bolívar echeverría - 15 tesis sobre la modernidad

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Bolívar Echeverría - 15 tesis sobre la Modernidad

El "e sp íritu de la utop ía" no nac ió con la mod e rnidad, p e ro sí alcanzó con e lla su figura

nde pe ndiente, su consistencia pr opia, terre nal. Giró dese el principio en torno al proce so de

mode rnización, atraído por la op ortunida d q ue é ste pa recía traer consigo --con su prog resismo--

de quitarle lo categ órico al "no" que e stá imp lícito en la p alabra "utopía" y entend er lo como un

aún no" pr omete dor.

La tentación d e "camb iar el mund o" --"camb iar la vida"-- se introd ujo prime ro e n la dimensión

política. A fines d e l siglo XVIII, cuand o la mod e rnización como Revolución Ind ustrial apenas hab ía

comenzado, su pre sencia como actitud impug nad ora de l ancien rég ime era ya indiscutible; era e l

movimiento histórico d e las "re voluciones b urg uesas". La Revolución vivida como una actividad

que tiene su meta y su sentido e n e l progre so político ab soluto: la cance lación d el pa sado ne fasto y

a fund ación de un porvenir de justicia, ab ierto po r comp leto a la imaginación. Pronto, sin

emb arg o, la tentación utopista fue exp ulsad a d e la d ime nsión p olítica y de b ió re fugiarse e n e l otro

ámb ito de l prog resismo absoluto, el de la potenciación de las capacidad es d e re ndimiento de la

vida prod uctiva. Mientras p udo estar a hí, antes d e que los e strag os sociales de la industrialización

cap italista la hicier an e xpe rimentar un nuevo re chazo, fue ella la q ue dotó d e sentido a la figura

purame nte técnica d e la mod e rnización. El "e sp íritu de la utopía" come nzaría hacia finale s de l

iglo XIX un nue vo -- ¿último?-- intento de tomar cue rp o e n la orientación pr og re sista d e l proce so

de m od e rnización; e l intento cuyo fraca so vivimos actualmente.

Acep tar o recha zar la mod ernización como reorg anización de la vida social en torno al prog reso

de las técnicas en los med ios de pr oducción, circulación y consumo eran los dos polos bá sico de l

compor tamiento social entre los que se componía y re comp onía a comienzos de siglo la

constelación p olítica eleme ntal. Su a cep tación "gattopa rd iana", como maniobra conservad ora,

de stinada a resg uard ar lo trad icional, lleg ab a a coincidir y confundirse con su ace ptación

eformista o inge nua, la q ue calcaba de ella su racionalida d prog resista. Por otra pa rte, su recha zo

ea ccionario, que ve en e lla un atentado contra la ese ncia inmutable d e ciertos valores humanos

de estirpe metafísica, un descarrío condenab le q ue p ued e y de b e se r de sandado, era un rechazo

imilar aunque de sentido diametralmente op uesto al de quienes la impugnab an también, pe ro e n

anto que alte rnativa falsa o suplantación de un p roye cto de transformación revolucionaria de lo

humano. En el camp o de la izquierd a lo mismo que en e l de la d ere cha, de finiendo p osiciones

marcadamente difere ntes de ntro d e amb os, se enfrentaban la ace ptación y e l rechazo d e la

mode rnización, exp erimentad a como la dinámica de una historia re gida p or el prog re so técnico.

No ob stante el p red ominio p ráctico incontestab le y las irrupciones políticas d ecisivas y

de vastad oras de la d ere cha, es innega b le que la vida política d el siglo XX se ha g uiad o por las

p rop uestas --de siguales e incluso contrad ictorias-- de una "cultura política d e izquie rd a". La

zquie rd a ha inspirad o el discurso b ásico de lo político fre nte a la lógica tecnicista de lamode rnización. Sea q ue haya asumido a ésta como base de la reforma o que la haya imp ugnad o

como sustituto insuficiente d e la revolución, un pre supuesto ético lo ha g uiado e n todo mome nto:

el "humanismo", entend ido como una b úsque da de la emancipación individual y colectiva y de la

usticia social. Es por e llo que la significación de lo mode rno com o realización de una utopía

écnica sólo ha ad quirido su se ntido p leno en e ste siglo cuando e lla ha ap are cido en tanto que

mome nto constitutivo p ero subord inado d e lo q ue quiere de cir la p alabra "socialismo": la

e alización (re formista o re volucionar ia) de la utop ía político social --e l reino d e la libe rtad y la

usticia-- como p rog re so pur o, como sustitución ab solutame nte innovadora d e la figura trad icional

en la que ha e xistido lo político.

La historia conte mporá nea , configurada en torno al de stino d e la mode rnización capitalista, pare ce

encontrarse ante e l dilema prop io d e una "situación límite": o p ersiste en la d ire cción marcad a p or

esta mod er nización y de ja de ser un mod o (aunque se a contradictorio) de afirmación de la vida ,

pa ra convertirse e n la simp le ace ptación selectiva de la muerte, o la ab and ona y, al de jar sin su

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op orte trad icional a la civilización alcanzada , lleva e n camb io a la vida social en d irección a la

b arb arie. Dese ncantada d e su inspiración en e l "socialismo" prog resista --que se puso a p rueb a no

ólo en la figura d e l de spotismo e statal de l "mund o (imp e rio) socialista" sino tamb ién b ajo la forma

de un corre ctivo social a las instituciones libe rales d e l "mund o (imp e rio) occide ntal"--, esta

historia p are ce ha b er llega do a clausurar aq uello que se a b rió justame nte con e lla: la utopía

erre nal como prop uesta de un mundo humano radicalmente me jor que el establecido, y

e almen te posible . Para lizad a su creatividad po lítica --como a la esp e ra d e una ca tástrofe --, se

mantiene en un vaivén e rrático que la lleva e ntre p rag matismos de fensivos más o me nos simplistas

y mesianismos de sespe rados de mayor o menor grado d e irracionalidad .

Las Tesis que se e xpone n e n las siguientes p ág inas intentan d etec tar en e l campo d e la teoría la

posib ilidad de una mode rnidad difere nte de la q ue se ha impuesto hasta ahora, de una

mode rnidad no ca pitalista. Lo hace n, primero, a partir de l re conocimiento de un he cho: el estado

de pe renne inacab amiento que e s prop io de la significación de los entes históricos; y seg undo,

med iante un jueg o de conceptos que intenta de smontar teóricamente e se he cho y que , para e llo,

pe nsando que "todo lo que es re al pue de ser p ensado también como siend o aún sólo

posible " (Le ibniz), hace una d istinción e ntre la configurac ión o forma d e p re sencia actual de una

ealidad histórica, que re sulta de la ad aptación de su necesidad de estar pre sente a las

condiciones má s o me nos "coyunturales" para q ue a sí sea --y que es p or tanto siempre

ubstituíble-- y su esencia o forma d e p re sencia "pe rmane nte", en la que su ne cesidad de estar

pre sente se d a de manera p ura, como una potencia amb ivalente que no de ja de serlo durante todo

el tiemp o d e su consolida ción, por de b ajo de los efectos de apa riencia más "de finitiva" que tenga

en e lla su e star configura da . De acuerd o a e sta suposición, la mode rnidad no sería "un proye cto

nacab ad o"; sería, más b ien, un conjunto d e p osib ilida de s exp lorad as y actualizad as sólo d esd e

una pe rspe ctiva y en un solo sentido, y dispue sto a que lo ab orde n de sde otro lad o y lo iluminen

con una luz d ife re nte. 

Tesis 1

La clave económica d e la mod ernidad

Por mod ernida d ha b ría que e ntend er e l carácter p eculiar d e una forma histórica d e totalización

civilizatoria de la vida humana. Por capitalismo, una forma o m od o de re p rod ucción de la vida

económica de l ser humano: una manera d e llevar a cab o aque l conjunto de sus actividade s que

está de dicado d ire cta y pre fere nteme nte a la prod ucción, circulación y consumo de los b ienes

producidos.

Entre mod er nida d y cap italismo e xisten las relaciones q ue son p ropias e ntre una totalización

completa e inde pe ndiente y una parte d e e lla, dep end iente suya, pe ro en condiciones de

mp onerle un sesg o e spe cial a su trabajo de totalización.

Este pre dom inio de la d ime nsión e conómica de la vida (con su mod o cap italista particular) e n la

constitución histórica de la mode rnidad e s tal vez justame nte la última g ran afirmac ión de una

esp ecie de "materialismo histórico" esp ontáneo q ue ha car acterizad o a la existencia social durante

oda "la historia b asad a en la escase z". "Facultad" distintiva de l se r humano ("animal exp ulsado d e l

paraíso de su animalidad ") es sin dud a la de vivir su vida física com o sustrato de una vida "meta-

ísica" o política, par a la cual lo prioritario re side en e l dar sentido y forma a la convivenciacolec tiva. Se trata, sin e mb arg o, de una "facultad" que sólo ha p odido da rse b ajo la cond ición de

esp etar al trab ajo prod uctivo como la dimensión fundam ental, posib ilitante y de limitante, d e su

ejercicio. El trab ajo prod uctivo ha sido la pieza central de todos los proye ctos de existencia

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humana. Dad a la condición trans- histórica d e una escase z re lativa de los biene s req ueridos, es

decir, de una "ind ife re ncia" o incluso una "hostilidad " de lo Otro o lo no hum ano (la "Naturaleza"),

ninguno d e e llos pud o conceb irse, hasta antes d e la Revolución Industrial, de otra manera que

como una estrateg ia diseñad a para d efend er la existencia prop ia en un d ominio siemp re ajeno. Ni

iquiera e l "ga sto impr oductivo" de l más fab uloso de los dispe ndios narrad os por las leyend as

radicionales alcanzó jamás a reb asar verd ad era me nte la med ida de la imag inación pe rmitida por

as exige ncias de la sobr evivenc ia p ura al entendimiento humano.

Dos razones que se comp lementan hace n d e la teoría crítica d el cap italismo una vía d e acce so

privileg iada a la comprensión de la mod ernidad: de ninguna re alidad histórica p ued e de cirse con

mayor propiedad que sea típicamente mode rna como de l modo cap italista de rep roducción de la

iqueza social; a la inversa , ningún contenido caracter ístico d e la vida mode rna re sulta tan e sencial

para de finirla como e l cap italismo.

Pero la pe rspectiva que se ab re sobre la mode rnidad de sde la p roblematización de l capitalismo

no sólo es cap az de encontrarle su me jor visib ilida d; e s cap az tamb ién --y se diría, sobre todo-- de

de spe rtar en la intelige ncia el reclamo más apre miante d e comp rend erla. Son los atollad er os que

e p re sentan en la mode rnización de la economía --los efectos contrap roduce ntes de l prog reso

cuantitativo (extensivo e intensivo) y cualitativo (té cnico), lo mismo e n la p rod ucción q ue en la

distribución y el consumo de los b ienes-- los que con mayor frecue ncia y mayor violencia hace n

de l Homb re un se r pura mente d estructivo: de structivo de lo Otro, cuando e llo no cab e d entro de la

Naturaleza (como "cúmulo de recursos pa ra lo humano"), y d estructivo d e sí mismo, cuando él

mismo e s "natural" (material, corpora l, animal), y no cab e de ntro de lo que se ha humanizad o a

ravés d e l trab ajo té cnico "p rod uctivo".

La impre visib le e intrincada re d de los múltiples caminos que ha se guido la historia de la

mode rnidad se tejió en un diálogo d ecisivo, muchas vece s impe rce ptible, con el proce so oscuro

de la ge stación, la consolidación y la exp ansión planetaria de l cap italismo en calida d d e mod o deprod ucción. Se trata d e una d inámica p rofunda, e n cuyo nivel la historia no toma p artido fre nte al

acontece r coyuntural. Dese ntendida d e los sucesos q ue ag itan a las ge nera ciones y apasionan a

os individuos, se ocup a sin em b arg o tercame nte en indicar rumb os, marcar tiem pos y suge rir

ende ncias ge ner ales a la vida cotidiana.

Tres p are cen se r las principa les constantes de la historia del cap italismo que han d eb ido se r

trabajada s" e integ rad as p or la historia d e la mod ernida d: a) la re prod ucción cíclica, en escala

cad a vez mayor (como en una e spiral) y en refere ncia a satisfactores cad a vez difere ntes, de una

escase z re lativa artificial" de la naturaleza resp ecto d e las ne cesidad es humana s; b ) el avance d e

alcance s totalitarios, extensivo e intensivo (como p lanetarización y como tecnificación,esp ectivame nte) de la sub sunción re al de l funcionamiento de las fuerzas pr oductivas b ajo la

acumulación de l capital; y c) el corrimiento inde tenible d e la d irec ción e n la que fluye el trib uto

que la prop ied ad cap italista --y su institucionalidad me rcantil y pacífica-- pag a al dom inio

monop ólico --y su arb itrariedad extra-me rcan til y violenta--: de alimentar la ren ta de la tie rra p asa

a eng rosar la renta de la tecnología. 

Tesis 2

Fundame nto, ese ncia y figura d e la mode rnidad

Como es cara cterístico de toda re alida d humana, también la mode rnidad e stá constituída por e l

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ueg o d e dos niveles d ifere ntes d e pre sencia re al: el p osib le o p otencial y e l actual o efectivo. (Es

pe rtinente d istinguir entre e llos, aunque e xiste e l ob stáculo epistemológico de que el primero

pa rece estar aniquilado por e l seg undo, por cuanto éste, como re alización suya, entra a ocupar su

ugar).

En e l primer nivel, la mod er nida d pue de ser vista como forma ide al de totalización de la vida

humana. Como tal, como ese ncia d e la mod ernida d, aislad a artificialme nte p or e l discurso teórico

esp ecto de las configuraciones q ue le han da do una e xistencia emp írica, la mod ernida d se

pre senta como una rea lida d d e concre ción en susp enso, todavía indefinida ; como una substancia

en e l mome nto en que "b usca" su forma o se d eja "eleg ir" por e lla(mome nto en verd ad imp osib le,

pue s una y otra sólo p ued en ser simultáneas); como una e xige ncia "inde cisa", aún p olimorfa, una

pura potencia.

En e l seg undo nivel, la mod ernida d pue de ser vista como configuración histórica efectiva; como

al, la mode rnidad de ja de ser una realidad de orde n ide al e impreciso: se p rese nta de manera

plural en una serie d e p royectos e intentos históricos de actualización que , al suced er se unos a

otros o al coe xistir unos con otros en conflicto por e l pr edominio, dotan a su e xistencia concr e ta de

ormas p articulare s sumame nte variadas.

El fundam ento de la mod ernida d se e ncuentra en la consolidación inde tenible --primero lenta, en

a Edad Med ia, de spues ace lerad a, a pa rtir de l sig lo XVI, e incluso explosiva, de la Revolución

ndustrial pasand o por nue stros días-- de un camb io tecnológico que afecta a la raíz misma d e las

múltiples "civilizacione s mate riale s" de l ser huma no. La e scala de la ope ratividad instrume ntal

anto de l med io d e p roducción como d e la fuerza de trabajo ha d ad o un "salto cualitativo"; ha

expe rimentado una ampliación que la ha hecho pasar a un orden de med ida supe rior y, de esta

mane ra, a un horizonte de posib ilida de s de da r y recibir formas de sconocido d urante milenios de

historia. De estar acosad as y sometida s por e l universo e xterior al mundo conq uistado p or ellas

universo a l que se rec onoce entonce s como "Naturaleza"), las fuerzas p roductivas p asan a ser,aunque no más potentes q ue é l en g ene ral, sí más pode rosas que él en lo que concierne a sus

prop ósitos espe cíficos; pare cen instalar p or fin al Homb re en la jera rquía p rometida d e "amo y

eñor" de la Tierr a.

Temp rano, ya en la é poca de la "invención de Ame rica", cuando la Tier ra re dond eó

de finitivamente su figura p ara e l Homb re y le transmitió la me dida de su finitud de ntro de l

Unive rso infinito, un acontecimiento profund o come nzaba a hace rse irre vers ible e n la historia de

os tiemp os lentos y los hechos d e larg a d uración. Una mutación e n la e structura misma d e la

forma natural" --sustrato civilizatorio elem ental-- de l proce so d e re p rod ucción social venía a

minar lentame nte e l terre no sob re el cual toda s las socied ad es históricas tradicionales, sinexce pción, tiene n e stablecida la concreción de su código d e vida originario. Una vieja sospe cha

volvía e ntonces a levantarse --ahora sob re da tos cada vez más confiab les--: que la escase z no

constituye la "maldición sine qua non" de la realida d humana; que el mod elo b élico q ue ha

nspirado todo pr oyecto de existencia histórica d el Homb re , convirtiéndolo en una estrateg ia que

cond iciona la supe rvivencia prop ia a la aniquilación o exp lotación de lo Otro (de la Naturaleza,

humana o e xtrahumana ), no e s el único posible ; que e s imag inab le --sin ser una ilusión-- un

mode lo difere nte, dond e e l de safío dirigido a lo Otro siga más b ien el mode lo de l eros.

La e sencia d e la mode rnidad se constituye en un mome nto crucial de la historia de la civilización

occide ntal europ ea y consiste pr opiame nte e n un reto --que a e lla le tocó provocar y que sólo ellaestuvo en cond iciones de pe rcibir y reconoce r p rácticame nte como tal--. Un re to que le p lantea la

nece sidad de eleg ir, pa ra sí misma y pa ra la civilización en su conjunto, un cauce histórico d e

orientaciones r ad icalmente d ifer entes de las trad icionales, dad o que tiene ante sí la p osib ilida d

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ea l de un camp o instrumental cuya efectividad técnica pe rmitiría que la ab undancia sub stituya a

a esca sez en calida d d e situación originaria y expe riencia fundante d e la existencia humana

obre la tierra. A manera d el trance p or el que pasaría una pieza teatral que, sin pode r d etenerse ,

de b iera re hace r su texto en p lena función para re med iar la de sapa rición de l motivo de su tensión

dra mática, el de scubrimiento de l fundam ento d e la mode rnidad puso tem pra no a la civilización

europ ea e n una situación de conflicto y ruptura consigo misma que otras civilizaciones sólo

conocerá n más tarde y con un gra do de inter iorización mucho me nor. La civilización europ ea

de b ía d ar forma o convertir en sub stancia suya un estado d e cosas --que la fantasía de l géne ro

humano había pintado de sde siemp re como lo más d ese ab le y lo me nos posib le-- cuya direcciónesp ontánea ib a sin emb argo justamente e n sentido contrario al de l estado de cosas sob re el que

ella, como todas las dem ás, se hab ía levantado.

Las configuraciones históricas efectivas de la mode rnida d ap are cen así como el de splieg ue d e las

distintas re-formaciones d e sí mismo que el occide nte e urope o p ued e "inventar" --unas como

ntentos aislad os, otras coordinad as en g rand es p royectos globa les-- con el fin de re spond er a e sa

noved ad ab soluta de sde el nivel más eleme ntal de su prop ia estructura. Más o menos lograd as en

cad a caso, las distintas mode rnidad es q ue ha conocido la ép oca mod erna , lejos de "ag otar " la

ese ncia de la mode rnidad y d e ca ncelar así el trance d e e lección, de cisión y realización que e lla

mp lica, han de spe rtado e n ella p ersp ectivas cad a vez nuevas de autoafirmación y han reavivad o

ese trance cad a cual a su manera. Las muchas mode rnidad es son figuras dotadas d e vitalida d

concreta p orque sigue n constituyénd ose conflictivamente como intentos d e formación de una

materia --el revolucionamiento de las fuerzas prod uctivas-- que aún ahor a no acab a d e pe rde r su

ebeldía.

De todas las mod ernida de s e fectivas q ue ha conocido la historia, la más funcional, la que pa rece

habe r de splegad o de manera más amp lia sus potencialidad es, ha sido hasta ahora la mode rnidad

de l capitalismo industrial maquinizad o d e corte nore urope o: aque lla que , de sde el siglo XVI hasta

nuestros días, se conforma e n torno al hecho ra dical de la sub ordinación del proce so de

prod ucción/ consumo al "cap italismo" como forma p eculiar d e acumulación de la rique za me rcantil.

Ningún d iscurso que aspire a d ecir algo d e interé s sobre la vida contemp oránea p ued e pre scindir

de la dimensión crítica. Esta, a su vez, se juega en aque l momento de reflexión que alcanza a

atravesar las características de la mode rnidad "realmente e xistente" y a de s-encub rir su ese ncia;

mome nto decisivo de todo significar e fectivo en q ue la mode rnidad e s sorpre ndida, me diante

algún d ispositivo de de -strucción teórica de sus configuracione s cap italistas concre tas, en su

e stado d e d isposición polimorfa, de inde finición y amb ivalenc ia. El lomo d e la continuidad

histórica ofrece una línea impeca b le al tacto y a la vista; pe ro oculta cicatrices, re stos d e miemb ros

mutilados e incluso heridas aún sang rantes q ue sólo se mue stran cuand o la mano o la mirada q uepa san sobre él lo hacen a contrape lo. Conviene por e llo pe rde rle el resp eto a lo fáctico; dud ar de

a racionalida d que se inclina ante el mund o "realmente e xistente", no sólo como ante e l mejor

dad a su re alida d) sino como ante el único mundo p osib le, y confiar en otra, menos "realista" y

oficiosa, que no e sté reñida con la lib ertad . Mostrar que lo que es no tiene más "de re cho a se r" que

o que no fue p ero p udo ser; que p or de b ajo de l proyecto estab lecido de mode rnidad , las

oportunida de s pa ra un p royecto alter nativo --más ad ecuad o a las p osib ilidad es d e afirmación total

de la vida, que e lla tiene en su e sencia-- no se han ag otado todavía.

Es sabido q ue la historia no pued e volver sob re sus p asos, que cad a uno de ellos clausura el lugar

dond e se p osó. Incluso lo que se p rese nta como simple b orradura y corrección de una figura d adaes e n verd ad una versión nueva d e e lla: para conse rvarla y asumirla ha tenido, en un mismo

movimiento, que de struírla y re chazarla. El fundame nto de la mod ernida d no e s indifere nte a la

historia d e las formas cap italistas que, e n una suce sión d e enca b algamientos, hicier on d e él su

ub stancia; su hue lla e s irre versib le: profund a, de cisiva y de finitiva. Sin emb arg o, no está fue ra d e

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ugar pone r una ve z más e n tela de juicio la vieja ce rteza --rem ozad a ahora con alivio, de spue s de

la lección de l de sencanto"-- que red uce e l camino de la mode rnidad a e sta huella y da p or

entada la ide ntida d entre lo capitalista y lo mod erno; averiguar otra vez en q ué m ed ida la utopía

de una mode rnidad p ost-cap italista --¿socialista? ¿comunista? ¿anar quista?-- e s todavía rea lizab le. 

Tesis 3

Marx y la mode rnidad

La d esconstrucción teórica q ue hace Marx d el d iscurso d e la e conomía política traza nume rosos

pue ntes concep tuales hacia la p rob lematización de la mode rnida d. Los principales, los que salen

de l centro de su proye cto crítico, pue de n encontrarse e n los siguientes mome ntos de su

compr ensión d el cap italismo.

La hipótesis que intenta e xplicar las características de la vida e conómica mode rna me diante la

de finición de su e structura como un he cho d ual y contradictorio; como e l resultad o d e launificación forzada , aunque históricame nte ne ce saria, med iante la cual un p roce so forma l de

prod ucción de plusvalor y acumulación de cap ital (es d ec ir, el estrato de existencia ab stracto de

esa vida económica como "formación [Bildung] d e valor") subsume o sub ordina a un proce so re al

de transformación de la naturaleza y re stauración d el cuerp o social (es d ecir, al estrato d e

existencia concr e to de e sa vida económ ica como formación [Bildung ] de riqueza). Sub sunción o

ubord inación que , por lo demá s, pr ese ntaría dos niveles o estados d ifere ntes, de acue rdo al

gra do y al tipo de su efecto d onad or d e forma: el primero, "formal", en e l que e l modo cap italista,

nteriorizad o ya por la socied ad , sólo camb ia las condiciones de prop ied ad d el proce so de

prod ucción/ consumo y afec ta todavía d esd e afuera a los e quilibrios cualitativos tradicionales e ntre

el sistema d e ne cesidad es d e consumo y el sistema d e cap acidad es d e p roducción; y el segundo,rea l" o sub stancial, en e l que la interiorización social de ese modo, a l pe netrar hasta la estructura

écnica de l proce so de p rod ucción/ consumo, de squicia de sde su interior --sin aportar una

prop uesta cualitativa alterna tiva-- a la p ropia d ialéctica entre ne cesidad es y cap acidad es.

-La d escripción de la difer encia y la compleme ntarida d que hay e ntre la estructuración

imp lem ente mer cantil de la vida económica (circulación y prod ucción/ consumo de los eleme ntos

de la rique za ob jetiva) y su configurac ión de sarro llad a e n el sen tido me rcan til-cap italista. Así 

mismo, la comp rensión de la historia de e sa comp lem entaridad : de la época en q ue lo capitalista

e p re senta como la única ga rantía sólida d e lo mercantil a la ép oca en q ue lo mercantil de b e

ervir de me ra ap ariencia a lo cap italista. Un solo proceso y d os sentidos contrap uestos. En la unadirección: el comportamiento cap italista de l mercad o e s e l instrumento d e la e xpansión y

consolida ción de la e structura me rcantil en calida d de orde namiento fundame ntal y exclusivo de

oda la circulación de la riqueza social (a exp ensas de otros orde namientos "naturales"). En la otra

d irección: la es tructura mercantil e s el instrume nto de la expa nsión y consolidación de la forma

cap italista del comportamiento económ ico en calida d d e mod o dominante de la prod ucción y el

consumo d e la rique za social.

-La de rivación tanto de l conce p to de cosificación y fe tichismo mer cantil como d e l de

enajena ción y fe tichismo cap italista --como categorías críticas d e la civilización mod e rna e n

ge nera l-- a p artir de la teoría que contrapone la me rcantificación simple d el pr oceso d eprod ucción/ consumo de la riqueza social (como fenóm eno e xterior a el y que no se atreve con la

ue rza de trab ajo humana) a la mer cantificación capitalista de l mismo (como he cho q ue , al afectar a

a fue rza de trab ajo, pe ne tra en su inte rior). Esta d e rivación lleva a d e finir la cosificación mercantil

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Bolívar Echeverría - 15 tesis sobre la Modernidad

imp le como e l proce so histórico med iante el cual la cap acidad de auto-constituírse (y de

ocializar a los individuos), propia de toda socied ad , deja de pod er se r ejercida d e mane ra directa

e infalib le ("nece saria"), y de b e rea lizarse en med io de la acción inerte, unificad ora y

ge nera lizad ora, de l mecanismo circulatorio d e las me rcancías, es de cir, sometida a la

de sob ed iencia d el Azar. Gracias a él, la autarquía o sob era nía de ja de estar cristalizad a e n calida d

de atrib uto de l sujeto social --como en la historia arcaica e n la que esto suced ió como re curso

de fensivo de la identida d colectiva ame nazad a-- y pe rmane ce como simple p osib ilidad d el mismo.

ncuído e n e ste proce so, el cúmulo de las cosas --ahora "mundo de las me rcancías"-- deja d e ser

únicame nte e l conjunto d e los circuitos naturales e ntre la p roducción y e l consumo y se convier teambién, al mismo tiemp o, en la suma d e los ne xos que conectan e ntre sí, "por milag ro", a los

ndividuos p rivad os, de finidos p recisame nte por su inde pe nde ncia o carencia de com unida d.

Sería un re ino de "fetiches": objetos que , "a e spaldas" de los p roductores/ consumidore s, y antes

de que éstos tengan nada q ue ver e n concreto el uno con el otro, les aseg ura sin emb argo e l

mínimo indispe nsab le de socialida d ab stracta que req uiere su activida d. A difere ncia de e sta

cosificación mercan til simp le, la cosificación mercan til-cap italista o e najenación se mue stra como

el proce so histórico me diante e l cual la acción de l Azar, en calida d d e instancia re ctora de la

ocialización me rcantil b ásica, viene a se r inte rfe rida (limitad a y d e sviad a) po r un d ispositivo --una

elación de exp lotación disfrazada d e intercamb io d e eq ui-valentes (salario por fuerza de

rabajo)-- que hace de la de sigualdad e n la propied ad d e los med ios de p roducción elundam ento de un de stino ase gurad o de dominio de una clase social sob re otra. En consecue ncia,

amb ién e l fe tichismo de las merca ncías cap italistas sería dife re nte d e l fe tichismo mer cantil

eleme ntal. Lejos d e ser un me dium imparcial --lo mismo e n e l plano "natural" o de conexión de l

ujeto como p roductor consigo mismo como consumidor, q ue en el "sob re-natural" o d e conexión

entre los innumera b les ejemp lare s de l sujeto me rcantil, los p ropietarios privad os individuales o

colectivos--, el "mundo de las mercancías" marcad o p or e l capitalismo impone una tend encia

estructural no sólo e n el enfrentamiento de la oferta y la de mand a d e b ienes p roducidos, sino

ambién e n el jueg o de fuerzas dond e se anuda la re d d e la socialización abstracta: es favorab le a

oda actividad y a toda institución que la atravie se e n e l sentido de su dinámica d ominante (D--M--

D') y es hostil a todo lo que p retend a hace rlo en contra de e lla.

-La dife re nciación de l pr od uctivismo e specíficamente cap italista resp ecto de los otros

prod uctivismos conocidos a lo larg o de la historia económica que se ha de senvuelto en las

condiciones de la escase z. Su d efinición como la nece sida d que tiene la vida e conómica capitalista

de "pr oducir por y pa ra la pr oducción misma", y no con finalidad es e steriores a e lla, sean

ujetivas, como la satisfacción de las nece sidad es, u ob jetivas, como el atesoram iento (concre to o

ab stracto). Sólo como re sultado d e una prod ucción que tiene su meta e n sí misma, es d ecir, sólo en

a med ida en q ue re -enca uza lo más pronto posible la mayor parte p osib le de l plusvalor explotado

hacia la e sfe ra p rod uctiva, la rique za constituída como cap ital pue de afirmar se e fectivame nte

como tal y seg uir e xistiend o.

-El de scubr imiento de la d estructivida d que caracteriza e sencialme nte a la única vía q ue la

ep roducción capitalista d e la rique za social pue de ab rir para e l ad venimiento ineludib le d e la

e volución tecno lógica mod e rna, p ara su ad op ción y funcionalización p rod uctivo/ consuntiva. La

ley ge ne ral de la acumulación cap italista" --de sarro llad a, como conclusión teórica central de l

d iscurso crítico de Marx sobr e la econom ía política, a pa rtir de la distinción eleme ntal entre

cap ital constante y cap ital variab le y e l exame n d e la comp osición orgánica d el cap ital-- hace

evide ntes la ge ner ación y la re prod ucción inevitables d e un "ejercito industrial de re serva", la

condena de una parte d el cuerpo social al status de exced ente, pre scindible y p or tantoeliminable. Esb oza la imag en de la vida e conómica reg ida p or la rep rod ucción d el cap ital como la

de un orga nismo p oseído p or una folía inde tenible d e violencia autoagre siva.

-La localización de l fund ame nto de l p rog re sismo tecnológico cap italista en la nece sidad

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ajena de por sí a la lógica de la forma cap italista pura) d e los múltiples conglomera dos

pa rticulare s d e cap ital de compe tir e ntre sí por la "ga nacia extraordinaria". A difere ncia de la

enta d e la tierra , esta gana ncia sólo pued e a lcanzarse me diante la monopolización más o menos

durad era d e una innovación técnica capa z de incre mentar la prod uctividad d e un de terminado

centro de trabajo y de fortalece r así en e l me rcad o, por encima de la escala estab lecida , la

compe titivida d d e las mercancias prod ucida s en é l.

-La e xplicación de l ind ustrialismo capitalista --esa tend encia arrollador a a re ducir la

mp ortancia re lativa de los med ios de p roducción no prod ucidos (los naturales o d el camp o), en

b ene ficio de la que tiene n los med ios de prod ucción cuya existencia se d eb e casi exclusivamente

al trab ajo humano (los artificiales o de la ciudad )-- como e l re sultad o de la compe tencia por la

aprop iación d e la g anancia e xtraordinaria q ue entablan los dos p olos de prop ied ad monopólica a

os que e l conjunto de los prop ietarios capitalistas tiene que re conocerle d ere chos en e l proce so

de de terminación de la ga nancia media. Asentada sob re los recursos y las disposiciones más

prod uctivas de la naturaleza, la prop ieda d sob re la tier ra de fiend e su d ere cho tradicional a

convertir al fondo g lobal de g anancia extraordinaria en e l pa go p or ese dominio, en renta de la

ierra. La única prop ied ad q ue e stá en capacidad d e impugnar e se d ere cho y que, a lo largo d e la

historia mod erna , ha imp uesto inde tenibleme nte el suyo prop io es la que se asienta en e l dominio,

más o menos d urade ro, sobre una innovación técnica de los med ios de prod ucción industriales. Es

a p ropiedad que obliga a convertir una parte cada vez mayor de la g anacia e xtraordinaria e n un

pa go por su d ominio sob re este otro "territorio", en una "renta tecnológica".

Tesis 4

Los rasg os característicos de la vida mod er na

Cinco fenóme nos distintivos del proyecto de mode rnidad que pre valece se p restan para orde nar

en torno a ellos, y sobre todo a las ambivalencias que en cad a uno se pre tend en supe radas, lasnnumera b les marcas que p er miten re conocer a la vida mod er na como tal.

El Humanismo. No se trata solame nte d el antropoce ntrismo, de la tend encia d e la vida humana a

crea r p ara sí un mundo (cosmos) autónomo y dotado de una autosuficiencia re lativa re spe cto de lo

Otro (el caos). Es, más bien, la p retensión de de la vida humana d e sup ed itar la realida d misma de

o Otro a la suya prop ia; su afán d e constituírse, e n tanto que Homb re o sujeto inde pe ndiente, e n

calida d de fundam ento d e la Naturaleza, es d ecir, de todo lo infra-, sob re- o e xtra-humano,

convertido e n puro ob jeto, en me ra contraparte suya. Aniquilación o exp ulsión pe rmane nte de l

caos --lo que implica al mismo tiemp o una e liminación o colonización siemp re r enovad a de la

Barb arie--, el humanismo afirma un orde n e imp one una civilización que tiene n su orige n e n e lriunfo apare nteme nte d e finitivo de la té cnica racionalizad a sob re la técnica mág ica. Se trata de

algo que pue de llamarse "la muer te de la primera mitad d e Dios" y que consiste en la ab olición de

o d ivino-numinoso e n su calida d de ga rantía d e la e fectividad de l campo instrumental de la

ocied ad . Dios, como fundame nto de la nece sida d d el orde n cósmico, como prue b a fea ciente de l

pa cto entre la comunidad que sacrifica y lo Otro que acce de , de ja de existir. Si antes la

prod uctividad e ra p uesta por e l compr omiso o contrato estab lecido con una voluntad supe rior,

arb itraria p ero ac eq uib le a través d e ofre ndas y conjuros, ahora e s el resultad o de l azar o la

casualidad , pero e n tanto que é stos son suceptib les d e se r "domad os" y aprovechados por e l

pod er de la razón instrumentalista.

Se trata, en e sta construcción d e mundo humanista --que ob liga a lo otro a comp ortarse como

Naturaleza, es d ecir, como el conjunto d e re servas ("Bestand ") de que dispone el Homb re --, de

una hybr is o de smesura cuya clave está en la efectivida d p ráctica tanto de l conocer q ue se ejerce

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Bolívar Echeverría - 15 tesis sobre la Modernidad

como un "trabajo intelectual" de apr opiación de lo que se tiene al fre nte como d e la mod alida d

matemático-cuantitativa de la razón que él e mp lea . El bue n é xito económico de su estrateg ia como

animal rationale e n la lucha contra la Naturaleza conve nce al Homb re de su calida d de sujeto,

undam ento o a ctivida d autosuficiente, y lo lleva a e nseñore arse como tal sobre el conjunto d el

proce so de re prod ucción social: sob re tod os los eleme ntos (de la simp le na turaleza humanizad a,

ea d el cuerp o individual o de l terr itorio común, al más e laborad o de los instrume ntos y

compor tamientos), sobre todas las funciones (de la más mate rial, procre ativa o p roductiva, a la

más e sp iritual, política o esté tica) y sob re todas las dime nsiones (de la más rutinaria y automática

a la más e xtraord inaria y cre ativa) de l mismo.

El racionalismo mod er no, la re ducción de la e spe cificida d de lo humano al desa rrollo d e la

acultad raciocinante y la red ucción d e é sta al modo en q ue e lla se re aliza e n la práctica p urame nte

écnica o instrumentalizad ora d el mundo, e s así el modo d e manifestación más directo d el

humanismo prop io de la mod er nida d ca pitalista.

El p rog re sismo. La historicidad e s una cara cterística e sencial de la actividad social; la vida huma na

ólo es tal porq ue se intere sa en e l camb io al que la somete e l transcurso de l tiemp o; porq ue lo

asume e inventa disposiciones a nte su inevitab ilidad. Dos proce sos coincide ntes pe ro d e sentido

contrap uesto constituye n siemp re a la transformación histórica: el proce so de in-novación o

ustitución d e lo viejo p or lo nuevo y e l proce so d e re-novación o re stauración d e lo viejo como

nuevo. El prog resismo consiste e n la afirmación d e un mod o d e historicidad en el cual, de estos

dos p roce sos, el primero p revalece y domina sobre el seg undo. En term inos estrictamente

p rog re sistas, todos los dispos itivos, prá cticos y discursivos, que posibilitan y conforman e l

proceso d e rep roducción de la socied ad --de sde los proced imientos técnicos de la p roducción y

el consumo, en el un e xtre mo, hasta los ce rem oniales festivos, en e l otro, pasand o (con intensidad

y acelera ción dec recientes) p or los usos de l habla y los ap aratos concep tuales, e incluso por los

esq uemas d el gusto y la sociabilida d-- se e ncuentran inmersos en un movimiento de ca mb io

nde tenible q ue los llevaría d e lo atrasado a lo ade lantad o, "de lo d efectuoso a lo insupe rab le".

Mode rnista", el p rogr esismo puro se inclina ante la noved ad innovadora como ante un valor

positivo ab soluto; por e lla, sin más, se acce de ría de mane ra inde fectible hacia lo que siemp re es

me jor: e l increm ento de la rique za, la p rofund ización de la libe rtad, la amp liación de la justicia, en

in, el pe rfeccionamiento de la civilización. En g ene ral, su expe riencia de l tiem po es la d e una

corriente no sólo contínua y re ctilínea sino ad em ás cualitativamente ascend ente , sometida de

gra do a la atracción irresistib le que e l futuro ejerce por sí mismo en tanto que se de de la

exce lencia. Lejos de centrar la persp ectiva temp oral en e l pre sente, como lo haría de acuerd o a la

crítica de l conservad urismo cristiano, el pre sente se e ncuentra en é l siem pre ya reb asad o,

vaciad o d e contenido p or la prisa de l fluír temp oral, sólo tiene una re alida d instantáne a,evanescente. El consumismo de la vida mode rna p ued e ser visto como un intento de sespe rado de

atrapar e l presente q ue p asa ya sin aún no habe r lleg ado; de compe nsar con una aceleración

ob sesiva del consumo de más y más valores d e uso lo que e s una imposib ilida d d el disfrute d e uno

olo de los mismos. Exprop iad o de su p rese nte, el ser humano prog resista tamp oco pue de re currir

al pasad o; carente de re alidad prop ia, éste no es más que aq uel resíduo del presente que e s

cap az aún de ofre cer re sistencia a la succión d el futuro.

El urb anicismo. Es la forma e lemental en q ue a dq uier en concr eción esp ontánea los dos

enóm enos anteriores, el humanismo y e l prog resismo. La constitución d el mund o d e la vida como

ustitución d el Caos por el Ord en y d e la Barb arie p or la Civilización se e ncauza a través de ciertoseq uerimientos esp eciales. Estos son los de l proce so de construcción de una e ntida d muy

pe culiar: la Gran Ciudad como re cinto e xclusivo de lo humano. Se trata d e una ab solutización de l

citadinismo p ropio d el p roceso civilizatorio, que lo nieg a y lo lleva al ab surdo al rompe r la

dialéctica e ntre lo rural y lo urbano.

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Bolívar Echeverría - 15 tesis sobre la Modernidad

Es un proce so que tiend e a concentrar monop ólicamente e n el plano ge ográ fico los cuatro núcleos

principa les de gra vitación d e la activida d social esp ecíficame nte mod erna : a) el de la

ndustrialización de l trab ajo prod uctivo; b ) el de la potenciación comercial y financiera d e la

circulación me rcantil; c) el de la pue sta en crisis y la re funcionalización d e las culturas

radicionales; y d) e l de la estatalización nacionalista d e la ac tividad política. Es e l prog re sismo,

pe ro transmutad o a la d ime nsión e spacial; la tend encia a construír y re construír e l territorio

humano como la materialización incesante de l tiem po de l prog re so. Afuera , como red ucto de l

pa sado, de pe ndiente y d ominado, sepa rad o de la pe rifer ia natural o salvaje p or una frontera

nestab le: el esp acio rural, el mosaico de re cortes agrarios de jados o pue stos por la red de

ntercone xiones urb anas, el lugar d el tiempo a gonizante o ap ena s vitalizad o por contag io. En el

centro, la city o e l down town, el lugar d e la activida d incansab le y d e la agitación creativa, el

ab ismo en e l que se p re cipita el prese nte" o el sitio dond e e l futuro b rota o comienza a rea lizarse .

Y en el interior, de spleg ad a e ntre la pe riferia y e l núcleo, la constelación de conglomer ad os

citadinos de muy d istinta mag nitud, función e importancia, unidos entre sí por las ne rvaduras de l

istema d e comunicación: el esp acio urbano, el luga r d el tiemp o vivo que re pite en su traza la

esp iral centrípe ta de la ace ler ación futurista y rep arte así topográ ficamente la jerarq uía d e la

nde pe nde ncia y e l dominio.

El individualismo. Es una tend encia de l p roce so de socialización de los ind ividuos, de su

econocimiento e inclusión como miemb ros funcionalizab les de l ge nero humano. Consiste e n

p rivileg iar la constitución de la identidad individual a par tir de un ce ntro de sinte tización

ab stracto: su existencia en calida d d e p ropietarios (prod uctores/ consumidore s) privados de

mercancías, es d ecir, en calidad de ejemplares d e una masa anónima o carente d e de finición

cualitativa, e integ rad os e n la pura exteriorida d. Se trata d e una constitución d e la p ersona que se

mp one a través, e incluso en contra, de todas aq uellas fuentes d e socialización concreta de l

ndividuo --unas trad icionales, otras nuevas-- que son capac es d e g ene rar p ara é l ide ntida de s

comunitarias cualitativame nte d ife re nciada s y en interioridad . Una constitución en la que puedendistinguirse dos mome ntos: uno, en el q ue la substancia natural-cultural de l individuo se pa rte e n

dos, de tal manera q ue é ste, e n tanto que facultad sobe rana de disponer sob re las cosas (en tanto

que alma limpia d e afecciones hacia el valor d e uso), se enfrenta a sí mismo como si fuera un

ob jeto de su prop ieda d (como un "cuerp o" que "se tiene ", como un aparato exterior, compue sto de

acultad es y ap etencias); y otro, en e l que, sob re la base de l anterior, la op osición natural

compleme ntaria d el cuerp o íntimo de l individuo a l cuerp o colectivo de la comunida d e n la vida

cotidiana, es sustituída y re pre sentad a p or la contradicción e ntre lo privado y lo púb lico --entre la

nece sidad de ahorrar e nerg ía de trabajo y la nece sida d d e re alizar el valor merca ntil-- como dos

dimensiones incompatibles e ntre sí, que se sacrifican alternad ame nte, la una e n b ene ficio de la

otra.

Originado e n la muerte d e "la otra mitad d e Dios" --la de su divinidad como d imensión

cohesionadora de la comunidad --, es d ecir, en e l fracaso d e la metamorfosis arcaica d e lo político

como religioso, el individualismo pre tende conduce a que la nece sida d social mode rna de colmar

esa ausencia d ivina y a la ve z rep arar e sa d esviación teocrática de lo p olítico sea satisfecha

med iante una re -sintetización purame nte funcional de la substancia social, es de cir, de la

ingularidad cualitativa d el mund o d e la vida. A que la e xige ncia de la comunidad de afirmarse y

econoce rse e n una figura re al y concreta sea aca llada me diante la construcción d e un sustituto d e

concre ción purame nte op e rativa, la figura ar tificial de la Nación. Entidad d e consistencia de rivada,

que re sponde a la nece sidad de la emp resa e statal de marcar ante e l mercad o mundial laesp ecificidad de las cond iciones físicas y humana s q ue ha monop olizad o p ara la acumulación d e

un cierto cong lomerad o de cap itales, la Nación de la mod er nida d cap italista de scansa e n la

confianza, entre inge nua y autoritaria, de que dicha identidad concre ta se ge nera rá

esp ontáneame nte, a partir de los restos de la "nación natural" que ella misma nieg a y de sconoce,

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proviene de lo siguiente: p arad ójicame nte, el intento más rad ical que reg istra la historia de

nteriorizar e l fundam ento de la mode rnida d --la conq uista de la ab undancia, emp rend ida p or la

civilización occide ntal europ ea -- sólo p udo llevarse a cab o me diante una orga nización de la vida

económica que pa rte de la neg ación de ese fundame nto. El modo cap italista de re prod ucción de la

iqueza social req uiere , pa ra a firmarse y mantene rse en cuanto tal, de una infrasatisfacción

iemp re re novada de l conjunto de nece sidad es sociales e stab lecido en cada caso.

La "ley ge nera l de la acumulación cap italista" estab lecida por Marx e n e l paso culminante d e su

de sconstrucción teórica d e la e conomía política --el d iscurso científico mod er no p or e xcelencia e n

o que a tañe a la rea lidad humana -- lo dice claramente (de spué s de mostrar la tende ncia al

crecimiento de la "composición org ánica de l capital", la p re fere ncia creciente de l capital a

nvertirse e n me dios de prod ucción y no e n fuerza de trabajo):"El desarr ollo de la cap acidad

prod uctiva de la socied ad re duce prog resivamente la proporción en q ue se encuentra la masa de

uerza de trab ajo que de b e gastarse re spe cto de la efectividad y la masa de sus medios de

prod ucción: esta ley se exp resa, e n condiciones cap italistas --donde no es e l trab ajador e l que

emp lea los med ios de trabajo, sino estos los que e mp lea n al trabajador--, en el hecho de que ,

cuanto mayor es la capacida d p roductiva d el trabajo, tanto más fuerte e s la p resión que la

pob lación de los trab ajadore s ejerce sobre sus oportunidad es d e ocupación, tanto más inseg ura es

a cond ición de existencia d el trabajad or asalariad o, la venta de la fuerza prop ia e n b ien de la

multiplicación de la rique za ajena o autovalorización de l cap ital. El he cho d e q ue los me d ios de

prod ucción y la capacidad prod uctiva de l trab ajo crece n más ráp idame nte que la p oblación

prod uctiva se e xpre sa, de m ane ra cap italista, a la inversa: la pob lación de los trab ajadore s crece

iem pre más rápida mente q ue la nece sida d d e valorización de l cap ital."

Sin una pob lación excedentaria, la forma ca p italista pierd e su función med iador a --de svirtuante

pe ro posibilitante-- de ntro del proce so de pr oducción/ consumo de los b ienes sociales. Por ello, la

primera tarea q ue cump le la e conomía capitalista es la de rep roducir la cond ición de e xistencia de

u prop ia forma : construír y reconstruír ince santeme nte una esca sez artificial, justo a partir de las

posibilidad es re novadas d e la ab undancia. La civilización europe a e mpr end e la aventura de

conquistar y a sumir e l nuevo mundo pr ometido p or la re -fundame ntación material de la existenc ia

histórica; el arma q ue em plea es la e conomía capitalista. Pero el comp ortamiento d e ésta, aunque

es e fectivo, es un comportamiento dob le. Es una duplicidad q ue se rep ite de mane ra

pa rticularizad a en toda s y cada una d e las pe ripecias que comp onen e sa aventura: el capitalismo

provoca e n la civilización europe a e l diseño e sque mático de un modo no sólo de seab le sino

ea lmente posib le d e vivir la vida humana, un proye cto dirigido a potenciar las oportunida de s de

u libe rtad; pe ro sólo lo hace p ara ob ligarle a que , con el mismo trazo, hag a de ese diseño una

comp osición irrisoria, una bur la de sí misma.

A un tiemp o fascinantes e insoportab les, los he chos y las cosas de la mode rnidad dominante

manifiestan b ajo la forma d e la amb ivalencia aque llo que constituye la unida d de la e conomía

cap italista: la contradicción irreconc iliab le e ntre e l sentido de l proce so concre to de trabajo/ 

d isfrute (un sentido "social-natural"), por un lado, y e l se ntido d e l p roce so ab stracto de de

valorización/ acumulación (un sen tido "social-enajenad o"), por otro.

La de scripción, exp licación y crítica que Marx hace d e l cap ital --de la "rique za de las nacione s" en

u forma histórica ca pitalista-- pe rmite de sconstruír teóricame nte, es de cir, compre nde r la

amb ivalencia que ma nifiestan en la expe riencia cotidiana los distintos fenóme nos caracter ísticos

de la mode rnidad dominante.

Según é l, la forma o e l modo cap italista de la rique za social -- de su pr od ucción, circulación y

consumo-- e s la me d iación ineludib le, la única vía que las circunstancias históricas ab rieron p ara

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el paso d e la posibilida d d e la rique za mode rna a su realida d e fectiva; se trata sin emb arg o de una

vía que , por de jar fuera de su cauce cad a vez más posib ilidad es de entre todas las que e stá

lamada a cond ucir, hace d e su ne ce sida d una imposición y de su servicio una opre sión. Como

dona ción d e forma, la me diación capitalista implica una ne ga ción d e la substancia q ue se de ja

de terminar por e lla; pero la suya es una ne ga ción de b il. En lugar d e a vanzar hasta encontrar una

alida o "supe ración dialéc tica" a la contrad icción e n que se ha lla con las p osib ilida de s de la

iqueza mode rna, sólo alcanza a neutralizarla de ntro de figura s que la re suelven falsa o

malamente y que la conservan así de mane ra cad a vez más intrincad a.

ndispe nsab le pa ra la existencia concre ta de la riqueza social mode rna, la me diación capitalista

no logra sin e mb arg o afirmarse como cond ición e sencial de su e xistencia, no alcanza a sintetizar

pa ra e lla una figura verd ad era me nte nue va. La totalidad que configura con e lla, incluso cuand o

pe netra realmente en su p roceso de rep roducción y se expand e como condición técnica de é l, es

ruto de una totalización forzada ; mantiene una p olaridad contrad ictoria: e stá hecha de re lacione s

de subsunción o subord inación de la riqueza "natural" a una forma q ue se le impone.

El proceso de trab ajo o d e prod ucción de objetos con valor de uso ge nera p or sí mismo nuevos

principios cualitativos d e comp lem entación entre la fuerza de trabajo y los med ios de prod ucción;

esb ozos de acoplamiento que tiend en a de spe rtar en la red de conexiones técnicas que los une,

por de b ajo y en contra de su ob liga toried ad y su utilitarismo tradicionales, la d imensión lúdica y

gra tuita que ella rep rime en sí misma. Sin em b arg o, su activida d no p ued e cump lirse e n los

hechos, si no ob ed ece a un principio de complementación de un orden d ifere nte, que de riva de la

p rod ucción (explotación) de p lusvalor. Según este p rincip io, la actividad p rod uctiva --la

conjunción de los dos factores d el proce so de trabajo-- no es otra cosa que una inver sión d e

cap ital, la cual no tiene otra razón de ser q ue la de da r al capital variable (el que rep rese nta en

erminos de valor a la cap acidad p roductiva de l trabajador) la opor tunidad d e q ue, al

ep roducirse, cause el eng rosamiento de l capital constante (el que re pre senta en e l plano de l

valor a los me dios d e prod ucción d el cap italista).

De esta mane ra, el principio unitario de comp lementación que rige la conjunción d e la fuerza de

rabajo con los me dios de p rod ucción y que d eterm ina realmente la elección de las técnicas

prod uctivas e n la ec onomía capitalista encierra en sí mismo una contrad icción. No p ued e

ap rovechar las nuevas p osib ilida de s de ese acop lamiento prod uctivo sin someter a los dos

protag onistas a una re ducción que hace de ellos me ros d ispositivos de la valorización de l valor.

Pero tampoco p ued e fome ntar esta conjunción como una coincidencia d e los factores d el cap ital

de stinada a la exp lotación de plusvalor sin exp onerla a los pe ligros q ue trae pa ra ella la

esistencia cualitativa de las nuevas relaciones técnicas entre e l sujeto y el objeto d e la prod ucción.

gualmente , el proce so de consumo de ob jetos prod ucidos crea p or sí mismo nuevos principios

de disfrute que tiend en a hace r de la relación técnica entre ne cesidad y med ios de satisfacción un

ueg o d e corresponde ncias. De hecho, sin e mb argo, el consumo moderno acontece únicamente si

e d eja guiar por un p rincipio de disfrute diametralmente op uesto: el que de riva d el "consumo

prod uctivo" que convierte a l plusvalor en p luscapital. Según éste , la ap rop iación tanto de l salario

como de la ga nancia no tiene otra razón de ser q ue la de d ar al valor prod ucido la oportunida d d e

que , al rea lizarse en la ad quisición de me rcancías, cause la re prod ucción (conminad a a amp liar su

escala) de l capital. El principio cap italista de satisfacción de las ne cesidad es es así, él tamb ién,

ntrínsecame nte contrad ictorio: pa ra ap rovechar la diversificación d e la relación técnica e ntre

ne ce sidad es y satisfactore s, tiene que violar su juego de equilib rios cualitativos y some terlo a losplazos y las prioridad es de la acumulación d e cap ital; a su vez, para amp liar y ace lerar e sta

acumulación, tiene que provocar la eferve scencia "caótica e incontrolable" de ese proce so

diversificador.

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En la econom ía cap italista, pa ra que se p roduzca cualquier cosa, grand e o p eq ueña, simple o

compleja, material o e spiritual, lo único que hace falta e s q ue su p roducción sirva d e vehículo a la

prod ucción de plusvalor. Asimismo, para q ue cualquier cosa se consuma, usab le o utilizab le,

conocida o e xótica, vital o lujosa, lo único que se r equie re e s que la satisfacción que e lla

prop orciona este integr ad a como soporte d e la acumulación del capital. En un caso y en otro, pa ra

que el pr oceso técnico tenga luga r es suficiente (y no sólo ne cesario) que su p rincipio de

e alización "social-natural" e ste transfigurad o o "traducido" fácticamente a un p rincip io de ord en

difere nte, "social- ena jenad o", que es ese ncialme nte incompatib le con é l --pue s lo restringe o lo

exag era nece sariamente--: el principio d e la activida d valorizad ora d el valor.

Con la prod ucción y e l consumo sumad os a la circulación, el ciclo comp leto de la rep roducción de

a rique za social mod e rna se constituye como una totalización que unifica de mane ra forzada e n un

olo funcionamiento (en un mismo lugar y simultáne ame nte), al proce so d e re prod ucción d e la

iqueza social "natural" con el proce so d e rep roducción (ampliada ) de l capital.

De a cuerd o a lo anterior, la dinámica profunda q ue e l proceso cap italista de r ep roducción de la

iqueza social aporta al d eve nir histórico mode rno p roviene de l itinera rio de re-polarizaciones y

e-composiciones intermitentes que sigue , de ntro de él, su contrad icción inher ente: la exclusión uhorror re cíproco en tre su sub stancia trans-histórica, es decir, su forma p rimera o "natural" de

ea lización o e jecución, y una forma d e seg undo gra do, artificial pe ro ne cesaria, seg ún la cual se

cumple como p uro p roce so d e "autovalorización de l valor".

Tesis 6

Las d istintas mode rnidadr es y los distintos mod os d e pre sencia d el cap italismo

Las distintas mode rnidade s o los distintos modelos de mode rnidad que comp itieron entre sí en la

historia anterior al e stab lecimiento de la mod er nida d cap italista, así como los que compiten ahoracomo variaciones de ésta, son mode los que comp onen su concre ción efectiva en re fer encia a las

muy variadas posibilidade s de p re sencia de l hecho re al que conocemos como cap italismo.

Sob re el plano sincrónico, las fuentes d e diversificación de esta re alida d p are cen ser a l menos

res, que e s nece sario distinguir:

-Su amp litud: la e xtensión re lativa e n q ue el variado conju nto de la vida ec onómica de una

ocied ad se e ncuentra interve nida por su se ctor sometido a la re prod ucción de l cap ital; el carácter

exclusivo, dominante o simpleme nte p articipativo de l mismo e n la rep rod ucción d e la rique za

ocial.

Seg ún este criterio, la vida e conómica de una e ntida d socio-política e histórica pued e p rese ntar

mag nitude s muy variadas d e p erte nencia a la vida e conómica dominante d el planeta, glob alizad a

por la acumulación capitalista. Amb itos e n los que rigen otros modos d e prod ucción --e incluso d e

economía-- pue de n coe xistir e n e lla con el ámb ito capitalista; pue de n incluso dom inar sob re él,

aunque la densidad o "calida d" de ca pitalismo que éste p ued a de mostrar sea muy alta.

-Su de nsida d: la intensidad relativa con que la forma o mod o cap italista subsume al proce so

de rep rod ucción de la riqueza social.

Seg ún este criterio, el cap italismo p ued e d ar forma o mod ificar la "economía" de la socied ad sea

como un hecho exclusivo de la esfer a de la circulación de los biene s prod ucidos o como un hecho

que trastorna también la esfer a de la prod ucción/ consumo de los mismos. En este se gund o caso, el

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e fecto de l cap italismo e s a su vez dife re nte se gún se trate d e un ca p italismo solame nte "formal" o

de un cap italismo sub stancial ("re al") o prop io d e la e structura técnica de ese proce so de

producción/consumo.

-Su tipo difere ncial: la ub icación re lativa de la economía de una socieda d de ntro de la

ge ogra fía polarizad a d e la economía mundial.

Más o me nos ce ntral o p eriférico, el cumplimiento coincide nte d e las tareas prop ias d e las

múltiples economías par ticulare s de ntro del esq uema ca pitalista de esp ecialización técnica o

d ivisión inte rnac ional de l trab ajo" ha llegad o a de spe rtar una mod ificación en la vigencia misma

de las leye s de la acumulación de l capital, un "de sdob lamiento" de l modelo cap italista sobre el

esce nario mundial en distintas versiones comp lementarias de sí mismo.

En e l eje d iacrónico, la causa d e la diversificación de la re alida d cap italismo p are ce encontrarse

en e l camb io correlativo de p red ominio que tiene lugar e n la gra vitación que e jer cen a lo larg o de l

iemp o los dos polos p rincipales d e distorsión monop ólica de la e sfera de la circulación mercantil:

a prop ied ad d e los recursos naturales ("tierra ") y la pr opied ad d el secre to tecnológico. No

ustificada por e l trab ajo sino impue sta por la fue rza, a mane ra d e l viejo dom inio me d ieval, laprop ied ad d e e stos "med ios de prod ucción no prod ucidos" u ob jetos "sin valor pe ro con pre cio",

nterviene de mane ra de terminante e n el proce so que convierte al conjunto de los valores --prop io

de la rique za social existente en calida d d e prod ucto-- en e l conjunto d e los pre cios --prop io d e la

misma riqueza cuando pasa a e xistir en calida d d e b ien.

Sea amp lia o restringida, d ensa o e nrare cida, central o pe rifér ica, la re alida d de l capitalismo

gra vita sobre la historia mode rna d e los últimos cien años b ajo la forma d e un com b ate d esigual

entre e stos dos p olos de distorsión de las leyes d el mercad o. Todo pare ce indicar que la tende ncia

rre versible q ue sigue la historia de la e conomía capitalista --y que afecta conside rab lemente a las

otras historias difere nciales d e la é poca -- es la q ue lleva al pre dom inio abrumad or d e laprop ied ad d e la "tecnología" sob re la prop iedad de la "tierra ", como prop iedad que fundame nta

el de recho a las ganancias extraordinarias.

Tesis 7

El cuád ruple e thos de la mod er nida d c ap italista

 

La forma ob jetiva de l mundo mod erno, la que de b e se r asumida ineludibleme nte en terminos

prá cticos por todos aq uellos que ace ptan vivir en re fere ncia a ella, se e ncuentra dominad a por la

p re sencia de la realidad o el hecho cap italista; e s de cir, en última instancia, por un conflicto

pe rmane nte e ntre la dinámica d e la "forma social-natural" de la vida social y la dinámica de la

e p rod ucción de su rique za como "valorización d e l valor" --conflicto en e l que una y otra ve z la

primera de b e sacr ificarse a la seg unda y ser sub sumida por ella--. Si esto es así, asumir e l hecho

cap italista como condición ne cesar ia d e la existencia práctica d e todas las cosas consiste e n

de sarrollar un ethos o comportamiento espontáne o capa z de integr arlo como inmed iatame nte

ace ptab le, como la b ase d e una "armonía" usual y seg ura de la vida cotidiana.

Cuatro pare cen se r los ethe p uros o elementales sobr e los que se construyen las distintas

esp ontaneidade s complejas que los sere s humanos le reconocen e n su e xperiencia cotidiana al

mundo d e la vida posib ilitado p or la mode rnidad cap italista.

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Una p rimera mane ra d e te ner p or "natural" el hecho c ap italista es la de l comportamiento que se

de senvuelve d entro d e una actitud de ide ntificación afirmativa y militante c on la p rete nsión q ue

iene la acumulación de l capital no sólo d e re pre sentar fielmente los intere ses d el p roceso "social-

natural" de re prod ucción, cuando en ve rda d los rep rime y de forma, sino de estar al ser vicio de la

potenciación de l mismo. Valorización de l valor y de sarro llo de las fue rzas prod uctivas serían,

de ntro de esta e spontaneida d, más q ue d os dinámicas coincidentes, una sola, unitaria. A este e thos

eleme ntal lo pod em os llamar rea lista por su carácter afirmativo no sólo de la e ficacia y la b onda d

nsupe rab les d el mundo e stab lecido o "realmente e xistente ", sino de la imposibilidad d e unmund o alterna tivo.

Una se gund a forma de naturalizar lo cap italista, tan militante como la anter ior, imp lica la

de ntificación de los mismos dos términos, pero pre tend e ser una afirmación d e todo lo contrario:

no de l valor sino justame nte d e l valor de uso . La "valorización" ap are ce p ara e lla ple name nte

e ductib le a la "forma na tural". Resultad o de l "e sp íritu de e mp re sa", no ser ía otra cosa q ue una

variante d e la misma forma, p uesto que este esp íritu sería, a su vez, una d e las figuras o sujetos

que hace n de la historia una aventura per mane nte, lo mismo en e l plano de lo humano que en e l de

a vida en g ene ral. Aunque fuera p rob ab lemente p erve rsa, como la me tamorfosis en Satanás que

ufre el Ange l nece sariamente ca ído, e sta metamorfosis d el "mundo b ueno" o d e "forma na tural"en "infierno" cap italista no de jaría d e s e r un "mome nto" de l "milag ro" que e s en sí misma la

Cre ación. Esta pe culiar manera de vivir con e l capitalismo, que se a firma e n la med ida en que lo

ransfigura e n su contrario, sería prop ia de l ethos romántico.

Una tercera ma ner a, que p ued e llamarse c lásica, de asumir como esp ontánea la sub sunción de l

p roce so d e la vida soc ial a la historia de l valor que se valoriza, consistiría en vivirla como una

nece sidad trascende nte, es de cir, como un hecho que re b asa el marge n de acción que

corre spond e a lo humano. Bend ición p or un lado, fruto de una arm onía, y maldición por otro, fruto

de un conflicto, la com b inación de lo natural y lo cap italista es vista como un he cho me tafísico

distante o p re supue sta como un d estino clausurad o cuya clausura justamente ab re la posibilida dde un mundo a la med ida de la condición humana. Para e lla, toda actitud en p ro o en contra de lo

estab lecido q ue sea una actitud militante en su entusiasmo o su lamento y teng a pre tensiones d e

eficacia d ecisiva --en luga r d e reconoc er sus límites (con el d istanciamiento y la e cuanimida d de

un racionalismo e stoico) de ntro de la dimensión de l compre nde r-- resulta ilusa y sup érflua.

Una cuarta mane ra d e interiorizar al cap italismo e n la esp ontaneidad de la vida cotidiana

completaría el cuádruple sistema eleme ntal de l ethos pre valeciente e n la mode rnidad e stablecida.

El arte b arroco pued e pre starle su nombre porque , como él --que en e l empleo de l canon formal

ncuestionab le encue ntra la oportunida d d e d esp er tar el conjunto de ge stos pe trificado en é l, de

e vitalizar la situación e n la que se constituyó com o ne gación y sacr ificio d e lo otro--, ella también

es una "acep tación d e la vida hasta e n la muer te". Es una e strateg ia d e afirmación d e la "forma

natural" que par te pa rad ójicamente d e la exp eriencia de la misma como sacrificad a, pe ro que

-"ob ede ciend o sin cumplir" las consecuencias de su sacrificio, convirtiend o en "bueno" al "lado

malo" por el q ue "avanza la historia"-- pre tende reconstruír lo concreto d e ella a pa rtir d e los

estos de jados por la ab stracción de vastad ora, re-inventar sus cualida de s planteánd olas como "de

eg undo g rad o", insuflar de mane ra sub re pticia un aliento indirecto a la resistencia q ue el traba jo

y e l disfrute de los "valore s d e uso" ofrece n al dom inio d el p roce so d e valorización.

Como e s compre nsib le, ninguno d e e stos cuatro ethe que conforman e l sistema p uro de "usos ycostumb re s" o el"re fug io y ab rigo" civilizatorio eleme ntal de la mod e rnidad ca p italista se da nunca

de manera exclusiva; cada uno apare ce siemp re combinado con los otros, de manera difere nte

eg ún las circunstancias, en la vida efectiva d e las d istintas "construcciones d e mundo" mod erna s.

Pued e, sin em b arg o, jugar un p ap el dominante en e sa composición, organizar su comb inación con

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os otros y ob ligarlos a traducirse a é l para hace rse manifiestos. Sólo en este sentido relativo sería

de hab lar, por ejemp lo, de una "mode rnidad clásica" frente a otra "romántica" o d e una

me ntalidad r ealista" a d ife re ncia de otra "b arroca".

Provenientes d e d istintas ép ocas d e la mod ernida d, e s de cir, referidos a distintos imp ulsos

ucesivos d el cap italismo --el me diterráne o, el nórd ico, el occide ntal y el ce ntroeurope o--, los

distintos ethe mod ernos configuran la vida social contemp oráne a d esd e d ifer entes e stratos

arque ológicos" o d e d eca ntación histórica. Cad a uno ha tenido así su prop ia manera d e a ctuar

obre la socied ad y una dimensión pre fere nte d e la misma de sde dond e ha expand ido su acción.

Definitiva y ge nera lizad a hab rá sido así, por e jem plo, la p rimera impr onta, la d e "lo ba rroco", en la

ende ncia de la civilización mode rna a re vitalizar e l código d e la tradición occide ntal europ ea

de spué s de cad a nueva olead a de structiva proveniente d el de sarrollo capitalista. Como lo será

gualmente la última impr onta, la "romántica", en la tend encia de la política mod e rna a tratar a la

eg alida d d el proce so económico en calida d d e materia malea b le por la iniciativa de los gr and es

pue b los o los grand es hom b res. Por otro lado, esta d isimultaneidad en la constitución y la

comb inación de los distintos ethe e s tamb ién la razón de que ellos se re pa rtan de mane ra

istemáticame nte de sigual, en un complicad o jueg o de afinidad es y re pug nancias, sob re la

ge ogra fía del planeta mode rnizad o por e l occide nte capitalista; de que , por arriesgar un e jemplo,

o otro acep tado p or e l "noroccide nte re alista" sea más lo "romántico" que lo "b arroco" mientras

que lo otro re conocid o po r e l "sur b arroco" sea más lo "re alista" que lo "clásico". 

Tesis 8

Occidente e urope o y mode rnidad cap italista

Paráfrasis de lo q ue Marx de cía ace rca d el oro y d e su función d ineraria en la circulación

mer cantil: Europa no e s mode rna "por naturaleza"; la mod ernida d, e n camb io, sí es e urope a "por

naturaleza".

Europa a par ece a la mirad a re trospectiva como constitutivame nte p rotomode rna, como

pre de stinada a la mode rnida d. En efecto, cuando resultó ne cesario, ella, sus ter ritorios y sus

pob laciones, se e ncontraban e spe cialmente b ien p rep aradas p ara darle una oportunidad real de

de splieg ue al fundame nto de la mod er nida d; ofrecían una situación favorab le pa ra q ue fuera

asumido e interiorizad o en calida d d e principio re estructurador de la totalida d d e la vida humana --

y no de sactivad o y some tido a la sintetización social tradicional, como suce d ió en e l Oriente --.

Durante la Eda d Med ia, la coincide ncia y la interacción de al menos tres g rand es re alidad es

históricas --la construción de l orbe civilizatorio europ eo, la sub ord inación de la rique za a la forma

me rcan til y la consolidación católica d e la revolución cultural cristiana-- conformar on e n Europa

una marcad a p red isposición a ace ptar e l re to que venía incluído e n un acontec imiento larg ame nte

mad urado por la historia: la inversión de la re lación d e fuerzas entre el se r humano y sus

condiciones d e rep roducción.

En p rimer luga r, en la "econom ía-mund o" que se formab a en la Europa de l siglo XII, la d ialéctica

entre la escase z de los me dios de vida y el prod uctivismo de la vida social había alcanzad o sin

dud a e l grad o d e c omplejida d más alto conocido hasta entonces e n la historia de l plane ta. Variasera n las "zonas temp ladas" de l plane ta en d onde la complejida d d esme surada d el sistem a que

aseg ura la re prod ucción social al acoplar el esquema de las capacidade s de prod ucción con el de

as nece sidad es d e consumo no se pre sentaba solamente como un e xceso excep cional, sino que

constituía una condición g ene ralizad a d e la existencia humana ; en otras pa lab ras, no faltab an

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eg iones de l planeta en las que --a difer encia d e las "zonas tórrida s", en d onde la ineludible

artificialidad de la vida humana no e xigía d em asiad o d e la naturaleza, de la vige ncia de sus leye s--

a vida d el ser humano no pod ía tene r lugar sin "hace r de su prop io de sarrollo una nece sida d d e la

naturaleza" . Per o, de toda s ellas, el "pe que ño continente " europ eo e ra el único que se e ncontraba

en p lena "revolución civilizatoria", some tido al esfue rzo de construírse como totalidad concre ta de

uerzas prod uctivas; el único que d isponía e ntonces de l lugar funcional ade cuado p ara ace ptar y

cultivar un acontecimiento q ue consiste justo y ante todo e n una p otenciación d e la p roductivida d

de l trabajo humano y por tanto en una amp liación de la escala en q ue tiene luga r ese me tabolismo

de l cuerp o social. La zona e urope a, como orbe económico cap az de dividir reg ionalme nte el

rabajo con cohere ncia tecnológica de ntro de unas fronteras ge ográ ficas imp recisas pe ro

nneg ab les, pose ía ante todo la me dida óp tima pa ra ser e l esce nario de tal acontecimiento.

En seg undo lugar, en la Europa q ue se ge staba, la me rcantificación de l proc eso d e circulación de

a rique za --con su instrume nto eleme ntal, e l valor, y su ope ración clave, el intercamb io por equi-

valencia-- de sb orda b a los límites d e esta e sfera y pe netrab a hasta la e structura misma de la

prod ucción y el consumo; se g ene ralizab a como sub ordinación real de l trab ajo y el disfrute

concretos a una nece sidad proveniente de sólo una de sus dimensiones re ales, de aquella

dimensión en la que uno y otro existen ab stractame nte como simples actos de ob jetivación y de s-

ob jetivación de valor: a la ne cesidad de re alización de l valor de las me rcancías en e l mercad o. El

ntercamb io d e eq ui-valentes hab ía d ejado d e ser uno más d e los modos d e transacción que

coexistían y se ayudab an o e storbab an entre sí dentro de la realidad de l mercad o, y éste, por su

pa rte, no se limitab a ya a ser solamente el vehículo de l "camb io de manos" de los b ienes una vez

que hab ían sido ya prod ucidos, a e scenificar únicamente la circulación de aque lla p arte

prop iame nte exce de ntaria de la riqueza. Hab ía que da do atrás la ép oca en q ue la circulación

mer cantil no era ca pa z de ejerce r más que una "influencia exterior" o ap ena s de formante sob re e l

metab olismo de l cuerp o social. Tend ía ya a atravesa r el esp esor d e e se "cambio de m anos" de la

mer cad ería, a promover y privileg iar (funcionand o como mecanismo de créd ito) el mercad o de

valore s aún no prod ucidos y a conver tirse así en una me diación técnica indispe nsab le de la

ep roducción de la riqueza social.

La mercantificación de la vida económ ica europ ea, al cosificar al me canismo de circulación de la

ique za en ca lidad de "sujeto" d istribuidor de la misma, vaciab a lentame nte a los suje tos políticos

arcaicos, esto es, a las comunidad es y a los se ñores, como sujetos p olíticos arcaicos, de su

cap acidad d e injer encia tanto en la distribución de los b iene s como en su prod ucción/ consumo.

Desliga b a, libe rab a o emancipab a paso a p aso al trabajad or individual de sus obliga ciones

ocalistas y lo insertaba pr ácticame nte, aunque fuera sólo e n p rincipio, en el universalismo d el

mercad o mundial en cierne s.

En terce r lugar, la transformación cristiana d e la cultura judía, que sólo pud o cump lirse m ed iante

a re funcionalización de lo occide ntal gre corromano y sólo p udo consolida rse en el some timiento

colonialista de las culturas g erm anas, hab ía pre pa rad o la estructura mítica de la p ráctica y e l

discurso de las p ob laciones europ ea s --en un d iálogo contrapuntístico con la me rcantificación d e

a vida cotidiana-- pa ra acomp añar y potenciar e l florecimiento d e la mode rnida d. Los ser es

humanos vivían ya su prop ia vida como un comp ortamiento conflictivo de e structura esq uizoide .

En tanto que er a un alma celestial, su pe rsona sólo se intere sab a p or e l valor; en tanto que era un

cuerp o terre nal, en camb io, sólo tenía ojos pa ra e l valor de uso. Sob re todo, se sab ían

nvolucrados, como fieles, como miemb ros d e la e cclesia, iguales en jerarq uía los unos a los otros,

en una e mpr esa histórica que pa ra ser colectiva tenía que ser íntima y viceve rsa. Era la emp resade la Salvación de l ge nero humano, el e sfuerzo de l viejo "pue b lo de Dios" de la religión judía,

pe ro ampliad o o universalizad o para todo e l gé nero humano, que era ca pa z de integ rar a todos los

de stinos pa rticulare s de las comunidad es a utóctonas y de prop oner un "sentido único" y una

acionalidad (cuando no una leng ua) común para todos e llos.

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Sin el antece de nte de una p roto-mod ernidad esp ontánea de la civilización occidental europ ea , el

cap italismo --esa vieja mod alida d m ed iterráne a d e com portamiento de la rique za me rcantil en su

proce so de circulación-- no hab ría podido constituírse como e l modo d ominante d e re prod ucción

de la rique za social. Per o también a la inversa: sin e l capitalismo, el fundame nto de la mod ernida d

no hubiera p odido p rovocar la conversión de lo que sólo eran tende ncias o pre figura ciones

mode rnas de l occidente e urope o en una forma d esarrollad a de la totalidad d e la existencia social,

en una mode rnidad e fectiva.

Para constituírse en calida d d e modo pe culiar de rep roducción de la rique za social, el capitalismo

nece sitó de lo europe o; una vez que e stuvo constituído como tal (y lo e urope o, por tanto,

mode rnizad o), pud o ya e xtend erse y planetarizarse sin ne cesidad de ese "humus civilizatorio"

original, improvisand o encue ntros y coincide ncias ad hoc con civilizacione s tend encialmente

ajenas e incluso hostiles al fundame nto mismo d e toda mod ernida d.

Para volverse una rea lida d e fectiva, la e sencia de la mod ernida d d eb ió ser "trab ajada" seg ún las

afinidade s e lectivas" entre la proto-mod ernidad de la vida europ ea y la forma cap italista de la

circulación de los biene s. Para q ue ad opte nue vas formas efectivas, para q ue se de sarrolle e notros sen tidos, ser ía nece sario que otras afinidad es entre las formas civilizatorias y las formas

económicas lleg uen a camb iar la intención de ese "trabajo".

Fenóme no originalmente circulatorio, el cap italismo ocup a toda una ep oca e n p ene trar a la esfera

de la prod ucción/ consumo; nece sita que los me tales p rec iosos amer icanos lleve n a la revaluación

de las manufacturas europe as para de scubrir que el verdad ero fundamento de su posibilidad no

está e n e l jueg o e fímero con los términos de l intercab io ultramarino, sino e n la exp lotación de la

uerza de trabajo; que las verd ad er as Indias están de ntro de la econom ía p ropia ("Corre ct your

map s, Newcastle is Peru!"). Es el pe ríodo en que el orb e e conómico europe o se amp lía y se

contrae hasta lleg ar a estab lecer su me dida de finitiva; su núcleo central salta de Sur a Norte, d eEste a O este, d e una ciudad a otra, conce ntrando y rep artiend o funciones. Es por e llo la é poca e n

que la disputa entre los distintos pr oyectos posibles de mode rnidad se de cide d ificultosamente e n

avor de l que de muestra mayor firme za e n el manejo de l cap italismo como modo d e p roducción.

De aquel proyecto que es cap az ante todo d e ofrece r una solución al problema q ue re pre senta la

esistencia a la re pre sión, al sacrificio d e las pulsiones, por p arte d el cuer po tanto individual como

comunitario; que es cap az de ga rantizar un comp ortamiento e conómico obse sivamente a horrativo

y prod uctivista en virtud d e q ue la cultura cristiana que le sirve de ap oyo se ha de spojado d e la

consistencia eclesial (med iterráne a y judaica) de su re ligiosida d --pe rcep tib le de mane ra corp oral

y exterior pa ra todos-- y la ha re emp lazad o p or una consistencia d ifer ente, p urame nte individual

improvisada d esp ués d e la d estrucción de las comunidad es g ermanas); en virtud de que sucristianismo ha hecho de la religiosida d un asunto impe rcep tib le par a los otros, pe ro pre sente e n

a interiorida d p síquica de cad a uno; una exp er iencia purame nte imag inaria en la que e l

cump limiento mora l, conve rtido en auto-satisfacción, coincide con la norma mor al, conve rtida en

auto-exigencia. 

Tesis 9

Lo p olítico e n la mod ernida d: sob era nía y ena jenación

Si lo q ue d ete rmina esp ecíficame nte la vida de l ser humano e s su carácter p olítico --el he cho d e

que configurar y re-configurar su socialida d tiene pa ra él pre em inencia sob re la activida d b ásica

con la que rep roduce su animalida d--, la teoría d e Marx e n torno a la e najenación y e l fetichismo

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es sin dud a la entrada concep tual más de cisiva a la discusión en torno a los nexos q ue e s posible

econoce r entre la mode rnidad y e l cap italismo.

Para no de jar de e xistir, la lib ertad d el ser humano ha tenido, parad ójicame nte, que ne ga rse como

ib e rtad p olítica, sob e ranía o eje rcicio de autarq uía en la vida social cotid iana. Diríase q ue la

asociación d e individuos c oncretos --ese "grup o e n fusión" originario que es pre ciso sup oner--,

esp antada ante la magnitud de la emp resa, rehusa g ob er narse a sí misma; o que , por e l contrario,

ncomp atib le p or naturaleza con cualquier p er mane ncia, es incapaz de ace ptarse y afirmarse e n

calida d de institución. Lo cierto es q ue, e n su historia, el se r humano ha pod ido sab er de la

existencia de su lib er tad política, de su sob era nía o capa cidad d e auto-gob ierno, pero sólo como

algo leg end ario, impensab le para e l común de los días y de las ge ntes, o como algo e xter ior y

ajeno a é l; como e l motivo de una nar ración, ante cuyos e fectos rea les, si no canta alab anzas, no le

que da otra cosa que mascullar maldiciones.

Descontad os los mome ntos de tensión histórica e xtraord inaria, q ue se limitan a la corta d uración

en q ue se cumple una tarea he róica singular, y de jand o de lado ciertas comarcas de historia

eg ional, prote gidas transitoriame nte resp ec to de la historia mayor (y en e sa med ida d es-

ea lizad as), es inneg ab le q ue d esd e siemp re han sido prácticame nte nulas las ocasiones q ue se le

han pr ese ntado al ser humano concreto, como asociación de individuos o como p er sona

ndividual, para e jer cer p or sí mismo su libe rtad como sob era nía, y para hace rlo de mane ra

positiva, es d ecir, acompa ñad a p or e l disfrute d e la vida física q ue le pe rmite ser tal. Sea directo o

ndirecto, el ejercicio p ropio, es d ecir, no otorgad o ni de lega do, no transmitido ni reflejad o, de la

cap acidad política ha d eb ido da rse siem pre neg ativamente (con sacrificio de la vida física), como

ransgre sión y reto, como reb eldía frente a cong lomerad os de p ode r extra-políticos (económicos,

eligiosos, etcétera) que se e stablece n sob re ella. Parasitarios respe cto de la vida social concre ta,

pe ro nece sarios para su rep roducción, estos pod ere s han concentrado y monopolizado para sí la

cap acidad d e re prod ucir la forma de la vida social, de cultivar la identida d concre ta de la

comunida d (p olis), de de cidir entre las op ciones de existencia que la historia pone ante e lla.

Esta d escripción, sin d uda ace rtada, d e toda la historia p olítica d el ser humano --de sde su

cumplimiento a través de las disposiciones de spótico-teocráticas hasta su rea lización a traves d el

gob ierno de mocrático-estatal-- como la historia implacab le d e una vocación de stinad a a frustrarse ,

e e ncuentra e n la base de la d esconstrucción crítica d e la cultura política mod erna implicad a e n

el concep to de ena jena ción prop uesto por Marx. Seg ún él, el conglomerad o esp ecíficame nte

mode rno de pod er extra-político que se arrog a y e jerce el de recho d e vigilar e l ejercicio d e la

obe ranía p or parte d e la socied ad, y d e intervenir en é l con sus ordenamientos b ásicos, es e l que

e sulta d e l Valor de la mercancía cap italista en tanto que "sujeto automático". Se trata d e un p od e r

que se e jerce e n contra de la comunida d como p osib le asociación de individuos lib res, pe ro aravés de ella misma e n lo que tiene de colectividad que sólo pue de pe rcib ir e l aspe cto temerario

de un proye cto prop io; que re nieg a de su libe rtad, se instala en e l pr agm atismo de la rea lpolitik y

entreg a su obe diencia a cualquier g estión o cualquier caud illo cap az de aseg urarle la

upe rvivencia a corto plazo.

De acuerd o al d escub rimiento d e Marx, el valor q ue actúa en la circulación capitalista de la

iqueza social es d ifere nte d el que está e n jueg o e n la circulación simpleme nte me rcantil de la

misma: en este caso no es más que el eleme nto me diador d el intercamb io d e mercancías, mientras

que en e l primero e s el "sujeto prom otor" de l mismo."En luga r de rep rese ntar relaciones e ntre

me rcancias, entra ahora --po r de cirlo así-- en una re lación pr ivad a consigo mismo." Se r valor e sallí se r cap ital, po rq ue e l valor es e l "sujeto automático" de "un proceso en que , el mismo, al

camb iar constantem ente e ntre las formas de dinero y merca ncía, varía su mag nitud, ...se auto-

valoriza... Ha re cibido la facultad misteriosa de gene rar valor por e l solo hecho d e se r valor..."

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Mientras, en la circulación simp le, e l valor de las mercancías ad quiere frente al valor d e uso d e

as mismas, a lo mucho, cuando es dinero, una forma inde pe ndiente, aq uí, de pronto, se ma nifiesta

como una sub stancia que está en p roceso y es cap az de moverse por sí misma, y resp ecto de la

cual ambas, la mercancía y el dinero, no p asan d e se r simples formas."

Instalado e n la esfe ra d e la circulación me rcantil, el Valor de la mercancía cap italista ha usurpad o

"üb er grifen") a la comunida d humana no sólo directame nte la ubicación de sde dond e se de cide

obre la correspond encia entre su sistema d e nece sidad es d e consumo y su sistema de

cap acidad es de pr oducción, sino tamb ién, indirectamente, la ub icación p olítica fundam ental

de sde dond e se de cide su prop ia identidad , es de cir, la forma singular de su socialida d o la figura

concreta d e sus relaciones sociales d e convivencia.

Rara ve z esta suspe nsión d e la autarquía o e sta enajenación de la cap acidad política d el sujeto

ocial, que es la e sencia d el "fenóme no d e la cosificación", ha sido d enunciada en toda su

ad icalidad por la política re volucionaria de inspiración marxista. Por lo demás, los nexos de

mplicación entre la de nuncia de la cosificación y la p raxis cotid iana de e sa p olítica han sido

prá cticame nte nulos. La "teoría d e la e najenación" no ha servido d e guía a los marxistas p orque la

de a d e re volución que han em plead o pe rmane ce atad a al mito politicista de la re volución, queed uce la autarquía d el sujeto sociala la simple sob era nía de la "socied ad política" y su estado. Si

b ien la tradición de los marxistas ha reunido ya muchos e lem entos ese nciales, una teoría de la

evolución que p arta de l concep to marxiano de ena jenación está aún por hacerse .

La teoría d e la e najenación como teoría p olítica de b ería p artir d e un re conocimiento: la usurp ación

de la sobe ranía social por p arte d e la "rep úb lica de las me rcancias" y su "dictadura" capitalista no

pue de ser p ensada como el resultado de un acto fechad o de exprop iación de un objeto o una

cualidad pe rtene ciente a un sujeto, y p or tanto como estad o d e pa rálisis o anulación d efinitivamientras no suene la hora me siánica de la revolución) de la p oliticidad social. Tal usurpación es

un acontece r pe rmane nte en la socied ad ca pitalista; es un p roceso constante e n el que la

mixtificación d e la voluntad política sólo p ued e tener lugar de mane ra p arasitaria y simultánea a la

p rop ia formación de e sa voluntad . La "ge stión" política d e l cap ital, entidad de p or sí ajena a la

dimensión de las preocup aciones políticas, lejos de ejerce rse como la imp osición prove niente de

una exteriorida d e conómica de ntro de un mund o político ya estab lecido, se lleva a cab o como la

construcción de una interioridad política p ropia; como la instalación d e un ámb ito p eculiar e

ndispe nsab le de vida política p ara la socied ad : justame nte e l de la agitación partidista p or

conquistar el gob ier no de los asuntos púb licos de ntro de l estad o de mocrático rep rese ntativo de

bases nacionales.

La vitalida d de la cultura política mod erna se b asa e n e l conflicto siem pre re novado e ntre las

pulsione s que re stauran y re constituyen la capa cidad po lítica "natural" de l sujeto social y las

disposiciones q ue la re prod ucción d el cap ital tiene tomadas p ara la org anización de la vida social.

Aunque difere ntes e ntre sí, la cue stión ace rca d e la autarquía y la cuestión ace rca d e la

democra cia son inse parab les la una de la otra. La pr imera --en sen tido revolucionario-- intenta

prob lem atizar las posibilida de s que tiene la socied ad de libe rar la activida d p olítica de los

ndividuos humanos a p artir de la reconquista d e la sobe ranía o capacidad política d e la socied ad ,

nte rven ida p or e l funcionamien to de structivo (anti-social, anti- natural) de la acumulación de l

cap ital. La seg und a --en sen tido reformista-- intenta, a la inve rsa, p rob lematizar dentro de los

márg ene s de la sob era nía "rea lme nte existente ", las posibilida de s que tiene el jueg o de mocrático

de l estado mode rno de pe rfeccionar la participación popular hasta el grado req uerido para

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nulificar los e fectos ne ga tivos que pue da tener la d esigualdad económica e structural sob re la vida

ocial. ¿No e xiste en verd ad un punto de coincidencia d e las d os ob jeciones cr íticas que se

plantean re cíproca me nte la línea de la revolución y la línea de la reforma: la ide a d e que la

ubstitución de l "modo de pr oducción" no pue de ser tal si no es a l mismo tiem po una

de mocratización de la socied ad y la idea de que el pe rfeccionamiento de la d emocracia no p ued e

er tal si no es al mismo tiem po una transformación rad ical de l "modo de prod ucción"?

Si la teoría p olítica ba sada en el conce pto d e "cosificación" ace pta q ue existe la posibilida d de una

política de ntro de la ena jenación, que la socieda d --aun privada d e su sob er anía posib le-- no está

de smovilizad a o pa ralizad a políticame nte ni conde nad a a e spe rar e l mome nto mesiánico en e l que

e se rá de vuelta su lib ertad p olítica, el prob lem a que se le p lantea consiste en e stab lecer e l modo

en que lo político mixtificado p or e l cap ital cumple e l impe rativo de la vida me rcantil de construír

un esce nario político re al y un jueg o de mocrático ap ropiado pa ra la transmutación de sus

ntere ses civiles en voluntad ciuda da na. Sólo sob re e sta base pod rá juzgar a cer ca de l mod o y la

med ida en q ue la vitalidad efec tiva de l jueg o de mocrático pue de ser e ncauzada ha cia el punto en

que éste e ncontrará en su propio orde n de l día a la revolución. 

Tesis 10

La violencia mode rna: la corpore idad como cap acidad de trabajo

La paz, la exclusión d e la violencia que la mod e rnidad cap italista conquista pa ra la convivencia

cotidiana, no es un hecho que de scanse, como suced e e n otros órde nes civilizatorios, en una

ad ministración de la violencia, sino en una mixtificación de la misma.

La vida social, para pe rdurar en su forma, p ara se r org ánica o civilizad a, y p ode r afirmarse frente a

a amenaza de la ine stab ilidad , la de sarticulación o el salvajismo --cara cterísticas d e una

ocialida d en situación e xtraord inaria, "en fusión" (revolución) o en d e scomp osición (catástrofe )--,

ha req uerido siemp re p roducir y repr oducir en su interior una zona conside rab le de vida p acífica,

en la que pre valece un "alto al fueg o limitad o pe ro p erm ane nte", un mínimo indispe nsab le de

armonía social. La p az gene ralizad a e s imposib le de ntro de una socied ad construída a p artir d e las

cond icione s históricas de la e scase z; é sta tiene que se r inte riorizad a y funcionalizada e n la

ep roducción de la socied ad , y la única mane ra que tiene de hace rlo es a través de la imp osición

de una injusticia distrib utiva sistemá tica, la misma que convierte a la violencia en e l mod o de

compor tamiento nece sario de la pa rte más favorecida d e la socied ad con la parte máspe rjudicada . La cre ación de la zona p acificad a (el simulacro d e pa z interna g ene ralizad a) sólo

pue de da rse, por lo tanto, cuand o --ad emá s de los aparatos de re pre sión-- ap are ce un dispositivo

no violento de disuasión cap az de provocar e n el comportamiento de los exp lotados una re acción

de autobloqueo d e la resp uesta violenta a la que están siend o provocad os sistemáticame nte.

Gracias a é l, la violenc ia d e los explotad ores no sólo resulta sop ortable, sino incluso ace ptab le p or

parte d e los explotados. La consistencia y la función de e ste d ispositivo son justamente lo que

distingue a la vige ncia de la p az social en la mode rnida d cap italista de otros modos d e vige ncia de

a misma, conocidos d e a ntes o todavía p or conoce r.

Sob re la b ase de l sistema salarial, incluso el trabajo no pag ad o tiene la apariencia de trabajopa ga do", mientras que, "por el contrario, en e l caso de l esclavo, incluso aque lla parte d e su

rabajo que sí se p aga se p rese nta como no pag ada."

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Esta afirmación de Marx lleva imp lícita otra: al contrario de los tiemp os p re -mode rnos, cuand o

ncluso las relaciones interindividuales armónicas (de voluntad es coincide ntes) estab an b ajo el

igno d e la violencia, en los tiemp os mod e rnos incluso las re lacione s interind ividuales violentas se

encue ntran bajo el signo d e la armonía.

La ace ptación "de gra do, y no p or fuerza", por p arte d e los individuos, en su calida d de

rabajadore s, de una situación e n la que su p ropia infer ioridad social ("económica") se re ge nera

istemáticame nte e s e l req uisito fundam ental de la actual vida civilizad a mod erna y d e sus reg las

de jueg o. Se trata de un acto que sólo pued e tene r lugar p orque e sa misma situación es,

pa rad ójicamente, e l único lugar e n d onde la igualdad social ("política") de esos individuos está

garan tizad a. La situación que socializa a los individuos trabajadore s en tanto que p rop ietarios

privados les impone una identidad de "dos ca ras": la d e "ciudad anos" en la e mpre sa histórica

lamada Estad o nacional --miemb ros de una comunida d a la que pe rtenec en sin difer encias

er árquicas-- y la de "b urgue ses" en una vida e conómica compartida --socios de una emp resa d e

acumulación de capital a la q ue sólo pued en pe rtene cer e n calidad de miemb ros inferiores de la

misma--. Es a la igualdad como ciudad ano, como alguien q ue existe en el universo humano --y

pa rticipa d e la p rotección que b rinda e l seno e n p rincipio civilizad o y p acífico d e la comunida d

nacional-- a lo que e l individuo como trab ajador sacrifica sus posibilida de s de afirmación en e l

aspe cto distrib utivo, su cap acidad de ser p artícipe e n terminos de igualda d e n el disfrute de la

iqueza social. Y es justame nte e l contrato de comp ra/ venta de la me rcancía fuerza de trabajo --

acto parad igmático, cuyo sentido se re pite p or todas pa rtes en e l gra n ed ificio de la

nte rsub jetividad mod e rna-- e l d ispositivo en virtud d e l cual el ind ividuo trab ajado r "se salva y se

conde na". Al comportarse como ve nde dor -comp rad or, se socializa e n tanto que prop ietario

privado, es d ecir, en términos de igualdad frente a los otros "ciudad anos", aunque e l logro de esa

condición implique pa ra é l al mismo tiem po una autoconde na a la inferiorida d en tanto q ue

b urgué s", a la sumisión fre nte a aque llos individuos no-trab ajadore s q ue son p ropietarios de

algo más" que d e su simple fuerza de trabajo. Propietario privad o, el trab ajador no p ier de esa

calidad , aunque su propied ad se a nula, por cuanto de tenta de todas maneras la posesión de su

cuerpo, es d ecir, el de recho d e p onerlo en alquiler. Cuando se comporta como trab ajador, el

ciudad ano mode rno inaugura un nuevo comportamiento de la p ersona humana respe cto de su

b ase natural, de l "esp íritu" resp ecto a la "mater ia". Coma tal, el ser humano no e s su cue rpo, sino

que tiene un cuerp o; un cuerp o que le p ermite mantener e se mismo status de humano justo en la

med ida e n que es ob jeto de su violencia.

El esclavo antiguo pod ía de cir: "En verd ad soy esclavo, pero estoy o e xisto d e hec ho como si no lo

ue ra." La violencia implícita e n su situación sólo estab a re leg ad a o p osp uesta; la violación de su

voluntad de disponer d e sí mismo estaba siempre en estado d e inminencia: podía ser vend ido,

pod ía ser ultrajado e n el cuerp o o en el alma. La relación de d ep end encia recíproca q ue manteníacon el amo hacía d e e l en muchos casos un servo pad rone; el respeto parcial que le d emostraba e l

amo era una e spe cie de pag o por e l irrespe to global que le tenía (y que se volvía así pe rdonab le),

una comp ensación d e la violencia p rofunda con q ue lo some tía. A la inversa, el "esclavo" mod erno

d ice: "En ver dad soy lib re , pe ro e stoy o existo de he cho com o si no lo fue ra." La violencia implícita

en su situación está b orrad a, es impe rcep tib le: su voluntad d e d ispone r de sí mismo es inviolab le,

ólo que el ejercicio pleno d e la misma (no vend erse como "fuerza de trabajo, por ejemp lo)

eq uiere de cier tas circunstancias prop icias q ue no siempr e están d ad as. Aquí el "amo", el capital,

e s en p rincip io imp e rsona l --no reacciona al valor de uso ni a la "forma natural" de la vida-- y en

esa me dida no d ep end e de l "esclavo" ni nece sita e ntend erse con él; prosigue el cumplimiento de

u "cap richo" (la autovalorización) sin tene r q ue compe nsar nad a ni e xplicar nad a ante nad ie.

Una cosa e ra asumir la violencia e xterior, acep tar y administrar e l hecho d e la d esigualdad como

violencia d el dominador, d isculpánd olo como me canismo necesar io de de fensa ante la ame naza

de "lo nuestro" por "lo ajeno"; d isimulándolo y justificándolo como re curso ine ludible ante la

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ag resión de la naturaleza o la reticencia de Dios a med iar e ntre la Comunidad y lo Otro. Muy

difere nte, en camb io, es d es-conocer la violencia d el exp lotador e imputar cualquier efecto d e la

misma a la pre sencia directa y e n b ruto de una hostilidad exterior. Des-conocerla es lo mismo que

neg ar su nece sida d d entro de l mundo social estab lecido; remitir el hecho d e su existencia a

imp les de fec tos secunda rios en la marcha de l prog reso y su conq uista de "lo otro"; a una falta o

un exce so de velocida d e n la expa nsión de las fuerzas prod uctivas o e n la eliminación de las

ormas sociales pre mode rnas o semimode rnas.

Desp rovista de un nomb re prop io, de un lugar social en la cotidianidad mode rna, la violencia d e

as "re laciones de prod ucción" cap italistas gravita sin em b arg o de mane ra d ete rminante tanto e n

e lla como e n la actividad p olítica que p arte d e e lla para levantar sus instituciones. Borrad a como

acción de l otro, de sconocida como instrumento re al de las relaciones interindividuales, la

violencia de la exp lotación a través d el salario se p rese nta como una esp ecie d e castigo q ue e l

cuerp o d el trabajad or d eb e sufrir por culpa d e su prop ia d eficiencia, por su falta d e calificación

écnica o po r su atavismo cultural. Castigo que a tomiza su manife stación hosp edá nd ose

parasitariamente hasta en los compor tamientos más inofensivos de la vida diaria: torciénd olos

de sde ad entro, some tiénd olos a un pe culiar efecto de e xtrañamiento.

El fundam ento de la mode rnidad trae consigo la posibilidad d e que la humanida d d e la pe rsona

humana se lib ere y de pure, de que se rescate de l modo arcaico de ad quirir concreción, que la ata

y limita d eb ido a la ide ntificación de su cuerp o con una de terminada función social ad judicada

prod uctiva, pa re ntal, etcétera). Esta posib ilidad d e q ue la pe rsona humana e xplore la sobe ranía

ob re su cuerp o natural, que es una "prom esa ob jetiva" de la mod ernida d, es la que se traiciona y

caricaturiza e n la mode rnidad cap italista cuando la humanidad de la pe rsona, violentame nte

disminuída , se d efine a p artir d e la ide ntificación d el cuer po humano con su p ura fuerza de

rabajo. El trab ajador mode rno, "lib re por partida dob le", dispone sob eraname nte de su cuerpo,

pe ro la sobe ranía que d etenta está programada d e antemano para ejercerse, sob re la b ase de esa

humanidad d isminuída , como pura rep resión de la corpore idad animal de l mismo. De se r el

conjunto de los modos que tiene el ser humano d e estar concretamente e n e l mundo, el cuerpo es

convertido e n el instrumento animal de una sola y pe culiar manera d e e star en él, la de una

ap ropiación del mismo dirigida a rep roducirlo en ca lidad d e me dio para un afán p roductivo sin

p rincip io ni fin. Conjunto irre me d iable me nte d e fectuoso de facultade s y calificaciones

prod uctivas, el cuerp o de l individuo mod erno es, una y otra vez, pre miado con la ampliación de l

d isfrute y al mismo tiemp o castigad o con la neutralización de l goce c orre spond iente. El d ispositivo

que sella e sta interpe netración de l pre mio y el castigo es e l que d isecciona y sep ara artificial y

dolorosamente a la primera d ime nsión de l disfrute d el cuerp o --la de su ape rtura activa hacia el

mundo--, convirtiéndola en e l mero g asto de un re curso renovab le d urante el "tiemp o de trabajo",

de la seg unda d ime nsión de ese disfrute de l cuerp o --la de su ape rtura pa siva hacia el mundo--,ed ucida a una simple restauración d el trabajador durante e l "tiemp o lib re, d e de de scanso y

diversión".

Por lo de más, la e liminación d e todo rastro de l carácter humano d e la violencia e n las relaciones

de convivencia capitalistas pare ce ser también la razón profunda de l vaciamiento é tico d e la

activida d política. Nunca como en la ép oca mod er na los manipulad ores de la "voluntad p opular" --

os que pone n e n p ráctica "solucione s" más o m enos "finale s" a las "cue stione s" sociales,

culturales, é tnicas, ecológicas, etcéte ra-- hab ían pod ido e jercer la violencia d e sus funciones con

anto de sap ego afectivo ni con tanta eficacia: como simp les veh ículos de un "imp e rativo" de

pre tensiones astrales --la Vorsehung -- que pa sara intocad o a través d e todos los criterios devaloración de l comportamiento humano.

 

Tesis 11

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La mod ernida d y e l impe rio de la e scritura

 

La op ortunida d mode rna d e libe rar la d ime nsión simbólica d e la existencia social --la activida d de l

homb re como constructor de sign ificaciones tanto prác ticas como ling uísticas-- se e ncue ntra

afectad a de cisivame nte por e l hecho d el re-centramiento capitalista del proce so de rep roducciónde e sa e xistencia social en torno a la meta última de la valorización de l valor.

A finale s de la Edad Med ia occide ntal, la dime nsión comunicativa de la e xistencia social --el

conjunto de sistem as se mióticos organizad os e n torno al leng uaje-- fue sin d uda la dimensión más

directamente afectada p or el impacto proveniente d el "cambio de med ida" en e l proceso de

e p rod ucción de la rique za social, por los efectos de su "salto cualitativo" a una nue va escala de

med ida, la d e la totalida d de l continente e urope o . Los códigos d el proce so de ciframiento/ 

de sciframiento (producción/ consumo) de las significaciones p rácticas e n la vida cotidiana, que

hab ían ope rad o a través d e una normación de te nde ncia restrictiva y conservadora d urante toda la

arg a "historia d e la escase z" --historia e n la que ningún proye cto de vida social pod ía ser otra cosaque la ampliación de una estrateg ia d e sup er vivencia--, alcanzaron la capacidad de conquistar

zonas de sí mismos que hab ían deb ido pe rmane cer se llad as hasta entonces. La tabuización o de-

neg ación de un amp lio conjunto de p osib ilida de s de dona ción de forma a los prod uctos/ útiles

biene s/ pr oducidos) pud o así come nzar a d eb ilitarse . La estructura d el campo instrumental pudo

comenzar su re composición histórica en una e scala cuantitativame nte amp liada y en reg istros

cualitativos comp letame nte inéd itos. Igualmen te, las distintas leng uas naturale s, que , ellas

ambién, venían normada s de hecho e n dirección restrictiva por la vige ncia ap lastante de sus

esp ectivas e structuras míticas e n el lenguaje cotidiano, come nzaron su pr oceso d e reconstitución

ad ical, de auto-construcción justame nte como "lenguas naturales mode rnas"; obe de cían al

lamado que venía de la creativida d lib era da e n la esfer a de las hablas cotidianas, que e llaspe rcob ían" como un re to para intensificar y dive rsificar su capacidad cod ificado ra.

Es indud ab le q ue un logoce ntrismo pre valece en la existencia humana e n la misma med ida en la

que ella hace de todos sus comportamientos rea lidad es se mióticas; la socieda d humana otorga a la

comunicación propiame nte lingüística la jer arquía de rep rese ntante y coord inad ora d e toda s las

otras vías d e la semiosis p ara e fectos d e la construcción d el se ntido común d e todas e llas. Le

pe rmite incluso que consolide e sa ce ntralidad cuando ella misma la conce ntra y de sarrolla e n

calida d d e e scritura.

Pero ap arte d e logocé ntrica, la comunicación social de b ió ser también logocrática; es d ecir, noólo tuvo que someter su prod ucción g lob al de sentido a l que se origina e n la comunicación

puramente lingüística, sino que de b ió ad emás comp rometerla e n una tarea d eterminada que le

corresp onde esp ecíficamente a é sta última, la tare a muy esp ecial que consiste e n de fend er la

norma q ue d a ide ntidad singular al código de una civilización. La comunicación ling üística red uce

y conde nsa p ara e llo su función mitopoyé tica; lo e ncier ra e n el cultivo herme néutico d e un texto

agra do y su corp us dog mático. Aunque no lo pa rezca, la logocracia no consiste e n verd ad e n una

afirmación e xage rad a d el logoce ntrismo; la logocracia --impuesta por la nece sida d d e

undam entar la p olítica sob re b ases religiosas-- imp lica el e mpob recimiento y la unilateralida d de l

ogoce ntrismo. Es en verd ad una ne ga ción de l de splieg ue d e su vige ncia; trae consigo la

ubord inación d e los múltiples usos de l leng uaje al cumplimiento hier atizad o d e uno solo de ellos,el uso q ue tiene lugar en el d iscurso mítico re ligioso.

Al igual que sob re los códigos p rácticos y los ling uísticos y sobre los usos instrumentales y las

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Bolívar Echeverría - 15 tesis sobre la Modernidad

hab las, el impa cto fundam ental de la mode rnidad fue tambien lib er ad or resp ecto de l

ogoce ntrismo. Traía la op ortunida d, p rimero, de quitar a la p roducción/ consumo d e

ignificaciones p rácticas de la op resión ba jo el pod er om nímod o de l lenguaje y, seg undo, de

oltar a éste d e la obliga ción de autocensura que le imponía e l cultivo de l mito consagrad o.

Pero la libe ración del uso de los med ios instrumentales, es d ecir, de la cap acidad de inventar

ormas inéd itas p ara los p roductos útiles, sólo pud o se r, en la mode rnida d cap italista, una

ibe ración a med ias, vigilada e intervenida. No todas las formas d e la cre ativida d que son

eclamad as por los sere s humanos en la pe rspe ctiva social-natural de su existencia pue de n serlo

amb ién p or parte d e l "sujeto sustitutivo", el capital, en la pe rsp ectiva de la valorización de l valor.

El código p ara la construcción (prod ucción/ consumo) de significaciones p rácticas p udo

potenciarse --d inamizarse , amp liarse , d ive rsificarse --, pe ro sólo con la me d iación de un

corre ctivo, de una sub -codificación que lo marcab a de cisivame nte con un sentido cap italista. La

nte riorización semiótica "natural" de una antigua e strateg ia de sup e rvivencia venía a ser

ub stituída por otra, "artificial", de e fectividad d ife re nte, pe ro tamb ién inclinada e n sentido

ep resivo: la de una estrateg ia p ara la acumulación de cap ital.

Cosa p are cida aconteció en la vida d el d iscurso. Rotas las b arre ras arcaicas (religiosas y

numinosas) de la e structura mítica d e las leng uas --la q ue, al normarlas, les otorga una ide ntida d

prop ia--, otras limitaciones, de un orde n d ifere nte, apa recieron en luga r d e ellas. Al

ecompone rse a p artir de una ép ica y una mitopóyesis básicamente b urguesas pe ro de corte

cap italista, la e structura mítica d e las leng uas mod er nas se vio e n e l caso de reinstalar unas

acultade s de ce nsura re novad as. El "cad áve r de Dios", e sto es, la mora l de l autosacrificio

prod uctivista como vía de salvación individual --que haría de l vulgar e mp resar io un sujeto d e

emp resa y aventura, y daría a su comportamiento la jera rquía de una activida d d e alcance

ontológico-- se constituyó e n e l único p risma a traves de l cual es posible acce de r al sentido de lo

eal.

Destronad o d e su logocracia tradicional y expulsado d e su monop olio del acce so a la realida d y la

verd ad d e las cosas, el ámb ito de l discurso qued ab a así, en p rincipio, lib era do d e su servicio al

mito intocab le (escriturado) d e un re -ligamiento de spótico d e la comunidad . Pronto, sin e mb arg o,

ecib ió la cond ena de una re funcionalización logocrá tica d e nuevo tipo. Seg ún é sta, el mome nto

pre dominante d e todo e l "metab olismo e ntre e l Homb re y la Naturaleza" --caracterizad o ahora p or

el de sb ocad o pr oductivismo ab stracto de l Homb re y por la d isponib ilida d infinitame nte p asiva de

a Naturaleza-- se sitúa e n la aprop iación cog noscitiva de l refer ente, e s d ecir, en la activida d de la

razón instrumental". Recomp uesto para e l e fecto sobr e la b ase d e su re g istro técnico-científico, e l

eng uaje resulta ser e l lugar p rivilegiado y e xclusivo de ese logos prod uctor de conocimientos;

esulta ser así, nuevamente aunque de manera d ifere nte, el lugar d onde reside la verdad de todaotra comunicación p osib le.

Este, sin emb arg o, su dominio re staurado sob re la se miosis práctica, le cuesta al leng uaje una

ue rte "de formación" de sí mismo, una red ucción re fe re ncialista de l conjunto de sus funciones

comunicativas, una fijación ob se siva en la exp loración apr op iativa de l contexto. El leng uaje d e la

mode rnidad ca pitalista se e ncuentra acond icionado de tal mane ra, que e s capaz de re stringir sus

múltiples cap acidad es --de re unir, de e xpre sar y convence r, de jugar y de cue stionar-- en

b ene ficio d e una sola d e ellas: la d e convertir al refere nte e n información pura (de purad a). Junto

con la re composición mod erna de la logocracia tiene lugar también una re funcionalización radical

de su p rincipa l instrumento, la escritura. De texto sag rad o, pe trificación protectora de l discurso enel que la verd ad se re vela, la e scritura se convierte en el vehículo d e una intervención ineludible

de l logos instrumental en todo p osib le uso de l leng uaje y en toda posible intervención suya en las

otras vías d e prod ucción/ consumo d e significaciones. La se cularización de la escritura y el

pe rfec cionamiento consecuente d e sus técnicas ab rió pa ra el discurso unas posibilidad es d e

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de splieg ue d e a lcance s inauditos. En tanto que es tan sólo una versión autónoma d el hab la verb al,

el hab la e scrita es una prolongación esp ecializad a d e e lla, un modo d e llevarla a cab o que

acrifica cie rtas caracte rísticas de la misma e n b ene ficio de otras. La envid iable e inigualab le

contunde ncia comunicativa de l habla verb al, que le pe rmite se r e fíme ra, tiene un alto p recio a los

ojos de l hab la escrita: de b e ir acompañad a de una consistencia incomp leta, confusa y de b aja

prod uctividad informativa. El habla verb al sólo e stá a sus anc has cuand o se conduce en una

estrecha d ep end encia resp ecto de otros cauces de la semiosis corporal (la ge stualida d, la

musicalida d, e tcétera), lo que ab re p asajes dé b iles o incluso de silencios en su p ropia

pe rformance ; cuando jueg a con el p red ominio d e las d istintas funciones comunicativas (de la másb urd a, la fática, a la más re finada , la poé tica), juego que la vue lve irre pe tib le; cuand o, finalme nte,

ecurrre a una transmisión simultánea d e me nsajes para lelos (para varios re cep tores posibles),

hecho que vuelve azaroso su de senvolvimiento.

El habla e scrita nace como una r esp uesta a la ne cesidad de salvar e stas limitaciones informativas,

aunque sea a costa de la p lenitud comunicativa. Fascinad as p or e l espíritu conclusivo, atemp oral y

e ficiente de l hab la e scrita --con su autosuficiencia ling uística, su concentración unifuncional y su

unilinea ridad --, hay zonas de l habla verb al que ve n e n e lla su tierra p rome tida .

Sin e mb arg o, no es e sta supe riorida d unilateral de l habla escrita lo que la lleva a inde pe ndizarse

de l habla verb al y a someterla a sus prop ias normas. (No hay que olvida r que las leng uas naturales

mode rnas se ge neran a p artir de un habla que ha supe ditado e l cumplimiento de sus nece sidad es

glob ales de comunicación al de las nece sida de s restringida s de su versión escrita.) El hab la

e scrita de una lengua mod e rna --cuya norm ación imp lica una fijación refere ncialista de las

unciones comunicativas, pue sto que su me ta es el acop io de información-- ofrece el mod elo

pe rfec to de un ord ena miento racional prod uctivista d e la activida d humana. El conjunto de los

med ios o instrume ntos de trabajo y d isfrute --que es la instancia ob jetiva má s inmed iata d el cue rpo

humano, de la concre ción multidime nsional de su e star e n el mundo-- se d eshac e, como lo hace e l

hab la e scrita, de todos los modos d e su funcionamiento que no d emue stran ser racionales e n elentido d e la eficiencia exclusivamente p rag mática. Pued e d ecirse así que, al guiarse

conciente mente o no p or esta red ucción de las capa cida de s técnicas de l med ium instrumental, el

proce so de prod ucción y consumo de l conjunto de los b iene s es e l fundam ento que ratifica y

ortalece a la escritura e n su p osición heg em ónica d entro d el hab la o el uso lingüístico y d entro d e

a se miosis mod erna en g ene ral. Es la p ráctica tecnificada e n sentido pra gmá tico la que de spierta

en la escritura una "voluntad d e pod er" inde tenible. Así se e xpand e la nue va logocracia: significar,

de cirle algo a alguien sob re algo con una cierta intención y de una cierta mane ra" de b erá

consistir primaria y fundam entalmente e n hace r d el he cho comunicativo "un instrumento d e

ap ropiación cognoscitiva" de ese "algo", de "lo real". Todo lo d emá s se rá se cunda rio. 

Tesis 12

Pre-modernidad, semi-modernidad y post-modernidad

La postmode rnidad e s la característica de ciertos fenóm enos p eculiare s de ord en g ene ral que se

pre sentan con necesidad y de manera pe rmanente de ntro/fuera de la propia modernidad. (No es

ólo el reciente rasg o de una cierta pob lación acomodad a que nece sita de un nuevo hastío --estavez ante a la mode rnidad corriente-- pa ra da rle un toque trascend ente, y así privativo y

aristocrático, a su imag en reflejada en el esp ejo.) Se trata de una de las tres mod alida de s

principa les de la zona limítrofe en d onde la vige ncia o la cap acidad conformad ora d e la

mode rnidad establecida pre senta muestras de agotamiento.

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La mod ernida d es un mod o d e totalización civilizatoria. Como tal, pose e difer entes gra dos de

dominio sob re la vida social, tanto en e l transcu rso histórico com o en la extensión ge og ráfica. Allí 

dond e su dominio es más d eb il ap are cen ciertos fenóme nos híb ridos en los que otros principios

de totalización concurrentes le disputan la "materia" que está siend o conformad a p or e lla. Es en la

zona d e los límites q ue d an hacia el futuro p osib le en dond e se pre sentan los fenóm enos p ost-

mode rnos. En la que da hacia el pasad o por supe rar se mue stran los fenóme nos pre -modernos. En

a que se ab re/ cier ra hacia los mundos extraños por conquistar se d an los fenóme nos semi-

modernos.

La dinámica del fundam ento de la mod ernidad ge nera constanteme nte nuevas constelaciones de

posibilidad es p ara la vida humana, las mismas que d esa fían "de sde el futuro" a la capacida d d e

inte tización de la mode rnidad ca p italista. Allí dond e é sta resulta incap az mome ntáne a o

de finitivamente d e p onerse en jueg o rad icalme nte a fin de sostene r este re to; allí dond e su

amb ición conformad ora le hace salirse de sus límites p ero sin ir más allá d e sí misma, las

noved ad es p osib les d e la vida social no alcanzan a constituírse d e m ane ra autónoma y se que dan

en e stado de de -formaciones de la mode rnidad e stablecida. Parad igmático sería, en e ste sentido,

el fenóme no ya centenario d e la p olítica económica mode rna, que se emp eña e n d ar cuenta de la

nece sidad real de una planeación de mocrática de la prod ucción y el consumo de b iene s, pero q ue

o hace med iante e l recurso insuficiente de sacrificar a med ias su lib era lismo e conómico

estructural y su vocación cosmopolita para pone r e n p ráctica inter venciones más o menos

autoritarias y p roteccionistas (pate rnalistas, unas, totalitarias, otras) d e l "e stado" en la "economía".

Otro tipo d e reto que la mode rnidad capitalista no p ued e siemp re sostener e s el que le plantean

ciertas realidad es d e su propio pasad o, provengan é stas figuras anteriores d e la mode rnidad o d e

a historia pre -cristiana d e Occidente . Arrancad os d e su pe rtene ncia cohere nte a una totalización

de la socied ad en el pa sado, q ue e stuvo dotada d e a utonomía política y vitalida d histórica, una

erie de eleme ntos civilizatorios d el p asad o (ob jetos, comportamientos, valores) pe rd uran sinemb arg o en e l mundo construído p or la mod ernida d d ominante; aunque son funcionalizados p or

ella, lo inade cuad o de l modo e n que lo están les p ermite mantene r su efectividad . Parcialme nte

ndispe nsab les p ara e lla, que se d em uestra incap az de sustituírlos por otros más aprop iad os, son

estos "cuerp os extraños", fijad os en una lógica ya fuera de uso pe ro que es com pa tib le con la

actual, los que se re prod ucen e n calidad de fenómenos p re-modernos.

Difer entes de estos, los fenóm enos semi-mode rnos son eleme ntos (frag me ntos, ruinas) de

civilizaciones o construcciones no occide ntales de mundo social, que mantiene n su d ere cho a

existir en el mundo de la mode rnidad europe a p ese a que el fundamento tecnológico sob re e l que

ueron levantad os ha sucumb ido ante e l avance arrasad or d e la mode rnización. La vitalida d quede muestran tener e stos elementos aparenteme nte incompatib les con toda mod ernidad --pe se a

que son integ rad os en exterioridad , usados sin resp etar los principios de su diseño, de ma nera

muchas vece s monstruosa-- es la prue b a más e vide nte d e la limitación euroce ntrista que afecta al

proyecto de la mode rnidad dominante. Para no ser de sbord ada por la dinámica fundamental de la

mode rnidad , que tiend e a cue stionar todos los pa rticularismos trad icionales, la solución

cap italista, que sólo es e fectiva si rep rime e sa d inámica fundam ental, se ha refugiado de ntro de los

márg ene s ya prob ad os de la "elección civilizatoria" prop ia d el occide nte europ eo.

Rea cciones de la mod ernida d cap italista ante su prop ia limitación, estos tres fenóm enos, p ued en

leg ar a pre sentarse juntos y comb inados. Componen entonces el cuadro d e grand es cataclismoshistóricos. Tales han sido, ha sta aq uí, los d os ca sos d e l fraca so "socialista" en e l Siglo XX, e l de la

contra-revolución "socialista nac ionalista" en Alemania y e l de la p se udo-revolución "socialista

colectivista" en Rusia.

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Bolívar Echeverría - 15 tesis sobre la Modernidad

La crisis de la mode rnidad e stablecida se pre senta cad a vez que e l ab solutismo de su forma e stá a

punto de ahog ar la substancia que le pe rmite se r tal; cad a vez que , dentro de su med iación de las

promesas e mancipatorias inhere ntes al fundamento de la mod ernidad, e l primer momento de esa

med iación, esto es, la ap ertura de las posib ilida de s económicas de la ema ncipación resp ecto de la

historia d e la escase z", entra e n contradicción con e l segund o mome nto de la misma, es d ecir, con

u re-neg ación de la vida emancipada, con la re pre sión a la que somete a toda la de nsidad de la

existencia q ue no e s traducible al re gistro d e la economía cap italista: la asunción de l pasad o, la

d isposición al po rven ir, la fascinación p or "lo otro". 

Tesis 13

Mode rnización prop ia y mode rnización adop tada

 

Toda mod ernización ad optad a o exóge na proviene d e un proce so de conq uista e implica por tantoun cierto gra do d e imposición de la identidad cultural de una socied ad y las metas particulares de

a emp re sa histórica en que e lla está emp eña da sob re la ide ntida d y las metas históricas de otra.

Mientras la mod ernización prop ia o end óge na se afirma, a través de todas las resistencias de la

ocied ad d onde acontece , en calida d d e consolida ción y potenciación de la ide ntida d re spe ctiva,

a mode rnización exóge na, por el contrario, trae siem pre consigo, de mane ra más o menos

ad ical, un de squiciamiento de la identidad social, un efecto de sdob lador o dup licador d e la

misma. La mode rnidad que lleg a e stá marcada por la ide ntidad de su lugar d e proce de ncia; su

arraigo e s un ep isodio de la e xpansión de esa marca, una muestra d e su capacidad de conquistar --

violentar y cautivar-- a la marca q ue p re valece en las fue rzas prod uctivas autóctonas. Por e stacausa, la socied ad que se mod erniza d esd e afuera, justo al defend er su ide ntidad , no pued e hacer

otra cosa q ue dividirla: una mitad de ella, la más confiada, se transforma e n e l esfuerzo de integ rar

la parte ap rovechab le" de la ide ntida d a jena e n la prop ia, mientras otra, la d esconfiada, lo hace

en un e sfuerzo d e signo contrario: el de vencer a la ajena de sde ade ntro al dejarse integ rar por

ella.

Cuand o la mode rnización exóge na tiene lugar e n socied ad es occide ntales, más si éstas son

europ ea s y más aun si han sido ya transformad as p or alguna mod ernida d c apitalista anter ior a la

que tiend e a pre dominar históricamente, este proceso d e conquista p resenta un grad o de

conflictualida d re lativamente b ajo. La mod ernidad más vieja (la me diterráne a, p or e jemplo) se lasarre gla pa ra ne gociar su subord inación constructiva a la más nueva (la nore urope a) a camb io de

un ámb ito de tolera ncia para su "lógica" prop ia, es d ec ir, para su ma rca d e origen y p ara e l cultivo

de la identidad social repre sentada p or ella.

La mod e rnización por conq uista se vuelve conflictiva y virulenta cuando acon tece en la situación

de socied ade s de cididamente no occide ntales. Dos opciones tecnológicas propias de dos

e leccione s civilizatorias" y dos historicidad es no sólo diver gentes sino ab iertame nte

contrapue stas e incompatib les entre sí de b en, sin emb arg o, utópicamente, "enc ontrarse" y

comb inarse , entrar e n un p roce so d e me stizaje. Por ello, la asimilación q ue las formas civilizatorias

occide ntales, inhere ntes a la mode rnidad cap italista, pued en hace r d e las formas civilizatoriasorientales tiene que ser ne ce sariamente p erifér ica o sup erficial, es d ecir, tend encialmente

de structiva de las mismas como p rincipios d ecisivos de configuración de l mundo d e la vida. Una

asimilación de éstas como tales p odría descompone r de sde ade ntro al carácter e uropeo d e su

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occide ntalidad " o some terlo a una transformac ión radical de sí mismo --como fue temp rana me nte

el caso d e las formas d e la mod er nida d med iterr áne a (ib érica), obliga da s e n e l siglo XVII a

nteg rar p rofundame nte los restos de las civilizaciones p re colomb inas, por un lad o, y de las

civilizacione s africanas, p or otro --.

En los proce sos actuales d e mode rnización exóge na, la mode rnidad europe a, para se r acep tada

ea lmente, tiene que enra rece r al mínimo su ide ntida d histórico concre ta, esq uema tizarla, privarla

de su conflictualida d interna, d esd ibujarla ha sta lo irreconocible; sólo así, red ucida a los rasg os

más p roductivistas d e su pr oyecto cap italista, pued e encontrar o improvisar e n las situaciones no

occide ntales un a nclaje histórico cultural que se a d ifere nte d el que le sirvió d e b ase en sus

oríge nes. Igualmente, e n e l otro lado, en las socied ade s no occide ntales q ue de b en adop tar la

mode rnidad capitalista, la acep tación que hacen d e é sta de pe nde de su capacidad de reg resión

cultural, de l grad o e n que están d ispue stas (sin mied o al ab surdo ni al ridículo) a traducir a

érminos p rimitivos los conflictos profundos d e su e strateg ia civilizatoria, elaborad os y de purad os

por milenios en su d imensión cultural.

Pare ciera que allí, justo en e l luga r de l dese ncuentro, de la neg ación recíproca d e e llos mismos, es

de cir, sobre el de nominador común d e la exige ncia cap italista --la voracidad pr oductivo/ 

consuntiva--, se encue ntra el único sitio en d onde el occide nte pue de encontrarse con el resto de l

mundo. Por lo que se ve, aunque re spe tuosa tanto de l pasado como d e lo no e uropeo, una

mode rnidad alter nativa no p odría contar con e llos como a ntídotos se guros contra el cap italismo. 

Tesis 14

La mode rnidad , lo me rcan til y lo capitalista

La soc ialización me rcan til forma parte constitutiva d e la ese ncia d e la mod e rnidad . La soc ialización

mer cantil-capitalista sólo es p ropia, en ca mb io, de la figura p articular d e mode rnidad que

pre valece actualmente.

La expa nsión de la función religiosa, es d ecir, socializadora , de la cultura cristiana, de pend ió, en la

Edad Med ia, de su capacidad de convence r a los sere s humanos de su propia existencia en

calida d de comunida d re al, de ecclesia o "cuerp o d e Dios". El lugar en dond e los fieles te nían la

compr ob ación empírica de ello no era, sin emab rgo, el temp lo; era e l merca do, el sitio en d onde

el b uen funcionamiento de la circulación mercantil de los biene s p roducidos p erm itía a los

ndividuos sociales, sob re e l común de nominador de "prop ietarios privados", reconoce rse y

ace ptarse re cíproc ame nte como pe rsonas reales. La existencia de Dios resultab a indud ab le

porq ue la violencia arb itraria (el Diablo) que ca mpe ab a e n las relaciones sociales p ost- o e xtra-

comunitarias ce día e n los hechos ante la vige ncia de l orden p acífico de quiene s comen e l fruto de

u prop io traba jo. La p rese ncia de un Juez invisib le e ra e vide nte p ues sólo ella p odía e xplicar e l

pre mio" que le tocab a e fectivame nte a quien más trab ajaba y e l "castigo" que se ab atía sob re e l

que , aunque "orab a", no "laborab a".

Pero si es cierto que la me rcanc ia estuvo al se rvicio de la consolidación d e l cristianismo, no lo es

menos q ue é ste term inaría d estronad o por e lla. De se r el "leng uaje de las cosas" que ratificab a e n

os he chos p rácticos la verd ad re-ligante d el d iscurso mítico cristiano, el mecanismo de

metamorfosis me rcantil de la rique za ob jetiva --el q ue lleva a ésta a a b and onar su e stad o d e

prod ucto y a tomar su estado d e b ien, neutralizánd ola primer o en calida d d e me rcancía-dinero--

pa só de mane ra lenta pero firme e irreversib le a se r él la verd ad era e ntida d re -socializad ora. El

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me rcad o sustituyó al mito; re dujo al cristianismo, de eclessia, a un sistema d e impe rativos morales

que idea lizab a, como un mero e co ap ologé tico, la sujeción de la vida humnana a su p ropia acción

mág ica" de fe tiche socializador.

Pero lo que lo mercantil hizo con lo re lig ioso, lo capitalista, a su vez, hab ría de hace r con lo

me rcan til. En su lucha contra la pre po tencia d e l monop olio púb lico y pr ivad o --contra la violencia

de l dominio sob re la tierra y sob re la tecnología--, la camp aña d e afirmación (exp ansión y

consolida ción) de lo me rcantil de b ió avanzar hasta una zona en la q ue lo me rcantil, pa ra e ntrar,

enía que camb iar de signo, que conve rtirse e n la neg ación de lo que pre tendía afirmar. Deb ió

mer cantificar el ámb ito d e lo no mer cantificable p or e sencia; tratar como a un p uro ob jeto

Bestand ) a aquello que de b ería ser p uro sujeto; como simp le valor mercantil a lo que d eb er ía ser

uente de valor me rcantil: la fuerza d e trabajo d el individuo humano. Deb ió de jar de ser

nstrume nto de la universalización de la prop ied ad privada y p asar a se r el instrumento de una

estricción renovada , de nuevo tipo, d e la misma; deb ió traicionar a lo me rcantil y pone rlo a

uncionar como me ra ap ariencia de la ap rop iación cap italista de la riqueza. Lo mer cantil sólo

pud o vence r la re sistencia de l monopolio d esatand o las fuerzas de l Golem cap italista. Pre tendió

ervirse de él, y terminó por ser su siervo.

A fines d e sig lo, la distinción en tre lo me rcan til y lo capitalista pa re ce ya irrele vante y ab strusa o

implemente cosa d el pasado. La mercancía parece habe r acomodado ya su e sencia a e sa

configuración monstruosa d e sí misma q ue es la me rcancía capitalista. Y sin e mb arg o no e s así.

Hay una difere ncia radical entre la g anancia capitalista que se pue de da r en la esfera de la

circulación me rcantil simple y la que se da e n la mer cantil-capitalista. La p rimer a se ría el fruto de l

ap rovechamiento de una voluntad d e inter camb io entre orb es p rod uctivos/ consuntivos de valores

de uso que e stán de sconectados e ntre sí, voluntad que se impone p or sobre la

nconme nsurab ilidad fáctica d e sus resp ectivos valores me rcantiles. La se gund a re sulta de l

ap rovechamiento de una constricción impe riosa al intercamb io que a pa re ce, pe se a lanconme nsurab ilidad e sencial de sus respe ctivos productos, entre las dos dimensiones d e la

ep roducción de la riqueza social: la de la fuerza de trabajo, por un lado, y la d el resto de las

mer cancías, por otro. Lo que en e l primer ca so sería el resultad o de la "de sigualdad "

esp ontáneame nte ventajosa en un "come rcio exterior", en el seg undo e s la consecue ncia de una

nstalación artificial de e sa "de sigualda d" en e l "come rcio interior". Continge nte y e fímera e n el

primer caso, la gana ncia capitalista es impe riosa y pe rmane nte en e l seg undo.

Desd e la pe rspe ctiva purame nte mercantil, todo e l merca do mod er no, como realida d concre ta, no

ería otra cosa que una sup erfetación par asitaria d e la p ropia re alida d mer cantil. Lo cap italista

estaría allí únicame nte como una d eformación arb itraria, por d eb ajo de la cual se re pe tiría demane ra clásica y ne cesaria e l triunfo inde finido d el p roce so puro de la circulación por

eq uivalencia. Las "imp urezas" concre tas que hace n d e él un p roce so inter venido --sea

esp ontáneame nte p or e l pod er "cieg o" de la monopolización capitalista o artificialmente p or la

mposición "visionaria" de una p laneación distrib utiva-- no alcanzarían a de struírlo por cuanto é l es

a e structura q ue las sostiene .

La posibilidad de soltar de l todo la "mano invisible" de l me rcad o --la que atraves aría los muchos

eg oísmos p eq ueños" para construir un "altruísmo g ene ral"--, de lib era r al Azar q ue guía e l

meca nismo de circulación por eq uivalencia, se e ncuentra en e l fundam ento mismo de toda

mode rnidad . Sin emb arg o, su realización en la mode rnidad ca pitalista, que pre tend ió proteg erlade los pa rasitismos estatales o señoriales q ue la ahog aron e n la era d e la e scasez, la ha llevad o a

un nuevo ca llejón sin salioda. En la inauguración capitalista d e la era de la ab undancia se imp one

de manera e spontánea el pre dominio de un comportamiento mercantil que re nieg a d e sí mismo.

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Es un comportamiento teme roso que pre tende tramposame nte "ab olir el azar" med iante un coup

de dé s siemp re re pe tido, capaz de aseg urar al capital contra el r iesg o de no obtener g anancias en

a ap uesta d e la inver sión. 

Tesis 15

"Socialismo r eal" y mod e rnidad cap italista

Considera do como orb e económico o "econom ía-mundo", e l "mundo socialista" fue el re sultado

histórico d e un intento frustrad o d e rem ode lación de l viejo impe rio económico d e Rusia; un intento

dirigido a aislarse de l orbe ec onómico o "mundo cap italista" y a comp etir con él, puesto e n

prá ctica sob re la b ase de una corre cción estatalista d el funcionamiento capitalista de la e conomía.

Sin p osib ilidad es re ales d e constituirse en un ord en social realmente difere nte y a lternativo fre nte

al orde n cap italista y su civilización, sin posibilidad es efectivas de de sarro llar una e structura

écnica acorde con una re constitución re volucionaria de seme jante alcance --hecho q ue se

manifestó temp rana y d ramáticame nte e n la historia de la revolución b olchevique --, el "mundo

ocialista" no pa só de ser una re composición de formad a, una versión o rep etición de ficiente de

ese mismo orde n social y d e esa misma civilización: una re composición q ue, si bien lo se par ó

de finitivamente de él, lo mantuvo sin e mb arg o irreb asab lemente en su de pe nde ncia. Lo d istintivo

de l "comunismo soviético" y su mod ernida d no e stuvo --parad ójicamente-- en ninguna

e rrad icación, parcial o total, de l cap italismo. Lo característico d e é l consistió en verd ad en lo

pe riferico de su europe idad , en lo dep end iente d e su economía y en e l carácter e statal de la

acumulación cap italista que lo sustentab a.

Unaa colectivización de los med ios de prod ucción como la q ue tuvo luga r e n e ste "comunismo",

que fue e n verd ad una e statalización de la p ropied ad cap italista sobre los mismos, no e limina

nece sariamente e l carácter cap italista de e sta forma d e p ropied ad . Por ello, si se conside ran

comp ara tivame nte las d os totalidad es impe riale s, la ecomonía-mundo "socialista" (Rusia, la Unión

Sovie tica y e l bloque de la Europa ce ntroriental) y la economía-mundo "cap italista" (su núcleo

rilate ral, pe ro tamb ién su pe rife ria "terce rmund ista"), las inneg ab les d ife re ncias entre e llas --en lo

que se re fier e a las condiciones d e e xistencia d e la "socied ad civil": rep rimida p er o proteg ida , en

a primera, de samp arad a pe ro libre , en la segund a-- no resultan ser más imp ortantes q ue sus

imilitudes también inocultables --en lo q ue atañe a la estructura y al se ntido más e lementales d e

a mode rnización de su vida cotidiana--. La sujeción d e la "lóg ica" de la creación de la rique za

ocial concre ta a la "lógica" de la acumulación de cap ital, la de finición de la humanidad d e lo

humano a pa rtir de su condición de fuerza de trabajo, para no me ncionar sino dos p untos

ese nciales de la mode rnidad económ ica y social cap italista, fueron igualmente dos principios

b ásicos d e la mod ernida d "socialista", que se afirmaba sin e mb arg o como una a lter nativa frente a

ella.

El proyecto elemental de la mod ernidad capitalista no d esap areció en la mode rnidad de l

socialismo re al"; fue simp lem ente más d éb il y --sob re todo-- tuvo me nos op ortunida de s d e

d isimular sus contrad iccione s.

El de rrumb e d el "socialismo real" --de senc ad ena do p or la victoria lenta y sord a, pe ro contunde nte, de los

e stados cap italistas occide ntales sob re los estad os "socialistas" en la "gue rra fría" (1945-1989)--, hab orrad o de l map a de la historia viva a las e ntida de s socio-políticas que de mane ra tan de fe ctuosa

ocupa b an e l luga r histórico de l socialismo. Lo que no ha p odido b orrar es e se lugar en cua nto tal. Por el

ontrario, al exp ulsar d e é l a sus ocupantes inade cuad os --que ofre cía la comp rob ación emp írica de lo

mpracticab le d e una socied ad verd ade ramente e mancipad a, e indirectamente d e lo incuestionable d el

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estab lishme nt capitalista-- le ha d evue lto su calida d de terre no fér til para la utopía.

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