antúnes y sotelo - la sociedad del trabajo excluyente y la calidad total en el capitalismo...
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LA SOCIEDAD DEL TRABAJO EXCLUYENTE Y LA CALIDAD TOTAL EN EL CAPITALISMO "POSTMODERNO"
Por: Ricardo Antunes* y Adrián Sotelo**
Introducción
En el presente ensayo mostramos que la reestructuración capitalista reubicó al mundo del
trabajo en una nueva dinámica, más compleja, más heterogénea y más contradictoria, que
redefine y reafirma su cetralidad dentro del metabolismo social del capital. En este contexto, la
pretendida autonomía de la ciencia no tiene otro contorno que la reproducción capitalista que
limita, pero no sustituye, la participación del trabajo asalariado en la producción y reproducción
del valor y del plusvalor.
La "sociedad exluyente", superflua y supuestamente productiva cimentada en la "calidad total"
de la mercancía (material e inmaterial) no es sino la contrapartida de la sociedad fetichizada,
explotada y precarizada que alberga a las actuales generaciones de trabajadores en todo el mundo.
Sociedad excluyente y calidad total
La sociedad capitalista contemporánea ha derivado en un escaparate de lo que Marx
caracterizó como un enorme arsenal de mercancías: la plenitud de la sociedad excluyente,
generadora de mercancías descartables y superfluas. En esta era de la sociedad del
* Profesor Titular de Sociología del Trabajo en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas (UNICAMP). Fue "Visiting Research Fellow" en la Universidad de SUSSEX (Inglaterra). Publicó, entre otros, los libros Os Sentidos do Trabalho (Boitempo, 5ª edição), Adeus ao Trabalho? (Cotez/Edunicamp, 8ª edição, revisada y ampliada) y es Coordinador de la Colección Mundo do Trabalho (Boitempo). ** Profesor-Investigador Titular Definitivo del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Publicó los libros: México: dependencia y modernización, Ediciones El Caballito, México, 1993; Globalización y precariedad del trabajo en México, Ediciones El Caballito, México, 1999 y Neoliberalismo y educación: la huelga en la UNAM a finales de siglo, Ediciones El Caballito, México, 2000. Su último libro publicado se intitula La reestructuración del mundo del trabajo, superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo, coedición Ítaca-UOM-ENAT, México, 2003. En proceso de edición: Desindustrialización y crisis del neoliberalismo, maquiladoras y telecomunicaciones. Ensayo publicado em portugés en José Eustáquio Romao y José Eduardo de Oliveira (coordinadores), Quesotes do século XXI, Edicao Especial no., 100, Tomo II, Sao Paulo, Cortez Editora, 2003, pp. 102-120.
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entretenimiento, del cual el shopping center, este verdadero templo de consumo del capital hace
aflorar, con toda evidencia, el sentido de desperdicio y de la superfluidad que caracteriza la lógica
societal contemporánea, lo que las clases medias altas y, especialmente, las clases propietarias
tienen en abundancia de modo compulsivo, la mayoría de los que viven de su trabajo (o que de él
son también excluidos ) no pueden siquiera tener acceso visual. Ni en el mismo universo
imaginario.
Fue contra esa sociedad excluyente que los recientes movimientos sociales urbanos y
populares, mezclando creatividad y criticidad, a través de "visitas" de decenas de trabajadores sin
techo, inicialmente a un shopping center y, posteriormente, a un supermercado de Río de
Janeiro, expresaron su repulsión y descontento, cuyo significado parece cristalino: la sociedad
del consumo destructivo y superfluo, al mismo tiempo en que crea necesidades múltiples de
consumo fetichizado y extrañado, impide que los verdaderos productores de la riqueza social
participen en este mismo universo (restringido y manipulado) del consumo. Esta es una de las
características de las sociedades dependientes en la actualidad. Sin embargo, parece que los
hombres y mujeres sin trabajo, los desposeídos del campo y de las ciudades, los asalariados
precarizados en general, las llamadas "clases peligrosas", comienzan a cuestionar la lógica que
preside a la sociedad actual. Vinieron para mostrar a la sociedad su injusticia, desigualdad y
superfluidad. Y para (re)conquistar su sentido de humanidad y de dignidad. Todo un retorno con
el objetivo de reafirmar su identidad y proyectarla al futuro.
Algo similar viene ocurriendo en otras partes del mundo. Desde la explosión de Seattle, en
Estados Unidos, contra la Organización Mundial de Comercio (OMC), donde las protestas anti-
globalización e anticapitalistas se han convertido en rutina durante los encuentros
intergubernamentales, de acuerdo con el periódico The Guardian (8 de diciembre de 2000, p.6) al
referirse a la confrontación que ocurrió también en Nice, Francia al final del año pasado. Las
recientes manifestaciones en Quebec, en Buenos Aires, la de los estudiantes en São Paulo, todas
en abril de 2001 y la más reciente en Cancún (2003) constituyen ejemplos de estas nuevas
manifestaciones repletas de sentido y significados, de las que el Movimiento de Trabajadores Sin
Tierra (MST) de Brasil ha sido pionero.
Esa destructividad de la sociedad excluyente se expresa también cuando descarta y torna
superflua para el capital enormes conglomerados de la fuerza humana mundial que trabaja, de la
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cual cerca de un tercio se encuentra o realizando trabajos parciales, precarizada o desempleada.
Eso porque el capital necesita cada vez menos del trabajo estable y cada vez más de trabajo part-
time, tercerizado, que se encuentran en enorme crecimiento en el mundo productivo industrial y
de servicios en todas las sociedades capitalistas del orbe.
Como el capital puede reproducirse sin alguna forma de integración entre trabajo digno y
trabajo muerto, ambos necesarios para la producción de las mercancías, sean ellos materiales o
inmateriales, si elevar la productividad del trabajo al límite, provocando la caída de la tasa de
ganancia e intensificando los mecanismos de extracción de sobretrabajo en un tiempo cada vez
menor, a través de la ampliación del trabajo muerto corporizado en la maquinaria técnico-
científica, trazos constitutivos del proceso de liofilización organizativa de la "empresa enjuta",
como sugestivamente la llamó el sociólogo español Juan J. Castillo.1
Otros mecanismos utilizados por el capital son el aumento de la intensidad del trabajo y de la
jornada laboral aunados a la caída de los salarios reales de los trabajadores, en otras palabras,
formas articuladas de producción de plusvalía absoluta y relativa como mecanismos
fundamentales de extorsión del trabajo abstracto en la sociedad.
Cabe aquí realizar una similitud entre el descarte y superfluidad del trabajo y el descarte y
superfluidad de la producción en general, presente por ejemplo en la cuestión de la llamada
"calidad total". Como se ha abundó en otra oportunidad2, en la presente fase de intensificación de
la tasa de utilización decreciente del valor de uso de las mercancías, la falacia de la calidad es
evidente: cuanto más "calidad total" los productos poseen, menor es su tiempo de duración y
menor, por consiguiente, el tiempo de realización y recuperación de la inversión del capital. La
necesidad imperiosa de reducir el tiempo de vida útil de los productos, con miras a aumentar la
velocidad del ciclo reproductivo del capital, hace que la "calidad total" sea, en la mayoría de los
casos, superflua o expresión de perfeccionamiento de lo superfluo, una de esas que los productos
deben durar cada vez menos para que tengan una reposición ágil en el mercado. El no hacerlo
implicaría la ruina de las empresas y la caída de los negocios debida al aceleramiento de la
competencia.
1 Conforme Castillo, Sociologia del Trabajo, Centro de Investigaciones Sociológicas, Siglo XXI Editores, Madrid, 1996, p. 68. 2 Ricardo Antunes, Os sentidos do trabalho...op. cit.
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La "calidad total", por eso, se debe adecuar al sistema del metabolismo socio-reproductivo de
capital, afectando de ese modo tanto la producción de bienes y servicios, como las instalaciones,
la maquinaria y la propia fuerza humana de trabajo.
De ese modo, el pregonado desarrollo de los procesos de "calidad total" se convierte en la
expresión del dominicano, excluyente, aparente superflua de un mecanismo productivo de lo
descartable y que lo superfluo, condición para la reproducción ampliada del capital y sus
imperativos expansionistas y destructivos.
No hablamos aquí solamente de los fast foods (del cual McDonalds es un caso ejemplar), la
marca de la sociedad del entretenimiento, que depositan toneladas de productos descartables
("chatarra") en la basura, después de consumir un lunch fabricado en serie con métodos fodistas.
Podríamos también recordar el tiempo medio de vida útil de los automóviles mundiales, cuya
duración es cada vez más reducida, sobre todo en la fase de concepción y diseño que absorbe en
la actualidad cerca de 75% del costo total del producto.3 O aún a la industria de computadoras,
expresión de esta tendencia depreciativa y decreciente del valor de uso de las mercancías, donde
un sistema de softwares se vuelve obsoleto y desactualizado en un tiempo bastante reducido,
obligando al consumidor a adquirir la nueva versión, lo que tarde o temprano se convierte en una
"necesidad" de adquirir un nuevo ordenador con todas las nuevas características en materia de
hardware.
Las empresas, en el conterxto de la competencia entabalada entre ellas con el objetivo claro de
reducir el tiempo entre la producción y el consumo, incentivan al límite esta tendencia restringida
del valor de uso de las mercancías haciéndolas superfluas. Requiriéndo acompañar la
competencia existente en su ramo productivo, los capitales desencadenan una lógica que se
intensifica crecientemente, de la cual la "calidad total" es un mecanismo intrínseco y funcional.
Con la reducción de los ciclos de vida útil de los productos, los capitales no tienen otra opción,
para sobrevivir, que "innovar" o correr el riesgo de ser superados por las empresas adversarias,
como ocurrió, por ejemplo, con la empresa transnacional de computadaras Hewlett Packard,
3 Cf. Jeremy Rifkin, El fin del trabajo, Paidós, Madrid, 1997, p. 127.
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donde, paralelamente a la "innovación" constante de su sistema computacional, el tiempo de vida
útil de los productos tambie se redujo enormemente.4
Como el capital tiene una tendencia expansionista intrínseca a su sistema productivo de
acumulación la "calidad total" se debe volver enteramente compatible con la lógica de la
producción superflua y destructiva. Por eso, en su sentido y tendencias más generles, el
capitalismo, al mismo tiempo en que reitera su supuesta capacidad de elevación de la "calidad
total", se convierte, de hecho, en enemigo de la durabilidade de los productos; desalentando y al
mismo tiempo inviabilizando prácticas productivas orientadas a satisfacer las necesidades reales
sociales y humanas.5 Así se reafirma su vocación antihumana y su carácter restrictivo para
satisfacer las necesidades básicas de las grandes mayorías de la población en materia de salud,
vivienda, transporte, alimentación, recreación, etcétera que se oponen, de esta manera,
frontalmente a la longevidad de los productos. La "calidad total" se transforma en la negación de
la durabilidad de las mercancías. Cuanto más "cualidad" aparentan las mercancías (e aquí
nuevamente como la apariencia hace la diferencia), menor tiempo de duración ellas debem
efetivamente contener. Desperdicio, superfluidad y destructividad acaban siendo sus
características determinantes y que promueven masivamente los medios de comunicación.
Claro que aqui no se está cuestionando lo que sería un efectivo avance técnico-científico,
enmarcado en los imperativos reales sociales y humanos ―lo que no está en la lógica
contemporánea―, sino el engrenaje de un sistema de metabolismo social del capital que
convierte en descartable todo lo que podría ser preservado y reorientado, tanto para atender los
valores de uso sociales, como para evitar una destrucción incontroláble y degradante de la
natureza, del medio ambiente, de la relación metabólica entre hombres y naturaleza.
Sin embargo, en el capitalismo la lógica del capital apunta en otra dirección que implica la
conversión de la ciencia y la tecnología en mercancías para que se subordinen al mecanismo de la
ley del valor y, de esta forma, queden sujetas a las leyes de la ganancia empresarial, puesto que
ellas constituyen procesos indispensables de la producción y valorización del capital.6 Tan
4 Conforme Martin Kenney, "Value Creation in the Late Twentieth Century: The Rise of the Knowledge Worker", em Davis, Hirschl e Stack, Cutting Edge, Verso, Londres/Nova Iorque, 1997, p. 92. 5 Véase István Mészáros, Beyond Capital, Merlin Press, Londres, 1995, capítulos 15 e 16. 6 Para la historia de la información y su significado actual, véase el libro de Armand Mattelart, Historia de la sociedad de la información, Paidós, Barcelona, 2002.
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importante ha sido esta disposición mercantil de las tecnologías informáticas, que se calcula que
en la actualidad el conjunto de las actividades económicas que dependen de la informática, de las
telecomunicaciones y del audiovisual representan entre 8% y 10% del producto bruto mundial, lo
cual supera incluso a la industria automovilística.7
La informática y los sistemas de comunicación ordenan, sistematizan, homogenizan y
codifican en ordenadores datos e información relativa a la formación de valores y precios de las
mercancías con el objetivo de recabar los elementos de orden económico, organizacional,
cultural, contable, de calidad y de mercado de los que depende el éxito o el fracaso de una
mercancía que aspira a desplazar a otras en el mercado mundial (automóviles, electrodomésticos,
software, computadoras, autopartes, servicios, etcétera).
Mientras que la tecnología y la ciencia sigan subordinadas al mecanismo básico del
metabolismo social del capital, ellas constituirán fuerzas productivas al servicio del proceso de
destrucción de la sociedad y de la naturaleza.
Un proceso similar ha venido ocurriendo en el universo del trabajo en tanto mecancía, pero
que de ningún modo puede ser entendido como el "fin del trabajo", como se ha querido
interpretar por distintas corrientes del pensamento articuladas en la vertiente postmodernista.
¿El fin del trabajo?
En el pensamiento contemporáneo se volvió (casi) lugar común hablar de "desaparición del
trabajo" (Dominique Méda), en substituición de la esfera del trabajo por la "esfera
comunicacional" (Habermas), de "pérdida de centralidad de la categoría trabajo" (Off), o aún del
7 Cf. Samir Amin, Crítica de nuestro tiempo, a los ciento cincuenta años del Manifiesto Comunista, México, Siglo XXI, 2001, p. 130. Según la International Standard Industrial Classification (ISIC), las ramas productivas que integran al sector de las tecnologías de la comunicación y la información son las siguientes: • ISIC 30: Manufacturas de oficina y maquinaria de computación. • ISIC 32: Manufacturas de radio, televisión y equipos, y aparatos de comunicación. • ISIC 321: Manufacturas de válvulas electrónicas, tubos y otros componentes electrónicos. • ISIC 322: Manufacturas de televisión, aparatos de radio y transmisores, aparatos para líneas telefónicas y telegráficas . ISIC 323: Manufacturas de televisión y de radio receptores, sonido y grabadoras de video y aparatos reproductores, y artículos asociados. . ISIC 64: Correo y telecomunicaciones. . ISIC 72: Computadoras y actividades asociadas. Cit. en OIT, World Employment Report 2001, Life at Work in the Information Economy, Ginebra, 2002, Cuadro # 4, p. 33.
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"fin del trabajo" (como Jeremy Rifkin, o incluso la versión más crítica al orden del capital, como
en Kurz), para citar las formulaciones más expresivas de esa concepción ideológica.
En tanto se opera en el plano gnoseológico la desconstrucción del trabajo, paralelamente, en
el mundo real (plano ontológico), éste se convierte (nuevamente) en una de las más explosivas
cuestiones de la contemporaneidad. Trabajo y desempleo, trabajo y precarización, trabajo y
género, trabajo y etnia, trabajo y nacionalidad, trabajo y lucha generacional, trabajo e
imaterialidad, trabajo y (des)calificalificación, muchos son los ejemplos de transversalidad y de
vigencia de la forma trabajo que han sido interpretados como pérdida de centralidad o, peor aún,
como "desaparición del trabajo", en particular del trabajo asalariado en tanto antípoda
contradictoria del capital.
¿Qué pasa, entonces, con el mundo real del trabajo? De la General Motors a la Microsoft, de
la Bennetton a la Ford, de la Toyota al McDonald’s, será que el mundo productivo y de servicios
de hecho carece de trabajo vivo? ¿Este se ha ido convirtiendo en mera virtualidad? ¿Es ficción
que la Nike utiliza casi 100 mil trabajadores y trabajadoras, esparcidos en muchas partes del
mundo, recibiendo salarios degradantes?
Problematicemos algunas de estas tesis que propongan el fin del trabajo.
Cuando concebimos la forma contemporánea del trabajo, en tanto expresión del trabajo social
que es más complejificado, heterogéneo y, aún, más intensificado en sus ritmos y procesos, no
podemos concordar con las tesis que desconsideran el proceso de interacción entre trabajo vivo y
trabajo muerto. En verdad, el sistema de metabolismo social del capital necesita cada vez menos
del trabajo estable y cada vez más de diversificadas formas de trabajo parcial o part-time,
tercerizado, de los trabajadores "hifenizados" de que habló Huw Beynon y que se encuentran en
explosiva expansión en todo el mundo productivo y de servicios.
Como el capital no puede eliminar el trabajo vivo del proceso de mercancías (materiales o
inmateriales), porque cesaría la producción de valor, de plusvalía y, por consiguiente, de riqueza
social de acuerdo con Marx8, él debe, además de incrementar sin límites el trabajo muerto
materializado en la maquinaria técnico científica con el fin de aumentar la productividad del
trabajo y la intensificación de las formas de extracción de sobretrabajo en un tiempo cada vez 8 Cf. Carlos Marx, El capital, FCE, México, 1999, 1ª reimpresión, capítulo 1, donde Marx demuestra que es el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de las mercancías y, en especial, de la fuerza de trabajo, la ley fundamental que explica la producción de valor y de riqueza social en el capitalismo.
8
más reducido. Tiempo y espacio de producción y explotación se transorman, así, en esta nueva
fase de los capitales. La reducción del proletariado taylorizado, la ampliación del trabajo
intelectual abstracto en las plantas productivas de punta y la generalización de los nuevos
proletarios precarizados y tercerizados de la "era de la empresa enjuta" son ejemplos de lo que
decimos.
La nueva estructuración del mundo del trabajo con fuertes expresiones en el sector de los
servicios y en el del conocimiento, donde se aloja el "analista simbólico", no hace más que
confirmar la expresión fenómenica de ese proceso que denominamos "liofilización" y que se ha
incorporado al sistema del metabolismo social del capital en la actual etapa de mundialización.
La síntesis de Tosel explica la necesidad que tiene el capital del desperdicio y la exclusión: es
la propia "centralidad del trabajo abstracto la que produce la no centralidad del trabajo, presente
en la masa de los excluidos del trabajo vivo" que, una vez (des)socializados y
(des)individualizados por la exclusión del trabajo, "procuran desesperadamente encontrar formas
de individualización y socialización en las esferas aisladas del no trabajo (actividades de
formación, de beneficiencia y de servicios)".9 Lo que quiere decir que más que una "anulación"
del trabajo, como postulan los pensadores postmodernistas, lo que tenemos en realidad es una
nueva configuración del mundo del trabajo donde el trabajo asalariado, estable, con derechos
jurídicos reconocidos en las legislaciones laborales, mantiene una fuerte tendencia a su reducción
cuantitativa en función de la extensión de "nuevos proletarios" que trabajan a tiempo parcial,
tercerizados y precarizados. Nuevas poblaciones humanas de obreros desempleados y
subempleados que resguardan no solamente las fábricas, sino también las ciudades tugurizadas
nutriendo las filas de las corrientes migratorias por todo el mundo.
Aqui aflora el límite mayor de la tesis habermasiana de la transformación de la ciencia en
"principal fuerza productiva" en sustitución del valor-trabajo. Esta formulación, al convertir la
ciencia en principal fuerza productiva desconsidera las interacciones existentes entre trabajo vivo
y avance técnico científico sobre las condiciones de desarrollo capitalista. De hecho esta tesis ya
había sido considerada por Marx en los Grundrisse cuando estudia la relación dialéctica entre
trabajo vivo y trabajo muerto y la tendencia inmanente de la producción capitalista y del
9 Ver Tosel, “Centralité e Non-Centrelité du Travail ou La Passion des Hommes Superflus”, La Crise du Travail, J. Bidet e J. Texier (org.), Actuel Marx, PUF, 1995, p. 210.
9
maquinismo a proyectar el general intellect como el rector del proceso de reproducción del
metabolismo social del capital, aunque subordinado a la lógica del capital. Dice Marx: "La
naturaleza no construye máquinas, ni locomotoras, electric telegraphs, selfacting mules, etc. Son
éstos productos de la industria humana; material natural, transformado en órganos de la voluntad
humana sobre la naturaleza y de su actuación en la naturaleza. Son órganos del cerebro humano
creados por la mano humana; fuerza objetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fixe
revela hasta qué punto el conocimiento o knowlegde social general se ha convertido en fuerza
productiva inmediata y, por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social
misma han entrado bajo los controles del general intellect y remodeladas conforme al mismo.
Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales son producidas no sólo en la forma del
conocimiento, sino como órganos inmediatos de la práctica social del proceso vital real".10
No se trata, por tanto, de decir que la teoría del valor-trabajo no reconoce el papel creciente de
la ciencia y del conocimiento, sino de que éstas se encuentran aprisionados en su desarrollo por la
base material de las relaciones entre el capital capital y el trabajo, la cual no puede superar. Y es
por esta restricción estructural, que la ciencia no se puede convertir en la principal fuerza
productiva dotada de autonomía. Prisionera de esta base material, menos que por una
cientificización de la tecnología hay, de acuerdo Mészáros, un proceso de tecnologización de la
ciencia al servicio de la reproducción del capital.
Ontológicamente prisionera de la base material estructurada por el capital, el saber científico y
el empírico se mezclan más directamente en el mundo contemporáneo. Varios experimentos, del
cual el proyecto Saturno de la General Motors fue ejemplar, fracasaron cuando procuraron
automatizar el proceso productivo desconsiderando los trabajadores. Las máquinas inteligentes
no pueden extinguir el trabajo vivo. Al contrario, para su introducción se utiliza el trabajo
intelectual de obrero que, al interactuar con la máquina informatizada, acaba también por
transferir parte de sus nuevos atributos intelectuales a la nueva máquina que resulta de este
proceso. Establece, entonces, un complejo proceso interactivo entre trabajo y ciencia productiva,
que no conduce a la extinción del trabajo, sino a un proceso de retroalimentación que genera la
necesidad de encontrar alguna fuerza de trabajo aún más compleja, multifuncional, que debe ser
10 Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, 1857-1858, Siglo XXI, México, Tomo 2, 8ª edición, 1980, pp. 229-230.
10
explotada de manera más intensa y sofisticada, al menos en los ramos productivos dotados de
mayor incremento tecnológico. Con la conversión del trabajo vivo en trabajo muerto, a partir del
momento en que, por el desarrollo de los softwares, la máquina informacional pasa a desempeñar
actividades propias de la inteligencia humana, lo que se puede presenciar es un proceso que
Lojkine denominó como objetivación de las actividades cerebrales junto a la maquinaria, de
transferencia del saber intelectual y cognoscitivo de la clase trabajadora para la maquinaria
informatizada. Esta transferencia, que se convierte en lenguaje de la máquina propia de la fase
informacional, a través de las computadoras, acentúa la transformación del trabajo vivo en
trabajo muerto. Pero no puede eliminarlo. En la imposibilidad estructural y ontológica para
eliminar la fuerza humana de trabajo por parte del capital radica la fuente de las contradiccioens y
crisis estructurales del capitalismo: valor de uso y valor de cambio, trabajo abstracto y trabajo
concreto, insatisfacción de necesidades humanas y afirmación de la sociedad de la exclusión,
superflua y mortífera. Estos pares dialécticos, cuyas contradicciones sólo se revelan en el plano
de la lucha de clases y de las contradicciones del capitalismo, se imponen como fuerzas objetivas,
pero nunca en el plano de la "autonomía" de la ciencia y de la tecnología.
Hay en curso en la sociedad contemporánea otra tendencia dada por la creciente interacción
entre trabajo material e imaterial, una vez que se presencia, en el mundo contemporáneo, además
de la monumental precarización del trabajo arriba señalada, una significativa expansión del
trabajo dotado de mayor dimensión intelectual, tanto en las actividades industriales más
informatizadas, como en las esferas comprendidas en los servicios o en las comunicaciones, entre
tantas otras. La expansión del trabajo y los servicios en esferas no directamente productivas, pero
que muchas veces desempeñan actividades imbricadas con el trabajo productivo, se muestra
como otra característica importante de la noción ampliada de trabajo, cuando se quiere
comprender su significado en el mundo contemporáneo.
Por todo lo anterior, el desarrollo de la sociedad informática, con todas sus categorías y
conceptos expresados en la postmodernidad, no justifica la tesis que postula que cuando el trabajo
asalariado disminuye relativamente en el sector industrial junto con el surgimiento de nuevos
sectores como los servicios, ya no es el eje central del conflicto social y de la reproducción del
sistema. Por el contrario, lo que sigue siendo una realidad palpable es que él ha ensanchado su
esfera de acción al calor de la expansión del capital por todo el planeta y las "nuevas formas" de
11
trabajo que generalmente se ponen como ejemplo para "comprobar" la supuesta pérdida de
centralidad del trabajo (como el trabajo a domicilio, el trabajo a destajo, los servicios, el trabajo
por cuenta propia, el trabajo intelectual en las industrias de la computación y de microchips,
etcétera) socialmente corresponden a la lógica del capital global, mientras que el comercio, la
informalidad y la marginalidad no se sustraen a las determinaciones del ciclo del capital,
particularmente, a la dinámica capitalista de los precios: salarios, tasas de interés, moneda, tipo
de cambio, etcétera, por conducto del mercado capitalista.
Ni siquiera los emporios selectos del "analista simbólico" del capitalismo informático escapan
a esas contradicciones. Nos referimos en concreto al mercado de trabajo de Silicon Valley (Valle
del Silicio) en California, Estados Unidos, donde, además de las largas jornadas de trabajo de 60
horas a la semana en promedio, que privan para grandes contingentes de trabajadores, el aumento
de la categoría de éstos ha sido muy intensa en la forma de contratación como "trabajadores
temporales" y por "cuenta propia".11
De este modo, el trabajo imaterial expresa la vigencia de la esfera informacional de la forma-
mercancía: succionando las mutaciones del trabajo obrero en el interior de las grandes empresas y
de los servicios, donde el trabajo manual directo está siendo substituido crecientemente por el
trabajo dotado de mayor dimensión intelectual. Trabajo material e imaterial, en la imbricación
creciente que existe entre ambos, se encuentran, por consiguiente, centralmente subordinados a la
lógica de la producción de mercancías y del capital.
Captando la tendencia de la expansión de la actividad intelectual dentro de la producción, dice
J.M.Vincent: "la propia forma valor del trabajo se metamorfosea. Ella asume crecientemente la
forma valor del trabajo intelectual-abstracto. La fuerza de trabajo intelectual producida dentro o
fuera de la producción es absorbida como mercancía por el capital que se le incorpora para darle
nuevas cualidades al trabajo muerto (...) La producción material y la producción de servicios
necesitan crecientemente de innovaciones, volviéndose por eso cada vez más subordinados a un
producción creciente de conocimiento que se convierten en mercancías y capital".12
11 Cf. International Labour Office, World Employment Report 2001, Life at Work in the Information Economy, Gineva, 2002. Véase también Adrián Sotelo (2003). 12 Vincent, J. M. (1993), "Les Automatismes Sociaux et le 'General Intellect' ", en Paradigmes du Travail[2], Futur Antérieur, L’Harmattan, n. 16, Paris, p. 121.
12
La nueva fase del capital, por tanto, transfiere el savoir faire al trabajo, pero lo hace
apropiándose crecientemente de su dimensión intelectual, de las capacidades cognitivas,
procurando integrar más fuerte e intensamente la subjetividade obrera. Pero el proceso no se
restringe a esta dimensión porque una vez que parte del saber intelectual es transferido hacia las
máquinas informatizadas que, por ello, se vuelven más "inteligentes", reproduciendo parte de las
actividades humanas a ellas transferidas por el saber intelectual del trabajo. Como la máquina no
puede suprimir el trabajo humano, ella necesita de una mayor interacción entre la subjetividad
que trabaja y la nueva máquina inteligente. Y, en este proceso, el involucramiento interactivo
aumenta aún más el estrañamiento y la alienación del trabajo, amplia las formas modernas de la
reificación, distanciando aún más la subjetividad del ejercicio de una vida auténtica y
autodeterminada. Los llamados círculos de control de calidad (CCC) no son, por tanto, el espacio
que revela la unificación del saber-hacer (know how) del obrero; por el contrario, en ellos esa
separación se reafirma y opera solamente para atender los problemas práctico concretos que en el
proceso de trabajo plantea la producción de mercancías, reafirmando, así, el proceso de
fetichización propio del capitalismo.
Por lo tanto, al revés de la sustitución del trabajo por la ciencia, o, aún, de la sustitución de la
producción por la información, a lo que se asiste en el mundo contemporáneo es a una mayor
interrelación, una mayor interpenetración entre las actividades productivas y las no productivas,
entre las actividades fabriles y de servicios, entre actividades laborales y las de concepción que se
expanden en el contexto de la restructuración productiva del capital. Lo que remite al desarrollo
de una concepción ampliada para entender la forma de ser del trabajo en el capitalismo y sus
acciones. No es posible cimentar esta concepción sobre la base de prejuicios indemostrables de la
supuesta invalidéz de la fuerza de trabajo en tanto principal fuerza productiva en la sociedad
actual. Es preciso retomar lo mejor de la reflexión marxista sobre la centralidad del trabajo
(fuerza de trabajo) dentro del modo de producción capitalista para proyectarla con fuerza y
entender la nueva configuración del mundo del tabajo que emerge de la reestructuración y
mundialización del capital en el curso de las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado. Y esta
configuración, en el contexto de los nuevos paradigmas productivos (reingeniería, onhismo,
13
postfordismo, hondismo, kalmaranismo, etcétera)13, no puede responder sino a la profunda crisis
que el capitalismo ha experimentado y experimenta en la actualidad.
Estamos en presencia del surgimiento de uno de estos momentos de rebeldía, de las luchas y
acciones que emerge en las fuerzas sociales del trabajo y de las víctimas más penalizadas de ese
sistema destructivo y excluyente. Los trabajadores Sin Tierra en Brasil, los zapatistas y las
comunidadades indígenas de México y de América Latina, los piqueteros y desocupados de
Argentina, son muestra de ello. Movimientos sociales y clasistas, nutridos por las clases
trabajadoras que se manifiestan con fuerza ante los frenéticos embates del capital y de las
represiones del Estado que en los últimos años han suscitado un profundo debate.14
El sensible filme, Pão e Rosas, de Ken Loach, es una feliz expresión, en el plano estético, de
ese momento de rebeldia donde los años stenta y ochenta puedan ser vistos como años que
mezclaron (contradictoriamente) fascinación, resignación y desencanto. Las décadas siguientes,
la de noventa y la que ahora se inicia, por cierto serán muy diferentes. Lo que puede posibilitar la
retomada de lo que Goethe, en Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, así sintetizó: "Tan
propenso es el hombre a dedicarse a lo que hay de más vulgar, con tanta facilidad se le embotan
el espíritu y los sentidos para las impresiones de lo bello y de lo perfecto, que por todos los
medios deberíamos conservar en nosotros esa facultad de sentir. Pues no haya quien pueda pasar
completamente sin un placer como ése, y sólo la falta de costumbre para disfrutar algo de bueno
es la causa de que muchos hombres encuentren placer en lo frívolo y en la injuria...Deberíamos
diariamente oir por lo menos una pequeña canción, leer um bello poema, admirar un cuadro
magnífico y, si es posible, pronunciar algunas palabras sensatas".
Lo que no parece ser el sentido de la sociedad excluyente con su perfil empresarial y su
"calidad total".
13 Sobre el tema de los paradigmas productivos, véase el sugestivo aunque polémico libro de Robert Boyer y Michel Freyssenet, Los modelos productivos, Grupo Editorial Lumen, Buenos Aires, 2001. 14 Como muestra véanse las siguientes obras: James Petras, La izquierda contraataca, conflicto de clases en América Latina en la era del neoliberalismo, AKAL, Madrid, 2000, Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2002 y John Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder, Herramienta-Universidad Autónoma de Puebla, Buenos Aires, 2002. Obras polémicas que, sin embargo, son expresión de los cambios "teóricos" que vivimos.