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CAPITULO XXXVII

PROBLEMAS AMERICANOS (CONTINUACIÓN)

La inmigración extranjera.—Sus ventajas.—Sus inconvenientes.—Ideas polí­ticas contrarias á la constitución americana.—Corrupción del sufragio. Relajación del respeto á la ley.—La embriaguez.—Medidas adopta­das para combatirla.

La aplicación del vapor á la locomoción será indudablemente el hecho característico del siglo XIX. Sin necesidad de mencionar los resultados industriales de ella, bastará decir que ha acercado les hombres unes á otros desde las más remotas distancias, y permitídoles ocupar grandes extensiones incultas ó desconoci­das en la tierra que les fue dada en patrimonio. Entre las diver­sas revoluciones á que el vapor ha dado origen, la de las grandes emigraciones de pueblos es, sin duda, una de las principales. La de españoles á América en el siglo XVI, que algunos escritores de la Península consideran como una de las causas de la decaden­cia de esa entonces poderosa nacionalidad, no debió alcanzar,— limitada come estaba por los escasos medios de transporte cono­cidos en esos tiempos,—á más de cincuenta mil personas. Entre tanto, las emigraciones marítimas del XIX pasarán de veinticinco ó treinta millones, de sólo Europa á la América, Australia, el Asia y el África. En les setenta años corridos de 1820 á 1890, los Estados Unidos han recibido más de diez y seis millones de asociados á su vida industrial y política, y éstos, con su primera generación nacida en este continente, probablemente forman cerca de la mitad de los números actuales de su población.

230 Otras ventajas de la inmigración

Como he dicho yá, no ha sido esta una de las causas iniciales de la prosperidad de ese país; pero sí ha ayudado poderosamen­te á su desarrollo ulterior en los últimos cincuenta años. Les ser­vicios de ella han sido principalmente los que, á mi modo de ver, paso á expresar:

1° La adquisición de algunos hombres muy importantes en la política y en las ciencias. Citaré entre los primeros á Alberto Gallatin (suizo), que en compañía de Alejandro Hamilton, inmi­grante también, fueren los fundadores de la hacienda y del cré­dito público de la Unión; Mr. Schurz (alemán), grande escritor, orador y Secretario de lo Interior durante la Administración de Mr. Hayes; Mr. Lieber (alemán), publicista, redactor de las ins­trucciones sobre los derechos y los deberes de los beligerantes en guerra civil, expedidos por M. Lincoln en 1862. Entre los se­gundos bastará recordar los nombres de Ericsson (sueco), in­ventor de los Monitores; Agassis (suizo), y Auduben (francés), grandes naturalistas los dos últimos. Imposible sería recorrer la larga lista de profesores en los Colegios y de escritores en el pe­riodismo que han contribuido á levantar el nivel intelectual del país.

29 La introducción de industrias nuevas en todos les ramos del trabajo humano, y el adelantamiento de las que eran conoci­das. Atraídos por altas remuneraciones, son innumerables los hombres hábiles en las artes y oficios que han atravesado el Océano para fijarse en los Estados Unidos, y llevado las indus­trias á un alto grado de adelantamiento.

39 La gran masa de obreros, así adquirida, ha mantenido á nivel igual la tasa de los salarios, restringido, en consecuencia, el alza en el precio de los frutos alimenticios y abaratado las condi­ciones de la vida. La inmensidad de obras allí realizadas en los últimos sesenta años (por ejemplo, 52,000 leguas de ferrocarri­les) hubiera sido imposible sin ese esfuerzo incesante de traba­jadores.

49 La colonización de las tierras del Oeste, Noroeste y Pa­cífico, bien porque ellos las han poblado directamente, ora porque

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Fusión de las razas indispensables al progreso 231

SU competencia á los trabajadores de Nueva Inglaterra y de los Estados centrales obligó á éstos á trasladarse á otro teatro más propicio para sus trabajos. Esos nuevos Estados forman hoy el tronco, el principal centro de actividad de la Unión, á cuyo re- ^ j dedor giran los grandes movimientos industriales, sociales y pe- ; ^ Uticos del país. ^

59 No siempre la inmigración se compene de proletarios des- • . • » « tituídos de toda fortuna: muchos de ellos, la generalidad, viene .«j* con algunos recursos pecuniarios ó consistentes en herramientas de un oficio. Se calcula que, une con otro, cada inmigrante trae ,_̂ un valor de $ 100. Sobre 16.000,000 de inmigrantes, da este cálcu- ^--lo una entrada de $ 1,600.000,000 en aumento de la riqueza pú­blica, jí.

69 La grandeza y poderío actuales de la Nación se fundan *^ en gran parte en el número de sus habitantes, que los inmigrados han contribuido á formar. Avaluando la industria de éstos como antes se valoraba la capacidad productiva de los esclavos, á so­lamente $ 500 por cabeza, 16.000,000 de inmigrantes valdrían $ 8,000.000,000.

79 El contacto estrecho, el cruzamiento de poblaciones pro­cedentes de tan diversos lugares, no pueden menos de ser ocasio­nado á una selección superior de razas, ideas, costumbres é in­teligencias, que sirva de vínculo de unión, de tolerancia y de paz en la especie humana. Es indudable que de esta mezcla de ele­mentos tan variados debe resultar una ebullición poderosa que, al aclararse, precipitando al fondo todas sus impurezas, dará, como las esencias obtenidas por destilación, un licor rico en savia vital y en generoso perfume. Los pueblos que se reproducen en su propio elemente pueden desarrollar ciertas superioridades á una altura notable; pero están expuestos á exagerar sus cualida­des, á endurecer su fibra hasta la fosilización, á perder la elas­ticidad necesaria para prestarse á los cambios exigidos por la evolución incesante de las sociedades humanas.

Todas estas ventajas están, como es ley inflexible en el mundo moral, acompañadas de incovenientes, transitorios los más, de naturaleza permanente algunos.

232 Inconvenientes de la inmigración

Tal vez el más importante, es la contradicción que puede sur­gir entre el espíritu de la Constitución,—obra trazada exclusiva­mente para el carácter americano,—y el espíritu de esos nuevos pobladores, formado por siglos enteros de influencias de un géne­ro distinto. El americano, modelado por la semi independencia ad­quirida en dos siglos de vida municipal a mil leguas de distancia de la metrópoli, acostumbrado, come dice Spencer, á un máximum de libertad personal y á un mínimum de gobierno; práctico en el arte de manejar per sí mismo sus intereses locales; perfecta­mente sabedor de que el respeto á su derecho propio tiene por condición el respeto á los intereses ajenos: el americano, digo, no entiende lo que es la majestad real; no necesita de la iniciativa ó de la orden de la autoridad para cometer las empresas de que depende su bienestar; se consagra sin vacila­ciones y sin egoísmos á la protección y mejora de los intereses públicos, y es respetuoso por naturaleza á la libertad y la pro­piedad de sus vecinos. El europeo, sobre todo el perteneciente á las clases rurales, tiene una idea escura de lo que es esa abstrac­ción llamada ley; acostumbrado come está á respetar principal­mente esa otra cosa que se llama orden dd rey, para todos los ac­tos importantes de su vida necesita la presencia de la autoridad; carece de nociones claras acerca de la importancia del sufragio popular; ignora el bien que resulta del cumplimiento de les debe­res cívicos, y cuando no está directamente vigilado por la auto­ridad pública, no se juzga muy obligado á respetar la libertad y los derechos ajenos.

Así, el inmigrante á las veces vende el sufragio; descuida concurrir á las sesiones del Ayuntamiento ó del Cabildo; consi­dera pecado venial el peculado; arroja á la calle las basuras de su cocina; gusta de promover ó ayudar á las asonadas en la plaza pública; prefiere la sociedad de la taberna á la de su mujer y sus hijos; ignora si pertenece á un partido ó al otro; no comprende la necesidad de imponerse de la marcha de los negocios públi­cos por medio de la lectura del periodismo, y desdeña la escuela primaria; está dispuesto á obedecer sin repugnancia cualquiera orden de la autoridad, por arbitraria que sea, si está apoyada por la fuerza de las bayonetas, así como decidido á resistirla

Males que les atribuyen 233

si no es de su agrade y está ausente ese símbolo, único á sus ojos, del deber de obediencia. Compuesta como es la masa general de los inmigrantes de los residuos de la civilización de otros países, su entrada en grandes números es á las veces una carga pesada para el Gobierno de la patria adoptiva, y con el tiempo puede implicar la necesidad de un cambio en las instituciones.

Esta dificultad es de naturaleza transitoria, mientras el ele­mento extranjero, menos numeroso que el nativo, puede ser de-minado por el ejemplo y corregido por la educación: cuando las proporciones se invierten ó la masa acumulada de inmigrantes llega á proporciones considerables, entonces el mal adquiere in­fluencia permanente. Así sucede en el Estado de Nueva York, en donde se juzga preponderante el elemento irlandés en las elecciones, y en algunos de los de Nueva Inglaterra, en donde sue­le decidir del resultado, según el partido á que se inclina. Si la corriente extranjera se detuviese por algunos años, podría ser fácilmente asimilada; pero, manteniéndose incesante, el resulta­do empieza á inspirar alarmas á los pensadores. Esta es á lo menos la opinión de la mayoría del periodismo.

Los males atribuidos al exceso de inmigración en los Esta­dos Unidos se resumen en los siguientes capítulos.

Aparición de ideas políticas y sociales contrarias á los prin­cipies de la Constitución americana.

Corrupción del sufragio.

Relajación del respeto á la ley y á la autoridad desarmada.

Propagación del vicio de la embriaguez.

Desarrollo visible de centros de mendicidad, prostitución y hurtos rateros.

Aumento extraordinario de la clase proletaria, baja de los salarios y cambio desfavorable á la idea democrática en la distri­bución de la riqueza pública.

234 Otros inconvenientes

El primero de éstos se hace notar en varias manifestacio­nes distintas, entre las cuales citaré las siguientes:

(a) La tendencia á mezclar la política americana en las cuestiones europeas, contra la regla de neutralidad nacida de su situación independiente de complicaciones dinásticas, y de su gobierne fundado en la fuerza de la opinión pública y no en la de las bayonetas. Los irlandeses, por ejemplo, querrían arrastrar á los Estados Unidos á complicaciones con la Gran Bretaña, co­me medio coercitivo de obtener para Irlanda la autonomía que tanto desean.

(6) La pretensión del clero católico, sostenida per una par­te de los alemanes, ingleses é irlandeses católicos, de ser el úni­co dispensador de la educación primaria á los niños afiliados á sus creencias, con exclusión absoluta de teda intervención de naturaleza laica. Pretende, además, que se le entregue de las rentas públicas la parte proporcional que se supone correspon­diente á la población católica en las contribuciones exigidas con este objeto. En apoyo de esta pretensión, rechazada en absoluto por la opinión americana, llegó un Obispo (el señor Me. Closkey, de Luisville-Kentucky), después Cardenal, si no estoy engaña­do, á ordenar que se negase la absolución en el sacramento de la penitencia á les padres de familia que enviasen sus hijos á las escuelas laicas en los lugares en que existiese otra católica. Estas pretensiones han sido el único asomo de perturbación re­ligiosa en ese país, distinguido por la más franca tolerancia y per la abstención del Gobierno en asuntos de religión.

(c) El guste que empieza á observarse entre las familias ricas por alianzas matrimoniales con títulos aristocráticos del continente europeo.

(d) El pensamiento de atribuir al Congreso de la Unión facultades hasta hoy reservadas á la Legislación de les Estados: per ejemplo, la de legislar en todo lo relativo á la institución del matrimonio.

(e) La disposición de los capitalistas ingleses allí naturali­zados á hacer la adquisición de grandes extensiones de tierras.

La corrupción del sufragio 235

a fin de establecer una aristocracia territorial, contraria al prin­cipio de distribución del suelo en porciones medianas, al alcance de las fortunas modestas, que reina en el espíritu de sus insti­tuciones sociales come parte esencial del ideal democrático.

La corrupción del sufragio es uno de los peligros de las de­mocracias modernas, ha sido una de las úlceras del sistema representativo en la Gran Bretaña, y centra su contagio en los Estados Unidos levanta en estos momentos su grito el periodis­mo de todos les partidos. Parecería difícil comprar el sufragio universal en un país en donde concurren á las urnas diez mi­llones de sufragantes; pero tal es el hecho que la prensa america­na denuncia, que nadie procura negar, y que, al contrario, to­dos confiesan con ocasión de la última campaña electoral para el nombramiento de Presidente de la gran República. Diez mi­llones de pesos se dice fueron empleados en ella, no todos en la compra de votos, pero sí sumas considerables. Iguales en fuer­za los dos partidos políticos, en el extremo Norte el uno y en el extreme Sur el otro, la lucha eleccionaria se concentra en les Estados centrales de Nueva York, Pensilvania y Nueva Jersey, en donde las mayorías del uno sobre el otro se limitan á sólo centenas de votos, y aquí es donde el tráfico eleccionario se muestra descarado á la luz del día. Precisamente son estos Es­tados manufactureros los que cuentan en sus fábricas mayor número de inmigrantes recién naturalizados, cuyes votos, com­prados á vil precio, vienen á decidir de les más altes intereses del país.

Durante los últimos años el equilibrio de las fuerzas polí­ticas de los dos grandes partidos era completo, y el Estado de Nueva York mantenía el fiel de la balanza. Los treinta y seis votos que le correspondían en la elección presidencial, y los treinta y seis Diputados que enviaba á la Cámara de Represen­tantes, daban el triunfo en aquélla y aseguraban la mayoría en ésta. El voto del Estado, como se puede comprender, depende del

236 Influencia de los irlandeses en Nueva York

resultado de las elecciones en la ciudad del mismo nombre, cuya población alcanza á ser la cuarta parte de la de aquél. Domi­nada como estaba la metrópoli comercial por 300,000 irlande­ses, residentes en ella, eran éstos quienes, por un conjunte raro de circunstancias, decidían del éxito de los más altos intereses políticos y sociales en teda la Unión. ¡ Y este vete, en su genera­lidad, estaba en subasta pública! La administración municipal de esa ciudad, cuyas rentas alcanzan á cerca de cuarenta millo­nes de pesos anuales, ha sido la piedra del escándalo de algunos años á esta parte. En una ocasión se tuvo conocimiento del robo de algunos millones de peses, los autores del cual fueren descubiertos y enviados á la Penitenciaría de Sing-Sing: eran irlandeses naturalizados en su mayor parte. Recientemente la prensa denunció el peculado de varios miembros de la Munici­palidad en la concesión del privilegio para la construcción del tranvía que ha destruido la belleza sin rival de la gran calle de Broadway. El crimen no quedó impune: los prevaricadores mu­nicipales fueren sentenciados, y el corruptor, un gran millona­rio, también; pero esa vergüenza para la primera corporación municipal de ambas Américas se atribuye al sufragio de les inmigrantes.

El respete á la ley y á la autoridad pública, condición ine­ludible de las libertades públicas, ha sido el primer timbre del pueblo americano. Sólo la esclavitud, crimen secular protegido por la ley, por todo el peder de la riqueza del algodón, del taba­co y del azúcar, defendido por gran parte del clero de algunas religiones, había tenido el poder de trastornar la paz pública en el curso de un siglo entero de cambios y transformaciones maravillosas después de la independencia. Ahora yá empieza á mostrarse el genio de la asonada en ataques á la propiedad de los empresarios de grandes obras, con motivo de las huelgas de los obreros. En Pittsburgo, después de días enteros de violen­cia, incendios y saqueos fue necesaria, per primera vez la pre­sencia de las tropas federales para restablecer el orden, duran-

La temperancia 237

te la segunda administración del General Grant. En Chicago, ahora tres años, la intimación pacífica de la policía para disol­ver un meeting que obstruía el libre paso de las calles públicas, fue contestada con bombas de dinamita que causaron la muer­te de un número considerable de esos inocentes representantes de la ley.

En uno y otro caso los trastornadores del orden, ó á lo me­nos sus jefes y directores, eran inmigrantes alemanes, austría­cos ó húngaros. Las cóleras incubadas en el alma de los oprimi­dos por los despotismos del viejo mundo, vienen á hacer explo­sión en el país que convida á todos á la libertad.

Según parece, son obreros alemanes é irlandeses los auto­res principales de los inexcusables ataques contra los chinos en los Estados del Pacífico y del Noroeste.

Para un pueblo como el americano, distinguido en primera línea por su consagración al trabajo, la temperancia tiene que ser condición esencial, la práctica de ella una virtud muy esti­mada y la embriaguez uno de los vicios más detestables y detes­tados. Así es, en efecto: la ausencia de toda bebida embriagante en la mesa de las familias pobres ó ricas, ó á le menos la mo­deración con que se hace uso de ellas cuando un extranjero re­cibe el honor de una invitación, es una de las primeras observa­ciones del viajero en la América del Norte. Agua de muy buena calidad hay en todas las poblaciones, procurada con frecuencia á grandes gastos; frutas de toda especie: naranjas, melones, sandías, fresas, moras, frambuesas, se encuentran en tedas par­tes, le mismo que leche fresca, en abundancia y á barato precio para aplacar la sed; grandes y magníficas fuentes de agua de soda, á las veces mezclada con el jugo de frutas acidas, crema de leche y enfriada con hielo, se encuentran en las calles y las plazas en los días calurosos del verano. Helados de gran varie­dad se ofrecen sin tasa en las reuniones sociales: licores y vi­nos, muy rara vez. En la Casa Blanca misma, la señera del Pre-

238 Exclusión de vinos y licores en la Casa Blanca

sidente Hayes creyó de su deber negarlos en las comidas que éste ofrecía al Cuerpo Diplomático; y á pesar de las burlas, comentarios poco benévolos y aun en ocasiones censuras amar­gas de los invitados, para quienes el uso del vino en la mesa era casi una necesidad, aquella señora, distinguida por una sin­gular firmeza de convicciones, no menos que por otras muchas amables virtudes, se denegó siempre á aceptar la indicación de sus amigos en el sentido de relajar algún tanto la severidad de sus costumbres. Recientemente la señorita Cleveland, hermana del Presidente, que hacía los honores de la casa presidencial en el primer año de su período, cedió, con viva repugnancia de su parte, á presentar vinos en la mesa sólo en virtud de orden expresa de su hermano; y la señora Cleveland después,—esa dama que fue el orgullo de la sociedad de Washington por los encantes de sus maneras no menos que por su belleza singu­lar,—también se prestó en esa parte á los deseos del Presiden­te ; pero no se la vio llevar una sola vez la copa á los labios.

La presencia de un ebrio era un hecho de rarísima ocurren­cia en las calles; la beodez pública era reputada delito, y la seve­ridad especial con que en los Estados Unidos se quiere mantener la observancia del domingo, tiene, entre los motivos principa­les, el de precaver, en el día destinado al descanse, les exceses de la bebida en las tabernas. Una de las ideas peculiares de este pueblo trabajador, es mantener siempre ocupado al hombre en las pacíficas tareas de la lucha por la existencia, sin permitir ninguno de los goces sensuales que, afectando el cerebro, pue­dan distraerlo un solo instante de esa misión única de la vida humana, de cuyo cumplimiento se derivan los goces más pu­ros. El respeto de sí mismo, la protección de la familia, la pu­reza de las costumbres, el acrecentamiento incesante de los me­dios de subsistencia, la benevolencia en todas las relaciones, en una palabra, la inalterable tranquilidad del alma, resultante del cumplimiento de todos los deberes: ese es el sumo placer á que aspiran, en el que Epicuro hacía consistir la felicidad del hombre sobre la tierra. La alegría facticia, seguida de torpor en la mente y de relajamiento en la energía de la voluntad que

El salón 239

proporcionan las bebidas fermentadas, era para ellos el primer enemigo del género humano, la primera iniciación al estado de ausencia de la razón que abre la puerta á los vicios, á la depra­vación de los sentidos, á la perversión de la conciencia moral, detrás de la cual empieza la carrera del crimen.

La afluencia de inmigrantes educados en otro orden de ideas, empujados tal vez—por las tristezas del hambre, por la dificultad que otras organizaciones sociales presentan al tra­bajo y á la satisfacción de necesidades legítimas,—á buscar consuelo ó alivie pasajero en les mundos de la imaginación ex­traviada, ha cambiado esa manera de ser, propagado el use de las bebidas embriagantes, y determinado la aparición de nume­rosas tabernas, á la vez que de espléndidos salones, en donde el lujo parece ennoblecer el vicio, y en donde el gusto estragado cree encontrar placer en las más acres sensaciones ó en la pos­tración total de los sentidos.

Lo que se llama El Salón en los Estados Unidos, grandes y lujosos establecimientos de expendio de licores, ha llegado á la categoría de una "institución peculiar". Todos los atractivos imaginables á la sensualidad enfermiza están allí prodigados. Adornos, espejos, mesas de mármol, espléndida cristalería, luz resplandeciente, free lunch, es decir, mesas cubiertas de golo­sinas excitantes, destinadas al consumo gratuito de los bebedo­res, reuniones electorales: todo concurre allí a despertar apeti­tos desconocidos, sensaciones distintas de las de la vida real, disgusto y aun odio al trabajo, extendido á las veces á las per­sonas que eran objeto de los afectos en la existencia común.

"Per me si va nella cittá dolente. Per me si va nell'etemo dolore. Per me si va tra la perduta gente".

Sen palabras que se creyera ver escritas en el dintel.

Así, el bebedor de profesión descuida el trabajo, abandona el cumplimiento de los deberes, y con no poca frecuencia, de tierno protector de su familia, se torna en verdugo de ésta, y

240 Resistencia de los traficantes en licores

es la causa más frecuente de dolor y tormente en hogares antes felices. El asesinato de la mujer, el abandono de los hijos, es á veces el término de esa infausta carrera de disipación.

No es de extrañar, pues, que sea la mujer americana quien, herida en lo vivo con el contraste producido en su existencia per la propagación de este vicio, se haya levantado indignada, y con una energía desconocida en su sexo, haya dado el grito contra el use de los licores y conmovido las entrañas de la so­ciedad entera en busca de remedio centra el mal. Es la mujer la primera que ha empezado el combate público contra la em­briaguez, formando sociedades de temperancia; nombrando co­misiones encargadas de vigilar las tiendas de licores; atacando y destruyendo con violencia en algunos casos establecimientos; haciendo publicaciones para llamar la atención del público; so­licitando el divorcio de maridos ebrios consuetudinarios ante los tribunales, y produciendo, al fin, uno de los más extraordina­rios movimientos de opinión que pueda observarse en las socie­dades modernas. Admiración profunda ha causado en mí la una­nimidad, la perseverancia con que el periodismo americano de todos los partidos, y desde los centros principales hasta los más distantes rincones del territorio, levanta su vez en el de­bate abierto sobre los medios más eficaces de combatir ese pe­ligro público. Este y el problema de la raza negra son de algu­nos años á esta parte los dos más grandes objetos de preocu­pación en los Estados Unidos, cuyo tratamiento está confiado, no á la decisión de algún cerebro infalible, ni á la del Congreso, ni á la de las Asambleas de. los Estados, sino á la de la razón universal.

Sin embargo, la producción y venta de licores ha llegado á ser uno de los negocios más considerables, en la explotación del cual están invertidos centenares de millones de pesos y la in­teligencia de hombres activos, dotados de voluntad poderosa; quienes á su vez se han asociado y organizado para defender sus intereses. Contando con la ayuda de sus numerosos parro­quianos; erigiendo sus salones en centre de trabajos electora-

Sus maniobras políticas 241

les; ligándose con habilidad consumada, aquí con uno de los partidos políticos, allá con el otro; favoreciendo con sus regi­mientos de electores intemperantes á les hombres políticos que los sostienen ó que á lo menos se muestran indiferentes; ata­cando decididamente á aquellos que les son hostiles; suscitando ocultamente divergencias de opinión acerca del modo de pro­ceder entre sus adversarios; sosteniendo en ocasiones á cara descubierta la influencia higiénica ó vigorizadera que, en su concepto, tiene el uso moderado de los licores,—la causa de la embriaguez lucha desesperadamente por conservar sus posicio­nes, y, semejante á la de la esclavitud, no cederá el campe has­ta no quemar el último cartucho en defensa del último atrin­cheramiento.

Como ejemplo de este injerto del interés de les vicios en los intereses de la política, se cita en los Estados Unidos el he­cho siguiente: En las elecciones de Noviembre de 1888 eran al mismo tiempo candidatos del partido demócrata, para Presi­dente de la Unión, Mr. Cleveland, y el General Hill para Go­bernador del Estado de Nueva York; candidatos de reelección, pues el primero desempeñaba la Presidencia y el segunde el puesto de Gobernador. La Asamblea del Estado había aprobado recientemente un proyecto de ordenanza para imponer un fuer­te derecho por el permiso de vender licores, y el Gobernador Hill le había opuesto su veto, con lo cual la ordenanza quedó sin efecto. Pues bien: el partido hcorista de Nueva York votó per el General Hill y obtuvo mayoría demócrata en el Estado en la reelección del Gobernador: al propio tiempo votó por el General Harrison para Presidente y dio la mayoría al partido republicano. Come sin el voto de Nueva York no hubiera sido Presidente de la Unión el que actualmente desempeña estas fun­ciones, resulta que fue la causa de la embriaguez la que decidió la cuestión entre les dos grandes partidos del país. Me apresuro á declarar que el General Harrison está muy lejos de toda sos­pecha en cuanto á sus opiniones y su carácter en materia de bebidas alcohólicas, y que, al contrario, goza de alto concepto en lo relativo a su austeridad de costumbres.

242 Sistemas oficiales para combatir la embriaguez

En la discusión sostenida por el periodismo y por las so­ciedades de temperancia acerca de los medios legislativos que pudieran emplearse para combatir este vicio, las opiniones es­tán divididas entre tres ideas:

1^ Establecer como renta del Estado un fuerte derecho por la licencia de vender licores en las tiendas y almacenes (High licence).

2* Prohibición absoluta de vender licores alcohólicos ó fer­mentados, excepto en las boticas, en calidad de remedio ó de producto químico para usos industriales y bajo estricta vigi­lancia de la policía (Prohibition).

3* Autorizar á los condados y ciudades para decidir, por medio del sufragio universal, cuál de estos des sistemas debe es­tablecerse en ellos (Local option).

Hay también derechos moderados sobre la venta de los li­cores en algunas partes, que en la terminología americana se llaman law licence; pero se juzga que no ejercen influencia al­guna sobre el consume. Lo que se llama high licence; consiste en contribuciones anuales de $ 500 ó más sobre cada estableci­miento, de suerte que la venta por menor quede reducida á un pequeño número de lugares y prohibida del todo en las taber­nas y tiendas de la clase obrera.

El primero de estos sistemas (high licence) está estableci­do en los Estados de Pensilvania, Illinois, Nebraska, Missouri, Mississippi, Arkansas, Michigan, Minnessota, Dakota, Montana y Washigton. La prohibición absoluta reina en los de Maine (ori-ginader de la idea desde 1850), New Hampshire, Vermont, Rho­de Island, lowa y Kansas.

El tercer sistema (local option) ha sido adoptado en cator­ce Estados y tres Territorios, y parece el sistema preferido. Diez Estados y cuatro Territorios no habían adoptado aún sistema alguno; probablemente aquellos en donde es insignificante el número de inmigrantes. La prohibición de vender licores les

Inconvenientes de estos sistemas 243

domingos existía, además, en casi todas partes. En ninguna se había ocurrido al monopolio de la producción ó de la venta del artículo, ni á contribuciones sobre la destilación.

Cada uno de estes medios represivos tiene ventajas é in­convenientes, en virtud de los cuales la opinión temperante se mantiene dividida, y en lugar de adoptar una acción común, pa­recen hostilizarse una á otra en el funcionamiento de cada sis­tema. Los más intratables parecen ser los prohibicionistas, re­presentantes de la idea radical.

El primero de estos métodos (el de los altos derechos so­bre la venta) suprime los pequeños negocios de la clase pobre, con beneficio de las grandes empresas de los ricos, á quien deja el monopolio de esta fecunda especulación. Rodea de dificulta­des el solaz único de los pebres, que las más veces consiste en la sociedad de la taberna, y deja á la clase rica el derecho de regocijarse y dar el mal ejemplo en los "salones". Es, pues, con­trario á la igualdad y á la justicia.

En cambio, protege eficazmente en sus costumbres á los que más necesitan ser protegidos: á los proletarios y sus fami-'ias; reduce á corto número los lugares que necesitan ser vigi­lados, lo que permite excluir de ellos á los hijos de familia y ejercer una sanción moral más efectiva sobre les padres y hom­bres de negocios que tienen compromisos graves con la sociedad. Sobre este pequeño ó reducido número de ventas es fácil impo­ner y hacer efectivas otras condiciones favorables á la tranqui-'idad y la moral pública. De aquellas contribuciones derivan al­gunas ciudades, como Filadelfia, Boston, Baltimore y Cincin-noti, rentas de $ 250,000 á cerca de $ 1.000,000 anuales, toma­dos del bolsillo de los viciosos, como una compensación del ma­yor gasto que imponen á la autoridad en la protección de las gentes pacíficas.

La prohibición absoluta tiene el grave inconveniente de in­mensa dificultad para hacerla efectiva. Es imposible vigilar en una ciudad considerable los mil lugares secretos adonde se re­tira el expendio, los diversos disfraces con que se le encubre; así

244 Tropezón en la cerveza

como también lo es luchar con la resistencia de millares de per­sonas á quienes se arrebata súbitamente el ejercicio de una in­dustria, y con las decenas ó centenas de miles, á quienes se pri­va de un consumo, moderado en muchos casos, convertido yá en necesidad imprescindible. El uso de bebidas fermentadas se re­monta á les primeros orígenes de la especie humana, se liga con la celebración de los fastos solemnes, se reputa universal-mente como una señal de hospitalidad, amistad ó simpatía, y tal vez, en no pocos casos, es un agente necesario para excitar la digestión, reanimar las fuerzas vitales y prevenir los acci­dentes que tienen por causa la humedad ó el frío. La propen­sión á usarlas es, probablemente, resultado de una herencia fi­siológica fijada en las razas por siglos enteros de influencias naturales; y tal vez hay un exceso de coerción en quererla des­arraigar súbitamente. Tales pueden ser las causas de esa resis­tencia á obedecer la ley, en virtud de la cual este sistema ha sido rechazado últimamente per la opinión en los Estados de Pensilvania, Massachussets, Connecticut y algún otro, en don­de la ordenanza de prohibición fue sometida al sufragio uni­versal.

La campaña contra el vicio encuentra un tropezón en la cerveza. Esta bebida es alimenticia, tónica y contiene muy pe­queñas dosis de alcohol, ó á lo menos puede fabricársela así. Se pensó, en consecuencia, en permitir la venta de la que no con­tuviese más de 3 ó 4 por 100 del elemento embriagador, y gra­var con fuertes derechos ó prohibir la que excediese este límite: pero los bebedores de ella compensaban la calidad con la canti­dad, ó bien era imposible para la policía estar examinando in­cesantemente los grados embriagantes del líquido ofrecido al público. Además, el partido demócrata en les Estados Unidos no es tan severo en la persecución de la bebida, á causa de con­tar entre sus adeptos la mayoría de la población irlandesa, la más inclinada al uso de les licores fuertes. En cambio, los ale­manes, que en lo general favorecen con su voto al partido re­publicano, son grandes bebedores de cerveza, y sus patrones po­líticos no quisieran darles motivo de disgusto. De aquí ha re-

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sultado una legislación que, protegiendo disfrazadamente el consumo de esta bebida, ha contribuido á aumentarlo enorme­mente hasta más de 700.000,000 de galones al año, equivalente á sesenta botellas por cabeza de población. Prueba adicional de que allí, como en todas partes, los intereses políticos prevalecen indebidamente sobre los intereses sociales.

A pesar de todo, la opinión prosigue sin descanse esa cru­zada incruenta contra un enemigo más temible que las huestes de la Media Luna. Más temible, sí, porque los sectarios del Pro­feta no siempre llevaban consigo la devastación sola: á veces también, como en España, en Siria, y aun en les territorios mismos del antiguo imperio de Constantino, fundaron una ci­vilización brillante, si bien pasajera; pero la embriaguez mata los cuerpos y las almas, lo presente y lo per venir; aquellos ame­nazaban las fronteras, éste les hogares. Satisfacción inmensa causa la vista de esos nobles esfuerzos, testimonio irrecusable de la benéfica influencia de la libertad para depurar y enaltecer el alma humana.