apuntes pastorales sept

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Page 1: Apuntes Pastorales sept

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Page 2: Apuntes Pastorales sept

LA GLORIA DEL DÉBILJ. Oswald Sanders

EL GOZO DE ALCANZAR LA MADUREZDavid Jeremiah

¿CÓMO SABER?Cristian Salgado

LAS FLUCTUACIONES DEL INESTABLELuis César Gabriel

SER COMO CRISTOAjith Fernando

EVITE AGOTARSE COMO PASTORRichard J. Krejcir

MIGRACIÓN Y CONFLICTOS ÉTNICOSSamuel Escobar

BARRERAS DE CONTENCIÓNArnoldo Tagle Flores

MI PLEGARIA AL TODOPODEROSORicardo Gondim

Page 3: Apuntes Pastorales sept

Volumen XXVIII • Número 1

Incluye suplemento: Alcanzando a la Niñez

LA REVISTA DEL LIDERAZGO CRISTIANO ISSN 1409-1968

Pastorales

ALCANZANDOLA MADUREZ

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Page 5: Apuntes Pastorales sept

p r e p a r e a s u hija

p a r a l a ViDa.

El anticipado lanzamiEntopor El Dr. James Dobsonahora más que nunca, nuestras hijas necesitan sabiduría y

dirección para evitar las trampas de la vida. en la anticipada

continuación del libro de mayor venta Cómo criar a los

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Page 6: Apuntes Pastorales sept

14 Dios + yo = victoria John Eldredge

20 La gloria del débil J. Oswald Sanders

24 ¿Cómo saber? Cristian Salgado

34 El gozo de alcanzar la madurez David Jeremiah

41 Las fluctuaciones del inestable Luis César Gabriel

44 Ser como Cristo Ajith Fernando

Otro contenido:

12 Rostro en tierra Matt Redman

28 Escoge

SUMARIOVOLUMEN XXVIII

NÚMERO 1SEPTIEMBRE–OCTUBRE

2010

TEMA DE PORTADA: ALCANZANDO LA MADUREZ

Page 7: Apuntes Pastorales sept

30 Una canción en tierras extrañas Joel Van Dyke

38 Evite agotarse como pastor Richard J. Krejcir

49 Migración y conflictos étnicos Samuel Escobar

52 Barreras de contención Arnoldo Tagle Flores

58 Mi plegaria al Todopoderoso Ricardo Gondim

Además:

NOTA DEL DIRECTOR

10 Hacia la madurez Christopher Shaw

BLOGS: ACCESO DIRECTO

57 No basta con sobrevivir Germán Ortiz

EL RINCÓN DEL PREDICADOR

60 Bosquejo de sermón Enfrente a sus gigantes Max Lucado

62 El sermón personalizado Gordon MacDonald

MUJER LÍDER

66 El vestido blanco: La vida de Elizabeth Fry Keila Ochoa Harris

LA PÁGINA DE APUNTES

68 Hacia la meta Marlene Wilson

CITAS QUE HACEN PENSAR

72 Seguir creciendo

HÉROES DE LA FE

70 C. S. Lewis (1898 – 1963): Promotor de la madurez

Apuntes Pastorales es una publicación de

SUMARIO

PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO

PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO

INCLUYE SUPLEMENTO:

ALCANZANDO A LA NIÑEZ

Page 8: Apuntes Pastorales sept

DESARROLLO CRISTIANO INTERNACIONAL

Oficina CentralApdo. 204-2150, San José, Moravia, San Vicente, 11401-2150- Costa Rica, C.A.

Correo electrónico: [email protected]

www.DesarrolloCristiano.com

Teléfono: (506) 2241-1000

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APUNTES PASTORALES

Apuntes Pastorales es una revista editada bimestralmente por Desarrollo Cristiano Internacional, para el liderazgo cristiano y la Iglesia de América Latina. Los artículos representan la opinión de sus autores y no necesariamente la de los editores. Las personas que

aparecen en las fotografías que ilustran los artículos no guardan relación alguna con su contenido. Autorizamos el uso del contenido de Apuntes Pastorales siempre y cuando su fin no sea lucrativo y se dé crédito al autor, así como al número y volumen de Apuntes Pastorales.

Director Editorial: Christopher Shaw

Asistente Editorial: Ismaela de Vargas

Distribución y publicidad: Marco Antonio Vega

Mercadeo: Melanie Shaw

Diseño/arte/ilustración: Melanie Shaw

Producción digital: Arturo Menesses

Un ministerio de DESARROLLO CRISTIANO INTERNACIONAL

Director General: Christopher Shaw

Director de Administración: Marco Antonio Vega

Director deDesarrolloCristiano.com: Arturo Menesses

Editora de DesarrolloCristiano.com: Ismaela de Vargas

Editada en agosto de 2010Oficina Central Desarrollo Cristiano InternacionalCOSTA RICA

De la Municipalidad de Moravia 300 metros al este. San José, Moravia, San Vicente11401 - Costa Rica, C.A.

Tel.: (506) 2241-1000

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VOLUMEN XXVIII - NÚMERO 1 / ISSN 1409-1968

Page 9: Apuntes Pastorales sept

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NOTA DELDIRECTOR

En varias oportuni-dades Jesús apeló al proceso de la siembra para ilustrar el mis-

terioso proceso de crecimiento del reino de los cielos. Pablo empleó la misma imagen, en Gála-tas, cuando exhortó a la Iglesia a sembrar para el Espíritu. Les recordó que, si no se cansaban, eventualmente cosecharían el fruto de su trabajo (Gá 6.7–9).

El proceso por el que una semilla llega a con-vertirse en una planta madura es mayormente misterioso. Sabemos que la tierra le provee los nutrientes esenciales para el crecimiento. El proceso de alimentación ocurre imperceptible-mente a través de las raíces, la única parte de la planta escondida a la vista del hombre. También entendemos que si la planta no recibe el agua que sustenta toda vida no podrá sobrevivir. La combinación de estos elementos, junto al ener-gizante calor del sol, producen crecimiento.

Aunque la ciencia nos ha ayudado a entender muchos de los procesos de crecimiento, nos re-sultaría difícil identificar el momento puntual en que el mismo se produce. No obstante, resulta fácil distinguir entre una planta naciente y un árbol maduro. Es decir, aunque no logramos ver con los ojos los pasos que sigue el crecimiento, los frutos de ese proceso están claramente a la vista.

Así también ocurre en la vida espiritual. Las razones por las cuales una persona alcanza la madurez son enteramente misteriosas y es-tán, mayormente, en manos del Espíritu que la produce. No es fácil identificar las experien-cias puntuales que contribuyen al crecimiento, aunque nos gusta creer que las más cargadas de emociones son las más espirituales. No obstante,

el crecimiento en nuestra vida frecuentemente encuentra un paralelo en la experiencia de Moi-sés. Cuando bajó del Monte, su rostro brillaba, pero él no estaba enterado del fenómeno. Tam-poco pudo identificar el momento en que ad-quirió dicho resplandor. Los que lo rodeaban, sin embargo, no dudaron que había estado en la presencia del Altísimo por lo que veían en su rostro.

El crecimiento en la vida del discípulo es lento e imperceptible, y ocurre en los lugares insondables del alma. Los frutos de este proceso se visualizan con el paso del tiempo, de manera que resulta fácil distinguir entre un discípulo maduro y uno inmaduro. Y aunque descono-cemos los detalles del proceso que conducen hacia la madurez, podemos colaborar con Dios en producirla. La multitud de disciplinas de la vida espiritual, tales como la oración, el ayuno, la confesión, la comunión y la celebración no poseen poder en sí mismas para producir creci-miento, pero sí consiguen ubicarnos en el lugar dónde Dios puede trabajar en nuestra vida.

Lo que resulta claro es que absolutamente todos hemos sido llamados a crecer. En las pala-bras de Pablo, debemos llegar «a la condición de un hombre maduro, a la medida de la es-tatura de la plenitud de Cristo» (Ef 4.13). Que una planta, luego de varios meses, no cambie de tamaño, alarmaría a cualquier agricultor. Tra-bajemos para que el proceso de crecimiento no se interrumpa, pues en el momento que dejemos de crecer habremos comenzado a morir.

Hacia la madurez

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La editorial de su confianza

Recursos edificantes para estudiantes de la biblia

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Cuando reconocemos la gloria de Dios, rápida-mente nos encontraremos postrados en adora-ción. Postrarse en adoración es la más clara señal externa de la reverencia interior.

Cada postura de adoración nos revela la actitud del adorador y el carácter de aquel que es glorificado. La postura de levantar las manos nos habla de un alma que se extiende hacia lo alto en alabanza y del valor de aquel que es exalta-do. Una danza alegre nos descubre un corazón agradecido y proclama adoración a la fuente de

ese gozo. Cuando se trata de expresar nuestra adoración, nuestros actos externos son un refle-jo clave de lo que ocurre en nuestro interior. De lo que fluye del corazón hablamos y cantamos, danzamos y nos postramos. Dios se revela y noso-tros respondemos. Dios se ilumina y nosotros lo reflejamos. Del mismo modo, postrarse en adora-ción demuestra un corazón rebosante, humillado y maravillado por la gloria de Dios.

La acción de postrarse en adoración siempre comienza con una postura del corazón. Se trata

Rostro en tierraLa postura que adoptamos al adorar proclama quienes somos y quien es el Dios que adoramos

Por Matt Redman

VIDAESPIRITUAL

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de una persona tan desesperada por crecer en Cristo que se postra en un acto de sumisión reve-rente. Un alma tan cautivada por el todopoderoso que inclinarse de rodillas en completa rendición parece ser la única respuesta apropiada.

En distintas ocasiones la Biblia nos permite vislumbrar el Cielo abierto. Cada oportunidad es una ventana de revelación a través de la cual descubrimos cómo es la adoración delante del trono celestial. Y observamos muchas de estas situaciones de rendición. En su primera visión, en

Apocalipsis 1, Juan encuentra al elevado y exaltado Jesús, cuyos ojos arden como fuego y cuyo rostro brilla como el sol en todo su esplendor. Abruma-do al máximo, se encoge hasta llegar al suelo en reverencia y temor. Unos capítulos más adelante, los ancianos también caen en devoción santa. Y mientras recorremos este flujo de alabanza celestial, encontramos muchos adoradores que se postran en adoración.

En estos relatos del trono celestial encon-tramos muchísimas claves para entender cómo deberían ser nuestros encuentros congregaciona-les. Cuando se trata de adoración, el trono siempre nos da la clave. Cada vez que nos reunimos, no solo recorremos el camino para edificar una igle-sia, estamos transitando el recorrido para llegar al trono de Dios. Perder de vista esta meta es perder de vista cuán digna es la adoración. Cada reino tiene un rey y cada rey tiene un trono. Y el reino de Dios no es la excepción. Es el Rey de todos los reyes y posee el trono que es mayor a cualquier otro. No existe otro lugar de mayor autoridad, poder y esplendor en todo el universo. Los ancia-nos se postran allí, los ángeles lo rodean y todo el ejército del cielo está junto a él (1Re 22.19). Un día, una multitud innumerable, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, se reunirá allí (Ap 7.9). Como explica Ron Owens: «Cuando nos postramos en adoración, nos postramos ante un trono … y todo lo demás se acomoda alrededor de ese trono».

Si recorremos la Biblia, encontraremos a mu-chísimas personas que se postran en adoración. Abraham se convierte en uno de ellos cuando el Señor Todopoderoso se presenta delante de él (Gn 17.1–3). Moisés y Aarón se postran también, cuando encuentran Su gloria (Nm 20.6). El rey David también adopta esa postura, en un acto de arrepentimiento y humillación (1Cr 21.16). Y abrumados por el resplandor del Jesús transfigu-rado, Pedro, Santiago y Juan también se cuentan entre los que se postran (Mt 17.6). A lo largo de la Escritura, innumerables adoradores se encuen-tran con Dios y se postran rápidamente ante Su esplendor.

Adaptado del libro FaceDown, Regal Books, 2004. Todos los derechos reservados.

Rostro en tierraLa postura que adoptamos al adorar proclama quienes somos y quien es el Dios que adoramos

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DIOS+YO=

VICTORIA

DIOS+YO=

VICTORIA

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DIOS+YO=

VICTORIA

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VICTORIA

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Para los que seguimos a Jesús, es imperativo darnos cuenta de que somos nuevas personas en Cristo. Independientemente de su trasfondo o sus experiencias pasadas, usted es una nue-va criatura si ha confiado en Cristo como su Salvador personal. Pablo le confesó a los gála-tas: «He sido crucificado en Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí» (Gá 2.20). El viejo Pablo, todo lo que era antes de conocer a Cristo, murió en la cruz. Después de su conver-sión, fue una nueva persona, unida a Jesús en su resurrección.

Pablo le advirtió a los romanos: «Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéra-mos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él» (Ro 6.6–8).

El elemento más importante para pelear la guerra espiritual yace en nuestra identidad en Cristo. Dios ha dejado su intrincada filigrana a semejanza de Cristo en nuestra vida. Su diseño único se visualiza cuando el objeto de nuestra fe es Dios. En ese momento, el poder de Cristo y su fuerza ilimitada nos impulsan a la victoria.

Eres un nuevo hombreGracias a esa realidad espiritual, hemos sido cambiados tan radicalmente como una oru-ga que se ha transformado en mariposa. Esta verdad es crucial para combatir las presiones de nuestra cultura que nos tientan a cimentar nuestra identidad en lo que poseemos y en las personas que conocemos. Dios advierte que nuestra trascendencia no parte de nuestros ingresos o influencia. Se basa en quiénes somos en Jesús.

Todo fluye de nuestra nueva identidad. Dios nos ha llamado a la batalla y nos ha equipado para ganarla. Pero esa batalla es espiritual. Disponemos de una fuente inagotable del poder de Dios, pero no debemos beber de ella usando una pajilla. Cuanto más profundamente beba-mos de la vida de Cristo, tanto más experimen-taremos la victoria en nuestra vida diaria.

¿Quién es capaz de intimidar a Supermán?Siempre he creído que en una batalla de su-perhéroes, el ganador, sin duda alguna, sería Supermán. Es más poderoso que una locomoto-ra, puede volar más rápido que una bala, logra ver a través de objetos y su piel es más resisten-te que el blindaje de un tanque de guerra. Su única debilidad es la kriptonita, mineral proce-dente de su planeta natal. Sin kriptonita, nadie podría detener a este superhéroe.

Es decir, nadie, excepto Supermán. En la película Supermán II, el hombre de acero viaja a una fortaleza en el Ártico, donde renuncia vo-luntariamente a sus superpoderes para lograr vivir con una mortal, Luisa Lane. En el viaje de regreso a Metrópolis, la pareja se detiene en un pequeño restaurante para comer un perro caliente. Luisa se sienta al final del mostrador y Clark Kent va en busca del baño. En su au-sencia, un matón del lugar, llamado Rocky, se apropia del asiento de Clark.

Al volver, Clark desafía a Rocky a pelear.—¿Quieres salir fuera del restaurante?

—pregunta Clark.

Por John Eldredge

TEMA DEPORTADA

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—Después de ti, Cuatro Ojos —responde Rocky. Cuando Clark se da vuelta para salir, Rocky lo golpea duramente desde atrás. Clark cae al piso sangrando. Luisa se arrodilla para consolarlo. Un momento después, Clark se pone de pie con dificultad y ataca con determi-nación a Rocky, quien nuevamente lo derriba de un golpe.

Mi escena favorita de la película se produce cerca del final, cuando Clark, con renovados superpoderes, vuelve al pequeño restaurante y libra una revancha con Rocky. Aunque la apa-riencia de Clark es la misma por fuera, en su interior se ha operado un cambio. En lugar de intimidar a Clark y molerlo a golpes, Rocky se sienta impotente en una silla mientras Clark lo hace girar como las paletas de un ventilador de techo.

Profunda transformaciónLa fantasía de Supermán ilustra la transforma-ción que ocurre cuando confiamos en Cristo como nuestro Salvador. Aunque no podemos detener un tren o volar más rápido que una bala, actúa en nosotros no solamente la santidad de Dios sino también su fuerza sobrenatural. El Dios viviente ha venido a vivir en nosotros; nos libera del poder del pecado y nos da la fuer-za necesaria para vivir de victoria en victoria. Siempre y cuando confiemos en que Cristo vive en nosotros, nuestra vida expresará el carácter de Dios.

Estoy seguro de que la mayoría de las perso-nas del antiguo Israel conocían el poder de Dios. Durante el transcurso de su vida habían escu-chado historias de cómo Dios había sacado a su

pueblo de Egipto y lo había llevado a la Tierra Prometida. Habían visto cómo Dios los dirigía. Incluso, sabían que él había prometido: «Per-seguirán a sus enemigos, y ante ustedes caerán a filo de espada. Cinco de ustedes perseguirán a cien, y cien de ustedes perseguirán a diez mil, y ante ustedes sus enemigos caerán a filo de espa-da» (Lv 26.7–8).

A pesar del hecho de que cada hombre en Israel, durante el periodo de David, podía acce-der a esa promesa y ser un canal para el poder de Dios, solo un puñado se convirtieron en soldados valientes. Estos pocos creyeron que Dios + Yo= Victoria. Confiaron en la fuerza de Dios y se con-virtieron en canales de su poder.

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A P

Ellos no fueron los únicos. La Biblia narra historias de otros individuos que confiaron en Dios y comprendieron su poder.

Moisés confió en Dios y vio separarse las aguas del Mar Rojo.

Josué confió en Dios y vio caer los muros de Jericó.

Sansón, lleno del Espíritu de Dios, despeda-zó un león a mano limpia.

Elías confió en Dios y vio resucitar al hijo de una viuda.

Pablo confió en Dios y vio venir la fe en Cristo a una cantidad innumerable de personas como resultado de su predicación, aunque él no se consideraba un buen orador (vea 1Co 2.3–5).

Revestidos de poderEstos hombres alcanzaron la grandeza no por-que poseyeran inteligencia o fuerza física supe-riores a las de sus pares. Su grandeza provenía de su confianza en el poder de Dios. Esa misma confianza está al alcance de usted y de mí cada día de nuestra vida. No significa necesariamente que veremos a Dios resucitar a una persona o detener las aguas de un río, pero sí, que recibi-remos su poder para vivir de la manera que él quiere y para ejercer un rol poderoso en la obra de Dios en el mundo.

Esta afirmación no es pura ilusión. Dios ha prometido dar rienda suelta a su fuerza a través de nosotros. Antes de ascender al cielo, Jesús

anunció: «Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder» (Hch 1.8).

Como creyentes en Jesús, no necesitamos preguntarnos si contamos con poder. Ya nos lo dio. No necesitamos preguntarnos si Dios nos dará la victoria. Ya nos la dio. Cuando Clark Kent volvió al pequeños restaurante y confrontó a Rocky, no requería de una fuerza adicional. Simplemente necesitaba usar la fuerza que ya residía en él. De la misma manera, debemos confiar en que Jesús nos permitirá experimentar el poder y la victoria que ya poseemos en él y recordar que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad.

La próxima vez que usted se encuentre en una batalla espiritual, no la libre usando su pro-pia fuerza. Esa es una fórmula para el fracaso. Pretender usar su propio poder para derrotar al maligno resultará tan frustrante como procurar tejer una cuerda de seda utilizando sal.

En cambio, podemos ir a Dios y agradecerle: «Gracias por liberarme de mi debilidad y gracias porque el Espíritu Santo ahora vive en mí. Ahora mismo estoy confiando en que me darás el poder para obrar lo correcto y para alcanzar la victoria que ya gozo en ti.»

Adaptado de El despertar a los muertos, Grupo Nelson (http://www.gruponelson.com/), 2004. Se usa con per-miso. Todos los derechos reservados.

la victoria en nuestra vida diaria.

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TEMA DEPORTADA

AD BIBLIA RVC AP 2:AD BIBLIA RVC AP 2 8/13/10 9:53 AM Page 1

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TEMA DEPORTADA

Existe una gran diferencia entre los pensamien-tos de Dios y los del hombre respecto a la de-bilidad y a la falta de adecuación. Nosotros nos inclinamos a considerarlas una excusa justifi-cable para no emprender la tarea difícil. Dios prospera estas mismas cualidades como motivos para abordarlas. Sostenemos que somos dema-siado débiles. Dios afirma que ese es el motivo por el cual nos eligió. En lugar de los sabios, los poderosos y los nobles en las primeras líneas del ejército de Dios, encontramos a los estúpidos, a los débiles, a los aborrecidos, a los nulos. ¿Y

por qué? Para que ningún ser humano pudiera alardear en la presencia de Dios y para que Su fuerza se perfeccionara en nuestra debilidad. «Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es» (1Co 1.26–28).

La gloria del débilNuestras capacidades pueden ser uno de los mayores impedimentos para el éxito de la obra del ministerio

Por J. Oswald Sanders

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El principio implícitoExiste un importante principio espiritual, que debe ser dominado por todos los que deseen ser lo mejor para Dios, para el cumplimiento de sus propósitos. Él no está confinado a los grande-mente dotados y excepcionalmente inteligentes; de hecho, puede usarlos solo si abandonan la confianza en sus capacidades puramente na-turales. A lo largo de toda la historia, Dios ha escogido y usado a personas nulas debido a que su inusual dependencia de él daba lugar para la

demostración singular de Su poder. Cuando están contentos con ser nadie, él puede serlo todo. Dios elige y usa a los ricamente dotados solo cuando estos renuncian a la dependencia de sus propias capacidades y recursos.

Pablo no explica en el párrafo anterior que Dios trabajó lo mejor que pudo con el pobre material que estaba a su disposición. Él los eligió deliberadamente, pasando por alto a los sabios, a los poderosos y a los nobles si ellos se negaban a renunciar a sus dones e idoneidades y dependían de estas para lograr fines espirituales. Por cierto, este es un pensamiento desafiante y revoluciona-rio: Dios no nos usará a pesar de nuestras debili-dades y falta de capacidad, sino, en realidad, de-bido a ellas. Él se niega a utilizar nuestros dones más espectaculares y nuestra idoneidad singular hasta que nos separemos de la confianza en ellos. La debilidad humana proporciona el mejor telón de fondo para demostrar el poder divino.

Un énfasis exagerado sobre los talentos y la idoneidad le ha cerrado la puerta a los campos de la misión a más de un potencial misionero adecuado. «Ofrecerán sus servicios a cualquier sociedad que garantice el empleo pleno de sus ha-bilidades» —escribe L. T. Lyall— «Esto es necesa-rio para probar a sus familias y amigos que toda la prolongada carrera agotadora que conduzca a la idoneidad no se va a desechar del todo». ¡Por cierto, Dios les debe haber permitido adquirir esta capacitación a fin de usarla! Abraham no poseía esas condiciones, ni tampoco Pablo, ni ninguno de los sobresalientes misioneros entre su época y la nuestra. La mayoría de ellos dejó que sus talentos cayeran al suelo y murieran, pero se volvieron misioneros fructíferos. El Señor exige un discipulado incondicional. Un cristiano está bajo órdenes. Él no debe pedir ver el sendero antes de salirse de él. Nosotros debemos obe-decer a nuestro Señor omnisciente y dejar que nos despliegue donde él ve que nuestra idonei-dad puede ser más estratégicamente empleada. La actitud actual de exigir seguridad de que la idoneidad de uno encontrará una salida adecuada puede ser una evidencia de falta de entrega plena al señorío de Cristo. Si creemos que Dios nos ha dado una virtud especial en nuestra capacitación,

Nuestras capacidades pueden ser uno de los mayores impedimentos para el éxito de la obra del ministerio

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¿no podemos confiar en él si parece que deja de lado por un tiempo los dones o incluso se priva de ellos para siempre?

«Mi poder se perfecciona en la debilidad», fue la explicación de Dios a Pablo. «Cuando soy débil, entonces soy fuerte», fue el testimonio del apóstol (2Co 12.9, 10). De los héroes de Dios se registra que «sacaron fuerzas de debilidad» (He 11.34).

William Wilberforce, el gran reformista cris-tiano responsable de la liberación de los esclavos en el Imperio Británico, era una criatura tan pequeña y frágil que parecía que hasta un viento fuerte lo tumbaría. Pero una vez Boswell lo oyó hablar en público defendiendo su gran causa, y observó: «Vi lo que me pareció un camarón en una mesa, pero al escucharlo creció hasta que el camarón se convirtió en ballena».

«Es un descubrimiento increíble» —escribe J. S. Stewart—, «que siempre es sobre la debili-dad y la humillación humana, no sobre la for-taleza y la confianza, que Dios escoge construir su reino; y que él puede usarnos no meramente a pesar de nuestra mediocridad, desamparo y enfermedades descalificadoras, sino precisa-mente debido a ellas» … Nada puede vencer a una iglesia o a un alma que toma, no su fuerza sino su debilidad, y se la ofrece a Dios para que sea su arma. Fue el camino de Francis Xavier, de William Carey, de Pablo, el apóstol: «Señor, esta es mi debilidad humana. Te la dedico para tu gloria». Esta es la estrategia ante la cual no existe réplica. Esta es la victoria que vence el mundo.

El principio ilustradoNuestro problema no es que seamos demasiado débiles, sino que somos demasiado fuertes para Dios. El rey Uzías … recibió ayuda de mane-ra maravillosa, hasta volverse poderoso. Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina (2Cr 26.15, 16). Jacob se convirtió en príncipe y recibió poder de Dios solo cuando se marchitó el vigor de su fuerza con el toque de su antagonista divino. Aunque suene paradóji-co, «los cojos arrebatarán el botín» (Is 33.23). A nuestros obstáculos, Dios les llama ayudas; nuestra mayor adversidad le proporciona su mayor oportunidad.

Dwight L. Moody careció de educación formal. Sus cartas, muchas de las cuales se han preservado, están llenas de errores gramatica-les. Su apariencia física no era impresionante. Su voz era muy aguda y sus tonos, nasales; pero estos impedimentos no evitaron que Dios lo usara para sacudir a dos continentes. Un re-portero fue enviado por su periódico a cubrir la campaña de Moody en Gran Bretaña, en la que la aristocracia y el vulgo se entregaban a Dios, para descubrir el secreto de su poder. Luego de una considerable observación, escribió: «No puedo ver nada en Moody de dónde produzca su maravillosa obra». Cuando Moody leyó el informe, se rió: «Vaya, ese es el secreto del mo-vimiento. No se encuentra nada en él que pueda explicarlo, salvo el poder de Dios. La obra es de Dios, no mía».

El Señor, sin embargo, no se limita a los Mo-ody y a los Carey de este mundo. Piense cómo él usó a Pablo, el apóstol. Podía clasificarse entre los sabios, los poderosos, los nobles. Poseía todo: Poder intelectual, ardor emocional, lógica irresistible, celo insaciable. Pero él no depositó la confianza en ninguna de sus fortalezas. «Así que, hermanos … no fui con excelencia de pala-bras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve con vosotros con debi-lidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder» (1Co 2.1–4). Él lo tenía todo, pero renunció a la dependencia de sus

Dios no nos usará a pesar de nuestras debilidades y falta de capacidad, sino, en realidad, debido a ellas.

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dones y capacitación insuperables para depositar toda su confianza en su Dios.

Moisés, también, ilustra el principio. Siendo un joven príncipe erudito, era sumamente arro-gante e intentó, por sí mismo, la liberación de sus congéneres oprimidos; pero todavía no esta-ba equipado para cumplir el propósito de Dios. En el exilio emprendió un curso de cuarenta años en la universidad del desierto. Tan profunda-mente dominó la lección difícil de la debilidad humana que evitó el llamado de Dios cuando le llegó. Adujo siete razones por las cuales no se consideraba capaz de cumplir la voluntad divi-na, todas ellas basadas en su propia debilidad e incapacidad.

Su inventario de descalificaciones abarcan falta de capacidad (Éx 3.11), falta de mensaje (3.13), falta de autoridad (4.1), falta de elocuen-cia (4.10), falta de adaptación especial (4.13), falta de éxitos (5.23) y falta de aceptación previa (6.12). Sería difícil elaborar una lista más com-pleta de incapacidades. Pero en lugar de com-placer a Dios, su aparente humildad y renuncia despertó su enojo. «Entonces Jehová se enojó contra Moisés» (4.14). En realidad, las excusas que este presentó para demostrar su incapaci-dad constituían los mismos motivos para que Dios lo escogiera para la tarea. Ahora, vaciado de confianza y de dependencia propias, Moisés se apoyaría en su Dios.

Para cada una de las discapacidades, Dios contaba con una respuesta satisfactoria y una provisión apropiadas. El factor olvidado fue que el llamado divino siempre garantiza capacitación divina para la tarea. Su debilidad se convirtió en el arma del Señor cuando Moisés regresó a los recursos sin límite de Dios. Nuestro «¿quién es capaz para estas cosas?» puede ser meramente la desesperación de la falta de convicción. La gozosa respuesta de la fe es: «Nuestra suficiencia proviene de Dios».

Se tomó de Madurez espiritual, Editorial Portavoz (www.portavoz.com), 2007. Se usa con permiso. Todos

los derechos reservados.

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¿Cómo saber?

Existen algunos parámetros que ayudan a evaluar dónde nos encontramos en el proceso de madurar

TEMA DEPORTADA

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Uno de los asuntos que torna complejo el medir el nivel de madurez en nuestra vida es que no esta-mos acostumbrados a identificar las cualidades específicas que posee la persona madura. Conoce-mos los principios generales de una vida entrega-da a Cristo, pero no siempre entendemos de qué manera se traducen a la vida cotidiana. Me atrevo, no obstante, a identificar algunas características puntuales de la persona madura. Las mismas son el fruto de observaciones efectuadas en la Palabra y en la vida misma.

Angustia por el pecado propioEn el Sermón del Monte Cristo ubicó la pobreza de espíritu como fundamento de una vida espiritual (Mt 5.3). La siguiente bienaventuranza, que cons-truye sobre la primera, premia a quienes pueden llorar. El lugar que le adjudicó Jesús pareciera in-dicar que el llanto es, precisamente, por la pobreza de los recursos espirituales de la persona.

Esto es precisamente lo que experimentó Isaías cuando vio al Señor en un trono alto y subli-me. Un profundo espanto por su propia condición se apoderó de él: «Ay de mí», exclamó el profeta, «porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios in-mundos habito» (Is 6.5).

Observe que se siente ofendido no por el pe-cado de sus hermanos, sino primeramente por su propio pecado. Esta es una de las características de la persona formada por el Señor. Su propia mal-dad le duele más que la de su prójimo. Se encuen-tra tan ocupado en alcanzar la santidad que no usa el tiempo para señalar las imperfecciones y las fallas de aquellos que lo rodean. El inmaduro, en cambio, se pasa la vida criticando a todos. Ignora que las críticas frecuentemente expresan una pro-funda insatisfacción personal.

Capacidad para amarEsta irremediable tendencia a criticar es una de las características que mejor describe a los fariseos. Por ser religiosos eran muy discretos en su forma de censurar, pero Cristo percibía los pensamientos de sus corazones como si los expresaran en voz alta. Así ocurrió cuando visitó a Simón en su casa.

El fariseo inmediatamente se escandalizó porque Jesús permitió que una mujer pecadora le besara los pies.

El contraste entre su actitud mezquina y la generosa devoción de la mujer es marcado. Ella no escatimó demostraciones a la hora de expresarle a Cristo su amor, regando sus pies con lágrimas y secándolos con sus cabellos. Sin duda, parte de esta demostración de amor tiene que ver con la pro-funda conciencia de la indignidad que padecía. La conciencia de nuestra pequeñez es la que más nos impulsa a ser generosos y tiernos con los de nues-tro alrededor, pues reconocemos que seguimos en pie por pura gracia.

Y así lo señaló Cristo. A Simón le aclaró: «te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama» (Lc 7.47). Es decir, el amor es la evidencia más clara de que Dios nos ha perdonado. Quizás la ausencia de convicción de pecado en nuestra vida es lo que nos lleva a ser duros con los demás. No obstante, el gran proyecto de Dios para nuestra vida consiste en enseñarnos a amar como Cristo amó. Ninguna otra lección cobra tanta importancia. Si logramos amar como él, el mundo creerá en el Hijo de Dios (Jn 17.23)

Mayor flexibilidadDe la mano de la capacidad de amar con más gene-rosidad viene mayor flexibilidad. La característica es el fruto de saber que el ser humano es complejo y que estar insertado en una relación demanda de cierta «cintura». La vida continuamente nos presentará una diversidad de situaciones propi-cias para insistir en que las cosas deben ser como nosotros queremos, por lo que adoptamos una postura de ofendidos cuando no nos salimos con la nuestra. La persona madura, sin embargo, ha entendido que no es feliz la persona que siempre consigue lo que quiere, sino aquella que logra sortear exitosamente los contratiempos que son naturales en toda relación.

El mismo principio se aplica a nuestra relación con Dios. La persona inmadura quiere reducir esta experiencia a una serie de actividades que deben ser escrupulosamente guardadas. Pero los

Existen algunos parámetros que ayudan a evaluar dónde nos encontramos en el proceso de madurar

Por Cristian Salgado

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avanzados en la vida entienden que existen una multitud de caminos para cultivar la relación con el Señor. Se sienten suficientemente seguros de sí mismos como para atreverse a explorar nuevas opciones y ser creativos en la forma en que viven su experiencia con Dios.

El sabio autor Henri Nouwen compartió una vez que le molestaban mucho las interrupciones durante el día de trabajo que, con tanto cuidado, había planificado. Un día, sin embargo, comenzó a notar cuánto ministerio Jesucristo llevó adelante partiendo de interrupciones. Luego tomó cuenta de que algunos de los momentos más espirituales en su propia vida no habían sido programados. El descubrimiento lo condujo a no aferrarse con demasiada fuerza a nada. Temía perderse algu-na aventura por estar demasiado apegado a las formas.

Aprecio por lo ordinarioUna de las características que pareciera unir la vida de muchos de los grandes santos es su capacidad de disfrutar lo aparentemente insignificante en la vida: un vaso de agua, la acción de pelar una papa, la rutina de llegar al trabajo. En este momento particular de la historia pareciéramos vivir en tiempo futuro. Es decir, no disfrutamos mucho del presente porque siempre estamos anticipándonos a la llegada de alguna fecha o evento especial. Los feriados y las fiestas especiales del año no llegan a sumar ni 5% de los días que nos han sido regala-dos. ¡Qué lástima perderse 95% de la vida por estar siempre esperando lo especial!

Una de las características sobresalientes de la vida de Jesús era su capacidad de desarrollar el mi-nisterio en el ámbito de las actividades de cada día. No lo encontramos armando reuniones especiales, ni tampoco postergando sus obras para los días designados para ellas. Andaba de pueblo en pueblo con sus discípulos y, mientras caminaban, se les presentaban innumerables oportunidades para mi-nistrar. Él, con sabiduría celestial, las aprovechaba para extender el Reino.

En el Sermón del Monte encontramos algo de la filosofía con la cual encaró la vida expresada: «No se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas» (Mt 6.33). El preocuparse por el mañana es, quizás, una de las pequeñas zorras que se roban el placer y la alegría de vivir intensamente el día de hoy.

Mayor honestidadDurante los años de nuestra juventud es común esforzarse todo lo posible para esconder nuestras debilidades. Avanzamos osados en diferentes situa-ciones, aun cuando no tenemos idea de cómo de-beríamos proceder. Lo importante es conservar, a toda costa, la imagen de que estamos en control de nuestra vida. Nuestras pequeñeces nos atormentan y procuramos todo lo posible para que otros no las observen.

Uno de los resultados más nefastos de esta ten-dencia es el hábito de culpar a los que nos rodean por nuestras propias fallas. El inmaduro siempre encuentra a quién echarle la culpa por sus desacier-tos. Saúl culpó al pueblo cuando perdonó a Agag y Aarón respondió igual cuando fabricó el becerro de oro. El siervo que escondió el talento justificó su acción basado en la severidad de su amo. El hecho es que no es necesario esforzarse demasiado para encontrar a quién responsabilizar por nuestras dificultades.

La persona madura ha aprendido a encargar-se de sus propias limitaciones. Puede asumirlas sin sentirse minimizado como persona, pues está confiado en la acción redentora de Dios a su favor. Pero a esta característica se le suma otra, más notoria: Se anima a que otros vean sus debilida-des y flaquezas, porque ha llegado a entender que, en el Reino, constituyen el instrumento escogido

Conocemos los principios generales de una vida entregada a Cristo, pero no siempre entendemos de qué manera se traducen a la vida cotidiana.

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para que fluya la gracia de Dios. Solamente el maduro puede declarar, junto a Pablo: «Me complazco en debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Co 12.10).

Conciencia del verdadero combateOtra de las razones por las que la persona madura asume responsabilidad por su propia vida es su entendimiento de que las batallas más importantes en la vida se libran en el corazón de cada persona. Con el tiempo ha llegado a percibir que los fantasmas que más necesita derrotar son los que anidan en su propia alma. Pedro no se hundió por la fero-cidad de la tormenta que lo reodeaba, sino porque prestó atención a los temores de su corazón.

David entendía este principio cuando enfrentó a Goliat. El problema principal para el ejército israelita no radicaba en el gigante, sino en el miedo que le profesaban. Por esto, cuando el joven pastor se presentó ante Saúl, no dudó en declarar: «No se desaliente el corazón de nadie a causa de él» (1Sa 17.32). Este mismo principio es el que llevó a Jesús a buscar la soledad del jardín de Getsemaní, ante la inminente traición de Judas. Allí libró una de sus batallas más intensas y duras, ofreciendo «oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte» (He 5.7). El autor de Hebreos nos insta a que consideremos su ejemplo para que «no nos cansemos ni nos desanimemos en nuestros corazones» (He 12.3).

El inmaduro, en cambio, derrocha gran-des cantidades de energías tratando de acomodar el mundo circundante para re-mover supuestos obstáculos que impiden su progreso en la vida. En ocasiones Dios con-cede que tal situación o persona sea quitado del entorno de su vida. Cuán grande es su sorpresa, entonces, al descubrir que sigue luchando contra los mismos problemas de antes. Podrán haber cambiado de color, pero las dificultades son las mismas, porque del

corazón del hombre vienen sus mayores dolores de cabeza (Mt 15.18–19)

Conducta más medidaUno de los privilegios que me ha dado el Señor es la cercanía a algunos preciosos siervos que están en el ocaso de la vida. Con el tiempo he observado una característica común en todos ellos: Son hombres y mujeres de pocas palabras. Cuando hablan, no hay desperdicio. Destilan sabiduría en cada frase que pronuncian; en parte porque han aprendido a culti-var la disciplina del silencio.

Solamente quienes aprenden a disciplinar su lengua disponen el corazón para ser enseñados. Pedro no pudo recibir la palabra que Cristo le quiso entregar la noche en que lo traicionó, porque estaba demasiado ocupado en declarar su lealtad a Jesús (Mt 26.31–35). Si hubiera guardado silencio quizás podría haberle sacado provecho a lo que su Amigo quería advertirle.

El autor de Proverbios nos recuerda que «en las muchas palabras, la transgresión es inevita-ble» (10.19) y el autor de Eclesiastés hace eco de esa perspectiva: «en los muchos sueños y en las muchas palabras hay vanidades» (5.7). Ante este peligro, aconseja: «guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios, porque éstos no saben que hacen el mal.… No permitas que tu boca te haga pecar, y no digas delante del mensajero de Dios que fue un error. ¿Por qué ha de enojarse Dios a causa de tu voz y destruir la obra de tus manos?» (5.1, 6).

En resumen:El crecimiento hacia la madurez es un proceso misterioso. No podemos producirlo, pero sí pode-mos facilitar las condiciones en que se produce. Dios nos llama a ser colaboradores, con Cristo, en la obra de transformación que realiza en nosotros. Con actitud honesta podemos echar una mirada a nuestra vida y compartir con él las incongruen-cias que encontramos en nuestra forma de actuar. Nuestra esperanza es que la confesión abrirá el camino para mayor crecimiento. A P

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EscogeEscoge el amor… en lugar del odio

Escoge la sonrisa… en lugar del ceño fruncido

Escoge edificar… en lugar de destruir

Escoge la perseverancia… en lugar del abandono

Escoge el cumplido… en lugar de la crítica

Escoge sanar… en lugar de herir

Escoge dar… en lugar de recibir

Escoge la gratitud… en lugar de la queja

Escoge la fe… en lugar de la duda

Escoge la confianza… en lugar del temor

Escoge actuar… en lugar de postergar

Escoge perdonar… en lugar de maldecir

Escoge la oración… en lugar de la angustia

Escoge la excelencia… en lugar de la mediocridad

Autor desconocido

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MÁS ALLÁ DE TU VIDAFuiste creado para marcar la diferencia9781602554047Disponible Septiembre 2010Tapa rústica272 págs.

¿Qué ocurriría si sacudiéramos al mundo con esperanza?

Estos son días difíciles en la historia de nuestro mundo.

Miles de millones de personas son pobres, y millones

permanecen hambrientas o sedientas cada día. Las

enfermedades cobran miles de vidas diariamente. Pero

a ti y a mí se nos ha dado una oportunidad para in�uir

de manera positiva. ¿Qué ocurriría si lo hiciéramos?

¿In�ltrando las cuatro esquinas con el amor y la vida de

Dios? Somos creados por un gran Dios para hacer

grandes obras. Él nos invita a vivir nuestra vida no sólo

en el cielo, sino aquí en la tierra. ¿Qué ocurriría si

vivieras de tal manera que tu muerte fuera

simplemente el comienzo de tu vida?

E

CONÉCTATECON NOSOTROS You Tube Tu vida h y

®

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Una canciónen tierrasextrañas

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Inquiere el salmista: «¿Cómo cantaremos cánti-co de Jehová en tierra de extraños?» (Sal 137.4). Esta es una conmovedora pregunta que brota del corazón de un poeta que lucha por vivir en una tierra extraña (Babilonia) las rutinas de una vida más familiar (Jerusalén). Esta pregunta ha estimulado a comunidades misionales de líderes de base en América Latina, que se encolumnan bajo el estandarte del Center For Transforming Mission (CTM).

Estamos aprendiendo cómo leer la Biblia, no a ni para aquellos a quienes servimos, sino con ellos, a los que con error se les ha etiquetado de los menos, los últimos y los perdidos. La creencia tras este enfoque es que la gracia es como el agua: fluye cuesta abajo e inunda los sitios más bajos. Estamos aprendiendo a ver la gracia de Dios inundar lugares de extrema pobreza y violencia.

Los valores teológicos fundamentales del CTM están conformados por la misión «encarna-cional» de Jesucristo. En la encarnación de Jesús —todo lo que hizo y dijo, y su muerte y resurrec-ción para salvarnos de nuestros pecados— la intimidad de lo humano y lo divino se manifiesta en toda su plenitud. La encarnación une lo que el mundo divide. El ministerio que espiritualiza y subestima los problemas reales que enfrentamos en el mundo físico no se ajusta a la verdad de las doctrinas de la creación y la encarnación. El ministerio bíblico, el encarnacional, es radical-mente holístico; afecta el cuerpo y el alma. Pro-duce como respuesta la transformación personal y el cambio sistémico; promueve la rectitud y la justicia. Establece una conexión entre Dios y la humanidad, entre el cielo y la tierra y quizá, lo más difícil de todo, entre «nosotros y ellos».

Nuestra preocupación por encarnar a Jesús entre los menos, los últimos y los perdidos nos

ha dado la oportunidad de conocer a algunos extraordinarios líderes de base, quienes están cantando la canción de Dios en algunos terri-torios verdaderamente extraños (como, por ejemplo, grupos de jóvenes de la calle, familias en condiciones de pobreza extrema, mujeres en prostitución, mujeres que sufren abuso familiar y miembros de pandillas encerrados en prisiones centroamericanas). Aprendimos que las personas que «no encajan» son clave para la misión de la iglesia. Permítame (a mí, Joel) tratar de ilustrar-lo.

La historia de AgarExiste una prisión de hombres en América Cen-tral con un sorprendente grupo de residentes. Duermen alrededor de mesas construidas con bloques de cemento, en lo que solía ser el salón comedor. Allí vive una mezcolanza de novias, esposas, hermanas y madres pertenecientes a una de las más importantes pandillas callejeras centroamericanas. Durante una visita reciente, su «capellán» (un ex pandillero) y yo les hablamos acerca de Agar, en Génesis 16. Estas mujeres apli-caron rápidamente la historia a su propia vida. Oyeron que el ángel del Señor trató con respeto a Agar (el ángel del Señor fue el único personaje en el relato que se dirigió a ella llamándola por su nombre). El ángel del Señor la alentó luego a contar su historia: «¿de dónde vienes tú, y a dónde vas?»

Las mujeres residentes de esa prisión sabían lo que se siente cuando una persona carece de nombre y los poderosos la usan como si fuera su propiedad. Experimentaban la sensación de vivir en desiertos de soledad a causa de la mar-ginación. En la historia de Agar encontraron su propia historia. Leer la Biblia con las personas a

La Iglesia puede descubrir mucho acerca de Dios y la vida de fe cuando escoge moverse entre los desposeídos de la tierra

Por Joel Van Dyke

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PASTORAL

El evangelio comienza por la disposición para ver la realidad tal como es, no como debería ser.

La iglesia existe para despertar a las personas, para llevarlas a tomar conciencia, y no simplemente para que se sientan cómodas en su estado inconsciente...

las que servimos nos ayuda a comenzar a leerla desde la perspectiva de quienes han sido aplas-tados por la vida. La historia de Agar, aunque a menudo es olvidada por la iglesia, no es insigni-ficante. Ella posee el privilegio de haber sido la primera persona en la Biblia de dar un nombre a Dios. Llama al Señor: «El-roi» (El Dios que ve). Ese detalle del relato llenó de asombro a las Agar de este tiempo.

Unas semanas después de haber realizado ese estudio se levantó en la prisión una pared para separar a las mujeres de los hombres. Las muje-res decidieron, por unanimidad, pintar en su cara del muro la historia de Agar, con las palabras «El Dios que me ve» como centro de la obra.

Agar comprendió algo acerca de Dios que Abraham no confiesa sino hasta seis capítulos más adelante. En esa oportunidad, Abraham anuncia a «Jehová-jireh» (Dios ve/provee) con el mismo verbo, raá, que Agar usó para nombrar a Dios (Gn 22.14). Quizá las «Agar» del mundo lle-guen a alcanzar una visión del evangelio mucho antes que los «Abraham».

La confrontación con el dolorExisten tres puertas para la transformación: la oración, la alabanza y el dolor. La más amplia de ellas es el dolor. Irónicamente, el dolor es la puerta más custodiada personalmente por los poderosos

y la más accesible para las personas a las cuales servimos.

Quizá esta sea la razón por la cual la realidad y la autenticidad son la moneda corriente entre los marginados. El evangelio comienza por la dispo-sición para ver la realidad tal como es, no como debería ser. De modo que estamos aprendiendo que la tarea primordial de la iglesia no es edificar el reino de Dios; esa es la tarea de Dios. Nuestro trabajo consiste en ver a Dios actuar en el mundo, a la vez que proclamamos y celebramos las obras que le vemos hacer.

La iglesia institucional en América Latina a menudo está muy distante de las personas que podrían proporcionarle la visión que con tanta urgencia necesita. Algunos miembros de pandillas encarcelados expresaron los siguientes pensa-mientos:

Con frecuencia hemos visto cómo se extienden los edificios de las iglesias y a líderes con acti-tud competitiva que parecen haber optado por «competir» con otras iglesias mientras dejan de lado la necesidad existente en las prisiones, vecindarios, barrios bajos y centros de rehabi-litación. La prioridad de tales iglesias pareciera ser la comodidad de sus miembros, por lo que, tal parece, han olvidado la visión de Jesucris-to, quien ordenó: «Id, y haced discípulos a todas las naciones». Nuestro deseo no es solo criticar, pero, mientras las iglesias construyen templos para sentirse cómodos, hay niños que mueren de hambre, pandilleros que se matan unos a otros y personas encarceladas que su-fren de una manera terrible.

En un sermón sobre Lucas 23, Tim Keller menciona a los «ajenos» que se habían reunido alrededor de la cruz. Aparecen Simón de Cirene, un «ajeno cultural», un criminal convicto, con sen-tencia de muerte, un «ajeno moral», un centurión, un «ajeno racial», y las mujeres observadoras, «ajenas sociales». Lucas ubica en la escena de la cruz a un único «religioso que no es ajeno» que

LIDERAZGO

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A P

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El evangelio comienza por la disposición para ver la realidad tal como es, no como debería ser.parece comprender en su plenitud el significado y la importancia de la muerte de Jesús: José de Arimatea. «Debido a la manera en que se lleva a cabo la salvación», comenta Keller, «los “ajenos” tienden a comprender, a ver las cosas antes que las entiendan los que no son ajenos; sin embargo, todos son bienvenidos».

Walter Brueggemann escribió que la tarea del profeta es liberar a las personas de su entu-mecimiento. La iglesia existe para despertar a las personas, para llevarlas a tomar conciencia, y no simplemente para que se sientan cómodas en su estado inconsciente. A menudo se trata de una tarea solitaria. Nos coloca en situaciones muy di-fíciles al interactuar con «ajenos» que, a menudo, se vuelven fuentes escandalosas y sorprendentes de una esperanza que derriba el entumecimien-to. Permítame (a mí, Joel) nuevamente tratar de ilustrarlo.

Llevar la realidad del evangelio a la calleEl pastor Francis Montas y su esposa Loly pasto-rean una iglesia de jóvenes —Casa Joven— que se reúne todos los sábados por la noche en lo que antes fuera un club nocturno en Santo Domingo. Su trabajo con los niños de la calle, con jóvenes delincuentes encarcelados y con mujeres en pros-titución, significa para muchos otros un llamado profético a despertar.

Hace aproximadamente dos meses, Francis y Loly llevaron a cabo una noche especial de oración cerca de una de las más tristemente célebres calles de prostitución de Santo Domingo: la Avenida Sarasota. Mientras oraban unos por otros, pasaron a orar por las muchachas de esa calle. Para cuan-do me uní a ellos, estaban en su séptima noche consecutiva de oración en las calles junto a las muchachas.

Lo que experimentamos durante las siguientes tres horas fue una representación de la escanda-losa gracia de Dios que vuelve añicos el entume-cimiento. El rostro de cada «muchacha» se ilumi-naba cuando las jóvenes de la iglesia la llamaban por su nombre y la abrazaban. Las mujeres de la

calle respondían a las hermosas preguntas de las jóvenes cristianas, contándonos lo que les había ocurrido durante la semana, relatando his-torias acerca de sus hijos y recibiendo oración con ansiosa expectativa, ignorando durante todo ese tiempo a los potenciales «clientes» que pasaban.

Acabábamos de testificar a un grupo de es-tas mujeres y orar por ellas cuando una, a la cual llamaré Gloria, preguntó si podía orar por noso-tros. A las 2:30 de la madrugada, en una acera de la «Avenida Sarasota», mientras nos tomábamos de las manos formando un círculo junto con mis amigos dominicanos, oí una de las oraciones más hermosas de mi vida. Cuando Gloria finalizó con su «Amén», una sonrisa explotó en su rostro. Con timidez confesó que era la primera vez que oraba en voz alta. Fingí toser mientras trataba de secar las lágrimas de mis ojos. Gloria recibió más abra-zos de las damas y un torpe apretón de manos de mi parte. Ese sábado por la noche vino a la iglesia, ¡donde la recibí con un abrazo!

Me resultaría imposible detallar aquí cuán-tas bendiciones ha recibido esta iglesia de Santo Domingo y de qué manera ha recalibrado su visión y su misión para su ciudad por contactarse con estas mujeres en prostitución. Las iglesias como Casa Joven que se relacionan con las Agar de sus ciudades, nos enseñan a los demás a cantar la canción de Dios en algunos territorios, por cierto, muy extraños.

El autor es director para América Central de Estrategia de Transformación, una alianza estratégica entre el Center for Transforming Mission y Christian Reformed World Missions. Kris Rocke es director ejecutivo del Center for Transforming Mission.

Copyright © 2009 Christianity Today/Movimiento de

Lausana

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El discípulo siempre está en el proceso de progresar hacia la meta de la perfección

que propone el Nuevo Testamento

TEMA DEPORTADA

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Por David Jeremiah

En uno de los tantos intentos por alcanzar la cima del Monte Everest, antes de la exitosa es-

calada de 1953, un equipo de alpinistas trabajó en su último intento. Su valiente proeza falló y

hoy yacen sepultados en algún rincón de la eterna nieve. Uno de sus compañeros, que se había que-dado más abajo cuando intentaron la última esca-lada, regresó a Londres. Cierto día, mientras daba una clase de alpinismo, se detuvo a mirar una foto magnífica del mencionado monte. Al concluir su lección, volteó y se dirigió a la montaña: «Intenta-mos conquistarte y fallamos; lo volvimos a inten-tar y nos venciste; pero te venceremos, porque tú no puedes crecer más, sin embargo nosotros sí».

Así como un verdadero alpinista jamás debe rendirse, siempre y cuando exista alguna cima que conquistar, tampoco Pablo permitía que los creyentes de Filipos se dieran por vencidos antes de llegar a la madurez. Él los desafiaba a seguir caminando, creciendo y escalando hasta alcanzar su potencial en Cristo. Pablo se centraba en cuatro elementos necesarios para retar a estos creyentes a continuar creciendo en su experiencia cristiana (Fil 3:15–21).

El gran ánimo por alcanzar lo prometidoUno de los dones especiales de Pablo era su habili-dad de alentar a aquellos que lo rodeaban. Man-tenía elevados niveles de ánimo y constantemente encontraba alguna forma de inspirar a sus discípu-los a luchar por alcanzar sus objetivos.

Es posible que la especialización de Pablo en ese ministerio tenga que ver con su relación con Ber-nabé (cuyo nombre significa «hijo de consolación», como lo llamaban los apóstoles). El ánimo es un

elemento constante en sus cartas a las iglesias, en especial

en las dirigidas a aquellas que pasaban por pruebas difíciles.

La meta tan codiciadaAl principio, las palabras de Pablo parecen con-tradictorias. Si volvemos al versículo 12, leemos la confesión de Pablo de no haber alcanzado todavía la perfección, pero, en el versículo 15, exhorta a sus lectores a buscar la perfección. ¿Cómo podía esperar que los demás alcanzaran una meta que él mismo no había conseguido tras toda una vida dedicada a ese fin?

La contradicción se despeja en el término que Pablo utilizó para referirse a la «perfección». Una forma de la palabra griega teleios aparece en el versículo 12, y también aquí (15). Se traduce «maduro», en el versículo 15, con una connotación diferente a la del versículo 12, donde Pablo utiliza el verbo de esta manera (que ya sea perfecto), para indicar una madurez espiritual absoluta o una per-fección sin pecado. Aquí (15) la palabra se refiere a la madurez espiritual relativa. Esta madurez no es un estado de perfección sin pecado sino de llenu-ra, como la madurez de un adulto comparada con la de un niño. Guy King utiliza esta analogía para explicarlo:

En el camino, llegar a la perfección final en la carrera implica recorrer cien yardas en diez segundos. Te detienes con el cronómetro en mano y calculas diez yardas en un segundo, perfecto. No completamente perfecto, pero casi. Así que lo perfeccionas cada diez yardas, hasta que al llegar a las cien yardas, has llega-do a la perfección final en diez segundos. Así se entiende también en el Nuevo Testamen-to. Es relativo. Cuando el Señor nos ordena: «sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5.48), no se refiere a que él espera que alcancemos la perfección divina; sino que seamos perfectos en nuestra propia esfera, así como Dios lo es en la suya.¹

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La convicción que Cristo nos daráPablo anticipa dos respuestas a su desafío. Ambas están contenidas en las palabras «esto mismo sin-tamos» y «si otra cosa sentís».

Las personas que se identifican con «esto mismo sintamos» son las que han decidido consi-derar el crecimiento y la madurez como objetivos importantes para el creyente. Admiten, al igual que Pablo, su necesidad de seguir intentando llegar a la madurez espiritual. Pero también han abandonado la idea de alcanzar la madurez por la obediencia de la ley y prosiguen hacia la perfección en Cristo.

Aquellos que «sienten otra cosa» probable-mente asuman que ya han llegado a la perfección. Quizás quieren crecer pero no quieren pagar el precio de esforzarse para conseguir ese objetivo. Cualquiera fuera la perspectiva de los creyentes, esta no preocupaba a Pablo, ya que Dios se las iba a aclarar a su tiempo. Les revelaría que Pablo les hablaba la verdad. Arribar a esa convicción me recuerda la advertencia de Jesús a los judíos: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Jn 7.17).

El camino recorrido con aciertoPablo reconocía que el progreso espiritual obtenido hasta esta etapa resultaba de sujetarse a los pará-metros establecidos en la Palabra de Dios. Anima-ba a los filipenses para que también siguieran ese mismo principio y misma actitud.

Ocasionalmente, en las eliminatorias de balon-cesto o fútbol, escuchará a un periodista deportivo relatar que un jugador estrella está pasando un mal día. En su explicación del motivo por el cuál se le permite continuar al atleta, sin importar que esté jugando muy mal, el comentarista podría afirmar lo siguiente: «El entrenador decidió apostar sus

fichas en el hombre que le permitió llegar a esta posición». En otras palabras, como el aporte del atleta fue muy valioso para que clasificaran en las eliminatorias, no encuentra mucho sentido sacar-lo ahora del juego, a pesar de su mal rendimiento actual.

¡Este fue el mensaje de Pablo! Estos creyentes habían alcanzado su actual nivel espiritual por seguir ciertos principios y procesos. No debían per-mitir que los legalistas cambiaran su perspectiva de la vida cristiana. Las palabras de Pablo a las iglesias de Galacia conllevan un desafío similar: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gá 3.3)

¡La determinación de Pablo era directa! Los fili-penses debían seguir caminando la misma senda y cultivar los mismos pensamientos. Usa un lenguaje militar. Debían «permanecer en línea» delante de los principios de la Palabra de Dios. Debían avanzar hacia la perfección. Mientras que no nos responsabilicemos por obtener la perfección sin pecado, ese será el objetivo de Dios para nuestras vidas. Leamos a C. S. Lewis:

Es por eso que Él advirtió a la gente que «calcu-laran el costo» antes de convertirse en cristia-nos. «No cometan errores» —nos advierte—. «Si me permiten, los haré perfectos. Desde el momento en que se confían en mis manos, a eso se exponen. A nada más que a eso. Gozan de libre albedrío, y si lo eligen, pueden alejar-me. Pero si no me alejan, entiendan que voy a seguir adelante hasta el final. Sin importar el sufrimiento que les cueste en su vida terrenal … sin importar lo que me cueste a mí, nunca descansaré, ni les permitiré descansar, hasta que sean literalmente perfectos, hasta que mi Padre pueda expresar sin reservas que está complacido con ustedes, así como declaró que estaba complacido conmigo. Esto es lo que pue-do hacer y lo que haré. Pero no haré menos que eso».²

Se adaptó del libro Turning toward Joy, Victor, 2006. Se usa con permiso. Todos los derechos reservados

1. Joy Way, London; Marshall, Morgan and Scott, 1952.

pgs. 90-91

2. Mero Cristianismo, Editorial Rayo, 2006.

Esta madurez no es un estado de perfección sin pecado sino de llenura, como la madurez de un adulto comparada con la de un niño.

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Esperanza sin límites

¡Este es un libro para los que todavía no son “perfectos”!La Biblia menciona personas que querían servir a Dios — pero que con frecuencia fracasaron. Sin em-bargo, Dios los pudo utilizar. Packer nos muestra como sus luchas y sus triunfos en seguir a Dios se relacio-nan a nuestras experiencias de hoy.

ISBN: 1-58802-258-7

Los planes de Dios para su vida

J. I. Packer nos ayuda a reconocer principios bíblicos importantes y a tomar decisiones con sabiduría. Este libro nos muestra cómo podemos percibir y sentir la vida cuando la vivimos con fe en un Dios sobera-no con planes soberanos. Y cuan-do veamos las maravillas que Dios anhela para nosotros, sabremos que sólo Él puede colmar nuestro futuro de esperanza.

ISBN: 1-58802-258-7

Nehemías

Un hombre de acción que tomó so-bre sí la increíble tarea de reconstruir la antigua Jerusalén. Dedicado. Sa-bio. Valiente. Un hombre con celo saturado en la oración. Un modelo para liderazgo sagrado.Todo esto para edificar Su Reino. Packer le ayudará descubrir un mo-delo de avivamiento ycrecimiento para su iglesia.

ISBN: 978-1-58802-544-9

Uno de los teólogos más reconocidos, J. I. Packer escribe no solamente de su conocimiento,

sino también de su corazón

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Eviteagotarsecomo pastorPodemos evitar una de las principales razones por las cuales los pastores renuncian y abandonan el ministerio

PASTORAL

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Problema comúnEl ministerio pastoral y el liderazgo en la iglesia conllevan tareas que consumen. Son ministerios que rebasan los límites naturales de responsabi-lidades y crisis inesperadas. A veces transcurren meses en los que en realidad me aburro, casi no recibo llamadas en busca de ayuda. Por otro lado, llegan meses en los que las crisis se desencadenan una detrás de la otra, en los cuales apenas consi-go respirar.

En ocasiones, organizamos muy bien nuestro tiempo y solamente acabamos cansados. Pero en otras, ignoramos cómo manejar nuestra agenda y por eso terminamos agotados. Podemos sentir-nos cansados por un acontecimiento formidable en la iglesia, un evento importante, un programa intenso, o un retiro juvenil; pero todavía no cali-fica como agotamiento ministerial. Sin embargo, si seguimos con semejante rutina, sin guardar el equilibrio, nos agotaremos sin necesidad de que intervengan el orgullo u otro pecado. Nuestra desacertada administración llevará nuestra ener-gía a la bancarrota. Transité ese sendero dema-siadas veces, hasta que, además de rendirme a Dios, aprendí a delegar y a establecer límites.

Mundo aceleradoLa vida de hoy genera mucho más estrés que quizás la de cualquier otro período de la historia de la humanidad. Atendemos más demandas, más presiones, más tareas, más información y más responsabilidades. No obstante, al mismo tiempo contamos con menos energía emocional, menos apoyo, menos palabras de ánimo, menos ayuda de parte de los demás, menos personas que escuchan y nos enfocamos menos en «lo más importante». Llegamos a semejante condición porque somos una sociedad que se enfoca demasiado en las tareas y erramos al elegir el foco de nuestra aten-ción. Recordemos la crisis que tuvo que sobrelle-var Elías.

Nuestro Dios nos ama y se preocupa por no-sotros, por lo tanto mantengamos el enfoque y la perspectiva correctos. Permitamos que la fuerza provenga de él, no de las circunstancias. Debemos alejar nuestra vista de nuestros sentimientos y de

nuestra percepción. Enfoquémonos, más bien, en la persona que somos en Cristo. No podemos ver las circunstancias contrarias desde un punto de vista pesimista, pues con esa actitud solo consegui-remos empeorarlas; seremos capaces de exagerar, ya que veremos una montaña donde en realidad solo existe un montículo de arena.

Identidad claraNo nos comparemos con los demás ni creemos ex-pectativas irreales. Tales pensamientos nos dejan caer en la trampa del rendimiento, de la cual, con muy escasas probabilidades, lograremos escapar. En semejantes condiciones, seremos incapaces de distinguir entre nuestro llamado, nuestras habi-lidades, nuestros dones y nuestras fortalezas y habremos errado en nuestro enfoque, aun cuando se trate de ayudar a otros.

No todos gozamos de las mismas habilidades, pero sí todos somos únicos y ocupamos un lugar especial en el Reino. Cada uno de nosotros ha re-cibido su propio llamado, el cual a nadie más se le ha dado. ¡Descubrámoslo!, ¡apropiémonos de él! y ¡vivamos para él! No caigamos en la misma tram-pa que obligó a Elías a fijarse en resultados, por la cual se culpó a sí mismo y a los demás. Superemos la dificultad y demos lo mejor de lo que somos para la gloria de Dios, así como Elías lo logró de una manera admirable.

Síntomas llamativosEntonces, ¿cómo saber si solo sufrimos cansancio o si ya estamos agotados? Primero, planteémonos preguntas para averiguar si hemos establecido límites. Si la respuesta es positiva, es probable que solo estemos cansados. Sin embargo, si descubri-mos en nosotros mismos una actitud indolente hacia nuestro llamado y ministerio y nos distan-ciamos de nuestra vocación, hemos encontrado un problema.

Cuidémonos del orgullo, porque él producirá en nosotros un complejo de superioridad. Nos llevará a no preocuparnos por los demás, así que tras esta actitud perderemos la perspectiva y el objeto de nuestro llamado divino. Además, ya sea el orgullo, la decisión de no establecer límites

Por Richard J. Krejcir

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LAS FLUCTUACIONES

DEL NESTABLE

o una combinación de ambos nos conducirá al agotamiento e, incluso, hasta cometer algún pe-cado sexual. El líder debe determinar si su nece-sidad tiene que ver con realizarse un auto examen profundo o solamente requiere incrementar sus horas de sueño. Además, el líder debe contar con otras personas que se sientan libres de indicarle si observan alguna señal de advertencia.

Cómo actuar para prevenir el agotamiento1. Ore y ore mucho. ¡Que también otros oren por usted! Permítale a Dios ser parte de lo que sien-te y entréguele su frustración a él. A Dios no le podemos contar nada nuevo. Él ya sabe todas los acontecimientos.2. Aprenda a delegar. Esté pendiente de la necesidad de establecer límites, de las enferme-dades producidas por el exceso de trabajo y de los peligros a los que se expone.3. Controle con frecuencia su actitud.4. Manténgase saludable: sea consistente en los chequeos médicos de rutina, coma sanamente, descanse y adquiera el hábito de ejercitarse física-mente. Cuide su tiempo libre. No será de mucha utilidad para Dios si se la pasa siempre cansado y enfermo. Su paso por esta tierra es muy breve, así que de manera constante controle su salud y el foco de su atención. No se apure por llegar al Cielo. Llegará a su debido tiempo. Así que, mientras permanezca aquí en la tierra, enfóquese y mantenga la esperanza en la vida que gozará en la eternidad.5. Levante un equipo de apoyo. Para crecer en responsabilidad, jamás prescinda de una base de apoyo que lo ayude a mantener el equilibrio. Bus-que personas con las que siente libertad de hablar porque siente que lo escuchan.6. Cultive otras actividades aparte del ministe-rio, como ejercitarse en algún deporte, participar en eventos cívicos, o recrearse en su hobby.7. Evalúe su llamado. Asegúrese de haber acertado en el enfoque de su vida y en el llamado al que ha respondido. Muchas personas se han equivocado de vocación, pues, en lo que se dedican, no utilizan sus dones, talentos y habilidades. También este error suele ocurrir entre los pastores. Muchos se extravia-ron al elegir el pastorado como su profesión.

8. Conozca sus limitaciones. Acepte que usted no es Dios; él no lo ha elegido porque lo necesite, sino que de pura gracia lo eligió para hacerlo útil en sus proyectos. Por eso, usted no es el salvador de la iglesia; tampoco los demás; usted es simple-mente una de las personas que él usa.9. Dedíquese a aprender. Leer edifica, como lo es asistir a conferencias y a retiros en los que usted no participa como organizador. Siempre busque renovarse.10. Practique las disciplinas espirituales. No olvide lo fundamental: sumérjase en la Palabra y la oración.

Cuide sus recursosAgotamiento significa que hemos consumido todas nuestra energía espiritual, que hemos perdido la vitalidad para ejercer el ministerio o cualquier tarea a la que nos dedicamos. Hemos llegado al clímax del cansancio y del desgaste. Por eso, si permanecemos en nuestro cargo sin reabastecer nuestro depósito de energía, nos limitaremos a tra-bar a algunos componentes vitales, y causaremos mucho daño. Cuando el líder llega al agotamiento, se convierte en el atasco que sabotea la máquina del ministerio. Puede provocar ese desastre sin que sea su intención. Sin embargo, debido a su falta de disponibilidad, pues de hecho ya no sale nada de él, y ha quedado fuera de servicio, expone al peligro la vitalidad y ministerio de los demás.

En uno de sus encuentros con sus discípulos, posteriores a su resurrección, Jesús le demanda a Pedro: «apacienta a mis ovejas». Nosotros, los pas-tores, por el poder del Espíritu Santo, proveemos el alimento, pero también necesitamos comer de ese alimento. Las personas dependen de nosotros para recibir su comida, pero... ¡cuidado!, también pueden agotar la nuestra, tanto la personal como la espiritual. Seamos cuidadosos y volvamos a reabas-tecernos con el alimento adecuado. De lo contrario, nos exponemos al peligro y, con nosotros mismos, al ministerio que se nos ha confiado.

Derechos reservados por el autor e Into Thy Word Mi-nistries, www.intothyword.com. Se usa con permiso.

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PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO

PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO

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LAS FLUCTUACIONES

DEL NESTABLE

El conformismo, así como la mediocridad, ha sido uno de los más fieles acompañantes en la vida de muchos creyentes. Esta actitud ha deja-do un vestigio de personas fracasadas, así como de una terrible inestabilidad que merma las posibilidades del potencial que como iglesia de Cristo Jesús deberíamos alcanzar. Los hombres y las mujeres vacilantes no se consagran al Señor como él se merece. La inconstancia es uno de los pecados que más lesionan el crecimiento de la obra del Señor. Es una de las armas que Satanás usa contra los creyentes de doble ánimo e hipó-critas. La inestabilidad es símbolo de inmadurez y mengua la vida victoriosa que el Señor ofrece.

Cuando nos referimos a algo estable, habla-mos de firmeza y durabilidad. La inestabilidad nos puede llevar a alturas espirituales asombrosas,

pero también a precipicios oscuros y siniestros de amargura espiritual. «Que tu hablar sea ¡sí, sí! o ¡no, no!» La Biblia es un libro de absolutos y pre-senta a los hijos de Dios como hombres y mujeres transformados por el poder de Cristo y en camino a la madurez. En cambio, la estabilidad es símbolo de la plenitud cristiana y sinónimo de victoria. Una de las muchas estrategias que el enemigo utiliza para hundir la obra de Dios, es ubicar dentro de las congregaciones gente totalmente inestable.

La Biblia presenta a un hombre que se ca-racterizó por su inestabilidad, el apóstol Pedro. Él sufrió por su pecado, pero Dios lo transformó para convertirlo en baluarte de la Iglesia.

La inestabilidad es una actitud del corazón, que consiste en la falta de continuidad; es la au-sencia de armonía entre lo que soy y lo que hago.

La vida de Pedro ofrece claras evidencias de cómo Dios puede transformar nuestras inciertas emociones en bendición

Por Luis César Gabriel

TEMA DEPORTADA

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Aquello que rechaza la constancia del carácter de Dios en nuestra vida es pecado.

«Sus caminos son inestables; no los conocerá, si no considerare el camino de la vida» (Pr 5.6). Aquello que rechaza la constancia del carácter de Dios en nuestra vida es pecado, y nos priva de Sus ricas y abundantes bendiciones.

Síntomas de la inestabilidadCuando recorremos los evangelios podemos identificar varios resultados de la inestabilidad de Pedro, que también se pueden observar en nuestra propia vida.

1. Falta de fe (Mt 14.28–32).Actúa por impulsos y sin evaluar sus hechos. El error de Pedro fue dejarse llevar por su carácter fuerte, sin calcular los riesgos de sus acciones.

La gente inestable actúa por impulso. Al esfumarse sus motivaciones abandonan su tarea y la dejan a medias. Esa actitud produce retra-sos en la obra de Dios. «Manda que yo vaya»: es la actitud de quienes desean conocer los planes de Dios; aún más, le piden que él se ajuste a sus demandas.

Se lanza a proyectos sin haber recibido ins-trucción concreta de Dios. Los más osados deben esperar recibir un claro mandamiento del Señor antes de lanzarse a obras que contraen riesgos, ya que su precipitación en tales casos es más bien señal de osada presunción y no de firme confian-za.

2. Caídas precipitadas después de la gloria (Mt 16.13–20, 21–23).Se adelantó a hablar antes que los demás. Pedro realizó la confesión más importante para ser sal-vo: «Tú eres el Cristo», por lo que Jesús lo decla-ró: «bienaventurado». En todos los grupos siem-pre aparecen quienes se destacan por su fervor

y osadía, y Dios los puede usar para revelar la verdad. Pedro expresó la mejor respuesta de una manera contundente y breve: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Esta es la declaración de fe más concisa y perfecta que se ha expresado de Jesús. «Tú eres el Cristo».

Se destacó en el grupo. Pedro alcanzó las mejores calificaciones de su curso como discípu-lo; se sentía en los cielos, pero su inestabilidad lo arrastró hasta el mismo infierno al reconvenir a Jesús para que evitara la cruz (Mt 16.21–23). El Señor lo reprendió duramente: «¡Aléjate de mí, Satanás!» Cuando nuestros intereses están pri-mero que los del Señor, el enemigo usa nuestro desequilibrio para estorbar la obra de Dios. Sin saberlo, Pedro contradecía al Señor en sus desig-nios perfectos.

Miró a Cristo a través de ojos terrenales. Quiso instruir al Señor en lo que debía o no hacer. Quizá algunos argüirán que Pedro solo pretendía expresar su amor por Jesús y por ello le sugería que no actuara según esos planes. No era así. Quienes son inestables lo son, precisamente, porque intentan adaptar las realidades del Reino a las perspectivas del hombre. Acaban optando por la comodidad en lugar de la obediencia y con-siderarán los sufrimientos como estorbos.

3. Actitud arrebatada y violenta (Jn 18.10, 11).Aquí encontramos otro ejemplo de la osadía de Pedro, al cortarle la oreja al soldado. Su carácter tan voluble lo cegó ante los propósitos de Cristo. Él estaba totalmente decidido, pero sus méto-dos eran los incorrectos. Su temperamento, mal enfocado, era síntoma de su propia inseguridad. Al igual que Pedro, muchos creyentes toman la decisión de seguir a Jesús, al costo que sea, pero utilizan armas carnales y no las de Dios. El pro-feta afirma que «no es con ejército ni con fuerza; sino con mi Espíritu» (Zac 4.6) La clave radica en encarar los proyectos del Señor en el poder de Dios.

4. Cobardía ante los enemigos del Señor (Mt 26.69–75). Son muchas las personas que vuelven atrás y niegan la fe por causa de su inestabilidad. Pe-dro se derrumbó hasta lo más bajo de su vida

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y experimentó el lodo cenagoso del pecado, por encontrarse en el lugar equivocado. Olvidó todo el bien que había recibido de Dios cuando afirmó «No lo conozco». Ante la presión acabó adoptando el idioma del mundo, al proferir insul-tos. El afán de no ser identificado como cristiano puede llevarnos a desechar los mismos principios que deben sostener nuestra vida espiritual.

Consecuencias de la inestabilidad1. Sufrimiento: «¡Señor, sálvame!» (Mt 14.30).

2. Reprensión y corrección de Dios: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» (Mt 14.31). Es importante destacar que de todos los fracasos que tuvieron los discípulos del Señor él no los reprendió por equivocarse, sino por su falta de fe.

3. Manipulación del enemigo. «¡Quítate de de-lante de mí, Satanás!» (Mt 16.23). Estorbamos a Dios y sus gloriosos planes; le ocasionaremos desilusión y tristeza.

4. Vergüenza. El Señor reprendió abiertamente a Pedro. En ocasiones, las decisiones tomadas en momentos de profunda inestabilidad, aleja-dos del Señor, pueden resultar en un fracaso tan evidente que los demás se darán cuenta de que hemos caído en el error.

5. Dolor y tristeza profundos. «Y saliendo fuera, lloró amargamente» (Mt 26.75). El dolor por ha-ber pecado no es ligero, sino agudo y penetrante. Aquellos que se han deleitado en la dulzura del pecado luego lo lloran con amargura.

Bendiciones de una vida estableLa transformación de Pedro en el libro de Hechos resulta asombrosa. El mismo hombre vacilante de los evangelios se convirtió en un verdadero baluar-te de la Iglesia. Entre las muchas características que resultaron de esta transformación, quisiera resaltar cuatro:

1. Se movió en el poder de Dios. Después del discurso de Pedro tres mil personas recibieron la salvación. (Hch 2.41). Acatando las palabras del Señor, «pero recibiréis poder, cuando haya veni-do sobre vosotros el Espíritu Santo» (Hch 1.8), se movió por medio de los recursos de Dios en lugar de intentar hacer la obra por sus propios medios. La conversión de una multitud ofrece testimonio de la eficacia de su ministerio.

2. Se atrevió a ejercer la autoridad que había recibido de Cristo (Hch 3.7). Ante la penuria de un hombre cojo, a la entrada del templo, Pedro le ordenó que se pusiera en pie. Así había visto hacer a Cristo en innumerables ocasiones e imitó el ejemplo del maestro. El hombre pegó un salto y salió caminando a vista de todos.

3. Recuperó el coraje (Hch 4). En el patio de Anás Pedro había negado tres veces al Señor, pero cuan-do fue llevado ante el concilio se animó a enfrentar al Sanedrín. Lejos de acatar la orden de no hablar más de Jesús, pidió valentía para seguir adelante con el ministerio sin importar el precio que debía pagar. El optar por la obediencia trajo una firmeza espiritual a su vida que antes no poseía.

4. Creció en perseverancia. Pedro siguió crecien-do en su relación con Dios y alcanzó un notable grado de madurez, el cual se refleja en las dos cartas que escribió hacia el final de su vida. Segu-ramente impulsado por algunos de los errores que había cometido durante los primeros años de su peregrinaje, entendió que escuchar al Señor y se-guir sus directivas era más importante que atender sus propios impulsos.

El autor, conferencista reconocido en América Lati-na, es pastor de la Primera Iglesia Bautista de Ciudad Satélite, México.

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La estabilidad es símbolo de la plenitud cristiana y sinónimo de victoria.

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La cita anterior señala otro aspecto de cómo el sufrimiento nos acerca a Jesús: nos ayuda a llegar a ser como Cristo.

Un mensaje claroHace algunos años, busqué en el Nuevo Testa-mento todas las instancias en las que se presen-ta a Jesús como un modelo a seguir. Encontré algunas afirmaciones generales como: «Ustedes deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cris-to» (1Co 11.1). Hallé algunos pasajes en donde se nos pide perdonar y ser pacientes tal como él es paciente (Ef 4.32; Col 3.13). Jesús mismo nos pide que sigamos su ejemplo de lavar los pies de los discípulos (Jn 13.14), es decir, servirnos los unos a los otros. Sin embargo, la mayoría de las referencias fueron sobre seguir el ejemplo de sufrimiento de Cristo.

Uno de los textos más conocidos sobre seguir el ejemplo de Cristo está en Hebreos 12.1–2, don-de se nos pide que «corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante». Esto lo conseguimos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Con frecuencia, nos quedamos con eso y olvidamos que lo que se nos pide es sufrir como Jesús. Esta oración continúa señalando: «debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ésta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios» (He 12.2).

Identificados con élAhora, aunque sabemos que Jesús se levantó de los muertos triunfalmente, no es fácil seguirlo hasta la muerte, en especial con toda la teología de la prosperidad a la que la gente está expuesta en estos días. Escuchamos declarar a los predi-cadores populares de la televisión que debido a que Cristo ha llevado la maldición por nosotros, estamos libres de sus efectos y por consiguiente no deberíamos sufrir. A aquellos que aceptan confiadamente el sufrimiento sin protestar se les acusa de ejercer poca fe. Pedro exhorta acerca de esta situación: «Por lo tanto ya que Cristo sufrió dolor en su cuerpo, ustedes prepárense adoptando la misma actitud que tuvo él y estén listos para sufrir también» (1P 4.1). Somos bom-bardeados con ideas que afirman que nuestro sufrimiento viene porque estamos involucrados en algo malo. Pero Dios nos pide que asumamos la misma actitud de Cristo, que sufrió en la car-ne. Él enfrentó el sufrimiento físico y nosotros también debemos enfrentarlo. De manera que deberíamos pensar sobre el sufrimiento con la mentalidad de Cristo y enfrentarlo esperando por lo bueno que traerá como resultado.

En la afirmación de Pablo en Filipenses 3.10, vemos que quiere «sufrir con Cristo». Él amplía esta afirmación al confesar que quiere participar de su muerte». El verbo traducido aquí como «participar de» es summorphiz. Significa «hacer

Llegar a ser como tú en la muerte, mi Señor, para así vivir contigo nunca morir1Por Ajith Fernando

TEMA DEPORTADA

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semejante a algo en forma y estilo». Cuando sufri-mos con Cristo, llegamos a ser como él.

El fruto de nuestra aflicciónEl mismo pensamiento lo expresa el conocido texto de Romanos 8.28–29: «Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósi-to que él tiene para ellos. Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor de muchos hermanos». El bien que surge de todas nuestras experiencias es que nos convertiremos en lo que Dios se propuso cuan-do nos predestinó, es decir, a ser transformados según la imagen de Cristo.

Pablo continúa exponiendo que cuando eso ocurre, Jesús llega a ser nuestro primogénito (Ro 8.29). Pero ¿no fue siempre «el hijo mayor de muchos hermanos»? Es nuestro hermano mayor, pero si no nos comportamos como Cristo, él no parece serlo. En ese momento, no somos lo que estamos destinados a ser, lo cual significaría que no estamos en paz, que no experimentamos por completo lo que significa ser hermano de Cristo. Pero cuando llegamos a ser como Cristo, él llega a ser en verdad nuestro hermano y nosotros llega-mos a ser lo que Dios quiso que fuéramos. Eso significa que experimentamos shalom, la plenitud que Dios quiso para nosotros cuando nos creó.

Unidos en la muerteEsteban demostró lo que significa llegar a ser como Cristo en el sufrimiento cuando lo asesi-naron. Sus adversarios «se enfurecieron … y con rabia le mostraban los puños» (Hch 7.54). Pero experimentó el sufrimiento con Cristo de una manera muy poderosa: «Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, y vio la gloria de Dios y vio a Jesús de pie en el lugar de honor, a la derecha de Dios» (v. 55). Los adversa-rios procedieron a comenzar la ejecución de Este-ban por lapidación. Entonces Esteban, que estaba experimentando la comunión del sufrimiento mediante la ejecución: «Mientras lo apedreaban, Esteban oró: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.” Cayó de rodillas gritando: “¡Señor, no los culpes por este pecado!” Dicho eso, murió» (vv. 59–60).

El mismo crimen que la gente cometió contra Cristo, lo cometió contra Esteban. Este experi-mentó la cercanía de Cristo en ese momento y comenzó a actuar igual que Cristo cuando murió.

Un hombre de China llamado Chang Men se volvió ciego a los treinta años y lo conocían como Chang el Ciego. Pero le pusieron por sobrenom-bre Wu so pu wei te, que resumía lo que la gente pensaba sobre él. Significaba «alguien sin una pizca de valor». Sus vecinos creían que había quedado ciego como castigo por su estilo de vida malvado. Había echado de su casa a su esposa y a su hija, apostaba, robaba y era mujeriego. Pero entonces oyó que los ciegos se curaban en el hos-pital de una misión y fue allí para que lo trataran. No solo recibió parcialmente la vista física sino, todavía mejor, recibió la vista espiritual al aceptar el evangelio.

Chang el Ciego quería que lo bautizaran, pero le comentaron que un misionero vendría a su aldea y lo bautizaría. El misionero llegó cinco meses después y descubrió que cuatrocientas per-sonas querían convertirse en cristianos debido al testimonio de Chang el Ciego. Esperando mejorar aún más su vista, fue a un hospital local y lo ope-raron, pero como consecuencia de la operación quedó completamente ciego. Luego, Chang el Ciego se convirtió en evangelista itinerante. Podía citar de memoria casi todo el Nuevo Testamento y muchos capítulos del Antiguo Testamento.

A aquellos que aceptan confiadamente e sufrimiento sin protestar se les acusa de ejercer poca fe.

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El buen pastorEntonces llegó el levantamiento de los bóxers ² a comienzos del siglo veinte, cuando atacaron a la gente asociada con Occidente. Cientos de misioneros y miles de cristianos murieron. En un lugar, habían arrestado a cincuenta cristianos y sus captores planeaban matarlos. Pero se les advirtió que por cada cristiano que mataran, se convertirían diez más. Por lo tanto, decidieron matar al cabecilla de los cristianos, Chang el Ciego. Les preguntaron a los prisioneros dónde podían encontrarlo. Pero ningún cristiano estaba dispuesto a traicionarlo. Uno de los prisioneros

logró escapar, encontró a Chang y le contó lo que sucedía.

Chang se presentó de inmediato a donde estaban los bóxers. Le ordenaron que adorara a Le ordenaron que adorara a su dios de la guerra en el templo, pero él se rehusó. Lo subieron a un carro abierto y lo pasearon por toda la aldea de camino al cementerio, que quedaba en las afueras. Mien-tras iba por la aldea, Chang cantaba esta canción:

Jesús me ama, él murió.La puerta del cielo abrió;Mi pecado lavará, Para que su hijito pueda entrar.Jesús me ama, él se quedará,Cerca de mí todo el tiempo;Si le amo, cuando muera,Me llevará al hogar celestial.

Decapitaron a Chang con una espada. Sus últimas palabras fueron: «Padre celestial, recibe mi espíritu».

¿Puede ver cómo el sufrimiento lo volvió como Jesús? Cuando vio que su rebaño estaba en pro-blemas, no escapó para esconderse en un lugar seguro, como lo haría un asalariado. Murió por sus ovejas, como el buen pastor (vea Jn 10.11–15). Al morir, Chang cantó sobre la cercanía de Jesús y la expectativa de ser recibido por él en el cielo. Sus últimas palabras fueron muy parecidas a las últimas palabra de Jesús antes de morir.

Se tomó de Un llamado: gozo y sufrimiento, Tyndale Español (www.tyndaleespanol.com), 2009. Se usa con

permiso. Todos los derechos reservados.

1. Letra de una canción de Graham Kendrick

2. Fue un movimiento contra la influencia comercial,

política, religiosa y tecnológica foránea en China durante

los últimos años del siglo XIX, desde noviembre de 1889

hasta el 7 de septiembre de 1901. Para agosto de 1900, cerca

de 230 extranjeros, miles de chinos cristianos, un número

desconocido (entre 50.000 y 100.000) de rebeldes, sus

simpatizantes y otros chinos habían muerto en la revuelta y

su represión.

Deberíamos pensa sobre e sufrimient con la mentalidad de Cristo enfrentarlo esperando por lo bueno que traerá como resultado. A P

PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO

PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO

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MIGRACION Y CONFLICTOS ETNICOSPor Samuel Escobar

En cincuenta años como misioneros, mi esposa y yo nos hemos familiarizado con las leyes y las ofi-cinas de inmigración de los países donde hemos servido: Argentina, Brasil, Canadá, los Estados Unidos y, ahora, España. Aun recientemente, en 2007, en Valencia, estuvimos en una fila durante horas, completando formularios y pidiéndole a Dios paciencia para soportar la lentitud de la bu-rocracia. En estas filas, se pueden escuchar mara-villosas historias de gozos, tragedias, expectativas y decepciones dramáticas de los migrantes.

Las iglesias de España han tenido que en-frentar el desafío de una ola masiva de migrantes de América Latina, África y Europa Oriental. Es un desafío misionero que obliga a las iglesias a volver a las raíces de su fe.

En 2002, en un pueblo de las afueras de Ma-drid, un grupo de skin heads (cabezas rapadas) incendió una iglesia evangélica rumana y pintó esvásticas y frases racistas en sus paredes. No tomamos a la ligera estos desafíos. Dos veces por semana, la iglesia bautista de Vallecas, en Ma-drid, brinda alimentos y medicinas a 600 pobres, principalmente inmigrantes de Marruecos y América Latina. La mayoría de los vecinos de esa localidad son comprensivos y compasivos, pero algunos han protestado por las largas filas que se forman durante tres horas. Además, grupos de pandilleros ebrios han interrumpido cultos en las iglesias. Todas las oportunidades de ministerio urbano tienen su costo.

Para el Foro 2004 para la Evangelización del Mundo, auspiciado por El Comité de Lausana, en Pattaya, Tailandia, el grupo que trabajó sobre «La globalización y el evangelio» se enteró de cómo

las iglesias en Canadá y Japón se transformaban a medida que respondían al desafío misionero que presenta la inmigración. «No podemos sub-estimar el enorme poder que la migración global tiene sobre la interdependencia de nuestras vidas diarias y destinos colectivos, que crea un mayor horizonte común de experiencia para nosotros»¹ rezaba su informe.

Pero el desafío y la oportunidad no son nada nuevo. La migración fue un factor importante en el desarrollo de la Reforma en el siglo XVI. Juan Calvino fue un migrante que debió huir de su Francia nativa para refugiarse en Ginebra, cuyos inmigrantes aumentaron la población en 50% en esas décadas. El historiador Fred Brown habla de «la tremenda tarea que enfrentaron la iglesia y el estado en Ginebra, de atender a las oleadas de personas que inundaban la ciudad»². Calvino lanzó iniciativas para la capacitación profesional de los jóvenes y la readaptación de los adultos a nuevos empleos, y predicó contra aquellos que deseaban beneficiarse con la mano de obra bara-ta³.

Migración y plantación de iglesiasEn el Nuevo Testamento, la migración fue un fac-tor clave para el avance de la iglesia. Pablo termi-na su Epístola a los Romanos con saludos a una larga lista de personas que había conocido a lo largo del Imperio Romano, que habían terminado en Roma. En el Imperio Romano, la migración era constante, algo similar a nuestra experiencia en el siglo XXI. Roma, centro del poder cultural, económico y político, atraía a los migrantes de la misma manera que los países ricos atraen hoy a

TEOLOGÍA

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Las grandes ciudades son crisoles donde se encuentran diferentes razas y diferentes culturas.

personas de países en vías de desa-rrollo que buscan trabajo, seguridad

y un futuro. En el Nuevo Testamento,

vemos la tarea misionera en el contexto de personas en movimiento. Los fundadores de la iglesia de Antioquía (Hch 11.19) eran personas dispersadas por la persecución religiosa. En otros casos, las personas migraban voluntariamente con un fin misionero, como Pablo mismo, que deseaba pasar de la región oriental del Imperio a la occidental (Ro 15.19, 23–24).

Priscila y Aquila (Ro 16.3) son clave para comprender un patrón temprano de formación de iglesias. Hechos describe a Aquila como un judío de la región del Ponto que debió salir de Roma por la persecución contra los judíos (Hch 18.1-4). Priscila y Aquila se sostenían realizando un tra-bajo especializado en cuero, para el cual necesi-taban pocas herramientas; una ocupación ideal para un viajero como Pablo. Pablo «se quedó con ellos, y trabajaban juntos» (Hch 18.3), y después de «muchos días allí» (v. 18) los tres se mudaron a Éfeso. Para cuando se escribió Romanos, este fiel matrimonio había regresado a Roma, donde el apóstol los elogia como personas por quienes él y «todas las iglesias de los gentiles» están agrade-cidos (Ro 16.3).

A lo largo de su trayecto, voluntaria o invo-luntariamente, Priscila y Aquila plantaron iglesias en, al menos, tres ciudades del imperio. Este patrón continúa en nuestro tiempo. Los empleados británi-cos de una compañía ferroviaria fundaron muchas iglesias evangélicas en Argentina a principios del

siglo XX. Yo he participado de los cultos de iglesias plantadas por empresarios coreanos en Brasil, Perú y España. Migrantes españoles plantaron iglesias de habla española en Alemania en la década de los sesentas, a las cuales, hoy, asisten migrantes latinoamericanos. Más recientemente, jóvenes filipinos han establecido iglesias en los Estados Unidos y migrantes de Ghana han hecho lo mis-mo en los Países Bajos.

Migración y recepciónLa lista de saludos de Pablo (Ro 16) nos permi-te imaginar, al menos, cinco iglesias hogareñas en Roma, relacionadas con los nombres judíos y gentiles. Las grandes ciudades son crisoles donde se encuentran diferentes razas y diferentes cultu-ras. Algunas veces, el encuentro es traumático. Todos somos etnocéntricos, y aceptar al «otro», al que es diferente de nosotros, puede no ser fácil. Los tiempos de crisis económica o social ponen de relieve el desagradable fantasma del racismo. Esto también ha afectado a los cristianos durante toda la historia de la iglesia. En el Nuevo Testamento, vemos que el encuentro de culturas y razas causó muchos problemas en la iglesia primitiva.

Algunas iglesias hogareñas de Roma estaban compuestas por creyentes judíos y otras, por cre-yentes gentiles, mientras que algunas quizá hayan sido comunidades mixtas. Pablo anima a estos diferentes cristianos a recibirse unos a otros como hermanos en Cristo. Su exhortación lleva una con-notación teológica definida y una intención pasto-ral: «Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios». (Ro 15.7). Al señalar cómo Cristo recibe a los que acuden a él, esta exhortación va directamente al corazón del evangelio expuesto en la primera parte de la epístola. Tal aceptación mutua incluía la disposición para aceptar las diferencias culturales, como diferentes hábitos y prohibiciones en cuanto a las comidas (Ro 14.1–6). Fomentar esta acepta-ción era parte de la estrategia misionera de Pablo: por ejemplo, en la colecta que las iglesias gentiles recogieron por iniciativa de Pablo para ayudar a los empobrecidos creyentes judíos de Judea (Ro 15.25–29).

Esta bienvenida también debe reflejarse en la hospitalidad, que se convirtió en una marca

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distintiva de las iglesias cristianas en el primer siglo. Las elogiosas palabras de Pablo para Febe ilustran este hecho (Ro 16.1–2).

Hoy, las iglesias de las grandes ciudades, desbordadas de inmigrantes, necesitan especial-mente esta actitud de bienvenida. El increíble crecimiento de las iglesias populares en las ciuda-des de América Latina puede explicarse, en parte, por la cálida recepción que brindan a las personas desplazadas de áreas rurales. En muchos casos, la bienvenida que recibe el migrante en la iglesia se convierte en un símbolo y preludio de la experien-cia de ser recibido por Jesucristo y hallar salvación en él.

Un triple desafíoLa migración presenta un triple desafío para los cristianos de corazón misionero. El primero es el desafío de la compasión y la sensibilidad cristianas. Las iglesias enfrentan el desafío de responder con fondos y voluntarios a un enorme flujo de personas hambrientas, sin hogar, margi-nadas. También está el desafío de cooperar con las ONG seculares que siguen el modelo cristiano de participación voluntaria, pero sospechan de la motivación de las iglesias cristianas.

El segundo desafío es la necesidad de que las iglesias adopten una postura profética frente al tratamiento injusto de los inmigrantes por parte de la sociedad. Algunas veces, el mayor desafío para las iglesias es convertirse en voceras de los pobres y oprimidos. Esto no es demasiado popu-lar en una sociedad alarmada ante las oleadas de extranjeros. La iglesia debe volver a los orígenes de su propia fe y al legado de la compasión, algo un tanto olvidado en Occidente.

El tercer desafío es ver la migración como una vía para la evangelización. Los migrantes son personas en transición, que experimentan la pérdida de raíces y pueden estar abiertas a nuevos compromisos. Históricamente, el cristia-nismo misionero ha florecido en el contexto de la migración, precisamente, debido a la doble natu-raleza de la experiencia. Está el aspecto doloroso, de la pérdida del hogar y las raíces, pero también se experimenta una nueva libertad. La presencia de nuevos creyentes como resultado de tal evan-gelización, a su vez, expone desafíos pastorales,

ya que las comunidades ya establecidas en la iglesia se ven obligadas a ver al «otro» en medio de ellas.

Frente a la migración masiva, la enseñanza de Romanos es extremadamente pertinente. Si las iglesias de Europa reflejan el abrazo de Cristo en lugar de la exclusión de una sociedad atemoriza-da, pueden convertirse en mejores bases para una nueva evangelización de Europa. Las iglesias de Norteamérica pueden convertirse en la clase de comunidad profética que saque a la iglesia de una forma barata de religión amable. Si las nuevas iglesias de migrantes en estas partes del mundo escuchan a Pablo en Romanos, hallarán formas de conectarse con iglesias establecidas hace largo tiempo que necesitan un nuevo espíritu misione-ro. Mientras tanto, en América Latina, África y ciertas partes de Asia, donde la iglesia crece y está llena de vitalidad, el entusiasmo debe ir acompa-ñado por una búsqueda de madurez que permita dar un fiel testimonio en todas las áreas de la vida. Como en el primer siglo, la migración será una vía y un desafío que Dios use para cumplir la misión cristiana.

El autor, misionólogo peruano, ha ministrado en Ca-nadá y América Latina con la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, de la cual también fue presidente. Presidió la cátedra de Misionología en el Palmer Theological Seminary en Pensilvania, EE.UU. Escribió, entre otras obras, The New Global Mission. Integró el comité que redactó El Pacto de Lausana en 1974. Actualmente, vive y enseña en España. Copyright © 2009 Christianity Today/The Lausanne

Movement.

1. David Claydon, Ed. A New Vision, A New Heart, a Re-

newed Call, Volume One, Pasadena: William Carey Library,

2005; pág. 23.

2. W. Fred Graham, The Constructive Revolutionary. John

Calvin and his Socio-Economic Impact, Richmond: John

Knox Press, 1971. págs. 105–106.

3. André Biéler, Calvin’s Economic and Social Thought,

Ginebra: Alianza Mundial de Iglesias Reformadas – Concilio

Mundial de Iglesias, 2005; págs. 134 ss.

4. Paul Minear, erudito en el Nuevo Testamento, desarrolla

este tema en su libro The Obedience of Faith. The Purpose

of Paul in the Epistle to the Romanos, Londres: SCM Press,

1971.

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BARRERAS DE CONTENCIÓN

El Señor utiliza una diversidad

de medios para ayudar al líder a evitar las caídas que tantos estragos han producido en la Iglesia

Por Arnoldo Tagle Flores

Cuando pienso en el liderazgo cristiano, no puedo evitar pensar en los peligros a los que uno se expone, ya sea por parte del enemigo, de otras personas o por negligencia propia. Medi-to en aquellos hombres de Dios ungidos para realizar grandes obras, pero también en aquellos que, siendo desconocidos para muchos, sirven donde el Señor los ha colocado. No importa si la

obra es grande o pequeña, a todos nos urge una barrera protectora para terminar con gozo la carrera.

En mis treinta y tres años de ministerio he visto caer a grandes y pequeños, conocidos y desconocidos. Como he temblado, debo confe-sar, para no estar entre ellos, porque sufro las mismas debilidades, me ocupo en lo mismo y, como ellos, soy blanco del mismo enemigo.

Cierto día, un líder local, dejó una puerta abierta, por la cual el pecado lo atacó e hirió. En cuanto me enteré, corrí a casa y me reuní con mi esposa y mis tres hijos; les conté lo sucedido a este consiervo y, después de orar por él, pedí a mi familia mayor acompañamiento como medio de protección. Pero una pregunta inquietó mi corazón: ¿Cómo consigue protegerse un líder cristiano o cómo lo protege Dios?

Cuando otro hombre, con un gran poten-cial para el ministerio, cayó, yo me sentí morir; aparte de ser mi hermano en la fe, es también mi colega. Después de conversar con un líder prominente que también había fracasado, me propuse escribir las siguientes estrategias básica de la protección de Dios a los líderes cristianos:

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BARRERAS DE CONTENCIÓN

1. Orar por uno mismoPidamos a Dios sin cesar que nos libre del mal, que no nos manchemos con el pecado. Esta ha sido una de las peticiones que siempre ha pre-sentado el Dr. Billy Graham. Clamemos con la misma oración de Salomón: «Que el SEÑOR nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros antepasados; que nunca nos deje ni nos abandone. Que incline nuestro corazón hacia él, para que sigamos todos sus caminos y cumpla-mos los mandamientos, decretos y leyes que les dio a nuestros antepasados. Y que día y noche el SEÑOR tenga presente todo lo que le he supli-cado, para que defienda la causa de este siervo suyo y la de su pueblo Israel, según la necesidad de cada día» (1Re 8.57–59).

2. Animar a la iglesia a orar por su pastorRecuerdo una ocasión cuando uno de nuestros pastores jóvenes cayó. Los líderes me llamaron para que los ayudara a manejar la situación. Pregunté, entonces, a cada uno de los cuarenta miembros: ¿Cuánto tiempo dedica usted para orar por protección para su pastor? Para sorpre-sa mía, solo una anciana oraba por él. Entonces

entendí que aquella iglesia no respaldaba a su pastor en oración.

Lucas narra en Hechos 12 cómo la oración insistente de la iglesia libró a Pedro de la muer-te. En ese episodio la oración constante y fer-viente del pueblo de Dios fue un factor clave: «pero mientras mantenían a Pedro en la cárcel, la iglesia oraba constantemente y ferviente-mente a Dios por él». Hch 12.5. La oración de la iglesia es como una muralla de protección que no permite que el mal seduzca al siervo que la dirige. De manera que resulta urgente enseñar a la iglesia a orar por protección para su pastor.

3. Alimentar nuestra fe y confianzaEventualmente un líder cristiano puede encon-trarse como en un callejón sin salida. Yo entien-do la incertidumbre porque la he vivido: uno se siente amenazado como de muerte. He sentido la agresión de la ingratitud, traición o desleal-tad.

Tres líderes del pueblo de Dios en Babilonia, por cuya fidelidad a sus valores y principios se negaron a actuar contra Dios y ellos mismos, fueron sentenciados a morir en un horno de

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La oración de la iglesia es como una muralla de protección que no permite que el mal seduzca al siervo que la dirige.

fuego. Sin embargo, confiaban en la completa protección del Todopoderoso Dios; sabían con certeza que serían guardados, así que esta fue su respuesta a Nabucodonosor: «¡No hace falta que nos defendamos ante su majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servi-mos puede librarnos del horno y de las manos de su majestad. Pero aún si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua» (Dn 3.16–18). Esta actitud valiente se necesita muchas veces para ser protegidos. También hoy se viven situaciones apremiantes como esta, en ellas se mide nuestro grado de fe y confianza en el Señor.

4. Actuar según la advertencia oportunaEl Señor Jesucristo advirtió a sus discípulos: «Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como paloma» (Mt 10.16). Según estas pala-bras de Jesús, nosotros, sus siervos, ya estamos advertidos de los peligros que nos acechan; entonces, la protección de Dios viene por nues-tra prudencia y obediencia a su palabra. ¿Ha pensado alguna vez cómo se sentirá una oveja rodeada por lobos? Los lobos rapaces son todas aquellas circunstancias o personas que pueden causarnos mucho daño, por lo cual el Señor nos advierte oportunamente cómo actuar, para que tomemos las medidas preventivas de protección; la prudencia es una de ellas.

5. Saber cuándo huir a otros lugaresPor la necesidad de llevar adelante el ministerio, según las circunstancias en que vivimos, muchas

veces la mejor medida será salir del lugar, huir de ahí para conservar la vida y continuar en el ministerio. Así procedió el gran profeta Elías cuando Jezabel lo amenazó de muerte. «Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo» (1Re 19.3). Uno se pregunta ¿cómo es que un hombre del calibre espiritual del profeta Elías huye? Pero así lo decidió para proteger su vida. El mismo Señor Jesucristo instruyó de esa manera a sus discípu-los: «Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra» (Mt 10.23). Si Dios en su gracia permi-

te situaciones apremiantes en las que se expone al peligro nuestra vida, me parece

que la mejor opción de protección es huir, y esto, de ninguna manera, es sinónimo de

cobardía, sino de prudencia para vivir al servi-cio del Señor.

6. Aprovechar las autoridadesCuando la multitud atrapó al apóstol Pablo en el templo lo golpearon porque procuraban matar-lo; pero, por causa de la intervención oportuna de las autoridades civiles, no alcanzaron su propósito. Lucas en su relato señala que: «toda la ciudad se alborotó. La gente se precipitó en masa, agarró a Pablo y lo sacó a rastras, e inme-diatamente se cerraron las puertas. Estaban por matarlo, cuando se le informó al comandante del batallón romano que toda la ciudad de Jeru-salén estaba amotinada. Enseguida tomó algu-nos centuriones con sus tropas y bajó corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y sus soldados, los amotinados dejaron de golpear a Pablo» (Hch 21.30–32). ¿No intervino Dios en todo esto? Por supuesto que sí, ¿quién informó al comandante?, ¿quién gestionó inmediatamen-te la denuncia? Sin duda que alguien; de ma-nera que así protegió Dios a su siervo. El Señor también usa a las autoridades terrenales para proteger a los líderes cristianos.

7. Conocer los secretos del adversarioCuando un grupo conspiró en secreto para ma-tar a Pablo, Dios usó a un familiar del apóstol para revelar el siniestro plan. El relato de Lucas señala: «Pero cuando el hijo de la hermana de Pablo se enteró de esta emboscada, entró en el cuartel y avisó a Pablo. Este llamó entonces a

LIDERAZGO

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Cuando otro hombre, con un gran potencial para el ministerio, cayó, yo me sentí morir.

uno de los centuriones y le pidió: Lleve a este joven al comandante, porque tiene algo que de-cirle.» (Hch 23–16). Dios usa gran diversidad de maneras para proteger a sus líderes de cualquier situación apremiante. A veces me pregunto: ¿cuántas veces sin darme cuenta Dios me ha li-brado de un peligro? Muchas historias similares ocurren en nuestro medio. Dios no cambia y tal como obró en el pasado puede obrar hoy; de al-guna manera él nos libra; es capaz de revelarnos los planes secretos del adversario y siempre abre una puerta de escape segura para sus líderes.

8. Conseguir un mentorMi colega Frank Hankins (misionero de la Alianza Cristiana y Misionera en Ecuador) en más de una ocasión me habló sobre la impor-tancia de contar con un mentor —alguien que esté al lado de uno para acompañarnos y pro-tegernos, una persona muy íntima y leal para ayudarnos. Así como Jetro a Moisés, Moisés a Josué, Elías a Elíseo, Pablo a Timoteo. ¡Cuán bienaventurado es uno cuando cuenta con al-guien leal al lado! El autor de Eclesiastés nos re-cuerda la importancia de no vivir en soledad, el bien de contar con alguien leal para que esté al lado de uno (4.9, 12). Muchos líderes cristianos aparecen en la escena solitarios, sin sujetarse a nadie y sin saber que este aislamiento los deja sin cobertura espiritual en su ministerio. En algunos casos ni siquiera los acompaña su fa-milia y por lo general terminan mal y solos. Con frecuencia recurro a hermanos colegas, para compartirles mis inquietudes, pido sus conse-jos y oraciones, pero ellos también me visitan y consultan; de esta manera nos apoyamos unos a otros.

9. Permanecer bajo la autoridad de DiosLa unción de Dios en sus siervos es como una «elección especial». En la antigüedad él elegía a una persona para un ministerio específico y para tal función la ungía. Él se comprometía a protegerlas y advertía al pueblo: «No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas» (Sal 105.15). Un caso muy particular del respe-to a los ungidos de Dios lo experimentó el rey David; aunque humanamente le abundaban las razones para atacar a Saúl cuando lo vio en desventaja, decidió no dañarlo porque entendió con toda claridad este principio y declaró: «que el SEÑOR me libre de alzar mi mano contra su ungido» (1Sa 26.11). El ungido que vive bajo la protección de Dios y se somete a Su autori-dad no debe temer nada. Cuando yo estaba en el ejército cumpliendo el servicio militar, un oficial con el grado de capitán me dio una orden que yo debía obedecer; mientras la cumplía, llegó un sargento y me dio una orden personal a lo que me negué, cuando él reaccionó y quiso obligarme a obedecerlo, yo le advertí que cum-plía una orden del capitán, el cual era jefe del cuartel; él, entonces, se retiró en silencio. Así entiendo la protección que goza uno al estar bajo la autoridad de Dios. Si estamos bajo Su autoridad, cumpliendo sus órdenes, no existe diablo que nos obligue a nada; pues la más alta autoridad nos protege mientras cumplimos su voluntad.

10. Cultivar una vida limpiaLa santidad no es una opción para sus siervos, es un estilo de vida imperativo y continuo. Se puede enseñar en un centro educativo, sin importar el estilo de vida del maestro; se puede gobernar un país y ser un mentiroso, adúltero o deshonesto, pero no se puede ser un líder cris-tiano sin las credenciales de una vida limpia. A los líderes se nos exige el respaldo de una vida limpia, un testimonio transparente, un carác-ter cristiano con signos de honestidad, trans-parencia, gratitud, lealtad. Los valores son un continuo distintivo en la conducta de los líderes cristianos; cuando viven guiados por ellos, «El ángel del SEÑOR acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos» (Sal 34.7).

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En mis conferencias a líderes, pastores, misioneros y miembros en general, he encontrado a muchos que se han limitado a atender su accionar ministerial y se han despreocupado de su carácter; he visto a varios consiervos cometer terribles desaciertos, algunos incluso ya no militan en la obra. Ante este panorama le ruego a Dios: «guárdame del mal y de mí mismo, por mis errores»; pero tam-bién me exijo a mí mismo.

ConclusiónQue estas diez estrategias de protección de Dios a los lideres cristianos lleguen a ser nuestra estrategia

de protección a nuestra vida personal, familiar y ministerial. Que cada vez cultivemos más nuestra devoción a Dios, para dejar vivir a Jesús en noso-tros, que la gracia del Padre continúe actuando y que la dirección del Espíritu Santo sea evidente. ¡Vamos adelante! El Señor nos protege. Mantenga-mos latente en el corazón las palabras del salmista cuando declaró: «El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!» (Sal 18.2). Amén.

El autor, casado con Julia, con quien tiene tres hijos, Elías, Juan y Pablo, ha sido Pastor, conferencista y asesor familiar. Ha colaborado en varios Ministerios: la Asociación Evangelística Billy Graham, Sociedades Bíblicas Unidas, Sociedad Bíblica Internacional; tam-bién es pastor con la Alianza Cristiana y Misionera en el Ecuador.

No se puede ser un líder cristiano sin las credenciales de una vida limpia...

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PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO

PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO

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25 de agosto, 2010

No basta con sobrevivirQue no sea necesario sobrevivir a la próxima bomba, renovemos nuestro compromiso con el amor, podemos desactivarla a tiempo para que esa energía sea bien utilizada.

Mateo 5 – Mateo 11.28A muchas personas la vida las vuelve aguerridas. Han resistido a tantos venenos que han creado anticuerpos como para llegar a ser invencibles. Han sufrido ataques diversos, agresiones varias, han participado en demasiados pleitos, atravesado por muchas situaciones dolorosas, han padecido varias de esas sorpresas que embasan decepciones. Se han ganado títulos que destacan su virtud de sobrevivientes… y vaya si esta es una virtud: Están vivos, continúan, permanecen, no se detie-nen.

Pesadas callosidadesPero aquellos que hemos enfrentado dificultades, crisis seve-ras, decepciones angustiantes, frustraciones molestas… sabe-mos que sobrevivir apenas brinda una satisfacción a medias. Muchas veces debemos preguntarnos adónde nos ha llevado el camino difícil en el que hemos transitado, porque en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que no basta con sobrevivir. En la nebulosa periferia que rodea lo traumático se recogen cargas que dificultan el camino. Son cargas que depositadas en nuestros lomos se convierten en capa-razones que nos acorazan. Toman forma de callo emocional que resta sensibilidad para la vida. Cargar con ese peso nos conduce a derrochar energías que necesitamos, entre otras cosas, para pensar con claridad. Perdemos capacidad de discernimiento, de observación y agilidad relacio-nal. Inconscientemente, la falta de todo eso exige a nuestro cerebro levantar defensas despropor-cionadas.

Guerreros desubicadosSin darnos cuenta, nos convertimos en guerreros incapaces de vivir fuera de la batalla. Hemos sobrevivido tantas veces a la guerra que no sabemos cómo construir la paz. Los estallidos no son deseados pero, ante el riesgo de detonación, en vez de interrumpir la cuenta regresiva, afirma-mos el rostro, levantamos la guardia y gruñimos. Será otra bomba más… Al fin y al cabo hemos sobrevivido a tantas que nos tiene sin cuidado una nueva explosión. El veneno de la adversidad empobrece la vocación de desactivar las bombas. Ganamos tanta seguridad frente a las explo-siones que no hemos cultivado el agradable oficio de impedir su poder destructivo. De manera inconsciente promovemos cualquier conflicto al nivel de pleito y asumimos que todo desacuerdo debe prepararnos para la explosión inminente. (Continúe leyendo)

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Germán Ortiz

Germán trabaja, desde hace más de quince años, entre jóvenes y adolescentes. A lo largo de este tiempo se ha dedicado a producir ideas, material, vías de comunica-ción y espacios relacionales positivos para esta generación. Es Operador en Psicología Social, uno de los fundadores de Liderazgo y Adoles-cencia, Grupo de Amigos (L.A.GR.A.M) y autor de varios libros. Está casado con Daniela y tiene dos hijos: Flor y Franco. Vive en Argentina.

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Señor, tú habitas en lo inaccesible y operas en el misterio. Sé que te acercas al contrito y humillado, por eso, te pido: Oye mi clamor, pues mi pecado está delante de mí y no ostento ninguna virtud para ser aceptado por ti. No pretendo impresio-narte con falsas omnipotencias, estoy carente de tu misericordia.

No te imploro que me eximas de las contin-gencias de la vida. Estoy dispuesto a transitar existencialmente por caminos llenos de hoyos y remiendos. Desisto de imaginarme resguardado y que no experimentaré percances, enfermedades, muertes o angustias. No, mi Señor, no espero una suerte mejor que la de millones de hermanos míos.

Cada vez que intento orar por algún favor ma-terial, me siento pésimo. Me acuerdo del Sermón del Monte y, por reconocer tu cuidado y tu gracia, me prohíbo pedirte comida y vestido. ¿Cómo pue-do suplicar que te concentres en mí cuando existen

millones sufriendo miserablemente alrededor de las grandes ciudades? No puedo considerar-me único cuando existen innumerables ancianos muriendo antes de conseguir ser atendidos en los hospitales públicos. Dame la gracia de buscar, en primer lugar, tu Reino.

Soy un pequeño burgués que nunca podría pe-dirte cualquier beneficio por encima de los que ya disfruto. Antes de golpear a tu puerta, me asalta la visión de las madres cargando a sus hijos con parálisis cerebral hacia interminables sesiones de fisioterapia; veo las casas de barro sin alimento; no puedo evitar las escenas de niños con latas de agua sobre su cabeza. ¿Cómo ansiar por privile-gios cuando existen Darfur, Luanda, Nampula, Mumbai, Pirambu y tantos lugares olvidados?

Espero de ti un corazón de poeta, que sufre con la angustia no percibida de los hambrientos. Dame una ira profética para encarnar tu furor delante de la injusticia. Te imploro el saber del

En medio del sufrimiento el hijo de Dios procura cumplir con su vocación de ser instrumento de compasión

Por Ricardo Gondim

VIDAESPIRITUAL

Mi plegaria al Todopoderoso

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científico social para explicar los porqués de la ra-piña del sistema económico salvaje que promueve tanta desgracia.

Quiero allegarme a la sala del trono y acercar-me al misterium tremendum, donde los ángeles esconden el rostro, para oír de tus labios el man-dato de llevar adelante tu causa. Dame tu Espíri-tu para que nunca me sienta intimidado ante la mirada circunspecta del despreocupado. Permite que encarne tu poder compasivo y exprese tu misión.

Aspiro a un corazón manso y a un espíritu tranquilo para vivir con integridad. Espero poder extender mi mano a quien cayó a la orilla del ca-mino. Reconozco que muchas veces me acobardo ante la agonía humana. No quiero esconderme detrás de afirmaciones religiosas. Si evito arro-dillarme delante de los peores pecadores para no lavarles los pies, no soy digno de llamarme tu discípulo.

Por eso, necesito aprender el significado más profundo de lo que significa participar de tus sufrimientos. Si aún no he asimilado el valor de dar la vida para ganarla, de perderla para hallarla, es porque no he aprendido que el grano de trigo necesita morir para dar mucho fruto.

Te pido que me ayudes a enfrentar valien-temente los riesgos y las contingencias de este mundo peligroso, hostil e imprevisible. Entiendo que vivir sin apelar a socorros mágicos y extraor-dinarios sigue siendo demasiado difícil para mí. Así que instrúyeme y tu Palabra será suficiente para que yo organice mis decisiones. Espero poder afirmar: me bastan tus verdades y principios para que yo sea más que vencedor.

En momentos tristes, ayúdame a repetir las palabras de Jesús: «Ahora todo mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir: “Padre, sálva-me de esta hora difícil”? ¡Si precisamente para afrontarla he venido! ¡Padre, glorifica tu nom-bre!» (Juan 12.27–28). Necesito tu compañía para resistir la tentación de esperar rescates que me libren de la arena de la vida. Si así fuera, sería un cobarde.

No quiero que tus enemigos digan que yo te sigo como una escapatoria. No pretendo vivir ali-mentando ilusiones en nombre de la esperanza.

Padre, pon un guarda en mis labios, para que no fluyan palabras irresponsables cuando hable contigo. Sé que puedo tener el mismo sentir que hubo en Jesús que se vació de toda pretensión omnipotente para darse amorosamente por sus hermanos.

Silenciosamente me postro y te suplico: Ayú-dame a andar humildemente a tu lado, haciendo el bien y practicando la justicia, y eso será todo.

Amén.

Soli Deo Gloria.

El autor es pastor de la Iglesia Betesda en San Pablo, Brasil. Es autor de varios libros —aún no disponibles en español— y un reconocido conferenciante. Está casado con Silvia. Dios les ha bendecido con tres hijos

y tres nietos. Traducido por Gabriel Ñanco Se tomó de http://gondimenespanol.blogspot.com. Se usa con permiso del autor y del traductor. Todos los derechos reservados por el autor.

En medio del sufrimiento el hijo de Dios procura cumplir con su vocación de ser instrumento de compasión

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Mi plegaria al Todopoderoso

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Texto bíblico: 1 Samuel 17.40–51

Mensaje central: La perspectiva con la que enfrentamos las batallas de esta vida es la clave para obtener la victoria.

Material de apoyo: Enfrente a sus gigantes (libro), Grupo Nelson, 2006.

Título del sermón:

Enfrente a sus gigantes

Contexto:Los israelitas salieron a la batalla contra los filisteos. Un gigante de Gat, Goliat, los desafia-ba a decidir la suerte de los dos ejércitos en un combate cuerpo a cuerpo entre él y algún gue-rrero israelita. Durante cuarenta días amedrentó al ejército de Saúl, hasta que apareció el hijo de Isaí, David, a quien recientemente Samuel había ungido como rey. Indignado por los insultos del incircunciso filisteo, David se presentó ante el rey y se ofreció para pelear contra el retador.

Introducción:Los gigantes que enfrentamos hoy pueden ser menos visibles que la figura de Goliat. Nuestras luchas son contra el desempleo, la violencia, el abandono, el abuso sexual, la depresión, las cuen-tas por pagar, el alcohol, la pornografía, la carrera profesional o un error cometido. No obstante, pueden producir sobre nuestra vida el mismo efecto intimidante que ejerció la presencia del gi-gante de Gat sobre todo un ejército de guerreros.

La tendencia natural ante estas amenazas es a esconderse o huir. La única manera de derrotar-los, sin embargo, es enfrentarlos.

Desarrollo1. Tiene todas las de perderDavid apenas cuenta con cinco pequeñas piedras para librar batalla. Se ve insignificante ante el gigante de Gat. Goliat es una masa de músculos y respira violencia. Carga con 60 kilos de armadura y su lanza pesa casi siete kilos. Con soberbia lanza su reto: «Hoy desafío a las filas de Israel. Denme un hombre para que luchemos mano a mano» (1Sa 17.10). ¿Cuáles son las probabilidades de que David lo derribe? ¿Cuáles eran las probabilidades de que Daniel saliera de la fosa con vida o de que Gedeón derrotara a los madianitas?

Sin duda, sus gigantes también lo intimidan a usted. Aparecen con pornografía, ante la cual se siente incapaz de resistir, cuentas que no puede pagar, propuestas que no puede rehusar, golpes que no puede soportar. Goliat se burló durante cuarentas largos días del ejército del Señor, y esta provocación dejó a los hombres de Saúl llenos de terror ante semejante presencia. ¿Cuántos años le han intimidado sus propios gigantes? Segu-ramente cuando contempla su propia historia siente que todo intento de torcer su destino es inútil. «Acabaré siendo un alcohólico como mi tío». «Ya son varios los matrimonios en nuestra familia que han terminado en divorcio». «Quedé atrapado en mi trabajo, aunque juré que nunca viviría como mi padre».

2. ¿Qué es lo que ve?¿Por qué fija sus ojos en Goliat, si usted ya lo conoce? La pregunta no es si ve al gigante, sino

Bosquejo de sermónCompartido por: Max Lucado(Pastor de Oak Hills Church, Texas)

EL RINCÓN DEL PREDICADOR

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si logra ver algo más. El primer comentario de David, aunque menciona al gigante, claramente indica que está centrado en el Señor: «¿Quién es este filisteo incircunciso para desafiar a los escuadrones del Dios viviente?» (1Sa 17.26). Ni los soldados, ni los hermanos, ni el mismo rey ha-bían pensado en Dios. Para David, sin embargo, fue automático incluir al Señor en la situación. Asimismo, cuando se presenta ante Saúl, vuelve a ubicar al Señor en el centro de su perspectiva: «El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de la mano de este filisteo» (17.37). El rey, en cambio, estaba obsesionado por las credenciales de Goliat como guerrero.

Me atrevería a afirmar que esta no es una his-toria de David contra Goliat, sino el relato de dos perspectivas diferente: los ojos en Dios o los ojos en el gigante. Todos los ojos dirigen la mirada hacia el gigante, pero David fija la suya en Jehová de los ejércitos. Observe cuáles son las palabras que pronuncia cuando sale al encuentro de Go-liat: «Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado» (17.45).

3. La batalla es del SeñorPrecisamente por la confianza que posee David, se apresuró para dar batalla: «cuando el filisteo se levantó y se fue acercando para enfrentarse a David, éste corrió rápidamente hacia el frente de batalla para enfrentarse al filisteo» (17.45). ¿Cuán-to tiempo hace que no te animas a enfrentar tus gigantes? Huimos, nos escondemos, consumimos drogas, alcohol o pornografía para tratar de olvi-dar, pero nada funciona. Por un tiempo pareciera que hemos logrado lo que buscábamos, pero luego el gigante sale otra vez para amenazarnos.

Ya es hora de utilizar otro método. Pruebe co-rrer hacia su gigante con un corazón empapado de confianza en Dios. Amplíe su perspectiva de Dios y minimice su perspectiva de Goliat. Eche mano de la valentía y el coraje que el Señor entrega a sus más osados guerreros. Es hora de que se plante y declare: «gigante de divorcio, de depresión, de resignación, de abuso, de inseguridad, de miedos… no me derrotarás. Puede ser que la batalla sea

intensa y prolongada, pero declaro, en el nombre del Señor, que acabaré contigo».

Nos podemos preguntar qué es lo que Dios veía en David. El hombre vivió una vida de con-tradicciones, de devoción y adulterio, de sacrifi-cio y desenfreno, de sumisión y rebeldía. Hechos 13.22, sin embargo, nos recuerda que David era un «hombre conforme al corazón de Jehová». Los legalistas no encontrarán inspiración en la vida de David, pero los demás nos sentimos animados por su historia. Nos encontramos tironeados por las mismas contradicciones, pero, asimismo, anhela-mos un corazón enteramente enamorado de Dios.

4. Fije los ojos en Dios, no en los gigantesDavid expresó dos comentarios sobre Goliat en 1 Samuel 17. Uno lo compartió con Saúl (36) y el otro se lo gritó a la cara al mismo Goliat (26). No le interesaba la edad, ni las habilidades, ni su estatus social, ni su coeficiente de inteligencia. Tampoco averiguó las dimensiones de la espa-da, ni el peso de la lanza. Pero sí le interesaba, y mucho, conocer mejor a Dios. Al leer otra vez sus comentarios encuentro nueve referencias al Se-ñor. Es decir, en los pensamientos de David Dios desplaza a Goliat por nueve a dos!

¿Cuál es el patrón de sus propios pensamien-tos? ¿Se enfoca más a menudo en la gracia de Dios que en su propio estado pecaminoso? ¿Su lista de oración contiene nueve veces más moti-vos de gratitud que de reproches? ¿Sus perspec-tivas de esperanza son nueve veces más intensas que los temores que lo atormentan cada día? ¿Existe mayor probabilidad de que usted hable de la fuerza y el poder de Dios antes de referirse a los desafíos y a las dificultades que enfrenta cada día? Usted se conformará a los pensamientos que permita alojarse en su cabeza.

ConclusiónLa vida de David puede ser resumida en la si-guiente observación: Cuando él se enfocaba en Dios, los gigantes caían. Cuando se enfocaba en los gigantes, David era el que caía. Levante sus ojos al Señor. El Dios que convirtió en milagro la batalla de David está dispuesto a concederle a usted las mismas victorias.

Bosquejo de sermónCompartido por: Max Lucado(Pastor de Oak Hills Church, Texas)

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A un hombre de cincuenta y un años le llevó más de una hora leer su biografía en la que reveló luchas contra adicciones, relaciones difíciles y desilusiones profesionales. Incluía relatos de situaciones de logros, fracasos, descubrimientos y desilusiones. Su constante esfuerzo por mejo-rar su actitud estática en su relación con Jesús era irregular.

Lograr que un grupo muestre este nivel de franqueza toma casi dos años de reuniones se-manales. Fue imprescindible que transcurriera todo este tiempo para alcanzar un nivel apropia-do de confianza. Hasta hace poco vemos predis-posición en el grupo para contar historias ocul-tas de la vida y aceptar consejos de los amigos.

A medida que este hombre contaba su histo-ria, me resultaba imposible dejar de asombrar-me. No por la naturaleza de sus revelaciones, sino por lo poco que lo conocía antes de leer su

historia y por los problemas con los que vivía día a día. Me refiero a que soy su pastor, ¡por amor de Dios! y hasta este momento solo conocía una parte superficial de su vida. ¿Y supuestamente yo debía predicarle cada semana?, ¿y mostrarle la diferencia?

Mientras relataba su historia, tuve una vi-sión. Me vi a mí mismo caminando por el pasillo largo de un hotel (viajo con mucha frecuencia). Pasaba por interminables puertas cerradas. Detrás de las puertas oía sonidos, del tipo que se escuchan en los hoteles, televisores encendidos, personas hablando, bañaderas que se llenan con agua y otros sonidos que no lograba identificar. En la visión, cada sonido mostraba actividades y vidas diversas. Pero el punto es este: cada puerta cerrada me separaba de conocer lo que realmen-te estaba ocurriendo en el interior de la habita-ción. Solo podía adivinar.

Esa visión me ayudó a darme cuenta de que el hombre que contó su historia estaba abriendo la puerta e invitándome a mí y al grupo a que echáramos un vistazo.

Vislumbrar su realidadCreo que este es uno de los grandes desafíos de un predicador. Cómo lograr que la gente abra la puerta de su vida. Solo a partir de ese momento puede surgir la esperanza de sujetar las verdades

Un sermónpersonalizadoNo se trata solamente de vivir lo que predicamos sino de conocer la vida de aquellos a quienes predicamos

Por Gordon MacDonald

EL RINCÓN DEL PREDICADOR

La mayoría de las personas no viven (como yo) una vida centrada en la iglesia.

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de la Escritura a las verdades de la experiencia actual de cada persona. Si le soy sincero, dudo que esa experiencia llegue a ocurrir en muchas iglesias.

Mi vida como predicador comenzó cuando yo tenía alrededor de veinticinco años. Un año me tocó predicar durante varios fines de semana en varias iglesias (no necesariamente iglesias numerosas) en distintas partes de Estados Uni-dos. En esa época alojaban a los predicadores invitados en casas privadas (se les solía llamar a su habitación la cámara del profeta) en vez de alojarlos en hoteles (que implicaba un gasto excesivo). Y esto se convirtió en una experiencia educacional que jamás podría haber anticipado.

Ya he escrito acerca de esto previamente: cómo fue que gracias a esta disposición conocí a muchas personas en su «territorio», no en el mío. Esos fines de semana, me integré a todo tipo de familias. Observé cómo se trataban entre sí los esposos, cómo se relacionaban los padres con los hijos, cómo festejaban algunos asun-tos y discutían otros. A veces veía o escuchaba situaciones que no se deberían ver o escuchar. Todos los predicadores deberían vivir este tipo de experiencias.

Más de 95 % de la semana, estas familias viven situaciones sin relación alguna con la iglesia.

Con frecuencia, en la noche, cuando casi todos los miembros de la familia ya se habían ido a acostar, me sentaba con una bebida fresca en la mano a hablar con el esposo o padre de familia. Se generaban largas charlas de todo tipo de temas. Aprendí hechos que ignoraba.

En primer lugar, (disculpe la especificación de género que usaré en este momento) apren-dí que los hombres hablan con otros hombres de una manera distinta cuando no están en la iglesia.

En segundo lugar, aprendí que los hombres hablan de otra manera cuando no saben que están hablando con un pastor (yo no se los infor-maba).

En tercer lugar, aprendí que los hombres ha-blan de otra manera acerca de sí mismos cuando se les pregunta algo sin relación con la vida de iglesia o la fe.

En esas conversaciones nocturnas, aprendí acerca de los hombres y su trabajo, sus miedos y las desilusiones que viven en su vida matrimo-nial y familiar. Conocí sus sueños y los obstá-culos que los alejan de esos sueños. Y, más de una vez, entendí las actitudes que asumen en la iglesia y con los pastores.

Leí un libro que sugiere, con distintos ejem-plos, por qué a tantos hombres les desagrada ir a la iglesia. Vale la pena leerlo. Pero, también, quisiera asegurarle que, hace cuarenta años, en esas charlas nocturnas, pude constatar muchos de esos ejemplos.

Era común escuchar: «nuestro pastor es un gran hombre, pero no conoce demasiado acerca de la vida fuera de la iglesia. Nunca tuvo que enfrentar al mundo real. Desconoce de donde vengo».

Un hombre me comentó: «¿Quieres saber qué piensa de la vida nuestro pastor? La oración que hizo el otro día fue: “Señor, concluimos el culto pidiéndote que bendigas a la asociación AWANA que se reúne el lunes por la noche, al coro que estará ensayando para el concierto de Pascua y al grupo de jóvenes que parten el próxi-mo fin de semana al retiro en la nieve. También te pedimos que volvamos el próximo domingo para vivir otra experiencia de adoración a ti”».

El hombre que relató la oración añadió: «El pastor no sabe que yo tengo un trabajo».

Algunos años más tarde, un miembro de mi iglesia me confesó: «Pastor, yo entiendo que usted come, duerme y respira la iglesia. Para eso le pagamos. ¿Pero qué hay de mí? Cuando me voy de aquí, es muy probable que no piense

Aprendí que los hombres hablan con otros hombres de una manera distinta cuando no están en la iglesia.

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en la iglesia durante dos o tres días. Tengo que trabajar para vivir, y eso me quita casi toda la energía que poseo. Entonces, entienda esto, lo amo y amo a esta iglesia, pero la mayor parte de la semana no es en lo que más pienso».

El inmenso mundo del trabajoEsa fue la primera vez que me di cuenta de que la mayoría de las personas no viven (como yo) una vida centrada en la iglesia. Y tampoco dedican demasiada energía a los asuntos de la iglesia.

De cualquier manera, yo debía entrar por ese pasillo el domingo por la mañana y predicarles a estas personas que viven 95 % de sus vidas si-tuaciones aisladas a la vida de la iglesia. Mientras que las puertas de su vida permanecieran cerra-das y yo solo pudiera escuchar algunos sonidos detrás de ellas, desconocería de qué temas debía

predicar y cómo lograría que los puntos a tratar fueran claros y pertinentes de tal manera que la congregación no llegara a la iglesia a perder su tiempo.

Al conocer sus historias, ¿cómo modificaría mi manera de predicar?

Luego de más de cuarenta años de predicar, todavía me sorprende que haya personas que se sientan a escucharme y me permiten hablarles en monólogo entre 28 y 38 minutos cada domingo. ¿Qué persona de nuestra sociedad tiene ese privi-legio si no es comediante o profesor?

De nuevo, de vuelta a los días de predicador invitado…En ciertas ocasiones, cuando el avión de regreso no salía hasta el lunes por la tarde, acompañaba a mi

anfitrión a su trabajo, en las horas de la mañana. Visitaba oficinas y conocía a los jefes y compañe-ros de trabajo. Recorría los laboratorios, observa-ba las ventas telefónicas y la producción en serie.

Me sentía un poco en riesgo cuando un em-pleado de la construcción me daba un casco y me pedía que subiera por una escalera que recorría una estructura de seis pisos, cuyos trabajos de construcción acababan de iniciarse. Almorzába-mos sentados en una cornisa en el último piso. En realidad, estaba aterrado. No era el mejor lugar para descansar, ni tampoco si necesitaba ir al baño.

Las conversaciones y visitas a los distintos lugares de trabajo transformaron mi manera de predicar y a mí mismo. Por supuesto que la eva-luación final la deberán dar aquellos que me han escuchado predicar a través de los años.

Estas serian las preguntas que uno deberia formularse:1. ¿Gordon predicó como si realmente entendiera el mundo en el que vive?

2. ¿Gordon respondió a las preguntas relacionadas con la situación que usted vive?

3. ¿El vocabulario y las ilustraciones que utilizó Gordon se relacionan con el mundo en el que hoy vivimos?

4. ¿Gordon relacionó el mensaje de la Biblia con los temas que son más relevantes para usted?

5. ¿Se pudo comprobar si Gordon se preparó con seriedad para poder transmitir

lo que Dios quería enseñarle a los demás?

6. Y por último, ¿Gordon reveló algo acerca de sí mismo que muestre que también vive desafíos como los que usted enfrenta?

Se tomó de Christianity Today International/ Leader-ship. Se usa con permiso. Todos los derechos reserva-dos por CTI y el autor, ©2009.

Luego de más de cuarenta años de predicar, todavía me sorprende que haya personas que se sientan a escucharme.

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Resulta impresionante la cantidad de estilos, ma-teriales y colores en que se presentan los vestidos de novia. La Biblia nos informa que a la novia del Cordero se le ha concedido que se vista de lino fino y resplandeciente para recibir al rey. El blanco nos recuerda a los ángeles pues es el color más cercano a la luz, siendo en su esencia la combinación de todos los colores.

La Biblia nos enseña que los ángeles son enviados a favor de los que serán herederos de la salvación, pero no encuentro citas con apoyo de que estén al servicio de toda la humanidad. Para ayudar al prójimo no se necesitan seres celestiales, sino personas de carne y hueso. A nosotras se nos manda atender a las viudas, a los huérfanos y a los pobres. No es el trabajo de los ángeles, sino de los siervos de Cristo.

Elizabeth Fry obedeció este imperativo y su presencia en la cárcel de Newgate se podía igua-lar a la de una visión angelical. Era la hija de un banquero. Pertenecía a una familia cuáquera, quienes se distinguían por su devoción, su vestido

no ornamentado y su poco interés en las formas de entretenimiento comunes.

Elizabeth fue la tercera hija del matrimonio Gurney. Su madre la crió en los principios bíblicos y le enseñó la importancia de ayudar al prójimo. Lamentablemente, perdió a su madre a los doce años y ella y sus hermanas se distanciaron de sus principios cuáqueros.

Empezaron a vestir ropas más coloridas y atendieron diversos espectáculos como el teatro y la ópera, así que los demás de su congregación las censuraron. Pero en cierta predicación, por medio de un ministro invitado, Elizabeth decidió reto-mar el camino de su infancia, aun ante las críticas de sus hermanas. Entonces abrió una pequeña escuela para educar a los muchos niños huérfanos y pobres que rondaban su localidad.

A los veinte años, se casó con un caballero cuá-quero llamado José Fry. Él se la llevó a Londres, pero apoyó su deseo de servir a los más desafortu-nados. Sorprende que Elizabeth lograra combinar las obras caritativas con la crianza de once hijos.

Por Keila Ochoa Harris

MUJER LÍDER

El vestido blanco:

La vida de ^ Elizabeth Fry×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*×*

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Años después se mudaron a Plashet, en Essex, donde estableció una escuela para niñas destituidas y una cocina para indigentes. Tam-bién buscaba tiempo para repartir literatura. En esa época, en 1813, escuchó sobre la prisión de Newgate, en la que hombres y mujeres permane-cían hacinados en reducidos espacios.

Las mujeres sentenciadas por robar manza-nas se codeaban con las que purgaban penas por homicidio y falsificación de documentos, un cri-men capital en ese entonces. Dormían, comían y defecaban en la misma zona. Las prisioneras ro-baban alcohol, comida y ropa, y, si tenían hijos, ellos se mudaban a la cárcel con ellas.

Elizabeth tenía treinta y tres años cuando pisó Newgate por primera vez. Los celadores le advirtieron sobre dos grandes peligros: la enfermedad y la violencia entre las trescien-tas internas, pero Elizabeth no se inmutó. Las mujeres la recibieron con alegría. Nadie se había interesado por ellas, además, Elizabeth no había llegado para regañarlas sino para mostrarles amabilidad.

Predicó sermones sencillos, oró con ellas y les trajo comida. Les leyó hermosas historias de la Biblia que conmovieron a más de una. Eliza-beth creía que una combinación de cuidado es-piritual y entrenamiento práctico las beneficia-ría, así que les enseñó reglas básicas de higiene, así como tejido y bordado. Cuando las internas vendieron sus creaciones y recibieron un poco de dinero, se emocionaron.

En un año, habían hecho veinte mil artículos de vestir, con lo que ganaron dinero para com-prar ropa decente para ellas mismas. La reforma producía buenos resultados, así que Elizabeth adquirió más valor. Intervenía a favor de las mujeres con sentencia de muerte, y si sus ruegos no resultaban, las acompañaba hasta sus últi-mos momentos con palabras de consuelo.

Sus contemporáneos escucharon de la cuáquera que lograba milagros en la prisión de Newgate. Muchos acudieron a presenciar el cambio e implementaron sus métodos en otras prisiones del país. En 1817, Elizabeth fundó la Asociación para la Mejora de las Prisioneras de Newgate. En 1818, recibió la invitación de pre-sentarse a la Cámara de Comunes del gobierno

británico para reportar el estado de las prisiones inglesas, lo que contribuyó a la reforma de 1823. Visitó Francia, Bélgica, Holanda y Alemania para promover los cambios en otras cárceles de Europa; incluso fue entrevistada por reyes y magistrados.

La edad no disminuyó el celo de esta mujer. A los sesenta y tres años aún tenía energía para subir a los barcos que cargaban criminales hacia las colonias británicas. Murió a los sesenta y cin-co años, rodeada de amigos, familiares y miles de prisioneros que recibieron un rayo de esperanza a través de ese ángel que los había visitado en su miseria.

El vestido de novia se usa una sola vez, pero el sentimiento de pureza y amor lo podemos conservar toda la vida. El mundo tiene hambre de ángeles de carne y hueso, que sin vestidos blan-cos, se acerquen a ofrecer una sonrisa, un abrazo y, sobre todo, el mensaje de salvación. Una senci-lla mujer cuáquera transformó el sistema penal a nivel mundial. ¿Qué misión nos reserva el Señor? Seguramente algo importante, grande y trascen-dental. No lo limitemos.

BibliografíaEgermeier, Elsie. Girl’s Stories of Great Women. Warner Press, Indiana, 1930 King Lewis, Georgina. Elizabeth Fry. Headley Brothers, London, 1909. Foto: Commons.wikime-

dia.org: Elizabeth Fry

El artículo es parte de la serie: La boda del alma. La autora, mexicana, es escritora y maestra. Su nueva novela, Donají, por Grupo Nelson, trata de una historia de amor en Oaxaca, México. Disfruta leer, escribir y es-cuchar historias. http:/www.retratosdefamilia.blogspot.com

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Para ayudar al projimo no se necesitan seres celestiales, sino personas de carne y hueso.

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En Filipenses 3 Pablo comparte el camino que escogió para alcanzar la madurez

LA PÁGINADE APUNTES

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En Filipenses 3 Pablo comparte el camino que escogió para alcanzar la madurez

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Mientras Pablo esperaba la resolución del juicio en su contra, permaneció en la cárcel en Roma. El apóstol ocupó su tiempo enseñando y redactando algunas epístolas. En Filipenses expone de manera admirable lo que podríamos llamar la «filosofía de vida» de Pablo.

El objetivo: Ser perfectosLa meta a la que aspira Pablo se resume en el tér-mino «perfecto» (3.12). Esta coincidía con los ob-jetivos ministeriales que perseguía. En Colosenses declaró que trabajaba intensamente para presentar a toda persona «perfecta en Cristo Jesús» (1.28). El Señor también escogió esta palabra para marcar la medida a la que debíamos aspirar, llamando a sus discípulos a ser perfectos, como el Padre celestial es perfecto (Mt 5.48).

La connotación que le damos a perfección es la de una condición que no admite fallas o errores. La perfección en el Nuevo Testamento, sin embargo, se refiere a alcanzar el estado para el cual algo fue creado. Es decir, describe la madurez que resulta de ocupar, en toda su plenitud, el rol que el Señor concibió para nosotros cuando nos dio vida. En este sentido, a Juan el Bautista se lo puede descri-bir como perfecto, porque entendió cabalmente su llamado y lo cumplió a cabalidad, aunque apenas alcanzó la edad de treinta años.

Otra clase de perfecciónPablo identifica, en el texto, al menos tres elemen-tos en el estado de perfección al que aspira.

Conocer a Cristo (v. 8)El concepto no se refiere a un cúmulo de informa-ción acerca de su persona; idea que hoy prevalece cuando hablamos de conocimiento. En esta clase de conocimiento, interviene mayormente la men-te, la cual posee un poder de transformación muy limitado. En muchos casos llega a convertirse en un verdadero obstáculo para crecer en la vida espi-ritual, pues entorpece el camino sencillo de niños que Cristo pretende para cada discípulo.

Pablo describe este conocimiento en términos de «ganar a Cristo» (8) y «ser hallado en él» (9). Por esto se entiende que la comprensión de Jesús a la que aspira solo puede alcanzarla en la intimidad de una relación sostenida entre amigos. Es similar

a la intimidad que comparten dos personas que han permanecido casadas durante años. Poseen in-formación acerca de los detalles de la vida del otro que no puede adquirirse en ningún curso prema-trimonial. Esta clase de información es en extremo valiosa para el hijo de Dios, porque es la única que transforma.

Experimentar el poder de su resurrecciónEl segundo elemento en la perfección es experi-mentar en carne propia el poder de Dios. En su Carta a los Romanos, Pablo les declara que había predicado en toda «su plenitud» (15.19) el evan-gelio de Cristo; es decir, «en palabra y en obra, con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios» (15.18). Tan importante consi-deraba este aspecto de la vida espiritual que oró por los creyentes en Éfeso, para que los ojos de su entendimiento fueran abiertos, para que pudieran percibir «cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos» (1.19).

Una vida cristiana cerrada al poder de Dios inevitablemente caerá en las sofocantes limita-ciones de la religiosidad. El religioso ha trabajado arduamente para ordenar la vida en categorías, según las explicaciones elaboradas para cada tema. Pero la persona que se roza con el poder del Cristo resucitado posee un recordatorio permanente de que Dios es infinitamente más grande y misterioso de lo que entendemos. Se atreve a sumarse a los proyectos más osados porque entiende la diferen-cia radical entre los pensamientos de Dios y los nuestros.

Participar en sus sufrimientos (10)En su conversión, Dios había revelado a Pablo cuánto debía padecer por el nombre de Cristo (Hch 9.21). Por el camino, descubrió que las manifestaciones más sublimes de gracia en su vida vinieron por medio del sufrimiento. La ex-trema fragilidad del ser humano, que se destaca en tiempos de aflicción, es la que más ilumina la extraordinaria grandeza del poder de Dios (2Co 4.7). La segunda epístola contiene una detalla-da descripción de las dificultades por las que pasó, incluyendo naufragios, hambre, desnudez, prisiones, azotes y traiciones. Todo esto había contribuido para producir en la vida de Pablo un

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«eterno peso de gloria que sobrepasa toda com-paración» (2Co 4.16).

De hecho, el apóstol confiesa que aspira a «llegar a ser semejante a Cristo en su muerte» (3.9). Entendía que si el Hijo del Hombre aprendió obediencia por lo que padeció (He 5.8), también él debía transitar por el mismo camino. Resistirse al sufrimiento raras veces deja un fruto espiritual. Cuando nos abrazamos a las experiencias duras y dolorosas de la vida, sin embargo, aun en medio de muchas lágrimas, crecemos de manera asombrosa y experimentamos, también, intensas manifesta-ciones de gracia.

No mirar atrás¿Qué pasos prácticos dio Pablo para alcanzar esta meta? Lo primero que se observa es su claridad en cuanto al valor de sus logros y pertenencias. Estos constituían apenas adornos en la vida, pero no definían la esencia de quien era, en Cristo Jesús. Por esto, no dudó en declarar que lo tenía todo por basura (3.7). Su estima por los tesoros tan valo-rados por el mundo era tan baja que utilizó la pa-labra estiércol para describirlos. Lo que alguna vez consideró valioso, ahora carecía de peso alguno en el rumbo de su vida.

Por otro lado, Pablo tampoco descansó en las conquistas y la experiencia que había acumulado a lo largo de su ministerio. Lejos de creer que estas le daban alguna ventaja en la vida, se propuso olvidar lo que quedaba atrás (3.13). Entendía que las conquistas de ayer no nos dan gracia para el presente. Cada día debemos volver a presentarnos ante el Rey de reyes, solicitando misericordia para los desafíos por delante y fortaleza para perma-

necer en el camino. Habiendo exhortado a otros —«el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga» (1Co 10.12)— entendía que no podía darse el lujo de descansar sobre los laureles del pasado.

Extenderse hacia adelanteLa mejor manera de no quedar atrapado en el pa-sado es permanecer ocupado en avanzar por el ca-mino que está por delante. Pablo declara su deseo de extenderse a lo que está delante, prosiguiendo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (3.13). La imagen que presenta es la de un corredor que se estira para cruzar la meta en una carrera. Repre-senta una actitud de esfuerzo y sacrificio.

Esta actitud es imperativa porque las batallas no se ganan sentados en una banca. Las conquis-tas más valiosas de la vida exigen un alto pre-cio. Por esto, exhortó al joven Timoteo a que se disciplinara a sí mismo para la piedad (1Ti 4.7), comparando dicha disciplina con el ejercicio físico necesario para practicar un deporte.

Una de las características llamativas de muchas de las personas que se encontraron con Jesús en los evangelios es su desesperación. Bartimeo gritaba para que Jesús se fijara en él. Cuando le exigieron silencio, gritó con más fuerza (Mr 10.47–48). Una mujer cananea, que seguía a Cristo y a sus discípulos, gritaba tan fuerte que los Doce le pidieron al Señor que la despidiera del lugar (Mt 15.22, 23). Los cuatro amigos del paralítico, arrastrados por una sólida convicción, no dudaron en abrir un agujero en el techo para acercarlo a Jesús (Mr 2.3). Cada una de estas per-sonas se enfocaró por completo en alcanzar una meta: Jesús. No estaban dispuestas a desistir de su cometido. La misma actitud asumió Pablo.

Conclusión:El crecimiento en la vida espiritual es el fruto de una convicción: Cristo posee todo lo que necesi-to, por eso me lanzo hacia él. Esa convicción nos impulsa a buscar, con desesperación, la forma de echar mano de la persona de Jesús. Nuestro deseo es que cada día él ocupe mayor espacio en nuestra vida, hasta que él llegue a ser, en verdad, nuestro todo. A P

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La comodidad se halla entre aquellos que concuerdan con nosotros, pero el crecimiento, entre aquellos que difieren con nuestras perspectivas.Frank Clark (humorista, 1911–1991)

El cambio es inevitable; el crecimiento es intencional. Anónimo

La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño. Friedrich Nietzsche (filósofo alemán, 1844–1900)

La desesperación de una persona por no poder resolver sus dificultades es la base de toda conversión. Del mismo modo, una absoluta desconfianza en las capacidades propias resulta esencial para crecer en la gracia.A. W. Pink (evangelista y escritor, 1886 –1952)

No nos fortalece lo que comemos, sino lo que digerimos; no nos enriquece lo que ganamos, sino lo que ahorramos; no obtenemos la sabiduría por lo que leemos, sino por lo que recordamos; no llegamos a ser íntegros por lo que confesamos, sino por lo que practicamos. Francis Bacon (abogado y filósofo, 1561–1626)

No espere hasta que todo se acomode. Las circunstancias nunca serán perfectas. Siempre existirán los desafíos, los obstáculos y las condiciones adversas. ¿Y qué? Decida emprender la marcha hoy mismo. Con cada paso que tome aumentará su fuerza, crecerá en habilidad y ganará en confianzaMark V. Hansen (consultor gerencial)

El cristiano que ha dejado de arrepentirse ha dejado de crecer. J. Blanchard (escritor)

En esta vida nunca arribamos al punto en el que ya no es necesarios seguir creciendo. C. C. Ryrie (autor y teólogo)

No importa cuán parecido a Cristo llegue a ser un cristiano, siempre se encontrará en el proceso de ser transformado. John Stott (escritor, pastor y teólogo)

Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos. Albert Einstein (científico alemán, 1879–1955)

En últimas instancias lo importante es saber que no podemos convertirnos en lo que debemos ser, si insistimos en ser lo que somos. Max Depree (escritor)

Seguir creciendo

CITAS QUEHACEN PENSAR

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Breve reseña de su vidaC. S. Lewis (Jack, como lo llamaban sus amigos) nació en una familia protestante, amante de los libros, en Belfast, Irlanda, el 29 de noviembre de 1898. Sus padres eran miembros de la Iglesia de Irlanda. Ellos eran amantes de la lectura y trans-mitieron esa misma devoción a sus hijos, Jack y Warren, a quienes animaban a enriquecerse con su extensa biblioteca familiar.

En 1908, cuando su mamá falleció, él termi-nó de convencerse de que el Dios de la iglesia de su madre y de la biblia que ella le había rega-lado, si no era cruel, era una vaga abstracción. Cuatro o cinco años más tarde Lewis renunciaba al cristianismo y se convirtía en ateo.

Luego de haber obtenido su primer títu-lo universitario de la facultad de Inglés de la Universidad de Oxford, conoció a una persona que lo conmovió al saber que había sufrido un

desorden nervioso en la Primera Guerra Mun-dial. Este encuentro y sus lecturas de George MacDonald y G. K. Chesterton despertaron en él sus primeras inquietudes espirituales.

Lewis eventualmente decidió confiar su vida a Cristo; esta decisión cambió dramáticamente el rumbo de su existencia. Su vida, ahora, perse-guía una meta: conocer y obedecer a Dios.

Comenzó a escribir libros para despertar el interés de ateos y agnósticos en la fe cristiana y para animar y cultivar a los creyentes. El mundo lo reconoció como un evangelista literario.

Cuando su material se volvió popular, le llegaban miles de cartas a las cuales respondía con dedicación. Percibía esta labor como la vo-luntad de Dios, porque todas esas personas eran especiales. También vivía convencido de que su llamado era a explicar la fe cristiana, predicar la Palabra, dar charlas en la radio BBC y a los pilo-tos de la fuerza aérea durante la guerra.

C. S. LEWIS (1898 – 1963):

Promotorde la

madurez

HÉROES DELA FE

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A Lewis no le interesaba mejorar su nivel de vida; así que, por su compromiso con Jesús, estableció un fondo caritativo para ayudar a muchas familias en pobreza, a huérfanos y a seminaristas en su educación. Brindó ayuda eco-nómica a organizaciones benéficas y ministerios de iglesias. El impacto de su caridad lo llevó a operar un gran cambio en su vida.

Diez años antes de su muerte, conoció a Joy Davidman, a quien su esposo después de enga-ñarla la abandonó con dos hijos adolescentes, lo que la dejó en serias dificultades económi-cas. Mientras Lewis le brindaba ayuda, creció una gran amistad entre ambos, la cual los llevó a contraer matrimonio. El tiempo que estuvieron casados fue uno de los más felices en la vida de Lewis. La muerte de su esposa, cuatro años más

tarde, significó uno de los golpes más duros que haya soportado en toda su vida. Los estragos y dolor que el cáncer le causó a su esposa y la devas-tadora angustia que sufrió al perderla probaron en lo más profundo la fe de Lewis. Su talentosa mente era incapaz de entender cuál era el propósito de Dios detrás de semejante tragedia. Quizás nunca pensó que esta difícil experiencia permitiría que muchas personas, que antes lo admiraban solo a la distancia como maestro, podían ahora acercarse y amarlo como hermano.

La mayoría de sus amigos y conocidos no vie-ron con buenos ojos su matrimonio con Joy. Esto lo afectó, sin embargo, no significó, para nada, una nueva experiencia de rechazo en su vida. Recibió muchos ataques por su estilo de vida cristiano. Sus amigos más cercanos, como Barfield o Tolkien, le

• De niño, C. S. Lewis se entretenía escribiendo e ilustrando historias de animales. A los doce años escribió su primer novela.

• Lewis cumplió su servicio militar en Francia durante la Primera Guerra Mundial, donde fue herido en acción.

• El primer libro que publicó fue un volumen de poesía titulado Spirits in Bondage (Espíritus en esclavitud), con el pseudónimo Clive Hamilton.

• Durante su juventud fue ateo, pero a la edad de treinta años se convirtió a Cristo.

• A J. R. R. Tolkien, uno de sus grandes amigos, le disgustaba su obra Las crónicas de Narnia. En su opinión, Lewis la había escrito precipitadamente y, además, la consideraba poco realista.

• Acompañado por su hermano y algunos amigos, Lewis acostumbraba, una vez al año, emprender caminatas de hasta se-tenta kilómetros a lo largo de la campiña inglesa.

• Cuando Lewis, a sus sesenta años, contrajo matrimonio con una ex comunista divorciada y de herencia judía, muchos de sus amigos cuestionaron su decisión.

• Luego de que Lewis publicara su libro Miracles: A Preliminary Study (Milagros: un estudio preliminar), la revista Time le dedicó un artículo de portada el 8 de septiembre de 1947. El artículo resaltaba el riesgo que asumía al afirmar, en medio de un ambiente académico, la naturaleza sobrenatural del cristianismo.

¿LO SABÍA USTED?

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expresaban su desacuerdo con sus escritos o charlas evangelísticas. Y si el oprobio de sus amigos cristianos le resultó difícil, este no se comparaba con los ataques de sus cole-gas y demás personas que no compartían su fe.

Muchas personas y el mismo C. S. Lewis afirmaban que él no era teólogo, pero en realidad sí lo fue. Él cubrió todo el campo teológico con un lenguaje claro y simple. El hecho de que haya podido explicar teología de manera sencilla nos prueba que su entendimiento superaba al de mu-chos teólogos. Sus escritos abrieron las mentes, ensancharon los corazones y desafiaron el pen-samiento de muchos. Cuando se refirió al «mero cristianismo», no fue para restarle importancia a las verdades de la Palabra, sino para sugerir que la verdad del Dios encarnado estaba escrita de una manera tan increíblemente sencilla que pue-blos de toda cultura y raza podrían sorprenderse y gozarse ante tanta claridad y gracia.

No fue un pastor, era un hombre común. Aun así, fue uno de los apologistas más eficaces para el cristianismo del siglo XX; sin embargo, sus escritos ni siquiera formaban parte de su profe-sión principal, sino que fueron fruto de una gran pasión. Es de admirar su capacidad para escribir: era tan efectivo para niños como para intelectua-les.

C. S. Lewis murió en 1963, el mismo día en que asesinaron al presidente John F. Kennedy. Dejó un gran legado teológico en sus cartas y libros, y en la vida de las personas que tocó por estos escritos. A P

Principios dignos de imitacion1. La formación del hábito de la lectura debe ser superada por la de la pasión por leer. La buena lectura puede culti-var el pensamiento crítico y despertar la conciencia de las realidades de la vida. Ambos son muy valiosos para establecer bases firmes de la fe personal en Jesu-cristo.

2. Los eventos trágicos de la vida resultan valiosos para cuestionar la fe aprendida en la infancia, y aunque even-tualmente el individuo renuncia a ella, cuando consigue establecer su fe perso-nal en Jesucristo, esta es firme y madura.

3. La fe cristiana madura se diferencia de la infantil en que el creyente pierde el interés en sí mismo y enfoca su esfuer-zo en invertir sus recursos intelectuales, emocionales, espirituales y materiales en los demás.

4. No es la ausencia de sufrimiento lo que confirma la fe de un individuo. Es su lucha continua contra el rechazo, la crítica y hasta por sobrevivir la pérdida de la persona más amada. Y no solo la confirma, sino más aún, la perfecciona.

5. Un teólogo se forma tras el enten-dimiento del pensamiento bíblico y del mundo que lo rodea, y por desarrollar la capacidad de tender un puente entre ambos para provocar los cambios que el evangelio produce.

6. La forma más eficaz de comunicar las verdades bíblicas es la sencillez.

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PREGUNTASPARA ESTUDIAR EL TEXTO EN GRUPO

PREGUNTAS PARA ESTUDIAREL TEXTO EN GRUPO

¿ Cómo saber?1. En su opinión, ¿cuáles de las siete características de una persona madura que el autor propone son las más distintivas de la madurez? Explique.

2. ¿Cuál otra característica, no contemplada por el autor, debería considerarse como señal de madurez? Explíquela.

3. ¿Qué es lo que produce en la persona madura el dolor por su propio pecado? ¿De qué manera se ha desarrollado en usted esa capacidad?, ¿qué le faltaría para llegar a ese nivel?

4. ¿Cuál es el móvil legítimo de la generosidad y ternura de la persona madura para con los que la rodean?

5. Enliste algunas desventajas que deja el estar demasiado apegado a las formas.

6. ¿Cuál es la actitud opuesta a «no preocuparnos por el día de mañana» ¿Por qué nos resulta tan difícil desarrollarla?

7. Explique la diferencia entre el cinismo y la honestidad.

8. ¿Contra qué lucha realmente el creyente?

9. ¿Por qué el control de nuestra lengua es una señal de madurez? Explique.

Una canción en tierras extrañas1. ¿Cuál es el significado de leer la Biblia «con» ellos, y no «a» ni «para» ellos?

2.¿Cuál es el perfil de un ministerio que se preocupa por leer la Biblia de esta manera con la gente a la que ministra?, ¿en qué se distinguirá de aquellos ministerios que no siguen un ministerio encarnacional y radicalmente holístico?

3. Por el ejemplo expresado en el artículo, explique cómo aplicaría usted la metodología de lectura de la Biblia propuesta por CTM.

4. Según el descubrimiento del autor y sus compañeros, ¿en qué consiste la tarea primordial de la Iglesia?

5. ¿Cómo debería actuar la Iglesia para alcanzar la visión que con tanta urgencia requiere para su ministerio?

6. Según Brueggemann, ¿en qué consiste la tarea profética? Explique.

7. ¿Qué pasos específicos debería dar su iglesia para adoptar este estilo de ministerio?

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Barreras de contención1. ¿Por qué resulta tan imperativo que el siervo de Dios esté consciente de las barreras de protección que necesita para terminar con gozo su carrera?

2. Enliste las barreras protectoras que usted ya ha implementado. ¿Cuáles de las que el autor propone usted no había previsto? ¿Por qué es tan importante que la añada a su lista?

3. Explique de qué maneras se puede enseñar a la congregación a orar por su pastor, ¿cuáles serían algunos mecanismos que usted aplicaría para este aprendizaje?

4. Si usted todavía no cuenta con un mentor, piense en algunos nombres que serían idóneos para este acompañamiento. Establezca una fecha para decidir a quién de ellos buscar. Ore en ese sentido.

5. Piense en el nombre de un consiervo a quien puede enseñarle a usar estas barreras; ¿cómo piensa enseñárselas?

Ser como Cristo1. ¿Qué valor aporta a nuestra vida imitar a nuestro Señor en el sufrimiento? ¿Qué estaría ausente en nuestro carácter si no enfrentáramos situaciones que nos lleven a sufrir?

2. Si el imperativo es imitar a Cristo en su sufrimiento, ¿cuál sería el perfil de una persona que asume el sufrimiento como lo hizo Jesucristo?

3. Describa la manera en que Chang el Ciego se volvió como Jesús en el sufrimiento.

4. Añada un ejemplo que usted haya observado de una persona que ha vivido como Jesús en medio del sufrimiento. Enliste las características que observó en ella.

5. Piense en alguna circunstancia que le significó a usted sufrimiento. ¿Cómo la vivió?: mencione las actitudes y acciones que sí repetiría a la luz de este artículo y las que jamás repetiría. Explique.

La gloria del débil1. ¿Por qué resulta tan importante que el Señor nos elija precisamente porque somos inade-cuados y con una considerable suma de debilidades? Explique.

2. El principio espiritual que sigue el Señor en la elección de sus siervos es el mismo que nosotros deberíamos seguir en la selección de nuestros colaboradores. ¿Cuál sería entonces el perfil que deberíamos buscar en ellos?

3. Explique la cita «mi poder se perfecciona en la debilidad» (2Co 12.9). Comparta al grupo cómo ha sido esta verdad una realidad en su vida.

4. Ilustre este principio con un caso conocido por usted que no sea de la historia bíblica.

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VIVIR EN FAMILIAUN DERECHO DE LA NIÑEZ

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Amistad es un ministerio sin ánimo de lucro, interdenominacional e internacional que ofrece instrucción religiosa a jóvenes y adultos con discapacidad cognitiva. Los materiales permiten el trabajo durante dos años.El material del primer año trata acerca de Dios Padre y el del segundo año, acerca de Jesús, nuestro Salvador.

Cada programa de Amistad incluye:

• Una guía general.• Un juego de recursos para líderes.• Un juego de recursos para alumnos (jóvenes y adultos).• Un cuaderno con ilustraciones.

El Ministerio Amistad cree firmemente que:

• Todos somos creados a imagen de Dios y somos merecedores de su amor yjusticia, tanto en nuestra sociedad como en nuestras iglesias. • La redención es un regalo de Dios para todos. Ésta no depende de un cierto nivel de inteligencia.• La Iglesia está completa sólo cuando incluye a todos los hijos e hijas de Dios,y cuando ve a todas las personas iguales ante los ojos de Dios, a través de sus propios ojos.

Para mayor información, contáctenos:[email protected]

“Compartir el amor de Dios a personas con discapacidad cognitiva, ayudándolos a ser miembros activos de la familia de Dios”.

Programa cristianode educación especial

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Información

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