buber martin yo y tu

Upload: ramsesoviedo

Post on 14-Apr-2018

241 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    1/53

    Martn Buber

    Yo y t

    Ediciones Nueva Visin

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    2/535

    Ttulo del original en alemn: Ich und Du

    Traduccin de Horacio Crespo

    1982 por Ediciones Nueva Visin S.A.I.C.Tucumn 3748, Buenos Aires, ArgentinaQueda hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina / Printed in ArgentinaProhibida toda reproduccin total o parcial.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    3/536

    Primera parte

    Las palabras principios

    Para el hombre el mundo tiene dos aspectos, en conformidad con su propia doble actitud ante l.

    La actitud del hombre es doble en conformidad con la dualidad de las palabras fundamentales quepronuncia.

    Las palabras fundamentales del lenguaje no son vocablos aislados, sino pares de vocablos.

    Una de estas palabras primordiales es el par de vocablos Yo-T.

    La otra palabra primordial es el parYo-Ello, en el que l o Ella pueden reemplazar aEllo.

    De ah que tambin el Yo del hombre sea doble. Pues el Yo de la palabra primordial Yo-T es distintodel Yo de la palabra primordial Yo-Ello.

    Las palabras primordiales no significan cosas, sino que indican relaciones.

    Las palabras primordiales no expresan algo que pudiera existir independientemente de ellas, sino que,una vez dichas, dan lugar a la existencia.

    Estas palabras primordiales son pronunciadas desde el Ser.

    Cuando se dice T, se dice al mismo tiempo el Yo del par verbal Yo-T.

    Cuando se diceEllo, se dice al mismo tiempo el Yo del par verbal Yo-T.

    La palabra primordial Yo-T slo puede ser pronunciada por el Ser entero.

    La palabra primordial Yo-Ello jams puede ser pronunciada por el Ser entero.

    No hay Yo en s, sino solamente el Yo de la palabra primordial Yo-T y el Yo de la palabra primordialYo-Ello.

    Cuando el hombre dice Yo, quiere decir uno de los dos.

    El Yo al que se refiere est presente cuando dice Yo. Tambin cuando dice T oEllo, est presente elYo de una u otra de las palabras primordiales.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    4/537

    SerYo y decirYo son una sola y misma cosa. DecirYo y decir una de las palabras primordiales son lomismo.

    Quien pronuncia una de las palabras primordiales penetra en esta palabra y se instala en ella.

    La vida de los seres humanos no se reduce slo al crculo de los verbos transitivos. No existe solamenteen virtud de actividades que tienen por objeto alguna cosa. Percibo algo. Tengo la experiencia de algo.Imagino algo. Quiero algo. Siento algo. La vida del ser humano no consiste solamente de todas estascosas y de otras semejantes a ellas.

    Todas estas cosas y otras similares a ellas dan fundamento al reino del Ello.

    Pero el reino del T tiene una base diferente.

    Cuando se dice T, quien lo dice no tiene ninguna cosa como su objeto. Pues donde hay una cosa, hayotra cosa.

    Cada Ello confina con otros;Ello no existe sino porque est limitado por otrosEllo. Pero cuando unodice T, no tiene en vista cosa alguna, T no tiene confines.

    Cuando se dice T, para quien lo dice no hay ninguna cosa, nada tiene. Pero s est en una relacin.

    Se dice que el hombre posee una experiencia del mundo al que pertenece. Qu significa esto?

    El hombre explora la superficie de las cosas y las experimenta. Extrae de ellas un saber relativo a suconstitucin; adquiere de ellas experiencia. Experimenta lo que pertenece a las cosas.

    Pero las experiencias solas no acercan el mundo al hombre. Pues el mundo que ellas le ofrecen sloest compuesto de esto y de aquello, delyElla, y deElla yEllo.

    Tengo la experiencia de algo.

    Nada cambiar con agregar a las experiencias externas las experiencias internas, segn una distincinen ningn modo eterna, que nace de la necesidad que la especie humana tiene de hacer menos agudo elmisterio de la muerte. Cosas externas o cosas internas, no son sino cosas y cosas!

    Tengo la experiencia de algo.

    Nada cambiar la situacin si aadimos secretos a las experiencias "visibles", segn esa presuntuosasabidura que conoce en la cosa un compartimiento cerrado y reservado solamente a los iniciados y delcual se tiene la llave. Oh secreto sin misterio! Oh amontonamiento de informacin! Ello, siempreEllo!

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    5/538

    El hombre que tiene experiencia de las cosas no participa en absoluto en el mundo. Pues es "en l"donde la experiencia surge, y no entre l y el mundo.

    El mundo no tiene parte en la experiencia. Se deja experimentar, pero no compromete su inters. Puesesta experiencia nada le agrega y nada agrega a la experiencia.

    En cuanto experiencia, el mundo pertenece a la palabra primordial Yo-Ello.

    La palabra primordial Yo-T establece el mundo de la relacin.

    Tres son las esferas en que surge el mundo de la relacin.

    La primera es la de nuestra vida con la naturaleza. La relacin es all oscuramente recproca y est pordebajo del nivel de la palabra. Las creaturas se mueven en nuestra presencia, pero no pueden llegar anosotros, y el T que les dirigimos llega hasta el umbral del lenguaje.

    La segunda esfera es la vida con los hombres. La relacin es all manifiesta y adopta la forma dellenguaje. All podemos dar y aceptar el T.

    La tercera esfera es la comunicacin con las formas inteligibles. La relacin est all envuelta en nubes,pero se devela poco a poco; es muda, pero suscita una voz. No distinguimos ningn T, pero nossentimos llamados y respondemos, creando formas, pensando, actuando. Todo nuestro ser diceentonces la palabra primordial, aunque no podamos pronunciarT con nuestros labios.

    Pero qu derecho tenemos de integrar lo inefable en el mundo de la palabra fundamental?

    En las tres esferas, gracias a todo lo que se nos torna presente, rozamos el ribete del T, eterno,sentimos emanar un soplo que llega de l; cada T invoca el T eterno, segn el modo propio de cadauna de las esferas.

    Considero un rbol.

    Puedo encararlo como a un cuadro: pilar rgido bajo el asalto de la luz, o verdor resplandeciente,suavemente inundado por el azul argentado que le sirve de fondo.

    Puedo percibirlo como movimiento: red hinchada de vasos ligados a un centro fijo y palpitante, succinde las races, respiracin de las hojas, incesante intercambio con la tierra y el airey ese oscuro

    crecimiento mismo.

    Puedo clasificarlo en una especie y estudiarlo como un ejemplar tpico de su estructura y de su modo devida.

    Puedo deshacer su presencia y su forma al extremo de no ver en l ms que la expresin de una ley: deuna de las leyes en virtud de las cuales siempre concluye por resolverse un conflicto permanente defuerzas, o de leyes de acuerdo con las cuales se produce la mezcla y la disociacin de las materiasvivientes.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    6/539

    Puedo volatizarlo y conservarlo slo como un nmero o una pura relacin numrica.A pesar de ello, el rbol sigue siendo mi objeto, ocupa un lugar en el espacio y en el tiempo y conservasu naturaleza y constitucin.

    Pero tambin puede ocurrir que por un acto de voluntad o por Inspiracin de la gracia, al considerareste rbol yo sea conducido a entrar en relacin con l. Entonces el rbol deja de ser un Ello. Me hacaptado la potencia de su exclusividad.

    Para esto no es necesario que yo renuncie a alguno de los modos de mi contemplacin. Nada hay de locual deba hacer abstraccin para verlo, nada debo olvidar de lo que sepa. La imagen y el movimiento,la especie, el ejemplar, la ley y el nmero se hallan indisolublemente unidos en esta relacin.

    Todo lo que pertenece al rbol est ah. Su forma y su estructura, sus colores y su composicinqumica, su intercambio con los elementos del mundo y con las estrellas, todo est presente en unatotalidad nica.

    El rbol no es slo una impresin, ni un juego de mi imaginacin, ni un valor dependiente de mi estadode nimo. Erige frente a m su realidad corporal, tiene que ver conmigo como yo con l, pero de unamanera distinta.

    No procuris debilitar el sentido de esta relacin; toda relacin es recproca.

    Tendr este rbol una conciencia, y una conciencia similar a la nuestra? De tal cosa no tengoexperiencia. Pero, porque aparentemente tenis xito al hacerlo con vosotros mismos, volveris aintentar la descomposicin de lo indescomponible? Quien se hace presente a m no es el alma ni ladrada del rbol, sino el rbol mismo.

    Cuando colocado en presencia de un hombre que es m T, le digo la palabra fundamental Yo-T, l noes ya una cosa entre las cosas, ni se compone de cosas.

    Este ser humano no es l o Ella, limitado por otro l o Ella, un punto destacado del espacio y deltiempo y fijo en la red del universo. No es un modo del ser perceptible, descriptible, un haz flojo decualidades definidas, sino que, sin vecinos y fuera de toda conexin, l es el T y llena el horizonte. Noes que nada exista fuera de l; pero todas las cosas viven a su luz.

    La meloda no se compone de sonidos, ni el verso de palabras ni la estatua de lneas, sino que slomediante desgarraduras se llega a hacer de su unidad una multiplicidad: lo mismo acontece con elhombre a quien digo T. Puedo abstraer de l el color de su cabello, o el color de sus frases, o el matizde su bondad. Estoy sin cesar obligado a hacerlo. Pero cada vez que lo hago deja de ser T.

    Y as como la plegaria no tiene existencia en el tiempo, sino el tiempo en la plegaria; as como elsacrificio no tiene existencia en el espacio, sino el espacio en el sacrificio, y que invirtiendo estarelacin se llega a abolir la realidad, as tambin no descubro al hombre que llamo T en ningn tiempoy en ningn lugar determinado. Puedo situarlo en ellos, estoy sin cesar obligado a hacerlo, pero desdeentonces es un l o Ella, esto es, unEllo, y no ms mi T.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    7/5310

    Mientras se despliega sobre mi cabeza el cielo del T, los vientos de la causalidad se aplastan bajo mistalones, y el torbellino de la fatalidad se detiene.

    Del hombre a quien llamo T no tengo un conocimiento emprico. Pero estoy en relacin con l en elsantuario de la palabra primordial. Solamente cuando salgo de este santuario lo conozco de nuevo porla experiencia. La experiencia es alejamiento del T.

    La relacin puede existir aunque el hombre a quien digo T no lo sepa en su experiencia. Pues el T esms que lo que el Ello conoce. El T es ms activo y experimenta ms de lo que el Ello tieneconciencia. Ninguna decepcin tiene acceso aqu: aqu est la cuna de la Vida Verdadera.

    He aqu la fuente eterna del arte: a un hombre se le presenta una forma que desea ser fijada. Esta formano es producto de su alma, es una aparicin de fuera que se le presenta y le reclama su fuerza eficiente.Se trata de un acto esencial del hombre; si lo realiza, si con todo su Ser dice la palabra primordial a laforma que se le aparece, entonces brota la fuerza eficiente, la obra nace.

    El acto envuelve un sacrificio y un riesgo. El sacrificio: la infinita posibilidad inmolada en el altar de laforma. Ser menester arrasar todo lo que hasta ese momento apareca en la perspectiva. Nada de ellopenetrar en la obra. As ha de ser por una exigencia de exclusividad. El riesgo: la palabra primordialslo puede ser dicha por el Ser entero; quien se decida a decirla nada puede reservar de s. La obra notolera, como lo hacen el rbol y el hombre, que yo me aparte y descanse en el mundo del Ello; pues esla obra la que manda. Si no la sirvo bien, ella se quiebra o me quiebra a m.

    No puedo ni conocer por la experiencia ni describir esa forma que se me aparece; slo puedo realizarla.Y sin embargo, la contemplo esplndida en el radiante brillo de lo que me confronta, ms clara quetoda la claridad del mundo emprico. No la contemplo como una cosa entre las cosas "interiores", nicomo una construccin de mi "fantasa", sino como la presencia. Si se le aplica el criterio de laobjetividad, esta forma no tiene existencia. Mas qu hay que sea tan presente como ella? Y la relacinen que me encuentro acta sobre m como yo acto sobre ella.

    Actuar es crear; inventar es encontrar; dar una forma es descubrir. Al crear descubro. Introduzco laforma en el mundo del Ello. La obra producida es una cosa entre cosas, una suma de cualidades; es,entonces, experimentable y descriptible. Pero a quien la contempla y la crea, ella puede algunas vecesreaparecrsele en la plenitud de su forma corporizada.

    Cul es, entonces, la experiencia que uno puede tener del T?Ninguna. Pues no se puede experimentar. Entonces qu se sabe del T? Todo o nada. Pues no se sabe nada parcial a su respecto.

    El T viene a m a travs de la gracia; no es buscndolo como lo encuentro. Pero el dirigirle la palabraprimordial es un acto de mi ser; es, en verdad, el acto de mi ser.

    El T llega a mi encuentro. Pero soy yo quien entro en relacin directa, inmediata, con l. As larelacin significa elegir y ser elegido; es un encuentro a la vez activo y pasivo. La accin del ser total

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    8/5311

    suprime las acciones parciales y, por lo tanto, las sensaciones de accin, todas ellas fundadas en elsentimiento de un lmite; esta accin se asemeja entonces a una pasividad.

    La palabra primordial Yo-T slo puede ser dicha con la totalidad del ser. La concentracin y la fusinen todo el ser nunca pueden operarse por obra ma, pero esta concentracin no puede hacerse sin m.Me realizo al contacto del T; al volverme Yo, digo T.

    Toda vida verdadera es encuentro.

    La relacin con el T es directa. Entre el Yo y el T no se interpone ningn sistema de ideas, ningnesquema y ninguna imagen previa. La memoria misma se transforma en cuanto emerge de sufraccionamiento para sumergirse en la unidad de la totalidad. Entre el Yo y el T no se interponen nifines, ni placer, ni anticipacin. El deseo mismo cambia cuando pasa de la imagen soada a la imagenaparecida. Todo medio es un obstculo. Slo cuando todos los medios estn abolidos, se produce elencuentro.

    Ante la relacin directa, todas las relaciones mediatas pierden su valor. Igualmente carece deimportancia el que mi T sea ya o se torne en Ello para otros Yo (un "objeto de experiencia comn"), oque esto pueda llegar a suceder a travs de la realizacin de un acto de mi ser. Pues la lnea dedemarcacin entre el T y el Ello, por 1o dems moviente y fluctuante, no pasa entre la experiencia y lano experiencia, ni entre el dato y el no dato, ni entre el mundo del ser y el mundo del valor: atraviesaindiferentemente todos los dominios que estn entre el T y elEllo, entre la presencia y el objeto.

    El presente, y esto no significa el instante puntual que meramente designa en nuestro pensamiento eltrmino del tiempo "transcurrido", la sola apariencia de una detencin en este fluir, sino el instanterealmente presente y pleno, slo existe si hay presencia, encuentro y relacin. La presencia nacecuando el T se torna presente.

    El Yo de la palabra primordial Yo-Ello, el Yo no confrontado por un T concreto, sino rodeado por unamultitud de "contenidos", no tiene presente, sino solamente pasado. Dicho de otra manera, en la medidaen que el hombre se satisface con las cosas que experimenta y utiliza vive en el pasado, y su instanteest desnudo de presencia. Slo tiene objetos, y los objetos subsisten en el tiempo que ha sido.

    El presente no es algo fugitivo, pasajero, sino algo continuamente persistente y duradero. El objeto noes duracin, sino cesacin, detencin, interrupcin, corte, tiesura, ausencia de relacin y de presencia.

    Los seres verdaderos son vividos en el presente, la vida de los objetos est en el pasado.

    Esta dualidad esencial no se supera invocando un "mundo de ideas", que sera una tercera realidad,colocada por encima de las contradicciones. Pues no hablo sino del hombre real, de ti y de m, denuestra vida y. de nuestro mundo, no hablo de un Yo en s ni de un ser en s mismo. Para el hombrereal, la lnea divisoria atraviesa tambin el mundo de las ideas.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    9/5312

    Sin duda, ms de un hombre que en el mundo d las cosas se satisface con el conocimiento emprico yel uso que hace de ellas, se ha construido por sobre l mismo un sistema y una estructura de ideasdonde encuentra refugio y paz de la agresin de la nada. Deposita en el umbral la vestidura de sumediocre vida cotidiana. Se envuelve en lino inmaculado y se regala con el espectculo del serprimordial o del ser necesario; pero su vida no participa de eso y hasta puede encontrar agrado enproclamarlo.

    Pero la humanidad del mero Ello, tal como un hombre as puede imaginarla, postularla y ensearla,nada tiene en comn con una humanidad viviente en la que el hombre dice T con todo su ser. Laficcin, por noble que sea, slo es un fetiche; la creencia ms sublime, si es ficticia, resulta depravada.Las ideas no estn entronizadas por encima de nuestra cabeza ms de lo que habitan en ellas; vaganentre nosotros y se dirigen a nosotros. Desdichado aquel que descuida decirles la palabra primordial, ypobre de aquel que para hablarles emplea un concepto o una frmula, como si fuese su nombre!

    En uno de los ejemplos es obvio que la relacin directa implica una accin sobre lo que me Confronta.En el arte el acto del ser determina la situacin en la cual la forma se convierte en una obra. La simplecoexistencia adquiere todo su sentido en el encuentro; entra en el mundo de las cosas para prolongarall su accin al infinito, para tornarse infinitamente en Ello, pero tambin infinitamente T, paracomunicar la inspiracin y la dicha. Ella "adquiere cuerpo"; su cuerpo emerge del flujo inespacial eintemporal, a la orilla de la existencia.

    El sentido de este efecto es menos evidente en la relacin con un. T humano. El acto esencial que creaaqu la inmediatez es lo frecuentemente interpretado errneamente en trminos de sentimiento. Lossentimientos acompaan al hecho metafsico y metapsquico del amor, pero no lo constituyen. Lossentimientos concomitantes pueden ser de especies muy diversas. El sentimiento de Jess para con elposeso es otro que su sentimiento para el discpulo bienamado; pero el amor es uno. A los sentimientosse los "tiene"; el amor es un hecho que "se produce". Los sentimientos habitan en el hombre, pero elhombre habita en su amor. No hay en esto metfora: es la realidad. El amor es un sentimiento que seadhiere al Yo de manera que el T sea su "contenido" u objeto; el amor est entre el Yo y el T. Quienno sepa esto, y no lo sepa con todo su ser, no conoce el amor, aunque atribuya al amor los sentimientosque experimenta, que siente, que goza y que expresa. El amor es una accin csmica. Para quien habitaen el amor y contemplaren el amor, los hombres se liberan de todo lo que los mezcla a la confusinuniversal; buenos y malvados, sabios y necios, bellos y feos, todos, uno despus de otro, se tornanreales a sus ojos, se tornan otros tantos T, esto es, seres liberados, determinados, nicos; los ve a cadauno cara a cara. De una manera maravillosa surge de vez en cuando una presencia exclusiva. Entoncespuedo ayudar, curar, educar, elevar, liberar. El amor es la responsabilidad de un Yo por un T. En estoreside la igualdad "entr aquellos que se aman, igualdad que no podra residir en un sentimiento,cualquiera que fuese, igualdad que va del ms pequeo al ms grande, del ms dichoso, del msprotegido, de aquel cuya vida entera se halla incluida en la de un ser amado, hasta aquel que toda suvida est clavado sobre la cruz de este mundo porque pide y exige esta cosa tremenda: amar a todos loshombres.

    Quede en el misterio el significado de la accin recproca en el tercer caso: el de la creatura y nuestracontemplacin de ella. Si crees en la simple magia de la vida, si crees que se puede vivir al servicio deltodo, presentirs lo que significa esta espera, este quin vive, ese "cuello tendido" de la creatura. Todapalabra falseara los hechos; pero observa!: en tomo de ti viven seres su vida y en cualquier puntoadonde te diriges siempre llegar al ser.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    10/5313

    La relacin es mutua. Mi T me afecta como Yo lo afecto a l. Nuestros discpulos nos forman, nuestrasobras nos edifican. El "malvado" se torna revelador cuando la sagrada palabra primordial ha tocado suser. Cuntas cosas aprendemos de los nios y de los animales! Vivimos nuestras vidasinescrutablemente incluidos en la fluyente vida mutua del universo.

    Te refieres al amor como s fuera la sola relacin entre los hombres. Mas, hablando con propiedad,puedes elegirlo como ejemplo nico, si tambin existe el odio? ',

    En cuanto el amor es "ciego", esto es, en cuanto no ve la totalidad de un ser, todava no estsometido a la nocin primordial de !a relacin. El odio es, por su naturaleza, ciego. Slo puede serodiada una parte de un ser. Quien percibe un ser en su totalidad y est constreido a repudiarlo, no sehalla ms en el reino del odio; se encuentra en el reino de la limitacin humana de la capacidad de decirT. Es incapaz de decir la palabra primordial al otro ser humano que lo confronta. Esta palabraenvuelve coherentemente una afirmacin del ser a quien se dirige. Por eso est obligado a renunciar a smismo o al otro. El poder de entrar en relacin reconoce su propia relatividad en esta barrera, barreraque solamente puede ser abolida con esa misma relatividad. Sin embargo, el hombre que experimentainmediatamente el odio est ms cerca de la relacin que cuando no siente ni amor ni odio.

    La exaltada melancola de nuestro destino reside en el hecho de que en el mundo en que vivimos todoT se torna invariablemente en Ello. Es indiferente el grado de exclusividad en que el T se hallabapresente. Desde que se ha agotado la obra de la relacin, o desde que ella ha sido contaminada demediatez, el T se vuelve un objeto entre objetos, quizs el objeto principal, pero un objeto en todocaso, fijado en su tamao y en sus lmites. En la obra de arte, la realizacin en cierto sentido significaprdida de realizacin en otro. La intuicin verdadera pasa en tiempo breve; luego la vida natural quese me haba revelado en el misterio de la accin recproca se ha vuelto descriptible, descomponible,clasificable. Ya es slo el punto de interseccin de innumerables sistemas de leyes. Y el amor mismono puede mantenerse en la inmediatez de la relacin; dura, pero con una alternancia de actualidad y delatencia. El ser humano que haba sido nico e incondicionado, no algo al alcance de la mano, sinopresente, no es susceptible de ser experimentado, sino realidad plena, se ha vuelto unlo unaElla, unasuma de cualidades, una cierta cantidad con cierta forma. Ahora puedo de nuevo abstraer de l el colorde su cabello, el color de sus dichos y el matiz de su bondad. Pero tengo esta posibilidad en tanto queya no es ms mi T, y ya no puede volver a serlo.

    Cada T en el mundo est, por su naturaleza, condenado a volverse una cosa, o por lo menos a recaersin cesar en la condicin de cosa. Se podra decir en lenguaje objetivo que toda cosa en este mundopuede, antes o despus de que se ha hecho cosa, aparecer a un Yo como su T. Pero el lenguaje objetivonunca capta ms que un jirn de la vida real.

    El Ello es la eterna crislida, el T es la mariposa eterna. Mas no siempre los estados se distinguennetamente, sino que a menudo hay un proceso profundamente dual, confusamente intrincado.

    En el comienzo es la relacin.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    11/5314

    Consideremos el lenguaje de los "primitivos", esto es, de los pueblos que tienen un pobre acopio deobjetos y cuya vida se edifica dentro de un estrecho crculo de actos fuertemente impregnados depresencia. Los ncleos de ese lenguaje, las palabras en forma de sentencias y de originales estructuraspregramaticales (que ms tarde, al desplegarse, darn origen a las diversas clases de palabras), indicanen su mayora la totalidad de una relacin. Nosotros decimos "muy lejos"; el zul, a su vez, tiene unapalabra frase que significa "all donde uno grita: Oh madre ma, estoy perdido!" El fueguino superacon un aletazo nuestra sabidura analtica con su palabra-frase de siete slabas cuyo sentido exacto es:"ambos se miran, cada uno esperando que el otro se ofrezca a hacer lo que los dos desearan y queninguno quiere hacer". En esa situacin total, las personas tal como las expresen los nombres y lospronombres estn empotradas como en un bajorrelieve, sin una independencia terminada. Lo queimporta no son los productos de la disociacin y de la reflexin, sino la verdadera unidad original, larelacin vivida.

    Cuando encontramos a alguien, lo saludamos desendole felicidad, o asegurndole nuestra devocin, orecomendndolo a Dios. Pero cun mediatas, indirectas, son esas frmulas. Siente uno todava en elHeil! esa virtud que le daba fuerza? Comprase esas frmulas con el saludo con el que el cafre expresauna relacin siempre fresca y concreta: "Te veo", o, en su variante americana, sublime a fuerza deridcula: "Husmame!"

    Cabe suponer que las caracterizaciones e ideas y, tambin, las representaciones de las personas y de lascosas se han destacado de representaciones de fenmenos y de situaciones especficamenterelacionadas. Las impresiones y las emociones elementales que despertaron el espritu del "hombrenatural" provienen de fenmenos experiencia de un ser que lo confrontay de situaciones vidacon un ser que lo confrontade carcter relacional. No piensa en la luna que ve todas las noches,hasta la noche en que, en el sueo o en la vigilia, ella viene hacia l, se le aproxima, lo embruja con elplacer o el dolor de su contacto. Lo que conserva no es la imagen de un disco luminoso ambulante, ni lade un ser demonaco que estara atado a l de alguna manera, sino, ante todo, la imagen dinmica,emotiva de la accin de la luna, que atraviesa su cuerpo. De esto emerge gradualmente la imagen de laluna que realiza su accin. Entonces solamente el recuerdo de lo que ha experimentadoinconscientemente noche tras noche comenzar a iluminarse y le permitir representarse y objetivar alactor y al productor de esta accin. As se hace posible la transformacin de lo desconocido en unobjeto, unloElla, a partir de un T que originalmente no pudo ser experimentado, sino simplementesufrido.

    Este carcter inicial y prolongadamente relacional de todo fenmeno esencial hace ms fcilmentecomprensible cierto elemento espiritual de la vida del primitivo, muy estudiado y comentado por laciencia actual, pero an no comprendido adecuadamente. Me refiero a ese poder misterioso cuya idease encuentra con muchas variantes en las creencias o en el conocimiento (lo que es lo mismo) demuchos pueblos primitivos. Conocido como Mana u Orenda, abre el camino al bramn en susignificacin primaria y, luego, a la Dynamis y a la Charis de los Papiros Mgicos y de las CartasApostlicas. Se lo ha caracterizado como un poder suprasensible o sobrenatural, describindolo con elempleo de nuestras categoras, que no corresponden a las del hombre primitivo. Los lmites de sumundo estn trazados por su experiencia corporal, de la cual muy "naturalmente" forman parte lasvisitas a los muertos, por ejemplo. Ha de parecerle absurdo el admitir que realmente exista lo que notiene cualidades sensibles. Los fenmenos a los que atribuye "poder mstico" son todos fenmenoselementales de carcter relacional, esto es, fenmenos frente a los cuales reacciona porque conmuevensu cuerpo y dejan en l una imagen conmovedora. La luna y los muertos que lo visitan durante lasnoches y le traen dolor o jbilo, tienen ese poder. Pero tambin tienen poder el sol que quema, la bestia

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    12/5315

    ululante, el jefe cuya mirada lo constrie y el hechicero cuyo canto lo torna fuerte para la caza. Manaes simplemente esa fuerza eficaz que ha transformado la persona lunar de los cielos en un T queconmueve la sangre y deja su rastro en la memoria una vez que la imagen objetiva se ha destacado de laimagen emotiva. Y ello aunque la luna misma no aparezca jams sino como el autor o el productor deesta accin.Mana es aquello con lo cual el hombre, si lo poseepor ejemplo en una piedra mgica,puede actuar de esa manera. En el hombre primitivo, la imagen del mundo es mgica, no porque tengacomo centro la fuerza mgica del hombre, sino porque esa fuerza humana slo es una variedadparticular de la magia universal de la que surge toda accin efectiva. La causalidad en su imagencsmica no es una secuencia continua, sino que est hecha de una fulguracin siempre renovada depoder; es un movimiento volcnico sin continuidad. Mana es una abstraccin primitiva, probablementems primitiva que el nmero, pero no ms sobrenatural que l. La memoria, al educarse, poco a pocoaprende a clasificar los grandes sucesos relacionados, las sacudidas emocionales elementales. Lo msimportante para el instinto de la conservacin y lo ms notable para el instinto del conocimiento, estoes, "lo que acta", se destaca ms enrgicamente, se torna autnomo. Lo menos importante, lo nogeneral, el cambiante T de las experiencias, retrocede, permanece aislado en la memoria, se objetivagradualmente, poco a poco se transforma en un objeto y muy lentamente se distribuye en grupos yclases. En tercer lugar, finalmente, terrible cuando se halla as separado, a veces ms espectral que lamuerte o la luna, pero de una evidencia ms incontrovertible, surge el otro "incambiante" compaero,el Yo.

    La conciencia del Yo no est vinculada al poder primitivo del instinto de autoconservacin ms que alde los otros instintos. No es el Yo quien procura propagarse, sino es el cuerpo quien desea hacer cosas,utensilios, juguetes, ser un "creador". Adems, en la funcin de conocimiento primitivo no cabrareconocer el cognosco ergo sum, por ingenuo que sea, ni la nocin, por infantil que sea, de un sujetoque experimenta. El Yo emerge, como un elemento singular, de la descomposicin de la experienciaprimaria, de las vitales palabras primarias Yo-afectante al T y T-afectante al Yo, una vez que han sidodivididas y se ha dado eminencia de objeto al participio.

    La diferencia fundamental entre las dos palabras primordiales se pone de manifiesto en la historia delhombre primitivo. Ya en el fenmeno de relacin elemental pronuncia la palabra Yo-T con unanaturalidad que precede a lo que cabe llamar visualizacin de las formas, esto es, antes de conocerse as mismo como un Yo. En cambio, la palabra primordial Yo-Ello slo se torna posible una vez adquiridoeste conocimiento, una vez efectuado el aislamiento del Yo.

    La primera palabra primordial ciertamente puede descomponerse en Yo y T, pero no ha nacido de lareunin de ambos; es por su ndole anterior al Yo. La segunda palabra primordial Yo-Ello ha nacido dela unin del Yo y delEllo; por su ndole es posterior al Yo.

    En el fenmeno primitivo de la relacin, y a causa de la exclusividad de este fenmeno, est incluido elYo. Como slo puede haber en ese fenmeno dos compaeros plenamente actuales, el hombre y lo quelo confronta, y como el mundo se convierte en una dualidad, el hombre presiente ya algo de esaemocin csmica del Yo, antes an de haber tenido conciencia del Yo mismo.

    En cambio, en el fenmeno natural, actual, en la experiencia que traduce la palabra Yo-Ello, centradasobre el Yo, este Yo no est an incluido. Este fenmeno asla de su medio al cuerpo humano,considerado como el portador de sus impresiones. El cuerpo aprende a conocerse y a distinguirse en sus

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    13/5316

    peculiaridades; pero la distincin slo expresa una simple contigidad, y no entraa el sentimientoimplcito de la cualidad verdadera del Yo.

    Pero cuando el Yo de la relacin ha aparecido y ha adquirido una existencia separada, por un extraofenmeno se diluye y se funcionaliza a fin de penetrar en el hecho natural por el cual el cuerpo se asladel mundo circundante y se despierta el estado en el cual el Yo es propiamente activo. Slo ahora puedetener lugar el acto consciente del Yo. Este acto es la primera forma de la palabra primordial Yo-Ello, dela experiencia en su relacin con el Yo. El Yo que se ha destacado afirma que es el portador de susimpresiones y que el mundo es su objeto. Este fenmeno, es verdad, ocurre en una forma "primitiva" yno en una forma que pertenezca a la "teora del conocimiento". Pero en cuanto la frase "Yo veo elrbol" es pronunciada de tal modo que no expresa una relacin entre el hombre Yoy el rbol T, sino que expresa la percepcin del rbol como objeto por la conciencia humana, levanta unabarrera entre el sujeto y el objeto. Entonces se pronuncia la palabra primordial Yo-Ello, la palabra de laseparacin.

    Entonces, esa melancola de nuestro destino surgi en la ms temprana historia de la humanidad?

    Ciertamente es as, en la medida en que la vida consciente del hombre surgi en la historia temprana.Pero vida consciente significa reaparicin del ser csmico como devenir humano. El espritu aparece enel tiempo como un producto, aun como un subproducto de la naturaleza, y sin embargo slo en l lanaturaleza entera se halla envuelta intemporalmente.

    La antinomia de las dos palabras primordiales del lenguaje ha tenido diversos nombres en tiemposdiferentes y en mundos diferentes; pero en su verdad innominada, ella es inherente a la creacin.

    Y crees entonces en la existencia de un paraso en los ms tempranos das de la humanidad?

    Aunque hubiera sido un infierno y ciertamente el tiempo al que remonto en el pensamientohistrico ha estado lleno de furor, de angustia, de tormento y de crueldadesen todo no ha sido irreal.Las experiencias de relacin del hombre en el tiempo ms alejado no eran blandas y placenteras.Fueron, en verdad, violencia ejercida sobre un ser que se ofrece realmente a la experiencia y no unasombra de solicitud hacia nmeros sin rostro. A partir de esa violencia hay un camino que conduce aDios. A partir de esa solicitud slo hay una ruta hacia la nada.

    La vida del hombre primitivo, aun si logrramos conocerla a fondo, slo puede ser para nosotros unsmbolo de la vida del hombre prstino real: slo nos ofrece breves atisbos sobre la relacin en eltiempo entre las dos palabras primordiales del lenguaje. El nio nos ofrece una enseanza mscompleta.

    Aqu percibimos claramente que la realidad espiritual de las dos palabras primordiales del lenguajenace de una realidad natural. La realidad de la palabra primordial Yo-T nace de una vinculacinnatural; la realidad de la palabra primordial Yo-Ello nace de una distincin natural.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    14/5317

    La vida prenatal del nio es un estado de pura vinculacin natural, de interaccin corporal y de flujosrecprocos. Su horizonte vital, desde que llega a ser, parece estar inscripto enteramente en el interior delser que lo lleva, pero parece tambin no estar inscripto all. No reposa solamente en la matriz de sumadre humana. Esta vinculacin tiene una cualidad tan csmica, que el mtico dicho de los judos, "enel cuerpo de la madre el hombre conoce el mundo, con el nacimiento lo olvida", parece como elimperfecto desciframiento de una inscripcin de los tiempos ms primitivos. Y subsiste en el fondo delhombre como una imagen secreta de su deseo. No que aspire a retornar hacia atrs, como lo piensan losque ven en el espritu (confundido por ellos con su propio intelecto) un parsito de la naturaleza,cuando es ms bien su fruto, aunque expuesto, es verdad, a toda suerte de enfermedades. Es laaspiracin a un lazo csmico entre el ser llegado a la vida espiritual con su verdadero T.

    Como todo ser en formacin, cada nio reposa en el seno de la gran madre, el indiviso mundo prstinoque precede a toda forma. Se separa de ella para entrar en la vida personal, y solamente en las horasoscuras en que escapamos a la vida personal (lo que ocurre todas las noches al hombre sano) nosseparamos de este universo. Pero ese separarse no se opera, por una brusca catstrofe, como la de laseparacin fsica de la madre corporal: se concede al nio un tiempo para cambiar contra un lazoespiritual, es decir contra una relacin, el lazo natural que lo una con el mundo y que va perdiendogradualmente. Salido de las tinieblas quemantes del caos, entra en la fra claridad de la creacin, peroan no la posee. Primeramente le es menester sacarla a la luz del da y hacerla una realidad; le esmenester hacer su mundo propio. La creacin slo en el encuentro revela su naturaleza esencial comoforma. No se vierte en sentidos que la alcanzaran pasivamente, sino que se eleva en el encuentro consentidos que saben captar. Todos los objetos habituales que se desplegarn en torno del hombre adultohan de ser conquistados, solicitados por el hombre adolescente en una accin vigorosa. Ninguna cosaes parte hecha de una experiencia. Nada puede ser conocido sino en la reciprocidad del tete a teteexclusivo. Como el hombre primitivo el nio vive de un sueo a otro (su vigilia es en gran parte unsueo), en el resplandor y en el contrarresplandor del encuentro.

    Desde el grado precoz y ms restringido de la vida personal se puede observar la naturaleza prstina delesfuerzo para satisfacer la necesidad de relacin. Antes an de que pueda percibir cosas aisladas,tmidas miradas del nio buscan en el espacio indistinto algo indefinido; y en el momento en que,visiblemente, no desea alimento alguno, los delicados, ademanes de sus manos, lanzados en el vaco,procuran, en apariencia sin objeto, encontrar algo. Podis, si os place, decir que es un ademn animal,pero con esto no se explica nada. Pues estas miradas, precisamente despus de largos ensayos, seligarn a un arabesco rojo del tapizado y no se apartarn de l antes de haber comprendido enteramenteel alma del rojo; este movimiento de las manos adquirir precisin al contacto con un osito,percibiendo, por primera vez, con amor y de manera inolvidable, un cuerpo en su masa slida. En losdos casos hay, no experiencia de un objeto, sino una correspondencia del nio, seguramente"imaginaria", con un interlocutor viviente y activo. Esta "imaginacin", sin embargo, no es en lo msmnimo un "atribuir vida al mundo"; es el instinto de hacer de toda cosa un T, el instinto de relacincsmica que, en ausencia de un interlocutor viviente y activo, pero en presencia de su imagen y de susmbolo, lo provee de su riqueza propia para dotarlo de accin y de vida. Pequeos gritos inarticuladosresuenan obstinadamente, todava sin ningn significado, en el vaco. Pero estos gritos, un buen da, setornarn inesperadamente en dilogo. Con quin? Quizs con la tetera que hierve a fuego lento. Peroser ya un dilogo. Ms de un movimiento calificado como reflejo es una slida paleta que sirve a lapersona para construir su mundo. No es verdad que el nio comience por percibir el objeto con el cualse pone en relacin. Al contrario, lo primero es el instinto de relacin; es l quien se ahueca y seadelanta como una mano adonde viene a alojarse el interlocutor; luego, se establece la reaccin con eseinterlocutor bajo una forma an no verbal del T; pero la transformacin en un objeto es un resultado

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    15/5318

    Tardo nacido de la disociacin de la experiencia primitiva, del separarse del interlocutor-fenmeno,comparable al nacimiento del Yo. Al comienzo es la relacin, como categora del ser, una disposicinde acogida, un continente, una pauta para el alma; es el a priori de la relacin, el T innato.

    El T innato se realiza en las relaciones vvidas con aquello con que se encuentra. El hecho de que esteT pueda ser conocido como lo que enfrenta al nio, pueda ser acogido exclusivamente y que se pueda,finalmente, dirigirle la palabra primordial se basa en el a priori de la relacin.

    En el instinto tctil (necesidad de entrar en relacin, primeramente tctil y luego visual con otro ser) elT innato se manifiesta desde temprano y expresa de manera cada vez ms neta la reciprocidad, la"ternura". Pero el instinto de "creacin" que se establece ms tarde (instinto de producir objetos porsntesis o, si ello no es posible, por anlisis, desmembrando, desgarrando) es tambin determinado porese T innato, de manera que se produce una "personificacin" de la cosa creada y un "dilogo". Eldesarrollo del alma en el nio est ntimamente ligado con el desarrollo del instinto que tiende al T,con las satisfacciones y las decepciones que experimenta este instinto, con el juego de su actividad ycon la trgica seriedad de su perplejidad. La genuina inteligencia de este fenmeno, que es afectada porlas tentativas de referirlo a esferas ms estrechas, slo puede lograrse si se lo examina y se lo explicarecordando su origen csmico y metacsmico al mismo tiempo. Pues emerge del indiviso mundoprstino que precede a la forma, del cual el individuo fsico ha salido por el hecho del nacimiento, perono an el ser personal y actual que slo se destaca poco a poco a medida que va entrando en el mundode la relacin.

    El hombre se torna un Yo a travs del T. Aquello que lo confronta y desaparece, los fenmenos de larelacin se condensan o se disipan. En esta alternacin la conciencia del compaero que no cambia, delYo, se hace ms clara y cada vez ms fuerte. Seguramente ella aparece an comprometida en la tramade la relacin con el T; es la conciencia gradual ce lo que tiende hacia el T sin ser el T. Pero seafirma con una fuerza creciente hasta que el lazo se rompe y el Yo se encuentra, como en el espacio deun relmpago, en presencia de s mismo, como si se tratara de un T extrao; pero pronto retomaposesin de s y desde entonces se ofrece conscientemente a la relacin.

    Slo entonces puede constituirse la otra palabra primordial. Pues sin duda el T de la relacin hapalidecido muchas veces, pero sin tornarse en el Ello de un Yo, en objeto de una percepcin o de unaexperiencia impersonal, como lo ser ms tarde. Se ha vuelto en cierto modo un Ello para s, un Ello,primeramente desatendido, puesto en reserva y que, para nacer, espera que se produzca un nuevofenmeno de relacin. El cuerpo que madura en una persona se distingue ya de su medio en la medidaen que se siente portador de sus impresiones y ejecutor de sus impulsos. Pero esta distincin fuesimplemente un esfuerzo rudimentario y poco orgnico de orientacin, y no una absoluta separacindel Yo y su objeto. Mas ahora, el Yo destacado emerge, transformado. Reducido de su plenitudsubstancial a un punto funcional, a un sujeto que experimenta y utiliza, el Yo encara y toma posesin detodoEllo existente "en y por s mismo", para formar la otra palabra primordial del lenguaje. El hombreque se ha hecho consciente del Yo, el hombre que dice Yo-Ello, se coloca ante las cosas comoobservador, en vez de colocarse frente a ellas para el viviente intercambio de la accinrecproca. Inclinado sobre las cosas, con la lupa objetivadora de su mirada de miope, y ordenndolasuna a una en un panorama, gracias al telescopio objetivador de su mirada de prsbite, las asla paraconsiderarlas sin ningn sentimiento de exclusividad, o las dispone en un esquema de observacin sinningn sentimiento de universalidad.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    16/5319

    Slo podr encontrar el sentimiento de exclusividad en una relacin; el sentimiento ele universalidad,slo a partir de una reaccin. Ahora, por primera vez, experimenta las cosas como sumas de cualidades.Ciertamente ha amasado en su memoria cualidadespertenecientes al T recordado; pero slo ahora, por primera vez, las cosas se componen para l de suscualidades. Con el simple recuerdo de la relacin, conservado en estado de sueo, de imagen o depensamiento, segn su complexin propia, ensancha el ncleo, la substancia que se le haba reveladovigorosamente en el T con todas sus cualidades. Y tambin ahora por primera vez dispone las cosas enel espacio y el tiempo, en conexin causal, cada una con su lugar propio y su curso, su medida y sucondicin. El T, es verdad, aparece en el espacio, pero aparece en ese frente a frente exclusivo en elque todo el resto de los seres slo puede servir como un fondo del cual l emerge, sin encontrar all nisu lmite ni su medida. El T tambin aparece en eltiempo, pero en el instante que posee por s mismo la plenitud: no es vivido en una cadena fija yslidamente articulada, sino que es vivido en una "duracin" cuya dimensin puramente intensiva slose define en trminos que le son propios. Finalmente, el T aparece simultneamente actuando y sujetoa accin, pero no est comprometido en una cadena de causas. Pues la relacin de reciprocidad en queestcon el Yo es al tiempo el origen y el fin del fenmeno. Una de las verdades fundamentales del mundoes: slo elEllo puede ser dispuesto dentro de un o reten. Cuando dejan de ser nuestro T para tornarseen nuestro Ello, las cosas se convierten en coordinables. El T no conoce ningn sistema decoordinacin.

    Mas al haber llegado a este punto, es menester tambin expresar la otra parte de la verdad bsica sin lacual esta parte quedara como un fragmento inutilizable: un mundo ordenado no es el orden del mundo.Hay momentos de profundidad silenciosa en los que miris el orden del mundo en su plena presencia.Entonces se oye como un destello el sonido del cual el mundo "ordenado" es la notacin indescifrable.Esos momentos son inmortales, y los ms, fugitivos. No se puede retener de ellos ningn contenido,pero su virtud se entrega en la creacin y en el conocimiento del hombre; efluvios de esta virtudpenetran en el mundo "ordenado" y lo descongelan, lo licuan una y otra vez. Esto acontece en lahistoria del individuo y en la historia de la especie.

    Para el hombre el mundo es doble, en conformidad con su propia doble actitud. Percibe todo lo que lerodea, las simples cosas, los seres vivientes en cuanto cosas. Percibe lo que ocurre en torno de s, losmeros hechos y las acciones en cuanto hechos; las cosascompuestas de cualidades y los hechos compuestos de momentos; las cosas tomadas en la red delespacio, los sucesos tomados en la red del tiempo; las cosas y los hechos delimitados por otras cosas ypor otros hechos, mensurables entre ellos, comparables entre ellos, un mundo bien ordenado, un mundoaislado. Este mundo merece hasta cierto punto nuestra confianza. Tiene densidad y duracin. Suordenamiento puede ser abarcado con la mirada; se lo tiene bajo la mano, se lo puede representar conlos ojos cerrados y examinarlo con los ojos abiertos. Est siempre all, contiguo a tu piel, si loconsientes, acurrucado en tu alma, si lo prefieres, es tu objeto, permanece sindolo mientras as lodeseas; te es familiar, ya sea en ti o fuera de ti. Lo percibes, haces de l tu "verdad", se deja captar, perono se te entrega. Es el solo objeto sobre el cual puedas "entenderte" con otro; aunque se presentadiferentemente a cada uno, est siempre pronto para servirte de objeto comn. Pero no es el lugardonde puedas encontrarte con otro. No podras vivir sin l, su slida realidad te conserva; pero simueres en l, tu sepulcro estar en la nada.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    17/5320

    Por otro lado, el hombre que encara lo que existe y lo que deviene corno su interlocutor siempre loconfronta simplemente como un ser singular; y a cada cosa la confronta simplemente como un ser. Loque existe se le descubre en el acontecer, y lo que acontece se le presenta como lo que es. Slo le estpresente esa cosa nica, pero ella implica el mundo en su totalidad. Medida y comparacin se borran;de ti depende que una parte de lo inconmensurable se vuelva realidad para ti. Esos encuentros no seordenan de manera de formar un mundo, sino que cada uno es una seal del orden del mundo. No estnligados entre s, sino que cada uno te garantiza tu solidaridad con el mundo. El mundo que se te aparecebajo esta forma apenas merece tu confianza, porque continuamente adquiere otro aspecto; no puedestomarle la palabra. No tiene densidad, pues todo en l lo penetra todo; no tiene duracin, pues aparecesin que se le llame y se desvanece cuando se lo retiene. No puede ser examinado, y si quieres hacerlosusceptible de examen, lo pierdes. Viene a ti, viene a revelarte; pero si no te alcanza y no te encuentra,se disipa; pero vuelve en otra forma. No est fuera de ti. Toca lo profundo de tu ser, y al llamarlo "almade mi alma" nada de excesivo has dicho. Pero cudate de querer transportarlo en su alma, pues loaniquilaras. Es para ti la presencia; slo por l tienes presencia. Puedes convertirlo en un objeto para ti,puedes experimentarlo, utilizarlo. Hasta ests constreido a hacerlo una y otra vez. Pero en cuanto lohaces, ya no tienes ms presencia. Entre l y t hay reciprocidad de dones:le dices T y te das a l; l te dice T y se da a ti. No puedes con nadie entenderte a su respecto. En elencuentro con l, ests con l slo. Pero l te ensea a encontrarte con otros y a sobrellevar elencuentro. Por el favor de sus apariciones y por la solemne melancola de sus partidas, te conduce hastael T en el cual las lneas paralelas de las relaciones se encuentran. Nada hace para conservarle en vida;slo te ayuda a atisbar la eternidad.

    El mundo delEllo es coherente en el espacio y en el tiempo. El mundo del T no es coherente ni en elespacio ni en el tiempo. Cada T, una vez transcurrido el fenmeno de la relacin, se vuelveforzosamente unEllo.

    Cada Ello, si entra en la relacin puede volverse un T.

    Tales son los dos privilegios bsicos del mundo del Ello. Llevan al hombre a encarar el mundo del Ellocomo el mundo en el que ha de vivir y en el cual el vivir es cmodo, como el mundo que le ofrece todasuerte de atractivos y de estmulos, de actividades, de conocimientos. En esta crnica de beneficiosslidos, los momentos en que se realiza el T aparecen como extraos episodios lricos y dramticos deun encanto seductor, ciertamente, pero que nos llevan a peligrosos extremos que diluyen la solidez delcontexto bien trabado y dejan atrs de ellos ms inquietud que satisfaccin, quebrando nuestraseguridad; se los encuentra inquietantes y se los juzga intiles. Como es menester, despus de talesmomentos, volver a la realidad, por qu no quedar en la realidad?, por qu no llamar al orden a laaparicin que se nos presenta y enviarla de oficio hacia el mundo de los objetos?, por qu, si uno nopuede evitar decirT a un padre, a una mujer, a un compaero, no decir T pensandoEllo? Producir elsonido T con la ayuda de los rganos vocales no es, en verdad, pronunciar esa inquietante palabrafundamental. Ms aun: murmurar desde el fondo del alma un T amoroso es algo sin peligro si no setiene otra intencin que la de experimentar y utilizar.

    No se puede vivir en el solo presente. La vida sera devorada si no se hubieran tomado precaucionespara superarlo rpidamente y totalmente. Pero es posible vivir en el pasado nicamente; ms todava:slo en el pasado cabe organizar una vida. Para ello es suficiente dedicar todos los momentos aexperimentar y a utilizar, y entonces no nos quemarn ms.

    Con toda la seriedad de lo verdadero has de escuchar esto: el hombre no puede vivir sin el Ello. Peroquien slo vive con elEllo, no es un hombre.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    18/5321

    Segunda parte

    El mundo del hombre

    La historia del individuo y la historia de la especie humana, aunque en verdad se separan mucho la unade la otra, por lo menos concuerdan en que ambas indican un crecimiento continuo del mundo del Ello.

    Este hecho es puesto en tela de juicio cuando se trata de la historia de la especie. Se seala que en elnacimiento de las civilizaciones sucesivas siempre se encuentra un estado primitivo cuya coloracinpuede variar, pero cuya estructura es constante. En conformidad con ese estado primitivo, lascivilizaciones comienzan con un pequeo mundo de objetos.

    No sera entonces la vida de la especie, sino la de cada civilizacin tomada en particular, la que podracompararse a la vida del individuo. Pero si de entre estas civilizaciones se apartan las que parecenaisladas, se observa que aquellas que han sufrido histricamente la influencia de otras civilizacioneshan adoptado tal cual el mundo delEllo que se les haba presentado, pero en un estado intermedio entresu estado primitivo y su estado de plena expansin. Esto ocurre, sea que haya habido adopcin directade una civilizacin contempornea, como en el caso de Grecia, que adopt el mundo de Egipto, sea quehaya habido recepcin indirecta de una civilizacin pasada, como en el caso de la cristiandad medieval,que hered la civilizacin griega. Estas civilizaciones aumentan su mundo del Ello en funcin no slode su experiencia propia, sino tambin gracias al aflujo de la experiencia extraa. Slo entonces unacivilizacin as desarrollada llega a su plenitud, en decisiva, descubridora expansin. (Provisionalmentedejaremos de lado la importante contribucin ofrecida por la percepcin y los actos del mundo del T.)Se puede pues decir, en general, que el mundo del objeto, en una civilizacin dada, es ms extenso queen el de su predecesora. A pesar de algunas detenciones o retrocesos aparentes, cabe discernirnetamente en la historia un aumento progresivo del mundo del Ello. No importa aqu esencialmente quela concepcin filosfica del mundo, en una civilizacin dada, tenga ms bien el carcter de lo finito o elcarcter de lo infinito, que sera mejor llamar lo no finito. Un mundo "finito" puede muy bien incluir unmayor nmero de partes, de objetos, de fenmenos, que un mundo "infinito". Es menester tambinobservar que se trata de comparar no slo la extensin del conocimiento relativo a la naturaleza, sinotambin la magnitud de las diferenciaciones sociales y la perfeccin de las realizaciones tcnicas. Puesa travs de ambas se ensancha el mundo de los objetos.

    La relacin primaria del hombre con el mundo del Ello se funda en la experiencia, que sin cesarreconstituye el mundo, y en el uso, que conduce al mundo a los fines mltiples que tienden a conservar,a facilitar y a equipar la vida humana. La capacidad de experimentar y de utilizar debe crecer a medidaque se va ensanchando el mundo del Ello. El individuo, es verdad, puede reemplazar cada vez ms laexperiencia directa por la experiencia indirecta o "adquisicin de conocimientos" y puede cada vez msreducir la utilizacin propiamente dicha, transformndola en "aplicacin" especializada. Sin embargo,es ineludible que la capacidad tcnica se desarrolle de generacin en generacin. En esto justamente sepiensa cuando se habla del desenvolvimiento progresivo de la vida espiritual, lo que importaciertamente un verdadero pecado verbal contra el espritu, pues esa "vida espiritual" representa engeneral un obstculo para una vida vivida en el espritu. Ella es a lo sumo la materia que la vida delespritu debe consumir despus de haberla dominado y modelado.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    19/5322

    Es un obstculo, pues el desenvolvimiento de la capacidad de experiencia y de utilizacin se desarrollalo ms a menudo a expensas del poder del hombre de entrar en relacin, el nico poder en virtud delcual el hombre es susceptible de vivir la vida del espritu.

    El espritu en su manifestacin humana es una respuesta del hombre a su T. El hombre habla diversaslenguas: lenguaje verbal, lenguaje del arte, lenguaje de la accin; pero el espritu es uno, es la respuestadel hombre al T que surge y se dirige a l desde el misterio. El espritu es el verbo. Y as como ellenguaje se torna primero en palabra en el cerebro del hombre y luego suena en su laringe, y sinembargo aqulla y ste no son sino fragmentos del fenmeno verdadero -pues en realidad no es ellenguaje quien est en el hombre, sino el hombre quien est en el lenguaje y quien habla desde el senodel lenguaje-, as tambin ocurre con toda palabra y con todo espritu. El espritu no est en el Yo, sinoentre Yo y T. No es como sangre que circula en ti, sino como el aire que respiras. El hombre vive en elespritu cuando sabe responder a su T. Y puede hacerlo cuando entra en la relacin con todo su ser.Slo en virtud de esa capacidad el hombre puede vivir la vida del espritu.

    Pero es aqu donde se levanta en toda su fuerza el destino propio del fenmeno de la relacin. Cuantoms vigorosa es la respuesta, tanto ms se apodera del T, tanto ms hace de l un objeto. Slo elsilencio en presencia del T -silencio de todos los lenguajes, espera muda en la palabra indivisa,indeferenciada, que precede a la respuesta formulada y verbal- deja al T su libertad, y permite alhombre establecerse en esa relacin de equilibrio en la que el espritu no se manifiesta, pero est ah.Una respuesta, cualquiera que sea, encadena al T al mundo delEllo. Esta es la melancola del hombre,su grandeza. Pues es as como nace el conocimiento, as es como, en medio de seres vivientes, serealiza una obra y nacen la imagen y el smbolo.

    Todo lo que de este modo se ha cambiado en Ello, todo lo que se ha consolidado en cosa entre lascosas, ha recibido como sentido y como destino el ir cambiando una y otra vez siempre de nuevo. Estees el significado de esa hora del espritu en que ste se une al hombre para suscitar en l la respuesta;una y otra vez lo que tiene status de objeto debe incluirse en la presencia, retornar al elemento del cualha salido, para ser visto y vivido por el hombre como presente.

    El hombre que ha celebrado con el mundo del Ello un compromiso fundado en la experiencia y en lautilizacin, impide que ese sentido y ese destino se realicen; en vez de liberar lo que est incluido en elmundo del T, lo reprime; en vez de contemplarlo, lo observa; en vez de aceptarlo, se sirve de l.

    Examinemos primeramente el conocimiento. Es en la contemplacin recproca donde el ser se descubreante quien quiere conocerlo. Lo que ha visto en la presencia, el hombre podr considerarlo como u nobjeto, compararlo con otros objetos, ubicarlo dentro de clases de objetos, describirlo y analizarloobjetivamente. Pues slo en calidad deEllo puede ser integrado en el conocimiento. Pero en el instanteen que lo contempl, no era una cosa entre cosas, un fenmeno entre fenmenos. Era la nicapresencia. El ser no se ha comunicado en trminos de la ley deducida despus del fenmeno, sino entrminos de s propio. Cuando un hombre piensa una idea general, simplemente deshila el apretadoovillo del suceso que fue percibido en el caso particular, en la reciprocidadde la presencia. Y ahora el fenmeno es incluido en el Ello del conocimiento, que est compuesto deideas. Aquel que lo libera de all para conferirle la presencia, hace lo adecuado para que elconocimiento sea una realidad activa y viviente entre hombres. Pero hay una manera de conocer queconsiste en decir: He aqu lo que es, he aqu cmo se llama, , he aqu su lugar". Lo que se ha tornado

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    20/5323

    en Ello es dejado como Ello. Se lo experimenta, se lo utiliza en tanto que Ello; se lo emplea paraorientarse" en el mundo, y luego para conquistarlo".

    Ocurre lo mismo en el arte: la forma se revela al artista en la visin recproca y l la fija en unaestructura". Esta estructura" no habita en un mundo de dioses, sino en este vasto mundo de loshombres. Sin duda est ah" aunque ninguna mirada humana la busque. Pero entonces duerme. Elpoeta chino cuenta que los hombres no haban querido or su cancin en la flauta de jade. La entonentonces para los dioses, y ellos prestaron atencin; desde ese momento tambin los hombresescucharon su cancin. La cancin descendi entonces desde los dioses hacia los hombres, haciaaquellos de quienes la obra de arte no podra prescindir. En el encuentro pareca, como en un sueo,que el hombre levantaba el velo y abrazaba la forma en el espacio de un minuto situado fuera deltiempo. Luego se acerc paso a paso, aprendi lo que le es menester aprender, cmo es menesteraprenderlo y lo que uno puede expresar, cules son las cualidades de la obra y su lugar en el esquemade las cosas.

    No es que la inteligencia cientfica y esttica carezcan de objeto; ambas son necesarias para que elhombre pueda realizar su obra con precisin y sumergirla en la verdad de la relacin, que est porencima de lo inteligible.

    Y existe, en tercer lugar, la pura accin efectiva sin la arbitraria autovoluntad. Ella es ms elevada queel espritu del conocimiento y el espritu del arte, pues aqu el efmero hombre corporal no ha de grabarsu impronta en la materia ms durable que l. Es l mismo quien sobrevive en tanto que obra de arte, esl quien asciende como un astro al firmamento de la esfera rodeada de la msica de su viviente palabra.All el T se aparece al hombre, surgiendo de un misterio ms profundo, le habla del sino del hombre yel hombre le responde con su vida. All, muchas veces, el verlo se ha hecho vida, y esta vida esenseanza. Esta vida puede haber cumplido la ley o puede haberla transgredido; lo uno y lo otro soncontinuamente necesarios, para que el espritu no muera sobre la tierra. Esta vida se presenta entonces alos que llegan despus, para ensearles, no acerca de lo que es o de lo que debe ser, sino paraensearles cmo la vida se vive en el espritu, frente a frente con el T.

    Es decir, ella misma est pronta en todo momento a volverse un T para ellos y a abrir parageneraciones nuevas el mundo del T. O, ms aun, no se contenta con estar pronta; sin cesar se dirige alos hombres y los conmueve. Pero ellos, inadecuados e indiferentes a estos contactos vivientes que lesabri el mundo, tienen informacin abundante. Han captado las personalidades en la historia, hanaprisionado sus palabras en las bibliotecas; han codificado, en una nica manera, tanto el cumplimientocomo la violacin de la ley. Y no son avaros de su admiracin, aun de su idolatra, ampliamentemezclada con psicologa, como cuadra al hombre moderno. Oh Rostro solitario como una estrella en lanoche, oh Dedo viviente colocado sobre una frente distrada, oh desfallecientes sonidos de pasos!

    El desarrollo de la funcin de experimentacin y de utilizacin se produce las ms de las veces endetrimento de la aptitud del hombre para la relacin.

    Ese mismo hombre que ha hecho del espritu un medio de goce para s mismo, cmo se conducerespecto de los seres vivientes que lo rodean?

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    21/5324

    Dcil a la frmula que separa, alejando el Yo delEllo, ha dividido su vida con sus semejantes en dosdominios, netamente delimitados: las instituciones y los sentimientos. El dominio del Ello y el dominiodel Yo.

    Las instituciones son el "afuera, la religin donde uno persigue toda suerte de fines, donde el hombretrabaja, hace negocios, influye, emprende, rivaliza con otros, organiza, administra, predica. Son eledificio casi ordenado y aproximadamente correcto en el interior del cual se desarrolla, con la ayudamltiple de las cabezas y de los miembros humanos, el curso de los acontecimientos.

    Los sentimientos son el "adentro", en el que se vive y se descansa de las instituciones. Aqu el espectrode las emociones danza ante nuestra mirada cautivada. Aqu el hombre goza de su ternura y de su odio,de su placer y, si no es demasiado violento, de su dolor. Aqu uno se siente en su casa y se extiende enla mecedora.

    Las instituciones son un mercado complejo, los sentimientos son un gabinete cerrado, pero rico envariedad de intereses.

    A decir verdad, el tabique que separa los dos dominios est siempre amenazado, pues los sentimientoscaprichosos hacen a veces incursin en las instituciones ms slidas; pero con buena voluntad se llegasiempre a reparar este tabique. Ms que en ninguna otra parte la delimitacin neta es difcil en el reinode la llamada vida personal. En el matrimonio, por ejemplo, es a veces imposible de determinar; pero alfinal se hace posible. Esta delimitacin es plenamente factible en lo que se llama vida pblica.

    Considrese, por ejemplo, cunta seguridad impecable hay en la vida de los partidos y tambin en la delos grupos que se creen exteriores a los partidos y la de las "tendencias" en el interior de esos grupos;cmo alternan las sesiones tormentosas con el trmite corriente de los asuntos, regular como unmecanismo o descuidado como un organismo.

    Pero el Ello aislado de las instituciones es un animado terrn sin alma, y el Yo aislado de lossentimientos es un "pjaro de alma" que revolotea al azar. Ni el uno ni el otro conocen al hombre; lasinstituciones slo conocen el ejemplar, los sentimientos slo conocen el "objeto". Ninguno de los dosconoce la presencia; las instituciones, aun las ms modernas, slo conocen el pasado sin vida, el seracabado; los sentimientos, hasta los ms durables, slo conocen el instante fugaz, lo que an no hallegado propiamente a ser. Ninguno tiene acceso a la vida real. Las instituciones no producen la vidapblica, los sentimientos no producen la vida personal.

    Con dolor creciente y en nmero cada vez mayor sienten los hombres que las instituciones nopromueven la vida pblica: de ah proviene la buscadora angustia de este siglo. Los sentimientos noproducen la vida personal. Poca gente lo sabe an, pues en los sentimientos parece residir lo quetenemos de ms personal; y cuando se ha aprendido, como el hombre moderno, a dar gran importanciaa sus propios sentimientos, la desesperacin de comprobar la nada de ellos no nos esclarece mucho,pues esta desesperacin misma es todava un sentimiento y como tal nos interesa.

    Los hombres que sufren porque las instituciones no promueven la vida pblica han encontrado unremedio, y piensan que sera menester hacer flexibles las instituciones gracias a los sentimientos, odisolverlas, renovarlas, inoculndoles la "libertad del sentimiento". Si, por ejemplo, el Estado agrupamecnicamente a ciudadanos totalmente extraos los unos a los otros sin cimentar ni favorecer unacomunidad verdadera, es menester -se dice- reemplazarlo por una comunidad de amor. Esta comunidadde amor debe nacer precisamente del hecho de que los hombres se agrupen por la efusin de un

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    22/5325

    sentimiento libre y resuelvan vivir juntos. Pero a decir verdad, no es as. La verdadera comunidad nonace de que las gentes tengan sentimientos los unos hacia los otros (aunque no puede haberla sin ellos);nace de estas dos cosas: de que todos estn en relacin mutua con un Centro viviente, y de que estnunidos los unos a los otros por los lazos de una viviente reciprocidad. La segunda relacin resulta de laprimera, pero no est dada con la primera. La relacin viviente y recproca implica sentimientos, perono proviene de estos sentimientos. La comunidad se edifica sobre la relacin viviente y recproca, perosu verdadero constructor es el activo Centro viviente. Aun las instituciones de la llamada vida personalno pueden ser renovadas por el sentimiento libre (aunque ellas no pueden ser renovadas sin l). Elmatrimonio, por ejemplo, no adquirir vida nueva sino por aquello que siempre ha dado fundamento alverdadero matrimonio: el hecho de que dos seres humanos se revelen el T el uno al otro. Sobre estefundamento, el T, que no es el Yo de ninguna de ellos, edifica el matrimonio. Este es el factormetafsico y metapsquica del amor, para el cual los sentimientos slo son meros acompaamientos.Quien quiera dar nueva vida al matrimonio por otro procedimiento, no difiere esencialmente de quienquiere abolirlo. Ambos ponen de manifiesto claramente que desconocen el factor vital. En efecto, si sedejara de lado en la tan discutida filosofa ertica de nuestro tiempo todo lo que se refiere al Yo, esdecir, todas las relaciones en las cuales uno no est presente frente al otro, y en la cual cada uno selimita a gozar de s mismo y a favor del otro, qu quedara?

    La vida pblica verdadera y la vida personal verdadera son dos formas de la relacin. Para que ellasnazcan y duren se requieren sentimientos que son su contenido cambiante, e instituciones que son suforma constante; pero estos dos factores aadidos no crean an la vida humana; es menester un tercero,que es la presencia central del T o, para decirlo con toda verdad, el T central acogido en la presencia.

    La palabra primordial Yo-Ello no procede del diablo, como la materia no procede del diablo. Lo que esdiablico es que la materia pretenda tener la cualidad del ser presente. Si un hombre la deja dominar, loinvade elEllo en su crecimiento incesante y le arrebata la realidad de su Yo, hasta que el ncubo que looprime de fuera y el fantasma dentro de l se confiesan, susurrando, el uno al otro su no-salvacin.

    -Pero la vida colectiva del hombre moderno no est, acaso, sumergida necesariamente en el mundo delEllo? Cabe imaginar que las dos partes de esta vida -la econmica y la poltica- en su extensin actualy en su actual estructura desarrollada puedan estar basadas de otra manera que sobre la renuncia a todarelacin inmediata, es decir, sobre el rechazo categrico, inflexible y resuelto de toda instancia"extraa" que no hubiera nacido de su propio terreno? Y si es el Yo de la experiencia y de la utilizacinquien gobierna aqu, el Yo que saca partido de los bienes y de las actividades en la vida econmica, delas opiniones y de las tendencias en poltica, no es justamente a su soberana absoluta que se debe laestructura amplia y slida de los grandes productos "objetivos" en estos dos dominios? Ms aun, lagrandeza productiva del estadista dirigente y del economista dirigente no reside en que ellos encaran alos hombres con los cuales tratan no como a los portadores del T inaccesible a la experiencia, sinocomo ncleos de realizaciones y de tendencias que se trata de evaluar y de utilizar segn suscapacidades particulares? Su mundo no se les derrumbara sobre la cabeza si en vez de sumarlmslmslensayaran hacer la suma de T ms T ms T, que no da jams otra cosa que T? No seraesto cambiar el dominio formativo por un dilettantismo tedioso y la razn clara por un brumosofanatismo? Y si tendemos nuestras miradas de los dirigentes a los que son dirigidos, la evolucin delas formas del trabajo y de la propiedad moderna no han destruido casi todo rastro de vida recproca, derelacin plena de sentido? Sera absurdo querer retroceder, y si el absurdo se produjera, se destruira el

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    23/5326

    enorme y preciso aparato de nuestra civilizacin, la nica que hace posible la vida de una humanidadmultiplicada al infinito.

    -Tu discurso llega demasiado tarde. Hasta hace poco tiempo podas creer en l. Ahora ya no puedes.Pues acabas de reconocer como yo que el Estado ya no es conducido; los foguistas an apilan elcarbn, pero los jefes solamente en apariencia dirigen las mquinas en loca carrera. Y en este instanteen que hablas, puedes or, como yo, que la maquinaria de la vida econmica se pone a zumbar demanera inslita; los contramaestres te sonren con aire de superioridad, pero tienen la muerte en elcorazn. Te dicen que adaptan la maquinaria a las circunstancias; pero percibes que desde ahora slopueden adaptarse a la maquinaria en cuanto ella se lo permite an. Sus voceros te explican que laeconoma recoge la herencia del Estado; pero t sabes que no hay nada para heredar fuera de la tiranadelEllo creciente en exuberancia, bajo la cual el Yo, ms y ms incapaz de dominar, suea an con serel amo.

    La vida colectiva del hombre no puede ms que el hombre mismo pasarse sin el mundo del Ello, sobreel cual planea la presencia del T como el espritu planea sobre la faz de las aguas. La voluntad deaprovechamiento y la voluntad de poder actan en el hombre de manera natural y legtima en cuantopermanecen ligadas a la voluntad de relacin y son sostenidas por ella. No hay mal impulso hasta elmomento en que el impulso se aparta del ser. El impulso ligado al ser y definido por l es la sustanciaviviente de la vida colectiva; el impulso separado del ser importa la desintegracin de la vida colectiva.La economa, que. es el dominio de la voluntad de utilizar, y la poltica que es el dominio de lavoluntad de dominar, participan de la vida en tanto que participan del espritu. Si reniegan del espritu,reniegan de la vida. La vida, es verdad, no se apresura para llevar a cabo su faena, y largo tiempo anse cree ver moverse un organismo donde desde hace largo tiempo slo haba un mecanismo que giraba.No se llevar all el remedio con introducir en el proceso cierta dosis de espontaneidad; el hacerflexible la economa organizada o el Estado organizador no compensa el hecho de que ellos han dejadode estar bajo la dependencia del espritu que dice T; ninguna excitacin perifrica podra reemplazarla relacin viviente con el Centro. Las estructuras de la vida social humana extraen su calidad vivientede la abundancia de la capacidad para entrar en relacin, que llena todas sus partes; su forma es la queel espritu impone a esa fuerza ligada por l en un haz. El hombre de Estado o el economista queobedece al espritu no acta como dilettante. Sabe que tratando nicamente como portadores del T alos hombres con los cuales ha de tratar, arruinara su obra. Corre el riesgo de esto, pero no a ciegas;corre este riesgo hasta el punto que el espritu mismo le fijara, y el espritu le fija, en efecto, estelmite. La tentativa azarosa que habr hecho brillar una construccin aislada, tiene xito en unaconstruccin sobre la cual planea la presencia del T. No es un fantico. Sirve a la verdad que, aunqueest por encima de la razn, no la contrara; a la verdad que lo contiene en su seno. Hace en la vidacolectiva precisamente lo que en la vida personal hace el hombre que, sintindose incapaz de realizar elT en toda su pureza, ratifica da tras da su verdad en el Ello, segn la norma de cada da, esforzndosecada da en trazar de nuevo su lmite. Igualmente, el trabajo y la propiedad no pueden tampoco serrescatados sino por el espritu; slo la presencia del espritu puede infundir a todo trabajo lasignificacin, la alegra y a toda propiedad la piedad y la devocin; no llenndolos plenamente, pero sen medida suficiente. Slo por obra de la presencia del espritu pueden todo producto del trabajo, todoel contenido de la propiedad, aunque queden en el mundo del Ello, al cual pertenecen, transfigurarse ensus interlocutores en la representacin del T. No hay ningn retroceso, aun en el momento de la peormiseria, y hasta en este momento hay un excedente insospechado.

    Poco importa que el Estado reglamente la economa o que la economa mande al Estado, mientras no sehan transformado uno y otra. Importa, ciertamente, que las instituciones del Estado se hagan msjustas; pero esto no importa para el problema de la vida real, tal como lo planteamos aqu. Estas

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    24/5327

    instituciones no pueden volverse libres y equitativas partiendo de ellas mismas. Lo que ms importa essi el espritu, que dice T y que responde, permanece viviente y real; si los vestigios del espritu,dispersos en la vida colectiva de los hombres, permanecen subordinados al Estado y a la economa oson independientes efectivos y si lo que an persiste del espritu en la vida personal del hombre seincorpora a la vida colectiva. Esto es lo decisivo. Y no se logra si la vida colectiva es fragmentada enreinos separados, uno de los cuales sera el de "la vida espiritual". Significara abandonardefinitivamente al usurpador las regiones sumergidas en el mundo del Ello y despojar al espritu detoda realidad. Pues el espritu jams acta directamente sobre la vida por s mismo. Acta sobre elmundo gracias a la fuerza que tiene de penetrar y de transformar el mundo delEllo. El espritu slo estverdaderamente "en su reino propio" si puede encararse con el mundo que se abre a l, ese mundo alcual libera al mismo tiempo que se libera a s mismo. La espiritualidad expresada, debilitada,degenerada, contradictoria, que hoy representa al espritu, no podr realizar semejante redencinmientras no recupere la esencia misma del espritu, la facultad de pronunciar el T.

    En el mundo del Ello tiene un dominio ilimitado la causalidad. Todo fenmeno "fsico" que puede serpercibido por los sentidos y tambin todo fenmeno "psquico" existente o descubierto en laautoexperiencia es necesariamente causado y causante. No hay que exceptuar de esta causalidad losfenmenos a los cuales cabe atribuir un carcter de finalidad, pues son parte integrante del mundo delEllo. El conjunto al cual pertenecen ciertamente tolera una teleologa, pero solamente comocontrapartida parcial de la causalidad y si no daa a su completa continuidad.

    El reino ilimitado de la causalidad en el mundo del Ello, de importancia fundamental para elordenamiento cientfico de la naturaleza, no pesa gravosamente en el hombre, porque el hombre no estrestringido al mundo del Ello y puede siempre evadirse hacia el mundo de la relacin. All, el Yo y elT se enfrentan libremente en una reciprocidad de accin que no est ligada a ninguna causalidad yque no tiene el menor matiz de ella. All el hombre encuentra la garanta de la libertad de su ser y de lalibertad del Ser. Slo quien conoce la relacin y la presencia del T es capaz de tomar una decisin. Elque toma una decisin es libre porque ha encarado el Rostro.

    He aqu la sustancia gnea de toda mi capacidad de querer que bulle en una prodigiosa ondulacin.Todo lo que es para m posible gira en torno de m como un mundo en gestacin, como una masaceida e indisoluble. Las miradas seductoras de las virtualidades resplandecen de todas partes, el Todose hace presente como una tentacin, y el Yo, nacido en un destello, las dos manos hundidas en lahornaza, la remueve para buscar el acto nico que all se esconde, el acto que se dirige hacia m;finalmente el momento llega. Y tan pronto se ha apartado la amenaza del abismo, la multiplicidaddifusa y fluida deja de hacer valer la igualdad tornasolada de sus llamados innumerables. Pero no hayms que dos trminos simultneos de una alternativa: el Otro, la idea vana, y el Uno, la misin a micargo. Y slo entonces comienzo a realizarme, pues la decisin no consiste en realizar el Uno y endejar al Otro amontonarse como una masa extinta que, capa sobre capa, me engrosara el alma. Masslo aquel que dirige toda la fuerza del Otro al cumplimiento del Uno, haciendo entrar en la realizacinde lo que ha sido elegido la pasin intacta de lo que ha sido repudiado,"sirviendo a Dios con nuestros malos instintos", toma la decisin y decide el acontecimiento. Si se hacomprendido esto se sabe tambin que ah est la justicia, la direccin justa en la cual uno se dirige ysegn la cual uno se decide; y si haba ah un Diablo no sera l quien se ha decidido contra Dios, sinoaquel que de toda eternidad jams se ha decidido.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    25/5328

    La casualidad no pesa en el hombre a quien le est asegurada la libertad. Sabe que su vida mortaloscila perpetuamente entre el T y el Ello y sabe lo que esto significa. Le basta con ser capaz en todomomento de franquear el umbral del santuario en el que no fue capaz de permanecer. El hecho mismode que deba abandonarlo una y otra vez est para l ntimamente ligado al sentido y al carcter de estavida. All, en el umbral, se enciende en l siempre de nuevo el espritu; aqu, en la vida profana e indi-gente de todos los das, la chispa deber manifestar su virtud. Lo que en los hombres lleva el nombre denecesidad no puede aterrarlo all, porque all ha conocido la necesidad verdadera, el Destino.

    Destino y Libertad se hallan solemnemente prometidos el uno al otro. Slo el hombre que hace de laLibertad algo real para l encuentra al Destino. En mi descubrimiento de la accin que me requiere, eneste movimiento de mi Libertad se me revela el misterio; pero tambin se revela en el hecho de que nopueda ya realizar esta accin tal como lo quera. Es libre el hombre que, dejando de lado todas lascausas, toma su decisin del fondo mismo de su ser, se despoja de todos sus bienes y de sus ropas parapresentarse desnudo ante el Rostro. A ese hombre el destino le aparece como una rplica de su libertad.El Destino no es un lmite, sino el cumplimiento; Libertad y Destino estn enlazados dan un sentido ala vida. A la luz este sentido, el Destino, ante la mirada aun antes severa, se suaviza al punto deparecerse a la Gracia misma.

    No; la necesidad causal no pesa gravosamente sobre el hombre que vuelve al mundo del Ello llevandoconsigo esta chispa. Y en tiempos en que la vida es santa, la confianza se comunica de los hombres delespritu a todo el pueblo. Todos, aun los ms obtusos, han conocido por lo menos una vez, de manera,por as decirlo, natural, instintiva, oscura, la presencia; han tenido el presentimiento del T; ahora elespritu les otorga plena seguridad. Pero en las pocas enfermizas ocurre que el mundo del Ello, al noestar a atravesado ni fecundado por los efluvios vivificadores llegados del mundo del T, slo es unamasa aislada y estancada, un fantasma gigantesco surgido del pantano y que oprime al hombre.Sucumbe en el debate con un mundo de objetos que no pueden ser para l una presencia. Entonces, lasuave causalidad del cosmos se agranda hasta tornarse una fatalidad opresora, asfixiante.

    Toda gran cultura que abarca a un conjunto de pueblos reposa sobre un originario fenmeno de rela-cin, sobre una respuesta al T dada en su fuente, sobre un acto esencial del espritu. Este acto, refor-zado por la energa de generaciones sucesivas que siguen la misma direccin, crea en el espritu unaconcepcin particular sobre el cosmos. Slo merced este acto es el cosmos un mundo aprehendido, unmundo hogar, morada csmica del hombre. En virtud de este acto el hombre puede con toda tranqui-lidad de alma reconstruir siempre de nuevo, en una particular concepcin del espacio, casas de Dios ymoradas humanas, poblar con himnos y con cantos nuevos la vibracin del tiempo y dar una forma a lacomunidad humana. Pero slo es libre y, en consecuencia, creador en cuanto es capaz de hacer y desoportar en su propia vida ese acto especial, en cuanto tiene el poder de entrar en relacin. Si una cultu-ra deja de tener como centro un fenmeno de relacin viviente y sin cesar renovado, se congela, setorna un mundo del Ello, penetrado slo de cuando en cuando por los actos eruptivos y fulgurantes deespritus aislados. Entonces la causalidad trivial se intensifica; y si antes no pudo jams turbar la cons-titucin espiritual del cosmos, ahora se convierte en una fatalidad opresora, asfixiante. El destino sabioy soberano que reinaba, en armona con la riqueza de sentido en el cosmos, sobre toda causalidad, seconvierte ahora en un demonismo adverso al sentido, y cae en poder de esa causalidad. El mismo Kharma, en quien los antepasados reconocan una dispensa caritativa pues todo lo que hacemos enesta vida nos eleva, en una existencia ulterior, a una esfera de vida ms alta, se revela en el presentecomo una tirana. Pues el Kharma de una vida anterior, de la que no tenemos conciencia, nos haencerrado en una prisin de la cual no podemos evadirnos en la vida presente. Donde, como una ley,antao hallbase establecido encima de nosotros un cielo, manifiesto a los sentidos y de cuyo arcoluminoso penda el huso de la necesidad, ahora rigen los astros con una absurda y tirnica potencia.

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    26/5329

    Antao bastaba con entregarse a la Dike, a la "senda" celeste, que es tambin la nuestra, para habitarlibremente en el corazn de la plenitud universal del destino. Ahora, cualquier cosa que hagamos,hemos de soportar el peso muerto del Universo, con una fatalidad que ignora al espritu. El deseoimpetuoso que nos lleva hacia la redencin queda finalmente insatisfecho, a pesar de numerosastentativas, hasta que lo calma un hombre que ensea a sustraerse al ciclo de los nacimientos, uno queabre a las almas tiranizadas por potencias extraas el refugio que se llama "la libertad de los hijos deDios". Esto se produce cuando se ha realizado un nuevo fenmeno de encuentro, cuando el hombre hadado una nueva respuesta decisiva a su T. De ese acto esencial y central puede entonces nacer unacultura nueva que se ofrece a la radiacin del encuentro, a menos que la cultura antigua se hayaregenerado por su propia virtud.

    El mal de que sufre nuestro siglo no se parece al de ningn otro, pero es de la misma familia que losmales de todos los otros siglos. La historia de las culturas no es un estadio de canes en el cual los co-rredores, uno tras otro, habran de atravesar, con el coraje de la inconsciencia, el mismo ciclo mortal.Un camino inefable conduce a travs de sus ascensos y sus declinaciones, no un camino de progreso yde evolucin, sino un descenso en espiral a travs de los crculos del mundo subterrneo del espritu, alque tambin cabe llamar ascenso hacia ese torbellino tan profundo, tan sutil y tan complicado que ya nosufre ni avance ni retroceso, sino slo esa reversin indita, el abrirse paso. Nos ser menester ir hastael fin por este camino, hasta la prueba de las tinieblas ltimas? All donde crece el peligro, tambincrece la fuerza salvadora.

    El pensamiento casi biologista y el pensamiento casi historicista de nuestros tiempos, por diferentesque sean sus fines, han colaborado para formar una creencia en la fatalidad, ms tenaz y ms angustia-dora que todo lo que se haba conocido antes. No son ya las fuerzas del Kharma ni la potencia de losastros las que rigen despiadadamente la suerte del hombre. Potencias diversas levantan sus pretensionesa la soberana, pero si se mira ms de cerca, la mayor parte de nuestros contemporneos creen en unaamalgama de estas fuerzas, como los ltimos romanos crean en una amalgama de dioses. Esto sefacilita por la naturaleza misma de esas pretensiones. Ya sea la ley vitalde una concurrencia universalen la que cada uno est condenado a luchar o a desaparecer; que se trate de la ley del alma que edificacompletamente la persona psquica a partir de innatos hbitos instintivos, o la ley social de unirresistible proceso social, para la cual la voluntad y la conciencia no son ms que epifenmenos; quese hable de la ley culturalque se manifiesta en la gnesis y en la desaparicin, igualmente regular, delas formaciones histricas; bajo todos estos aspectos, y tambin bajo otros, lo que se afirma es que elhombre est ligado a un devenir ineluctable contra el cual es ilusoria toda resistencia de su parte. Elsacramento de los Misterios liberaba al hombre del poder de los astros; el sacrificio brahmnico, unidoal conocimiento, lo liberaba de la tirana del Kharma: en ambos se representaba la redencin. Pero eldios hbrido de nuestro tiempo no tolera la creencia en la redencin. Pasa por ser cosa de necios elimaginar una libertad. No se tiene otra alternativa que la opcin entre la esclavitud voluntaria y larebelin intil. Poco importa que respecto a estas leyes se hable de evolucin teleolgica y de devenirorgnico, pues todas tienen como base el dominio del "curso de las cosas", esto es, de la causalidad sinfreno. El dogma del proceso gradual significa la abdicacin del hombre ante la exuberancia del mundodelEllo. Abusa del nombre del Destino. El Destino no es una campana neumtica dada vuelta sobre elmundo humano. Nadie lo encuentra si no se parte de la libertad. Pero el dogma del curso ineludible delas cosas no deja lugar a la libertad, ni a su revelacin ms concreta, aquella cuya fuerza cambia la fazde la tierra: la reversin- Ese dogma ignora que el hombre que supera la lucha universal mediante lareversin rompe en pedazos la trama de los hbitos instintivos, se libera de las ataduras de su clase yreanima, rejuvenece, transforma las estticas estructuras histricas. El dogma del curso de las cosasslo te concede en su juego la opcin de observar las reglas del juego o abandonar; pero aquel queefecta la reversin derriba todas las piezas. Este dogma te permite, es verdad, que sometas tu vida al

  • 7/29/2019 Buber Martin Yo y Tu

    27/5330

    determinismo y que permanezcas "libre" en tu alma; pero el hombre que realiza la reversin consideraesa libertad como la servidumbre ms ignominiosa.

    La nica cosa que puede tornarse fatal para el hombre es creer en la fatalidad; porque esta creencia su-prime el movimiento que conduce a la reversin.

    La creencia en la fatalidad es errnea desde el principio. Todo pensamiento fundado en el "curso de lascosas" consiste en un ordenamiento de las cosas "que han ocurrido", de los hechos aislados del mundo,de la objetividad como si fuera historia; la presencia del T, el devenir a partir de la conexin slida,son extraos a este pensamiento. No conoce la realidad del espritu; su esquema carece de valor para elespritu. La prediccin de la objetividad slo es vlida para el hombre que ignora la presencia. Elhombre dominado por el Ello est forzado a ver en el dogma del curso invariable de las cosas unaverdad que introduce claridad en la confusin Pero, ciertamente, este dogma slo lo sujeta msprofundamente al mundo delEllo. Pero el mundo del T no est cerrado. Cualquiera que se dirija a lcon el ser concentrado y una fuerza ascendente hacia la relacin descubrir en s la libertad. Y el estarlibre de la creencia de que no hay libertad es volverse libre.

    As como uno puede tornarse amo de un ncubo interpelndolo por su nombre verdadero, as el mundodel Ello, que hace un momento aplastaba con su fuerza tremenda la humilde fuerza del hombre, estconstreido a someterse al hombre que lo conoce tal como es. Entonces se hace manifiesto que el mun-do delEllo aleja de nosotros y nos hace extraa esa plenitud cercana y abundante desde la cual el T te-rrestre, en todas sus formas, viene a nuestro encuentro y que, aunque en la espera nos parezca a vecesgrande y tremenda, como la diosa-madre, es, sin embargo, maternal siempre.

    Pero cmo podra el hombre que lleva escondido en el fondo de s un fantasma el Yo privado delibertadinterpelar al ncubo por su nombre verdadero? Cmo puede la arruinada fuerza de relacinresurgir en un ser en quien a toda hora un fantasma vigo