caciques - revista de la universidad de méxico...l~~ decoraciones. de papel pintado" fl.ores...
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Caciqueso r ,R A F A EL' S o L A N A:. ,
A S1ST1 ~ la representación de "Los Caciques",por el teatro de la· Universidad, con temor: 1magino,'la zQzobra con que un gran aficionado aMiguel Angel escultor debió presentarse en laCapilla Sixtina a conocer las pinturas del col~so.En mi siglo no se estilan los Miguelángeles, ni,
. quizás, los aficionados, del corte de los renacentistas. Sin 'embargo, si, én el cielo estrecho de lasarte~ en México se levanta la vista, en lo alto, allado solo de un par de pintores, y alguná otra perSona más que me escapa, se ve, genio tutelar denuestras letras, y el más grande de nuestros escritores, a Mariano Azuela, cuya labor novelísticaes sin duda la más valiosa flor de la literaturamexicana de este siglo, consagrada dentro y fueradel país. Soy el más respetuoso y el más entusiasta, al mismo tiempo, de los lectores de Azuela, Sus obras, aquí, en esta tierra y en este momento, me producen la admiración y el cariñoque a los florentinos y a los romanos pudieronproducirles las de Miguel Angel. ¿ Cómo no sentir cierta emoción, confianza y miedo extrañamente mezclados, al acercarme a una cosa distinta, y por primera vez intentada por el artista?¿ Cómo no sentir el terror de encontrar unainsuficiencia, un descalabro, una decepción, y,al mismo tie,mpo, el ansia y la esperanza del quevuelve a ver a una persona querida, aun cuandosepa que la va a encontrar cambiada, más probablemente para mal que para bien?
Ya en una ocasión la obra· más popular deAzuela, la que mayor prestigio le ha dado fuerade su patria, pues que está traducida incluso alos más exóticos idiomas, fue puesta en escena.Pese a las magníficas intenciones de quienes acometieron la empresa, "Los de Abajo" fue un fracaso en la escena. Ahora fue el autor mismoquien se atrevi? a trasplantar, con sus propiasmanos, esa delIcada planta que es la emociónestética, .que desf3;ll~ce y muere. casi siempre quees cambIada de SItIO. El novelIsta que consienteen pasar su obra al teatro, es como si la desnudara, renunciando al adorno tantas veces necesar~o. que es el vestido, el detalle; la preparaciónespmtual y psicológica del lector, inclusive. Ene~ t~atro la obra tiene que imponerse por su moVImIento, por su acción, sin contar con el apoyodel autor que, en la novela, la lleva de la manocomo Virgilio a Dante, por sobre el 1nfiern¿q~e es la mente receptiva, lector en un, caso; públIco en el otro. En ningún momento puede acudir el artista en auxilio de sus personajes, unavez que les ha permitido sálir a la escena; debenandar, hablar, vivir' solos, y de una vez, sin que
el esPectador pueda detenerse a verlos mejor, arepasarlos.' A sabiendas del peligro, ,MarianoAzuela se impuso el sacrificio. Como quien desnuda a una lechuga, quitándole, quizás, lo mejor,el novelista arrancó de su novela la parte que,arropándola, uniéndola como la rrtezcla a lós ladrillos, le' daba el totÍO y el estilo.' ¿Habrá enesa lechuga suficiente corazón para valer porsí mismo? ¿Podrá la muralla resistir, convertida,en sólo un acumulamiento dé piedras,. a la mane-ra de Micenas? '
Sí; sin duda alguna que sI. "Lo's Caciql1es",obra de teatro, es, naturalmente, obra de mérito¡iterado inferior a "Los Caciques", novela. Quienhaya de leerla, léala entera, en su forma original.Pero para quienes la leen, hay ya -un nuevo medio de con?cer la pbra ma;gistral del gran artista,"y para qUIenes porque ya la conocían, la amanes un nuevo deleite oirla y~ verla $()b'eí-biament~ /montada e interpretada magníficárñente.. A unartista de la talla de Azuela, sólo -deben irÍterpretarlo sus compañeros, los que, aunque en, otroarte, el de la representacién teatral; s~an también
.grandes ~rtistas. Y la Universidad supo reunir'u~ completísimo grupo de act9res, escellóg.r<lfos,dIrector, que P?r todos conceptos supó hacer. altohonor a la obra representada. Ya la Mont0ya había anunciádo la pieza; ignoramos si fue 'unas:;bia ~edida de precaución o solamente una proVIdenCIal casualidad quien lib'ró al' arte mexicano de tan terrible amenaza. Puesta p.or 'urlacompañía de, comerciantes, de simples ]o;rÍaierosdel teatro, la óbra se habría. hundido. Puesta pora!'tistas, ,s~ntida con criterio artístico, 'Y no cons~mples mIras a la taquilla, "Los Caciques" 'coñ.~tItuye uno de los más sólidos, o el más sólidoentre los raquíticos y espaciados triunfos del teatro nacional. . , . :: . ~
Llamará la atención del aficionado el hecho cu~
rioso de que la única obra positivamente mexi~cana, pO~. la f~rr~a, por el esp~ritu, por todo: quehemos Vlst~. ultllpamente, haya sido puesta' poruna compama que no hace con nacionalismo su~rbpagahda, mientras que en la felizme~te ex:tmta temporada d~ cuatro meses de "comediamexicana" sólo yim,os traducciones del húngaro orecetas. de cursI1ena por desgraeia esperántica-mente mternacionales. t l '
El, triunfo_ de "Los Caciques" no debe átribuirse exclusivamente al autor de laob~~ Muchas veces otras obras magistrales' han ido él. laruina por' falta de comprensión en los actores ve? la orga~ización toda. Esta ve'z, bajo l~ dir~¿-'clOn de JulIo Bracho, cuyo elogio no es neéesariohacer, puesto que 10 hacen-sus obras 'todo cons~'piró para el éxito, el más grande hasta hov .deteatro mexicano. Una escenqgrafía compÍeta, \llena de alma, despidiendo-espíritu, como las
.flores despiden su aroma, y constrastando con'l~~ decoraciones. de papel pintado" fl.ores tambIen, qué falsas y qué mustias, a que nos hanacostumbrado las· compañías no' artísticas. ' Unvestuario, tambi'én de Julio Castellanos intencionado y con vida propia. Y una inter~retación
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, de todos y cada uno de los personajes en que no< es posible' decidir los aplausos por las personas, preparadas todas, todas comprensivas y todas ar-
tistas; o por la mano que las reunió, con tanadmirable perfección y con tal unidad. Particularmente digno d:e mención es' d mérito de Isabela \COFOna, la' artriz sobre cuyos mudos labioscae la. tragedia, pues que no teniendo su papellucimiento propio, pequeño y casi completamentemudo, sabe transmitir al público todas las emociones que, si se pue.den b~ber en la intimidadde la novela, desde la distancia del proscenio habrían empalidecido y. aún desflparecido, encarga,das a otra intérprete.
Quienes creen en el teatro mexicano aún, veanahora este camino, el único con posibilidades.Han fracasado ya tres temporadas de 10 que sellamó "comedia mexicana". Ha triunfado, encambio, esta obra. ¿ Cuál es la lección? Desde luego, que, México, debe eñorgullecerse de tenerbuenos autores, no de tener muchos. Un sol()Azuela vale infinitamente más que cien escritoresy escritrices, recolectados en las huestes de laclase media del talento. Una obra como "Los Caciques", aún con sus defectos de técnica teatt:al,sin duda graves y frecuentes, es un triunfo mucho mayor que una docena de imitaciones de todos los teatros europeos, viejos y nuevos, Y, segunda enseñanza, que la salvación del arte debeser encomendada a los artistas, a quienes con
. preparación, gusto y talento, puedan hacer unalabor cultuJ:al, y no a asociaciones comerciales degentes dedicadas al teatro para vivir, como pudieron dedicarse a otra, y a las que llamar artistas sería tan grave desacato como llamar poetisas a las taquígrafas, aunque les dicten versos aveces. La Universidad ha sido esta vez quien ha'tomado en sus manos esta difícil bandera. Ojalásepa sostenerla airosan1ente. Que el triunfo de"Los. Caciques" no·sea el único.
(De "Diario del Sureste)!. Mérida) Yuc.)
Leo~ Feuchtwangercontra André Gide
EL ESTETA EN LA U. R. S. S
. CUANDO André Gide, a su vueÍta de un viajeal fondo del Africa, se declaró comunista, su conversión no fue, en suma, sino estética; fue una crisis de sentimentalismo en un escritor sensible, cuyos ner;vios se habían estremecido a la vista de lossufrimientos que soportaban los negros explotaclOi
~ del Congo. Sin e'mbargo, en la U. R. S. S. se aco-gió como una convicéión política todo 10 q~e Gidej ,.decía en su. hermoso libro. sobre este viaje al Afri- . 11
ca. En realidad, no existía. tal éonviccián. El "comunismo" de Gide no era un resultado d€Tefk2cio-
UNIVERSIDAD
nes lógicas; el escritor se había encontrado simplemente en tal estado de espíritu, como hubiese podido también afiliarse al catolicismo y a adoptara Jesús y María de la misma manera que habíaadoptado a Marx y Lenin.
Por 10 demás, no hay' duda de que Gide hizo suviaje a la U. R. S. S. con una idea precoÍ1cebiday errónea: había entendido mal el proyecto de laConstitución soviética y confundió la verdadera democracia-a la cual se ha llegado en la U. R.S. S.-, con la democracia formal; exterior, de lospaíses de la Europa occidental. Así es que se sintió profundamente desilusionado, al no encontraren la U. R. S. S. la 'libertad de opinión y de prensa, en el sentido occidental. Se entristeció al verque los soviets no sentían ningún· deseo de .cam
'biar su socialismo por el parlamentarismo europeo.André Gide viajó por la U. R. S. S., en el es
tado de espíritu de un parisiense refinado, irónico, egocentrista, convencido de qlie París es elcentro del mundo. Miraba sin interés alguno todolo que de grande ha sido realizado en la U. R.S. S.; pero, en cambio, su atención era atraída poralgunos signos innegables de esa falta de buen gusto que es patente en algunas partes de Rusia. Asícomo, durante largos años, los franceses no reconocieron sino a regañadientes el genio de Shakespeare, acusándolo de barbarie, de mal gusto, desalvajismo, de la propia manera Gide vió con ojocrítico algunDs defectos soviéticos, cierta falta deconfort y de gusto. Pero en cambio no supo apreciar la grandeza del conjunto.
La U. R. S. S. ha llegado a ser tan poderosa,y su consolidada y razonable existencia, es un hecho tan evidente, que cuanto de ella se dice vienea ser prueba decisiva más bien de las cualidadesdel observador que del objeto observado. Mejorque lo que hace falta, d'eben verse en la U. R. S. S.las inmensas realizaciones de un socialismo que hahecho a este país más rico, más poderoso y másdesarrollado intelectualmente. El confort no es allí,sin duda, el mismo que se exige en la Europa occidental, y así, por ejemplo, en los waters se hallanpapeles de periódico, en lugar del papel higiénico.A Gide le pareció que debía concentrar su atención en esta ausencia de papel higiénico.. Entre los reproches más serios hechos por Gide,recojemos aquel en que critica con violencia la "di- .vinización" de Stalin. Es cierto que en la U. R.S. S. se rinden mayores honores a Stalin que enla Europa occidental. Pero, cuando se mIra decerca, fácilmente se comprende que no se honra.en él al individuo sino al represental1te del socialismo. Esta admiración por Stalin no tiene nada de
.artificial, es consecuencia lógica del éxito .del so-cialismo. El pueblo está agradecido con Stalin porel pan y por la carne, por el orden y por la instrucción, en una palabra, por la defensa de estasadquisiciones mediante la creaciánde un ejércitonuevo. Al pronunciar el nombre de Stalin, el pueblo piensa en su prosperidad siempre en aumento.y al decir, "amamos a Stalin", muestra el pueblotambién su adhesión al socialismo.
También se burla Gide del "stakhanovismo", yllega a afirmar que únicamente la pereza de los
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