Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso.

Un día, el pulpo estaba intentando atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta se había echo un lío con sus tentáculos, y no podía moverse. Trató de liberarse con todas sus fuerzas, pero le fue imposible, así que tuvo que terminar pidiendo ayuda a la langosta.

La langosta se llamaba Pipo y aunque era un poco pequeña siempre ayudaba a los demás y lo único que pedía a cambio era que le cantaran una bonita canción. Así que Pipo deslió los tentáculos de nuestro amigo el pulpo, que se llamaba Caco, y le pidió que le cantase.

Caco en ese momento no se acordaba de ninguna canción y le pidió a Pipo que si le dejaba pensar unos minutos. Pipo le concedió su petición, al cabo de un rato Caco empezó a cantar esta maravillosa canción.

La langosta quedó maravillada con aquella sintonía, y desde aquel momento Pipo y Caco se hicieron amigos inseparables.

¡Su aventura no había hecho nada más que empezar!

Con el lío que se había hecho con sus tentáculos a Caco se le había olvidado el hambre que tenía, pero después de haber cantado y haber hecho un nuevo amigo se acordó que llevaba días sin comer y le pidió a Pipo que le acompañara a buscar comida. Pipo se acordó de un arrecife que conocía muy cerca de la playa que estaba llenito de peces y sin pensarlo dos veces se fueron para allá relamiéndose por el camino.

Pero al llegar al arrecife vieron con sorpresa que allí no había ningún pez, sólo algas y vegetación. Los dos amigos muy tristes se pararon a pensar dónde podrían encontrar algo para comer. Cuando de pronto un pequeño mejillón salió de su concha y por arte de magia les leyó el pensamiento.

Toti, que así se llamaba el mejillón, les indicó otro sitio para ir a comer y también les aseguró que allí no tendrían ningún problema para encontrar peces. Así que Pico y Caco se pusieron en marcha y cuando iban a mitad de camino se encontraron con sus madres que casualmente también eran amigas.

Cuando Pipo y Caco les contaron a sus mamás que en el banco de peces que conocían ya no quedaba ninguno, ellas sabían lo sucedido. Resulta que los peces tenían miedo de los buceadores que les querían pescar y por eso se habían ido. Y Pipo le dijo a Caco: “Primero vamos a comer y luego pensamos algo para solucionar el problema”.

Los dos amigos y sus mamás se dirigieron al otro lugar que Toti les había indicado. Una vez allí descubrieron que había muchos peces y se prepararon para comer. Cuando terminaron empezaron a pensar en cómo solucionaban aquel problema con los buceadores porque no les gustaba la idea de que los peces tuvieran miedo y se marcharan de aquel precioso arrecife.

Al cabo de pensar durante un buen rato, no se les ocurría nada y les pidieron ayuda a sus mamás. Entre los cuatro idearon un plan.

Como Pipo sabía escribir, puso un cartel que ponía: PROHIBIDO PESCAR, SE PERMITE FOTOGRAFIAR A LOS PECES. Caco y las mamás organizaron un baile en el arrecife, crearon una burbuja de agua dulce para que tocara la Banda Sonora del Lago e invitaron a todos los peces de los alrededores.

Cuando los buceadores se sumergieron y vieron el gran espectáculo de peces empezaron a hacer fotos como locos y no les pescaron nunca más.

Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO NO SE HA ACABADO.