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El camino de la paz - Xabier Pikaza - Ediciones Khaf -Primavera 2010

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INTRODUCCIÓN

Conseguir la paz ha sido, según Juan XXIII (cf. Pacem in Terris 1), la más honda aspiración del hombre sobre el mundo. El Evangelio añade que Jesús ha venido «para dirigir nuestros pasos por un camino de paz» (Lc 1,79) 1. Con el fi n de responder a esa aspiración y de precisar algunos rasgos del camino de paz de Jesús, he querido escribir este libro.

La paz ha sido y sigue siendo una aspiración, pero también una tarea, un reto, un desafío que se encuentra amenazado por tres grandes violencias: (a) la del mundo externo, lleno de enig-mas, riesgos y durezas; (b) la del mundo interno, dominado con frecuencias por miedos, pasiones y deseos de muerte; (c) la del propio orden social convulso y con frecuencia amenazado. Por eso es importante trazar bien el camino de la paz y ayudar a recorrerlo, para que así pueda cumplirse la suprema aspiración humana.

1 N. E.: Los textos bíblicos que aparecen a lo largo de todo el libro han sido tomados de la Biblia Ecuménica (Ed. Luis Vives y SBE, 2010); el texto es la traducción interconfesional “Dios Habla Hoy” de la Sociedad Bíblica.

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De la primera violencia (sequías y terremotos, fi eras, bacte-rias, venenos, etc.) no quiero ocuparme en este libro; me basta con saber que formamos parte de un planeta hermoso, pero complejo, donde el rayo puede quemar las cosechas y el lobo come a las corderos, pero al fi n cae devorado por leones o gu-sanos, pues en este mundo, en el plano biológico, todo mata y todo muere. De la segunda violencia (locura y deseo de muerte, depresiones y luchas psicológicas, etc.) tampoco he querido tra-tar de manera extensa, aunque he de tenerla en cuenta pues, a un nivel, los hombres vivimos siempre amenazados por la en-fermedad y a menudo nos falta el equilibrio para encontrar la paz. Estrictamente hablando, solo he querido tratar de la terce-ra: de la violencia que surge en el contacto entre los hombres.

En un sentido, lo más bello y agradable para un ser humano es otro ser humano (varón y/o mujer). Pero como dice un refrán lati-no (¡corruptio optimi pessima!), allí donde se pudre o corrompe lo más bello (¡qué bueno estar unidos!) surge lo peor, la guerra de unos contra otros. De las diversas formas de esa guerra y del ca-mino para superarla se ocupa este libro, escrito desde una perspec-tiva humanista y cristiana, como guía para educadores de paz.

En muchos países se busca y discute el sentido de una nueva asignatura cívica, titulada Educación para la ciudadanía. Estoy convencido de que, siendo importante, resulta inútil, si no se funda en otra anterior, que podemos titular Educación para la paz. Es deseable que seamos “buenos ciudadanos”; pero en la línea de la tradición burguesa y capitalista los ciudadanos pue-den e incluso deben ser violentos, como sigue pregonando la Marsellesa, el gran canto de la burguesía occidental («a las ar-mas, ciudadanos…»). Por eso, sin negar la importancia de la buena educación para la ciudadanía, propongo aquí una re-

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fl exión y un camino que haga posible la educación para la paz desde una perspectiva cristiana y humana.

En otros siglos, las guerras parecían más localizadas, reser-vadas a los “militares”, de manera que los hombres y mujeres en conjunto podían sentirse resguardados dentro de un sistema que, a pesar de las tensiones, mantenía su equilibrio. Pero aho-ra, a comienzos del XXI, las guerras se han universalizado po-niendo en peligro no solo la vida de los hombres (¡una “especie” capaz de suicidarse!), sino todas las formas de vida superior sobre el planeta; tenemos la conciencia de vivir bajo la amena-za de una Bomba (atómica, ecológica, genética, social) que pue-de matarnos sin remedio. A pesar de ello, seguimos aspirando a la paz y ese convencimiento me ha impulsado a escribir este libro, con una propuesta que ofrezco a todos los que “creen en la vida” y se comprometen por ella.

He querido dividirlo en dos partes, siguiendo el esquema del pensar y actuar (teoría y praxis). 1. Guerra y paz. Una teoría gene-ral. Quiero enfrentarme de un modo directo con el hecho de la guerra, para conocerla, descubriendo sus formas y razones. Desde ese trasfondo he trazado las difi cultades y razones de la paz, des-de una perspectiva humana y cristiana. 2. Un camino de paz. Una propuesta cristiana. Partiendo del mensaje y de la vida de Jesús, en diálogo con otras religiones y culturas, he trazado un camino concreto de paz, una guía para pacifi stas, en doce tiempos.

Estrictamente hablando, este libro podría reducirse a la segun-da parte, donde expongo el itinerario positivo de la paz, pues la primera es una especie de introducción teórica ampliada y quizá discutible. Pero he pensado que las dos son complementarias y que la primera ayuda a entender la segunda, de manera que algu-

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nos se animarán a comenzar por ella, pues, como se ha dicho, una buena teoría es el primer requisito para una buena praxis 2.

Escribo en un momento de incertidumbre y miedo («en la más profunda oscuridad» Lc 1,79), a comienzos del siglo XXI, en medio de grandes cambios, determinados por convulsiones so-ciales, culturales y económicas, “presididas” por la Bomba y por otros medios de destrucción, mientras algunos nadan en el lujo y más de mil millones de personas corren el riesgo de morir de hambre. Algunos afi rman que las guerras clásicas pueden estar terminando; pero han crecido otras formas de guerra y guerri-lla, de opresión y lucha, de modo que el terror se ha extendido por gran parte del mundo. En estas circunstancias resulta ne-cesario asumir el desafío de la paz, que muchos han puesto de relieve a partir del año 2009 que había sido declarado por la ONU como Año Internacional de la Reconciliación, para «fo-mentar las relaciones de amistad entre las naciones y promover la cooperación internacional, para resolver los problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario». Pues bien, ese deseo de la ONU resulta inoperante si no está fundado en una intensa educación y opción por la paz. 3

2 He desarrollado esta teoría en un curso que ofrecí el año 2002 en la Universidad Pontificia de Salamanca y en dos escritos más breves: Cris-tianismo y construcción de la paz, Universidad de Deusto, Bilbao, 2003, y ¿Vivimos en una cultura de paz?, Idatz, San Sebastián, 2004.

3 La ONU ha reconocido que los procesos de reconciliación se tornan particularmente necesarios y urgentes en países y regiones del mundo que han sufrido o sufren situaciones de conflicto que han enfrentado y escindido a las sociedades en sus distintas facetas (Asamblea General de Naciones Unidas, 23 de enero de 2007, RES/61/17).

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He redactado este libro en el momento en que un papa ale-mán, gran pensador, Benedicto XVI, ha publicado una encíclica (Caritas in Veritate: 29, VI, 09), donde desarrolla el tema del amor (caridad) y lo entiende como «fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y genero-sidad en el campo de la justicia y de la paz» (Núm. 1). Pero al lado del Papa he querido inspirarme en la obra profética de otro pensador alemán, hombre de Iglesia, llamado Nicolás de Cusa o Cusano (1401-1464), fi lósofo y teólogo, Obispo de Brixen (Tirol) y Cardenal de Roma.

El Cusano participó de un modo activo en los movimientos conciliaristas, que promovían la comunión dialogada entre los diversos grupos de la Iglesia (sin negar la autoridad de un Papa). Desde una perspectiva social y religiosa, su trabajo más signifi cativo es De Pace Fidei (Sobre la paz de la fe), escrito en 1453, un año después de que Constantinopla, capital cristiana del Oriente, sede de mil años de “independencia” cristiana ca-yese en manos musulmanas. Él supo que los intentos militares de los cruzados habían fracasado, pues no solo habían “perdi-do” Jerusalén, sino Constantinopla, con lo que ello suponía de reto para toda la cristiandad. ¿Cómo podría responderse?

En ese contexto, retomando y ampliando sus convicciones (la vida es concilio-alianza), escribió este tratado, como una parábo-la en la que el Dios de todos convocaba desde lo alto (cf. Lc 1,78) a los representantes de las diversas religiones, para que celebra-ran bajo su presidencia un concilio mundial, y defendieran los valores de cada confesión, dialogando al servicio de la paz. Cier-tamente, el Cusano quería inspirarse en el cristianismo, que a su juicio era espacio de comunión universal. Pero él sabía que la paz cristiana no puede conseguirse (ni menos imponerse) con razo-

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nes, pues en estas circunstancias de la historia nadie puede con-vencer del todo a nadie (ni Dios ha querido hacerlo).

De esa forma, tras una larga experiencia de concilios cristia-nos (Basilea, Constanza, Ferrara y Florencia, del 1431 al 1449), donde los obispos no habían logrado ponerse de acuerdo, pen-só que tampoco un concilio universal de religiones, convocado por Dios, podría resolver en esta situación el tema. Por eso dijo que Dios, tras un tiempo de sesiones, interrumpió el concilio y pidió a sus miembros que dialogaran en el campo abierto de la vida, siendo cada uno fi el a su propia religión, pero buscando la paz con las restantes. Vivimos, según eso, en un tiempo de interreino conciliar, marcado por la fi delidad de cada pueblo a su propia religión y el compromiso de diálogo entre todos.

Eso signifi ca en concreto que los cristianos no pueden luchar contra los musulmanes, los judíos o los paganos, ni querer con-vertirlos, y que lo mismo han de hacer los musulmanes y los fi eles de otros credos. Las religiones deben renunciar a la expan-sión exterior de sus principios sociales o sacrales, rechazando todo proselitismo o conquista militar, para encontrar de esa ma-nera su paz interna y renunciar a la imposición externa. Para ello, todos nosotros, y en especial los cristianos, debemos reali-zar un “curso” teórico y práctico de educación para la paz.

Esta fue la propuesta conciliar del Dios del Cusano. Parece humilde y, sin embargo, ha sido rota en muchas ocasiones: muchos cristianos han perseguido a los judíos (desde el fatídi-co 1492 de España hasta el increíble holocausto de Alemania del 1939 al 1945) y han llevado su religión con armas por el mundo (por lo menos en América); también otros grupos reli-giosos han obrado con violencia. Por eso me parece bueno re-tomar hoy la propuesta del Cusano, promoviendo nuestro pro-

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pio itinerario de paz y dialogando para ello, al mismo tiempo, con los fi eles de las otras religiones y culturas 4.

Escribo este libro desde una perspectiva cristiana, pero asumo el legado de muchos no cristianos, como M. Gandhi, que han vi-vido y han muerto por la paz, aunque apenas he querido citarlos. Entre los testigos cristianos de la paz del siglo XX quiero destacar desde aquí a dos protestantes (D. Bonhöffer y M. L. King), a dos católicos (O. Romero e I. Ellacuría) y a un ortodoxo (P. Florensky). Junto a ellos, como signo supremo (y escandaloso) de paz, evoco emocionado la memoria de los seis millones de judíos, asesina-dos, entre 1939 y 1945, simplemente por el hecho de ser distintos. Su asesinato no ha sido solo una tragedia para el judaísmo, sino también tragedia, pecado y reto para los cristianos que, de un modo o de otro (al menos por omisión), hemos sido culpables. Por eso, a los setenta años de aquella perversión suprema siento casi vergüenza de hablar de paz, pero he querido hacerlo por fi delidad al Jesús judío, que vino, según he dicho, «para dirigir nuestros pasos por un camino de paz». No puedo escribir de un modo triunfalista, como si yo, siendo cristiano, tuviera soluciones que otros no tienen, pero lo hago con el convencimiento de que el cristianismo puede y debe aportar su palabra y camino de paz.

4 Quizá no es todavía el momento de retomar aquel Concilio Universal de

las religiones, pero es evidente que estamos en situación de fondo de conci-

lio, al menos los católicos, tras la clausura del Vaticano II (1962-1965). Desde

esa perspectiva he querido escribir este libro, ofreciendo un análisis y re-

flexión sobre las guerras y trazando las doce estaciones del camino de la paz,

mientras espero la reanudación del Concilio Universal de la Paz, que el Dios

del Cusano había interrumpido en el año 1453.

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Lo hago desde un contexto hispano, como hijo de la guerra del 1936-1939, con sus miles de asesinados de un lado y de otro, sabiendo que aquella contienda no ha desembocado toda-vía en un reconocimiento y reconciliación, pues muchos (¡in-cluso prelados cristianos!) esgrimen a “sus” muertos como ar-gumento, para defender su “verdad” egoísta, condenando a otros. Pienso que ha llegado el momento en que puede y debe buscarse una Guía de Paz, no solo entre españoles divididos, sino entre hombres y mujeres de toda la Tierra. Evidentemente, no puedo imponer esta guía o programa de paz a los demás, pues otros verán el camino y la meta desde perspectivas distin-tas. Pero es también evidente que todos los que buscamos la paz podemos ofrecer nuestras aportaciones y enriquecernos dialogando en el camino.

Escribo, fi nalmente, bajo el peso insoportable de los 40 000 pobres que mueren de hambre cada día, mientras otros, noso-tros, nadamos en un mar de abundancia y despilfarro. ¿Cómo hablar de paz en esas condiciones? ¿No será mejor guardar silencio como hacen millones de personas? ¿Tengo yo, que per-tenezco al grupo de los privilegiados del Sistema, derecho a hablar de paz? Esas y otras preguntas me hago. A pesar de ellas, he querido ofrecer mi aportación, escribiendo este libro como desafío al servicio de la paz. No estoy solo. Por eso, al fi nal del libro he presentado una lista de instituciones que de formas diversas trabajan por la paz, añadiendo una bibliogra-fía que podrá servir de referencia para lecturas posteriores.

Verano/Otoño de 2009En San Morales del Tormes

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