burton hare-punto rojo 0817-demasiado tarde para vivir (1977)

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  • DEMASIADO TARDE PARA VIVIRBURTON HARECAPTULO PRIMERONo era un bar elegante. Ni siquiera fa limpio. Era uno de tantos tugurios que no cierran en toda la noche, y donde las horas del alba se desvanecen entre la neblina de humo concentrada entre sus paredes, mientras el olor rancio de la cerveza se agudiza tundindose en mil otros olores diluidos en la atmsfera. A esa hora incierta donde no se sabe si muere la noche o nace el da, la atmsfera acre del bar era ms densa que nunca, justo cuando ya apenas si quedaba nadie flotando en ella como en un turbio mar de frustracin y alcohol. El mozo haba pasado revista a todas las reseas de las carreras de caballos, haba resuelto un crucigrama y comenzaba a mirar con impaciencia el reloj, cuando el hombre sentado en la mesa del rincn barbot: Un doble, Jimmy! El mozo hizo una mueca. Sirvi el whisky en el vaso, le aadi hielo y fue a llevrselo al cliente. Esta noche est batiendo su propia marca coment, disgustado. Le veo durmiendo en la acera, seor Cord. La acera? An tengo una casa,... O no? Eso estuvo bien! No recuerda M tiene una casa o no la tiene... Qu cosas! A menos que est mucho ms borracho que de costumbre, Jimmy, an la tengo. Es una seora casa, lo creas o no! Dnde? Nunca haba hablado de eso, seor Cord. No acostumbro hablar mucho de mis asuntos. Oiga, es usted casado? Un hombre no es casado o soltero, como es cojo, o manco, o ciego. Est casado, o soltero, Jimmy. Me gusta puntualizar en estos asuntos... En cuanto a tu pregunta, la respuesta es un tanto complicada, a fe ma... Por qu? Porque a estas alturas,, ignoro si estoy casado o no. Oiga, de veras ha bebido demasiado esta noche. Eso del matrimonio es algo que no ofrece dudas, a mi modo de ver. Uno est casado o no lo est, es as de sencillo. No lo entenderas, y explicrtelo requiere unas energas de las que carezco. Djalo correr. Bebi un sorbo, chasque la lengua y recostndose en el respaldo del reducido divn encendi un cigarrillo. Tras una vacilacin, l mozo regres al mostrador meneando la cabeza. Ese era uno de los escasos clientes a quienes apreciaba, y se senta profundamente disgustado al verle embrutecerse, noche tras noche, desde haca meses... Volvi a mirar el reloj. An faltaban tres horas para el relevo. Eso era otro motivo de disgusto, en una noche de perros como sa en que no entraban ni las busconas de costumbre. Estaba tan fastidiado que, cuando oy abrirse la puerta, ni siquiera levant la cabeza. Luego oy el repiqueteo de unos tacones femeninos y mir. La dama que acababa de entrar era como para prestarle atencin especial, y Jimmy se la prest. Supo sin ninguna duda que no se trataba de una buscona. Pero tampoco era lo que l llamaba un seora; De cualquier modo, era un monumento con curvas tan pronunciadas, que seguirlas con la vista mareaba. Sus piernas eran largas y perfectamente proporcionadas. Qu va a tomar? balbuci, inclinndose por encima del mostrador. Desde esa perspectiva poda bucear en las profundidades doradas de un escote in creble. Ella se quit los finos guantes, guardndolos en el bolso. Slo entonces pareci advertir la presencia del mozo y levantando la cabeza dijo: Caf. Negro. Est bien... Ella pase la mirada en torno, detenindola sobre cada uno de los clientes que dormitaban en las mesas. Por un instante pareci decepcionada. Luego, su mirada aguda cay sobre el hombre del rincn y un chispazo cruz por sus pupilas. Se relaj visiblemente, sentada en el alto taburete. Durante los minutos siguientes se dedic a sorber pausadamente su caf negro. Encendi un cigarrillo y, tras dejar

  • unas monedas sobre el mostrador, ondul hacia la mesa del rincn. Estupefacto, el mozo la sigui con la mirada. Contemplar su suave contoneo era un recreo para la vista, pero no era eso lo que le dejaba absorto, sino el hecho de que una mujer, como sa se interesara por l borracho de Cord. Ella se detuvo delante de la mesa. Gordon Cord tena los ojos cerrados y un cigarrillo humeante entre los labios. Al fin, tras casi medio minuto de silenciosa contemplacin, la mujer murmur: Hola, Gordon...! El parpade. Luch por enfocar su turbia mirada y esboz una mueca. Nos conocemos? Hace tiempo. No lo creo. Te recordara. Me recordaras si no estuvieras sumergido en alcohol, como un feto en un tarro de vidrio. Ese lenguaje no es propio de una seora. Yo no soy una seora. Si lo fuera, no me hubiera acostado contigo. Que t...? Cord se enderez de pronto, los ojos abiertos, el humedecido cigarrillo colgndole de un extremo de los labios. Tampoco recuerdas eso? No... Acapulco. En el 67. Cristo! Hace diez aos... Yo no lo olvid. El se rasc la revuelta pelambrera. Cmo te llamas? Maryse Lecler. Maryse... Suena raro. An no recuerdas? Sintate y bebe algo. Necesito cierta ayuda para despejar las brumas del pasado. Las brumas del alcohol, en todo caso. No lo repitas. Hace mucho tiempo que acall mi conciencia. Ella aproxim una silla y apoy los codos sobre la mesa al sentarse. Sus ojos profundos y azules no se apartaban de la cara abotargada de l. O decir que estabas en las ltimas, pero no lo cre. T no eres la clase de hombre que se hunde as como as. Ahora veo que se quedaron cortos. No eres tan duro como yo te recordaba. Palabrera! Nadie es tan duro como la gente cree. T s lo eras. Te vi matar a un hombre con las manos desnudas. Casi le hiciste pedazos y eso no te alter demasiado. Por lo menos, no lo suficiente para que despus no pudieras acostarte conmigo. El checo! exclam Cord, de pronto. Cmo se llamaba...? Tena un nombre condenadamente enresado... Baborovsky. Eso es. Qu tiempos! Ya recuerdas? S. Todo? Todo. Ella sonri. Me llevaste a tu propia suite. EN cierto modo, me violaste. Pamplinas! Bueno, en el fondo yo te deseaba con todas las fuerzas de mi cuerpo, pero no poda confesrtelo. Y menos cuando acababas de matar a aquel hombre. El sacudi la cabeza. Comenzaba a pensar con ms claridad. Todo eso sucedi diez aos atrs. Cmo me has localizado ahora? Porque este encuentro no es casual, digo yo... Hace tres noches que intento encontrarte. Empec preguntando por ti en los bares y clubs exclusivos. Nadie te conoca. As fui descendiendo en la escala social de los bares..., hasta esta noche.

  • Si has llegado hasta aqu has tocado fondo..., no puedes encontrar un tugurio ms apestoso que ste. Algo debe haberte pasado, adems de quedarte cesante, claro. Tambin sabes eso? Saber estas cosas formaba parte de mi trabajo. S, claro. Por qu te echaron? Es una larga historia. Corramos un tupido velo sobre las estupideces de los hombres y hablemos de ti. Por qu queras verme? Necesito tu ayuda. Estoy fuera de circulacin. Precisamente. Por eso quiero que hagas algo por m... Qu cosa? Encontrar a un hombre. Ests loca! Hay un centenar de agencias de investigacin privada que harn el mismo trabajo, por poco dinero. No harn el trabajo que espero que hagas t. Encontrar a un hombre, eso es lo que dijiste. Encontrar a un hombre y matarlo. Gordon Cord enarc las cejas. Matarlo, eh? No importa cmo lo hagas, slo mtalo. Te pagar por ese trabajo, Gordon. Tengo dinero., Se me ocurre que equivocaste el camino. T necesitas un asesino a sueldo y yo puedo haber llegado al fondo de la basura, pero hundido o no, an mantengo la cabeza a flote. Por cunto tiempo? Eso no importa. S. Importa. Cunto tiempo seguirs teniendo la cabeza a flote; cunto tardars en hundirte del todo y tragar la basura a bocados? Lo ignoro. Tienes que ayudarme, Gordon. Eras de los mejores en t trabajo... El mejor, y luego an te perfeccionaste ms. Supe que t, de vez en cuando..., eras un autntico fenmeno. Incluso aceptando que eso fuera cierto, no voy a matar a un tipo slo porque a ti no te guste su cara. Hagmoslo de otro modo. T le localizas, est donde est, y cuando ests seguro que se trata de l no habrs de hacer nada ms que avisarme. Y despus? Ella rechin los dientes. Despus, yo le matar. Gordon Cord parpade. Estaba sorprendido. Hizo una sea a Jimmy y recostndose contra el respaldo del divn suspir: Creo que es mejor que me cuentes la historia completa, Maryse. No tienes otro lugar mejor que ste donde hablar? Y t? . Qu te pasa, no confas en m? No hasta el extremo de llevarte a mi refugio. Ella sonri y estuvo mirndole fijamente unos instantes. Por lo menos dijo al fin- veo que conservas algunas de tus facultades. Quiero averiguar si tambin conservas la misma fogosidad que diez aos atrs... Iremos a mi apartamento. . No me digas que vives en esta ciudad... No de modo permanente. Ya veo. Ella se levant, esperando que Gordon la imitara. Cuando lo hizo hubo de apoyarse unos segundos en la mesa para afianzarse sobre sus piernas. Ahora alguien debera hacer un chiste rezong, entre dientes. Decir algo de que es curioso cmo se mueve el suelo, o algo as... Puedes andar? Oh, seguro...! Slo dame tiempo.

  • Rode la mesa muy tieso. Sus ojos turbios resbalaron por la soberbia anatoma de la mujer y con una mueca, gru: Diez aos! Te han sentado de maravilla, preciosa. En aquel tiempo estabas ms bien flacucha, por lo que puedo recordar. Siento no poder decir lo mismo de ti. En tu caso el tiempo te ha sentado fatal, querido. Qu quieres? Episodios como los del checo dejan huella, van minndole a uno, poco a poco. Largumonos de aqu antes que acabe llorando en tu regazo. Se aproxim al mostrador, dej algn dinero encima y con un ademn de despedida dedicado al mozo se encamin a la puerta caminando con afectada rigidez para conservar el difcil equilibrio. Maryse Lecler enlaz el brazo con el de l y, casi sostenindole; salieron a la calle. El amanecer espantaba las sombras de la noche. Las del pasado de Gordon Cord no haba amanecer capaz de ahuyentarlas... CAPTULO IIEra un apartamento alquilado con muebles, y apenas tena algn que otro detalle personal de su inquilina. Gordon mir en torno. Hizo una mueca y gru: Qu te pasa; van mal los negocios? Esto no es ningn palacio y t debes haber ganado dinero..., mucho dinero... Esta es slo una estacin de paso para m. Ponte cmodo. Estar mucho ms cmodo si hay una botella a mano. Olvdalo. No la hay. Te necesito sobrio durante las prximas horas. Mi cabeza funciona mejor con un poco de alcohol. Tu cabeza puede que s, pero tus hormonas, no... Encontrars cerveza en la nevera. Es todo lo que podrs beber. Entiendo lo que quieres decir, pero me parece que has equivocado el da. Ella ya no le escuchaba. Haba entrado por una puerta que no se molest en cerrar. Cord suspir, dudando entre seguirla o buscar la cerveza. Inici el reconocimiento del lugar hasta localizar la cocina. Las latas de cerveza era lo nico que contena la nevera. Tom una, hizo saltar el precinto y bebi un sorbe. Hizo una mueca y abandon la lata, casi llena, en el fregadero. Oy la voz de la mujer que deca algo, aunque no comprendi las palabras. Volvi sobre sus pasos y asomndose por la puerta que ella haba cruzado, gru: Decas algo? La cerveza es una peste..., Su voz se cort de pronto, porque ella estaba girando sobre sus pies desnudos, la larga cabellera desplomndose sobre sus hombros tan desnudos como sus pies y el resto de su fascinante anatoma. No te quedes ah. Yo no pude olvidar aquella noche de Acapulco. Quiero revivirla en todos sus detalles, desde el principio al fin. Cord parpade. La cabeza le daba vueltas. No lo comprendo balbuce. Eres una mujer esplndida, que con slo chascar los dedos, tendras diez hombres de rodillas a tus pies... Por qu eliges una basura como yo? Maldito seas! Porque dejaste huellas de sangre en mi piel aquella noche... Porque, en cierto modo, me marcaste para el resto de mi vida y jams pude borrarte, de mi pensamiento ni de mi cuerpo. Oh, basta ya! Slo ven aqu, abrzame. Gordon camin, con torpeza, hacia ella, Maryse se arroj entre sus brazos y por un instante el cuerpo tibio y palpitante estuvo rgido, pegado al suyo. Despus sus bocas se encontraron. El choque de sus dientes fue casi doloroso antes de hundirse en un torbellino que, en cierto modo, volva a revivir la brbara sensacin de diez aos atrs, cuando desesperadamente hicieran el amor apenas quince minutos despus de haber matado a un hombre. Ella se dej deslizar sobre la espesa alfombra, arrastrndole a l en su cada. Cord notaba el despertar de un deseo olvidado, mientras el mundo pareca girar a su alrededor. Sinti la caricia de la lengua de Maryse en los labios, y el fuego de su aliento en un jadeo violento y vital. Sin dejar de besarle, ella le quit la chaqueta. Sus manos le recorrieron el cuerpo, como si quisiera comprobar la fortaleza de aquellos msculos que haba recordado

  • durante esos aos como un mapa en relieve. Cuando apart la cara sus ojos brillaban de un modo febril. No llevas armas ahora... susurr. Para qu? No se necesita pistola para emborracharse. Ni para hacer el amor sobre una alfombra de mil dlares. Bsame, Gordon. Una voz dijo: Bsala cmo despedida, pichn. El beso pstumo, podramos decir. Ella dio un grito y un salto, levantndose. Cord tard un poco ms en reaccionar, entorpecido por el alcohol. Se volvi, an sentado en la alfombra, y vio al hombre plantado en el umbral. Tambin vio la enorme pistola automtica provista de un silenciador especial que le trajo viejos recuerdos. Bueno, no me dijiste que habra mirones a nuestra fiesta particular refunfu, levantndose. Ella estaba muy plida, pero sus ojos despedan llamas. El intruso ri entre dientes, recorrindola con la mirada de arriba abajo. Qu potranca! exclam. Y desnuda, como para abrir boca. T, pichn, aprtate a un lado! te en ese taburete! Cord retrocedi y fue a sentarse en el taburete del tocador. Al fin, Maryse recobr la voz: Supongo que te enva Maisch... Nada de nombres. Para qu los necesitas? Pero nadie me dijo que fueras..., este... Bueno, un momento. A ver, date la vuelta poco a poco; s? Maldito...! Gira sobre los pies, nena, para que pueda verte desde todos los puntos cardinales. O no entiendes mi idioma? Ella rechin los dientes, pero no se movi. Gordon dijo, fastidiado: Haz lo que te dice, Maryse. Ella le mir de soslayo, echando chispas. Luego, muy despacio, empez a girar ante los ojos encandilados del asesino. Este farfull entre dientes: Lstima..., tener que destruir una cosa tan linda... Cord atrap un pesado tarro de crema y, apenas sin mover el cuerpo, lo tir con todas sus fuerzas contra el pistolero. Este advirti la maniobra demasiado tarde. Hizo ademn de desviar la pistola, y en aquel instante el tarro de cristal se estrell contra su cara hacindose aicos. Hubo un surtidor de sangre, y chorreones de crema embadurnando la cara aplastada del criminal, que apret el gatillo locamente, sembrando de balas a todo alrededor sin que la pistola emitiera apenas apagados suspiros. Gordon salt sobre sus inseguras piernas. Esquiv una bala por milmetros, y cundo lleg al lado del cegado criminal, volte la mano. Oy un grito de la mujer, pero estaba demasiado enfurecido para hacerle el menor caso. Descarg el trallazo con el canto de la mano, y el golpe estall en un lado de la cabeza del pistolero, junto al odo. Se oy perfectamente un seco crujido y, sin una queja, el hombre se derrumb de bruces. Maryse exclam: Le has matado...! No lo creo..., estoy desentrenado, en baja forma... Se inclin sobr su vctima. Por el odo golpeado empezaba a brotar un hilillo de sangre. Te digo que est muerto! repiti Maryse. Pues es cierto. No debo estar tan mal como pensaba. Maldito seas! Eh, espera un minuto! se angelito vino aqu para matarte. Lo has olvidado? Y cmo podemos interrogarle estando muerto? Eso es lo nico que me preocupa. Admiro tus sentimientos fraternales, hermana. Evidentemente, no podemos hacerle preguntas en su estado. Pero si ya sabes quin le envi, para qu averiguar ms? El pareci admitir que ese individuo que mencionaste le haba enviado para liquidarte.

  • Maisch... Quin es? El hombre que quiero matar. , Pues no parece albergar, tampoco, buenos sentimientos hacia ti, querida. Sabe que le matar... Lo sabe! barbot Maryse, enfurecida. Por eso quiere eliminarme antes. Y ha tenido suerte. Me ha localizado antes que yo a l. Es como si continuase en el servicio. Asesinos pagados, sangre y violencia... y mujeres desnudas. Debe ser mi destino. Te das cuenta? Es como la noche de Acapulco.,. Un hombre muerto, y t y yo amndonos... Eres todo un caso, preciosa. No te importa meterte en la cama con ese testigo aqu? Lo nico que lamento es ese tarro que destrozaste. Lo compr en Pars y a un precio astronmico... Ven, quieres? Ella retrocedi paso a paso. Se dej deslizar sobre el amplio lecho con gestos felinos, sus ojos brillndole de un modo salvaje. Cord se encogi de hombros y, olvidndose de cuanto le rodeaba, fue hacia ella, como aquella otra ya lejana noche, en Acapulco... CAPTULO IIIEl sol, al darle de lleno en la cara, le despert. En el primer instante su cerebro permaneci en blanco, vaco de ideas, de evocaciones; Slo pens que era un fastidio haber dejado la ventana, abierta con ese asco de sol obligndole a parpadear... Luego se dio cuenta de que aqulla no era su ventana, ni aqulla su cama. Ni acostumbraba a despertar viendo hombres muertos a un lado, con sangre en torno a su cabeza embadurnada de crema. Se sent de golpe, gruendo, porque un dolor agudo le asalt como si un torniquete oprimiera sus sienes. Maryse! gru. La mujer apareci envuelta en un salto de cama negro, a travs del cual, el color dorado de su cuerpo mostraba cada uno de sus recovecos. Cierra esa maldita ventana! Qu diablos...? Pens que te sentara bien un poco de sol. Llevas demasiado tiempo viviendo de noche. Al infierno con eso! Ella corri la cortina y anunci: Hice caf. Cmo lo prefieres? Con whisky... Olvdalo. Leche, crema o slo? Quieres envenenarme? Te lo traer solo. Lo necesitas. Deja ya de preocuparte por lo que necesito o dejo de necesitar. Has pensado lo que vamos a hacer con nuestro comn amigo? No. Pues es un consuelo. Voy por el caf. Espera un minuto, encanto. An puedo valerme por m mismo. Salt de la cama y ella se ech a rer, abandonando el dormitorio. Mientras se vesta, Cord estuvo observando al hombre muerto. No le gustaba la situacin. No le gustaba nada de cuanto haba sucedido. Maldita sea! rezong. No hay manera de huir de este infierno...! Se fue al bao y luego el vivo aroma del caf le atrajo rumbo a la cocina. Bebi dos tazas antes de pronunciar una palabra. Despus dijo: Bueno, ya tuviste tu hombre muerto, tu salvaje sesin de amor y todo lo dems... Piensas contarme tu historia ahora, o hay otras formalidades todava? Tienes un despertar muy desagradable, cario. Eso se debe a tu desmantelado bar. Sin un whisky por la maana soy medio hombre tan slo. Seguirs as mientras estemos juntos. No estoy seguro de que lo estemos mucho tiempo. Quin diablos es el tipo que nombraste anoche?

  • Se llama Leo Maisch. Agente libre, judo, escurridizo y traidor hasta la mdula. Ya tengo su retrato. Ahora, su biografa. Todo lo que necesitas saber es qu debes encontrarle. Hicimos un trabajo juntos..., haba una buena paga al final. Una paga fabulosa. El se la embols. Olvid pagarme mi parte. Ya veo. Un tipo muy vivo. Para quin hicisteis ese trabajito? Importa eso? Pudiera ser que importara; si he de meterme en el lo. Te lo dir, si veo que es necesario, en un momento determinado. Est bien, pero debo tener un punto de partida para localizar el candidato a cadver. Ahora s su nombre y la clase de bastardo que es, y si quedara alguna duda, su envo del embajador de anoche la disipara. Sin embargo, por dnde empiezo? Antes de que viniera ese asesino, yo pensaba que estaba en algn lugar de Europa, posiblemente en Inglaterra. Le encanta Londres... Ahora creo que est aqu. A menos que ese hombre viniera de Europa exclusivamente para matarme. Eso podemos saberlo ahora mismo. Cord se dirigi al dormitorio y registr los bolsillos del muerto. Encontr documentos a nombre de Frank Boven, con domicilio en Los Angeles. Tabaco, un encendedor de gas con sus iniciales, monedas sueltas y mil doscientos dlares en billetes de cien. Tambin hall un juego de llaves Yale y otras de coche. Pero ningn papel, ninguna indicacin de sus relaciones ni amistades. Bien, podemos decir que era una celebridad local. No vino de Europa. As que Maisch est aqu. Cord se embols los mil doscientos dlares y los documentos. Despus titube con las llaves, pero acab guardndoselas tambin. Para los gastos gru. Ahora te repito lo mismo que antes. Por dnde empiezo? Debes conocer las costumbres de tu ambicioso amigo, sus gustos, qu clase de mujeres frecuenta, si tiene alguna ms o menos fija, cosas as. No le subestimes, querido. Maisch es uno de los mejores profesionales del mundo. No tiene lazos en ninguna parte. Si necesita una mujer, la paga y se acab. Tampoco s que haya tenido, jams, amistad con nadie. Un lobo solitario. Malo. Su nico punto flaco es el lujo. Vive como un potentado, vaya adonde vaya, y sus gustos son los ms refinados que puedas imaginar. Eso me ayudar. Creo que dar un vistazo al domicilio de ese husped forzado que tienes en el dormitorio. Hablando de l, cmo podemos sacarlo de aqu? Ese es todo un problema. Dame tiempo para pensar algo. T no tienes una asistenta ni nadie que venga a meter las narices aqu, no es cierto? Nadie viene nunca. Entonces, no es nada que corra prisa. Te ver esta noche y para entonces espero tener alguna idea concreta. nada, vete a saber. Y si te necesito antes, dnde, puedo encontrarte? No podrs, as de sencillo. Comprendo. No me dirs por qu te, echaron, querido? Eso es un captulo cerrado. De cualquier modo, no creo que me echaran, realmente... Ms bien me desped yo mismo. Se levant tras encender el primer cigarrillo del da. Maryse le sigui hacia la puerta y antes de que saliera le cerr el paso rodendole el cuello con sus brazos desnudos. Confo en ti susurr, los labios cosquilleando los de l. Cuando t aprendas a confiar en m quiero conocer el lugar donde vives, y amarte all. Mejor olvdalo. Aquello es..., cmo t dira? Como, un santuario. No te entiendo. El la bes ligeramente, abri la puerta y sali sin ms comentarios. Descendi a la calle y mir arriba y abajo. Comenz a revisar los coches estacionados a lo largo de la acera en una longitud de dos calles, a ambos lados. Al fin encontr uno cuya patente estaba a nombre del frustrado asesino. Era un Mustang rojo. Prob las llaves y encajaron.

  • Lo puso en marcha y parti, ms desconcertado a cada momento. Por regla general, los asesinos a sueldo, profesionales, no suelen andar de un lado a otro con todos sus documentos en l bolsillo, y menos a bordo de coche tan llamativo como ese convertible semejante a una llama. Decididamente, todo el asunto era un colosal despropsito... CAPTULO IVInvirti una hora en registrar el pequeo apartamento del pistolero muerto. Era un lugar desordenado, sucio hasta la nusea, abarrotado de revistas pornogrficas, fotografas obscenas por todas partes y nada ms. Las ropas del armario eran de mala calidad, excepto un par de trajes, que deba conservar para las grandes ocasiones. Cord: gru, disgustado. Vio una botella de whisky en un estante, casi llena. Eso le reconcili, en parte, con el propietario del apartamento. Busc un vaso y lo llen hasta la mitad con whisky; Era el primero que probaba en muchas horas. Lo olisque recrendose por anticipado. De pronto se puso rgido y husme el vaso con todos sus sentidos aguzados. Ola a whisky, por supuesto, ya que se trataba de una buena marca. Pero ola a algo ms, algo que puso una corriente de hielo en sus nervios. Cianuro! mascull entre dientes. El clsico hedor del veneno, apenas perceptible, estaba tan claro para l como si la palabra estuviera escrita en la etiqueta. Limpi sus huellas de la botella y tras derramar el contenido del vaso en el fregadero, lo limpi, tambin. Estaba acostumbrado, y ahora su inters por el tipo llamado Leo Maisch haba aumentado hasta el infinito. Luego, plantado en el centro del dormitorio, revis en su experimentada mente si dejaba algo por registrar. Algn escondrijo ms o menos ingenioso. Lo haba mirado todo. Por si las dudas, abri otra vez el armario. Las ropas, los zapatos... Arranc un par de tacones de otros tantos pares. En ese negocio nunca se sabe. Eran tacones normales, sin huecos ni trucos. La maleta ya la haba mirado antes tambin. Estaba sobre el armario. Volvi a bajarla y antes de abrirla la tante con cuidado. Luego la abri. Estaba Vaca y no era de mucha calidad. Sigui tantendola con exquisito cuidado, ahora. Solt un juramento y se dirigi a la cocina en busca de un cuchillo. Con l empez a destripar la maleta sin contemplaciones. De este modo apareci el doble fondo. Se qued mirando la coleccin de pasaportes, tarjetas de identidad y de crdito, todas de distintos nombres pero sin fotografas. Eran falsas y dispuestas para recibir la foto de quien las utilizase. Y haba algo ms. Algo que puso un escalofro en su piel. Era una credencial de la CIA. Ni ms ni menos. La tom, viendo que estaba a nombre de Frank Boven. Tuvo la esperanza de que fuera falsa, como todo lo dems, porque, en caso contrario, l habra matado a un agente de la agencia que reuna en sus manos el poder de la vida y muerte. Sac el mechero y chamusc un determinado ngulo de la tarjeta de identidad. No ocurri nada, slo el plstico en que estaba encerrada empez a retorcerse. Falsa. No pudo contener un suspiro. Si hubiera sido genuina, autntica, la llama habra provocado un cierto chisporroteo a todo alrededor de la tarjeta, sin daarla en absoluto. De cualquier modo, se la guard, porque ahora comenzaba a interesarse en el asunto, de un modo mucho ms personal. Abandon el apartamento y esta vez tom un taxi que le condujo directamente el aeropuerto. Treinta minutos ms tarde emprenda el vuelo rumbo a Washington. * * *El taxi recorri buena parte de la Avenida Potomac, dobl una esquina y se intern por

  • una ancha calle flanqueada de hermosos rboles que sombreaban las aceras. Pare aqu orden Cord, poco despus. Esper que el taxi se perdiera de vista y entonces ech a andar bajo la sombra. Mujeres con cochecitos de beb, paseaban, charlando como cotorras, ajenas al denso trfico de la calle. Chiquillos alborotadores corran como vociferantes pieles rojas arriba y abajo, metindose entre las piernas de los viandantes. Gordon Cord se detuvo delante de un bonito edificio de oficinas. Haba llegado a pensar que jams volvera a pisar ese lugar, que para l significaba una pesadilla. Y aqu estaba. Entr, dirigindose recto hacia la batera de elevadores que funcionaban sin cesar. Se hizo conducir a la quinta planta, recorri un pasillo y empuj la puerta. La bella muchacha que atenda a los visitantes dio un respingo. Seor Cord! exclam. Pero no dijo ms. El hizo una mueca. No soy un resucitado, encanto! Anuncia mi grata visita a tu admirado jefe. Bueno, no s si... Est bien, espere un minuto. En lugar de utilizar el intercomunicador, sali de detrs de la mesa y, tras llamar a una puerta que haba al fondo del despacho, entr, cerrndola cuidadosamente a sus espaldas. Cord encendi un cigarrillo. Todo pareca devolverle a un pasado que odiaba, trayndole atroces recuerdos que ni el alcohol haba logrado borrar. La muchacha estuvo ausente casi cinco minutos. Luego reapareci Con una tensa sonrisa en su hermosa cara. Puede pasar, seor Cord dijo con su voz un poco ms tensa de lo normal. Gordon pas a su lado, cruz la puerta y avanz sobre una costosa alfombra azul hacia la mesa del fondo, donde un hombre se levantaba en esos momentos. Bueno, es toda una sorpresa, realmente... balbuci el hombre. Tambin lo es para m. Jur que no volvera jams a este lugar, porque de hacerlo habra de matar a alguien... Todos decimos muchas tonteras algunas veces. Eso no fue ninguna tontera. El hombre se sent, poco a poco. Sus ojos agudos no se apartaban del rostro del visitante. No me diga que ha venido a matarme, Cord. Ya sabe que me gustara hacerlo. Tal vez lo haga. Pero no ahora. Sintese. Se dej hundir en una confortable butaca. Pocas personas en el mundo conocan la existencia de esa extraa oficina dedicada a no menos extraos negocios. Cord saba que el principal negocio de semejante empresa, era la extorsin, la corrupcin y la muerte; todo ello dependiendo del ms poderoso organismo del globo. Y bien? se impacient el elegante individuo. Era realmente todo un tipo. Alto y esbelto, vesta con la exquisita pulcritud de un ministro en acto oficial. La expresin un tanto displicente de su cara le quitaba en parte su vido gesto de ave de rapia. Quiero ciertos datos, Roberts. De qu clase? Leo Maisch. Quin es? Roberts frunci el ceo... No lo s. Pregunte. Ya sabe dnde, supongo. Quisiera saber por qu he de hacerlo. Tambin me intriga que venga a pedir informes cuando ya no pertenece al servicio, y cuando se le dijo sin rodeos lo que poda esperar de la Agencia. Yo tambin les dije a los grandes cerebros lo que podan esperar de mi. Recuerda? No juegue con fuego, Cord, es peligroso. Leo Maisch. Es que est trabajando por su cuenta, Cord? En cierto modo. Mire esto, gran hombre.

  • Deposit cuidadosamente sobre la mesa aquella credencial de la CIA. Roberts se qued mirndola alelado. Se la quit a su titular? estall al fin. Hice la prueba del fuego. Es falsa. Cmo? La tom precipitadamente entre sus dedos. Estaba realmente estupefacto.. Es perfecta murmur. Podra engaar a cualquiera de nosotros si no hiciera la prueba... Yo la hice. Estaba en poder de alguien que trabajaba para ese Leo Maisch. Y ahora, quiere hacer un par de preguntas? Usted sabe cmo funcionamos en esta oficina, Cord. Necesitar tiempo. No hay tiempo. Descuelgue el telfono y llame, es as de fcil. No lo har. Me expondra a perder el puesto. Va a perder la cabeza si no lo hace, Roberts, hermano. Y si empiezo, ya no me detendr. Otros dos o tres grandes cerebros reventarn a orillas del Potomac. Pero, hombre, Cord, parece haber perdido la brjula. Dme tiempo, por lo menos. No puedo. Quiero esos informes ahora. Dgame por qu, quiere saber si conocemos a ese individuo. Si yo pregunto, ellos me preguntarn a m; Habr de decirles algo. Una sonrisa de lobo asom a la cara tensa de Cord. Ninguno de los grandes patriotas de aquel hermoso edificio del Potomac se atrever a preguntar nada a esta oficina. Y usted lo sabe, Roberts. Tiemblan ante la sola idea de que alguien pudiera relacionar a un puado de bastardos asesinos con la CIA, especialmente en estos tiempos. Escuche, no le permito...! call ante la mirada glacial de su visitante. Bien, Cord, usted fue uno de nosotros; as que est tirando piedras a su propio tejado. Yo fui, usted sigue siendo. Y los otros. Y las mujeres... Quiere hacer esas preguntas? Por unos instantes, el hombre del otro lado de la mesa trat de sostener la salvaje mirada de Cord. No pudo. Necesito consultar al piso de arriba dijo entre dientes. Apresrese! He de regresar a Los Angeles esta noche. Se levant, rgido como una tabla. Dio dos pasos para salir de su sitio, y antes que pudiera dar el tercero, Gordon Cord rechin entre dientes: No haga el tonto, hermano. Sintese. Pero... Por telfono. Quiero or lo que dice. No quiero consultas a mis espaldas. Maldita sea! Quin demonios se cree que es? Usted fue expulsado del servicio, no tiene siquiera derecho a estar aqu, y si... No lo diga. Slo llame al viejo de arriba y pregunte, si quiere salvar su cuello. Recuerde que, por mi parte, todos ustedes viven de prestado. No me provoquen, no tiren ms de una cuerda podrida... porque podra romperse. Roberts estaba rojo de clera. Pero l mejor que nadie saba la clase de hombre que tena delante. Conoca hasta los ms ntimos pormenores de su salvaje determinacin, de los motivos que podan empujarle a hacer saltar algunas cabezas y desencadenar el peor escndalo de toda la historia de la CIA y de sus subcentrales secretas, de cuya existencia apenas nadie tena conocimiento. De modo que alarg la mano y descolg un telfono blanco. Cord suspir: Haba ganado. Tras discar un nmero, Roberts se identific. Luego dijo: Asunt de prioridad, seor. Nombre, Leo Maisch. Quiero todo lo que exista sobre l... Por supuesto... Gracias. Y colg. Cord dijo: Se da cuenta lo fcil que resulta? Esta llamada queda registrada, Cord, como usted ya sabe. Algn da puede estallarme en las narices. Ese da me emborrachar en su honor, Roberts. Me gustara saber en qu est metindose, de veras. Yo tambin. A propsito, gran hombre. Han sabido novedades respecto a Susane? El rostro de Roberts se puso verde.

  • Ninguna. Es que an sigue albergando esperanzas, Cord? No. Pero pens que tal vez se hubiera filtrado algo. Quisiera saber dnde est enterrada, por lo menos. Oiga, usted sabe de sobra cmo es nuestro trabajo! Una porquera. Admitido; Pero cuando uno de ustedes desaparece, nadie sabe jams dnde fue enterrado. Ni se pregunta, porque entonces ellos podran preguntarnos a nosotros dnde hemos enterrado a su gente. Cord se ech atrs en la butaca. Encendi un cigarrillo y sus ojos acerados escrutaron largamente la cara del impecable individuo que estaba recobrando el color. De pronto dijo: Sabe una cosa, Roberts? A veces pienso que me gustara escribir un libro. Qu! Un libro. Una autobiografa o algo as. Apuesto que sera un best-seller. Roberts pareca estar sentado sobre un lecho de espinos. No habla en serio, Cord. No podra... Es una espada suspendida sobre sus grandes cerebros. Una espada con un filo endiablamente mortal Slo cortar el hilo que la sostiene y... qu pasara en las altas esferas? Roberts se ahogaba. Usted... usted no vivira para gozar del xito... barbot. Antes que Gordon pudiera replicar, un telfono son, de entre la batera de aparatos que ocupaban la mesa. Roberts descolg instintivamente el auricular del aparato de color gris. Hable, aqu Roberts! Escuch y su cara adquiri un color prpura subido. Luego palideci y sus ojos miraron a Cord, despavoridos. No pronunci ua sola palabra ms. Colg poco a poco y con su inmaculado pauelo blanco se sec el helado sudor que perlaba su frente. Lo consigui dijo con voz que temblaba. Me he jugado el puesto. De qu est hablando? Sabe quin me ha llamado? El viejo quiz. S. Acaba de decirme que dentro de una hora quiere verme. Lo dijo, rechinando los dientes. Tambin dijo que Leo Maisch no existe, y que si existiera sera sagrado para nosotros. Quiere saber por qu nos interesamos por l, pero quiere saberlo personalmente, no por telfono. Qu infiernos est manejando usted, Cord? Maldito si lo s! replic, preocupado. De modo que Maisch es sagrado para la Agencia. Un intocable... De veras no haba odo usted nunca ese nombre? Podra jurarlo sobre la Biblia. Eso no me dice nada. Usted jurara sobre siete Biblias que la Tierra es cuadrada y se quedara tan ancho. Bien, Roberts, cuando vea al viejo pregntele qu ha hecho por saber el fin definitivo de Susane. Algn da volver para saber la respuesta. Est usted loco, Cord, completamente loco. Gordon se levant. Una lenta sonrisa asom a su cara rgida. Algn da dijo como despedida, me convertir en turista. Un miembro de esos rebaos que se dejan zarandear de un lado a otro por un gua, ya sabe... El otro da me fij en un muchacho de una agencia de viajes. Perplejo, Roberts barbot: Por qu me lo cuenta a m? Porque el anuncio ofreca un tour de veinte das por la Unin Sovitica, sabe? Se dirigi a la puerta y sali. Roberts sinti que le temblaban las piernas y hubo de sentarse. Notaba cmo el corazn le golpeaba en la garganta, porque despus de esa ltima amenaza de Cord ya no caban dudas al respecto. Habra que hacer algo... y pronto. Algo definitivo. CAPTULO VEran casi las tres de la madrugada, cuando Gordon llam al apartamento de Maryse. Desde el otro lado de la puerta, la voz cautelosa de la mujer pregunt: Quin...?

  • Cord. Gordon? . Es que ya no te acuerdas de m? La puerta se, abri unas pulgadas, todo lo que dio de s la cadena de seguridad. La cara tensa de la muchacha atisbo por la rendija. No pudo contener un suspiro de alivio, al reconocerle. Cerr la puerta para poder quitar la cadena y le dej libre el paso. No reconoces mi voz, todava? gru Gordon, mirndola mientras volva a colocar la cadena ye volva hacia l. Tal como estn las cosas, apenas si me reconozco yo misma cuando me miro al espejo. Qu estuviste haciendo? Cre volverme loca cuando se hizo de noche y no apareciste... Hice un viaje. A Washington. Ella levantaba los brazos para enroscarlos en torno al cuello de Cord pero se qued paralizada, a mitad del movimiento. A Washington...? balbuci. No comprendo... Creste que Maisch estaba all? No, nena. Slo quise reunir algunos datos. . Pero t ests fuera de servicio, ya no perteneces a esa organizacin. Cmo...? Me quedara algunos privilegios todava. Por qu te has asustado al or que haba estado en Washington? Me has sorprendido, no asustado. Prueba otra vez. De veras, por qu habra de asustarme? al fin le rode el cuello con los brazos y apretndose contra l estrell la boca contra la suya, besndole con toda su experta fogosidad. El la apart suavemente. Deja eso ahora preciosa. Cada cosa a su tiempo. Eres un ave fra, pero ya que prefieres el trabajo al placer..., qu me dices del caballero que hay en mi alcoba? Pronto empezar a oler mal. Necesitamos un coche grande para sacarlo de aqu; uno en cuyo maletero quepa ese individuo. Y despus? Hay un milln de lugares hechos a propsito para abandonar una carroa. Hablemos de lo que importa. Quin es realmente tu amigo? Porque para la Agencia es una vaca sagrada un intocable. Por qu? Cmo voy a saberlo?. Quiz le utilizan. Esos bartardos utilizan a todo el mundo, no por eso tienen la menor consideracin con ellos. Los sacrifican sin pestaear, llegado el caso. No exageres... Lo s muy bien. Te sacrificaron a ti? No pudieron. Pero si lo hicieron con alguien que... Pero eso es otro asunto. Estbamos hablando de Maisch. Ya te dije lo que yo saba de l. Trabaja para medio mundo, es un agente libre, fiel mientras le paguen, pero si otra potencia le ofrece ms dinero cambia de bando. Me traicion a m y traicionar a cualquiera si con ello obtiene un buen puado de oro. Dijiste que era agente de Israel- Tampoco dije eso, sino que l era judo. Ese amigo tuyo que duerme el sueo eterno en tu dormitorio, tena una credencial de la Agencia. Falsa, pero endiabladamente bien hecha; la obra de un artfice de la falsificacin. Y si tenemos en cuenta que trabajaba para Maisch, y que ste es todo rara personaje para la CIA, me gustara mucho saber qu clase de trabajito llev a cabo en tu compaa. No quiero hablar de eso. No es nada que me llene de orgullo, precisamente. En nuestra profesin no hay un solo trabajo del que podamos sentirnos orgullosos. Sin embargo, quiero saberlo. No insistas, Gordon. Entonces habr de renunciar a tan grata compaa. No pienso meter la cabeza en un nudo corredizo. No puedes abandonarme ahora-!

  • Escucha, Maryse; estoy rendido, Bervtoso y casi histrico porque durante todo el da nao he probado una gota de whisky. El nico que tuve a mano estaba envenenado, as que no abuses de mis horas bajas. Quin quiso envenenarte? La botella que ese ngel cado de tu alcoba guardaba en su apartamento. Tena cianuro suficiente para liquidar un caballo. Afortunadamente lo descubr a tiempo antes... Quieres decir que ese hombre guardaba una botella de whisky envenenado con cianuro? Bueno, no creo que l supiera de la existencia del cianuro. Ella frunci el ceo, perpleja. Luego, como un chispazo, comprendi y se qued boquiabierta. El sonri. Eso es dijo. Tu amigo Maisch no quiso correr riesgos. Pens que, despus de matar a una mujer, lo menos que poda esperarse era que el asesino tuviera la boca seca, o el estmago revuelto si no era un buen profesional, de modo que fue a su casa y envenen el whisky. Un testigo muerto ya no es testigo ni es nada, slo un puado de carroa. Maisch, el grandsimo hijo de perra... S, seguro que fue as como lo hizo. Eso es propio de l... T debes saberlo, puesto que fue tu socio. Slo en el negocio; no vayas a tener ideas raras. Yo no tengo ninguna idea, todo lo dices t. Todo, menos lo que quiero or. Eso, querido, permanecer en el secreto del sumario, de momento. Pinsalo durante el resto de la noche. Te ver maana y espero que para entonces hayas cambiado de opinin. Gordon! Es definitivo, cario! No puedes irte ahora, dejndome con eso ah dentro. Maana lo solucionaremos. Quiero decir que debes quedarte aqu... conmigo. Esta noche no..., estoy bajo de moral. La visita a mi antigua guarida ha revuelto mis ideas. Quiero estar solo durante uas horas. Ella se dispona a protestar, pero Cord abri la puerta y desapareci como una sombra. Maryse sinti tentaciones de maldecirle a gritos. De todos modos Cord no la habra odo, porque descendi las escaleras rpidamente, y sali a la calle. Se alej a buen paso en busca de un taxi, y cuando se instal en uno y dio aquella direccin se sinti vaco, viejo de mil aos, y acab compadecindose amargamente. El coche enfil hacia Bell Air, se encaram por los retorcidos paseos y casi en lo ms alto, se desvi a la derecha, por un paseo desde el que se disfrutaba de una impresionante panormica de la ciudad extendida all abajo, millones de luces parpadeantes, guindole a los sueos de millones de gentes que se afanan cada da por vivir un poco ms, por araar un puado de felicidad a cualquier precio; que se mataban poco a poco, para escalar un peldao ms a costa de lo que fuera, dejndose pedazos de dignidad en el empeo, jirones de su propia vida quemada en el chisporroteo del lujo, del deseo, de la codicia y la envidia. Gru con desagrado cuando el taxi se detuvo bruscamente. Es aqu? indag el chfer. No se distinguen los nmeros, estn demasiado separados de la a. Est bien. Esper ver desaparecer las luces rojas del taxi. Luego atraves la calle y se intern por un inmenso prado de csped que, bajo la luz de la luna, destellaba con chispazos de esmeralda. La casa no era muy grande, pero resultaba una soberbia construccin, de un gusto y una belleza plcidos y confortables. Parado ante la puerta, Cord titube. Haca mucho tiempo que no entraba en esta casa. Tampoco haba pensado pasar en ella esa noche. Sin embarga, una fuerza extraa le empujaba a desafiar los viejos fantasmas. Sac una llave y abri. Conect la luz y encendiendo las de! vestbulo cerr a sus espalda

  • s y se qued unos instantes parado all, reconociendo cada detalle, cada chuchera de las que salpicaban los muebles y los rincones. Entr, al fin, dirigindose recto adonde estaban los licores. Era una sala de gusto, sencillo, pero que inspiraba una gran paz, una sensacin de cmoda intimidad. Llen un vaso de whisky j se hundi en el divn. Vaci el vaso a grandes sorbos. Despus, ech la cabeza atrs y cerr los ojos. No supo cundo se durmi, ni si, en realidad, lleg a conciliar verdaderamente el sueo, pero al relajarse, la pesadilla revivi en su mente con todo el dolor. Ella decoraba la casa. Ella era la mujer ms hermosa de este mundo, y era feliz, y le., daba todo el amor del que una mujer es capaz de desprenderse. Con el amor se daba toda ella. Se daba con los ojos, con su sonrisa, con sus silencios; y cuando estaban juntos, tendidos en la oscuridad, se daba en cuerpo y alma y te haca sentir que la vida an era buena, le arrancaba silenciosos gritos de placer y as alcanzaban, las cimas de la vida en un abrazo total, absoluto, en el que, adems de sus cuerpos, se fundan sus almas, y latan sus corazones a un ritmo loso, y los sueos ya no eran sueos, porque, ni en sueos, un hombre y una mujer pueden alcanzar aquella plenitud. Pero haban cometido el terrible error de creer que an podan vivir su inmenso amor, libres de toda amenaza. Trataban de correr un velo de olvido, como si el pasado pudiera borrarse de la mente y del corazn slo con desearlo. Quiz alguien pudiera lograrlo. Ellos no. Y entonces el sueo se converta en una atroz pesadilla. Abri los ojos y los fij en el techo. El dolor araaba su corazn, y Id ira burbujeaba en sus entraas desgarrndolas igual que las garras de una fiera. Se levant, atrap la botella y bebi directamente de ella. Todo terminaba y todo volva a empezar, y ya slo quedaba hundirse en la nada, o pegarse un tiro. Se hundi en el abismo del alcohol. El circo de los recuerdos volva a girar como una noria... CAPTULO VIPas todo el da siguiente en aqulla casa, abotargado, sentado en el saloncito como un gran Buda reflexivo. No haba podido vencer los fantasmas que se guarecan en lo ms profundo de la mente, y que se alborotaban ms de lo normal entre esas paredes, concebidas como un paraso y que se haban convertido en un infierno. Cuando el crepsculo barri la despiadada luz del sol, Cord pareci surgir de un profundo pozo negro de terrores. Se levant, tambalendose y, desvistindose, se meti bajo la ducha un buen rato. Cambi todas sus ropas al vestirse, y esta vez aadi a su atuendo una funda axilar que se ajustaba perfectamente a su costado. Llen la funda con una pesada Colt automtica del 45 y al fin sali de la casa. Cerr la puerta y camin a lo largo de la fachada hasta la parte posterior. Pas junto a la gran piscina de agua cristalina. La piscina y el jardn estaban perfectamente cuidados. El jardinero se ganaba bien su sueldo, pens, mientras abra las puertas del garaje. Se qued mirando los dos coches que llevaban meses sin calentar sus motores. Un gran Cadillac gris, y un agazapado Jaguar deportivo de dos plazas. Aquel auto haba sido el ltimo capricho de Susane. No haba recorrido ms all de quinientas millas... Sac el Cadillac, cerr las puertas y emprendi el descenso a la ciudad. Antes de franquearle la entrada, Maryse volvi a celebrar el mismo precavido ritual de la noche anterior. Luego, cuando hubo quitado la cadena de seguridad, se ech en sus brazos estremecida de temor. Estuvo aqu, Gordon! Quin? No s... Maisch, u otro asesino a sueldo... Primero llamaron a la puerta. Pregunt quin estaba ah y no me contest. Luego, intent forzar la cerradura. Oa sus esfuerzos y te maldeca por no estar aqu, conmigo... Tenas la pistola de ese fulano. Pudiste disparar a travs de la puerta y dejarle tieso. Y luego qu? Otro muerto... y se habra alborotado todo el vecindario. La pistola lleva silenciador, nena.

  • No pens en eso.;., slo pensaba en ti. Eso te hubiera servido de mucho, en caso de que el fulano hubiese podido forzar la puerta. Ella estruj su boca en la voracidad desesperada de sus besos, como si quisiera olvidar el terror con el deseo. No te alborotes todava gru Cord. He trado un coche capaz de trasladar todo el depsito cadveres. Hemos de sacar a ese fulano de tu alcoba, antes que te enamores de l. Qu estuviste haciendo hasta ahora? Peleando con mis fantasmas personales. No comprendo... Es un ejercicio muy conveniente, mientras no se abuse de l. Hay otra salida de este apartamento? Una escalera de incendios o algo as. No. Lo alquil precisamente por eso; No hay modo de entrar ms que por la puerta. Ni de salir. Debiste pensar en eso. El tipo debe estar ms rgido que una tabla, para simular qu sacamos un borracho, de modo que habr que esperar a que todo el mundo est en la cama. Cmo se te da la cocina, primor? No muy bien... Tienes apetito? No com nada desde ayer. Har lo que pueda, pero no te hagas ilusiones. Nunca sent vocacin de ama de casa. Se fueron a la cocina. Los huevos revueltos tenan tanta sal como el ocano Pacfico, el jamn estaba tieso y las tostadas demasiado blandas. No obstante, Cord lo engull todo como si se tratara de ganar un premio. Maryse apenas poda creerlo. Y ni siquiera has protestado! exclam. Seras un marido ideal. Si yo fuera tu marido y me dieras esa bazofia para comer, saldras por la ventana. Pero tena un hambre de lobo. Ella empez a rerse entre dientes. En aquel instante el timbre de la puerta son y la risa muri en sus labios con una suerte de quejido. Cord acab de encender el cigarrillo que se haba llevado a los labios. En voz baja, dijo: Sernate. Quiz l mismo venga a facilitarnos el trabajo. Vamos. Sabore el humo del cigarrillo y luego lo aplast contra el plato. Pegada a la puerta, Maryse pregunt con voz tensa: Quin es? Telegrama, seora. Tiene que firmar. Un momento... Mir a Cord y ste asinti con una mueca. En su mano apareci, como por ensalmo, la pistola automtica y acto seguido se coloc a un lado de la entrada. Maryse quit la cadena y abri. Haba un repartidor de telegramas de la Western Union, slo que a ella se le antoj demasiado viejo para ese trabajo. Entre... murmur. El hombre de uniforme se, col dentro. Llevaba un libro y un telegrama en la mano izquierda. La derecha se hundi en aquel momento bajo la axila. Cord gru: No saques nada de ah, hermano, porque te mueres. El tipo dio un respingo. Por encima del hombro descubri la pistola de Gordon y trag saliva. Qu es esto, una broma? barbot. No lo sabes t bien. Cierra la puerta, nena. La mujer cerr y volvi a colocar la cadena de seguridad. Cord empuj al repartidor de telegramas contra la pared y dijo: Ya sabes la rutina. Apoya los ndices en la pared y retrocede un paso. Despus te explicar en qu consiste la broma. Quin es usted? Para ti, el fulano que va a darte el pasaporte. Estn locos... Los dedos en la pared! El tipo obedeci, para lo cual hubo de dejar caer el libro y el telegrama. Retrocedi un paso, de modo que todo el peso del cuerpo le qued gravitando sobre los dedos

  • . Cord le registr en un instante... Llevaba un revlver del 38 con un largo silenciador. Supongo que forma parte del equipo de trabajo de la Western Union, eh? coment con sarcasmo, balanceando el largo can ante las narices de su cautivo. El hombre no replic. Los dedos le dolan como el demonio. Cord guard su propia automtica, quedndose con el revlver en la mano. Voy a mostrarte lo que te espera, gran tipo gru amenazadoramente. Puedes dejar de apoyarte en la pared. Con un suspiro de alivio, el intruso se irgui, volvindose. Su cara torva era todo un poema. Adelante, hermano, hacia esa puerta. Prate junto a ella. Cuando el hombre hubo obedecido, Cord hizo una sea a Maryse y sta abri la puerta del dormitorio. Encendi la luz y se hizo a un lado. Ahora puedes dar un vistazo ah dentro, slo para animarte dijo Cord, sealando la puerta abierta. Cauteloso, el tipo asom la cabeza. Lo que vio le hizo dar un respingo. Boven! jade en un susurro. i Aja!; Amigo tuyo, por lo que veo. Tuvo peor suerte que t. El muri sin tiempo para protestar. T reventars despus de haber charlado un poco. Ahora, el desconocido estaba realmente asustado. Mir despavorido a Cord y su revlver, y luego desvi los ojos hacia la muchacha. Si esperaba encontrar un resquicio de esperanza en la mujer, se equivoc,, porque Maryse senta miedo, y el miedo la endureca hasta lmites inhumanos. Saca todo lo que lleves en los bolsillos, querido, y djalo en el suelo, ah, al lado de la puerta. Pero con suavidad, comprendes la idea? Un solo movimiento brusco y disparar. Estoy muy nervioso. El hombre saba que estaba ante un demonio de individuo que desconoca lo que eran nervios. Saba, con absoluta certeza, que le matara sin pestaear, de nodo que vaci sus bolsillos con, infinito cuidado y luego se ech atrs. Recoge todo esto y llvalo a la mesa, Maryse. Y t, sintate en esa silla. Empezaremos por tu nombre, qu te parece? Me llamo Bags. A quin se le ocurri l truco del telegrama, a ti, o a Leo Maisch? Nunca o ese nombre. El truco lo ide yo. Prueba otra vez. Primero Maisch envi a ese ngel cado. Al ver que no regresaba te busc a ti para que hicieras, el trabajo... A propsito, quiero or de viva voz cul era ese trabajo, concretamente. Si lo sabe... Quiero orlo! Malar a la seora... Sin adornos, slo pegarle un tiro? Una cosa limpia, sin alboroto. Eso fue lo que dijo. Quin lo dijo: Maisch? Ni siquiera s quin es ese tipo. Entonces, quin te dio la orden? Eso no lo dir. Me parece que te equvocas. Trae cualquier cosa para atarlo, querida. Voy a dejarte que le arranques las uas, una a una, si eso te quita el miedo de encima. Maryse rechin los dientes. Le har algo, ms dijo con voz silbante. Pero lo har con un cuchillo de cocina y cuando termine... No lo digas, slo hazlo. Maryse abandon la estancia refunfuando. El cautivo mir despavorido a su alrededor. Cord sonri. No tienes ninguna escapatoria, Bags. Si te mueves yo te meter una bala en la barriga. Si te quedas quieto, ella te har una operacin quirrgica a lo vivo, y te aseguro que es capaz de eso y mucho ms. Slo si hablas puede que te vayas al otro mundo de una sola pieza. No pueden torturarme! Qu clase de salvajes son ustedes?

  • De una clase que te pondra los pelos de punta si pudieras conocernos slo ligeramente. Vamos a ver, quin te envi? Bags sacuda la cabeza de un lado a otro. Maryse reapareci. Traa un largo trozo de cuerda de niln y un largo cuchillo de cocina. Dej el cuchillo en la mesa y, colocndose detrs del prisionero, empez a atarle como un fardo. Bags sudaba a mares y estaba tan plido que su piel pareca gris. Con voz amable, Cord aconsej: Mejor ser que le amordaces, o sus gritos escandalizarn a todo el vecindario. Maryse tom el cuchillo con una mano que no temblaba en absoluto. No gritar dijo, rabiosa. No podr gritar, porque primero le cortar la lengua. Bags dio un quejido y se debati con las cuerdas. Gordon le aconsej: Si yo estuviera en tu lugar, hablara, compaero, porque esta delicada dama tiene los instintos de una pantera, as que t decides. Yo ya he decidido gru Maryse, colocndose delante de Bags. Este tena los ojos estrbicos, fijos en el afilado cuchillo. Basta, qutela de mi vista! llorique. No te gusta verla tan cerca? Fjate bien en ella, tiene unas curvas que marean. Fjate en sus caderas, y esos muslos perfectos... Apuesto que en tu vida viste otra mujer igual. Basta, basta... aprtela de m! Ya lo oyes, cario. Sintate en cualquier lado o a nuestro amigo le dar un infarto. Y no nos interesa que muera, todava. Por lo menos, sin haber hablado primero. A regaadientes, Maryse se apart de su vctima, pero no abandon el cuchillo. Bueno, adelante; no esperes que ella se impaciente porque ya no tendras salvacin. Cord dijo: Fue Geisler quien me pag para..., bueno, para venir aqu. Quin es Geisler? Tiene uno oficina de apuestas, en Nortwick y Galaway. Y ese Geisler te pag para matar a Maryse? S... y ya haba enviado a Boven primero, segn dijo. Estaba muy nervioso porque no saba nada de l. Voy a darle motivos para estar an ms nervioso... Qu opinas, Maryse? Maisch debe pagar a ese tal Geisler, supongo. Quiz l no tiene contactos aqu, para contratar asesinos. Bien es verdad que nunca los necesit. Siempre hizo sus trabajos sucios personalmente. Slo que est vez sabe que t tratas de cazarlo, y que en consecuencia ests alerta. Habra de arriesgarse demasiado, y un Jipe que disfruta de una fortuna es poco amigo de correr riesgos, digo yo. Veamos, dnde vive Geisler? Tiene un piso sobre la misma oficina... Est all ahora? No creo..., le gusta divertirse cuando cierra el negocio. No regresa hasta muy tarde. Adonde debas ir para informarle de que el trabajo estaba hecho?, Me dijo que le llamara a primera hora de la maana... Volvamos a Maisch. Ese es quien nos interesa. Pero si no s nada de ese tipo, nunca le o nombrar! Si eso es verdad, va a ser terrible para ti, porque Maryse te cortar a tiras. Estoy dicindole todo lo que se! Menos lo que queremos or. El paradero de Maisch. Oh, no! Es que resulta tan difcil de creer? No s una maldita palabra de l. Se lo dira si lo supiera... Juro que se lo dira! Bueno, no podemos fiarrnos de tu palabra, compaero. As que... Maryse se levant de un salto y se dio mucha prisa para llegar junto a su cautivo. La mirada desorbitada de Bags era tan angustiosa que daba grima. Pareca que los ojos fueran a caerle fuera de las rbitas. Maryse acerc el cuchillo a la barriga de Bags. Dio un tajo hacia arriba y cort lim

  • piamente su cinturn. No...! Su voz se ahog al ver la hoja de acero junto a su cara. Dio un grito y se desplom, inerte. Cord solt un gruido. Hiciste una buena representacin, encanto. Lo tom tan en serio que se ha desmayado. Ella rechin los dientes. . No fue ninguna representacin dijo. Iba a convertirlo en un invlido para el resto de su vida... y an creo que lo har. Cord frunci el ceo, mirndola. Lo que vio en las salvajes pupilas de la mujer le convenci ms que sus palabras de que, realmente, estaba dispuesta a hacer, lo que aseguraba. No dijo nada. Desgarr la camisa de Bags y con los pedazos hizo una bola, que introdujo en su boca. Luego, con otra tira le amordaz apretando sin piedad. De momento, lo conservaremos dijo. Hay que sacar al otro..., y me parece que le utilizar como compensacin por las molestias que nos proporciona... Sin que ella hiciera ninguna pregunta, Cord se dirigi al dormitorio en busca de su siniestro cargamento. CAPTULO VIIGeisler cerr la puerta a sus espaldas y encendi la luz. El apartamento no era ningn palacio, pero resultaba funcional y, sobre todo, muy til, porque le permita controlar de cerca su negocio, establecido en la planta baja. Haba sido una buena noche. Pensando en la clida, piel de la pelirroja le pareca sentir an su perfume, el contacto ardiente de sus caricias. No importaba que fueran unas caricias mercantilizadas. Haba sido una buena noche y todo lo dems eran gaitas. Geisler era un hombre gordo, grasiento, con cara rojiza y abotargada, que estaba satisfecho de s mismo sin importarle en absoluto su aspecto. Nunca desperdiciaba un dlar fcil, viniera de donde viniese. Para ello contaba con buenas amistades, contactos en todas las esferas, y especialistas para cualquier trabajo. Se dirigi al dormitorio pensando en su buena estrella. Encendi la luz de la habitacin y cuando sta brill, se apag su buena estrella. El tipo, tendido muy rgido en su propio lecho, estaba muerto, de eso no caban dudas. Boque, luchando por calmarse. Luego avanz cautelosamente, como si el muerto pudiera, descargarle un zarpazo. Cuando reconoci aqulla cara tiesa, sinti que el suelo oscilaba bajo sus plantas. Frank Boven! jade, ahogndose. Rode la gran cama, mirando el cadver desde todos los ngulos, tratando de descubrir el agujero de las balas. Porque estaba seguro que Boven, haba muerto de un tiro. Slo vio rastros de sangre ,en los odos, y una posicin absurda de la cabeza. . Sinti un escalofro, porque aquella manera de morir le sugera imgenes aterradoras, de un salvajismo increble, entibindole las manos y sudando como un condenado, descolg el telfono y marc un nmero que saba de memoria. Esper hasta obtener respuesta. Entonces se identific, antes de preguntar: Busco a Ray Bags. Est por ah, Jim? No, seor Geisler, est noche no ha venido. Ests seguro? Pregunta a los camareros... Un momento. Esper rabiando de impaciencia. Luego, la voz del telfono anuncio: Nadie le ha visto esta noche, seor Geisler. Si quiere dejar un recado para l, en caso de que aparezca... Slo dile que me llame por telfono. No importa la hora que sea. Colg de golpe. Se restreg la cara para librarse del pegajoso sudor. Volvi a mirar el cadver que usurpaba su lugar en el lecho. Boven no haba muerto en esa cama, eso era seguro. Entonces, cmo...? Sinti un brutal sobresalto cuando cay en la cuenta de que, quienes fuesen los que lo haban trado, an podan estar ocultos en el apartamento. Corri hacia la mesilla de noche, abri el cajn y empu una pesada automtica que siempre tena dispuesta.

  • Con el arma en la mano se sinti mucho ms seguro. Decidi iniciar el registro, slo para tranquilizarse... No tropez con Gordon Cord hasta que penetr en su pequeo despacho privado. Cord estaba hundido en una butaca y se qued mirndole con aquellos ojos de serpiente que apenas parpadeaban. Geisler agarrot los dedos en torno a la pistola y barbot: Quin diablos es usted? Los nombres apenas importan, Geisler. Pase y sintese. Tenemos mucho de que hablar. Maldito sea si lo hago! Slo levntese de ah. Voy a ensearle algunos trucos, si es usted el tipejo que ha dejado ese paquete en mi dormitorio. Pens que Boven le perteneca, por eso se lo devolv. Debe estar mal de la sesera..., andar pasendose con un fiambre, slo para impresionarme. Y lo he impresionado. De cualquier modo, an se impresionar ms cuando le diga que su otro mensajero, Bags, est a buen recaudo, un tanto estropeado el pobre. Ya veo... Trabaja usted para la fulana. Qu fulana? Ya lo sabe. Y ya habl demasiado. El dedo se le tens en el disparador. Cord dijo: Ese chisme debe hacer suficiente ruido como para poner de pie todo el distrito... Cree que soy idiota? Estas paredes son a prueba de ruidos. Y usted y yo somos los nicos ocupantes de todo el edificio, de modo que, gran hombre, buen viaje al infierno. Tir del gatillo, rabiosamente. No ocurri nada. Frentico, volvi a probar suerte y la pistola continu inactiva. Cord dijo, amablemente: No creo que consiga nada, Geisler. Me tom la libertad de quitar los cartuchos cuando registr el piso. Geisler barbot una barbaridad y, empujado por la clera, arroj la pistola contra Cord. Este esquiv, levantndose. Para entonces, era l quien empuaba un arma, y sta llevaba un excelente silenciador. Perteneci a su amigo Bags, sabe? le inform con soma. Voy a ver s este trasto es tan silencioso como parece. Geisler retrocedi unos pasos, hasta dar de espaldas contra la pared. Vio levantarse l martille te del revlver. Ahora, el sudor le corra a torrentes por todo el grasiento cuerpo. Espere...! boqueo. T no esperaste nada para intentar agujerearme... Podemos... hacer un trato. De qu clase? A usted debe pagarle esa fulana... yo le dar el doble, slo para que salga de aqu sin disparar. Olvdalo. Slo hay una clase de moneda con la que puedas negociar. Dgame cul. Informes. Por ejemplo, el tipo que te encarg liquidar a Maryse Lecler. Eso es imposible... No s nada de l. Entonces, no tienes nada que ofrecer a cambio de tu sucio pellejo. Abur, camarada. De nuevo, el revlver se alz un poco, como afianzndose en su objetivo. No dispare...! Ests prolongando tu propia agona. Eso resulta peor que el mismo balazo, que apenas sentirs, con toda esa grasa que te recubre. Se lo dir...! Qu me dirs, el nmero de tus calcetines? Le hablo en serio... Podr encontrar al tipo que me encarg matar a esa fulana... Llmala fulana otra vez y revientas. Condenacin! Cree que me importa lo que sea? El dijo que era una cualquiera, por la que nadie movera un dedo.

  • Quin dijo eso? El tipo que me pag. Ese tipo tiene un nombre, digo yo. Se Mama Everts. No me digas! Por lo menos, yo slo lo conozco por ese nombre. Cmo te pones en contacto con l? Por telfono. Eso es muy malo para ti. Maldito sea! Puedo entregrselo en bandeja, si me da su palabra de dejarme en paz. Te contradices. Si todos tus contactos con l son por telfono, cmo puedes saber dnde echarle el guante? Porque en estos negocios acostumbro cubrirme las espaldas, por lo que pueda pasar. El me dio un nmero de telfono... y yo repart algn dinero para saber a quin perteneca. Fue as de fcil... De este modo, si las cosas salen mal, o si alguien anda remiso a la hora de pagar lo convenido, siempre tengo un triunfo en la manga. Un tipo muy miso, eh? Ahora veamos dnde est ese caballero. Antes quiero garantas de que no disparar contra m... Eso me va a costar un doloroso sacrificio... Bueno, te doy mi palabra de honor. No te pegar un tiro. Geisler lo pens un poco. La cosa no le gustaba poco ni mucho. No puedo fiarme de un tipo como usted balbuci. Me parece que an no te has dado cuenta cabal de tu situacin, Geisler... Si no te fas de m, no me dirs lo qu quiero saber. Y si no me dices lo que quiero saber, tendr que disparar un par de veces, slo para comprobar de qu clase de basura ests relleno, de modo que si quieres seguir respirando, slo tienes un camino. Eso, Geisler lo saba perfectamente. Tiene alquilado un bungalow dijo. Es el nmero trescientos siete de la call Laurel, en Long Beach. Ahora soy yo quien no puede fiarse de tu palabra. Cmo s que no me ests tendiendo una cortina de, humo, slo para evitar que te pegue un tiro? Hombre, podr encontrarme siempre que quiera! No pienso abandonar mi negocio, si usted me deja en paz. Lo abandones o no, te encontrar, as te escondas en el infierno. No tendr necesidad de buscarme, porque le he dicho la verdad. Encontrar a Everts en ese bungalow. Eso espero, Geisler... Cord se dirigi a la puerta andando de espaldas. El gordo dio un respingo. Eh! Qu hago con el fiambre? No puede dejrmelo aqu! Lo puedes embalsamar y guardarlo como recuerdo de una estupidez. Espere un minuto...! Cord ense los dientes en una mueca de burla, abri la puerta y desapareci. Geisler estuvo maldicindole por espacio de varios minutos, hasta que se convenci de que eso no le llevara a ninguna parte. Entonces empez a pensar en la mejor manera de librarse de aquel macabro estorbo. CAPTULO VIIIEra casi la hora del alba cuando Cord aparc el coche no lejos del apartamento en que viva. Encendi un cigarrillo antes de apearse, reflexionando sobre los ltimos acontecimientos. Haba materia suficiente para llenar un libro, y la mayor parte de ella no resultaba ni medianamente convincente. Habra que tener una nueva charla con Maryse antes de adoptar una determinacin. Cerr el coche y camin por la acera del edificio de apartamentos. Justo cuando llegaba a la puerta, los dos hombres salieron de las sombras, flanquendole en una actitud que no admita dudas. Es usted Gordon Cord? rezong el de la derecha. Seguro. Nos ha hecho perder toda la noche. Camine y no complique las cosas. Hacia dnde? Tenemos un auto en la esquina. Queremos hablarle.

  • Slo hablarme? No se haga el gracioso. Le empujaron acera abajo hasta la esquina. All haba un sedan negro, esperando. Apyese en la carrocera, Cord. Ya sabe cmo. Queremos registrarle. No hagan el ridculo. Qu creen que es esto, un serial de televisin? Llevo una pistola en la funda axilar. Comprubalo, Mark. El aludido le tanteo el costado hasta apoderarse de la automtica. Con la misma arma le propin un seco trallazo a un lado de la cabeza. Cord sinti que se le aflojaban las piernas. Ahora, escuche, Cord, y no eche en saco roto nuestros consejos. Atento? Adelante, hijo de perra! Va a olvidarse, definitivamente, del individuo que busca. Maisch, ya sabe. Como si jams hubiera odo el nombre. Maisch no existe, no ha existido nunca... Ya veo... , Y si existiera y usted se tropezara con l algn da, ni siquiera le mirara a la cara. Est claro? Como la luz. El otro le golpe otra vez. Todo empez a girar a s u alrededor en medio de una oleada de dolor y de ira. Eso para remachar nuestros consejos. A ver; repita lo que he dicho. Obediente, Cord repiti, casi palabra por palabra, lo que haba odo. El que empuaba su propia pistola solt una risita. Buen chico cacare. Y nos haban dicho que era un tipo duro... Cord gru: Alguna vez... Cierre la boca y escuche, que an no hemos terminado. Tiene que saber que si nos vemos obligados a volver por segunda vez, ya no seremos razonables. Usted sufrir un lastimoso accidente. Ya sabe cmo son esas cosas, Cord. S. Ahora, antes de separarnos, dganos por qu busca a ese Maisch. Si no existe, ya no le busco. Bueno, por qu le buscaba. Me hablaron de l. Quin? Lo he olvidado. El de la pistola le golpe detrs de la oreja. Sinti un estallido de dolor en la cabeza y se dej caer de rodillas. Hubo de apoyarse en el suelo con las manos, para no caer de bruces. Esos tipos de la vieja escuela son tan blandos como un flan coment el otro. Levntese, Cord, an no hemos terminado. Senta un odio fro, letal y salvaje, como pocas veces experimentara a lo largo de su agitada vida, porque saba perfectamente de dnde proceda este asalto. Dame tiempo-barbot, sacudiendo la cabeza. Arriba, Cord, o te levanto a puntapis. Bueno... Antes de recobrar la verticalidad, de su mano derecha brot un corto relmpago y el de la pistola dio un salto y un grito antes de desplomarse. Y t, puerco hijo de perra, no muevas ni las pestaas, porque estoy ansioso por mandarte al infierno! La hizo usted buena, maldito estpido...! No te quejes. Tu compinche slo tiene una rodilla hecha migas... No volver a caminar normalmente en su vida. Levntale, pero no toques la pistola ni con la mirada... As est bien, apyalo contra el coche, de espaldas a m. Esper a ser obedecido. Entonces descarg un salvaje culatazo en la cabeza del segundo asaltante y ste se apag como una vela. Mi siquiera se quej. El otro dominaba los gritos de dolor que pugnaban por escaprsele. Cord le registr, quitndole un revlver de can corto. Quin dio la orden, hermano? Y no pierdas el tiempo, si te han hablado de m ya sabrs la clase de bestia que soy en estos trotes.

  • Rehers. Desde Washington? S... Qu orden? Una paliza, nada ms. Era para advertirte. Muy amable por su parte. Ests en su grupo o en la Central? Formamos un grupo... aparte. No pertenecemos a la Central. Claro, claro..., nadie sabe nunca nada. Vas a llamar un mdico de una vez, o quieres que me quede sin pierna? Puedes sentirte feliz por no quedarte sin cabeza. Dile a Roberts que estoy a punto de cazar a Maisch, y cuando acabe, con l me ocupar de saldar la vieja cuenta. El entender. Mi pierna... Mereces perderla. No comprendo de dnde sacan gente tan torpe en estos das... Volte la mano y el revlver casi se dobl al estrellarse contra un lado de la cabeza del hombre qu deca trabajar en la CIA. Cord esper verle caer hecho un ovillo. Entonces regres al coche y emprendi la ruta de Bell Air. Por la menos, la casa donde habitaban los viejos fantasmas de su intimidad no era conocida por nadie, ni siquiera por la omnipotente organizacin a la que un da perteneciera. .. Vaci el vaso a grandes sorbos, hundido en el divn. Haba corrido las cortinas y dejado casi cerradas las persianas para evitar la luz del sol, de modo que la estancia estaba en una penumbra ntima, cmplice de su sombro estado de nimo. Cord no sola desconcertarse con facilidad. A lo largo de su agitada vida haba visto y experimentado todo lo que un hombre puede ver y experimentar a lo largo de dos vidas normales. Sin embargo, en esta ocasin, era preciso reconocer que nada tena sentido en el maldito embrollo en que se haba metido de un modo tan estpido. Volvi a llenar el vaso. Haba bebido tanto, que su cerebro comenzaba a flotar entre nubes de alcohol. No obstante, la obsesin de lo que suceda, impeda que se rindiera al sueo. Alguien de la CIA protega a Maisch, eso quedaba fuera de dudas. Estaba decidido a que nada le sucediera al tipo, llegando hasta el crimen si era necesario. Cord saba mejor que nadie que una organizacin carente de escrpulos, sin asomo de moral, puede contar con gente que va a lo suyo y que no pierde el tiempo ni corre riesgos protegiendo a nadie, excepto si con esa proteccin se protege a ella misma. En qu poda Maisch proteger a ciertos miembros de la CIA? O, mejor an, cmo poda perjudicarle si caa en manos de alguien como Cord? Es todo un problema-gru, en voz alta. Estuvo bebiendo y dndole vueltas al misterio hasta que el alcohol le venci. Su cabeza cay pesadamente contra el respaldo del divn, el vaso se desliz de entre sus dedos, y Maisch se esfum definitivamente. En su lugar, surgieron los antiguos recuerdos, aquellas imgenes de dolor, de ira, de frustracin y de muerte. Despert pasado el medioda, pero se senta torpe, abotargado y aturdido. Se fue al dormitorio, tirndose vestido sobre la cama. Ya era de noche cuando volvi a vivir. El rito de despejarse se repiti, como otras tantas veces. Senta nuseas y un dolor de cabeza atroz, pero todo eso careca de importancia. Estaba habituado a ello. Pero lo otro s era importante. El hecho de que los fantasmas del cerebro no huyeran al despertar, era inquietante. No poda librarse de ellos. Ni de la imagen de Susane, ni de lo sucedido. Ni de su estupidez al no matar, entonces; a los responsables y, sobre todo ello, no haberse pegado un tiro antes de que la herida se volviera purulenta incurable. Se equip concienzudamente para la aventura nocturna. Ahora ya no se trataba slo de ayudar a Maryse. Era un asunto mucho ms personal, porque el hecho de que alguien aprovechara su influencia en la CIA, destinara hombres y dinero en proteger a Maisch, aun a costa de machacar a uno de sus ex esbirros profesionales, era como para tenerlo muy en cuenta. As que, cuando emprendi el camino de Long Beach, lo hizo valorando a Maisch en todo lo que pudiera valer.

  • El bungalow era un lugar hermoso y discreto, en un distrito perfectamente respetable. Cord abandon el coche a cierta distancia y camin por la acera sin prisas cual un paseante cualquiera que hubiera decidido salir a tomar el aire antes de acostarse. En el bungalow habitado por el tal Everts haba luz en dos ventanas. Cuando estuvo ms cerca, descubri que una de ellas estaba abierta de par en par. Sonri como un chacal. Casi haba estado seguro de que las cosas sucederan de ese modo. Se dirigi al garaje, anexo a la fachada posterior de la casa. Forz la cerradura sin, dificultad y entr con cautela. Haba un gran Bentley gris plata, que hablaba muy alto de los gustos y aficiones del propietario. Pero para lo que Cord haba penetrado en el garaje, daba lo mismo esa joya mecnica que un destartalado cacharro. Quit el tapn del depsito de la gasolina, encendi una cerilla y la tir dentro. A pesar de que se dio una prisa endiablada en saltar hacia la puerta, la brusca explosin le chamusc los cabellos. Rod dando tumbos, mientras el estallido de la gasolina converta el garaje en una antorcha rugiente. Qued agazapado en la oscuridad, y desde all vio al hombre que sali trotando de la casa. Era alto, distinguido, y vesta un pantaln gris y ; un batn de seda. Antes de que el individuo pudiera volver sobre sus pasos, Cord le incrust el can del silenciador en la espalda. Tranquilo, eso es slo el principio! Qutate el batn y luego daremos un paseo. El tipo sufri un ligero sobresalto. Luego obedeci desprendindose de la prenda de seda y echando a andar hacia la zona ms oscura del jardn. De las viviendas ms prximas llegaban gritos y rumor de pasos. Alguien llamar a los bomberos, supongo... Tenas en mucha estima ese coche, Maisch? El otro se detuvo en seco. Qu nombre dijo? Maisch. Yo me llamo Everts. Raymond Everts. Y yo Caperucita Roja. Camina, hermano! El otro sigui adelante hasta el seto. Lo pasaron sin dificultad, encontrndose en una calle estrecha por la que apenas si se vea a nadie. Cord recomend: Si llamas la atencin, te mato. Supongo que ya lo sabes. No comprendo nada. Cre que eras un buen profesional. Maryse te sobrevalor. Sigo sin entender una palabra. Me dir,, de una vez, qu significa todo esto? Llegaban a una esquina. Cord orden hacer alto. Ahora que no hay posibles mirones, coloca las manos detrs de la nuca, enlaza los dedos y no te muevas ni media pulgada. A m tanto me da matarte, como dejar que sea ella quien te haga el funeral. No llevo armas, si es eso lo que le preocupa. Hermano, me preocupas y de qu modo. Lo mismo que yo te preocupara a ti, si los papeles fueran al revs. Las manos en la nuca, pronto.. Cuando le hubo registrado con gran cuidado se ech atrs. Confiaba en que llevases, por lo menos, un cortaplumas. Qutate los zapatos, Maisch. Los zapatos? Ya lo oste. Tambin obedeci. Cord se apoder de ellos con la izquierda y luego empuj a su prisionero hacia la otra calle. Llegaron al coche cuando una sirena aullaba, aproximndose. Entra en el auto, Maisch. l se col detrs sentndose al lado del cautivo, pero hundindole el largo can en las costillas. Ahora, Maisch, t y yo haremos un viajecito. Maryse tiene algunas cosas que decirte.

  • Es mejor que hablemos usted y yo primero, Cord. Aja, has decidido quitarte la careta! Saba que vendra por m. Me gan por la mano, porque yo le haba tendido una trampa dentro de la casa... Era evidente que estabas sobreaviso. Geisler debi llamarte, no es cierto? Geisler me dije lo sucedido con usted. Pero otros me previnieron. Claro! Tambin pens que lo haran. Sus camaradas son gente muy curiosa, Cord. Digamos que mis ex camaradas, te parece? Como guste. Soy un buen profesional, como usted dijo. Qu va a seguir ahora? Usted va a morir, Maisch. Cunto le paga ella por hacer eso? Lo crea usted o no, ste es un trabajo gratuito. En nombre de una vieja amistad, para decirlo de algn modo. Usted provoc el resentimiento de Maryse al quejarse con su parte del botn. Es peligroso enemistarse con una mujer de su temple, y usted debera saberlo con su larga experiencia. Eso le ha contado ella? Ms o menos. Le enga, por supuesto. La cosa sucedi al revs y ella no se qued con una parte. Se lo embols todo. Dos millones de dlares. Dos millones? En moneda segura. A estas horas deben estar depositados en alguna cuenta suiza. Cul fue el trabajo para que les pagasen esa suma? Eso, amigo mo, es un triunfo que me guardo para el final de la partida. Esta partida ya est jugada. Usted la perdi. Todava no. Cord. No slo soy un buen profesional. Soy el mejor en mi especialidad. Modestia aparte, Maisch. No se dice as? Desde que supe que era usted quien andaba detrs de m, supe que habramos de encontrarnos,, cara a cara. Usted tambin fue un buen profesional. De modo que calcul las posibilidades y trac planes... Y qu con eso? No van a servirle de nada. Yo creo que s me servirn. Escuche, Cord. Maryse Lecler le encarg matarme porque sabe que nunca disfrutar en paz de esos dos millones de dlares, mientras yo viva. Aunque eso fuera cierto... Voy a comprarle mi vida, Cord. Con qu moneda? Susane Glen. Hubo una conmocin en lo ms profundo del alma de Cord. Algo como un desgarrn que sangrase a torrentes, hacia adentro. Lanz la izquierda y atrap a Maisch por los cabellos, doblndole salvajemente la cabeza. Qu sabe de Susane? chirri. Todo lo que hay que saber. Y sulteme...! No le lleva a nada prctico mostrarse violento. Usted no tiene idea de mi concepto de la violencia, Maisch. Sulteme le digo! Le solt a regaadientes! Ahora veamos su gran idea. Puedo conseguir que suelten a Susan, Cord. Puedo conseguir, que se la devuelvan... a cambio de mi vida. No creo que ella est con vida. Vive. Precariamente, pero vive en una crcel sovitica. Cmo lo sabe? Yo vivo de saber esta clase de cosas. Las archivo en mi mente y, por lo general, siempre rinden beneficios. Maisch suspir. Su gente de la CIA me han colocado en un mal lugar, Cord. Debieron eliminarle a usted, como me prometieron que haran. Bien, ya no tengo nada que agradecerles. Le dar a usted algo tan grande que, a cambio de ello, los rusos soltarn a Susane como si fuera un hierro al rojo.

  • Acabe! Oh, no, mi querido colega! Un trato es un trato. Sabe lo que le har, si todo esto es una trampa... S la clase de carnicero que fue en sus buenos tiempos. No quiero experimentar sus habilidades en mi propia carn. Le facilitar la historia completa. Con pruebas, Cord. Y con esa historia en mis manos, conseguir liberar a Susane, eh? Tan seguro como que es de noche. Sabe una cosa, Maisch? Es posible que salve el pellejo, despus de todo. Le escucho. . S cuando he perdido una partida de esta clase. La historia se refiere a un cargamento de uranio enriquecido... que se esfum. Doscientas toneladas. Qu? Lo que oye. Nos ponemos de acuerdo, en cuanto a mi salud? Diga sus condiciones. Maisch empez a hablar. CAPTULO IXEl hombre de la embajada rusa era tan inexpresivo como una momia. Y no le gustaba derrochar palabras. Pruebas dijo. Si tiene usted pruebas de cuanto, afirma, el trato podr cerrarse sin mayor dificultad. Primero quiero estar seguro de que ella vive. La ver cuando se la entreguemos. Usted nos dar esas pruebas slo cuando la haya visto viva. De acuerdo. El ruso encendi un largo cigarrillo. Estaban sentados en un banco del McArthur Park, bajo la agradable sombra de los rboles, oyendo los chillidos de los nios y el rumor de pies sobre la gravilla de los paseos. Dgame slo una cosa, Cord... Qu es esa mujer, para usted? Todo. Comprendo. Otra debilidad de sus costumbres occidentales. Un hombre con su clase de trabajo jams debe mezclar el amor con su profesin. Gurdese su? consejos. Cundo se har el cambio? Dme tiempo... Cinco, diez das. No lo s... Dnde? Sera mejor en Europa. Berln, por ejemplo. Olvdelo. Llegan aviones de la Aeroflot al aeropuerto de Los Angeles. Triganla aqu. Lo consultar. Y dse prisa, porque no estoy seguro de contenerme. Dara cualquier cosa por hacer pblico este asunto. Usted no har tal cosa, Cord, si quiere ver a esa mujer viva y a su lado. El ruso se levant y, sin despedirse, ech a andar, desapareciendo poco despus. Gordon esper unos minutos y luego se encamin al apartamento de Maryse. La hermosa mujer se morda las uas de nerviosismo. Tan pronto hubo cerrado la puerta le espet:. Dnde demonios estuviste? Cre volverme loca todo ese tiempo.!, y con ese maldito individuo ah, mirndome con sus ojos de pescado... Anduve de aqu para all. Desde anoche? Desde mucho antes repuso Cord, dando un vistazo al amordazado prisionero. Uno nunca acaba de aprender cosas en este mundo. De qu est hablando? De pronto, volte la mano y la abofete. La violencia del golpe lanz a la muchacha hacia atrs, a punto de caer. Maryse dio un grito y cuando pudo recobrar el equilibrio, balbuce, llevndose la mano a la enrojecida mejilla: Te has vuelto loco t tambin? Bien pudiera ser. A qu viene eso, golpearme y mirarme de ese modo? Si yo fuese un tipo consecuente, preciosa, no te habra golpeado. Te hubiera hundid

  • o un cuchillo en la barriga, pero los tiempos cambian y uno se vuelve perezoso, pacfico y tranquilo. De modo que tu migo Maisch se qued con tu parte del botn... Claro que se qued con todo! Cunto? Maldito si eso te importa! O quieres una parte? Es por eso que intentas saber cunto puedes sacarme? Cunto dinero se embols Maisch? Slo dime eso. Empiezo a pensar como un hombre de negocios: Ya entiendo. Quieres que te pague tu ayuda. Digmoslo as. Ella lo fulmin con sus ojos llameantes. Medio milln dijo, lentamente, segura de impresionarle. Ese fue el dinero. Para los dos? S. O sea, que tu socio te birl un cuarto de milln. Exactamente. Cord la observ con una sombra expresin en su rostro.. Decididamente gru, me hago viejo. En mis buenos tiempos no hubieras podido engaarme ni cinco minutos. Estoy en baja forma, no cabe duda. En qu infiernos crees que te enga? En todo, corazn. En todo. No dijiste ni una sola verdad, excepto que Maisch intentaba cazarte. Eso s es cierto, pero todo lo dems es pura fantasa. Ella estaba lvida. Con quin hablaste, quin te llen la cabeza de veneno contra m, Gordon? El encendi un cigarrillo, perfectamente tranquilo, al parecer. Cmo al desgaire, dijo: Localic a Maisch, preciosa. Anoche. Ella casi peg un salto de excitacin. Le mataste? jade, No. Maldito seas, acaba de una vez! Lo cac. El me haba tendido una ingeniosa trampa para cuando yo llegara a su guarida. A propsito, dijiste otra verdad al referirte a l. Le gusta el lujo. Bueno, a lo que iba..., su trampa le fall porque yo puedo estar en baja forma, pero an no soy idiota. Y...? Le ech el guante, Iba a trartelo envuelto en celofn y atado con cintas de colores, slo para que fueras feliz rebanndole el gaznate. Entonces dijo algo... Y t creste las palabras de ese puerco traidor hasta la mdula...! Nena, te cre a ti y me tomaste el pelo. No iba a creer a un fulano como Maisch a las primeras de cambio. Contigo, al menos, me haba acostado. Eso era algo que tratndose de Maisch no me seduca, as que exig pruebas antes de tomar en consideracin su historia. Pruebas? Aja! Maisch es un buen profesional, querida. Ahora que yo estoy fuera de juego,, el mejor del mundo, como l mismo dijo en un alarde de modestia. Adems, trabaja en plan mercenario, de manera que est bien organizado. No hay un solo trabajo que haya llevado a cabo en su vida que no est perfectamente clasificado y archivado, por si alguna vez se le presenta la oportunidad de sacarle beneficios. Bien, lo mismo hizo con ese hermoso trabajito que hicisteis juntos. Te dijo...? Todo. Y me entreg tantas pruebas, que si yo tuviese un espritu juguetn, ahora me dedicara a hacer saltar la tapadera de medio mundo. Tambin me habl de la parte financiera del asunto, y ah es donde empec a darme cuenta del modo cmo me habas lidiado. Tambin de eso te dio pruebas? pregunt Maryse, con evidente sarcasmo. No, reconozco que en eso no hubo prueba alguna. No tiene ningn recibo firmado por ti, pongamos por caso. Y tambin le creste la muchacha temblaba de clera. Tambin, preciosa. O sea, que ahora ests a su lado.

  • Ah te equivocas, Maryse, cario. Ahora estoy del lado de Gordon Cord y te aseguro que ste es mi mejor amigo. Qu quieres decir con eso? Que de nuevo estamos t y yo como antes de que me encontrases la otra noche. Yo volver a mi rutina de todos los das..., aunque por poco tiempo. Y t seguirs huyendo de aqu para all, esquivando a tu amigo Maisch y sin poder disfrutar de esos dos millones de dlares que; hiciste desaparecer en un banco suizo... Comprendes la idea, querida? No puedes abandonarme ahora, Gordon! suplic la mujer, lvida de espanto- Yo sola no puedo luchar contra ese demonio...! Eso debiste pensarlo antes, aunque te puedo comprender perfectamente, lo creas o no. Ese sucio trabajo embrutece hasta a un santo... si hubiera un santo capaz de meterse en l. Gordon dio otra mirada al prisionero, congestionado bajo la mordaza y las cuerdas. Con una mueca, retrocedi haca la puerta. Maryse corri hacia l llena de angustia, frustracin y clera. Espera! chill. Te pagar todo el dinero que quieras..: La mitad de esa fortuna, Gordon. Un milln. Te das cuenta? Tendrs todo lo que se te ocurra desear... slo con que mates a ese perro. Todo lo que yo deseo no est en tu mano proporcionrmelo, Maryse. Abri la puerta y se detuvo en el umbral. Su rostro estaba ms sombro que nunca. Te deseo suerte, a pesar de todo dijo. Vas a necesitarla... Cerr la puerta y se fue. CAPTULO XEl hombre de la embajada rusa aspir el humo del cigarrillo, placenteramente sentado bajo la sombra de los rboles. Con un suspiro, murmur: Estoy habitundome demasiado a este ambiente, seor Cord. Esa relajacin de costumbres, el clima..., las mujeres... Eso, ocupando el puesto que usted ocupa, puede ser perjudicial. Lo s, y de eso me quejo. Al grano. Qu han decidido? S, claro, al grano, las prisas..., todo eso. Su amiga est alojada en un hotel de Mosc. Quiere decir que la han sacado de la crcel? Eso es. La magnanimidad del estado sovitico no tiene lmites, amigo Cord. Yo s bien la clase de magnnimos que dirigen su pas, as que no me haga propaganda. Sigamos con el negocio y todo ir bien. Bueno, es usted un hombre muy poco considerado, seor Cord. Pero hablando de ese negocio, ella estar en Los Angeles dentro de una semana, a contar desde hoy. Por qu tanto tiempo? Queremos que se encuentre repuesta de su estancia en la prisin, comprende? Cord le observ con las pupilas convertidas en dos rendijas. Quiere decir que estaba en tal mal estado que necesitan una semana para recomponer, un poco, los estragos de la crcel? Yo no dije eso. Pero, lgicamente, una prisin no es un hotel. Ya veo... Deb suponerlo. Todo ir bien, se lo prometo. Cumpliremos nuestra parte del trato, si usted hace lo mismo. Cord no replic. Pensaba, y las ideas que se le ocurran no tenan nada de placenteras, precisamente. De pronto gru: S la clase de tratamientos que infligen ustedes en sus prisiones..., de modo que es posible que Susane Glen se encuentre mucho peor de lo qu usted quiere dar a entender... Si es as, puede jurar, ante la tumba de Lenin, que alguien, saldr con la cabeza bajo el brazo. Clmese! Ella est bien. Tal vez profundamente deprimida, nerviosa. Pero est reponindose en un buen hotel. Preocpese de su parte en este negocio, porque si intentara esquivar su compromiso... Bueno, no necesito trazarle un dibujo de lo que sucedera. Ustedes triganla aqu. Lo otro carece de importancia para m...

  • Dentro de ocho das, a contar desde hoy repiti el ruso. Le avisar la hora con tiempo suficiente para los ltimos arreglos. Se levant, estirando cuidadosamente la impecable lnea de sus pantalones. Como al desgaire, Cord dijo: A propsito, se ha dado usted cuenta de que nos vigilan? El ruso se qued helado. Quines? jade. Al principio cre que eran de los suyos, pero me equivoqu. Mis ex camaradas estn muy alborotados de un tiempo a esta parte. Gente de la CIA? El ruso pareca a punto de ahogarse. Seguro, pero no se preocupan por usted, sino por m. Alguien se ha dado cuenta de que debieron quitarme de la circulacin, hace mucho tiempo..., slo que ya se les ha hecho demasiado tarde. Tenga cuidado, Cord. Queremos las pruebas de lo que me cont. Estn en lugar seguro... El ruso se fue apresuradamente. Cord an permaneci unos minutos ms, sentado en aquel banco del parque. Encendi un cigarrillo y por el rabillo del ojo dio un vistazo al coche negro parado en uno de los cercanos paseos. Haba dos hombres en l, esperando pacientemente. Sonri para s. Decididamente, la Agencia se estaba atrofiando... Al fin se levant y con paso tranquilo, como otro paseante cualquiera, se dirigi adonde estaba aparcado el sedan negro. Cuando lleg junto al coche, se inclin hacia la ventanilla y dijo con sorna: Espero que se aburran demasiado. Qu...? Los dos le miraban afectando una absoluta sorpresa. Me parece lamentable que se tomen tantas molestias, camaradas, as que voy a decirles dnde estar en las prximas horas. Primero, a mi apartamento. Ya conocen la direccin. Luego, comer en el Joe's. Tambin saben dnde est, porque me siguieron hasta all, y luego regresar a mi apartamento. Como ven, un programa de lo ms pacfico. Necesit tranquilidad estos das. Y seguridad. Comprenden? Oiga, de qu manicomio ha escapado usted? Del mismo en que estn encerrados ustedes. Tmenselo con calma. Y a propsito, denle un recado a Roberts de mi parte. Roberts? En Washington, ya saben... Dganle que le he colocado una bomba bajo las posaderas. Una bomba que va a estallarle dentro de una semana. Hizo un gesto burln con la mano y se fue. El coche sigui donde estaba, con los dos desconcertados espas tratando de decidir sus siguientes pasos. Cord sinti deseos de echarse a rer. Pens que, en ocasiones, hasta el riesgo y la probable muerte pueden ser divertidos... * * *Ray Bags, el frustrado asesino, aspir aire hasta el fondo de los pulmones cuando Maryse le libr de la mordaza. Luego, con voz ronca, balbuci: Cul es la idea ahora? No puede tenerme sujeto aqu hasta que muera de hambre... Ella le observaba con una mirada calculadora y fra. Me pregunto realmente eso mismo. No tengo muchas alternativas. Usted vino