aún no empieza la madrugada

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An no empieza la madrugada

Cuando Fernando Soto Aparicio narr las desventuras de Clara Vicenta en el libro Despus empezar la madrugada (alrededor de 1970), describi un escenario en el cual en nombre de la defensa de la patria o de la revolucin ocurren una serie de atropellos a la dignidad humana que ambos bandos en cierto modo dicen defender: los unos por mantener el orden constitucional y los otros porque el estado los abandon. Siendo una adolescente, Clara creci en el pueblo de Playa Blanca, donde pas su niez y lo abandon todo por una incursin armada: su hermano muere en sus brazos a causa de las quemaduras por el incendio de su casa y del resto del pueblo, su padre muere desmembrado y quemado defendindola infructuosamente de una violacin por parte de un militar, al llegar a Bogot se convierte en prostituta porque no tiene otra forma de vivir, pierde a su otro hermano en la delincuencia, descubre que est embarazada (producto de la violacin) y decide regresar a su pueblo para ver que todo lo que haba construido su familia le fue arrebatado por hacendados desafortunadamente, las desgracias no terminan ah.

Y no terminan despus de ms de 40 aos de escrito el libro, puesto que hoy en da el conflicto armado contina con consecuencias desgarradoras para el colombiano de a pie: Colombia es actualmente el pas con mayor desplazamiento interno en el mundo (El Tiempo, 2014), y en las ciudades a donde llegan viven peor que los pobres y los indigentes (Caracol Radio, 2013), y ni siquiera la llamada Ley de Vctimas (Ley 1448 de 2011), por la cual se crean mecanismos para promover el retorno de las vctimas del conflicto armado a condiciones similares a las que tenan antes de su desarraigo (incluyendo sobre todo el retorno a sus propiedades y su correspondiente restitucin) ha sido suficiente para minimizar el dao hecho a estas personas puesto que han aparecido ejrcitos anti-restitucin que luchan por mantener el estado actual de propiedad; propiedad que muchas veces aparece involucrada en megaproyectos agroindustriales como algunos cultivos de palma africana, entre otros. Incluso en la obra, el retorno de Clara Vicenta a su pueblo marca ese pulso perdido entre el pequeo campesinado despojado de sus derechos y el hacendado que logra acaparar grandes extensiones de tierra por mrgenes irrisorios.

A esto la pregunta es: Alguno de nosotros puede hacer algo para cambiar?

La respuesta a esa pregunta es: Si se tiene la voluntad, s.

No es posible quedarse de brazos cruzados ante situaciones tan lamentables que, aunque se crean lejanas a la realidad cotidiana de cada uno, son ms cercanas de lo que se cree: en parte, el Paro Agrario del ao pasado tuvo esta situacin como una de sus bases. No se trata de hacer como Clara Vicenta, que termin alzada en armas contra el mismo Estado que la abandon y la ultraj, sino realmente cada uno, como parte del tejido social que es Colombia, encontrar maneras de remediar y mitigar los efectos de una violencia fratricida y sin sentido que da tras da todos los colombianos la sufrimos de alguna manera en carne propia.