año litúrgico patrístico - fundación gratis date · 2015-09-13 · con la vana esperanza de una...

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MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B. Año litúrgico patrístico (6) Tiempo Ordinario XIX-XXVI Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2003

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2 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B.

Año litúrgicopatrístico

(6) Tiempo Ordinario XIX-XXVI

Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2003

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Tiempo Ordinario

19ª Semana

DomingoEntrada: «Piensa, Señor, en tu alianza,

no olvides sin remedio la vida de los po-bres. Levántate, oh Dios, defiende tu cau-sa, no olvides las voces de los que acu-den a ti» (Sal 73,20.19.22-23).

Colecta (del sacramentario de Bérga-mo): «Dios todopoderoso y eterno, a quienpodemos llamar Padre, aumenta en nues-tros corazones el espíritu filial, para quemerezcamos alcanzar la herencia prome-tida».

Ofertorio (del Veronense, Gelasiano yGregoriano): «Acepta, Señor, los donesque has dado a tu Iglesia para que puedaofrecértelos, y transfórmalos en sacra-mento de nuestra salvación».

Comunión: «Glorifica al Señor, Jerusa-lén, que te sacia con flor de harina» (Sal147,12.14); o bien: «El pan que yo darées mi carne para la vida del mundo, diceel Señor» (Jn 6,52).

Postcomunión (del Misal anterior, an-tes del Gregoriano, retocada con texto delsacramentario de Bérgamo): «La comu-nión en tus sacramentos nos salve, Se-ñor, y nos afiance en la luz de tu verdad».

CICLO ASe subraya en este Domingo la presen-

cia de Dios, que actúa en medio de loshombres. Esa presencia divina culminó enla encarnación del Verbo, el Emmanuel,Dios con nosotros. Solo con una concien-cia viva y constantemente renovada deesta presencia personal divina, el cristia-no puede conjurar el mayor riesgo queamenaza al hombre en su paso por la vida:el vacío o la ignorancia de Dios en su que-hacer de cada día. Solo la cercanía de Dios,amorosamente vivida en el misterio deCristo, puede dar trascendencia a nuestraexistencia temporal en ruta hacia la eter-nidad.

El pavor de los discípulos de Jesús alverle andar sobre las aguas del mar es si-milar al del profeta Elías, en la primeralectura, cuando se encontró con el Señoren el monte santo. San Pablo explica queel pueblo judío, aunque oficialmente noacogió el mensaje de Cristo, es el puebloque recibió de Dios las promesas y en suseno nació Cristo. Al final de la historia,Israel entrará por la fe en Cristo en elReino de Dios (cf. Rom 11,5.12.26; Ca-tecismo 674).

–1 Reyes 19,9.11-13: Aguarda al Señoren el monte. Elías, el varón de Dios, enmedio de hombres idólatras e increyentes,encarna la semblanza del hombre que bus-ca conscientemente la presencia de Diosy su intimidad amorosa, con humilde yprofunda sinceridad. Dios es trascenden-te: no se encuentra en los elementos de lanaturaleza ni en las potencias de la histo-ria, sino más allá del ser. Dios es fiel. Noabandona a sí mismo a Elías, cuando todoparece perdido y toda esperanza desapa-recida. En el mismo lugar en que se ma-nifestó a Moisés, muestra ahora su conti-nuidad en las promesas y la indefectible

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estabilidad de sus intenciones. Se da a Elíasuna misión y una nueva fuerza. Dios sigueactuando en la Iglesia con su poder y susdones de santificación por medio de lossacramentos instituidos por Cristo y consu asistencia peculiar, con una providen-cia especial en muchos órdenes. San Je-rónimo dice:

«Por eso, de pie, como Elías en el hueco de lapeña, podían pasar por el ojo de la aguja (1 Re19,1ss) y contemplar el dorso del Señor. Noso-tros en cambio nos abrasamos de avaricia, y mien-tras hablamos contra el dinero abrimos el seno aloro y nada nos parece bastante... Obramos asíporque no creemos en las palabras del Señor. Yporque la edad que soñamos nos halaga a todosno con la proximidad de la muerte, que por ley dela naturaleza es lo propio de los mortales, sinocon la vana esperanza de una larga serie de años»(Carta 125,14, a Geruquia).

–Sigue la misma idea en el Salmo 84:«Muéstranos, Señor, tu misericordia ydanos tu salvación... Dios anuncia la paz,la salvación está ya cerca de sus fieles yla gloria habitará en nuestra tierra...». Lasalvación de Cristo está cerca de los que lotemen. Viviendo según la verdad en la ca-ridad, procuremos en todo caso creceren Él, que es la Cabeza del Cuerpo Místi-co. «Sed luz en el Señor, el fruto de la luzconsiste en toda bondad, justicia y ver-dad» (Ef 5,8-9).

–Romanos 9,1-5: Quisiera ser un pros-crito en bien de mis hermanos. Jesús, Hijode Dios encarnado entre los hombres, fuepara su propio pueblo el gran desconoci-do. Este hecho constituyó la más profun-da tragedia para el Pueblo de Dios en lahistoria de la salvación. San Juan Crisós-tomo anima al seguimiento de Dios:

«Acaso te parezca por encima de tus fuerzas elimitar a Dios. A la verdad, para quien vive vigi-lante, ello no es difícil. Pero en fin, si te parecesuperior a tus fuerzas, yo te pondré ejemplos dehombres como tú. Ahí tienes a José, ahí tienes aMoisés, ahí tienes a Pablo que, no obstante nopoder contar cuánto sufrió de parte de los judíos, aúnpedía ser anatema por su salvación (Rom 9,3)... Con-

siderando nosotros estos ejemplos, desechemosde nosotros toda ira, a fin de que también a noso-tros nos perdone Dios nuestros pecados» (Ho-milía 61,5, sobre San Mateo).

–Mateo 14,22-33: Mándame ir a Ti an-dando sobre las aguas. El Corazón de Je-sucristo, presencia viviente y cercanía ple-na de Dios en medio de los suyos, es siem-pre la garantía definitiva de salvación paralos hombres. Comenta San Agustín:

«Y el Señor dijo: “ven”. Y bajo la palabra delque mandaba, bajo la presencia del que sostenía,bajo la presencia del que disponía, Pedro, sin va-cilar y sin demora saltó al agua y comenzó a ca-minar. Pudo lo mismo que el Señor, no por sí,sino por el Señor. Lo que nadie puede hacer enPedro, o en Pablo, o en cualquier otro de los Após-toles, puede hacerlo en el Señor... Pedro caminósobre las aguas por mandato del Señor, sabiendoque por sí mismo no podía hacerlo. Por la fepudo lo que la debilidad humana no podía.

«Estos son los fuertes en la Iglesia. Atended,escuchad, entended, obrad. Porque no hay quetratar aquí con los fuertes, para que sean débiles,sino con los débiles para que sean fuertes. Amuchos les impide ser fuertes su presunción defirmeza. Nadie logra de Dios la firmeza, sino quienen sí mismo reconoce su flaqueza... Contempladel siglo como un mar, lo que cae bajo tus pies. Siamas al siglo, te engullirá. Sabe devorar a susamadores, no soportarlos. Pero, cuando tu cora-zón fluctúa invoca la divinidad de Cristo... Dí:“¡Señor, perezco, sálvame!” Dí: “perezco”, paraque no perezcas. Porque solo te libra de la carnequien murió por ti en la carne» (Sermón 76,5-6).

Iluminados por Dios y vinculados enintimidad con el Corazón de Jesucristo,hemos de tener siempre firme fe en Cris-to, nuestra verdadera fortaleza en todaslas dificultades de la vida.

CICLO BJesús se nos da como pan de vida en la

fe, y sobre todo en la Eucaristía, simboli-zada en el pan que alimentó a Elías en eldesierto. En la medida en que seamos ver-daderos cristianos nos comportaremoscomo hombres auténticos con todas susvirtudes.

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Toda la vida del cristiano es un peregri-nar irreversible con vocación de eterni-dad. Es un «éxodo» permanente que con-sumará, para la Iglesia y para cada unode nosotros, el designio de Dios de tras-ladarnos al Reino del Hijo de su Amor. ElPan de vida que necesitamos en esta peregri-nación es la Eucaristía.

–1 Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquelalimento caminó hasta el monte del Se-ñor. Mientras vivimos en el tiempo, nues-tra existencia cristiana es una ardua pere-grinación hacia la eternidad. Como Elías,camino del Sinaí, nuestra debilidad nece-sita del alimento eucarístico. San Jeróni-mo explica:

«Cuando Elías, que iba huyendo de Jezabel, seechó cansado bajo una encina, fue despertado porun ángel que llega hasta él y le dice: “Levántate ycome”. Y alzó los ojos y vio a su cabecera unahogaza de trigo y un vaso de agua (1 Re 19, 5-6).¿No podía Dios mandarle vino oloroso y comi-das condimentadas con aceite y carnes picadas?...Son innumerables los textos dispersos en las Es-crituras divinas que condenan la gula y proponencomidas sencillas; pero como no es mi intencióntratar ahora de los ayunos, por otra parte todasestas cosas pertenecen a título y libro especial,baste lo poco que he dicho de entre lo mucho quese podría decir» (Carta 20,9, a Eustoquia).

–Los versos del Salmo 33 nos sirvende oportuno responsorio: «Gustad y vedqué bueno es el Señor: Bendigo al Señoren todo momento, su alabanza está siem-pre en mi boca. Mi alma se gloría en elSeñor, que los humildes lo escuchen y sealegren... Contempladlo y quedaréis ra-diantes, vuestro rostro no se avergonza-rá. Si el afligido invoca al Señor, Él lo es-cucha y lo salva de sus angustias».

Dice San Agustín que en este Salmo esCristo mismo el que invita a todos los hom-bres a alabar al Padre juntamente con Ély nos enseña el santo temor de Dios. Elestribillo ha sido interpretado en la tradi-ción cristiana como referido a la Eucaris-

tía, de hecho se ha escogido muchas ve-ces para antífona de la Comunión.

–Efesios 4,30–5,2: Vivid en el amorcomo Cristo. Ante el Padre, el Corazónredentor de Cristo es quien nos da la viday el amor que nos hacen dignos del Padrey el que nos lleva por su Espíritu vivifi-cante. Comenta San Agustín:

«El Padre no perdonó a su propio Hijo, sinoque lo entregó por nosotros. Él no opuso resis-tencia, sino que lo quiso igualmente, puesto quela voluntad del Padre y del Hijo es una, conformea la igualdad de la forma divina, poseyendo lacual, no consideró objeto de rapiña el ser igual aDios. Al mismo tiempo, su obediencia fue únicaen cuanto que se anonadó a sí mismo tomando laforma de siervo. Pues Él nos amó y se entregó aSí mismo por nosotros como oblación y víctimaa Dios en olor de suavidad (Ef 5,2). Así pues, elPadre no perdonó a su Hijo, sino que lo entregópor nosotros, pero de forma que también el Hijose entregó por nosotros.

«Fue entregado el Excelso, por quien fueronhechas todas las cosas; fue entregado en su formade siervo al oprobio de los hombres y al despre-cio de la plebe; fue entregado a la afrenta, a laflagelación y a la muerte, y con el ejemplo de suPasión nos enseñó cuánta paciencia requiere elcaminar con Él» (Sermón 157,2-3).

Por medio del bautismo el fiel ha sidoinsertado en Cristo, viniendo a ser un solocuerpo, animado por un solo Espíritu quees fuente de gozo y motivo de esperanzapara la gloria futura, viviendo en el Amory siguiendo a Cristo en su entrega paragloria de Dios y salvación de los hom-bres.

–Juan 6,41-51: Yo soy el Pan vivo queha bajado del cielo. Cristo, el Hijo de Diosvivo, encarnado en nuestra propia carney sangre, para hacer a los hombres hijosde Dios, se nos ha convertido en Sacra-mento de Pan de vida al alcance de todoslos hombres. San Agustín dice:

«Pan vivo precisamente, porque descendió delcielo. El maná también descendió del cielo; peroel maná era la sombra, éste es la verdad... ¿Cuán-

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do iba la carne a ser capaz de comprender esto dellamar al pan carne? Se da el nombre de carne a loque la carne no entiende; y tanto menos com-prende la carne, porque se llama carne. Esto fuelo que les horrorizó y dijeron que esto era dema-siado y que no podía ser. Mi carne, dice, es lavida del mundo. Los fieles conocen el cuerpo deCristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo.Que lleguen a ser cuerpo de Cristo si quierenvivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cris-to solamente vive el cuerpo de Cristo.... Mi cuer-po recibe ciertamente de mi espíritu la vida. ¿Quie-res tú recibir la vida del Espíritu de Cristo? Incor-pórate al Cuerpo de Cristo... El mismo Cuerpo deCristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo.

«De aquí que el Apóstol Pablo nos hable deeste Pan, diciendo: Somos muchos un solo Pan,un solo Cuerpo. ¡Oh qué misterio de amor, y quésímbolo de unidad, y qué vínculo de caridad!.Quien quiere vivir sabe dónde está su vida y sabede dónde le viene la vida. Que se acerque, y quecrea, y que se incorpore a este Cuerpo, para quetenga participación de su vida» (Tratado sobre elEvangelio de San Juan 26,13).

CICLO CVigilar siempre, como los criados que

aguardan a su Señor. El «paso» del Señoren la noche para librar a su pueblo y denoche salió del sepulcro Cristo Jesús. Entodo momento necesitamos la fe, comolo expone el autor de la Carta a los He-breos en la segunda lectura.

Todas las lecturas de este Domingo nosofrecen una meditación seria y serena so-bre el problema de nuestra salvación eter-na. Es una invitación a hacer una revisiónde vida.

–Sabiduría 18,6-9: Castigaste a los ene-migos y nos honraste llamándonos a Ti.La noche de la liberación de Egipto y laprimera celebración del sacrificio pascualfueron para los israelitas el memorial per-manente del amor de Dios, que los pusoen camino de salvación.

El pueblo de Dios pasa la noche en vigi-lia esperando el doble acontecimiento: su

salvación y el castigo de sus enemigos.Yahvé con el mismo gesto castiga a losenemigos y salva a los israelitas, hacien-do de ellos un pueblo consagrado a suservicio y a su culto. La liberación de Is-rael es el acto de su glorificación ante lasnaciones y antes la historia. Su destino alculto del Dios verdadero es su gran voca-ción.

El culto de Israel comenzó en aquellanoche. El hombre, a través de la sabidu-ría, de la ley y de la fe, es llamado a entraren comunión con Dios. Ahí está su éxito,su felicidad, su prosperidad; fuera de estoestán la ruina y la muerte.

–Por eso cantamos como responsorialel Salmo 32, en el que se invita a los jus-tos a alabar al Señor: «La misericordia deDios es justicia y derecho, porque todassus obras son verdad y sinceridad». Peroel derecho y la justicia son en Él miseri-cordia, porque en todas sus obras buscacon amor la autenticidad y la verdad denuestro ser. Si el creyente de todos lostiempos tiene motivo para confiar alegrey esperanzado en la Palabra divina, llenade amor y misericordia, el cristiano sabeque esa misma Palabra se ha hecho hom-bre (Jn 1,14), para realizar los proyectosdel Corazón de Dios: la redención.

–Hebreos 11,1-2.8-19: Esperaba la ciu-dad cuyo arquitecto y constructor iba aser Dios. La verdadera salvación se reali-za en nosotros por la fe en Cristo, nues-tra Pascua (1 Cor 5,7) y por la esperanzaque nos mantiene fieles a los designios desalvación que el Padre nos ofrece. Co-menta San Agustín con gran belleza:

«Es la fe anticipo para los que esperan, pruebade las cosas que no se ven» (Heb 11,1). Si no seven, ¿cómo persuadirles de su existencia? Y ¿dedónde procede lo que ves sino de un principioinvisible? Si, en efecto, tú ves algo para llegar porahí a creer en algo; la fe en lo invisible se apoya enlo que vemos. No seas desagradecido a quien tedio los ojos, por donde puedes llegar a creer lo

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que todavía no ves. Dios te puso en la cara losojos y la razón en el alma; despierta esa razón,despierta al que mora dentro de tus ojos, asómatea esas ventanas y mira por ellas la creación divi-na. Porque alguien hay que mira por los ojos.¿No te sucede alguna vez que, ocupado ese quemora dentro de ti en otros pensamientos, no veslo que tienes delante de los ojos? En vano estánde par en par las ventanas si está ausente quienpor ellas mira.

«No son, pues, los ojos quienes ven, sino quealguien ve por los ojos; levántale, despiértale. No,no te fue rehusado; hízote Dios animal racional,te antepuso a las bestias, te formó a su imagen.¡Qué! Esos tus ojos, ¿no van a servirte para verde hallar, como los animales, cebo para el vientrey nada para la mente? Levanta, pues, la mirada dela razón, usa de los ojos cual hombre, ponlos enel cielo y en la tierra: en las bellezas del firma-mento, en la fecundidad del suelo, en el volar delas aves, en el nadar de los peces, en la vitalidadde las semillas, en la ordenada sucesión de lostiempos; pon los ojos en las hechuras y busca alHacedor; mira lo que ves, y sube por ahí al que noves» (Sermón 126,3).

–Lucas 12,32-38: Estad preparados.Mientras vivimos en el cuerpo, vamos pe-regrinando lejos del Señor y caminamosen la fe» (2 Cor 5,6), por ello, el despren-dimiento de los bienes perecederos, elcorazón fijo en la alegría de la salvación yla vigilancia en estado de alerta perma-nente constituyen las actitudes de la es-peranza constante del cristiano. ComentaSan Agustín:

«Tenéis también la advertencia clarísima delSeñor que dice: “tened la cintura ceñida y laslámparas encendidas, y sed como siervos que es-peran a su señor” (Lc 12,35-36). Estemos a laespera de su llegada; no nos encuentre adormila-dos. Vergonzoso es para una mujer casada no de-sear el retorno de su marido. ¡Cuánto más ver-gonzoso para la Iglesia no desear el de Cristo!...Ha de venir el Esposo de la Iglesia a traer losabrazos eternos, a hacer sus herederos para siem-pre consigo, ¡y nosotros vivimos de tal maneraque no solo no deseamos su venida, sino quehasta la tememos! ¡Cuán verdad es que ha dellegar aquel día, como en los tiempos de Noé! ¡Acuántos ha de hallar así, incluso entre los que sellaman cristianos!» (Sermón 361,19).

El misterio de nuestra salvación es, adiario, problema real para nuestra auten-ticidad cristiana, vivida no solo en el tem-plo o en el altar, sino en cada momento denuestra vida y de nuestra conducta anteDios, ante los hombres y ante nuestra pro-pia conciencia.

Lunes

Años impares–Deuteronomio 10,12-22: Se invita a

Israel a temer a Dios, observando susmandamientos y amándole. Vida interior.Espiritualidad profunda.

Dios no ama solamente a los patriar-cas, sino que incesantemente renueva suamor, y es la situación actual del pueblola que se hace digna de amor a sus ojos.El amor de Dios no es rechazado ni por lapequeñez ni a causa del pecado.

La elección, revelación del amor deYahvé a su pueblo, implica la idea de queeste último debe testimoniar por su partesu amor y adhesión a Dios. Esta recipro-cidad de amor, que no es otra que la Alian-za, invita al pueblo a amar a los pobres ya los extranjeros con el mismo amor queDios siente hacia ellos. Exigencia, tantomás extraordinaria, cuanto que el pueblomarcha incesantemente a la conquista deun país que está en poder de extranjeros.Los profetas, y en esta lectura también,insisten mucho en la interioridad, en lacompunción del corazón, del cumplimien-to de la voluntad de Dios y del amor conque es cumplida.

–Bendecimos al Señor con el Salmo147: «Glorifica al Señor, Jerusalén, alabaa tu Dios, Sión, que ha reforzado los ce-rrojos de tus puertas, y ha bendecido atus hijos dentro de tí... Ha puesto paz entus fronteras, te sacia con flor de harina,envía su mensaje a la tierra y su palabra

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corre veloz... Con ninguna nación obróasí ni les dio a conocer sus mandatos».

Verdaderamente, si con ninguna naciónobró así Dios como con Israel, anuncián-dole su palabra y dándole a conocer susdecretos y mandatos en la Alianza, ¿quiénpodrá imaginar la realidad de la NuevaAlianza en la Iglesia, en la que perpetua-mente vive Cristo, realmente presente enla Eucaristía? Acercarse a la Eucaristíaes acercarse a la Palabra omnipotente deDios, que hace el mayor milagro: acer-carse a los hombres y hacerse una mis-ma cosa con ellos.

Años pares–Ezequiel 1,2.5.24-2,1: La gloria del

Señor. El Señor se muestra bajo la formade un fuego abrasador. La descripciónhace resaltar la trascendencia omnipotentede Dios sobre el universo creado. SanGregorio Magno enseña:

«Del buen fuego está escrito: “Yo vine a traerfuego a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda?” (Lc12, 49). Según esto, se trae fuego a la tierra cuan-do el alma terrena, inflamada por el ardor del Es-píritu Santo, quema totalmente sus deseos carna-les. Pero del mal fuego se dice: “el fuego abrasa-dor que ha de consumir a los enemigos” (Heb10,27), porque el corazón perverso se consumeen su malicia; pues como el fuego del amor elevala mente, así el fuego de la malicia la hace caer portierra; pues así como el Espíritu Santo eleva elcorazón que Él llena, así el ardor de la malicia leinclina siempre a lo bajo...

«No dice la visión de la gloria, sino: una seme-janza de la gloria, a saber, para mostrar que, pormás atención que ponga la mente humana, aun-que rechace del pensamiento todos los fantasmasde imágenes corporales, aunque ya aparte de losojos del alma todos los espíritus finitos, con todo,mientras permanezca en carne mortal, no puedever la gloria de Dios tal como es, sino que lo quede ella resplandece en el alma una semejanza es,no ella misma» (Homilía 2 y 8 sobre Ezequiel).

–El Salmo 148 nos ofrece un conteni-do precioso en relación con la lectura an-terior: «Llenos están el cielo y la tierra de

tu gloria... Alabad al Señor en el cielo, ala-bad al Señor en lo alto, ángeles, sus ejér-citos, jóvenes, doncellas, viejos y niños,el único nombre sublime»... Dios merecetoda alabanza por la creación, por sus ma-ravillas en la historia de la salvación y,sobre todo, por la redención realizada porJesucristo y prolongada en la vida de laIglesia, especialmente en la sagrada Eu-caristía, con todo lo que ésta lleva consi-go.

–Mateo 17,21-24: Lo matarán pero re-sucitará. Luego de haber anunciado porsegunda vez su cercana pasión, Jesús res-ponde a la pregunta acerca del impuestodel Templo, volviendo a insistir sobre todoen la libertad de los hijos de Dios ante talimpuesto. Pero Jesús no es ningún revo-lucionario: quiere evitar el escándalo queprovocaría si rechazase pagar el canon,especialmente en favor del Templo. SanJerónimo dice:

«Nuestro Señor era hijo de rey según la carne ysegún el espíritu, como descendiente de la estirpede David y como Verbo del Padre omnipotente.Luego como hijo de rey no debía pagar el impues-to pero, dado que ha asumido la debilidad de lacarne, ha debido «cumplir toda justicia» (Mt3,15). Desdichados de nosotros que estamos cen-sados bajo el nombre de Cristo y no hacemosnada digno de tan grande majestad; Él, por noso-tros, ha llevado la cruz y ha pagado el impuesto,nosotros no pagamos impuestos en su honor. [Losmiembros del clero no pagaban impuestos des-pués que Constantino reconoció el cristianismo]y como si fuéramos hijos de rey, estamos dispen-sados de los tributos...

«No sé qué admirar primero aquí, si la pres-ciencia del Salvador o su grandeza; la prescienciaporque sabía que el pez tenía una moneda en laboca y que era el primero que iba a ser capturado;su grandeza y su poder porque a una palabrasuya se formó una moneda en la boca del pez ysu palabra realizó lo que iba a suceder.

«En sentido místico me parece que este pezcapturado en primer lugar es aquel que estaba enel fondo del mar y moraba en las profundidadessaladas y amargas para ser liberado por el segun-

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do Adán, él, el primer Adán, y por lo que se habíaencontrado en su boca, es decir, su confesión, fueentregado por Pedro al Señor. Y está bien que seadado precisamente ese precio, pero está divididoen dos partes, por Pedro es entregado como pre-cio por un pecador, en cambio nuestro Señor nohabía conocido pecado ni se había hallado menti-ra en su boca (Is 53,9; 1 Pe 1,22)» (Comentarioal Evangelio de Mateo 17,25-27).

MartesAños impares

–Deuteronomio 31,1-8: Sé fuerte y va-liente, se dice a Josué. Moisés exhorta aJosué a que cobre ánimo y energías paraque sea capaz de hacer penetrar a Israelen la tierra de promisión. De la misma ma-nera que lo hizo con Josué, Dios aportarála salvación a su pueblo por medio de Je-sucristo que nos introducirá en el Reinode los cielos. La historia de la salvacióncontinúa. Los hombres se suceden unosa otros. Todos hemos de realizar la mi-sión que nos corresponde.

Dios quiere llevar a los hombres a unavida de comunión con Él. Esta idea fun-damental para la doctrina de la salvaciónes la que expresa el tema de la alianza. Enel Antiguo Testamento dirige todo el pen-samiento religioso, pero se ve cómo conel tiempo se va profundizando. En el Nue-vo Testamento adquiere una plenitud sinigual, pues ahora tiene ya por contenidotodo el misterio de Cristo.

–Como salmo responsorial se han es-cogido unos versos del Deuteronomio 32:«La porción del Señor fue su pueblo». Eltema del pueblo de Dios, en el que se or-ganizan en síntesis todos los aspectos dela vida de Israel, es tan central en el Anti-guo Testamento, como lo será en el Nue-vo, el tema de la Iglesia, nuevo pueblo deDios, pero también cuerpo de Cristo. En-tre los dos sirve de enlace la escatologíaprofética: en el marco de la antigua alian-za, anuncia y describe anticipadamente al

pueblo de la Nueva Alianza, aguardadopara el fin de los tiempos.

Años pares–Ezequiel 2,8–3,4: Comió el volumen

y le supo dulce como la miel. Dios pre-senta al profeta Ezequiel un libro para quese lo coma. Contiene ese libro la revela-ción del Señor. La imagen expresa la iden-tificación de la voz del profeta con la pa-labra de Dios. San Gregorio Magno dice:

«El libro que llenó las entrañas se ha hecho enla boca dulce como la miel, porque los que deveras han aprendido a amarle en las entrañas desu corazón, ésos saben hablar dulcemente del Se-ñor omnipotente. Si la Sagrada Escritura es dulceal paladar de éstos, cuyas vísceras vitales estánllenas de los mandatos de Él, porque a quien loslleva impresos interiormente para vivir, a ése lees agradable hablar de ellos. En cambio, no resul-ta dulce el sermón a quien una vida réproba estáremordiendo dentro de la conciencia.

«De ahí la necesidad de que quien predica lapalabra de Dios considere primero cómo debevivir, para que luego, de su vida, deduzca qué ycómo debe predicar; porque en la predicación, laconciencia enamorada de Dios edifica más que elarte de hablar; pues amando lo celestial, dentrode sí mismo lee el predicador el modo de persua-dir cómo deben despreciarse las cosas terre-nas» (Homilía 10, 13 sobre Ezequiel).

–Con unos versos del Salmo 118 ora-mos: «Mi alegría es el camino de tus pre-ceptos, más que todas las riquezas. Tuspreceptos son mi delicia, tus decretos misconsejeros. Más estimo yo los preceptosde tu boca, que miles de monedas de oroy plata. ¡Qué dulce al paladar tu prome-sa! más que miel en la boca. Tus precep-tos son mi herencia perpetua, la alegríade mi corazón. Abro la boca y respiro,ansiando tus mandamientos».

–Mateo 18,1-5.10.12-14: Cuidado condespreciar a uno de estos pequeños. Estaes una de las reglas que se han de seguiren la vida comunitaria de la Iglesia: esnecesaria la sencillez para entrar en el

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Reino de los cielos. San Jerónimo ense-ña:

«Si alguno fuere tal que imita a Cristo en suhumildad, en él se recibe a Cristo. Y, para quecuando les suceda esto a los apóstoles no lo con-sideren una gloria personal, prudentemente aña-de que deberán ser recibidos no por sus méritos,sino en honor a su Maestro. Pero el que escanda-lice... Aunque ésta pueda ser una condenacióngeneral de los que provocan escándalos, sin em-bargo, según el contexto, también se puede ver enella una crítica de los apóstoles quienes, al pre-guntarle quién era el mayor en el Reino de loscielos, parecían disputarse los honores. Si hubie-ran perseverado en ese defecto, podían perder aaquéllos que llamaban a la fe por causa del escán-dalo, al ver que los apóstoles se disputaban loshonores.

«Sus palabras: “sería preferible para él que leatasen al cuello una piedra de moler”, se refierena una costumbre del país. Éste era entre los anti-guos judíos el castigo de los grandes criminales:se los arrojaba al fondo del mar con una piedraatada al cuello. Es preferible, sin embargo, paraél, porque es mucho mejor recibir el castigo inme-diato que ser reservado para los tormentos eter-nos (2Pe 2,9)... Cada uno de los fieles sabe lo quele hace daño o turba su corazón y lo somete amenudo a tentación. Es preferible una vida soli-taria que perder la vida eterna por las necesidadesde la vida presente» (Comentario al Evangeliode Mateo 18,5.6.8).

MiércolesAños impares

–Deuteronomio 34,1-12: No surgió otroprofeta como Moisés. Moisés sube al mon-te Nebo, desde donde el Señor le hacever la tierra prometida. Después de lamuerte de aquél, le sucedió Josué, ya quepor la imposición de las manos había re-cibido el espíritu de sabiduría (Num 27,18-23).

Para Israel es Moisés el profeta sin igual(Dt 34,10ss), por el que Dios liberó a supueblo, selló con él su alianza, le revelósu ley. Es el único al que, juntamente conCristo da el Nuevo Testamento el nombre

de «mediador». Pero, al paso que por lamediación de Moisés (Gal 3,19), su sier-vo fiel (Heb 3,5), dio Dios la ley al solopueblo de Israel, a todos los hombres lossalva por la mediación de Cristo (1 Tim2,4ss), su Hijo (Heb 3,6); «la ley nos fuedada por Moisés; la gracia y la verdad noshan venido por Jesucristo» (Jn 1,17). Esteparalelismo entre Moisés y Jesucristopone en evidencia la diferencia de los dosTestamentos.

–Con el Salmo 65 cantamos un himnode acción de gracias por la liberación:«Bendito sea Dios, que nos ha devuelto lavida». Por eso se invita a toda la tierra acantar a Dios, a tocar para su nombre, aver las obras de Dios, sus proezas en fa-vor de los hombres. «Bendecid, pueblos,a nuestro Dios, haced resonar sus alaban-zas...»

Las liberaciones que tuvieron lugar enel pueblo de Israel eran figuras y señalesde una liberación más completa, que sellevaría a cabo con Cristo Redentor. Poreso también nosotros cantamos y nos lle-namos de júbilo y queremos que todoslos pueblos aclamen al Señor. Para todosha venido la liberación, con la Encarna-ción de Cristo. Son muchos los benefi-cios que debemos a Dios, tanto en el or-den de la naturaleza, como en el ordensobrenatural. Bien podemos decir tambiénnosotros: «Fieles de Dios, venid a escu-char, os contaré lo que ha hecho conmi-go: a Él gritó mi boca y lo ensalzó mi len-gua».

Años pares–Ezequiel 9,1-7.10.18-22: Ezequiel ve

abatirse el castigo sobre el templo man-cillado con todo género de ídolos. Sonasolados los moradores de Jerusalén, masgracias a la intervención de Ezequiel, que-da perdonado un «resto»: aquéllos quepermanecieron fieles y fueron marcados

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con el sello de Dios. La gloria del Señorabandona luego el templo para dirigirse aOriente. Comenta San Agustín:

«Interesa sobremanera saber dónde lleva elhombre la señal de Cristo, si solo en la frente o enla frente y en el corazón. Oísteis lo que decía hoyel santo profeta Ezequiel; cómo Dios, antes deenviar al exterminador del pueblo malvado, man-dó delante a quien había de sellar diciéndole: “Vetey señala en la frente a quienes gimen y se afligenpor los pecados de mi pueblo que se cometen enmedio de ellos ”[contra los donatistas]. Pero gi-men y se duelen y por ello son señalados en lafrente, en la frente del hombre interior, no en ladel exterior. Pues hay una frente en el rostro yotra en la conciencia.

«A veces cuando se toca la frente interior, seruboriza la exterior; en ella fueron sellados loselegidos para evitar el exterminio, pues aunqueno corregían los pecados que se cometían en me-dio de ellos, se dolían y ese mismo dolor los se-paraba de los culpables. Estaban separados a losojos de Dios y mezclados a los de los culpables.Son señalados ocultamente para no ser dañadosabiertamente... ¡Cuán gran seguridad se os hadado, hermanos míos, a vosotros que gemís eneste pueblo y os doléis de las iniquidades que secomenten en medio de vosotros, sin cometerlasvosotros!» (Sermón 107,7).

–Con el Salmo 112 decimos: «La gloriadel Señor se eleva sobre el cielo». Es muyadecuado a la lectura anterior, pues conél se comienza los Salmos del Hallel o dela alabanza y se cantaba durante la Pas-cua. El motivo de esta alabanza es la tras-cendencia de Dios sobre la naturaleza ysobre la historia humana. Yahvé sobrepa-sa en grandeza a todos los pueblos. Perolo más admirable es que este Dios subli-me no se dedigna comprometerse con losmás humildes, que parecen sus favoritos.Dios baja hasta lo más profundo de la mi-seria humana, sin que por eso pierda sutranscendencia. «¿Quién como el Señor,Dios nuestro, que se eleva en su trono yse abaja para mirar al cielo y a la tierra? ElSeñor se eleva sobre todos los pueblos,su gloria sobre el cielo... Bendito el nom-bre del Señor ahora y por siempre».

Tenemos nosotros más motivos para ala-bar al Señor que los israelitas, por las in-mensas maravillas que ha realizado connosotros: la redención, los sacramentos,la doctrina de Jesucristo, la Iglesia y, so-bre todo, la Eucaristía...

–Mateo 18,15-20: Si te hace caso hassalvado a tu hermano. La paz entre todoslos miembros de la comunidad. El temaimportante de este pasaje evangélico es elperdón. San Jerónimo escribe:

«Si nuestro hermano ha pecado contra noso-tros y nos ha perjudicado en algo, tenemos laposibilidad, más bien la obligación, de perdonar-lo, porque se nos ha prescrito que perdonemossus deudas a nuestros deudores (Mt 6,12); perosi alguien hubiera pecado contra Dios, no depen-de de nosotros... Nosotros, indulgentes con lasinjurias que se hacen a Dios, manifestamos odiopor las ofensas que nos hacen. Y debemos corre-gir al hermano en privado, no sea que, si ha perdi-do una vez el pudor y la vergüenza, permanezcaen pecado.

«Y, si nos escucha, ganamos su alma y por lasalud de otro procuramos también la nuestra. Perosi se niega a escucharnos, que se llame a un her-mano; si se niega a escuchar a éste, llámese a untercero, ya sea para tratar de corregirlo ya paraamonestarlo delante de testigos. Pero si tampocoa ellos quisiere escucharlos, entonces hay quedecirlo a muchos para que lo detesten y el que nopudo ser salvado por la vergüenza se salve porlas afrentas» (Comentario al Evangelio de Mateo18,17).

San Agustín comenta:«Debemos reprender con amor; no con deseo

de dañar, sino con afán de corregir... Si corrigespor amor propio nada haces. Si lo haces por amorhacia él, obras excelentemente... Considera porlas mismas palabras por amor de quien debeshacerlo, si por el tuyo o por el de él... ¿Cómo novas a pecar contra Cristo, si pecas contra un miem-bro de Cristo?» (Sermón 82,1-5).

JuevesAños impares

–Josué 3,7-10.11.13-17: Lo mismo queen el mar Rojo sucede ahora en el Jordán.

19ª Semana del Tiempo Ordinario

12 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Lo atravesaron a pie enjuto. La travesíadel Jordán se presenta como una proce-sión litúrgica. Se diría que el paso del ríose reduce a llevar el arca de una orilla aotra del río. No se presta atención másque a ello.

En ese capítulo se le menciona diecisie-te veces y el pueblo recibe órdenes preci-sas para ir delante de ella en señal de ve-neración. Es como si el mismo Yahvé en-trase solemnemente en el país prometido.Gran sentido de lo sagrado. Las aguas sedetienen. Resplandece aquí de modo es-pecial la presencia de Dios en medio desu pueblo. En medio de nosotros estáCristo en la Eucaristía. Hemos de serconscientes de esa verdad y actuar en con-secuencia.

–Rezamos con el Salmo 113: «CuandoIsrael salió de Egipto, los hijos de Jacob,de un pueblo balbuciente, Judá fue su san-tuario, Israel fue su dominio. El mar alverlos huyó, el Jordán se echó atrás...¿Qué te pasa, mar, que huyes, a ti, Jordán,que te echas atrás?» Las maravillas de Diosobradas en el Antiguo Testamento se re-nuevan y aventajan en el Nuevo Testamen-to, y en el tiempo de la Iglesia son realiza-das por Dios en cada una de las almas,que son otros tantos santuarios en los queDios habita.

Cristo enseña a los hombres a confiaren el Padre celestial y otorga a todos unabendición sobreabundante, comunicandoa los hombres su misma vida divina.

Años pares–Ezequiel 12,1-12: Emigra a la luz del

día, a la vista de todos: Dios invita al pro-feta a que imite la emigración a fin deanunciar la futura deportación y el destie-rro, y de modo especial el ocaso del rei-nado de Sedecías, el último rey de Judá.Es el castigo de aquellos que «tienen ojospara ver y no ven; y oídos para oir y nooyen». Con estas palabras repetidas va-

rias veces, reprocha Cristo el desinterésde algunos de sus oyentes ante las reali-dades de lo alto que les enseña.

La emigración es constante en nuestrostiempos: campos absorbidos por las ciu-dades; países pobres por los ricos; ciu-dades en paro por las de mucho trabajo...Es un signo de las limitaciones del hom-bre. Todo desplazamiento viene a ser co-mo un desarraigo de la persona. El cris-tiano debe ver todo esto con un criteriosobrenatural: llevar la cruz, acogida alhermano, caridad constante en unos y enotros... Así contribuimos a hacer una hu-manidad más conforme a los mandatosde Dios y a Dios mismo. Se ha de dar enla Iglesia una preocupación grande paraque la vida espiritual y la práctica religio-sa de los emigrantes no decaigan, sino quese vivifiquen.

–Con el Salmo 77 proclamamos: «Noolvidéis las acciones de Dios... Tentarona Dios Altísimo y se rebelaron, deserta-ron y traicionaron... Dios los oyó y seindignó... entregó su pueblo a la espada»...La historia de Israel, resumida en esteSalmo, es una historia de Alianza de Dioscon su pueblo, marcada por la fidelidadinquebrantable de Dios y por las infideli-dades humanas. Es ocasión de hacer unagran revisión de vida. ¿hay en nosotrosinfidelidades? Volvámonos a Dios, que esun Padre misericordioso y nos perdonasiempre. Es San Pablo quien nos dice quetodo lo del Antiguo Testamento sucediócomo ejemplo para nosotros, para nues-tra vida de cristianos (1 Cor 10,11-13).Aceptemos con humildad esas leccionesy actuemos en consecuencia: correspon-damos con un mayor amor a los benefi-cios inmensos que Dios nos otorga.

–Mateo 18,21–19,1: Perdón constante.Jesucristo indica a Pedro que se ha deperdonar sin límites, sin medida y esomismo enseña con la parábola del rey que

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quiso ajustar las cuentas. Comenta SanAgustín:

«Ved, hermanos, que la cosa está clara y que laamonestación es útil. Se debe, pues, la obedienciarealmente salutífera para cumplir lo mandado. Enefecto, todo hombre al mismo tiempo que es deu-dor ante Dios tiene a su hermano por deudor... Sequeremos que se nos perdone a nosotros, hemos deestar dispuestos a perdonar todas las culpas que secometan contra nosotros» (Sermón 83,2 y 4).

San Jerónimo comenta:«Sentencia temible si el juicio de Dios se aco-

moda y cambia de acuerdo a las disposiciones denuestro espíritu. Si no perdonamos una peque-ñez a nuestros hermanos, las cosas grandes nonos serán perdonadas por Dios. Como cada unopuede decir: “Yo no tengo nada contra él, él sabe,tiene a Dios por juez, no me importa lo que quie-re hacer, yo le he perdonado”, el Señor confirmasu sentencia y destruye totalmente la simulaciónde una paz fingida diciendo: “Si cada uno no per-dona de corazón a su hermano”» (Comentario alEvangelio de Mateo 18,35).

ViernesAños impares

–Josué 24,1-3: Os saqué de Egipto. Osdí una tierra. El Señor habla al pueblo porboca de Josué y le recuerda las maravi-llas obradas en su favor.

El relato de la asamblea de Siquem ilus-tra de forma interesante el contenido dela Alianza, que no se reduce, en primertérmino, al hecho de Dios que reconoce asu pueblo. Es ante todo, la constituciónde un pueblo en torno a una fe común y aun culto común. Israel reconoció a suDios. Nacionalidad y religión son insepa-rables en Israel. Todo es comunitario.Dios no quiso la santificación ni la salva-ción de unos cuantos individuos conside-rados aisladamente, sino la constituciónde un pueblo, de un reino, de una nación,donde se santifiquen y se salven los indi-viduos. Esto en el Antiguo Testamento,en el Nuevo y en la vida de la Iglesia,Cuerpo místico de Cristo. De ahí el senti-

do comunitario de la liturgia que no partedel «yo» sino del «nosotros».‘

–Esto da ocasión para que, con el Sal-mo 135, demos gracias al Señor, «por-que es eterna su misericordia; dio su tie-rra en heredad, en heredad a Israel, susiervo y lo libró de sus opresores». Eneste salmo se desarrolla el tema en formade grandiosa letanía que, a través de lasobras de Dios que se conmemoran, deja-da grabada en el corazón una sola idea:que la misericordia de Dios es eterna, cosaque se repite veintiséis veces.

Recordando que este salmo lo recitóCristo después de la institución de la Euca-ristía, es un buen momento para agrade-cer a Dios tan inmenso don en el que semanifestó su misericordia, como en nin-guna otra obra suya. Este Salmo es lla-mado el Gran Hallel, o la Gran Alaban-za. La obra de la creación y toda la histo-ria de la salvación no es más que una solay grande manifestación del inmenso amorde Dios para con los hombres. Esto exigede nosotros una incesante corresponden-cia de amor.

Años pares–Ezequiel 16,1-15.60.63: Dios bonda-

doso otorga sus bienes, pero el hombrelos rechaza. Resumen de la historia de Is-rael, que es mimado por Dios, pero él nole corresponde. Castigo y perdón, puesDios, que es infinito en todo, lo es tam-bién en su amor misericordioso.

El amor de Yahvé por Jerusalén se ma-nifiesta como una elección personal, comoun don del corazón, como instituciones,culto... Se trata de una comunión total, ynada en la vida de la ciudad es ignoradopor el amor y la gracia divina. Por todoesto, la infidelidad de Jerusalén es parti-cularmente grave. Ningún pueblo ha sidotan favorecido por Dios, por lo cual sonmenos culpables que Jerusalén. ¿Qué de-cir de la vida cristiana, de nuestra elec-

19ª Semana del Tiempo Ordinario

14 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

ción a la vida de la gracia, a la íntima unióncon Dios, a pertenecer al Cuerpo Místicode Cristo? Nuestras infidelidades son másgraves que las de Jerusalén.

–Como Salmo responsorial se han es-cogido algunos versos de Isaías 12: «Hacesado tu ira y me has consolado». Poreso el piadoso profeta exulta de gozo: «ElSeñor es mi Dios y Salvador; en Él con-fío y no temeré, porque mi fuerza y mipoder es el Señor. Él fue mi salvación.De la Fuente de la Salvación saco agua,es decir, de su Sagrado Corazón. Doy gra-cias, invoco su nombre, cuento a los pue-blos sus hazañas, proclamo que su nom-bre es excelso...¡Qué grande es el Señoren medio de nosotros!».

–Mateo 19,3-12: Matrimonio indisolu-ble y exaltación del celibato. Dios quiereque marido y mujer estén unidos comouna sola carne. Nadie es quien para cam-biar el sentido de unas palabras tan clara-mente enunciadas: «lo que Dios ha unidoque no lo separe el hombre», aunque estehombre fuese Moisés. San Juan Crisósto-mo dice:

«Mirad la sabiduría del Maestro. Preguntadosi es lícito abandonar a la mujer, no responde abocajarro: “No, no es lícito”, con lo que podíanalborotarse y turbarse sus preguntantes. No; an-tes de pronunciar su sentencia, pone la cuestiónen evidencia por el hecho mismo de la Creación,haciendo así ver que el mandato venía también desu Padre, y que, si Él mandaba aquello, no era poroponerse a Moisés. Pero mirad cómo no lo afir-ma solo por el hecho mismo de la Creación, sinopor el mandamiento mismo de su Padre. Porqueno solo dijo que Dios hizo un solo hombre y unasola mujer, sino que mandó también que uno solose uniera con una sola. Si Dios, en cambio, hubie-ra querido que el hombre pudiera dejar a una ytomar a otra, después de hacer un solo varón,hubiera formado muchas mujeres. Pero, la verdades que tanto por el modo de la Creación como porlos términos de su Ley, Dios demostró que unosolo ha de convivir con una sola para siempre yque jamás puede romperse la unión» (Homilía62,1, sobre San Mateo).

SábadoAños impares

–Josué 24,14-29: Elección por el Se-ñor. Josué propone a la asamblea que con-cluya un pacto con el Señor, cosa queaceptó el pueblo afirmando ardorosamentesu decisión de servir a Dios y de obede-cerle. Es un ejemplo siempre actual ysiempre necesario: elegir a Dios, servir aDios, aunque Él no lo necesite. Oigamosa San Ireneo:

«Así acontece en el servicio de Dios: a Dios nole aporta nada, pues Dios no tiene necesidad delservicio de los hombres; mas a aquellos que lesirven y le siguen, Dios les da la vida, la incorrup-tibilidad y la gloria eterna. Él concede su benevo-lencia a los que le sirven por el hecho de servirle,y a los que le siguen por el hecho de seguirle, perono recibe de ellos beneficio alguno, porque esperfecto y no tiene ninguna necesidad. Si Diossolicita el servicio de los hombres es para poder,siendo bueno y misericordioso, otorgar sus bene-ficios a aquellos que perseveran en su servicio;porque, del mismo modo que Dios no tiene nece-sidad de nada, el hombre tiene necesidad de lacomunión con Dios, pues la gloria del hombreestá en perseverar en el servicio de Dios» (Trata-do contra las herejías 4,3).

–El Salmo 15 es un poema de oro, quehace una opción absoluta por Dios; unpoema precioso, que convierte la fe enun manantial inagotable de amor: «Túeres, Señor, mi heredad... El Señor es ellote de mi heredad y mi cáliz, mi suerteestá en su mano... Bendigo al Señor queme aconseja, hasta de noche me instruyeinternamente. Tengo siempre presente alSeñor, con Él a mi derecha no vacilaré».

Nuestro ejemplo y modelo es Cristo,que hizo siempre la voluntad del Padre (Mt26,39; Lc 2,49). Donde está la Cabezaallí ha de estar el Cuerpo. Somos cohere-deros con Cristo (Rom 8,16-17). Paratodo cristiano Dios es el único y sumo

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Bien. Todo «ídolo» que se introduce en lavida cristiana la empobrece hasta destruir-la, porque quita a Dios sus derechos yseca la fuente vital de la existencia huma-na hecha a imagen y semejanza de Dios.Solamente en Dios podemos encontrar lafuente de la alegría, de la paz y la prome-sa segura de una vida eterna feliz. Hemosoptado por Dios. Ahí está nuestra verda-dera felicidad y victoria.

Años pares–Ezequiel 18,1-10.13.30-32: Os juzgué

a cada uno según su conducta. Dios dacuenta, por medio del profeta, de la res-ponsabilidad de cada uno de cara al juiciodivino: es un llamamiento a la conversióndel corazón y al cambio de vida. San Ci-priano escribe:

«Cuál y cuánta es la paciencia de Dios se ve enque aguanta con toda calma la afrenta que hacen asu soberanía y dignidad los hombres, levantandotemplos idolátricos, fabricando estatuas, practi-cando sacrificios sacrílegos. Se ve en que hacenacer el día y el sol lo mismo sobre los buenosque sobre los malos, y riega la tierra con lluvias,sin quedar nadie excluido de sus beneficios, por-que no discrimina entre justos y malvados. Ve-mos que, por una equidad inseparable de la pa-ciencia, lo mismo a los inocentes que a los culpa-bles, a los piadosos que a los impíos, a los agra-decidos que a los ingratos sirven por disposiciónde Dios las estaciones, favorecen los elementos,soplan los vientos, corren las fuentes, crecen lasmieses, maduran las uvas, florecen los prados.

«Y a pesar de provocar continuamente con ofen-sas la ira de Dios, sin embargo contiene su cóleray aguarda con calma el día prescrito para la san-ción; aunque tiene en sus manos la venganza, pre-fiere dar tiempo con su clemencia y demora paraofrecer la posibilidad de que ceda alguna vez laprolongada malicia, y los hombres encenagadosen errores y crímenes, al menos al final, se vuel-van a Dios, ya que dirige estas advertencias: “Noquiero la muerte del pecador, sino que se arre-pienta y viva” (Ez 18,32)» (De los bienes de lapaciencia 3-4).

–Ese espíritu de conversión lo hacemosoración con el Salmo 50: «Oh Dios, crea

en mí un corazón puro, renuévame pordentro con espíritu firme; no me arrojeslejos de tu rostro, no me quites tu santoespíritu, devuélveme la alegría de tu sal-vación, afiánzame con espíritu genero-so... un corazón quebrantado y humilla-do Tú no lo desprecias, Señor». Hasta elfin de los tiempos este Salmo será la ple-garia de todo hombre que busca el cami-no de la salvación y que lucha contra elmal que se anida en su corazón.

–Mateo 19,13-15: No impidáis a los ni-ños que se acerquen a Mí, de ellos es elReino de los cielos. Oigamos a San Agus-tín, que en una octava de la Pascua predi-ca:

«De los tales es el Reino de los cielos (Mt19,14), es decir, de los humildes, de los párvulosen el espíritu. No los desprecieis; no los aborrez-cáis. Esta sencillez es propia de los grandes; lasoberbia, en cambio, es la falsa grandeza de losdébiles, que, cuando se adueña de la mente, le-vantándola, la derriba; inflándola, la vacía; y detanto extenderla, la rompe. Él humilde no puededañar; el soberbio no puede no dañar... Así, pues,si guardáis esta piadosa humildad que la Escritu-ra Sagrada muestra ser una infancia santa, estáisseguros de alcanzar la inmortalidad de los bien-aventurados: de los tales es el Reino de los cie-los» (Sermón 353,1).

19ª Semana del Tiempo Ordinario

16 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Semana 20

DomingoEntrada: «Oh Dios!, Escudo nuestro;

mira el rostro de tu Ungido. Vale más undía en tus atrios que mil en mi casa» (Sal83,10-11). Deseo del cielo es lo que nosdicen en el canto de entrada y la oracióncolecta.

Colecta (del Misal anterior, y antes delGregoriano, retocada con textos del Gela-siano y del Sacramentario de Bérgamo):«¡Oh Dios, que has preparado bienes in-efables para los que te aman; infunde tuamor en nuestros corazones, para que,amándote en todo y sobre todas las co-sas, consigamos alcanzar tus promesas,que superan todo deseo».

Ofertorio (del Veronense): «Acepta, Se-ñor, nuestros dones, en los que se realizaun admirable intercambio, para que, alofrecerte lo que tú nos diste, merezca-mos recibirte a ti mismo».

Comunión: «Del Señor viene la miseri-cordia, la redención copiosa» (Sal 129,7);o bien: «Yo soy el Pan vivo que ha bajadodel cielo –dice el Señor–; el que coma deeste Pan vivirá para siempre» (Jn 6,51-52).

Postcomunión (del Misal de París, de1738): «Señor, después de haber recibidoa Cristo en estos sacramentos, implora-

mos de tu misericordia que, transforma-dos en la tierra a su imagen, merezcamosparticipar de su gloria en el cielo».

CICLO ALas tres lecturas convergen en un mis-

mo tema: Dios llama a todos los hombresa la salvación. Esta universalidad del de-signio de salvación y del misterio reden-tor de Cristo Jesús constituye la razón deser más profunda de la Iglesia y deberíaconstituir también una inquietud perma-nente en quienes, por un don gratuito yelectivo, hemos sido incorporados ya alMisterio de Cristo y de la Iglesia.

–Isaías 56,1.6-7: A los extranjeros lostraeré a mi monte santo. En el Nuevo Tes-tamento Dios mismo ha roto los exclusi-vismos de Israel, para abrir el evangelio yla obra redentora de Cristo a todos loshombres, mediante el don de la fe.

La condición del sábado y de la alianzamanifiestan el empeño total del hombrecon Dios. Esto se llama también servicioy amor. Dios ofrece a los paganos la par-ticipación plena del culto.

En el nuevo régimen, el templo, centroy corazón del judaísmo, será ante todo«casa de oración» y, como tal, estaráabierta a todos los pueblos: es una expre-sión típica del universalismo profético delAntiguo Testamento. Jesucristo mismodirá un día ese texto: «Mi casa es casa deoración para todos los pueblos» (Mt21,13). Dios reunirá no solo a los disper-sos de Israel, sino a otros muchos hom-bres.

–Sigue esa idea en el Salmo 66, cuyotema central se repite en cada una de suspartes: «Oh Dios, que te alaben todos lospueblos, que todos los pueblos te alaben»,con lo cual se quiere expresar el anheloardiente de que Dios sea, finalmente, re-conocido como Señor universal de todala tierra.

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–Romanos 11,13-15.29-32: Los donesy la llamada de Dios son irrevocablespara Israel. Este fue el pueblo elegido paraCristo. Por su infidelidad, permaneció fue-ra del Evangelio y rechazó a Cristo. Peroen los designios divinos del Padre siem-pre es posible su salvación. El amor deDios es irrevocable. Escribe San Ireneo:

«La gloria del hombre es Dios; pero el receptá-culo de toda acción de Dios, de su sabiduría y desu poder, es el hombre. Y así como el médico seprueba que es tal en los enfermos, así Dios semanifiesta en los hombres. Por eso dice San Pa-blo: ‘‘Incluyó a todos los hombres en la incredu-lidad, a fin de que todos alcanzaran su misericor-dia’’ (Rom 11,32). Esto dice del hombre, que des-obedeció a Dios y fue privado de la inmortalidad,pero después alcanzó misericordia y, gracias alHijo de Dios, recibió la filiación, propia de Éste»(Contra las herejías 3,20,2).

–Mateo 15, 21-28: Mujer, grande es tufe. San Juan Crisóstomo comenta este lu-gar evangélico:

«Porque, ¿qué le respondió Cristo?: “¡Oh mu-jer, grande es tu fe!” He ahí explicadas todas lasdilaciones: quería el Señor pronunciar esa pala-bra, quería coronar a la mujer. Como si dijera: “tufe es capaz de lograr cosas mayores que ésa; pueshágase como tú quieres”. Semejante es esa expre-sión a aquella otra: «hágase el cielo y el cielo fuehecho» (Gen 1,1). Y a partir de aquel momentoquedó sana su hija. Mirad cuán grande parte tuvola mujer en la curación de su hija. Porque por esono le dijo Cristo: “quede curada tu hija”, sino:«grande es tu fe; hágase como tú quieres». Con locual nos da a entender que sus palabras no sedecían sin motivo, ni para adular a la mujer, sinopara indicarnos la fuerza de la fe. Y la prueba y lademostración de esa fuerza dejóla el Señor al re-sultado mismo de las cosas. Desde aquel momen-to, dice el evangelista, su hija quedó sana.

«Mas considerad también, os ruego, cómo,vencidos los apóstoles y fracasados en su inten-to, la mujer consiguió su pretensión. Tanto pue-de la perseverancia en la oración. De verdad Diosprefiere que seamos nosotros quienes le pidamosen nuestros asuntos, que no los demás por noso-tros. Cierto que los apóstoles tenían más con-fianza con el Señor; pero la mujer demostró másconstancia. Y por el resultado de su oración, el

Señor se justificó también ante sus discípulos detodas sus dilaciones y les hizo ver que con razónno hizo caso de sus pretensiones (Homilía 52,2-3sobre San Mateo).

CICLO BLa lectura ininterrumpida del capítulo

sexto del Evangelio según San Juan so-bre la promesa de la institución de la Eu-caristía, provoca la elección de la prime-ra lectura, tomada del Libro de los Pro-verbios y en parte también la segunda lec-tura. Cristo Jesús es una realidad que seha de vivir personalmente, mediante unaasimilación profunda por parte del cre-yente, y el sacramento ordinario que ve-rifica y perfecciona esta cristificación es,por designio divino, la Eucaristía.

–Proverbios 9, 1-6: Venid a comer mipan y a beber mi vino que he mezclado.En la revelación divina, intimidad y uniónentre Dios y sus elegidos aparece frecuen-temente bajo el símil de un convite a sumesa lleno de amor. La actitud más ade-cuada para participar en él es la pobreza,la humildad, los corazones abiertos a estaintimidad. San Jerónimo dice:

«Y los que antes tenían sus miembros cansa-dos, descansen y vean la alegría de las aves y lascolas de los rebaños. Para que tomen alas de pa-loma y, abandonado los lugares bajos, se apresu-ren a subir a las alturas y puedan decir con elsalmista: “dichoso el que, con vida intachable,camina en la voluntad del Señor” (Sal 118,1). Yeste camino, esto es, nuestro Dios, será para no-sotros tan recto, tan llano, tan campestre, que nohabrá equivocación alguna y los tontos y los in-sensatos podrán entrar por él. De ellos habla laSabiduría en los Proverbios: “Quien sea simple,lléguese acá”. Al carente de seso le dice: “Venid acomer mi pan y beber del vino que he mezclado.Dejad la simpleza y viviréis e id derechos por elcamino de la inteligencia” (Prov 9,4-6). Dios “es-cogió a los torpes del mundo” (1 Cor 1,27). Entrelos que el primero dice: “Dios mío, tú conoces miignorancia” (Sal 68,6). “La locura de Dios es mássabia que los hombres” (1 Cor 1,25)» (Comenta-rio sobre el profeta Isaías 3,5).

20ª Semana del Tiempo Ordinario

18 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

–De nuevo el Salmo 33 ofrece materiaadecuada para meditar en las realidadesde la lectura anterior: «Gustad y ved québueno es el Señor..., los ricos empobre-cen y pasan hambre, los que buscan alSeñor no carecen de nada». La Iglesia hadado siempre gran importancia a este Sal-mo, como cántico adecuado para la co-munión.

–Efesios 5,15-20: Daos cuenta de loque el Señor quiere. La fidelidad y la con-ducta responsable de cada creyente anteel Corazón Redentor de Cristo constitu-yen el índice de autenticidad que definesu vida cristiana en el tiempo y para laeternidad. Comenta San Agustín:

«Dos cosas, hermanos, hacen que los días seanmalos: la maldad y la miseria. Se habla de díasmalos a causa de la malicia y de la miseria de loshombres... La miseria es común a todos, pero nodebe serlo la malicia» (Sermón 167).

El Apóstol va contra el relativismo mo-ral que tan graves consecuencias tienesiempre. La nueva vida recibida en el Bau-tismo se ha de caracterizar por la sensa-tez, frente a la necedad de quienes seempeñan en vivir de espaldas a Dios. Poreso el Concilio Vaticano II exhortó a todoel mundo:

«Como en nuestra época se plantean nuevosproblemas, y se multiplican errores gravísimosque pretenden destruir desde sus cimientos lareligión, el orden moral e incluso la sociedad hu-mana, este santo Concilio exhorta de corazón alos seglares, para que cada uno, según las cualida-des personales y la porción recibida, cumpla consuma diligencia la parte que le corresponde, se-gún la mente de la Iglesia, en aclarar los princi-pios cristianos, difundirlos y aplicarlos certera-mente a los problemas de hoy» (ApostolicamActuositatem 6).

En las celebraciones litúrgicas los cán-ticos son manifestaciones de júbilo porlos inmensos dones de Dios, tanto en lomaterial cuanto en lo espiritual. San Pa-blo nos da aquí una lección magnífica decómo ha de ser nuestra participación en

la liturgia de la Iglesia. La acción del Es-píritu Santo en las almas hace que se sien-tan ebrios de gozo espiritual que se tradu-ce en «salmos, himnos y cánticos inspi-rados» (Ef 5,19).

–Juan 6,51-58: Mi carne es verdaderacomida y mi sangre es verdadera bebida.El Cristo real y viviente es el que en eltiempo y en el espacio se nos da en la rea-lidad misteriosa de la Eucaristía y por laque el hombre se deja transformar real-mente en Cristo. Sin Eucaristía vivida nohay vida real cristiana. Escribe Clementede Alejandría:

«¡Oh maravilla de misterio! Uno es el Padre detodo, uno el Logos de todo, y uno el EspírituSanto, el mismo en todas partes; y una sola tam-bién es la Virgen Madre: me complazco en lla-marla Iglesia. Únicamente esta madre no tuvo le-che, porque solo ella no llegó a ser mujer, sinoque es al mismo tiempo virgen y madre, intactacomo virgen, pero amante como madre. Ella lla-ma a sus hijos para alimentarlos con una lechesanta, el Logos acomodado a los niños. Por estono tuvo leche, porque la leche era ese niño her-moso y querido: el Cuerpo de Cristo. Con elLogos alimentaba ella a estos hijos que el mismoSeñor dio a luz con dolores de carne, que el Señorenvolvió en los pañales de su sangre preciosa.

«¡Oh santos alumbramientos! ¡Oh santos pa-ñales! El Logos lo es todo para el niño, padre,madre, pedagogo y nodriza: “Comed mi carne ybebed mi sangre”, dice (Jn 6,53). Estos son losalimentos apropiados que el Señor nos propor-ciona generosamente; nos ofrece su carne y de-rrama su sangre. Nada falta a los hijos para quepuedan crecer» (Pedagogo 1,6,42).

Y San Cirilo de Alejandría:«El Cuerpo de Cristo vivifica a los que de Él

participan; aleja a la muerte al hacerse presenteen nosotros, sujetos a la muerte, y aparta la co-rrupción, ya que contiene en Sí mismo la virtua-lidad necesaria para anularla» (Comentario alEvangelio de San Juan 4).

19

CICLO CA Cristo se le profetizó que sería signo

de contradicción (Lc 2,34) y lo fue dehecho. Este ha de ser el signo del cristia-no en nuestro mundo y lo es de hecho.Recuérdense las persecuciones recibidasen la Iglesia durante los veinte siglos desu existencia.

–Jeremías 38,4-6.8-10: Me engendrastehombre de pleito para todo el país. En laHistoria de la Salvación, Jeremías, en sucondición de profeta fiel al designio deDios, fue «el varón de contradicción», pordenunciar la frivolidad y las falsas espe-ranzas de su pueblo, como también lo se-rían siglos más tarde Cristo y su Evange-lio.

Frente a la tribulación muchos cristia-nos se cierran en sí mismos y dudan de laProvidencia divina. La confianza adaman-tina de Jeremías es una enseñanza muyelocuente y eficaz también para nosotros,cuando nos visita el dolor. Como enseñaSan Pablo, el cristiano sabe que «la tribu-lación produce la paciencia, la pacienciauna virtud probada, y la virtud probada laesperanza» (Rom 5,3ss). En otras pala-bras, el sufrimiento despega al hombre desí mismo y le abre al don de Dios. Setrata de una purificación que nos apartadel orgullo y nos acerca confiadamente aDios, que es el único que puede colmarnuestra pobreza radical.

–El Salmo 39 es muy adecuado a la lec-tura anterior. El salmista se ve rodeado demuchos males y clama al Señor: «Señor,date prisa en socorrerme». En la Carta alos Hebreos se ponen en boca de Cristoalgunos versos del mismo. La tradicióncristiana lo ha aplicado a Cristo paciente.Con este salmo aprendemos la sumisióny la obediencia, que son un sacrificio muyagradable a Dios: «Yo esperaba con ansia

al Señor; Él se inclinó y escuchó mi gri-to. Me levantó de la fosa fatal, de la char-ca fangosa; afianzó mis pies sobre roca yaseguró mis pasos. Me puso en la bocaun cántico nuevo, un himno a nuestroDios. Muchos al verlo quedaron sobre-cogidos y confiaron en el Señor. Yo soypobre y desgraciado, pero el Señor secuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi libe-ración, Dios mío, no tardes».

–Hebreos 12,1-4: Corramos la carreraque nos toca sin retirarnos. «No puedeser el discípulo de mejor condición quesu Maestro» (Mt 10,24; Lc 6,40). El au-téntico creyente cristiano habrá de vivirsu fidelidad a Cristo en medio de una nubede testigos, que difícilmente aceptarán suvida y su ejemplo de virtud y santidad.

El cristiano, en el camino hacia la meta,no procede ciegamente. Le ha precedidoun guía seguro: Cristo. Sobre Él hemosde dirigir nuestra mirada, siendo el autory el perfeccionador de la fe. El mensajede salvación ha sido proclamado por Él.Con su sacrificio cruento ha penetradoen el santuario celeste, abriéndonos elcamino hacia la gloria y perfeccionandola fe, esto es, llevando a cumplimiento laspromesas y actuando las esperanzas delos justos del Antiguo Testamento, nos haalcanzado los bienes mesiánicos.

–Lucas 12,49-53: No he venido a traerla paz, sino la división. Paradójicamente,el Corazón de Jesucristo, que es nuestrapaz (Ef 2,14) y nuestra reconciliación conDios, ha venido a provocar el choque y laruptura entre la verdad y el error, el bieny el mal, la santidad y el pecado. Es elmisterio de la cruz aceptado o repudiadopor los hombres. San Ambrosio explicael contenido de esta perícopa en sentidoespiritual:

«Aunque de casi todos los pasajes evangélicosse puede extraer un sentido espiritual, sin embar-go, en este actual se exige con mayor insistencia,

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20 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

para ablandar el sentido literal con una profundi-zación espiritual, para que a nadie le resulte duraesta sencilla narración, sobre todo tratándose dela sacrosanta religión, que invita siempre, con ex-hortaciones llenas de humanidad y con el ejem-plo de una piedad humilde, a todos, aun a los ex-traños a la fe, a que la reverencien, con el fin delograr, por medio de una educación atrayente, laaniquilación de unos prejuicios, endurecidos porsupersticiones, y obligar dulcemente los corazo-nes, cautivos del error, a creer con la fe, con esa feque ha logrado vencerles a base de bondad... Nose te prohibe amar a tus padres, sino anteponer-los a Dios; porque las cosas buenas de la natura-leza son dones del Señor, y nadie debe amar másel beneficio que ha recibido que a Dios, que esquien conserva el beneficio recibido de Él» (Tra-tado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,134.136).

LunesAños impares

–Jueces 2,11-19: Ni a los jueces hacíancaso. Grandes desgracias en Israel. Todopor haber abandonado al verdadero Diosy seguir cultos idolátricos. El Señor essiempre fiel a sus promesas y quiere lasalvación de Israel, para ello suscita hom-bres llenos del espíritu de Dios, pero ni aellos hacían caso.

Muchas veces ha sucedido esto en lahistoria de la Iglesia y siempre ha provo-cado grandes males para la sociedad. He-mos de tener fe firme en la Iglesia, en susinstituciones, en sus carismas, en sus sa-cramentos, en su jerarquía. Es inútil quese luche contra la indefectibilidad de laIglesia. Durará hasta el fin del mundo yno sufrirá cambio sustancial ni en su doc-trina, ni en su constitución, ni en su cul-to. Siempre se la ha combatido de una yotra parte, mas ella sigue en pie y sus opo-sitores desaparecieron. La Historia de laSalvación nos ofrece ejemplos maravillo-sos. Oigamos a San Ambrosio:

«Es cosa normal que, en medio de este mundotan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre lapiedra de los apóstoles, permanezca estable y se

mantenga firme sobre esta base inquebrantablecontra los furiosos asaltos sobre la mar. Está ro-deada por las olas, pero no se bambolea, y aun-que los elementos de este mundo retumban conun inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a losque se fatigan la gran seguridad de un puerto desalvación» (Carta 2,1-2).

–El Salmo 105 es otra vez eco de unalectura bíblica: «Acuérdate de mí, Señor,por amor a tu pueblo». Emparentaron conlos gentiles, imitaron sus costumbres, ado-raron sus ídolos, inmolaron a los demo-nios sus hijos y sus hijas, se mancharoncon sus acciones, se prostituyeron consus maldades. La ira del Señor se encen-dió contra su pueblo y aborreció su here-dad. Mas, ¡cuántas veces los libró! Sinembargo, ellos, obstinados en su actitud,perecían por sus culpas... Pero la miseri-cordia del Señor no tiene límites. Por mu-chas y graves que sean las prevarica-ciones del pecador, el Señor, siemprecompasivo y lleno de inmensa bondad, loquiere rehabilitar y llenarlo de sus donesy gracias. Así en el Antiguo Testamento,en el Nuevo y en la vida de la Iglesia.

Años pares–Ezequiel 24,15-24: El profeta sirve de

modelo. A la muerte de su esposa el pro-feta recibe del Señor la orden de no mani-festar duelo. El pueblo debe imitarlo antela ruina de la ciudad. Es inútil cualquierlamento. Todo será destruido, incluso eltemplo, lo más estimado para el israelita,y todo por su infidelidad. Dios exige a supueblo la fidelidad de la Alianza que Élrenueva libremente. Si Abrahán y Moisésson modelos de fidelidad, Israel en suconjunto imita la infidelidad de la genera-ción del desierto. Y donde no se es fiel aDios, desaparece la fidelidad para con loshombres, y entonces no se puede contarcon nadie. Esta corrupción no es propiade Israel. Existe siempre, incluso entre no-sotros los cristianos. Es una lección gran-de la que se nos ofrece en esta lectura.

21

Israel, escogido por Dios para ser sutestigo, permaneció ciego y sordo.

–Como Salmo responsorial se han es-cogido algunos versos de Deuteronomio32: «Despierta a la Roca que te engen-dró... Olvidaste a tu Dios... Lo vio el Se-ñor e, irritado, rechazó a sus hijos y a sushijas... Son una generación desagradeci-da, unos hijos desleales... Me han irritadocon ídolos vacíos...». La idolatría no esuna actitud superada de una vez para siem-pre, sino que renace bajo diferentes for-mas: como luego cesa de servir al Señor,se convierte uno en esclavo de las reali-dades creadas: dinero, voluntad de domi-nar al prójimo, ansias de poder, placer,envidia y odio... Todo esto conduce a lamuerte, mientras que el fruto del Espíritues vida. Tras estos vicios que son la ido-latría se esconden un desconocimiento delDios único, el único que merece nuestraconfianza.

–Mateo 19,16-22: Si quieres llegar has-ta el final, vende lo que tienes, así ten-drás un tesoro en el cielo. No hay otrocamino para la vida eterna que la obser-vancia de los mandamientos de Dios. Masquien desee ser perfecto y obtener la ple-nitud de la felicidad, ha de renunciar a susbienes en favor de los pobres y seguir alMaestro. Comenta San Agustín:

«El Señor no quiso llamar vida a la que han detener los impíos, aunque hayan de vivir en elfuego una vida sin fin, para que la pena sea tam-bién sin fin... A ésta no quiso llamarla vida y sí ala que es feliz y eterna. De aquí que al preguntaraquel rico al Señor, “¿qué he de hacer de buenopara alcanzar la vida eterna?”, el mismo Señor aninguna otra llama vida sino a la feliz. Pues tam-bién los impíos la tendrán eterna, pero no feliz,puesto que estará llena de tormentos... Pero, cuan-do le respondió aludiendo a los mandamientos¿qué dijo? “Si quieres llegar a la vida”. No le ha-bló más que de la vida feliz, puesto que de la des-dichada ni siquiera se la ha de llamar vida.

«Por tanto, vida, la que es digna de ser llamadapor este nombre, no es más que la feliz. Y no será

feliz si no es eterna. Esta verdad y esta vida es laque quieren, la que queremos todos. Pero, ¿pordónde se va a tan gran posesión, a tan gran felici-dad? Los filósofos inventaron las vías del error...Les quedó oculto el camino, porque Dios resistea los soberbios. Nos estaría oculto también si nohubiera venido a nosotros. Por esto dijo el Señor:“Yo soy el Camino”. ¡Viandante perezoso!, pues-to que no quieres venir al camino, vino el Caminoa ti. Buscabas por dónde ir: “Yo soy La Verdad yla Vida”. No te extraviarás si vas a Él por Él»(Sermón 150,10).

MartesAños impares

–Jueces 6,11-24: Gedeón, salva a Is-rael ¡Yo te envío! No obstante la humil-dad de su origen fue llamado para salvara Israel de la opresión. Una vez más elSeñor viene en ayuda de su pueblo. Lapaz es deseada y el ángel del Señor se lada: «no morirá». La paz es uno de los ma-yores dones deseados en el Antiguo Tes-tamento. Se promete al pueblo de Israelcomo recompensa a su fidelidad (Lev26,6) y aparece como una obra de Dios.Gedeón levantó un altar al Señor y le pusoel nombre «Señor-de-la-paz». Pero el ver-dadero don de la paz vendrá a la tierracon la venida del Mesías (Is 11,6-9). Nose trata de una paz externa, sino tambiéninterna, realizada por la redención de Je-sucristo. San Beda escribe:

«La verdadera, la única paz para las almas eneste mundo consiste en estar llenos del amor deDios y animados de la esperanza del cielo, hastael punto de considerar poca cosa los éxitos oreveses del mundo... Se equivoca quien se figuraque podrá encontrar la paz en el disfrute de losbienes de este mundo y en las riquezas. Las fre-cuentes turbaciones de aquí abajo y el fin de estemundo deberían convencer a ese hombre de queha construido sobre arena los fundamentos de lapaz» (Homilía 12 en la Vigilia de Pentecostés).

Y San Gregorio Nacianceno:«La paz es un nombre y una cosa sabrosa, que

sabemos proviene de Dios, según dice el Apóstol

20ª Semana del Tiempo Ordinario

22 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

a los filipenses: “la paz de Dios”; y que es deDios lo muestra también cuando dice a los efesios:“Él es nuestra paz”. La paz es un bien recomen-dado a todos, pero observado por pocos. ¿Cuáles la causa de ello? Quizá el deseo de dominio, ode ambición, o de envidia, o de aborrecimientodel prójimo, o de alguna otra cosa, que vemos enquienes desconocen al Señor. La paz procede deDios, que es quien todo lo une. La transmite a losángeles... y se extiende también a todas las criatu-ras que verdaderamente la desean» (Sermón 3,4).

San León Magno dice a su vez:«Esta paz no se logra ni con los lazos de la más

íntima amistad, ni con una profunda semejanzade espíritu, si todo ello no está fundamentado enuna total comunión de nuestra voluntad con lavoluntad de Dios. Una amistad fundada en de-seos pecaminosos, en pactos que arrancan de lainjusticia y en el acuerdo que parte de los viciosnada tiene que ver con el logro de esa paz» (Ser-món 95).

–El Salmo 84 invita a lo mismo: «El Se-ñor anuncia la paz a su pueblo y a susamigos y a los que se convierten de cora-zón. La misericordia y la fidelidad se en-cuentran, la justicia y la paz se besan».

Años pares–Ezequiel 28,1-10: Eres hombre y no

Dios. Ezequiel anuncia la caída del rey deTiro que, orgulloso, se equipara con Dios.

Donde hay un soberbio, todo acaba in-fluido por la soberbia. Exigirá un trato es-pecial, como si fuera un dios, se cree dis-tinto de los demás. La Biblia nos aseguramuchas veces que la soberbia solo oca-siona contiendas, que altivas frentes delos hombres serán abatidas, que Yahvéasola la casa del soberbio y que la sober-bia es odiosa al Señor... Los santos Padres,como Casiano, insisten en lo mismo:

«No existe ninguna pasión como la soberbia,capaz de aniquilar las virtudes y despojar al hom-bre de toda justicia y santidad. Al modo de unaenfermedad contagiosa que afecta a todo el orga-nismo, y no se contenta con debilitar un solomiembro, sino que corrompe el cuerpo entero,así esta pasión derriba a aquellos que están yafirmes en la cima de la virtud para deshacerse deellos» (Instituciones 12).

«Hay dos clases de orgullo: el primero es car-nal, el segundo espiritual. Éste es más peligroso,por cuanto inquieta más especialmente a los quehan progresado en alguna virtud» (Colaciones 5).

Y San Gregorio Magno:«Es la reina suprema de todo el ejército de los

vicios. Aunque puede decirse que la soberbia esla madre y la raíz de todos los vicios y pecados,hay tres de los que es de una manera específica: lavanagloria, la ambición y la presunción» (Homi-lía 31 sobre los Evangelios).

–Como Salmo responsorial se ha esco-gido también Deuteronomio 32: «Yo doyla muerte y la vida. Yo pensaba: Voy adispersarlos y a borrar su memoria entrelos hombres: Pero, no; que temo la jac-tancia del enemigo y la mala interpreta-ción del adversario... Son una nación queha perdido el juicio»... Pero el Señor secompadeció, como tantas veces lo hemosvisto ya en la Historia de la Salvación:«Porque el Señor defenderá a su pueblo ytendrá compasión de sus siervos».

–Mateo 19,23-30: Dificultad del ape-go a las riquezas para entrar en el reinode los cielos. Comenta San Agustín:

«Los premios celestiales no se prometen sola-mente a los mártires, sino también a quienes si-guen a Cristo con fe íntegra y perfecto amor. Es-tos serán honrados entre los mártires. Así lo pro-mete la Verdad cuando dice: ‘‘todo el que dejacasa o campos, o padres, o hermanos...’’ (Mt19,29). ¿Qué puede hacer el hombre más gloriosoque vender sus bienes y comprar a Cristo, ofre-cerle a Dios un obsequio grato en extremo: lafuerza incontaminada de un alma y la alabanzaíntegra de la devoción; acompañar a Cristo cuan-do venga a tomar venganza de sus enemigos, sen-tarse a su lado cuando ocupe su trono para juz-gar; ser coherederos con Cristo, igual a los ánge-les y gozarse de la posesión del reino celeste conlos patriarcas, los apóstoles y los profetas? ¿Quépersecución puede vencer, qué tormentos pue-den superar esos pensamientos?

«Un alma resistente, fuerte, estable y funda-mentada en consideraciones religiosas se mantie-ne firme contra todos los terrores del diablo ycontra las amenazas del mundo. La fe en los bie-nes futuros, cierta y bien cimentada, le da fuerza.

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La persecución cierra sus ojos, pero se abre alcielo» (Sermón 303,2).

Y San Jerónimo:«Así pues, los que por la fe en Cristo y la pre-

dicación del Evangelio hubieran despreciado todootro afecto y las riquezas y placeres del mundo,recibirán el céntuplo y poseerán la vida eterna.Con ocasión de esta frase algunos introducen unperíodo de mil años después de la resurrección[error del milenarismo o quiliasmo]. Entonces,dicen, nos será devuelto el céntuplo de todas lascosas que hemos dejado y la vida eterna.

«Ellos no comprenden que si respecto a lasotras cosas la promesa es decente, en lo que serefiere a las esposas aparece claramente su des-honestidad, porque el que hubiera dejado una porel Señor, recibirían cien en la vida futura. El sen-tido, entonces, es éste: “El que ha dejado por elSalvador los bienes carnales, recibirá los espiri-tuales”; comparando el valor de unos y otros escomo si un número pequeño se compara a cien.Por eso dice también el Apóstol que había dejadosolamente una casa y un pequeño campo en unaprovincia: “Como quien no tiene nada aunque loposeemos todo” (2 Cor 6,10)» (Comentario alEvangelio de Mateo 19,29).

MiércolesAños impares

–Jueces 9,6-15: El Señor es nuestro Rey.La fábula de Yotán constituye un avisocontra el régimen de la monarquía. En rea-lidad Dios es el verdadero Rey de Israel.Por el contrario, no pocas veces los go-bernantes humanos, en lugar de buscar elbien común del pueblo, buscan sus pro-pias ventajas.

–Adecuadamente el Salmo 20 cantaahora: «Señor, el rey se alegra por tu fuer-za. ¡Y cuánto goza con tu victoria! Lehas concedido el deseo de su corazón, nole has negado lo que pedían sus labios. Teadelantaste a bendecirlo con el éxito, yhas puesto en su cabeza una corona deoro fino. Te pidió vida, y se la has conce-dido, años que se prolongan sin término.Tu victoria ha engrandecido su fama, lo

has vestido de honor y de majestad. Leconcedes bendiciones incesantes, lo col-mas de gozo en tu presencia».

En realidad el Salmo habla de Cristo,cuyo reino no tendrá fin. Bellamente ex-pone esto San Ambrosio:

«Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristopara nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él esmédico; si estás ardiendo de fiebre, Él es manan-tial; si estás oprimido por la iniquidad, Él es jus-ticia; si tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza; sitemes la muerte, Él es Vida. Si deseas el cielo, Éles el Camino. Si refugio de las tinieblas, Él esLuz. Si buscas manjar, Él es alimento» (Sobre lavirginidad 16,99).

Y San Jerónimo:«El Señor viene con fortaleza y en su mano

tiene el Reino, la potestad y el imperio» (Comen-tario al Evangelio de Mateo 3,19).

San Hipólito escribe:«¿Qué es el advenimiento de Cristo? La libera-

ción de la esclavitud, el principio de la libertad, elhonor de la adopción filial, la fuente de la remi-sión de los pecados y la vida verdaderamente in-mortal para todos» (Homilía de Pascua).

San Agustín comenta:«Cristo no era Rey de Israel para imponer tri-

butos, ni para tomar ejércitos armados y guerrearvisiblemente contra sus enemigos. Era Rey deIsrael para gobernar las almas, para dar consejosde vida eterna, para conducir al Reino de los cie-los a quienes estaban llenos de fe, de esperanza yde amor» (Tratado sobre el Evangelio de SanJuan 51,4).

San Cirilo de Alejandría:«Posee Cristo la soberanía de todas las criaturas,

no arrancada por fuerza, ni quitada por nadie, sinoen virtud de su misma esencia y naturaleza» (Co-mentario al Evangelio de San Lucas 10).

Años pares

–Ezequiel 34,1-11: Libraré a mis ove-jas de sus fauces. Los habitantes de Judáfueron gobernados por pérfidos monar-cas y luego fueron víctimas de los explo-

20ª Semana del Tiempo Ordinario

24 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

tadores. El profeta augura el advenimien-to de un nuevo Pastor, según el Corazónde Dios. Cristo se llamó a Sí mismo Pas-tor, pues vino a buscar y a salvar a lasovejas. San Agustín comenta:

«Se acusa a los pastores que se apacientan a símismos en vez de a las ovejas, por lo que buscany lo que descuidan. ¿Qué es lo que buscan? Oscoméis su enjundia, os vestís con su lana... Des-pués de haber hablado el Señor de lo que estospastores aman, habla de lo que desprecian. Sonmuchos los defectos de las ovejas, y las ovejassanas y gordas son muy pocas, es decir, las quese hallan robustecidas con el alimento de la ver-dad, alimentándose de los buenos pastos por gra-cia de Dios.

«Pues bien, aquellos malos pastores no las apa-cientan. No les basta con no curar a las débiles yenfermas, con no cuidarse de las errantes y perdi-das. Tampoco hacen todo lo posible por acabarcon las vigorosas y cebadas... Los pastores pue-den gloriarse, pero el que se gloría que se gloríedel Señor. Esto es hacer que Cristo sea el Pastor,esto es apacentar para Cristo, esto es apacentaren Cristo, y no tratar de apacentarse a sí mismo,al margen de Cristo» (Sermón 46, sobre los pas-tores).

–El Salmo 22 nos ayuda a meditar lalectura anterior : «El Señor es mi Pastor,nada me puede faltar, en verdes praderasme hace recostar, me conduce hacia fuen-tes tranquilas y repara mis fuerzas, meguía por el sendero justo, marcha conmi-go, su cayado me sosiega, prepara unamesa ante mí, me unge con perfume, subondad y su misericordia me acompa-ñan». Cristo es el Buen Pastor, al cual hande imitar todos los pastores en la Iglesia.Cristo no solo dio su vida por las ovejas,sino que se hizo su alimento, su pasto: laSagrada Eucaristía.

–Mateo 20,1,16: ¿Vas a tener envidiaporque yo soy bueno? El salario concedi-do por Dios es un don gratuito y libre desu misericordia, como lo muestra la pa-rábola del dueño de la viña que buscó ope-rarios para que la cultivasen. El pacto es-

tablecido es un signo de la alianza entreDios y el hombre. Don inmenso de Dios.San Jerónimo escribe:

«Considera al mismo tiempo que no adviertenque la injusticia de la cual acusan unánimementeal padre de familia con respecto a los obreros dela hora undécima, se da también respecto a ellosmismos. Si el padre de familia es injusto, no lo escon respecto de uno solo sino de todos, porque elobrero de la tercera hora no trabajó lo mismo queel que fue enviado a la viña a la primera hora; delmismo modo, el obrero de la hora sexta trabajómenos que el de la tercera y el de la hora novenamenos que el de la hora sexta.

«Así todos los que fueron llamados antes envi-dian a los gentiles y se retuercen por la gracia delEvangelio. Por eso el Salvador concluye la pará-bola diciendo: Los primeros serán los últimos ylos últimos serán los primeros, porque los ju-díos, de cabeza que eran, se convirtieron en colay nosotros pasamos de ser cola a ser cabeza»(Comentario al Evangelio de Mateo, 20,12).

JuevesAños impares

–Jueces 11,29-35: Concepto elementalde valores religiosos y morales que se iránperfeccionando poco a poco. Una gran lec-ción de esta lectura: no hacer juramentossin motivos suficientes y preferir una per-sona a todos los motivos sacralizantes.Voto y victoria del juez Jefté, que sacrifi-có a su hija.

–Reza el Salmo 39: «Dichoso el hom-bre que ha puesto su confianza en el Se-ñor, y no acude a los idólatras que se ex-travían con engaños. Tú no quieres sacri-ficios ni ofrendas, y en cambio me abris-te el oído; no pides sacrificio expiatorioentonces yo digo: Aquí estoy –como estáescrito en el libro– para hacer tu volun-tad. Dios mío lo quiero, y llevo tu ley enlas entrañas. He proclamado tu salvaciónante la gran asamblea; no he cerrado loslabios: Señor, Tú lo sabes».

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El autor de la Carta a los hebreos poneen boca de Cristo algunos versos de esteSalmo. Toda la vida de Cristo fue una iden-tificación perfecta de su voluntad con lade su Padre (Lc 22,42), hasta tal puntoque pudo afirmar que su alimento era ha-cer la voluntad de su Padre (Jn 4,34). Poreso insistía el Apóstol San Juan en quelos discípulos de Jesús hicieran siemprelo que es agradable al Padre (1 Jn 3,22).Ésa es la verdadera religión.

Cristo ha cumplido el sacrificio total einterior de la propia voluntad al Padre, enla sumisión y obediencia que manifestódesde la Encarnación hasta su inmolaciónen la cruz.

El sacrificio en espíritu y en verdad quela Iglesia realiza en unión con Cristo ensu liturgia es, al mismo tiempo, fuente yfruto de la Redención.

«Dichoso el hombre que ha puesto suconfianza en el Señor, y no acude a losidólatras que se extravían con engaños.Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, yen cambio me abriste el oído; no pidessacrificio expiatorio entonces yo digo:Aquí estoy –como está escrito en el li-bro– para hacer tu voluntad...».

Años pares–Ezequiel 36,23-28: Os daré un cora-

zón nuevo y os infundiré un espíritu nue-vo. El destierro es el castigo por los pe-cados de Israel. Con todo y en razón dela ruina del pueblo de Dios, el nombre delSeñor fue profanado entre los gentiles. Porconsiguiente, el honor divino exige unaacción favorable respecto a su pueblo. Elretorno de los exiliados será lo que harábrillar el poder divino ante los ojos de to-das las naciones. Se prevé la economíade la salvación realizada por Cristo. SanJerónimo dice:

«Oigamos a Ezequiel, hijo del hombre que an-ticipadamente habla del poder de quien había de

ser Hijo del Hombre: “Yo os tomaré de entretodas las naciones y os rociaré con agua limpia yquedaréis limpios de todas vuestras impurezas,y os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo”(Ez 36,24-26). Os limpiaré, dice, de todas vues-tras impurezas. En todas no se omite ninguna. Silas impurezas se limpian, ¡con cuánta más razónla pureza seguirá sin mancilla! Os daré un cora-zón nuevo y un espíritu nuevo; porque en CristoJesús lo que vale es la nueva creación (Gal 6,15).Por eso cantamos un cantar nuevo, y abandonan-do al hombre viejo no caminamos ya en la caduci-dad de la letra, sino en la novedad del espíritu.Esta es la piedra nueva, en que está inscrito elnombre nuevo que nadie sabe leer sino el que lorecibe (Ap 2,17)» (Carta 68,7, a Océano).

–El Salmo 50 canta de nuevo la miseri-cordia del Señor, al que le pedimos: «OhDios, crea en mí un corazón puro, renué-vame por dentro con espíritu firme... misacrificio es un espíritu quebrantado, puesTú no desprecias un corazón quebranta-do y humillado».

Con la purificación de la culpa, el peca-dor renueva la petición de la purificacióninterior y crea en él un corazón puro (Ez36,25ss) y un espíritu generoso para poderperseverar en el bien.

La humanidad pecadora, guiada porCristo, encuentra el camino para pasar dela esclavitud del mal a una vida renovada,obteniendo la infusión del Espíritu Santoy un corazón puro santificado por la gra-cia divina para ofrecerse ella misma comosacrificio viviente, santo y agradable a Dios(cf. Rom 12,1).

–Mateo 22,1-14: Invitación a la boda.Imagen privilegiada para expresar la feli-cidad del Reino de los cielos. Oigamos aSan Agustín:

«El mismo Señor que nos propuso esta pará-bola, el esposo que llama al banquete y da vida alos invitados, Él mismo nos indicó que aquel hom-bre no simboliza a un personaje, sino a muchos...Muchos son los llamados y pocos los escogi-dos... Los muchos estaban simbolizados en aquellaúnica persona, porque ella está en lugar del únicocuerpo que comprenden los malos, los que no

20ª Semana del Tiempo Ordinario

26 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

tienen el vestido nupcial. ¿Qué cosa es el vestidonupcial? Sin duda se trata de algo que no tienenen común los buenos y los malos. No el ser hom-bres y no bestias; no el recibir la luz y las llu-vias... Todo esto es común a buenos y malos... Sino tengo caridad de nada me sirve (1 Cor 13, 1-3).He aquí el vestido nupcial; vestíos con él, ¡ohcomensales! para estar sentados con tranquili-dad» (Sermón 96,4ss).

ViernesAños impares

–Rut 1,1.3-6.14-16.22: La extranjeraRut, nuera de Noemí de Belén, se quedajunto a ésta al morir su esposo y permane-ce fiel a la familia judía. Así se converti-rá en antecesora del rey David y del Me-sías. Es admirable la elección de Dios conrespecto a la Historia de la Salvación y,en definitiva a la venida del Mesías. Serompen siempre los moldes humanos. EsDios quien dirige la historia, incluso en elejercicio de la libertad humana. Ya lo he-mos dicho: no Eliezer, sino Abrahán, noEsaú sino Jacob, no Rubén sino Judá, noSaúl, sino David.

–El Salmo 145 ofrece grandes motivospara la alabanza divina: «Dichoso al queauxilia el Dios de Jacob, el que espera enel Señor, su Dios que hizo el cielo y latierra, el mar y cuanto hay en él, que man-tiene su fidelidad perpetuamente, que hacejusticia a los oprimidos... El Señor ama alos justos, el Señor guarda a los peregri-nos. Sustenta al huérfano y a la viuda.. ElSeñor reina eternamente»... Como puedeverse se trata de llevar una vida totalmen-te entregada a la alabanza de Dios, unavida que sea sinónimo de alabanza de Dios,nacida del amor. Por eso decía San Juande la Cruz: «Mi alma se ha empleado / ytodo mi caudal en su servicio. / Ya noguardo ganado, / ni ya tengo otro oficio; /que ya solo en amar es mi ejercicio».

Tenemos motivos para este ejercicio pe-renne del amor, pues contemplamos las

obras que Dios ha manifestado en Cristoy por eso la Iglesia invita a los pueblos aalabar al Señor, que es grande, que es po-deroso, que ha hecho grandes maravillascon la redención. Con razón se ha escritoque Cristo es la revelación del Corazónde Dios lleno de Amor.

Años pares–Ezequiel 37,1-14: El Espíritu del Se-

ñor vivifica todo. Visión de los huesosque vuelven a la vida: profecía sobre elresurgir del pueblo de Dios. Habrá unanueva restauración nacional comparablea una nueva creación animada por el Es-píritu de Dios a través del profeta.ComentaOrígenes:

«Grande es el misterio de la resurrección y di-fícil de contemplar para la mayoría de nosotros.Pero la Escritura lo afirma en muchos lugares,especialmente en aquellas palabras de Ezequiel:Profetiza sobre estos huesos y diles: Vosotroshuesos secos, oid la palabra del Señor... Cuandovengan la auténtica resurrección del verdadero yperfecto cuerpo de Cristo, los que ahora son miem-bros de Cristo y entonces serán huesos secos,serán reunidos hueso a hueso y articulación aarticulación; y ninguno que no esté articuladopodrá entrar a formar parte del hombre perfectoque tiene las proporciones de la edad perfecta delcuerpo de Cristo (Ef 4,13). Entonces una multi-tud de miembros formará un solo cuerpo, en cuan-to que todos los miembros, aunque sean muchos,entrarán a formar parte de un solo cuerpo» (Co-mentario al Evangelio de San Juan 10,228ss).

–Con el Salmo 106 decimos: «Dad gra-cias al Señor, porque es eterna su miseri-cordia, que lo confiesen los redimidos porel Señor, los que rescató de la mano delenemigo, los que reunió de todos los paí-ses: Norte, Sur, Oriente y Occidente...,se les iba agotando la vida, pero gritaronal Señor en su angustia y los arrancó dela tribulación»... Toda la vida cristiana debeser una constante acción de gracias, unaeucaristía, cantada y vivida para gloria deDios. La Eucaristía no solo es el centrode la vida cristiana, sino que en ella se

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hace palpable la misericordia del Señor queeleva al hombre a una resurrección cons-tante para identificarse con Cristo. El mun-do sobrenatural de la gracia y de la vidaeterna se presenta en la Biblia como unasegunda creación y un retorno a la felici-dad del paraíso.

–Mateo 22,34-40: Amarás al Señor, tuDios, y a tu prójimo como a ti mismo.Síntesis de toda la religión cristiana: elamor. San Agustín ha comentado este pa-saje evangélico muchas veces:

«¿Qué nos ha prometido Dios? Hermanosmíos, ¿qué he decir que sea deseable para noso-tros? ¿Qué puedo decir? ¿Es oro? ¿Es plata? ¿Sonposesiones? ¿Son honores? ¿Es algo de lo queconocemos en la tierra? Si es así, es algo despre-ciable. Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, nisubió nunca al corazón del hombre es lo que hapreparado Dios a los que le aman (1 Cor 2,9). Enpocas palabras voy a decirlo: no sus promesas,sino Él mismo.

«Quien lo hizo todo es mayor que todo; quiendio forma a todo es más hermoso que todo, quiendio fuerza a todo es más poderoso que todo. Así,pues, en comparación con Dios, nada es cual-quier cosa que amemos en la tierra. Es poca cosa,es nada eso que amamos; nosotros mismos nadasomos. El mismo amante debe sentirse vil en com-paración de lo que debe amar. No es otra cosa queaquella caridad que debe brotar de todo el cora-zón, de todo el alma, de toda la mente. Pero aña-dió: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Enestos dos mandamientos se compendian la ley ylos profetas (Mt 22,37.39.40), de forma que siamas al Señor, sabes que te amas a ti mismo, si enverdad amas al Señor. Si, por el contrario, no amasa Dios, ni siquiera a ti mismo te amas. Cuandoaprendas a amarte a ti mismo amando a Dios,arrastra al prójimo hacia Dios para que juntosdisfrutéis del bien, del gran bien, que es Dios»(Sermón 301,A,6).

SábadoAños impares

–Rut 2,1-3.8-11; 4.13-17: Tu hijo te hadado quien responda por ti. Su hijo seráel abuelo de David. En Israel, las prome-

sas son la clave de la Historia de la salva-ción, que es el cumplimiento de las pro-fecías y de los juramentos de Dios. Estosjuramentos hacen irrevocables los donesde Dios. Las infidelidades de Israel oca-sionan a veces restricciones de estas pro-mesas, pero las promesas mismas seránmantenidas, gracias a un resto, a un Hijodel Hombre (Dan 7,13ss).

El judaísmo subrayará por un lado laconfianza en las promesas, y por otro sucarácter de recompensa: con la obedien-cia a los mandamientos hay que merecerla herencia prometida. El cristianismo, porel contrario, verá en ellas la pura iniciati-va de Dios, el don prometido a todos losque creen. Por eso San Pablo, preocupa-do por mostrar que la base de la vida cris-tiana es la fe, se ve llevado a mostrar quela esencia de la Escritura y del designiode Dios consiste en la promesa dirigida aAbrahán y cumplida en Jesucristo (Gal 3,16-29). En esto hay que situar la presen-cia de Rut, elegida por Dios a través delos acontecimientos.

–El Salmo 127 está todo transfiguradopor el amor familiar, tan en consonanciacon la lectura anterior. Pero esto hay queverlo como signo y figura del amor deDios a su pueblo y el amor del pueblo paracon Dios, amor de cada uno por su her-mano. Todo se ve realizado en la Iglesia,Madre fecunda de todos sus hijos por elbautismo, que nos prepara al festín euca-rístico. San Agustín exhortaba a sus dio-cesanos a cantar este Salmo como unarevelación de Cristo, en el cual, como enun solo hombre, viven todos los que te-men al Señor (Enarraciones en Sal 127,3.7).De Sí y de la Iglesia dice Cristo: «Yo soyla vid y vosotros los sarmientos, el quepermanece en Mí y yo en él, dará muchofruto» (Jn 15,5). «Ésta es la bendicióndel hombre que teme al Señor: Dichoso elque sigue los caminos del Señor».

20ª Semana del Tiempo Ordinario

28 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Años pares–Ezequiel 43,1-7: La gloria del Señor

llena el templo. La plenitud de esto se al-canzó en Cristo, verdadero templo deDios. Es el signo de la presencia de Diosentre los hombres. Pero se trata de unsigno provisional, que en el Nuevo Testa-mento será sustituido por un signo de otraíndole: Cristo y su Iglesia, Cuerpo místi-co de Cristo, y en otro aspecto, del cris-tiano en gracia: templo vivo de Dios (Jn2,19.21ss). Es muy explícita la doctrinade San Pablo (1 Cor 3,10-17; 2 Cor 6,16ss;Ef 2,20ss, etc.).

–Con el Salmo 84 proclamamos que «lagloria de Dios habitará en nuestra tierra».La gloria de Dios se considera acompa-ñada de todos sus atributos: amor y ver-dad que se entrelazan; justicia y paz quese besan; verdad, fidelidad y justicia quemiran desde el cielo; felicidad y abundan-cia de toda clase de bienes... Todo esto ymás aún se encuentran en el Templo quees Cristo, que es la Iglesia, que son loscristianos en gracia: «Vendremos a él yharemos en él nuestra morada».

–Mateo 23,1-12: No hacen lo que di-cen. En este pasaje evangélico Cristo arre-mete contra la hipocresía de los respon-sables del judaísmo. Él enseña la humil-dad y el servicio. San Agustín comenta:

«También a estos los toleró el Apóstol; perono les ordenó que fuesen así. También ellos hacenalgo y son instrumentos de bien. Buscan lo suyo,pero anuncian a Cristo. No te preocupes de loque busca el predicador; lo que anuncia, eso ten.No mires ni te interese lo que él pretende. Escu-cha la salvación de su boca y reténla aunque ven-ga de sus labios. No te constituyas juez de sucorazón... Escucha solo la salvación que predi-can. “Haced lo que dice”. Te da seguridad en tuobrar. ¿Y qué es esto? ¿Obran mal? No hagáis loque hacen (Mt 23,3). ¿Obran bien, es decir, nosaludan por el camino, no anuncian el Evangeliopor oportunismo? Imitadlos como ellos imitan a

Cristo. ¿Es bueno el hombre que predica? Tomala uva del racimo de la vid. ¿Es malo? Coge la uva,aunque prenda del seto espinoso. El racimo esfruto del sarmiento, no de las espinas, aunquehaya crecido enredado entre ellas. Por lo tanto,cuando lo ves, si tienes hambre, cógelo, con cui-dado, no sea que al meter la mano para coger elracimo te pinches con las espinas. Esto es lo quete digo: oye lo bueno y no imites las malas cos-tumbres» (Sermón 101,10).

Y San Jerónimo:«¿Quién más manso, quién más bueno que el

Señor? Es tentado por los fariseos, sus trampasse rompen..., y sin embargo, por respeto al sacer-docio, por la dignidad de su nombre, exhorta alpueblo a sometérsele, en consideración no de susobras sino de su doctrina» (Comentario al Evan-gelio de Mateo 23,1-3).

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Semana 21

DomingoEntrada: «Inclina tu oído, Señor, escú-

chame. Salva a tu siervo que confía en ti.Ten piedad de mí, Señor, que a ti te estoyllamando todo el día» (Sal 85,1-3).

Colecta (del Misal anterior y antes delGelasiano y Gregoriano): «¡Oh Dios, queunes los corazones de tus fieles en unmismo deseo; inspira a tu pueblo el amora tus preceptos y la esperanza en tus pro-mesas, para que, en medio de las vicisitu-des del mundo, nuestros corazones esténfirmes en la verdadera alegría».

Ofertorio: «Por el único sacrificio deCristo, tu Unigénito, te has adquirido unpueblo de hijos; concédenos propicio losdones de la unidad y de la paz en tu Igle-sia».

Comunión: «La tierra se sacia de tu ac-ción fecunda, Señor; para sacar pan delos campos y vino que alegre el corazóndel hombre» (Sal 103,13-15); o bien: «Elque come mi carne y bebe mi sangre –diceel Señor– tiene vida eterna, y yo lo resu-citaré en el último día» (Jn 6,55).

Postcomunión (Gelasiano): «Te pedi-mos, Señor, que lleves en nosotros a suplenitud la obra salvadora de tu miseri-

cordia; condúcenos a perfección tan altay mantennos en ella de tal forma que entodo sepamos agradarte».

CICLO ACristo otorga las llaves del Reino de los

cielos a Pedro después de su profesiónde fe. Alude a este poder de las llaves enel Antiguo Testamento la primera lectura.San Pablo corona sus reflexiones sobreel destino de Israel con un himno a la in-finita sabiduría de Dios.

El Concilio Vaticano II dijo que toda laIglesia es como un sacramento visible deunidad y de salvación (LG 1). Por ello hasido providencial la figura de Pedro, comosigno vivo y permanente que garantiza launidad visible de las comunidades eclesia-les. Sin Cristo no existiría la Iglesia, peroésta tiene que ser como la quiso Cristo,no como la quieran los hombres. En elquerer de Cristo está la figura de su Vica-rio visible: el Papa. Donde está Pedro allíesta la Iglesia. Donde están Pedro y la Igle-sia, allí está también la plenitud operantedel Misterio de Cristo entre los hombres.

–Isaías 22,19-23: Colgaré de su hom-bro la llave del palacio de David. En elambiente del Antiguo Testamento el sig-no de los poderes y de la responsabilidadsobre la suerte del pueblo era la imposi-ción de las llaves sobre los hombros delos elegidos.

La función de las llaves es el poder deabrir y cerrar la casa del rey, soberanoabsoluto, y corresponde al primer minis-tro o visir. Es como el plenipotenciariodel rey, el que hace sus veces. Ésta seráen el Nuevo Testamento la función dePedro en la Iglesia, reino de Dios. En lasantífonas «O», antes de Navidad se diceel 20 de diciembre: «Oh llave de David ycetro de la Casa de Israel». Es el poderque Cristo confió en primer lugar a Pedro

21ª Semana del Tiempo Ordinario

30 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

y a sus sucesores, luego a los demás após-toles. Estos la otorgan a los obispos y sa-cerdotes para perdonar los pecados en elsacramento de la penitencia. Es la granmisericordia del Señor para con el hom-bre pecador.

–Por esto cantamos en el Salmo 137:«Señor, tu misericordia es eterna, no aban-dones la obra de tus manos. Damos gra-cias al Señor por ello con todo nuestrocorazón, lo alabamos, lo veneramos, ledamos gracias. Él nos escucha cuando loinvocamos... se fija en el humilde y delejos conoce al soberbio». Cristo que, sien-do rico se hizo pobre, anima a su Iglesiaen medio de las pruebas, para que nuncadesfallezca, sino que tenga siempre susojos puestos en su gran misericordia.

–Romanos 11,33-36: Cristo es origen,guía y meta del universo. San Pablo, altérmino de su reflexión sobre el misteriode Israel y sobre el papel de la ley de lasalvación, ve caer por el suelo los esque-mas en que él creyó y, como iluminadopor la luz de Cristo, prorrumpió en estegrito que exalta la sabiduría y la libertaddivina en la disposición de la historiasalvífica de la humanidad. «¡Qué abismode generosidad, de sabiduría y de cono-cimiento el de Dios!». Dice San Jeróni-mo:

«Cuando el pueblo sea llevado al cautiverio,porque no tuvo ciencia, y perezca de hambre yarda de sed, y el infierno agrande su alma; y bajenlos fuertes y los altos y gloriosos a lo profundo,y sea humillado el hombre, y haya recibido con-forme a sus méritos, entonces el Señor será exal-tado en el juicio, que antes parecía injusto; y Diosserá santificado por todos en la justicia... Por locual debemos cuidar no adelantarnos al juicio deDios, cuyos juicios son grandes e inenarrables, ydel cual dice el Apóstol: “Inescrutables son tusjuicios e imposibles de conocer sus caminos”(Rom 11,35). Hasta que Él ilumine las cosas ocul-tas en las tinieblas y abra los pensamientos delos corazones» (Comentario sobre el profetaIsaías 4,3).

–Mateo 16,13-20: Tú eres Pedro y tedaré las llaves del Reino de los cielos».La promesa del Primado constituye, ade-más de un acontecimiento histórico evan-gélico, un designio eclesiológico en la in-tención de Cristo. Pedro es la realidad bá-sica y permanente de la Iglesia, que per-dura por iniciativa y garantía de Dios, llá-mese como se llame. San Hilario de Poi-tiers escribe:

«La confesión de Pedro obtiene plenamente larecompensa merecida, por haber visto en el hom-bre al Hijo de Dios (Mt 16,13-19). Es dichoso, esalabado por haber penetrado más allá de la mira-da humana viendo lo que venía no de la carne, nide la sangre, sino contemplando al Hijo de Diosrevelado por el Padre celestial. Y es juzgado dig-no de reconocer el primero aquello que en Cristoes de Dios.

«¡Oh feliz fundamento de la Iglesia, proclama-do con su nuevo nombre; piedra digna de ser edi-ficada, porque quebranta las leyes del infierno,las puertas del Tártaro y todas las prisiones de lamuerte! ¡Oh dichoso custodio del cielo, a cuyojuicio son entregadas las llaves del acceso a laeternidad; cuyas decisiones, anticipadas en la tie-rra, son confirmadas en el cielo! En su virtud,aquello que ha sido atado o suelto en la tierra,recibirá en el cielo la condición de una decisiónidéntica» (Comentario al Evangelio de SanMateo 16,7).

CICLO BLa reafirmación de Pedro en el requeri-

miento de Cristo se corresponde a la delpueblo judío a su entrada en la tierra pro-metida. Cristo y la Iglesia, modelo de amormatrimonial y humano, según San Pablo.

La conflictividad de Cristo-Eucaristía noestá en Él, sino en nosotros, que pode-mos aceptarlo con todas las consecuen-cias, como Pedro y los discípulos, o po-demos, por inconsciencia, indiferencia oincredulidad, apartarnos del Él, comoaquellos que lo hicieron en Cafarnaún.

–Josué 24,1-2.15-17.18: Nosotros ser-viremos al Señor, porque Él es nuestro

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Dios. La alianza de salvación es siemprede iniciativa divina, pero no elimina la res-ponsabilidad humana. Hemos de corres-ponder con gran amor al amor inmensode Dios.

La respuesta del pueblo elegido es unacto de fe y de aceptación: servirá al Diosdel éxodo o salida de Egipto, al Dios queha realizado tan grandes maravillas en sufavor, al Dios que siempre ha sido fiel asus promesas, no obstante las muchasrebeliones de Israel, que ahora funda suelección en el recuerdo agradecido y enla reflexión de la experiencia histórica vi-vida. Es una gran lección para nosotros,que hemos sido más favorecidos que elAntiguo Israel.

–El Salmo 33 nos ofrece elementos parameditar la lectura anterior: «Gustad y vedqué bueno es el Señor». Por eso lo ben-decimos en todo momento y nuestra almase gloría en el Señor, que está cerca delos atribulados y salva a los abatidos.

–Efesios 5,21-32: Es éste un gran mis-terio y yo lo refiero a Cristo y a la Igle-sia. Nuestra aceptación de Cristo y nues-tra comunión de vida con Él tiene comomarco de garantía la comunión eclesialcon su Esposa fiel, amada y purificadacon su sangre. Escribe Orígenes:

«No quisiera que creyerais que se habla de laEsposa de Cristo, es decir, la Iglesia, con referen-cia únicamente al tiempo que sigue a la venida delSalvador en la carne, sino más bien se habla deella desde el comienzo del género humano, desdela misma creación del mundo. Más aún, si puedoseguir a Pablo en la búsqueda de los orígenes deeste misterio, he de decir que se hallan todavíamás allá, antes de la misma creación del mundo.Porque dice Pablo: “Nos escogió en Cristo, antesde la creación del mundo, para que fuésemos san-tos’’ (Ef 1,4).

«Y dice también el Apóstol que la Iglesia estáfundada, no solo sobre los apóstoles, sino tam-bién sobre los profetas (Ef 2,20). Ahora bien,Adán es adnumerado a los profetas: él fue quienprofetizó aquel gran misterio que se refiere a Cris-

to y a la Iglesia, cuando dijo: “Por esta razón unhombre dejará su padre y su madre y se adheriráa su mujer, y los dos serán una sola carne” (Gen2,24). La Historia de la Salvación nos ofrece ejem-plos maravillosos. El Apóstol, en efecto, se re-fiere claramente a estas palabras cuando afirma:“Este misterio es grande: me refiero en lo querespecta a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5,32).

«Más aún, el Apóstol dice: “Él amó tanto a laIglesia, que se entregó por ella, santificándola conel lavatorio de agua” (Ef 5,26); aquí se muestraque la Iglesia no era inexistente antes. ¿Cómopodía haberla amado si no hubiera existido? Nohay que dudar que existía ya, y por eso la amó.Porque la Iglesia existía en todos los santos quehan existido desde el comienzo de los tiempos. Ypor eso, Cristo amaba a la Iglesia y vino a ella»(Comentario al Cantar 2).

–Juan 6,61-70: Tú tienes palabras devida eterna. Ante la Eucaristía han dedefinirse la fe y las actitudes de los hom-bres. San Agustín comenta:

«‘‘Si no coméis mi carne...’’. Y ¿quién sino laVida pudiera decir esto de la Vida misma? Estelenguaje, pues, será muerte, no vida, para quienjuzgue mendaz la Vida, escandalizáronse los dis-cípulos; no todos a la verdad, sino muchos, di-ciendo entre sí: ¡Qué duras son estas palabras!¿Quién puede sufrirlas?... ¿Qué les respondió,pues? ¿Os escandaliza esto? Pues, ¿qué será veral Hijo del Hombre subir a donde primero esta-ba? Claro es; si puedo subir íntegro, no puedo serconsumido.

«Así, pues, nos dio en su Cuerpo y en su San-gre un saludable alimento y, a la vez, en dos pala-bras, resolvió la cuestión de su integridad. Co-man, por lo mismo, quienes lo comen y bebanquienes lo beben; tengan hambre y sed; coman laVida, beban la Vida. Comer esto es rehacerse; peroen tal modo te rehaces que no se deshace aquellocon que te rehaces. Y beber aquello, ¿qué otracosa es sino vivir? Cómete la Vida, bébete la Vida;tú tendrás vida sin mengua de la Vida. Entoncesserá esto, el Cuerpo y la Sangre de Cristo seráVida para cada uno cuando lo que en este sacra-mento se toma visiblemente, el pan y el vino, queson signos, se come espiritualmente y espiritual-mente se beba lo que significa. Porque le hemosoído al Señor decir: “El Espíritu es el que da vida,la carne no aprovecha nada. Las palabras que yoos he hablado son espíritu y son vida. Pero hay

21ª Semana del Tiempo Ordinario

32 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

en vosotros algunos que no creen” (Ibid. 64-65).Eran los que decían: “¡Cuán duras palabras sonestas!, ¿quién las puede aguantar?” (ib. 62). Duras,sí, para los duros; es decir son increíbles, mas loson para los incrédulos» (Sermón 131,1).

CICLO CTodos los hombres están llamados a vi-

vir con Dios, pero han de pasar por lapuerta estrecha de la renuncia y del donde sí mismos. El profeta Isaías nos ense-ña que el plan de Dios es congregar a to-dos los hombres para mostrarles su glo-ria. Soportar la prueba como una purifi-cación para la gloria (segunda lectura).

La Iglesia no es una casta de puritanos.Es una comunidad de creyentes que gra-tuitamente han sido llamados por el Padrepara participar del Misterio de Cristo. Elauténtico cristiano es consciente de la ne-cesidad que tienen de Cristo todos loshombres y actúan consecuentemente.

–Isaías 66,18-21: Traerán a todos vues-tros hermanos de entre todas las nacio-nes. Isaías es el pregonero del Nuevo Pue-blo de Dios, depositario de la salvación,como patrimonio para todos los pueblos.

La evangelización y el testimonio no sonante todo un andar, un hacer, sino princi-palmente un ser. Algunos cristianos hansido llamados a vivir este aspecto de unmodo especial (piénsese en el monacatoantiguo y moderno), mas toda la Iglesiaestá llamada a descubrir este aspecto yvivirlo según su género de vida. Debe-mos ir a los no creyentes, mas al mismotiempo vivir de forma tal que seamos sig-nos, para que sean atraídos.

También en el Nuevo Testamento esfundamental la vida litúrgica. Todos sonconvocados a la alabanza divina y a la ado-ración del Señor. La liturgia punto de lle-gada y de partida: fons et culmen.

A esto conduce también el Salmo 116,escogido como responsorial: «Alabad al

Señor todas las naciones, aclamadlo to-dos los pueblos».

–Hebreos 12,5-7.11.13: El Señor re-prende a los que ama. La visión paternalde Dios es siempre más amplia y amoro-sa que la irresponsabilidad engreída de loshijos.

La reflexión sapiencial sobre el valor pe-dagógico del sufrimiento es un intento derespuesta al problema del dolor, como losque aparecen en el libro de Job. Ese in-tento puede tener validez, pero tambiénlimitaciones. Casiano dice:

«Todo cuanto nos viene de parte de Dios, yque de pronto nos parece próspero o adverso,nos es enviado por un Padre lleno de ternura ypor el más sabio de los médicos, con miras anuestro propio bien» (Colaciones 7,28).

–Lucas 13,22-30: Vendrán de Orientey de Occidente y se sentarán en la mesadel Reino de Dios. Frente al racismo reli-gioso y presuntuoso de Israel, el Evange-lio es diáfano. La salvación se alcanza confidelidad humilde a la voluntad del Padre,que quiere que todos los hombres se sal-ven (1 Tim 2,4), no con la propia autojusti-ficación o nuestra presunción de elegidos.

Lo que importa no es saber si son mu-chos los que se salvan, sino vivir respon-sablemente la inquietud del problema dela salvación, evitando toda presunción re-ligiosa y pietismos estériles.

Cristo hubo de vivir el drama frente a lapresunción religiosa de Israel y con la vi-vencia acuciante de la indigencia de la sal-vación que tienen todos los hombres. Esteproblema afectó también a la Iglesia primi-tiva (Hch 15,6ss). La catolicidad es unaresponsabilidad de toda la Iglesia y underecho de toda la humanidad. Nuestroencuentro con Cristo no concluye con lacelebración eucarística. Debemos identi-ficarnos con la inmolación reparadora delCorazón de Cristo en favor de todos loshombres. A todos los hombres debemos

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testimoniar fraternalmente nuestros anhe-los por su salvación. Con todos los hom-bres debemos sentirnos solidarios en lanecesidad que todos tenemos de CristoSalvador.

LunesAños impares

–1 Tesalonicenses 1,1-5.8-10: Viviraguardando la segunda venida del Sal-vador. En Tesalónica hay una auténticavida cristiana y San Pablo da gracias aDios por ello. Es un signo del éxito de supredicación allí. Hay que servir al únicoDios, vivo y verdadero. Severiano de Gá-bala escribe:

La vida interior está afianzada sobre el ejerci-cio de las virtudes teologales, ya que «la fe esti-mula a obrar bien, la caridad ayuda a soportar lasfatigas y la esperanza hace resistir con longanimi-dad a quienes deben luchar» (Comentario a I Tes.).

Y San Juan Crisóstomo:«La creencia y la fe se prueban por las obras;

no diciendo que se cree, sino con acciones reales,cumplidas con perseverancia y con un corazónencendido de amor» (Homilía sobre I Tes.).

–Con el Salmo 149 proclamamos: «ElSeñor ama a su pueblo» Esto es motivode gran alegría y de alabar al Señor: «Can-temos al Señor un cántico nuevo, resue-ne su alabanza en nuestras reuniones li-túrgicas o no, alegrémonos por nuestroCreador, por nuestro Rey. El Señor nosama y adorna con la victoria a los humil-des. Festejemos sus gloria, cantemos jubi-losos, todos unidos, con vítores a Diosen la boca. Esto es nuestro gran honor».

Es una exhortación a celebrar con uncántico nuevo la salvación manifestada enel Nuevo Testamento, realizada por Cris-to y proclamada por los misioneros detodos los tiempos. Es también un anun-cio de las realidades futuras. Dios es nues-tra gloria y nosotros hemos de ser gloria

suya, con nuestra fe vivificada con obrasgenerosas de caridad.

Años pares–2 Tesalonicenses 1,1-5.11-12: El Se-

ñor sea nuestra gloria y nosotros seamosla suya. La obediencia a Dios está porencima de toda gloria humana. En Diosse halla el único fundamento sólido de lagloria. San Agustín enseña:

«Por una admirable condescendencia,el Hijo de Dios, el único según la natura-leza, se ha hecho hijo del hombre, paraque nosotros, hijos del hombre por natu-raleza, nos hagamos hijos de Dios por lagracia» (Ciudad de Dios 21,15).

Antes escribió San Ireneo:«Si el Verbo se ha hecho carne, y si el Hijo de

Dios se dijo Hijo del Hombre, ha sido para que elhombre, entrando en comunión con el Verbo, yrecibiendo el privilegio de la adopción, llegase aser hijo de Dios» (Contra las herejías 3,19).

Y San Juan Crisóstomo:«Ved que la caridad y la unión recíproca de los

fieles entre sí es un gran socorro para resistir a losmales y soportar con entereza las aflicciones. Enesa honda fraternidad se encuentra el más grandeconsuelo. Las aflicciones solo hacen tambalearsea una fe débil y a una caridad imperfecta; perouna fe sólida y robusta encuentra en ella la oca-sión de afianzarse. Mientras que un alma lánguiday débil no encuentra en el dolor ningún elemento defuerza, el alma generosa apoya sobre él un nuevoimpulso de energía» (Homilía sobre II Tes.).

–Con el Salmo 95 decimos: «Contad alos pueblos las maravillas del Señor. Can-tad al Señor un cántico nuevo, cantad alSeñor toda la tierra, cantad al Señor, ben-decid su nombre. Proclamad día tras díasu victoria... Porque es grande el Señor ymuy digno de alabanza»...

El deseo del piadoso israelita y tambiénel nuestro es que todos los pueblos y na-ciones reconozcan la gloria de Yahvé y ladignidad suprema de su nombre, que to-das las familias de la tierra le ofrezcan la

21ª Semana del Tiempo Ordinario

34 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

gloria y el honor, que toda la tierra tiem-ble de emoción religiosa y se anuncie pordoquier su nombre santo y glorioso, res-plandeciente en Cristo y su obra redento-ra y evangelizadora.

–Mateo 23,13-32: ¡Ay de vosotros, cie-gos, guías de ciegos! Las maldiciones con-suman la separación entre Jesús y las en-señanzas del judaísmo oficial: los escri-bas y fariseos son condenados por suminuciosidad en la interpretación de la ley.El Evangelio es siempre actual. San JuanCrisóstomo escribe:

«Siempre es, ciertamente, grave cosa la mal-dad; pero lo es sobre todo cuando el malo no creenecesitar corrección. Y llega el mal a su colmocuando el malo cree que es capaz de corregir aotros. Lo que Cristo pone de manifiesto al llamara los escribas y fariseos ciegos y guías de ciegos.Extrema desgracia y miseria es que un ciego seimagine que no necesita guía; pero que encimapretenda guiar a los demás es querer precipitarsetodos al abismo.

«Al hablar así el Señor, no hacía sino aludir unavez más a la loca ambición de gloria de aquellos yponerles el dedo en la llaga de su rabiosa enferme-dad. Porque no otra cosa era la causa de todos susmales, sino el hacerlo todo por ostentación. Estolos apartó de la fe, les hizo descuidar la verdaderavirtud y los indujo a poner todo su empeño en laspurificaciones corporales, sin atender para nadaa la purificación del alma. Por ello justamente,para llevarlos a la verdadera virtud y a la purezadel alma les recuerda aquí la misericordia, la justi-cia y la fidelidad. Estas virtudes son, en efecto,las que conservan nuestra vida, éstas las que pu-rifican el alma» (Homilía 73,2 sobre San Mateo).

Martes

Años impares–1 Tesalonicenses 2,1-8: Entrega total

de Pablo por las almas. Responde a lasacusaciones que han formulado contra él:mientras estuvo en Tesalónica no buscóotra cosa que agradar a Dios, predicar elevangelio de Jesucristo y estar dispuestoa entregarse por todos, sin ser carga para

nadie. San Juan Crisóstomo pone en bocade San Pablo estas palabras:

«Es verdad que os he predicado el Evangeliopara obedecer un mandato de Dios. ¡Pero os amocon un amor tan grande que habría deseado podermorir por vosotros! Tal es el modelo acabado deun amor sincero y auténtico. El cristiano que amaa su prójimo debe estar animado por estos senti-mientos. Que no espere a que se le pida entregarsu vida por su hermano, antes bien debe ofrecerlaél mismos» (Homilía sobre I Tes.).

–Oramos con el Salmo 138: «Señor, Túme sondeas y me conoces... De lejos pe-netras mis pensamientos... Todas mis sen-das te son familiares... Tanto saber mesobrepasa; es sublime y no lo abarco».Es un himno a la omnisciencia y omnipre-sencia de Dios. Se lo ha calificado comola cumbre de la teodicea inspirada. Enca-ja perfectamente con la lectura anterior.Hay que tener confianza en Dios, a pesarde las contradicciones que puedan pre-sentarnos los hombres. Dios penetra hastael fondo de la conciencia. Por eso SanPablo pudo decir que Dios prueba sus in-tenciones. Vivir en la presencia de Dioscomo consecuencia lógica de nuestra fe.

Años pares–2 Tesalonicenses 2,1-3.13-16: Conser-

vad las tradiciones. Sobre la segunda ve-nida de Cristo no hay que dejarse enga-ñar, ni andar preocupados. Pero hay queestar siempre vigilantes, guardando fide-lidad a Dios. San Gregorio Magno dicesobre esto:

«Quiso el Señor que se nos ocultase el tiempode nuestra muerte, para que la misma incertidum-bre de aquel momento nos obligue a estar siem-pre dispuestos» (Comentarios a Job lib. 12c, 38).

–Esta confianza es la que se respira entodo el Salmo 95, escogido como res-ponsorial: «El Señor llega a regir la tierra:Decid a los pueblos: El Señor es Rey, Élafianzó el orbe y no se moverá; Él go-bierna a los pueblos rectamente». Todoesto invita a la alabanza divina: «Retumbe

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el mar y cuanto lo llena; vitoreen los cam-pos y cuanto hay en ellos; porque el Se-ñor rige el orbe con justicia y los puebloscon equidad».

–Mateo 23,23-36: Siguen las maldicio-nes del día anterior. La enseñanza doctri-nal de Cristo es clara: la fidelidad en lascosas mínimas hace posible un cuidadogrande para las cosas fundamentales. Perono sucedía así en los fariseos del tiempode Jesucristo. Esto puede darse ahoratambién, si cuidamos el cumplimiento mi-nucioso de cosas mínimas y dejamos decumplir los mayores preceptos del Señor,sobre todo los referentes a la caridad. Lascosas pequeñas tienen gran valor, con talque se hagan por amor de Dios. Ahí estáel valor de todas nuestras actuaciones. Seha escrito que todos los días tenemos queescoger entre el dolor de amar o el dolor,mucho más grande, de no amar. Y solose ama si se vive en la verdad. «Purifi-quemos primero el corazón», como de-cía San Agustín (Sermón 38).

MiércolesAños impares

–1 Tesalonicenses 2,9-23: Una obse-sión: proclamar el Evangelio de Dios.Esto es lo que hizo San Pablo y los fielesse lo agradecieron con una gran acogida.La actitud de San Pablo es siempre modé-lica. Esto mismo es un aliciente a la acep-tación de su doctrina evangélica. San Gre-gorio Magno escribe:

«Cuando descubrís algo de provecho, procu-ráis atraer a los demás. Tenéis, pues, que desearque otros os acompañen por los caminos del Se-ñor. Si vais al foro o a los baños y topáis conalguno que se encuentra desocupado, le instáis aque os acompañe. Aplicad a lo espiritual esa cos-tumbre terrena, y cuando vayáis a Dios no lohagáis solos (Homilías sobre el Evangelio 6,6).

–El Salmo 138, como ya hemos dicho,es un canto a la omnisciencia de Dios ytambién a su omnipresencia: «Señor, Tú

me sondeas y me conoces. ¿A dónde irélejos de tu aliento, a dónde escaparé de tumirada? Si escalo el cielo, allí estás Tú, sime acuesto en el abismo, allí me agarrarátu derecha... Ni la tiniebla es oscura paraTi y la noche es clara como el día».

Tengamos confianza plena en Dios.Estemos siempre conscientemente en lapresencia de Dios.

Años pares–1 Tesalonicenses 3,6-10.16-18: El que

no trabaje que no coma. La ociosidad esenemiga del alma. San Pablo es ejemplotambién en el trabajo. El trabajo no es so-lamente una necesidad, es también un va-lor que, dentro de su orden, debe respon-der a exigencias precisas. Si el hombrequiere tomar parte, como hijo de Dios, enla edificación del Reino, debe contribuir ala humanización de la tierra y a la trans-formación de las relaciones entre los hom-bres, entre todos los hombres. La doctri-na social de la Iglesia es muy explícita yprecisa en el valor del trabajo. Esto noquita para que los fieles contribuyan a lasrealizaciones del ministerio por el que sededican los pastores al bien de las almas,cosa que no podrían hacer en una dispo-nibilidad permanente si estuvieran dedi-cados a trabajos diferentes del ministerio.

–Con el Salmo 127 decimos: «Dichosoel que teme al Señor y sigue sus caminos.Comerás del fruto de tu trabajo, serás di-choso, te irá bien».

–Mateo 23,27-32: Siguen las maldicio-nes. Son las últimas. Son duras y provo-can la ruptura entre el Señor y los jefesreligiosos de los judíos. Comenta SanAgustín:

«Si nos mantenemos en el buen camino nollamamos padres a quienes dieron muerte a losprofetas, sino a quienes fueron muertos por lospadres de ellos. Porque si uno puede degenerarpor las costumbres, de idéntica manera, puedellamarse hijos por ellas. Así, a nosotros se nos

21ª Semana del Tiempo Ordinario

36 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

llamó hijos de Abrahán... Si Abrahán fue justopor creer, todos los que después de él imitaron lafe de Abrahán se hicieron hijos de él...

«“Vosotros dais testimonio a vosotros mismosde que sois hijos de quienes dieron muerte a losprofetas, puesto que los llamáis padres vuestros.También vosotros colmaréis la medida de vues-tros padres”. Esto último es una profecía de loque ellos mismos harían con el propio Jesucristoy más tarde con sus discípulos. Fueron peoresque sus padres. Cristo vino a los suyos y lossuyos no lo recibieron. La Luz brilló en las tinie-blas, pero éstas la rechazaron. También a noso-tros nos puede suceder lo mismo» (Sermón 305,A,3ss).

JuevesAños impares

–1 Tesalonicenses 3,7-13: Sobre todoamor. Goza San Pablo por las noticias queha recibido de ellos. Quiere volver a ver-los. De momento les exhorta a que crez-can en el amor, para ser santos e irrepro-chables, como el mismo Pablo ama a to-dos. San Juan Crisóstomo enseña:

«Amar a una persona y mostrar indiferencia aotras es característico del afecto puramente hu-mano; pero San Pablo nos dice que nuestro amorno debe tener ninguna restricción... Ser irrepro-chables ante Dios. En esto consiste propiamenteel mérito real de la virtud, y no simplemente enser irreprochables delante de los hombres... Sí, lorepetiré: es la caridad, es el amor quien nos haceirreprochables» (Homilía sobre I Tes.).

–Con el Salmo 89 proclamamos: «Sá-cianos de tu misericordia y estaremos ale-gres, Señor... Baje a nosotros la bendi-ción del Señor y haga prósperas las obrasde nuestras manos». El amor de Dios alos hombres es muy superior a lo quepodemos figurarnos, incluso teniendo pre-sente lo que dice San Juan en el Evange-lio que ‘‘tanto amó Dios al mundo que leentregó a su Unigénito’’ (3,1). Oigamosa San Juan Crisóstomo:

«Hasta te serviré, porque vine a servir y no aser servido. Yo soy amigo, y miembro, y Cabeza

y hermano y hermana y madre; todo lo soy ysolo quiero contigo intimidad. Yo, pobre por ti,mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado porti; en el cielo por ti ante Dios Padre; y en la tierrasoy legado suyo ante ti, Todo lo eres para Mí,hermano y coheredero. ¿Qué más quieres?» (Ho-milía 76 sobre San Mateo).

Años pares–1 Corintios 1,1-9: Enriquecidos por

Cristo. Agradece San Pablo las graciasinefables con que han sido enriquecidoslos fieles de Corinto. San Juan Crisóstomocomenta:

«Un médico no trata del mismo modo al pa-ciente al inicio de la enfermedad y cuando estáconvaleciente, un maestro no usa el mismo méto-do con los niños y con los que requieren unaenseñanza más elevada. Así actúa el Apóstol:escribe según las necesidades y según el tiempo»(Homilía sobre la Carta a los Romanos 5,3).

Y sigue diciendo el mismo autor:«La llama el Apóstol Iglesia de Dios para de-

signar que la unidad es el carácter esencial y nece-sario. La Iglesia de Dios es una en los miembros yno forma más que una Iglesia con todas las comu-nidades extendidas en el universo, porque la pa-labra Iglesia no es la designación del cisma, sinode la unidad, de la armonía, de la concordia...

«No hay verdadera paz, como no hay verdade-ra gracia, sino las que vienen de Dios. Poned estapaz divina y no tendréis nada que temer, aunquefuerais amenazados por los mayores peligros, yasea por los hombres, ya sea incluso por los mis-mos demonios. Al contrario, para el hombre queestá en guerra con Dios por el pecado, mirad cómotodo le da miedo» (Homilía sobre I Cor 4,2).

–Con el Salmo 144 proclamamos: «Ben-deciré tu nombre por siempre jamás, Diosmío, mi Rey... Día tras día te bendeciré yalabaré tu nombre por siempre jamás.Grande es el Señor y merece toda alaban-za, es incalculable su grandeza. Una ge-neración pondera tus obras a la otra y lecuenta tus hazañas; alaban ellos la gloriade tu majestad, y yo repito tus maravillas.Encarecen ellos tus temibles proezas, yyo narro tus grandes acciones; difunden

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la memoria de tu inmensa bondad y acla-man tus victorias».

Todo cuanto digamos en su honor espoco, pues las gracias y dones que nosha otorgado son innumerables y muchomás estimables que las otorgadas al pue-blo de Israel, como lo manifiestan sin ce-sar los escritos de los Santos Padres y elMagisterio de la Iglesia.

–Mateo 24,42-51: Estad preparados.Cristo exhorta con varias parábolas a lavigilancia y a la perseverancia en la fideli-dad. San Juan Crisóstomo insiste muchoen ello al explicar este lugar en el Comen-tario del Evangelio de San Mateo:

«Insiste todavía más y repite por qué ha afir-mado que ni los ángeles ni Él mismo conocen eldía ni la hora del fin del mundo, sino sólo el Pa-dre, porque no les convenía a los apóstoles sa-berlo. Introduce el ejemplo del padre de familia,es decir, de Él mismo, y de sus fieles servidores,los apóstoles, para exhortarles a la vigilancia, afin de que, esperando la recompensa, distribuyana sus compañeros, a su tiempo, el alimento de ladoctrina... Esto mismo se lo enseña para que se-pan que el Señor vendrá en el momento menospensado y para exhortar a los administradores ala vigilancia y a la solicitud»...

ViernesAños impares

–1 Tesalonicenses 4,1-8: Dios quiere denosotros una vida sagrada. Somos tem-plos vivos de Dios. No podemos profa-narlo. La pureza no es solamente cues-tión de voluntad, sino también signo deque el hombre ha sido santificado en lomás profundo de su ser por la presenciadel Espíritu Santo. Escribe San Juan Cri-sóstomo:

«Una tierra buena hace algo más que devolverel grano que le ha sido confiado; así también elalma no debe limitarse a cumplir lo que está man-dado, sino ir más lejos... Dos condiciones confi-guran la virtud: evitar el mal y hacer el bien. Huirdel mal no completa la virtud, sino que es el prin-

cipio del camino que conduce a ella. Es necesarioañadir un celo ardiente por el bien... Estos críme-nes que comentamos no quedarán ni mucho me-nos impunes, El deleite que nos producen causamenos encantos que dolores traerán consigo lossufrimientos con que serán castigados» (Homilíasobre I Tes.).

La llamada universal a la santidad hasido una doctrina enseñada por la Iglesiaen todos los tiempos. Son bien expresi-vos los testimonios de los Santos Padres,de San Francisco de Sales y de San Jose-maría Escrivá, y sobre todo del ConcilioVaticano II. Enseña Casiano:

«El fin último de nuestro camino es el Reino deDios; pero nuestro blanco, nuestro objetivo in-mediato es la pureza de corazón. Sin ella es im-posible alcanzar ese fin» (Colaciones 1,4).

–El Salmo 96 es un himno a la realezade Dios que viene. Puede decirse que todala historia bíblica gira alrededor de la ve-nida del Señor, preconizada en las veni-das parciales, que anuncian la gran veni-da en los últimos tiempos: «El Señor amaal que aborrece el mal, protege la vida desus fieles y los libra de los malvados. Ama-nece la luz para el justo, y la alegría paralos rectos de corazón». Por eso se invita alos justos a alegrarse con el Señor.

Años pares–1 Corintios 1,17-25: Predicación de

Cristo crucificado, escándalo para los ju-díos y necedad para los griegos, pero sabi-duría para los creyentes. Oigamos a SanAgustín:

«La sabiduría de este mundo es necedad anteDios. No tenemos, pues, un corazón como elvuestro. Reciba la cruz de Cristo, póngala en lafrente, donde está el asiento del pudor; allí preci-samente donde antes se nota el rubor; póngala allípara no avergonzarse de ella... Lo necio de Dioses más sabio que la sabiduría de los hombres»(Sermón 174,3).

Y San Teodoro Estudita:«¡Oh don preciosísimo de la Cruz! ¡Qué as-

pecto tiene más esplendoroso!... Es un árbol que

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engendra la vida, sin ocasionar la muerte; que ilu-mina sin producir sombras; que introduce en elparaíso, sin expulsar a nadie de él; es un maderoal que Cristo subió, como rey que monta en sucuadriga, para derrotar al diablo que detentaba elpoder de la muerte, y librar al género humano dela esclavitud a que la tenía sometido el diablo.Este madero, en el que el Señor, cual valienteluchador en el combate, fue herido en sus divinasmanos, pies y costado, curó las huellas del peca-do y las heridas que el pernicioso dragón habíainfligido a nuestra naturaleza... Aquella supremasabiduría, que, por así decir, floreció en la cruz,puso de manifiesto la jactancia y la arrogante es-tupidez de la sabiduría mundana» (Sermón en laAdoración de la Santa Cruz).

–El Salmo 32 nos muestra que los pro-yectos del Señor subsisten siempre, con-tra todo criterio meramente humano. Asímanifiesta su misericordia que llena todala tierra. Por eso «los justos aclaman alSeñor, que merece la alabanza de los bue-nos, dan gracias al Señor con cítaras ytocan en su honor el arpa de diez cuer-das... La palabra del Señor es sincera ytodas sus acciones son leales. Él ama lajusticia y el derecho. Deshace los planesde los malvados y frustra sus proyectos».Todo esto nos debe mover a poner en Diostoda nuestra confianza.

–Mateo 25,1-13: Llega el Señor, salida recibirlo. La parábola de las diez vírge-nes es muy aleccionadora. El tiempo dela vida presente ha de ser un tiempo deespera del Señor. Hemos de estar siem-pre en vela esperándolo y bien prepara-dos. San Agustín expone con frecuenciaeste pasaje evangélico en sus sermones:

«Estas cinco y cinco vírgenes son la totalidadde las almas de los cristianos. Pero cinco pruden-tes y cinco necias. Toda alma que vive en uncuerpo se asocia al número cinco, porque se sirvede los cincos sentidos. Fueron y entraron las cin-co prudentes. ¡Cuán muchos sois, hermanos míos,en el nombre de Cristo! Hállense entre vosotroslas cinco vírgenes prudentes. Vendrá, en efecto,la hora; vendrá y en el momento que desconoce-mos. Vendrá a media noche, estad en vela... Si,pues, hemos de dormir, ¿cómo estaremos en vela?

Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza,con la caridad, con las obras. Y una vez que tehayas dormido en el cuerpo, ya llegará el momen-to de levantarte. Cuando te hayas levantado, pre-para las lámparas. Que no se te apaguen enton-ces, que ardan con el aceite interior de la concien-cia..., entonces te introducirá el Esposo en la Casaen la que nunca duermes, en la que tu lámparanunca puede apagarse. Hoy, en cambio, nos fati-gamos y nuestras lámparas fluctúan en medio devientos y tentaciones de este mundo. Pero ardacon vigor nuestra llama para que el viento de latentación más bien acreciente el fuego que no loapague» (Sermón 93).

SábadoAños impares

–1 Tesalonicenses 4,9-11: Dios mismonos enseña a amarnos. La caridad vienede Dios. No es solo benevolencia, sinouna verdadera comunión, creada por laparticipación de una misma vida. Por esoes fraternidad. El cristiano se purifica pro-gresivamente del pecado y así se deja in-vadir más y más por la vida divina. SanClemente Romano escribe:

«La altura a la que nos eleva la caridad es inena-rrable. La caridad nos une con Dios, la caridadcubre la muchedumbre de pecados, la caridad todolo soporta, la caridad es paciente. Nada hay vil enla caridad, nada soberbio... En la caridad se per-feccionaron todos los elegidos de Dios. Sin lacaridad nada es agradable a Dios» (Carta a losCorintios I,49).

–Con el Salmo 97 proclamamos que enla concordia y la paz de todos brota laalabanza divina, pues todo nos viene delSeñor: «El Señor llega para regir la tierracon rectitud. Cantemos al Señor un cán-tico nuevo porque hace maravillas; sudiestra le ha dado la victoria; retumbe elmar y cuanto contiene, la tierra y cuantosla habitan; aplaudan los ríos, aclamen losmontes. El Señor rige el orbe con justiciay los pueblos con rectitud». De Él apren-demos todos y así todos viviremos en lapaz, que es uno de los mejores bienes delos pueblos.

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San Pablo decía a los Filipenses: «Lapaz de Dios que sobrepuja todo entendi-miento, guarde vuestros corazones yvuestros sentidos en Jesucristo» (4,7). Lapaz del cristiano es de orden interior, co-nocimiento de las propias miserias y delas propias virtudes, respeto a los demásy una confianza plena en el Señor.

Años pares–1 Corintios 1,26-31: Dios ha escogi-

do lo débil del mundo. Dios llama a to-dos, a sabios e ignorantes, a vivos y a po-bres, a gente distinguida y a gente senci-lla..., porque lo que Él da no está sujeto ala riqueza, a la sabiduría humana ni a laaristocracia. Está por encima de todo eso.Este es el nuevo orden de cosas que trajoel Señor a la tierra, los más grandes sonaquellos que más sirven, los más eleva-dos son aquellos que más se abajan poramor a Dios y al prójimo. Comenta SanAgustín:

«¿Quieres ser grande? Comienza por hacertepequeño. ¿Piensas construir un edificio de colo-sal altura? Dedícate primero al cimiento bajo. Ycuanto más elevado sea el edificio que quiereslevantar, tanto más honda debes preparar subase... Los edificios antes de llegar a las alturas sehan de humillar. El remate se levanta airoso des-pués de la humillación» (Sermón 142).

San Juan Crisóstomo exclama:«¡Qué hermoso es el orden que el Apóstol pone

en su lenguaje! Dios nos ha hecho sabios sacán-donos del error; después justos y santos comuni-cándonos su espíritu» (Homilía sobre I Cor)

–El Salmo 32 nos muestra la misma doc-trina: Es dichoso el pueblo que el Señorse escogió como heredad. Es dichosa lanación no porque tiene riquezas y poder,sino porque su Dios es el Señor. Los ojosdel Señor están puestos en sus fieles, enlos que esperan en su misericordia. Es laenseñanza de San Juan Crisóstomo:

«Porque la soberbia fue la raíz y la fuente de lamaldad humana, contra ella pone el Señor la hu-

mildad, como firme cimiento, porque una vez co-locada ésta debajo, todas las demás virtudes seedificarán con solidez, pero si ésta no sirve debase, se destruye cuanto se levante por buenoque sea» (Homilía 15 sobre San Mateo).

–Mateo 25,14-30: La fidelidad paraentrar en el Reino. La parábola sobre lostalentos exhorta a una postura activa ygenerosa en toda la vida. San Juan Crisós-tomo comenta:

«Este hombre, padre de familia, es Cristo, sinninguna duda. Él, al ascender victorioso al Padredespués de su resurrección, llamó a los apóstolesy les confió la doctrina evangélica, dando a unomás y a otro menos, no por liberalidad o parsi-monia, sino según las fuerzas de los que recibían,como dice también el Apóstol que había alimen-tado con leche a los no podían tomar alimentosólido. Por eso acoge con la misma alegría al quehabía transformado en diez los cinco talentos queal que había transformado los dos en cuatro, noconsiderando la magnitud de la ganancia sino laintención de su esfuerzo... Lo que había dichopara excusarse, se vuelve contra él mismo.

«Es llamado servidor malo porque acusa, sinrazón, a su señor; perezoso porque no quiso du-plicar el talento, de modo que por un lado se lecondena por su indolencia y por el otro, por sunegligencia... La palabra divina, que debería habersido dada a los banqueros y negociantes, es decir,ya sea a los otros doctores –que es lo que hicie-ron los apóstoles consagrando presbíteros y obis-pos en cada provincia– o a todos los creyentesque hubieran podido duplicar el dinero y devol-verlo con interés ejecutando con obras todo loque habían aprendido con palabras...» (Comen-tario al Evangelio de Mateo 25,14-15.26-28).

21ª Semana del Tiempo Ordinario

40 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Semana 22

DomingoEntrada: «Piedad de mí, Señor, que a ti

te estoy llamando todo el día; porque tú,Señor, eres bueno y clemente, rico en mi-sericordia con los que te invocan» (Sal85,3.5).

Colecta: «Dios todopoderoso, de quienprocede todo bien, siembra en nuestroscorazones el amor de tu nombre, para que,haciendo más religiosa nuestra vida, acre-cientes el bien en nosotros y con solici-tud amorosa lo conserves» (del Misal an-terior, y antes del Gelasiano y Gregoriano).

Ofertorio: «Esta ofrenda, Señor, nosatraiga siempre tu bendición salvadora,para que se cumpla por tu poder lo quecelebramos en estos misterios» (del Mi-sal anterior, y antes del Gelasiano y Grego-riano).

Comunión: «¡Qué bondad tan grande,Señor, reservas para tus fieles» (Sal30,20); o bien: «Dichosos los que traba-jan por la paz, porque ellos se llamarán“los hijos de Dios”» (Mt 5,9-10).

Postcomunión: «Saciados con el pan delcielo, te pedimos, Señor, que el amor conque nos alimentas fortalezca nuestroscorazones y nos mueva a servirte en nues-tros hermanos».

CICLO ACristo anuncia su Pasión. Figura de ella

fue el profeta Jeremías, con las contra-dicciones que tuvo que pasar. Tambiénnosotros tenemos que sufrir y ese sacri-ficio hemos de ofrecerlo juntamente conel de Cristo, reactualizado sacramental-mente en la Misa, como una «hostia viva,santa y agradable a Dios».

En la cruz debe morir permanentemen-te nuestro hombre viejo y renovarse cons-tantemente en Cristo. La urgencia y la teo-logía vivenciada de la cruz de Cristo essiempre un imperativo insoslayable denuestra vocación de cristianos. Es la ga-rantía evangélica de nuestra incorporacióna Cristo.

–Jeremías 20,7-9: La palabra del Se-ñor se volvió oprobio para mí. Entre losprofetas mesiánicos, Jeremías fue un sím-bolo viviente de la contradicción entre losdesignios de Dios y las posturas pseudo-religiosas e irresponsables de los hombres.Como una figura del misterio de Cristo,signo de contradicción (Lc 2,34).

San Jerónimo expone el sentido espiri-tual de los serafines que rodeaban el tro-no alto y sublime y del que con un carbónardiente toca la boca del profeta Isaías. Ycomenta, sobre otro pasaje de Jeremías:

«Parecido a esto es aquello de Jeremías: “Tomade mi mano esta copa de vino espumoso y hazlabeber a todas las naciones a las que yo te envíe;beberán hasta vomitar, enloquecerán y caerán antela espada que voy a soltar entre ellas” (Jer 25,15-16). Al oir esto el profeta, no se negó ni dijo aejemplo de Moisés: “¡Por favor, Señor! No soydigno. Busca a otro a quien enviar” (Gen 2,24),sino que como amaba a su pueblo, y creía que, sibebían la copa, serían exterminadas y caerían lasnaciones enemigas, tomó de buena gana la copade vino espumoso, sin saber que entre todas lasnaciones también iba incluida Jerusalén.

«...Respecto a esta profecía, y aunque el ordenestá alterado en la mayoría de los códices, escúcha

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lo que dice en otro pasaje: “Me has seducido,Señor, y me dejé seducir; me has agarrado y mehas podido; me he convertido en irrisión y enobjeto de burla todo el día” (Jer 20,7). El profetatiene conciencia de la presencia divina en su vida.Esta presencia lo envuelve completamente. El fue-go es una imagen muy apta para indicar la acción:quema, purifica, ilumina y calienta. La palabra deDios es un impulso irresistible. Quien tiene laexperiencia de Dios y de su Palabra no puedeguardarla para sí. Tiene que transmitirla, hacerlafructificar y salvar a los hombres por ella, aunquelos hombres, como sucedió con Jeremías, no quie-ran atender y se vuelvan contra el que la anuncia»(Carta 18,A,15, a Dámaso).

–Con el Salmo 62 proclamamos: «Mialma está sedienta de Ti..., mi carne tieneansia de ti, como tierra reseca, agostada,sin vida... Tu gracia vale más que la vida...Mi alma está unida a Ti y tu diestra mesostiene. Por eso canto con júbilo... Tealabarán mis labios».

–Romanos 12,1-2: Ofreceos vosotrosmismos como sacrificio vivo. Un culto depropiciación es bueno, pero puede tenerel peligro de ser utilitarístico. El culto cris-tiano es ante todo acción de gracias a Diospor todo cuanto hemos recibido de Él.Ha de ser también una respuesta de fe através del empeño de una vida correspon-diente. Ofrenda de cuanto tenemos y so-mos. Es también una súplica, pues noso-tros y todos los hombres tenemos mu-chas necesidades temporales y eternas.San Juan Crisóstomo comenta:

«¿Cómo, dices, puede ser el cuerpo sacrificio?Que tu ojo no mira nada malo, y se hace sacrifi-cio; no hable tu lengua nada torpe y se hace obla-ción; que tu mano no haga nada inicuo y se con-vierte en holocausto. Mas no bastan estas cosas;también es necesario que hagamos buenas obras,que tu mano dé limosnas, que tu boca bendiga alos que te injurian, que tus oídos escuchen asi-duamente la predicación. La hostia no tiene man-cha, la hostia es primicia. Que nosotros ofrezca-mos así a Dios las manos, los pies, la boca ytodos los otros miembros como primicias. Esahostia agrada a Dios, no la de los judíos que erainmunda... Aquellos ofrecían muerto lo que erasacrificado; en nuestro caso, lo que se sacrifica se

hace viviente. Cuando mortificamos nuestrosmiembros, entonces podemos vivir. Esta ley delsacrificio es ciertamente nueva» (Comentario ala Carta a los Romanos 20,1).

–Mateo 16,21-27: El que quiere venir-se conmigo que se niegue a sí mismo. Lavida y la enseñanza de Cristo nos induceal «radicalismo». No podemos contempo-rizar con los bienes y criterios de estemundo. Hay que sentirse solidarios conlas exigencias de un cristianismo total. Elgenuino cristiano es siempre un hombreconscientemente crucificado con Cristoen medio de los hombres. En esto con-siste su sacerdocio y su sacrificio cristi-forme. San Juan Crisóstomo dice:

«“Tome su cruz”. Lo uno se sigue de lo otro.No pensemos que la negación de nosotros mis-mos ha de llegar solo a las palabras, injurias yagravios. No. El Señor nos señala hasta dóndehemos de negarnos a nosotros mismos: hasta lamuerte y la muerte más ignominiosa... “Y sígame”.Cabe padecer y, sin embargo, no seguir al Señor,cuando no se padece por causa suya... Que todose haga y se sufra por seguirle; que todo se so-porte por amor suyo; que juntamente con el su-frimiento se practiquen las otras virtudes» (Ho-milía 55,2 sobre San Mateo).

CICLO BObservar la ley sin glosas. Esto es lo

que nos enseñan las lecturas primera ytercera y la segunda explica que el verda-dero culto se ha de manifestar en las obrasde caridad y en no contaminarse con elmundo.

El ser humano, propenso siempre a lasupervaloración de lo externo y socialmen-te cotizable en su vida y en su conducta,fácilmente se inclina el formalismo reli-gioso. Se ha de insistir en la interiorizaciónde los cultos religiosos, pues la trascen-dencia de la fe cristiana y del Evangelioradica, fundamentalmente, en la transfor-mación interior del hombre según el dise-ño y la gracia santificadora del Corazónde Jesucristo.

22ª Semana del Tiempo Ordinario

42 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

–Deuteronomio 4,1-2.6-8: No añadáisnada a lo que os mando y así cumpliréislos preceptos del Señor. Ya la AntiguaAlianza, fruto de la iniciativa salvífica deDios, supuso y exigía un compromiso defidelidad personal y colectivo, suficientepara condicionar la vida del pueblo de Dios.Revelación del amor de Dios, la ley es tam-bién revelación y don de sabiduría. La pos-terior tradición bíblica sapiencial mantu-vo este concepto: la sabiduría divina semanifestará a Israel en el don divino de laley (Prov 1,7; 9,10). Sabiduría práctica yvivida que difunde existencialmente en lavida del fiel la visión que Dios mismo tie-ne de la historia y del destino del hombre.La Sabiduría de Dios se proyecta sobrelos otros pueblos, con unión universa-lística de la salvación.

–El Salmo 14 nos ayuda a meditar lalectura anterior: «Señor, ¿quién puede hos-pedarse en tu tienda? El que procede hon-radamente y practica la justicia, el que tieneintenciones leales y no calumnia, el queno hace mal a su prójimo... Este es el quecumple con la ley del Señor».

–Santiago 1,17-18.21.23-27: Llevad lapalabra a la práctica. La fe cristiana esun don de Dios; sus exigencias son siem-pre de iniciativa divina. La única posturacoherente por parte del hombre elegido eiluminado es la de convertirse, de hechoy por sus obras, en una nueva criatura.Comenta San Agustín:

«El bienaventurado Apóstol Santiago amones-ta a los oyentes asiduos de la Palabra de Dios,diciéndole: “Sed cumplidores de la palabra y nosolo oyentes, engañándoos contra vosotros mis-mos” (Sant 1,22). A vosotros mismos os enga-ñáis, no al autor de la palabra ni al ministro de lamisma. Partiendo de una frase que da la fuentemisma de la Verdad a través de la veracísima bocadel Apóstol; también yo me atrevo a exhortaros,y mientras os exhorto a vosotros, pongo la mira-da en mi mismo. Pierde el tiempo predicandoexteriormente la palabra de Dios, quien no esoyente de ella en su interior. Quienes predica-

mos la palabra de Dios a los pueblos no estamostan alejados de la condición humana y de la re-flexión apoyada en la fe que no advirtamos nues-tros peligros.

«Pero nos consuela el que donde está nuestropeligro por causa del ministerio, allí tenemos laayuda de vuestras oraciones... Debéis orar y le-vantar a quienes obligáis a ponerse en peligro...Yo que tan frecuentemente os hablo por mandatode mi señor y hermano, vuestro obispo, y por-que vosotros me lo pedís, solo disfruto verdade-ramente cuando escucho, no cuando predico. En-tonces mi gozo carece de temor, pues tal placerno lleva consigo la hinchazón. No hay lugar paratemer el precipicio de la soberbia, allí donde estála piedra sólida de la verdad» (Sermón 179,1-2).

–Marcos 7,1-8.14-15.21-23: Dejáis a unlado el mandamiento de Dios paraaferraros a la tradición de los hombres.Substituir la fe por ritos convencionales,aun legítimos, la moral por una ética con-vencional humana, la santidad por unamera educación sociopolítica... es tanantievan-gélico como lo fuera en tiempode Cristo el fariseismo judáico. ¡Una su-plantación real de la Voluntad divina ennuestra vida!

La observancia de la pureza legal se so-breponía con rigorismo a la más generaly benigna ley mosaica. Los signos exter-nos religiosos son buenos si manifiestanla religiosidad interior del corazón. Cristono cree en un moralismo que mira super-ficialmente a algunos resultados sin pasara través del corazón del hombre paratransformarlo radicalmente. A esto tien-de todo el mensaje evangélico.

En el cristianismo, toda religiosidad noavalada por una auténtica formación de laconciencia personal degenera normal-mente en fariseismo, en pietismo subjeti-vo irresponsable. Esto es lo que condenóel Señor en su tiempo y se hace en nues-tros días por el magisterio constante de laIglesia. Seamos consecuentes con nues-tra participación en las acciones litúrgi-cas, que exigen una voluntad decidida de

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fe vivida, de caridad afectiva y efectiva,de verdadera santidad en toda nuestravida.

CICLO CLección de humildad dada por Jesús en

el Evangelio. A ella corresponde tambiénla lectura primera, tomada del libro delEclesiástico. En la segunda lectura se nosenseña que la vida cristiana supera la delAntiguo Testamento.

La humildad en espíritu y en verdad,para el cristiano, no es solo una instanciamoral o ética, sino el fundamento teológi-co, que hace posible en nuestras vidas laalianza salvadora, nos abre plenamente almisterio de Cristo y nos torna receptivosde las iniciativas y de las gracias divinas.Ante Dios no tenemos otro derecho queel de nuestra propia indigencia y nuestrahumilde disponibilidad para recibir el per-dón, el amor y la gracia que gratuitamen-te Dios nos ofrece.

–Eclesiástico 3,19-21.30-31: Hazte pe-queño y alcanzarás el favor de Dios.Frente a toda presunción humana, la mo-destia de vida y de pensamiento, la «po-breza de espíritu» (Mt 5,3), o la negaciónde uno mismo (Mt 16,14), son siemprecaminos que conducen a la salvación yevidencian el poder amoroso del Señorsobre sus elegidos.

La humildad consiste en la concienciadel puesto que ocupamos frente a Dios yfrente a los hombres, y en la sabia mode-ración de nuestros deseos de gloria. Nadatiene que ver la humildad con la timidez,la pusilanimidad o la mediocridad. La hu-mildad está en ver y manifestar todo lobueno que hay en nosotros, en lo naturaly en lo sobrenatural, como pertenecientea Dios, como don de Dios y, por lo mis-mo, a Él debemos agradecerlo. San Grego-rio Magno escribe:

«Dígase, pues, a los humildes, que al par queellos se abajan, aumentan su semejanza con Dios;y dígase a los soberbios que, al par que ellos seengríen, descienden, en imitación del ángel após-tata» (Regla Pastoral 3,18).

Y San Juan Crisóstomo:«La humildad no debe estar tanto en las pala-

bras cuanto en la mente; debemos estar convenci-dos en nuestro interior de que somos nada y quenada valemos» (Comentario a Ef 4).

–El Salmo 67 nos ofrece material parameditar según la lectura anterior: «Has pre-parado, Señor, tu casa a los desvalidos...Padre de huérfanos, protector de viudas...Libera a los cautivos y los enriquece...Su rebaño habitó en la tierra que la bon-dad de Dios preparó a los pobres».

–Hebreos 12,18-19.22-24: Os habéisacercado al monte Sión, ciudad del Diosvivo. La salvación temporal en la AntiguaAlianza se realizó bajo el signo de unaimpresionante teofanía. En cambio, la sal-vación definitiva nos ha llegado por el ca-mino de la humildad, la sencillez y la amo-rosa mansedumbre del Verbo encarnado,para redimirnos de nuestros engreimientosy soberbias. San León Magno expone:

«Lo mismo que no se puede negar que el Verbose hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14),así tampoco puede negarse que “Dios estaba enCristo reconciliando al mundo consigo” (2 Cor5,19). Sin embargo, ¿qué reconciliación podrádarse, por la que Dios intercediera por el génerohumano, si el Mediador entre Dios y los hom-bres no asumiera sobre Sí la culpa de todos. Pero,¿cómo cumpliría Cristo su realidad de Mediadorsi Él, que es igual al Padre en su condición divina,no participa, en su condición de siervo, de nues-tra naturaleza?

«Así, mediante un solo hombre nuevo se logra-ría la renovación del hombre viejo y el vínculo dela muerte, contraído por la prevaricación de unosolo, se saldaría con la muerte del único que nadadebió a la muerte (cf. Rom 5,15). Pues la efusiónde la sangre del justo por los pecadores fue tanpoderosa en orden a la exculpación del hombre ytan alto su valor, que si la universalidad de loscautivos creyera en su Redentor, no mantendrían

22ª Semana del Tiempo Ordinario

44 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

ninguna atadura que les esclavizase, porque, comodice el Apóstol, “donde abundó el pecadosobreabundó la gracia” (Rom 5,20); y dado que,habiendo nacido bajo el dominio del pecado, hanrecibido la fuerza para renacer a la justicia, el donde la libertad se ha hecho más fuerte que la deudade la esclavitud» (Carta 124,3).

–Lucas 14,1.7-14: Todo el que se enal-tece será humillado y el que se humillaserá enaltecido. Todo el Evangelio es per-manente teología de la humildad, comolección primordial del Corazón de Jesu-cristo y como actitud exigida a las almasque realmente quieren seguirle. San Grego-rio Magno comenta:

«Así como por el temor subimos a la piedad,por la piedad somos llevados a la ciencia, por laciencia subimos a robustecernos con la fortaleza,por la fortaleza ascendemos al consejo, por elconsejo nos adelantamos al entendimiento y porel entendimiento llegamos hasta la madurez de lasabiduría, por siete gradas llegamos a la puertapor la que se nos abre la entrada a la vida espiri-tual. Y se dice bien que había un zaguán delantede ella, porque quien primeramente no tuvierahumildad no sube las gradas de estos dones espi-rituales... En este valle de lágrimas ha dispuestoen su corazón las gradas para subir al lugar santo(Sal 83,6-7). El valle es, en efecto, un lugar hu-milde y todo pecador que de corazón se aflige yllora humildemente, progresa subiendo de virtuden virtud» (Homilía 7 sobre Ezequiel 7-8).

LunesAños impares

–1 Tesalonicenses 4,13-17: Morir enCristo para reinar en Cristo. Muchos es-tán preocupados por el momento de la se-gunda venida de Cristo: ¿Salvación? ¿Con-denación? Todos hemos de participar enla gloria de Cristo si hemos participadoen su muerte y resurrección. San JuanCrisóstomo enseña:

«Afligirse en exceso por la muerte de los ami-gos es actuar como un hombre al que no anima laesperanza cristiana. Y, de hecho, quien no tienefe en la resurrección y mira la muerte como unaniquilamiento total, tiene razón en llorar, lamen-tarse y gemir por sus gentes, aniquiladas para

siempre. Pero vosotros, cristianos, que creéis enla resurrección, que vivís y morís en la esperan-za, ¿por qué os lamentáis con exceso?» (Homilíasobre I Tes.).

La idea de San Pablo es que los difun-tos no solo estarán en un reino maravillo-so, sino que compartirán el Reino con elSeñor. Cristo ha asumido la condiciónhumilde y mortal de los hombres y a cam-bio de esto dará a los resucitados su glo-ria y la participación de su señorío. Es loque manifiestan elocuentemente las fór-mulas paulinas: «si padecemos con Él se-remos con Él glorificados».

–El Salmo 95 nos ofrece temas para lareflexión espiritual con respecto a la lec-tura anterior: «El Señor llega a regir la tie-rra, cantad al Señor un cántico nuevo,cantad al Señor toda la tierra. Contad alos pueblos su gloria, sus maravillas a to-das las naciones. Porque grande es el Se-ñor, y muy digno de alabanza, más temi-ble que todos los dioses. Pues los diosesde los gentiles son apariencia, mientrasque el Señor ha hecho el cielo. Alégreseel cielo, goce la tierra, retumbe el mar ycuanto lo llena, vitoreen los campos ycuanto hay en ellos. Aclamen los árbolesdel bosque delante del Señor que ya llega,ya llega a regir la tierra: regirá el orbe conjusticia y los pueblos con fidelidad».

Años pares–1 Corintios 2,1-5: Anuncio de Cristo

crucificado. Es el tema de la predicaciónpaulina. San Pablo ha llegado al conoci-miento y al amor de la Cruz de Cristo,después de largos años de incomprensiónen el judaísmo. Como sus contemporá-neos judíos, no podía ni imaginar un Me-sías crucificado. Escribe Orígenes:

«Y es así que la palabra de los que a los co-mienzos predicaron la religión cristiana, y traba-jaron en la fundación de las Iglesia de Dios y, portanto, su enseñanza tuvo ciertamente fuerza per-suasiva, pero no como la que se estila en los queprofesan la sabiduría de Platón o de cualquier

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otro filósofo, hombres al cabo y que nada tienenfuera de la naturaleza humana. La demostración,empero, de los apóstoles de Jesús era dada porDios y tomaba su fuerza persuasiva del espírituy del poder (1 Cor 2,4). Así se explica que supalabra corriera rápida y agudísimamente (Sal147,4) o, por mejor decir, la palabra de Dios, quepor su medio convertía a muchos que pecabanpor natural tendencia y por costumbre; a los quenadie, ni a fuerza de castigos, hubiera hecho mu-dar de vida, los cambió la palabra viva, formán-dolos y moldeándolos a su talante» (Contra Celso3,68).

Es lo mismo que afirma San Pablo: «nome precié de saber cosa alguna, sino aJesucristo, y éste crucificado».

–Con esta ciencia de la Cruz, San Pablohace suya, y nosotros también, la doctri-na de esos versos del Salmo 118: «¡Cuán-to amo tu voluntad, Señor! Todo el día laestoy meditando. Tu mandato me hacemás sabio que mis enemigos, siempre meacompaña. Soy más docto que todos mismaestros, más sagaz que los ancianos...no me aparto de tus mandamientos, por-que Tú me has instruido».

–Lucas 4,15-30: Evangelización de lospobres. Lectura en la sinagoga de Nazaretdel pasaje de Isaías 58,6; 61,1-2. ComentaSan Ambrosio:

«Ve aquí la Trinidad perfecta y coeterna. Laescritura nos afirma que Jesús es Dios y hombre,perfecto en lo uno y en lo otro; también nos habladel Padre y del Espíritu Santo. Pues el EspírituSanto nos ha sido mostrado cooperando, cuandoen la apariencia corporal de una paloma descen-dió sobre Cristo en el momento en el que el Hijode Dios era bautizado en el río y el Padre hablódesde el cielo. ¿Qué testimonio podemos encon-trar más grande que el de Él mismo, que afirmahaber hablado en los profetas? El fue ungido conun óleo espiritual y una fuerza celestial, a fin deinundar la pobreza de la naturaleza humana conel tesoro eterno de su resurrección, de eliminar lacautividad del alma, iluminar la ceguera espiri-tual, proclamar el año del Señor, que se extiendesobre los tiempos sin fin y no conoce las jorna-das del trabajo, sino que concede a los hombresfrutos y descanso continuos. Él se ha entregado a

todas las tareas, incluso no ha desdeñado el oficiode lector, mientras que nosotros, impíos, con-templamos su cuerpo y rehusamos creer en sudivinidad que se deduce de sus milagros» (Trata-do sobre el Evangelio de San Lucas lib. IV,45).

MartesAños impares

–1 Tesalonicenses 5,1-6.9-11: Muriópor nosotros, para que vivamos por Él.No sabemos el día ni la hora de su segun-da venida. Por eso hay que velar y estaralerta en el tiempo presente. Explica SanJuan Crisóstomo:

«La embriaguez de que habla aquí el Apóstolno es solamente la que resulta del vino, sino laque resulta del pecado. La riqueza, la ambición, lacodicia y todo su cortejo de pasiones, esto es loque causa la borrachera del alma. Pero, ¿por quése da al pecado el nombre de sueño? Porque elesclavo del pecado se encuentra sin energía, sinacción para las obras de virtud. Sumergido en lasilusiones y el encanto delirante del mal, sus obrasno tienen nada de real, nada de sólido; se limita acorrer tras unos fantasmas» (Homilía sobre I Tes.4,2).

–Con el Salmo 26 decimos muy adecua-damente: «Espero gozar de la dicha delSeñor en el país de la vida... El Señor esmi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? ElSeñor es la defensa de mi vida, ¿quién mehará temblar? Una cosa pido al Señor, esobuscaré: habitar en la Casa del Señor porlos días de mi vida; gozar de la dulzuradel Señor contemplando su templo. Espe-ro gozar de la dicha del Señor».

Quien recibe el bautismo puede decircon toda verdad: «El Señor es mi Luz ymi salvación y la defensa de mi vida; elbautizado es conciudadano de los Santosy familiar de Dios» (Ef 2,19). Pertenecea la Iglesia y puede ofrecer a Dios, junta-mente con Cristo, el sacrificio más agra-dable a Dios, que es la sagrada Eucaris-tía. La fe ayuda a la Iglesia a reconocer elrostro de Cristo en la Escritura, en las cele-braciones litúrgicas, en los pobres y perse-guidos y luego en la visión beatífica.

22ª Semana del Tiempo Ordinario

46 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Años pares–1 Corintios 2,10-16: Solo el hombre

espiritual puede captar lo que es propiodel Espíritu. Comenta San Agustín:

«El Espíritu de Dios es el Espíritu de caridad,mientras que el espíritu de este mundo es sober-bio e ingrato para Dios» (Sermón 283,3).

El Espíritu de Dios proporciona el pen-samiento y el vocabulario que permitenhablar de Dios como conviene. El Espíri-tu de Dios en el corazón del cristiano esla facilidad que da para juzgar todas lascosas desde un punto más elevado, perohace falta aún una seria voluntad de hu-mildad y de apertura a Dios para ser ca-paz de acceder a ello. San Juan Crisóstomolo expone adecuadamente en su Homilíasobre este pasaje paulino:

«El que ve claro, ve todo, incluso al que no ve;en cambio, el que no ve no puede ver lo que hacereferencia al que ve claro. Nosotros, los cristia-nos, comprendemos nuestra condición y la situa-ción de los infieles; los infieles, sin embargo, noentienden la nuestra. Nosotros sabemos comoellos y mejor que ellos cuál es la naturaleza de lascosas presentes; los infieles no conocerán sinoun día las excelencias de las cosas futuras, mien-tras que nosotros vemos desde ahora los sufri-mientos de los malvados y las coronas destina-das a los buenos».

–Por eso cantamos jubilosos con el Sal-mo 144: «El Señor es justo en todos suscaminos. El Señor es clemente y miseri-cordioso, lento a la cólera y rico en pie-dad, el Señor es bueno con todos, es ca-riñoso con todas sus criaturas... Es fiel asus palabras, bondadoso en todas sus ac-ciones. Su reinado es un reinado perpetuoy su gobierno va de edad en edad». Toda lagrandeza de Dios, su majestad inconmen-surable está al servicio de su bondad. Estodebe llenarnos de alegría y de generosi-dad para corresponder a Él con gran amor.

–Lucas 4,31-37: Cristo es el Santo deDios. Hasta los demonios lo reconocen.

San Ambrosio comenta:«¿Quién es el que en la sinagoga estaba poseí-

do de un espíritu inmundo? ¿No es el pueblojudío? Como atrapado por los anillos de una ser-piente y cogido por las redes del diablo, mancha-ba su pretendida pureza corporal por las inmun-dicias interiores del alma. Con razón había en lasinagoga un hombre poseído del espíritu inmun-do, porque había perdido el Espíritu Santo. Eldiablo había entrado en el lugar de donde habíasalido Cristo. Al mismo tiempo se nos muestraque la naturaleza del diablo no es mala y que susobras son inicuas: pues el que en virtud de su na-turaleza superior reconocía como Señor, por susobras lo reniega.

«Esto significa la malicia y depravación de losjudíos, que ha esparcido por este pueblo una tangran ceguera y tan gran raquitismo espiritual, queniega lo que los mismo demonios reconocían. ¡Ohherencia de discípulos peores que el maestro! Éltienta al Señor con la palabra, estos con los he-chos; él dice: Echate, ellos intentan precipitarlo.No obstante estas cosas, desde un punto de vistamás profundo, debemos entender aquí la saluddel alma y del cuerpo...» (Tratado sobre SanLucas lib. IV,61-62).

MiércolesAños impares

–Colosenses 1,1-8: El mensaje de la ver-dad ha llegado al mundo entero. San Pa-blo agradece a Dios la fe, el amor y laesperanza de los colosenses. El Apóstolexalta la esperanza de lo que Dios les tie-ne reservado en el cielo. Cristo nos anun-cia en cada página del Evangelio un men-saje de esperanza; más aún, Él mismo esnuestra esperanza. El objeto de la esperan-za es la herencia incorruptible (1 Pe 1,4).Oigamos a San Basilio:

«El único motivo que te queda para gloriarte,oh hombre, y el único motivo de esperanza con-siste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vidafutura en Cristo» (Homilía 20 sobre la humil-dad).

Dice San León Magno:«El pueblo cristiano es invitado a gozar de las

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riquezas del paraíso, y a todos los regeneradosles ha quedado abierto el regreso a la patria perdi-da, a no ser que ellos mismos se cierren aquelcamino que puede ser abierto por la fe de unladrón» (Sermón 15 sobre la Pasión).

San Cirilo de Jerusalén enseña:«La esperanza del premio conforta al alma para

realizar las buenas obras» (Catequesis 48,18).

–A esta esperanza nos lleva el Salmo51: «Confío en tu misericordia por siem-pre jamás... Te daré siempre gracias, por-que has actuado. La obra de Dios en eluniverso, en la redención y en la santifi-cación de las almas debe llenarnos de con-fianza en Él. Junto a Dios tenemos segu-ridad en todo. La inseguridad nace cuan-do se debilita la fe. Recordemos a SanPedro andando sobre el agua... «Si Diosestá con nosotros, ¿quién estará contranosotros? ¿Quién nos separará del amorde Cristo? ¿La tribulación, la angustia, lapersecución, el hambre, la desnudez, elpeligro, la espada...? En todo esto vence-mos por aquel que nos amó. Ni la muer-te, ni la vida, ni los ángeles, ni los princi-pados, ni lo presente, ni lo futuro, ni laspotestades, ni la altura, ni la profundidad,ni ninguna otra criatura podrá separarnosdel amor de Dios» (Rom 8,31ss).

Años pares–1 Corintios 3,1-9: Colaborar con Dios

en el apostolado. Divisiones entre loscorintios por su apego a las cosa de aquíabajo. Los predicadores son los siervos ycolaboradores de Dios. No actúan en supropio nombre; hablan porque han sidollamados y porque tendrán que rendircuentas a Dios. San Juan Crisóstomo ad-vierte:

«El mal comportamiento es un obstáculo paraconocer la verdad. Lo mismo que un hombre ob-cecado en el error no puede perseverar largo tiem-po en el camino recto, también es muy difícil quequien vive mal acepte el yugo de nuestros subli-mes misterios. Para abrazar la verdad hay que

estar desprendido de todas las pasiones... Estalibertad del alma ha de ser completa, para alcan-zar la verdad» (Homilía sobre I Cor 3,5).

Es muy lamentable que por dejarnos lle-var de principios humanos permanezca-mos aún en una fase de embotamiento.Esto es lo que hace que no acojamos alpredicador en todo lo que él es, por antipa-tías humanas, con lo cual se crean divi-siones en la Iglesia. No estamos prepara-dos para tomar los alimentos sólidos deque habla el Apóstol.

–Con el Salmo 32 proclamamos: «Di-choso el pueblo que el Señor se escogiócomo heredad... Él modeló cada corazóny comprende todas sus acciones... No-sotros aguardamos al Señor, Él es nues-tro auxilio y escudo, con Él se alegra nues-tro corazón, en su santo nombre confia-mos». A nosotros nos ha confiado el Se-ñor la misión de realizar su palabra. He-mos conocido el plan de Dios como unbien inmenso, por eso hemos de difun-dirlo por doquier con todos los mediospuestos a nuestro alcance, especialmentecon la oración, el sacrificio, las obrasbuenas y nuestro ejemplo, si no podemoscomunicarlo con nuestra palabra. Todolo esperamos de Él.

–Lucas 4,38-44: Tiene la misión de pro-clamar la buena nueva en todas partes.Cristo nos da ejemplo de la misión uni-versal de su mensaje. Todos los hombresestán llamados a formar parte del Pueblode Dios, que ha de extenderse a todo elmundo y en todos los tiempos. ComentaSan Ambrosio:

«Tal vez, en esta mujer, suegra de Simón esta-ba figurada nuestra carne, enferma con diversasfiebres de pecados y que ardía en transporta-mientos desmesurados de diversas codicias...Nuestra fiebre es la lujuria, nuestra fiebre es lacólera; que, aunque sean vicios de la carne hacenpenetrar su fuego en los huesos, afectan al espí-ritu, al alma y a los sentidos» (Comentario a SanLucas 4,63).

22ª Semana del Tiempo Ordinario

48 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Para esto envió Dios a su Hijo, a quienconstituyó heredero de todo, para que seaMaestro, Rey y Sacerdote de todo, Cabe-za del pueblo nuevo y universal de los hi-jos de Dios. Para esto envió Dios el Espí-ritu de su Hijo, Señor y vivificador, quienes para toda la Iglesia y para todos y cadauno de los creyentes el principio de suasociación y unidad en la doctrina de losapóstoles, en la mutua unión, en la frac-ción del pan y en la oraciones. Todo estodebe llevarnos a una íntima comunión conCristo y su mensaje.

JuevesAños impares

–Colosenses 1,9-14: Salidos de las ti-nieblas e introducidos en el Reino de laLuz. Progreso espiritual incesante en laluz en que estamos. Es un don de Diosque hemos de agradecer. Comenta SanJuan Crisóstomo:

«Como en las carreras del hipódromo se redo-blan los gritos de ánimo para el jinete conformese va acercando al término de la carrera, así elApóstol estimula con toda su energía a los fielesmás avanzados en la perfección... Además delpropio don con que nos gratifica, nos da tambiénla virtud necesaria para recibirlo... Dios no solonos ha honrado haciéndonos partícipes de la he-rencia, sino que nos ha hecho dignos de poseerla.Es doble, pues, el honor que recibimos de Dios:primero, el puesto, y segundo, el mérito de de-sempeñarlo bien» (Homilía sobre la Carta a losColosenses).

–Con el Salmo 97 cantamos las mara-villas del Señor que nos ha introducido enel Reino de la Luz: «Revela su justicia atodas las naciones... Los confines de latierra han contemplado la victoria de nues-tro Dios sobre el pecado, el demonio, laesclavitud, las tinieblas. Por eso invitamosa toda la tierra a que aclame al Señor, lovitoree y lo aplauda. Es un gran gozo elque nos invade por la Luz esplendorosaen que nos encontramos. Decimos con el

salmista: «Tocad la cítara para el Señor,suenen los instrumentos; con clarines yal son de trompetas aclamad al Rey y Se-ñor».

Años pares–1 Corintios 3,18-23: Todo para vo-

sotros, pero vosotros para Cristo y Cristopara Dios. No podemos gloriarnos en no-sotros mismos, pues la sabiduría de estemundo es necedad ante Dios. Dice Casia-no:

«Esforcémonos también nosotros en subir, conla gracia de una caridad indisoluble, a este tercergrado de los hijos, que miran como suyo lo que esde su Padre; merezcamos recibir la imagen y se-mejanza de nuestro Padre celestial. Imitando alHijo verdadero, podemos decir también: Todo loque el Padre tiene es mío (Jn 16,15). De lo que sehizo eco el bienaventurado San Pablo al decir: To-das las cosas son vuestras, ya sea Pablo o Apolo oCefas, sea el mundo, o la vida o la muerte, el pre-sente o el futuro, todo es vuestro» (1 Cor 3,22)»(Colaciones 11,7).

–El Salmo 23 expresa las condicionespara intimar con Dios en el templo o fue-ra de él: «¿Quien puede entrar en el recin-to sagrado... El hombre de manos ino-centes y puro corazón, que no confía enlos ídolos. Este es el que recibirá la ben-dición del Señor y le hará justicia». LaIglesia, pueblo de Dios, es la tierra quepertenece a Cristo y le ha dado un funda-mento sólido de vida sobrenatural. Es elauténtico monte santo, en el que conflu-yen todos los pueblos de la tierra.

–Lucas 5,1-11: Dejarlo todo por seguira Cristo. Ser pescadores de hombres esparticipar en el apostolado de Cristo y enla expansión de la Buena Nueva. Comen-ta San Jerónimo:

«Quiénes son estos que deben cantar el cánticonuevo lo dicen las palabras que siguen: Los quedescendéis, dice, hasta el mar. Jesús viendo a losapóstoles en la orilla remendando sus redes juntoal mar de Genesaret, los envió a alta mar (Lc 5,4),para hacerlos, de pescadores de peces, pescado-res de hombres. Ellos predicaron el Evangelio

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hasta el Ilírico y España, dominando también, enbreve tiempo, el poder inmenso de la ciudad deRoma. Ciertamente, descendieron al mar y lo tras-pasaron, soportando las tormentas y las perse-cuciones de este mundo. También las islas y sushabitantes, la diversidad de las gentes y la multi-tud de las Iglesias» (Comentario sobre el profetaIsaías 42,11).

ViernesAños impares

–Colosenses 1,15-20: Todo fue creadopor Él y para Él. Himno a Cristo, primo-génito de toda criatura. Es la cabeza de laIglesia. Comenta San Agustín:

«Fue entregado a la afrenta, a la flagelación y ala muerte, y con el ejemplo de su pasión nosenseñó cuánta paciencia requiere el caminar conÉl. A su vez, con el ejemplo de su resurrecciónnos afianzó en aquello que debemos esperar de Élmediante la paciencia... Somos el Cuerpo de aque-lla Cabeza, en la que se ha realizado ya el objetode nuestra esperanza. De Él se ha dicho que es laCabeza del Cuerpo de la Iglesia, el primogénito, elque tiene la primacía (Col 1,18)... Y, dado queantes de resucitar nuestra Cabeza recibió el tor-mento de la flagelación, afianzó también nuestrapaciencia... No decaigamos ante el azote, paragozarnos en la resurrección... Aunque no haya lle-gado la plenitud de nuestro gozo, no por eso nosha dejado ahora sin gozo alguno, puesto que esta-mos salvados en esperanza» (Sermón 157,3-4).

–Con el Salmo 99 decimos: «Entrad enla presencia del Señor con vítores». Estoes lo que hemos de hacer al considerarque en Cristo reside toda la plenitud y quenos reconcilió por su sangre en la cruz.Por eso aclamamos al Señor en toda latierra, le servimos con alegría, entramoscon vítores en su presencia. Él nos hizoy somos suyos, su pueblo y ovejas de surebaño, le damos gracias y bendecimossu nombre. El Señor es bueno, su miseri-cordia es eterna y su fidelidad por todaslas edades». Si todo esto es integrado ennuestra vida, sabremos que el servicio delDios vivo es la suprema alegría y felici-dad; más aún, que la alegría es una forma

de servicio: un medio por el cual pode-mos ser sacrificios vivientes de acción degracias.

Años pares–1 Corintios 4,1-5: El Señor pondrá al

descubierto los designios del corazón. Losapóstoles han de ser fieles a su misión.Hemos de dar cuenta al Señor. ComentaSan Agustín:

«Ver el corazón es propio de Dios; propio delhombre no es más que juzgar las cosas externas.“No juzguéis, pues, antes de tiempo”. ¿Qué sig-nifica antes de tiempo? Lo dice a continuación:“Hasta que venga el Señor e ilumine lo que seoculta en las tinieblas”. ¿De qué está hablando?Escucha lo que sigue: “Y manifestará los pensa-mientos del corazón” (1 Cor 4,5). Esto es ilumi-nar lo que se oculta en las tinieblas: manifestarlos pensamientos del corazón. Ahora nuestrospensamientos son luminosos para nosotros mis-mos, para cada uno en particular; mas para nues-tros prójimos están en las tinieblas, puesto queno los ven. Allí también Él ha de conocer lo quetú sabes que estás pensando. ¿Por qué temes?Ahora quieres ocultar tus pensamientos, tienesmiedo a que se conozcan, quizá en alguna ocasiónpiensas algo malo, quizá algo torpe o algo vani-doso; allí no pensarás nada que no sea bueno,honesto, verdadero, puro, sincero. Pero esto cuan-do estés allí. Como ahora quieres que se vea turostro, así querrás entonces que se vea tu con-ciencia» (Sermón 243,5).

–Con el Salmo 36 proclamamos: «ElSeñor es el que salva a los justos». Con-fiemos en el Señor. Él será nuestro juez,hagamos el bien, practiquemos la lealtad,que el Señor será nuestra delicia y Él nosdará lo que pide nuestro corazón. No te-mamos, encomendemos nuestro caminoal Señor, confiemos en Él y Él actuará,hagamos su justicia, es decir, cumplamossus mandamientos y Él nos presentaráradiantes. Apartémonos del mal y haga-mos el bien. El Señor ama la justicia. Enrealidad el justo verdadero es solo Cristo.Nosotros hemos de seguirlo, imitarlo, si-guiendo en todo sus enseñanzas. Así notemeremos que se vea nuestra concien-

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cia. Pero, además, Él es infinitamente mi-sericordioso.

–Lucas 5,33-39: Solo ayunarán en losdías ausentes de Cristo. Es lo que hizo laprimitiva Iglesia en los días anteriores a laPascua, es decir, el Viernes y Sábado San-tos. Luego se fue alargando más, hastallegar a la Cuaresma en el siglo IV. Escri-be San Ambrosio:

«¿Qué días son estos en que nos será arrebata-do Cristo, siendo así que Él ha dicho: “Yo estarécon vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt28,30) y : “Yo no os dejaré huérfanos” (Jn 14,18).Pues es cierto que si Él nos abandonase no po-dríamos ser salvados. Nada puede arrebatarte aCristo si tú no quieres. Que no te lo arrebate ni tuvanidad, ni tu presunción, ni presumas de la ley;pues no vino a llamar a los justos, sino a lospecadores... Los hijos del Esposo, es decir, loshijos del Verbo, elevados por la regeneración delbautismo a la condición de la naturaleza divina,mientras el Esposo estuviera con ellos no podíanayunar.

«Ciertamente no se trata de una prohibicióndel ayuno con el cual se mortifica la carne y sedebilita la sensualidad; pues este ayuno nos lorecomienda Dios. ¿Cómo había de prohibir elSeñor el ayuno a sus discípulos, cuando Él mis-mo ayunaba y cuando les decía que los malísimosespíritus no podían ser superados sino con laoración y el ayuno? (Mt 17,20). También en estelugar llamó al ayuno vestido viejo, que el Após-tol ha estimado se ha de desechar (Gal 3,9.10),para revestirnos el que ha sido renovado por lasantificación del Bautismo» (Tratado sobre elEvangelio de San Lucas lib. V, 20.23).

SábadoAños impares

–Colosenses 1,21-23: Reconciliados porCristo, podemos presentarnos ante Diossantos y sin mancha. Por sí mismo el hom-bre es incapaz de reconciliarse con Dios,al que ha ofendido con su pecado. La ac-ción de Dios es aquí primera y decisiva.Él no dejó nunca de amarnos y por esoenvió a su Hijo para reconciliarnos. El mis-terio de nuestra reconciliación empalma

con el de la Cruz y del gran amor conhemos sido amados (Ef 2,4).

Toda la obra de la salvación está ya rea-lizada por parte de Dios, pero se continúaaplicando a los hombres hasta la parusíafinal. San Pablo define su misión apostó-lica como el ministerio de la reconcilia-ción (2 Cor 5,18). Pero hemos de tenerpresentes que la acción divina no ejercesu eficacia sino para los que están dis-puestos a aceptarla por la fe. Por eso diceSan Pablo: «Os suplicamos en nombre deCristo: dejaos reconciliar con Dios» (2 Cor5,20).

–Con el Salmo 53 decimos: «Ved queDios es mi auxilio» Le suplicamos ardien-temente dentro de nuestra propia miseria:«Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal pormí con tu poder, oh Dios, escucha mi sú-plica, atiende a mis palabras». Vemos queel Señor nos escucha y vemos su actua-ción: «Pero el Señor es mi auxilio, el Se-ñor sostiene mi vida». Le ofrecemos elsacrificio de acción de gracias. El Señornos ha reconciliado.

Años pares–1 Corintios 4,6-15: Penalidades del

Apóstol en la predicación del Evangelio.La vida del apóstol se desarrolla en el senode las paradojas: aporta la bendición delEvangelio al precio de las maldiciones deque es objeto; anuncia la consolación ysufre la calumnia; inicia la verdadera sa-biduría y se hace tratar de loco. Es la lec-ción saludable de la cruz de Cristo. SanJuan Crisóstomo explica:

«El tiempo que ha precedido al bautismo eraun tiempo de entrenamiento y de ejercicios, don-de las caídas encontraban su perdón. A partir dehoy, la arena está abierta para vosotros, el com-bate tiene lugar, estáis bajo la mirada pública, yno solo los hombres, también el pueblo de losángeles contemplan vuestros combates. Pablogrita en su Carta a los Corintios: “Nosotros he-mos sido presentados como espectáculo al mun-do, a los ángeles y a los hombres ”(1 Cor 4,9).

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Los ángeles nos contemplan y el Señor de losángeles es el que preside el combate. Para noso-tros es no solo un honor, sino también una segu-ridad. Cuando, en efecto, aquel que ha entregadosu vida por nosotros es juez de estos asaltos,¿qué honor y qué seguridad no es para noso-tros?» (Ocho Catequesis bautismales 3,8),

–El Salmo 144 proclama: «Cerca estáel Señor de los que lo invocan». A pesarde las dificultades el Señor es justo entodos sus caminos, es bondadoso en to-das sus acciones... satisface el deseo desus fieles, escucha sus gritos y los salva.El Señor guarda a los que lo aman, perodestruye a los malvados. En todo momen-to hemos de alabar al Señor, Él nos librade nuestros opresores. Pasan los perse-guidores y la Iglesia sigue pujante. La vic-toria es de nuestro Dios y de Nuestro Se-ñor Jesucristo.

–Lucas 6,1-5: El Hijo del Hombre estambién Señor del sábado. Esto es unamanifestación de su divinidad, tantas ve-ces proclamada en los evangelios, con suspalabras, con sus obras y con su propiavida. San Ambrosio escribe:

«No solo por la ternura de sus palabras, sinopor la misma práctica y por el ejemplo de susactos, el Señor Jesús comenzó a despojar al hom-bre de la observancia de la Ley antigua y a reves-tirlo del vestido nuevo de la gracia. Así lo condu-ce ya en día de sábado por los sembrados, esdecir, que lo aplica a obras fructuosas. ¿Qué quieredecir sábado, mies, espigas? No se trata de unmisterio sin importancia. El campo es todo elmundo presente; la mies del campo es, por lasemilla del género humano, la cosecha abundantede los santos; las espigas del campo, los frutos dela Iglesia, que los apóstoles remueven por su ac-tividad, nutriéndose y alimentándose de nues-tros progresos. Se levantaba ya la mies fecundade virtudes, con muchas espigas, a las cuales soncomparados los frutos de nuestros méritos...

«En adelante, sobre la Ley está la doctrina deCristo, que no destruye la Ley, sino que la cum-ple, pues ni siquiera destruye el sábado. Si elsábado ha sido hecho para el hombre, y la utili-dad del hombre pedía que el hombre hambriento,que hacía tiempo había sido privado de los frutos

de la tierra, evitase el ayuno del hambre antigua,cierto no hay destrucción de la Ley, sino su cum-plimiento» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib. V,28-29.34).

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Semana 23

DomingoEntrada: «Señor, tú eres justo, tus man-

damientos son rectos. Trata con miseri-cordia a tu siervo» (Salmo 118,137.124).Somos hijos de Dios. Él mira con bondada los que ama por Cristo en quien cree-mos.

Colecta (del Gelasiano y del Gregoria-no): «Señor, tú que te has dignado redi-mirnos y has querido hacernos hijos tu-yos, míranos siempre con amor de pa-dre, y haz que cuantos creemos en Cris-to, tu Hijo, alcancemos la libertad verda-dera y la herencia eterna».

Ofertorio (del Veronense): «¡Oh Dios!,fuente de la paz y del amor sincero, con-cédenos glorificarte por estas ofrendas yunirnos fielmente a ti por la participaciónen esta eucaristía».

Comunión: «Como busca la cierva co-rrientes de agua, así mi alma te busca a ti,Dios mío; tiene sed de Dios, del Diosvivo» (Sal 41,2-3); o bien: «Yo soy la luzdel mundo –dice el Señor–. El que me si-gue no camina en las tinieblas, sino quetendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).

Postcomunión (Oración inspirada en elMisal de París de 1738): «Con tu palabra,Señor, y con tu pan del cielo, alimentas yvivificas a tus fieles; concédenos que es-tos dones de tu Hijo nos aprovechen detal modo que merezcamos participar siem-pre de su vida divina».

CICLO ALa corrección fraterna es una gran for-

ma de caridad, a esto alude también la lec-tura primera, tomada del profeta Ezequiel.San Pablo nos exhorta a observar la leysuprema del amor.

El misterio de la Iglesia de Cristo, encuanto comunidad fraterna, impone a to-dos sus miembros actitudes de celo apos-tólico por la salvación de todos los hom-bres, ya que se alimenta de la Eucaristía,sacramento de unidad y de amor. El amora Cristo nos lleva al amor a los hermanosy viceversa.

–Ezequiel 3,7-9: Si no hablas al mal-vado te pediré cuenta de su sangre. Testi-go del amor de Dios, el creyente debe ayu-dar también a su hermano en su reconci-liación con el Padre. Escribe San GregorioMagno:

«Mas es de notar por cuán contumaz es tenidoaquel cuya contumacia tan frecuentemente se re-pite. Luego el pecador debe ser reprendido y ja-más temido; debería, sí, ser temido el hombre, siél mismo, en cuanto hombre, temiera al autor detodo; pero quien no usa de la razón para temer aDios, tanto menos debe ser temido en nada cuan-to él es menor en lo que debe ser... Hay que miraratentamente y con cuidado lo que el Señor dice alprofeta: que primero oiga sus palabras y que des-pués hable. Oímos las palabras de Dios si lascumplimos; y entonces las hablamos rectamentea los prójimos cuando primero las hubiéremoscumplido nosotros» (Homilías sobre Ezequiel1,10).

–El Salmo 94 nos ayuda a meditar lalectura anterior: «Ojalá escuchéis hoy suvoz. No endurezcáis vuestro corazón».La voz del Señor es la corrección frater-na que hemos de recibir con alegría, ple-na disponibilidad y agradecimiento.

–Romanos 13,8-10: La plenitud de laLey es el amor. La trascendencia de lacaridad evangélica es tal que hace al cris-tiano responsable de la gloria de Dios y

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de la salvación de los hermanos por enci-ma de cualquier otra urgencia religiosa olegalista. Comenta San Agustín:

«Solo la caridad distingue a los hijos de Dios delos del diablo. Sígnense todos con la señal de laCruz de Cristo; respondan todos: Amén; cantentodos: Aleluya; bautícense todos, frecuenten laiglesia, apíñense en las basílicas. No se distingui-rán los hijos de Dios de los del diablo, si no es porla caridad. Los que tienen caridad nacieron deDios; los que no la tienen no nacieron de Él. Grandistintivo y señal. Ten todo lo que quieras, si tefalta solo la caridad, de nada te aprovecha todo loque tengas. Si no tienes otras cosas, ten ésta, ycumplirás la Ley. “Quien ama a su prójimo cum-ple la Ley”, dice el Apóstol. Y también: “El ple-no cumplimiento de la Ley es la caridad”(Rom13,8.10)» (Exposición de la Carta a los Roma-nos 5,7).

–Mateo 18,15-20: Si te hace caso hassalvado a tu hermano. La búsqueda evan-gélica de la persona humana, para salvar-la y redimirla, fue la clave de la misiónpersonal del Corazón de Jesucristo y su en-trega amorosa. Así comenta este pasaje SanAgustín:

«Debemos reprender con amor; no con deseode dañar, sino con afán de corregir. Si fuéramosasí, cumpliríamos con exactitud lo que hoy senos ha aconsejado... ¿Por qué le corriges? ¿Por-que te duele el que haya pecado contra ti? Enningún modo. Si lo haces por amor propio nadahaces. Si lo haces por amor hacia él, obras excelen-temente. Considera en las mismas palabras poramor de quien debes hacerlo, si por el tuyo o porel de él... Hazlo por él, para ganarlo a él. Si ha-ciéndolo ganas, no haciéndolo pierdes... Que na-die desprecie el pecado contra el hermano... Pre-cisamente porque todos hemos sido hechos miem-bros de Cristo. ¿Cómo no vas a pecar contra Cris-to, si pecas contra un miembro de Cristo?» (Ser-món 82).

En medio del mundo nos espera la res-ponsabilidad de hacer el bien, venciendoel mal con sobreabundancia de amor. Pro-curemos la salvación de todos.

CICLO BLa muchedumbre se admira de los mi-

lagros de Jesús. Ya Isaías profetizó lasmaravillas que haría el Mesías (lecturasprimera y tercera). Santiago exalta lasatenciones hechas a los pobres (segundalectura). Frente a las miserias y los de-rrotismos humanos, el Corazón de Jesu-cristo es siempre la garantía de nuestravida y la prueba permanente de que elPadre nos ama.

–Isaías 35,4-7: Los oídos del sordo seabrirán, la lengua del mudo cantará. Enlos días mesiánicos la cercanía bienhe-chora de Dios se manifestará en la reha-bilitación de los indigentes: abriendo losoídos a los sordos y devolviendo la pala-bra a los mudos. Esto se realiza espiri-tualmente en el rito del Bautismo. San Je-rónimo enseña:

«La causa de la seguridad y de la constancia esque Cristo vendrá, al que el Padre entregó todojuicio (Jn 5,22), y dará a cada uno según sus obras...Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y lossordos oirán. Entonces el cojo saltará como unciervo y quedará suelta la lengua de los mudos.Lo cual, aunque se cumplió en la grandeza de lossignos cuando el Señor hablaba a los discípulosde Juan, que le fueron enviados (Lc 7,22), tam-bién se cumple entre las gentes cuando los queantes eran ciegos y con su lengua lanzaban pie-dras, miran la Luz de la Verdad. Y los que, consus oídos sordos, no podían oir las palabras de laEscritura, se alegran ahora ante los mandatos deDios. Cuando, los que antes eran cojos y no an-daban por camino recto, saltan como los ciervos,imitando a sus doctores, y se suelta la lengua delos mudos, cuya boca había cerrado Satanás, paraque no pudieran confesar al solo Señor.

«Por tanto, se abrirán los ojos, oirán los oídos,saltarán los cojos y se soltará la lengua de losmudos, porque han brotado con fuerza las aguasdel bautismo y los torrentes y ríos en la soledad,es decir, las abundantes gracias espirituales» (Co-mentario sobre el profeta Isaías 35,3-6).

–Con el Salmo 145 alabamos al Señorque mantiene su fidelidad perpetuamente,

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que hace justicia a los oprimidos, da pana los hambrientos, libera a los cautivos,abre los ojos al ciego, endereza a los queya se doblan, ama a los justos, guarda alos peregrinos, sustenta al huérfano y a laviuda... Con gran gozo espiritual gritamos:«El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión(Iglesia, alma cristiana), de edad en edad».

–Santiago 2,1-5: ¿Acaso no ha elegi-do Dios a los pobres del mundo para ha-cerlos herederos del Reino? La verdade-ra humildad religiosa, basada en la con-ciencia de la propia indigencia, constitu-ye para el auténtico creyente el mejor avalde su esperanzado optimismo ante el Pa-dre y de su amor real a todos los herma-nos.

Se puede afirmar que el tema de la po-breza bíblica atraviesa todo el Nuevo Tes-tamento. Es como el fondo de la predica-ción evangélica. Recordemos la escena enla sinagoga de Nazaret, cuando el Señorleyó el pasaje de Isaías: «... me ha enviadopara evangelizar a los pobres...» (Lc 4,18).San Agustín escribe a San Jerónimo:

«Pienso que en cuanto a la acepción de perso-nas, no se ha de considerar pecado leve pensarque se tiene la fe de nuestro Señor Jesucristo yaplicar a los honores eclesiásticos aquella dife-rencia entre sentarse y quedarse de pie. ¿Quiénpuede comprender que se elija a un rico para unasede de honor en la iglesia en detrimento de unpobre más instruido y más santo? Pues, si setrata de las asambleas corrientes, ¿quién no peca–si es que se peca– juzgando dentro de sí mismoque uno es tanto mejor cuanto es consideradomás rico? Eso parece indicar el pasaje de Santiago2,4» (Carta 132,18).

–Marcos 7,31-37: Hace oir a los sordosy hablar a los mudos. La apertura humil-de a la voz del Padre y el derecho a laoración o al diálogo filial con Él son, ennosotros, dones divinos, recibidos de Diosa través de su Hijo Redentor y Mediador.San Gregorio Magno dice:

«Oímos las palabras de Dios si las cumplimos;y entonces las hablamos rectamente a los próji-

mos, cuando primero las hubiéremos cumplidonosotros. Cosa que confirma bien el EvangelistaSan Marcos cuando narra el milagro obrado porCristo, diciendo: “presentáronle un hombre sor-domudo, suplicándole que pusiera sobre él sumano” e indica el orden de esta curación cuandoañade: “le metió los dedos en las orejas y con lasaliva le tocó la lengua” (Mc 7,32-33). ¿Qué sesignifica por los dedos del Redentor, sino los do-nes del Espíritu Santo?... Pero, ¿qué significa eltocar con saliva la lengua de él? La lengua de nues-tro Redentor es para nosotros la sabiduría de lapalabra de Dios que hemos recibido. En efecto,la saliva fluye de la cabeza a la boca; y así, aquellasabiduría que es Él mismo, al tocar nuestra len-gua, en seguida la dispone para predicar» (Homi-lías sobre Ezequiel 1,10).

CICLO CRenunciar a todo para seguir a Cristo.

Por eso hemos de buscar las intencionesde Dios sobre nosotros, de este modo po-demos organizar nuestra vida, para co-rresponder a lo que Dios exige de noso-tros (lecturas primera y tercera). En lasegunda lectura vemos el cariño y la com-prensión con respecto a un esclavo quese había fugado.

Se nos invita en este Domingo a unameditación profunda sobre el sentido denuestra existencia en medio del mundo ysobre la necesidad de alcanzar la madura-ción necesaria para vivir permanentementenuestra fidelidad a Cristo en medio de lascriaturas.

–Sabiduría 9,13-19: ¿Quién compren-de lo que Dios quiere? Los planes de Diossobre nuestra vida no siempre son coin-cidentes con nuestros planes y proyectoshumanos. La fidelidad filial a la Voluntadde Dios sólo es posible en la medida enque, con humildad y en la oración, el hom-bre abre su conciencia al Señor para bus-car y seguir su beneplácito. San Agustínescribe:

«El alma entregada a los placeres temporales,continuamente se abrasa en deseos que no puede

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saciar y, henchida de múltiples y ruinosos pensa-mientos, no le dejan contemplar el simple bien;tal es aquella de la cual se dice: “el cuerpo corrup-tible embaraza el alma y la morada terrena abatela razón, que piensa muchas cosas” (Sab 9,15).Este alma, por el acceso y el receso de los bienestemporales, desde el tiempo del trigo, del vino ydel óleo, de tal modo se halla acrecentada y reple-ta de innumerables imaginaciones, que no puedeponer por obra lo preceptuado: “sentid el biendel Señor y buscadle con sencillez de cora-zón” (Sab 1,1). Esta multiplicidad se opone convehemencia a aquella sencillez y, por tanto, elvarón fiel, habiendo abandonado a estos, que enrealidad son muchos y que, sin duda, acrecenta-dos por los bienes temporales, dicen: ¿Quién nosmostrará los bienes? Los que no debe buscarsefuera con los ojos de la carne, sino dentro, con lasencillez de corazón» (Comentario al Salmo 4,9).

–Por eso, en el Salmo 89 cantamos alSeñor «que ha sido nuestro refugio de ge-neración en generación» y le pedimos quenos enseñe a calcular nuestros años paraque adquiramos un corazón sensato, quebaje a nosotros la bondad del Señor y hagaprósperas las obras de nuestras manos.

–Filemón 9-10.12-17: Recíbelo nocomo esclavo, sino como un hermano que-rido. La renuncia al propio egoísmo poramor a Dios es también clave de nuestroamor fraterno..., de nuestro perdón, y denuestra convivencia caritativa con loshombres, que son hermanos nuestros.

La actitud de San Pablo con respecto aFilemón es un cierto modo de ejercer laautoridad en cualquier aspecto que semire. Como apóstol podía mandar, orde-nar, prescribir; sin embargo, prefiere per-suadir apelando a los sentimientos de fra-ternidad y de amistad que deben animar atodo cristiano. Es cierto, en el ejerciciode la autoridad hay que tener en cuenta elderecho y el amor que se manifiesta en lapersuasión. Si se descuida el derecho sehace mal al individuo y a la sociedad; sise deja el amor también. No se oponen es-tas dos actitudes. Dios es justísimo y, al mis-mo tiempo, sumamente misericordioso.

–Lucas 14,25-33: El que no renuncia atodos sus bienes no puede ser mis discí-pulo. El Evangelio impone y reclama lanegación de sí mismo y el control del pro-pio corazón para mantener la fidelidad ala Voluntad de Dios y seguir realmente aCristo, Sabiduría de Dios que nos salva(1 Cor 1,24). Comenta San Agustín:

«He aquí que nosotros lo hemos dejado todo yte hemos seguido... No dejaron grandes fortunas,puesto que eran pobres; pero se puede decir quehan dejado grandes riquezas quienes han vencidotodos sus deseos... Los apóstoles abandonarontodo lo que poseían... ¿Qué has dejado, oh Pe-dro? Una navichuela y una red... La pobreza to-tal, es decir, el pobre de todo, tiene pocas rique-zas, pero muchos deseos. Dios no se fija en loque tienen, sino en lo que desean. Se juzga lavoluntad que escruta invisiblemente el Invisible.Por tanto, todo lo dejaron, y hasta el mundo en-tero dejaron, puesto que cortaron todas sus es-peranzas en este mundo y siguieron a quien hizoel mundo y creyeron en sus promesas. Muchoshicieron esto mismo después de ellos... No sololos plebeyos, no solo los artesanos, los pobres,los necesitados, los de la clase media, sino tam-bién muchos ricos opulentos, senadores, e inclu-so mujeres de la más alta alcurnia social renuncia-ron a todas sus cosas...» (Sermón 301,A).

Seguir a Cristo exige elecciones radica-les, que excluyen todo compromiso y hade ser objeto de una gran reflexión pon-derada e iluminada por la fe y el amor.Solo así se puede explicar estar despega-do de todo.

Seguir realmente a Cristo no es hacerde Él una filosofía o un conjunto de con-vencionalismos piadosos. Exige una re-nuncia permanente a todo cuanto esté encontradicción con Cristo y su Evangelioen nuestra vida cotidiana.

LunesAños impares

–Colosenses 1,24-2,3: Pablo, ministrode la Iglesia, nombrado por Dios, paraanunciar el misterio de la salvación. Pero

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esto no lo hace sin dolor, contradiccionesy luchas. Todo esto es un instrumento vá-lido para hacer crecer a la Iglesia.

La afirmación de que en Cristo «estánencerrados todos los tesoros de la sabi-duría y de la ciencia» se fundamenta enque Cristo –Dios hecho hombre– es la en-carnación de la misma Sabiduría divina,pues la Sabiduría es uno de los nombresque se aplican en la Sagrada Escritura a lasegunda Persona de la Santísima Trini-dad. Por eso comenta San Atanasio:

«Dios, ya que no ha querido darse a conocer,como en tiempos anteriores, por la imagen y som-bra de sabiduría que aparece en las criaturas, sinoque determinó que la verdadera Sabiduría en per-sona se encarnara, se hiciera hombre y sufrieramuerte de cruz, para que en adelante pudieranlograr la salvación todos los fieles por la fe, queen la cruz tiene su punto de apoyo» (Sermón 2contra los arrianos).

Y San Jerónimo comenta:«Ese tesoro en el que están encerrados todos

los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col2,3) es la Palabra de Dios, que aparece encerradaen la carne de Cristo; o la Sagrada Escritura, en laque está guardada la noticia del Salvador. Cuandoalguno lo encuentra en ellas, debe despreciar to-das las ganancias de este siglo para poseer a Aquela quien encontró» (Comentario al Evangelio deSan Mateo 13,44).

–«De Dios nos viene la salvación y lagloria», dice el Salmo 61. Nuestra almadescansa en Dios porque Él es nuestraesperanza. Solo Él es nuestra Roca y sal-vación, nuestro Alcázar, por eso no vaci-laremos. Confiamos en Él, en Él desaho-gamos nuestro corazón, pues es nuestrorefugio. Cristo es nuestro modelo. No tuvouna vida fácil, vivió austeramente, traba-jó, fue incomprendido, abandonado, trai-cionado: vino a los suyos y los suyos nolo recibieron, lo rechazaron. Murió en unacruz... Se abandonó enteramente al Pa-dre. Este es también nuestro camino:abandono total en Dios.

Años pares–1 Corintios 5,1-8: Barred la levadura

vieja para ser una realidad nueva: Cris-to, nuestra víctima pascual ha sido inmo-lado. Esto significa que hemos de lucharcontra la maldad y la perversidad. San JuanCrisóstomo dice:

«El tiempo presente es, pues, un día de fiesta,porque, al decir : “celebremos la fiesta”, Pablo noañade: “porque la Pascua o Pentecostés está próxi-ma”. No, él señala que toda esta vida es un día defiesta para los cristianos, en razón de los bienesinefables que les han sido concedidos. En efecto,cristianos, ¿qué grandes bienes no habéis recibi-do de Dios. Por vosotros, Jesucristo se ha hechohombre; os ha librado de la condenación eterna,para llamaros a la posesión de su reino. Con estepensamiento, ¿podéis no estar en fiesta continuadurante los días de vuestra vida terrestre? Lejosde nosotros cualquier abatimiento por la pobre-za, la enfermedad o las persecuciones que nosagobian. La vida presente es, siguiendo al Após-tol, un tiempo de fiesta» (Homilía sobre I Cor5,1-8).

–Con el Salmo 5 vemos que, no obs-tante las tribulaciones de este mundo, elcristiano tiene una felicidad grande en lointerior de su alma, pues tiene fe en laprotección del Señor, a quien acude congran confianza. Son bien elocuentes es-tas expresiones: «escucha, atiende, hazcaso, a ti te suplico, te expongo mi cau-sa». El justo tiene acceso a la intimidadcon Dios, entra en el santuario divino conel humilde reconocimiento de la gran bon-dad de Dios. Cada día celebra la Eucaris-tía, que es siempre una gran fiesta; «Guía-me, Señor, con tu justicia. Tú no eres unDios que ame la maldad... que se alegrenlos que se acogen a Ti, con júbilo eternoprotégelos, para que se llenen de gozo losque aman tu nombre». Un júbilo eternoes, o debe ser, la celebración de la sagra-da Eucaristía.

–Lucas 6,6-11: Estaban al acecho paraver si curaba en sábado. Los enemigos

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de Cristo lo espían para tener algo conqué atacarlo, pero Él los desbarata. Lagloria de Dios está servida en primer lu-gar por su bondad para con los infelices.Liberar a un pobre de las cadenas del males una consecuencia que siempre hemosde sacar de la santificación del Domingoy de los días de fiesta. Oigamos a San Am-brosio:

«Con esta ocasión Cristo arguye a los judíosque, por sus falsas interpretaciones, violaban lospreceptos de la Ley, juzgando que estaba prohi-bido en sábado realizar incluso obras buenas, yaque la Ley, prefigurando en el presente la fisono-mía del futuro, prohibía las obras malas, no lasbuenas. Pues, si se ha de descansar de las obrasde este mundo, sin embargo, no es un acto vacíode buenas obras descansar en la alabanza del Se-ñor.

«Has oído las palabras del Señor, que dice:“Extiende la mano”. He aquí el remedio común ygeneral. Y tú, que crees tener la mano sana, cuída-te de que la avaricia y el sacrilegio no la contrai-gan. Extiéndela con frecuencia: extiéndela haciaese pobre que implora; extiéndela para ayudar alprójimo, para llevar socorro a la viuda, para arran-car de la injusticia al que tienes sometido a unavejación inicua; extiéndela hacia Dios por tus pe-cados. Así es como se extiende la mano, así escomo se cura» (Tratado sobre el Evangelio deSan Lucas lib. V,39-40).

MartesAños impares

–Colosenses 2,6-15: Dios nos perdonalos pecados y nos dio su vida divina porCristo. Las falsas doctrinas pululabantambién en los comienzos de la Iglesia.San Pablo sale al paso de ellas para refu-tarlas. Esto no es superioridad sobre losdemás, sino servicio en el orden de la com-prensión de las cosas y de las personas,como lo hizo el mismo Cristo. San Agus-tín enseña:

«Cristo significó con su resurrección nuestranueva vida, que renacía de la antigua muerte, porla cual estábamos sumergidos en el pecado. Estoes lo que realiza en nosotros el gran sacramento

del Bautismo: que todos los que reciben esta gra-cia mueran al pecado... y que renazcan a la nuevavida» (Enchiridion 41-42).

Y San Juan Crisóstomo:«Los ha borrado, no tachado; pero tan bien

borrados que no queda en nuestra alma ningunatraza de ellos. Los ha abolido por completo, losha clavado en la cruz... Nosotros éramos culpa-bles y merecedores de los castigos más rigurosos¡pues todos nosotros estábamos en el pecado!¿Qué hizo entonces el Hijo de Dios? Por su muer-te en la cruz borra nuestras manchas y nos eximedel castigo merecido por ellas. Él toma el pliegode nuestros cargos, lo clava en la cruz por mediode su persona y lo destroza» (Homilía sobre laCarta a los Colosenses 2,13-14).

–Con el Salmo 144 cantamos: «El Se-ñor es bueno con todos. Te ensalzaré,Dios mío, mi Rey, bendeciré tu nombrepor siempre jamás. Día tras día te bende-ciré y alabaré tu nombre por siempre ja-más. El Señor es clemente y misericor-dioso, lento a la cólera y rico en piedad,El Señor es bueno con todos, es cariñosocon todas sus criaturas». Por eso desea-mos que todas las criaturas den gracias alSeñor, que lo bendigan sus fieles; que pro-clamen la gloria de su reinado, que hablende sus hazañas. Si esto se decía en el An-tiguo Testamento, ahora tenemos más ra-zón para ello, por las inmensas maravillasque el Señor ha obrado y obra en su Igle-sia.

Años pares–1 Corintios 6,1-11: Paz entre todos. Si

surge un pleito, se debe proceder conmoderación, y tratando de resolverlo en-tre cristianos. El Evangelio dignifica la leyhumana, que puede ser justa. El mismoSan Pablo apeló al tribunal romano: «soyciudadano de Roma». Pero los corintios,como señala San Juan Crisóstomo, dis-putaban y pleiteaban entre sí. Contrariabanel Evangelio con muchas transgresiones:

«Una, no poder soportar pacientemente unainjuria; otra, ser autor de una ofensa; despuésbuscar árbitros para este altercado; por último,

23ª Semana del Tiempo Ordinario

58 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

usar tales procedimientos con un cristiano, suhermano en la fe» (Homilía sobre I Cor 6,7-8).

En el cristianismo la ley humana y civilpuede adquirir otra dimensión, otra supe-ración. Son muchas las veces en que laIglesia se ha visto obligada a censurar lasdiversas legislaciones de los pueblos. Ellaes la que determina el sentido de la leynatural. Da luego San Pablo una lista depecados que son inadmisibles entre cris-tianos. Con ellos no podrán heredar el Rei-no de Dios. Dice San Agustín:

«Habrá, pues, un cielo nuevo y una tierra nue-va que habitarán los justos, donde no habrá nin-gún impío, ni un malvado, ni un perverso. Quiense encuentre entre estos últimos, piense donde legustaría habitar, mientras le queda tiempo paracambiar» (Sermón 161,3).

–El Señor ama a su pueblo. Por eso can-tamos con el Salmo 149 al Señor un cán-tico nuevo, que resuena su alabanza en laasamblea de los fieles... Él nos ha dadouna ley santa para librarnos de toda la es-clavitud del pecado. «Alabemos su nom-bre con danzas, cantémosle con tambo-res y cítaras. Él adorna con la victoria alos humildes. Festejemos su gloria. Can-temos jubilosos en común, con vítores aDios en la boca. Esto es un gran honorpara sus fieles».

–Lucas 6,12-19: Pasó la noche en ora-ción. Luego escogió a sus apóstoles. Esimpresionante las veces que los Evange-lios nos narran la oración de Jesucristo.Era un coloquio sin igual con el Padre enunión con el Espíritu Santo. Comenta SanAmbrosio:

«Pasó la noche orando. Te da un ejemplo, tetraza el modelo que has de imitar. ¿Qué es nece-sario que tú hagas por tu salvación, cuando Cris-to pasa la noche en oración? ¿Qué debes hacer tú,cuando quieres realizar un deber piadoso, si Cris-to, al enviar a los apóstoles, ha orado y ha oradosolo? En ninguna parte encuentro, si no me equi-voco, que Él haya orado con los apóstoles; siem-pre ora solo; pues los augurios humanos no pue-den captar el plan de Dios, y nadie puede tener

parte en el pensamiento íntimo de Cristo. ¿Quie-res saber que no ha orado por sí, sino por mí?

«Llamó a sus discípulos y escogió a doce deellos, para enviarlos, sembradores de la fe, parapropagar el auxilio de la salvación de los hombrespor todo el universo. Advierte al mismo tiempoel plan celestial: no son los sabios, ni los ricos, nilos nobles, sino pecadores y publicanos los queÉl ha escogido para enviarlos, para que no pare-ciese que habían sido manejados por la habilidad,redimidos por la riqueza, atraidos por el presti-gio del poder y de la nobleza; para que prevale-ciese la verdad en sí misma y no el encanto deldiscurso. También Judas fue elegido, no por im-prudencia, sino por providencia.

«¡Qué grande es la verdad, que ni siquiera ladesvirtúa el ministro enemigo! ¡Qué grandeza decarácter del Señor, que ha querido más bien com-prometer a nuestros ojos su juicio, que no suamor! Había aceptado la fragilidad del hombre yni siquiera rehusó este aspecto de dicha fragili-dad. Él ha querido el abandono, ha querido latraición de un apóstol, para que tú, si un compa-ñero te abandona, si un compañero te traiciona,tomes con calma el error de tu juicio, el derrochede tu beneficio» (Tratado sobre el Evangelio deSan Lucas lib. V,43-45).

MiércolesAños impares

–Colosenses 3,1-11: Hemos muerto conCristo. Hemos resucitado con Él. Busque-mos los bienes de allá arriba, donde estáCristo. No los de la tierra. Hemos sido re-novados por el bautismo. Buscamos lo ab-soluto, no lo de vida precaria. A esto nosinduce el creer en la presencia en nuestravida de una persona: El Espíritu de Cris-to. Desde ese momento no dependemosmás que de la persona de Cristo que nosda vida.

La experiencia auténtica de la fe nos in-vita a descubrir que no se vive por unomismo, sino por Cristo que es nuestravida. Comenta San Agustín:

«Si vivimos bien hemos muerto y resucitado,quien en cambio aún no ha muerto ni ha resucita-do, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive; mue-

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re para no morir. ¿Qué significa muere para nomorir? Cambie para no ser condenado. Repito laspalabras del Apóstol: “Si habéis resucitado conCristo, saboread las cosas de arriba”... A quienaún no ha muerto, le digo que muera; a quien aúnvive mal, le digo que cambie. Si vivía mal, pero yano vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado»(Sermón 231,3ss).

–Con el Salmo 144 decimos, una vezmás: «El Señor es bueno con todos. Ben-digamos al Señor día tras día, alabemossu nombre por siempre jamás». Él nos hahecho morir al hombre viejo, al pecado, yresucitar con Cristo glorioso a una vidanueva. Grande es el Señor y merece todaalabanza, es incalculable su grandeza. Nosha llenado con sus gracias y dones. Quetodas las criaturas den gracias al Señor,que lo bendigan los fieles, que proclamenla gloria de su reinado, que hablen de suhazañas. Hemos sido salvados, ¿qué me-jor hazaña se podría explicar a los hom-bres? El reinado del Señor es un reinadoperpetuo, su gobierno va de edad en edad.

Años pares–1 Corintios 7,25-31: Sentido recto del

matrimonio y de la virginidad. En todocaso tener presente la fugacidad de estemundo. San Agustín predica:

«Cesen ya las fornicaciones. Sois templos deDios y el Espíritu de Dios habita en vosotros. Sialguno destruye el templo de Dios, Dios lo des-truirá a él. El matrimonio es cosa lícita, no bus-quéis más. No es tan grande el peso que se os haimpuesto. Mayor es el que pesa sobre las vírge-nes. Las vírgenes renunciaron a lo que les estabapermitido para agradar más a Aquél a quien seentregaron. Ambicionemos la belleza superior delcorazón... Respecto a las vírgenes, dice el Após-tol, no tengo precepto del Señor. Entonces, ¿porqué se comportan así? Pero les doy un consejo.Ellas, tan llenas de amor, a quienes parecieronviles las nupcias terrenas..., en tal grado acepta-ron el precepto, que no rechazaron el consejo,para agradar más, más se embellecieron» (Ser-món 161,11).

–Con el Salmo 44 decimos: «Escucha,hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo

y la casa paterna, prendado está el Rey detu belleza, póstrate ante Él que Él es tuSeñor»... El Señor ha escogido a las al-mas vírgenes con una vocación especial,con un amor más grande, esas almas co-rresponden también con ma-yor amor.Dejan todo por su Señor. En la aplicaciónde la Iglesia este Salmo es más que unSalmo mesiánico: la Iglesia lo aplica a laVirgen María y a todos aquellos que hanrenunciado a todo por el Reino de los cie-los. Es el canto también de la Iglesia, Es-posa virgen. Renuncian a todo por el Se-ñor y le obedecen sin reserva. Así encuen-tran la paz, pues no están divididos en suamor. También encuentran la alegría.

–Lucas 6,20-26: Bienaventuranzas ymaldiciones. Un programa de vida que he-mos de elegir libremente. Las bienaven-turanzas no son prometidas a los pobresporque sean pobres, y las maldiciones noconciernen a los ricos por ser ricos. Je-sús elogia a los primeros porque viven endos mundos a la vez: el presente y el es-catológico, y amenaza a los segundos quesólo viven en un mundo: el que arrastra alque lleva una vida confortable.

Satisfecho de lo que posee, el rico nobusca la profundidad de su ser y, por otraparte, nada le invita a hacerlo. Sobrevie-ne un cambio, como el que nosotros vi-vimos, y los ricos son llevados con elmundo, exteriorizando a veces su miedo,su desesperación, su odio y su rencor.

El pobre solo posee su soledad, pero sila vive con gran generosidad y entrega,esto mismo le lleva a las profundidadesde la fe, en donde percibe otro mundo.Solitario dentro de este orden, él es ricode la participación en este otro orden decuyas victorias y cuya proximidad él yaparticipa. Él es el revelador de este másallá que llega a través de suertes y des-gracias, éxitos y fracasos, victorias y trai-ciones.

23ª Semana del Tiempo Ordinario

60 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Con la venida de Cristo se dan virtual-mente todos los bienes, puesto que en Élhalla finalmente la bienaventuranza su rea-lización; y por Él se dará el Espíritu San-to, suma de todos los bienes. Solo el quehaya puesto a Cristo en el centro de sufe, puede oir sus bienaventuranzas y evi-tar sus maldiciones. Nos importa seguirdecididamente a Cristo con toda genero-sidad, con gran amor y entrega total.

JuevesAños impares

–Colosenses 3,12-17: Por encima de todoel amor, que es el ceñidor de la unidad con-sumada. Todo un programa de vida cris-tiana. Hemos de vivir una moral que seasigno de la soberanía de Cristo sobre lahumanidad. Santidad es en un aspecto se-paración, y en otro, consumación. Dioses el Todo Otro y al mismo tiempo se co-munica a las almas. Esto en el AntiguoTestamento y más aún en el Nuevo conCristo.

Las fuentes más inmediatas y autoriza-das en las que pueden encontrarse esaspalabras son los libros del Nuevo Testa-mento. San Juan Crisóstomo dice queesos escritos «son maestros que no deja-rán de instruirnos... Abrid estos libros.¡Qué tesoros de remedios tan eficaces!...Solo hace falta que pongáis vuestros ojossobre el libro, lo recorráis y retengáis bienlas sabias enseñanzas que os dan. La causade todos nuestros males viven de la igno-rancia que tenemos de los libros sagra-dos» (Homilía sobre la Carta a los Colo-senses 3,16).

–Alabamos a Dios, por los inmensos be-neficios que nos ha otorgado, con el Sal-mo 150: «Alabamos al Señor en su tem-plo, en su fuerte firmamento, por susobras magníficas, por su inmensa gran-deza, tocando trompetas, con arpas y cí-

taras, con tambores y danzas, con trom-pas y flautas, con platillos sonoros, conplatillos vibrantes. Que todos los seres ala-ben al Señor». Pero hemos de considerarque la melodía más agradable a Dios es lavida cristiana con toda su perfección po-sible, con el ejercicio de las virtudes, demodo especial con la virtud de la caridad,del amor para con Dios y para con todoslos hombres, que son hermanos nuestrosy formamos la gran familia de Dios. Siasí se hiciera se terminaría en el mundotoda clase de violencia.

Años pares–1 Corintios 8,1-7. 11-13: Si pecamos

contra los hermanos, turbando su concien-cia, pecamos contra Cristo. Procedamossin escandalizar a nadie. Comenta SanAgustín:

«¡Ojalá pudiesen pensar todos en un solo yúnico amor! Solo él vence todo y sin él nada valetodo lo demás, el que dondequiera que se halleatrae a todos hacia sí. Él es el que no envidia.¿Buscas la causa? Fíjate en lo que sigue: “No seinfla...” El primer vicio es la soberbia y luego laenvidia... Crezca, pues, el amor en vosotros y elalma se hace sólida, porque no se infla. La cien-cia, dice el Apóstol, infla... Amad, pues, la cien-cia, pero anteponedle el amor. La ciencia, si estásola, infla; mas como el amor edifica, no permiteque la ciencia infle» (Sermón 364,6).

–Con el Salmo 138 decimos: «Guíame,Señor, por el camino eterno. El Señor nossondea y nos conoce..., de lejos penetranuestros pensamientos, distingue nuestrocamino y nuestro descanso, todas nues-tras sendas le son familiares... Es Él quiennos ha creado. Démosle gracias, porquenos ha escogido portentosamente y susobras son admirables». Pidámosle con feque nos guíe por el camino eterno. EnDios vivimos, nos movemos y existimos(Hechos 17,28).

–Lucas 6,27-38: Sed compasivos comolo es Dios, nuestro Padre. El amor queCristo enseña es universal. De lo sagrado

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obtenemos mayor fuerza para amar conplena eficacia. San Clemente Romanoexhorta:

«Seamos, pues, humildes, hermanos, depo-niendo toda jactancia, ostentación, insensatez yarrebato de ira y cumplamos lo que está escrito.Dice, en efecto, el Espíritu Santo: “No se gloríe elsabio en su sabiduría, ni el fuerte en sufuerza...” (Jer 9,23-24; 1 Cor 1,31; 2 Cor 10,7).¿Y qué más, si tenemos presentes las palabrasdel Señor Jesús aquellas que habló enseñando labenignidad y la longanimidad? Dijo, en efecto, deesta manera: “compadeceos y seréis compadeci-dos, perdonad para que os perdonen a vosotros.De la misma manera que vosotros hiciereis, así sehará también con vosotros... Con la medida quemidiereis, se os medirá a vosotros” (Lc 6,31-38)»(Carta a los Corintios 13,1-2).

ViernesAños impares

–1 Timoteo 1,1-2.12-14: Humildad deSan Pablo en reconocer su actitud ante-rior a su conversión. Considera que Diostuvo compasión de él. Fue «un blasfemo,un perseguidor y un violento». Dios esnuestro único Salvador. San Juan Crisós-tomo dice:

«Sufrimos muchos males, pero tenemos gran-des esperanzas; estamos expuestos a peligros yasechanzas, pero tenemos un Salvador, que no esun hombre, sino Dios. A nuestro Salvador no lepueden faltar fuerzas, puesto que es Dios, y porgrandes que sean los peligros, los superamos»(Homilía sobre I Tim 1,1-2).

Los relatos sobre la vocación son laspáginas más impresionantes de la Sagra-da Escritura. La vocación es el llamamien-to que hace Dios al hombre que ha esco-gido para una misión especial en la histo-ria de la salvación. El caso de San Pabloes de grandísima importancia en la histo-ria de la Iglesia, pero sobre todo en aque-llos comienzos del cristianismo.

Es increíble que el gran perseguidor deCristo y de sus discípulos, se convirtieseen el más celoso apóstol del mismo, has-

ta llegar a confesar que no quiere saberotra cosa que a Cristo crucificado.

–El Salmo 15 nos ayuda a orar: «Túeres, Señor, mi heredad... El Señor es ellote de mi heredad y mi cáliz, mi suerteestá en su mano». Una vez conocida lallamada, el alma se entrega totalmente alSeñor y en Él confía: «Bendeciré al Se-ñor que me aconseja, hasta de noche meinstruye internamente. Tengo siempre pre-sente al Señor, con Él a mi derecha novacilaré. Me enseñarás el sendero de lavida, me saciarás de gozo en tu presen-cia, de alegría perpetua a tu derecha». ElSeñor eligió a San Pablo y, como dice SanAgustín: «De perseguidor se convirtió enpredicador y doctor de los gentiles... Porla gracia de Dios somos liberados de nues-tros pecados que nos tienen enfermos»(Sermón 278,1).

Años pares–1 Corintios 9,16-19,22-27: Me he he-

cho todo a todos para ganar a algunos.La libertad cristiana está al servicio de lacaridad. Así lo hizo San Pablo. El aparen-te relativismo del apóstol en algunos pro-blemas no es una política personal, sinoel signo mismo de su misión al serviciodel Señor, que le impone servir a cada unode los hombres adaptándose a todo lo quees bueno en ellos con el fin de que todoeso se convierta en piedra de toque delReino de Dios. Enseña San Juan Crisós-tomo:

«Nada hay más frío que un cristiano que no sepreocupe por la salvación de los demás... No di-gas: “no puedo ayudar a los demás”, pues si erescristiano de verdad es imposible que no lo pue-das hacer. Las propiedades de las cosas naturalesno se pueden negar: lo mismo sucede con estoque afirmamos, pues está en la naturaleza delcristiano obrar de esta forma. No ofendas a Dioscon una falsedad. Si dijeras que el sol no puedelucir, infliges una ofensa a Dios y lo haces menti-roso. Es más fácil que el sol no luzca ni calienteque no que deje de dar luz un cristiano; más fácil

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que esto, sería que la luz fuese tinieblas. No digasque es una cosa imposible; lo imposible es locontrario... Si ordenamos bien nuestra conducta,todo lo demás seguirá como consecuencia natu-ral. No puede ocultarse la luz de los cristianos,no puede ocultarse una lámpara tan brillante»(Homilía sobre los Hechos 2).

–Nuestro premio es la eternidad, la mo-rada de Dios. Por eso con el Salmo 83decimos gozosos: «¡Qué deseables sontus moradas, Señor de los ejércitos! Mialma se consume y anhela los atrios delSeñor, mi corazón y mi carne retozan porel Dios vivo... Dichosos los que viven entu casa, alabándote siempre... Dichososlos que encuentran en ti su fuerza, al pre-parar su peregrinación. Porque el Señores sol y escudo. Él da la gracia y la gloria.El Señor no niega sus bienes a los de con-ducta intachable».

–Lucas 6,39-42: Un ciego no puedeguiar a otro ciego. Relación entre el dis-cípulo y el maestro, entre la paja y la viga.No juzguéis y no seréis juzgados. Una ma-nifestación de humildad es evitar el juicionegativo sobre los demás. Si nos cono-cemos a nosotros mismos evitaremos eljuzgar a los demás. San Agustín tiene unafrase genial:

«Procurad adquirir las virtudes que creéis fal-tan a vuestros hermanos y ya no veréis sus de-fectos, porque no los tendréis vosotros» (Co-mentario al Salmo 30).

Dios, que conoce las verdaderas raícesdel actuar humano es quien verdaderamen-te comprende, justifica y perdona. San Ber-nardo dice:

«Aunque viereis algo malo, no juzguéis al ins-tante a vuestro prójimo, sino más bien excusadleen vuestro interior. Excusad la intención si nopodéis excusad la acción. Pensad que lo habráhecho por ignorancia, o por sorpresa, o por des-gracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disi-mularla, aun entonces creedlo así y decid paravuestro interior: la tentación habrá sido muy fuer-te» (Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares).

SábadoAños impares

–1 Timoteo 1,15-17: Vino para salvara los pecadores. San Pablo se considerael primero de ellos. Comenta San Agustín:

«Se había extraviado el hombre por sulibre albedrío; vino el Dios hombre por sugracia liberadora. ¿Quieres saber lo quevale para el mal el libre albedrío? Centratu atención en el hombre pecador. ¿Quie-res saber lo que vale el auxilio del Dioshombre? Considera la gracia liberadoraque hay en Él. En ningún lugar se pudomanifestar y expresar más claramente queen el primer hombre el poder real de lavoluntad humana usurpada por la sober-bia, para evitar el mal sin la ayuda de Dios.He aquí que pereció el primer hombre;pero, ¿dónde estaría si no hubiera venidoel segundo? Porque era hombre aquél eshombre también éste... Con toda seguri-dad, en ningún lado aparece la benignidadde la gracia y la libertad de la omnipoten-cia de Dios como en el hombre mediadorentre Dios y los hombres, el hombre Cris-to Jesús» (Sermón 174,2).

–Con esta consideración de nuestra li-beración del pecado, cantamos al Señor,llenos de alegría, con el Salmo 112: «Ben-dito sea el nombre del Señor por siem-pre... Alabemos el nombre del Señor. Des-de la salida del sol hasta el ocaso alabadosea el nombre del Señor. El Señor se ele-va sobre todos los pueblos, su gloria so-bre el cielo. ¿Quién como el Señor, Diosnuestro, que se abaja para mirar al cielo ya la tierra? Levanta del polvo al desvalido,alza de la basura al pobre». En realidaddesvalidos y sentados en la basura está-bamos nosotros por el pecado y nos alzóa la vida de la gracia y nos hizo coherede-ros suyos de la gloria.

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Años pares–1 Corintios 10,14-22: Todos formamos

el Cuerpo místico de Cristo por la graciay nos alimentamos del Pan de la Eucaris-tía. Unidad en la Iglesia. Comenta SanAgustín:

«Este pan que vosotros veis sobre el altar, san-tificado por la palabra de Dios, es el Cuerpo deCristo. Este cáliz, mejor, lo que contiene el cáliz,santificado por la palabra de Dios, es la Sangre deCristo. Por medio de estas cosas quiso el Señordejarnos su Cuerpo y su Sangre, que derramópara remisión de nuestros pecados. Si lo habéisrecibido dignamente, vosotros sois eso mismoque habéis recibido. Dice en efecto el Apóstol:“nosotros somos un sólo cuerpo”... En este Panse os indica cómo habéis de amar la unidad» (Ser-món 227,1).

Y San Juan Crisóstomo:«¿Qué es en realidad el Pan? El Cuerpo de Cris-

to. ¿Qué se hacen los que comulgan? Cuerpo deCristo» (Homilía sobre I Cor 10,16-17).

–Con el Salmo 115, decimos, una vezmás: «Te ofreceré, Señor, un sacrificiode alabanza. ¿Cómo pagaré al Señor todoel bien que me ha hecho? Alzaré el cálizde la salvación invocando su nombre».En la Santa Misa damos al Señor las gra-cias más eficaces que podíamos dar. Ne-cesariamente agrada al Señor, pues es lareactualización sacramental del sacrificiode Cristo en la cruz. Esto satisface plena-mente al Señor. Por eso hemos de parti-cipar siempre en la celebración eucarísticacon toda nuestra alma.

–Lucas 6,43-49: No solo en decir: Se-ñor, Señor, entrará en el Reino de los cie-los, sino el que hace la voluntad de miPadre que está en los cielos» (Mt 7,21).Oigamos a San Juan Crisóstomo:

«Si no me hubiera retenido el amor que os ten-go, no hubiera esperado hasta mañana para mar-charme. En toda ocasión yo digo al Señor: Señor,hágase tu voluntad, no lo que quiera éste o aquél,sino lo que Tú quieres que se haga. Éste es mi

alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mibáculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, quese haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gra-cias. En cualquier lugar donde me mande le doygracias también» (Homilía antes del exilio 1-3).

«Esforcémonos en guardar sus mandamientos,para que su Voluntad sea nuestra alegría» (Cartade Bernabé 2).

23ª Semana del Tiempo Ordinario

64 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Semana 24

DomingoEntrada: «Señor, da la paz a los que

esperan en ti y deja bien a tus profetas;escucha la súplica de tu siervo y la de tupueblo Israel» (Eclo 36,18).

Colecta (del Veronense): «¡Oh Dios,creador y dueño de todas las cosas, mí-ranos; y, para que sintamos el efecto detu amor, concédenos servirte de todo co-razón».

Ofertorio (del Misal anterior y antes delGelasiano y Gregoriano): «Sé propicio anuestras súplicas, Señor, y recibe con bon-dad las ofrendas de tus siervos, para quela oblación que ofrece cada uno en honorde tu nombre sirva para la salvación detodos».

Comunión: «¡Qué inapreciable es tumisericordia, oh Dios! Los humanos seacogen a la sombra de tus alas» (Sal 35,8).O bien: «El cáliz de nuestra acción de gra-cias nos une a todos en la sangre de Cris-to; el pan que partimos nos une a todosen el cuerpo de Cristo» (1 Cor 10,16).

Postcomunión (del Misal anterior y an-tes del Gelasiano y Gregoriano): «La ac-ción de este sacramento, Señor, penetreen nuestro cuerpo y nuestro espíritu, paraque sea su fuerza, no nuestro sentimien-to, quien mueva nuestra vida».

CICLO ALa primera y tercera lecturas nos ha-

blan del perdón de los pecados. En la se-gunda San Pablo desea que no vivamospara nosotros mismos, sino para el Se-ñor.

En la Iglesia, comunidad de redimidosy reconciliados con el Padre en el Cora-zón de su Hijo muy amado, se nos garan-tiza el perdón divino y se nos impone amo-rosamente el perdón recíproco entre to-dos. Nada más exigente para la genuinaconvivencia cristiana en el Misterio de laIglesia, que el acontecimiento mismo denuestra Pascua: nuestra reconciliación conDios y con los hermanos.

–Eclesiástico 27,33–28,9: Perdona laofensa a tu prójimo y se te perdonaránlos pecados cuando lo pidas. Ya la reve-lación profética del Antiguo Testamentopreparaba el mandato divino del perdónde las injurias, como una expresión de lahumilde y perpetua necesidad que tam-bién nosotros tenemos del perdón divino.

Es evidente que quien no quiere perdo-nar no puede presentarse ante nadie paraser perdonado y, menos ante Dios. Noestá en buenas disposiciones de alma paraobtener el perdón. Con la medida con quemedimos seremos medidos. Para este per-dón mutuo necesitamos estar despojadosde nuestro amor propio, que es el granenemigo de nuestra felicidad, de nuestrapaz, de nuestra santidad. Sólo con amordivino podemos amar al prójimo comoDios quiere. Ante todo y sobre todo ab-negación propia. Esto es lo que prepara elcamino que nos lleva a la reconciliacióncon Dios y con los hermanos, que sontodos los hombres.

–Bien nos lo muestra el Salmo 102: «ElSeñor es compasivo y misericordioso, len-to a la ira y rico en clemencia... Él perdo-

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na todas nuestras culpas y cura nuestrasenfermedades, rescata nuestra vida de lafosa y nos colma de gracia y de ternura.No está siempre acusando, ni guarda ren-cor perpetuo. No nos trata como mere-cen nuestros pecados ni nos paga segúnnuestra culpas. Como se levanta el cielosobre la tierra se levanta su bondad sobresus fieles; como dista el oriente del ocasoasí aleja de nosotros nuestros delitos».Nosotros, dentro de nuestras limitaciones,hemos de hacer lo mismo con los que nosofenden. Así estaremos dispuestos parabendecir al Señor con todo nuestro ser yno olvidar sus beneficios».

–Romanos 14,7-9: En la vida y en lamuerte somos del Señor. Porque hemossido perdonados para Cristo y redimidospor su amor, el perdón fraterno es, entrenosotros, una exigencia de nuestra perte-nencia a Cristo, el Señor. El vivir y morirpara el Señor tiene habitualmente un sen-tido sacrificial, cultual. El cristiano estáinvitado a renunciarse a sí mismo, a lapropia afirmación, exaltación y gloria paraafirmar con toda su vida el dominio deDios. Comenta San Cirilo de Alejandría:

«Se ha dicho que Cristo tuvo hambre, que so-portó la fatiga de largas caminatas, la ansiedad, elterror, la tristeza, la agonía y la muerte en la cruz.Sin ser presionado por nadie, por sí mismo haentregado su propia alma por nosotros, para serSeñor de vivos y muertos (Rom 14,9). Con supropia carne ha pagado un rescate justo por lacarne de todos, con su alma ha llevado a cabo laredención de todas las almas, aunque si Él havuelto a tomar su vida, es porque, como Dios, Éles viviente por naturaleza» (Sobre la Encarna-ción del Unigénito 4).

–Mateo 18,21-35: «Perdonar hasta se-tenta veces siete», esto es, siempre. ElEvangelio nos exige un corazón perdona-do por el Padre y hecho a descubrir a Diosy perdonar a todos, incluso a los propiosenemigos. Se terminó con el Evangelio laley del talión: ojo por ojo y diente por dien-te. San Juan Crisóstomo dice:

«De modo que no encerró el Señor el perdón enun número determinado, sino que dio a entenderque hay que perdonar continuamente y siempre.Esto por lo menos declaró por la parábola puestaseguidamente. No quería que nadie pensara queera algo extraordinario y pesado lo que Él manda-ba de perdonar hasta setenta veces siete. De ahíañadir esta parábola con la que intenta justamen-te llevarnos al cumplimiento de su mandato, re-primir un poco de orgullo de Pedro y demostrarque el perdón no es cosa difícil, sino extraordina-riamente fácil.

«En ella nos puso delante un propia benigni-dad a fin de que nos demos cuenta, por contraste,de que, aun cuando perdonemos setenta vecessiete, aun cuando perdonemos continuamente to-dos los pecados absolutamente de nuestro próji-mo, nuestra misericordia al lado de la suya, escomo una gota de agua junto al océano infinito.O, por mejor decir, mucho más atrás se quedanuestra misericordia junto a la bondad infinita deDios, de la que, por otra parte, nos hallamos ne-cesitados, puesto que tenemos que ser juzgadosy rendirle cuenta» (Homilía 61,1, sobre SanMateo).

CICLO B

Las lecturas primera y tercera nos evo-can la pasión del Señor. Santiago, en lasegunda lectura, nos enseña que la fe hade ser autenticada con las obras. El anun-cio hecho por Jesús de su propia Pasiónevoca en nuestra fe el misterio de la Cruz,como clave de nuestra autenticidad cris-tiana. Esto nos recuerda que la ley de laCruz es ley fundamental en la obra deCristo, y, por lo mismo, debe serlo paratodos nosotros: «Los que son de Cristose conocen en que tienen crucificados suscuerpos con sus vicios y concupiscen-cias» (Gal 4,24).

–Isaías 50,5-9: Ofrecí la espalda a losque me golpeaban. El tercer canto del pro-feta Isaías sobre el Siervo de Dios nostraza ya la semblanza victimal del Corde-ro Redentor: absoluta docilidad obediencialal Padre y signo de contradicción (Lc 2,34)entre los hombres.

24ª Semana del Tiempo Ordinario

66 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Se subraya de modo especial en estepasaje de Isaías la suma confianza del Sier-vo en el Señor, no obstante los sufrimien-tos y las humillaciones inauditas. Ha cum-plido su misión de portavoz de Dios conuna firmísima y con una constancia in-flexible. No podemos prescindir de Cris-to en la lectura de este pasaje bíblico. Élsufrió al máximo los tormentos del Sier-vo y nadie como Él estuvo unido a la vo-luntad del Padre. Enseña San GregorioNacianceno:

«Sobre todos los demás el Salvador y Señor detodos, que no solo se anonadó tomando forma desiervo (Flp 2,6) y ofreció su rostro a los salivazosy a las bofetadas, y fue contado entre los delin-cuentes (Is 50,6:53,12); que se ofreció en expia-ción por las manchas de los pecados y lavó, enhábito de esclavo, los pies de sus discípulos (Jn13,4-5)... Y para terminar brevemente: bella es lacontemplación y hermosa asimismo la acción;aquélla, subiendo hasta el Santo de los Santos,luchando y consagrando nuestra alma a aquellopara lo que está creada; ésta recibiendo a Cristo,sirviéndole y mostrando el amor con las obras»(Sermón 14,2-4).

–Con el Salmo 114 decimos: «Camina-ré en presencia del Señor en el país de lavida. Amo al Señor porque me escucha,porque inclina su oído hacia mí. Me en-volvían olas mortales, me alcanzaron loslazos del abismo, caí en tristeza y en an-gustia... Pero el Señor arrancó mi almade la muerte, mis ojos de las lágrimas,mis pies de la caída».

–Santiago 2,14-18: La fe, si no tieneobras, está muerta. Para el cristiano, laautenticidad de su fe se mide por su amorsacrificado, que se hace palpable en lasobras de amor a Dios y al prójimo. Siem-pre será necesario inculcar una vida san-ta con la práctica de las virtudes, espe-cialmente de la caridad, de lo contrariono tenemos más que una fe muerta. LosSantos Padres han insistido mucho en estoy, en general, toda la vida de la Iglesia.Así San Agustín dice que:

«Deben basarse todas tus obras en la fe, por-que ‘‘el justo vive de la fe’’ y ‘‘la fe obra por elamor’’. Que tus obras tengan por fundamento lafe, porque creyendo en Dios te harás fiel» (Co-mentario al Salmo 32).

Y San Juan Crisóstomo explica:«Mira que ni siquiera le pregunta el Señor [a

Bartimeo] si tiene fe, como solía hacer otras ve-ces, pues sus gritos y su abrirse paso entre lagente ponía bien de manifiesto su fe a los ojos detodos» (Homilía 66 sobre San Mateo).

También San Gregorio Magno dice:«Ni la fe sirve sin obras, ni las obras sin fe, a no

ser que se hagan para alcanzar la fe, como Cornelio,que antes de ser creyente mereció ser oído porsus buenas obras» (Homilía 1 sobre Ezequiel).

«No cree verdaderamente sino quien, en su ho-gar, pone en práctica lo que cree. Por eso, a pro-pósito de aquéllos que de la fe no poseen más quepalabras, dice San Pablo: “profesan conocer aDios, pero le niegan con las obras”» (Homilía 26sobre los Evangelios).

Y San Jerónimo:«¿De qué sirve invocar con la voz a quien nie-

gas con las obras?» (Homilía sobre los Evange-lios).

–Marcos 8,27-35: Tú eres el Mesías...El Hijo del hombre tiene que padecermucho. Pese a la incomprensión de lospropios discípulos, Cristo Jesús procla-mó la ley de la Cruz, necesaria para Él ytambién para los que le quieran seguir.

Es ciertamente una lección dura, peropropuesta con toda claridad por el mismoJesucristo. Los Evangelistas cuando es-cribían los Evangelios estaban viendo quelas palabras del Señor se cumplían en mu-chos cristianos contemporáneos suyos,probados incluso con la persecución. Diosha realizado la salvación del mundo en elanonadamiento de su propio Hijo, con unamuerte en la cruz. Comenta San Agustín:

«El hombre se perdió por primera vez a causadel amor a sí mismo. Pues, si no se hubiese ama-do, hubiera antepuesto a Dios a sí mismo, hubie-ra estado siempre sometido a Dios; no se hubierainclinado a hacer su propia voluntad descuidan-

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do la de Él. Amarse uno a sí mismo no es otracosa que querer hacer la propia voluntad. Antepónla voluntad de Dios; aprende a amarte, no amán-dote» (Sermón 96,2).

CICLO CLas lecturas primera y tercera nos re-

fieren la misericordia del Señor con res-pecto al pecador arrepentido. San Pabloen la segunda lectura se presenta como elpecador perdonado, el perseguidor con-vertido. Se insiste en la necesidad de laconversión, tanto más necesaria cuantomayor es el peligro cotidiano de ser infie-les al designio divino, de identificarnoscada vez más con su Hijo muy amado(Rom 8,29).

Solo con una actitud constante de re-novación en Cristo conseguiremos man-tener la aptitud para participar en la he-rencia de los santos en la Luz (Col 1,12),para la que el Señor nos ha destinado.

–Éxodo 32,7-11.13-14: El Señor searrepintió de la amenaza que había pro-nunciado. Dios mantiene siempre la Alian-za de la salvación. Aunque se rompa lafidelidad por parte del hombre o del pue-blo elegido, no se rompe el proceso de lamisericordia divina, abierta siempre al per-dón para el arrepentido. Se dice en la Cartade Bernabé (4,6-8):

«... No os asemejéis a ciertos hombres que nohacen sino amontonar pecados, diciéndoos que laalianza es tanto de ellos como vuestra. Porque esnuestra, pero aquéllos, después de haberla recibi-do de Moisés, la perdieron absolutamente... Vol-viéndose a los ídolos la destruyeron, pues dice elSeñor: Moisés, Moisés, baja a toda prisa, porquemi pueblo, a quien saqué yo de Egipto, ha pre-varicado (Ex 32,7; 3,4; Dt 9,12). Y cuando Moi-sés lo comprobó, arrojó de sus manos las dostablas, y se rompió su alianza, para que la de suamado Jesucristo fuera sellada en nuestro cora-zón con la esperanza de la fe en Él».

–Con el estribillo del arrepentimiento delhijo pródigo: «Me pondré en camino,

adonde está mi padre» se dicen algunosversos del Salmo 50: «Misericordia, Diosmío, por tu bondad, por tu inmensa com-pasión borra mi culpa, lava del todo midelito, limpia mi pecado... Oh Dios, creaen mí un corazón puro... un corazón que-brantado y humillado Tú no lo desprecias».

–1 Timoteo 1,12-17: Jesús vino parasalvar a los pecadores. Para el verdaderoconvertido a Cristo, como Pablo, su pe-cado y toda su vida pasada en la infideli-dad le sirven de aguijón para intensificarsu amor a Cristo y su ansiedad insobor-nable por la santidad. San Pablo evoca elmomento más decisivo de su vida, cuan-do de obstinado enemigo de Cristo y delos cristianos, vino a ser su seguidor yapasionado Apóstol. Ha sido una acciónespléndida de la gracia divina. San Agustínha comentado con frecuencia este pasajepaulino:

«Cuando el Apóstol Pablo perseguía a los cris-tianos, arrestándolos dondequiera que los hallare,presentándolos a los sacerdotes para que los oye-ran en tribunal y los castigasen, ¿qué pensáis quehacía la Iglesia? ¿Oraba por él o contra él? LaIglesia que había aprendido la lección de su Se-ñor, quien pendiente de la Cruz dijo: “Padre, per-dónalos porque no saben lo que hacen”, pedíaeso mismo para Pablo, mejor, para Saulo en aquelentonces, a fin de que tuviera lugar en él lo queefectivamente realizó» (Sermón 56,3).

–Lucas 15,1-32: Habrá alegría en elcielo por un pecador que se convierta.Ante el misterio del Corazón Redentor deCristo, todo hombre es siempre recupe-rable para la salvación y la santidad. LaIglesia muestra muchos ejemplos de estoy es una consoladora revelación que nosgarantiza toda la historia de la salvación.San Ambrosio escribe:

«Un poco más arriba has aprendido cómo esnecesario desterrar la negligencia, evitar la arro-gancia, y también adquirir la devoción y a no aentregarte a los quehaceres de este mundo, ni an-teponer los bienes caducos a los que no tienenfin; pero, puesto que la fragilidad humana no puede

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68 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

conservarse en línea recta en medio de un mundotan corrompido, ese buen médico te ha propor-cionado los remedios, aun contra el error, y esejuez misericordioso te ha ofrecido la esperanzadel perdón. Y así, no sin razón, San Lucas ha na-rrado por orden tres parábolas: la de la oveja per-dida y hallada después, la de la dracma que sehabía extraviado y fue encontrada, y el hijo quese había muerto y volvió a la vida; y todo estopara que aleccionados con este triple remedio,podamos curar nuestras heridas, pues “una cuer-da triple no se rompe” (Eclo 4,12).

«¿Quién es este padre, ese pastor y esa mujer?¿Acaso representan a Dios Padre, a Cristo y laIglesia? Cristo te lleva sobre sus hombros, te buscala Iglesia y te recibe el Padre. Uno porque esPastor, no cesa de llevarte; la otra, como madre,sin cesar te busca y el Padre te vuelve a vestir. Elprimero por obra de misericordia; la segunda cui-dándote, y el tercero, reconciliándote con Él. Acada uno de ellos le cuadra perfectamente una deesas cualidades: El Redentor viene a salvar, laIglesia asiste y el Padre reconcilia. En todo actuardivino está presente la misma misericordia, aun-que la gracia varíe según nuestros méritos. El Pas-tor llama a la oveja cansada, es hallada la dracmaque se había perdido, y el hijo, por sus propiospasos, vuelve al Padre y vuelve arrepentido delerror que le acusa sin cesar» (Tratado sobre elEvangelio de San Lucas lib. VII, 207-208).

LunesAños impares

–1 Timoteo 2,1-8: Pedid por todos loshombres a Dios, que quiere que todos loshombres se salven. Oración en la asam-blea litúrgica: Orar por todos. Cristo es elMediador. Representar a la humanidad anteDios, mostrarse solidario de ella ante Él;estas son las condiciones esenciales de laoración cristiana. Cristo ha sido el prime-ro en asumirlas, pues se ofreció por to-dos en la cruz. San Clemente Romano nosha dejado en el siglo I un bello testimoniode la oración por los gobernantes:

«Danos ser obedientes a tu omnipotente y san-tísimo nombre y a nuestros príncipes y gober-nantes sobre la tierra... Dales, Señor, salud, paz,concordia y constancia, para que sin tropiezo

ejerzan la potestad que por Ti les fue dada... En-dereza Tú, Señor, sus consejos conforme a lobueno y acepto en tu presencia, para que ejerci-tando en paz y mansedumbre y piadosamente lapotestad que por Ti les fue dada, alcancen de Timisericordia» (Carta a los Corintios I,60-61).

Comenta San Agustín:«San Pablo mandaba rezar por los reyes cuan-

do éstos perseguían a la Iglesia. Pero a los queentonces perseguían mientras oraban por ellos,ahora los defiende después de haber sido escu-chado en beneficios de ellos» (Sermón 149,17).

–Sigue la misma idea en el Salmo 27:«Bendito el Señor que escuchó mi voz su-plicante. Escucha mi voz suplicante cuan-do te pido auxilio, cuando alzo las manoshacia tu santuario. El Señor es nuestrafuerza y nuestro escudo, en Él hemos deconfiar pues nos socorre, por eso hemosde alegrarnos y cantarle agradecido. Éles nuestro Pastor y nuestro guía, nuestroapoyo y salvación». San Juan Crisóstomodice:

«La oración es luz del alma, verdadero conoci-miento de Dios, mediadora entre Dios y los hom-bres. Por ella, nuestro espíritu, elevado hasta elcielo, abraza a Dios con abrazos inefables; porella, nuestro espíritu espera el cumplimiento desus propios anhelos y recibe unos bienes quesuperan lo natural y visible» (Homilía 6 sobre laoración).

Años pares –1 Corintios 11,17-26: Evitar las di-

visiones. Amar y fomentar la unidad cuyosímbolo y eficacia es la Eucaristía. SanPablo recuerda la tradición apostólica so-bre la sinaxis eucarística. La perspectivade Pablo es la de la significación de laasamblea litúrgica: ésta es símbolo de lareunión de todos los hombres en el Reinoy en el Cuerpo de Cristo. Una asambleadividida no puede dar testimonio de estaunión y viene a ser un contrasigno. Co-menta San Agustín:

«Recibid, pues el Cuerpo de Cristo, transfor-mados ya vosotros mismos en miembros de Cris-to, en el Cuerpo de Cristo; recibid y bebed la

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Sangre de Cristo. No os desvinculéis, corred alvínculo que os une; no os estiméis en poco, be-bed vuestro precio... Si recibís santamente estesacramento que pertenece al Nuevo Testamentoy os da motivos para esperar la herencia eterna,si guardáis el mandamiento nuevo de amaros unosa otros, tendréis vida en vosotros, pues recibísaquella carne de la que dice la Vida misma: «el panque yo os daré es mi carne para la vida del mun-do» y «Quien no come mi carne y bebe mi sangre,no tendrá vida en Mí» (Sermón 228,B,3).

–Cantamos con el Salmo 39 la fraseque repetimos en la liturgia eucarística:«Proclamad la muerte del Señor hasta quevuelva». Tú no quieres sacrificios niofrendas de animales y cosas, sino el sa-crificio eucarístico, reactualización sacra-mental del sacrificio eucarístico. Él di-jo: «Aquí estoy para hacer tu voluntad»(cf. Heb 10,7). «Dios mío, lo quiero, yllevo tu ley en las entrañas». Proclamaréla salvación de Dios ante todos los hom-bres. No cerremos nuestros labios, paraque se alegren y gocen contigo todos losque te buscan y todos juntos digamos:«Grande es el Señor». Hemos de tenerlos mismos sentimientos de Cristo: «Mialimento es hacer la voluntad de mi Pa-dre» (Jn 4,34).

–Lucas 7,1-10: La gran fe del centu-rión. San Ambrosio afirma que esa fe re-presenta al pueblo pagano, que se hallabaaprisionado por las cadenas de la esclavi-tud al mundo, enfermo de pasiones mor-tales, y que había de ser sanado por labondad del Señor.En la curación del sier-vo del centurión, Jesús se contenta conla palabra y responde así al elogio de laeficacia de la palabra pronunciada por elcenturión, cuando éste último invita aCristo a servirse únicamente de su pala-bra para realizar la curación. La Iglesia harecogido las palabras del centurión en laMisa, antes de la comunión, para expre-sar su fe en Cristo, realmente presente enla Eucaristía.

Todos los días nos pide Dios que ten-gamos fe en su Palabra, que nos llega através de la Iglesia. La fe lo ilumina todocon nueva luz y manifiesta el plan divinosobre la entera vocación del hombre. DiceSan León Magno:

«No es la sabiduría terrena la que descubre lafe, ni la opinión humana la que puede conseguir-la: el mismo Hijo único del Padre es quien la haenseñado y el Espíritu Santo quien la instruye»(Sermón 75, Pentecostés).

Y San Ambrosio comenta:«Observa cómo la fe da un título para la cura-

ción. Advierte también que aun en el pueblo gen-til hay penetración del misterio: el Señor va, elcenturión quiere excusarse y, dejando la arrogan-cia militar, se llena de respeto, dispuesto a creery a rendirle honor. La fe de este hombre la ante-pone a aquellos elegidos que ven a Dios (inter-pretación del nombre de Israel). Observa la eco-nomía: es probada la fe del señor, la salud delsiervo es robustecida. El mérito del dueño puedeayudar también a sus servidores, no solo en cuan-to al mérito de la fe, sino también en cuanto alcelo de la conducta» (Comentario a San Lucaslib. V,85-88).

MartesAños impares

–1 Timoteo 3,1-13: Cualidades de los res-ponsables de la comunidad cristiana, paraser capaces de conducir a la Iglesia ade-cuadamente. Comenta San Agustín:

«Si conviene que la conducta del obispo seairreprochable, ¿será acaso decoroso que la del cris-tiano sea reprochable? Obispo es un término grie-go que en nuestra lengua puede traducirse por‘inspector’ o ‘visitador’: Nosotros somos obis-pos, pero con vosotros somos cristianos. Recibi-mos el nombre particular debido del hecho devisitar; todos recibimos el nombre común [de cris-tiano] del hecho de la unción. Si todos hemossido ungidos, todos participamos en el combate.Mas ¿por qué os visitamos si nada bueno vemosen vosotros?» (Sermón 176, A).

En el rito de la ordenación episcopal,con un texto de principios del siglo III, sepide:

24ª Semana del Tiempo Ordinario

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«Concede, oh Padre, que conoces los corazo-nes, a este servidor que has escogido para el epis-copado, que apaciente tu sagrado rebaño, sirvién-dote de noche y de día; que haga complaciente turostro y que ofrezca las oblaciones de tu Iglesiasanta; que pueda perdonar los pecados en virtuddel Espíritu del Sacerdocio supremo, según tumandato.., que te complazca por la naturaleza ypureza de su corazón, presentándote un nuevoperfume, por tu Hijo Jesucristo».

Todos debemos reverencia santa a la je-rarquía eclesiástica: obispos, presbíterosy diáconos. Por todos ellos hemos de oraral Señor.

–Con el Salmo 100 cantamos al Señor:Andaré con rectitud de corazón. Cante-mos la bondad y la justicia del Señor, ca-minemos por el camino perfecto y suspi-remos por la venida del Señor, andemoscon rectitud de corazón, apartemos nues-tros ojos de intenciones viles, oremos porlos que oran mal para que se conviertan.No prestemos oídos a los que difaman alprójimo, oremos por los engreídos y decorazón arrogante. Hagamos el bien a to-dos, a ejemplo de Cristo, el Rey-Mesíasque se entregó al servicio de todos y for-mar junto a Él un reino de leales que bus-can la verdad, la justicia, la sencillez y so-bre todo amar como Él amó.

Años pares–1 Corintios 12,12-14.27-31: Todos for-

mamos el Cuerpo de Cristo. Los donesespirituales o naturales no deben ser fac-tor de división, sino que deben contribuira la unión. Comenta San Agustín:

«A Cristo lo constituyen muchos miembros,que son un único Cuerpo. Descendió del cielopor misericordia y no asciende nadie sin Él, puestoque también nosotros estamos en Él por la gra-cia... No se trata de diluir la dignidad de la Cabezaen el Cuerpo, sino de no separar la Cabeza de launidad del Cuerpo» (Sermón 263, A,2).

Y San Juan Crisóstomo:«Cabría esperar otra consecuencia y decir, así

también la Iglesia; pero no... Porque lo mismo

que la cabeza y el cuerpo forman un mismo hom-bre, así Cristo y la Iglesia forman un mismo Cuer-po; y así en lugar de nombrar a la Iglesia, nombraa Cristo» (Homilía sobre 1 Cor, 12, 12-13).

San Agustín:«Cristo entero está formado por la Cabeza y el

Cuerpo, verdad que no dudo que conocéis bien.La Cabeza es nuestro mismo Salvador, que pade-ció bajo Poncio Pilato y ahora, después que resu-citó de entre los muertos, está sentado a la diestradel Padre. Y su Cuerpo es la Iglesia. No esta oaquella Iglesia, sino la que se halla extendida portodos el mundo. Ni es tampoco solamente la queexiste entre los hombres actuales, ya que tambiénpertenecen a ella los que vivieron antes de noso-tros y los que han de existir después, hasta el findel mundo. Pues toda la Iglesia, formada por lareunión de los fieles –porque todos los fieles sonmiembros de Cristo–, posee a Cristo por Cabe-za, que gobierna su Cuerpo desde el Cielo. Y,aunque esta Cabeza se halle fuera de la vista delCuerpo, sin embargo, está unida por el amor»(Comentario al Salmo 56,1).

–Con el Salmo 99 decimos: «Somos supueblo y ovejas de su rebaño». Aclame-mos al Señor, tierra entera, sirvámosle conalegría, entremos en su presencia con ví-tores. Él Señor es Dios. Él nos hizo y so-mos suyos, su pueblo y ovejas de su re-baño. Él es nuestro Pastor, conocemossu voz y Él nos conoce a nosotros. For-mamos un solo Cuerpo. Él es nuestra Ca-beza. El Señor es bueno, su misericordiaes eterna, su fidelidad por todas las eda-des. Un solo corazón y una sola alma. To-dos los dones al servicio de todos, congran amor a ejemplo de Jesucristo.

–Lucas 7,11-17: Resurrección del hijode la viuda. Comenta San Ambrosio:

«Este pasaje también es rico en un doble pro-vecho; creemos que la misericordia divina se in-clina pronto a las lágrimas de una madre viuda,principalmente cuando está quebrantada por elsufrimiento y por la muerte de su hijo único...Mas, aunque los últimos síntomas de la muertehayan hecho desaparecer toda esperanza de viday que los cuerpos de los difuntos están próximosal sepulcro, sin embargo, a la palabra de Dios, loscadáveres, dispuestos a perecer, resucitan, se

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entrega el hijo a la madre, se llama de la tumba, searranca del sepulcro. ¿Cuál es esta tumba, la tuya,sino las malas costumbres? Tu tumba es la faltade fe; tu sepulcro es esta garganta que profierepalabras de muerte. Este es el sepulcro del queCristo te libra; resucitarás de esa tumba si escu-chas la palabra de Dios.

«Aunque existe un pecado grave que no puedeser lavado con las lágrimas de tu arrepentimiento,llora por la madre Iglesia, que interviene por cadauno de sus hijos como una madre viuda por sushijos únicos; pues ella se compadece, por un su-frimiento especial que le es connatural, cuandove a sus hijos arrastrarse hacia la muerte por vi-cios funestos. Somos nosotros entrañas de susentrañas; pues también existen entrañas espiri-tuales... Somos nosotros las entrañas de la Igle-sia, porque somos miembros de su cuerpo, he-chos de su carne y de sus huesos. Que llore, pues,la piadosa madre y que la multitud la asista; queno solo la multitud, sino una multitud numerosacompadezca a la buena madre. Entonces tú televantarás del sepulcro; los ministros de tus fu-nerales se detendrán y comenzarás a pronunciarpalabras de vida; todos temerán, pues, por el ejem-plo de uno solo, serán muchos corregidos; y másaún, alabarán a Dios que nos ha concedido talesremedios para evitar la muerte» (Tratado sobreel Evangelio de San Lucas lib. V, 89-92).

MiércolesAños impares

–1 Timoteo 3,14-16: Grande es el mis-terio que veneramos: la obra de Cristoen favor de la salvación de los hombres.La comunidad cristiana es el nuevo tem-plo, el nuevo sacerdocio que es ejercidode modo especial por el sacerdocio mi-nisterial. La Carta a los Hebreos trata deesa liturgia nueva que es toda la comuni-dad cristiana que se dirige en una proce-sión solemne hacia el monte Sión, la Je-rusalén celeste. San Ireneo escribe:

«No hemos llegado al conocimiento de la eco-nomía de nuestra salvación si no es por aquellospor medio de los cuales nos ha sido transmitidoel Evangelio. Ellos entonces lo predicaron, y lue-go, por voluntad de Dios, nos lo entregaron en lasEscrituras, para que fueran columna y fundamento

de nuestra fe (1 Tim 3,15). Y no se puede decir,como algunos tienen la malicia de decir, que ellospredicaron antes de que alcanzaran el conocimien-to perfecto. Los cuales se glorían de enmendar alos mismos apóstoles. Porque, después de quenuestro Señor resucitó de entre los muertos...,fueron llenados de todos los dones y alcanzaronel conocimiento perfecto» (Contra las herejías3,1,1-2).

–Por eso damos gracias al Señor de todocorazón con el Salmo 110 en compañíade los rectos, en la asamblea litúrgica:«Grandes son las obras del Señor, dignasde contemplación para los que las aman.Esplendor y belleza son sus obras, su ge-nerosidad dura por siempre, ha hecho ma-ravillas memorables, da alimento a sus fie-les (la Eucaristía), recuerda siempre sualianza (en Cristo, con pacto sellado porsu sangre redentora); muestra a su pue-blo la fuerza de su obrar (la Redención)».El Señor es con toda verdad piadoso yclemente». La Iglesia tiene que vivir y pro-clamar sobre la tierra el misterio del Hom-bre-Dios. La Eucaristía cumple su misiónentre los hombres debido a que engendraa los miembros de la verdadera humani-dad aunándolos en la unidad familiar delPadre, la Casa del Dios vivo, al mismotiempo que los envía a sus responsabili-dades humanas.

Años pares–1 Corintios 12,31-13,13: La mayor de

todas es el amor. El gran himno de la ca-ridad. La lección esencial de este pasajeconsiste en la manera en que San Pablosupera todas las definiciones humanas delamor, comprendidas también aquéllas queestán más espiritualizadas y hasta las queson más heroicas.

Si San Pablo canta un amor tan distintode los comportamientos humanos y que,sin embargo, es un acto humano, es por-que nuestra conducta no se apoya en uncatálogo de actos o en una obligación me-ramente legal, sino en la presencia activa

24ª Semana del Tiempo Ordinario

72 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

de Jesucristo en nosotros, con todo lo queesto supone en el cumplimiento de suamor. Comenta San Agustín:

«Quien abandona la unidad, viola la caridad, yquien viola la caridad, tenga lo que tenga, es nada.Aunque hable las lenguas de los hombres y de losángeles, aunque conozca todos los misterios, aun-que tenga toda la fe hasta transplantar los mon-tes... si no tiene caridad nada es y de nada le vale.Inútilmente posee cuanto posee, quien carece deaquella única cosa que hace útil todo lo demás.Abracémonos, pues, a la caridad, esforcémonosen guardar la unidad del espíritu en el vínculo dela paz» (Sermón 88,21).

San Gregorio Magno enseña:«El amor es paciente, porque lleva con ecuani-

midad los males que le infligen. Es benigno por-que devuelve bienes por males. No es envidiosoporque como no apetece nada en este mundo, nosabe lo que es envidiar las prosperidades terrenas.No obra con soberbia, porque anhela con ansie-dad el premio de la retribución interior y no seexalta por los bienes exteriores. No se jacta, por-que solo se dilata por el amor de Dios y del pró-jimo e ignora cuanto se aparta de la rectitud. Noes ambicioso, porque, mientras con todo su ardoranda solícito de sus propios asuntos internos nosale fuera de sí para desear los bienes ajenos. Nobusca lo suyo, porque desprecia como ajenascuantas cosas posee transitoriamente aquí abajo,ya que no reconoce como propio más que lo per-manente.

«No se irrita, y, aunque las injurias vengan aprovocarle, no se deja conmover por la venganza,ya que por pesados que sean los trabajos de aquí,espera para después premios mayores. No tomaen cuenta el mal, porque ha afincado su pensa-miento en el amor de la pureza, y mientras que haarrancado de raíz todo odio, es incapaz de ali-mentar en su corazón ninguna aversión. No sealegra por la injusticia, ya que no alimenta haciatodos sino afecto y no disfruta con la ruina de suadversarios. Se complace con la verdad, porqueamando a los demás como a sí mismo, cuantoencuentra de bueno en ellos le agrada como si setratara de un aumento de su propio provecho»(Morales sobre el libro de Job 10,7,8,10).

–«Dichoso el pueblo que el Señor se es-cogió como heredad». Así cantamos conel Salmo 32. «Demos gracias a Dios con

la cítara. Toquemos en su honor con elarpa de diez cuerdas, cantémosle un cán-tico nuevo acompañando los vítores conbordones. Él nos ha enseñado el caminorecto del amor. La palabra del Señor essincera y todas sus acciones son leales.Él ama la justicia y el derecho y su mise-ricordia llena la tierra. Somos pueblo delSeñor. Él nos rescató de la esclavitud. Sumisericordia es eterna».

–Lucas 7, 31-35: Cristo se duele de laincredulidad del pueblo. No creyó ni enJuan Bautista ni en Él. Se escandalizan deÉl. Comenta San Ambrosio:

«Aunque no es incongruente con el carácter delos niños que, no teniendo aún la sabia gravedadde la edad madura, agitan y mueven su cuerpo ala ligera, sin embargo, pienso que se puede enten-der esto en un sentido más profundo: es que losjudíos no han creído primero en los Salmos, niluego en las lamentaciones de los profetas: losSalmos invitaban a las promesas, las lamentacio-nes los apartaban de los errores... Toma tú lacítara, a fin de que tocado por el plectro (o pali-llo) del Espíritu, la cuerda de tus fibras interioresden el sonido de la buena obra. Toma el arpa, a finde que produzca el acorde armoniosos de vues-tras palabras y vuestros actos. Coge el tamborín,para que el espíritu haga cantar interiormente elinstrumento de tu cuerpo y que el ejercicio de tuactividad traduzca la amable dulzura de nuestrascostumbres» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas, lib. VI, 5-10).

JuevesAños impares

–1 Timoteo 4,12-16: Cuídate tú y cui-da la enseñanza; así te salvarás tú y sal-varás a los que te escuchan. Durante suvida pública, confía Jesús a sus discípu-los ciertas misiones transitorias. Sólo des-pués de su resurrección reciben de Él unaorden precisa, que los instituye a la vezpredicadores, apóstoles y doctores. SanJerónimo comenta:

«A Timoteo, que había formado desde su in-fancia en las letras sagradas, le da instrucciones y

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exhorta al estudio de la Escritura, para que nodescuide la gracia que le fue dada por la imposi-ción de las manos del colegio de los presbíteros(1 Tim 4,13ss)... Porque la santa rusticidad noaprovecha más que a sí misma, y si por una partecon su vida meritoria edifica a la Iglesia de Cristo,por otra la daña al no ser capaz de resistir a losque la destruyen» (Carta 53, 3, a Paulino, pres-bítero).

–Dios hizo maravillas en la predicacióndel Evangelio. Así lo proclamamos con elSalmo 110: «Grandes son tus obras, Se-ñor. Justicia y verdad son las obras desus manos, todos sus preceptos merecenconfianza, son estables para siempre ja-más y se han de cumplir con verdad yrectitud. Envió la redención a su pueblo,ratificó para siempre su alianza, su nom-bres es sagrado y temible. Primicia de lasabiduría es el temor del Señor, tienenbuen juicio los que lo practican; la ala-banza del Señor dura por siempre».

Años pares–1 Corintios 15,1-11: San Pablo predica

su mensaje salvífico del Evangelio y sobretodo el Misterio Pascual del Señor que pa-deció, murió y resucitó. Reducida así a loesencial, la fe transmitida por San Pablose reduce esencialmente al acontecimien-to pascual. No se trata solo de un aconte-cimiento histórico ni de sus pruebas, sinotambién de su significación doctrinal: Cris-to muere por nuestros pecados, lo quesupone que estamos muertos al pecado yesto hemos de actuarlo en todo momen-to. La misma resurrección es considera-da en su significación doctrinal. De estemodo, la resurrección de Cristo intro-duceun régimen religioso inédito que nos afectadirectamente: implica un nuevo es-tilo devida, signo de nuestra resurrección (cf.Rom 6,1-6; 1 Cor 15,20; 2 Cor 4,14). SanJuan Crisóstomo dice:

«Para Pablo no se trata de ayunar, sino de su-frir hambre; sin embargo, él mismo se llama unaborto (1 Cor 15,8)... Porque este hombre no

obraba jamás a la ligera, sino siempre con motivojusto y razonable; y perseguía designios opues-tos con tanta sabiduría que obtenía siempre losmismos elogios... Pablo glorificándose (2 Cor11,21–12,10), se ha atraído más honor que otrosdisimulando grandes virtudes; nadie, en efecto,hace tanto bien ocultando sus méritos como estehombre revelando los suyos» (Homilìa 5 sobrelas alabanzas de Pablo).

«¿Tú has visto a Pablo como león furioso ensus correrías en todos los sentidos? Míralo ahoracon la mansedumbre de un cordero: ¡qué cambiotan súbito! Mira a aquél que en otro tiempo enca-denaba, metía en prisión, perseguía con ahinco ycombatía a cuantos creían en Cristo, bajando porla muralla en una espuerta para poder escapar delas trampas de los judíos, huido de noche a Ce-sarea y de allí enviado a Tarso para no ser despe-dazado por el furor de los judíos. ¡Has visto,querido, cómo ha cambiado! ¡Has visto cómo seha transfigurado! Has visto cómo, después dehaberse beneficiado de la generosidad de lo alto,él puso de su parte su generosidad, quiero decir elcelo, el fervor, la fe, la decisión, la paciencia, lagrandeza de alma, la firmeza inflexible. Por elloha merecido un mayor socorro de lo alto que le hahecho exclamar: “yo he trabajado más que todosellos; pero, no yo, sino la gracia de Dios que estáconmigo” (1 Cor 15,10). Ese ejemplo, yo os lopido, imitadlo, vosotros que ahora habéis mere-cido abrazar el yugo de Cristo, y recibido la gra-cia de la filiación» (Ocho Catequesis 4,10-11).

–Cantamos el Salmo 117, lleno de es-píritu pascual: «Dad gracias al Señor por-que es bueno, porque su misericordia eseterna. La diestra del Señor es poderosa,la diestra del Señor es excelsa. No he demorir, viviré para contar las hazañas delSeñor». Su resurrección nos conducirá ala resurrección final. Damos gracias al Se-ñor, que es nuestro Dios, y lo alabamos.

–Lucas 7,36-50: Se le perdonó muchoporque amó mucho. Comenta San Agus-tín:

«Creyó que no la conocía porque no la rechazóni le prohibió acercarse y permitió ser tocado poruna pecadora... Alimentas al Señor y no sabespor quién has de ser alimentado tú. ¿De dóndededuces que Él no sabía quien era aquella mujer,sino de que toleró que le besara los pies, se los

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secara y ungiese? Si tal vez se hubiera acercado alos pies del fariseo, hubiera dicho las palabras deIsaías respecto a esa gente: “Apártate, no metoques, que estoy limpio”. No obstante, la impu-reza se acercó al Señor para regresar limpia; seacercó enferma, para volver sana; arrepentida paraconvertirse en seguidora de Cristo. Oyó el Señorel pensamiento del fariseo. De este hecho puedecomprender ya el fariseo si no podía ver que erauna pecadora, Él que podía oir su pensamiento»(Sermón 99,2-3).

ViernesAños impares

–1 Timoteo 6,2-12: Tú, practica la jus-ticia. El Apóstol debe evitar las querellaspor las palabras y atender al ejercicio delas virtudes cristianas. En eso consiste elcombate espiritual para alcanzar la vidaeterna. Comenta San Agustín:

«He aconsejado a los ricos. Oíd ahora los po-bres. Los primeros, dad; los segundos, no robéis.Los unos dad de vuestra riqueza; los otros frenadvuestras apetencias. Escuchad los pobres alApóstol: Es una gran ganancia la piedad con losuficiente. Tenéis en común con los ricos el mun-do, pero no la casa. Tenéis en común con ellos elcielo y la luz. Buscad lo que basta; buscad eso,nada más. Las demás cosas oprimen, no elevan;cargan, no honran... Nació el rico, nació el pobre.Os encontrasteis caminando al mismo tiempo porun camino. Tú no oprimas; tú no engañes. Estenecesita, aquel tiene. A ambos los hizo el Señor.A través del que tiene socorre al necesitado; através de quien no tiene prueba al que tiene. Lohemos escuchado; lo hemos dicho; hermanos,preocupémonos, oremos, lleguemos» (Sermón85,5-7).

–Dichosos los pobres en el espíritu por-que de ellos es el Reino de los cielos. Conel Salmo 48 decimos: «¿Por qué habré detemer los días aciagos, cuando me cer-quen y acechen los malvados que con-fían en su opulencia y se jacten de susinmensas riquezas? Nadie puede salvarseni dar a Dios un rescate... No te preocu-pes si se enriquece un hombre y aumentael fasto de su casa; cuando muera, no se

llevará nada, su fasto no bajará con él».Todo esto no quiere decir abandono delos bienes de este mundo. El sentido es elque de tal modo utilicemos las cosas tem-porales que no perdamos las eternas. “To-das las cosas son para vosotros, voso-tros para Cristo y Cristo para Dios”, diceSan Pablo.

Años pares–1 Corintios 15,12-20: La resurrección

de Cristo, fundamento de nuestra fe. Des-de el día de Pentecostés se convierte laresurrección del Señor en el centro de lapredicación apostólica. Habían sido testi-gos de la presencia del Señor resucitado.Era un inmenso bien que los había im-pactado y lo difunden por doquier. Oiga-mos a San Agustín:

«El ser liberado del cuerpo de esta muerte noequivale a carecer de cuerpo. Lo tendrás, pero noserá el cuerpo de esta muerte. Será el mismo y noserá el mismo. Será el mismo porque existirá lamisma carne; no será el mismo porque no serámortal. La forma de liberación del cuerpo de estamuerte consistirá en que lo mortal se vista deinmortalidad, lo corruptible de incorruptibilidad...En Adán mueren todos, de aquí proceden tusgemidos, de aquí tu lucha con la muerte; de aquí elcuerpo de esta muerte. Pero como todos muerenen Adán, del mismo modo todos recibirán la vidaen Cristo... Entonces habrás sido liberado delcuerpo de esta muerte, pero no por tu poder,sino por la gracia de Dios a través de Jesucristo»(Sermón 154,17).

–«Al despertar me saciaré de tu sem-blante». Oremos con el Salmo 16: «Se-ñor, escucha mi apelación, atiende a misclamores, presta oído a mis súplicas, queen mis labios no hay engaño... Muestralas maravillas de tu misericordia, Tú quesalvas de los adversarios a quien se refu-gia a tu derecha... Yo con mi apelaciónvengo a tu presencia»... Lo que consta alcristiano es el estar convencido de queDios es preferible al mundo entero y quela suprema felicidad consiste en vivir conÉl ahora y luego en la vida eterna, para

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saciarnos en la contemplación de su ros-tro.

–Lucas 8,1-3: Las mujeres que acom-pañaban a Jesús y le ayudaban con susbienes. La Iglesia primitiva tuvo gran ve-neración de estas mujeres que seguían aJesús y le ayudaban. Es un inmenso biencontribuir a las obras de apostolado.

Durante veinte siglos de cristianismohan sido muchas las mujeres que han he-cho un firme y eficaz apostolado; otras,no pudiendo hacer esos ministerios hancontribuido con sus bienes a la ayuda detales obras de caridad que la Iglesia haprodigado siempre por doquier, de modoque sin esa aportación no se hubiera po-dido realizar la inmensa labor apostólica,que se ha hecho y hace la Iglesia. Otras,muy especialmente han contribuido y con-tribuyen eficacísimamente con su vía deoración y de sacrificio en la vida religiosacontemplativa, como muchas veces lo hamanifestado con gratitud la competente je-rarquía de la Iglesia. Oigamos a San Agus-tín:

«El mismo Señor poseía bolsa, en la que depo-sitaban las cosas necesarias y encerraba tambiénel dinero para sus propias necesidades y las dequienes le acompañaban. En efecto, cuando elevangelista dice que sintió hambre (Mt 4,2; 21,18)no mentía. Quiso sentir hambre por ti, para quetú no sintieras hambre en aquel que, siendo rico,se hizo pobre para que nosotros participáramosen su riqueza (2 Cor 8, 9). También el Señor tuvobolsa, y se nos narra que ciertas mujeres devotaslo seguían a los lugares a donde iba a evangelizary le servían de sus propios haberes, entre lascuales estaba también la mujer de un cierto Cusa,procurador de Herodes (Lc 8,3)» (Comentario alSalmo 103,3).

SábadoAños impares

–1 Timoteo 6,13-16: Fidelidad a la pro-fesión de fe cristiana. El pastor de almasno puede ejercer su misión más que en

un incesante combate, que debe librar convigor si quiere permanecer fiel a su com-promiso bautismal y al mandamiento so-lemne de la Iglesia. San Gregorio de Nisadice:

«Dios se deja contemplar por los que tienen elcorazón purificado. “A Dios nadie lo ha vistojamás”, dice San Juan (Jn 1,18); y San Pablo con-firma esta sentencia con aquellas palabras tan ele-vadas: “a quien ningún hombre ha visto ni puedever” (1 Tim 6,16). Ésta es aquella piedra leve, lisay escarpada, que aparece como privada de todoaguante intelectual; de ella afirmó también Moi-sés en sus decretos que era inaccesible, de maneraque nuestra mente nunca puede acercarse a ellapor más que se esfuerce en alcanzarla, ni puedenadie subir por sus laderas escarpadas» (Homilía7 sobre las bienaventuranzas).

El pastor ideal es ante todo el que dirigelos combates de la fe. Esto es fundamen-tal en la doctrina paulina. Lo esencial enese combate no es la lucha contra los ene-migos de la fe; la fe es un combate en lamedida en que la creencia lleva automáti-camente consigo la fidelidad y la cons-tancia, la lucha consigo mismo para ob-tener la victoria personal y la preocupa-ción por la fe y la salvación de los demás,sobre todo cuando se es responsable deuna comunidad. Por eso ha de ser cons-tante nuestra oración por los que rigen laIglesia o algunas de sus partes.

–La doxología paulina a Cristo, Rey dereyes y Señor de los señores, que poseela inmortalidad y habita en una luz inac-cesible, ha sugerido el Salmo 99 para acla-mar al Señor, para servirle con alegría yentrar en su presencia con vítores. «ElSeñor es Dios. Él nos hizo y somos su-yos, su pueblo y ovejas de su rebaño. En-tremos por sus puertas con acción de gra-cias, con himnos y bendiciendo su nom-bre. El Señor es bueno, su misericordiaes eterna, su fidelidad por todas las eda-des». A Él le debemos la fe, y todo lo quecon ella nos ha otorgado, gracias a la pre-dicación de los apóstoles y la de sus mis-

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76 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

mos sucesores. Todos nos ayudamos enel combate de la fe con la oración, con elejemplo, con las palabras sinceras.

Años pares–1 Corintios 15,35-37.42-49: Se siem-

bra lo corruptible, y resucita lo incorrup-tible. Escuchemos a San Cirilo de Alejan-dría:

«Uno murió por todos para que todos viva-mos por Él. Cuando la muerte tragó al Corderomuerto por todos, en Él y con Él nos vomitó atodos. Destruido el pecado, ¿cómo no quedaríadestruida también la muerte, que viene de él?Muerta la raíz, ¿cómo quedaría el tallo en pie?Muerto el pecado, ¿qué causa habrá para quemuramos nosotros? Así, pues, con solemne exul-tación, digamos ante la muerte del Cordero:“¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tuaguijón?” (1 Cor 15,35). Como dice el Salmista: atoda maldad se le tapa la boca (Sal 106, 42); nopodrá acusar ya a los pecadores por su enferme-dad. Dios es el que purifica (Rom 8,33). Cristonos redimió de la maldición de la ley, hecho mal-dito por nosotros; para que todos huyamos de lamaldición del pecado (Gal 3,13)» (Comentario alEvangelio de San Juan 2). Nosotros, que somosimagen del hombre terreno, seremos también ima-gen del hombre celestial.

–Con el Salmo 55 decimos: «Camina-mos en presencia de Dios a la luz de lavida. Confiamos en el Señor cuya prome-sa alabamos, en Él confiamos y no teme-mos. Doy gracias al Señor porque librómi alma de la muerte, mis pies de la caí-da». Él nos resucitará. «El primer hom-bre, hecho de tierra era terreno; el segun-do hombre es del cielo».

–Lucas 8,4-15: Parábola del Sembra-dor. Hemos de ser tierra buena que acogela semilla de la palabra de Dios, que cola-bora con la gracia divina, que con un co-razón noble y generoso da a los demás eltrigo bueno y sabroso de la vida espiritualintensa, para hacer que todos se convier-tan también en tierra buena y generosa,para hacer lo mismo. Escribe SanGregorio de Elvira:

«La Escritura testifica que el campo es el mun-do... ¿Cuáles son estos hijos e hijas entre los queel Señor se dice Lirio entre espinas? Llama hijo ehijas a los creyentes. Mas como en la Iglesia haymuchos que engendran abrojos y espinas, por lodeseos mundanos, por las riquezas, los honoresy ambiciones dice el Evangelio: andando entre losafanes, riquezas y placeres de la vida no llegan amadurar (Lc 8,14)? La Iglesia vive entre ellas, yaque, por cierto, la mayor parte de los creyentesse dedica a los cuidados seculares. Mas el quellegue a despreciarlos brillará como lirio entre losotros, a los que llama espinas» (Tratado sobre elCantar de los Cantares 3).

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Semana 25

DomingoEntrada: «Yo soy la salvación del pue-

blo –dice el Señor–. Cuando me llamendesde el peligro, yo les escucharé, y serépara siempre su Señor».

Colecta (del Veronense y de la antigualiturgia hispana o mozárabe): «¡Oh Dios!,que has puesto la plenitud de la ley en elamor a ti y al prójimo; concédenos cum-plir tus mandamientos para llegar así a lavida eterna».

Ofertorio (del Veronense): «Acepta pro-picio, Señor, las ofrendas de tu pueblo,para que alcance en el sacramento euca-rístico los bienes en que ha creído por lafe».

Comunión: «Tú, Señor, promulgas tusdecretos para que se observen exactamen-te; ¡ojalá esté firme mi camino para cum-plir tus consignas! (Sal 118, 4-5); o bien:«Yo soy el Buen Pastor –dice el Señor–,que conozco a mis ovejas, y mis ovejasme conocen» (Jn 10,14).

Postcomunión (del Misal anterior, reto-cada con textos del Veronense y del Misalde París del año 1738): «Que tu auxilio,Señor, nos acompañe siempre a los quealimentas con tus sacramentos, para quepor ellos y en nuestra propia vida reciba-mos los frutos de la redención».

CICLO AA los jornaleros de la viña, llamados por

Dios para recompensarlos según su vo-luntad, corresponde el texto de Isaías quenos manifiesta que los pensamientos delSeñor no son como los del hombre (lec-turas primera y tercera). San Pablo, en lasegunda lectura, nos muestra su intensoamor a Jesucristo y su deseo de que to-dos lo tengan igual. Esto es, que llevemosuna vida digna del Evangelio de Cristo.

Dios es quien tiene derecho absoluto yamoroso a decidir sobre nuestra vida. EsÉl quien nos llama y nos indica nuestroquehacer responsable, según su Voluntad,que quiere que todos los hombres se sal-ven y lleguen al conocimiento de la ver-dad. Por eso, toda actitud irresponsable,engreída o presuntuosa por nuestra parteconstituye un riesgo y una infidelidad, quepueden frustrar en nosotros el designiode salvación gratuita por parte de Dios.

–Isaías 55,6-9: Mis planes no son vues-tros planes. Nuestra salvación es obra deuna amorosa iniciativa divina, pero no ex-cluye nuestra responsabilidad de búsque-da humilde y constante de su Voluntad.

Todos los momentos de la vida son bue-nos para volver a Dios. Pero indudable-mente existen algunas circunstancias enlas que la llamada divina es más apremiantey se transforma en una dulce violencia.El Señor, para realizar sus planes, usa me-dios que, con frecuencia, no correspon-den a los proyectados por el hombre. Asíaparece muchas veces en la historia de lasalvación; por ejemplo: José vendido comoesclavo por sus hermanos y que luego fuesu salvador; Ciro en la liberación de Is-rael; nacimiento de Cristo y persecuciónde Herodes; los apóstoles... Someternosal plan divino que hemos de conocer yprofundizar en su Palabra, la predicación,la oración...

25ª Semana del Tiempo Ordinario

78 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

–Con el Salmo 144 cantamos: «Cercaestá el Señor de los que lo invocan. Ben-digamos al Señor por sus justos desig-nios, alabemos su nombre por siempre ja-más. Grande es el Señor y merece todaalabanza. Es incalculable su grandeza. ElSeñor es clemente y misericordioso, len-to a la cólera y rico en piedad; el Señor esbueno con todos, es cariñoso con todassus criaturas. El Señor es justo en todossus caminos, es bondadoso en todas susacciones». Nos abandonamos en sus ma-nos con toda confianza.

–Filipenses 1,20-24.27: Para mí la vidaes Cristo. Dios nos ha elegido y nos hapredestinado para Cristo Jesús, sin Él notendría razón nuestra existencia en con-dición de criatura humana. La vida con-sagrada a Cristo no se mide con el reloj;solo la intensidad de la entrega tiene ra-zón de ser como elemento de valoración.San Cipriano escribe:

«Cristo mismo, el maestro de nuestra salva-ción, enseña cuánto aprovecha dejar esta vida;cuando sus discípulos se entristecían porque Élhabía dicho que ya se iba a marchar, les hablódiciendo: “si me amarais, os alegraríais de quevaya al Padre” (Jn 14,28), enseñándoles y mos-trándoles que, cuando las personas queridas sa-len de este mundo, debemos alegrarnos más quedolernos» (Sobre la mortalidad 7).

San Ignacio de Antioquía escribe:«De nada me aprovecharán los confines del

mundo ni los reinos todos de este siglo. Para míes mejor morir en Jesucristo (Flp 1,23) que serrey de los términos de la tierra. A Aquel quieroque murió por nosotros. A Aquel quiero que pornosotros resucitó» (Carta a los Romanos 6,1).

San Juan Crisóstomo predica:«Pablo, encerrado en la cárcel, habitaba ya en

el cielo; recibía los azotes y las heridas con unagrado superior al de los que, en los juegos, gana-ban el premio; amaba las fatigas más que las re-compensas, las veía como una recompensa y, poreso, las consideraba una gracia.

«Sopesemos lo que significa. El premio con-sistía en partir para “estar con Cristo” (Flp 1,23-

24); en cambio, quedarse en esta vida significabael combate. Sin embargo, el mismo anhelo de es-tar con Cristo le movía a diferir el premio, llevadodel deseo de combatir, ya que lo consideraba másnecesario» (Homilía 2, sobre las alabanzas de Pa-blo).

–Mateo 20,1-16: ¿Vas a tener tú envi-dia porque yo soy bueno? En el misteriode nuestra salvación, los criterios de Diosno coinciden a veces con los criterios hu-manos. La iniciativa es siempre suya, ynosotros hemos de responder con fideli-dad. Comenta San Agustín:

«En aquella recompensa seremos todos igua-les: los últimos como los primeros y los prime-ros como los últimos, porque aquel denario es lavida eterna y, en la vida eterna, todos serán igua-les. Aunque unos brillarán más y otros menos,según la diversidad de méritos, por lo que respec-ta a la vida eterna será igual para todos. No serápara uno más largo y para otro más corto, lo queen ambos será sempiterno» (Sermón 87,6).

Y San Jerónimo:«Encontramos el mismo sentido en aquella pa-

rábola de Lucas, donde el hijo mayor, celoso delmenor, no quiere recibirlo arrepentido y acusa asu padre de injusticia (Lc 15,28-30). Y para quesepamos que el sentido es el que hemos expues-to, el título de esta parábola y su conclusión secorresponden. Así, dice, los últimos serán losprimeros y los primeros los últimos; en efecto,muchos son los llamados y pocos los elegidos»(Comentario al Evangelio de Mateo 20,15-16).

CICLO BLas lecturas primera y tercera nos ha-

blan de la pasión del Señor. La vida ha deestar fundada sobre la justicia y la paz(segunda lectura). El misterio de la cruzfue consustancial a la Persona y a la obradel Verbo encarnado para nuestra salva-ción. Lo mismo debe suceder en los quele siguen por la inevitable reacción del mal,del egoísmo y de la degradación humana.Ni la cobardía, ni el disimulo irenista, ni lacondescendencia vergonzante o acomo-daticia serán jamás actitudes auténticas delverdadero discípulo de Cristo.

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–Sabiduría 2,17-20: Lo condenaremosa muerte ignominiosa. La fidelidad inso-bornable a Dios y a su Voluntad amorosahará siempre del creyente un proscrito,un ser incómodo en medio del mundo yde los hombres.

El contraste entre la perversidad de losmalvados y la mansedumbre de los justoses siempre actual. La mentalidad terrena,cerrada a la trascendencia y ávida solo deéxito y de placer, también hoy actúa y sepuede llamar el mito del bienestar y delconsumismo.

El hecho de que la vida humilde del jus-to inquiete la conciencia de los impíos ysuscite una rabiosa reacción confirma queel testimonio de una vida recta es de porsí un medio de evangelización, con tal queel justo mantenga la mansedumbre de sucarácter y no sea él mismo prepotente conla excusa de imponer el bien. No pode-mos, no debemos usar las armas de losadversarios.

La protección divina es infalible en estavida o en la otra. El Evangelio de la Cruzsiempre triunfa, aun en la misma debili-dad.

–Santiago 3,16-4,3: Los que procuranla paz, están sembrando la paz y su frutoes la justicia. La verdadera sabiduría cris-tiana supera todas las bajas pasiones delos hombres, respondiendo con el sufri-miento, la paz y la caridad humilde y bien-hechora. San Beda comenta:

«Pide mal el que, despreciando los mandamien-tos del Señor, desea de Él beneficios celestiales.Pide mal también el que, habiendo perdido el amorde las cosas celestiales, solo busca recibir bienesterrenales, y no para el sustento de la fragilidadhumana, sino para que redunde en el libre placer»(Exposición sobre la Carta de Santiago 4,3).

Orar mal consiste en ser infiel a la sa-biduría de que hemos tratado anteriormen-te. La oración cristiana es eficaz sólo siestá animada de caridad, y el servicio, si

no es interesado. Estas dos cosas: sabi-duría y oración evocan la ley fundamen-tal de la Cruz. El cristiano verdadero essolo el que está dispuesto al don total desí mismo, hasta considerar siempre a losdemás superiores a él.

–Marcos 9,30-37: El Hijo del Hombreva a ser entregado... El que quiera ser elprimero que sea el último de todos. El mis-terio de la Cruz de Cristo es para el cris-tiano un imperativo permanente de cari-dad y humilde servicio, nunca un títulode engreimiento o señorío sobre los her-manos. Ante el misterio de la Cruz la sa-biduría humana queda descarriada, por-que se encuentra con la reprobación y elsufrimiento del justo. Solo el Espíritu pue-de hacernos entender que la verdadera sa-biduría es la locura de la Cruz. Cuando seha escogido y vivido este mensaje se lle-ga a la paz del alma. San Agustín escribe:

«Cuando mi alma se turba, no tiene otro reme-dio que la humildad para no presumir de sus fuer-zas: se confunde y abate esperando que la levan-te Dios; nada bueno se atribuye a sí mismo el quequiera recibir de Dios lo que necesita» (Comenta-rio al Salmo 39,57).

«No dice el Señor: “Aprended de Mí a fabricarel mundo, o a resucitar muertos”, sino “que soymanso y humilde de Corazón”... ¿Tan grande cosaes, oh Señor, el Ser humilde y pequeño, que si Túque eres grande no lo hubieras practicado, no sepudiera aprender?» (Sobre la Santa Virginidad35, 29).

Y San León Magno:«La cruz de Jesucristo, instrumento de la re-

dención del género humano, es justamente sacra-mento y modelo. Es sacramento que nos comuni-ca la gracia y es ejemplo que nos excita a la devo-ción: porque, libres ya de la cautividad, tenemosla ventaja de poder imitar a nuestro Redentor»(Sermón 72,1).

CICLO CLa primera y tercera lecturas nos ha-

blan del buen uso de las riquezas. San

25ª Semana del Tiempo Ordinario

80 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Pablo, en la segunda lectura, nos exhortaa orar por todos los hombres, especial-mente por los que tienen cargos públicos.

A la luz de la revelación divina vemos elriesgo que, para nuestra condición de pe-regrinos hacia la eternidad, supone el usode los bienes temporales, que están al al-cance de nuestras manos y que a diariocondicionan nuestra vida. El materialis-mo o la frivolidad irresponsable no sonun peligro puramente imaginario paranuestra salvación. Cada acción u omisiónde nuestra vida en el uso de los bienes tem-porales cuenta para la eternidad.

–Amós 8,4-7: Contra los que compranpor dinero al pobre. El profeta Amós nosalerta contra la injusticia y el egoísmo, queson incompatibles con la vida de la pie-dad y el servicio a Dios. El profeta se di-rige a una categoría de personas que cali-fica por sus acción opresora con respec-to a los otros hombres. Son los que «pi-san al pobre» y hacen todo lo posible poraniquilar a los humildes del país. Es el pe-cado socialmente más grave: hacer im-posible la subsistencia de los oprimidos.Los Santos Padres han insistido muchoen estas enseñanzas. Así San Gregorio deNisa:

«No despreciéis a esos pobres que veis echa-dos en el suelo: considerad lo que son y conoce-réis su dignidad. Esos están representando la per-sona de nuestro Salvador... Los pobres son losdispensadores de los bienes que esperamos, sonlos porteros del Reino de los cielos, para abrir laentrada a los misericordiosos y cerrarla a losdespiadados. Son los pobres vehementísimosacusadores, pero intercesores muy poderosos yfavorables... Usad de vuestros bienes. No pre-tendo impediros su uso. Pero cuidado con abusarde ellos... Es un delito igual, con corta diferencia,el de no prestar al pobre o el de prestarle conusura; porque lo uno es inhumanidad, lo otro esuna ganancia sórdida e ilegítima» (De pro amand.22-25).

–Con el Salmo 112 decimos: «Alabadal Señor que ensalza al pobre... Levanta

del polvo al desvalido, alza de la basura alpobre, para sentarlo con los príncipes, lospríncipes de su pueblo».

–2 Timoteo 2,1-8: Pedid por todos loshombres a Dios, que quiere que todos sesalven. Los Padres enseñan con frecuen-cia esa voluntad salvífica de Dios. Así,San Gregorio de Nisa:

«Nosotros le servimos [al Señor] de alimentola salvación de nuestra alma, como dijo Él: “mialimento es hacer la voluntad de mi Padre” (Jn 4,34). Es manifiesto el empeño de la voluntad divi-na: “quiere que todos los hombres se salven ylleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4).Esta es la comida [del Señor], nuestra salvación»(Homilía 10 sobre el Cantar de los Cantares).

«¿Cuál es el alimento deseado por Jesús? Des-pués de su diálogo con la Samaritana, dice a susdiscípulos: «mi alimento es hacer la voluntad demi Padre» (Jn 4,34). Y la voluntad del Padre esbien conocida: quiere que “todos los hombres sesalven y lleguen al conocimiento de la verdad”(1Tim 2,4). Luego si Él quiere que nosotros sea-mos salvos y nuestra salvación es su alimento,aprendamos cuál sea el comportamiento de la vo-luntad y el afecto de nuestra alma. ¿Cuál? Tenga-mos hambre de la salvación de nosotros mismos,tengamos sed de la voluntad de Dios, que es quenosotros la cumplamos» (Homilía 4 sobre lasBienaventuranzas).

Y San Agustín:«Aquel huerto del Señor, hermanos –y lo repi-

to una y tres veces– se compone no solo de lasrosas de los mártires, sino también de los lirios delas vírgenes, de la hiedra del matrimonio y de lasvioletas de las viudas. En ningún modo, amadí-simos, tiene que perder la esperanza de su voca-ción ninguna clase de hombre. Cristo padeció portodos. Con toda verdad está escrito de Él: “quie-re que todos los hombres se salven y lleguen alconocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4)» (Ser-món 304, 2).

–Lucas 16,1-13: No podéis servir a Diosy al dinero. A la hora del encuentro defi-nitivo con el Señor también cuenta el amoro el egoísmo con que hayamos adminis-trado los bienes de la tierra. ¿De qué apro-vecha al hombre ganar el mundo entero,si puede su alma? Comenta San Agustín:

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«De cualquier forma que se acumulen son ri-quezas de iniquidad. ¿Qué significa que son ri-quezas de iniquidad? Es al dinero a lo que la ini-quidad llama con el nombre de riquezas. Si bus-cas las verdaderas riquezas, son otras. En ellasabundaba Job, aunque estaba desnudo, cuandotenía el corazón lleno de Dios y, perdido todo,profería alabanzas a Dios cual piedras preciosas.¿De qué tesoro si nada poseía? Esas son las ver-daderas riquezas. A las otras solo la iniquidad lasdenomina así. Si las tienes no te lo reprocho: llegóuna herencia, tu padre fue rico y te las legó. Lasadquiriste honestamente. Tienes tu casa llena comofruto de tus sudores; no te lo reprocho.

«Con todo, no las llames riquezas, porque siasí lo haces, las amarás y, si las amas, pereceráscon ellas; siémbralas para cosecharlas. No las lla-mes riquezas, porque no son las verdaderas. Es-tán llenas de pobrezas y siempre sometidas alinfortunio. ¿Cómo llamar riquezas a lo que hacetemer al la-drón, te lleva a sentir temor de tusiervo, temor de que te dé muerte, las coja y huya?Si fueran verdaderas riquezas, te darían seguri-dad. Por tanto, son auténticas riquezas aquellasque una vez poseídas, no podemos perder:ponedlas en el cielo» (Sermón 113,4-5).

El dinero es necesario en este mundo,pero no podemos, no debemos estar ape-gados a él, sino emplearlo honestamente,caritativamente. De tal modo utilicemoslas cosas temporales para que no perda-mos las eternas. Todo para vosotros, perovosotros para Cristo y Cristo para Dios,como decía San Pablo.

LunesAños impares

–Esdras 1,1-6: Reedificad el templo delSeñor. Vuelven los desterrados para sa-crificar en el templo del Señor. El templode Jerusalén, mandado construir por Salo-món, sin hacer caducos los demás santua-rios, será el centro del culto de Yahvé. Aél se acude desde todo el país para «con-templar el rostro de Dios» (Sal 42,3) y espara todos los fieles objeto de un amorconmovedor (Sal 84, 12). Se sabe que lasede de Dios es el cielo (Sal 2,4; 103,19;

115,3). Pero el templo es como una répli-ca de su sede celestial, a la que en ciertomodo hace presente aquí en la tierra. Sinembargo, no todos tienen un sentido ade-cuado del culto en el templo: sus vidas noresponden al culto. Por eso los profetasfustigan ese culto suyo y esa confianzasupersticiosa (Jer 7,4; Is 1,11-17; Jer 6,20;Ez 8,7-18). Con la purificación del pue-blo en el destierro, Dios quiere la recons-trucción del templo (Esd 3-6), como cen-tro del judaísmo.

Jesús tiene un respeto profundo al tem-plo, pero con su muerte termina su fun-ción de signo de la presencia divina. Elmismo Cristo es el templo por antonoma-sia y también los que lo siguen (Jn 2, 21ss;Hch 7,48ss; 1 Cor 3,10-17; 2 Cor 6,16ss;Ef 2,20ss). Todo será finalmente sublima-do con las iglesias, en donde se celebra yse guarda la sagrada Eucaristía.

–El Salmo 125 canta la alegría del vol-ver del destierro y la reconstrucción deJerusalén y del templo: «El Señor ha esta-do grande con nosotros. Cuando el Se-ñor cambió la suerte de Sión nos parecíasoñar: la boca se nos llenaba de risas y lalengua de cantares. Hasta los gentiles de-cían: “el Señor ha estado grande conellos”. Los que sembraron con lágrimas,camino del destierro, cosechan entre can-tares al volver a la patria. Al ir iban llo-rando; al volver, vuelven cantando, tra-yendo sus gavillas».

Años pares–Proverbios 3,27-34: El Señor aborre-

ce al perverso. Hay una lucha. Querer elbien está al alcance del hombre, pero noel realizarlo: no hace el bien que quieresino el mal que no quiere (Rom 7,18ss).La concupiscencia le arrastra como con-tra su voluntad. El hombre que sigue lasenseñanzas de la sabiduría halla su gozoen hacer el bien en torno de sí. Sólo Je-sucristo puede atacar el mal en su raíz

25ª Semana del Tiempo Ordinario

82 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

(Rom 7,25), triunfando en el mismo co-razón del hombre. Escogiendo el cristia-no vivir así con Cristo para obedecer alos impulsos del Espíritu Santo, sedesolidariza de la opción de Adán. Así, elmal moral queda verdaderamente venci-do en él.

Los hombres, criaturas inteligentes ylibres, han de caminar hacia su destinoúltimo por elección libre y amor de prefe-rencia. Por eso pueden desviarse y de he-cho se desviaron y se desvían. Dios lopermite, porque respeta su libertad y, mis-teriosamente, sabe hacer bienes de los ma-les. Dice San Agustín:

«Porque el Dios todopoderoso... por sersoberanamente bueno, no permitiría jamás queen sus obras existiera algún mal, si Él no fuerasuficientemente poderoso y bueno para hacer sur-gir bien del mismo mal» (Enchiridion 11,3).

–El Salmo 14 nos ayuda a meditar enesta ocasión con estas palabras: «El justohabitará en tu monte santo, Señor... El queprocede honradamente y practica la justi-cia, el que tiene intenciones leales y nocalumnia con su lengua. El que no hacemal al prójimo ni difama al vecino, el queconsidera despreciable al impío y honra alos que temen al Señor. El que no prestadinero a usura, ni acepta soborno contrael inocente, el que así obra nunca falla-rá». Es como el decálogo del que sirve alSeñor no solo en su templo santo, sino entoda su vida. Dios está presente en todala nación. «Así pues, ya no sois extranje-ros ni forasteros, sino que sois ciudada-nos de los santos y miembros de la fami-lia de Dios» (Ef 2,19).

–Lucas 8,16-18: La luz se coloca sobreel candelero, para iluminar a los hombres.Orígenes afirma:

«Que Cristo trata aquí de la luz espiritual. Lalámpara tiene un gran significado en la SagradaEscritura. Israel para significar la fidelidad a Diosy la continuidad de la oración, hace arder perpe-tuamente una lámpara en el santuario (Ex

27,20ss); dejar que se extinga sería dar a enten-der a Dios que se le abandona (2 Par 29,7). Vice-versa, dichosos los que velan en espera del Se-ñor, como las vírgenes sensatas (Mt 25,1-8) o elservidor fiel (Lc 12,35), cuyas lámparas se man-tienen encendidas. Dios aguarda todavía más desu fiel: en lugar de dejar la lámpara bajo el cele-mín o la cama (Mt 5,15ss; Lc 8,16-18), él mis-mo debe brillar como un foco de luz en medio deun mundo perverso en tinieblas (Flp 2,15), comoen otro tiempo Elías, ‘‘cuya palabra ardía comouna antorcha’’ (Eclo 48,1) o como Juan Bautis-ta: ‘‘lámpara que ardía y lucía’’ (Jn 5,35), paradar testimonio de la verdadera Luz, que es Cris-to. Así la Iglesia, sobre Pedro y Pablo, los dosolivos y los dos candeleros que están delante delSeñor de la tierra (Ap 11,4), debe hacer irradiarhasta el fin de los tiempos la gloria del Hijo delHombre (Comentario a San Lucas 1,12ss).

MartesAños impares

–Esdras 6,7-8.12.14-20: Terminaron lareconstrucción del templo y celebraronla Pascua, pero antes la dedicación. Entodas las religiones es la fiesta un ele-mento esencial del culto: con ciertos ri-tos asignados a ciertos tiempos, la asam-blea rinde homenaje, ordinariamente enmedio del gozo y regocijo de tal o cualaspecto de la vida humana; da gracias eimplora el favor de la divinidad. Lo quecaracteriza a la fiesta en la Biblia es suconexión con la historia sagrada, puespone en contacto con Dios, que actúasin cesar en favor de sus elegidos. Lafiesta actualiza una esperanza auténticaal término de la salvación: el pasado deDios asegura el provenir del pueblo. ElExodo conmemorado anuncia y garanti-za un nuevo éxodo: Israel será un díadefinitivamente liberado, el reinado deYahvé se extenderá a todas las naciones.

Cristo practicó sin duda las fiestas ju-días de su tiempo, pero mostraba ya quesolo su persona y su obra les daban ple-no significado. Así, tratándose de la fiesta

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de los Tabernáculos (Jn 7,37ss; 8,12; Mt21,1-10), o de la Dedicación (Jn 10,22-38). Sobre todo, señaló deliberadamenteuna nueva alianza con su sacrificio en unsentido pascual (Mt 26,2.17-28; Jn 13,1;19,36; 1 Cor 5,7ss). La fiesta de Pascuaha venido a ser la fiesta eterna del cielo.

–El Salmo 121 nos conduce a una me-ditación adecuada con respecto a la lec-tura anterior: «Llenos de alegría vamos ala Casa del Señor». Estamos en ella. TodaMisa es una gran fiesta como no podíanimaginar los judíos. «Qué alegría cuandome dijeron: vamos a la Casa del Señor. Yaestán pisando nuestros pies tus umbra-les, Jerusalén. Jerusalén está fundadacomo ciudad bien compacta. Allá subenlas tribus, las tribus del Señor»... La nue-va Jerusalén es la Iglesia, extensión espa-cial y temporal del verdadero templo deDios, que es Cristo resucitado.

Años pares–Proverbios 21,1-6.10-13: Un progra-

ma de vida espiritual. El culto auténticolleva a obras de caridad y de justicia paracon el prójimo. El culto bíblico ha evolu-cionado mucho: lugares, objetos y perso-nas sagrados (santuario, arca, altares, sa-cerdote), tiempos sagrados (fiestas, sá-bados), actos cultuales (purificaciones,consagraciones, sacrificios, oraciones...),normas y prescripciones (ayunos, entre-dichos...).

El culto de Israel vendrá a ser espiritualen la medida en que él adquiera concien-cia, gracias a los profetas, del carácterinterior de las exigencias de la alianza. Estafidelidad del corazón es la condición deun culto auténtico y la prueba de que Is-rael no tiene más dios que Yahvé. Todoesto quedará sublimado en el Nuevo Tes-tamento, sobre todo con la Eucaristía.

–El Salmo 118 nos ayuda a contemplarla vida espiritual como un camino, comoun programa de vida: «Guíame, Señor, por

la senda de tus mandatos. Dichoso el quecon vida intachable camina en la voluntaddel Señor». Pidamos al Señor que nos ins-truya en el camino de sus decretos y me-ditemos sus maravillas; escojamos el ca-mino verdadero, deseemos sus manda-mientos; que el Señor nos enseñe a cum-plir su voluntad y a guardarla de todo co-razón, que Él nos guíe por la senda desus mandatos, porque ahí está nuestrogozo. Cumplamos sin cesar su Voluntadpor siempre jamás. Guardar la palabra delSeñor es garantía para que seamos ama-dos por Él y habite en nuestra alma conel Padre y el Espíritu Santo (Jn 14,23).Así le daremos un culto digno de Él, enespíritu y en verdad, con la participaciónnuestra en la liturgia de la Iglesia, de modoespecial en la Eucaristía.

–Lucas 8,19-21: Los que escuchan lapalabra del Señor y la cumplen son sumadre y sus hermanos. Esta es la familiaauténtica del Señor. Oigamos a San Am-brosio:

«Es propio del maestro ofrecer en su personaun ejemplo a los demás, y, al dictar sus precep-tos, él mismo comienza por cumplirlos. Antes deprescribir a otros que quien no deja a su padre ya su madre no es digno del Hijo de Dios (Mt10,37; Lc 14,26), Él se somete primero a estasentencia: no condena la piedad filial con respec-to a una madre; pues de Él viene el precepto«Quien no honra a su padre y a su madre, reo esde muerte» (Ex 20,12; Dt 27,16). Pero Él sabeque se debe a los ministerios de su Padre más quea los piadosos sentimientos para con su Madre.Los padres no son injustamente descartados, sinoque Él enseña que la unión de las almas es mássagrada que la de los cuerpos» (Tratado sobre elEvangelio de San Lucas lib. VI,34-38).

Nadie mejor que la Madre de Jesús hacumplido la Voluntad divina, fuera de supropio Hijo. Así lo afirma el Concilio Vati-cano II:

«A lo largo de su predicación acogió las pala-bras con las que su Hijo, exaltando el Reino porencima de las condiciones y lazos de la carne y

25ª Semana del Tiempo Ordinario

84 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

de la sangre, proclamó bienaventurados a los queescuchan y guardan la Palabra de Dios, como Ellalo hacía fielmente (cf. Lc 2,19 y 51). Así avanzóla Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, ymantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta lacruz, junto a la cual, no sin designio divino, semantuvo erguida (cf. Jn 19,25), sufriendo pro-fundamente con su Unigénito y asociándose conentrañas de Madre a su sacrificio, consintiendoamorosamente en la inmolación de la Víctima queElla misma había engendrado» (LG 58).

MiércolesAños impares

–Esdras 9,5-9: Dios no nos abandonóen la esclavitud. Esdras implora el per-dón de las faltas de Israel en una plegariaque demuestra una piedad ardiente y dagracias por el retorno del «resto» vati-cinado por los profetas. El poder de laoración es grande. Dios está siempre aten-to a nuestra oración. Los Santos Padreshan tratado muchas veces de la oración.Así, Clemente de Alejandría:

«La oración es una conversación con Dios. Sinque se oiga la voz y aun sin mover los labiosestamos clamando en el fondo de nuestro cora-zón; el Señor oye las súplicas que le dirige nues-tro corazón. Para orar, levantamos la cabeza y lasmanos al cielo, nos esforzamos a arrancar de latierra nuestro cuerpo, elevando nuestra alma conlas alas del deseo de los bienes eternos hasta elsantuario de Dios; y mirando con los ojos de unespíritu sublime, consideramos como inferiores aÉl los lazos de nuestra carne; como dignos dedesprecio siempre que se opongan a la vida eter-na» (Pedagogo 17).

Y San Cipriano:«Sea nuestra ocupación un continuo llanto y

una continua oración: estas son las armas celes-tiales con que perseveran y se defienden nuestrasalmas. Ayudémonos unos a otros con oraciones,y consolémonos con recíproca caridad en nues-tro trabajo. Aquel que por la misericordia de Diosmereciere ir primero, conserve siempre en la pre-sencia de Dios su caridad para con sus hermanos,para implorar la clemencia divina a favor de losfieles que dejó en el mundo» (Carta 56,a Cornelio).

«Cuando oramos para conseguir el perdón denuestras culpas, tenemos las mismas palabras deAquél que es nuestro Mediador y Abogado. Ypues nos asegura que el Padre celestial nos con-cederá cuanto le pidamos en su nombre: ¿concuánta mayor prontitud nos lo concederá, si nosolamente en su nombre le suplicamos, sino queoramos con sus mismas palabras?» (Sobre la ora-ción dominical 18).

San Gregorio Nacianceno enseña:«Admirad la grande bondad de Dios: pues reci-

be nuestro deseo como si fuera una cosa precio-sísima. Se abrasa en deseos de que nosotros nosabrasemos en su amor. Recibe como beneficio elque nosotros le pidamos sus favores; más gustotiene Dios en dar, que nosotros en recibir lo queÉl nos da. No tengamos otro cuidado que el noser indiferentes ni cortos en nuestras pretensio-nes con el Señor; jamás le pidamos cosas peque-ñas o indignas de la divina magnificencia» (Ser-món 40).

–Como Salmo responsorial se nos ofre-ce la oración de Tobías 13: «Bendito seaDios que vive eternamente. Él azota y secompadece, hunde hasta el abismo y sacade él. No hay quien escape de su mano».En medio de nuestras dificultades y amar-guras debemos darle gracias, proclamarsu grandeza. Él es nuestro Dios y Señor,nuestro Padre por los siglos de los siglos...Anunciamos su grandeza y su poder. Con-virtámonos y obremos rectamente en supresencia. Él nos muestra siempre su be-nevolencia y tiene constantemente com-pasión de nosotros. Oremos con fe, conhumildad, con entera confianza.

Años pares–Proverbios 30,5-9: El Señor nos da lo

que necesitamos. Pidamos continuar fir-memente en el recto camino de la virtud.Ni riqueza ni pobreza. Lo que necesita-mos. Para esto tener confianza en Dios.La inseguridad nace cuando se debilitanuestra fe, y con la debilitación de la fellega la desconfianza. Jesucristo es siem-pre nuestra seguridad. San Gregorio Mag-no dice:

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«La confianza que el apóstol ha de poner enDios debe ser tan grande que, aunque no sea ne-cesario para esta vida, tenga por cierto que nadale ha de faltar.

«De la miseria del hombre está llena toda latierra, y de la misericordia de Dios está llena todala tierra. Todos necesitan de Dios: lo mismo losdesventurados que los felices» (Homilía 17 so-bre los Evangelios).

–El Salmo 118 nos alienta para alabar aDios: «Apártate del camino falso y damela gracia de tu voluntad». Estimemos máslos preceptos de la boca del Señor mu-cho más que el oro y la plata, porque lapalabra del Señor es eterna, más estableque el cielo. Consideremos los decretosdel Señor y odiemos el camino de la men-tira, amemos la voluntad del Señor quediariamente nos da lo que necesitamos.

–Lucas 9,1-6: Envía sus discípulos aproclamar el Reino de Dios. Escuchemosa San Ambrosio:

«Si se quiere puede entenderse esto en el senti-do siguiente: este pasaje parece tener por fin for-mar un estado de alma enteramente espiritual,que parece se ha despojado del cuerpo, como deun vestido, no solo renunciando al poder y des-preciando las riquezas, sino también apartandoincluso los atractivos de la carne» (Tratado sobreel Evangelio de San Lucas lib. VI,65).

Avancemos superando todo obstáculoen el camino de la santificación, con lamirada fija en Dios, que cuida de noso-tros como un Padre amoroso.

JuevesAños impares

–Ageo 1,1-8: Construid el templo, paraque pueda complacerme. El profeta sedirige a dos autoridades: civil y religiosa,como responsables principales de la in-curia por no continuar las obras del tem-plo, comenzadas quince años antes (537antes de Cristo), a raíz del retorno del des-tierro. Esto fue debido a manejos de gen-tes hostiles, sin religiosidad. El profeta lo

echa en cara, pues se han preocupado másde sus casas que de la del Señor. De ahíel castigo de las malas conductas. Unalección para nosotros: primero lo de Dios,luego lo nuestro. Entonces Dios nos mos-trará su gloria.

–El Salmo 149 es el escogido como res-ponsorial: «El Señor ama a su pueblo, poreso le cantamos un cántico nuevo; queresuene su alabanza en la asamblea de susfieles, que se alegre Israel, la Iglesia san-ta, por su Creador, los hijos de Sión, laceleste, por su Rey... que los fieles feste-jen su gloria, y canten jubilosos en la asam-blea litúrgica, con vítores a Dios en laboca. Esto es un honor para todos susfieles».

Años pares–Eclesiástico 1,2-11: Nada nuevo bajo

el sol. Todo es pasajero. Hemos de estardesprendidos de todo lo caduco y ponerlos ojos en la eternidad. Todo es vano.Utilizarlo para nuestra ayuda, para nues-tra utilidad, pero no quedar aprisionadospor lo puramente cuantitativo. Para co-rresponder a la gracia hemos estar libresde esas ataduras. Esto no es desprecio delos bienes terrenos, sino apreciarlos en sujusto valor. De tal modo utilicemos lascosas temporales que no perdamos laseternas, como tantas veces lo hemos ma-nifestado. Lo dijo el Señor: «buscad pri-mero el Reino de Dios y su justicia y todolo demás se os dará por añadidura» (Mt6,33).

Los Santos Padres lo han expuesto mu-chas veces, con expresiones muy elo-cuentes y precisas. San Ignacio de Antio-quía escribe:

«No os doy mandatos, como Pedro y Pablo.Ellos eran Apóstoles, yo no soy más que un con-denado a muerte... Pero si logro sufrir el martirio,entonces seré liberto de Jesucristo y resucitarélibre con Él. Ahora, en medio de mis cadenas escuando aprendo a no desear nada» (Carta a losRomanos 3,1-2).

25ª Semana del Tiempo Ordinario

86 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Y San Gregorio Magno:«Considerad bien qué poco valor tienen las co-

sas que pasan con el tiempo. El fin que tienentodas las cosas temporales nos manifiestan cuánpoco vale lo que ha podido pasar. Fijad vuestroamor en el amor de las cosas que perduran»(Homilia 14 sobre los Evangelios).

–La brevedad de nuestra vida debe ha-cernos anhelar y estimar la vida eterna.Esto es lo que nos sugiere el Salmo 89escogido como responsorial de la lecturaanterior: «Tú reduces el hombre a pol-vo... Mil años en tu presencia son un ayerque pasó, una vela nocturna. Los siem-bras año por año, como hierba que se re-nueva; que florece y se renueva por lamañana y por la tarde la siegan y se seca.Enséñanos a calcular nuestros años, paraque adquiramos un corazón sensato»...Por eso anhelamos los bienes eternos.«Por la mañana sácianos de tu misericor-dia, y toda nuestra vida será alegría y jú-bilo. Baje a nosotros la bondad del Señory haga prósperas las obras de nuestrasmanos».

–Lucas 9,7-9: Admiración por los pro-digios de Cristo. Se fijan en las cosasmaravillosas, que no son un fin, sino unmedio, y descuidan lo principal de la mi-sión del Salvador, que predica para reali-zar la conversión de los oyentes y de todoel mundo. No invertir el orden. Sigamosel mensaje salvífico de Cristo, busquemosprimero el reino de Dios. Lo demás yavendrá, cuando el Señor lo quiera, puesÉl tiene más deseos de hacernos bien quenosotros de recibirlo.

ViernesAños impares

–Ageo 3,1-10: Dios llena de su gloriael templo. El profeta anuncia que la gloriadel futuro templo superará a la del anti-guo de Salomón, a pesar de su aparentemodestia. Se refiere a la grandeza moral

que le está reservada. Será el centro reli-gioso del mundo. En lontananza ve el pro-feta la era mesiánica, que será interpreta-da de un modo diferente al que en reali-dad fue. Dios transformará el mundo to-talmente hasta que sea reducido al Reinode Jesucristo. No nos dejemos captar porlas apariencias. La grandeza de Dios es-tará firme en lo interior, en la humildad.Por eso muchos no entendieron a Cristo,ni lo entienden todavía.

–El Salmo 42 nos ayuda a entender elmensaje salvífico del Señor: «espera en elSeñor que volverás a alabarlo; salud demi rostro, Dios mío». La confianza enDios nos hace gritar: «hazme justicia, ohDios, defiende mi causa contra gente sinpiedad, sálvame del hombre traidor ymalvado; Tú eres mi Dios y protector...Envía tu luz y tu verdad; que ellas meguíen, y me conduzcan hasta tu montesanto, hasta tu morada», en la Jerusalénceleste, llamada visión de paz. Que meacerque ahora al altar de Dios, a la cele-bración de la Eucaristía, lleno de alegría yjúbilo, para darte gracias por tus inmen-sos beneficios.

Años pares–Eclesiástico 3,1-11: Todo tiene su mo-

mento, pero es un momento lleno de va-ciedad. Aquí nos viene bien reflexionarsobre el principio y fundamento de los Ejer-cicios de San Ignacio de Loyola:

«El hombre es creado para alabar, hacer reve-rencia y servir a Dios nuestro Señor, y medianteesto salva el alma. Y las otras cosas sobre la haz dela tierra son creadas para el hombre, y para que leayuden en la prosecución del fin para el que fuecreado. De donde se sigue que el hombre tanto hade usar de ellas cuanto le ayudan para su fin ytanto debe quitarse de ellas cuanto para ello leimpiden. Por lo cual es menester hacernos indife-rentes a todas las cosas creadas, en todo lo que esconcedido a la libertad de nuestro libre albedrío,y que no le está prohibido; en tal manera que noqueramos de nuestra parte más salud que enfer-

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medad, riqueza que pobreza, honor que deshonor,vida larga que corta, y por consiguiente en todo lodemás; solamente deseando y eligiendo lo quemás nos conduce hacia el fin para el que somoscreados».

–Fuera del Señor todo es vacío, por esocantamos con el Salmo 143: «Bendito elSeñor, mi Roca, mi bienhechor, mi alcá-zar, baluarte donde me pongo a salvo, miescudo y mi refugio. Señor, ¿qué es elhombre para que te acuerdes de él? ¿Quélos hijos de Adán para que te fijes en ellos?El hombre es igual que un soplo, sus díasuna sombra que pasa». Tener fe para bus-car primero el Reino de Dios y su justi-cia. Todo lo demás vendrá después.

–Lucas 9,18-22: Tú eres el Mesías deDios. Pedro responde así a Cristo, queles pregunta acerca de su persona, y ha-bla en nombre de todos los apóstoles. Laopinión de las masas tiene su interés. DiceSan Ambrosio:

«Aunque los demás apóstoles lo conocen, sinembargo, Pedro responde por los demás: “Túeres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”... Cree, pues,de la manera en que ha creído Pedro a fin de serfeliz tú también, para oir tú también: “no ha sidola carne ni la sangre la que te lo ha revelado, sinomi Padre que está en los cielos”. Efectivamente,la carne y la sangre no pueden revelar más que loterreno; por el contrario, el que habla de los mis-terios en espíritu no se apoya sobre las enseñan-zas de la carne ni de la sangre, sino sobre la inspi-ración divina... El que ha vencido a la carne es unfundamento de la Iglesia y, si no puede igualar aPedro, al menos puede imitarlo. Pues los donesde Dios son grandes: no solo ha restaurado lo queera nuestro, sino que nos ha concedido lo que erasuyo (Tratado sobre el Evangelio de San Lucaslib. VI,93-95).

SábadoAños impares

–Zacarías 2,1-5.10-11: Yo vengo a ha-bitar dentro de tí. Un ángel mide la nuevaJerusalén: tendrá fortificaciones y mura-llas de fuego, símbolo de la gloria de Dios.

Todos los pueblos acudirán allí para ado-rar al Señor. San Juan aplica esto a la Je-rusalén celeste en el Apocalipsis. Zacaríasno podía presentar a sus compatriotas,que se preocupaban afanosamente en re-construir la ciudad de Jerusalén, un hori-zonte más optimista.

La ciudad superará el esplendor antiguoy estará bajo la especialísima y personalprotección de Dios. Como siempre, losprofetas proyectan su mirada hacia lostiempos mesiánicos y esto de un modoespiritual». Cristo, la Iglesia, las almas, lagloria futura. Vivamos nosotros esas rea-lidades con gran espíritu de fe. Solo asípodemos ver y gozar de esas realidadesen toda su plenitud.

–Como Salmo responsorial se ha esco-gido un pasaje de Jeremías 31, ya expues-to en otra ocasión: «El Señor nos guarda-rá como Pastor a su rebaño. Escuchad,pueblos, la palabra del Señor, anunciadlaen las islas remotas. El que dispersó a Is-rael lo reunirá, lo guardará como pastor asu rebaño. Porque el Señor redimió aJacob, a la humanidad, a nosotros mis-mos, nos rescató con mano fuerte». Poreso acudamos a la celebración litúrgicacon aclamaciones, pues allí encontramoslos bienes del Señor. Todos nos alegra-mos, porque el Señor ha hecho grandesmaravillas con toda la humanidad, aun-que ésta en gran parte no lo conozca o seolvide de ello y ofenda al Señor. Nuestramisión es proclamar esas maravillas pordoquier y reparar las ofensas de los hom-bres.

Años pares–Eclesiástico 11,9–12,8: Acuérdate de

tu Creador, ahora que vives, antes de queel polvo vuelva a la tierra y el espírituvuelva a Dios que lo dio. Dios te llamaráa juicio para dar cuenta. El fin del mundosorprenderá a los hombres, ocupados ensus negocios, sin advertir la inminencia

25ª Semana del Tiempo Ordinario

88 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

de la llegada de Cristo. Vendrá como Re-dentor del mundo, como Rey, Juez y Se-ñor de todo el universo, pero tambiéncomo Padre misericordioso, pues Él esesencialmente Amor. «Cuando venga elHijo del Hombre... hará comparecer anteÉl a todas las naciones y separará a unode otros» (Mt 25,31-32; Mc 13,26-27;Lc 21,36). San Juan Crisóstomo dice:

«Aunque tengas padres o hijos o amigos o al-guien que pudiera interceder por ti, solo te apro-vechan tus hechos. Así es este juicio; se juzgasolo lo que has hecho» (Homilía sobre la Carta alos Gálatas 2-8).

Y San Gregorio Magno:«En la vida presente puede ocultarse a los hom-

bres lo que se hace interiormente; pero vendráciertamente el Juez a quien no podrá ocultarsenada con callar, a quien no podrá engañarse ne-gando» (Homilía 17 sobre los Evangelios).

–Acudimos al Señor misericordioso conel Salmo 89: «Señor, Tú has sido nuestrorefugio de generación en generación. Túreduces el hombre a polvo». Ante la eter-nidad de Dios, el hombre, todo él cadu-co, se refugia en el Infinito, al que cami-na sin cesar. Recurre a la Fuente de laVida. El hombre, miserable, pide miseri-cordia y piedad, el afligido implora el con-suelo de la gloria de Dios y Este no lodefrauda. Ahí está nuestra salvación.

–Lucas 9,44-45: Nuevo anuncio de laPasión. Pero los discípulos no lo enten-dieron. Tan asimilada tenían todos, inclu-so los apóstoles, una idea radiante delMesías, que no podían ni imaginar la rea-lidad de la Pasión y de la muerte en cruzdel mismo. Era algo inconcebible. ¿Lo espara nosotros? San Juan Crisóstomo dice:

«Oigan los que se avergúenzan de la Pasión yde la Cruz de Cristo... ¿Qué perdón pueden teneraquellos que, después de tan manifiesta demos-tración, niegan la economía de la Cruz?... Consi-derad lo que habrán de sufrir los que, después detodo eso, destruyen y anulan el misterio de laCruz» (Homilía 54 sobre San Mateo).

San Agustín comenta:«¿De donde nos viene la vida? ¿De dónde le

vino a él la muerte? Centra tu atención: “en elprincipio existía la Palabra y la Palabra estabajunto a Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). Bus-ca allí la muerte. ¿Dónde se la encuentra? ¿Dedónde le viene? ¿Cómo era la Palabra? “La Pala-bra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”. Siencuentras en ella carne y sangre, encuentras tam-bién la muerte. Por tanto, ¿de dónde le vino lamuerte a aquella Palabra? ¿de dónde nos vino lavida a nosotros, hombre moradores de la tierra,mortales corruptibles y pecadores? Nada habíaen ella de donde pudiera surgir la muerte y nadateníamos nosotros de donde poder estar en lavida. De nuestro haber, él tomó la muerte, paradarnos del suyo la vida» (Sermón 232,5).

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Semana 26

DomingoEntrada: «Lo que has hecho con noso-

tros, Señor, es un castigo merecido, por-que hemos pecado contra ti y no pusimospor obra lo que nos habías mandado; peroda gloria a tu nombre y trátanos según tuabundante misericordia» (Dan 3,31.29.30.43.42).

Colecta (del Misal anterior y antes en elGelasiano y Gregoriano): «¡Oh Dios!, quemanifiestas especialmente tu poder conel perdón y la misericordia; derrama in-cesantemente sobre nosotros tu gracia,para que, deseando lo que nos prometes,consigamos los bienes del cielo».

Ofertorio: «Dios de misericordia, quenuestra oblación te sea grata y abra paranosotros la fuente de toda bendición».

Comunión: «Recuerda la palabra quediste a tu siervo, de la que hiciste mi es-peranza. Este es mi consuelo en la aflic-ción» (Sal 118,49-50); o bien: «En estohemos conocido el amor de Dios: en queÉl dio su vida por nosotros. También no-sotros debemos dar nuestra vida por loshermanos» (1 Jn 3,16).

Postcomunión (del Misal anterior, reto-cada con textos del Veronense y del Misalde París del año 1782): «Que esta Euca-ristía renueve nuestro cuerpo y nuestroespíritu, para que participemos de la he-

rencia gloriosa de tu Hijo, cuya muertehemos anunciado y compartido».

CICLO AEl malvado que se convierta de su mal-

dad será salvado. Esto es lo que nos en-señan las lecturas primera y tercera. SanPablo nos exhorta a tener los mismos sen-timientos de Cristo, viviendo en humildad,como él vivió.

Por su misma naturaleza, la vocacióncristiana exige una respuesta exacta yconstante al designio de Dios. De nuestraactitud de fidelidad o infidelidad a estedesignio depende el que esta vocación, gra-tuita y amorosa, alcance su coronación,conduciéndonos a la salvación definitiva.Ni irresponsabilidad ante la voluntad sal-vífica de Dios ni presunción o falsa con-fianza en nosotros mismos. Hemos detener una actitud personal de conversiónpermanente.

–Ezequiel 18,25-28: Cuando el malva-do se convierta de su maldad, salvará lavida. Ezequiel es, en la historia de la sal-vación, el profeta que más altamente pro-clama la responsabilidad personal ante lavoluntad e iniciativa divinas sobre nues-tra vida. La muerte o la vida son conse-cuencias de una vida vivida en la impie-dad o en la honestidad. Cada uno es res-ponsable de sus actos. Cada uno ha deresponder con su parte a su propio desti-no: o con Dios o contra Dios.

–Por eso cantamos en el Salmo 20:«Recuerda, Señor, que tu misericordia eseterna». Pedimos al Señor que nos ense-ñe sus caminos, que nos instruya en sussendas, que caminemos con lealtad, por-que Él es nuestro Salvador y todo el díalo estamos esperando. Le rogamos queno se acuerde de nuestros pecados, denuestras maldades, que tenga misericor-dia de nosotros por su inmensa bondad.

26ª Semana del Tiempo Ordinario

90 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

El Señor es bueno y recto, enseña el ca-mino a los pecadores, hace caminar a loshumildes con rectitud, enseña su caminoa los humildes.

–Filipenses 2,1-11: Tened los mismossentimientos que tuvo Cristo Jesús. Elmodelo de fidelidad a la voluntad del Pa-dre es el mismo Corazón de Jesucristo,Hijo de Dios, hecho hombre para enseñara los hombres a ser y vivir como hijos deDios. Oigamos a San Agustín:

«Escucha al Apóstol, que quiere que conside-remos la misericordia del Señor, quien se hizodébil por nosotros para reunirnos bajo sus alas,como polluelos y enseñar a los discípulos a quesi alguno, superada la debilidad común, se ha ele-vado a una cierta robustez, se compadezca tam-bién él de la debilidad de los otros, considerandoque Cristo descendió de su celeste fortaleza anuestra debilidad. Les dice el Apóstol: “tenedvosotros los mismos sentimientos que tuvo Cris-to Jesús”. Dignaos, dijo, imitar al Hijo de Dios ensu compasión hacia los pequeños...

«Al decir “existiendo en la forma de Dios”,mostró que era igual a Dios... Como todos loshombres eligen para sí la mejor de las muertes, asíeligió la peor de todas, la más execrable para to-dos los judíos. Él, que ha de venir a juzgar a vivosy muertos, no temió morir en la ignominia de laCruz, para librar a todos los creyentes de cual-quier otra ignominia. Por tanto, se hizo obedientehasta la muerte y muerte de Cruz. Con todo esigual a Dios por naturaleza; fuerte en el vigor desu majestad y débil por compasión a la humani-dad; fuerte para crearlo todo y débil para recrearlode nuevo» (Sermón 264).

–Mateo 21,28-32: Después se arrepin-tió y fue. Ni la falsa fidelidad del presun-tuoso, ni la impenitencia del irresponsa-ble son caminos de salvación. Sólo la hu-milde conversión puede abrir nuestro co-razón a la fidelidad ante la voluntad delPadre, según el diseño de fidelidad del Co-razón de Jesucristo. Escribe San Jeróni-mo:

«Son los dos hijos descritos en la parábola deLucas (cf. Lc 15,11-32), uno sobrio y otro diso-luto, de los que también habla el profeta Zacarías

(11,7). Primero se le dice al pueblo pagano por elconocimiento de la ley natural: “ve y trabaja enmi viña”, es decir, no hagas a otro lo que no quie-res que te hagan a ti. Él respondió con soberbia:“no quiero”. Sin embargo, después de la venidadel Salvador, hizo penitencia, trabajó en la viñade Dios y reparó con su esfuerzo la obstinaciónde sus palabras. El segundo hijo es el pueblo ju-dío, que respondió a Moisés: “haremos todo loque ha dicho el Señor” (Ex 24,3), pero no fue a laviña, porque después de haber muerto el hijo delpadre de familia se consideró heredero.

«Otros no creen que la parábola se refiera a lospaganos y a los judíos, sino simplemente a lospecadores y a los justos. El mismo Señor explicaa continuación sus palabras: “os aseguro que lospublicanos y las prostitutas os precederán en elReino de Dios”. Aquellos que por su mala con-ducta se habían negado a servir al Señor, despuésrecibieron de Juan el bautismo de penitencia; mien-tras que los fariseos, que hacían profesión de jus-ticia y se jactaban de cumplir la Ley de Dios,despreciando el bautismo de Juan, no cumplie-ron los preceptos de Dios» (Comentario al Evan-gelio de Mateo 21,32).

CICLO BEl Espíritu de Dios sopla donde quiere:

esto es lo que nos dan a entender las lec-turas primera y tercera. La segunda lec-tura nos enseña el buen uso que hemoshacer de las riquezas y que éstas no pue-den ser adquiridas injustamente.

Los dones que Dios ha repartido, tantonaturales cuanto sobrenaturales, no sonvalores absolutos puestos a nuestro servi-cio egoísta y personalmente irresponsa-ble. Hay que ejercitarlos con la virtud decaridad. No somos dueños absolutos. Detodos ellos hemos de dar cuenta a Diosen el día del juicio.

–Números 11,25-29: Ojalá todo el pue-blo fuera profeta. Dios reparte sus donesgratuitamente, a quien quiere y como quie-re. Pero todos los dones divinos han deemplearse para el bien de todos y para launidad del pueblo de Dios.

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El episodio de la lectura sirve para de-mostrar que el gobierno del pueblo de Diosno es un asunto de naturaleza política oeconómica, sino solamente religiosa. Losdones de Dios son distribuidos de modoque nadie puede criticarlos o hacer recri-minaciones. La Iglesia es guiada por elEspíritu en la predicación de sus verdadesy en la santificación de sus miembros pormedio de los sacramentos.

–El Salmo 18 nos manifiesta un conte-nido precioso para meditar sobre la lectu-ra anterior: «los mandatos del Señor ale-gran el corazón; la ley del Señor es per-fecta y es descanso del alma; el preceptodel Señor es fiel e instruye al ignorante, lavoluntad del Señor es pura y eternamenteestable»... Pero podemos presumir de ello.Por eso pedimos al Señor: «preserva a tusiervo de la arrogancia, para que no nosdomine; así quedaremos libres e inocen-tes del gran pecado».

–Santiago 5,1-6: Vuestra riqueza estácorrompida. También los bienes materia-les caen bajo la ley y responsabilidad de lacaridad. Son dones de Dios. Pero nues-tro egoísmo puede hacerlos malditos. Asílo enseña el Concilio Vaticano II:

«Los cristianos que toman parte activa en elmovimiento económico-social de nuestro tiempoy luchan por la justicia y la caridad, convénzansede que pueden contribuir mucho al bienestar de lahumanidad y a la paz del mundo. Individual ycolectivamente den ejemplo en este campo. Ad-quirida la competencia profesional y la experien-cia, que son absolutamente necesarias, respetenen la acción temporal la justa jerarquía de valores,con fidelidad a Cristo y a su Evangelio, a fin deque su vida, tanto la individual como la socialquede saturada con el espíritu de pobreza. Quien,con obediencia a Cristo busca ante todo el Reinode Dios, encuentra en éste un amor más fuerte ymás puro para ayudar a todos los hermanos, ypara realizar la obra de la justicia bajo la inspira-ción de la caridad» (Gaudium et spes 72).

Clemente de Alejandría decía:«La posesión de las riquezas es odiosa en pú-

blico y en particular cuando excede a las necesi-

dades de la vida: la adquisición de las riquezas estrabajosa y difícil, su conservación penosa, y suuso incómodo» (Pedagogo 32,3).

Y San Hilario:«No es delito tener riquezas, como se arregle el

uso de ellas; porque aunque no se abandonen losfondos que sirven de manantial a la limosna, estono impide el repartir sus bienes con los necesita-dos. Luego no es malo tener hacienda, sino po-seerla de modo que nos sea perniciosa. El riesgoestá en el deseo de enriquecerse, y un alma justaque se ocupa en aumentar su hacienda, se imponeuna pesada carga; porque un siervo de Dios nopuede adquirir los bienes del mundo sin exponer-se a juntar vicios que son inseparables de losbienes» (Comentario al Evangelio de San Mateo19,8).

–Marcos 9,37-42.44.46-47: El que noestá contra nosotros está a nuestro favor.El pecado de escándalo, tan frecuente-mente reprobado por Cristo, es siempreel triunfo del egoísmo personal y de lairresponsabilidad humana sobre la ley dela caridad y sobre las necesidades de nues-tros hermanos. Cristo lo condenó conpalabras durísimas. Hay que proclamarlopor doquier, pues se nota una insensibili-dad generalizada con respecto a los escán-dalos: corrupciones, pornografías, opre-siones y mil formas de abusos se comen-ten con toda naturalidad, sin temor deDios, sin recriminaciones...

No pueden existir razones que permi-tan ser indulgentes contra teorías, doctri-nas, prácticas y costumbres que condu-cen al mal o que lo presentan desnaturali-zado y privado de malicia. Es nuestra vidaíntegra la que ha de proclamar nuestra feoperante o la que puede desmentir en no-sotros la verdad de nuestra religiosidad,sea litúrgica o extralitúrgica.

Los Santos Padres han tratado de esocon mucha precisión y muy frecuente-mente. Concretamente San Basilio:

«Si aun cuando en las cosas permitidas, y enlas que nos es libre hacer o no hacer, causamosescándalo a los débiles o ignorantes, incurrimos

26ª Semana del Tiempo Ordinario

92 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

en una vigorosa condenación, según dijo el Salva-dor con estas palabras: “mejor le sería que searrojase en el mar con una piedra de molino alcuello, que escandalizar a uno de estos peque-ñuelos”. Vuelvo a decir, nos ha de juzgar con tanterrible rigor sobre las cosas permitidas, ¿qué su-cederá en las cosas que son prohibidas?» (Cues-tiones 10,25).

Y San Juan Crisóstomo:«No me digáis, esto o aquello está prohibido,

ni que está permitido, siempre que habléis dealguna cosa que escandaliza a los demás; porque,aunque la permitiera el mismo Jesucristo, si ad-vertís que alguno se escandaliza, absteneos, nouséis del premio que os ha dado. De este modoprocedió el grande Apóstol, no queriendo tomarcosa alguna de los fieles, no obstante que el Señorlo había permitido a los Apóstoles» (Homilía 21,9).

CICLO CLa primera y tercera lecturas enseñan

que la vida de aquí abajo prepara la futu-ra. La vida disoluta y egoísta no puedeconducir a la gloria futura. La segundalectura nos exhorta también a llevar unavida de fidelidad para con Dios,

Hemos de tener en cuenta los riesgosque el vivir cotidiano supone para cuan-tos, conscientes o irresponsables, olvidantemerariamente que todo hombre está lla-mado a rendir cuentas a Dios al final desu existencia temporal. El amodorramientotípico de las vidas ahogadas por el mate-rialismo o por el egoísmo irresponsable,es la peor droga para nuestra concienciacristiana. Hay que reaccionar a tiempo.

–Amós 6,1,4-7: Los que lleváis unavida disoluta, iréis al destierro. La frivo-lidad egoísta o la inconsciencia de nues-tra irresponsabilidad ante Dios son cami-nos que llevan a la condenación.

Lo que se condena es el exceso de ri-queza y, sobre todo, la insensibilidad egoís-ta que degenera en desinterés no solo re-ligioso, sino también político y civil. A estoconduce el panorama actual consumista,

que embota las potencias del alma y laencierra en lo puramente cuantitativo. Dioshizo todo para la utilidad del hombre. Loque Dios no quiere es el desorden. La Igle-sia nos recuerda en sus oraciones litúrgi-cas que de tal modo utilicemos las cosastemporales que no perdamos las eternas.San Ambrosio escribe:

«Los mundanos estiman las comodidades de lavida como grandes bienes; los cristianos las de-ben considerar como perjuicios y males. Porqueaquellos que reciben bienes en este mundo, comosucedió al Rico avariento, se verán atormentadosen el otro; mas los que aquí han sufrido malescomo Lázaro, hallarán en el cielo su consuelo yalegría» (Sobre los Oficios 19).

Y San Juan Crisóstomo:«La vida presente es muy semejante a una co-

media en la que uno hace el papel de emperador;otro, de general de ejército; otro, de soldado; otrode juez; y así los demás estados. Y cuando llega lanoche y se acaba la comedia, el que representabaal emperador ya no es reconocido por empera-dor; el que hacía de juez, ya no es juez; y el ca-pitan, ya no es capitan; lo mismo sucede en el díaque dura esta vida, al fin de la cual cada uno denosotros será tratado, no según el papel que re-presenta, sino según las acciones que haya ejecu-tado» (Paranesis 3).

–El Salmo 145 nos presenta un pro-grama de vida con la actuación de Dios:«Él hace justicia a los oprimidos, da pana los hambrientos, liberta a los cautivos,abre los ojos a los ciegos, endereza a losque ya se doblan, ama a los justos, guar-da a los peregrinos, sustenta al huérfanoy a la viuda... El Señor reina eternamente.Alaba, alma mía, al Señor».

–1 Timoteo 6,11-16: Guarda el man-damiento hasta la venida del Señor. Es-tamos destinados a la eternidad. El cami-no es la fe y la actitud de fidelidad amoro-sa a la Voluntad divina, aceptada con to-das sus consecuencias. También nosotrostenemos que vivir la fidelidad al mensaje,custodiarlo intacto, mantener puro el tes-timonio.

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El empeño de la conservación es esen-cial para todas las Iglesias. Conservar in-tacto el depósito de la fe quiere decir serobediente y sumiso a toda la Palabra deDios, no pretender jamás agotarla, pueses trascendental. En esta conservación,aunque parezca que es una paradoja, estála fuente de la permanente renovación deLa Iglesia. El nº 10 de la Constitución DeiVerbum del Vaticano II es fundamental: laSagrada Escritura, la Tradición y el Ma-gisterio de la Iglesia forman una gran uni-dad. Si se quita una de ellas, las otras dosse tambalean.

–Lucas 16,19-31: Tú recibiste bienes, yLázaro males; ahora él encuentra consue-lo, mientras tú padeces. En la muerte nose improvisa la salvación cristiana. La vidatemporal no se vive más que una vez y,tras ella hay un juicio irrevocable (Heb9,27).

Jesús no dice que todos los ricos van alinfierno, ni que van por haber disfrutadode sus riquezas. El verdadero pecado estáen la insensibilidad con respecto a los ne-cesitados, a los pobres, y en el rechazo auna participación consciente y adecuadaa los problemas de un pueblo o de unanación, como se dice en la primera lectu-ra de este Domingo. Oigamos a San Am-brosio:

«Con toda intención, el Señor nos ha presenta-do aquí a un rico que gozó de todos los placeresde este mundo, y que ahora, en el infierno, sufreel tormento de un hambre que no saciará jamás; yno en vano presenta, como asociados a sus sufri-mientos, a sus cinco hermanos, es decir, los cincosentidos del cuerpo, unidos por una especie dehermandad natural, los cuales se estaban abra-sando en el fuego de una infinidad de placeresabominables; y, por el contrario, colocó a Lázaroen el seno de Abrahán, como en un puerto tran-quilo y en un asilo de santidad, para enseñarnosque no debemos dejarnos llevar de los placerespresentes ni, permaneciendo en los vicios o ven-cidos por el tedio, determinar una huida del tra-bajo. Trátase, pues, de ese Lázaro que es pobre

en este mundo, pero rico delante de Dios, o deaquel otro hombre que, según el Apóstol, es po-bre de palabra, pero rico en fe (Sant 2,5). Enverdad, no toda pobreza es santa, ni toda riquezareprensible» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib. VIII,13).

LunesAños impares

–Zacarías 8,1-8: Yo libertaré a mi pue-blo del país de Oriente y Occidente. Sonoráculos de felicidad. Zacarías es el pro-feta del retorno del destierro; reconstruc-ción, vida larga, alegría... Pero todo estose realizará en Cristo y su obra con senti-do espiritual y sublime. El profeta estáconvencido de que Dios está en el cora-zón de la ciudad como lo estaba en la co-lumna de fuego y en la tienda del desier-to. El amor de Dios es inmenso. Mas don-de se mostró en su plenitud fue en la En-carnación del Unigénito del Padre: Tantoamó Dios al mundo que le entregó a suUnigénito, como dice San Juan en el Evan-gelio (Jn 3,16). Este es el signo grandedel amor de Dios.

–El Salmo 101 nos ofrece un materialadecuado para meditar con respecto a lalectura anterior: «el Señor reconstruyóSión y apareció en su gloria; los gentilestemerán su nombre y los reyes del mun-do su gloria». Es en la reconstrucción deSión, la Santa Iglesia, donde brilla con es-plendor su gloria... Él se inclina a la súpli-ca de los indefensos y no desprecia suspeticiones. Esto se escribió para las ge-neraciones futuras hasta el fin de los tiem-pos; el pueblo de Dios que fue creado ala-bó al Señor y lo alaba constantemente enlas celebraciones litúrgicas y fuera de ellas.El Señor miró desde su excelso santua-rio, desde el cielo se fija en la miseria delhombre pecador, escuchó los gemidos dela humanidad doliente y la salvó, libró alos condenados a muerte. «Bendito sea elnombre del Señor».

26ª Semana del Tiempo Ordinario

94 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

Años pares–Job 1,6-22: El Señor me lo dio, el Se-

ñor me lo quitó. Bendito sea el nombredel Señor. Enseña San Gregorio Magno:

«El santo varón, tentado por el adversario, ha-bía perdido todo. Sabiendo que si el Señor no lopermitía, Satanás no tendría fuerzas para tentar-lo, no dijo: “el Señor me lo dio, el diablo me loquitó”, sino “el Señor me lo dio y el Señor me loquitó”. Quizá hubiera sido para dolerse si el ene-migo hubiera quitado lo que el Señor había dado.Pero como el que quitó fue el mismo que dio, essuyo lo que recibió y no nuestro lo que se nosquitó. Si hemos recibido de Él los bienes queempleamos en esta vida, ¿por qué dolerse si elmismo Juez nos exige lo que generosamente noshabía prestado? No es injusto el acreedor que noestando sujeto al vencimiento de ningún plazo,exige lo prestado cuando quiere. De ahí que rec-tamente se añada: “como ha agradado al Señor,así ha sucedido”.

«Cuando en esta vida sufrimos males que noqueremos, debemos dirigir los esfuerzos de nues-tra voluntad a Aquel que nada injusto puede que-rer. Es de gran consuelo saber que las cosas des-agradables que nos ocurren, suceden por ordende Aquel a quien solo agrada lo justo. Si sabemosque lo justo agrada al Señor y que no podemossufrir nada sin su beneplácito, consideraremosjustos nuestros sufrimientos y de gran injusticiamurmurar de lo que justamente padecemos» (LosMorales sobre Job lib. II,18,31).

–Con el Salmo 16 proclamamos: «In-clina el oído y escucha mis palabras. Se-ñor, escucha mi apelación, atiende a misclamores; presta oído a mis súplicas, queen mis labios no hay engaño. Emane deTi la sentencia, miren tus ojos la rectitud.Aunque sondees mi corazón, visitándolode noche; aunque me pruebes a fuego,no encontrarás malicia en mí. Yo te invo-co, porque Tú me respondes, Dios mío,inclina el oído y escucha mis palabras.Muestra las maravillas de tu misericor-dia, Tú que salvas de los adversarios aquien se refugia a tu derecha».

–Lucas 9,46-50: El más pequeño entrevosotros es el más importante. Puso Je-

sús por modelo a un niño. La humildad esuna disposición del alma. Está dentro delcorazón y del espíritu profundo, que seinclina y se doblega ante la majestad delSeñor. Dice San Juan Crisóstomo:

«Todas las oraciones, ayunos, obras de miseri-cordia, la castidad y por último, las virtudes to-das, perecerán algún día y se destruirán si no vanfundadas sobre la humildad, porque así como lasoberbia es la fuente de todos los vicios, la humil-dad es el manantial de todas las virtudes... HaceJesucristo de las Bienaventuranzas, como una es-cala divina, y la primera es como un escalón parasubir a la segunda; porque la humildad del cora-zón va sin repugnancia a llorar sus pecados. Estoserá como un efecto necesario, benigno, justo ymisericordioso. El que esté lleno de benignidad,justicia y misericordia, tendrá puro el corazón. Elque tenga puro el corazón, será sin duda pacífico;y el que posea todas estas virtudes, no temerá lospeligros, ni se turbará con cuantas calamidadescarguen sobre él» (Homilía 15, 43-44).

MartesAños impares

–Zacarías 8,20-23: Vendrán pueblos in-contables a consultar al Señor en Jerusa-lén. El profeta se abre al universalismo.La Jerusalén celeste que celebra no es unghetto. Abre ampliamente sus puertas alos paganos. Zacarías aparece como esen-cialmente misionero. No se trata de unsimple retorno de emigrados a su país.Los paganos los acompañarán para co-nocer su fe y unirse a ella. Todo esto solose realizó en Cristo y en su obra redento-ra. La Iglesia es en realidad la Jerusalénabierta a todos los pueblos. Fue el mismoJesús el que dio el mandato: «id a todoslos pueblos y predicad la buena nueva; elque crea se salvará, el que no crea serácondenado» (Mt 28,19; Mc 16,15-18). Deese mandato parte siempre la condiciónmisionera de toda la Iglesia, de todo cris-tiano.

–El Salmo 86 es como un eco de laprofecía de Zacarías: el universalismo, que

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en realidad solo se vio en la obra de Cris-to y así se ve en la actualidad. La únicareligión abierta a todas las naciones, a to-dos los pueblos y a todos los hombres esel cristianismo. Por eso con toda razónpodemos cantar acerca de la Iglesia:«Dios está con nosotros. Él la ha cimen-tado sobre el monte santo, el Señor la pre-fiere a todo lo demás, a todas las mora-das de Jacob. ¡Qué pregón para ti, ciu-dad de Dios! Puede contar todos los pue-blos entre sus fieles, todos han nacidoallí... El Altísimo en persona la ha funda-do».

La Iglesia se extiende por doquier. Suesplendor es inmenso, no obstante las per-secuciones y las infidelidades de algunosde sus hijos. Son innumerables sus san-tos y continúa la lista sin parar. Lo vemosconstantemente por las beatificaciones ycanonizaciones.Verdaderamente «Diosestá con nosotros».

Años pares–Job 3,1-3.11-17.20-23: Gran sufri-

miento. Dolor de haber nacido. Maldecires afirmar el carácter infernal de la vida,es definir el mal como reverso del bien.Preguntar por el mal es una cuestión queha existido siempre y existe también hoy.¿Por qué el mal? Enseña San GregorioMagno:

«Si analizamos con finura las palabras del san-to Job, descubrimos que su maldición no procedede la malicia del pecador, sino de la rectitud delJuez; no es la ira de un hombre alterado, sino laenseñanza de un hombre tranquilo. El que maldi-jo, pronunciando palabras tan rectas, no cayó enel vicio de la perturbación, sino que se entregó almagisterio de la doctrina. Vio, en efecto, a susamigos llorar con grandes gritos, vio cómo se ras-gaban las vestiduras, vio cómo echaban polvosobre sus cabezas, vio cómo enmudecían al con-templar su estado, y el santo varón advirtió quesus amigos –que deseaban la prosperidad tempo-ral y que lo juzgaban según su propia mentali-dad–, creían que las desgracias temporales eranlas que a él le afligían. Advirtió que el llanto de-

sesperado de los amigos, derramado por una aflic-ción pasajera, no hubiera sido tal si ellos mismosno hubieran apartado su mente de la esperanzade la salud interior.

«Así, prorrumpiendo por fuera con un grito dedolor, muestra la virtud de la medicina a los queestán enfermos por dentro, diciendo: “perezca eldía en que nací” ¿Qué se debe entender por el díadel nacimiento sino todo este tiempo de nuestracondición mortal? Mientras éste nos retiene ennuestro estado actual de corruptibilidad, no nosaparece la inmutabilidad de la eternidad. Por eso,quien ve ya el día de la eternidad, a duras penassoporta el día de su condición mortal... ¿Qué sig-nifica, por tanto maldecir el día del nacimiento,sino decir claramente: “perezca el día de la co-rrupción y surja la luz de la eternidad”?» (Mora-les sobre Job lib.IV,1,3-4).

–Sigue este tema en el Salmo 87: «Lle-gue, Señor, hasta ti mi súplica. Señor, Diosmío, de día te pido auxilio, de noche gritoen tu presencia; llegue hasta ti mi súplica,inclina tu oído a mi clamor, porque mialma está colmada de desdicha, mi vidaestá al borde del abismo; ya me cuentancon los que bajan a la fosa; soy como uninválido, tengo mi cama entre los muer-tos, como los caídos que yacen en el se-pulcro, de los cuales ya no guardas me-moria, porque fueron arrancados de tumano. Me has colocado en lo hondo de lafosa, en las tinieblas del fondo. Tu cólerapesa sobre mí. Me echas encima todastus olas».

–Lucas 9,51-56: Decide Jesús ir a Je-rusalén, donde sufrirá la pasión y lamuerte en la cruz. Rehusa castigar a lasciudades de Samaría, que no quieren reci-birle. San Ambrosio comenta:

«Y si Él increpó a sus discípulos porque que-rían que descendiera fuego sobre aquellos que norecibieron a Cristo, nos quiere enseñar con elloque no siempre hay que vengarse de los que pe-can, porque a veces la clemencia tiene grandesventaja, para adquirir más paciencia y lograr asíla corrección del culpable. Además, los samarita-nos creyeron más pronto en aquellos que aparta-ron el fuego de aquel lugar.

26ª Semana del Tiempo Ordinario

96 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

«Al mismo tiempo aprende que Él no quiso serrecibido por aquellos de quienes sabía que no seconvertían con una mente sincera; pues, de haberloquerido, habría hecho hombres entregados aun deesos mismos que estaban dominados por elegoísmo...Pero el Señor hace admirablemente lascosas. Él no recibe a nadie que se entrega conpresunción ni se enfada para castigar a quienes,egoístamente, rechazan a su propio Señor, y ac-túa así con el fin de enseñarnos que la virtudperfecta no guarda ningún deseo de venganza yque donde esté presente la verdadera caridad, notiene lugar la ira y, en fin, que la debilidad no debeser tratada con dureza, sino que debe ser ayuda-da. La indignación está tan lejos de las almas pia-dosas, como lo está el deseo de venganza de lasalmas magnánimas y la amistad irreflexiva y lanecia simplicidad, de las almas prudentes» (Tra-tado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,27-28).

MiércolesAños impares

–Nehemías 2,1-8: Reconstrucción de laciudad. Ha comprendido Nehemías quesus privilegios no pueden quedar para símismo, sino que ha de ponerlos al servi-cio de su pueblo. Por eso fue a Palestinaen calidad de especialista delegado paraasesorar a sus compatriotas, que no lle-gan a organizarse en la independencia. He-mos de tener una actitud de servicio comoCristo que, sirviendo a Dios, salva a loshombres, reparando así una negativa deservir. Él nos reveló cómo quiere ser ser-vido el Padre: quiere que se consuman enel servicio de sus hermanos, como lo hizoCristo. «El Hijo del Hombre no vino paraser servido, sino para servir y dar su vida»(Mc 10,45). «Yo estoy en medio de vo-sotros como el que sirve» (Lc 22,27).

–El Salmo 136 nos evoca algo de lascircunstancias de la lectura anterior: «Quese me pegue la lengua al paladar si no meacuerdo de ti... ¡Cómo cantar un cánticodel Señor en tierra extranjera! Si me olvi-do de ti, Jerusalén, que se me paralice la

mano derecha. Que se me pegue la len-gua al paladar si no me acuerdo de ti, sino pongo a Jerusalén en la cumbre de misalegrías».

Años pares–Job 9,1-12.14-16: El hombre no es

justo frente a Dios. Job ensalza, con unaespecie de himno de alabanza, la grande-za de Dios creador, ante el cual se reco-noce incapaz de justificarse. Desde el prin-cipio existe Dios, y su existencia se im-pone como un hecho inicial que no tienenecesidad de ninguna explicación. Diosno tiene origen ni devenir. Dice San Agus-tín:

«El que desea con ansia a Dios, canta de cora-zón sus alabanzas, aunque su lengua calle; pero elque no le desea, por más que esté hiriendo consus clamores los oídos de los hombres, es mudoen la presencia de Dios» (Comentario al Salmo86).

San Anselmo:«Siempre está Dios presente a Sí mismo: sin

poderse olvidar se está contemplando y amán-dose. Si estáis, pues, según vuestra capacidad,infatigablemente ocupados en la memoria de Dios:si le estáis mirando sin cesar con los ojos delespíritu, y vuestro corazón se abrasa en su amor,seréis una perfecta imagen suya, porque procu-raréis hacer lo que Dios hace siempre. El hombredebe referir toda su vida a la memoria, al conoci-miento, y al amor del Supremo Bien. Debéis,pues, aplicar todos los pensamientos, y excitar yconformar de tal suerte los movimientos de vues-tro corazón, que jamás se canse el alma de suspi-rar por Dios, y de respetar la memoria de Dios, yadelantarse en el conocimiento de Dios: de hacernuevos progresos en el amor de Dios y de remon-tarse a la nobleza de su origen, y en fin, acordán-donos de que fuimos criados a la semejanza deDios: porque como dijo el Apóstol: no debe elhombre cubrir su cabeza cuando ora, por ser laimagen de Dios y la expresión de su gloria (cf.1Cor 10,7)» (Primera meditación, Obras comple-tas BAC 100,291).

–Con el Salmo 88 decimos: «Llegue,Señor, hasta Ti mi súplica». El salmistaes como Job, aquejado de un mal incura-

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ble que le roe, un mal repugnante, que lemantiene alejado del resto de los hombres;un mal que no hay que buscarlo fuera deél, ni en unos enemigos que le persiguen,ni en calumniadores que le atacan, o enjueces injustos que le condenan. Su mallo lleva dentro de su alma, porque su males la misma muerte que le va royendo lasentrañas. Piensan algunos que es el Sal-mo más triste de todo el salterio: «¿Porqué, Señor, me rechazas y me escondestu rostro?».

–Lucas 9,57-62: Te seguiré a donde va-yas. Comenta San Agustín:

«Estableced una jerarquía, un orden y dad acada uno lo que se le debe. No sometáis lo prima-rio a lo secundario. Amad a los padres, pero ante-poned a Dios. Contemplad a la madre de losMacabeos... Oid a Dios, anteponedle a mí, no osimporte el que me quede sin vosotros. Se lo indi-có y lo cumplieron. Lo que la madre enseñó a loshijos, eso enseñaba nuestro Señor Jesucristo aaquel a quien decía: “sígueme”... Atribuye deforma absoluta a su piedad el ser justo, y el serpecador atribúyelo a tu maldad. Sé tú el acusadory Él será tu indultador. Todo crimen, todo delito,todo pecado se debe a nuestra negligencia, y todavirtud, toda santidad a la divina clemencia. Éleligió a los que quiso. Te llama el Oriente y túmiras al Occidente» (Sermón 100).

JuevesAños impares

–Nehemías 8,1-4.5-67-12: Esdras abrióel libro de la Ley, pronunció la bendicióny el pueblo respondió: Amen. Amén. LaPalabra ocupa en todo este relato un lu-gar esencial: convoca al pueblo, se lee du-rante siete días, es traducida y comenta-da. Los organizadores velan por su com-prensión y la adhesión de los fieles. LaPalabra es, por lo mismo, elemento cons-titutivo de la asamblea litúrgica. Tambiénen el cristianismo tiene un relieve espe-cial. San Cipriano escribe:

«En los juicios, en las oraciones de los tribuna-les, hágase ambiciosa ostentación de las riquezas

de la elocuencia. Mas cuando se habla de Dios, lapura sinceridad de las palabras no estriba en lasfuerzas de la elocuencia para los argumentos de lafe, sino en las cosas. Toma no sentencias discre-tas, sino fuertes; no las adornadas con expresio-nes cultas para halagar a los oídos del pueblo,sino verdades desnudas y sencillas para predicarla benignidad divina» (Carta I a Donato).

San Juan Crisóstomo dice:«Meditad las Escrituras. No quiere Jesucristo

que nos contentemos con la simple lectura de lasEscrituras, sino que profundizando, por decirloasí, hasta la médula, saquemos toda la sustancia,pues acostumbra la Escritura a encerrar en pocaspalabras una infinidad de sentidos» (Homilía 37sobre el Génesis, 104).

Y San Cirilo de Alejandría:«La Sagrada Escritura nos enseña cuál es la

fuerza del amor a Jesucristo nuestro Señor: tam-bién nos lo enseñó Éste por sí mismo, cuandodijo: “El que me ama, que me siga y esté conmigo,por todas partes por donde yo estuviera”. Por-que es preciso que siempre estemos en su pre-sencia: que le amemos, que le sigamos por todaspartes, y que no nos alejemos jamás de Él. Todoesto lo cumpliremos, si buscamos su gloria» (Ho-milía 3,13).

–Con el Salmo 18 decimos: «Los man-datos del Señor son rectos y alegran elcorazón. La ley del Señor es perfecta yes descanso del alma; el precepto del Se-ñor es fiel e instruye al ignorante. La nor-ma del Señor es límpida y da luz a losojos. La voluntad del Señor es pura y eter-namente estable; los mandamientos delSeñor son verdaderos y enteramente jus-tos. Son más preciosos que el oro fino,más dulces que la miel de un panal quedestila». Por eso hemos de amarlos y ob-servarlos totalmente.

Años pares–Job 19,21-27: Yo sé que mi Redentor

está vivo. Job implora la piedad de susamigos, que se encarnizan contra él en elmomento de la prueba. Proclama su fe enDios, el único Vivient, que acabará ha-ciéndole justicia. Escribe San Jerónimo:

26ª Semana del Tiempo Ordinario

98 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

«Job, dechado de paciencia, ¿qué misterios nocontiene en sus palabras? Empieza en prosa, pro-sigue en verso y termina nuevamente en prosa, yfija las reglas de toda dialéctica en el modo deutilizar la proposición, la inducción, la confirma-ción y la conclusión. Cada palabra está llena desentidos, y para no decir nada de otros puntos,profetiza de tal manera la resurrección de los cuer-pos, que nadie ha escrito de ella ni más clara nimás prudentemente; dice: “sé que mi Redentorvive y que al fin he de levantarme otra vez de latierra. Y otra vez he de rodearme de mi piel y enmi carne veré a Dios y lo veré yo mismo, y locontemplarán mis ojos y no otro. Esta esperanzaha sido puesta en mi interior” (Job 19,25-27)(Carta 53,8 a Paulino, presbítero).

–Es un gran consuelo meditar estas pa-labras con el Salmo 26: «Espero gozarde la dicha del Señor en el país de la vida.Escúchame, Señor, que te llamo, ten pie-dad de mí, respóndeme. Oigo en mi co-razón: Buscad mi rostro. Tu rostro bus-caré, Señor, no me escondas tu rostro.No rechaces con ira a tu siervo, que Túeres mi auxilio; no me deseches... Esperaen el Señor; sé valiente, ten ánimo, espe-ra en el Señor». Comenta San Agustín:

«Tu rostro buscaré, Señor... Magnífico, nadapuede decirse más excelente... Todo lo que existefuera de Dios no es deleite, para mí. Quíteme elSeñor todo lo que quiera darme y déseme Él»(Comentario al Salmo 26,8).

–Lucas 10,1-12: Vuestra paz descansa-rá sobre ellos. Nótese la importancia deacoger a los mensajeros del Señor. Co-menta San Ambrosio:

«Hay otra virtud que se desprende de este pa-saje, y es la de no pasar de una cosa a otra llevadode un sentir vagabundo, y eso con el fin de queguardemos la constancia en el amor a la hospita-lidad y no rompamos con facilidad la unión deuna amistad sincera, antes bien llevemos ante no-sotros el anuncio de la paz, de suerte que nuestrallegada sea secundada con una bendición de paz,contentándonos con comer y beber lo que nospresentaren, no dando lugar a que se menospre-cie el símbolo de la fe, predicando el Evangeliodel Reino de los Cielos, y sacudiendo el polvo de

los pies si alguien nos juzgase indignos de serhospedados en su ciudad» (Tratado sobre el Evan-gelio de San Lucas lib.VII,64).

ViernesAños impares

–Baruc 1,15-22: Pecamos contra el Se-ñor no haciéndole caso. El pueblo ofreceal Dios de sus padres su humilde súplica,confesando sus pecados de infidelidad ydesobediencia. A lo largo de la SagradaEscritura vemos cómo Dios exige que elpecador se aparte de su pecado y vuelvaa Él. Escribe San Cipriano:

«¡Qué vergonzoso es en un cristiano, siendo élun siervo, huir del trabajo y no querer padecerpor sus pecados, habiendo padecido Jesucristopor los nuestros, siendo el Señor! Si el Hijo deDios padeció por hacernos a nosotros tambiénhijos, ¿cómo los hombres rehusan el padecer porconservar la calidad de hijos de Dios y semejan-tes a Jesucristo?» (Carta 56, a Cornelio,6). Y elmismo autor dice:

«¡Ah, miserable, has perdido tu alma, has em-pezado a sobrevivir a tu muerte espiritual, y allevar andando por este mundo tu mismo sepul-cro y no lloras amargamente! ¡No te escondes yocultas, o por la vergüenza del delito, o por lacontinuación de los lamentos! Ve aquí las peoresheridas de los pecadores; ve aquí los mayoresdelitos. ¡Haber pecado, y no dar satisfacción!¡Haber delinquido, y no llorar los delitos!» (So-bre los lapsos 13).

–Con el Salmo 78 decimos: «Por el ho-nor de tu nombre, sálvanos, Señor». La-mentación por la destrucción del temploy de la ciudad. También nosotros debe-mos llorar la destrucción y devastaciónde tantos templos vivos de Dios por elpecado de los hombres. Es una ruina peor,con peores consecuencias. Por eso he-mos de implorar la misericordia divinasobre nosotros y sobre todos los hom-bres. En verdad, «han profanado el tem-plo santo de Dios, han reducido Jerusa-lén a ruinas, echaron los cadáveres de lossiervos de Dios en pasto a las aves del

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cielo y su carne a las fieras de la tierra.Hemos sido el escarnio de nuestros veci-nos, la irrisión y burla de los que nos ro-dean... Socórrenos, Señor Dios y Salva-dor nuestro, por el honor de tu nombre,líbranos y perdona nuestros pecados acausa de tu nombre».

Años pares–Job 38,1.12-21.39.33-35: Dios da a

conocer la obra de la creación, y ante éstala inteligencia humana se siente impoten-te. Job acata los designios misteriosos deDios. Enseña San Gregorio Magno:

«Con razón se designa con el nombre de ama-necer o alba a toda la Iglesia de los elegidos, yaque el amanecer o alba es el paso de las tinieblasa la luz de la fe. Y así, a imitación del alba, des-pués de las tinieblas se abre al esplendor de laclaridad celestial... Efectivamente, la santa Igle-sia, por su deseo del don de la vida celestial, esllamada alba, porque, al tiempo que va desechan-do las tinieblas del pecado, se va iluminando conla luz de la justicia» (Morales sobre Job 29,2-3).

–Con el Salmo 138 decimos: «Guíame,Señor, por el camino eterno. Señor, Túme sondeas y me conoces... de lejos pe-netras mis pensamientos, distingues mi ca-mino y mi descanso, todas mis sendas teson familiares... Si escalo el cielo allí es-tás Tú; si me acuesto en el abismo, allí teencuentro. Donde quiera que vaya, allí estáDios. ¡Qué alegría! Él es mi salvación».Debo ser consciente de esta presencia deDios en mi vida... «Te doy gracias, Se-ñor, porque me has escogido portentosa-mente, porque son admirables tus obras».

–Lucas 10,13-16: Quien rechaza a Cris-to, rechaza al Padre que le envió. Cristorecrimina la falta de fe. Hemos de vivifi-car nuestra fe. Así lo enseña San Ireneo:

«La única fe verdadera y vivificante es la que laIglesia distribuye a sus hijos, habiéndola recibidode los Apóstoles. Porque, en efecto, el Señor detodas las cosas confió a sus apóstoles el Evange-lio, y por ellos llegamos nosotros al conocimien-to de la verdad, esto es, de la doctrina del Hijo de

Dios. A ellos dijo el Señor: “el que a vosotrosoye, a Mí me oye y el que a vosotros desprecia aMí me desprecia, y el que me desprecia a Mí,desprecia al que me envió” (Lc 10,16). No hemosllegado al conocimiento de la economía de nues-tra salvación si no es por aquellos por medio delos cuales nos ha sido transmitido el Evangelio.Ellos entonces predicaron, y luego, por voluntadde Dios, nos lo entregaron en las Escrituras, paraque fueran columna y fundamento de nuestra fe»(Contra las herejías 3,1,1-2).

SábadoAños impares

–Baruc 4,5-12.27-29: El que os mandólas desgracias os mandará el gozo eter-no. Reconoce el pecado que han cometi-do, pero los exhorta a la penitencia y alarrepentimiento, para volver a encontrarel gozo eterno junto al Señor. El pecadoes siempre fuente de desgracias persona-les y colectivas. Cuando el hombre pecagravemente se pierde para sí mismo y paraDios. Escribe Orígenes:

«Así como el médico procura con medicamen-tos atraer a la parte exterior del cuerpo ciertasenfermedades o daños interiores, aunque ocasio-ne en esta operación al paciente más crueles do-lores de los que padecía, del mismo modo Dios,cuando ve que nuestros males espirituales pene-tran hasta lo íntimo, saca al público la iniquidadque estaba oculta, para que nos reconozcamos yapliquemos los remedios oportunos» (Comenta-rio al Éxodo 2).

Y San Ambrosio:«Nuestro pecado es nuestro mayor enemigo;

esto nos turba en el reposo, nos aflige en la salud,nos entristece en el gozo, nos inquieta en la tran-quilidad, mezcla su amargura en nuestra mismadulzura y nos despierta en el descanso del sueño.Por el pecado, nos vemos convencidos sin acusa-dor sin verdugo; atados sin cadenas y vendidossin que nadie nos haya puesto en venta» (Co-mentario al Salmo 37,45).

San Juan Crisóstomo dice:«Pongamos todos los días delante de nuestros

ojos los pecados que hemos cometidos después

26ª Semana del Tiempo Ordinario

100 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (6)

del bautismo, para que esta memoria nos sirvacomo de freno que nos tenga continuamente en lahumildad y la modestia» (Homilía 31,9).

–Con el Salmo 68 decimos: «El Señorescucha a los pobres. Miradlo los humil-des y alegraos, buscad al Señor y vivirávuestro corazón. No desprecia el Señor alos cautivos, a los pecadores, sino quelos llama al arrepentimiento... El Señor sal-vó a Sión y reconstruyó las ciudades deJudá y las habitaron en posesión. La es-tirpe de sus siervos la heredarán, los queamaron su nombre vivirán en ella». Tam-bién nosotros poseeremos la gran Ciudadde Dios si nos arrepentimos de nuestrospecados. Por eso entonamos un himno dealabanza y pedimos que lo alaben el cielo, latierra, las aguas y cuanto hay en ellas.

Años pares–Job 42,1-3.5-6.12-16: Job reconoce

que ha hablado con ligereza, se arrepien-te de sus palabras, y Dios le premia. Jobha reflexionado durante mucho tiempo,ha discutido con sus amigos. Ha penetra-do en los designios de Dios y ha descu-bierto la grandeza del pensamiento divi-no. Adopta la actitud primera de aceptarla Voluntad de Dios generosamente. Seconvence de que la Sabiduría de Dios esinalcanzable y reconoce el valor del sufri-miento. La Cruz es la gran revelación deDios para Job y para nosotros. San JuanCrisóstomo enseña:

«La cruz nos trae admirable utilidad: ella nossirve de arma saludable y es un escudo impene-trable contra los tiros del demonio. Armémonoscon la Cruz en la guerra que nos hace, no lleván-dola solamente como estandarte, sino sufriendolos trabajos que son el verdadero aparato de lacruz» (Homilía 13).

–Con el Salmo 118 proclamamos: «ElSeñor hace brillar su rostro sobre su sier-vo. Nuestra vida ha de gustar y compren-der los mandatos del Señor y fiarnos deellos». El sufrir es bueno para nosotros,hemos de reconocerlo. Así aprendemos

mejor los mandamientos del Señor. Re-conocemos con Job que los mandamien-tos del Señor son justos y que con razónnos hizo sufrir, participar en la cruz de suHijo bienamado. Somos siervos del Se-ñor, pidámosle luces para conocer suspreceptos y cumplirlos. «La explicaciónde sus palabras ilumina, da inteligencia alos ignorantes».

–Lucas 10,17-24: Estad alegres, por-que vuestros nombres están escritos en elcielo. Los discípulos vuelven contentosde la misión evangelizadora, pero Jesúsles indica la verdadera alegría. ComentaSan Agustín:

«Si a uno no le dio resucitar muertos, y a otrono le hizo el don de la palabra, a todos, sin embar-go, les dio... ¿Qué?: “Aprended de Mí que soymanso y humilde de corazón” (Mt 11,29). ¿Quésirve hacer milagros, si es soberbio el que loshace, si no es humilde y manso de corazón? ¿Acasono será contado en el número de quienes al fin delos siglos han de salir diciendo: Pues, “¿no hemosprofetizado en tu nombre y en tu nombre canti-dad de prodigios?” Y ¿qué respuesta oirán? “Noos conozco. Apartaos de mí todos los obradoresde iniquidad”. ¿Qué, pues, conviene que apren-damos?... Una caridad acendradísima, noble, sinfatuosidad, sin altivez, sin doblez» (Sermón 142,11-12).

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Indice

19ª Semana. –Domingo, 3. –Lunes, 7. –Martes, 9. –Miércoles, 10. –Jueves, 11. –Viernes, 13. –Sábado, 14.

20ª Semana. –Domingo, 16. –Lunes, 20. –Martes, 21. –Miércoles, 23.–Jueves, 24. –Viernes, 26. –Sábado, 27.

21ª Semana. –Domingo, 29. –Lunes, 33. –Martes, 34. –Miércoles, 35.–Jueves, 36. –Viernes, 37. –Sábado, 38.

22ª Semana. –Domingo, 40. –Lunes, 44. –Martes, 45. –Miércoles, 46.–Jueves, 48. –Viernes, 49. –Sábado, 50.

23ª Semana. –Domingo, 52. –Lunes, 55. –Martes, 57. –Miércoles, 58.–Jueves, 60. –Viernes, 61. –Sábado, 62.

24ª Semana. –Domingo, 64. –Lunes, 68. –Martes, 69. –Miércoles, 71.–Jueves, 72. –Viernes, 74. –Sábado, 75.

25ª Semana. –Domingo, 77. –Lunes, 81. –Martes, 82. –Miércoles, 84.–Jueves, 85. –Viernes, 86. –Sábado, 87.

26ª Semana. –Domingo, 89. –Lunes, 93. –Martes, 94. –Miércoles, 96.–Jueves, 97. –Viernes, 98. –Sábado, 99.