arqueologÍa suramericana

154

Upload: dangnhan

Post on 06-Jan-2017

237 views

Category:

Documents


5 download

TRANSCRIPT

Page 1: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA
Page 2: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA
Page 3: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

EDITORIAL

La búsqueda de sentido histórico es una for-ma de resistencia ante la devaluaciónpostmoderna del pasado. La arqueología en-cuentra un nicho privilegiado de producciónen los enfrentamientos contra la ruptura delas cadenas de significación temporal y con-tra la proclama del fin de la historia. Estarenovada capacidad de significación se cons-truye desde el papel que la disciplina juegaen la construcción de sentidos, incluyendo,ahora, los que despliegan diversos proyectoslocales. La arqueología está ganando amplialegitimidad al convertirse en una produccióncultural de y para los públicos; al cuestionarsu largo matrimonio con las historias nacio-nales; y al abandonar el ghetto académicodonde se auto-confinó por tanto tiempo, en-contrando lugares en los cuales la produc-ción histórica es significativa para una va-riedad de actores, no sólo para aquellos en-carcelados por la identidad nacional. La ar-queología pública es arqueología plural, nocomo forma de ampliar los receptores de unconocimiento experto si no como manera deampliar y empoderar los grupos interesadosen investigar y dar sentido al pasado.

Este marco expandido de actividad requie-re una disciplina reflexiva, consciente y crí-tica que contribuya al descentramiento dellugar tradicional de enunciación del discur-so como una forma activa para enfrentar re-laciones de subordinación. La geopolíticacontemporánea puede ser cuestionada con in-vestigaciones que trasciendan la reproduc-ción acrítica de conocimientos producidossobre otros contextos, intereses y problemas;sitúen y pongan en cuestión el alcanceinterpretativo de viejos y nuevos enfoques

arqueológicos a la luz de los procesos ocu-rridos en situaciones de (in)subordinación; yproduzcan una interlocución más democrá-tica y competente con la comunidad acadé-mica internacional.

Suramérica es una región activa en pro-ducción de conocimiento arqueológico y enformulación de propuestas alternativas, tan-to desde un punto de vista disciplinario comocontextual. Sin embargo, hasta ahora no exis-tía un medio de divulgación que acogiera laproducción cultural del sub-continente rela-cionada con los discursos sobre el pasadobasados en objetos. Por eso un grupo dearqueólogos suramericanos ha trabajo colec-tivamente, con el apoyo del Departamentode Antropología de la Universidad del Caucay el Congreso Mundial de Arqueología(WAC, por sus siglas en inglés), para iniciarla publicación de esta revista, cuya relevan-cia no descansa en contextos específicos ycircunstanciales si no en la posibilidad, siem-pre presente y siempre por realizar, de cons-truir significaciones históricas de interés co-lectivo. En consonancia con los propósitosdel WAC esta revista pretende promover ydifundir la producción de la arqueología yde disciplinas afines en Suramérica con én-fasis en una perspectiva crítica que promue-va espacios dialógicos con representacionessobre el pasado que han estado tradicional-mente marginadas de espacios académicoscomo éste. La revista publicará trabajossustantivos y reflexivos, privilegiando nue-vos caminos de interpretación; no publicarátrabajos descriptivos si no analíticos, auncuando se trate de reportes puntuales de in-vestigación. Las reseñas ocuparán un lugar

Page 4: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

2 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):1-4, 2005

privilegiado porque son un requisito esencialen la creación y mantenimiento de una tradi-ción y de una comunidad académica basadaen el examen crítico.

La revista pretende crear puentes de en-tendimiento, comunicación y discusión entrelos dos grandes mundos suramericanos, elBrasil lusoparlante y los países de habla cas-tellana, largamente empeñados en darse la es-palda y en desconocerse mutuamente. Es pe-noso que la barrera de dos idiomas tan seme-jantes, más que las producidas por otras prác-ticas culturales, haya escindido el sub-conti-nente de una manera tan preocupante, sobretodo porque nuestros países comparten pro-blemáticas y posibilidades similares que pue-den ser potenciadas con empeños colectivosque trasciendan las fronteras de nuestra igno-rancia deliberada de los demás.

Pero Suramérica, siendo una región, estambién mucho más que eso. Evitar en el nom-bre de esta revista el más común nombre deLatino América es una señal de inclusión ha-cia los pueblos indígenas y afrodescendientes,ya no simplemente en términos de la defini-ción del campo objetual, en cuyos términos ladisciplina se ha acostumbrado a formarse, sino como uno de los ejes de problematizacióny producción cultural activa. La región quenos contiene, entonces, nos dota de las len-guas y culturas dominantes, pero no excluyepor ello a los múltiples proyectos culturalesque encarnan los pueblos indígenas.Suramérica, además, no queda definida porencontrarse al sur de alguna línea física defrontera si no por existir en su diversidad comocolectividad geopolíticamente subordinada,cuyas resistencias no pocas veces han sidovertebradas por proyectos culturales.

Aunque este primer número es buen ejem-plo de lo que queremos la revista será receptivade nuevos formatos y modalidades alternativasde presentación. Los artículos especialmentepolémicos serán publicados con los comenta-

rios de pares académicos y la réplica del autor;este sano intercambio enriquece la discusión ypone de presente que la textualización arqueo-lógica es un sistema de representación sujeto aconsensos y disensos. El artículo de HugoBenavides sobre las significaciones y los usosdel pasado por las comunidades indígenas delEcuador en el contexto postmoderno inauguraeste formato. Habrá lugar, también, para artí-culos innovadores como el de FernandaTocchetto, sobre prácticas de descarte de basu-ras en Porto Alegre en el siglo XIX, que abordaun tema poco tratado por la arqueologíasuramericana; como el de Santiago Mora, queanaliza los discursos sobre el paisaje y los ha-bitantes de la región amazónica; y como los deCarl Langebaek y José Albeironi dos Reis so-bre aspectos de la práctica arqueológica en Co-lombia y Brasil, respectivamente. Las siete re-señas incluidas cubren un espectro de temas ypaíses que esperamos ver crecer en los próxi-mos números.

Parece casi inevitable que la nota editorialdel primer número de una publicación acadé-mica incluya lo que en otros términos podríaconsiderarse un programa. En ese sentido espoco probable que este texto introductorio lo-gre escapar a las determinaciones del género.Pero en esta circunstancia también cabe alber-gar la ilusión de que la realidad rebase lo pro-gramado y, en consecuencia, este texto sea leí-do, a la distancia, como una primera huella enun sendero cuyas ulteriores direcciones no he-mos alcanzado siquiera a imaginar. Es, enton-ces, tan certera como falaz nuestra marcacióngenérica: creemos saber hacia donde nos diri-gimos y con ello en mente presentamos esteprimer número de Arqueología Suramericana;al mismo tiempo, ocultamos —tan abiertamentecomo para que todos puedan verlo— nuestraimposibilidad real de prever los resultados deesta aventura. En esa coyuntura entre lo pro-gramado y lo inesperado se nutre esta inten-ción nuestra de encontrarnos con autores y lec-tores en la Arqueología Suramericana.

Page 5: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

A busca do sentido histórico é uma forma deresistência frente à desvalorização pós-mo-derna do passado. A arqueologia encontra umnicho privilegiado de produção nosenfrentamentos contra a ruptura das cadeiasde significação temporal e contra aproclamação do fim da história. Estacapacidade renovada de significaçãoconstitui-se a partir do papel que a disciplinarepresenta na construção de sentidos,incluindo, agora, os que exibem diversosprojetos locais. A arqueologia está ganhandoampla legitimidade ao converter-se em umaprodução cultural de e para os públicos; aoquestionar seu longo matrimônio com ashistórias nacionais; e ao abandonar o guetoacadêmico onde se autoconfinou por tantotempo, encontrando lugares nos quais aprodução histórica é significativa para umavariedade de atores, não só para aqueles apri-sionados pela identidade nacional. Aarqueologia pública é arqueologia plural, nãocomo forma de ampliar os receptores de umconhecimento especializado, mas comomaneira de ampliar e dar poder aos gruposinteressados em investigar e dar sentido aopassado.

Este marco ampliado de atividade requeruma disciplina reflexiva, consciente e críticaque contribua para a descentralização do lu-gar tradicional de enunciação do discursocomo uma forma ativa para enfrentar relaçõesde subordinação. A geopolíticacontemporânea pode ser questionada cominvestigações que transcendam a reproduçãoacrítica de conhecimentos produzidos sobreoutros contextos, interesses e problemas;situem e questionem o alcance interpretativo

de velhos e novos enfoques arqueológicos aluz dos processos ocorridos em situações de(in) subordinação; e produzam umainterlocução mais democrática e competentecom a comunidade acadêmica internacional.

A América do Sul é uma região ativa naprodução de conhecimento arqueológico e naformulação de propostas alternativas, tantodo ponto de vista disciplinar quantocontextual. No entanto, até agora não existiaum meio de divulgação que acolhesse aprodução cultural do sub-continente relacio-nada com os discursos sobre passadobaseada nos objetos. Por isto, um grupo dearqueólogos sul americanos tem trabalhadocoletivamente, com o apoio do Departamen-to de Antropologia da Universidade do Caucae do Congresso Mundial de Arqueologia(WAC, por sua sigla em inglês), para iniciara publicação desta revista, cuja relevâncianão repousa em contextos específicos ecircunstanciais, mas na possibilidade semprepresente e sempre por realizar, de construirsignificações históricas de interesse coletivo.Em consonância com os propósitos da WAC,esta revista pretende promover e difundir aprodução da arqueologia e de disciplinas afinsna América do Sul com ênfase em uma pers-pectiva crítica que promova espaçosdialógicos com representações sobre opassado que têm estado tradicionalmentemarginalizados de espaços acadêmicos comoeste. A revista publicará trabalhos substanti-vos e reflexivos, privilegiando novoscaminhos de interpretação; não publicarátrabalhos descritivos, porém analíticos,mesmo quando tratem de informes pontuaisde investigação. As resenhas ocuparão um

EDITORIAL

Page 6: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

4 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):1-4, 2005

lugar privilegiado pois são requisitosessenciais na criação e manutenção de umatradição e de uma comunidade acadêmicabaseada no exame crítico.

A revista pretende criar pontes deentendimento, comunicação e discussão entreos dois grandes mundos Sul-americanos, oBrasil de língua portuguesa e os países de falaespanhola, amplamente empenhados em dar-se às costas e em desconhecer-se mutuamente.É penoso que as barreiras de dois idiomas tãosemelhantes, mais que as produzidas por outraspráticas culturais, hajam dividido o sub-conti-nente de uma maneira tão preocupante,sobretudo porque nossos países compartilhamproblemáticas e possibilidades similares quepodem ser potencializadas com empenhoscoletivos que transcendam as fronteiras denossa ignorância deliberada dos demais.

Porém, a América do Sul, sendo umaregião, é também muito mais do que isto.Evitar no nome desta revista o nome maiscomum de América Latina é um sinal deinclusão dos povos indígenas eafrodescendentes, não só em termos dadefinição do campo objetual no qual a disci-plina costuma formar-se, senão como um doseixos de problematização e produção cultu-ral ativa. A região que nos contém, então,dota-nos das línguas e culturas dominantes,porém não exclui por isto os múltiplosprojetos culturais que encarnam os povosindígenas. Além disso, a América do Sul nãoé definida por encontrar-se ao sul de algumalinha física de fronteira, mas por existir emsua diversidade como coletividadegeopoliticamente subordinada, cujasresistências não poucas vezes tem sidoestruturadas por projetos culturais.

Ainda que este primeiro número seja umbom exemplo do que queremos, a revista seráreceptiva a novos formatos e modalidades al-ternativas de apresentação. Os artigos espe-cialmente polêmicos serão publicados com os

comentários de pares acadêmicos e a réplicado autor; este saudável intercâmbio enriquecee põe a descoberto que a textualização arqueo-lógica é um sistema de representação sujeito aconsensos e dissensos. O artigo de HugoBenavides sobre as significações e os usos dopassado pelas comunidades indígenas doEquador no contexto pós-moderno inauguraeste formato. Haverá lugar, também, paraartigos inovadores, como o de FernandaTocchetto, sobre práticas de descarte de lixona Porto Alegre do século XIX, que abordaum tema pouco tratado pela arqueologia Sul-americana; como o de Santiago Mora, queanalisa os discursos sobre a paisagem e oshabitantes da região amazônica; e como os deCarl Langebaek e José Alberioni dos Reis so-bre aspectos da prática arqueológica naColômbia e no Brasil, respectivamente. Asresenhas incluídas cobrem um espectro de te-mas e países que esperamos ver crescer nospróximos números.

Parece quase inevitável que a nota editorialdo primeiro número de uma publicaçãoacadêmica inclua o que em outras palavraspoderia considerar-se um programa. Neste sen-tido, é pouco provável que este texto introdutórioconsiga escapar às determinações do gênero.Porém, nesta circunstância também cabe abri-gar a ilusão de que a realidade ultrapasse o pro-gramado e, por conseqüência, este texto sejalido, à distância, como um primeiro passo emum caminho, cujas direções ulteriores nãopoderíamos sequer imaginar. É, então, tão certacomo falaz nossa colocação genérica: acredi-tamos saber para onde nos dirigimos e comisto em mente apresentamos este primeiro nú-mero de Arqueologia Sul-americana; ao mesmotempo, ocultamos – tão abertamente para quetodos possam vê-lo – nossa impossibilidade realde prever os resultados desta aventura. Nestaconjuntura, entre o programado e o inespera-do, nutre-se esta nossa intenção de nosencontrarmos com autores e leitores naArqueologia Sul-americana.

Page 7: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

LOS RITOS DE LA AUTENTICIDAD: INDÍGENAS,PASADO Y EL ESTADO ECUATORIANO

O. Hugo BenavidesFordham University

Los gobiernos podrán continuar considerando elAmazonas como un motor de crecimiento económi-co pero los indígenas están luchando por encontrarun balance entre el desarrollo y el mantenimientode una forma de vida primordial.

New York Times, 2003

Este artículo analiza el movimiento indígena del Ecuador como uno de los pilares postmodernosdel continente y de una globalización definida tanto por intereses culturales como económicos.El análisis intenta entender la intersección entre lo local y global, entre la tradición y elpostmodernismo, influenciada por la relación entre la recuperacion pre-colombina y el rol delEstado. Las tensiones entre la constitución de un movimiento local y su producción global, asícomo las producidas por la recuperación de una tradición cultural marcada por su diferencia-ción y exclusión del Estado, dejan entrever una revalorización del pasado que busca legitimar yotorgar una proyección histórica a sus aspiraciones. Este hecho incluye, de manera central, elpapel de la arquelogía en el futuro cultural y politico del movimiento indígena y de la nación.Esta revalorización y recuperación arqueológica y la reciente lucha popular en el último sigloforman los ejes más neurálgicos de la creciente identificacion de una identidad indígena en elEcuador. El artículo busca entender este proceso hegemónico de recuperación histórica y anali-zar la constitución postmoderna y globalizante de ser indio en el Ecuador de hoy.

Este artigo analisa o movimento indígena do Equador como um dos pilares pós-modernos docontinente e de uma globalização definida tanto por interesses culturais como econômicos. Aanálise busca entender a intersecção entre o local e o global, entre a tradição e o pós-modernis-mo, influenciada pela relação entre a recuperação pré-colombiana e o papel do Estado. A tensãoentre a construção de um movimento local e sua produção global, assim como as produzidas pelarecuperação de uma tradição cultural marcada por sua diferenciação e exclusão do Estado,deixam antever uma revalorização do passado que busca legitimizar e outorgar uma projeçãohistórica as suas aspirações. Este fato inclui, de maneira central, o papel da arqueologia nofuturo cultural e político do movimento indígena e da nação. Esta revalorização e recuperaçãoarqueológica e a recente luta popular no último século formam os eixos principais da crescenteidentificação de uma identidade indígena no Equador. Este artigo visa entender este processohegemônico de recuperação histórica e analisar a constituição pós-moderna e globalizante deser índio no Equador de hoje.

Page 8: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

6 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

This paper analyzes the indigenous movement in Ecuador as one of the cornerstones of postmodernityand globalization (defined both in cultural and economic terms) in the continent. The analysisattempts to understand the intersection between the local and the global, between tradition andpostmodernity, influenced by the relationship between a pre-Columbian recuperation and the role ofthe State. However, the tensions arising between the construction of a local movement and its globalproduction, as much as those caused by the recuperation of a cultural tradition marked by itsdifferentiation and exclusion from the State, also hint to a revalorization of the past that seeks tolegitimize and to provide a historical projection to its aspirations; this fact includes the role ofarchaeology in the cultural and political future of the indigenous movement and the nation. Thisarchaeological revalorization and recuperation, and the recent popular struggle in the last centuryform the most neuralgic axis of the blooming indigenous identification in Ecuador. Thus, in the lastinstance this paper strives to understand this hegemonic process of historical recuperation and toanalyze the postmodern and globalizing constitution of being Indian in current Ecuador.

El movimiento indígena del Ecuador, el demayor fuerza y envergadura en América, estambién uno de los pilares postmodernos delcontinente (García-Canclini 1992a, 1992b;Yúdice et al., eds.,1992; Bhabha 1994;Anderson 2002) y de una globalización defi-nida por intereses culturales y económicos(Wolf 1992; Radcliffe y Westwood 1996;Appiah 1997; Appadurai 2003). La impor-tancia del movimiento indígena se vislumbrano sólo como un fenómeno meramente localsino, sobre todo, con enormes consecuenciasglobales. El movimiento indígena no es, ne-cesariamente, un movimiento nuevo; se po-dría decir que es una continuación de casi500 años de resistencia ante la ocupaciónforánea de su hábitat andino (CONAIE 1989,1997, 1998). Lo que sí tiene de nuevo es, sinlugar a dudas, el éxito político logrado en lasúltimas dos décadas y un impresionante res-cate cultural (Lucas 2000). El objetivo pri-mordial de este artículo es el análisis de laintersección entre lo local y global, entre latradición y el postmodernismo, influenciadapor la relación entre la recuperacion pre-co-lombina y el papel del Estado ecuatoriano.

Este éxito político-cultural es resultadode un gran esfuerzo y compromiso de base ylucha política y de alianzas con las mismasinstituciones que forjaron la destrucción delindígena a través del devenir histórico: la ins-

titución militar y religiosa. Las alianzas lle-vadas a cabo entre grupos como CONAIE(Confederación Nacional de Indígenas delEcuador), Pachakutik Nuevo País y Movi-miento Evangélico Indígena con religiosos ymilitares dejan entrever una transformación“real” (Lacan 1977) de la sociedad ecuato-riana y andina que es, en esencia, lo que elmomento postmoderno busca definir. Lascontradicciones de la contribución de las igle-sias católica y evangélica en el apoyo y laproducción de un movimiento indígena na-cional, así como las alianzas con militaresen 1999 y en las elecciones del 2002, sóloson superadas por la máxima contradicciónde ver el movimiento indígena comandandoel Estado ecuatoriano, heredero de un lega-do colonial de etnocidio y genocidio nativoen los últimos dos siglos.

Las características postmodernas son aúnmás fehacientes cuando se considera que la po-pularidad del movimiento indígena es más altaen el exterior (en Europa y en Estados Unidos)que en Ecuador. Esta contradicción se suma alas del éxito del movimiento indígena en Ecua-dor y lo ubica en una clara interfase entre lo localy global, poniéndolo en el centro de la articula-ción problemática de lo que hoy se entiende porglobalización. Este hecho permite a las ONG’snorteamericanas decidir apoyar a los indios en elextranjero más que a las comunidades indígenas

Page 9: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

7O. Hugo Benavides

norteamericanas que siguen siendo objeto deexplotación dentro de sus propias fronteras. Nose trata de criticar una estrategia política trasotra si no, más bien, intentar analizar cómo enlos esquemas globalizadores del capitalismopostmoderno es más factible y productivo paraorganismos transnacionales del Primer Mundoapoyar a los indios en el Ecuador. Sin embargo,las tensiones entre la constitución de un movi-miento local y su producción global, así comolas producidas por la recuperación de una tradi-ción cultural marcada por su diferenciación yexclusión del Estado, también dejan entrever unarevalorización del pasado que busca legitimar ydar una proyección histórica a sus aspiraciones.

Esta revalorización y recuperación his-tórica, sobre todo de un pasado precolombi-no y de la reciente lucha laboral en el últimosiglo, forman los ejes más neurálgicos de lacreciente identificación de una identidad in-dígena en el Ecuador. Este compromiso oinversión en el pasado, por ser tan efímerocomo “real”, sirve de base para el movimien-to, aún cuando casi nunca es, o necesita ser,articulado de un manera explícita. La prime-ra sección busca indagar o, al menos, empe-zar a entender este proceso de recuperaciónhistórica para proceder a analizar la consti-tución postmoderna y globalizante de ser in-dio en el Ecuador de hoy.

El pasado histórico y las invisiblescicatrices de la arqueología

Aparece un sol anémico y se ven a lolejos, como un espejismo, las ruinas delcastillo de Ingapirca que sirve para quela viajera compare con el alma entumidael ayer lejano y olvidado junto al presentedesgarrado del indígena.

Alicia Yánez (2002)

De los miembros del movimiento indígenaen el Ecuador la CONAIE es la que se hatomado, más que cualquier otro grupo, laresponsabilidad de representar un frente co-

herente y nacionalista de los intereses políti-cos-culturales de la mayoría de las comuni-dades indígenas en el territorio. Con base enesta posición central las declaraciones de susrepresentantes (Almeida et al. 1992; Bulnes1994) y, aún más, las de sus publicaciones(CONAIE 1988a, 1988b, 1989; Kipu1991,1995) contribuyen a un rescate histó-rico concreto de sus identidades culturalesancestrales. En este sentido el pasado preco-lombino se vuelve el sitio inicial o de origendesde donde construir y dotar de coherenciainterna a la identidad indígena actual, en es-pecial dentro de momentos de intensos com-bates productivos con el Estado ecuatorianoy organismos transnacionales como ONG’s,el Banco Interamericano de Desarrollo y elFondo Monetario Internacional.

El pasado precolombino se presenta comoel sitio ideal para una necesaria recuperaciónhistórica por varias razones. Una de lasprincipales es el hecho de que en ese perío-do, anterior a la constitución de la Repúblicae, inclusive, del Estado colonial, las comuni-dades indígenas eran supremos líderes de suspropios destinos. Este enunciado de libertadfue destrozado por la conquista española ypor el Estado contemporáneo que, en la ma-yoría de las declaraciones de la CONAIE(1989), se presenta como su violento y deso-lador heredero. Por eso, por ejemplo, en di-ciembre de 2003 el máximo líder indígena deCayambe fue apresado por llamar ladrón,mentiroso y estafador al actual presidente,Lucio Gutiérrez, con el cual la CONAIE co-gobernó en sus primer año de gobierno (ElUniverso 2003). La figura intrusamenteforánea, patriarcal y autoritaria, heredadadesde la colonia, encuentra su símbolo con-temporáneo en el gobierno de turno.

El pasado precolombino funciona comoun imaginario (Muratorio 1994) desde don-de se puede reconstruir una identidad indíge-na violada hasta casi la plenitud, incluyendosu constitución. En este pasado se construye

Page 10: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

8 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

un pan-indianismo americano en el cual lascomunidades conviven en completa armoníay en perfecto balance y entendimiento con suentorno andino. La historia propuesta por laCONAIE (1989) como parte de su historiaorganizativa arguye un pasado que tiene pocoque ver con los estudios arqueológicos yetnohistóricos llevados a cabo en el país; esuna historia alternativa a la oficial promul-gada por el Estado ecuatoriano, pero lo al-ternativo está definido por su propio conte-nido más que por sus métodos de apropia-ción histórica. Esto se debe a la fantasía eimaginario de la historia oficial, fácilmentecomprobada en textos escolares de historiaen los cuales se habla de reinos (como el deQuito) y figuras (como Pacha y Abdón Cal-derón) que nunca existieron o están lejos deser como son descritas.

Para la CONIAE este período precolom-bino se caracterizó por una complementariedadque permitió que los diferentes grupos étnicos,culturales y lingüísticos alcanzaran un grannivel de solidaridad y logros tecnológicos,como lo demuestran las pirámides Mayas yAztecas y las ciudades Incas (CONAIE1989:20). Las características esenciales de estemundo americano precolombino son las rela-ciones familiares, las obligaciones recíprocasy el motor agrario de su reproducción socio-económica. Este entorno cultural se ve apo-yado, y no reprimido, por un sistema religiosode dioses y entes espirituales simbolizados porel sol, la luna, volcanes, montañas y otros sím-bolos naturales que nutren el crecimiento so-cial y espiritual de los pueblos indígenas. Deeste modo el pasado precolombino no se re-produce como una historia lejana, distante yfría presente en forma escrita en textos abu-rridos. Más bien, la historia indígena es unahistoria viva que nutre la lucha contemporá-nea por la igualdad y los derechos humanosque cobra aún más sentido si hay un lugarhistórico, por muy imaginario que sea, deigualdad y poder a donde regresar y desdedonde empezar la recuperación del pasado.

Esta lección fue aprendida del Estado ecuato-riano que durante siglo y medio ha producidouna historia de opresión, desigualdad y ex-plotación no sólo presentada como correcta sino también como democrática y de civiliza-ción. Ambas historias, como toda historia na-cional, escribió Ernest Renan (1990), sólopueden ser un gran error representativo por-que parte esencial de ser una nación es podermentir sobre su pasado.

Por ser una historia viva esencialmenteconectada con el presente indígena laCONAIE narra el pasado precolombino des-de la visión de la primera persona. Lo queocurrió en el pasado no sucedió a comunida-des extintas, ni siquiera a personas descono-cidas, sino al sujeto indígena actual. La ma-yoría de las secciones se narran desde un sercolectivo: “Una comunidad diversa de co-munidades ha vivido en el continente ameri-cano durante miles de años, con diferentesformas de organización económica, social,política, religiosa, y cultural. Muchos de no-sotros nos hemos integrado a este procesohistórico hasta que formamos complejos sis-temas socio-políticos como el Estado. Estees el caso de los Mayas, Aztecas, y los Incas”(CONAIE 1989:19). En este pasaje y los quesiguen la historia indígena busca re-articularuna nueva representación de la identidad in-dia, especialmente como es nutrida por la de-finición del Estado precolombino y al versecomo sucesora legítima de la sociedadincaica.

Los Incas son presentados como seres be-névolos y tecnológicamente avanzados queesparcieron su desarrollo cultural a través delos Andes. Los combates y enfrentamientosviolentos entre comunidades indígenas andinasy los Incas son eliminados de esta narrativa;esa violencia también es olvidada en el casode las conquistas Aztecas y Mayas. Esta par-ticular amnesia histórica-cultural es esencialporque a partir de ella el Estado andino, pre-cursor del actual Estado ecuatoriano, puedeidealizarse como paternalista y proveedor del

Page 11: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

9O. Hugo Benavides

bien social. A través de esta especie de histo-ria alternativa grupos contemporáneos, queforman parte de la CONAIE, como losCañaris, pueden sentirse herederos de la so-beranía Inca, aún cuando hay suficiente evi-dencia de la conquista y masacre de gruposCañaris a sus manos (Salomon 1990).

Esta misma contradicción histórica permitereconocer el Inti Raymi como máxima cele-bración indígena en los Andes y el quechuacomo lengua franca del territorio, a pesar deque ambas tradiciones no fueron parte delmundo pan-andino sino hasta finales del sigloXV y lograron su raigambre a base de la fuer-za y terror, elementos esenciales de toda for-mación estatal (Silverblatt 1988; Patterson1991). Una vez más se vislumbra el períodopostmoderno identificado en el movimientoindígena, ya que por opresivos que sean losrezagos coloniales (tanto de Incas como deespañoles) ahora son formas culturales autén-ticas de indígenas y de otras comunidadesandinas, incluyendo blancos/mestizos.

Planteado de esta manera el problemahistórico es complejo. Por un lado el movi-miento indígena tiene que combatir contrauna historia oficial que ha destruido cual-quier símbolo de auténtico raigambre indí-gena mientras que por el otro debe recons-truir una historia indígena nacional con po-cos referentes escritos o evidencias biblio-gráficas. La historia escrita, oficial o no ofi-cial, hasta finales del siglo XX no representóla visión indígena si no que logró argüir lalegitimidad del poder blanco/mestizo y, so-bre todo, la legitimidad del Estado ecuato-riano. Este extremo interpretativo, llevado acabo por la hermenéutica histórica legitima-da por la historia nacional, permite decir amiembros del movimiento que la historia delpasado indígena no se ha escrito porque siestuviera escrita representaría los interesesde los poderosos y no de las comunidadesindígenas (Academia de Lenguas Quicha-Castellano 1993).

De esta singular coyuntura de producciónhistórica se desprende varios hechos: uno deellos es el lugar central que la historia oral ylos testimonios adquieren en la historia alter-nativa indígena (CEDEP 1986; CEDIME1987; CEDIS 1992; Perugachi 1994); unsegundo elemento es que con el éxito políti-co-cultural logrado por los indígenas laCONAIE, como otros organismos que repre-sentan comunidades indígenas, se ve confron-tada con la tarea de escribir un historia indí-gena alternativa para que sea oficializada,trayendo consigo claros ecos hegemónicos yde poder estatal. Otra característica centrales el papel desarrollado por la arqueologíaecuatoriana y sus efectos o cicatrices en lanegación histórica del pasado indígena, pre-cisamente cuando este pasado es su princi-pal objeto de investigación. Las difíciles re-laciones entre la arqueología ecuatoriana ylas comunidades indígenas o, más explícita-mente, entre ambas en la construcción delpasado indígena son demasiado largas paradesarrollar en estas páginas (ver Benavides2004 para un extenso análisis de esta reali-dad). Sin embargo, voy a señalar algunaspautas necesarias para entender el alienantepapel de la arqueología en la construccióndel pasado prehispánico y el continuo me-nosprecio de una historia “real” indígena.

La arqueología nacional ha sido tradicio-nalmente desarrollada por la elite blanca yblanca/mestiza del Ecuador. Los principalesprecursores (como Jacinto Jijón y Caamaño,Carlos Manuel Larrea y Emilio Estrada) per-tenecían a las clases adineradas del país. Estahegemonía de género y clase fue levementeafectada cuando otra ola de investigadoresmasculinos de la clase alta realizó estudiosarqueológicos en la costa ecuatoriana en lasdécadas de 1950 y 1960 y aun más afectadaa mediados de la década de 1980 por la for-mación de arqueólogos (mujeres y hombres)de diferentes estratos sociales en institucio-nes costeñas como la ESPOL (Escuela Su-perior Politécnica del Litoral) y de la sierra

Page 12: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

10 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

como la Universidad Católica de Quito,reinsertadas en la actividad arqueológica(Collier 1992).Así busco enfatizar la dispa-ridad de origen entre arqueólogos y el movi-miento indígena, a pesar de que ambos to-man el pasado precolombino como su obje-tivo de interés histórico. Para la mayoría delos arqueólogos la realidad histórica del pa-sado se construye a partir de evidencias em-píricas y positivistas, como legado lógico delempirismo occidental en América. De estamanera los hechos y figuras indígenas hansido objeto de investigación pero no han lo-grado ocupar los sitiales de conocimientocomo sujetos históricos con agencia en supropio destino o, inclusive como agentes dela propia investigación. Esta relación alie-nante entre arqueólogos y el pasado indíge-na muy pocas veces (especialmente en lasultimas tres décadas) ha sido resultado de unracismo explícito o de una discriminaciónpersonal por parte de los arqueólogos; esproducto de una hermenéutica histórica he-redada desde la colonia y principios de laRepública que busca legitimar su poder so-bre las comunidades indígenas, los actoresexclusivos del pasado precolombino.

Los arqueólogos se han encontrado en unasutil encrucijada: como legitimadores incons-cientes de más de cuatro siglos de explota-ción socio-económica y cultural y, especial-mente en las últimas décadas, como apoyopolítico de las comunidades indígenas, losmás cercanos descendientes de las comuni-dades del pasado ancestral que estudian. Estoha hecho que desde la década de 1970 hayanexistido excepciones al discurso hegemóni-co del rescate arqueológico para legitimar elpoder del Estado; de hecho, muchasarqueólogas y arqueólogas han insistentemen-te buscado utilizar sus proyectos y resulta-dos científicos para combatir el poderío po-lítico de la historia oficial que legitima el pro-yecto de clase blanco/mestizo. Sin embargo,el discurso histórico desarrollado es más fuer-te y marcadamente hegemónico que las ca-

racterísticas personales de los investigado-res. A pesar del apoyo político explícito de laizquierda el discurso arqueológico contribu-ye a fortalecer el proyecto reaccionario ra-cial del Estado ecuatoriano.

Las más claras excepciones a esta relacióntradicional de alienación y diferenciación sonlos proyectos de museo y rescate arqueológicollevado a cabo en lugares como Agua Blanca,Real Alto, Salango y Culebrillas. En estos si-tios se ha buscado, por muy limitados que ha-yan sido sus intentos, buscar integrar las co-munidades contemporáneas al proceso de in-vestigación y rescate de un pasado vivo. Lasingularidad, limitaciones y fracasos de esascontribuciones dejan en claro el poder hegemó-nico del discurso arqueológico, aliado al pro-yecto del Estado nacional (Marcos 1986;McEwan y Hudson 1990). En esta misma pers-pectiva incorporaría las contribuciones de losarqueólogos y arqueólogas asociados, de una uotra forma, con la corriente conocida como“arqueología como ciencia social” (a la cualtambién me suscribiría). Este grupo dearqueólogos marxistas, asociados a esta corrien-te de la arqueología latinoamericana, ha busca-do ahondar en la construcción de un pasadocomprometido con las realidades contemporá-neas y ofrecer una historia viva para los pue-blos oprimidos, inclusive indígenas, del conti-nente (Patterson y Schmidt, eds., 1995;Benavides 2001). En el contexto andino es fá-cil distinguir este grupo como una excepciónque revela, aún más, el proyecto tradicional-mente conservador de la arqueología ecuato-riana. Sin embargo, es problemático el fracasode la arqueología como ciencia social en incor-porar en sus investigaciones y resultados losgrupos oprimidos que busca legitimar. Esta rea-lidad de una arqueología que, en sus mejoresmomentos, busca aliarse con su principal suje-to de investigación ha motivado a ese sujetoindígena a construir su propia historia y, a tra-vés de ella, legitimar su propio y contradictoriopoder nacional y su reproducción narrativa.

Page 13: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

11O. Hugo Benavides

El movimiento indígena y elpostmodernismo: loscontradictorios legados coloniales

Las tres tribus— Kichwa, Achuar y Shuar,cada una con varios miles de miembros —se han acostumbrado a presentar suscasos ante agentes gubernamentales enQuito, así como ante la OEA en Washing-ton y frente a una reunión de accionistasen Houston.

New York Times, 2003

El sociólogo Aníbal Quijano (1993) ha pro-puesto que para entender las encrucijadas con-temporáneas de Latinoamérica sería produc-tivo utilizar una categoría como colonialidaddel poder. Así se puede entender el poder so-cial como un legado colonial que aun se en-cuentra persistentemente, de una u otra for-ma, con nosotros. Después de siglos de su-puesta independencia política todavía hay re-laciones neo y potscoloniales que nos mantie-nen atados a esta particular forma de depen-dencia política y socio-económica. La propues-ta de Quijano muestra la necesidad de un fran-co diálogo y análisis social que se aleje de unautópica posición de liberación y que busqueenfrentar las contradicciones coloniales queaun existen en el continente americano, espe-cialmente en los lugares menos sospechadoscomo relaciones familiares, clasificaciones degénero y producciones culturales comotelenovelas y cantantes, que sufren “diferen-tes similares” (Hall 1987a, 1987b)categorizaciones raciales y de clase.

En este contexto me parece necesarioanalizar y relacionar el actual movimientoindígena del Ecuador; al contrario de comoel movimiento se auto-representa y muchoscientíficos sociales (Ramón 1990; Ayala etal. 1992; Silverston 1994), incluyéndome,quisieran entenderlo está lejos de ser unmomento utópico de liberación indígena y derevalorización democrática equitativa. Loscontinuos ensayos que romantizan el movi-

miento y su recuperación histórico-culturalno hacen más que acercar al indígena,peligrosamente, a una nueva esencializaciónde su identidad como sujeto sufrido yvictimizado y, por ende, incapaz de cometererrores o horrores de cualquier tipo (Kureishi1985, 1990).

Esta personificación utópica del movimien-to como corrección de un entuerto históricono hace más que esconder las relaciones colo-niales que se encuentran transformadas y re-transformándose tras este poderoso movimien-to social. La visión benévola y autocrática deun movimiento indígena justiciero niega lasagacidad política de los miembros del movi-miento y sus luchas (y derrotas) a través deltiempo; aun más, esta visión romántica nosacerca peligrosamente a identidades esencia-les y a demarcaciones raciales y espectrosgenocidas (Malkki 1995). La sagacidad polí-tica debe ser resaltada para entender mejorlas posibles limitaciones representativas delmovimiento y las condiciones “reales” de suauto-representación. Buscar alianzas, fomen-tar la seguridad interna, aumentar la enterezaestructural institucional e, inclusive, las deci-siones de saber representarse como indígenason estrategias políticas que el movimiento hasabido argumentar, utilizar y hasta manipulara su favor. Este conocimiento y destreza polí-tica ha permitido combatir siglos de ignomi-nia y olvido para lograr el triunfo presidencialcon la candidatura de Lucio Gutiérrez en 2002y, en consecuencia, ocupar cargos tan impor-tantes como la presidencia y vice-presidenciadel Congreso o permitir que la Cancillería delpaís haya estado a cargo por primera vez deuna indígena. La lucha y reciente rompimien-to de la alianza entre el presidente Gutiérrez yPachakutik Nuevo País es la continua expre-sión de una estrategia política orquestada yaprendida tras siglos de humillación y lucha.Sin embargo, esta estrategia política de alian-zas e intereses tras bastidores es minuciosa-mente resguardada por el movimiento en sus

Page 14: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

12 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

expresiones a través de la CONAIE yPachakutik Nuevo País. Esta reticencia a de-jar de lado la figura de “indio oprimido” comoprincipal pancarta representativa y la de noasumir la de estratega político es un acto derepresentación que ha permitido al movimientousufructuar ganancias simbólicas no sólo enel país sino, sobre todo, en el exterior. Estacontradicción representativa llevó a muchos,incluyendo antropólogos y científicos socia-les, a cuestionar el otorgamiento del premioNobel a Rigoberta Menchú cuando fue claroque había manipulado hechos históricos pararepresentar mejor la “realidad” vivida por ellay otros indígenas en Guatemala (Arias 2001;Aznárez 2001).

Este acto de politización debe ser desta-cado porque su silencio, aún cuando ha pro-ducidos logros políticos, podría marcar lasuprema derrota del movimiento a largo pla-zo. El silencio guardado sobre el trabajo po-lítico del movimiento puede entenderse en elmarco limitado de la definición de lo que esmeramente auténtico. Para sobrevivir el mo-vimiento ha tenido que mantener,férreamente, una identidad de autenticidad atoda costa, aún con mayores connotacionesen el exterior que en el país. El vestido indí-gena se ha vuelto necesario en mujeres y hom-bres, como es típico en muchos movimientosnativos en el mundo (cf. Mallon 1996), y hanocurrido re-identificaciones con nombres in-dígenas, a pesar de que inicialmente no fue-ran los nombres de pila (Bulnes 1994). Es-tos hechos son conducidos por una nuevaforma de definición de autenticidad que noestá marcada por elementos locales si no, másbien, por una globalización transformadorapor las nuevas reglas del mercado capitalis-ta. De este modo se busca una autenticidadalejada de la concepción tradicional, es de-cir, lo auténtico como lo que representativa-mente es, sino lo auténtico como lo que unocree o quisiera que sea. De esta manera des-de sus primeros encuentros internacionalesel movimiento incorporó el hecho de que no

bastaba con ser indígena sino que era funda-mental auto-representarse como tal; por esoasumió una lucha representativa de atuendos,nombres e imágenes que le han permitidorepresentarse como indígena porque su au-téntica presencia no le bastaría para definirseen esos términos.

En esta necesidad de auto-representaciónla estrategia política, incluyendo la manipula-ción explícita del pasado y la identidad (comoen el caso de Rigoberta Menchú), aparececomo la más clara característica de la autenti-cidad. Lo auténtico es lo que es, no lo que unointuye o espera que sea (como en la mayoríade representaciones hollywoodenses). Estaposición, por necesaria y simplista que sea,entra en conflicto directo con una orbeglobalizante que busca definir a sus propiossujetos de cambio y desarrollo. El teatro re-presentativo se abre más allá de los escena-rios nacionales y entra a jugar con organismointernacionales como el Banco Mundial, elBanco Interamericano de Desarrollo y FondoMonetario Internacional que tienen definicio-nes de autenticidad dentro de irrisorios y ar-caicos modelos de desarrollos (Escobar 1995;Ferguson 1997).

En este marco globalizante la CONAIEy el movimiento indígena, en general, hanentrado a jugar no sólo con la modernidad ycon definiciones de autenticidad, ya que lamodernidad está definida por el encuentroinicial de indígenas y europeos hace cincosiglos, si no con un capitalismo postmodernoque busca re-ejercer continuamente su do-minio socio-económico, político y cultural através de (no en) la negación de las diferen-cias (Amin 1997). Este empuje global haobligado a los gobiernos y al Estado ecuato-riano a reconocer las comunidades indíge-nas, cuya opresión ha sido signo de la identi-dad ecuatoriana desde los inicios republica-nos. Sin embargo, este movimiento conser-vador de los organismos capitalistas interna-cionales para buscar nativos y desarrollar-

Page 15: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

13O. Hugo Benavides

los ha permitido al movimiento indígena res-catar su identidad, pelear por acceso a lastierras, reconocer el carácter pluricultural ymultinacional del país y enfrentar a lastransnacionales petroleras (New York Times2003). Lo que queda menos claro de este ren-dez vous entre transnacionales financieras yel movimiento son los silenciosos preciospolíticos que deben pagarse tras bastidoresque, en cierta forma, tienen ecos coloniales yson ejemplo de proyectos fallido de clase enel territorio americano.

Una de las principales contradicciones de esteproceso político es el hecho de que los organis-mos internacionales que ahora estimulan un con-texto en el cual pueda entenderse y reproducirseel movimiento indígena son los mismos que ex-plotan indiscriminadamente y mantiene en ex-trema pobreza a la mayoría de la población delTercer Mundo. La pregunta no es tanto cómoestos organismos de desarrollo capitalista podríanpresentarse como benévolos con una cara y per-versamente explotadores con la otra si no, másbien, cómo entender ambas caras (buscar nati-vos a quienes brindar apoyo y mantener nacio-nes tercer-mundista en condiciones jerárquicasde pobreza) como una y la misma cosa. Ambosprocesos son parte de un sistema capitalista dedistribución no equitativa de recursos y de pro-tección de la propiedad privada y los derechosindividuales en el ámbito económico. En estecontexto el apoyo al movimiento indígena es si-milar a las intentos civilizadores practicados du-rante la colonia, aunque los métodos sean dife-rentes y la ideología dominante también hayacambiado (Arce y Long 2000). Desarrollo ymodernización, en vez de civilización, son laspalabras claves de transformación e intervencióntransnacional (préstamos y una política repre-sentativa a través de los medios globales) sinnecesidad de ocupación militar directa y permi-ten la reproducción simbólica de la diferencia-ción capitalista.

En este medio de reproducción social elmovimiento indígena ha logrado, finalmen-

te, que su voz sea escuchada. Esto es pri-mordial porque no se puede argumentar quesea el primer movimiento indígena que hayaocurrido ni el de mayor envergadura en elmundo andino. Las producciones históricasargumentarían lo contrario. Lo que sí es di-ferente es que por primera vez, o después demás de cuatro siglos, ocurre en un contextoglobal que delimita e impacta el espacio lo-cal en el cual los planteamientos del movi-miento se han hecho inteligibles en términosoccidentales y en maneras francamenteadaptables al sistema de mercado reinante.Es por esto que “vestirse de indio” se ha con-vertido, después de siglos de maltrato y ex-plotación, en una realidad simbólicamentelucrativa; utilizar y expresar símbolos quedemuestren autenticidad indígena puede abrirpuertas a foros académicos, obtener apoyode fundaciones extranjeras, préstamos dedesarrollo e, inclusive, ser escuchado en al-tas cortes de justicia, dentro y fuera del país,vedadas a la mayoría de los ciudadanos delTercer Mundo. Es irónico que las institucio-nes que provocaron en un tiempo la debaclede la población autóctona del continente,como iglesias, militares y capital global, aho-ra estén tan atentas a su lucha política y re-clamos culturales. Por eso no sorprende queel movimiento recree, en muchas formas, elsistema hegemónico que busca combatir. Lacúpula del movimiento se encuentra ocupa-da, mayoritariamente, por hombres con for-mación académica y de la región Quechua-andina. Las categorías de género, clase, idio-ma y región que han esclavizado al país des-de sus inicios son reconfiguradas por el mo-vimiento sin que, hasta el momento, hayaesperanzas de algún tipo de solución o, in-clusive, teorización efectiva (Muratorio1998); así, es necesario reconocer que elmovimiento forma parte de un sistema deproducción occidental de más de cinco si-glos y, en ese sentido, el indígena como nati-vo es la más auténtica producción de occi-

Page 16: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

14 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

dente (Mignolo 1994, 2000; McClintock etal. 1997; Spivak 1999).

Uno de los marcadores de la postmoder-nidad es la forma como los signos modernistasson reconfigurados para que dejen de represen-tar sus significados iniciales, volviéndolos máshíbridos y multivocales, al mismo tiempo querepresentaciones utópicas, totalizantes y singu-lares dejan de tener resonancia. La figura delnativo ha sido transformada desde un lugar uobjeto de diferencia y exclusión a unoreconfigurado dentro del centro mismo de unaproducción de identidad occidental (Min-ha1997). Las típicas figuras nativas de indios ynegros (en el continente americano) van a serincorporadas a una producción occidental queno les permite perder su diferencia y que, almismo tiempo, utiliza esta diferencia para de-marcar poder y pertenencia. Este doble proce-so histórico de alienación transformadora haceque el negro o afro-americano pertenezca mása América (o inclusive a Europa) que a Africa(Baldwin 1984).

La cercanía indígena al mundo occiden-tal es mayor que a sus propios dioses, terri-torio, lengua, y cultura. Además, la apropia-ción de sus características culturales ha ocu-rrido a través de la incursión occidental quedefine (o no) las relaciones establecidas. Laimposibilidad de una genealogía pura ydesafectada no es un impedimento de auten-ticidad; es, más bien, el constante empuje deuna sociedad occidental marcada por el con-sumo y un mercado desigual que continua-mente requiere que los nativos (en ciertamanera todos somos nativos de algún lugar)sean cada vez más auténticos a pesar de que,o más bien porque, estamos en constante cam-bio (Taussig 1992). La crisis no ocurre porfalta de autenticidad —todos somos auténti-cos, especialmente en nuestros disfraces(Wilde 1964; Browning 1991; Butler 1993,1997)— sino por llevar este juego de auten-ticidad a sus extremos más ridículos: buscarparecer indio cuando ya se es. El movimien-

to indígena se acerca a abismos mortalescuando juega un juego de autenticidad re-presentativa con poncho y celular en manoen vez de reconocer que la autenticidad estádada con o sin poncho, con o sin celular. Enúltima instancia el juego de ser auténtico esarma de doble filo y puede terminaresencializando a quienes lo juegan (Baldwin1990; Deloria 1990).

El Estado y las vicisitudes delpasado hegemónico y la identidadindígena

¡Cómo un indio va a venir a mandarnos!

Fernando Larrea (2001)

En un artículo publicado póstumamente en1988 el sociólogo Phillip Abrams cuestionóla mayoría de los estudios hechos sobre elEstado y reconoció que los análisis habíanfallado por varios motivos; uno de los prin-cipales es que los estudios escudriñan dema-siado la figura del Estado como un ente tota-lizador y misterioso y, de esa manera, hanengañado con la máscaras de un Estado fic-ticio. En otras palabras, para Abrams el Es-tado no existe como tal sino más bien comores pública (en palabras de Marx), creadopor nuestros estudios, fantasías y, sobre todo,por el terror a la vida en su caótica existen-cia (Taussig 1992; cf. Radcliffe-Brown 1950para un enunciado similar). Para Abramsexiste un aparato estatal pero esta expresiónde ninguna manera se puede confundir conel Estado en sí, que otorga la agencia y losmecanismo de operación a ese terrorífico apa-rato burocrático y militar.

De esta forma la pregunta sobre el Esta-do se vuelve una pregunta sobre agencia ypoder, no sobre control y leyes estáticas. Estaforma de ver al Estado en su máscara ante-rior y no en un misterioso fetiche que nuncase puede precisar es instrumental, me pare-ce, para entender los pasos hegemónico delmovimiento indígena en el futuro patrio na-

Page 17: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

15O. Hugo Benavides

cional. La propuesta de Abrams ha tenidoeco entre los estudiosos del Estado y la hege-monía, quienes la han apropiado para acer-carse mas “realmente” a su configuración(Corrigan y Sayer 1985). El problema delEstado deja de ser uno de identificación odefinición para volverse uno de articulación,señalando que es necesario entenderlo (esdecir, nuestra imaginación del mismo) parasalvaguardar nuestra existencia y futuro.

La contribución de Abrams tambiénrefuerza los recientes análisis de hegemonía,especialmente como aplicados en contextoslatinoamericanos en la últimas décadas(Silverblatt 1987, 1988; Fox 1990). Ningúnotro trabajo ha tenido mayor influencia eneste sentido que el libro editado por GilbertJoseph y Daniel Nugent (1994); los estudiosde este libro sobre la dominación histórico-económica en México proponen una formamás sutil y “real” de producción hegemónicay de la figura del Estado en su intervención.Lejos de ser un programa estático propuestodesde arriba por las elites económicas la he-gemonía se convierte en varios proyectos deEstado sustentados para mantener ciertasrelaciones en su lugar y reproducirlas lo másfehacientemente posible.

La producción cultural y de identidadeses esencial en el mantenimiento de un statusquo y normatividad que permitan la desigualreproducción de la sociedad bajo el mantode una moralidad reificada y, sobre todo, deun sentido normativo del buen gusto y bue-nas costumbres (Mosse 1985). La preguntava más allá de definir ficticiamente los pro-ductores en última instancia de una hegemo-nía “real” (e.g., clase alta, blancos, hombres)a entender como toda la sociedad estáinvolucrada en sus propios sistemas de do-minación y reproducción social. Este giroinvestigativo, tan esencialmente postmodernoen su ambigüedad pero aun más postcolonialen la constitución de la identidad local en unmundo globalizante, es primordial para en-

tender las transformaciones de la culturapopular (Yudice et al.1992) y los nuevosmovimientos sociales en Latino América (Es-cobar y Alvarez 1992; Monsiváis 1997).

Una de las preguntas más singulares deeste aporte intelectual es como entender laarticulación de los gobiernos de turno en laoperacionalización de la hegemonía nacio-nal y los movimientos contra-hegemónicosque, por definición, se encuentran en produc-tiva reacción con el Estado que buscan trans-formar e, incluso, desarticular. Así es facti-ble entender por qué los movimientos con-tra-hegemónico no sólo jamás podrían des-articular en su plenitud la hegemonía nacio-nal si no por qué, más bien, son en esencialos mas radicales aportadores a la regula-ción hegemónica del Estado (Wylie 1995).Como ya entrevió Doris Lessing (1987) aestas alturas del devenir histórico debería-mos reconocer e incorporar el hecho de quetodo movimiento progresista es siempre di-visible por dos.

El movimiento indígena en el Ecuador esun agente poderoso en la deseada transfor-mación de la hegemonía nacional hacia unamás democrática y de mayor igualdad en ladistribución de recursos socio-económicos.En este sentido ha obtenido claras victoriaspolíticas, principalmente en el reconocimientode sus ancestrales derechos territoriales y enla defensa de su necesidad de auto-suficien-cia productiva. Esto, a su vez, ha sido posi-ble y es permitido por los logros alcanzadoen los medios públicos. Desde una organiza-ción estructurada a través de décadas el mo-vimiento ha logrado afianzar una fuerza so-cial con base en mítines, manifestacionesmultitudinarias, paros, apoyo del exterior,juicios y contienda electoral. Estos métodosa su alcance han permitido al movimientotransformarse en el de mayor importancia delpaís, sobrepasando el laboral (FUT, FrenteUnido de Trabajadores), de maestros (UNE,Unión Nacional de Educadores) y las tradi-

Page 18: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

16 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

cionalmente poderosas protestas estudianti-les, y convertirse en una fuerza de contiendapara cualquier municipio o gobierno de tur-no. El movimiento también ha tenido sus pri-meras experiencias en el control directo delaparato estatal a través de lo cargos de laCancillería, secretarías de gobierno y con-greso nacional. Aunque esta experimentacióndirecta con el poder estatal fue de corta du-ración debido a la terminación de su alianzacon el actual presidente no deja de cobrarimportancia el papel transformador para unacomunidad indígena que siempre se ha en-contrado aislada del poder estatal y sufrió, yen muchos casos continúa sufriendo, la ig-nominia de la mayoría de los ciudadanosblancos/mestizos del país. Pero la trayecto-ria del movimiento hace esencial preguntar:¿cuál es el papel del movimiento en la trans-formación de la hegemonía nacional?; ¿cuá-les son los logros concretos, además de losreclamos territoriales, de su resistencia com-batiente contra el Estado nacional? Dentrode lo “real” ¿cuáles son la mejores manerasde entender la contribución del movimientohacia los indios y todos los ecuatorianos, másallá de fantasías utópicas o de re-articula-ciones racistas?

Un acercamiento inicial a estas preguntaspodría decir que aún cuando las propuestasdel movimiento son contra-hegemónicas seencuentra en clara relación con un procesohegemónico nacional y no fuera de él. Una dela mayores victorias del movimiento para todoel país, sin ser su objetivo primordial, es lagran batalla representativa de lo que significareconocer la humanidad y valor político-cul-tural del pasado indígena. También se puedereconocer un proceso mediante el cual no senecesita hablar de fantasías utópicas comovictoria, ni siquiera de logros de contingencia,pero sí de una mayor expansión del ámbitopolítico que permite una participación másamplia de los ciudadanos actuales y de lasgeneraciones venideras (Foucault 1991).

El movimiento indígena ha logrado ga-nar terrenos sobre sus rivales debido, en pri-mer lugar, a su transformación en una crea-ción social postmoderna, mucho antes quecualquier de los otros sujetos sociales del país.En segundo lugar debido a su capacidad parajugar el juego de la política nacional (siem-pre viendo más allá de la frontera nacional)mucho mejor que sus enemigos tradiciona-les; este éxito le ha permitido acercarse a li-derar un Estado marcado por el menospre-cio y diferenciación de lo que es indio en com-paración con la supuesta esencia representa-tiva del país (Silva 1995). Por último debidoa la re-transformación política, inclusive losjuegos de imágenes y espejos, presentándosecomo más auténtico de lo que podría ser en-tendido; estas son marcas del rito de una au-tenticidad que continúa teniendo fuertes ele-mentos hegemónicos, a pesar de sus sujetossociales constitutivos.

Visto desde otra perspectiva el movimien-to ha tenido la difícil tarea de tomar posicio-nes de autoridad frente a un Estado que hasido reificado en un ente institucionalmenteracista y discriminante, especialmente en suforma de constituir la ciudadanía nacional.Esta participación ha sido más difícil de loque se pensaba porque, inicialmente, el mo-vimiento estuvo en la oposición. En sus pri-meros pasos políticos la plataforma políticade la CONAIE (1997) tenía menos que vercon una realidad concreta de gobernar quecon una visión cosmológica del poder y susresponsabilidades con respecto a los gober-nados. Las continuas victorias del movimien-to, incluyendo su franca capacidad de aliar-se con otros grupos y comunidades a pesarde que históricamente representen visionesopuestas, ha permitido un acercamiento alpoder mucho mayor de lo que se podría pre-decir en tan poco tiempo.

Esta cercanía en el manejo de un Estadoque una vez fuera distante y lejano permitereconocer un proceso hegemónico entre el

Page 19: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

17O. Hugo Benavides

movimiento y el proceso de producción na-cional del país. El movimiento apoya la he-gemonía nacional en varios niveles: el pri-mero, posiblemente el menos problemáticode apreciar, es que todo movimiento contra-hegemónico que busca desestabilizar un sis-tema es cooptado si resulta exitoso. Esta fa-lla esencial de la resistencia social fue detec-tada por Gramsci y Marx (Crehan 2002),por las visiones terroríficas (y acertadas) deGeorge Orwell en su novela 1984 y por losinfluyentes trabajos de Foucault (1980) so-bre el poder. El hecho de que el poder, comoel Estado, no existe como fuerza opresivapor fuera de los sujetos sociales hace que éstossean esenciales en su construcción, sobre todoaquellos con mayor influencia nacional.

El segundo nivel está marcado por latransformación de su poder, ya no como unmovimiento de resistencia contra-hegemóni-co constituido desde afuera si no desde losámbitos más reificados del poder estatal, elpalacio ejecutivo y el congreso nacional. Eneste nivel el juego (de constituciónhegemónica) es más interesante pero tambiéneleva sus apuestas porque ahora no se tratade disolver un Estado racista sino de tenerque defenderlo como parte constitutiva delmovimiento. En otras palabras, aún cuandoel movimiento ha sido claro en catalogarsecomo perteneciente al Ecuador, pero no ne-cesariamente ecuatoriano (de ahí la necesi-dad de cambiar la Constitución para que re-fleje esta realidad multinacional), cuando sehace cargo del Estado es imposible disolver-lo sin auto-destruirse. Así se entiende porquelos movimientos políticos previos, por bienintencionados que hayan sido, también tu-vieron que lidiar con este absurdo político,existencialmente hablando. En un cuento deGiovanni Papini un individuo anti-religiosologra infiltrar la iglesia y ser elegido papasólo para ver sus proyectos de destruccióncooptados en la continua transformación deesa misma iglesia; así, el movimiento se acer-

ca cada día más a tener que aceptar su papelde líder en un país en el cual nunca fue acep-tado pero que ahora se transforma y adaptacon una rapidez abrumadora y a la fuerzadebido al cambiante mundo postmoderno deexotismo, de manera que ahora debe sobre-vivir con el nuevo matiz indígena de su iden-tidad. Esta cooptación del movimiento (po-dría, inclusive, llamarse re-alineaciónhegemónica) no debe sorprender ni avergon-zar. En cambio, el mayor desgaste puedeocurrir tratando de esconder este proceso decooptación en vez de reconocerlo como ele-mento del proceso hegemónico que busca re-adecuarse como sea necesario; inclusive sudisolución puede ser utilizada para asegurarsu futura existencia (Fabian 1983).

Como han visto el país y Latinoaméricatoda revolución contra un poder hegemónicotrae consigo otro sistema y poder hegemóni-co, obligando al sistema nacional a re-ali-nearse de una manera adaptativa a las nue-vas corrientes de vida. Este hecho no invalidalas revoluciones o el fracaso de todo proyec-to progresista; es, más bien, la incorporaciónde sus verdaderos logros y objetivos. El mo-vimiento indígena es una nueva fuerzahegemónica que incorpora muchos caracte-res existentes en la dominación nacional an-terior pero logra abrir más espacios de losque había anteriormente, aún cuando cierraotros por las necesidades del poder. La espe-ranza popular es que el proceso hegemónicose re-articule de manera que aquellos sujetossociales que han sido violentamente consti-tuidos a partir del agravio de sus derechologren un mayor campo de acción. Esta es-peranza es estimulada por un movimientoindígena que ha logrado re-articular la cons-titución racial del país, a pesar de que ha te-nido que pagar un alto precio político. El mo-vimiento se presenta como el más “real” delpaís por su capacidad de representar la au-tenticidad deseada, tanto para el público lo-cal como internacional, por lo que es: un jue-go de representación con altos riegos políti-

Page 20: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

18 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

cos. De esa manera ha ganado a la tradicio-nal imagen de la nación y al Estado ecuato-riano en su juego de seducción, proponiendosu propia historia nacional y re-creando nue-vas formas de autenticidad cultural. Quedapor reconocer que, como todo movimientonacional, continuará necesitando un Estadoque lo legitime y una nación que salvaguar-de su supervivencia. El futuro movimientoindígena (y, a estas alturas, el país entero)depende de estos ritos de autenticidad.

Conclusión

Lo que nadie antes de mí ha logradotampoco yo lo puedo lograr y sólo he sidocapaz de imitar los errores de otros:arrastro el peso de otros conmigo. O, másbien, creyendo que yo no he sucumbidosólo fui ellos, atrapado por las mismascadenas, en la misma prisión.

Georges Bataille (1991)

Este trabajo es resultado de una larga discu-sión con otros y conmigo mismo sobre el papelpolítico del movimiento indígena. Esta reflexiónno busca lograr un consenso objetivo, ni siquieratener entre sus manos un tipo de valor predictivo.Al contrario, me siento partícipe de la transfor-mación del país hacia una sociedad más equi-tativa; la transformación de las relaciones ra-ciales y de clases del país es de una necesidadapremiante. No hay duda que en las últimasdos décadas el movimiento indígena ha hechoesta posibilidad más “real” que cualquier otromovimiento en los dos siglos de historia repu-blicana del país. Sin embargo, dentro de esteproceso de transformación se encuentran es-pectros hegemónicos que no se pueden descui-dar; más bien, se deben incorporar lo más ex-plícitamente posible para el sincero desarrollodel movimiento y la producción de una identi-dad ecuatoriana más democrática. Mi visiónde estos hechos está formada desde un ánguloantropológico y, aun más específicamente, porhaber participado como arqueólogo en la con-tinua empresa de entender el pasado precolom-

bino como una historia viva con consecuenciaspara la existencia contemporánea de las comu-nidades nacionales. En este contexto la autenti-cidad es más apremiante que nunca, especial-mente en un mundo postmoderno en el cual lasrelaciones de globalización nos empujan cadadía más.

La autenticidad o, más correctamente, labúsqueda por una autenticidad efímera se haconvertido en uno de los principales valorespostmodernos precisamente porque la socie-dad global, definida desde el punto de vistade Occidente, se encuentra cada vez más alen-tada por encontrar diferenciación y desarro-llarla. En esta contradicción global, una vezmás en esencia definitoria del momentopostmoderno que vivimos, organismos finan-cieros transnacionales como el Banco Mun-dial, cada vez más conscientes de la crecien-te homogeneización cultural de Occidente,buscan nativos y diferencias para desarro-llar y apoyar sin consciencia de que esta bús-queda supone elementos del fracaso del mo-delo de desarrollo occidental o la desapari-ción de la diferencia que se busca apoyar.

En cierta manera el movimiento indígenaes uno de los mejores ejemplos globales de laproducción local de los hechos de laglobalización. Así como el inicio de laglobalización occidental y, por ende, de la mo-dernidad marcó la debacle de las comunidadesindígenas en América la entrada a lapostmodernidad ha marcado, una vez más, lareinserción indígena en el contexto de las na-ciones del mundo. Podrá haber tomado cincosiglos pero las relaciones jerárquicas del mun-do se están re-adaptando con una fuerte reac-ción a su homogeneización y con reclamos asus palabras vacías de igualdad, justicia, de-mocracia y, sobre todo, civilización. Sin em-bargo, hay más preguntas que respuestas, par-ticularmente en cuanto a la sinceridad del apo-yo dado al movimiento por instituciones y or-ganismos que, históricamente, han estadoinvolucrados con su destrucción. El hecho de

Page 21: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

19O. Hugo Benavides

recibir apoyo internacional para continuar lalucha por la identidad nativa no puede tenerotro resultado que destruir la diferencia, recrearmayor homogeneización y, peor aún, estable-cer “nuevas viejas” relaciones de poder a tra-vés de (y ya no en reacción a) diferencias cultu-rales. Este es otro rasgo postmoderno: la domi-nación política de la globalización está marca-da por la incorporación y no por el desdén de ladiferencia cultural.

Ubicado centralmente en esta discusiónestá el hecho de la autenticidad y sus ritos.El apoyo dado al movimiento indígena su-puestamente pone en peligro su autenticidadnativa, un pequeño problema en un contextoglobal en el cual es cada vez más lucrativoser nativo. Los miembros del movimientoindígena se encuentran conectados tecnoló-gicamente con el exterior debido a viajes,celulares y al ciberespacio; esta conexión noshace reconsiderar la imagen sufrida yvictimizada de la comunidad indígena, espe-cialmente cuando el movimiento busca pre-sentar esta victimización histórica como lamás “real” y, por ende, más verdadera.

Los ritos de la autenticidad son una nece-sidad apremiante, marcada por procesos deglobalización, que nos hacen aparentar lo queno somos para ser lo que somos. El movi-miento indígena tiene que mantener imáge-nes de victimización porque sus mayores re-presentantes ya no son víctimas. Sólo de esamanera lograrán mantener una autenticidad

hacia afuera que, para empezar, nunca ten-dría que haber sido puesto en duda. Por estolos ritos de autenticidad, ser lo que no se espara ser, se vuelven esenciales para el movi-miento indígena y para todo movimientopostcolonial de identidad en América. Estosritos participan de la contradicción presen-tada por Lacan: “lo real” que nunca es loobvio si no lo que está dado por la conscien-te búsqueda de aquello que nunca se puedelograr pero que define lo que es (Zizek 2002).

Esta es la encrucijada en la producciónde las identidades postcoloniales (indígena,ecuatoriana o latinoamericana) en el actualcontexto de globalización: se busca más delo que hay porque lo que hay es demasiadodoloroso para incorporar. La colonia dejó sulegado internalizado en quienes somos hoyen día, aún cuando lo que fue internalizadocambia todos los días precisamente porqueel pasado cambia también (Kincaid 1997).Esta es la labor de la arqueología como cien-cia especializada en entender el pasado, enespecial el pasado precolombino americano,parte esencial del movimiento indígena y dela nación ecuatoriana; ninguno de los dospuede sobrevivir sin una versión nacionali-zada de la historia y, por ende, la arqueolo-gía es parte primordial del proceso hegemó-nico nacional, lo quiera o no. Desgraciada-mente hasta ahora la arqueología ecuatoria-na e, inclusive, latinoamericana ha hecho casoomiso de su incorporación hegemónica alproceso de dominación nacional.

Referencias

Academia de las Lenguas Quichua-Castellano1993 Historia sobre la cultura india en Cayambe-Pesillo. En Historia de la organiza-

ción indígena en Pichincha, editado por la Federación Indígena PichinchaRunacunapac Riccharimui, pp 11-24. Abya-Yala, Quito.

Almeida, Ileana y otros1992 Indios: una reflexión sobre el levantamiento indígena de 1990. ILDIS-Abya-

Yala, Quito.

Page 22: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

20 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

Amin, Samir1997 Capitalism in the age of globalization: the management of contemporary society.

Atlantic Highlands, Londres.

Anderson, Perry2002 The origins of postmodernity. Verso, Londres.

Appiah, Kwame Anthony1997 Is the “post” in “postcolonial” the “post” in postmodern? En Dangerous liaisons:

gender, nation, and postcolonial perspectives, editado por Anne McClintock, EllaShohat y Aamir Mufti, pp 420-444. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Appudarai, Arjun2003 Modernity at large: cultural dimensions of globalization. University of Minnesota

Press, Minneapolis.

Arce, Alberto y Norman Long (Editores)2000 Anthropology, development, and modernities. Routledge, Londres.

Arias, Arturo (Editor)2001 The Rigoberta Menchú controversy. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Ayala, Enrique y otros1992 Pueblos indios, Estado y derecho. Corporación Editora Nacional, Quito.

Aznárez, Juan Jesús2001 Rigoberta Menchú: those who attack me humiliate the victims. En The Rigoberta

Menchú controversy, editado por Arturo Arias, pp 109-117. University of MinnesotaPress, Minneapolis.

Baldwin, James1990 Just above my head. Dell, Nueva York.

1984 Notes of a native son. Beacon Press, Boston.

Bataille, Georges1991 The impossible. City Lights Books, San Francisco.

Benavides, O. Hugo2001 Returning to the source: social archaeology as Latin American philosophy. Latin

American Antiquity 12:355-370.

2004 Making Ecuadorian histories: four centuries of defining power. University ofTexas Press, Austin.

Bhabha, Homi1994 The location of culture. Routledge, Londres.

Browning, Frank1991 The culture of desire: paradox and perversity in the lives of gay men. Vintage

Books, Nueva York.

Page 23: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

21O. Hugo Benavides

Bulnes, Martha (Editora)1994 Me levanto y digo: testimonios de tres mujeres quichuas. Editorial El Conejo,

Quito.

Butler, Judith1993 Bodies that matter: on the discursive limits of “sex”. Routledge, Nueva York

1997 The psychic life of power: theories in subjection. Stanford University Press,Stanford.

CEDEP1986 Primer concurso de testimonio: la historia de mi organización. Escuela de For-

mación Popular “Fernando Velasco-CEDEP, Quito.

CEDIME1987 Derechos de la mujer indígena. CEDIME, Quito.

CEDIS1992 Indios, tierra y utopía. CEDIS, Quito.

Collier, Donald1982 One hundred years of Ecuadorian archaeology. En Primer simposio de correlacio-

nes antropológicas andino-mesoamericano, editado por Jorge Marcos y PresleyNorton, pp 5-33. ESPOL, Guayaquil.

CONAIE1988a Primer encuentro de derechos humanos CONAIE-ECUARUNARI. CONAIE,

Quito.

1988b Derechos humanos y solidaridad de los pueblos indígenas. CONAIE, Quito.

1989 Las nacionalidades indígenas en el Ecuador: nuestro proceso organizativo.TINCUI-CONAIE-Abya-Yala, Quito.

1997 Proyecto político de la CONAIE. CONAIE, Quito.

1998 Las nacionalidades indígenas y el estado plurinacional. CONAIE, Quito.

Corrigan, Phillip y Derek Sayer1985 The great arch: English State formation as cultural revolution. Basil Blackwell, Oxford.

Crehan, Kate2002 Gramsci, culture and anthropology. University of California Press, Berkeley.

Deloria Jr, Vine1979 Custer died for your sins. Avon, Nueva York.

Escobar, Arturo1995 Encountering development: the making and unmaking of the Third World.

Princeton University Press, Princeton.

Escobar, Arturo y Sonia Alvarez (Editores)1987 The making of social movements in Latin America: identity, strategy, and

democracy. Westview Press, Boulder.

Page 24: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

22 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

Fabian, Johannes1983 Time and the other: how anthropology makes its object. Columbia University

Press, Nueva York.

Ferguson, James1997 The anti-politics machine: “development”, depoliticization, and bureaucratic

power in Lesotho. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Foucault, Michel1991 Remarks on Marx. Semiotext(e), Nueva York.

1980 Power/knowledge: selected interviews and other writings 1972-1977. PantheonBooks, Nueva York.

Fox, Richard (Editor)1990 Nationalist ideologies and the production of national cultures. American

Ethnology Monograph Series, Number 2, Washington.

García-Canclini, Nestor1992a Cultural reconversion. En On edge: the crisis of contemporary Latin American

culture, editado por George Yudice, Jean Franco y Juan Flores, pp 29-43. Universityof Minnesota Press, Minneapolis.

1992b Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad.Suramericana, Buenos Aires.

Hall, Stuart1987a The local and the global: globalization and ethnicity. En Culture, globalization and the

world-system: contemporary conditions for the representation of identity, editado porAnthony King, pp 19-39. University of Minnesota Press, Minneapolis.

1987b Old and new identities, old and new ethnicities. En Culture, globalization and theworld-system: contemporary conditions for the representation of identity, edita-do por Anthony King, pp 41-68. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Joseph, Gilbert y Daniel Nugent (Editores)1994 Everyday forms of State formation: revolution and the negotiation of rule in

modern Mexico. Duke University Press, Durham.

Kincaid, Jamaica1997 My brother. Farrar, Straus and Giroux, Nueva York.

KIPU1991 El mundo indígena en la prensa ecuatoriana, Enero-Junio.

1995 El mundo indígena en la prensa ecuatoriana, Julio-Diciembre.

Kureishi, Hanif1990 The Buddha of suburbia. Faber and Faber, Londres.

1985 Dirty washing. Time Out, noviembre, pp 14-20.

Lacan, Jacques1977 Ecrits: a selection. W.W. Norton & Co, Nueva York.

Page 25: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

23O. Hugo Benavides

Larrea, Fernando2001 “¡Cómo un indio va a venir a mandarnos!”: frontera étnica y masculinidades en el

ejercicio del poder local. En Masculinidades en Ecuador, editado por XavierAndrade y Gioconda Herrera, pp 47-65. FLACSO, Quito.

Lessing, Doris1987 Prisons we choose to live inside. Harper and Row, Nueva York.

Lucas, Kintto2000 La rebelión de los indios. Abya-Yala, Quito.

Malkki, Lisa1995 Purity and exile: violence, memory, and national cosmology among Hutu refugees

in Tanzania. University of Chicago Press, Chicago.

Mallon, Florencia1996 Constructing mestizaje in Latin America: authenticity, mariginality, and gender in the

claiming of ethnic identities. Journal of Latin American Anthropology 2:170-81.

Marcos, Jorge (Editor)1986 Arqueología de la costa ecuatoriana: nuevos enfoques. ESPOL- Corporación

Editora Nacional, Quito.

McClintock, Anne, Ella Shohat y Aamir Mufti (Editoras)1997 Dangerous liaisons: gender, nation and postcolonial perspectives. University of

Minnesota Press, Minneapolis.

McEwan, Colin y Chris Hudson1990 Como despertar el orgullo por el propio pasado: el ejemplo de Agua Blanca, Ecua-

dor. Manuscrito sin publicar.

Mignolo, Walter1994 The darker side of the Renaissance: literacy, territoriality, and colonization.

University of Michigan Press, Ann Arbor.

2000 Local histories/global designs: coloniality, subaltern knowledges, and borderthinking. Princeton University Press, Princeton.

Minh-ha, Trinh1997 Not you/like you: postcolonial women and the interlocking questions of identity

and difference. En Dangerous liaisons: gender, nation, and postcolonialperspectives, editado por Anne McClintock, Ella Shohat y Aamar Mufti, pp 415-419. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Muratorio, Blanca1998 Indigenous women’s identities and the politics of cultural reproduction in the

Ecuadorian Amazon. American Anthropologist 100:409-420.

Muratorio, Blanca (Editora)1994 Imágenes e imagineros: representaciones de los indígenas ecuatorianos, siglos

XIX y XX. FLACSO, Quito.

Page 26: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

24 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

New York Times2003 Seeking balance: growth vs. culture in Amazon, pp A1, A17, Diciembre 10.

Patterson, Thomas1991 The Inca empire: the formation and desintegration of a pre-capitalist State.

Berg, Oxford.

Patterson, Thomas y Peter Schmidit (Editores)1995 Making alternative histories: the practice of archaeology and history in non-

western settings. School of American Research, Santa Fe.

Quijano, Aníbal1993 América Latina en la economía mundial. Problemas del desarrollo 24:5-18.

Radcliffe, Sarah y Sallie Westwood1996 Remaking the nation: place, identity and politics in Latin America. Routledge,

Londres.

Radcliffe-Brown, Alfred Reginald (Editor)1950 African systems of kinschip and marriage. Oxford University Press, Oxford.

Ramón, Galo1990 Ese secreto poder de la escritura. En Indios: una reflexión sobre el levantamiento

indígena de 1990, editado por Ileana Almeida y otros, pp 24-49. ILDIS-Abya-Yala,Quito.

Renan, Ernest1990 What is a Nation? En Nation and narration, editado por Hommi Bhabha, pp 19-

36. Routledge, Londres. [1882].

Salomon, Frank1990 Ancestors, grave robbers, and the possible antecedents of Cañari “inca-ism”. En Natives

and neighbors in South America: antropological essays, editado por H. Skar y FrankSalomon, pp 207-232. Goteborg Etnografiska Museum, Goteborg.

Silverblatt, Irene1988 Political memories and colonizing symbols: Santiago and the mountain gods of

colonial Peru. En Rethinking History and Myth: Indigenous South America,editado por James Hill, pp 174-194. University of Illinois Press, Urbana.

1987 Moon, sun, and witches: gender ideologies and class in Inca and colonial Peru.Princeton University Press, Princeton.

Silverston, Melina1994 The politics of culture: indigenous peoples and the State in Ecuador. En Indigenous

people and democracy in Latin America, editado por Dona Van Cott, pp 131-152. St.Martin’s Press, Nueva York.

Spivak, Gayatri1999 A critique of postcolonial reason. Routledge, Londres.

Page 27: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

25O. Hugo Benavides

Taussig, Michael1992 The nervous system. Routledge, Nueva York.

Wilde, Oscar1964 De Profundis. Avon Books, Nueva York.

Wolf, Eric1992 Europe and the people without history. University of California Press, Berkeley.

Wylie, Alison1995 Alternative histories: epistemic disunity and poltical integrity. En Making

alternative histories: the practice of archaeology and history in non-westernsettings, editado por Tom Patterson y Peter Schmidt, pp 255-272. School of AmericanResearch, Santa Fe.

Yánez Cossio, Alicia2002 Y amarle pude... Planeta, Quito.

Yudice, George, Jean Franco y Juan Flores (Editores)1992 On edge: the crisis of contemporary Latin American culture,: University of

Minnesota Press, Minneapolis.

Zizek, Slavoj2002 Welcome to the desert of the real. Verso, Londres.

Page 28: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

26 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

COMENTARIOS

Gabriel De La Luz Rodríguez(Departamento de CienciasSociales, Universidad de PuertoRico, Río Piedras).

En su excelente ensayo Los ritos de la au-tenticidad: indígenas, pasado y el Estadoecuatoriano Hugo Benavides logra, en tér-minos políticos y teóricos, un cruce intere-sante y productivo entre lo mejor de la tradi-ción marxista y subalternista. Esto, por su-puesto, no es poca cosa. Lejos del populismocultural que impera en ocasiones dentro delos estudios postcoloniales, subalternistas ylos estudios culturales de nueva cuña el au-tor se deshace de cualquier remanenteesencialista, ingrediente común en los discur-sos afines a las políticas de identidad, paraentender las contradicciones de un movimien-to social poderoso como el indígena en Ecua-dor; éste se interpreta a través del crisol desus tensas relaciones, casi agónicas, con elEstado nacional ecuatoriano para entendertanto sus limites discursivos (los del movi-miento y los del Estado) como su potenciali-dad democrática dentro del entorno socialecuatoriano (de nuevo, los del movimiento ylos del Estado).

Benavides analiza esta dialéctica desdeuna perspectiva neo-marxista que deja atráscualquier determinismo económico para en-tender lo social, es decir, la formación socialecuatoriana, como un todo estructurado y ar-ticulado por una fuerza hegemónica especí-fica (una clase dominante blanca y mestiza).Este esquema plantea, con ecos de Gramscia través del último Nicos Poulantzas, que elEstado no es una cosa sino un entramado derelaciones sociales de poder. Esta perspecti-va es de suprema importancia ya que se tratade entender el movimiento indígena como un

actor que no se encuentra desligado del ám-bito estatal sino en una productiva tensióncon él. Esto, como bien argumenta el autor,no es razón para despreciar los alcances delmovimiento; todo lo contrario, esa relaciónambigua con el Estado permite el avance dereclamos indígenas concretos dentro de laperspectiva nacional ecuatoriana pero, porsupuesto, también permite su cooptación ydomesticación. Así, Benavides sitúa de ma-nera compleja la trama ecuatoriana dentrode un contexto global en donde la identidady la cultura no sólo vende, y vende bien, sinoque resulta esencial para la reproducción delcapitalismo tardío y sus elites. El riesgo dere-colonización del movimiento indígena sesitúa precisamente allí, en donde el liberalis-mo político y el capital postmoderno no sesienten ya amenazado por el «otro» sino quelo reclaman con furor a través de unmulticulturalismo simplón. ¡Aquí hay cabi-da para todos! Claro, siempre que se respetela civilidad liberal, es decir, que los funda-mentos del sistema capitalista nunca se cues-tionen. Aquí parece jugarse la vida elindigenismo. ¿Cómo impulsar sus reclamos,algunos de los cuales se encuentran en fran-ca contradicción con el capital y el sistemainter-estatal que lo defiende, vía la políticanacional?; ¿cómo explotar los límites de loposible dentro de los canales oficiales delEstado ecuatoriano? Acercarse a la contra-dicción de manejar el Estado como fuerzarevolucionaria, como alguna vez sugirióLenin, no resulta fácil; tampoco resulta fácilanalizar ese proceso y aquí el ensayo deBenavides adquiere una importancia vital.

Hay, sin embargo, un argumento que con-sidero ambiguo, cuando no problemático. Elautor sucintamente explica el papel de la ar-queología nacional en el fomento de ciertos

Page 29: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

27O. Hugo Benavides

discursos opresivos a lo indígena. En otraspalabras, apunta a la forma como la arqueo-logía oficial ha invisibilizado la presenciaactiva de los grupos amerindios a través dela historia del país. Como respuesta a estoBenavides señala cómo el movimiento, porsu lado, ha logrado construir una historia no-oficial que se ampara más en el mito y lautopía que en la actividad científico-investigativa de la arqueología y laetnohistoria tradicional. Esta contra-historia,de alguna manera, sirve de antídoto a lo queresulta ser otra mitologizada historia fomen-tada, esta vez, por la arqueología de las eliteso, por lo menos, vulgarizada en textos de his-toria oficial. Benavides señala que ha habidoexcepciones en este panorama; por ejemplo,menciona a los arqueólogos sociales; sinembargo, en su opinión inclusive este tipo dearqueología ha sido cómplice de las prácti-cas colonialistas de la arqueología mas tra-dicional al no dar voz o no hacer participe alindígena en la producción de conocimientoantropológico. Supongo que a esto se refiereBenavides cuando argumenta que «aún másproblemática es la realidad del fracaso de laarqueología como ciencia social en incorpo-rar los grupos oprimidos que buscaba legiti-mar, no sólo en sus investigaciones sino, in-clusive, en sus resultados de investigación”.Esto lo lleva a esgrimir que “esta realidad,sobre todo, de una arqueología que en susmejores momentos busca personalmentealiarse con su principal sujeto de investiga-ción ha motivado a ese sujeto indígena a cons-truir su propia historia y, a través de ella,legitimar su propio y contradictorio podernacional y reproducción narrativa».

¿Significa todo esto que la arqueologíaya no tiene nada que contribuir a esa lucha?;¿que es ajena a la reconstrucción histórico-política que necesita el movimiento indígenapara su sustento? Sin pretensionesobjetivistas ni tutelares me parece que la ar-queología como ciencia social e histórica tie-ne mucho que brindar con respecto a esta

situación. Aunque uno pueda comprender lascondiciones que originan la contra-narrativahistórica indígena ¿no resulta tan problemá-tica como la oficialista en su romantizaciónde un pasado que nunca fue? Más aun, ¿nopodrá esta mistificación del pasado dar másmuniciones al multiculturalismo liberal en suintento de domesticar al movimiento? Porsupuesto que la arqueología tiene que incor-porar la voz indígena; sin embargo, ¿se po-drá hacer esto sin colonizarlo en cierto modo,es decir, sin hacer del indígena unarqueólogo?; ¿cómo se articula esto con elesencialismo estratégico que el autor descri-be como fundamental dentro de la praxismemorial del movimiento indígena? A mi meparece que la arqueología como ciencia so-cial aporta algo importante a un debate quela arqueología tradicional positivista y losnativismos exotizantes de algunos sectoresdel movimiento indígena no traen a colación;esta es una perspectiva de totalidad concretaque sobrepasa, radicalmente, losparticularismos de las otras dos posiciones.Esa noción comprensiva de totalidad es, pre-cisamente, la que necesitamos para poderconstruir un verdadero juicio crítico.

Joanne Rappaport (Department ofSpanish and Portuguese,Georgetown University).

Los antropólogos que escribimos sobre losnuevos movimientos sociales, en particularsobre los movimientos indígenas, no sólo te-nemos la obligación de describir y analizarla realidad que estudiamos sino entrar en diá-logo con estos actores sociales. La coyuntu-ra histórica que vivimos, cuando frecuente-mente tenemos el mismo acceso que los ac-tores que estudiamos a los dispositivos deevaluación, a las herramientas metodológicasy a la financiación, juega un papel transfor-mador en nuestra práctica investigativa. Lasofisticación de los actores sociales trascien-de la sofisticación de los observadores: tie-

Page 30: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

28 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

nen a su alcance canales de comunicaciónque no tenemos nosotros; ocupan puestos depoder, tanto dentro de las estructuras tradi-cionales de gobierno como en el mundo no-gubernamental. Desde el punto de vista delas ciencias sociales nuestras aproximacio-nes teóricas tienen que abarcar toda esa com-plejidad y no confinarse a la descripción desociedades indígenas enquistadas en un “pre-sente etnográfico” ni tampoco a una miradaque los muestra como víctimas de un proce-so de modernización que los canibaliza. Yano podemos ser observadores paternalistassino que tenemos que entrar en un intercam-bio entre iguales o, frecuentemente, en unainterlocución cuyas reglas están controladaspor aquellos que, tradicionalmente, ocupa-ban una posición subalterna respecto a losinvestigadores externos. Bajo estas circuns-tancias ellos determinan, en parte, cuáles vana ser nuestras contribuciones, no sólo al pro-ceso social sino a la ciencia misma.

¿Cuáles son nuestras obligaciones en estanueva coyuntura? Mientras que nuestras re-laciones con los nuevos actores sociales hacambiado, llevándonos a una inserción en lasrealidades que estudiamos —inserción queevitábamos en el pasado, aunque siempreestábamos implicados en la realidad que es-tudiábamos—, creo que todavía es nuestrodeber producir análisis rigurosos de la reali-dad, interpretaciones que tengan en cuentalas complejas redes de relaciones entre indí-genas, la sociedad nacional y el mundoglobalizado pero que, a la vez, no abando-nen el estudio de la textura de la vida cotidia-na, los detalles que siempre han caracteriza-do la interpretación etnográfica.

La polémica de Hugo Benavides intentaentrar en diálogo desde una posición críticacon el movimiento indígena ecuatoriano entorno a la problemática de la autenticidad.Según lo que he podido percibir en su artícu-lo por un lado le preocupa el hecho de quelos dirigentes indígenas de hoy tengan que

enfatizar su diferencia mediante la adopciónde ciertos rasgos, como el vestuario o la len-gua, que antes funcionaban como marcado-res étnicos pero que hoy día no son suficien-tes para proyectar el significado de la identi-dad indígena. Por otro lado Benavides ob-serva que estos actores, vestidos de indiospero exhibiendo una sofisticación política, seapropian de las fuentes de poder en nuestrassociedades —la financiación externa y lasposiciones gubernamentales, entre otras— enuna serie de actitudes que desmientan susintenciones políticas de representar a una baseindígena contra el neoliberalismo. Armadocon toda una gama de dispositivos teóricosque problematizan el papel del etnógrafo yel carácter de la etnografía modernistaBenavides cuestiona la autenticidad delliderazgo indígena ecuatoriano.

En teoría lo que plantea Benavides es muyinteresante porque señala una serie de pun-tos álgidos que los investigadores socialestenemos que considerar si vamos a forjar undiálogo entre iguales con los indígenas: ¿cuá-les son los impactos de la financiación exter-na en los movimientos alternativos?; ¿es real-mente un avance político lograr puestos eje-cutivos en el gobierno?; ¿hasta qué puntologra el discurso cultural implantar un nue-vo sentido de identidad y hasta qué puntointroduce un discurso culturalista vacío? Des-afortunadamente Benavides lanza preguntascríticas pero se niega a acercarse a ellas conel rigor que es debido en un científico social.Menciona a unos cuantos dirigentes que an-dan con teléfonos celulares, vestidos de in-dios, pero no indaga de una forma sosteniday seria la cuestión de qué significa ser indí-gena hoy en día en el Ecuador y cómo es lamultiplicidad de las aproximaciones a laindianidad en un país con un movimiento tandesarrollado como CONAIE. En mi opiniónBenavides ha optado por la solución fácil:poner en la mesa ciertos estereotipos comu-nes en vez de enfocar sus poderes de obser-vación en la complejidad de la expresión

Page 31: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

29O. Hugo Benavides

identitaria indígena moderna. A lo largo delartículo trae a colación el hecho del apoyoinicial del movimiento al gobierno deGutiérrez y el hecho de que una indígenaocupa la Cancillería pero no pregunta en de-talle acerca de las implicaciones de estos he-chos en la construcción del pluralismo a ni-vel nacional o sus efectos directos dentro dela CONAIE. Su artículo, a pesar de su sofis-ticación teórica, no deja de ser una suerte deeditorial periodístico.

Si nuestro deber como científicos socia-les es entrar en un nuevo diálogo con el mo-vimiento indígena no basta con lanzar críti-cas sustentadas por estereotipos. Tenemosque entrar en un diálogo serio en el cual nues-tras observaciones nutran la conversación,mostrando nuestra voluntad real de alcanzarel pluralismo y la igualdad. Si manejamoslos mismos discursos de siempre, criticandoa los indígenas por su “falta de autenticidad”,no logramos sino mantener las mismas rela-ciones tradicionales entre los estudiosos y elsector indígena. Dado que los indígenas yatienen las herramientas para trascender estasrelaciones nos van a dejar atrás, ahogándo-nos en el paternalismo y en la imposibilidadde contribuir con nuestras observaciones ala construcción de una nueva sociedad.

Marcelo Fernández-Osco (Taller deHistoria Oral Andina).

El sugestivo artículo de Benavides trata so-bre el papel del pasado en la política actualdel movimiento indígena del Ecuador. La “in-tersección entre lo local y global, entre la tra-dición y el postmodernismo” es un análisisprofundamente reflexivo y, a la vez, de nota-ble relevancia social y política para quienesdeseen comprender y afrontar la problemáti-ca de los pueblos indígenas, en general, yecuatorianos, en particular. A más de ser unacto intelectual es un acto político de enor-mes consecuencias políticas globales porqueinvolucra y compromete al conjunto de los

movimientos indígenas del mundo andino.Analizaré el trabajo en cuestión a partir demi locus de enunciación aymara, desde don-de esgrimiré mis puntos de vista y elementosargumentativos. En tal sentido también miintervención será un acto político, pero nobuscando una estéril confrontación, menoscon el ánimo de asumir al otro como un ene-migo y desconocido si no, más bien, comoun hermano y conocido, uno de los princi-pios indígenas por el cual runa o jaqi o per-sona presentan esa dimensión. Consecuente-mente, se trata de tender puentescomunicativos entre diferentes visiones,identitarias o paradigmáticas.

La realidad periférica latinoamericana seconstituyó bajo el consabido ideal de la mo-dernidad o la globalización que se había asen-tado en cuatro sustratos: colonialidad,etnicidad, racismo y novedad (Quijano yWallerstein 1992); enfatizo el último concep-to. Con esto quiero sugerir la doble partidadel análisis de Benavides; en vez de hablarsólo de los ritos y la autenticidad indígenatambién es necesario mencionar los ritos y laautenticidad del Estado ecuatoriano.

Para los indios es vital mirar el pasadopues desde allí se puede entender clara ycríticamente nuestro presente; de ahí que uti-lizaré el paradigma aymara del qhip nayra,una visión del pasado y del presente(Fernández 2004:1-2). En la cosmovisión in-dígena el pasado se encuentra situado en fren-te, a manera de un espejo. De ningún modoel pasado se puede asumir como una cues-tión mecánica que se repite, pues tanto la his-toria como el presente se modifican constan-temente. Aunque los movimientos indígenasdesafiaron y desafían el mito de la moderni-dad y la globalización, tal vez más que nin-gún otro sector, también encarnaron la posi-bilidad de una modernidad o globalizacióndistinta, más real que poética, considerandoque tales conceptos, por definición y por prin-cipio, están basados en la negación, el racis-

Page 32: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

30 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

mo y la exclusión de los mundos indígenas(Dussel 1995; Mignolo 1995).

Ante la pregunta de por qué el éxito políticoindígena tuvo que aliarse con la institucionesmilitar y religiosa, aún a sabiendas de que en elpasado tuvieron que ver con su propia “des-trucción indígena” y son parte del legado colo-nial, Benavides responde que tal “recuperación”se debe al proceso de “diferenciación y exclu-sión del Estado [que] también dejan entreveruna revaloración del pasado que busca legiti-mar y dar una proyección histórica a sus aspi-raciones”. En parte estoy de acuerdo con el ar-gumento pero la historia de opresión colonial—colonialidad del poder (sensu Quijano 2003)o diferencia colonial (sensu Mignolo2003:68)— nos permite ver el lado oscuro deesa globalización-modernidad que se sintetizaen el Estado ecuatoriano; dicho de otro modo elEstado es una “novedad” que se estructuró so-bre las mismas bases coloniales que, segúnRivera (1993), se transformaron en “colonia-lismo interno” con fines de disciplinamiento delindio, de exclusión y escarnio de su cultura.

El indio no permaneció en statu quo sinoque, también a efecto de esa novedad, setransformó; inclusive, reapropió los elemen-tos de opresión sin perder la capacidadsubvertora de los mecanismos y tecnologíascoloniales. Uno de los ejemplos más claroses la trilogía jurídica indígena del ama suwa/no seas ladrón, ama qilla/no seas asesino yama llulla/no seas flojo que se redefinió bajolos paradigmas de la religión católica de latrinidad –el padre, el hijo y el Espíritu San-to– desde la conquista; el orden colonial fueirascible e intolerante frente a la religiosidaddel mundo indígena, pero fue sometido a unaprogresiva praxis de descolonización. Aun-que la conquista se hizo a costa de la reduc-ción de la religiosidad indígena no es menoscierto que de esa manera pudo reconstituirse.

Las alianzas de los indígenas con los mi-litares en Ecuador en 1999 y en las eleccio-nes del 2002 deben entenderse en ese marco:

la descolonización de ciertos núcleosinstitucionales duros, como las Fuerzas Ar-madas. Así nos encontramos, al menos, condos momentos de acto político: la descoloni-zación estatal y su negociación. La realidadecuatoriana se encuentra aun dominada porrelaciones neo- coloniales o de colonialismointerno que suponen discriminación, corrup-ción, despotismo, nepotismo, prebendalismoo autoritarismo, también formas de racismohecho conciencia (Fernández 2004:XXIII) ypráctica. De modo que no es lo mismo nego-ciar en situaciones de desigualdad que nego-ciar entre diferentes, en cuyo caso, inevita-blemente, se habrán de tener resultados comolo sucedido en el Ecuador. El movimientopolítico indígena una más vez puso al desnu-do las huellas de esa antigua colonialidad desaber y poder y, al mismo tiempo, plantea-mientos y concepciones de buen gobierno quenos muestra como otra novedad. En estamisma dirección conceptos como “pre co-lombino”, producto de la disciplina arqueo-lógica que también se torna en identidad delautor, se anteponen para interpelar la identi-dad indígena ¿no será otra forma de reforzarla centralidad de esa colonialidad saber-po-der? Porque las invenciones de la disciplina,como “precolombino”, son también parte delo que he definido como esa novedad.

El movimiento político indígena tendríaque cuestionar y poner al desnudo el ladooscuro de esa democracia propietarizada quefunciona montada en la miseria del indivi-dualismo colonial. La pregunta es pertinen-te: ¿es posible una democracia interculturalen la cual los distintos sean representados encondiciones iguales? El texto de Benavidesavizora la brecha entre lo que se dice y loque se hace como rasgo central del accionarpolítico oficial ecuatoriano. La doble morales un rasgo fundamental de una realidad sus-tentada en la matriz colonial.

Rivera (1986:33) advirtió que “la historiaoral india es un espacio privilegiado para des-

Page 33: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

31O. Hugo Benavides

cubrir las percepciones profundas sobre el or-den colonial y la requisitoria moral ... que mol-dean tanto el proceso de opresión y alineaciónque pesa sobre la sociedad colonizada como larenovación de su identidad diferenciada”. Porlo tanto, la conexión entre la arqueología y elmovimiento político indígena tendría que ha-ber tendido a la reconstitución de valores detipo hermenéutico-político. En la cosmovisiónindígena el pasado funciona como mecanismointerpretativo; siendo así la arqueología debe-ría asumirse en esa perspectiva que no sólo decuenta de lo que pasó sino por qué pasó y quiéntenía razón en los sucesos.

En parte estoy de acuerdo con que el in-dio o “indígena es la más auténtica produc-ción del occidente”; es decir, otra novedad.Pero, entonces, ¿cómo podemos explicar laspropuestas de auto-determinación política?No creo que la cuestión indígena se tengaque resolver o, al menos, entender en térmi-nos constitutivos de una relación binaria enla cual el otro es la dominación, en el marcode las contradicciones estructurales de clase.El movimiento político indígena no tiene queexplicarse, necesariamente, única y exclusi-vamente a partir de la genealogía occidentalde pensamiento; quizás se puede explicar conla ayuda de ciertos conceptos andinos comopachakuti, que significa la revuelta o reno-vación total, o, acaso también, desde la dife-rencia colonial (Mignolo 2003) que nos per-mite dar cuenta del racismo político ecuato-riano en su versión militar. De hecho, el actopolítico indígena es un acto contra esa políti-ca que reduce instrumentalmente al ciudada-no a un voto, reificando la novedad del votocomo un acto democrático.

Finalmente me gustaría comentar sobreel sentido de la palabra “multinacional”; pien-so que es otra novedad de lo mismo porqueel Estado ecuatoriano intenta incluir a losindígenas en los juegos de su práctica políti-ca tradicional. Más bien creo que los movi-mientos indígenas están proponiendo cosas

más profundas como una transformación, unvuelco de la política o, por lo menos, el reco-nocimiento de la(s) diferencia(s) política(s).En ese sentido no podemos hablar de inclu-sión sino de coexistencia de visiones, prácti-cas políticas y democracias diferentes.

Patricia Ayala Rocabado (Institutode Investigaciones Arqueológicas yMuseo, Universidad Católica delNorte).

Desde hace por lo menos dos décadas losmovimientos indígenas han alcanzado altavisibilidad y ganado espacio en el plano po-lítico de diferentes países de América Lati-na. Este proceso ha repercutido fuertementeen el desarrollo de Ciencias Sociales comola arqueología y la antropología, sobre todoporque quienes trabajamos en estas discipli-nas ya no somos simples espectadores sinoactores activos de este proceso de reivindi-cación étnica. Imposible negarlo: la construc-ción de identidades indígenas se fundamen-ta, en parte, en el rescate cultural e históricode estas poblaciones, razón por la cual,querámoslo o no, somos actores activos deeste escenario social. Esta es, sin duda, unaoportunidad para asumir que la ciencia no esneutral o apolítica y que su desarrollo estáestrechamente vinculado con su contextosocial de producción (McGuire y Navarrete1999; Ayala 2003).

Analizar el actual proceso de etnizaciónque se vive en Latinoamérica involucra unposicionamiento de nuestra parte respecto ala realidad en la cual nos desenvolvemoscomo cientistas sociales, una realidad en lacual somos varios los actores interesados enel pasado precolombino porque tiene conse-cuencias sociales, políticas y económicas paralas poblaciones indígenas contemporáneas.La emergencia del sujeto indígena ha produ-cido una redefinición de fuerzas en el espa-cio social: actualmente existe otro actor quereivindica sus derechos culturales y reclama

Page 34: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

32 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

la legitimidad de su producción histórica enun contexto en el cual, años atrás, era princi-palmente el Estado, en conjunto conarqueólogos e historiadores, el que otorgabasentido, construía y estudiaba el pasado. Laconformación de una identidad étnica es unposicionamiento político de los actores fren-te a su tradición cultural (Isla 2002) y con-duce al planteamiento de demandas por lapropiedad, el control, los derechos y la defi-nición de recursos culturales, simbólicos yeconómicos que las poblaciones indígenasconsideran suyos.

Benavides viene a enriquecer, sustancial-mente, la comprensión de este problema consu análisis del caso ecuatoriano, consideran-do una perspectiva integral a partir de la cuales posible visualizar la intersección entre lolocal y lo global, entre lo tradicional y lopostmoderno, en un proceso que considera larecuperación histórica y el papel del Estadoen la construcción de la identidad étnica delEcuador. Su enfoque presenta al movimientoindígena ecuatoriano como una producción lo-cal de los hechos de la globalización y planteaque el rito de la autenticidad es uno de losprincipales valores postmodernos precisamen-te porque la sociedad global, definida desde elpunto de vista Occidental, se encuentra cadavez más alentada a encontrar grupos diferen-tes a los cuales desarrollar/civilizar. En estascircunstancias el movimiento indígena ecua-toriano se nutre del pasado precolombino, elpunto de partida desde donde se construye ymantiene la coherencia interna que sustentasu identidad; este pasado es idealizado y hu-manizado en su relato y a él se retorna en bus-ca de aquello que no está, esa sociedadigualitaria, armónica y en perfecto balance consu entorno; este pasado legitima su actual rei-vindicación étnica, una historia viva que ali-menta su lucha contemporánea por la igual-dad y los derechos humanos. En este sentidoel pasado es manipulado como parte de la es-trategia política indígena, la cual supone unarevisión y reacción ante el discurso cientificista

y distante construido por las investigacionesarqueológicas y etnohistóricas, reinterpretadoy transformado en la producción de la histo-ria indígena ecuatoriana que propone una in-terpretación alternativa de los datos y usa unlenguaje caracterizado por su involucramientoy cercanía en y con el pasado.

En otro contexto suramericano, el de la et-nia atacameña del norte de Chile, la construc-ción identitaria considera diferentes formas deutilización del discurso arqueológico en favorde su legitimación y validación cultural y polí-tica ante el Estado. En este proceso la visióndel pasado que entregamos los arqueólogos entextos, imágenes y salas de exhibiciónmuseográficas es copiada y/o seleccionada paraluego ser apropiada con miras a destacar aque-llos aspectos que fortalecen el proyecto de iden-tidad atacameña. Algunos miembros de estaetnia visitan la biblioteca y el museo local conel fin de “recuperar su tradición perdida”, re-construyendo, así, un pasado de resistenciacultural ante el arribo de influencias externas(Tiwanaku, los Incas y los españoles) y plan-teando una continuidad cultural desde perío-dos arcaicos de ocupación al destacar la fechade 10.000 A.P. como hito histórico de su pre-sencia en el territorio que ocupan. En este caso,de manera similar a lo planteado por Benavides,ser atacameño amerita una serie de ritos de au-tenticidad porque no basta con ser indio sinoque es necesario representarse como tal y, ade-más, ser reconocido legalmente ante el Estadoa través de su inclusión en la Ley Indígena(19.253). Se trata de un juego de representa-ciones sociales en el cual ciertos líderes utilizanreproducciones de vestimentas y tocados pre-colombinos, así como otros replican prácticasprehispánicas como la producción de herra-mientas líticas por considerarlas parte de suacervo cultural. En esta misma línea las orga-nizaciones atacameñas, en conjunto con la Cor-poración Nacional de Desarrollo Indígena, im-pulsan y patrocinan desde hace dos años la rea-lización de una feria de intercambio en la fron-tera chileno-boliviana; algunos dirigentes étnicos

Page 35: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

33O. Hugo Benavides

se pasean entre los concurrentes con el fin con-trolar que los productos sean trocados y no ven-didos porque el trueque es lo auténtico, lo pro-pio, lo tradicional, lo ancestral, mientras lamayoría de los participantes prefiere una tran-sacción monetaria. La búsqueda global de ladiferenciación planteada por Benavides tam-bién repercute al interior de esta etnia ya que sehan constituido varias comunidades atacameñasen busca de un acceso más directo a los benefi-cios sociales y económicos que esto les reporta(postulación a proyectos, becas de estudios,etc.). Para su reconocimiento étnico la Ley In-dígena solicita que se cumplan cuatro elemen-tos claves que pueden darse en forma conjuntao aisladamente pero que la agrupación debeseñalar como razón o fundamento para su cons-titución como comunidad: provenir de un mis-mo tronco familiar, reconocer una jefatura tra-dicional, poseer o haber poseído tierras indíge-nas en común y provenir de un mismo pobladoantiguo. Este último requisito ha sido reitera-damente utilizado, ya que varias comunidadesatacameñas se han apoyado en la presencia deasentamientos (aldeas o pukaras) precolombi-nos para legitimarse como tal, razón por la cualen repetidas ocasiones investigadores de la zonahemos recibido cartas de estas agrupación soli-citando información arqueológica que los ayu-de en este proceso.

Según Benavides el movimiento indíge-na del Ecuador vive una singular coyunturade producción histórica de la cual se despren-den hechos como la centralidad de la trans-misión oral y de los testimonios en este pro-ceso, así como la necesidad de escribir unahistoria indígena alternativa a la nacional paraque sea oficializada. Sin duda se trata de unade las mayores victorias de este movimientosocial ecuatoriano ya que en países comoChile, donde no existe un movimiento indí-gena propiamente sino un proceso deetnización y diferenciación creciente impul-sado por el Estado (Gundermann 2000), laestrategia consiste en negociar con el podercentral para obtener reconocimiento como

parte de la historia oficial ya que la posibili-dad de crear una historia alternativa no exis-te, como tampoco existe una posición de po-der desde donde hacerla. En este sentido losatacameños plantean que quieren difundir sustradiciones y su patrimonio histórico y cul-tural a través de programas de educación enlas escuelas y en los medios de comunica-ción (Greene 2003).

Otro hecho que Benavides desglosa deeste proceso de producción histórica es elpapel alienante que ha tenido la arqueologíaecuatoriana en la construcción del pasadoprehispánico y la negación de la historia in-dígena. Este es el resultado de nuestra pro-pia historia como disciplina, ya que no pode-mos olvidar que sus orígenes están vincula-dos con el momento de construcción de losEstados-nación, cuando los resultados de lasinvestigaciones arqueológicas eran usadoscomo elementos articuladores de la identi-dad nacional. Además, la arqueología y laantropología nacieron en un contexto de co-lonización; a partir del conocimiento del otro,de su cultura y su trayectoria histórica, Oc-cidente desarrolló sus planes de dominación.La negación de la historia indígena sevisualiza en la forma como la arqueologíaha construido, tradicionalmente, el pasadocomo objetivo, distante y desligado del pre-sente; así se construyó el concepto del “otrodel pasado”, de las “sociedadesprehispánicas” cuyos nexos con las pobla-ciones indígenas actuales no se explicitan apesar de que forman parte de su historia.Según Preucel y Hodder (1996) la identidadOccidental se construye por referencia a ladiferencia; en este sentido lo otro es, simple-mente, lo opuesto a uno mismo. Ante estehecho los grupos indígenas consideran queese discurso los sitúa en posiciones subordi-nadas, un “otro” abstracto y deshumanizado.Los indígenas rechazan ser definidos en tér-minos negativos: su propia historia, y en suspropios términos, debe ser considerada e in-cluida en el diálogo social para comprender

Page 36: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

34 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

las diferentes identidades a través de un pro-ceso de negociación y discusión (Uribe yAdán 2003).

Para Benavides los arqueólogos nos en-contramos en una sutil encrucijada, entrelegitimadores inconscientes de más de cua-tro siglos de explotación económica y cultu-ral y, especialmente en las últimas décadas,como interesados en apoyar políticamente alas comunidades indígenas, las más cerca-nas descendientes de las sociedades preco-lombinas que estudiamos. Este dilema haimplicado que existan excepciones al discur-so arqueológico hegemónico que legitima elpoder estatal pero que, para el autor, consti-tuyen aportes más bien personales, con limi-taciones y fracasos. En estas circunstancias,a pesar de estas contribuciones, Benavidesconsidera que el discurso histórico desarro-llado por la arqueología en Ecuador es mu-cho más fuerte y marcadamente hegemónicoque las características personales de los in-vestigadores. Ante esto pareciera no haberopción de cambio. Sin embargo, de manerasimilar a lo descrito para el caso ecuatoria-no, en países como Bolivia, Argentina y Chi-le son varios los proyectos de investigaciónque están integrando a las comunidades in-dígenas en la reconstrucción de su pasado;también se realizan actualmente proyectos depuesta en valor, protección, conservación yadministración indígena de sitios arqueoló-gicos, además de programas de difusión eimplementación de salas de exhibición co-munitarias (Navarro 1998; Monné yMontenegro 2001; Ayala 2003; Ayala et al.2003; Bravo 2003; Capriles 2003; Carrascoet al. 2003; Fernández 2003; Jofré 2003;Nielsen et al. 2003; Romero 2003). Consi-derando esta diversificación de experienciasen otros países latinoamericanos lo plantea-do por el autor en cuanto a la hegemonía yfortaleza del discurso arqueológico oficialistaen Ecuador no es extensivo, necesariamente,a otras realidades; el incremento de proyec-tos de este tipo y la creciente labor en el ám-

bito de la difusión no sólo implican una res-puesta a las demandas indígenas en estoscontextos sino también un cambio significa-tivo en la práctica arqueológica y, con ello,una ruptura con el discurso oficial. De estemodo la distancia y exclusión del otro co-mienzan a dejarse de lado para dar paso auna arqueología más cercana y comprometi-da con los intereses indígenas y con las nece-sidades de la sociedad en general.

Un último aspecto que quiero comentares que Benavides percibe como un fracasode la arqueología como ciencia social enEcuador el hecho de que su alianza con suprincipal sujeto de investigación motivó a esemismo sujeto indígena a construir su propiahistoria y, a través de ella, a legitimar su pro-pio y contradictorio poder nacional y su re-producción narrativa. Desde mi punto de vis-ta esto es más bien un aporte de esta corrien-te porque este contexto de intervención dearqueólogos sociales y de empoderamientoindígena evidencia un cambio social sustan-tivo: los indígenas antes no tenía ningunaposibilidad de producir una historia oficialy, menos, tener una posición de poder a par-tir de la cual interpelar al Estado, hacer es-cuchar su voz y elegir su propio destino. Laarqueología social es una de las líneas depensamiento más fuertes de la arqueologíalatinoamericana (Macguire y Navarrete1999; Benavides 2001), sobre todo ahora quesus planteamientos sobre el compromiso so-cial del arqueólogo cobran más sentido quenunca en los escenarios de emergencia étnica.

Cristina Garrido (Departamentode Ciencias Sociales, UniversidadArturo Pratt).

Comentar el artículo de Hugo Benavides hasido una interesante experiencia de reflexióndisciplinaria dada la relevancia de los movi-mientos indigenistas como organizacionessocio-políticas que han logrado posicionarespacios de diálogo entre la sociedad civil y

Page 37: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

35O. Hugo Benavides

el Estado. Mi trabajo ha abordado el emer-gente fenómeno de colectivización políticaindígena surgido en las últimas décadas des-de grupos étnicos andinos de Chile. Comocualquier ciudadano latinoamericano media-namente informado me interesa una aproxi-mación a este tema desde las similitudes ydiferencias fundamentales entre la realidad yel contexto de los movimientos indígenas deChile y Ecuador. De acuerdo con Santana(1990) uno de los aspectos que más llama laatención del levantamiento de junio de 1990en Ecuador es su concepción estratégica demovilización: el descontento de las bases ge-neró y expresó una conciencia reflexiva deuna participación desigual y fragmentaria enla toma de decisiones en la escena políticanacional que, de alguna manera, se tradujoen una acción de lucha para contestar la de-ficiente administración estatal ecuatoriana dela época. Esa administración cerrada y cir-cular no da cabida en la modernización desus procesos de constitución del Estado-Na-ción que, visto dentro del modelo neoliberal,se mantiene al margen o desconectado delproceso que este modelo mundializado exigepara el adecuado desenvolvimiento de suspremisas de desarrollo.

La prensa internacional y diversos traba-jos publicados han dado cuenta de este he-cho, considerado el acontecimiento más im-portante de las últimas décadas protagoniza-do por los indígenas en el Ecuador. En ellosse analizan el contexto socio-económico, laamplitud del movimiento, la violencia con-trolada de sus manifestaciones, su impactoen la sociedad blanco- mestiza del país; enfin, su incidencia sobre las instancias políti-co-gubernamentales. En este punto identifi-co claras diferencias con el proceso chilenode participación étnica, en el cual la capaci-dad de convocatoria que organiza las comu-nidades indígenas nacionales no se basa enla premisa de la lucha ni en levantamientoscomo estrategia si no en negociaciones conlos actores institucionales del Estado-nación

para lograr reconocimiento y legitimación asus demandas; sin embargo, su interlocucióny representación se conforman desde la ins-titución estatal y no fuera de ella, esto es, noconstituye un movimiento de contestación alsistema. Estas demandas abordan desde tó-picos concretos, como modernización y trans-ferencias tecnológicas que posibiliten la par-ticipación en el mercado, hasta aspectos sim-bólicas que cubren aspectos de identidad co-lectiva e individual, negociando espacios derepresentación social y política. A diferenciadel movimiento indígena ecuatoriano el chi-leno no se opone a los procesos de la moder-nidad como legítima acción contra-hegemónica sino, por el contrario, espera for-mar parte de ella y beneficiarse desde la par-ticularidad étnica que cada organización co-munitaria del norte chileno construye para sícomo patrimonio (Garrido 2003a).

A pesar de estas diferencias la represen-tación y la autenticidad no son del todo dis-pares en Chile y Ecuador porque en amboscontextos las organizaciones indígenas se venimpulsadas a respaldar su etnicidad con baseen el “rescate histórico de sus identidades cul-turales ancestrales. En este sentido el pasadopre-colombino se vuelve el sitio inicial o deorigen desde donde construir y mantener unacoherencia interna a la presente identidadindígena”. El éxito político que ha logrado elmovimiento indígena ecuatoriano en térmi-nos de representación identitaria, “resultadode un gran esfuerzo y compromiso de base ylucha política y de alianzas con las mismasinstituciones que forjaron la destrucción delindígena”, concede capacidad al actor paraconstruir su pasado reconstituyendo la his-toria oficial desde sus saberes tradicionalesy se homologa al caso chileno. Por esta ra-zón concuerdo completamente con Benavidescuando aboca, desde su miradaantropológica, la tarea de entender el proce-so de revitalización y valoración de una his-toria indígena que busca, desde una posiciónparticularmente local, legitimarse

Page 38: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

36 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

globalmente desde la función socio-políticadel pasado sin juzgar la veracidad con la cualse imagina y articula; el pasado es concebi-do y destinado a otorgar sentido de pertenen-cia, originalidad y autenticidad a hombres ymujeres que son capaces de imaginar un nue-vo orden desde donde trascender la exclu-sión y, sobre todo, la anulación de sus dife-rencias por mucho tiempo fundamentadas enla historia oficial. En ese sentido es pertinen-te recordar que Foucault (1999:19) señalóque la verdad no se puede liberar de los sis-temas de poder pero se puede separar de lasformas hegemónicas, sociales, económicasy culturales en las cuales funciona.

Al igual que en Ecuador, y pese a que laexistencia de grupos étnicos no es un descu-brimiento reciente, el Estado chileno no seocupó de su presencia ni de sus diferencias.La oferta del Estado fue una nacionalidad yetnicidad imaginada con una historiografíaque representaba un origen y desarrollo co-mún a todos los sujetos concentrados en susfronteras geopolíticas (Anderson 1993). Enla actualidad pareciera que vivimos un con-texto cada día más desfronterizado en los tér-minos que alguna vez imaginara nuestro Es-tado-Nación. En los últimos años ha cobra-do fuerza una nueva fragmentación en tér-minos étnicos del territorio chileno; sedesconstruyen los límites geopolíticos y geo-gráficos de la administración republicana.Así, en el marco de los nuevos tiempos y es-pacios de representación que surgen en elcontexto de la globalización encontramosgrupos sociales en movimiento, inicialmenteobviados por el proceso de constitución delEstado-Nación pero interpelados ahora parareflotar las diversidades. En las últimas dé-cadas se han movilizado las diferencias ex-presadas en un mosaico de identidades.Comaroff y Comaroff (1992) establecieronque la etnicidad tiene su génesis en fuerzashistóricas específicas, simultáneamente es-tructurales y culturales; sus orígenes se asien-tan en la incorporación asimétrica de grupos

estructuralmente disímiles en una economíapolítica singular. Los grupos étnicos y el des-pertar de la conciencia étnica son productode procesos históricos de relaciones estruc-turales de desigualdad en las cuales un gru-po extiende su dominación sobre otro. Laintervención del poder en los procesosidentitarios nos lleva de la mano a lo quepodríamos llamar “políticas de identifica-ción” del Estado. En las sociedades moder-nas el Estado se reserva la administración dela identidad, para lo cual establece una seriede elementos y controles, lo malo, la mono-identificación (Jiménez: 1980:40-41):paradigmas de identidad.

En este nuevo marco de representacionespolíticas nacionales e internacionales el pro-blema tiene relevancia teórica desde el con-texto de la división internacional del trabajoy de la globalización, en el cual las culturasalternativas se definen en términos de rela-ciones de dominación/hegemonía (Assies etal. 1999), esto es, las lógicas de reproduc-ción de las sociedades y de las culturas loca-les se ven influenciadas y transformadas. Elsujeto indígena reconocido en la ley 19.253o Ley Indígena chilena desde muchos ángu-los (académicos, CONADI [CorporaciónNacional de Desarrollo Indígena], otrasetnias, autoridades gubernamentales, ciuda-danos) es interpelado como unidad social paradeslegitimarlo o legitimarlo; así está presen-te como sujeto y constructo identitario. Elloha generado una retórica contradictoria endiferentes espacios en los cuales el indígena,como personaje exótico, se demanda para ne-garlo o aceptarlo (Garrido 2003b).

Si nos remitimos a lo expuesto porBenavides (2004) la historia propuesta porla CONAIE (1989) como parte de su histo-ria organizativa arguye un pasado que revi-sa con mirada crítica los estudios arqueoló-gicos y etnohistóricos llevados a cabo en elpaís. La historia propuesta por la CONAIEes una historia alternativa a la oficial pro-

Page 39: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

37O. Hugo Benavides

mulgada por el Estado ecuatoriano; lo alter-nativo está definido por su contenido más quepor sus métodos de apropiación histórica.Esto se debe a la propia fantasía e imagina-rio de la historia oficial, fácilmente compro-bada en textos escolares de historia en dondese hablan de reinos (como el reino de Quito)y figuras (como Pacha y Abdón Calderón)que no existieron o están lejos de ser comoson descritos. El paralelo con Chile resultaevidente, puesto que la autenticidad de lasorganizaciones indígenas depende de com-probar su existencia simbólica y material paraconfigurar contenidos y respaldo histórico asus demandas de participación e igualdad.

La construcción de la historia alternativa,entendiendo que la historia oficial no ha con-templado la perspectiva de los diversos acto-res que suponía o esperaba representar, deno-ta la capacidad participativa en la negocia-ción de derechos respecto de la sociedad glo-bal y el Estado. La Ley Indígena supuso enChile un espacio de expresión y representa-ción étnica que antes no existía. Lo interesan-te del fenómeno de colectivización nativa ra-dica en las interpretaciones que los sujetos hanhecho de los tópicos que definen a una perso-na como indígena, vaciando significados cul-turales diferenciados a cada uno de los su-puestos que otorgan esa calidad en el marcojurídico chileno. No es importante si se pro-duce una brecha entre una supuesta verdadhistórica oficial y la representación que de ellarescatan los sujetos porque “el esfuerzo de losgrupos minoritarios se orienta no tanto areapropiar una identidad que frecuentementeles ha sido otorgada por el grupo dominantesino a reapropiar los medios para definir porsí mismos y según sus propios criterios su iden-tidad” (Jiménez 1980:41-42).

Ante este escenario retórico concuerdo conBenavides (2004) cuando manifiesta que la“lucha contemporánea cobra aún más sentidosi hay un lugar histórico, por muy imaginarioque sea, de igualdad y poder a donde regresar

y desde donde empezar la recuperación histó-rica. Esta lección es claramente aprendida delestado ecuatoriano que durante siglo y medioha producido una historia de opresión, des-igualdad y explotación presentada no sólocomo correcta sino también como democráti-ca y de civilización. Ambas historias, comotoda historia nacional, nos dice Ernest Renan,sólo puede ser un gran error representativoporque parte esencial de ser una nación espoder mentir sobre su pasado”. La versiónhistórica alternativa que se propone desde losgrupos minoritarios no debe ser juzgada conel lente de la verdad científica sino que debeser comprendida en su situación, en la subje-tividad que ha animado la conciencia paraconformar una particularidad dentro de la so-ciedad global (producto de la reflexión de su-jetos que producen su propia cultura) y en latoma de conciencia étnica que los diferenciade otros grupos étnicos como particularidaden el marco de la identidad nacional de la cualforman parte. Según Jiménez (1980:48) cuan-do hablamos de “despertar de los grupos indí-genas” no debemos pensar en una especie deresurrección de identidades indias por largotiempo soterradas o en estado de hibernaciónsino en la reinvención estratégica de una iden-tidad colectiva con un pasado que reivindicasu nombre y sus acciones.

A riesgo de parecer esencialista no estoyde acuerdo con que los antropólogos debemospreocuparnos por las posibles limitaciones dela auto-representación indígena. Poco pode-mos hacer ante la autonomía con la cual losgrupos indígenas asumen la responsabilidadque implica construir su pasado. Es nuestrodeber comprometernos en transformar nues-tras sociedades en expresiones justas y equi-tativas, desarrollando una conciencia vigilan-te que nos posibilite reflexionar sin juzgarcómo ese pasado da sentido al presente y, po-tencialmente, dará profundidad al futuro, sinmás pretensión que la de configurar nuestrapropia identidad científica en ser mejores com-pañeros de viaje. La posición comprometida

Page 40: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

38 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

de Benavides cobra sentido para el ejerciciode la antropología, para desestructurarla comociencia que se consolidó desde y para la domi-nación y llevarla hacia una disciplina que pue-de contestar las estructuras dominantes rele-vando otras formas de crear sentido y ordenarel mundo. Respecto de la historia, y con baseen nuevos paradigmas de búsqueda de signi-ficados, me quedo con la permanenteautocrítica y voluntad de revisar supuestos ymiradas con el fin de encontrar, más que crear,y conocer, más que construir, al otro del pasa-do y el pasado del otro; en definitiva, dar ca-bida metodológica al impulso de repensar lasrepresentaciones que hasta ahora ha elabora-do el discurso antropológico sobre los otros.Esta ruptura metodológica supone ampliar lavisión hacia la utilización de nuevas/otras fuen-tes que posibiliten el acercamiento hacia lasconstrucciones identitarias que los sujetos hanhecho en el pasado y desde ese pasado y cómotransitan hacia el ahora en diversas formas derepresentación discursiva: narraciones hechasnudo; imágenes de lo cotidiano yextracotidiano en paredes, artefactos o papel;contrastes y colores socializados en espaciosde disonancia y perspectivas multifocales.

Almudena Hernando(Departamento de Prehistoria,Universidad Complutense).

El texto de Hugo Benavides es uno de losmás lúcidos y sugerentes que he leído últi-mamente. Su análisis me parece tan potenteque permite llegar, incluso, más allá de loque él mismo se permite; este punto consti-tuye, sin embargo, el único aspecto del textosobre el cual me permitiría discrepar, comointentaré explicar.

Cuestiones tan fundamentales como la cons-trucción del “otro no-moderno” para sostenerla identidad de la modernidad (Todorov 1991;Bartra 1996) y el papel fundamental que la ar-queología ha tenido en ello; la relación entreciencia y poder, ciencia y colonialismo, identi-

dad y postmodernidad o entre arqueología ymodernidad residen en el núcleo de los debatesactuales de la teoría postcolonial o del intentode comprender los mecanismos de la hegemo-nía (Chakrabarty 1996; Butler et al. 2000).Hugo Benavides toca muchas de estas cuestio-nes al aplicarlas al caso concreto de Ecuador,pero dado el escaso espacio del que dispongome limitaré a comentar la que considero nu-clear: la constatación de que el “otro” se cons-truye siempre desde el discurso dominante. Lalucidez del análisis le lleva a detectar esa cons-trucción no sólo en el discurso colonial, a tra-vés de la arqueología y de la antropología, sinotambién en el discurso del movimiento indíge-na de la actualidad. Como se ha señalado enotros lugares (Lears 1985; Fernández 2004) elconcepto de hegemonía hace alusión a esa for-ma de poder que incluye el consenso de la partedominada, desde que Gramsci lo utilizó parareferirse a la manera como la burguesía consi-guió establecer y sustentar su dominio en lasdemocracias occidentales. De manera coherentecon las implicaciones del concepto Benavidesintenta esclarecer cómo el movimiento indíge-na, sustentado en un discurso contra-hegemó-nico, participa, sin embargo, en la regulaciónhegemónica del Estado a través de relacionesde las que obtiene claros beneficios internacio-nales. Al desenmascarar el modo como el mo-vimiento indígena “construye” la figura del pro-pio indígena como un “otro”, insistiendo en su“autenticidad” y en su victimización, va demos-trando que el discurso del movimiento indígenano puede ser ya si no un discurso de domina-ción, un discurso aliado al hegemónico nacio-nal que adapta sus recursos simbólicos a losnuevos requerimientos del poder globalizadorde la postmodernidad, esto es, acepta represen-tarse a sí mismo como el “otro” para gozar delos beneficios que la nueva estrategia de domi-nación del capitalismo globalizador ypostmoderno otorga a la “diferencia”.

A juicio de Benavides la arqueología ecua-toriana también sostiene el discurso hegemó-nico nacional, pero alienando la imagen del

Page 41: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

39O. Hugo Benavides

indígena y contribuyendo “a fortalecer el pro-yecto reaccionario racial del estado ecuato-riano”, quiéranlo o no los propiosarqueólogos, presos de un “discurso históri-co … mucho más fuerte y marcadamentehegemónico que” sus propias “característi-cas personales”. Ese discurso es resultadode “una hermenéutica histórica heredada des-de la colonia … que busca legitimar su po-der sobre las mismas comunidades indíge-nas que son los actores exclusivos del pasa-do pre-colombino”. Aunque estoy completa-mente de acuerdo con el resultado del análi-sis —“la arqueología es parte primordial delproceso hegemónico nacional, lo quiera ono”— no coincido con su desarrollo: no creoque el tipo de arqueología, alienante y racis-ta, que se ha hecho en Ecuador tenga que vercon el legado colonial per se sino con el esta-do de cultura —la modernidad— del cualera expresión; es decir, creo que la arqueolo-gía de la modernidad es, por su propia natu-raleza, alienante y racista porque es una partefundante y constituyente del discurso hege-mónico de la modernidad.

La arqueología fue esencial para la mo-dernidad porque, al igual que los nuevos dis-cursos desarrollados por Darwin, Marx oFreud, construyó un nuevo relato de la reali-dad basado en el cambio y la transformación—de lo simple a lo complejo— que situó ala sociedad moderna Occidental en la cúspi-de de todo desarrollo y le permitió comenzara prescindir de dios como el artífice de sudestino. La arqueología tuvo por misión de-mostrar que ese cambio, que ahora definía atodos los fenómenos de la realidad, se habíaproducido también en nuestro más remotopasado, así que nació abocada a identificaral “otro” del pasado con una especie de em-brión del “nosotros” actual, que se iría com-pletando y madurando hasta llegar al pre-sente que se pretendió legitimar. La imagendel “otro” fue una imagen alienada por nece-sidad porque no nació para existir por sí mis-mo sino en función del presente. Esa imagen

sirvió, además, para justificar la coloniza-ción que estaba teniendo lugar, pues al iden-tificar un menor desarrollo tecnológico omaterial con grupos del pasado se llevó sim-bólicamente al pasado a los grupos vivos conesas características (Fabian 1983), convir-tiéndolos, por concatenación lógica de la lí-nea argumental, en embriones o versionessimples de nuestra propia sociedad. La ar-queología moderna no podía aceptar la “di-ferencia” de los grupos del pasado en térmi-nos de igualdad, justificando, así, el dominiosobre los “otros” grupos del presente.

Ahora bien, la cuestión es si a partir deahora podría plantearse una arqueología queescape a ese discurso. Es aquí donde el textode Hugo Benavides me ha resultado tan su-gerente que me lleva más allá de su propiareflexión. La pregunta sobre si es posibleconstruir al “otro” de una forma menos alie-nante comenzó a hacerse explícita a partirde la publicación de Orientalismo, el famo-so libro en el cual Edward W. Said (1997)demostró que Occidente había creadoartificialmente la imagen de “Oriente” comola del “otro” de un modo que le permitiódefinirse a sí mismo y situarse en una posi-ción de dominio sobre él. Su documentado yfundamentado estudio sirvió de punto de par-tida a los defensores de la llamada arqueolo-gía postcolonial que, desde fechas recientes,intentan denunciar el uso que Occidente hahecho de los no-occidentales para definirse así mismo y defienden la necesidad de esta-blecer una nueva relación con el “otro” quecontemple su diferencia en términos de res-peto e igualdad y no de dominación colonial(Gandhi 1998). El problema, a mi juicio, esque “construir al otro” significa objetivarlesiempre en alguna medida, someterlo a al-gún tipo de reduccionismo simplificador, taly como sucede con la construcción del indí-gena que hace el propio movimiento indíge-na ecuatoriano, sobre todo incluirle en el dis-curso propio de la sociedad que lo define, loque, como mostró Foucault (1970), estable-

Page 42: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

40 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

ce una relación de poder. Creo que existe laposibilidad de hacer una arqueología quedevuelva al “otro” del pasado —y, en conse-cuencia, al del presente, o viceversa— el res-peto que se debe a un igual. Para ello es ne-cesario comprender que una menor comple-jidad socio-económica o tecnológica no im-plica una mayor simplicidad cultural porquela percepción del mundo, la realidad en lacual creen vivir los grupos humanos, varíaen relación estructural (lo que evita caer enrelativismos hermenéuticos inabordables) asu grado de control material de los fenóme-nos de la naturaleza (Hernando 2002).

Desde esta convicción es imposible lajerarquización y se abre la posibilidad de con-siderar la diferencia en términos de igualdad.Sin embargo, en realidad, y sobre todo des-pués de leer el texto de Benavides, no estoysegura de que esta convicción no sea resulta-do del mismo proceso de alianzas hegemónicasque él detecta en el movimiento indígena ecua-toriano porque la postmodernidad exige “in-cluir” y no “excluir” la diferencia en sus dis-cursos hegemónicos para que pueda sostener-se la lógica de dominio de este capitalismoglobalizador que ya no habla de “civilización”sino de “desarrollo y modernización”. Esto es,precisamente, lo que hace la arqueologíapostmoderna y postcolonial: reconocer y ca-racterizar la diferencia, llamar la atención so-bre ella en la literatura del mundo occidental,pedir el respeto para esas minorías que hastaahora habían sido excluidas del discurso ar-queológico (grupos indígenas, mujeres, etc).Sin embargo, con ello no hace más que in-cluirlas en la lógica hegemónica desde la cuallas describe, consiguiendo determinados be-neficios aparentes a un precio tan alto que,como el movimiento indígena de Ecuador, re-sulta demasiado difícil de reconocer: al preciode mantener la diferencia sólo a través de laapariencia, de la caricatura, de la exageración,mientras que la diferencia profunda y realqueda absorbida y neutralizada.

También los arqueólogos postcolonialesy postmodernos, como los representantes delmovimiento indígena ecuatoriano, obtienenbeneficios académicos (y, por tanto, rendi-mientos en clave de poder), sin que por elloparezca contradictorio seguir enarbolandodiscursos contra-hegemónicos o de resisten-cia. De esta manera la arqueologíapostmoderna mantendría la misma alianzahegemónica que su anterior versión moder-na de una manera mucho más sutil, pero nomenos culpable, en su avance destructor detoda diferencia. Si esto fuera así el movimien-to indígena y la arqueología de Ecuador sólose distinguirían, entonces, porque el primeroya ha pasado a formar parte de circuitos in-ternacionales y, por tanto, del discurso hege-mónico de la postmodernidad que se vive enotros países mientras que la segunda es aunexpresión de la modernidad que constituyeel discurso hegemónico de su país. Sería sólocuestión de tiempo para que los arqueólogosecuatorianos llegaran a pensar, como hacenlos de otros países y como sucede a los líde-res de su movimiento indígena, que han con-seguido escapar al “legado colonial” cuandoen realidad no estarían sino contribuyendo asostener, de manera más eficaz en la nuevacoyuntura mundial, el nuevo discurso hege-mónico del capitalismo postmoderno.

Roberto Pineda (Departamento deAntropología, UniversidadNacional de Colombia).

En agosto de este año estuve en Quito y enOtavalo. Había vivido en Quito durante va-rios meses en 1991 y desde entonces habíaseguido (por intermedio de colegas y libros)el nuevo curso del país, particularmente elauge de su movimiento indígena y su impac-to en la vida del Ecuador. También había es-tado en diversas ocasiones en Otavalo, peroesta vez fuimos recibidos por su alcalde conocasión de un seminario internacional sobrepolíticas lingüísticas en la zona andina. El

Page 43: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

41O. Hugo Benavides

alcalde, un indígena con formación universi-taria, abrió el encuentro hablando en lenguaquichua y vestido a la usanza tradicional(aunque nos confesó que se vestía de estaforma sólo de acuerdo con el contexto, lareunión y los intercoluctores). Se enorgulle-cía de la pujanza de Otavalo, de su proyec-ción internacional y de su exitosa articula-ción al mercado mundial.

Como se sabe grupos de otavaleños seencuentran diseminados por todo el mundo,incluyendo Estados Unidos y grandes capi-tales europeas. La destrucción de las TorresGemelas en Nueva York y parte del edificiodel Pentágono el 11 de septiembre afectaronseriamente la exportación de sus productostextiles. Pero los otavaleños –comentó el al-calde— reaccionaron rápidamente a la situa-ción, ajustándose a las nuevas necesidadesdel mercado y adoptaron como estrategia es-tampar en sus mochilas y ponchos, en vez delos motivos tradicionales, lemas como «VivaUSA» u otros lemas necesarios para levan-tar el alicaido ánimo de muchos ciudadanosnorteamericano. El optimismo de losotavaleños contrastó con las declaracionesde otro indígena, miembro de una localidadvecina, que resaltó los grandes problemas desu comunidad dedicada a la ganadería y a laagricultura tradicional, ocupaciones típicasde los campesinos de los Andes.

Quito me pareció una ciudad moderna, yano equiparable a la Bogotá de los años de 1960con la cual la comparaban los colombianos paraexaltar sus virtudes de tranquilidad y seguridadsi no una verdadera urbe en la cual se destacan,entre otras cosas, grandes barrios marginaleshabitados por migrantes indígenas que ahoraviven en las ciudades. Los quiteños también per-ciben problemas de seguridad y han empezado aemerger esas ciudades cerradas, en jaulas, pro-pias de las grandes ciudades latinoamericanas.

Este corto viaje me llevó a pensar en latodavía clásica novela indigenista de JorgeIcasa, Huasipungo, que tanta trascendencia

tuvo en Latinoamérica en las décadas de 1930y 1940 porque despertó la conciencia sobre lasituación social del indio junto con los traba-jos de otros notables investigadores ecuato-rianos y peruanos como Pío Jaramilo Alvaradoel gran José Carlos Mariátegui. Recordé, en-tonces, que el notable economista colombia-no Antonio García elaboró su texto pioneroPasado y presente del indio (García 1939)bajo el influjo del indigenismo ecuatoriano,país que visitó por ese entonces. También re-cordé que casi treinta años después Garcíapublicó en Quito su conocido ensayo Socio-logía de la novela indigenista en el Ecuador(García 1969), en el cual resaltó la importan-cia de la hacienda y la existencia delhuasipungo, como estructura social, en la vidade la sierra y su correlato en la ciudad, endonde los indígenas «fugitivos» quedaban atra-pados en una estructura de clases cerrada,desplazados a los trabajos marginales o en-ganchados a otros trabajos en otras regiones.

El alcade de Otavalo resaltó como losotavaleños tenían una tradición de comercian-tes, pero también muchos de ellos habían estadoatrapados en la constelación de la hacienda contodas sus secuelas. En este caso la historia desus antepasados (una especie de mindalaes) noparece ser una creación histórica de los indíge-nas o de los antropólogos sino tener algún aside-ro en la «realidad». De manera que el alzamien-to de 1991 en el Ecuador, que marca una nuevafase del movimiento indígena, posee una largahistoria de lucha y resistencia, entre ellas la or-ganización de los indígenas de la Selva, en la quesin duda jugaron un papel importante los misio-neros, que también tuvieron significativos cam-bios en su visión de la evangelización como con-secuencia del Concilio Vaticano II y de la teolo-gía de la liberación. El movimiento indígena ecua-toriano no es, entonces, un subproducto de laglobalización ni tampoco de los grandes orga-nismos internacionales que, por cierto, con unamano alientan lo tradicional pero por otra lo com-baten en pos de una ideología del desarrollo.

Page 44: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

42 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

Tengo también la impresión de que, comosugiere Benavides, el movimiento indígenaecuatoriano intenta construir una visión desu pasado resaltando su carácter de víctimasde la opresión colonial y republicana y suvinculación a la historia incásica. Pero nocreo que pueda colegirse que, en parte, estaconstrucción tenga una intención de mentirapara impactar la arena exterior porque tam-bién se trata de elaborar unos recuerdos queenfatizan una experiencia dolorosa común alos pueblos indios de Sur América, comoanotó Renan a propósito de la memoria delos proyectos nacionales.

Durante siglos la lucha indígena ha teni-do como objeto lograr que las comunidadesnativas en America Latina adquieran un ver-dadero estatuto de ciudadanía, guardando suspropias especificidades culturales y sociales.El movimiento indígena en Ecuador ha lo-grado con éxito ese propósito y no necesa-riamente significa que esté co-optado o quesu participación –que ahora sabemos tem-poral— en el Estado ecuatoriano signifiqueque haya renunciado a sus propiasespecificidades. Sin duda las reformas cons-titucionales y legales no garantizan plenamen-te el acceso a los diversos derechos ni tam-poco la transformación del Estado pero síson un paso importante en la lucha por lahegemonía social; en este caso los discursosde la CONAIE y otras organizaciones hanlogrado hacer mella en las «ideologías civili-zadoras» que mantuvieron las elites ecuato-rianas durante gran parte de la vida de laRepública.

En síntesis, el valioso y sugestivo textode Benavides sobrevalora, a mi juicio, laglobalizacion y la postmodernidad como ac-tores determinantes de la dinámica indígena.Hay que recordar que la historia de la resis-tencia de los pueblos indios es anterior a esoque llamamos vagamente postmodernidad.Creo, como él, que la historia como propa-ganda ideológica tiene grandes y alarmantes

consecuencias y que la labor de losarqueólogos y antropólogos es contribuir aldesarrollo de una historia crítica que permi-ta la formación, como pensó Marc Bloch, deverdaderos ciudadanos. A este respecto, yaunque no sea yo un especialista en historiade la arqueología latinoamericana, me atre-vo a pensar que Benavides es injusto con lospioneros de la arqueología en ese país, parti-cularmente con Jijón y Caamaño y Estrada,entre otros. Sí, formaban parte de las elites yes probable que podamos recoger citas quelos muestren, incluso, como partidarios delprogreso u otras ideologías dominantes desus respectivas décadas, pero su trabajo haposibilitado que los ecuatorianos compren-dan que la historia de su país no se reduce ala expansión Inca, un imperio que, por lo de-más, no se imponía únicamente a través delterror y la fuerza, como parece afirmar elautor, si no que también utilizaba, como sesabe, regalos y otras estrategias que le per-mitieron expandirse, en breve tiempo, porgran parte de los Andes. Sin embargo,Benavides llama la atención sobre la necesi-dad de mantener un espíritu crítico ante losplanteamientos de las organizaciones indíge-nas y ante el papel de su dirigencia.

En las ciudades de Colombia se haincrementado la presencia de indígenas pro-cedentes del Ecuador que mendigan por lascalles; la situación de los niños otavaleñosen algunas ciudades europeas es, al parecer,preocupante. No es claro que el éxito de losotavaleños y la capacidad de negociación conlas petroleras de muchas sociedades de laSelva sea replicable en todas las comunida-des. Los procesos de transformación de lasociedad ecuatoriana no tienen, inexorable-mente, un sólo destino y la implementacióndel Tratado de Libre Comercio afectará, sinduda, a los pueblos indios de América. Sucapacidad de negociación y alianza con otrossectores será determinante para su futuro.Aquí, sin duda, el arqueólogo tiene tambiénsu aporte porque contribuye a la construc-

Page 45: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

43O. Hugo Benavides

ción del capital simbólico y material no sólode los indígenas sino también de las nacio-nes latinoamericanas.

RÉPLICA DE HUGOBENAVIDES

Un solo ser, pero no hay sangre.Una sola caricia, muerte o rosa.Viene el mar y reúne nuestras vidasy sólo ataca y se reparte y cantaen noche y día de hombre y criatura.La esencia: fuego y frío: movimiento.

El Mar, Pablo Neruda (1977)

Ante todo debo agradecer a mis colegas porsus comentarios que muestran una increíblehonestidad intelectual y sinceras ganas deentender el presente momento globalizanteen que vivimos y del cual formamos parteesencial. En ese sentido, como enfatizaFernández-Osco, he tomado los comentariosy ofrezco mi réplica en un espíritu de tenderpuentes comunicativos que buscan ahondaren esta realidad americana, tan complejacomo nuestra.

Los comentarios desarrollan varios de lospuntos que mi artículo buscaba indagar parala realidad indígena/nacional ecuatoriana enun mayor plano continental (Fernández-Osco, Ayala y Garrido), así como los alcan-ces teóricos que el caso ecuatoriano podríavislumbrar para entender un proceso hege-mónico y la evolución de una arqueologíapostcolonial y/o postmoderna (Hernando). Deesa manera los comentarios también me hanpermitido enriquecer aún más mi entendi-miento del momento postmoderno que se viveen Latino América. Mi réplica, en este senti-do, se concentra más bien en los puntos dedesencuentro o discusión como centros de unatensión productiva que busca continuar eldiálogo aquí empezado. Las preguntas plan-teadas por De La Luz Rodríguez sirven comoeje inicial para plantear esta problemática:entender (y estar comprometido) con un pro-ceso identitario indígena que se articula,

ambiguamente, con un proyecto de capitalglobalizante. No hay respuesta singular osencilla a esta problemática pero no hay dudaque la respuesta se dará en el ámbito políticoy social en las siguientes décadas.

En la actual coyuntura concuerdo con DeLa Luz Rodríguez y Ayala que los enuncia-dos de la arqueología como ciencia social, ala cual me suscribo, son los mejores paraabordar el compromiso con el continente. Elinterés de este artículo viene directamente demi formación en esta corriente intelectual(Benavides 2001) pero aún así creo que esimportante reconocer que la corriente, porimportante que sea, es más la excepción quela regla, y que, aún como excepción, presen-ta serios problemas hermenéuticos y de cla-se aún por resolver. Estas limitaciones estándadas por lo que acertadamente Hernandocalifica como una característica constitutivade la modernidad: las arqueologías han lo-grado definir con base en teorías y métodosuna cientificidad que legitima las modernashistorias de la nación (Silberman 1995). Deesa manera sería igual de productivo explo-rar las limitaciones epistemológicas ymetodológicas de esta corriente, como he in-tentado hacer para el movimiento indígenaecuatoriano, en vez de simplemente argüirlacomo un ente utópicamente liberador. Haymuchas esperanzas en ambos, pero aun mássi nos detenemos a re-cuestionar sus postu-lados, una y otra vez, y permitirnos ser cons-tituidos desde esos nuevos puntos de enun-ciación (ver el último párrafo de Garrido).

Las elucidantes comparaciones con elcaso chileno ofrecidas por Ayala y Garrido,así como con el movimiento indígena a nivelcontinental elaboradas por Fernández-Osco,también ofrecen fértiles pautas de futura ex-ploración, diálogo, y compromiso. En ciertamanera, estos comentarios destacan mi sin-cera preocupación por no generalizar proce-sos sobre los cual tengo poco conocimientoy tratar de limitarme, lo más posible, al caso

Page 46: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

44 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

ecuatoriano. Por eso creo que los tres ofre-cen claros puntos de encuentro (ydesencuentro) para entender las vicisitudesdel proceso identitario indígena continentalsin perder de vista el importante reconoci-miento de la articulación local en el proceso.Por eso también aplaudo la contribución deHernando por tratar de llevar mis argumen-tos hacia sus lógicas conclusiones, más alláde los límites nacionales ecuatorianos. Denuevo, busqué limitar mi argumento a miconocimiento etnográfico (gajes de la disci-plina) antes que buscar teorizar demasiado ala ligera. Sin embargo, concuerdo mayormen-te con el desarrollo teórico de Hernando, es-pecialmente con la encrucijada permanentede una arqueología postcolonial que debe de-sarrollarse entre limitaciones discursivas ysu necesidad de escapar de ellas.

Fernández-Osco también plantea variospuntos de importante trascendencia social ypolítica para el continente, desgraciadamen-te muchos más de los que podría discutir aquí.Uno de ellos es reconocer los procesos deritos y autenticidad del Estado como otropunto de partida y de articulación problemá-tica porque las agendas del movimiento indí-gena y de decenas de otros proyectos de cla-se, raza, y sexualidad encuentran en ellos sulugar inicial de conflicto y continua produc-ción. También me parece importante desta-car el factor de la novedad, como haceFernández-Osco, para entender que nadie se

quedó en el pasado pero que indígenas, blan-co/mestizos y el mismo Estado son constan-te novedades en transformación hasta nues-tros días. Estos dos puntos dejan entrever lacontribución positiva de una autenticidadindígena, como en el caso ecuatoriano, quese articula más allá de modelos esencialistasy que no se abstiene de “ensuciarse las ma-nos” con el liderazgo del Estado que ha sidohistóricamente culpable de su debacle.

Finalmente, concuerdo con todos, pero enespecial con Pineda, Fernández-Osco y Ga-rrido, en que el movimiento indígena ecuato-riano es una contribución enorme en la trans-formación social del continente y, por ende,merece todo nuestro compromiso, apoyo yentendimiento para hacer que su articulacióntenga los mayores alcances nacionales posi-bles. Es en parte por eso que me apenan laslimitaciones de Rappaport por entender midiscusión y análisis del caso ecuatoriano. Aunmás, me apena su necesidad de tildar el artí-culo de “editorial periodístico” como unadoble manera de desprestigiar la tradiciónperiodística en antropología (ver Malkki1997) y en Latino América (ver Poniatowska1971, 1988; Guillermoprieto 1994, 2001) ymi propia contribución. En ese sentido creoque Rappaport se beneficiaría leyendo losotros comentarios que hacen justicia a la com-plejidad del momento que vivimos y, comobien señaló Neruda, su esencia de fuego yfrío, permanente movimiento. Gracias.

Referencias

Anderson, Benedict1993 Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacio-

nalismo. Fondo de Cultura Económica, México.

Assies, Willem, Gemma van der Haar y André Hoekem1999 El reto de la diversidad: pueblos indígenas y la reforma del Estado en América

Latina. Colegio de Michoacán, Zamora.

Ayala, Patricia2003 Arqueología y sociedad: el caso de las comunidades indígenas en Chile. Werken

4:59-73.

Page 47: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

45O. Hugo Benavides

Ayala, Patricia, Sergio Avendaño y Ulises Cárdenas2003 Vinculaciones entre una arqueología social y la comunidad indígena de Ollagüe, II

Región. Chungará 35:275-285.

Bartra, Roger1996 El salvaje en el espejo. Destino, Barcelona.

Benavides, Hugo2001 Returning to the source: social archeology as Latin American philosophy. Latin

American Antiquity 12:355-370.

Bravo, Angel2003 Arqueología aplicada al desarrollo de comunidades atacameñas. Chungará 35:287-

293.

Butler, Judith, Ernesto Laclau y Slavok Zizek2000 Contingency, hegemony, universality. Contemporary dialogues on the left. Ver-

so, Londres.

Capriles, Juan2003 Arqueología e identidad étnica: el caso de Bolivia. Chungará 35:347-353.

Carrasco, Carlos, Patricia Ayala, Mauricio Uribe y Bárbara Cases2003 Investigaciones en Quillagua: difusión del conocimiento arqueológico y protección

del patrimonio cultural. Chungará 35:321-326.

Chakrabarty, Dipesh1996 Postcoloniality and the artifice of History: Who Speaks for “Indian” Past? En

Contemporary postcolonial theory. A reader, editado por P. Monguia, pp 223-247. Arnold, Londres.

Comaroff, John y Jean Comaroff1997 Ethnography and the historical imagination. Westview Press, Boulder.

Dussel, Enrique1995 The Invention of the Americas. Continuum, Nueva York.

Fabian, Johannes1983 Time and the other. How anthropology makes its object. Columbia University

Press, Nueva York.

Fernández-Osco, Marcelo2004 La ley del ayllu. Práctica de jach´a justicia y jisk´a justicia (Justicia Mayor y

Justicia Menor) en comunidades aymaras. Programa de Investigación Estratégi-ca en Bolivia, La Paz.

Fernández, Soledad2003 Las comunidades y la carrera de arqueología – UMSA: la experiencia con el pro-

yecto Territorialidad en regiones andinas de Bolivia desde una perspectiva inter-na. Chungará 35:355-359.

Page 48: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

46 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

Fernández, Víctor2004 Arqueología y hegemonía: la contribución de la prehistoria al pensamiento conser-

vador español entre los siglos XIX y XX. Ponencia presentada en el IV Congreso deArqueología Peninsular, Faro.

Foucault, Michel1970 El orden del discurso. Tusquets, Barcelona.

1999 Estrategias de poder. Obras esenciales, volumen II. Paidós, Buenos Aires.

Gandhi, Leela1998 Postcolonial theory. A critical Introduction. Edinburgh University Press,

Edimburgo.

Garrido, Cristina2003a Los Colla: el pueblo de la altura, la puna, la nieve y el frío. Manuscrito sin publicar,

Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Nor-te, San Pedro de Atacama.

2003b Los espacios de diálogo de los grupos étnicos de chilenos: ¿mejor que los ecuatoria-nos? Manuscito sin publicar, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo,Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama.

Greene, Francisca2003 Sistematización de las demandas indígenas atacameñas. Documento de trabajo in-

terno, comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, grupo de trabajo Pueblos Indí-genas del Norte, sub- grupo de trabajo Pueblo Atacameño.

Guillermoprieto, Alma1994 The heart that beleds: Latin America now. Vintage Books, Nueva York.

2001 Looking for history: dispatches from Latin America. Vintage Books, Nueva York.

Gundermann, Hans2000 Las organizaciones étnicas y el discurso de la identidad en el norte de Chile, 1980-

2000. Estudios Atacameños 19:75-91.

Hernando, Almudena2002 Arqueología de la identidad. Akal, Madrid.

Isla, Alejandro2002 Los usos políticos de la identidad. Indigenismo y Estado. Editorial de las Cien-

cias, Buenos Aires.

Jiménez, Gilberto1980 Teoría y el análisis de la cultura. La problemática de la cultura en ciencias

sociales. Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Jofré, Daniela2003 Una propuesta de acercamiento al patrimonio arqueológico de la Comunidad de

Belén. Chungará 35:327-335.

Page 49: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

47O. Hugo Benavides

Lears, Jackson1985 The concept of cultural hegemony: problems and possibilities. The American

Historical Review 90(3):567-593.

Malkki, Lisa1997 News and culture: transitory phenomena and the fieldwork traditions. En

Anthropological locations: boundaries and grounds of a field science, editadopor Akhil Gupta y James Ferguson, pp 86-101. University of California Press,Berkeley.

McGuire, Randall y Rodrigo Navarrete1999 Entre motocicletas y fusiles: las arqueologías radicales anglosajona y latinoameri-

cana. Boletín de Antropología Americana 34:89-110.

Mignolo, Walter1995 The Darker Side of the Renaissance. Literacy, Territoriality and Colonization.

Michigan University Press, Ann Arbor.

2003 La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizontecolonial de la modernidad. En Colonialidad del saber: eurocentrismo y cienciassociales. Perspectivas latinoamericanas, editado por Edgardo Lander, pp 55-85.CLACSO/UNESCO, Buenos Aires.

Monné, Merardo. y Mónica Montenegro2001 He preguntado a los indios para conocer sus creencias acerca de las ruinas... Pacarina

3:235-239.

Navarro, Ximena (Editora)1998 Patrimonio arqueológico indígena en Chile. Reflexiones y propuestas de ges-

tión. Universidad de la Frontera, Temuco.

Neruda, Pablo1977 Plenos poderes. Losada, Buenos Aires.

Nielsen, Axel, Justino Calcina y Bernardino Quispe2003 Arqueología, turismo y comunidades originarias: una experiencia en Nor Lípez

(Potosí, Bolivia). Chungará 35:369-377.

Poniatowska, Elena1971 La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral. Era, México.

1988 Nada, nadie: las voces del temblor. Era, México.

Preucel, Robert e Ian Hodder1996 Constructing identities. En Contemporary archaeology in theory, editado por

Robert Pruecel e Ian Hodder, pp 601-614. Blackwell, Londres.

Quijano, Aníbal2003 Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En Colonialidad del sa-

ber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, editadopor Edgardo Lander, pp 201-246. CLACSO/UNESCO, Buenos Aires.

Page 50: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

48 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005

Quijano, Aníbal e Immanuel Wallerstein1992 Americanity as a concept, or the Americas in the modern world-system”. América

134:549-557.

Rivera Cusicanqui, Silvia1986 La historia oral ¿más allá de la lógica instrumental? Historia Oral 1:30-38.

1993 Pachakuti: los horizontes históricos del colonialismo interno. En Violencias encu-biertas en Bolivia, volumen 1, editado por Xavier Albó y Raúl Barrios, pp 33-54.CIPCA/Aruwiyiri, La Paz.

Romero, Álvaro Luis2003 Arqueología y pueblos indígenas en el extremo norte de Chile. Chungará 35:337-

346.

Said, Edward1997 Orientalismo. Paidós, Buenos Aires.

Santana, Roberto1990 Actores y escenarios étnicos en Ecuador: levantamiento de 1990. Manuscrito sin

publicar, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo. Universidad Católicadel Norte, San Pedro de Atacama.

Silberman, Neil Asher1995 Promised lands and chosen peoples: the politics and poetics of archaeological

narraive. En Nationalism, politics, and the practice of archaeology, editado porPhillip Kohl y Clare Fawcett, pp 249-262. Cambridge University Press, Cambridge.

Todorov, Tzvetan1991 Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad humana. Siglo XXI, México.

Uribe Mauricio y Leonor Adán2003 Arqueología, poblaciones originarias y patrimonio cultural en el desierto de Atacama.

Chungará 35:295-304.

Page 51: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

JOGA LÁ NOS FUNDOS!: SOBRE PRÁTICAS DEDESCARTE DE LIXO DOMÉSTICO NA PORTO

ALEGRE OITOCENTISTA

Fernanda TocchettoMuseu Joaquim José Felizardo, Secretaria Municipal da Cultura de Porto Alegre.

Este artigo apresenta as interpretações realizadas sobre as práticas cotidianas de descarte delixo relacionadas a quatro unidades domésticas oitocentistas, situadas no município de PortoAlegre, Rio Grande do Sul, Brasil. Procurei estabelecer uma relação entre os contextos arqueoló-gicos evidenciados e os discursos e práticas situados no processo de construção damodernidade"brasileira do século XIX. Influenciada por uma Europa moderna e já capitalista,os discursos foram desterritorializados de seus lugares de origem e aprorriados, reinterpretadose adaptados segundo particularidades locais ou até mesmo refutados, negados. Neste sentido, amanutenção das práticas ou “maneiras de fazer” tradicionais que formaram dos depósitos delixo, foram interpretadas como condutas recursivas, de caráter tático, em contextos de intimidade,de menor penetração dos valores modernos e princípios capitalistas na vida cotidiana.

Este artículo presenta las interpretaciones realizadas sobre las prácticas cotidianas de descartede basura relacionadas con cuatro unidades domésticas en el Municipio de Porto Alegre, RioGrande do Sul, Brasil. La autora establece una relación entre los contextos arqueológicos y losdiscursos y prácticas ligados al proceso de construcción de la modernidad brasileña del sigloXIX. Influidos por una Europa moderna y capitalista los discursos fueron desterritorializados desus lugares de origen y apropiados, reinterpretados y adaptados según particularidades locales orefutados y negados. En este sentido el mantenimiento de las prácticas o “maneras de hacer”tradicionales que formaron los depósitos de basura son interpretadas como conductas recurren-tes, de carácter táctico, en contextos de intimidad, menos penetrados por los valores modernos yprincipios capitalistas.

This paper interprets disposal practices of domestic garbage related to four households in PortoAlegre, Rio Grande do Sul, Brazil. The author establishes a relationship between the archaeologicalcontexts and the discourses and practices linked to the construction of Brazilian modernity in theXIX century. Those discourses were influenced by a modern and capitalist Europe and thus de-territorialized from their places of origin and appropriated, re-interpreted, and adapted accordingto local particularities, or else refuted or negated. In this sense the maintenance of the traditionalpractices or “ways of doing” which formed the garbage deposits are interpreted as tactical,recurring conducts in intimate contexts, less penetrated by modern values and capitalists principles.

Page 52: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

50 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

Este artigo apresenta parte dos resultados deuma pesquisa mais ampla que explorou opotencial interpretativo de sítios arqueológi-cos oitocentistas, situados no município dePorto Alegre. Debruçada sobre quatro uni-dades domésticas, procurei analisar e inter-pretar práticas cotidianas inseridas nos con-textos históricos em nível local e nacional,entrelaçando-as ao processo de construçãode uma modernidade brasileira durante o sé-culo XIX (Tocchetto 2004). Minhapreocupação foi, ao selecionar as esferas davida cotidiana que seriam foco do estudo,estabelecer uma relação entre os contextosarqueológicos evidenciados, os materiais re-cuperados e os discursos e práticas marca-das por uma influência europeizante moder-na. Desterritorializados dos seus lugares deorigem, de uma Europa moderna e já capita-lista, os valores e idéias eram no paísapropriadas, reinterpretadas e adaptadas àsparticularidades locais por determinados seg-mentos sociais ou até mesmo negligenciadas,refutadas. Remetendo ao contexto históricorelacionado ao processo de construção deuma modernidade iniciada no Brasiloitocentista, identifico-me com umaArqueologia vinculada à investigação sobreo mundo moderno (Orser 1996). Preocupa-do com as transições e transformações daspráticas que moldaram aspectos da vida hu-mana desde o final do período feudal e iníciodos tempos modernos, aos princípios daindustrialização e internacionalização do ca-pitalismo, o estudo das evidências materiaisno contexto das mudanças de relações entreas coisas, valores e pessoas, muito pode con-tar sobre “a constituição da vida cotidianasob o capitalismo nascente e desenvolvido”(Johnson 1996:06).

Sob esta perspectiva e com o olhar voltadopara especificidades deste processo,interpretei as práticas cotidianas vinculadasàs refeições e ao chá a partir das peças,prioritariamente de louça e de vidro, recupe-radas das lixeiras domésticas, e àquelas de

descarte de refugos que formaram os depó-sitos de lixo estudados. Como um recorte dapesquisa mencionada, neste texto apresentoas interpretações sobre as práticas de des-carte de lixo relacionadas às unidades do-mésticas estudadas: Casa da Riachuelo(RS.JA-17), Solar da Travessa Paraíso(RS.JA-03), Solar Lopo Gonçalves (RS.JA-04) e Chácara da Figueira (RS.JA-12). Noséculo XIX, a primeira estava inserida naárea urbana central, hoje centro histórico; asduas seguintes situavam-se inicialmente naperiferia da cidade, posteriormente incorpo-radas à malha urbana; a última localizava-se em área rural, no limite entre os municípiosde Porto Alegre e Viamão.

A interpretação que construí é uma daspossíveis dentro da ampla potencialidade ecomplexidade que caracteriza a investigaçãosobre o passado humano. A Arqueologia queme proponho é interpretativa e relacionada,portanto, a um processo contínuo naconstrução do conhecimento, sujeito a dife-rentes subjetividades e particularidades dopesquisador, como autor no presente, nas suasmaneiras de sentir, abordar e conduzir o temade estudo. Como pontuam Shanks e Hodder(1995) e Hodder (1991), o arqueólogo deveser considerado sujeito atuante e responsávelpela construção interpretativa do passado. Ainterpretação é multifocal, isto é, um mesmopassado pode ter múltiplas interpretações;estas podem ser resultado de diferentesintenções, desejos e necessidades a partir daconsideração do arqueólogo enquantosubjetividade comprometida na construçãodo passado.

Ao contextualizar historicamente aspráticas cotidianas de grupos domésticos,deparei-me com a complexidade brasileirado século XIX, período de profundastransformações sócio-econômicas, políticase culturais. Século em que se inicia aconstrução de uma modernidade pautada emparâmetros europeus, internalização do ca-

Page 53: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

51Fernanda Tocchetto

pitalismo e abalos no sistema escravista atésua derrocada final. A vontade de“afrancesamento” das elites eram o “carrochefe” das práticas para aqueles que queriamsentir-se inseridos nesse processo (Alencastro1997). Paris constituía-se no paradigma da“cidade moderna”, microcosmo damodernidade, cidade emblemática comometrópole a partir do século XIX (Pesavento1999). As especificidades históricas desteBrasil, no entanto, o fizeram singular, comuma feição nacional, peculiar, dados os seuscondicionamentos particulares.

No início do século XIX, com oestabelecimento das duas instituiçõesestruturantes do mundo moderno ocidentalno país - o Estado e o mercado competitivocapitalista (Souza 2000) – criaram-secondições, embora incipientes, para odesenvolvimento de uma modernidade sin-gular, a partir da apropriação de valores epráticas modernas européias, mas incorpo-radas, adaptadas e resignificadas segundoespecificidades locais. A seletividade foi umdos aspectos marcantes deste processo e,neste sentido, o Brasil não é um “país mo-derno e ocidental no sentido comparativo deafluência material e desenvolvimento dasinstituições democráticas”, mas o é no mo-mento em que, desde os oitocentos, os valo-res modernos passaram a ser os legítimos edominantes, concorrendo com outros códi-gos valorativos próprios da pluralidade sócio-cultural do país (Souza 2000:267).

Dada a complexidade acima apontada,procurei interpretar “maneiras de fazer”(Certeau 1994) cotidianas no sentido de si-tuar a sua inserção no processo deapropriação e significação de discursos epráticas pautadas em valores modernos noBrasil oitocentista. O país foi influenciadopor novas idéias e atitudes associadas àsociedade moderna capitalista européia,desterritorializadas de seus locais de origeme difusoras de princípios que valorizavam o

“individualismo, as fronteiras entre o públi-co e o privado, a valorização do universofamiliar e a ritualização da vida cotidiana, aacumulação de capital (tanto real quanto sim-bólico), os critérios de ‘respeitabilidade’, afetichização do consumo e a ascensão social”(Lima 1994:87), associados àestandardização como parte da produção econsumo de bens industrializados (Jonhson1996) e novas regras de controle e disciplinada vida na rua e dentro de casa.

Com este olhar, desafiado pelo contextohistórico e pelos limites da documentaçãomaterial e escrita, me debrucei sobre os con-textos arqueológicos evidenciados em quatrounidades domésticas da Porto Alegreoitocentista1 . As análises sobre a formaçãodos depósitos de lixo e sobre o consumo deitens prioritariamente de louça e vidro,resultaram em duas possibilidadesinterpretativas diferenciadas, considerando ocontexto local - a cidade de Porto Alegre - e anatureza de cada prática. Duas esferas da vidadoméstica foram contempladas – as refeiçõesà mesa e o chá, e os descartes de lixo – consi-deradas como ações conduzidas por sujeitosativos na construção e reprodução sócio-cul-tural. Compartilho com Giddens (1995) de quea aptidão reflexiva dos agentes é incorporadano fluxo da vida cotidiana, engajada naspráticas recursivas, rotineiras. A continuidadede práticas pressupõe reflexividade, assimcomo esta é possível tendo em vista areprodução de práticas que se estendem porum espaço e tempo.

Considerando que os sujeitos têmparticipação ativa na construção do mundo emque vivem através das “maneiras de fazer”rotineiras e contínuas, o espaço da vida coti-

1 Trabalhos arqueológicos inseridos nosquadros do “Programa de Arqueologia Ur-bana de Porto Alegre, RS”, gerenciado peloMuseu Joaquim José Felizardo, SecretariaMunicipal da Cultura de Porto Alegre.

Page 54: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

52 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

diana torna-se privilegiado para estudos sobreas experiências e ações dos agentes, no âmbitodo Brasil oitocentista, sejam relacionadas àconstrução de práticas pautadas pelos valoresmodernos e capitalistas ou pelas permanênciasde antigas condutas e saberes mútuos.

Sobre os contextos nacional einternacional: um panorama

A interpretação das práticas cotidianas queresultaram na formação dos depósitos de lixodas unidades domésticas estudadas passa,necessariamente, pela sua inserção no contextohistórico local, a cidade de Porto Alegre,entrelaçado ao que vinha ocorrendo no país etambém fora dele. Dejetos, lixo, excremen-tos, águas servidas, miasmas, insalubridade,epidemias, saúde, higiene, saneamento foramexpressões largamente usadas em discursosmédicos e estatais durante o século dezenoveno Brasil e não menos com cem anos deanterioridade na Europa.

O crescimento urbano vertiginosoassociado ao aumento populacional, àinsalubridade e às constantes epidemias noséculo dezenove, provocavam um caossanitário que, aos olhos do europeu ocidentalmoderno, produziam imagens bastante ne-gativas. Saint’Hilaire (2002) em suapassagem por Porto Alegre em 1820,forneceu um panorama da situação na cidade:

... poucas casas possuem jardins e muitasnão têm sequer quintal; daí um graveinconveniente de atirarem à rua todo olixo, tornando-as imundas. Asencruzilhadas, os terrenos baldios e,principalmente, as margens da lagoa sãoentulhadas de sujeira; os habitantes sóbebem água da lagoa e, continuamen-te, vêem-se negros encher seus cântarosno mesmo lugar em que os outrosacabam de lavar as mais emporcalhadasvasilhas (Saint’Hilaire 2002:46).

Tal comportamento com relação ao lixoera compartilhado em outras cidades. Lixoacumulado nas ruas, matérias fecais trans-portadas pelos escravos em recipientes demadeira - conhecidos como tigres (Freyre1977b) - até a praia, deficiências noabastecimento de água potável, inexistênciade esgotos, ruas estreitas e tortuosas, bemcomo a existência de morros tornando o arinsalubre marcavam o cotidiano urbano dacapital do Império. As epidemias - febreamarela, cólera, varíola, etc - grassavam noRio de Janeiro (Engel 1988), bem como emoutras grandes cidades. Em Porto Alegre, porexemplo, ocorreram três surtos da epidemiacólera-morbo e uma de febre escarlatina nasdécadas de 1850, 1860 a e 1870 (Macedo1982; Weber 1992). Em Recife a situaçãotambém não era diferente. Charles Darwin,na década de 1830, comentou sobre as “ruassujas e dos seus odores insuportáveis, com-parando Recife aos piores burgos orientaisde então” (Freyre 1977a:109).

O comportamento relacionado com osdejetos cotidianos no Brasil era, no entanto,já bastante conhecido no Velho Mundo, indi-cando assim a origem de tais práticas. Semfalar das cidades medievais, na Lisboa dosséculos XIV e XV, lixo, excrementos e urinaeram descartados nas vias públicas e alipermaneciam expostos à espera das chuvas,provocando maus odores e proliferação deratos e insetos (Veríssimo et al. 2001). Osautores sugerem que no Brasil colonialrepetia-se o modelo metropolitano através dosportugueses, que trouxeram “hábitossanitários” consolidados (Veríssimo et al.2001:89). Neste contexto, a atenção olfativavoltada à putrefação conquistou espaço nabusca da compreensão dos mecanismos dainfecção (Corbin 1987). O olfato passou aser implicado “na definição do são e domalsão que então se esboça e contribui paraorganizar as condutas higienistas até asdescobertas pasteurianas” (Corbin 1987:31).A ventilação e o ar puro passaram a ser os

Page 55: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

53Fernanda Tocchetto

eixos da estratégia higienista. Na Françasetecentista as ações projetavam evacuar nãosó o lixo, mas também os vagabundos, osfedores do pútrido e da infecção social. Paradesinfetar e desodorizar foi instituído umpoliciamento sanitário orientado por médi-cos, visando tornar-se cotidiano.

Tais preocupações higienistas cresceramno final do século XVIII nas cidades européias,associadas - dentre a complexidade dofenômeno urbano - ao crescimentopopulacional, à emergência do capitalismo eà industrialização. A sociedade moderna ca-pitalista passou a investir no controle dosindivíduos através do corpo, enquanto umarealidade bio-política (Foucault 1985). Umanova ordem corporal foi implantada, consoli-dando uma ideologia de higienização (comorigem na medicina moderna, científica), fun-damental para o desenvolvimento do capita-lismo e fortalecimento da burguesia. Tendoem vista a construção e manutenção da ordemsocial, era necessária a organização do espaçourbano, do trabalho e do convívio social paragarantir a formação de indivíduos fortes,sadios, moralizados e ordeiros, fundamentaispara a expansão do mercado de trabalho.

Surge a medicina social urbana naFrança, no final dos setecentos, apregoandoafastar do meio urbano tudo o que poderiaprovocar doenças; controlar e estabeleceruma boa circulação da água e do ar; organi-zar a distribuição e seqüência de açõesindispensáveis à vida em comum. Delineou-se a noção de salubridade e higiene, técnicade controle e transformação de elementos domeio que poderiam favorecer ou prejudicara saúde, com vistas à existência de uma basematerial que assegurasse indivíduossaudáveis (Foucault 1985). Visando acabarcom as epidemias, focos de infecção, acontaminação de ares e águas, o discursomédico passou a exercer um controlefiscalizador contra a insalubridade generali-zada. Foram difundidas regras de higiene

pessoal e coletiva, de manutenção dasmoradias, de descarte e remoção do lixo paralocais periféricos, de inspeção de feiras,abatedouros, criação de novos bairros, etc.Buscava-se, através da inspeção nos níveisprivado e público, “transformar a cidadedoente em uma cidade sadia, limpa e orde-nada, requisito fundamental para aimplantação e consolidação de uma sociedade‘moderna’, comprometida principalmentecom o liberalismo europeu” (Lima 1996:84).

O estabelecimento de uma medicina so-cial, urbana, levou à introdução da medicina“no funcionamento geral dos discursos e dosaber científico” (Foucault 1985:92). A forçade tais discursos, pelo o que acarretavam seusconteúdos e suas representações, somada aomodelo francês enquanto paradigma demodernidade, levaram à desterritorializaçãodos enunciados e sua apropriação longe deseu lugar de origem. No Brasil, a influênciafrancesa foi incisiva para a incorporação eadaptação de práticas correntes naquele país,contribuindo para a construção de umamodernidade singular e seletiva.

O contato com as representaçõesveiculadas pelos discursos modernos e asituação caótica das grandes cidadesbrasileiras, acentuada em meados do séculocom a substituição do trabalho escravo pelolivre, favoreceram a apropriação dos discur-sos médicos europeus por segmentos daintelectualidade e de administradoresempenhados em ordenar a desordem e civili-zar a cidade. Este quadro refletiu-se napublicação do Primeiro RegulamentoBrasileiro para o Funcionamento das CâmarasMunicipais em 1828, estabelecendoparâmetros que deveriam constar nas Postu-ras Policiais. Dentre as orientações, constavamdeliberações sobre questões urbanas dirigidasà limpeza de locais comuns e alimentos,salubridade da atmosfera, esgotamento dospântanos, cautela com relação a animais eembriagados, entre outras (Weber 1992).

Page 56: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

54 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

Inserido neste contexto, um novo grupode médicos, representante da medicina cien-tífica, passou a apresentar-se comodisseminador “de um projeto de normatizaçãodo espaço social urbano inspirado nospadrões burgueses de modernização eprogresso” (Engel 1988:39). Visando forta-lecer e levar ao reconhecimento desta medi-cina, na qual a cidade era objeto deinvestigação, em 1829 foi fundada aSociedade de Medicina do Rio de Janeiro,inspirada no modelo da Academia de Medi-cina de Paris. Em 1835 esta Sociedade foitransformada na Academia Imperial de Me-dicina, caracterizando-se oficialmente como“instância especializada na produção de umsaber destinado a viabilizar a perspectiva po-lítica de higienização do espaço urbano”(Engel 1988:40). Dois anos antes a Acade-mia Médico-Cirúrgica passou a chamar-seFaculdade de Medicina do Rio de Janeiro,cuja reforma foi também inspirada nos mol-des franceses.

A nova medicina de caráter preventivotinha uma dimensão mais política que aquelado período colonial, mais preocupada com acura. Não só o indivíduo era o foco dasatenções, mas todas as instâncias da vidasocial relacionadas ao planejamento urbano,às questões de saúde pública. A medicinasocial, política e progressista, sentia-se “iden-tificada com os ideais de civilização, a serviçoda modernidade” (Sampaio 2001:44). Nãosó modernizar a cidade através de reformasurbanas, mas também através damedicalização da sociedade, intervindo noshábitos, costumes cotidianos, produzindo umnovo tipo de indivíduo; não só atuando nanormatização da vida pública, na rua, masinclusive dentro de casa, no lugar ocupadoaté então pelo padre.

Embora os discursos médicos jáencontrassem certa ressonância em meados doséculo XIX, somente com o agravamento dasproblemáticas urbanas foi que começaram a

surgir os serviços públicos de saneamento ede água. Na década de 1850 foram instaladaspelo Estado, por exemplo, a Junta Central deHigiene Pública no Rio de Janeiro e aComissão de Higiene Pública de Pernambuco(Freyre 1979; Sampaio 2001).

Considerando a posição periférica dePorto Alegre no contexto nacional, masinfluenciada profundamente pelos discursose práticas dos modelos paradigmáticos mo-dernos em nível nacional - a capital carioca -e internacional - principalmente a Parisoitocentista (Pesavento 1999), cabe um olharsobre os enunciados médicos e práticasadotadas pela municipalidade relacionadasàs idéias de higienização da cidade.

Os discursos higienistas e aspráticas do Estado em Porto Alegre

A situação de insalubridade e o sofrimentoda população com a ocorrência de grandesepidemias aproximava Porto Alegre de outrascapitais do país. Em 1829, um ano após oregulamento sobre o funcionamento dasCâmaras Municipais, foi redigido o Códigode Posturas Policiais de Porto Alegre comcinqüenta capítulos. Publicado por Editalsomente em 1838, resultou num documentoque demonstrava preocupações com adisciplinarização do espaço urbano comdesígnio de lugares para despejo de lixo e deesgotos, coleta de água, lavagem de roupasdos hospitais, entre outros (Monteiro 1995).Uma das ações para minimizar a situação deinsalubridade foi a determinação, em 1837,de dez pontos para os despejos de “ciscos eimundícies” ao longo da orla do lago Guaíbapelo Código de Posturas Policiais2.

Concomitante às regulamentações quantoao destino do lixo na tentativa de buscar al-

2 Código de Posturas Policiais estabelecidopela Câmara Municipal, Cap.50, editadasem 1838 (Arquivo Histórico MoisésVelhinho).

Page 57: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

55Fernanda Tocchetto

ternativas aos problemas de insalubridade, oEstado executava aterramentos na orla daantiga praia do Guaíba: na Praça Paraísopara construção da Doca das Frutas - déca-da de 1840; no Largo da Forca para oestabelecimento da Praça da Harmonia comfins de lazer, em frente ao antigo Mercadopara edificação de um novo e onde hoje lo-caliza-se o Paço Municipal, para construçãoda segunda Doca - década de 1850; no largoonde hoje está situada a Praça Rui Barbosa,para instalação da Praça das Carretas - dé-cada de 1870. As pesquisas arqueológicasrealizadas em quatro destes locais3 – Mer-cado Público Central, Praça Parobé (ondeestava a primeira doca), Paço Municipal ePraça Rui Barbosa, identificaram depósitosde lixo abaixo das camadas de aterro,coincidindo com alguns pontos estabelecidospela Câmara para descarte do lixo urbano,junto ao lago Guaíba. A municipalidade, en-tre as décadas de 1840 e 1870 “tapou”, lite-ralmente, as lixeiras coletivas formadas comdepósitos cotidianos. Mesmo com intençõesde expansão urbana, de reordenação ereestruturação dos espaços, provocou a“limpeza” destes locais de circulação de po-bres, escravos e trabalhadores informais,ocultando a sujeira, a imundície.

Às práticas de aterramento de locais in-salubres mencionadas, soma-se a busca dereordenação e modernização do espaço cen-tral de Porto Alegre pelos serviços públicosa partir da segunda metade dos oitocentos,como por exemplo a urbanização dos largosda Alfândega e do Arsenal, removendo asimundícies ali jogadas, a vegetação rasteirae drenando os terrenos (Monteiro 1995). Apreocupação com a limpeza urbana tornou-se cada vez mais alvo das atenções daadministração municipal. O governo impe-rial, através Decreto no 828 de 29 de setembrode 1851, criou Comissões de Higiene Públi-ca em algumas províncias, dentre as quais oRio Grande do Sul, mandando executar oRegulamento da Junta de Higiene Pública.

Em 1857, com novo Decreto (no2052) emfunção da epidemia da cólera-morbo em1855, as Comissões foram substituídas porum Inspetor de Saúde Pública (Macedo1982).

Assim, já na década de 1850, Porto Alegreincorporou, com características locais, asorientações tomadas por cidades européiasmodernas que visavam a higienização, adesodorização do meio urbano. Aspreocupações com a salubridade manifestavam-se através dos discursos médicos queapontavam a tomada de providências na cidade:

1o ... cuide com o maior empenho doasseio das ruas, e não consintasomente o asseio em tirar-lhes d’elaso lixo seco, que nenhum mal faz asaúde, deixando o limo que há emalgumas, e as águas estagnadas, elama podre, que existe em fossosfeitos pelo descalçamento em outras;2o Que não se consintam despejos nointerior da cidade como atualmentese pratica nas praias e ruas ...devendo-se marcar lugar próprioonde devam ser feitas e se já tiveremsido marcados, que se faça cumpriras ordens; 3o Em se deve estender avigilância ao asseio dos pátios equintais, casas públicas, e assubstâncias alimentícias expostas avenda, principalmente as frutas ver-des = Nesta circunstância toda apreocupação não é demasiada, e anegligência pode ser causa deinúmeros danos (CorrespondênciaPassiva da Câmara de Vereadores dePorto Alegre, Livro 23, 19/12/1853– AHMV apud Weber 1992:96).

Práticas de vigilância, fiscalização e con-trole do espaço urbano passaram a ser

3 Pesquisas efetuadas pelo Museu Joaquim JoséFelizardo entre 1994 e 2002 (Programa deArqueologia Urbana de Porto Alegre).

Page 58: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

56 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

implementadas através de Atos adicionadosao Código de Posturas pela Câmara Muni-cipal. As medidas foram propagadas, de for-ma constante e insistente pelo Presidente daProvíncia e pela Câmara Municipal, duran-te toda a segunda metade dos oitocentos, jus-tificadas pelo mesmo discurso médico-sanitário de outras regiões do país (Weber1992). No Ato de 23/10/1862, houve apreocupação em organizar a fiscalização dalimpeza das ruas, das praças e do litoral dacidade; no de 05/02/1868 os moradores dacapital eram obrigados a conservar limposseus pátios, quintais e porões (Thiesen 1999).Na mesma década, quando a cidade foiatingida por nova epidemia de cólera (1867/68), foi regulamentada a atividade de fiscaisque deveriam apresentar-se diariamente aosvereadores inspetores dos distritos, relatan-do, entre várias coisas, sobre a situação deasseio dos mesmos (Weber 1992).

Somente em meados da década de 1870,novamente com a ameaça da cólera-morbo(1875/76), foram tomadas medidas definiti-vas quanto ao serviço sanitário. Em 1875vinte e cinco médicos foram solicitados a darorientações de combate à cólera. Em resposta,o aconselhamento de uma série de medidas,dentre as quais as seguintes:

... limpeza das ruas da cidade;fiscalização do estado de conservaçãodos alimentos fornecidos à população;proibição dos despejos nos quintais;proibição de despejos de matérias fecaisnas praias da cidade; encanamento paraesgoto de matérias fecais e completar efazer cumprir as Posturas Policiais(Macedo 1982:70; destaque meu).

No mesmo período o Inspetor Geral da SaúdePública aconselhava a proibição de despejosnos pátios, nos acessos às casas e visitassanitárias (Macedo 1982). Aqui se tentou nãosó disciplinar com medidas higienistas oespaço da rua, mas também o espaço priva-do, dentro da casa, esboçando uma tentativa

de normatização da vida cotidiana, visandoindivíduos com comportamento higienizado,moralizado. Esses exercícios de controle evigilância eram respaldados pela imprensa(Weber 1992).

O encaminhamento das medidas mencio-nadas resultou no Ato de 07/10/1876 no quala Câmara obrigava as moradias situadas naárea de limpeza pública4 a colocarem na frentedas suas casas, diariamente, “dentro de algumcaixão ou qualquer outra vasilha, todo o cis-co e cascas de frutas, provenientes da limpezatirada de suas respectivas moradas para serlançados nas carroças ocupadas da limpezapública” (CCPM, 1831 a 1878, p.31, AHMVapud Thiesen 1999:230). Os dejetos eramtransportados em cilindros de madeira,chamados cubos ou cabungos5 (Macedo1982), em carroções de quatro rodas puxadospor burros (Maestri 2001). Em 1878 a Câmaradecide que os descarregamentos do lixodeveriam ser feitos nos trapiches existentes nolitoral norte – ao lado da cadeia civil e na ruaVoluntários da Pátria, entre as ruas Dr. Florese Senhor dos Passos – e no litoral sul, em uma“lingueta de terra” (Macedo 1982:71). Maistarde passaram a ser feitos na Ponta doDionísio, também no litoral sul. Após 1887,outros encaminhamentos sobre o destino do

4 “Área entre a Rua da Conceição, Voluntáriosda Pátria, Sete de Setembro, Praia doArvoredo, Varzinha, Olaria até o Beco daFirma, Praça da Independência, Rua daMisericórdia até a Conceição (CPM, 1831a 1878. F.31, AHMV)” (Thiesen 1999:229).

5 Segundo Maestri (2001:109) a expressão“cabungo” é oriunda do étimo kibungo, doquimbundo. Inicialmente designava o bu-raco em que eram despejadas as matériasfecais e águas servidas. Posteriormentepassou a nomear o recipiente quearmazenava tais resíduos, chamado tambémde cubo ou o tigre. O “cabungueiro” era otrabalhador, até a abolição o escravo, quetransportava esse recipiente e despejava oseu conteúdo.

Page 59: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

57Fernanda Tocchetto

lixo urbano foram tomados, como o seu de-pósito em valas abertas na Várzea, atual Par-que da Redenção. Reclamações da Junta deHigiene forçaram a transferência do descartede lixo nestas valas para a margem do Riacho(atual Arroio Dilúvio canalizado), junto àPonte de Pedra para, mais tarde, iniciar oprocesso de incinerção (Costa 1983).

Somente em 1895 os serviços de saúdepública foram regulamentados no Rio Gran-de do Sul (decreto no 44 de 02/04/1895). AoServiço Sanitário era atribuído o estudo so-bre o tema da higiene, o saneamento deespaços públicos e privados e a adoção deestratégias para prevenir e combater asdoenças. Em 1897 foi criado, por novo de-creto, a Diretoria de Higiene do Estado(Kummer 2002). Como a higiene eracompetência dos municípios, em 1898 foiinstituído um serviço regular de limpeza pú-blica encampado pela Intendência de PortoAlegre, sendo estabelecidas tarifas diferen-ciadas para os contribuintes. Como para acoleta das fossas móveis ou cubos uma ouduas vezes por semana era exigida umaassinatura com a municipalidade, muitosprédios não usufruiam deste serviço que setornava dispendioso para os moradores(Bittencourt 1996). As reclamações àInspetoria de Higiene e denúncias naimprensa quanto à insalubridade nas ruas enos quintais das casas, eram uma constanteno final do século XIX (Bittencourt 1996).As pessoas que mantivessem cloacas em seusquintais, que jogassem águas servidas nasuperfície ou que colocassem entulhos sobreo lajedo de suas casas, eram multadas6 .

Os problemas enfrentados pelas cidadesnas décadas finais do século XIX, abstraí-dos dos discursos e práticas adotadas peloEstado, inserem o fenômeno urbano noprocesso de emergência do capitalismo. Ofim da escravidão (1888), o crescimento des-organizado principalmente das capitais, ainstauração da República (1889), acentuaram

dificuldades que exigiam soluções. Alémdisso, era preciso garantir o pertencimentodo Brasil ao mundo moderno, romper com opassado colonial, inscrever as cidadesbrasileiras dentre as avançadas a partir deestratégias saneadoras, disciplinares, com aadoção de novos valores e comportamentosurbanos e civilizados (Stephanou 1999).

Sobre as práticas de descarte delixo nas unidades domésticas

O até agora exposto é indicativo de umarelação existente entre a cidade e as pessoasque nela viviam, com o lixo produzidocotidianamente - pelo menos em alguns paí-ses da Europa Ocidental e em territórios paraonde imigraram contingentes populacionaiscarregando consigo práticas jáinstitucionalizadas. A atitude de depositar os“ciscos e imundícies”, águas servidas e osdejetos humanos nas ruas, nas praias, nosquintais; de conviver com águas estagnadas,corpos em putrefação, etc., ultrapassandofronteiras físicas, além mar, indica umaexperiência do tipo “universalizante”. Segun-do considerações de Velho (2002:18) umasociedade vive permanentemente acontradição entre as particularizações deexperiências restritas a certos segmentos,categorias, grupos e até indivíduos e auniversalização de outras experiências quese expressam culturalmente através de con-juntos de símbolos homogeneizadores –paradigmas, temas, etc.

Portanto, a relação do homem ocidentalcom o seu lixo e odores, pelo menos até asúltimas décadas do século XIX, caracteriza-se como uma experiência universalizante,partilhada, com uma amplitude temporal eespacial que revela sua força de difusão e

6 Somente em 1912 foi inaugurado o serviçode esgotos subterrâneos, com 600 instalaçõesdomiciliares ligadas (Bittencourt 1996).

Page 60: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

58 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

absorção para além de diferenças sociais. Poresta relação constituir-se em práticas que nãorequerem necessariamente a tomada dedecisões ou objetivos predeterminados comoexige o projeto (Velho 2002), a ação confi-gura-se como conduta.

Faço estas considerações para relacionar aspráticas de descarte de lixo nos contextos dasunidades domésticas - ou “maneiras de fazercom” os refugos -, como condutas recursivasna vida cotidiana, expressões de experiênciascompartilhadas ou universalizantes, naspalavras de Velho (2002). Depositar o lixoproduzido no quintal das residências, comoobservado nos contextos arqueológicosestudados, era uma atividade rotineira,repetitiva. O caráter rotinizado desta prática,no entanto, não reduz a sua dimensão reflexi-va. Segundo Giddens (1995), as disposiçõesreflexivas dos sujeitos inserem-se de uma for-ma contínua no fluxo da conduta cotidiana, masnão exclusivamente em nível discursivo. Areflexividade, ou “o que os agentes sabem so-bre o que fazem e sobre as razões do seu fazer”também é manifestada por uma consciênciaprática. Uma consciência prática consiste emtodas as coisas que os atores sabem tacitamentesobre o modo de “ser com” em contextos devida social sem serem capazes de dar-lhes umaexpressão discursiva direta (Giddens 1995:24).

Passemos a seguir para uma análise sobreos depósitos de lixo doméstico evidenciados nossítios arqueológicos7 e as práticas que osproduziram, considerando que essas “maneirasde fazer” (Certeau 1994) cotidianas eramcondutas compartilhadas, permanências delongo tempo, como parte de um “saber mútuo”.Grande parte deste saber é de caráter prático,“inerente à capacidade de ‘ser com’ nas rotinasde uma vida social”, colocado na ação atravésda consciência prática (Giddens 1995:42).

Como já colocado, a discussão sobre asações cotidianas dos grupos domiciliares daPorto Alegre oitocentista estudados, é inseridano contexto da medicina social emergente no

período - dos discursos higienistas, das nor-mas disciplinares e das práticas produzidaspelo Estado. Cabe verificar, para finsinterpretativos, como se deu a apropriaçãodos discursos sanitaristas e em que medidaas estratégias adotadas pela municipalidade,bem como a imposição das normas, foramincorporadas pelos grupos domésticos. Étambém importante observar se as práticascotidianas de descarte de lixo foramcompartilhadas ou contrastantes entre os di-ferentes grupos, o que pode informar sobre aapropriação diferenciada ou não dos discur-sos modernos vinculados à ideologia dahigienização dos oitocentos. A apropriaçãodos discursos não implica necessariamente aconstrução de práticas e representações àsquais se propõe. As enunciações discursivaspodem ser caracterizadas como “produtorasde ordenamento, de afirmação de distâncias,de divisões; daí o reconhecimento das práticasde apropriação cultural como formas dife-renciadas de interpretação” (Chartier1990:27-28).

Sítio Chácara da Figueira (RS.JA-12)

Nas “fraldas” do Morro Santana, na divisaentre os municípios de Porto Alegre e Viamãoe sobre um terraço com vista para o leste, foilocalizada uma área de ocupação de 3.700m2. Nesta foram realizadas coletassuperficiais controladas em ampla área dedispersão de material arqueológico,sondagens e escavação do espaço interior àsfundações de uma habitação8 . O acesso aosítio dá-se pela Av. Paraná, Vila Santa Isa-bel, atualmente inserido no loteamento de-nominado Residencial Três Figueiras.

7 Informações sobre as pesquisas de campo,de laboratório, da documentação histórica eas discussões pertinentes ver em Tocchetto(2004).

8 Pesquisas de campo e de laboratório reali-zadas pelo Museu JJF, entre 1998 e 2000.

Page 61: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

59Fernanda Tocchetto

O(s) grupo(s) doméstico(s) quehabitou(aram) a chácara no Morro Santana,parece(m) ter ficado à margem das orientaçõese práticas relacionadas à higiene em voga. Odescarte do lixo realizado de forma aleatória,sem pontos preferenciais de depósito identifi-cados, nas áreas que corresponderiam às lateraise aos fundos da moradia - configurando-se comodepósito adjacente e periférico (South 1977) -,provavelmente vem atestar esta possibilidade.O período de ocupação mais intensa dapropriedade, remete à segunda metade do sé-culo XIX, entre 1840/50 e o final do últimoquartel (1885/1900), intervalo no qual os dis-cursos higienistas estavam sendo divulgados eincorporados nas práticas do Estado9 .

Vários elementos podem ter contribuídopara a permanência da prática de descartede lixo de maneira aleatória nas proximida-des da habitação da chácara. Por ter estadosituada em área rural e distante da cidade dePorto Alegre, ficava preservada dafiscalização e imposição das novas regrassanitárias. As preocupações com ainsalubridade restringiam-se ao centro urba-no e adjacências, indicada pela definição dazona de abrangência do serviço de coleta delixo instituído em 1876. Viamão, a cidademais próxima, era um pequeno povoado quese tornou vila somente em 1880. E, muitoprovavelmente, os discursos médicos ali nãotivessem a penetração como a ocorrida nacapital da Província. A região era permeadade chácaras e estâncias com criação deanimais, plantações de árvores frutíferas,mandioca, entre outros produtos.

Continuando nessa direção, a área ruralopõe-se à área urbana enquanto região ante-rior e região posterior (Giddens 1995) que,por sua vez, se expressa na oposição limpo/sujo. Explico: os discursos e medidas higienistasestavam voltados para as cidades, onde as zo-nas perigosas deveriam ser circunscritas e osmiasmas, a insalubridade, os maus odores eli-minados visando “civilizar” ou, em outras

palavras, tornar modernos segundo parâmetroseuropeus, os ambientes urbanos, públicos eprivados, e seus habitantes. A área ruralcolocava-se à margem deste processo. O am-biente distante da urbe e suas característicasprodutivas, ofereciam aos habitantes melhorescondições de vida em termos de salubridade equalidades do ar, água e alimentos. Isto explicaa relação que estabeleço, considerando a cidadee seu entorno periférico e rural como sede10 ,entre região anterior:área rural:limpo / regiãoposterior:área urbana:sujo.

Um outro elemento passível de reflexão éa utilização, na atividade agrícola, de adubosorgânicos para enriquecimento do solo. O(s)grupo(s) doméstico(s) da chácara do MorroSantana poderiam estar adubando suasplantações com restos de alimentos outambém dando de comer aos seus animaisdomésticos que circulavam nos arredores dahabitação. Ao material orgânico poderia es-

9 O estabelecimento dos períodos de formaçãodos depósitos de lixo nas unidades domésticasestudadas deu-se a partir da discussão dos grá-ficos de barras propostos por South (1978), daposição dos materiais nas camadas arqueoló-gicas, do grau de preservação destas e pelapresença e ausência de determinadas objetos.

10 Aqui utilizo o conceito de sede apresentadopor Giddens (1995:399), em sua teoria daestruturação: “uma região física que intervémcomo parte do cenário de uma interação, comfronteiras exatas que contribuem a concentrarde algum modo uma interação”. As sedes, porsua vez, apresentam regionalização interna,tendo as regiões importância na constituiçãode contextos de interação, na relação entre omeio físico e as rotinas da vida cotidiana: “ Aregionalização limita zonas de espaço-tempo,um limite que permite sustentar relações dife-renciadas entre regiões “anteriores” e “poste-riores” que os atores empregam para organi-zar a contextualidade de uma ação e amanutenção de uma segurança ontológica(Giddens 1995:156). As relações entre senti-do, norma e poder devem ser considerados naregionalização.

Page 62: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

60 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

tar misturado o inorgânico. Esta prática, alémde verificar-se até os dias atuais no meio ru-ral, pode ser observada em contextos arqueo-lógicos (Zierden 1996).

Deve-se levar em consideração que aincorporação de valores e práticas modernasocorreu primeiramente nas cidades para, maistarde, no decorrer do século XX, impor-se deforma mais efetiva também no campo (Souza2000). Importante lembrar que o autor argu-menta que a sociedade não se moderniza emtodas as esferas e tampouco atinge todos ossegmentos sociais de forma hegemônica. Apermanência das práticas de descarte do lixodoméstico na área rural, adentrando o séculoXX, vem ao encontro da constatação acima,como por exemplo o evidenciado no Sítio doQuincão, em Goiás, ocupado entre 1909 e1910 (Souza e Symanski 1996).

Sítio Solar Lopo Gonçalves (RS.JA-04)

O Solar Lopo Gonçalves, uma casa de porãoalto e atual sede do Museu Joaquim JoséFelizardo, localiza-se na rua João Alfredo582, bairro Cidade Baixa. No século XIX ologradouro era chamado Rua da Margem,tendo em vista a proximidade com o Riacho(atual Arroio Dilúvio). Em 1996 foram iden-tificados e escavados locais de descarte delixo, situados no quintal da antiga chácara,relacionados aos grupos domésticos quehabitaram o Solar11 . Foram duas as famíliasque ocuparam a propriedade durante o sécu-lo XIX: a do rico comerciante português LopoGonçalves Bastos Monteiro, entre 1845/55e 1872, utilizando-a como chácara de lazer eprodução; e a de seu sobrinho e genroJoaquim Gonçalves Bastos Monteiro, igual-mente comerciante, provavelmente ocupan-do-a como residência principal do últimoquartel do século às primeiras décadas doXX, quando a área já estava urbanizada.

Segundo o evidenciado pela pesquisa ar-queológica, as práticas de descarte do lixocotidiano no quintal do Solar Lopo Gonçalves

pelos grupos domésticos ligados às famíliasMonteiro parecem indicar uma aproximação,embora sutil, com as medidas higienistasveiculadas pelo discurso médico, principal-mente considerando o período de uma maiordisciplina correspondente às últimas décadasdos oitocentos. O período de ocupação dosítio considerado reporta-se à segunda metadedos oitocentos - entre 1845 e final do século,em torno de 1892. Embora o lixo domésticofosse descartado aleatoriamente nos fundosda edificação, os depósitos eram feitos,preferencialmente, próximos à estrutura dehabitação, caracterizando-se como refugossecundários adjacentes. A dimensão dos frag-mentos indica que a área não sofreupisoteamento pelas pessoas ou animais quepor lá circulavam, demonstrando umapreocupação com o seu isolamento, mas nãoo distanciando da moradia apesar do espaçodisponível.

Mesmo reproduzindo esta prática,observou-se uma mudança decomportamento, embora pouco visível, rela-cionada ao grupo doméstico vinculado aJoaquim Gonçalves Bastos Monteiro. Asinformações históricas indicam que este se-gundo grupo passou a residir na chácara apartir da década de 1870, após o falecimentode Lopo G. B. Monteiro, período de maiordifusão das regras de higiene, de execuçãode estratégias de controle e vigilânciasanitária na área urbana, somadas ao com-bate incessante à insalubridade. A pesquisaarqueológica (Symanski 1998a) evidenciouum buraco apropriado para o depósito de lixo,numa porção do terreno um pouco maisperiférica, com alta incidência de ossos ebaixa quantidade de material inorgânico, re-curso que preservava a visão e o olfato da

11 As informações sobre este sítio foram ex-traídas de Symanski (1998a, 1998b), cujapesquisa de campo e laboratório no SolarLopo Gonçalves resultou na sua dissertaçãode mestrado em História, PUCRS.

Page 63: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

61Fernanda Tocchetto

putrefação e dos odores daí advindos.Provavelmente esta atitude esteja relaciona-da à intensa campanha de saneamento comrelação ao trato com o lixo, associado com aformação de miasmas e surgimento de epi-demias (Symanski 1998a, 2000).

A área de limpeza pública sujeita à coletapor carroças a partir de 1876 não compreendiaa rua na qual o Solar estava localizado.Passava bem perto, na rua da Olaria (atualLima e Silva). Isto não justifica, entretanto amanutenção dos restos cotidianos expostos noterreno da habitação, jogados na superfície. Aidentificação de um buraco de lixo relaciona-do ao segundo grupo doméstico parece ter sidouma estratégia isolada, não significando aincorporação dos preceitos higienistas da me-dicina social. Provavelmente a mudança daspráticas relacionadas ao lixo reporte-se ao fi-nal da década de 1890, quando amunicipalidade passou a cobrar impostos paraa remoção do lixo doméstico. Somente em1897 aparece o primeiro registro de cobrançade impostos na rua da Margem, no qual o Solarestava incluído.

Segundo Monteiro (1995), a expansão damalha urbana no sentido dos antigoscaminhos e arraiais no final do século XIX,levou à ampliação da rede de ação dosserviços públicos – coleta de lixo, limpezaurbana, etc. No entanto, ainda nos anos vintedo século seguinte, tais serviços eram irre-gulares na periferia da cidade. Enquanto aárea central já usufruía do sistema de esgotos,os arrabaldes “continuavam utilizando oAsseio Público para a remoção dos ‘cubosde despejo’ ou ‘fossas móveis’” (Monteiro1995:120). Embora a localidade, já densa-mente povoada e urbanizada no século XX,estivesse usufruindo destes serviços mesmoque irregulares, o(s) grupo(o) doméstico(s)que viviam no Solar mantiveram seus hábi-tos em depositar os restos cotidianos no quin-tal. Symanski (1998a, 2000) identificou doisbolsões de refugo e dois buracos de lixo, em

posições periféricas à habitação, commateriais produzidos a partir do século XX.

Percebe-se assim uma predominância daprática de descarte dos restos cotidianos emáreas descobertas, adjacentes ao Solar ao longoda segunda metade do século XIX. É intri-gante que os grupos domésticos não tenhamtido maiores preocupações com ainsalubridade provocada pela exposição dosdetritos, visto que a família ligada a LopoGonçalves Bastos Monteiro era pertencente àelite porto-alegrense, com acesso aos discur-sos modernos que circulavam na cidade. Azona de várzea em que estava situada a chácaraera úmida e sujeita a enchentes, resultando emáguas estagnadas, insetos, matérias orgânicasem putrefação, miasmas... A convivência comtais situações, no entanto, não se contrapõe àescolha da família em possuir uma chácarana periferia de Porto Alegre.

O primeiro grupo doméstico vivia em ple-no centro urbano, de burburinho comercial,na Rua da Praia, em frente ao lago Guaíba.Região posterior, com concentração depessoas – livres e escravos – circulandocotidianamente, área insalubre, captação daágua comprometida em função do depósitode “ciscos e imundícies” na praia... Aquicabem as relações, considerando a cidade eseu entorno periférico e rural como sede, en-tre região posterior:área urbana:cidadebaixa:sujo:centro econômico em oposição àregião anterior:área rural ouperiférica:limpo:zona de produção agro-pas-toril e lazer. Com estas relações e oposiçõessugiro uma opção do primeiro grupo domés-tico em usufruir momentos de lazer e condiçõesambientais de maior qualidade na região an-terior da cidade e entorno, onde era possívelum distanciamento dos malefícios queacarretava a vida urbana, do “ambienteepidemiológico” (Alencastro 1997:68) quecaracterizava as cidades maiores. Da mesmaforma com relação ao segundo grupo que,provavelmente, escolheu por residir na chácara

Page 64: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

62 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

no último quartel do século. Mesmo que aregião onde estava situada - chamada Embos-cadas - fosse local de refúgio de escravos atéa abolição, estivesse sujeita às inundações doRiacho e às “imundícies” jogadas em suasmargens no final do século, talvez fossepreferível ali residir e não no sobrado, que ocasal ganhou de herança, localizado na partebaixa da cidade. Somam-se às benesses davida em uma zona periférica ao centro urba-no principal, a linha de bondes puxados a bu-rro que passava em frente ao Solar (a partirde 1874), o lazer proporcionado pelo Riachoque margeava a rua da Margem, desembo-cando no Guaíba, bem como a intimidade eprivacidade oferecida por um imóvel fora doperímetro urbano central.

Volto ao intrigante que mencionei acima:a permanência de práticas de descarte derefugos ou “maneiras de fazer com” o lixo,condenadas pelos discursos higienistas e pe-las medidas adotadas pela municipalidade(como os Atos do Código de PosturasPoliciais), relacionadas num primeiro momen-to à região posterior:sujo:área urbana, massituadas num contexto que se caracteriza comoregião anterior:limpo:área rural ouperiférica. É esta convivência, que parececonflituosa a partir dos princípios que a regem,que é intrigante e instigante. Os grupos do-mésticos, mesmo seguindo práticas correntesde seu segmento social, o qual buscavausufruir de propriedades próximas à cidade,mantinha nestas comportamentos que nãoadequavam-se aos valores modernos, tão di-vulgados através dos discursos médicos ehigienistas fortemente influenciados por umaEuropa moderna e capitalista.

Sítio Solar da Travessa Paraíso (RS.JA-03)

O Solar da Travessa Paraíso localiza-se naTravessa Paraíso no 71, bairro Menino Deus,no declive do Morro Santa Tereza voltadopara o lago Guaíba. Atualmente é sede doCentro de Educação Patrimonial e Ambien-tal da Prefeitura Municipal de Porto Alegre.

No quintal, nos fundos do Solar, foi locali-zada uma área de depósito de lixo domésticoda segunda metade dos oitocentos, a qual foisujeita a intervenções arqueológicasdirecionadas ao tema dessa pesquisa12 .

O Solar era sede, no século XIX, daChácara do Christal, situada em áreaperiférica ao centro urbano de Porto Alegre.Semelhante à ocupação do Solar LopoGonçalves, também aqui a chácara foi habi-tada por membros de uma mesma família –a do médico homeopata português Dyonísiode Oliveira Silveiro. Entre 1854 e 1871, apropriedade era utilizada como área de lazere produção pelo primeiro grupo doméstico.Já no último quartel do século, provavelmenteapós 1880, foi ocupada por sua esposa MariaSophia Freire Silveiro (falecida em 1886) epelo seu filho e herdeiro Affonso de OliveiraSilveiro até 1903, ano de sua morte. Asinformações históricas indicam que este gru-po utilizou o Solar como residência princi-pal, quando a região já se encontrava emprocesso de urbanização.

Situação semelhante à evidenciada no So-lar Lopo Gonçalves, parece ter ocorrido comos grupos domiciliares do Solar da TravessaParaíso. O depósito de restos cotidianosescavado nos fundos da edificação, no quin-tal, indica a prática de descarte aleatório dolixo na porção do terreno que apresenta umdeclive natural. Os declives abruptos a oeste esudoeste do prédio foram acentuados peloaterramento realizado para a sua construçãoe ampliação. Estes pontos tornaram-se ospreferenciais para o depósito dos refugossecundários (Schiffer 1991).

O período de ocupação mais intensa dosítio, correspondente à fase de formação dalixeira, foi entre 1840 e provavelmente maisalguns anos após 1899. Como a atenção estádirecionada à ocupação da chácara pela

12 Pesquisas de campo e de laboratório reali-zadas pelo Museu JJF, entre 2001 e 2003.

Page 65: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

63Fernanda Tocchetto

família Silveiro, o intervalo consideradopassa a ser o situado entre 1854, ano da suaaquisição, e 1903, ano da morte do filhoherdeiro. A manutenção das práticas de des-carte do lixo doméstico a céu aberto em áreaadjacente (South 1977) ao Solar, ao longoda segunda metade dos oitocentos, sugere queos dois grupos domésticos não estavam pre-ocupados com os preceitos higienistas doperíodo. Embora tenham sido localizadosdois buracos de lixo de pequenas dimensõesno interior do lençol de refugo, com materialsemelhante ao do restante da área, a práticadominante parece ter sido a do descartealeatório na superfície do terreno, próximoao Solar. Diferentemente que o ocorrido paraas residências situadas no centro ou naCidade Baixa (local da antiga Emboscadas),ainda em 1933 não havia sido instituído oserviço público de coleta de lixo ou asseio narua Augusta, logradouro de referência maispróxima do Solar. Ainda nas primeiras dé-cadas do século XX, Nogueira Barbosa,proprietário da chácara a partir de 1911 (quelá foi viver já a partir de 1908), enterrava olixo no pátio - o orgânico separado doinorgânico, segundo informações de sua neta- pois, como havia fossa no Solar, osfuncionários do serviço de Asseio nãopassavam para a coleta de lixo13 .

O lixo, localizado espacialmente em áreaadjacente à moradia, mas periférico consi-derando seu relativo afastamento do olhar edo olfato pelo fato de ser depositado em umabrupto declive, possivelmente até osprimeiros anos do século XX continuou aser descartado da forma habitual. Cumprindotanto a função de residência cotidiana ou deuso esporádico, temporário, a manutençãodas práticas de descarte do lixo domésticona área dos fundos de maneira aleatória, prin-cipalmente a partir da segunda metade doséculo, indica a não observância das medi-das higienistas e tampouco a apropriação dosdiscursos médicos veiculados. O fato de aárea ter sido periférica ao núcleo central da

cidade, a preservava da vigilância sanitária,favorecendo assim a permanência daspráticas.

Um elemento instigante a ser incluído nasreflexões é o fato de Dyonísio ter sido médi-co e um dos primeiros homeopatas de PortoAlegre. Portanto, um conhecedor em poten-cial dos discursos e medidas higienistas daépoca e, conseqüentemente, dos malefíciosdos miasmas provocados pela putrefação dematérias orgânicas. Uma explicação pelo nãoacolhimento ou desconsideração das medi-das higienistas em voga possivelmente resi-da na sua formação.

No Brasil do século XIX, os médicosdividiam-se em diferentes correntes teóricas queresultavam em desentendimentos quanto às for-mas de tratamentos das doenças (Witter 2001).Práticas diferenciadas de cura conviviam coma medicina oficial do Império, que seconsiderava a medicina científica (Sampaio2001). As bandeiras da medicina social comprojetos de higienização e normatizadores eramlevantadas pelos médicos oficiais, porta-vozes,então, da medicina científica, embora ainda pré-pasteuriana. As medicinas consideradas alter-nativas, no entanto, estigmatizadas como“charlatanismo”, limitavam o alcance dasprescrições feitas pelas autoridades higienistas.Dentre os charlatões incluíam-se os curandeiros,barbeiros sangradores, benzedeiros, aplicadoresde sanguessugas e ventosas, homeopatas eoutros práticos.

Desde o início da década de 1840, quandofoi introduzida no país, a homeopatia foi alvode críticas e argumentações contrárias à suadifusão, doutrina e prática. Os motivos eram oseu caráter não científico e a ausência de certi-ficados de conclusão de cursos nas instituiçõesde ensino da medicina oficial (Faria 1994).Exemplo das diferenças existentes entre os

13 Durante a escavação arqueológica foramidentificadas intrusões com a presença dematerial do século XX.

Page 66: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

64 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

médicos oficiais e os homeopatas, foram ascríticas dos últimos aos procedimentos de seusadversários durante a epidemia da cólera em1855 no Rio de Janeiro. Neste período a sangria, um método bastante empregado no tratamentode várias doenças pela medicina oficial,higienista, era duramente combatida peloshomeopatas. Segundo estes, “os métodosalopáticos eram tão perigosos que podiam cau-sar a morte dos doentes” (Sampaio 2001:56)14 .

Nesse contexto de diferenças e discórdias,os homeopatas “charlatões” e outros “igno-rantes” opunham-se às prescrições doshigienistas pertencentes à medicina oficialreconhecida como legítima pelo Estado(Sampaio 2001:56). E é nesse ponto ondequero chegar, trazendo o Dr. Dyonísio devolta à cena. Salientando o dito por PortoAlegre (1922:08), dentre os vários médicoshomeopatas que existiam em Porto Alegrena segunda metade do século XIX, lá estavao “velho Silveiro”:

Por ocasião da terrível epidemia decholera ... (1855 e 1856), que ameaçoudizimar a população da capital rio-grandense, o Dr. Silveiro (Dr. Dionysiode Oliveira Silveiro) foi o homem dasituação, o braço fórte do povo, amaior esperança dos afflictos, quenelle viam a sua ancora de salvação.Solicito sempre para com os doentes,elle prestava auxilio a uns, acudia aoutros a apparecia em toda a parteonde a sua presença era reclamada(Galhardo 1928:860-61, citando otrabalho do Dr. Ignacio C. Cardoso).

Assim, a formação deste personagem noramo da homeopatia, com suas diferençasem relação aos princípios da medicina ofi-cial, higienista, pode tê-lo distanciado daapropriação dos discursos sanitaristas e daincorporação de medidas que evitassem aformação de miasmas e situações deinsalubridade provocadas pela decomposiçãode restos orgânicos no quintal de sua chácara

no Christal. A tendência na manutenção daspráticas de descarte de lixo doméstico logoatrás do Solar, manifestou-se durante aocupação da propriedade pelo segundo gru-po doméstico vinculado à família Silveiro, oqual não se preocupou em enterrar o lixo deforma regular ou depositá-lo em porções maisdistantes da habitação. Só para recordar asinformações históricas apresentadas, o anode 1875 foi decisivo para início do combatemais sistemático aos despejos nos quintais epátios das residências de Porto Alegre pelosdiscursos médicos e medidas higienistas to-madas pela municipalidade.

A mesma relação que fiz para o Solar LopoGonçalves, trago para a interpretação daspráticas relacionadas ao presente sítio. Oprimeiro grupo doméstico, como o vinculadoa Lopo Gonçalves B. Monteiro, vivia no cen-tro urbano, num sobrado no Caminho Novo,atual rua Voluntários da Pátria. Num pontodesta via que seguia a orla do lago Guaíba,situado entre as ruas da Misericórdia e doRosário (atuais ruas Pinto Bandeira e VigárioJosé Inácio), foi autorizado pela CâmaraMunicipal o despejo de “ciscos e imundícies”em 1837. Parte baixa da cidade, já urbaniza-da em meados do século XIX, com circulaçãode pessoas de diferentes posições sócio-econômicas, caracterizando a pluralidadeprópria das cidades brasileiras oitocentistas,área sujeita a enchentes, inundações econtaminação da água da praia, insalubre,portanto região posterior que relaciona-se àárea urbana:cidade baixa:suja:centroeconômico. Compartilhando práticascondizentes com seu segmento social, a famíliado Dr. Dyonísio Silveiro passou a usufruir das

14 Sobre a postura dos homeopatas com relaçãoàs medidas tomadas pelos “cirurgiões”, quelançavam mão das sanguessugas, sangrias,entre outros meios de tratamento no séculoXIX, conferir o romance A Divina Pastora,de Caldre e Fião, publicado pela primeiravez em 1847 (Caldre e Fião 1992).

Page 67: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

65Fernanda Tocchetto

vantagens de uma casa de chácara próxima àcidade, com fonte de água pura, arvoredos,parreiras. Um sobrado no alto do morro, regiãoseca e com uma linda paisagem descortinadaem direção ao Guaíba pontilhado por ilhas. Achácara estendia-se até a Praia de Belas,caminho à beira do lago, “ponto predileto debanho” (Porto Alegre 1994:42). Ar e águapuros em abundância, alimentos produzidosali mesmo, maior intimidade e privacidadepropiciadas pelo afastamento da área urbana– região anterior, que se relaciona por suavez com área rural ou periférica: limpo:zonade produção agro-pastoril e lazer.

Assim, parece que os grupos domésticosque ocuparam o Solar, seja com fins de lazere produção ou como residência permanente,optaram por usufruir de um espaço commelhores condições de vida, mais saudáveldo que o vivenciado na cidade, no seu centrourbano, área de concentração de miasmas eepidemias. O segundo grupo doméstico que,segundo possibilidade aventada, passou amorar na chácara a partir da década de 1880,seria beneficiado com o transporte coletivo ecom o crescimento do arraial. A opção empermanecer com a chácara (segundoinventário de sua esposa, ano 1888) e nãocom os sobrados indicados no inventário deDyonísio, que foram provavelmente vendi-dos, talvez possa ser explicada pelapreferência em viver na região anterior dacidade, já que o antigo Caminho Novo foitransformando-se ao longo das últimas dé-cadas do século XIX. Em 1870 estelogradouro passou a chamar-se Voluntáriosda Pátria. No mesmo ano iniciou ocalçamento da sua primeira quadra, tendoem vista as constantes reclamações contraos “grandes pantanais e atoleiros” nas épo-cas de chuvas (Franco 1992:439-40). Em1874 ali foi implantada a estação férrea. Apresença da ferrovia, e mais a conquista damargem do rio para o estabelecimento de tra-piches, depósitos, estaleiros e oficinas, iriamtraçar definitivamente o destino do Caminho

Novo, transformando-o de um passeio bu-cólico numa suja rua de armazéns de ataca-do e indústrias (Franco 1992:440).

Como colocado para o sítio anterior, per-manece intrigante a convivência dos gruposdomésticos com o seu lixo e odores por eleprovocados na residência da chácara,portanto região anterior, considerando todasas questões levantadas. O fato de Donísioter sido médico não o mpeliu a apropriarsedos discursos e medidas higienistas em voga,e tampouc sua esposa e seu filho Affonso.

Sítio Casa da Riachuelo (RS.JA-17)

Em uma das ruas mais antigas de Porto Ale-gre, denominada, no século XIX, de Rua daPonte, foi construída uma casa de porão altoou assobradada sobre um lote urbano de 4,5m de largura por 41 m de profundidade.Atualmente, o lote situa-se na rua Riachuelono 661. Nos fundos deste, no antigo pátio, foiidentificado um depóito de refugo domésticoque foi alvo de escavação arqueológica15 .

Concentrado em uma depressão da lar-gura total do terreno, o lixo ficava resguar-dado da sua visibilidade pelos moradores daresidência por estar em posição periférica(South 1977), na direção do aclive do terre-no. O período de formação mais intensa dalixeira provavelmente ocorreu entre 1828 einício do último quartel do século XIX, commenor intensidade após 1875. Considerandoo intervalo entre produção, aquisição, uso edescarte dos objetos, possivelmente por, nomínimo, mais uma década após 1875, orefugo doméstico ou parte dele continuou aser descartado nos fundos do lote. Assim, aprática de descarte de lixo pelo(s) grupo(s)doméstico(s) permaneceu para além da dataque marcou o início da coleta dos “ciscos eimundícies” pela Intendência em 1876.

15 Pesquisas de campo e de laboratório reali-zadas pelo Museu JJF, entre 1999 e 2001.

Page 68: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

66 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

Como mencionado anteriormente, oserviço sistemático e regular de recolhimentodo lixo ocorreu somente a partir de 1898,quando a municipalidade encampou a tarefa.Provavelmente, antes disso, a execução doserviço devia sofrer revezes, o que mostravamas constantes denúncias e reclamações dapopulação. Segundo informações históricas,provavelmente em 1896 o assobradado tenhasido transformado em sobrado, avançandosobre o antigo pátio e tapando o buraco delixo. Somente em 1897, um ano mais tarde,aparece nos registros a cobrança de impostosde remoção do lixo nas residências da rua,estando o assobradado incluído.

Acredito que a prática de descarte do lixo,no local identificado, tenha sido muito intensaentre o segundo e terceiro quartel dos oitocentos,e minimizada no último em função dos discur-sos médicos e normas disciplinares. No ano de1876, já havia recomendações do Inspetor Geralda Saúde Pública para que as casas recebessem“visitas sanitárias”. Isto sugere umaincorporação parcial no cumprimento dasregras de higiene, já que o controle e vigilânciaeram mais intensos na área urbana central. Arua da Ponte estava inserida na zona derecolhimento do lixo pelas carroças, segundo oCódigo de Posturas Municipais, abrangendoos limites da cidade mais antiga e urbanizada.A ausência de assinatura com a Intendência paraeste serviço poderia somar-se à explicação so-bre o retardo na adoção das novas práticas.

Estes dados apontam para a possibilidadedos moradores do assobradado abandonaremdefinitivamente a prática de depositar seusrestos cotidianos no pátio e apropriarem-sedas novas normas, dos novos preceitoshigienistas, somente após meados da décadade 1880 ou, até mesmo, a partir do final dade 1890. As evidências arqueológicassugerem uma permanência de antigaspráticas relacionadas aos restos e dejetoscotidianos, uma não sujeição e desobediênciaaos discursos e normas higienistas, conside-

rando que em 1868 uma medida oficialobrigava os moradores da capital aconservarem limpos os seus pátios. A posiçãodo depósito na porção superior do terreno,portanto periférica à habitação, manteve aputrefação, a formação de miasmas, distan-te do olhar e do olfato. Esta possibilidadedeve ser considerada quanto à manutençãoda prática de descarte num contexto onde osdiscursos circulavam com maior fluidez eonde a disciplinarização do espaço público eprivado buscavam eficácia no combate àinsalubridade, tão avessa à modernidadedesejada.

Outras possibilidades interpretativasdevem ser exploradas com relação àmanutenção das práticas de descarte derefugo cotidianas. As “maneiras de fazercom” o lixo estavam sendo questionadas esujeitas a transformações que mudariam ra-dicalmente o comportamento das pessoascom os odores, com seus dejetos e detritos.Os discursos modernos e os projetosnormatizadores deveriam extrapolar o uni-verso da rua, público, e entrar dentro dascasas visando tornar os sujeitos “civilizados”,segundo a ótica da modernidade e do capita-lismo oitocentistas.

Condutas táticas nos contextos deintimidade

Neste momento, remeto novamente à relaçãoestabelecida entre o homem ocidental, seu lixoe odores e, por conseguinte, suas práticas dedescarte de refugos cotidianos, com umaexperiência do tipo universalizante (Velho2002). Por esta configuração e por estadopresente nas práticas do Brasil colonial e im-perial, trago idéias de Corbin (1987) sobre oque ele denomina de antigo regime sensoriale a revolução perceptiva que iniciou na Eu-ropa em meados do século XVIII, quando aconvivência com os maus odores começou aser substituída pela sua intolerância, ocasio-

Page 69: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

67Fernanda Tocchetto

nando uma guerra à insalubridade, aos mias-mas e projetos de desodorização.

Segundo Bordeu, especialista em siste-mas glandulares e mencionado por Corbin(1987), cada órgão espalhava em torno desi exalações características próprias. Os hu-mores veiculavam vapores odorantes,legíveis, necessários de serem purgados. Talpurgação dava-se na eliminação dos eflúviospútridos, suores, mênstruos, urinas ematérias fecais. Pelos munctórios eramexalados os odores dos órgãos e dos humo-res. Os vapores e emanações expelidasproduziam uma atmosfera ou odor indivi-dual, resultado dos excreta, que por sua vezera regulados pelos ingesta – o ar, bebidase alimentos. O odor produzido pelo corpoera visto como indicativo de doença e saúde,entrando na semiologia médica: a perda deum odor de saúde e o aparecimento de umodor mórbido era resultado da invasão deum mal. Estes pressupostos tiveram suasorigens na teoria humoral de Hipócrates, a“antiga medicina dos humores” herdada dosgregos (Lima 1996:46) e que tiveram amplapenetração nas mentalidades e práticas decura até, pelo menos mais intensamente, ofinal do século XIX com as descobertas dePasteur. Conhecida como Teoria dos Hu-mores, identificava a perturbação da saúdecomo decorrente de um desequilíbrio docorpo, visto sempre como uma totalidade16 .Possuía como premissa fundamental acrença no poder curativo da natureza, apartir do equilíbrio dos seus quatro elemen-tos irredutíveis: a água, o ar, a terra e o fogo,considerados os elementos primários. A esteselementos primários foram vinculados oshumores definidos como elementossecundários do corpo: sangue, pituíta (ca-tarro), bile amarela e bile preta. Odesequilíbrio entre os quatro humoresocasionava as doenças, que geravam osexcessos de sangue, catarro, bile, matériasfecais e suor que deveriam ser eliminados

através de diarréias, vômitos, suadores, he-morragias, para o restabelecimento da saúdedo organismo (Lima 1996).

Como abordado anteriormente, os médi-cos oficiais, higienistas, faziam uso de méto-dos próprios da medicina humoral no Brasil,provavelmente introduzida pelos médicos por-tugueses e os que acompanharam acolonização holandesa no Brasil, comosangrias, purgas, vomitórios, suadouros, etc.(Lima 1996). Segundo Corbin (1987:51)“uma crença herdada da ciência antiga vem aser assumida pela medicina científica do finaldo século XVIII” na Europa, mas agoraredirecionada, intolerante para com os odores,uma vez que estes passaram a ser relaciona-dos com a putrefação e insalubridadecausadores de doenças, bem como comcomportamentos não afinados com a ordemburguesa em ascensão e seus valores moder-nos e capitalistas. As campanhas dos médicoshigienistas no Brasil eram muitas vezesprejudicadas pelas estratégias de cura por elesapontadas. Embora os princípios da medicinahumoral e suas práticas estivessemamplamente difundidas no país, a populaçãonão a aceitava com resignação. Temendo amorte, como as ocasionadas pelas sangrias,as pessoas preferiam buscar o auxílio dos“charlatões”, como curandeiros, homeopatas,

16 As informações sobre a Teoria dos Humo-res foram obtidas em Lima (1996) que,pesquisando detidamente os procedimentoscotidianos com relação ao corpo em vogano século XIX, teceu explanações quantoàs práticas de cura a partir dos objetos ar-queológicos recuperados em sítios históri-cos do Rio de Janeiro. A presença de frascosde substâncias laxantes, clisteres, urinóispara a coleta de matérias fecais e urina eescarradeiras em sítios arqueológicosoitocentistas cariocas e porto-alegrenses(Symanski 1998b; Tocchetto 2004)demonstram a crença na medicinahipocrática no Brasil.

Page 70: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

68 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

espíritas, entre outros, e fazer uso de chásmedicinais e pnacéias17 .

Nesse contexto, entretanto, o prestígio dosmédicos higienistas tendeu a aumentar noinício da década de 1870, quando seintensificaram os debates sobre as reformasurbanas e combate à insalubridade. Esteprocesso resultou em uma maior influênciafrente às autoridades públicas e segmentosda população no final da década de 1880. Amedicina oficial, científica, passou a ter maiorrespaldo, atingindo maior público, na medi-da em que a perseguição aos charlatõesintensificava-se. No entanto,

... muitos setores sociais ainda semostravam bastante incrédulos e te-merosos quanto aos mandos daquelamedicina científica ... O fato de a“medicalização da sociedade” estarsendo imposta pelos médicoshigienistas não significava, emhipótese alguma, que toda asociedade estivesse aceitandofacilmente aquelas regras. Aocontrário, costumes e hábitos rela-cionados a doença e cura de diferen-tes grupos sociais vinham sendomantidos (Sampaio 2001:60).

Mesmo ainda baseada em muitos princípios dateoria humoral, a medicina científica ouhigienista procurou conduzir uma nova relaçãodas pessoas com o seu meio, seu corpo e seusodores. Ainda mesmo quando incorporada àvida cotidiana de vários grupos sociais, aspráticas de cuidados com o corpo descritas,visando sobretudo a eliminação dos humoresem excesso do organismo e dos odorescorporais, começaram a confrontar-se comnovas regras. Impuseram-se redirecionamentosà sociedade cujas práticas lidavam abertamentecom o sangue, enfermidades íntimas, estimu-lando a liberação dos fluídos, que conviviamcom os odores dos corpos e do meio. Para osvalores modernos de uma Europa já capitalistae burguesa, tudo que dizia respeito ao interior,

deveria ser afastado do olhar, do olfato,mascarado. A teoria microbiana e os mecanis-mos de contágio das doenças, trazendobenefícios no final do século XIX, deram “ogolpe de misericórdia no velho humorismohipocrático, que já não mais atendia aosinteresses da nova classe emergente” (Lima1996:90).

Os discursos higienistas e as medidas decontrole e vigilância executadas pelo Estadono combate à ameaça pútrida produzida pe-las emanações dos corpos - dos humores,órgãos, purgações - e das imundícies, noentanto, não alcançaram os resultados notempo e nas esferas desejadas. A “fidelidadeao lixo”, nas palavras de Corbin (1987), ob-servada nas práticas de tratamento e descartedos dejetos e excrementos na França, remeteàs permanências de elementos relacionados aoantigo regime sensorial, de comportamentostradicionais. Embora abundassem projetossaneadores na França, permanecia a tolerânciapara com os maus odores e as resistênciaspopulares contra a desodorização. Corbin(1987:271) coloca que a resistência contra apolítica que visava, na França, “afastar dohomem toda proximidade com a merda, oesterco e o lixo” pode ser explicada de váriasmaneiras. Desde o valor terapêutico do excre-mento fundamentado em idéias antigas doocidente, as quais reforçavam as crenças po-pulares nas qualidades benéficas da imundície;a importância das matérias fecais noenriquecimento do solo, dos cheiros dos ex-crementos na psicologia infantil; até a funçãodos odores na sensualidade. Corbin (1987:274)percebe uma vontade geral de recusa comrelação à disciplina fecal, da “extinção dafunção dionísica do corpo”, onde também seinscrevia uma resistência contra a aeração.

As práticas de descarte de lixo nosespaços públicos e nas unidades domésticas

17 Sobre este tema conferir Sampaio (2001),Faria (1994) e Witter (2001).

Page 71: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

69Fernanda Tocchetto

estudadas da Porto Alegre oitocentista,inserem-se neste contexto apresentado. Per-cebe-se a permanência de comportamentosarraigados desde muito tempo, ultrapassandofronteiras políticas e físicas, constituídos poruma relação entre o homem ocidental e osodores produzidos. Experiênciasuniversalizantes, partilhadas, corporificadasnas condutas. Condutas estas que, repetidasrotineiramente no dia-a-dia, constituíam-seem práticas institucionalizadas pelaamplitude do espaço/tempo em que seestendiam. Conforme as considerações feitasanteriormente, a conduta, considerada comoaquela ação que prescinde de uma ação comobjetivos predeterminados (Velho 2002), éarticulada à consciência prática, resultandona “maneira de fazer com”.

Considerando a natureza situada daspráticas cotidianas ou “maneiras de fazer”ou “fazer com” (Certeau 1994), remeto aoespaço onde se inscreviam as condutas como lixo. A sede (Giddens 1995), neste caso, éa unidade doméstica que engloba a estruturade habitação e o seu entorno, compreendidaenquanto contexto arqueológico. Conformemencionado, o descarte dos refugos era rea-lizado nos fundos das edificações em três dossítios pesquisados - Solar Lopo Gonçalves,Solar da Travessa Paraíso e Casa da Ria-chuelo - e em duas áreas lateraispreponderantemente e fundos da casa daChácara da Figueira. Aqui faço as relações,considerando a unidade doméstica enquantosede, estabelecidas entre fora: fundos: sujo:ocultamento: intimidade..

No lado de fora da residência, nos fundospreponderantemente, em local não expostoaos passantes, visitantes e hóspedes eportanto oculta, situava-se a área da cozinha,de serviços e de descarte do lixo doméstico.Este espaço de uso cotidiano era sujo,esempre esse exgotto na cozinha, essa sujidadebem junto à preparação dos alimentosquotidianos, tendo ao lado uma area, lugar

infecto, nauseabundo, onde os despejosagglomerados produzem toda a sorte de mias-mas (Freyre 1977b:209, sobre discurso doDr. Luís Correia de Azevedo na AcademiaImperial de Medicina, sobre as habitaçõesdo Rio de Janeiro no Segundo Reinado ).

Da cozinha e dos serviços gerais seocupavam os escravos. Anúncios sobreescravos fugidos caracterizavam-os como “‘imundos por serem cozinheiros’ ou ‘seocuparem da cozinha’ ” (Freyre 1977b:208).A região posterior da casa - a cozinha e áreade serviços -, era isolada da área social – dasala de visitas e da sala de jantar -, bem comodas alcovas ou dormitórios para familiares ouhóspedes. Nas casas menores, comopossivelmente no assobradado da Riachuelo,a sala de refeições ou varanda de uso familiarlocalizava-se nos fundos da edificação, umrecinto anterior à cozinha. Essa zona da sedeera domínio feminino, da senhora da casa, edos escravos, pelo menos nas propriedades daselites e dos segmentos médios da populaçãoaté a abolição da escravatura em 1888. Mesmoas casas mais simples contavam com um oudois cativos para os serviços domésticos(Algranti 1997) ou assumindo a função deescravos de ganho, nas quais, por falta deespaço, esticavam suas esteiras na cozinha ouem qualquer outro lugar para dormir.

Tanto na área urbana quanto na rural ouperiférica, a unidade doméstica de ricos epobres não se restringia à estrutura dehabitação principal. Como parte integrantee fundamental das casas situadas em terre-nos com dimensões que comportavam dife-rentes atividades, poderiam haver jardins,quintais com pomares, hortas e anexos, comosenzalas ou dormitórios para escravos elatrinas, poços, fonte de água, destinados aoconvívio, cuidados dos animais, indústria eatividades domésticas (Algranti 1997).Enquanto na Colônia os quintais das cidadesexerciam vários fins, suprindo asnecessidades cotidianas, no final dos

Page 72: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

70 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

oitocentos suas funções produtivas foramsendo substituídas pelas de lazer, tendo emvista o desenvolvimento dos serviços urba-nos (Maestri 2001). Durante o decorrer doséculo XIX, entretanto, nos fundos a vidadoméstica se desenrolava intensamente.

Além de todos os serviços de manutenção,também nos fundos dos quintais eram deposi-tadas as águas servidas, as matérias fecais etodo o lixo produzido pelos grupos domésti-cos, até que as medidas higienistas e os serviçospúblicos atingissem e remodelassem as práticascotidianas das áreas urbanas centrais eperiféricas. Isto com exceção daqueles pequenoslotes urbanos sem quintal ou pátio, cujos “cis-cos e imundícies” eram jogados na rua, terre-nos baldios, nas praias...

Estas informações, associadas às eviden-ciadas e analisadas pelas pesquisas arqueoló-gicas nas quatro unidades domésticas, levam-me a pensar sobre as áreas dos fundos dasedificações e os quintais como zonas deocultação, de intimidade. Áreas privadas, ondenão chegava o visitante (Algranti 1997), ondeexalavam odores de diversas procedências –das comidas, da fumaça do fogão, da umidadedas águas que chegavam limpas e saiam sujas,da decomposição das matérias orgânicas, dosanimais domésticos, dos miasmas produzidospela putrefação dos dejetos, das águasestagnadas...

Assim, a região posterior da unidade do-méstica, de maior privacidade, era uma zonaíntima, vedada totalmente às visitas e até mesmoà parentela mais afastada. Na sala “de dentro”,na cozinha (ou mesmo em toda a área de serviçofragmentada em edículas espalhadas pelo vas-to quintal, ou pomar, cercado por grades oumuros de taipa) e nas alcovas da sala só tinhaacesso a família (Lemos 1993:99).

Preservados do olhar da modernidade, nosfundos das casas desenrolavam-se as “maneirasde fazer” e “fazer com” tradicionais, habituais.Na perspectiva apontada, as práticas de des-

carte do lixo doméstico como resultado decondutas recursivas, conhecidas de longotempo, tratada aqui como experiênciauniversalizante, podem ser caracterizadas comode caráter tático (Certeau 1994). A permanênciados depósitos de lixo ainda nas últimas déca-das do século XIX observada nos quatro sítiosestudados, período de maior difusão dos dis-cursos médicos e medidas higienistas de con-trole e vigilância em Porto Alegre, remete apráticas marginais, não oficiais. Uma resistênciasutil, quase invisível, pode ser interpretada napersistência de “maneiras de fazer” cotidianas,não submetidas aos discursos e às estratégiasdo Estado. Segundo Certeau (1994:47), aspráticas de caráter tático “apresentam conti-nuidades e permanências”, sobrevivências de“maneiras de fazer” institucionalizadas pelotempo, menos visíveis e que se opõe àsestratégias do poder oficial18 .

Desta forma interpreto a manutenção daspráticas de descarte do lixo nas unidades do-mésticas como condutas táticas em contextosde intimidade, de menor penetração dos valo-res modernos e princípios capitalistas na vidacotidiana. Espaços onde era preservado oantigo regime sensorial, a relação das pessoascom os odores, a “fidelidade ao lixo”, naspalavras de Corbin (1987). Práticas comomanifestação de uma resistência sutil, decaráter cotidiano, “invisíveis”, ocultas, por-que vinculadas à região posterior, nos fundosda casa ou suas proximidades. Esfera íntima,dimensão da vida mais preservada dasmudanças de valores e atitudes e onde se podeser mais o que se é. Na esfera privada dosfundos, no quintal, mantém-se um tempo quesempre foi, cíclico, onde se joga o lixo de for-ma direta, ou logo depois das atividades que oproduziram. Diferente de uma nova postura

18 Para Certeau (1994:101) “a tática é deter-minada pelo ‘ausência de poder’ assim comoa estratégia é organizada pelo postulado deum poder”, poder este institucionalizado ofi-cialmente.

Page 73: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

71Fernanda Tocchetto

exigida a partir da década de 1870, que in-cluía preparar um recipiente adequado para olixo diário ser armazenado, reservar uma áreada casa onde ficaria aguardando o dia da co-leta, colocá-lo na frente da casa para serrecolhido em determinado dia da semana, oumesmo planejar um local para cavar um bu-raco de lixo com ferramentas adequadas nosfundos do pátio. Era exigida uma mudançacorporal e uma nova relação das pessoas comseus dejetos, seus restos, podendo-seestabelecer uma relação com a manutençãoda crença na teoria humoral, da proximidadecom os humores e odores.

Uma descontinuidade com antigaspráticas, um conflito entre dois modelos - atradição como parte da experiênciauniversalizante e uma modernidade associadaao capitalismo - é sugerido. Tais condutastáticas cotidianas, por possuírem um caráterrepetitivo, habitual e rotineiro, remetem àconsciência prática e a presença do sujeitoou do agente no momento em que estapressupõe uma reflexividade na ação, umsaber tácito sobre as “maneiras de fazer com”sem uma expressão discursiva direta(Giddens 1995).

Sem desconsiderar as especificidadesanalisadas nos quatro sítios arqueológicos so-bre a formação dos depósitos de lixo no século

XIX - desde a dejeção em ampla área no entor-no da edificação, a concentração em pontosdeterminados até a preparação de alguns poucosburacos para enterrar o lixo - e as questõesparticulares levantadas para as unidades e osgrupos domésticos, foi percebida uma tendênciacomum. O descarte dos refugos nos quintaisdas residências foi realizado,preponderantemente, de forma exposta, sempreocupações com os preceitos e medidashigienistas que começaram a ser difundidas eaplicadas a partir da década de 1850 na cidade.Um direcionamento diferenciado, possivelmentea partir dos anos oitenta, deu-se com o(s)grupo(s) doméstico(s) do assobradado da Ria-chuelo. Localizado em pleno centro urbano,numa das ruas mais antigas de Porto Alegreestava, portanto, sujeito à vigilância sanitária epenalidades pela Intendência.

O apresentado constituí-se em umapossibilidade interpretativa sobre as práticas dedescarte de lixo. M Knoxville esmo conside-rando as especificidades de cada sítio arqueo-lógico e seus contextos arqueológicos, e as par-ticularidades dos grupos domésticos, quandoacessíveis na documentação histórica - no casoos referentes ao Solar Lopo Gonçalves e Solarda Travessa Paraíso -, as “maneiras de fazercom” o lixo foram partilhadas, bem comoprovavelmente seus significados.

Referências

Alencastro, Luiz Felipe de1997 Vida privada e ordem privada no Império. Em História da vida privada no Brasil.

Império: a corte e a modernidade nacional, editado por Luiz Felipe de Alencastro,pp 11-93. Companhia das Letras, São Paulo.

Algranti, Leila Mezan1997 Famílias e vida doméstica. Em História da vida privada no Brasil. Cotidiano e

vida privada na América Portuguesa, editado por Laura de Mello e Souza, pp 83-154. Companhia das Letras, São Paulo.

Bittencourt, Dóris Maria M. de1996 Casas residenciais em Porto Alegre em finais dos séculos XIX e início do XX. Tese

de Doutorado, USP, São Paulo.

Page 74: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

72 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

Caldre e Fião, José Antonio do Vale1992 A divina pastora. Porto Alegre, RBS.

Certeau, Michel de1994 A Invenção do cotidiano. Artes de fazer. Vozes, Petrópolis

Chartier, Roger1990 A história cultural. Entre práticas e representações. Bertrand Brasil, Rio de

Janeiro.

Corbin, Alain1987 Saberes e odores: o olfato e o imaginário social nos séculos XVIII e XIX.:

Companhia das Letras, São Paulo.

Costa, Telmo Cardoso1983 Pequena história da limpeza pública na cidade de Porto Alegre. DMLU, Porto

Alegre.

Engel, Magali1988 Meretrizes e doutores: saber médico e prostituição no Rio de Janeiro (1840-

1890). Edit. Brasiliense, São Paulo

Faria, Fernando Antonio1994 Querelas brasileiras: homeopatia e política imperial. Notrya, Rio de Janeiro.

Foucault, Michel1985 Microfísica do Poder. Edições Graal, Rio de Janeiro.

Franco, Sergio da Costa1992 Porto Alegre: guia histórico. Editora da Universidade/UFRGS, Porto Alegre.

Freyre, Gilberto1977 Vida social no Brasil nos meados do século XIX. Arte Nova, Rio de Janeiro.

1977a Sobrados e mocambos: decadência do patriarcado rural e desenvolvimento dourbano,Tomo 1. J. Olympio Editora, Rio de Janeiro.

1979 Oh de casa! Em torno da casa brasileira e de sua projeção sobre um tipo nacio-nal de homem. Instituto Joaquim Nabuco de Pesquisas Sociais, Recife.

Galhardo, José Emygolio Rodrigues1928 História da homeopatia no Brasil. Em Livro do Primeiro Congresso Brasileiro de

Homeopathia, pp 860-864. Instituto Hahnemanniano do Brasil, Rio de Janeiro.

Giddens, Anthony1995 La constituición de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración.

Amorrortu, Buenos Aires.

Hodder, Ian1991 Interpretive archaeology and its role. American Antiquity 56:7-18.

Johnson, Mathew H.1996 An archaeology of capitalism. Blackwell, Londres.

Page 75: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

73Fernanda Tocchetto

Kummer, Lizete Oliveira2002 A medicina social e a liberdade profissional: os médicos gaúchos na primeira Repú-

blica. Dissertação de Mestrado, UFRGS, Porto Alegre.

Lemos, Carlos1993 Transformações do espaço habitacional ocorridas na arquitetura brasileira do sécu-

lo XIX. Anais do Museu Paulista Nova Série 1:95-105.

Lima, Tania Andrade1994 Dos morcegos e caveiras a cruzes e livros: a representação da morte nos cemitérios

cariocas do século XIX. Anais do Museu Paulista - História e Cultura Material2:87-150.

1996 Humores e odores: ordem corporal e ordem social no Rio de Janeiro, século XIX.História, Ciências, Saúde 2(3):46-98.

Macedo, Francisco Riopardense de1982 Porto Alegre: aspectos culturais. SMEC, Porto Alegre.

Maestri, Mário2001 O sobrado e o cativo. A arquitetura urbana erudita no Brasil escravista: o caso

gaúcho. UPF, Passo Fundo.

Monteiro, Charles1995 Porto Alegre, urbanização e modernidade. A construção social do espaço urba-

no. EDIPUCRS, Porto Alegre.

Orser, Charles E.1996 A Historical Archaeology of the Modern World. Plenum, Nueva York.

Pesavento, Sandra J.1999 O imaginário da cidade: visões literárias do urbano – Paris, Rio de Janeiro,

Porto Alegre. Editorial da Universidade/UFRGS, Porto Alegre.

Porto Alegre, Achylles1922 Noutros tempos (Chronicas). Liv. do Globo, Porto Alegre.

1994 História popular de Porto Alegre. Unid. Editorial/SMC/PMPA, Porto Alegre.

Saint’Hilaire, Auguste de2002 Viagem ao Rio Grande do Sul. Martins Livreiro, Porto Alegre.

Sampaio, Gabriela dos Reis2001 Nas trincheiras da cura: as diferentes medicinas no Rio de Janeiro Imperial.

Editora da UNICAMP, Campinas.

Schiffer, Michael B.1991 Formation processes of the archaeological record. University of New Mexico

Press, Albuquerque.

Shanks, Michael e Ian Hodder1995 Processual, postprocessual and interpretive archaeologies. Em Interpreting

archaeology. Finding meaning in the past, editado por Ian Hodder, Michael Shanks,

Page 76: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

74 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005

Alexandra Alexandri, Victor Buchli, John Carman, Jonathan Last e Gavin Lucas,pp 3-29. Routledge, Londres.

South, Stanley1977 Method and theory in historical archaeology. Academic Press, Nueva York.

1978 Evolution and horizon as revealed in ceramic analysis in historical archaeology. EmHistorical archaeology: a guide to substantive and theoretical contributions, edi-tado por Richard Schuyler, pp 68-82. Baywood, Nueva York.

Souza, Jessé2000 A modernização seletiva. Editora Universidade de Brasília, Brasília.

Souza, Marcos André T. De e Luis Cláudio Symanski1996 Análise distribucional intra-sítio em arqueologia histórica: algumas implicações.

Revista de Arqueologia 9:25-42.

Stephanou, Maria1999 Tratar e educar: discursos médicos nas primeiras décadas do século XX. Tese de

Doutorado, UFRGS, Porto Alegre.

Symanski, Luis Cláudio P.1998a Espaço privado e vida material em Porto Alegre no século XIX. EDIPUCRS,

Porto Alegre.

1998b Bebidas, panacéias, garrafas e copos: a amostra de vidros do Solar Lopo Gonçalves.Revista da Sociedade de Arqueologia Brasileira, 11:71-86.

2000 As práticas de deposição de refugo em uma unidade doméstica oitocentista: o SolarLopo Gonçalves. Anais do IX Congresso da Sociedade de Arqueologia Brasileira,Rio de Janeiro. (CDROM).

Thiesen, Beatriz1999 As paisagens da cidade: Arqueologia da área central da Porto Alegre do século

XIX. Dissertação de Mestrado, PUCRS, Porto Alegre.

Tocchetto, Fernanda2004 “Fica dentro ou joga fora?” Sobre práticas cotidianas em unidades domésticas na

Porto Alegre oitocentista. Tese de Doutorado, PUCRS, Porto Alegre.

Velho, Gilberto2002 Individualismo e cultura: notas para uma antropologia da sociedade

contemporânea. Jorge Zahar, Rio de Janeiro.

Veríssimo, Francisco, William Bittar e José M. Alvarez2001 Vida urbana: a evolução do cotidiano da cidade brasileira. Ediouro, Rio de

Janeiro.

Weber, Beatriz Teixeira1992 Códigos de posturas e regulamentação do convívio social em Porto Alegre no sécu-

lo XIX. Dissertação de Mestrado, UFRGS, Porto Alegre.

Page 77: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

75Fernanda Tocchetto

Witter, Nikelen Acosta2001 Dizem que foi feitiço: as práticas da cura no sul do Brasil (1845 a 1880).

EDIPUCRS, Porto Alegre.

Zierden, Martha1996 The urban landscape, the work yard, and archaeological site formation process in

Charleston, South Carolina. Em Historical archaeology and the study of Americanculture, editado por Lu Ann de Cunzo e Bernard Herman, pp 285-317. Universityof Tennesse Press, Knoxville.

Page 78: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

DE LA INVENCIÓN, REINVENCIÓN YDESCUBRIMIENTO DEL PAISAJE AMAZÓNICO Y

SUS HABITANTES

Santiago MoraDepartment of Anthropology, St. Thomas University.

La percepción de la naturaleza y de la cultura y sus mutuas relaciones por parte de los investiga-dores ha tenido un impacto fundamental en el desarrollo de las investigaciones arqueológicas enla región amazónica. Esas percepciones han posibilitado o negado la investigación de ciertastemáticas como parte de un proceso histórico en el cual se define el nativo (pasado y presente) yel espacio que ocupa y sus mutuas interacciones. No solo estos aspectos se involucran en elproceso de “conocer” la Amazonía; el investigador hace parte de él y en él se define. Esteartículo intenta aproximarse a la forma como el ámbito amazónico es representado por los inves-tigadores, particularmente por los viajeros de finales del siglo XIX y principios del XX y poralgunos trabajos recientes. Este período de inicio ha sido seleccionado porque es esencial en ladefinición de la Amazonía como espacio y contenidos objeto de investigaciones antropológicas yarqueológicas. El artículo señala las continuidades y discontinuidades que sugieren convergen-cias en las representaciones y, por tanto, en la forma de percibir la historia. Sin embargo, esta noes la regla; en otras oportunidades los relatos indican construcciones opuestas que explicarían,tentativamente, por qué algunas temáticas nunca fueron abordadas.

A percepção da natureza e da cultura e suas relações mútuas por parte dos investigadores temtido um impacto fundamental no desenvolvimento das investigações arqueológicas na regiãoamazônica. Essas percepções têm possibilitado ou negado a investigação de certas temáticascomo parte de um processo histórico no qual se definem o nativo (passado e presente), o espaçoque ocupa e suas mútuas inter-relações. Estes aspectos não só implicam no processo de conhecera Amazônia; o investigador faz parte dele e nele se define. Este artigo busca aproximar-se daforma como o âmbito amazônico é representado pelos investigadores, particularmente pelos via-jantes do final do século XIX e princípios do XX e por alguns trabalhos recentes. Este período deinício foi selecionado pois é essencial na definição da Amazônia como espaço e conteúdo, objetode investigações antropológicas e arqueológicas. O artigo destaca as continuidades edescontinuidades que sugerem convergências nas representações e, portanto, na forma de percebera história. No entanto, esta não é a regra; em outras oportunidades os relatos indicam construçõesopostas que explicariam, tentativamente, por que algumas temáticas nunca foram abordadas.

The perception of nature and culture and their mutual relationships by researchers has had atremendous impact in the development of archaeological investigations in the Amazonian region.Those perceptions have made possible or negated research of certain topics as a part of thehistorical process in which the native (past and present) and the space he/she occupies and theirmutual interactions are defined. These aspects not only involve the process of “knowing” theAmazon; the researcher is a part of it and is defined through it. This paper strives to approach the

Page 79: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

77Santiago Mora

way the Amazonian realm has been represented by researchers, especially travelers of the late XIXand early XX centuries and some recent works. These starting period has been selected because isessential in the definition of the Amazon as a space and contents targeted by anthropological andarchaeological investigations. The paper points out the continuities and discontinuities that suggestconvergence in the representations and, thus, in the form of perceiving history. This not the rule,however; in other cases the narratives indicate opposite constructions which would explain whycertain topics were never approached.

De la invención

La naturaleza

Finalmente, me vi obligado a llegar a laconclusión de que la contemplación de lanaturaleza por si sola no es suficiente parallenar el corazón y la mente humana.

Bates (1910:274)

El siglo XIX representó una reorganizaciónde la naturaleza o, si se quiere, su invención.En esta época se revolucionó la forma comoel mundo era visto. En pocos años se reco-gieron y reelaboraron los conocimientosacopiados por siglos y fue posible desterrarde las mentes de algunos la idea de una natu-raleza estática, regida por leyes divinas, paradar paso a un mundo dinámico con criaturasque se transmutaban unas en otras de mane-ra incansable, llenando un paisaje en el cuallas posibilidades de sobrevivir se transfor-maban continuamente. El cambio era la leymás importante en el universo y lo había afec-tado profundamente, como se empezaba areconocer a cada paso. Aunque este procesointelectual ocurrió en Europa se nutrió de unarduo trabajo en las regiones tropicales, lascuales proporcionaron la materia prima parala creación de esta nueva imagen del mundo.Hasta entonces la mayor parte de la explora-ción realizada en el universo desconocido delas Américas había sido soportada por unalógica que se basaba en la extracción de ri-quezas que, tarde o temprano, terminabanen los mercados europeos. Los “ismos” se

sucedieron unos a otros, dejando atrás unpaisaje saqueado, descompuesto: el“doradismo”, el esclavismo y el extractivismoson sólo algunos de ellos; por cerca de 400años fueron empleados para interactuar coneste mundo o, mejor, para lucrase de él. Enesta vieja concepción el conocimiento dife-rente a la ubicación de las riquezas era irre-levante porque no aportaba ganancias bru-tas. Los animales y las plantas eran conside-rados como objetos, recursos inmutables quepodían ser reemplazados a lo largo de lasgeneraciones por “nuevos” animales y plan-tas pero que tenían como característica inhe-rente la inmutabilidad. Los perros eran pe-rros y solo podrían ser eso; hasta las bestiasque habían surgido del delirio sufrido por losprimeros europeos que visitaran el continen-te americano eran, ante todo, inalterables. Setrataba de un mundo organizado por una ri-gurosa clasificación basada en un dogma re-ligioso con el cual se creaban sitios fijos paraobjetos fijos. Un mundo en apariencia esta-ble, pero peligroso para quienes notaran lastransformaciones.

A pesar de su inmutabilidad esta visiónaceptaba pequeñas variaciones y cambios alo largo del tiempo. El aparente deterioro quese pudiera observar en algunos puntos delorbe, como en los lugares donde una avalan-cha, la actividad de un volcán o una súbitainundación habían desolado el paisaje, era elresultado de cambios a los cuales ni Diosmismo ponía atención; después de todo lanaturaleza era solamente el vehículo tempo-ral para la perfección espiritual. Por ello re-

Page 80: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

78 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

sultaba extraordinario que, de un momentoa otro, algunos se dedicaran a discurrir so-bre asuntos como las catástrofes naturales,diferentes al diluvio universal, o que intenta-ran racionalizar estos cambios con la “crea-ción” de leyes. Los humanos sólo eran capa-ces de una transformación significativa: si-guiendo las enseñanzas de las sagradas es-crituras y de los religiosos era posible aproxi-marse a un estado de perfección. Sin embar-go, los nuevos conocimientos podían expli-car cosas hasta entonces sólo descifrables através de la lógica religiosa. Darwin yWallace fueron capaces de ver un mundosometido a una continua transformación enel cual tenía sentido el presente sólo comoresultado de una larga historia de infinitastransformaciones. La “evolución” había sidoreconocida; el contenido del tiempo y su tér-mino nunca tendrían el mismo significado.

Un importante efecto de la caracteriza-ción de esta evolución es que obligó la reali-zación de extensas comparaciones en buscade las semejanzas y diferencias entre con-juntos que, hasta entonces, habían sido con-siderados como incomparables. El análisisde la variación entre los miembros de las es-pecies y entre especies bien definidas creóun nuevo mapa de la vida en el planeta. Porejemplo, colocó a los humanos en el mismoplano en el cual se encontraban los animalesy obligó la comparación de sus característi-cas morfológicas, entre otras, para delimitarsus posiciones:

Los grandes principios de la evolu-ción se levantan claros y firmes, cuan-do estos grupos de hechos son consi-derados en relación a otros, talescomo las afinidades mutuas entre losmiembros del mismo grupo, su dis-tribución geográfica en el pasado yel presente, y su sucesión geológica.Resulta increíble que todos estos he-chos estén equivocados. Quienes noestán contentos al considerar los fe-

nómenos de la naturaleza, como sal-vajes, como desconectados, no pue-den por más tiempo aceptar que elhombre es el trabajo de un acto decreación separado (Darwin 2001:63-64).

Caímos de los cielos, saliendo de la supuestaperfección que Dios había ejercido al hacer-nos semejantes a él, para reconocernos enlas semejanzas que teníamos con otros ani-males. La teoría de la evolución creó rela-ciones entre mundos hasta entonces distan-tes, al tiempo que admitió la necesidad dereexaminar su historia. Bajo estas ideas lle-gó el auge de los exploradores, concienzu-dos descriptores de mundos distantes y exó-ticos que proporcionaron la materia primapara el desarrollo de interminables compa-raciones para entender la creación. El ejerci-cio de la descripción implicó la clasificaciónde aquello que era descrito y, por tanto, unreordenamiento de cada conjunto respecto aotros. Así se examinó detenidamente el mun-do de la mano de un sistema clasificatorioque se amplió a cada paso y bajo los supues-tos de la teoría de la evolución para com-prender de una manera adecuada las relacio-nes entre sus componentes como parte de unproceso de cambio. Así surgieron dos ideascomplementarias pero antagónicas: la esta-bilidad, en la forma de adaptación, opuestay complementado la idea de cambio comoevolución. Esta aparente contradicción con-sumiría muchas horas del tiempo de biólo-gos, ecólogos, antropólogos y arqueólogosen el futuro (cf. Alland 1975; Ingold 1979;Diener et al. 1980; Lansing 2003).

Por razones ajenas a la teoría de la evo-lución el sistema clasificatorio diseñado porLinnaeus se transformó en la herramientaesencial para comparar e inferir los capri-chos de la fuerza descomunal encarnada enla evolución. No es difícil imaginar a estosexóticos viajeros, con sus atuendos de corteeuropeo, balbuceando entrecortadas palabras

Page 81: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

79Santiago Mora

en latín, una lengua muerta, en medio de lainmensidad de la naturaleza tropical. Se tra-ta del génesis: así crearon un nuevo univer-so. Darwin (1989) había dado la vuelta almundo recolectando evidencias que le habla-ban claramente de este proceso de transfor-mación. Su teoría era, en parte, el resultadodel viaje que realizó por cinco años en elBeagle. Por su lado Alfred Wallace (1905,1969) había viajado por el Amazonas y elOrinoco, inspirado por el texto de otro viaje-ro, W.H. Edwards; más tarde pasó años enel suroeste asiático estudiando detenidamen-te la fauna de varias islas. Bates (1910), quienacompañó a Wallace en la primera parte desu viaje por el Amazonas, describió cientosde especies vegetales y animales de esa re-gión. Spruce (1996) también trabajó en laAmazonía y construyó un catálogo intermi-nable de las plantas que vio en sus viajes porSudamérica. Era necesario un intenso traba-jo para describir y crear un nuevo mundo.

Junto con los más calificados explorado-res otros viajeros se pusieron en marcha. Lagran mayoría de ellos, ante su falta de pre-paración académica, sólo anhelaba conocertierras distantes y, si fuera posible, ilustrarante el “mundo civilizado” este exótico uni-verso. La naturaleza tropical, dibujada bajola óptica del romanticismo que caracterizóesa época, empezó a ser conocida. Uno deestos viajeros vio el delta del Amazonas dela siguiente manera:

En las partes pandas hay regimien-tos de pastos acuáticos, semejantesa largas plumas. Hay árboles para-dos en el agua que se aferran a unasraíces rectas y pálidas que, a pesarde todo, se mantienen firmes. Esta in-tensa explosión de vida muy raramen-te enseña la tierra a la cual se en-cuentra sujeta; los ríos laterales y lasquebradas son tantas que se podríapensar que esta selva está flotando,un archipiélago de vapores verdesopacos (Tomlinson 1930:143).

Un mundo maravilloso, rico y exótico, serecreó en cada página de estas crónicas. Lamayoría de las veces es un lugar placenteroque sólo de cuando en cuando es irrumpidopor un peligro insospechado. La aventura ylo desconocido fueron ingredientes indispen-sables en estos escritos. Los ruidos extrañosque salen de la selva en las noches eran inex-plicables; las huellas del tigre en la playa re-cuerdan su presencia, aun que no lo poda-mos ver. Muchos de estos viajeros descubrie-ron, muy a su pesar, que las enfermedadestropicales constituían un gran peligro. Lostigres, las culebras, las pirañas y los caníba-les resultaron criaturas inofensivas compa-radas con fiebres, delirios, escalofríos y pér-dida de conciencia, recurrentes en cartas yescritos. Wallace (1905) relató en su diariola muerte de su hermano por fiebre. No exis-te en la selva tropical animal más voraz, pe-ligroso y abundante que el infame mosquito.Lentamente, con cada publicación, con cadacharla, con cada ejemplar de flora que llegóa las colecciones europeas, con cada exage-ración y mentira, se fue edificando la reali-dad de la Amazonía: un paisaje indescifrabledesde la distancia.

En 1863 Henry Walter Bates publicó Elnaturalista por el río Amazonas. En la pági-na 37 de la reimpresión de 1910 se presentaa los ojos del lector el mundo tropical. Eldetalle de la complejidad de este pequeñoespacio presentado es tan absurdo que pier-de su significado; percibimos su compleji-dad pero somos incapaces de detallar todo loque se encuentra en él. La imagen de exube-rancia generada resulta acongojante (Figu-ra 1). Bates presentó un mundo sin cielo, ano ser por las copas de los árboles que locubren todo. A la izquierda, en el dibujo, cre-ce un árbol inmenso; a pesar de sus podero-sas dimensiones es víctima de las implaca-bles parásitas que se abrazan a su ser paracrecer y alimentarse. De arriba caen los be-jucos y se extienden como una malla en to-das direcciones. En el lado opuesto surgen,

Page 82: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

80 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

como de la nada, hojas inmensas entre tron-cos descomunales. Algunas de ellas, con unaestructura semejante a la de los helechos, sedoblan para recostarse sobre un pequeño ria-chuelo o lago. Del fondo y sobre lo que, po-siblemente, es el límite entre las aguas y latierra se levantan cañas inmensas. En el pri-mer plano se destacan dos elementos: unapalma que parece crecer tranquilamente a lasombra del gigante arbóreo y dos diminutoshumanos, de espaldas a nosotros, que pare-cen estar concentrados en sus actividades. Apesar de tratarse de un mundo que fue carac-terizado, entre otras cosas, por la diversidadde su fauna los únicos dos animales visiblesson estos dos nativos. Intuimos que no sonlos únicos: el bosque esconde muchos otros.Una cerbatana casi interminable apunta ha-cia la parte media de la ilustración; posible-mente un mico será la presa perseguida. Eltítulo de la ilustración es tan significativocomo el resto de los detalles implícitos: Elinterior primigenio del bosque amazónico(Interior of primaeval forest on the Amazons).

Los nativos

Recogen bananas, supongo, y se lascomen, balanceándose en sus hamacas.Viven una existencia puramente animal.

Tomlinson (1930:162)

Los humanos caímos muy bajo con la teoríade la evolución, pero algunos de los euro-peos de la época notaron que, empleándola,era posible que algunos de nuestros congé-neres cayeran aún más bajo. Con ella fueposible crear subdivisiones entre los gruposhumanos. Basados en lo que creían era lacultura de los nativos y usando un punto devista etnocéntrico confundieron y camuflarontodo bajo aquello que más tarde llamaronraza. Así fue posible aplicar las ideas relati-vas a la competencia entre especies de Darwiny Wallace o los conceptos creados porMalthus (1976) en relación con la lucha porlos recursos a las comunidades humanas. Lasupervivencia del más fuerte fue la regla usa-da para explicar las relaciones entre las cul-turas. Estos preceptos se transformaron en

Figura 1

Page 83: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

81Santiago Mora

una verdad, para muchos autoevidente. Ba-tes (1910:43), escribiendo sobre el contactode los europeos y los indígenas de laAmazonía, señaló que “el resultado inevita-ble del conflicto de intereses entre los euro-peos y una raza indígena débil, cuando lasdos entran en contacto, es el sacrificio de laúltima”. Por ello muchos europeos fueroncapaces de aceptar con naturalidad eletnocidio de pueblos enteros. Por ejemplo, laexplotación del caucho, una importante cau-sa en la disminución de la población en laAmazonía, fue considerada, por algunos,como el camino para civilizar unos cuantosde estos salvajes que vivían en condicionestan diferentes a las de los civilizados. Estosupuso Lang (1912), un viajero de laAmazonía de principios del siglo XIX, y lomanifestó abiertamente.

Aunque los nativos de la Amazonía erandébiles para un buen número de explorado-res esta característica se entremezclaba conla idea de primigenios. Los europeosreconociron en ellos fósiles vivientes, rema-nentes de otras etapas. Su condición alber-gaba la posibilidad de representar a algunosde sus más primitivos ancestros. Estas ideasse entremezclaron en el discurso que generólas imágenes de este mundo. El romanticis-mo demostró que era un complemento fun-damental en la visión de muchos de estos via-jeros. Así fue creado el retrato de un animalque vivía en una lujuriosa naturaleza, en per-fecta concordancia con ella. Este ser primiti-vo, a pesar de todos sus defectos, tenía susencantos1 :

La quebrada era angosta, pero eracaudalosa y profunda. Unas mujeresy algunos niños se estaban bañandoallí y nos miraron fijamente cuandoaparecimos. Algunos yacían sobre elpasto, asoleándose. Otros se cepilla-ban sus largas cabelleras negras, quecaía sobre sus cuerpos oscuros y co-lor miel. Las figuras de las mujeres

eran completamente flexibles, redon-deadas, y posaban como si estuvie-ran conscientes de que este lugar lespertenecía. Están inconscientes de sugracia como animales… Estaban tanbien con sus cuerpos y extremidadescarmelitas y satinadas en este apar-tado y soleado puerto donde el aguacorre, enmarcados por esta exube-rante vegetación tropical, como sifueran una manada de ciervos. Nun-ca había visto al hombre primitivoen su ambiente natural hasta enton-ces. Se encontraba como lo estuvie-ra al principio; contemple con mu-cho respeto a la espléndida criaturade la cual nos hemos derivado(Tomlinson 1930:161).

Estas imágenes, valiosas para atraer nuevosviajeros y aventureros a las selvas, no eranconsideradas por quienes creaban las basespara el estudio humano. Las descripcionesde las instituciones, la religión y las leyes (sies que tenían alguna), adquiridas y transfor-madas en datos a través de charlas con fun-cionarios coloniales u ocasionales visitantesde estos mundos y a través de los ejemplarescoleccionados como prueba de la exótica tec-nología y destreza estética de pueblos desco-nocidos fueron empleados para encasillar losnombres de los grupos en tablas en las cua-les adquirían un valor evolutivo. Tylor(1996:31), uno de los primeros antropólogos,afirmó: “Justamente como el catálogo de to-

1 Esta idea del nativo como primitivo se en-cuentra en casi todos los escritos de los na-turalistas. Por ejemplo, Darwin describió laimpresión que le causaron los indígenas quevio en la Patagonia de la siguiente manera.“Nunca podré olvidar la sorpresa que sentíla primera vez que vi a un grupo deFuegensis en una playa silvestre, dada lareflexión que inmediatamente vino a mimente – estos eran nuestros ancestros”(Darwin 2001:74).

Page 84: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

82 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

das las especies de plantas y animales de undistrito representan su flora y su fauna de lamisma manera la lista de todos los utensiliosde la vida común de las gentes representaesa totalidad que llamamos cultura”.

Así se homologaba la cultura y los uten-silios, posibilitando una configuración espa-cial para las secuencias de salvajes, bárba-ros y civilizados en el mundo. Esta visiónsólo reflejaba la necesidad de sistematizar unasituación incomprensible para los europeos.Se esperaba que este sistema clasificatoriofuera tan exitoso en su aplicación a las so-ciedades humanas como lo había sido el sis-tema linneano a la naturaleza. Este sistematenía aplicaciones y ventajas políticas. Eldesprecio que sentían muchos de los euro-peos por formas culturales diferentes de lassuyas los llevaron a crear una línea en el tiem-po y el espacio que las mantenía separadas.Los nativos sólo podían ser débiles salvajes,inferiores o fósiles de tiempos pasados mien-tras los civilizados adquirían nuevos dere-chos. Otro viajero de la Amazonía escribió:

El indio no es un animal tropical. Elnegro o el caucásico se encuentranmás en su medio en el Ecuador. Elindio es muy susceptible a los cam-bios de clima o de altitud. Está pro-penso a la enfermedad cuando va delrío principal a las regiones de los tri-butarios altos, o viceversa. No es ca-paz de tolerar un cambio en la formade vestir; las plumas y la corteza sonmejores para ellos que el abrigo y elcalicó … El ingenio de los nórdicospuede triunfar sobre estos obstácu-los físicos, sin embargo; los aborí-genes no tienen mucho futuro en elvalle del Amazonas. Von Martius pue-de pensar que ellos son los decaden-tes descendientes de un tiempo pasa-do más perfecto; en otras palabras,no un grupo salvaje, sino una razadegenerada. Sin embargo, no existe

un solo vestigio de este esplendoraborigen al este de los Andes, ni unasola prueba de que los primeros ha-bitantes del gran río fueran más sa-bios que sus descendientes (Orton1875:463-465).

En el fondo de estas explicaciones se encon-traba la relación entre la naturaleza y loshumanos, dos conjuntos analíticos separa-dos en la concepción europea, a pesar de lateoría de la evolución. La Amazonía se veíacomo un espacio extremadamente rico perohabitado por gentes que, a lo menos, resulta-ban ser perezosas. Muchos pensaron que setrataba más de una actitud, posiblemente unaaberración psicológica generada a lo largodel tiempo, y no una imposibilidad física.Humboldt y Bonpland (1985:101) aventu-raron una regla general:

La diligencia agrícola de los pueblosy de casi todas las civilizaciones pri-mitivas del género humano está enrelación opuesta a la fertilidad delsuelo y con la bondad de la naturale-za que los rodea. Mientras más po-bre sea ésta e invencibles los obstá-culos que ella enfrenta más fuerte sonestimuladas las fuerzas del hombre ymás tempranamente son desarrolla-das éstas a través de su uso.

Sólo unos pocos fueron capaces de crear unaexplicación diferente. Dos casos resultan suigeneris. Wallace notó las diferencias entre lacultura material de los indígenas de laAmazonía y la de los europeos. Como buenhombre de su tiempo reconoció cierta supe-rioridad entre sus artefactos y los produci-dos por los nativos. Sin embargo, al buscaruna explicación para este fenómeno no recu-rrió a argumentar la innata pereza de los in-dígenas o su debilidad; los años que vivióentre ellos le demostraron lo falso de estasargumentaciones. Para él la razón debía en-contrase en las formas organizativas de laproducción; es decir, no se trata de un pro-

Page 85: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

83Santiago Mora

blema innato sino de la consecuencia tempo-ral de su organización:

Estas gentes parecen estar siempretrabajando, pero tienen muy pocopara mostrar de su trabajo. Las mu-jeres van a traer yuca o batata o tie-nen que desyerbar o plantar; en otrasoportunidades tienen que producircerámica y remendar y lavar la ropa.Los hombres están siempre ocupados,ya sea haciendo claros en el bosqueo cortando madera para fabricar unacanoa y unos remos o produciendotablas para un fin u otro; y sus casassiempre necesitan mantenimiento yhay que traer las hojas para techardesde lugares distantes; o desean ca-nastos, arcos o flechas o cualquierotra cosa que ocupa la casi totalidadde su tiempo, y a pesar de esto noalcanzan a producir las mínimas co-sas que necesitan para vivir o paraque tengan tiempo para entretenersecazando las presas que abundan enla selva que los rodea. Esto es, prin-cipalmente, resultado de que todo elmundo tenga que hacer por sí mismolas cosas, lentamente y con muchotrabajo que resulta innecesario, enlugar de ocuparse de una sóla clasede industria e intercambiar sus pro-ductos por aquellos artículos quenecesite. Un indígena se demora unasemana cortando un árbol en el bos-que y produciendo un artículo, el cualcon la división del trabajo puede serproducido rápidamente: la conse-cuencia es que su trabajo produceuna minucia por semana y él, portanto, está durante toda su vida ape-nas ganando un pobre abastecimien-to de ropas en un país en el cual losalimentos se pueden obtener casi pornada (Wallace 1969:118).

Wallace soñaba con una Amazonía de utili-dad para la humanidad. Sus riquezas garan-tizarían un bienestar futuro. En sus memo-rias escribió a este respecto: “Es de esperaseque en un futuro no muy remoto este grandey lujurioso país será utilizado no para la crea-ción de riqueza para los especuladores sinoque proveerá hogares felices para millonesde familias” (Wallace 1905:321). Resultaparadójico que uno de los proponentes de lateoría de la evolución, que había servido demodelo para establecer un nuevo orden enlos estudios sociales al tiempo que clasifica-ba el mundo exótico, explicara las diferen-cias de la cultura a partir de sus elementos yno basado en factores extrínsecos de ordenambiental, como hacían sus contemporáneos.

Un etnólogo, posiblemente el más brillan-te de cuantos visitaron la Amazonía, vio unmundo diferente al descrito por sus contem-poráneos. Koch-Grunberg fue capaz de pene-trar en las culturas nativas como nadie lo ha-bía hecho y mirar el mundo desde allí. El pai-saje que vio no era un paisaje fragmentado enel cual era posible reconocer especies anima-les y vegetales separados de los humanos.Percibió un mundo más complejo, difícil decomprender para un europeo. Tal vez por ellosus libros tuvieron una mala distribución ysólo después de muchos años fueron traduci-dos a idiomas diferentes al alemán.

Interacciones

Durante años los viajeros se desplazaronguiados por nativos dentro del territorio dela Amazonía, a quienes llamaron “mis indí-genas” y clasificaron en salvajes, semi-civi-lizados o civilizados para explicar el tipo derelaciones que entablaban con ellos. Mandéa mis indígenas a pescar, mis indígenas fue-ron de caza, mis indígenas hicieron el cam-pamento. Estas expresiones se repitieron unay otra vez, recalcando la “propiedad” del ex-plorador sobre los nativos. El exploradorsiempre está buscando las respuestas en las

Page 86: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

84 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

claves que los indígenas dan sobre el mundoque conocen perfectamente. Bates (1910), porejemplo, incluyó información de los indíge-nas en sus descripciones de la naturaleza; otrotanto hizo Spruce (1996). Wallace (1985:iv)escribió en su estudio sobre las palmas que“mi primer propósito fue familiarizarme conlos aspectos de cada una de las especies yaprender su nombre indígena; pero ni siquie-ra esto resulta una tarea fácil porque, fre-cuentemente, era incapaz de ver alguna dife-rencia entre los árboles que los indígenas measeguraban eran diferentes y que tenían pro-piedades y usos distintos”

Así se posibilitó que surgieran en los tex-tos de los viajeros relaciones ecológicas evi-dentes para los nativos que, de otra manera,hubieran sido difíciles de encontrar para quie-nes solo entendían de especies. Esta no fue laúnica contribución de los indígenas; es posi-ble suponer que los exploradores tambiénaprendieron muchas claves taxonómicas,consideradas como relevantes en el mundode los nativos, para construir el nuevo or-den. Al menos así lo sugiere la cita anteriorde Wallace. Sin embargo, existía un límitepara lo que se podía aprender: cuando lasexplicaciones sobrepasan la lógica emplea-da por el explorador eran presentadas comopatrañas o ideas absurdas o, posiblemente,no se mencionaron. Por ello, y a pesar delestrecho contacto entre indígenas y explora-dores, estos últimos fueron incapaces de pe-netrar en profundidad en el mundo nativo.Los indígenas tampoco entendían lo que loseuropeos hacían. Bates relató cómo los indí-genas lo imitaban en una de sus fiestas, ridi-culizando su trabajo. Koch-Grunber(1995:107, Tomo I) afirmó: “Eran todas per-sonas bulliciosas y vivaces, muy dadas a reíry bromear. Aunque se burlaban de mi susmofas inofensivas e inocentes no me moles-taban; ellos no podían entender lo que yohacía y me tomaban por una persona total-mente chiflada”.

Más que las lenguas, dada la diversidadlingüística de la Amazonía, los separaba unabismo inmenso representado en la concep-ción del paisaje. A pesar de la proximidadfísica habitaban geografías opuestas. Paralos exploradores y viajeros la Amazonía seencontraba compuesta por especies que de-bían ser descritas. Los ínfimos detalles delos especímenes daban claves para entenderla naturaleza. Esta obsesión por el detalle loscegaba, impidiéndoles ver las poblaciones,que sólo serían parte de discurso evolutivoen una época posterior. Más aún, resultabaimpensable un mundo que interactuaba cons-tantemente, manteniendo un equilibrio entresus partes, y en el cual los especímenes eransolo fragmentos minúsculos entre las muchaspoblaciones que conformaban un entornodinámico. Así se alejaron de la totalidad, paraentonces inherente a la concepción del pai-saje de los nativos. Por ello solo podían in-tentar traducir a sus términos los “dispara-tes” que escuchaban y veían; después de todoalgún sentido debían tener las cosas que ocu-rrían: “Los gauchos piensan que los indíge-nas consideran este árbol en si mismo comoDios; me parece más probable que lo veancomo un altar. La única razón que puedoimaginar para esto es que es una marca so-bresaliente en un paso peligroso”(Darwin1989:85).

La lógica basada en la experiencia culturalde los viajeros se impuso, desvirtuando el mundoque habitaban los nativos y a los nativos mis-mos, quienes vivían en un lugar en el cual elpaisaje que veían los europeos hubiera podidollamarse naturaleza-historia. Allí no existía ladivisión entre lo humano y lo natural porqueeran una sola fuerza encarnada por el relatoque era evidente al mirar el paisaje. Este mun-do con sus seres y sus “cosas-seres”, invisiblespara la mayoría de los europeos, hablaba cons-tantemente a quienes lo podían escuchar:

La cachoeira rugía y las olas se mo-vían en constante vaivén por entre las

Page 87: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

85Santiago Mora

rocas. Los ruidos semejaban vocesde espíritus que narraban historiasde épocas remotas, cuando los ante-pasados de los actuales pobladoresgrabaron en la dura piedra los dibu-jos que hoy resultan enigmáticos parasus sucesores (Koch-Grunber1995:141, Tomo I).

Para los nativos el espacio había surgido através de la acción humana, que le otorgabasentido2 . En él diferentes “marcadores” re-cordaban los sucesos que confirmaban y re-afirmaban el pasado-presente para transfor-marlo, creando la historia. La naturaleza,como componente humano del paisaje, eraparte de la historia y la historia era presenteconstante en el paisaje. Por ello no es sor-prendente que Koch-Grunber escribiera cómoen los chorros se escuchan las voces de losantepasados, presentes en hitos geográficosdonde se combinan varias dimensiones es-paciales y temporales. Un diálogo constanteentre aquello que para los europeos se en-contraba en categorías separadas imprimíala dirección del mundo de los nativos y ledaba la forma que tenía.

De la re-invención y eldescubrimiento

El paisaje años después: el presente

El inicio del siglo XXI, como el inicio delsiglo XX, nos ha sorprendido con un nuevointento por reorganizar la naturaleza. El or-den existente hasta ahora ha resultado insu-ficiente para explicar nuestras acciones, nues-tra condición y nuestra historia. Algunas denuestras acciones recientes son capaces detransformar abruptamente lo que hasta hacepoco era el dominio de la naturaleza, cadavez más difícil de separar de la historia. Vi-vimos en un mundo lleno de incertidumbres,global, en constante transformación. Los lo-gros del siglo que terminó son complicados

de evaluar. Hay más pobres en la tierra aho-ra que nunca antes; la inequidad ha llevado aalgunos de ellos a límites de miseria inimagi-nables. Más de 45% de la población mun-dial vive en la pobreza mientras un reducidogrupo de privilegiados disfruta de los recur-sos y servicios que se derivan de la naturale-za (Stiglitz 2002). Las guerras de baja inten-sidad se han combinado con las guerras mun-diales, permitiendo que en el siglo que pasóno hubiera un sólo día de paz en el planeta.Epidemias como el SIDA se expanden rápi-da y silenciosamente. Hemos “excavado” laestratosfera y nuestra historia empieza a to-mar un curso que a muchos agradaría quefuera impredecible para su momentánea tran-quilidad. Al mismo tiempo, nunca habíamossabido tanto sobre nosotros y nuestra posi-ción en el universo. La producción agrícolaha superado cualquier límite que tuviera enel pasado: somos capaces de producir casiinterminables cantidades de alimentos. Porprimera vez contamos con un mapa delgenoma humano. En fin, los volúmenes dedatos que podemos procesar hoy eran, hacetan solo unos años, inimaginables. Con estainformación transformamos el mundo.

Estas nuevas condiciones y sus contras-tes han generado múltiples respuestas; entreellas la redefinición de la naturaleza y la his-toria. Un historiador afirmó recientemente:

En esta nueva aproximación, el lu-gar de la naturaleza ha cambiado:la naturaleza se ha desplazado deltrasfondo al frente. Como una regla,los trabajos clásicos describían comola naturaleza disciplinaba a los hu-manos, obligándolos a reconciliarse

2 Ahora que muchos de los nativos que habitanen la Amazonía no necesitan de sus traducto-res (antropólogos) sino que se encuentran enposición de relatar sus propias historias sur-gen estas visiones de un mundo en constantemovimiento, al cual las acciones humanas danrumbo (e.g., Matapí y Matapí 1997).

Page 88: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

86 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

con la naturaleza y adaptarse o a re-sistir y luchar contra la naturaleza.En contraste, los estudios recientes ensu mayoría lamentan lo que se le hahecho a la naturaleza, y el precio quetenemos que pagar por los daños cau-sados y la devastación (Myllyntaus2001:144).

En esta nueva concepción la naturaleza y elmedio son vistos como conceptos enraizadosen la cultura y, por lo tanto, fundamentalesen sus mutuas definiciones. Lentamente seborra el límite que los separó durante tantotiempo. Algunas trayectorias históricas hansido reconstruidas para desenmarañar lascomplejas interacciones que ocurren entre lassociedades y el paisaje que crean. Este es elcaso de la historia reciente de algunas regio-nes españolas (cf. Butzer et al. 1985; Butzer1995). Allí el cambio cultural representadopor la expulsión de los árabes y lareocupación de la región determinó transfor-maciones en la densidad de la población y eluso del espacio que llevaron al surgimientode un nuevo paisaje, en continua transfor-mación. Los académicos dedican hoy en díamás tiempo que nunca a la definición de esoque hasta hace muy poco tenía un significa-do claro como naturaleza, paisaje, historia ylas relaciones entre ellos (e.g., Horigan 1988;Pálsson 1996; Ellen 1997; Russell 1997;Balée 1998; Balée, ed., 1998; Rival 1998;Muir 1999; Ulloa 2001; Posey 2002).

El desarrollo de esta nueva perspectivanos ha llevado a preguntarnos: ¿existe en to-das las sociedades la separación entre natu-raleza y cultura?; ¿cómo ven otras socieda-des el paisaje?; ¿cuál es su historia?; ¿cómose forma y define el espacio? Las respuestasa estas preguntas son sorprendentes. Porejemplo, estudios realizados en Mongolia(Humphrey 1994) señalan que el paisaje noes una categoría abstracta, independiente delos humanos, sino que está conformado poraccidentes que corresponden a los poderes

de chamanes; estos últimos poseen espíritusque acumulan lentamente y llevan consigo alo largo de la vida y los cuales, una vez muertosu portador, se trasforman en geografía. Elpaisaje es parte del chamán y se encuentrarepresentado en su indumentaria en la formade una toga, que es en sí misma el paisaje.La muerte del chamán crea hitos geográfi-cos. Otros accidentes geográficos conmemo-ran importantes eventos de las aventurasmíticas. Hay sitios en los cuales una mujerfue transformada en una inmensa roca o lu-gares de los cuales emergen fuerzas sobre-naturales porque allí descansa un chamán.Esta geografía no es solo humana sino queconstituye la propiedad de dueños represen-tados como entidades sobrenaturales. Espí-ritus y humanos interactúan formando la geo-grafía en esa parte del mundo (Humphrey yOnon 2004). Esta historia no es ajena a lahistoria que, tiempo atrás, escucharon losviajeros y los antropólogos en la Amazonía.

Esta geografía cambiante fue reconocidaen la Amazonía mucho tiempo después deque los viajeros concluyeran sus marchas.Para poder identificarla fue necesario acla-rar que este mundo no se basaba en dispara-tes, invenciones de mentes enfermas o dege-neradas. Era necesario demostrar que la cons-trucción de ese cosmos seguía una lógicasemejante a aquella que los occidentales po-dían comprender. Los antropólogos, comobuenos traductores y “racionalizadores” delo exótico, se encargaron de esto. En 1976Reichel-Dolmatoff publicó su artículoCosmología como análisis ecológico: unaperspectiva desde la selva pluvial”3 , en elcual empleó los fundamentos de la modernaecología y demostró que la concepción de lanaturaleza de algunos grupos indígenasamazónicos se encontraba guiada por pre-ceptos semejantes a aquellos que resultabantan caros a los ecólogos. Las semejanzas eranprodigiosas. A este artículo siguieron varios

3 La versión castellana fue publicada en 1977.

Page 89: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

87Santiago Mora

más de un calibre semejante (Reichel-Dolmatof 1978a, 1978b, 1982, 1985, 1996).Más tarde Reichel-Dolmatoff (1990:41) afir-mó que “el significado de la ecología indíge-na lo comprenderemos únicamente si lo mi-ramos como un sistema memorativo”. Pron-to otros autores se involucraron en la discu-sión. De este modo los animales (que no hacemucho fueran denominados con nombres enlatín) y el paisaje en el que vivían tomaronun nuevo aspecto. La naturaleza empezó aocupar el espacio que le fuera vedado ante-riormente y se mostró conformada por miem-bros activos en la vida de las comunidadesindígenas. El delfín, por ejemplo, pudo servisto como el seductor de muchas jovenes(Reichel 1989; Pineda 1990; Slater 1994) yla danta como un viejo glotón, serescontrastantes que en mucho y poco se dife-rencian de los humanos. La caza, a pesar deimplicar depredación, en algunas comunida-des es vista como un proceso de enamora-miento en el cual el cazador seduce a unapresa que se entrega para su beneficio(Reichel-Dolmatoff 1977b), un acto desco-munal de amor. Así, poco a poco, se creóuna nueva definición de la naturaleza y de suexpresión a través del paisaje:

El medio forma una colcha de signi-ficados que hacen de él una huellapara el comportamiento, una fuenteinagotable de información intelectualy de placer estético, una guía en loconocido y lo desconocido. Es el ho-gar en el cual todos sus ocupantescomparten, pero el cual no tiene pro-pietario porque sirve a todos, siem-pre y cuando todos sus asociadosparticipen en su mantenimiento(Reichel Dolmatoff 1996:45).

Un paisaje que no está lleno de recursos pro-rrumpe en el universo amazónico que vieranlos naturalistas; aunque también los poseeno tienen valor en sí mismos sino significa-do. Los significados, propios de la cultura,

se hacen realidad en las características físi-cas del entorno y, para muchos, comoReichel-Dolmatoff, recuerdan un comporta-miento que crea más significados y garanti-za su supervivencia. El estudio de las com-posiciones que hacen las culturas, y las cul-turas amazónicas en particular, de su paisajey de las relaciones con él han permitido laidentificación de diferentes actitudes hacia lanaturaleza. Su destrucción, aprovechamien-to o protección puede explicarse en estoscontextos históricos y sociales (Arhem 1996,2001; Descola 1996; Rocha y Mora 1996).Así surge una visión alterna a los problemasde occidente, un punto de comparación.

Una mirada al paisaje: la geografía

No se escuchaba ningún sonido sino elruido intruso de nuestro vapor. Ocasional-mente rozábamos una espuma que seproyectaba o un bejuco colgante de unacornisa. Fue entonces cuando probamosla selva.

Tomlinson (1930:143)

Posiblemente la mayor sorpresa que unopueda encontrar en su primera visita a cual-quier selva tropical es el silencio, la quietudy la homogeneidad del espacio en el cual unose encuentra inmerso. Para alguien que es-pera un mundo que ha sido reconocido porsu diversidad y por los inmensos volúmenesde “cosas” vivas es una experiencia realmentefrustrante cuando todo parece de los mismoen diferentes tamaños. Verde aquí y allá. Solose mueven unas cuantas hormigas en el pisoy parecen ser comunes y corrientes. Con eltiempo brota, sin que uno sepa de donde, unaabsurda diversidad. Después de todo tomatiempo reconocer las características de estemundo. Es necesario aprender, nuevamente,a ver, a oler y a escuchar. Una vez la“ecología” se encuentra en su lugar es posi-ble reflexionar sobre ella como paisaje. Guia-dos por los habitantes de estas regiones he-mos sido capaces de ver otro panorama. Así

Page 90: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

88 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

las características físicas y ecológicas cobransignificados que las explican y las redefinen.La historia y la geografía se superponen comoparte de un mismo significado cuya identifi-cación permite la reconstrucción de un pai-saje basado en símbolos. La lectura de estepaisaje se puede hacer de dos formas com-plementarias, que dependen una de otra: elrelato y su testimonio. Sin la existencia deuna de ellas es imposible pensar en la otra.La inmensidad de la selva, que hasta hacepoco pareciera homogénea, está compuestapor accidentes que la organizan en el relato oque el relato organiza en el paisaje, según sequiera.

Al desplazarse por los ríos los viajerosnotaron cómo el espacio se encuentra corta-do por múltiples anomalías. La descripciónde estas “rarezas” fue consignada en sus es-critos:

La espuma sale hacia arriba comoagua pulverizada. Hay un sitio don-de las rocas amontonadas formanuna cueva natural que se conoce conel nombre de Katsirípana. A la iz-quierda, un rústico puente hecho depalos y plantas trepadoras permitepasar por encima de este laberintode rocas. En la orilla derecha hay unsendero por el que se pueden arras-trar las embarcaciones y se puedepasar evadiendo la caída de agua.En estas rocas hay una gran canti-dad de grabados con figuras huma-nas y animales (Koch-Grunber1995:164, tomo I).

Los accidentes topográficos transforman elcauce de los ríos y permiten que se fundantestimonios históricos y naturales en esta vi-sión que es incapaz de separarlos. Los datosetnográficos demuestran que estos acciden-tes se encuentran asociados en los relatos alas transformaciones que generaron en elpaisaje algunos personajes míticos; sus nom-bres se asocian con episodios en la vida de

estos seres (Reichel-Dolmatof 1968; Van derHammen 1992). La toponimia refleja la his-toria que da origen a la topografía y a lospetroglifos que conmemoran dichos eventos.Siguiendo el curso de los ríos viajeros y ex-ploradores vieron surgir puntos en los cualeslas anomalías testimonian la historia, peroque solo sería reconocida muchos años des-pués. Quienes tallaron las piedras fundaronla historia al hacerlas parte de aquello que esconmemorado por la cultura y que crea yexplica el paisaje.

Con base en esta interpretación podemosfragmentar la homogeneidad del paisajeamazónico, que puede ser visto como un tex-to. Una lectura puede ser, por ejemplo, el re-lato del viaje que realizó la anaconda ances-tral que fundó el mundo en la Amazoníanoroccidental. Reichel-Dolmatoff (1990:39),refiriéndose a este viaje, afirmó: “Todas es-tas etapas están marcadas por petroglifosgrabados en las rocas que yacen cerca de losraudales y chorros, en conmemoración de loseventos míticos, y de los tiempos de migra-ciones y conflictos con los moradores ante-riores”. Dadas las características del relatolos parajes “raros” no pueden ser homogé-neos; ¿qué sentido tendría escribir un libroque repite indefinidamente la misma página?Estos corresponden a sucesos específicos queson y deben ser reinterpretados a nivel localy regional. Por ello es posible realizar variaslecturas de ellos dada la multiplicidad de sig-nificados en constante transformación quepueden albergar:

El río corre por la elevada orilla ro-cosa y está por altos acantilados. Así,la margen izquierda constituye unasola masa de roca que se alza esca-lonada y que, durante la época de lasinundaciones, queda separada de latierra firme por un estrecha emboca-dura. La superficie de una de estaslargas gradas verticales tienepetroglifos de aproximadamente uno

Page 91: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

89Santiago Mora

y medio metros, que representan fi-guras humanas y de peces que, a juz-gar por la erosión, deben ser muy an-tiguos. Casi todas estas figuras hansido recientemente restauradas porlos indios, pero a veces se notan al-gunas líneas falsas donde, con bue-na intención, completaron un diseñoy cambiaron la apariencia original(Koch-Grunber 1995:171, tomo I).

Goldman (1972), quien también notó cómolos indígenas tallaban recalcando los antiguospetroglifos, los interpretó como marcadoresterritoriales entre diferentes grupos étnicos.Se podría pensar que la historia otorga co-nocimientos y derechos sobre áreas específi-cas que son reconocidas en las tallas. Estadefinición-función de límite ha sido identifi-cada por otros antropólogos en los chorros,áreas en las cuales, frecuentemente, haypetroglifos. Adicionalmente, algunos gruposreconocen en estos lugares el origen de lasgentes. En la mitología de los grupos del bajoCaquetá los chorros son concebidos comolugares de origen de la gente de este mundo yde comunicación con el mundo de abajo,poblado de espíritus. Una segunda concep-ción de los chorros aparece vinculada a lamarcación de hitos territoriales y la defini-ción del espacio chamanístico (Van derHammen 1992:93). Estos lugares no sóloconstituyen límites en un sentido horizontalsino que implican la separación entre mun-dos verticales, de los cuales pueden emergerlas voces de los ancestros que definieron lahistoria al tallar los petroglifos. La separa-ción entre estos mundos y su unión, en algu-nos casos, parece encontrase articulada porla presencia de “dueños” de las localidades,como es el caso del chorro de Córdoba, en elbajo Caquetá, donde Amerú y su gente(pupuchi) ejercen control (Van der Hammen1992:112).

Una mirada más detenida permite identi-ficar y adicionar nuevas características a es-

tos lugares. Las investigaciones arqueológi-cas han demostrado que en algunos de lossitios donde se encuentran estos petroglifosen proximidad de los chorros ocurrió unaocupación humana prolongada y estable quecontribuyó a la formación de suelosantrópicos. Estos son depósitos de suelos,generalmente de coloración oscura y ricosen materiales arqueológicos, que tiene pro-piedades distintivas y sobresalientes en tér-minos de la producción agrícola4 ; por eso seha sugerido que pueden representar una al-ternativa a la deforestación porque son unasolución a los problemas impuestos por laagricultura itinerante en condiciones de altasdensidades de población (Denevan 1996,2001a, 2002). Los suelos antrópicos han sidointerpretados como respuestas adaptativasque transforma el paisaje a partir de un pro-ceso sistemático de alteración de los estratossuperiores del suelo. De esta forma contri-buyen a la formación, dada la intervenciónhumana, de un patrón de asentamiento acor-de a la ecología e historia locales (Denevan1996, 2001b). De este modo se aproximan ala percepción del pasado reconocida por al-gunos etnógrafos, arqueólogos y geógrafos.

Estos eventos del pasado constituyen unlegado, algo que ha sido dado, confiado, otor-gado; no se trata, simplemente, de un pedazode selva o un trecho de río sino de un antiguopaisaje cultural y mitológico cargado de pro-fundas implicaciones sicológicas y éticas. Elmanejo ecológico del área no es sólo una res-puesta a un ambiente físico sino una condi-ción humana (Reichel-Dolmatoff 1990:39).El paisaje es visto como una fuente de cono-cimientos históricos y ecológicos queinteractúa con los presentes habitantes al re-memorar lo pasado, al tiempo que entablauna relación con el futuro. De esta manera

4 Un buen número de publicaciones recientesse concentra en el estudio de los suelos ne-gros desde diferentes perspectivas (e.g.,Lehmann et al. 2003).

Page 92: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

90 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

es posible definir y conforman territorios cuyajustificación se basa en la historia étnica queles da coherencia y permite su manejo comorelaciones ecológicas socializadas. La uni-dad de orbe, basada en estas interacciones,resulta innegable (cf. Van der Hammen 1992;Cayón 2001).

Generalmente se cree que los antepasa-dos tribales continúan reafirmando sus dere-chos sobre ciertos parajes, como los depósi-tos de terra preta, viejos sitios de vivienda odesechos abandonados tiempos atrás en lasprofundidades de la selva. Estos dueños so-brenaturales aparecen, ocasionalmente, enforma humana al propietario actual o a unviandante y le aconsejan. El paisaje ha sidoorganizado de tal manera que sus moradoresindígenas son sus guardianes, sus protecto-res elegidos (Reichel-Dolmatoff 1990:41). Lainteracción del pasado con el presente no soloimplica la contemplación sino también laacción porque estos sitios son poseedores deplantas cuyas cualidades solo pueden serexplicadas bajo los conocimientos del chamánque las “manipula” para permitirles la entra-da al presente. Por ello es común que a estossitios acudan algunos indígenas en busca deestas plantas; allí encontrarán especies conpoderes sorprendentes.

Bajo esta perspectiva del paisaje emergeuna historia diferente de aquella que había-mos podido reconstruir con una visión quesepara la naturaleza, la cultura y la historia.Por muchos años antropólogos y arqueólogosfueron capaces de reducir la historia de lospueblos “sin historia” o con una historia in-comprensible para occidente exclusivamen-te a procesos de adaptación en los cuales lascondiciones ecológicas determinaban la cul-tura. Así fue posible admitir que un ámbitocomplejo como la selva tropical lluviosa, peroa todas luces pobre, creaba limitantes parael desarrollo cultural. Betty Meggers, la máspersistente proponente de estas ideas, marcóla pauta en los estudios en la región

amazónica forzando una concepción de lacultura y de las relaciones de ésta “hacia” elmedio que propició la pérdida de la percep-ción de una naturaleza construida y, hastacierto punto, interactiva desde un punto devista que no solo involucraba la productivi-dad. El determinismo propuesto en la déca-da de 1950 enfatizó, ante todo, una relaciónde dominación en la cual la naturaleza seimponía sobre la cultura. La eficiencia en lossistemas sociales, caracterizada por su ca-pacidad de cosechar la energía del medio,como propuso White (1949) y fue presenta-do en el modelo de Meggers (1954, 1957),cegó a antropólogos y arqueólogos y contri-buyó a la creación de una visión que poco onada nos dice de la conceptualización delmundo y de la historia que relatan los nati-vos y el paisaje. Una historia que ahora debeser estudiada. En el siglo pasado se constru-yó un muro inexpugnable entre el investiga-dor, su sociedad y su cultura y la de los nati-vos, mundos que no tenían nada en común.Ni siquiera los esfuerzos de Steward (1955)al incorporar la idea de adaptación y su rela-ción con un núcleo cultural fueron capacesde alejarnos de una visión puramente econó-mica. Ni siquiera las consecuencias de con-cebir la estructura de la sociedad como enteproductivo y adaptativo fueron exploradasen profundidad, ocupándose los estudiosúnicamente de los problemas productivos.

Hoy surge un paisaje en el cual son evi-dentes los lugares en los cuales el mundo sereorganiza, áreas en las cuales se definen lascaracterísticas de la naturaleza y ésta cobrauna nueva definición, la historia. La natura-leza no debe ser explicada sólo como un pro-ceso productivo, reconstruido a partir de laabstracción que es posible realizar con laobservación etnográfica, sino que debe abrirlas puertas para que otras interpretacionescobren sentido y exista la posibilidad de undiálogo entre participantes: un paisaje múlti-ple, en continua transformación.

Page 93: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

91Santiago Mora

Referencias

Alland, Alexander 1975 Adaptation. Annual Review of Anthropology 4:59-73.

Arhem, Kaj1996 The cosmic food web. Human-nature relatedness in the Northwest Amazon. En

Nature and society. Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola yGísli Pálsson, pp 183-204. Routledge, Londres.

2001 Ecocosmología y chamanismo en el Amazonas: variaciones sobre un tema. RevistaColombiana de Antropología 37:268-288.

Balée, William1998 Historical ecology: premises and postulates. En Advances in historical ecology,

editado por William Balée pp 13-29. Columbia University Press, Nueva York.

Balée, William (Editor)1998 Advances in historical ecology. Columbia University Press, Nueva York.

Bates, Henry1910 The naturalist on the river Amazon. J.M. Dent & Sons, Londres.

Butzer, Karl W.1995 The realm of cultural-human ecology: adaptation and change in historical perspective.

En The earth as transformed by human action, editado por Billie Lee Turner II,William C. Clark, Robert W. Kates, John F. Richards, Jessica T. Mathews yWilliamB. Meyer, pp 685-701. Cambridge University Press, Cambridge.

Butzer, Karl, Juan F. Mateu, Elizabeth Butzer y Pavel Kraus1985 Irrigation agrosystems in eastern Spain: Roman or Islamic origins? Annals of the

Association of American Geographers 75:479-509.

Cayón, Luis2001 En la búsqueda del orden cósmico: sobre el modelo de manejo ecológico tukano

oriental del Vaupés. Revista Colombiana de Antropología 37:234-267.

Darwin, Charles 1989 Voyage of The Beagle. Penguin Books, Nueva York. [1839].

2001 The descent of man. General summary and conclusions. En Readings for a historyof anthropology, editado por Paul A. Erickson y Liam D. Murphy, pp 63-75.Bradview Press, Peterborough.

Denevan, William1996 A bluff model of riverine settlement in prehistoric Amazonia. Annals of the

Association of American Geographers 86:654-681.

2001a La agricultura prehistórica en la Amazonia. En Desarrollo sostenible en laAmazonia. ¿Mito o realidad?, editado por Mario Hiraoka y Santiago Mora, pp15-22. Abya-Yala, Quito.

Page 94: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

92 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

2001b Intensive prehistoric cultivation and the origins of dark earths in Amazonia. Sim-posio Terra Preta, Congreso de Geografos Latino Americanos, Benicassim.

2002 Cultivated landscapes of native Amazonia and the Andes. Oxford UniversityPress, Oxford.

Descola, Philippe1996 Constructing natures: symbolic ecology and social practice. En Nature and society.

Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola y Gísli Pálsson, pp82-102. Routledge, Londres.

Diener, Paul, Donal Nonini y Eugene F. Robkin 1980 Ecology and evolution in cultural anthropology. Man 15:1-31.

Ellen, Roy1997 The cognitive geometry of nature: a contextual approach. En Nature and society.

Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola y Gísli Pálsson, pp103-123. Routledge, Londres.

Goldman, Irving1972 The Cubeo: indians of the northwest Amazon. University of Illinois Press, Urbana.

Humboldt, Alexander von y Aimée Bonpland1985 Ideas para una geografía de las plantas. Jardín Botánico de Bogotá, Bogotá.

Humphrey, Caroline1994 Shamanic practices and the state in northern Asia: views from the centre and

periphery. En Shamanism, history and the State, editado por Nicholas Thomas yCaroline Humphrey, pp 191-228. University of Michigan Press, Ann Arbor.

Humphrey C. y Onon Urgunge2004 Shamans and elders: experience, knowledge, and power among the Daur

mongols. Oxford University Press, Oxford.

Horigan, Stephen1988 Nature and culture in western discourses. Routledge, Londres.

Ingold, Tim1979 The social and ecological relations of culture-bearing organisms: an essay In

evolutionary dynamics. En Social and ecological systems, editado por Phillip C.Burnham y Roy Ellen, pp 271-291, Academic Press, Nueva York.

Koch-Grunberg, Theodor 1995 Dos años entre los indios. Universidad Nacional, Bogotá.

Lange, Algot1912 In the Amazon jungle. Adventures in remote parts of the Upper Amazon river,

including a sojourn among cannibal indians. G.P Putnam’s Sons, Londres.

Lansing, Stephen2003 Complex adaptive systems. Annual Review of Anthropology 32:183-204.

Page 95: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

93Santiago Mora

Lehmann, Johannes, Dirse C Kern, Bruno Glaser y William Woods2003 Amazonian dark earths. Origin, properties, and management. Kluwer,

Dordrecht.

Malthus, Thomas1976 Essay on the principle of population. W.W. Norton & Company, San Francisco.

Matapí Carlos y Uldarico Matapí 1997 Historia de los upichia. TropenBos, Bogotá.

Meggers, Betty1954 Environmental limitation on the development of culture. American Anthropologist

56:801-824.

1957 Environment and culture in the Amazon basin: an appraisal of the theory ofenvironmental determinism. En Studies in human ecology, pp 71-89. PanamericanUnion, Washington.

Muir, Richard 1999 Approaches to landscape. MacMillan, Londres.

Myllyntaus, Timo2001 Environment in explaining history. Restoring humans as part of nature. En

Environment in explaining history, editado por Timo Myllyntaus y Mikko Saikku,pp 141-160. Ohio University Press, Columbus.

Orton, James1875 The Andes and the Amazon or across the continent of South America. Harper

and Brothers, Nueva York.

Pálsson, Gísli1996 Human-environmental relations:orientalism, paternalism and communalism. En

Nature and society. Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola yGísli Pálsson, pp 63-81. Routledge, Londres.

Pineda, Roberto1990 Convivir con las dantas. En La selva humanizada: ecología alternativa en los

trópico húmedo colombiano, editado por Francois Correa, pp 147-165. ICAN-FEN-CEREC, Bogotá.

Posey, Darrell2002 Upsetting the sacred balance. Can the study of indigenous knowledge reflect

cosmic connectedness? En Participating in development, editado por Paul Sillitoe,Alan Bicker y John Rottler, pp 24-42. Routledge, Londres.

Reichel, Elizabeth1989 La danta y el delfín: manejo ambiental e intercambio entre dueños de maloca y chamanes

el caso Yukuna-Matapi (Amazonas). Revista de Antropología 1-2:68-133.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo1968 Desana: simbolismo de los indios Tukano del Vaupés. Universidad de Los Andes,

Bogotá.

Page 96: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

94 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005

1976 Cosmology as ecological analysis: a view from the rain forest. Man 11:307-318.

1977a Cosmología como análisis ecológico: una perspectiva desde la selva pluvial. EnEstudios antropológicos de Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, pp 24-52.Colcultura, Bogotá.

1977b El simbolismo de caza, pesca y alimentación entre los Desana. En Estudiosantropológicos de Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, pp 333-354. Colcultura,Bogotá.

1978a Desana animal categories, food restriction, and the concept of color energies. Journalof Latin American Lore 4:243-291.

1978b Beyond the milky way. Hallucinatory imagery of the Tukano indians. Universityof California, Los Angeles.

1982 Astronomical models of social behavior among some indians of Colombia. EnEthnoastronomy and archaeastronomy in the American tropics, editado porAnthony F. Aveni y Gary Urton, pp 165-181. New York Academy of Science, NuevaYork.

1985 Tapir avoidance in the colombian Northwest Amazon. En Animal myths andmetaphors in South America, editado por Gary Urton, pp 107-143. University ofUtah Press, Salt Lake City.

1990 Algunos conceptos de los indios Desana del Vaupés sobre manejo ecológico. En Laselva humanizada. Ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano, edi-tado por Francois Correa, pp 35-41. ICAN-FEN-CEREC, Bogotá.

1996 The forest within. The world-view of the Tukano Amazonian indians. Themis,Londres.

Rival, Laura1998 Domestication as a historical and symbolic process: wild gardens and cultivated

forest in the Ecuadorian Amazon. En Advances in historical ecology, editado porWilliam Balée, pp 232-250. Columbia University Press, Nueva York.

Rocha, Claudia y Santiago Mora1996 Conservación y manejo de la naturaleza: relaciones humanas y no humanas en dos

contextos sociales. Entrevista a Philippe Descola. Diversa 2:39-43.

Russell, Emily1997 People and the land throgh time. Linking ecology and history. Yale University

Press, New Haven.

Slater, Candace1994 Dance of the dolphin: transformation and disenchantment in the Amazonian

imagination. University of Chicago Press, Chicago.

Steward, Julian1955 Theory of culture change. University of Illinois Press, Urbana.

Stiglitz, Joseph2002 Globalizaqtion and its discontents. W.W. Norton & Company, Nueva York.

Page 97: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

95Santiago Mora

Spruce, Richard1996 Notas de un botánico en el Amazonas y en los Andes. Abya-Yala, Quito. [1908].

Tomlinson, Henry M. 1930 The sea & the jungle. Duckworth, Londres.

Tylor, Edward1996 The science of culture. En Anthropological theory. An introductory history, edi-

tado por Jon McGee y Richard L. Warms, pp 26-40. Mayfield, Chicago.

Ulloa, Astrid2001 Transformaciones en las investigaciones antropológicas sobre naturaleza, ecología

y medio ambiente. Revista Colombiana de Antropología 37:188-232.

Van der Hammen, María Clara1992 El manejo del mundo. Naturaleza y sociedad entre los Yukuna de la Amazonia

colombiana. TropenBos, Bogotá.

Wallace, Alfred R.1905 My Life. A record of events and opinions. Dodd, Meand and Company, Nueva

York.

1969 A narrative of travels on the Amazon and río Negro. Haskell, Londres. [1853].

1985 Palms trees of the Amazon and their uses. John Van Voorst, Londres. [1853].

White, Leslie A.1949 The science of culture: a study of man and civilization. Grove Press, Nueva York.

Page 98: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

ARQUEOLOGÍA COLOMBIANA:BALANCE Y RETOS

Carl Henrik LangebaekDepartamento de Antropología, Universidad de los Andes.

Este artículo tiene como objetivo hacer un balance de la arqueología colombiana desde dosperspectivas relacionadas pero poco articuladas en la práctica: la investigación empírica y eltrabajo de campo orientado al estudio sobre el desarrollo de la agricultura y el surgimiento decacicazgos, y la discusión teórica. Se hace un seguimiento de los principales aportes desde lasdos orillas pero, también, los enormes problemas que implica el mutuo desconocimiento queúltimamente se ha desarrollado. En particular se hace una crítica de la arqueologíapretendidamente no teórica y de la teoría que en nada se vincula a la práctica de investigar elpasado y que no ha aportado lo prometido, incluso, en su pretensión de generar narrativaspropias.

Este artigo tem como objetivo fazer um balanço da arqueologia colombiana a partir de duasperspectivas relacionadas, porém pouco articuladas na prática: a investigação empírica e otrabalho de campo orientado ao estudo sobre o desenvolvimento da agricultura e o surgimentode cacicados, e a discussão teórica. Analisam-se os principais aportes de ambas correntes,porém também se destaca o enorme problema derivado do mútuo desconhecimento queultimamente tem se desenvolvido. Em particular, critica-se a arqueologia pretensamente nãoteórica e a teoria que em nada se vincula à prática de investigar o passado e que não atingiu oprometido, inclusive, em sua pretensão de gerar narrativas próprias.

This paper aims at providing a balance of Colombia archaeology from two complementaryperspectives: empirical research on issues such as the development of agriculture and the rice ofchiefdoms, and the discussion of theoretical issues. Contributions of both kinds are described, butthe limitations derived from dealing with them as separated issues are highlighted. Not only thesupposedly “objective” practice is criticised, but also the theoretical discussions that seem not toaddress empirical problems and have even failed in their objective of producing local narratives asan alternative to those proposed, and proposed better, in Europe and the United States.

Hacer un balance de la arqueología colom-biana de los últimos años no es tarea fácil.Una tentación es caer en la fórmula ances-tral: resumir y evaluar los más recientes apor-

tes empíricos de quienes trabajan en campo.Otra posibilidad es hacer una crítica de lospresupuestos teóricos con los cuales se tra-baja en Colombia. Los dos caminos se han

Page 99: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

97Carl Henrik Langebaek

ensayado en múltiples ocasiones y tienen cier-to valor (Gnecco y Piazzini, eds., 2003;Langebaek 2003). Por separado cualquierade estas opciones es poco productiva. El pri-mero es excesivamente empirista. Consideraque los avances de la disciplina consisten enencontrar cosas, evaluar y contrastar hipóte-sis. El segundo corresponde a una simple“inspección naval”. Desde la cómoda posi-ción se cuestiona la pulcritud teórica o polí-tica de los colegas. No importa que nada deeso resulte en una propuesta alternativa o enalgo más que en encontrar fallas —a veces,por supuesto bastante relativas— en los tra-bajos de los demás. Desde luego, todo ba-lance de la arqueología colombiana siempretendrá algo de las dos cosas. Y las dos sonnecesarias. La arqueología se desenvuelve endos ámbitos, imposibles de separar: la inves-tigación de problemas específicos medianteel trabajo de campo y el debate teórico. Esteartículo se concentra en dos temas. Por unlado, en el desarrollo de la agricultura y delos cacicazgos como ejemplo de los esfuer-zos que se han hecho en el país para conocermejor dos problemas concretos mediante lainvestigación; por otro lado, en el contextoparadigmático en el cual se desarrolla la dis-ciplina hoy. Mi objetivo es señalar los retosque implican los más recientes cambios enesos ámbitos. Las transformaciones acadé-micas de los últimos años en la arqueologíacolombiana no se deben a que existan ahoramás certezas sobre el pasado o mejores teo-rías si no a que cada vez se cuenta con máspreguntas, una variedad mucho más ampliade cosas que no se conocen y menos capaci-dad, al menos por el momento, de aclararlas.En lo paradigmático se quiere hacer una eva-luación crítica de las múltiples maneras dever la arqueología que se están abriendo paso,con los consecuentes riesgos y beneficios queeso implica para nuestra disciplina.

El fin de un viejo modelo: laagricultura

En la década de 1980 la arqueología colom-biana tenía fe en un esquema cronológicocuasi-evolucionista y en algunas interpreta-ciones sobre las causas y consecuencias delos cambios sociales que se consideraban másimportantes. Este esquema corresponde, des-de luego, al trabajo de Gerardo Reichel-Dolmatoff (1965, 1983, 1986). Esa monu-mental obra definió una periodización de laarqueología colombiana, generalmente acep-tada por sus colegas, y brindó interpretacio-nes para explicar los cambios de un períodoa otro, combinando de manera articulada in-formación arqueológica, etnográfica yetnohistórica. Aunque esto no quiere decirque otros arqueólogos contemporáneos nocontribuyeran sustancialmente a la arqueo-logía colombiana Reichel-Dolmatoff repre-senta un cambio significativo debido a la ela-boración de sus argumentos y su impacto enrelación con sus colegas (Langebaek 2003).

La arqueología tenía lo que parecía unaagenda común sobre la cual se trabajabacomo verdad revelada o como guía de inves-tigación crítica. El Caribe colombiano, don-de se había concentrado la investigación deReichel-Dolmatoff, se veía como un lugarclave para entender la secuencia de cambiossociales en el resto del país. El origen de laagricultura en esa región habría tenido unimpacto continental. Más tarde, la introduc-ción del maíz desde Mesoamérica habría lle-vado al desarrollo de cacicazgos, también enla costa Caribe. El continuo crecimiento dela población habría permitido la colonizaciónde las regiones andinas y la Sierra Nevadade Santa Marta, donde los muiscas y taironashabrían representado los máximos logrosantes de la llegada de los españoles. Un re-paso de la bibliografía de la época señala unacuerdo tácito con este esquema, incluso en-tre los contradictores de Reichel-Dolmatoff(Langebaek 2004).

Page 100: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

98 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

Las investigaciones recientes desarrolla-das en el país ponen en duda la validez delesquema y de las interpretaciones que loacompañaban. Para ilustrar este punto haréreferencia a la propuesta de Reichel-Dolmatoff sobre el origen de la agricultura ysus interpretaciones sobre el desarrollo decacicazgos. Los orígenes de la agriculturaconstituyeron un verdadero paradigma en laarqueología colombiana. Ese paradigma asu-mió, como en tantas otras partes del mundo,que la agricultura era un problema de cono-cimiento o, mejor, de “ignorancia”. Por mu-cho tiempo se aceptó que se trataba de unapráctica que se había originado en Perú oMéxico. Los primeros pobladores de Colom-bia habrían aprendido los beneficios de laagricultura “descubierta” en otras partes.Esta situación cambió cuando Reichel-Dolmatoff empezó a encontrar acumulacio-nes de conchas y restos de comida asociadoscon cerámica con desgrasante de fibra vege-tal que parecía muy antigua en varios sitiosdel norte del Departamento de Bolívar. Enlas primeras publicaciones sobre esos sitiospropuso que se trataba de evidencias de ca-zadores recolectores con cerámica, pero sinagricultura (Reichel-Dolmatoff 1955). A par-tir de la década de 1970, justo cuando seempezó a proponer en Ecuador que sitioscomo Valdivia correspondían a agricultores,Reichel empezó a especular sobre la posibi-lidad de desarrollos muy tempranos de laagricultura en esa región de Colombia.

En este contexto el “problema” pareciólimitarse a saber qué tan antiguos eran lossitios con las primeras evidencias de agricul-tura. Los análisis de carbón permitieron aReichel-Dolmatoff plantear que desde el 5000a.C. se habían dado los primeros pasos ha-cia la agricultura en la costa Caribe. La pro-puesta sirvió para que arqueólogos de paísesvecinos plantearan que la agricultura y laalfarería en sus respectivos países habían sidointroducidas desde el norte de Colombia (e.g.,

Snarskis 1984). Al hacerlo aceptaron, implí-cita o explícitamente, la vieja idea de que laagricultura era un “descubrimiento” y que,por lo tanto, bastaba con identificar el centroen el cual se había logrado tal avance pararesolver el problema. Los arqueólogos ela-boraron mapas con flechas que marcaban elsentido de las influencias, casi siempre conalguna que señalaba al norte de Colombiacomo centro de origen. Desde luego, el obje-tivo consistió en tratar de emular a Reichel-Dolmatoff, dando inicio a una larga carrerapara descubrir los sitios con la alfarería másantigua. Cambió el lugar donde se suponíase habían dado los primeros “descubrimien-tos”, pero la manera de ver el asunto siguiósiendo la misma.

Sin embargo, con el tiempo surgieron dosproblemas. El primero consistió en evaluarla coherencia de los argumentos, el segundoen confrontar nueva información arqueoló-gica con las propuestas hechas por Reichel-Dolmatoff. La discusión sobre el origen dela agricultura involucró para Reichel (y paramuchos que siguieron después) aspectos en-tre los cuales existe confusión. Por un lado,la domesticación de plantas. La mayor partede la discusión reciente sobre agricultura enel norte de Suramérica se concentró en estu-dios de polen o de restos que muestran cam-bios en el paisaje o en el consumo de plantasalimenticias domesticadas. El problema esque los cazadores-recolectores frecuentemen-te producen cambios en el paisaje y en lacomposición de la vegetación (Gnecco 2000).Por otra parte, la domesticación e, incluso,el cultivo de plantas pueden ocurrir en socie-dades cuya base económica sigue siendo lacaza y la recolección y donde se continúapracticando un poblamiento móvil. En mu-chas partes de Suramérica se encuentran evi-dencias de utilización de plantas domestica-das hacia el tercer milenio AC o antes. Sesabe, además, que hace por lo menos 10.000años los antiguos pobladores de muchas par-

Page 101: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

99Carl Henrik Langebaek

tes del continente transformaron el paisajecon el cual interactuaban (Piperno y Pearsall1998). En numerosos sitios arqueológicos enEcuador, Perú, Brasil y Colombia se hanencontrado evidencias muy antiguas de plan-tas, miles de años antes del Formativo co-lombiano.

Las investigaciones llevadas a cabo en lacosta Caribe durante los últimos años sugie-ren que los sitios del Formativo temprano nocorresponden a agricultores (Oyuela 1993;Pratt 1999). Más bien, se trata de cazado-res-recolectores que utilizaban cerámica condesgrasante de fibra vegetal y aprovechabanplantas, algunas de ellas silvestres. Este modode vida se mantuvo, por lo menos, durante3500 años, cuando entre 1500 y 800 AC,cientos de años después de la introducciónde la alfarería, se empezó a adoptar la agri-cultura. Los argumentos para pensar que lospobladores del Caribe colombiano duranteel Formativo temprano no eran agricultoresse basan, entre otras cosas, en el estudio desu cerámica. En efecto, se ha propuesto quela cerámica del Formativo temprano no serelacionó con agricultores sedentarios. Elrazonamiento fue el siguiente: la utilizaciónde desgrasante de fibra permite una rápidaproducción de cerámica, así como ciertaportabilidad, pero no resulta adecuada paraelaborar vasijas que sirvan para la cocciónde alimentos ni para el almacenamiento (Pratt1999; Langebaek y Dever 2000). Por otraparte, se ha sugerido que las vasijas encon-tradas en los sitios del Formativo temprano,mayormente tecomates, permitieron ciertogrado de movilidad a sociedades recolectorasque probablemente no dependieron de la agri-cultura (Langebaek y Dever 2000).

Algunos autores proponen que la adop-ción de la agricultura coincide con cambiosen la cerámica que se pueden resumir así: enprimer lugar, una reducción en la utilizaciónde tecomates (o su desaparición); en segun-do lugar, un aumento en la popularidad de

vasijas especializadas en la transformaciónde alimentos cultivados o en el almacenamien-to; en tercer lugar, la utilización dedesgrasantes más adecuados para resistir elcalor; en cuarto lugar, un incremento en eltamaño de los recipientes (lo cual los hacemás difíciles de transportar). Pero no sólo seesperaría encontrar cambios en la tecnologíacerámica; otro cambio propuesto consiste enque los primeros agricultores debieron tenermayor interés por ocupar las tierras más apro-piadas para el cultivo. Recientes trabajos enuna zona investigada en el Bajo Magdalenamuestran que los cambios asociados al desa-rrollo de la agricultura ocurrieron muchodespués del Formativo temprano, entre 1500y 800 AC. Hacia esa época las ollas y loscuencos grandes se elaboraron con más fre-cuencia que los tecomates. Las vasijas sehicieron mucho más grandes, más apropia-das para la cocción de alimentos y muchomenos fáciles de transportar. El desgrasantede arena remplazó la fibra vegetal. Además,la población pasó a ocupar los mejores sue-los de la región (Langebaek y Dever 2000).

La muestra de cerámica en la que se basóel estudio del Bajo Magdalena es amplia; sinembargo, como explícitamente se reconoce(Langebaek y Dever 2000), el tamaño delestudio regional es pequeño. No obstante, lasconclusiones ponen en duda el papel que seasigna al Caribe como centro desde el cualla agricultura se dispersó a otras regiones delinterior del país. Si se puede hablar de socie-dades agricultoras esto ocurrió entre 1500 y800 AC, cientos de años después de la intro-ducción de la cerámica. En algunas partesde Centroamérica, Venezuela y el interior deColombia las primeras aldeas agrícolas sedesarrollaron en una época similar a las re-portadas en el Bajo Magdalena, casi siem-pre enfatizando la ocupación de los mejoressuelos de sus territorios.

Con las nuevas propuestas sobre el For-mativo temprano no se ha avanzado mucho

Page 102: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

100 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

más allá de entender un poco más de quéclase de sociedades se está hablando. Losresultados no son concluyentes a la hora dedocumentar el contexto en el cual se desa-rrolló la agricultura en la región. Por descar-te se pueden eliminar algunas posibilidades.Las hipótesis basadas en los cambiosclimáticos del Holoceno o el aumento en ladensidad de población parecen tener pocasprobabilidades de éxito. Los cambios en lacerámica que insinúan la presencia de socie-dades sedentarias y agricultoras son muy tar-díos como para poder ser interpretados comouna respuesta a cambios ocurridos hace másde 10.000 años. Por otra parte, la densidadde población de la primera parte del Forma-tivo es demasiado baja como para asumir queexistía una presión sobre recursos. Quizásdejar de mirar al Caribe como centro de ori-gen y difusión de la agricultura estimulará aque los estudios que se están haciendo en otraspartes del país contribuyan a un mejor cono-cimiento de las condiciones en las cuales sedesarrolló la agricultura. Es probable que esteproceso obedezca a factores específicos quevariaron de una región a otra. Para saberlola información disponible no es suficiente.En resumen, no hay propuestas más intere-santes para entender el proceso que llevó a laagricultura; sabemos, sin embargo, que lascertezas de hace algunos años se encuentran,casi con seguridad, descartadas.

El fin de otro viejo modelo: loscacicazgos

Un segundo ejemplo es el desarrollo decacicazgos. Para Reichel-Dolmatoff este pro-ceso obedeció a la colonización de las ver-tientes por agricultores de maíz que produ-cían excedentes suficientes para mantener unaelite. Un aspecto que parecía intrigante con-sistía en preguntarse por qué no se alcanzóen Colombia el desarrollo de las sociedadesprehispánicas de Perú o de México. Las in-vestigaciones recientes también han cuestio-

nado el esquema de Reichel-Dolmatoff y lavalidez de esta clase de preguntas. Es evi-dente que mucho antes del desarrollo decacicazgos los Andes estaban poblados, in-cluso, por gente que cultivaba maíz. Además,cada vez más arqueólogos han empezado apreocuparse por estudiar el rango posible desociedades humanas, sin preocuparse si sonmás “complejas” que otras. En este sentidoel estudio de las sociedades en las cuales sedieron los primeros pasos hacia el desarrollode jerarquías sociales y elites es cada vez másimportante. Por la misma razón las investi-gaciones llevadas a cabo en Colombia debe-rían ser más importantes en el contexto ame-ricano.

Hablar de cacicazgos ha obligado a quelos arqueólogos piensen cómo se organiza-ban las sociedades que estudiaban. En estesentido se ha tenido que reconocer hace pocoque, en el fondo, las únicas evidencias decacicazgos eran las crónicas de los españo-les del siglo XVI. Lo que se sabía de taironas(Reichel-Dolmatoff 1951) y muiscas(Broadbent 1964; Londoño 1985; Langebaek1987) se debía, principalmente, a los docu-mentos. Muchas veces ese conocimiento seutilizó para interpretar aspectos del pasadoprehispánico, sobre todo en la Sierra Neva-da de Santa Marta y los Andes orientales,donde, para colmo, también se acudía a lainformación etnológica de los indígenas ac-tuales —especialmente koguis y uwas, a quie-nes algunos antropólogos habían contribui-do a congelar en el pasado (Reichel-Dolmatoff 1951; Osborn 1985). Desde lue-go el ejercicio resultó dudoso y losarqueólogos se vieron obligados acuestionarse de qué estaban hablando cuan-do se referían a cacicazgos y qué nuevo esta-ban agregando a lo que ya se sabía sin nece-sidad de excavar. Esto obligó a concentrarseen el registro arqueológico.

La propuesta de Reichel-Dolmatoff, an-tes de que sucumbiera por completo a la ten-

Page 103: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

101Carl Henrik Langebaek

dencia de interpretar el pasado a partir delpresente de las sociedades indígenas, habíafavorecido el estudio del registro arqueoló-gico, pero sobretodo para cuestionarse loscómos y los cuándos de los cacicazgos(Langebaek 2003); con ello la reconstruc-ción de secuencias cronológicas avanzósignificativamente. Pero cuando el estudio delos por qués se hizo importante las propues-tas tradicionales no fueron favorecidas. Mu-chas de las propuestas planteadas para ex-plicar el origen de sociedades complejas sebasaron en el crecimiento de población y loscambios climáticos. Otras consideraciones serelacionaron con la guerra o con el intercam-bio. Algunos autores extranjeros han consi-derado a los antiguos habitantes de Colom-bia como protagonistas en la elaboración desus propuestas. Carneiro (1970) postuló queel crecimiento de población y la guerra ex-plicaban el desarrollo de cacicazgos basadoen datos del Valle del Cauca. Mary Helms(1979) propuso que el control de conocimien-to esotérico por parte de los caciques habíasido central para los cacicazgos, tomandoejemplos de Panamá y Colombia. Sin em-bargo, la información en la cual se basaronesas propuestas era etnohistórica y, por lotanto, cuestionable que se pudiera proyectaral pasado prehispánico. En Colombia el es-tudio arqueológico de esos planteamientos esrelativamente reciente; sin embargo, lo pocohecho ha descartado, por lo menos, la vali-dez universal de algunas de las propuestasmás importantes. En el Alto Magdalena, elterritorio muisca, Tierradentro, Nariño, elValle de Aburrá, el Eje Cafetero (e.g.Jaramillo et al 2001) y el litoral del norte dela Sierra Nevada de Santa Marta los traba-jos regionales han llegado a una conclusión:ninguna variable de las que tanto se hablóparece haber sido ni estrictamente necesariani suficiente.

Algunos resultados interesantes empiezana debatirse. En el Alto Magdalena, por ejem-plo, las investigaciones indican que existían

sociedades con jerarquización social en el Pe-ríodo Clásico, entre el 0 y el 900 DC, aproxi-madamente. Esto quizás no es una gran sor-presa para quienes trabajaban en la región,pero sí lo es la interpretación sobre las carac-terísticas generales de esa jerarquización. Aso-ciadas a montículos, rampas e impresionan-tes conjuntos de estatuaria se encontraron gran-des concentraciones de población. Pese a lamonumentalidad de la estatuaria el carácterde las tumbas y de sus modestos ajuares indi-có que el prestigio social no se basó en el con-trol de recursos y la acumulación de riquezas(Drennan 1995). El estudio de las viviendasdel Período Clásico no mostró diferencias sig-nificativas en el acceso a recursos (Drennan2000). El análisis de la producción de cerámi-ca no mostró que sirviera de base para el con-trol político y acumulación de riqueza (Taft1991). La comparación entre patrones de asen-tamiento y recursos agrícolas indicó, por otraparte, que el control de recursos agrícolas porparte de las elites no jugó ningún papel impor-tante en su transformación, como tampocoparece haber sido el caso de la dinámica decrecimiento de población (Drennan y Quattrin1995). En resumen, las sociedades del Perío-do Clásico se caracterizaron por roles deliderazgo mínimamente diferenciados y su baseprincipal pareció residir en el ámbito del siste-ma de creencias más que en la habilidad deejercer la fuerza o controlar recursos básicos.Los líderes, a pesar la naturalezaindividualizada de sus posiciones, tenían pocariqueza personal (Drennan 1995). Los resul-tados de la investigación en el Alto Magdale-na han contribuido a conocer aspectos de loscacicazgos colombianos que antes no se ha-bían imaginado porque se consideraban re-sueltos o difíciles de estudiar en el registroarqueológico. Sin embargo, no se puede asu-mir que lo propuesto para el Alto Magdalenasea válido para entender procesos ocurridosen otras partes de Colombia, en épocas dife-rentes y en medio de condiciones ambientales,culturales y sociales distintas.

Page 104: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

102 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

En cada región de Colombia la arqueolo-gía ha encontrado procesos que empiezan amarcar contrastes con los del Alto Magdale-na. Un ejemplo es el de los Andes orientales(Boada 1999; Kruschek 2001; Langebaek2001). La primera ocupación Herrera, queinicia hacia 400 AC, se caracterizó por lapresencia de pequeños grupos que vivieronen sitios dispersos, casi siempre ubicados enlugares fértiles. Durante el Período MuiscaTemprano, después de 1000 DC, la pobla-ción aumentó y la mayor parte de la pobla-ción se desplazó a lugares menos aptos parala agricultura. Simultáneamente algunas for-mas de cerámica, como jarras y cuencos, sehicieron más populares (Langebaek 1995).Además, se hicieron entierros con caracolesprocedentes de la costa Caribe, ubicada a másde 1000 kilómetros de distancia. Otra carac-terística del Período Muisca Temprano es laconstrucción de las pocas obras que hoy sepodrían considerar monumentales en losAndes orientales, como El Infiernito (Cardale1987). Evidentemente el Período MuiscaTardío fue escenario de dramáticos cambiosen la organización de los grupos que ocupa-ban la región; pero ¿cómo se pueden expli-car esos cambios?

El desarrollo de cacicazgos en los AndesOrientales tuvo algunas cosas en común conel Alto Magdalena, así como otras diferen-tes. Las dos áreas comparten la baja densi-dad de población y la lógica del poblamiento,que no parece haber estado orientada a laexplotación de los suelos más fértiles. Lasdiferencias son más sustantivas. El desarro-llo es tardío; apenas hacia 1000 DC, cientosde años después que en el Alto Magdalena,se encuentran las primeras evidencias que lamayor parte de los investigadores llamaríade cacicazgos. El entorno en el cual surgen,en el valle de Fúquene, parece haber sido deintensa competencia social, fiestas comuna-les y guerra (Langebaek 1995). Los sitios deocupación son aptos para la defensa, perono para la agricultura. Las manifestaciones

monumentales son limitadas y, cuando apa-recen, son distintas. A diferencia del PeríodoClásico del Alto Magdalena las primeras for-mas de jerarquización no se relacionan conmonumentos asociados a personajes impor-tantes si no con sitios de uso colectivo, don-de las peculiaridades individuales fueronmínimamente diferenciadas. Esas primerasformas de jerarquización social en los Andesorientales no implicaron el surgimiento dejerarquías a nivel regional, proceso que seregistró sólo más tarde, durante el PeríodoMuisca Tardío, después de 1200 DC.

Dos estudios recientes a nivel de aldeashan ayudado a comprender mejor la secuen-cia arqueológica en los Andes orientales.Gracias al estudio de El Venado, una aldeaocupada desde el Período Herrera hasta lallegada de los españoles en el valle deSamacá, se ha encontrado que ya desde fina-les del Período Herrera algunos sectores delsitio tenían una mayor proporción de cerá-mica decorada, así como artefactos asocia-dos a la producción textil (Boada 1999). Lasinvestigaciones de Kruschek (2001) en Funzahan mostrado que en la Sabana de Bogotátambién hubo acceso diferencial a cerámicadecorada desde el Período Herrera. Para laúltima parte de la secuencia, el PeríodoMuisca Tardío, Kruschek encontró que lasunidades domésticas de la elite controlabanlas tierras más fértiles. La evidencia del Pe-ríodo Herrera sugiere la presencia de sitiosinternamente diferenciados, sin que esto sig-nificara la formación de “cacicazgos” conun dominio regional basado en lajerarquización de sitios. Un contraste con elAlto Magdalena, aunque la información esaun escasa, consiste en la evidencia de algúntipo de control económico por parte de laselites. Los resultados del estudio de El Vena-do insinúan continuidad en el desarrollo delos cacicazgos en los Andes orientales. Elestudio permite hacer un seguimiento de uni-dades domésticas desde el Período Herrerahasta el último período prehispánico, insi-

Page 105: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

103Carl Henrik Langebaek

nuando pocos cambios abruptos como losque se podrían esperar en circunstancias enlas cuales el liderazgo no erainstitucionalizado si no basado en el carismapersonal.

El Alto Magdalena y los Andes orienta-les son dos ejemplos que ayudan a compren-der las investigaciones que pueden hacer losarqueólogos para estudiar secuencias de cam-bio social. Los resultados de investigacionessimilares en áreas disímiles permiten com-parar secuencias en diferentes escalas, desdelas unidades domésticas hasta procesos re-gionales más amplios. Los resultados hacensospechar que la diferenciación económicapudo haber sido mínima en los primeroscacicazgos del Alto Magdalena y mayor enlos Andes orientales, aunque la competenciay las fuentes de poder en ambas regiones fue-ran más de carácter social e ideológico quepuramente económico. Factores como la di-námica de población, el acceso a tierras fér-tiles y los cambios climáticos no fueron de-terminantes en la dirección de las transfor-maciones sociales en ninguna de las dos re-giones puesto que la producción parece ha-ber sido más fragmentada de lo que inicial-mente se pensaba, incluso en los Andes orien-tales, donde los documentos españoles ha-blan de la existencia de cacicazgos con unamplio dominio territorial.

Quizás el proceso de aprendizaje másnotable se pueda lograr a medida que se es-tudien secuencias alejadas de las tradicional-mente consideradas como importantes parael estudio de cacicazgos. Hacia 500 AC,mucho antes del Período Clásico en el AltoMagdalena y en una época en la cual la ma-yor parte de las poblaciones de los Andesorientales eran pequeñas concentracionesHerrera de no más de 50 habitantes, en lacuenca del río Ranchería existían sitios no-tablemente grandes, probablemente habita-dos por cientos de personas, y una densidadde población a nivel regional sin paralelo en

cualquier otra región estudiadasistemáticamente en Colombia (Langebaeket al. 1998). Durante el siglo XIII DC, justoal inicio de un período seco, esas aldeas des-aparecieron por completo para dar paso apequeños asentamientos y la densidad depoblación se redujo significativamente. Altiempo que ese proceso ocurría en el Ran-chería en el litoral de la Sierra Nevada, pro-bablemente afectado por el mismo períodoseco, la población no solo no se redujo sinoque aumentó considerablemente, colonizan-do la Sierra Nevada y formando aldeas gran-des en las montañas y en la costa (Langebaeket al. 1998).

En el valle de Aburrá el poblamiento ini-cial fue similar al del período Herrera, peroel desenlace fue distinto (Langebaek et al.2002). El primer período de ocupación porparte de alfareros correspondió a pequeñasaldeas, más o menos del mismo tamaño, ubi-cadas sobre los suelos más fértiles. Luego,un poco antes de que en los Andes orientalesse diera inicio al período Muisca temprano,se desarrollaron aldeas sobre suelos pocoatractivos para la agricultura. En este casoparece haber existido un claro interés porexplotar yacimientos de oro y sal. Duranteesta época, correspondiente al auge de la lla-mada orfebrería Quimbaya clásico, se pue-de reconstruir el desarrollo de jerarquías deasentamientos, así como un continuo proce-so de aumento de población. Si losestimativos arqueológicos son correctos ladensidad de población en el valle de Aburráfue considerablemente mayor a la de los An-des orientales durante el último períodoprehispánico. Sin embargo, no parece habersedesarrollado una complejidad social y políti-ca similar a la que encontraron los europeosa su llegada al antiguo territorio muisca.

Las agendas

Los recientes cambios en la arqueología co-lombiana no sólo han venido en forma de

Page 106: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

104 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

conocimiento acumulado de secuencias so-bre las cuales se sabe más que antes. El pasogigantesco ha sido una mayor claridad sobrelas muchas cosas que no se pueden explicary que hace unos pocos años ni siquiera sehubieran podido plantear en forma de pre-guntas. El hecho de que el Formativo colom-biano y el desarrollo de los cacicazgos nosean ahora lo que parecían ser hasta haceunos pocos años no equivale al caos ni essinónimo de la incapacidad de la arqueolo-gía para alcanzar interpretaciones razonablessobre el pasado; es una invitación a estudiaresos procesos con menos certezas y, por lotanto, con mayor probabilidad de decir co-sas nuevas. Esos cambios, además, no sepueden reducir a un proceso acumulativo deinvestigación empírica. Ese ha sido parte delproceso más reciente, pero de ninguna ma-nera el único. Últimamente se ha impuestoen el país una gran variedad de transforma-ciones académicas y una renovada actitudcrítica ante la arqueología. Los nuevos avan-ces en el conocimiento sobre las sociedadesdel pasado no han implicado que todos tra-bajen en una agenda común. Al presentar losrecientes desarrollos en el estudio del pasadome refiero a lo que, en el fondo, no es másque una agenda considerada común por unpequeño grupo de investigadores; el contex-to en el cual se lleva a cabo su trabajo coin-cide, también, con el desarrollo de otras agen-das que no pueden pasar desapercibidas.

Los problemas que pueden derivarse deesta situación son dos. Primero, que ese pe-queño grupo de arqueólogos —al que perte-nezco— no sea lo suficientemente reflexivocon respecto a sus interpretaciones. Los ejem-plos de proyectos relacionados con el desa-rrollo de la agricultura y de las sociedadescomplejas se han presentado —y criticado—con frecuencia como parte de una agendaprocesual. La crítica que se ha hecho coincideen señalamientos simplistas: que el uso de laestadística es positivista, que la aplicación delas mismas o similares metodologías interesa-

das en verificar planteamientos en el registroarqueológico significa la imposición de unparadigma hipotético-deductivo, etc. Estascríticas, centradas casi siempre en las propues-tas de Binford, no son nada nuevo en la agen-da de la arqueología y en el caso colombianono han agregado nada significativo a la horade interpretar el registro arqueológico. Acu-den simplemente a criticar un paradigma (quemuchas veces no es el que se evidencia en eltrabajo criticado) como si los problemas con-cretos no importaran. Este tipo de críticas noaporta mucho al estudio del pasado, ni siquie-ra del papel de la arqueología en el presente.Lo más grave es que no se basan en un análi-sis juicioso de la trayectoria de la arqueologíaprocesual en el país.

En Colombia el arraigo de la arqueolo-gía procesual fue limitado y la influencia deBinford mínima. En la década de 1970 serealizaron varias tesis de doctorado norte-americanas en Colombia (Bruhns, Wynn,Sutherland, Murdy), pero ninguna de ellasse hizo con una agenda procesual. Por esamisma época la resolución 626 bis de 1973limitó la llegada de nuevos investigadores,especialmente norteamericanos. En contras-te con otros países latinoamericanos, nota-blemente Argentina, en Colombia casi nadieha trabajado con los presupuestos hipotéti-co-deductivo y cientifista de Binford. El tra-bajo de Gnecco (2000, 2004) en La Elvirautilizó su modelo de movilidad, pero paradescartarlo por su componente deterministaecológico. Un proyecto de investigación, elPrograma Arqueológico Sierra Nevada deSanta Marta (Soto 1988), introdujo la lectu-ra de Lewis Binford y David Clarke, perosus interpretaciones se enmarcan dentro dela arqueología normativa. Tan sólo Oyuela(1987) ha defendido explícitamente la pro-puesta de Binford, sin mayor eco entre suscolegas. El rechazo a la arqueologíaprocesual en Colombia se puede interpretarcon diversas razones; la más importante seauna resistencia histórica a cualquier forma

Page 107: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

105Carl Henrik Langebaek

de evolucionismo en el país, ya sea de cortepositivista o marxista (Langebaek 2003).

Los trabajos que he citado con referenciaal desarrollo de la agricultura y de las socie-dades complejas no se han basado en la ideade una ciencia al estilo propuesto por Binford.La mayor parte se inspira en los trabajos deDrennan, a su vez derivados de los deFlannery. Incluso, algunos autores han criti-cado a Binford (Langebaek 1996; Gnecco1999). Eso no quiere decir que no existanlimitaciones conceptuales en esas interpreta-ciones. La más importante es la asimilaciónde la lógica racional moderna, capitalista, ala organización social prehispánica. En elcaso del Formativo temprano se afirma quela forma y tecnología de la cerámica más tem-prana resulta incongruente con la idea deagricultores; no obstante, se afirma que laalfarería no tenía funciones puramente prác-ticas y las inferencias se basan en la produc-ción de cerámica siguiendo criterios estricta-mente funcionales. Boada (1999) encontróen El Venado que ciertas unidades domésti-cas tenían acceso a los mejores cortes de car-ne, asumió que los habitantes de cierto sec-tor del asentamiento consumían mejor carneque otros y supuso una sociedad jerarquizadaen la cual el acceso a recursos básicos erarestringido, a semejanza de la nuestra. ¿Esesto necesariamente cierto? Existen variasposibilidades alternativas: por ejemplo, losmejores cazadores comían las mejores par-tes porque, al fin y al cabo, habían trabajadopara ello, pero generosamente repartían elresto en la comunidad; o quienes tenían ma-yor prestigio tenían la prerrogativa de invi-tar a comer a otros miembros de la comuni-dad en su vivienda, sin que ello significaraque el consumo de las mejores presas se li-mitaba a ciertas personas. Las unidades do-mésticas de las elites de Funza se asocian alas tierras más fértiles, por lo que Kruschek(2001) asumió que las controlaban a títulode propiedad y que recibían un claro benefi-cio económico de ello; sin embargo, también

se puede inferir que ese control no garantiza-ba privilegios si no que implicaba compro-misos, como en efecto se argumenta para lasformas de jerarquización más “primitivas”(e.g., Clastres 1985). En el caso del estudioregional en Fúquene ¿qué significa que laubicación de los sitios Muisca temprano co-rresponda a sitios fáciles de defender? Tam-bién puede haber múltiples alternativas. Lasolución a esa clase de problemas no consis-te en señalarlos como resultado de un para-digma específico sin más. Este tipo de pre-guntas obliga a enfatizar aún más el estudiodel registro arqueológico. Hacer preguntasmás refinadas y diseñar estrategias de cam-po que ayuden a solucionar esos problemasson propuestas viables en lugar de caer en laespeculación metafísica.

Aquí viene el segundo problema. Las quese han planteado como alternativas deberían,como mínimo, dar cuenta del registro arqueo-lógico o generar narrativas contestatarias delorden colonial sobre el cual se fundamentala práctica. Solo así tendría sentido la cre-ciente diversidad en las formas de practicarla disciplina. La pregunta no es qué tan al-ternativas pueden ser esas nuevas arqueolo-gías; después de casi 20 años se les puedepreguntar que tanto lo han sido. Para res-ponder esta pregunta primero es necesarioidentificar esa diversidad. Una de las corrien-tes que empezó a desarrollarse a partir de ladécada de 1980 puede asociarse con intentosaislados por asimilar la reacción británicacontra la arqueología procesual norteameri-cana. Esto ha incluido, por lo menos, trestendencias. En primer lugar, el desarrollo dealgo cercano a una “aproximacióncontextual”, usualmente estructuralista, queinvita a estudiar aspectos interrelacionadosdel registro arqueológico con el fin de enten-der el significado de cada uno de esos aspec-tos y su importancia en cada cultura (Giraldo2000; Therrien 2004). En segundo lugar, eldesarrollo de críticas a los estudios que mar-can una profunda diferencia entre aspectos

Page 108: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

106 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

culturales específicos y las generalizacionesválidas para distintos contextos culturales.Parte de esa corriente ataca los estudios com-parativos y critica los estudios de cambiosocial. tildándolos de “evolucionistas”. Entercer lugar, la tendencia a estudiar aspectos“nuevos” como alternativa a los enfoquesmaterialistas, tales como cosmologías en con-textos sociales específicos, estilos artísticosy creencias (Velandia 1994; Lleras 1999).

Sin embargo, son pocos los trabajos quehan contribuido a brindar reales interpreta-ciones contextuales porque niegan la impor-tancia de lo hecho en lugar de considerarloinsuficiente. Decir que se va a estudiar cosasque nadie ha trabajado no es suficiente parademostrar que se está investigando algo in-teresante o relevante o que quienes estudia-ron otras cosas estaban tratando asuntos irre-levantes. Uno de los problemas con el llama-do a estudiar la ideología o cualquier aspec-to aparentemente dejado de lado por los es-tudios anteriores es que se ha caído en falsasdicotomías y, sobre todo, en la falacia de quelos temas “nuevos” por el solo hecho de serloson “mejores”. Estas falsas dicotomías nun-ca han sido explícitamente formuladas peroson evidentes: la arqueología de sitio se “opo-ne” a la arqueología regional, el estudio de laideología al de la economía, etc. Recordan-do lo que alegaba Flannery (1972): leyendoa unos el lector imagina que la gente solotrabaja, come y se reproduce; leyendo a losotros pensaría que la gente solo piensa y ela-bora ideologías.

Otra tendencia se refiere el estudio de lahistoria de la arqueología y la construcciónsocial de conocimiento. Jaramillo y Oyuela(1994) escribieron un ensayo cuantitativo dela historia de la producción arqueológica. Elestudio analizó el volumen de la producciónsobre el tema prehispánico, pero no interpre-tó cualitativamente la información, con locayó en un serio problema conceptual: elimpacto del tema prehispánico se redujo al

número de publicaciones sobre el tema. Porlo demás su conclusión es discutible: que laarqueología procesual no fue adoptada enColombia debido a su neutralidad científicaque no servía a los intereses del Estado na-cionalista. Como señala Piazzini (2003: 308)la evidencia sugiere exactamente lo contra-rio. En realidad, después de las agitadas dé-cadas de 1920 y 1930, en pleno apogeo dereivindicaciones étnicas y hasta raciales, elEstado favoreció la institucionalización dela arqueología con una agenda explícitamente“neutra” (Langebaek 2003). Boucher deUribe (1985), Gnecco (1995), Enciso yTherrien (1996) y Herrera (2001) han hechootros intentos de comprender la práctica dela disciplina desde una perspectiva histórica.Algunos de los trabajos realizados se handedicado a analizar las formas de hacer ar-queología con el fin de identificar el contextosocial y político en el cual se desarrollan lasteorías que explican el pasado (Gnecco 1999;Flórez 2001; Langebaek 2003). Más concre-tamente se refieren a la forma como el pasa-do genera discursos de poder. La pretensiónes válida, incluso urgente, pero lo será aunmás cuando el estudio del pasado y el análi-sis de la sociedad contemporánea se puedaenriquecer de esas reflexiones. A estas altu-ras es insuficiente encontrar que la arqueo-logía se entronca en un discurso colonial oque hay discursos disidentes o que la prácti-ca favorece discursos hegemónicos. En estesentido se debe anotar que una limitación deestos estudios es la enorme desproporciónentre la teoría foránea de la que se nutre, enrelación con el análisis juicioso de las fuen-tes. Estas últimas se han relegado a unaspocas referencias, mientras las primeras ge-neralmente se constituyen en el “cuerpo” dela crítica. No obstante, los procesos median-te los cuales las elites colombianas han ma-nipulado el pasado son lo suficientementeplásticas, peculiares y complejas como paraseguir eludiendo el estudio riguroso de laenorme cantidad de información disponible

Page 109: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

107Carl Henrik Langebaek

(Gnecco 1999; Alvarado, Maldonado y Serna2003; Aparicio 2003; Echeverri 2003;Piazzini 2003).

En los últimos años se ha hecho un lla-mado que tiene que ver con el papel de ladisciplina en las comunidades que viven enlas zonas donde se hace arqueología o se re-lacionan, o se quieren relacionar, histórica-mente con quienes vivían en los sitios estu-diados (Vasco 1997). Esto incluye, natural-mente, a los indígenas, pero también a co-munidades campesinas e, incluso, gruposurbanos. Desde luego, los indígenas se ade-lantaron a los arqueólogos hace años, cuan-do reclamaron desde la década de 1970 elcontrol de Ciudad Perdida en la Sierra Ne-vada de Santa Marta y se quejaron de quetras años de investigación en San Agustín losarqueólogos no hubieran podido decir nadaserio (Langebaek 2004). Estos trabajos hanplanteado, explícitamente, la necesidad dehacer una arqueología “postcolonial”, estoes, que cuestione seriamente el asunto de losusuarios de la arqueología y de la utilidadque los proyectos pueden tener para las co-munidades en cuyos territorios se practica(Gnecco 1999). Existen trabajos que explo-ran la validez de establecer diálogos entreconocimientos, admitiendo que la arqueolo-gía es una forma diversa de ver el pasado yque existen muchas otras maneras de verlo.Algunos trabajos recientes presentan las po-siciones contrastantes de los “teóricos” de laarqueología colombiana, esfuerzo particular-mente loable en la Revista de Estudiantes deArqueología de la Universidad Nacional deColombia. Sin embargo, el llamado no hapasado, en general, de ser planteado desde laorilla de los practicantes expertos. El llama-do al diálogo rara vez se ha concretado.

El reto no es sólo plantear posibles for-mas de estudiar el pasado, abriéndolas comoespacios promisorios pero, al fin y al cabo,imaginados, para ser llenados en el futuro; elverdadero desafío consiste en hacerlas rele-

vantes mediante investigaciones rigurosas quese refieran a casos concretos. Otro reto, porcierto, consiste en que esa multiplicidad deprácticas favorezca el debate y la articula-ción, en lugar de la mutua ignorancia o des-precio. Por ahora mucho de lo que se ha pro-puesto no pasa de ser promesa de lo que sepuede hacer a futuro. No han contribuido,excepto casos muy puntuales, a profundizaren el conocimiento del pasado. Con franque-za, las diversas formas de hacer arqueologíano parecen enfrentarse aun en un sano deba-te académico, no solamente en torno a lasconcepciones teóricas fundamentales si no enla interpretación del pasado.

La diversidad de arqueologías que co-mienza a abrirse paso representa un justo yválido reconocimiento de que el estudio delpasado es más complejo de lo que la mayorparte de los arqueólogos admitía en el paíshasta hace poco. En ese sentido esa diversi-dad, seguramente, está para quedarse. Pero,por esa misma razón, su reto consiste en ofre-cer alternativas constructivas o, incluso, crí-ticas válidas a lo que se ha hecho. En estoúltimo se ha tenido relativo éxito. En lo pri-mero se ha fracasado. El problema puede sermás grande de lo que parece, incluso cuandose hace referencia a nuevas prácticas que sedesligan de comprender el pasado y concen-tran sus esfuerzos en la crítica social con-temporánea. Una de las objeciones a la ar-queología es su falta de conciencia críticasobre su papel como generador de narrati-vas. La validez de las nuevas arqueologíasen su ataque a las corrientes más convencio-nales (normativa, procesual) es innegable. Noobstante, el discurso sobre el cual se ha mon-tado el llamado crítico ofrece poco más quelo que la arqueología de los países centralesya ha ofrecido. Incluso, en el caso colombia-no no va más allá, excepto en su aparatosaterminología, de lo que los académicos deizquierda de los 1960 y 1970 ya le habíancriticado a la arqueología normativa (García1948, 1985; Torres 1975) En particular, la

Page 110: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

108 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

crítica a la modernidad, centro del debate,proviene de universidades del llamado Pri-mer Mundo (e.g., Thomas 2004) y aquí sehace de caja de resonancia sin mayor valoragregado. Tan solo se contextualiza el deba-te con asuntos locales, que es exactamente lacrítica que se le hace, y con razón, a lo que laarqueología normativa y la procesual termi-naron por hacer. Para que la arqueología pro-pia sea capaz de generar narrativas nativasdebe hacerlo de forma explícita y diferencia-da. Ese no ha sido el caso. La crítica a laarqueología moderna ha sido un punto de lle-gada, no uno de partida, y eso dificulta lascosas enormemente.

Es injustificado ignorar la producción delas metrópolis. Los discursos metropolitanosno pueden ser superados ignorándolos. Ade-más, hay que ser selectivo con ellos porque notodos representan lo mismo. Igualmente gravees reproducir ese colonialismo a veces auto-impuesto, incluso cuando se trata de propues-tas aparentemente contestatarias. Resulta iró-nico que algunos de los tantos textos“postcoloniales” tengan como punto de refe-rencia la academia foránea o que genuinos es-fuerzos nacionales por conocer el pasado secaricaturicen como evidencias de un programahegemónico real o imaginario. Además, resul-ta cuestionable que el estudio del registro ar-queológico —y, en realidad, del pasado mis-mo— parece irrelevante, un tema de interés delpositivismo y un lastre de la ciencia colonial,en relación con los estudios del presente. Aúnasumiendo la validez de las agendaspostprocesuales quedan muchas cosas por res-ponder: aparte de los juicios de valor, ¿dóndeestán los diagnósticos concretos y las propues-tas alternativas? Más aun, ¿qué de lo que estándiciendo los arqueólogos de esa corriente esrealmente nuevo? ¿qué han dicho que otros nohayan dicho mejor, en otros países, hace años?Si la respuesta es poco o nada es mejor recono-cer que la disciplina se debe a otras metas dis-tintas a estudiar el pasado. Finalmente: ¿qué dela crítica social que pueden hacer los

arqueólogos implica excavar y trabajar en cam-po? Aquí viene una paradoja: los trabajos teó-ricos acusan con frecuencia, y a veces con ra-zón, a los trabajos empíricos de separar teoríae investigación, es decir de ser positivistas pero,al mismo tiempo, los trabajos teóricos puedenser acusados, la mayor parte de las veces, deolvidar la investigación concreta. Aunque esono sea positivismo es idealismo.

Pero eso no es lo peor. Lo más grave es quecon toda seguridad muchos arqueólogos segui-rán haciendo arqueología como de costumbre,solo que cambiando alguna terminología o ci-tando ciertos autores de vanguardia. Desde lue-go, de todos los riesgos el mayor consiste en quela arqueología siga siendo practicada en el fondocomo si nada hubiera pasado. En esto hay queser completamente francos: mucha de la arqueo-logía que aún se hace en el país es de carácternormativo, anterior a la arqueología procesual.Lamentablemente las discusiones a fondo decarácter teórico (Gnecco 2003; Mora 2003;Politis 2004) para muchos se han reducido acuestiones formales. Para algunos hacer arqueo-logía contemporánea consiste en hacer uso detecnologías modernas, con lo cual realmente nose hace ninguna contribución a la forma comolos arqueólogos pueden enriquecer el pensamientoteórico sobre el pasado. Hacer un uso sistemáti-co de técnicas modernas de datación, sofisticadosanálisis de restos óseos o de vestigios de fauna yflora pasa, para muchos, por hacer arqueología“científica” y “moderna”. Cuantificar (sin saberpara qué) da la impresión de ser “científico” o, alcontrario, criticar cualquier intento de cuantifi-car (de nuevo sin saber por qué) hace pasar amás de uno como más “social” y “crítico” y has-ta “posmoderno”. El hecho es que un gran nú-mero de arqueólogos trabaja aún con los presu-puestos teóricos inductivos y positivistas quefueron criticados hace ya 50 años o más. En unartículo reciente Mora (2003) considera positi-vo el súbito cambio de paradigma entre losarqueólogos colombianos que en la década de1970 fueron normativos, en la de 1980procesuales y en la de 1990 postprocesuales. Sin

Page 111: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

109Carl Henrik Langebaek

cuestionar de ninguna manera sus ejemplos engeneral se trata, más bien, de un síntoma negati-vo. Para saber lo que muchos arqueólogos dehoy serán en la próxima década bastará con leerlas publicaciones más recientes de la academianorteamericana y europea. Su destino será“criollizar” esas propuestas, sin mayor esfuerzopor cambiar la forma como enfrentamos los te-mas concretos que caracterizan a la arqueologíay que ella podría ayudar a comprender mejorque cualquier otra disciplina.

Si la terminología de los arqueólogosprocesuales presumía, muchos de los auto-res más contemporáneos francamente pare-cen escribir con el firme propósito de con-fundir. Muchos arqueólogos elaboran bellosy hasta coherentes argumentos que únicamen-te tienen el defecto de no tener la más remotaconexión con el mundo de los sitios arqueo-lógicos. Hacen un llamado por una arqueo-logía por fuera del grupo de expertos pero detal forma que un núcleo cada vez más redu-cido de personas puede entenderlos. Además,queda el problema del rigor, el cual de nin-guna manera es residual en esta discusión.La proliferación de arqueologías puede serbuena, siempre y cuando se mantengan lascondiciones mínimas de rigor con respectoal estudio de la cultura material. Algunas in-terpretaciones sobre el pasado son más ra-zonables que otras, aunque también es evi-dente que la arqueología seria y rigurosa sepuede hacer desde muchas ópticas. La cre-ciente heterogeneidad de metas, teorías y dis-cursos podría enriquecer el futuro al hacerposibles contrastes entre las diferentes pro-puestas teóricas y la información generada através del trabajo de campo. Se trataría deuna excelente oportunidad para generar de-bates teóricos en estas tierras referidos alestudio de nuestro propio pasado.

La actual situación del país favorece lasespeculaciones de salón y va en detrimento depropuestas que tengan la virtud de poder sersustentadas con información generada a par-

tir del estudio de sitios arqueológicos. A laarqueología colombiana le puede pasar algoparecido a lo que le sucedió a los arqueólogosbritánicos a medida que perdían su imperio y,por lo tanto, la capacidad de hacer trabajo decampo en sus colonias, sólo que con la trágicacircunstancia de ser el pasado de nuestro pro-pio país el que se podría sacrificar. El futurode las diversas formas de hacer arqueologíaen Colombia es impredecible. Mucho depen-derá no sólo de la calidad del debate académi-co o de la capacidad de cada arqueólogo detraducir sus inquietudes teóricas al mundo dela arqueología de campo si no, también, deaspectos políticos e institucionales.

No todo se juega en el campo de la teoría ode las modas académicas. Los cambiosinstitucionales tendrán un papel importante enlo que suceda de aquí en adelante. La formacomo se hace arqueología en Colombia en-frenta retos que no son estrictamente acadé-micos. El reto institucional más grande tieneque ver con la capacidad de formar capacidadcrítica propia. Antes que hacer un llamado auna ciencia postcolonial, a forzar a hacer creerque el futuro es la arqueología histórica o adefender la arqueología procesual o la moder-nidad reflexiva que puede ofrecer la arqueo-logía el reto consiste en formar estudiantes yprofesionales críticos que puedan contribuirde diversa maneras a la disciplina y a su paísdesde su propia experiencia. Sólo recientemen-te se ha entendido que los pregrados no son elescenario natural de ese cambio. Lospostgrados recién ahora comienzan a desarro-llarse, no sin obstáculos, pero sí con la visiónnecesaria para hacerlos prosperar. La forma-ción limitada al pregrado no ha sido el caldode cultivo para la discusión teórica. Sólo lospostgrados podrán ofrecer ese espacio, ojaláorientados a reflexiones teóricas pero sin olvi-dar los problemas concretos que implica estu-diar el pasado y la forma como hoy en día, y através de la historia del país, éste se apropia.

Page 112: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

110 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

Agradecimientos

Agradezco los comentarios de FranciscoZarur (Universidad de los Andes), Cristóbal

Gnecco (Universidad del Cauca) y CarloEmilio Piazzini (Universidad de Antioquia).

Referencias

Alvarado, Jairo, Jorge Maldonado y Adrián Serna2003 Formas públicas de la arqueología y discursos escolares: poder, memoria y pedago-

gía a través de las representaciones del pasado. En Arqueología al desnudo , edita-do por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini, pp 223-266. Universidad del Cauca,Popayán.

Aparicio, Juan Ricardo 2003 Los hechos científicos y la arqueología de Colombia. En Arqueología al desnudo ,

editado por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini, pp 267-299. Universidad del Cauca,Popayán.

Boada, Ana María1999 Organización social y económica en la aldea muisca de El Venado-Valle de Samacá,

Boyacá. Revista Colombiana de Antropología 35:118-145.

Boucher de Uribe, Priscilla1985 Raíces de la arqueología en Colombia. Universidad de Antioquia, Medellín.

Broadbent, Sylvia1964 Los chibchas: organización sociopolítica. Universidad Nacional, Bogotá.

Cardale, Marianne1987 En busca de los primeros agricultores del Altiplano Cundiboyacense. Maguaré

5:9-126.

Carneiro, Robert 1970 A theory of the origin of the State. Science 169: 733-738.

Clastres, Pierre1985 Investigaciones en antropología política. Gedisa, Barcelona.

Drennan, Robert1995 Mortuary practices in the Alto Magdalena: the social context of the “San Agustín”

Culture. En Tombs for the living: Andean Mortuary Practices, editado por TomD. Dillehay, pp 79-110. Dumbarton Oaks, Washington.

2000 Las sociedades prehispánicas del Alto Magdalena. Instituto Colombiano de An-tropología e Historia, Bogotá.

Drennan, Robert y Dale W. Quattrin.1995 Patrones de asentamiento y organización sociopolítica en el Valle de la Plata. En

Perspectivas regionales en la arqueología del Suroccidente de Colombia y nor-te del Ecuador, editado por Cristóbal Gnecco, pp 85-108. Universidad del Cauca,Popayán.

Page 113: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

111Carl Henrik Langebaek

Echeverri, Marcela 2003 Nacionalismo y arqueología: la construcción del pasado indígena en Colombia (1939-

1948). En Arqueología al desnudo, editado por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini,pp 133-153. Universidad del Cauca, Popayán.

Enciso, Braida y Monika Therrien1996 Compilación bibliográfica e informativa de datos arqueológicos de la sabana de

Bogotá, siglos VIII al XVI. Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá.

Flannery, Kent 1972 The cultural evolution of civilizations. Annual Review of Ecology and Systematics

3:399-426.

Flórez, Franz2001 Cacicazgos del edificio Colombia prehispánica. Limitaciones metodológicas de un es-

quema al alcance de los niños. Arqueología del Área Intermedia 3:95-150.

García, Antonio1948 Bases de la economía contemporánea. Ediciones RFIOC, Bogotá.

1985 La crisis de la Universidad. La Universidad en el proceso de la sociedad co-lombiana. Plaza y Janes, Bogotá.

Giraldo, Santiago2000 Del Rioja y otras cosas de los caciques: patrones de intercambio tairona en el siglo

XVI. Revista del Área Intermedia 2: 47-68.

Gnecco, Cristóbal1995 Praxis científica en la periferia: notas para una historia social de la arqueología

colombiana. Revista Española de Antropología Americana 25: 9-22.

1999 Multivocalidad histórica. Hacia una cartografía postcolonial de la arqueolo-gía. Universidad de los Andes, Bogotá.

2000 Ocupación temprana de bosques tropicales de montaña. Universidad del Cauca,Popayán.

2003 Teorías en la práctica de la arqueología en Colombia. Revista de Estudiantes deArqueología 1:29-36.

2004 Against ecological reductionism: Late Plesitocene hunter-gatherers in the tropical forestsof northern South America. Quaternary International 109-110:13-21.

Gnecco, Cristóbal y Emilio Piazzini (Editores)2003 Arqueología al desnudo. Reflexiones sobre la práctica disciplinaria. Universi-

dad del Cauca, Popayán.

Helms, Mary1979 Ancient Panamá, Chiefs in search of power. University of Texas, Austin.

Herrera, Leonor2001 Colombia. En Encyclopedia of Archaeology, editado por Tim Murray, pp 354-

369. ABC-Clio, Santa Barbara.

Page 114: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

112 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

Jaramillo, Luis Gonzalo, Leonardo Ivan Quintana y Samir Enríquez 2001 Reconocimientos arqueológicos en los municipios de Buenavista, Circasia, Córdoba,

Montenegro, Quimbaya (Quindío) y Chinchiná (Caldas). En Arqueología preventivaen el Eje Cafetero. Reconocimiento y rescate arqueológico en los municipios juris-dicción del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero, editado por VíctorGonzález y Carlos Andrés Barragán, pp 17-37. ICANH, Bogotá.

Jaramillo, Luis Gonzalo y Augusto Oyuela1994 Colombia: a quantitative analysis. En History of Latin American Archaeology,

editado por Augusto Oyuela, pp 49-68. Avebury, Aldershot.

Kruschek, Michael2001 The evolution of the Bogotá chiedfom: a household view. Disertación, Universidad

de Pittsburgh, Pittsburgh.

Langebaek, Carl Henrik1987 Mercados, poblamiento e integración ética entre los muiscas, siglo XVI. Banco

de la República, Bogotá.

1995 Arqueología regional en el territorio muisca. Estudio de los valles de Fúquene ySusa. University of Pittsburgh Memoirs in Latin American Archaeology No ,University of Pittsburgh-Universidad de los Andes, Bogotá.

1996 La arqueología después de la arqueología en Colombia. En Dos lecturas críticas-Arqueología de Colombia, pp 9-42. Fondo de Promoción de la Cultura, Bogotá.

2001 Arqueología regional en el Valle de Leiva: procesos de ocupación humana enuna región de los Andes orientales de Colombia. ICANH, Bogotá.

2003 Arqueología colombiana: ciencia, pasado y exclusión. Colciencias, Bogotá.

2005 Los indios de ayer: raza, nación y política. Universidad de los Andes, Bogotá.

Langebaek, Carl Henrik y Alejandro Dever2000 Arqueología en el bajo Magdalena: un estudio de los primeros agricultores del

Caribe colombiano. ICANH-Universidad de los Andes, Bogotá.

Langebaek, Carl Henrik, Andrea Cuéllar y Alejandro Dever.1998 Medio ambiente y poblamiento en la Guajira: investigaciones arqueológicas en

el Ranchería Medio. ICANH, Bogotá.

Langebaek, Carl Henrik, Emilio Piazzini, Alejandro Dever e Iván Espinosa2002 Arqueología y guerra en el Valle de Aburrá: estudio de cambios sociales en una

región del noroccidente de Colombia. Fondo de Promoción de la Cultura-Institu-to Francés de Estudios Andinos-Universidad de los Andes, Bogotá.

Londoño, Eduardo1985 Los cacicazgos muiscas a la llegada de los conquistadores españoles. El caso del

zacazgo o “reino” de Tunja. Tesis de grado, Departamento de Antropología, Uni-versidad de los Andes, Bogotá.

Llanos, Hector1995 Los chamanes jaguares de San Agustín: génesis de un pensamiento mitopoético.

Edición privada, Bogotá.

Page 115: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

113Carl Henrik Langebaek

Lleras, Roberto1999 Prehispanic metallurgy and votive offerings in the Eastern Cordillera, Colom-

bia. BAR, Oxford.

Mora, Santiago2003 Teorías en la práctica de la arqueología colombiana. Revista de Estudiantes de

Arqueología 1:49-63.

Oyuela, Augusto1987 Implicaciones de las secuencias locales y regionales en los aspectos culturales de los

tairona. En Chiefdoms in the Americas, editado por Robert D. Drennan y CarlosA. Uribe, pp 213-230. University Press of America, Lanham.

1993 Sedentism, food production and pottery origins in the tropics: the case of San Jacin-to 1, Colombia. Disertación doctoral, Departamento de Antropología, Universidadde Pittsburgh, Pittsburgh.

Osborn, Ann1985 El vuelo de las tijeretas. FIAN, Bogotá.

Piazzini, Carlo Emilio2003 Historias de la arqueología en Colombia. En Arqueología al desnudo, editado por

Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini, pp 301-27. Universidad del Cauca, Popayán.

Piperno, Dolores y Deborah Pearsall1998 The origins of agriculture in the lowland tropics. Academic Press, Nueva York.

Politis, Gustavo2004 Acerca de la arqueología en Colombia. Revista de Estudiantes de Arqueología 2: 70-83.

Pratt, Ann F.1999 Determining the function of one of the New World´s earliest pottery assemblages.

Latin American Antiquity 10:71-850.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo1951 Datos historico-culturales sobre las tribus de la antigua Gobernación de Santa

Marta. Banco de la República, Bogotá.

1955 Conchales de la costa Caribe de Colombia. En Anales del XXXI Congreso Inter-nacional de Americanistas, Tomo 2, pp 619-626. Sao Paulo.

1965 Colombia. Thames and Hudson, Londres.

1983 Colombia indígena. Período prehispánico. En Manual de historia de Colombia,Tomo 1, pp 33-224. Colcultura, Bogotá.

1986 Arqueología de Colombia. Un texto introductorio. Segunda Expedición Botáni-ca, Bogotá.

Snarskis, Michael J.1984 Central America: the Lower Caribbean. En The archaeology of Lower Central

America, editado por Fred Lange y Doris Stone, pp 195-232. University of NewMexico Press, Albuquerque.

Page 116: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

114 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005

Soto, Alvaro1988 La Ciudad Perdida de los tayrona. Historia de su hallazgo y descubrimiento.

Neotrópico, Bogotá.

Taft, Mary1991 Patrones de producción y distribución de la cerámica. En Cacicazgos prehispánicos

en el valle de la Plata. Tomo 2: cerámica, cronología y producción artesanal,editado por Robert Drennan, Mary Taft y Carlos Alberto Uribe eds, pp 105-185.University of Pittsburgh Memoirs in Latin American Archaeology 5, Pittsburgh.

Therrien, Monika2004 Dandies en Bogotá: industrias para la civilización y el cambio, siglos XIX y XX. En

Arqueología histórica en América del Sur. Los desafíos del siglo XXI, editado porPedro Funari y Andrés Zarankin, pp 105-130. Universidad de los Andes, Bogotá.

Thomas, Julian2004 Archaeology and modernity. Routledge, Londres.

Torres, Ignacio1975 La cuestión indígena en Colombia. Publicaciones de la Rosca, Bogotá.

Vasco, Luis Guillermo1997 Para los guambianos, la historia es vida. Boletín de Antropología 28:115-27.

Velandia, Cesar Augusto1994 San Agustín: arte, estructura, y arqueología. Fondo de Promoción de la Cultura,

Bogotá.

Page 117: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

UM PALIMPSESTO SOBRE TEORIA NAARQUEOLOGIA BRASILEIRA

José Alberione dos ReisDepartamento de História e Geografia da Universidade de Caxias

do Sul/Rio Grande do Sul-Brasil (UCS).

A problemática que gira em torno de elucidar a utilização de teoria na Arqueologia brasileirainstigou a pesquisa. Uma pergunta fundante: ¿existe teoria na Arqueologia brasileira? Este artigoapresenta perspectivas de respostas e algumas considerações sobre esta problemática.

Esta investigación fue instigada por la problemática que gira en torno de elucidar la utilizaciónde teoría en la arqueologia brasileira. Una pregunta fundante es si existe teoria en la arqueologiade ese país. Este artículo presenta perspectivas de respuestas y algunas consideraciones sobreesta problemática.

This research was promted by the problems around the elucidation of the use of theory in Brazilianarchaeology. A starting question is if there really is theory in the archaeology of that country. Thispaper presents sketches of answers and sopme considerations about this problem.

Começando

Como diz o romancista Júlio Cortázar parao jazz, o que vale como tesouro são os takes,produzidos nos estúdios de gravação e láguardados como documentos a serem escla-recidos no post mortem de seus autores. Ostakes são únicos e não se repetem. Portanto,exclusivos e testemunhos de raros momen-tos de criações ímpares. Assim, o que vaipor aqui escrito é do campo do indeciso, dosendo construído, desconstruído, refeito, feitoe seguindo diferentes trajetórias equestionamentos. Neste artigo apresento umpanorama geral da pesquisa realizada: otema, os questionamentos, a metodologia, asfontes e algumas não-conclusões.

Hoje estou cada vez mais convencido deque as fronteiras entre ciência e poesia, entreciência e arte, entre o dionisíaco e o apolí-neo, dentro do dito mundo acadêmico,confundem-se, fundem-se, imbricam-se. Deacordo com Hissa (2002) é preciso umentendimento e aceitação cada vez maior deque as fronteiras entre as ciências são conti-nuamente abaladas por mobilidades. Movem-se mais do que se fixam. Compreende“...ciência como a arte de combinarinformações...” (Hissa 2002:160).Duvidando de que ciência é tarefa dedescoberta, salienta que o trabalho científicoprocura reunir o que sempre esteve separa-

Page 118: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

116 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

do, inclusive idéias. Fronteiras científicas semovem, buscam articular arte cominformação. Nesta intensidade Santos (2002)fala de uma crise que está promovendo o fimda hegemonia de uma velha ordem científicaimperante até hoje. Ciência como arte de re-unir informações, fronteiras em movimento,crise hegemônica, poesia junto com ciência.Para mim, quebrar fronteiras unindo ciênciacom poesia é buscar aproximações. Nestesentido concordo com Luhmann (2002:59)ao dizer que “... talvez devesse haver, pararealizações mais exigentes da teoria, umaespécie de poesia paralela, que dissesse tudouma vez mais, de modo diferente, e com issoreferisse a linguagem da ciência aos limitesde seu sistema funcional”.

O que afirmo aqui é minha convicção deque as fronteiras, até agora tãosubstancialmente rígidas e pretensamentemarcadas entre e diante dos mais variadoscampos do conhecimento, estão, felizmente,sofrendo abalos, diluições e soluções decontinuidade que apontam para trocastransdisciplinares e solidariedade deentrecruzamentos teóricos e metodológicos.Afinal, há muito tempo Mills (1975) salientousobre a admirável escolha de se realizarqualquer atividade intelectual dita científicaque não marque separação entre o trabalhodo cientista e a vida do cientista. Assim posto,vou ao desvendar do palimpsesto.

O que? - Elucidando alguns tópicossobre como se apresenta teoria naarqueologia brasileira

O que é passível de elucidação sobre aexistência de teoria na Arqueologia brasileira?Quais teorias estão fundamentadas nas pes-quisas no Brasil? Este trabalho foi elabora-do na tentativa de responder a estesquestionamentos. É motivado pelaconstatação de que, no Brasil, na maioria dosresultados das pesquisas em arqueologia,permanece ainda uma resistência à teoria. Os

textos publicados sugerem como se fossemesmo desnecessário marcar teorias ou elasestão veladas, ocultadas em um propositalmascaramento de inexistência. Taisconstatações apontam para um equivocadoentendimento do rigor científico da pesquisaarqueológica no Brasil como prescindindo depostulados teóricos. As publicações acentuamdescrições detalhistas num contraste entreuma “massa de conhecimentos empíricos eas limitadas generalizações teóricas” (Kern1991:1). Sugerindo respostas às questões,posso caracterizar não tanto oposição, masaderência velada a correntes teóricas.

Para a arqueologia brasileira, no maisamplo panorama geral escrito por Prous(1992), não aparece teoria explícita. Em Souza(1991), são relatadas e apresentadas algumasescolas teóricas - também arqueológicas -estrangeiras. Apesar deste caminho deocultamentos na Arqueologia brasileira, teoriajá tem motivos de reflexões. Funari (1989a,1989b, 1992, 1995, 1998, 2003) tem se des-tacado por salientar a importância e anecessidade fundamental da teoria no fazer ar-queológico brasileiro. Neste sentido aponta:“... não há prática arqueológica sem fundo teó-rico. É precisamente nestes termos que pode-mos dizer que há teoria arqueológica no Bra-sil, não como um quadro aberto e explícito deassertivas sobre a ontologia do conhecimentoarqueológico, mas como uma hermenêuticasubjacente que informa tanto atividades decampo e seus relatos, como artigos em geral”(Funari 1998:14). Lima (2000) questiona so-bre a separação entre arqueólogo de campo earqueólogo de gabinete, uma clivagem entreteoria e prática. Marca a distância do fazerteórico brasileiro em relação à produção in-ternacional. Em um artigo que traça um pa-norama geral da Arqueologia brasileira,Barreto (1998) destaca as principais etapas einfluências sofridas por esta área.

Volto ao teorizar sobre teoria. O que é teoria?Qual o estatuto, o lugar que deve ocupar teoria

Page 119: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

117José Alberione dos Reis

em qualquer trabalho científico-acadêmico? Sãoperguntas gerais em direção a quem se propõetrabalhar e pesquisar em ciência. É umpressuposto universalmente consensual queciência sem teoria, no mínimo, é ficção. Asquestões, no que apontam para a Arqueologiabrasileira, são oriundas do que vem sendo cons-tatado como um lugar de falta, de medo ou dedescaso. Partindo deste campo do conhecimento,as respostas poderão ser encontradas em várioscaminhos ou fundamentações advindas daFilosofia da Ciência, da Epistemologia, etc. Sãoquestões básicas, portanto, que subjazem emqualquer pretensão de um fazer científico.

Não há trabalho científico sem base teóri-ca. Neste sentido, aponta Althusser (s.d.:23):“uma pesquisa ou uma observação nunca épassiva: só é possível sob a direção e o controlede conceitos teóricos que nela agem, quer direta,quer indiretamente nas suas regras deobservação, de seleção e de classificação namontagem técnica que constitui o campo deobservação ou da experiência”.

Neste sentido, assinalo umaincongruência que transparece na produçãoacadêmica da Arqueologia brasileira, qualseja, um pretenso fortalecimento econhecimento de métodos em detrimentos deexplicitação em termos teóricos. Dito de outromodo, vem salientado o que já se sabe hámuito, na arqueologia brasileira, sobre mé-todos e técnicas de pesquisas porém separa-do de seus discursos teóricos explícitoscorrespondentes. Pelo exposto, fica claro queo que ocorre na arqueologia brasileira podeser um proposital velamento, reforçador dedescritivismos e de dados empíricos, em de-trimento de um assumir teórico,conceitualmente explícito.

Por que? A presença da teoria naarqueologia brasileira

Em relação a tais questões, colocam-se trêssituações que poderão ser encaminhadas de

diferentes formas e justificaram a pesquisarealizada:

a) “Existe teoria arqueológica no Brasil?... Há uma falta de teoria na ArqueologiaBrasileira ... é ainda muito comumdesprezar artigos interpretativos comosendo muito teóricos” (Funari 1998:13).Esta afirmativa remete a uma hipóteseem relação à produção acadêmica noque diz respeito às teorias: elas existemnas pesquisas, porém não de forma ex-plícita. Daí o desinteresse/temor emrelação ao interpretar. Posso pensar queeste desinteresse/temor faça parte de umjogo entre saber/poder na pesquisa ar-queológica. A partir desta condição, nosdeparamos com paradigmas quecontrolam todo e qualquer conhecimentocientífico. Este controle é notadamenteo poder que a ciência interpõe ao social,ao político, em conjugação ao ideológi-co. Neste sentido, reflete Morin (1994:106): “... ignorou-se que as teorias cien-tíficas não são o puro e simples reflexodas realidades objetivas, mas são os co-produtos das estruturas do espírito hu-mano e das condições sócio-culturais doconhecimento”.

b) Portanto, não há falta de teoria na li-teratura publicada sobre aArqueologia brasileira. Porém, existeque tal “literatura referida trazmarcadamente o que se pode denomi-nar de conceitos no vazio, isto é,embora presentes não sãoexplicitados” (Reis 2002: 23).

c) O referido desinteresse/temor é algomarcante ainda na pesquisa arqueo-lógica brasileira no sentido de clivar,de um lado o dito arqueólogo de gabi-nete e, de outro, o arqueólogo de cam-po. Marca separação. É um equívocopersistente, como se teoria estivesseseparada ou esvaziada de uma prática.

Page 120: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

118 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

Como é possível, então, sustentar umaverificabilidade empírica se a teoriaestá implícita e ou desconectada dosdados empíricos pesquisados? Teoriaimplícita, com conceitos no vazio, fazdistância de axiomatização daqueles.Com isto, sustento pela absolutanecessidade de axiomatização dosconceitos primários, oriundos dasposições teóricas da Arqueologia e deoutras, advindas dos mais variadoscampos do conhecimento, queconformam as produções acadêmicasda Arqueologia brasileira.

Para que esta, que não está isolada do restodas ciências, adquira maturidade e cresçaenquanto ciência social, deve cumprir aexigência de explicitar os princípios e conceitosteóricos que subjazem aos procedimentos téc-nicos empregados na obtenção e na pretensainterpretação e/ou explicação dos dadosconstruídos. Esclarecer a existência, o uso e aaplicação de teoria na Arqueologia é hoje quaseum destaque anacrônico diante da importânciajá sedimentada das questões teóricas nasciências humanas. Relevante é o que ésalientado por Yoffee (1996:108): “A questão,portanto, não é, devem os arqueólogos ser teó-ricos, mas qual teoria é boa e apropriada”.Daí que ser implicitamente empirista/positi-vista nas exaustivas descrições, seminterpretações teoricamente fundamentadas eexplicitadas, é comodamente livrar-se de umcompromisso e ousadia em, verdadeiramente,assumir-se como arqueólogo construtor e in-térprete de passados. Neste sentido, destacamShanks e Tilley (1996:10-11) que:

A arqueologia tradicional temfreqüentemente tomado uma atitudeque diminui a teoria do assunto realda Arqueologia. Sua quietude sobreos problemas da teoria resulta nãotanto de uma rejeição de fundamen-tos filosóficos mas antes, de um con-senso largamente silencioso sobre

normas empíricas ... Qualquer argu-mento de que a teoria é irrelevante àArqueologia é por si próprio teóri-co.

Desta forma, não parece ser mais passívelde descaso ou ignorância o que diz respeitoao presente ideológico do arqueólogo ao in-terpretar o passado. Esta interpretação não éapenas a construção de um passado, quesempre é feita pelo arqueólogo e finalizadanum texto, mas também a construção destepassado a partir do contexto político, social,econômico e ideológico do arqueólogoenquanto agente construtor de conhecimento.

Onde? Teses e dissertações deinstituições acadêmicas – PUCRS,USP, UFPE

A proposta deste trabalho ancora-se em umlevantamento, o mais exaustivo possível, dasteses e dissertações produzidas em três centrosformadores de profissionais em nível de pós-graduação no âmbito da arqueologia brasileira.Estes estão localizados na PontifíciaUniversidade Católica do Rio Grande do Sul(PUC/RS), Museu de Arqueologia e Etnologia(MAE/USP) e na Universidade Federal dePernambuco (UFPE). Também analisei os pro-gramas das disciplinas focadas em teoria eministradas nos cursos de pós-graduação dasinstituições mencionadas. Da mesma forma,trabalhei com os programas de algumas disci-plinas que foram ministradas no extinto cursode Graduação em Arqueologia da UniversidadeEstácio de Sá (UNESA/RJ) e com os artigospublicados – entre 1981/1999 - nos anais dasReuniões Científicas da Sociedade deArqueologia Brasileira (SAB) que trataramexplicitamente de questões teóricas.

Num levantamento geral, que não tem apretensão de ser completo e total, localizei 225textos que englobam o conjunto das produçõesacadêmicas das três instituições, num períodocompreendido entre 1970 e 2001.

Page 121: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

119José Alberione dos Reis

Como? O levantamento geral dasdissertações e das teses.Amostragem e critérios

O levantamento geral demonstrou uma amplagama de diversidades temáticas, de orientadorese de locais de produção das teses e dissertações.Esta situação levou-me por escolhas subjeti-vas de critérios definidores da amostragem queredundou em 71 textos conforme os quadrosapresentados. Os critérios da amostragem queforam estabelecidos são os seguintes: a)repercussão e importância das teses/dissertações; b) área de pesquisa onde sevinculam; c) importância do orientador na pes-quisa arqueológica; d) formação acadêmica dosautores; e) locais de produção; f) orientadoresque atualmente são professores nos cursos depós-graduação das instituições; g) diversidadedos temas; h) prioridade para as teses. Salientoque estes critérios não foram aplicados unifor-memente em relação ao todo do universo daabrangência do levantamento geral. Foram ajus-tados de acordo com as especificidades e diver-sidades oriundas dos três diferentes locais deprodução das teses e dissertações.

Selecionado e definido o universo empírico,parti para uma segunda etapa da pesquisa. Efetueia leitura de cada um dos 71 textos que visavaduas direções. De uma, a extração de dados quedariam conta dos itens elaborados nas fichas es-pecíficas para o universo empírico1 . De outra, abusca de respostas advindas de diversas questõesdirecionadas a esse: Quais teorias arqueológicasestavam sendo aplicadas? Estavam explicitadasou se apresentavam de forma implícita? De quemodo eram tratados os conceitos básicos em cada

1 Além do item apresentado neste texto–conceitos explícitos/implícitos – tambémtrabalhei sobre financiamento das pesqui-sas arqueológicas, contextualização sócio-política na realidade brasileira, pronomepessoal usado na redação das teses/dissertações, inserção institucional das pes-quisas, entre outros.

SADLAREGOTNEMATNAVELSEÕÇATRESSID/SESET

)EPFU(ocubmanrePedlaredeFedadisrevinU

:seõçatressiD 52 )9991/4891(

:seseT 30 )7991/5991(

:EPFUlatoT 82

)SRCUPluSodednarGoiRodedadisrevinUaicífitnoP

:seõçatressiD 05 )1002/2891(

:seseT 20 )1002/1991(

:CUPlatoT 25

)PSU(oluaPoãSededadisrevinU

:seõçatressiD)a 29 )1002/0791(

:seseT)b 54 )1002/2791(

:saicnêcod-erviL)c 40 )0002/5791(

:latoT 141

:roiretxeonseseT)d 40 )8991/2991(

:latoT 40

:PSU/latoT 54

:sesetsadlatoT 85

:seõçatressidsadlatoT 761

:seõçatressid/sesetsadlareglatoT 522

A partir destes 225 textos e através de várioscritérios, compus a amostragem final da pes-quisa que abrange 71 textos.

OCIRÍPMEOSREVINU

PSU-oluaPoãSededadisrevinU

seõçatressiD 91

seseT 42

latoT 34

SRCUP-SRodacilótaCedadisrevinUaicífitnoP

seõçatressiD 21

seseT 20

latoT 41

EPFU-ocubmanrePedlaredeFedadisrevinU

seõçatressiD 11

seseT 30

latoT 41

seõçatressid/latoT 24

seset/latoT 92

seõçatressid/sesetedlareglatoT 17

Page 122: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

120 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

texto? Quais referenciais teóricos arqueológicos enão arqueológicos estavam sendo utilizados?

Nesta etapa da pesquisa e tentando en-contrar um suporte para responder asquestões acima apresentadas, busquei umapossível sustentação dentro de umametodologia hermenêutica (Palmer 1989)2 ,aplicada como heurística sobre as teses/dissertações, visando a elucidação do lugare da existência da teoria arqueológica nestestextos científicos. Um trabalho deinterpretação que, através da hermenêutica,passando do dito e do escrito ao não dito e aonão escrito, mas pensado.

Utilizei-me do conceito de ‘posição teórica’ao referir-me às quatro principais tendênciasque abrangem as utilizações de teoria arqueo-lógica na Arqueologia brasileira: Histórico-Cultural, Processual, Pós-Processual e EscolaFrancesa. Esta denominação faz parte apenasda discursividade arqueológica brasileira. Nãohá esta dita ‘escola francesa’ na França e nemlá tem qualquer nome semelhante (Prous 1996).Desta maneira, tal situação, diferente das outrasposições teóricas, dificulta a conformação deum corpus teórico que possa ser consensual econgruente com esta peculiar denominação.Mesmo assim, corro este risco. Da mesmamaneira como para a dita ‘escola americana’,a denominação de ‘escola francesa’ está im-plantada mesmo com ressalvas e oudiscordâncias na Arqueologia brasileira.

Sobre o conceito de ‘posição teórica’,assim se refere Gándara (1994:74): “pode-mos definir posição teórica como o conjun-to de pressupostos valorativos, ontológicose epistemo-metodológicos que orientam otrabalho de uma comunidade acadêmica par-ticular e que a permitem produzirinvestigações concretas, algumas das quaisatuam como casos exemplares”.

Diante deste conjunto de leituras, semprecomo uma sombra fantasmática a me insti-gar, a pergunta: de qual lugar teórico vou

trabalhar para a elucidação de minha pro-blemática? Depois de madrugadas e dechimarrões, fiz as seguintes escolhas: umlugar teórico assentado na Arqueologia Pós-Processual com a utilização de algumaspropostas de Shanks e Tilley (1987, 1989a,1989b, 1996), Shanks e Mackenzie (1994) eTilley (1989, 1991, 1993, 1995, 1998).

Em Shanks e Mackenzie (1994), enfatiza-se a Arqueologia como uma prática social dopresente, carregada de subjetividade, umadialética entre um ‘eu arqueológico’ e o outroou o objeto. A Arqueologia é encarada comoum “...modo de produção cultural do passadomaterial” (Shanks e Mackenzie 1994:28). Emdois famosos textos e, quem sabe, já fora dasmodas para muitos arqueólogos, Shanks e Tilley(1996) afirmam importantes considerações so-bre a Arqueologia como um trabalho realizadono presente, autobiográfico. É feito a partir deum sujeito observador e produtor, o arqueólogo,inserido no contexto social, político, cultural eideológico no presente. Os autores enfatizam aArqueologia como uma prática social e umaexperiência no presente. Confrontam a oposiçãoconvencional entre objetividade e subjetividade,propondo que isto seja superado. Pretendemuma investigação sobre as fissuras existentesentre a prática e a teoria arqueológica. Tilley(1989, 1991, 1993, 1995, 1998), nestes váriostextos, expõe diversas idéias que, para afinalidade do aqui escrito, podem ser sintetiza-das nesta sua afirmação: “A Arqueologia é umarelação entre passado e presente, mediada porindivíduos, grupos e instituições. Isto tem,inexoravelmente, alguma relevânciacontemporânea. Inevitavelmente toma umcaráter político e ideológico” (Tilley 1995:106).

2 Utilizar-se da hermenêutica, enquanto teoriageral da interpretação, como uma metodologiadas ciências humanas, visa elucidar como au-tores criaram um conjunto de significados esentidos em seus próprios textos.

Page 123: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

121José Alberione dos Reis

Para não concluir

É possível, portanto, pelo que aqui escrevi,perguntar e investigar sobre o lugar da teoriana Arqueologia brasileira. É inconteste suaexistência. Precisei fazer um desvelamentoque explicitasse o que já existe implícito ouoculto. Fundamentei um esclarecimento so-bre que teorias estão sendo aplicadas e usa-das nas pesquisas arqueológicas. Confirmeique é possível a elucidação sobre a existênciae uso de um corpus teórico na Arqueologiabrasileira, posto que fragmentado, dispersoou oculto nos textos publicados.

Algumas palavras finais em defesa dateoria na pesquisa acadêmica. Digo defesapois, no meu entendimento, a presença explí-cita da teoria é fundamental, especialmente napesquisa realizada pela Arqueologia brasileira.Talvez esta defesa seja hoje considerada umaposição fora de moda, retrógrada oudesnecessária. Afinal, a pesquisa não se movepor si própria? Será mesmo assim? Sobre estaquestão de onde está ou não mais está a teoriana Arqueologia, Criado (2001) aponta que ateorização arqueológica tem sumido das agen-das temáticas ultimamente. Em seu lugarestaria sendo recolocado algo como umareação empiricista. Diz o autor: “Há, alémdisso, uma paralisia dentro da teorização ar-queológica que não oferece novos paradigmascom os quais se possa ler a realidade arqueo-lógica. Uma domesticação da crítica arqueo-lógica que aponta para um amaciamento pelainstitucionalização das ‘críticas’ e pelossubseqüentes jogos de poder e de estratégiasda reprodução acadêmica” (Criado 2001:127).

Por que, então, intitulo estas páginas finaiscom um ‘Para não concluir’? Este trabalhovem abrindo caminho por entre as sendasaonde vem se assentando teoria nasdiscursividades da Arqueologia brasileira.Abrir caminho em veredas desconhecidas éritmo de processo, de vir a ser. Daí queentendo, nesta situação, ser bastante difíciljá concluir, fechando, encerrando. Não con-

cluir como somando tomadas, ensaios,indecisões. Trabalhando por entre construir/desconstruir visando não o definitivo, mas oque é processo. É a velha estória: saímos pelomundo buscando respostas para perguntas.Enquanto caminhamos, de repente, algumasrespostas são encontradas. Porém, ocorretambém que, no andar, já mudaram asperguntas. Não concluindo, transito pelo queacredito ser esta movimentação de fronteirasdos mais variados campos produtores deconhecimento. Um movimento que volta aconvergir arte com ciência. A Arqueologiacomo fértil e instigador campo para tal, comsua provocadora transdisciplinaridade.Afinal, entendo que devemos mesmo serartesãos na produção científica doconhecimento, sem temores do que venha serarte nesta artesania, do que seja expor asubjetividade de quem pesquisa. Nisto tudo,tendo sempre em vista que trabalhamos comteorias e métodos ao produzir o que aindachamamos de ciência, no meu entender, comconsciência.

Vou burilar esta escrita de não conclusões.Estará como aforismos que vão se superpondoneste palimpsesto que produzi sobre efeitosde teoria na Arqueologia brasileira.

* O meu lugar: escolhi trabalhar e falar apartir de um lugar assentado no âmbito daArqueologia Pós-Processual. O que memotivou e instigou foi o apontado por Shanks,em Pearson and Shanks (2001), no que estedenominou de atitude. É uma constantedesmistificação sobre nossas produções ereflexões enquanto arqueólogos, mantendosempre um cristalino senso de humildade. Éo que me refiro ao movimento de construir/desconstruir enquanto arqueólogos artesãos.

* Onde está o presente nesta pesquisa? Emrelação a este tema volto a citar Kuhn(1989:394):”... as escolhas que os cientistasfazem entre teorias rivais dependem não só decritérios partilhados ... mas também de fatoresidiossincráticos, dependentes da biografia e da

Page 124: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

122 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

personalidade individuais”. Escolhas teóricas,na academia, ainda que não assumidas nocorrente, estão subsumidas nestas dependências.Passado - inclusive o de ontem - é o que busca-mos e onde trabalhamos enquanto arqueólogos.De onde partimos? Deste lugar contemporâneo,o presente. É daí que atua o arqueólogo comosujeito responsável por construir interpretaçõessobre o passado através do uso e emprego ex-plícito das teorias na discursividade arqueoló-gica. Salientar pelo presente, assentamento deuma Arqueologia comprometida social epoliticamente com a construção de passados, éuma provocação de encarar o trabalho doarqueólogo como sendo o de um intelectualprodutor de conhecimento. Com isto - sempremantendo atenção constante no perguntar porquê? para que? e para quem? - tal conhecimentovai sendo produzido. Vale lembrar, neste con-texto, que ainda concordo com Gramsci(1991:8) ao situar um possível lugar de atuaçãode um intelectual comprometido:

O modo de ser do novo intelectualnão pode mais consistir naeloqüência, motor exterior emomentâneo dos afetos e das paixões,mas num imiscuir-se ativamente navida prática, como construtor, orga-nizador, “persuasor permanente”, jáque não apenas orador puro - e su-perior, todavia, ao espírito matemá-tico abstrato; da técnica-trabalho,eleva-se à técnica-ciência e àconcepção humanista histórica, sema qual permanece “especialista” enão se chega a “dirigente” (especia-lista mais político).

* Onde está a teoria? Houve resistência?Houve aderência? A elucidação sobre qualou quais lugares ocupou a teoria no universoempírico não apontou para resistência,mascaramento ou indefinição. Os dadospesquisados demonstram uma maiortendência para a não explicitação teórica,confirmando o que pontuei como “conceitos

no vazio” (Reis 2002). Evidenciaram umacuriosa e contínua situação que denomineide “padrão referencial” (Reis 2004: 161):autores que não se distanciam numericamentede um para outro e diminuem entre si, naquase totalidade dos casos, com o valor deuma unidade. Além disso, a impressionantequantidade de autores referenciados apenasuma vez. Respondendo às questões acima.Não acredito que tais situações indiquemresistência. No meu entendimento, o lugarda teoria na Arqueologia brasileira estáassentado em aderências, colagens, simbiosesveladas e ocultadoras no que concerne ao usoe emprego de teorias. Pode ser um velamentoproposital, reforçador de descritivismos e dedados empíricos, em detrimento de umassumir teórico e conceitualmente explícitos.Ainda que tenha se instalado um jogo entreimplícito/explícito em termos de assumir eusar teorias na discursividade da Arqueologiabrasileira, a teoria lá está. Neste sentido,concordo com o que diz Hegmon (2003:233):“Teoria é onipresente; é como damos sentidoao mundo, mesmo que (ou especialmente) elanão é explícita”.

* A hipótese da tese: é possível aelucidação sobre a existência e uso de umcorpus teórico na Arqueologia brasileira, emgrande parte fragmentado, disperso ou ocul-to nos textos publicados. Bem, quanto aopossível, digo que sim, pelos resultadosapresentados. Tal corpus teórico está repre-sentado, de um lado, pelo emprego das quatroposições teóricas arqueológicas - ArqueologiaHistórico-Cultural, Processual, Pós-Processual e Escola Francesa. De outro, pelouso de referenciais teóricos advindos de va-riados campos do conhecimento, principal-mente da Antropologia e da História.

* Finalmente, então, o que foi mesmo queencontrei no universo empírico pesquisado?Algumas perguntas específicas permearamconstantemente minha pesquisa: quais teoriasarqueológicas estavam sendo aplicadas?

Page 125: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

123José Alberione dos Reis

Estavam explicitadas ou se apresentavam deforma implícita? De que modo eram trata-dos os conceitos básicos em cada texto?Quais referenciais teóricos arqueológicos enão arqueológicos estavam sendo utilizados?Enfim, todas estas perguntas podem serreduzidas a uma única e fundamental quetentei responder aqui: existe teoria naArqueologia brasileira?

Sim, existe. A Arqueologia Processual -implícita e explicitamente - é a posição teóri-ca mais destacada e o autor mais citado éBinford. Seguem-se, respectivamente, asposições teóricas da Arqueologia Pós-Processual, da Escola Francesa e da Históri-co-Cultural e com, também respectivamen-te, os autores mais citados: Hodder, Leroi-Gourhan e Meggers. Dentre os arqueólogosbrasileiros, o mais citado é Funari, vincula-do à posição teórica pós-processual. O placarfinal do jogo implícito/explícito, somando osdados das teses/dissertações com os dadosdos Anais da SAB, ficou assim:

Relacionando as quatro posições teóricasarqueológicas - Histórico-Cultural (AHC);Processual (AP); Pós-Processual (APP);Escola Francesa (EF) - com os dados dosconceitos explícitos e implícitos, arqueoló-gicos e não-arqueológicos, obtive o seguintequadro:

seõçatressid/seseT 17

bas/sogitrA 25

latoT 321

soticílpxesocigóloeuqrasotiecnoC 94 %38,93

soticílpmisocigóloeuqrasotiecnoC 47 %61,06

soticílpxesocigóloeuqra-oãnsotiecnoC 84 %20,93

soticílpmisocigóloeuqra-oãnsotiecnoC 57 %79,06

PSU-EPFU-CUPseõçatressid/seseT

:latoT 17

CHA PA PPA FE latoT

socigóloeuqrasotiecnoCsoticílpxe 10 71 60 20 62

socigóloeuqrasotiecnoCsoticílpmi 31 81 60 80 54

-oãnsotiecnoCsoticílpxesocigóloeuqra 30 71 80 30 13

-oãnsotiecnoCsoticílpmisocigóloeuqra 11 81 40 70 04

Neste quadro, continua mantendo destaquea Arqueologia Processual, seja nos conceitosarqueológicos e nos não-arqueológicos, tan-to implícitos quanto explícitos. Com estesresultados finais, fica clareada a escolha peloimplícito na discursividade que pesquisei.Confirmo o velamento, o ocultamento dosreferenciais teóricos arqueológicos e não-ar-queológicos empregados. No meuentendimento, o não explicitar conceitos é afragilidade teórica fundamental da atualdiscursividade na produção acadêmica daArqueologia brasileira. Em função disso,também destaquei a necessidade deaxiomatizar teorias, no sentido de clarear,delimitar e organizar o conjunto de conceitosteóricos que compõem qualquer teoria utili-zada na produção discursiva. Explicitarconceitualmente de quais lugares falamos, aomenos para a Arqueologia - ciência humana,social, cuja precípua teoria vem sendoconstruída na mais saborosa e desafiantetransdisciplinaridade - é um marcanteassumir para com os comprometimentos teó-ricos, sociais e políticos nas construções dospassados. É a tal ‘atitude’ que salienta Shanks(Person e Shanks 2001:08).

Na base de tudo o que escrevi e que meinstigou a esta pesquisa, está uma vontadede insistência. É salientar e fundamentar aimportância da teoria nos fazeres arqueoló-gicos. Bem, esta situação talvez não sejatendência apenas dos arqueólogos brasileiros.Neste sentido, falando sobre a Arqueologia

Page 126: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

124 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

em geral, salientam Shanks e McGuire(1996:76): “a Arqueologia é muitofreqüentemente associada, na literatura po-pular, com uma prática: escavando a terra.Em sua maioria, as ciências são definidasem termos de um programa intelectual, aArqueologia em termos de um tipo detrabalho ... A Arqueologia foi tradicionalmen-te definida em termos de sua prática”.

É possível separar uma prática destituídade reflexão? Existe prática sem pensamento?Teoria é para quem pensa e prática é paraquem faz? Que Arqueologia prática é essa,se dizendo sem teoria? Volto aqui à minhaescolha, do lugar situado no âmbito daArqueologia Pós-Processual. Veio afirmarpela teoria como fundamento de se pensar,se interpretar qualquer prática arqueológica.Trazer teoria, trabalhar com teoria, aplicarteoria nos fazeres arqueológicos são desafios.Escavar cansa. Interpretar dói. “Seres hu-manos pensam ao agir e ação invocapensamento. Alienar a arte do artesanato, arazão da ação, a teoria da prática quebra empedaços aquelas coisas que estão naturalmen-te unidas na ação humana. Faz destacar umpólo da unidade em detrimento do outro.Deste modo, este sistema de oposições podemelhor ser descrito como sendo ideológico”(Shanks e McGuire 1996:77).

Velamento em termos de referenciais teó-ricos não-arqueológicos e de posições teóri-cas arqueológicas, considerando o ideológi-co acima destacado, está mais para efeitosde poder institucionais - poder enquantoprodução de saber (Foucault 1984) - do quepara arqueólogos práticos - temerosos, re-sistentes, inconscientes - em oposição àsteorias nos fazeres arqueológicos. Pesquisare elucidar sobre relações e imbricações entreideologia, efeitos de poder e instituição nãoforam temas desta pesquisa.

Porém, neste velamento, há algo mais aempreender. Seguidamente o lugar da teoria

na arqueologia brasileira é referido como umlugar de cópia. Dito de outro modo, por aquinão só velaríamos, mas copiaríamos, e mal,teorias por outros construídas. Nós,arqueólogos brasileiros, além de nãoproduzirmos, copiaríamos mal o quepensaram os colegas do hemisfério norte. Quelugar de cópia é este? Estaria sugerindo aexistência de uma colonização teórica? Pensoque neste copiar, copiar mal, não produzirteoria, perpassa alguma coisa de equívoco,de não suficientemente estudado para já assimser afirmado.

Vamos continuar velando teoria, nosqueixando e nos constatando como copiado-res ou vamos assumir outros níveis decompromissos com a teoria (Bhabha 2001)?.“Existe uma pressuposição prejudicial eautodestrutiva de que a teoria énecessariamente a linguagem de elite, dos quesão privilegiados social e culturalmente”(Bhabha 2001:43). Neste mesmo caminho,para a Arqueologia brasileira Funari (1995:7)já alertava que “a teoria arqueológica temsido encarada, muitas vezes, como umaespécie de luxo cuja existência seria justifi-cada em países ricos, mas cuja valia, no Bra-sil, estaria por se provar”. Ficar numa visãode se considerar teoria como um luxo ouaceitá-la como lugar privilegiado e elitizado,facilita e até acomoda esta posição dequeixosos copiadores. Desloca para este lu-gar ainda indefinido, uma situação queGnecco (1995:15), ao tratar da Arqueologiana Colômbia, chamou de “tensão teórica napráxis da disciplina”.

Volto a enfatizar. Esta situação de cópiaadvém, até o momento, apenas como doxa.Não foi contemplada com pesquisas e resul-tados que a confirme ou não, que esclareçasobre como e por que copiamos. E assim vemse sucedendo! Pois, fazeres científicos noBrasil, já vem acontecendo de longa data, depráticas e de vínculos institucionais (Lopes

Page 127: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

125José Alberione dos Reis

1997; Figueirôa 1998; Dantes 2001; Ferreira2002).

Há uma dinâmica e uma complexidademaiores, para além de simples cópia, no quediz respeito à relação da produção teóricaentre quem produz e suas possíveis perife-rias (Arboleda 1987). Isto é, enquantoarqueólogos, copiamos simplesmente porqueestamos distantes e periféricos dos centroshegemônicos e produtores da teoria? Há algomais? Em um artigo que apresenta um pano-rama sobre teoria e método nodesenvolvimento da Arqueologia na Améri-ca Latina, Politis (2003) aponta para outrasituação que não de cópia. Para o autor, teoriatem sido um ativo componente em talarqueologia, ainda que sob efeitos de“...subordinação intelectual e falta deconfiança em seu próprio potencial de pes-quisa” (Politis 2003:260).

Afinal, que tipo de cópia é esta então?Transcrição de um texto original, merareprodução, imitação, plágio, falsificação dooriginal, subordinação periférica? Entendoque há superficialidade e lugar comum nestasquestões. No entanto, subjaz nelas o queainda requer aprofundamento e pesquisa noâmbito da discursividade e do compromissocom teoria na Arqueologia brasileira. “Éapenas quando compreendermos que todasas afirmações e sistemas culturais são

construídos nesse espaço contraditório eambivalente da enunciação que começamosa compreender porque as reivindicaçõeshierárquicas de originalidade ou “pureza”inerentes às culturas são insustentáveis,mesmo antes de recorrermos a instâncias his-tóricas empíricas que demonstram seuhibridismo” (Bhabha 2001:67).

Assim, neste final de escrita, trouxe estasconsiderações para marcar uma necessidadede se melhor trabalhar com este “espaçocontraditório e ambivalente da enunciação”(Bhabha 2001) no que diz respeito àscondições de possibilidade da teoria naArqueologia brasileira.

Agradecimentos

A tal autoria corre por minha conta e riscosobre o que aqui escrito foi. Porém, é claroque muito devo agradecer pelas colaboraçõesque sustentaram a pesquisa e a escrita destetexto. Financeiramente contei com o susten-to da Fundação de Amparo a Pesquisa doEstado de São Paulo (FAPESP).Pensadoramente o apoio dos colegasarqueólogos Pedro Paulo Abreu Funari, Lu-cio Meneses Ferreira e Fernanda BordinTocchetto. Além destes, os pertinentescomentários advindos dos três avaliadoresanônimos. A todas estas pessoas e a Fapespsou muito agradecido.

Referências

Althusser, Louis. s.d Sobre o trabalho teórico. Presença, Lisboa.

Arboleda, Luis Carlos1987 Acerca del problema de la difusión científica en la periferia: el caso de la física

newtoniana en la Nueva Granada (1740/1820). Quipu 4:7-32.

Barreto, Cristiana1998 Brazilian archaeology from a Brazilian perspective. Antiquity 277:573-581.

Bhabha, Homi K. 2001 O local da cultura. UFMG, Belo Horizonte.

Page 128: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

126 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

Criado, Felipe2001 Problems, function and conditions of archaeological knowledge. Journal of Social

Archaeology 1:126-146.

Dantes, Maria Amélia (Editora) 2001 Espaços da ciência no Brasil 1800-1930. Fiocruz, Rio de Janeiro.

Ferreira, Lúcio M.2002 Vestígios de civilização: a arqueologia do Brasil imperial (1838/1877). Dissertação

de mestrado, UNICAMP, Campinas.

Figueiroa, Silvia F.1998 Mundialização da ciência e respostas locais: sobre a institucionalização das ciências

naturais no Brasil (de fins do século XVIII à transição ao século XX). Asclépio2:107-123.

Foucault, Michel 1984 Vigiar e punir: o nascimento da clínica. Vozes, Petrópolis.

Funari, Pedro Paulo1989a Brazilian archaeology and world archaeology: some remarks. World Archaeological

Bulletin 3:60-68.

1989b Reflexões sobre a mais recente teoria arqueológica. Revista de Pré-História 7:203-209.

1992 La arqueología en Brasil: política y academia en una encrucijada. Em Arqueologíaen América Latina hoy, editado por Gustavo Politis, pp 57-69. Fondo de Promo-ción de la Cultura, Bogotá.

1995 Mixed features in archeological theory in Brazil. Em Theory in archaeology. Aworld perspective, editado por Peter Ucko, pp 236-250. Routledge, Londres.

1998 A importância da teoria arqueológica internacional para a arqueologia sul-america-na: o caso brasileiro. Primeira Visão 76:13-31.

2003 Teoria e métodos na arqueologia contemporânea: o contexto da arqueologia históri-ca. Primeira Versão 120:13-20.

Gándara, Manuel1994 Consecuencias metodológicas de la adopción de una ontología de la cultura: una

perspectiva desde la arqueología. Em Metodologia y cultura, editado por JoséGonzález e Jaime Galindo, pp 67-118. CONACULTA, México.

Gnecco, Cristóbal1995 Praxis científica em la periferia: notas para una historia social de la arqueología

colombiana. Revista Española de Antropología Americana 25:9-22.

Gramsci, Antonio1991 Os intelectuais e a organização da cultura. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro.

Hegmon, Michelle2003 Setting theoretical egos aside: issues and theory in North American archaeology.

American Antiquity 68:213-243.

Page 129: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

127José Alberione dos Reis

Hissa, Cássio2002 A mobilidade das fronteiras. Inserções da geografia na crise da modernidade.

UFMG, Belo Horizonte.

Kern, Arno A.1991 Abordagens teóricas em arqueologia. Texto apresentado em Mesa Redonda sobre

Teoria Arqueológica. VI Reunião Científica da Sociedade de Arqueologia Brasileira,Rio de Janeiro.

Kuhn, Thomas 1989 A tensão essencial. Editorial 70, Lisboa.

Lima, Tania Andrade de2000 Teoria e Método na arqueologia brasileira: avaliação e perspectivas. Em Anais do

IX Congresso da Sociedade de Arqueologia Brasileira. Sociedade de ArqueologiaBrasileira, Rio de Janeiro. (CDROM)

Lopes, Maria M.1997 O Brasil descobre a pesquisa científica: os museus e as ciências naturais no

século XIX. Hucitec, São Paulo.

Luhmann, Niklas2002 Ciência incompreensível. Problemas de uma linguagem própria à teoria. Novos

Estudos 63:51-59.

Mills, Wright 1975 A imaginação sociológica. Zahar, Rio de Janeiro.

Morin, Edgar 1994 Ciência com consciência. Europa-América, Mira-Sintra

Palmer, Robert 1989 Hermenêutica. Editorial 70, Lisboa.

Pearson, Michael e Michael Shanks 2001 Theatre/Archaeology. Routledge, Londres.

Politis, Gustavo2003 The theoretical landscape and the methodological development of archaeology in

Latin América. American Antiquity 68: 45-272.

Prous, André 1992 Arqueologia brasileira. UNB, Brasília.

1996 Histórico do setor de arqueologia UFMG e o papel das missões Franco-Brasileiras.Em Anais da VIIIª Reunião Científica da SAB, volume 1, pp 131-150. EDIPUCRS,Porto Alegre.

Reis, José Alberione dos2002 Para uma arqueologia dos Buracos de Bugre: do sintetizar, do problematizar,

do propor. EDUCS, Caxias do Sul.

Page 130: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

128 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005

2004 “Não pensa muito que dói”. Uma palimpsesto sobre teoria na arqueologia brasileira.Tese de doutorado, UNICAMP/IFCH/PPG, Campinas.

Santos, Boaventura de Sousa 2002 Um discurso sobre as ciências. Afrontamento, Porto.

Shanks, Michael e Iain Mackenzie1994 Archaeology: theories, themes and experience. A dialogue between Iain Mackenzie

and Michael Shanks. Em Archaeological theory: progress or posture?, editadopor Iain Mackenzie, pp 19-40. Aldershot-Brookfield, Avebury.

Shanks, Michael e Randall McGuire 1996 The craft of Archaeology. American Antiquity 61:75-88.

Shanks, Michael e Christopher Tilley 1987 Re-constructing archaeology. Routledge, Londres.

1989a Archaeology into the 1990s. Norwegian Archaeological Review 22:1-41.

1989b Questions rather than answers: reply to comments on Archaeology into the 1990s.Norwegian Archaeological Review 22:42-54.

1996 Social theory and archaeology. Polity Press, Cambridge.

Souza, Alfredo de1991 História da Arqueologia Brasileira. IAP, Pesquisas no 46, São Leopoldo.

Tillery, Christopher 1989 Excavation as theatre. Antiquity 63:275-280.

1991 Interpreting material culture. Em The meanings of things. Material culture andsymbolic expression, editado por Ian Hodder, pp 185-194. Harper Collins, Lon-dres.

1995 Archaeology as socio-political action in the present. Em Critical traditions incontemporary archaeology. Essays in the philosophy, history and socio-politicsof archaeology, editado por Valerie Pinsky e Alison Wylie, pp 104-116. Universityof New Mexico Press, Albuquerque.

1998 Archaeology: the loss of isolation. Antiquity 72:691-693.

Tilley, Christopher (Editor) 1993 Interpretative archaeology. Berg, Oxford.

Yoffee, Norman1996 Teoria social e evolucionista e seus descontentes. Em Anais da VIII Reunião Cien-

tífica da Sociedade de Arqueologia Brasileira, volume I, pp 47-81. EDIPUCRS,Porto Alegre.

Page 131: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

RESEÑAS/RESENHAS

que a partir de 1980, se vem dedicando aotema, no Nordeste do Brasil. Desde muitosanos são conhecidas as abundantes ediversificadas pinturas e gravuras dassavanas tropicais brasileiras); hoje tambémjá existe um estudo consistente e boadivulgação do material de parte da planícieamazônica.

Observando a distribuição das pinturas nassavanas tropicais podem ser indicados trêsfocos temáticos. O vale do Rio São Francis-co, em que predominam figuras de significa-do não imediatamente percebido (grafismospuros), que são reunidos ora numa TradiçãoSão Francisco, ora numa TradiçãoGeométrica, ora numa Tradição Astronômica,

Imagens da Pré-História, ParqueNacional Serra da Capivara deAnne-Marie Pessis. FUMDHAM/PETROBRÁS, São RaimundoNonato, 2003. Resenhado por PedroIgnácio Schmitz (InstitutoAnchietano de Pesquisas/Universidade do Vale do Rio dosSinos).

Publicações sobre arte rupestre brasileiravem-se multiplicando nas duas últimas dé-cadas, com um tratamento mais consistentedo tema e uma apresentação gráfica maiselaborada. A melhor demonstração destecrescimento é o livro de Anne-Marie Pessis,

Imagens da Pré-História, Parque Nacional Serra da Capivara de Anne-Marie Pessis.Resenhado por Pedro Ignácio Schmitz.

Arqueología colombiana. Ciencia, pasado y exclusión de Carl Langebaek. Reseñado porWilhelm Londoño.

El argentino despertar de las faunas y de las gentes prehistóricas: coleccionistas, estu-diosos, museos y universidad en la creación del patrimonio paleontológico y arqueoló-gico nacional (1875-1913) de Irina Podgorny. Reseñado por Lúcio Menezes Ferreira.

El pasado extraviado: prehistoria y arqueología del Uruguay de Mario Consens. Rese-ñado por José María López Mazz.

The First South Americans de Danièlle Lavalée. Resenhado por Levy Figuti.

Arte Rupestre na Amazônia – Pará de Edithe Pereira. Resenhado por Fabíola AndréaSilva.

Gold and power in ancient Costa Rica, Panamá and Colombia, editado por Jeffrey Quiltery John W. Hoopes. Reseñado por Clemencia Plazas.

Page 132: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

130 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

sem haver ainda concordância entre os estu-diosos quanto à sua definitiva classificação einterpretação. No Planalto de Minas Geraissão numerosas e destacadas as representaçõesde animais, especialmente de veados e peixes,que proporcionaram as bases para oestabelecimento da Tradição Planalto. Áreasmuito áridas do Piauí parecem ser o foco deduas tradições pictóricas em que dominamrepresentações antropomorfas que vêmacompanhadas de alguns tipos de zoomorfos;a mais antiga e mais elaborada dessas tradiçõesé denominada Tradição Nordeste; posterior egraficamente menos elaborada surge aTradição Agreste. Grafismos puros aparecemcom mais ou menos intensidade em todas es-tas tradições, sem necessariamente terem suaorigem no vale do São Francisco.

O livro de Anne-Marie Pessis apresenta,de forma magistral, a Tradição Nordeste,como ela se manifesta no Parque NacionalSerra da Capivara, em São RaimundoNonato, Piauí, fazendo referências menoresà forma como ela aparece em Seridó, no RioGrande do Norte; de passagem fala tambémda tradição Agreste, de uma possível tradiçãoGeométrica local e do aparecimento dealgumas gravuras.

O Parque Nacional Serra da Capivara,cujas pinturas estuda, é certamente o espaçobrasileiro com maior densidade de arte ru-pestre, sendo já conhecidos mais de 700 sítiose cadastradas mais de 60.000 figuras. A pes-quisa começou em 1970, sob a coordenaçãode Niède Guidon e, desde 1980, conta com aparticipação científica e administrativa deAnne Marie Pessis.

Os sítios com pinturas encontram-se nasparedes de uma cuesta arenítico/conglomerática que separa a alta chapada deuma antiga planície, e nas paredes doscanyons que penetram nesses terrenos altos,escoando suas águas. Cada um desses rasose iluminados abrigos costuma reunir cente-nas de pequenas figuras, cheias de

movimento, infinitamente repetidas empequenas variações, dispostas em extensasfaixas, sobre paredes lisas ou irregulares, queera possível alcançar com a mão, a partir dochão ou de alguma saliência natural. Nosestratos do interior dos abrigos costumamrecuperar-se poucos materiais trabalhados,sugerindo que se trata de ocupaçõesestacionais de caçadores, cujosassentamentos mais permanentes estariam nachapada por cima da cuesta, ou na planíciefronteira a ela. Quando a aridez se acentuavanos longos períodos do ano sem chuva, elesse refugiariam nos espaços abrigados dacuesta e dos canyons, onde a umidade semantém por mais tempo, as plantascontinuam verdes e os animais se concentram.A obsessiva criação de sempre novas figu-ras junto às já existentes pode ser considera-do o registro, como que o “diário”, dessasincontáveis e sucessivas passagens pelo lu-gar, por uma população que não tem direitode se fixar.

O trabalho nesses sítios não se restringeao estudo das pictografias. Perto de 300 sítiosjá foram escavados, os perfis e pisos expostosforam protegidos, os frágeis suportes daspinturas consolidados, passarelas metálicasforam construídas para que o visitante possachegar perto das pinturas sem perigo paraele e sem dano para as obras indígenas. Tra-ta-se de um imenso esforço de estudo,preservação e divulgação por todos os meios.

O livro de Anne-Marie Pessis foi precedidopela bonita obra de Niède Guidon, “Peinturespréhistoriques du Brésil, l’art rupestre du Piaui”,em que as pictografias são apresentadas comsua classificação. O livro da sucessora já temcondições de aprofundar a reflexão e aumentarexponencialmente o material ilustrativo comuma apresentação gráfica superior. Ler o livroé visitar o Parque pela mão da autora, vendo oambiente, os trabalhos feitos e especialmenteas belíssimas pinturas. O texto está escrito emPortuguês (p. 9-161), Francês (p. 163-267) e

Page 133: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

131Reseñas/Resenhas

Inglês (p. 269-304), e as 247 fotos coloridas,de alta resolução, proporcionam, a quem assimo quiser, um texto paralelo, embora a intençãotenha sido a de complementar o escrito.

A beleza visual das reproduções fotográ-ficas e a linguagem agradável do texto nãosão as únicas qualidades da obra, como des-taca Niède Guidon, na apresentação: “O textoda obra é denso, sem concessões a fantasiasou suposições interpretativas, tão comuns nadescrição de registros rupestres da pré-história. Em cada frase nota-se produto decuidadosa reflexão e, ao longo do livro, comuma abordagem integradora, apresenta-se acapacidade humana de se atingir a memóriagráfica, unicamente lograda pelo Homosapiens.(...) Os critérios de análise expostosnesta obra, permitem o estabelecimento deperfis gráficos fatíveis de caracterizar uni-dades culturais, além de levantar hipótesesque poderão ser confirmadas, através da cul-tura material resultante das escavações ar-queológicas” (p. 12).

O livro se compõe das seguintes partes.A Introdução fala do desencontro entre a cul-tura do colonizador europeu e a culturamilenar dos habitantes da América, sendo arecuperação da verdadeira imagem dos gru-pos étnicos que habitaram o Nordeste do Bra-sil o desafio colocado ao pesquisador queassim paga a dívida com relação à históriaindígena e pode sensibilizar a consciêncianacional sobre os povos indígenas para seinterromper o genocídio físico e cultural.Depois é apresentado o Parque, com seus130.000 hectares, no coração do chamadoPolígono das Secas, a região semi-árida doNordeste brasileiro: clima, vegetação, fau-na, ocupação humana através do tempo atéos dias atuais e o significado que o Parquetem como ambiente, cultura e promoção so-cial da população local. Sob o título “O inícioda prática gráfica”, a autora mostra o que arepresentação gráfica significa na evoluçãoda espécie humana.

A parte seguinte do livro apresenta asucessão das tradições rupestres do Parque:a Tradição Nordeste, que se desenvolveu de12.000 a 6.000 anos. É uma tradição narra-tiva que, por meio de pequenas figuras dehomens, animais, plantas e objetos represen-ta cenas da vida cotidiana, como caça, sexo,família, violência, além de crenças religio-sas e manifestações rituais. Aprimoramentotécnico, maestria pictural, domínio de recur-sos gráficos são alguns dos elementos desta-cados pela autora.

“As pinturas dos sítios arqueológicos daregião do Parque Nacional Serra da Capivarasão muito diversificadas tanto na temática ena técnica de realização quanto na maneiracomo as figuras estão dispostas sobre aparede. Em cada sítio, as pinturas aparecemcomo uma grande colagem, resultado dasobras realizadas em épocas diferentes porgrupos étnicos diversos...” (p. 80-81).“Existem figuras com traços de identificaçãosuficientes para permitir reconhecimentoimediato dos elementos do mundo sensível,enquanto outras evocam formas incomple-tas ou formas não reconhecíveis. Nesse con-junto de imagens dispostas ao acaso, estãomisturados ritos, evocados mitos, plasmadosgrafismos emblemáticos e um universo sim-bólico de crenças e acontecimentos sociaisconfundidos no tempo.” (p. 81). “Junto àspinturas da Tradição Nordeste existem, nosmesmos sítios ... figuras pintadas de um tipototalmente diferente, que formam parte deoutra tradição designada como TradiçãoAgreste. Desta tradição fazem parte pintu-ras de dimensões geralmente maiores erepresentam figuras reconhecíveis e isoladas.Dominam as figuras humanas, sendo rarosos animais. Não tem sido encontradasrepresentações de objetos nem de figurasfitomorfas. As pinturas raramenterepresentam cenas narrativas; excepcional-mente retratam caçadas. No plano técnico,as pinturas são negligenciadas, optando-sepela procura de efeitos óticos através de gran-

Page 134: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

132 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

des superfícies pintadas e preenchidas semutilizar procedimentos cuidados deacabamento. O tratamento das figuras é li-mitado e de má elaboração, não permitindo,na maioria das vezes, nem mesmo aidentificação das espécies animais represen-tadas.” (p. 86-87) Esta tradição teria existi-do entre 9.000 e 2.000 atrás.

A seguir é descrito, com detalhes, o Esti-lo Serra da Capivara, o mais antigo daTradição Nordeste, e o Estilo Serra Branca,que lhe é posterior.

O Epílogo junta as reflexões econsiderações da autora. Entre muitas outraspode-se destacar a evolução da Tradição Nor-deste. “No começo observa-se a valorizaçãodo grupo em face do indivíduo, tendência quese inverte paulatinamente com a evolução doestilo para formas de maior individualização.É também constatável a passagem de um re-gistro gráfico de natureza lúdica a um regis-tro com a finalidade de comunicação social. Aevolução gráfica não modifica em nada ocaráter essencialista dos registros da Tradição,o que se transforma é a seleção do que se con-sidera essencial na encenação. Pode-se obser-var a evolução da temática tratada: no começo,pouco perceptível, considera temas vitais elúdicos; depois torna-se mais diversificada eexplora novos temas, como a violência, oscastigos e as execuções. Podem-se observar,também, dois sistemas de apresentação,estruturados sobre dois tipos de organizaçãosocial, o das comunidades Serra da Capivara,com certa dominância permissiva, refletida natemática e na dinâmica da encenação gráfica,e o dos grupos portadores do estilo SerraBranca, com tendência restritiva, simbólica emais hermética. Entre esses dois polos, os re-gistros oferecem um leque de modalidades grá-ficas de transição que formam o complexoSerra Talhada.” (p. 155-156) Paraacompanhar todo o pensamento da autora éindispensável ler o texto e fixar-se nasilustrações.

O livro é indispensável para quem desejaconhecer arte rupestre do Brasil e para quemquer avançar na compreensão da arte rupes-tre como realização humana.

Arqueología colombiana. Ciencia,pasado y exclusión de CarlLangebaek. Colciencias, Bogotá,2004. Reseñado por WilhelmLondoño (Departamento deAntropología, Universidad delCauca).

Abordar un escrito de la pluma de CarlLangebaek garantiza aprender unas cuantascosas, ya sea sobre el registro arqueológicode una región, sobre los mecanismos respon-sables de su aparición o sobre el contextosocial y cultural que permitieron las investi-gaciones disciplinarias. En este texto el lec-tor encontrará un exhaustivo recuento denombres y teorías que, en el entender de suautor, pueden definirse como los elementosfundantes de la arqueología colombiana.

Para lograr el repaso Langebaek iniciasu descripción de intereses sobre objetos ar-queológicos tomando como punto de refe-rencia “expertos” que en determinados mo-mentos tuvieron que decir algo sobre la ma-terialidad del pasado. La laxitud del términoexperto, obligatoria en este recorrido monu-mental, permite agrupar historias fascinan-tes como el reporte de Francisco Romero de1693 sobre la destrucción a regañadientes deun santuario arhuaco ordenada por la igle-sia, los comentarios a los envíos deantiguedades por parte de José CelestinoMutis a España, las exposiciones del virreyMessía de la Cerda a finales del XVIII enBogotá, por solo mencionar tres experien-cias. De fechas tan tempranas como 1693,la obra nos lleva hacia los debates contem-poráneos de la disciplina donde se intentandesarrollos sustantivos, políticos yepistemológicos. En este transecto temporal,

Page 135: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

133Reseñas/Resenhas

Langebaek logra un inventario detallado delos autores nacionales y extranjeros más so-bresalientes que tuvieron que ver con la ar-queología, catalogando incluso una exotéricareflexión de Soledad Acosta a finales del si-glo XIX sobre el pasado prehispánico queestá en espera de que un enfoque feministaen arqueología reivindique sus aportes.

La obra constituye un logro en la organi-zación de autores y problemas arqueológi-cos diacrónicamente expuestos, todo esto enuna glosa envidiable; sin embargo, la obra alreferirse al interés por la arqueología (o losobjetos o el debate o todo a la vez) en diver-sos periodos de la historia colombiana igno-ra explícitamente el desinterés por la mate-rialidad del pasado, por ejemplo, lasatanización de los objetos prehispánicos porparte de la iglesia en la colonia o el de mu-chos campesinos que solo buscan oro o delos propios funcionarios estatales en la ac-tualidad que en la consecución de licenciaspara construcción la última de sus exigen-cias es la visita de un arqueólogo.

La investigación de Langebaek marchacon la línea del tiempo, enseña la continui-dad, el perfeccionamiento, el paso de las re-presentaciones de la iglesia marcadas en lametáfora de la idolatría, a las preguntas máselementales lanzadas por funcionarios colo-niales a finales del XVIII que interrogabanpor el valor sociológico de los objetosprehispánicos. En este derrotero aparecen lasobras de José Domingo Duquesne, Juan deSanta Gertudris y Antonio de Ulloa.

Una referencia importante de la investi-gación enseña que en el debate de los gigan-tes representaba una continuidad trascenden-tal con el pensamiento clásico. A inicios delXIX un autor resaltado por Lengebaek, Ma-nuel del Socorro Rodriguez, debate en unapublicación de la época la necesidad de acla-rar que los descrubrimientos de huesos degrandes dimensiones correspondían a anima-les cuyas “dimensiones eran mayores”, no

gigantes, solo animales que ya no existían.Del paso del misticismo de los gigantes a lacuriosidad empirista la obra reseña el pro-blema de la raza en los debates sobre las ca-racterísticas de las poblaciones subordina-das. Aparece con todo su rigor la tesis deBuffon según la cual el atraso de la pobla-ciones americanas se debía al medio. Estedebate es enriquecido por la presentación delas obras de Mutis y Humboldt, el primeroalimentando una serie de investigacionesantropológicas, el segundo opinando sobremodelos de complejidad social quedesvirtuaban las conjeturas eurocéntricas.

Ante la dureza de Buffon las replicas deJuan de Velazco en Quito y Francisco JavierClavijero en México presentan a Américacomo un escenario para la civilización, conuna larga tradición histórica interrumpida porEspaña, una metrópoli que se mira desde elocaso del mundo colonial con desdén. Unbello ejemplo es el poema de José MaríaSalazar para el virrey Antonio Amar yBorbón, en el cual se exalta el clima capita-lino. Pero para mostrar que no todo es con-senso Langebaek incluye la idea de Caldasde destruir la selva y organizar el espaciopara erradicar las fiebres y calenturas pro-pias del trópico. Estos debates permiten in-ferir el grado en que la selva y sus habitantesse consideraban un obstáculo para la civili-zación.

La parte histórica del texto relata las os-cilaciones entre la exaltación de lamonumentalidad prehispánica para desacre-ditar los planteamientos eurocéntricos y lareflexión más local para normalizar la dife-rencia. En este proceso la lista es infinita:Manuel del Socorro Rodríguez y el proble-ma de la antiguedad de América como exal-tación de una nacionalidad en crecimiento;la comparación de los Muisca como los Az-tecas o Incas Colombianos; las primeras ex-pediciones sugeridas por el General Francisode Paula Santander, el gran modernista del

Page 136: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

134 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

XIX colombiano, que hicieron posible la vi-sita de Boussingault con el “aval” de Cuvier;las impresiones de expertos como el peruanoMariano Rivero sobe San Agustín, todo estoseñalando que los productores de esamonumentalidad había perecido antes de lallegada de los españoles. Catastrofismo y ciu-dadanía, aunque Langebaek no lo señala,están unidos en le texto para sugerir que enla consolidación de la república era necesa-rio generar una ruptura con el pasado a tra-vés de su apropiación científica para la cons-trucción de la individualidad.

De una racionalidad moderna que privi-legia al individuo es donde proviene la obrade Joaquin Acosta de inicios del XIX, el apo-yo a ciertas investigaciones por parte delGeneral Tomás Cipriano de Mosquera, lareseña de sitios arqueológicos por parte de laComisión Corográfica y su dictum: enume-rar “todas las cosas dignas de mencionarse”,entre ellas los “monumentos antiguos”.

A mediados del siglo XIX, teniendo a losindígenas sincrónicos bajo un régimen civiliza-dor, y los diacrónicos en una exlatación querayaba en la obsesión, aparece la obra deEzequiel Uricochea, Vicente Restrepo, LiborioZerda, el primero con la introducción de da-guerrotipo para el registro de antigüedades, elsegundo polemizando contra los argumentoseurocentricos, y el tercero con la propuesta detres edades como lo hiciera Thomsen en Dina-marca. Además de los intentos de sitematizacióntemporal, aparecen las organizaciones espacia-les, “el caso de Uribe Angel”, el maridaje entreguaqueros y expertos, la emergencia de socie-dades cadas vez más especializadas y la comi-sión de expertos como Jorge Isaacs para aten-der problemas antropológicos, el uso de con-ceptos como evolución y/o difusión, el apego ala raza como instrumento de explicación de lacomprejidad social.

En 1937, el mismo debate, ClímacoHernández y la existencia de naciones indí-genas civilizadas, Arciniegas y sus invitacio-

nes a estudiar el pasado, el indigenismoMéxicano, Triana y Cuervo y sus alegoríasde corte indigenista, la reconstrucciónantropológica de Trimborn y Eckert basadaen crónicas, la llegada de las misiones fran-cesas, alemanas e inglesas y la necesidad deregular la circulación de precolombinos alextranjero.

La institucionalización de la disciplinaviene a ser una síntesis de la exaltación delpasado en un nacionalismo incipiente, juntocon la preocupaciones disciplinarias propiasde una mirada científica, además de una es-trategia de darle coherencia a una legislación,la obra no lo menciona, que se preocupa delregistro arqueológico.

En los años cuarenta del XX aparece enescena Paul Rivet, el difusionismo, la arqueo-logía normativa, la descripción de SanAgustín a cargo de Pérez de Barrada yGregorio Hernández de Alba, las evaluacio-nes disciplinarias de Schottelius, el miedo ainterpretar condenado luego por elporcesualismo y sus determinismo, hasta lle-gar a el posprocesualismo y el relativismo.

Como se puede apreciar, el contenido dela obra es lineal y la riqueza de las anécdotasy comentarios de los autores reseñados ador-nan este derrotero. En ella, el punto de parti-da es más profundo que el de llegada, la fili-grana esgrimida para tratar el interés en elsiglo XVIII y XIX por la arqueología, con-trasta con las parcas reflexiones al respectode relativismo, o de la arqueologíaposprocesual y sus diálogos comunitarios,excluídos de la agenda que propone el libro .

Si miramos el libro desde la ruptura, en-contramos que el mismo transcurre narran-do el perfeccionamiento del raciocinio ar-queológico, desde que los objetos de estudiofueron exonerados de su destrucción bajo lamirada eclesial hasta su conceptualizacióncomo elementos de contraste de la investiga-ción científica. El libro narra paralelamente

Page 137: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

135Reseñas/Resenhas

la historia de la creación discursiva del re-gistro arqueológico como evidencia de la su-cesión de etapas que abrían y cerraban épo-cas tal como el ocaso de la monarquía impe-rial a manos de una burguesía incipiente. Eltexto al interior de sus líneas asocia la disci-plina a varios frentes, como contra-argumen-to a las tesis eurocentricas, como exaltaciónde la nacionalidad, como objeto de ciencia,en todos estos niveles de lo que se trata es dela construcción de la individualidad moder-na bajo el técnicismo de la ciudadanía.Aunuque el texto no lo mencione, cada vezmás existe un consenso en el sentido de quela arqueología es indispensable en los proce-sos de de modernización. De ahí la unión in-disoluble entre el nacionalismo de los mu-seos y la investigación disciplinaria.

En virtud de ese señalamiento el texto com-prende la historia de un dispositivo de encau-samiento de la memoria, fenómeno propio delas sociedades disciplinadas. No se trataría,entonces, exclusivamente de la narración delpaso del misticismo colonial al empirismo re-publicano sino de la formación de una miradadisciplinada sobre el pasado que supone laconcreción de un individuo cuyos referenteshistóricos comienzan donde empieza la nación.De la manera más explícita la historia de ladisciplina sería la historia de la normalizaciónde la infinidad de posibilidades de percibir elpasado a través de la unificación del sistemade coordenadas responsables de su aprecia-ción. La historia de esta técnica seria la histo-ria de los museos, instrumentos de mediciónde la episteme moderna, que suponen una cons-trucción a un doble nivel, la suya y la de supúblico. Aunque este tipo de preguntas puedegenerar cierto ruido molesto en una prosa decontinuidades no puedo dejar por fuera de estareseña la ausencia en la obra de reflexionesque unan a los arqueólogos con las comuni-dades nativas en un suerte de diálogo que seha venido explorando desde la década de 1980en el país. Ponderando la obra en su conteni-do sorprende el inventario de autores y su glo-

sa; en tanto volumen seriado de la historia dela disciplina se entienden sus linealidades. Porello este texto resulta ideal para iniciar discu-siones históricas, políticas y hasta sustantivasen un diálogo constante con la historia, la filo-sofía y la antropología. Este libro es una pu-blicación de rigor para arqueólogos y demássujetos interesados en Colombia.

El argentino despertar de lasfaunas y de las gentesprehistóricas: coleccionistas,estudiosos, museos y universidaden la creación del patrimoniopaleontológico y arqueológiconacional (1875-1913) de IrinaPodgorny. Universidad de BuenosAires/Libros del Rojas, Buenos Aires,2001. Reseñado por Lúcio MenezesFerreira (Unicamp-Fapesp).

Recientemente Martín Rudwick, historiadorde Paleontología, parafraseando a BrunoLatour y Steve Woolgar, consideró que, com-paradas a la vida social de los laboratorios,las ciencias de campo y los museos son parala Historiografía especializada tierra semi-in-cógnita. La obra de Irina Pogdorny, en los úl-timos años, viene desbravando el terreno, pun-teando los caminos por el que recorrieron enArgentina la Historia Natural y la Arqueolo-gía. Escritora prolífica Podgorny se dedica auna variedad de temas (como la relación entrearqueología y educación y la recepción de laNueva Arqueología en Argentina), publican-do en más de una lengua y en varias revistas.Sus temas están relacionados, en la mayoríade las veces, con la comprensión de la forma-ción histórica de la argentinidad.

Esta obra contiene, por lo menos, dosvertientes teóricas: (a) los estudios históri-cos, iniciados desde mediados de 1970, so-bre la función de la arqueología y de la cul-tura material, en general, para la formula-ción de identidades sociales y culturales. Por

Page 138: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

136 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

otra parte, Podgorny no se distingue por elprograma clásico en Historia de las Ciencias,por un análisis internalista que trasciende eltiempo, que presciende de la Historia paraautenticar la verdad epistemológica de lasproposiciones científicas. Su trabajo consti-tuye uno de los aportes de la Historia socialy cultural de las ciencias definidos en los años1980 tanto en el centro como en la periferia,tanto en el Europa, como en Norteamérica yLatinoamérica. Podgorny estudia cómo losenunciados científicos forman habitus socia-les y cognitivos, configuraciones en perma-nente transformación, negociación y conflic-to. Examina las prácticas científicas concre-tas empleadas por instituciones de investiga-ción, los proyectos políticos que las susten-tan, la acción social, alianzas e intrigas delos científicos. Su punto de partida, pues, noes el de la verificabilidad epistemológica, noes el de la narrativa ufanista de las cienciasdesvelando la naturaleza y las sociedades,sino el de interpretar cómo las ciencias, enarticulación con los grupos sociales y con-textos históricos, inventan un cierto orden.

En El argentino despertar de lasfaunas y de las gentes prehistóricas Podgornyexplora dos aspectos de las colecciones defósiles y artefactos indígenas: por un lado, lasrelaciones entre científicos y coleccionistas;por el otro, los enlaces políticos entre científi-cos e instituciones, sobre todo los museos yuniversidades. El énfasis incide sobre las co-lecciones de Florentino Ameghino (1853-1911)debido al lugar central que ocupó en las insti-tuciones científicas argentinas entre 1880 y1911. En la descripción de estos objetosPodgorny muestra cómo las colecciones deAmeghino surcan un trayecto paradigmáticoy evidencian las múltiples redes de intercam-bio tejidas en torno de bienes simbólicos(semióforos, diría Pomian) que adquirierongran valor monetario en el mercado interna-cional: los fósiles pampeanos y las antigüeda-des arqueológicas del noroeste argentino.Ameghino, volviendo de su viaje a París, don-

de había exhibido las reliquias argentinas enlos salones de la Exposición Universal, trajoen su equipaje no solamente su libro La anti-güedad del hombre en el Plata (1881) si notambién los francos provenientes de la ventade parte de sus colecciones.

La focalización en este aspecto duplode las colecciones lleva a Podgorny a descri-bir con lujo de detalles la transición, en sue-lo argentino, de la actitud de coleccionar comoobsesión individual –cultivo específico delmundo burgués, en las palabras de W. Ben-jamín– a una obsesión estatal. Estribada enlos estudios históricos sobre la formación delos museos mundiales, Podgorny analiza, enel caso argentino, cómo las coleciones de laelite y de políticos fueron transformadas enpreocupación de Estado y cómo fueronoficializadas en los museos para inculcarnuevos hábitos civiles dictados por el nacio-nalismo. La institucionalización de las Cien-cias Naturales y de la Arqueología, en estesentido, acompañó la institucionalización delas colecciones, convirtiendo a los coleccio-nistas y viajantes naturalistas, que vendíansus objetos a quien más les ofreciera, en cien-tíficos, Directores de Museos, profesores uni-versitarios.

Entre la miríada de instituciones ana-lizadas, Podgorny destaca el Museo de LaPlata, dirigido por Francisco P. Moreno(1852-1919); el Museo Nacional de Histo-ria Natural de Buenos Aires, regido entre1902 e 1911 por Ameghino; el MuseoEtnográfico, fundado en 1904 en las depen-dencias de la Facultad de Filosofía y Letrasde la Universidad de Buenos Aires y volca-do, sobre todo, a las exploraciones arqueo-lógicas del noroeste argentino. Podgorny nosmuestra cómo esos museos, en compás conotras asociaciones científicas y universida-des argentinas, fueron creados para explorary explotar el territorio y circunscribirlogeopolíticamente. Como armas de un Esta-do que asumió el papel de “curador de colec-

Page 139: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

137Reseñas/Resenhas

ciones”, los museos internalizaron reglas so-ciales y la idea de Nación, inventariaron ycatalogaron los objetos de la conquista cien-tífica del territorio, los despojos de la domi-nación y del etnocidio de los indígenas. Fran-cisco Moreno bien ejemplifica esa posturabélico-científica: donando sus colecciones alMuseo de La Plata, éste había mencionado,en carta al Ministro de Gobierno, la utilidadpráctica de los estudios de Antropología yArqueología: anclar la identidad argentina enla Prehistoria, someter y “pacificar” a losgrupos indígenas.

En el interior de los museos argenti-nos, Podgorny rastrea, basándose en docu-mentación oficial, periódicos, publicacionesde los museos y correspondencias privadas,las relaciones entre Ciencia/científicos/Esta-do y la presentación pública de la Ciencia.Nos demuestra, en el conjunto de estas rela-ciones, que la donación de colecciones parael Estado, como lo hizo Moreno, no siempreimplicaba el renunciar a ellas. En el mismoacto público en que se desprendió de sus co-lecciones, Francisco Moreno, como Direc-tor del Museo de La Plata, se unió a las mis-mas definitivamente, amparado por decretode gobierno. Por otro lado Ameghino, cuan-do trabajaba como Vicedirector del Museode La Plata entre 1886 y 1887, vendió paraesta institución sus coleccionespaleontológicas y arqueológicas. En razónde su contienda con Moreno, que se extendiódurante veinte años, acabó siendo alienadode sus colecciones. Fue exonerado del Mu-seo de La Plata y Moreno le prohibió inves-tigar los materiales que había conseguido consu hermano Carlos Ameghino en expedicio-nes patrocinadas por el Estado.

La ley 9080 de 1913, no obstante,nacionalizó definitivamente los fósiles y an-tigüedades indígenas, integrando el pasadodel territorio a la Historia de Argentina. Des-pués de la muerte de Ameghino en 1911, suspreciosas colecciones, heredadas por sus fa-

miliares, fueron tomadas por el Estado. Deeste modo, argumenta Podgorny, en este con-texto conducido por los dictámenes de laRestauración Nacionalista, el patrimonioarqueológico y paleontológico, bajo el do-minio de coleccionadores particulares y delvoluntarismo de Directores de museos, fuenormalizado por una ley que congregó lascolecciones y los científicos, sometiéndolosal brazo instrumental de las instituciones deinvestigación y del Ministerio de InstrucciónPública. El espíritu mercantil que animabalas colecciones fue substituido por untriunfalista espíritu nacional. La Historia, laArqueología y la Paleontología se conjuga-ron para declinar los verbos de inspiraciónpatriótica, de la tradición, delpertenecimiento, de la colectividad. La divul-gación científica y la extensión universitariaaparecen, nos recuerda Podgorny, como ob-jetivos patentes de las Universidades de LaPlata y de Buenos Aires. La palabra de loscientíficos, a través de conferencias públi-cas, publicaciones especializadas y manua-les didácticos, guiaban, junto con los acer-vos de los Museos, el proceso educativo ar-gentino.

Podgorny, en suma, despierta la me-moria nacional argentina para lo que está anteella, en pleno paisaje de sus monumentos cien-tíficos, aún vivos, erigidos como espacios pú-blicos, los Museos y las Universidades Na-cionales de La Plata y de Buenos Aires. Su-mándose a otros trabajos en Historia de la Ar-queología Argentina, como los de GustavoPolitis y Alejandro Haber, el libro de IrinaPodgorny despierta para los debates del pre-sente aquello que, sólo en la apariencia, repo-saba, adormecía en la memoria de las institu-ciones nacionales. La conquista científica delterritorio nacional, la constitución de la Na-ción por las Ciencias, puede todavía ser vis-lumbrada por entre las paredes de lugarespúblicos, en la materialización palpable defósiles y artefactos pacientemente colecciona-dos y estudiados por próceres científicos. El

Page 140: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

138 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

libro, en este sentido, ofrece elementos com-parativos para escribir otras Historias de lasCiencias y de los Museos: la nacionalizacióndel patrimonio que se dio en Argentina ocu-rrió –y todavía ocurre– en todo el mundo; enLatinoamérica y en Brasil, en especial, se venprocesos similares, la Historia, la Arqueolo-gía y las Ciencias Naturales promoviendo ac-tivamente, en los contextos poscoloniales, laconstrucción de los Estados Nacionales. Loque está en juego en la comprensión de lossignificados políticos de esos procesos, loscuales Podgorny nos ayuda a interpretar, es lacuestión, intensamente perturbada y pertur-badora, de nuestra relación con los embatesdel presente latinoamericano, marcado inter-namente por extrema desigualdad social y, ex-ternamente, por una nueva versión de Impe-rialismo y Guerra Fría. Comprender la Histo-ria, como ya había anunciado Marc Bloch,no es comprender el pasado sino el presente –un presente, en nuestro caso, heredero de re-gímenes dictatoriales, recién ingresado en “de-mocracias plutocráticas” y fraccionado por lasalternativas del universalismo y delmulticulturalismo.

El pasado extraviado: prehistoria yarqueología del Uruguay de MarioConsens. Editorial Linardi y Risso,Montevideo, 2003. Reseñado porJosé María López Mazz(Departamento de Arqueología,Universidad de la República,Montevideo).

Mario Consens propone y desarrolla en estelibro una crítica sistemática de los conceptossobre los cuales se ha construido un pasadoprehistórico en Uruguay. Para alcanzar suobjetivo aborda los prejuicios de una socie-dad americana “sin indios” desde una pers-pectiva antropológica, en un obra que organi-za en “tres libros”. En el primero, “El libro dela Prehistoria”, define conceptos fundamen-tales: el poblamiento, la organización social

prehistórica, los prejuicios explicativos, “lasfantasmagóricas etnias”, “la agonía” y “losestertores” del período indígena y la creaciónde la Banda Oriental. El “Libro de la Arqueo-logía” propone un modelo ambiental yclimático, presenta conceptos arqueológicos,muestra el uso de la teoría de los sistemas, elestudio de los sitios arqueológicos y presentaen sociedad su modelo de la Prehistoria uru-guaya. La tercera parte profundiza en la iden-tidad uruguaya, en la etnohistoria, en la temá-tica patrimonial, crítica a sus colegas, y plan-tea un “transitorio final”.

El libro de Consens abarca una variedadgrande de circunstancias, problemas y dife-rentes temas de debate que, por sí mismos,tal vez merecerían un tratamiento diferente.El trabajo presenta una base de datos impor-tante y una mirada crítica sobre varios te-mas que hacen a la actualidad arqueológicalatinoamericana. La heterogeneidad de tópi-cos tratados, en discursos de diferente nivelde especialización, nos plantean la interro-gante al respecto del público al que va dirigi-da la obra. No queda claro si la importanteinformación reunida y los análisis teórico-metodológicos rinden más como un manualpara estudiantes universitarios o se trata pro-piamente de un “libro de autor”.

Es muy loable el esfuerzo de hacer llegara diferentes públicos los rudimentos arqueo-lógicos básicos y las contribuciones teóricasmás relevantes, que han hecho de la Arqueo-logía una ciencia. No lo es tanto su tono dedenuncia y acusación, que seguramente desdelejos confunde al lector extrauruguayo. Laprédica político arqueológica de Consens essorprendente, desconcertante e incomprensi-ble, ya que como allí se afirma pero si “so-mos pocos y nos conocemos bien”.

Señalando el mérito que representa esegran esfuerzo documental, conceptual y téc-nico este proyecto de corte enciclopedista conénfasis en la opinión (y el estilo) personaltiene, sin embargo, algunos puntos opinables.

Page 141: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

139Reseñas/Resenhas

En primer lugar no posee un eje conceptualrector claro que oriente lógicamente la re-flexión a través de los diferentes temas queanaliza. Los nombres originales dados a loscapítulos y apartados del libro pueden com-prometer la comprensión de la obra por elefecto retórico y de las metáforas (e.g., “lasfantasmagóricas etnias”, ”transitorio final”).El lector transita por una alternancia sucesi-va de temas (distintos y distantes) que, a tra-vés de la redundancia de algunos, revelan laspreocupaciones profundas del autor. En cadalibro se sucede la crítica a las implicanciasteóricas relativas a la interpretaciónhistoriográfica del pasado, el análisis de con-ceptos elementales de arqueología y prehis-toria, temas especializados de teoríaantropológicas e interpretaciones históricasy culturales. La manera de citar al final deltexto no parece la más adecuada pues com-plica la consulta rápida de la base documen-tal y, por lo tanto, el seguimiento del hiloargumental. Algunas fotos son confusas y ellenguaje por momentos se vuelve complica-do e inexacto.

En el apartado “Arqueología: los escena-rios” Consens presenta un modelopaleoambiental con mucha base de datos einterpretaciones que seguramente llamará laatención de los especialistas que trabajan elPleistoceno final y el Holoceno temprano.Algo similar ocurre con la presentación deun modelo para la prehistoria de Uruguay(p. 241), propuesta que siempre genera ex-pectativa. Lamentablemente el modelo no estámuy documentado con la actividad arqueo-lógica uruguaya reciente que viene produ-ciendo información fresca año tras año enlas tierras bajas, en la costa Atlántica o en elvalle del río Uruguay.

La última parte del libro (“Hacia una nue-va prehistoria”) vuelve a retomar el problemade la relación entre identidad y construccióndel pasado con apoyo de información especí-fica; realiza luego un análisis documental de

la conquista y se adentra en una crítica pro-funda contra la totalidad del sistemainstitucional arqueológico realizandoimpugnaciones desde un posicionamiento(aparentemente superior) que, para desgraciadel lector, Consens no aclara explícitamente.Entre las páginas 319 y 323 la catarsis alcan-za un punto alto y su discurso adquiere ribe-tes de mesianismo. En ese “infierno chico” queson las arqueologías nacionales sudamerica-nas aún hay incomodidad generacional con elorden académico e institucional surgido de larestauración democrática.

Para finalizar el libro Consens vuelvesobre el tema de la construcción social delpasado, pero ya a modo de epílogo. El librotiene un estilo personal a través del cual elautor explora las relaciones entre investiga-ción científica e identidad nacional. En algu-nos análisis domina la claridad y la origina-lidad teórica. Pero a veces se asoma la viejaamargura de constatar que quién no tieneidentidad no precisa un pasado. Los nuevosdesafíos y los nuevos escenarios sugieren ladirección futura de la arqueología sudameri-cana. El análisis desde una arqueología na-cional no parece ya importante pues, antesde todo, se trata de una arqueología bien he-cha o mal hecha. La virtud de un libro, decíaFoucault, es servir como una caja de herra-mientas, prestando utilidad en diferentes cir-cunstancias; algo que los lectores, en gene-ral, y los del circuito arqueológico, en parti-cular, oportunamente se encargarán de esti-mar sobre este trabajo. Espero que este librode corte conflictivo y personal contribuya aldebate, permita aumentar el conocimiento ysea benéfico para la ciencia y la comunidad.

The First South Americans deDanièlle Lavalée. Originalmentepublicado como Promessed’Amérique: La préhistoire del’Amérique du Sud. Hachette, París,1995. Tradutor Paul G. Bahn.

Page 142: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

140 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

University of Utah Press, Salt LakeCity, 2000. Resenhado por LevyFiguti (Museu de Arqueologia eEtnologia da Universidade de SãoPaulo).

Esta obra de Mme. Lavalée é um raro estudoda pré-história da América do Sul, quecobrindo de forma exaustiva os períodosPaleoíndio, Arcaico e Formativo, para,notavelmente, no alvorecer das grandesCivilizações Andinas. O leitor perceberá umavisão da arqueologia sul-americana clara-mente empiricista, o que não é surpresa paraquem conhece esta arqueóloga. Também sepercebe um certo viés da autora para a regiãode sua especialidade, os Andes, e pelo menosdo ponto de vista de um arqueólogo brasileiro,o Brasil parece sub-representado. Porém,neste caso em particular, devo voltar estaquestão a meus compatriotas: existebibliografia sobre o tema? E se esta existe,qual o grau de acessibilidade internacional?De qualquer modo, é uma publicação de fá-cil leitura, com estilo agradável e algumastiradas irônicas, densamente documentada emseus sete capítulos, que descrevo a seguir.

No primeiro capítulo (The Discovery of aWorld?), a autora discorre sobre os eventos epolêmicas da origem do homem americano,desde a Descoberta ao estabelecimento daarqueologia. Passando pela descoberta e a“invenção” da América pelos europeus, o capí-tulo também aborda a caça aos metais precio-sos ou a busca do Eldorado e a discussão sobreo status dos Ameríndios, declarados humanosem 1537 por uma Bula Papal. Tendo sidoreconhecidos como homens, restava a questãode onde vieram, e as conjecturas iniciais sobreas origens dos homens americanos sãoinevitavelmente bíblicas ou associadas a algumpovo da antiguidade clássica. Dentro desta linhade pensamento, a autora também inclui os au-tores contemporâneos de realidade fantástica,onde aparecem como centros de origem

Atlântida e ETs. Já no período dos naturalistas,a autora destaca entre tantos, Lund e o Homemda Lagoa Santa, a origem dos Sambaquis e apolêmica entorno do Homo americanus deAmeghino. Ao final, a autora aponta onascimento da arqueologia científica na Amé-rica do Sul com os trabalhos dos alemães Reiss,Stübel e Uhle, em fins do séc. XIX.

No capítulo seguinte (The FistOccupants), a autora abre a discussão colo-cando os campos opostos da polêmica daocupação da América entre conservadores (apartir de 12.000 anos) e radicais (mais de20.000 anos), retratando-os, de certo modo,como dois exércitos em batalha. Situa o iníciodesta oposição no começo do século XX, comas controvérsias entre Ameghino versusHolmes e Hrdlicka, a partir da qual seestabelece a teoria da ocupação recente dasAméricas, destacando como os sítios Folsome Clovis encaixaram-se nessa teoria. No pa-norama atual, a autora destaca como “portaestandarte” dos conservadores T. Linch, e dolado radical, MacNeish e Bryan. A seqüênciado capitulo compreende os sítios Paleoíndiosconhecidos das Américas, onde constam suasdescrições, quais as evidências e quais oscontra-argumentos. Em um balanço geral,fica claro que Monte Verde é o mais conclu-sivo dos sítios com mais de 12.000 anos eque leva os conservadores a revisarem suasteorias. Tendo em vista este fato, a discussãose expande para quais seriam as rotas demigração, quais os dados da genética e daantropologia biológica disponíveis.

No terceiro capítulo (The Time of theHunters) é abordado, basicamente, o Arcai-co Antigo, começando com as mudançasclimáticas do limite Pleistoceno/Holoceno.Segue-se a discussão de quem seria o princi-pal agente da extinção da megafauna, climaou homem, sendo que a questão deste últimosuscita novas observações sobre a presença/ausência de indústrias com pontas de projétil.No desenvolver do capítulo somos brinda-

Page 143: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

141Reseñas/Resenhas

dos com a descrição e análise dos sítios dasCordilheiras, passando para as TerrasBaixas, Amazônia, Planalto CentralBrasileiro, Pampa e Patagônia. Esta parte seencerra com a descrição dos vestígiosesqueletais do período.

No quarto capítulo (The Andean Boom),Levalée apresenta um quadro da regiãoandina durante o Arcaico, entre 8.000 a 5.000anos, mostrando os sítios chave do princípiodo sedentarismo, as primeiras vilas de pes-cadores no litoral, as múmias chinchorro e oinício da domesticação de plantas e animais.Se por um lado a domesticação doscamelídeos e do porquinho da índia é umatrilha singular da região andina, a questãodas origens da horticultura é foco de debate,pois se os vestígios de plantas domesticadasestão nas Terras Altas, suas origens naturaisnos levam ao trópico úmido, o que conduzao capítulo seguinte (The Other Side of theCordillera). Para o mesmo período aborda-do no capitulo anterior, a autora destaca ospovos costeiros do Atlântico: os Sambaquisdo Sul-Sudeste do Brasil, os ConchalesPatagônicos e os Concheros Caribenhos, comabundante bibliografia. Passando para oscaçadores coletores do interior, vemos rela-tivamente curtas passagens sobre as TradiçãoItaparica, Umbu e Humaitá do Brasil e oscaçadores de guanacos dos Pampas. Ao fi-nal, a autora reflete sobre “as prováveisrazões para a ausência de um sistema”: por-que vemos as mudanças radicais nos Andese culturas (quase) imutáveis nas TerrasBaixas? Embora não ofereça explicações, aautora considera que as extensas áreas nãopesquisadas ainda poderão mudar este pa-norama.

Para o período seguinte, entre 5000 a4000 anos, tratado no sexto capítulo (Pesants,Artisans, Priests), a autora nos apresenta umafase de importantes inovações e adverte queesse processo ocorreu mais cedo e maisesplendidamente nos litorais do Equador e

da Colômbia, do que nos Andes Centrais: ocultivo intensivo do milho, o surgimento dacerâmica e da tecelagem, das sociedadeshierárquicas e dos primeiros centroscerimoniais. Enfatiza também a controversaorigem do milho (México versus Peru), comdestaque para o interessante sítio de LosGavillones. A questão da origem da cerâmicaaparece como uma peça teatral, dividida emquatro atos: a cerâmica Valdivia e sua origemnipônica, autoctonicismo ou difusionismo, acerâmica colombiana e a cerâmica amazônicabrasileira do sítio Taperinha. Entretanto, aofinal, Lavalée retoma a questão do ponto devista da associação entre cerâmica e horti-cultura. Valdivia reaparece, então, como aprimeira cultura ceramista/horticultora,sendo os outros candidatos ainda caçadores/pescadores/coletores. Temos uma rápidareferência ao início da tecelagem do algodãoe da lã, e passamos para o mais antigo cen-tro cerimonial (uma proto-cidade), o sítioReal Alto no Equador, com suas estruturashabitacionais/cerimoniais e suas vênus. Parao surgimento de sociedades hierárquicas,vemos a descrição dos templos pré-cerâmicosdo Peru de Huaca de Los Ídolos, Huaca deLos Reyes, Kotosh e La Galgada, queaparecem tanto na costa como nasmontanhas.

Ao finalizar o livro (Epilogue:Civilization), com a primeira “AltaCivilização” e o que Lavalée considera o fimda Pré-História para os Andes, vemos Chavinde Huantar e as questões que cercam suasorigens: serrana, costeira ou florestal? Ci-tando, “Chavin, melting pot or crossroads?”é uma questão que permanece não resolvida.Para o resto da América do Sul, resta umalonga pré-história.

É inevitável a comparação da obra deLevalée com o livro de T. Dillehay, TheSettlement of the Americas, ambos publica-dos em inglês em 2000 (embora o originalem francês seja de 1995), que abordam com

Page 144: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

142 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

vigor a questão da antiguidade do homem naAmérica. Creio que os dois livros sãocomplementares, afinal Dillehay aborda ex-clusivamente essa questão em seu livro,enquanto Lavalée nos oferece um panoramamais vasto da Arqueologia Sul Americana,ou melhor, do que entende como a Pré-História Sul Americana. Porém, quaisquercríticas que possamos colocar sobre estaobra, tampouco a desmerecem como um livroobrigatório na cabeceira do arqueólogo.

Arte Rupestre na Amazônia – Paráde Edithe Pereira. UNESP, SãoPaulo, 2003. Resenhado por FabíolaAndréa Silva (Museu de Arqueologiae Etnologia da Universidade de SãoPaulo).

O livro Arte Rupestre na Amazônia – Pará,de Edithe Pereira é o resultado do esforçodesta pesquisadora no sentido de resgatar eenriquecer o nosso conhecimento sobre osvestígios de arte rupestre existentes nestaregião amazônica. Segundo ela, viajantes ecronistas já haviam registrado a suaocorrência desde o início da conquista ecolonização destas terras brasileiras. Apesardisso, estas expressões culturais daspopulações que ocuparam a Amazônia nopassado ficaram relegadas para o segundoplano na maior parte das pesquisas arqueo-lógicas.

No sentido de transformar o cenário aindaincipiente do conhecimento a respeito destesregistros, a pesquisadora se lançou em umtrabalho de busca de informações orais edocumentais sobre a existência e alocalização de sítios arqueológicos contendoarte rupestre. Paralelamente, realizou váriaspesquisas de campo, registrando, documen-tando e analisando as pinturas e gravurasrupestres existentes em diferentes regiões doEstado do Pará. Ao longo da leitura destaobra nós podemos vislumbrar os resultados

deste trabalho realizado com competência esistematicidade pela pesquisadora. Demaneira muito clara e didática ela nosapresenta um panorama da pesquisa sobre otema na região e um inventário de mais decem sítios arqueológicos com pinturas egravuras rupestres.

O capítulo inicial do livro é dedicado aorelato sobre a história das pesquisas sobrearte rupestre na Amazônia e à explicaçãosobre as suas diferentes etapas e o estadoatual em que se encontram as investigaçõessobre o tema. A autora dá ao leitor apossibilidade de se situar na problemática eentender como os trabalhos foram conduzidose quais foram as diferentes interpretaçõesdadas a respeito destes fenômenos culturais.

Nos capítulos seguintes ela trata deapresentar a metodologia e os resultados desua pesquisa. Explica que as suas fontes deinformação foram bibliográficas, orais, bemcomo resultantes de seus trabalhos de cam-po e salienta que as mesmas foram organiza-das de modo sistemático em forma decadastro.

Um dos capítulos foi destinado aapresentar a distribuição espacial equantitativa dos sítios. Com o auxílio demapas e tabelas, a pesquisadora ressalta asáreas de concentração dos sítios com arterupestre no Pará, define áreas que ela consi-dera promissoras para a pesquisa tendo emvista a existência de informações e de algunssítios com este tipo de vestígio e, ainda,aponta a ocorrência de sítios isolados situa-dos em pontos esparsos e distantes entre si,nas diferentes cidades paraenses.

No capítulo destinado ao inventário dossítios arqueológicos ela utiliza comoreferencial de agrupamento dos mesmos, asbacias hidrográficas. A localização dos sítiostoma como referência o município, o rio e olocal específico onde eles aparecem. Paracada sítio temos uma descrição resumida das

Page 145: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

143Reseñas/Resenhas

suas características e das manifestações ru-pestres que ele apresenta, um pequeno histó-rico da pesquisa realizada no mesmo e asreferências bibliográficas e documentais an-teriormente existentes sobre ele. Tudo issonos é apresentado de uma formaesteticamente esmerada com riqueza de fo-tos e desenhos. Cabe ressaltar que este capí-tulo é o mais volumoso da obra e reflete ofôlego e a determinação da autora em suatarefa de tornar este patrimônio arqueológi-co conhecido.

O que aprendemos com a leitura destaobra é que a Amazônia, ao contrário do quese imaginava, apresenta uma grandediversidade estilística no que se refere aosconjuntos rupestres. Além disso, ela é umincentivo para que as pesquisas sobre estetema tenham continuidade tanto no sentidode que outros sítios com pinturas e gravurasrupestres sejam localizados e inventariadoscomo, também, para que se possa melhorcontextualizá-los com os demais testemunhosarqueológicos deixados pelas populações dopassado.

Este livro é um testemunho da riqueza eda complexidade dos modos de vida daspopulações que ocuparam a regiãoamazônica. Neste sentido, desenvolver a pes-quisa da arte rupestre com a seriedade queEdithe Pereira vem fazendo nestas terras doPará é, sem dúvida, crucial para que se possacomplementar e desenvolver o cenário expli-cativo da pré-história brasileira.

Gold and power in ancient CostaRica, Panamá and Colombia,editado por Jeffrey Quilter y John W.Hoopes. Dumbarton Oaks,Washington, 2003. Reseñado porClemencia Plazas (Investigadoraindependiente).

La diversidad de artículos de este libro esuna prueba de que la presencia y el manejo

de la metalurgia no fueron los únicos marca-dores de cambios sociales prehispánicos perosí un campo de estudio lleno de indicadorespara entender las diferencias de uso social,de género y de jerarquías sociales y el orocomo elemento comercial y simbólico fun-damental en la América Intermedia. JeffreyQuilter anota en la introducción que cadaseminario-libro es una oportunidad para ha-cer síntesis y empezar desde un nuevo puntodel conocimiento sobre el tema. En este sen-tido los logros de este libro son innegables.Los artículos de Saunders, Graham yFalchetti profundizan en el simbolismo de lametalurgia, aspecto fundamental para enten-der su función social en tiemposprehispánicos. Bray y Fernández/Quintanillacontextualizan y dan profundidad en el tiem-po y el espacio a las áreas metalúrgicasTairona y Diquís. Snarkis y Cooke, comosiempre, ofrecen una mirada general, perollena de información confiable, del panora-ma metalúrgico de Costa Rica y Panamá.Langebaek y Hoopes/Fonseca proponen hi-pótesis nuevas sobre el papel de la metalur-gia en la sociedad, en el primer caso, y sobrela correspondencia de la metalurgia con lafamilia lingüística Chibcha y ciertos símbo-los iconográficos, en el segundo. El cuidado-so análisis de documentos del siglo XVI enCosta Rica hecho por Ibarra ayuda a esta-blecer diferencias de género y jerarquía en eluso del oro, material que, sin duda, ayudaráa las interpretaciones sobre su papel en tiem-pos prehispánicos.

El artículo de Nicholas J. Saunders”Catching the light”: technologies of powerand enchanment in pre-columbian goldworking reflexiona sobre la relación entre lanoción amerindia del poder y la materiali-dad, específicamente sobre la “estética delbrillo”, visión panamericana del mundo enla cual los fenómenos naturales (sol, luna,agua, hielo, arco iris y nubes y materialesnaturales como minerales, plumas, pieles,perlas, conchas, cerámica, tejidos y metales)

Page 146: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

144 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

poseían sacralidad interna exhibida por susuperficie brillante. El mundo era percibidocomo un lugar multisensorial donde la valo-ración espiritual de la materia integró losaspectos físicos y espirituales de la experien-cia fenomenológica. Saunders propone queel brillo del metal ayudó a que la metalurgiase difundiera en América Central procedentede Sur América, en contraposición a la hipó-tesis de Bray que explica la presencia de es-tos objetos en Centroamérica, entre otros as-pectos, por su iconografía neutral.

La mirada innovadora de los historiado-res del arte sobre el material arqueológico essiempre enriquecedora porque puede ver lapeculiaridad de las formas de un área deter-minada. Tal vez por ser mi área de estudiopercibo que Mark Miller Graham interpretaequivocadamente, en Creation imagery in thegold work of Costa Rica, Panamá and Co-lombia, las tetillas masculinas como pechosde mujer, cuando en esa misma áreaVeraguas, Gran Chiriquí, se reprodujeronmujeres en oro con pechos generosos. Coin-cido con el autor en la asociación de la ser-piente con la fertilidad y la fecundidad, peroen su sentido básico no sexuado. El proble-ma surge cuando se interpreta este símbolosólo como masculino. La serpiente o lossaurios como seres primordiales del mundode abajo pertenecen a ese ámbito de los seresasexuados que en la iconografía se represen-tan, a veces, como hombres o como mujeres.Es el caso de los falos serpentiformes o laCuatlicue azteca, serpiente y madre, esenciade lo femenino. Por eso cuando el autor esta-blece “la existencia de la primacía masculi-na de la creación en la América Intermedia”no puedo dejar de recordar los mitos Kogisde la Sierra Nevada de Santa Marta en Co-lombia que hablan de la madre autosuficiente,documentados por Reichel-Dolmatoff.

In The seed of life: the simbolic power ofgold-copper alloys Ana María Falchetti ana-liza las propiedades de los metales y el

simbolismo de sus combinaciones y trans-formaciones desde el contexto de la regene-ración cíclica. La relación de los metales conlos ciclos biológicos confería el poder sim-bólico necesario para mantener la estabili-dad social y la supervivencia. En este con-texto el oro incorruptible ha sido asociado alpoder germinativo masculino del sol, vistocomo deidad inmortal, y el cobre, que se oxi-da, a la luna en su acepción femenina que setransforma y muere para renacer periódica-mente. El olor de los metales también es sig-nificativo: el peculiar olor del cobre es aso-ciado a enfermedad, putrefacción, peligro ycontaminación. El balance y el orden entrelos elementos fue, tal vez, lo que hizo a lasaleaciones de oro y cobre tan apreciadas enel mundo prehispánico como alianzas correc-tas sobre las cuales descansaban lasobrevivencia y la identidad social.

En su artículo Gold, stone and ideology:symbols of power in the tairona tradition ofnorthern Colombia Warwick Bray relee lasdescripciones del siglo XVI, gracias a las re-copilaciones de crónicas de Reichel-Dolmatoffy de otros autores. Buscando evidencias dejerarquización encuentra que se describen al-deas de diferente tamaño, de veinte a mil es-tructuras o casas con jerarquización de car-gos: caciques principales, menores y de ba-rrios; también se mencionan capitanes, prin-cipales (nobles), mandadores, capitanes deguerra y pregoneros, además de los diferentesrangos de guerreros (fuera, claro está, de losmojanes, lideres religiosos que en ocasionesmandaban a los caciques). Aún en las des-cripciones de 1739 se dice que los indígenasmás importantes llevaban joyas de buen oro ylos demás de oro bajo. Los arqueólogos, se-gún el autor, han constatado las diferencias enlos tamaños de las casas y su corresponden-cia con la riqueza de los ajuares. Estoy deacuerdo con la afirmación de Bray de que es-tudiar a los Kogi de la Sierra Nevada de San-ta Marta para entender el material Tairona noes una analogía etnológica sino una continui-

Page 147: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

145Reseñas/Resenhas

dad etnológica que los mismos indígenas re-conocen como fundamental para su identidadétnica. A pesar de que en 1578 ya se evidenciaun colapso cultural en la Sierra y el mama osacerdote surge como nuevo líder el uso ac-tual de los objetos de oro en los rituales y lasofrendas de cuentas de piedra prehispánicasson algunas pruebas de continuidad regional.El oro no solo representa riqueza económicasino capital sobrenatural, poder cósmico y elconocimiento para utilizarlo.

Los grupos prolíficos en objetos metalúr-gicos y estilísticamente coherentes de Amé-rica Intermedia han sufrido saqueos intensi-vos y la subsiguiente descontextualizaciónde su material. Gracias al esfuerzo de Stoney Lothrop y, ahora, de Patricia Fernández eIfigenia Quintanilla (Metallurgy, balls, andstatuary in the Diquís Delta, Costa Rica:local production of power symbols) se hapodido recuperar gran parte de las asocia-ciones y ubicación espacio temporal del ma-terial orfebre de Diquís, en el Pacífico Surde Costa Rica. La relación entre esta meta-lurgia con centros nucleados planeados conplazas y casas (construidas sobre montícu-los circulares bordeados por cantos rodadosde piedra, caminos pavimentados, esferas depiedra y esculturas antropomorfas desde el800 al 1550 dC. con su mayor ocupación enla zona cercana al poblado de Palmar del Surentre el 1000 y el 1200 dC) refuerza la tesisde Snarkis, en este libro, sobre los rasgosasociados al cambio del jade por la metalur-gia. Al observar las representaciones huma-nas del Pacífico Sur se observan diversasvariantes regionales que no descartan la po-sibilidad de otros centros de producción enesta región sin que esto disminuya la impor-tancia de Diquís como centro de producciónde símbolos de poder en piedra y metal.

Michael Snarkis regresa en From jade togold in Costa Rica: how, why, and when?sobre el tema del reemplazo del jade por eloro como material privilegiado por las elites

costarricenses entre el siglo IV y VII dC. Estesuceso es una oportunidad única para enten-der cómo ingresaron tecnologías y símbolosforáneos y se adaptaron a las necesidades deexpresión local. En este trabajo Snarkis, ajus-tado a los datos excavados, ve como en elÁrea Central de Costa Rica, este reemplazocoincide con cambios fundamentales que im-plican una cosmovisión diferente. La tesis deSnarkis implica una “suramericanización” delos grupos costarricenses: ya no sólo son tec-nologías foráneas adaptadas a necesidadeslocales sino cambios profundos quedinamizaron el desarrollo político y social delos grupos centroamericanos. Esta es una lí-nea de investigación muy rica y con mejoresdatos podremos entender mejor como ocu-rrieron las mutuas influencias entre Colom-bia y el Istmo.

El artículo de Richard Cooke, Ilean Isaza,John Griggs, Benoit Desjardins y Luis Al-berto Sánchez Who crafted, exchanged, anddisplayed gold in pre-columbian Panamá?está lleno de información sólida con asocia-ciones fiables, fechas absolutas e informa-ción geológica. Los autores rebaten muchasde las afirmaciones repetidas a lo largo delas últimas décadas y comprueban que en elistmo sí hay oro, cobre y plata en estado na-tural. Con datos etnohistóricos y arqueoló-gicos ilustran la presencia de orfebres,fundidores y posibles talleres en Panamá re-batiendo la aseveración de Sauer y Helmssobre la imposibilidad de los aborígenes dePanamá para elaborar piezas complejas.Mostrando motivos en cerámica y conchademuestran que muchos de los motivos deloro panameño son de larga data en el Istmocomo parte de un “sistema semiótico del granCoclé” que existe desde, por lo menos, el es-tilo cerámico La Mula temprano (siglo II aC).Concuerdo con los autores en que el Istmo,en particular Panamá, fue un sitio de pro-ducción de orfebrería, tanto de piezas marti-lladas como fundidas, basadas en las técni-cas introducidas de Colombia con una ico-

Page 148: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

146 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005

nografía compartida por siglos. La presen-cia en Sitio Conte y en Parita de figuras ge-melas supuestamente armadas permite suge-rir a los autores que las piezas de oro no re-presentan deidades sino cualidades espera-das entre estos pocos personajes poderosos,las de ser héroes guerreros; disiento de suaseveración porque muchos de los llamadosguerreros son mujeres con senos desarrolla-dos y taparrabos sin órgano sexual masculi-no; además, por lo menos en dos ocasiones,los llamados bates, espadas, o banderas pa-recen ser antorchas. Se desdibujan, enton-ces, las figuras agresivas y, con ellas, el idealde héroe guerrero. La gemelaridad en el casode estas piezas es uno de los aspectos míticosmás sobresalientes de Suramérica y su re-presentación como mujeres, en muchos ca-sos mujeres-murciélago con antorchas, noslleva a suponer conceptos religiosos comple-jos más que cualidades o reflejos de cualida-des humanas terrenales.

Estoy de acuerdo con el argumento de CarlHenrik Langebaek (The political economy ofpre-columbian gold work: four examples fromnorthern South America) en que la metalurgiano es el único indicador social y de cambiossociopolíticos pero disiento de su interpretaciónde que la presencia de la metalurgia en elsuroccidente colombiano muestra un prestigioligado a carreras individuales en cacicazgos enlos cuales las instituciones ideológicas regula-ron el acceso al poder. El oro del suroccidentecolombiano no está constituido por centenaresde piezas únicas, como dice Langebaek, si nopor piezas semejantes. Casi no hay diferenciasentre las decenas de pectorales con carasantropomorfas centrales o entre las orejeras decarrete. En vez de piezas únicas hay decenas decategorías de piezas casi idénticas que nos ha-blan de jerarquías sociales reconocidas y no depoderes individuales. La semejanza entre algu-nos iconos de las piezas del oro del suroccidentey la estatuaria de San Agustín puede explicarsecomo símbolos de una cosmovisión comparti-

da, seguramente, desde tiempos remotos y nonecesariamente como copias entre unos y otros.

En Gold work and chibchan identity:endogenous change and difuse unity in theIstmo-Colombian area John W. Hoopes yOscar M. Fonseca insisten en su cambio dedenominación del Área Intermedia. Estoy deacuerdo en su empeño y en su disgusto conla terminología vigente. Vista su nueva pro-puesta del Área Istmeña-Colombiana, desdela perspectiva de Colombia encuentro pro-blemas en la ubicación de su límite septen-trional. El área istmeña, sin duda, forma unamisma área cultural con el norte de Colom-bia, coincidente con la presencia, desde elsiglo XVI, de grupos hablantes de lenguaschibchas. Su límite septentrional estaría ubi-cado al sur de las áreas Quimbaya y Tolima,que sirven de puente longitudinal entre lasdos provincias metalúrgicas de Colombia, ladel norte y la del sur. Las áreas metalúrgicasdel suroccidente colombiano (Calima,Malagana, Nariño, San Agustín, Tierradentroy Tumaco) se integrarían con el Ecuador paracrear una nueva área porque, aunque tienenfuertes nexos con los Andes Centrales, si-guen siendo una zona ligada al norte de Co-lombia. Los autores afirman, con razón, queen esta Área Istmeño-Colombiana existenhorizontes estilísticos que dejan entrever unacosmovisión compartida entre múltiples ras-gos de una “unidad difusa” que condicionóla estructura de poder entre las gentes de ha-bla chibcha desde los primeros siglos de nues-tra era hasta el siglo XVI. El Área Istmeño-Colombiana privilegia convergenciasdiacrónicas más que sincrónicas y se definepor poblaciones de habla chibcha de grancontinuidad regional. Las audaces hipótesisdel artículo son estimulantes y crean líneasde investigación prolíficas que, ojalá, se ten-gan en cuenta en trabajos futuros.

Finalmente, el trabajo reflexivo y cuidado-so de Eugenia Ibarra en Gold in the everydaylives of indigenous peoples of sixteenth-century

Page 149: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

147Reseñas/Resenhas

southern central america analiza fuentes do-cumentales del siglo XVI buscando informa-ción escondida, más que estadísticas y descrip-ciones, que le permita entender el significadodel oro de mina y trabajado, su comercio y sufunción civil y sagrada, deteniéndose a mirarquién lo usaba, cuando y para qué, quién loofrendaba y a quiénes. Siguiendo la revisiónque hizo Godelier de los datos de Mauss sobrelos Baruyas de Nueva Guinea sólo algunos ob-jetos eran donables y la donación se hacía conel fin de establecer relaciones con el “otro”, paracatalizar su fuerza. Las crónicas son claras alexpresar la reticencia de la gente frente a laspiezas que servían para actos propiciatorios ypara establecer relaciones con los seres sobre-naturales. Algunos pocos documentos descri-

ben el uso de objetos de oro por mujeres, suofrecimiento por las mujeres de los caciques alos españoles o el hecho de la necesidad de unapreparación ritual especial de las mujeres antesde tocarlas. El oficio de la minería o del trabajodel metal parece haber sido exclusivo de loshombres. El oro se podía intercambiar por bie-nes materiales o inmateriales como conocimien-tos esotéricos, técnicas curativas, hierbas espe-ciales. El comercio del oro fue intenso desdeNicaragua hasta Ecuador con algunos sitios decomercio importantes como El Golfo de Urabá,la península de Azuero, Boruca y el Golfo deNicoya en Panamá. El oro circuló entre indíge-nas del mismo grupo, de diferentes gruposétnicos y con seres sobrenaturales; estas rela-ciones no eran exclusivas de las elites.

Page 150: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

NOTICIAS/NOTÍCIAS

Informe sobre el XV CONGRESONACIONAL DE ARQUEOLOGIAARGENTINA, UniversidadNacional de Rio Cuarto, Cordoba.20 al 25 de septiembre de 2004.Pedro Paulo Funari (UniversidadeEstadual de Campinas) y AndrésZarankin (CONICET, ProfesorVisitante de la Universidade Estadualde Campinas).

El XV Congreso Nacional de ArqueologíaArgentina tuvo lugar entre el 20 y el 25 denoviembre en el campus de la UniversidadNacional de Río Cuarto, Provincia de Cór-doba. El encuentro contó con más de 1.200inscritos y más de 640 ponencias. Participa-ron del Congreso investigadores de variospaíses, principalmente de Brasil, Uruguay,Chile y Perú. El XVCNAA evidenció un cre-ciente interés por enfoques sociales del pasa-do. Si en encuentros anteriores las sesionesque mas público y ponencias atrajeron fue-ron las que trataban temas como sistemasadaptativos, procesos de formación,tafonomía y evolución en esta ocasión fue-ron los simposios que abordaban cuestionescomo las consecuencias sociales de la arqueo-logía, cultura material y sociedad moderna,desigualdad social o teoría social enSudamérica, entre otros temas de nítido ca-rácter social y político de la disciplina. Otraparticularidad del evento fue una novedosa

y destacada participación indígena, siguien-do una línea iniciada desde la década de 1980por el Congreso Mundial de Arqueología.Esta participación de diferentes grupos abo-rígenes marca un creciente reconocimientode las implicaciones sociales de nuestra la-bor. En este sentido en el plenario final sediscutió la cuestión indígena con la forma-ción de un grupo de trabajo ad hoc.

La estructura del congreso estuvo dividi-da en simposios y mesas de comunicación.Los simposios, con propuestas generadasdesde fuera de la organización del congreso,trataban temas específicos como arquitectu-ra arqueológica, discursos materiales en lasociedad moderna, ceramología, perspecti-vas en el análisis de conjuntos líticos, ten-dencias temporales en la utilización de losrecursos animales, procesos de formación delregistro arqueológico, consecuencias socia-les de la arqueología, teoría y método en elestudio arqueológico de la desigualdad so-cial, arqueología subacuática, los laberintosde la teoría arqueológica en Sudamérica y elestudio arqueológico de procesos de migra-ción y dispersión de poblaciones humanasprehistóricas

Las mesas de comunicación siguieron unaestructura tradicional (territorial) que se re-pite congreso tras congreso con criterios quepoco estimulan a una reflexión más amplia:arqueología del noroeste, noreste y centro-

Page 151: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

149Noticias/Notícias

oeste argentino, arqueología de las sierrascentrales, arqueología de la región pampeana,arqueología de la Patagonia, arqueología his-tórica

El congreso también contó con variasmesas redondas, destacándose la de Avancesteóricos y metodológicos de la ArqueologíaArgentina en la que participaron, entre otros,Gustavo Politis, Hugo Yaccobacio, LuisBorrero y Myriam Tarrago.

La organización fue buena, consideran-do la gran cantidad de asistentes y de traba-jos presentados. Sin embargo, hubo casoscomo las mesas de desigualdad social o teo-ría en las cuales las salas no alcanzaron paraalbergar a todo el publico interesado en es-cuchar las ponencias -quizás porque estostemas, que ahora despiertan interés, no sepensaban que serian tan procurados por losasistentes. Las actividades paralelas, comorecepción y cena, sirvieron como espacio deacercamiento entre colegas.

Los estudiantes de diversas regiones fue-ron mayoría, lo que refleja el crecimiento dela arqueología en Argentina. La presencia decolegas de países vecinos, como Uruguay,Chile y Brasil, acentúa una tendencia de in-tegración e interés creciente en la producciónarqueológica en la región. La participaciónde brasileños fue la más numerosa registra-da hasta el momento y muestra como las dis-cusiones en los tres países (Argentina, Uru-guay y Brasil), en el pasado tan distintas,ahora encuentran temas y cuestiones comu-

nes. Las conferencias de invitados refleja estaapertura, con las charlas de Arno Kern (Bra-sil) y de Luis Lumbreras (Perú).

Otro punto a destacar fueron las discu-siones sobre el contexto político de la pro-ducción de arqueología. Podemos mencio-nar como punto destacado la evaluación crí-tica del legado de la Arqueología Social La-tinoamericana, llevada a cabo por Lumbre-ras, cuya conferencia magistral despertó lamayor ovación del congreso. Su charla, quetrató sobre su experiencia en la ArqueologíaSocial Latinoamericana, analizada variasdécadas después de su inicio (a comienzosde 1970), parece marcar un creciente interéspor una relectura de los años de plomo ennuestro continente, cuyas consecuencias,desgraciadamente, continuamos padeciendo.

En síntesis, el congreso resultó un ámbi-to interesante para observar la heterogenei-dad de posiciones teóricas y políticas quecoexisten en la arqueología, no sólo Argen-tina si no también de la región. En algunoscasos se establecieron debates intensos e in-teresantes entre visiones opuestas; estas con-frontaciones nunca excedieron los marcosacadémicos, por lo que nos dejaron a todoscon ganas de continuar estas discusiones enpróximos encuentros.

Agradecimientos

Agradecemos a FAPESP y FAEP/UNICAMP por el apoyo para participar delXV Congreso Nacional de Arqueología Ar-gentina.

Page 152: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA
Page 153: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA
Page 154: ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA