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CAPÍTULO 1 Condicionantes ecológicos y evolución del uso del suelo 1.1. Lot condicionante.r ecológico.r de la agricultura aragone.ra Los condicionantes orógráficos sobre las actividades agrarias Tres grandes unidades de relieve conforman el territorio ara- gonés: los Pirineos, la Depresión del Ebro y la Cordillera Ibérica. Siendo dos de ellas cadenas montañosas, no es de extrañar su ele- vada altitud media, con un 31,2% de su territorio por encima de los 1.000 mettos. En el caso de la provincia de Teruel este por- centaje alcanza un 61,87%, y en Huesca el 29,35%. Las tierras bajas, aquellas con una altitud inferior a los 600 metros sólo su- man un 41,25% de la extensión aragonesa, localizándose lógica- mente en su mayor parte en la provincia de Zaragoza, que es con diferencia la que tiene sus tierras a una menor altura. Esta ele- vada altitud tiene consecuencias climáticas significativas, por cuanto altitudes elevadas suponen temperaturas bajas, que cons- tituyen una limitación importante para el crecimiento de muchas especies vegetales. En este sentido la considerable altitud media de la provincia de Teruel es un factor a considerar al analizar su agricultura. 25

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CAPÍTULO 1

Condicionantes ecológicos y evolución del usodel suelo

1.1. Lot condicionante.r ecológico.r de la agricultura aragone.ra

Los condicionantes orógráficos sobre las actividades agrarias

Tres grandes unidades de relieve conforman el territorio ara-gonés: los Pirineos, la Depresión del Ebro y la Cordillera Ibérica.Siendo dos de ellas cadenas montañosas, no es de extrañar su ele-vada altitud media, con un 31,2% de su territorio por encima delos 1.000 mettos. En el caso de la provincia de Teruel este por-centaje alcanza un 61,87%, y en Huesca el 29,35%. Las tierrasbajas, aquellas con una altitud inferior a los 600 metros sólo su-man un 41,25% de la extensión aragonesa, localizándose lógica-mente en su mayor parte en la provincia de Zaragoza, que es condiferencia la que tiene sus tierras a una menor altura. Esta ele-vada altitud tiene consecuencias climáticas significativas, porcuanto altitudes elevadas suponen temperaturas bajas, que cons-tituyen una limitación importante para el crecimiento de muchasespecies vegetales. En este sentido la considerable altitud mediade la provincia de Teruel es un factor a considerar al analizar suagricultura.

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Cuadro 1.1. Clasificación altimérica de Aragón

Zonaz alrimétricaz Huesca Teruel Zaragoza Aragón

0-600 m. 44,51 15,03 60,93 41,17

600-1000 m. 26,22 23,10 32,60 27,55

> 1000 m. 29,35 61,87 6,47 31,20

Fuente: M. C. Faus y J. L. Rubio (1981), p. 52.

Por otra parte las diferencias de altitud implican la existenciaen Aragón de tierras con fuertes pendientes que impiden la forma-ción de suelo y, por tanto, dificultan la actividad agraria, cuyo desa-rrollo es mucho más sencillo en zonas con pendientes y desnivelespoco acusados que permiten la génesis de horizones edáficos suscep-tibles de aprovechamiento agrario.

En aquellas zonas de Aragón caracterizadas por una elevada alti-tud, una topografía accidentada y fuertes pendientes, encuentra laagricultura condiciones muy adversas para su desarrollo, supo-niendo cuanto más extremas son aquéllas, un aprovechamiento mar-ginal, en muchos casos suplido por la actividad ganadera.

Caracterización agroclimática y valoración agronómica

Casas Torres al referirse a los caracteres esenciales del clima ara-gonés señalaba entre ellos especialmente la aridez, la irregularidadde las precipitaciones interanuales, los contrastes térmicos extrema-dos entre el invierno y el verano, la intensa evaporación y la intensi-dad y frecuencia de los vientos^. Son estos efectivamente los rasgosclimáticos más generalizados de su territorio, si bien la propia di-versidad orográfica aragonesa implica una cierta diversidad climá-tica acorde con aquélla. Por lo tanto no se puede hablar de un únicotipo climático. Se ha afirmado por el contrario que la originalidaddel clima aragonés residía en la interferencia de rasgos mediterrá-neos, continentales y montanos, y su variación según las caracterís-ticas físicas de cada zonaz, lo que da lugar a una amplia gama de

1. J. M. Casaz Torres (1960).

2. A. Ascaso y J. M. Cuadrat (1981), p. 136.

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Mapa 1.1. Altitudes sobre el nivel del mar

menos de 500 m.

cntre 500 y 1000 m.

^ mas de 1000 m.

Fuente: Mapa topográfico del Instituto Geográfico y Catastral. Reproducido de L.

Germán (1988 6).

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matices climáticos que pueden sintetizarse en tres grupos: el climade la Depresión del Ebro, el de transición de los somontanos y elclima de montaña en los Pirineos y Cordillera Ibérica ^

Para precisar la influencia del clima sobre la agricultura es muy

útil el sistema de clasificación agroclimática de Papadakis basado en

la ecología de los cultivos, ya que tiene la ventaja de que a partir de

él puede fundamentarse la utilización agraria de una zona con base

en parámetros meteorólogicos relativamente sencillos.

A partir de los trabajos realizados por la Dirección General de

Agricultura del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación se

ha podido establecer una división de Aragón en diez zonas agrocli-

máticas según la clasificación de Papadakis;. De ellas cuatro ocupan

una pequeñísima supe^cie, por lo que de hecho serían seis las zonas

agroclimáticas relevantes en Aragón (ver mapa 1.3). A las zonas de

la.Depresión Central y Somontanos corresponderían, según dicha

clasificación, los tipos climáticos «mediterráneo continental tem-

plado» y«mediterráneo templado»; al Prepirineo y gran parte de

las sierras turolenses el «mediterráneo templado fresco»; a las zonas

más altas del Sistema Ibérico turolense, las estribaciones de los sis-

temas Albarracín-Montes Universales, Javalambre, Gúdar y Maes-

trazgo, el «mediterráneo templado frío»; y a la zona pirenaica tipos

«patagonianos húmedos». En resumen, en Aragón se presentan di-

ferentes subvariedades del clima mediterráneo, con la excepción de

la zona pitenaica que cuenta con un clima de montaña que se inclui-

ría entre los climas marítimos.

Los resultados obtenidos con la clasificación de Papadakis nos

muestran la zona central de la Depresión del Ebro con tipos cli-

máticos caracterizados por su aridez, con precipitaciones medias

anuales oscilando entre los 200 y 700 mm., siendo ésta precipita-

ción media anual normalmente inferior a la evapotranspitación

potencial, y contando en consecuencia con largos petíodos secos.

Serían estos los tipos Mediterráneo Continental Templado y Medi-

3. A. de León Llamazares (1976), M. Forceza del Rey Morales (1984), A. de León Lla-mazares y M. Forceza del Rey (1986) y A. de León Llamazares (1987).

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terráneo Templado, que cubren la práctica totalidad de la provin-

cia de Zaragoza, la mitad meridional de Huesca y la zona turo-lense del Bajo Aragón.

La zona del Prepirineo oscense y una amplísima superficie de

las serranías turolenses tiene un tipo climático Mediterráneo Tem-

plado fresco, en el que las características de sequedad se ven ate-

nuadas, mucho más en Huesca que en Teruel, igualando la preci-

pitación media anual a la evapotranspiración potencial,por lo que

el período seco se reduce e igualmente se alarga el período frío y seacorta el cálido.

Por último las zonas más altas, al norte y al sur, cuentan con cli-

mas característicos de montaña. En la zona pirenaica el período frío

se alarga extraordinariamente desapareciendo el cálido y reducién-

dose hasta también casi desaparecer el seco. Las precipitaciones au-

mentan, resultando un clima de tipo Patagoniano Húmedo que

contrasta con el de la Depresión Central. De la misma forma las zo-

nas montañosas de Teruel cuentan con un clima Mediterráneo tem-

plado frío que comparte algunas características con aquél, aunquesu sequedad es mayor.

Dos son especialmente los condicionantes que el régimen cli-

mático aragonés impone a su agricultura: por un lado el térmico y

por otro la escasez de agua como consecuencia de su debil pluvio-metría.

Si bien Aragón cuenta con unas horas anuales de insolación

muy adecuadas para el desarrollo de actividades agrarias, no ocurre

así con los valores de sus temperaturas que no se muestran tan favo-

rables. Las dificultades provienen sobre todo de los fuertes contras-

tes térmicos y de la presencia de heladas.

La existencia en buena parte del territorio aragonés, excepto en

las tierras más cálidas del centro de la Depresión, de una tempera-

tura media inferior a los 10° entre cinco y seis meses al año, normal-

mente entre noviembre y abril, plantea problemas para los cultivos

agrícolas por cuanto por debajo de dicha temperatura, considerada

el umbral de las temperaturas activas, lo normal es el estancamiento

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o debilitamiento de las plantas cultivadas4. Durante el duro in-vierno aragonés se produce una «parada vegetativa, se acorta el ciclovegetativo y se reduce el límite ecológico de expansión de los culti-

vos»5. Con el fin del invierno y tras una suave primavera, llega un

verano de temperaturas muy altas, existiendo el peligro de que du-

rante la maduración de los frutos, sobre todo en mayo y junio, lapresencia de olas de calor arruine cosechas o disminuya su rendi-miento. Dicho tipo de verano tiene como consecuencia una evapo-transpiración potencial muy alta y claramente superior a las precipi-taciones, por lo que en gran parte del territorio se presentan

importantes déficits de agua.

Más importantes aun que los contrastes térmicos, por su mayordaño a las actividades agrícolas, son las heladas. Su duración estáclaramente determinada en Aragón por la situación geográfica,siendo su período menor en el centro de la Depresión, incrementán-dose hacia los bordes montañosos. En este sentido, es aquella zona laque reune mejores condiciones agrícolas con un periodo medioanual libre de ellas de unos 229 días, disminuyendo éstos conforme

se eleva la altitud.

EI agua, su escasez, ha sido desde siempre uno de los problemasclaves de la agricultura en Aragón. EI régimen pluviométrico ante-riormente examinado, irregular, escaso y con una gran variabilidadinteranual conduce a que la zona central de la Depresión del Ebrosea una de las más secas de España. Un 66,3% del territorio arago-nés recibe menos de 500 mm. anualesb, correspondiendo en conse-cuencia la mayor parte de Aragón a las calificadas zonas árida o se-miárida según el índice de Dantin y Revenga^. En estas condicionesla agricultura se hace especialmente difícil y la existencia de una es-tación árida que coincide con la cálida, constituye otra limitaciónde importancia para el crecimiento de gran número de especies ve-getales con mayores exigencias hídricas. Por ello no es de extrañar la

4. J. M. Cuadrac (1986), p. 14.5. Ibidem, p. 14. .6. M. C. Faus y J. L. Rubio (1981), p. 54.7. A. Ascazo y J. M. Cuadrat (1981), p. 107.

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Mapa 1.2. Aridez. Índice de Dantín y Revenga

Fuente: A. Ascaso y J. M. Cuadrac (1981), p. 107.

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vocación cerealista aragonesa, por cuanto algunos de estos cultivoscomo el trigo tienden a adaptarse especialmente a estas condiciones.

La irregularidad pluviométrica tiene como consecuencia tam-

bién irregularidad en los rendimientos agrícolas de secano que varíánde forma notable de un año a otro según las lluvias caídas y el pe-riodo del año en que éstas han tenido lugar. Los largos periodos sinlluvia campoco son extraños en la zona central de la Depresión. Porello es sin duda el factor lluvia el que en dicha área, y lógicamente ensecano, condiciona de forma decisiva los rendimientos agrícolas. Elloha sido comprobado para un período de veinte años en la EstaciónExperimental de Aula Dei de Zaragoza para el caso del trigo, hallán-

dose una correlación clara entre precipitaciones recibidas y los rendi-mientos por hectárea8. En consecuencia la tremenda irregularidad delas precipitaciones de año a año ha condicionado históricamente en

Aragón un ritmo de cosechas muy variable.

Son por lo tanto la irregularidad y la escazez pluviométrica, y el

contrastado régimen térmico los dos principales problemas que elclima plantea a la agricultura aragonesa. El primero puede solucio-

narse mediante la puesta en riego de las tierras, aunque con un altocoste económico, lo que en un territorio tan árido como Aragón hasido lógicamente una pretensión y objetivo presente desde muchos

siglos atrás.

Podemos precisar todavía más la incidencia de los factores ana-lizados sobre la agricultura, utilizando la clasificación agroclimática

antes establecida, ya que así podrán entenderse más adelante las di-

ferencias entre uso del suelo, su evolución, los rendimientos agríco-las y en definitiva la producción agrícola. Son especialmente signifi-cativos los contrastes entre las posibilidades agrícolas de las zonas I

y II por una parte, y la III, IV, V y VI por otta (según la clasificación

que hemos hecho, ver cuadro 1.2).

8. Ibidem, p. 21.Un cálculo similar fue realizado por J. Domingo y Quilez (1931),

comprobando la correlación entre precipitaciones y producción de trigo en secano para el pe-ríodo 1914-1927.Aun cuando los datos metereológicos eran rudimentarios, los altos gradosde cotrelación obtenidos para Huesca y Zaragoza, no ofrecían dudas. No existía sin embargocorrelación entre temperaturaz mediaz y producción de crigo.

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Mapa 1.3. Zonas agroclimáticas de Aragón

según la clasificación de Papadakis

(*) Algunas zonas del mapa, no están identificadas por ningún número. Se trata

de aquéllas que por su escasísima superficie no han sido tenidas en cuenta en

nuestro trabajo.

Fuente: M. Forteza del Rey (1985), A. de León Llamazares (1976) y A. de León

Llamazares et. al. (1987).

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En el primer grupo se pueden dar prácticamente todos los culti-vos habituales en estas latitudes, adaptándose especialmente bienlos cereales, viñedo y olivar que pueden cultivarse en secano y rega-dío. En esta zona sin embargo casi todos los cultivos intensivos ne-cesitan riego para poder desarrollarse, siendo digno de destacarse elimpacto que desde un punto de vista productivo supone la transfor-mación en regadío de una zona de secano. Por lo tanto en estas zo-nas, la presencia de agua las convierte en especialmene aptas para laactividad agrícola y refuerza la argumentación sobre el papel centralque la disponibilidad de ésta supone en el secano en cuanto a la pro-ducción y rendimientos obtenidos. En definitiva sería característicode estas zonas la gran variabilidad de las cosechas obtenidas en se-cano en función de las Iluvias caídas y su momento. Superada estalimitación mediante la puesta en regadío, se convierten en territo-rios muy adecuados para la actividad agrícola.

Las zonas III, IV y V tienen importantes limitaciones derivadasde sus características agroclimáticas. Si bien en alguna de ellas pue-den darse cereales y leguminosas, así como plantas forrajeras, quedaexcluido el cultivo de la vid, olivo y remolacha azucarera. Sus posi-bilidades agrícolas son en consecuencia mucho más limitadas.

Tipos de suelo y cultivos agrícolas

A pesar del interés que tiene conocer los tipos de suelo de unazona para saber su potencialidad agraria, no disponemos sin em-bargo para todo Aragón de una clasificación de sus suelos orientadahacia aquel objetivo, aun cuando está en proceso de realización. Porello me limitaré a apuntar de forma general qué condicionantes deeste tipo influyen sobre la agricultura en Aragón.

En primer lugar destacan las fuertes pendientes que impiden eldesarrollo de los horizontes edáficos, pues los materiales alteradosson arrancados de las partes altas de los relieves y arrastrados hastalos fondos de los valles. Esto elimina para la agricultura las zonasmontañosas donde la erosión es fuerte, aunque tanto en los Pirineoscomo en el Sistema Ibérico se ha intentado sin embargo luchar con-tra ello mediante bancales y aterrazamientos cuando la necesidad detierra era importante.

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Cuadro 1.2. Valoración agronómica de las zonas climáticas

ZONAS I II III IV V VI

CULTIVOS

CEREALES GRANO

Trigo 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srCebada 2sr 2sr 2sr 2s 1/2s 2srAvena 2sr 2sr 2sr 2s l/2s 2srCenteno 2sr 2sr 2sr 2s 2s 2srMaíz 2*,t 2*,r 0 0 0 0

LEGUMINOSAS GRANO

Judías secaz 2*,r 2*,r 0 0 0 0Habaz secas 2,sr 2,sr 2,sr 2,s 0 2,srLentejas 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srGarbanzos 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srGuisantes secos 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srVeza 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srAlmorcas 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srAlcramuz 2sr 2sr 2sr 2s 0 2sr

TUBERCULOS C.HUM.

Patata 2*,r 2*,r 2,r 2s 2s 2,r

CULT.INDUSTRIALES

Remolacha azucarera 2*,r 2*,r 0 0 0 0Lino 2*,r 2*,r 2,r 2s 0 2,rCáñamo 2,r 2,r 0 0 0 0

CULTIVOS FORRAJEROS

Cereales invierno forraj. 2sr 2st 2, sr 2s 2s 2srMaíz forrajero 2*,r 2*,r 0 0 0 0Alfalfa 2,r 2,r 2,r 2s 0 2,tVeza para forraje 2sr 2sr 2sr 2s 0 2srTrebol 2,r 2,r 2,r/sr 2s 0 2srNabo forrajero 1/2,r l,r 2,r 2s 0 2sr

Remolacha fottajeta 2*,r 2*,r 0 0 0 0Zanahoria forrajera 2,r 2,r 2,r 2s 2s 2sr

VID 2sr 2sr 0 0 0 0OLIVO 2*,sr 1*,sr 0 0 0 0

Fuente: elaboración propia a partir de A. de León Llamazares (1976), M. Forteza del Rey(1985), A. de León Llamazares y M.Forteza del Rey (1986) y A. de León Llamazares (1987).Codigos empleados:2 cumple con los requisitos exigidos por el cultivo.2* cumple con los requisitos exigidos por el culcivo, pero en ciertas condiciones será 1.

1 cumple con los requisitos pero con limicaciones.

0 no se cumplen los requisitos exigidos por el culcivo.

s cultivo en secano.

r culcivo en regadío.

s,r si aparecen combinadas quiere decir que la forma de cultivo es optativa porque se pueden

dar las dos posibilidades o porque dependa de la época de siembra.

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El material original del suelo puede limitar también seriamentela agricultura. Así la abundancia de materiales sedimentarios muyricos en carbonatos y sales en la Depresión del Ebro, en sus muelas,y en los Monegros, unido a un régimen hídrico muy contrastadoque favorece la fuerte evaporación da como consecuencia la forma-ción de costras calcáreas y problemas de salinidad. Ello impide quesean buenos para la agricultura terrenos que sin embargo tienenpendientes muy favorables para su desarrollo.

Por último, el régimen de humedad xérico de los suelos, con undéficit hídrico muy marcado en el verano, hace que la escasez deagua del suelo y la rapidez con la que se infiltra la que cae debido alagrietamiento causado pot la desecación, imponga a las plantas eltener que vivir al límite de sus necesidades hídricas. De nuevo esteproblema se da sobre todo en la Depresión del Ebro, en terrenos conpendientes muy favorables para la agricultura, si bien puede solu-cionarse mediante la puesta en regadío de la tierra.

En Aragón las zonas más favorables desde el punto de vista edá-fico son las de suaves pendientes y materiales cuaternarios, es decirlas vegas y los piedemontes.

1.2. La evolución del u.ro del.ruelo agrícola

Evolución de la superficie agrícola aragonesa

Desde mediados del siglo XIX y hasta 1935 tuvo lugar en Es-paña un crecimiento importante de la superficie cultivada^..Estecrecimiento prolongaba una tendencia proveniente del siglo ante-rior, claramente telacionada con un paralelo aumento poblacional.En el siglo XIX el crecimiento vino interrumpido en la década delos ochenta por la crisis agraria finisecular.

La tendencia a largo plazo de crecimiento de la superficie culti-vada desde el siglo XVIII hasta el inicio de la crisis finisecular,

9. Las cifras sobre la evolución de la supe^cie agraria española entre 1900 y 1936 se

pueden encontrar en Grupo de Estudios de Historia Rural (en adelante GEHR). (1983 6),

pp. 243-246; para 1860 y 1886-1890, ver D. Gallego (1986 a), p. 41.Ambos trabajos han

sido parcialmente corregidos por J. Pujol (1988), p.140.

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frente a la posibilidad de una innovación en las técnicas agrícolasque permitiera una producción similar en una superficie menor, po-dría explicarse por factores como la existencia de una reserva de tie-rras susceptibles de ser cultivadas sin cambios técnicos; la fuerte de-pendencia con respecto al sistema cereal para la alimentaciónhumana y animal como consecuencia del clima peninsular; el altogrado de autoabastecimiento de productos agrarios, asegurado ade-más a partir de 1820 por la instauración de una política de comercioexterior prohibicionista; la demanda soscenida y creciente de losproductos tradicionales de la agricultura española y la disponibili-dad abundante de mano de obra agrícola^^. Las dos últimas causasaparecen significativamente ligadas a la ausencia de un proceso in-dustrializador en el siglo XIX con fuerza suficiente para cambiar enprofundidad la economía y sociedad españolas.

Es necesario señalar como en esre largo período de expansión de lasuperficie cultivada tuvo una importancia decisiva el conjunto de me-didas que configuran lo que se ha definido como reforma agraria libe-ral y que posibilitaron el que se cultivase un gran número de tierrashasta entonces yermas o con utilización exclusivamente ganadera. Elpleno disfrute de la producción y sus beneficios por sus propietarios yla libre disposición por parte de estos sobre el factor tierra, fueron eneste sentido decisivos pra impulsar la referida expansión^^.

Los problemas planteados a los agricultores como consecuenciade la llegada de productos agropecuarios de países extraeuropeos yRusia, provocaron un descenso de los precios de aquéllos, con lo quela rentabilidad de muchas explotaciones se vió seriamente amena-zada. En esa situación es lógico que desaparecieran los estímulosque habían impulsado las roturaciones, puesto que la expansión sehabía basado en la reserva del mercado interior para los productoresnacionales y en la exportación de ciertos productos como el vino. Lapérdida de posiciones en el mercado interior y en los exteriores, con-dujo a una fuerte crisis, que no sólo detuvo la expansión, sino quesignificó también el abandono de las tierras menos productivas1z.

l0. D. Gallego (198G a), pp. 37-45.11. A. Crercía Sanz y R.Crrrrabou (1985).12. R. Garrabou (1975).

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La expansión sólo se reiniciaría una vez que uniéndose protec-ción del mercado interior con fuerte modernización, se iniciase lasalida de la crisis. El resultado sería un nuevo crecimiento de la su-perficie agrícola en el primer tercio del siglo XX13. Aquélla tendríaya un carácter distinto a la de la segunda mitad del siglo XIX,puesto que la simple roturación de nuevas tierras coincidía con unaintensificación de la agricultura, la diversificación de los usos delsuelo y un profundo cambio técnico.

En resumen, se han señalado tres períodos diferenciados para elespacio cronológico de este trabajo: la expansión que tiene lugardesde mediados del siglo XIX hasta la crisis, cuya característicafundamental sería la ampliación de la superficie cultivada sin cam-bios técnicos notables,aun cuando hay que señalar un importanteproceso de especialización regional y cambios en la organización de-rivados de las nuevas relaciones de producción vigentes en elcampo14; la crisis de fin de siglo iniciada en la década de los ochentapor causas exógenas a los productores europeos y con un fuerte im-pacto en la agricultura española al afectar a un conjunto importantede productos como son cereales, vino, aceite y productos ganaderos;y por último, el primer tercio del siglo XX, que de nuevo tiene ca-rácter expansivo, especialmente hasta comienzos de los años veinte,combinando un claro signo modernizador -concretado en la inten-sificación y diversificación de cultivos, mayor especialización, incor-poración de nuevos inputs y técnicas- con la simple roturación denuevas tierras, aun cuanto también ésta exigió la utilización de mo-dernos aperos y abonos. En consecuencia úna expansión cualitativa-mente muy diferente a la de la segunda mitad del siglo XIX, aun-que apoyada también en la protección del mercado interior y laexportación de algunos productos a otros países europeos.

El conjunto aragonés responde en líneas generales a este esquemacomo puede apreciarse tras el examen del cuadro 1.3. EI signo expan-sivo desde mediados del siglo XIX hasta la crisis es bastante claro -apesar de las reservas que se pueden expresar con respecto a la calidadde las cifras de 1860, sin duda las más inciertas de la serie, y las de

13. G.E.H.R. (1983 a) y(1983 6).14. R. Garrabou y J. Sanz (1985).

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1888, que son las peores de las realizadas ya por la Junta Consul-tiva Agronómica (en adelante J. C. A.^ con un importante au-mento de la superficie cultivada que se puede cifrar en un 23,8%y que superó en casi siete puntos a la media española. Correspon-dieron los crecimientos más fuertes a las provincias de Huesca yZaragoza, que oscilaron alrededor de un 30%, mientras el de Te-ruel fue bastante más modesto^s.

La crisis supuso que en 19001a superficie cultivada de Huesca yZaragoza hubiera caído en relación a 1888 aproximadamente en un9% y un 6% respectivamente, mientras que Teruel por el contrariohabía aumentado la suya. En realidad el aumento de esta últimaprovincia puede explicarse utilizando las cifras anuales, por la recu-peración iniciada a partir de 1898 de la supe^cie de cereales y porel incremento del viñedo.

En la fase expansiva de la agricultura española que correspondeal primer tercio de este siglo la superficie agrícola aragonesa tam-bién creció, si bien lo hizo de forma muy diversa. La media arago-nesa aumentó en total un 16%, pero dicha cifra es poco representa-tiva de los compottamientos provinciales, pot cuanto nosenconttamos con la dinámica Zaragoza que lo hizo en un 27%,frente a Huesca sólo un 5% o Teruel en un valor intermedio con un15%. Como se verá más adelante estos crecimientos correspondie-ron sobre todo a los años de la primera guerra mundial y posterio-res, por cuanto la primera década del siglo no presenta en absolutoeste signo expansivo de la superficie.

EI uso del suelo agrícola en Huesca

El uso del suelo agrícola en Huesca presenta importantes varia-ciones comarcales como consecuencia sobre todo de su diversidadorográfica y climática. Por ello aun cuando más adelante será tra-tada la provincia en su conjunto, creo que es conveniente señalar enprimer lugar en que consiste esta diversidad.

15. Ia existencia de culcivos asociados, preferentemente viñedos y olivares con cereales,supone una doble contabilización de estaz cifraz en los datos oficiales que se utilizan en estetrabajo. Para el caso de Aragón estos eran relativamente imponantes en el cazo de Huesca, ypoco en Teruel y Zaragoza.

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Cuadro 1.3. Evolución del uso agrícola en Aragón (heccáreas)

1860 18861890 1900 19to 19t7•192t 193o-I93S

AGRIC[JLTURA 1.076.304 1.331.956 1.290.514 1.223.551 1.412.884 1.460.664

SistemaCereal (*)943.104 1.056.403 1.006.439 1.019.323 1.t69.642 1.172.264Torel cereales (*) 583.441 548.339 552.869 600.988 640.538

Trigo 296.597 293.542 296.432 364.438 386.591Cebada liS.965 121.851 I1 L817 106.973 117.542Centeno 60.736 49•524 52.410 40.171 44.873

Avena 32.485 2Zt79 30.424 34307 43.04tMaíz 8.608 11.979 16.166 12.264 9.858Ttanquillón 44.O14 45.380 41.820 38.455Escaña 250 240 996 478

Totalleguminosaz (*) 7.639 15.256 16.540 27.814 19.264

Garbanzos 50l 436 477 951 t.2t0Habas 667 800 1.343 1.768 1.838Guisantes - 1.720 3.500 10.433 1.542

Judíaz 3.205 8.939 8.331 7.767 7.367Lentejaz 125 1.575 L644 2.G02 1.768Yetos - L033 1.096 1.451 2.606

Barbechos (*) 465.324 442.844 449.914 540.840 512.162

Yñedo 89•777 162.556 171.295 69•040 74.527 101.171Otivar 39.108 43.706 37.650 51.508 63.984 89.904Ftucales Ĝ .191 843 902 4.808Raíces,mbérc. y bulbos (*) 19.617 2L.896 19.539 18.125

Patata 15.339 I7.250 15.939 14.059Remoluha forrajera 536 1.055 873 1.371

Nabo forrajero 1.441 1.600 1.155 736Plantas industriales (*) 14.071 20.341 38.502 33.845

Remolacha azucarera 5.840 12.532 31.150 30.342lino 100 65 30 6

Cañamo 1.189 800 t.t9t 209

Azaftán 3.777 4.340 4.t09 2.662Plantaz hortícolas (*) 6.363 5.930 6.274Praderu artificiales 3.124 34.236 39.767 36.225

Alfalfa 9•602 20.605 16.805Ptaderas polifitas 13.984 9.300 6.825

(*) ^ 943.104 heccáreas que figuran en el tocal de cereales incluyen probable-mente cambién las demás parcidas en las que figura un ascerisco.Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.1.

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En la zona norte, muy montañosa según se ha visto anteriot-mente, la fuerce pendiente topográfica limitaba las posibilidadesagrícolas al fondo de los valles, reservándose las zonas menos aptaspata el cultivo pata los ptados naturales. La agricultura se redujotradicionalmente al cultivo de cereales, leguminosas, tubérculos yproductos de huerta, todo ello preferentemente para el autocon-sumo^b. Además tenían una notable importancia las praderas artifi-ciales para la alimentación del ganado. El cultivo venía detetmi-nado en los valles pirenaicos y en los de las sierras exteriores por lanecesidad del aucoabastecimiento en un período con grandes difi-cultades para el transporte, y en el que éste se realizaba además a unalto coste. De esta forma a finales del siglo XVIII, el partido de Be-nabarte eta el único de Aragón que debía importar trigo para la ali-mentación de sus habitantes; aun así la cantidad importada no erasino aproximadamente un 15% de sus necesidades^^. En cualquiercaso, los cereales ocupaban a fines del siglo XVIII una amplia partede la superficie agrícola de estas comarcas, siendo su finalidad,como se ha dicho, el autoabastecimiento.

Cuadro 1.4. Evolución del uso del suelo agrícola en España (miles de hectáreas)

1860 1888 1900 1910 1922 1933

AGRICULTURA 15.993 18.562 17.897 18.884 20.277 21.907

Sistema Cereal 12.959 14.502 13.706 14.182 15.511 15.860

Tocal cereales G.864 7.042 7.825 8.394

Trigo 3.793 3.G43 4.187 4.557Total leguminosas 741 893 1.169 1.144

Barbechos 6.522 6.101 6.247 6.517 6.322Viñedo 1.233 1.799 1.462 1.347 1.334 1.564Olivar 867 1.154 1.246 1.379 1.622 2.057Frutales 273 29G 307 365 434 503Raíces,tubérc. y bul. 370 409 463 623Plantaz industriales 569 713 554 776Plantaz hortícolas 341 811 99 106 86 146

Praderas artificiales 138 383 273 378

Fuentr. J. Pujol (1988), p. 140.

16. L. Laguna (1903 a).17. A. Arteta (1783:1985), p. 2G. Comparando los 4. 000 cahices que según éste se im-

portaban, con los 25. 000 en que [. de Asso (1798:1983), p. 47, cifra la producción del par-tido de Benabarre.

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Cuadro 1.5. Tasas de recimiento medio anual de la superficie agrícola (en %)

Huesca Teruel 7aragoza Atagón

1860-1888 0,97 0,41 0,93 0,76

1888-1900 -0,79 0,49 -0,54 -0,26

1900-1933 0,19 0,26 0,63 0,381888-1933 -0,07 0,32 0,32 0,211860-1933 0,32 0,34 0,55 0,41

Fuente: Cuadros 1.3, 1.6, 1.9 y 1.12.

Cuadro 1.6. Evolución del uso del suelo agrícola en Huesca (en hectáreas)

1860 1886-1890 t900 t910 1917-1921 t930-1935

AGRICULTURA 316.124 414.080 376.525 391.103 362.885 400.499Sistema Cereal (*)274.601 312.909 276.344 308.428 299.505 328.898Total cereales (*) 157.837 140.159 160.853 155.845 174.389

Trigo 107.170 104.659 t 19.008 114.455 130.998Cebada 38.563 25.411 28.634 26.420 28.010Centeno 5.000 4.536 5.653 2.796 2.242Avena 6.192 3.308 5.463 9.354 10.153Maíz 912 1.995 1.857 1.805 2.508

Totalleguminosas (*) 1.658 4.039 2.674 4.750 3.675Habas 285 605 471 719 775Judías 1.373 2.372 1.906 1.928 1.953

Barbechos (*) 153.414 132.146 144.901 138.910 150.834Viñedo 29.023 54.026 53.037 34.525 18.894 19.617Olivar 11.348 15.214 15.213 15.435 17.100 24.048Frutales 280 - - 253 210 2.792Raíces,tubérc. y bulbos . (*) - 5.336 6.125 5.450 5.087

Patata 3.166 3.750 3.600 3.586Remolacha forrajera 380 405 400 391Nabo forrajero 1.330 1.510 1.100 646

Plantas industriales (*) - 180 175 1.010 2.289Plantas hortícolas (*) - - 3.628 3.308 2.762Praderas artificiales 872 - - 22.534 17.408 15.007

Alfalfa 2.652 2.900 5.104Praderas polifitas 13.984 9.300 5.432

(*) Ias 274.601 hectáreaz que figuran en el total de cereales incluyen probablemte tam-bién las demás pattidas en las que figura un azterisco.Fueute: elaboración propia con base en Fuentes, sec.l.l

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Aun cuando se ha visto anteriormente (ver cuadro 1.2) que sóloen la estrecha franja norte de la provincia, coincidente con las altascumbres pirenaicas (zona agroclimática V) es materialmente impo-sible el cultivo de los cereales, en el resto de esta zona montañosa,tampoco se dan condiciones ptóximas a lo que se conoce como óp-timo ecológico de estos cultivos. Lógicamente los costes de produc-ción se incrementan al alejarse un cultivo de su óptimo, lo que endefinitiva se traduce en que los márgenes económicos y físicos difie-ren^R. Por ello, una vez que existió la posibilidad de abastecimierltode forma regular y a precio competitivo, se produjeron transfotma-ciones importantes, con abandono de aquellos cultivos más alejadosde su óptimo ecológico, auque aquél se realizó de forma gradual ylenta^^.

Es por lo tanto en la zona meridional donde se localiza la mayorparte de la superficie agrícola provincial, que ha sido tradicional-mente una gran extensión cerealista. Las grandes llanuras de los par-tidos de Fraga, Huesca y Sariñena, han sido siempre esencialmentetrigueras. La escasez de agua es una vez más la limitación más im-portante del cultivo cerealista en la zona meridional oscense. Deesta forma la caracterización de esta zona como de alto potencial enla producción de cereales, aunque siempre irregular por su depen-dencia básica de la pluviometría, se repetirá para ottas comarcas ara-gonesas de similar caracterización agroclimática.

La zona del Somontano de Barbastro, lugar de encuentro entrelas tierras meridionales y las pirenaicas reune características propias,derivadas especialmente de la importancia que en ella han tenido

tradicionalmente las plantas leñosas. En el siglo XIX el Somontanobarbastrense vivió con fuerza la expansión del viñedo, siendo el par-cido de Barbastro el segundo productor provincial tras el de Huesca,posición que mantuvo tras la plaga filoxética, que sin embargo re-

dujo extraordinariamente su superficie. De la misma forma un 25%aproximadamente de la supe^cie del olivar provincial se localizódesde 1888 hasta 1922 en el panido de Barbastro, ocupando ésce la

18. D. Grigg (1982), pp. 51-53.19. Vid. V. Bielza et al. (1986) y A. Gorría (1987) para los casos de los valles de Bielsa y

Ansó.

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primera posición por este concepto en Huesca. Esta posición se vióreforzada según todos los indicios hacia 1935, destacando el menorpredominio relativo del sistema cerea120.

Si examinamos ahora el conjunto provincial (ver cuadro 1.6),destaca en primer lugar el hecho de que el sistema cereal ha ocu-pado a lo largo de todo el periodo estudiado un porcentaje de la su-perficie agrícola superior siempre al 70%, siendo además notable latendencia a su incremento desde principios del presente siglo. En laexpansión agraria de la segunda mitad del siglo pasado, fueron sinduda los cereales junto al viñedo los dos grandes protagonistas deaquélla. La expansión del ceteal se inició tempranamente, produ-ciéndose grandes roturaciones en la referida zona meridional de laprovincia21. La crisis detuvo lógicamente esta tendencia, lo que mo-tivó un descenso tanto en términos absolutos como relativos de lasuperficie del sistema cereal. La orientación progresiva de la provin-cia hacia el sistema cereal durante el primer tercio del siglo XX fuemuy clara, llegando en 1933 a ocupar el 82% de su supe^cie agrí-cola. En este momento se superaba además la superficie que aquélhabía llegado a alcanzar en 1888. Dicho crecimiento no fue sin em-bargo uniforme en el tiempo, ya que durante el segundo decenio delsiglo sufrió una interrupción, posteriormente superada.

Sobre el carácter de la expansión cerealista, podemos aventurarla hipótesis de que en el siglo XIX, habida cuenta de los mediostécnicos disponibles, debió ser básicamente extensiva, es decir me-diante la simple roturación de nuevas tierras, sin que hubiera unareducción de la superficie barbechada.

Cuadro 1.7. Relación superficie cultivada/sembrada en el sistema cerealde Huesca (SC/SS)

1888 t900 1910 1922 t933

SC/SS

Fuente: cuadro 1.6

1,96 1,92 1,89 1,86 1,85

20. R. Palá (1934).21. Comisión creada por R. D. de 7-VII-1887 para el estudio de la crisis por que atra-

viesa la agricultura y la ganadería (1887-1889), tomo II, p. 178. Respuesta de la ComisiónProvincial de Agriculmra de Huesca.

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La crisis implicó ya una mejora en la relación entre supe^cie cul-tivada y sembrada, tendencia que se mantuvo inalterable hasta los añostreinta, lo que quiere decir que en aquellos períodos en los que la su-perficie del sistema cereal tendió a descender, 1888-1900 y 1910-1922, se abandonaron las tierras menos productivas que exigían rota-ciones menos intensivas. De la misma forma en los períodos deexpánsión, 1900-1910 y 1922-1933, hubo un crecimiento de tipomixto intensivo-extensivo, por cuanto a la vez que se sumaban nuevastierras al circuito productivo, se daba una intensificación en su cultivo,aunque como se puede ver en el cuadro 1.7, la mejora de la relación en-tre supe^cie cultivada y sembrada fue también muy pequeña.

Si distinguimos entre los distintos cereales, el trigo fue durantetodo el período el más importante, correspondiéndole un porcentajemuy alto del total de superficie del sistema cereal, que no dejó deincrementarse entre 1888 y 1933. El resto tuvo poca relevancia,siendo de destacar el crecimiento de la avena y la caída prolongadadel centeno, que muy bien podía deberse a lo expuesto anterior-mente sobre el declive de las tierras de labor en los valles pirenaicos,habida cuenta de que por sus características éste se adapta muy biena las condiciones climatológicas y de altitud de aquella zoria. Sepuede decir, en resumen, que frente a un leve crecimiento de la su-perficie agrícola oscense entre 1900 y 1935, se produjo un incre-mento de la dedicada al sistema cereal, lo que determinó una fuerteespecialización cerealista de la ptovincia.

No fue sin embargo esta dirección cerealista la única tentativade desarrollo agrícola. El viñedo ocupó también un papel relevante.Tuvo éste un crecimiento extraordinatio impulsado por la invasiónfiloxérica que desde 1868 sufrió Francia y las posibilidades exporta-doras abiertas a finales de la siguiente década, una vez se permitió laentrada en el vecino país de caldos españoles en condiciones acepta-bles. La expansión del viñedo en Huesca, de la misma forma que enZaragoza, se vió tremendamente favorecida por su situación geográ-fica próxima a los mercados de exportación, a la vez que fue aquéllaposible por la adaptabilidad de este cultivo al medio físico aragonés.

Entre 1860 y 1888 casi se duplicó la superficie dedicada al viñedoen Huesca. Éste además tendió a concentrarse en aquellas zonas con

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mejotes condiciones climáticas para su producción, como eran los

somontanos de Barbastro y Huesca, precisamente los que produje-ron un tipo de vino con mayor aceptación para su exportación y quetenían mejores comunicaciones con los mercados exteriores22. Estaszonas contaban también con suelos muy adecuados para el desarro-

llo del viñedo, lográndose producciones de calidad^3.

Dicha expansión, cuyo inicio puede situarse en los primeros

años de la década de los setenta alcanzó también a otras zonas de laprovincia con peores condiciones físicas para este cultivo, como ladepresión longitudinal pirenaica o la zona monegrina24.

Hasta fin de siglo se mantuvo la superficie de viñedo, auncuando como es sabido las dificultades para su exportación habíancomenzado ya en 1892 una vez que terminó la vigencia del tratadocomercial hispano-francés. En todo caso no es de exttañar que en unmomento de crisis cerealista, permaneciera un cultivo para el queno existía entonces alternativa mejor.

EI punto de inflexión lo marcó la llegada de la invasión filoxé-rica a la provincia. Los primeros focos fueron localizados en el año1900 en la zona norte del partido de Barbastro2S, con procedenciaprobable de la provincia de Lérida, aunque las estadística Ĝ oficiales

no reflejan hasta el año 1906 una caída de la superficie del viñedo.Desde allí se extendió al resto de la provincia. En 1909 sólo algomenos del 50% del viñedo provincial estaba todavía indemne de lainvasión filoxérica, habiendo sido ya completamente destruido el25%26. La caída de la superficie de viñedo no se detuvo sino en1914, cuando se redujeron a quince mil hectáreas las más de cin-

22. Información Vinícola. Interrogatorio de 1° de mayo de 1884. Respuesta Consejo Pro-vincial de Agricultura, Industria y Comercio de Huesca. Archivo del Ministerio de Agricul-tura,leg. 84 A.

23. Ministerio de Agricultura (1982 a), p. 14.

24. Comisión creada pot R. D. de 7-VII-1887 para el estudio de ... (1887-1889), tomofI, p. 172. Respuesta de la Comisión Provincial de Agricultura de Huesca. Sin embargo en lamemoria sobre Huesca de la Exposición Vitícola Nacional de 1877, todavía se señalaba comopoco importante la expottación desde Huesca a Francia. Vid. Etrudio tobre la ExQotición Viní-tola... (t878), P. 24G.

25. J. C. A. (1911), pp. 43-47.26. Ibidem, p. 46.

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cuenta mil que aquél había llegado a ocupar antes del inicio de laplaga. Según los datos de la Junta Consultiva Agronómica, la re-constitución del viñedo se realizó a un ritmo lentísimo, por cuantoen 1909 se habían visto replantadas con pies americanos sólo 500hectáreas, mientras todo el resto de la superficie de viñedo se habíadestinado a otros aprovechamientos.

En 1914 el ingeniero del Servicio Agronómico Provincial, Car-melo Benaiges, constataba dicha lentitud en la reconstitución, quecifraba en sólo el 3% de las viñas destruidas27. Sólo dos años mástarde el mismo ingeniero señalaba una intensificación en la recons-titución del viñedo en el último bienio y explicaba los problemasprincipales con que aquélla se topaba: los conocimientos complejosrequeridos que retraían a los agricultores, el coste de replantaciónelevado frente a los bajos precios del vino y el hecho de que algunosvivetistas vendieran malos pattones americanos que hacían fracasarel proceso28.

A1 final de aquel proceso, la superficie de viñedo era bastanteinferior a la ocupada en 1860 antes del inicio de la expansión, loque nos lleva a considerar que las inversiones necesarias para su te-constitución sólo se acometieron pot quienes tenían sus pagos enzonas con buenas condiciones climáticas, rendimientos adecuadosy en definitiva posibilidad de amortizar aquellas inversiones. Entodo caso la situación de crisis en la que se encontraba el sectorhubo de determinar la salida del mismo de los productores másineficientes o con menos recursos, habida cuenta de las dificulta-des por las que atravesó el sector vitivinícola en España tras la pri-mera guerra mundial29

Los somontanos de Barbastro y Huesca continuaron concen-trando las mayores superficies de viñedo, tratándose en ambos casosde zonas con tradición y nombre para su producción y venta enotros mercados, destacando por otra parte los partidos de Tamarite ySariñena que mantuvieron una superficie importante. La no recons-

27. C. Benaiges(1914).28. C. Benaiges (191G), p. 291.29. J. Pujol (1984).

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titución en las zonas de más difíciles condiciones climáticas, comola depresión longitudinal pirenaica3^, confirma la interpretación

propuesta. De esta forma puede observarse en el cuadro 1.8, cómoson precisamente los partidos norteños de Benabarre, Boltaña yJaca, los que experimentaron mayores pérdidas proporcionales. No

hay que olvidar en este sentido que según la valoración agronómicade las zonas agroclimáticas aragonesas (ver cuadro 1.2) en aquelloslugares no se daban las mínimas condiciones requeridas para el cul-

tivo de la vid, lo que implicaba un esfuerzo y coste adicionales parasu desarrollo y además unos bajos rendimientos y productividad.

Hasta 1935 la superficie del viñedo permaneció estancada sinque se experimentasen ya variaciones, manifestando una considera-

ble estabilidad en su extensión.

Cuadro 1.8. Superficie de viñedo y olivar distribuida por partidos judiciales

VIÑEDO OLIVAR

1889 1922 1888 1922

Has. % Has. % Has. % Has. %

Barbaztro 13.908 25,7 4.285 21,9 4.204 27,6 4.164 24,4

Benabarre 5.004 9,3 1.450 7,4 1.307 8,6 1.580 9,2

Boltaña 1.875 3,5 589 3>0 664 4,4 445 2,6

Fraga 1.996 3>7 993 5,1 2.735 18,0 3.325 19,5

Huesca 19.779 36,6 6.005 30,7 1.853 12,2 2.122 12,4

Jaca 1.062 2,0 200 1,0 41 0,3 80 0,5

Sariñena 5.683 10,5 2.685 13,7 571 3,8 1.573 9,2

Tamarite 4.719 8,7 3.375 17,2 3.839 25,2 3.806 22,3

Total HUESCA 54.026 100 19.582 100 15.214 100 17.095 100

Fuente: viñedo: J.C.A. (1891) y(1923); olivar: J.C.A. (1891 c) y(1923 a).

En cuanto al olivar, no tenía éste en Huesca a comienzos de si-glo mucha importancia. Sin embargo la evolución de su superficeocupada nos muestra un lento camino ascendente intensificado a

30. . C. Estella (1981 a), p. 126.

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partir de 1920. En algunos de los panidos judiciales ocupaba un lu-gar considerable como eran los casos de Barbastro, Fraga y Tamarite(ver cuadro 1.8). Su crecimiento fue especialmente imporcante en ladécada de los veinte y treinta, llegando finalmente a superar al vi-ñedo en extensión. Carecemos de datos sobre en qué partidos se lo-

calizaron las 7.000 hectáreas en que creció el olivar desde 1922hasta 1935, aunque parece que tendió a concentrarse en aquéllosque dedicaban ya una mayor superficie a este árbol.

Del resto de los cultivos oscenses quizás sea necesario señalar laimportante superficie ocupada por las praderas artificiales, lo que eslógico teniendo en cuenta las características agro-climáticas de laprovincia. Sin embargo la superficie dedicada a éstas tendió a des-cender desde 1910. Desconozco las razones que explican este des-censo, aunque creo que pudieran estar ligadas a la compecencia deotras zoilas productoras como Lérida, situadas más cerca y con mejo-res comunicaciones con los centros de consumo; a la propia crisis dela agricultura de montaña y la fuette emigtación que experimenta-ron estas zonas especialmente desde 1910; y al escaso desarrollo dela ganadería vacuna en la zona, especie que principalmente aprove- ^

chaba dichas praderas artificiales.

Las plantas hortícolas, las industriales y las raíces, tubérculos ybulbos ocuparon a lo largo del período una supe^cie muy modesta,aun cuando en los últimos años se apuntaron signos de cambio enalgunos cultivos específicos. Este es el caso de lá remolacha azuca-rera, de cuya expansión la provincia vivió completamente al mar-gen, hasta que la entrada en funcionamiento de la azucarera deMonzón determinó que desde mediados de los veinte se incremen-tara notablemente su superficie, que aun así suponía una parte ín-

fima de la agricultura provincial.

Los árboles frutales también vieron crecer considerablemente susuperficie, aun cuando la inexactitud de las cifras que aponan lasfuentes relativizan cualquier conclusión a la que pudiera llegarse alrespecto. En todo caso, sólo habían tenido un papel secundario en laagricultura de Huesca, cultivándose en los linderos de los huertos;1.

31. L. Laguna (1903), p. 107.

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Sin embargo, los datos disponibles de 1930-1935 muestran la im-portante expansión que habían tenido en la década anterior las plan-taciones regulares de árboles frutales, destacando el almendro entreaquéllos, habiéndo sido éste plantado en algunas cierras antes ocu-padas por el viñedo3z. Su importancia sólo había sido tradicional-mente mayor en la zona de Monzón y Fraga33, y es muy probableque fuera en ella, es decir en la ribera del Cinca, donde ya en lostreinta comenzara a apuntarse una especialización agrícola en unalínea que no tendrá verdadera importancia hasta los años sesenta.

Huesca fue la provincia aragonesa que vió crecer más, proporcio-nalmente, su superficie de regadío. Fue especialmente relevante elsalto experimentado en ella una vez que entró en funcionamiento el

Canal de Aragón y Cataluña a comienzos de la<segunda década del si-glo XX. Ahora bien, la expansión de la supérficie regada no vinoacompañada de una modificación en su uso, en el sentido de dedicarloa cultivos más intensivos. Por el contrario, fue el sistema cereal el queabsorbió dicho crecimiento, acentuándose en consecuencia el perfil

cerealista del regadío oscense. Dentro de los cereales fue el trigo elque en mayor medida aprovechó el crecimiento del área regada. Lasplantas leñosas mantuvieron una superficie similar, al compensarse eldescenso del viñedo con el aumento del olivar. Las plantas intensivasno experimentaron sino un leve crecimiento, relativamente tardío,protagonizado por la temolacha azucarera y las ptaderas artificiales.

Esta orientación del regadío oscense está plenamente justificada por elalto porcentaje que representa el de carácter eventual.

EI uso del suelo agrícola en Teruel

EI uso del suelo agrícola en Teruel ha estado fuertemente condi-cionado y limitado por su medio natural. A1 hablar de los condicio-nantes orográficos a las actividades agrarias, ya hemos advertido ladificultad que para la agricultura turolense representa el hecho de

que un 61,9% de su territorio se encuentre por encima de los 1.000metros de altura. Es fácil entender en consecuencia, las limitaciones

32. J. C. A. (1913).33. Ibidem. e I. de Asso ( 1798:1983), pp. 81-82.

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que esta elevadísima altitud, que además implica en Teruel unafuerte pendiente topográfica, origina en la agricultura. Morfológi-

camente pueden distinguirse en Teruel dos zonas difenciadas: lassierras del Sistema Ibérico y el Bajo Aragón. La climatología tam-bién establece importantes diferencias entre ambas: la zona de lassierras se incluye en las zonas agroclimáticas III y VI y la Tierra Bajaen la I y II, a las que también corresponden algunas pequeñas zonasen las vegas de los ríos. Es la zona III la que ocupa la mayor parte dela superficie turolense, dándose la desventaja con respecto a Huesca,de ser su pluviomecría muy inferior.

Estos condicionantes han determinado históricamente orienta-ciones agrarias diferentes. Pot un lado en el Bajo Atagón ha existidouna agricultura más diversificada, especializada a la vez en la pro-ducción de aceite y en cereales, hortalizas y frutas. Su vocación oleí-cola se daba ya en el siglo XVIII, lo que hacía decir a Asso que era«el aceite el que constituye la mayor riqueza de este país»34. Du-rante el siglo XIX este cultivo siguió teniendo importancia en laTierra Baja, que corresponde a los partidos de Alcañiz, Hijar y Val-derrobres, siendo el destino de gran parte de su producción la ex-portación35. EI resto del territorio ha tenido por el contrario una es-pecialización ganadera, siendo su agticultura muy pobre.

Sólo las vegas de los ríos, especialmente la del Jiloca y del Turia,escapan a estas duras condiciones climáticas y morfológicas y po-dían en consecuencia desarrollar una agricultura más rica.

En el conjunto de Teruel el sistema cereal ha ocupado desde1860 hasta 1935 la amplísima mayoría de su superficie cultivada,situándose siempre por encima del 84% de aquella. Esta superficiecreció de forma imporcante entre 1860 y 1888, aunque más lenta-mente que en el resto de Aragón. La crisis finisecular supuso un pa-rón momentáneo del que hacia 1897 se inició ya la recuperación.Posteriormente seguiría creciendo hasta alcanzar un máximo en1917-1921, para descender levemente luego hasta 1935. Fue por lotanto en la segunda década de este siglo y los primeros años de la si-

34. I. de Asso (1798), p. 96.35. V. Pinilla (1986 a), p. 33.

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guiente cuando su crecimiento fue más rápido. Hubo también enTeruel entonces fiebre roturadora, aunque de mucha menor impor-tancia de la que vivió Zaragoza. Merced a la utilización de abonosminerales, casi exclusivamente superfosfatos, las tierras rotas rindie-ron excelentes cosechas en sus primeros años, sin embargo poste-riormente, y como consecuencia de su pobreza, terminaron agotán-dose3G. Dicha fiebre roturadora tuvo, según el ingenieroCerdá,consecuencias negativas para la provincia, por cuanto motivóel que por un lado tendieran a descuidarse las labores en las tierrasviejas y por otro al tener que ser abandonadas las nuevas a los pocosaños como improductivas, perjudicase a la ganadería provincial, quede este modo perdía tierras que luego no eran recuperables.

Es importante señalar cómo el prolongado crecimiento de la su-perfecié dedicada al sistema cereal fue de carácter extensivo, me-diante la adición al sistema productivo de tierras de peor calidad, loque no hizo sino empeorar la relación entre supe^cie cultivada ysembrada. La superficie en barbecho creció más que la sembrada,entérminos absolutos, en todos los períodos.

De esta forma en 1933 mientras la superficie sembrada superabalevemente a la de 1900, el barbecho había aumentado en un 12%.

A1 analizar la composición del sistema cereal turolense se ob-serva que frente al claro predominio del trigo en Huesca y Zara-goza, donde éste siempre supuso bastante más del 50% de la super-ficie sembrada de cereales, en Teruel no Ilegó nunca ni siquiera al40% de aquella. Otros tres cereales gozaron siempre de una impor-tancia considerable: la cebada, el centeno y el tranquillón. El cen-teno es un cereal que se adapta mucho mejor a las extremas condi-ciones de altitud y clima de muchas zonas de la provincia, por loque su presencia en tierras frías era muy común. El tranquillón, co-nocido en Teruel como «trigo morcacho» y al que se refería Assocomo «trigo centenoso de ínfima calidad»37, era una mezcla en lasiembra de semillas de trigo y centeno, bien al 50% o una parte detrigo frente a dos de centeno3A. Su siembra respondía a un compor-

36. C. Cerdá (1922).37. I. de Asso (1798:1983), p. 104.38. J. C. A. (19t5)•

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Cuadro 1.9. Evolución del uso del suelo agrícola en Teruel (en hectáreas)

1860 188G-189o t900 t910 t917-1921 1930-t935

AGRICULTURA 389.768 436.921 463.439 457.694 497.580 505.524SisremaCereal (*)359.034 384.158 399.878 402.404 431.156 422.735To[al cereales (*) 203.484 206.194 206.533 215.321 207.658

Trigo 63.792 83.000 82.300 85.921 80.376

Cebada 32.458 31.459 30.200 36.214 35.882Centeno 42.966 32.333 33.550 35.502 34.580

Avena 1G.918 11.078 11.020 13.662 15.230

Maíz 1.300 4.310 4.383 3.133 2.836Tranquillón - 44.O14 45.380 40.889 38.455

Totalleguminosaz (*) 4.602 9.t54 9.146 8.914 8.557Gazbanzos 501 436 477 354 449Habas 323 406 402

Guisantes - 1.720 1.762 768 593Judíaz 835 4.700 4.480 3.832 3.292

Len[ejaz 125 1.265 1.008 1.052 1.068Yeros - 1.033 1.096 1.083 1.401

Barbechos (*) 176.073 184.531 186.425 206.922 206.520

Viñedo 15.574 19.986 27.130 14.954 12.334 15.829

Olivar 13.315 13.535 17.190 21.000 30.795 46.755Fru[ales 350 - - 367 244 65Raíces,tubérc. y bulbos (*) - 9.085 9.205 8.650 6.634

Patata 8.043 8.000 7342 5.225Remolacha forrajera 156 250 420 542

Zanahoria forrajera - 500 540 475

Plantaz indus[riales (*) - 4.669 4.644 8.608 7.116Remolacha azucazera 0 627 4.650 4.725Cañamo 892 23S is0 lt4

A^afrán 3•777 3•750 3•750 2.276Plan[az hottícolaz (*) - - 1.118 1.211 1.172

Praderas attificiales 1.495 - - 4.002 4.582 5.219Alfalfa 1.950 2.130 2.223

(*) Ias 359.034 hectáreas que figuran en el total de cereales induyen probablemte cambién las

demás partidas en las que figura un asterisco.

Fuente: elaboración propia con baze en Fuentes, sec.l.l.

Cuadro 1.10. Relación supe^cie cultivada/sembrada en el sistema cerealde Teruel

t888 1900 t910 1922 t933

SC/SS

Fuente: Cuadro 19.

t,85 1,86 1,86 1,92 1,96

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tamiento racional del agricultor en tierras frías, que de esta formaen caso de cosecha normal o buena conseguía un grano más rico queel centeno y en el de mala cosecha aseguraba que al menos el cen-teno salía, con lo que minimizaba el riesgo de una pérdida total. Eltranquillón raramente se comercializaba y era dedicado en su mayorparte a autoconsumo o mercados locales. La separación del granotras la cosecha, aun cuando era una operación posible, en muy rarascircunstancias se realizaba por la cantidad de crabajo que precisaba.

Teruel vivió también la época expansiva de la vid en el sigloXIX, aun cuando este cultivo nunca llegó a ocupar una proporción si-milar de la superfice agrícola al de las otras dos provincias aragonesaspor dos razones: las peores cualidades de muchas de sus tierras para sucultivo, recordemos que la vid no se puede desarrollar en la zona agro-climática III a la que corresponde la mayor parte de la superficie agrí-cola de Teruel, y las dificultades de comercialización que para sus pro-ductos tenía la provincia como consecuencia de sus muy deficientescomunicaciones;^. Aun así, vió crecer su superficie entre 1860 y 1900en aproximadamente un 74%, porcentaje que si bien es el más bajode las tres provincias, estuvo muy cercano al 83% de Huesca y algomás alejado del 102% de Zaragoza. Sin embargo su peso alcanzó sóloel 6% de la superficie agrícola en su momento de máxima expansión,porcentaje que era una tercera pane del zaragozano y la mitad del os-cense. El auge exportador sólo afectó en la provincia a la zona de lavega del Jiloca que daba salida a sus caldos a través de la estación deCalatayud. EI resto del viñedo provincial estaba dedicado sobre todoal autoconsumo local o comarcal. La expansión del viñedo no pareceque se hiciera a costa del cereal, y en todo caso cuando así ocurrió fueocupando algunos terrenos antes sembrados de centeno40. Sin em-bargo en algunas zonas tradicionalmente productoras de aceite, en elmomento álgido de los precios del vino, algunos propietarios prefirie-ron plantar vides antes que olivos41.

39. Sobre este problema ver V. Pinilla (198G a), pp. 55-67 y E. Fernández Clemente(1987).

40. Comisión creada por R D. de 7-VII-1887 para el estudio de... (1887-1889), Res-puesta del gobernador de Teruel.

41. Crónita de ViaoJ y Cerealer, 24 de noviembre de 1881.

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Cuadro 1.11. Distribución de la superficie de viñedo y olivar por parcidos

VIÑEDO OLIVAR

1889 1922 t888 1922

Has. % Haz. % Haz. % Haz. %

Albarracín 331 1,7 760 6,2 - -

Alcañiz 1.524 7,6 1.483 12,0 6.149 45,4 10.890 47,0Aliaga 723 3,6 - 0,0 - - - -

Calamocha 3.179 15,9 1.210 9,8 - - - -

Casrellore 2.422 12,1 1.390 11,3 507 3,7 861 3,7Híjar 2.901 14,5 1.290 10,5 1.505 11,1 3.731 16,1Montalbán 2.992 I5,0 2.120 17,2 - - 107 0,5Mora de R. 1.423 7,1 920 7,5 - - - -Teruel 1.499 7,5 880 7,1 - - _ _

Valderrobres 2.992 15,0 2.280 18,5 5.374 39,7 7.577 32,7Toral TERUEL 19.986 100 12.333 100 13.535 100 23.166 100

Fuente: viñedo: j.C.A.(1891 6) y(1923); olivar: J.C.A. (1891 c) y(1923 a).

La filoxera, procedente de Zaragoza, hizo su aparición en la pro-vincia de Teruel en 1903 en la zona del Jiloca, reflejándose en 1905en las estadísticas oficiales la caída de su superficie. En 1909 se en-contraban ya destruidas un total de 11.765 hectáreas e invadidas3.835 de un tocal de 27.700 existentes42. En aquel momento sólo sehabían reconstituido 75 hectáreas, mientras 1.500 se habían desti-nado a olivar y el resto a otros aprovechamientos. La caída de la su-perficie de viñedo tocó fondo en 1913, momento a partir del cual seestabilizó aquélla hasta los años treinta.

EI olivar, cultivo como se ha visto con una rica tradición en al-gunas zonas de la provincia, había permanecido estancado hasta quea comienzos del siglo XX, comenzaron a crecer las hectáreas ocupa-das por él, iniciándose de esta forma un importante cambio de co-yuntura tras la crisis, que como es bien sabido también le afectó,aunque con distinta intensidad según de que zonas se trate43. A par-

42. J. C. A. ( 1911), p. 50.43. j. F. Zambrana ( 1987>, pp. 69 y ss

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tir de ese momento se inició una lenta expansión de su superficieque se acentuó de forma importante tras la primera guerra mundialy que se vió también favorecida por la filoxera en algunas comar-

cas44. De esta forma entre 1910 y 1933 el olivar duplicó con creces

su superficie en Teruel.

El olivar se concentraba en la provincia exclusivamente en lazona del Bajo Aragón, correspondiente a los partidos de Alcañiz,Hijar y Valderrobres, sin que en el resto tuviera la mas mínima im-portancia, lo que es lógico habida cuenta de la imposibilidad mate-rial de su cultivo como consecuencia de su clima. En aquellos trespartidos por el contrario, ocupaba un papel muy relevante en la eco-nomía comatcal.

En cuanto a los cambios experimentados en el primer tercio del si-glo en lo relativo a una diversificación de su agricultura y a la intro-ducción de plantas más intensivas, lo único destacable es el cultivo dela remolacha azucarera, aunque en cantidades modestas y muy inferio-res a los volúmenes alcanzados en Zaragoza, una vez que en 1910 y1912 entraron en funcionamiento las azucareras del Bajo Aragón (LaPuebla de Hijar) y del Jiloca (Santa Eulalia), respectivamente. Su ex-pansión a otras zonas no hubiera sido posible por no tenet el territoriolas condiciones agroclimáticas mínimas para su desarrollo.

En Teruel el sistema cereal ocupaba una buena parte de la su-perficie regada, ahora bien, el incremento de ésta que tuvo lugar enel primer tercio del siglo XX se dedicó sobre todo a las plantas in-tensivas y leñosas. Los cereales que se cultivaban en regadío eran losde mejor calidad, sobre todo trigo y también algo de cebada y maíz.

De las plantas leñosas, la superficie dedicada al viñedo fue siem-pre insignificante, mientras el importante espacio ocupado por elolivar tendió a expandirse hasta alcanzar su máximo en la década delos treinta. Por último, dentro de las plantas intensivas, eran dos lasque se cultivaban tradicionalmente en el regadío turolense: las pata-tas y las praderas artificiales. En el primer tercio del siglo XX granparte de la expansión de aquellas plantas en regadío correspondió a

la temolacha azucarera.

44. J. C. A. (19t5), p. 499-500.

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El uso del suelo agrícola en Zaragoza

La provincia de Zaragoza se caracteriza por el hecho de que lamayor parte de sus tierras se encuentran situadas en la Depresióndel Ebro, tratándose en consecuencia de terrenos más favorablespara la agricultuta que los de las montañosas Huesca y Teruel. Suclima permite el crecimiento de casi todos los cultivos propios deestas latitudes, siendo aquí la escasez de agua el principal problemacon que se encuentra el desarrollo de las actividades agrarias.

Zaragoza posee un territorio más uniforme que las otras dosprovincias aragonesas, sin que ello quiera decir que no existan cier-tos contrastes derivados de las características físicas de cada co-marca, lo que ha determinado perfiles agrarios peculiares. Es el casode la especialización cerealista de las Cinco Villas o los Monegros

zaragozanos; las agriculturas más pobres de las zonas de transiciónhacia la montaña como el Prepirineo de Zaragoza, el Somontano delMoncayo o la comarca de Daroca; la temprana especialización vití-cola de Cariñena o la existencia de ricas huertas con una amplísimavariedad de cultivos en las márgenes de los ríos afluentes del Ebro 0en este mismo, como es el caso de las riberas del Jalón, Huecha,Queiles, Huerva o la huerta de Zaragoza.

Zatagoza no ha escapado al perfil cerealista que ha caracterizadotradicionalmente a la agricultura aragonesa, con un porcentaje de susuperficie agrícola siempre superior al 70% dedicada al sistema ce-

real. Ahora bien éste no es tan acusado como en las otras dos provin-cias, y sobre todo, en la década de los treinta el espacio que ocupabaera menor que en los casos de Teruel y Huesca. Ello quiere decir queen esta provincia, como se verá más adelante, hubo un cierto mar-gen para el desarrollo de nuevas plantas y cultivos.

El sistema cereal tuvo su primera expansión para el periodo queestudiamos entre 1850 y la crisis agraria de fin de siglo, con un cre-cimiento importante de su superficie, que aun cuando no es posiblecuantificar por la tosquedad de las cifras disponibles, podría esti-

marse en aproximadamente un 20% de su superficie cultivada. Ya

antes de los cambios jurídicos o de tipo de propiedad derivados delas desamortizaciones sucesivas y las medidas que configuraron la

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reforma agraria liberal, debía de existir una fuerte presión sobre la

tierra, por cuanto hay noticias de que en diversos lugares se produ-cían roturas de tierras o intentos de llevarlas a cabo. Así por ejem-plo, entre 1806 y 1849 aumentó la tierra dedicada al sistema cereal

y árboles frutales en la ciudad de Zaragoza en 1.674 hectáreas, enparte gracias a nuevas roturaciones y también mediante el desplaza-miento del viñedo45. También en las Cinco Villas hubo en la pri-mera mitad del siglo XIX roturaciones de tierras municipales por

particulares, lo que llevó a los Ayuntamientos a amojonar y delimi-tar aquéllas. Su ritmo habría sido en todo caso inferior al del sigloXVIII46.

Con la desamortización, mientras en algunos casos se mantuvie-tonlos antiguos usos, como pudo ser con las corralizas municipalesde Ejea y Tauste compradas por agricultores o ganaderos ricos, peroque siguieron fundamentalmente dedicadas a pastos47, en otros seprodujeron ya roturaciones de antiguos pastizales que en algunoscasos como en el Campo de Zaragoza fueron el germen de los lati-fundios cerealistas, configurando un mapa de tierras cultivadas quemostraba prácticamente en esta comarca un monocultivo de cereales

en secano frente a un cierto policultivo en regadío con presenciatambién de viñedo y olivares4^. EI término municipal de Zaragozaes también ilustrativo de esta tendencia al incremento de la supe^-cie cultivada y a la dedicación de la mayor parte de ésta al sistemacereal, hasta que la buena coyuntura del viñedo en los años setenta yochenta produzca una rapidísima recuperación de éste. De esta

forma entre 1849 y 1881 las 1.482 hectáreas en que creció en estetérmino la superficie cultivada fueron totalmente dedicadas a cerea-les, que además ocuparon una considerable superficie antes dedicadaal viñedo. En la década de los ochenta el cereal retrocedió levementeen beneficio de este último49.

45. A. Peiró ( 1988), pp. 172-190. Daros sobre la evolución de la supe^cie culcivada dela ciudad y su discribución por cultivos en cuadro 36, pp. 178-179.

46. M. Ferrer Regales ( 1958).47. Ibidem, pp. 79-96.48. L. M. Frucos (1976).49. Daros de A. Peiró ( 1988), pp. 178-179.

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La expansión se vió frenada por la llegada de la crisis agraria de finde siglo. La recuperación del cereal fue muy tardía, en parte por lacompetencia que le realizaron en el regadío nuevas plantas como la re-molacha azucarera por lo que ya no recuperaría allí su vieja extensión.

A1 final de la primera década del nuevo siglo comenzaron impor-tantes roturaciones de tierras antes aprovechadas para usos ganaderos,que a panir de 1914 se incremencaron e hicieron que la supe^cie cul-tivada de cereales superase a la existente antes de la crisis. El alto pre-cio de los cereales fue lógicamente el factor desencadenante de las nue-

vas roturacionesso, que aumentaron entre 1910 y 1922aproximadamente en un 40% la superficie del sistema cereal, y quepudieron llevarse a cabo gracias a la conjunción de varios factores comoel conocimiento y uso de los nuevos abonos químicos y la llegada denuevos arados de vertedera y bravants. La introducción previa de la re-molacha azucarera pudo favorecer la transmisión de aperos y abonos enaquellas explotaciones o zonas en que ccexistieran ambos cultivos, pu-diendo también los beneficios obtenidos en la remolacha facilitar enocasiones las inversiones necesarias para las nuevas roturaciones.

Los estudios geográficos realizados para distintos ámbitos co-marcales han puesto de relieve como coincidieron la difusión de ara-dos y abonos químicos con rápidos incrementos de las roturaciones,por cuanto aun en esa coyuntura de ptecios favorables, sin aquelloselementos no hubieran podido llevarse a cabo, por cuanto gracias aaquéllos se rompieron nuevas tierras que por su baja calidad sólocon un abonado químico rindieron lo suficientes^.

Las roturaciones llevadas a cabo en los secanos pueden expli-carse en consecuencia por la inteacción de la oferta y la demanda.Precios altos que reflejaban la demanda solvente de un mercadoprotegido y cambios técnicos que hacían posible el cultivo de tierrasque hasta entonces escapaban a las posibilidades de la agricultura.En todo caso, los datos disponibles indican como el gran impulso

50. J. C. A. (1915).5 L Para el Campo Romanos M. Ferrer Regales (1957 b); Ia Muela, M. C. Gimeno Arcos

(1958); el Somonrano de Borja y Tarazona, E. García Manrique (1960) y laz Cinco Villas, M.Ferrer Regales (1958).

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roturador tuvo lugar a partir de 1914, tal y como confirman ademásalgunos testimonios relevantes de contemporáneossz.

EI hecho de que tras las roturaciones fuera cultivada muchas ve-ces la tierra sin descanso, tuvo como consecuencia el agotamiento dealgunas de las nuevas puestas en cultivo, que años más tarde huboque abandonar de nuevo. EI agotamiento del ácido fosfórico trató deevitarse mediante la adición de superfosfatos53.

Las roturaciones no afectaron sólo a los antiguos bienes desamor-tizados que habían mantenido sus antiguos usos o a tierras de propie-dad particular, sino que en algunas zonas se centraron especialmenteen los bienes de propios y comunales. Fueron así bastante comunesdespués de 19161as roturaciones clandestinas de tierras y los repartosllevados a cabo por los Ayuntamientos. En el primer caso fue comúnque se legalizarán posteriormente por diversos métodos, suponiendoasí un importante trasvase de patrimonio público a manos privadass4.

Es importante señalar el hecho de que los beneficios que en algu-nas zonas se derivaron del cultivo de la remolacha hicieron que no sólolos grandes propietarios o ganaderos pudieran participar en el procesoroturador, sino que también los pequeños agricultores lo hicieranss,

Si nos preguntamos cual fue el tipo de expansión que el cerealzaragozano experimentó en este período, a la vista de los datos delcuadro 1.13, podemos comprobat en primer lugar cómo en Zara-goza tenemos la mejor relación entre superficie cultivada y sem-brada de cereal de todo Aragón. Además hasta 1910 esta relación semantuvo, mientras que en el gran período roturador, el crecimientofue fundamentalmente extensivo con un notable empeoramiento enun corto espacio de tiempo de aquélla. Durante los años de expan-sión de la superficie cultivada no fue extraño que tras romperse unatierra y utilizar los nuevos abonos se intentara el cultivo anual, peroel propio agotamiento de la tierra determinaba muy rapidamentebajos rendimientos que obligaban a volver al sistema de año y vez.

52. J. C. Lapazarán (1923), p• 10.53. J. C. Lapazarán (1918), p. 12.54. Vid. para Ejea M. Ferrer Regales (1958); Encinacorba, M. Ferrer Regales (1954);

campo de Zaragoza, L. M. Frutos (1976); Tatazona, E. García Manrique (1960) y Campo Ro-

manos, M. Ferrer Regales (1957 6).

55. Ibidem, pp. 81-82. E. García Manrique (1958)

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Cuadro 1.12. Evolución del uso del suelo agrícola en Zaragoza (en hectáreas)

1860 1886t890 I90o 1910 1917-192t 1930-1935

AGRICULTURA 370.412 480.955 450.550 374.753 552.419 554.641

Sistema Cereal (*) 309.469 359.336 330.217 308.490 438.980 420.631Total cereales (*) 222.120 201.987 185.183 229.822 258.790

Trigo 125.635 105.883 95.124 164.062 175.218Cebada 67.944 64.982 52.984 44.339 53.650

Centeno 12.770 12.655 13.207 1.873 7.751Avena 9.375 12.793 13.941 11.291 17.658Maíz 6.396 5.674 9.926 7.326 4.514

Totalleguminosas (*) 1.379 2.063 4.720 14.150 7.033

Habas 382 195 549 643 661Guisantes 1.738 8.723 642

Judíaz 997 1.868 1.945 2.008 2.123Lenrejaz 338 1.480 670

Barbechos (3) (*) 135.837 126.167 118.588 195.008 154.808Viñedo 45.180 88.544 91.128 19.562 43.299 65.725Olivar 14.445 14.957 5.247 15.073 16.089 19.100Frutales 561 - - 223 448 1.952Raíces,tubérc. y bulbos (*) - 5.196 6.566 5.439 6.405

Patata 4.130 5.500 4.997 5.248Remolacha forrajera - 400 53 438

Plantas industriales (*) - 9.222 15.522 28.884 24.441

Remolacha azucarera 5.840 11.905 26.500 23.372Cañamo 147 412 871 55

A7afrán 590 359 385Regaliz 2.500 1.100 508

Plantaz hottícolaz (*) - - 1.617 1.411 2.340Praderas attificiales 757 - - 7.700 17.777 15.999

Alfalfa 5.000 15.575 9.478

(*) Las 309.469 hectáreas que figuran en el total de cereales incluyen pmbablemce [ambién las demás

pattidas en las que figura un azterisco.

Faentr. elaboración propia con base en Fuentes, sec.l.l.

61

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Por último hay que señalar cómo durante el último periodo, en-tre 1922 y 1933, creció la superficie sembrada, mientras descendíatambién en términos absolutos el barbecho, lo que produjo una im-portante mejora de la relación, y prueba la existencia de un períodointensificador y modernizador de clato signo positivo.

Cuadro 1.13. Relación supetificie cultivada/sembrada en el sistema cereal

1888 1900 1910 1922 1933SC/SS 1,61 1,62 1,62 1,80 1,58

Fuente: cuadro 1.12

Dentro del conjunto de los cereales han sido dos los que han te-nido siempre un mayor peso específico: el trigo, sin duda el pri-mero, y la cebada. El trigo, excepto en la coyuntura depresiva de fi-nales del siglo XIX, tendió a ver aumentada su participación dentrodel conjunto del sistema cereal, representando finalmente en tornoal 65% de su superficie sembrada. La cebada tuvo también una im-portancia considerable, oscilando en torno a la mitad de la del trigoy reduciéndose al final a algo menos de un tercio. EI resto de cerea-les y leguminosas ocupaban un espacio muy pequeño.

EI viñedo ha tenido normalmente una notable relevancia en laagricultura zaragozana, destacándose aquélla en algunos momentos ycoyunturas especiales. Su importancia en cuanto al suelo ocupado havaríado de forma considerable alcanzando un máximo de120% del to-tal agrícola y un mínimo sólo diez años despues del 5%. EI viñedo hatendido sin embargo a concentrarse en alguna de las comarcas con ca-racterísticas más favorables para su desarrollo, aun cuando en las épo-cas de expansión su generalización ha sido rápida en otras también re-lativamente bien dotadas para su cultivo. Singularmente ha sido lacomarca de Cariñena la más importante productora, siguiéndole tam-bién por su significación Borja, La Almunia, Ateca y Calatayud.

A1 analizar las favorables condiciones que el territorio aragonés, omejor muchas comarcas de él, ha presentado para el cultivo de la vid,se ha insistido en que los factores fundamentales que explicaban la ac-tividad vitícola eran el suelo y el clima. La zona de Cariñena presenta

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una serie de ventajas compartidas en mayor o menor medida por otrascomarcas, como el hecho de que las enfermedades criptogámicas noson crónicas ni es necesario acacarlas preventivamente, siendo raroslos años en que aparecen el oidium y el mildew. Ello es debido alclima seco de primaveras poco Iluviosas y veranos casi desérticos, asícomo a la presencia de viento fuerte. Además tampoco las heladas soncrónicas ni tienen normalmente un caracter desascroso. Más peligrosoes el granizo por el daño que puede causar al viñedo. En consecuenciala insuficiencia de precipitaciones es en este caso un factor favorablepara el viñedo, de la misma forma que el carácter guijarroso de lossuelos de Cariñena, poco exigentes por lo tanto en humedad han favo-recido su desarrollo. Ello lleva a Ferrer Regales a concluir que «preci-samente es la sequedad lo que explica la poca imponancia de las ne-gaciones vitícolas relacionadas directamente con el clima»S^. Estemismo clima, y concretamente sus fuertes calores veraniegos explicanlas altas graduaciones de los vinos aragoneses, situadas entre losquince y diecisiete grados, lo que los hacía ideales para los coupager conotros vinos más suaves producidos en otras zonas.

La favorable coyuntura vinícola iniciada en la década de los se-tenta del siglo XIX incidió con importancia en Aragón que, junto aCataluña y la Rioja, era una zona ptoductora excepcionalmente si-tuada para proveer de mostos al país vecino. El viñedo tenía ya en laprovincia de Zaragoza una importancia notable en 1860, ocupandoun 12% de su supe^cie cultivada. Hasta la década de los novenca laprovincia vivió con intensidad la expansión de la superficie de vi-ñedo que Ilegó a duplicarse en este período. No disponemos de da-tos para averiguar si el cultivo del viñedo ocupó terrenos anterior-mente sembrados con otras plantass^, tierras de pastos o yermos,aunque la mayoría de los escasos testimonios apuntan en esta últimadirecciónSB. De esta forma en 1900 el viñedo llegó a ocupar el 20%

56. M. Ferrer Regales (1957 a), p. 35.57. En opinión de la Sociedad Fomento de la Producción Nacional de 7aragoia, el vi-

ñedo había ocupada exrensiones antes dedicadaz a cereales. Cfc Comisión creada por R. D. de7-VII-iS87 para el estudio de... (1887-1889), vol. II, p. 256.

58. Ibidem, Respuestaz del Sindicato de Riegos de Miraflores (Zarago7a) (vol. II, p.278), Ayuntamiento de Ateca (vol. II, p. 287) y Ayuntamiento de Calatayud (vol. II, p. 294),Cámara Agraria de Zarago^a (vol. fII, p. 290).

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de la superficie agrícola provincial, un crecimiento verdaderamenteimpresionante.

El final de la favorable coyuntura vinícola y sobre todo la llegadade la filoxera a la provincia determinaron un cambio sustancial en latendencia a la expansión de la supe^cie hasta entonces vigente. Lafiloxera llegó a Zaragoza en 1900, y al año siguiente comenzaron arecoger ya las estadísticas oficiales el descenso en la superficie del vi-ñedo. En 1909 habían quedado destruidas 75. 823 hectáreas y había4. 548 más invadidas59. A pesar de las quejas de los informes oficialessobre la lentitud de la reconstitución del viñedo, aquélla contrastapor su relativa celeridad con la de las otras dos provincias aragonesas.Así, en 1909 se habían reconstituido ya 7. 043 hectáreas concentra-das en Cariñena (3.700), donde el proceso adoptó un ritmo especial-mente rápido^, y en las riberas del Jalón y Jiloca ( 1.450). Precisa-mente ese año se alcanzó un mínimo en la supe^cie cutivada quehabía quedado limitada a 12.275 hectáreas. A partir de ese momentola reconstitución mantuvo un ritmo constante hasta la década de lostreinta en la que se llegaron a alcanzar las 66.000 hectáreas de vi-ñedo, cifra importante y que supuso un volumen de reconstituciónde vides muy superior al del resto de Aragón.

De esta forma en 1933 se volvía al punto de partida de 1860 encuanto al porcentaje de superficie ocupada, es decir un 12% de la

superficie agrícola provincial. La progresiva especialización de lazona del Campo de Cariñena parece clara. Allí fue ocupando las zo-nas de las llanuras antes en muchos casos dedicadas al cultivo cereal,excepto las zonas poco aptas para ello, a la vez que se producía uncambio en la localización en las zonas de sierra, dándose un descensogeneral de la altura a la que se encontraban las vides. Como conse-cuencia de ello en el pie de la sierra y en el término de Cariñenaexistía hacia 1940 prácticamente un monocultivo vinícola, mientrasque en la llanura se daba un cierto equilibrio entre viticultura, sis-tema cereal y ganaderíab^.

59• J• C. A. (1911), pp. 39-43.60. M. Ferrer Regales (1957 a).61. Ibidem.

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La rápida reconstitución del viñedo en Cariñena contrasta conlo ocurrido en otras zonas como en el valle del Queiles, donde losfracasos iniciales con los portainjertos, la llegada de la remolacha yla expansión triguera determinaron que aquella prácticamente no serealizarab2.

Cuadro 1.14. Distribución de las superficie de viñedo de Zaragozapor partidos judiciales en 1889 y 1992

1857 1882 1885 1889 1922

Ia Almunia 5.193 9.308 10.099 10.786 8.155Ateca 9.118 12.817 19.979 20.569 4.735Belchite 1.463 2.473 2.783 2.885 1.876Borja 5.014 8.834 10.551 12.242 3.835Calatayud 9.173 9.685 9.757 11.035 3.871Cariñena (*) (*) (*) (*) 11.509

Caspe 151 1.023 1.061 1.273 1.658

Daroca 7.630 12.025 12.118 12.469 3.045Ejea de los C. 1.155 1.757 3.524 3.587 949

Pina 745 823 1.093 829 444Sos 529 1.136 1.001 1.111 397

Tarazona 1.738 3.739 3.465 3.962 1.408Zaragoza 4.929 4.090 3.738 7.796 2.565

Total ZARAGOZA 46.838 67.890 79.169 88.544 44.447

Fuente: 1857: A.D.Z., leg. E.1465 ; 1882 y 1885: Comisión creada por R.D. de 7-VII-1887 para el estudio de .....(1887-1889) , vol. V, p. 434; 1889: J.C.A.(1891) ;1922:J.C.A.(1923 6).

(*) La división de partidos judiciales de 1922 no corresponde a la de 1889 y añosanteriores.

La superf cie del olivar zaragozano permaneció estancada entte1860 y 1888. Algunos datos existentes como los del término mu-nicipal de Zaragoza confirman este estancamiento que había ve-nido precedido en la primera mitad del siglo de una cierta expan-

62. E. García Manrique (1960).

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sión que se vió detenida en la década de los cincuenta^j. En algu-nos casos parece posible que algunos olivares fueran arrancados en

la década de los ochenta para ser sustituidos por viñedos. Eso pa-recen indicat las cifras del término de Zaragoza y lo mismo ocu-rrió en Aguatón, aunque las propias cifras totales no reflejan unproceso generalizado de este tipo de sustitución que debió carecetpor lo tanto de importancia64.

En 1888 las heladas destruyeron buena parte del olivar en laprovincia que posteriormente tendió a replantarse, quizás favore-cido por las malas expectativas que se abrían para el viñedo como

consecuencia de la caída de sus precios tras el fin de las grandes ex-portaciones a Francia. Hacia 1910 el olivar había recuperado la su-perficie anterior a aquellas heladas.

Cuadro 1.15. Distribución por partidos judiciales del olivar de Zaragoza

1888 1922

Haz. % Haz. %

La Almunia 2.245 15,0 1.287 7,74Ateca 0 0,0 94 0,57Belchite 343 2,3 1.526 9,18Borja 1.872 12,5 1.904 11,46Calatayud 1.731 11,6 2.355 14,17Cariñena (*) 335 2,02

Caspe 4.635 31,0 6.432 38,70Daroca 206 1,4 67 0,40Ejea de los C. 382 2,6 514 3>09Pina 402 2,7 297 1,79Sos 78 0,5 122 0,73Tarazona 796 5,3 1.290 7,76Zaragoza 2.267 15,2 398 2,39

Total ZARAG. 14.957 100 16.621 100

(*) La dívisión de partidos judiciales de 1922 no corresponde a la de 1889.

Fuente: J.C.A. ( 1891 c) y(1923 a).

63. A. Peiró (1988).64. M. Fetrer Regales (1957 a), pp. 178-179.

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En la replantación hubo algunos cambios geográficos de interés,centrados especialmente en el hecho de que ésta reforzó la prepon-derancia de la principal comarca productora que era el Bajo Aragón

zaragozano. De esta forma si ya en 1888 el partido de Caspe osten-taba el liderazgo provincial, este todavía se acusaba más posterior-

mente, llegando a reunir casi el 40% del olivar de Zaragoza. En de-finitiva se tendió a prolongar geográficamente la zona especializadaen este árbol, con su centro más importante en el Bajo Aragón turo-

lense seguido al norte por el Bajo Aragón zaragozano y las comarcasdel Bajo Cinca y Somontano de Barbastro en Huesca. Hasta la dé-cada de los treinta el olivar zaragozano continuó manteniendo uncierto perfil expansivo.

Algunos cultivos más intensivos de regadío como la remolachaazucarera y las plantas forrajeras, especialmente la primera, fueronlos grandes protagonistas de la modernización de la agricultura za-ragozana en el primer tercio del siglo XX.

En la introducción de la remolacha azucarera jugó un papel de-terminante la Granja Escuela Experimental de Zaragoza expetimen-

tando con variedades hasta conseguir su adaptación a las condicio-nes peculiares del Valle del Ebro. Su difusión se produjo con rapidez

muy ligada geográficamente a la creación de fábricas azucareras.Hacia 1910 había llegado a ocupar ya el 4% de la superficie agrí-

cola, la práctica totalidad en regadío, suponiendo su cultivo impor-tantes cambios en cuanto a las técnicas de trabajo de la tierra, la me-jora de las labores dadas, la intensificación del riego y el uso deabonos y de nuevos arados. El posterior crecimiento de la superficieremolachera vino ligado a un desplazamiento de la producción de laVega de Granada al Valle del Ebro. La coyuntura de la primera gue-rra mundial, favorable por los altos precios que alcanzó la remola-cha, ayudó a su mayor expansiónó5. En la década de los treinta la su-perficie de remolacha decreció algo como consecuencia de lacompetencia de otras zonas y de la situación de sobreproducción a laque se estaba llegando^.

65. J. C. Iapazarán (1929 6).66. J. C. Lapazarán (1933 6).

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La fiebre remolachera hizo que en muchas ocasiones no se respe-taran las rotaciones necesarias en su cultivo con el consecuente ago-tamiento de la tierra y caída de los rendimientos. En definitiva se

aprecia un comportamiento por parte de algunos agricultores ten-dente a maximizar los beneficios a corto plazo sin considerar losproblemas que ello podía ocasionar a medio plazo.

La introducción de la remolacha supuso sobre todo importantescambios en el uso del suelo en regadío. La superficie total de éstepermaneció prácticamente estabilizada en todo el primer tercio delsiglo, aun cuando hubo importantísimos cambios en su utilización

y la transformación de buena parte del regadío eventual en perma-nente. Lo más notable es la ptogresiva importancia que va adqui-riendo la remolacha que llegá a suponer un 20% del regadío, lo quesi tenemos en cuenta que ésta debía rotar con cereales implica laorientación de gran parte del regadío zaragozano hacia ella.

La difusión de la remolacha tuvo como consecuencia lógica elque ésta desplazara a otros cúltivos del regadío. El caso más impor-tante es el de los cereales, cuya superficie en regadío no hizo sinodescender a lo largo de todo el primer tercio del siglo XX, siendomuy inferior en la mitad de la década de los treinta de la que había

llegado a ocupar antes de la crisis. Viñedos y olivares mantuvieronsu superficie en regadío, respecto al inicio del siglo, pero retrocedie-ron con respecto a su superfice en la década de los ochenta del XIX.

Fueron en consecuencia las plantas intensivas las que ocuparon

un papel preponderante en el regadío zaragozano, destacando ade-más de la remolacha azucarera las praderas artificiales y muy signifi-cativamente dentro de éstas la alfalfa. La difusión de ésta se debiótambién a la influencia de la Granja Escuela Experimental de Zara-

goza^^. Ya a comienzos de siglo la introducción de la remolacha azu-carera y de las nuevas forrajeras eran a juicio de la Junta ConsultivaAgronómica, «los dos hechos más notables de la tan justamente ce-lebrada transformación que en estos últimos años ha experimentado

la agricultura aragonesa»^. La alfalfa aunque conocida ya en el siglo

G7. J. C. A. (1905) y J. Jordana (1950), vol. III., p. 26.68. J. C. A. (1904), p. 56.

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XVIII, era sólo utilizada para el autoconsumo, siendo desde finalesdel siglo XIX cuando algunos agricultores comenzaron su culcivopara luego expottatla a Barcelona y Madtid69. En resumen remola-cha azucarera y plantas forrajeras, cultivos más intensivos y de más

altos rendimientos, tendieron a desplazar ya desde comienzos de si-glo al cereal del regadío^^.

Ocros cultivos intensivos culminaron en la década de los treintauna decadencia iniciada muchos años antes. Este es el caso del cá-ñamo, cultivo en franco recroceso que en 1857 aun ocupaba 2. 370hectáreas en la provincia y que al final del período no llegaba al cen-tenar. En su decadencia influyeron una suma de factores que se pue-den concrecar en la competencia con el procedente de otros lugarescomo Italia o Valencia, la escasa rentabilidad del cultivo, la compe-tencia con los tejidos cacalanes y la introducción de la remolacha enla huerta^^. Algo similar ocuttió con el lino al que la competenciacon otros tejidos, la remolacha, las dificultades de la operación deenríado y el régimen arancelario hicieron prácticamente desapare-cer72.

Las zonas fruteras de la provincia se localizaban en las vegas delos ríos, especialmente del Jalón, Jiloca y Ebro. Sin embargo es difí-

cil saber lo ocurrido realmente con los frutales en este período detiempo. Las cifras disponibles muestran un crecimienco importantede las plantaciones regulares. Sin embargo los árboles dispersos ten-dieron a disminuir, compensando el crecimiento de aquéllas. De serciercos dichos datos, serían el reflejo de un cambio desde el culcivode frutales en las márgenes y linderos de los huertos, hacia un cul-

tivo más sistemático y moderno en plantaciones específicas. Las in-Formaciones complemencarias de que disponemos permiten afirmarque los dacos oficiales infravaloraron el crecimiento de dichos árbo-les en el primer tercio del siglo XX. En 1915 Pascual de Quinto es-timaba que estos eran inferiores a la realidad, afirmando que se ha-

69. J.Jordana(1950).70. J. C. A. (1915).71. J. C. A. (1914 6)J. C. A. (1891 a), E. Crucía Manrique (1960),p. 77 y J. C. Iapa7a-

rán (1918) para la Ribera del Jiloca.72. .Un culcivo de gran incerés para Aragón».

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bían llevado a cabo grandes plantaciones regulares de perales, cirue-

los y melocotoneros73. Lapazarán confirmaba para fechas similares laexcepcional importancia de los frutales en Zaragoza74. Veinte años

más tarde reiteraba Pascual de Quinto su opinión y al realizar unaestadística de árboles frutales en cuarenta y cuatro pueblos de laprovincia, la superficie de estos triplicaba los datos oficiales para el

conjunto de ella^s.

En lo relativo a la disminución de los árboles dispersos y para-lelo aumento de las plantaciones regulares, hay algunas pistas queconfirman esta tendencia como son el que varios autores se refirie-

ran a los problemas que para los frutales supuso la introducción dela remolacha en un doble sentido: por un lado fue una fuerte com-petencia y por otro los procedimientos de cultivo de la remolacha y

su riego habían perjudicado a los frutales^^.

La evolución del uso del suelo agrícola en Aragón

y su comparación con el caso español

Una vez examinados los distintos comportamientos provincia-les podemos intentar su contraste y síntesis para posteriormente pa-sar a analizar el comportamiento global aragonés en comparación

con el español.

Entre 1860 y 1888 las agriculturas de las tres provincias arago-nésas experimentaron crecimientos importantes de su superficie

cultivada que se plasmaron especialmente en una expansión de ladedicada a cerales y viñedo. El impulso a aquella expansión residió

en el primer caso en la formación de un mercado interior protegidofrente a la competencia exterior, mientras que en el segundo fue lademanda exterior la que favoreció el incremento de la superficie del

viñedo. Puede decirse que la expansión de la agricultura aragonesaen aquel período respondió a causas similares que la del conjunto de

73• E Pascual de Quinto (1915).74. J. C. Lapazarán (1918), p. 180.75. F. Pascual de Quinco (1933 a).76. J. C. Lapazarán (1922), E Pascual de Quinco (1933 a), J. Nocito (1936), J. C. Lapa-

zarán (1929 6) y J. C. Iapazarán (1918).

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España^^. Los crecimientos relativos en las tres provincias fueron di-ferentes: los del cereal oscilan entre el menor de Teruel en torno al7% y los muy similares de Huesca y Zaragoza con el 14% y 16%respectivamente; en el viñedo, considerando su máxima expansiónhacia finales de siglo, todos tuvieron gran importancia : Teruel conel 80%, Huesca con el 86% y Zaragoza con un 102%. Puede afir-marse en consecuencia que en cuanto al tipo de expansión que tuvolugar en aquel período los comportamientos de las tres provinciasrespondieron a pautas similares, y fueron también los mismos culti-vos en los que se apoyó aquélla, si bien cuantitativamente el dina-mismo zaragozano fue superior al oscense, y ambos al de Teruel.

Gráfico 1.1. Evolución de la serie anual del uso del suelo agrícola en Aragón,

1890-1935 (en hectáreas)

1.600.000

1.500.000

1.400.000

1.300.000 / \ _ ^

1.200.000

1.100.000 ^

t .000.0001891 1896 1901 1906 1911 1916 1921 1926 1931

Fuente: Elabordción propiá Ĝoci base én las fuentés^señaladas en Fuentes, sec. 1.1.

La crisis finisecular, que el conjunto aragonés refleja con una ca-

ída de la superficie del sistema cereal, afectó de forma diversa a lastres provincias, con un frenazo momentáneo en Teruel, que pronto

reinició un proceso de expansión de su superficie, recordemos quehabía tenido un crecimiento muy inferior en el período anterior, ycaídas en Huesca y Zaragoza cuya recuperación será más tardía.

77. R. Garrabou y J. Sanz (1985).

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En el primer tercio del siglo XX los comportamientos tendie-ron a diversificarse pues las respuestas y la adaptación de las cresagriculturas fueron distintas. Contrasta especialmente la evoluciónde Zaragoza con la de Huesca y Teruel.

La agricultura zaragozana, que vió desmantelado su potente vi-ñedo en un corto período de tiempo, fue capaz de actuar en variasdirecciones de forma simultánea: por un lado la superficie de su sis-tema cereal creció en una cuantía importante, de forma extensivaprimero y fuertemente intensiva más adelante; reconstituyó tam-bién importantes superficies de viñedo con los nuevos pies america-nos y tendió a concentrar éstas en las zonas más aptas para ello; sedesarrollaron con rápidez nuevas plantas intensivas ocupando unpapel muy relevante en la agricultura provincial, cómo sobre todo laremolacha azucarera y también las praderas artificiales; además, de-bido a las heladas sufridas en 1888, replantó casi un 75% de sus oli-vos•destruidos. Al final, su evolución condujo al más fuerte creci-miento en Aragón de la superficie agrícola y a una especializaciónprogresiva de sus distintas comarcas y zonas según las aptitudes quepara el desarrollo de los respectivos cultivos tenían. Como conse-cuencia, aun cuando la provincia tenía un acusado carácter cerea-lista, otros cultivos tenían un peso importante en su agricultura. Endefinitiva coincidió una diversificación agraria con una paralela es-pecialización comarcal.

La evolución en la utilización del suelo agrícola en Huesca y Te-ruel no siguió esta misma vía. En efecto Huesca y Teruel tendierona acentuar la importancia del sistema cereal, que en los años treintaocupaba en ambas provincias un 82% y 85% respectivamente delsuelo agrícola, teniendo en el caso de Teruel la expansión un acu-sado carácter extensivo, mientras en Huesca la mejora de la relaciónentre superficie cultivada y sembrada fue pequeñísima. Los desarro-Ilos de otros cultivos no fueron importantes con algunas excepcio-nes comarcales como el importante auge del olivo en el Bajo Aragóncurolense. Los nuevos cultivos como la remolacha azucarera llegaronmuy tarde, careciendo de la importancia de la provincia zaragozana,aunque en algunas comarcas si fueron relevantes al final del periodoestudiado.

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Teniendo en cuenta estas diferencias entre las tres provinciaspodemos intentar la comparación del conjunto aragonés con el espa-

ñol, aun cuando debemos ser conscientes de los comportamientos

plurales de ambos casos.

Al compatar para los años 1850-1935 la utilización del sueloagrícola en España y Aragón destaca en primer lugar la evolucióndivergente en el grupo de cultivos más importantes. Así el sistemacereal, que en 1888 ocupaba en Aragón y España un porcentajeidéntico de superficie culcivada, tendió en el caso español a una dis-minución progresiva; por el contario en Aragón este porcentaje, consucesivas alternativas, se mantuvo al final constante, reflejando laclara opción cerealista de buena patte de la agricultura aragonesa.Pero además, la evolución fue cualitativamente distinta. Mientras elcrecimiento de la superficie del sistema cereal fue mayor en Aragónque en España, la superficie sembrada creció porcentualmence másen España que en Aragón, ocurriendo con los barbechos exacta-mente lo contrario. Como consecuencia, mientras en España no cesó

de mejorar la relación entre superficie cultivada y sembrada, espe-cialmente en el primer tercio del presente siglo, en Aragón tendió amantenerse constante. EI sistema cereal aragonés se caracterizó ade-más frente al español, por la acusada importancia del trigo, la insig-nificancia de las leguminosas, la menor superficie dedicada a los ce-

reales-pienso y el menor crecimiento de esta última.

Cuadro 1.16. Relación superficie cultivada/sembrada en el sistema cereal

de Aragón y España

1888 1900 1910 1922 1933

Aragón SC/SS 1,79 1,79 1,79 1,86 1,78España SC/SS 1,82 1,80 1,79 1,72 1,66

Fuente: Aragón, a partir cuadro 1.3; España, cuadro 1.4.

Viñedos y olivares siguieron tendencias muy similares en Ara-gón y España a lo largo de todo el período estudiado, aunque pue-den señalarse algunas diferencias. En lo relativo al viñedo fue mu-cho más intenso el crecimiento de ésce en el siglo XIX en Aragónque en el total de España, y posteriormente su caída como conse-

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cuencia de la filoxera fue también mayor, reconstituyéndose una su-perficie menor. En definitiva, este comportamiento refleja la situa-ción de un territorio fuertemente vinculado a una coyuntura exte-rior favorable que se expande mientras ésta mantiene ese signo, peroque una vez cambie, tenderá a reorientar parte de su suelo en otrasdirecciones, como consecuencia también de la competencia de nue-vas zonas productoras y de la incapacidad para desarrollar una vini-cultura industrial que elaborase caldos de buena calidad.

EI olivar creció tanto en España como en Aragón de forma inin-terrumpida desde 1860, siendo más fuerte el crecimiento aragonés,aun cuando aquel cultivo tenía aquí una menor importancia en elconjunto de la superficie agrícola.

Los frutales, a pesar de su fuerte crecimiento en Aragón, teníanen comparación con España una importancia muy reducida. Con laspraderas artificiales ocurrió justamente lo contrario, a pesar de sumayor importancia en Aragón, su práctico estancamiento contrastacon el fuerte crecimiento español. En plantas industriales y concre-tamente en la remolacha azucarera el crecimiento aragonés superó alglobal español, siendo la provicia de Zaragoza junto con Granadalas dos grandes zonas productoras.

Los sistemas de cultivo en Atagón

A1 final del siglo XIX el sistema de año y vez o bienal era elmás comunmente usado en las rotaciones de cultivos en Aragón. Losdatos ofrecidos por la Junta Consultiva Agrónomica en 1891 nosmuestran cómo era éste prácticamente el único existente en los seca-nos aragoneses y también en una parte de sus regadíos. En el restode estos últimos había sistemas anuales. Los sistemas de cultivo altercio o todavía más extensivos eran poco frecuentes.

En la provincia de Huesca el sistema de año y vez predominabaampliamente tanto en el secano como en el regadío, por ser éste enmuchos casos de carácter eventual. La tierra se dividía en dos partesdenominadas «añadas» y aproximadamente iguales, siendo una cul-tivada y la otra dejada en barbecho. Estos barbechos estaban nor-malmente mancomunados entre todos los vecinos de los pueblospara su aprovechamiento como pastos.

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Cuadro 1.17. Supe^cie del sistema cereal clasificada segun los sistemas de cultivo

AÑO Y VEZ ANUAL

Huesca 299.616 5.317Teruel 344.844 22.201Zaragoza 272.438 72.950

Fuente: J.C.A. (1891 a).

Los datos de comienzos del nuevo siglo (ver cuadro 1.18) confir-man la preponderancia en Huesca del sistema de año y vez. Las super-ficies de cereales sembrados y de barbechos estaban prácticamente

igualadas. Quedaba sin embargo un pequeño margen para las plantasintensivas siendo las leguminosas practicamente insignificantes.

Cuadro 1.18. Uso del suelo agrícola en Hu^sca (en %)

1900 1934

Secano Regadío Secano _ Regadío

Barbecho 46,20 16,51 46,43 21,27Cereales 47,11 33,68 52,53 50,23Leguminosas 0,41 4,03 0,12 3,44

Plantas Incensivas 6,28 45,78 0,92 25,06

Plant. herbáceas 80,10 90,97 88,32 93,13Viñedo 79,79 35,79 49,30 9,76Olivar 20,21 64,21 50,70 90,24Plant.leñosas 19,90 9,03 11,68 6,87.

Tot. Agriculcura 100 100 100 100

(*) Aunque fechados los dacos en 1900 y 1934, en realidad se trata de promedios

de 1899-1901 y 1933-1935, respectivamente.

(**) Los porcentajes del barbecho, cereal, leguminosas e intensivas son sobre el to-

tal de plantas herbáceas (incluyendo en ésce la superficie de barbecho).Los porcen-

tajes de viñedo y olivar son sobre el total de plancas leñosas.

Fuente: Elaboración propia con base en los datos de Fuentes, sec. 1.1.

Los infotmes de los ingenieros agrónomos provinciales a la J. C.

A. en 1915, relativos al decenio 1903-1912 avalan la preponderan-cia del sistema de año y vez al recalcar su predominio absoluto tanto

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en secano como en regadío^g. Esta situación tenía variantes comarca-

les según las condiciones climáticas y la fertilidad de la tierra, tanto

en sentido más extensivo como lo contrario. El sistema bienal estaba

especialmente generalizado en la zona meridional de la provincia,

que era la más específicamente cerealista. Allí se daba la presencia

de sistemas más extensivos en Monegros, donde en ocasiones se de-

jaba la tierra en barbecho más de un año, y lo mismo ocurría enFraga con las tiertas menos fértiles.

Hacia el norte, donde el clima era progresivamente más hú-

medo, tenían lugar algunas modificaciones. En la zona central era

muy común el que se cultivasen cereales asociados a viñedos y oliva-

res, plantándose éstos en las interlineas, siguiéndose el mismo sis-

tema bienal. En ocasiones el sistema se intensificaba con la intro-ducción de leguminosas en la rotación, aunque su importancia en

términos absolutos era pequeña. A1 aproximarse las tierras al norte,

el sistema bienal tendía a relajarse sustituyéndose en muchos casos

el barbecho por leguminosas forrajeras utilizadas en la alimentaciónde los ganados.

En la zona pirenaica la principal modificación provenía del he-

cho de que en los terrenos próximos a los pueblos se alternaban ce-

reales con leguminosas, tubérculos, raíces y praderas artificiales.

Eran comunes allí, rotaciones o sistemas que permitían recoger tres

cosechas en dos años79. EI ingeniero León Laguna explicaba estos sis-

temas más intensivos en terrenos próximos a núcleos habitados de

los Pirineos por la disposición abundante de abonos naturales proce-

dentes del ganado de la zona y por la humedad del clima, lo que

permitía incluso obtener dos cosechas al año combinando cereales yforrajes, leguminosas, raíces o tubérculos80.

En cuanto a los cereales que entraban en el sistema bienal, losdatos del cuadro 1.19, muestran un claro predominio del trigo /

barbecho / trigo, seguido a bastante distancia del trigo / barbecho /

cebada. El resto de los cereales tenían una escasísima importancia.

7s. J. c. A. (1915).79. Ibidem.80. L. Laguna (1903 a), p. 102.

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En el regadío la situación era bien distinta. El cultivo era mu-cho más intensivo, disminuyendo la importancia del sistema de añoy vez. A pesar de esta disminución, la Junta Consultiva Agronómicaafirmaba el predominio de aquel sistema, aunque combinado conotras alternativass^. La importancia del sistema de año y vez eraachacada por la J. C. A. a la falta de abonos8z, aun cuando creo queel carácter de eventual de gran parte del regadío lo explica mejor.

Cuadro 1.19. Huesca. Distribución en porcentaje de la superficie sembrada de cereales

Huesca Regadio

Trigo Cebada Avena Maíz

1888 61,12 30,93 0,00 7,951900 66,53 18,75 0,00 14,731910 71,15 16,72 0,76 11,371920 75,08 15,92 3,39 5,55

1933 73,22 16,03 4,47 5,95

Huesca Secano

Trigo Cebada Avena Maíz

1888 68,35 24,00 3,38 4,181900 75,32 17,83 3,55 2,591910 74,27 17,91 3,86 3,661920 72,74 17,28 2,29 6,81

1933 75,80 16,07 1,51 6,11

(*) Todos los datos fechados en 1900, 1910, 1920 y 1933 son en realidad un pro-

medio de los de aquel año y los dos posteriores y anteriores.Aquellos cereales que

representaran menos de un 1% en algún apartado, no aparecen en el cuadro, aun-

que evidentemente si han sido tomados en cuenta en el momento de calcularse los

porcentajes de los demás cereales, por lo que en ocasiones algunas filas de estos

pueden no sumar cien.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.1.

Según los datos de C. Benaiges referidos a mediados de la se-gunda década del siglo XX, 31.402 hectáreas del sistema cereal enregadío eran cultivadas por el sistema de año y vez, y 11.365 por

81. J. C. A. (1915).82. J. C. A. ( 1891 a), vol. II, p. 137.

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otras alternativas más intensivasS3. Las cifras de que disponemos (vercuadro 1.18) nos permiten ver el panorama completo del regadíooscense:pese a la relevancia del barbecho que ocupaba un 17% de lasuperficie cultivada de plantas herbáceas, ésta era doblada por lasembrada de cereales y quedaba casi la mitad de ella para las plantasintensivas que eran básicamente praderas artificiales (el 50%) y elresto patatas y plantas hortícolas.

En 1934 la situación del secano oscense no había mejorado encuanto a una intensificación del cultivo. De hecho la única variaciónsignificativa fue la extraordinaria reducción de la superficie de plan-tas intensivas en secano como consecuencia de la reducción en tér-minos absolutos de la superficie de praderas artificiales en este régi-men. Por lo tanto en aquellos treinta y cinco años no se había dadoen los secanos oscenses una intensificación en su cultivo.

Tampoco en el regadío había tenido lugar un proceso intensifi-cador, por el contrario, porcentualmente la superficie de barbechoshabía aumentado, aunque hay que tener en cuenta que la amplia-ción de la superficie regada fue en gran parte de carácter eventual.De nuevo las plantas intensivas habían visto reducida su importan-cia porcentual de forma importante.

En ambos casos, tanto en el secano como en el regadío, se habíaacentuado el pefil triguero de la agricultura oscense, en detrimentode otros cereales.

En Teruel el sistema usual en secano también era el de año yvez, aunque también existían además otros algo más intensivos,pero de una menor importancia en el conjunto ptovincial.

El tipo de cereal que rotaba con el barbecho en los sistemas bie-nales variaba según las zonas. En la Sierra predominaban el centenoy tranquillón, reservándose el trigo para los mejores terrenos y másresguardados. En la Tierta Baja, el tranquillón prácticamente desa-patecía, predominando en este caso el trigo y despues la cebada.

83. C. Benaiges(1916).

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Cuadro 1.20. Uso del suelo agrícola en Teruel (en %)

1900 1934Sec.+Reg. Sec.+Reg.

Barbecho 44,08 45,51Cereales 49,32 47,98Leguminosas 2,13 1,81

Plantas Intensivas 4,47 4,71

Plant. herbáceas 90,49 87,51Viñedo 61,31 26,19Olivar 38,69 73,81Plant. leñosas 9,51 12,49

Tot. Agricultura 100 100

(*) Aunque fechados los datos en 1900 y 1934, en realidad se trata de promedios

de 1899-1901 y 1933-1935, respectivamence.

(**) Los porcentajes del barbecho, cereal, leguminosas e intensivas son sobre el to-

tal de plantas herbáceas (incluyendo en éste la superficie de barbecho).Los porcen-

tajes de viñedo y olivar son sobre el total de plantas leñosas.

(***) Para Teruel no se dispone de ningún dato que nos permita distribuir la su-

perficie de barbecho entre secano y regadío, por ello se ha preferido expresar losporcentajes sobre el total de secano+regadío.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes sec. 1.1.

Cuadro 1.21. Distribución en porcentaje de la superficie sembrada

de cereales en Teruel

TERUEL SECANO

Trigo Cebada Centeno Avena Tranquillón

1888 29,94 15,19 22,35 8,49 24,031900 37,88 15,28 17,01 5,83 24,011910 37,73 14,66 17,76 5,83 24,021920 37,81 16,88 17,87 7,04 20,401933 35,97 17,20 18,21 8,05 20,40

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Cuadro 1.21. Distribución en porcentaje de la superficie sembrada

de cereales en Teruel

TERUEL REGADIO

Trigo Cebada Maíz

1888 54,23 28,27 11,011900 62,09 13,56 24,351910 61,51 13,98 24,51

1920 64,95 16,43 18,621933 66,46 18,41 5,13

(*) Todos los datos fechados en 1900, 1910, 1920 y 1933 son en realidad un pro-

medio de los de aquel año y los dos posteriores y anteriores.Aquellos cereales que

representaran menos de un 1% en algún apartado, no aparecen en el cuadro, aun-

que evidentemente si han sido tomados en cuenta en el momento de calcularse los

porcencajes de los demás cereales, por lo que en ocasiones algunas filas de estos

pueden no sumar cien.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes sec. 1.1.

En regadío había muy diversas alternativas, la mayoría de ellas

tendían a combinar cereales, leguminosas y patatas. La escasa exten-sión de la remolacha azucarera en la provincia determinaba que estano entrara prácticamente en casi ninguna rotación.

Hasta 1934 se aprecia un claro predominio del sistema de año y

vez (ver cuadro 1.20) y sobre todo el hecho de que en el primer ter-cio del siglo faltó una intensificación en los sistemas de cultivo,ocurriendo justamente lo contrario.

Del cuadro 1.21 la principal conclusión que se puede extraer es

el hecho de comprobar como Teruel, al contrario que las otras dosprovincias aragonesas, no tenía una especialización acusada en trigo.Sus condiciones climáticas lo impedían, por ello junto al trigo te-nían también una notable importancia el tranquillón y el centeno.Habida cuenta de que la composición del tranquillón era normal-

mente trigo y centeno casi al 50%, estos dos cereales resultaban serlos hegemónicos en la provincia. EI regadió, por el contrario, tendíaa reservarse para el trigo por tratarse normalmente de tierras de me-

jor calidad.

80

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En los secanos de Zaragoza también predominaba el sistema deaño y vez a finales del siglo XIX. La evolución en la distribución del

suelo agrícola entre los distintos tipos de cultivo, y consecuente-mente la evolución de los sistemas de rotación de ellos entre 1900 y1935, puede deducirse a partir de los datos que aparecen en los cua-dros 1.22 y 1.23.

Cuadro 1.22. Uso del suelo agrícola en Zaragoza (en %)

1900 1934

Secano Regadío Secano Regadío

Barbecho 43>O8 16,65 41,20 9,46Cereales 55,54 62,31 57,02 35,80Leguminosas 0,02 1,31 1,03 3,70Plantas Incensivas 1,35 19,73 0,75 51,04

Plant. herbáceas 75,48 85,29 85,24 83>97Viñedo 98,34 76,97 87,61 33>95Olivar 1,66 23>03 12,39 66,05Plant.leñosas 24,52 14,71 14,76 16,03

Tot. Agricultura 100 100 100 100

(*) Aunque fechados los datos en 1900 y 1934, en realidad se trata de promedios

de 1899-1901 y 1933-1935, respectivamente.

(**) Los porcentajes del bacbecho, cereal, leguminosas e intensivas son sobre el to-

tal de plantas herbáceas (incluyendo en éste la superficie de barbecho).Los porcen-

tajes de viñedo y olivar son sobre el total de plantas leñosas.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.1.

En el caso del secano de Zaragoza en 1900, su cultivo era clara-mente más intensivo que en Huesca, existiendo además del sistemabienal otros trienales.

En 1934 había mejorado algo esta situación, aunque muy poco,por cuanto los porcentajes se mantienen prácticamente iguales ex-cepto una pequeña rebaja del barbecho que gana el cereal y las legu-minosas, aunque estas últimas continuan teniendo una pequeñísimaimportancia.

81

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Cuadro 1.23. Distribución en porcentaje de la superficie sembradade cereales en Zaragoza

ZARAGOZA SECANO

Trigo Cebada Cenreno Avena

1888 52,68 33,16 8,99 5,171900 50,61 32,49 8,77 8,13

1910 51,24 28,73 10,06 9,941920 73,12 20,01 0,96 5,441933 67,89 21,02 3,57 7,46

ZARAGOZA REGADÍO

Trigo Cebada Avena Maíz

1888 62,96 26,36 2,65 7,631900 56,61 31,43 2,17 9,331910 51,63 28,30 1,67 18,391920 60,64 16,61 1,57 21,18

1933 56,59 25,63 3,96 13,82

(*) Todos los datos fechados en 1900, 1910, 1920 y 1933 son en realidad un pro-

medio de los de aquel año y los dos posteriores y anteriores.Aquellos cereales que

tepresentaran menos de un 1% en algún aparcado, no aparecen en el cuadro, aun-

que evidentemente si han sido tomados en cuenta en el momento de calcularse los

porcencajes de los demás cereales, por lo que en ocasiones algunas filas de estos

pueden no sumar cien.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.1.

En el regadío había una variedad de alternativas, aunque lo pre-dominante eran rotaciones trienales con tres cosechas cada dos años.Existían alternativas muy diversas aunque en general se tendía acombinar cereales con leguminosas o cereales con períodos de bar-becho cortos. La situación en el regadío zaragozano en 1900 veníamarcada por el predominio de los cereales, aunque aquí la superficiebarbechada tenía una importancia pequeña, similar a la de Huesca.Las plantas intensivas ocupaban un 20% de la superficie cultivadade plantas herbáceas. De ellas las más importantes eran la remola-cha azucarera y las praderas artificiales. Los sistemas de cultivo em-pleados eran tremendamente varíados, aunque tenían en común lapresencia en todas las rotaciones de la remolacha azucarera y en las

82

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más modernas además de ésta, de plantas forrajetas que en los añossiguientes tendrían una importante expansión.

La evolución del los sistemas de cultivo en el regadío zaragozanocambió considerablemente en el primer tercio del siglo. Las cifras delcuadro 1.22 muestran claramence la importante reducción del bar-becho, reducción también de casi la mitad de la supe^cie dedicada acereales dentro de las plantas herbáceas, y la tremenda expansión delas plantas intensivas, siendo dentro de éstas hegemónicas la remola-cha azucarera y las praderas artificiales. Parece en consecuencia quesistemas más intensivos con ausencia o teducción de barbecho y conrotaciones del tipo de las recomendadas por la Granja Escuela ten-dieron a imponerse a lo largo de aquellos treinta años.

De modo que los cambios en los sistemas de explotación delsuelo en regadío, vinieron determinados en Zaragoza por una seriede factores como la variación en los cultivos -fundamentalmentesustitución de trigo por remolacha azucarera y praderas artificiales-,la posibilidad de abonar la tierra con materias inorgánicas y en con-secuencia de intensificar los cultivos, y también la transformaciónde regadíos eventuales en permanentes con la importancia que teníaasegurar el agua en las épocas en que era necesaria para el normalcrecimiento de las plantas. En diversas comarcas han constatado los.geográfos la influencias de estos factores. Así por ejemplo en la zonaregada por el canal Imperial se produjo un cambio del sistema deaño y vez, usado para evitar el esquilmado de las tierras y para per-mitir su abonado por la ganadería durante los períodos de barbe-cho,a ottos más intensivos una vez que los abonos permitieron solu-cionar aquel problema y el regadío tuvo catácter permanente^.

1.3. La ruperficie de monte.r y panor.r y.ru evolución

La superficie de montes y pastizales ocupaba a mediados del si-glo XIX una parte extraordinariamente impottante del territorioaragonés. Ello no deja de ser lógico dadas las características de sumedio físico, la escasa densidad de la población aragonesa y la ca-

84. J. I. Fernández Marco (1961), pp. 122-123.

83

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rencia de una tecnología que hubiera podido hacer posible la puestaen explotación de un mayor volumen de tierras. Creo que estas tres

variables nos permiten entender el hecho de que en 1860 aproxima-damente un 70% de la superficie total aragonesa, con escasas varia-

ciones en las tres provincias, correspondiera a lo que genéricamantellamamos superficie forestal o montes, es decir terrenos no agrícolas

pero tampoco imptoductivos.

El medio físico aragonés hacía difícil o imposible la utilizaciónagrícola de amplios espacios que en consecuencia estaban destinadosa otros usos como podían ser pastizales para las distintas especiesganaderas, uso clave en una zona donde los cultivos forrajeros teníanuna mínima importancia, u otros tipos de aprovechamientos comola extracción de madera o de leña. En el primer caso es necesario re-

saltar la complementariedad de estos espacios para las explotacionesganaderas y también su carácter imprescindible para gran parte deellas; y en el segundo su funcionalidad para las propias necesidades

domésticas de las unidades familiares o para industrias o actividades

que utilizaran esos productos como inputt. Por otro lado también

para las actividades agrícolas estos espacios tenían un claro carácterde complementariedad, cubriendo necesidades muy diversas.

EI volumen de tierra destinada a estos fines estaba estrecha-mente ligado a las actividades agrícolas, en el sentido de que comohemos visto anteriormente, constituía una reserva muy significativade tierras susceptibles en muchos casos de utilización agrícola. Lapuesta en explotación o no de estas tierras, la eventual ampliación

por lo tanto de la superficie agrícola, iba a depender, como hemosvisto en los apartados anteriores, de la demanda que los productospotencialmente cultivables tuvieran y de la eficiencia económicaque se pudiera lograr en su producción, lo que lógicamente depen-día de una amplia variedad de factores tanto mercantiles como tec-

nológicos. Además la tecnología disponible determinaba también lacapacidad o no para que todas o sólo una parte de las tierras suscep-tibles de su puesta en explotación lo fuera realmente en el caso de

que las condiciones económicas así lo permitiesen.

En el caso de Aragón la tendencia en la evolución de la super-

ficie de montes y pastos está inversamente relacionada, como es

84

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obvio, con la de la superficie agrícola, por lo que lo visto anterior-mente sobre el uso del suelo agrícola es clave para entender lo aquíocurrido. Hasta la llegada de la crisis finisecular la superficie demontes y pastos se redujo al mismo ritmo que crecía la agrícola,

disminuyendo de esta forma en el conjunto de Aragón en casi250.000 hectáreas. La crisis, como sabemos, supuso el que muchasde estas tierras dejaran de ser cultivadas incrementándose por lotanto la supetficie de montes y pastizales hasta que la nueva co-yuntura favorable inaugurada a partir de la primera década del si-glo XX determinó una nueva presión agrícola que implicó la re-

ducción de la superficie de aquéllos hasta unas cifras en los añostreinta inferiores en casi 125.000 hectáreas al mínimo de finalesde siglo. A largo plazo, entre 1860 y 1935, casi 380.000 hectáreasdestinadas previamente a usos forestales pasaron a integrarse en elcircuito agrícola (ver cuadro 1.24). Las vatiaciones ptovincialespueden entenderse recordándose lo explicado para cada provinciaen la evolución de su superficie agrícola, debiendo recordarse porsu mayot importancia el caso de Zaragoza, lo que implicó quetambién aquí la superficie de montes y pastos quedara mermadaen mayor proporción, reduciéndose en casi un 20%.

Cuadro 1.24. Evolución de Is superficie de montes, dehesas y pastos en Aragón,

1860-1935 (has.)

tS6o 1886-90 I90o t9t0 t9t7-21 1930-35

Huesca 1.127.676 1.029.720 t.067.275 1.052.697 1.080.915 1.043301

Teruel 942.325 895.172 868.654 874.399 834.513 826.569

Zaragoza 1.254.536 1.143.993 1.174.398 1.250.195 1.072.529 1.070.307

Aregón 3.324.537 3.068.885 3.110.327 3.177.290 2.987.957 2.940.t77

Fuente: Apéndices 1 a 4.

La titularidad que sobre estos espacios existiese no es baladí a lahora de entender el uso que de ellos pudo hacerse y sus aprovecha-mientos. Hacia mediados del siglo XIX una parte sustancial de losmontes, dehesas y pastos tenían un carácter público, es decir su ti-tularidad residía en las comunidades locales, en el Estado o en algu-nas corporaciones civiles. Especialmente importantes por su total

85

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hegemonía, eran las tierras cuya titularidad residía colectivamenteen los vecinos de los pueblos y que consecuentemente eran aprove-

chadas por éstos de las formas que tradicionalmente habían predomi-nado. Estas propiedades comunales tenían un papel clave especial-mente para las familias campesinas con menos recursos por cuanto deellas podían extraer materiales imprescindibles a muy bajo o nulo

precio y podían utilizarlas además como pastos para sus reducidas ca-bezas de ganado, o eventualmente roturarlos en determinados mo-mentos. Este carácter esencial de los bienes comunales para las fami-lias economicamente más débiles no implicaba que su utilizaciónfuera un mecanismo corrector de las graves desigualdades económi-cas que existían en la sociedad del Antiguo Régimen, sino que com-

partía su caracter trascendental para la subsistencia de los menos do-tados con el de constituir unos recursos muy desigualmenteaprovechados que normalmente beneficiaban a quienes más tenían85.

Cuadro 1.25. Estimación de la superficie del monte público en Aragón,

1860-1926 (hectáreas)

M.Publ.Estimación

Mon[es Públicos Montes púb.Cifras oficiales Cifraz oficiales

Superficieprivati^ada

0 Super.cultivada

% privat./^ cultivada

1.859 1.859 1926 t859-1926 1860-1932Huesca 257.643 201.523 256.327 (*) 84.375

Teruel 346.887 223.870 282.553 64334 115.756 55,6Zaragoza 1.046.299 1.046.299 563.525 482.774 184.229 38,2

Aragón 1.650.828 1.471.692 1.102.405 384.360

(*) Las ciEras de Huesca no permiten estimar la superficie privatizada.

Fuente: Catálogo de Montes Públicos de 1859; G.E.H.R. (1991).La estimación

procede del cuadro 1.26.

A mediados del siglo XIX la distribución de los espacios fores-tales y pastos entre la propiedad privada y la pública se vencía clara-mente en España del lado de la primera, estimándose en 1859 que

85. Sobre las funciones de estos comunales puede verse el reciente trabajo de I. Iriarte(1995). En este trabajo se destaca también la importancia que tenían para la financiación delos municipios los ingresos obtenidos por la utilización de estos espacios. Una aproximacióntambién sobre la funcionalidad de los comunales, en este caso para la provincia de Huesca, enA. Sabio (1995), cap. 3. 1.

86

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un 64,7% era de titularidad privada y el resto de titularidad pú-blica8ó. Este carácter tan mayoritario de la propiedad privada tenía

su orígen en causas diversas que podríamos sintetizar básicamenteen dos: por un lado una tendencia muy lejana consistente en el in-tento de control por parte de los particulares de estos espacios pro-ductivos, que puede remontarse claramente a la edad media; y porotro lado un proceso de privatización más reciente, que podemoscircunscribir a la primera mitad del siglo XIX, que antecedió y coe-xistió con la disolución señorial y culminaría con la privatización delos montes de titularidad comunal, municipal o estatal abierto por

la ley de desamortizacion de 1855g^. Nos encontramos por lo tanto amediádos del siglo XIX con un doble hecho: por un lado, y con unespíritu similar al que inspiró otras medidas de la reforma agrarialiberal, se decide por parte del Estado la privatización de un enormevolumen de tierras hasta entonces utilizadas sobre todo de forma co-lectiva; por otro, las tierras que permanezcan dentro de la propiedadcolectiva verán redifinido este carácter en el sentido de establecersede forma tajante que los propietarios no son los vecinos sino losayuntamientos, y el Estado el encargado de controlar los aprovecha-mientos que sobre ellos se pueden realizar.

En Aragón el predominio en los espacios forestales y pastos dela propiedad privada sobre la pública era notablemente inferior aldel conjunto de España, ya que aquí sólo el 51,5% de la superficie

tenía este carácter privado, como consecuencia sobre todo del abru-mador predominio en la provincia de Zaragoza de los montes públi-cos sobre los privados88. Tanto en Huesca como en Tetuel era mayor

86. G. E. H. R. (1994), Apéndice 3.87. Algunos datos sobre dicho proceso previo a la desamortización para la comarca de

Cariñena, en A. Sabio (1992 b), pp. 72-77. Para la vecina provincia de Ia Rioja, ver J. R. Mo-reno (1994), pp. 76-90.

88. Ia excepcionalidad de Zaragoza en este sentido sobre el conjunto español ha sido se-ñalada recientemente por el G. E. H. R. al analizar el proceso de privatización de los montespúblicos españoles. Sólo en Navarra, Zaragoza y León suponía el monte público más de un60% de la superficie forestal. En otras cinco provinciaz superaba el 50%. G. E. H. R. (1994).Encarna Moreno del Rincón (1991) considera que la superficie de montes públicos en el catá-logo de 1859 sobreestimaba mucho la realidad como consecuencia de una deficiente elabora-ción de dicho catálogo.

87

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la proporción de monte privado que en el conjunto de España. Nosenfrentamos por lo tanto al problema de explicar las razones que

aclaren el alejamiento de Zaragoza de la pauta más común encuanto al peso relativo de la propiedad pública o privada de losmontes, y además sus notables diferencias con las provincias de

Huesca y Teruel. Frente a este problema pocas respuestas vamos apoder dar que vayan más allá de meras conjeturas o hipótesis quesólo en trabajos de investigación posteriores podrán ratificarse o de-

secharse.

Si nos aproximamos a la superficie de monte público existente

hacia 1860, comprobamos que sus mayores extensiones se situabanformando un continuo que atravesaba Aragón de oeste a este, en suparte central, a lo largo de las tierras recorridas por el río Ebro,desde su entrada en Aragón hasta su salida, y con dos brazos, uno

ascendente que conectaba el curso aragonés más alto del Ebro con lamontaña pirenaica a través de los secanos de las Cinco Villas y quellegaba hasta la cadena montañosa y la incluía en su conjunto; y unsegundo brazo hacia el sur que agrupaba una buena parte del sis-tema ibérico zaragozano para saltar y ocupar una parte sustancialdel sistema ibérico turolense, la correspondiente a los partidos de

Albarracín y Teruel (ver cuadro 1.26). Podemos decir en resumidascuentas que la mayor parte de los montes públicos se situaban en ladepresión del Ebro, sobre todo en su zona central más árida, aunquetambién en las sierras ibéricas, y en la montaña pirenaica de Huesca.Con una menor dotación de montes públicos aparecerían algunos

partidos colindantes con las tierras del Ebro que compartirían sutipo climático, relieve y orientación agraria, como Huesca, Alcañizy Belchite y también más partidos del sistema ibérico turolense.Tratar de encontrar pautas y claves que expliquen esta distribuciónse hace extremadamente difícil dada la ausencia de trabajos que parafechas anteriores, y especialmente para el siglo XVIII y primera mi-tad del XIX nos aporten datos de interés para realizar dicha explica-

ción89.

89. Vease para Cataluña el sugestivo trabajo de Pere Sala(1995) en el que se realiza una«tipología geohiscórica dels comunals a la Cacalunya contemporania».

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Para ello deberíamos tener e q cuenta diversas variables y entreellas parece especialmente clave el regimen señorial preexistente y

sus formas de disolución, la existencia previa de espacios aprovecha-dos colectivamente por los vecinos de los pueblos, el papel de dichastierras en los sistemas agrarios, la forma de aprovechamiento tradi-cional de los espacios colectivos,el tipo de habitat predominante, el

grado de mercantilización de la sociedad y los procesos de privatiza-ción que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XIX y aundurante elsiglo precedente.

En torno a la Depresión Central del Ebro hemos explicado quese situaba el mayor volumen de monte público de Aragón, y que sucuantía era anormalmente alta para el conjunto español. A la hora

de explicar esta situación parece especialmente importante sabercuál era la situación de estas tierras con anterioridad a la reformaagraria liberal. Según Atienza y Forcadell era precisamente en estas

tierras donde se centraba en Aragón el señorío laico y eclesiástico,especiamente el nobiliario. De tal forma que si exceptuamos las tie-

rras de realengo del término de Zaragoza y algunas de las Cinco Vi-llas, la mayor parte del resto tenía ese carácter^^. Para el caso de estastierras de señorío, su «conversión» en montes públicos a mediadosdel XIX nos Ilevaría a preguntarnos por lo ocurrido con ellas du-rante la disolución señorial. Podría manejarse la hipótesis de que lastierras que iban a constituir los montes púbicos eran las de menorinterés desde el punto de vista agrícola y económico, lo que pudo

permitir que mediante el pacto y la negociación, los pueblos conser-varan sus derechos y usos tradicionales sobre ellas y no se convirtie-ran en propiedad privada de los señores^^. Además, su carácter depastizales muy pobres, sólo aptos para el ovino, y sus pocas posibili-

dades de utilización agrícola pudo permitir que triunfaran los inte-reses de las asociaciones de ganaderos, tanto locales como de lamontaña pitenaica, para impedir su roturación, o en genetal impe-dir que tuviera éxito un apropiamiento individual . Los ganaderos

90. Para Atienza y Forcadell (1991), p. 156, un 87,6% de las tierras de la depresión cen-tral eran de señorío.

91. Ibidem, pp. 162-63.

90

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locales estaban especialmente interesados en que sus animales pu-dieran entrar libremente a los comunales por cuanto eran quienesmayores beneficios obtenían de esta forma de aprovechamiento;para los ganadetos trashumantes la posibilidad de disponer de pas-

tos en invierno era esencial y una mayor abundancia de estos impli-caba precios más bajos. Por otra parte el hecho de que en estas zonasdurante el siglo XVIII y primera parte del XIX la presión sobre latierra agrícola se había concentrado sobre todo en aquellas extensio-nes que los canales de Tauste e Imperial de Aragón habían puesto enregadío, con lo que la producción pudo aumentar merced a un pro-ceso intensificador, jugó también a favor de su mantenimiento para

usos ganaderos. Puede sugerirse la idea de que los procesos de priva-tización que tanta importancia tuvieron en otras zonas antes de1855 no fueron demasiado destacados en Zaragoza9z.

En el caso de la montaña pirenaica e ibérica la gran dotación detierras públicas se explica en parte con base en factores o razones di-ferentes. Aquí creo que es clave el papel que estas tierras jugaban enla economía de la montaña. Su uso casi exclusivamente ganadero, eneste caso no por su aridez, sino por su altitud y clima, determinabaque para la ganadería, fundamentalmente trashumante en el caso deHuesca, fuera esencial la disposición de pastos para el verano con uncoste extremadamente bajo93. Los ganados entraban en las tierras co-munales explotadas de forma colectiva, y el conjunto de la comuni-

dad campesina, aunque por razones muy diferentes, estaba intere-sado en el mantenimiento del statu quo. Para los grandes ganaderoslocales, lógicamente los más beneficiados por el acceso a estos pas-tos, el mantenimiento de la situación aseguraba la continuación delproceso de acumulación, mientras que para las débiles economías dequienes poseían muy escasas cabezas de ganado, estas tierras comu-

92. López Estudillo (1992), p. 71, señala las cesiones a censo de los patrimonios conceji-

les como una vía privatizadora a través de la posterior redención de dichos censos. Los ingre-

sos por censos y foros procedentes de los propios eran en la provincia de Zaragoza sólo el 3%

del total español.

93. Es interesante ver como en Teruel los montes públicos se concentraban dentro de lazona de las serranías ibéricas, en aquellos lugares donde cenía importancia la trashumancia delazgo recorrido.

91

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nales eran también claves para el alimento de aquéllas, ya que su re-ducida dimensión hubiera hecho inviable cualquier otra alterna-

tiva94. La posibilidad de extracción de madera o leña era en este casoespecialmente clave para las economías familiares más precarias.

Tras este examen inicial a la situación e importancia de los

montes públicos a mediados del siglo XIX estudiaremos ahoracómo el patrimonio forestal público se vió profundamente afec-tado en la segunda mitad del siglo XIX por las medidas enmarca-das en la reforma agraria liberal. En este caso el objetivo fue la pri-

vatización de una parte sustancial de aquél. Ahora bien, en el casode los montes intervino una variable fundamental que limitó deforma considerable el volumen de los que pasaron a manos parti-culates y que no era sino las limitaciones que imponía la conserva-,ción del ecosistema95. Se cerraba de esta forma en 1855 una etapaen lo relativo al patrimonio forestal público caracterizada sobre

todo por la lucha establecida entre intereses contrapuestos por elcontrol de aquél. Su resultado suponía la transferencia a manosprivadas de una ingente cantidad de montes públicos, reservabatambién por razones de interés público una parte de estos al con-trol estatal^^.

Sin embargo la presión sobre los montes públicos se materializóen 1862 en un nuevo decreto que al criterio de la especie dominantesumaba la necesidad de una extensión mínima para su exceptuaciónde la ley de desamortización. La consecuencia directa fue una tre-menda ampliación de la superficie enajenable en perjuicio del patri-

monio forestal público97.

En Aragón según el Catálogo de 1859 una parte abrumadora delos montes públicos de Huesca y también muy sustancial de los deTeruel tuvieron el carácter de exceptuados quedando consecuente-

94. Ver A. Sabio (1995) para las características de los aprovechamientos comunales enHuesca.

95. En este sentido es útil el trabajo de J. I. Jiménez Blanco (1991), pp. 245-252.

96. Sobre aquellos años vid. J. I. Jiménez Blanco (1986 a), pp. 343-354; J. Sanz (1985b), pp. 200-207.

97. De esta forma el roral de la superficie enajenable en España se amplió de las 3. 427.560millones de hectáreas hasta 5. 533. 983. Cfc J. I. Jiménez Blanco (1986 a), pp. 358-360.

92

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mente pequeñas superficies para privatizar, mientras que por el con-trario en el caso de Zaragoza la superficie potencialmente enajena-

ble era muy mayotitaria y además excepcional por su cuantía, másde 700. 000 hectáreas,o lo que es lo mismo un 40% de la superficietotal de la provincia.

En Huesca, el catálogo de 1862 redujo la extensión de los mon-tes públicos exceptuables en los partidos subpirenaicos y de la tierrabaja, mientras que mantuvo sustancialmente idéntica la de los par-

tidos pitenaicos. En el caso de Teruel la principal variación fue unincremento impresionante de la superficie exceptuable del partidode Albarracín, que elevó ésta unas 75. 000 hectáreas, y un incre-mento más pequeño también en otras zonas de sierra como Mora deRubielos o Teruel, derivados todos ellos de errores en la confeccióndel primer catálogo. En la provincia de Zaragoza tuvo lugar una re-ducción importante de la superficie exceptuada en algunos partidos

judiciales.

La mayor parte de las tierras enajenables se situaban de estaforma en la depresión central del Ebro, mientras que la mayorparte de las exceptuadas quedaba en la montaña pirenaica y en laibérica, lo que no deja de ser lógico dada la mayor altitud de estastierras.

Con nuestras cifras el seguimiento del proceso privatizador(no sólo a través de la vía desamortizadora) de tierras casi exclusi-vamente pertenecientes a los pueblos, sólo se puede realizar a ni-vel provincial y en algunos casos, incluso ello es difícil. En Huescay Teruel la inexactitud de las cifras disponible es patente y ponede relieve la imprecisión con la que se realizaron los primeros ca-tálogos de montes y el incremento de la superficie pública con-forme se fueron incotporando a la supervisión del Estado un ma-yor volumen de ellos^g. En Teruel hemos estimado que seprivatizaron entre 1859 y 1926 casi 65.000 hectáreas, mientras en

98. El G. E. H. R. escima la supe^cie privarizada en Huesca en 32. 574 hectáreas encre1859 y 1926. Alberto Sabio (1995) considera razonable una cifra que duplicazía dichas esci-mación apoyándose en que entre 1859 y 1863 se rematazon y vendieron definitivamence másde 35. 000 heccáreas de monte público en Huesca y encre t875 y 1881 casi 9. 000 más. Versus cuadros III. 4 y III. 6.

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Zaragoza esta cifra se elevaría a unas 482.000^. Los usos a los que sededicaron estas tierras fueron variados porque si en el mismo periodose incrementó notablemente la superficie agrícola, mucho mayor fuela extensión del patrinonio público privatizado, lo que pone de relieveel hecho de que sólo una parte de éste, aunque muy significativa, fuedestinada a usos agrícolas, mientras que el resco mantuvo sus tradi-cionales aprovechamientos ganaderos (ver cuadro 1.25).

Es importante señalar como la desamortización civil no fue laúnica vía privatizadora, sino que otras tuvieron lugar como las rotu-raciones clandestinas de tierras luego legalizadas o los repartos orga-nizados por los ayuntamientos y estas formas alternativas de privati-zación pudieron tener en algunas comarcas una importanciasuperior a la propia desamortización^oo.

De esta forma en la década de los treinta la supe^cie de montepúblico se había reducido de forma notable, en casi un tercio. El pesodel monte público zaragozano sobre el total aragonés había men-guado de más de dos terceras partes a algo más de la mitad.

En el primer tercio del siglo XX tenemos datos seriados de lasuperficie de montes públicos gestionada por el Ministerio Fomentoen Aragón (y datos para 1922-25 sobre la gestionada también por elMinisterio de Hacienda) que nos muestran que aquélla se mantuvoen cifras muy similares entre 1901 y 1920. Los incrementos regis-trados desde 1928 fueron debidos a mediciones más precisas de lasuperficie, lo que obligó a ajustar las estadísticas para adecuar estasa la realidadl^^ (ver cuadro 1.27).

99. Según el trabajo de E. Moreno del Rincón (1991) encre 1855 y 1875 a pesar de quese remataron en la provincia de Zaragoza 206. 347 hectáreas, sólo se vendieron efectivamence126. 708, lo que representaría un 17,3% sobre laz enajenables en el Cacálogo de 1859. La au-tora se pregunta por lo ocurrido por la amplia supe^cie que desaparece como monte públicoentre aquella última fecha y 1931, y a pesar de que se pudo vender cierra más adelante, o quefue apropiada por particulares, concluye considerando que laz cifras del catálogo de 1859 so-breestímaban la extensión de los monces públicos de Zaragoza. Vid. pp. 546 y 554 y ss.

100. Es lo ocurrido en Navarra, ver el excelente capítulo que a ello dedica I. Iriarte

(1995). También sobre el cema A. López Estudillo (1992), A. Sabio (1995).

101. Así por ejemplo en la Escadística de 1929 se decía: «I,a diferencia en laz cabidas obe-

dece,no solamente a la inclusión de los mencionados montes, sino también a rectíficaciones

en las cabidas de algunos de ellos, como consecuencia de los deslindes practicados». Cfr. Di-

rección General de Montes, Pesca y Caza (1931), p. 7.

94

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Cuadro 1.27. Superficie de los montes de urilidad pública,

1900-1933 (en hecráreas)

1901-19051906-19101911-19151916-19201922-19251926-19301931-1933

Superficie de los Monces de Ucilidad Pública

Huesca Teruel Zaragoza Aragón

215.049 238.402 235.236 688.686219.131 242.379 230.387 691.898215.910 234.400 230.283 650.593214.776 233.339 228.856 679.971253.410 291.900 561.196 1.106.506228.286 219.253 248.948 696.487253.957 239.658 298.008 791.623

Supe^cie de los Mces. de Ucild. Públ. dpces.de la Inspección de Ordenaciones

Huesca Teruel ZaraRoza Ara;qón

1901-1905

1906-1910

1911-1915 11.736 11.7361916-1920 4.588 21.511 26.0991922-1925 4.982 21.509 4.850 31.3411926-1930 23.405 22.208 3.487 48.7401931-1933 49.723 25.298 4.851 79.872

Porcencaje que represencan los monces ordenados sobre el cocalde los Monces de Ucilidad Pública

Huesca Teruel Zaragoza Aragón España

1901-1905 0,0 0,0 0,0 0,0 3,21906-1910 0,0 0,0 0,0 0,0 6,01911-1915 0,0 5,0 0,0 1,7 8,11916-1920 2,1 9,2 0,0 3,9 8,71922-1925 2,0 7,4 0,9 2,8 7,21926-1930 lo,l 10,1 1,4 7,0 t0,01931-1933 19,6 10,6 1,6 10, l 10,8

En los años 1922-25 se incluyen cambién los monces dependienres del M° de Hacienda.Fueute: Elaboración propia con base en Fuences, sec. 1.2. Los porcencajes de España procedende S. Zapata (1986), p. 919.

95

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Más problemas plantea el conocer el tipo de monte de que setrataba, por cuanto en las estadísticas se aprecian cambios de unatremenda cuantía que respondieron a modificaciones en los crite-

rios de clasificación del monte. He optado por reflejar en un cua-dro la distribución del monte por tipos para los años 1928-1933en porcentajes, años en los que ha habido importantes modifica-ciones en aquellas clasificaciones. E1 predominio del monte alto enHuesca y Teruel cuadra bastante bien con el conocimiento del me-dio físico que tenemos de ambas provincias, de la misma formaque la situación contraria de Zaragoza es también coherente conaquél. De esta fotma las más húmedas provincias del norte y surde Aragón tenían una mayor superficie boscosa y arbórea, mien-tras que en Zaragoza predominaban los terrenos rasos, matorral y

pastizales pobres.

En el primer tercio del siglo XX fue notable el incremento de lasuperficie de los montes públicos que en España pasó a depender dela Inspección de Ordenaciones. En Aragón si bien puede apreciarseun cierto retraso en cuanto a la superficie ordenada, por cuantohasta mediados de los años veinte fue muy reducida, posteriormentese incrementó a un fuerte ritmo, lo que equiparó el porcentaje querepresentaba sobre el total de los montes de utilidad pública con eldel conjunto español. La mayor superficie de montes ordenados sesituaba en Huesca, seguida de Teruel, mientras que la participaciónde Zaragoza era muy reducida.

Si examinamos las supetficies aprovechadas en Aragón con dis-tintos fines se aprecia con claridad la absoluta primacía de los pas-

tos. Un porcentaje abrumador de la superficie forestal era utilizadapara alimentar el ganado, existiendo en este sentido un paralelismocon lo ocurrido en España, donde también era éste el aprovecha-miento que ocupaba un mayor número de hectáreas, aun cuandocomo se ha dicho antes, ello no quiere decir que fuera el único reali-zado sobre esos terrenos, por cuanto una misma superficie podía te-ner varios aprovechamientos simultáneamente. Los porcentajes es-pañoles de superficie de pastos sobre el total de montes de utilidadpública son muy similares a los aragoneses102.

102. S. Zapata (1986), p. 921 y ss.

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Cuadro 1.28. Superficie aprovechada de los montes de utilidad pública según

los planes anuales aprobados, 1901-1933 (promedios anuales en hectáreas)

Supe^cie aprovechada de madera

Huesca Teruel Zaragoza Aragón

1901-1905 846 4.950 282 6.0771906-1910 382 739 310 1.4311911-1915 888 3.722 974 5.5831916-1920 3.636 3.167 4.078 10.881

Supe^cie aprovecha de leña

Huesca Teruel Zaragoza Aragón

1901-1905 12.360 3.132 44.095 9.8571906-1910 10.348 1.868 46.717 58.9331911-1915 9.604 6.764 27.148 43.5171916-1920 9.814 5.451 26.151 41.417

Superficie aprovechada de pastos en los Montes de Utilidad Pública

Huesca Teruel Zaragoza Atagón

1901-1905 155.599 76.264 206.570 438.4331906-1910 169.713 141.562 186.266 497.5411911-1915 168.812 161.324 179.899 510.0351916-1920 177.280 155.912 167.619 500.811

% de la superficie aprovechada de pastos sobre el totalprovincial de superficie de Mtes. de Util. Pública

Huesca Teruel Zaragoza Aragón España

1901-1905 72,4 32,0 87,8 63,7 70,91906-1910 77,4 58,4 80,8 71,9 75,61911-1920 78,2 68,6 78,1 74,9 76,41916-1920 82,5 66,8 73,2 74,0 76,2

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.2. Los porcentajes de España

proceden de S. Zapata (1986), p. 921.

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Cuadro 1.29. Calsificación de los montes de utilidad pulica, 1928-33(% sobre el total)

MONTE ALTO MONTE BAJO MATORR./PASTOS

Huesca 74,3 5,4 20,3Teruel 61,2 28,8 10,0Zaragoza 27,0 12,0 61,1

Aragón 52,8 14,9 32,3

Fuente: Estadísticas Generales de la producción en los montes públicos.

Por la cuantía de la superficie aprovechada, seguía la leña, y abastante distancia la madera, reproduciéndose también en este or-den una situación similar a la del conjunto español. La superficieutilizada para otros fines como esparto, corcho o resinas tenía unaimportancia muy pequeña en Aragón.

Puede concluirse este apartado enfatizándose la gran trascen-dencia que estos espacios, tanto los de titularidad pública como pri-vada, cumplían en la economía agraria, y como dicha funcionalidad,su aprovechamiento, gestión y titularidad tendió a transformarse alhilo de los propios cambios que la economía española experimentóen aquel periodo. En Aragón la enorme superficie que existía demontes y pastizales refuerza todavía más el interés por un tema so-bre el que nuestro conocimiento es todavía muy limitado.

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