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MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B. Año litúrgico patrístico (y 7) Tiempo Ordinario XXVII-XXXIV Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2003

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2 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (7)

MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B.

Año litúrgicopatrístico

(y 7) Tiempo Ordinario XXVII-XXXIV

Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2003

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Tiempo Ordinario

Semana 27

DomingoEntrada: «En tu poder, Señor, está todo;

nadie puede resistir a tu decisión. Túcreaste el cielo y la tierra y las maravillastodas que hay bajo el cielo. Tú eres due-ño del universo» (Est 13,9-11).

Colecta (del Misal anterior, antes en elGelasiano y Gregoriano): «Dios todopo-deroso y eterno, que con amor generosodesbordas los méritos y deseos de los quete suplican, derrama sobre nosotros tu mi-sericordia, para que libres nuestra con-ciencia de toda inquietud y nos concedasaun aquello que no nos atrevemos a pe-dir».

Ofertorio (compuesta con textos del Ve-ronense): «Recibe, Señor, la oblación quetú has instituido, y por estos santos mis-terios que celebramos para darte gracias,santifica a los que tú mismo has redimi-do».

Comunión: «Bueno es el Señor para elque espera en Él, para el alma que le bus-ca» (Lam 3,25) o: «El Pan es uno, y asínosotros, aunque seamos muchos, for-mamos un solo Cuerpo, porque comemostodos del mismo Pan y bebemos del mis-mo Cáliz» (1 Cor 10,17).

Postcomunión (compuesta con un tex-to del Sermón 63 de San León Magno):«Concédenos, Señor todopoderoso, quede tal manera saciemos nuestra hambre ynuestra sed en estos sacramentos, que nostransformemos en lo que hemos recibi-do».

CICLO A

La viña del Señor es aludida en las lec-turas primera y tercera. San Pablo invitaa los cristianos a vivir intensamente bajola mirada de Dios y a cultivar todas lasvirtudes.

En esta celebración se nos invita a exa-minar humildemente nuestra vida cristia-na y a considerar sinceramente los frutosde santidad que ha logrado en nosotros lagracia de Cristo.

–Isaías 5,1-7: La viña del Señor de losejércitos es la Casa de Israel. El cánticode Isaías contra la viña estéril, a pesar deser tan cuidada por el Señor, es anunciode la reprobación del «Israel de la carne»(Rom 9,30ss), que se resiste a la voluntadde Dios. San Basilio comenta:

«Él no cesa en toda ocasión de explicaresta analogía de las almas humanas conla viña. “Mi amigo, dice, tenía una viña...Yo planté una viña”... (Is 5,1; Mt 21,33).Son evidentemente las almas de los hom-bres a los que llama su viña; aquellas queÉl ha rodeado de una cerca, la seguridadque dan sus preceptos y la guarda de susángeles... Y después, como una empali-zada plantada a nuestro alrededor, en pri-mer término a los apóstoles, en segundolugar a los profetas y luego a los docto-res. Por los ejemplos de los hombres san-tos antiguos ha elevado nuestros pensa-mientos a lo alto, sin dejar que caigan portierra ni sean pisoteados. Quiere que losabrazos de la caridad, como los sarmien-

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tos de la vid, nos unan al prójimo y noshagan descansar en él, a fin de que nues-tros continuos esfuerzos hacia el cielo,como sarmientos trepadores, se elevenhasta las cimas más elevadas. Nos man-da que nos dejemos labrar. Un alma estáescardada cuando echa de sí las preocu-paciones mundanas, que son un peso paranuestro corazón. Consecuentemente, quienecha de sí el amor carnal, el apego a lasriquezas, y tiene como odioso y despre-ciable el deseo apasionado de esta gloriamiserable, está como labrado y respira li-bre del peso vano de los pensamientos te-rrenos»... (Homilía 5,6 sobre el Hexame-ron).

–El Salmo 79 medita el mismo tema:«Sacaste, Señor, una vid de Egipto, ex-pulsaste a los gentiles y la transplantaste.Extendió sus sarmientos en el mar y susbrotes hasta el Gran Río. ¿Por qué hasderribado su cerca para que la saqueenlos viandantes, la pisoteen los jabalíes yse la coman las alimañas?» Es necesarioel arrepentimiento y la petición de perdón:«Dios de los Ejércitos, vuélvete: mira desdeel cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepaque tu diestra plantó y que tú hiciste vi-gorosa. No nos alejaremos de ti, danosvida, para que invoquemos tu nombre. Se-ñor, Dios de los Ejércitos, restáuranos,que brille tu rostro y nos salve».

–Filipenses 4,6-9: El Dios de la pazestará con vosotros. El Nuevo Pueblo deDios, la Iglesia, ha de evidenciar su amo-rosa fidelidad a Cristo y a su Evangeliopor la santidad de vida de sus miembros.San Agustín escribe:

«Pero a ciertas horas sustraemos la atención alas preocupaciones y negocios, que nos entibianen cierto modo el deseo, y nos entregamos alnegocio de orar; y nos excitamos con las mismaspalabras de la oración a atender mejor el bien quedeseamos, no sea que lo que comenzó a entibiar-se se enfríe del todo y se extinga por no renovar elfervor con frecuencia. Por lo cual dijo el mismo

Apóstol: “vuestras peticiones sean patentes aDios” (Flp 4,6). Eso no hay que entenderlo comosi tales peticiones tuvieran que mostrarse a Dios,pues ya las conocía antes de que se formulasen;han de mostrarse a nosotros en presencia de Diospor la perseverancia, y no ante los hombres porla jactancia» (Carta 130, a Proba 18).

San Jerónimo comenta:«También la paz será obra de la justicia; “aque-

lla paz que, según el apóstol, supera todo senti-do” (Flp 4,7). Y el culto de la justicia, el silencio,para que adores al Señor no con muchas palabrasde los judíos, sino en la brevedad de la fe; y des-cansen seguros con la paz eterna y sus riquezasesté en sus tabernáculos» (Comentario sobre elprofeta Isaías).

–Mateo 21,33-43: Arrendará la viña aotros labradores. La parábola de los viña-dores presuntuosos es una condenaciónevangélica de todo engreimiento, quesiempre es estéril, rebelde y presuntuosoante los designios divinos de salvación,realizados en el misterio de Cristo Reden-tor. Oigamos a San Juan Crisóstomo:

«Y justamente se les propuso una parábola,fue porque ellos mismos pronunciaran su sen-tencia. Lo mismo sucedió con David, cuando élmismo sentenció en la parábola del profeta Natán(2 Re 12,6). Mas considerad, os ruego, cuán justaes la sentencia aun por el solo hecho de que losmismos que han de ser castigados se condenan así mismos. Luego, para hacerles ver que no solola justicia pedía su castigo, sino que de antiguo lohabía predicho la gracia del Espíritu Santo, y era,por lo mismo, sentencia de Dios, el Señor lesalega la profecía y vivamente los reprende dicien-do: ‘‘¿Nunca habéis leido que la piedra que losconstructores rechazaron?’’... Modos todos demanifestarles que ellos, por su incredulidad, ha-bían de ser rechazados e introducidas en su lugarlas naciones» (Homilía 68,2 sobre San Mateo).

CICLO BEl autor de la Carta a los Hebreos nos

muestra a Cristo como el Redentor quevino a salvar a los hombres y a unirlos enuna sola raza, para conducirlos a Dios. Ylas lecturas primera y tercera tratan del

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tema del matrimonio cristiano. Nos ma-nifiestan la original decisión divina de di-ferenciar al ser humano en hombre y enmujer, para asociarlos así, de modo con-natural y maravilloso, a la obra creadoraen la propagación de la vida humana en eltiempo y para la eternidad.

–Génesis 2,18-24: Serán los dos unasola carne. Hombre y mujer tienen, se-gún el designio divino, la misma dignidadde hijos de Dios. La Sagrada Escritura re-vela a todos un conjunto de profundasverdades que no fueron descubiertas nipor la especulación filosófica, antigua omoderna, ni por las religiosidades paga-nas. El autor sagrado enseña en el nom-bre de Dios la perfecta igualdad del hom-bre y de la mujer, la superioridad de losmismos al mundo animal, y su unión ínti-ma en el matrimonio, en el que las másprofundas exigencias naturales se purifi-can y perfeccionan en un amor que vin-cula para siempre.

–El Salmo 127 es un canto a la felici-dad doméstica de quien teme al Señor:«Dichoso el que teme al Señor y sigue sucamino. Comerás del fruto de tu traba-jo... Tu mujer como parra fecunda... Tushijos como renuevos de olivo... Que tebendiga el Señor desde Sión, que veas alos hijos de tus hijos. Paz a Israel».

–Hebreos 2,9-11: El Santificador y lossantificados proceden todos del mismo.Cristo Jesús, Hijo de Dios, hecho hom-bre, es quien ha llevado a su auténtica dig-nidad al ser humano: destinándolo a la eter-nidad y regenerándolo con su sangre re-dentora. El autor de la Carta quiere de-mostrar que la altísima dignidad de loscristianos, pues su Cabeza, Cristo Jesús,ha recibido una doble gloria: fue anuncia-do por los profetas y ha renovado en elhombre su dignidad perdida, según el Sal-mo 8, elevándolo a una excelsa condicióndivina. Por tanto, todos los hombres, pa-

sados, presentes y futuros tienen relacióncon Él. Y por eso mismo, entre Jesús ynosotros hay un común destino, que solocon Él y por Él podemos alcanzar.

–Marcos 10,2-6: Lo que Dios ha unidoque no lo separe el hombre. La obra re-dentora de Cristo Jesús tuvo que rescatartambién la institución matrimonial de laprofunda degradación a que había sido lle-vada por el pecado de los hombres. Laalianza matrimonial, por la que el varón yla mujer constituyen entre sí un consor-cio para toda la vida, ordenado por la mis-ma índole natural al bien de los cónyugesy a la generación y educación de los hi-jos, fue elevada por Cristo en los bautiza-dos a la dignidad de sacramento. Y asíescribe Tertuliano:

«No hay palabras para expresar la felicidad deun matrimonio que la Iglesia une, la oblación divi-na confirma, la bendición consagra, los ángeles loregistran y el Padre lo ratifica. En la tierra no debelos hijos casarse sin el consentimiento de sus pa-dres. ¡Qué dulce es el yugo que une a dos fieles enuna misma esperanza, en una misma ley, en unmismo servicio! Los dos son hermanos, los dossirven al mismo Señor, no hay entre ellos desave-nencia alguna, ni de carne ni de espíritu.

«Son verdaderamente dos en una misma carne;y donde la carne es una y el espíritu es uno.Rezan juntos, adoran juntos, ayunan juntos, seenseñan el uno al otro, se soportan mutuamente.Son iguales en la iglesia, en el banquete de Dios.Comparten por igual las penas, las persecucio-nes, las consolaciones. No tienen secretos el unopara el otro; nunca rehuyen la compañía mutua;jamás son causa de tristeza el uno para el otro...Cantan juntos los salmos e himnos. En lo únicoque rivalizan entre sí es ver quién de los dos can-tará mejor. Cristo se regocija viendo a una familiaasí, y les envía su paz. Donde están ellos, allí estátambién Él presente, y donde está Él el Malignono puede entrar» (A su esposa 2,8).

CICLO CLas lecturas primera y tercera nos ha-

blan del valor de la fe. San Pablo nos ex-

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horta a ser valientes para testimoniar aCristo. Vivir de la fe es más que haberaceptado un mensaje doctrinal o que pro-fesar una ideología religiosa, acatandounos principios doctrinales, éticos o mo-rales. La fe cristiana es ante todo una en-trega personal a Dios, en respuesta a lapersona y a la palabra viva de Cristo Je-sús, el Hijo de Dios, que se hace hombrepara hacer a los hombres hijos de Dios.La vida para los creyentes, como paraSan Pablo, no tiene sentido si no está cen-trada realmente en Cristo y marcada siem-pre por su evangelio.

–Habacuc 1,2-3;2,24: El justo viviráde la fe. Al final de la vida, el hombreserá juzgado por el Señor. Y mientras elincrédulo se hace cada vez más digno dereprobación por su fatuidad interior, el jus-to se santifica cada día más por su vidade fe y su fidelidad al Espíritu Santo. Co-menta San Agustín:

«Si dijéramos que carecemos en absoluto dejusticia, negaríamos los dones de Dios. Si carece-mos en absoluto de justicia, carecemos tambiénde la fe, y si no tenemos fe, ni siquiera somoscristianos. Si tenemos fe, algo de justicia posee-mos. ¿Quieres conocer la medida de ese algo? “Eljusto vive por la fe” (Hab 2,3). El justo, digo,vive por la fe, puesto que cree lo que no ve»(Sermón 158,4).

La fe es un don de Dios, una virtud so-brenatural infundida por Él. Para llegar ala fe y permanecer en ella es necesaria lagracia de Dios, que se adelanta y nos ayu-da con el auxilio interior del Espíritu San-to, que mueve el corazón, lo dirige a Dios,abre los ojos del alma y concede a todosfacilidad para aceptar y creer la verdad.

–Escuchad la voz del Señor, exhorta elSalmo 94: «No endurezcáis el corazón,como en Meribá, como el día de Masá enel desierto». Dios es el Señor, y nosotrossomos su pueblo. Él habla a nuestro co-razón.

–2 Timoteo 1,6-8.13-14: No tengas mie-do de dar la cara por nuestro Señor. Lafortaleza se ve muchas veces puesta aprueba, y la caridad y la prudencia sonlos signos del verdadero creyente en Cris-to. La fe no ha de reducirse a una formade conocimiento abstracto, sino que esesencialmente una actitud de vida, que in-cluye el testimonio de Cristo a través delejemplo y de la práctica. Así San Pablo,San Timoteo y tantos otros cristianos,auxiliados por la gracia divina, guardaronintacto el depósito de la fe, y confesarona Cristo entre los hombres y entre los cre-yentes por la palabra y la obra. Solo así laverdad evangélica es proclamada eficaz-mente y penetra en el corazón de los hom-bres para convencerlos, transformarlos yvivificarlos. La fe actúa de este modo entoda su plenitud, guardando su luminosasimplicidad. Enseña San Hilario:

«La fe tiene por objeto verdades simples ypuras, y Dios no nos llama a la vida bienaventu-rada con cuestiones difíciles, ni se sirve de arti-ficios de elocuencia para atraernos, sino que hareducido el camino de la eternidad a unos cono-cimientos breves, claros y fáciles de concebir»(Sobre los Salmos lib.10,5).

Y San Ambrosio:«Creyó Abrahán a Dios, y esto se le contó por

justicia, porque no buscó la razón, sino que cre-yó con la fe más obediente: lo que importa es quela fe preceda a la razón, no parezca que para creera Dios le pedimos la razón como si fuera un hom-bre; porque sería indignidad dar fe al testimoniode un hombre en lo que nos dice de otro, y nocreer a los oráculos de un Dios, cuando habla deSí mismo» (Sobre Abrahán 15,7).

–Lucas 17,5-10: Si tuviérais fe. La fegenuina lleva al cristiano a una actitud per-manente de responsabilidad amorosa y deservicio caritativo, avalada por la confianzahumilde y filial ante el Padre. El don fun-damental de la salvación es la fe, pero en-tendida rectamente a la luz de la Palabrade Dios, es decir, como una fuerza inte-rior que proviene de lo alto y que lo trans-

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forma todo, con tal que el hombre sepaacogerla con humilde disponibilidad. Es-cribe San Ambrosio:

«En este pasaje se nos exhorta a la fe, querién-donos enseñar que hasta las cosas más sólidaspueden ser vencidas por la fe. Porque de la fesurge la caridad, la esperanza y de nuevo, hacien-do una especie de círculo cerrado, unas son cau-sas y fundamentos de las otras» (Tratado sobreel Evangelio de San Lucas lib.VIII, 30).

LunesAños impares

–Jonás 1,1-2, 21-11: Se levantó Jonáspara huir lejos del Señor. Las misionesdel Señor se han de secundar inmediata-mente, pues de lo contrario nos expone-mos a nuestra perdición, a no ser que vol-vamos a Él por el arrepentimiento. La pre-dicación misionera ha de ir acompañadade muchas virtudes y de una gran cohe-rencia con la propia vida, identificandoante todo nuestra voluntad con la volun-tad divina. No podemos ocultar la ver-dad, ni refugiarnos en falsos irenismos,sino que, al estilo de los Apóstoles, he-mos de afirmarla en las palabras y en loshechos en su significado pascual. Y lopascual siempre supone un paso de lamuerte a la vida. El fruto primero de todaacción misionera es siempre la metanoia,el arrepentimiento, la conversión, comoen el primer Pentecostés de la historiacristiana: «¿Qué tenemos que hacer?...Convertíos y bautizaos» (Hch 2,37-38).San Gregorio Magno dice:

«La palabra divina, así como es digna de laatención de los prudentes, por los misterios queencierra, así también es el consuelo de las almassencillas. Con lo exterior alimenta a los peque-ñuelos; con lo más secreto admira y eleva los en-tendimientos sublimes. Es como un río que enunas partes va somero y en otras muy profundo,en el que pasa el cordero y nada el elefante» (Mo-rales sobre Job 4,1).

–Del mismo Jonás 2 se toma el Salmoresponsorial: «Sacaste mi vida de la fosa,Señor. En mi aflicción clamé al Señor yme atendió, desde el vientre del infiernopedí auxilio, y escuchó mi clamor. Mearrojaste a lo profundo en alta mar, merodeaban las olas, tus corrientes y tu oleajepasaban sobre mí. Yo dije: “me has arroja-do de tu presencia, quién pudiera ver denuevo tu santo templo”. Cuando se meacababan las fuerzas me acordé del Se-ñor; llegó hasta ti mi oración, hasta tu san-to templo». El Señor escucha la oraciónde los humildes. En todo momento hayque orar al Señor con entera confianza.

Años pares–Gálatas 1,6-1: Vocación peculiar de

Pablo para la predicación del Evange-lio. El mismo Señor lo instruyó, y con-formó su doctrina con la de los apóstolesy jerarcas de la Iglesia. El Evangelio deJesucristo no puede, no debe, ser falsifi-cado. San Juan Crisóstomo comenta:

«Observa con cuánta firmeza sostiene [SanPablo] que es discípulo de Cristo, sin mediaciónhumana, sino porque Él mismo lo ha consideradomerecedor de revelarle todo conocimiento. ¿Ycómo probarás a los incrédulos que Dios te harevelado por Sí mismo y sin mediar nadie aque-llos inefables misterios? Con la vida pasada, con-testa. Si Dios no fuera el autor de la revelación,no habría tenido una conversión tan repentina.Los instruídos por hombres, cuando sostienentenaz y radicalmente opiniones contrarias, preci-san de tiempo y mucho ingenio para ser persua-didos. En cambio, es evidente que el que cambiaasí de repente y permanece verdaderamente so-brio en la cumbre misma de la locura, en tanto queha alcanzado la visión y la enseñanza divina, havuelto repentinamente a un estado de salud per-fecta» (Comentario a la Carta a los Gálatas 1,8).

–Con el Salmo 110 damos gracias alSeñor por todas las maravillas que ha he-cho en la historia de la salvación, sobretodo por Cristo y por su prolongación enla Iglesia. Todos, congregados en la asam-blea litúrgica, alabamos al Señor, porque

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son grandes todas sus obras y dignas deestudio para los que la aman. Justicia yVerdad son las obras del Señor, todos suspreceptos merecen ser escuchados y ob-servados, pues son estables para siemprejamás y se han de cumplir con verdad yrectitud. Él nos redimió, y ratificó parasiempre su alianza. Su nombre es santo ysagrado. Por eso merece una alabanzacontinua y llena de fervor.

–Lucas 10,25-37: ¿Quién es mi próji-mo? Según Orígenes, desde las primerasgeneraciones cristianas se ha identificadoel Buen Samaritano con el propio Jesu-cristo que

«una vez llegado junto al hombre medio muer-to y habiéndole visto bañado en sangre, tuvo pie-dad de él y se abajó hasta hacerse su prójimo»(Comentario a San Lucas 3,5)

Así comenta San Ambrosio:«Puesto que nadie es tan verdaderamente nues-

tro prójimo como el que ha curado nuestras heri-das, amémosle, viendo en Él a nuestro Señor, yquerámosle como a nuestro prójimo; pues nadahay tan próximo a los miembros como la Cabeza.Y amemos también al que es imitador de Cristo ya todo aquel que se asocia al sufrimiento de suCuerpo» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.VII,84).

MartesAños impares

–Jonás 3,1-10: Conversión de los ninivitasy compasión del Señor que les otorgó el per-dón. Comenta San Agustín:

«Desde la profundidad gritaron los ninivitas yencontraron el perdón. Y la amenaza del profetaquedó anulada con más facilidad por la humilla-ción de la penitencia. Aquí dirás: ‘‘yo estoy yabautizado en Cristo, momento en que se perdo-naron todos mis pecados, y que después a losojos de Dios me he hecho cual perro horrible, quevuelve a su vómito. ¿Adónde huiré de su espíri-tu? ¿Adónde huiré de su presencia?’’ ¿Adónde,hermano, sino mediante el arrepentimiento, irás ala misericordia de Aquél, cuyo poder habías des-preciado al pasar? Nadie puede huir efectivamente

de Él a no ser huyendo hacia Él, huyendo de suseveridad a su bondad?» (Sermón 351,12).

–Con razón se ha traído aquí el Salmo129, aludido por San Agustín en el co-mentario anterior. «Si llevas cuenta de losdelitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Desdelo hondo a ti grito, Señor; Señor, escuchami voz, esté tus oídos atentos a la voz demi súplica... De ti viene el perdón y túinfundes respeto. Del Señor viene la mi-sericordia, la redención copiosa. Él redi-mió a Israel de todos sus delitos». Y nosredimió también a todos nosotros con sumuerte en la Cruz. Esa redención se nosaplica siempre que, arrepentidos, nos lle-gamos al sacramento de la penitencia y ala Sagrada Eucaristía.

Años pares–Gálatas 1,13-24: Recuerda San Pablo

los comienzos de su vocación. Dios lo lla-mó para que se convirtiera en miembro yapóstol de la Iglesia, cuando perseguía aésta encarnizadamente. San Juan Crisós-tomo, gran admirador del Apóstol, comen-ta:

«¿Existe un alma más humilde que ésta? Si serefería a lo que le acusaba, a su persecución ydevastación de la Iglesia, hablaba de ello con unacrítica rotunda de su vida pasada; en cambio, nose detiene en detalles de lo que ahora manifiestasu gloria. Si hubiera querido, habría podido rela-tar con amplitud todas sus acciones, sin embar-go, no dice nada de éstas, antes al contrario, atra-viesa un mar infinito con una sola palabra y dice:“vine a las regiones de Siria y Cilicia... Y alababana Dios por causa mía». Observa también en estepunto ese afán de ser humilde y con qué cuidadolo observa. No dijo: “me admiraban, me alaba-ban, estaban asombrados”... sino que subraya quetodo era producto de la gracia. Dice, en efecto:“glorificaban a Dios por mí”» (Comentario a laCarta a los Gálatas 1,11).

–Con el Salmo 138 proclamamos:«Guíame, Señor, por el camino eterno».El Señor sondeó a Pablo y lo conoció, loconoció en su persecución a la Iglesia,seguía sus pasos, desde lejos penetraba

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sus pensamientos, distinguía su caminoy su descanso, todas sus sendas le eranfamiliares. Él lo formó, formó su cora-zón, conocía hasta el fondo de su alma...Por eso Pablo pudo dar gracias al Señorporque lo escogió portentosamente, por-que sus obras son admirables. Tambiénnosotros podemos decir lo mismo. El Se-ñor nos guía, nos llena de sus dones. Sigá-mosle, pues, y démosle gracias.

–Lucas 10,38-42: Marta lo recibió ensu casa. María escogió la mejor parte.Comenta San Agustín:

«Marta, entregada al servicio, se ocupaba delos quehaceres de la casa; en efecto, dio hospita-lidad al Señor y a sus discípulos. Se esmeraba conpreocupación, sin duda piadosa, para que los san-tos no experimentasen en su casa molestia algu-na. Mientras ella estaba ocupada en este servicio,su hermana María, sentada a los pies del Señor,escuchaba sus palabras. Marta interpeló al Se-ñor... Y el Señor respondió: “una sola cosa esnecesaria. María eligió la mejor parte que no leserá quitada”. Buena es la tuya, pero mejor la deella. Buena es la tuya, pues bueno es desvelarseen beneficio de los santos, pero la suya es aúnmejor... En definitiva lo que tú elegiste pasa...María eligió la contemplación, escogió vivir de laPalabra... La misma Palabra es la vida. Es esa laúnica cosa: contemplar las delicias del Señor, cosaimposible en la noche de este siglo» (Sermón169,17).

Es bien claro el pensamiento de SanAgustín. La contemplación absoluta no esde este siglo; mientras estamos en él he-mos de alternar la acción y la contempla-ción, el ora et labora benedictino. Losactivos necesitan de la contemplación ylos contemplativos de la acción pro mo-dulo nostro.

MiércolesAños impares

–Jonás 4,1-11: El Señor es siempre com-pasivo y misericordioso, aunque no siem-pre seamos conscientes de ello. Y eso hade ser gran aliciente para nuestra vida es-

piritual. No hemos de encerrarnos en losestrechos límites de nuestro pueblo, ciu-dad u orden religiosa, sino que hemos deestar abiertos al mundo entero, como loestá la redención de Jesucristo. Muchasveces los pueblos cristianos recientes danejemplo a las cristiandades de abolengo,de mucho siglos de vida evangélica, comolos ninivitas dieron ejemplo a los judíosde su época. Jonás constituye el libro dela Buena Nueva para las naciones, y lesanuncia el amor de Dios. El verdadero uni-versalismo mira al mismo tiempo al cen-tro y a los extremos.

–Con el Salmo 85 decimos: «Tú, Se-ñor, eres lento a la cólera y rico en pie-dad. Piedad de mí, Señor, que a ti te es-toy llamando todo el día; alegra el alma detu siervo, pues levanto mi alma hacia ti.El Señor es bueno y clemente, rico en mi-sericordia con los que le invocan. Señor,escucha mi oración, atiende a la voz demi súplica. Todos los pueblos vendrá apostrarse en tu presencia, Señor, bende-cirán tu nombre; grande eres tú, y hacesmaravillas, tú eres el único Dios».

Es éste un programa perfecto de vidareligiosa. Siempre hemos de tener senti-mientos de humildad, de gran devoción yde entrega a Dios. Él es el único Señor;en Él hemos de poner nuestra confianza,esperando siempre en su infinita miseri-cordia para con nosotros y para con to-dos los hombres.

Años pares–Gálatas 2,1-2.7-14: Reconocieron el

don que Pablo había recibido. Pablo esun modelo para todos. No obstante susaltísimos carismas, fue a encontrarse conlos principales de la Iglesia: Pedro, San-tiago y Juan, que aprobaron su modo deactuar. El incidente de Antioquía nosmuestra por un lado la santa libertad deexpresión para anunciar el Evangelio, se-gún la doctrina de Cristo, y la humildad

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del jerarca de la Iglesia para recibir la co-rrección. Comenta San Juan Crisóstomo:

«Pablo hace el reproche y Pedro lo acepta, paraque, viendo los discípulos que el maestro es acu-sado y calla, rectifiquen ellos cuando sea precisocon más facilidad. Si no hubiera sucedido así, yPablo hubiera exhortado a abandonar la ley, nohabría conseguido nada. Ahora bien, con un vio-lento reproche, infunde un temor mayor a losdiscípulos de Pedro. Y si Pedro, después de es-cucharle, le hubiese replicado, con razón se lepodría haber reprendido, ya que habría echado aperder este plan. Pero no, mientras el uno hacereproches y el otro permanece en silencio, ungran temor se apodera de los fieles de proceden-cia judaica, ya que Pablo trata con mucha durezaa Pedro» (Comentario a la Carta a los Gálatas2,11-12).

–Con el Salmo 116 decimos: «Alabadal Señor todas las naciones, aclamadlotodos los pueblos. Firme es su misericor-dia con nosotros, su fidelidad dura porsiempre». Éste es el sentido de universa-lidad de la Iglesia, como lo quiso Cristo:«id al mundo entero y proclamad el Evan-gelio».

–Lucas 11,1-4: Señor, enséñanos a orar.El lugar de la oración en la vida de la Igle-sia es de máxima importancia. San Agustíncomenta:

«Hemos hallado un Padre en el cielo, veamoscómo hemos de vivir en la tierra. Quien ha halla-do tal Padre debe vivir de manera tal que seadigno de llegar a su herencia. Todos juntos deci-mos: “¡Padre nuestro!” ¡Cuánta bondad! Así lodice el emperador, lo dice el mendigo, lo dice tan-to el siervo como su señor. Unos y otros dicen:“Padre nuestro, que estás en los cielos”. Reco-nozcan, pues, que son hermanos, cuando tienenun mismo Padre. No considere el señor indignode su persona el tener como hermano a su siervo,a quien quiso tener como hermanos Cristo Je-sús» (Sermón 58).

San Efrén dice:«Jamás ceséis de orar: arrodillaos, cuando po-

dáis, y cuando no, invocad a Dios de corazón,por la noche, por la mañana y al mediodía. Sitenéis cuidado de orar antes de poneros al traba-jo, y si al levantaros empezáis por ofrecer a Dios

vuestra oración, como las primicias de vuestrasacciones, estad persuadidos de que el pecado nohallará entrada en vuestra alma» (Sobre la Ora-ción 5).

Y San Basilio:«Orarás sin intermisión si tu oración no se re-

duce a solas palabras, sino que todo el método detu vida es conforme a la divina voluntad, de talmodo, que puede y merezca tu vida llamarse unacontinua oración» (Homilía sobre el martirio 5).

JuevesAños impares

–Malaquías 3,13-4,2: Mirad que llegael día, ardiente como un horno. El profe-ta censura los abusos de su época, en es-pecial todos los referentes al culto. Si losimpíos parece que triunfan al presente, eldía del Señor pondrá de manifiesto la se-paración de los malos y los buenos. Paraéstos brillará el Sol de justicia. El fuegodel juicio viene a ser un castigo sin reme-dio, verdadero fuego de ira, cuando caesobre el pecador endurecido. La revela-ción expresa lo que puede ser la existen-cia de una criatura que se niega a dejarsepurificar por el fuego divino, pero quedaabrasada por él. Jesucristo adoptó el len-guaje clásico del Antiguo Testamento yasí aparece también en todo el Nuevo Tes-tamento. Es de fe que existe el infierno,que es eterno y que descienden inmedia-tamente a él las almas de los que muerenen pecado mortal. Al menos quince ve-ces se enseña esto en los Evangelios. SanAgustín dice:

«Se hizo digno de pena eterna el hombre queaniquiló en sí el bien que pudo ser eterno... Y nose extinguirá la muerte, sino que será muerte sem-piterna, y el alma no podrá vivir sin Dios, nilibrarse de los dolores muriendo» (La ciudad deDios 11,21,3).

Y en el Martirio de San Policarpo (10)se dice:

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«A los mártires les parecía frío el fuego de losverdugos, porque tenían ante los ojos el fuegoaquel que es eterno y nunca se extinguirá... Meamenazas con un fuego que solo abrasa una horay se extingue pronto; porque tú no conoces elfuego del juicio futuro y el eterno castigo queespera a los ateos».

–Esa misma suerte del impío y del justoes contemplada en el Salmo 1: «Dichosoel hombre que no sigue el consejo de losimpíos, ni entra por la senda de los peca-dores, ni se sienta en la reunión de los cí-nicos, sino que su gozo es la Ley del Se-ñor. Será como un árbol plantado al bor-de de la acequia; da fruto en su sazón, yno se marchitan sus hojas; y cuanto em-prende tiene buen fin. No así los impíos,no así; serán paja que arrebata el viento,porque el Señor protege el camino de losjustos, pero el camino de los impíos aca-ba mal».

Años pares–Gálatas 3,1-5: Dios da el Espíritu a

los que creen. En la fe tuvieron lugar lasmanifestaciones del Espíritu Santo, y noen la Ley. Es bien explícito San Pablo: losfieles recibieron el Espíritu, no por la Ley,sino porque creyeron en el Evangelio queél, como Apóstol de Jesucristo, les anun-ció. Así pasaron de ser carnales a ser es-pirituales. Pero no siempre los cristianosvivimos la vida grandiosa de la fe. Co-menta sobre esto San Juan Crisóstomo:

«Con el paso del tiempo, es necesario que pro-greséis, mas no solo no habéis avanzado, sinoque habéis retrocedido. Los que comienzan conlo que tiene poca relevancia, avanzan y llegan aalgo más importante; vosotros, en cambio, quehabéis comenzado por lo sublime, habéis llegadoa su contrario. Si hubiérais empezado por lo car-nal, forzoso habría sido que avanzárais hacia loespiritual; ahora bien, después de haber comen-zado por lo espiritual, habéis acabado en lo car-nal... Tuvisteis en vuestras manos la verdad y,sin embargo, caísteis en la apariencia de la ver-dad; mirasteis el sol y, no obstante, buscáis laluz; tras el alimento sólido, tomáis la leche... Es el

mismo caso que si uno de los más valerosos es-trategas, después de obtener innumerables tro-feos y victorias, se expusiera al desprecio reser-vado a los desertores y entregara su cuerpo a losque desearan imprimir en él la marca del desho-nor» (Comentario a la Carta a los Gálatas 3,2).

–Los versos del Benedictus (Lc, 69-70.71-72.73-75) sirven hoy de Salmo res-ponsorial: «Bendito sea el Señor, Dios deIsrael, porque ha visitado a su pueblo. Nosha suscitado una fuerza de salvación enla casa de David, su siervo, según lo ha-bía predicho desde antiguo por boca desus santos profetas. Es la salvación quenos libra de nuestros enemigos y de lamano de todos los que nos odian; reali-zando la misericordia que tuvo con nues-tros padres, recordando su santa alianza,y el juramento que juró a nuestro padreAbrahán. Para concedernos que, libres detemor, arrancados de la mano de los ene-migos, le sirvamos con santidad y justi-cia, en su presencia, todos nuestros días».

–Lucas 11,5-13: Parábola del amigoimportuno. Partiendo de ella, San Ambro-sio encarece la vocación de todos los cris-tianos a la oración continua:

«Este es el pasaje del que se desprende el pre-cepto de que hemos de “orar en cada momento”,no solo de día, sino también de noche; en efecto,ves que éste que a media noche va a pedir trespanes a su amigo y persevera en esa demandainstantemente, no es defraudado en lo que pide...Haciendo caso, pues, de la Escritura, pidamos elperdón de nuestros pecados con continuas ora-ciones, día y noche; pues si hombre tan santo yque estaba tan ocupado en el gobierno del reinoalababa al Señor “siete veces al día” (Sal 118,164),pronto siempre a ofrecer sacrificios matutinos yvespertinos, ¿qué hemos de hacer nosotros quedebemos rezar más que él, puesto que, por lafragilidad de nuestra carne y espíritu, pecamoscon más frecuencia, para que no falte a nuestroser, para su alimento, “el pan que robustece elcorazón del hombre” (Sal 103,15), a nosotros queestamos cansados ya del camino, muy fatigadosdel transcurrir de este mundo y hastiados de lascosas de la vida?» (Tratado sobre el Evangelio deSan Lucas, lib.VII, 87).

27º Semana del Tiempo Ordinario

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12 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (7)

ViernesAños impares

–Joel 1,13-15-2,1-2: Está cerca el díadel Señor. Somos invitados a la peniten-cia para aplacar al Señor. El día del Señorserá terrible, como no lo hubo jamás. Parael creyente no es la historia un comienzoperpetuo. La historia conoce un progresomarcado por las visitas de Dios a sus tiem-pos, en días, horas, momentos privilegia-dos. El Señor vino, viene sin cesar, ven-drá, vendrá para juzgar al mundo y salvara los creyentes. Los profetas nos hablandel día terrible, el fin del mundo, comotambién es anunciado en el Nuevo Testa-mento. Es también el día que marcará eltriunfo definitivo de Dios por su Hijo Je-sucristo. El tiempo que aún queda hastael día del Señor debe emplearse en hacerfructificar los «talentos», en socorrer alos demás, en hacer el bien a todos. Poreso dice San Pablo: «mientras tenemostiempo, practiquemos el bien» (Gal 6,10;cf. Col 4,5; Ef 5,16).

–El Salmo 9 nos ayuda a meditar la lec-tura anterior: «El Señor juzgará el orbecon justicia... Reprendiste a los pueblos,destruiste al impío y borraste para siem-pre su apellido. Los pueblos se han hun-dido en la fosa que hicieron; su pie quedóprendido en la red que escondieron. Diosestá sentado por siempre en el trono queha colocado para juzgar. Él juzgará el orbecon justicia y regirá las naciones con rec-titud». Tenemos confianza en la miseri-cordia del Señor, que no quiere la muertedel pecador, sino que se convierta y queviva. Por eso damos gracias al Señor, detodo corazón, proclamando todas sus ma-ravillas, nos alegramos y exultamos conel Señor y tocamos en honor del nombredel Altísimo.

Años pares–Gálatas 3,7-14: Los que tienen fe re-

ciben la bendición del Señor. La justifi-cación de Dios se recibe por obra de lafe. San Pablo recurre siempre al hechofundamental de la redención humana: elmisterio pascual del Señor. De la Cruz ala Luz. Considera San Juan Crisóstomo:

«Pretende [el Apóstol] señalar que la ley noreclama solo fe, sino también obras, en tanto quela gracia salva y justifica por la fe. ¿Ves cómodemostró que los que confiaron en la ley, por laimposibilidad de cumplirla, estuvieron sujetos ala maldición y cómo la fe tiene el poder de justi-ficar? Lo había afirmado y demostrado anterior-mente con mucha fuerza. La ley no pudo condu-cir al hombre a la justificación, por lo que la feaportó un remedio no pequeño, es decir, gracias aella fue posible lo que no lo era por la ley. “Eljusto vivirá gracias a la fe”, desconfiando de quela salvación venga a través de la ley, y puesto queAbrahán fue justificado por la fe, es evidente quela fuerza de la fe es grande» (Comentario a laCarta a los Gálatas 3,7-14).

–Con el Salmo 110 damos gracias alSeñor de todo corazón, en la asamblealitúrgica con todos los hermanos en la fe,pues son grandes las obras del Señor ydignas de alabanza por todos los que he-mos sido librados del pecado y de la muer-te. Si en el Antiguo Testamento se admi-raba el esplendor y la belleza de las obrasde Dios y su generosidad, mucho más he-mos de admirarnos nosotros, pues lasmaravillas de su piedad para con noso-tros son aún mayores. Él alimentó a losisraelitas con el maná en el desierto, peroa nosotros con el Cuerpo y Sangre deJesús en la eucaristía, donde muestra mu-cho más su fuerza y su amor. Ella es ver-dadera bendición y preciosa herencia.

–Lucas 11,15-20: Jesús expulsó a losdemonios. Esto es signo de la venida delReino de Dios. Cristo rebate con granfuerza a sus opositores. Y San Ambrosiocomenta:

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«Aquellos que no ponen su esperanza en Cris-to, sino que creen que los demonios son arroja-dos en nombre del príncipe de los demonios, nie-gan ser súbditos de un reino eterno. Lo cual seaplica al pueblo judío, que en esta clase de malespiden la ayuda de un demonio para echar a otro.Pero ¿cómo puede permanecer en pie un reinodividido, cuando se ha perdido la fe?... Resultauna gran insensatez, unida a un furor sacrílego, elhecho de que, habiéndose encarnado el Hijo deDios para desterrar a los espíritus inmundos yhabiendo dado también a los hombres el poder dedestruir esos malos espíritus, despojándoles desu botín, que es la señal ordinaria de los vencedo-res, algunos invoquen en su favor la ayuda y ladefensa del poder diabólico, cuando precisamen-te los demonios son arrojados por el dedo deDios o, como dice Mateo, con el Espíritu de Dios(12,28)» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.VII,91-92).

SábadoAños impares

–Joel 3, 12-21: Mano a la hoz. Madu-ra está la mies. Esta descripción poéticadel juicio final y del Día del Señor, mues-tra como precedente el tiempo jubiloso dela restauración de Israel, «cuando el Se-ñor habitará en Sión». Cada día de Yavéva precedido de las profecías de una des-trucción o de una catástrofe cósmica. ElDios que viene irradia una santidad tal quetodo lo que es impuro, idolátrico, será ne-cesariamente aniquilado. El día de Yahvésupone que el creyente espera que Diosintervenga en la vida de los hombres enmomentos privilegiados, a lo largo de unahistoria de salvación, y de modo especialal fin de los tiempos. Esto es para noso-tros una gran revelación. No sabemos niel día ni la hora. Por eso mismo, siemprehemos de estar dispuestos y vigilantes pararecibir al Señor con toda pureza del cora-zón, destruyendo todo lo que en nuestravida es impuro, idolátrico, opuesto a lasantidad de Dios.

–El Salmo 96 nos asegura: el Señor estárodeado de tiniebla y de nube, «justicia y

derecho sostienen su trono, los montesse derriten como cera, ante el dueño detoda la tierra. Los cielos pregonan su jus-ticia y todos los pueblo proclaman su glo-ria. El Señor reina, la tierra goza, se ale-gran las islas innumerables. Amanece laluz para el justo y la alegría para los rec-tos del corazón. Alegraos justos con elSeñor, celebrad su santo nombre». Asíhemos de esperar el «día del Señor», encualquier momento. Así ha de ser nues-tra vida.

Años pares–Gálatas 3,22-29: Todos somos hijos de

Dios por la fe. La ley estaba destinada apreparar a los hombres para la venida deCristo. Una vez llegado Éste, tiene quedesaparecer. Dice San Juan Crisóstomo:

«¡Qué grande es la fuerza de la fe y cómo lamanifiesta [el Apóstol] a lo largo de su discurso!Demostró en primer lugar que la fe los convertíaen hijos del patriarca: entended que los nacidosde la fe son hijos de Abrahán. Y señala ahora quetambién los hace hijos de Dios: “todos sois hijosde Dios por la fe en Jesucristo”. Por la fe, no porla ley. Se refiere a una realidad sublime y maravi-llosa, por lo que habla también de la circunstanciade esa adopción como hijos. “Cuantos en Cristohabéis sido bautizados, os habéis revestido deCristo”. ¿Por qué no dijo: cuantos habéis sidobautizados en Cristo, habéis nacido de Dios? –pues ésta era, sin duda, la consecuencia lógica deser hijos de Dios–. Porque recalca la misma ideade una forma más efectiva. Si Cristo es Hijo deDios y tú te has revestido de Él, teniendo al Hijoen ti mismo y haciéndote semejante a Él, alcan-zaste una total conexión y ser uno con Él» (Co-mentario a la Carta a los Gálatas 3,22-29.

–Con el Salmo 104 decimos: «El Señorse acuerda de su alianza eternamente.Cantadle al son de instrumentos, habladde sus maravillas; gloriaos de su nombresanto, que se alegren los que buscan alSeñor. Recurrid al Señor y a su poder,buscad continuamente su rostro. Recor-dad las maravillas que hizo, sus prodigios,las sentencias de su boca. ¡Estirpe deAbrahán su siervo, hijos de Jacob, su ele-

27º Semana del Tiempo Ordinario

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gido! El Señor es nuestro Dios, Él go-bierna toda la tierra».

–Lucas 11,21-28: Dichosa la VirgenMaría, que fue la Madre del Señor, escu-chó su palabra y la cumplió perfectamenteen su vida. Ella fue la elegida por Diospara darnos al Autor de la Vida. Ella fuefidedigna en el cumplimiento de la Pala-bra de Dios: «hágase en mí según tu Pa-labra» (Lc 1,38). Ella estuvo, como nin-gún otro ser humano, unida indisoluble-mente a la persona y a la obra de Cristo.Para esto Dios la colmó de sus gracias ydones, y Ella correspondió con toda sugenerosidad a esa prerrogativa especia-lísima de Dios. Es nuestra Madre en lavida de la gracia. Aclamémosla, pues, in-voquémosla, imitémosla. Predica SanAgustín en un sermón:

«¿Acaso no hacía la voluntad del Padre la Vir-gen María, que en la fe creyó, en la fe concibió,elegida para que de ella nos naciera la salvaciónentre los hombres, creada por Cristo antes de queCristo fuese en ella creado? Hizo sin duda SantaMaría la voluntad del Padre; por eso es más paraMaría ser discípula de Cristo que ser Madre deCristo. Más dicha le aporta el haber sido discípu-la de Cristo que el haber sido su Madre. Por esoera María bienaventurada, pues antes de dar a luzllevó en su seno al Maestro... Por eso era biena-venturada María, porque oyó la Palabra de Diosy la guardó; guardó la verdad en su mente mejorque la carne en su seno» (Sermón 72,A,7).

Semana 28

DomingoEntrada: «Si llevas cuenta de los deli-

tos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero deti procede el perdón y tú infundes respe-to» (Sal 129,3-4).

Colecta (del Misal anterior y antes delGregoriano): «Te pedimos, Señor, que tugracia continuamente nos preceda yacompañe, de manera que estemos siem-pre dispuestos a obrar siempre el bien».

Ofertorio (del Misal anterior y antes delGregoriano): «Con estas ofrendas, Señor,recibe las súplicas de tus hijos, para queesta Eucaristía, celebrada con amor, noslleve a la gloria del cielo».

Comunión: «Los ricos empobrecen ypasan hambre, los que buscan al Señorno carecen de nada» (Sal 33,11) o: «Cuan-do Cristo se manifieste, seremos seme-jantes a Él, porque le veremos tal cual es”(1 Jn 3,2).

Postcomunión (del Veronense y delGelasiano): «Dios soberano, te pedimoshumildemente que, así como nos alimen-tas con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,nos hagas participar de su naturaleza di-vina».

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CICLO AEl Reino de Dios es presentado como

un banquete de bodas (lecturas primera ytercera). Para San Pablo, Cristo es todasu vida, Lo único que cuenta para él esCristo, en quien lo puede todo. Hemos demeditar seriamente sobre nuestra posturapersonal ante el llamamiento amoroso yvinculante de Dios a cada uno de noso-tros. No basta haber sido invitado, llama-do a entrar en el Reino. Hemos de res-ponder con toda fidelidad a esta llamada,hasta quedar transformados interior y ex-ternamente según el Corazón de Jesucris-to, y recibir plenamente la salvación queÉl nos ofrece.

–Isaías 25,6-10: El Señor preparará unfestín y enjugará las lágrimas de todoslos rostros. El banquete descrito por elprofeta aparece como una celebración dela entronización de Yavé. Y en el fondode este texto está presente la idea del ban-quete con que se concluye el sacrificioritual de acción de gracias. Yavé preparaa sus convidados una alegre participaciónal sacrificio de acción de gracias, en se-ñal de perfecta comunión. La abundanciay la exquisitez de los alimentos y bebidases símbolo de la plenitud de los bienescelestes y de la alegría de la comunióndivina. En general el banquete es en todaspartes el signo característico de la amis-tad, de la protección divina y de la biena-venturanza celestial. La comunión perfectacon Dios realiza tal cambio en la presentecondición humana que hace desaparecerde ella sus propias características: las tri-bulaciones, las pruebas y el mal. Encon-tramos aquí el ápice del mensaje escato-lógico del Antiguo Testamento. La espe-ranza de Israel está fundada en la fideli-dad a Dios. Todo esto se realiza plena-mente en el Nuevo Testamento con la Sa-grada Eucaristía.

–Cantamos el Salmo 22 y con él ex-presamos nuestros anhelos: habitaremosen la Casa del Señor por años sin térmi-no... «Preparas una mesa ante mí, me un-ges la cabeza con perfume y mi copa re-bosa». Lo principal es en esto que la bon-dad y la misericordia del Señor nos acom-paña todos los días de nuestra vida, y lue-go en la gloria eterna.

–Filipenses 4,12-14.19-20: Todo lopuedo en Aquel que me conforta. El Pa-dre nos ha dado una garantía de salva-ción: la gracia de Cristo, capaz de trans-formar nuestras vidas en el tiempo y parala eternidad. Escribe Orígenes:

«Cuando Dios permite al tentador que nos per-siga, dándole poder para ello, somos persegui-dos; mas cuando Dios no quiere que suframospersecución, gozamos maravillosamente de paz,aun en medio de un mundo que nos aborrece, ytenemos buen ánimo, confiados en Aquel que dijo:“tened buen ánimo; yo he vencido al mundo” (Jn16, 33). Y, realmente, Él venció al mundo, y porello el mundo solo tiene fuerza en la medida quequiere su vencedor, que recibió del Padre la victo-ria sobre el mundo, y gracias a esa victoria noso-tros tenemos buen ánimo. Mas, si Dios quiereque de nuevo luchemos y combatamos por nues-tra religión, acérquense los contrarios, y les dire-mos: “todo lo puedo en Aquel que me con-forta” (Flp 4,13)» (Contra Celso 8,70).

–Mateo 22,1-14: Convidad a todos losque encontréis. El verdadero riesgo denuestra vida está en nuestra actitud antela salvación que Dios nos ofrece: o acep-tación fiel y agradecida o repulsa indignadel llamamiento divino. Comenta SanAgustín:

«Todos los bautizados conocen cuál es la bodadel Hijo del Rey y cuál el banquete. La mesa delSeñor está dispuesta para todo el que quiera par-ticipar de ella. A nadie se le prohibe acercarse,pero lo importante es el modo de hacerlo. Lassagradas Escrituras nos enseñan que no son doslos banquetes del Señor; sino uno, al que vienenbuenos y malos. Todos los que rechazaron la in-vitación fueron malos, pero no todos los que en-traron fueron buenos. Me dirijo a vosotros que,siendo buenos, os sentáis en este banquete, vo-

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sotros los que prestáis atención a aquellas pala-bras: “quien come y bebe indignamente, come ybebe su condenación”. Me dirijo a todos los quesois así, es decir, buenos, para que no busquéisbuenos fuera del banquete y toleréis a los malosdentro [los donatistas]... Poneos el vestido nup-cial. Me dirijo a vosotros, los que todavía no lotenéis [catecúmenos, penitentes]. Ya estáis den-tro, ya os acercáis al banquete, pero aún no tenéisel vestido digno del esposo... Amad al Señor y enÉl aprended a amaros a vosotros» (Sermón 90).

En nuestro vivir de cada día nos esta-mos jugando nuestra salvación eterna. Es-tamos llamados al banquete nupcial, lle-vemos el vestido de fiesta que, para SanAgustín, no es otro que el de la caridad.

CICLO BElegir la Sabiduría, la que ha de ser pre-

ferida a todo lo demás, es seguir a Cristo,desprendidos de todo (lecturas primera ytercera). La revelación divina nos haceposible la Sabiduría salvadora, que supe-ra los riesgos de nuestra ignorancia ynuestras posibles cegueras materialistasante nuestro destino eterno. Nuestra vo-cación de eternidad bienaventurada pro-cede de la iniciativa divina. A nosotros nosqueda siempre la responsabilidad de res-ponder, aceptando con fidelidad y amorel camino de la salvación.

–Sabiduría 7,7-11: En comparación dela Sabiduría tuve en nada la riqueza. Ha-biéndosenos revelado la Sabiduría de Diosde muchas formas y maneras, últimamen-te se nos ha manifestado plenamente enel Hijo divino encarnado (Heb 1,2; 1 Cor1,24).

La superioridad de la Sabiduría sobretodos los bienes del orden material es ab-soluta. Supera el poder, la salud, la belle-za, todos los tesoros de oro y plata y pie-dras preciosas. Posee una luz que no co-noce el ocaso. Es, por lo mismo, un donque viene del cielo que vale más que cual-quier otro don, porque es conferido por

el mismo Dios. Pidiendo la Sabiduría nopierde nada Salomón, porque con ella elSeñor le concede también la riqueza, elpoder y la gloria.

Cristo dirá más tarde: «buscad primeroel reino de Dios y su justicia y todo lo de-más se os dará por añadidura» (Mt 6,33).La sabiduría del hombre tiene una fuentedivina. Dios la puede comunicar a quienquiere, porque Él mismo es el Sabio porexcelencia. Roguemos a Dios que nosconceda esa Sabiduría que conduce a lavida eterna.

–Pedimos al Señor con el Salmo 89 quenos sacie de su misericordia, para que todanuestra vida sea alegría y júbilo. Que Élnos enseñe a calcular nuestros días, paraque adquiramos un corazón sensato; queveamos su acción y su gloria; que baje anosotros la bondad del Señor y haga prós-peras las obras de nuestras manos.

–Hebreos 4,12-13: La Palabra de Diosjuzga los deseos y las intenciones del co-razón. El Corazón de Jesucristo es la últi-ma Palabra salvadora del Padre. Dios nosha hablado, al fin, por su Hijo (Heb 1,2;Jn 1,14). Dice San Justino:

«La palabra de su verdad es más abrasadora ymás luminosa que la potencia del sol, y penetrahasta las profundidades del corazón y de la inte-ligencia» (Diálogo con Trifón 121,2).

Oigamos a San Agustín:«Tienes la esperanza de las cosas futuras y el

consuelo de las presentes. No te dejes, pues, se-ducir por quien quiere apartarte de ellas. Sea quiensea que quiera apartarte de esa esperanza, sea tupadre, tu madre, tu suegra, tu esposa o tu amigo,no te apartes de ella y te servirá de provechocomo espada de dos filos. La separación que ella teocasiona es útil, mientras que la unión que tú procuraste es dañina» (Comentario al Salmo 149, 1).

Y Teodoreto de Ciro:«El Apóstol de Dios escribió esto no solo por

sus lectores, sino también por todos nosotros.Conviene, por tanto, que consideremos aquel jui-cio divino y nos llenemos de temor y de temblor

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y guardemos los preceptos de Dios con diligen-cia y esperemos el descanso prometido que al-canzaremos en Cristo» (Sobre la Carta a los He-breos 4,12-13).

–Marcos 10,17-30: Vende lo que tienesy sígueme. Cristo nos llama, pero noso-tros podemos rechazar su voz, queriendoseguir nuestros planes. Somos un riesgopara nuestra salvación. Tres partes tieneesta lectura: a) encuentro del joven ricocon Cristo, que se ve rechazado porqueel joven está apegado a sus riquezas; b)reflexión de Cristo sobre las riquezas; c)el Maestro, partiendo de una pregunta dePedro, promete bienes espirituales a losque renuncian a todo por seguirle.

Para Cristo la riqueza no solo puede serun peligro, sino también un impedimentopara alcanzar el Reino de Dios. Despojar-se de ellas es siempre un consejo que hacemás libre para poder caminar más expe-ditamente, siguiendo sus huellas, y llegarasí a ser un verdadero discípulo suyo. Ensí las riquezas no son malas, pero puedenusarse malamente. Ahí está el mal, paraquien no ha sido llamado a una mayor in-terioridad espiritual y religiosa. En la li-bertad de corazón, ante el atractivo de lascriaturas, está la verdadera Sabiduría, poramor a la cual se prefiere, si es preciso,perderlo todo. Teniendo a Dios, lo tene-mos todo, y podemos colaborar con Élen orden a nuestra salvación y la salva-ción de los demás. Comenta San Agustín:

«Si amas la vida y temes la muerte, este mismotemor es un constante invierno. Y cuando másnos punza el temor de la muerte es cuando todova bien. Por eso, creo que para aquel rico a quiencausaban satisfacción sus riquezas –pues teníamuchas y muchas posesiones– el temor de lamuerte era una llamada continua, y en medio desus delicias se consumía. Pensaba en que tendríaque dejar todos aquellos bienes. Los había acu-mulado sin saber para quién; deseaba algo eter-no... Tenía su gozo en esas riquezas; por eso pre-guntaba al Señor qué tenía que hacer de buenopara conseguir la vida eterna; deseaba dejar unos

placeres para conseguir otros, y temía abandonaraquellos en los que entonces encontraba su gozo.Por eso se alejó triste, volviendo a sus tesorosterrenos» (Sermón 38,7).

Aquel joven pudo ser un apóstol de Cris-to. Pero hoy no sabemos ni siquiera sunombre.

CICLO CLas lecturas primera y tercera ponen de

relieve la grandeza de alma de dos hom-bres que no pertenecen al pueblo de Dios:un sirio y un samaritano, que padecieronla lepra. Y San Pablo en la segunda lectu-ra se presenta como testigo de Cristo re-sucitado, que le concede participar de sutriunfo por haber compartido su pasióncon el sufrimiento.

La actitud primera que hace posible ennosotros una vida de fe, esperanza y ca-ridad, es la gratitud teologica, que es tam-bién una virtud evangélica. Somos verda-deros creyentes si respondemos a Dioscon todo nuestro ser, haciendo de la vidaun testimonio de fidelidad agradecida alllamamiento de Dios.

–2 Reyes 5,14-17: Volvió Naamán aEliseo y alabó al Señor. La bondad delSeñor no conoce barreras étnicas o reli-giosas. La gratitud del general sirio Naa-mán hizo de él un creyente, redimiéndolode su condición pagana.

No podemos olvidar a muchos herma-nos nuestros que padecen esta enferme-dad, no obstante los progresos de la me-dicina, por otras circunstancias higiéni-cas, culturales y sociales. Existen en elmundo actual unos catorce millones deleprosos que pidan nuestra cooperacióny ayuda.

La lepra ha sido siempre símbolo delpecado. Las enfermedades morales sonuna ruptura con nuestra conciencia y conla comunidad eclesial. El Jordán ha sido

28º Semana del Tiempo Ordinario

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también símbolo del bautismo. Es el ríode la prueba querida por Dios. San JuanBautista bautizó en el Jordán. Cristo mis-mo fue allí bautizado. El bautismo es elsacramento de la purificación en la eco-nomía de la salvación.

–El Salmo 97 nos lleva a cantar al Se-ñor que revela su justicia a las naciones,como lo hizo con Naamán: «Cantemos alSeñor un cántico nuevo. Ha hecho mara-villas». Las hizo a Naamán el sirio y lasha hecho a millones de hombres y muje-res y las seguirá haciendo con el bautis-mo. Esta es la gran victoria del Señor. «Seacordó de su misericordia y su fidelidaden favor de Israel y de todo el mundo.Los confines de la tierra han contempla-do la victoria de nuestro Dios».

–2 Timoteo 2,8-13: Si perseveramos,reinaremos con Cristo. El continuo recuer-do agradecido del amor con que Cristo seha inmolado por nosotros constituye lavivencia más entrañable y segura de la fecristiana. A lo largo de la historia de laIglesia son muchos los pastores de almasque han sufrido persecución por ser fie-les a su misión, pero ellos nada temieron,como no temió San Juan Crisóstomocuando tuvo que ir al destierro por cum-plir con su deber de patriarca de Cons-tantinopla. Así lo expuso en su Homilíade despedida de sus fieles:

«Para mí, los males de este mundo son despre-ciables y sus bienes son irrisorios. No temo lapobreza ni ambiciono la riqueza; no temo la muer-te ni ansío vivir sino para vuestro provecho».

–Lucas 17,11-19: ¿No ha vuelto másque este extranjero para dar gloria a Dios?La ingratitud y el olvido ante Jesucristoevidencian en nosotros una fe formalista,que puede llevarnos a olvidar que su Co-razón es también sensible a la gratitud o ala ingratitud de los hombres. Comenta SanAgustín:

«No perdáis la esperanza. Si estáis enfermos,acercaos a Él y recibid la curación... Los que es-

táis sanos dadle gracias y los que estáis enfermoscorred a Él para que os sane... Retened esto yperseverad en ello. Que nadie cambie; que nadiesea leproso. La doctrina inconstante, que cambiade color, simboliza la lepra de la mente. Tambiénésta la limpia Cristo. Quizá pensaste distin-tamente en algún punto, reflexionaste y cambias-te para mejor tu opinión, y de este modo lo queera variado, pasó a ser de un único color. No te loatribuyas, no sea que te halles entre los nueveque no le dieron gracias. Sólo uno se mostró agra-decido; los restantes eran judíos; él, extranjero, ysimbolizaba a los pueblos extraños. A Él, portanto, le debemos la existencia, la vida y la inteli-gencia; a Él debemos el ser hombres, el habervivido bien y el haber entendido con rectitud»(Sermón 176,6).

La acción de gracias que realizamos enla Eucaristía debe prolongarse a toda nues-tra vida. En gratitud permanente hemosde vivir la fe y transmitirla por todos losmedios que esté a nuestro alcance.

LunesAños impares

–Romanos 1,1-7: Por Cristo recibióPablo el don de hacer que los gentiles res-pondan a la fe. Los Padres insisten siem-pre en lo esencial de la fe cristiana. AsíSan Ignacio de Antioquía:

«Yo glorifico a Jesucristo, Dios, que es quienhasta tal punto os ha hecho sabios; pues muybien me di cuenta de cuán apercibidos estáis de feinconmovible, bien así como si estuvierais clava-dos en carne y espíritu sobre la cruz de Cristo, yqué afianzados en la caridad por la sangre delmismo Jesucristo. Y es que os ví llenos de certi-dumbre en lo tocante a nuestro Señor, el cual es,con toda verdad, “del linaje de David, según lacarne” (Rom 1,2-3), Hijo de Dios según la volun-tad y poder de Dios, nacido verdaderamente deuna Virgen, bautizado por Juan, para que por Élfuera cumplida toda justicia (Mt 3,15)» (Carta alos fieles de Esmirna 1,1).

–El Salmo 112 es una invitación a laalabanza divina. El Señor es el Dios tras-cendente que sobrepasa en grandeza a to-dos los pueblos, y su trono se eleva sobre

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todo lo creado. Pero esa trascendencia di-vina es misericordiosa y se abaja hastalos humildes para salvarlos. Por eso lo ala-bamos más intensamente. Su nombre esbendecido ahora y por siempre. «De lasalida del sol hasta el ocaso alabado sea elnombre del Señor, ahora y por siempre.Él se eleva sobre todos los pueblos, sugloria sobre el cielo. ¿Quién como el Se-ñor, Dios nuestro, que se eleva en su tro-no y se abaja para mirar el cielo y la tie-rra?» El Señor, verdaderamente, levantódel polvo al desvalido, alzó de la basura alpobre, que es toda la humanidad, con laevangelización de su Hijo, que se prolon-gó en los Apóstoles y en toda la Iglesia.

Años pares–Gálatas 4,22-24.26-27.31–5,1: Somos

hijos de la libre. La Iglesia de Jesucristoestá simbolizada en Sara. Fuente de liber-tad humana es la redención realizada porJesucristo, que nos libró del pecado, dela muerte y del Maligno. San Juan Crisós-tomo comenta:

«¿Dónde está la figura de Sara? La Jerusalén dearriba es libre. Por lo tanto, los nacidos de ésta noson esclavos. Agar era la figura de la Jerusalénterrestre, lo que resulta evidente por el monteque lleva su mismo nombre [el Sinaí]. La Iglesia,en cambio, es figura de la Jerusalén celeste. ElApóstol, sin embargo, no se detiene en lasprefiguraciones, sino que presenta a Isaías comoprueba de sus palabras. Así, después de haberdicho que la Jerusalén de arriba es nuestra madrey tras denominar de este modo a la Iglesia, cita alprofeta que emite el mismo juicio que él (Is 54,1)...

«Vuelve una y otra vez a esos argumentos de-seoso de demostrar que lo sucedido no era recien-te, sino que estaba dispuesto desde el principio,desde hace mucho tiempo. ¿Cómo no va a serabsurdo que personas escogidas desde hace tantotiempo y que han obtenido la libertad, volunta-riamente se sometan al yugo de la esclavitud?Apunta con estas palabras otro motivo que lespersuada a permanecer en la recta doctrina» (Co-mentario a la Carta a los Gálatas 4,22-24. 26-27).

–El Salmo 112 es como un Magnificat.Dios descendió hasta la Virgen María. De

Ella nació el Redentor, sin perder nada desus trascendencia o de su divinidad, parahacer la obra excelentísima de elevar hastaÉl a la pobre humanidad, esclava del pe-cado, del Maligno y de la muerte. Todoesto nos hace elevar a Dios la más exce-lente de las alabanzas, unidos a Cristo, elSeñor, por los inmensos beneficios quenos ha otorgado.

–Lucas 11,29-32: El signo de Jonás.Los paganos se levantarán contra los con-temporáneos de Jesús, que no quisieroncreer en Él. Escribe San Ambrosio:

«Este es el contenido del misterio. Por lo de-más, el signo de Jonás, puesto como tipo de lapasión del Señor, nos atestigua la gravedad de lospecados cometidos por los judíos. Podemos, portanto, darnos cuenta a la vez del oráculo de lamajestad y de su signo de la bondad, pues elejemplo de los ninivitas anuncia el castigo y almismo tiempo ofrece el remedio. Por eso, aun losjudíos pueden esperar el perdón, si quieren hacerpenitencia» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.VII,97).

El verdadero creyente, sin despreciar lafunción que desempeñan los milagros, nose fija tanto en ellos cuanto en la mismapersona de Jesucristo, en el que ve la ma-nifiesta intervención de Dios en la histo-ria de los hombres. Cristo muerto y resu-citado. Ésa es la realidad del signo dadopor Cristo en la plenitud de los tiempos.

MartesAños impares

–Romanos 1,16-25: Conociendo aDios, no le han dado los hombres la glo-ria que merecía. Por la creación se puedeconocer a Dios; pero los hombres danculto a la criatura, en vez de darlo al Crea-dor. Comenta San Agustín:

«Los sabios gentiles, los más excelentes entreellos, investigaron la naturaleza, y por las obrasconocieron al Creador. No escucharon a los pro-fetas, ni recibieron la ley, pero Dios les hablaba,en cierto modo sin palabras, mediante las obrasdel mundo hecho por Él. La belleza del mundo

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los invitaba a buscar al Artífice de las cosas; nun-ca pudieron pensar que el cielo y la tierra existie-ron sin haberlo hecho nadie... ¿Por qué soninexcusables? Porque “conociendo a Dios, no loglorificaron”... Cual si fuesen grandes sabios, con-virtieron en dioses propios a animales mudos eirracionales... Ve hasta dónde llegaron. Grandefue la altura adonde los condujo su búsqueda,pero idéntica fue la profundidad donde los su-mergió su caída: el hundimiento es tanto más gran-de cuanto mayor es la altura desde que se cae»(Sermón 241,1-3).

–Escogiendo el Salmo 18 como respon-sorial, se nos invita a glorificar a Dios pormedio de las criaturas: «El cielo proclamala gloria de Dios, el firmamento pregonala obra de sus manos; el día al día le pasael mensaje, la noche a la noche se lo su-surra. Sin que hablen, sin que pronuncien,sin que resuene su voz, a toda la tierra al-canza su pregón y hasta los límites delorbe su lenguaje». Los santos descubrenen la creación las huellas de Dios de unaforma inefable, hasta tal punto que porella se elevan a una contemplación místi-ca. La creación es para ellos como un li-bro abierto, que proclama sin cesar la glo-ria de Dios.

Años pares–Gálatas 4,31-5,6: Lo que vale es la fe

activa por la caridad. Hay que guardar lalibertad que nos ha ganado Cristo. Co-menta San Agustín este pasaje paulino:

«Distingamos cuál es nuestra fe... ¿Qué clasede fe hemos de tener? La que obra por el amor yespera lo que Dios promete. Nada más exacto,nada más perfecto que esta definición. Hay, pues,tres cosas. Es preciso que aquel en quien existe lafe, que obra por amor, espere lo que Dios prome-te. Compañera de la fe es, pues, la esperanza. Laesperanza es, por tanto, necesaria mientras novemos lo que creemos, no sea que al no verlodesfallezcamos de desesperación. Nos entristeceel no ver, pero nos consuela el esperar. Existe,pues la esperanza y es compañera de la fe. Ydespués la caridad, el amor, por el que deseamos,por el intentamos alcanzar la meta, por el que nosenardecemos y por el que sentimos hambre ysed» (Sermón 53,11).

–El Salmo 118 nos ayuda a meditar:«Señor, que me alcance tu favor, tu sal-vación, según tu promesa. No quites demi boca las palabras sinceras, porque yoespero en tus mandamientos. Cumpliré sincesar tu voluntad, por siempre jamás. An-daré por un camino ancho, buscando tusdecretos. Serán mi delicia tus mandatos,que tanto amo. Levantaré mis manos ha-cia ti, recitando tus mandatos». Y el ma-yor de todos es la caridad.

–Lucas 11,37-41: Dad limosna de lo dedentro, y lo tendréis limpio todo. No al-canzamos la santidad con solo prácticasexternas, sino por una verdadera trans-formación interior. Comenta San Agustín:

«El Señor Jesús, hablando de los fariseos, ad-vertía a sus discípulos que no creyesen que lajusticia se hallaba en la limpieza del cuerpo. Losfariseos se lavaban todos los días antes de cual-quier comida, como si el lavado diario pudieralimpiar el corazón... Este pedir una concienciabuena lo rechazaban los fariseos y por ello lava-ban lo exterior, permaneciendo interiormente enla iniquidad... Se ha alabado la limosna; practicadlay experimentadla... ¿Qué significa hacer limosnas?Practicar la misericordia... Comienza por ti... Tualma mendiga ante tus puertas; entra en tu con-ciencia. Si vives mal, si vives como un infiel, en-tra en tu conciencia y allí encontrarás a tu almapidiendo limosna... Tu primera limosna sea paraella» (Sermón 106,4).

MiércolesAños impares

–Romanos 2,1-11: Cada cual habrá deresponder por su obras. Dios juzga a to-dos, tanto a los judíos como a los paga-nos. San Gregorio Magno dice:

«Todo pecador debe reflexionar atentamente, afin de que, quien ha sido enviado a levantar a loscaídos, no caiga él mismo con ellos en la obraperversa y le hiera esta sentencia de San Pabloque dice: “en lo que condenas a otro te condenasa ti mismo” (Rom 2,1)» (Homilía 1,9, sobreEzequiel).

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Y San Agustín:«Dos son los peligros: uno, el que oímos de

boca del profeta y otro el que avisó el Apóstol.En efecto, contra quienes perecen por desespera-ción, cual si fueran gladiadores destinados a mo-rir de espada, anhelando placeres y viviendo en lamaldad y despreciando sus almas como ya con-denadas sin remisión, repiten lo que ellos se di-cen: “nuestras maldades pesan sobre nosotros ynos consumimos en nuestros pecados. ¿Cómopodremos vivir?” (Ez 33,10). Pero otra cosa es loque dice el Apóstol: “¿o es que despreciais lasriquezas de su bondad, misericordia y longanimi-dad?” (Rom 2,4)» (Sermón 339,3).

–Con el estribillo: «tú, Señor, pagas acada uno según sus obras», cantamos elSalmo 61: «Solo en Dios descansa mialma, porque de Él viene la salvación; soloÉl es mi Roca y mi salvación, mi alcázar,no vacilaré. Descansa solo en Dios, almamía, porque Él es mi esperanza; solo Éles mi Roca y mi salvación, mi alcázar, novacilaré. Pueblo suyo, confiad en Él, des-ahogad ante Él vuestro corazón, que Dioses nuestro refugio». Magnífica revelaciónque, en su aparente simplicidad, sería ca-paz de renovar la vida del hombre y delmundo: que el Todo-poderoso es bueno,y que el Todo-bondad es poderoso. Poreso, hemos de tener confianza absolutaen Él.

Años pares–Gálatas 5,18-25: Los que son de Cris-

to han crucificado las pasiones de su car-ne. Comenta San Agustín:

«Júzguese el hombre espontáneamente respec-to a estas cosas [las que señala San Pablo en Gal5,19-21], mientras aún le es posible, y mejoresus costumbres, no sea que cuando ya no puedahacerlo, sea juzgado por el Señor, aunque no quiera.Y aunque él mismo profiera contra sí la sustanciade una medicina durísima, pero medicina siem-pre, preséntese a los obispos, a los que adminis-tran las llaves de la Iglesia. Y como quien comien-za ya a ser un buen hijo, guardando el orden delos miembros maternos, recibe la medida de lasatisfacción de los ministros de los sacramentos.Así, ofreciendo con devoción y súplica el sacrifi-

cio de un corazón contrito, cumple lo que solo leservirá a él personalmente para recibir la salud, yque también servirá de ejemplo para los otros»(Sermón 351, 9).

–Con el Salmo 1 decimos: «Dichoso elhombre que no sigue el consejo de losimpíos, ni entra por la senda de los peca-dores... Será como un árbol al borde dela acequia, da fruto en su sazón, y no semarchitan sus hojas; y cuanto emprendetiene buen fin. No así los impíos, no así,serán paja que arrebata el viento, porqueel Señor protege el camino de los justos,pero el camino de los impíos acaba mal».

–Lucas 11,42-46: Condenaciones a losfariseos. Comenta San Ambrosio:

«Todo este pasaje resulta de una gran belleza ynos invita a buscar la sencillez, mientras condenalas cosas superfluas y terrenas de los judíos, loscuales, precisamente por juzgar las cosas de laLey según la letra, no sin razón son comparadosa la copa de vidrio y del plato, modelo de fragili-dad; ellos observan aquellas cosas que para noso-tros no son de utilidad alguna y, sin embargo,descuidan aquellas otras en las que está puesto elfruto de nuestra esperanza; y por eso cometenun gran pecado por despreciar aquello que es másperfecto... Condena este pasaje en pocas pala-bras las numerosas deficiencias de aquellos queaplican todo su esmero en pagar los diezmos, aunde los frutos más insignificantes, y no tienen cui-dado alguno con respecto al juicio futuro y care-cen del más elemental amor a Dios» (Tratadosobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,102).

JuevesAños impares

–Romanos 3,21-30: Justificación porla fe. No es el cumplimiento de las obrasde la ley lo que merece, tanto para los pa-ganos cuanto para los judíos, el don gra-tuito de la justificación, sino la fe en Cris-to. Así lo predica San Juan Crisóstomo:

«También la primera venida [de Cristo] fue porcausa de la justicia. ¿Cómo? Antes de la primeravenida estaba la ley natural, los profetas, la leyescrita, la doctrina, miles de promesas, signos,

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castigos y otras muchas cosas de las que habíaque pedir cuenta. Y, con todo, como era clemente,no examina, sino que manifiesta en todo su mise-ricordia. Si hubiera examinado, todos habrían sidocondenados, pues “todos pecaron y están priva-dos de la gloria de Dios” (Rom 3,23)» (Homilía28,1, sobre el Evangelio de San Juan).

–Con el Salmo 129 decimos: «Del Se-ñor viene la salvación, la misericordia, laredención copiosa». El pecador arrepen-tido grita desde lo hondo al Señor y Él loescucha, están sus oídos atentos a la vozde su súplica. Pero el pecador piensa: «siel Señor lleva cuenta de los delitos, ¿quiénpodrá resistir? Pero el Señor es miseri-cordioso, de Él procede el perdón y asíinfunde respeto», más aún, amor inten-so. Esperemos en el Señor, esperemos ensu Palabra, aguardemos al Señor.

Años pares–Efesios 1,1-10: Fuimos elegidos en la

persona de Cristo antes de crear el mun-do. Gratitud inmensa de San Pablo porcuanto ha obrado el Señor en favor de loscristianos: su elección, su predestinación,su redención. Dios «nos ha destinado enla persona de Cristo a ser sus hijos». SanAgustín exhorta al agradecimiento:

«Quien hace el bien con sus manos, alaba alSeñor, y quien lo confiesa con la boca, alaba alSeñor. Alábale con la boca, y alábale con las obras»(Comentario al Salmo 91,2).

Y San Juan Crisóstomo:«Si Dios nos ha honrado con una infinidad de

beneficios, es gracias a su amor y no al valor denuestros méritos. Nuestro fervor y nuestra fuer-za, nuestra fe y nuestra unidad son fruto de labenevolencia de Dios y de nuestra correspon-dencia a su bondad... Ved que Pablo no dice queesta gracia nos ha sido dada sin ningún fin, sinoque nos ha sido dada para hacernos agradables yamables a sus ojos, una vez purificados de nues-tro pecados... Desgarradas estaban todas las co-sas celestiales de las terrestres, no tenían cabe-za... Y puso como única Cabeza de todas las co-sas, de los ángeles y de los hombres, a Cristosegún la carne. Esto es, dio un solo principio a losángeles y a los hombres...; pues se hará la unidad,

la precisa y perfecta unión, cuando todas las co-sas, teniendo un vínculo necesario que procedede lo alto, sean reunidas bajo una sola Cabeza»(Comentario a la Carta a los Efesios 1,1-10).

–El Salmo 97 canta al Señor porque hahecho maravillas con nosotros. «El Se-ñor da a conocer su victoria, su santo bra-zo... Se acordó de su misericordia, de sufidelidad» en favor no solo de la casa deIsrael, sino de todo el mundo. «Los con-fines de la tierra han contemplado la vic-toria de nuestro Dios». Por eso aclama-mos al Señor, gritamos, vitoreamos... Sue-nen los instrumentos, con clarines y trom-petas, aclamemos al Rey y Señor. Él nosha elegido en la persona de Cristo antesde crear el mundo. Ha hecho maravillas.Hemos recibido la redención, el perdónde los pecados. Todo esto eclipsa las ma-ravillas del Antiguo Testamento.

–Lucas 11,47-54: Jesucristo hace ungran reproche: se le pedirá cuenta a estageneración. Lo dice con ocasión de quelos escribas y fariseos acrecientan su opo-sición. Y comenta San Ambrosio:

«En realidad este pasaje resulta una condena-ción perfecta de la superstición de los judíos, loscuales, construyendo los sepulcros de sus profe-tas, condenaban los hechos de sus padres, yatraían sobre sí mismos la sentencia de condena-ción. En efecto, con la edificación de los sepul-cros de los profetas pregonaban el crimen de aque-llos que los habían matado, e imitando sus accio-nes, se declaraban herederos de la iniquidad pa-terna» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucaslib.VII,106).

ViernesAños impares

–Romanos 4,1-8: La fe de Abrahán,modelo de la fe del cristiano. Abrahánfue tenido por justo en razón de su fe,don gratuito de Dios. Comenta San Agus-tín:

«Contra quienes dicen que Dios es bueno ymisericordioso, y que no dejará que se pierda

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muchedumbre tan grande, salvando a unos po-cos..., contra éstos dice el Apóstol: “¿ignoras quela paciencia de Dios es para llevarte a la peniten-cia? Tú, en cambio, de acuerdo con la dureza eimpenitencia de tu corazón, te atesoras ira para eldía de la ira y de la revelación del justo juicio deDios, que recompensará a cada uno según susobras” (Rom 2,4-6)» (Sermón 339,3).

–El Salmo 31 nos hace ver esa justiciade Dios: «Dichoso el que está absuelto desu culpa, a quien le han sepultado su pe-cado; dichoso el hombre a quien Dios nole apunta su delito». Hemos pecado, Se-ñor, lo reconocemos, no hemos encubier-to nuestro delito. Confesamos nuestra cul-pa y tú nos has perdonado. Todo esto esun motivo grande para la alabanza divina,para gozar en el Señor y aclamarlo conun corazón agradecido.

Años pares–Efesios 1,11-14: Somos marcados con

el Espíritu Santo. El Apóstol contempla,como una nueva bendición divina, la rea-lización concreta en la historia del miste-rio que es fruto de la Redención de Jesu-cristo. Enseña San Basilio:

«Por Jesucristo se nos da la recuperación delparaíso, el ascenso al reino de los cielos, la vueltaa la adopción de hijos, la confianza de llamar Pa-dre al mismo Dios, el hacernos consortes de lagracia de Cristo, el ser llamados hijos de la Luz, elparticipar de la gloria del cielo; en una palabra,[por Cristo] encontramos una total plenitud debendición tanto en este mundo como en el veni-dero... Si la prenda es así, ¿cómo será el estadofinal? Y si tan grande es el comienzo, ¿cómo serála consumación de todo?» (Sobre el Espíritu San-to 15,36).

–Con el Salmo 32 cantamos alboroza-dos que somos el pueblo que el Señor seescogió como heredad. Todos juntos, ju-díos y gentiles. Dios no niega a nadie lasalvación. Aclamemos al Señor con la cí-tara, toquemos en su honor el arpa de diezcuerdas. «La palabra del Señor es sinceray todas sus acciones son leales. Él ama lajusticia y el derecho y su misericordia lle-

na la tierra. Dichosa la nación cuyo Dioses el Señor, el pueblo que Él se escogiócomo heredad». Dichoso, pues, el mun-do, pues Dios quiere hacerse Padre de to-dos, y a todos vino a salvar Jesucristo,que nos ama entrañablemente.

–Lucas 12,1-7: Ni de un gorrión se ol-vida Dios. La Providencia divina todo lodirige, hasta lo mínimo, con sabiduría yamor. Comenta San Ambrosio:

«El Señor inspira una disposición de simplici-dad, y robustece el valor del alma, ya que la fesola titubea. Él la fortifica con realidades humil-des; porque si Dios no se olvida de las aves, ¿cómopodrá olvidarse de los hombres? Y si la majestadde Dios es tan grande y tan eterna que ni uno solode los pájaros, ni el número de los cabellos denuestra cabeza no existe sin conocerlo Dios, ¡quéindigno resulta creer que este Señor, que atiendecon solicitud a lo más pequeño, no se acuerde delos corazones de sus fieles o los desprecie!» (Tra-tado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,109 y111).

SábadoAños impares

–Romanos 4,13-16.18: Apoyado en laesperanza, creyó contra toda esperanza.La promesa hecha a Abrahán fue por sufe. Por eso llegó a convertirse en padrede muchas naciones, es decir, de todoslos cristianos, tanto procedentes del ju-daísmo, cuanto de la gentilidad. La Leyno se dio hasta varios siglos más tarde.Dice San Juan Crisóstomo:

«Abrahán creyó y esperó contra toda esperan-za; esto es, contra toda esperanza humana, pusoen Dios su esperanza, y ésta todo lo puede ytodo lo vence» (Libro IV sobre los que se escan-dalizan).

Y en otro lugar: «Si deseamos tener bien radi-cada la fe, es necesario que sea puro nuestro modode vivir: éste mantiene el espíritu que da toda lafuerza a la fe. Verdaderamente, es imposible queno vaciles en la fe si tu vida es impura. No hayduda de los que hablan de la fatalidad, burlándo-se, y no creen a las saludables palabras acerca de

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la resurrección, se precipitan en este abismo deincredulidad por su mala conducta y depravadascostumbres» (Sermón 6 sobre el terremoto, 16).

–El Salmo 104 nos ayuda a decir: «Élse acuerda de su alianza eternamente. ¡Es-tirpe de Abrahán, su siervo, hijos de Jacob,su elegido! El Señor es nuestro Dios. Élgobierna toda la tierra... Se acuerda de lapalabra dada, por mil generaciones, de laalianza sellada con Abrahán, del juramen-to hecho a Isaac... Porque se acordabade la palabra sagrada dada a su siervoAbrahán, sacó a su pueblo con alegría, asus escogidos con gritos de triunfo».Todo esto nos atañe también a nosotros.Somos los herederos de las promesas he-chas a Abrahán... somos descendientessuyos por la fe. «Si sois de Cristo, soisdescendientes de Abrahán según la pro-mesa» (Gal 3,29).

Años pares–Efesios 1,15-23: Cristo, Cabeza de la

Iglesia, que es su Cuerpo místico. Sea-mos iluminados con la Luz de Dios paraconocer lo más profundamente posible laobra que Dios ha llevado a cabo en nues-tro favor. Comenta San Agustín:

«Volvamos los ojos a nosotros mismos y con-sideremos que nosotros somos su Cuerpo y Él esnosotros; porque si nosotros no fuéramos Él, nosería verdad lo que dijo: “lo que hicísteis a uno deestos mis pequeñuelos a Mí lo hicísteis” (Mt25,40). Si nosotros no fuéramos Él no sería ver-dadero lo de “Saulo, Saulo, ¿por qué me persi-gues?” (Hch 9,4). Luego nosotros somos Él, por-que somos sus miembros, porque somos su Cuer-po, por ser Él nuestra Cabeza; por ser el Cristototal: la Cabeza y el Cuerpo (Ef 1,22)» (Sermón133,8).

–Dios dio a Cristo el mando de todaslas obras de sus manos. El hombre ha lle-gado a ser en Cristo el verdadero señordel universo. Todo fue creado por Él ypara Él. Con el Salmo 8 cantamos al Se-ñor, Dueño nuestro, y le decimos: «¡quéadmirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos;de la boca de los niños de pecho has sa-cado una alabanza. Cuando contemplo elcielo, obra de tus dedos, la luna y las es-trellas que has creado, ¿qué es el hombrepara que te acuerdes de él, el ser humanopara darle poder? Lo hiciste poco inferiora los ángeles, lo coronaste de gloria y dig-nidad, le diste el mando sobre las obrasde tus manos». Esto es el hombre, y másaún con la gracia de Jesucristo y en Jesu-cristo, que es su Cabeza y nosotros suCuerpo.

–Lucas 12,8-12: El Espíritu Santo osenseñará lo que tenéis que decir. Hemosde proclamar con plena confianza nues-tra fe ante quienes nos acusan. No tene-mos por qué temer a nadie, pues el mis-mo Espíritu Santo nos enseñará lo quetenemos que decir. Así ha sucedido siem-pre en la Iglesia, como nos lo muestra lahistoria de las persecuciones en todos lostiempos. Él nos ilumina y no debemoseclipsar esa luz con nuestro amor propio,con la autosuficiencia, con la vanidad y elorgullo, sino que debemos, con toda hu-mildad y sencillez, esperar el momento dela gracia de Dios en nuestras almas que,ciertamente, llegará con todo su esplen-dor. Oigamos a San Agustín:

«Con todo, tengo que deciros, hermanos míos,lo siguiente: quienquiera que seas, comienza avivir cristianamente, y mira si no te lo echan encara, precisamente aquellos cristianos que solo loson de nombre, pero no cristianos por su vida ycostumbres. Nadie se da cuenta de ello, sino quienha tenido que experimentarlo. Así, pues, fíjate,considera lo que oyes. ¿Quieres vivir como cris-tiano? ¿Quieres seguir los pasos de tu Señor? Sete echa en cara eso mismo, comienzas a avergon-zarte y te echas atrás. Has perdido el camino... Siquieres caminar por el camino del Señor, pon tuesperanza en Dios, incluso en presencia de loshombres, es decir, no te avergüences de tu espe-ranza» (Comentario al Salmo 30,11,7).

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Semana 29

DomingoEntrada: «Yo te invoco porque tú me

respondes, Dios mío; inclina el oído yescucha mis palabras. Guárdame como ala niña de tus ojos, a la sombra de tus alasescóndeme» (Sal 16,6.8).

Colecta (del Gelasiano y Gregoriano):«Dios todopoderoso y eterno, te pedimosentregarnos a ti con fidelidad y servirtecon sincero corazón».

Ofertorio (del Veronense): «Concéde-nos, Señor, ofrecerte estos dones con uncorazón libre, para que tu gracia puedapurificarnos en estos misterios que ahoracelebramos».

Comunión: «Los ojos del Señor estánpuestos en sus fieles, en los que esperanen su misericordia, para librar sus vidasde la muerte y reanimarlos en tiempo dehambre» (Sal 32,18-19), o bien: «El Hijodel Hombre ha venido para dar su vida enrescate por muchos» (Mc 10,45).

Postcomunión (del Veronense y del Gre-goriano): «La participación frecuente enla Eucaristía nos sea provechosa, Señor,para que disfrutemos de tus beneficios enla tierra y crezca nuestro conocimientode los bienes del cielo».

CICLO AEl poder temporal de los hombres está

o debe estar al servicio del Señor. De Élviene la autoridad y la debemos respetar(lecturas primera y tercera). San Pabloagradece al Señor la gracia de estar al ser-vicio de la fe, la esperanza y la caridad.

El verdadero cristiano, ante cualquier si-tuación conflictiva, sabe adoptar un acti-tud de testimonio integral: trascendente,temporal y solidario a un mismo tiempo.¡En su convivencia con los hermanos enel tiempo hay en él siempre una esperan-za responsable hacia la eternidad!

–Isaías 45,1.4-6: Llevó de la mano aCiro para doblegar ante Él las naciones.La Providencia salvífica de Dios hace quela misma autoridad humana, aun la paga-na o increyente, pueda servir a sus planesde salvación sobre sus elegidos. Dios estásiempre por encima de la historia, rigien-do misteriosamente los destinos de la hu-manidad. Dios se sirve del poder humanopara castigar y para salvar. Para lo prime-ro emplea a Nabucodonosor, que lleva losisraelitas al destierro; y para darles la li-bertad se sirve ahora de Ciro, rey de Per-sia.

El pueblo de Dios no ha sido elegidopara la guerra, sino que está destinado auna obra de paz. Sobre los intereses hu-manos está la voluntad suprema de Dios.Con el retorno de Babilonia se abre paralos israelitas uno de los períodos más in-tensos de su vida espiritual, durante el cualse ponen las bases para la historia futuradel pueblo elegido. Por eso se aclama lagrandeza de Dios, que es el Todo Otro.

–Lo hacemos también nosotros con elSalmo 95: «Aclamad la gloria y el poderdel Señor. Cantemos al Señor un cánticonuevo... Contemos a los pueblos su glo-ria, sus maravillas a todas la naciones...Los dioses de los gentiles son apariencia.

28º Semana del Tiempo Ordinario

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Sólo Él hizo el cielo y cuanto existe. Fa-milias de los pueblos, aclamad al Señor...Postraos ante el Señor en el atrio sagra-do».

–1 Tesalonicenses 1,1-5: Recordamosvuestra fe, esperanza y caridad. Por la feviva y la esperanza filial, bajo la accióndel Espíritu Santo, los cristianos están lla-mados a ser en el mundo testigos auténti-cos del Misterio de Cristo, el Salvador. Yes que la fe se ha de reflejar en el com-portamiento, porque «la fe sin obras estámuerta», como dice Santiago (2,26). Esla enseñanza de San Juan Crisóstomo:

«La creencia y la fe se prueban por las obras;no diciendo que se cree, sino con acciones reales,cumplidas con perseverancia y con un corazónencendido de amor» (Homilía sobre I Tes. 1,1-5).

La Evangelización es obra del EspírituSanto. El Espíritu del primer Pentecostésde la historia cristiana sigue vivificando lavida de la Iglesia y alentando a los após-toles y misioneros, para que encuentrenen Dios Padre y en Cristo su principiogenerador y su ambiente vital, a fin de vi-vir en la fe, la esperanza y la caridad.

En todo esto reconocemos que la lla-mada al Cristianismo es siempre una elec-ción que Dios hace y un don que Él otor-ga. Eso nos muestra la solicitud particu-larísima de Dios por la salvación de todoslos hombres que, de suyo, ningún méritotienen para alcanzarla. Colaboremos, pues,fielmente con la gracia de Dios.

–Mateo 22,15-21: Dad al César lo quees del César, y a Dios lo que es de Dios.El cristiano, peregrino de Dios hacia laeternidad, es ante las estructuras huma-nas un testigo consciente de la Providen-cia del Padre, que rige la vida humana me-diante la condición solidaria y jerarquizadade los propios hombres. El cristiano, dan-do culto solo a Dios, ha de perfeccionarpor la gracia en sí mismo la imagen divi-na. Comenta San Agustín:

«Adorando la imagen del hombre que hizo elArtífice, quebrantas la imagen de Dios, que Diosimprimió en ti mismo. Por tanto, cuando te llamepara que vuelvas, quiere devolverte aquella ima-gen que tú, estropeándola con la ambición terre-na, perdiste y oscureciste.

«De aquí procede, hermanos, el que Dios bus-que su imagen en nosotros. Esto fue lo que recor-dó a aquellos judíos que le presentaron una mo-neda... Conoció que le tentaban; conoció, por asídecir, la verdad de la falsedad, y con pocas pala-bras dejó al descubierto la mentira procedente dela boca de los mentirosos. No emitió la sentenciacontra ellos por su boca, sino que dejó que ellosmismos la emitieran contra sí... Como el Césarbusca su imagen en su moneda, así Dios busca lasuya en tu alma. “Da al César, dice, lo que es delCésar”. ¿Qué te pide el César? Su imagen. ¿Quéte pide Dios? Su imagen. Pero la del César está enla moneda, la de Dios está en ti. Si alguna vezpierdes una moneda, lloras porque perdiste laimagen del César; ¿y no lloras cuando, adorandoun ídolo, sabes que estás destrozando la imagende Dios que hay en ti?» (Sermón 113,A,7-8).

CICLO BCompartir los sufrimientos de Cristo pa-

ra compartir su triunfo. No ser servido,sino servir. Todo esto fue profetizado enel Siervo doliente de Isaías. Jesús, Su-mo Sacerdote, intercede por nosotros. Si-gue sirviendo a los hombres desde el cie-lo. La Sagrada Eucaristía es la reactua-lización sacramental del sacrificio reden-tor de Cristo en la Cruz, inmolado solida-riamente por la salvación de todos los hom-bres. La Iglesia continúa su obra evange-lizadora en un inmenso servicio a la hu-manidad. No obstante hoy hay más decuatro mil millones de hombres que aúnno conocen a Cristo.

–Isaías 53,10-11: Cuando entregue suvida como expiación, verá su descenden-cia, prolongará sus años. El cuarto cánti-co de Isaías sobre el Siervo de Dios nospresenta la semblanza de Jesucristo, ma-chacado por nuestras maldades, repara-dor de los pecados de todos. Nos hace

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contemplar la soledad doliente del Siervo.Pero no está en realidad solo, porque so-bre Él desciende la voluntad del Señor.No lo está tampoco, en cuanto que se hacesolidario con los demás. En su dolorosasoledad se une a los hombres. El Siervoserá el hombre de la alianza. Con esta idease comprende mejor el valor de la suertedel Siervo y el sentido positivo de su ofren-da sacrificial. La alianza es un aconteci-miento de encuentro lacerante entre Diosy el hombre, entre el Santo y el pecadorrebelde, para salvar a éste de su pecado,de su rebeldía.

–Con el Salmo 32 pedimos que la mi-sericordia del Señor venga sobre noso-tros como lo esperamos de Él. Y confe-samos con gozo que los ojos del Señorestán puestos en sus fieles, en los que es-peran en su misericordia, para librar susvidas de la muerte y reanimarlos en tiem-po de hambre.

–Hebreos 4,14-16: Acerquémonos conseguridad al trono de la gracia. Cristo esel único y eterno Sacerdote, glorificadordel Padre y Salvador de todos los hom-bres. Él es el Mediador perfecto. EscribeTeodoreto de Ciro:

«Los que habían creído sufrían por aquel en-tonces una gran tempestad de tentaciones; poreso el Apóstol los consuela, enseñando que nues-tro Sumo Pontífice no solo conoce en cuanto Diosla debilidad de nuestra naturaleza, sino tambiénen cuanto hombre experimentó nuestros sufri-mientos, aunque estaba exento de pecado. Comoconoce bien nuestra debilidad, puede conceder-nos la ayuda que necesitamos, y al juzgarnos dic-tará sus sentencia teniendo en cuenta esa debili-dad» (Comentario a la Carta a los Hebreos4,14-16).

–Marcos 10,35-45: El Hijo del Hombreha venido para dar su vida en rescate portodos. Hemos de vivir en la fe del Hijo deDios, que nos amó y se inmoló en repara-ción de nuestros pecados (cf. Gal 2,20).Jesucristo libera al hombre entregándosepor él. Los cristianos estamos llamados a

participar en su actitud oblacional con elservicio recíproco y el testimonio, inclu-so con nuestra propia vida. Así lo hanhecho multitud de hermanos nuestros ylo siguen haciendo.

La semblanza mesiánica del Corazón re-dentor de Jesucristo es presentada comoservicio victimal, reparador de los peca-dos de los hombres. Es la dimensión kenó-tica (humillación, obediencia, victimaciónredentora) del Misterio Pascual.

Contemplemos la vivencia sacerdotalprofunda del Verbo encarnado: su genui-na misión irrenunciable y la razón de serdel mismo misterio de la Encarnación encarne pasible y sacrificable.

Hemos sido beneficiados por el sacrifi-cio de Cristo. Somos nosotros los quehemos de irradiarlo en todas partes, a todacriatura. Existen millones de hermanosnuestros que no lo conocen aún. No pue-de esto dejarnos indiferentes, sino que connuestra oración, con nuestra palabra, connuestra propia vida y con nuestros sacri-ficios hemos de proclamarlo en todo mo-mento.

–Marcos 10,35-45: Petición de los hi-jos del Zebedeo. Comenta San Agustín:

«Escuchaste en el Evangelio a los hijos delZebedeo. Buscaban un lugar privilegiado, al pe-dir que uno de ellos se sentase a la derecha de tangran Padre y el otro a la izquierda. Privilegiado,sin duda y muy privilegiado era el lugar que bus-caban; pero, dado que descuidaban el por dónde,el Señor retrae su atención del adónde queríanllegar, para que la detengan en el por dónde hande caminar. ¿Qué les responde a quienes busca-ban lugar tan privilegiado? “¿Podéis beber el cá-liz que yo he de beber?” ¿Qué cáliz sino el de lapasión, el de la humildad, bebiendo el cual y ha-ciendo suya nuestra debilidad, dice al Padre: “Pa-dre, si es posible pase de mí este cáliz”? Él sepone en lugar de quienes rehusaban beber esecáliz y buscaban el lugar privilegiado... Buscáis aCristo glorificado; acercáos a Él crucificado... Éstaes la doctrina cristiana, el precepto y la recomen-dación de la humildad: “no gloriarse a no ser en la

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cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6,14)»(Sermón 160,5).

CICLO CLa oración perseverante alcanza todo lo

que necesitamos (lecturas primera y ter-cera). La fe que recibimos en el bautismoha de ser alimentada con la lectura de laPalabra de Dios. Así estaremos siempredispuestos a irradiarla por todas partes(segunda lectura).

La oración, como permanente vivenciade la confianza y esperanza en Dios, nues-tro Padre, es el modo más auténtico devivir nuestro quehacer cotidiano confor-me a su Voluntad divina y nuestro destinode salvación. La medida de la fidelidad aDios se da en el cristiano, ante todo, porla constancia y la hondura de su vida deoración filial.

–Éxodo 17,8-13: La oración de Moisésobtuvo la victoria. La protección divinanos es siempre necesaria, pues sin ella depoco vale el propio esfuerzo humano. Laoración constante es la que garantiza elsentido cristiano de nuestra vida y de nues-tra lucha por la salvación. Moisés apare-ce en la Escritura como el gran interce-sor. Dice Orígenes:

«Estas son las dos obras del pontífice: apren-der de Dios, leyendo las Escrituras divinas y me-ditándolas frecuentemente, y enseñar al pueblo.Pero que enseñe las cosas que él aprende de Dios,no las de su propio parecer, ni las opiniones hu-manas, sino las que enseña el Espíritu Santo. Esprecisamente lo que hace Moisés: él no va a laguerra, no lucha contra los enemigos. ¿Qué hace?Ora; y mientras él ora, vence el pueblo. Si secansa y baja las manos, el pueblo es vencido yhuye (Ex 17,8-14). Ore, pues, incesantemente elsacerdote de la Iglesia, para que el pueblo que leestá encomendado venza a los enemigos invisi-bles, los amalecitas, los demonios que atacan alos que quieren vivir piadosamente en Cristo»(Homilía 8,6, sobre el Levítico).

–Con el Salmo 120 continuamos el mis-mo tema de la oración: «El auxilio me vie-

ne del Señor que hizo el cielo y la tierra.Levante mis ojos a los montes. No per-mitirá el Señor que resbale mi pie; Él noduerme, ni reposa. Es el guardián de Is-rael [de la Iglesia, de cada alma cristia-na]. El Señor nos guarda en su sombra,está a nuestra derecha. Nos protege dedía y de noche, nos guarda de todo malahora y siempre». Por eso acudimos a Élcon toda confianza y vivimos en la paz.

–2 Timoteo 3,14-4,2: El hombre deDios estará perfectamente equipado paratoda obra buena. La oración meditada dela Palabra de Dios nos ayuda en nuestravida de creyentes y nos mantiene en ten-sión evangélica para el testimonio cristia-no. San Vicente de Lerin enseña:

«La naturaleza de la religión exige que todo seatransmitido a los hijos con la misma fidelidad conla que ha sido recibido de los padres, y que, ade-más, no nos es lícito llevar y traer la religión pordonde nos parezca, sino que más bien somos no-sotros los que tenemos que seguirla por dondeella nos conduzca» (Conmonitorio 5).

San Gregorio Magno enseña:«Quien se prepara para pronunciar una predi-

cación verdadera, es preciso que tome de las sa-gradas Escrituras los argumentos, para que todolo que hable se fundamente en la autoridad divi-na» (Morales sobre Job 18,26). Y

«¿Qué es la Sagrada Escritura sino una carta deDios omnipotente a su criatura?... Estudia, pues,por favor, y medita cada día las palabras de tuCreador. Aprende lo que es el corazón de Dios,penetrando en las palabras de ese Dios, para queanheles con más ardor las realidades eternas y tualma se encienda en deseos más vivos de los go-zos celestiales» (Carta a Teodoro, médico, 5,31).

«Lee muy a menudo las divinas Escrituras, o,por decirlo mejor, que nunca la lectura sagrada sete caiga de las manos. Aprende lo que has deenseñar, mantén firme la palabra de fe que esconforme a la doctrina, para que puedas exhortarcon doctrina sana y convencer a los contra-dictores» (Carta a Nepociano 7).

–Lucas 18,1-8: Dios hará justicia al ele-gido, que clama a Él. La perseveranciaen la oración es la mejor garantía para

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mantener nuestra fe viva y esperanzadapara el día del Señor. Comenta San Agus-tín:

«La lectura del santo Evangelio nos impulsa aorar y a creer, y a no apoyarnos en nosotrosmismos, sino en el Señor. ¿Qué mejor exhorta-ción a la oración que el que se nos haya propues-to esta parábola sobre el juez inicuo?... Si, pues,escuchó quien no soportaba el que se le suplicara¿de qué manera escuchará quien nos exhorta aque oremos?...

«Si la fe flaquea, la oración perece. ¿Quién hayque ore si no cree? Por esto el bienaventuradoApóstol, exhortando a orar, decía: “cualquieraque invoque el nombre del Señor será salvo”. Ypara mostrar que la fe es la fuente de la oración yque no puede fluir el río cuando se seca el manan-tial del agua, añade: “¿y cómo van a invocar aAquel de quien no oyeron?” (Rom 10,13-14).Creamos, pues, para poder orar. Y para que nodecaiga la fe, mediante la cual oramos, oremos.De la fe fluye la oración, y la oración que fluyesuplica firmeza para la misma fe» (Sermón115,1).

Hemos de vivir en una oración perse-verante, si no queremos frustrar los fru-tos de las celebraciones litúrgicas. Hemosde orar por nosotros, por la Iglesia y portodo el mundo.

LunesAños impares

–Romanos 4,20-25: La fe de Abrahánen Dios es modelo para los cristianos. Esafe le valió ser tenido por Dios como jus-to. También los cristianos somos justifi-cados por la fe. San Pablo elabora unateología de la fe, basado en la fe de Abra-hán, en la que ve un tercer elemento: laresurrección de Cristo, o más exactamen-te la fe en Aquel que ha resucitado a Je-sús. Imposible creer en la resurrecciónsin el acto previo de confianza y seguri-dad en el que realiza esos portentos.

«Cristo no será conducido como oveja al mata-dero en favor de los demonios, como lo fue enfavor de los hombres; ni se dirá para salvación de

ellos: “no perdonó a su propio Hijo” (Is 53,4).Porque los demonios tampoco exclamarán jamás:“fue entregado por nuestros pecados y resucitópara nuestra salvación” (Rom 4,25). Pues Pabloescribe con toda claridad: “yo os trasmití segúnlas Escrituras” (1 Cor 15,3), e invoca el testimo-nio de éstas para afirmar por autoridad de ellas loque es oscuro» (Carta Pascual de San Teófilo, enlas Cartas de San Jerónimo 96,10).

–De nuevo hallamos el Benedictus,como salmo responsorial: «Bendito sea elSeñor, Dios de Israel, porque ha visitadoa su pueblo». Nos ha suscitado una fuer-za de salvación que «nos libra de nues-tros enemigos y de la mano de todos losque nos odian; realizando la misericordiaque tuvo con nuestros padres, recordan-do su alianza y el juramento que juró anuestro padre Abrahán. Para conceder-nos que, libres de temor, arrancados de lamano de los enemigos, le sirvamos consantidad y justicia, en su presencia todosnuestros días».

Años pares–Efesios 2,1-10: Nos ha hecho revivir

con Cristo y nos ha sentado en el cielocon Él. Por el don gratuito de la miseri-cordia divina los cristianos, de cualquierorigen que sean, judío o no, se ven libresde sus pecados y reciben la vida en Cris-to al participar de su resurrección. Oiga-mos a San Agustín:

«El Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, ha deestar a la derecha, es decir, en la bienaventuranza,como dice el Apóstol: “con Él nos ha resucitadoy hecho sentar en los cielos”. Aunque nuestrocuerpo no esté allá todavía, ya tenemos allá laesperanza» (Sobre la lucha cristiana 26).

Y San Zósimo escribe:«Por Jesucristo renacemos espiritualmente,

pues por Él somos crucificados al mundo. Por sumuerte se rompe aquella cédula de muerte, intro-ducida en nosotros por Adán y transmitida a todaalma; aquella sentencia cuya pena nos grava pordescendencia, a la que no hay absolutamente na-die de los nacidos que no esté ligado, antes de serliberado por el Bautismo» (Carta Tractoria 231).

29º Semana del Tiempo Ordinario

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MartesAños impares

–Romanos 5,12.15.17-19.20-21: Por elpecado de uno entró la muerte en el mun-do. San Pablo compara a Cristo con Adán.Éste sumió al género humano en la muer-te por obra de su pecado. Cristo, por elcontrario, es la fuente de la gracia, de lajusticia y de la vida para todos los hom-bres. Escribe Tertuliano:

«Dice el Señor que vino “para salvar lo quehabía perecido” (Mt 18,11). ¿Qué piensas queera lo que había perecido? El hombre, sin lugar aduda. ¿Todo hombre o parte de él? Ciertamentetodo, ya que la transgresión, que fue causa de lamuerte del hombre, fue cometida tanto por elimpulso del alma con su concupiscencia comopor la acción de la carne con su placer. Con ellosse escribió contra todo el hombre el veredicto deculpabilidad, por el que luego tuvo que pagar jus-tamente la pena de muerte.

«Así, pues, también el hombre entero será sal-vado, ya que el hombre entero cometió el delito...Sería indigno de Dios que devolviera la salud a lamitad del hombre, por decirlo así; vendría a sermenos que los mismos gobernantes de este mun-do, que siempre conceden indulto en forma total.¿Habrá que admitir que el diablo es más fuertepara el mal del hombre, al lograr destrozarlo to-talmente, mientras que Dios es más débil, ya queno lo restaura en su totalidad? Pero dice el Após-tol: “donde abundó el delito, sobreabundó la gra-cia” (Rom 5,20)» (La resurrección de la carne 34).

–Oramos en el Salmo 39 con las pala-bras referidas a Cristo en la Carta a losHebreos: «Tú no quieres sacrificios niofrendas y, en cambio, me abriste el oído;no pides sacrificio expiatorio, entonces yodigo: Aquí estoy –como está escrito en ellibro– para hacer tu voluntad». Cristo fueel cumplimiento personificado de la Vo-luntad del Padre. Para cumplir la Volun-tad del Padre murió en la cruz y de estemodo logró expiar y reparar el pecado dela humanidad. Los demás sacrificios que-daron abolidos. Solo el suyo pudo salvar

al hombre. Por eso proclamamos su sal-vación ante la gran asamblea: «Grande esel Señor». Todos buscamos en Él la sal-vación y en Él nos alegramos.

Años pares–Efesios 2,12-22: Él es nuestra paz: Ha

hecho de los dos pueblos una sola cosa.Gentiles y judíos son uno en Cristo, y Éles la piedra angular de la Iglesia. EscribeSan Ireneo:

«Allí donde está la Iglesia, está el Espíritu deDios; y allí donde está el Espíritu de Dios, allíestá la Iglesia y toda la gracia» (Contra las here-jías 3,24).

Y San Agustín dice:«Estos dos pueblos, cual paredes que traen

distinta dirección, estaban muy lejos el uno delotro, hasta que fueron conducidos a la piedra an-gular: Cristo, como ángulo; en Él quedan unidosentre sí» (Sermón 331,1). Y también:

«Si Cristo es la Cabeza de la Iglesia, el EspírituSanto es su alma. Lo que el alma es en nuestrocuerpo, es el Espíritu Santo en el Cuerpo de Cris-to, que es la Iglesia» (Sermón 187). Y en otraocasión:

«La Iglesia vacilará si su fundamento vacila;pero ¿podrá vacilar Cristo? Mientras Cristo novacile, la Iglesia no flaqueará jamás hasta el fin delos tiempos» (Comentario al Salmo 103).

–Con el Salmo 84 decimos: «Dios anun-cia la paz a su pueblo. Voy a escuchar loque dice el Señor: Dios anuncia la paz asu pueblo y a sus amigos. La salvaciónestá ya cerca de sus fieles y la gloria ha-bitará en nuestra tierra. La misericordia yla fidelidad se encuentran, la justicia y lapaz se besan; la fidelidad brota de la tierray la justicia mira desde el cielo. El Señornos dará la lluvia, y nuestra tierra dará sufruto. La justicia marchará ante él, la sal-vación seguirá sus pasos».

–Lucas 12,35-38: Dichosos nosotros siel Señor, cuando vuelva, nos encuentraen vela. No sabemos la hora justa de esemomento. El cristiano, al igual que el pa-dre de familia avisado o que el buen servi-

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dor, no debe dejarse vencer por el sueño,debe velar, es decir, estar en guardia yapercibido para recibir al Señor. La vigi-lancia caracteriza por tanto la actitud deldiscípulo que espera y aguarda el retornode Jesucristo; consiste ante todo en man-tenerse en estado de alerta espiritual, ypor lo mismo exige el despego de los pla-ceres y de los bienes terrestres. Como esimprevisible la hora de la parusía, hay queestar preparados para el caso en que sehaga esperar. Esta vigilancia ha de ejer-cerse día tras día en la lucha contra elMaligno; por eso hay que orar y ser so-brios. Dichosos los que están siempre dis-puestos a recibir la venida del Señor.

MiércolesAños impares

–Romanos 6,12-18: Desde el Bautis-mo, que nos ha unido al Misterio Pas-cual del Señor, hemos de estar siempremuertos al pecado y vivos para Dios. Hahabido un cambio radical: de esclavos delpecado hemos venido a ser servidores dela justicia. Comenta San Agustín:

«Niégate a entregar armas a la concupiscenciay brillará tu victoria. Lucha, esfuérzate: ningúnatleta recibe la corona sin sudor. Vives en estadode competición, participas en un combate... Si lacarne despierta la pasión, ordena el espíritu en lacastidad; si la carne incita a la ira, imponga tuespíritu la misericordia. Si, envuelto en este com-bate, no pones a disposición de la concupiscen-cia rebelde tus miembros, los que fueron en otrotiempo armas de iniquidad al servicio del pecado,se convierten ahora en armas de justicia al servi-cio de Dios» (Sermón 163,A,1).

Hemos de ofrecernos a Dios enteros,como hombres que han vuelto a la vida.Por eso todo hemos de emplearlo en ser-vicio del bien.

–Con el Salmo 123 proclamamos que«tenemos nuestro auxilio en el nombre delSeñor». Por nosotros solos nada pode-mos, pero con el Señor tenemos la victo-

ria segura: «Si el Señor no hubiera estadode nuestra parte, cuando nos asaltaban loshombres», las fuerzas del mal, las pasio-nes, la concupiscencia... «nos hubierantragado vivos, tanto ardía su ira contranosotros, nos habrían arrollado las aguas,llegándonos el torrente hasta el cuello...Bendito el Señor que nos ayudó. Hemossalvado la vida como un pájaro de la tram-pa del cazador; la trampa se rompió y es-capamos... Nuestro auxilio es el nombredel Señor, que hizo el cielo y la tierra».

Años pares–Efesios 3,2-12: Gracias a Cristo, tam-

bién los gentiles son herederos de la pro-mesa. San Pablo, con gran humildad, afir-ma que es el último de los apóstoles, peroque ha recibido el gran privilegio de reve-lar el misterio de la vocación de los genti-les a la herencia divina, lo mismo que losjudíos. Benedicto XV escribió en 1917:

«El fin que los predicadores deben proponerseestá claramente indicado por San Pablo: “Somosembajadores de Cristo” (2 Cor 5,20). Todo pre-dicador debe hacer propias estas palabras. Mas,si son embajadores de Cristo en el ejercicio de sumisión, tienen la obligación de atenerse estricta-mente a la voluntad manifestada por Cristo, cuan-do les confirió el encargo, y no pueden proponer-se finalidades diversas de las que Él mismo sepropuso mientras habitó en esta tierra... Por lotanto, los predicadores han de proseguir estasmetas: difundir la verdad enseñada por Dios, des-pertar y acrecentar la vida sobrenatural en quie-nes los escuchan. En resumen: buscar la salva-ción de las almas, promover la gloria de Dios»(encíclica Humani generis).

San Jerónimo enseña:«Durante los siglos pasados estas riquezas de

su bondad estuvieron ocultas en Dios, que es elCreador de todas las cosas. ¿Dónde están Marcióny Valentín y todos los herejes que afirman queuno es el Creador del mundo, esto es, de lo visi-ble, y otro distinto el Creador de lo invisible?...Pero “el Misterio escondido durante siglos” pue-de entenderse de otra manera, en el sentido deque lo ignoraron los propios siglos, es decir, to-das las criaturas espirituales y racionales que exis-

29º Semana del Tiempo Ordinario

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tieron en esos siglos» (Comentario a la Carta alos Efesios 2,3,8-9).

–Con el texto de Isaías 12 proclama-mos, como salmo responsorial: «Sacaréisaguas con gozo de la fuente de la salva-ción. Él es mi Dios y Salvador; confiaréy no temeré; porque mi fuerza y mi poderes el Señor, Él fue mi salvador... Dad gra-cias al Señor, invocad su nombre; contada los pueblos sus hazañas, proclamad quesu nombre es excelso. Tañed para el Se-ñor, que hizo proezas, anunciadlas a todala tierra, gritad jubilosos, habitantes deSión: ¡qué grande es en medio de ti elSanto de Israel!». Él nos ha llamado a lavida grandiosa de la gracia.

–Lucas 12,39-48: La vigilancia es pro-pia del pueblo cristiano, y especialmentede sus responsables. Cristo enseña que eltiempo presente se nos ha concedido parahacer méritos con respecto a la vida eter-na. Escuchemos a San Gregorio Magno:

«La misma cualidad de la condición humananuestra cuánto es más excelente que todas lasotras cosas, porque la razón dada al hombre afir-ma cuánto excede la naturaleza racional a todaslas cosas que carecen de vida, de sentido y derazón. Mas, porque cerramos los ojos a las cosasinteriores e invisibles, y nos apacentamos de lasvisibles, honramos muchas veces al hombre nopor aquello que él es, sino por lo que puede, yvenimos a caer en la acepción de personas, nopor las mismas personas, sino por las cosas queellas tienen... Mas el Dios todopoderoso exami-na la vida de los hombres por la sola cualidad delos merecimientos; y muchas veces da mayorpena por donde dio estas cosas mayores, en ra-zón del ministerio y oficio, según la misma Ver-dad da testimonio diciendo: “al que mucho se leha dado, mucho se le exigirá” (Lc 12,48)» (Mora-les sobre Job 25,1).

JuevesAños impares

–Romanos 6,19-23: Convertíos en sier-vos de Dios. La esclavitud del pecado aca-ba en la muerte; pero la sumisión a la jus-

ticia de Dios produce la santidad y lleva ala vida eterna. Comenta San Agustín:

«“Despojaos del hombre viejo para revestirosdel nuevo”. El Señor establece un pacto con vo-sotros. Habéis vivido para el mundo, os habéisentregado a la carne y a la sangre, habéis llevadola imagen del hombre terreno... Llevad en adelan-te la de Aquel que procede del cielo: es Palabrahumana, puesto que “la Palabra se hizo carne”, y“como pusisteis vuestros cuerpos como armasde iniquidad al servicio del pecado, así ahora de-béis exponerlos como armas de justicia al servi-cio de Dios” (Rom 6,19). Para vuestra ruina, vues-tro enemigo se arma con vuestros dardos; paravuestra salvación, ármese a su vez vuestro Pro-tector con vuestros miembros» (Sermón 216,2,).

–«Dichoso el hombre que ha puesto suconfianza en el Señor», rezamos con elSalmo 1, dichoso el que no sigue el con-sejo de los impíos, ni entra por la sendade los pecadores, ni se sienta en la re-unión de los cínicos, sino que su gozo esla Ley del Señor y medita su Ley día ynoche. Será como un árbol plantado alborde de la acequia; da fruto en su sazóny no se marchitan sus hojas y cuanto em-prende tiene buen fin. No así los impíos,no así, serán paja que arrebata el viento,porque el Señor protege el camino de losjustos, pero el camino de los impíos aca-ba mal».

Años pares–Efesios 3,14-21: Ora el Apóstol pidien-

do que Cristo habite por la fe en nuestroscorazones. Comenta San Agustín:

«Ya ves lo que dice el Apóstol: “Cristo habitapor la fe en vuestros corazones” (Ef 3,17). Segúnsu presencia hermosa y divina, está siempre conel Padre; en cambio, según la presencia de la fe,está en todos los cristianos. Por eso fluctúas,porque Cristo está dormido, es decir, no lograsvencer aquellos deseos que se levantan con elsoplo de los que persuaden al mal, porque tu feestá dormida. ¿Qué significa que tu fe está dormi-da? Que está apagada. ¿Qué quiere decir que estáapagada? Que te olvidaste de ella. ¿Qué es des-pertar en ti a Cristo? Despertar la fe, recordar loque has creído. Haz memoria, pues, de tu fe, des-

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pierta a Cristo. Tu misma fe dará orden a las olasque te turban y a los vientos de quienes te per-suaden el mal» (Sermón 361,7).

–Cantemos con el Salmo 32 a la mise-ricordia del Señor, que llena la tierra:«Aclamad, justos, al Señor que merece laalabanza de los buenos; dad gracias alSeñor con la cítara, tocad en su honor elarpa de diez cuerdas. La palabra del Se-ñor es sincera, todas sus acciones sonleales. El Señor ama la justicia y el dere-cho. El plan del Señor subsiste por siem-pre; sus proyectos de edad en edad». Élnos eligió como heredad suya desde an-tes de la creación. Alabemos al Señor, dé-mosle gracias.

–Lucas 12,49-55: Cristo vino a infla-mar al mundo con el fuego de su amor.Cristo, enviado por el Padre, vino al mun-do para incendiar a la humanidad en elfuego divino del Espíritu Santo. ComentaSan Ambrosio:

«No es un fuego que destruya los bienes, sinoése que hace germinar la buena voluntad y enri-quece los vasos de oro de la Casa del Señor... Esefuego divino que agosta los deseos terrenos, sus-citados por los placeres mundanos, los cualesdeben perecer como obra de la carne... El fuegodel Señor es una luz eterna y con ese fuego es conel que se encienden las lámparas de los que espe-ran la llegada del Señor... Es el fuego que iluminalos íntimo del corazón... Con ese fuego nos in-funde la devoción, consuma en nosotros la per-fección... Con su presencia arroja luz sobre losmisterios» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.VII,132-133).

ViernesAños impares

–Romanos 7,18-25: En el interior delhombre luchan el pecado y la gracia. Ensu interior se produce la guerra perma-nente entre el hombre viejo y carnal y elhombre nuevo y espiritual. San Agustíncomenta:

«Es completamente justo que al hombre queno quiso obedecer a su Señor no le obedezca su

carne. Sirve tú a quien te es superior, para que tesirva tu inferior. Despreciaste al Superior, y eresatormentado ahora por tu inferior. Ésta es, pues,la ley del pecado; ésta es también la ley de lamuerte. Por el pecado vino la muerte... ¿Cómo telibró la ley del espíritu de vida? Primero de todote concedió el perdón de los pecados. De esa leyse dice en el Salmo [118,29]: “ten piedad de mísegún tu ley”. Es la ley de la misericordia, la leyde la fe, no la de las obras [o ley mosaica]» (Ser-món 152).

Como puede verse esa lectura paulinadescribe la condición del hombre aban-donado a sí mismo (antiguo Adán), y ladel hombre a quien Cristo (nuevo Adán)vuelve a orientar hacia Dios.

–Unos versos del Salmo 118 nos ayu-dan a meditar sobre la lectura anterior:«Instrúyeme, Señor, en tus leyes. Ensé-ñame a gustar y a comprender, porqueme fío de tus mandatos. Tú eres bueno yhaces el bien; instrúyeme en tus leyes. Quetu bondad me consuele, según la prome-sa hecha a tu siervo. Cuando me alcancetu compasión viviré, y mis delicias serántu voluntad. Jamás olvidaré tus decretos,pues con ellos me diste vida. Soy tuyo,sálvame, que yo consulto tus leyes».

Años pares–Efesios 4,1-6: Un solo cuerpo, un solo

Señor, una fe, un bautismo. El Apóstolexhorta a la unidad: un solo Cuerpo deCristo, un solo Espíritu, una sola espe-ranza, un solo Señor, una sola fe y unsolo Dios. San Agustín comenta:

«“Un solo Cuerpo, dice el apóstol Pablo, unsolo Cuerpo y un solo Espíritu” (Ef 4,4). Consi-derad nuestros miembros. El cuerpo consta demuchos miembros, y una sola alma da vigor atodos ellos. Ved que, gracias al alma humana porla que yo soy hombre, se mantienen unidos to-dos los miembros... Pues bien, lo que es nuestroespíritu o nuestra alma respecto a nuestros miem-bros, eso mismo es el Espíritu Santo respecto alos miembros de Cristo, el Cuerpo de Cristo, quees la Iglesia. Para demostrar cómo lo que es lavida divina la que funda no solo la unidad de lahumanidad toda, sino también la de cada perso-

29º Semana del Tiempo Ordinario

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na, San Pablo establece una relación entre cadauna de las virtudes teologales y cada una de laspersonas de la Santísima Trinidad: el Espíritualimenta la esperanza, Cristo llama a la fe y elPadre está en todos para hacer nacer en ellos elamor y la comunión» (Sermón 268).

–Buscamos la presencia del Señor y conel Salmo 23 cantamos: «Del Señor es latierra y cuanto la llena, el orbe y todossus habitantes; Él la fundó sobre los ma-res; Él la afianzó sobre los ríos. ¿Quiénpuede subir al monte del Señor? ¿Quiénpuede estar en el recinto sacro? El hom-bre de manos inocentes y puro corazón,que no confía en los ídolos. Éste recibirála bendición del Señor, le hará justicia elDios de salvación». Así es como forma-mos un solo Cuerpo, por la gracia de Cris-to, recibida en el bautismo.

–Lucas 12,54-59: Conozcamos los sig-nos de los tiempos en las palabras de Cris-to. Entendamos todas las cosas de la vidaa la luz de su palabra. Comenta San Agus-tín:

«Reciba cada uno con prudencia las amonesta-ciones del preceptor para no desaprovechar eltiempo de la misericordia del Salvador, que seotorga en esta época de perdón para el génerohumano. Al hombre se le perdona para que seconvierta y no haya nadie así a quien condenar.Ignoro si el fin del mundo encontrará a alguien denosotros aquí. Quizá no. Pero el fin del mundoestá cerca para cada uno de nosotros, puesto quesomos mortales. Caminamos en medio de caí-das... Oigamos al Señor y hagamos lo que nosmanda» (Sermón 109,1-2).

SábadoAños impares

–Romanos 8,1-11: El Espíritu habitaen nosotros. El hombre nuevo ha queda-do libre del pecado y de la muerte por laley del Espíritu, que hace nacer en él unavida nueva. Esto no lo podía hacer la leyjudaica, pero sí la obra de Dios por suHijo bienamado. Comenta San Agustín:

«“No hay condenación para los que están enCristo Jesús” (Rom 8,1). Aunque experimentenlos deseos de la carne, a los que no dan consenti-miento, y aunque existe en sus miembros la leyque se opone a la ley de su mente, intentandocautivarle, con todo no hay condenación para quie-nes están en Cristo Jesús, porque mediante lagracia del bautismo y el baño de regeneración que-daron liberados de la culpa con que habían nacidoy de cualquier anterior consentimiento a los ma-los deseos. Sea que se trate de torpezas, sea quese trate de crímenes o de malos pensamientos ode malas palabras, todo se destruye en aquellafuente a la que entraste siendo siervo y de la quesaliste siendo libre. No hay condenación ahora,pero sí la hubo antes. La condenación pasó de unhombre a todos. He aquí el mal de la generación yel bien de la regeneración... Lucha en la libertad,pero estáte atento a no ser vencido y a no caer denuevo en la servidumbre. Te fatigas en la lucha,pero gozarás en el triunfo» (Sermón 152,3).

–Con el Salmo 23 meditamos y canta-mos las maravillas que el Señor ha hechocon nosotros por el bautismo: «del Señores la tierra y cuanto la llena, el orbe y to-dos sus habitantes. Él la fundó sobre losmares, Él la afianzó sobre los ríos. ¿Quiénpuede subir al monte del Señor? ¿Quiénpuede estar en su recinto sacro? El hom-bre de manos inocentes y puro corazón».

Es lo que hizo el bautismo en nosotros.Por eso confiamos en el Señor, no en losídolos, es decir, en dinero, fama, hono-res, poder, placer... Hemos recibido la ben-dición del Señor. Él nos ha justos con suamor misericordioso. Busquemos siem-pre al Señor, vengamos a su presencia.En Él encontraremos nuestra paz y nues-tra felicidad.

Años pares–Efesios 4,7-16: Cristo es nuestra Ca-

beza. Él está a la derecha del Padre, y di-funde sus gracias y carismas en su Cuer-po místico para edificarlo, y hacerlo cre-cer y llegar a la plenitud. Dice Orígenes:

«Escuchad, pastores de las Iglesias, pastoresde Dios, que siempre un ángel desciende del cieloy os anuncia que “os ha nacido hoy un Salvador,que es Cristo, el Señor” (Lc 2,11). Porque los

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pastores de las Iglesias no podrán guardar el re-baño por ellos mismos, si no viene el Pastor. Fa-lla su pastoreo si Cristo no apacienta con ellos ylo guarda con ellos. Leemos en el Apóstol: “so-mos cooperadores de Dios” (1 Cor 3,9). El pastorbueno, que imita al Buen Pastor, es cooperadorde Dios y de Cristo; y por eso mismo es un buenpastor aquel que, unido al mejor de los pastores,apacienta el rebaño. “Dios puso en la Iglesia após-toles, profetas, evangelistas, pastores, doctorespara la perfección de los santos” (1 Cor 12, 28; cf.Ef 4, 11-12)» (Homilía sobre el Evangelio de SanLucas 12,2).

–Con el Salmo 21 vamos, llenos de ale-gría a la Casa del Señor, a la Iglesia, a laasamblea litúrgica... «Ya están pisandonuestros pies, tus umbrales, Jerusalén. Je-rusalén está fundada, como ciudad biencompacta. Allá suben las tribus, las tri-bus del Señor», y todos los pueblos unensu voz en la misma plegaria por la accióndel Espíritu. Dóciles a su acción, con unsolo corazón y una sola alma, alabamosel nombre del Señor y celebramos la San-ta Eucaristía, sacrificio y alimento que davida y nos une con todos los hermanos ycon Cristo, nuestra Cabeza.

–Lucas 13,1-9: Si no nos convertimosde todo corazón, pereceremos. Nos lo avisaJesús en la parábola de la higuera infruc-tuosa. Y así lo comenta San Ambrosio:

«¿Qué querrá significar el Señor al usar contanta frecuencia en su evangelio la parábola de lahiguera? En otro lugar ya has visto cómo, al man-dato del Señor, se secó el verdor de este árbol(Mt 21,19). De aquí has de concluir que el Crea-dor de todas las cosas puede mandar que las di-versas especies de árboles se sequen o tomenverdor en un instante. En otro pasaje Él recuerdaque la llegada del estío suele conocerse porquesurgen en el árbol retoños nuevos y brotan hojas(Mt 24,32). En estos dos textos hay figurada lavanagloria que perseguía el pueblo judío y quedesapareció como una flor, cuando vino el Señor,porque permanecía infructuosa en obras, y lo mis-mo que con la venida del estío se recolectan losfrutos maduros de la tierra toda, así también, enel día del juicio, se podrá contemplar la plenitudde la Iglesia, en la que creerán los mismos judíos»(Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,160).

Semana 30

DomingoEntrada: «Que se alegren los que bus-

can al Señor. Recurrid al Señor y a supoder, buscad continuamente su rostro»(Sal 104,3-4).

Colecta (del Misal anterior, retocada contextos del Veronense y del Gelasiano):«Dios todopoderoso y eterno, aumentanuestra fe, esperanza y caridad, y paraconseguir tus promesas, concédenos amartus preceptos».

Ofertorio (del Veronense y del Sacra-mentario de Bérgamo): «Vuelve tu mira-da, Señor, sobre las ofrendas que te pre-sentamos, para que nuestra celebraciónsea para tu gloria y tu alabanza».

Comunión: «Que podamos celebrar tuvictoria y en el nombre de nuestro Diosalzar estandartes» (Sal 19,6); o bien: «Cris-to nos amó y se entregó por nosotros co-mo oblación y víctima de suave olor» (Ef5,2).

Postcomunión (del Misal anterior y an-tes del Gelasiano y Gregoriano): «Lleva asu término en nosotros, Señor, lo que sig-nifican estos sacramentos, para que undía poseamos plenamente lo que celebra-mos ahora en estos ritos sagrados».

29º Semana del Tiempo Ordinario

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CICLO AToda la ley descansa en el amor a Dios

y al prójimo. Es lo que nos proclaman laslecturas primera y tercera. San Pablo enla segunda lectura nos invita a acoger laPalabra de Dios y a difundirla en torno denosotros con la alegría del Espíritu San-to, y esperando siempre la segunda veni-da del Señor.

En la revisión de nuestra vida cristianastiene especial relieve en este Domingo 30del Tiempo Ordinario el tema de la cari-dad, como signo de nuestra identidad yde nuestra fidelidad al Evangelio, comomandato peculiar del Señor y como vín-culo eclesial que nos une a Cristo y a loshermanos.

–Éxodo 22,21-27: Si explotáis a viu-das y a huérfanos, se encenderá contravosotros mi cólera. La autenticidad denuestra fidelidad a Dios no se mide solopor la piedad; se evidencia, además, ennuestra responsabilidad o irresponsabiliddfrente a la indigencia cotidiana o la debili-dad de nuestro prójimo.

El texto normativo de la primera lecturase comprende mejor a la luz de la palabraevangélica, que sintetiza la legislación bí-blica en un solo mandamiento referido aDios y al prójimo.

La legislación bíblica tiene su fundamen-to en la actitud de bondad de Yahvé y ensu constante predisposición magnánima,benévola y clemente, que Israel y todosnosotros hemos de hacer patente en todanuestra conducta.

–Con el Salmo 17 decimos al Señor contodo el corazón: «Yo te amo, tú eres mifortaleza, mi Roca, mi alcázar, mi baluar-te, mi peña, mi refugio, mi escudo, mifuerza salvadora, mi baluarte». Por eso loinvocamos y lo alabamos con todo entu-

siasmo: «viva el Señor, bendita sea miRoca, sea ensalzado mi Dios y Salvador».

–1 Tesalonicenses 1,5-10: Abando-násteis los ídolos para servir a Dios, es-perando la vuelta de su Hijo. Por la au-téntica caridad cristiana el creyente tieneque testificar su fe evangélica ante Dios yante el prójimo. San Juan Crisóstomo, po-niéndose en lugar de San Pablo, dice:

«Es verdad que os he predicado el Evangeliopara obedecer un mandato de Dios, ¡pero os amocon un amor tan grande que habría deseado podermorir por vosotros! Tal es el modelo acabado deun amor sincero y auténtico. El cristiano que amaa su prójimo debe estar animado por esos senti-mientos. Que no espere a que se le pida entregarsu vida por su hermano; antes bien ha de ofrecer-la él mismo» (Homilía 2 sobre San Pablo, 3).

–Mateo 22,34-40: Amarás al Señor, tuDios, y al prójimo como a ti mismo. ElEvangelio ha fundido en uno los dos man-damientos supremos. No se puede amara Dios sin amar al prójimo, ni se puedeamar cristianamente al prójimo sin verda-dero amor a Dios. Santa Catalina de Sienadecía: «Ahí está tu prójimo, manifiéstaleel amor que tienes a Dios». Ante unacasuística rabínica, muy compleja, y unainnecesaria multiplicación de prescripcio-nes, Jesucristo simplifica y sintetiza elcomportamiento del hombre en el amor aDios y al prójimo.

El amor al prójimo no está desvincula-do de las situaciones reales de la vida hu-mana. Amar a Dios y al prójimo con todoel corazón significa amar con la totalidadde nuestra persona y de nuestra activi-dad, y dentro de la comunidad de la queformamos parte. San Agustín comentaeste pasaje evangélico:

«Un ala es “amarás al Señor tu Dios con todotu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.Pero no te quedes con un ala; pues si crees tenerun ala sola, no tienes ninguna. “Amarás a tu pró-jimo como a ti mismo”. “Si no amas a tu hermanoa quien ves, ¿cómo puedes amar a Dios a quienno ves?” (1 Jn 4,20). Busca, pues, otra ala, y así

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volarás, así te despegarás de la codicia de lo terre-no y fijarás tu amor en lo celeste. Y mientras teapoyas en ambas alas, tendrás arriba el corazón,para que el corazón elevado arrastre arriba a sucarne a su debido tiempo» (Sermón 68,13).

CICLO BLa curación del ciego de Jericó, relata-

da en el Evangelio de hoy, ha sugerido elpasaje de Jeremías de la primera lectura.La segunda lectura nos expone el sacer-docio de Jesucristo, que siempre interce-de por nosotros. Él es el gran Mediadorentre Dios y los hombres.

El don de la fe que, por amorosa inicia-tiva divina, hemos recibido puede ofre-cernos la luz sobrenatural suficiente parasuperar la ceguera angustiante del hom-bre viejo y carnal. Siempre para la exis-tencia humana será más trágica la cegue-ra naturalista o autosuficiente del hombreprivado de la fe cristiana, que la mismaceguera material de los cuerpos.

–Jeremías 31,7-9: Congregaré a ciegosy cojos. En la historia de la salvación, soloa la luz de la fe y de la Revelación puedeel hombre descubrir los designios amo-rosos de Dios en los acontecimientos dela vida.

El anuncio de la inminente liberaciónestá formulado por el profeta con una in-vitación litúrgica a celebrar y alabar al Se-ñor, porque ha cumplido su obra a favordel pueblo elegido. La felicidad de Israelproviene únicamente de la bondad y om-nipotencia de su Dios tanto en el pasadocomo en el futuro. A Él va dirigida toda laalabanza y toda gloria. La Biblia es un in-menso coro de cantos de exultación y degratitud por las continuas intervencionessalvíficas de Yahvé. El profeta es el pri-mero en verlo y celebrarlo: «Gritad de ale-gría... regocijaos, proclamad, alabad ydecid: “el Señor ha salvado a su pueblo”».

Él es un Padre para Israel, para la Iglesia,para cada uno de nosotros.

–Por eso seguimos exultando con el Sal-mo 125: «Cuando el Señor cambió la suer-te de Sión, nos parecía soñar, la boca senos llenaba de risa, la lengua de cantares.Hasta los gentiles decían: “el Señor ha es-tado grande con ellos”». Así es. Por esoen la liturgia cristiana siempre cantamoscon alegría al Señor.

–Hebreos 5,1-6: Tú eres sacerdote eter-no, según el rito de Melquisedec. Jesús,Testigo del Padre y Pontífice y Mediadorde nuestra salvación, es quien elige de en-tre sus discípulos aquellos que deben par-ticipar especialmente de su sacerdocio mi-nisterial. Escribe San Juan Crisóstomo:

«Al preguntar a Pedro si le ama, no se lo pre-gunta porque necesite conocer el amor de su dis-cípulo, sino porque quiere mostrar el exceso desu propio amor. Y así al decir: “¿quién es el sier-vo fiel y prudente?” no lo dice como ignorandoquién es, sino para enseñarnos la singularidad deeste hecho y la grandeza del oficio. Mira si esgrande, mirando su recompensa: por él lo consti-tuye sobre todos sus bienes, y concluye que,moralmente, el sacerdote debe sobresalir por susantidad» (Sobre el Sacerdocio 2,1-2).

–Marcos 10,46-52: Señor, que veamos,como el ciego de Jericó. Para ver y reco-nocer a Cristo, necesitamos que Él nosilumine. Cristo es «el autor de nuestra fe»(Heb 12,2). El conocimiento de Jesús porla fe obra la salvación completa del hom-bre, le muestra la Verdad única que ha deseguir, le libera de la ceguera interior yexterior, y si así Él lo quiere, le otorgacomo complemento la misma vista físi-ca. La omnipotencia divina está siempredispuesta a favorecer a quien se deja con-ducir por la fe verdadera, suscitada por elEspíritu. La fe auténtica, que proviene delo alto, produce un genuino testimonio yno permite que sean desviados los quecreen en la verdad de Cristo crucificadoy resucitado. San Cirilo de Alejandría co-menta:

30º Semana del Tiempo Ordinario

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«Cuando admitimos la fe, no por eso exclui-mos la razón; por el contrario, procuramos conella adquirir algún conocimiento, aunque oscuro,de los misterios; pero con justo motivo preferi-mos la fe a la razón, porque la fe es la que prece-de, y la razón no hace más que seguirla, segúneste lugar de la Escritura: “si no creéis, no cono-ceréis”. A la verdad, si no sentáis los fundamen-tos de la fe, excluyendo toda duda, jamás podréislevantar el edificio fundado sobre el conocimien-to de Jesucristo, y por consiguiente, no podréisllegar a ser hombres espirituales» (Comentario alEvangelio de San Juan 20,2).

CICLO CDios escucha la oración de los humil-

des (lecturas primera y tercera). San Pa-blo nos transmite su último mensaje an-tes del martirio: todos le han abandonado,pero él permanece en el Señor, que lo col-mará de su fuerza. Dios, que resiste a lossoberbios de corazón, derrama su graciasobre los pobres de espíritu y los humil-des de corazón. Por eso, la postura másverdadera del alma ante Dios es siemprela de una consciente humildad o actitudde indigencia orante. Cualquier autosufi-ciencia personal o colectiva es, por sí mis-ma, antievangélica y, en definitiva, esen-cialmente antirreligiosa.

–Eclesiástico 35,15-17.20: Los gritos delos pobres atraviesan las nubes. La pre-ferencia del Señor se inclina a los débilese indefensos. Esto, que ya estaba anun-ciado como signo del tiempo mesiánico,se cumple en la persona de Jesucristo. Élmismo lo aduce como signo acreditadorde su venida (Mt 11,5; Lc 8,19). Tam-bién Él viene y vive en la pobreza. Lospobres son evangelizados y son llamadosdichosos en la nueva economía de la gra-cia (Lc 6,10): ellos forman la primitivaIglesia (Sant 2,1). El Señor consuela a loshumildes y les da su gracia (2 Cor 7,6),oye la oración y los gemidos de los hu-mildes (Sal 11,6), y justifica al que oracon humildad (evangelio de hoy).

–Frente a la injusticia humana que ex-plota al pobre, Dios se constituye en juezde apelación en favor del oprimido. Asícantamos en el Salmo 33: «Si el afligidoinvoca al Señor, Él lo escucha». Bendiga-mos al Señor en todo momento, su ala-banza esté siempre en nuestra boca, pues«el Señor está cerca de los atribulados,salva a los abatidos. El Señor redime asus siervos».

–2 Timoteo 4,6-8.16-18: Ahora meaguarda la corona merecida. Como SanPablo, el corazón humilde y esperanzadoante los dones divinos posee siempre lainvencible confianza de una fidelidad amo-rosa de Dios, que le salvará. Comenta SanAgustín:

«Veía Pablo la inminencia de su pasión; la veía,pero no la temía. ¿Por qué no la temía? Porqueantes había dicho: “deseo morir y estar con Cris-to” (Flp 1,23). Nadie dice que va a comer, que vaa disfrutar de un gran banquete, con tanto gozo,como él dice que va a padecer. “Estoy a punto deser inmolado”. ¿Qué significa estar a punto de serinmolado? Que será un sacrificio para Dios. “Meencuentro seguro: arriba tengo al sacerdote queme ofrecerá a Dios. Tengo como sacerdote al mismoque antes fue víctima por mí”» (Sermón 298, 3).

–Lucas 18,9-14: El publicano bajó asu casa justificado, pero el fariseo, no.La soberbia humana, enmarcada en fal-sas piedades, hace al hombre repulsivoante el Padre y temerario en sus propiosjuicios despiadados sobre los demás.

La oración del fariseo tiene algunas per-fecciones externas: se hace en el templo,en la actitud acostumbrada por los judíos,ofreciendo una acción de gracias, etc.,pero es rechazada porque le falta lo prin-cipal. No busca en Dios lo que únicamentese debe a Dios: la salvación. Da graciasporque se cree justo, no como los demáshombres, que son injustos y pecadores...

La oración del publicano es todo lo con-trario: pide a Dios lo que solo Él puededar, la salvación. No solo en el templo y

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ante el altar es preciso vivir en profundi-dad la actitud humilde del cristiano cons-ciente ante Dios. También en nuestra vidadiaria y en nuestras relaciones con losdemás podemos pecar de ser engreídos ypresumidos. Solo viviendo siempre en lahumildad se hace nuestra vida íntegramen-te auténtica ante Dios y ante los hombres,nuestros hermanos.

LunesAños impares

–Romanos 8,12-17: Somos hijos adop-tivos de Dios, por eso clamamos: ¡Abba!¡Padre!. Hemos de vivir no según la car-ne, sino según el Espíritu. Por el Espíritusomos hijos de Dios y lo invocamos comoPadre nuestro. El mismo Cristo nos en-seña a orar así: «Padre nuestro, que estásen el cielo»... San Agustín comenta estepasaje de San Pablo y dice:

«Por lo tanto, hermanos –ésta es la exhorta-ción recibida hoy–, “no somos deudores de lacarne para vivir conforme a la carne”. Para estohemos sido auxiliados, para esto recibimos el Es-píritu de Dios, para esto pedimos el auxilio día adía en nuestras fatigas. La ley tiene bajo sí a quie-nes amenaza si no cumplen lo que ordena; éstosestán bajo la ley, no bajo la gracia. Buena es la leypara quien haga buen uso de ella, esto es, paraquien reconozca a través de ella la propia enfer-medad y busque el auxilio divino para lograr lasalud. Porque, como ya dije y ha de repetirsesiempre, si la ley pudiese vivificar, la justicia pro-cedería, ciertamente, de la ley. Entonces ni se bus-caría un Salvador, ni hubiese venido Cristo, nihubiese buscado con su sangre la oveja perdida»(Sermón 156,3).

–Con el Salmo 67 proclamamos que«nuestro Dios es un Dios que salva. Selevanta Dios y se dispersan sus enemi-gos, huyen de su presencia los que loodian; en cambio, los justos se alegran,gozan en la presencia de Dios, rebosandode alegría... Bendito sea el Señor cada día,Dios lleva nuestras cargas, es nuestra sal-vación... Nos hace escapar de la muer-

te». En realidad todo esto lo ha realizadoplenamente entre nosotros por Jesucris-to, su Hijo bien amado, que padeció ymurió en la Cruz para redimirnos.

Años pares–Efesios 4,32–5,8: Vivid en el amor,

como Cristo. San Pablo nos exhorta a quepongamos en práctica el amor a imitaciónde Cristo. Debemos evitar a toda costalas obras impías que se realizan en el mun-do pagano. Comenta San Agustín:

«Nuestro mismo Dios nos exhorta a que le imi-temos a Él... El que, ciertamente, no tenía pecadoalguno, murió por nosotros y derramó su sangrepara que lográramos el perdón. Él recibió pornosotros lo que no le era debido, para librarnosde la deuda. Ni Él debía morir, ni nosotros vivir.¿Por qué? Porque éramos pecadores. Ni a Él lecorrespondía la muerte, ni a nosotros la vida.Tomó para sí lo que no le correspondía; y nos diólo que no se nos debía. Mas, puesto que se habladel perdón de los pecados, para que no juzguéisque es mucho para vosotros imitar a Cristo, es-cuchad lo que dice el Apóstol: “perdonándoosmutuamente... Sed, pues, imitadores deDios” (Col 3,13; Ef 4, 32), Son palabras del Após-tol, no mías. ¿Es acaso de soberbios imitar aDios?... “Como hijos amadísimos”. Tú te llamashijo. Si rechazas la imitación de Dios, ¿cómo as-piras a obtener la herencia?» (Sermón 34,2).

–«Seamos imitadores de Dios, como hi-jos queridos». Este es el estribillo del Sal-mo 1: «Dichoso el hombre que no sigueel camino de los impíos, ni entra por lasenda de los pecadores, ni se sienta en lareunión de los cínicos, sino que su gozoes la ley del Señor y medita su ley día ynoche. Será como un árbol plantado alborde de la acequia... No así los impíos,no así... El camino de los impíos acabamal».

–Lucas 13,10-17: Una curación en sá-bado escandaliza a los hipócritas, pero elpueblo sencillo se llena de júbilo. La bon-dad de Jesús se aparta de todo formalis-mo y de todo legalismo. La ley solo ha deservir para ayudar al amor. Ésta es la gran

30º Semana del Tiempo Ordinario

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Ley. El mismo Jesucristo reduce toda laley amor a Dios y al prójimo. Él vino adar cumplimiento a la ley. Solo el pueblosencillo y humilde puede apreciar esos ges-tos y esa doctrina sublime. Los sober-bios,los autosuficientes, quedan vacíos. Sonlos más humildes los que mejor reciben lasanación y la salvación de Cristo, son elloslos que se atreven a pedírsela y a esperar-la de su bondad. Escribe San Jerónimo:

«¿Por qué andas encorvado y pegado a la tierray estás hundido en el cieno? Aquella mujer a laque Satanás mantuvo atada durante diciocho años,tan pronto como fue curada por el Salvador, seirguió y empezó a mirar al cielo (Lc 13, 11ss)»(Carta 147,9, a Sabiniano, diácono).

MartesAños impares

–Romanos 8,18-25: Los hijos de Diosviven aguardando la gloria que se mani-festará en ellos. Y mantienen esta espe-ranza en medio de los sufrimientos delmundo presente. San Agustín comenta:

«¡Cuán fácilmente se tolera cualquier adversi-dad temporal para evitar la pena eterna, para lo-grar la paz eterna! Con razón el Vaso de Elección[San Pablo] dijo con inmensa alegría: “no corres-ponden los padecimientos temporales a la gloriafutura que se revelará en nosotros” (Rom 8,18).Ya ves por qué es suave aquel yugo y la cargaligera. Si es difícil para los pocos que le eligen, esfácil para todos los que le aman. Dice el salmista:“según tus mandatos, yo me he mantenido en lasenda establecida” (Sal 16,4). Esos caminos queson duros para los trabajadores, son suaves paralos amadores. Por eso la dispensación de la divi-na providencia hizo de modo que el hombre inte-rior, que se renueva día a día, ya no viva bajo laley, sino bajo la gracia... Tiene ahora la facilidadde la fe simple, de la esperanza buena y de lasanta caridad» (Sermón 70).

–Con el Salmo 125 decimos: «El Señorha estado grande con nosotros. Cambiónuestra suerte»... Nos ha dado su gra-cia, su yugo es suave y su carga ligera.Parece un sueño, pero es una gran reali-dad. Él ha sufrido por nosotros. Nos ha

dado ejemplo y nos ayuda con su graciamisericordiosa... Hemos sembrado conlágrimas, pero cosechamos entre canta-res. Grande y hermoso es participar enlos sufrimientos de Cristo, para luego par-ticipar también en la gloria de su triunfo.

Años pares–Efesios 5,21-23: El matrimonio cris-

tiano, símbolo de la unión entre Cristo ysu Iglesia. El deseo de San Pablo de queel amor de Cristo para con la humanidadse dé en el amor de los esposos cristianosestá perfectamente justificado; eso es pre-cisamente lo que constituye el contenidodel sacramento del matrimonio. Juan Pa-blo II el 22-XI-1981 dice:

«Creando al hombre “varón y mujer” (Gen1,27), Dios da la dignidad personal de igual modoal hombre y a la mujer, enriqueciéndolos con de-rechos inalienables y con las responsabilidadesque son propias de la persona humana» (encícli-ca Familiaris consortio).

Cuando San Pablo exhorta a la esposa aestar sometida al esposo lo hace pensan-do en la fidelidad amorosa y obediente dela Iglesia respecto de su esposo Jesucris-to. Y de modo semejante al marido le exi-ge que ame a su esposa, continuando elamor de Cristo, que se entrega hasta lamuerte por amor a la Iglesia.

–«Dichosos los que temen al Señor»,decimos en el Salmo 127. Él justo sigueel camino del Señor, su mujer es comoparra fecunda en medio de su casa; sushijos, como renuevos de olivo alrededorde su mesa. Ésta es la bendición del hom-bre que teme al Señor. El Señor lo bendi-ce desde Sión, y él ve la prosperidad deJerusalén todos los día de su vida. Éstaes la maravilla de la vida cristiana, en laSanta Madre Iglesia, que reúne a todossus hijos en el banquete eucarístico. Es labendición de la paz familiar, tan quebran-tada en nuestros días...

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–Lucas 13,18-21: El Reino de Dios escomo el grano de mostaza, y como la le-vadura. El reino glorioso del futuro estáahora en los corazones humildes de loscreyentes. Es un misterio el crecimientodel reino de Dios en este mundo. Nos fi-jamos en el crecimiento externo que, cier-tamente existe, según las estadísticas, pe-ro no nos fijamos en el crecimiento inte-rior o de profundidad, es decir, en la vidainterior, en la santidad, que también exis-te, aunque no resulta tan manifiesta, sal-vo cuando hay una beatificación o cano-nización... San Ambrosio escribe:

«Si tanto al reino de los cielos como a la fe seles compara al grano de mostaza, no se puededudar que la fe es el reino de los cielos, y el reinode los cielos es una realidad que en nada difiere dela fe. Por tanto, quien tiene la fe posee el reino delos cielos, reino que “está dentro de nosotros”,como está dentro de nosotros la fe... Por eso he-mos de desear que la Santa Iglesia, que está figu-rada por esta mujer del Evangelio y que tiene ensu poder esa harina que somos nosotros mismos,esconda en el interior de nuestra alma a Jesús,nuestro Señor, hasta que el colorido de la divinasabiduría penetre en los rincones más secretos denuestro espíritu» (Tratado sobre el Evangelio deSan Lucas lib.VII,177 y 182).

MiércolesAños impares

–Romanos 8,26-30: A los que aman aDios todo les sirve para el bien. El Espí-ritu Santo acude en ayuda de nuestra de-bilidad y nos asiste en la oración, mien-tras aguardamos la gloria futura. EnseñaSan Juan Crisóstomo:

«La oración se presenta ante Dios como vene-rable intermediaria, alegra nuestro espíritu y tran-quiliza sus afectos. Me estoy refiriendo a la ora-ción de verdad, no a las simples palabras; a laoración que es un don de Dios, una inefable pie-dad, no otorgada por los hombres, sino concedi-da por la gracia divina, de la que también dice elApóstol: “nosotros no sabemos pedir lo que nosconviene, pero el Espíritu Santo intercede pornosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26). El

don de semejante súplica, cuando Dios lo otorgaa alguien, es una riqueza inagotable y un alimentocelestial que satura el alma. Quien lo saborea seenciende en un deseo indeficiente del Señor; escomo un fuego ardiente que inflama el alma» (Ho-milía 6 sobre la oración).

–Con el Salmo 12 manifestamos al Se-ñor nuestra confianza plena en su miseri-cordia. Por eso decimos: «Atiende y res-póndeme, Señor Dios mío, da luz a misojos, para que no me duerma en la muer-te»; para que no diga nuestro enemigo in-fernal: “le he podido” ni se alegre de nues-tro fracaso; porque nosotros, Señor, con-fiamos en tu bondad misericordiosa. Ale-gra nuestro corazón con tu auxilio. Te can-tamos y te alabamos, Señor, por el bienque nos has hecho.

Años pares–Efesios 6,1-9: Todos, padres e hijos,

siervos y amos, sirvamos al Señor. Co-menta San Agustín:

«De ningún modo se atreverán el padre o lamadre a pedir que se les prefiera a Dios. Yo nodigo que se les anteponga, pero ni siquiera que seles compare... Dios te ha dicho: “Honra a tu pa-dre y a tu madre”. Lo reconozco, Dios me lo hadicho... Ama, dice, a los padres, pero no más quea mí (Mt 10,37)... Ama ordenadamente, para queseas ordenado. Distribuye las cosas en sus pe-sos e importancia. Ama al padre y a la madre,aunque tienes a Alguien a quien has de amar másque al padre y a la madre. Si los amas a ellos más,serás condenado, y si no los amas, serás conde-nado. Ofrezcamos el honor a los padres, peroprefiramos a nuestro Creador, al que hemos deamar más en el temor, amor, obediencia, honor, fey deseo» (Sermón 65, A,8).

Esto que se dice con respecto al amor alos padres, se ha de aplicar igualmente alamor de los padres a los hijos, y al amorentre hermanos y amigos, socios y com-pañeros.

–Con el Salmo 144 proclamamos: «ElSeñor es fiel a sus palabras. Que todastus criaturas te den gracias, Señor, que tebendigan tus fieles, que proclamen la glo-ria de tu reinado, que hablen de tus haza-

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ñas a los hombres, la gloria y majestad detu reinado, pues tu reinado es un reinadoperpetuo, tu gobierno va de edad en edad.El Señor es fiel a sus palabras, bondado-so en todas sus acciones. El Señor sostie-ne a los que van a caer, endereza a losque ya se doblan». San Agustín afirmaque lo único que manda la Sagrada Escri-tura es amar, primero y sobre todo a Dios,y luego al prójimo por amor a Dios.

–Lucas 13,22-30: Todos están llama-dos a participar en el Reino de Dios. Po-demos pensar que la sentencia de Jesús,acerca de que el Reino iba a ser rechaza-do por muchos judíos y recibido en cam-bio por los gentiles, fue ante todo un avi-so para sus contemporáneos, que nocomprendían los signos de los tiempos yque no se percataban del alcance decisi-vo del misterio de Jesucristo. No se da-ban cuenta los judíos de que estaban en laplenitud de los tiempos, no reconocían enJesús el Mesías esperado, y no entendíanpor eso que entre la Antigua Alianza y laNueva que se les ofrecía se daba una per-fecta continuidad maravillosa. Oigamos aSan Ambrosio:

«El que construye debe poner unos buenoscimientos. Este sólido fundamento es la fe, estebuen “fundamento son los apóstoles y los profe-tas” (Ef 2,10), porque nuestra fe surge de los dosTestamentos, no faltando a la verdad el que diceque la medida de la fe perfecta está en ambos, yaque el mismo Señor dice: “si creyerais en Moi-sés, creeríais también en mí” (Jn 5,46), puestoque el Señor habló por Moisés. Y resulta exactodecir que la perfecta medida está en uno y enotro, porque Él ha cumplido ambos y porque lafe de los dos es la misma, puesto que el que hablay la respuesta tienen el mismo sentido» (Tratadosobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,189).

JuevesAños impares

–Romanos 8,31-39: Nada ni nadie po-drá apartarnos del amor de Dios, mani-festado en Cristo. San Pablo entona un

himno a la esperanza cristiana: Dios nosha entregado a su Hijo y ha realizado enÉl su plan de amor. En adelante, pues, yano habrá nada que nos pueda separar deeste amor divino. San Agustín comentaeste pasaje paulino:

«Si Dios está con nosotros ¿quién estará con-tra nosotros? En favor de quien está Dios lo mos-tró el bienaventurado Pablo más arriba al decir:“a los que predestinó los llamó, a los que llamólos justificó, y a los que justificó los glorificó”...El favor de Dios hacia nosotros se manifestó enque nos predestinó, nos llamó, nos justificó ynos glorificó. Nos predestinó antes de que exis-tiéramos, nos llamó cuando estábamos alejadosde Él, nos justificó cuando éramos pecadores ynos glorificó siendo mortales. Quien quiera hacerla guerra a los predestinados, llamados, justifica-dos y glorificados por Dios, prepárese y piensesi podrá luchar contra Dios... ¿Quién podrá ven-cer al Todopoderoso? “Quienquiera luchar con-tra Él se dañará a sí mismo” (Hch 9,5)... Quien dapatadas contra el aguijón ¿no se dañará a sí mis-mo?» (Sermón 158).

–Con palabras del Salmo 108 pedimosal Señor que nos salve por su bondad: Se-ñor, trátanos bien por tu nombre, líbra-nos con la ternura de tu bondad, pues so-mos pobres desvalidos y llevamos el cora-zón traspasado. Socórrenos, Señor, Diosmío, sálvanos por tu bondad. «Reconoz-can que aquí está tu mano, que eres tú,Señor, quien lo ha hecho». Demos gra-cias al Señor con todo nuestro corazón,celebrémoslo en medio de la asamblea li-túrgica, porque se ha puesto a la derechadel pobre para salvar de los enemigos suvida, nuestra vida.

Años pares–Efesios 6,10-20: Nuestra vida es una

lucha. Hemos de tomar la armadura com-pleta que Dios nos da para luchar contrael Maligno: la fe, la salvación, el Espíritu,la palabra de Dios, la oración... ComentaSan Agustín:

«Nos exhorta el Apóstol a que oremos no con-tra el hombre malo, sino contra el diablo que ac-túa juntamente con él. Y a que hagamos lo posi-

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ble para que el diablo sea expulsado y el hombreliberado. Es lo mismo que si en una batalla unoviene armado y a caballo contra otro del bandocontrario; éste no se aira contra el caballo, sinocontra el jinete, y lo que pretende, en la medidade sus posibilidades, es hacer huir al jinete y que-darse con el caballo. De modo idéntico ha deactuarse con los hombres malos; se ha de trabajarcon todas las fuerzas, no contra ellos, sino contrael diablo que los instiga, de modo que éste seavencido y sea liberado aquel infeliz que él comen-zaba a poseer» (Sermón 167,A).

–Con el Salmo 143 bendecimos al Se-ñor, que es nuestra Roca, que adiestranuestras manos para el combate, nues-tros dedos para la pelea en las continuasluchas contra las fuerzas del mal, en lasque está en juego nuestro crecimiento es-piritual. Tenemos confianza en el Señor.Él es nuestro bienhechor, nuestro alcá-zar, nuestro baluarte, donde estamos a sal-vo; nuestro escudo y nuestro refugio, quenos auxilia en todo. Por eso nuestra ala-banza se eleva constantemente hasta Él,pues nos da la victoria sobre nuestros ene-migos.

–Lucas 13,31-35: Jesús anuncia de nue-vo su Pasión. Morirá en Jerusalén en cum-plimiento de las Escrituras. En esta oca-sión, se lamenta profundamente por lasuerte que va a correr la ciudad santa. Yse afirma en la determinación de subir aJerusalén, dispuesto a morir.

En tres ocasiones ha anunciado su Pa-sión y Resurrección (Mc 8,31-33; 9,31-32;10,32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice:«No cabe que un profeta perezca fuerade Jerusalén». Jesús recuerda el martiriode los profetas, que habían sido muertosen Jerusalén (Mt 23,37). Sin embargo,persiste y llama todavía a Jerusalén paraque se reúna en torno a Él.

Es inefable el amor de Jesucristo porsu tierra. ¡Cuánto debió sufrir su Cora-zón al ver que Israel se alejaba de Él, quele preparaba el martirio, que muchos seperderían, que no era fiel a su condición

de Pueblo elegido! Lloró sobre Jerusaléna su vista: ¡si la Ciudad Santa hubiera co-nocido el mensaje de paz! También Jesúsllora sobre nosotros cuando no acogemosfielmente su mensaje de salvación, sinoque lo rechazamos con el pecado...

ViernesAños impares

–Romanos 9,1-5: San Pablo quiere serun proscrito para el bien de sus herma-nos. Aborda San Pablo el doloroso proble-ma de la incredulidad del pueblo judío anteel mensaje de Cristo. Luego de haber ma-nifestado la gran angustia que le producetal hecho, el Apóstol está dispuesto a re-nunciar, si de algo valiera, a todos losdones divinos por la salvación del pueblo,del que él mismo forma parte. San JuanCrisóstomo escribe:

«Acaso te parezca por encima de tus fuerzas elimitar a Dios. A la verdad, para quien vive vigi-lante, ello no es difícil. Pero, en fin, si te parecesuperior a tus fuerzas, yo te pondré ejemplos dehombres como tú. Ahí está José..., ahí está Moi-sés... Ahí está Pablo que, no obstante, no podercontar cuánto sufrió de parte de los judíos, aúnpedía “ser anatema por su salvación” (Rom 9,3)...Ahí está Esteban... Considerando también estosejemplos, desechemos de nosotros toda ira, a finde que también a nosotros nos perdone Dios nues-tros pecados» (Homilía 61,5, sobre el Evangeliode San Mateo).

–Con el Salmo 147 evocamos la gran-deza de Jerusalén en el plan divino de lasalvación: «Glorifica al Señor, Jerusalén,alaba al Señor tu Dios, Sión, que ha re-forzado los cerrojos de tus puertas y habendecido a tus hijos dentro de ti. Ha pues-to paz en tus fronteras, te sacia con florde harina; Él envía su mensaje a la tierra,y su palabra corre veloz. Anuncia su pa-labra a Jacob, sus decretos y mandatos aIsrael. Con ninguna nación obró así, niles dio a conocer sus mandatos».

Y, sin embargo, «vino a los suyos y lossuyos lo rechazaron» (Jn 1,11). Un gran

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misterio que puede repetirse siempre queno somos fieles a los mandatos del Se-ñor, a sus gracias, a sus dones, y no co-rrespondemos a su amor.

Años pares–Filipenses 1,1-11: El que ha inaugu-

rado entre vosotros una gran empresa lallevará a su fin. San Pablo tiene granamor a los fieles de Filipos por su perseve-rancia en una vida conforme al Evange-lio. El acrecentamiento de la caridad en-tre los filipenses es el objeto de la acciónde gracias de San Pablo. Esa caridad laentiende en el sentido pleno del amor aDios y al prójimo. Y ese adencentamientose manifiesta en el conocimiento del mis-terio de Dios, no meramente especulati-vo, sino experimental y amoroso.

Todo esto permite a los cristianos pre-sentarse en el día del Señor sin fallos yllenos de justicia, pero en Jesucristo. Todoesto conecta con la enseñanza de Cristo,que también habló del crecimiento de lasemilla que se hace espiga, crecimientolento y sin que se note, tan propio del Reinode Dios. Oigamos a San Juan Crisóstomo:

«Mira cómo les enseña a ser modestos. Unavez que les ha puesto de manifiesto una obraimportante, para que no reaccionen a lo humano,inmediatamente les enseña a atribuir a Cristo tan-to las cosas pasadas como las futuras. ¿Cómo?No les dice: “estoy convencido de que lo quehabéis empezado lo terminaréis”. ¿Qué les diceentonces? “Confío que el que ha comenzado envosotros la obra buena la termine”. Ni tampocoles priva de las cosas que han hecho bien: sinoque les dice: “me alegro con vuestra unión”, asaber, la que vosotros mismo habéis conseguido;pero no les dice que las obras buenas son sólamentede ellos, sino que han sido precedidas por Dios»(Comentario a la Carta a los Filipenses 1,1,6).

–Con el Salmo 110 damos gracias aDios por el bien que hace en nosotros conla gracia, con su mensaje de paz y de fe-licidad. Grandes son las obras del Señor,pero ninguna como la que realiza en lasalmas con su gracia santificante. Damos

gracias a Dios con todo nuestro corazónen la asamblea litúrgica y fuera de ella,con nuestros labios y con nuestra con-ducta irreprochable. Esplendor y bellezason sus obras en la vida de los Santos, sugenerosidad dura por siempre, Él hacemaravillas memorables. El Señor es pia-doso y clemente. Nos alimenta físicamen-te y espiritualmente con la Eucaristía. Hamostrado su poder misericordioso en per-donarnos y en haceros coherederos conCristo de su gloria.

–Lucas 14,1-6: Cristo manifiesta unavez más el valor de las obras de caridad.Éstas se han de hacer siempre, sea el díaque sea, sábado o domingo. Lo que pre-side siempre en Cristo es el amor y no loserrados juicios de un legalismo absurdo,como el que padecían los judíos de sutiempo. San Ambrosio dice que

«Cura a un hidrópico en quien un flujo vehe-mente del cuerpo dificultaba las operaciones delalma y extinguía el vigor del espíritu. Cristo actúasiempre lleno de bondad, que ha sido distinguidapor la misma palabra divina al definirla como unejercicio para con los pobres y débiles, ya que sermisericordioso con los que nos van a devolver elbeneficio es una actitud propia de la avaricia. Éstaha de ser siempre nuestra conducta con los de-más: un amor desinteresado, solo mirando hacerel bien por amor de Dios, para su gloria y bien delas almas» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.V,36).

SábadoAños impares

–Romanos 11,1-2.11-12.25-29: Diosno ha desechado a su pueblo, pues quierela salvación de todos los hombres. Aguar-da siempre, con gran paciencia, y procu-ra siempre la conversión de todos los hom-bres, sean los que sean. Su misma muer-te ha de iluminar a los que lo matan. Co-menta San Agustín:

«¡Oh misteriosa ceguera! Es la ceguera que so-brevino a una parte de Israel; porque para queCristo fuese crucificado y entrase en la luz del

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Evangelio la gentilidad del mundo, le dió a unaparte de Israel esta ceguera (Rom 11,25). Todo eldía estaba enfermo de ceguera, pero vino Él yvino para que vean los que no ven y los que venquedan ciegos. Fue ignorado por los judíos, fuecrucificado por los judíos; y con su propia sangrehizo un colirio para los ciegos. Cada vez másobstinado, más ciego cada vez, los que se jacta-ban de ver la luz crucificaron a la Luz ¡Qué cegue-dad tan grande! Pero la Luz crucificada iluminó alos ciegos» (Sermón 136).

Iluminó a todos los ciegos: paganos yjudíos.

–El Señor no rechaza a su pueblo, deci-mos en el Salmo 93: «Dichoso el hombrea quien tú educas, al que enseñas tu ley,dándole descanso tras los años duros».El Señor quiere que todos los hombres sesalven y lleguen al conocimiento de suverdad. Todos: paganos y judíos. Él noabandona a su heredad; el justo, sea quiensea, obtendrá su derecho, y un porvenirlos rectos de corazón. Los primeros san-tos de la Iglesia fueron judíos. El Señornos auxilia, su misericordia nos sostiene.Hemos de orar y de trabajar por la con-versión de todos los hombres. La miseri-cordia de Dios es infinita.

Años pares–Filipenses 1,18-26: La vida nuestra es

siempre Cristo, y es una ganancia moriren su gracia. Que Cristo sea siempre pre-dicado, aunque se haga en contra de no-sotros. El Apóstol no busca su gloria. Élestá apasionado por Cristo y quiere porencima de todo que el Señor sea dado aconocer del modo que sea. Es mejor queesta predicación sea hecha por los queson pastores, pero no desdeña a los mer-cenarios. Comenta San Agustín:

«El Pastor anuncia el Evangelio de Cristo sin-ceramente, el mercenario lo anuncia con segundaintención, buscando cosa distinta; mas al fin, siuno anuncia a Cristo, el otro también. Este mis-mo Pastor [Pablo] quiso tener mercenarios, loscuales hacen el bien donde pueden y son útiles enla medida en que pueden: “el caso es que Cristo

sea anunciado”... Para otros menesteres y nego-cios envia un mercenario, pero otras veces es mer-cenario un pastor..., porque pastores hay pocos,mientras los mercenarios abundan» (Sermón131,11).

San Ambrosio comenta el deseo de Pa-blo, que quiere ya desfallecer del todo, yestar con Cristo:

«Esta disolución ¿qué otra cosa es, sino que elcuerpo se destruya y descanse, mientras el almase dirija a la paz y sea libre, si es piadosa, puestoque está destinada a “estar con Cristo”?» (Sobreel bien de la muerte 3,8)

–Con el Salmo 21 decimos: «Mi almatiene sed del Dios vivo. Como busca lacierva corrientes de agua así mi alma tebusca a ti, Dios mío. ¿Cuándo entraré aver el rostro de Dios?»... Es lo que añorabael apóstol san Pablo. También lo añoraronSan Martín de Tours y tantos otros San-tos... Pero, por el bien de las almas no re-husaban quedarse aquí en la tierra todo eltiempo que fuera necesario.

En la asamblea litúrgica tenemos un an-ticipo de la gloria futura, del encuentrodefinitivo con el Señor. «Recuerdo cómomarchaba a la cabeza del grupo hacia laCasa de Dios, entre cantos de júbilo y ala-banza, en el bullicio de la fiesta».

–Lucas 14,1.7-11: Valor de la humil-dad. Aquellos que buscan los primerospuestos en los banquetes se verán frus-trados. Jesucristo enseña la humildad: losúltimos serán los primeros, y los prime-ros los últimos. Comenta San Agustín:

«Hay personas castas, o bien humildes o biensoberbias. Los soberbios no se prometan el Rei-no de Dios. La castidad conduce al lugar másdestacado, pero quien se exalta será humillado.¿Por qué buscas, con ansia de destacar, si el lugarmás elevado que puedes alcanzar lo conseguirásmanteniéndote en la humildad? Si te elevas, Dioste abate; si te abates, Dios te eleva. La afirmaciónes del Señor. Y nada se le puede añadir niquitar» (Sermón 354,8).

Sigamos el ejemplo del Señor: Él «seanonadó, se hizo obediente hasta la muerte

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y muerte de Cruz» (Flp 2,8). Seguir elejemplo de la Virgen, pues «el Señor miróla humillación de su esclava» (Lc 1,48).Sigamos el ejemplo de los santos.

Semana 31

DomingoEntrada: «No me abandones, Señor,

Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa asocorrerme, Señor mío, mi salvación»(Sal 37,22-23).

Colecta (del Misal anterior y antes en elGregoriano, con retoques del Veronensey Gelasiano): «Señor de poder y de mise-ricordia, que has querido hacer digno yagradable por favor tuyo el servicio detus fieles, concédenos caminar sin tro-piezos hacia los bienes que nos prome-tes».

Ofertorio (compuesta con un texto delSermón 91 de San León Magno): «Queeste sacrificio, Señor, sea para ti unaofrenda pura, y para nosotros una gene-rosa efusión de tu misericordia».

Comunión: «Me enseñarás el senderode la vida, me saciarás de gozo en tu pre-sencia» (Sal 15,11). O bien: «El Padre quevive me ha enviado, y yo vivo por el Pa-dre; del mismo modo, el que me comevivirá por mí» (Jn 6,58).

Postcomunión (del Misal anterior y an-tes del Gelasiano y Gregoriano): «Te ro-gamos, Señor, que aumente en nosotrosla acción de tu poder, para que, alimenta-dos con estos sacramentos, tu gracia nosdisponga a recibir las promesas con quelos enriqueces».

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CICLO ALa actitud del soberbio es siempre re-

pugnante y hace repulsiva la religiosidady la misma fe que profesamos. La sober-bia puede adoptar forma de engreimientopersonal, forma de irresponsabilidad, deautoritarismo, de intransigencia... Todoesto separa de Dios, que es el Todo Otro.Ante Dios no hay más superioridad hu-mana que la de la verdad, la sinceridad yla humildad, avaladas por la virtud de lacaridad.

–Malaquías 1,14-2,2.8-10: Os apar-tásteis del camino y habéis hecho trope-zar a muchos en la ley. Aun el sacerdo-cio, en Israel, y cualquier autoridad reli-giosa sobre el pueblo de Dios merecen lareprobación divina, si no testifican la ver-dad y el amor de Dios a su pueblo. Es ne-cesario dar buen ejemplo. Para todos esurgente la coherencia entre fe y vida. Asídice San Agustín:

«¿Qué pensar de los que se adornan con unnombre y no lo son? ¿De qué sirve el nombre sino se corresponde con la realidad? Así, muchosse llaman cristianos, pero no son hallados talesen la realidad, porque no son lo que dicen en lavida, en las costumbres, en la esperanza, en lacaridad» (Trat. sobre I Juan 4,4).

Y también: «¿Queréis alabar a Dios? Vivid deacuerdo con lo que pronuncian vuestros labios.Vosotros mismos seréis la mejor alabanza quepodéis tributarle, si es buena vuestra conducta»(Sermón 34).

–Con el Salmo 130 pedimos al Señorque guarde nuestra alma en la paz y en lahumildad, siempre junto a Él: «Señor, micorazón no es ambicioso ni mis ojos alta-neros. No pretendo grandezas que supe-ran mi capacidad, sino que acallo y mo-dero mis deseos, como un niño en brazosde su madre. Espero en el Señor ahora ypor siempre».

–1 Tesalonicenses 2,7-9.13: Deseába-mos no sólo entregaros el Evangelio de

Dios, sino hasta nuestras propias perso-nas. El verdadero amor cristiano, por loque tiene de humilde servicio a los de-más, constituye la mejor garantía de nues-tra autenticidad cristiana en la Iglesia. SanJuan Crisóstomo, se pone en lugar de SanPablo y dice:

«“Es verdad que os he predicado el Evangeliopara obedecer un mandato de Dios. ¡Pero os amocon un amor tan grande que hubiera deseado mo-rir por vosotros!” Pues bien, ése es el modeloacabado de un amor sincero y auténtico. El cris-tiano que ama a su prójimo debe estar animadopor estos sentimientos. Que no espere a que se lepida entregar su vida por su hermano, antes biendebe ofrecerla él mismo» (Homilía sobre I Tes 2).

–Mateo 23,1-12: No hacen lo que di-cen. El Evangelio de Jesús es diáfano: «elque se exalta, será humillado... y el quese humilla será enaltecido» (Mt 23,12).Podemos decir, en síntesis, que todo elmensaje bíblico de este Domingo es: «unavida para Dios». Una vida orientada a laglorificación de Dios, no a conseguir lapropia gloria. Dice San Juan Crisóstomo:

«¿Quién es más manso, quien más bueno queel Señor? Es tentado por los fariseos, y sus tram-pas se rompen... Y sin embargo, por respeto alsacerdocio, por la dignidad de su nombre, exhortaal pueblo a sometérseles en consideración no desus obras, sino de su doctrina... Mientras ellosdilatan innecesariamente sus filacterias y agran-dan las franjas para obtener la alabanza de loshombres, les reprocha que pretendan los prime-ros lugares en los banquetes y los primeros asien-tos en las sinagogas, que se den en público a lagula, a buscar la gloria y hacerse llamar por loshombres Maestros» (Comentario al Evangeliode Mateo 23,3 y 7).

CICLO BLas lecturas primera y tercera nos ha-

blan del amor a Dios y al prójimo. En lasegunda lectura se nos expone la supre-macía del sacerdocio de Cristo sobre eldel Antiguo Testamento: es un sacerdo-cio santo y eterno. Nuestro amor a Dios

30º Semana del Tiempo Ordinario

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sobre todas las cosas y, por amor a Dios,el amor a nuestros hermanos, constitu-yen insoslayablemente el signo fundamen-tal de nuestra autenticidad cristiana.

–Deuteronomio 6,2-6: Escucha, Israel:amarás al Señor, tu Dios, con todo tu co-razón. Toda la historia de la salvación esfruto de una iniciativa de amor divino, quenos exige, a su vez, una correspondenciaplena de amor filial. El tema del amor deDios es en el Antiguo Testamento funda-mental, y en el Deuteronomio, concreta-mente, es característico y hasta exclusi-vo. Oigamos a San León Magno, que tra-ta del hambre y sed que hemos de tenerde Dios:

«Ninguna cosa temporal apetece esta hambre,ni ninguna cosa terrena anhela esta sed, sino quedesea saciarse del bien de la justicia y, de modooculto a la mirada de todos, desea llenarse delmismo Señor. Dichoso aquel que ambiciona estacomida y está ávida de esta bebida, pues no ladesearía si no hubiese gustado ya esta suavidad.Al escuchar al espíritu profético, que le dice: “gus-tad y ved qué bueno es el Señor” (Sal 33,9), reci-be ya una porción de la dulzura celestial, y seinflama del amor del casto placer, de modo que,abandonando todas las cosas temporales, anhelacon todo su afecto comer y beber la justicia, yabraza la verdad del primer mandamiento, quedice: “amarás al Señor tu Dios con todo tu cora-zón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”(Dt 6,5; Mt 22, 37); porque amar la justicia no esotra cosa que amar a Dios. Y, puesto que al amorde Dios se une el cuidado del prójimo, a estedeseo se añade la virtud de la misericordia» (Ser-món 95).

–Con el Salmo 17 confesamos esaardente amor al Señor: «Yo te amo, túeres mi fortaleza, mi roca, mi alcázar, milibertador, mi peña, mi refugio, mi escu-do, mi fuerza salvadora, mi baluarte». Éles todo eso para nosotros, y por eso loalabamos y le damos gracias.

–Hebreos 7,23-28: Como Cristo perma-nece para siempre, tiene el sacerdocio queno acaba. Como Hijo muy amado, el Co-razón de Jesucristo, Sacerdote y Media-

dor, nos enseñó el amor al Padre y a no-sotros, sus hermanos, hasta el sacrificiototal de sí mismo. Enseña San Fulgenciode Ruspe:

«Él es quien en sí mismo posee todo lo que esnecesario para que se efectúe la redención, es de-cir, Él mismo es el sacerdote y el sacrificio. Élmismo, Dios y el templo, es el sacerdocio porcuyo medio nos reconciliamos; el sacrificio quenos reconcilia; el templo en que nos reconcilia-mos; el Dios con quien nos hemos reconciliado.Ten, pues, como absolutamente seguro y no du-des en modo alguno, que el mismo Dios unigénito,Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Diosen olor de suavidad como sacrificio y hostia; elmismo en cuyo honor, en unidad con el Padre y elEspíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacer-dotes ofrecían en tiempo del Antiguo Testamen-to sacrificios de animales; y a quien ahora, o seaen el tiempo del Testamento Nuevo, en unidadcon el Padre y el Espíritu Santo, con quienescomparte la misma y única divinidad, la santaIglesia católica, no deja nunca de ofrecer por todoel universo de la tierra el sacrificio del Pan y elVino, con fe y caridad” (Sobre la fe 22).

–Marcos 12,28-34: Éste es el primermandamiento. El segundo le es semejan-te. Como Hombre de Dios, el Corazón deJesucristo nos ha enseñado la síntesisintegradora del amor a Dios, evidenciadoen el amor semejante a nuestros herma-nos. Con dos testimonios del Antiguo Tes-tamento (Dt 6,4-5; Lev 19-18), Jesucris-to propone su revelación sobre el amor,presentando el amor como el fundamen-to de toda su revelación y como el cami-no esencial de su Evangelio. El preceptodel amor resume todos los preceptos, por-que «el amor es la plenitud de la ley» (Rom13,9-10).

El Evangelio es esencialmente revela-ción de la caridad. En él se proclama todoel dinamismo de la caridad salvífica delmisterio de la Encarnación del Verbo. Ensu origen: caridad trinitaria (Padre, Jn 3,16;Hijo, Gal 2,20; Espíritu Santo, Rom 5,5).En su dinamismo interno: urgencia supre-ma de la caridad (el mayor y primer man-

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damiento; Mt 22,38). En sus urgenciasconcomitantes (un mandamiento nuevo;Jn 13,34-35).

CICLO CLas lecturas primera y tercera nos pro-

claman hoy la misericordia de Dios conlos pecadores. La segunda lectura nos ex-horta a que nos atengamos a la fe. El tiem-po nos ofrece la oportunidad del amormisericordioso de Dios, que llama al hom-bre a la conversión y la espera, urgiéndolea diario para que se santifique.

–Sabiduría 11,23-12,2: Te compadeces,Señor, de todos, porque amas a todos losseres. El tiempo es para el hombre un ín-dice de su limitaciones como criatura yun don del amor misericordioso de Dios,que le espera para la conversión y la sal-vación. Tenemos aquí una enseñanza teo-lógica, muy rica y profunda, de la omni-potencia y misericordia divinas, que deun modo paradójico, pero divinamentearmónico, cooperan a hacer siempre másconcreto y vivo entre los hombres el donsalvífico divino, no obstante los límites yla falta de correspondencia de las criatu-ras.

El texto de la Sabiduría nos abre el co-razón a una gran confianza y a un sanooptimismo: nos lleva a ver en Dios no undueño tiránico, siempre dispuesto a exi-gir y castigar, sino un Padre misericor-dioso que en todo y por todo busca siem-pre el bien de los hombres, elevados a ladignidad de hijos suyos.

–Por eso ensalzamos a Dios, nuestroRey, con el Salmo 144. Bendecimos sunombre por siempre jamás; día tras díaslo bendecimos y lo alabamos, porque esclemente y misericordioso, lento a la có-lera y rico en piedad. Es bueno con to-dos, es cariñoso con todas sus criaturas.Esto nos mueve a procurar que todos seunan a nosotros para proclamar la gloria

de su reinado y manifestar sus maravi-llas. El Señor es fiel a sus palabras, bon-dadoso en todas sus acciones, sostiene alos que van a caer y endereza a los que yase doblan.

–2 Tesalonicenses 1,11–2,2: Que Jesús,nuestro Señor, sea vuestra gloria y quevosotros seáis la gloria de El. El Apóstoleleva oraciones a Dios para que su predi-cación pueda dar fruto en sus oyentes.San Agustín escribe:

«Quien pretende enseñar la palabra de Diosdebe hacer cuanto esté de su parte para que se leescuche inteligentemente con gusto y docilidad.Pero no dude de que si logra algo, y en la medidaen que lo logra, es más por la piedad de sus ora-ciones que por sus dotes oratorias. Por tanto oran-do por aquellos a quienes ha de hablar, sea antesvarón de oración que de peroración. Y cuando seacerque la hora de hablar, antes de comenzara ahablar, eleve a Dios su alma sedienta, para derra-mar de lo que bebió y exhalar de lo que se llenó»(Sobre la doctrina cristiana 4,15-32).

–Lucas 19,1-10: El Hijo del Hombreha venido a buscar y a salvar lo que es-taba perdido. Cristo Jesús busca al hom-bre pecador: continúa a diario su misiónde llamar, buscar y salvar al hombre, me-diante la conversión y la nueva vida desantidad que El le ofrece. Y atraído porsu gracia, el hombre pecador, como Za-queo, busca a Jesús. San Agustín comen-ta:

«Reconoce a Cristo, que está lleno de gracia. Élquiere derramar sobre ti aquello de que está llenoy te dice: “busca mis dones, olvida tus méritos,pues si yo buscase tus méritos, no llegarías a misdones. No te envanezcas, sé pequeño, sé Zaqueo”.Pero vas a decir: “si soy como Zaqueo, no podréver a Jesús a causa de la muchedumbre”. No teentristezcas, sube al árbol del que Jesús estuvocolgado por ti y lo verás... Pon ahora los ojos enmi Zaqueo, mírale, te suplico, queriendo ver aJesús en medio de la muchedumbre, sin conse-guirlo. Él era humilde, mientras que la turba erasoberbia; y la misma turba, como suele ser fre-cuente, se convertía en impedimento para ver bienal Señor. Él se levantó sobre la muchedumbre yvió a Jesús sin que ella se lo impidiera.

31º Semana del Tiempo Ordinario

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«En efecto, a los humildes, a los que siguen elcamino de la humildad, a los que dejan en manosde Dios las injurias recibidas y no piden vengan-za para sus enemigos, a ésos los insulta la turba yle dice: “¡inútil, que eres incapaz de vengarte!”La turba te impide ver a Jesús; la turba que segloría y exulta de gozo cuando ha podido vengar-se, impide la visión de quien, pendiente de unmadero, dijo: “Padre, perdónalos, porque no sa-ben lo que hacen”... El Señor que había recibido aZaqueo en su corazón, se dignó ser recibido porél... Y “llegó la salvación a aquella casa”» (Ser-món 174,3).

LunesAños impares

–Romanos 11,29-36: Dios tiene mise-ricordia de todos. La incredulidad tempo-ral de los judíos no es sino una etapa his-tórica misteriosa, que precede a su con-versión final y a la instauración definitivadel Reino de Dios. También ellos, dice elApóstol, «alcanzarán misericordia». Y en-tonces, unidos en la fe judíos y gentiles,«Dios será todo en todos» (1 Cor 15,28).Mientras tanto, todo es gracia, gracia deDios gratuitamente concedida. ComentaSan Agustín:

«¿Qué hemos dado a Dios, si todo lo que tene-mos y somos lo recibimos de Él? Nada le hemosdado. En este sentido, no podemos considerar aDios como deudor, según dice el Apóstol (Rom11,34-35)... El único título que tenemos para exi-gir algo a nuestro Señor es decirle: “cumple lo queprometiste, puesto que hicimos lo que mandaste,aunque también esto es obra tuya, pues ayudastea quien se esforzaba”.. ¿Qué diste a Dios, cuandoni siquiera existías para poder dárselo? ¿Qué hizoDios cuando predestinó a quien no existía?... De-mos gracias a Dios, porque cuando no existíamosnos predestinó, porque alejados, nos llamó y por-que siendo pecadores nos justificó» (Sermón152,2-3).

–Con el Salmo 68 decimos: «Que meescuche, Señor, tu gran bondad. Soy unpobre malherido, tu salvación me levan-te, Dios mío. Alabaré el nombre de Dios

con cantos, proclamaré su grandeza conacción de gracias. Miradlo los humildes yalegraos, buscad al Señor y vivirá vues-tro corazón, que el Señor escucha a suspobres, no desprecia a sus cautivos. ElSeñor nos salvará»... Él nos prepara unaciudad celeste en la gloria, la habitaremosen posesión por su infinita misericordia,la estirpe de sus siervos la heredará, losque aman su nombre vivirán en ella.

Años pares–Filipenses 2,1-4: Manteneos unáni-

mes, con un mismo pensar y un mismosentir. Esto es lo que quería el Apóstol.Es una invitación a vivir en el amor fra-terno, en unidad y en humildad. Cristo nosha dado ejemplo en su encarnación, en suvida entera, en su pasión y muerte, en lacruz. Comenta San Agustín:

«Pensad en la unidad, hermanos míos, y vedque si os agrada la multitud es por la unidad queexiste en ella... Engrandeced al Señor conmigo yensalcemos su nombre todos juntos. Una solacosa es necesaria: aquella unidad celeste, la uni-dad por la que el Padre, el Hijo y el EspírituSanto son una sola cosa. Ved cómo se nos reco-mienda la unidad... Las tres Personas no son tresdioses, ni tres omnipotentes, sino un solo Diosomnipotente. La misma Trinidad es un solo Dios,porque “una sola cosa es necesaria”. Y la conse-cución de esta única cosa nos lleva el tener losmuchos “un solo corazón”» (Sermón 103,4).

–Con el Salmo 130 proclamamos: «Se-ñor, mi corazón no es ambicioso, ni misojos altaneros, no pretendo grandezas quesuperan mi corazón. Yo acallo y moderomis deseos, como un niño en brazos desu madre. Espere Israel en el Señor ahoray por siempre».

–Lucas 14,12-14: No hagamos el bienbuscando sobre todo el agradecimiento.Obremos por amor, generosamente, bus-cando el bien de nuestros hermanos. Co-menta San Agustín:

El Señor «te mostró con quién tienes que sergeneroso..., con los necesitados, que no tienen

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nada que devolverte. ¿Pierdes con eso acaso? Sete recompensará cuando se recompense a los jus-tos... Cuando Él nos lo devuelva, ¿quién nos loquitará?... Cuando aún éramos pecadores, nosdonó la muerte de Cristo; ahora que vivimos jus-tamente, ¿nos va a decepcionar? Pero Cristo nomurió por los justos, sino por los impíos. Si a losmalvados les dio la muerte de su Hijo, ¿qué reser-vará para los justos?... El mismo Hijo, pero encuanto Dios, como objeto de gozo, no en cuantohombre, sometido a la muerte. Ved a lo que nosllama Dios. Mas de la misma manera que te fijasen el destino, dígnate mirar también el camino,dígnate mirar también el cómo» (Sermón 339,6).

MartesAños impares

–Romanos 12,5-16: Cada uno ha deentregarse al servicio de los demás. Cadamiembro de la Iglesia ha de cumplir supropia misión, procurando el bien de to-dos por la vida de oración y el ejerciciode la caridad. Oigamos a San Agustín:

«Dice el Apóstol: “llenos de gozo en laesperanza”. Así, pues, nuestro gozo ac-tual es gozo en la esperanza, aún no en larealidad... Si los compañeros de peregri-nación gozan de esta manera en el cami-no, ¡cuál será su gozo en la Patria! Losmártires lucharon en esta vida, luchandocaminaron, y caminando aclamaron. Enefecto, quienes aman, caminan, pues ha-cia Dios no se corre con pasos, sino conel afecto. Hay tres clases de hombres de-testables: el que se para, el que da marchaatrás y el que se sale del camino. Quenuestro caminar se vea libre y protegido,con la ayuda de Dios, de estos tres tiposde mal» (Sermón 306,B,1).

–Con el Salmo 130 decimos: «Señor,mi corazón no es ambicioso, ni mis ojosaltaneros; no pretendo grandezas que su-peran mi capacidad, sino que acallo ymodero mis deseos, como un niño en bra-zos de su madre. Espere Israel en el Se-ñor, ahora y por siempre». Éste es el

camino de la infancia espiritual, libre depreocupaciones altaneras, dócil a las ins-piraciones de Dios, como quien sabe quecamina de su mano, más seguro que con-ducido por la más cariñosa de las madres.

Años pares–Filipenses 2,5-11: Cristo se anonadó.

Y por eso fue exaltado. La exhortación ala humildad se fundamenta en el ejemplode Cristo: aun siendo Hijo de Dios, no hizovaler su calidad de semejanza, de igual-dad, con el mismo Dios, sino que tomó lacondición humana, haciéndose obedientehasta la muerte. Dice San Clemente Ro-mano:

«El cetro de la majestad de Dios, Jesucristo,nuestro Señor, no vino rodeado de orgullo yaparatosidad, aun cuando lo hubiera podido ha-cer, sino en la humildad» (Funk I,107).

San Agustín comenta:«Quien todavía no puede ver lo que ha de mos-

trarle el Señor, no busque el ver antes de creer,sino más bien crea primero, para que pueda sanarel ojo con que ha de ver. A estos ojos serviles [elSeñor] se manifiesta solo en la forma de siervo...Y, puesto que no existía la posibilidad de verlocomo Dios y sí como hombre, el que era Dios sehizo hombre, para que aquello que se veía sanasela causa de que no se viera» (Sermón 88,4).

Se anonadó el Hijo divino, es decir, elInfinito se hizo igual a cero. Se anonadó,haciéndose hombre, y más aún, murien-do por nosotros en la Cruz. Ejemplo in-menso de humildad. Por eso Dios lo exal-tó. Imitémoslo.

–Con el Salmo 21 decimos que el Se-ñor es nuestra alabanza en la gran asam-blea. Cumpliremos nuestros votos delan-te de los fieles. Los desvalidos comeránhasta saciarse, alabarán al Señor los quelo buscan; viva su corazón para siempre.Recordarán al Señor y volverán a Él has-ta de los confines del orbe. En su presen-cia se postrarán las familias de los pue-blos, porque del Señor es el Reino.

31º Semana del Tiempo Ordinario

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Él gobierna los pueblos. Ante Él se pos-trarán las cenizas de las tumbas... Habla-rán del Señor a la generación futura, todolo que hizo el Señor en su misericordia,anonadándose por nosotros. Pero Dios loexaltó y le dio un nombre sobre todo nom-bre, para que al nombre del Señor todarodilla se doble en el cielo, en la tierra yen el abismo, y todos proclamemos queJesucristo es el Señor (cf. Flp 2,6-11).

–Lucas 14,15-24: Los invitados másdistinguidos, fueron descorteses, y no qui-sieron venir. Entonces el padre de familiaconvocó a toda clase de gente. La Iglesiaes el lugar de la reunión universal realiza-da por Cristo. Comenta San Agustín:

«Dejemos de lado las excusas vanas y perver-sas, y acerquémonos a la cena que nos saciaráinteriormente. No nos lo impida la soberbia alta-nera, no nos engría o sujete y aparte de Dios lailícita curiosidad; la sensualidad de la carne nonos aleje del placer del corazón. Acerquémonosy saciémonos. ¿Quiénes se acercaron sino los men-digos, los débiles, los cojos y los ciegos? No vi-nieron los ricos, los sanos... Vengan, pues, losmendigos... vengan los débiles.... vengan los co-jos..., vengan los ciegos... Éstos vinieron en horabuena, pues los primeros invitados fueron repro-bados debido a sus excusas» (Sermón 112,8).

MiércolesAños impares

–Romanos 13, 8-10: Amar es cumplirla ley entera. El Apóstol nos exhorta alamor. Toda la ley se cumple en el amor,participando del amor de Jesús. San Agus-tín comenta:

«Ama a Dios y ama al prójimo como a ti mis-mo. Veo que al amar a Dios te amas a ti mismo. Lacaridad es la raíz de todas las obras buenas... Laplenitud de la ley es la caridad. No voy a tardaren decirlo: quien peca contra la caridad, se hacereo de todos los preceptos. En efecto, quien dañaa la raíz misma, ¿a qué parte del árbol no daña?¿Qué hacer, pues? Quien peca contra la caridadse hace reo de todos los preceptos. Esto es abso-lutamente cierto, pero distinto es el modo comopeca contra ella el ladrón, el adúltero, el homici-

da, el sacrílego y el blasfemo. Todos pecan contrala misma caridad, puesto que donde existe la cari-dad plena y perfecta no puede haber pecado. Esella misma la que crece en nosotros para llegar undía a la perfección y a tal perfección que no admi-ta ya adicción alguna» (Sermón 179,A,5).

–Con el Salmo 111 decimos: «Dichosoquien teme al Señor y ama de corazónsus mandatos. Su linaje será poderoso enla tierra, la descendencia del justo será ben-dita. En las tinieblas brilla como una luz elque es justo, clemente y compasivo. Di-choso el que se apiada y presta y admi-nistra rectamente sus asuntos, reparte li-mosna a los pobres, su caridad es cons-tante, sin falta, y alzará la frente con dig-nidad». Por eso decía San Roberto Belar-mino que vale más un grano de caridadque cien arrobas de razón. Solo el queama es fuerte y es capaz de hacer todaslas obras buenas que el mundo necesita.

Años pares–Filipenses 2,12-18: Es Dios quien obra

en nosotros el querer y el obrar. El Señor,viviendo en nosotros, nos hace posible ca-minar hacia la salvación con una vidaejemplar, y ser luz en medio de las tinie-blas de este mundo. Así en el día del jui-cio podremos gozar de su gozo eterno.En la Carta a Diogneto leemos:

«Los cristianos no se distinguen de los demáshombres por su tierra, ni por su habla, ni por suscostumbres. Porque ni habitan en ciudades exclu-sivamente suyas, ni hablan una lengua extraña, nillevan un género de vida aparte de los demás...Están en la carne, pero no viven según la carne.Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciuda-danía en el cielo. Obedecen a las leyes estableci-das, pero con su vida sobrepasan las leyes... Mas,para decirlo brevemente, lo que es el alma en elcuerpo, eso son los cristianos en el mundo» (Diog-neto V-VI).

–Con el Salmo 26 proclamamos: «ElSeñor es mi luz y mi salvación, ¿a quiéntemeré? El Señor es la defensa de mi vida,¿quién me hará temblar? Una cosa pido alSeñor, eso buscaré; habitar en la casa del

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Señor todos los días de mi vida, gozar dela dulzura del Señor, contemplando surostro. Espero gozar de la dicha del Se-ñor en el país de la vida»... Esperaré en elSeñor con gran valor y confianza. Él esmi salvación y mi alegría. Él es mi Luz, laluz que debo irradiar en mi vida.

–Lucas 14,23-35: Renunciamos a todo,para venir a ser discípulos del Señor. ElSeñor creó todo para nosotros. Todo esbueno: «todas las cosas son para noso-tros», para nuestro provecho, para nues-tra utilidad, pero «nosotros somos de Cris-to, y Cristo de Dios». Usemos todas lascosas del mundo presente de tal modo queno nos incapacitemos para las eternas. Nopongamos todo nuestro interés en las co-sas de este mundo. Guardemos el cora-zón en una santa indiferencia. Oigamos aCasiano:

«No vayamos a creer que aquellos que han sidoelevados en este mundo a las cumbres de las ri-quezas, del poderío y de los honores hayan al-canzado con ello el bien por excelencia, pues ésteconsiste únicamente en la virtud. Esas otras co-sas son indiferentes. Son útiles, son provechosaspara los justos que usan de ellas con recta inten-ción y para cumplir sus menesteres ineludibles,pues brindan la ocasión para hacer obras buenasy para producir frutos para la vida eterna. Son,en cambio, lesivas y dañinas para aquellos queabusan de ellas, encontrando en ellas ocasión depecado y de muerte» (Colaciones 66,3).

JuevesAños impares

–Romanos 14,7-12: En la vida y en lamuerte somos del Señor. Pertenecemos alSeñor y para Él vivimos y morimos. Unosy otros hagamos todo lo posible por con-formar nuestra vida con la voluntad divi-na, y colaboremos fielmente con la gra-cia de Dios. Entreguemos a Dios nuestravida, como Cristo la entregó para salvar-nos. San Cirilo de Alejandría escribe:

«Se ha dicho que Cristo tuvo hambre, que so-portó la fatiga de largas caminatas, la ansiedad, el

terror, la tristeza, la agonía y la muerte en la cruz.Sin ser obligado por nadie, libremente se entregópor nosotros, para ser Señor de vivos y muertos(Rom 14,9). Con su propia carne ha pagado asíun rescate justo por la carne de todos; y con sualma ha llevado a cabo la redención de todas lasalmas. Y si Él ha vuelto a tomar su vida, es por-que, como Dios, Él es viviente por naturaleza»(Sobre la Encarnación del Unigénito).

–Con el Salmo 26 digamos: «Esperogozar de la dicha del Señor en el país dela vida. El Señor es mi luz y mi salvación,¿a quién temeré? El Señor es la defensade mi vida, ¿quién me hará temblar? Unacosa pido al Señor, eso buscaré: habitaren la Casa del Señor todos los días de mivida; gozar de la dulzura del Señor, con-templando su rostro. Espero gozar de ladicha del Señor en el país de la vida», esdecir, en la gloria eterna. Para esto viva-mos aquí en la presencia del Señor, iden-tificados con su voluntad divina, llenosde amor e irradiándolo por doquier.

Años pares–Filipenses 3,3-8: Sólo Cristo ha de ser

nuestro tesoro. Todo lo demás es pérdida.San Pablo sacrificó todos los títulos degloria por ganar a Cristo. Y en Cristo loencontró todo: verdad, vida, camino, ali-mento, roca, luz, amor... todo. Así he-mos de hacer también nosotros. SanAmbrosio dice:

«Por Él anhela quien repite sus palabras y lasmedita en su interior. Hablemos, pues, siemprede El. Si hablamos de sabiduría, Él es la sabidu-ría; si de virtud, Él es la virtud; si de justicia, Él esla justicia; si de paz, Él es la paz; si de la verdad,de la vida, de la redención, Él es todo eso» (Co-mentario al Salmo 36).

Y San Bernardino de Siena:«Todo lo tenemos en Cristo: es refugio de los

penitentes, bandera de los que combaten, medici-na de los que desfallecen, consuelo de los quesufren, honor de los creyentes, esplendor de losevangelizadores, mérito de los que trabajan, sa-tisfacción de los que oran, deleite de los contem-plativos, gloria de los que triunfan» (Sermón 49).

31º Semana del Tiempo Ordinario

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54 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (7)

–En esa misma perspectiva, con el Sal-mo 104 proclamamos «que se alegren enel Señor los que lo buscan». Recurramosal Señor y a su poder, busquemos cons-tantemente su rostro, recordemos las ma-ravillas que hizo y hace constantementeen nuestra alma, sus prodigios, las sen-tencias de su boca. El Señor es nuestroDios. Él gobierna toda la tierra. Creamosen su amor y correspondámosle tambiéncon un gran amor. Él todo lo merece. SinÉl nada somos. Con Él todo lo podemos,todo lo tenemos.

–Lucas 15,1-10: La gran alegría delcielo por un pecador que se convierte. Lainfinita bondad de Dios se nos revela enlas parábolas de la misericordia. Todos no-sotros somos llamados a la experienciaespiritual de la gran misericordia divina,pero no según nuestros modos y crite-rios, sino según los modos y criterios deDios. Comenta San Ambrosio:

En estas parábolas «¿quién es este padre, estepastor y esta mujer? ¿Acaso no representan aDios Padre, a Cristo y a la Iglesia? Cristo te llevasobre sus hombros, te busca la Iglesia y te recibeel Padre. Uno porque es Pastor, no cesa de llevar-te; la otra como Madre, sin cesar te busca, y elPadre te vuelve a vestir. El primero por obra desu misericordia, la segunda cuidándote y el terce-ro reconciliándote con Él. A cada uno de ellos lecuadra perfectamente una de esas cualidades: elRedentor viene a salvar, la Iglesia asiste y el Pa-dre reconcilia. En todo actuar divino está siemprela misma misericordia, aunque la gracia varía se-gún nuestros méritos» (Tratado sobre el Evan-gelio de San Lucas lib.VII,208).

ViernesAños impares

–Romanos 15,14-21: Que nuestraofrenda agrade a Dios. El ministerio apos-tólico aparece bajo este aspecto en unsentido muy determinado. Este ministe-rio es como una liturgia y quien lo ejerceactúa como un sacerdote. El Apóstol pre-dica la palabra y manifiesta la presencia

de Cristo resucitado en el corazón, en losacontecimientos y en las cosas. Es sa-cerdote no como un especialista de ritos,como los sacerdotes del templo de Jeru-salén, sino porque al revelar el sentidopascual de todas las cosas, ayuda a susoyentes a tomar actitudes de fe, de con-versión y de compromiso, y ése es el con-tenido de los sacrificios espirituales de laNueva Alianza, unidos a la sagrada Euca-ristía, que actualiza sacramentalmente elsacrificio redentor del Calvario.

Todas estas realidades del mundo de lagracia son ya una maravilla, pero aún hande perfeccionarse y llegar a plenitud en lagloria. Escribe Orígenes:

«No nos equivoquemos, porque si Pablo y losque son como él se llaman perfectos en compara-ción con los demás, sin embargo, nadie entre loshombres puede llamarse o ser perfecto con aque-lla ciencia sublime o aquella perfección propia delos que habitan en el cielo» (Comentario a laCarta a los Romanos 10,10).

–Con el Salmo 97 pedimos al Señor querevele a las naciones su victoria. «Cante-mos al Señor un cántico nuevo, porqueha hecho maravillas, su diestra le ha dadola victoria, revela a las naciones su justi-cia, se acordó de su misericordia y su fi-delidad en favor de la casa de Israel [de laIglesia, de cada uno de nosotros]. Losconfines de la tierra han contemplado lavictoria de nuestro Dios. Aclama al Se-ñor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad».

Años pares–Filipenses 3,17–4,1: Aguardamos al

Señor. Él transformará nuestra condiciónhumilde, según el modelo de su condicióngloriosa. Cristo nos transforma por supalabra, y aún más por su ejemplo. Tam-bién nosotros ayudamos a los demás connuestra palabra, pero aún más con nues-tra vida. Comenta San Juan Crisóstomo:

«No hay mejor enseñanza que el ejemplo delMaestro... Hablad, pues, con sabiduría, instruidcon toda la elocuencia posible; pero sabed que

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vuestro ejemplo causará una impronta más fuer-te y decisiva... Cuando vuestras obras sean con-secuentes con vuestras palabras, no habrá enton-ces nada que se os pueda objetar» (Homilía so-bre Flp 3).

No seamos enemigos de la Cruz de Cris-to, nos advierte San Pablo, que ya en sutiempo encontró fieles que no respondíanverdaderamente a la vocación cristiana pormiedo a la Cruz. Sigamos fielmente lasenseñanzas de Cristo, el gran Maestro quenos dio doctrina admirable y un ejemplocabal. Vivamos eso mismo que Él nos en-señó y vivió.

–La Casa del Señor a la que nos enca-minamos es la gloria futura, la Jerusalénceleste, llamada visión de paz. Y así conel Salmo 121 decimos: «Qué alegría,cuando me dijeron “vamos a la Casa delSeñor”. Ya están pisando nuestros piestus umbrales, Jerusalén. Allí suben las tri-bus, las tribus del Señor, según la cos-tumbre de Israel, a celebrar el nombre delSeñor»... En la Jerusalén celeste nosaguarda Dios, nuestro Señor, justo y mi-sericordioso. Y en este caminar hacia elcielo no podemos dejar que nos dominenlas fuerzas del mal, sino que hemos desuperar todas las dificultades con la gra-cia del Señor.

–Lucas 16,1-8: Los hijos de este mun-do son más astutos con su gente que loshijos de la luz. La astucia del mundo hade ser superada con valentía y generosi-dad, no con habilidades arteras, sino conla gran fuerza del cristianismo, que es elamor. Hemos de colaborar con el Salva-dor con gran diligencia, sin desgana y pe-reza. Comenta San Agustín:

«¿Por qué propuso el Señor esta parábola? Nole agradó aquel siervo fraudulento, que defraudóa su amo y sustrajo cosas que no eran suyas.Además las hurtó a escondidas, y le causó dañopreparándose un lugar de descanso y tranquili-dad para cuando tuviera que abandonar la admi-nistración. ¿Por qué propuso el Señor esta pará-bola? No porque el siervo aquel hubiera cometi-

do un fraude, siendo previsor para el futuro, sinopara que se avergüence el cristiano que carece dedeterminación viendo alabado el ingenio de unfraudulento. En efecto, dice: “los hijos de las ti-nieblas son más sagaces que los hijos de la luz”.Ellos comenten fraudes mirando al futuro. ¿Mi-rando a qué vida tomó precauciones aquel ma-yordomo? Mirando a aquella vida a la que tendríaque pasar cuando se lo mandaren. Y si él se pre-ocupó por la vida que tiene un fin, ¿tú no tepreocuparás por tu vida eterna?» (Sermón 359,10).

SábadoAños impares

–Romanos 16,3-9.16.22-27: El miste-rio de Dios. La revelación del misterio estáen el centro de la doxología con que setermina esta Carta. En el apostoladopaulino este misterio es el acceso de losgentiles a la revelación. Este misterio esconcebido por la Sabiduría divina, queexamina el origen de la historia más alláde los siglos. Es el misterio que antes es-taba oculto en el tiempo, pero que se ma-nifiesta por Jesucristo, que muere por to-dos los hombres. Él es el Salvador de to-dos, el Redentor que con tanta fuerza fueproclamado al mundo por San Pablo.

La Sabiduría de Dios realizó este miste-rio en la Cruz de Jesucristo. Y los Após-toles son los testigos de ese misterio ysus principales realizadores. Todos los dis-cípulos de Cristo, judíos o gentiles, seacogen entre sí en la caridad fraterna, yrealizan en sí mismos el misterio de Dios,escondido durante siglos, y ya revelado yrealizado en el tiempo. Es el dinamismoadmirable del Misterio Pascual, que actúaen todos los pueblos y culturas, forman-do una maravillosa y nueva Hermandad,la de los hijos de Dios. Dice Orígenes:

«Los que ayudaban y eran hospitalarios se en-contraban en todos los hermanos creyentes, nosólo entre los que provenían de los judíos, sinotambién en los creyentes que provenían de la gen-tilidad. En efecto, la hospitalidad era muy esti-mada no sólo por Dios, sino también por los

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hombres» (Comentario a la Carta a los Roma-nos 10,18).

–Bendecimos al Señor con el Salmo 144por los muchos beneficios que hemos re-cibido de Él, y le bendecimos sobre todopor haber sido llamados a la salvación.Lo bendecimos por siempre jamás, puesÉl es nuestro Dios y nuestro Rey. «Gran-de es el Señor, y merece toda alabanza,es incalculable su grandeza. Una genera-ción pondera tus obras a la otra y le cuen-ta tus hazañas, alaban los pueblos la glo-ria de tu majestad, y yo repito tus maravi-llas». Queremos y pedimos que todas lascriaturas den gracias al Señor, que le ben-digan sus fieles, que proclamen la gloriade su reinado, que hablen de sus hazañas.La Iglesia se extiende por doquier y siguepujante en la santidad de sus fieles, comolo muestran hoy las muchas beatificacionesy canonizaciones de que somos testigos.

Años pares–Filipenses 4,10-19: Todo lo puedo en

Aquel que me conforta. Los fieles de Fi-lipos corresponden al santo Apóstol consus dones y San Pablo lo agradece. Ellospiden, reciben y dan generosamente. SanJuan Crisóstomo dice:

«Cuando tú más recibes, más se alegra Él ymás dispuesto está a seguir dándote. Dios tienepor propia riqueza nuestra salvación. Y su gloriaestá en dar copiosa merced a cuantos le piden»(Homilía 22, sobre San Mateo).

Y San Ireneo:«La razón por la que Dios desea que los hom-

bres le sirvan es su bondad y misericordia, porlas que quiere beneficiar a los que perseveran ensu servicio; pues, si Dios no necesita de nadie, elhombre, en cambio, necesita de la comunión conDios. En esto consiste la gloria del hombre, enperseverar y permanecer en el servicio de Dios»(Contra las herejías 4,13).

–Por eso decimos con el Salmo 111:«Dichoso el que teme al Señor y ama decorazón sus mandatos. Su linaje será po-deroso en la tierra, la descendencia deljusto será bendita. Dichoso el que se apia-

da y presta, y administra rectamente susasuntos. El justo jamás vacilará, su recuer-do será perpetuo... Su corazón está se-guro, sin temor, reparte limosna a los po-bres, su caridad es constante, sin falta, yalzará la frente con dignidad». Es gran donpoder dar, y todos podemos dar, a nues-tros hermanos una oración, una sonrisa,un servicio, un signo de amabilidad, dedulzura...

–Lucas 16,9-15: No podemos servir ados señores. O damos culto a Dios, o da-mos culto a las riquezas, sean éstas lasque fueren: dinero, placer, poder... DiceSan Gregorio Magno:

«Son engañosas las riquezas, porque no pue-den permanecer siempre con nosotros; son enga-ñosas porque no pueden satisfacer las necesida-des de nuestro corazón. Las riquezas verdaderasson únicamente las que nos hacen ricos en lasvirtudes» (Homilía 15, sobre los Evangelios).

Y San Basilio:«Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quie-

ras o no; por el contrario la gloria que hayas ad-quirido con tus buenas obras la llevarás hasta elSeñor» (Sobre la caridad). Y en otro lugar: «Lavirtud es la única de las riquezas que es inamovi-ble y que persiste en vida y muerte» (Discurso alos jóvenes).

San Ambrosio escribe:«¿Quién hasta ahora se ha justificado con las

riquezas? ¿Quién se ha hecho humilde con el po-der, misericordioso con la nobleza de su naci-miento, casto con la hermosura? La verdad es quetodas estas prendas temporales más bien son pe-ligrosas, para hacernos caer en la culpa, que útilespara ayudarnos en el camino de la virtud» (Co-mentario al Salmo 1,39).

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Semana 32

DomingoEntrada: «Llegue hasta ti mi súplica; incli-

na tu oído a mi clamor, Señor» (Sal 87,3).Colecta (del Misal anterior y antes del

Gelasiano y Gregoriano): «Dios omnipo-tente y misericordioso, aparta de noso-tros todos los males, para que bien dis-puesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu,podamos libremente cumplir tu voluntad».

Ofertorio (del Misal anterior): «Mira conbondad, Señor, los sacrificios que te pre-sentamos, para que, al celebrar el miste-rio de la pasión de tu Hijo, gocemos desus frutos en nuestro corazón».

Comunión: «El Señor es mi Pastor, nadame falta; en verdes praderas me hace re-costar, me conduce hacia fuentes tran-quilas» (Sal 22,1-2). O bien: «Los discípu-los conocieron al Señor Jesús al partir elpan» (Lc 24,35).

Postcomunión (del Gelasiano, Grego-riano y Misal de Paris de 1738): «Alimen-tados con esta eucaristía, te hacemos pre-sente, Señor, nuestra acción de gracias,implorando de tu misericordia que el Espí-ritu Santo mantenga siempre vivo el amora la verdad en quienes han recibido la fuer-za de lo alto».

CICLO AEn la primera lectura se nos exhorta a

consagrar las jornadas y las vigilias de lanoche a buscar la Sabiduría que procedede Dios. El Evangelio nos manda que es-temos vigilantes y atentos, siempre pre-parados para la venida del Señor. Y SanPablo en la segunda lectura nos afirmaque todos aquellos que hayan creído enJesús entrarán, cuando Él vuelva, en elmundo de la resurrección, donde viviránpara siempre en su Reino.

La Iglesia, según el Vaticano II, es «elsacramento universal de salvación» (LG1). Pero la salvación de los hombres, quees una invitación gratuita y amorosa deiniciativa divina, está siempre condicio-nada por la respuesta de los mismos hom-bres ante el llamamiento de Dios. Por esonecesitamos preocuparnos más del granproblema de nuestra vida: la santificacióny la salvación. De ahí la necesidad urgen-te de una vigilancia constante.

–Sabiduría 6,13-17: Encuentran la Sa-biduría los que la buscan. Por Sabiduríaentendemos aquí el designio amoroso deDios de poner a nuestro alcance su invi-tación generosa de salvación, que es en-contrada por los que la buscan sincera-mente. La salvación del Dios es un temahondamente arraigado en la Sagrada Es-critura: Dios salva a los hombres, Cristoes nuestro Salvador. El Evangelio aportala salvación a todo creyente. Es, por lomismo, un término clave en el lenguajebíblico, pero su proceso de elaboraciónha sido lento. Toda la historia de Israel esuna «historia de salvación» que llega a suculmen en Cristo Jesús, que precisamen-te significa: «Dios salva». En Él Dios re-capitula toda la historia de la salvación enfavor de los hombres.

Dios salva del pecado. Solo Dios puedeperdonarlo, absolverlo, eliminarlo. Por eso

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es por lo que Israel, tomando más con-ciencia de la universalidad del pecado, yano podrá buscar otra salvación que la queviene de invocar el nombre de Dios Re-dentor. El nombre de Jesús significa queel Nombre mismo de Dios está presenteen la persona de su Hijo, hecho hombrepara la redención universal y definitiva delpecado. Él es «el cordero de Dios, quequita el pecado del mundo» (Jn 1,29).

–Por eso con el Salmo 62 decimos quenuestra alma está sedienta de Dios. Nues-tra carne tiene ansia de Él, como tierrareseca, agostada y sin agua. Solo Él pue-de salvarnos. Su gracia vale más que lavida, solo en Él podemos encontrar la sa-ciedad de nuestra alma. Él es nuestro auxi-lio y «a la sombra de sus alas» cantamoscon júbilo.

–1 Tesalonicenses 4,12-37: A los quehan muerto en Jesús, Dios los llevará conÉl. Hemos sido creados y redimidos parala eternidad. Toda nuestra vida temporallleva en sí una responsabilidad permanentepara el «día» del encuentro con el que hade venir.

El punto central de esta lectura es launión constante con el Señor. Nuestra feen el retorno del Señor ha de ir a lo esen-cial: «¡estaremos siempre con Él!» Éstaha de ser nuestra alegría constante, nues-tra gran solicitud: no separarnos de Cris-to. Y lo único que nos aparta de Él es elpecado. De ahí la gran vigilancia que he-mos de tener para no dejarnos atrapar porel pecado. Con la gracia divina nosotrossiempre podemos salir victoriosos en lasdificultades y tentaciones que podamosencontrar en nuestro camino hacia el Pa-dre. La Iglesia, «Sacramento universal desalvación», con todos los medios que tie-ne, es la gran ayuda que nosotros tene-mos y necesitamos.

La esperanza firme en la vida eterna,lograda por la misericordia de Dios, que

es fiel a sus promesas, da a los cristianospaz en la vida y paz en la muerte. Oiga-mos a San Agustín:

«Nos amonesta el Apóstol a “no entristecer-nos” por nuestros seres queridos que duermen, osea, que han muerto, “como hacen los que notienen esperanza” en la resurrección e incorrup-ción eterna. También la costumbre de la Escrituralos denomina en verdad durmientes, para que alescuchar este término no perdamos la esperanzade que hemos de volver al estado de vigilia. Porello canta también en el salmo: “¿acaso no volve-rá a levantarse el que duerme?’’ (Sal 40,9). Losmuertos causan tristeza, en cierto modo natural,en aquellos que los aman. El pánico a la muerteno proviene, en efecto, de la sugestión, sino de lanaturaleza. Pero la muerte no habría llegado alhombre si no hubiese existido antes la culpa queoriginó la pena» (Sermón 172,1).

–Mateo 25,1-13: ¡Que llega el Esposo,salid a su encuentro! La vigilancia respon-sable o la irresponsabilidad paralizante sondos modos de vivir la fe cristiana ante elmisterio de la salvación. Pero su desenla-ce final es irreversible. La salvación no seimprovisa.

La vocación cristiana es irrenunciable-mente una vivencia profunda, personal ycolectiva de la esperanza escatológica. Sinestas vivencias careceremos del sentidoauténtico de la misión redentora de Cris-to. El santo temor de Dios nos libra de lapresunción vana ante la salvación y noscomunica la confianza filial, que quita denosotros toda desesperanza paralizante. Esen el tiempo y en nuestro quehacer diariodonde hemos de ser y permanecer vigi-lantes, esperando el retorno del Señor conlas lámparas encendidas, alimentadas conel aceite de nuestras buenas obras. La eter-nidad nos la jugamos a diario en este tiem-po que Dios nos concede para colaborarcon su gracia divina realizando bajo suinflujo obras buenas y salvíficas. Oiga-mos a San Agustín:

«Aquellas vírgenes simbolizan a las almas. Enrealidad no son solo cinco, pues simbolizan a

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muchas. Y además, ese número de cinco com-prende tanto varones como mujeres, pues ambossexos están representados por una mujer, es de-cir, por la Iglesia. A ambos sexos, esto es, a laIglesia, se la llama Virgen (2 Cor 11,2). Y si pocosposeen la virginidad de la carne, todos deben po-seer la virginidad del corazón...

«¿Y quiénes son las vírgenes necias? Tambiénellas son cinco. Son las almas que conservan lacontinencia de la carne, evitando toda corrup-ción, procedente de los sentidos... Evitan cierta-mente la corrupción, venga de donde venga, perono presentan el bien que hacen a los ojos de Diosen la propia conciencia, sino que intentan agradarcon él a los hombres, siguiendo el parecer ajeno...Evidentemente no llevan el aceite consigo... Lasnecias encienden ciertamente sus lámparas; pare-ce que lucen sus obras, pero decaen en su llama yse apagan, porque no se alimentan del aceite inte-rior... Faltarán las obras a las vírgenes necias, por notener el aceite de la buena conciencia» (Comentarioal Salmo 147,10-11).

CICLO BLa primera y tercera lecturas nos po-

nen de relieve la generosidad de una po-bre viuda; con la primera el profeta Elíasobra un milagro, y la segunda merece elelogio del Señor. En la segunda lectura secompara el culto del sacerdocio de Aaróny el de Cristo, que lo aventaja plenamen-te.

La autenticidad de nuestra fe se midesiempre por la autenticidad cristiana denuestras actitudes habituales ante Dios yante los hombres. Más que las obras ex-ternas, aun religiosas, lo que importa antetodo es la profundidad interior y la since-ridad religiosa de nuestra postura íntima.

–1 Reyes 17,10-16: La viuda hizo unpanecillo y se lo dió al profeta Elías. Laverdadera religiosidad es la fidelidad a Diosy la generosidad sin medida del corazón,que supera humildemente todo egoísmo.

El Señor confía la misión de alimentara su profeta no a una familia rica, sino a

una pobre viuda, que está al límite de suspocos recursos. Dios actúa siempre se-gún su plan y se sirve de medios en losque los hombres no se atreverían a con-fiar, para que nadie se atribuya a sí mis-mo el éxito de la realidad.

De aquí la confianza que siempre he-mos de tener en Dios, aunque nos vea-mos a veces en medio de circunstanciasmuy precarias. Él actúa por las causassegundas. No podemos quedarnos con losbrazos cruzados. Hemos de hacer cuantoesté de nuestra parte, aunque sea una cosapequeña, como en el caso de la viuda, queentrega un poco de harina y un poco deaceite. Hemos de hacer lo que podemos,lo que Dios nos da hacer, pero ante todohemos de poner enteramente nuestra con-fianza en Dios. No le faltó a aquella viudapobre ni harina ni aceite en todo el tiempode carestía.

–El Salmo 145 nos invita a la alabanzadivina, pues «el Señor mantiene su fideli-dad perpetuamente, hace justicia a los opri-midos, libera a los cautivos, abre los ojosal ciego, endereza a los que ya se doblan,ama a los justos, guarda a los peregrinos,sustenta al huérfano y a la viuda... El Se-ñor reina eternamente, tu Dios, Sión, deedad en edad». Tengamos total confianzaen Él.

–Hebreos 9,24-28: Cristo se ha ofreci-do una sola vez para quitar los pecadosde todos. El Corazón de Cristo Jesús, Sa-cerdote y Víctima redentora, representala más profunda vivencia religiosa delamor al Padre y de su amor victimal a loshombres. En la Pascua de Cristo encuen-tran su cumplimiento, «una vez para siem-pre», las aspiraciones hacia Dios del sa-cerdocio aaronítico y de sus propios ri-tos: el perdón del pecado. El acceso a Diosha quedado ya abierto para siempre, y parasiempre se ha realizado la reconciliación.No son necesarios ya otros sacrificios.

32º Semana del Tiempo Ordinario

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El sacrificio de Cristo Redentor en el Cal-vario se reactualiza sacramentalmente enla sagrada Eucaristía hasta el fin de lostiempos. Y Cristo en su segunda venidadará a todos los creyentes la plenitud dela salvación.

–Marcos 12,38-44: Esta pobre viuda haechado más que nadie. La medida de nues-tra religiosidad ante Dios y ante los her-manos no está en la materialidad de nues-tra obra, sino en la generosidad o tacañe-ría de nuestro espíritu.

Una mujer, pobre y viuda, en medio deuna multitud que aparatosamente hace suspropias ofrendas en el tesoro del templo,deja caer en él algunos céntimos. El gestoes señalado por Jesús ante los apóstoles,ya que tal ofrenda, para esa viuda, en sugran pobreza, representa una verdadera yadmirable privación. Lo que cuenta paraDios es la actitud interior del corazón. Estovale más que muchas obras externas rui-dosas y brillantes, que carecen de esa sin-ceridad y generosidad en lo interior. Diosse complace en aceptar el más pequeñoacto interior de nuestro corazón como eltesoro más precioso que le pueda ofrecerel universo.

Esto ha de animarnos a la práctica con-tinua de las virtudes cristianas y debe con-fortarnos en los momentos de angustia ydolor. Todo lo debemos al Señor y de todohemos de darle continuas gracias. Tam-bién hemos de agradecerle porque pode-mos hacer algún bien, pues a Él se lo de-bemos. El sentido religioso de nuestraexistencia de hijos de Dios nos hace vivirsiempre ante el Padre y ante los hombres«los mismos sentimientos de Cristo Je-sús» (Flp 2,5). Oigamos a San Agustín:

«Ignoro, hermanos, si puede encontrarse al-guien a quien hayan aprovechado las riquezas.Quizá se diga: ¿no fueron de provecho para quie-nes usaron bien de ellas, alimentando a los ham-brientos, vistiendo a los desnudos, hospedando alos peregrinos, redimiendo a los cautivos? Todo

el que obra así, lo hace para que no le perjudi-quen. ¿Qué le sucedería, si no poseyese esas ri-quezas con las que hace misericordia, siendo talque se hallase dispuesto a hacerla, si se hallase enposesión de ellas? El Señor no se fija en que lasriquezas sean o no grandes, sino en la piedad de lavoluntad.

«¿Acaso los apóstoles eran ricos? Abandona-ron solamente unas redes y una barquichuela, ysiguieron al Señor. Mucho abandonó quien se des-pojó de la esperanza del siglo, como aquella viu-da del Evangelio. Y el Señor la elogió... Si exami-nas los corazones de quienes dan, hallarás confrecuencia en quienes dan mucho un corazón ta-caño, y en quienes dan poco uno generoso.. Sieres pobre, aunque sea poco lo que des, se tepremiará como si hubieras dado mucho, comoaquella viuda» (Sermón 105, A,1).

CICLO CLa primera y la tercera lecturas nos ha-

blan de la resurrección. San Pablo, en lasegunda, aparece abrumado por la per-versidad de sus enemigos, pero confía enCristo y exhorta a los cristianos a perma-necer firmes aguardando el retorno del Se-ñor. Los hermanos macabeos, San Pabloy Cristo nos enseñan a vivir una vida dia-metralmente opuesta a la de los hijos delmaterialismo, que malgastan su existen-cia humana sin más horizontes que el an-sia de felicidad en la tierra y en el tiempo,siendo así, que estamos llamados por Diosa gozar eternamente en la gloria del cielo.

–2 Macabeos 7,1-2.9-14: El Rey deluniverso nos resucitará para una vidaeterna. Con el lenguaje infalsificable desu sangre los hermanos macabeos nosofrecen un ejemplo de su fidelidad a Diosy de su esperanza ciertísima en la resu-rrección. En un mundo lleno de materia-lismo es necesario subrayar la fe en la re-surrección, que constituye el centro denuestra esperanza cristiana. El amor deDios debe manifestarse en nuestro cami-nar terreno; mas nuestra mirada ha deestar fija en la gloriosa meta futura, quetrasciende toda espera humana y queda

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dolorosamente escondida a los sabios deeste mundo. San Pablo, en el punto cul-minante de su Carta a los Romanos, es-cribe: «los sufrimientos del momento pre-sente no son comparables a la gloria fu-tura que nos será revelada» (8,18). He-mos de mantener siempre viva esta dimen-sión escatológica de nuestra fe.

–Con el Salmo 16 decimos: «Al des-pertar me saciaré de tu semblante, Señor»,y le pedimos que escuche nuestra apela-ción, que preste oído a nuestra súplica,pues no hay engaño en nuestros labios, nivacilación en nuestros pasos. Sabemosque el Señor, en su bondad misericordiosa,nos escucha e inclina su oído a nuestraspalabras. A la sombra de sus alas nos es-condemos y venimos a su presencia connuestra apelación.

–2 Tesalonicenses 2,15–3,5: El Señoros dé fuerzas para toda clase de palabrasy obras buenas. El verdadero creyente esel hombre que, consciente de su destinoeterno, hace de su esperanza en la resu-rrección el móvil de toda su vida y de todasu conducta en el tiempo. Oigamos a SanJuan Crisóstomo:

«El Apóstol lo anima a ofrecer oraciones a Diospor él, pero no para que Dios le exima de lospeligros que debe afrontar –pues éstos son con-secuencia inevitable del ministerio que desempe-ña–, sino para que la palabra del Señor avancecon rapidez y alcance la gloria» (Homilía sobre IITes. 3,1).

–Lucas 20,27-38: Dios no es un Diosde muertos, sino de vivos. Estamos desti-nados, como criaturas nuevas en Cristo,a una nueva y definitiva vida con Cristoen Dios. Él es la Resurrección y la Vida(Jn 11,25). Comenta San Agustín:

«¿Es que creemos en vano en la resurrección dela carne? Si la carne y la sangre no poseerán elReino de Dios, en vano creemos que nuestro Se-ñor resucitó de entre los muertos con el mismocuerpo con que nació y en el que fue crucificado,y que ascendió a los cielos en presencia de susdiscípulos...

«El bienaventurado Pablo no quería que caye-sen en el error de pensar que en el Reino de Dios,en la vida eterna, iban a hacer lo mismo que ha-cían en esta vida, es decir, de tomar mujer y deengendrar hijos. Estas son obras de la corrupciónde la carne. No hemos de resucitar para tales co-sas, como lo dejó claro el Señor en la lectura evan-gélica que hemos leído hace poco... Niega lo quepensaban los judíos y refuta los errores de lossaduceos, puesto que los judíos creían, sí, que losmuertos habían de resucitar, pero pensabancarnalmente, por lo que respecta a las obras paralas que iban a resucitar. “Serán, dijo, semejantes alos ángeles”» (Sermón 362,18).

LunesAños impares

–Sabiduría 1,17: La Sabiduría es un es-píritu amigo de los hombres. El Espíritudel Señor llena la tierra. La Sabiduría con-siste en buscar a Dios y huir del pecado.Está íntimamente ligada con el Espíritude Dios, que instruye a cada fiel y llena eluniverso entero. El medio fundamentalpara alcanzar la bienaventuranza última esla Sabiduría, que el autor identifica con elEspíritu. Esta fuerza divina anima al hom-bre y al universo, al que confiere su co-hesión y armonía, pero de distinto modo,ya que en el cosmos ese orden es mecá-nico y necesario, pero en el hombre seconjuga con su libertad y su voluntad decomunión con Dios. Se trata, pues, deuna colaboración que reviste diversos as-pectos, pero que implica una misma exi-gencia: ser conscientes de la presencia deDios en el corazón y en las palabras, ydejarse llevar por Él sin resistirle.

A esto se llama amar la justicia, es de-cir, comulgar con la voluntad de Dios,tener un corazón sencillo, orientar la vidaúnicamente a la búsqueda de Dios. Estosignifica también «prestar fe» a Dios, fiar-se de Él, «tomar su mano», la mano queDios tiende para conducirnos en mediode los acontecimientos. Y renunciar al pe-cado con la ayuda de su gracia.

32º Semana del Tiempo Ordinario

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–Pedimos al Señor con el Salmo 138que nos guíe por el camino recto. «Se-ñor, tú nos sondeas y nos conoces, des-de lejos penetras nuestros pensamientosy distingues nuestros caminos y descan-sos. Todas nuestras sendas te son fami-liares... Tu saber, Señor, nos sobrepasa».Es sublime y no lo abarcamos. En todaspartes estás, Señor. Estás en el cielo y enel abismo... en el confín de la tierra. Ha-gámonos conscientes de esa presenciacontinua de Dios. Todo lo llena el Señor,Él llena también nuestra vida, nuestrasobras, nuestros pensamientos...

Años pares–Tito 1,1-9: Guardemos el conocimien-

to de la verdad, según nuestra religión yla esperanza de la vida eterna. El Após-tol, al organizar la Iglesia en Creta, tienecomo punto de mira «la esperanza de lavida eterna». Escribe San Juan Crisósto-mo:

«¿Qué discurso podrá representar lo que luego[en el cielo] ha de seguirse: el placer, la dicha, eljúbilo de la presencia y el trato con Cristo? Nohay lengua que pueda explicar la bienaventuran-za que goza, ni la ganancia de que es dueña, aque-lla alma que ha recuperado su propia nobleza yque puede en adelante contemplar a su Señor. Yno solo se goza de los bienes que tiene en susmanos, sino de saber con certidumbre que esosbienes no han de tener fin jamás» (A Teodoro1,13).

Señala también el Apóstol las virtudesque han de tener aquellos obispos y pres-bíteros que presiden la comunidad cris-tiana. Son las cualidades que resume elConcilio Vaticano II al decir: «abunden entodo bien espiritual y sean para todos unvivo testimonio de Dios» (LG 41).

–El Salmo 23 nos indica quiénes sonlos que buscan al Señor: «El hombre demanos inocentes y puro corazón, que noconfía en los ídolos». Éstos recibirán labendición del Señor, les hará justicia elDios de salvación. Él los colmará de sus

bienes, pues se han entregado a su amor,en el que siempre han creído, a pesar delas dificultades en que se han encontra-do. Es una gran lección que todos hemosde aprender y vivir con plenitud. Ahí estánuestra verdadera felicidad.

–Lucas 17,1-4: Gravedad del escánda-lo y necesidad del perdón. Comenta SanAgustín:

«Quien quiera que seas tú que tienes tu mentepuesta en Cristo y deseas alcanzar lo que prome-tió, no sientas pereza en cumplir lo que ordenó.¿Qué prometió? La vida eterna. ¿Y qué ordenó?Que concedas el perdón a tu hermano. Como sidijera: “tú, hombre, concede el perdón a otro hom-bre, para que también yo, Dios, me acerque a ti”.Pero, omitamos, o mejor, pasemos por alto aque-llas otras promesas divinas más sublimes, segúnlas cuales nuestro Creador nos ha de hacer igualesa sus ángeles, para que vivamos eternamente enÉl, con Él y de Él; dejemos de lado por el momen-to todo esto. ¿No quieres recibir de tu Dios esomismo que se te ordena otorgar a tu hermano?Dime que no quieres y no se lo des. ¿Qué signifi-ca esto sino que perdones a quien te lo pide, si túmismo pides que se te perdone?... Aunque nadatengas de qué ser perdonado, debes perdonar,porque también perdona Dios, que nada tieneque haya de serle perdonado” (Sermón 114,1).

MartesAños impares

–Sabiduría 2,23-3,9: Los insensatospensaban que morían, pero ellos están enla paz. Dios creó al hombre para la in-mortalidad. El pecado es obra del diablo.Las almas de los justos, que han tenidoque sufrir pruebas en este mundo, res-plandecerán en la luz inmortal, en el díadel juicio. No se acaba todo con la muer-te y aquel que busca el premio, ha de mi-rar y confiar en el Señor. Los justos dis-frutarán de la retribución que esperaron,y los perseguidores se encontrarán delantede sus víctimas, que les perdonaron.

Solo Dios puede condenar. Podemos ira la muerte con la confianza de que Dioses nuestro Padre, que quiere que «todos

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los hombres se salven y lleguen al cono-cimiento de la verdad». Los que en Él con-fían conocerán la verdad y los fieles per-manecerán con Él en el amor, porque suselegidos encontrarán gracia y misericor-dia. Seremos examinados en el amor, y siaprobamos ese examen, moraremos per-petuamente en la mansión del Amor, por-que «Dios es Amor».

–Con el Salmo 33 bendecimos al Se-ñor en todo momento: su alabanza ha deestar siempre en nuestros labios, nuestraalma se gloría en el Señor, que los humil-des lo escuchen y se alegren. Los ojosdel Señor miran a los justos, sus oídosescuchan sus súplicas, pero Él se enfrentacon los malvados. Cuando uno suplica alSeñor, Él lo escucha y lo libra de sus an-gustias. El Señor está con los atribulados,salva a los abatidos, que confían en Él.

Es momento de revisar nuestra vida:¿nos olvidamos de Dios? ¿vivimos con Él?¿vamos a veces al margen de Él o contraÉl? Es momento también de orar por laconversión de los pecadores.

Años pares–Tito 2,1-8.11-14: Llevemos una vida

religiosa, aguardando la dicha que espe-ramos: la aparición de nuestro Dios y Sal-vador, Jesucristo. La educación de la feurge desde que el hombre despierta a lanovedad del cristianismo. Esta novedaddebe iluminar todos los aspectos de la vidapersonal, familiar, comunitaria. Y solodesde la Cruz de Cristo, muriendo al hom-bre viejo, es como podemos vivir la vidanueva del Resucitado, que nos comunicala gracia divina.

En una época en la que el hedonismo, elconsumismo, campea a sus anchas, he-mos de manifestar con palabras y hechosque somos discípulos del Crucificado. Noqueremos ser educados por el mundo, sinoque pretendemos educar al mundo en los

principios de la fe vivificada por la doc-trina y ejemplos de Cristo. Ésta es la mi-sión que se ha de realizar en el mundo dehoy y de siempre. Sin esto escamotea-mos una de las dimensiones fundamenta-les de la vida cristiana.

–Con el Salmo 36 proclamamos que elSeñor es el que salva a los justos. En Élhemos de confiar, así es como haremosel bien en torno nuestro, así practicare-mos la lealtad. El Señor ha de ser nuestradelicia. Él nos dará lo que pide nuestrocorazón. Él vela por los días de los bue-nos, asegura los pasos de los hombres, yse complace en sus caminos, cuando si-guen los principios y normas del Evange-lio, las enseñanzas de la cruz de Cristo.Así es como nos apartaremos del mal yharemos el bien. Así es como se aniquila-rá en nosotros el amor propio, que es lafuente de todo mal. Así es como camina-remos por la mansedumbre y el fruto seráposeer la tierra y heredar luego la gloriaeterna.

–Lucas 17,7-10: Guardemos la humil-dad en todas nuestras acciones, a ejem-plo de Cristo, de la Virgen y de los San-tos. Somos unos pobres siervos; hemoshecho lo que teníamos que hacer. Comen-ta San Ambrosio:

«Vive en consecuencia con la convicción de queeres un siervo al que han encomendado muchostrabajos. No te creas más de lo que eres porqueeres llamado hijo de Dios –debes reconocer sí lagracia, pero no debes echar en olvido tu naturale-za–, ni ha de envanecerte el haber servido confidelidad, ya que ése era tu deber. El sol realiza sulabor, obedece también la luna, los ángeles sir-ven... Por tanto, no pretendamos nosotros ala-barnos a nosotros mismos, ni nos anticipemos aljuicio de Dios, ni nos adelantemos a la sentenciadel juez, antes bien, esperemos a su día y a sujuicio» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucaslib.VIII,32).

No podemos, no debemos glorificarnosa nosotros mismos, sino que hemos deglorificar a Dios con nuestras palabras y

32º Semana del Tiempo Ordinario

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con nuestras obras. Sin Él nada podría-mos haber hecho.

MiércolesAños impares

–Sabiduría 6,2-12: Aprendamos la Sa-biduría, que es el arte de gobernar y diri-gir nuestra propia vida. Es necesaria lasabiduría a los que rigen los pueblos, perotambién a los que son regidos. Todo hom-bre tiene siempre algo que regir, si no alos demás, sí al menos a sí mismo. Todaautoridad viene de Dios. El ejercicio de laautoridad en la Sagrada Escritura aparecesometido a las exigencias imperiosas dela voluntad divina. La autoridad confiadapor Dios no es absoluta: está limitada porlas obligaciones morales.

Esto ha de cumplirse en los gobernan-tes de los países, en los padres con res-pecto a sus hijos, en los maestros conrespecto a sus alumnos, en los patronoscon respecto a sus empleados, etc. y tam-bién ha de realizarse en el dominio de unomismo. Lo contrario a esto engendra ennosotros endiosamiento respecto a los de-más y con respecto a nosotros mismo.Caemos así en una verdadera idolatría.

–Con el Salmo 81 decimos al Señor quejuzgue la tierra. «Él protege al desvalido yal huérfano, hace justicia al humilde y alnecesitado, defiende al pobre y al indigen-te, sacándolos de las manos del culpable».El Salmo da una sentencia precisa conrespecto a los que gobiernan los pueblos,una sentencia que podemos aplicar a to-dos los que de algún modo ejercen auto-ridad, al menos sobre sí mismos. «Aunqueseáis dioses e hijos del Altísimo todos, mo-riréis como cualquier hombre, caeréis,príncipes, como uno de tantos». Es unagran lección que todos hemos de apren-der para gobernarnos como Dios quierey para gobernar a los demás según la leydel Señor.

Años pares–Tito 3,1-7: Estábamos descarriados,

pero la misericordia del Señor nos havuelto al buen camino. Todos los hom-bres somos beneficiarios de la salvaciónde Cristo, Nuevo Adán, y recapituladorde la humanidad. Pero esta solidaridad detodos con Cristo hay que aplicarla a cadauno por la mediación sacramental de laIglesia. El cristiano participa de estasacramentalidad por ser miembro de laIglesia; su vida en el mundo es juntamen-te una misión y una mediación.

Gracias a él la Iglesia puede estar pre-sente en las múltiples redes de relacionesy de fraternidad que cubren toda la vidahumana. Todos hemos de ser apóstolesen el propio ambiente en que vivimos. Nopuede, no debe, existir una disociación en-tre nuestra fe y nuestro comportamientoy actuación en cualquier estado, oficio,ocupación y empleo. Allí, en cada caso,en cada lugar hemos de testimoniar nues-tra fe en Cristo, vivificándolo todo conella. Y no nos desanimemos si nos recha-zan o se vuelven incluso contra nosotros.Oigamos a San Agustín:

«Hablen contra mí lo que quieran. Nosotrosamémosles, aunque no quieran. Conozco, herma-nos, conozco lo que dicen sus lenguas. No nosenojemos por eso; hemos de soportarlos con pa-ciencia... No niego que estuve envuelto en el error,en mi necedad y locura. Mas cuanto no niego mipasado, tanto más alabo a Dios que me lo perdo-nó» (Comentario al Salmo 36,3).

Sigamos el ejemplo de San Agustín deperdonar las injurias, aunque éstas seanjustificables por nuestra conducta pasa-da. Si estamos arrepentidos, Dios nos per-donó y esto es la que debe llenarnos dealegría.

–Con el Salmo 22 invocamos al Señor,nuestro Pastor. Con Él nada nos falta, noshace recostar en verdes praderas, nos con-duce hacia fuentes tranquilas y reparanuestras fuerzas. Él nos guía por un sen-

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dero justo por el honor de su nombre.Aunque caminemos por cañadas oscuras,nada hemos de temer, porque Él va connosotros, su vara y su cayado nos sosie-gan. Enfrente de nuestros enemigos, pre-para una mesa para nosotros, la Eucaris-tía, y nos unge con perfume exquisito.Su bondad y su misericordia nos acom-pañan todos los días de nuestra vida, yluego habitaremos por años sin términoen la Casa del Señor, en la Jerusalén ce-lestial. A esa vida eterna nos prepara laEucaristía, comida de inmortalidad.

–Lucas 17,11-19: De los diez leprososcurados solo uno volvió a dar las gra-cias, y era un samaritano. La lepra apare-ce frecuentemente en la Biblia como sím-bolo del pecado. El milagro de Cristo su-pera el propio significado de una maravi-llosa curación. Nos lleva a considerar sugran obra de la sanación del pecado. Po-demos parecernos a los nueve leprososjudíos, si no somos agradecidos; si co-mulgamos, pero no sabemos dar gracias.Parece que estamos replegados sobre no-sotros mismos, sobre nuestro amor pro-pio, y que no nos damos cuenta de losbeneficios incontables que nos hace cons-tantemente el Señor. Por eso es nuestragratitud tan escasa. Hemos de dar gra-cias a Dios «siempre y en todo lugar»,con una correspondencia continua deamor, y no solo con palabras, sino tam-bién con nuestra conducta y con nuestravida.

Los primeros cristianos, conscientes deldon recibido y animados por le ejempla-ridad del Maestros divino, hacen de laacción de gracias la trama misma de suvida renovada. La abundancia de estasmanifestaciones tiene algo sorprendente.Es notable que el mismo Señor no semuestra indiferente a la gratitud manifes-tada, sino que la reconoce con agrado, ylamenta la ingratitud de los otros.

JuevesAños impares

–Sabiduría 7,22–8,1: La Sabiduría esreflejo de la Luz eterna y espejo nítido dela actividad de Dios. En realidad la Sabi-duría divina es el Verbo encarnado, Cris-to (cf. 1 Cor 1,24). El texto marca los ja-lones de una teología de la Trinidad. Con-templa, efectivamente, la Sabiduría divi-na en su trascendencia y a la vez en su in-manencia. De esta manera, el Dios únicoy Santo de Israel es al mismo tiempo elDios que salva y que comparte su ser,comunicándolo por la vida de la gracia.Comenta San Agustín:

«Este Unigénito, que permanece todo enterojunto al Padre, todo entero brilla en las tinieblas,todo entero está en el cielo, todo entero en latierra, todo entero en la Virgen, todo entero en sucuerpo de Niño, y no de forma sucesiva, como sipasase de un lugar a otro... No se desparramacomo el agua, ni cual tierra se le retira de un ladoy se lleva a otro con fatiga. Cuando está todoentero en la tierra no abandona el cielo y, de lamisma manera, cuando está en el cielo, tampocose aleja de la tierra, pues “alcanza de un extremoa otro con fortaleza y dispone todas las cosascon suavidad” (Sab 8,1)» (Sermón 277,13).

¡Oh beatísima Trinidad, nosotros teadoramos y te reverenciamos como Diosunitrino!

–Con el Salmo 118 decimos: «Tu pala-bra, Señor, es eterna, más estable que elcielo. Tu fidelidad de generación en ge-neración, igual que fundaste la tierra ypermanece. Por tu mandamiento subsis-ten hasta hoy, porque todo está a tu ser-vicio. La explicación de tus palabras ilu-mina, da inteligencia a los ignorantes. Hazbrillar tu rostro sobre tu siervo, enséña-me tus leyes, que mi alma viva para ala-barte, que tus mandamientos me auxilien».

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Años pares–Filemón 7-20: Todos somos hermanos

en Cristo, y así hemos de acogernos recí-procamente. No es puro sentimentalismo.Es expresión de la caridad fraterna, en laque libres y esclavos se relacionan comohermanos en Cristo.

Así lo predica Pablo a Filemón, trans-mitiéndole una llamada de Dios, y consi-derándolo como «hijo» suyo, engendra-do por él en el Evangelio. En efecto, laPalabra de Dios es eficaz y lleva consigola vida y la fecundidad. Por lo tanto aquelque la transmite ejerce una especie depaternidad (1 Cor 4,14-21). Y cuando elApóstol no se contenta con transmitir ver-balmente la Palabra de Dios, sino que lavive en su propia persona hasta el sufri-miento, la Cruz y la prisión (Gal 4,19),manifiesta que su paternidad es verdade-ra, como la vida de Cristo fue el instru-mento de la paternidad de Dios para conlos hombres (1 Cor 4,15). Puede, por tan-to, exigir a sus discípulos un afecto filialque él tiene sumo cuidado de atribuir aDios, ya que su paternidad es simplementevicaria (1 Tes 2,7-11). Por eso Pablo inter-cede ante su hijo Filemón en favor del es-clavo Onésimo.

–Con el Salmo 145 consideramos di-choso a «quien auxilia el Dios de Jacob,que mantiene su fidelidad perpetuamente,que hace justicia a los oprimidos, que dapan a los hambrientos, que liberta a loscautivos, abre los ojos al ciego, enderezaa los que ya se doblan. El Señor ama a losjustos, guarda a los peregrinos, sustentaal huérfano y a la viuda». Por eso noso-tros, como hijos suyos, le imitamos asis-tidos por su Espíritu, practicando todaslas obras de caridad para con el prójimo.

–Lucas 17,20-25: El Reino de Dios estádentro de nosotros. Jesús enseña siemprela primacía de lo interior. Comenta SanAmbrosio:

«“El Reino de Dios está dentro de nosotros”por la realidad de la gracia, no por la esclavituddel pecado. Por lo tanto, el que quiera ser libre,sea esclavo en el Señor (1 Cor 7,22), pues en lamisma medida que participamos de esa esclavi-tud, en esa misma participamos del Reino. Poreso dijo: “el Reino de Dios está en medio de vo-sotros”. No quiso decir cuándo iba a venir, sinoque anunció que el día del juicio tenía que venir detal modo que producirá en todos un gran terror. Yese día, ciertamente, se va acercando, aunque nodetermina el tiempo que tardará en llegar» (Tra-tado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VIII,33).

El hombre festeja su propio tiempo enla medida en que busca la eternidad decada instante y la vive en la misma vidade Dios. No existe ningún día que hayaque esperar más allá de la historia; cadadía encierra en sí la eternidad para quienlo vive en unión con Dios, sobre todo enla celebración eucarística que reactualizasacramentalmente el sacrificio redentor delCalvario.

ViernesAños impares

–Sabiduría 13,1-9: A través de la crea-ción el hombre debe elevarse al conoci-miento de Dios. San Pablo dice: «Desdela creación del mundo, se deja Dios ver ala inteligencia a través de sus obras, supoder eterno y su divinidad» (Rom 1,20).Oigamos a San Agustín:

«El libro de la Sabiduría [13,8-9] acusa a losque consumieron su tiempo y las ocupacionesde sus discusiones en estudiar y en cierto modomedir las criaturas: investigaron las órbitas de losastros, los intervalos de las estrellas, los caminosde los cuerpos celestes, hasta tal punto que, conciertos cálculos lograron la ciencia de predecir loseclipses del sol, de la luna y, según predecían, serealizaban en el día y hora, en la intensidad y par-te anunciadapor ellos. ¡Gran habilidad! ¡Gran ta-lento! Pero, cuando buscaban al Creador, que noestaba lejos de ellos, no lo hallaron. Si lo hubieranhallado lo tendrían consigo... ¿Por qué buscas unavoz más fuerte? A ti te están clamando el cielo yla tierra: “Dios me hizo”» (Sermón 68,6).

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–Con razón decimos en el Salmo 18:«El cielo proclama la gloria de Dios, elfirmamento pregona la obra de sus ma-nos, el día al día le pasa el mensaje, la no-che a la noche se lo susurra. Sin que ha-blen sin que pronuncien, sin que resuenesu voz, a toda la tierra alcanza su pregóny hasta los límites del orbe su lenguaje».La gran Palabra de Dios, al alcance detodos, es la misma creación. Cristo mis-mo enseñó a descubrir el sentido de laspalabras de Dios, que habla en las cosasmás pequeñas de la naturaleza. San Juande la Cruz dice:

«¡Oh bosques y espesuras plantadas por lamano del Amado! ¡Oh prado de verduras de flo-res esmaltado, decid si por vosotros ha pasado!Mil gracias derramando, pasó por estos sotoscon presura y, yéndolos mirando, con sola sufigura vestidos los dejó de su hermosura».

Años pares–2 Juan 4-9: Quien permanece en la

doctrina, vive con el Padre y el Hijo. Elamor es inseparable de la verdad. El amora los hermanos y el servir a los hombresno serán solidarios del amor a Dios másque si el creyente mantiene su fe en Jesu-cristo, Dios y Hombre. La verdadera fe yla verdadera caridad son indisociables.Enseña San Cirilo de Jerusalén:

«Velad cuidadosamente no sea que el enemigodespoje a algunos desprevenidos y remisos; oque algún hereje pervierta alguna cosa de las queos han sido entregadas. Recibir la fe es como po-ner en el banco el dinero que os hemos entregado;Dios os pedirá cuenta de ese depósito» (Cate-quesis 5 sobre la fe y el símbolo).

–Con algunos versos del Salmo 118 lla-mamos dichoso al que camina en la vo-luntad del Señor, el que guardando suspreceptos, lo busca de todo corazón. Poreso decimos al Señor sinceramente: «Tebusco de todo corazón, no consientas queme desvíe de tus mandamientos. En micorazón escondo tus consignas, así nopecaré jamás. Haz bien a tu siervo, y vivi-

ré y cumpliré tus palabras. Ábreme losojos y contemplaré las maravillas de tuvoluntad».

–Lucas 17,26-37: Un día se manifies-tará el Hijo del Hombre. Es la doctrinaescatológica del Evangelio, que nos hacemantenernos siempre alertas y prepara-dos por la esperanza. Comenta San Agus-tín:

«Hermanos míos, muchos que no creen ni hanoído la voz de los santos patriarcas serán halla-dos como se halló la multitud en tiempos de Noé:no se salvaron más que aquellos que entraron enel arca. Si reflexionasen y cambiasen sus cami-nos, alejándolos de la impiedad y se convirtierana nuestro Señor, satisfarían por sus pecados y,acudiendo con lágrimas a su misericordia, con todacerteza no pecarían... Teman, pues, los hombresser hallados así en el último día. Nosotros, her-manos, comportémonos de manera que cambie-mos nuestros caminos alejándolos de la impiedady enmendemos nuestras costumbres, para queaquel día nos encuentre preparados, puesto que,nunca miente quien dice que ha de venir. Cuídatede dudar de lo que es verdad» (Sermón 346,A).

SábadoAños impares

–Sabiduría 18,14-16; 19,6-9: El Pasodel Mar Rojo. Aquel día la creación obe-deció al Creador. La gran primavera deIsrael es aquella en la que Dios lo libra delyugo egipcio, mediante una serie de in-tervenciones providenciales, la más asom-brosa de las cuales se afirma en la plagadécima: el exterminio de los primogénitosde los egipcios. El Ángel exterminador«pasó» de largo por las casas de los he-breos, y el libro de la Sabiduría en la lec-tura de hoy lo expresa así: «un silencio loenvolvía todo y, al mediar la noche su ca-rrera, tu Palabra poderosa se abalanzócomo paladín inexorable, desde el tronoreal de los cielos al país condenado».

Lo más importante en la celebración dela pascua judía es esto, la liberación, el

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“paso” de Yahvé, el «paso» del Mar Rojo...Y de modo semejante, en nuestra Pascuacristiana lo más decisivo es la liberacióndel pecado por el bautismo, el «paso» dela muerte a la vida, del pecado a la gracia,de las tinieblas a la luz, de la esclavitud ala libertad de los hijos de Dios.

–Con el Salmo 104 recordamos las ma-ravillas del Señor. Le cantamos al son deinstrumentos, hablamos de sus maravi-llas, nos gloriamos de su nombre santo...Y recordamos que «hirió de muerte a losprimogénitos del país»... Sacó a su pue-blo cargado de oro y plata, y entre sustribus nadie tropezaba. Y todo esto lo hizoasí el Señor «porque se acordaba de lapalabra sagrada que había dado a su sier-vo Abrahán; sacó a su pueblo con ale-gría, a sus escogidos con gritos de triun-fo».

Años pares–3 Juan 5-8: Debemos sostener a los

hermanos, colaborando así a la propa-gación de la verdad. El problema de laremuneración de los predicadores esabordado más de una vez en el Nuevo Tes-tamento. El ministro de la Palabra es untestigo de la gratuidad de Dios, por tantodebe reflejarla en su comportamiento.Pero no se pone en duda que el obrero delEvangelio «merece su salario». Él da gra-tuitamente la palabra de salvación y losque la reciben deben, en conciencia, dargratuitamente a quienes les da gratuita-mente tan precioso don.

San Pablo, en general, no quiso seguiresa pauta, y apenas aceptó algunas ayu-das. Los apóstoles de la Palabra divina dangratuitamente y solo gratuitamente han derecibir. La palabra que ellos proclamanmueve el agradecimiento de los fieles.Siempre ha sido así. Los fieles son agra-decidos a quienes les entregan bienes es-pirituales que les ayudan a vivir la vidapresente y a conseguir la vida eterna.

–Por eso decimos con el Salmo 111:«Dichoso quien teme al Señor y ama decorazón sus mandatos... En su casa ha-brá riqueza y abundancia, su caridad esconstante, sin falta. En las tinieblas brillacomo luz, el que es justo, clemente, com-pasivo... Dichoso el que se apiada y pres-ta y administra rectamente sus asuntos.El justo jamás vacilará, su recuerdo seráperpetuo». Dios es providente. Él suscitaen el hombre los buenos sentimientos paracon los que dirigen sus pasos a la Casa deDios, a una vida buena, santa y compro-metida con el Evangelio.

–Lucas 18,1-8: Dios hará justicia a suselegidos, que le suplican día y noche. Éstaes la maravillosa eficacia de la oración.Comenta San Agustín:

«¿Pensáis, hermanos, que no sabe Dios lo queos es necesario? Lo sabe y se adelanta a vuestrosdeseos, Él que conoce nuestra pobreza. Por eso,al enseñar la oración y exhortar a sus discípulos aque no hablen demasiado en la oración, les dice:“no empleéis muchas palabras”... (Mt 6,7-8). Sisabe nuestro Padre lo que necesitamos antes deque se lo pidamos, ¿para qué las palabras aunquesean pocas?... Porque Él también dijo: “pedid yse os dará”. Y para que no pienses que se trata dealgo incidentalmente dicho, añade: “buscad y ha-llaréis”. Y para que ni siquiera esto lo considerescomo dicho de paso, advierte lo que añade, miracómo concluye: “llamad y se os abrirá”... Él qui-so, pues, que pidieras para recibir, que buscasespara hallar y que llamases para entrar» (Sermón80,2).

Debemos aceptar en nuestra oración lostiempos y plazos que Dios tenga determi-nado para todas las circunstancias denuestra vida. Oremos sin descanso, sindecaimiento, constantemente. Oremosconfiadamente, con humildad, a ejemplode la Virgen, que conserva lo que ve ensu Hijo, meditándolo en su corazón, y loexalta en el Magnificat.

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Semana 33

DomingoEntrada: «Dice el Señor: tengo desig-

nios de paz y no de aflicción; me invoca-réis y yo os escucharé, os congregarésacándoos de los países y comarcas pordonde os dispersé» (Jer 29,11.12.14).

Colecta (del Veronense): «Señor, Diosnuestro, concédenos vivir siempre alegresen tu servicio, porque en servirte a ti,creador de todo bien, consiste el gozo ple-no y verdadero».

Ofertorio (del Misal anterior y antes delGregoriano): «Concédenos, Señor, queesta ofrenda sea agradable a tus ojos, nosalcance la gracia de servirte con amor ynos consiga los gozos eternos».

Comunión: «Para mí lo bueno es estarjunto a Dios, hacer del Señor mi refugio»(Sal 72,26); o bien: «Cualquier cosa quepidáis en la oración, creed que os la hanconcedido, y lo obtendréis» (Mc 11,23-24).

Postcomunión (del Veronense): «Ahoraque hemos recibido el don sagrado de tusacramento, humildemente te pedimos,Señor, que el memorial que tu Hijo nosmandó celebrar, aumente la caridad entodos nosotros».

CICLO ALas lecturas primera y tercera exhortan

al trabajo y a hacer fructificar los donesdel Señor. La segunda lectura nos animaa estar vigilantes y a vivir con sobriedad,para esperar siempre la venida del Señor.La Iglesia quiere fijar nuestra mirada decreyentes en el «Día del Señor», el díadel retorno definitivo de Cristo, al final dela historia y de los tiempos, para coronarsu obra de salvación (Ef 1,10). No pode-mos, no debemos, prepararnos para laeternidad, relegando temerariamente esapreparación para el último instante denuestra existencia terrena.

–Proverbios 31,10-13.19-20.30-31:Trabaja con la destreza de tus manos. Bajoel símil de la mujer prudente y amorosa-mente afanada en el bien de los suyos, laliturgia nos presenta los afanes de la Ma-dre Iglesia para hacernos dignos de la sal-vación para el día del retorno de su Se-ñor. ¿Cuál es la mujer ideal? ¿Cuál es elfundamento de su obras laudables y fruc-tuosas? No su gracia exterior, ni su belle-za física, cosas falaces y efímeras, sinoel temor de Dios, esto es, su piedad reli-giosa, unida a su rectitud moral.

Es éste un ejemplo de cómo, a travésde la fiel dedicación a los propios debe-res, se puede vivir y realizar santamentela propia existencia. La vida, en cualquie-ra de sus honestas modalidades posibles,ha de ser vivida con un sentido de res-ponsabilidad y de generosidad, sin cerrar-nos en nosotros mismos, sino abriéndo-nos y dándonos a los demás.

–Con el Salmo 127 proclamamos di-choso al que teme al Señor y sigue suscaminos; comerá del fruto de su trabajo,será dichosos y le irá bien.

–1 Tesalonicenses 5,1-6: El día del Se-ñor llegará como un ladrón en la noche.

32º Semana del Tiempo Ordinario

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Ante la esperanza en el que ha de venir,Cristo Jesús, el apóstol San Pablo lanzaun grito de alerta: no nos durmamos en lainconsciencia de los que no tienen fe, sinomantengámonos vigilantes y vivamos so-briamente. Comenta San Agustín:

«Mantente en vela durante la noche para queno sufras la acción del ladrón. El sueño de la muer-te vendrá quieras o no» (Sermón 93,8).

Los creyentes que, por el bautismo, hanvenido a ser hijos de la luz e hijos del día,no se encuentran en las tinieblas de lasfalsas seguridades y en la ceguera espiri-tual, sino en la luz de la vigilancia y de lasobriedad, esto es, en una preparación ac-tiva y lúcida. Ésta deberá consistir, ade-más de la oración incesante, en el cum-plimiento fiel de los deberes diarios y enla atención a la obra de Dios y su desa-rrollo histórico. De este modo no solo es-peran, sino que salen al encuentro de suSeñor con las lámparas encendidas.

–Mateo 25,14-30: Como has sido fielen lo poco, pasa al banquete de tu Señor.Desgraciados los hombres que, por in-consciencia o irresponsabilidad, habrán depresentarse ante Dios con las manos va-cías. Comenta San Agustín:

«Da, pues, el dinero del Señor; mira por el pró-jimo... No pienses que basta con conservar ínte-gro lo recibido, no sea que te digan: “siervo mal-vado y perezoso, debías haber entregado mi di-nero, para que yo, al volver, lo recobrase con in-tereses”; y no sea que se le quite lo que habíarecibido y sea arrojado a las tinieblas exteriores.Si los que pueden conservar íntegro todo lo quese les ha dado deben tener pena tan dura, ¿quéesperanza les queda a quienes lo malgastan deforma impía y pecaminosa?» (Sermón 351,4).

La frivolidad de vida y de obras pone alhombre en riesgo permanente de esterili-dad escatológica: olvida insensatamente sucondición radical de simple administradorde los bienes divinos, recibidos en usu-fructo y condicionados a una rendiciónfinal de cuentas.

CICLO B Se aproxima el fin del Año litúrgico, y

las lecturas primera y tercera nos hablandel fin del mundo. La segunda lectura nospresenta a Cristo en cuanto Sumo Sacer-dote glorificado junto a Dios, después dehaber salvado a los hombres por su sa-crificio en la Cruz. Al culminar el Año dela Iglesia se nos proponen temas esca-tológicos. Es preciso estar alerta. La vidatemporal solo se vive una vez. «Está es-tablecido que el hombre muera una solavez, y después el juicio» (Heb 9,27). Elmisterio de Cristo se consumará para no-sotros en la eternidad. Pero es en el tiem-po cuando nos acecha a diario el riesgode frustrar en nosotros sus designios ysu obra de salvación.

–Daniel 12,1-3: En aquel tiempo se sal-vará tu pueblo. En nuestro destino eter-no la iniciativa es siempre de Dios, quetiene fijado el momento, y de Cristo, quenos ha garantizado la resurrección para laeternidad. Pero su desenlace en bienaven-turanza o condenación es también respon-sabilidad nuestra en el quehacer de cadadía. Para todo mal –persecución, impie-dad, pecado– existe un final. En él se ac-túa un juicio que es de salvación para al-gunos, los justos perseguidos, y de con-dena para otros, los impíos perseguido-res. Salvación que es realizada en una re-surrección gloriosa para los «sabios» yde ignominia para los «necios». Solo enel misterio de Dios se revelará el misteriode la grandeza y de la gloria de los justos.Pero, ¿quién se tiene a sí mismo por jus-to?

–Con el Salmo 15 imploramos «Proté-geme, Dios mío, que me refugio en ti. ElSeñor es el lote de mi heredad y mi copa,mi suerte está en su mano. Tengo siem-pre presente al Señor, con Él a mi dere-

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cha no vacilaré. Por eso se me alegra elcorazón, se gozan mis entrañas y mi car-ne descansa serena. No me entregarás ala muerte ni me dejarás conocer la co-rrupción. Me enseñarás el sendero de lavida, me saciarás de gozo en tu presen-cia, de alegría perpetua a tu derecha».

–Hebreos 10,11-14.18: Con una solaofrenda ha perfeccionado a los que vansiendo consagrados. El sacrificio del Co-razón Redentor de Cristo y su sacerdociomediador ante el Padre son la garantía desalvación que a todos los hombres se nosconcede en el tiempo de gracia, cual esnuestra vida en el tiempo presente. DiceTeodoreto de Ciro:

«Alabemos nosotros al legislador de lo nuevoy de lo antiguo y, para que obtengamos de Él suauxilio, pidamos que, cuando cumplamos sus di-vinas leyes, alcancemos los bienes prometidosen Jesucristo nuestro Señor, para el cual es lagloria junto con el Padre y el Santísimo Espírituahora y siempre, por los siglos de los siglos,Amén» (Comentario a Heb. 13,25).

La irrepetibilidad del Sacrificio de Cris-to, su capacidad de hacer perfectos a loshombres y su eficacia infinita para satis-facer al Padre, nos manifiesta su superio-ridad sobre los sacrificios del Antiguo Tes-tamento, diariamente repetidos e incapa-ces para quitar el pecado. La Eucaristíaque celebramos es memorial, reactualiza-ción sacramental del sacrificio redentordel Calvario. El mayor acto posible del cul-to. Con ella damos a Dios plena alabanza,plena acción de gracias, y le ofrecemosplena satisfacción y petición.

–Marcos 13,24-32: Reunirá a sus ele-gidos de los cuatro vientos. Por cuantono sabemos el tiempo ni la hora de nues-tro encuentro definitivo para la eternidad,solo la esperanza responsable puede man-tenernos en vigilancia amorosa para el«Día del Señor». Comenta San Agustín:

«Que nadie pretenda conocer el último día, esdecir, cuándo ha de llegar. Pero estemos todos en

vela mediante una vida recta, para que nuestroúltimo día particular no nos halle desprevenidos,pues de la forma como haya dejado el hombre suúltimo día, así se encontrará en el último del mun-do. Serán las propias obras las que eleven u opri-man a cada uno... ¿Quién ignora que es una penatener que morir necesariamente y, lo que es peor,sin saber cuándo? La pena es cierta e incierta lahora; y, de las cosas humanas, solo de esta penatenemos certeza absoluta» (Sermón 97,1-2).

CICLO CLos temas escatológicos están tratados

en la primera y segunda lectura. San Pa-blo exhorta a que las especulaciones so-bre el fin del mundo no alejen a los cris-tianos de sus propios deberes cotidianos.El presente Domingo constituye un pre-gón litúrgico de la segunda venida del Se-ñor al final de los tiempos, en su gloriosacondición de Juez de vivos y muertos.

–Malaquías 4,1-2: Os iluminará un Solde justicia. Toda la revelación divina nosanuncia el «Día del Señor». Como el díadel juicio definitivo e irresistible: «Venid,benditos de mi Padre... Apartaos, maldi-tos»... Esta perspectiva escatológica solose entiende y acepta por la fe. El «Día delSeñor» es seguro, no solo como algo fi-nal, sino como una intervención constan-te que anuncia y prepara el Juicio último.Hay que esperarlo con fe, trabajando hon-radamente, en intensa oración, y cumplien-do nuestros propios deberes.

Esa fe en la segunda venida la alumbraa diario nuestro Señor Jesucristo, el «Solde Justicia» o «Luz de lo alto», que yahizo su primera venida. El Reino de Dioscomienza con la presencia de Cristo, consu predicación, que lo anuncia, con suresurrección y con el envío del EspírituSanto. Este Reino es salvación para to-dos los que lo acogen con fe y con amor.

–Por eso decimos con el Salmo 97: «ElSeñor llega para regir la tierra con justi-

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cia». Nos alegramos por ello. Tocamosinstrumentos músicos y aclamamos alRey y Señor. En Él tenemos toda nuestraconfianza. Todo lo esperamos de Él.

–2 Tesalonicenses 3,7-12: El que no tra-baja que no coma. La esperanza del «Díadel Señor» no aliena al cristiano auténticoen su quehacer cotidiano en el tiempo,antes bien, le exige la santificación de sustrabajos en cada momento. El cristianono huye del mundo. No desprecia el mun-do, sino que lo ama, como cosa queridapor Dios, pero tiene una reserva críticaporque el mal ha contaminado el mundo.De tal modo usemos las cosas tempora-les que no perdamos las eternas. Todo hasido hecho para nosotros, pero nosotrossomos de Cristo y Cristo de Dios. Noquedemos, pues, cautivados por los bie-nes efímeros del mundo presente.

–Lucas 21,5-19: Con vuestra pacien-cia salvaréis vuestras almas. Ante la in-certidumbre sobre el momento en que severificará nuestro encuentro final con Cris-to, solo la vigilante perseverancia es ga-rantía de salvación. Comenta San Agustín:

«Ésta es la fe cristiana, católica y apostólica.Dad fe a Cristo, que dice: “no perecerá ni unosolo de vuestros cabellos” (Lc 21,18), y, una vezeliminada la incredulidad, considerad cuánto va-léis. ¿Quién de nosotros puede ser despreciadopor nuestro Redentor, si ni siquiera un solo cabe-llo lo será? O ¿cómo vamos a dudar de que ha dedar la vida entera a nuestra carne y a nuestraalma, Aquel que por nosotros recibió alma y car-ne para morir, la entregó al momento de la muer-te, y la volvió a recobrar para que desaparecieseel temor a morir?» (Sermón 214,12).

No seamos irresponsables ante la sal-vación de los demás, ni inconscientes denuestra vocación de santidad en el tiem-po. Recordemos siempre que se nos hade juzgar al final por el bien que pudimoshacer e hicimos o por el bien que pudi-mos hacer y omitimos.

LunesAños impares

–1 Macabeos 1,11-16.43-45.57-60:Apostasía en Israel y reacción en un gru-po de fieles. A lo largo de la antigua his-toria de la salvación, la fidelidad divina serevela inmutable, y contrasta con la cons-tante infidelidad del hombre. En la pleni-tud de los tiempos, Cristo, el testigo fielde la verdad, comunica a los hombres lagracia de que está lleno, haciéndolos ca-paces de merecer la corona de vida, y deimitar su fidelidad hasta la muerte. Pero,también antes de Cristo se encontraronen Israel grupos elegidos de almas fieles,que prefirieron morir antes que quebran-tar la ley, como se recuerda en esta lectu-ra de hoy.

–Con algunos versos del Salmo 118reafirmamos nuestra fidelidad a los man-damientos de Dios, y pedimos la libera-ción de los malvados: «Dame vida, Se-ñor, y guardaré tus decretos. Sentí indig-nación ante los malvados, que abandonantu voluntad. Los lazos de los malvadosme envuelven, pero no olvido tu volun-tad. Líbrame de la opresión de los hom-bres y guardaré tus decretos. Ya se acer-can mis inicuos perseguidores, están le-jos de tu voluntad. La justicia está lejosde los malvados, que no buscan tus le-yes. Viendo a los renegados sentía asco,porque no guardan tus mandatos».

Años pares–Apocalipsis 1,1-4; 2,1-5: No nos en-

friemos en el amor. Cristo, autor de la Nue-va Alianza, es el Primogénito de toda cria-tura, en cuanto que está por encima detodo otro poder celeste o terrestre. SanCesáreo de Arlés escribe:

«En realidad todo lo que parece decir [el Señor]a las siete Iglesias se aplica a la única Iglesia ex-tendida por toda la tierra, porque en el número

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siete se hace referencia a toda la plenitud. Así,pues, mediante los ángeles designa a la Iglesia; yen los ángeles muestra las dos partes, es decir, alos buenos y a los malos. Por ello no solo alaba,sino que también increpa, de modo que la alaban-za se dirige a los buenos y la increpación a losmalos. Así el Señor en el Evangelio ha designadoa todo un cuerpo de propósitos como un solosiervo bienaventurado y malvado, que cuandovenga será dividido por el mismo Señor (Mt 24,51;Lc 12,46).

«¿Y cómo puede ser que un solo siervo seadividido si, dividido, no puede vivir? Es que elúnico siervo significa todo el pueblo cristiano.Porque si el pueblo fuese enteramente bueno nosería dividido, pero como no solo contiene a losbuenos sino también a los malos, por eso ha deser dividido. Y los buenos oirán: “venid, bendi-tos de mi Padre”...; pero los ladrones y losadúlteros, los que no han hecho misericordia, oi-rán: “apartáos de mí, malditos”... (Mt. 25, 34 y41). Todo lo que en el Apocalipsis se dice a cadauna de las iglesias, hermanos muy queridos, con-viene a cada uno de los hombres que forman par-te de la Iglesia única» (Comentario al Apocalipsis2,5).

–Con el Salmo 1 decimos: «Dichoso elhombre que no sigue el consejo de losimpíos, ni entra por la senda de los peca-dores, ni se sienta en la reunión de loscínicos, sino que su gozo es la ley delSeñor y medita su ley día y noche. Serácomo un árbol plantado al borde de laacequia: da fruto en su sazón y no se mar-chitan sus hojas, y cuanto emprende tie-ne buen fin. No así los impíos, no así; se-rán paja que arrebata el viento; porque elSeñor protege el camino de los justos, peroel camino de los impíos acaba mal».

–Lucas 18,35-43: Señor, que veamos.La obediencia amorosa de Cristo hasta en-tregar su vida inaugura en Él un Reino,que no es de este mundo. En toda su vidaterrestre fue peregrino de la Jerusalén ce-lestial. Así es también la Iglesia, Cuerpode Cristo. Ella peregrina en esta tierra con-tinuamente en su afán cotidiano hasta larealización perfecta, más allá de la muer-te. La Iglesia convoca a todo miembro

suyo a ser un peregrino del Reino. Esteperegrinar le lleva a dar su vida entera porla construcción del Reino. Ser peregrinodel Reino es, en definitiva, seguir a Jesús,caminando iluminado por la luz de la fe.San Agustín se fija más en la curación delciego:

«Gritaba el ciego cuando pasaba Jesús. Temíaque pasara y no le curara. ¿Cómo gritaba? Hastael punto de no callar, aunque la muchedumbre selo ordenaba. Venció oponiéndose a ella, y vo-ceando consiguió al Salvador. Al vocear la mu-chedumbre y prohibirle gritar, se paró Jesús, lollamó y le dijo: “¿Qué quieres que haga?” Y élcontestó: “Señor, que vea”. “Mira, tu fe te hasalvado”. Amad a Cristo. Desead la luz de Cris-to. Si aquel ciego desea la luz corporal, ¡cuántomás debéis desear vosotros la del corazón! Grite-mos ante Él no con la voz, sino con las costum-bres. Vivamos santamente, despreciemos el mun-do, consideremos como nulo todo lo que pasa»(Sermón 349,5).

MartesAños impares

–2 Macabeos 6,18-31: Eleazar prefieremorir antes que desobedecer al Señor. Elcristiano es un embajador del Señor, perono es dueño del mensaje que transmite.Por eso su intransigencia para guardar lapureza del mensaje no se podrá tachar defanatismo o de integrismo, sino de fideli-dad a una misión debidamente aceptada.Esto le traerá a veces persecuciones, co-mo a Jesucristo, a los Apóstoles y a to-dos los Santos, pero en esto está la ale-gría y el triunfo. Ya pasó el tiempo de juz-gar las cosas con la oscura mentalidadhumana. Hemos de tener el corazón siem-pre abierto a todos los pensamientos delEspíritu Santo, guardando la fortaleza yla simplicidad del corazón.

–Con el Salmo 3 expresamos nuestraconfianza de que el Señor nos sostenga.En realidad son muchos los enemigos quese levantan contra nuestra vida espiritual,muchas fuerzas que se oponen a nuestra

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intimidad filial con Dios: mundo, demo-nio y carne. Y al vernos a veces tan aba-tidos, muchos creen y dicen que ya nonos protege Dios. Pero no es verdad. ElSeñor es nuestro escudo y nuestra gloria.Él mantiene alta nuestra cabeza, puescuando lo invocamos, Él nos escucha des-de su monte santo. Podemos, pues, dor-mir tranquilos, pues el Señor nos sostie-ne y nos guarda.

Años pares–Apocalipsis 3,1-6.14-22: Yo llamo, y

si alguno me abre, entraré y comeremosjuntos. Dos de las Iglesias aludidas en elApocalipsis reciben reproche: una por sufalta de cuidado y otra por su tibieza. Sondeficiencias permanentes en unas u otraspartes de la Iglesia. También en nuestrosdías. Los fundamentos habituales de la es-peranza vacilan, y lo que era interpretadoantes con un sentido puramente religio-so, adquiere con frecuencia un valor y unsentido profanos. La fe entonces palide-ce. Dios parece que está ausente. Tene-mos necesidad de que se nos despierte elsentido religioso y misterioso de los acon-tecimientos cotidianos y de los futuros es-catológicos. Hemos de abrir las puertasde nuestro corazón a Cristo, tener granintimidad con Él, corresponderle con ungran amor al que Él nos ha tenido y nostiene.

–Con el Salmo 14 confesamos que aquelque procede honradamente y practica lajusticia, el que tiene intenciones leales yno calumnia con su lengua, el que no hacemal al prójimo, ni difama a su vecino, elque ora por la conversión de los impíos yhonra a los que temen al Señor, el que noes usurero, ni acepta soborno contra elinocente, ése nunca fallará, pues el Señorestá con él y le sostiene con su fuerza.

–Lucas 19,1-10: El Hijo del Hombreha venido a buscar y salvar lo que estabaperdido. No viene solamente para hacer-

se amigo de la gente justa y buena. Co-menta San Agustín:

«¿Acaso Zaqueo poseía justamente sus rique-zas? Leed y ved. Era el jefe de los publicanos, esdecir, aquel a quien se entregaban los tributospúblicos. De ahí sacó sus riquezas. Había opri-mido a muchos, a muchos se las había quitado,mucho había almacenado. Entró Cristo en su casay le llegó la salvación, como así le dice el Señor:“hoy llegó la salvación a esta casa”. Contempladahora en qué consiste la salvación.

«Primeramente deseaba ver al Señor, y comoera de estatura pequeña, la muchedumbre se loimpedía, por lo que él se subió a un sicómoro yvio lo que pasaba. Jesús lo miró y dijo: “Zaqueo,baja, conviene que yo me detenga en tu casa...Querías verme al pasar, pues hoy me encontraráshabitando en tu casa”. Entró en ella el Señor. Lle-no de gozo dijo Zaqueo: “Daré a los pobres lamitad de mis bienes... Y si a alguno quité algo, ledevolveré el cuádruplo”. Se infligió a sí mismouna condena, para no incurrir en la condenación.Por lo tanto, vosotros, con lo que tenéis que pro-ceda del mal, haced el bien» (Sermón 113,3).

MiércolesAños impares

–2 Macabeos 7,20-31: El Creador deluniverso os devolverá el aliento y la vida.Siete hermanos, junto con su madre, su-fren el martirio por no abandonar la fe deIsrael y romper con la Alianza. ComentaSan Agustín:

«Uno solo es el Dios de los tres niños del hor-no de Babilonia y el de los Macabeos; a los pri-meros los libró del fuego, a los segundos los dejómorir en el tormento. ¿Cambió de parecer? ¿Ama-ba más a los primeros que a los segundos? Ma-yor fue la corona concedida a los Macabeos. Cier-tamente aquellos escaparon del fuego, pero lesestaba reservando los peligros de este mundo;para éstos, en cambio, acabaron en el fuego todoslos peligros. No había tiempo ya para ningunaotra prueba; solo para la coronación. En conse-cuencia los Macabeos recibieron más.

«Sacudid vuestra fe, aplicad los ojos del cora-zón, no los de la carne. Tenéis, en efecto, otrosojos interiores; son obra del Señor, que abrió los

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ojos de nuestro corazón cuando os otorgó la fe.Preguntad a esos ojos quiénes recibieron más: losMacabeos o los tres niños. Pregunto a la fe. Sipregunto a los hombres, amantes de este mundo,dirán: “yo quisiera estar con aquellos tres niños”.Es la respuesta de un alma débil. Avergüénzateante la madre de los Macabeos, pues ella prefirióque sus hijos muriesen, porque sabía que no mo-rirían» (Sermón 286,6).

–Con el Salmo 16 oramos al Señor, ha-ciendo nuestros los mismos sentimientosde los Macabeos, cuando por el martiriopasan de este mundo al otro: «Al desper-tar, Señor, me saciaré de tu semblante.Señor, escucha mi apelación, atiende a misclamores, presta oído a mis súplicas, queen mis labios no hay engaño. Mis piesestuvieron firmes en mis caminos, y novacilaron mis pasos. Yo te invoco porquetú me respondes, Dios mío, inclina el oídoy escucha mis palabras. Guárdame comoa las niñas de tus ojos, a la sombra de tusalas escóndeme. Pero yo con mi apela-ción vengo a tu presencia, y al despertarme saciaré de tu semblante».

Años pares–Apocalipsis 4,1-1: Santo es el Señor,

soberano de todo, el que era y el que es.Juan, valiéndose de imágenes de los anti-guos profetas de Israel –Isaías, Ezequiely Daniel– contempla a Dios en su majes-tad real. El Señor está rodeado del mundoespiritual y de la Iglesia, simbolizada porlos ancianos, que cantan eternamente sugloria. Explica San Cesáreo de Arlés:

«Los ancianos significan la Iglesia, como diceIsaías: “cuando Él sea glorificado en medio de susancianos” (24,23). Ahora bien, los veinticuatroancianos son los prepósitos y los pueblos. Enlos doce Apóstoles se indica a los prepósitos yen los otros doce el resto de la Iglesia... De laIglesia salen los herejes –relámpago y voces–,pues “salieron de entre nosotros” (1 Jn 2,19).Pero también hay en ese texto otro significado, asaber, que los rayos y voces indican la predica-ción de la Iglesia. En las voces reconoce las pala-bras, en los relámpagos los milagros... “El marsemejante al cristal” es la fuente del bautismo;

“delante del trono” quiere decir, antes del juicio.Pero por trono se entiende a veces, el alma santa,tal como está escrito: “el alma del justo es la sedede la sabiduría” (Prov 12,23). Otras veces signifi-ca a la Iglesia, en la que Dios tiene su sede...

«Los ojos [de los animales] son los manda-mientos de Dios, que tienen la facultad de ver elpasado y el futuro. En el primer animal, semejan-te a un león, se muestra la fortaleza de la Iglesia;en el novillo, la pasión de Cristo. En el terceranimal, que es semejante a un hombre, se repre-senta la humildad de la Iglesia; porque ella no sejacta en absoluto con un sentimiento de orgullo,aun cuando posee la adopción filial. El cuartoanimal representa a la Iglesia, semejante a un águi-la, es decir, volando libremente y elevada porencima de la tierra por dos alas, levantada por losdos Testamentos o por los dos mandamientos»(Comentario al Apocalipsis 4).

–Por eso alabamos a Dios con el Sal-mo 150, comenzando por el trisagio:«Santo, Santo, Santo es el Señor, sobera-no de todo. Alabad al Señor en su templo,alabadlo en su fuerte firmamento. Alabadlopor sus obras magníficas, alabadlo porsu inmensa grandeza, alabadlo tocandotrompetas, alabadlo con arpas y cítaras,alabadlo con tambores y danzas, alabadlocon trompetas y flautas, alabado con pla-tillos sonoros, alabadlo con platillos vibran-tes. Todo ser que alienta alabe al Señor».

–Lucas 19,11-28: ¿Por qué no pusistemi dinero en un banco? Hemos de hacerfructificar los dones que hemos recibidode Dios. Hemos de rendir cuentas de ellosal mismo Dios que nos los ha otorgado.Comenta San Agustín:

«Sabemos de qué modo amenaza aquellamisericordiosa avaricia del Señor, que por do-quier busca extraer ganancias de su dinero, y quedice a su siervo perezoso, que entorpece las ga-nancias del Señor: “siervo malvado, por tu bocate condenas”... Nosotros no hemos hecho otracosa que dar el dinero del Señor, y Él será elexactor no solo de aquel criado, sino de todosnosotros. Cumplamos, pues, el oficio del que vadelante dando, sin usurpar el del exactor» (Ser-món 279,12).

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JuevesAños impares

–1 Macabeos 2,15-29: Queremos vivirsegún la Alianza de nuestros padres. Laresistencia de los judíos fieles, que su-fren la persecución de los paganos, seconcretiza en Matatías, el padre de losMacabeos. Él se rebela contra los oficia-les encargados de obligar a la apostasía.Marca con su actitud fiel el comienzo delenfrentamiento armado. La adhesión aDios vale más que todas las riquezas delmundo. Esto es lo que nos enseña la lectu-ra de hoy. El poderoso mundo quiere com-prar a Matatías, para que renuncie a susprincipios religiosos y siga los paganos.Pero el precio del servicio de Dios es mu-cho mayor que todos los bienes de estemundo. San Ireneo dice:

«El servir a Dios en nada afecta a Dios, ni tieneDios necesidad alguna de nuestra sumisión. Él es,por el contrario, quien da la vida, la incorrupcióny la gloria eterna a los que le siguen y sirven,beneficiándolos por el hecho de seguirle y servir-le, sin recibir de ellos beneficio alguno» (Contralas herejías 4).

Esto es lo que, arriesgando sus vidas yperdiéndola a veces, hicieron aquellos ju-díos piadosos para observar fielmente laley santa del Señor.

–Con el Salmo 49 proclamamos la feli-cidad de ser fieles al Señor, como aque-llos judíos piadosos de la lectura anterior:«Al que sigue buen camino le haré ver lasalvación del Dios. El Dios de los dioses,el Señor habla: convoca la tierra de orien-te a occidente. Desde Sión, la hermosa,Dios resplandece. “Congregadme a misfieles, que sellaron mi pacto con un sa-crificio”. Proclame el cielo su justicia,Dios en persona va a juzgar. Ofrece a Diosun sacrificio de alabanza, cumple tus vo-tos al Altísimo, e invócame el día del pe-ligro: yo te libraré, y tú me darás gloria».

Nosotros también nos vemos tentadoscomo aquellos judíos perseguidos, que sonpara nosotros una gran ejemplo. Tambiénel mundo quiere que demos culto a mu-chos ídolos que pone en nuestro camino,como son el dinero, el poder, los hono-res, la fama, el placer...

Años pares–Apocalipsis 5,1-10: El Cordero fue de-

gollado y con su sangre nos ha compradode toda nación. El Cordero que nos hacomprado con su sangre es Cristo, muertoy resucitado, el único que puede abrir ellibro, esto es, el único que sabe hacer pa-tentes los secretos de Dios sobre el por-venir de la Iglesia y del mundo. EscribeSan Cesáreo de Arlés:

«“Cantan un cántico nuevo”, es decir, profie-ren públicamente su profesión de fe. Es verdade-ramente una novedad el que el Hijo de Dios sehaga hombre, muera, resucite y suba al cielo yconceda a los hombres la remisión de los peca-dos. Pues la cítara, es decir, una cuerda tensasobre la madera, significa la carne de Cristo unidaa la pasión; mas la copa representa la confesión yla propagación del nuevo sacerdocio. “La apertu-ra de los sellos” es el desvelamiento del AntiguoTestamento» (Comentario al Apocalipsis 5).

–Con el Salmo 149 cantamos nosotrosal Señor un cántico nuevo, y así resuenasu alabanza en la asamblea de los fieles,se alegra Israel, la Iglesia, por su Creadory por su Redentor, los hijos de Sión y dela Iglesia por su Rey. «Alabemos su nom-bre con danzas, cantémosle con tambo-res y cítaras, porque el Señor ama a supueblo». Dios nos entregó a su Unigénitopara redimirnos, y Él adorna con la vic-toria a los humildes. Festejemos su glo-ria, cantemos jubilosos en la asamblea li-túrgica, con vítores a Dios en la boca.Esto es un honor para todos sus fieles,para toda la Iglesia.

–Lucas 19,41-44: Jesús llora por suamada Jerusalén, que no ha comprendi-do su gran amor, y prevé los castigos que

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le vendrán. Es un gran misterio. Adore-mos los designios del Señor. Es verdadque la Iglesia de Jesucristo es el Israel delos tiempos nuevos. Es verdad que losapóstoles eran todos judíos, así como lamayor parte de los miembros de las pri-meras comunidades cristianas. Pero tam-bién es cierto que el pueblo judío, tantoen sus representantes cuanto en sus ins-tituciones, rechazaron la salvación me-siánica que les ofrecía el Señor, como he-rederos de las promesas. Es un misterio.Israel no entró en la conversión supremaque Jesucristo exigía de él para que fuerael gran instrumento de su misión univer-sal. El pueblo judío rechazó a Jesucristo,y por eso Él llora. Orígenes dice:

«hay que ver ante todo la significación de suslágrimas. Todas las bienaventuranzas de las queJesús habló en el Evangelio las confiesa Él mismocon su ejemplo, y lo que enseñó lo prueba con supropio testimonio... Conforme a lo que ha dicho:“bienaventurados los que lloran” (Mt 5,5), Éllloró para plantar también el fundamento de estabienaventuranza. Lloró sobre Jerusalén, dicien-do: “si hubieras conocido también tú la visita dela paz”» (Comentario al Evangelio de San Lucas38,1-2).

También a nosotros nos puede pasar al-go semejante si no sabemos discernir enlas vicisitudes de nuestra vida lo que con-duce a la paz, si no correspondemos congran amor al inmenso amor que Cristonos tuvo y nos tiene.

ViernesAños impares

–1 Macabeos 4,36-37.52-59: Celebrancon alegría la consagración del altar, conofrendas y holocaustos. Tras la victoriade los fieles resistentes, Judas Macabeopurifica el templo, y el pueblo celebra conjúbilo su consagración. El templo de Je-rusalén es el centro del culto a Yavé. A élacude todo piadoso israelita de cualquierparte del país para contemplar el «ros-

tro» de Dios, y es para los fieles objeto deun amor conmovedor. Por eso cuando eltemplo es profanado por el rey Antíoco,que instala en él un culto idolátrico paga-no, los judíos se sublevan para defender-lo, y el primer objetivo de su guerra santaes justamente purificar el templo, parareanudar en él el culto tradicional. Cuan-do muere Cristo el velo de aquel antiguotemplo venerable se rasga, para significarque el culto antiguo ha sido sustituido porotro culto más espiritual y perfecto: el deCristo, el de la Iglesia. Con todo, al prin-cipio, los apóstoles simultaneaban su cul-to euca-rístico con las oraciones en el tem-plo. Pero en el año 70 sufre una completadestrucción, que significa en forma deci-siva que su función ha terminado ya. Ynunca ha sido reconstruido.

–Alabamos al Señor con un cántico dellibro 1 Crónicas 29: «Alabamos, Señor,tu nombre glorioso. Bendito eres, Señor,Dios de nuestro padre Israel, por los si-glos de los siglos. Tuyos son, Señor, lagrandeza y el poder, la gloria, el esplen-dor y la majestad, porque tuyo es cuantohay en cielo y tierra. Tú eres Rey y Sobe-rano de todo: de ti viene la riqueza y lagloria. Tú eres el Señor del universo, entu mano está el poder y la fuerza, tú en-grandeces y confortas a todos».

Años pares–Apocalipsis 10,8-11: La Palabra de

Dios ha de ser primero asimilada y luegoproclamada. Esto es lo que significa enese lugar del Apocalipsis «comer el libro».La historia es el producto del encuentrode dos libertades: la de Dios y la del hom-bre. Y Dios tiene unos planes acerca deeste encuentro, sobre todo desde que Je-sucristo pronunció su «Sí» incondicionala la nueva Alianza. San Cesáreo de Arléscomenta:

«“En la boca” se entienden los cristianos bue-nos y espirituales; “en el vientre”, los carnales y

33º Semana del Tiempo Ordinario

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lujuriosos. Por consiguiente, cuando se predica lapalabra de Dios, ella es dulce para los espiritua-les, pero para los carnales –para los cuales, se-gún el Apóstol, “su Dios es el vientre” (Flp 3,19)–la palabra es amarga y áspera» (Comentario alApocalipsis 10).

Las Escrituras consuelan, efectivamen-te, no porque ellas descubran de antema-no la evolución de los acontecimientos pre-vistos por Dios, sino porque ayudan arevelar el sentido profundo de la presen-cia de Dios en los acontecimientos queviven los hombres.

–Con unos versos del Salmo 118 deci-mos «¡qué dulce al paladar tu promesa,Señor! Mi alegría es el camino de tus pre-ceptos, más que todas las riquezas. Tuspreceptos son mi delicia, tus decretos sonmis consejeros. Más estimo yo los precep-tos de tu boca que miles de monedas deoro y plata. Qué dulce al paladar tu pro-mesa: más que miel en la boca. Tus pre-ceptos son mi herencia perpetua, la ale-gría de mi corazón. Abro la boca y respi-ro, ansiando tus mandamientos».

–Lucas 19,45-48: Habéis convertido laCasa de Dios en una cueva de bandidos.Jesús se indigna ante la profanación deltemplo, que ha de ser «Casa de oración».Es una lección para nosotros. El respetoal templo ha de ser ahora mayor aún queentonces. Es ahora el lugar de la reactua-lización sacramental del sacrificio reden-tor del Calvario, y allí está Cristo realmentepresente en el sagrario. Es el lugar de laoración y de la vida sacramental de la Igle-sia. Dice San Ambrosio:

«Él expulsó a los cambistas. Pero, ¿de quiénson figura estos tratantes sino de los que procu-ran enriquecerse con los tesoros del Señor, notratando de distinguir lo que es un bien de lo quees un mal? El gran tesoro del Señor es la divinaEscritura, ya que en el momento de partir Él,distribuyó los denarios entre sus servidores y lesrepartió los talentos (Mt 25, 14; Lc 19,13)... Siexiste el tesoro de las Escrituras, es evidente quese puede hablar también de los intereses de la

Escritura» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib. IX,18).

«Las mesas de los cambistas caen por tierrapara poner en su lugar la mesa del Señor [la Euca-ristía], y es destrozada el ara con el fin de puedansurgir los altares» (ib. 20).

SábadoAños impares

–1 Macabeos 6,1-13: Muero de triste-za, por el daño que hice en Jerusalén.Antíoco Epifanes, el perseguidor, es ata-cado por una enfermedad, lejos de su país,y muere reconociendo que sufre el casti-go de sus faltas. El pueblo de Dios a lolargo de su historia pasa por la experien-cia de la persecución; ésta no perdona alHijo de Dios, que ha venido a salvar almundo, y es odiado por él. Todo culminaen su pasión y muerte en Cruz. Tambiénsus discípulos sufren persecución a lolargo de los siglos.

Pero, los perseguidos vencieron siem-pre, incluso cuando fue motivada la per-secución por los pecados del pueblo. Lahistoria muestra el fin de los perseguido-res, unos convertidos, como es el casode San Pablo, prodigio admirable al co-mienzo del cristianismo; otros despe-chados y doloridos por su fracaso, comoes el caso de Juliano el Apóstata y de tan-tos otros. Confiemos siempre en el Se-ñor. Pasan los hombres, pasan los perse-guidores, pero Dios, Cristo y su Iglesiapermanecen para siempre.

–Con el Salmo 9 cantamos al Señor quenos defiende de los enemigos: «Gozaré,Señor, de tu salvación. Te doy gracias,Señor, de todo corazón, proclamando to-das tus maravillas. Me alegro y exultocontigo y toco en honor de tu nombre.Porque mis enemigos retrocedieron, ca-yeron y perecieron ante tu rostro. Repren-diste a los pueblos, destruiste al impío yborraste para siempre su apellido. Los pue-

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blos se han hundido en la fosa que hicie-ron, su pie quedó prendido en la red queescondieron. Él no olvida jamás al pobre,ni la esperanza del humilde perecerá».

Años pares–Apocalipsis 11,4-12: Los dos testigos

se oponen a los dos bestias. Habla el Apo-calipsis de dos Bestias malignas y de dostestigos fieles de Cristo que les resisten ycombaten. Comenta San Cesareo deArlés:

«Éstos son los dos “que están”, no los queestarán. “Los dos candelabros” es la Iglesia, peropor causa del número de los dos Testamentosdijo dos; de igual modo que dijo cuatro ángelespara significar la Iglesia, aun cuando sean siete,siguiendo el número de los ángeles de la tierra, yasí toda la Iglesia es representada por los sietecandelabros, si bien enumera uno o más de unosegún los lugares. Zacarías contempló un solocandelabro de siete brazos (4,2-14), y estos dosolivos, es decir, los dos Testamentos, vierten elaceite en el candelabro, es decir en la Iglesia. Asícomo en el mismo lugar tiene los siete ojos –lagracia septiforme del Espíritu Santo–, que estánen la Iglesia y observan atentamente toda la tie-rra... Si alguno hiere o quisiera herir a la Iglesia,con las oraciones de su boca será consumido porel fuego divino, ya sea en el presente para sucorrección, ya sea en el siglo futuro para su con-denación» (Comentario al Apocalipsis 11).

–Con el Salmo 143 decimos: «Benditoel Señor, mi Roca, que adiestra mis ma-nos para el combate, mis dedos para lapelea. Mi bienhechor, mi alcázar, mi ba-luarte donde me pongo a salvo; mi escu-do, mi refugio, que me somete los pue-blos. Dios mío, te cantaré un cántico nue-vo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas;para ti que das la victoria a tu pueblo es-cogido y salvas a tus siervos». Tú salvasa la Iglesia, a todas las almas que en ticonfían.

–Lucas 20,27-40: No es Dios de muer-tos, sino de vivos. En la enseñanza de esteEvangelio, Jesús afirma la realidad mara-

villosa del mundo nuevo y reafirma la re-surrección. Comenta San Ambrosio:

«Los saduceos, que eran la parte más detesta-ble de los judíos, tientan al Señor con esta cues-tión. Abiertamente Él les reprende entonces sumalicia y, en un sentido místico, retuerce su posi-ción, precisamente con la doctrina de una casti-dad ejemplar, tomando pie del problema que ellosle propusieron, ya que, según la letra, una mujerdebería casarse, aun contra su voluntad, para queel hermanos del difunto le diese un heredero. Deaquí el dicho “la letra mata” (2 Cor 3,6), comouna propagadora de vicios, mientras que el Espí-ritu es el maestro de la castidad... Para la sinago-ga la ley, literalmente tomada, es muerte, mien-tras que aceptada en sentido espiritual, la haceresucitar» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.IX, 37 y 39).

Recibiendo esa doctrina con verdaderoespíritu de fe, vivamos de tal modo quetengamos una resurrección gloriosa.

33º Semana del Tiempo Ordinario

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Semana 34

En lugar de este último domingo del tiempoordinario, se celebra la solemnidad de Jesucristo,Rey del universo. Pero en las ferias de esta sema-na 34, se emplean las siguientes oraciones:

Entrada: «Dios anuncia la paz a su pue-blo y a sus amigos, y a los que se con-vierten de corazón» (Sal 84,9).

Colecta: «Mueve, Señor, los corazonesde tus hijos, para que, correspondiendogenerosamente a tu gracia, reciban conmayor abundancia la ayuda de tu bondad».

Ofertorio: «Recibe, Señor, estos donessagrados que nos mandaste consagrar atu nombre, y para que ellos nos hagangratos a tus ojos, concédenos obedecersiempre tus mandatos».

Comunión: «Alabad al Señor todas lasnaciones, firme es su misericordia connosotros» (Sal 116,1-2); o bien: «Sabedque yo estoy con vosotros todos los días,hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Postcomunión: «Dios todopoderoso, yaque nos has alegrado con la participaciónen tu sacramento, no permitas que nosseparemos de ti».

LunesAños impares

–Daniel 1,1-6.8-20: Excelencia de laascesis cristiana. Para Daniel y los otrosjóvenes judíos que estaban con él la vidaen la corte dificultaba gravemente la fide-lidad a la ley. Pero actuaron consecuente-mente y Dios los premió, pues no solo lesdotó de buen aspecto, sino que los colmóde toda clase de sabiduría, de forma queante el rey quedaron por encima de losdemás. Por ello el ascendiente de Danielen la corte fue extraordinario. Dios pre-mia siempre a quien es fiel a sus manda-tos, y lo premia a veces ya en esta vida,pero con toda certeza en la otra.

En todo caso siempre el hombre fiel tie-ne la conciencia en paz, pues ha cumpli-do con su deber principal, que es obede-cer a Dios. La vida ascética, bien llevada,nos conduce a los premios eternos, peroya en esta vida los pregustamos, gozandode una mayor libertad de espíritu, la liber-tad propia de los hijos de Dios.

–El cántico de los tres jóvenes, en Da-niel 3, nos sirve de Salmo responsorial:«Bendito eres, Señor, Dios de nuestrospadres. Bendito tu nombre santo y glo-rioso. Bendito eres en el templo de tu santagloria, Bendito eres sobre el trono de tureino. Bendito eres tú que, sentado sobrequerubines, sondeas los abismos. Bendi-to en la bóveda del cielo». Siempre he-mos de cantar himnos de alabanza y deacción de gracias al Señor por el bien queconstantemente hace a su Iglesia y a no-sotros en particular.

Años pares–Apocalipsis 14,1-3.4b-5: Llevar en la

frente el nombre de Cristo y de su Padre.Cristo es descrito en el Apocalipsis ro-deado de sus elegidos, los mártires, quecantan un cántico nuevo. San Cesáreo deArlés explica:

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«Nosotros entendemos aquí el nombre de Cris-to y se muestra su semejanza que la Iglesia adoraen verdad: la hostilidad de los herejes [que la Igle-sia sufre] es semejante a la que sufrió Él; éstosson los que, persiguiendo espiritualmente a Cris-to, sin embargo participan en la gloria del signode la Cruz de Cristo. Por esto es por lo que se hadicho que el nombre de la bestia es un númerohumano» (Comentario al Apocalipsis 14).

–Cantamos con el Salmo 23: «Del Se-ñor es la tierra y cuanto la llena, el orbe ytodos sus habitantes: Él la fundó sobrelos mares, Él la afianzó sobre los ríos.¿Quién puede subir al monte del Señor?¿Quién puede estar en el recinto sacro? Elhombre de manos inocentes y puro cora-zón, que no confía en los ídolos. Ése re-cibirá la bendición del Señor, le hará justi-cia el Dios de salvación. Éste es el grupoque busca al Señor, que viene a tu pre-sencia, Dios de Jacob».

El creyente que admira el poder, la gran-deza y la sabiduría de Dios en la crea-ción, no puede quedar silencioso. Ha dereconocer y agradecer abiertamente queen todas las criaturas resplandece la in-mensa bondad de Dios. Ha de ver su pre-sencia en toda la creación, y de modo es-pecial en los templos, que son comorecordatorios de la presencia de Dios en-tre los hombres, y sobre todo en el sagra-rio: Cristo está realmente presente en elsacramento de la Eucaristía.

–Lucas 21,1-4: La generosidad de lospobres: el óbolo de la pobre viuda. Laviuda entrega de su indigencia. Suele de-cirse que «solo se da aquello que se tie-ne»; pero ella solo posee lo que ha dado.Oigamos a San Agustín:

«Mucho abandonó quien se despojó de la es-peranza del siglo, como aquella pobre viuda, quedepositó dos ochavos en el cepillo del templo.Según el Señor nadie echó más que ella... ¿Quiénse dignó poner los ojos en ella? Sólo Aquel que alverla no miró si la mano estaba llena o no, sino elcorazón... Nadie dio tanto como la que nada re-servó para sí» (Sermón 105,A,1).

MartesAños impares

–Daniel 2,31-45: Dios suscitará un Rei-no eterno. Interpreta Daniel el sueño de laestatua colosal, construida con diversosmateriales. Su explicación muestra la his-toria como colisión de fuerzas simboliza-das en los diversos imperios, que se opo-nen a la instauración del Reino por exce-lencia, el Reino de Dios, el de Cristo, elde los Santos. La piedra que cae y des-truye la estatua es para algunos el mono-teísmo yavista, sublimado en Cristo,opuesto a la idolatría –la estatua– de losgrandes imperios. Es un Reino nuevo, lla-mado a extenderse rápidamente sobre todala tierra. Por lo mismo hay que dar a esapiedra un significado mesiánico, en susentido pleno. Cristo es la piedra angular,que desecharon los constructores, peroque ha venido a ser el punto clave del Reinoespiritual de Dios.

–Sigue como Salmo responsorial el cán-tico de los tres jóvenes, en Daniel 3:«Criaturas todas del Señor, bendecid alSeñor; ángeles del Señor, bendecid al Se-ñor; aguas del espacio, ejércitos del Se-ñor, bendecid al Señor». Toda la natura-leza debe ser un canto de alabanza al Diosprovidente y eterno que, no obstante ha-berse manifestado a los patriarcas y pro-fetas de Israel, sigue Altísimo y trascen-dente, sentado sobre querubines, que pe-netra con su mirada lo más profundo delos abismos. Su trono real es el firma-mento de los cielos. Desde allí asiste ma-jestuoso, desplegando su providencia so-bre su pueblo y sobre los justos. Por esotoda la naturaleza, desde los ángeles has-ta las bestias, y los mismos seres inani-mados, deben alabarlo sin fin. Nosotros,los hombres cristianos, con mayor razón,pues tenemos más dones que los que re-cibieron los justos en el Antiguo Testamen-

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to: tenemos a Cristo, sus sacramentos,su Iglesia y su mensaje de santidad.

Años pares–Apocalipsis 14,14-19: Llega la hora

de la siega. Se acerca la venida gloriosade nuestro Señor Jesucristo, que ya ensu primera venida logró la victoria sobrelas fuerzas del mal. El juicio de Dios estan grande y perfecto, tan justo y miseri-cordioso, como Dios mismo. ComentaSan Cesáreo de Arlés:

«Describe, pues, a la Iglesia en su gloria, que sehace blanca especialmente después de las llamasde la persecución. Tenía en su cabeza una coronade oro fino. Éstos son los ancianos con las coro-nas de oro. Y en su mano una hoz afilada. Enefecto, esta hoz separa a los católicos de los here-jes, a los santos de los pecadores, tal como dice elSeñor de los segadores. Pero hay que pensar queel segador visto en la nube blanca es especialmen-te Cristo en persona. ¿Quién es el vendimiadorque viene detrás de Él, si no es el mismo Cristo,pero en su cuerpo que es la Iglesia? Quizá no nosequivocamos si vemos en estos tres ángeles quesalieron el triple sentido de las Escrituras: histó-rico, moral y espiritual; pero en cuanto a la hozhay desacuerdo. Y arrojó al grande en el lagar dela cólera de Dios. No en el gran lagar, sino que Élarroja al mismo grande en el lagar, es decir, a todoorgulloso» (Comentario al Apocalipsis 14,14-19).

–Con el Salmo 95 aclamamos al Señor,que llega a regir la tierra. «Decid a lospueblos: “el Señor es Rey, Él afianzó elorbe y no se moverá; Él gobierna a lospueblos rectamente”. Alégrese el cielo,goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lollena; vitoreen los campos y cuanto hayen ellos, aclamen los árboles del bosque,delante del Señor, que ya llega, ya llega aregir la tierra, regirá el orbe con justicia ylos pueblos con fidelidad». En nuestroSeñor Jesucristo confiamos, pues a Él leha sido dado «todo poder en el cielo y enla tierra» (Mt 28,18). Nos abandonamosa su inmensa misericordia y bondad.

–Lucas 21,5-11: No quedará piedra so-bre piedra. Jesús anuncia la destrucción

del templo de Jerusalén. Comenta San Am-brosio:

«Existe, sin embargo, otro templo, construidocon piedras preciosas y adornado con ofrendas...Él hace referencia a la sinagoga de los judíos, cuyavieja construcción se disolvió cuando surgió laIglesia. Pero en verdad, también en cada hombreexiste un templo, que se derrumba cuando falla lafe y, especialmente, cuando se lleva hipócrita-mente el nombre de Cristo, sin que un afecto in-terior corresponda a tal nombre.

«Quizás sea ésta la exposición que mayoresbienes me reporta a mí. Porque, ¿de qué me sirvesaber el día del juicio? Y puesto que tengo con-ciencia de tantos pecados, ¿de qué me aprovechael que Dios venga si no viene a mi alma ni a miespíritu, si no vive en mí Cristo, ni Él habla enmí? Por esta razón Cristo debe venir a mí, suvenida tiene que llevarse a cabo en mi persona. Lasegunda venida del Señor tendrá lugar al fin delmundo, cuando podamos decir: “el mundo estácrucificado para mí y yo para el mundo” (Gal6,14)” (Tratado Sobre el Evangelio de San Lucaslib.X, 6 y 7).

Miércoles Años impares

–Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28: Apa-recieron unos dedos de mano escribiendoen el muro. El banquete de Baltasar le ofre-ce a Daniel una nueva oportunidad de mos-trar su sabiduría, al descifrar la inscrip-ción. El relato intenta convencer a los ju-díos y a nosotros de que los acontecimien-tos de la historia de los hombres son otrostantos eslabones, encadenados entre sí,que aceleran la llegada del fin. Existe, portanto, una estrecha conexión entre la his-toria de los hombres y el designio de lasalvación de Dios. La religión de los adi-vinos de Baltasar es incapaz de conocerel sentido y la finalidad de la historia, por-que el dios que ellos adoran es caduco,no existe. Nadie puede competir con Dios,ni en ciencia ni en poder, y, sobre todo,nadie puede impunemente ofenderlo conactos sacrílegos.

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–Sigue como canto responsorial Daniel3, es decir, la alabanza a Dios de los tresjóvenes en el horno: «Sol y luna bendecidal Señor. Astros del cielo, lluvia y rocío,vientos todos, fuego y calor, fríos y hela-das... bendecid al Señor». Él es digno denuestras aclamaciones por las innumera-bles maravillas que ha realizado en la his-toria de la salvación, en nuestra historiapresente, en nuestra propia alma, con in-finita misericordia. Por eso merece todanuestra correspondencia en el amor.

Años pares–Apocalipisis 15,1-4: Cantaban el cán-

tico de Moisés, el cántico del Cordero.Como los israelitas cantaron a Dios des-pués de cruzar el mar Rojo, así tambiéncantan los que han vencido en este mun-do a la Bestia y han llegado al cielo. LaBestia es el enemigo sobre el que ellos hantriunfado por el poder de Cristo. Y susfieles, en el cielo, recordando sus pasa-das calamidades, cantan gozosos un cán-tico de victoria, un himno de acción degracias. Este canto es un eco de otras ala-banzas que se encuentran en el AntiguoTestamento, en las que se canta la gran-deza y santidad del Creador del mundo,así como la justicia omnipotente del Se-ñor, que tiene en sus manos las riendasde la historia. Dice San Cesáreo de Arlés:

«Es el canto de uno y otro Testamento, quecantan éstos de los que acabamos de hablar... Eltemplo, ya lo hemos dicho, significa la Iglesia»(Comentario al Apocalipsis 15,3).

–Unidos a ellos cantamos también no-sotros con el Salmo 97: «Grandes y ad-mirables son tus obras, Señor, Dios so-berano de todo. Cantad al Señor un cánti-co nuevo, porque ha hecho maravillas; sudiestra le ha dado la victoria, su santo bra-zo. El Señor da a conocer su victoria, re-vela a las naciones su justicia; se acordóde su misericordia y su fidelidad en favorde la casa de Israel. Retumbe el mar y

cuanto contiene, la tierra y cuantos la ha-bitan; aplaudan los ríos, aclamen los mon-tes. Ante el Señor que llega para regir latierra. Regirá el orbe con justicia y lospueblos con rectitud».

–Lucas 21,12-19: Todos os odiarán porcausa de mi nombre, pero ni un cabellode vuestra cabeza perecerá. En las perse-cuciones que sufrimos, de tal modo secumplen las palabras de Cristo, que aque-llas no destruyen nuestra esperanza, sinoque la confirman.

El final de los tiempos vendrá precedi-do de una persecución violenta contra losdiscípulos de Jesús. Pero éstos recibirándel mismo Cristo una forma de expresar-se y una sabiduría tales, que serán capa-ces de resistir hasta el martirio. Con superseverancia salvarán sus almas. Comen-ta San Agustín:

«El que nos creó nos dio garantías aun sobrenuestros propios cabellos. Si Dios cuenta nues-tros cabellos, ¡cuánto más contará nuestras cos-tumbres! Ved que Dios no desprecia ni siquieravuestras cosas más insignificantes. Si las despre-ciara, no las crearía. En efecto, Él creó nuestroscabellos, que tiene contados... ¿Por qué, pues,temes a un hombre, tú, hombre que te hallas en elseno de Dios? Procura no salir de tal seno. Cual-quier cosa que sufras allí dentro te servirá de sal-vación, no de perdición» (Sermón 62,15).

JuevesAños impares

–Daniel 6,11-27: Dios envió a su ángela cerrar las fauces de los leones. Danieles condenado a ser arrojado vivo en elfoso de los leones, pues a pesar de la pro-hibición real, tres veces al día, según lasanta costumbre de Israel, eleva su ora-ción al único Dios vivo y verdadero. Espreservado maravillosamente por el Se-ñor, y el rey entonces proclama su fe enel verdadero Dios. La lectura de hoy se-ñala la necesidad de la oración, su gran-diosa eficacia, y el valor de su fiel asidui-

34º Semana del Tiempo Ordinario

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dad, cuando se eleva en los tres momen-tos tradicionales del sacrificio del templo.Una vez más comprobamos que la provi-dencia de Dios está sobre todas las vicisi-tudes de la vida y, sobre todo, que nuncaha quedado desmentida la protección so-lícita con que guarda a sus siervos fieles.

–Con textos de Daniel 3 unimos denuevo nuestra oración a la de los tres jó-venes: «Rocíos y nevadas, témpano y hie-los, escarchas y nieves, noche y día, luzy tinieblas, rayos y nubes... bendecid alSeñor. Bendiga la tierra al Señor». Siga-mos también nosotros alabando al Señorpor sus innumerables beneficios. EscribeSan Bernardo:

«A quien humildemente se reconoce obligadoy agradecido por los beneficios, con razón se leprometen muchos más. Pues el que se muestrafiel en lo poco, con justo derecho será constituídosobre los muchos; así como, por el contrario, sehace indigno de nuevos favores quien es ingrato alos que ha recibido antes» (Sermón sobre el Sal-mo 50).

Años pares–Apocalipsis 18,1-2.21-23–19,1-3,9:

Ha caído Babilonia, la gran ciudad. Loselegidos entonan en el cielo un cánticoeterno. Babilonia, símbolo del imperiomundano hostil al Reino, está condenadaa la destrucción. Y el Señor se mantienefiel a sus designios de salvación sobre loshombres. Escribe San Cesáreo de Arlés:

«¿Es que las ruinas de una sola ciudad puedencontener todos los espíritus impuros y todo pá-jaro impuro, o aquel tiempo en que la misma ciu-dad cayese, el mundo entero sería abandonado alos espíritus y a los pájaros impuros y éstoshabitarán en las ruinas de una sola ciudad? Noexiste ciudad alguna que solo contenga almas im-puras, a no ser la ciudad del diablo, en la cualhabita toda impureza en los hombres malos detoda la tierra. Los reyes que dijo que perseguían aJerusalén son los hombres malos que persiguen ala Iglesia.

«Cada vez que oís nombrar a Babilonia, her-manos queridísimos, no entendáis una ciudad

construída con piedras, porque “Babilonia” sig-nifica “confusión”, como se ha repetido variasveces; pero reconoced que con este nombre sedesigna a los hombres soberbios, ladrones, luju-riosos e impíos, recalcitrantes en sus pecados;por el contrario, cada vez que vosotros oyéseis elnombre de Jerusalén, que quiere decir visión depaz, entended por ella los hombres santos quepertenecen a Dios» (Comentario al Apocalipsis18,1-3).

–Con el Salmo 99 aclamamos al Señory convocamos la tierra entera a «servir alSeñor con alegría, a entrar en su presen-cia con vítores. Pues el Señor es Dios. Élnos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejasde su rebaño. Entremos por sus puertascon acción de gracias, por sus atrios conhimnos, dándole gracias y bendiciendo sunombre. El Señor es bueno, su misericor-dia es eterna, su fidelidad por todas lasedades». Correspondámosle con todonuestro amor, asociémonos a la liturgiade los ángeles y santos. Cantemos jubi-losos los salmos en nuestra liturgia cris-tiana, en la que hemos de participar conmente y corazón.

–Lucas 21,20-28: Jerusalén será piso-teada por los gentiles, hasta que a los gen-tiles les llegue su hora. La profecía relati-va al final de los tiempos augura primeroel cerco de la ciudad santa por obra delos poderes paganos. Luego llegará la horade los gentiles, en la que se desencadena-rá la persecución contra la Iglesia. Peroel triunfo es de Cristo y de su Iglesia. Lamisma historia de la Iglesia nos confortaen esta esperanza: ella sigue en pie y per-manece, mientras que sus perseguidoresperecieron y pasaron. Comenta San Am-brosio:

«De hecho, Jerusalén fue asediadada y tomadapor los ejércitos romanos, y por eso los judíoscreyeron que se había cumplido entonces “la abo-minación de la desolación” (Mt 24,75; Dan 9,27),ya que los romanos arrojaron al templo la cabezade un puerco, mofándose de las observancias ri-tuales de los judíos. De ahí algo que yo no diría nisiquiera en estado de delirio. Y es que “la abomi-

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nación de la desolación” es el execrable aconteci-miento propio del anticristo, puesto que él, consus funestos sacrilegios, mancha el santuario delas almas y, sentado, como sigue la narración en eltemplo, se quiere apropiar del trono del Diosonmipotente.

«Y en un sentido espiritual se nos previenemuy atinadamente que debemos estar prepara-dos, ya que él [el anticristo] desea poner la marcade su perfidia sobre el corazón de cada uno, y,falsificando las Escrituras, quiere hacer ver a tra-vés de éstas que él es Cristo. Y entonces es cuan-do llegará la desolación, puesto que muchos, ca-yendo en el error, se separarán de la verdaderareligión» (Tratado sobre el Evangelio de SanLucas lib.X, 15 y 16).

ViernesAños impares

–Daniel 7,2-14: Vi venir una especiede hombre entre las nubes del cielo. Lascuatro bestias simbolizan cuatro reinos ocolectividades nacionales que se oponenal reino de los santos. Se anuncia el finpróximo de los grandes imperios terres-tres, el último de los cuales, en particular,somete a una cruel tiranía al pueblo elegi-do, y se suscita la confianza de un Reinode Dios próximo, gracias a la misericor-dia de un Hijo del Hombre y del pueblo delos santos. Cristo se apropió de este títu-lo de «Hijo del Hombre» en su predica-ción, y aludió a su final aparición solem-ne en las nubes del cielo (Mt 16, 27; 24,10;26,64; Mc 13,26; Lc 21,27; Ap 1,7;14,14).

–Seguimos con el cántico de los tresjóvenes, de Daniel 3: Montes y cumbres,cuanto germina en la tierra, manantiales,mares y ríos, cetáceos y peces, aves delcielo, fieras y ganados... bendecid al Se-ñor. Evoquemos cuanto se ha dicho so-bre la alabanza divina y acción de gra-cias, y vivamos lo que describe Casiano:

«Cuando el alma recuerda los beneficios queantaño recibió de Dios y considera aquellas gra-cias de que le colma en el presente, cuando dirigesu mirada hacia el porvenir sobre la infinita re-

compensa que prepara el Señor a quienes le aman,le da gracias en medio de indecibles transportesde alegría» (Colaciones 9).

Años pares–Apocalipsis 20,1-4.11–21,2: Los muer-

tos fueron juzgados según sus obras. Vila nueva Jerusalén que descendía del cie-lo. Después de la victoria de Dios sobrelos espíritus del mal, se hace alusión aljuicio final, y aparecen los mártires comoasesores de Cristo Juez. Luego, con elcielo nuevo y la tierra nueva, estalla la ale-gría eterna del universo renovado. El Apo-calipsis anuncia para entonces mil añosde perfecto reinado de Cristo. Y San Ce-sáreo de Arlés comenta:

«Estos mil años deben ser comprendidos comolos años que van desde la venida de Nuestro Se-ñor. Durante estos años el Señor prohibe al dia-blo que extravíe a los pueblos que están destina-dos a la vida eterna, para que puedan reconciliar-se con Dios aquellos a los que antes había extra-viado... Solamente los soberbios e impíos seránseducidos, pero los humildes y verdaderos cris-tianos no serán seducidos. “Muchos son los lla-mados, pero pocos los escogidos” (Mt 20,16)...Por falsos profetas se entiende a los herejes o losfalsos cristianos. En verdad, después del tiempoen que el Señor ha sufrido, la Bestia y los falsosprofetas mueren y son enviados al fuego hastaque se cumplan los mil años desde la venida delSeñor... La nueva Jerusalén... Ha dicho todo estoa propósito de la gloria que la Iglesia tendrá des-pués de la resurrección» (Comentario al Apoca-lipsis 20-21).

–Con el Salmo 83 decimos: «Mi almase consume y anhela los atrios del Señor,mi corazón y mi carne retozan por el Diosvivo»... Anhelemos los altares del Señorde los ejércitos, nuestro Rey y nuestroDios. Dichosos los que viven en su casa,alabándolo siempre. Dichosos los que en-cuentran en Él su fuerza y caminan debaluarte en baluarte. Confiando en el Amorque el Señor nos tiene, no hemos de te-mer nada, si también nosotros hemos co-rrespondido con gran amor al que el Se-ñor nos tiene.

34º Semana del Tiempo Ordinario

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86 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (7)

–Lucas 21,29-33: Cuando veáis que su-ceden estas cosas, sabed que está cerca elReino de Dios. La caída de Jerusalén fueun gran impulso providencial de Dios asu Iglesia, porque le ha obligado a abrirsedecididamente a las naciones y a estable-cer un culto espiritual, liberado del parti-cularismo del templo. Cada etapa de laevangelización del mundo, vinculada a ca-da etapa de la humanidad, es también unjalón en la historia de salvación que seconsumará en la venida final de Cristo.

Cada conversión del corazón, mediantela cual el hombre se abre más y más a laacción del Espíritu del Resucitado, es unanueva manifestación de la venida de Cris-to. Cada asamblea eucarística, reunida pre-cisamente hasta que vuelva con plenopoder el Hijo del Hombre sobre la nube,es el jalón por excelencia de ese aconteci-miento. Hemos de conocer los signos delos tiempos, como se conoce por los bro-tes de la higuera y de los árboles que laprimavera está cerca.

SábadoAños impares

–Daniel 7,15-27: El poder real y el do-minio será entregado al pueblo de los san-tos del Altísimo. No obstante las perse-cuciones del mundo, la victoria es denuestro Señor. Al fin se les hará justicia alos fieles, ya que la irresistible Autoridaddivina arrebatará el dominio al persegui-dor y lo dará a los santos para siempre. Eldesquite de éstos será total, y llegará comofruto de una gran paciencia. Oigamos aSan Cipriano:

«Esta virtud de la paciencia derrama sus frutoscon profusión y exuberancia por todas partes. Lapaciencia es la que nos recomienda y guarda paraDios; modera nuestra ira, frena la lengua, dirigenuestro pesar, conserva la paz, endereza la con-ducta, doblega la rebeldía de la pasión, reprime elorgullo, apaga el fuego de los enconos, contiene laprepotencia de los ricos, alivia la necesidad de los

pobres... Es la que fortifica sólidamente los ci-mientos de nuestra fe, y levanta en alto nuestraesperanza... Ella nos lleva a perseverar como hi-jos de Dios, imitando la paciencia del Padre» (Tra-tado de la paciencia 20).

–Sigue como canto responsorial el delos tres jóvenes, en Daniel 3: «Hijos delos hombres, bendecid al Señor. BendigaIsrael al Señor. Sacerdotes del Señor, sier-vos del Señor, almas y espíritu justos, san-tos y humildes de corazón... bendecid alSeñor». Así hemos de proceder en nues-tros días, de modo que toda nuestra vidasea una alabanza continuada al Señor. Ycuando nuestros labios no puedan mani-festar nuestro júbilo, que venga expresa-do en todo por nuestras obras, y que ele-ve nuestro pensamiento al Señor, alzandohacia Él constantemente breves oracio-nes o jaculatorias.

Años pares–Apocalipsis 22,1-7: Ya no habrá más

noche, porque el Señor irradiará luz so-bre ellos. Se describe la gloria de la nuevaJerusalén. Dios unitrino y la misma hu-manidad de Cristo resplandecen en me-dio de la ciudad y son su única Luz. Co-menta San Cesáreo de Arlés:

«El monte elevado, al cual San Juan dijo quehabía ascendido, representa el Espíritu. La ciu-dad de Jerusalén, que él dijo haber visto allí, esfigura de la Iglesia; es la que el mismo Señor mos-tró en el Evangelio cuando dijo: “no puede ocul-tarse una ciudad situada en la cima de un monte”(Mt 5,14). Y cuando dice que ella tiene una luzsemejante a una piedra preciosísima, ved en ellala gloria de Cristo. En las doce puertas y en losdoce ángeles reconoced a los apóstoles y a losprofetas...

«Y puesto que esta ciudad que es descrita re-presenta a la Iglesia, que está extendida por todala tierra, se dice que ella tiene tres puertas en cadauna de las cuatro partes a causa del misterio de laTrinidad. En la vara de oro mostró a los hombresde la Iglesia, frágiles en la carne, pero que tienenpor fundamento una fe luminosa... Lo que dice dela ciudad de oro, el altar de oro y las copas de oro,se trata de la Iglesia por su recta fe. Y el recipien-

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te muestra la pureza de esta fe»... (Comentarioal Apocalipsis 22).

–Con el Salmo 94 decimos: «Venid,aclamemos al Señor, demos vítores a laRoca que nos salva, entremos a su pre-sencia dándole gracias, aclamándolo concantos. Porque el Señor es un Dios gran-de, soberano de todos los dioses. Tieneen sus manos las simas de la tierra, sonsuyas las cumbres de los montes, suyoes el mar, porque Él lo hizo, la tierra fir-me que modelaron sus manos. Entremos,postrémonos por tierra, bendiciendo al Se-ñor, Creador nuestro. Él es nuestro Diosy nosotros su pueblo, el rebaño que Élguía». Dejémonos guiar por Él y así lle-garemos a la Jerusalén celeste, llamadavisión de paz.

–Lucas 21,34-36: Vigilancia y oraciónson las actitudes necesarias para esperarla venida del Señor. Jesucristo nos anun-cia en cada página del Evangelio un men-saje de esperanza. Cristo mismo es nues-tra única esperanza. Él es la garantía ple-na para alcanzar los bienes prometidos.Él nos muestra cuál debe ser el objeto prin-cipal de nuestra esperanza: el tesoro de laherencia incorruptible, la felicidad supre-ma de la posesión eterna de Dios. EscribeSan Basilio:

«El único motivo que te queda para gloriarte,oh hombre, y el único motivo de esperanza con-siste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vidafutura en Cristo» (Homilía 20 sobre la humil-dad).

Pero la esperanza no es posible, comodice San Agustín, si no hay amor (Sobrela fe, la esperanza y la caridad 117). Yen el atardecer de nuestra vida, como diceSan Juan de la Cruz, seremos examina-dos sobre el AMOR.

Asunción de la Virgen María

15 de agosto, solemnidad

Entrada: «Una señal grandiosa apare-ció en el cielo: una Mujer con el sol porvestido, la luna bajo sus pies y en la cabe-za una corona de doce estrellas» (Ap 12,1).O : «Alegrémonos todos en el Señor alcelebrar este día de fiesta en honor de laVirgen María: de su Asunción, se alegranlos ángeles y alaban al Hijo de Dios».

Colecta (como la oración del ofertorioy la postcomunión, procede del Misal an-terior, desde 1950): «Dios todopoderosoy eterno, que has elevado en cuerpo y almaa los cielos a la inmaculada Virgen María,Madre de tu Hijo, concédenos, te roga-mos, que aspirando siempre a las realida-des divinas, lleguemos a participar con ellade su misma gloria en el cielo».

Ofertorio: «Llegue a tu presencia, Se-ñor, nuestra humilde oblación, y por laintercesión de la Santísima Virgen María,que ha subido a los cielos, haz que nues-tros corazones, abrasados en tu amor, vi-van siempre orientados hacia ti».

Comunión: «Me felicitarán todas lasgeneraciones, porque el Poderoso ha he-cho obras grandes por mí» (Lc 1,48-49).

34º Semana del Tiempo Ordinario

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Postcomunión: «Después de recibir lossacramentos que nos salvan, te rogamos,Señor, que, por intercesión de la VirgenMaría, que ha subido a los cielos, llegue-mos a la gloria de la resurrección».

En la Virgen María, asunta en cuerpo yalma a los cielos, se ha consumado ple-namente el misterio Pascual de Cristo. Ellanos ha precedido en el tiempo como índi-ce de la capacidad regenerante y glori-ficadora de la obra de Cristo sobre la na-turaleza humana.

–Apocalipsis 11,19.12,1-6.10: Una Mu-jer vestida de sol, la luna por pedestal.María, Arca Nueva y Viva de la NuevaAlianza, realizadora de la presencia delEmmanuel en medio de su pueblo y en-tronizada, al fin, en la bienaventuranza.Ella es el signo plenamente logrado de laobra redentora de Cristo. Comenta SanGermán de Constantinopla:

«Ya que por medio de ti, oh santísima Madrede Dios, han cobrado esplendor los cielos y latierra, ¿acaso es posible que, con tu tránsito, de-jas a los hombres privados de tu asistencia? Enmodo alguno podemos pensarlo. Puesto que cuan-do habitabas en el mundo no eras ajena a las cos-tumbres celestiales, de igual modo, después dehaber emigrado de entre nosotros, no te has dis-tanciado en espíritu del tenor de vida de los sereshumanos» (Homilía 1 sobre la Dormición, 13,109-110).

–Con el Salmo 44 proclamamos: «Depie a tu derecha está la Reina enjoyadacon oro de Ofir... Prendado está el Reyde tu belleza... Las traen entre alegría yalgazara, van entrando en el palacio real»...

–1 Corintios 15,20-26: Primero resuci-ta Cristo, como primicia, después todoslos cristianos. La Asunción plena de Ma-ría en cuerpo y alma a los cielos, triunfopleno de la obra de Cristo en Ella, es tam-bién un índice consumado de nuestra vo-cación de resucitados para Cristo y parala eternidad. Comenta Modesto de Jeru-salén:

«Finalmente, tal como correspondía a lagloriosísima Madre de Aquel que es dador devida y de inmortalidad, le fue concedida la vidaeterna y la participación en la incorruptibilidadde su Hijo: Cristo, en efecto, nuestro Dios y Sal-vador, la resucitó de la muerte, haciéndola subirdel sepulcro y la elevó junto a Sí en los cielos delmodo que solo Él conoce» (Sermón sobre laDormición 14).

–Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hechoobras grandes por mí: enaltece a los hu-mildes. Grandes son las prerrogativas dela Virgen María, sobre todo su Materni-dad divina, con todo lo que antecede y si-gue a la misma. Escribe Antíoco Estra-tagio:

«Desde el tiempo en que nuestro Señor Jesu-cristo, el Hijo de Dios, gracias a su bondad paracon nosotros, se dignó aparecer en el mundo, na-ciendo de la santa e inmaculada Madre de Dios ysiempre Virgen María, nos ha concedido el donde la fortaleza necesaria para combatir al diablo, afin de que, para quien lo desea, resulte más fácilalcanzar la virtud de la virginidad a pesar de quesu práctica sea árdua y laboriosa.

«A los que de veras aman a Dios se les otorgaun feliz resultado y unos dones aún mayores, deacuerdo con su promesa. Nadie, sin embargo, pue-de alcanzar una virtud tan excelsa, si no tieneamor y si no posee la humildad debida, como loatestigua Aquella que es totalmente inmaculada,la siempre alabada y gloriosísima Madre de Dios,al entonar su cántico de alabanza en el que dice:“mi alma engrandece al Señor”» (Homilía 21).

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Todos los Santos

1 de Noviembre, solemnidad

Entrada: «Alegrémonos todos en el Se-ñor al celebrar este día en honor de todoslos Santos. Los ángeles se alegran en estasolemnidad y alaban a una al Hijos deDios».

Colecta (del Misal anterior): «Dios to-dopoderoso y eterno, que nos has otor-gado celebrar en una misma fiesta los mé-ritos de todos los Santos, concédenos, poresta multitud de intercesores, la deseadaabundancia de tu misericordia y tu per-dón».

Ofertorio (tomada del Misal de París de1738): «Dígnate aceptar, Señor, las ofren-das que te presentamos en honor de to-dos los Santos, y haz que sintamos inter-ceder por nuestra salvación a todos aque-llos que ya gozan de la gloria de la inmor-talidad».

Comunión: «Dichosos los limpios decorazón, porque ellos verán a Dios. Di-chosos los que trabajan por la paz, por-que ellos se llamarán los hijos de Dios.Dichosos los perseguidos por causa de lajusticia, porque de ellos es el reino de loscielos» (Mt 5,8-10).

Postcomunión (del Misal de París de1738): «Señor, te proclamemos admira-ble y el solo Santo entre todos los Santos;por eso imploramos de tu misericordiaque, realizando nuestra santidad por la par-ticipación en la plenitud de tu amor, pase-mos de esta mesa de la Iglesia peregrinaal banquete del Reino de los cielos».

Hoy la Iglesia en su liturgia nos presen-ta un cuadro plástico de lo mejor de lahumanidad redimida por Cristo: la Iglesiatriunfante ya en la Jerusalén celeste. Sonlos Santos de todos los tiempos. Tambiénlos Santos que solo Dios conoce. De ellos,algunos han sido proclamados oficialmen-te por la Iglesia y se les da culto; otros, lamayoría, nos son desconocidos, pero san-tos también y por eso hoy los veneramosa todos en una misma solemnidad. Sonun ejemplo para nosotros y nuestros in-tercesores.

–Apocalipsis 7,2-4.9-14: Vi una muche-dumbre inmensa, que nadie podía contar,de toda nación, razas, pueblos y lenguas.El destino eterno del hombre se libra adiario en la vida temporal, cualquiera quesea su raza, la condición y estado de cadahombre.

–1 Juan 3,1-3: Veremos a Dios tal cuales. La santidad cristiana es siempre unainiciativa del de Amor de Dios sobre elhombre, aunque queda bajo la responsa-bilidad de los propios hombres el secun-dar esa iniciativa y esa elección, respon-diendo con amorosa conciencia de hijosde Dios.

–Mateo 5,1-12: Estad alegres y conten-tos, porque vuestra recompensa será gran-de en el cielo. Las bienaventuranzas evan-gélicas son el camino auténtico que Cris-to nos ha garantizado con su vida y consu gracia para la santidad cristiana. Sonla semblanza modélica del propio Cora-zón de Jesucristo.

Todos los Santos

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La voluntad de Dios es nuestra santifi-cación. «Sed perfectos como vuestro Pa-dre celestial es perfecto» (Mt 5,48). DiceSan Agustín:

A Cristo «lo han imitado los santos mártireshasta el derramamiento de su sangre, hasta la se-mejanza con su pasión; lo han imitado los márti-res, pero no solo ellos. El puente no se ha de-rrumbado después de haber pasados ellos; la fuen-te no se ha secado después de haber bebido ellos.Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Se-ñor no solo hay las rosas de los mártires, sinotambién los lirios de las vírgenes, y las yedras delos casados, así como las violetas de las viudas.Ningún hombre, cualquiera que sea su género devida, ha de desestimar su vocación; Cristo ha su-frido por todos. Con toda verdad está escrito deÉl: Nuestro Salvador quiere que todos los hom-bres se salven y lleguen al conocimiento de laverdad» (Sermón 304).

Y San Cipriano:«Pedimos y rogamos que nosotros que fuimos

santificados en el bautismo, perseveremos en estasantificación inicial» (Tratado sobre la oración11-12).

Solemnidad deJesucristo, Rey del universo

Domingo de la Semana 34Solemnidad

La larga serie de los Domingos delTiempo Ordinario, y todo el Año litúrgi-co, se concluye con la grandiosa solem-nidad de Cristo Rey.

Entrada: «Digno es el Cordero degolla-do de recibir el poder, la riqueza, la sabi-duría, la fuerza, el honor, la gloria y laalabanza. A Él la gloria y el poder, por lossiglos de los siglos» (Apoc 5,12.16).

Colecta (de nueva composición): «Diostodopoderoso y eterno, que quisiste fun-dar todas las cosas en tu Hijo muy ama-do, Rey del universo, haz que toda la crea-ción, liberada de la esclavitud del pecado,sirva a tu majestad y te glorifique sin fin».

Ofertorio (del Misal anterior): «Te ofre-cemos, Señor, el sacrificio de la reconci-liación de los hombres, pidiéndote humil-demente que tu Hijo conceda a todos lospueblos el don de la paz y de la unidad».

Prefacio: (del Misal anterior): «Porqueconsagraste Sacerdote eterno y Rey delUniverso a tu único Hijo, nuestro Señor

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Jesucristo, ungiéndolo con óleo de ale-gría, para que, ofreciéndose a sí mismocomo víctima perfecta y pacificadora enel altar de la cruz, consumara el misteriode la redención humana; y, sometiendo asu poder la creación entera, entregara atu majestad infinita un reino eterno y uni-versal: el reino de la verdad y la vida, elreino de la santidad y la gracia, el reino dela justicia, del amor y de la paz».

Comunión: «El Señor se sienta comorey eterno, el Señor bendice a su pueblocon la paz» (Sal 28,10-11).

Postcomunión (de nueva composición):«Después de recibir el alimento de la in-mortalidad, te pedimos, Señor, que quie-nes nos gloriamos de obedecer los man-datos de Cristo, Rey del Universo, poda-mos vivir eternamente con él en el Reinodel cielo».

CICLO AEl Evangelio nos presenta a Cristo en el

juicio final separando las ovejas de lascabras. Las primeras a la derecha y lassegundas a la izquierda. Esto ha motiva-do la elección del pasaje de Ezequiel so-bre Dios Pastor que juzga a su rebaño. Lase-gunda lectura nos habla de Cristo quedevuelve a Dios Padre su Reino.

El reino de Cristo no es de este mundo(Jn 18, 36), pero se inicia o se rechazaaquí, cuando por la fe o la incredulidadaceptamos o rechazamos su mensaje desalvación.

–Ezequiel 34,11-12.15-17: A vosotros,ovejas mías, os voy a juzgar. La Realezamesiánica del Corazón de Jesucristo, ensu etapa de encarnación y de humillaciónredentora, se realizó por vía de amor y desacrificio; como Buen Pastor, que dio suvida por sus ovejas (Jn 10,11). El juiciodel Señor se hará sobre los delitos, injus-

ticia y opresión con respecto a las ovejaspobres y débiles por parte de las más fuer-tes y poderosas. Hacer justicia equivale asalvar las más débiles de la opresión porparte de las más poderosas. El Señor asu-me la defensa de estas ovejas humildes,rectifica lo tortuoso, asegurando la salva-ción.

–Consiguientemente se toma como can-to responsorial el Salmo 22: «El Señor esmi Pastor, nada me puede faltar, en ver-des praderas me hace recostar. Me con-duce hacia fuentes tranquilas y repara misfuerzas; me guía por el sendero justo, porel honor de su nombres. Prepara una mesaante mí, en frente de mis enemigos, meunge la cabeza con perfume y mi coparebosa. Tu bondad y tu misericordia meacompañan todos los días de mi vida yhabitaré en la Casa del Señor por años sintérminos».

–1 Corintios 15,20-26.28: Devolverá elReino a Dios Padre, para que Dios seatodo en todos. Con su sacrificio salvadornos brindó Jesús la posibilidad de librar-nos de nuestros pecados y de sus degra-dantes consecuencias. Pío XI en la encí-clica Quas primas, en la que instituyó en1925 la solemnidad de Cristo Rey, dice:

«Es necesario que Cristo reine en la inteligen-cia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento,ha de asentir firme y constantemente a las verda-des reveladas y a la doctrina de Cristo. Es necesa-rio que reine en la voluntad, la cual ha de obedecera las leyes y preceptos divinos. Es necesario quereine en el corazón, el cual, posponiendo los afec-tos naturales, ha de amar a Dios sobre todas lascosas y solo a Él estar unido. Es necesario quereine en el cuerpo y en sus miembros, que comoinstrumentos, o en frase del apóstol San Pablo,como “armas de justicia” para Dios (Rom 6,13),deben servir para la interna santificación del alma».

El texto anterior de San Pablo en la Cartaprimera a los Corintios, en el que se con-templa el Reinado de Cristo, es amplia-mente comentado por los Padres, comopuede apreciarse en la siguiente síntesis:

Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo

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92 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (7)

El Reino de Cristo se asentará y jamás llegará asu fin (Teodoreto de Ciro), porque Él comienza areinar eternamente en todos los sentidos (San Je-rónimo). El último enemigo, la muerte, serádestruído (San Juan Crisóstomo). El sometimien-to de Cristo al Padre significa que toda criaturaaprenderá a someterse a Cristo, quien a su vez sesomete voluntariamente al Padre (Ambrosiáster).

Del mismo modo que nosotros nos somete-mos a la gloria de su Cuerpo reinante, el Señorsomete a sí mismo todas las cosas (San Hilario dePoitiers). Algunos rechazaban el término «some-timiento» referido al Hijo, sin entender que elsometimiento del Hijo al Padre revela la bendi-ción de nuestra madurez espiritual (Orígenes).Cuando las Escrituras dicen que el Hijo es menorque el Padre, se refieren a su condición de hom-bre. Pero cuando señalan que es igual al Padre, serefieren a su divinidad (San Agustín y San Gre-gorio Nacianceno).

El Señor hace suyas incluso nuestras adversi-dades, cargando con nuestros sufrimientos (SanBasilio). Los Santos Padres trataron de respon-der tanto a las confusiones de los paganos, comoa las exageraciones arrianas respecto al textopaulino aludido (Teodoreto de Ciro y Mario Vic-torino). San Pablo está pensando en la dispen-sación divina de la Encarnación cuando dice queel Hijo, que es verdadero Dios, se ha sometidovoluntariamente al Padre (San Juan Crisóstomo).Es necesario que Él haga su reino tan evidente,para que sus enemigos no se atrevan a negar queÉl reina (San Agustín). Cristo no deja de reinarcuando pone a todos sus enemigos bajo sus pies(San Gregorio Nacianceno y San Cirilo de Jerusalén).

La nueva vida que ahora comienza por mediode la fe, proseguirá mediante la esperanza, hastaque llegue un momento en que la muerte se vuel-va victoria (San Agustín). Cuando seamos capa-ces de recibir a Dios, entonces «Dios será paranosotros todo en todas las cosas» (Orígenes).Dios será la consumación de todos nuestros de-seos (San Agustín y Orígenes). Esta es madurezhacia la cual nos apresuramos (San GregorioNacianceno). Cuando todos los santos sean glo-rificados en el coro de todas las virtudes, y Diossea todo para todo el mundo (San Jerónimo y SanAgustín) (cf. La Biblia comentada por los SantosPadres, Ciudad Nueva, Madrid 2001, pg. 230).

–Mateo 25,31-46: Se sentará en el tro-no de su gloria y separará a unos de otros.Sobre nuestra existencia pesa un momento

decisivo: el encuentro final con CristoRey, Señor de cielos y tierra. Él ha dejuzgar nuestras vidas, con el modelo desu Amor... Y de este juicio dependeránuestra suerte eterna. San Juan Crisósto-mo dice:

«Ahora ha venido en deshonor, en injurias eignominias; mas entonces se sentará en el tronode su gloria. Es que como la cruz estaba tan cercay la cruz parecía el suplicio más ignominioso, deahí que trate Él de levantar a sus oyentes y lesponga ante los ojos el tribunal, y delante del tri-bunal la tierra entera. Y no es éste el modo únicopor el que da tono de espanto a su palabra, sino elhecho de mostrarnos vacíos los cielos. Porquetodos los ángeles -dice- vendrán en su acompaña-miento, y también ellos dará testimonio de cuan-to sirvieron, enviados por el Señor, en la salva-ción de los hombres. De todos modos ha de serespantoso aquel día» (Homilía 79,1, sobre SanMateo).

CICLO BEl Reino de Cristo no es de este mundo

(tercera lectura). Él es el Hijo del Hombreal que Daniel vio venir sobre las nubesinvestido con una realeza eterna y univer-sal (primera lectura). San Juan en el Apo-calipsis nos presenta a Cristo como prín-cipe de los reyes de la tierra (segunda lec-tura). Cristo es la razón de nuestra fe, elaval de nuestra esperanza y el centro denuestra caridad. Coronamos el año litúr-gico con una vivencia intensa del Reina-do de Jesucristo.

–Daniel 7,13-14: Su poder es eterno.No cesará. La investidura real del Hijo delHombre coronará la victoria de Dios y desu pueblo sobre las fuerzas del mal y con-gregará a todos los que han vivido en lafe de Cristo. Como Israel somos santos yreinaremos en la medida en que en queservimos a Dios. El Reino eterno de Diosdestruirá las potencias adversas que ac-túan mediante el imperio del despotismos,de la agresividad, de la recíproca destruc-

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ción y de la idolatría. La entronización delHijo del Hombre será para todos los pue-blos, naciones y lenguas el quebrantamien-to de toda esclavitud y un servicio que esfruición del Reino divino universal de lalibertad.

–Con el Salmo 92 aclamamos al Se-ñor que reina, vestido de majestad, el Se-ñor vestido y ceñido de poder. Así está elorbe firme y no vacila. Su trono está fir-me desde siempre y Él es eterno. Sus man-datos son fieles y seguros, la santidad esel adorno de su casa por días sin térmi-nos.

–Apocalipsis 1,5-8: El príncipe de losreyes de la tierra nos ha convertido en unreino y nos ha hecho sacerdotes. La hu-manidad entera ha quedado emplazadapara la Parusía: el retorno de Cristo Reypara juzgar a vivos y muertos. La reali-dad de Cristo, expresión perfecta de laacción del Dios del universo, es contem-plada y celebrada en los momentos esen-ciales que abarcan el pasado, el presentey el futuro de la historia de la salvación.La realeza de Cristo converge hacia elReino del Padre y en la realeza de Cristoviene realmente hasta nosotros el Reinodel Padre.

–Juan 18,33-37: Tú lo dices: soy Rey.La realeza de Cristo está por encima delos criterios y moldes humanos. Es Reinode salvación. Reino de amor. La Cruz nosrevela quién es el Padre y quién es Jesús,la comunicación interpersonal de amorque se difunde en el hombre. En la medi-da en que la Cruz es para nosotros pala-bra y verdad, la muerte de Cristo nos sal-va, la fe acoge su acto redentor y me-diante esta fe de los hombres, Cristo pue-de reinar en ellos.

Testigos de la realeza de Jesucristo vi-vimos en la esperanza nuestra vocaciónde eternidad. Nuestro vivir de cada díano debe desmentir nuestra condición de

elegidos para el Reino del Hijo muy ama-do del Padre. Pero esta realeza de Cristohay que vivirla en la interioridad y en elamor.

CICLO C

El título de la Cruz: «Jesús nazareno,Rey de los judíos» (tercera lectura) evo-ca la unción de David como rey de Israel.Cristo descendiente de David. Pero Jesúses mucho más que Rey de los judíos; es,como indica San Pablo, «imagen de Diosinvisible, primogénito de toda criatura,Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia yquien hizo la paz por la sangre de su Cruz»(segunda lectura).

–2 Samuel 5,1-3: Ungieron a Davidcomo rey. Históricamente David fue el rey«según el corazón de Dios», para el pue-blo de Israel. Fue, al mismo tiempo, unafigura de Cristo Rey para la humanidadrescatada. Dios, que conoce de antema-no el destino de cada hombre y pueblo,había elegido a David como jefe de su pue-blo. Samuel lo ungió rey. De pastor deovejas pasó a ser pastor del pueblo elegi-do. Cristo, más aún, será el Ungido delSeñor para ser el Buen Pastor, que cono-ce a sus ovejas y ella le conocen a Él. Esel Buen Pastor que va en pos de la desca-rriada y da su vida por la salvación de lahumanidad, a la que rescata del pecado.Es Rey de reyes y Señor de los que domi-nan.

–Jerusalén es la ciudad del rey David.La Iglesia, nueva Jerusalén, es la gran fa-milia que salvó Cristo y reina sobre ella,por eso cantamos jubilosos con el Salmo121: «¡Qué alegría cuando me dijeron:vamos a la Casa del Señor», vamos a laIglesia, a la asamblea litúrgica.

–Colosenses 1,12-20: El Padre nos hatrasladado al Reino de su Hijo querido.La razón suprema de la realeza del Cora-

Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo

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94 P. Manuel Garrido, O.S.B. – Año litúrgico patrístico (7)

zón de Cristo está en su filiación divina.Dice San Juan Crisóstomo:

«Los beneficios recibidos son múltiples: ade-más del propio don con el que nos gratifica, nosda también la virtud necesaria para recibirlo... Diosno solo nos ha honrado haciéndonos partícipesde la herencia, sino que nos ha hecho dignos deposeerla. Es doble, pues, el honor que recibimosde Dios: primero el puesto, y segundo el méritode desempeñarlo bien» (Homilía sobre Colosen-ses 1,12).

Y más adelante dice él mismo:«El Hijo de Dios no solamente ha creado todo,

sino que Él conserva todo; de modo que si sus-pendiera un solo momento la acción de su volun-tad soberana, todo volvería a la misma nada de laque Él ha sacado todo lo que existe... Por la pala-bra plenitud es necesario entender la divinidad deJesucristo... La elección de esta expresión se hahecho para indicar mejor que la esencia misma dela divinidad residía en Cristo» (ib. 17 y 19).

Y San Agustín:«La Cabeza es nuestro mismo Salvador, que

padeció bajo Poncio Pilato y hora, después queresucitó de entre los muertos, está sentado a ladiestra del padre. Y su Cuerpo es la Iglesia... Puestoda la Iglesia, formada por la reunión de los fie-les –porque todos los fieles son miembros deCristo–, posee a Cristo por Cabeza, que gobiernasu Cuerpo desde el cielo» (Comentario al Salmo56,1).

–Lucas 23,35-43: Señor, acuérdate demí cuando llegues a tu Reino. Toda la rea-leza salvífica del Corazón redentor deCristo Jesús gira en torno al Calvario. Esla realeza que nos redime con su inmola-ción amorosa y nos salva con su resu-rrección pascual. Comenta San Agustín:

«Miremos la Cruz de Cristo. Allí estaba Cris-to y allí estaban los ladrones. La pena era igual,pero diferente la causa. Un ladrón creyó, otroblasfemó. El Señor, como en un tribunal, hizo dejuez para ambos; al que blasfemó lo mandó alinfierno; al otro lo llevó consigo al Paraíso. Cristoen la Cruz es considerado Rey: “acuérdate de mícuando llegues a tu Reino”. Cristo reinó desde laCruz. La participación en la realeza de Cristo esconsustancial a la vida cristiana, con tal que lo

reconozcamos en medio de las tribulaciones, ensu Cruz, como el buen ladrón» (Sermón 335,2).

En los tres ciclos se puede meditar tam-bién el texto siguiente de Orígenes:

«Sin duda, cuando pedimos que el reino de Diosvenga a nosotros, lo que pedimos es que estereino de Dios, que está dentro de nosotros, salgaafuera, produzca fruto y se vaya perfeccionan-do. Efectivamente, Dios reina en cada uno de lossantos, ya que éstos se someten a su ley espiri-tual, y así Dios habita en ellos como en una ciu-dad bien gobernada. En el alma perfecta está pre-sente el Padre, y Cristo reina en ella, junto con elPadre, de acuerdo con las palabras del Evangelio:“vendremos a él y haremos morada en él”.

«Este reino de Dios que está dentro de noso-tros llegará, con nuestra cooperación, a su plenaperfección cuando se realice lo que dice el Após-tol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos aÉl todos sus enemigos, entregue a Dios Padre sureino, y así Dios lo será todo para todos. Por es-to, rogando incesantemente con aquella actitudinterior que se hace divina por la acción del Ver-bo, digamos a nuestro Padre que está en los cie-los: Santificado sea tu nombre, venga a nosotrostu Reino» (Tratado sobre la oración 25).

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Índice

27ª Semana. –Domingo, 3. –Lunes, 7. –Martes, 8. –Miércoles, 9. –Jueves, 10. –Viernes, 12. –Sábado, 13.

28ª Semana. –Domingo, 14. –Lunes, 18. –Martes, 19. –Miércoles, 20.–Jueves, 21. –Viernes, 22. –Sábado, 23.

29ª Semana. –Domingo, 25. –Lunes, 29. –Martes, 30. –Miércoles, 31.–Jueves, 32. –Viernes, 33. –Sábado, 34.

30ª Semana. –Domingo, 35. –Lunes, 39. –Martes, 40. –Miércoles, 41.–Jueves, 42. –Viernes, 43. –Sábado, 44.

31ª Semana. –Domingo, 46. –Lunes, 50. –Martes, 51. –Miércoles, 52.–Jueves, 53. –Viernes, 54. –Sábado, 55.

32ª Semana. –Domingo, 57. –Lunes, 61. –Martes, 62. –Miércoles, 64.–Jueves, 65. –Viernes, 66. –Sábado, 67.

33ª Semana. –Domingo, 69. –Lunes, 72. –Martes, 73. –Miércoles, 74.–Jueves, 76. –Viernes, 77. –Sábado, 78.

34ª Semana. –Lunes, 80. –Martes, 81. –Miércoles, 82. –Jueves, 83. –Viernes, 85. –Sábado, 86.

Asunción de la Virgen María, 87.Todos los Santos, 89.Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, 89.

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