azul de ultramar o lapislázuli

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Page 1: Azul de Ultramar o Lapislázuli

Azul de Ultramar o Ultramarine o outremer.

Alemán: Lapislazuli, Lasurit.Inglés: Lapislazuli, Lazurite.

Etimología: del Latin piedra azul.

El pigmento natural se obtiene del lapislázuli, una piedra semipreciosa.

A Europa llegaba desde el Afganistán en la Edad Media. Utilizado desde la antigïedad, en los manuscritos bizantinos del siglo VII por ejemplo, se siguió utilizando hasta el siglo XIX. Era (y es) un material muy costoso.

El azul lapislázuli se caracteriza por sus excelentes condiciones de estabilidad.

Se emplea mucho en joyería, pero su principal importancia la debe al hermoso pigmento que proporciona (el ultramar), tan apreciado por los pintores por su gran ventaja de no perder color con el tiempo ni por efecto del aire o la humedad.

Mineral perteneciente a la familia de los silicatos, que tiene como fórmula Na8[s(AlSiO4)6]; es de color azul, con brillo vítreo.

En las superficies de fractura presenta brillo graso y raya azul. Cristaliza en el sistema cúbico, algunas veces en rombododecaedros, siempre implantados, pero generalmente aparece en agregados compactos o granudos.

Se origina en el metamorfismo de contacto de rocas calizas con potasio y azufre, o por enriquecimiento correspondiente, apareciendo en mármoles ricos en potasio, y a veces asociado con diópsido, sodalita, pirita o calcita. Su dureza es de 5 a 6, según la escala de Mohs.

Como esta piedra es muy dura, el color resulta muy dificil de separar de los otros componentes y los antiguaos tratados de pintura describen largamente las fatigosas operaciones para su trituración y lavado.

El color resultaba muy caro y por esto se aplicaba sólo como un velado sobre un fondo más claro, haciendolo además, con toda clase de precauciones, para que no padeciera luego el color al volverse el aceite amarillo. Por esto aplicaba Van Dyck, según

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Mayerne, el azul de Ultramar al temple sobre pinturas al óleo. Se encuentra en pinturas holandesas del S. XVII por ejemplo, como tono local en cielos y ropajes, aplicado en capas sobre fondo blanco.

Leonardo da Vinci, Fra Angélico y Albrecht Dürer, entre otros, usaron el “oro azul” en algunas de sus obras.

El tono es muy bello, pero ha desaparecido hoy su empleo a causa de su alto coste, al estar a nuestra disposición un sustitutivo mucho más barato el azul ultramar artificial.

Lapislázuli en las falsificaciones

El azul favorito de Van Vermeer era el auténtico ultramar (que se extrae de la piedra semi-preciosa llamada lapislázuli). Van Meegeren dijo que había conseguido auténtico azul ultramar, en el primer semestre de 1931, de “Winsor and Newton”, uno de los principales proveedores de artistas londinenss, quien confirmó que se habían hecho doce onzas y media de ultramar respondiendo a cuatro pedidos separados. El pigmento es tan caro y su demanda tan rara, que se supuso que Van Meegeren había sido el cliente en todas las ocasiones, aunque su nombre no apareciera en el registro de fimas. Es posible que Van Meegeren hicera alguna moledura final del mismo ultramar después de haber llegado tan lejos para la obtención del pigmento real, es extraordinario que en dos de sus falsificaciones se detectara azul cobalto, pigmento que no se descubrió hasta 1802. Todavía hoy, uno se pregunta si, en el caso de que los cuadros se huebiesen sometido al principio, al análisis científico, hubiera sido posible descubrir el engaño y reconocer todas sus falsificaciones.

Originario de Afganistán, hoy en día también se puede obtener, previo encargo a los importadores.Tuve la ocasión de ver una muestra de pigmento de lapislázuli puro en un establecimiento de Amsterdam, “Hoopman” (http://www.hoopmanamsterdam.nl/) y es de una belleza y luminosidad únicas.

Tambien se obtiene en Chile.

Documentación histórica: antigüa receta de elaboración del pigmento lapislázuli.

Fragmento de ‘El libro del arte‘, escrito por Cennino Cennini hacia el año 1437 (*1)

De la naturaleza y modo de hacer azul ultramar

Es el azul de ultramar un noble color, hermoso, perfectísimo sobre todos los demás, del cual nunca se acabará de decir en su pro. Y por esta excelencia suya te quiero hablar más largo y enseñarte cómo se hace. Y atiéndeme bien, pues ganarás honra y provecho. Y este color, junto con el oro (el cual florece en todos los trabajo del arte nuestra), sea en el muro, sea en la tabla, a todo trabajo responde.

Primero toma lapislázuli. Y si quieres conocer la buena piedra, tómala de aquella que está bien llena de azul, pues la hay como mezclada con ceniza. Aquella que menos tenga de color de ceniza, es la mejor. Pero mira no sea piedra de azul de Alemania, hermosa a los ojos, como un esmalte.

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Tritúrala en mortero de bronce cubierto, para que no te salte fuera; luego la pones sobre la piedra de pérfido, y muélela sin agua. Después, con un tamiz cubierto, como los de tamizar especias, tamiza el polvo y vuelve a moler lo que no haya pasado por el tamiz, teniendo presente que cuanto más fino lo muelas, tanto más fino azul será, pero no de matiz violáceo, tirando a negro; que el más fino es útil a los miniaturistas y para pintar vestidos blanqueados.

Cuando tengas listo este polvo, cómprale al especiero seis onzas de resina de pino, tres de almáciga y otras tres de cera virgen, para cada libra de lapislázuli; todas estas cosas las harás fundir juntasen un puchero nuevo.

Toma luego un trozo de tela de lino y cuela la mezcla en una orza vidriada. Después añádele una libra de aquel polvo de lapislázuli y remuévelo bien todo y haz con ello un pastel, bien incorporadas todas las cosas. Y para poder manipular dicho pastel, úntate bien las manos con aceite de linaza.

Se puede guardar este pastel por lo menos tres días y tres noches, empastando cada día un trozo de él; y cuenta que aún lo puedes conservar quince días, un mes y cuanto quieras.

Cuando vayas a extraer el azul, hazlo así: procúrate unos bastones de una rama fuerte, ni demasiado gruesa ni demasiado delgada; y que sean del largo de un pie, con los cabos bien redondeados y lisos. Y échale dentro de la orza donde tienes el pastel una escudilla de lejía caliente, y con los bastones, uno en cada mano, remueve y empasta el pastel como con las manos se amasa el pan, exactamente.

Cuando veas que la lejía está perfectamente azul, decántala en un tazón vidriado; luego échale otra tanta lejía caliente y vuelve a remover y amasar con los bastones. Y cuando la lejía se haya vuelto azul, viértela en otro tazón y vuelve a echar más lejía en la orza y repite lo mismo con los bastones y hazlo asimismo durante algunos días, hasta que ya el pastel no tiña la lejía; y entonces tíralo, que para nada sirve.

Después coloca en una mesa ante ti todos los tazones, esto es; la primera, la segunda, la tercera, la cuarta clase de extracto, siguiendo el origen mismo de la extracción; remueve la lejía y verás que el azul, por su propio peso, se fue al fondo; y así conocerás los extractos de dicho azul.

Delibera por ti mismo cuántas clases de este azul quieres, si tres, o cuatro, o seis, y las que quieras; pero te prevengo que el primer extracto es el mejor, como el del primer tazón mejor que el del segundo.

Y así, si tuvieres dieciocho tazones y quieres hacer tres clases de azul, mezcla (por orden) seis tazones y reduce cada mezcla a un solo tazón; ésta será la mejor manera de conseguir cada una de las tres clases. Pero ten en cuenta que los dos primeros extractos, si empleaste buen lapislázuli, valen a ocho ducados la onza. Los últimos extractos son peores que ceniza.

Así, procura practicar tus ojos y no estropees el azul bueno con el malo y cada día decanta la lejía de los tazones hasta que el azul se seque. Cuando esté bien seco, según las partidas o clases que de él tengas, lo guardas en cueros, en vejigas o en bolsitas. Y si

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por acaso el lapislázuli no fuese del bueno y lo hubieras molido de aquel que no vira al violado, yo te enseñaré a darle un poco de color.

Toma un poco de “cochinilla” y otro poco de palo rojo; cuécelos juntos; pero procura que el palo rojo sea raído con un vidrio; y todo junto lo cueces con lejía y un poco de alumbre de roca; y cuando hiervan y veas que dan un perfecto color bermejo, antes de separar el azul del tazón (pero ya enjuto de aquella lejía que tuvo) échale encima un poco de esta cochinilla y con el dedo remueve bien todo, y déjalo tanto tiempo que sin sol ni lumbre ni aire se seque. Cuando lo encuentres ya seco, guárdalo en una bolsa y déjalo reposar, que será bueno y perfecto. Y consérvalo bien, que es virtud saberlo preparar. Y sabe que esta es arte apropiada a las doncellas, más que a los hombres, porque ellas están de continuo en casa encerradas y tienen más delicada mano. Pero guárdate de las viejas.

Cuando vayas a emplear dicho azul, toma de el la cantidad necesaria; y si has de pintar vestidos claros lo molerás un poco en la piedra; si lo necesitas para llenar, ha de ser muy poco molido en el pórfido, siempre con agua clara y bien lavada y limpia la piedra; y si el azul te resultare un poco sucio, toma un poco de lejía, o de agua clara, y en un vasito remuévelo bien; y así lo harás dos o tres veces y quedará el azul bien purgado.

Nada te dirá de sus temples, pues más adelante te enseñaré todos los temples para cada color, en la tabla, en el muro, en hierro, en piedra y en vidrio.

Bibliografía:

(1) Cennini, Cennino: Tratado de la pintura (El libro del arte). Barcelona. Sucesor de E. Meseguer, Editor, 1979.

John FitzMaurice Mills: Los Conservadores de Obras de Arte. Centro de Información para Médicos ed., pag. 78. 1977

Max Doerner: Los materiales de pintura y su empleo en el arte ed. Reverté, pag 75. 1973

Hiscox-Hopkins: El recetario industrial. GG México, 1994.