asesinato de josé carrasco tapia

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El Pepe que conoc

El lunes 8 de septiembre de 1986, el periodista Fernando Paulsen tuvo que cumplir la ms dura de las tareas: contarle a Silvia Vera que su marido, el periodista Jos Carrasco, haba sido asesinado. En este relato, Paulsen relata cmo vivan los periodistas de la revistaAnlisisen plena dictadura, su relacin con Carrasco y el impacto del asesinato del periodista, hecho en el que se basa parte del captulo 9 deLos Archivos del Cardenal 2. El mensaje que se entreg esa madrugada del 8 de septiembre de 1986, con cuatro cuerpos cocidos a balazos en distintas partes de Santiago, fue el fin del mito: un electricista, un publicista, un profesor y un periodista estaban en igualdad de condiciones de ser exterminados durante la Dictadura. La pequea arrogancia que tenamos de creer que ser periodista te daba inmunidad para lo ms brutal de la represin, dos aos antes del plebiscito, qued destruida de cuajo.

Por Fernando Paulsen

I. UstedLa voz de Silvia Vera canta la cancin Usted, de Armando Manzanero. Estamos en su departamento de calle Santa Filomena, en el barrio Bellavista. Hemos escuchado el Usted de Silvia muchas veces. Tiene muy buena voz y clara entonacin. Pero lo que todos en ese departamento estamos esperando es el momento en que Silvia le dedica la cancin con distintas miradas a su esposo, el Pepe Carrasco.

Hay miradas burlonas cuando Silvia canta que Pepe es el culpable de todas sus angustias y todos sus quebrantos. Remos todos. Hay miradas de resignacin cuando Silvia se declara esclava de sus ojos y juguete de su amor. Hay miradas de futuro cuando Silvia reconoce en Pepe su esperanza, su ltima esperanza, y pide a Pepe que la comprenda. Y todo termina con esa mirada de plegaria urgente, cuando la voz baja hasta el borde del silencio, para prometer que Silvia la vida diera por vencer el miedo de besarlo a Usted.

Por supuesto, la cancin termina con el mentado beso y los aplausos de todos.

Las rutinas en tiempos de dictadura eran algo deseado. Daban seguridad. En la revistaAnlisistenamos la rutina de tener Viernes Alegres. Luego de entregada la siguiente edicin a la imprenta, el ltimo da hbil de la semana se converta en fiesta. La mayora de las veces en la misma revista, pero poco a poco fuimos trasladando la fiesta a casas de cada cual, donde todos llegaban.

Haba un trago que era impajaritable, que no s por qu razn nos gustaba tanto tomar y del que hoy poco se escucha, el vino navegado. Como un maln a la antigua empezaban a llegar los que denominbamos amigos de la revista, que traan cosas para comer y para tomar. Un amigo de la revista no requera muchos requisitos, salvo que alguien que trabajara enAnlisislo invitara. De ah quedaba con licencia para ser parte de los Viernes Alegres hasta el infinito.

En el departamento de Pepe y Silvia, cuando ella cantaba Usted, se viva el ltimo Viernes Alegre de los antiguos, donde cualquiera llegaba y todos eran amigos de la revista. Ninguno de nosotros, que ramos esa vez como diez o doce, volvera a escuchar a Silvia cantarle Usted al Pepe. Desapareceran las miradas, las burlas y el beso final con el tan-tn de la cancin.

Ese fue un Viernes Alegre reducido. Estaban pasando cosas raras. Llamados telefnicos amenazantes, seguimientos de autos extraos. 1986 haba sido declarado como el Ao Decisivo por la oposicin de izquierda a la Dictadura. La movilizacin social aumentaba. Las coaliciones opositoras tambin aumentaban. A la Alianza Democrtica y el Movimiento Democrtico Popular (MDP) , nacidos en 1983, se sumaba ahora una Asamblea de la Civilidad que era un arco amplsimo de figuras representando gremios, confederaciones, sindicatos, partidos polticos, centros de estudiantes, acadmicos y que tenan a la protesta en las calles como mtodo favorito de expresin.

Jos Carrasco Tapia, editor internacional de revistaAnlisisy consejero del Colegio de Periodistas, militante del MIR, era un entusiasta de la expectativa que mostraba la Asamblea de la Civilidad. Defenda que la protesta cundiera en momentos en que algunos crean que esas manifestaciones eran slo abollones menores que no desviaban a la Dictadura de su curso y, en cambio, clamaban que haba llegado el tiempo de enfrentar al dictador en su terreno, el militar. Eran los que decan que la gente en la calle era una aspirina cuando se necesitaba ciruga mayor.

En ese contexto, comenzaron a llegar telefonazos amenazantes contra Pepe. Estbamos acostumbrados a recibirlos. Nuestras familias, no. Pareca una rutina infernal ms. Hasta que pas lo del Palacio de Tribunales.

II. A Buenos AiresEn esos das de agosto de 1986, prcticamente todas las semanas los periodistas deAnlisistenamos que ir a tribunales a declarar porque se haban presentado acciones legales en contra nuestra. El director, Juan Pablo Crdenas, le haca burlas a Pepe Carrasco, porque era el nico que no reciba querellas ni llamados a tribunales. Pepe se rea y deca en tono demasiado solemne para la festiva acotacin de Juan Pablo: Es que a m me tienen en engorda. Y no faltaba la referencia a lo bueno para comer que era Pepe y todos nos reamos. Pepe no tanto.

Era martes o mircoles, no recuerdo bien. Mediados de agosto. Estaba en el palacio de Tribunales. Tena que declarar ya no s por qu caso ni por qu cosa. Entonces, era comn ver mini protestas o eventos muy rpidos de crtica contra la Dictadura en el centro de Santiago. Incluso en ocasiones se formaban mtines muy rpidos dentro de Tribunales: grupos de 10 a 15 personas gritaban algo, tiraban unos folletos al aire y salan corriendo.

Despus de declarar, sal por la puerta que da a calle Bandera y levant uno de los folletos que se haban tirado haca escasos minutos. Tena la foto de Pepe Carrasco, la palabra traidor y una X sobre su rostro. El documento estaba muy burdamente confeccionado. Intentaba pasar por una amenaza del propio MIR contra uno de sus ms conspicuos militantes. La idea era que quienes no estaban con la tesis del enfrentamiento armado, sobraban o eran traidores. Y a Pepe se le acusaba de esto ltimo.

Me fui de inmediato a la revista y le cont a Juan Pablo Crdenas lo que haba visto. Me dijo que lo haban llamado para contarle que alrededor del Campus Oriente de la Universidad Catlica se haban tirado panfletos similares. Tenamos tiempo antes que la siguiente edicin entrara a imprenta y colocamos un recuadro en el No. 155 deAnlisis, bajo el ttulo: Jos Carrasco: Amenazas de muerte contra periodista deAnlisis. En l relatbamos la seguidilla de panfletos que haban aparecido. Se inclua un trozo de la declaracin que haba sacado el Colegio de Periodistas, manifestando su ms plena solidaridad con este dirigente. El recuadro agregaba la siguiente informacin: Despus que se diera a conocer a la luz pblica el tenor de las amenazas contra el editor internacional deAnlisis, lleg hasta la redaccin un comunicado que firma el Secretariado Nacional del MIR, en el que se seala que los panfletos con las amenazas de muerte contra Jos Carrasco no son de su autora. En el comunicado del MIR se atribuye la accin a organismos represivos del Rgimen, indicando que su objetivo sera asesinar a dirigentes opositores para despus hacerla aparecer como luchas internas entre los sectores democrticos.

Nos reunimos a la semana siguiente con Pepe. Estbamos Juan Pablo Crdenas, Mara Olivia Monckeberg, subdirectora, y yo, que a la sazn era Jefe de Informaciones de la revista. Considerbamos que la situacin era absolutamente anormal, ms all de las consabidas amenazas telefnicas. Si haba una constante en la represin de la Dictadura era que cada vez que se publicitaba una pugna interna se terminaba con muertos. La tesis de la pugna interna era un excusa predilecta de la Dictadura. Los desaparecidos haban, en su tiempo, sido explicados como una purga interna entre los que queran combatir en Chile y los que queran asilarse e irse del pas, luego del Golpe. Los 119 ejecutados por la DINA en 1975, en la denominada Operacin Colombo, fueron calificados al principio de vctimas de un enfrentamiento entre miristas. La guinda de la torta en esta operacin meditica cvico-militar fue el titular del diario La Segunda: Exterminados como ratones. Ms cerca en el tiempo, los degollados de 1985, slo un ao antes de los hechos que ac relato, haban sido explicados por dos miembros de la Junta Militar, el almirante Jos Merino y el general Csar Mendoza, como parte de un ajuste de cuentas entre comunistas.

Por lo tanto, cuando se creaba pblicamente la idea de una reyerta interna dentro de un movimiento o partido de izquierda, con lenguaje maniqueo y absoluto, donde unos eran los correctos y otros los traidores, se saba que esa plataforma manipulativa terminaba con muertos que eran asociados a la supuesta lucha intestinal.

A raz de lo anterior se tom la decisin de pedirle a Jos Carrasco, en esa reunin en la revista, su salida del pas con carcter de inmediata. Era una forma de proteccin. El destino era Buenos Aires por dos razones con nombre de mujer: Mara Eugenia Camus y Gladys Daz. La Chea Camus haba trabajado desde 1984 como periodista en la revista, era gran amiga de Pepe, y haba vuelto haca pocos das a Buenos Aires donde su marido, Sergio Santos, tena un negocio fotogrfico. Gladys Daz, tambin periodista, viva igualmente en Buenos Aires, y colaboraba frecuentemente conAnlisis. Los tres Pepe, la Chea y Gladys eran muy amigos: haban militado en el MIR, haban padecido la crcel y el exilio post Golpe, haban rehecho sus vidas, y tanto Mara Eugenia como Gladys vivan a slo una hora y media en avin de Santiago, en la capital de Argentina.

Juan Pablo me dijo que le avisara a la Chea que Pepe llegara a Ezeiza. Lo hice sin darle a Mara Eugenia muchas explicaciones, porque ella entenda perfectamente lo que estaba pasando. Al da siguiente fue a recoger a Pepe al aeropuerto y durante los siguientes 20 das Pepe Carrasco se los pas entre el departamento de Chea, donde se quedaba casi todo el da, y el de Gladys Daz, entonces casada con Alejandro Bahamondes, actual dirigente del PPD.

III. Personal 1Fernando, dnde guardas tu plata?. La pregunta me dej lelo. EnAnlisisganbamos bastante poco y merced a las invocaciones que hacamos con el dichoso vino navegado- cada fin de mes a Santa Petunia (personaje inexistente que Juan Pablo Crdenas nomin Patrona de la revistaAnlisis), milagrosamente los pagos no se atrasaban demasiado. Por lo que pensar en guardar la plata no era algo que se me hubiera ocurrido. Uno funcionaba como esos bomberos de los servicentros antiguos, que eran cajeros automticos de carne y hueso. Siempre con el fajo de billetes en el bolsillo, enrollados en un gran bolo. A nosotros no nos daba para gran bolo, pero sacbamos lo necesario para el da o la semana, y el resto se quedaba en algn recipiente de la casa. Adems, a partir de la ola de relegaciones y exilios los haba por cientos desde que se iniciaron las protestas en 1983-, siempre era conveniente llevar algo de plata encash, por si despertabas en otro lugar o pas.

Te lo pregunto en serio, me dijo Pepe. Es una tontera andar con los billetes encima. Un incentivo al robo, lo mismo que se sepa que guardas dinero constante y sonante en la casa. Lo que tienes que hacer es abrir una cuenta corriente y depositarlo ah. Usa cheques, es ms eficiente.

Ya ramos grandecitos a esas alturas de 1984 o 1985, estbamos casados, y vena el Pepe y nos trataba como nios, porque lo mismo le dijo a Juan Pablo Crdenas y creo que a dos o tres periodistas ms. El hecho es que ms tarde que temprano terminamos preguntndole a Pepe cul era el banco que nos aconsejaba. Eso es obvio, el que est aqu a media cuadra de la revista, el Citibank, respondi despreocupadamente. La revistaAnlisisquedaba en Manuel Montt 425, comuna de Providencia, y, efectivamente, haca pocas semanas se haba instalado en la esquina de Manuel Montt con Nueva Providencia (entonces con letreros que decan que se llamaba Avenida 11 de septiembre) una sucursal del Citibank.

Ya s que me van a decir cmo sugiero un banco del imperialismo se anticip Pepe-, pero si necesito guardar mis pocas platas, aqu y ahora, confo ms en las instituciones de Estados Unidos que en las creadas y mantenidas por la Dictadura.

Y partimos un da en procesin, caminando desde la revista a la sucursal del Citibank, donde varios abrimos nuestra primera cuenta corriente. El hbito de pagar con cheque ha estado conmigo desde entonces; incluso ahora cuando el plstico y las transferencias dominan la escena, sigo siendo un cultor de esa liturgia de estampar en nmeros y despus en palabras el monto a pagar, poniendo la fecha muy claramente, nombrando al beneficiario, tirando dos rayas para cruzar el documento a fin de que se deposite y ratificando todo con la propia firma. Pepe Carrasco me inculc ese hbito, que tiene el mrito de hacerme recordar al compaero de revista, cada vez que alguien me pregunta: por qu sigues haciendo cheques cuando nadie ya lo hace?

IV. Personal 2En 1986 se desmoron la primera familia que constru. Una familia de dos, porque ramos solo mi ex mujer y yo. Nos separamos la ltima semana del 85. Me fui a la casa de mi madre, pero saba que tena que encontrar algo propio y rpido. Mi cabeza, sin embargo, no estaba para iniciar una bsqueda de departamento y, por lo tanto, dilataba la salida de la casa de mi mam con excusas que ni yo crea. EnAnlisisse turnaban las amigas periodistas para distraerme un poco: la Patty Collyer me invit a pasar mi primer Ao Nuevo de separado con su familia; la Pamela Jiles inventaba ocasiones para celebrar algo, cualquier cosa, con tal de hacerme salir, juntarnos con gente y vaciar la mente un rato; Mara Olivia Monckeberg organizaba asados, ms frecuentemente que de costumbre, donde todos nos reamos y los temas personales se alejaban por largas horas. Pero todo ello me mantena en la casa de mi madre.

Un da, Pepe Carrasco entr a mi oficina y cerr la puerta tras l. Fernando me dijo, separarse es una mierda. Separarse sin tener a otra persona, es ms mierda todava. Esa mierda se traduce en posponer el regreso a la vida normal y eso pasa por tener espacios propios. Da lata buscar casa, rearmar piezas y baos, y uno termina haciendo todo eso a la rpida y mal. Por eso, te pido (me pasa un papel escrito) que vayas a hablar con esta persona a esta direccin de la calle Pursima, al lado de donde vivo yo. Es una persona que arrienda una casa que posee justo arriba de la suya. Tiene dos habitaciones, living y comedor, una cocina larga y, lo mejor, una terraza de loza arriba, que abarca toda la planta y que mira al cerro San Cristbal, donde si vas por la noche y escuchas atentamente, podrs or el rugido de los leones del zoolgico. Ya habl con l, sabe quin eres t, dnde trabajas y negoci el precio del arriendo, de tal forma que si te gusta, no tienes ms que decir que s y tienes nueva casa.

Yo no perteneca al crculo de los amigos ntimos de Pepe Carrasco. Nos llevbamos bien, conversbamos a menudo y participbamos de las fiestas peridicas que hacamos en la revista. Pero su ncleo de fierro pasaba por relaciones histricas con otros periodistas como la Chea, Gladys, su entraable amistad con Juan Pablo Crdenas, su paternal cario y apoyo a periodistas ms jvenes como la Patty Collyer o la Mara Jos Luque. Habamos tenido discusiones fuertonas en alguna ocasin, como haba muchas en la revistaAnlisis, que congregaba a personas que pensbamos distinto, pero tenan un objetivo comn, cual era retornar lo ms pronto posible a la democracia.

Por eso me sorprendi tanto esa reunin a puertas cerradas, donde Pepe me habl como un ntimo amigo le habla a otro en momentos de miedo y duda: no trayndole ms problemas, sino resolvindoselos.

IV. El retornoHabla t esta vez con el Pepe, Fernando, me dijo Juan Pablo Crdenas mostrndome el auricular. Yo me agot. Desde que Pepe se haba ido a Buenos Aires no pasaba un da sin llamar a la revista, para ver si ya estaban dadas las condiciones para volver. Juan Pablo reciba sus llamados, le comentaba lo que estaba ocurriendo en el pas y, pese a las insistencias de Pepe, le peda al editor internacional de la revista que permaneciera en Buenos Aires un tiempo ms.

As por casi 20 das. El jueves 4 de septiembre de 1986 volvi a llamar. Dijo que Silvia tena una dolencia muy fuerte en su espalda; que los nios Ivn, Alfredo y Luciano- necesitaban ayuda; que haba visto cmo se haban acabado las amenazas y los panfletos, que la cosa estaba calmada y que quera volver.

Estbamos en la oficina de Juan Pablo, creo que con Mara Olivia Monckeberg tambin, y ah se tom la decisin de dejar de obstaculizar su regreso. Pensbamos que efectivamente la situacin haba cambiado. Y pesaba la necesidad de sus hijos y de Silvia.

Vuelve, no ms, le dijo Juan Pablo. El domingo te hacemos un asado en la casa de la Mara Olivia. Pepe no se demor ms que unas pocas horas y el viernes 5 de septiembre entraba de vuelta a su pas por el aeropuerto Arturo Merino Bentez.

Pepe Carrasco no pudo ir al asado en casa de Mara Olivia Monckeberg en la calle Luis Carrera, en Vitacura, el domingo 7 de septiembre. Dijo que la Silvia tena todava dolores de espalda muy fuertes y que prefera quedarse con ella en el departamento. Nos quedamos de encontrar todos el lunes en la revista. Y hubiese sido as, pero ese fin de semana cambiara nuestras vidas radicalmente.

V. Domingo 7Mam, parece que trataron de matar a Pinochet, dijo Magdalena Browne, hija de Mara Olivia, tras aparecer de sopetn en el living, en medio del bendito asado. Nadie pareci escucharla. Magdalena tena entonces unos 12 aos y comenz a alzar la voz.

Mam, trataron de matar a Pinochet, grit. Nos callamos. La nia dijo, en la tele, y partimos al dormitorio principal donde estaba el televisor. Haba cadena nacional, estaba en ella hablando el entonces ministro secretario general de Gobierno, Francisco Javier Cuadra. Daba cuenta del atentado ocurrido contra el general Pinochet en el Cajn del Maipo. Se mencion que Pinochet estaba ileso, lo mismo que un nieto que lo acompaaba, que haba muertos entre la escolta del gobernante y que quienes haban perpetrado el atentado haban logrado escapar.

No haban pasado segundos desde que mirbamos, estupefactos, la televisin, cuando son el telfono en la casa de Mara Olivia. Era Pepe Carrasco, el periodista Pepe Carrasco, que tena solamente una cosa en la cabeza. La revistaAnlisisya haba sido enviada a la imprenta y aparecera el lunes sin consignar la noticia ms importante del momento. Eso no puede ser, le dijo Pepe a Juan Pablo Crdenas. Tenemos que incluir aunque sea un recuadro en portada sobre el atentado o no habremos hecho bien nuestra pega, insisti.

El problema era que la revista se imprima en una editorial que tena lmites muy estrictos para recibir material y, adems, cada cambio costaba una enorme cantidad de dinero. Juan Pablo, en todo caso, estuvo de acuerdo en que haba que cambiar la portada. Mientras se informaba que se declaraba Estado de Sitio y se decretaba toque de queda, los contactos con la editorial permitieron cambiar las pelculas de la primera pgina, para que consignara el atentado. Sin embargo, antes de que todo el material pudiera imprimirse, el gobierno decret la suspensin de varios medios de comunicacin, invocndose el Estado de Sitio, incluyendo aAnlisis. La pega que peda Pepe se hizo, pero esa edicin no vio nunca la luz. El Estado de Sitio dur cuatro meses, hasta enero de 1987, cuando recin fuimos autorizados, junto a otras publicaciones, para volver a los quioscos.

Nos fuimos rpidamente a nuestras casas, antes de que se activara el nuevo toque de queda. Quedamos de juntarnos a primera hora en la revista. Tom mi automvil, un pequeo Subaru Rex, y part hacia Bellavista. Pas frente al edificio de Pepe Carrasco, todo a oscuras, di la vuelta a la manzana para tomar Pursima y entr en mi casa. No intent escuchar el rugido de los leones del zoolgico. Como sera pblico en cosa de horas, los zarpazos asesinos andaban en la calle, no en el cerro esa noche.

VI. Hay que contarle a SilviaCuando llegaron, como a las 5 de la maana del lunes, tan slo a metros de mi casa, a buscar a Pepe Carrasco, yo dorma profundamente. No recuerdo quin me dijo y dnde supe lo de su secuestro. Lo que s recuerdo es que nos distribuimos los periodistas y personal de la revista en diversas direcciones donde pudiramos buscar apoyo para que soltaran luego a Pepe. Fuimos al Arzobispado, a las embajadas, hablamos con los pocos miembros de gobierno que reciban nuestras llamadas y nada. No haba seales de Pepe Carrasco. Estbamos dispersos en muchos lugares, hasta que Teresa Izquierdo, secretaria de la revista, decidi que haba que acompaar a la Silvia en su departamento. La acompa el abogado de DDHH, Fernando Zegers. Y para all tambin part yo. En ese lugar nos encontramos con Hernn Cardemil, que viva en el mismo edificio, y que oficiaba de productor deAnlisisen lo que tena que ver con la relacin con la imprenta.

Los dems comenzaron a dejar de ir por apoyo a Iglesias y embajadas, y empezaron a reportear las posibilidades de un desastre: si a Pepe lo haban matado tena que llegar a la Morgue, o llegara a las radios la noticia de un cuerpo encontrado en algn lado.

La Tere Izquierdo y Fernando Zegers pidieron hablar conmigo a media maana en el departamento de ella, que quedaba en el mismo edificio de Pepe. Me dijeron que haban recibido un informe de que dos cuerpos haban sido encontrados, muertos, y que estaban en la morgue. Que uno de ellos era el de Pepe Carrasco. Entend de inmediato lo que pasaba: alguien tena que decirle la verdad a la Silvia, antes de que un flash deRadio Cooperativao un extra de televisin diera cuenta en lenguaje periodstico del hecho.

Uno es un profesional entrenado para dar informaciones. Las he dado de todo tipo: algunas festivas y, por ende, sin riesgo alguno; otras trgicas, como las catstrofes naturales o la muerte de una personalidad mundial; las hubo tambin con drama econmico, con colapsos y quiebras por doquier; y, por cierto, esas noticias de todos los das en Dictadura de alguien cado, preso, golpeado, y que contbamos con rabia contenida.

Pero no me senta preparado para contarle a Silvia lo que sabamos. Pens por un instante que quizs debamos esperar a Juan Pablo o a Fernando Castillo Velasco, ex rector de la UC y presidente del directorio deAnlisis. O a que llegara el hermano de Pepe, Ral, y hablara con su cuada en familia.

Le pregunt a Fernando y la Tere si haba margen de error. Me dijeron que no. Sabamos que corramos contra el extra de algn medio, la noticia se esparcira rpido y ms pronto que tarde sera difundida. Les ped que llamaran a la Silvia para que viniera al departamento de la Tere. Les ped que se quedaran en la pieza conmigo. Yo hablara.

Silvia, encontraron un cuerpo que creemos que es el Pepe-, le dije lo ms articulado que pude.Est vivo o muerto?- pregunt ella.Muerto dije yo.Ests seguro que es el Pepe? pregunt la Silvia en un hilo de voz.Estoy seguro le dije-. En un rato se sabr por los medios. No queremos que te enteres por la radio. Por eso te lo decimos nosotros.

Silvia me dio las gracias por avisarle y sali con la Tere a prepararse para lo que saba que vendra. Contarle a sus hijos, el reconocimiento en la Morgue, y la mierda de futuro inmediato que se vena encima.

VII. Espero que no, peroEl periodismo opositor en Dictadura hizo un ejemplar trabajo de justicia de imprenta. Todo lo que se sabe de las violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990 fue escrito y publicado durante la dictadura en las pocas revistas de oposicin que estaban autorizadas para existir. Si los tribunales, hasta el da de hoy, han fallado en su labor de hacer justicia legal respecto de esa brutalidad, distinta es la realidad de la prensa independiente de la poca, que estuvo a la altura de su papel investigativo y de exposicin de hechos.

Se reporte sin desconocer el miedo que nos embargaba. Se lleg a recuperar rdenes escritas, documentos que nadie quera que se conocieran. Se entrevist a vctimas, familiares, abogados. Y este empuje periodstico incontenible incluso perme el ncleo de poder dictatorial, abrindose varias fuentes claves para dilucidar crmenes que ellos mismos repudiaban. Poco a poco se abri paso para que se pudiera entrevistar, en esos medios marginales, a seeras figuras de la Dictadura desencantadas con el Rgimen, o que no aceptaban que les imputaran crmenes que haban cometido sus superiores.

En todo ese largo camino de investigacin y difusin con estados de excepcin que suspendan varias veces los medios, que encarcelaban a los directores de ellos y a sus periodistas,dentro de lo ms oscuro de la Dictadura y sus mtodos, a mediados de los 80 muchos creamos que ser periodista era una especie de escudo protector. Claro, se querellaban contra nosotros, pasbamos semanas o meses en la crcel, tenamos que destinar varias horas de la semana a declarar en tribunales, y nuestras familias vivan a saltos por nuestras conductas periodsticas.

Pero el mensaje que se entreg esa madrugada del 8 de septiembre de 1986, con cuatro cuerpos cocidos a balazos en distintas partes de la ciudad de Santiago, condenados sin juicio por un crimen que no cometieron, fue el fin del mito: un electricista, un publicista, un profesor y un periodista estaban en igualdad de condiciones de ser exterminados durante la Dictadura. Sus profesiones eran irrelevantes; si eran dirigentes de gremios nacionales no importaba. La pequea arrogancia que tenamos de creer que ser periodista te daba inmunidad para lo ms brutal de la represin, dos aos antes del plebiscito, qued destruida de cuajo con el asesinato de Pepe Carrasco.

La Dictadura funcion como tal hasta el ltimo da. Y me enorgullezco en decir que la prensa opositora a ella, tambin. Trabaj con colegas de mi revista y de las otras, que no dudaron un segundo en seguir abriendo el camino de la informacin que se callaba en los medios uniformados y cmplices activos de la Dictadura.

Nos mataron a uno de los mejores y, lejos de ser un acto inhibidor, fue un acicate. Produjimos ms material revelatorio del Rgimen y su reguero de muertos en los dos aos antes del plebiscito de 1988 que en casi toda la dcada anterior. La Dictadura haca agua interna mientras se acercaba el plebiscito, y los medios investigbamos y recibamos material indito como nunca antes.Si el asesinato de Pepe Carrasco fue un aviso a la profesin, no tuvo efecto alguno en la prctica. Al contrario.

Si de lo que se trataba era que sintiramos que la muerte se acercaba a nosotros, eso se logr muy claramente. Nos doli y nos duele todava el asesinato de Pepe Carrasco. Porque ms all de un periodista y lo que representaba gremialmente, Pepe era un compaero de trabajo, un amigo, un tipo con un sentido del humor que no se compra en la farmacia, que escasea y siempre hace falta. Triunfaron en quitarnos lo que no tiene repuesto. Y en instalar una maldita y cruel bomba de tiempo, que signific que Luciano Carrasco, el hijo de Pepe, aos ms tarde considerara que no haba remedio en esta vida para el dolor que lo acompaaba a todas horas, desde que mataron a su padre.

Espero que mis colegas de profesin nunca ms tengan que defender la democracia desde la trinchera del periodismo restringido que permite, en migajas, una dictadura.

Espero que los horrores del pasado se graben lo suficiente en nuestra conciencia como para evitar que los demonios del maniquesmo criminal, del estereotipo criminal, de la mentira criminal, del iluminismo criminal, vuelvan a tener una chance de hacerse del poder a sangre y fuego.

Pero si eso ocurriera, si la repeticin de errores llevara a la posibilidad de una nueva dictadura, estoy seguro de que en las catacumbas de la resistencia periodstica aflorara, entre muchos otros, el recuerdo de la voz potente y la risa contagiosa de Pepe Carrasco, que impulsara a iniciar un nuevo viaje, con los que quieran ir -como pas antes-, simplemente buscando contar noticias que estn prohibidas de revelarse.