrarme, y a narrar a otros, en mi juventud y que hoy recojo, una vez más, como fruto de mayor madurez; consciente, nuevamente, de lo subrayado por León Felipe: los escritos son como la masa en manos del panadero; una y otra vez, en cada etapa existencial, se vuelve sobre ellos2.
+ Raúl Berzosa.Oviedo, otoño-invierno 2009-2010
2 La primera vez que publiqué parte del contenido que aquí se encierra fue en el happening musical Cuando el Viento habla, Editorial S. Pablo, 1990. Diez años más tarde, en el año 1999, lo retomé para una edición de la Fundación Emmanuel Mounier, con el título Hijos del Viento, de la Luz y del Espíritu. Parábola para des-pertar. Asimismo se encontrarán ecos de lo escrito en diversos libros publicados por la Editorial Monte Carmelo: Diez días de oración en el desierto.
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Vuestro clamor ha llegado hasta mí • 15
VUESTRO CLAMOR HA LLEGADO HASTA MÍ
El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto su opresión en Egipto (Ex 3,9-10).
En mi ciudad todos poseemos un cántaro; cada cual, el suyo. Un cántaro de barro nos identifica y nos distingue al mismo tiempo, des-de que vemos la luz por primera vez hasta que nuestro polvo se con-funde con la arcilla de nuestros cántaros en el seno de la madre tierra. El cántaro hace alusión a lo material y a lo ideológico. Y no es solo patrimonio de un sistema ideológico, político o económico concreto. Es patrimonio universal. Y no es solo fruto o distintivo del sistema neoliberal y de globalización o de la cultura de la postmodernidad-ultramodernidad, en la que dicen los expertos que estamos inmersos. La cultura del cántaro existe desde que el mundo es mundo aunque en los últimos siglos haya sido patrimonio «vertiginoso» de sistemas tan aparentemente diversos como el capitalismo, fascismo, socialismo o laicismo beligerante.
He aquí, pues, el más genuino y auténtico sentido de nuestras exis-tencias: poseer uno o varios cántaros; hacerlos cada vez más nuestros y más ricos, tanto en su forma como en su contenido, hasta identifi-carnos sencillamente con ellos: «Yo soy lo que es mi cántaro».
Esto solo se logra llenando nuestros cántaros de esa agua que son las palabras y las utopías domesticadas, cada vez más racionales y cerradas, «más políticamente correctas», avaladas por un sistema eco-nómico e ideológico único y globalizado.
Por eso, si algo destaca en nuestra ciudad es un enorme cántaro colocado en el centro geométrico exacto de nuestra gran plaza. Nuestros cántaros son reflejo del Gran Cántaro. Solo él es la suprema verdad
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16 • Donde el Viento y el Espíritu hablan
capaz de colmar nuestros deseos más profundos. Como viejo e inmu-table testigo del paso del tiempo, nos recuerda cotidianamente nuestra tarea: llenar nuestros preciosos recipientes de su perenne y añeja sa-biduría, de su preciado contenido.
Los más sabios y ancianos de nuestros ciudadanos se precian de custodiar, con gran celo, tan venerable tradición; y nos recuerdan, ya desde la infancia, que quien no posee un cántaro es un hombre inferior, un hombre simple, un degenerado, un irresponsable. «Porque un cán-taro vacío —nos repiten— solo puede conducir al vacío existencial; a la angustia más absurda e inhumana».
No es extraño que nuestra economía de base se haya fraguado en torno a la industria alfarera. La rivalidad entre los distintos producto-res es un hecho ya clásico. Existe casi una infinita variedad de mode-los, gamas y colores: desde los cántaros de gran lujo, hasta los de uso corriente; desde los más elocuentes, para nuestros ciudadanos más tímidos, hasta los más románticos, ideales para los nostálgicos. La imaginación más creativa, junto al marketing más sofisticado, hacen que nuestra industria no se agote. La elección, basándose en la sensi-bilidad más exigente, se encuentra del todo asegurada.
El mercado del cántaro no conoce límites. A lo largo de nuestra existencia vamos ajustando nuestros cántaros (en tamaño, capacidad y valía) a las necesidades del momento. De esta forma el nivel alcan-zado, la salud económica y el desarrollo técnico e industrial son los más óptimos.
Es cierto que existe un variable porcentaje de paro; sin embargo, bajo el amparo protector de esta industria —se nos asegura— nacerán en el futuro nuevas iniciativas y, con ellas, se consolidarán definiti-vamente la estabilidad monetaria, el crecimiento sostenido, el pleno empleo, la balanza de pagos, la elevada renta per cápita y los precios competitivos en el mercado. Incluso la política de los «que han de nacer» y «de los inmigrantes» está regulada por la ley del Gran Cán-taro.
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• 17Vuestro clamor ha llegado hasta mí
He aquí algunos de los proyectos industriales ya en germen: porta-cántaros mejor adaptados a todas las condiciones y edades; limpiado-ras exteriores e interiores de barro; moquetas para impedir las roturas en inevitables caídas; nuevas materias que, fundidas con la arcilla, harán más preciosos y preciados nuestros cántaros; y hasta estilos de arquitectura y urbanización más funcionales en orden a reducir al mínimo el índice de accidentes fortuitos.
Todo ello sin contar con las perspectivas que se abren: las compañías de seguros, los especializados restauradores, los salones de decoración y belleza, los museos interactivos y cibernéticos, etc.
Naturalmente, en la época de la globalización, se potencia, en unos casos, el nacimiento de multinacionales de la industria del cántaro y, en otros casos, la deslocalización geográfica de la producción, porque nuestra civilización y nuestro sistema deben ser universales. Estamos en el final de la historia, en su culminación.
Cuentan algunos de nuestros mayores, y así se refleja en hemerote-cas, que la humanidad intentó en épocas pasadas otras formas de economía y organización. Todo resultó un fracaso. Solo ha prevalecido la más fuerte, la que más se corresponde con la naturaleza propia del ser humano.
En breves palabras, nuestra ciudad, con su compleja y rica industria alfarera, no solo ha conseguido la máxima riqueza y prosperidad, sino la más alta y sublime sabiduría. Tenemos suficientes y justificados motivos —según se lee en nuestros rotativos oficiales y en las autopis-tas de la red informática— para sentirnos orgullosos.
La historia —se nos recuerda— ha ido borrando otras experiencias. Nuestra forma social y nuestro sistema son, no solo la única alterna-tiva, sino el final del ciclo histórico-organizativo de la humanidad. Hemos entrado en la posthistoria. Todas las demás tribus y todos los demás pueblos conocidos en el planeta tierra han entrado o entrarán en la dinámica de nuestro sistema. Otras formas experimentables fracasarán.
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Donde el Viento y el Espíritu hablan18 •
Además, los recursos de la madre tierra, la diosa Gaia, son limitados, aunque, eso sí, se están abriendo puertas esperanzadoras a la conquis-ta espacial. En el planeta tierra, más allá de nuestra ciudad, solo se encuentra el desierto; árido, sediento y vacío desierto, según se nos subrayó desde la más tierna edad. Cualquier otra alternativa estaría condenada de antemano al fracaso, a la destrucción y a la negación de la persona misma. Sería absurdo repetir fracasos pretéritos. ¿Por qué arriesgarse a ser un hombre inferior, un paria, un mendigo, un simple o un degenerado?
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