bayly jaime - el dios confundido.pdf

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    Jaime Bayly - El dios confundido

    Por qu escribo? No lo s bien y tampoco quisiera saberlo con certeza,porque presiento que el da en que lo sepa de un modo perfectamente

    racional, dejar de escribir. Slo s que cuando dejo de escribir mesiento mal: decae mi nimo, se avinagra mi humor, me invade una tristezainfinita por saber que estoy siendo desleal a m mismo, a mi sueo msdulce y cruel, el de sentirme, algn da, que todava avizoro lejano, unescritor. Sospecho que escribo porque es una manera de vivir otras vidas,de vivir de nuevo, de vivir mejor. Intuyo que la necesidad, la urgencia deescribir, suele surgir, en mi caso, de un conflicto, de una herida delpasado, de un desajuste con la realidad. Para escapar de la infelicidad yvengar en la ficcin todas las derrotas y miserias a las queinevitablemente nos condena la vida misma, uno tiene quiz la tentacin deinventarse otra vida, otras vidas, y hacer todo aquello -las aventuras

    gloriosas y las pequeas traiciones, los desmanes amorosos y las pasionescontrariadas, los triunfos y fracasos- que la realidad nos escamotetramposa y mezquinamente. Supongo que uno escribe para mejorar la vida,para embellecerla, para poblarla de fantasas extravagantes, para viviras una vida ms rica y completa. Pero quizs uno escribe tambin paraescapar tan desesperada como intilmente del paso del tiempo, para tratarde dejar algo -una huella, unas historias perdurables, un recuerdoemocionado- que nos sobreviva, que nos permita, de ese modo agnico,burlar a la muerte, hacerle una ltima trampa. De esas dos heridas quenunca cerramos -la grisura de la realidad y la certeza de la muerte- surgetal vez el deseo quemante por escribir, por crear ficciones, por

    inventarnos un mundo en el que podamos ser por fin todo lo que no pudimosser en este mundo grotescamente imperfecto que es el nuestro.Para m, escribir no es nunca un placer, es ms bien una batallasangrienta conmigo mismo, una escaramuza ciega con mis peores fantasmas,un combate desigual con aquellos demonios que me atormentan y de los queintento liberarme dndoles la cara y hablndoles sin miedo en el azarosoterritorio de la fantasa. Las cinco o seis horas en que, casi todos losdas, golpeo rabiosamente el teclado del ordenador, suelen ser de unaintensidad afiebrada, afiebrada y dolorosa, porque escribir desde laexperiencia personal, como a menudo hago yo, puede ser un acto tanpeligroso y al mismo tiempo redentor como el de los kamikazes queentregaban la vida por un ideal superior, un acto tan poticamente morboso

    como el del equilibrista que camina sobre una cuerda floja entre dosrascacielos y sin redes debajo, con el agravante, en mi caso, de que eseprecario equilibro en las alturas suelo hacerlo, o as me siento a veces,despojado de todo atuendo, completamente desnudo, pues s bien que lasmentiras que estoy urdiendo, los embustes que intento perpetrar revelarn,a su tortuosa manera, los secretos ms oscuros de mi alma, aquellasverdades inquietantes y hoscas que se esconden tras las mentiras de laliteratura. De esas horas speras y hasta brutales que son las de escribira tientas, hablando conmigo mismo, bordeando la esquizofrenia, metindomeen otras pieles, rindome como un luntico y llorando quiz como un nio,uno emerge extenuado pero victorioso, porque a la sensacin de fatiga y

    desolacin que suele asaltarme cuando se me acaban las fuerzas para seguirpeleando conmigo mismo y mis entraables personajes, sobreviene enseguida,al volver sbitamente a la realidad, una energa formidable, la discretaalegra de saber que tropec, ca, exhib mi cada, qued reducido a unguiapo y, sin embargo, renac, cambi de piel como un camalen y regresa la vida con renovados bros, con una ilusin y una vitalidad que creaperdidas para siempre.Porque el acto de escribir es eso mismo, morir y revivir, capitular y

    EDITADO POR "EDICIONES LA CUEVA"

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    triunfar, mirarse en el espejo y huir despavorido de uno mismo y regresarde esa fuga siendo otro, y siendo otro quiz mejor, ms consciente de susdebilidades y limitaciones, de su miserable condicin humana. Escribir espor eso, como deca el legendario Capote, una condena y una bendicin, elltigo con el que ests condenado a azotarte y tambin el regalo msmaravilloso de los dioses, que te permiten, al concederte ese don tan

    prfido, suplantarlos por un momento apenas fugaz, jugar t mismo a serdios, a tener un poder infinito sobre tus historias y tus personajes, atransgredir todos los lmites de la realidad, a darles vida a unascriaturas adorables o monstruosas y hacer con ellas lo que mejor quieras,salvarlas del peligro o liquidarlas sin piedad, a decidir sin que nadie seatreva a contrariarte todo lo que habr de ocurrir en esas pginas dondet y slo t jugars a ser dios, un dios caprichoso, arrogante ydeliciosamente confundido, un dios confundido, s, porque cuando escribesgozas de un poder omnmodo y puedes hacer todo lo que quieras y, sinembargo, a menudo no sabes qu diablos hacer, y descubres entonces lo queen verdad eres: un dios lisiado, minusvlido, slo un dios de mentira.

    Pero el escritor es tambin, adems de un camalen y un dios confundido,un aguafiestas, un espa, un agente infiltrado, porque la suya es unatarea a menudo incomprendida, la de observar con una mnima perspicaciatodo cuanto acontece a su alrededor, registrar minuciosamente eso mismoque ocurre en sus narices -y sobre todo a sus espaldas-, tomar nota detodo ello, robarle informacin valiossima a la realidad, tomar posesinde unos secretos altamante confidenciales y, una vez cumplido ese papelbucanero, el del pirata que asalta los tesoros escondidos de su tiempo,convertir toda esa materia prima que son sus apuntes, sus vivencias, susrecuerdos, transformar ese material explosivo en buena literatura, enficciones ms o menos poderosas, en mentiras persuasivas que sean capaces

    de pasar por verdades a los ojos del lector ms desconfiado. Es por esoperfectamente lcito -y dira ms: lcito e inevitable- que el escritoruse como mejor quiera su experiencia personal para, desde ese punto departida, entregarse a novelar, a delirar, a soar, a mezclar borrosamentelo que vivi o crey haber vivido, porque ya sus recuerdos estninevitablemente teidos de subjetividad, con lo que eligi vivir, graciasa su inventiva y su oficio, en el territorio siempre peligroso de laliteratura, y no tan solo en un personaje sino en todos, en cada una delas sombras que se perfilan sobre sus pginas, porque el buen escritordebera ser lo bastante audaz como para agazaparse no sobre apenas unpersonaje sino sobre todos los que brotan con turbulencia de su

    imaginacin, y meterse en sus corazones y sus mentes, y ser entonces unhroe y un villano, un valiente y un rufin, un don juan y una puta, unngel y un demonio. Si, como algunas almas pas y despistadas quisieran,le exigisemos a un escritor que, por pudor, delicadeza o simplementetimidez, prescindiese por completo de su experiencia, de sus recuerdos msperturbadores, para fantasear y novelar, si le pidiramos que fuese apenasun narrador distante y fro, incapaz de entregarnos pedazos de su alma,qu aburrida sera la literatura, y cuntas obras maestras nosperderamos como lectores, y cuntas verdades bellas o espeluznantes nosseran escamoteadas!Por eso el escritor debera tener siempre los ojos muy abiertos -incluso

    cuando duerme debera tenerlos abiertos, pues a menudo sus sueos lerevelarn quin es y de qu escombros est hecho-, porque es esencial quetenga un punto de vista nico, una mirada diferente e intransferible, quevea cosas que los dems no vemos o no quisiramos ver, que sea testigo nosolamente de la cara bonita de la fiesta, de las sonrisas y el baile, labelleza y la alegra, sino que tambin sea capaz de observar -y recordar-las cosas feas, los secretos ms o menos srdidos, las verdadesinconfesables, todo lo que ocurre tras bastidores, en los baos y losdormitorios, en la penumbra de la cocina, en algn pasillo sinuoso, y por

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    eso el escritor es tambin un aguafiestas, porque pesa sobre sus hombrosla ingrata tarea de meterse en la fiesta, fingir una cierta actituddistrada, no abandonarse al bullicio y la felicidad, enterarse framentede todo lo que ocurre en ella y luego contarlo a su manera, a suatormentada y delirante manera. No basta con mirar bien y recordar mejor,hace falta tambin, me parece, un cierto coraje para contarlo todo, para

    describir las grandezas y las miserias de las que uno fue testigo, para nosucumbir al miedo de contar algunas cosas speras, para afirmar, en elacto mismo de escribir, una vocacin por estropear la fiesta, por hacer deaguafiestas, por mostrarnos la vida misma, con su esplendor y su belleza,pero tambin con sus conflictos, sus desgarros, sus traiciones y susvilezas. El escritor con miedo es por eso un hombre acorralado yvacilante, un seguro perdedor, una vctima de su propia conspiracin. Elescritor que tiene miedo a mirar de frente su verdad, sus verdades,incluso aquellas verdades ms horrendas que tal vez descubra saquandolepedazos de informacin a la vida o buceando en las zonas ms oscuras de sualma, el escritor que tiene miedo a la verdad difcilmente ser capaz desobreponerse a esa derrota moral y escribir una novela memorable, unashistorias que nos toquen el corazn y perduren en nuestros recuerdos.Porque el miedo, la culpa y el pudor son, me parece, encarnizados enemigosa los que deber enfrentar todo escritor, y la suya ser una batallaarriesgada siempre, pero no podr escaparse de librarla si desea en verdadsalir airoso de esa quijotesca empresa que acomete, la de contarnos unpedazo de vida que nos conocamos, la de llevarnos por un viaje fascinantey perturbador del que volveremos siendo, de alguna extraa manera, unaspersonas diferentes de las que ramos antes de emprenderlo. El fisgn y elsuicida, el marginal y el descastado, el entrometido y el exiliado en supropio pas, todo eso es o debera ser, tal vez, un buen escritor, todoeso y algo ms: el demente que no tiene miedo a abofetear las ms slidas

    reputaciones, el luntico que sabe quedarse solo y no aspira nunca acontentar a las mayoras, el que disfruta siendo la voz corrosiva, el malode la pelcula, el loco calato que anda por la calle diciendo las feasverdades que alguna gente perfecta preferira no escuchar jams.Pero lo que finalmente determina que un escritor, sorteando no pocosescollos y sobreviviendo a las peores acechanzas, triunfe serenamente yescriba, despus de todo, una ficcin memorable, no es su mirada atenta,ni su espritu transgresor, ni su vocacin por contarlo todo aun a riesgode quedarse solo, sino la astucia, la retorcida habilidad, el oficio -delque obviamente carezco- para transformar en literatura todo lo queaprehendi en el camino, sobre todo en las cadas y emboscadas que

    encontr en su andadura; para organizar con eficacia narrativa unasescenas, unos dilogos, una trama que resulte sorprendente e inesperada;para lograr simplemente lo que tiene que hacer un escritor: contar bienuna buena historia, y contrnosla con unos recursos tan ricos ysubyugantes que el lector no pueda resistirse a ella, que se abandonegozosamente a su lectura y la devore de un tirn, como hipnotizado, y queno dude un segundo de que esas mentiras que ha inventado taimadamente elescritor son en realidad verdades incuestionables, que esos personajes quede pronto cobran vida y le hablan de veras no le resulten indiferentes,que los odie o se encarie con ellos y que una vez concluida la lectura seresistan a abandonarlo, porque esas son sin duda las mejores novelas, las

    que nunca llegas a olvidar del todo, las que te presentan unos personajesentraables que se meten para siempre en tu memoria y en tu corazn, lasque vives intensamente sin dudar jams de su verosimilitud, sin dudar deque todo est ocurriendo de verdad, porque cuando lo dudas, cuando serompe el embrujo en el que debe caer el lector ms avispado de una buenanovela, entonces el escritor ha fracasado penosamente, pues sus mentiras eimposturas han sido advertidas, y el precio que deber pagar ese escritorchapucero -por ejemplo, quien les habla- es el de provocar, en suslectores, el aburrimiento, la desidia, la apata, la decepcin de saber

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    que eso que les cuentan son puras mentiras, mentiras increbles. Porquelos buenos escritores cuentan siempre las mentiras ms crebles, las msverosmiles, las que se parecen tan lealmente a la vida misma que, aprimera vista, parecera que no podran haber sido inventadas, y por eso,tal vez, el mejor elogio que pueden hacerle a un escritor es decirle quela novela que ha fabulado es tan real, tan creble, tan rotundamente

    verdadera que tiene que haberla vivido l mismo, ya sea como protagonistao como testigo, y ese es un halago -y quizs tambin un malentendido- delque no he sido totalmente ajeno como aspirante a escritor, pues algunoslectores han cado en la curiosa supersticin de pensar que todos loslibros indecorosos que he perpetrado -que son, por supuesto, los seis quehe publicado con impaciencia- son, en realidad, la crnica minuciosa eimpdica de mis das y sobre todo de mis noches, que las escenasafiebradas que all he narrado corresponden fielmente a mi pasado, quetodo lo que escrito sin ninguna duda lo he vivido. S, es cierto, todo loque he escrito lo he vivido, pero no necesariamente en la vida misma, sinoen mis sueos y fantasas, en mi precaria imaginacin, en mis deliriosencendidos, y esa no es, por cierto, una manera menos intensa ni verdaderade vivirlo, y acaso sea incluso ms peligrosa, pues nunca sabes bien qudemonios pueden asomarse por algn rincn de tu estragada imaginacin yqu irresistibles travesuras pueden proponerte -travesuras, pecadillos,desmanes y tropelas que seguramente no cometeras en la vida real pero alos que te abandonas con deleite en el mbito incierto de la literatura.En todo caso, sospecho que habr siempre lectores maliciosos o despistadosque seguirn creyendo, a pesar mis balbuceos, que nada de lo que heescrito me lo he inventado, que todo lo he vivido secreta yvergonzosamente, y prometo que seguir respondiendo esos comentarios conuna sonrisa agradecida, porque son, sin quererlo, un elogio inmerecido, elmejor de los cumplidos, pues, por una parte, ya quisiera yo que la ma

    fuese una existencia tan azarosa y divertida como las de mis personajes,y, por otra parte, supongo que es una manera involuntaria y amable dedecirme que esas mentiras tienen que ser verdades, cuando yo s bien, siacaso lo s, que las he araado, que las he arrancado de mi imaginacin.Pero esta es, como bien saben, una cuestin muy borrosa, pues la fronteraque separa la realidad de la ficcin suele ser muy delgada e imprecisa, ypor eso a menudo ni el propio autor sabe con certeza cunto de lo que haescrito corresponde a su experiencia y cunto, a su inventiva, a susfantasas. En realidad, importa poco o nada que la biografa personal delautor pudiera intervenir ms o menos decisivamente en la creacin de unaficcin y en la manera como ella sea contada: resulta anecdtico y hasta

    irrelevante que el escritor tome fragmentos o pedazos de su itinerariovital para usarlos como materia prima para novelar, pues lo nico que enverdad importa no es cunto de la vida del autor se esconde tras la novela-algo que nadie, ni siquiera l mismo, podra nunca determinar conexactitud- sino cun poderosa es la capacidad de seduccin que esa novelatiene sobre los lectores, cun original y conmovedora es la historia, cuneficazmente est contada y, sobre todo, cuntas emociones es capaz dearrancarte, cuntas risas y lgrimas, cunta indignacin y alegra,cuntos sentimientos encontrados pueda robarte, porque esa es, para m, lamejor manera de encontrarme con un lector, la de tocar su corazn, la desaber que hemos redo y llorado juntos, que nos hemos aventurado en un

    viaje sin retorno del cual saldremos, para siempre, siendo cmplices yamigos.Hace diez aos tom la decisin imprudente de pelear por ser un escritor.S que no he publicado todava una buena novela. S tambin que mi vidacarecera de sentido si dejase de escribir y que estoy condenado a seguirescribiendo. Me aferro a esa certeza, una de las pocas que me quedan, yrecuerdo ahora, con una emocin que ustedes sabrn disculpar, a Sandra,que siempre, aun en los momentos ms difciles, crey en m como escritor,y a la respuesta inesperada que me dio mi hija mayor cuando, no hace

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    mucho, le pregunt que quera ser cuando sea grande, y me contest, sindudarlo: yo quiero ser como t, quiero escribir libros. Ninguna lnea queyo pueda escribir ser nunca ms bella, para m, que esa respuesta de mihija.