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1 Capítulo La población de España Preámbulo de la Constitución: La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de: Garantizar la convivencia democrática…Consolidar un Estado de Derecho…Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas, tradiciones, lenguas e instituciones. Promover el progreso…Establecer una sociedad democrática avanzada y Cola- borar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz coopera- ción entre todos los pueblos de la Tierra. Artículo 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los pode- res del Estado.

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1Capítulo

La población de España

Preámbulo dela Constitución: La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad

y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama suvoluntad de: Garantizar la convivencia democrática…Consolidar un Estado deDerecho…Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejerciciode los derechos humanos, sus culturas, tradiciones, lenguas e instituciones.Promover el progreso…Establecer una sociedad democrática avanzada y Cola-borar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz coopera-ción entre todos los pueblos de la Tierra.

Artículo 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los pode-res del Estado.

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1.1.- El pueblo español como protagonista

La Constitución Española de 1978, por el mero hecho dehaber sido aprobada por las Cortes, poder emanado de lasoberanía popular, y ratificada en Referéndum por el propiopueblo español, no es un texto que haya sido impuesto porpoder alguno sino que, por el contrario, expresa el deseode los ciudadanos españoles por dotarse de las normasbásicas que han de regir su convivencia.

Todo el Título Primero de la Constitución se refiere a losdiferentes derechos de que se dotan a sí mismos los espa-ñoles y, a lo largo del presente libro, se revisará el grado enque dichos derechos se han respetado, siempre bajo laperspectiva que permite la información estadística disponi-ble. Sin embargo, y dado el protagonismo que correspondea la población española, en cuanto impulsora y destinata-ria de los derechos constitucionales, parece imprescindi-ble arrancar este repaso, de lo conseguido y de lo que estápor lograr, con un capítulo como el presente, donde se des-criba precisamente a esa población protagonista bajo unaperspectiva puramente demográfica ligada al territorio.

Aunque la Constitución se refiere a los derechos de lapoblación con nacionalidad española, en este capítulo esimprescindible, también, hacer referencia a los extranjeros,a quienes la Constitución dedica, por ejemplo, el artículo13.1 donde se dice que gozarán en España de las libertadespúblicas que garantiza el presente Título en los términosque establezcan los tratados y la ley.

De este modo, se trata con este primer capítulo de es-tablecer lo que va a ser un referente obligado en la medidaen que la población, y su propia dinámica en cuanto a mi-graciones, fecundidad, envejecimiento y cualquier otracaracterística demográfica, van a determinar el desarrollo

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de todos los campos de preocupación, como la educación,la salud o el trabajo, que serán comentados en los capítulossiguientes.

1.2.- Los movimientos migratorios como factordeterminante de nuestra demografía

Antes de describir qué población fue la que, en el año 1978,inició la última andadura constitucional, procede hacer al-gunas referencias históricas imprescindibles para compren-der la dimensión que, en el caso de España, tienen los as-pectos demográficos. En efecto, el hecho de que España seextendiera históricamente en América y Asia dio la oportu-nidad, por un lado, a que muchos españoles fueran a residira dichos continentes y, por otro lado, a que los naturales delos territorios con soberanía española tuvieran la nacionali-dad española, tal y como por ejemplo se determinaba en laConstitución de Cádiz de 1812 que en su Capítulo II definía alos españoles como "todos los hombres libres nacidos yavecindados en los dominios de las Españas y los hijos deéstos".

No entra en los objetivos del presente libro analizar lasmigraciones históricas de españoles desde el Descubrimien-to de América y la Colonización de Filipinas, pero la referen-cia histórica es imprescindible para comprender comporta-mientos más próximos en el tiempo que no sólo condujerona la situación demográfica de 1978 sino que, incluso, ennuestros días están teniendo una gran influencia en nues-tra evolución poblacional.

Desde el siglo pasado, se cuenta con diferentes fuen-tes de información para estudiar los movimientosmigratorios. Además de los Censos de Población que, a par-tir de diferentes preguntas específicas, han permitido estu-diar los cambios de residencia de la población española, se

Constitución política de la monarquíaespañola, promulgada en Cádiz a 19 demarzo de 1812

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dispone de información estadística sobre migraciones des-de 1882, año en que se inicia por Real Orden de 26 de agostoel registro de las entradas y salidas de pasajeros de buquesen todos los puertos españoles, siendo elaborados los re-sultados por la Comisión de Estadística del Instituto Geo-gráfico y Estadístico. Esta serie inicial de datos recogía so-lamente los movimientos de pasajeros de tercera clase enbuques, por ser éste el colectivo identificado en aquel en-tonces con los emigrantes. No se empiezan a contabilizarlos movimientos por tierra hasta la década de los sesenta,cuando el recién creado Instituto Español de Emigración,proporciona datos de los emigrantes que, en su partida alextranjero, utilizan los servicios públicos de emigración. Estafuente, conocida como Estadística de Emigración Asistida,ha proporcionado, hasta hace unos años, una buena co-bertura tanto de la emigración externa como del retorno deespañoles, medido por medio de las bajas consulares, yaque la mayoría de ellos utilizaban cauces oficiales tanto alsalir como al regresar a España. En los últimos años, losespañoles que emigran empiezan a no utilizar los serviciospúblicos, motivo por el cual ha perdido cobertura.

Una fuente para medir movimientos migratorios, de lar-ga tradición en el INE, es la Estadística de Variaciones Resi-denciales, elaborada desde 1961 con la información propor-cionada por los Ayuntamientos deducida de su Padrónmunicipal. Hasta 1979, solamente se contabilizaban los mo-vimientos producidos dentro del país pero, a partir de eseaño, se empiezan a considerar también las entradas deinmigrantes procedentes del extranjero, siendo las corres-pondientes a los españoles asimilables al número de retor-nados.

Por lo que respecta a las inmigraciones de extranjeros,hasta los años ochenta con la Estadística de VariacionesResidenciales, la única fuente existente para la mediciónde los flujos anuales era la proporcionada por la DirecciónGeneral de la Policía, referida a los registros de extranjeros

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que contaban con un permiso que les habilitaba para residiren España. En los últimos años, para conocer la evoluciónde la población extranjera se cuenta con la informaciónproporcionada por el propio Padrón Municipal que es coor-dinado por el INE.

Los vínculos familiares y afectivos que existen con los paí-ses americanos llevaron a que, a lo largo del pasado siglo y,sobre todo, por el exilio que motivó la guerra civil de 1936, seprodujera una fuerte migración de españoles a América y,del mismo modo, también por dichos vínculos y por la exis-tencia de una lengua común, en la actualidad se está pro-duciendo una fortísima migración a España de ciudadanosamericanos. Además de ello, la nueva normativa sobre ad-quisición de la nacionalidad española que recoge lo expre-sado en algunas de nuestras antiguas Constituciones, comopuede apreciarse en el artículo citado de la Constitución deCádiz, está multiplicando las solicitudes de nacionalidad amuchos descendientes de españoles que, dada la difícilsituación económica por la que pasan algunos de los paí-ses americanos en los que han nacido, deciden venir a resi-dir a España.

La tabla 1.1. muestra las cifras totales de emigración enlos períodos comprendidos entre los años considerados, entodos los cuales se realizaron censos de población, siendonecesario señalar que el primer período recoge la migra-ción ocurrida de 1882 a 1887.

Se observan claramente dos grandes flujos emi-gratorios, uno en los primeros 20 años del pasado siglocon destino a América y el segundo a finales de los sesen-ta y principios de los setenta con destino a Europa. Desdeque se tiene información hasta los años sesenta, el conti-nente americano había sido el destino preferido de losespañoles que decidían emigrar, llegando a acoger en ladécada de 1910 y 1920 más del 80% de todos los emigran-

La emigración histórica de losespañoles

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tes. Era seguido de África que alcanzó su máximo tambiénen los primeros veinte años del siglo pasado, y que enporcentaje acogía entre el 20% y el 40% de los emigrantes.El número de los que emigraban a Europa, Asia y Oceaníaen esa época era casi insignificante. A principios de siglolos principales países de destino eran Argentina, Cuba yArgelia. Hacia 1920 el primer país era Cuba, seguido deArgentina. En las décadas siguientes van aumentandoquienes emigran a Argentina y disminuyen los que lo ha-cen a Cuba. En los años cincuenta empiezan a despuntarcomo destino de emigrantes Brasil, Uruguay y, sobre todo,Venezuela.

En la década de los 60 sigue habiendo mucha emigra-ción de españoles a otros países, pero lo van haciendo cadavez más hacia Europa en lugar de América. Ahora se dirigenhacia países como Alemania, Francia ó Suiza entre el 80% y el90% de todos los que deciden abandonar el país en busca detrabajo, mientras que a América lo hacen menos del 10%.

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Los principales países receptores de emigrantes espa-ñoles de los años 60 y 70 son Alemania, Suiza y Francia. Losdos primeros acogen, cada uno de ellos, más de 400.000españoles de 1960 a 1977 y Francia más de 250.000. Hasta elcomienzo de los 70 el país preferido es Alemania, pero Suizatoma el relevo y se mantiene de hecho a lo largo de losochenta, mientras que la emigración a Francia y Alemaniaprácticamente desaparece a finales de los 70. También tuvorelativa importancia la emigración de españoles en esosaños a Países Bajos y Reino Unido.

En cuanto a los países no europeos preferidos de losemigrantes españoles a partir de los años sesenta son Ve-nezuela, Argentina, Brasil y Australia. Uruguay tiene impor-tancia en este sentido hasta mediados de los años sesentay Estados Unidos la adquiere en los setenta, cuando ya hadescendido la emigración en general a todo el continenteamericano. Argentina, que había sido el principal país re-ceptor de emigrantes españoles en los años cuarenta y cin-cuenta, desciende paulatinamente el número de los querecibe siendo, a principio de los setenta, casi irrelevante.En esos años son Australia y Estados Unidos, además deVenezuela, los países no europeos a los que acuden másespañoles en busca de trabajo.

Por lo que respecta a las provincias de procedencia dela emigración, hasta los años cincuenta solamente se reco-gen los puertos de salida (salen mayoritariamente de puer-tos gallegos, Cádiz y Barcelona). Sin embargo, en los anua-rios estadísticos de los años cincuenta empieza a aparecerpublicada información de las provincias de procedencia delos emigrantes, dato de mayor interés que el de los puertosde salida, siendo las principales provincias de las que salenemigrantes para América Pontevedra, Coruña, Lugo, Orense,Oviedo, Barcelona, Madrid, Las Palmas de Gran Canaria,Santa Cruz de Tenerife y Vizcaya.

Existe información más detallada a partir de los añossesenta. Concretamente de 1966 a 1975, reunidas las provin-

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cias de procedencia en las actuales comunidades autóno-mas, se tienen los siguientes resultados de las que salenmás emigrantes. De Andalucía parten en esos diez años230.754 emigrantes, de Galicia 212.234, de Castilla y León81.564, de la Comunidad Valenciana 56.829, de Madrid 44.677y de Castilla-La Mancha 31.210.

Además de los importantes movimientos migratorios exte-riores, la transformación económica que se ha registradoen nuestro país, sobre todo a lo largo del pasado siglo, haproducido fuertes movimientos migratorios que han hechovariar los asentamientos de la población española de unmodo notable, con implicaciones en múltiples aspectos so-ciales como la salud, la educación o la vivienda, además dela propia repercusión en el desarrollo desigual de las dife-rentes zonas geográficas.

Una buena perspectiva de los grandes movimientos depoblación protagonizados por la población española la pro-porciona la evolución seguida por la población en funcióndel tamaño de los municipios en los que reside, dado queeste tamaño viene a determinar el tipo de actividad predo-minante en el lugar de residencia, los servicios de que dis-pone o carece la población y múltiples factores que condi-cionan la vida de las personas.

No cabe duda de que los municipios, por su propiocrecimiento poblacional, tienden a aumentar su tamaño y,en ese sentido, cuando se aprecia la distribución de lapoblación por los tamaños de los municipios en los quereside en dos momentos del tiempo tan distantes como1900 y 1981, fecha elegida por ser la más próxima al arran-que de la Constitución, se debería observar un desplaza-miento hacia mayores tamaños. Sin embargo, a pesar deesta circunstancia, que es preciso tener en cuenta, la ob-servación de lo ocurrido en esos primeros 80 años del pa-sado siglo resulta espectacular.

Los movimientos migratoriosinteriores en la etapapreconstitucional

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En los municipios más pequeños, que no alcanzan los2.000 habitantes, residía en 1900 el 27,5% de la población y en1981 ese porcentaje descendió hasta el 8,6%. Este descensono sólo se explica por haber menor número de municipios dedicho tamaño sino, como ya se ha señalado, por la fuertemigración interior. También se registran fuertes descensosen el peso relativo de la población que reside en municipiosde 2.001 a 10.000 habitantes y, por el contrario, en el resto demunicipios de mayor tamaño se gana en el peso relativo de lapoblación, siendo el aumento más espectacular el de losmunicipios de 100.001 a 500.000 habitantes, que eran sólo 4 en1900 y en los que residía el 3,2% de la población y que en 1981pasaron a ser 44 municipios habitados por el 22,3% de la po-blación residente en el territorio nacional. Le sigue en impor-tancia el cambio operado en los municipios con más de 500.000habitantes, que eran 2 en 1900 y pasaron a 6 en 1981, dondeen el inicio del siglo vivía el 5,8% de la población y que en 1981agrupaba casi a la quinta parte de los habitantes de España.

Los grandes desplazamientos de la población no sólo semanifiestan en los cambios referidos en función de los tama-ños del municipio donde se reside sino que adquieren todasu dimensión cuando se aprecia cómo se ha variado de pro-vincia e incluso de comunidad. Un buen indicador lo propor-ciona la comparación entre el lugar de nacimiento y el de

Densidades de población de los muni-cipios españoles en los años 1981 y 2001

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residencia. Según el censo de 1981, que se está tomandocomo referencia de la situación de la población en el iniciode la etapa constitucional, en el mismo municipio donde senació residían el 53,8% de quienes allí nacieron, un 21% habíacambiado de municipio sin salir de su provincia y casi la cuar-ta parte de la población había abandonado su provincia deorigen. Sin embargo, estos valores medios, con ser importan-tes, no reflejan las desigualdades que se dieron en el territo-rio, que se podrán apreciar con mayor detalle al comentar lascifras de 2001, puesto que la migración tuvo muy diferenteentidad en las distintas comunidades autónomas.

Según pone de relieve la Estadística de VariacionesResidenciales, había una relativa unidireccionalidad delos flujos, dado que existían claramente unas areas recep-toras (Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vas-co), y unas áreas emisoras. La inmigración de Madrid pro-cedía fundamentalmente de ambas Castillas, Extremaduray, en menor medida, de las provincias interiores de Anda-lucía (Jaén y Córdoba) y Galicia (Orense). La inmigraciónhacia las provincias catalanas del litoral (fundamental-mente Barcelona) tenía una procedencia también diversa,pero destacaba la elevada participación de andaluces.Hacia el País Vasco se dirigieron fundamentalmente cas-tellano-leoneses, extremeños y, en menor medida, galle-gos. Por último, hacia la Comunidad Valenciana emigraronfundamentalmente desde la provincias de su entorno geo-gráfico (Teruel, Cuenca, Albacete, Jaén y Murcia).

1.3.- La población de España en el periodo cons-titucional

La población residente en España según el último Censo dePoblación de 2001 es de 40.847.371 personas, lo que suponeun aumento de 3.104.810 personas en términos absolutos,un 8,2% en valores relativos, respecto a la que había en

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1981, fecha censal más próxima al año de proclamación denuestra Constitución. Como es evidente, los cambios depoblación obedecen al efecto conjunto de nacimientos,defunciones y movimientos migratorios y, dado que entreesos componentes de la evolución demográfica son éstosúltimos los que presentan un carácter más dinámico y demayor envergadura, parece oportuno iniciar el comentariode lo ocurrido en la etapa constitucional con esta materiaque, por cierto, ha sufrido una variación trascendental du-rante los últimos 25 años.

La envergadura que han seguido teniendo en Españalos movimientos migratorios interiores se pone de manifies-to a través de la Estadística de Variaciones Residencialesque refleja la movilidad de casi 14 millones de personasdesde 1976 hasta 2000, e incluso una tendencia crecienteen los distintos quinquenios que se reflejan en la tabla 1.3.

Pero, además de este incremento en el volumen de per-sonas que cambian de residencia en el interior del terri-torio, a partir del año 1976, y en relación con los cambiospolíticos y socioeconómicos que se producen en Espa-ña, se asiste a importantes transformaciones en el siste-ma migratorio. La novedad más importante que se produ-ce durante esta última etapa en las migraciones internases su pluridireccionalidad, a diferencia de lo que se hacomentado que ocurrió en la etapa anterior. El sistemamigratorio se hace mas diverso y abierto, en parte debidoa que las migraciones no se producen tanto por motiva-ciones laborales como por deseos de retorno, búsquedade entornos residenciales y otras razones, como necesi-dades de cursar estudios no impartidos en los lugares deresidencia.

Otro aspecto importante es el notable descenso queexperimentan las migraciones de largo recorrido(interprovinciales e interregionales) en favor de las que se

Cambios en la migracióninterior

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desarrollan en el interior de la misma provincia y, sobre todo,de las aglomeraciones urbanas y áreas metropolitanas. Sibien este proceso se venía verificando desde finales de ladécada de los sesenta, es ahora cuando alcanza sus mayo-res cotas.

Durante esta etapa se asiste, asimismo, a una reduc-ción del éxodo rural y de la tendencia a emigrar hacia lasgrandes ciudades, produciéndose incluso un progresivocambio dentro del sistema migratorio interno de nuestro país.Por otra parte, las ciudades medias han ido ganandoprotagonismo hasta convertirse en uno de los destinospreferenciales de las nuevas migraciones. Si en 1975 el 43%de las migraciones internas tenían todavía como origen losnúcleos de menos de 10.000 habitantes, en el año 2001 laparticipación de éstos se había reducido hasta el 24%. Y loque es aún más importante, si en 1975 los núcleos de menosde 10.000 habitantes presentaban un saldo migratorio nega-tivo, en el año 2001 el número de entradas superó al desalidas. Por el contrario, en las grandes ciudades y capita-les de provincia, los saldos migratorios se han ido convir-tiendo paulatinamente en negativos: en el año 2001 estetipo de municipios han tenido una pérdida neta de casi cienmil personas. Este mismo año los municipios de tamaño me-dio (entre 10.000 y 50.000 habitantes) han registrado un sal-do positivo superior a las cincuenta mil personas.

Estos cambios en la estructura de la población por ta-maños de municipio han llevado a la situación que se reflejaen la tabla 1.4., extraída del Censo de Población de 2001.

Las principales provincias receptoras (Madrid, Barce-lona, Vizcaya y Guipúzcoa) registran a lo largo de toda estafase saldos muy negativos, aunque en los últimos años, noobstante, parece que se está produciendo una relativa es-tabilización e incluso un ligero descenso de estos saldos, sibien manteniendo el signo negativo. Las provincias medite-rráneas (con la excepción de Barcelona), insulares (Balea-res y Canarias) y del eje del Ebro (como Álava, La Rioja y

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Navarra) consolidan su papel de áreas receptoras. El incre-mento de la movilidad por razones residenciales queda cla-ramente reflejado en el notable volumen de inmigrantes quereciben provincias como Guadalajara, Toledo y Cantabria,limítrofes y con buena accesibilidad a las aglomeracionesurbanas de Madrid y Bilbao, respectivamente.

Provincias relativamente pobladas como Sevilla, Zara-goza y La Coruña, con ciudades importantes que gozan decentralidad regional, pasan durante este período de regis-trar saldos positivos, con máximos a principios de la déca-da de los noventa (en el caso de Sevilla por el efecto de laExposición Universal de 1992), a presentar saldos negati-vos en la segunda mitad de dicha década (Zaragoza y Se-villa desde 1997), situación que se mantiene hasta la ac-tualidad.

En cualquier caso, los cambios operados no deben crearla idea de un vaciamiento de las grandes ciudades, ya quemuchos de los huecos dejados por las personas que sedesplazan a otros municipios españoles están siendo ocu-pados por inmigrantes procedentes del extranjero. La masi-va llegada de éstos durante los últimos años está, en nopocos casos, compensando las pérdidas y contribuyendo aque el saldo migratorio global (incluyendo migraciones inte-riores y exteriores) no sea tan negativo.

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Como se señaló al comentar lo ocurrido en el resto delpasado siglo, la relación entre los lugares de residencia yde nacimiento dan una idea muy precisa de la entidad delos movimientos de población, si bien es preciso señalarque no reflejan todas las implicaciones que, tanto para lascomunidades que han perdido como para las que han gana-do población, tienen dichos movimientos dado que, por lasfechas en que se produjeron los movimientos migratoriosmás fuertes, década de los 60 y 70, los emigrantes tuvieronsus hijos en las zonas de llegada, por lo que aparecen yacomo nacidos en dichas zonas. Este factor tiene más impor-tancia de la que parece a primera vista puesto que, comoahora puede ratificarse con los inmigrantes extranjeros, losemigrantes españoles abandonaron sus lugares de origena edades muy jóvenes y, además de ello, sus niveles defecundidad fueron notoriamente más altos que los de losautóctonos de los lugares a los que habían ido a residir,sobre todo en el caso del País Vasco.

A pesar de la limitación señalada, se aprecia en la tabla1.5. (página siguiente) que la Comunidad de Madrid tiene untercio de sus residentes nacidos en otras comunidades, yun 8% en el extranjero, y que en Baleares, Cataluña y el PaísVasco alrededor de la cuarta parte de quienes residen sonespañoles nacidos en otros territorios y, salvo el País Vas-co, también cuentan con cifras importantes de poblaciónextranjera.

Especial significación en el cambio poblacional registradoen España tiene el retorno de los españoles que residían enel extranjero y a los que la Constitución de 1978 dedica es-pecial atención en su artículo 42, como también se tendráocasión de comprobar en el capítulo correspondiente alderecho al trabajo.

Los dos últimos Censos de Población, al dejar constan-cia del lugar en el que vivían los residentes durante los 10

El retorno de españolesprocedentes del extranjero

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años anteriores al momento de su realización, permiten apre-ciar la envergadura que han tenido los retornos de españo-les que vivían en el extranjero durante los 20 años que sepa-ran 1981 de 2001.

Desde el año 1978 hasta el año 1986 se aprecia cómo elnúmero de españoles que fueron retornando a España fuedisminuyendo. Pero curiosamente, a partir de dicho año,comienza a aumentar paulatinamente, con un pequeño ba-che en el período 93-96, hasta la actualidad. En cualquiercaso, el hecho de que en los citados 20 años regresaran aEspaña un total de 646.094 españoles, una gran mayoría de

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los países europeos donde habían tenido que emigrar en ladécada de los 60, es algo digno de ser destacado por elcontraste que supone con las fuertes cifras de españolesque, como se ha comentado al inicio del presente capítulo,tuvieron que abandonar su país en periodos anteriores.

Los retornos de españoles que se acaban de comentar sehan visto acompañados, sobre todo en los últimos años, deun aumento en la llegada de inmigrantes de otros paísesque, en el inicio del periodo democrático, tenían muy pocaentidad. En efecto, en el año 1975 residían en España 165.039

Extranjeros residentes enEspaña

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extranjeros, cifra que tarda 20 años en alcanzar cerca delmedio millón pero que, a partir de 1995, se precipita de modoque, en tan solo los 6 años que le separan de 2001, llega aser prácticamente de dos millones de personas, más del 5%del total de población residente en España.

En cuanto a las nacionalidades de los extranjeros resi-dentes en España, en los años 70 predominaban los portu-gueses aunque había una representación de múltiples paí-ses europeos, como Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bél-gica y Suecia; y de países americanos, como Méjico, Vene-zuela, Cuba y Argentina. En los ochenta seguían predomina-do las mismas nacionalidades pero los primeros por su nú-mero no eran ya los portugueses sino los británicos, aumen-taron los marroquíes y todas las nacionalidades america-nas. A primeros de los noventa la marroquí se había conver-tido en la primera nacionalidad.

A finales de los 90 la nacionalidad más numerosa era lamarroquí, que representaba el 17,4% del total de extranjeros,seguida de la británica (11,9%), alemana (9,5%), portuguesa y

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francesa (ambas con un 5,6%). Sin embargo, en los años si-guientes cambia mucho la distribución. Así, en el año 2001,los marroquíes continúan siendo los más abundantes (15,5%),aunque disminuye su peso relativo, seguidos de extranjerosprocedentes de América del Sur, destacando los ecuatoria-nos (que representan un 13,1%) y los colombianos (9,7%). Amás distancia se sitúan los británicos (6,5%), los alemanes(5,8%) y los rumanos (3,4%). Este último dato es un reflejo de lallegada a España en los últimos años de emigrantes proce-dentes del Este de Europa, que hasta fechas recientes nohabían elegido España como país de destino.

Se observa, por tanto, que salvo los portugueses que,probablemente, venían a España en busca de trabajo, lamayor parte de la inmigración extranjera hasta los años no-venta ha sido de rentistas o jubilados europeos en busca deun clima mejor para pasar su vejez, de ahí que la mayorconcentración de europeos comunitarios se dé en la CostaLevantina, Baleares, Canarias y la Costa del Sol.

Sin embargo, la inmigración de los últimos años, conpredominio de entradas de marroquíes, ecuatorianos y co-lombianos, al igual que ocurrió con la población españolaque hubo de emigrar en otras épocas, ha tenido como obje-tivo la búsqueda de medios de vida mejores que los de suspaíses de origen, estableciéndose fundamentalmente enlos grandes centros urbanos, con algunas excepcionescomo Murcia, que ha incrementado considerablemente supoblación extranjera.

Se entiende por saldo vegetativo la diferencia entre las cifrasde nacimientos y de defunciones de cada año, de donde sederiva el grado de crecimiento de la población siempre que,como suele ocurrir, los primeros superen a las segundas. Comopuede apreciarse en la tabla 1.7. (página siguiente), en el año1978 hubo en España 636.892 nacimientos frente a 296.781defunciones, lo que originó un aumento poblacional superior

El saldo vegetativo de lapoblación

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a las 340.000 personas y en los años siguientes siguió la dis-minución que ya se venía apreciando en las décadas anterio-res hasta bajar de los 500.000 nacimientos en 1983, llegar amenos de 400.000 en 1991 y seguir disminuyendo hasta el año1999, en el que se aprecia un ligero repunte debido a la apor-tación a la fecundidad de la población inmigrante.

Las defunciones, por el contrario, se mantienen a lolargo de estos 25 años, situándose en torno a las 300.000hasta que en el año 1984 se inicia un ininterrumpido aumen-to hasta llegar en 2002 a la cifra de 366.538.

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La conjunción de ambos factores ha llevado al descen-so, también ininterrumpido, del crecimiento vegetativo de lapoblación de España, que alcanzó su mínimo en el año 1998,con sólo un saldo positivo de 4.682 personas, siendodestacable que, de no ser por el fenómeno de la inmigra-ción, el número de fallecimientos hubiera comenzado a su-perar al número de nacimientos.

Además del interés intrínseco de los datos sobre estosdos sucesos demográficos, la evolución que han venidoregistrando los nacimientos y las muertes ha tenido, y se-guirá haciéndolo, unas repercusiones evidentes en el de-sarrollo de la sociedad española. Baste para poner en evi-dencia estas repercusiones considerar que, en la actuali-dad, están llegando a las edades de jubilación generacio-nes muy llenas, en torno a 700.000 anuales, que nacieron enlos años de la posguerra española, mientras que comienzana llegar a las edades de emancipación generaciones denacidos que apenas superan la mitad de quienes nacíanhace 70 años.

La evolución secular de la mortalidad en España se ha ca-racterizado por la disminución de las tasas de fallecidos porcada 1.000 habitantes y de las correspondientes probabili-dades de muerte a cada edad. El descenso registrado en lamortalidad española durante el decenio de los años seten-ta continuó, aunque con menor intensidad, en el primer quin-quenio de los ochenta. Sin embargo, en los años siguientes,esta evolución favorable vino acompañada por cambios detendencia en las tasas observadas a ciertas edades jóve-nes (fundamentalmente entre los varones de 18 a 35 años),lo cual constituyó una novedad poco afortunada respectoa años anteriores.

La evolución del calendario de la mortalidad en la dé-cada de los ochenta, trajo como consecuencia que el ritmode aumento de la esperanza de vida sufriera una

La mortalidad y la esperanzade vida

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desaceleración, más pronunciada en los varones que enlas mujeres. En el cuadro adjunto se facilita la esperanza devida en el año 2000, que no es sino los años que se esperaque viva la persona de cada edad si se mantienen las pau-tas observadas de mortalidad actual.

Para tener una referencia de la evolución que ha segui-do la esperanza de vida, se puede indicar que la esperanzade vida al nacimiento de la población de España en el año1970 era de 69,01 años para los varones y de 74,58 años paralas mujeres, es decir, superior para estas últimas en 5,6 años.La mejora de la mortalidad registrada entre 1970 y 2000, sitúaeste indicador en este último año en 76,07 años para losvarones y 82,80 para las mujeres.

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Varones Mujeres

Gráfico 1.2. Esperanza de vida por sexo y edad en 2000

EdadesFuente: Indicadores Demográficos Básicos. INE

También en este caso de la mejora que ha registrado elaumento de la esperanza de vida cabe hablar de susimplicaciones en múltiples aspectos sociales. Una de ellasradica, como es evidente, en que el alargamiento de los añosde vida mantiene la existencia de una elevada proporción dela numerosas generaciones que, como se señalaba antes,nacieron en la primera mitad del pasado siglo, lo que lleva a

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aumentar el peso relativo de las personas en edad de jubila-ción y, por otro lado, tiene repercusiones en el ámbito sanita-rio, como se analiza en el capítulo relativo a salud, dada lapropensión a padecer limitaciones a edades avanzadas.

Otra interesante implicación, en este caso debida a ladiferencia en la esperanza de vida de hombres y mujeres,radica en que los 6 años más que viven las mujeres lleva aque las situaciones de viudedad sean soportadas en mu-cho mayor grado por ellas, máxime por la costumbre de queel hombre supere a la mujer en edad en el momento de con-traer matrimonio, si bien esta diferencia de edades se vaacortando y en la actualidad es de sólo 2 años.

La brusca caída de los nacimientos que se observa desdecomienzos del período considerado, alcanza su máxima in-tensidad entre 1977 y 1986, año a partir del cual se experi-menta una ralentización en la tendencia, registrando la ci-fra de nacidos para 1992 un valor ligeramente superior a ladel año 1991. Sin embargo, la cifra del año 1993 pone demanifiesto una nueva aceleración en la evolución decre-ciente, confirmada hasta 1994. Durante el periodo 1995-1998se registra una ralentización y, a partir de este último año,una recuperación, como ya se ha mencionado.

La evolución anual del indicador coyuntural de la fe-cundidad (número medio de hijos por mujer) durante el pe-ríodo observado, es decreciente; partiendo de un 2,8 en elaño 1975 se sitúa en 1,3 en el año 2002,

Como consecuencia de la persistente caída de la fe-cundidad, tiene interés mencionar que el número medio dehijos por mujer en España se sitúa desde el año 1981 pordebajo del nivel de reemplazo generacional. Dicho concep-to hace referencia al nivel de fecundidad necesario paraasegurar que las sucesivas generaciones de nacidos seansustituidas por otras de igual tamaño, considerándose 2,1hijos por mujer un promedio aceptable en la práctica para lamayoría de los países desarrollados.

La fecundidad

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El indicador coyuntural de la fecundidad, tras años decontinuo descenso, se estabilizó en torno a 1,2 hijos pormujer en el periodo 1995-1998, presentando un ligero repuntea partir de 1999, debido como ya se ha señalado a la contri-bución de las madres de nacionalidad extranjera, que vasiendo cada vez más importante. Así, el porcentaje de naci-mientos de este colectivo respecto del total ha pasado deser el 3,3% del total de nacimientos habidos en el año 1996al 10,4 por ciento en el año 2002.

Otra característica importante en esta evolución de lafecundidad, la constituye el aumento de la edad media a lamaternidad. En el año 1975 era de 28,8 años y en el año 2001fue de 30,8 años. Este retraso en la edad media de la mater-nidad viene provocado por diversos factores como el perío-do de tiempo dedicado a los estudios, las dificultades deacceso al mercado de trabajo, la inestabilidad en el empleo,las dificultades que presenta la vivienda y múltiples facto-res que, en definitiva, retrasan las edades de emancipaciónde los jóvenes y, por supuesto, la edad a la que se contraematrimonio.

Por lo que se refiere a la nupcialidad, cabe señalar quesiempre ha estado muy unida al fenómeno fecundo dadoque, por ejemplo, en el año 1980 sólo el 3,9% de los naci-mientos se producían fuera del matrimonio. En la actuali-dad, aunque esa proporción de nacimientos fuera del matri-monio se ha incrementado mucho, hasta el punto de que enel año 2001 ha ascendido al 19,7%, se puede decir que lanupcialidad sigue siendo un primer condicionante de la fe-cundidad, dado que el 80,3% restante de los nacimientos seproducen en parejas de derecho. Como detalle de este fe-nómeno, que entre 1980 y 2001 se ha quintuplicado, se pue-de decir que, en el caso de las mujeres de nacionalidadespañola, el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimo-nio no llega al 18%; mientras que, en el caso de mujeresinmigrantes, se supera ligeramente el 40% de hijos que hannacido fuera del seno familiar.

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La combinación de todos los factores demográficos que sehan ido repasando, movimientos migratorios, mortalidad yfecundidad, dan como resultado una estructura poblacionalcuya evolución, seguida a través de censos de población yrenovaciones padronales, presenta un claro proceso deenvejecimiento.

El envejecimiento de lapoblación de España

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El envejecimiento de la población, que se mide por elporcentaje de mayores de una cierta edad, en general 65años, respecto del total de población, constituye uno de losacontecimientos demográficos más sobresalientes de lospaíses occidentales. En el caso de España, la poblacióncon 65 y más años se situaba en torno al 10 por ciento acomienzos de los setenta, siendo actualmente del 17 porciento. Una idea de lo que esto supone en términos de de-pendencia de mayores respecto de población potencial-mente activa la da el hecho de que, mientras en 1970 había6,3 personas de 16 a 64 años por cada mayor de 64, en laactualidad esa relación es sólo de 4 a 1 y, lo que es máspreocupante, sin más que proyectar al futuro las actualesgeneraciones, se aprecia que en los próximos años todavíava a seguir disminuyendo.

El brusco descenso de la fecundidad ya comentado,que se produjo a finales de la década de los setenta, es elprincipal factor en ese proceso de envejecimiento. En se-gundo término está influyendo el aumento de la esperanzade vida a edades altas. En ese sentido, si se mantienen lastendencias actuales de la mortalidad y de la fecundidad, y apesar de que es previsible que se sigan registrando impor-

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tantes aumentos en las cifras de inmigrantes, el envejeci-miento de la población de España es ineludible.

De este modo, por el momento, no se vislumbra una so-lución para truncar este proceso de envejecimiento. Lo quesí es cierto es que la inmigración puede paliarlo o suavizarloen cierta medida, dado que el 56 por ciento de losinmigrantes, en la actualidad, tienen una edad comprendi-da entre los 20 y los 40 años y el número de nacimientos demadres extranjeras, como ya se ha señalado, está aportan-do actualmente el 10,4% del total de nacimientos, si bien espreciso indicar que las inmigrantes extranjeras tienden aadoptar pautas de comportamiento fecundo del país al queacuden, por lo que su actual fecundidad irá disminuyendopaulatinamente.

Al problema del envejecimiento de la población hay queañadirle el de los cambios que se vienen registrando en loshogares españoles, donde cada vez es más difícil que co-existan varias generaciones.

Según los últimos Censos de Población, se puede apre-ciar que, en los últimos treinta años, la media de miembrospor hogar ha pasado de ser casi 4 personas a menos de 3personas, situándose el número de hogares unipersonalespróximo a los 3 millones, frente a los 660.000 que había en

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1970, de los que prácticamente la mitad son personas mayo-res de 65 años y mujeres en el 75% de las ocasiones. Dadaslas implicaciones que estos cambios en la composición delos hogares tienen en múltiples aspectos de la vida cotidia-na, se abundará en este tema en otros capítulos del libro,como por ejemplo en el relativo al derecho a la protecciónde la salud.