america latina se vuelve protestante

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David Stoll ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico • Edición digital autorizada por el autor, publicada en agosto de 2002 por nódulo Se ofrece entre corchetes la paginación correspondiente a la edición en lengua española impresa en Quito en 1993, que se adopta como referencia • Esta obra fue publicada en inglés en 1990 por University of California Press • La edición ecuatoriana fue publicada por Ediciones Abya- Yala, y sigue la traducción de María del Carmen Andrade, revisada por Carmen Fernández Salvador • En esta edición digital se han eliminado algunos errores deslizados en la 1

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David Stoll • ¿América Latina se vuelve protestante? • Las políticas del

crecimiento evangélico • Edición digital autorizada por el autor, publicada en

agosto de 2002 por nódulo • Se ofrece entre corchetes la paginación

correspondiente a la edición en lengua española impresa en Quito en 1993, que se

adopta como referencia • Esta obra fue publicada en inglés en 1990 por University

of California Press • La edición ecuatoriana fue publicada por Ediciones Abya-Yala,

y sigue la traducción de María del Carmen Andrade, revisada por Carmen

Fernández Salvador • En esta edición digital se han eliminado algunos errores

deslizados en la edición impresa, y se han colocado las notas, que allí figuraban al

final del libro, al pie de cada sección.

1

Índice

Prefacio

Capítulo I

La invasión de las sectas en América Latina, 13

Tipologías, tasas de crecimiento y variación por país, 15

Evangelismo del desastre, 23

Tan cerca de Dios y de los Estados Unidos, 27

La lucha dentro del protestantismo, 33

Capítulo II

Reforma y contrarreforma en la Iglesia Católica, 39

La reforma católica en América latina, 43

El paso del ecumenismo, 46

Una explicación para las deserciones hacia el protestantismo, 49

Los dilemas del clericalismo y del activismo, 52

Contrarreforma, 56

Capítulo III

Desde el día del Juicio Final hasta el dominio en el evangelicalismo

norteamericano, 59

El eclipse del protestantismo liberal, 61

Organización evangélica, 64

La teología evangélica, 65

Política evangélica, 70

La lucha por la NAE y los Bautistas del Sur, 72

Dispensacionalismo nuclear, 75

La reconstrucción y la última lluvia, 77

El renacimiento de restauración, 80

Teología del dominio, 83

La derecha religiosa y la misión mundial, 86

Capítulo IV

El movimiento misionero evangélico, 89

Soldados de Cristo, 92

El Pacto de Lausana, 94

Institutos del pensamiento misionero, iglecrecimiento, signos y milagros, 95

Países cerrados, 100

Pueblos escondidos, 104

2

Antropología y Etnoteología, 107

Cristo, Inc., 114

Iglesia versus paraeclesia, 119

Capítulo V

El despertar evangélico en América Latina, 125

Adventistas, Mormones, Testigos, 129

Las Asambleas de Dios en el Brasil, 134

El pentecostalismo como un choque de poder, 139

El pentecostalismo como conformidad y protesta, 142

La evangelización a fondo, 146

El Billy Graham de América Latina, 150

Sembrando iglesias, 153

Polarización política, 158

La Fraternidad Teológica Latinoamericana, 161

CONELA, 163

Capítulo VI

La derecha religiosa llega a América Latina, 167

Teología de la liberación, 172

Audiencias en Washington, 175

Cuba y Granada, 178

Marchando a la guerra, 182

Resistiéndose a la guerra, 189

Presión de la derecha, 193

Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, 198

La campaña para salvar a El Salvador, 203

La cacería de brujos en Costa Rica, 207

Contextualización, 210

Reforma en la reforma, 213

Capítulo VII

La Nueva Jerusalén de las Américas (Guatemala bajo Ríos Montt), 219

Gospel Outreach (Alcance Evangélico), 222

¿Podía el Señor tener algún plan para el Hermano Efraín?, 224

Puente Internacional del Amor, 229

Iglesia, Ejército y Guerrilla en el Triángulo Ixil, 233

El pastor Nicolás, 237

Proporcionando una alternativa, 240

3

Dejad que los muertos entierren a los muertos, 245

La lucha por el Compromiso Social, 249

Cuando lleguen los Santos, 258

Capítulo VIII

Los evangélicos en la guerra sandinista-contra, 263

El galanteo sandinista-evangélico, 270

Los miskitos, 276

La toma de los templos, 280

La iglesia popular, 282

Servicio militar patriótico, 286

La batalla de los pastores, 289

La guerra de propaganda, 295

Apoyando a los luchadores por la libertad, 300

¿Persecución religiosa en Nicaragua?, 303

Estado de emergencia, 312

Capítulo IX

Visión Mundial en el Ecuador, 319

El auge protestante en Chimborazo, 326

El Obispo de los indios, parte I, 330

Violencia cristiana, 334

El desarrollo de Visión Mundial, 337

Los escándalos en Honduras, 342

Los escándalos en Imbabura, 345

El Obispo de los indios, parte II, 347

Fortaleciendo a la iglesia local, 350

Un escape revolucionario, 355

Desde el evangelismo hacia la política electoral, 358

Pilahuín, 361

Capítulo X

Reinterpretando la invasión de las sectas como un despertar evangélico

Visiones contrastantes de la Reforma, 367

¿Por qué podría no funcionar la teología de la liberación?, 369

El pentecostalismo como base para la reforma social, 374

Evangelismo y Oliver North, 382

Segando la cosecha, 389

Apéndices

4

Bibliografía

© 1990-2002 David Stoll • © 2002 www.nodulo.org

Prefacio

«América Latina es una región católica, pero no hay una razón para creer que esto

seguirá siendo así. En algún momento podría convertirse en una región evangélica.

Creo que si... Guatemala se convierte en la primera nación predominantemente

evangélica en América Latina, tendrá un efecto de dominó.» –Analista en

iglecrecimiento, Ministerios de Cruzadas de Ultramar, 1984{1}

¿Está América Latina convirtiéndose al protestantismo? Desde México hasta

Argentina, las formas de religión impuestas por la conquista española están

atravesando por una reforma de gran trascendencia. Hasta la fecha, la atención se

ha centrado en el sector radical de la reforma, conocido como la teología de la

liberación. Debido a que ésta es practicada principalmente por católicos romanos,

con frecuencia se asume que la reforma se discute, sobre todo, en el interior de la

Iglesia Católica. Esto puede ser verdad. A pesar de que la iglesia establecida ha

tenido en América Latina una historia a menudo opresiva, recientemente ella ha

demostrado una sorprendente capacidad de reforma. Una gran mayoría de

latinoamericanos todavía se identifican como católicos. La teología de la liberación

parece encarnar sus deseos de una vida mejor. En la revolución de Nicaragua, en

donde la teología de la liberación es tan marcada, las referencias sobre la

inminencia del Reino de Dios afloran con tanta frecuencia que Conor Cruise O'Brien

la ha llamado «una Ginebra potencial». {2}

Pero ¿qué sucede con las iglesias que descienden de la antigua Ginebra, de

Juan Calvino y de la Reforma en Europa? ¿Qué hay de los protestantes

evangélicos de América Latina? Debido a la influencia de los misioneros

norteamericanos, generalmente bastante conservadores en [4] política, es más fácil

observar cómo los evangélicos latinoamericanos mantienen el statu quo que cómo

lo cambian. En todo, excepto en la religión, parecen estar dedicados menos a la

protesta que a la conformidad, y menos a ser autores de las revoluciones que

productos de las fracasadas. En América Latina, es fácil concluir que el papel que

5

los protestantes desempeñaron en la Reforma Europea ha pasado a los católicos

radicales.

Mientras la Iglesia Católica cuenta sus mártires, sin embargo, los

latinoamericanos están abandonándola en una proporción acelerada. Un obispo en

Brasil ha advertido que Latinoamérica se está convirtiendo al Protestantismo más

rápidamente que Europa Central en el siglo dieciséis. {3} Un movimiento

aparentemente insignificante antes de la Segunda Guerra Mundial, incluye

actualmente del 10 al 20 por ciento de la población del Brasil, Chile y América

Central. Se está multiplicando, así también, en otras partes de América Latina.

A pesar de su éxito, los evangélicos continúan siendo una anomalía en la

interpretación que los cientistas sociales hacemos de la vida religiosa

latinoamericana. Ahora se acepta por todas partes que la religión es no sólo el opio

del pueblo sino una esperanza por un mundo mejor, no sólo un impedimento para

la protesta social, sino una forma de la misma. No obstante, en América Latina,

este discernimiento se extiende rara vez a los evangélicos. Es fácil ver por qué. En

una región tradicionalmente católica, los evangélicos insisten en violar las

costumbres católicas. Ignorando las problemáticas estructurales planteadas por los

católicos, los evangélicos insisten en que la única revolución genuina en América

Latina será espiritual. A pesar de su aparente indiferencia frente a la opresión,

tienen éxito en atraer a millones de pobres de la Iglesia Católica, «aunque esta

última parece tener una conciencia social mucho más fuerte.» También tienen

mucho éxito en la organización de grupos locales vitales y duraderos, en lugares en

donde los marxistas han fracasado. Sus iglesias florecen en medio de los

sobrevivientes de movimientos radicales reprimidos, y lo logran gracias al generoso

apoyo de los Estados Unidos. Como resultado, permanecen al margen de la mayor

parte de las interpretaciones de la política religiosa en América Latina, salvo

cuando son objeto de una denuncia. [5]

La alarma acerca de los evangélicos latinoamericanos no es nada nuevo. No

obstante, ésta se ha extendido en la década de 1980, especialmente a través de la

Iglesia Católica y de la izquierda. Numerosos latinoamericanos piensan que el

dinero norteamericano es el responsable de la multiplicación de las iglesias

evangélicas. Además, sospechan que el gobierno de los Estados Unidos está

utilizando a los evangélicos para fomentar sus propios intereses. Sus oponentes

afirman que únicamente esa clase de manipulación puede explicar cómo los

6

evangélicos son capaces de desbaratar los esfuerzos de la izquierda y de la Iglesia

Católica para organizar a los pobres. De acuerdo a esta lógica, en lugar de un

ejemplo de lucha popular, los movimientos evangélicos que incorporan a millones

de latinoamericanos se convierten en la negación de la lucha, una conspiración

diseñada para frustrarla.

Yo argumentaré que dichas explicaciones no son apropiadas. Pero el temor

que reflejan está bien fundamentado, especialmente ahora que el gobierno de

Reagan ha remilitarizado la política de los Estados Unidos hacia América Latina.

Irónicamente, muchos evangélicos se sienten amenazados por el mismo giro de los

eventos. Hacia el fin de la Guerra de Vietnam, cuando los disidentes evangélicos

comenzaron a criticar el liderazgo de las misiones evangélicas, éste último puso

cierta distancia entre sí mismo y la política exterior de su país. Sin embargo, la

fuerza detrás del evangelismo global impulsaba, al mismo tiempo, a la derecha

religiosa y al reaganismo. Poco después, los activistas políticos de la derecha se

unieron al esfuerzo misionero en América Latina, en donde combinaron un deseo

ardiente de ganar el mundo para Cristo con una visión de agrandar la hegemonía

norteamericana.

Estos dos desafíos muy diferentes para la cristiandad evangélica, de los

partidarios y oponentes de la expansión norteamericana, han inspirado este trabajo.

Para los lectores alarmados por el crecimiento evangélico, quiero dar una

explicación de su impredecible trayectoria social. Para los evangélicos, deseo

enfatizar el peligro de permitir que sus misiones sean utilizadas por la derecha

religiosa para apoyar el militarismo estadounidense. A pesar de subrayar que el

protestantismo evangélico debe ser comprendido desde sus bases, como un

movimiento popular, quiero enfatizar el peligro que correría de ser manipulado por

el gobierno estadounidense. [6]

El centrarse en la política religiosa puede crear la impresión de que las iglesias

son un mero juguete para las fuerzas políticas. Ciertamente, cualquier demanda

espiritual puede ser interpretada en términos de funciones como la legitimación, la

compensación o la protesta.{4} Sin embargo, las iglesias no representan intereses

políticos de una forma monolítica e invariable; más bien, con frecuencia sirven de

arena para las fuerzas competitivas. En cuanto a la experiencia religiosa, ésta tiene

una dinámica propia, la cual puede modelar las lealtades políticas pero también

puede ser modelada por éstas.{*} Si los compromisos religiosos se descartan como

7

simples reflejos de intereses políticos, no podremos reconocer las nuevas y

creativas respuestas que éstos producen.

Hago estas observaciones para subrayar un punto específico. Al igual que la

religión no debería ser reducida a un campo de juego de las fuerzas políticas

contendientes, el protestantismo evangélico no debería ser reducido a un

instrumento político para los intereses dominantes. Esto es importante porque, bajo

la influencia del pensamiento católico y marxista, muchos observadores han llegado

a asumir que la religión evangélica tiene implicaciones políticas fácilmente

predecibles. A lo largo de lo que sigue, deseo proporcionar un cuadro diferente del

protestantismo latinoamericano, como generador del cambio social cuya dirección

no está predestinada.

Teniendo esto presente, el primer capítulo trata sobre las dimensiones del

crecimiento evangélico y de las reacciones hacia éste. Yo objeto que las polémicas

contra la «invasión de las sectas» han tendido a oscurecer un hecho de gran

trascendencia, la aparición, entre los evangélicos, de debates sobre cómo

responder a la crisis social y económica, [7] la cual impulsa a tantos

latinoamericanos a ingresar a sus congregaciones.

Los comentaristas católicos tienden a atribuir los logros evangélicos a agentes

externos, especialmente a los evangelistas y al dinero norteamericano. Pero culpar

a los Estados Unidos por el crecimiento evangélico sugiere una profunda

desconfianza en el buen juicio de los pobres, una renuencia a aceptar la posibilidad

de que éstos puedan hacer trabajar a una religión importada para sus propios

intereses. En este sentido, algunos observadores católicos resaltan las debilidades

de su propia iglesia como factores de importancia para el avance del

protestantismo.

Siguiendo la misma línea de pensamiento, el segundo capítulo explora cómo el

crecimiento evangélico ha sido impulsado por el clericalismo católico. Yo afirmo

que, debido al carácter centralizado de la autoridad católica, los miembros

disidentes tienden a abandonar el sistema. Los disidentes evangélicos, por el

contrario, siempre pueden unirse a otra congregación y seguir siendo evangélicos.

En una época en la que se está acabando con un orden social paternalista, dando

más importancia a la iniciativa individual, no es difícil ver cuál sistema resultará

favorecido. El segundo capítulo sugiere que lo que ha llevado a América Latina

8

hacia el protestantismo evangélico es la incapacidad de la Iglesia Católica para

descentralizar su sistema de autoridad.

El tercer capítulo se vuelve hacia los Estados Unidos y su apoyo a las misiones

protestantes. Para evitar la generalización sobre los evangélicos, los he

diferenciado en términos de organización, teología y política. Luego, el capítulo se

centra en la derecha religiosa y en un cambio ominoso en los fundamentos

teológicos del trabajo misionero. En contraste con la antigua advertencia

fundamentalista de que el fin está cerca, la derecha religiosa ha prometido «tomar

el poder» sobre la tierra, en una visión teocrática que revive la confusión entre la

misión cristiana y el imperio norteamericano.

A pesar de la reaparición de ecuaciones entre Dios y los Estados Unidos,

algunos evangélicos han criticado la forma de operación de sus misiones. Acusan a

las «multinacionales misioneras» norteamericanas de perseguir sus propias

objetivos a costa de las iglesias tercermundistas. [8] El cuarto capítulo profundiza

en el resultante debate interno. Sin embargo, nadie puede negar que el

protestantismo ya no es una injerto cultural norteamericano como una vez lo fue.

Con pocas excepciones, las iglesias evangélicas de América Latina están siendo

dirigidas, actualmente, por latinoamericanos.

Esa transformación es el tema del quinto capítulo, sobre el despertar

evangélico en la región. Desafortunadamente, a medida que las iglesias

protestantes se convierten más en latinoamericanas, muchas de ellas se han vuelto

más autoritarias y místicas, con líderes que permanecen bajo el hechizo de

mentores norteamericanos reaccionarios. Mientras tanto, la mayoría de los

evangélicos latinoamericanos continúan viviendo en la pobreza. Mientras que los

primeros neófitos tuvieron la posibilidad de mejorar su posición social dentro de una

sola generación, estos cristianos se enfrentan a crecientes privaciones de

austeridad en economías arruinadas. Las dos fuerzas contrarias, la derecha

religiosa norteamericana y la crisis económica de América Latina, estimulan una

polarización sin precedentes entre los evangélicos.

El sexto capítulo está dedicado a este conflicto, entre los evangélicos que

consideran a sus iglesias como una fortaleza poderosa contra la subversión, y

aquellos que desean incorporar la dimensión social de la Biblia a la salvación

predicada por sus iglesias. Al lanzar una reforma dentro de la reforma, el último

9

grupo, teológica pero no políticamente conservador, podría demostrar el camino

hacia un encuentro crucial, que es difícil de visualizar en la actualidad, pero que

puede cambiar a los antagonistas casi más allá del reconocimiento. Me refiero a un

encuentro entre las iglesias de mayor éxito en América Latina y sus teólogos más

innovadores, entre el protestantismo evangélico y la teología de la liberación.

Este trabajo no puede predecir el resultado de debates entre las distintas

concepciones sobre el Reino de Dios. Tampoco anuncia la conquista protestante de

América Latina. Por el momento, lo único que está claro es que el protestantismo

evangélico necesita ser pesado en la misma balanza que las diversas tendencias

de la Iglesia Católica, y no solo como un fenómeno secundario. Quedan sin

respuesta, por el momento, preguntas como qué rumbo tomará la reforma

latinoamericana y [9] qué tendencia predominará. No obstante, espero dar el primer

paso para contestarlas, al plantear la posibilidad de que la teología de la liberación

haya sido sobrevalorada como la vanguardia de la reforma religiosa en América

Latina. Para sugerir por qué, tres estudios de caso presentan una visión más

profunda sobre el antagonismo existente entre la teología de la liberación y el

protestantismo evangélico.

El Capítulo 7 trata del gobierno (1982-1983) de un militar evangélico en

Guatemala. El General Efraín Ríos Montt, al enfrentarse a un movimiento

revolucionario apoyado por un sector de la Iglesia Católica, emprendió una

devastadora contrainsurgencia con la Biblia en la mano. Desde entonces, en ciertas

zonas del altiplano guatemalteco, las iglesias evangélicas parecen haberse

convertido en la religión dominante.{**}

El segundo caso, en el Capítulo 8, revisa el conflicto entre la teología de la

liberación y el protestantismo conservador en la Nicaragua sandinista. Los

evangélicos nicaragüenses han pagado un alto precio en la guerra sandinista-

contra, atrapados entre su gobierno revolucionario y el gobierno norteamericano, el

cual utilizó a la religión para emprender la contrarrevolución. Aun si los sandinistas

permanecen en el poder, las penalidades por las que se atraviesa al defender a la

revolución hacen pensar que los conservadores que se oponen a los sandinistas

pueden tener un futuro más brillante que los evangélicos que se identifican

estrechamente con ellos.

10

El tercer estudio de caso, Capítulo 9, examina las controversias sobre Visión

Mundial, la más grande de las agencias evangélicas de desarrollo. A medida que

los evangélicos despliegan un mayor interés por la problemática social, los

activistas católicos en el Ecuador consideran que los bien financiados programas

de Visión Mundial intentan contrarrestar sus esfuerzos para organizar a la

población indígena. A juzgar por el impacto de Visión Mundial sobre una diócesis

católica, conocida por su activismo social, un presupuesto generoso impresiona

más a los pobres que un programa de concientización. [10]

Estas son apreciaciones pesimistas sobre la teología de la liberación, tal vez

demasiado. No obstante, muchos indicios sugieren que los líderes evangélicos

están siendo forzados a tratar con algunos de los temas planteados por su gran

rival ideológico, temas que hasta recientemente podían ignorar. El problema básico

que enfrentan es el siguiente: ahora que los latinoamericanos pobres se dirigen

hacia las iglesias evangélicas para encontrar ayuda en su lucha por la

supervivencia, ¿qué harán los neófitos si sus ingresos continúan deteriorándose? A

medida que las iglesias incorporan a más y más pobres, pueden ser forzadas a

tratar con la crisis económica y social que motiva su crecimiento. Este es el desafío

que convierte al protestantismo de América Latina en un movimiento sin una

dirección política determinada. Por consiguiente, en el capítulo final presento una

última consideración acerca de la competencia entre el protestantismo evangélico y

la teología de la liberación, y de los prospectos, todavía confusos, sobre una

reforma social basada en el protestantismo.

Este es un plan tan ambicioso que debo confesar cómo se originó: frente a un

aparato de televisión. Corría el año de 1984: un héroe de la derecha religiosa

criticaba a una misión evangélica por no haberse unido a la guerra de los

reaganistas contra los sandinistas. Irónicamente, mientras pocos latinoamericanos

conocían de la ayuda que el televangelista Pat Robertson proporcionaba a los

contras, muchos más sospechaban que la agencia a la que él atacaba –Visión

Mundial– era un frente de la CIA. Se me ocurrió que importantes cambios en el

protestantismo latinoamericano, como la llegada de la derecha religiosa y la

resistencia a ésta por parte de otros evangélicos, no recibían la atención que

merecían en los círculos intelectuales. Recibíamos únicamente versiones parciales,

generalmente en forma de polémicas. Con tantas representaciones conflictivas,

11

decidí compararlas entre sí, con la esperanza de llegar a alguna clase de

aclaración.

Tres años antes, había completado un ejercicio similar sobre el tema de los

Traductores Wycliffe de la Biblia, una misión con base en los Estados Unidos, que

aparece de vez en cuando en las páginas que siguen. Durante las visitas que

realicé a Guatemala, Nicaragua y Ecuador, desde 1982 a 1984, supe de varias

controversias –sobre un dictador evangélico acusado de genocidio, un gobierno

revolucionario acusado [11] de perseguir cristianos, y una agencia evangélica de

ayuda acusada de imperialismo– las cuales se convirtieron en los estudios de caso.

Después de tomar la decisión de utilizar los tres para un mayor estudio sobre los

avances evangélicos, en mayo de 1985 hice un recorrido de cuatro meses por

Ecuador, Perú, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y México, para entrevistar a los

líderes evangélicos sobre los cada más visibles conflictos en sus iglesias. Lo que

sigue está basado en dichas entrevistas, en mi experiencia previa con el escenario

misionero, y en una gama de literatura que va desde lo sagrado hasta lo profano.

Se debe tener presente que lo que sigue no proporciona una cobertura

enciclopédica sobre el enorme número de organismos evangélicos. A pesar de que

he tratado de incluir a los más conocidos y discutidos, los lectores pueden

encontrar que faltan algunos grupos de interés particular. {5} El libro tampoco

concede un espacio igual a las varias regiones de América Latina. Los tres estudios

de caso no fueron escogidos porque los países en los que ocurren –Guatemala,

Nicaragua y Ecuador– tengan más evangélicos o porque sean los más

representativos. Son el resultado de la atracción que siente el autor hacia los

escándalos religiosos que ponen de relieve cierta clase de conflicto. Por

consiguiente, debido a mi oportunismo, América Central recibe más atención que

América del Sur. No obstante, en el estudio se incluyen las gigantescas iglesias

pentecostales de Brasil y Chile, así como también un ejemplo de la competencia

católico-protestante en el sector menos evangélico del continente, los Andes.

Espero que los casos repercutan más allá de sus fronteras, para decir algo sobre

los prospectos del protestantismo en toda América Latina.

Una última omisión surge de la imposibilidad de agradecer a todos aquellos

que me ayudaron. Tú sabes quién eres: pronto sabrás si lamentas haber venido en

mi ayuda. Pero deseo agradecer a Brian O'Connell, Greg Starrett, Mary Crain,

Lynel Horn, Barry Lyons, Viola Larson, John Stam, Dennis Smith, Thomas Scheetz,

12

Robert Carmack, Sharon Philipps, Kamala Visweswaran, Andrés Fajardo, y Charlie

Hale por sus comentarios sobre partes de este manuscrito. En este aspecto, David

Scotchmer, Santiago Tribout y Gonzalo Hallo pusieron especial esmero. También

fueron de mucha ayuda los lectores de varias imprentas universitarias, incluyendo a

Simon Collier, Richard N. Adams, [12] Kent R. Hill y a dos lectores anónimos de la

Universidad de California. Ninguno de ellos es responsable de lo que sigue, pues

no siempre seguí su consejo.

Desafortunadamente, la situación política hace que sea conveniente proteger la

identidad de la mayoría de latinoamericanos que me ayudaron. Por ello, no atribuyo

fuentes en las notas, especialmente en los capítulos sobre Guatemala y Nicaragua.

Pero deseo expresar mi gratitud especial a estas personas, católicas y

protestantes, líderes y disidentes, de la izquierda y de la derecha. Algunos de ellos

consintieron en ser entrevistados a pesar de correr cierto riesgo al hacerlo. Aunque

sin duda existirán desacuerdos con las posiciones adoptadas en este trabajo, se lo

dedico a ellos y a su lucha por amarse los unos a los otros.

Notas

{*} Scott Mainwaring ha afirmado de la Iglesia Católica en Brasil: «No existen intereses objetivos

que una iglesia esté obligada a perseguir. Dentro de la Iglesia existen muchos puntos de vista

conflictivos sobre los verdaderos intereses de la institución y sobre cómo perseguirlos... El

cambio dentro de la Iglesia resulta de los conflictos entre grupos con diferentes concepciones de

fe, no de los intentos de la institución por proteger los intereses sobre los que las distintas

facciones han acordado. En la Iglesia brasileña, el debate crucial no es sobre cómo promover los

intereses de la Iglesia, sino más bien sobre cuál debe ser su misión... La religión puede ser una

fuerza poderosa para la determinación de una orientación política, con frecuencia mucho más

poderosa que la clase social (Mainwaring 1986: 5, 7, 12).

{**} Una versión abreviada del Capítulo 7 aparece en Harvest of Violence: The Maya Indians and

the Guatemalan Crisis, ed. Robert M. Carmack (Norman: University of Oklahoma Press, 1988).

{1} James Montgomery, citado en «DAWN is About to Break on Guatemala», Global Church Growth

(Milpitas, California: O.C. Ministries), marzo-abril 1984, p. 351.

{2} Conor Cruise O'Brien, «God and Man in Nicaragua», Atlantic Monthly, agosto de 1986, p. 56.

{3} Monseñor Boaventura Kloppenburg en la conferencia episcopal de 1984 en Bogotá, citado por

Thomas Stahel, «The Sects in Paraguay», America, 27 de septiembre de 1986, pp. 139-141.

13

{4} Bastian 1986: 16.

{5} Para encontrar información acerca de una organización, se debe comenzar con Barrett 1982,

Wilson y Siewert 1986, Johnstone 1986, para América Central y el Caribe, véase Holland 1981 o

Resource Center 1988ab 1988b 1988c. La mayoría de los grupos están ansiosos de colocar a

contribuyentes potenciales en su agenda de direcciones. En América Latina, evangélicos en el

instituto bíblico o seminario más cercano sabrán si se ha publicado un directorio de iglesias

nacionales, y a menudo están dispuestos a explicar los antecedentes de un predicador

evangelista visitante.

La invasión de las sectas en América Latina

«Desde la casa de enfrente los golpes rítmicos de panderetas, un parlante preñado

de alabanzas divinas. Gritos en el cielo, éxtasis del nuevo pentecostés. En el bus,

un vendedor ambulante de verdades eternas. Un puño de incienso o el folleto de las

revelaciones a cambio de unos sucres. Al lado un vistoso templo nuevo, el gringo y

su colega local –corbatas obscuras, mangas alzadas– buscando santos para los

'últimos días'. Tocando la puerta, dos predicadores con una copia de Atalaya y una

conversación si usted tiene tiempo. La radio en la choza sobre el páramo, cruzada

de Luis Palau, conquista del campo a nombre de Cristo. Techos de zinc en el

horizonte, niños rurales con padrinos en el extranjero. Avionetas aterrizando sobre

un reducto norteamericano en plena selva amazónica. En la tele las voces

seductivas de Misters Swaggart o Robertson, electrónicos mensajes de salvación

para el perdido mundo moderno. Coloridas carpas, no del circo sino de campañas

de conversión. Reunión de redimidos en el estadio Modelo, gran choque copero

entre el Bien y el Mal. Los periódicos y las revistas dan ecos de alarma: 'invasión de

las sectas', 'penetración cultural', 'explosión evangélica', 'olimpiada religiosa en el

país', 'nueva estrategia imperialista'. Preocupación. Confusión. ¿Qué está

pasando?» –Thomas Bamat, 1986{1}

¿Qué tal si, después de tanto dolor y desesperanza, llegase una solución

espiritual para los problemas de América Latina? Así pensaba el evangelista

argentino, Luis Palau. Por eso fue a Guatemala en noviembre de 1982, [14] para

participar en la celebración del primer centenario del protestantismo en el país. Los

ojos de toda América Latina están sobre Guatemala, dijo a la inmensa multitud en

un predio militar de la capital. Esta podría convertirse en la primera nación

reformada de América Latina, un país en donde la palabra de Dios había cautivado

a tantos militares y empresarios que llegó a ocasionar una transformación social y

política. El evangelio podía liberar a los guatemaltecos de las cadenas del pecado,

14

continuaba Palau, y podía liberarlos de las cadenas de la pobreza, la miseria, y la

opresión. El evangelista prometía que a través del Evangelio de Jesucristo, el

nuevo hombre podría construir una nueva Guatemala.

Era un día soleado y caluroso, el campo lleno de gente, la multitud vitoreando.

Los organizadores habían pronosticado que medio millón de personas estaría

presente. Más tarde, sostuvieron que habían asistido unos tres cuartos de millón. {2}

En la parte de atrás, los soldados haraganeaban junto a las paredes de una

estructura lúgubre al estilo medieval, la Escuela Politécnica del Ejército, cuyas

entrañas, se decía, albergaban celdas clandestinas en las cuales se encontraba

prisioneros políticos «desaparecidos».{3}

Luis Palau no iba a entrar en debates sobre la situación política del momento:

su mensaje era espiritual. Además, el presidente del país se encontraba a su lado.

«Aquí, el que está a cargo es Jesucristo», declaró Efraín Ríos Montt, un general del

ejército que había tomado el poder ocho meses atrás. El tono de su voz era duro,

casi beligerante, pero de la multitud se levantaban los aleluyas. «Nos defendemos

no a través del ejército o de sus espadas», proclamaba, refiriéndose a la fuerza

contrainsurgente de mayor éxito en América Central, «sino a través del Espíritu

Santo.»{4}

Los dos hombres sentían que lo que le faltaba a América Latina era el

protestantismo evangélico. Palau y Ríos Montt creían que únicamente una

conversión en masa, una transformación moral a nivel popular, podrían salvar a

América Latina de la pobreza y del caos.

«Algunos ofrecen servicios voluntarios», solía afirmar Palau, «otros impulsan

revoluciones marxistas. Pero la única forma de cambiar [15] verdaderamente a una

nación para bien es guiar a las masas populares a comprometer sus vidas con

Jesucristo.»

«Si pudiéramos eliminar la infidelidad y la inmoralidad en América Latina», pensaba

Palau, «podríamos cortar la pobreza por la mitad en una generación... Si un hombre

renuncia a la inmoralidad con las mujeres, renuncia a emborracharse y todo el

desperdicio... que va con esto, y deja de apostar, sólo allí estaría ahorrando gran

cantidad de su salario...

15

«La numerosa clase media emergente [en el protestantismo latinoamericano] fue

convertida siendo pobre y a través de la industria, de la honestidad y la justicia,

alcanzó el estilo de vida educado y razonable que se conoce como clase media.

Pienso que ésta es la respuesta bíblica...

«Considere los países en los que usted no necesita temer a la policía secreta, en

donde se puede esperar justicia en base a la ley, en donde los militares están bajo

la guía del pueblo y no oprimiéndolo, en donde se valora la educación, en donde la

prensa es relativamente libre», dijo Palau. «Casi todas aquellas naciones han

experimentado despertares espirituales que han alcanzado al nivel local de la

sociedad.»{5}

Cuatro meses después, el Papa Juan Pablo II se encontraba en el mismo lugar

celebrando misa. No se refirió directamente a la asamblea anterior, a la cual sus

propios organizadores habían prometido superar. {6} Es verdad que la multitud fue

algo más numerosa. Pero cuando el Papa pidió al pueblo que defendiera su fe, una

razón fue que la Iglesia Católica estaba perdiendo terreno frente a los evangélicos

en muchos frentes. Ya no podía reclamar a América Latina como suya. El

monopolio religioso tradicional estaba perdiendo terreno. Parte de aquella reforma

ocurría dentro de los templos católicos construidos durante la colonia española,

pero gran parte de ésta tenía lugar afuera.

Notas

{1} Bamat 1986: 25-6.

{2} La plaza de armas estaba llena hasta un poco más de la mitad, por lo que dudo que hayan

asistido más de 250.000 personas.

{3} «Denuncias de la FIDH», Enfoprensa (Ciudad de México: Agencia Guatemalteca de Noticias),

12 de noviembre de 1983, p. 7.

{4} Notas del autor, 20 de noviembre de 1982. «Mass Palau Rally Caps Guatemala Centenial

Year», Christianity Today, 7 de enero de 1983, p. 48.

{5} «Luis Palau: Evangelist to Three Worlds», Christianity Today, 20 de mayo de 1983, pp. 30-1.

Luis Palau, «The Gospel's Social Impact», Briefing (Portland, Oregon: Cruzada Luis Palau),

verano de 1984, pp. 14-16.

{6} Richard N. Ostling, «Into a Perilous Volcano», Time, 7 de marzo de 1983, p. 10.

16

Tipologías, tasas de crecimiento

y variación por país

Tratar sobre el protestantismo a nivel de toda América Latina es una empresa

que generalmente han evitado los estudiosos. Al romper [16] con esta tradición, y

antes de seguir adelante, debo reconocer varias dificultades para la clasificación y

cuantificación. Cuando los estudiosos se ocupan del catolicismo romano, tienen la

conveniencia de iniciar con «la Iglesia» aun si esto resulta ser una especie de

ficción. En todo caso, existe una jerarquía administrativa única. En contraste, mi

tema no es una iglesia unificada, y aquellos que se refieren a ella como tal

proyectan un falso optimismo sobre un panorama confuso. El protestantismo

evangélico se define mejor como una tradición que se distingue por tres creencias,

que incluyen: 1) la completa confiabilidad y autoridad final de la Biblia, 2) la

necesidad de salvación a través de una relación personal con Jesucristo, con

frecuencia experimentada en términos de «renacer» y 3) la importancia de propagar

este mensaje de salvación a toda nación y persona, un deber al que se refiere con

frecuencia como la Gran Comisión.

Otra complicación es que, a pesar de que la mayor parte del vocabulario del

protestantismo latinoamericano llega a través de los Estados Unidos, éste adquiere

significados diferentes en su nuevo hogar. Entender las distinciones que han

surgido es lo suficientemente importante como para reservarlo para el tercer

capítulo. Por ahora, es suficiente decir que, mientras que en los Estados Unidos

evangelical connota a un conservador teológico que pone énfasis en la Biblia, en la

salvación personal y en el evangelismo, en América Latina, la palabra «evangélico»

puede referirse a cualquier cristiano que no sea católico. El término incluye a los

mormones y a los testigos de Jehová, considerados como sectas falsas por la

mayoría de los evangélicos, así como también a los protestantes con una exégesis

relativamente liberal. Al estilo latinoamericano, «evangélico» se utilizará aquí en

referencia a cualquiera que pueda ser concebido como tal. Utilizaré el término

protestante en el mismo sentido, añadiendo algunas veces el calificativo

«ecuménico» o «liberal» para referirme a aquellos protestantes, generalmente

afiliados al Consejo Mundial de Iglesias, cuyo desinterés por salvar las almas en el

sentido tradicional los coloca fuera del campo evangélico estrictamente definido.

17

Por ser un término de oprobio, fundamentalista connota una rigidez doctrinal y

se emplea, algo confusamente, en contra de cualquier protestante inclinado a citar

la Escritura como su autoridad final. Al ser [17] utilizado con mayor precisión, se

refiere a los protestantes conservadores que demuestran más preocupación por

defender la pureza de sus iglesias («los fundamentos») que por ampliarlos

(«evangelizando», según la raíz griega, que significa «traer buenas nuevas»).

Como veremos en el capítulo tercero, un cristiano listo puede manipular los

términos «fundamentalista» y «evangélico» para presentar diferentes caras frente a

diferentes grupos, pero los dos también expresan profundos conflictos dentro de la

tradición evangélica. El término «pentecostal» es otra línea divisoria importante: se

refiere a formas estáticas de protestantismo definidas de acuerdo a dones

especiales conferidos por el Espíritu Santo. Mientras que únicamente una minoría

de misioneros norteamericanos son pentecostales, la mayoría de evangélicos

latinoamericanos lo son.

Las tipologías del escenario evangélico en América Latina conllevan

presunciones políticas que prefiero evitar. Tal vez la categorización a la que se

puede recurrir más fácilmente, pero también la más engañosa, es de acuerdo a la

denominación. Las tradiciones eclesiales más conocidas –luterana, anglicana,

reformada, presbiteriana, bautista, metodista, morava– surgieron durante la

Reforma en Europa o en la frontera norteamericana. A pesar de que los

protestantes están todavía organizados en denominaciones (o en sectas que se

resisten a las rutinas establecidas de la vida denominacional), desde hace tiempo,

estas entidades se han polarizado teológica y políticamente. Por ejemplo, los

bautistas tienden a ser caracterizados como fundamentalistas, pero algunas de sus

iglesias se han vuelto bastante liberales. Los presbiterianos han adquirido una

reputación de moderación, y algunos son liberales entusiastas; pero no se aprecia

que gran parte de la elite intelectual del fundamentalismo ha sido presbiteriana.

Otra forma de caracterizar al protestantismo latinoamericano es en términos de

«olas» sucesivas de llegada, incluyendo: 1) las iglesias de los inmigrantes

europeos, como los luteranos alemanes en el Brasil, 2) las denominaciones

«históricas» como los Presbiterianos, Bautistas, y Metodistas, 3) las «misiones de

fe» fundamentalistas, y 4) los pentecostales. A pesar de ser una distinción muy útil,

ésta también puede llevar a conclusiones engañosas. La Misión Latinoamericana,

por ejemplo, surgió como parte de la ola fundamentalista, pero ha llegado a

18

impulsar una teología más abierta y socialmente comprometida. [18] La Iglesia

Presbiteriana del Brasil es una denominación «histórica» la cual, durante la década

de 1960, reaccionó duramente contra la clase de pensamiento que la Misión

Latinoamericana estaba empezando a promover.

En lo que se refiere a tendencias políticas, éstas están evolucionando

constantemente. A principios de la década de 1970, el teólogo argentino José

Miguez Bonino identificó a tres, incluyendo a 1) los evangélicos que declaran dar la

espalda a la política, 2) los «liberales», que trabajan por la reforma dentro del

sistema capitalista y 3) los «revolucionarios» que exigen una transformación

radical.{7} Desde entonces, sectores del campo «apolítico» se han alineado con la

derecha religiosa norteamericana; muchos liberales se han vuelto claramente

menos liberales; los revolucionarios han perdido la mayor parte de su base de

apoyo; y ha surgido una nueva corriente de evangélicos, teológica pero no

políticamente conservadora. Al analizar el protestantismo latinoamericano a través

de una tipología de hace quince años, se tiende a aumentar la importancia de la

izquierda y a minimizar las crecientes diferencias políticas entre los conservadores

teológicos.

Uno de los términos más comunes utilizados contra los evangélicos –secta–

tiene también implicaciones insatisfactorias. Cuando los periodistas, políticos, y

autoridades católicas lanzan advertencias contra la invasión de las sectas, tienden

a acusar a los nuevos grupos de fanatismo, exonerando a la oposición de cualquier

responsabilidad por el último brote de violencia y estigmatizando a los evangélicos

en conjunto. Técnicamente, de acuerdo al sociólogo Bryan Wilson, las sectas son

grupos que se conciben a sí mismos como elegidos, aplican criterios rigurosos a

aquellos que quieren ser admitidos, y demandan una fidelidad hacia su verdad

superior. A pesar de que las sectas ofenden a las autoridades tradicionales y

algunas veces a los vecinos, su disciplina interna con frecuencia convierte a sus

miembros en ciudadanos modelo. Dentro de una o dos generaciones, a medida que

el número de neófitos es superado por los niños y nietos nacidos en la secta, el

entusiasmo tiende a enfriarse, y el grupo adopta las características de una iglesia

establecida.{8} [19]

Aun si se pudiera disculpar cierta imprecisión clasificatoria, otra limitación para

discutir sobre el protestantismo a nivel de América Latina es la falta de

cuantificación confiable. De acuerdo a aquellos que se atreven a realizar

19

estimaciones, los cristianos no católicos han aumentado a un 10% o más de la

población latinoamericana en la década de 1980. Es decir, sobrepasan los cuarenta

millones de personas.{9} Este podría no parecer un porcentaje impresionante. Pero

gran cantidad de latinoamericanos son católicos tan sólo de nombre. Excepto en

lugares donde son excepcionalmente leales a su clero, parece ser que la mayoría

de personas que asiste a la iglesia son evangélicos. En el Brasil de 1973, el

periódico Estado de São Paulo afirmó que en su país existían más protestantes

«verdaderos» (diez millones) que católicos «verdaderos». Los trece mil sacerdotes

católicos en el Brasil eran superados por diecisiete mil pastores protestantes

ordenados y trece mil que todavía no lo habían sido. {10}

La mayor parte de las cifras que circulan son el trabajo de estrategas de

misiones evangélicas, conocidas colectivamente como «movimiento de

iglecrecimiento». Aunque son nuestra mejor fuente de datos, hay que anotar que

esta clase de apóstol calcula las tasas de crecimiento y cómo maximizarlas con el

entusiasmo de los inversionistas que buscan un interés compuesto. Su trabajo

también se realiza con las incertidumbres inevitables, al contar cabezas entre una

población mal definida y especificar sus lealtades religiosas. Las estimaciones

sobre el porcentaje de la población protestante de cada país se incluyen en el

Apéndice 1: las abrumadoras diferencias entre las tres fuentes evangélicas deben

ser consideradas como fruto de las metodologías diferentes y no del crecimiento

registrado en la recolección de datos de un año a otro.

El calcular el crecimiento evangélico y luego compararlo, de país a país y de

período a período, es una tarea aún más difícil. Si se calcula de acuerdo al volumen

de quejas, el protestantismo evangélico está creciendo rápidamente en todas

partes. Un cuadro más variado lo sugieren los misioneros evangélicos, un

compendio de cuyos informes ha sido publicado por Patrick Johnstone de la

Cruzada Evangelística Internacional. [20]

Algunos de los porcentajes más bajos de población evangélica siguen

encontrándose en los países andinos –Venezuela (del 1 al 3%), Colombia (del 1 al

4%), Ecuador (del 2 al 4%), Perú (del 3 al 5%), y Bolivia (del 2 al 8%)– donde el

protestantismo tuvo un comienzo lento y difícil. Pero desde 1960 las iglesias

evangélicas han crecido rápidamente, con una de las tasas más altas en América

Latina, y la satisfacción de los pronosticadores evangélicos se iguala al nivel de

alarma de sus oponentes, entre los más ruidosos de la región. Las expectativas

20

también son altas en el Paraguay (del 2 al 4%), otro país en donde los evangélicos

no habían prosperado sino hasta hace poco.

Un bajo porcentaje de población evangélica se encuentra en México (del 2 al

5%), a pesar de la proximidad con los Estados Unidos o tal vez debido a ésta. Una

posible explicación es la facilidad de migración a través del Río Grande, como un

escape alternativo de las energías dirigidas hacia el protestantismo; otra es el

sentimiento nacional en contra de la influencia norteamericana. En todo caso, a

pesar de que el crecimiento evangélico ha sido dramático en algunas partes del

país, como en la frontera norte, Tabasco y Chiapas, también existen vacíos

notables, incluyendo a la capital, y el país en su totalidad es un baluarte de

desinterés.

Argentina es otro de los cinco más grandes países en términos de población

protestante absoluta (véase Apéndice 2). Sin embargo, al igual que México, no es

un líder en relación a la población total. A pesar de los muchos avivamientos

impresionantes, el número de evangélicos va solamente del 3 al 7%. Especialmente

desde la desafortunada Guerra de las Malvinas con Gran Bretaña, ciertos

evangélicos han hablado de grandes éxitos. Pero históricamente, de acuerdo a la

Cruzada Evangelística Internacional, las conversiones en masa no han dado lugar a

un crecimiento eclesial como se esperaba, debido a la alta tasa de reincidencia.

Uruguay (del 2 al 5%) es otro país sobre el cual los misioneros expresan su

insatisfacción: aquí el problema se describe como apatía espiritual.

La mayor vergüenza para los evangélicos son las ex-colonias inglesas y

holandesas del Caribe –Jamaica, Bahamas, Belice, Barbados, Surinam, y

Guayana– en donde los avivamientos de los siglos diecinueve [21] y principios del

veinte produjeron grandes poblaciones protestantes, incluso mayoritarias. Pero las

llamas espirituales han decrecido en las iglesias establecidas, y el compromiso

declinante de sus miembros borra los logros conseguidos por los grupos más

nuevos y sectarios. Cuba es otra desilusión: después del éxodo de muchos

pastores y creyentes hacia la Florida, a raíz de la revolución de 1959, la

recuperación ha sido lenta. Pero los evangélicos del Caribe están creciendo

rápidamente en otros países tradicionalmente católicos –República Dominicana (del

2 al 7%), Haití (del 15 al 20%), y Puerto Rico (del 7 al 30%).

21

En América Latina, los dos países más evangélicos en esta época son Brasil,

en donde los protestantes sostienen alcanzar hasta el 18% de la población, y Chile,

en donde afirman tener hasta un 25%. A juzgar por las cifras en el Apéndice 2, los

veinte y dos millones de evangélicos del Brasil cuentan por tres de cada cinco

evangélicos en América Latina y el Caribe. Junto con sus hermanos de Chile,

alcanzan a ser dos de cada tres. Debido a que los dos países responden al 40% de

la población latinoamericana, el rápido crecimiento de sus protestantes pesa mucho

en el cuadro general: en Chile, la tasa de crecimiento ha disminuido, pero en Brasil,

de acuerdo a la Cruzada Evangelística Internacional, todavía es «sorprendente».

Desde 1960 hasta 1970, el crecimiento evangélico fue del 77%; desde 1970 hasta

1980 fue del 155%.{11}

Lo que hace que los logros evangélicos sean notables no es el simple

incremento en términos absolutos. Después de todo, las altas tasas de natalidad en

América Latina podrían duplicar el número de protestantes cada veinte años sin

cambiar su proporción con respecto a la población total. Lo que es sorprendente es

la creciente presencia de evangélicos como porcentaje. De acuerdo al antes

mencionado compendio de la Cruzada Evangelística Internacional (véase Apéndice

3), desde 1960 los evangélicos han aproximadamente duplicado su proporción con

respecto a la población en Chile, Paraguay y Venezuela, y en los países caribeños

de Panamá y Haití. De acuerdo a la misma fuente, desde 1960 los evangélicos han

triplicado su proporción con respecto a la población en Argentina, Nicaragua, y en

la República Dominicana. En Brasil y Puerto Rico, la proporción evangélica casi se

ha cuadruplicado desde 1960. En dos países centroamericanos, El Salvador y

Costa Rica, así como en dos países andinos, Perú y Bolivia, la [22] proporción

evangélica durante el mismo período se ha quintuplicado. En otros dos países

andinos, Ecuador y Colombia, así como en Honduras, se piensa que se ha

sextuplicado. Y en Guatemala, la proporción evangélica de la población desde 1960

hasta 1985 ha aumentado cerca de siete veces. Si por propósitos retóricos

extrapolamos las mismas tasas de crecimiento desde 1960 hasta 1985 por otros

veinte y cinco años, hasta el 2010, Brasil abarcaría una población evangélica del

57%, Puerto Rico del 75%, y Guatemala del 127%. {12}

En vista de estas espectaculares cifras, es necesario tomar en cuenta que las

estimaciones sobre el iglecrecimiento se deben realizar con mucha cautela. Pero si

hay algo de verdad en estos datos, como se inclinan a creer más y más

22

observadores, entonces se cuenta con el potencial para dar todo un giro al

panorama religioso. Así se veía en América Central, de todas maneras. Alrededor

de 1984, de acuerdo a un portavoz de la misión evangélica más venerable de la

región, 3,3 de 21,9 millones de personas desde Guatemala hasta Costa Rica, o el

15% de la población, se consideraba evangélica. De acuerdo a la misma fuente, si

el crecimiento continuaba con la tasa estimada del 13,4%, la cifra podría duplicarse

a cerca de la tercera parte de la población para finales de la década de 1980. En El

Salvador, tantos católicos se convierten al protestantismo, que los evangélicos

podrían ser una mayoría alrededor de 1994. En Guatemala, los líderes evangélicos

sostenían que representaban cerca de la cuarta parte del país, y esperaban tener la

mitad alrededor de 1990.{13}

Dondequiera que esto ocurra, el crecimiento evangélico varía de acuerdo a los

factores rurales/urbanos, regionales, étnicos y de clase, los cuales no pretendo

examinar sistemáticamente.{14} Lo que sigue no es una síntesis de los estudios

académicos disponibles sobre el tema. No es una sociología del protestantismo

latinoamericano, ni un recorrido a través de las tendencias regionales del

crecimiento eclesial. Más bien, quiero aceptar al crecimiento evangélico como un

hecho, con el fin de poner ciertos temas sobre el tapete.

En primer lugar, me centro en los esfuerzos de la derecha religiosa para

convertir a las misiones evangélicas en un instrumento para las políticas militaristas

estadounidenses. Para aquellos que creen que los [23] evangélicos han sido

siempre un instrumento de Washington, esto les podría parecer un ejercicio

innecesario. Pero argumentaré que la derecha religiosa en realidad representa un

punto de partida, una nueva etapa en la politización del trabajo misionero, el cual

desafía no sólo a los católicos y a los impíos, sino también a los mismos

evangélicos. El comprender este desafío resaltará las direcciones contradictorias

hacia las que se están orientando los evangélicos.

En segundo lugar, quiero sugerir que puede ser un error el considerar a la

teología de la liberación como la llave de la reforma social y religiosa en América

Latina, que la conversión hacia el protestantismo evangélico puede ser la opción

religiosa más popular en la región, y que la continuación de esta tendencia podría

alterar el panorama religioso de América Latina. También sugiero la posibilidad,

aunque algo obscura, de que de esta transformación religiosa pueda surgir una

23

visión social con el potencial para alterar también el panorama cultural, moral y

político de América Latina.

Este es un argumento algo atrevido. Sin embargo, en vista de los recientes

acontecimientos, pienso que debe ser expuesto, aunque sea para ser rechazado. El

resto del primer capítulo está dedicado a una tarea más modesta: sugerir cómo las

polémicas en contra de los evangélicos han oscurecido los crecientes debates

internos acerca de su misión en América Latina.

Notas

{7} Según se cita en Montgomery 1979: 91-92.

{8} Para una definición sistemática de sectas, véase Wilson 1970: 13-35.

{9} Johnstone (1986: 56, 65) representa a la sabiduría convencional. Kenneth Woodward y Penny

Lernoux sugieren una cifra de 12,5% (Newsweek, 1º de septiembre de 1986, pp. 63-64).

{10} Faith Sand Pidcoke, «Dateline: Brazil... A Protestant Nation?» Latin America Pulse (Wheaton,

Illinois: Evangelical Missions Information Service), noviembre de 1973, pp. 1-4.

{11} Basado en las evaluaciones nacionales y regionales en Johnstone 1986: 55, 62, 112, 135,

véanse también los Apéndices 1 y 2.

{12} Véanse los datos del Apéndice 3.

{13} Taylor (1984: 5-6), quien es un miembro de la Misión Centroamericana.

{14} Para cálculos por país más detallados aunque menos recientes, véase Read et al. 1969 y, para

América Central y el Caribe, Holland 1981. Para los muchos análisis de tendencias de

crecimiento nacional, regional, denominacional y étnico, consúltese Wagner 1984. Para un

listado de otros análisis de iglecrecimiento, consúltese a la Biblioteca William Carey, P.O. Box

40129, Pasadena, California 91104.

Evangelismo del desastre

Desde el siglo dieciséis, los protestantes anglos y los católicos latinos se han

disputado la supremacía política y cultural en el Nuevo Mundo. Para evitar

perpetuar dicho conflicto, a principios del siglo veinte, los protestantes europeos se

rehusaron a clasificar a América Latina como un campo misionero. Como resultado,

24

la contribución norteamericana allí ha aumentado en proporciones excepcionales,

hasta convertirse en la mayor fuerza misionera protestante. Con el cerrarse de

países a lo largo de Asia, más misioneros protestantes norteamericanos se han

localizado en América Latina –11.196 alrededor de 1985– que en cualquier otra

parte del globo. Un tercio está concentrado entre menos del 10% de la población

mundial.{15} [24]

Dada tal preponderancia, el deseo de los misioneros norteamericanos por

transformar a América Latina difícilmente puede ser separado del hecho de que su

país la domina. Este no es el lugar para tratar sobre los males contemporáneos: las

deudas con los bancos extranjeros que conducen a países enteros hacia la

bancarrota, la demanda norteamericana de cocaína que mantiene a flote a varias

economías, los militares entrenados en los Estados Unidos que dirigen la vida

política aún bajo la administración civil. Esta es una América Latina sin

revoluciones, por lo menos económicamente exitosas. Sin embargo, el capitalismo

la está cambiando más allá de reconocimiento. La población se concentra en

ciudades enormes y tristes, con pocas esperanzas de un futuro mejor. Detrás de

estas ciudades, en el interior, se suscitan brutales guerras civiles año tras año.

Largas filas de gente rodean las embajadas de los Estados Unidos para solicitar

visas. Millones de personas de todas las clases huyen hacia el norte, en donde se

originan varias de las presiones que destruyen a sus países.

Por lo tanto, cuando los evangélicos dicen que el secreto de la prosperidad

norteamericana es su herencia protestante, muchos latinoamericanos se muestran

deseosos de escucharlos. Las misiones son conscientes de la relación entre la

presión social, los recursos a su disposición para aliviarla, y el interés en su

religión. «No podemos dejar de reconocer el impacto de este sufrimiento», observó

un misionero. «Pedimos a Dios que nos libre de tal estrategia de iglecrecimiento,

pero a medida que las nubes se reúnen en el horizonte, debemos prepararnos para

una gran cosecha en épocas de agudo sufrimiento.» {16} «Una posible conclusión»,

resumió de mala gana un misionero de la Iglesia Brethren, al examinar el naufragio

de la Nicaragua sandinista, «si deseas que la iglesia crezca, reza por el desastre

económico y político.»{17} «Cuando existe cualquier clase de trauma», afirmó un

personero de Cruzadas de Ultramar, «es cuando necesitamos precipitar los

recursos.»{18}

25

Les guste o no, estos grupos están comprometidos en lo que se puede llamar

evangelismo del desastre. Atraídos por las guerras y catástrofes naturales, los

evangélicos entregan alimento, establecen clínicas médicas, ayudan a reconstruir

comunidades y entrenan a líderes para iniciar iglesias. La primera ocasión en la

que este modus operandi llamó la atención sobremanera fue en el terremoto de

1976 en Guatemala. [25] Cuando el terremoto tumbó las aparentemente seguras

paredes de adobe de los pueblos indígenas, ocasionó la muerte de miles de

personas y sacudió la confianza que los sobrevivientes tenían en sus antiguas

costumbres. Ayudándolos a levantarse y a salir de los escombros, se encontraba la

ahora familiar legión de evangélicos.

Durante aquella época, el investigador Sheldon Annis se encontraba viajando

con un miembro de la Misión Centroamericana. «En una remota comunidad

guatemalteca arruinada por el terremoto», escribió, «Edgardo Robinson es una

figura imponente, incluso dominante. Viaja en un nuevo y poderoso Bronco. Habla

un cakchiquel fluido y seguro. Es más o menos unas ocho pulgadas más alto que

casi cualquier hombre de la comunidad. Y tiene los ojos ardientes –tal vez

lunáticos– de un profeta bíblico. En una tierra de terremotos y de violencia, él es el

hombre de los tiempos.

«Educadamente pero sin gran interés, Edgardo escuchó lo que le propuse

investigar. Me interesaba especialmente la semiótica de los tejidos mayas, y con

gran curiosidad, le pregunté cómo plantearía él preguntas de este tipo.

«'Mira alrededor tuyo', dijo con irritación, descartando lo abstracto con los

escombros a nuestro alrededor. '¿Deseas hablar con esta gente? ¿Deseas saber

cómo llamar su atención? La manera de llamar la atención de un indio no es a

través de las cosas que estás preguntando, sino hablándoles de Dios.'

«Edgardo sabe cómo hablar a los indios sobre Dios. Lo hace así. En primer lugar,

se dirige hacia el mercado, sonriendo a conocidos y saludando calurosamente a los

amigos mientras sale de su vehículo. Cruza hacia un lugar –justo el lugar preciso–

frente a los restos desmoronados de la Iglesia Católica. Un círculo se forma

mientras se arrodilla en una oración silenciosa y personal...

«Lentamente, y luego más visiblemente, el cuerpo del profeta empieza a temblar.

Su mano se levanta hacia el cielo apretando una vieja Biblia. Su cuerpo lucha

contra sí mismo... Está de pie, empezando a predicar. Su voz se levanta cada vez

26

más, mientras la Biblia corta el aire. [26] 'Miren este terremoto, sus vidas, su

pecado; miren la destrucción', grita. Sigue y sigue predicando sobre el amor de

Cristo y sobre la guerra con Satanás. El sudor corre por su frente. Finalmente, a

medida que su ronca voz empieza a calmarse, guía al círculo en canto y oración.

Luego, sale para discutir sobre la reconstrucción de las dos iglesias evangélicas

que también cayeron en el terremoto.»{19}

El terremoto guatemalteco parece haber confirmado las ventajas de las

operaciones de rescate. El crecimiento evangélico pasó del 8% un año antes de la

catástrofe al 14% después de ésta. {20} Debido a que las operaciones de rescate

ocupan un lugar tan prominente en el evangelismo del desastre, muchos

latinoamericanos se lamentan de que los evangélicos están comprando neófitos.

Cuando los beneficios materiales abren un corazón al evangelio, es lógico que

éstos pesen sobre la voluntad del neófito. Irónicamente, a nadie desagrada más la

resultante mentalidad mendicante que a los mismos misioneros, quienes pronto se

atormentan tratando de superarla.

Aunque el dinero norteamericano ha sido importante en ciertas coyunturas,

éste está lejos de ser toda la explicación. Si las iglesias evangélicas hubieran

crecido solo a través de limosnas, como sugiere la oposición, entonces serían

estructuras paternalistas muertas, y no expresiones vitales como muchas de ellas

lo son. En lugares en donde las iglesias evangélicas tienen éxito, éstas proliferan

más allá del poder de compra de los subsidios misioneros. Con poco entrenamiento

o sin éste, y sin un apoyo financiero, gente equipada con poco más que Biblias está

iniciando sus propias iglesias. Empiezan con sus familias y vecinos, y luego

proselitizan con el fin de atraer a suficientes seguidores que contribuyan para

asegurar su subsistencia.

Los dos más conocidos sociólogos del protestantismo en América Latina,

Christian Lalive d'Epinay y Emilio Willems, descubrieron que el interés por el

protestantismo evangélico estaba relacionado con cuán desarraigada se

encontraba la población. Los emigrantes recientes hacia las ciudades y los

colonizadores de las áreas de la frontera eran los más receptivos. Los menos

receptivos eran aquellos que vivían bajo el antiguo régimen de hacienda. {21} Para

las personas cuyas vidas han sido violentamente cambiadas por la guerra, el

capitalismo o el desastre ecológico [27] –aquellos que luchan para sobrevivir frente

a la indiferencia burocrática, reagrupándose en pueblos de chozas al borde de las

27

ciudades o colonizando tierras marginales– la religión evangélica les proporciona

un nuevo tipo de grupo social.

Una vez que se comprende lo que dichos grupos pueden hacer por los pobres,

la pregunta apropiada parece ser, no por qué mucha gente se convierte, sino por

qué más no lo hacen. Uno de los efectos más comunes de la conversión es poner a

los hogares sobre una base mucho más estable, al superar la adicción de los

hombres al alcohol, al refrenar la licencia sexual masculina, y al establecer a las

autoridades eclesiásticas como a una especie de corte de apelación para las

mujeres agraviadas.{22} Para los evangélicos que se trasladan desde el campo hacia

la ciudad, las estructuras eclesiásticas sirven como agencias de referencia y como

redes de seguridad.{23} Pero la religión evangélica no es únicamente un ejercicio

utilitario, en el que los marginados se adaptan al desarrollo capitalista,

organizándose en sociedades de beneficencia. Las iglesias evangélicas son una

nueva forma de organización social, con su propia lógica poderosa. Algo de este

poder proviene de la popularidad de un ejercicio aparentemente irracional y nada

fructífero –la curación por la fe– como un camino hacia la conversión en América

Latina. Al apelar a las necesidades más profundas del pueblo, las iglesias

evangélicas les ayudan a redefinirse, a reorganizar sus vidas y a dirigirse hacia

nuevas y dramáticas direcciones.

Notas

{15} Costas 1982: 108-109, Wilson y Siewert 1986: 584. Las cifras de Wilson y Siewert no incluyen

a misioneros mormones (véase el capítulo 5), quienes sumaban 8.136 en 1985.

{16} Al Hatch, «What's Coming in the Light of Current Money Squeeze», Pulse (Wheaton, Illinois:

Evangelical Missions Information Service), abril de 1983, pp. 2-4.

{17} Donald Zook, «Nicaraguan Pastors Tell Reasons for Growth», Pulse, noviembre de 1983, pp.

7-8.

{18} James Montgomery, citado por Sharon E. Mumper, «Where in the World is the Church

Growing?» Christianity Today, 11 de julio de 1986, pp. 17-21.

{19} Annis 1988.

{20} Núñez C. et al. 1983: 67, 76.

{21} Willems 1967: 248 y Lalive 1969: 36.

28

{22} Willems 1967: 169 y Brusco 1986.

{23} Curry 1968: 251, 255-257.

Tan cerca de Dios y de los Estados Unidos

Estos eran movimientos populares, a juzgar por la gran cantidad de conversos.

Algunos de sus líderes hablaban de organizar una reforma. Sin embargo, los

evangélicos fueron recibidos con metáforas de infiltración y de conquista. {*} Gran

parte del dinero, planificación [28] y organización detrás de su crecimiento venía del

gigante del norte: incluso los grupos de otras partes del mundo, como la Iglesia de

la Unificación, los Hare Krishna y Bahai, generalmente llegaban a través de los

Estados Unidos.{24} Inevitablemente, surgía la pregunta de si los misioneros

norteamericanos estaban sirviendo a su país o a Cristo.

En 1975, las investigaciones realizadas por el congreso norteamericano

confirmaron el uso de misioneros por parte de la Agencia Central de Inteligencia.

Durante los primeros días de Cruzadas de Ultramar, cuando trabajaba

principalmente en el Lejano Oriente, un portavoz reconoció que virtualmente todo

su personal había sido interrogado por la CIA al regresar a su país. {25} En América

Latina, los misioneros católicos y protestantes también sirvieron como fuente de

información, algunos a sabiendas y otros no. En Chile, el jesuita belga Roger

Vekemans se convirtió en el conducto de millones de dólares de la CIA, la cual

también subsidió las transmisiones de una radio católica a los campesinos de

Colombia. Para 1975, algunas misiones evangélicas tenían ya disposiciones

contrarias a la cooperación con las agencias de inteligencia. No obstante, como la

revista evangélica Christianity Today reportó, el refrenar a los misioneros que

sentían el deber de servir a su país era una tarea muy difícil. {26}

Un grupo religioso que claramente tenía una política conspiratoria era la Iglesia

de Unificación del Reverendo Sun Myung Moon. Los discípulos de Moon ganaron

cierto número de neófitos en América Latina, pero su vehículo principal era un

grupo de interés político llamado la Confederación de Asociaciones para la

Unificación de las Sociedades Americanas (CAUSA). Su causa era combatir al

comunismo en América, para cuyo fin el grupo se encargó de mejorar la imagen

29

extranjera de las dictaduras militares y de proporcionar apoyo logístico [29] a los

contras nicaragüenses. El director de CAUSA, David Woellner, era un general

retirado de la fuerza aérea norteamericana. {27}{**}

La organización de Moon ilustraba un miedo recurrente entre los

latinoamericanos forzados a tratar con el creciente número de grupos religiosos de

los Estados Unidos. ¿Qué tal si, a pesar de todas las negativas, los

norteamericanos persuadían a los neófitos a transferir sus lealtades hacia los

Estados Unidos? «Invariablemente, se construye un fuerte lazo de amor y de

respeto mutuo entre los misioneros y el neófito», sostenía un cientista social

mormón que había trabajado con los campesinos mexicanos de Puebla. «Cualquier

sentimiento hostil que [el neófito] pudiera haber albergado internamente hacia los

americanos es eliminado o al menos reducido....[Su] concepción del mundo se

expande dramáticamente a medida que llega a considerarse como un miembro

importante de una creciente organización a nivel mundial. La inicial sospecha y

desconfianza hacia los extraños disminuye, ya que ahora cree que por lo menos

algunos de ellos están verdaderamente interesados en él. Este es sólo el inicio de

una transformación casi total de sus puntos de vista, actividades y aspiraciones.» {28}

Algunas de las más agudas agitaciones respecto de las intenciones

norteamericanas fueron suscitadas por la evangelización de los pueblos indígenas

en México, América Central, Los Andes y la Amazonía. [30] A pesar de que el

número de neófitos involucrados era a menudo pequeño, los conflictos sobre ellos

dramatizan la forma cómo el evangelismo conduce a una competencia con otros

grupos políticos y religiosos.

Durante mucho tiempo los misioneros evangélicos se han concentrado en los

indígenas americanos: en el Brasil, no hace mucho, el 36,5% de los misioneros de

fe se encontraban entre el 0,5% de la población que era indígena. {29} La

concentración puede ser explicada en términos ideológicos: éstos eran los «últimos

pueblos no-alcanzados», que se presumía estaban viviendo en la oscuridad más

profunda. Para los latinoamericanos, sin embargo, era difícil distinguir entre los

extranjeros en busca de aventura, recursos naturales, drogas y almas. Además,

con sus bien difundidas misiones entre los indígenas, los evangélicos ocupaban

una posición especialmente sensible en los asuntos latinoamericanos. No solo que

la mayor parte de la población indígena vivía en regiones del interior apenas

integradas, en donde era común el robo de tierras y el tráfico de drogas, las tierras

30

lotizadas por concesiones corporativas, y disputadas por tropas y guerrillas; la

población nativa no era «nacional» en el sentido integracionista e hispano deseado

por sus gobiernos.

«Los pueblos tribales representan la misión de campo políticamente más

delicada», explicaba Mission Frontiers de Pasadena, California. «En la mayoría de

los casos, están virtualmente encarcelados en sus propios países. Los gobiernos

nacionales, dirigidos por los grupos mayoritarios, se muestran, en el mejor de los

casos, avergonzados o indiferentes, y en el peor, son incluso hostiles hacia ellos.

¿Cómo pueden los extranjeros superar la oposición de estos oficiales que no

desean que nadie llame la atención hacia sus pueblos tribales? Es casi un milagro

el que las misiones hayan sido capaces de lograrlo.» {30}

Lo lograron colaborando con los planes oficiales para integrar a los indígenas,

frecuentemente con resultados desafortunados. Pero aún si las misiones

evangélicas eran problemáticas, tendían a tratar a los nativos con más respeto que

sus gobiernos y conciudadanos. En efecto, los evangélicos norteamericanos se

estaban convirtiendo en mediadores entre los grupos nativos y las sociedades

latinas que los habían colonizado. [31] Al servir a los dos sectores, los

norteamericanos llegaron a desempeñar un papel influyente en los asuntos

indígenas.

Este era el meollo de la polémica en contra de las misiones evangélicas entre

los indígenas. Los nacionalistas latinoamericanos temían que, al ganar la lealtad de

las minorías étnicas, los norteamericanos estuvieran estableciendo archipiélagos

de influencia. Para ilustrar los peligros del separatismo étnico, bastaba sólo señalar

a los indígenas miskitos de Nicaragua, predominantemente protestantes, a quienes

los Estados Unidos incitaron a sublevarse contra el gobierno sandinista.

Una de las dos misiones evangélicas más grandes entre los nativos es la

Misión Nuevas Tribus (NTM). Con 2.300 miembros en doscientos grupos

lingüísticos alrededor del mundo, la fundamentalista NTM es acusada de destruir

las culturas de los grupos todavía nómadas en los cuales se especializaba. La otra

era una organización más flexible, los Traductores Wycliffe de la Biblia, cuyos 6.000

miembros habían ingresado en 1.100 grupos lingüísticos alrededor del mundo. Para

evitar la oposición católica y anticlerical, Wycliffe entró en América Latina con el

nombre de Instituto Lingüístico de Verano (ILV). Al afirmar que se trataba

31

principalmente de una organización de investigación científica, pudo obtener

contratos oficiales y entenderse con las autoridades gubernamentales, cuyo apoyo

generalmente la protegía de la expulsión, pero también generó las condiciones para

una nueva controversia después de pocos años.

Para la década de 1980, después de resistir con éxito a varias

recomendaciones oficiales para que finalizara sus actividades, se decía que el ILV

en Colombia recibía amenazas casi a diario contra sus miembros. Uno de ellos fue

secuestrado y, como el Instituto se rehusó a dejar el país, fue ejecutado en 1981.

Cinco años más tarde, otro fue acuchillado mortalmente por un ex-empleado,

originario del pauperizado pueblo junto a la cómoda base del grupo. {31} Ese mismo

mes, la casa del ILV en la capital fue dañada por una bomba. {32} A pesar de las

afirmaciones de que los miembros del ILV mantenían una posición firme, un colega

en la Misión Interamericana informó que la mitad abandonó el país en los dos años

siguientes al asesinato de 1981. En cuanto a la política de no-rescate de la Misión

Interamericana, [32] se deletreaba ahora en las tarjetas de identificación de los

miembros.{33}{***} A pesar de que la violencia en contra de los norteamericanos

recibió mucha publicidad, los evangélicos locales fueron los que más sufrieron. De

acuerdo al presidente de la Confederación Evangélica Colombiana, siete pastores

rurales fueron asesinados en el curso de un año. {34}

México, un país vecino, se convirtió en lo que los misioneros norteamericanos

consideraban campo restringido. Allí, al igual que en Colombia, una fuente

importante de controversia era el Instituto de Verano, el cual, durante años, había

ocultado sus objetivos evangélicos, al afirmar que se concentraba en la

investigación lingüística; continuó [33] avanzando hacia nuevos idiomas, incluso

después de perder su contrato gubernamental. Acusaciones contra evangélicos

como espías estadounidenses, restricciones legales y expulsión de misioneros que

ingresaban al país con visa de turista, se convirtieron en hechos normales. Cuando

el gobierno prohibió las transmisiones religiosas considerándolas como una

violación a la constitución anticlerical del país, los evangélicos establecieron sus

propias emisoras de radio al otro lado de la frontera.

En 1984, cuatro Testigos de Jehová norteamericanos fueron secuestrados en

Guadalajara, mientras evangelizaban puerta a puerta; desaparecieron sin dejar

rastro. En el sector rural, hubo iglesias quemadas y pastores asesinados.

«Practicamos la religión Católico Romana», declaraban letreros en las ventanas.

32

«Los evangélicos no son bienvenidos aquí.» {35} En Chihuahua, extremistas que se

consideraban seguidores de los «Caballeros del Temple», pedían que la jerarquía

católica expulsara a los protestantes, hasta el punto de pintar consignas como:

«¡Hugonotes malditos, fuera de Chihuahua!» {36}

Notas

{*} Pocos movimientos extremadamente autoritarios tenían un gran impacto sobre las percepciones

públicas. Estos diferían grandemente de las normas evangélicas y se los describía mejor como

cultos. Por algún tiempo, el caso más flagrante fue el de los Niños de Dios. El fundador y profeta

del grupo, David Brandt Berg, alias Moisés David, se había separado de la Alianza Cristiana y

Misionera, para la que trabajó como evangelista, para auxiliar a los hippies y drogadictos de

Huntington Beach, California. De allí surgió los Niños de Dios o Familia del Amor, la misma que

practicaba la «pesca del coqueteo» o el evangelismo a través del sexo, provocando denuncias

en varias capitales de América Latina por prostitución y corrupción de menores (Consejo

Episcopal Latinoamericano 1982: 236-237; Silleta 1987: 75-93; Albán Estrada y Muñoz 1987:

134-141). En 1978 tuvo lugar el asesinato/suicidio del Reverendo Jim Jones y de novecientos

seguidores en Jonestown, Guayana. Jonestown era una comunidad norteamericana expatriada,

no una misión, y tenía muy poco que ver con los evangélicos latinoamericanos. Pero provocó

numerosas demandas por expulsar a iglesias de membrecía latinoamericana (ej. El Espectador

[Bogotá] 30 de noviembre al 2 de diciembre de 1978; y El Tiempo [Bogotá] 26-27 de noviembre y

3-5 y 10 de diciembre de 1978).

{**} En Uruguay, los discípulos de Moon adquirieron una de las instituciones financieras más

grandes del país, uno de los mayores periódicos, y un lujoso hotel en la capital. La organización

Moon también vendió al gobierno armas de su industria bélica en Corea. En Bolivia, ayudó a

financiar el derrocamiento de un gobierno electo en 1980 por parte del General García Meza –

recordado como el «golpe de la cocaína» por sus otros colaboradores. Después de haber

apoyado durante varios años a las dictaduras del Brasil y del Cono Sur, la organización Moon se

dirigió hacia América Central. Al igual que en Bolivia, la rápida caída de los generales protegidos

no sugirió una aprobación divina. En 1983, el representante de Moon, Coronel Bo Hi Pak, un

oficial retirado del ejército de Corea del Sur, ayudó a organizar un grupo de hombres de

negocios, la Asociación para el Desarrollo de Honduras, para apoyar al desventurado General

Gustavo Alvarez. Ese mismo año, la gente de Moon organizó una conferencia en Guatemala

para mejorar la imagen del Presidente Ríos Montt, depuesto poco después (Jean François Boyes

y Alejandro Alem, Manchester Guardian Weekly, 24 de febrero de 1985, pp. 12-13, y 3 de marzo

de 1985, pp. 12, 14; Mariano Sotelo, Latinamerica Press, 29 de septiembre de 1983, pp. 5-6. Una

lista de las organizaciones Moon se encuentra en Bromley 1985).

{***} El cuán complicada podría volverse la vida misionera –y qué tan difícil podría ser el distinguir a

los misioneros de otras clases de norteamericanos– lo describen los avatares de Russell

Stendal, un joven piloto en la frontera colombiana. Hijo de ex-traductores del Instituto de Verano,

33

Stendal era, sin duda, algo así como la oveja negra en la comunidad misionera. A la edad de

diecinueve se le confió iniciar una finca en los llanos orientales. Las utilidades debían apoyar a

alfabetizadores colombianos y ayudar a los pobladores locales a mejorar su agricultura. Pero el

joven misionero se desilusionó pronto de los empleados cristianos de la finca. Se acusaban

mutuamente de fumar cigarrillos y de consumir alcohol, eran vagos, y terminaron demandando a

Stendal por salarios no pagados. Los pastores cercanos parecían estar interesados

principalmente en obtener dinero de sus congregaciones para imitar la forma de vida que

disfrutaban los misioneros.

Después de varios años de angustia empresarial, Stendal decidió dar empleo a los hombres

locales. Por lo tanto, promocionó el desarrollo económico, iniciando una industria pesquera.

Aquello requirió de préstamos para construir la infraestructura, comprar motores fuera de borda

para los pobladores, y adquirir un avión más caro para él mismo. Poco después, los pescadores

de Stendal se interesaron en una ocupación más lucrativa –sembrar marihuana para el

contrabando hacia los Estados Unidos– y se olvidaron de pagar el dinero que le debían. Al igual

que todos en el área, el joven evangelista se encontró atrapado en extorsiones múltiples por

parte de los traficantes de droga, las guerrillas y las autoridades.

Endeudado hasta el cuello, para continuar con los pagos de su avión y para reunir información

para una extrañamente desinteresada Agencia Antidrogas de la Embajada de los Estados

Unidos, Stendal acordó realizar un vuelo para los narcotraficantes. Fue un fiasco. Cuando la

mafia supo de sus contactos con la embajada a través de su propia gente allí, amenazaron con

matarle. El haber sido secuestrado por las guerrillas en agosto de 1983 no fue, por lo tanto, la

peor situación en la que Stendal se había encontrado. A principios de su permanencia de 142

días con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), llevaba oculto un revólver

38, con el cual trató de obtener su libertad, hiriendo seriamente a un guardia con balas dumdum.

A pesar de todo, Stendal logró convertir a sus aventuras en un testimonio de su fe evangélica

(Stendal, 1984).

{24} Bamat 1986: 26.

{25} Christianity Today, 10 de octubre de 1975, pp. 62-64.

{26} Ibid.

{27} Barry et al. 1986: 21, 48-49.

{28} Clawson 1976: 136-139.

{29} Fernandes 1980: 131.

{30} «Is Wycliffe Biggest?» Mission Frontiers (Pasadena, California: Centro Estadounidense para la

Misión Mundial), enero-febrero de 1984, p. 7.

34

{31} «Muerta en Lomalinda Maestra del ILV», El Tiempo (Bogotá), 6 de mayo de 1986, p. 2A.

{32} Washington Report on the Hemisphere (Council on Hemispheric Affairs) 11 de junio de 1986,

p. 6.

{33} Hundley 1983: 40.

{34} «Los protestantes denuncian discriminación» y «Afirman los protestantes: 'somos ciudadanos

de tercera'», El Tiempo, 27 y 28 de junio de 1985.

{35} «Impossible... Difficult... Done!» Latin America Evangelist (Coral Gables, Florida: Misión

Latinoamericana), enero-marzo 1986, p. 13. «Mexicans Criticize Activities of Sects»,

Latinamerica Press, 13 de junio de 1985, pp. 1-2.

{36} Noticiero Milamex (Ciudad de México: Misión Latinoamericana) julio de 1985.

 

La lucha dentro del protestantismo

Los latinoamericanos que protestan contra la invasión de las sectas

generalmente conocen poco sobre la diversidad dentro del protestantismo

latinoamericano. No saben de los conflictos internos sobre cómo responder al

mundo. En realidad, dichos debates podrían ser difíciles de detectar debido al

conservadorismo político de la mayoría de los líderes evangélicos.

A diferencia de los protestantes liberales y de gran parte de la Iglesia Católica,

figuras prominentes como Luis Palau aconsejaban a los latinoamericanos que se

concentraran en mejorarse a sí mismos en lugar de trabajar por los cambios

estructurales. Estos líderes sostenían ser apolíticos, pero comúnmente apoyaban a

cualquier régimen en el poder. Para una minoría que enfrentaba la hostilidad de la

Iglesia Católica en un medio político inestable, el alinearse con un dictador parecía

ser la única forma de salvaguardar la libertad de culto. {37} Entonces, surgió la

creencia, basada en una interpretación fundamentalista de Romanos 13:1, de que

cualquier gobierno anticomunista era ordenado por Dios. Cuando gran parte del

clero católico se puso contra los regímenes [34] militares en la década de 1970, los

líderes evangélicos generalmente no lo hicieron. Algunos predicaban la sumisión a

las dictaduras y defendían el statu quo, como si fuera una obra del Señor. {38}

35

A cambio de libertad para propagar su fe, el liderazgo evangélico permitía que

se lo utilice como una «iglesia paralela», una fuente alternativa de bendición para

un régimen que había alienado a las autoridades religiosas tradicionales. {39} Si

temían que los revolucionarios estuvieran a punto de tomar el poder, se podían

convertir en defensores de políticas inhumanas. En una época en la que muchos

otros cristianos desafiaban a las estructuras de opresión, ellos parecían estar

propiciándolas.

El conservadorismo de los evangélicos latinoamericanos era principalmente

pasivo, una política de no-compromiso, reforzada por su experiencia como una

religión minoritaria. Podían abstenerse de participar en los movimientos a favor del

cambio social, por miedo a ser manipulados por grupos más poderosos, pero

también desplegaban una cierta resistencia hacia la identificación con el estado.

Excepto cuando se encontraban polarizados hacia la derecha, por temor a las

expropiaciones revolucionarias, el apoyo evangélico al statu quo era cauteloso. Esa

actitud era estimulada por muchos de sus misioneros a quienes repelía la cultura

política latinoamericana.

Estas parecerían ser advertencias sin importancia. En la década de 1980, no

obstante, comenzaron a adquirir trascendencia con la llegada de una nueva ola de

evangelistas de la derecha religiosa. Estos evangelistas estaban tan politizados que

los conservadores previos, en comparación, aparecían moderados. A pesar de que

algunas misiones evangélicas establecidas se estaban alejando de posturas

neocoloniales, estos buscadores de almas prometían, no sólo ganar a América

Latina para Cristo, sino también salvarla de la revolución. Poco después, sus

colisiones con la teología de la liberación producirían una nueva especie de guerra

santa.

Una de estas confrontaciones ocurrió en Guatemala, bajo el gobierno del

primer dictador evangélico de América Latina. Todos los domingos, a través de la

televisión, el General Efraín Ríos Montt (1982-1983) [35] predicaba a sus

compatriotas sobre la importancia de ser ciudadanos honrados. Mientras tanto, de

acuerdo a los grupos de derechos humanos, su ejército sofocaba una insurgencia

comunista asesinando a miles de indígenas mayas. No obstante, líderes

evangélicos en los Estados Unidos saltaron en defensa de Ríos Montt, lo colmaron

de alabanzas, y le ofrecieron enviar grandes cantidades en ayuda. Sus consejeros

evangélicos negaron que el ejército guatemalteco estuviera cometiendo masacres

36

en sus operaciones antiguerrilla, y sirvieron como un amortiguador humanitario

para los sobrevivientes, especialmente para los evangélicos, reclutándolos en el

esfuerzo de pacificación del ejército.

Poco después de la caída de Ríos Montt, surgió una confrontación entre la

derecha religiosa y la teología de la liberación en relación a la guerra que el

gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) sostenía contra la revolución sandinista

en Nicaragua. Desde el inicio, la derecha religiosa argumentó que la operación era

en defensa de la libertad religiosa. En 1984, después de que el congreso

norteamericano cortó la ayuda a los contrarrevolucionarios nicaragüenses, la

derecha religiosa se unió a la campaña para proporcionarles apoyo económico.

Como muy pronto demostraría el escándalo Irán/Contra, este esfuerzo,

supuestamente privado, fue coordinado por la Agencia Central de Inteligencia, el

Consejo Nacional de Seguridad, y el Teniente Coronel Oliver North, desde el

sótano de la Casa Blanca. Cumpliendo muchas profecías anti-imperialistas, algunos

evangélicos que sostenían realizar un trabajo misionero, se estaban uniendo a un

frente de la CIA.

Según la demonología de los misioneros de derecha, la mayor amenaza era la

teología de la liberación, concebida en Moscú como una táctica para engañar a la

iglesia y llevarla hacia su autodestrucción. Generalmente se piensa que la teología

de la liberación es un fenómeno católico: los protestantes ecuménicos podrían

tener su parte en ella, pero eran muy pocos en América Latina. En cuanto a los

protestantes evangélicos, la sola idea parecía antitética: apenas parecían estar

interesados en revolucionar la fe y la sociedad. Virtualmente, todos los evangélicos

decían rechazar la teología de la liberación. Sin embargo, la cacería de brujas

contra simpatizantes sospechosos en las iglesias evangélicas indicaba que ésta no

era solamente una amenaza externa. Los líderes conservadores estaban alarmados

frente a la infiltración [36] en sus propias iglesias. Temían una deserción potencial a

favor de la teología de la liberación, puesto que la mayoría de sus seguidores eran

pobres y oprimidos.

Generalmente, los evangélicos han integrado a su mensaje una que otra forma

del «evangelio de la prosperidad.» Cree en Dios, prometen los evangelistas, y él te

recompensará en esta vida y en la de más allá. Al estudiar el ascenso social de

muchos de los primeros neófitos a la clase media, los teóricos misioneros se

refieren a dichas bendiciones como «redención y levantamiento». {40} Sin embargo,

37

cuando la crisis financiera golpeó a América Latina en la década de 1980, y una

época difícil se volvió aún peor, los evangélicos que habían mejorado su situación

en los años anteriores empobrecieron junto con todos los demás. ¿Qué tal si

«redención y levantamiento» dejara de funcionar y los evangélicos aceptaran

nuevas ideas sobre el cambio del orden social?

Decía un teólogo evangélico con respecto a los conservadores: «Les disgusta

la teología de la liberación porque ésta trastorna su esquema totalmente. Pero sus

ataques la han fomentado, porque mucha gente en los bancos de la iglesia no sabe

lo que es.»{41} La teología de la liberación molestaba a los conservadores porque,

entre otras cosas, suscitaba temas que ellos habían ignorado, temas que ahora se

veían obligados a afrontar aún mientras buscaban respuestas diferentes.

«Viví entre los pobres y vi lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, pero nunca

me penetró», dijo un misionero anticomunista. «Es posible aislarte de estas cosas...

vivir en tu propio mundo y nunca pensar en la gente a tu alrededor que se está

muriendo del hambre... En estos años he tenido que ponerme frente al Señor y

pedir perdón. Y lo que me ha afectado es... la teología de la liberación.» {42}

Claramente, los conservadores tenían la delantera en el liderazgo evangélico, y

la mayoría de señales sugerían que seguirían teniéndolo. Impresionados por la

dedicación de los cristianos que practicaban la teología de la liberación, algunos

evangélicos estaban tratando de idear su propio equivalente «bíblico». Lo que

parecerían ser pequeñas divergencias entre los evangélicos, tonalidades diferentes

de una ideología común de derecha, estaban produciendo posiciones más bien

diferentes. [37] Cautelosos frente a actitudes dramáticas, los innovadores se

concentraron en tareas de largo plazo, como el entrenamiento pastoral. Bajo

diferentes condiciones, sus discípulos se podrían convertir en un liderazgo nuevo

con un compromiso social bastante mas fuerte que el actual.

En las iglesias de pisos sucios, donde la congregación gemía hasta las

primeras horas de la mañana, esperando a que descienda el Espíritu Santo, podía

ser difícil saber qué estaba ocurriendo exactamente. Cualquiera que haya sido el

debate de los profesionales religiosos en sus seminarios y publicaciones, sin

importar cuán amargamente las facciones teológicas y políticas se disputaran la

supremacía, no se podía confiar en que los creyentes de barrios y provincias

siguieran el proyecto de cualquier tendencia rival. Incluso la identidad de las

38

distintas facciones podía ser confusa, con los católicos que se convertían en

carismáticos y que luego se declaraban evangélicos, o los evangélicos cuyas

iglesias no profesaban interés alguno por las cosas de este mundo y que

repentinamente se unían a las ligas campesinas. Era importante tener presente

esta clase de ambigüedad, porque el protestantismo en América Latina continuaba

siendo un canal para la disensión, así como para la influencia norteamericana.

Sea lo que fuere que esté ocurriendo, los estudiosos se han mostrado reacios

a llamarlo reforma religiosa. Una razón es que el término evoca la Reforma

protestante en Europa, lo que ocasiona problemas de comparación que no serán

tratados en este trabajo. También implica que el cambio religioso tendrá un impacto

profundo en el orden social. Pero pienso que la comparación ya se ha hecho.

Implícitamente, la teología de la liberación se equipara con la Reforma protestante,

mientras que al protestantismo evangélico se le asigna el papel católico

reaccionario de la Contrarreforma. Esta es una interesante inversión de la historia

europea, tal vez apropiada, pero que no asumiré como verdadera en las páginas

siguientes.

Más bien, me referiré al fermento evangélico en América Latina como un

«despertamiento», aun cuando este término puede ser utilizado únicamente en el

sentido más extenso, sugestivo y tal vez engañoso. En los Estados Unidos, los

despertamientos son períodos sucesivos de avivamiento evangélico, los cuales,

desde el siglo dieciocho, han cambiado [38] la concepción que los norteamericanos

tienen sí mismos y de su sociedad. Mirando hacia atrás, los despertares sucesivos

pueden estar asociados con el movimiento de independencia de Gran Bretaña, con

el surgimiento de la democracia participativa y de la reforma social. De acuerdo a

William McLoughlin, cada despertar norteamericano ha redefinido un núcleo

milenario de creencias de que la libertad y la ética judeo-cristiana puede

perfeccionar a los individuos, a la nación y al mundo. {43}

Esto dista mucho de cómo los latinoamericanos comprenden su historia, sin

mencionar al estilo pesimista del milenarismo prevalente entre los evangélicos de la

actualidad. Pero si se entiende un despertar como un período de fermento religioso,

en el que las masas llegan a tener un nuevo sentido de sí mismas y de su

sociedad, entonces al menos dejamos una pregunta para el futuro. En cuanto a la

reforma, sugiere que la teología de la liberación y el protestantismo evangélico son

39

sectores competitivos de una transformación religiosa que es más amplia que

cualquiera de los dos y cuyas implicaciones están lejos de ser claras.

Notas

{37} Willems 1967: 117.

{38} D. A. Smith 1985.

{39} Wilde 1986: 14-16.

{40} Guillermo Cook al autor, 24 de septiembre de 1986.

{41} Entrevista del autor a Plutarco Bonilla, Centro Evangélico Latinoamericano de Estudios

Pastorales, San José, Costa Rica, 12 de julio de 1985.

{42} Hundley 1983: 32-33.

{43} McLoughlin 1978: 10-11.

Capítulo 2

Reforma y contrarreforma

en la Iglesia Católica

En el año 1900, el misionero metodista Thomas Wood escribió que América del

Sur había proporcionado «la lección más llamativa» sobre el impacto comparativo

del romanismo y del protestantismo en el bienestar humano. Ya que Sudamérica se

encontraba al pie de la escala moral de la cristiandad, argumentaba Wood,

proporcionaba el campo más grande en el mundo para la diseminación de las

mejoras morales peculiares a los Estados Unidos. En su opinión, el principal

obstáculo era la superchería del clérigo católico, su idolatría y codicia, conspiración

y malos consejos, lo cual provocaba revoluciones incesantes. Ahora, sin embargo,

se daba a la raza latina una nueva oportunidad para aceptar el evangelio, a través

de su pasión por imitar a los Estados Unidos. Aún si estos esfuerzos no llegaban a

nada, Wood pensaba que este deseo actuaba como una levadura divina. Preparaba

40

a los latinoamericanos para recibir lo que realmente necesitaban de los Estados

Unidos: la Biblia. A través de la Biblia, América Latina ingresaría, finalmente, en la

herencia de bendiciones de América del Norte, en forma de grandes y arrasadores

avivamientos.{1}

Wood no fue ni el primero ni el último protestante en culpar a la Iglesia Católica

por la brecha existente entre las dos Américas. {2} Mientras que la cultura

protestante de América del Norte había fomentado la independencia e innovación,

opinaban observadores como Wood, América Latina había sido refrenada por una

cultura moral que ponía énfasis en la obediencia hacia la autoridad. Aunque estas

evaluaciones sean simplistas, es ciertamente relevante que, como sistema

administrativo, el Catolicismo se remonta al Imperio Romano, lo que le convierte en

candidato para ser entendido como la burocracia más antigua del mundo. [40]

El contraste con los evangélicos es dramático. Orlando Costas ha señalado

que las primeras misiones protestantes fueron organizadas de igual forma que las

empresas comerciales del capitalismo mercantilista. {3} A medida que el mundo se

convertía en un vasto mercado, la iniciativa se trasladó hacia las organizaciones

religiosas que extraían ventaja de la atmósfera de competencia y libre intercambio.

La Iglesia Católica no fue siempre la perdedora: en la región del sub-Sahara, Africa,

crecía más rápidamente que el protestantismo. {4} Pero en América Latina, era la

Iglesia establecida del orden colonial.

Incluso después de que América Latina obtuvo su independencia de España, a

principios del siglo diecinueve, el clero católico disfrutaba de una autoridad política

considerable. Para cuando los misioneros protestantes comenzaron a llegar, el

anticlericalismo se había convertido en una fuerza de poder, particularmente entre

una burguesía incipiente que rechazaba la autoridad del clero y codiciaba sus

inmensas tenencias de tierra. Con las revoluciones liberales de finales del siglo

diecinueve, las facciones anticlericales cobraron poder, tomaron la propiedad

católica y declararon la libertad religiosa. Con el deseo de debilitar la autoridad de

los sacerdotes, los anticlericales también dieron la bienvenida a los primeros

misioneros protestantes.

Los asaltos frontales no siempre debilitaron al catolicismo. Más bien, podían

fortalecer la fidelidad religiosa, como muchas veces lo ha hecho la persecución. En

cuanto a los misioneros protestantes, generalmente no lograron establecer iglesias

41

grandes. Lo que sí debilitó a la Iglesia Católica fue la desintegración del orden

social paternalista de América Latina, una sociedad de obligaciones mutuas entre

las clases altas y bajas en la que la Iglesia servía de garante espiritual. Estos

arreglos habían protegido a la mayoría de la población de la dislocación y del

empobrecimiento. A medida que se desmoronaban bajo el impacto de la expansión

capitalista, también lo hacían los cimientos sociales de la Iglesia Católica.

Donald Curry ha descrito el proceso en un pueblo brasileño al que llama

Lusíada. En una época, los sacerdotes católicos de Lusíada unieron a los grandes

terratenientes y a sus trabajadores en un orden paternalista. Pero en el siglo veinte,

los ricos se dirigieron del cultivo del café [41] a la ganadería y echaron de la tierra a

sus dependientes. Durante la nueva era de lucha de clases, la Iglesia Católica

adoptó una neutralidad inútil, quedando atrapada junto a los ricos. La erosión del

paternalismo de la clase alta significó que los clérigos ya no podían reproducir las

nociones tradicionales de igualdad, aislándolas de los pobres. Sin el apoyo del

clero, muchos campesinos dislocados se reorganizaron en congregaciones

evangélicas.{5}

A pesar de que ahora podemos descubrir el origen de estos cambios en la

economía política, en su época se los combatió en un lenguaje de creencia popular.

Los campesinados católicos creían que su bienestar dependía de la observancia

correcta de los rituales por parte de toda la comunidad; los sacerdotes estaban

acostumbrados a su papel de intermediarios con Dios. Ninguno estaba preparado

para tolerar a agitadores que ventilaban resentimientos contra el orden de las

cosas.

En el sector rural de México y de Colombia, la reacción contra el

protestantismo alcanzó su clímax durante las décadas de 1940 y 1950. En el

lenguaje vívido de la Inquisición, los obispos católicos acusaron a los protestantes

de sembrar herejías diabólicas, dividiendo y colonizando a América Latina según

mandato de los Estados Unidos. Algunas veces incitado por sacerdotes, el

populacho quemaba los templos protestantes. Apedreaba y, ocasionalmente, daba

muerte a los conversos. En Colombia, durante la guerra civil conocida como La

Violencia, el partido clerical señaló a los evangélicos como comunistas. Desde

1948 hasta 1958, el populacho católico dio muerte a más de cien protestantes,

destruyó cincuenta iglesias, y cerró más de doscientas escuelas. {6}

42

Por ultimo, la publicidad adversa avergonzó a las autoridades católicas,

presionándolas a frenar la violencia. Una nueva ola de misioneros católicos de

América del Norte y de Europa trajo también ecuanimidad. Las nuevas llegadas

respondían al llamado del Papa Pío XII en 1955, para que se reevangelizara a

América Latina. Entre otras cosas, esperaban contrarrestar el creciente número de

misioneros evangélicos. Pero muchos venían de países en donde el catolicismo

romano era únicamente la más grande de varias denominaciones, mas no la Iglesia

estatal. Culturalmente, podrían tener más en común con los competidores

protestantes que con sus propios hermanos, ya sean los latinoamericanos, [42] o

los españoles e italianos que formaban tan alto porcentaje del clero. No solamente

que los recién llegados generalmente carecían del entusiasmo para realizar

campañas contra los protestantes: eran propensos a imitarlos. Después de que

Fidel Castro tomó el poder en Cuba, las tribulaciones de la Iglesia Católica allí

parecían confirmar que el comunismo era una amenaza mucho más grande.

En este punto, al ser los evangélicos todavía una pequeña minoría en la mayor

parte de América Latina, la Iglesia Católica intentó hacer las paces con ellos. Desde

Roma, en nombre del ecumenismo, el Concilio Vaticano Segundo (1962-1965),

reconoció a los protestantes como hermanos separados. Esta y otras reformas del

Vaticano II no fueron, únicamente, respuestas a la competencia de los protestantes.

Pero para nuestros objetivos presentes, permítanme enfatizar en este aspecto.

Aparte de neutralizar a los evangélicos como competidores, la Iglesia Católica

deseaba aprender de ellos. Quería llevar a cabo una reforma desde adentro, para

llenar los vacíos sociales y espirituales en los que los evangelistas habían florecido.

En formas frecuentemente ignoradas, como estimular la lectura de la Biblia y el

liderazgo laico, la reforma post-Vaticano II adoptó al protestantismo como uno de

sus modelos en América Latina. El ejemplo más obvio fue la renovación

carismática, la respuesta católica al protestantismo pentecostal; otro fue la teología

de la liberación. Los dos esfuerzos por la revitalización infundieron al catolicismo

con nuevas ideas y energía. Al proporcionar a los católicos inquietos alternativas

frente al protestantismo, se puede haber bloqueado el crecimiento evangélico en

ciertos lugares.

No obstante, la teología de la liberación y la renovación carismática

demostraron ser también divisorias, ya que desafiaban a la autoridad como se la

comprendía tradicionalmente en la estructura católica. Bajo ciertas circunstancias,

43

además, parecían estimular el crecimiento evangélico. Cuando ascendió un nuevo

Papa, Juan Pablo II (1978-), trató de restaurar la autoridad centralizada, lo que

podía, también, estimular fácilmente las deserciones. Aquel era el drama interior

detrás de la polémica católica contra el crecimiento evangélico, la contradicción que

este capítulo tratará de explorar.

Notas

{1} Wood 1900.

{2} El argumento ha sido recientemente resucitado por el neoconservador católico Michael Novak

(1986) en su crítica a la teología de la liberación.

{3} Costas 1982: 58-70.

{4} Wilson y Siewert 1986: 59-60.

{5} Curry 1968: 161.

{6} Goff 1968: cap. 1, p. 2.

La reforma católica

en América Latina

Alrededor de los años 60, muchos trabajadores de la Iglesia Católica se

encontraban insatisfechos con las estructuras casi medievales que debían

administrar, y cómo modernizarlas se convirtió en el objeto de un profundo debate.

Otro asunto de disensión era cómo responder a los gobiernos opresivos. Si la

Iglesia Católica se aferraba al statu quo, como frecuentemente lo había hecho en el

pasado, continuaría alienando a los miembros inquietos de las clases bajas. Pero si

se volvía contra la estructura de poder, sus viejos aliados la acusarían de

subversión.

En respuesta a dichos predicamentos, el clero católico tomó diferentes

direcciones, cada una de ellas tratando de restaurar la autoridad de la iglesia en

una forma diferente. Los más conservadores se adhirieron a las formas

44

sacramentales e institucionales antiguas; sin aceptar los cambios del Vaticano II,

todavía eran capaces de consagrar las dictaduras militares a la Virgen. Luego

estaban los reformadores, institucionalistas más flexibles y orientados hacia el

futuro, que desplazaron a los conservadores en la administración eclesiástica.

Criticaban al capitalismo y argumentaban que la Iglesia necesitaba dedicarse a las

injusticias sociales de América Latina. El gran estímulo detrás de sus esfuerzos era

el temor a levantamientos sociales y derrames de sangre. Poco después, el intento

de prevenir la revolución con la reforma dividiría aún más al clero.

En un primer momento, los activistas católicos se expresaron a través de

sindicatos demócrata-cristianos, ligas campesinas y partidos políticos. A medida

que estas organizaciones llegaban a los límites permitidos por el estado y la clase

alta, tendían a ser suprimidas o absorbidas. Radicalizados por sus experiencias,

algunos activistas católicos se unieron a movimientos revolucionarios. Otros se

contenían de realizar este tipo de compromisos, temiendo el costo humano que el

derrocamiento del antiguo régimen traería consigo. Desconfiaban también de la

izquierda, pues sospechaban que ésta terminaría construyendo dictaduras más

poderosas. Los hombres que supuestamente estaban a cargo, los obispos,

titubeaban entre discursos de protesta, mediación y reconciliación. {7} [44]

El dilema sobre si se debía trabajar dentro del orden establecido o tratar de

transtornarlo estaba acompañado por otra cuestión muy importante, si se mantenía

o no la cadena tradicional de la autoridad clerical. La jerarquía católica había

defendido durante mucho tiempo estas prerrogativas. El Papa en Roma era,

después de todo, el Vicario de Cristo en la tierra. A pesar de que la jerarquía se

adaptó al cambio al permitir cierta independencia en los niveles bajos, cuánto debía

ser permitido era siempre un tema de discusión.

En América Latina, la pérdida de influencia entre las clases populares fue tan

obvia que, mucho antes del Concilio Vaticano Segundo, la Iglesia se encontraba

experimentando con nuevas ideas para reincorporar a las masas. Durante las

décadas de 1960 y 1970, la Iglesia estalló con nuevas clases de organizaciones

que pretendían alcanzar a los pobres y llevarlos de vuelta al rebaño. Una táctica

popular fue iniciar cooperativas. Otra fue entrenar a catequistas laicos o

«delegados de la Palabra». Una última fue organizar «comunidades eclesiales de

base»: grupos idealmente pequeños, cohesivos y auto-dirigidos compuestos

45

mayormente por gente pobre, quienes estudiaban la Biblia y aplicaban sus

enseñanzas a sus problemas diarios.

El estímulo más inmediato para dichos esfuerzos fue la escasez del clero. En

una sola década, según Gary MacEoin, dos de cada cinco sacerdotes en América

Latina abandonaron su santo oficio.{8} Un número cada vez menor de jóvenes iba al

seminario, y la vasta mayoría desertaba antes de concluir su largo curso de

estudios. Incluso durante la década de 1980, cuando la disminución de vocaciones

clericales finalmente se niveló, el entrenamiento de un gran número de líderes

laicos fue la única forma de restaurar la presencia de la Iglesia en la población.

Algo determinante en los esfuerzos para entrenar a líderes seglares fue el

desafío del protestantismo. Para los católicos insatisfechos con la jerarquía

católica, esto proporcionaba argumentos importantes para ceder poder a los líderes

seglares y descentralizar la autoridad. En primer lugar, los protestantes enviaban

batallones de evangelistas contra los cuales los católicos debían competir. «El

contraste básico es el sacerdote versus el propagandista», explicó un ex-sacerdote

en Costa Rica. «[Para un evangelista] basta tener una Biblia y conocer algunos

himnos. [45] El puede haber tomado un curso, a diferencia de los siete años de

entrenamiento de un sacerdote católico.» {9} En segundo lugar, los evangélicos

practicaban formas más populares de culto que los católicos, salvo las

comunidades de base y las carismáticas. De acuerdo a Thomas Bamat, tendían a

«crear relaciones más igualitarias y participativas. Permiten incluso a la gente más

pobre, asumir roles de liderazgo, y estimulan expresiones emocionales durante el

culto.»{10}

El protestantismo fue un modelo importante en otro aspecto. Con la bendición

de Roma, católicos de todas las clases descubrieron a una de las más grandes

atracciones del Protestantismo en América Latina: la Biblia. Lo que alguna vez

había sido simplemente un adorno en los púlpitos católicos, incluso un texto

proscrito, accesible únicamente para el clero y las personas que ellos autorizaban,

era ahora exaltado como una guía para la fe. Debido a que la Biblia incluía muchos

mensajes estimulantes para las clases populares, se convirtió en una parte integral

de la concientización propuesta por la teología de la liberación.

La lectura de la Biblia fue también parte de otro movimiento influenciado por el

protestantismo, la renovación carismática. En contraste con la teología de la

46

liberación, que buscaba revitalizar a la Iglesia, convirtiéndola en la vanguardia del

cambio social, la idea carismática de la renovación era el bautismo en el Espíritu

Santo. Los carismáticos eran claramente los herederos de la tradición mística en el

catolicismo. Pero éstos adquirían sus «regalos espirituales» o charismata –curación

por la fe, don de lenguas– del pentecostalismo, la versión más popular del

protestantismo en América Latina. La mayor parte de estos católicos se inspiraba

en carismáticos católicos y protestantes de los Estados Unidos, y no en los

pentecostales latinoamericanos, quienes tendían a ser demasiado prejuiciosos en

contra de la Iglesia Católica como para trabajar en su interior. {11} Sin embargo, el

carismatismo se convirtió en la principal apertura para las ideas evangélicas.

Debido a que los católicos carismáticos abarcaban la terna esencial de la devoción

a la Biblia, la relación personal con Cristo y la prioridad del evangelismo, algunos

comenzaron a llamarse el ala evangelista de la Iglesia Romana.

Los carismáticos recibieron menos publicidad que los liberacionistas, pero

algunas veces sobrepasaron su influencia, por lo menos a [46] nivel local. Debido a

que la renovación carismática generalmente no estaba interesada en la política, se

convirtió en una reacción contra la teología de la liberación, atrayendo a los

católicos de la clase media, que se apartaban de los asuntos sociales y deseaban

concentrarse en la labor pastoral. A pesar de ser rivales, los dos movimientos

compitieron contra el protestantismo al adoptar algunas de sus características más

sobresalientes: la lectura de la Biblia, el liderazgo seglar, y la creación de

comunidades fraternales.

En algunas situaciones, la teología de la liberación y la renovación carismática

pudieron haber tenido éxito como una barrera contra más pérdidas frente al

protestantismo. En Brasil, los Bautistas del Sur informaron que las comunidades de

base y los programas sociales estaban dando a la Iglesia Católica una nueva

credibilidad entre las masas de pobres. Las ocho mil comunidades de base que se

estimaba existían, no eran solamente grupos de acción política. Representaban,

también, una revitalización de la Iglesia a nivel popular, la cual involucraba y

activaba a los católicos anteriormente nominales. {12} Los evangélicos incluso se

mostraban temerosos e intimidados por las masas de gente que la Iglesia Católica

podía movilizar, especialmente cuando se reforzaban por el poder de las visitas

papales. Se podría decir que, al proporcionar un estímulo competitivo, el

protestantismo estaba fortaleciendo al catolicismo.

47

Notas

{7} Pablo Richard, citado por Deborah Huntington, «Visions of the Kingdom: the Latin American

Church in Conflict», NACLA Report on the Americas, septiembre-octubre de 1985, pp. 22-23.

{8} Citado por John Shannon, «Catholicism's Coat of Many Colors», Latin America Pulse,

noviembre de 1983, pp. 2-5.

{9} Entrevista del autor a Arnoldo Mora, San José, Costa Rica, 18 de julio de 1985.

{10} Thomas Bamat, «Ecuador: Controversy Surrounds Growing Evangelical Presence»,

Latinamerica Press, 29 de noviembre de 1984, pp. 5-6.

{11} Para una descripción del carismaticismo católico, véase Thomas Chordas, «Catholic

Pentecostalism», en Glazier 1980: 143-175.

{12} Erich Bridges, «Catholicism in Brazil: Problems and Promise», Commission (SBC), febrero-

marzo de 1982, pp. 26-29.

El paso del ecumenismo

En Norteamérica y Europa, el movimiento ecuménico dio grandes pasos para

unir a los católicos y a los protestantes, pero esto no sucedió en América Latina.

Las autoridades católicas se encontraban particularmente desilusionadas. Hasta lo

que podían ver, el resultado más visible del ecumenismo era un crecimiento

evangélico más rápido. Los católicos leales que nunca se habían sentido libres

para asociarse con evangélicos visitaban ahora sus cultos y descubrían la realidad

de una alternativa atractiva; algunos se convirtieron en neófitos. {13} La Iglesia

Católica deseaba interpretar al ecumenismo como un acuerdo «de cortesía» entre

dos misiones, por el cual cada uno se restringe a cierta esfera para no violar el

trabajo de los otros. A cambio de ser tolerados, los evangélicos tendrían que

abstenerse de proselitizar entre los católicos. [47]

Ciertos protestantes en América Latina eran cooperativos, pero eran aquellos

que ya no se interesaban en convertir a las masas católicas. En cuanto a los de

pensamiento más evangélico, algunos se mostraban deseosos de admitir que parte

de la Iglesia Católica se estaba abriendo a la Biblia y a Cristo. Pero también

estaban seguros de que el ecumenismo era una táctica clerical para asimilarlos,

48

para detener el flujo de católicos insatisfechos hacia sus iglesias. No estaban

dispuestos a aceptar la afirmación de los católicos de que representaban a la

mayor parte de la población. La idea de reunir a los cristianos institucionalmente –la

premisa del ecumenismo desde un punto de vista católico– era para ellos un

absurdo. Aún los evangélicos moderados continuaban creyendo que lo mejor para

la Iglesia Católica sería que un gran porcentaje de su rebaño se convirtiese al

protestantismo.{14}

Como resultado, los evangélicos mostraban muy poco interés en la

negociación. «Somos muy sinceros, algunas veces ingenuos», me dijo con

amargura el obispo de Ambato, Ecuador, «pero aquí es imposible tener

ecumenismo porque no hay nadie en una posición responsable con quien tratar». {15}

Incluso en la Nicaragua revolucionaria, en donde los católicos y protestantes

conservadorse sintieron igualmente amenazados por la revolución sandinista, no

unieron sus fuerzas. «Aquí en Nicaragua tú eres católico o protestante», declaró un

líder evangélico en 1985. «No consideramos que los católicos son cristianos, y por

tanto tratamos de atraerlos hacia nuestra fe. Ellos sienten lo mismo sobre nosotros.

Por tanto, cualquier cosa que se llame ecuménica no tiene mucho detrás de sí.»

Sin embargo, durante unos quince años después del Vaticano II, las

autoridades católicas generalmente se refrenaron de quejarse sobre los

evangélicos en público. La cautela parece haberse originado en Roma, que se

mostraba ansiosa por evitar más acusaciones sobre persecuciones religiosas.

Aquellos clérigos locales que luchaban para defender a sus parroquias de intrusos

sectarios resentían la actitud distante y fría de sus superiores. En la década de

1980, la alarma sobre el crecimiento protestante se manifestó nuevamente al

interior de la jerarquía católica. Aparte de los logros obvios que realizaban los

evangélicos, otra razón fue su ambición franca de convertir al continente entero al

protestantismo. [48]

«América Latina es una región católica», admitió el analista evangélico Jim

Montgomery, de Cruzadas de Ultramar, «pero no hay razón para asumir que

necesariamente seguirá siendo así. Podría convertirse en una región evangélica en

algún momento. Creo que si... Guatemala se convierte en la primera nación

predominantemente evangélica en América Latina, tendrá un efecto de dominó.»

49

«Por supuesto que nuestro énfasis no es político o para destruir a la Iglesia

Católica», continuó Montgomery, «pero hemos tenido éxito en llamar su atención.

Muchas cosas negativas se han escrito, y a los evangelistas se les acusa de tratar

de tomar el país. Desafortunadamente, las líneas de batalla están trazadas, a pesar

de que no es nuestro objetivo estar en guerra con la Iglesia Católica.» Montgomery

fue el autor de Disciplinando a todo un País (AMANECER), un programa de

iglecrecimiento probado en Filipinas antes de ser puesto en práctica en América

Central. El objetivo para Guatemala era «el 50% evangélico para 1990.» {16}

Obispos, arzobispos e incluso nuncios papales comenzaron a incluir a «las

sectas» en sus cartas pastorales sobre las aflicciones de América Latina. No

abandonaron la construcción del puente ecuménico para aquellos protestantes

deseosos de corresponder, pero desde ese momento se empeñaron en defender su

fe. Ya para 1979, durante la conferencia episcopal de Puebla, los obispos se

quejaron de la invasión de sectas. {17} Cuando el Papa Juan Pablo II realizó una gira

por América Central en marzo de 1983, y fue luego a Haití para dar inicio a otra

conferencia episcopal, el tema más apremiante de la agenda era el auge del

Protestantismo fundamentalista. En noviembre de 1984, el delegado apostólico del

Vaticano en México declaró que los gobiernos latinoamericanos debían oponerse al

Instituto Lingüístico de Verano y a otros grupos protestantes que engañaban a los

latinoamericanos.{18} Poco después, los obispos brasileños enviaron un informe al

Vaticano sugiriendo que detrás de la infiltración sectaria en América Latina estaba

la Agencia Central de Inteligencia.{19}

En cuanto a los evangélicos, comenzaron a sospechar que la Iglesia Católica

era la responsable de sus propias dificultades, especialmente con los gobiernos. La

Confederación Evangélica Colombiana se quejaba [49] de que, mientras que los

misioneros católicos de otros países no encontraban obstáculos, se negaban casi

todas las visas para los misioneros protestantes. Debido a un concordato con el

Vaticano, acusaba la confederación, a los evangélicos se les impedía el acceso a

los medios de comunicación, se les prohibía el servir como capellanes castrenses

para las fuerzas armadas y, a diferencia de los católicos, se les forzaba a pagar

impuestos sobre las propiedades eclesiales. {20}

La Alianza Evangélica Costarricense acusó a la Iglesia Católica de maquinar

un cambio en las leyes para visas, con el fin de impedir que más misioneros se

establezcan en Costa Rica tras escapar de la violencia política de los países

50

vecinos. A los curadores de fe y evangelistas que habían utilizado el estadio de la

capital, se les negó acceso en el futuro. La alianza denunciaba, también, que las

autoridades estaban utilizando códigos de construcción y leyes de perjuicio público

para impedir la construcción de nuevas iglesias. Un cambio legislativo costó a las

iglesias no-católicas su exención de impuestos (aunque no sucedió lo mismo con la

católica), y los evangélicos luchaban en contra de una nueva ley de educación que

podría dar autoridad a la Iglesia Católica sobre sus institutos bíblicos. {21}

Aparentemente en cada país y algunas veces a nivel diocesano, la jerarquía

católica había entregado a un departamento de ecumenismo o de evangelización la

tarea de vigilar a los evangélicos y de sugerir cómo contrarrestarlos. «La salvamos

ahora o la perdemos completamente», me dijo un funcionario, refiriéndose a las

lealtades religiosas de todo el Ecuador. La Iglesia Católica estaba perdiendo, no

solamente a católicos nominales, aquellos que iban a la iglesia únicamente para ser

bautizados y enterrados, sino también a líderes seglares comprometidos. Hasta la

década de los años 70, los neófitos evangelistas pertenecían generalmente a las

clases populares. En el presente, la idea de integrarse a una iglesia evangélica

llegaba más alto en la escala social.

Notas

{13} Read et al. 1969: 267.

{14} Read et al. 1969: 268.

{15} Entrevista del autor a Monseñor Vicente R. Cisneros Durán, Ambato, 17 de junio de 1985.

{16} «DAWN is About to Break on Guatemala», Global Church Growth, marzo-abril de 1984, p. 351.

{17} Bamat 1986: 34.

{18} Elisabeth Isais, «Apostolic Delegate in Mexico Urges Governments to 'Counteract' and 'Nullify'

Protestant Groups», Missionary News Service, 15 de diciembre de 1984, pp. 2-3.

{19} El Nuevo Diario (Managua), 28 de enero, 14 y 16 de febrero de 1985.

{20} «Los protestantes denuncian discriminación», El Tiempo, 27 de junio de 1985, y «Afirman los

protestantes: somos ciudadanos de tercera», El Tiempo, 28 de junio de 1985.

51

{21} Entrevista del autor a Fernando Ramírez, Alianza Evangélica Costarricense, San José, 11 de

julio de 1985.

Una explicación para las deserciones

hacia el protestantismo

¿Por qué existía tanta deserción de fieles hacia el protestantismo? Los

pensadores católicos sugirieron dos razones. La primera era una crítica interna de

su iglesia, pastoral por naturaleza. La debilidad en el [50] cuidado espiritual por

parte de la Iglesia Católica hacia sus rebaños los volvió vulnerables al proselitismo.

Para competir con los evangélicos, la iglesia necesitaba disminuir la burocracia,

entrenar a más líderes seglares, y convertirse en una comunidad más fraterna.

Durante la conferencia episcopal de 1983 en Haití, los obispos latinoamericanos

votaron por imitar los medios de comunicación evangélicos, estimular la lectura de

la Biblia, y crear más espacios para la participación seglar. {22} Tres años más tarde,

el Vaticano entregó un informe en los mismos términos. {23}

Desafortunadamente, estas ideas no eran nada nuevo. Gran parte de la iglesia

se había esforzado en ponerlas en práctica desde hace décadas. Quizás esto

esclarece por qué muchos católicos necesitaban una segunda razón, de naturaleza

política, para explicar la multiplicación de los evangélicos. Incluso muchos

conservadores creían que la actividad sectaria era una táctica del imperialismo

norteamericano. Debido a que los obispos de América Latina habían estado

previniendo a sus rebaños sobre los designios yanquis desde antes de la revolución

bolchevique, no era difícil revivir el tema de la conspiración política.

«Lo que está ocurriendo en Guatemala puede tener graves consecuencias»,

dijo el Obispo Mario Enrique Ríos Montt, hermano del presidente evangélico de

Guatemala, en 1982. «Se podría convertir en una guerra religiosa mucho más seria

que nuestra guerra política... No se olvide de que los Estados Unidos fueron

fundados por protestantes. Se considera que la Iglesia Católica al sur de Texas es

demasiado grande, demasiado fuerte. Debido a que no se pueden enfrentar o

pelear directamente con nosotros, debemos ser debilitados y divididos de otra

manera... Tanto protestantes como marxistas están en nuestra contra –el

52

Protestantismo como el brazo del capitalismo conservador y el Marxismo como el

brazo del Comunismo ateo.»{24}

Los obispos como Ríos Montt citaban varias razones para justificar sus

sospechas. Una era el informe de la Comisión Rockefeller de 1969, el cual anotaba

que la Iglesia Católica era «vulnerable a la penetración subversiva». {25} A pesar de

que el informe no llamaba a una campaña evangélica para socavar a la Iglesia

Católica, como se alega frecuentemente, sus términos sugerían que los políticos

estadounidenses estaban perdiendo la fe en el catolicismo como un baluarte contra

el comunismo. [51] Sería difícil no hacerlo, con los famosos sacerdotes guerrilleros

apareciendo por aquí y allá. Según los obispos, ésta era la razón por la que

Washington promocionaba a las sectas, como una alternativa a la Iglesia Católica,

para neutralizar su lucha a favor de la dignidad humana.

Otro motivo de sospecha fue el momento oportuno en que ocurrió el auge

evangélico. ¿No habían llegado las sectas en un momento estratégico, en la época

más sensible, justo cuando la Iglesia Católica se encontraba en la delicada tarea de

reformarse a sí misma, y cuando el orden social estaba por explotar? ¿Y qué hay

de la evidente generosidad de quienes financiaban el crecimiento evangélico?

Mientras la Iglesia Católica luchaba por mantener una inmensa infraestructura de

parroquias, conventos, escuelas y hospitales que se remontaba a siglos atrás, los

norteamericanos parecían tener el dinero para hacer todo lo que quisieran.

Algunos católicos llevaron la teoría de conspiración tan lejos que negaban que

las sectas fueran un fenómeno religioso. No obstante, muchos grupos evangélicos

se habían dedicado a su tarea desde hace muchas décadas, sin mucho éxito.

Luego, a medida que el desarrollo capitalista se abrió al terreno social, lograron por

fin tomar ventaja de la situación, al igual que los revolucionarios y reformadores

católicos. En cuanto al financiamiento extranjero, la Iglesia Católica también recibió

subsidios sustanciales de muchas diócesis de América del Norte y Europa

Occidental, así como también de las instituciones católicas de ayuda como Caritas,

Adveniat y Misereor. En parte, la razón para esta aparente disparidad de recursos

era la gran cantidad de compromisos institucionales de la Iglesia Católica. Mientras

los católicos se esforzaban por mantener el sistema territorial de una iglesia ya

establecida, los evangélicos concentraban sus recursos en conseguir nuevos

miembros.{26} Dondequiera que existía un campo listo para la cosecha, llegaba una

53

multitud de evangelistas para hablar a la gente a través de altavoces, visitarlos

puerta a puerta, y construir pequeñas iglesias de bloque por todas partes.

Después de décadas de análisis sociológico, muchos católicos se mostraban

severamente críticos de su iglesia. Si entramos en detalle, sin embargo, sus

prescripciones para tratar con las irrupciones evangelistas [52] eran contradictorias.

Algunos atribuían las pérdidas al conservadorismo de la jerarquía católica y hacían

un llamado para delegar más autoridad a los líderes laicos. Mientras tanto, los

conservadores culpaban a los radicales eclesiales por alienar a los católicos de las

clases dominantes y por provocar la represión gubernamental, lo que trajo como

resultado el esparcimiento de sus rebaños. Para los conservadores, la solución era

centralizar nuevamente la autoridad de la Iglesia.

Tan dividida se encontraba la Iglesia Católica, que la alarma sobre las

deserciones al evangelismo parecía ser una de las pocas cosas en las que todos se

encontraban de acuerdo. Católicos de las distintas tendencias se daban cuenta de

que los evangélicos se estaban beneficiando de sus disputas. A pesar de que

algunos preferían dar énfasis al papel del dinero norteamericano, otros reconocían

que el problema llegaba a lo profundo de su propia Iglesia, a su sistema de

autoridad.{27} El clericalismo fue la clave para comprender cómo la Iglesia Católica

estaba, en contra de su deseo, generando el crecimiento evangélico.

Notas

{22} Associated Press, «El CELAM decide contrarrestar influencia de sectas protestantes», La

Razón (Ciudad de Guatemala), 16 de marzo de 1983, p. 11. «Latin America: Counter-

Evangelism», Evangelical Missions Quarterly, julio de 1983, pp. 259-260. Taylor 1984: 5

{23} «Study Says Cults Reflect Church's Pastoral Failure», National Catholic Reporter, 16 de mayo

de 1986. Holy See 1986.

{24} Simons 1982: 116.

{25} Rockefeller Commission 1969: 31.

{26} Allan Figueroa Deck, «Fundamentalism and the Hispanic Catholic», America, 26 de enero de

1985, pp. 64-66.

{27} William Dinges, «The Vatican Report on Sects, Cults and New Religious Movements»,

America, 27 de septiembre de 1986, pp. 145-147, 154.

54

 

Los dilemas del clericalismo y del activismo

En cierto sentido, la renovación carismática y la teología de la liberación

atrajeron al protestantismo hacia el interior de la Iglesia Católica, en donde una

serie de dilemas continuaban llevando a los católicos hacia las iglesias evangélicas.

Un problema era la cuestión de la autoridad bíblica versus la clerical. Si bien los

católicos necesitaban más instrucción bíblica para profundizar su fe, ésta debía ser

impartida por la Iglesia, me dijo el Padre Ernesto Bravo. «En una mano la Biblia, en

la otra el catecismo.»{28} De otra manera, la lectura de la Biblia podría conducir a la

bomba de tiempo de la libre interpretación y del sectarismo.

Un problema estrechamente relacionado con esto era cuánta autoridad se

debía conceder a los líderes laicos. Algunos sacerdotes lograron estimular la

iniciativa laica, de tal manera que las nuevas organizaciones que auspiciaron se

independizaron y siguieron su propio camino sin mucho conflicto. Pero las quejas

de la dominación clerical eran frecuentes, incluso en contra del sector de la iglesia

que proclamaba la liberación. La utopía de los activistas católicos significaba que,

[53] aún si criticaban al clericalismo, sus esfuerzos por organizar a los pobres

podían fácilmente reproducirlo.{29} Cuando un líder laico chocaba con los límites

impuestos por un sacerdote que insistía en sus prerrogativas, no era raro que el

seglar desertara hacia un grupo evangélico más reconocedor de sus habilidades.

No mucho después él mismo se convertiría en pastor. «Individuos que no pintaban

nada entre nosotros», informó el Obispo José Mario Ruiz Navas de Ecuador «allí se

vuelven dirigentes o predicadores, y ponen de manifiesto cualidades que entre

nosotros nunca tuvieron ocasión de mostrar. A veces con una escasa preparación

son lanzados al apostolado, mientras que nosotros no nos fiamos de ellos, sino

para cosas elementales.»{30}

Esto no significa que las iglesias evangélicas sean, necesariamente,

democráticas: las que crecían más rápidamente, como las Asambleas de Dios en

Brasil, podían ser muy autoritarias. La cultura latina a menudo servía como

explicación: los neófitos, especialmente aquellos de las clases bajas,

supuestamente buscaban una autoridad paternalista, fuerte, para reemplazar el

antiguo orden social dominado por el patrón. Pero el protestantismo evangélico

55

abrió una nueva escala de posibilidades de liderazgo. Teóricamente, cualquier

hombre podía alcanzar la cima, aún si estaba casado y no tenía una educación

formal. Para los disidentes, siempre existía la posibilidad de unirse a otra iglesia

evangélica, o de empezar la suya propia. Por el contrario, los disidentes católicos

que se enfrentaban a un sacerdote local no tenían mayor opción dentro del sistema.

La renovación carismática fue otro frente importante en la contienda sobre la

autoridad. ¿Quién era realmente el responsable? ¿Las figuras carismáticas que

conducían la renovación? ¿O un obispo nombrado desde Roma, cuyos talentos

eran fundamentalmente burocráticos?{31} La respuesta oficial era el obispo, por

supuesto, y cuando la renovación era dirigida por sacerdotes con buenas relaciones

con sus superiores, ésta afirmaba el respeto hacia la jerarquía.

En Costa Rica, los misioneros evangélicos me dijeron que el carismatismo se

había convertido en la principal fuente de deserción hacia sus propias iglesias.

Afirmaban que, después del auge del movimiento carismático, la jerarquía

costarricense se había vuelto muy [54] represiva hacia finales de la década de

1970. «Repentinamente, grupos enteros de carismáticos vieron la contradicción

entre la experiencia mística, la lectura de la Biblia para sí mismos, y la jerarquía

[católica]», me explicó Paul Pretiz de la Misión Latinoamericana. {32} «Se dirigían en

masa hacia el protestantismo. Por tanto, ahora la jerarquía pone a cargo a un

sacerdote popular, quien tiene mucho cuidado de incluir oraciones a la Virgen y

reforzar a la Santa Iglesia.»

Varias características de la renovación carismática atrajeron a los pescadores

de hombres evangélicos. En primer lugar, los católicos renovados estaban ansiosos

por aprender de los predicadores y curadores de fe evangélicos. Segundo, la

posición de la renovación como un término medio entre el catolicismo y el

protestantismo, se convirtió en un estado útil para cierta clase de neófitos.

Especialmente para los católicos de las clases media y alta, renuentes a dañar su

posición social al unirse a una religión minoritaria, un grupo carismático de oración

ofrecía muchas de las ventajas del evangelismo, sin la necesidad de admitirlo. {*}

Tercero, si un sacerdote intentaba gobernar a los carismáticos católicos, se

sentaban las bases para una rápida salida hacia una iglesia evangélica. Como

resultado, a menudo se decía que los católicos carismáticos estaban desertando

hacia el protestantismo en masa. En cualquier caso, algunos evangélicos utilizaban

56

al carismatismo para llenar sus carpas, lo cual fue una razón por la que las

autoridades católicas se volvieron polémicas. {33}

Equilibrar al activismo político con las devociones tradicionales era otro

predicamento al que se enfrentaba la Iglesia Católica. Algunos lo llamaron el

problema de conducirse entre el «verticalismo» y el «horizontalismo» –esto es,

evitar una preocupación excesiva con lo espiritual o lo material– cada uno de los

cuales podía dejar esperanzas insatisfechas y un vacío religioso que podía ser

ocupado por los evangélicos. Allan Figueroa Deck, un jesuita que trabajaba para

preservar las lealtades católicas de los hispanos en California del Sur, observó que:

«Algunos quieren 'sacramentalizar' [los hispanos]; se sienten felices si es que el

flujo de bautismos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios es

constante y copioso. Otros piden la 'liberación'; consideran que la [55]

concientización, abrir los ojos de las personas hacia las causas de opresión socio-

política y económica, es el objetivo por excelencia.

«Los fundamentalistas han visto en esta confusión una oportunidad para realizar

logros entre los hispanos. Los sacerdotes, hermanas y legos bien intencionados,

progresistas y de mente liberal, algunas veces se trasladan demasiado rápido.

Parecen estar vendiendo un Catolicismo 'de este mundo', con el que muchos

hispanos no se pueden realmente identificar. Por otro lado, una parte del clero

parece adherirse a un enfoque mecánico y sacramentalista, que da la impresión de

que el último concilio ecuménico fue el de Trento y no el Vaticano II.

«Los hispanos sienten que la vida en el mundo real requiere de cambio, adaptación

inteligente, y confrontación creativa con los problemas actuales. El antiguo enfoque

sacramentalista parece estar fuera de lugar; el nuevo liberacionista parece ser

excesivamente 'mundano'. Durante los años recientes, el conflicto dentro de la

Iglesia Católica sobre los objetivos pastorales... y sobre los asuntos políticos han

confundido a muchos hispanos. Sin querer hacerlo, se está preparando el terreno

para el proselitismo fundamentalista.

«Los inmigrantes hispanos... necesitan estabilidad y moderación, no más

inseguridad y extremismos. Las sectas proporcionan una combinación peculiar de

un conservadorismo religioso tradicional (doctrinas seguras, una moral simple o

incluso simplista...) con una especie de americanización... Las sectas

fundamentalistas ofrecen a los hispanos un paquete atractivo, coherente.» {34}{**}

57

La teología de la liberación antagonizaba, ciertamente, con los católicos

conservadores de las clases media y alta, los pilares de la iglesia en las épocas

pasadas, y especialmente con los oficiales militares. Disgustados por los activistas

sociales, estas elites anteriormente impenetrables se mostraban con frecuencia

agradecidas por el consuelo y el apoyo moral de un evangelista conservador. [56]

«Consideran a la Iglesia [Católica] como su enemiga debido a su defensa por los

derechos humanos», afirmaba un obispo y antiguo capellán de la policía sobre su

desilusionado rebaño. «En contraste, las iglesias evangélicas son silenciosas –una

posición más aceptable para ellos.»{35}

La teología de la liberación también brindaba oportunidades a los evangélicos

cuando los regímenes militares mostraban el mayor desenfado al masacrar a sus

oponentes. Los ejemplos más claros estaban en Guatemala y en El Salvador, en

donde la represión gubernamental llevó a los activistas católicos hacia movimientos

revolucionarios. Luego, las fuerzas de seguridad se desmandaron contra familias y

vecinos indefensos. Sin importar cuánto deseaba la Iglesia Católica recuperar las

masas a través del activismo social, tal compromiso podría conllevar un precio

demasiado alto para la mayoría de gente. {36}

Paradójicamente, mientras la Iglesia Católica trataba de abarcar la causa del

pobre, podría socavar su función de protectora. Esto se debía a que, cuando la

religión aparece como el «opio del pueblo», bien puede estar funcionando como un

«refugio de las masas», como lo llama Christian Lalive D'Epinay. Esto es, bajo

condiciones de severa opresión, las formas aparentemente alienantes de la religión

pueden proporcionar un cierto espacio en el que los oprimidos pueden expresarse,

precisamente porque no amenazan al orden establecido. Pero la concientización y

otras formas de activismo socavaron aquel santuario. A medida que el conflicto se

agudizaba, aquellos cristianos que sobrevivieron a las represalias del gobierno

fueron forzados a elegir entre tomar las armas, aceptar la partida hacia un campo

de refugiados, o ir al exilio –ninguna elección de éstas atraería más seguidores.

Alternativamente, los católicos reprimidos podrían unirse a una iglesia evangélica.

Notas

{*} Un grupo que llevaba la efervescencia carismática de las clases media y alta hacia la

congregación evangélica fue la Iglesia del Verbo en Guatemala, a la que pertenecía el

Presidente Efraín Ríos Montt.

58

{**} Desde mediados de la década de 1970 hasta mediados de los 80, el porcentaje protestante de

la población hispana en los Estados Unidos había incrementado de 16 a 23 por ciento

(estimación según Andrew M. Greeley, America, 30 de julio de 1988, pp. 61-62).

{28} Entrevista del autor, Residencia de Jesuitas, Quito, Ecuador, 24 de mayo de 1985.

{29} Para una crítica a la izquierda radical católica en el Perú y su reproducción del clericalismo,

véase Pásara 1986.

{30} Ruiz Navas 1984: 10.

{31} Hollenweger 1986: 9.

{32} Entrevista del autor, San José, Costa Rica, 9 de julio de 1985.

{33} Nelson 1983: 334.

{34} Allan Figueroa Deck, «Fundamentalism and the Hispanic Catholic.»

{35} Arturo Chacón y Humberto Lagos, La Religion en las Fuerzas Armadas y de Orden,

patrocinado por Lutheran World Relief y Church World Service, citado en Latinamerica Press, 6

de marzo de 1986, p. 7.

{36} Simons 1982: 47.

Contrarreforma

Estos fueron algunos de los resultados contradictorios detrás de varias

décadas de «reevangelización» en América Latina. Por mucho que la teología de la

liberación, la renovación carismática y otras innovaciones relacionadas hayan

reanimado a la Iglesia Católica, también la dividieron. Es posible que durante la

contienda con los evangélicos, las reformas la hayan dejado aún más vulnerable

que antes. [57] La revitalización había, por lo menos, debilitado el control

centralizado. Fue en respuesta a este último resultado irrefutable que, en la década

de 1980, el Papa Juan Pablo II trató de reunificar a la Iglesia, con el fin de reafirmar

su propia autoridad en Roma.

Una forma por la cual el Papa trató de restaurar la autoridad centralizada,

señalaba Dayton Roberts de la Misión Latinoamericana, fue al estimular la santidad

59

católica tradicional, como los cultos a la Virgen María y a los santos. El Papa

también puso énfasis sobre la función del sacerdote como un intermediario esencial

entre Dios y los fieles. Para los protestantes y católicos que afirmaban mantener

una relación directa con Jesús, éstos eran retrocesos ominosos. Desde la Reforma

en Europa, los protestantes han considerado que la adoración a los santos es una

idolatría. Líderes evangélicos temían que, al revivir los rituales católicos comunales,

se reviviría la persecución que sus primeros adeptos habían sufrido antes del

ecumenismo de los años sesenta.{37}

Cuando se le pidió que especificara a quienes denunciaba como «falsos

profetas» en un viaje a Latinoamérica, el Papa Juan Pablo II se refirió a los

Adventistas del Séptimo Día, mormones, y testigos de Jehová, mas no a los

protestantes ortodoxos.{38} No obstante, los evangélicos no se mostraron

convencidos. Señalaron que las acusaciones contra dichos grupos generalmente

eran seguidas por ráfagas indiscriminadas contra las «sectas», las cuales incluían a

sus propias iglesias. El fervor mesiánico en el recibimiento al Papa durante su visita

a América Central en 1983, aseguró William Taylor de la Misión Centroamericana,

produjo una ola de polémica católica a la antigua. {39} Los evangélicos temían que la

campaña del Papa para unir a las diferentes facciones de la Iglesia Católica era a

costa suya, convirtiéndolos en el enemigo al que se debe atacar. Les guste o no, la

oposición a sus avances era una forma de unir nuevamente a las diferentes

tendencias católicas.

Pero la reafirmación de la autoridad jerárquica se podía convertir en otra

oportunidad para los evangélicos. Debido a que los reformadores católicos habían

sido influenciados por la necesidad de competir con el protestantismo, tanto las

comunidades de base como la renovación carismática debían algo a la vitalidad

religiosa de los evangélicos. Cuando el Papa realizó una gira por América Latina,

las autoridades católicas ya [58] tenían la costumbre de repartir grandes cantidades

de Biblias. En varios países, las Sociedades Bíblicas Unidas informaron que

estaban vendiendo más escrituras a través de los católicos que de los protestantes.{40} Pero si las peregrinaciones del Papa hacia América Latina tuvieron éxito en

reafirmar la autoridad central, un número aún mayor de católicos podría sentirse

obligado a partir hacia iglesias que les permitieran seguir su propia conciencia.

«Juan Pablo II define a la Iglesia en términos de sus obispos», explicó un ex-

jesuita. «El problema es que generalmente nombra a hombres muy mediocres, y

60

luego se pregunta cuál es la dificultad cuando son incapaces de mostrar carisma de

liderazgo. El poder de estos hombres viene desde arriba, y por tanto, allá acuden

en momentos difíciles. La Iglesia como 'el pueblo de Dios' (según el Vaticano II) es

una amenaza para ellos. Cuando se encuentran con un grupo dinámico como el de

los evangélicos, se vuelven indefensos. El liderazgo tiene que volverse más amplio.

Y Juan Pablo II reconoce que esto es demasiado arriesgado. El no lo haría y le va a

costar. El énfasis que pone el Papa en la obediencia a la jerarquía está, en

realidad, destruyendo el futuro de la Iglesia.» {41}

Este era el dilema detrás de la polémica contra las sectas. La Iglesia Católica

perdería más gente al reafirmar la autoridad clerical, pero también lo haría en caso

contrario. Sin importar lo que hicieran los católicos, se estaban enfrentando al dolor

de pasar de ser el pastor espiritual de América Latina hacia un papel de menos

importancia, de ser la iglesia tradicional. Era como si el protestantismo fuera una

reforma inevitable, que surgía del mismo catolicismo. Ya sea que ocurriere dentro o

fuera de la Iglesia, iba a ocurrir.

Notas

{37} W. Dayton Roberts, «Latin America in the 1980s» Latin America Evangelist, enero-febrero de

1981, pp. 4-5, y marzo-abril de 1981, pp. 6-8; y «What Latins are Saying About Pope John Paul

II», Latin America Evangelist, mayo-junio 1982 (pp. 10-11).

{38} Latin America Evangelist, octubre-diciembre 1985, p. 20.

{39} Taylor 1984: 5.

{40} C. René Padilla, «Liberation Theology is Remarkably Protestant», Christianity Today, 15 de

mayo de 1987, p. 12.

{41} Thomas Scheetz al autor, 2 de noviembre de 1986. Para estudios de caso acerca de conflictos

sobre la autoridad en la Iglesia Católica, véanse los ensayos en Levine 1986.

Capítulo 3

Desde el Día del Juicio Final hasta

el dominio en el evangelicalismo norteamericano

61

«Ya no cabe representarnos como a predicadores campesinos golpeando el púlpito.

El cristianismo evangélica se ha convertido en el espectáculo más grande sobre la

tierra. Hace unos veinte a cuarenta años, se encontraba al extremo de las cosas.

Actualmente, se ha trasladado hacia el centro.»

—Dave Breese, televangelista.{1}

A primera vista, el «Club 700» de Pat Robertson parecería ser un programa de

debate popular como cualquier otro. Pero este animador de televisión enfatizaba el

poder de la oración para curar todo, desde dolores de cabeza hasta revoluciones.

También urgía a sus televidentes para que se tomen los Estados Unidos.

Robertson tenía mucha habilidad para vincular las preocupaciones cotidianas –

enfermedad, deuda, riñas familiares– de sus catorce millones de televidentes con el

gran objetivo, la campaña para salvar a los Estados Unidos. Norteamérica no

estaba en peligro únicamente debido a la amenaza externa del comunismo, decía

Robertson. El peligro más grave era una podredumbre moral sin precedentes.

Detrás de los pecados más obvios, como la pornografía y el aborto, se encontraba

un mal más profundo, aquel del humanismo secular. Presentado como la forma

moderna de hacer las cosas, el humanismo secular era la idea de que los hombres

podían resolver sus problemas sin Dios. Era la suma de todas esas filosofías –

evolucionismo, relativismo, liberalismo, asistencialismo– que habían alejado a los

[60] Estados Unidos de la Biblia. Es el momento de que Norteamérica se

arrepienta, advertía Robertson. La guerra nuclear estallará en 1982, predecía, y

Cristo regresará a la tierra.{2}

Cuatro años después de aquella fecha, Pat Robertson se encontraba de

candidato para presidente de los Estados Unidos. Decía que deseaba continuar con

el trabajo que Ronald Reagan había empezado, el de restaurar el país con los

fundamentos bíblicos. Junto con otros tele-evangelistas, como Jimmy Swaggart y

Jerry Falwell, Robertson era un nuevo centro de poder en el evangelismo

norteamericano. Al igual que el resto de la televisión fundamentalista, durante la

década de 1970 había insistido sobre el inminente fin del mundo. Pero a mediados

de la década de 1980, él y el resto de la derecha religiosa pidieron a su audiencia

reestablecer Norteamérica para sus hijos y nietos. Su destino no era el del fin del

mundo, sino el dominio cristiano sobre el mismo.

62

Este podría parecer un cambio confuso. No obstante, era de esperarse del

premilenarismo, la teoría más popular sobre el fin del mundo en el protestantismo

evangélico. Los premilenaristas sostienen que, a medida que aumenta el mal, y la

humanidad se vuelve más pecadora, Cristo regresará para establecer su reino

milenario sobre la tierra. Ellos creen que la secuencia de eventos se encuentra

trazada en la Biblia. La batalla final entre las fuerzas del Bien y del Mal se aproxima

rápidamente. Tendrá lugar en la Tierra Santa, al este del Monte Carmelo, en el

Valle de Armagedón, cuando los ejércitos soviéticos, islámicos, europeos, africanos

y chinos converjan sobre Israel, sólo para ser destruidos por Jesucristo que vendrá

del este sobre nubes de gloria.

Esta magnífica visión solía ser asociada con el desinterés político. Si el espiral

del mundo que desciende hacia la perdición era parte del plan del Señor, ¿por qué

tratar de detenerlo? Unicamente Jesús podía hacer realidad el Reino, no los

endebles esfuerzos de los hombres. No obstante, el premilenarismo puede ser una

doctrina tan dinámica e incierta como el calvinismo del siglo dieciséis. Al igual que

un calvinista nunca podía saber si el Señor lo había puesto entre los elegidos, los

pocos escogidos para ser salvados del castigo eterno, los premilenaristas tampoco

saben cuándo regresará el Señor. De ahí que podría ser esta noche o [61] después

de una generación. Pero regresará pronto, y al asumir roles fundamentales dentro

del plan divino, los premilenaristas pueden convertirse en activistas con un

tremendo sentido de misión.{3}

Para los de fuera, era fácil agrupar a todos los cristianos renacidos con una

manifestación alarmante como Pat Robertson. Pero la derecha religiosa no

dominaba todo dentro del evangelicalismo, incluso entre los cristianos que se

consideraban como conservadores. Tales diferencias tienen importancia para este

trabajo dada la continua influencia de los evangélicos norteamericanos sobre sus

hermanos en América Latina. Por consiguiente, en este capítulo se considera a los

evangélicos norteamericanos en términos de sus divergentes formas de

organización, teología y política. Luego examina los conflictos de poder provocados

por la campaña de la derecha religiosa para tomar el control del movimiento

evangélico. Entender los desacuerdos entre los que se identifican como

fundamentalistas, evangélicos, o cristianos bíblicos, clarificará cómo se están

manifestando diferencias similares en América Latina, con el potencial para

resultados diferentes.

63

Notas

{1} Bromley y Shupe 1984: 148.

{2} Este esbozo de Pat Robertson está en deuda con Sara Diamond y Richard Hatch, observadores

del Club 700; Dick Dabney, «God's Own Network», Harper's Magazine, agosto de 1980, pp. 33-

52; y John Fialka y Ellen Hume, «Pulpit and Politics», Wall Street Journal, 17 de octubre de

1985, pp. 1, 25.

{3} Acerca del premilenarismo, véase William Martin, «Waiting for the End», Atlantic Monthly, junio

de 1982, pp. 31-7, y Weber 1983.

El eclipse del protestantismo liberal

Antes de ahondar en el protestantismo evangélico, debemos distinguirlo de las

denominaciones «históricas» que, hasta hace poco, eran consideradas como el ala

dominante del protestantismo norteamericano. La contienda entre las dos se fecha,

generalmente, a principios del siglo veinte, cuando las tendencias liberalizadoras

en las principales denominaciones provocaron una rebelión por parte de los

conservadores. Estos últimos sintieron que las nuevas interpretaciones históricas

de la Biblia estaban destruyendo la autoridad de ésta como la Palabra de Dios.

Para restaurar su autoridad, insistían en que la Biblia era una guía infalible hacia la

verdad, y se reafirmaban en lo que llamaban los fundamentos de la fe.

Las contiendas entre los fundamentalistas y sus adversarios, los llamados

modernistas, expresaban desacuerdos más extensos, sobre cómo entender al

mundo y cómo reaccionar al cambio. Mientras que los fundamentalistas insistían en

que cualquiera podía llegar a la única interpretación correcta de la realidad (la suya

propia), los modernistas aceptaban [62] la relatividad del conocimiento humano. Al

suavizar su punto de vista sobre la verdad religiosa, estos últimos encontraban

difícil creer, por ejemplo, que Dios envíe a los hindúes al infierno únicamente

porque un misionero cristiano había fracasado en llegar a ellos. El consignar las

almas al castigo eterno sobre esta base, parecía algo injusto y sádico. Insatisfechos

con los resultados del trabajo misionero tradicional, y al perder el interés en

continuar con éste, los modernistas llegaron a la conclusión de que únicamente el

64

«evangelio social» –la educación y la reforma social– se dirigía a las necesidades

humanas.

Para los fundamentalistas, esto significaba traicionar la esencia de la fe: la

salvación personal. Recibieron el rechazo de los modernistas, quienes les

consideraban reliquias de una era pasada, y no lograron recuperar a las

denominaciones históricas. Mientras tanto, los modernistas se convertían en pilares

del liberalismo norteamericano. A finales de la década de 1960, las denominaciones

de liderazgo básicamente liberal del Concilio Nacional de Iglesias (NCC), eran

iglesias seguras de sí mismas. Desde sus oficinas en Nueva York y Washington,

D.C., el NCC realizaba campañas a favor de los derechos humanos, del control de

las armas nucleares y de los movimientos revolucionarios. La misma luz iluminó al

Concilio Mundial de Iglesias (WCC) en Ginebra, las Naciones Unidas del

cristianismo ecuménico.

Sin embargo, los líderes de las principales denominaciones del NCC eran más

liberales que sus miembros. Debido a que las campañas sociales alienaron a los

miembros conservadores, los liberales eclesiales se encontraron en desventaja en

la atmósfera tan nacionalista de la política norteamericana. De acuerdo a Joseph

Hough, la razón era un cambio en la atracción subyacente del liberalismo y del

fundamentalismo. Hasta la década de 1960, señaló Hough, los protestantes

liberales habían procurado mantenerse optimistas sobre el futuro de los Estados

Unidos. Mantenían la fe en que los norteamericanos podían construir un mundo

mejor para ellos mismos y para todos los demás. Pero ahora, los liberales se

volvían contra el expansionismo atolondrado de su sociedad, rechazando la

proyección del poder americano alrededor del mundo y exigiendo penosas nuevas

formas de equidad en el propio país. {4} Mientras tanto, las esperanzas que la clase

media norteamericana deseaba ver reforzadas en la iglesia se encontraban ahora

entre los fundamentalistas. [63]

En cuanto a la vida religiosa liberal, parecía que su vitalidad y su convicción se

estaban agotando. De acuerdo a los criterios evangélicos, el clero del

protestantismo liberal había reemplazado el estudio bíblico con la psicología

popular, el evangelismo con los servicios sociales, la fe religiosa con las causas

políticas, y a Dios con el hombre. En las palabras de William Willimon, la apertura

indiscriminada hacia nuevas ideologías había traído consigo una crisis de identidad.

65

Muchas iglesias históricas habían perdido el sentido de una comunidad definida,

con una fe religiosa definida.{5}

No cabía duda de que gran parte, aunque no todo, del liderazgo de las

denominaciones históricas había abandonado el evangelismo, recortando el flujo de

neófitos. Los grupos también encontraron dificultades para mantener a su gente

joven, ya sea porque los jóvenes ya no se interesaban en asistir a la iglesia, o

porque estaban tan interesados que, en la búsqueda de una autoridad religiosa

más fuerte, se unían a grupos evangélicos. Las congregaciones históricas

envejecieron y disminuyeron en tamaño. Para 1990, se esperaba que la edad

promedio de los bautistas americanos afiliados al NCC sea de sesenta. {6}{*}

Debido a la fuerza conservadora, aún dentro de las denominaciones de

liderazgo liberal, los evangélicos se convirtieron en el nuevo centro de gravedad en

el protestantismo norteamericano. Estos poblaron grandes extensiones de las

clases bajas y medias, especialmente en las zonas de rápido crecimiento en el Sur

y Oeste del país. No obstante, estaban lejos de ser una mayoría, pues

representaban únicamente un 20% de la población estadounidense. {7} Estaban,

también, lejos de ser uniformes. Para comprender las tensiones dentro del campo

evangélico, debemos examinar cómo las distintas tendencias competían por el

apoyo [64] entre los evangélicos y las formas contrastantes con las que

simbolizaban sus tareas cristianas en la tierra.

Se necesitan distinguir varios niveles. El primero, de la organización, nos

ayudará a tener un sentido del número sorprendente de iglesias y de agencias que

han fundado los evangélicos. El segundo, el teológico, clarificará las diferencias

entre los fundamentalistas, neo-evangélicos, y pentecostales. El tercero, el político,

explica las posiciones contradictorias que los evangélicos han estado adoptando,

desde apoyar a la carrera de armas nucleares hasta hacer manifestaciones en su

contra.

Notas

{*} Las denominaciones NCC incluían únicamente a un 53% de los protestantes de los Estados

Unidos en 1985, menos del 76% en 1920 y el 62% en 1960 (William Hutchinson, citado en

Sacramento Bee, 20 de abril de 1985, p. B7, y Hutcheson 1981). Como grupo, la NCC perdió

cerca de cinco millones de miembros desde mediados de la década de los sesenta hasta

mediados de la década de los ochenta. Unicamente durante la década de los setenta, los

66

Presbiterianos Unidos perdieron cerca de tres cuartos de millón, los Episcopales cerca de medio

millón, y los Metodistas Unidos casi un millón (Fundamentalist Journal, noviembre 1985, p. 14).

Los Bautistas del Sur, que no pertenecían al NCC, reemplazaron a los Metodistas Unidos como

la denominación protestante más grande del país.

{4} Citado por John Dart, «Churches Try to Reverse Decline», Sacramento Bee, 20 de abril de

1985, p. B7.

{5} William Willimon, «A Crisis of Identity», Sojourners, mayo de 1986, pp. 24-28.

{6} Tom Sine, «Shifting Christian Mission into the Future Tense», Missiology, enero de 1987, p. 16.

{7} «The Christianity Today-Gallup Poll: An Overview», Christianity Today, 21 de

diciembre de 1979, pp. 14-17. Para un análisis más detallado de las cifras, véase

Hunter 1983.

Organización evangélica

La idea de que los evangélicos estaban organizados parecería ser una

contradicción en sí. Si el protestantismo ecuménico era una burocracia sin

seguidores, el movimiento evangélico era una multitud de seguidores sin una

burocracia.{8} Muchos evangélicos norteamericanos pertenecían a denominaciones

conservadoras que no formaban parte de NCC. Entre éstas se encontraban los

Bautistas del Sur, quienes afirmaban tener unos 14,4 millones de miembros, y las

Asambleas de Dios, que tenían 2,1 millones. Pero eran más conocidos por sus

miles de iglesias y de agencias independientes, un sistema de «libre empresa

religiosa» que se originó en el vacío de autoridad tradicional en la frontera

norteamericana.{9}

La principal figura religiosa en la frontera era el predicador de circuito, un

hombre que, en las raras ocasiones en las que podía visitar, se especializaba en

avivar las lealtades religiosas, de ahí el «avivamiento». Lo que contaba era su

habilidad para atraer a una multitud, mas no su entrenamiento formal o sus

credenciales. Su principal fuente de autoridad era la Biblia. La base del éxito –la

capacidad de apelar a los sectores populares más que a una jerarquía– condujo

hacia una dispersión radical de la autoridad y a interminables resquebrajamientos

en las estructuras eclesiásticas. Las combinaciones Iglesia-Estado decayeron,

separando a las esferas religiosa y política, y ayudando a secularizar al estado. {10}

67

Al ofrecer una amplia autoridad religiosa a cualquiera que tuviera el potencial

para el liderazgo, el avivamiento condujo a la organización de innumerables nuevas

empresas para propósitos religiosos. [65] En el siglo diecinueve, algunos hombres

iniciaron las «misiones de fe», para evangelizar las partes del mundo que ellos

consideraban eran ignoradas por las misiones denominacionales. Sin un

financiamiento denominacional, «vivían de la fe y confiando en el Señor» –esto es,

de cualquiera que estuviera deseoso de ayudar.

A principios del siglo veinte, las misiones de fe y sus partidarios se unieron a la

rebelión fundamentalista en contra de las interpretaciones liberales de la Biblia.

Debido a que los seminarios establecidos estaban controlados por sus adversarios,

los fundamentalistas iniciaron sus propios institutos bíblicos, cuyos egresados

organizaron iglesias independientes y ministerios especializados, las llamados

«agencias paraeclesiales». Los grupos paraeclesiales –misiones, estaciones de

radio, asociaciones evangélicas– rompieron las barreras denominacionales al

apelar al mayor público evangélico posible, sin importar su afiliación. Pero esto

significó enfrentar a los correligionarios con todo un mercado de causas dignas; la

competencia por las contribuciones se agudizó entre las iglesias y las agencias

paraeclesiales.

Notas

{8} Richard Ostling, «Evangelical Publishing and Broadcasting», en Marsden 1984: 55.

{9} Marsden 1980: 194.

{10} Nathan Hatch, «Evangelicalism as a Democratic Movement», en Marsden 1984: 71-82.

 

La teología evangélica

68

Si aceptamos lo que afirman los fundamentalistas, éstos debían haber

acordado la única interpretación correcta de la Biblia. Desafortunadamente, la

experiencia ha demostrado lo contrario, lo que ha llevado a divisiones sucesivas en

las filas fundamentalistas. Debido a que las vendetas eclesiásticas alienaron a la

mayoría de los protestantes conservadores, los eternos líos de los fundamentalistas

los apartaron de las corrientes principales de la vida americana. La historia de

cómo algunos volvieron a la corriente principal se remonta a la formación de la

Asociación Nacional de Evangélicos (NAE) a principios de 1940.

Los líderes de la NAE estaban determinados a vencer el sectarismo. Para

expresar su deseo de diseminar el evangelio, y no solo de defenderlo, se

autodefinieron con un antiguo término, el de «evangélico.» Para evitar confundirlos

con los evangélicos en el sentido más amplio, permítanme referirme al movimiento

de la NAE con otro término que también utilizaron, el de «neo-evangélicos». Para

calmar a los fundamentalistas recelosos, los neo-evangélicos continuaron

afirmando que [66] sostenían la infalibilidad de las Escrituras. Sin embargo, debido

a las incongruencias de tomarla enteramente al pie de la letra, adquirieron métodos

de interpretación más sofisticados. A diferencia de los fundamentalistas, lograron

una convivencia con la ciencia y acabaron con la oposición a la teoría evolucionista

como una prueba de fe. Finalmente, en lugar de rechazar al «mundo» como solían

hacer los fundamentalistas, los teólogos neo-evangélicos comenzaron a hablar

sobre la necesidad de la «preocupación social». En la década de 1950, la función

de vocero recayó en Billy Graham, quien se convirtió en la figura más popular de la

religión norteamericana.{11}

Quedando atrás para defender los almenajes de la infalibilidad bíblica se

encontraban los fundamentalistas. Para la mayoría de éstos, su verdad eterna era

el dispensacionalismo, un esquema del siglo diecinueve para explicar las muchas

contradicciones bíblicas que explotaban los escépticos. De acuerdo a la escuela

liberal, por supuesto, las contradicciones surgen de la confusa autoría humana de

la Biblia. Para refutar tal noción, a los dispensacionalistas se les ocurrió un sistema

de distinciones aún más complicado, para demostrar que las discrepancias

aparentes se debían, en realidad, a cambios en el plan divino, específicamente, en

las etapas o «dispensaciones» en las que ellos dividían el mensaje bíblico. Al

enfatizar la forma cómo los requisitos divinos cambiaban para cada época, los

dispensacionalistas no sólo resolvieron las contradicciones en la Biblia, sino que

69

también fueron capaces de rechazar a las escrituras que contradecían su punto de

vista. Así, los versículos sobre el Reino de Dios –usados para predicar a favor de

las reformas sociales– podrían ser suprimidos de la presente época y ser

almacenados para el glorioso período que sigue al regreso de Cristo. {12}

El Instituto Bíblico Moody, en Chicago, y el Seminario Teológico de Dallas eran

los exponentes principales del pensamiento dispensacionalista. Mientras sus

egresados presidían muchas iglesias fundamentalistas independientes o «bíblicas»,

también lograban atraer a neo-evangélicos. {13} Sin embargo, para una segunda

clase de fundamentalistas más separacionistas, no era aceptable jugar en los dos

equipos: denunciaron a Moody, a Dallas y a la mayoría de otras escuelas

evangélicas, por no defender a la Biblia con suficiente celo. Una de las figuras más

conocidas de esta segunda tendencia fundamentalista fue Bob Jones. [67] Su

universidad (llamada la Universidad de Bob Jones) prefirió renunciar a una

exención de impuestos antes de permitir noviazgos entre jóvenes blancos y negros.

Otro fue Jerry Falwell, quien fundó la famosa Mayoría Moral en 1979.

Un tercer grupo de fundamentalistas es de especial interés, dado su éxito

enorme en América Latina. Estos tomaron su nombre de Pentecostés, un

acontecimiento que se narra en los Hechos de los Apóstoles, cuando el Espíritu

Santo descendió sobre los discípulos y les concedió el don de predicar en lenguas

desconocidas. Fenómenos parecidos a Pentecostés –la curación por la fe, el don

de lenguas, la profecía– han ocurrido en muchas épocas y lugares. Pero el

movimiento contemporáneo data de principios del siglo veinte, con avivamientos

entre los negros y blancos pobres de los Estados Unidos. Los dispensacionalistas

no aprobaron la nueva manifestación: ya habían relegado las referencias bíblicas

de dichas prácticas a una época pasada. No obstante, muchos pentecostales

tomaron al dispensacionalismo como suyo, lo adaptaron a sus propias

necesidades, y organizaron una variante más entusiasta del fundamentalismo.

Las figuras más notables en el pentecostalismo eran sus sanadores por la fe.

Los sanadores enseñaban que mientras más dinero entregabas al trabajo del

Señor, representado aquí por su humilde sirviente, recibirías sus bendiciones, como

restaurar la salud, reconciliar a la familia, y conceder las riquezas. Los cristianos

menos rimbombantes se escandalizaban por los extravagantes espectáculos de

mundo de farándula de los sanadores de fe, sus pretensiones de hacer milagros, su

recolección de grandes cantidades de dinero, y su rápida partida al siguiente

70

compromiso. «Nuestros misioneros tienen que dar rodeos para regresar al campo y

deben dar una contabilidad estricta por cada centavo», se lamentaba un oficial de

las Asambleas de Dios en 1956. «[Pero] permitimos que hombres que no son

responsables ante nadie ni en la tierra ni en el cielo 'limpien' nuestras iglesias

periódicamente.»{14}

De llevar a cabo avivamientos en tiendas de campaña, iglesias y auditorios, los

sanadores más exitosos se convirtieron en evangelistas de radio y televisión.

Durante la década de 1980, se los conocía como el movimiento de la «confesión de

fe» o «confesión positiva». [68] «La confesión (de una necesidad) trae su

posesión», enseñaban estos hombres, o «nómbrala y exígela». Esto implicaba que

los cristianos que sufrían alguna aflicción debían culparse a sí mismos por su falta

de fe, y que los verdaderos creyentes podían convertir a Dios en una lámpara

mágica para satisfacer sus deseos. Para los guardianes de la ortodoxia, las

promesas y fórmulas de estos hombres los hacía algo poco mejor que idólatras. {15}

Pero en lugar de ser desacreditados, estos profetas –como Oral Roberts y Kenneth

Hagin en Tulsa, Oklahoma, y Kenneth Copeland en Fort Worth, Texas– atrajeron a

tantos cristianos que otros líderes generalmente evitaban una confrontación, por

miedo a dividir a la comunidad evangélica. Pat Robertson, de la Cadena Cristiana

de Difusión y Jim Bakker, del Club PTL («Alaba al Señor»), también adoptaron la

confesión positiva.

Esta era una nueva clase de pentecostalismo, que reflejaba las necesidades de

cristianos que se habían convertido en consumidores. También tenía una base

social más amplia, debido en parte a lo que se conocía como la «renovación

carismática». Al inicio de la década de 1960, muchos católicos norteamericanos y

protestantes históricos comenzaron a tener sus propias experiencias pentecostales.

Se llamaban a sí mismos neo-pentecostales o carismáticos (nuevamente, según la

palabra griega para los dones pentecostales o charismata), pero no se unieron a

las congregaciones pentecostales. Más bien, optaron por permanecer en sus

iglesias antiguas y renovarlas, de ahí la renovación carismática. No les importaba a

qué iglesia asistías: lo importante era la hermandad en el Espíritu Santo,

convirtiendo al carismatismo en un punto de encuentro para católicos y

protestantes.

Los cultos de los carismáticos, amistosos y rítmicos, podían hacer vibrar

suficiente intimidad y calor como para hacerlos sentir como si estuvieran en la

71

puerta del cielo. Pero sus esfuerzos por renovar a las iglesias históricas

generalmente fracasaban. Como resultado, algunos se unieron a las

denominaciones pentecostales como las Asambleas de Dios. Otros se juntaron

alrededor de sus pastores espirituales, en nuevas iglesias carismáticas. Otra salida

para sus frustraciones era la derecha religiosa. Los carismáticos que salían de las

denominaciones establecidas no eran, necesariamente, ni fundamentalistas ni

derechistas, pero sus líderes inspiracionales generalmente sí lo eran. Durante la

década de 1980, visionarios [69] derechistas estaban controlando las más

enérgicas confraternidades carismáticas.

Pero antes de trasladarnos hacia la política necesitamos preguntarnos, cuán

significativas son, en realidad, las diferencias teológicas entre los fundamentalistas

y los neo-evangélicos.{16} Históricamente, el neo-evangelismo surgió del

fundamentalismo. Más aún, en la práctica, «fundamentalista» y «evangélico»

frecuentemente han funcionado como fachadas alternas para la misma operación.

Cuando el cristiano versátil llega a los impíos, adopta un estilo evangélico, para

atraer a la mayor audiencia posible. Pero cuando solicita ayuda financiera de una

iglesia fundamentalista, sostiene que defiende los mismos «fundamentos» que

ellos. Cuando organiza a los conversos en nuevas congregaciones, las doctrina

fundamentalista se pone en primer plano. Por consiguiente, cuando una empresa

evangélica solicita ayuda fundamentalista, los dos términos se pueden referir a las

fases de un ciclo, desde la iglesia fundamentalista hacia el evangelismo, hasta

consolidar a una nueva iglesia fundamentalista.

En este sentido, las diferencias teológicas entre los neo-evangélicos más

conservadores, los fundamentalistas menos separatistas y los pentecostales más

moderados no eran muy significativas. Los miembros de las tres categorías se

aceptaban entre sí como tonalidades diferentes de lo que todos consideraban como

«el cristianismo bíblico», que se identificaba con la Asociación Nacional de

Evangélicos. Pero la unidad que el liderazgo de la NAE deseaba mantener estaba

bajo mucha tensión, debido a las crecientes diferencias sobre cómo entender al

mundo y cambiarlo.

En primer lugar, un número creciente de neo-evangélicos ya no pertenecía al

campo fundamentalista: los fundamentalistas los atacaban por ser demasiado

flexibles en su interpretación de la Biblia. A pesar de que muchos neo-evangélicos

todavía decían defender un texto infalible, aceptaban que su comprensión del

72

mismo podía ser imperfecta. En contraste, los fundamentalistas seguían afirmando

que no sólo el texto era infalible, sino también su propia interpretación. {17} En

segundo lugar, los evangélicos y los fundamentalistas se dividían sobre lo que

constituía el legítimo «compromiso social» {18} –es decir, el compromiso político. [70]

Todos aclamaban una «norma bíblica común», pero llegaban a conclusiones muy

diferentes sobre cómo entenderlo.{19}

Notas

{11} Hutcheson 1981: 32-5 y James Speer, «The New Christian Right and its Parent Company», en

Bromley and Shupe 1984: 31-32.

{12} Barr 1978: 193.

{13} «Main Street in Evangelicalville» y «What is the Moody-Dallas Agenda?» Eternity, noviembre

de 1981, pp. 19-22, y diciembre de 1981, pp. 26-29.

{14} Menzies 1971: 339.

{15} Steve Scott, «True Confessions: The Miracle in Your Mouth» [folleto], Apologetics Resource

Center, Sacramento, California, 1985. Tim Stafford, «Testing the Wine from John Wimber's

Vineyard», Christianity Today, 8 de agosto de 1986, pp. 17-22.

{16} Mi diferenciación entre neo-evangélicos, fundamentalistas y fundamentalistas más

separacionistas sigue a Quebedeaux 1974: 18-32.

{17} Carl F. H. Henry, citado en Hill y Owen 1982: 89.

{18} Carl F. H. Henry, Christianity Today, 4 de enero de 1980.

{19} Mark Noll, «Evangelicals and the Study of the Bible», en Marsden 1984: 109.

Política evangélica

A principios de la década de 1970, algunos neo-evangélicos se hallaban

avergonzados por el fracaso de sus iglesias al apoyar al movimiento de los

derechos civiles de los negros y oponerse a la Guerra de Vietnam. Aquí y allá

surgieron signos de una conciencia crítica social. Billy Graham se sintió conmovido

por la caída de su amigo Richard Nixon en el escándalo de Watergate, repudió la

73

cruzada anticomunista de su juventud, y habló del control de las armas nucleares

como su «interés social nº 1».{20}

Una influencia sobre Graham fue lo que Richard Quebedeaux llamó una

«izquierda evangélica».{21} Educado en los seminarios y en las universidades más

liberales como Fuller, cerca de Los Angeles y Wheaton, cerca de Chicago, tomó su

inspiración de las «iglesias de la paz» –algunas denominaciones menonitas y la

Hermandad Unida (United Brethren). La tradición pacifista de tales organismos

había sido separacionista y pietista, pero estos cristianos eran activistas. Al

propagar sus puntos de vista a través de grupos como Evangélicos para la Acción

Social, Sojourners, y The Other Side, reclamaban ser escuchados en la Asociación

Nacional de Evangélicos. A pesar de que ellos apoyaban la necesidad del

evangelismo y rechazaban la violencia revolucionaria, su misión era cuestionar el

militarismo norteamericano, y convencer a sus hermanos sobre la necesidad de la

reforma social.

Los evangélicos de esta tendencia alcanzaron su apogeo durante la

presidencia de Jimmy Carter (1977-1981). La estimación de un partidario, que

decía que representaban una cuarta parte de los evangélicos blancos, parece más

bien optimista.{22} No obstante, millones de protestantes negros, teológicamente

conservadores, compartían sus intereses. Quienes les escucharon fueron los neo-

evangélicos de peso, como Billy Graham y Christianity Today, la revista que éste

ayudó a fundar en 1956. A través de las carreras profesionales de la gente a la que

influenciaban, su pensamiento se filtró en el liderazgo de muchas iglesias y

agencias. [71]

La elección arrasadora de Ronald Reagan en 1980 fue un rudo despertar. Los

evangélicos de centro izquierda habían liderado el camino en incitar a sus

hermanos para que se involucrasen en los asuntos sociales, pero la derecha

religiosa cosechó la mayor parte de activistas. Acusó a los evangélicos de centro-

izquierda de ser protestantes liberales, y criticó al liderazgo neo-evangélico por

tolerarlos. Los asuntos sociales que los neo-evangélicos bien educados del este y

del norte de los Estados Unidos deseaban plantear –empleos para los pobres, el

hambre mundial, la amenaza del holocausto nuclear– no capturaron la imaginación

de la mayoría de evangélicos.

74

Lo que sí captó su atención fueron las advertencias fundamentalistas en contra

de las amenazas a la forma de vida americana. La enseñanza de la teoría

evolucionista, la decisión de la Suprema Corte, en 1962, de proscribir la oración en

las escuelas públicas, su decisión de 1973 de legalizar el aborto, la igualdad para

las mujeres, derechos para los homosexuales –éstos eran los temas que

preocupaban a la mayoría de los evangélicos. El detener las guerras y ayudar a los

pobres contaba menos que oponerse a los cambios sociales que los hacían sentir

como extraños en su propio país.

Algunos fundamentalistas habían entrado en la actividad política en 1976, al

apoyar para presidente a un bautista sureño seglar, Jimmy Carter. Decepcionados

por Carter una vez en el poder, se pusieron de acuerdo con los hombres que

reorganizaban la derecha del Partido Republicano. Estos nuevos aliados estaban

principalmente interesados en restaurar el capitalismo de laissez-faire y luchar

contra el comunismo. Pero para reclutar a los fundamentalistas como soldados para

sus millonarios colaboradores financieros, estaban deseosos de explotar temas

morales y se alinearon con los televangelistas, quienes se convirtieron en los

profetas de la derecha religiosa.{23}

El demócrata Jimmy Carter era un anciano en su congregación bautista sureña,

y allí enseñaba en la escuela dominical. Pocos pensaban que fue un presidente

efectivo, en parte debido a que se comportaba como un sirviente cristiano. Esto, a

los ojos de la derecha religiosa, lo convertía en algo como un cobarde. Ellos

querían un hombre duro en la Casa Blanca, e hicieron mucho para elegirlo. Ronald

Reagan, un actor [72] de cine divorciado, que rara vez se molestaba en ir a la

iglesia, y que entregaba poco para la caridad, no parecería ser un cristiano

renacido muy convincente. En contraste con el discurso de Carter sobre la

necesidad de la humildad, Reagan enfatizó el poder y la grandeza de los Estados

Unidos. En contraste con los intentos de Carter por promover los derechos

humanos y por negociar la paz en el Medio Oriente, Reagan realizó campañas para

nuevos sistemas bélicos y promovió nuevas guerras. Pero para la derecha

religiosa, él representaba el renacimiento espiritual. Se ocupó de las cuestiones

morales que les interesaba a ellos, especialmente la oposición al aborto, al que

consideraban un homicidio. Nunca se dieron cuenta de que en Guatemala y en El

Salvador, la elección de Reagan de 1980 fue seguida de un crescendo de terror

oficial. Los escuadrones de la muerte de América Central pensaban que su hombre

75

estaba en la Casa Blanca. La derecha religiosa se regocijaba con su nuevo

presidente cristiano.

Notas

{20} Ralph Chandler, «The Fundamentalist Heritage of the New Christian Right», en Bromley y

Shupe 1984: 56. «Billy Graham: Evangelists Go To Far», Sacramento Bee, 4 de enero de 1985,

p. A2.

{21} Quebedeaux 1978: 84-96.

{22} Grant Wacker, «Uneasy in Zion», en Marsden 1984: 18.

{23} Para una descripción del reclutamiento de evangélicos conservadores por la derecha religiosa,

véase Wallis 1986.

 

La lucha por la NAE y los Bautistas del Sur

Después de que Jerry Falwell anunció que la derecha religiosa iba a

«secuestrar» a los evangélicos de sus líderes moderados, Billy Graham expresó

sus dudas. Bueno, decía Graham, Falwell probablemente no representaba más que

el 10% de los evangélicos.{24} El evangélico más conocido del mundo no apoyaba a

la derecha religiosa: pensaba que ésta había abusado de la religión en la campaña

presidencial de 1984. A pesar de ser amigo de Ronald Reagan durante treinta

años, Graham estaba en desacuerdo con «muchas» de las políticas del presidente.{25} En América Latina, los discursos sobre mantener a la iglesia fuera de la política

se utilizaron en contra de la izquierda. Pero cuando Graham advirtió a los

norteamericanos que no equipararan al evangelio con un sistema político particular,

él los estaba previniendo en contra de la derecha religiosa.

Se había emprendido una batalla para el alma del evangelicalismo

norteamericano, entre fundamentalistas que ligaban su fe al reaganismo, y

evangélicos que deseaban mantener la acostumbrada distancia entre la iglesia y el

estado. Un lugar para mirar la contienda era la Asociación Nacional de Evangélicos

(NAE). Con cuarenta y cinco denominaciones y más de doscientas agencias como

miembros, la NAE era el organismo [73] más representativo del espectro

76

evangélico. Un frente en el que la NAE era vulnerable a ataques fundamentalistas

era la doctrina de la infalibilidad bíblica. El concepto era tan divisorio y frágil que,

desde el origen de la asociación, sus fundadores neo-evangélicos habían tratado

de acabar con él. Sin embargo, mientras los fundamentalistas reaccionaban contra

las innovaciones neo-evangélicas, insistían en que la infalibilidad bíblica era una

prueba de fe importante, una prueba que muchos seminarios y universidades de la

NAE no podían pasar.

El otro frente en el que la NAE tenía que defenderse era el de la política.

Específicamente, ésta tenía que soportar a las nuevas organizaciones que

marchaban cada año a Washington D.C., con banderas flameantes –la Mayoría

Moral de Jerry Falwell, la Voz Cristiana del Coronel Doner, la Mesa Redonda

Religiosa de Ed McAteer, el Concilio de Libertad de Pat Robertson, la Fundación de

Fe para América de John Conlan, la Coalición Americana para Valores

Tradicionales, de Tim LaHaye, la Coalición para el Avivamiento de Jay Grimstead–

cada uno prometiendo salvar a los Estados Unidos para Dios. Reflejando los

deseos de sus miembros, la NAE se unió a ciertas campañas de la derecha

religiosa como aquellas en contra del aborto y de la pornografía. En su convención

de 1984, el presidente Reagan habría podido predicar la intervención militar en

América Central con grandes aplausos. {26} Los líderes de la NAE, no obstante, no se

mostraban muy partidarios con respecto a la derecha religiosa; desconfiaban de

sus cruzadas y prevenían la reducción de la iglesia a un programa político. {27}

Para ilustrar los planes que la derecha religiosa tenía para su asociación, los

oficiales de la NAE podían contemplar el espectáculo de su descendencia de mayor

influencia, la National Religious Broadcasters (NRB, Difusores Religiosos

Nacionales). Un producto de la lucha fundamentalista por incursionar en la radio y

en la televisión, la NRB defendía los intereses de los difusores de radio y televisión

que, en algunos casos, estaban obteniendo fondos con métodos dignos de un

vendedor ambulante de medicinas. Los perdedores eran las iglesias locales, de

cuyos miembros estaban obteniendo cantidades de dinero. En 1981, el presidente

del Instituto Bíblico Moody advirtió que ministerios paraeclesiales como éstos se

estaban convirtiendo en la cola moviendo al perro. {28}

La convención anual de la NRB en Washington D.C. se estaba convirtiendo en

un circo para la derecha religiosa. Ronald Reagan era un participante regular. Los

oradores levantaban los ánimos a favor de las «guerras de liberación» subsidiadas

77

por la CIA. En 1983, la convención entregó al Presidente de Guatemala, Efraín Ríos

Montt, un premio por servicio cristiano meritorio. {29} Sin embargo, no todos estaban

complacidos por la transformación de NRB en una pre-convención para el Partido

Republicano; de acuerdo a los miembros que estaban disgustados por esta obvia

politización, se estaba convirtiendo en los Difusores Republicanos Nacionales. {30}

La derecha religiosa también logró captar el timón de la denominación

protestante más grande del país, la Convención de Bautistas del Sur (SBC). A

pesar de su reputación conservadora, esta «Iglesia Católica del Sur» ocultaba una

tendencia teológica moderada además de fundamentalista. En política, los bautistas

del sur iban desde la extrema derecha hasta el liberalismo cauto de Jimmy Carter.

Cuando la derecha religiosa trató de utilizar la denominación para sus propósitos,

fue impedida por los moderados a cargo de la maquinaria institucional.

Un tema en el conflicto resultante era la integridad doctrinal. Los

fundamentalistas argumentaban que los liberales estaban tomando los seminarios y

misiones SBC. Otro era el papel de la denominación en la política secular. Es

importante recordar que, más que cualquier otra tradición cristiana, los bautistas

fueron los pioneros en la separación entre la iglesia y el estado. En contraste con

los moderados, quienes deseaban mantener el principio de la separación, los

fundamentalistas querían convertir al SBC en una base de poder para una nueva

ciudad de Dios.

Pronto los enfrentamientos en las convenciones anuales de la SBC se

convirtieron en el deporte favorito del espectador en el evangelicalismo

norteamericano. A medida que los moderados perdían control, acusaban a sus

adversarios de utilizar tácticas nada éticas, como manipular a las delegaciones. {31}

Al captar la presidencia de la SBC año tras año, los fundamentalistas obtuvieron el

control de los nombramientos para los directorios. A través de éstos, a finales de la

década de 1980, comenzaron a tomar control de los seminarios y agencias de la

denominación. [75]

Una de las misiones evangélicas más grande se encontraba en juego, con

3.597 misioneros de carrera y otros 6.759 de término corto en 1985. En América

Latina, 1.276 misioneros trabajaban con las denominaciones nacionales afirmando

tener 17.500 puntos de predicación y 900.000 miembros. {32} Dada la proclividad

fundamentalista por purgar a los liberales sospechosos, el presidente de la misión

78

advirtió que la imposición de una rígida definición de la infalibilidad bíblica

socavaría el esfuerzo de la SBC por evangelizar al mundo. Las campañas

fundamentalistas para definir posiciones sobre la política extranjera norteamericana

pusieron en peligro la norma de neutralidad política de la misión. {33} Es decir, esto

convertiría a los misioneros bautistas del sur en personas aún más vulnerables de

lo que ya eran para los secuestros y las represalias.

A pesar de hablar sobre un posible cisma en la SBC, poco se dudaba sobre

qué facción llevaría consigo a la mayor parte de las iglesias. La derecha religiosa

parecía reflejar y reforzar los sentimientos dominantes en las iglesias evangélicas

de los blancos. De acuerdo a una investigación realizada por James Guth, entre

1981 y 1984, los ministros bautistas del sur que se identificaban como republicanos

aumentaron del 29 al 66%.{34} En un evento de la NAE en 1986, en Washington

D.C., una encuesta de 110 evangélicos indicaba que únicamente el 12% planeaba

votar por un candidato demócrata en la siguiente elección presidencial. {35}

Notas

{24} Kenneth L. Woodward, «The Split-Up Evangelicals», Newsweek, 26 de abril de 1982, pp. 88-

91.

{25} «Billy Graham», Sacramento Bee.

{26} Marvin Antonio Guevara García, «Cristianos Revolucionarios 'Unanse'», El Nuevo Diario

(Managua, Nicaragua), 25 de mayo de 1984.

{27} Para editoriales que los apoyaban, véase Christianity Today, 21 de marzo de 1986, pp. 14-15,

y 4 de abril de 1986, pp. 34-35.

{28} Kenneth A. Briggs, «Evangelicals Debate Their Role in Battling Secularism», New York Times,

27 de enero de 1981, p. 6.

{29} Maureen Wells, «A Dash of Latin Verve», Religious Broadcasting (Morristown, New Jersey:

Difusores Religiosos Nacionales), marzo de 1983, pp. 34-35.

{30} «Jesse Jackson Spoke, But Not Many Listened», Christianity Today, 7 de marzo de 1986, p.

47.

{31} Para un debate entre un Bautista del Sur moderado y uno fundamentalista, véase «Patterson

vs. McCall on the Southern Baptist Controversy», Fundamentalist Journal, mayo de 1985, pp. 10-

21.

79

{32} «1985: The World in View», Commission (SBC), mayo de 1986, pp. 31-42.

{33} R. Keith Parks, Commission, septiembre de 1982, pp. 2, 80.

{34} Citado por Thomas Byrne Edsall, «Republican America», New York Review of Books, 24 de

abril de 1986, pp. 3-6.

{35} Washington Insight (NAE), junio de 1986.

Dispensacionalismo nuclear

Los premilenaristas siempre han mirado al fin del mundo con cierto anhelo. Los

últimos días no solo serán catastróficos, sino que los premilenaristas realmente

dedicados están haciendo todo lo posible para acelerar su llegada. En la década de

1980, más y más personas se estaban convirtiendo en activistas en este sentido,

como si el Señor necesitara su ayuda para llevar a cabo su plan. Al cumplir

personalmente ésta o aquella profecía, esperaban inclinar la decisión del Señor. Tal

vez el esfuerzo más popular, y el menos amenazador, era completar el

evangelismo del mundo, basado en Mateo 24:14, que «será predicado este

evangelio del reino en todo el orbe, para que su testimonio llegue a todos los

pueblos; y entonces vendrá el fin.» [76]

Otros intentos por cumplir profecías eran más alarmantes. Pongamos como

ejemplo la campaña para reconstruir el Templo en Jerusalén. Debido a que para

esto se debía demoler un santuario musulmán que se encontraba en el mismo

lugar, esto podría hacer estallar la guerra santa que los premilenaristas predecían.{36} Luego, existía el dispensacionalismo nuclear. Al interpretar la Biblia a la luz de

sus preocupaciones geopolíticas, algunos premilenaristas aclamaban a las armas

nucleares como instrumentos divinamente ordenados. Tal vez el inminente

resplandor atómico era el amanecer del Reino milenario. Ya sea que detone la

acción final de la historia o que simplemente defienda a la Iglesia en contra del

ateísmo mundial, el dispensacionalismo nuclear captó la imaginación de la derecha

religiosa. «El desarrollo de las armas nucleares era parte del plan de Dios»,

exclamó Ed McAteer, director de la Mesa Redonda Religiosa. «La guerra nuclear

podría ser el cumplimiento de la profecía. Necesitamos estar preparados. Antes de

que nosotros nos vayamos, ellos se van. Puedo decir aquello con toda la

conciencia de un buen cristiano.»{37}

80

Como lo sugiere esta clase de pensamiento, el premilenarismo era una doctrina

ortodoxa, la cual, al ser llevada lo suficientemente lejos, trastornaba al cristianismo

en todo sentido. La creencia en el regreso del Señor podía degenerar en un

entusiasmo por nuevos sistemas de destrucción masiva, oposición a las

negociaciones con la Unión Soviética, e incluso en la resignación frente al

holocausto nuclear. «Aquellos que se suscriben a este fatalismo del último día»,

escribió Tom Sine, «concluyen que nada se puede hacer para alterar la plaga

creciente de la pobreza mundial, cambiar las injustas estructuras económicas, o

promover al Reino de Dios aquí en la tierra... Algunos parecen sentir satisfacción

frente a los desastres globales que confirmarían sus escenarios del fin de los

tiempos... Estoy convencido de que los poderes de la oscuridad han llevado a cabo

una estratagema asombrosa».{38}

Cuando la simpatía de Ronald Reagan con el dispensacionalismo nuclear se

convirtió en un tema electoral de 1984, los evangélicos moderados lo

desaprobaron.{39} Hasta la derecha religiosa comenzó a dudar de la eficacia de sus

entusiastas profecías del Juicio Final; las imágenes del desastre apocalíptico no

eran la mejor forma para atraer a los correligionarios hacia la arena política. Ahora

que los Estados Unidos regresaban [77] hacia la grandeza bajo la administración de

Reagan, los discursos sobre el inminente colapso nacional parecían inapropiados.

Una cosa era segura: la derecha religiosa estaba cansada del retraso político de

sus correligionarios. «Confío en que sepas que nuestro destino es el gobernar las

naciones», exclamó un pastor en una asamblea en Sacramento, California.

«Nuestro gran problema es que nosotros no podemos encontrar cristianos que

gobiernen su propio vecindario, no se diga una ciudad, un condado, o un

estado.»{40}

Notas

{36} Barbara y Michael Ledeen, «The Temple Mount Plot», The New Republic, 18 de junio de 1984,

pp. 20-23.

{37} Tom Sine, «Bringing Down the Final Curtain», Sojourners, junio-julio 1984, pp. 10-14.

{38} Ibid.

{39} «Critics Fear That Reagan is Swayed by... a 'Nuclear Armageddon'», Christianity Today, 14 de

diciembre de 1984, pp. 50-51.

81

{40} Dennis Peacocke, California Alliance, Capitol Christian Center, Sacramento, 21 de septiembre

de 1985.

La reconstrucción y la última lluvia

Basándose en el lenguaje bíblico sobre tomar el dominio de la tierra, la

derecha religiosa empezó a hablar de «tomar el dominio» sobre la sociedad

norteamericana y «reconstruirla» según los principios bíblicos. Leales a su

perspectiva de conquista, algunos dieron el siguiente paso lógico: que la Biblia

prometía a los cristianos el dominio político sobre todas las naciones. «La orden de

nuestro General es que pongamos a las naciones del mundo bajo Su dominio»,

escribió un creyente. «Se nos ha ordenado disciplinarlos y se nos ha prometido que

nuestro Señor permanecerá con nosotros hasta que se complete la conquista. Los

líderes y las personas de las naciones que planeen renunciar a la regla de Dios

están conspirando en vano. Se debe decir a los individuos y a las naciones: el

Reino de Dios ha llegado y su crecimiento no tendrá fin.» {41}

Una fuente de inspiración para esta clase de pensamiento fue la teología de la

Reforma, que descendía de Juan Calvino y su experimento en Ginebra. La derecha

religiosa no era la única que acudió a la tradición de la Reforma como una guía

para el papel de la iglesia en la sociedad. A lo largo del espectro político, los

evangélicos hablaban sobre la necesidad no sólo de esperar pasivamente la

segunda llegada de Cristo, sino también de promover los valores del Reino aquí y

ahora. Algunos neo-evangélicos utilizaron los valores del Reino, como la justicia

social, para hacer una distinción entre lo cultural y lo bíblico, para separar el

auténtico mensaje del evangelio de las distorsiones realizadas por el hombre, y

para emitir críticas radicales contra el evangelicalismo norteamericano. {42} [78]

Para el movimiento «Reconstrucción Cristiana», lo ideal era el regreso a la

regla de Dios tal como la habían ejemplificado los puritanos que colonizaron

América del Norte en el siglo diecisiete. Debido a que los reconstruccionistas se

sentían también atraídos por la ideología ultraderechista de la supervivencia –el

afán de almacenar armas y víveres para sobrevivir los últimos días– su idea de

convertir a los Estados Unidos en una nación cristiana era una feroz combinación

de teocracia y darwinismo social.{43} «Las así llamadas sociedades

82

subdesarrolladas», escribió un iluminado reconstruccionista, «son subdesarrolladas

porque son socialistas, demoníacas y malditas». {44}

Otra fuente de inspiración para la toma de dominio era una oscura tradición

pentecostal conocida como la «última lluvia». Concebida como una emanación del

Espíritu Santo, bañaba a la derecha religiosa y a algunas de las misiones más

dinámicas para América Latina. La tradición se originó entre los evangélicos

deseosos de obtener la misma clase de poder espiritual derramado por el Espíritu

Santo en la época del Nuevo Testamento. Dicha «primera lluvia», decidieron, sería

seguida por una «última lluvia» de milagros al fin del mundo. Los historiadores no

han prestado mucha atención a la última lluvia. Sólo recientemente la influencia de

sus enseñanzas ha sido tomada en cuenta.

Por lo menos parte de la presente difusión puede remontarse al descenso del

Espíritu Santo durante los avivamientos a finales de los años 40, en el lugar poco

probable de North Battleford, Saskatchewan. La ocasión fue un cisma local en la

rama canadiense de las Asambleas de Dios. Los líderes de la división profetizaban

un avivamiento universal, un movimiento poderoso del espíritu que arrebataría al

mundo antes del regreso de Cristo. Declarando su nombramiento divino,

anunciaron la restauración de los ministerios del Nuevo Testamento y se

nombraron apóstoles y profetas. Extendiendo sus manos, impartían curaciones

físicas y otros dones espirituales. Para sus seguidores, pronunciaban profecías

detalladas que tenían que obedecer. Después de que surgió el temor de que se

tomaran las Asambleas de Dios, los líderes fueron condenados como no-bíblicos y

expulsados de las iglesias establecidas.{45}

Como lo sugiere el episodio, la lluvia espiritual de milagros y revelaciones fue

demasiado trastornadora para las denominaciones pentecostales establecidas. [79]

Para esta etapa, perseguían moderación y aceptación del mundo cristiano más

extenso. Poco después, la última lluvia había caído en el olvido, dejando atrás

únicamente a grupos separados que se consideraban los «hijos manifiestos de

Dios» o los «vencedores». Creían que antes de la llegada de Cristo tomarían el

dominio sobre la tierra y sobre la misma muerte. {46} Pero las ideas asociadas con la

última lluvia persistían como una tradición esotérica que corría por debajo en el

movimiento pentecostal. En el siguiente gran avivamiento pentecostal, con la

renovación carismática de la década de 1960, estas ideas emergieron nuevamente

en la forma de varias doctrinas.

83

Una de tales convicciones era que, a través del «poder de la palabra», los

cristianos de elite podían dirigir eventos y gobernar el universo, una creencia

popularizada en la «confesión positiva», también conocida como «nómbrala y

exígela». Otra doctrina que nació de la última lluvia enfatizaba la sumisión a la

autoridad espiritual: se manifestaba en el movimiento «pastoral» o «discipulado». Al

igual que los mentores de la última lluvia, los líderes pastorales se consideraban

apóstoles y profetas, practicaban la puesta de manos, y entregaban profecías para

que sus discípulos las siguieran al pie de la letra.

Un argentino llamado Juan Carlos Ortiz –coincidentemente, cuñado del

evangelista Luis Palau– desempeñó un papel prominente en la formulación de la

doctrina pastoral. A pesar de ser expulsado de las Asambleas de Dios en su propio

país, Ortiz y su sistema llegaron a los Estados Unidos a través de un grupo llamado

Ministerios Cristianos de Crecimiento de Fort Lauderdale, Florida. A medida que los

evangelistas de Fort Lauderdale establecían cadenas de sumisión hacia sí mismos

alrededor del país, llegaron a tener demasiado éxito en la opinión del liderazgo

pentecostal establecido, el cual les acusó de tomar un «control antibíblico» sobre

sus seguidores y de «robar las ovejas» de otros pastores. {47}

Durante el escándalo resultante, el movimiento pastoral supuestamente

ablandó sus prácticas autoritarias. Pero bajo el nombre de «renacimiento o

avivamiento de restauración», los mismos líderes, junto con muchos otros nuevos,

expandieron su agenda para los años ochenta. {48} En un momento en que muchos

carismáticos habían perdido la esperanza [80] de renovar las denominaciones

establecidas, los restauracionistas les urgían a desertar hacia nuevas asociaciones

carismáticas que «restaurarían» la auténtica iglesia del Nuevo Testamento. {49} Los

restauracionistas también esperaban que un avivamiento masivo arrebataría al

mundo y anunciaría el Reino de Dios. Sobre la base de una iglesia restaurada, el

mundo se construiría nuevamente. En cuanto a su propio papel, se consideraban

como co-gobernantes con Cristo, como señores espirituales de un nuevo orden del

mundo. Entre ellos se encontraban los consejeros religiosos que rodeaban al

dictador evangélico de Guatemala, Efraín Ríos Montt.

Notas

84

{41} Monte Wilson de Fishers and Builders, en Tallahassee, Florida, «The Nations of the World Are

His!» Forerunner (Gainesville, Florida: Maranatha Campus Ministries), agosto de 1986, pp. 20-

21.

{42} Christianity Today, 5 de septiembre de 1986, pp. 30-31.

{43} David Rausch y Douglas Chismar, «The New Puritans and their Theonomic Paradise»,

Christian Century, 3 de agosto de 1983, pp. 712-715.

{44} Gary North, citado por Rodney Clapp, «Democracy as Heresy», Christianity Today, 20 de

febrero de 1987, pp. 17-23.

{45} Darrand y Shupe 1983: 33-59, véase también Holdcroft 1980.

{46} «The Manifest Sons of God», 1985, y «Satan Unmasked», s.f. [folletos], Sacramento,

California: Apologetics Resource Center.

{47} Edward E. Plowman, «The Deepening Rift in the Charismatic Movement», Christianity Today,

1º de octubre de 1975, pp. 52-54. John Maust, «Charismatic Leaders Seeking Faith for Their

Own Healing», Christianity Today, 4 de abril de 1980, pp. 44-46. Berberian 1983: 40-41, 82-109.

{48} Para la descripción de un movimiento similar en Gran Bretaña, véase Walker 1985.

{49} Larry Tomczak, «God's Solution to the Current Crisis», People of Destiny (Wheaton, Maryland),

septiembre-octubre de 1983, pp. 4-9.

El renacimiento de restauración

El movimiento de restauración tenía el apoyo de algunos de los principales

televangelistas, incluyendo a Pat Robertson. Pero a nivel de sus seguidores,

consistía en una multitud de ministerios y de iglesias carismáticas. Varios de sus

líderes salieron de las Asambleas de Dios, cuya combinación de fervor y

supervisión había producido muchos empresarios espirituales que seguían su

propio llamado. En América Latina, los restauracionistas estaban representados,

principalmente, por nuevas misiones que formaban parte del tremendo fermento

pentecostal. Pero su influencia también era visible en dos extensas organizaciones.

Una era Juventud con una Misión (YWAM), la más grande de las agencias que

envía miles de jóvenes norteamericanos en cortos viajes evangelizadores alrededor

del mundo. Otra era la Fraternidad de Hombres de Negocios del Evangelio

Completo (FGBMF), una red de clubes de hombres cuyos líderes –generalmente

85

del «cinturón del sol» conservador del Sur y Oeste de los Estados Unidos–

buscaban evangelizar a las elites políticas, militares y empresariales de América

Latina.

Este era el ala más dinámica y expansionista del evangelicalismo

norteamericano. Los carismáticos restauracionistas tendían a ser jóvenes, que

recientemente habían dejado vidas de pecado y que todavía atravesaban crisis

espirituales. Algunos eran un producto desorientado de la contra-cultura, en busca

de un camino recto. Ciertos líderes eran ex-músicos de rock. Ocasionalmente, el

magnetismo personal de los líderes, sus pretensiones de relaciones especiales con

Dios, y las fuertes demandas sobre sus discípulos llevaban a acusaciones de que

estaban [81] estableciendo cultos a su alrededor. Sin tradiciones firmes y sin

autoridades superiores, excepto el mismo Señor, estas iglesias podían ser como

«cañones sueltos» , capaces de provocar cualquier cosa. En un momento, parecían

estar regodeándose en la auto-gratificación consumista del movimiento «nómbralo

y exígelo». Al momento siguiente, se presentaban como las tropas de choque de la

derecha religiosa.

Estos cristianos eran fundamentalistas en lo referente a la infalibilidad bíblica y

a la necesidad de enfrentar al demonio. Algunos observadores dirían que eran

fanáticos. No existía una sombra de gris en su universo moral, sólo negro y blanco,

bueno y malo. Su creencia en la guerra espiritual –batallas con los demonios y

liberaciones milagrosas– podía ser tan fuerte que parecía subyugar a la decencia

humana. Pero los restauracionistas no predicaban que los cristianos debían

apartarse del mundo. Al tolerar las diferencias doctrinales que los fundamentalistas

de la escuela antigua no toleraban, evitaban algo del sectarismo que había vuelto

famosos a estos últimos.

Una razón por la cual los restauracionistas mantenían cierta ecumenidad era

su entrega a la política de derecha. Como resultado, ayudaron a unificar a la

derecha religiosa. En asuntos extranjeros, su dogma central era identificar a los

Estados Unidos con la mano derecha del Señor en la lucha contra el comunismo.

Parecían no dudar sobre utilizar el armamento bélico norteamericano alrededor del

mundo. Cualquiera que fuere la causa, debía ser justa.

El Maranatha Campus Ministries, uno de los nuevos grupos carismáticos que

estaban penetrando en América Latina, ejemplificaba el estilo restauracionista.

86

Maranatha ofrecía cultos entusiastas y fraternidades cálidas en sus cien

congregaciones universitarias. Pero su concepción del mundo era extremadamente

rígida, aún supersticiosa. «Nada es neutral en el mundo Maranatha», informó un

ex-miembro. «O es el deseo de Dios o es la obra del demonio, hasta cuando se

lava la ropa.»{50}

Maranatha era el trabajo de Bob Weiner, un joven ministro que se presentaba

como un entrenador de fútbol. En una de sus concentraciones, en 1981, el

ambiente era el de un día de entrenamiento después de haber perdido el último

partido. El entrenador pensaba que su equipo [82] no estaba trabajando lo

suficientemente duro. Mientras tanto, algunos de los padres que miraban desde los

graderíos pensaban que Weiner estaba presionando demasiado duro. Se quejaron

de que sus chicos estaban sufriendo extraños cambios de personalidad, estaban

fracasando en la escuela y estaban entregando a Maranatha sumas de dinero

destinadas para su educación. Cuando los padres transmitieron estas

preocupaciones a Maranatha, una de las respuestas fue que el demonio los estaba

utilizando.

Tras varios incidentes en los que padres de jóvenes maranathanistas

secuestraron y «desprogramaron» a sus hijos, estudiosos evangélicos realizaron un

informe. Concluyeron que Maranatha estaba reemplazando la autoridad de la Biblia

con la autoridad de Bob Weiner. Entre otras cosas, los investigadores no estaban

impresionados con las «palabras del Señor» –profecías o revelaciones divinas– con

las cuales los líderes mantenían en línea a sus discípulos. {51} En Maranatha, el

autoritarismo del movimiento pastoral se encontraba vivito y coleando.

Weiner también era conocido por «llamar a las tropas» –es decir, por ordenar

manifestaciones universitarias a favor de causas como los contras nicaragüenses.{52} Con la creencia de que los contras eran luchadores cristianos de la libertad, los

maranathanistas distribuyeron una publicación en la que ofrecían a los

contribuyentes las envolturas de balas disparadas a los sandinistas. {53} Al señalar el

peligro de un ataque soviético marítimo por la costa sur de los Estados Unidos,

Maranatha publicó una encuesta que informaba que una gran mayoría de

universitarios estaba deseosa de unirse a las fuerzas armadas para luchar en

América Central.

87

De acuerdo al periódico de Maranatha, los cristianos norteamericanos tenían la

responsabilidad de ser los guardianes de la libertad alrededor del mundo. Ahora

que el presidente Reagan estaba tomando decisiones cruciales sobre Nicaragua, el

periódico urgía a sus lectores a bombardear toda la situación con oración.

Cualquiera que fueren las medidas militares a tomarse en los próximos meses,

señalaba Maranatha, no se podía confiar en las armas. No, los cristianos deberían

pedir al Señor una intervención sobrenatural en contra de la revolución sandinista.

[83] Ninguna acción militar por parte de los Estados Unidos tendría éxito si los

cristianos no luchaban en el reino espiritual. {54}

Notas

{50} Diane Divoky, «UCD Ministry: Evangelism or Mind Control?» Sacramento Bee, 4 de junio de

1984, pp. B1-2.

{51} Randy Frame, «A Team of Cult Watchers Challenges a Growing Campus Ministry», Christianity

Today, 10 de agosto de 1984, pp. 38-43.

{52} John Fialka, «Fervent Faction», Wall Street Journal, 16 de agosto de 1985, pp. 1, 15.

{53} Freedom Fighter (Washington, D.C: Coalition for Democracy in Central America), enero de

1985, p. 12.

{54} Lee Grady, «Communist Aggression in Nicaragua», Forerunner, diciembre de 1984, pp. 17-19,

24.

Teología del dominio

Cuando los entusiastas hablaban acerca del dominio cristiano sobre la tierra,

tendían a ser vagos al señalar si esto ocurriría antes o después del regreso de

Cristo. La cronología precisa era un tema sobre el que la mayoría de los

evangélicos preferían no discutir. Pero gran parte de la urgencia del

fundamentalismo se debía a la inminencia del juicio final. Aquellos que hablaban a

favor de la restauración de la iglesia, de la reconstrucción de los Estados Unidos

sobre los fundamentos bíblicos, y de tomar el dominio sobre la tierra, invitaban a la

88

controversia. Contradecían un dogma central del premilenarismo, según el cual un

mundo sumido en el pecado solo podía ser rescatado por el retorno físico de Cristo.

En el congreso de 1986 de la Coalición para el Avivamiento, una amalgama de

restauracionistas y reconstruccionistas, se proponían galvanizar a la iglesia para

tomar el control de la sociedad. Los organizadores pensaban que no tenía sentido

discutir sobre las cronologías milenarias. Esta era una actitud típica de evangélicos

buscando la unidad, y los quinientos activistas no parecían estar muy interesados

en sus diferencias al respecto. No obstante, mientras la mayoría tenía una

formación premilenarista y se reportaba a grupos premilenaristas, algunos parecían

neófitos recientes del postmilenarismo. Este es un cuadro muy diferente del final de

los tiempos: Cristo regresaría a la tierra no en una terrible época de tribulación

anterior al milenio, como lo ha señalado la tendencia premilenial, sino únicamente

después de que sus confiados y victoriosos fieles hayan construido el reino de los

mil años.

Otros participantes en la Coalición para el Avivamiento apoyaban a una nueva

y politizada versión de lo que se llama el «amileniarismo». En el debate pre y

postmilenial, ésta es una posición intermedia, la que generalmente ha descrito al

Reino de Dios sobre la tierra más bien en términos espirituales: se dice que el

Reino ya ha llegado, por ejemplo, en la forma de una iglesia victoriosa. En ese

momento, sin embargo, los activistas de la derecha religiosa estaban dando al

amileniarismo un [84] nuevo giro militante. Concluían que, como sirvientes de un

Cristo presente en forma espiritual, co-gobernarían con Él sobre la Tierra. {55}

Distinciones como ésta pueden ser difíciles de entender, pero representan las

teologías del poder de la derecha religiosa. Si los premilenaristas derivan su

energía de la visión de una catástrofe inminente, los postmilenaristas y

amilenaristas se inspiran en la idea de la construcción del Reino. Cada visión sitúa

a los creyentes en el campo de batalla, entre el bien y el mal. A pesar de que los

dos se contradicen entre sí, la derecha religiosa estaba tan envuelta en su poder

emocional que combinaba sus imágenes del apocalipsis y del triunfo en nuevas

formas dramáticas.

Sin importar que los activistas fueren pre-, post- o amileniales, esperaban

tomar el poder. Según una nueva escatología conocida como la teología del

dominio o del Reino, se estaban alejando del concepto tradicional de que Cristo

89

regresaría hacia un remanente de cristianos asediados. Ahora, más evangélicos

afirmaban que Cristo regresaría a un mundo ocupado y redimido antes de su

llegada. La Gran Comisión se cumpliría únicamente cuando el Evangelio gobernara

sobre todos los reinos del mundo y la mayoría de los habitantes aceptara a Cristo.

En todo el mundo, los pensadores del dominio creían que los cristianos

tomarían el poder.{56} Las naciones que caían en deuda y en corrupción serían

reconstruidas de acuerdo a patrones cristianos. Sus gobernantes mirarían a la

Palabra de Dios como a una guía para asuntos económicos y exteriores. Los

hombres de negocios serían honorables. Las ganancias mal obtenidas pasarían a

manos de los cristianos, quienes las utilizarían para ayudar a los necesitados. Los

periodistas cristianos finalmente dirían al mundo la verdad sobre todo. En América

Latina, el derramamiento de sangre terminaría, y Cuba quedaría libre de la tiranía.{57}

Cuando los militantes de la derecha religiosa se alejaban del premilenarismo, a

menudo trataban de disfrazar lo que estaban haciendo. No obstante, estaban

empezando a criticar al premilenarismo como una «escatología de la derrota». {58}

Algunos afirmaban que el error clave era la doctrina del «arrebatamiento». Esta es

la creencia fundamentalista que, [85] en un momento estratégico, justo antes de la

«gran tribulación» que precede al regreso de Cristo, los creyentes serían

arrebatados «hacia el encuentro del Señor en los aires» (Tesalonicenses 4: 16-17).

De acuerdo a la versión más popular del arrebatamiento, los cristianos verdaderos

se salvarían, por consiguiente, del dolor y terror experimentados por el resto de la

humanidad al fin del mundo.

Para un creciente número de militantes de la derecha religiosa, dicha creencia

era demasiado conveniente. «La teología del arrebatamiento está enlazada con el

escapismo», dijo Dennis Peacock a una asamblea en 1985. «Deja a la tierra al

mejor postor, que es Satanás... El Padrenuestro... dice 'vénganos Señor tu Reino.'

Hemos estado esperando que el Reino venga a salvarnos como una nave espacial,

pero no lo va a hacer... Queremos que Dios resuelva nuestros problemas, con una

mentalidad de un Dios de bienestar, [como si] Dios fuera el gran Washington, D.C.,

en el cielo. Hacia Él elevamos oraciones de bienestar en lugar de oraciones de

poder. Pero la Biblia dice que seremos co-gobernantes con él.»

90

Peacock esperaba una división aguda en las iglesias evangélicas dentro de los

próximos años. Mucha de la teología tendrá que ser escrita nuevamente, dijo a su

pequeña audiencia. Dios tendrá que poner a la Iglesia de cabeza, es decir, del lado

correcto, para permitir el drenaje de la teología y dar paso a lo que la Biblia dice en

realidad. Se van a dar muchas disputas. A los cristianos bíblicos se les dirá que

estaban cayendo en el evangelio social, que no estaban enseñando el evangelio de

Jesucristo. Pero Dios estaba construyendo un nuevo gobierno en el exilio, el cual

triunfaría.{59}

Mientras tanto, existía un problema de alianzas: ¿con quiénes podrían los

cristianos unirse en una causa común? De acuerdo a los fundamentalistas de la

escuela antigua, la asociación con los impíos para cualquier esfuerzo era

«mundana». No obstante, los evangélicos de la derecha trabajaban con cualquiera

que compartiera sus convicciones políticas, incluyendo a católicos y mormones. La

más interesante de estas nuevas alianzas era con el Reverendo Sun Myung Moon.

[86]

Moon era de Corea, en donde se solía decir que nacería un Mesías. Dicha

tradición, sumada a su estancia en un campo de concentración comunista,

determinó su objetivo en la vida: derrotar al comunismo por medio de la unificación

de las religiones del mundo a su alrededor, de ahí el nombre de su Iglesia de

Unificación. Durante los años setenta, Moon se trasladó a los Estados Unidos, en

donde atrajo a miles de jóvenes americanos a su culto. Un factor a su favor era una

impresionante serie de cuantas bancarias. El dinero, aparentemente, venía de su

imperio de negocios, que estimaba controlar un billón de dólares en activos fijos. {60}

En 1978, un panel del congreso norteamericano concluyó que otra fuente de dinero

era la Agencia Central de Inteligencia Coreana, para la cual Moon parecía estar

comprando influencias en Washington. Resultó ser que Moon estaba más

interesado en evangelizar el centro de poder del mundo occidental. Su periódico,

The Washington Times, incluía a ex oficiales de la CIA entre su personal, y seguía

fielmente los temas de propaganda de la agencia. {61} El periódico tenía tanta

influencia que un activista lo llamó la «circular» de la nueva derecha. {62}

Moon también estaba entregando dinero a sus aliados cristianos. Esto

parecería ser como la promiscuidad normal en política, excepto por las doctrinas

tan heterodoxas de Moon. Había líderes de la derecha religiosa, hombres que

habían hecho carrera denunciando a liberales por venerar al hombre en lugar de a

91

Dios, que ahora aceptaban dinero de un hombre cuyo objetivo era unificar al mundo

a su alrededor como si fuera el Mesías, al igual que el anticristo en el libro de las

Revelaciones.{63}

Notas

{55} Entrevistas del autor, Coalición para el Avivamiento, Washington, D.C., 2-4 julio de 1986. Para

una exposición sobre las posiciones pre, post- y amilenaristas, véase Clouse 1977.

{56} Para los puntos de vista de Robertson, véase su libro The Secret Kingdom (Nashville,

Tennessee: Thomas Nelson 1982) y Andy Lang y Fred Clarkson, «What Makes Pat Robertson

Run?» Convergence (Washington, D.C: Christic Institute), primavera de 1988, pp. 17-23.

{57} Lee Grady, «A Declaration of Christian Dominion», Forerunner, octubre de 1984, pp. 15-17.

{58} Charles Mahaney, «From Fatalaism to Victory», People of Destiny, enero-febrero de 1985, p.

29.

{59} Dennis Peacocke, California Alliance, Capitol Christian Center, Sacramento, 21 de septiembre

de 1985.

{60} Mariano Sotelo, «Moonies Bid for Power Throughout Latin America», Latinamerica Press, 29

de septiembre de 1983, p. 5-6.

{61} Fred Landis, Media Line (San Francisco), septiembre de 1984.

{62} Ellen Hume, «The Right Stuff», Wall Street Journal, 17 de diciembre de 1985, pp. 1, 18.

{63} Carolyn Weaver, «Unholy Alliance», Mother Jones, enero de 1986, pp. 14-17, 44-46.

Christianity Today, 19 de octubre de 1984, pp. 42-43; 14 de junio de 1985, pp. 55-58; 17 de

enero de 1986, pp. 40-41; y 7 de noviembre de 1986, pp. 46-48.

La derecha religiosa y la misión mundial

Después de la Guerra de Vietnam y de los escándalos de Watergate, las

misiones evangélicas comenzaron a distanciarse de la política exterior de

Washington, por lo menos retóricamente. Algo similar había ocurrido hacia el fin de

una era anterior de intervención militar, durante las décadas de 1920 y 1930,

cuando los misioneros evangélicos criticaron a la diplomacia del «palo grande» en

México y en el Caribe.{64} Durante los años setenta, incluso los conservadores

reconocían que los misioneros no deberían envolver a la Biblia en la bandera

92

norteamericana. Pero en la derecha religiosa, la lógica milenarista continuó [87]

produciendo identificaciones entusiastas entre evangelizar al mundo y defender a

los Estados Unidos.

Dichos pensadores razonaban que si Cristo no regresaría hasta que sus

seguidores hubieran completado la Gran Comisión, difícilmente sería accidental

que tan alto porcentaje de los cristianos del mundo vivan en los Estados Unidos.

¿No es verdad que el 70% de los cristianos preparados en el mundo y el 80% de

sus recursos cristianos vienen de los Estados Unidos? ¿No ocurre lo mismo con el

90% de todo el dinero gastado en la evangelización del mundo? {65} Por tanto,

seguramente los Estados Unidos cumplen un papel especial en el plan de Dios. A

pesar de que no era el único país con el deber de completar la Gran Comisión, a

quién más se ha entregado, es de quien más se necesita. Si los Estados Unidos

habían sido bendecidos más que todas las otras naciones juntas, entonces era su

deber soportar el llevar a cabo una gran parte de la tarea.

No obstante, se estaban realizando esfuerzos activos para detener la

evangelización del mundo. ¿No se cerraba puerta tras puerta? Debido a que los

Estados Unidos eran la oficina central de la misión mundial, numerosos evangélicos

creían que debía ser un blanco especial para el demonio. Satanás sabía que tenía

que destruir a los Estados Unidos como un bastión de santidad, como una nación

misionera, antes de que se desate la destrucción a lo largo del mundo. {66} La

maquinaria militar estadounidense era el instrumento de Dios para defender la paz

y permitir que se conozca su mensaje de salvación. {67} Por consiguiente, los

adversarios de Washington alrededor del mundo continuaban siendo los

adversarios de Dios, y la evangelización del mundo dependía del poder

estadounidense.

No todos los evangélicos norteamericanos estaban gobernados por esta lógica.

A través de las páginas de Christianity Today, los intelectuales neo-evangélicos se

lanzaron en su contra. Aún Billy Graham, el proponente más conocido del

pensamiento de Biblia y bandera en décadas anteriores, la repudiaba. La derecha

religiosa tampoco era la fuerza dominante en las misiones extranjeras. Pero con la

teología del dominio, un poderoso sector reaccionario estaba reviviendo

identificaciones entre Dios y los Estados Unidos. En las iglesias, el pensamiento

chauvinista todavía tenía una enorme atracción. Como resultado, cuando estalló la

[88] revolución cerca de casa, en América Central, pocos líderes evangélicos vieron

93

la necesidad de defender su trabajo misionero de la política extranjera de los

Estados Unidos.

Notas

{64} Townsend 1940 y Stam 1981.

{65} Bill Bright citado por Ron Boehme, director de YWAM-Washington, «Why is God Being Merciful

to America?», cassette, 1986, Severna Park, Maryland: Maranatha Tape Ministry.

{66} Coronel Doner de Christian Voice, entrevistado en Christian Life, octubre de 1984, pp. 36-42.

{67} Jerry Falwell, citado en Conway y Siegelman 1984: 247.

Capítulo 4

El movimiento misionero evangélico

«Una de las primeras cosas que se aprenden en el trabajo misionero es que cuando

arrojas tu pan al agua, éste regresa a ti en forma de solicitudes de dinero. Muchas

veces, las cartas llegan a casa antes de tu retorno... La mayoría de gente a la que

yo ministro alrededor del mundo sigue en contacto a través de una carta solicitando

dinero.»

—Monte Wilson{1}

El sur de California podría parecer un centro poco probable para la salvación

del mundo. Sin embargo, esta Babilonia de los últimos tiempos fue la casa central

de un mayor número de misiones cristianas que cualquier otra parte del globo. {2}

Mucho antes de que el sur de California se convirtiera en una metrópoli, su clima

primaveral atrajo a los buscadores de salvación, así como de buena salud y

fortuna. Entre los hombres que se enriquecían en los auges y quiebras de la zona,

algunos se hallaban preocupados por el pronto retorno del Señor. Dos de ellos, los

fundadores del Union Oil Company, Lyman y Milton Stewart auspiciaron los libros

The Fundamentals, los mismos que, a principios del siglo veinte, dieron su nombre

al fundamentalismo.{3} Lyman era también un colaborador financiero del Instituto

Bíblico de Los Angeles. Por su Iglesia de la Puerta Abierta, cerca de la Biblioteca

94

Pública de Los Angeles, pasaron los fundadores de dos grupos, los Traductores

Wycliffe de la Biblia, y La Misión Nuevas Tribus, cuyos nueve mil misioneros han

trabajado en más de 1.100 idiomas alrededor del mundo.

El sur de California les brindó a muchos la oportunidad de empezar nuevas

formas de organizaciones religiosas. Al ser la capital de la industria

cinematográfica, dio a los evangelistas nuevas técnicas para [90] atraer al público.

A través de la radio o de películas, podían atraer a contribuyentes de todo el país.

Debido a que millones de inmigrantes llegaban al sur de California, aquellos que

tenían el hábito de ir a la iglesia ya no se sentían obligados a asistir a la misma

denominación a la que asistía su familia en su lugar natal. Esto permitió a los

pastores ansiosos de publicidad atraer a grandes congregaciones a su alrededor,

creando las llamadas «super iglesias».

El sur de California no era un lugar especialmente piadoso. Un estudio de 1984

demostró que, en una mañana de domingo, dos de cada tres personas en el

Condado de Orange preferían estar en otro lugar que no sea el templo. La

asistencia al culto estaba por debajo el promedio nacional. {4} Pero aquellos que sí

iban a la iglesia mantenían al sur de California como un semillero de

experimentación religiosa, y su entusiasmo se encaminaba hacia muchas

direcciones.

Una de ellas era idear nuevas estrategias para evangelizar al planeta. Esta fue

la principal actividad de la Escuela Fuller de Misión Mundial, el Centro de

Investigaciones Avanzadas de Misiones, de Visión Mundial, y el Centro

Estadounidense para Misión Mundial, las cuales convirtieron al sur de California en

la capital de la investigación misionera evangélica. Otra pasión era la lucha en

contra del comunismo. Demagogos que se remontaban a la era de McCarthy, como

el Dr. Fred Schwarz de la Cruzada Cristiana Anticomunista; contrabandistas de

Biblias como el refugiado rumano Richard Wurmbrand; incluso una organización

llamada Ministerios de Alto Riesgo («High Adventure Ministries»), que dirigía una

estación de radio para el Mayor Saad Haddad, un líder cristiano en la guerra civil de

Líbano.

Durante los años setenta, el mundo al que los evangélicos de California

querían salvar comenzó a dirigirse hacia ellos. Millones de inmigrantes extranjeros

que hablaban más de cien idiomas inundaron la región. {5} Muchos eran refugiados

95

de las guerras asiáticas y centroamericanas dirigidas por dos políticos de California

que contaron con el voto de muchos evangélicos para entrar en la Casa Blanca,

Richard Nixon y Ronald Reagan. Pero la inmigración masiva únicamente parecía

intensificar la determinación de evangelizar a todos [91] los pueblos y naciones.

Fascinados por la llegada del año 2000, los evangélicos estaban determinados a

acercarse a cada persona sobre la tierra con el ofrecimiento de la salvación. Desde

sus iglesias, escuelas bíblicas y agencias misioneras, se estaban alistando para

una evangelización sin precedentes, el de explicar la salvación en cada calle,

comunidad y banda de radio del mundo.

La mayoría de hombres y mujeres que salían al extranjero eran especialistas –

pilotos, sembradores de iglesias, lingüistas, profesores, radiodifusores. Traducían

la Biblia, producían discos, cintas y programas de televisión en el idioma nativo,

fundaban institutos bíblicos y estaciones de radio, administraban cursos por

correspondencia, organizaban innumerables conferencias mundiales y trataban de

saturar a países enteros con su mensaje. Existían misiones médicas, misiones para

las universidades, incluso barcos cargados con cientos de jóvenes misioneros

arando en los mares –el Doulos y Logos de la Operación Movilización, el Anastasia

y Good Samaritan de la Juventud con una Misión. En montañas y selvas remotas,

empresas aéreas como Alas de Socorro (Missionary Aviation Fellowship) mantenía

líneas de abastecimiento, evacuaba a pacientes médicos y proporcionaba ayuda en

los desastres. Apoyándolos se encontraban las organizaciones de ayuda y

desarrollo –World Vision (Visión Mundial), World Relief (Auxilio Mundial), World

Concern (Preocupación Mundial), World Neighbors (Vecinos Mundiales). {6}

Esto no era únicamente un esfuerzo norteamericano. También se obtenían

fondos y voluntarios de Europa Occidental y del Tercer Mundo. Pero más de la

mitad de los misioneros evangélicos del mundo venían de los templos de una

próspera república, la cual iba a la cabeza del mundo en riqueza, poder,

exportación de armas y de religión. Sin embargo, en medio de la arrogancia de esta

nueva Roma, algunos evangélicos formulaban preguntas profundas sobre sus

misiones. A pesar de la obsesión con los números y las tasas de crecimiento, los

desacuerdos estaban en el aire.

En efecto, este capítulo examina los debates evangélicos sobre el trabajo

misionero, empezando con un encuentro en 1974 conocido como el Congreso de

Lausana. Proclamado como el amanecer de una nueva [92] era en misiones,

96

Lausana agudizó las diferencias entre los neo-evangélicos y los fundamentalistas.

Mientras que algunos de los primeros trataban de «contextualizar» el evangelio en

términos locales, los últimos continuaban insistiendo en una sola interpretación

correcta. Basándose en ese mismo movimiento de contextualización, los disidentes

evangélicos criticaron al papel misionero en América Latina. A medida que las

agencias norteamericanas más exitosas crecían hasta convertirse en

«multinacionales misioneras», los críticos las acusaban de colocar a las iglesias

latinoamericanas en un nuevo sistema de dependencia.

Notas

{1} Fishers and Builders (Tallahassee, Florida), noviembre de 1986.

{2} Stafford 1984: 16.

{3} Sandeen 1970: 188-191.

{4} Santa Ana Register, 24 de diciembre de 1984.

{5} Don Bjork, «Foreign Missions: Next Door and Down the Street», Christianity Today, 12 de julio

de 1985, pp. 17-21.

{6} Johnstone 1982: 40-7.

  

Soldados de Cristo

Hace cincuenta años, mientras los fundamentalistas reñían entre sí al margen

de la vida norteamericana, habría sido difícil preveer su fuerza actual en el campo

misionero. Pero a finales de los años cuarenta, una generación de fundamentalistas

jóvenes marchó al exterior con el fin de ganar el mundo para Cristo. Muchos eran

veteranos militares, en una ola de interés misionero que se remonta a los

avivamientos de la Segunda Guerra Mundial. Muchos estaban inspirados por una

organización llamada Juventud para Cristo. Joel Carpenter ha señalado que, en

una época de catarsis nacional, los evangelistas de Juventud para Cristo tomaron

97

las técnicas y las imágenes de la cultura de consumo para dar publicidad a la

religión fundamentalista entre una audiencia mayor.

Billy Graham salió de Juventud para Cristo, al igual que los fundadores de

otras misiones conocidas. Simbólicamente, estos hombres transformaron a la

guerra contra el fascismo en una campaña para evangelizar al mundo. {7} Un

resultado fue el idioma paramilitar –«cabezas de playa», «invasiones», «avances»–

las cuales todavía son utilizadas por muchas misiones. Otro resultado fue una

identificación defensiva con los Estados Unidos, en contraste con la actitud

cuestionadora desplegada por muchos misioneros de las décadas de 1920 y 1930

hacia los intereses norteamericanos.{8} A medida que los evangélicos luchaban por

unirse nuevamente a la sociedad norteamericana, abrazaban el nuevo papel de su

país como potencia mundial.

Identificarse con la potencia norteamericana podía, por supuesto, atraer

neófitos. Pero en una era de descolonización, esto también volvía [93] a las

misiones más vulnerables al nacionalismo del Tercer Mundo. Hacia el final de la

Guerra de Vietnam, aún los conservadores empezaron a sentir que estaban

quedándose atrás de los tiempos. Un creciente número de países –sesenta y siete

de acuerdo a un censo de 1980– no permitía la entrada de misioneros o restringía

sus actividades.{9} Incluso fuertes aliados de los Estados Unidos, como Taiwán e

Israel, estaban ocasionando problemas. No obstante, los gobiernos desconfiados

era menos problema que los neófitos inquietos. Muchos misioneros evangélicos no

estaban preparados para aceptar la descolonización eclesial; permanecían

profundamente involucrados en la administración de las iglesias, las cuales, de

acuerdo a su punto de vista, todavía no tenían la madurez suficiente para su

independencia. A pesar de su intención de quitarse el trabajo de encima, no

delegaban sus funciones en las personas a quienes habían entrenado. De los

conflictos resultantes, los más frecuentes eran sobre la inmensa brecha en la

remuneración entre los misioneros y los pastores nacionales. {10} Para los misioneros

que habían idealizado su trabajo, las disputas sobre dinero eran una completa

desilusión.

No menos dolorosa era la esterilidad de tantos esfuerzos misioneros. El

fracaso en fundar iglesias florecientes era la regla, no la excepción. Por cada

victoria publicitada entre los patrocinadores norteamericanos, existían otras

misiones locales en las que poco o nada se había logrado. Las cosechas

98

espirituales estaban llenas de mala hierba –interpretaciones nativas inaceptables

de la doctrina– ya que la gente había asimilado solo unas partes y trozos de la

enseñanza misionera dentro de su propio sistema de creencia. En lugar de

conquistar a continentes para Cristo, muchos misioneros se habían atado al

servicio de pequeños enclaves de clientes. Las campañas para la evangelización

del mundo habían degenerado en insignificantes sistemas de paternalismo. En

donde se estaban convirtiendo numerosos grupos de personas, generalmente, era

bajo los auspicios de las iglesias nacionales, las mismas que tendían a ser

pentecostales, difíciles de aceptar teológicamente por la mayoría de los misioneros

evangélicos. A juzgar por los lugares en donde las iglesias tenían un mayor

crecimiento, parecería que la receta para el éxito era la partida de los misioneros.

Luego se dio la pérdida de entusiasmo misionero entre el público evangélico

norteamericano. Los evangélicos afirmaban que el [94] liberalismo teológico tenía la

culpa, pero el entusiasmo por las carreras misioneras disminuía incluso entre su

propia juventud. En la convención de la Inter-Varsity Christian Fellowship

(Fraternidad Cristiana Interuniversitaria), la reunión tradicional para los estudiantes

universitarios que se dirigían hacia las misiones, existía menos entusiasmo por la

ganancia de las almas que por el cambio social. {11} En la convención de 1970, los

activistas jóvenes denunciaron el racismo de sus iglesias y el militarismo de su

país.{12} El porcentaje de convencionistas que se comprometían a servir en el

extranjero declinó hasta el 8%.{13} A pesar de que la fuerza misionera continuó

creciendo en los años sesenta y setenta, el apoyo de sectores clave parecía estar

estancado.

Notas

{7} Joel A. Carpenter, «From Fundamentalism to the New Evangelical Coalition», en Marsden 1984:

15, y «The Parachurch Vision», Christianity Today, 8 de noviembre de 1985, pp. 44-47.

{8} Un ejemplo es la carrera temprana del fundador del Instituto Lingüístico de Verano, William

Cameron Townsend (Stoll 1982: 69-70). Otro es el pionero presbiteriano en Guatemala, Edward

Haymaker (Scotchmer 1985), así como Paul Burgess, un misionero presbiteriano posterior en el

mismo país, cuya carrera ha sido descrita por su nieta (Dahlquist 1985).

{9} Barrett 1982: 17.

{10} Cf. Hatch 1981.

99

{11} Peter Wagner, «The Greatest Church Growth is Beyond Our Own Shores», Christianity Today,

18 de mayo de 1984, pp. 25-31.

{12} Quebedeaux 1978: 83.

{13} «Urbana '84: Biggest and Best Yet», Mission Frontiers (Pasadena, California: U.S. Center for

World Mission), enero-marzo de 1985, p. 19.

El Pacto de Lausana

Este podía ser el momento para que los misioneros regresaran a casa. Esa fue

la conclusión a la que llegaron las principales denominaciones del Consejo

Nacional de Iglesias (NCC). Desde 1969 hasta 1979, el número de misioneros

afiliados a la NCC disminuyó de 8.279 a 4.817. {14} Pero sus rivales evangélicos se

mantenían y, donde era posible, continuaban expandiéndose. Según los

evangélicos, las razones eran enteramente bíblicas. Mientras que los protestantes

ecuménicos se encontraban redefiniendo la misión cristiana en términos de lograr

la paz y servir a la humanidad, los evangélicos seguían convencidos sobre la

necesidad de salvar las almas del infierno. Muchos creían, también, que el

evangelizar a las personas más inalcanzables prepararía el camino para el regreso

de Cristo, llevando a la historia hacia su conclusión triunfante. Para estos

cristianos, hablar sobre una «moratoria» en misiones demostraba que los liberales

habían dado la espalda al evangelio. Sugerir que la necesidad de un trabajo

misionero había terminado era tan falso como diabólico.

La defensa del evangelismo tradicional aglutinó a las distintas tendencias

representadas en el Congreso de Lausana de 1974. Los neo-evangélicos atribuyen

una gran importancia a este evento: fue el más notable de dos décadas de

conferencias mundiales organizadas por Billy Graham y su asociación

evangelística, en su acostumbrado papel integrador de distintas facciones como

parte de las asociaciones neo-evangélicas. En el Pacto de Lausana, varios miles de

delegados ratificaron [95] los imperativos bíblicos acostumbrados. Al subrayar sus

desacuerdos con los protestantes liberales, expandieron radicalmente la definición

de la necesidad del trabajo misionero, un punto al que regresaremos más tarde. Sin

embargo, es igualmente significativo que adoptaron ciertas posiciones que

ampliaron las diferencias entre los neo-evangélicos y los fundamentalistas. {15}

100

En primer lugar, el Congreso de Lausana reconoció la distinción entre el

cristianismo y la civilización occidental. «Cuando voy a predicar el evangelio»

afirmó Billy Graham, arrepentido de su pasado, «voy como embajador del Reino de

Dios, no de los Estados Unidos».{16} Esto podría parecer una concesión nada

extraordinaria. Pero sugería que el evangelio tendría que ser desoccidentalizado,

algo que los fundamentalistas encontraban casi imposible de aceptar. Otra

innovación que agrandaba las diferencias neo-evangélicas en relación a las

fundamentalistas fue la declaración de Lausana a favor de la «responsabilidad

social». Esto podría parecer otro paso poco extraordinario, pero algunos

evangélicos lo consideraron como una licencia para el activismo izquierdista.

El Pacto de Lausana se convirtió en el denominador común para las misiones

neo-evangélicas. Junto con los líderes europeos y del Tercer Mundo, las principales

agencias paraeclesiales norteamericanas establecieron un Comité de Lausana

permanente, para organizar consultas periódicas y mantener la paz entre los

diversos grupos aglutinados.{17} Entre los fundamentalistas, todo el proceso parecía

sospechoso.

Notas

{14} Dayton 1981: 120. De los 4.349 misioneros afiliados a la División de Misiones del NCC en

1985, casi una cuarta parte –1.052– pertenecían a uno de los miembros más conservadores y

atípicos del NCC, la Iglesia Adventista del Séptimo Día (S. Wilson y Siewert 1986: 38, 177).

{15} Los procedimientos oficiales fueron publicados en Douglas 1975.

{16} Wagner 1981: 115.

{17} Kenneth S. Kantzer, «Revitalizing World Evangelism: The Lausanne Congress Ten Years

Later», Christianity Today, 15 de junio de 1984, pp. 10-12. C. Rene Padilla, «El Congreso de

Lausana: diez años después», Misión (Fraternidad Teológica Latinoamericana), septiembre

1984, pp. 110-111.

Institutos del pensamiento misionero,

iglecrecimiento, signos y milagros

101

Jugando un papel prominente en las deliberaciones de Lausana se

encontraban varios centros de investigación misionera y la gente que los dirigía.

Estos eran «misionólogos» –generalmente misioneros veteranos que habían

regresado del campo, habían adquirido un título profesional (como en

antropología), y ahora investigaban sobre formas más eficientes y diplomáticas de

evangelizar al mundo. En lugar de aceptar la fe o la escatología como una excusa

para el fracaso, los misionólogos hacían de la ciencia social el marco referencial

para la evaluación de la eficacia o no de los misioneros. [96]

La meca de esta disciplina aplicada se encontraba en Pasadena, California, en

el Seminario Teológico Fuller y su Escuela de Misión Mundial. Nombrada en honor

a un popular predicador de radio, Fuller había sido organizado por teólogos neo-

evangélicos en 1947. Desde su inicio, se comprometió a mantener la infalibilidad

bíblica y otros fundamentos de la fe. Ya que la infalibilidad se volvió incompatible

con la escolaridad crítica, también de gran importancia para el seminario, adoptó

una doctrina de «infalibilidad limitada» en 1972. Escandalizados por el fracaso de

Fuller para defender la Biblia, los fundamentalistas trataron, sin éxito, de ahorcarlo

financieramente.{18}

En cuanto a la Escuela de Misión Mundial, los fundamentalistas la

consideraban como la compañera del seminario en la subversión. Una razón fue

que se especializaba en la «corrección de medio curso» para misioneros en

descanso, abatida por la experiencia y en busca de métodos más gratificantes.

Cuando los profesores de Fuller hablaban sobre el cambio cultural, se referían no

solamente a la conversión de los nativos, sino también al cambio de estructuras

misioneras anticuadas, las cuales, después de todo, eran una subcultura de la suya

propia. Alrededor de 1985, Fuller había entrenado a más de 2.700 personas en la

estrategia evangélica, matriculaba alrededor de quinientos estudiantes cada año y

–a pesar de que los colegas en otros centros de investigación pudieran diferir–

afirmaba haber producido la mitad de la investigación misiológica en el mundo.

La encarnación de la sabiduría en la Escuela de Misión Mundial era Donald

McGavran. Un viejito con una carrera que se remontaba a 1923, McGavran se las

arreglaba para identificar su nombre con la mayoría de adelantos misiológicos de

este siglo. Como un misionero de tercera generación de los Discípulos de Cristo en

la India, se encontró administrando instituciones como escuelas y hospitales en

lugar de evangelizar a los perdidos. Una de sus primeras críticas fue dirigida contra

102

la idea que equipara a la estación misionera con un faro en el territorio pagano,

alrededor del cual se debe construir la iglesia. McGavran afirmaba que el enfoque

era auto-aislante y hasta anti-evangélico, puesto que convertía a los primeros

neófitos en dependientes de la misión. Subsidiadas por la misión, las resultantes

iglesias tendían a convertirse en estructuras de patrocinio auto-limitadas. Debido a

que los neófitos [97] existentes no deseaban dividir una cantidad fija de

generosidad misionera entre más personas, fracasaban en la evangelización,

acabando con el propósito de la misión.

McGavran también tuvo que decidir si se iba a enfrentar al sistema de casta

hindú. Si los hindúes querían convertirse en cristianos ¿debían romper con este

sistema? Normalmente, los misioneros decían que sí, lo que significaba la

conversión de individuos, arrancándolos de su grupo social y convirtiéndolos en

desadaptados culturales. Pero los únicos éxitos numéricos de los que la cristiandad

podía hacer alarde eran las conversiones masivas de los grupos de casta baja. De

estos movimientos populares, con frecuencia más allá del control misionero,

McGavran concluyó que la gente generalmente prefería convertirse hacia una

nueva religión, no como individuos, sino como miembros de su grupo social. Según

las palabras de un admirador, el cristianismo generalmente no se «extendía

indiscriminadamente, al igual que la tinta en el agua, sino a lo largo de las líneas de

culturas y de idiomas».{19} Su doctrina central, que derivaba de muchos fracasos

históricos, era que los misioneros deberían estimular los «movimientos de

pueblos», de tribus enteras o de otras «unidades homogéneas».

En un momento dado, después de que las denominaciones históricas

rechazaron sus recomendaciones, McGavran sacudió el polvo de sus sandalias y

se dirigió hacia las misiones evangélicas. Desde la Escuela Fuller de Misión

Mundial, de la cual fue el primer decano, predicó la necesidad de buscar los

métodos más efectivos de evangelismo a través de evaluaciones empíricas,

preferentemente cuantitativas.{20} El método crítico de McGravan llevó a sus

discípulos hacia distintas direcciones, incluyendo esfuerzos por adaptar el

cristianismo evangélico a puntos de vista no occidentales. Pero la más conocida de

sus ideas, todavía estrechamente ligada con su nombre y el de Fuller, fue el

movimiento de iglecrecimiento. La lógica del iglecrecimiento era muy simple y

controvertida en una religión que predicaba la hermandad universal. Según

McGavran, si las personas preferían convertirse en cristianos como parte de grupos

103

sociales, sin tener que atravesar por barreras raciales, lingüísticas o de clase, las

iglesias más exitosas y las de más rápido crecimiento serían socialmente

homogéneas. [98]

Los expertos en iglecrecimiento eran los especialistas en ventas y mercadeo

de la misión mundial evangélica. Afirmaban que, en lugar de ir a lugares sin

creyentes, aquellos «no-alcanzados» por el evangelio, los misioneros debían ir a

los lugares en donde la máxima cantidad de gente se interesaba por el evangelio.

Si en un lugar determinado existían pocos cristianos, se debía tal vez a la falta de

condiciones para el éxito, en cuyo caso los misioneros debían encontrar un lugar

más gratificante para trabajar. Este era un giro interesante de la sabiduría

tradicional, pero surgía la posibilidad de que las misiones que seguían esta

tendencia se limitarían a aprovechar los movimientos preexistentes en lugar de

crear nuevos.

Los teólogos tendían a despreciar a los expertos en iglecrecimiento como

filisteos. Se criticó frecuentemente su culto a las estadísticas, gráficos y rayas,

tasas de crecimiento anual, y factores de resistencia y receptividad. En pocas

palabras, los cientos de tesis y de textos producidos por el movimiento de

iglecrecimiento podrían reducirse a asumir una actitud optimista, ocuparse de las

necesidades que siente la gente, y estimular el liderazgo local. Los críticos

afirmaban que era una idolatría de éxito cuantitativo, y también potencialmente

racista, ya que podía ser utilizada para justificar la segregación de los pobres y de

los que no pertenecían a la raza blanca. No obstante, lo que los partidarios del

iglecrecimiento llamaban su «principio de unidad homogénea» no era tan diferente

de la premisa detrás de la nacionalización de cualquier iglesia misionera: que los

peruanos e hindúes tenían el derecho de manejar sus propios asuntos. {21}

Si el objetivo era atraer el máximo número de personas al culto, la lógica del

iglecrecimiento era difícil de mejorar. La adaptación de la iglesia a la cultura y la

utilización de técnicas de mercado para ofrecer un camino agradable para la

salvación definitivamente funcionaba.{22} Como resultado, sin embargo, los

defensores del iglecrecimiento no se mostraban interesados en asumir posiciones

frente a problemas sociales y políticos. Los compromisos discutibles debían

evitarse, aconsejaban, por temor a causar disensión y retardar el crecimiento. Su

pasatiempo favorito era sermonear a los protestantes liberales sobre por qué sus

membrecías estaban decayendo. El «liberalismo teológico», amonestó [99] Peter

104

Wagner, discípulo principal de McGavran y profesor de Fuller, «demuestra la

correlación negativa más alta con el crecimiento». {23}

En poco tiempo, el culto a las tasas de crecimiento comenzó a inspirar

peregrinajes hacia los templos que crecían más rápidamente en América Latina,

aquellos llenos de pentecostales. Peter Wagner afirmaba que las iglesias

pentecostales crecían tan rápidamente no por su inspiración religiosa en el Espíritu

Santo, sino por otras características que las iglesias no-pentecostales podían

imitar, como el liderazgo seglar y la expectativa de que cada miembro evangelice.{24} En este sentido, era verdad que las iglesias pentecostales funcionaban más

efectivamente que las iglesias misioneras. A pesar de imitar a las iglesias

pentecostales, sin embargo, los misioneros estaban conscientes de que todavía no

lograban comunicarse con las masas latinoamericanas. Esto era obvio cuando sus

propios neófitos demostraban temer a los espíritus del mal y regresaban a los

curanderos tradicionales para los saneamientos.

Las iglesias pentecostales trataban directamente con las creencias en la

magia, y con las influyentes estructuras de brujería y curación de la sociedad

latinoamericana, a través de formas extáticas de adoración. Los misioneros que se

mofaban de tales creencias como supersticiosas y que condenaban a los métodos

pentecostales por tratar con ellas no estaban equipados para tratar con la vida

religiosa latinoamericana. Si deseaban competir con los pentecostales, deberían

ayudar a los latinoamericanos a luchar contra los espíritus del mal en un contexto

de iglesia. Tendrían que hacer ciertas concesiones a favor de la curación por la fe y

el exorcismo. Aunque no lo admitirían frente a los patrocinadores antipentecostales

en los Estados Unidos, ellos mismos tendrían que buscar dones pentecostales.

Después de todo, ¿no había Jesús anunciado su mensaje con «signos y milagros»?

Lo que se necesitaba para impresionar al pagano, de acuerdo a esta escuela de

pensamiento, era «el encuentro del poder» en el que la nueva religión se

enfrentaba y dominaba a la antigua a través de su potencia superior.

Manteniéndose al día, la Escuela Fuller de Misión Mundial ofreció un curso de

«Signos, milagros e iglecrecimiento», incluyendo un laboratorio práctico que

reportaba milagros.{25}

Notas

{18} Lindsell 1976 y Quebedeaux 1978: 84-90.

105

{19} Stafford 1984: 17.

{20} Tucker 1983: 477-479. Tim Stafford, «The Father of Church Growth», Christianity Today, 21 de

febrero de 1986, pp. 19-23. McGavran 1955 y 1970.

{21} Hutcheson 1981: 120.

{22} Ralph H. Elliott, «Dangers of the Church Growth Movement», Christian Century, 12 de agosto

de 1981, pp. 799-80l. Costas 1984a.

{23} C. P. Wagner 1981: 196.

{24} C. P. Wagner 1973: 36.

{25} Wimber 1984. «Signs and Wonders Today», Christian Life, octubre de 1982, pp. 18-76.

 

Países cerrados

Al evaluar sus oportunidades para el cumplimiento de la Gran Comisión, los

pronosticadores evangélicos proporcionaban valoraciones optimistas del último

avivamiento en Argentina o Indonesia. Luego advertían que las misiones se

estaban quedando atrás del crecimiento poblacional y del antiamericanismo. De

acuerdo al editor de World Christian Encyclopedia, David Barrett, el 34,4% de la

población mundial era cristiana en 1900, pero ochenta años más tarde, la cifra era

únicamente de 32,8%.{26} Irónicamente, la pérdida se originaba en Europa

Occidental, en donde la asistencia al culto era más baja que en Rusia. {27} Según los

evangélicos norteamericanos, Europa Occidental se había convertido en un campo

que necesitaba de misioneros.

En momentos optimistas, los pronosticadores obtuvieron mucha satisfacción de

América Latina, Africa sub-Sahara, y del borde oriental de Asia, en donde el

cristianismo evangélico estaba creciendo mucho más rápido que la población. {28}

Pero se complacían aún más con los informes de países en donde era casi

imposible trabajar, es decir, los países comunistas. Lejos de ser liquidado, el

cristianismo estaba abriéndose camino en cada país comunista salvo Albania. {29}

Las restricciones oficiales, la persecución, y la aparente asimilación de las iglesias

establecidas no impedía que los movimientos al estilo evangélico proliferasen,

106

algunas veces en forma secreta. Las mismas fuerzas sociales a las que los

fundamentalistas norteamericanos consideraban como antecesoras del anticristo –

polarización étnica y de clase, guerra, revolución y el cada vez más aterrador poder

del estado– parecían estar liberando la energía social para una ola de conversión al

cristianismo.

Los informes más sorprendentes provenían de China. Hasta recién, las

misiones habían considerado a su expulsión en 1949-1950 como uno de los

mayores retrocesos de la historia. Pero después de que los cristianos fueron

suprimidos durante la Revolución Cultural, volvieron a aparecer bajo Deng Xiaoping

en cantidades mucho mayores que antes. Las razones de este renacimiento fueron

objeto de especulación. Aparentemente, la Revolución Cultural había provocado

fuertes reacciones, especialmente entre las minorías étnicas, en donde el despertar

cristiano fue más fuerte.{30} Cuando el estado trató de suprimir las [101] tradiciones

religiosas, el cristianismo proporcionó un camino para reafirmarlas en una nueva

forma. Para las personas que soñaban con establecer un contacto con Occidente,

la iglesia era, tal vez, el único lugar al que acudir. Tampoco podía perjudicar el que,

en una época en que el gobierno estaba regresando hacia la iniciativa privada y

permitiendo el surgimiento de empresas, los chinos buscaran nuevas convicciones

para reemplazar el maoísmo.

El tamaño del renacimiento era también un asunto de conjetura. De acuerdo a

la asociación de iglesias protestantes oficialmente reconocidas –llamada el

Movimiento Patriótico de las Tres Auto-Suficiencias, según el objetivo misionero de

establecer iglesias locales autogobernadas, autofinanciadas y de autopropagación–

habían de tres a cuatro millones de protestantes y aproximadamente el mismo

número de católicos en 1985. Pero de acuerdo a los partidarios de las «iglesias de

casa» –no registradas oficialmente y propensas a tener problemas con las

autoridades– el número de cristianos se había extendido, en realidad, a cincuenta

millones, casi el 5% de la población.{31}

La diferencia en estas cifras refleja una amarga disputa sobre la actitud que los

occidentales deberían tomar hacia sus hermanos en los países comunistas. Por un

lado, estaban los contrabandistas de la Biblia, una industria religiosa especializada

en ayudar a los cristianos que afirmaban estar bajo una persecución oficial. De

acuerdo a los contrabandistas, el Movimiento Patriótico de las Tres Auto-

Suficiencias era una creación de la Oficina de Asuntos Religiosos del gobierno, es

107

decir, un frente para la identificación, asimilación y consiguiente supresión de los

creyentes genuinos. Los contrabandistas de la Biblia no se fiaban de las acciones

del gobierno chino, como permitir la publicación de Biblias y la renovación de

contactos con las iglesias occidentales. Por lo tanto, probaron su valor al

contrabandear toneladas de Biblias sin medir las consecuencias. Para las misiones

más antiguas, que habían pasado cerca de cuatro décadas meditando sobre su

expulsión en 1949-1950, esta clase de comportamiento podía arruinarlo todo. Al

revivir los temores del gobierno chino frente a la interferencia occidental, los

veteranos creían que la nueva ola de trabajo misionero anticomunista estaba

incitando a otra clausura.{32}

Los cristianos tuvieron menos éxito en la conversión de miembros de las otras

religiones mundiales –budistas, hindúes, y musulmanes. Durante la década de

1970, la militancia islámica y las cuentas bancarias árabes recordaron a los

evangélicos que habían estado ignorando a una parte estratégica del globo. Una

«cortina coránica» de gobiernos desconfiados y de autoridades religiosas hostiles

protegía a la mayor parte de la población musulmana de la infiltración cristiana. {33}

Las pocas misiones en lucha habían logrado muy poco. Si los escasos neófitos no

estaban ya listos para emigrar hacia Occidente, sus vecinos probablemente los

obligarían a hacerlo. Pero ahora que el Islam era un desafío geopolítico, los líderes

evangélicos empezaron a insistir sobre el tema, los seminarios aumentaron cursos,

y las misiones se inundaron con aplicaciones. {34}

Gracias a la disponibilidad de empleos en la industria petrolera, el Medio

Oriente era el destino favorito para los misioneros vestidos de civiles. En lenguaje

evangélico, ellos eran «fabricantes de tiendas de campaña» que pagaban sus

propios gastos al emplearse, al igual que el Apóstol Pablo, un fabricante de tiendas

de campaña. Evadían las restricciones de inmigración al ingresar a los países como

técnicos o profesores de idiomas. Ofrecían gratuitamente lecciones de inglés a los

neófitos potenciales, y explicaban su fe cada vez que encontraban una oportunidad.{*} Esperaban que el fundamentalismo islámico se convirtiera en algo tan fanático y

opresivo que empujaría a los musulmanes occidentalizados hacia sus propios

brazos.{35}

Debido a que la mayoría de las masas no evangelizadas del mundo vivían en

países cerrados o restringidos, otra forma de llegar a ellas era a través de la radio

de onda corta. Dos de las estaciones evangélicas más poderosas transmitían

108

desde territorios relativamente hospitalarios [103] de América Latina: Radio HCJB o

La Voz de los Andes, en Quito, Ecuador, y la Radio Transworld, en la Isla Bonaire,

en las Antillas Holandesas. A pesar de ser políticamente conservadores y de estar

sujetos a vagas acusaciones de imperialismo, estos transmisores evangélicos

trataban de ser no-políticos en su programación para minimizar la interferencia de

gobiernos desconfiados, de proteger a los oyentes de represalias oficiales, y de

ampliar un acceso más directo, como los cursos de correspondencia de HCJB en

Cuba. Sin embargo, este método tenía un gran problema en los países cerrados: la

incapacidad de organizar a los nuevos creyentes, que se encontraban aislados aquí

y allá junto a sus receptores de radio, en nuevas iglesias.

Al organizar iglesias en un nuevo terreno no había un sustituto para el

misionero, lo que inspiró otra solución muy de moda a partir de los años ochenta: el

reclutamiento de misioneros en países como Corea y Brasil. Estas personas no

solo podían atravesar algunas barreras políticas colocadas para los

norteamericanos, sino que también podían saltar ciertas vallas culturales. De

acuerdo a las palabras de un promotor, las misiones occidentales y del Tercer

Mundo necesitaban «sentarse... y planear sobre los pueblos no alcanzados, tribu

por tribu, idioma por idioma, grupo social por grupo social. Juntos necesitan

determinar los prejuicios y preferencias de cada grupo de gente no-alcanzado y

emparejar lo que encuentren con la agencia misionera que probablemente sería

más efectiva en dicho grupo».{36} El dinero era otro factor: ahora que el costo de una

carrera misionera para una pareja norteamericana con niños estaba llegando al

millón de dólares, los misioneros del Tercer Mundo se volvieron mucho más

baratos.{37} De acuerdo a un estudio, por lo menos quince mil de estos misioneros

se encontraban en el campo a inicios de la década de 1980.

La principal barrera para el envío de más misioneros era la financiera. Los

estudiantes evangélicos que se enfrentaban con el desempleo en las economías

arruinadas del Tercer Mundo, eran voluntarios entusiastas para el trabajo

misionero. Pero la capacidad de sus propias iglesias para mantener a los

profesionales religiosos era muy limitada. La mayor parte del dinero para las

carreras misioneras continuaba llegando de los Estados Unidos. Mientras que

varias agencias como la Comisión de Evangelismo Cristiano Nacional (San José,

California) y la [104] Misión Cristiana de Ayuda (Charlottesville, Virginia)

canalizaban ayuda hacia las misiones del Tercer Mundo, los evangélicos

109

norteamericanos generalmente preferían apoyar a los suyos. Las misiones del

Tercer Mundo parecían ser más débiles en América Latina que en otras partes del

mundo: los latinoamericanos correspondían únicamente al 7% del total global. {38}

Notas

{*} Los diplomáticos de los Estados Unidos no siempre han estado de acuerdo con estas empresas,

por temor a provocar represalias por parte de las autoridades religiosas locales en contra de

otros intereses norteamericanos. A finales de los años cuarenta, por ejemplo, un grupo de

empresarios evangélicos del sur de California organizaron un «Instituto Afgano de Tecnología».

Bajo contrato del gobierno de Kabul, utilizaron la educación técnica como un vehículo

evangelizador. Pero en los años cincuenta, el Departamento de Estado ofreció financiar el

Instituto, lo que fue aceptado con agrado por el gobierno afgano. El Departamento de Estado

subcontrató el instituto a la Universidad de Wyoming, subyugando a los evangélicos y

removiéndolos gradualmente de sus cargos (J.C. Wilson 1979: 48-57).

{26} Barrett 1982: 3.

{27} Winter 1980: 39.

{28} Johnstone 1982: 34-35.

{29} Johnstone 1982: 89.

{30} Tapp 1986.

{31} Tom Goosman y Edward Plowman, «Visitors See Signs of Strong Evangelical Faith in China»,

Christianity Today, 6 de septiembre de 1985, pp. 46, 48.

{32} Ralph Covell, «The Church in China: Another View», Christianity Today, 1º de febrero de 1985,

pp. 62-64.

{33} Chastain 1984: 86-87.

{34} Sharon E. Mumper, «New Strategies to Evangelize Muslims Gain Effectiveness», Christianity

Today, 17 de mayo de 1985, pp. 75-76.

{35} Johnstone 1982: 162-165.

{36} Roberta Winter, «The Great Re-Commission», Moody Monthly, noviembre 1982, p. 11.

{37} Linda Howard, «The Mission Field Isn't What It Used To Be», Charisma, junio de 1984, p. 31.

110

{38} Keyes 1982: 62. Entrevista a Lawrence Keyes, presidente de Cruzadas de Ultramar, «Getting

the Whole Story», Mission Frontiers, febrero de 1983, pp. 8-11.

Pueblos escondidos

El Congreso de Lausana había exigido cuadruplicar el número de misioneros

norteamericanos, a doscientos mil para el año 2000. {39} Pero si los misioneros eran

menos bienvenidos en el Tercer Mundo, si eran menos efectivos que los

ciudadanos locales, y si una nueva generación de misioneros más baratos del

Tercer Mundo estaba tomando el campo, surgía la pregunta, ¿por qué tantos

misioneros occidentales? ¿No existía ya una iglesia en cada país? ¿No serían las

iglesias nacionales más aptas para cumplir con la Gran Comisión? Durante años,

los promotores de las misiones no supieron responder al argumento de que ya

existía una iglesia nacional en cada país. Luego encontraron la respuesta.

Inventaron al «pueblo no-alcanzado».{40}

El nuevo concepto se alimentó de un reservorio formidable de leyenda

evangélica, aquella que rodeaba a la «tribu no-alcanzada». La expedición hacia los

salvajes perdidos en la oscuridad espiritual ha sido siempre la forma más efectiva

de reclutar gente y conseguir fondos para las misiones en el exterior. Los

misioneros que habían muerto al intentar llegar a las tribus hostiles eran los

grandes héroes de las misiones. Ahora, sin embargo, difícilmente se encontraban

tribus no-alcanzadas. Más aún, ya que los evangélicos se comenzaron a dar cuenta

de los resultados trágicos de «salvarlos» para los otros colonizadores, la leyenda

se estaba debilitando.

No, los grupos de pueblos no-alcanzados significaba mucho más que misiones

para cazadores de cabezas. ¿Qué tal si analizamos las grandes masas de la

población mundial –los chinos, hindúes, musulmanes– en términos microculturales?

¿Qué tal si se aplica la idea de Donald McGavran de la «unidad homogénea» –una

subcultura más o menos– a estas masas? Si lo haces, resulta que dichas

desesperanzadoramente [105] intimidantes masas de población podían ser

subdivididas en cientos y miles de subunidades más manejables. Debido a que la

mayoría no tenía una iglesia cristiana, se podría argüir que no habían sido

alcanzadas y que por lo tanto necesitaban de misioneros.

111

El primero en seguir esta idea fue el Centro de Investigaciones Avanzadas de

Misiones, una extensión de Fuller que se unió a la agencia de ayuda y desarrollo

Visión Mundial. Pero fue un profesor de Fuller llamado Ralph Winter quien se

convirtió en la estrella del espectáculo. Este logró publicitar un número de pueblos

no-alcanzados mayor que cualquier otro misionólogo, y por lo tanto, una definición

más sorprendente sobre cuánto debía hacerse todavía. Si el cristianismo crecía

únicamente a lo largo de las líneas culturales, declaró Winter en el Congreso de

Lausana en 1974, entonces los grupos culturales sin un núcleo cristiano nunca

serían alcanzados por el crecimiento normal de las iglesias ya existentes. La razón

era que las barreras culturales, frecuentemente casi invisibles para los extranjeros,

impedía que los cristianos en grupos culturales vecinos los evangelizaran. Si el 75-

85% de los no-cristianos del mundo aún no tenía una iglesia dentro de sus propios

límites culturales, como calculó Winter, entonces todos ellos no serían alcanzados

sin un esfuerzo especial.{41} Hasta la actualidad «escondidos» de la vista de las

misiones, estos «pueblos escondidos» iban desde las tribus en las selvas

tropicales, hasta las castas desatendidas de la India, pasando por agrupaciones

aparentemente idiosincrásicas, como son los trabajadores de restaurantes chinos

en Francia. Winter decía haber contabilizado 16.750 de ellos.

Winter insistía en que, aunque un pueblo escondido se encuentre junto a una

sociedad con iglesias cristianas, los prejuicios culturales impedían una

evangelización efectiva. La existencia de «barreras de prejuicios» –ya sean de

clase, étnicas o de idioma– significaba que cada uno de tales grupos necesitaba

una campaña especial para implantar una iglesia. Lo que se necesitaba era «el

evangelismo inter-cultural», típicamente proveniente de alguien que esté fuera de la

desconfianza y racismo del sistema local. Total, la Gran Comisión todavía

necesitaba de misioneros, miles y miles más de ellos. Pero de acuerdo a Winter,

los evangélicos no estaban a la altura de las circunstancias. Aprovechándose del

sentimiento de que los misioneros no estaban logrando nada, [106] afirmaba que

únicamente el 9% estaba comprometido en el «evangelismo de frontera», es decir,

trabajando entre los grupos que no tenían ninguna iglesia. Se decía que el resto

estaba sirviendo a iglesias ya establecidas, o que estaban realizando trabajo social.

De aquí la necesidad de reorientar a las misiones hacia los pueblos escondidos

y de encender un avivamiento en los Estados Unidos, para abrir la era final de la

evangelización del mundo. Con este fin, en 1976, Winter dejó Fuller y empezó su

112

propia organización, el Centro Estadounidense para la Misión Mundial. Radicado en

lo que antes fue una institución nazarena en Pasadena, California, siempre

luchando por reunir fondos, el Centro proporcionó apoyo organizacional a

trescientos misioneros. La mayor parte de éstos eran jóvenes todavía estudiantes

que trabajaban en cuarenta distintas misiones en el mismo lugar, la mayoría de

ellas nuevas y mal financiadas. Mientras los jóvenes se preparaban para ingresar a

países cerrados, como «fabricantes de tiendas de campaña», recopilaban listas de

pueblos no-alcanzados y repartían boletines pidiendo oraciones. Buscaban

persuadir a otros evangélicos a dirigirse hacia los nuristanis de Afganistán o a los

musulmanes de las Islas Maldivas.

Convenientemente, analizar al mundo en términos de pueblos no-alcanzados

no sólo multiplicó la necesidad de misioneros, sino que también hizo que la tarea

de cumplir con la Gran Comisión pareciera alcanzable. Para cada pueblo no-

alcanzado, probablemente existían varios miles de evangélicos y diez o más

congregaciones solo en los Estados Unidos. Si millones de cristianos tomaban la

decisión de trabajar juntos, seguramente se podría llegar al mundo entero en una o

dos décadas. Entonces, de acuerdo con Mateo 24:14, el camino estaría abierto

para el regreso del Señor. Por consiguiente, para los años ochenta, gran parte del

movimiento misionero empujaba el concepto de los pueblos escondidos, al ser éste

una buena táctica para reclutar gente y solicitar fondos.

La imaginería renovada de la misión pionera y de la tribu no-alcanzada se

acreditó la revitalización de la conferencia bienal de la Fraternidad Cristiana

Interuniversitaria y estimuló una ola de reclutamiento de nuevos misioneros en los

años ochenta.{42} Las misiones de corto plazo, [107] las agencias evangélicas de

desarrollo, y los grupos carismáticos estaban creciendo rápidamente, junto con

unos pocos gigantes como los Traductores Wycliffe de la Biblia y la Cruzada

Estudiantil y Profesional Para Cristo. No obstante, para la mayoría de las misiones

más establecidas todavía hacían falta nuevos misioneros de carrera. Un factor fue

la alta tasa de renuncias después del primer período en el exterior: la mitad de los

nuevos misioneros renunciaron. En un estudio de las agencias más establecidas, el

80% de los nuevos misioneros estaban reemplazando las pérdidas debido a

jubilaciones o a desgaste.{43}

Notas

113

{39} «COWE: 200.000 by the Year 2000», Christianity Today, 8 de agosto de 1980, pp. 10-11.

{40} Dayton y Wilson 1984: 175.

{41} Stafford 1984.

{42} Ibid.

{43} S. Wilson y Siewert 1986: 39-41, 63, 573.

Antropología y Etnoteología

Sin importar la nueva dirección que tomaran las misiones evangélicas, desde

iglecrecimiento hasta signos, maravillas y pueblos escondidos, parecía que

necesitaban de la antropología cultural. Para un misionero comprometido en

mantener los fundamentos de la fe, este era un destino cruel. Si los nativos estaban

sentenciados al tormento eterno y no aceptaban al cristianismo, el misionero no

podría aprobar la actitud más relajada del antropólogo, de que todo era relativo. En

lugar de desalentar los ritos paganos, era probable que los antropólogos se unieran

a ellos. Un siglo atrás, durante el auge del colonialismo, cuando todavía se asumía

que la cristiandad y la civilización marchaban de la mano, los misioneros habían

ayudado a los antropólogos a fundar la disciplina, al proporcionarles informes

etnográficos. Incluso ahora, los antropólogos acostumbraban a encaminarse a la

misión más cercana para obtener datos, una buena cena y sábanas limpias. Pero

las relaciones se han deteriorado, especialmente con los misioneros

fundamentalistas, a quienes los antropólogos ahora acusan de colonizar a los

nativos y de socavar sus culturas. Sin decir siquiera gracias, según muchos

misioneros, los antropólogos se habían convertido en enemigos del evangelio.

Sin embargo, los misioneros se sentían libres de utilizar la antropología para

sus propios fines. Una vez que los misioneros comprendieron la falta de

comunicación entre ellos y sus conversos, se dieron cuenta de que tenían pocas

alternativas. Entre los primeros en sugerir que el misionero más apto debía ser un

antropólogo aplicado se encontraban los consultores de la Sociedad Bíblica

Americana (ABS). Con su oficina central en Nueva York, la ABS era una de las

pocas instituciones [108] que merecía el respeto de los protestantes tanto

evangélicos como liberales. Durante las visitas al campo, sus consultores se

espantaron por el etnocentrismo e ineficacia de misioneros fundamentalistas en

114

culturas que éstos no llegaban a comprender. {44} Un papel que desempeñaron los

consultores de ABS fue la redacción de Practical Anthropology, un periódico que se

fundó en 1953 en la Wheaton College, una institución neo-evangélica en Illinois.

Este publicaba artículos como «Relativismo Cultural para el Cristiano», «El Ritual

de Hongos versus la Cristiandad», y «Minimizando el Sincretismo Religioso entre

los Chol».

No fue fácil concientizar a los fundamentalistas sobre el contexto cultural de su

trabajo. Entre otras cosas, se requería persuadirlos a revisar críticamente sus

presunciones, en formas que contradecían las ideas arraigadas. Por ejemplo,

desde un principio, los antropólogos evangélicos prorrumpían en contra de la

ecuación fundamentalista entre el cristianismo, los Estados Unidos, y la civilización

occidental. También se debía desalentar a los misioneros de satanizar rasgos que

les disgustaban de otras culturas. William y Marie Reyburn de ABS afirmaban que

si las misiones eran instrumentos de cambio, entonces los misioneros necesitaban

comprender la estructura de lo que estaban cambiando y las implicaciones de esos

cambios.

La clase de antropología que los Reyburn y sus colegas urgían a los

misioneros a emplear era la funcionalista. Un método que dominaba la antropología

social a mediados de siglo, el funcionalismo era el estudio de cómo las distintas

características de una sociedad operaban juntas para crear un sistema más o

menos estable. Los Reyburn decían que, en lugar de atacar y destruir a las culturas

nativas, los misioneros deberían tratar de influenciarlas en la dirección correcta. En

cuanto a prácticas inaceptables, éstas podían ser reemplazadas con sustitutos

cristianos, tales como avivamientos en lugar de borracheras. {45}

En esta forma, la cultura se convertía en la estructura básica a través de la cual

los misioneros trababan de estimular los cambios que ellos deseaban. Sin

embargo, el manejo funcionalista podía convertirse fácilmente, de acuerdo a las

palabras de otro consultor de la sociedad bíblica, en «categóricamente

manipulativo».{46} Mientras se utilizaran [109] valores misioneros en lugar de

indígenas, los extranjeros continuarían imponiendo su propio criterio sobre la

comunidad local.

Para ilustrar esto, permítannos dirigirnos hacia una misión supuestamente

exitosa, entre los campesinos maya de Chiapas, México. El protestantismo entre

115

los Chol Maya se remonta a los años anticlericales de la Revolución Mexicana, en

la década de 1930, cuando el gobierno forzó al clero católico a abandonar las

municipios indígenas, dio muerte a los líderes rituales de los Chol, y destruyó las

imágenes de sus santos.{47} Mientras que estos eventos minaron la confianza de los

Chol en sus tradiciones, los decretos revolucionarios y el desorden les ayudaron a

escapar de la esclavitud de las haciendas, únicamente para caer en nuevas formas

de explotación por parte de los cantineros y prestamistas. Bajo la necesidad de una

cohesión social, muchos Chol se volvieron evangélicos.

Los Traductores Wycliffe de la Biblia aclamaban su trabajo con los Chol Maya,

y los resultados igualmente espectaculares con los cercanos Tzeltal Maya, como

ejemplos de cómo la Palabra de Dios puede terminar con la idolatría y la brujería,

liberar a los campesinos de la explotación, y transformar las comunidades

anteriormente alcohólicas y homicidas en modelos de sobriedad y de progreso. Un

cuadro más complicado surge cuando nos dirigimos hacia las evaluaciones de

algunos de los misioneros involucrados. Contraria a la publicidad de Wycliffe hacia

los donantes norteamericanos, la traducción bíblica en sí no habría tenido mucho

que ver con las conversiones en masa. Al igual que muchas otras traducciones

Wycliffe, sus Nuevos Testamentos mayas parecen haber sido un interés pasajero

para gente pre-literaria, poco acostumbrada a obtener inspiración de los libros.

Después de varias décadas, de acuerdo a Wilbur Aulie de Wycliffe, los Chol no se

mostraban muy interesados en utilizar las Biblias en su propio lenguaje. De acuerdo

a otro informe, tampoco lo estaban los Tzeltal. {48}

Este no era el único defecto que sentían los misioneros. Además de la falta de

fundamento en las escrituras, sus neófitos mayas también demostraban una clara

falta de ética cristiana. Concluyó un misionero que la mayoría de los protestantes

Tzeltal nunca había llegado a conocer a Jesús como a su salvador personal. {49} De

acuerdo a Wilbur Aulie, [110] una señal del secamiento espiritual era la dirección

que estaban tomando los pastores Chol. Operando bajo el auspicio de la Iglesia

Presbiteriana Nacional de México, los pastores emulaban a sus autoritarios

supervisores hispánicos, abandonando su identidad indígena, y celebrando los

cultos en español en lugar de utilizar su propia lengua. Su principal interés parecía

ser el incrementar sus ingresos. {50} De acuerdo a otros observadores, los pastores

mayas en Chiapas eran, frecuentemente, los hombres más adinerados de sus

116

comunidades, hasta el punto de colocarse en la misma posición de los tiranos

locales a quienes ellos mismos habían ayudado a derrocar. {51}

¿En qué había fallado su esfuerzo para construir una iglesia indígena? Las

razones decían algo sobre las implicaciones de la conversión en masa hacia el

protestantismo evangélico. Anteriormente, muchos misioneros habían aceptado

únicamente a los neófitos que cumplían con sus requisitos exactos. Sin embargo,

ahora estaba de moda estimular los «movimientos de pueblos» al estilo McGavran,

como aquellos entre los Chol y Tzeltal. En Chiapas, misioneros Wycliffe renuentes

a aceptar prácticas paganas en sus nuevas iglesias habían estimulado, como

alternativa, a los «sustitutos culturales.» Por ejemplo, para curar a los enfermos, se

suponía que los protestantes mayas debían llamar a los ancianos de la iglesia para

rezar en lugar de llamar a los shamanes para cantar. En lugar de dirigir las fiestas

tradicionales de la siembra y cosecha, debían idear unas que fueran cristianas.

A pesar de que los protestantes mayas aceptaron dichos ajustes, su

entendimiento de la nueva religión parece haber permanecido muy diferente de

aquel de los misioneros. Para empezar, los Tzeltal veían en los norteamericanos a

personas de riqueza y poder mucho mayor que el de ellos, y por lo tanto buscaban

imitarlos. «Cristo en sus vidas», ha sugerido un antropólogo visitante, era la

explicación Tzeltal para la riqueza norteamericana. {52} Al convertirse, los neófitos

Tzeltal estaban decididos a seguir una nueva serie de reglas que lograban mejores

resultados que las antiguas. Mientras que los misioneros concebían al cambio

religioso en términos de una transformación interna –la experiencia de los

«renacidos»– esto parecía no haberse traducido al entendimiento de los Tzeltal y

Chol. En lugar de un encuentro personal con Cristo, los [111] neófitos se

encontraban atrapados en una guerra por la posesión de sus almas, una guerra en

la que decidieron estar de lado del más fuerte.

Los antibióticos y la educación convencieron a muchos mayas de la eficacia

superior de la nueva religión, al menos durante una época. En términos

económicos, el protestantismo ayudó a los neófitos a fortalecer sus economías

domésticas eliminando vicios destructivos. Para una clase más pequeña,

proporcionaba una forma de acumular propiedad y capital. Lo que no ofrecía era

una solución para los monopolios de tierra y de mercado, para el crecimiento

poblacional y para la destrucción ecológica que empobrecía a la población maya de

Chiapas. A pesar de que las misiones trataron de establecer una nueva base

117

económica al promocionar la colonización y el desarrollo agrícola, dichos esfuerzos

no fueron suficientes.

Los misioneros también fracasaron en absorber completamente las energías

espirituales de sus neófitos, como demuestra el creciente número de protestantes

Chol que desertaban hacia las iglesias pentecostales. Estos grupos disidentes eran

en estilo más vivos y más participativos que la estructura presbiteriana promovida

por la misión. También practicaban un estilo de liderazgo más indígena y colectivo.{53} Pero su atracción más importante pudo haber sido la curación. Aquí, como en

otras partes, los protestantes indígenas parecían estar más interesados en el

saneamiento por la fe que en la medicina occidental, a pesar de la importancia de

esta última para que los misioneros demuestren su poder. Frente a problemas

médicos desconcertantes, que típicamente surgían de la pérdida del acceso a la

tierra, los ritos mágicos del pentecostalismo parecían ser más eficaces que los

antibióticos que habían permitido el ingreso de los misioneros.

Esta era la clase de fracaso que forzaba a los misioneros y a sus consultores

antropológicos a adoptar un método más sofisticado para comunicar su mensaje.

Los fundamentalistas habían asumido que podrían dispersar la niebla de

superstición sobre la mente pagana, y luego imprimir sobre ésta sus doctrinas. Pero

ahora los evangélicos se veían forzados a realizar presunciones más complicadas

sobre la naturaleza de la verdad y la percepción de ésta de cultura a cultura. En

palabras de William Smalley, un consultor de la sociedad bíblica, «el corazón del

[112] hombre no es una pizarra limpia a la que llega el Evangelio y escribe allí por

primera vez. Es algo complejo y sobre él se han escrito garabatos y ha sido

gravado profundamente desde el nacimiento hasta la muerte». {54}

Durante mucho tiempo, los misioneros habían luchado para impedir que los

neófitos malinterpretaran el evangelio en términos de sus antiguas creencias.

Después de que la antropología cultural ingresó al escenario, éstos continuaban

sosteniendo la batalla en términos de combatir al «sincretismo» o al

«Cristopaganismo». No obstante, en la Escuela Fuller de Misión Mundial y en las

páginas del periódico Missiology, el cual reemplazó a Practical Anthropology

después de 1973, algunos evangélicos concedían bastante a la relatividad de los

sistemas cognoscitivos. Influenciados por el pensamiento católico sobre la

«inculturación» del evangelio, estaban discutiendo sobre cómo los neófitos de otras

118

culturas podrían interpretar al cristianismo en términos de sus creencias

preexistentes.

En un caso en Papua Nueva Guinea, un traductor Wycliffe observó que los

neófitos Samo habían «aceptado [el cristianismo] en términos de su propio sistema

de creencia... aplicando [el mensaje del evangelio] a sus necesidades... sin alterar

su ideología básica.» Un boletín Wycliffe para los colaboradores norteamericanos

anotaba que un shaman mexicano converso tenía «una visión del mundo muy

diferente a la nuestra.»{55} Aun si el objetivo final era el de cristianizar la concepción

indígena del mundo en un sentido universal y supracultural, los neófitos tendrían

que emplear a su cultura para aprender sobre la nueva religión.

Estimulados por los antropólogos, los misioneros neo-evangélicos más flexibles

estaban aceptando la idea de que un indígena brasileño pudiera interpretar

legítimamente una escritura en forma diferente a ellos. Para los evangélicos

comprometidos con este pensamiento, simplemente se estaba «contextualizando»

al evangelio en culturas diferentes, una tarea a la que también se referían como

«etnoteología». De los teólogos tomaron el lenguaje de la hermenéutica, el debate

sin fin sobre las distintas modalidades de interpretar la Biblia. Lo que negaban

enfáticamente era estar abandonando su fe en la Biblia como divina, confiable y

autoritaria. [113]

Cuando se permitió a las iglesias nativas interpretar el evangelio en términos

de su propia concepción del mundo, desafortunadamente, algunos de los

resultados no parecían ser «bíblicos» para muchos misioneros y para sus

sostenedores norteamericanos. Las interpretaciones no-fundamentalistas de la

Biblia eran, por definición, inaceptables. Los fundamentalistas seguían insistiendo

en que existía una sola interpretación correcta de la Biblia –la suya– y que

cualquiera de buena voluntad y mente sana podía llegar a ella. El admitir la

variación y la ambigüedad implícita en los discursos de contextualización,

hermenéutica o etnoteología sería la muerte de todo su sistema.

El evangelizar a las culturas no-occidentales a través de su propia concepción

del mundo, en lugar de tratar de romperla, tuvo implicaciones subversivas. Como lo

han reconocido los antropólogos evangélicos, la discusión sobre cómo estaba

culturalmente condicionado el mensaje del evangelio podría desacreditarlos frente

a sus hermanos. De acuerdo a un estudioso, la contextualización habitaba en «las

119

regiones marginales de la discusión evangélica». {56} Enfrentarse a la pregunta

podría dividir al mundo evangélico.

Mientras tanto, los antropólogos estaban ayudando a entrenar a la siguiente

generación de misioneros. A pesar de la discusión sobre la sensibilidad cultural, los

latinoamericanos escépticos, como Jorge Lara Braud, creían que la mayor parte de

los hermanos norteamericanos no poseía la capacidad intelectual para el trabajo

misionero.{57} En el lado de los pesimistas estaba Eugene Nida, el consultor de la

sociedad bíblica que por mucho tiempo había impulsado a la antropología entre los

evangélicos. Rechazando las afirmaciones de que había una nueva generación de

misioneros iluminados, Nida creía que la socialización misionera continuaba

produciendo gente poco apta para la tarea. En verdad, el recinto de la misión

tradicional que separaba a los misioneros del resto de la sociedad todavía se

mantenía fuerte. De acuerdo a Nida, las agencias seguían promocionando el tipo

de comportamiento intragrupal que consideraban esencial para mantener la

cohesión de su empresa.

El entrenamiento misionero continuaba girando alrededor de la inculcación de

verdades establecidas, afirmaba Nida, en lugar de promover un juicio crítico, el cual

todavía era ajeno a gran parte de la educación evangélica. [114] Ciertos rasgos de

la cultura norteamericana –un sentido de superioridad cultural, prioridad a

programas sobre la gente, preocupación por la cuantificación, éxito personal, y

movilidad vertical– parecían estar profundizándose en la nueva generación. Nida

sospechaba que, más inseguros que nunca, los norteamericanos eran cada vez

menos capaces de tratar con otras culturas. Gran parte del movimiento misionero

mantenía la presunción de que las adineradas iglesias norteamericanas eran el

gran recurso de Dios para evangelizar al globo, que lo que funcionaba en los

Estados Unidos funcionaría en el exterior, y que, de un día para el otro, una ola de

jóvenes podía ganar el mundo para Cristo. {58}

Notas

{44} Sra. de Milton A. Gabler, Practical Anthropology 2(2): 43-44, 1955, en una reseña del

influyente Nida 1954.

{45} Reyburns 1955: 73, 123.

{46} Nida 1981: 5.

120

{47} Aulie 1979: 72-73 y Cardiel Coronel 1983: 47-51.

{48} Aulie 1979: 155 and Juan Schuster al autor, 16 de noviembre de 1983.

{49} Citado en Weerstra 1972: 252.

{50} Aulie 1979: 140, 156-157, 165-167.

{51} Schuster al autor, Cardiel Coronel 1983: 105 y Fretwell 1983: 23.

{52} Fretwell 1983: 14.

{53} Aulie 1979: 185-188.

{54} Citado en Kaleli 1984: 75.

{55} Shaw 1981. Joseph P. Grimes, «To Reach Certainty», In Other Words, septiembre 1981, pp. 1-

2.

{56} David F. Wells, «An American Evangelical Theology», en Marsden 1984: 88.

{57} Lara-Braud 1983: 3.

{58} Nida 1981.

Cristo, Inc.

El Congreso de Lausana había declarado a la misión mundial un esfuerzo

mundial por parte de los cristianos de todas partes, no solamente aquellos de

América del Norte y Europa. Bajo la presión del nacionalismo tercermundista, las

principales misiones de los Estados Unidos, como la Misión Latinoamericana,

Visión Mundial, y los Traductores Wycliffe de la Biblia, internacionalizaron sus

estructuras administrativas. Hablaban de la asociación en las misiones, de

fortalecer a la iglesia local y nacional para hacer frente a sus responsabilidades, y

de estimular a las iglesias latinoamericanas para que envíen sus propios

misioneros extranjeros.

121

Sin embargo, nada de esto significó el debilitamiento de la presencia

norteamericana. Significó su expansión, en lo que se convirtió en una era de

precipitado crecimiento para las agencias más grandes, incluyendo Wycliffe, Visión

Mundial, Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, y Juventud con una Misión,

cada una de ellas con su oficina central en el sur de California salvo la última, cuyo

fundador venía de allí. Sólo el ingreso estadounidense de Wycliffe aumentó de 18

millones de dólares en 1978 a 48 millones en 1985, mientras que el de Visión

Mundial –impulsado por la hambruna de Africa– subió de 39 millones a 232

millones.

De acuerdo a los criterios empresariales, éstas no eran organizaciones

especialmente grandes, pero su naturaleza voluntaria significaba [115] que

mantenían grandes cantidades de personal. De los 105 millones de dólares de

ingreso de la Cruzada Estudiantil en 1974, éste mantuvo a dieciséis mil empleados

asociados y a tiempo completo. En el año siguiente, los cinco mil empleados a

tiempo completo de Juventud con una Misión supervisaron a quince mil misioneros

a corto plazo: en el futuro, esperaban incrementar el número a cincuenta mil. Gran

parte del dinero de dichas organizaciones se gastaba en lugares en donde unos

pocos miles de dólares servían para mucho, para dar a los pueblos sus primeros

pozos o para convertir a los pastores en los primeros hombres educados de sus

comunidades. En 1985, Visión Mundial reportó unos 3.900 proyectos de desarrollo

que beneficiaban a unas 16,8 millones de personas. De hecho, el campo de trabajo

de estas organizaciones era el mundo. Wycliffe trabajaba en más de cuarenta

países, Visión Mundial en ochenta y cuatro, y Cruzada Estudiantil en ciento

cincuenta. Juventud con una Misión afirmó tener centros en sesenta países y decía

haber evangelizado en todo el mundo salvo ciertos lugares de alto riesgo, como

Libia y Corea del Norte.{59}

En contraste con las iglesias, que generalmente debían funcionar como

democracias, las agencias paraeclesiales rendían menos cuenta a sus

patrocinadores financieros. Tendían a ser dirigidas desde arriba, en un estilo

corporativo por los hombres que las habían fundado. {60} El epítome del estilo

corporativo era la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Era la creación de

Bill Bright, un nativo de Oklahoma que fue a Los Angeles para hacer fortuna

vendiendo golosinas. A medida que Bright prosperó, se sintió atraído hacia los ricos

e influyentes evangélicos de la Primera Iglesia Presbiteriana de Hollywood. En

122

aquel entonces, la Presbiteriana de Hollywood se ocupaba de evangelizar a ciertas

estrellas de cine que se convirtieron en las celebridades evangélicas. No muy lejos

se encontraba la Universidad de California en Los Angeles, en donde Bright inició

su ministerio estudiantil en 1951. Con el rápido crecimiento de las universidades

públicas, Bright ofrecía a los estudiantes de hogares religiosos una nueva familia

lejos de casa, valores de la clase media, y un modelo de movilidad vertical –la

forma cristiana. Su implacable pensamiento positivo también llamaba la atención de

los padres, a quienes preocupaba que sus hijos lograsen resistir las tentaciones de

la universidad. En la Cruzada Estudiantil, los jóvenes estarían [116] demasiado

ocupados siendo testigos de su fe como para meterse en problemas.

Para Bright, el cristianismo era un producto que debía ser anunciado como

cualquier otro. El evangelismo era una especie de arte de vender, conducido mejor

en traje de vestir. Y la señal más clara de que estaba llevando a cabo el trabajo del

Señor era su éxito en utilizar las contribuciones de empresarios adinerados para la

construcción de su propia corporación. {61} Nadie afirmaba que Cruzada Estudiantil

(Campus Crusade) fuera una democracia. El cambio de personal era alto debido al

autoritarismo del fundador y presidente del movimiento. Después de la partida de

sus lugartenientes más cercanos, a finales de la década de 1960, Bright estableció

una política de «no-crítica».{62}

Más allá de las universidades, la Cruzada Estudiantil se volvió famosa por el

uso de los medios masivos de comunicación. En 1985, la principal atracción fue

«Explo 85» (Explosión de Amor), un espectáculo tecnológico que unía vía satélite a

trescientos mil cristianos en noventa conferencias locales. {63} Una década atrás, se

dio la campaña «¡Ya la encontré!» Siguiendo a un bombardeo publicitario a través

de carteleras y de la radio, la Cruzada Estudiantil envió a sus voluntarios para

transmitir el mensaje de persona a persona. Esto fue el «evangelismo de

saturación», que pretendía dar a conocer a poblaciones enteras las «cuatro leyes

espirituales» de Bright, una prescripción de setenta y siete palabras para la

salvación. A pesar de toda la bulla, el evangelismo de saturación parece haber sido

poco efectivo. En Arcadia, California, el resultado de unas 29.000 llamadas

telefónicas, 6.000 explicaciones de las cuatro leyes espirituales, y 1.665 decisiones

a favor de Cristo fueron cincuenta y cinco nuevos miembros de iglesias, veinte y

tres de los cuales habían estado anteriormente involucrados eclesiásticamente. {64}

123

Entre los detractores evangélicos, las cuatro leyes espirituales de Bright, junto

con su obsesión por los números y por obtener «primeros lugares» estadísticos en

la historia del cristianismo –323.419 de esto, 1.000.000 de aquello– se convirtieron

en sinónimos de convertir la fe en una mercancía. Fuera de los Estados Unidos, la

Cruzada Estudiantil obtuvo la reputación de ser incapaz de adaptarse a las

situaciones locales. A los evangélicos que trataban de adoptar métodos más

diplomáticos y [117] culturales no les impresionaba la retórica paramilitar de

ejércitos conquistando el mundo para Cristo. Interpretaban a las campañas de

publicidad de Cruzada Estudiantil como competitivas y triunfalistas. En Colombia, la

campaña «¡Ya la Encontré!», que pretendía generar curiosidad sobre quién estaba

detrás de la publicidad y qué se había encontrado, tuvo la mala suerte de coincidir

con la Masacre de Jonestown, Guayana, y con una ola de paranoia dirigida en

contra de las sectas norteamericanas.{65}

Otra agencia paraeclesial que se estaba manifestando alrededor del mundo era

Juventud con una Misión. YWAM (pronunciado why-wham) fue líder en una

industria evangélica de rápido crecimiento, rivalizada únicamente por los grupos de

ayuda y desarrollo. Su método era enviar legiones de norteamericanos en cortas

giras misioneras, con frecuencia con la duración de una vacación de verano. El

fundador del grupo, un ministro de las Asambleas de Dios llamado Loren

Cunningham, inició la empresa en 1960 con una visión de olas de jóvenes

cristianos evangelizando cada continente. A menudo, las agencias paraeclesiales

fueron acusadas de permitir a sus patrocinadores financieros menos participación

que las iglesias, pero YWAM era el epítome de la participación: quería enviar a

todos al campo misionero.

Las misiones a corto plazo fueron posibles gracias a las baratas tarifas aéreas

internacionales. Interpretadas como turismo o algo peor por los latinoamericanos

desconfiados, funcionaban como una versión móvil de un campamento misionero.

Los misioneros a corto plazo –treinta mil al año durante la década de 1980 {66}– eran,

generalmente, estudiantes subsidiados por sus padres o por su iglesia. Sin mucha

capacidad lingüística, difícilmente ganaban muchos conversos. Pero aquel no era

necesariamente el punto: el trabajo misionero a corto plazo era una forma cristiana

de ver el mundo, exponiendo a los norteamericanos provincianos a otras culturas,

pero protegiéndolos de los peligros de la inmersión. Un coro evangélico de

atractivas jóvenes norteamericanas era una buena forma de anunciar el siguiente

124

avivamiento. Cuando no estaban cantando, podían ayudar a construir una nueva

iglesia en los alrededores. Lo más importante era que dichas experiencias

enganchaban a participantes en el evangelismo, fomentaban el interés en apoyar

[118] financieramente a la obra, e interesaban a los voluntarios en compromisos

misioneros más largos.{67}

Carismática en estilo, YWAM hablaba mucho sobre los signos del Señor. Estos

eran golpes de buena fortuna, con frecuencia donaciones de otros cristianos, que

enseñaba a sus miembros a interpretar como providencia divina. Influenciados por

el movimiento pastoral, YWAM también enfatizaba el establecimiento de la

autoridad espiritual sobre los novicios, algunas veces hasta el punto de que otros

evangélicos se preguntaban si estaban tratando con un culto. {68} Bajo la dirección

de un personal que se sentía libre de hacer todo lo que creía que el Señor le decía,

los novicios atravesaban por «escuelas de entrenamiento de discipulado», las

mismas que los convertían en equipos evangelizadores. Los de YWAM inundaban

los eventos deportivos internacionales (once mil de ellos en las Olimpiadas de 1984

en Los Angeles), evangelizaban en las zonas rojas, organizaban teatros de la calle,

trabajaban en orfanatos, distribuían Biblias, enviaban equipos médicos, e incluso

dirigían campos de refugio en el Lejano Oriente.

Alrededor del mundo, YWAM operaba desde lo que llamaba «bases» –

doscientas de ellas– cada una de las cuales debía operar, supuestamente, como

una «franquicia» independiente. A esta estructura descentralizada se atribuían,

algunas veces, los malentendidos y conflictos que el ministerio de YWAM podía

dejar tras darse a la fuga. En Guatemala, la llegada en 1983 del barco Anastasias,

de YWAM, cargado con cientos de misioneros a corto plazo, convenció a los

católicos de que estaban siendo invadidos por un ejército de sectas. De acuerdo a

YWAM, envió a casi dos mil misioneros a corto plazo a Guatemala durante los dos

años siguientes.{69} Los métodos del grupo también provocaron objeciones por parte

de las iglesias y misiones locales a las que decía estar ayudando. Cuando sus

equipos de visita cometían equivocaciones culturales y políticas en el evangelismo

de puerta a puerta, eran los hermanos residentes los que cargaban con la culpa.

«YWAM llega y se va, y parece que nunca presta atención a los ministerios que

ya están allí», se quejaba un misionero en Africa. «Cuando llegaron a nuestra área,

no tenían ni idea de cómo nos iba a afectar lo que ellos estaban realizando a los

que habíamos estado allí [119] durante un período más largo. Muchos gobiernos

125

están tan interesados por el comercio de turistas que no hacen nada por

obstaculizar las actividades de gente como la de YWAM. Pero, tan pronto como

parten, los cristianos nacionales y los misioneros de largo plazo sienten la reacción.

La vigilancia aumenta, se encarcela a la gente, se registran casas, se confiscan

Biblias.»{70} El fundador de YWAM, Loren Cunningham, pensaba que se debía

permitir a sus jóvenes cometer errores.{71}

Notas

{59} Respecto a YWAM: Bruce Joffe, «Man With A Mission», Charisma, noviembre 1985, pp. 21-26.

Bryan Bishop, «YWAM Steps Out», World Christian (Pasadena, California: U.S. Center for World

Mission), enero-febrero de 1986, pp. 18-23. John Holzmann, «Youth With A Mission», Mission

Frontiers, octubre-diciembre 1985, pp. 9-17. Las cifras para las otras organizaciones provienen

de sus memorias anuales.

{60} Bruce Shelley, «The Parachurch Vision», Christianity Today, 8 de noviembre de 1985, pp. 41-

43.

{61} Bright 1985.

{62} Quebedeaux 1979: 54, 107, 181, 184.

{63} John Capon, «Video Conference Links Christians in 54 Countries», Christianity Today, 7 de

febrero de 1986, pp. 46-47.

{64} Quebedeaux 1978: 58.

{65} «Alfa y Omega: ¡Ya la Encontramos!» Alternativa (Bogotá), 29 de enero de 1979, pp. 12-13.

{66} Jeleta Fryman, «The Movement», World Christian, enero-febrero 1986, pp. 25-28.

{67} Sharon E. Mumper, «Are Short-Term Volunteers the Way of the Future?» Christianity Today, 4

de abril de 1986, p. 41.

{68} Bryan Bishop, «YWAM Steps Out.»

{69} Deborah D. Cole, Charisma, noviembre de 1984, pp. 22-25.

{70} John Holzmann, «Youth With A Mission.»

{71} Entrevistas a Loren Cunningham: Bruce Joffe, «Man With A Mission», y «Taking the Gospel

Into All the World... With Signs Following», People of Destiny, julio-agosto de 1985, pp. 25-29.

Para una reseña sobre la formación de YWAM, véase Cunningham 1984.

126

Iglesia versus paraeclesia

Juventud con una Misión estaba lejos de ser la única agencia paraeclesial

norteamericana acusada de seguir su propia agenda a costa de las iglesias locales.

«El traer tu propio programa, hablar sobre colaboración, y terminar haciendo tu

propio asunto, es de cada grupo que viene de los Estados Unidos», me dijo

Washington Padilla{72}. Las organizaciones paraeclesiales más grandes, como la

Asociación Evangelística de Billy Graham y la Red Cristiana de Transmisión de Pat

Robertson, podían tener un gran impacto sobre los movimientos evangélicos

locales. Otros promotores de alianzas evangélicas, como la Cruzada Luis Palau, y

los Ministerios O.C (Cruzadas de Ultramar), también podían tener bastante

influencia.

Para empeorar las cosas, ahora que algunas misiones establecidas

aminoraban el paso y reflexionaban sobre sus experiencias, muchos ministerios

domésticos norteamericanos lanzaban operaciones en el exterior, en una nueva ola

de descarado empresarialismo. Por lo general, los nuevos grupos eran

pentecostales o carismáticos. Cada uno justificaba sus ambiciosos planes de

expansión como una humilde obediencia al mandato bíblico de evangelizar al

mundo. Generalmente, las acusaciones más reveladores contra estos grupos

venían de otros evangélicos. Quejas comunes incluían el no consultar con las

iglesias establecidas antes de ingresar en las nuevas áreas; duplicar los esfuerzos

de otros hermanos malgastando los recursos; atraer a los líderes jóvenes más

prometedores con salarios más altos que lo que las iglesias locales podían ofrecer;

y el no investigar el historial de los nuevos empleados, quienes a veces resultaban

haber huido de su iglesia original debido a faltas morales. [120]

El enlistar a las iglesias locales en una campaña paraeclesial tras otra no era la

solución, debido a que tales esfuerzos tendían a ser una tremenda carga financiera

y psicológica. Pasado el entusiasmo, la agencia paraeclesial dejaba la ciudad, las

iglesias locales quedaban agotadas, y sus miembros sentían la necesidad de

nuevas formas de estímulo ajeno. Si eso no era suficiente, el impresionante número

de decisiones a favor de Cristo generalmente no se traducía en nuevos miembros

127

para la iglesia. No era raro que el 90% de tales neófitos se desvanecieran en el

aire.

El objetivo de las agencias paraeclesiales era, por definición, multiplicar y

fortalecer las iglesias locales. Sin embargo, solo podían justificarse al afirmar que

las iglesias existentes no podían manejar solas la evangelización. De acuerdo a

dos investigadores en India, Vinay Samuel y Chris Sugden, lo que ellos llamaban

«misiones multinacionales» estaban dejando a un lado a las iglesias del Tercer

Mundo, subordinándolas a sus propios planes, e imponiendo sus propios líderes.

Tales agencias teóricamente reconocían la autonomía formal de las iglesias

nacionales, afirmaban Samuel y Sugden, pero las estaban incorporando a una

forma más sofisticada de dependencia.

Muchas denominaciones del Tercer Mundo descendían de lo que ahora eran

las iglesias protestantes ecuménicas en América del Norte y Europa. Cuando

llegaron las nuevas misiones evangélicas, de acuerdo a Samuel y Sugden,

asumieron que el liderazgo de las iglesias hijas no era evangélico. Dejaron a un

lado a las autoridades de la iglesia nacional, de quienes desconfiaban, y se

dirigieron directo hacia los pastores locales. Reclutaron, entrenaron y financiaron su

propio «liderazgo evangélico nacional», apoyado por las multinacionales pero sin

una real responsabilidad hacia las denominaciones establecidas. Estos líderes eran

«piratas evangélicos», decían Samuel y Sugden: «controlan los mares y se

apropian los recursos, pero están más allá de la ley.»

Las paraeclesiales estaban sobre todo interesadas en el crecimiento máximo.

Por lo tanto, se sentían tentadas a sustituir los difíciles imperativos del evangelio,

como arrepentimiento y justicia, por una forma de salvación fácil de comercializar.

Por ejemplo, de acuerdo a los expertos en iglecrecimiento, era necesario mantener

a la iglesia lejos de [121] los temas sociales controvertidos y minimizar las

obligaciones sobre los nuevos creyentes, para atraer a un máximo número de

conversos. Para apelar al espectro más amplio de donantes en los Estados Unidos,

las agencias paraeclesiales tendían a adoptar las posiciones más inofensivas y

ambiguas, al precio de no informar a sus patrocinadores sobre las realidades en el

campo.

Las implicaciones de la dependencia en las agencias norteamericanas fue

dramatizada por la crisis de la deuda latinoamericana. A pesar de que las

128

denominaciones latinoamericanas habían adoptado medidas para nacionalizar las

funciones misioneras, señalaba Al Hatch, ahora el colapso económico les

imposibilitaba mantener el financiamiento. O cesaba el programa o se retomaba a

la dependencia en fondos extranjeros. Mientras tanto, el poder adquisitivo del dólar

norteamericano, cada vez más fuerte sobre la devaluada moneda latinoamericana,

ampliaba la disparidad entre las instituciones extranjeras y las nacionales. Aunque

para las organizaciones norteamericanas era fácil ampliar su infraestructura, para

los evangélicos latinos era casi imposible aún organizar una conferencia –a menos

que estuviera financiada por los norteamericanos. Como resultado, más líderes

evangélicos decidieron que el Señor les estaba llamando para servir a los hispanos

en los Estados Unidos.{73}

Las multinacionales evangélicas no sólo desplegaban un formidable apetito

para aumentar su clientela; sino que también eran partidarios de ocultar sus

ambiciones en el discurso de la Gran Comisión. Como señalaron Samuel y Sugden,

siempre redefinían al evangelismo mundial, de forma que los requisitos para

llevarlo adelante siempre estaban fuera del alcance de las iglesias nacionales, por

lo cual éstas necesitaban de la intervención de las multinacionales. Si las iglesias

nacionales respondían a la necesidad en los términos de estas agencias, se

convertían en dependientes de los patrocinadores extranjeros en cuanto a la

tecnología. Una vez que la iglesia nacional era equipada para realizar la tarea en

los términos de las multinacionales, éstas últimas se adelantaban con nuevas

definiciones de la tarea.

Por lo tanto, para Samuel y Sugden, las llamadas para la misión mundial

sonaban sospechosamente a ofertas de venta para las mismas agencias

misioneras. En lugar de servir a las iglesias nacionales, como [122] afirmaban las

multinacionales, en realidad estaban persuadiendo a los cristianos del Tercer

Mundo de que necesitaban productos que únicamente las multinacionales podían

ofrecer. Al multiplicar la aparente necesidad de misiones extranjeras, y al asumir

que las nacionales no podían realizar la tarea por sí solas, afirmaban Samuel y

Sugden, las multinacionales estaban inventando justificaciones para dejar a un lado

a la iglesia nacional.{74}

Discusiones sobre los grupos de pueblos no-alcanzados eran un buen ejemplo.

La cifra de Ralph Winter de 16.750 «pueblos escondidos» resultó ser una táctica

publicitaria más que una estadística verídica. Pero de acuerdo al editor de

129

Evangelical Missions Quarterly, esta cifra impresionó a tantos evangélicos

norteamericanos mal informados que las misiones, presionadas por sus

patrocinadores para encontrar y evangelizar a los «pueblos escondidos», se

estaban quejando de «estadísticas oscuras y raras». {75} La idea era tan elástica

(«las enfermeras de Saint Louis, Missouri» habían sido declaradas como un

«pueblo escondido») que podía ser utilizada para justificar la intervención misionera

en cualquier lugar.

Todavía otro problema era cómo definir a los «no-alcanzados». ¿Qué hacer

con las muchas iglesias indígenas que se habían rebelado en contra de los

misioneros, que se habían vuelto heréticas y ahora eran inmunes al evangelismo

porque insistían en que su propia interpretación era la correcta? ¿Era alcanzadas o

no-alcanzadas?{76} Las distinciones entre cristianos «verdaderos» y «nominales» se

estaban realizando arbitrariamente. Mientras Peter Wagner aclamaba la afluencia

de los africanos hacia las iglesias independientes, algunas de las cuales

consideraban a sus líderes como mesías, en América Latina excluyó a todos los

católicos romanos de sus cálculos de iglecrecimiento. {77}

Los estrategas evangélicos expandieron, implacablemente, su definición de la

necesidad del trabajo misionero. Una reunión de Lausana decidió que los no-

alcanzados consistían en cualquier grupo social con un 20% o menos de cristianos,

lo que motivó quejas de que dicha definición incluía a todos afuera de las regiones

mas evangélicas de los Estados Unidos. {78} Hablando de manera general, los

entusiastas estaban ampliando el significado de «inalcanzable» desde «no-

tocados» hasta [123] «no-transformados». La simple transmisión del mensaje ya no

era suficiente; más bien, los evangelistas deberían continuar dirigiéndose a un

grupo aunque éste hubiese rechazado al cristianismo.

A pesar de los equívocos, la mayoría de las misiones adoptaron la lógica de los

pueblos escondidos. Su característica más fascinante era la forma en la que

expandían la necesidad de sus servicios. En cuanto al cargo de inventar

justificaciones para dejar a un lado a iglesias tercermundistas que no quisieron

colaborar, los ideólogos del movimiento no se disculpaban. En 1979, el Centro de

Investigaciones Avanzadas de Misiones afirmó que cualquier pretensión de ser la

iglesia nacional, con jurisdicción sobre las nuevas iniciativas misioneras, estaba

bloqueando la evangelización de cientos de pueblos no-alcanzados. {79}

130

Como política, las Asambleas de Dios se rehusaban a «sucumbir... frente a

intereses nacionalistas, los mismos que impedirían cumplir con la Gran Comisión».

Peter Wagner desacreditó la «hipersensibilidad hacia... el nacionalismo

eclesiástico».{80} Era verdad que algunas de las denominaciones protestantes más

establecidas no eran evangelistas vigorosas. Así como la estructura católico-

romana había sofocado la autonomía de las dependencias locales durante siglos,

señaló Willian Burrows, el someterse a la elite protestante en las capitales

latinoamericanas podría ahogar la evangelización de las bases. Los críticos

evangélicos de las misiones norteamericanas ¿deseaban en realidad la autoridad

centralizada en lugar del evangelismo independiente? {81}

No obstante, para los evangélicos preocupados por la influencia

estadounidense y por el surgimiento de la derecha religiosa, era fácil adivinar

motivos políticos dentro de las agencias paraeclesiales. ¿Qué tal si estaban

contribuyendo menos para el crecimiento de la iglesia que lo que obtenían de ésta,

utilizando los logros de los cristianos del Tercer Mundo para obtener dinero en los

Estados Unidos, luego gastarlo para subordinar a aquellos mismos cristianos para

sus propios planes? Tal vez estaban tratando de socavar los niveles intermedios de

liderazgo y de reemplazarlos con los suyos, para establecer un control directo de

los evangélicos latinoamericanos a través de personalidades de la farándula, como

los televangelistas.{82} Al aplicarla a algunas de las misiones más [124] antiguas y

más cautas, esta clase de especulación parecía paranoica e injusta, hasta que la

llegada de la derecha religiosa pareció confirmarla.

Notas

{72} Entrevista del autor, Quito, 15 de mayo de 1985.

{73} Al Hatch, «What's Coming in the Light of Current Money Squeeze», Pulse, abril de 1983, pp. 2-

4.

{74} Samuel y Sugden 1983.

{75} Reapsome 1984.

{76} El ejemplar de enero de 1985 de Missiology se dedica a esta pregunta.

{77} Alan Neely, reseña de Wagner 1983, International Bulletin of Missionary Research, julio de

1985, pp. 133-134.

131

{78} Wagner y Dayton 1981: 27. Dayton y Wilson 1983: 33.

{79} Citado por Samuel y Sugden 1983: 152.

{80} Wagner 1973: 97, 114.

{81} William R. Burrows, en Samuel y Sugden 1983: 156.

{82} George Pixley, citado en Mondragón 1983: 158-162.

El despertar evangélico en América Latina

Desde la revolución sandinista, afirmó Margaret Randall en 1982, surgieron en

Nicaragua más de noventa sectas nuevas, de naturaleza pseudo-religiosa. Estas

eran más perceptibles en los barrios pobres de las ciudades y cerca de la frontera

con Honduras, en donde la pobreza, la ignorancia y el analfabetismo volvían a las

personas vulnerables a la propaganda religiosa. Las sectas urgían a las personas a

no participar en el proceso revolucionario, no unirse a la milicia o a las

organizaciones comunitarias, no honrar a los símbolos sandinistas, no defender a la

revolución. Su presencia podía sentirse en casi todas las batallas entre sandinistas

y contrarrevolucionarios. Según Randall, incluso una investigación sumaria reveló

que recibían fondos de la Agencia Central de Inteligencia. {1}

Así es como la izquierda y la Iglesia Católica percibían al crecimiento

evangélico en América Latina. Alarmados por las irrupciones sectarias en sus

distritos, perplejos sin saber cómo responder, acusaron a los evangélicos de ser la

quinta columna del imperialismo estadounidense. En realidad, no existía una

prueba cierta de un financiamiento de la CIA, por lo menos hasta el momento. {*}

Apareciera o no tal prueba, existía un problema mayor: el ala derecha de las

misiones evangélicas se mostraba complacida de servir a Washington por su propia

cuenta. [126]

En la zona de guerra del norte de Nicaragua, a los sandinistas y a sus

partidarios les resultaba difícil comprender por qué, en un momento en el que los

pobres necesitaban defender sus logros de los Estados Unidos y de la

contrarrevolución, tantos pasaban sus noches aplaudiendo y cantando sin ningún

objetivo aparente. Para los gobernantes de la nueva sociedad socialista, era fácil

concluir que los adeptos evangélicos habían perdido la cabeza. En efecto, cuando

132

pregunté a algunos creyentes de Matagalpa sobre cuál era el nombre de su iglesia,

se inició un debate. Antes de que finalmente se pusieron de acuerdo sobre quiénes

eran –la Misión Pentecostal Unida en Nicaragua-Matagalpa– propusieron y

rechazaron cuatro apelaciones similares, aparentemente los nombres de otras

iglesias de la que había descendido la suya después de una serie de divisiones.

Matagalpa era el hogar del movimiento «tizón», un movimiento del Espíritu

Santo que empezó en las políticamente conservadoras Asambleas de Dios. Las

iglesias, según los líderes del movimiento, se habían convertido en algo así como

tizones quemados. Apagadas por lo mundano, necesitaban ser encendidas

nuevamente. Se decía que el movimiento empezó en 1983 o 1984, con la

resurrección de un soldado sandinista. Nadie sabía su nombre ni su paradero, pero

después de su partida se recibió el don de lenguas y hubo puesta de manos;

aquellos que estaban llenos del Espíritu Santo cayeron por tierra. El comité local de

pastores se rehusó a dar su respaldo: una razón fue que la imagen del tizón había

llegado por medio de una profecía y no por la Biblia. Pero el avivamiento seguía

propagándose en las montañas, y se decía que se había extendido hasta Cuba.

Mientras los evangélicos de Matagalpa reflexionaban sobre el significado de

estos eventos, éstos y sus pastores se encontraban al borde de un conflicto de

poder en la capital, entre dos grupos que decían representar a los protestantes de

Nicaragua. Uno era una agencia de desarrollo pandenominacional que trabajaba

con los sandinistas; el otro era una organización de liderazgo fundamentalista que

no quería nada con la revolución.{2}

Como algo típico de estos enfrentamientos eclesiásticos, cada sector acusaba

al otro de ser un frente político, un instrumento en la lucha por el poder. [127] Cada

uno sospechaba que el otro representaba a una conspiración internacional que

engañaba a los cristianos con una ideología falsa, manipulándolos hacia fines

profanos. Implícita en esta clase de intercambio se encontraba una denigración

compartida de la capacidad de los latinoamericanos para actuar por sí mismos.

Fuera de esta polémica estaba la forma cómo los movimientos religiosos surgían de

las experiencias populares, cómo expresaban los conflictos populares en nuevas

formas ambiguas, y cómo podían romper los esquemas que los pastores y los

políticos les imponían.

133

Para dar sentido a la efervescencia protestante en América Latina,

observadores han hablado de sucesivas «olas» de evangelismo. La primera, que se

inició en el siglo diecinueve, vino de las denominaciones históricas de América del

Norte. Sus misiones lideraron la lucha por la libertad religiosa en contra de la

Iglesia Católica, construyeron hospitales y escuelas, pero en general produjeron

solo pequeños enclaves de conversos. En una generación o dos, protestantes

como éstos tendían a surgir de las clases más bajas y a perder interés en el

evangelismo.

La segunda ola de evangelismo fue la fundamentalista. Consistía en misiones

de fe y denominaciones conservadores, que llegaron con la creencia de que las

agencias históricas no estaban a la altura de la Gran Comisión. Después de la

Segunda Guerra Mundial, estos grupos –como la Misión Centroamericana, la

Alianza Cristiana y Misionera, la Unión Misionera Evangélica, y la Misión

Latinoamericana– reemplazaron a las denominaciones históricas como columna

vertebral de las misiones protestantes. Pero estos grupos tendían a ser demasiado

rígidos para los latinoamericanos. Por ejemplo, se oponían a las formas

emocionales de cultos, y no permitían fácilmente que los conversos se encargaran

de sus propias iglesias. Como resultado, incluso estos evangélicos fervientes

lograron relativamente poco.

En los años sesenta, las dos clases de protestantismo habían sido superadas

por una tercera, el pentecostalismo. Los dos tercios de los protestantes

latinoamericanos eran pentecostales y dicha proporción había aumentando a tres

cuartos en los años ochenta.{3} Algunos de los cuerpos pentecostales más exitosos

eran misioneros en su origen –incluyendo las Asambleas de Dios (Springfield,

Missouri), la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee), [128] y la Iglesia del Evangelio

Cuadrangular (Los Angeles, California). Pero la mayoría eran desprendimientos de

iglesias misioneras lideradas por latinoamericanos. El protestantismo se estaba

convirtiendo en latinoamericano en dos formas, señaló Emilio Willems. La primera

era organizacional, en la forma de revueltas contra el control misionero. La segunda

era litúrgica y en menor grado doctrinal, en un cambio hacia las formas entusiastas

de culto características de los pentecostales, incluso entre los evangélicos que

decían no serlo.{4}

Uno de los resultados fue una explosión de grupos competitivos. Las iglesias

evangélicas han sufrido siempre divisiones, pero ahora la atomización parecía

134

intensificarse. Las agencias norteamericanas contribuían a esta situación a través

de dinero, personal e ideologías. De la gran división entre la corriente histórica y la

evangélica en los Estados Unidos, los conflictos se ramificaron hasta las iglesias

latinas, las que se polarizaron según nuevas líneas. Las agencias liberales y

evangélicas apoyaron a líderes rivales, agrandaron las diferencias, y trataron de

influenciar a las iglesias –principalmente pentecostales– en su propia dirección.

Enfatizando la expansión sobre cualquier otra consideración estaban las

agencias paraeclesiales norteamericanas y sus aliados latinoamericanos, hombres

cuyo tema favorito era la última técnica para vender el evangelio. Se oponía a ellos

un pequeño grupo radical, asociado con el Consejo Mundial de Iglesias, que

enfatizaba la necesidad de un cambio estructural –es decir, una revolución en

contra de la misma estructura de poder que, según los conservadores, era

ordenada por Dios. Desempeñando un papel ambiguo entre las dos primeras

tendencias se encontraba una tercera, dirigida por teólogos latinoamericanos que

criticaban tanto a la derecha como a la izquierda, pero que generalmente hablaban

en tonos suaves, para evitar ser acusados de liberalismo. Esta fue la confrontación

triangular de los años setenta, dentro de la cual irrumpió un cuarto grupo durante

los años ochenta, la derecha religiosa. Esta última consideraba a la guerra en

Centroamérica como algo que estaba en el orden del plan divino y empujaba a las

iglesias evangélicas hacia el frente.

Los conservadores del iglecrecimiento y de la derecha religiosa dominaban la

acción. Pero, como señaló Jean Pierre Bastián, los [129] deseos de los liderazgos

competitivos podrían tener poca influencia en las iglesias. Detectó una división

entre ciudad y campo, entre burocracias eclesiásticas urbanas e iglesias rurales,

las cuales, pensaba, escapaban de su control. {5} Se debía evitar que el lenguaje de

la salvación se refiriese demasiado directamente al aquí y al ahora.

Notas

{*} De acuerdo a Newsweek, 15 de junio de 1987, el arzobispo católico de Nicaragua, Miguel

Obando y Bravo, había recibido fondos de la CIA a través de un laberinto de frentes, de manera

que cada parte pudiera negar tener conocimiento de la identidad de la otra. (Para más detalles,

véase el Consejo en Asuntos Hemisféricos, Washington Report on the Hemisphere, 16 de marzo

de 1988. p. 5.)

{1} «Revolution and Religion in Nicaragua,» Guardian (New York), 15 de septiembre de 1982, p. 21.

135

{2} Entrevistas del autor, Matagalpa. Nicaragua, 14 de agosto de 1985.

{3} Read et al. 1969: 58; Bastián 1986: 14.

{4} Willems 1967: 104. Para una reseña histórica del protestantismo latinoamericano, véase Bastián

1986.

{5} Bastián 1984: 50-51, 63-64.

Adventistas, Mormones, Testigos

Un misionero conocía pocas aflicciones mayores que el ser confundido con otro

grupo al que él consideraba como una secta falsa; que, en el mismo aeropuerto en

donde encontraba a un solo nuevo asistente de los Estados Unidos, dejaba a una

docena de estos ayudantes; y esto era algo que estaba creciendo mucho más

rápido que su propia iglesia. A medida que los protestantes introducían la secta en

América Latina, otros disidentes seguían sus huellas. Los más numerosos eran los

pentecostales, con quienes otros evangélicos gradualmente se pusieron de

acuerdo. Pero las más visibles eran tres iglesias de los Estados Unidos, a las que

los evangélicos encontraban tan difíciles de aceptar que, en diversos grados, las

clasificaron como religiones distintas. Estas eran los Adventistas, los Testigos de

Jehová y los Mormones.

Durante la década de 1970, los Adventistas del Séptimo Día parecían ser la

iglesia no-católica más grande en México, Honduras, Costa Rica, Colombia,

Ecuador, Perú y Bolivia.{6} La iglesia creció tan rápidamente en América Latina y en

Africa que únicamente el 15% de sus 4,4 millones de miembros en 1984 eran

norteamericanos.{7} De acuerdo a un estudio de iglecrecimiento, una razón para su

éxito fue transferir el liderazgo hacia los neófitos. Otro era un programa médico y

educacional estrechamente ligado al evangelismo. {8} Para los campesinos que

deseaban una escuela para sus hijos, un profesor adventista con salario era un

aliciente poderoso; a cambio, él los organizaba en una congregación.

Los adventistas eran particularmente controvertibles debido a dos doctrinas

basadas en el Antiguo Testamento. La primera, que prohibía toda actividad

136

mundana el sábado, desorganizaba muchos días de trabajo comunitario. La

segunda, que prohibía comer cerdo y ciertos otros tipos de carne, fomentaba la

desnutrición cuando los neófitos carecían de otras fuentes proteínicas. Sin

embargo, idiosincrasias como éstas no impidieron [130] su crecimiento: en el Perú,

un grupo disidente conocido como los Israelitas llevaron dichas reglas aún más

lejos, hasta el punto de regresar a los sacrificios, barbas largas, y túnicas blancas

del sacerdocio aarónico. Identificando a la Amazonía como la Tierra Prometida, los

Israelitas fundaron colonias y para los años ochenta, rivalizaban en tamaño con las

denominaciones evangélicas más grandes. {9}

Regresando a los adventistas ortodoxos, su obsesión con la pureza ritual y con

el fin del mundo les dio un reputación autoritaria. Rechazaban como apóstatas a

otros fundamentalistas, quienes correspondían la opinión con el fundamento de que

los adventistas daban una importancia no-bíblica a las visiones de su fundadora, la

profeta Ellen G. White (1827-1915). No obstante, muchos adventistas deseaban ser

aceptados como cristianos evangélicos. Durante las décadas de 1960 y 1970,

surgió una tendencia más «bíblica», una que deseaba dejar a un lado las

enseñanzas adventistas si éstas contradecían las escrituras. A pesar de que ciertos

partidarios de esta tendencia fueron purgados, ésta ayudó a los adventistas a ganar

una medida de aceptación entre los evangélicos. {10}

En cuanto a los mormones y a los Testigos de Jehová, no tenían la menor

posibilidad de ser admitidos en la fraternidad evangélica, pero esto no evitaba que

los católicos les agrupasen a todos juntos. Según un estudio realizado en Costa

Rica, las dos clases de evangélicos más familiares para los católicos eran los

mormones y los Testigos, sugiriendo que éstos eran los más influyentes en formar

las percepciones que los católicos tenían de los protestantes. {11} Sin duda, esto se

debía a su asombrosa capacidad para visitar puerta a puerta, lo cual eran

censurado por otros evangélicos por la mala imagen que les proporcionaba. En

Costa Rica, un historiador evangélico se quejó de que los Testigos «acabaron con

la venta de literatura religiosa puerta a puerta debido a sus métodos rústicos y

descarados».{12} En cada país que visité hace algún tiempo, pensé haber visto al

mismo par de norteamericanos altos y jóvenes, vestidos con trajes oscuros con sus

nombres en el pecho, dando pasos largos uno junto al otro en la calle. Estas

apariciones eran misioneros mormones, y solo unos pocos de los treinta mil que

pasan dos años de sus vidas yendo de puerta en puerta alrededor del mundo. [131]

137

Debido a la reciente fundación del mormonismo –formalmente la Iglesia de

Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días (LDS)– sus afirmaciones

sobrenaturales han sido sujetas a pruebas y revelaciones históricas en un grado

mucho mayor que el cristianismo ortodoxo, debido a los orígenes más distantes de

este último. El fundador de la iglesia, Joseph Smith (1805-1844), creció en una

parte de la frontera norteamericana conocida como el «distrito quemado» por sus

incesantes avivamientos. La mofa comenzó después de que Smith informó que un

ángel lo había visitado y lo había dirigido hacia una serie de tablas de oro

enterradas cerca de Palmyra, Nueva York. En las tablas se encontraban las

escrituras de la nueva fe, el Libro de Mormón. De acuerdo a este libro –que tenía

cierta semejanza con la Biblia del Rey Jaime y otros trabajos religiosos populares a

principios del siglo diecinueve– las tribus perdidas de Israel llegaron a América

alrededor del año 600 A.C., fueron visitadas por Cristo en el año 34 D.C., y

subsecuentemente se convirtieron en indígenas americanos. {13}

Después del asesinato de Smith, sus seguidores fueron perseguidos hasta el

otro lado de los Estados Unidos, hacia su inhóspito Zion, el Gran Lago Salado, en

donde erigieron uno de los grandes experimentos utópicos del siglo diecinueve.

Desde entonces, mucho ha cambiado: el comunalismo de los primeros años abrió

paso al capitalismo; la poligamia se abandonó para convertirse en estado de los

Estados Unidos; y en 1978 a los hombres negros, previamente excluidos del

sacerdocio por llevar la marca de Caín, se les concedió la igualdad. Lo que no

cambió fue el énfasis de la iglesia sobre la autoridad patriarcal, el trabajo duro, y la

unidad familiar.

A finales de los años setenta, los valores de los mormones atrajeron a la

derecha religiosa en su búsqueda de una nueva «mayoría moral». Entre otras

cosas, la derecha religiosa admiraba la estrecha alianza entre iglesia y estado en el

fuertemente mormón estado de Utah. {14} Pero muchos fundamentalistas no querían

tener nada que ver con los mormones por sus doctrinas tan heterodoxas. También

temían sus tasas de crecimiento, las más altas de las principales denominaciones

norteamericanas. Para 1985, con 3,8 millones de miembros en los Estados Unidos

y otros 2 millones en el extranjero, los logros de la iglesia en el sur [132] de los

Estados Unidos provocó una reacción fuerte por parte de los Bautistas. {15}

En América Latina, las tasas de crecimiento mormón eran incluso superiores, y

fomentaban la misma clase de reacción evangélica. «Un templo de la oscuridad se

138

abrió el mes pasado en Guatemala», informó Gospel Outreach sobre una

ceremonia mormona.{16} El primer templo mormón en América Latina –algo así

como una catedral católica en significado ritual– no fue abierto hasta 1978. Pero a

mediados de la década siguiente, siete más fueron consagrados. Desde 1965 hasta

1975, la membrecía latinoamericana se triplicó a 337.000. Durante la década

siguiente ascendió a 1,2 millones, con las más grandes concentraciones en México,

Brasil, Chile, Argentina y Perú.

A pesar de la esperanza de que los indígenas americanos de ascendencia

israelita están predispuestos a sus enseñanzas, la iglesia tiende a encontrar sus

neófitos en otros lugares, como entre los habitantes urbanos en ascenso. {17}

Aparentemente, el evangelismo de puerta a puerta no es muy productivo, pero el

reclutamiento por las redes sociales de los ya convertidos sí lo es. {18}

Sociológicamente, los mormones latinoamericanos son difíciles de distinguir de los

evangélicos más ortodoxos. Pero se dice que sus fenomenales estadísticas de

crecimiento han sido exageradas por la competencia entre las diócesis mormonas

(llamadas «stakes») y la presión para llenar cuotas. En Oxapampa, Perú, una

pareja que me contó eran mormones trabajaban como cantineros.

Aún así, su esfuerzo misionero es impresionante. En Colombia, otros

evangélicos acusaron a los mormones de alarmar a las autoridades al solicitar

quinientas visas a la vez, hasta el punto de que éstas llegaron a restringirlas. {19} En

toda América Latina, 8.136 misioneros estaban sirviendo en 1985 –únicamente un

27% menos que los 11.196 misioneros protestantes no mormones de América del

Norte.{20} Tal vez debido a los informes de que los reclutadores de la CIA favorecían

a antiguos misioneros mormones por su patriotismo, por su estricta moralidad, y por

su experiencia en ultramar,{21} la iglesia atrajo una cuota de persecución mayor a la

acostumbrada. En Chile los lugares de reunión fueron el blanco de veinte y dos

ataques de bombas y de incendios premeditados en dieciséis meses. Los

perpetradores dejaron panfletos acusando a los [133] mormones de ser agentes del

imperialismo yanqui.{22} No obstante, el conservadorismo político de la iglesia no

protegía a miembros de la misma clase de represión experimentada por otros

latinoamericanos. En Guatemala, un líder laboral asesinado en 1980 por los

escuadrones de la muerte era un obispo mormón. {23}

El segundo gran paria del cristianismo evangélico en América Latina eran los

Testigos de Jehová. Su fundador Charles Taze Russell calculó que el mesías

139

regresaría a la tierra en 1914. Tras muchos años de desilusión y varias

predicciones pospuestas –incluyendo la de 1975 y la del 2 de octubre de 1984– el

liderazgo se encontraba luchando contra una nueva herejía. Era que el mesías

había regresado en la persona del cantante Michael Jackson, que fue criado como

Testigo y que decía seguir siéndolo todavía. {24}

Incluso más que los Mormones, los Testigos debían su omnipresencia no a los

vastos números –en 1982 afirmaban tener 2,4 millones de miembros alrededor del

mundo, de los cuales 392.000 estaban en América Latina– sino al evangelismo

compulsivo. Se espera que cada miembro pase gran parte de su vida golpeando las

puertas y distribuyendo las publicaciones de su casa editorial «Atalaya». De

acuerdo a las estadísticas celosamente mantenidas por el grupo, solo 172.859

miembros dedicaron al evangelismo un total de 384.856.662 horas únicamente en

1981. Unas 2.000 a 3.000 horas se dedicaban para cada neófito bautizado, en

contraste con la proporción mormona de unas 710 horas para cada bautismo. Al

golpear en tantas puertas –un promedio de unas 740 por cada bautismo de acuerdo

a unos cálculos de 1976– los Testigos encontraban a personas que enfrentaban

crisis y no tenían a nadie a quien acudir. Ellos ofrecían a los afligidos un hombro en

el cual apoyarse, luego los estimulaban a identificar al «mundo» como el origen de

sus problemas, y a tomar refugio en su grupo sectario. Los críticos acusaban a los

Testigos de volver a los neófitos demasiado dependientes de ellos. Sin embargo,

introducían un cierto orden a sus desorganizadas vidas.

En cualquier lugar que surgían los «salones del reino» de los Testigos,

atravesaban una época de dificultades con las autoridades. Una razón era el

rechazo de éstos a aceptar transfusiones sanguíneas, basándose en una

prohibición del Antiguo Testamento de comer sangre. [134] Pero el asunto principal

era su rechazo a saludar a las banderas nacionales, a cantar himnos naciones, al

votar, o a someterse a la conscripción militar porque consideraban a dichas

actividades como formas de idolatría. «Creemos que el nacionalismo es una

perversión de la lealtad a Dios», me dijo un miembro. En los Estados Unidos, esta

posición condujo a decisiones judiciales ampliando el derecho a la libertad de

conciencia. En veinte y ocho países esto le significó su interdicción (1982). A

finales de los años setenta, el gobierno militar de Argentina prohibió a los Testigos

realizar cultos en público, una medida que fue derogada después de un tiempo. En

1980, Fidel Castro envió a muchos de sus miembros en las embarcaciones

140

«Mariel» hacia la Florida. Parecían estar creciendo más rápidamente en América

Latina que en cualquier otro lugar.{25}

Notas

{6} Johnstone 1982.

{7} George Colvin, «Adventists Balance Gains, Challenges,» Christian Century, 14 de agosto de

1985, pp. 738-739.

{8} Read et al. 1969: 58-60,109-111.

{9} Read et al. 1969: 114 y K. D. Scott 1985.

{10} Joan Craven, «The Wall of Adventism», Christianity Today, 19 de octubre de 1984, pp. 20-25.

{11} Molina Saborío 1984: 12,16.

{12} Nelson 1963: 129.

{13} David Brion Davis, «Secrets of the Mormons», New York Review of Books, 15 de agosto de

1985, pp. 15-20.

{14} Ralph C. Chandler, «The Fundamentalist Heritage of the New Christian Right», en Bromley y

Shupe 1984: 52-53.

{15} Kenneth L. Woodward, «Bible-Belt Confrontation», Newsweek, 4 de marzo de 1985, pp. 65-66.

{16} Frontline Report (Eureka, California: International Love Lift) 10(2), 1985.

{17} Beekman 1972: 3, 5, 7.

{18} Albrecht y Rogers 1987: 9.

{19} James C. Hefley, «In Bogotá, a Banquet of Hope», Christianity Today, 18 de noviembre de

1977, pp. 44-46.

{20} Número de misioneros mormones proporcionado por Don Le Fevre, Comunicaciones Públicas

de los Santos de los Ultimos Días, Salt Lake City, mayo de 1986. Número de misioneros

protestantes no mormones de S. Wilson y Siewert 1986: 584.

{21} Heinerman y Shupe 1985: 162-168.

{22} El Nuevo Diario, 2 de agosto de 1985, p. 3.

141

{23} «Guatemalan Journalists in Exile», Guatemala (Oakland, Guatemala News and Information

Bureau), mayo-junio de 1984, p. 3.

{24} Religious News Service, «Do Jehovahs Witnesses Still Hold to Their 1984 Doomsday

Deadline?», Christianity Today, 21 de septiembre de 1984, pp. 66-67; Marvin Millis, «Watchtower

World View», Christianity Today, 22 de noviembre de 1985, pp. 43-44; Arthur Jones, «Michaels

'Victory Tour' Spawns Cult», National Catholic Reporter, 14 de diciembre de 1984, p. 4.

{25} Estadísticas de Mike Creswell, «Jehovah's Witnesses: Challenge on the Mission Field»,

Commission, enero de 1984, pp. 45-55; Ruth Tucker, «Foreign Missionaries with a False

Message», Evangelical Missions Quarterly, octubre de 1984, pp. 332-334.

 

Las Asambleas de Dios en el Brasil

A menudo se pensaba que los pentecostales eran independientes de la

influencia misionera, y muchos lo eran. Pero el gigante de las denominaciones

pentecostales latinoamericanas eran las Asambleas de Dios, con base en

Springfield, Missouri. En 1984, los 9,9 millones de sus 12,9 millones de «miembros

y adherentes» fuera de los Estados Unidos estaban en América Latina. Aquella

cifra de 9,9 millones era 2,1 millones más alta que la cifra de 1983 –un 27% de

incremento– y supuestamente no incluía a los niños que todavía tenían que ser

bautizados. Con 67.375 ministros sirviendo a 81.836 iglesias y otros 25.715

estudiantes entrenándose para el ministerio en 145 escuelas bíblicas, las

Asambleas se responsabilizaban por uno de cada cuatro evangélicos en América

Latina. Más de seis millones de éstos estaban en Brasil, en donde las Asambleas

decían tener más de la mitad de los protestantes del país. {26}

El origen de las Asambleas en Brasil se remonta a dos suecos quienes, en el

avivamiento pentecostal de 1902 en South Bend, Indiana, recibieron la profecía de

que tenían que realizar grandes obras para el Señor en un lugar llamado Pará. En

la biblioteca pública localizaron al estado brasileño que lleva este nombre,

reservaron pasajes de tercera clase en un buque de carga, y llegaron a su destino

sin dinero y con vestimenta de lana. Cuando aprendieron el suficiente portugués

como para [135] predicar en una iglesia bautista local, sus sermones la dividieron

en dos, marcando el inicio de la denominación evangélica más grande en América

Latina.{27} Desde 1934 hasta 1964, descubrió William Read, las Asambleas del

142

Brasil habían crecido aproximadamente en un 23% al año. Desde 1949 hasta 1962,

casi se quintuplicaron.{28}

Las Asambleas recibieron su primer gran empuje en el noreste, una región

seca y conflictiva conocida por sus movimientos mesiánicos. En 1964, Donald Curry

encontró una congregación de las Asambleas que había descendido a través de

varios mesías desde Antonio Conselheiro, el profeta de Canudos, recordado por

Euclides da Cunha en su obra clásica Os Sertões y por Mario Vargas Llosa en La

Guerra del Fin del Mundo. El liderazgo carismático de la región estaba íntimamente

conectado con las migraciones de los pobres, observó Curry. Al igual que muchos

brasileños que huían de las épocas difíciles en busca de trabajo, los visionarios

religiosos se trasladaban a menudo de un lugar a otro.

En el caso de la antes mencionada congregación de las Asambleas de Dios, un

profeta católico local que pretendía encarnar a figuras mesiánicas del pasado había

reunido a inmigrantes a su alrededor en un gran asentamiento. Un profeta más

reciente había ocasionado una división que resultó en un nuevo asentamiento, el

mismo que, a la larga, ingresó en las Asambleas de Dios. En cada caso, las

comunidades organizadas alrededor de figuras proféticas proveyeron jornaleros

para los dueños de plantaciones y votos para los políticos. Se convirtieron, también,

en tambos para la inmigración hacia las ciudades.

Según los investigadores, la mayoría de los pentecostales urbanos se

convertían en poblados centrados alrededor de una capilla. «He transformado a los

pastores de aquellas grandes iglesias [urbanas] en hombres ricos con los neófitos

que les he enviado», dijo a Curry un pastor del sector rural. «Estimo que

únicamente en los últimos diez años, no menos de unas 10.000 personas se han

convertido en creyentes en las pequeñas iglesias bajo mi jurisdicción y se han

trasladado a otro lugar.» Como un misionero había observado en 1910, se estaba

evangelizando al Brasil «no desde la costa hacia el interior, sino desde el interior

hacia la costa».{29} [136]

De esta forma, las Asambleas aprendieron a pescar en los ríos de la migración

rural-urbana a lo largo del Brasil. Después de fundar las iglesias en los pueblos, las

extendían a la región circundante y cosechaban abundantemente del flujo

migratorio. La gente pobre se sentía en casa en los servicios informales y rítmicos.

Cuando iban a ciudades extrañas, las iglesias hermanas les daban un parentesco

143

ficticio y les servían como una agencia de referencia. Ayudados por un estricto

código moral y por fervientes exhortaciones para mejorar, muchos miembros

pobres y sus hijos lograron ascender en la estructura social.

Una segunda razón para el éxito de las Asambleas fue su expectativa de que

cada miembro evangelizara. En lugar de fundar instituciones que no generaban

conversos, las Asambleas producían ejércitos de predicadores al aire libre,

profesores y diáconos para las escuelas dominicales, quienes a su vez organizaban

satélites de su inmensa «iglesia madre» en cada barrio y comunidad a su alcance.

La idea de que, inspirada por el Espíritu Santo, la gente común y corriente es capaz

de liderazgo es característica de todo el auge pentecostal. Un misionero no

pentecostal me dijo: «Teóricamente, esto ocurre en cada iglesia evangélica, pero

entre los pentecostales realmente se la practica. Se persuade a la gente común

para dirigir la oración del miércoles en la noche y, a pesar de que piensan que no

pueden hacerlo, lo hacen.»{30}

Una tercera razón para el éxito de las Asambleas fue la transferencia de

liderazgo a los latinoamericanos.{31} No está claro si esto fue intencional o

accidental, una consecuencia del rápido crecimiento que superaba a la capacidad

de la misión para supervisar. Pero sin mucho subsidio de los Estados Unidos, los

pastores brasileños se vieron forzados a encontrar a suficientes creyentes como

para mantenerse a sí mismos. Eso les mantuvo alerta de las áreas más receptivas

y fomentó un énfasis en el deber de los creyentes de pagar el diezmo al Señor, es

decir, al pastor. El rápido crecimiento de las Asambleas determinó una cada vez

mayor dependencia en el liderazgo local, a tal punto que, para 1962, en el Brasil

existían únicamente ocho parejas de misioneros norteamericanos para un millón de

adherentes.{32}

Sin embargo, la oficina central en Springfield y sus 328 misioneros en América

Latina continuaban ejerciendo influencia. Cuando hablé [137] con los pastores

nicaragüenses expulsados de las Asambleas por su apoyo a la revolución

sandinista, éstos describieron varias solicitudes provenientes de Springfield –

suspender a un pastor pro-sandinista de gira por las iglesias norteamericanas,

perdonar a un líder anti-sandinista que había caído en un escándalo financiero–

que fueron honradas por los líderes de la iglesia nacional.

144

El presupuesto latinoamericano de la misión, de 15,9 millones de dólares en

1984, para proyectos especiales como campañas y nuevas escuelas bíblicas, fue

ciertamente un factor de dependencia. {33} Otro fue la reverencia con la que muchos

pastores de las Asambleas consideraban a sus mentores norteamericanos, ya que

una virtud de la que no podían hacer alarde las Asambleas era la democracia. La

organización era autoritaria, la personificación del patriarcado, en el cual las

congregaciones locales dependían de las iglesias madres para toda instrucción. {34}

Aún después de que se les concedió la independencia a las iglesias nacionales, la

cadena de autoridad todavía se remontaba a Springfield. También lo hacían los

resentimientos ocultos por el nivel de vida superior de los misioneros, su imposición

de reglas, y sus intervenciones políticas.

Una persona podría tomar una decisión individual de unirse a las Asambleas,

observó Judith Hoffnagel en Pernambuco, Brasil, pero para permanecer en el grupo

se necesitaba una total sumisión a la autoridad. En una institución de mentalidad

legalista como ésta, los chismes eran una forma efectiva de control social,

especialmente cuando llegaba a las autoridades de la iglesia y éstas llamaban a los

miembros para rendir cuentas.{35} Como señaló Emilio Willems, la denominación

podría enfatizar «la primacía de los laicos» como una reacción a la tradición

católica, pero sus pastores también tendían a imitar a la tradición católica, al asumir

la actitud de obispos.

El pastor presidente de una «iglesia madre» era una figura imponente, incluso

el objeto de veneración debido a su autoridad carismática. «Es impresionante

observar la preocupación y la reverencia que la gente demuestra al pastor»,

escribió un observador. «Hacen todo por él. Aparte de la ayuda financiera, los

miembros de la iglesia le traen carne, fruta y vegetales. Su mesa es generalmente

abundante. Este entretiene a sus invitados pródigamente y nunca niega ayuda a un

miembro en necesidad. [138] Pero se debe enfatizar que un pastor controla todo,

tanto las finanzas como todas las demás actividades. Nada se realiza sin su

consentimiento.»{36}

Un pastor como tal descendía, claramente, de la figura de un patrón en un

modo de producción tributario. Era un personaje político así como religioso,

concebido como el padre de su gente, a quien debían sus excedentes por orden

divina, pero quien generosamente daría de sus reservas en época de necesidad. {37}

En iglesias como ésta, la incertidumbre y el sufrimiento del desarrollo capitalista

145

para el pobre parecían generar no una protesta en contra del statu quo, sino una

forma renovada de la organización social tradicional. {38}

Las Asambleas no estaban libres de rivalidades internas. Los pastores

presidentes de las diferentes iglesias madres con frecuencia competían por el

territorio periférico estableciendo congregaciones satélites una al lado de la otra. En

una calle de Brasil, me dijo un oficial de las Asambleas, que tres satélites de

diferentes iglesias madres estaban compitiendo entre sí con altavoces. {39} Debido a

que los pastores presidentes designaban a sus sub-pastores y sucesores, la única

forma de descentralizar una iglesia o de cambiar su liderazgo podía ser a través de

la rebelión.{40}

No pasó mucho tiempo hasta que los políticos se dieran cuenta de que los

pastores presidentes podían realizar milagros de naturaleza temporal, de la misma

forma que el patrón tradicional o hacendado. Como el amo y señor de una

comunidad cerrada, el pastor presidente se convertía en el intermediario en la

economía política del cacicazgo o patronazgo. {41} Este fue el origen de la famosa

dualidad en las actitudes políticas de las Asambleas, frecuentemente interpretadas

como hipócritas. Por un lado, como predicadores de la separación del mundo, los

líderes decían no tener interés en la política. Por otro lado, como pastores de

grandes rebaños, exigían a sus seguidores obediencia al gobierno por ser éste

ordenado por Dios, desalentaban la disensión política, y generalmente se

comportaban como baluartes del statu quo.

Así, en 1974 Hoffnagel descubrió que al noreste del Brasil los líderes de las

Asambleas estaban empujando a sus miembros a votar por [139] los candidatos de

una dictadura militar. Para asegurar un voto en bloque, el partido gobernante tenía

cuidado en escoger a algunos candidatos de entre las Asambleas, cada uno sujeto

a la aprobación del pastor. Al igual que otros pastores evangélicos «apolíticos» en

América Latina, los líderes de las Asambleas se estaban uniendo a los aparatos

políticos para obtener permisos de construcción y de manifestación, mejoras en los

barrios y empleos gubernamentales para sus miembros. {42}

Notas

{26} Estadísticas de la División de Misiones Extranjeras de las Asambleas de Dios, 1984 Annual

Report y 1985 Annual Report.

146

{27} Read 1965: 121; C. P. Wagner 1973: 23-24.

{28} Read 1965: 121, 126.

{29} Curry 1970: 435-438.

{30} Paul Pretiz, Misión Latinoamericana, San José, Costa Rica, 9 de julio de 1985.

{31} Menzies 1971: 252-253.

{32} Read 1965:130-142.

{33} División de Misiones Extranjeras de las Asambleas de Dios, 1985 Annual Report, p. 23.

{34} Huntington y Domínguez 1984: 18.

{35} Judith Chambliss Hoffnagel, «Pentecostalism: A Revolutionary or Conservative Movernent?»

en Glazier 1980: 111-123.

{36} David Brackenridge, citado en C. P. Wagner 1973: 101.

{37} Wolf 1982: 83.

{38} Hoffnagel, en Glazier 1980:121.

{39} Entrevista telefónica del autor a Ronald Iwasko, Asambleas de Dios, Springfield, Missouri, 28

de octubre de 1986.

{40} Willems 1967: 113-117; Read 1965: 170-171, 212.

{41} Curry 1968:1-2; Lalive d'Epinay 1969: 130.

{42} Hoffnagel, en Glazier 1980: 118-120. Para sociologías detalladas de las iglesias pentecostales

en Chile y Brasil, véase Willems 1967 y Lalive d'Epinay 1969. Para una explicación evangélica

de por qué las iglesias pentecostales estaban creciendo más rápidamente que las no

pentecostales, véase C. P. Wagner 1973.

El pentecostalismo como un choque de poder

Para una izquierda acostumbrada a tratar con fabricaciones baratas de

dictaduras, era difícil contrarrestar la influencia de ideólogos anticomunistas

147

imbuidos con carisma, hombres que decían estar llenos del Espíritu Santo y que

convencían a multitudes de que podían realizar milagros. El caso más conocido de

apoyo pentecostal a una dictadura de derecha ocurrió en Chile, en donde los

pentecostales conformaban más de cuatro quintos de la población evangélica. {43}

Algunos años antes, en 1960, Emilio Willems encontró que los pentecostales

chilenos se mantenían alejados de la política a menos que los líderes de las sectas

les exhortaran a involucrarse, tal vez en nombre de defender la libertad religiosa. {44}

Pero bajo la presidencia de Salvador Allende (1970-1973), las iglesias se dividieron

por el intento del régimen para instituir el socialismo. Numerosos pentecostales

respondieron a sus intereses de clase y apoyaron al programa revolucionario. Sin

embargo, los pastores temían que sus seguidores estuvieran siendo seducidos a

dejar la iglesia.{45}

Este fue el contexto en el que se dijo que los líderes evangélicos habían

organizado reuniones secretas para orar por la liberación divina. Estos aclamaron

como un acto de Dios el golpe militar de septiembre de 1973, el cual llevó al

asesinato de Allende y de miles de sus colaboradores. «El pronunciamiento de

nuestras Fuerzas Armadas en el proceso histórico de nuestro país», declararon un

año más tarde los líderes de treinta y dos principales denominaciones

pentecostales, «fue la respuesta de Dios a las oraciones de todos los creyentes

que reconocían que el Marxismo era la expresión del poder satánico de la

oscuridad... Nosotros, los evangélicos... reconocemos como la máxima autoridad

de nuestro país a la junta militar, la misma que, en respuesta a nuestras oraciones,

nos liberó del marxismo».{46} [140]

En agradecimiento al apoyo pentecostal, el nuevo dictador, General Augusto

Pinochet, se convirtió en patrocinador de la denominación protestante más grande

del país, la Iglesia Pentecostal Metodista. {47} Un milagro reportado por la iglesia bajo

el régimen de Pinochet fue oral en naturaleza. Debido a que los pentecostales

Metodistas eran pobres y no podían cubrir el cuidado dental, un profesor de la

Escuela Fuller de Misión Mundial explicó: «rezan y reciben nuevas calzas en sus

bocas. Las calzas parecen crecer durante la noche o durante un período de tiempo,

pero aparecen, y no son colocadas por ningún dentista. Generalmente, ésta es la

primera cosa que se enseña a los visitantes extranjeros, un grupo de jóvenes

desfilando con sus bocas abiertas.»{48}

148

Sea cual sea su opinión sobre los milagros –informes similares emanaron de

las campañas de Jorge Raschke, de las Asambleas de Dios en El Salvador {49}–

éstos nos deben recordar la tremenda demanda de ayuda mágica para la aflicción.

Frecuentemente, los espíritus del mal son los términos con los que la gente pobre y

la no tan pobre comprende sus dificultades. Esto explica por qué al trastorno social

causado por el desarrollo capitalista se le puede atribuir la multiplicación de

espíritus del mal, y por qué la marcha del «progreso» durante los últimos siglos ha

incrementado la demanda de exorcismo. En cuanto al pentecostalismo, ésta es la

principal postura del cristianismo para vencer o, como dicen los sanadores por la fe,

para «increpar» a las nubes de demonios que están infestando al planeta.

La erupción del fenómeno pentecostal en muchas culturas ha llevado a los

estudiosos a proponer un «complejo pentecostal», el cual es altamente adaptable a

las circunstancias locales.{50} En América Latina, los movimientos pentecostales

obviamente canalizan la religiosidad popular del catolicismo popular. Como lo

señala Karl Wilhelm Westmeier en un estudio sobre las iglesias de Bogotá,

Colombia, el pentecostalismo expresa las tradiciones populares de la intoxicación

santa, la unidad mística con lo divino y la curación milagrosa, que hasta

recientemente se consideraban como católicas. Westmeier escribe que, para los

pobres en un medio riguroso como el de Bogotá, el éxtasis generado por los ritos

pentecostales «funde el... mundo de las realidades cambiantes y de la

desenfrenada incertidumbre en un todo cohesivo, experimentado como la

certidumbre absoluta».{51} [141]

A lo largo de América Latina, en lugar de rezar a la Virgen o acudir a un

curandero, los pentecostales oran por la salvación del Espíritu Santo. En México,

un país de fuerte herencia indígena, muchos pastores rurales son ex-shamanes

quienes, en efecto, continúan vaticinando y curando bajo la nueva religión, como

una fuente más efectiva de poder y de legitimación. {52} De acuerdo a Frederick

Conway, el saneamiento pentecostal en Haití tiende a validar la creencia en el

«vudú» y representa «una innovación dentro del sistema tradicional de creencia en

lugar de ser una reestructuración de la misma». {53}

Desde un punto de vista ortodoxo, la curación por la fe y la profecía son

ambiguas y arriesgadas. Estos fenómenos son tan comunes en otras tradiciones

que no son necesariamente cristianos. Aún si los informes de milagros son

verdaderos, ¿son estos el trabajo del Señor o del demonio, son demostraciones de

149

poder cristiano o de brujería? Sea como fuere, cuando los neófitos interpretan al

cristianismo como una forma superior de magia, están llevando su creencia

tradicional en la magia hacia la nueva religión. Aquello significa que pueden ser

llevados por el siguiente obrador de milagros que pase por la calle, aunque éste

sea un pagano a rabiar.

Estas eran las clases de preguntas que los misioneros escépticos realizaban

sobre «signos y milagros», un sector del movimiento de iglecrecimiento que

enfatizaba la importancia del armamento pentecostal para el «choque de poder». El

choque de poder es una crisis, tal como la confrontación entre un misionero y un

chaman frente a un paciente al borde de la muerte, en la que el cristiano trata de

probar que su religión es más fuerte que la tradicional. En ciertas oportunidades,

esto no es tan difícil, especialmente cuando el cristianismo está acompañado por el

poder de la palabra impresa, las armas o los antibióticos. Pero cuando la nueva

religión no logra solucionar los problemas básicos y más bien los provoca nuevos,

entonces es fácil desacreditarla. En la Escuela Fuller de Misión Mundial, la reacción

contra «signos y milagros» llegó hasta tal punto que la escuela discontinuó su curso

sobre el tema.{54}

Incluso en el Brasil, en donde el pentecostalismo parecía tener tanto éxito,

existían dudas sobre si estaba a la altura de su tarea. {55} A pesar del rápido

crecimiento de los pentecostales brasileños, para la [142] mayoría de los 10 a 13

millones de protestantes del país, formas de espiritismo como la religión Umbanda

habían crecido mucho más rápido y estaban absorbiendo a un número mayor de

brasileños.{56}

De acuerdo a Gary Howe, las transacciones típicas de Umbanda, como los

contratos ad hoc con el poder mágico, reflejan la clase de lazos que mantienen

unida a la sociedad brasileña, el favor personal o «arreglo» que el patrón concede a

su cliente dependiente. En contraste, el protestantismo trata de internalizar la

responsabilidad personal, de establecer reglas éticas universales y de centralizar el

poder espiritual en una sola divinidad, en una forma que asume el estado

burocrático racional. Si ese estado burocrático racional es realmente una ficción en

la realidad de patronazgo de la sociedad brasileña, afirma Howe, entonces tal vez

el pentecostalismo es una vanguardia marginal y aislada.

150

A juzgar por los estudios que identifican a los neófitos del pentecostalismo

como a los desconectados y sin raíces, éste estaba conformado por aquellos cuyas

redes familiares se habían desintegrado y que, por consiguiente, habían perdido

gran parte de la infraestructura social necesaria para sobrevivir en el saturante

clientelismo de la vida brasileña. A pesar de que las iglesias pentecostales podían

dar a sus miembros una nueva comunidad, ésta era, posiblemente, una comunidad

alejada de la sociedad brasileña.{57} Cuando los expertos de iglecrecimiento

alababan a la curación por la fe como su puerta abierta al Brasil, ésta era, tal vez,

la única forma de impedir que se cierre la puerta.

Notas

{43} Read et al, 1969: 102.

{44} Willems 1967: 228.

{45} Para un resumen de las alternativas políticas del pentecostalismo chileno, véase Lalive

d'Epinay 1983.

{46} Hefley y Hefley 1981: 554-57; Barrett 1982: 228.

{47} «Chile's Junta Courts the Once-Spumed Protestants», Christianity Today, 4 de septiembre de

1981, p. 59.

{48} Wimber 1984: sección 7, p. 7.

{49} Garry Parker, «Evangelicals Bloom Brightly amid El Salvador's Wasteland of Violence»,

Christianity Today, 8 de mayo de 1981, pp. 34-35.

{50} Thomas Chordas, «Catholic Pentecostalism», en Glazier 1980:166. El ejemplar de enero de

1985 de Missiology se concentra en estos fenómenos.

{51} Westmeier 1986: 22.

{52} Bastian 1984: 64.

{53} Frederick Conway, «Pentecostalism in Haiti», en Glazier 1980: 7-25.

{54} Glasser 1986: 413-415; Stafford 1986: 19-20.

{55} John Maust, «By the Light of the Orninous Moon», Latin America Evangelist, octubre-diciembre

de 1985. pp. 4-9.

151

{56} K. D. Scott 1985:46. Cálculo del número de protestantes de Vittorio Bacchetta, «Brazils

Diverse Protestant Groups United in Conservative Social Role», Latinamerica Press, 5 de

diciembre de 1985, pp. 5-6.

{57} Gary Nigel Howe, «Capitalism and Religion at the Periphery», en Glazier 1980: 125-141. Véase

también Fry 1978.

El pentecostalismo como conformidad y protesta

Los sueños de los pentecostales para un nuevo reino y una nueva tierra con

frecuencia parecían contribuir a preservar el antiguo. En un estudio realizado en

1966, sobre dos barrios pobres en la capital de Guatemala, Bryan Roberts encontró

que los pentecostales y otros evangélicos habían llegado en busca de un refugio de

las condiciones duras en las áreas rurales. Ellos explicaban sus muchos infortunios

en términos de la sucesión de desastres apocalípticos que estaba atravesando el

mundo. Mientras tanto, trataban de mejorar su situación con cierto éxito. El

abandonar los vicios y mantener una estrecha vida congregacional proporcionó a

los protestantes una mayor seguridad económica [143] y estabilidad familiar que la

de muchos de sus vecinos católicos. Sin embargo, debido a que las actividades

eclesiásticas consumían del 15 al 20% de sus ingresos, no parecían estar en mejor

situación económica que los católicos. Aquellos protestantes que progresaban

parecían hacerlo a través de contactos con no-evangélicos. Mientras más

prósperos eran, tendían a ser menos activos en la iglesia, como si no desearan

pagar el diezmo sobre sus nuevas ganancias.

Los evangélicos de estos barrios pobres condenaban más abiertamente el

orden social guatemalteco que los católicos, pero no querían rebelarse en su

contra. Un converso narró su lucha de toda la vida contra soldados y terratenientes.

Pero también daba gracias a Dios por ayudarlo a darse cuenta de que el

sufrimiento en este mundo estaba fuera del caso. No había razón para perder la

vida inútilmente tratando de cambiar al gobierno. La mayoría de los protestantes en

los dos barrios se rehusaban, incluso, a unirse a asociaciones barriales.

Despreciaban las invitaciones católicas para unirse a los comités, e incluso se

comprometían en sabotajes activos, esparciendo rumores en su contra y votando

por los partidos políticos que se oponían a las asociaciones. Por consiguiente, los

152

pentecostales de los dos barrios estaban sirviendo como «grupos bloqueadores»

en contra de los esfuerzos para mejorar la vida de los pobres. {58}

No sería justo acusar a todos los pentecostales de este comportamiento. Aún

las iglesias de las que habla Roberts pueden haber cambiado desde entonces.

Pero la combinación de reconocer la opresión y, sin embargo, rehusar a unir

fuerzas en su contra, se ha reportado lo suficiente como para sugerir un patrón. En

un estudio de pentecostales norteamericanos, Vision of the Disinherited (Visión de

los desheredados), Robert Mapes Anderson atribuye su «curiosa mezcla de

impulsos revolucionarios y conservadores» a un conflicto fundamental entre

rebelión y sumisión en la actitud de las clases populares hacia la sociedad

capitalista. De acuerdo a Anderson, los pentecostales norteamericanos reprimían

sentimientos de rebelión hacia sus patrones y hacia el estado, frente a los cuales

se sentían algo así como desvalidos, y trasladaban esta hostilidad hacia la esfera

religiosa, desde la cual atacaban a iglesias establecidas, a otros miembros de su

propia clase y entre sí. El pentecostalismo podría haber ayudado a los campesinos

[144] norteamericanos a adaptarse a ambientes más urbanos, escribe Anderson.

Pero también transformaba sus esperanzas milenaristas por un mundo mejor en

éxtasis, escapismo, y conformidad política, convirtiéndolos en un proletariado

modelo.{59}

Aún así, este desenlace estaba asociado con un considerable movimiento de

pentecostales norteamericanos hacia la clase media: por los menos, su escapismo

era recompensado con progreso. ¿Podrían ser recompensados de la misma

manera los evangélicos de América Latina? En las épocas prósperas, parecía que

sí. Pero la crisis financiera de los años ochenta empobreció a la mayoría de la

población y debilitó a la nueva clase media. Tampoco existían posibilidades de que

la situación mejorase en el futuro. El capitalismo en América Latina simplemente no

funcionaba lo suficientemente bien como para entregar las cosas de este mundo a

grandes cantidades de cristianos fundamentalistas. Incluso durante la década de

1970, años de menos desesperación, Cornelia Butler Flora encontró que la

capacidad de los pentecostales colombianos para acumular capital era muy poca.

Su falta de movilidad vertical significaba que continuaban identificándose con las

clases populares. De vez en cuando, se unían a las campañas populistas que

hablaban en favor sus intereses.{60}

153

En un caso mexicano, Carlos Garma Navarro ha descrito cómo los

pentecostales indígenas desafiaron a una elite local por el control del gobierno del

pueblo. El municipio de Ixtepec, Puebla, compuesto en gran parte por indígenas

totonacos, estaba dominado por mestizos que poseían la mayor parte de la tierra y

que quitaban a los indígenas su cosecha de café a precios bajos. El protestantismo

había surgido junto con el cultivo de café, atrayendo a los campesinos más

acomodados que estaban desviando sus ganancias de la religión comunitaria hacia

la acumulación personal. Al igual que en muchos otros lugares, los traductores

bíblicos del Instituto Lingüístico de Verano ayudaron a diseminar la nueva religión.

Los creyentes resultantes se encontraban profundamente divididos, con pastores

compitiendo implacablemente por neófitos. Mientras tanto, nuevas iglesias

pentecostales surgían de la confusión. A medida que las iglesias se dividían una y

otra vez, los líderes afirmaban que los cristianos verdaderos permanecían lejos de

la política. [145]

Esta podría parecer una base poco prometedora para la movilización política.

Sin embargo, los pentecostales de cierta iglesia se unieron con los católicos para

organizar un comité político, una asociación de productores de café y un almacén

cooperativo. Escudándose en la aprobación de sus compañeros totonacos, la

coalición se atrevió a participar en la elección municipal de 1983. Dirigidos por un

pastor pentecostal joven y capaz, que había trabajado en una fábrica de

Volkswagen en la capital del estado, el grupo reformista se ofreció al partido oficial

que gana la mayoría de las elecciones en México, el Partido Revolucionario

Institucional. No obstante, éste decidió continuar apoyando a los mestizos

acomodados. Por lo tanto, el predicador pentecostal apeló a sus amigos de la

fábrica de Volkswagen, cuyos líderes sindicales lo pusieron en contacto con su

propio partido político.

Poco despuées, los pentecostales y sus aliados católicos llevaban el nombre

de Partido Socialista Unido de México. El miembro más grande de esta coalición

política era el antiguo partido comunista: al igual que el resto de la izquierda

mexicana, sus representantes acostumbraban a denunciar la penetración de sectas

norteamericanas. Ninguna de las dos partes de esta nueva alianza parece haber

sabido mucho sobre la otra. Pero cuando el partido oficial ganó por un estrecho y

sospechoso margen, el grupo reformista ocupó la municipalidad y, apoyados por la

154

mayoría totonaca, permaneció allí desafiando a la autoridad mestiza durante

meses.

Otro ejemplo del activismo evangélico en Ixtepec fue el enfrentamiento con los

brujos. En la comunidad satélite de San Martín, un aliado totonaco de la elite

mestiza no era solamente el presidente de la población y el único dueño de un

almacén: también era temido como un brujo. Afortunadamente, los protestantes

tenían su propia fuente de protección espiritual, la cual les permitía enfrentarse con

la hechicería del presidente y convencer a los católicos de que ésta era inefectiva.

Los protestantes también eran lo suficientemente sofisticados como para llevar los

abusos del presidente-brujo directamente hacia las autoridades estatales, quienes

lo forzaron a dejar su cargo.

¿Cómo llegaron los evangélicos a dirigir estas luchas? De acuerdo a Garma,

sus pastores tenían una figura mucho más independiente en [146] relación con el

mundo exterior que los líderes católicos tradicionales, quienes tendían a ser muy

dependientes de los mestizos. Al establecer los lazos con las denominaciones fuera

del pueblo, los pastores aprendieron cómo encontrar aliados políticos fuera de la

comunidad. A pesar del sectarismo del protestantismo evangélico, éste también

podía ser una escuela para líderes populares. Un pastor que había logrado retener

a seguidores, a pesar de las ofertas e imprecaciones de otros hombres de Dios, era

capaz de mayores responsabilidades.{61}

Notas

{58} B. R. Roberts 1968.

{59} Anderson 1979: 221-122, 239-240.

{60} Flora 1976:226-227, 231-235. Para un resumen, véase Flora, «Pentecostalism and

Development», en Glazier 1980: 81-93.

{61} Garma Navarro 1983 y 1984. Para un caso paralelo que no se incluye aquí por

razones de espacio, véase Rappaport 1984.

La evangelización a fondo

155

Debido al crecimiento del pentecostalismo, los misioneros protestantes

empezaron a darse cuenta de que el protestantismo los estaba dejando atrás. En la

década de 1960 –la era de la revolución cubana, de la Alianza para el Progreso de

John F. Kennedy y del Concilio Vaticano segundo, de movimientos guerrilleros y de

contrainsurgencia, de reforma agraria y de migración masiva hacia las ciudades– la

misión evangélica norteamericana hacia América Latina parecía un espectáculo de

segunda categoría frente a los grandes cambios que estaban arrasando la región.

El primer gran estudio de la Escuela Fuller de Misión Mundial, Avance Evangélico

en la América Latina (1969) confirmaba esta sospecha.{62}

Los investigadores de Fuller descubrieron que, después de tres cuartos de

siglo de servicio en el Ecuador, habían únicamente treinta y cuatro protestantes por

cada misionero en el país. Después de medio siglo en Nicaragua, la iglesia de la

Misión Centroamericana alcanzó hasta setecientas almas. Luego empezó a decaer.{63} El equipo escuchó muchas historias como la de Cochabamba, Bolivia, en donde

la Misión Evangélica Andina, después de cuidadosas preparaciones, se las arregló

para atraer a mil personas a un avivamiento. Pocas semanas después, un sanador

por la fe pentecostal atrajo a un grupo de gente cinco veces más numeroso. {64} Las

iglesias no-pentecostales, de acuerdo a un cálculo del equipo Fuller, contabilizaban

un 90% de los misioneros protestantes en América Latina, pero únicamente un 37%

de los conversos. El otro 10% de la fuerza misionera, los pentecostales,

contabilizaban un 63% de los fieles. El peor desempeño correspondía a las

misiones de fe, la columna vertebral del esfuerzo misionero fundamentalista: su

32,4% de la fuerza [147] misionera protestante en América Latina contaba con solo

el 1,5% de los miembros de la iglesia.{65}

El equipo de iglecrecimiento de Fuller urgía a realizar cambios radicales e

implacables en el trabajo misionero. {66} Obviamente, las misiones de fe tenían algo

que aprender de los pentecostales. La Misión Latinoamericana (LAM), un grupo que

se especializó en servicios de apoyo para otras agencias e iglesias, tomó la

iniciativa. Fundada por una pareja británica, Harry y Susan Strachan, LAM ha

estado siempre en la vanguardia del evangelismo. Durante las décadas de 1920 y

1930, organizó las primeras campañas pandenominacionales. En la década de

1950, incorporó a los latinoamericanos en igualdad de condiciones que los

norteamericanos. Durante los sesenta se adelantó a las otras misiones al civilizar

las relaciones con la Iglesia Católica.

156

La campaña de LAM para imitar los métodos pentecostales se remonta a la

cruzada de 1958 de Billy Graham en Barbados. Se dice que la cuarta parte de la

isla había tomado una decisión a favor de Cristo. Pero el impacto en términos de

asistencia a la iglesia fue mínimo, mientras que los bares y cárceles se mantenían

tan llenos como siempre. Lo mismo sucedía en todos lados, descubrió LAM. {67} La

alegría de sus campañas evangelísticas atrajo a personas que, en su mayor parte,

estaban ya asistiendo a una iglesia. Les acostumbró a los grandes espectáculos.

No obstante, cuando partía el evangelista famoso importado para la ocasión, su

entusiasmo se evaporaba, y se aburrían de la vida ordinaria de la iglesia. Pocos de

los nuevos adeptos que firmaban las tarjetas de decisión se unían en realidad a

una iglesia.

¿Cómo podrían los misioneros transformar las emociones generadas por el

evangelismo masivo en crecimiento institucional? Para contestar esta pregunta, el

hijo y sucesor de los fundadores de LAM, Kenneth Strachan, analizó por qué los

pentecostales, los Testigos de Jehová, y los comunistas tenían más éxito que las

misiones de fe. La razón era que éstos movilizaban a todos sus miembros para

atraer a nuevas personas hacia el movimiento, concluyó Strachan. En lugar de

confiar en pocos pastores y en predicadores famosos, hacían de cada miembro un

evangelista. [148]

Esta era la idea detrás de la nueva e influyente estrategia de la Misión

Latinoamericana, el Evangelismo a Fondo. A lo largo de los años sesenta, en un

país tras otro, LAM unió a las misiones y a las iglesias en campañas de un año de

duración. El primer paso era entrenar a los miembros de cada congregación en el

evangelismo personal. Luego se los organizaba en células de oración y se los

enviaba a evangelizar a poblaciones enteras, de persona a persona. La campaña

culminaba con desfiles por las calles, con manifestaciones dirigidas por

evangelistas famosos e intercambios de respeto mutuo con el presidente de la

república.

Lo que LAM llamó «movilización total» tenía una dimensión política –el deseo

de competir con la izquierda. Al reconocer el origen social del desasosiego

revolucionario, la misión puso sus esperanzas en las reformas de la Alianza para el

Progreso norteamericana.{68} El miedo al comunismo fue también una razón para

que LAM adoptara una actitud más conciliadora hacia la Iglesia Católica. {69} La

hostilidad por parte de las autoridades católicas había llevado a los evangélicos a

157

congraciarse con los gobiernos para asegurarse el apoyo oficial. Ahora, la

preocupación por la agitación revolucionaria reforzó esta costumbre.

La actitud que los evangélicos tomaron hacia los regímenes autoritarios fue

ilustrada por una de las primeras campañas de Evangelismo a Fondo, en

Guatemala en 1962. Las manifestaciones finales en la capital fueron inauguradas

por el Presidente de la República, el honorable Miguel Ydígoras. Pero en el último

día de la campaña, la fuerza aérea se rebeló en contra de su gobierno corrupto y

represivo. Incluso antes de que terminara la lucha en la capital, para demostrar el

poder de su fe, los organizadores de la campaña decidieron continuar con la

marcha que habían planificado. Cuando la marcha finalizó dentro de un estadio,

según Christianity Today, el triunfante Ydígoras ingresó a la manifestación en una

procesión de vehículos con el cañón de su ametralladora todavía caliente. La

multitud lo aclamó, y los líderes evangélicos dieron gracias por su victoria. {70}

Como han señalado Rubem César Fernandes y Enrique Domínguez, el método

de LAM tuvo resultados paradójicos. Por un lado, la misión alienó a los

fundamentalistas con su marco de referencia sociológico, su discurso sobre la

necesidad de enfrentar las necesidades [149] sociales, y la tolerancia a opiniones

diferentes. Por el otro, LAM era consciente de la necesidad de descolonizar el

trabajo misionero. Al incorporar a los latinoamericanos al programa en igualdad de

condiciones que los norteamericanos, internalizó las tensiones entre los dos de

forma nueva y creativa.{71}

No obstante, otro resultado fue la insatisfacción con la cuantificación superficial

de las campañas de Evangelismo a Fondo. ¿Estaban en realidad produciendo más

neófitos? A pesar de toda la fanfarronería sobre una nueva estrategia, las quince

mil decisiones por Cristo en la campaña de 1965-1966 en el Perú no produjo ningún

aumento en las cifras de membrecía de la iglesia. El programa también fracasó en

descentralizar y fortalecer la vida congregacional. En lugar de que cada miembro se

convirtiese en un testigo activo del evangelio, las congregaciones tendían a

regresar al antiguo modelo del pastor todopoderoso y del seglar pasivo.

Por consiguiente, en 1971, LAM abandonó las campañas nacionales,

resolviendo trabajar localmente desde las bases. {72} Ese mismo año, la misión

descentralizó su estructura y cambió su nombre por el de Comunidad

Latinoamericana de Ministerios Evangélicos (CLAME). Los miembros fueron a

158

trabajar para varios institutos y programas que estaban bajo la dirección de

latinoamericanos y cuyas agendas empezaban a diferir. De esta manera, como

veremos posteriormente, las campañas de Evangelismo a Fondo condujeron, a la

larga, hacia críticas agudas al liderazgo evangélico.

En una escala más amplia, sin embargo, el Evangelismo a Fondo reforzó una

mentalidad cerrada que se ocupaba solo del crecimiento. Para unir a los

evangélicos en campañas nacionales, explica Enrique Domínguez, la Misión

Latinoamericana afirmó que el sectarismo estaba obstaculizando a la tarea más

importante, el evangelismo. Al imitar a las iglesias pentecostales y al invitarlas a

unirse a las alianzas evangélicas, la LAM les ayudó a establecer su legitimidad.

Como resultado, a pesar de que LAM abandonó el anticomunismo estridente, sus

campañas amplificaron las visiones apocalípticas de los líderes pentecostales. Más

aún, debido a que los pentecostales estaban en mejor posición para incorporar a

los neófitos generados por Evangelismo a Fondo, continuaron [150] aumentando su

primacía sobre otras iglesias. Ahora, los evangelistas no-pentecostales sentían aún

más presión por competir con ellos que anteriormente. Por consiguiente, a pesar de

que la Misión Latinoamericana se estaba volviendo más sensible frente a los temas

sociales, muchos líderes evangélicos limitaron su interés al crecimiento numérico.

Esencialmente, el Evangelismo a Fondo reforzó la idea de que la única misión de la

iglesia era lograr el máximo número de neófitos. {73}

Notas

{62} Costas 1984a: 9.

{63} Read et al. 1969: 119, 147, 300-336.

{64} C. P. Wagner 1973: 136-137

{65} Read et al. 1969: 58.

{66} Ibid., p. 312.

{67} Entrevista del autor a John Kessler, Instituto de Evangelización a Fondo, San José, Costa

Rica, 13 de julio de 1985.

{68} Huntington y Domínguez 1984: 15.

{69} W D. Roberts 1971: 94.

159

{70} Huntington y Domínguez 1984: 17. Christianity Today, según se cita en Rosales 1968: cap. 4,

p. 12.

{71} Fernandes 1981: 31-40.

{72} Entrevista del autor a John Kessler.

{73} Huntington y Domínguez 1984: 14, 17.

El Billy Graham de América Latina

Por temor a otra Cuba, muchos evangélicos dieron la bienvenida a las

dictaduras de la derecha que, durante las décadas de 1960 y 1970, tomaron gran

parte de América Latina. A pesar de que algunos protestantes se unieron a los

católicos para denunciar las violaciones a los derechos humanos, muchos otros

defendieron a los gobiernos militares. Los consideraban un mal menor, algo

necesario para proteger la libertad de la iglesia. Cuando las jerarquías católicas

rehusaron bendecir a las dictaduras militares, los evangélicos prominentes

estuvieron listos para proporcionarles su propia marca de legitimidad. A cambio, los

gobiernos autoritarios les dieron plena libertad para diseminar su versión del

evangelio, algunas veces con acceso libre a la radio y la televisión.

El evangelista latinoamericano más conocido cobró atención en esta forma,

durante los años setenta, a través de intensas campañas de comunicación llevadas

a cabo con la ayuda oficial. Luis Palau (1934-) provenía de una familia empobrecida

de la burguesía provincial de Argentina, en donde cobró la atención de los

Ministerios O.C. Como parte de su esfuerzo por entrenar a líderes

latinoamericanos, O.C. lo llevó hacia los Estados Unidos, un país que le gustó tanto

que se casó allí y adquirió su ciudadanía. {74} Sin embargo, Palau regresó a América

Latina con Cruzadas de Ultramar, para dedicarse al Evangelismo a Fondo,

captando la atención pública en manifestaciones y a través de los medios de

comunicación, mientras que las iglesias movilizaban a sus miembros de puerta en

puerta.

Admirador de Billy Graham, Palau imitó sus métodos y tuvo el éxito suficiente

como para independizarse en 1978. Siendo la personalidad evangélica más

160

atractiva disponible, dio un enfoque latino al [151] último estilo norteamericano, el

evangelismo orientado hacia el mercado. Sus reuniones fueron diseñadas, sobre

todo, para la televisión. En una cruzada en 1982 en Guatemala, por ejemplo, la

audiencia llenó únicamente parte del estadio. Por consiguiente, los organizadores

sentaron a la multitud detrás del evangelista, para dar a las cámaras en el campo

de juego la impresión de una casa llena. Cuando Palau agitaba la Biblia sobre su

cabeza, lo hacía hacia los lentes de la cámara y no hacia el público presente.

Al igual que otros evangelistas, Palau dijo que quería evitar la política. Pero

aquello no impidió que hiciera amistad con las autoridades, tal vez debido a que el

gobierno mexicano canceló una de sus primeras cruzadas. {75} Al igual que Billy

Graham hizo hincapié en testificar su fe ante los presidentes –Alfonso López

Michelsen en Colombia, Alfredo Stroessner en Paraguay, Ríos Montt en

Guatemala, Fernando Belaúnde en Perú– con la esperanza, entre otras cosas, de

recibir espacio gratuito en los medios de comunicación oficiales. Cuando tenía

éxito, Palau visitaba al presidente, dirigía un desayuno de oración para él,

transmitía su programa y sus asambleas a través de cadenas oficiales, y pedía a la

nación que se arrepintiera. Debido a su estilo aparentemente no sectario, las

autoridades católicas generalmente no le ponían obstáculos. Parece que no sabían

que su objetivo era «ver a tres repúblicas latinoamericanas convertirse en

predominantemente evangélicas durante su vida.» {76}

Los peligros de intercambiar bendiciones por espacio en las cadenas oficiales

se manifestó en Bolivia. Allí, el bien conectado Instituto Lingüístico de Verano lo

presentó a dos dictadores militares, Hugo Banzer (1971-1978) y Juan Pereda

Asbun (1978). Realizó desayunos en los que oró por ellos, y a través de la radio y

la televisión del gobierno, exhortó a los bolivianos a obedecer a las autoridades, ya

que éstas habían sido ordenadas por Dios. Bajo un tercer dictador, Luis García

Meza (1980-1981), el llamado de Palau para un «nuevo énfasis en la moralidad»

fue auspiciado por un régimen que no solo era muy violento, sino que además se

dedicaba al tráfico de la cocaína. {77} Alrededor de esta época, a pesar de la

promesa de la administración de García Meza por realizar un examen bíblico

nacional, el modus operandi del evangelista comenzó a causar desasosiego entre

algunos de sus hermanos. [152]

Palau fue sensible frente a tales críticas, lo que hizo más difícil financiar el

costoso tiempo de transmisión. Debido a que le disgustaba solicitar dinero a su

161

audiencia como lo hacían los sanadores por la fe, se dirigió hacia las fundaciones

evangélicas, como la Asociación Evangelística de Billy Graham, así como a los

líderes cristianos de empresas en Estados Unidos. Con sólo 1,88 millones de

dólares de rédito en 1983, 2,56 millones en 1984, y una frustrante caída a 2,48

millones en 1985,{78} su organización también dependía del apoyo de las iglesias

latinoamericanas.

No obstante, los líderes latinoamericanos comenzaron a evitar los

compromisos necesarios. Su campaña Continente 1985, con base en Puerto Rico,

se desinfló cuando los evangélicos locales dijeron que necesitaban más tiempo

para prepararse. Debido a la falta de compromiso en Puerto Rico, un espectáculo

televisado tuvo que ser cancelado, y una transmisión vía satélite fue reemplazada

por un vídeo.{79} Aún antes de este fracaso, Palau parecía haber sido eclipsado por

otros evangelistas. Aparte del impedimento de no ser pentecostal, sus finanzas

eran muy inferiores a las de una figura como Jimmy Swaggart, que utilizaba

películas de sus cruzadas latinoamericanas para cosechar donaciones de los

televidentes norteamericanos, parte de las cuales se invertía en las nuevas

cruzadas.

Para apelar a los donantes norteamericanos, Palau utilizaba algunas veces el

miedo al desorden social y al anti-americanismo y la necesidad de salvar a los

perdidos. Parecía disfrutar de los ataques de los marxistas, como si éstos le

ayudaran a validar su mensaje y a atraer a la multitud. Contaba las historias

acostumbradas de los evangelistas, de cómo su mensaje había triunfado sobre el

comunismo, convirtiendo a una guerrilla enviada para asesinarlo e impidiendo una

revolución en el Ecuador. La única ideología que podía detener al marxismo

leninismo, afirmaba, era el cristianismo evangélico. {80}

Sin embargo, Palau no era un campeón de la derecha religiosa, al menos no en

el sentido norteamericano. Durante una convención de la Asociación Nacional de

Evangelistas (NAE) en 1986, Palau sirvió como vocero para los moderados que se

habían puesto en contra de la patriotería de los Difusores Religiosos Nacionales de

la NAE.{81} Una razón fue [153] que la belicosidad de los derechistas

norteamericanos provocaba denuncias en su contra. Cuando llegó para una

cruzada, no le gustó ser recibido con periódicos acusándolo de ser un «predicador

de Reagan». A pesar de que protestó contra tales calificativos, las reacciones

162

latinoamericanas a la propaganda de la derecha religiosa lo pusieron a la

defensiva.{82}

En los mensajes de sus campañas, Palau se alejaba de la política, centrándose

más bien en asuntos de moral personal como la drogadicción y la irresponsabilidad

paterna. Durante Semana Santa, un tiempo para el arrepentimiento en América

Latina, intentó aprovecharse de cualquier sentimiento de culpabilidad que los

católicos podían haber adquirido durante el anterior libertinaje de Carnaval. {83} Para

llevar a una persona hacia Dios, explicó Palau, era necesario provocar una crisis en

su vida espiritual.{84} Su discurso se centraba en cómo cambiar una vida

desordenada y pecaminosa y cómo mantener la unidad familiar. Pero también se

valía del sentido de crisis en América Latina para proclamar una nota apocalíptica,

como si la historia fuera una competencia entre el caos inminente y la oportunidad

de redención a través de la fe religiosa. Palau apelaba a la búsqueda de orden

durante una época de rápido cambio, y prometía que la solución a los problemas

personales también sería la solución para los de América Latina. Decía que si el

suficiente número de personas llevaba sus vidas por el camino recto, América

Latina podría ver un nuevo día.

Notas

{74} Palau 1983: 169.

{75} Tucker 1983: 452.

{76} Ibid., p. 449.

{77} «Bolivian Government Puts New Emphasis on Teaching Morality», Briefing (Cruzada Luis

Palau), enero-marzo de 1981. Luis PaIau, «The Lord's Chess-board», In Other Words, verano de

1981, pp. 15-17.

{78} Cruzada Luis Palau, «Audited Financial Statements», 30 de septiembre de 1984, y 31 de

diciembre de 1985.

{79} «Easter Gospel Messages Shake Hispanic World», Briefing, nº 2, 1985, pp. 2-5.

{80} «Palau Power in Latin America», Time, 7 de noviembre de 1977, p. 123.

{81} Randy Frame, «NAE: Trying to Avoid a Midlife Crisis», Christianity Today, 4 de abril de 1986,

pp. 34-35.

163

{82} Para una copia de la conferencia de prensa de Palau, en Argentina, en 1986, véase Silletta

1987: 39-46.

{83} Carta para obtener fondos, 1º de noviembre de 1984.

{84} Palau 1983: 179

Sembrando iglesias

Detrás de los evangelistas como Luis Palau, cuya llegada era anunciada con

afiches y propagandas, y que ocupaba temporalmente la atención pública antes de

desaparecer hacia el siguiente compromiso, se encontraban numerosos avances en

estrategia evangélica. Durante los años setenta, era obvio que las llamadas a los

perdidos y la colección de decisiones a favor de Cristo no eran suficientes. Miles de

congregaciones tenían que ser construidas, lo que significaba una organización

sistemática e implacable en las bases. Debido a que únicamente legiones de

latinoamericanos podían cubrir el territorio, muchos misioneros norteamericanos se

retiraron de sus puestos de campo para convertirse en investigadores y

planificadores. [154]

El nuevo papel de los misioneros norteamericanos estaba ejemplificado por los

Ministerios O.C., a través de su Servicio Evangelizador para América Latina

(SEPAL) en Brasil, Colombia, México, Guatemala y Argentina. Desde su origen en

el Lejano Oriente a principios de los años cincuenta, O.C. se especializó en ayudar

a otras agencias e iglesias a desarrollar el liderazgo nacional. Tres décadas más

tarde, promocionó el reclutamiento de misioneros del Tercer Mundo, con la

esperanza de incrementar el financiamiento norteamericano. {85} O. C. también era el

canal principal para la ideología de iglecrecimiento en América Latina. Con un

ingreso de 5,1 millones de dólares en 1985, su fuerte era unificar a otras agencias

e iglesias en programas de crecimiento a nivel nacional. En efecto, estaba

adoptando la función que la Misión Latinoamericana había dejado vacante cuando

esta última abandonó las campañas de Evangelismo a Fondo. El método de O.C.

era unir a los líderes evangélicos de un país, estimularlos para que comparasen

sus tasas de crecimiento, y calcular el año en el que se convertirían en la mayoría

del país –si las iglesias de crecimiento más lento lograban igualar a las de más

rápido crecimiento.{86}

164

Para llegar a sus cifras, los expertos del iglecrecimiento sumaban, primero, los

miembros reportados por todas las denominaciones en un país. Luego

multiplicaban dicha cifra por otro número, para dar razón de los niños no

bautizados, de los neófitos que asistían a los cultos pero que todavía no habían

sido bautizados, y así. El multiplicador era generalmente 2,5, 3 o 4, dependiendo de

«factores sociológicos», como quiera que éstos fueran interpretados. El resultado

se suponía que era el total de la comunidad evangélica. En el caso de Guatemala,

un investigador de iglecrecimiento llamado Cliff Holland se dio cuenta de que, en un

censo gubernamental, el número de personas que decían ser cristianos no

católicos era cinco veces mayor que la membrecía evangélica oficial. Para dejar a

un lado a los grupos inaceptables, como los mormones, Holland multiplicaba las

membrecías de las iglesias evangélicas por cuatro. Aquel fue el origen de la cifra

ampliamente citada de que los evangélicos constituían un 22,4% de la población de

Guatemala en 1982, con un total de 1,73 de 7,71 millones de personas. {87}

Lo que éstas cifras parecían ignorar era la «circulación de los santos», la

cualidad de puerta giratoria de muchas congregaciones. [155] Numerosos neófitos

parecían desertar del culto después de un corto período de tiempo, pero seguían

describiéndose como evangélicos para evitar obligaciones católicas. Otros, que no

deseaban identificarse como católicos, probablemente nunca tuvieron nada que ver

con una iglesia no-católica. Aún otros iban de iglesia en iglesia en busca de

diversión espiritual. Los pastores, presionados para demostrar estadísticas

impresionantes, no purgaron las nóminas de miembros retirados. Entre los

recientes inmigrantes a la ciudad, algunos perdían el interés a medida que iban

prosperando, y muchos hijos se alejaban de las convicciones de sus padres.

Debido a las vicisitudes de la fe, señaló un investigador evangélico, la base

humana sobre la cual los expertos del iglecrecimiento calculaban sus cifras no era

estable como la base financiera sobre la cual se incrementa el capital. {88} «A veces,

en ciertos lugares», señaló otro, «nos llevamos la impresión de que existen más

evangélicos fuera de las iglesias que dentro de ellas.» {89}

A pesar de lo cuestionable de muchas estadísticas, el crecimiento evangélico

fue lo suficientemente rápido como para sobrepasar el suministro de líderes

entrenados. Incluso los cursos bíblicos básicos no podían producir el suficiente

número de graduados como para satisfacer la demanda. Los misioneros se

estremecían frente a los resultados exegéticos de las prédicas de pastores sin

165

preparación adecuada. Tampoco era probable que los líderes no-entrenados

pudieran organizar congregaciones más allá de su propia red de parentesco. Los

Bautistas del Sur encontraron que, sin entrenamiento pastoral, sus congregaciones

se mantenían en un número de veinte a treinta personas. {90}

Detrás de la falta de entrenamiento existía un problema más profundo, la forma

equivocada de entrenamiento, debido a la importación de expectativas poco

apropiadas a las iglesias latinoamericanas. Un ejemplo de esto eran los seminarios

e institutos bíblicos. A pesar de que las denominaciones financiaban una educación

costosa para un reducido número de jóvenes escogidos, con frecuencia no

conseguían mucho por su inversión. De los 264 estudiantes que asistieron al

Seminario Presbiteriano de Guatemala durante más de veinticinco años, según

Ross Kinsler, únicamente se graduaron cincuenta y dos. De éstos, tan solo quince

se encontraban sirviendo a su iglesia a fines de los años setenta. {91} Muchos

seminaristas del campo que se acostumbraban a la [156] vida urbana no deseaban

regresar con su gente. Algunos incluso emigraban a los Estados Unidos. Aún si

aceptaban permanecer en la iglesia, se profesionalizaban en la clase media,

creando una brecha entre ellos y la mayoría de sus hermanos.

Esta no era la manera de evangelizar a las vastas clases populares de la

sociedad latinoamericana. Mientras tanto, los que permanecían en su ambiente

humilde eran incapaces de adquirir entrenamiento porque no reunían los requisitos

educativos para el ingreso o porque tenían que mantener a una familia. Algunas

denominaciones pentecostales encontraron una solución: en lugar de invertir en

seminarios, mantenían a los pastores potenciales en largos aprendizajes,

promocionándolos a través de una serie de niveles –predicación en las calles,

enseñanza en la escuela dominical, &c.– de manera que reciban capacitación

religiosa sin volverse profesionales. {92} Otra solución era abrir programas de

extensión con menos requisitos de admisión. El primero de dichos esfuerzos se

llamó Educación Teológica por Extensión (TEE). Iniciado en 1963 por misioneros

presbiterianos para pastores rurales en Guatemala , sirvió de inspiración a muchos

otros.

Las ciudades también se pusieron de moda durante la década de 1980, pues

ya comenzaban a contener a la mayor parte de la población latinoamericana. La

mayoría de las ciudades ya hervía con iglesias evangélicas. Pero las misiones

norteamericanas habían sido lentas en definir a las urbes como nuevas fronteras de

166

fe, de tal manera que el evangelismo urbano tendía a ser pentecostal o herético en

naturaleza. Por lo general, estaba confinado a las clases populares, con un

menguante compromiso espiritual a medida que los evangélicos ascendían a la

clase media.

Por lo tanto, la salvación de almas en una escala social más alta se convirtió

en un tema de gran interés. Solo al escalar en la estructura de clases, y al apelar

por igual tanto a profesionales y ejecutivos como a la gente común, podrían los

protestantes ganar una nación para su fe, en el sentido político y religioso.

«Testimonio para las clases altas», como se conoce a esta rama agradable de

misión mundial, era algo especialmente apropiado para los norteamericanos. Al ser

personas de una posición social elevada, probablemente podrían apelar a las elites

latinoamericanas [157] más efectivamente que evangelistas de una clase inferior

del mismo país, sin importar cuán bien educado y presentables pudieran ser estos

últimos. Basándose en «el principio de unidad homogénea» del movimiento de

iglecrecimiento –de que las personas prefieren convertirse al cristianismo con

miembros de su mismo grupo social– se volvió común apelar por separado a las

clases altas. En el caso de uno de estos movimientos de club campestre, los

líderes notaron que «tan pronto como las clases baja y media comenzaron a asistir

a sus iglesias, cesó la llegada de nuevos miembros de la clase alta». Siguiendo el

mandato del Apóstol Pablo de que hay que ser todo a todo, organizaron iglesias

aparte para los plebeyos.{93}

A pesar de las críticas de que los evangélicos estaban «comprando gente»,

muchos misioneros reconocieron que regar dinero y ayudas se volvía en contra de

la obra. Salvo para el entrenamiento pastoral y ciertos gastos estratégicos, los

subsidios tendían a matar la voluntad necesaria para el evangelismo. «Cada vez

que se iniciaba un nuevo trabajo, disminuía el subsidio que otras iglesias estaban

recibiendo», explicaba un Bautista del Sur en Guatemala. «No había iniciativa...

para expandir la obra». Al igual que las Asambleas de Dios, los Bautistas del Sur

descubrieron que una de las mejores formas de hacer crecer sus iglesias era

rehusar a pagar salarios a los pastores. Aquello forzó a los aspirantes a ampliar sus

contactos personales, golpear las puertas, iniciar estudios bíblicos y atraer a un

suficiente número de gente como para poder subsistir. {94}

En Lima, Perú, la Regions Beyond Missionary Union (Unión Misionera para las

Regiones Lejanas) llegó de la selva para llevar a cabo un programa típico de

167

propagación de iglesias urbanas. Comenzando con una cuidadosa selección de

áreas, planificaron ir de puerta en puerta, montar campañas de evangelización

intensas y cortas, seguidas por estudios bíblicos para los nuevos creyentes y un

entrenamiento más largo para los líderes potenciales. Todo el esfuerzo debía estar

dirigido por misioneros, idealmente, un grupo formado por un evangelista, un

profesor de Biblia, un pastor y un director de la juventud, quienes gradualmente

debían trasladar el liderazgo hacia los latinoamericanos que habían entrenado,

antes de repetir el proceso en otro barrio. [158]

Lo ideal en estas operaciones, al menos al comienzo, era un alto perfil sin

levantar barreras sectarias. En un texto de las Asambleas de Dios sobre cómo

sembrar iglesias, el evangelista David Godwin enfatizaba la importancia de

mantener la cruzada lo más abierta posible para los que llegarían en el futuro. Por

ejemplo, una buena manera de iniciar era recitando las doctrinas principales

compartidas con la Iglesia Católica; a toda costa se debían evitar las campañas en

contra del clero católico. De acuerdo a Godwin, el evangelista modelo incluso

trataba de evitar la clasificación prematura como un nuevo grupo religioso. La

construcción del nuevo templo debía ser aplazada el mayor tiempo posible, aún por

varios años, para evitar levantar barreras que pudieran desalentar a otra gente de

asistir a las reuniones festivas.{95}

Para mantener a la iglesia y a sus miembros cerca de la vida cotidiana, en

donde podían ganar nuevos adeptos, Regions Beyond planificó la organización de

pequeños estudios bíblicos en las casas durante la semana, en un medio familiar

no-intimidante, más apropiado para atraer a los vecinos. Durante el fin de semana,

todos debían reunirse en la iglesia central para la enseñanza proporcionada por la

religión profesional. A la larga, algunos de los estudios bíblicos –también conocidos

como iglesias satélites, hijas o de casa– podían madurar hasta convertirse en

iglesias centrales con su propia descendencia. Tales grupos celulares eran una

forma popular no sólo de mantenerse cerca de los neófitos, sino también de impedir

que éstos les fueran arrebatados por las sectas rivales. {96}

Notas

{85} Entrevista a Lawrence Keyes, presidente de Cruzadas de Ultramar, «Getting the Whole Story»,

Mission Frontiers, febrero de 1983. pp. 8-11.

168

{86} Núñez C. et al. 1983 fue publicado para una conferencia de esta naturaleza en 1984.

{87} Núñez C. et al. 1983: 128-134.

{88} W. D. Smith 1978: 114.

{89} Piedra S. 1984: 7.

{90} Martha Skelton, «Guatemala City: Wide Open for Witness», Commission, enero de 1984, pp.

28-44.

{91} Kinsler 1978: 182.

{92} C. P. Wagner 1973: 94.

{93} Clyde W. Taylor, «An Upper Class People Movement», Global Church Growth, marzo-abril de

1980, pp. 22-23.

{94} Skelton, «Guatemala City», pp. 31-32, 36.

{95} Godwin 1984: 37, 119.

{96} «Starting City Churches» [folleto] RBMU Intemational (Filadelfia), 1982.

 

Polarización política

En 1969, los autores de Avance Evangélico en la América Latina censuraron

que la «importación de problemas teológicos extranjeros era irrelevante para

América Latina.» Las disputas entre los protestantes norteamericanos liberales y

conservadores eran irrelevantes, pensaban los investigadores de la Escuela Fuller

de Misión Mundial, ya que los hermanos latinoamericanos concordaban con los

fundamentos de la fe. No obstante, las agencias de cooperación como la

Asociación Nacional de Evangélicos y el Consejo Mundial de Iglesias se estaban

convirtiendo en instrumentos del poder político, polarizando innecesariamente a los

latinoamericanos.{97} [159]

Aún en esta nueva era de supuesta independencia con respecto a las misiones

norteamericanas, muchas iglesias latinoamericanas dependían de fondos

extranjeros para nuevas empresas. Tanto el sector ecuménico como el evangélico

169

del protestantismo norteamericano, llevaban a jóvenes líderes prometedores a

estudiar en los Estados Unidos, luego los contrataban y financiaban los esfuerzos

para hacer que las iglesias latinoamericanas se volvieran más «nacionales».

La contienda entre los norteamericanos se inició en la teología: cómo

interpretar a la Biblia y si se debía dar prioridad al evangelismo o a la acción social.

Por el contrario, los latinoamericanos se sentían menos inclinados a convertir la

obra social y espiritual en una dicotomía, y nunca se habían preocupado mucho

sobre la definición precisa de la autoridad bíblica. Incluso se podía afirmar, como lo

hizo la Misión Latinoamericana, que el problema del «modernismo» apenas existía.{98} Lo que sí existía eran serias diferencias ideológicas y políticas.

A principios de la década de 1970, José Miguez Bonino distinguió tres

tendencias en el protestantismo latinoamericano. La primera estaba comprometida

con lo que Christian Lalive d'Epinay había calificado como una «huelga social».

Principalmente pentecostales, estos cristianos profesaban apartarse del mundo y

de su corrupción. Pero a través de una curiosa inversión a la que ya ha hemos

dado un vistazo, los líderes de esta tendencia podrían convertirse en baluartes del

statu quo.

El segundo grupo, al que Miguez Bonino llamó «liberal», era un producto

principalmente de denominaciones más antiguas. A finales del siglo diecinueve y

principios del veinte, su lucha por las libertades civiles en contra del poder clerical

de la Iglesia Católica le llevó a apoyar a la revolución burguesa. En Cuba, los

protestantes desempeñaron un papel conspiratorio en la guerra de independencia

contra España.{99} A principios de siglo, muchos protestantes se unieron a la

revolución mexicana, la mayoría en la facción constitucionalista. {100} En Guatemala,

muchos evangélicos se pusieron de lado del gobierno reformista de Arbenz,

derrocado por la Agencia Central de Inteligencia en 1954.

Estos protestantes enfrentaron decisiones difíciles cuando, en nombre de

combatir al comunismo, una cortina dictatorial se extendió [160] por América Latina

a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Forzados a escoger entre

sumisión y protesta, sus iglesias se vieron resquebrajadas por conflictos entre la

derecha y la izquierda.{101} La polarización dio lugar a un tercer grupo, al que

Miguez Bonino llamó «revolucionario» y que generalmente perdía. {102}

170

Como resultado de estas disputas, la política evangélica vino a ser considerada

como una confrontación entre un pequeño grupo progresista o radical, por un lado,

y por uno reaccionario o conformista, por el otro. Una primera señal de la división

fue la reacción violenta en contra de la Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL),

afiliada al Consejo Mundial de Iglesias. Los teólogos del movimiento, organizados

en 1961 en el Cono Sur, ofendieron a los conservadores en dos aspectos. En

primer lugar, perdieron el interés por convertir a los católicos, sintiéndose liberados

de tal responsabilidad por el Concilio Vaticano II. Segundo, se convencieron de que

el evangelismo por sí solo nunca sería la solución a la miseria de las masas

latinoamericanas. Unicamente lo serían los tipos de cambio estructural asociados

con la revolución social.{103}

Los intelectuales protestantes de ISAL fueron, en cierto sentido, los primeros

teólogos de la liberación en América Latina. {104} Los conservadores sentían que

éstos hacían de la revolución su valor supremo y convertían al cristianismo en un

instrumento político. A pesar de que ISAL se consideraba a sí misma como la

vanguardia del protestantismo latinoamericano, fueron incapaces de relacionarse

con la mayoría de iglesias. Mientras sus miembros discutían entre sí, perdieron

gran parte de su base institucional, fueron exiliados del Cono Sur por las dictaduras

militares de los años setenta, y terminaron marginados del evangelismo

latinoamericano.{105}

Para las misiones evangélicas norteamericanas, ISAL era un ejemplo vívido de

cómo el cristianismo puede corromperse desde adentro. Temían que los cuerpos

ecuménicos del Consejo Mundial de Iglesias –el Movimiento Ecuménico Protestante

Latinoamericano (UNELAM), la Unión Latinoamericana de Juventud Evangélica

(ULAJE), y el Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC), así como la [161] Comisión

Evangélica Latinoamericana para la Educación Cristiana (CELADEC)– pudieran

atraer a las iglesias que ellos mismos habían fundado.

Para protegerse contra aquel peligro, la NAE y la Asociación Evangelística de

Billy Graham financiaron el Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización en

1969.{106} El llamado CLADE I defendió al evangelismo tradicional en contra de los

protestantes que querían reemplazarlo con la lucha por la justicia social. Ilustró lo

que se convertiría en un fenómeno recurrente: el apoyo de las agencias

paraeclesiales estadounidenses para organizar nuevas asociaciones más

171

«bíblicas» que se apartaran de las ya existentes, con el fin de competir por la

influencia sobre los evangélicos latinoamericanos.

Notas

{97} Read et al. 1969: 349-350.

{98} Fernandes 1981: 32-33.

{99} Ramos 1984: 92.

{100} Bastián 1979: 13-15.

{101} Ibid., p. 68.

{102} Miguez Bonino según se cita en Montgomery 1979: 91-92.

{103} C. P. Wagner 1970: 17-20.

{104} Hundley 1983: 2.

{105} Bastián 1984: 53-55, 58-61 y 1986: 158-161.

{106} Savage 1981: 11; Huntington y Domínguez 1984: 20.

La Fraternidad Teológica Latinoamericana

CLADE I no fue un éxito completo para sus organizadores norteamericanos.

Una vez que los líderes evangélicos latinoamericanos se hubieron reunido,

descubrieron que todos estaban cansados de que los norteamericanos les

dijeranoacute;mo pensar.{107} En particular, los organizadores del congreso

cometieron el error de hacer circular una denuncia del misionero Peter Wagner, en

la que calificaba a la ISAL como «la nueva izquierda radical» que traicionaba al

evangelio con el marxismo. Muchos delegados latinos se sintieron tan ofendidos

que llamaron a la comunidad evangélica a hacer frente a sus responsabilidades

sociales, contextualizando su fe en el marco de la opresión latinoamericana. {108}

172

Este fue el punto de partida para un nuevo movimiento, la Fraternidad

Teológica Latinoamericana (FTL), la cual buscaba ser tanto latinoamericana como

evangélica. La fraternidad quiso dedicarse a la lucha por la justicia social sin dejar

de lado al evangelismo, enfrentar al problema de las estructuras opresivas sin

respaldar la violencia, y unir nuevamente a los protestantes de derecha e izquierda.

Dos teólogos involucrados en la FTL –Orlando Costas, de Puerto Rico y René

Padilla, de Ecuador– desempeñaron un papel de importancia en la reestructuración

de la Misión Latinoamericana en 1971, varios de cuyos vástagos proporcionarían

una base institucional para su pensamiento. Un colaborador inusitado era la

Fundación Nacional de Libertad, [162] llamada desde entonces la Fundación Arthur

S. DeMoss en honor a su fundador, un magnate de seguros y patrocinador de la

Cruzada Estudiantil y Profesional Para Cristo. La fundación buscaba extender la

evangelización del mundo desde un punto de vista conservador. En América Latina,

apoyó al programa «Socios en Misión», el cual pretendía calmar las relaciones

entre las iglesias latinas y las misiones norteamericanas. Socios en Misión resultó

estar administrada por Pedro Savage, un teólogo británico-peruano del FTL y ex-

representante de Billy Graham.{109} Antes de que el financiamiento fuera

suspendido, Savage auspició la clase de cuestionamientos que, en los años

ochenta, serían estigmatizados como la teología de la liberación.

Al igual que los teólogos de la liberación, los miembros de la FTL definían al

pecado en términos sociales tanto como individuales. Reconocían que la dicotomía

fundamentalista entre el evangelismo y la obra social no estaba en el evangelio.

También reconocían que la interpretación de la Biblia estaba determinada por la

historia y la cultura del lector. Los teólogos de FTL rechazaban la posición

separacionista de los fundamentalistas norteamericanos, puesto que era imposible

mantenerse lejos de la política y no era cristiano posponer el Reino de Dios a un

futuro indefinido. Pero también criticaban a la teología de la liberación. A su

parecer, los liberacionistas habían subordinado la reflexión bíblica a la teoría

marxista, reemplazando a la necesidad de regeneración individual con la

movilización política. En lugar de «liberación» como su paradigma, la fraternidad

escogió otro término: «contextualización». {110}

La definición de la «tercera alternativa» propugnada por la FTL permaneció

confusa. Pero impresionó a los directivos de las misiones norteamericanas que

buscaban una respuesta apropiada a las condiciones revolucionarias. Como ha

173

señalado Enrique Domínguez, en la FTL se encontraban evangélicos ortodoxos a

favor del compromiso social pero en contra de la entrega a la política

revolucionaria. Tanto impresionó esta combinación a los norteamericanos que,

alentados por René Padilla y Samuel Escobar de la FTL, inscribieron la

responsabilidad social y la contextualización en el Pacto de Lausana en 1974. A

pesar de que los misioneros norteamericanos más flexibles se adaptaron a las

críticas de FTL, muchos líderes de la iglesia latinoamericana no lo hicieron.

Notas

{107} Samuel Escobar, «Heredero de la reforma radical», en Padilla 1984: 64.

{108} C. P. Wagner 1970: Huntington y Domínguez 1984: 20-21.

{109} Entrevista del autor a Robert Allen Hatch, Quito, Ecuador, 5 de mayo de 1985.

{110} Fernandes 1981: 44; J. Andrew Kirk, «Theology in Latin America: Where Is It Today?» Latin

America Evangelist, mayo-junio de 1978, pp. 6-7, 14; entrevista a René Padilla, Latin America

Evangelist, mayo-junio de 1982, p. 7.

CONELA

En 1978, en una reunión en Oaxtepec, México, los protestantes ecuménicos

impulsaron la creación de un nuevo Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI). {111}

Con la esperanza de que la nueva organización fuera inclusiva, prometieron

promover tanto el evangelismo como el cambio social. Más de cien denominaciones

y agencias lo acordaron, incluyendo algunas pentecostales. No obstante, los

conservadores presentes en la reunión se mostraron recelosos de la dependencia

económica que la nueva organización tenía con respecto al Consejo Mundial de

Iglesias, y se sintieron ofendidos por lo que ellos consideraban pronunciamientos

políticos radicales.{112} Pensaban que aquí se había formado otro frente para que el

Consejo Mundial de Iglesias los tergiverse. Por consiguiente, los oponentes

establecieron una contra-organización, la Confraternidad Evangélica

Latinoamericana (CONELA).

CONELA no era únicamente una reacción frente a los esfuerzos organizativos

de los protestantes ecuménicos. También expresaba una división entre los

evangelistas que proclamaban defender al Pacto de Lausana. Esto fue aparente

174

desde los inicios de la nueva organización, en 1980, durante una conferencia

financiada por Billy Graham en Pattaya, Tailandia. Los hombres que realizaron la

primera sesión organizativa para la CONELA deseaban apartar no solamente a los

protestantes ecuménicos definidos, que eran pocos en Pattaya, sino también a un

número mayor de evangélicos que deseaban mantener un diálogo con ellos.

Aquello significó excluir a los evangélicos que apoyaban al Pacto de Lausana, en

particular a algunos de los miembros más conocidos de la Fraternidad Teológica

Latinoamericana. El liderazgo de CONELA tenía pocos miembros de la fraternidad,

la cual declinaba afiliarse ya sea con ésta o con CLAI, con la vana esperanza de

servir como puente entre las dos.{113}

Quien aglutinó a CONELA fue el evangelista Luis Palau. Dos ejecutivos de

Palau estaban entre los organizadores del primer comité en Pattaya; su gente

desempeñó un papel importante en la conferencia de fundación en 1982 en

Panamá; él mismo fue allí la estrella del espectáculo; y el primer presidente de

CONELA fue miembro de su equipo, todo lo cual llevó a la percepción de que

CONELA era una operación de Palau. [164] Su gente negaba tal intención, pero sí

admitía objetivos más amplios. «Es difícil sobredimensionar la importancia de

CONELA en América Latina en este momento», explicó un ejecutivo de Palau. «Las

ideologías izquierdistas están penetrando en la iglesia, y no existe una defensa

unida para el evangelio bíblico, ni ofensiva alguna [sic] como para aplicar los

principios bíblicos en nuestras iglesias y en nuestras vidas. CONELA ofrece una

verdadera solución a este impase.»{114}

Los líderes de la nueva confederación definieron su identidad separatista al

denunciar a CLAI y a la teología de la liberación; éstos eran sus enemigos

explícitos. Implícitamente, también se oponían al Pacto de Lausana. Mientras

afirmaban apoyar al convenio, temían que los evangélicos que seguían su llamado

de «responsabilidad social» estuvieran comprometiendo su fe con la ideología de la

izquierda. Como resultado, los arquitectos de CONELA concluyeron que el Reino

de Dios no debía ser confundido con comida o bebida, que las iglesias no se

debían involucrar en las luchas por el poder político, y que los cristianos debían dar

al César lo que es del César. {115} De acuerdo al pensamiento de iglecrecimiento,

relegaban la responsabilidad social a las agencias especializadas en ayuda y

desarrollo.

175

CONELA decía representar a veinte millones de evangélicos. Efectivamente,

aglutinó a las asociaciones existentes, tales como el Consejo Evangélico de

Venezuela (CEV), y procedió a organizar unas nuevas en países en donde no

existían, incluyendo a México, la República Dominicana y Panamá. Pero mientras

que delegados de ochenta y cuatro denominaciones asistieron a la primera

conferencia de CONELA, las tres cuartas partes de los 4,2 millones de evangélicos

representados directamente pertenecían a un solo grupo: las Asambleas de Dios en

el Brasil. Desafortunadamente para CONELA, las iglesias más fundamentalistas

tendían a ser muy difíciles de organizar. Después de todo, la razón de ser del

fundamentalismo era la división de otras iglesias, y desconfiaban de cualquier

intento de organizarlas en algo mayor.

La mayoría de los evangélicos latinoamericanos probablemente ni siquiera

sabían lo que era CONELA, nada se diga de saberse representados por ella. Pero

la nueva confederación sí contaba con el apoyo de las misiones evangélicas

norteamericanas, incluyendo a Billy Graham, [165] la Cruzada Estudiantil, y los

Ministerios O.C., así como también la organización de Palau. {116} Durante la primera

conferencia estuvieron presentes sesenta y cuatro agencias paraeclesiales. Las

agencias evangélicas de comunicación masiva comprendían el número más alto,

seguidas por los evangelistas. {117} Al encontrarse a merced de la autoridad política

para el acceso a las audiencias masivas, dichas operaciones figuraban entre las

más conformistas de la comunidad evangélica. Por supuesto, muchos difusores y

evangelistas también tenían sus oficinas en los Estados Unidos. Como preguntó un

observador escéptico de Visión Mundial, ¿tenían realmente una identidad

latinoamericana, o estaban simplemente tratando de justificarse? {118}

Notas

{111} Montgomery 1979: 87-107.

{112} Savage 1981: 8-9.

{113} Costas 1982: 150-151; Savage 1981: 13-15; «Literature Named Priority of Theological

Fraternity», Entre Nos (Quito, Ecuador: Puente), junio de 1984, p. 6.

{114} «CONELA to Focus on Biblical Answers to Continent's Problems», Briefing, diciembre-febrero

de 1982, p. 17.

176

{115} Bill Conard, «Should Latin American Churches Stay Away from Social Problems?»,

Christianity Today, 21 de octubre de 1983, p. 38.

{116} «CONELA Celebrates Its First Four Years», Entre Nos, mayo de 1986, pp. 1-2.

{117} Al Hatch, «The Significance of CONELA», Latin America Pulse, julio de 1982, pp.1-7.

{118} Roger Velásquez, «Reuniones de CONELA», memorando sin fecha para la Oficina Regional

de Visión Mundial Internacional, San José, Costa Rica, pp. 56. Para otro análisis crítico de

CONELA, véase Santos 1984.

La derecha religiosa llega a América Latina

«Una contrarrevolución centrada en Cristo está salvando vidas en América

Central... Descubre cómo puedes unirte a la contrarrevolución antes de que sea

demasiado tarde.» –Cruzada Mundial de Literatura, 1987{1}

En un especial de televisión sobre América Central, el murmullo de clamores

conflictivos en los medios de comunicación da paso a una voz familiar que surge de

la confusión. «Hay un fuego que ha empezado y que está ardiendo frente nuestra

puerta», declara Ronald Reagan. Así comienza una solicitud de fondos por parte de

una organización llamada Puertas Abiertas con el Hermano Andrés. La

especialidad de Puertas Abiertas es contrabandear Biblias, pero ahora se está

expandiendo. En la pantalla de televisión, se presenta el perfil de cada país

centroamericano hasta llegar a México, desde donde una flecha rosa apunta al sur

de los Estados Unidos. Si México no puede poner su casa en orden, dice una voz,

muchos millones de ciudadanos desesperados huirán hacia los Estados Unidos.

«La revolución actual en América Latina es únicamente un anticipo de lo que

ocurrirá una vez que los rusos tengan pie firme en el Africa», explica el actor y

cristiano renacido Dean Jones. «Una vez que obtengan los hombres y el poder

militar, se trasladarán hacia América Latina con toda la fuerza, concentrándose en

América Central. [El fundador de Puertas Abiertas, el Hermano] Andrés cree que su

propósito es, en primer lugar, separar a América del Norte de América del Sur, y

luego [168] sumir a todo el hemisferio sur en una revolución. Finalmente, aislar a

América del Norte del resto del mundo.»

«Tal vez por ahora, podamos ignorar la crisis frente a nuestra puerta», continúa

Jones. «Pero si América Latina sucumbe a las fuerzas de la revolución marxista

177

que se encuentran trabajando a lo largo del continente, sin duda su impacto se

profundizará en nuestras vidas más de lo que podemos imaginar. Las implicaciones

militares son vertiginosas. La pregunta del momento podría ser ¿cómo nos

involucraremos en América Latina? Por ahora, tenemos una elección. Por ahora.»

Al sonido de los tambores, la figura intensa y pequeña del Hermano Andrés

aparece, entre tropas salvadoreñas en su rastreo de guerrilleros. «Es mejor que

nosotros vayamos hacia ellos antes de que ellos vengan hacia nosotros», advierte

el veterano contrabandista de biblias con su acento holandés. «Si no vamos hacia

los paganos con el evangelio, ellos vendrán hacia nosotros con revolucionarios y

con ejércitos de ocupación.»{2}

Para los evangélicos de la derecha, 1979 fue el año en el que la alarma

empezó a sonar y se rehusó a callar. Los sandinistas habían llegado al poder en

Nicaragua, convirtiéndose en los primeros revolucionarios triunfantes en América

Latina desde que Fidel Castro llegó a La Habana dos décadas antes. Apoyaban a

las insurgencias en los países vecinos, levantando el espectro de un istmo rojo que

dividía al hemisferio en dos. Aunque sea difícil de creer, los sandinistas debían su

victoria al apoyo de las iglesias cristianas. Ciertamente, se sabía que el clero

católico amparaba a la izquierda, pero éste no era el único responsable. Jóvenes

evangélicos nicaragüenses también ayudaron a derrocar al antiguo régimen. «Los

pastores reportaron estar perdiendo su juventud casi completamente», informó un

director de Puertas Abiertas.{3}

En el altiplano guatemalteco, congregaciones enteras de indígenas mayas

parecían estar uniéndose a la guerrilla. En otros lugares, se decía que seminarios

enteros estaban infiltrados por doctrinas subversivas. A menos que se hiciera algo,

declaró Ray Hundley de la Misión Interamericana, las iglesias protestantes se

reducirían a centros de planificación para la lucha guerrillera y para la revolución

marxista.{4} «Diariamente, un número cada vez mayor de cristianos

latinoamericanos están obedeciendo el llamado liberacionista: '¡Dejen sus Biblias,

tomen sus rifles, y [169] únanse a la revolución!'», advertía Hundley. «Iglesias que

una vez fueron conocidas por su fervor evangelístico se están convirtiendo en

centros para la acción subversiva de la guerrilla. Seminarios que una vez fueron

mundialmente conocidos por su educación bíblica producen ahora líderes marxistas

expertos en utilizar la Palabra de Dios para agitar a sus congregaciones en

levantamientos violentos.»{5}

178

Esta era la clase de histeria que generaba dinero. ¿Qué mejor manera de

llamar la atención de los patrocinadores norteamericanos y justificar la presencia

misionera, que proteger a los neófitos del comunismo? Claramente, se estaba

pintando a la teología de la liberación como al coco. Sin embargo, la retórica

sugiere que los revolucionarios no eran los únicos que se preocupaban por la

multiplicación de las iglesias entre los pobres; también lo hacían los evangélicos

conservadores. Al detectar un potencial subversivo en sus iglesias, concebían a la

teología de la liberación como a un virus doctrinal que se originaba en las capitales

comunistas, capturando las mentes de los cristianos liberales e infectando, ahora, a

sus propias iglesias impresionables.

Generalmente, pensamos en la teología de la liberación en términos de la

Iglesia Católica, algunas veces en asociación con los protestantes ecuménicos,

pero nunca con los fundamentalistas o los evangélicos. El caso de los últimos en

contra de la teología de la liberación era simple y a menudo parecía unánime.

Según los evangélicos, Cristo localizaba al pecado en el corazón de los hombres,

mientras que la teología de la liberación lo atribuía a las estructuras sociales. Los

cristianos creían que la salvación se alcanzaba a través del renacimiento personal,

mientras que la teología de la liberación la reducía a la revolución, a la idea de que

únicamente un levantamiento social podría redimir a la humanidad.

Por lo tanto, la teología de la liberación trataba de que las personas mejoraran

su propia condición en lugar de que obtuvieran la salvación a través de su fe en

Cristo. Al considerar al pecado como a un fenómeno social en lugar de personal, la

teología de la liberación tendía a fundir la religión y la política, a reemplazar al

evangelismo con la organización política, y a abogar por la violencia revolucionaria.

Aquello la convertía en un vehículo ilusorio y falsamente cristiano para el

adoctrinamiento marxista. [170] Si la revolución llegaba al poder, seguramente se

volvería contra la iglesia, destruiría su independencia y la reduciría a un cascarón

vacío, sin espíritu. Por consiguiente, el unir las manos con la teología de la

liberación era una invitación al suicidio. {6}

Aún los evangélicos más atrevidos y progresistas aceptaban gran parte de esta

denuncia.{7} En el mejor de los casos, consideraban que la teología de la liberación

era demasiado dependiente del análisis marxista y demasiado selectiva en su uso

de las escrituras.{8} No estaban de acuerdo con su interpretación de la Biblia, y

pensaban que negaba la importancia de la salvación personal. Pero sí admiraban

179

una característica de la teología de la liberación, «el compromiso cristiano» –no

aquel desplegado por los pocos sacerdotes guerrilleros, sino aquel de todos los

religiosos, hombres y mujeres, que habían hecho caso omiso de las amenazas, que

se habían rehusado a tomar las armas, que habían persistido en su ministerio y que

habían entregado sus vidas. Algunos evangélicos se avergonzaban del poco

número de mártires como éstos que podían reclamar como suyos. Deseaban

igualar la dedicación de dichos cristianos sin perder de vista sus propios

compromisos.

En lo que se refiere a la teología de la liberación, por lo tanto, los evangélicos

se encontraban más divididos de lo que podría parecer a primera vista. En una

atmósfera generada por cazadores de herejía, en la que cualquier posición excepto

la condena total podía ser interpretada como simpatía por la izquierda, algunos

evangélicos mantenían un silencio discreto. Sugerir que la teología de la liberación

había colocado a la escritura en el contexto latinoamericano y que había estimulado

a los evangélicos a preocuparse por los asuntos sociales era un riesgo, debido a

que implicaba haber caído en la misma. Los conservadores utilizaban la etiqueta de

la teología de la liberación para desacreditar y expulsar a los hermanos que tenían

una actitud crítica hacia el dominio conservador en la comunidad evangélica.

Numerosas tensiones agudizadas por la depresión económica y por la guerra –

entre misioneros y latinoamericanos, evangélicos rurales y urbanos, líderes jóvenes

y viejos, pobres y ricos– generaba una contracultura en las iglesias evangelistas.

Ese era el caso de la Misión Interamericana, el grupo al que pertenecía el alarmado

misionero Ray Hundley. [171] Interamericana tenía una larga historia de conflicto

con sus iglesias en Colombia, del tipo causado por una misión que no cede el

control a los líderes locales. Como resultado, algunas de sus vástagos espirituales

se habían convertido en antimisioneros y antinorteamericanos. «Al acusar a los

misioneros de ser agentes de la CIA o crédulos inconscientes del 'imperialismo

yanqui'», se quejaba Hundley de tales nacionalistas, «han tenido éxito, en muchos

casos, en paralizar o por lo menos estropear la injerencia misionera extranjera.» {9}

Desde los radicales a favor de la revolución hasta los fundamentalistas que

abogaban por contrarrestarla, la politización izquierda-derecha era el nuevo estilo

en la rivalidad religiosa. Si anteriormente las batallas se sostenían principalmente

entre católicos y protestantes, sobre cuestiones como el honor debido al Papa o a

la Virgen María, ahora éstas eran eclipsadas por una nueva clase de confrontación

180

entre la teología de la liberación y las cruzadas anticomunistas. Cuando los

fundamentalistas de la derecha se pusieron en contra de los católicos de la

izquierda, las diferencias religiosas y políticas se trasladaron y se convirtieron en lo

que empezó a verse como una guerra santa.

Con la creencia de que eran la última línea de defensa de la cristiandad, los

misioneros inspirados por la derecha religiosa se convirtieron en fervientes

servidores de la política extranjera de la administración de Reagan en América

Central. Esta nueva ola en el movimiento misionero incluía a los miembros de

agencias ya establecidas, que nunca habían participado en el ambiente auto-crítico

de los años setenta. Alarmados por la posibilidad de que los comunistas llegaran al

poder, se polarizaron hacia la derecha, desde donde podían ser particularmente

influyentes debido a su posición establecida en las iglesias locales.

No obstante, gran parte de la derecha misionera era nueva en América Latina,

al haber sido atraída desde principios de los años setenta por desastres naturales y

luego por la violencia política. Con frecuencia, los nuevos apóstoles eran del

Cinturón de Sol y pertenecían a las más extensas redes pentecostales y

carismáticas de esta región –las Asambleas de Dios, la Fraternidad de Hombres de

Negocios del Evangelio Completo, los diferentes ministerios de televisión. América

Central estaba cerca de casa, era culturalmente familiar y se encontraba al [172]

alcance de pequeños presupuestos de misiones independientes, . Más aún, durante

la década de 1980, América Central apeló a una de las necesidades simbólicas

más profundas de los predicadores del evangelio. Era un vecino bajo la amenaza

del comunismo, y estaba llegando ya al Señor, en forma de movimientos

pentecostales listos para recibir a los predicadores norteamericanos. América

Central era el escenario perfecto para sopesar la Biblia en alto, expulsar demonios

y hacer retroceder la marea satánica.

Estimulados por la Casa Blanca, estos cristianos estaban utilizando sus

misiones extranjeras para promover los planes del gobierno estadounidense en

América Latina. Como lo señaló Deborah Huntington, trataron de disuadir a los

centroamericanos de unirse a movimientos para el cambio social, al ofrecer la

esperanza de una alternativa espiritual frente a la acción política. También

aseguraron a los colaboradores norteamericanos que la versión de los eventos de

la administración de Reagan era correcta, y atacaron a las críticas como partidarias

del comunismo.{10} Eran, en efecto, los animadores de la intervención militar

181

estadounidense. Para apoyar a los contras nicaragüenses, trabajaron

estrechamente con organizaciones dirigidas por ex-oficiales militares y de

inteligencia.{11} Al unirse a la guerra de los contras, parecían confirmar los temores

de que las misiones norteamericanas eran frentes de la CIA.

Notas

{1} Anuncio publicitario, World Christian, enero-febrero 1987, p. 9.

{2} Open Doors 1984b. Pocos años antes, Dean Jones hizo el papel de un consejero en una

película producida por el gobierno sandinista, la galardonada Alcino el Condor.

{3} Open Doors 1984a.

{4} Hundley 1981 y 1986.

{5} Hundley 1983: 9.

{6} Según la representación de Bill Conard, «Latin America's Revolution Theology», Briefing,

diciembre de 1981-febrero de 1982, pp. 10-13, and Luis Palau, «Evangelist to Three Worlds»,

Christianity Today, 20 de mayo de 1983, pp. 30-31.

{7} W. Dayton Roberts, «Liberation Theologies», Christianity Today, 17 de mayo de 1985, pp. 14-

16.

{8} J. Andrew Kirk, «Theology in Latin America: Where is it Today?» Latin America Evangelist,

mayo-junio de 1978, pp. 6-7, 14.

{9} Hundley 1986.

{10} Huntington y Domínguez 1984: 25.

{11} Para un análisis del movimiento de apoyo a los contra como una red mopntada por la CIA, el

Consejo Nacional de Seguridad y la Casa Blanca, véase Barry et al 1986: 14-30.

 

Teología de la liberación

Cuando los misioneros evangélicos estimularon a los latinoamericanos a leer la

Biblia, no anticiparon que ésta sería interpretada en términos de teología de la

182

liberación. Pero en donde las ideas de desarrollo norteamericanas habían

fracasado, era difícil ignorar las muchas referencias de la Biblia sobre los pobres y

la justicia social. En lugar de relegar dichos versos a la otra vida, al reino milenial, o

al estado espiritual de la persona, como los norteamericanos generalmente lo

hacían, ¿por qué no interpretarlos literalmente? Gran parte de la Iglesia Católica

decidió hacerlo así, provocando las represalias de los gobiernos y alimentando con

sus feligreses a los movimientos revolucionarios.

La intención de los reformadores católicos había sido la de desviar una violenta

revolución social, no la de convertirse en parte de una. [173] Durante los años

sesenta y setenta, miles de voluntarios católicos abandonaron las comodidades de

la clase media para ir a vivir con los pobres, tratando de satisfacer sus necesidades

tanto materiales como espirituales, para salvarlos de los halagos del comunismo.

Uno de los primeros obstáculos con los que se encontraron los agentes pastorales

fue la resignación de la gente a la que ellos trataban de levantar. Muchos de los

pobres estaban tan oprimidos que parecían haber perdido la esperanza. De ahí el

interés en la técnica de concientización del educador brasileño Paulo Freire, un

instrumento al estilo socrático que organizaba a las personas para cambiar las

condiciones opresivas. Propagado a través de redes de catequistas laicos, el nuevo

método condujo a la formación de miles de «comunidades eclesiales de base»,

pequeños grupos que estudiaban la Biblia y aplicaban sus enseñanzas a problemas

locales.

El análisis de la situación local condujo a una segunda clase de problema, esta

vez con las autoridades. La idea original había sido resolver los conflictos de una

forma pacífica, antes de que los revolucionarios trataran de explotarlos. Pero

aquello implicaba realizar cambios que tanto las oligarquías como los gendarmes

de América Latina se oponían a aceptar. Significaba enfrentarse al estado, ante

cuyas fuerzas de seguridad los cristianos fueron muy pronto denunciados como

subversivos. Dichos temores no eran tan infundados, debido a la paralela aparición

de insurgencias armadas. Conducidos por intelectuales urbanos, algunos de estos

grupos revolucionarios deseaban no sólo organizar a las mismas personas que la

iglesia había organizado, sino también organizarlas a través de la iglesia, cuyo

propósito religioso les proporcionaría protección al menos por el momento.

Mientras tanto, junto con ciertos protestantes ecuménicos, los teólogos

católicos se volvían cada vez más receptivos al marxismo como un modo de

183

análisis. Ya habían tomado a las ciencias sociales como marco de referencia para

aplicar las enseñanzas de la iglesia a los problemas sociales. Ahora les atraía la

teoría de la dependencia, una forma revisionista del marxismo, que se concentraba

en las relaciones de explotación entre el núcleo imperialista y su periferia del Tercer

Mundo. Una razón por la que la teoría de la dependencia atraía a los

latinoamericanos era que ésta explicaba la crisis regional no a través de la

estructura de clase, como lo hacían los marxistas ortodoxos, ni a través de su

religión y cultura, [174] como lo hacían los protestantes, sino por la subordinación

frente a los Estados Unidos. Si Washington era, al fin y al cabo, responsable por el

fracaso de la reforma social en América Latina –una atractiva proposición después

de su derrocamiento de gobiernos democráticamente electos en Guatemala, Brasil,

y Chile, su guerra contra Cuba y la invasión en 1965 de la República Dominicana–

ésta era una doctrina capaz de aglutinar a un amplio frente anti-imperialista.

Los teólogos de la liberación rehusaron a dicotomizar lo espiritual y lo material,

sugiriendo a los pobres, por ejemplo, aceptar su suerte en esta vida y buscar su

recompensa en la siguiente. A diferencia de los conservadores que afirmaban estar

lejos de la política, los liberacionistas demostraban que cualquier posición teológica

tenía implicaciones políticas. A pesar de que la iglesia había justificado durante

mucho tiempo un orden social opresivo, decían, la Biblia prometía la salvación en

este mundo y no sólo en el siguiente. Basándose en la experiencia latinoamericana

con el capitalismo y los Estados Unidos, estos pensadores cristianizaron al anti-

imperialismo, a la lucha de clases y a la revolución social. El resultado era un Dios

de los pobres que, al igual que en el éxodo de los israelitas de Egipto, liberaría a su

gente de la esclavitud.

Esto no quiere decir que los activistas católicos fueran partidarios de los

partidos vanguardistas marxistas-leninistas, de la lucha armada, o de la dictadura

del proletariado. La mayoría no lo eran. Es importante señalar, como lo hace Philip

Berryman, que las categorías como clase y explotación son tan comunes en el

vocabulario latinoamericano como la psico-charlatanería lo es en el

norteamericano: es prácticamente imposible el referirse a la vida sin ellos. {12} Aún si

estaban desesperados por encontrar aliados, la mayoría de los católicos

progresistas no se hallaban impresionados por la izquierda disponible. La

experiencia enseñaba que, mientras sus políticos fueran inefectivos, sus

insurrecciones serían inmaduras, manipulativas y peligrosas para cualquiera que

184

hablara de cambio social. Casi todos los levantamientos armados fracasaban. Su

resultado principal eran las represalias gubernamentales en contra de cualquier

desafortunado en los alrededores.

La mayor parte del clero que trabajaba en las desprotegidas clases populares

no deseaba enfrentarse con las autoridades salvo por la mejor de las razones. [175]

Esperando evitar derramamientos de sangre, los activistas sociales generalmente

se concentraban en sus propios esfuerzos a nivel de parroquias. En cuanto al

cuadro general, se contentaban con esperanzas de alguna forma de socialismo

democrático, visualizado en términos de cooperativas o de comunidades

igualitarias.

En los Estados Unidos, el sistema político podría haber acomodado a muchos

de los programas que los católicos progresistas organizaban en América Latina. En

estos países, sin embargo, los activistas eran tratados como subversivos. Mientras

las dictaduras suprimían a las organizaciones católicas, éstas se convertían en

puentes a la izquierda armada. Al ver que su gente era sacrificada por tratar de

ejercer sus derechos, y basando su consejo menos en la teología de la liberación

que en la doctrina tradicional de la guerra justa, el clero católico de Guatemala y El

Salvador dijo a los campesinos que el levantarse en contra de las autoridades

podía ser una causa cristiana. En Nicaragua, las comunidades de base se

convirtieron en lo que las guerrillas sandinistas llamaban «canteras» para su

movimiento.{13}

Notas

{12} Berryman 1984: 29.

{13} Peter Kemmerle, «Liberation Theology, From the Inside», Guardian (New York), 24 de octubre

de 1984, p. 20. Alan Riding, «The Sword and the Cross», New York Review of Books, 28 de

mayo de 1981, pp. 3-8.

Audiencias en Washington

La noticia de estos acontecimientos llegó pronto a oídos del faraón. La teología

de la liberación podría ser un chivo expiatorio para la situación revolucionaria en

185

América Central. Mientras tanto, los norteamericanos influenciados por el

pensamiento liberacionista obstaculizaban el esfuerzo del gobierno de Reagan por

derrocar a los sandinistas en Nicaragua. A través de sus iglesias, algunos cristianos

norteamericanos estaban creando solidaridad con los revolucionarios marxistas.

Por estas razones la teología de la liberación fue examinada por un subcomité del

Senado norteamericano que investigaba a los terroristas.

En octubre de 1983, las audiencias sobre «Marxismo y Cristianismo en la

América Central Revolucionaria», fueron presididos por el senador Jeremiah

Denton (Republicano-Alabama), un ex-piloto de marina que había pasado ocho

años en una prisión de Vietnam del Norte. El Consejo Nacional de Iglesias y la

Conferencia Católica estadounidense se negaron a testificar, por miedo a una

inquisición. Debido en parte a la reputación de extremista del senador Denton, las

audiencias no atrajeron mucha atención. [176] Pero sí ampliaron la acusación de

los reaganistas contra la teología de la liberación, armando a la derecha religiosa

sobre este asunto durante los años venideros.

El testimonio fue iniciado por un representante del Consejo para la Seguridad

Interamericana. Este era el centro de estudios que, en su «Informe de Santa Fe» de

1980, había exhortado al gobierno estadounidense a combatir la teología de la

liberación. También ayudó a formular la política de Reagan para apoyar a los

movimientos guerrilleros de derecha. {14} Al trabajar estrechamente como lo hizo con

las burocracias de la inteligencia militar de Washington, aparentemente era difícil

para el Consejo concebir a los movimientos religiosos salvo como un reflejo de las

conspiraciones políticas. Según un testigo del Consejo, un sacerdote católico

llamado Enrique Rueda, la teología de la liberación era una estrategia soviético-

cubana para subvertir al hemisferio.

Los cinco siguientes testigos eran exiliados de la Nicaragua sandinista.

Señalaron a varios sacerdotes católicos que habían colaborado con las guerrillas

sandinistas bajo la anterior dictadura somocista. Según los testigos posteriormente

manipularon a otros clérigos para que aceptasen la toma del poder marxista. De

acuerdo a los testigos, el jefe de los villanos era el poeta sacerdote Ernesto

Cardenal, un admirador de la revolución cubana, miembro clandestino de la

guerrilla sandinista y en ese momento Ministro sandinista de Cultura. Bajo el

antiguo régimen –que había reprimido aún a los opositores pacíficos y que había

sido universalmente repudiado– Cardenal y otros pocos clérigos habían reclutado

186

jóvenes para el movimiento sandinista y habían obtenido dinero para éste en el

extranjero. También habían protegido a las guerrillas en sus rectorados, estimulado

confrontaciones con las autoridades e incluso ayudado a organizar ataques

sorpresivos. Cuando la dictadura de Somoza tomó represalias contra la Iglesia

Católica, ocultaron su utilización de esta institución para actividades revolucionarias

y acusaron al gobierno de persecución religiosa.

Ahora que los sandinistas tenían el poder, Cardenal era la figura más relevante

del movimiento religioso revolucionario, conocido también como la Iglesia Popular.

Un testigo del Comité Denton afirmó que, a pesar de que la mayor parte de los

clérigos pro-sandinistas eran [177] «románticos ingenuos», Cardenal era un ateo

que solamente fingía ser cristiano. Según otro testigo, los sandinistas utilizaban la

imagen de cristianos revolucionarios como Cardenal para disfrazar la naturaleza

marxista-leninista de su régimen, reinterpretar al cristianismo en términos

compatibles con el marxismo-leninismo, y ocultar la persecución a los oponentes

cristianos. Incluso otro testigo, un desertor sandinista llamado Miguel Bolaños

Hunter, describió la manipulación de grupos religiosos revolucionarios por parte de

los órganos de seguridad del Ministerio del Interior.

¿Qué sacamos de esta clase de testimonio? Sin descontar todo lo que se

había dicho ante el comité Denton –ciertamente la teología de la liberación podía

ser manipulada al igual que cualquier otro movimiento religioso– se debe señalar

que las historias de polarización siempre pueden ser interpretadas como

conspiraciones. Cada parte interpreta los vínculos simbólicos que atan al otro como

prueba de una dirección centralizada, a menudo incorrectamente. Al ignorar las

muchas tensiones y resquebrajaduras en el campo enemigo, tales interpretaciones

producen una versión policial de la historia. {15}

El testigo estrella del comité Denton en este aspecto fue Luis Pellecer, un joven

jesuita «desaparecido» por las fuerzas de seguridad guatemaltecas en Junio de

1981. Un presunto muerto, al igual que muchos otros detenidos políticos, Pellecer

fue resucitado cuatro meses después durante una conferencia de prensa oficial en

donde confesó una vasta conspiración de la Iglesia Católica, de las agencia

privadas de desarrollo, y de su propia orden jesuita, a la cual identificó como la

mentalizadora del movimiento revolucionario. {16} De hecho, Pellecer había sido

reclutado como colaborador del Ejército Guerrillero de los Pobres, pero fue

únicamente después de mediados de 1978, después de una masacre de los

187

indígenas kekchís que aumentó el número de reclutas de los grupos

revolucionarios. Al igual que muchos otros cristianos que se habían unido a las

rebeliones, Pellecer lo hizo únicamente después de atestiguar la clase de crímenes

de estado, los cuales, de acuerdo a la tradición teológica, podían justificar dicha

acción.

Cuando Pellecer describió a los programas sociales católicos como una

conspiración marxista-leninista, parecía regurgitar las [178] racionalizaciones de

sus secuestradores. Contraria a la versión del ejército guatemalteco, la mayor parte

de los observadores estarían de acuerdo en que las atrocidades de las fuerzas de

seguridad, y no la guerrilla, fueron responsables de poner en contra del régimen a

gran parte del clero católico del país. Al reducir la obra social de la Iglesia Católica

a una conspiración comunista, los secuestradores de Pellecer proyectaban la

paranoia y la conspiración de su propio régimen sanguinario y altamente

centralizado hacia una oposición menos organizada.

Las audiencias del comité Denton pueden haber demostrado cómo el gobierno

sandinista utilizaba a la religión para suprimir a los opositores y defenderse de los

ataques estadounidenses. Pero eran también una imagen que reflejaba cómo el

gobierno de Reagan también manipulaba a la religión. Si trastocamos la acusación

contra los sandinistas por parte de la derecha religiosa, se vuelve claro que el

gobierno de Reagan estaba utilizando la insignia del cristianismo para justificar al

sistema capitalista, interpretar el cristianismo en términos compatibles con éste,

ocultar la persecución de los cristianos que se le oponían, e identificar a los

oponentes religiosos como subversivos. Así como la derecha religiosa consideraba

a la teología de la liberación como un instrumento de la subversión comunista, era

fácil para la izquierda interpretar a la derecha religiosa como un instrumento de

Washington.

Notas

{14} Barry et al 1986: 9, 35.

{15} Cf. Costas 1982: 66.

{16} Subcommittee on Security and Terrorism 1984.

188

Cuba y Granada

Para probar sus opiniones sobre la teología de la liberación, la derecha

religiosa señalaba a Cuba y a Granada. Durante mucho tiempo, los conservadores

habían acusado al régimen de Castro de perseguir a los cristianos y de infiltrar

iglesias a lo largo del hemisferio. Hay que recordar que, en 1961, exiliados

auspiciados por los Estados Unidos invadieron la isla. Aún después de fracasar,

continuaron saboteando al gobierno comunista con el respaldo de la CIA. Esta fue

una de las razones por las que las autoridades cubanas arrestaron a clérigos por

espionaje y por predicar en contra de la revolución. La revolución cubana también

adoptó una política de ateísmo al estilo soviético, por la cual trató de alienar a la

religión de la vida nacional. La Navidad desapareció del calendario de vacaciones;

la Semana Santa fue reemplazada por celebraciones anuales de la derrota de la

invasión estadounidense. [179] Los cristianos fueron excluidos del partido

comunista, la incredulidad se propagó en las escuelas, y el evangelismo fue

prohibido fuera de las paredes de la iglesia. {17} Se permitían los cultos programados,

pero únicamente podían predicar los egresados de un seminario.

Irónicamente, los protestantes habían desempeñado un papel significativo en el

Movimiento 26 de julio que llevó a Fidel Castro al poder en 1959. {18} Pero el apoyo

evangélico no sobrevivió a la transformación de la revolución en marxista-leninista.

La respuesta más popular fue partir hacia Miami, un traslado emprendido por gran

parte de los creyentes y por lo menos la mitad de los pastores evangélicos. Las

congregaciones disminuyeron, de unas doscientas mil personas en el momento de

la revolución a unas cincuenta mil durante la década de 1970. {19} Evidentemente,

los protestantes cubanos se habían identificado fuertemente con los Estados

Unidos. Ya que la revolución ocurrió antes de que muchas misiones trasladaran el

control de sus iglesias hacia los cubanos, muchos títulos de propiedad se

encontraban todavía a nombre de organizaciones estadounidenses; un número de

iglesias eran todavía parte de sus jurisdicciones eclesiásticas; y numerosos

norteamericanos se encontraban todavía liderando congregaciones. {20}

Los evangélicos que permanecieron en Cuba sentían que sus líderes los

habían abandonado. Los expatriados en los Estados Unidos pensaban que quienes

quedaron atrás se habían convertido en colaboradores. {21} En el seminario

evangélico de Matanzas, un pequeño grupo de protestantes pro-Castro trataron de

189

construir una nueva clase de iglesia. A pesar de todas las privaciones que la

revolución había traído consigo, ¿qué tal si ésta era parte del plan de Dios para la

construcción de su Reino?{22} En lo que debieron haber sido circunstancias muy

difíciles, este grupo se sobreidentificó con el régimen y perdió su credibilidad entre

otros evangélicos. Después de 1968, la presión oficial se aplacó y surgieron líderes

más aceptables. Eran lo suficientemente conservadores como para mantener la

lealtad de las bases, pero también deseaban cooperar con el gobierno, al cual las

iglesias comenzaron a aceptar.

Todavía quedaba un sector disidente, aparentemente la mayoría de

evangélicos, que seguían absteniéndose de la revolución. Conformado por gente

demasiado pobre o comprometida como para dejar el país, [180] estos cristianos

tendían a ser pentecostales independientes, Asambleas de Dios, Testigos de

Jehová, o Adventistas del Séptimo Día. Se consideraban parias, exiliados en su

propio país –y como tales eran tratados– de manera que se mantuvieron al margen

de la sociedad cubana. Según Margaret Crahan, sus congregaciones eran

«comunidades alternativas para aquellos que se resisten a la integración» en el

orden dominante. Los grupos de más rápido crecimiento, como los Testigos,

parecían ser los más contrarios a la revolución. {23}

Sin importar cuanto habían mejorado las relaciones iglesia-estado en Cuba –y

para los años ochenta habían mejorado bastante– las quejas de los disidentes

permitían que Cuba todavía fuera retratada como un vasto campo de

concentración. Aquello lo convirtió en un blanco para aventureros, lo que provocó

nuevas reacciones oficiales. En mayo de 1979, un pequeño avión de la Florida

aterrizó bruscamente en una carretera cubana después de haber esparcido folletos

evangélicos por un corredor aéreo internacional. Para las autoridades cubanas, el

hecho de que el piloto hubiese volado helicópteros en Vietnam sugería que era un

agente de la CIA. El otro malandrín, un producto del Gulf Coast Bible College,

actuaba bajo la convicción de que cuarenta a cincuenta prisiones albergaban al 5%

de la población cubana. Esperaba sembrar la isla con «bombas espirituales». Los

dos fueron sentenciados a veinticuatro años antes de ser puestos en libertad. {24}

La respuesta de la revolución cubana frente a los opositores religiosos no

había sido sutil. Cuando Fidel Castro extendía una rama de olivo, como lo hizo en

los años setenta y más frecuentemente después de que los sandinistas tomaron el

poder en Nicaragua con apoyo cristiano, la derecha religiosa le atribuyó una nueva

190

estrategia diabólica para destruir a la cristiandad. ¿No era su discurso sobre una

«alianza estratégica» entre marxistas y cristianos una prueba de que trataba de

manipular a estos últimos? Si la mejor forma de hacer la revolución era a través de

las iglesias, ¿no estaba el dictador cubano simplemente reemplazando la fuerza

con la asimilación? No había ninguna duda, afirmaba la derecha religiosa: Castro

había sido el gran mentalizador de la teología de la liberación. [181]

En Cuba, los cristianos pro-Castro eran muy lentos en aceptar la nueva

teología. En su contexto, ésta implicaba un desafío al orden existente, al cual

deseaban justificar más que oponerse. Pero para la derecha religiosa, la revolución

en la isla de Granada confirmó que la teología de la liberación era el último truco de

Fidel. De las toneladas de documentos capturados cuando los Estados Unidos

derrocaron al movimiento revolucionario «Nueva Joya» en Granada, los analistas

produjeron varios memorandos como evidencia de una conspiración comunista en

contra de las iglesias de la isla.

Teniendo presente que la Agencia Central de Inteligencia ocasionalmente

falsifica tales recuerdos, uno está firmado por el jefe de seguridad de Nueva Joya,

el Mayor Keith Roberts. Fechado tres meses antes de la invasión estadounidense

de octubre de 1983, el memo califica a las iglesias como «el sector más peligroso a

favor de una contrarrevolución interna». Como los regímenes revolucionarios

suelen hacer, Nueva Joya había alarmado a los líderes eclesiásticos, por atraer a

los jóvenes a las brigadas de trabajo dominical y a organizaciones juveniles de

estilo cubano. Temiendo perder la libertad religiosa, el clero católico elevó sus

protestas y los grupos protestantes aumentaron el evangelismo. A pesar de que el

memo describe a la Iglesia Católica como la amenaza principal, su autor se

muestra alarmado por la «afluencia de nuevas sectas religiosas» y sus «frenéticas

campañas» para ganar nuevos miembros. Los líderes de la iglesia son todos

hostiles a la revolución en uno u otro grado, afirma el autor del memo, y enumera

varios pasos para defender a la revolución en contra de ellos. Las proposiciones

incluyen promover contactos con los teólogos de la liberación solidarios fuera de

Granada, restringir los permisos de trabajo para evitar que nuevos evangelistas se

congreguen en la isla, remover a directores muy religiosos de las escuelas

primarias, limitar las transmisiones religiosas, y aumentar la vigilancia. {25}

Dados los preparativos de la administración de Reagan para ocupar Granada,

habría sido difícil ignorar los cultos, como uno en el cual, de acuerdo al Servicio

191

Informativo de Puertas Abiertas, un «miembro... se puso de pie antes de que

ocurriera la invasión y dijo que sin lugar a dudas el Señor le había dicho que el

presidente de los Estados Unidos invadiría Granada. Él establecería su ejército en

el Mar Caribe [182] e invadiría Granada». {26} «Nosotros consideramos a la liberación

de nuestra isla por parte de Ronald Reagan como un verdadero acto de Dios», dijo

un líder cristiano de mentalidad similar. «Unos días antes de que ocurriera, tuvimos

una profecía en nuestra iglesia de que Dios nos iba a liberar a través de Reagan.

Por tanto, cuando ocurrió, no estábamos sorprendidos, sino agradecidos.» {27} Para

la derecha religiosa, lo que había ocurrido en Cuba justificaba lo que los Estados

Unidos hicieron en Granada y lo que se disponían a hacer en Nicaragua.

Notas

{17} Barrett 1982: 254. Dan Pawley, «Cuban Believers Walk the Tightrope Under Castro», Pulse

(Wheaton, Illinois: Evangelical Missions Information Service), 11 de octubre de 1985, pp. 2-4.

Rosemary Radford Ruether, «Christians and Cubans», Christianity and Crisis, 26 de agosto de

1985, pp. 329-333.

{18} Ramos 1984: 93-94. Para un tratamiento más extenso sobre las iglesias protestantes post-

1959 en Cuba, véanse los apéndices de Ramos 1986.

{19} Crahan 1979: 243-246.

{20} Adolfo Ham, «Historical Background», en Hageman y Wheaton 1971: 148.

{21} Harry Genet, «The Church Finds Its Role in a Socialist State», Christianity Today, 21 de

diciembre de 1979, pp. 40-41.

{22} Hageman y Wheaton 1971: 210.

{23} Crahan 1979: 247, 259.

{24} White 1981: 72, 129, 168.

{25} Major Keith Roberts, «Analysis of the Church in Grenada», Ministerio del Interior, 12 de julio de

1983, distribuido conjuntamente con el Instituto de Religión y Democracia, IRD 1984a.

{26} Dan Wooding, «Christians on Island Were Praying for Marxist Rule to End», Forerunner, marzo

de 1984, p. 7.

{27} Dan Wooding, «Freedom in Grenada», Open Doors (Orange, California), noviembre-diciembre

de 1985, pp. 4-5 .

192

Marchando a la guerra

La invasión de Granada por la administración de Reagan y la guerra de los

contra en Nicaragua no causó entusiasmo universal en las misiones evangélicas.

Existían razones morales, pero la principal consideración era la supervivencia. Con

la derrota norteamericana en Vietnam, un espectro más amplio de evangélicos

reconoció el costo de asociarse con las políticas exteriores de Washington. Las

ventajas de desasociarse de éstas fueron subrayadas por las investigaciones de

1975 sobre el uso de misioneros por la CIA. {28} Cuando el Presidente Reagan aflojó

las restricciones sobre la agencia seis años más tarde, los directores misioneros

tuvieron miedo de que la CIA interviniese nuevamente en su trabajo. El consejo

misionero de los Bautistas del Sur pidió al Congreso que prohibiera a la agencia

formar frentes misioneros.{29}

Después de Vietnam, muchos evangélicos concluyeron que Dios estaba

humillando a los Estados Unidos por sus pecados. Para los moderados, la

atmósfera de arrepentimiento brindó la oportunidad para diseminar sus críticas. Al

paso de la campaña por los derechos humanos del Presidente Jimmy Carter,

sugirieron que tal vez Dios pretendía que los cristianos escucharan a las víctimas

de la opresión, aún si éstas vivían bajo gobiernos pro-americanos. Tal vez Dios no

quiso decir que Romanos 13:1 (Someteos todos a las autoridades que os

gobiernan, pues no hay autoridad que no proceda de Dios) se aplicase a cualquier

régimen anticomunista que hubiese acogido a los evangélicos, sin importar lo que

éste hiciera a su gente.{30}

Tales críticos continuaban siendo teológicamente conservadores. Insistían, por

ejemplo, en que el único camino para el desarrollo social [183] era la fe en

Jesucristo. También rehusaban apoyar la violencia revolucionaria, pero

comprendían cómo se originó. Una pareja de la Misión Latinoamericana informó de

su fracaso al impedir que un terrateniente quitase los derechos de agua a una

comunidad campesina: «Al no ser violentos, consentimos la destrucción de veinte

familias.»{31} Al igual que esta pareja, algunos misioneros trataron de explicar el

contexto social de la rebelión a sus patrocinadores norteamericanos y criticaron las

políticas estadounidenses.

193

La derecha religiosa sacó conclusiones diferentes sobre la Guerra de Vietnam.

Los predicadores advertían que si los Estados Unidos no restauraban su poder

militar, el comunismo seguiría conquistando al mundo. Por consiguiente, era obvio

quién era el culpable cuando América Central estalló a finales de los años setenta.

La guerra estaba lo suficientemente cerca como para insistir en que los mismos

Estados Unidos estaban en peligro: si no se hacía nada, la frontera sur del país

estaría inundada por millones de refugiados entremezclados con terroristas. La

derecha religiosa creía que aún el cristianismo estaba en peligro, debido a que las

revoluciones marxistas inevitablemente se volvían contra las iglesias, por ser su

más grande enemigo. Algunos afirmaban que, junto con el Medio Oriente, América

Central era uno de los dos lugares en el mundo para los cuales el Señor tenía

planes especiales. La religión evangélica era la última línea de defensa de América

Latina.

Los grupos de la antigua derecha religiosa que se remontan a la era McCarthy

eran una fuente para esta clase de pensamiento. Con poca experiencia en América

Central, hablaban como si estuvieran regresando a los días de su juventud para

repeler a las hordas rojas en Corea. A diferencia de las organizaciones que

proclamaban una nota anticomunista ocasional, pero que se concentraban en lo

espiritual, éstos realizaban referencias ocasionales sobre la salvación y se

concentraban en combatir al comunismo.

La más extremista, la Cruzada Cristiana de Billy James Hargis, defendió a los

escuadrones de la muerte en El Salvador y detectó conspiraciones nazis en el

Kremlin.{32} Billy no parecía estar tan activo en el campo, debido tal vez a que se

estaba recuperando de un escándalo sobre su seducción a estudiantes de ambos

sexos en su instituto bíblico.{33} [184] Desde Glendale, California, el Dr. Steuart

McBirnie, de la radio «Voz del Americanismo», solicitó contribuciones para distribuir

millones de copias del Catecismo Revolucionario de Sergey Nechayev. McBirnie

sentía que esta obra, un manual anarquista que se remonta a 1869, vacunaría a los

centroamericanos contra las promesas falsas del comunismo. {34} El era un miembro

de la Coalición para la Libertad Mundial, una organización fundada por el General

John Singlaub, uno de los agentes de la administración de Reagan encargado de

organizar a mercenarios y a hombres de Dios para ayudar a los contras

nicaragüenses.{35}

194

El más activo de los grupos de la antigua derecha religiosa en América Central

era la Cruzada Cristiana Anti-comunista del Dr. Fred Schwarz. Los oficiales de El

Salvador, Honduras y Guatemala aceptaron el apoyo ideológico proporcionado por

los catedráticos de la cruzada, cuyos escritos eran distribuidos tanto por la policía

costarricense como por los ejércitos salvadoreños y guatemaltecos entre sus filas.

La cruzada mantuvo seminarios para gran parte de los pastores evangélicos en los

tres países y reportó cálidas recepciones por parte de la Alianza Nacional de

Evangélicos en El Salvador, de la Alianza Ministerial de Costa Rica, y de dos

oficiales del Departamento Salvadoreño de la Guerra Psicológica. {36}

Otros grupos anticomunistas interesados en América Latina, especialmente en

Cuba y Nicaragua, se especializaban en las iglesias perseguidas. Conocidos como

contrabandistas de Biblias por el público evangélico, encontraron su llamado

cuando se cerraron las fronteras de Europa Oriental durante la Guerra Fría. Su

símbolo favorito era el alambre de púas sobre el Muro de Berlín. Debido a la

naturaleza secreta de su trabajo, ocupaban un rincón oscuro del movimiento

misionero. Para penetrar fronteras cerradas, algunos adoptaron tácticas extrañas

tales como el descargar folletos en las corrientes oceánicas, o enviarlos por medio

de globos. Una figura recurrente era el pastor refugiado, un hombre que afirmaba

haber escapado por los pelos de sus perseguidores ateos. Ahora que

milagrosamente había llegado a occidente con su testimonio increíble, lo estaba

utilizando para competir por fondos contra otros refugiados cristianos con sus

propias historias dramáticas.{*}

En América Latina, la organización más activa de esta clase era Puertas

Abiertas con el Hermano Andrés, fundada por el contrabandista bíblico más

atractivo y respetable. Un holandés que operaba bajo un seudónimo, el Hermano

Andrés, había encontrado su llamado en la Europa Oriental de los años cincuenta.

No contento con contrabandear literatura religiosa sobre las fronteras, tomó la

ofensiva durante la década de 1970, trasladándose hacia Asia, Africa y América

Latina, con el fin de preparar a la iglesia para la persecución en cualquier lugar en

el que pudiera ser amenazada. La idea era establecer «sistemas de entrega» para

la literatura cristiana antes de que los países cayeran bajo el dominio comunista y

de que comenzase la persecución.{37} En sentido general, el programa demandaba

la organización de los cristianos para que se opusieran a todo movimiento

revolucionario en el Tercer Mundo.

195

Antes de que el Hermano Andrés se convirtiese en misionero, se familiarizó

personalmente con la realidad de defender los intereses occidentales. Como

soldado holandés que luchaba contra el movimiento de independencia en

Indonesia, participó en una masacre de civiles. {38} Sin embargo, a pesar de esta

experiencia desmoralizadora, continuó interpretando el conflicto social en todo el

mundo de acuerdo a la misma rígida perspectiva oriente-occidente. «Dios tiene su

mano especialmente en los Estados Unidos de América», explicaba, «porque aquí

se encuentra todo el potencial para la evangelización mundial, y la evangelización

mundial es el principal objetivo de Dios. [186] Dios protegerá a cualquier nación en

la que vea el potencial para la evangelización mundial. No tengo que estar de

acuerdo con su presidente o con su forma de capitalismo, pero tengo que aprender

a mirar a ese país en la forma en que Dios lo ve». {39} Tan interesado estaba el

Hermano Andrés por ver al mundo en la forma en que Dios lo hacía que, en 1978,

su directorio incluía a un general retirado del ejército estadounidense, Raymond O.

Miller, y a un ex-secretario de la Marina, J. William Middendorf, que pronto se

convertiría en el embajador de la administración de Reagan ante la Organización de

Estados Americanos.{40}

Los transmisores más visibles de la ideología de la derecha religiosa eran los

evangelistas de la televisión pentecostal. Ellos eran, por la naturaleza de su

empresa, capitalistas de mucho éxito, generalmente de procedencia humilde, que

por la fuerza de su personalidad y la perspicacia para los negocios, habían

construido imperios de medios de comunicación. Presentando su éxito como una

bendición divina, prometían a su público que ellos también podían recibir

abundantes bendiciones del Señor. Lo que muchas veces parecía haber sido

pasado por alto en sus mensajes era el arrepentimiento y el esfuerzo moral. Más

allá de su discurso de redención y milagro, su cristianismo era una mezcla

armoniosa de patriotismo, capitalismo y anticomunismo, en una versión renacida de

la religión civil de los Estados Unidos.

Como hemos visto, los televangelistas no reinaban sin crítica en la comunidad

evangélica: muchos líderes con recursos menos espectaculares desconfiaban de

ellos. Se resentían, particularmente, por los cientos de millones de dólares que

habían sangrado a los feligreses norteamericanos para la mayor gloria de sus

ministerios. Los televangelistas justificaban su apetito por contribuciones apelando

a la necesidad del evangelismo. Pero a juzgar por los estudios de sus televidentes,

196

su audiencia era principalmente evangélica, lo que sugería que no ganaban

muchos neófitos. Al buscar una función alternativa, proclamaban «reforzar» a los

creyentes existentes. De acuerdo a las críticas, lo que reforzaban era la

insatisfacción de sus televidentes con sus propias congregaciones. Su ejemplo

estimuló a los televidentes a acudir a pastores que, en su estilo de culto y doctrina,

imitaban a la televisión.{41} [187]

En América Latina, el impacto de los televangelistas sobre la vida de la iglesia

no estaba claro. La mayoría de la población carecía de acceso a la televisión, por

un lado, dejándolos para los evangelistas de la radio como el relativamente

apolítico Paul Finkenbinder (Hermano Pablo), que operaba desde Costa Mesa,

California. Pero aquellas personas que sí miraban la televisión tenían pocos

canales entre los que escoger, por lo que era probable que lo sintonizaran. De las

tres personalidades de televisión que lograron una sustancial penetración, uno era

Pat Robertson, fundador de la Cadena Cristiana de Difusión y candidato para

presidente de los Estados Unidos. Otro era Jim Bakker del Club PTL, expulsado de

las Asambleas de Dios en 1987 por abusos sexuales y financieros.

El tercero y más conocido televangelista en América Latina de finales de los

años ochenta era Jimmy Swaggart, el pastor de las Asambleas que publicó los

cargos en contra de Bakker. Swaggart afirmaba llevar sus avivamientos al aire en

más de 3.000 estaciones, en más de 140 países y a un desconcertante total de

medio billón de personas, incluyendo el 70% de la población de El Salvador. {42} Los

Ministerios de Jimmy Swaggart eran una organización independiente, con base en

Baton Rouge, Louisiana, pero también era el colaborador más grande de las

misiones exteriores de las Asambleas. Entregó 7,9 millones de dólares en 1984 y

12 millones en 1986{43} y decía mantener a más de seiscientos misioneros.

En América Central, los Ministerios de Jimmy Swaggart eran conocidos por

trabajar tan estrechamente con las Asambleas de Dios que difícilmente se podían

distinguir entre los dos. La idea era construir iglesias locales para las Asambleas,

tal vez la denominación más grande de la región. La asociación incluía la

construcción de nuevos y hermosos santuarios para las congregaciones centrales.

Comparadas con las modestas dimensiones de la mayor parte de los templos

evangélicos, estas estructuras, subsidiadas por Jimmy Swaggart, podían parecer

catedrales. Existían institutos bíblicos para entrenar a nuevos líderes nacionales,

mantenidos también por Jimmy Swaggart. Y en los barrios pobres, existían

197

escuelas Jimmy Swaggart, para dar a los niños comidas calientes, vestuario,

educación, y crecimiento espiritual.{44} [188]

Al filmar un activo programa de cruzadas, Swaggart se convirtió en un héroe

para su público en los Estados Unidos y en América Latina. De vuelta en la

televisión norteamericana, utilizó la filmación para atraer parte de los 150 millones

de dólares anuales con los que operaba a principios de 1988. Parte de este dinero

fue a América Latina, no solamente para organizar nuevas cruzadas y para

promover a las Asambleas, sino para comprar espacios en los canales de televisión

y dar aún más publicidad a su ministerio.

Fue un gran arreglo. Las imágenes de Jimmy Swaggart desenvainando su

espada evangélica en países no salvados y destruidos atraía dólares

norteamericanos para la construcción de las Asambleas allí. Las misiones de las

Asambleas se estaban beneficiando no sólo de sus contribuciones sino de su

imagen poderosa. Era el estilo de renacimiento más dinámico en el negocio, lo que

Swaggart consideraba como su unción en el Espíritu Santo. La cadena resultante

de cruzadas y la compra de espacios de televisión le dio el perfil más alto en la

región. En una encuesta de las audiencias centroamericanas, tenía el más alto

reconocimiento de nombre, era el más sintonizado de cuatro programas populares,

y generaba los más altos niveles de confianza entre los sectores más pobres del

público.{45}

El impacto de Jimmy Swaggart sobre la conciencia popular no estaba claro.

Atacaba a la Iglesia Católica más abiertamente que los otros evangelistas famosos.

Su perspectiva política sobre la región era bastante primitiva; derivaba

principalmente de la retórica reaganista en contra de la Unión Soviética. Como

resultado, la derecha religiosa consideraba a Jimmy Swaggart como su baluarte

más fuerte contra el comunismo en América Latina. En 1987, fue recibido por el

Presidente José Napoleón Duarte en El Salvador y por el General Augusto Pinochet

en Chile.

«La historia tratará a las medidas que usted tomó años atrás para detener al

comunismo aquí en Chile como uno de los grandes actos de este siglo», dijo a

Pinochet, refiriéndose al sangriento golpe que llevó a este último al poder.

«Diremos al mundo que Chile es un país libre.» {46} Al año siguiente, fue recibido por

el Presidente Daniel Ortega en Managua, Nicaragua. [189] Al igual que para

198

Pinochet, Swaggart pidió a los evangélicos que rezasen por su líder y pidió a Dios

que lo bendijese.

Notas

{*} La capital de este sector de misión cristiana era Glendale, California, el hogar de un grupo

llamado Evangelismo Subterráneo (UE). El fundador y presidente de UE, L. Joe Bass, comenzó

su obra a principios de los años sesenta. Logró ser filmado predicando en los mítines de

avivamiento de otro evangelista en Yugoslavia. De vuelta en los Estados Unidos, convirtió a la

película en una historia de persecución religiosa que utilizó luego para solicitar dinero de

iglesias. Para mantener la operación, Bass consiguió a refugiados recién llegados con

testimonios prometedores. En 1973, uno de estos cristianos, un marinero soviético que había

desertado de su barco, se mató accidentalmente mientras jugaba a la ruleta rusa con su novia

pentecostal en la cama.

Otros dos socios de Bass decidieron fundar sus propias organizaciones, Richard Wurmbrand (de

Jesús para el Mundo Comunista) y Haralan Popov (de Evangelismo para las Tierras

Comunistas). Los desacuerdos entre el clan Wurmbrand ($5,8 millones en 1977) y Bass ($8,2

millones ese mismo año) culminaron con demandas recíprocas después de que el primero acusó

al último de mentir a los colaboradores, de malversación de fondos, y de participar en orgías

sexuales. En 1985, Bass y otra de sus organizaciones, Auxilio Cristiano Internacional, obtuvieron

notoriedad una vez más, al malversar fondos solicitados para las víctimas de la hambruna etíope

(Christianity Today, 13 de abril de 1973, pp. 44-47; 2 de marzo de 1979, pp. 50-57; y 1º de marzo

de 1985, pp. 36-39).

{28} «Prohibiting Federal Intelligence Agency Involvement with the Clergy», Congressional Record,

Senate, 121 (185), 15 de diciembre de 1975.

{29} «No CIA Involvement», Christian Century, 6 de enero de 1982, p. 9. Anita Bowden, «CIA

Assures It Won't Use Missionaries», Commission, agosto de 1982, pp. 68-69.

{30} Hesselgrave 1979: 26-27; y Ralph Covell, «Evangelicals and Totalitarian Governments», en

Hesselgrave 1979: 69-72. Romans 13: l.

{31} Charles y Lois Troutman, «We Don't Believe in Violence But...», His (Madison, Wis., Inter-

Varsity Christian Fellowship), diciembre de 1983, pp. 16-17.

{32} Bill Sampson, «El Salvador Again», Christian Crusade (Tulsa, Oklahoma), mayo de 1984, p. 2.

Billy James Hargis, «Are We Facing Victory or Defeat in El Salvador, Central America?» Christian

Crusade, junio de 1984, p. 14.

{33} Edward E. Plowman, «The Rise and Fall of Billy James», Christianity Today, 27 de febrero de

1976, pp. 42-43.

199

{34} W. Steuart McBirnie, «What You Should Know about the Growing Communist Threat in Central

America» [folleto] Glendale, California: United Community Churches of America, c. 1983, pp. 3-5.

{35} Barry et al 1986: 16, 19-20, 51.

{36} Christian Anti-Communism Crusade (Long Beach, California), 1º de diciembre de 1983 (p. 3);

1º de abril de 1984 (pp. 6-8); 15 de agosto de 1984 (p. 1); 15 de marzo de 1985 (p. 3); y 15 de

mayo de 1986 (p. 3).

{37} Conn 1977: 40.

{38} Sherrills 1967: 14, 19.

{39} Brother Andrew 1981: 82-83.

{40} Open Doors, mayo-junio de 1978, p. 23.

{41} Dennis Smith, reseña mecanografiada de Peter Horsfield, Religious Television: The American

Experience, New York: Longman, Inc., 1984.

{42} Estimado un 70% por Resource Center 1988c: 38.

{43} División de Misiones Extranjeras de las Asambleas de Dios, 1985 Annual Report, p. 3.

«Swaggart Says He Sinned, Will Stop Preaching», San Francisco Chronicle, 21 de febrero de

1988, p. 1-ss.

{44} Estadísticas de «Jimmy Swaggart Ministries» [folleto], Baton Rouge, Louisiana, 1986.

{45} Smith y Ruiz 1987: 143, 145, 155.

{46} Plutarco Bonilla, «Comunicación y Evangelio», Pastoralia, julio de 1987, pp. 8-9. Para mayor

información sobre el evangelismo de difusión, especialmente en Brasil, véase Assman 1987.

Resistiéndose a la guerra

Los de fuera podrían tener dificultad en distinguir entre el movimiento misionero

y la derecha religiosa. Ciertamente, los dos se sobreponían: al igual que cualquier

tendencia política dentro del evangelismo norteamericano, la derecha religiosa se

extendió hacia las misiones. Los dos movimientos utilizaban el lenguaje del

evangelismo y eran propensos a caer en metáforas militares. Admiraban a algunos

200

de los mismos líderes evangélicos, obtenían su apoyo de algunas de las mismas

iglesias norteamericanas, y compartían algunos de los mismos temores sobre

América Latina. Sin embargo, cuando la derecha religiosa trataba de reclutar a las

misiones para su agenda política, éstas se resistían debido a que tenían sus

propios intereses.

Las agencias establecidas generalmente estaban dirigidas por hombres

mayores, que habían pasado mucho tiempo en América Latina. Decían ser

apolíticos, evitaban hablar sobre asuntos controvertidos, y deseaban concentrarse

en su mensaje religioso, generalmente apolítico, al menos en apariencia. A

diferencia de los activistas de la derecha religiosa, que tendían a ser nuevos en

América Latina y que buscaban iglesias locales para patrocinar, estos hombres ya

tenían su gente a quien proteger. Sabían que las intervenciones militares

norteamericanas podían hacer imposible que ellos continuasen. Después de que la

administración de Reagan bombardeó Libia en 1986, los misioneros a lo largo del

Norte del Africa y del Medio Oriente fueron forzados a contener sus ya restringidas

actividades, incluso a dejar sus misiones. Los misioneros experimentados en

América Latina no querían sufrir más reacciones de las que ya habían sufrido. Su

actitud frente a un conflicto político era: quedemos fuera de éste; no queremos

entrar en problemas.

La misma actitud prevalecía en las dos principales asociaciones misioneras. La

Asociación Interdenominacional de Misión Extranjera (IFMA) se originó en 1917

como un producto de la división fundamentalista de las denominaciones históricas.

Consistía únicamente de misiones de fe, esto es, organismos no-denominacionales

que obtenían a sus [190] reclutas y fondos de una variedad de iglesias

conservadoras. La Asociación Evangélica de Misiones Extranjeras (EFMA) incluía

tanto a denominaciones conservadoras como a misiones de fe: fue organizada por

la Asociación Nacional de Evangélicos en los años cuarenta. A pesar de que

inicialmente IFMA se resistía a trabajar con EFMA, durante la década de 1960 las

dos cooperaron en empresas conjuntas, y juntas formaron la corriente principal de

las misiones evangélicas.{**}

Estos eran organismos conservadores, recelosos de la contaminación

teológica, incluso en las conferencias auspiciadas por Billy Graham y por los

centros de estudio misionológico del sur de California. Los dos cubrían

aproximadamente el mismo espectro fundamentalista-evangélico en términos de

201

teología (a pesar de que IFMA no incluía a pentecostales y carismáticos). Pero en

relación a la política, el conservadorismo significaba precaución. Por ejemplo,

durante los años setenta, EFMA rechazó una solicitud de membrecía de Puertas

Abiertas con el Hermano Andrés. Los miembros de EFMA también

contrabandeaban literatura cristiana hacia los países cerrados cuando otras

tácticas fracasaban. Pero la práctica del Hermano Andrés de publicar sus proezas

para estimular a los sostenedores podría conllevar a represalias en contra de sus

propios esfuerzos. La opinión de las dos asociaciones era la de apaciguar a los

gobiernos hostiles, no de enfrentarlos.

La Confraternidad Evangélica Internacional (WEF), otro integrador del

movimiento misionero y de su descendencia en el Tercer Mundo, compartía la

misma precaución. Originalmente con base en Europa, la oficina central de WEF se

trasladó a los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial con la ayuda

de la Asociación Nacional de Evangélicos. Uno de sus logros fue la idea de

«alianzas evangélicas» o «consejos», asociaciones libres de organismos

independientes que surgieron [191] en la mayor parte de países. Sin embargo,

WEF fue lenta en conseguir afiliados en América Latina; los evangélicos en Africa,

India y el Lejano Oriente demostraron más entusiasmo, y durante los años ochenta

sus oficinas centrales se trasladaron a Singapur. {47} Los integrantes de WEF iban

desde la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo hasta los teólogos de la

Fraternidad Teológica Latinoamericana, un espectro que fue capaz de mantener al

evitar las posiciones políticas.

EFMA, IFMA y WEF no incluían a algunos de los grupos más politizados, las

misiones carismáticas inspiradas por la última lluvia y el movimiento de

restauración. Estos últimos movimientos del Espíritu Santo tendían a administrar a

sus misioneros en otra forma. Cada congregación se convertía en una «iglesia de

envío», despachando a sus propios miembros al campo. Un resultado común,

según las misiones más establecidas, eran misioneros que operaban sin dirección o

apoyo adecuado. Tales misioneros eran más propensos a adherirse a los

imperativos fundamentalistas de su iglesia de origen y eran menos influenciados

por la misionología.

La prueba más obvia para comprobar si una misión era o no parte de la

derecha religiosa era si identificaba al evangelismo con los intereses

norteamericanos; si reiteraba los temas propagandísticos de los reaganistas; y si

202

apoyaban su guerra en América Central. Una señal de que los misioneros no se

identificaban con la derecha religiosa era la preocupación por las repercusiones

contra sus iglesias. A pesar de que dichos misioneros temían al comunismo tanto

como lo hacía la derecha religiosa, eran menos propensos a concebir a su gobierno

como al ejército del Señor yendo al rescate. Más bien, muchos reconocían que la

intervención estadounidense era parte del problema.

Estas eran diferencias significativas. Pero podía ser difícil distinguir entre los

misioneros inmersos en la derecha religiosa y aquellos que no lo estaban. Las

diferencias políticas dividían a las organizaciones misioneras y eran el tema de

debates internos, aunque escasamente reportados. Las misiones y sus miembros

también mostraban caras distintas en situaciones distintas y cambiaban con el

tiempo, de manera que no podían ser congelados en una categoría. Cuando una

agencia habitualmente cautelosa se encontraba en crisis, los miembros podían

actuar de acuerdo [192] a la ocasión, con un comportamiento que generalmente

evitaban. Ese fue el caso de los Traductores Wycliffe de la Biblia en Guatemala,

varios de cuyos miembros sirvieron informalmente como asesores de pacificación

para el ejército guatemalteco en 1982-1983.

Con tales advertencias en mente, una forma de visualizar la influencia de la

derecha religiosa en el movimiento misionero era en términos de una serie de

círculos concéntricos. En el centro se encontraban los grupos que promocionaban

la guerra reaganista de los contra en Nicaragua, incluyendo a Cadena Cristiana de

Difusión de Pat Robertson y a pequeños grupos carismáticos como la Maranatha y

las Misiones Transmundiales. En el segundo anillo se encontraban las agencias

que se abstenían del apoyo explícito para los contras, pero que se identificaban tan

estrechamente con los intereses norteamericanos, que hacían que el evangelismo

pareciera una póliza de seguros geopolítica para los evangélicos norteamericanos;

Puertas Abiertas con el Hermano Andrés era buen ejemplo. En el tercer anillo

figuraban agencias que, al igual que las dos primeras, tenían vínculos definitivos

con la derecha religiosa y apoyaban la política reaganista en América Central. Pero

eran menos propensos a identificarse explícitamente con la causa, esforzándose

más bien para mantener un frente apolítico. La Cruzada Estudiantil y Profesional

para Cristo era un ejemplo, Juventud con una Misión era otro, y también lo eran las

Asambleas de Dios.

203

En el cuarto anillo estaban organizaciones igualmente conservadoras que,

debido tal vez a su larga experiencia en América Latina, era más probable que

demostraran disconformidad con la derecha religiosa y con la administración de

Reagan. A esta categoría pertenecían los Bautistas del Sur, junto con muchas otras

misiones de fe como la Misión Centroamericana y dos de los nuevos grupos de

mayor influencia, el Servicio Evangelizador para América Latina (SEPAL) y la

Cruzada Luis Palau. Aquí se encontraba la mayor parte del liderazgo misionero. En

el quinto anillo estaban aquellos grupos que demostraban una mayor oposición a la

derecha religiosa. Incluía a dos de las más establecidas organizaciones de auxilio y

desarrollo, Visión Mundial y Auxilio Mundial, la Misión Latinoamericana y las varias

misiones menonitas.

Notas

{**} Entre los miembros de IFMA constaban la Central American Mission (CAM Internacional),

Gospel Missionary Union, South American Mission, World Literature Crusade, y World Radio

Missionary Fellowship. La EFMA incluía a Christian and Missionary Alliance, Church of God

(Cleveland, Tennessee), Compassion International, Foursquare Missions International, Latin

America Mission, Luis Palau Evangelistic Team, Nazarene Division of World Mission, OMS

International, Overseas Crusades, World Concern, World Vision, y Youth for Christ International.

Algunos grupos, como Mission Aviation Fellowship y Trans World Radio, pertenecían a ambos.

{47} Entrevista del autor a Wade Coggins, director ejecutivo de EFMA, 27 de octubre de 1986.

Presión de la derecha

Los misioneros que desconfiaban de la derecha religiosa generalmente decían

no ser conscientes de sufrir grandes presiones provenientes de aquella dirección.

Tal vez lo único que notaban eran los desafíos ocasionales de los patrocinadores

norteamericanos, quienes se preguntaban por qué sus misioneros no apoyaban a la

política de Reagan en América Central. Pero en varias situaciones –El Salvador y

Costa Rica, la Guatemala del General Ríos Montt, y en la Guerra sandinista-contra

en Nicaragua– las cortinas se abrían para revelar un escenario interesante. En

cada caso, la derecha religiosa intentaba llevar a las misiones evangélicas hacia la

órbita de la política exterior del gobierno reaganista.

204

Los dos capítulos siguientes sugerirán el grado de éxito de la derecha religiosa

en Guatemala y Nicaragua. Por ahora, anotaremos algunas de las vulnerabilidades

de las misiones evangélicas frente a presiones derechistas. Una era la facilidad

para ser alimentadas con propaganda estadounidense. Al igual que otros

norteamericanos conservadores, los evangélicos tendían a desconfiar de las

políticas sociales de su gobierno, pero eran candorosamente patrióticos en el

extranjero. Era difícil para ellos concebir que un sistema que se preocupaba por los

derechos humanos en los Estados Unidos fuera tan indiferente hacia ellos en

América Latina. Como resultado, aún los misioneros cautelosos se inclinaban a dar

una gran credibilidad a las opiniones de Washington, descartando informes

contrarios de la prensa y de los organismos defensores de los derechos humanos.

Reforzados por su desconfianza hacia los movimientos de izquierda, tendían a

asumir que cualquier política de Washington era en todo caso el «mal menor».

La facilidad con que la opinión evangélica podía ser manipulada fue ilustrada

con el caso de Humberto Belli, un exilado nicaragüense que acusaba al régimen

sandinista de persecución religiosa. Diseminadas por el Servicio Informativo de

Puertas Abiertas, las opiniones de Belli tuvieron gran acogida en la prensa

evangélica y se infiltraron en las publicaciones misioneras, incluso de los grupos

moderados, como el Centro Estadounidense para la Misión Mundial. {48} Aunque

lacerante en sus denuncias contra los sandinistas y preciso en algunos aspectos,

Belli hizo caso omiso de que éstos estaban respondiendo a los ataques

estadounidenses. [194] Igualmente, ignoró las violaciones de los derechos

humanos de los contrarrevolucionarios nicaragüenses. De acuerdo a un antiguo

líder contra, una razón para tales omisiones era que, para su primer libro Cristianos

bajo Fuego, Belli y su «Instituto Puebla» estaban financiados por los contras con

dinero de la Agencia Central de Inteligencia. {49}

Las misiones evangélicas estaban tan acostumbradas a conformarse con los

prejuicios de la derecha que no se daban cuenta de ellos. Esto les permitía hacer

críticas acérrimas contra la izquierda, mientras permanecían en silencio respecto a

los abusos de la derecha. Cuando la Cruzada Luis Palau mencionó las violaciones

de los derechos humanos en su revista norteamericana, nunca responsabilizó a los

gobiernos. Los gobiernos, después de todo, tendrían que dar permiso para la

siguiente cruzada. Más bien, la publicación de Palau responsabilizaba a las

guerrillas o implicaba otro tanto; para los lectores desinformados, por consiguiente,

205

los revolucionarios aparecían como si fueran los culpables de todas las violaciones

–una percepción muy común entre los norteamericanos.

Otra vulnerabilidad era de origen financiero. El obtener dinero para labor

misionera era algo cada vez más difícil. Más y más grupos se amontonaban tras las

pantallas de televisión, buzones de correo y púlpitos para competir por las

contribuciones evangélicas. Mientras que las agencias establecidas luchaban por

dramatizar actividades que se habían vuelto rutinarias y poco estimulantes, las

nuevas rivalizaban entre sí prometiendo evangelizar a cada casa en el mundo. Con

los televangelistas que sensacionalizaban y degradaban al lenguaje espiritual,

algunas agencias acudían a profesionales especialistas en conseguir fondos y

realizaban solicitudes cada vez más estridentes. Entre los posibles temas de

propaganda, el macartismo podría ser muy útil, y América Central una nueva

oportunidad para ponerlo de moda. Era la oportunidad para recuperarse de los

escándalos de L. Joe Bass y Richard Wurmbrand de los años setenta, los cuales

parecen haber minado el rendimiento de peticiones anticomunistas. Puertas

Abiertas, por ejemplo, parecía estar luchando por mantener su cabeza fuera del

agua. A pesar de las elegantes presentaciones, sufrió una pequeña disminución en

las contribuciones norteamericanas en 1983-1984, y pudo superar su ingreso de

1982, cinco millones de dólares, únicamente tres años después. {50} [195]

Otro grupo que empleó el color rojo para solicitar dinero fue Literatura Bíblica

Internacional (BLI), un refugiado de las guerras perdidas en el Lejano Oriente.

Proveniente de Columbus, Ohio, distribuyó en Guatemala grandes cantidades de

Nuevos Testamentos a las fuerzas de seguridad bajo el nombre de «Operación

Armadura Integra». De acuerdo a las peticiones para obtener fondos, los soldados

guatemaltecos necesitaban llevar la «armadura íntegra» de la Biblia para

protegerse de la guerrilla.{51}

«¿Les gusta a estos gobernantes comunistas la Biblia?» titulaba BLI a una

solicitud. Irónicamente, en este caso, defendía su nueva alianza con el gobierno

comunista de Polonia. Junto con los Ministerios del Camino Bíblico, un partidario de

la derecha religiosa en Murfreesboro, Tennessee, BLI tuvo la aprobación del

régimen del General Jaruzelski para la distribución masiva de un estudio bíblico. El

material de una agencia de mentalidad similar, la Cruzada de Literatura Mundial,

con base en el sur de California, era impreso por el gobierno polaco. {52}

206

«Desde los días de Solidaridad», observaba sagazmente una circular de BLI,

«los gobernantes comunistas han estado buscando la manera de debilitar al poder

católico. ¿Es nuestra invitación a Polonia un resultado de este conflicto iglesia-

estado? ¿Están Jaruzelski y sus amigos simplemente tratando de lastimar a los

católicos con la ayuda de los protestantes? Nunca lo sabremos. Pero sí sabemos

que existe una maravillosa oportunidad frente a nosotros.» {53}

Las misiones temerosas de revivir sus experiencias en el continente asiático no

estaban necesariamente de acuerdo con la derecha religiosa. Una de estas

agencias era Cruzadas de Ultramar, la cual se remontaba a 1950 cuando Madame

Chiang Kai-shek solicitó al misionero Dick Millis, expulsado de China poco antes,

que evangelizara a sus desmoralizados soldados en Taiwán. Apoyado por el

presidente de la República China y por su primera dama, quienes se identificaban

como cristianos, el grupo se expandió hacia otros países a lo largo del perímetro

estadounidense en el Lejano Oriente, y a finales de los años cincuenta, hacia

América del Sur.{54} Debido a la amarga experiencia de su fundador en China –que

se repitió al apoyar la intervención americana en Vietnam– Cruzadas de Ultramar

pensaba que fortalecía a la iglesia en [196] situaciones pre-revolucionarias, como

en el Chile de Allende.{55} Sin embargo, para la década de 1980 –al igual que su

más conocido producto, Luis Palau– parecía mantenerse a distancia de la derecha

religiosa.

Una figura que sacudió a la derecha fue Alberto Mottesi, un radioevangelista

que alcanzó la fama en los años ochenta. Al igual que su compatriota Luis Palau,

Mottesi se trasladó de Argentina a los Estados Unidos, en donde inició una

asociación evangelística preparatoria que competía con Palau por ser el centro de

la atención. Emotivas manifestaciones levantaron su imagen en América Central.

En 1985 organizó el Congreso Hispánico sobre Evangelización, un espectáculo

californiano auspiciado por Billy Graham, la Cruzada Estudiantil, Visión Mundial, y

otros pilares de las misiones norteamericanas. {56} Se sabe que al inicio de su

carrera, Motessi simpatizó con el gobierno de Allende en Chile. Pero una década

más tarde, afirmaba predicar un evangelio puro, sin manchas de política, mientras

que maldecía simultáneamente a los revolucionarios. Durante una visita a

Nicaragua proclamó su neutralidad política para evitar comentar sobre la violencia

auspiciada por los Estados Unidos, pero en territorio controlado por los Estados

Unidos identificó a las guerrillas izquierdistas como «revolucionarios para Satanás»

207

y presentó sus avivamientos como una alternativa para la revolución. {57} En su

intento por convertirse en el evangelista número uno, Mottesi estaba explotando las

oportunidades proporcionadas por la guerra en América Central.

Un lugar para mirar la rivalidad entre las tendencias de derecha, centro e

izquierda era la Asociación Nacional de Evangélicos. Como vimos en el capítulo

anterior, la NAE abarcaba gran parte del espectro evangélico norteamericano. A

pesar de que la mayoría de sus miembros eran partidarios de Reagan, una

izquierda insistente hacía campaña por la paz y la justicia. Para mantener un

público políticamente diverso, los líderes de la NAE trataban de mantenerse como

moderados, desilusionando a los activistas de los extremos. Dada la predominancia

de los conservadores, sin embargo, la trayectoria de la NAE estuvo determinada

más por la presión de la derecha que por la de la izquierda. Cuando los evangélicos

que se oponían a la intervención militar estadounidense se volvieron muy

vocingleros, la NAE trató de desvincularse de ellos. [197]

En 1983, la NAE coauspició una conferencia evangélica sobre armas

nucleares. Para su desconcierto, el evento se convirtió en una manifestación

pacifista. Las tres cuartas partes de los dos mil participantes portaban insignias a

favor del congelamiento nuclear. Aquellos pocos afiliados que se ocupaban

sistemáticamente de la política exterior tendían a ser menonitas, miembros de

Brethren y otros partidarios del pacifismo. En las universidades evangélicas, en

donde los hijos de las familias conservadoras estaban bajo la tutela académica, los

pacifistas tenían cierto peso. Dos voces anti-intervencionistas, la revista Sojourners

y los Evangélicos por la Acción Social, parecían estar adquiriendo influencia.

Para los oficiales de NAE, estos acontecimientos sugerían vulnerabilidad frente

a la presión política y una crítica desproporcionada contra el gobierno de Ronald

Reagan. Podemos inferir que después de varios años de ascendencia de la

derecha en el gobierno federal, los esfuerzos de contrapeso de la izquierda

evangélica amenazaban con empañar la reputación de la NAE entre los

conservadores. Este fue el origen de los Estudios de Paz, Libertad y Seguridad, un

intento por lograr un enfoque equilibrado hacia el armamentismo de Washington. {58}

Por ejemplo, los temas de derechos humanos sobre los que insistían los

moderados serían medidos con los temas de seguridad que preocupaban a los

conservadores. Al llevar a cabo este equilibrio, el nuevo programa de la NAE se

apoyaba fuertemente en el pensamiento de los neoconservadores. También

208

conocidos como liberales de la Guerra Fría, por su énfasis en combatir al

comunismo, los «neocons» se vanagloriaban de las credenciales intelectuales más

impresionantes en la administración reaganista. Considerándose como luchadores

a favor de la democracia, se esforzaban por legitimizar a los contras

nicaragüenses.{59} Por consiguiente, era fácil interpretar a los Estudios de Paz,

Libertad y Seguridad como un intento por marginar al sector de izquierda de la

NAE.

Mientras tanto, la asociación recibía más presión de la derecha. Respecto a

Centroamérica, la derecha religiosa estaba desilusionada por el fracaso de NAE

para unirse en la campaña contra los sandinistas. Cuando la NAE coauspició una

conferencia sobre la libertad religiosa con el Departamento de Estado, no le agradó

que el Presidente Reagan aprovechase la ocasión para hablar a favor de los

contras.{60} Un portavoz de la NAE explicó que los Estudios de Paz, Libertad y

Seguridad [198] demostrarían «por qué nuestros miembros pueden estar a los dos

lados en temas como el apoyo a los contras». {61}

Notas

{48} Eric E. Wiggin, «Sandinistas Assailed by Comrade-Turned Christian», Mission Frontiers,

septiembre-octubre de 1986, p. 12.

{49} Chamorro 1987: 50-52.

{50} Open Doors with Brother Andrew, Inc. (North America), «Financial Statements and Schedule»,

31 de diciembre de 1983 y 31 de diciembre de 1985.

{51} Carta para obtener fondos, 23 de agosto de 1985.

{52} «All of Poland to be Reached with Christian Literature», Forerunner, diciembre 1985, p. 8.

{53} «Do these Communist rulers like the Bible?», carta para obtener fondos, 5 de mayo de 1986.

{54} Winebrenner 1985: 108-113, 140-146.

{55} Carta de Dick Hillis sobre Chile, citada en Edwards 1972: 9.

{56} «Boletín Extra, Congreso Hispano de Evangelización», octubre de 1985.

{57} «Mottesi Claims Latin America for Christ in Historic Conference», Forerunner, junio de 1986, p.

4.

209

{58} Brian O'Connell, «Evangelicals and the War/Peace Debate», Evangelical Newsletter, 1º de

febrero de 1985, p. 4.

{59} Hitchens 1986.

{60} «Religious Liberty Conference Spawns Controversy», Religion & Democracy (Instituto de

Religión y Democracia), mayo-junio 1985, pp. 1, 3-4. «U.S. Underwrites IRD Conference», The

Other Side (Philadelphia, Pennsylvania), agosto-septiembre 1985, p. 4.

{61} Entrevista telefónica del autor a Brian O'Connell, NAE, 13 de marzo de 1986. «Guidelines:

Peace, Freedom and Security Studies», NAE, octubre de 1986.

Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo

Los lazos de los evangélicos con la derecha religiosa en los Estados Unidos

hacía difícil que los latinoamericanos aceptaran las afirmaciones de estar fuera de

la política. Un ejemplo flagrante y frecuentemente atacado fue la Cruzada

Estudiantil y Profesional para Cristo. Los fondos para la campaña del grupo para

completar la Gran Comisión eran proporcionados por los que llamaban «el manojo

de la historia», predominantemente millonarios de Texas, quienes hacia 1981

habían prometido cerca de 220 millones de dólares. El presidente de la campaña

era Nelson Bunker Hunt, el petrolero de Dallas que, en su tentativa de monopolizar

el mercado de plata mundial, provocó en 1980 un crac financiero que requirió de

una fianza federal billonaria. Aparte de entregar a la Cruzada Estudiantil seis

millones de dólares para su película épica Jesús, proyectada mundialmente, Hunt

también apoyaba a los contras nicaragüenses y a la Liga Mundial Anticomunista. {62}

No estaba claro si esta clase de hombre estaba invirtiendo en la Cruzada

Estudiantil para salvar almas o para estabilizar el ambiente empresarial. No

obstante, lo que más molestaba a los críticos del grupo, incluyendo a muchos

evangélicos, era el uso que su fundador Bill Bright hacía del evangelismo para

alcanzar los objetivos políticos de sus patrocinadores. Durante las protestas

universitarias de la década de 1960, Bright había proclamado una «revolución

espiritual» como la única solución para los problemas del mundo, y llevó a su

organización en contra de los estudiantes radicales. En 1974, se puso de acuerdo

210

con un congresista de Arizona, John Conlan, para una prueba de las técnicas que,

pocos años después, generaron la derecha religiosa.

De manera reservada, Conlan utilizó la estructura de la Cruzada Estudiantil

para convertir a los estudios bíblicos y a las escuelas dominicales en sesiones

organizativas para candidatos políticos. Los evangélicos moderados se sintieron

ofendidos al enterarse de que, según Conlan, los únicos «cristianos reales» eran

los ideólogos de derecha como él. Mientras tanto, Bright se encontraba abriendo

una [199] Embajada Cristiana cerca del Congreso norteamericano, para evangelizar

a la elite de Washington, D.C. Cuando en 1976 la revista evangélica Sojourners le

denunció ante el mundo, Bright se refugió en lo que parecerían ser mentiras

plausibles. Insistía en que la Cruzada Estudiantil nunca estuvo políticamente

motivada.{63} Al igual que otros líderes misioneros prominentes, incluyendo a Jimmy

Swaggart de las Asambleas de Dios y a Loren Cunningham de Juventud con una

Misión, en los años ochenta se encontraba en el directorio de varias coaliciones de

la derecha religiosa.{64}

A pesar de las afirmaciones de Bright de estar fuera de la política, estaba

obviamente comprometido con lo que podría ser llamado «pre-política», es decir, el

uso de la religión para asentar las bases de la movilización posterior. Por ejemplo,

tómese en cuenta su folleto ampliamente distribuido sobre los deberes de los

ciudadanos cristianos, con el que se anunciaban los servicios de Voz Cristiana, un

descendente del esquema Conlan que identificaba a los congresistas liberales

como objetivos para las campañas electorales sucias. {65} Según los registros de la

Voz Cristiana, para valorar a los congresistas de acuerdo a sus votos, las

posiciones cristianas incluían el apoyo al armamentismo, a las dictaduras y a las

guerrillas de derecha auspiciados por la CIA. {66} Por supuesto, en la práctica de la

«pre-política», Cruzada Estudiantil no se diferenciaba de un sacerdote católico que,

basándose en la Biblia, urgía a sus parroquianos a unirse a una liga campesina. La

diferencia estaba en que Campus Crusade incitaba a los cristianos a apoyar la

política exterior estadounidense y el statu quo, en lugar de cuestionarlos.

Cruzada Estudiantil era sólo una de las varias misiones norteamericanas con

un especial interés en los estudiantes latinoamericanos. Los evangélicos

conservadores envidiaban y temían la influencia de los académicos marxistas sobre

este sector de la población. A juzgar por lo que algunas agencias decían a sus

sostenedores estadounidenses, una de las principales razones para llevar a cabo el

211

ministerio con los estudiantes era para prevenir que se convirtieran en comunistas.{***} [200] En América Latina, sin embargo, los estudiantes evangélicos tendían a

negar tal ambición, menos aún enfrentarse a los radicales. Y aunque desearan

hacerlo, en general eran demasiado pocos y demasiado débiles. Bajo el régimen de

Pinochet en Chile, un grupo estudiantil de Puertas Abiertas, que se llamaba a sí

mismo «la Revolución de Jesucristo», trató de realizar una marcha bajo el lema:

«¡No al Marxismo ateo!» Algunos intrigantes se infiltraron en la marcha y

provocaron a las fuerzas de seguridad a lanzar gases lacrimógenos a los

evangélicos. Los líderes de la «revolución» fueron encarcelados. {67}

Es importante enfatizar que el ministerio de la Cruzada Estudiantil no era

abiertamente político. En comparación con la derecha religiosa, a menudo parecía

más moderado. «No hay politización en la Cruzada Estudiantil», me aseguró el

director Sergio García Romo. «No estamos tratando de rescatar a la juventud

latinoamericana de la revolución. Aquello sería ahistórico. La revolución social aquí

es inevitable, y sería ingenuo pensar que no lo es. Se puede ser cristiano bajo

cualquier sistema político.» De los quinientos empleados a tiempo completo en

América Latina, decía García, tal vez cinco eran norteamericanos, y del 50 al 100%

del financiamiento del grupo en América Latina era nacional, dependiendo del país.

«¿Cómo puede demostrar que lanzamos consignas políticas?», desafiaba. Los

izquierdistas acusaban a la Cruzada Estudiantil de desmovilizar a los estudiantes

sólo porque ésta no compartía su versión del cristianismo, se quejaba García. {68}

Una razón por la que existían alegaciones erróneos contra la Cruzada

Estudiantil era la confusión sobre lo que era ésta. A tal incertidumbre contribuían

sus tácticas disimuladas para aproximarse a los católicos, al operar bajo el nombre

no solo de La Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, sino también como

Movimiento Alfa y Omega. En 1978, en Colombia, un cardenal católico acusó a Alfa

y Omega de utilizar los estudios bíblicos y el carismatismo para alejar a los

católicos de su iglesia.{69} La Cruzada Estudiantil negaba estimular las prácticas

carismáticas{70} para no alienar a sus patrocinadores anticarismáticos en los

Estados Unidos. No obstante, Jesús, la impresionante película del grupo, doblada a

más de cien idiomas hacia 1985, fue acreditada por causar muchos milagros. {71} En

la práctica, la Cruzada Estudiantil aparentemente utilizaba al carismatismo como

una forma de llegar a los católicos y conducirlos hacia las iglesias pentecostales

con las que frecuentemente trabajaba.{72}

212

En una complicación adicional, alrededor de 1980, un líder colombiano se llevó

consigo una facción grande que se extendió hacia los países vecinos bajo el

nombre de Alfa y Omega. Disgustados por el hurto de sus rebaños, la jerarquía

católica panameña consignó a Alfa y Omega en la misma categoría de «secta no

cristiana» que los Hijos de Dios y los discípulos de Sun Myung Moon. {73} Al

sudoeste de Colombia, una organización afín llamada «Agape», que funcionaba

como un Cuerpo de Paz evangélico y aparentemente pertenecía a la misma

facción. Ganó el respaldo de los políticos del área y utilizó su programa de

asistencia en contra de la organización indígena local, el Consejo Regional

Indígena del Cauca.{74}

En cuanto a la Cruzada Estudiantil de Bill Bright, su literatura era blanda y

apolítica en extremo. Cuando los agentes de seguridad sandinistas detuvieron a su

director en Nicaragua por poseer literatura contrarrevolucionaria, solo lograron

identificar como material incriminatorio a las «Cuatro Leyes Espirituales» de Bill

Bright.{75} Este es un panfleto distribuido alrededor del mundo: si hace alguna

referencia a la política, fui incapaz de encontrarla.

Los miembros de la Cruzada Estudiantil debían absorberse en un intenso

programa de discipulado espiritual, en lugar de convertirse en activistas de la

derecha religiosa. Explicaban que, si suficiente gente aceptaba a Cristo, no habría

necesidad de unirse a movimientos políticos radicales. «El conglomerado

estudiantil es una de las fuerzas más poderosas en una sociedad», me dijo un

vocero en Ecuador. «Si podemos salvar a los estudiantes, se puede salvar a la

sociedad. Cambiar al individuo en primer lugar, aquello cambiará la estructura.» El

vocero añadió que la idea de transformar a la sociedad a través de un movimiento

espiritual se oponía a otro concepto, de transformación a través de la violencia. {76}

[202]

Algunos líderes de Cruzada Estudiantil eran explícitos acerca de la necesidad

de derrotar al comunismo y a la teología de la liberación. {77} En El Salvador, los

directores del grupo dijeron al New York Times que su objetivo era tanto ideológico

como religioso. «Nuestro objetivo principal es influir en la universidad», explicó

Manuel Martínez. «Todos los movimientos de masa y las revoluciones empiezan

allí. El conflicto que ahora tenemos en El Salvador empezó en las universidades.»

213

«Los marxistas se infiltran en las universidades», añadió el director nacional,

Adonai Leiva. «Nosotros también lo hacemos. El marxismo es la primera cosa que

los estudiantes de humanidades escuchan. Está planificado de esa forma. Por

consiguiente, nosotros tratamos de llegar a ellos primero. Así que empezamos a

trabajar en los colegios y en las preparatorias... En nuestros métodos y estrategias

ponemos énfasis en el contacto personal. Generalmente, hacemos el seguimiento

de una persona a través de visitas y contactos durante tres meses, al igual que un

futbolista sigue la pelota. Luego, si la persona todavía se resiste, le incorporamos a

una célula, un grupo pequeño que se reúne frecuentemente para orar y para

discutir. Por supuesto, no todas las personas te permiten realizar todo esto.» {78}

Aún si la Cruzada Estudiantil estaba cosechando frutos en El Salvador, sus

resultados en ciento cincuenta universidades a lo largo de América Latina no eran

espectaculares. A pesar de sostener la retórica de cambiar la sociedad, en la

práctica canalizaba a los adeptos hacia más evangelismo del estilo de puerta a

puerta. En los estudios bíblicos y en los seminarios para entrenamiento de líderes,

enfatizaba el cultivo de la virtud personal y cómo funcionar sin problemas como

parte de una organización. El mensaje fundamental, para jugar de acuerdo a las

reglas, no parecía muy atractivo para los jóvenes latinoamericanos que conocían el

sistema demasiado bien y sabían que les ofrecía poco.

«Es más o menos cierto que no estamos cosechando multitudes», admitió el

director regional Sergio García. En relación al objetivo de Puertas Abiertas de

evangelizar a unos diez millones de jóvenes latinoamericanos en 1985, García lo

consideraba como una treta para conseguir fondos. «No se ve seriedad», era su

opinión, compartida por otros evangélicos. «Hablan fácilmente de alcanzar

millones. ¿Como pueden [203] lograr en meses lo que nos ha costado años

conseguir?»{79} Los ministerios estudiantiles supuestamente se dedicaban a

evangelizar a los católicos, pero parecían únicamente evitar la deserción de

jóvenes evangélicos.

Notas

{***} No todos los ministerios estudiantiles ansiaban fomentar una contrarrevolución. La Comunidad

Internacional de Estudiantes Evangélicos estaba asociada con la Fraternidad Evangélica

Mundial. No era, me informó uno de sus portavoces, una «reacción» u «organización de lucha»

contra la izquierda o la derecha. En mayo de 1983, el gobierno salvadoreño arrestó al director

214

centroamericano por acusaciones de subversión, aparentemente debido a su trabajo con los

refugiados y sus visitas a grupos en Nicaragua (Missionary News Service, 15 de junio de 1983).

{62} «Nelson Hunt Loses a Bundle But Raises a Billion», Christianity Today, 2 de mayo de 1980, p.

54. Conway y Siegelman 1984: 176. Barry et al. 1986: 27, 63.

{63} Wallis y Michaelson 1976. Quebedeaux 1979: 186-189.

{64} Bright se encontraba en la comisión de coordinación de la Coalición para el Avivamiento –

Coalition on Revival– (Forerunner, diciembre de 1985, p. 7); en el consejo de administración de

la Coalición Americana para Valores Tradicionales del Reverendo Tim La Haye (folleto de La

Haye, s.f., «Should Ministers be Involved in Politics?»); y era miembro de la (pro Guerra de las

Galaxias) Coalición Religiosa por una Política para la Defensa Moral (Christianity Today, 4 de

abril de 1986, pp. 43-44).

{65} Entrevista al co-fundador de Christian Voice, Colonel Doner, «We Must Take Action», Christian

Life, octubre de 1984, pp. 36-42.

{66} Wallis 1986: 22.

{67} «Marxist Students Can't Stop Chile's 'Revolution, '» Open Doors, septiembre-octubre 1985, pp.

8-9.

{68} Entrevista del autor a Sergio García Romo, ciudad de México, 2 de septiembre de 1985.

{69} «Alfa y Omega: ¡ya la encontramos!» Alternativa (Bogotá), 29 de enero de 1979, pp. 12-13. El

Tiempo (Bogotá) 3 de diciembre de 1978, pp. 11, 13-14.

{70} Entrevista del autor a Sergio García Romo.

{71} Peter Wagner, «What Happens When You See Jesus», Christian Life, abril de 1986, p. 73.

{72} Para El Salvador, véase Simons 1986 y Resource Center 1988b: 17.

{73} Conferencia Episcopal Panameña 1984: 50.

{74} «Lector Denuncia», Unidad Indígena (Bogotá), mayo 1982, p. 5. «Los Agapes», Unidad

Indígena, diciembre 1982, p. 3.

{75} Institute on Religion and Democracy 1986: l.

{76} Entrevista del autor a Pablo Martínez, Quito, 18 de junio de 1985.

{77} Huntington y Domínguez 1984: 31.

215

{78} Simons 1986.

{79} Entrevista del autor a Sergio García Romo.

La campaña para salvar a El Salvador

En medio de la guerra contrainsurgente, podía parecer que la identificación de

la derecha religiosa con Washington daba jugosos dividendos. Entre 1977 y 1981,

las fuerzas de seguridad en un país bautizado con el nombre del Salvador

asesinaron a cuatro monjas norteamericanas, a once sacerdotes católicos y a un

arzobispo. Sin ser una coincidencia, los evangélicos en el aparentemente católico

El Salvador crecían con una de las tasas más rápidas del mundo. La Misión

Centroamericana informó que, entre sus iglesias allí, cien miembros habían sido

asesinados en cuatro años de lucha entre el gobierno y las fuerzas revolucionarias.

Aproximadamente un cuarto de su membrecía –de dos a tres mil personas

principalmente de clase media– habían dejado el país. No obstante, la misión

esperaba recuperar esta cifra en un solo año de evangelismo. {80} A medida que la

violencia se extendía por el país, el crecimiento se disparaba hacia arriba. Con un

4% de incremento en 1979, las iglesias de la Misión Centroamericana crecieron en

un 30% al siguiente año. {81} Desde 1976 hasta 1985, las Asambleas de Dios

registraron un incremento de 63.000 a 200.000 miembros. {82} Para 1986, los

evangélicos afirmaban haberse triplicado, incluso cuadruplicado, y que

representaban la quinta parte de la población. {83}

Una razón por la que las iglesias evangélicas estaban creciendo tan rápido era

que servían como un asilo de la violencia oficial. De acuerdo a un líder evangélico,

un grupo de soldados lo arrastró fuera de su vehículo junto con su esposa y cuatro

hijos y los puso contra una pared. Estaban a punto de ser ejecutados como una

célula marxista, cuando él los persuadió a mirar la literatura religiosa en el interior

del automóvil; esto salvó sus vidas. {84} Los folletos evangélicos podían servir como

un salvoconducto porque, a pesar de las afirmaciones ocasionales de neutralidad,

la mayoría de los líderes evangélicos apoyaban al régimen contrainsurgente. Su

hábito de denunciar a los revolucionarios como [204] sirvientes de Satanás hacía

fácil identificar a los evangélicos como un bloque pro-gubernamental.

216

En 1979, poco antes de ser derrocado, el dictador salvadoreño Carlos

Humberto Romero entregó su corazón a Cristo en un intento de entablar un

«diálogo nacional» en el cual la mayor parte del clero católico rehusó participar. El

no fue el último jefe de estado sitiado que atrajo a los evangelistas. Durante la

subsecuente junta civil-militar, optimistas embajadores por Cristo afirmaban haber

obtenido profesiones de fe del Presidente Duarte y del Coronel Jaime Gutiérrez. {85}

A pesar de que estas decisiones parecen haber sido efímeras, era verdad que una

buena parte de las clases media y alta llamaban a Jesús a sus corazones,

especialmente entre las familias militares. En efecto, se volteaba hacia una nueva

fuente de solaz espiritual, una que no criticaba la estructura social de la que se

beneficiaban, pero que los absolvía de responsabilidades. No obstante, como

sugiere la historia del pastor frente a la pared, los motivos de los neófitos podían

estar mezclados. Otro grupo que decía estar particularmente tocado por el Espíritu

Santo eran los estudiantes universitarios. En un país en donde los militares

automáticamente calificaban a los estudiantes como subversivos, y mataban a

miles de prisioneros sin juicio, la capacidad de dar un testimonio de fe

proporcionaba un sentimiento de seguridad.

En contra de las apariencias, la comunidad evangélica estaba dividida entre los

activistas sociales, por un lado, y aquellos que deseaban estar seguros, por el otro.

Mientras algunos reaccionaban a las matanzas por parte del gobierno, otros

reaccionaban a las matanzas por parte de las guerrillas. La represión oficial a

finales de los años setenta y principios de los ochenta radicalizó a numerosos

evangélicos, especialmente entre los bautistas, luteranos y episcopales. Ellos

sintieron un llamado para ayudar a los refugiados de los bombardeos y rastreos

contrainsurgentes. Debido a que los refugiados tendían a apoyar a la guerrilla, el

gobierno sospechaba que los trabajadores religiosos servían como un canal de

comunicación entre los dos.

Tal sospecha es, aparentemente, la razón por la cual un grupo de soldados

asesinó al pastor luterano David Fernández. {86} El incidente fue una de tantas

reacciones oficiales en contra de los evangélicos que [205] ayudaban a los

refugiados, incluyendo la tortura de un obispo luterano y el arresto de un pastor

norteamericano de las Asambleas de Dios. {87} Inclusive CESAD, el conservador

comité evangélico de auxilio y desarrollo, fue acusado de subversión por ayudar a

los campesinos en la zona guerrillera. {88} De acuerdo a observadores conservadores

217

como los Bautistas del Sur y la Misión Centroamericana, los evangélicos rurales

sufrieron tanto por el gobierno como por las guerrillas. Según estas fuentes las

guerrillas presionaban a los creyentes para que se les unieran, asesinaban a

supuestos informantes, y mataban a otras personas por equivocación, pero también

hablaban de las masacres gubernamentales y de la destrucción de las iglesias en

bombardeos aéreos.{89}

Alentando los sentimientos pro-gubernamentales se encontraban los

misioneros norteamericanos. Para el ejército salvadoreño y la embajada

estadounidense, los grupos como Auxilio Mundial y Ministerios Paravida eran una

bienvenida alternativa a las agencias que rehusaban participar en los programas

oficiales para reubicar a refugiados. {90} Dentro del ejército salvadoreño, Juventud

con una Misión había emprendido un programa de capellanía bajo un coronel

norteamericano.{91} Cuando llegaron los nuevos grupos carismáticos en busca de

cristianos dignos de auspicio, los hombres que habían fundado iglesias en barrios

pobres se alinearon con sus manos extendidas. Mientras tanto, las agencias

paraeclesiales organizaron a los salvadoreños para el evangelismo de puerta a

puerta. La Cruzada Estudiantil y Profesional fue especialmente activa en esta clase

de evangelismo de «saturación», apoyado por películas, manifestaciones y

predicadores de la calle. Operando en conjunto con las iglesias locales, la primera

campaña de la Cruzada Estudiantil en 1978-1980 afirmaba haber obtenido 64.000

decisiones por Cristo.{92}

En 1986, el director de Campus Crusade en El Salvador, Adonai Leiva, se

encontraba trabajando con una de las misiones involucradas en Polonia, la Cruzada

Mundial de Literatura (WLC). Con dos mil voluntarios provenientes de trescientas

iglesias locales, los organizadores planificaron llegar a la cuarta parte de la

población nacional en dos días. Para no omitir a las áreas controladas por los

rebeldes, una denominación salvadoreña a lo largo del montañoso y devastado

norte, llamada la Iglesia de los Apóstoles y Profetas, realizaría la campaña allí

también. [206] «Queremos dar a toda persona en la región una oportunidad para

mirar más allá de las falsas esperanzas del Comunismo y encontrar la verdadera

salvación en Jesucristo», explicaba la WLC. {93} Este fue el inicio de su campaña

para visitar cada hogar en lo que llamaba el «triángulo estratégico» –América

Central, México y el Caribe. Al ser una región estratégica para los Estados Unidos,

218

afirmaba la WLC, necesitaba convertirse en la prioridad suprema para cada

cristiano.

El triángulo estratégico era una idea desarrollada por el antropólogo evangélico

Dale Kietzman, un ex-oficial de los Traductores Wycliffe de la Biblia, quien

anteriormente había ayudado a Puertas Abiertas a organizar una campaña similar

llamada «Proyecto Fuego Cruzado».{94} Fuego Cruzado y sus semejantes podían

ser una táctica eficaz para solicitar fondos en los Estados Unidos, en donde tantos

cristianos hablaban como estrategas frustrados del Pentágono. Pero no parecían

muy cristianos en los países que sufrían de la clase de violencia sobre la que los

norteamericanos fantaseaban tan frívolamente.

La idea, en todo caso, era utilizar a los evangélicos latinoamericanos para

combatir a las ideologías revolucionarias. «Cristo ha entrado en mi corazón y me ha

llevado a ver y a pensar en una forma distinta a la anterior», atribuía Puertas

Abiertas a un ex-guerrillero. «Ahora me doy cuenta que la causa por la que había

estado trabajando era completamente utópica e inservible.» {95} Ahora, las mismas

jóvenes legiones enlistadas por el Proyecto Fuego Cruzado iban a trabajar para la

Cruzada Mundial de Literatura, extendiéndose sobre el triángulo estratégico, según

las palabras de Dale Kietzman, «con el fuego del evangelismo dirigido por el

Espíritu».{96}{****}

Notas

{****} Poco antes de que la edición en inglés saliera a la luz, recibí el siguiente comentario de un

evangélico que vivía en El Salvador: «Es verdad que muchos líderes tienen una agenda política

conservadora. Esto ciertamente ocurre en las organizaciones estadounidenses como la Cruzada

Estudiantil, los afiliados salvadoreños de dichas organizaciones, los evangélicos salvadoreños

adinerados, y los líderes evangélicos salvadoreños de cualquier clase social. Sin embargo, la

mayoría de los evangélicos salvadoreños son campesinos y habitantes urbanos pobres, y la

mayoría de ellos probablemente se describen como apolíticos. En las zonas controladas por la

guerrilla usted encontrará a evangélicos de varias iglesias que simpatizan con ella. [Pero en

otros lugares] 'no soy político', o 'no me involucro en la política', son refranes que se escuchan a

menudo. La principal razón política que lleva a los pobres hacia el evangelicalismo no es el

anticomunismo sino la seguridad... [Además], la doctrina evangélica da una razón –no una

solución– para el sufrimiento al que se enfrentan los pobres. Muchos pobres han perdido la

esperanza de encontrar soluciones. No sé cuántas veces he escuchado decir a la gente: 'Esta

guerra nunca va a terminar'. Se conforman con una explicación que dé sentido a su mundo

219

caótico. La más frecuente es que la guerra es una señal bíblica del fin de este mundo y de la

venida de Cristo.»

{80} «El Salvador: A Special Report», CAM Bulletin, nº 2, 1984, pp. 2-12.

{81} «Evangelicals Blossom Brightly Amid El Salvador's Wasteland of Violence», Christianity Today,

8 de mayo de 1981, p. 34.

{82} Entrevista telefónica del autor a Ronald Iwasko, Asambleas de Dios, Springfield, Missouri, 31

de mayo de 1988.

{83} Simons 1986. Erich Bridges, «El Salvador: Hanging in There», Commission, octubre-noviembre

de 1984, 17-22. Para antecedentes sobre los evangélicos salvadoreños, véase Holland 1981: 53-

68.

{84} Dan Wooding, «I Saw El Salvador in Crisis», Moody Monthly, mayo de 1982, pp. 97-99.

{85} Stephen Sywulka, «Romero's Death Undermines Evangelical Neutrality», Christianity Today, 2

de mayo de 1980, p. 61. Garry Parker, «Evangelicals Blossom Brightly Amid El Salvador's

Wasteland of Violence», 8 de mayo de 1981, p. 34.

{86} Rob Cogswell, «El Salvador Still Suffers», Christian Century, 27 de noviembre de 1985, pp.

1094-1098.

{87} Ivan Santiago G., «Salvadoran Protestants Succor War Victims, Risk Reprisals», Latinamerica

Press, 16 de enero de 1986, pp. 1-2.

{88} Erich Bridges, «El Salvador: Hanging in There.»

{89} Ibid. «El Salvador: A Special Report», CAM Bulletin. Ward 1986.

{90} Simons 1986, Barry et al. 1986: 24, y Resource Center 1988c.

{91} Meredith Puff, «Central America: Strategic in God's Kingdom», Frontlines (Youth With A

Mission –Juventud con una Misión–), invierno de 1985, pp. 13, 15. También Frontlines, primavera

de 1985, p. 4.

{92} Judy Ford, «Battle for an Anguished Land», Worldwide Challenge, (San Bernardino, California:

Campus Crusade for Christ –Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo–), enero 1983, p. 57.

{93} EHC World News (Studio City, California: World Literature Crusade), febrero de 1986, p. 1.

WLC es también conocida como Every Home Crusade.

{94} Kietzman 1986: 3, 49-50. Véase también Kietzman 1985.

220

{95} Open Doors 1984b.

{96} Kietzman 1986: 49.

La cacería de brujos en Costa Rica

Los conservadores en América Latina se encontraban especialmente

preocupados por sus seminarios. Poblados por jóvenes, dirigidos por teólogos y

abiertos a ideas nuevas, eran una fisura en la armadura fundamentalista en contra

de la crítica social. Entre los conservadores, la historia de horror favorita era el

Seminario Bíblico Latinoamericano en San José, Costa Rica. Iniciado por la

renombrada Misión Latinoamericana (LAM), el seminario exportó la Evangelización

a Fondo durante la década de 1960. A finales de los años setenta y principios de

los ochenta, sin embargo, existían estudiantes que fumaban cigarrillos, un

presidente que decía no poder decir a sus pupilos en qué creer, renuncias en

cadena del profesorado, y un supuesto reemplazo de Dios por la Revolución. De

acuerdo a la oposición, el seminario se había convertido en un semillero de la

teología de la liberación. A pesar de que sobrevivió a los intentos de purificación, la

Alianza Evangélica Costarricense lo desasoció, la Misión Latinoamericana retiró su

apoyo, y perdió a gran parte de sus nexos con iglesias locales. {97}

Al ser incapaces de retomar el seminario, los líderes evangélicos de Costa Rica

se deshicieron de lo que consideraban simpatizantes del comunismo, es decir,

hermanos con opiniones políticas hacia la izquierda de las suyas. Existían más que

unos cuantos, ya que Costa Rica se había convertido en el centro regional para las

agencias evangélicas, el hogar de por lo menos veinte institutos bíblicos y sus

afines.{98} A pesar de su relativa estabilidad, el país estaba lleno de aprehensión: los

contras utilizaban el territorio costarricense para atacar al gobierno sandinista en

Nicaragua, lo que incitaba a reacciones sandinistas. Estas eran utilizadas por la

embajada norteamericana para provocar miedo a una invasión roja. Entre las

víctimas se encontraban veinticinco pastores y líderes de la Asociación de Iglesias

Bíblicas Costarricenses (AIBC) descendientes de la Misión Latinoamericana. [208]

Por conexiones con el seminario proscrito o por simpatizar con los sandinistas,

fueron expulsados de la denominación y se llevaron con ellos a siete de sus cien

iglesias.{99}

221

Después de que el arrepentimiento post-Vietnam permitió a los evangélicos de

izquierda salir a la luz, éstos se volvieron más vulnerables al ataque de la derecha.

Según un periodista evangélico en Costa Rica, cualquiera que hablase de

responsabilidad social o que se opusiese a la guerra estadounidense en Nicaragua

podía ser acusado de partidario de la teología de la liberación. Entre los

sospechosos se encontraban la agencia de auxilio evangélico más grande, Visión

Mundial, y una dependencia de la Asociación Nacional de Evangélicos, Auxilio

Mundial. La Misión Latinoamericana se encontraba dividida. Mientras que un

miembro apoyaba la expulsión de dos de sus colegas de la iglesia AIBC, otros eran

sometidos a un «juicio de herejía» en la misma misión, en el cual, sin embargo, se

les declaró inocentes.

Debido a que los evangélicos acusados de apoyar a la teología de la liberación

generalmente lo negaban, reconociendo únicamente que aprendían ciertas

lecciones de ésta o que deseaban mantener un «diálogo» con tales cristianos,

¿cómo se podía saber quién era culpable? «Como dice el dicho», contestó el

misionero de LAM Jonás González, «si uno nada como pato, y si uno camina como

un pato, uno es un pato. La teología de la liberación es practicada por gente

acomodada. Producen bellos manuscritos pero no hacen nada. Están más

interesados en los aliados comunistas que en los evangélicos, porque calzan mejor

en su esquema. Los evangélicos interesados en la teología de la liberación son

marginales. La posición evangélica está bien definida: no queremos tener nada que

ver con la gente que habla del cambio estructural. Es sólo palabrería. Lo que se

necesita es práctica; la gente que habla sobre la práctica no hace nada. Lo que se

necesita es más dedicación, más amor y más denuncias al pecado –incluyendo la

injusticia y la política sucia. Tenemos que dar ayuda a aquellos que la necesitan.

Esa es una responsabilidad social muy directa». {100}

Entre aquellos acusados de caminar y hablar como un pato, pero que lo

negaban vigorosamente, se encontraba el teólogo de LAM, John Stam. A sus

inquisidores les costó dos intentos quitarle sus credenciales de pastor AIBC. El

primero fue en reacción a su apoyo a los [209] sandinistas; el segundo fue por

criticar a Ronald Reagan en una carta a un periódico. Cuando me encontré con él

en Guatemala, resultó ser un hombre de unos sesenta años, jovial, no del tipo que

se deprime por lo que le rodea. Se encontraba liderando un estudio bíblico en la

Iglesia Presbiteriana Central, localizada detrás del palacio presidencial y

222

encajonada por anexos en donde, de acuerdo a Amnistía Internacional, el ejército

guatemalteco coordinaba sus escuadrones de la muerte. {101} Se describió a sí

mismo como un típico misionero republicano, en el molde de sus alma mater, el

Wheaton College y el Seminario Fuller, hasta que conoció a exiliados de la

dictadura de Somoza en Nicaragua. Aquel encuentro, a principios de los años

setenta, inició su transformación en un colaborador sandinista. No era difícil darse

cuenta de por qué se encontraba en problemas con los conservadores.

«Treinta años de servicio misionero en el exterior», escribió Stam en los días

en que fue expulsado de AIBC, «me han... convencido de que mi casi instintiva

identificación del evangelio con el capitalismo y la democracia al estilo occidental

era todo menos evangélica. En el Tercer Mundo encontré que este punto de vista

era... altamente perjudicial para el testimonio cristiano...

«El evangelio, si es liberado de su bagaje cultural, es explosivo con un

significado radical para la gente de Centroamérica en la actualidad. Para descubrir

el significado de la obediencia evangélica en este contexto revolucionario, no se

pide a los evangélicos que sean menos evangélicos o menos bíblicos para

convertirse en supuestamente más revolucionarios. Deben aprender a ser

inmensamente más bíblicos y más evangélicos que nunca...

«Los evangélicos en América Central tienen muchas razones para estar

agradecidos a Dios por la gran tradición de la que son herederos, pero pocas

razones para sentirse triunfalistas.... [Ellos] han estado repitiendo todas las

fórmulas 'salvados por la fe', pero en general tienden a caer en legalismos no

evangélicos... [lo que refleja] muy fielmente los elementos individualistas,

competitivos y consumistas de su sociedad...

«Al tratar de comprender al evangelio en medio de la revolución, se puede

observar que, precisamente en donde el 'evangelicalismo' tradicional [210] ha

distorsionado al evangelio, convirtiéndolo en esta crasa mezcla de legalismo y de

gracia barata, parece ser el mismo punto en donde [éste] se ha adaptado con el

mayor éxito a la cultura individualista y consumista de la cual fue traído por los

misioneros a América Central. Lo que es extra-bíblico y menos que evangélico en

esta idiosincrasia religiosa resulta ser un transplante. Refleja una ideología

importada, que no debe ser identificada con el evangelio en sí... Nunca debemos

cansarnos de exponer nuestras ideas a la luz de las escrituras.» {102}

223

«Numéricamente, América Central es un triunfo», exclamaba Stam, señalando

hacia la calle. «Camine por el mercado. Todos parecen estar leyendo la Biblia. Pero

analice cómo la están leyendo, sin ningún sentido de la esencia de la tradición

evangélica. El crecimiento es fantástico, los números son grandiosos, pero las

iglesias se llaman, arrogantemente, bíblicas y cristianas, sin tener una idea de lo

que estas palabras significan.»

Notas

{97} John Maust, «Seminary Crisis a Case Study in Political, Doctrinal Tensions», Christianity

Today, 8 de mayo de 1981, pp. 40-43.

{98} Kietzman 1985: 83.

{99} Smith 1985. Para un comentario del Seminario Bíblico Latinoamericano sobre estos

acontecimientos, véase Piedra S. 1984.

{100} Entrevista del autor, San José, 16 de julio de 1985.

{101} Amnistía Internacional, «A Government Program of Political Murder», New York Review of

Books, 19 de marzo de 1981, pp. 40-43.

{102} Stam 1985. El orden se los párrafos está alterado.

Contextualización

Para John Stam era importante haber perdido sus credenciales de pastor por

su política, no por su teología reformada. No obstante, es el destino de los

evangélicos que sus argumentos terminen como argumentos sobre cómo

interpretar la Biblia. Los fundamentalistas acusaban a evangélicos como Stam de

ser liberales. Stam negaba que su interpretación era de alguna manera más liberal

o relativista que aquella de sus adversarios. «¡Ellos son los relativistas, no yo!»,

exclamó. «El presidente de AIBC se rehusó a entablar un discusión bíblica

conmigo, explicando que, 'no existe final para aquello, la gente puede hacer que la

Biblia diga lo que ellos quieren que diga'. Tienen miedo a la discusión bíblica

porque saben que no la dominan. Quiero razones, ellos dicen que su opinión tiene

224

derecho a ser tolerada aunque sea rígida. Inconscientemente, están camuflando su

política derechista como teología –la cual en realidad no poseen.» {103}

Como se mencionó en el capítulo anterior, los innovadores evangélicos como

Stam practicaban la «contextualización». Trataban de abrirse camino a través del

literalismo importado por los fundamentalistas norteamericanos, para interpretar la

escritura en el contexto latinoamericano. [211] «El norteamericano tiende a mirar

las escrituras a través del lente de una perspectiva próspera, de clase media y libre

empresa. En sí, no hay nada de malo en ello», explicó a sus patrocinadores

norteamericanos un miembro de la Misión Centroamericana. «Pero los cristianos

del Africa, Asia, y América Latina encontrarán otras verdades dentro de la

Palabra... Estarán más orientados al espíritu comunitario. Mirarán en relieve las

enseñanzas de la Biblia acerca de la riqueza y la pobreza.» {104}

«La contextualización es el término de moda en la teología evangélica», me

dijo otro miembro de la Misión Centroamericana. «Viene a través del Africa y de

América Latina hacia los Estados Unidos, en donde uno se queda afuera si no está

interesado en la contextualización. Incluso los conservadores dicen practicarla.

¿Pero cuál es el contexto? El desacuerdo llega cuando uno se traslada desde el

contexto bíblico hacia el actual. En el contexto presente, existe un conflicto enorme

entre Romanos 13:1 [el cual instruye a los cristianos a obedecer al gobierno] y el

deseo por denunciar los abusos y cambiar el sistema.» {105}

Para los fundamentalistas latinoamericanos, no había necesidad de dar más

explicaciones. Interpretar la Biblia en el «contexto latinoamericano» implicaba que

existía más de una interpretación; y tener más de una interpretación contradecía el

fundamento bíblico de la iglesia como estos hombres lo entendían. Entre aquellos

que no querían tener nada que ver con la contextualización estaba el Reverendo

Marcelino Ortiz, un socio de Luis Palau y también presidente de la Confederación

Evangélica Latinoamericana (CONELA). «La contextualización no es realmente

necesaria», me dijo. «El mensaje del evangelio es el mismo en cualquier época,

para cada hombre.»

Pero ¿no se había suscrito CONELA al Pacto de Lausana, el cual también

hablaba sobre la contextualización y la responsabilidad social? La única razón por

la que CONELA se comprometió con Lausana, explicaba Ortiz, era para evitar

perder semanas discutiendo sobre su propia declaración doctrinal. En cuanto al

225

compromiso social, pensaba que debía ser confinado a la tarea de reformar las

vidas individuales. «Los cristianos conservadores realmente hacen más en

responsabilidad social», me dijo. «No es sólo pastel en el cielo. ¡Un mexicano

transformado! [212] El dinero gastado en alcohol se convierte en pan, calzado,

vivienda, educación. Los niños se educan. La siguiente generación es más fuerte y

mejor preparada. La obra social cristiana está levantando hombres. Darles un

nuevo corazón, no un nuevo traje. Ahora muchos nicaragüenses piensan que,

cuando se trató de cambiar la estructura, el remedio fue peor que la enfermedad.

Por lo tanto, la verdadera solución es cambiar el corazón del hombre. Pero la

responsabilidad social no es nuestro énfasis, lo admitimos. Es muy difícil saber

cuándo llega el momento de denunciar los abusos. No es nuestra tarea

denunciar.»{106}

CONELA había sido organizada, explica Ortiz, porque en los encuentros

internacionales «estábamos siendo representados por personas que realmente no

eran representativas, [es decir] conservadores, evangélicos, y bíblicos». Se estaba

refiriendo a varios líderes de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Como

hemos visto anteriormente, la FTL esperaba dar a las iglesias un sentido de

responsabilidad social sin abandonar al evangelismo. Para los protestantes más

radicales, el rechazo de la Fraternidad a la teología de la liberación la reducía al ala

izquierdista del movimiento fundamentalista. {107} Pero cuestionaba la reproducción

de las iglesias conservadoras y autoritarias que se preocupaban solo por el

crecimiento numérico. Esto hizo sospechar a los organizadores de CONELA de que

algunos de los miembros más prominentes de FTL estaban jugando en los dos

equipos. Por interesarse en la teología de la liberación, reconocer la validez de

algunas de sus propuestas, cuestionar la Pax Americana y el apoyo evangélico a

las dictaduras de derecha, se sospechó que hombres como René y Washington

Padilla, Orlando Costas, Samuel Escobar y Plutarco Bonilla fueran teólogos de la

liberación.

La razón por la que CONELA estaba impulsando una «guerra sorda» en contra

de tales teólogos, argumentaba Samuel Escobar, era que sus líderes estaban

vinculados a organizaciones norteamericanas y se sentían amenazados por la

independencia teológica y financiera de FTL, por su negativa a repetir fórmulas

aprendidas de los norteamericanos. «Cuando insistimos en nuestro propio camino»,

escribió Escobar, «vienen entonces las acusaciones de herejía y las luchas

226

institucionales. No hay aprecio por el esfuerzo nacional de pensar por cuenta

propia, no hay sensibilidad para tratar de entender lo latinoamericano.

Lamentablemente, hay caudillos criollos que se prestan a este juego

fundamentalista, [213] porque muchas veces medran dentro del esquema

paternalista y se benefician de él. Si traducir y repetir servilmente produce

ganancias y otorga ventajas, ¿para qué darse el trabajo de procurar la

indigeneidad?»{108}

Notas

{103} Entrevista del autor a John Stam, Ciudad de Guatemala, 24 de agosto de 1985.

{104} William Taylor, «Contextualization: What Does It Really Mean?» CAM Bulletin, nº 3, 1983, pp.

3, 12-13.

{105} Stephen Sywulka, Radio TGN, Ciudad de Guatemala, 28 de agosto de 1985.

{106} Entrevista del autor, Ciudad de México, 2 de septiembre de 1985.

{107} Bastian 1984: 61.

{108} «Heredero de la Reforma Radical», en Padilla 1984: 64-70.

Reforma en la reforma

Los líderes conservadores a quienes Stam y Escobar criticaban eran, en su

mayoría, producto de un entrenamiento misionero estrechamente supervisado, de

la variedad del instituto bíblico. Sus sentimientos hacia los teólogos eran

recíprocos. Los profesores de seminario no producían nuevos creyentes,

mascullaban, sino únicamente discursos y formulaciones intelectuales complicadas.

Los conservadores se quejaban de que, cuando la Fraternidad Teológica

Latinoamericana realizó su conferencia CLADE II en 1979, se interesó más en la

teología y en la responsabilidad social que en las últimas técnicas evangelísticas.{109} Para la mayor parte de los dispensacionalistas y pentecostales, el

entrenamiento bíblico sano consistía en adoctrinar la verdad, no en la hermenéutica

o en aquellas palabras indescifrables que se esparcían. De acuerdo a los

fundamentalistas, la teología obstaculizaba a la fe en la Palabra del Señor.

227

Esta clase de tensión entre los teólogos y los líderes conservadores era un

signo de que, socialmente, el movimiento evangélico estaba moviéndose más allá

de la etapa de una simple aglomeración de sectas. En otro tiempo los evangélicos

latinoamericanos tenían poco que ver con sus compañeros protestantes de fuera de

sus propias y pequeñas denominaciones. Cada confesión estaba emparedada en

su propio mundo sectario, pero ahora aquello estaba cambiando. Impulsados por

las agencias norteamericanas, como la Misión Latinoamericana y los Ministerios

O.C., las campañas y organizaciones pandenominacionales estaban aglutinando a

las iglesias entre sí. De estos intercambios estaba surgiendo un protestantismo

evangélico menos sectario. Se identificaba como un bloque; aspiraba a tomar

posiciones coherentes frente a los grandes temas de la actualidad; estaba

desarrollando su propio sector paraeclesial de escuelas bíblicas, estaciones de

radio y demás, subsidiado por las agencias norteamericanas y con personal

compuesto por profesionales de clase media. [214]

Junto con estas nuevas posibilidades para la reflexión y el debate, se

encontraban crecientes diferencias de clase dentro del evangelicalismo. En los

primeros años, los pastores difícilmente vivían y comían mejor que sus rebaños.

Pero ahora habían surgido iglesias inmensas, dirigidas por prósperos hombres de

Dios, quienes recolectaban los diezmos de miles de seguidores. Otros líderes

evangélicos obtenían dinero para sus proyectos en los Estados Unidos, o tomaban

empleos bien remunerados en los ministerios norteamericanos, ampliando las

diferencias de ingreso con los pastores que no gozaban de tan buena fortuna. A

medida que los pastores se convertían en profesionales y burócratas, la movilidad

ascendente trabajaba tanto contra los evangélicos progresistas como contra los

conservadores. Los llamados para un cambio radical perdían credibilidad cuando el

profeta vivía mucho mejor que sus hermanos.

Sin embargo, los conservadores reaccionaban frente a la innovación teológica

como si ésta fuera una seria amenaza para su posición. El desafío llegaba en

formas que fácilmente podían ser pasadas por alto por un extraño, como el

movimiento de entrenamiento pastoral conocido como Educación Teológica por

Extensión. Como se mencionó en el capítulo anterior, TEE se originó como un

intento por responder a la creciente demanda de ministros entrenados,

produciéndolos en cantidad. También intentaba impedir que el entrenamiento en

seminarios profesionales desorientase a los pastores frente a las necesidades de

228

las congregaciones pobres. La idea era la de desprofesionalizar a la educación

teológica. Para los líderes establecidos, sin embargo, la TEE podía tener

consecuencias alarmantes. Podía popularizar a la teología, al alejarse de algunas

de las concepciones importadas por los misioneros norteamericanos, y alterar el

equilibro de poder en las denominaciones, al producir tantos nuevos pastores de

base que sobrepasaban a los líderes establecidos. {110}

A pesar de que el protestantismo evangélico representaba la «libre empresa

religiosa» en sociedades dominadas por una religión establecida, también había

desarrollado tendencias autoritarias, en imitación de figuras como el misionero

extranjero, el sacerdote católico, el terrateniente y el jefe político. Los líderes

nacionales podían ser más autoritarios que los misioneros a quienes reemplazaban.

[215] «Las iglesias en América Latina... están dominadas por el clero, por las

estructuras eclesiásticas que colocan al poder, al privilegio y a la iniciativa en

manos de unos pocos, y por modelos importados de... ministerio que sofoca al

liderazgo indígena y popular», escribió F. Ross Kinsler, fundador de TEE. En lugar

de servir a los intereses eclesiásticos, sugería Kinsler, la TEE debía subvertir esos

intereses. Esperaba que éste «ayudaría a las iglesias a liberarse de la esclavitud de

un clero profesional, la ideología de las clases medias, los legalismos del pasado y

las formas culturales de una iglesia extranjera y de una sociedad alienada». {111}

En la década de 1970 esta clase de pensamiento se unió al esfuerzo para ir

más allá de la Evangelización a Fondo. Como señaló Orlando Costas, de la Misión

Latinoamericana, la evangelización a fondo implicaba una ruptura entre la

acostumbrada relación pastor-seguidor, al entrenar a los miembros de las

congregaciones para que se conviertan en activistas que individualmente llevarán a

cabo el evangelismo. Toda la iniciativa ya no residiría en un solo pastor. Pero estos

cambios eran difíciles de realizar: después de terminada la campaña, los pastores y

laicos generalmente regresaban a su antigua relación activo/pasiva.

Algunos organizadores concluyeron que la «movilización total» de la

comunidad cristiana para la «evangelización total» no ocurriría sin una

transformación permanente de las estructuras pastorales. Las células de oración en

las que la Evangelización a Fondo organizó a los miembros de la iglesia empezaron

a tomar ciertas de las atribuciones de las comunidades de base en la teología de la

liberación. Del estudio de la Biblia surgiría una reforma que democratizaría a la

iglesia.{112}

229

En Costa Rica, Orlando Costas y John Stam eran parte de una derivación de

LAM llamada el Centro Evangélico Latinoamericano de Estudios Pastorales

(CELEP) que seguía esta línea de pensamiento. Al igual que su colega Plutarco

Bonilla, los dos renunciaron al Seminario Bíblico Latinoamericano como protesta en

contra de algunos de los cambios que estaban ocurriendo allí. {113} Si los

seminaristas que fumaban cigarrillos no tenían posibilidad de ser aceptados por las

iglesias locales, ¿entonces para qué entrenarlos? {114} Con la esperanza de no ser

asociada con tal comportamiento, CELEP trató de concentrarse en el trabajo

pastoral con las bases. Pero todavía estaba localizada junto al seminario, [216] una

advertencia constante del peligro de quemar el puente que les unía a los

conservadores. En la parte de arriba se encontraba la sucursal local de la Cadena

Cristiana de Difusión de Pat Robertson.

La TEE no siempre tuvo un impacto democratizador: un pastor con un sexto

grado de educación podía encontrarse tan distante de su gente como un

seminarista graduado, y ser aún más opresivo. La TEE también podía ser utilizada

para extender el alcance de las jerarquías convencionales. Al combinarse con los

esfuerzos por cambiar las relaciones pastorales, sin embargo, desafió la forma en

que los pastores más antiguos habían sido entrenados para dirigir a sus iglesias.

Por lo tanto, provocó una fuerte oposición. {*****} En un movimiento preocupado por

extender su mensaje y establecer nuevas formas de autoridad espiritual, el estudio

de cómo vender más efectivamente el evangelio había llevado al escrutinio de las

relaciones pastorales. El intento por reformar estas relaciones estaba sirviendo

como un paralelo evangélico con la teología de la liberación.

Los evangélicos ocupados en tales críticas eran solo una minoría.

Congregados en seminarios y otras pequeñas burocracias religiosas, generalmente

estaban sitiados por los conservadores. Pero los disidentes creían que su día

llegaría, y los conservadores tenían razón para temerlos. El definir al evangelio en

términos tanto de justicia social como de salvación personal tenía el potencial de

atraer a los millones de evangélicos cuya posición económica se estaba

deteriorando. Bajo diferentes condiciones, los nuevos líderes podrían reemplazar a

los conservadores que habían surgido bajo los regímenes de derecha. [217]

Algo similar ocurrió en Argentina, en donde una sucesión de gobiernos

militares culminó en el régimen de la Guerra Sucia. Mientras la dictadura

secuestraba, torturaba y asesinaba a más de doce mil personas a finales de los

230

años setenta, sus partidarios evangélicos permanecían firmes, al igual que una

jerarquía católica reaccionaria. «Si algo les pasa [a las víctimas], algo deben haber

hecho», argumentaban estos cristianos, o «hay que acordarse lo que hicieron las

guerrillas», o «los militares nos han salvado del marxismo». Pero después de 1981,

sin embargo, otro sector de las iglesias evangélicas desempeñó un papel

importante en el movimiento argentino de los derechos humanos. Cuando el

colapso económico y la Guerra de las Malvinas con Gran Bretaña derrocaron a la

dictadura militar, sus defensores evangélicos fueron también desacreditados. El

giro de los eventos cubrió de gloria a los activistas religiosos, dándoles una

posición firme en las iglesias de clase media así como en el nuevo gobierno

democrático de Raúl Alfonsín.

La victoria era frágil, advertía José Miguez Bonino, un teólogo protestante de la

liberación, quien había visto muchos retrocesos para su causa. El nuevo liderazgo

podría distanciarse demasiado de sus congregaciones y desacreditarse a sí mismo.{115} Mientras tanto, los pentecostales informaban que, bajo el nuevo régimen que

fracasaba en contrarrestar la terrible crisis económica del país, sus iglesias estaban

creciendo como nunca antes.

Notas

{*****} En Nicaragua, el entrenamiento pastoral era una de las cuestiones discutidas por el pro-

sandinista Consejo Evangélico para la Ayuda al Desarrollo (CEPAD) y su vástago anti-sandinista,

el Consejo Nacional de Pastores Evangélicos (CNPEN). Al ser una agencia de desarrollo y el

más antiguo de los dos organismos, CEPAD inició un programa de entrenamiento pastoral con

énfasis en el activismo y en el liderazgo laico. Cuando el nuevo consejo de pastores solicitó a

CEPAD que cesara el programa para que éste pudiera organizar el suyo, la agencia se rehusó,

basándose en que el organismo rival representaba a los pastores y no a las iglesias. Mientras

que CEPAD era parte del movimiento para descentralizar la autoridad congregacional, CNPEN

estaba operando con la premisa tradicional de que el pastor dirige la iglesia. En 1985, el

presidente de CNPEN me dijo: «Somos los pastores, y son los pastores quienes representan las

iglesias. Así es como nosotros vemos las cosas.»

{109} Harry Genet, «Latin Evangelicals Chart Their Own Course», Christianity Today, 7 de

diciembre de 1979, pp. 44-46.

{110} David Scotchmer al autor, 30 de noviembre de 1986.

{111} Kinsler 1978: 183, 186-187.

231

{112} Costas 1984b.

{113} John Maust, «Seminary Crisis.»

{114} Entrevista del autor a John Stam.

{115} Miguez Bonino 1985. Para una denuncia de las sectas en Argentina, véase Silletta 1987.

La Nueva Jerusalén de las Américas

«Los guatemaltecos son el pueblo elegido del Nuevo Testamento. Somos los

Nuevos Israelitas de América Central.» –Efraín Ríos Montt {1}

Las oraciones por el Hermano Efraín no obtuvieron respuesta. Después de una

marcha de dieciséis meses hacia la Nueva Jerusalén, el primer dictador evangélico

en la historia fue derrocado por el mismo ejército que lo había puesto en el poder.

Pero mientras el General Efraín Ríos Montt ocupó el palacio presidencial en

Guatemala, atrajo la atención del mundo hacia el despertar evangélico en América

Central. De acuerdo a las proyecciones de iglecrecimiento, aquel movimiento

presumía tener el 21% de la población guatemalteca en 1981, probablemente una

mayoría de los feligreses activos. Si las tasas de crecimiento anual de un 10% o

más continúan en los años noventa, Guatemala podría ser el primer país en

América Latina con una mayoría protestante. {2}

Ríos Montt y sus colaboradores esperaban convertir a este movimiento

religioso en un nuevo orden político. Los protestantes siempre han atribuido la

violencia y el retraso de América Latina, no a la dependencia de países extranjeros

o a las estructuras de clase, sino a las tradiciones latino católicas. Si la pobreza y la

contienda civil son básicamente problemas morales, se deduce que únicamente

una reforma moral puede resolverlos. Creen que de lo que América Latina carece

es de un fundamento «bíblico».

Esta fue la premisa sobre la cual Ríos Montt anunció que moralizaría la vida

nacional de arriba hacia abajo. Guatemala no sería [220] liberada por una

revolución que derribara las estructuras opresivas, predicaba. Más bien, sería

liberada por una revolución en los corazones de los hombres. En la persona de un

232

errático general del ejército, que se describía a sí mismo como un líder elegido por

Dios, lo que los Melville llaman «el poder en busca de legitimidad» se volvió hacia

una religión de los impotentes para justificarse. {3} Para el asombro de la opinión

mundial, la cual continuaba recibiendo informes horripilantes sobre las violaciones

de los derechos humanos por parte del ejército guatemalteco, el nuevo comandante

en jefe de esa institución convirtió a la renovación moral en su tópico favorito.

La urgencia de Ríos Montt se originó en el cumplimiento de temores de mucho

tiempo. En 1936, un misionero norteamericano escribió una novela en la que un

ruso bolchevique lidera un levantamiento de indios mayas guatemaltecos, sólo para

ser frustrado por un evangelista maya que empuña la palabra de Dios. {4} Bajo el

anárquico régimen pretoriano que precedió al de Ríos Montt, los indígenas del

altiplano se unieron a movimientos guerrilleros marxistas. Aún más, la amenaza se

estaba materializando en lo que el nuevo dictador y sus hermanos consideraban

una forma particularmente insidiosa: una interpretación revolucionaria de su propia

fe cristiana.

Por consiguiente, podemos imaginar los himnos de alabanza que saludaban a

un verdadero soldado de Dios. El enfrentamiento entre el fundamentalismo

norteamericano y la teología de liberación convirtió a América Central, en las

palabras de un misionero evangélico, «en uno de los campos de batalla

estratégicos en la lucha espiritual por la fidelidad y el destino eterno de los

habitantes del mundo.»{5} El evangelio fundamentalista, afirmó uno de los ancianos

de la Iglesia del Verbo de Ríos Montt, era un «factor estabilizante». Transformaría a

Guatemala en un «fuerte espiritual», evitaría que las ricas reservas de petróleo y

titanio de Guatemala caigan en manos marxistas, y se convertiría en un

amortiguador entre los Estados Unidos y el avance comunista. «Después de

Guatemala», advertía la iglesia matriz del Verbo en los Estados Unidos: «¡sólo

queda México!» Pero eso no era todo. Para una América Latina a la cual estos

cristianos consideraban perdida en la oscuridad de la idolatría católica y de la

teología de la liberación, Guatemala se convertiría en un faro de luz. Serviría como

un modelo de rectitud bíblica para otros [221] países amenazados por las mismas

fuerzas satánicas: se convertiría en la «Nueva Israel» teológica de las Américas. {6}

La fe geopolítica de los hombres que rodeaban a Ríos Montt parecía confirmar

los peores miedos de la izquierda. Ahora que los revolucionarios habían empezado

a enaltecer las virtudes de la concientización cristiana, el ejército guatemalteco no

233

sólo reprimía a los activistas religiosos, sino que también promovía una forma de

culto más tratable. Se decía que los indígenas católicos se estaban convirtiendo en

masa al protestantismo para salvar sus vidas. Aquí estaba una verdadera

alternativa, explicaba el televangelista Pat Robertson, «entre la opresión de las

oligarquías corruptas y la tiranía del totalitarismo comunista apoyado por Rusia.» {7}

Impulsados por hombres como Robertson, se decía que los evangélicos

norteamericanos estaban comprometiendo millones de dólares para la campaña de

pacificación de Ríos Montt.

El auxilio evangélico en Guatemala estaba coordinando por Gospel Outreach

(Alcance Evangélico), el ministerio con base en California a cuya sucursal

guatemalteca, la Iglesia del Verbo, pertenecía Ríos Montt. Con la colaboración del

Instituto Lingüístico de Verano, Verbo inició una campaña muy publicitada para

ayudar a las víctimas indigentes de la guerra. Poco después, sus pronunciamientos

contradijeron los hallazgos de las organizaciones de derechos humanos, en un

intento por justificar la política «fusiles y frijoles» de Ríos Montt –es decir, de

concentrar a los indígenas en campamentos de refugiados y forzarlos a enlistarse

en patrullas contrainsurgentes del ejército.

Los informes sobre las continuas atrocidades del ejército no afectaron la

reputación de Ríos Montt entre los evangélicos conservadores de los Estados

Unidos. Aún después de su derrocamiento, lo aclamaron con aplausos y bendijeron

con oraciones. En Guatemala, sin embargo, los líderes evangélicos se mostraban

llenos de aprehensión sobre la forma en la que Ríos había politizado su fe.

Tampoco era ese el único factor que les empujaba hacia la arena política. Si bien

las iglesias conservadoras habían crecido poderosamente al declinar enfrentarse a

las depredaciones del ejército, heredaban a masas de sobrevivientes que se

empobrecían en forma rápida. El crecimiento de iglesia tenía un precio que los

expertos de iglecrecimiento nunca habían mencionado. [222] Aún los

conservadores que habían condenado a los cristianos reformistas por «meterse en

política» se veían forzados a enfrentarse a la problemática social. Al igual que la

Iglesia Católica durante las décadas de 1950 y 1960, respondían con una ola de

programas sociales. «A pesar de que los conservadores están al mando», me dijo

un disidente, «no lo van a mantener, porque la gente está aprendiendo a hablar, en

sus propios términos y en sus propias formas.»

Notas

234

{1} Lynda Schuster, «Latin Revival», Wall Street Journal, 7 de diciembre de 1982, págs. 1, 21.

{2} Holland 1981:71; «Dawn is About to Break on Guatemala», Global Church Growth, marzo-abril

1984, pág. 351.

{3} Melville y Melville 1977.

{4} William Cameron Townsend, «Tolo, the Volcano's Son», Revelation (Philadelphia), serial, abril a

octubre de 1936

{5} Julian Lloret, «Forces Shaping the Church in Central America», CAM Bulletin (Dallas, Texas:

Central American Mission), Verano de 1982, págs. 2-3, 13.

{6} Entrevista a Bob Means, Radiance (Eureka, California: Gospel Outreach), septiembre de 1982.

Circular para obtener fondos de Puente Internacional del Amor (International Love Lift), 15 de

septiembre de 1982, firmada por Bob Means y Carlos Ramírez. Circular de Puente Internacional

del Amor, 30 de junio de 1983, firmada por Carlos Ramírez.

{7} Anfuso y Sczepanski 1983: ix-x, 154.

Gospel Outreach (Alcance Evangélico)

Efraín Ríos Montt acudía a los ancianos de la Iglesia del Verbo para su guía

espiritual. Y para su propia dirección espiritual, los jóvenes norteamericanos y

guatemaltecos que lideraban a Verbo acudían a Eureka, California. Al norte de San

Francisco por la costa, la ciudad tomó ese nombre por el «¡Eureka!» («lo encontré»

en griego) que gritaban los buscadores de oro en California en el siglo pasado.

Después de varios auges y quiebras, la industria principal del área era el cultivo de

marihuana, la cual había sido introducida por los hippies de San Francisco. A

principios de los años setenta, algunos de estos hijos de la paz redescubrieron el

tradicional opio del pueblo. Una década más tarde, se convirtieron en los

consejeros espirituales de una dictadura militar.

El líder del nuevo movimiento en Eureka era una generación mayor que sus

seguidores: el alcohol, no los alucinógenos, había llevado a la ruina a la figura

corpulenta y paternal del Reverendo Jim Durkin. Pero el mismo Señor los había

salvado a ambos. Bajo la guía de este corredor de bienes raíces y predicador laico

de las Asambleas de Dios, los penitentes de pelo largo adquirieron la Comuna

235

Rancho del Faro, un experimento social cercano que también evolucionaba de las

drogas hacia el cristianismo. Aquí, Durkin puso a sus adeptos en un régimen

estricto, tal vez ya influenciado por la facción «pastoral» del movimiento

carismático. Los cortes de cabello eran sólo el inicio. La disciplina moral era tan

estricta que, según se dice, miembros de sexos opuestos no podían estar solos en

el mismo cuarto. Originalmente, el rancho había tratado de modelarse según los

comunistas primitivos de la iglesia del primer siglo. Durkin decidió enseñar a sus

discípulos cómo manejar un negocio para mantener su ministerio, iniciando

empresas comerciales donde sus miembros podían ganar su cuarto y manutención

en el rancho. [223] A cambio de múltiples diezmos de las ganancias, los negocios

pasaban a manos de los miembros para que ellos mismos los manejasen. Si es que

el hombre fue creado a imagen de Dios, entonces el Señor empezaba a parecerse

al joven egresado de una escuela de negocios. {8}

Los periodistas que conocieron a los ancianos de Verbo durante sus días de

gloria advertían una combinación peculiar de buena naturaleza y megalomanía, de

sentido común y fanatismo, que se origina en su peculiar entrenamiento. Los

seguidores de Durkin habían sido relativistas supremos. Los hippies únicamente

querían hacer sus propias cosas, todo estaba bien mientras no lastimaras a nadie,

y todo sería hermoso si tan sólo lo dejaras suceder. Pero Durkin decía a su gente

joven no sólo que esta filosofía tolerante había destruido su sentido de lo bueno y

lo malo, sino que era la forma cómo el demonio había tomado sus vidas. Ahora, si

mantenían la mínima parte de sus vidas lejos de Dios, el demonio regresaría y los

llevaría al infierno. Si parte de su vida no estaba en el Reino de Dios, entonces

pertenecía al reino de la oscuridad –conocido en otra forma como «el mundo», este

mundo, el cual pertenecía a Satanás.

El blanco principal del programa de formación moral de Durkin era lo que él

llamaba «la vida egoísta del Yo». Después de llevar a sus egoístas seguidores a

enfrentarse con su verdadera inutilidad, les demostraba cómo, con la ayuda de

Dios, podrían encontrar su lugar en un tremendo drama milenial. En cumplimiento

de la profecía bíblica, decía Durkin, ellos habían sido puestos sobre la tierra para

cambiar la historia. Evangelizarían al mundo.

El mundo que Durkin presentaba a sus seguidores era tormentoso. Se

aproximaba una espantosa retribución por los pecados de la humanidad, una gran

tribulación que culminaría con la Segunda Llegada de Cristo y su reino milenario

236

sobre la tierra. Mostrándose pesimista acerca del futuro de lo que él llamaba

«capitalismo de deuda», Durkin aconsejaba a su rebaño a prepararse para el futuro

colapso financiero evitando deudas, diversificando sus inversiones y almacenando

alimentos.

Durkin creía que el Señor probablemente regresaría en el transcurso de su

vida, pero únicamente después de que los cristianos se hayan [224] multiplicado

sobre la tierra. Por tanto, la misión de su iglesia era la de servir como base para el

evangelismo: enviando a los «ancianos» de estilo pastoral –anteriormente de la

Comuna Rancho del Faro, ahora en sus treinta– a quienes había entrenado para

fundar iglesias en otros lugares. {9} En 1983 se decía que cuatro mil personas

asistían a los servicios.{10} De ahí el nombre del grupo, Gospel Outreach (Alcance

Evangélico). Existían cuarenta congregaciones en los Estados Unidos, la mayoría

en la Costa Oeste, y seis en el exterior, en Europa y en Guatemala, Managua y

Quito.

Guatemala apareció en el horizonte de Gospel Outreach después del terremoto

de 1976. Mientras sus voluntarios de California ayudaban a reconstruir los barrios

pobres alrededor de la capital, tomaron parte en un movimiento carismático que

reclutaba a gente de las clases altas y producía varias iglesias. Los participantes en

esta sacudida del Espíritu Santo a menudo sabían algo de inglés y estaban

cegados con la cultura norteamericana. En una situación revolucionaria, rodeados

por los pobres y amenazados por la izquierda, necesitaban algo más que ganancias

y placer. Los moralistas jóvenes norteamericanos de Gospel Outreach tenían la

respuesta. Al estar llenos del Espíritu Santo, daban a los guatemaltecos de clase

alta un sentido de vindicación en un momento en que su forma de vida se volvía

cada vez más incierta. A principios de 1982, una congregación entusiasta y

adinerada conformada por unos quinientos miembros se reunía bajo una carpa de

circo, colocada en un barrio exclusivo junto al Hotel Camino Real.

Notas

{8} Paul Goepfert, «The Lord and Jim Durkin», California, febrero de 1983, págs. 53-54.

{9} Esta descripción de la teología de Durkin está basada en grabaciones de sus sermones

enviadas al autor por la biblioteca de cassettes de Gospel Outreach.

{10} «Why Not the Whole World?» Global Church Growth, mayo-junio de 1983, pág. 270.

237

 

¿Podía el Señor tener algún

plan para el Hermano Efraín?

Cuando los ancianos de Verbo se encontraron en medio de un golpe militar, la

mañana del 23 de marzo de 1982, no estaban totalmente desprevenidos. Ellos ya

sabían que, gracias a la extraordinaria correspondencia entre el conflicto oriental-

occidental y la inminente confrontación milenial, cualquier estallido alrededor del

mundo era un paso más en la marcha hacia Armagedón. Sin embargo, hasta el

momento en que fueron arrastrados por la corriente de los eventos, los ancianos de

Verbo estaban lejos de ser activistas políticos. Aún cuando sus hermanos en los

Estados Unidos se unieron a la derecha religiosa, los ancianos norteamericanos en

Guatemala trataron de mantener su distancia de la [225] política al estilo

centroamericano.{*} Estaban muy conscientes de que el gobierno del General

Romeo Lucas García (1978-1982) dejaba mucho que desear como defensor de la

libertad religiosa. Con la sospecha de que activistas cristianos y sindicales se

estaban desempeñando como frentes revolucionarios, Lucas soltó a los

escuadrones de la muerte. Coordinados desde un anexo del palacio presidencial,

los escuadrones de la muerte destruyeron el centro político de Guatemala y

empujaron a miles de sobrevivientes a unirse a los movimientos guerrilleros.

Los ancianos de Verbo no eran los únicos que se mantenían apartados. En

general, los líderes evangélicos no deseaban ocuparse de la desintegración de su

país. Una historia centenaria de protestantismo en Guatemala, publicada en el

clímax de violencia en 1982, logró evitar el tema. {11} La corrupción, la falta de

respeto por las autoridades, el comunismo y el mal iban en aumento, predicaban

estos hombres, pero su reino no era de este mundo. Esta lógica, por supuesto, no

impidió que varios de sus miembros se enlistaran en la campaña presidencial del

partido oficial, una creación del alto mando del ejército y el seguro ganador a juzgar

por el fraude de las dos elecciones previas. Ya que los asesinatos oficiales habían

alienado a la mayor parte de la Iglesia Católica, la dictadura estaba ansiosa por

enlistar a otros hombres de Dios.

Un mes antes de la elección nacional del 7 de marzo de 1982, una conferencia

de quinientos pastores conmemoraba el centenario del protestantismo en

238

Guatemala. Fueron interrumpidos por la llegada de helicópteros con el candidato

presidencial oficial, General Aníbal Guevara. Prominentes pastores de la campaña

del general habían arreglado la presentación, prometiendo tiza y cuadernos gratis

para todo aquel que asistiese. A los aleluyas de la audiencia, el general gritaba

«alabado sea el Señor», y según la etiqueta evangélica, pidió orar para que el

hombre elegido por el Señor gane las elecciones. Su nuera era evangélica,

mencionó la esposa de Guevara, y a pesar de que ellos todavía no habían [226]

dado el gran paso, lo estaban ciertamente considerando. En la cafetería, a

mediodía, se murmuraban recriminaciones: esto era como vender la primogenitura

por un plato de lentejas. La iglesia debía estar fuera de la política. Inmediatamente,

aparecieron las guerrillas para distribuir panfletos de los cristianos revolucionarios

de Vicente Menchú.{12}

Mientras tanto, los ancianos del Verbo mantenían en la mira a un general

retirado del ejército que se había unido a su congregación. Ocho años antes, se

había lanzado para presidente y probablemente había ganado. En 1974 había sido

el candidato de la reforma, realizando una campaña convincente con la lista

demócrata cristiana. Se encontraba liderando con gran ventaja las elecciones

cuando, inesperadamente, las pantallas de televisión quedaron en blanco. La

transmisión se reanudó la mañana siguiente, para cuando el candidato oficial se

había convertido en el ganador con un gran margen. La pandilla militar que dirigía

al país había impuesto su propio candidato.

Cuatro años más tarde, cuando Ríos Montt empezó a asistir al culto en la

Iglesia del Verbo, los Ancianos de Gospel Outreach se preguntaron por qué un líder

político de esa altura se les estaba acercando. Relatan que se probaba a sí mismo

limpiando los baños. Afortunadamente, la biografía de Ríos realizada por Verbo en

1983 proporciona un revelador recuento de sus frustraciones y sueños. Según esta

versión, su renacimiento espiritual surgió de su frustrada ambición por el cargo más

alto en el país. Los ancianos de Verbo descubrieron que la amargura por haber

perdido la presidencia era la herida más profunda en su vida. Cuando Ríos regresó

del exilio en 1977, fue con la vana esperanza de ganar una segunda nominación de

los demócratas cristianos, para las elecciones del año siguiente. Sólo después de

esta segunda y al parecer última desilusión, el general decidió ingresar en la Iglesia

del Verbo. Allí, los ancianos decían que Dios tenía guardado un plan especial para

él.{13} La religión carismática se convirtió en el bálsamo para sus lastimadas

239

ambiciones y las transfiguró. De ahora en adelante sería un soldado de Dios, cuya

tarea en la vida se llevaría a cabo a la manera del Señor.

Los ancianos del Verbo mantenían dos opiniones sobre el privilegio de ser los

pastores de un general guatemalteco. Sí, como un hermano [227] en Cristo, Ríos

había hecho un «pacto» con ellos y se había sometido a su autoridad. Esta era la

relación esencial de confianza entre los miembros de Verbo, y es un tema

importante de la biografía.{14} No obstante, cuando los partidos políticos lanzaron a

sus candidatos para la elección nacional del 7 de marzo de 1982, a los ancianos no

les gustó leer en los periódicos que el Hermano Efraín estaba considerando una

tercera candidatura para la presidencia. Con la esperanza de mantener a él y a su

iglesia fuera de la contienda electoral, los ancianos hicieron de la nunca satisfecha

ambición presidencial de Efraín el tema de tres días de oración y ayuno. Varias

profecías indicaban que el participar en estas elecciones no era el designio del

Señor: todavía no había llegado el gran momento para Efraín. A pesar de que los

ancianos le apoyarían si decidía ser candidato, el Señor les decía que «otra

puerta» se abriría para él. Sin embargo, únicamente el colapso de la coalición

partidista que le ofrecía la candidatura –no sus tres días de consejo y profecía– le

volteó en contra de la campaña electoral. {15}

Dos semanas después de que el candidato oficial robó la elección, el 23 de

marzo de 1982, jóvenes oficiales del ejército llamaron a Ríos al palacio nacional

para que encabezara su golpe de estado. Aquella mañana, se encontraba en su

trabajo administrando la escuela diurna de Verbo; se veía genuinamente

desconcertado, incluso con miedo, y afirmaba no estar involucrado en la

conspiración. Con su inesperada aparición en la televisión aquella noche, vestido

en traje de combate y como jefe de la nueva junta militar, más de un anciano de

Verbo pensó que su hermano en Cristo había roto su pacto con ellos.

¿Era simplemente una coincidencia que los conspiradores hayan dado el golpe

al cumplirse el octavo aniversario de su exilio a España? {16} Si queremos creer en

las afirmaciones de ciertos participantes, Ríos tomó tan seriamente las profecías de

Verbo que ayudó a planificar el golpe que lo llevó al poder. De acuerdo al consenso

nacional a principios de 1982, era tiempo de que el régimen militar de los últimos

doce años dejara el poder. Por la prominencia de Ríos como el presidente electo

defraudado hace ocho años, sería casi un milagro que él no haya estado

involucrado en la conspiración, al menos periféricamente. De los dos grupos que

240

planificaron el golpe del 23 de marzo, a Ríos Montt se le acusa de haber tratado

con los dos. [228]

El primero era el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), colocado en el

poder por la CIA en 1954 y conocido como el «partido de la violencia organizada»

por su utilización de medidas de fuerza, incluyendo los escuadrones de la muerte.

Ríos Montt no era un entusiasta del MLN: el candidato presidencial del partido en

1982, Mario Sandoval Alarcón, había apoyado el fraude contra su elección ocho

años antes. Sin embargo, la esposa de Ríos pertenecía a una importante familia

militar enredada con el MLN, los Sosa Avila, y trabajó en su campaña presidencial

de 1982. El mismo Ríos, de acuerdo a un enemigo político, encabezó un grupo

paramilitar de MLN que tenía la misión de provocar motines para protestar contra el

inminente fraude electoral.{**}

El segundo grupo que conspiró en el golpe del 23 de marzo era un grupo de

jóvenes oficiales del ejército. Algunos eran colaboradores del MLN, otros no. Pero

todos se encontraban desilusionados de un alto mando corrupto, el cual además

estaba perdiendo la guerra contra las guerrillas. De acuerdo a un joven oficial, Ríos

había sido escogido para encabezar la nueva junta desde el inicio de su plan,

debido a su honesta reputación y a su elección como presidente en 1974. Pero el

joven oficial insistía en que Ríos no había sido informado de antemano, porque si

esto se filtraba, su líder escogido habría sido asesinado. {17} [229]

Después del golpe, los conspiradores del MLN quedaron estupefactos al

escuchar a Ríos Montt denunciar no sólo al depuesto régimen de Lucas sino

también a ellos. Ellos también se encontraban entre los políticos civiles podridos

responsables por la penosa situación de Guatemala, declaró el jefe de la nueva

junta militar. Era el Señor quien lo había colocado en este lugar, anunció Ríos,

cerrando filas con sus compañeros oficiales dejando de lado al MLN.

En cuanto a Ríos, su más profunda ambición se había convertido en el plan

que Dios tenía para él. Podría parecer poco probable que un general guatemalteco

pudiera liderar un golpe que él no hubiera planificado. Para los ancianos de Verbo,

como para otros evangélicos, todo dependía de la pureza de sus motivos.

Unicamente si su llegada al palacio estaba limpia de la inmundicia de la política

guatemalteca podía ser parte del plan del Señor. Efraín insistía en que él no tuvo

nada que ver con la planificación del golpe, y los ancianos de Verbo decidieron

241

honrar su pacto dándole credibilidad. El drama del momento tocó su propio sentido

del destino: ¿no habían recibido una profecía que decía que aconsejarían a jefes

de estado?{18} Solo a través de sus oraciones, concluyeron, el Señor había colocado

a sus siervos en el centro de la lucha cósmica entre el bien y el mal. Con dos

ancianos guatemaltecos en el palacio como consejeros presidenciales, y otros

ancianos que se reunían con él semanalmente para sus sesiones de oración, la

Iglesia del Verbo se había convertido, en cumplimiento de sus propias profecías, en

una puerta para el Hermano Efraín y en una líder de naciones.

Notas

{*} Ilustrando este sentido de separación, un anciano de Verbo protestó contra los pastores

antisandinistas en Nicaragua por «alejarse de la pura predicación del evangelio hacia el apoyo

activo a las fuerzas anti-gubernamentales». Satanás estaba utilizando a estas personas para

hacer que el gobierno sandinista desconfiase de los cristianos, continuaba el anciano de Verbo, y

«hacer que el evangelio parezca un instrumento de revolución externa en lugar de interna

(James Jankowiak, Radiance, abril 1982, pág. 3).»

{**} La fuente de esta acusación es Danilo Roca, un aliado del MLN en la elección de 1982. De

acuerdo a Roca, los agentes del MLN dentro del gobierno habían confirmado que el partido

oficial robaría la elección del 7 de marzo. Por consiguiente, el MLN planeó convertir sus

celebraciones de victoria cerca de las iglesias católicas capitalinas en motines para quemar

camiones y volar puentes durante las primeras horas del 8 de marzo, paralizar a la capital y

forzar al ejército a intervenir contra la camarilla gobernante.

Un socio de Roca me proporcionó un relato detallado (pero no corroborado) de sesiones

nocturnas de planificación encabezadas por Ríos, en su casa, durante el mes anterior a la

elección. De acuerdo a esta fuente, Ríos decía que él no iba a permitir que a Mario (Sandoval

Alarcón, el candidato del MLN) le ocurriera lo que pasó a él en 1974. La última vez no estaba

preparado, supuestamente dijo Ríos, pero esta vez ellos los estarían. También enfatizó que los

provocadores del MLN no debían bajo ninguna circunstancia enfrentarse al ejército, el cual

llevaba a la conspiración por otra ruta. De acuerdo a Roca y su socio, Ríos abortó el plan la

noche de la elección (entrevista del autor, Guatemala, agosto 24, 1985).

Según Leonel Sisniego Otero del MLN, antes del golpe del 23 de marzo Ríos Montt acordó

encabezar una junta civil-militar, para entonces traicionar a sus co-conspiradores civiles después

de tomar el poder (This Week, julio 4, 1983, pág. 193).

{11} A. Zapata 1982.

{12} Entrevistas del autor, julio-agosto de 1985.

242

{13} Anfuso y Sczepanski 1983: 79-100.

{14} Ibid., págs. 93-96.

{15} Ibid., págs. 104-109.

{16} Ibid., págs. xiv, 119.

{17} Entrevista del autor, Ciudad de Guatemala, 27 de Agosto de 1985.

{18} Juan M. Vásquez, «Prophecy Comes True for New Leader in Guatemala», Los Angeles Times,

28 de marzo de 1982, págs. 1, 8. Carlos Ramírez, «Prophecy Comes True», Frontline (Eureka,

California: International Love Lift) 9(7), pág. 6.

Puente Internacional del Amor

Mientras el primer presidente evangélico de Guatemala restringía a los

escuadrones de la muerte en la capital y se imponía a las guerrillas en el campo, se

acercaba una fecha muy importante. En noviembre de 1982, se cumplía el

centésimo aniversario de la primera misión protestante en Guatemala.

Seguramente, creían muchos evangélicos, esta convergencia entre el centenario de

su fe y el primer líder cristiano del país era una señal del Señor. Al igual que la

Iglesia del Verbo y el mismo Ríos Montt, concluyeron que él era el hombre de Dios

para salvar a Guatemala del comunismo y para guiar a la nación hacia Cristo. [230]

Para los creyentes que anteriormente habían preferido no discutir sobre política, un

tema considerado como un tabú se convirtió en un milagro de Dios.

Los enemigos alegaban que los ancianos de Verbo tenían una influencia

similar a la de Rasputín sobre el nuevo presidente. Pero su única función visible en

el nuevo régimen era la de certificar su integridad. Esta no era una tarea pequeña o

sin importancia, sin embargo, y se ocupaban de ella con gran empeño. A pesar del

anuncio de una nueva era de moralidad, la estrategia del ejército guatemalteco en

el altiplano estaba produciendo una cantidad sin precedentes de refugiados

indígenas. No se satisfacían sus necesidades y sus historias sobre el barbarismo

del ejército contradecían las declaraciones de Ríos Montt de hacer respetar los

derechos humanos.

243

Frente al público, los ancianos de Verbo nunca vacilaban. A su llegada al

palacio presidencial, habían puesto énfasis en los males del régimen anterior, y en

cómo Ríos iba a mejorar la situación.{19} Y lo había logrado, afirmaban. Como

amigos personales del presidente, sabían que él no podía estar ordenando

masacres de civiles. Por supuesto, admitían, Ríos no podía ser responsabilizado

por cada acto cometido por un ejército de veinte mil individuos. Pero ya que ahora

las fuerzas de seguridad estaban bajo su control, éstas no podían ser responsables

de tales crímenes. De acuerdo a la Iglesia del Verbo, las bendiciones derramadas

por el Espíritu Santo el 23 de marzo fueron tan poderosas que produjeron un giro

de 180 grados en el comportamiento respectivo del ejército y de la guerrilla.

Lamentablemente, no todos estaban dispuestos a reconocer este nuevo hecho.

En poco tiempo, los ancianos de Verbo se encontrarían envueltos en una lucha

espiritual con dos de las manifestaciones más insidiosas del humanismo secular del

mundo actual. La primera eran otros cristianos, o por lo menos así se

denominaban, ya que en las persistentes calumnias de ciertos supuestos grupos

cristianos, los ancianos de Verbo detectaron la influencia de la teología de la

liberación. Es decir, tendrían que luchar contra aquel intento marxista para

reemplazar al evangelismo con la política y torcer la escritura hasta convertirla en

una justificación para la revolución violenta. Sin embargo, el enemigo más acérrimo

de Ríos eran los medios de comunicación liberales, con sus [231] prejuicios y

propaganda escandalosos. Cegados por la noche y la neblina que cubre la visión

de los incrédulos, los periodistas no reportaban la tan clara verdad que la Iglesia

del Verbo percibía.

¿Dónde podían los ancianos del Verbo encontrar hermanos cristianos que les

ayudaran a combatir estas mentiras? Pocos años antes, el altiplano había estado

poblado por misiones, agencias y centros para el desarrollo de esto y aquello,

generalmente financiados por extranjeros. Desgraciadamente, el régimen anterior

había identificado a dichos esfuerzos como el Caballo de Troya de la subversión,

había colocado a sus coordinadores indígenas locales en listas, y los había

perseguido hasta la muerte.{20} Ahora, los horrorizados patrocinadores se

preguntaban cómo ayudar a los sobrevivientes sin estimular más derramamiento de

sangre. La mayoría tomó la decisión de esperar.

Pero dos no esperaron –el conocido promotor de salud comunitaria Dr. Carroll

Behrhorst y el Instituto Lingüístico de Verano (SIL)–. El programa de desarrollo de

244

Behrhorst había terminado cuando once de sus cuarenta y siete promotores mayas

murieron misteriosamente bajo el gobierno de Lucas García. En cuanto al Instituto

de Verano, éste se había unido al programa de alfabetización del mismo régimen. A

pesar de que la nueva campaña de alfabetización era administrada por la policía

nacional, la cual podría estar menos interesada en producir nuevos lectores que en

recoger inteligencia, éste había sido un momento oportuno para que el SIL llevara a

cabo su política de servir a Dios al servir al gobierno. A pesar de su ansia por

relacionarse con las autoridades, la mayoría de los traductores bíblicos del SIL se

mostraban reacios a perder el tiempo pensando en política, pues sentían que ésta

sólo obstaculizaría su labor misionera. Sin embargo, a medida que las amenazas y

la violencia aumentaban, los traductores fueron forzados a responder. Lo hicieron

marchándose, llevando a los asistentes mayas a la capital para terminar sus

traducciones del Nuevo Testamento lo más rápido posible. Estos grupos no

regresarían al campo hasta que éste se encontrase bajo control, lo cual incluía

poner bajo control al ejército. ¿Podría el nuevo presidente proporcionar esta

garantía?

Para probar que podía hacerlo, Ríos Montt designó a un miembro del directorio

de la Fundación Behrhorst, Harris Whitbeck, para que [232] sirviera como su

personero en el campo de auxilio. Un ex-sargento de los marines estadounidenses

y contratista de construcción que resultó tener influencia en Washington, Whitbeck

servía como nexo entre los militares y los colaboradores civiles. Reforzados de esta

manera, para julio de 1982 los tres grupos –la Iglesia del Verbo, la Clínica

Behrhorst, y varios traductores del Instituto Lingüístico de Verano– organizaron la

Fundación de Ayuda para el Pueblo Indígena (FUNDAPI). El personal de Behrhorst

y los traductores del Instituto de Verano servirían como agentes de campo,

mientras que la Iglesia del Verbo proporcionaría el personal en la capital y

obtendría fondos en los Estados Unidos. Mucho se había hablado sobre cómo los

evangélicos norteamericanos vendrían a la ayuda de su hermano Ríos Montt. Él

mismo había dejado caer la cifra de un billón de dólares. A finales de julio, anunció

que una rama de Gospel Outreach llamada Puente Internacional del Amor

(International Love Lift) administraría las contribuciones de los Estados Unidos. {21}

En Guatemala, los nuevos oficiales de FUNDAPI se preparaban para recibir una

avalancha de fondos.

245

Los ancianos de Verbo anticiparon que al dar alimento, medicina, vestimenta,

vivienda y herramientas de trabajo, satisfarían las necesidades de los refugiados,

ganarían su apoyo para el nuevo gobierno y crearían oportunidades para el

evangelismo. La presencia misionera, esperaban en privado, también frenaría al

ejército de los crímenes que sabían que todavía estaba cometiendo. Finalmente,

esperaban reforzar la credibilidad de Ríos Montt en los Estados Unidos. Las

peticiones de fondos prestarían los nombres de líderes espirituales como el

televangelista Pat Robertson, Bill Bright de la Cruzada Estudiantil y Profesional

para Cristo, y de Jerry Falwell, fundador de Mayoría Moral, a la causa del nuevo

presidente cristiano.

En poco tiempo, FUNDAPI se encontraba llevando a los visitantes a un lugar

donde podía mostrarles «lo que realmente estaba pasando» –en contraste con el

cuadro pintado por los refugiados, periodistas, grupos revolucionarios y organismos

de derechos humanos–. Por muy brutal que haya sido el ejército antes de Ríos

Monnt, decía FUNDAPI a los visitantes, la violencia había sido provocada por la

guerrilla. ¿Por qué aquellos que criticaban al ejército nunca mencionaron que la

guerrilla utilizaba a los civiles como escudos contra el fuego del ejército? [233]

FUNDAPI sostenía que la gente había quedado atrapada en medio, y que ahora

escapaba hacia el ejército en busca de protección. Se decía que otros refugiados

todavía permanecían como rehenes de la guerrilla, la cual mataba a aquellos que

trataban de escapar. Simplemente no había pruebas de que Ríos Montt hubiera

ordenado dichas atrocidades, afirmaba el personal de FUNDAPI. Insistían además

que, en muchos casos, supuestas masacres del ejército habían sido perpetradas

por la guerrilla, las cuales querían desacreditar al nuevo gobierno y evitar que los

Estados Unidos reanudase la ayuda militar.

Muchos misioneros evangélicos no compartían la visión algo ingenua de la

Iglesia del Verbo. Otras dos escuelas de pensamiento aparecieron a medida que

informes de nuevas masacres llegaban a raudales desde el altiplano. Unos pocos

misioneros decidieron que Ríos Montt estaba utilizando su fe para cubrir la

escalada de terror del ejército; pronto fueron forzados a abandonar el país. Otro

grupo, bastante más grande, menospreciaba tales informes, aceptaba las buenas

intenciones de Ríos Montt, y esperaba que él estabilizaría la situación. Pero

continuaban abrigando dudas sobre la idea de un dictador renacido, y realmente no

creían que el ejército guatemalteco se había transformado en una institución

246

humanitaria. A diferencia del sector aleluya del evangelismo norteamericano, estos

misioneros más pragmáticos y experimentados aceptaban al nuevo régimen militar

y a sus promesas de reforma como a un mal menor que la revolución. {22}

Notas

{19} Joseph Anfuso, «The Coup in Guatemala», Radiance, mayo de 1982, págs. 3, 6-8.

{20} Davis y Hodson 1982.

{21} Shelton H. Davis, «The Evangelical Holy War in El Quiche», Global Reporter (Boston:

Anthropology Resource Center), marzo de 1983, págs. 7-10.

{22} David Scotchmer al autor, comunicación personal.

Iglesia, Ejército y Guerrilla en el Triángulo Ixil

FUNDAPI proporcionó a los visitantes un «verdadero» cuadro de la guerra en

su teatro principal, la región Maya Ixil al norte del Departamento de El Quiché. Los

municipios Ixil de Nebaj, Cotzal, y Chajul eran un fuerte duramente disputado del

Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). El camino hacia el Triángulo Ixil sube en

zigzag la cordillera de los Cuchumatanes, envuelve un lomo de montaña, y

desaparece entre las nubes. A medida que el camino desciende hacia el valle, las

paredes blancas y los techos rojos de Nebaj parecen en la distancia tan remotos

como Shangri La. Ese, desafortunadamente, no es el caso. A principios de siglo,

comerciantes blancos empezaron a llegar. A través de una atractiva combinación

de licor y crédito, atraparon a los ixiles en [234] deudas, tomaron sus mejores

tierras, y los forzaron a trabajar en las plantaciones de la costa. {23}

En 1955, una nueva orden católica se hizo cargo del Departamento de Quiché.

Los misioneros del Sagrado Corazón llegaron un año después de que la jerarquía

católica apoyara una invasión de exiliados derechistas ayudados por la CIA, para

derrocar al gobierno izquierdista del Presidente Jacobo Arbenz. Habría sido difícil

predecir el destino de estos sacerdotes españoles, asesinados o expulsados como

presuntos subversivos; al principio, su trabajo era defender a Quiché de las

misiones evangélicas y del comunismo. Pero se horrorizaron por la forma cómo los

247

finqueros y comerciantes trataban a los indígenas. Como garantía por los

préstamos, no era raro que los patrones tomaran a chicas ixiles, y que luego

hicieran alarde del número de hijos que habían procreado.

Armados con la doctrina social católica, los sacerdotes españoles

emprendieron proyectos de desarrollo que afectaron el equilibrio de la opresión en

Quiché. Los nuevos comités de la comunidad organizaron cooperativas. Los

indígenas empezaron a comprar nuevamente la tierra. Los primeros mayas

profesionales se graduaron de institutos y universidades. Parte de la población

empezó a organizarse, primero en el movimiento de Acción Católica y luego en el

Partido Demócrata Cristiano, y empezó a demandar mejores salarios. {24}

No pasó mucho tiempo hasta que los caciques locales atacaran a dichos

movimientos como comunistas.{25} Cuando las fuerzas de seguridad empezaron a

eliminar a los líderes tachados de subversivos, se comprometieron, de acuerdo a

los organismos de derechos humanos, en una profecía de auto-cumplimiento: los

asesinatos impulsaban a los indígenas a unirse al movimiento revolucionario. De

acuerdo al ejército guatemalteco, por el otro lado, el clero católico cumplía sus

propias profecías de represión al prestar sus iglesias a los infiltradores. Lo que es

seguro es que los movimientos de reforma cristiana y la efervescencia maya

atrajeron a las guerrillas y a las fuerzas contrainsurgentes, cuyos golpes y

contragolpes se convirtieron en una guerra viciosa en la que la mayoría de los

muertos eran indígenas mayas. [235]

Un punto decisivo fue la elección de marzo de 1974, en la que los demócratas

cristianos y –su candidato presidencial Efraín Ríos Montt– arrasaron Quiché. El

partido oficial culpó a la Iglesia Católica por su derrota. De acuerdo a un misionero

protestante, los escuadrones de la muerte secuestraron poco después a sus

primeras víctimas de Nebaj.{26} Mientras Ríos Montt permanecía en el exilio en

España, sus defraudados y perseguidos colaboradores indígenas se vieron

forzados a buscar apoyo en otro lugar.

Otro suceso significativo fue la primera ejecución de un terrateniente del área

por parte del Ejército Guerrillero de los Pobres, en Junio de 1975. Los

sobrevivientes de una anterior insurgencia no-indígena habían fundado el EGP tres

años antes, desde la selva, por la frontera mexicana. {27} Cuando estos extraños

escogieron el norte de Quiché como el lugar más prometedor en el país para

248

emprender una guerra de liberación, entre los factores que se dijo influyeron en su

decisión estaba la fuerza de las organizaciones católicas de la zona. {28}

Para el disgusto de los sacerdotes más cautos, a finales de los años setenta,

algunos de sus colegas aparentemente convirtieron a ciertos grupos católicos de

base en vehículos para la organización guerrillera. En defensa de los radicales, se

puede decir que el régimen militar en Guatemala era ya responsable por miles de

homicidios políticos y no mostraba señales de cambiar de actitud. La oposición

pacífica era inefectiva y peligrosa.

Un grupo de jesuitas itinerantes fue particularmente activo en el uso de

técnicas de concientización para entrenar a los catequistas y a los líderes de

cooperativas. Como estos sacerdotes se decepcionaron con los resultados de los

proyectos de desarrollo, explicó la Iglesia Guatemalteca en el Exilio, su mensaje

«no estaba orientado a resolver los problemas económicos mediante el desarrollo,

por ejemplo, de una nueva tecnología o una organización de financiamiento. Sino

que iba orientado a desbloquear la mente de ataduras tradicionales, siendo la

principal y más profunda el respeto a las autoridades. Por eso, era un mensaje que

subvertía la ley.»{29} [236]

De acuerdo a Luis Pellecer, el colaborador jesuita del EGP que fue

secuestrado y «virado» por las fuerzas de seguridad guatemaltecas en 1981, los

catequistas proporcionaron no sólo una nueva forma de comunicación entre las

masas y el clero católico, sino una nueva conciencia colectiva entre los indígenas

anteriormente divididos por las barreras étnicas. {30} A medida que el ejército

reaccionó contra el movimiento, se convirtió en un puente hacia el EGP. Cuando un

sacerdote objetó que los catequistas se involucraran con las guerrillas en 1979, otro

sacerdote lo desafió: «¿Tienes miedo al ejército?» Lo tenía, y por buenas razones.

El ejército se disparó contra las organizaciones católicas con la idea de que allí

se encontraba el liderazgo guerrillero. Desde 1975 en adelante, mientras EGP

organizaba reuniones, tendía emboscadas a soldados, y asesinaba a informantes,

las fuerzas de seguridad respondían con represalias cada vez mayores contra la

gente –desde el secuestro y el asesinato de muchos líderes indígenas, incluyendo

a pastores protestantes, hasta la destrucción de aldeas enteras–. Desde 1976

hasta 1979 –esto es, antes de la peor violencia– la Iglesia Guatemalteca en el

Exilio afirma que más de 350 líderes fueron secuestrados sólo de entre los tres

249

municipios ixiles.{31} Entre las víctimas se encontraban tres sacerdotes del Sagrado

Corazón, ninguno de ellos un activista político, quienes fueron metódicamente

perseguidos hasta su fin. En 1980, el obispo de Quiché envió a su clero al exilio y

por lo menos tres sacerdotes de la diócesis se unieron a las guerrillas, junto con

muchos parroquianos. A fines de ese año, los tres equipos del Instituto de Verano

asignados a la región ixil partieron también.

Desafortunadamente para el gobierno, su violencia no tuvo el efecto deseado.

En lugar de suprimir a la guerrilla, multiplicó a un pequeño grupo de forasteros

convirtiéndolos en un ejército de liberación, en su mayor parte indígenas de las

comunidades locales. A finales de 1980, las atrocidades del gobierno parecían

haber alienado a la población entera del norte de Quiché. Eufórico frente a la

victoria sandinista en Nicaragua, el EGP se precipitó sobre el vacío político y se

organizó a lo largo del altiplano. A principios de 1982, los ejércitos de la guerrilla

parecían controlar los departamentos de Quiché y Huehuetenango, salvo unas

pocas guarniciones. Estaban al punto de cortar la Carretera Panamericana. [237]

Con la población indígena del altiplano a sus espaldas, podían haber tomado la

capital con una fuerza de cientos de miles de gente.

Desafortunadamente para la guerrilla, tenían pocas armas para dar a sus

seguidores, y el miedo a los soldados no siempre significaba un sólido apoyo para

la revolución. A diferencia de varios grupos guerrilleros más pequeños y cautos, el

EGP organizó en sus filas a comunidades enteras. No solamente hizo esto abierta y

rápidamente; su estrategia de organización masiva destruyó el sector «neutral» en

el que muchos ixiles hubieran preferido permanecer. En la aldea nebajense de

Salquil, me dijeron refugiados, los militantes del EGP colocaban banderas

revolucionarias durante la noche. Si los vecinos quitaban las banderas, se

identificaban como pro-gubernamentales. Pero si las banderas permanecían hasta

la llegada del ejército, se asumía que todos los vecinos apoyaban a la guerrilla.

Los misioneros evangélicos llamaban a esta clase de táctica polarizante la

«represión provocada».{32} Inicialmente funcionó a favor de la guerrilla, pero luego

se volvió en su contra. Una vez que la gente se encontraba bajo el ataque del

ejército, sus defensores guerrilleros escasamente toleraban la neutralidad, no se

diga una muestra de apoyo al gobierno. También fueron forzados a reprimir a los

disidentes. Pero la gente estaba muy consciente de que fue el EGP el que había

250

provocado la furia del ejército, y que la guerrilla no los estaba protegiendo como lo

había prometido.

Poco antes de que Ríos Montt reemplazara a Lucas García en el palacio

presidencial, el ejército guatemalteco dirigió toda su fuerza hacia el Ejército

Guerrillero de los Pobres. Una de las primeras áreas que decidió retomar fue el

Triángulo Ixil.

Notas

{23} Iglesia Guatemalteca en el Exilio, «Sebastián Guzmán: Principal de Principales»

[mecanografiado de diez páginas], s.f., págs. 2, 5. Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984.

{24} Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984:16.

{25} Arias 1984: 156.

{26} Entrevista del autor, 2 de octubre de 1983.

{27} Payeras 1984: 15, 90.

{28} Thomas R. Melville, «The Catholic Church in Guatemala, 1944-82», Cultural Survival Quarterly

(Cambridge, Massachusetts), primavera de 1983, pág. 25.

{29} Iglesia Guatemalteca en el Exilio, Iglesia Guatemalteca en el Exilio, edición especial, «Martirio

y Lucha en Guatemala», diciembre de 1982, pág. 44.

{30} Subcommittee on Security and Terrorism 1984:233-234.

{31} Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984:19.

{32} Anfuso y Sczepanski 1983:125.

 

El pastor Nicolás

Los misioneros de FUNDAPI atribuían el cambio de actitud en el área Ixil a un

solo creyente, el Pastor Nicolás Tomá, del pueblo de Cotzal. {33} Cuando lo conocí

allí, una noche de diciembre de 1982, este hombre reflexivo y articulado parecía

estar obsesionado por la elección que había tomado. Después de un ataque del

251

EGP al destacamento de Cotzal, [237] el 28 de julio de 1980, su propio hermano y

su cuñado habían estado entre los sesenta y cuatro hombres que fueron

arrastrados de sus casas y asesinados por el ejército en un acto de represalia. El

19 de enero de 1982, cuando las guerrillas atacaron por segunda vez al

destacamento, el pastor tomó la decisión de colaborar con el ejército.

«Las guerrillas sólo provocan [al ejército] y se van», decía el Pastor Nicolás

amargamente. «Nosotros somos los que sufrimos las consecuencias.» En el

transcurso de varias horas de discusión, no citó a una sola justificación religiosa o

ideológica para su decisión de apoyar al ejército. Aparentemente, la única razón era

la supervivencia, tanto de su gente como la suya. El pastor decía que el ejército

había asesinado a «miles» de civiles desarmados sólo en el municipio de Cotzal.

De no haber él ayudado a los soldados, me dijo, le hubieran asesinado a él

también.

Cuando un nuevo comandante llegó después del segundo ataque al

destacamento, dijo al Pastor Nicolás y a otros líderes religiosos que, como iban las

cosas, el ejército tendría que «acabar con» Cotzal. Si toda la población de Cotzal

apoyaba a la guerrilla, toda la población de Cotzal tendría que ser eliminada. A

pesar de las promesas de cooperación, las tropas y los helicópteros seguían

arrasando la montaña, matando a toda persona que encontraban. «Ya no puedo

controlarles», dijo el comandante a Nicolás, señalando que los soldados eran de

otros destacamentos. Más tarde en ese año, un joven funcionario del gobierno llegó

de la capital. Descubrió que, de las veinte y nueve aldeas de Cotzal en su lista,

únicamente tres existían todavía.{34} Durante la ofensiva antiguerrilla, los soldados

habían quemado las otras.

El ejército había anunciado que todo aquel que no fuera al pueblo sería

considerado guerrillero, es decir, se le dispararía al instante. Mientras que algunos

sobrevivientes se habían ya rendido al ejército, el pueblo permanecía paralizado

por el miedo. Por consiguiente, el Pastor Nicolás ofreció al comandante su propia

vida como garantía por la buena conducta de sus habitantes. En poco tiempo,

Nicolás se encontraba desempeñando un papel importante en la patrulla civil que el

ejército imponía en el pueblo. Con la ayuda de la patrulla civil, que le trajo

información y cautivos, el ejército fue capaz de dar con los combatientes del EGP,

[239] extraer más información, y desmantelar la infraestructura guerrillera.

252

Una solicitud de oración del Instituto Lingüístico de Verano describe lo que

ocurrió a continuación. «Nosotros hemos sido... espectadores, capaces únicamente

de mirar desde lejos... pero hemos estado aplaudiendo alocadamente», escribió en

mayo de 1982 uno de los traductores del Instituto en Cotzal. «Desde principios de

enero, los creyentes conducidos por el Pastor [Nicolás], han tomado riesgos

desesperados y se han alineado con el ejército nacional. Se han organizado

patrullas civiles y se han entregado armas. ¡El increíble resultado ha sido la

erradicación de las fuerzas revolucionarias guerrilleras del área de Cotzal!» {35}

En realidad, una guerra entre el ejército y la población ixil se había convertido

en una guerra civil entre estos últimos. El destacamento del ejército local no había

perdido a un solo hombre desde que organizó la patrulla civil de Cotzal en enero de

1982, me dijo el jefe de patrulla a fines de ese año. De los novecientos civiles en su

patrulla, setenta y seis habían muerto combatiendo a las guerrillas. El Pastor

Nicolás se encontraba en una lista negra del EGP. Aún así, para diciembre de

1982, pensaba que la gente tenía «más confianza» porque el ejército «cuida el

pueblo; el pueblo está consciente de que el estar al lado del ejército es la solución

a sus problemas.» Sin embargo, las nuevas patrullas civiles, las reuniones públicas

obligatorias y los días de trabajo alejaban del culto a los creyentes, se quejaba el

Pastor Nicolás. Su protestas tan sólo habían ganado la enemistad de las

autoridades locales.{36} Un domingo de marzo de 1983, pocas semanas después de

que una crisis en la patrulla civil llevó a que se le nombrara su jefe, el Pastor

Nicolás fue asesinado cuando iba a predicar en una aldea.

Antes de que Nicolás muriera, dicen los misioneros de FUNDAPI, su arreglo

con el ejército se extendió a lo largo de la región Ixil. Por su ejemplo en Cotzal, se

dice que el pastor había probado a los ixiles de Nebaj y Chajul que ellos también

podían sobrevivir al holocausto al cooperar con sus perpetradores. De acuerdo al

ejército guatemalteco, Cotzal proporcionó el modelo para las patrullas civiles, las

cuales, bajo Ríos Montt, reclutaron a tres cuartos de millón de indígenas –muchos

de ellos simpatizantes de la guerrilla– para la causa contrainsurgente. {37} [240] Los

ancianos de la Iglesia del Verbo sacaron sus propias conclusiones. Si ellos

respaldaban a pastores como Nicolás con auxilio e influencia política, podrían

humanizar el trato del ejército hacia los civiles y ganar el apoyo indígena para Ríos

Montt.

Notas

253

{33} Contrariamente a lo mantenido en una versión anterior de este capítulo, el Pastor Nicolás

pertenecía a la Iglesia de Dios del Evangelio Completo, una denominación pentecostal afiliada a

la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee).

{34} Entrevista del autor, Cotzal, 20 de diciembre de 1982.

{35} De una carta de Sharon Townsend, Ciudad de Guatemala, 14 de mayo de 1982.

{36} Entrevista del autor, Cotzal, 20 de diciembre de 1982.

{37} «Guatemalidad y autodefensa civil» y «Apreciación de asuntos civiles para el área Ixil»,

Revista Militar (Ciudad de Guatemala: Centro de Estudios Militares), septiembre-diciembre de

1982, págs. 4-14, 24-72.

Proporcionando una alternativa

El 5 de julio de 1982, una pareja del Instituto Lingüístico que había pasado tres

décadas en Nebaj regresó por una visita, para dirigir la primera misión de Puente

Internacional del Amor en el área. Mientras el equipo dental norteamericano extraía

novecientos dientes, los traductores de la Biblia escuchaban muchas historias que

contradecían las afirmaciones de Ríos Montt de hacer respetar los derechos

humanos. Los neófitos evangélicos les contaron sobre golpizas y amenazas de

muerte por parte de los soldados. Si el comandante militar descubría que las

víctimas se habían quejado, podían esperar lo peor. Las adolescentes temían ser

llevadas hacia el destacamento, para ser violadas y luego asesinadas como habían

sido muchas otras.

La pareja misionera estaba horrorizada. Sin embargo, consideraban que la

victoria del ejército era un mal menor que continuar la guerra, con su espantoso

costo para los civiles y la victoria guerrillera, la cual temían que convertiría a

Guatemala en un campo de concentración comunista y destruiría la libertad para

propagar el evangelio. Para la pareja norteamericana, además, el liderazgo de Ríos

Montt parecía abrir la posibilidad de un nuevo trato para los indígenas, un punto

medio entre la opresión de derecha e izquierda. Ya que el ejército seguía

maltratando a civiles y miles de refugiados todavía tenían miedo de rendirse, la

pareja decidió que los ixiles «necesitaban una alternativa a las presiones impuestas

por la guerrilla.»

254

Los misioneros recomendaron a Ríos Montt que el ejército: 1. Se abstenga de

disparar a los civiles desarmados sólo porque estaban escapando o cavando hoyos

en donde esconderse; 2. empiece a remunerar a sus cuadrillas de trabajo forzado,

muchas de los cuales no tenían manera de alimentarse a sí mismas y a sus

familias; 3. proporcione maíz y mantas a los refugiados que había creado; y 4.

proporcione armas a sus [241] patrullas civiles, en lugar de enviarlas a combatir a

la guerrilla con machetes y escopetas de caza.

A juzgar por lo que pude ver en Nebaj cinco meses más tarde, se estaba

siguiendo el consejo de los misioneros lingüistas. Tal vez el mejor indicador de la

influencia de la pareja norteamericana fue su éxito en obtener al traslado del

comandante militar local –a quien un jefe de la patrulla civil acusó del asesinato de

su propio padre y de otros noventa y seis civiles–.

Los lingüistas se mostraban especialmente preocupados por los evangélicos de

Salquil, una aldea hacia el noroccidente controlado por el EGP. ¿Cómo podían ser

persuadidos a rendirse al ejército? Pocos habitantes de Salquil lo habían hecho,

por razones que los misioneros entendían demasiado bien. A principios de julio,

uno de los misioneros escribió que la noticia de que el ejército ya respetaba las

vidas de los inocentes tenía que «filtrarse hacia ellos». Con aquel fin, meditaba si

se podría utilizar una avioneta con sistema de altoparlante para dirigirse a los

salquileños desde el aire, o quizás para lanzar paquetes de la escritura. {38}

Menos de un mes más tarde, varios cientos de evangélicos escaparon del

control guerrillero durante la noche. Su líder, al igual que Nicolás, era un pastor de

la Iglesia de Dios del Evangelio Completo. Dijo a la pareja misionera que su gente

había escapado de una sangrienta persecución religiosa. Los guerrilleros «insistían

que debíamos oponernos al Presidente», explicaba el pastor, «pero recordábamos

que la Biblia dice que debemos obedecer al Presidente... La Biblia nos dice que no

debemos unirnos a la guerrilla... Aquí estábamos en una situación en la que los

guerrilleros matarían a cualquier persona que se rehusara a hacer lo que ellos

mandaban. De hecho, han matado a varios de nosotros.» {39}

Al igual que otros refugiados bajo el control del ejército, el pastor me dijo que

las guerrillas «engañaron» a su gente. Los combatientes del EGP habían prometido

que alimentarían a las personas que los alimentaban, que proporcionarían las

255

armas para que se defendieran contra el ejército y que ganarían la guerra para la

elección de marzo de 1982. [242]

Cuando los soldados destruyeron sus productos y sus casas, sin embargo, la

gente comenzó a morirse de hambre. «Ya no tienen comida, y ya no tienen casa...

sin ropa, sin medicina, y muchos muertos entre nosotros», explicaba otro líder

refugiado. Varios refugiados decían que debido a que las guerrillas se habían

llevado sus cédulas de identidad, ni siquiera podían escapar a la costa del Pacífico

para trabajar en las plantaciones, de las que dependían para gran parte de sus

ingresos.

Seis miembros de su iglesia habían sido asesinados por las guerrillas, relató el

pastor de Salquil. En junio de 1982, cuatro de ellos habían sido estrangulados en la

aldea de Tu Jolom, por rellenar las trampas de estacas que el EGP había cavado

cerca de su iglesia. Si algún soldado caía en las trampas, esto traería represalias

por parte del ejército. También, según los ancianos, violaban el mandato bíblico de

amar al prójimo.

Sin embargo, el ejército también había asesinado a miembros de la iglesia

pentecostal, veinte y nueve de ellos en la aldea de Tu Chobuc, el 4 de mayo de

1982. Cuando aterrizaron los helicópteros, tres familias se reunieron para orar.

Después de que las tropas descubrieron un buzón de almacenamiento de las

guerrillas, el pastor me dijo en presencia de soldados, degollaron a mano a los

hombres, mujeres y niños.

Dos días después, las tropas destruyeron todas las casas en Salquil. Mientras

tanto, en la radio se podía escuchar al nuevo presidente del país ofreciendo

amnistía y oración. «Gente de dos caras» del pueblo de Nebaj –posiblemente un

esfuerzo misionero por publicitar la amnistía– decía que la gente ya tenía confianza

en el ejército. Debido a su temor a la guerrilla, el tres de agosto el pastor encabezó

una fuga de 237 evangélicos por una ruta indirecta. {40}

Junto con muchos más salquileños que también se presentaron o que se vieron

obligados a rendirse –hasta 1.740 de ellos– {41} los evangélicos fueron enviados al

«Campamento Nueva Vida» en Nebaj. Con soldados situados en los puntos altos y

con chozas regadas por la ladera, árboles tumbados en todas las direcciones para

evitar emboscadas y el ocasional helicóptero equipado con ametralladora, el

256

Campamento Nueva Vida se veía como una aldea estratégica en Vietnam. Fue uno

de los [243] primeros de varios campos de reasentamiento rigurosamente

controlados por el ejército. Se les conocía como «aldeas modelo» o «polos de

desarrollo», y recibían subsidios extraoficiales de la Agencia de los Estados Unidos

para el Desarrollo Internacional (USAID).

Aún en estas vitrinas gubernamentales, los refugiados estaban deseosos de

relatar las matanzas y los ultimátums del ejército que les habían llevado a salir de

sus casas. «Si obedecemos», explicó un habitante del pueblo modelo, «ya no nos

matarán».{42} De acuerdo a una ola de refugiados que llegó a México desde abril de

1982 hasta el año nuevo, tropas apoyadas por helicópteros asaltaron sus pueblos

en Chajul, asesinando a su ganado, a hombres, mujeres y niños. {43} Pero lo que

parecía mantener a los refugiados de Salquil en el Campamento Nueva Vida a

finales de 1982 era, no la coerción física, sino la comida a cambio de trabajo y la

seguridad física de estar en el lado más fuerte.

Los misioneros de FUNDAPI funcionaban como hadas madrinas en los pueblos

y campos de refugiados ixiles: además de vigilar el comportamiento del ejército,

parecían proporcionar gran parte de la ayuda disponible –maíz, mantas, y láminas

de metal para los techos– con preferencia a las viudas. Pero nada del billón de

dólares de los evangélicos norteamericanos que Ríos Montt había pronosticado

llegó a materializarse. Ya sea debido a los informes de los organismos de derechos

humanos, a los costos de solicitar fondos, o a las muchas otras causas dignas que

rivalizaban por los dólares evangélicos, el dinero nunca llovió sobre la Iglesia del

Verbo. En 1984, a medida que cesaba el flujo de donaciones, FUNDAPI informó

haber obtenido cerca de 200.000 dólares. {44}

¿Qué nos dice el área Ixil –la única donde FUNDAPI jugaba un papel

importante– sobre la contribución evangélica a la contrainsurgencia? Hasta que

Ríos Montt llegó al poder, ha señalado Sheldon Annis, el gobierno se había

deshonrado tan tajantemente que los revolucionarios llegaron a dominar el contexto

moral del país. No obstante, el nuevo presidente evangélico desafió a las guerrillas

«moral y militarmente», proporcionando una justificación para aquellos que

deseaban apoyar al ejército pero que se encontraban pasmados frente a su

comportamiento.{45} En Cotzal, el Pastor Nicolás ayudó a promover la amnistía y

[244] las patrullas civiles, las cuales, bajo Ríos Montt, ofrecieron a los indígenas

protección contra futuras masacres por parte del ejército a cambio de voltearse

257

contra los insurgentes. En Salquil, a medida que aumentaba la violencia del

ejército, las enseñanzas evangélicas parecían haberse convertido en una cuña en

la división entre los civiles y sus inefectivos defensores guerrilleros. Cuando los

traductores del Instituto Lingüístico empezaron a regresar, su consejo al ejército

habría sido valioso para persuadir a más refugiados a rendirse.

Las iglesias evangélicas en el área ixil crecieron tremendamente. De acuerdo a

un censo de salud del gobierno, alrededor de 1983-1984, un 23% de jefes de

familia en Chajul, un 30% en Cotzal y un 37% en Nebaj afirmaban ser evangélicos.{46} Cuando Andrés Fajardo encuestó a la aldea modelo de Salquil Grande en 1986,

el 44% de los 467 hogares se describieron como evangélicos o fueron identificados

así por un guía evangélico.{47} A juzgar por mi visita en 1987, los pastores

evangélicos en Nebaj eran capaces de atraer una audiencia mucho mayor que el

nuevo sacerdote católico. Partiendo de una pequeña minoría antes de la guerra, los

protestantes parecían haberse convertido en el grupo religioso dominante.

Una transformación religiosa como tal suscita más temas de los que pueden

ser tratados aquí. Pero el testimonio de los evangélicos ixiles sugiere que fueron

los dictámenes de la supervivencia, no la religión evangélica o los esfuerzos de los

misioneros, lo que les empujó hacia el ejército. Esto suscita la pregunta de cómo la

estrategia revolucionaria estimuló el crecimiento de las iglesias conservadoras. Si

el Ejército Guerrillero de los Pobres hizo de la concientización cristiana un paso

para la transformación de la resistencia indígena hasta el nivel de la lucha armada,

el ejército guatemalteco no se quedaba atrás en su uso de la religión. Convirtió al

fundamentalismo políticamente conformista en una «pala de basura», hacia la cual

su represión empujaba los remanentes de los movimientos de concientización y de

otros sobrevivientes ixiles.

En cuanto al Ejército Guerrillero de los Pobres, perdió la mayor parte de la

población que controlaba y se refugió en áreas remotas. El devastador retroceso le

forzó, finalmente, a reconocer un grave error, el de expandirse demasiado

rápidamente para defender a la gente a la cual [245] estaba organizando. {48} A

pesar de que el EGP respondió a la lucha histórica de los mayas, canalizó esta

resistencia de forma tal que llegó a imponer demandas asombrosas, demandas que

muchos de los indígenas no podían cumplir. Como resultado, lo que la EGP llamó

«guerra revolucionaria popular» ya no parecía ser tan popular en lo que había sido

su área central. A juzgar por el costo de la movilización revolucionaria para los

258

ixiles, la razón del crecimiento de las iglesias protestantes en el altiplano no se

encontraba en Washington o en la derecha religiosa norteamericana. Más bien, el

principal argumento para la conversión a una iglesia evangélica fue el costo de la

estrategia revolucionaria.

Notas

{38} Ray Elliot, memorando de una visita a Nebaj, 5-9 de julio de 1982.

{39} Ray Elliot, «Translation of interview in Ixil» [memorando mecanografiado], 20 de agosto de

1982.

{40} Entrevistas del autor, Campamento Nueva Vida, 21-22 de noviembre y 20 de diciembre de

1982.

{41} Informes para el efecto incluyen a «Guatemala's Conversion», NACLA Report on the Americas,

septiembre-octubre de 1982, págs. 42-43; Allan Nairn, New Republic, 11 de abril de 1983, págs.

17-21; Americas Watch 1984: 93-4; Iglesia Guatemalteca en el Exilio 1984:22; y Vincent Flynn,

«Model Villages in the Ixil Region», Cultural Survival Quarterly, diciembre de 1984, págs. 83-85.

{42} Piero Gleijeses, «The Guatemalan Silence», New Republic, 10 de junio de 1985, págs. 20-23.

{43} Americas Watch 1983:15-19.

{44} Edgar Nuñez, «From Embittered War Atrocities to the Love of Jesus Through FUNDAPI»,

Frontline Report (International Love Lift) 9(6), págs. 4-5.

{45} Annis 1988.

{46} «Diagnóstico Integral de Salud», Centros de Salud de Cotzal (diciembre de 1983), Chajul

(octubre de 1984) y Nebaj (noviembre de 1984).

{47} Fajardo 1987, págs. 2, 72-74.

{48} Véase Arturo Arias, «The Guatemalan Revolution: A Reassessment», Guardian (Nueva York),

23 de mayo de 1984, pág. 19.

Dejad que los muertos entierren a los muertos

259

En el primer aniversario del golpe del 23 de marzo, Ríos Montt se encontraba

en ropa de combate, rodeado por los comandantes departamentales del ejército

guatemalteco. Cercado por una falange de impasibles coroneles, empapado en

sudor, sus ojos recorriendo el salón del palacio, parecía ser un César en espera de

su Bruto. Para abrir el camino para la Nueva Israel, Ríos había hecho a un lado a

los partidos políticos y al alto mando. Pero nunca se puso en contra de la panza de

acero de la jerarquía militar, los coroneles a cargo de las guarniciones

departamentales. Cuando Ríos se vistió en su traje de combate el 23 de marzo de

1983 y se colocó entre sus hermanos oficiales igualmente uniformados, ritualmente

se subordinó a ellos y aclamó la supremacía del ejército. Había transcurrido una

semana de rumores acerca de otro golpe, el cual finalmente lo derrocó cuatro

meses y medio después.

Mientras que Ríos predicaba a la nación cada domingo, moralizando contra la

subversión y el estado lamentable tanto de la vida pública como de la privada,

nunca denunció a la única institución que, más que ninguna otra, había devastado

al país, porque era la institución que le había llevado al poder. A pesar de que sus

asesores evangélicos confirmaron algunas de las acusaciones contra el ejército, él

emitió negativa tras negativa. Puesto que la biografía de Verbo acerca de Ríos

admite «algunos abusos» del ejército a pesar de sus órdenes, los dos que ésta

menciona merecen nuestra atención.{49} [246]

En el primero, en la Finca San Francisco en Huehuetenango, el ejército

masacró, en julio de 1982, a toda una aldea de los Chuj Mayas. No era un caso de

civiles atrapados en un cruce de fuego porque no hubo resistencia. Las violaciones

en masa –el incentivo del ejército guatemalteco a los soldados para que masacren

a mujeres– la tortura y el canibalismo ritual fueron supervisados por oficiales que

bajaban de un helicóptero, lo que indicaba al comandante del departamento o sus

agregados.{50} A pesar de que la evidencia era inusualmente buena –los

sobrevivientes recopilaron una lista de 302 muertos y un observador bastante

creíble visitó los restos cuatro días más tarde– los ancianos de Verbo, sus

consejeros de FUNDAPI y la embajada de los Estados Unidos se mofaban de

aquello. Era otra muestra de la campaña sucia contra Ríos Montt. Como se

comprobó más tarde, la investigación de la embajada estadounidense consistió en

sobrevolar el sitio en un helicóptero. Cuando un consejero de FUNDAPI finalmente

260

llegó al lugar, en enero de 1983, se sorprendió al descubrir esqueletos y confirmar

la historia en un poblado vecino.{51}

El segundo abuso admitido por Verbo fue el asesinato de Patricio Ortiz

Maldonado, un profesional maya empleado por el programa de educación bilingüe

financiado por USAID. El ejército dice que Ortiz y sus tres compañeros murieron

cuando trataban de escapar. Sus supervisores probaron que había sido llevados a

la base militar en La Democracia, el fin del camino para muchas personas

desaparecidas. De acuerdo a un capitán que sirvió en esa base antes de buscar

asilo en los Estados Unidos, las órdenes del coronel de «procesar» prisioneros

eran en realidad el código para asesinarlos. {52} Lo que sufrió Maldonado en febrero

de 1983 no era nada nuevo: cada año, miles de guatemaltecos eran detenidos por

las fuerzas de seguridad y nunca se los volvía a ver, mientras las autoridades

negaban todo conocimiento sobre su paradero. Esta vez, sin embargo, la víctima se

encontraba en una visita oficial para la embajada norteamericana, lo que forzó a

Washington, a Ríos Montt y a sus biógrafos de la Iglesia del Verbo a estar atentos.

Ocasionalmente, el presidente y sus consejeros parecían justificar la matanza

de civiles. «El problema de la guerra no es únicamente cuestión de quién está

disparando. Por cada persona que está disparando existen diez trabajando detrás

de él», observó Ríos en una ocasión. [247] Su secretario de prensa, el anciano de

Verbo Francisco Bianchi, continuó: «Las guerrillas consiguieron muchos

colaboradores indígenas. Por consiguiente, los indígenas eran subversivos. ¿Y

cómo se combate la subversión? Claramente se tenía que matar a los indígenas

porque estaban colaborando con la subversión. Y luego se diría que se estaba

matando a gente inocente. Pero ellos no eran inocentes. Se habían vendido a la

subversión.»{53}

Debido a afirmaciones como éstas, algunos han concluido que el mismo Ríos

Montt ordenaba las masacres. Sin embargo, trataba de evitar la repetición de

algunos crímenes al reasignar a los comandantes. Se informó también que los

ancianos de Verbo entraron en contiendas con dichos oficiales. {54} Lo que es seguro

es que Ríos participó en el sistema de circunlocución empleado por las burocracias

militares para evitar la responsabilidad de sus actos.

261

–«Pudo haber ocurrido», respondió Ríos a los informes de matanzas poco

antes de ser expulsado de palacio. «Podría. Lo digo circunstancialmente porque no

puedo estar seguro. Nunca lo autoricé. Esa es la verdad.»

–Pero en sus instrucciones diarias, ¿acaso nunca fue informado de tales

eventos, ni siquiera sobre el incendio de un pueblo?

–«Nunca», respondió Ríos. «Ellos nunca entran en mi oficina para decir 'Hoy

día quemamos tal y tal pueblo.'»

–¿Pero no había el ejército quemado algunos?

–«Podrían haberlo hecho», admitió.

–¿Cómo es que esa información no llegó hasta usted?

–«¿Qué información? Todo esto es hipotético... Ninguna información llegó

hasta mí... No sabía sobre esto.»{55}

Una señal de la conciencia cristiana de Ríos Montt era una vaga súplica de

perdón. «Sabemos y comprendemos que hemos pecado, que [248] hemos abusado

del poder», confesó por la radio después de un año en el palacio. «¿Qué puedo

hacer con un segundo teniente que no acepta mi orden de no matar?» {56} La

naturaleza patética de esta confesión sugiere lo que los ancianos de Verbo

aceptaron después del derrocamiento de su hermano: que él nunca había

controlado al ejército. Ni un solo oficial del ejército fue llevado a juicio bajo su

gobierno. Debido a que el ejército nunca ha disciplinado a sus oficiales, aún por los

crímenes más flagrantes contra los civiles, Ríos y sus consejeros espirituales

generalmente evitaban el tema. Si la energía gastada en negar los crímenes del

ejército hubiera sido empleada para impedirlos, él habría durado aún menos tiempo

como jefe de estado.

Después de que se acabaron los días en el palacio nacional, el admitir que

nunca pudieron frenar los abusos militares no impidió que los colaboradores de

Ríos Montt continuaran azotando a los organismos de derechos humanos, en un

intento de justificarse a sí mismos. ¿No declaró la embajada norteamericana que

había sido incapaz de verificar un solo incidente? ¿No era fulano de tal de Amnistía

Internacional un comunista? ¿No eran los refugiados que realizaban las

262

acusaciones en realidad guerrilleros? ¿Qué más pudo hacer el ejército cuando los

guerrilleros les disparaban desde la mitad de plazas llenas de gente? {57}

Como resultado, la idea de que Ríos Montt era víctima de una campaña sucia

ha pasado a formar parte de la mitología evangélica en Estados Unidos.

Convencidos de que había sido el blanco de la desinformación bien coordinada,

incluso Luis Palau y Christianity Today aplicaron su peso para rehabilitar su

nombre, convirtiendo al dictador en una víctima de la persecución religiosa. {58} En

marzo de 1984, el depuesto Ríos Montt realizó su debut norteamericano con una

gira de los programas evangélicos de televisión. También se dirigió a entusiastas

reuniones de la Fraternidad de Hombres de Negocios del Evangelio Completo, de

los Difusores Religiosos Nacionales, y de la Asociación Nacional de Evangélicos.

De acuerdo al Gospel Outreach (Alcance Evangélico), las visitas pretendían romper

el silencio que siguió a su derrocamiento, construir vínculos con los altos líderes

cristianos y preparar un ministerio profético internacional para él, incluso tal vez un

programa de radio o televisión.{59} [249]

La leyenda resultante apelaba al deseo de la derecha religiosa de percibir a

América Central como una confrontación limpia entre Oriente y Occidente, libertad

y comunismo, bien y mal. Cuando los evangélicos norteamericanos aplaudían a

Ríos Montt, celebraban la ilusión de que la contrainsurgencia en Centroamérica era

una lucha divina contra el enemigo satánico. La selectividad de sus percepciones

podía ser asombrosa. Un evangélico regresó de Guatemala para asegurarme que

los abusos del ejército habían sido perpetrados por infiltrados cubanos en

uniformes del gobierno. Estaban por todo el país: lo sabía de hecho puesto que

éstos estuvieron a punto de detenerlo.

En cuanto a los evangélicos guatemaltecos, algunos mantenían que Ríos había

sido derrocado porque las iglesias no habían orado lo suficiente por él: otros

murmuraban que tal vez Dios lo había sacado del poder porque tal vez se lo

merecía. Para sus colaboradores leales, sin embargo, Ríos se convirtió en algo así

como un profeta.{60} Al igual que todo profeta, se confortaban diciendo, sus

advertencias habían llegado a oídos sordos. Algunos pecadores se arrepintieron;

muchos otros no; y bajo un Dios justo, probablemente habrían días peores en el

futuro. Debido a que sólo el Señor da y quita la autoridad, razonaba la Iglesia del

Verbo, su hermano había sido destituido de su cargo para que pudiera compartir el

evangelio con el mundo.{61} Los cristianos habían «prestado más atención a [los

263

informes de masacres en] el New York Times y en el Washington Post que a la

Palabra de Dios», se lamentaba Ríos. «Esa es una señal de los últimos días porque

no nos creemos el uno al otro.»{62}

Notas

{49} Anfuso y Sczepanski 1983:137.

{50} Falla 1983.

{51} Entrevista del autor a un consejero, 24 de marzo de 1983.

{52} Philip Taubman, «Slaying Case in Guatemala Angers U.S. Aides», New York Times, 11 de

septiembre de 1983, págs. 1, 10, y Americas Watch 1984:136-139.

{53} Amnesty International 1987:96.

{54} Alfred Kaltschmidt, anciano del Verno, al autor, agosto de 1985.

{55} Richard Ben Cramer, «Dictator of Divine Right», Inquirer (revista dominical, Philadelphia

Inquirer) 28 de agosto de 1983, págs. 15-31.

{56} «World Scene», Christianity Today, 22 de abril de 1983, pág. 43. Anfuso y Sczepanski

1983:138.

{57} Anfuso y Sczepanski 1983: 23, 128, 131-136.

{58} Anfuso y Sczepanski 1983: 23-24, 135. «Luis Palau: Evangelist to Three Worlds», Christianity

Today, 20 de mayo de 1983, pág. 30. Bill Conard, «Central America: Is There a Political

Solution?» Briefing, primavera de 1984, págs. 10-11.

{59} Carlos Ramírez, «What Happened to Ríos Montt», International Love Lift Newsletter (Eureka,

California) 9(3).

{60} Elizabeth Farnsworth, «The Gospel and Guatemala», documental de Public Broadcasting

Service, 1984.

{61} Servicio de Noticias de Puertas Abiertas, «Former President of Guatemala Plans to Become

Missionary», Forerunner, abril de 1984, pág. 3.

{62} Evangelical Press, «Ríos Montt Says Guatemala Needs Pastors, Not Troops», Charisma, mayo

de 1984, págs. 99-10l.

264

 

La lucha por el Compromiso Social

Cuando el alto mando expulsó a Ríos Montt del palacio, anunció que estaba

rescatando al gobierno de los fanáticos religiosos. {63} El arzobispo de Guatemala

realizó una misa al aire libre para el nuevo presidente e hizo un llamado por la

reevangelización del país. Hubo policías que patrullaban los cultos evangélicos. Los

funcionarios realizaban inspecciones de los templos. Las iglesias carismáticas

profetizaron siete años de persecución. Con cierto temor, varios líderes

protestantes se nombraron a sí mismos la Comisión Coordinadora de la Iglesia

Evangélica (COCIEG) y fueron a visitar al nuevo jefe de estado, General Oscar

Mejía Víctores. [250] Para su consuelo, Mejía se mostró aún más nervioso que ellos

y pidió disculpas por los incidentes.

Dos años más tarde, los líderes evangélicos –al menos los no-pentecostales

con quienes conversé– criticaban abiertamente a Ríos Montt. Es cierto, había

puesto a la iglesia en el mapa, había proporcionado a sus hermanos un punto de

reunión, y les había brindado la seguridad y confianza que necesitaban para

evangelizar sin miedo. Y sí, su uso de la presidencia como púlpito, sus homilías

semanales a la nación como si ésta fuese una gran congregación, eran tal vez

designios del Señor. Pero algunos de estos hombres no estaban ni siquiera

seguros de que la Iglesia del Verbo era evangélica. Por lo menos los ancianos de

Verbo y Ríos nunca utilizaron ese término, describiéndose más bien como

«cristianos», para evitar trazar una línea entre ellos y los católicos.

El estilo de Ríos Montt había ofendido a mucha gente, añadían los líderes

evangélicos, y estaban cansados de ser culpados por su política. El mensaje básico

era bueno, pensaban, pero no debía haberlo mezclado con la política. Mientras los

protestantes apoyaban la separación de iglesia y estado, los sermones de Ríos

Montt a través de la radio y la televisión hacían pensar a los católicos que él quería

establecer una teocracia.{64}

Los líderes evangélicos también recibieron la impresión de que, a pesar de que

Ríos pedía su oración y apoyo, él realmente no los estaba escuchando. «Los

edificios no son realmente necesarios», respondió cuando se le comunicó que el

265

ejército estaba destruyendo los templos protestantes en el área ixil. «En Verbo

todavía nos reunimos bajo una carpa.» A los doscientos pastores presentes no les

agradó esta afirmación. Puesto que Ríos generalmente estaba demasiado ocupado

para reunirse personalmente con los líderes evangélicos, éstos habían presentado

sus problemas ante los ancianos de Verbo, quienes habían demostrado ser

«totalmente impenetrables» frente a sugerencias como terminar con las homilías

dominicales de Ríos, con su tentativa de aumentar impuestos, o con sus tribunales

de fuero especial.{65} {***} [251]

A los consejeros espirituales del presidente se los calificaba con las palabras

más duras. «La gente de la que se rodeó eran extremistas», me dijo un miembro de

la Misión Centroamericana. «Ellos andaban diciendo que tenían visiones.

¿Visiones? Una vez que las personas piensan que tienen visiones, se están

alejando de la Biblia.» Los dos ancianos de Verbo que sirvieron como secretarios

presidenciales, Francisco Bianchi y Alvaro Contreras, apenas controlaron al

gobierno o al ejército, pero sí tuvieron considerable influencia sobre Ríos. De

acuerdo a la doctrina del pacto según la interpretación de la Iglesia del Verbo, un

nuevo miembro no sólo se somete a Cristo sino también a la iglesia, hasta el punto

que se espera que consulte con los ancianos para cualquier decisión importante.

Cuando Ríos fue al palacio nacional, lo hizo bajo la autoridad espiritual de su

iglesia.

Con esto en mente, es evidente que los ancianos de Verbo sirvieron como

chivos expiatorios. Para los oficiales del ejército que consideraban a Ríos como a

su jefe de estado personal, sus fervientes discursos sobre una nueva Guatemala

parecían sospechosos. Obviamente, era más conveniente acusar a los consejeros

de una religión minoritaria que a su colega. Para el clero católico, la prominencia de

los ancianos del Verbo dramatizaba cómo habían sido marginados del estado

guatemalteco y cómo su influencia había sido suplantada por aquella de una secta

norteamericana. Cuando los oponentes militares pidieron el despido de los dos

ancianos, se dice que fue con el apoyo de ciertos evangélicos. «Si se van»,

respondió Ríos, «yo me voy.»{66}

El descontento de los líderes evangélicos aumentó al descubrir, después de la

partida de Ríos, que éste les había concedido menos acceso y menos favores que

su sucesor católico. «Sí, Ríos nos recibía, y escuchaba nuestras peticiones, pero

nunca recibimos nada excepto por una ocasión», afirmó un disgustado jefe

266

evangélico –cuando Ríos generosamente cubrió un déficit que dejó el centenario

protestante–. El no aceptaba a la gente que ellos le recomendaron para puestos

oficiales. Contrario a la leyenda, pocos evangélicos formaron parte de su gobierno,

[252] salvo por un número limitado de miembros de Verbo. Los evangélicos nunca

recibieron de él la nueva frecuencia de radio que le solicitaron. Pero sí la recibieron

de su sucesor, el General Mejía. Finalmente, se dice que era mucho más fácil

hablar con Mejía sobre los secuestros.

Esta clase de actitud contradictoria –acusar a Ríos por mezclar la política con

la religión y por no hacer los suficientes favores a los líderes evangélicos– no era

nada nuevo, por supuesto. Algunos pastores estaban muy acostumbrados a decir a

sus seguidores que ellos no tenían nada que ver con la política, para luego

presentarse a solicitar favores al nuevo régimen.

Poco después de la caída de Ríos Montt, la comisión coordinadora COCIEG

trató de regresar a los principios en la primera edición de La Palabra, un periódico

evangélico co-fundado por uno de los secretarios de prensa del último presidente.

La iglesia evangélica era apolítica, declaraba COCIEG, y prosiguió a afirmar que no

se había hecho ningún compromiso político con el anterior gobierno. {67} Al

reflexionar sobre el asunto, la idea de aclamar a un general del ejército como a un

vicario de Cristo estaba fuera de lugar. Al haberse separado de la Iglesia Católica y

todavía sentirse amenazados por ésta, muchos líderes protestantes continuaban

siendo leales al principio de separación iglesia-estado. Por lo tanto, creían que los

líderes de las iglesias debían restringirse a los asuntos espirituales.

Ahora que los evangélicos se estaban recuperando de Ríos Montt, la Misión

Centroamericana –probablemente la misión norteamericana más influyente en el

país– decidió que había dejado un vacío teológico para ser ocupado por visionarios

irresponsables. Por consiguiente, ayudó a organizar una Comisión sobre la

Responsabilidad Social de la Iglesia. Basada en una reunión de CONELA sobre el

mismo tema, la comisión pandenominacional formuló lo que los misioneros

deseaban se convirtiera en un precepto para toda la comunidad evangélica:

mientras los cristianos tuvieran que cumplir con las responsabilidades cívicas, lo

harían como individuos. Como institución, la iglesia debía permanecer lejos de la

política. [253]

267

El recuerdo de Ríos todavía causaba tanta agitación que, para la campaña

presidencial en 1985, no existían esperanzas fuertes de tener una nueva

presidencia evangélica. Aún así, como los evangélicos supuestamente llegaba a un

25% de la población, hubo aspirantes políticos que se preguntaban si el Señor

tocaría a su puerta. El mismo Ríos quedó fuera de la campaña: a pesar de que

varios partidos políticos le ofrecieron una candidatura, eran considerados

demasiado pequeños y poco representativos para sostener su peso, aparte de la

posible aversión de los ancianos de Verbo, quienes todavía se estaban

recuperando de sus heridas.

Dando un paso adelante como el nuevo ungido se encontraba Jorge Serrano

Elías, un representante de las cámaras empresariales de Guatemala, que había

servido en la administración de Ríos Montt. Se había salvado alrededor de 1977, en

el despertar carismático en la capital. En la crisis de 1980-1981 se fue a la

bancarrota, al igual que muchos otros en la industria de la construcción. Otro de

sus infortunios pronto se convertiría en un honor: fue forzado a dejar el país por

criticar al régimen de Lucas García. Bajo Ríos Montt, un lazo familiar con un

anciano de Verbo le ayudó a obtener el nombramiento de jefe del Consejo de

Estado, un cargo de asesoría que impulsó a sus ambiciones presidenciales.

Impresionado por el discurso de Ríos Montt sobre el llamado divino, se dice que él

se imaginó a sí mismo como el nuevo David que reemplazaría a Saúl.

Cuando Serrano se acercó por primera vez a los ancianos de la comisión

coordinadora COCIEG, en 1984, le dijeron que las iglesias no estaban preparadas

para otro presidente evangélico. ¿No podía esperar unos pocos años? A algunos

les disgustaba la congregación a la que pertenecía, la superiglesia pentecostal

Elim, la cual había atraído a miles de miembros de otras denominaciones con su

prédica hipnótica y sus alucinantes dones de lenguas amplificados

electrónicamente. Bajo Ríos Montt, Serrano era un «profeta» de Elim, uno de media

docena bajo su líder máximo o «apóstol».

Para distinguirse de Ríos, el candidato citó su oposición a la elevación de

impuestos y a los tribunales secretos de su jefe anterior. Para movilizar a los

votantes evangélicos, sin embargo, también necesitaba [254] presentarse como su

heredero espiritual. Por lo tanto, Serrano adoptó algo del mismo tono mesiánico,

sobre la necesidad de crear un nuevo hombre y una nueva Guatemala. A pesar de

que las iglesias evangélicas no lo aprobaban formalmente, la campaña de Serrano

268

claramente deseaba engancharlas. «Todo esto es delicado», admitió uno de sus

asesores, «porque es bien definido que la iglesia no participa en la política. Todos

los interesados lo han acordado. Los líderes de la iglesia han apoyado a Serrano,

los integrantes también, pero como organizaciones, no.» {68}

Los colaboradores de Serrano decían organizar únicamente fuera de las

paredes de la iglesia y de confinarse a la orientación cívica, al pedir a los hermanos

que oren, se registren y voten con discernimiento. Esta era la receta adoptada por

evangélicos moderados en los Estados Unidos. No obstante, cuando la gente de

Serrano organizaba desayunos de oración para los pastores de cada denominación

y pedían orar por Guatemala, incluían al nombre de su candidato. En los

departamentos, los propagandistas decían a los fieles que, si Serrano no ganaba,

se desataría una terrible persecución. Los escépticos temían que la candidatura de

Serrano fuera la que trajera problemas, frente al temor católico de que el

evangelismo ocultaba una campaña por el poder político. {69}

Resultó ser que Serrano obtuvo el 13,8% de la votación en noviembre de 1985,

colocándolo en un tercer lugar respetable pero desilusionante. {70} Muchos de sus

hermanos votaron más bien por la democracia cristiana, la única opción de centro-

izquierda en el limitado espectro que sobrevivía en el país. Los políticos

evangélicos podían fantasear sobre la votación en bloque de una cuarta parte del

electorado, pero sus iglesias no eran el público más prometedor. La política no era

su fuerte.

«Si esta candidatura dependiera totalmente de nosotros», me dijo un

evangélico en la campaña de Serrano, «estaríamos totalmente perdidos.» {71} Se

estaba refiriendo a la tradición de condenar a la política como pecaminosa, de

desalentar al activismo, e incluso de anular las votaciones. «Todos tenemos

nuestras perspectivas políticas», explicó el anciano que presidía a la Iglesia del

Verbo en Managua, «sin embargo, el Señor nos advierte que no nos preocupemos

por las calamidades y guerras de [255] este mundo. Si nos alejamos de los

principios del Reino, seremos arrastrados hacia los engaños de las persuasiones

filosóficas de derecha o izquierda... Una cosa se debe aprender, y es que la

esperanza no es un atributo de ninguno de los Reinos de la tierra.» {72}

Mientras tanto, los colegas de este hombre en Guatemala trataban de justificar

su repentina promoción en un reino de este mundo. Tomando una escritura de la

269

derecha religiosa en los Estados Unidos, decidieron que, al igual que Nehemías en

el Antiguo Testamento, ellos estaban reconstruyendo las murallas de Jerusalén. Sin

embargo, para evangélicos acostumbrados a pensar que el mundo estaba

inevitablemente perdido, la idea de construir una Guatemala nueva y reformada les

tomó un poco hasta acostumbrarse. Habían apoyado a Ríos Montt porque Dios lo

había colocado milagrosamente en el poder, no porque habían cambiado su forma

de pensar sobre la futilidad de la política.

Ahora, en un cambio de la posición tradicional, gran parte del liderazgo

evangélico se refería al deber de los cristianos de involucrarse. La Fraternidad

Teológica Latinoamericana había estimulado el compromiso social por más de una

década. En Guatemala, algunos de los mismos argumentos estaban aflorando en

un nuevo grupo social, los profesionales evangélicos, quienes miraban a un futuro

limitado en un país gobernado por militares. Hablaban como reformadores y

encontraban audiencias en las congregaciones de la clase media alta, quienes

también eran algo nuevo. Entre esta clase de cristianos que tenían mucho que

perder, estaba el presentimiento de que, si no levantaban a Guatemala ahora, la

perderían completamente. Ellos eran, de acuerdo a Marco Tulio Cajas, «la minoría

mejor organizada de la nación», con la responsabilidad de ofrecer una alternativa a

las escuálidas normas reinantes.{73}

Desde este sector evangélico, varias de cuyas iglesias oraban cerca o en los

hoteles lujosos de la ciudad, se escuchaba poco sobre la justicia social. {74} Sin

embargo, los líderes estaban impresionados por la pérdida de congregaciones

mayas enteras al movimiento revolucionario. Ahora que éste había fracasado, los

indígenas estaban en peor situación que nunca. Con tantos pobres que profesaban

ser evangélicos, la responsabilidad social claramente incluía hacer algo por ellos, lo

que forzaba a las iglesias evangélicas hacia lo que un misionero presbiteriano llamó

[256] «un dilema político interesante.» {75} Debido a que el ejército y los

terratenientes parecían encontrar un intento subversivo en cualquier esquema que

beneficiara a los indígenas, los evangélicos conservadores se enfrentaban a una

decisión difícil. Podían no hacer nada y arriesgarse a perder sus nuevas clientelas

indígenas; o podían tratar de ayudar, lo que levantaría sospechas por parte de la

clase gobernante y empujaría a los evangélicos hacia el mismo camino que la

Iglesia Católica.

270

La obra presbiteriana entre los mayas kekchís ilustra el problema: los kekchís

tienen una larga historia de colonizar nuevas tierras –a lo cual tienen derechos

legales– únicamente para ser expulsados por los terratenientes, quienes utilizan

sus conexiones en la capital para obtener el título de propiedad. El protestantismo

fue introducido por los dueños de plantaciones, quienes esperaban que el evangelio

volvería más confiables a sus resentidos trabajadores kekchís. El déspota que trajo

a los presbiterianos se consideraba un cristiano consagrado, a pesar de que

gozaba de los privilegios sexuales típicos de un terrateniente. De acuerdo a las

palabras irónicas de un escritor presbiteriano, su amenaza de dar de latigazos a los

peones que no asistiesen a los templos que él construyó provocó un «despertar

religioso extraordinario».

La justicia llegó a finales de los años sesenta, en forma de guerrillas que

obligaron al terrateniente a salir de la zona. Irónicamente, también abrieron el

camino para una iglesia kekchí autónoma. Los evangélicos se multiplicaron, y la

nueva religión solidificó la resistencia kekchí frente a más expropiaciones. Con la

violencia política en aumento, un alarmado pastor de la capital señaló que los

conversos estaban listos a defenderse empleando la fuerza. ¿Cómo se podía

convencer a los evangélicos kekchís de que la lucha armada no era necesaria? {76}

Bien, los presbiterianos podían ayudarles a defender sus tierras a través de la ley.

Y si aquello fracasaba, tal vez podrían ayudar a una o a dos comunidades a

comprar la tierra en cuestión. Pero a medida que la recientemente organizada

Comisión Presbiteriana de Defensa ayudó a una primera comunidad y luego a otras

dos, los desilusionados monopolistas de la tierra los acusaron de subversión. {77}

De acuerdo a una fuente, la violencia de 1981-1982 en la zona (la mayor parte

proveniente del ejército) costó a los presbiterianos seis de [257] sus diecisiete

iglesias kekchís y dejó más de quinientas viudas y miles de huérfanos. En agosto

de 1982, los soldados detuvieron a un pastor kekchí que servía en las patrullas de

defensa civil de Ríos Montt y lo torturaron repetidamente antes de darse cuenta de

que tenían al hombre equivocado. Desgraciadamente, ahora que habían abusado

del pastor, no podían simplemente dejarlo ir. Después de todo, Ríos Montt

proclamaba cada semana en la televisión que esta clase de cosas ya no ocurría. {78}

{****}

En varias ocasiones, Ríos había solicitado a dichas víctimas que se acercaran

y presentaran cargos: él los protegería. Después de que el pastor logró escapar,

271

sus colegas tomaron la decisión de presentar al incidente como un caso de prueba.

Pocas semanas después, en septiembre de 1982, un misionero norteamericano

conectado con los demandantes fue secuestrado y colocado en la parte trasera de

una furgoneta, sucia de vómito y sangre. Durante el interrogatorio le amenazaron

con instrumentos de tortura, colocaron una pistola sobre su sien y halaron del

gatillo. La presión de la embajada estadounidense lo salvó pero no a dos obreros

indígenas presbiterianos –Ricardo Pop y Alfonso Macz–. Un año más tarde se

informó que uno había sido visto en una celda subterránea, en donde se había

vuelto loco y sollozaba por ver a su esposa e hijos. El comité presbiteriano que

trataba de proteger los derechos kekchís fue forzado a disolverse, y cuatro de sus

cinco miembros abandonaron el país.{79} Los oficiales presbiterianos decidieron no

buscar a sus desaparecidos obreros. Un oficial del ejército les había informado que,

debido a que los dos eran guerrilleros, un excesivo interés por su destino

significaría que la Iglesia Presbiteriana también era guerrillera. {*****} [258]

El número de víctimas de pastores y congregaciones evangélicas bajo Ríos

Montt nunca fue reportado porque las iglesias tenían temor. Dejad que los muertos

entierren a los muertos, era su actitud. De otro modo, era probable unírseles. Sin

embargo, ya que la guerrilla era ahora una presencia distante, el principal enemigo,

incluso para muchos empresarios, parecía ser el alto mando del ejército –por su

incompetencia económica, su saqueo del tesoro nacional y su brutalidad–. Para

1985, la jerarquía militar había llegado al punto de matar a varios voceros del

sector privado, así como también al cuñado de Ríos Montt, el General Sosa Avila,

aparentemente por consultar con jóvenes oficiales sobre un nuevo cambio de

gobierno.

A principios del año siguiente, bajo un electo pero débil gobierno demócrata

cristiano, el presidente de la Alianza Evangélica de Guatemala (AEG) realizó un

acto sin precedentes para esta conservadora organización: denunció las continuas

depredaciones del ejército. «El asesinato de líderes evangélicos es ahora un

acontecer casi diario», declaró el Pastor Guillermo Galindo. Si la Alianza

Evangélica no obtenía una respuesta del gobierno, se uniría a las protestas de los

derechos humanos del Grupo de Ayuda Mutua, la organización de los familiares de

los «desaparecidos».{80}

Notas

272

{***} Los tribunales enviaban a los criminales acusados al pelotón de fusilamiento sin todas las

garantías constitucionales. Las ejecuciones se cerraron al público después de que el primer

grupo de hombres condenados incluyó a un evangélico que cantó «tengo una corona en el cielo»

para las cámaras de televisión (Pixley 1983: 10). De acuerdo a Amnistía Internacional, unas

trescientas personas detenidas en los tribunales especiales resultaron desaparecidas después

del derrocamiento de Ríos Montt. Hay sobrevivientes del sistema que afirman haber sufrido

torturas sistemáticas (Amnistía Internacional 1987: 101-112, 123-125).

{****} «[Los soldados] dicen que los guerrilleros son los asesinos, pero ellos son los que matan»,

reportó después el pastor. «Así me dijeron cuando fui su prisionero. Dijeron que la orden viene

del General Ríos Montt, que tienen libertad para matar a quienes quieran. Ellos vienen a 'salvar',

pero vienen a matar y a causar pánico y terror... Mucha gente pobre ha huido a las montañas por

miedo. Otros están en las montañas porque han sido abandonados. Hombres sin niños o

mujeres. Las mujeres sin niños y sin nadie que las ayude. El ejército busca a esta gente en

helicópteros. Los matan como si fuesen animales, haciéndolos pedazos y lanzando los pedazos

en fosas. Las mujeres son violadas por muchos soldados» (In Communion, julio 1983, pág. 3).

{*****} Toda esta sangre y llanto debió haber dado a una congregación kekchí su título de

propiedad, a través del programa de compra de tierra. Desgraciadamente, después de que los

presbiterianos invirtieron sesenta mil quetzales en la hipoteca, se descubrió que el terrateniente

–el mismo Manuel de la Cruz que había sido expulsado por la guerrilla a finales de los años

sesenta, todavía aceptado como un presbiteriano bueno– había vendido una parcela que no

existía. Si la iglesia demandaba a Cruz por fraude, él podía presentar una contra-demanda por

los sesenta mil quetzales que todavía le debía en hipoteca; así que la iglesia abandonó el asunto

y perdió su dinero.

{63} United Press International, «Guatemalan Army Topples President in a Brief Battle», New York

Times, 9 de agosto de 1983, pág. 1.

{64} Entrevistas del autor, Ciudad de Guatemala, agosto de 1985; Tulio Cajas 1985:6-7.

{65} Entrevistas del autor, Ciudad de Guatemala, agosto de 1985.

{66} Anfuso y Sczepanski 1983:166.

{67} Tulio Cajas 1985:16-17, 37-41.

{68} Entrevista del autor a la Organización Cívica Cristiana de Guatemala (OCCG), Ciudad de

Guatemala, 19 de agosto de 1985.

{69} Entrevistas del autor, Ciudad de Guatemala, agosto de 1985.

{70} Stephen Sywulka, «An Evangelical's Bid for the Presidency Falls Short», Christianity Today, 13

de diciembre de 1985, pág. 69.

273

{71} Entrevista del autor, Marco Tulio Cajas, Ciudad de Guatelama, 26 de agosto de 1985.

{72} Bob Trolese, «Persecution Strengthens Church in Nicaragua», International Love Lift 8(7),

1983.

{73} Tulio Cajas 1985:4-5.

{74} «Whose Gospel?» In Communion (Philadelphia: Fellowship of Evangelicals for Guatemala),

febrero de 1984, pág. 1.

{75} David Scotchmer al autor, 4 de mayo de 1985.

{76} Mardoqueo Muñoz, pastor presbiteriano, «Kekchi Church Thrives in Guatemala's Jungle»,

Global Church Growth, julio-agosto de 1982, págs. 199-20l; Muñoz 1984:142-143, 154-155.

{77} «Protestants Are Drawn into Vicious Guatemala Crossfire», Christianity Today, 4 de septiembre

de 1981, pág. 58; In Communion, febrero de 1984, págs. 2-3.

{78} Jim Dekker, «Guatemala: A Test of Faith», The Other Side (Philadelphia), febrero de 1983,

págs. 26-27.

{79} «Christian Tribe in Guatemala Faces Oppression», Missionary News Service, 1º de abril de

1984 [¿1983?], pág. 2.

{80} La Palabra (Ciudad de Guatemala), 15 de marzo de 1986, citado en «Testimonies of the

People of God», In Communion, junio de 1986, pág. 2.

 

Cuando lleguen los Santos

Un cristiano experto en explicar la forma por la cual los eventos adversos que

forman parte del plan del Señor era John Carrette, dueño del Hotel Pan-Americano

en la capital y líder de la Fraternidad de Hombres de Negocio del Evangelio

Completo. Todavía un hombre joven, Carrette había sido entrenado como un boina

verde y sirvió como líder de pelotón en Vietnam. Luego regresó al sur de California,

en donde se unió a la Capilla del Calvario del Pastor Chuck Smith, una superiglesia

carismática para jóvenes determinados a acercarse al Señor. Aquí absorbió la

doctrina del arrebatamiento, la quintaesencia del escapismo evangélico. [259] De

acuerdo a estas enseñanzas, recordemos, justo antes de que el mundo termine en

274

la gran tribulación, los cristianos verdaderos serían elevados por los aires o

«arrebatados» para estar con Cristo.

A finales de los años setenta, dice Carrete, sintió que lo tenía todo y que era

feliz. No sólo que estaba seguro de su salvación y de que escaparía de la gran

tribulación: el auge turístico de Guatemala hacía que su hotel produjera ganancias

como una máquina de hacer dinero. Luego, inesperadamente, guerrillas comunistas

tomaron el altiplano. El comercio turístico se evaporó. Se encontró al borde de la

bancarrota. Y Carrette se sintió abandonado por el Señor. Nunca había pensado

que iba a jugar el papel de Job. Ahora que el mundo se aceleraba hacia la

perdición, ¿dónde estaba el arrebatamiento? ¿Por qué no había sido elevado por

los aires para encontrarse con el Señor?

Apartado del Señor durante unos seis meses, una noche, Carrette miraba las

luces de la ciudad de Guatemala cuando se dio cuenta de que Dios le estaba

hablando. Ahí abajo hay un gran ejército, le dijo el Señor, pero ellos no saben que

están en guerra, que son un gran ejército, o quién es el enemigo. ¿Quién es el

ejército, Señor? preguntó Carrete. No eran ni la guerrilla ni el ejército guatemalteco,

le dijo el Señor. Era la iglesia, cuya lucha no era contra la carne o la sangre, sino

contra los principados y poderes del mal. Su trabajo era permanecer en la tierra, le

dijo el Señor a Carrette, no ser arrebatado. Su trabajo era movilizar a la iglesia para

que ore por el derrocamiento del gobierno del demonio en América Central.

De acuerdo a Carrette, América Latina había estado bajo el dominio de

Satanás desde antes de la conquista española. Los dioses naturales indígenas

habían sido la jerarquía del demonio. Ciertamente, la luz del cristianismo empezó a

brillar a través de la oscuridad con la llegada de la Iglesia Católica. Pero ahora las

luces radiantes del cristianismo brillaban aún más fuertemente. Esta era la razón

del terrible conflicto en el que se encontraba actualmente América Central. Carrette

creía que la propagación de la palabra de Dios en las iglesias católicas y

protestantes estaba arrancando a toda la región de las manos de Satanás. Era una

contienda sobre quién gobernaría, Dios o el demonio, en una total guerra espiritual.

[260]

Las iglesias evangélicas habían enseñado a los cristianos a orar por el prójimo

mientras la nación caía en el caos de la gran tribulación. La iglesia había enseñado

que la única esperanza era la luz más allá de la tumba y el reino milenario de Dios

275

en la tierra –que vendría después de la tribulación–. Pero ahora Carrette descubrió

en su Biblia que la misma Guatemala era la tierra prometida de leche y miel. Era

necesario orar por la nación. Por este motivo, en los meses que precedieron a la

aparición de Ríos Montt, en los días más oscuros del régimen de Lucas García,

Carrette comenzó a pedir a los líderes evangélicos que orasen por Guatemala. ¡En

el nombre de Jesús, les exhortaba, ordenen a Satanás que abandone el país!

El golpe militar del 23 de marzo de 1982, por lo tanto, fue una respuesta

milagrosa a su oración. Lo que habíamos hecho en el Espíritu se hizo visible en las

calles, explicaba Carrete. Ríos Montt fue colocado allí porque la iglesia hizo su

trabajo en el Espíritu. Unió a la iglesia durante seis a ocho meses, asombrándola

en unidad e intercesión, pero sólo por un momento. Ríos Montt fue derrocado

porque la iglesia no cumplió con su tarea de intercesión. La iglesia no cumplió con

su trabajo y no dejó encadenado al demonio.

Tres años más tarde, Carrette sintió que el país estaba atravesando por una

época de dislocamientos, de dolores de parto. Pero confiaba en que Satanás sería

expulsado de Guatemala, que Jesús pronto estaría en libertad para derramar sus

bendiciones. Las huelgas por salarios, las protestas sobre los precios y la

corrupción en el alto mando del ejército, predicaba Carrette, provocarían una guerra

civil en la misma estructura de poder nacional, en el ejército guatemalteco. Ya

existía todo lo necesario para un verdadero baño de sangre. Pero junto con éste

vendría un poderoso avivamiento en Guatemala, un renacimiento que se extendería

por toda América Central. A finales de 1986, estaba convencido, toda la región se

reformaría.

«La teoría de iglecrecimiento gobierna la iglesia evangélica aquí», dijo Carrete.

«Existe un énfasis en las ventas, como el concepto de las cadenas comerciales, de

colocar a un McDonald en cada esquina. Pero el Señor está regresando, y quiere

más que números. La iglesia que está bien organizada y que se reporta a

Springfield ya no es suficiente. [261] El Señor quiere que amarremos al demonio.

Quiere signos y milagros en América Latina. Las burocracias que sólo se

preocupan por el número de cuerpos no son importantes; la guerra espiritual es el

punto. Estamos al borde de la verdadera transformación. Dios va a poner a su

hombre. Dios sanará la economía, la situación de la guerrilla, el ejército, todo. Los

reinos de este mundo se convertirán en los reinos de Cristo. Aquello es

Revelaciones 11:15.»{81}

276

Notas

{81} Entrevista del autor a John Carrette, Hotel Pan-American, Ciudad de Guatemala, 26 de agosto

de 1985.

Los evangélicos en la guerra sandinista-contra

«Puedes pensar que el mundo tiene la respuesta para tus problemas. Pero te digo

que La Habana no tiene la respuesta. Moscú no tiene la respuesta. Y Washington

no tiene la respuesta. ¡Jesucristo es la única repuesta! Sólo Él puede cambiar tu

vida y darte paz.» –Evangelista Alberto Mottesi, Managua, enero de 1984 {1}

Si se tenía fe en el Pastor Fernando, éste había sido expulsado de Nicaragua

dejando una estela de milagros tras de sí. De acuerdo a este joven predicador

campesino, un pentecostal del norte del país, la Revolución Sandinista se había

convertido en un campo de concentración. El había visto a asesinos sandinistas

atacar a un avivamiento pacífico en Yali, el 8 de mayo de 1982, había visto golpear

a las mujeres y poner ácido en los ojos de un pastor. Había solamente una cosa

que los revolucionarios no podían resistir, y eso era el poder de Dios. Cuando los

sandinistas enviaban informantes a los cultos, los cristianos únicamente los

convertían. Una vez, cuando los sandinistas dispararon a un creyente, la bala se

dio la vuelta y alcanzó al hombre que la disparó. En otra ocasión, cuando un agente

de seguridad trató de disparar a una hermana que estaba orando, se quedó

adherido al piso. Ahora, ese mismo hombre era un gran predicador del Señor. En

cuanto al Pastor Fernando, había predicado en los batallones mismos de los

sandinistas. En una oportunidad, trescientos hombres aceptaron al Señor,

depusieron sus armas y desertaron. Esa era la razón por la cual los sandinistas lo

querían vivo o muerto: los ángeles lo habían protegido de su ira. {2} [264]

Al momento, Fernando era un refugiado en Costa Rica. Sus problemas con los

sandinistas habían empezado alrededor de julio de 1981, dos años después de que

lideraron el derrocamiento del antiguo régimen, cuando él y su congregación se

habían rehusado a unirse a la milicia. Para los sandinistas, aquello significaba

rehusarse a defender la revolución frente a la contrarrevolución apoyada por los

Estados Unidos. Después de una larga historia de enfrentamientos y de

277

detenciones, Fernando escapó a Costa Rica. Pero sus problemas no terminaron

allí. Debido a que testificó sobre sus experiencias en los cultos, fue entrevistado por

un equipo de televisión estadounidense, de la Cadena Cristiana de Difusión, la cual

utilizaba historias como la suya para solicitar apoyo para los contras. Aunque la

intención de Fernando puede no haber sido participar en la guerra del Presidente

Ronald Reagan en contra de los sandinistas, ahora lo estaba haciendo. Cuando lo

entrevisté en julio de 1985, era un hombre atemorizado que afirmaba que los

agentes sandinistas lo estaban amenazando aún en Costa Rica.

La interrogante sobre cuánto creer a este hombre era importante puesto que,

en todo el hemisferio, los cristianos miraban a Nicaragua para inspiración o

advertencia. Observaban la revolución sandinista porque se suponía que era

diferente. A lo largo de América Latina, los activistas cristianos se habían unido a

los movimientos revolucionarios. Después de tantas derrotas, ahora habían llegado

al poder. Esta era la oportunidad para que las iglesias ayudasen a construir la

nueva sociedad en lugar de que, como generalmente ocurre, se convirtieran en un

refugio de ésta.{3} Aquí estaba una nueva clase de laboratorio para el cristianismo

revolucionario, una forma de probar que una iglesia liberada y un estado

revolucionario podían traer el reino de Dios a América Latina.

Los sandinistas alentaban estas esperanzas. Eran el primer régimen en el

mundo en dar a la teología de la liberación una categoría oficial, como una fe

apropiada para el nuevo orden. De pronto, la revolución en una república

centroamericana poco conocida se había convertido en la prueba suprema para la

teología de la liberación. Y una prueba cruel, porque cuando los profetas señalan la

tierra prometida, tienden a ser vagos acerca del tiempo y lugar exactos para no

desalentar a los fieles. Pero cuando los profetas aclaman a un movimiento político

particular, arriesgan su credibilidad en el destino de éste. El acoger las

revoluciones [265] es especialmente peligroso. El experimento sandinista era una

oportunidad dorada para desacreditar las alianzas entre cristianos y marxistas, en

una revolución social que podía fracasar como las anteriores.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se originó a principios de

la década de 1960, dirigido por estudiantes que se consideraban la vanguardia del

proletariado. Tal vez debido a que aquella clase escasamente existía en Nicaragua,

tomaron el nombre de una figura más tradicional, el General César Augusto

Sandino, el líder de la resistencia contra la ocupación estadounidense en los años

278

veinte y treinta. Retomando la leyenda de Sandino, sus homónimos realizaron

dramáticos ataques contra el régimen que dejaron atrás los marines

norteamericanos, el de la familia Somoza. Cuando barrios enteros se levantaron

contra la dictadura de Somoza en 1978-1979, los sandinistas bajaron de las

montañas para liderar la lucha.

Pocos cuestionan el apoyo popular al Frente Sandinista en el triunfo sobre el

antiguo régimen el 19 de julio de 1979; éste había llevado a todas las clases

sociales hacia una victoria sobre una tiranía de cuarenta años. Durante aquella

lucha, el FSLN convenció a la mayor parte de la élite del país, al aclamar haber

trascendido sus orígenes marxistas-leninistas y de ser sandinista, no comunista. En

el poder, no obstante, sus militantes no demostraron ser maestros de la

negociación y del compromiso. Jóvenes y heroicos, los sobrevivientes de los años

de conspiración y combate, no estaban dispuestos a entregar la revolución a

políticos burgueses que atacarían a las terribles desigualdades sociales de

Nicaragua. Más bien, al ser vanguardia de la revolución, se llevaron todo el crédito

de la victoria sobre Somoza y afirmaron ser los únicos representantes del pueblo.

Acusaron a los críticos de ser contra-revolucionarios, mientras que identificaban al

nuevo estado revolucionario, a sus fuerzas armadas y a las campañas

educacionales con el aparato de su propio partido.

Los aliados anti-Somoza que esperaban tomar el poder se encontraron

marginados. Muy pronto se comenzó a acusar a los sandinistas de ambiciones

totalitarias. A pesar del considerable espacio para la disensión, la idea sandinista

de gobierno era centralizada. «Siempre tenemos que dirigirnos a un comandante

para resolver algo, porque los niveles [266] intermedios no tienen ningún poder de

decisión», explicó un empleado de una agencia cristiana pro-sandinista. «La línea

del Frente Sandinista es lo que importa, no la opinión de las bases. El centralismo

democrático es el modelo real.»{4} Una antigua dictadura familiar, descuidada e

incluso indiferente en su actitud hacia gran parte de la vida social, fue reemplazada

por militantes jóvenes, resueltos a revolucionarlo todo. A pesar de que los

sandinistas sentían que estaban trayendo la justicia social a Nicaragua –y en

realidad manejaban resultados impresionantes respecto a la organización popular,

la distribución de tierras, y los servicios sociales– sus logros determinaron que todo

se trasladase bajo su control personal. «Comandante» era bastante más que un

título honorífico.

279

Una vez bajo el ataque de los Estados Unidos, los sandinistas no tuvieron otra

elección que poner al país en pie de guerra. Al luchar por sus vidas en contra de la

administración de Reagan, cayeron en un antiguo patrón de la vida nicaragüense,

según el cual el poder sale del cañón de una pistola. A lo largo del siglo diecinueve,

era la paz la que interrumpía la guerra, debido al interminable conflicto entre

conservadores y liberales. El país se convirtió en el juguete de los intereses

extranjeros.{5} En el siglo veinte, tal vez únicamente los marines norteamericanos y

la dictadura de Somoza provocaron una suficiente reacción nacionalista, un

suficiente sentimiento común entre las élites contendoras y sus peones, para que

Nicaragua pudiera ser llamada una nación. Aún así, nadie podía esperar tomar el

poder o retenerlo sin las armas, puesto que una alternación pacífica entre bloques

electorales era desconocida. En un país en donde los políticos perdedores tenían el

hábito de apelar a los poderes extranjeros para su regreso al poder, la oposición

leal era un concepto improbable. La sedición era casi inevitable no sólo por la

campaña del Frente Sandinista para monopolizar el poder sino por el lugar a donde

éste sabía que sus oponentes pedirían ayuda, los Estados Unidos.

La contienda del FSLN con su principal enemigo religioso, el Arzobispo Miguel

Obando y Bravo, ilustra la resultante espiral de desconfianza, violencia y profecías

de auto-cumplimiento. Como cabeza de la Iglesia Católica, el arzobispo había

ayudado ocasionalmente a los sandinistas durante la lucha contra Somoza. Cuando

cayó el antiguo régimen, sin embargo, trató de impedir que los sandinistas tomasen

el poder, al apoyar a una alternativa más conservadora. Al creer que una división

en [267] la iglesia era inevitable {6}, los sandinistas dieron un paso del que más tarde

se arrepentirían. Denunciaron a la iglesia contra-revolucionaria de los ricos, del

Arzobispo Obando y Bravo. Proclamaron que los verdaderos cristianos se

encontraban en el sector cristiano que apoyaba a la revolución, la iglesia de los

pobres.

Para Obando, esta clase de lenguaje comprobaba que los sandinistas no sólo

estaban consolidando un estado unipartidista. Como defensor celoso de las

prerrogativas de la jerarquía católica, temía que también se encontraran

organizando su propia «iglesia popular» para «confiscar» la religión, {7} en una

transición inexorable hacia una sociedad totalitaria marxista-leninista. Mientras

tanto, su propio comportamiento confirmaba las sospechas sandinistas de sedición

eclesiástica. A pesar de que el arzobispo afirmaba ser neutral y estar trabajando

280

por la reconciliación, aprovechaba cada oportunidad para atacar a los sandinistas,

mientras que se refrenaba de condenar a los contras y al apoyo que éstos recibían

de los Estados Unidos. Mientras tanto, los contras lo aclamaban como a su líder

espiritual y reclutaban a miembros de su clero. {8} Al observar la secuencia de los

eventos, parece que tanto Obando como los sandinistas hubieran moldeado su

propia némesis a partir de la acumulada traición de la historia nicaragüense y de la

intervención norteamericana.

El principal grupo contra, la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN) apoyada

por los Estados Unidos, incluía a políticos, empresarios y campesinos alienados por

el proceso sandinista. Pero el gobierno de Reagan ocupaba un papel tan

prominente en la organización, financiamiento y reajuste periódico de la FDN que

parecía ser poco más que un enorme y mal controlado frente de la CIA. Los líderes

de peso –los comandantes militares que sobrevivieron a las remociones impuestas

por los Estados Unidos– provenían de la Guardia Nacional del antiguo régimen. Su

comportamiento era tan malo que a su lado los sandinistas se veían como modelo

de moderación. Durante una incursión en Nicaragua con las fuerzas de la FDN en

1983, el periodista Christopher Dickey vio a hombres cargando Biblias en sus

mochilas. En la noche, sus ex-comandantes de la Guardia Nacional admitieron la

práctica de matar a sus prisioneros.{9} [268]

En los Estados Unidos, mientras tanto, el gobierno de Reagan y la derecha

religiosa bautizaron a la FDN como «luchadores cristianos para la libertad»,

culpando a los sandinistas por todos sus abusos. Si los contras eran acusados de

atrocidades, debía ser propaganda comunista. Tal vez los sandinistas llevaban

uniformes de la FDN y cometían atrocidades únicamente para desacreditar a los

luchadores para la libertad. {10} Los evangélicos de la derecha que apoyaban la

guerra describían a la Revolución Sandinista como a un horno de la persecución

religiosa. Decían que los pastores eran mutilados en frente de sus congregaciones.

Que los creyentes eran encerrados en sus iglesias e incinerados. Que los ministros

cristianos eran asesinados por miles {11} –en una época en la que únicamente habían

mil seiscientos pastores en todo el país–.

Los evangélicos nicaragüenses eran de especial importancia en la propaganda

de guerra. Se pensaba que constituían el 15% de la población. No tenían un

liderazgo centralizado ni una tradición de activismo político, y no eran una fuerza

cohesiva en el mismo sentido que el ala de la Iglesia Católica encabezada por el

281

Arzobispo Obando. No obstante, muchos evangélicos no estaban entusiasmados

con la revolución y profesaban neutralidad en la guerra contra, forzando a los

sandinistas a cuestionar su lealtad. También tenían muchos lazos institucionales

con evangélicos norteamericanos, es decir, con partidarios de un presidente

norteamericano que había emprendido una guerra contra su gobierno. Para los

mismos norteamericanos, los evangélicos nicaragüenses eran el más importante

índice del apoyo popular a la revolución y su legitimidad –o la falta de éstos

dos{12}–. Debido a su posición, los evangélicos se convirtieron en figuras claves en

las demandas y contrademandas de la guerra ideológica. Mientras que los

sandinistas utilizaban a los más colaboracionistas para la tarea de defender la

imagen de la revolución, la administración de Reagan utilizaba a los menos

colaboracionistas para justificar una guerra.

Para persuadir a los feligreses norteamericanos a apoyar la intervención

militar, Washington necesitaba hacer que Nicaragua se ajustara a los estereotipos

de una tiranía comunista. Para lograrlo, tenía que demostrar que los sandinistas

eran culpables de persecución religiosa. Pero la única forma de producir la

evidencia necesaria era incitando a los sandinistas a tomar medidas de seguridad

mucho más severas. [269] Por lo tanto, si los sandinistas sospechaban que los

evangélicos tenían vínculos contra-revolucionarios, el gobierno de Reagan podría

denunciarlos por perseguir cristianos. De acuerdo a Puertas Abiertas con el

Hermano Andrés, los evangélicos de América Central estaban atrapados en un

«cruce de fuego» entre la derecha y la izquierda. {13} Pero el gobierno de Reagan

parecía utilizar a los evangélicos nicaragüenses para dirigir un «cruce de fuego»

hacia otro gobierno. Sufriendo en proporción a los ataques norteamericanos contra

los sandinistas, se utilizaba a los evangélicos nicaragüenses para polarizar la

situación. Al presentar a los evangélicos nicaragüenses como a víctimas de la

persecución religiosa, la derecha religiosa les estaba exponiendo a una

persecución real, en una profecía de auto-cumplimiento.

Para entender la situación evangélica en la guerra sandinista-contra, este

capítulo evitará reducir su situación a concepciones monolíticas de izquierda y

derecha. Por lo menos en cuanto a mí, esto requiere un paso doloroso: dejar

preguntas abiertas como la responsabilidad por la guerra civil que ocasionó el

derramamiento de sangre en la Nicaragua de los años ochenta. ¿Fue únicamente el

gobierno de Reagan el que lanzó la contrarrevolución, o ésta se generó también por

282

la mano dura de los sandinistas? ¿Eran los sandinistas revolucionarios pragmáticos

que, al reprimir a sus opositores, simplemente reaccionaban a una situación de

guerra? ¿O eran marxistas-leninistas encubiertos que estaban construyendo un

régimen autoritario?

Las respuestas a estas preguntas no eran simples, salvo en las polémicas

entre los sandinistas y el gobierno de Reagan. Las respuestas dependían de

testimonios contradictorios y de cómo las distintas facciones respondían y se daban

forma una a otra en una serie interminable de reacciones polarizantes. Las

respuestas también dependían mucho de las experiencias personales. Mi propio

punto de vista fue influenciado por una serie de eventos a finales de 1985, cuando

los sandinistas arrestaron al ala conservadora del liderazgo evangélico en la

capital. Incluidos entre los detenidos se encontraban cinco hombres que, pocos

meses atrás, me habían ayudado a comprender el punto de vista de los

evangélicos, opuesto al gobierno sandinista. [270]

Uno de los pastores detenidos me había invitado a sus enfrentamientos con los

burócratas sandinistas. En dos ocasiones, me había llevado a la Embajada de los

Estados Unidos, en donde tenía la costumbre de intercambiar chismes con un

miembro de la sección política Mis notas de estas visitas no hacen constar nada de

gran importancia. Pero en una situación de guerra, los agentes de seguridad

sandinista se veían forzados a sacar sus propias conclusiones. Aquí estaba un líder

evangélico que proporcionaba información a una potencia extranjera hostil. Como

se esperaba, los contactos del pastor con la embajada surgieron durante su

interrogación, al igual que su relación conmigo. ¿No era yo su contacto CIA? En

cuanto a la forma en que estos eventos influyeron sobre lo que sigue, los lectores

tendrán que juzgar por sí mismos.

Notas

{1} Rafferty 1984:23.

{2} «A Nicaraguan Pastor Reveals the Horrifying Atrocities of the Sandinista Regime in Nicaragua»

[comunicado de prensa], Trans World Missions –Misiones Trans Mundiales–, julio de 1985.

Complementado con mi entrevista de 17 de julio de 1985 al mismo hombre y su testimonio en

«From Tyranny to Triumph», un vídeo de Misiones Trans Mundiales que circuló en 1986. Su

nombre ha sido cambiado.

283

{3} Berryman 1984:226.

{4} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{5} Millett 1979.

{6} Margaret Randall (1983:116) cita para el efecto a Ernesto Cardenal.

{7} Alaníz Pinell 1985:83.

{8} Eich y Rincón 1985:143, 146-147, 151-152; Belli 1985:225-227.

{9} Dickey 1985:180, 184-186; véase también Eich y Rincón 1985.

{10} John G. Olson, transcripción de una entrevista telefónica al Hermano Bob, Misiones Trans

Mundiales, mayo de 1986.

{11} Gerald Derstine, «The Truth... Nicaragua» [folleto], Gospel Crusade (Bradenton, Florida), 1986.

«Missionary Blends Christianity with Marx», The Voice of the Martyrs (Glendale, California: Jesus

to the Communist World), noviembre de 1985, págs. 1-2.

{12} Beth Spring, «Does the Sandinista Regime Promote Religious Freedom?» Christianity Today,

23 de noviembre de 1984, págs. 43-44.

{13} Open Doors 1984b.

El galanteo sandinista-evangélico

Los protestantes no sufrieron mucho en las manos de la dictadura de Somoza

(1934-1979). «No vamos a permitir que molesten a los evangélicos», recuerda un

pastor que dijo un guardia nacional del régimen mientras sacaba a un borracho de

un templo. «Si todos fueran evangélicos», observó el guardia, «dormiríamos mejor

en la noche.» Ajustado al orden político de Somoza se encontraba un grupo que

posteriormente sería atacado por apoyar a los sandinistas, el Comité Evangélico

Pro-Ayuda al Desarrollo (CEPAD). Una agencia que decía tener como miembros a

la mayor parte de las denominaciones protestantes, CEPAD se inició coordinando

el auxilio extranjero después del terremoto de 1972 en Managua.

284

En sus primeros años, el grupo hizo poco que pudiera ser descrito como

revolucionario. En una ocasión, solicitó al Presidente Anastasio Somoza que

investigara los crímenes de su Guardia Nacional contra los pentecostales en una

zona de guerrilla. Para sacar a los presos políticos de Nicaragua se hizo adepta al

soborno de los oficiales del dictador. {14} A medida que el régimen de Somoza

reaccionaba a los ataques sandinistas con el asesinato de jóvenes, las fuentes de

financiamiento de CEPAD –las organizaciones ecuménicas en América del Norte y

Europa– se preguntaban por qué ésta no adoptaba una posición pública en contra

de la dictadura.{15} [271]

Sin embargo, al igual que otros nicaragüenses, los evangélicos estaban

alienados por las represalias de Somoza. Algunos rompieron con la enseñanza de

sus mentores norteamericanos sobre la necesidad de obedecer al gobierno porque

había sido ordenado por Dios. A medida que los combates se intensificaban, las

iglesias evangélicas se convirtieron en refugios, mientras que CEPAD distribuía

provisiones que, intencionalmente o no, ayudaban a mantener la insurrección. {16}

Numerosos jóvenes evangélicos se unieron a las batallas callejeras. {17}

Con el alivio de haber sobrevivido a la carnicería, los evangélicos liberaron sus

esperanzas sociales largamente reprimidas. Tal vez porque se sentían culpables

por haberse doblegado frente a Somoza, muchos líderes de iglesias protestantes

oscilaron hacia la izquierda. De hecho, parecían estar más entusiasmados que la

jerarquía católica con el nuevo régimen. En octubre de 1979, CEPAD auspició una

reunión en la cual quinientos pastores dieron gracias a Dios por el Frente

Sandinista de Liberación Nacional. También prometieron unirse a los Comités de

Defensa Sandinista de sus barrios.{18} Esperaban que su apoyo al gobierno

impediría que éste se volviera completamente hacia la izquierda, ya que los gestos

revolucionarios de los evangélicos estaban matizados de ansiedad. Temerosos de

que los días de libertad religiosa estuvieran contados, muchas iglesias planificaron

campañas para aprovecharla mientras podían, lo que produjo un crecimiento en el

evangelismo.{19}

Tal vez el galanteo más extraño durante el primer año de revolución fue entre

el comandante sandinista de más categoría y la Fraternidad de Hombres de

Negocio del Evangelio Completo. La Fraternidad era un club carismático fundado

en 1951 por Demos Shakarian, un empresario armenio-americano de Los Angeles.

Treinta años después, tenía 2.700 capítulos en los Estados Unidos y en el exterior,

285

lo que la convertía en una de las redes internacionales más difundidas en el mundo

pentecostal-carismático. La idea era atraer hacia un ambiente masculino a hombres

a quienes no les gustaba ir a la iglesia, para luego exponerlos al calor de la

fraternidad y al arrepentimiento en el Espíritu Santo. Las reuniones al estilo del

Club Rotario se organizaban alrededor de testimonios conmovedores de pecadores

reformados –estafadores de impuestos, traficantes de drogas, motociclistas

rebeldes, veteranos de guerra– quienes contaban cómo el Señor los había puesto

en el camino del bien. [272] La mayor parte de sus miembros eran pequeños

empresarios, muchos de ellos de las Asambleas de Dios. {20}

La mayor parte eran, también, la clase de hombres que evitaban hablar sobre

los liberales delante de las damas. Pero Demos Shakarian quería mantener la

puerta abierta para todos, incluso a Fidel Castro. En 1974 fue invitado al Vaticano,

en donde se le agradeció por su apoyo a la renovación de fe de millones de

católicos carismáticos. Al sur de la frontera, en donde la fraternidad empezó a

organizar capítulos a mediados de los años setenta, realizó alianzas atrevidas para

dar testimonio a los jefes de estado.{21} {*}

Durante una época, la Fraternidad llegó a pensar que había adquirido a Tomás

Borge, el ministro sandinista del Interior. El interés de Borge se originó en conflictos

fronterizos con Honduras en diciembre de 1979, cuando la fraternidad organizó una

conferencia entre los líderes de los dos países. El comandante se convirtió en un

participante entusiasta de las funciones religiosas, habló de su «experiencia

personal con Cristo» y, para la cruzada de alfabetización nicaragüense, solicitó a la

fraternidad que le proporcionara 800.000 ejemplares del Nuevo Testamento. {22}

Después, al igual que el presidente de la junta sandinista, Daniel Ortega, Borge

continuó asistiendo a estudios bíblicos privados, un participante de los cuales decía

que, mientras que Borge permaneció como un caso paradójico, Ortega por lo

menos era un genuino cristiano que temía a Dios. Con amigos como aquellos, los

evangélicos pro-sandinistas podían decir que estaban exorcizando al demonio

comunista. [273]

Sin embargo, los eventos subsecuentes fueron demasiado para la casa central

de la Fraternidad en los Estados Unidos. A pesar de la retórica de hermandad, su

impresionante registro de oficiales y contratistas militares, colaboradores antiguos

de Ronald Reagan y patrocinadores de la derecha religiosa, {23} no estaban

dispuestos a tolerar un ministerio para los comandantes sandinistas, ya que

286

contradecía su identificación de la política del gobierno reaganista con Dios. Al

sucumbir a la presión, Demos Shakarian afirmó que había sido engañado. Los

empresarios texanos que habían organizado los banquetes abandonaron la

fraternidad y trataron de seguir por su cuenta, en un ambiente cada vez más difícil.{24} Era difícil para todos ser hermanos en Cristo cuando, como Ministro del Interior,

el deber de Borge era defender a la Revolución Sandinista de sus enemigos,

quienes estaban empezando a ser financiados por la Agencia Central de

Inteligencia.

Así como era difícil para los sandinistas distinguir entre los agentes de la CIA y

los opositores que simplemente ejercían su derecho a disentir, era difícil discernir

una transformación cristiana en el aparato de seguridad sandinista. En particular,

las que según Borge eran «turbas divinas» no parecían ser muy cristianas. Estas

eran manifestantes que, en su persecución a las figuras de oposición, afirmaban

representar a las organizaciones sandinistas de masa e incluso a las comunidades

cristianas de base.

Tales ataques ocurrieron temprano, antes de que el país estuviera en pie de

guerra. Uno tuvo lugar durante «Nicaragua '81», una campaña nacional de las

Asambleas de Dios. De acuerdo a un pastor exiliado a quien entrevisté cuatro años

después, la campaña de abril de 1981 en Estelí había sido realizada con el permiso

del Comandante Christian Pichardo. Después de varias noches de avivamiento

entusiasta, recibieron el ataque de una turba de jóvenes que lanzaron ladrillos y

hirieron a la gente con botellas rotas. Al fin la policía sandinista interrumpió la

pelotera, deteniendo a aquellos atacantes que no habían sido trasladados al

hospital. Pero los prisioneros nunca llegaron a la cárcel, puesto que,

aparentemente, se los liberó de inmediato. Cuando las Asambleas trataron de

ocuparse del asunto, las autoridades mostraron mayor interés en cuestionar sus

motivos que en encontrar a los rufianes. {25} [274]

No está claro quién fue exactamente el responsable de tales incidentes.

Posiblemente eran militantes o jóvenes sandinistas actuando por su cuenta, contra

los deseos de los gobernantes. Sin embargo, de acuerdo a un desertor sandinista

presentado por el gobierno de Reagan en Washington, las turbas fueron, en

realidad, organizadas por funcionarios de seguridad del Ministerio del Interior. {26} En

todo caso, el problema era cómo manejar a los grupos contrarios al proceso

revolucionario. Los evangélicos estaban lejos de ser el único grupo en manifestar

287

inquietud sobre la dirección tomada por los sandinistas. Pero al ser una minoría

religiosa, era fácil enfocarse sobre ellos. Algunos, por otro lado, empezaban a

reaccionar contra el régimen revolucionario en formas visibles.

Una de las primeras innovaciones que disgustó a muchos pastores fueron los

Comités de Defensa Sandinista (CDS), los cuales extendían la administración y

vigilancia sandinistas hasta cada barrio. La gente que objetaba a los

procedimientos sandinistas empezaron a sentirse vigilados y controlados. Desde

1980 en adelante, una carta del CDS barrial era necesaria para obtener un empleo

gubernamental.

Varios pastores empezaron a temer que los sandinistas estuvieran minando su

autoridad y llevándose a sus seguidores. Estaban especialmente alarmados por las

nuevas organizaciones sandinistas, las cuales convertían a algunos de sus jóvenes

en militantes políticos. La cruzada de alfabetización de 1980, la cual envió a

estudiantes al sector rural para enseñar a los campesinos y trajo de vuelta a

muchos de ellos recitando consignas, provocó resentimientos profundos. Un

supervisor evangélico, molesto por la liberación femenina, llegó a calificar a la

cruzada de alfabetización como prostitución pública. El aparentemente noble

esfuerzo tenía un doble propósito, afirmaba, desunir a las familias y alentar la

licencia sexual.{27}

Claramente, los conservadores estaban atemorizados por la campaña

sandinista para inculcar la ideología revolucionaria. En reacción, insistían en que la

iglesia de Jesucristo era apolítica y neutral. Se resistían a la idea de ser voluntarios

para cortar algodón o café, de identificarse con el Frente Sandinista o aún de

denunciar a los contrarrevolucionarios apoyados por los Estados Unidos. Más bien,

decían, [275] su trabajo era predicar el evangelio. «No hemos realizado declaración

alguna contra la CIA o los contras porque la situación está tan revuelta», me dijo un

líder de los pastores antisandinistas. «De todos modos, todos piden un fin a la

guerra. Si la iglesia evangélica hace un llamado por un alto al odio y a la guerra,

podemos ser acusados de estar de parte de la revolución. Si no decimos nada,

somos acusados de estar con los contras. Si los evangélicos ayudamos con las

cosechas de algodón y de café, entonces los periódicos dicen que apoyamos a la

revolución. Si no, eres un contra. Por tanto, si participas eres manipulado, y si no,

también estás fregado. Nuestra misión es clara y específica –es espiritual, que

288

Jesucristo es la única respuesta–. Sabemos que ésta no es la respuesta que la

gente quiere escuchar, pero esto es lo que nosotros creemos.» {28}

El primer evangelista a quien los sandinistas impidieron su ingreso al país fue

el norteamericano Morris Cerrullo, en mayo de 1981. De acuerdo al Hermano

Cerrullo, las manos de miles se levantaron hacia el cielo durante sus cruzadas

milagrosas. Los sordos empezaron a escuchar, los inválidos se levantaron de sus

sillas de ruedas y se dieron milagros más allá de la cuenta. Su viaje de amor de

1981 a lo largo de América Central había agitado a los gobiernos y sacudido a las

naciones, informó Cerrullo. En Costa Rica, las oraciones de su cruzada habían sido

responsables del rompimiento de relaciones diplomáticos con Cuba. A través de la

oración y del «ejército de Dios», es decir, los evangélicos locales a quienes

entrenaba, el Hermano Cerrullo prometía hacer retroceder a la ola comunista

satánica.

Como sugiere su lenguaje, Cerrullo no era el más diplomático de los

evangelistas. En Argentina, decía orgullosamente, sus tácticas sensacionales lo

habían llevado a prisión en tres ocasiones. {29} En Nicaragua, desgraciadamente, las

autoridades ni siquiera lo dejaron entrar. La idea de Cerrullo sobre dar publicidad a

su campaña futura en Nicaragua había sido la de informar a los pastores que él

liberaría al país de los demonios que habían tomado posesión de éste. Los

sandinistas interpretaron esto como una referencia a ellos. «Le estás hablando a un

demonio», expresó Tomás Borge a un evangélico que trató de interceder por el

saneador de fe. Cerrullo llegaría en su jet privado y recogería dinero de los pobres

de Managua, dijo Borge. Luego utilizaría el dinero para comprar gasolina para su jet

y despegaría nuevamente.{30} [276]

Los evangélicos conservadores estaban también alarmados por la partida de

algunas misiones establecidas, acosadas por las nuevas reglas y presiones. Una

fue Compasión Internacional, la agencia de asistencia a niños: cuando los

sandinistas fallaron contra condicionar la ayuda a la instrucción religiosa, ésta

prefirió marcharse.{31} Otras partidas incluían a dos parejas de los Bautistas del Sur,

a quienes la Convención Bautista Nicaragüense les pidió que partieran en abril de

1982, y la Misión Centroamericana, la cual anunció el fin de ochenta y dos años de

trabajo en el país.{32}

289

De un lado al otro, los sandinistas estaban desarrollando una aguda

sensibilidad frente al lenguaje religioso que expresaba oposición a su gobierno.

«No matarás a tu hermano», podría parecer un mandato inofensivo, pero también

podría ser utilizado para pedir a los adeptos que no se unieran a la defensa

nacional.{33} Cuando los predicadores atribuyeron las inundaciones de principios de

1982 a la cólera divina, y consignas como «Cristo viene» proliferaron en las

paredes, los sandinistas sospecharon que eran el trabajo de propagandistas

inspirados por la CIA.{34} «Cristo viene», afirmó un norteamericano pro-sandinista,

«es una amenaza y una mentira... [está] en directa oposición al Cristo que ya ha

llegado a Nicaragua con... el triunfo revolucionario.» {35} Se dice que fue el Ministro

Tomás Borge quien decidió que la consigna «Cristo viene» quería decir «los

contras vienen». Tenía razón en que los contras estaban llegando.

Notas

{*} En una expedición a Guyana en noviembre de 1978, dos empresarios texanos convirtieron al

mejor abogado de defensa criminal del país, Sir Lionel Luckhoo. Un asesor de Forbes Burnham,

el primer ministro de Guyana, se decía que el inimitable Sir Lionel había defendido a 229

asesinos acusados sin perder un caso. En ese momento, se encontraba defendiendo a un pastor

cristiano de California contra una pareja que trataba de recuperar la custodia de su hijo. El

nombre del reverendo era Jim Jones, y mantenía al niño en un lugar llamado Jonestown.

Después de la masacre y suicidio masivo, más tarde ese mismo mes, el arrepentido de Sir Lionel

persuadió a su amigo, el primer ministro, a participar en una cena de oración con la Fraternidad.

Conmovido por los testimonios, el supuesto socialista Burnham se declaró por Cristo. Los

evangélicos locales que vivían bajo su gobierno «expresaron sus dudas» (Christianity Today, 7

de marzo de 1980, págs. 48-52).

{14} «Nicaragua: The Shaking and Shifting of the Church», Christianity Today, 7 de diciembre de

1979, pág. 44.

{15} Torres 1981:45.

{16} Dodson y Montgomery 1982:173.

{17} Stephen Sywulka, «Squeezing Drops of Blessing from the Bitter Fruit of War», Christianity

Today, 17 de agosto de 1979, pág. 41. Sywulka, «Aftermath of Nicaragua's Civil War»,

Christianity Today, 21 de septiembre de 1979, pág. 44-45.

{18} Centro Ecuménico Antonio Valdivieso 1982.

290

{19} «Church Also is Transformed by Nicaragua's Revolution», Christianity Today, 25 de enero de

1980, págs. 52-53.

{20} Menzies 1971:338.

{21} Shakarian 1975:143, 176-177. John Maust, «Latin Leaders Are Influenced by Behind-the-

Scenes Witness Thrust», Christianity Today, 29 de mayo de 1981, pág. 34.

{22} Paul E. Pretiz, «The Nicaraguan Junta Reassures Evangelicals», Christianity Today, 19 de

septiembre de 1980. John Maust, «Latin Leaders Are Influenced.» Christianity Today, 4 de

septiembre de 1981, pág. 60.

{23} «The Full Gospel Business Men's Fellowship International», Covert Action Information Bulletin

(Washington, D.C.), primavera de 1987, págs. 15-17.

{24} Entrevistas del autor, San José, Costa Rica, julio de 1985.

{25} Entrevista del autor a un pastor refugiado en Costa Rica, julio de 1985. Mientras que yo fui

incapaz de corroborar este relato, la prensa («Denuncian a Sectas que Conspiran Aquí», Nuevo

Diario, 21 de abril de 1981) publicó una denuncia de que los evangélicos estaban utilizando a

«Nicaragua '81» con el fin de provocar incidentes que podrían ser utilizados para acusar al

gobierno de persecución religiosa.

{26} Institute on Religion and Democracy 1983:5-6.

{27} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985. Véase también Dodson y Montgomery

1982:175.

{28} Entrevista del autor al Consejo Nacional de Pastores Evangélicos de Nicaragua (CNPEN),

Managua, agosto de 1985.

{29} Patricia Lee Hulsey, «Mass Crusades, National Training, Penetrate Central American Countries

for Jesus Christ», Deeper Life (San Diego: Morris Cerrullo World Evangelism), julio-agosto de

1981, págs. 4-6, 10-11. Wimber 1984: sección 8, pág. 14.

{30} Entrevista del autor, San José, Costa Rica, julio de 1985.

{31} Conversación telefónica mantenida entre el autor y Paul Stubbs, Compassion International, 6

de marzo de 1985.

{32} «Nicaragua: Blood and Hope», Commission, octubre-noviembre de 1984, pág. 35. «Nicaragua:

A Church in Transition», CAM Bulletin, nº l, 1984, págs. 4-5.

291

{33} Paul Goepfert, «Nicaraguan Emergency Isn't Obvious, But 'War' Over the Churches is Bitter»,

Baltimore Sun, 12 de diciembre de 1985.

{34} «Cristianos Proponen un Frente Ecuménico», Barricada (Managua), 12 de junio de 1982.

Casco 1982:21-22. Centro Ecuménico Antonio Valdivieso 1982.

{35} Margaret Randall, citada por Belli 1984:194.

Los miskitos

La desconfianza de los sandinistas hacia los evangélicos estaba alimentada

por los eventos en la costa atlántica. Separada del resto del país por montañas y

selvas, la costa atlántica fue incorporada a Nicaragua en una fecha tardía. Incluso

en ese momento, la comunicación con los Estados Unidos era mucho más fácil que

con el gobierno de Managua. Gran parte de la población eran amerindios y negros

del Caribe, es decir criollos. Hablaban más inglés que español y tendían a referirse

a los latinos de la costa del Pacífico como colonizadores. Desde el principio, los

sandinistas se preocuparon por las tendencias separatistas de la región: aquí había

una contradicción que de seguro iba a ser explotada por los enemigos de la

revolución. [277]

Los criollos fueron los primeros en protestar, en octubre de 1980, contra el mal

manejo económico y la llegada de técnicos cubanos. Entre las sesenta y cinco

personas detenidas se encontraban líderes protestantes. En primera instancia,

Tomás Borge la llamó una conspiración sectaria. {36} Las iglesias protestantes tenían

tanta influencia en la costa atlántica que era muy probable que estuvieran

involucradas en cualquier evento significativo. La Iglesia Moravia, introducida por

misioneros alemanes en el siglo diecinueve, se había convertido en la principal

estructura de autoridad en las áreas remotas. Muy pronto se produjeron más

ecuaciones entre el protestantismo y la contrarrevolución, por una colisión entre los

sandinistas y las aspiraciones autonomistas del principal grupo nativo, unos cien mil

indígenas miskitos.

La resultante guerra indígena fue una prueba no sólo del comportamiento

sandinista hacia los protestantes, sino de las actitudes de la izquierda

latinoamericana hacia los pueblos nativos. A lo largo de América Latina, los

292

movimientos indígenas generalmente han encontrado sus aliados en la izquierda.

Pero estas alianzas han estado cargadas de tensión. Debido a que los indígenas

siempre han sufrido discriminación, tienden a organizarse en base a parámetros

étnicos y a insistir en la autonomía con respecto a las organizaciones de dirigencia

latina. Sin embargo, la mayor parte de la izquierda desconfía de categorizaciones

étnicas debido al potencial para dividir sus propias organizaciones de clase de

acuerdo a diferencias raciales. En el curso de una extensa discusión teórica sobre

esta contradicción, los sandinistas estaban entre los primeros marxistas

latinoamericanos con la oportunidad de superarlo. Todos, incluyendo a los mismos

sandinistas, reconocen que fracasaron. La opinión más generosa fue que estaban

aprendiendo por el camino duro de la experiencia.

Para defenderse de la intromisión norteamericana, los sandinistas deseaban

vincular a la costa atlántica a su estructura administrativa siguiendo los mismos

lineamientos que en el resto del país. Es decir, querían organizar a los protestantes

de habla inglesa en organizaciones «populares» o de «masa», es decir, de clase,

bajo gente leal al partido sandinista, la mayoría de ellos hispanos. De mala gana,

los sandinistas se sometieron a las demandas de los miskitos al aceptar una

asociación étnica, MISURASATA.{37} Cuando en 1980 los sandinistas lanzaron la

[278] cruzada de alfabetización en español, la nueva organización dirigió un boicot

hasta que se añadieron el miskito y el inglés. Al organizarse contra los burócratas

latinos del partido gobernante, MISURASATA rápidamente aumentó su influencia.

Cuando el Frente Sandinista tomó la decisión de ignorar a la organización

nativa al considerarla como ingobernable, los desacuerdos sobre el derecho a la

tierra condujeron a la guerra. {38} En discusión se encontraban las tierras

aparentemente baldías del este de Nicaragua, que los sandinistas deseaban abrir

para la colonización y producción, y sobre las cuales MISURASATA estaba

preparando una amplia demanda. MISURASATA también demandaba los derechos

a los minerales del subsuelo, los cuales, en América Latina, a diferencia de los

Estados Unidos, pertenecen al estado. Su plan parecía inspirado en el movimiento

indígena de los Estados Unidos, en donde grandes demandas basadas en tratados

de los siglos dieciocho y diecinueve sirven para regatear objetivos más modestos.

Para los sandinistas, sin embargo, tales tácticas sonaban a separatismo. En febrero

de 1981, después de la decisión de MISURASATA de organizar demostraciones

masivas para demandar el 31 por ciento del territorio nicaragüense, los sandinistas

293

arrestaron a todos los líderes de la organización. Cuatro miskitos y cuatro soldados

murieron cuando una patrulla trató de arrestar a un dirigente de MISURASATA

durante un servicio religioso en Prinzapolka. La población miskito se levantó en

desobediencia civil, los sandinistas respondieron con la fuerza, y la primera ola de

refugiados –jóvenes activistas políticos– cruzaron hacia la vecina Honduras. {39}

Esta es la cadena de eventos citada por los anti-sandinistas para demostrar

que la insurrección miskito fue indígena, el producto de la represión sandinista, en

lugar de ser una conspiración contrarrevolucionaria. Ordinariamente, sin embargo,

ocho muertes no llevan a la guerra. Para comprender cómo sucedió, debemos

analizar las fuerzas externas que buscaban el derrocamiento de los sandinistas. El

personaje clave fue Steadman Fagoth, uno de los líderes arrestados de

MISURASATA. Había sido puesto en libertad con la condición de que calmara a sus

agitados partidarios y que luego se fuera a estudiar en Bulgaria. En lugar de eso, el

impetuoso Fagoth escapó a Honduras, en donde unió fuerzas con los somocistas

que estaban siendo reorganizados por Washington. [279] A través de la radio,

comenzó a acusar a la Revolución Sandinista de genocidio. Sus cargos resultaron

ser falsos pero muchos miskitos los creyeron. Poco después, Fagoth era elogiado

como la mejor oportunidad del gobierno estadounidense para deshacerse de los

sandinistas.{40}

En los Estados Unidos, la derecha religiosa aclamaba a Fagoth como un

luchador cristiano por la libertad. Mientras tanto, sus asesinatos de compañeros

miskitos le consiguió la enemistad de otros insurgentes, hasta el punto de que su

propia organización llegó a repudiarle. Es posible que Fagoth se haya encontrado

en la planilla del gobierno estadounidense en una fecha temprana. De acuerdo a

otro disidente de la costa atlántica, un norteamericano le ofreció en marzo de 1980

un portafolio con 100.000 dólares para que convirtiera a su organización en un

frente separatista. Después de rechazar la oferta, afirma este nicaragüense, uno de

los compañeros de Fagoth le dijo que este último había aceptado el dinero. {41}

De todos modos, para noviembre de 1981, la Agencia Central de Inteligencia

se encontraba financiando a los contras de la Fuerza Democrática Nicaragüense y

a sus aliados miskitos.{42} En anticipación a tal alianza, los sandinistas habían

mantenido la represión contra el liderazgo restante de MISURASATA, la mayor

parte del cual también partió hacia Honduras. En diciembre, las incursiones desde

Honduras causaron la muerte de sesenta soldados y civiles nicaragüenses. Los

294

sandinistas denunciaron a los atacantes como ex-guardias nacionales de Somoza

pertenecientes al FDN: en realidad, parecen haber sido reclutas miskitos que se

disgustaron con el FDN, escaparon, y actuaron por su propia cuenta. {43} Al

interpretar las invasiones como un plan de la CIA, los sandinistas evacuaron a

8.500 miskitos de cuarenta y dos poblados a lo largo de la frontera hacia campos

de reubicación en el interior. Para negar comida y vivienda al enemigo, las fuerzas

sandinistas destruyeron todo, incluso los templos. Los evacuados no habían sido

consultados de antemano. Un número mayor de miskitos prefirió escapar hacia

Honduras, desde donde los insurgentes redoblaron sus ataques.

Notas

{36} 6 .«Atlantic Coast Disturbances Ring Alarm Bells in Managua», Latin America Weekly Review,

17 de octubre de 1980, págs. 7-8. «Security Jitters as Bluefields Sees Red», Regional Reports

(Mexico and Central America), 24 de octubre de 1980, págs. 2-3.

{37} Bourgois 1981:32-36 y Adams 1981a: 25, 55.

{38} entrevista a Armstrong Wiggins, «Colonialism and Revolution», Akwesasne Notes

(Rooseveltown, Nueva York: Mohawk Nation) 13(4), finales de otoño de 1981, págs. 4-15.

{39} Entrevista a Brooklyn Rivera, «Miskito Nation: Some Further Words», Akwesasne Notes 14(3),

principios de verano de 1982, págs. 18-20. Ohland y Schneider 1983: 18, 92-3, 171.

{40} Georgie Anne Geyer, quoted by Roxanne Dunbar Ortiz, «The Miskitu Case», Covert Action

Information Bulletin, Invierno de 1983, pág. 23.

{41} Entrevista del autor, Managua, julio-agosto de 1985.

{42} Saul Landau y Craig Nelson, «The CIA Rides Again», Nation (Nueva York), 6 de marzo de

1982, págs. 274-275.

{43} Jack Epstein y J. H. Evans, «Nicaragua's Miskito Move Based on False Allegations», National

Catholic Reporter (Kansas City, Missouri), 24 de diciembre de 1982, págs. 1, 22.

La toma de los templos

Entre los miskitos que dejaron el país se encontraban dos docenas de pastores

moravos. En Honduras, estos hombres utilizaron su autoridad espiritual y

295

experiencia administrativa para ayudar a que Steadman Fagoth dirigiera una

insurrección armada. Debido a que la mayor parte de sandinistas pertenecía a otra

región, cultura y religión, esta clase de provocación facilitó estereotipar a los

evangélicos como traidores a la patria. En marzo de 1982, el periódico del FSLN,

Barricada, denunció la «invasión de las sectas». {44} {**} En ese mismo mes comenzó

la guerra en el norte, cuando la FDN voló dos puentes importantes y los sandinistas

declararon su primer estado de emergencia.

En Chinandega, los catequistas católicos afirmaban que los familiares de los

ex-guardias nacionales pretendían ser pastores evangélicos para debilitar la

resistencia a las invasiones contra-revolucionarias. Según se decía, estos lobos

vestidos de ovejas pedían a la gente que no se uniera a la milicia sandinista; luego,

los ex-guardias llegaban para torturar y matar. {45} Algunas veces, se decía, tanto los

sermones como los ataques eran dirigidos por los mismos hombres. «Una enorme

cantidad de ex-guardias nacionales son ahora pastores evangélicos», declaró el

Comandante Luis Carrión sin ofrecer pruebas. Acusó a las sectas religiosas de

antipatía popular hacia la revolución. {46} Tomás Borge denunció a los Testigos de

Jehová, a los Mormones y Adventistas de Séptimo Día de recibir fondos de la CIA.{47}

A medida que aumentaba la retórica sandinista, las turbas vandalizaban

templos y amenazaban a sus miembros. Pocos días después de que Borge

denunció que «noventa y nueve sectas» habían invadido el país, los Comités de

Defensa Sandinista de un barrio de Managua ocuparon tres templos pertenecientes

a los Testigos de Jehová, a la Iglesia de Dios y a las Asambleas de Dios. De

acuerdo a Barricada, un pastor de las Asambleas había cometido el error de decir

al jefe local del CDS que tomara una queja contra un ruidoso culto al demonio. {48}

Nerviosamente, [281] el Comité Evangélico Pro-Ayuda al Desarrollo (CEPAD), trató

de explicar a los comandantes la diferencia entre sus denominaciones y «las

sectas». Los persuadió para que devolviesen los templos de las Asambleas de Dios

y de la Iglesia de Dios.{49} Desafortunadamente, entre los adventistas, un ayudante

mentalmente desequilibrado escogió este momento para dinamitar una torre de

energía, lo que proporcionó a los periódicos lo que parecía ser un claro caso de

sabotaje contrarrevolucionario.{50}

Cuando el 9 de agosto los Comités de Defensa Sandinista se tomaron más de

veinte templos adventistas, mormones, y de los Testigos de Jehová, los sandinistas

296

afirmaron que nadie dentro de su jerarquía era responsable. Decían, más bien, que

las masas populares estaban reaccionando contra el retraso teológico de los

grupos en cuestión.{51} Pero la verdad parece haber sido otra. Vecinos y jefes

barriales de CDS, algunos de ellos avergonzados por los asimientos, dijeron a los

evangélicos que la orden había llegado desde arriba, aparentemente de la

comandante de CDS Leticia Herrera, quien trabajaba junto a uno de los mejores

edificios tomados.{52}

Según un misionero bautista que participó en los diálogos resultantes

organizados por CEPAD, los sandinistas necesitaban orientación sobre la

comunidad evangélica. Era muy difícil para ellos distinguir entre las organizaciones

evangélicas hostiles a la revolución y aquellas que no lo eran. {53} Mientras los

comandantes y los eclesiásticos trataban de establecer una distinción mutuamente

aceptable entre la actividad contra-revolucionaria y la propagación del evangelio, el

presidente de la junta, Daniel Ortega, admitió que la toma de las iglesias no había

sido una actitud revolucionaria correcta. {54} El Comandante Bayardo Arce exhortó a

los coordinadores de CDS a refrenarse de perseguir, imponer tareas voluntarias,

tomar la propiedad, o negar los cupones de racionamiento de azúcar a los

ciudadanos que profesaban ideologías no revolucionarias. {55}

Las propiedades adventistas –nueve iglesias y un edificio de oficinas– fueron

devueltas, salvo su archivo y una caja fuerte que contenía varios miles de dólares.

Tres de las seis iglesias mormonas tomadas fueron devueltas ese mismo año,

además de una cuarta mucho después. En 1985, dos iglesias mormonas y tres

lotes todavía estaban en [282] manos de los sandinistas. «Prácticamente somos la

única iglesia que no se ha resistido a la conscripción militar», me dijo un oficial

mormón, mostrando cierta confusión. Una razón por la que la iglesia no pudo

recuperar toda su propiedad podría haber sido que se había negado a negociar a

través de CEPAD, basándose en el principio mormón de no colaborar con otras

organizaciones religiosas.

Los Testigos de Jehová fueron los más grandes perdedores: aparentemente,

no se les devolvió ninguno de sus templos. En 1985, un miembro recordaba la

ubicación de diecisiete salones del reino que habían sido clausurados o tomados

por las turbas. Yo encontré otras cuatro ubicaciones listadas en los informes de

prensa. De acuerdo a una pareja que me enseñó el título de propiedad de la

humilde construcción que había sido su salón del reino, las autoridades barriales

297

les habían informado que no se les devolvería porque la toma había sido un acto

político, no religioso o legal. Un abogado les costaría demasiado, me dijo la pareja.

Además, estaba contra sus principios el presentar litigios. Aún en donde los

Testigos tenían en sus manos los salones del reino, generalmente se confinaban a

reuniones pequeñas en sus casas.{56}

Notas

{**} Debido a que los estudios de CEPAD muestran un incremento de únicamente diez grupos para

el período de 1978-1981, la mitad de ellos divisiones de grupos existentes, tal vez Barricada

estaba malinterpretando el aumento de evangelismo de las iglesias establecidas.

{44} Alberto Reyes, «La invasión de las sectas», Barricada, 3 a 5 de marzo de 1982.

{45} Barricada, 11 y 12 de agosto de 1982.

{46} Xavier Reyes, «Las sectas y la contra», Barricada, 16 de julio de 1982.

{47} «Persecution of Protestant Groups», White House Digest (White House Office of Media

Relations and Planning), 29 de febrero de 1984, págs. 10-11.

{48} «Cmdte. Borge destapa: 99 sectas operan», Barricada, 16 de julio de 1982. «Ocupan Tres

Reductos de Sectas en Ciudad Sandino», Barricada, 22 de julio de 1982.

{49} «Entregan a CEPAD templos evangélicos», Barricada, 24 de julio de 1982.

{50} «Investigan a fondo atentado frustrado de 'pastor' contra», Barricada, 24 de julio de 1982.

«Presentan a 'pastor' metido a terrorista», El Nuevo Diario, 4 de agosto de 1982.

{51} «Protesta popular contra las sectas», Barricada, 11 de agosto de 1982. «Evangélicos en

diálogo con el Gobierno», La Prensa, 16 de agosto de 1982. «Grabación prueba que es verdad lo

que dijo La Prensa», La Prensa, 20 de agosto de 1982.

{52} Entrevistas del autor, Managua, julio y agosto de 1985.

{53} Entrevista del autor a Sheila Heneise, Managua, 29 de julio de 1985.

{54} «Pastores evangélicos dialogan con Gobierno», Amanecer, octubre de 1982, pág. 6.

{55} 7 de octubre de 1982, comunicado del Coordinador de la Comisión Política de la Dirección

Nacional FSLN a los coordinadores del CDS, con membrete de Bayardo Arce Castaño.

{56} Entrevistas del autor, Managua, julio y agosto de 1985.

298

La iglesia popular

La toma de varias docenas de edificios costó mucho a los sandinistas, tanto en

Nicaragua como en el exterior, debido a que contradecía su afirmación de respetar

la libertad religiosa. Los evangélicos conservadores decían que parte de la culpa se

debía a los líderes eclesiásticos que apoyaban la revolución, hombres que

supuestamente veneraban a los sandinistas más que a Dios y que estaban

erigiendo una «iglesia popular» separatista y apóstata. Algunos cristianos pro-

sandinistas evitaban aquella expresión: se referían a sí mismos como el sector

revolucionario de la iglesia y negaban cualquier intento de dividirla.

La iglesia revolucionaria se originó en los largos años de conspiración contra la

dictadura de Somoza, cuando los sandinistas deseaban tener frentes religiosos por

la admirable cobertura que proporcionaban. {57} Se debe recordar que, en aquel

tiempo, la política de oposición era necesariamente conspiratoria. A pesar de que

los sandinistas incorporaron a los cristianos en sus filas, es posible que no

hubiesen logrado la [283] síntesis cristiano-marxista de la que más tarde se

vanagloriaron. Aún si su base popular mantenía una fe vital y tradicional, este

atributo parecía desaparecer en la jerarquía del FSLN. {58}

Una vez que los sandinistas tomaron el poder, sus aliados cristianos

organizaron varios centros de estudio y organizaciones profesionales –el Centro

Ecuménico Antonio Valdivieso, la Asociación Nacional de Pastores Evangélicos de

Nicaragua (ANPEN), la Comisión Evangélica para la Promoción de la

Responsabilidad Social (CEPRES), y el Eje Ecuménico– para defender a la

revolución de la reacción religiosa, en Nicaragua y en el exterior.

Por el lado católico, el ala sandinista de la Iglesia podía reclamar cierto número

de comunidades eclesiales de base. Sin embargo, los líderes de base tendían a

ascender hacia responsabilidades mayores en el aparato político sandinista, lo que

determinó que algunas comunidades declinaran. {59} En cuanto al clero católico, de

un 15 a un 25 por ciento apoyaba la revolución. {60} Como cabeza visible de la iglesia

popular quedaron las varias organizaciones en Managua, conformadas por

profesionales eclesiásticos que vivían de las donaciones de organismos

ecuménicos de Europa Occidental y América del Norte. Además de representar a

Nicaragua en el exterior, recibían a delegaciones del extranjero, trataban de

299

organizar a los cristianos para apoyar la revolución y citaban las escrituras en

contra de sus enemigos.

Un desafío para estos grupos era la realización de «seminarios» anti-

sandinistas fuera del país, especialmente en Costa Rica. {61} Los eventos estaban

organizados por agencias basadas en los Estados Unidos, a menudo con evidentes

prejuicios políticos, como el Evangelismo Mundial Morris Cerrullo y las Misiones

Trans Mundiales. En el caso de la Cruzada Cristiana Anti-Comunista, sus equipos

pastorales se especializaron en despliegues macartistas para las fuerzas de

seguridad centroamericanas, así como también para el público evangélico. {62} Las

conferencias más inquietantes, sin embargo, eran para los pastores nicaragüenses,

invitados temporalmente fuera del país para aumentar su fortaleza cristiana. En el

caso de Puertas Abiertas con el Hermano Andrés, sus «Seminarios para la

Victoria» en Costa Rica se centraban en cómo asegurar la supervivencia de la

iglesia bajo la persecución comunista. [284] Aquello incluyó referencias a la

fundación de iglesias subterráneas {63}, lo cual fue interpretado por los sandinistas

como un intento de emprender un movimiento político clandestino.

Junto con el problema de los seminarios se encontraba otro programa dirigido

desde Costa Rica, para complementar los salarios de los pastores nicaragüenses

quienes, como todos, sufrían por la inflación. Ahora que las misiones habían

partido, y dejado a los pastores bajo sus propios recursos, ¿se iban a arruinar

décadas de esfuerzo al permitir que las penalidades los alejasen de sus

responsabilidades espirituales?{64} En 1983, seiscientos pastores –cerca del 40 por

ciento del total del país– recibían subsidios algo misteriosos del otro lado de la

frontera. A pesar de que la cantidad de dinero era pequeña –5.000 dólares

mensuales– aún si se la dividía unas seiscientas veces, ésta podía duplicar el

salario de un pastor. John Kessler, el misionero que administraba el programa

desde Costa Rica, se mostraba abiertamente anti-sandinista, pero incapaz de

divulgar la fuente de donde provenía el dinero, lo que levantó mayores sospechas.{65}

En Nicaragua, la iglesia pro-sandinista se enfrentaba con un enemigo evasivo.

Los conservadores expresaban su desaprobación del gobierno sandinista con

lenguaje apocalíptico y llamados al arrepentimiento. Mientras tanto, basándose en

el pensamiento marxista sobre la ideología y la polarización de clase, los cristianos

revolucionarios estaban convencidos de que ningún grupo o acción era

300

políticamente neutral. Por consiguiente, el no apoyar a la revolución significaba

oponérsela. Lo que podría parecer escapismo espiritual, afirmaban, era realmente

un intento de apuñalar a la revolución por la espalda. Para probarlo, señalaban un

«discurso camuflado» detrás del lenguaje espiritual de los conservadores.

Algunas enseñanzas conservadoras –«el verdadero cristiano no está a la

izquierda ni a la derecha, sino al centro con Jesucristo»– conllevaban un mensaje

bastante claro. Los conservadores también predicaban que «no se puede servir a

dos amos», es decir, a la revolución y a Cristo. Después de haber pedido a sus

rebaños que se mantuviesen lejos del «mundo», ahora ampliaban el significado

«mundo», desde fumar, beber, y otros vicios hasta abarcar el sandinismo. Pero si

los sandinistas eran tan [285] mundanos, ¿por qué los conservadores nunca habían

condenado lo mundano de la dictadura de Somoza? {66}

Los partidarios sandinistas culpaban a la influencia del entrenamiento teológico

norteamericano por tales actitudes. Era cierto que, de las 1.800 congregaciones

evangélicas en Nicaragua, se pensaba que de mil a mil quinientas estaban, de una

u otra forma, afiliadas a la Asociación Nacional de Evangélicos en los Estados

Unidos.{67} Décadas de adoctrinamiento anticomunista habían sentado una cierta

base.

No obstante, los estallidos militantes del Frente Sandinista no parecían dejar a

los conservadores otra opción que oponerse a la revolución. De acuerdo a un

pastor, cuando criticó a la televisión por alejar a la gente del Señor, las autoridades

le dijeron que estaba predicando contra el sistema de transmisión estatal y su

programación revolucionaria.{68} Ahora, si un pastor no podía estallar contra la caja,

¿contra qué podía predicar? Así era cómo los ataques en el camuflado discurso

contra-revolucionario parecerían convertirse en ataques contra el mismo

evangelismo. Si los evangélicos insistían en una dimensión espiritual lejos de la

política y aquello era inevitablemente escapista, como parecían afirmar los

militantes sandinistas, ¿no era entonces la salvación de las almas inherentemente

contrarrevolucionaria?

De acuerdo a los conservadores evangélicos, los cristianos revolucionarios

estaban estimulando a los sandinistas para que los considerasen como una

amenaza, dejándolos cada vez menos espacio para practicar su fe. «Este es el

lugar para estudiar la teología de la liberación», decía un conservador pocos meses

301

antes de dejar el país. «Porque aquí no es solamente un plan, aquí se la ha llevado

a cabo. ¿Qué han resultado ser su gente? Han resultado ser agentes de seguridad

del gobierno.»

«La disputa es sobre qué es un cristiano», continuaba. «Lo definen

detalladamente en sus documentos. Si no calzas, eres una secta, alienante,

diversionista. Actualmente, decir que eres un sandinista en una iglesia evangélica

es casi decir que no eres un cristiano. Hace cinco años, un soldado sandinista en

una iglesia era igual que un soldado que pertenecía a cualquier ejército en la

iglesia. Pero ya no es así, desde que empezó la persecución en 1981.» {69}

Notas

{57} Randall 1983:165-166.

{58} Para la gama de posiciones, véanse las entrevistas realizadas a los cristianos revolucionarios

por Margaret Randall (1983) y Teófilo Cabestrero (1986).

{59} Dodson 1986:47-48.

{60} Berryman 1984: 231, 265-266.

{61} «Evangélicos denuncian un plan diversionista de CIA», Barricada, 2 de julio de 1983.

{62} Véase la hoja informativa Christian Anti-Communism Crusade (Long Beach, California),

diciembre de 1983 a 1985.

{63} 20 de mayo de 1981, circular para obtener fondos, Open Doors With Brother Andrew –Puertas

Abiertas con el Hermano Andrés–, además de Huntington y Domínguez 1984:30. Véase también

Pit 1981:65-76, González 1983:180-181, y Kietzman 1985:56-57.

{64} Entrevista del autor a John Kessler, San José, Costa Rica, 9 de julio de 1985.

{65} Huntington y Domínguez 1984:29-30.

{66} Entrevista del autor a Carlos Escorcia y Miguel Angel Casco, Centro Ecuménico Antonio

Valdivieso, Managua, julio-agosto de 1985.

{67} Beth Spring, «Tensions Between Church and State in Nicaragua Pose Dilemnas for U.S.

Christians», Christianity Today, 6 de septiembre de 1985, pág. 54-77.

{68} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

302

{69} Entrevistas del autor, Managua, julio-agosto de 1985.

Servicio militar patriótico

Aunque los sandinistas cristianos fuesen tan inteligentes como la serpiente y

gentiles como la paloma, la cruel realidad de la revolución y de la contrarrevolución

los colocaba en una posición difícil y antipopular. La inflación, el racionamiento, y el

colapso del poder adquisitivo, no eran las únicas razones por las que los

evangélicos se indisponían frente a la revolución. También existía el Servicio Militar

Patriótico. Evadir al servicio militar en el siglo diecinueve había constituido una

verdadera técnica de supervivencia en Nicaragua, ya que los rivales políticos

despoblaron de hombres al sector rural para que tomen parte en sus interminables

guerras civiles. En la década de 1850, se dice que el filibustero norteamericano

William Walker obtuvo una breve popularidad entre los pobres porque, a diferencia

de la élite nicaragüense, únicamente tomó a voluntarios. {70} Ahora, con las

necesidades militares de la Revolución Sandinista, el pacifismo inundaba las

iglesias.

Era fácil detectar una nota hipócrita en este despertar moral. Muy pocas

denominaciones protestantes en América Latina se han preocupado por la moral de

la guerra. Los pacifistas consecuentes –oponentes a toda violencia– eran tan raros

como los budistas. En los conservadores brotó una conciencia antiguerra, utilizando

textos bíblicos como «no matarás» para pedir a los jóvenes que no se sometiesen

al servicio militar sandinista y excluir a aquellos que lo hacían. {71} Dos grupos

tradicionalmente comprometidos con el pacifismo fueron los primeros en sufrir por

este giro teológico. En marzo de 1982, a veinte y cinco misioneros menonitas se les

dio veinticuatro horas para abandonar el país, antes de ser indultados en el

aeropuerto.{72} Nueve Testigos de Jehová extranjeros fueron deportados por poner

en peligro la defensa nacional.{73}

El campo de batalla en 1981-1982 era la milicia sandinista. Supuestamente

ésta era una institución voluntaria. No obstante, si el Frente Sandinista local decidía

que necesitaba aumentar las fuerzas para defenderse de los ataques de los contra,

aplicaba el peso de su presión, reforzado por la opinión mayoritaria de la

comunidad. De acuerdo a una misionera bautista norteamericana, Sheila Heneise,

se hablaba menos sobre el pecado de llevar un rifle a medida que aumentaban las

303

atrocidades de los contra. A partir de la declaración de la conscripción militar [287]

en septiembre de 1983, el sentimiento pacifista se puso al frente. No se podía

culpar a los misioneros norteamericanos de derecha por la oposición al servicio

militar, pensaba Heinese, porque los mismos sentimientos eran fuertes en iglesias

sin ellos.{74} Por corto tiempo, existieron exenciones, caso por caso, para objetores

de conciencia. Pero tantos dieron un paso adelante que las excepciones se

restringieron a seminaristas, lo que produjo un auge de inscripciones en los

seminarios. Para aquellos que no tenían la buena fortuna de servir a Dios en esta

manera, el último recurso era el servicio alternativo dentro del ejército –esto es si

se podía arreglar con comandantes locales, algunos de los cuales no gustaban de

la idea–. Los pastores conservadores que detestaban a los sandinistas, hombres

con una alta opinión de los Estados Unidos, se encontraban impotentes mientras

sus jóvenes partían en uniforme sandinista. Sabían que algunos regresarían en

cajones después de enfrentarse a las fuerzas insurgentes apoyadas por los mismos

Estados Unidos.

«No, no somos pacifistas», me dijo un líder de las Asambleas de Dios. Por

tanto, si su iglesia no objetaba la conscripción militar en El Salvador, Honduras y

Guatemala, ¿por qué aquí? «Porque es para una guerra ideológica... para imponer

el comunismo», explicaba. La objeción era «por la ideología, no por el servicio

militar en sí.» Según los sandinistas, aquellos pastores eran los responsables de

que miles de jóvenes escapasen hacia Honduras y Costa Rica. Pero este líder de

las Asambleas negó que su denominación estuviera impulsando a los jóvenes a

dejar el país. Las Asambleas pueden no gustar de la ley, decían él y un colega,

pero su iglesia la estaba obedeciendo. Además, decían, se necesitaba a la juventud

de edad militar para que testificase de su fe dentro de Nicaragua. {75}

De lo que las organizaciones evangélicas pro-sandinistas carecían, y se hizo

evidente a medida que avanzaba la revolución, era de base popular. El Eje

Ecuménico fue el ejemplo más evidente: sus líderes habían figurado entre los

jóvenes bautistas expulsados de sus iglesias en los años sesenta debido a sus

contactos con el proscrito Frente Sandinista. Encontraron un hogar en las

organizaciones del Consejo Mundial de Iglesias, como el Movimiento Estudiantil

Cristiano (MEC) y la Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana

(CELADEC).{76} Después de que los sandinistas tomaron el poder, el Eje afirmó que,

304

[288] bajo liderazgo sandinista, sus miembros habían luchado por la liberación

nacional durante quince años.{77}

«Cuando existía un problema en Nicaragua», recuerda un pastor del Eje

Ecuménico, «éste partía para Europa con un plan y visitaba a las agencias para

solicitar dinero». Mientras tanto, en Nicaragua, la organización se identificaba con

los sandinistas de manera inflexible, como si los evangélicos debieran aclamar al

FSLN como a su vanguardia espiritual. Cuando los sandinistas se tomaron las

iglesias en 1982, el delegado del Eje para el Consejo de Estado emitió una

advertencia. Si los grupos religiosos no obtenían sus papeles de incorporación bajo

los auspicios de su organización, ésta no podría certificar su integridad. Es decir,

serían sospechosos de tendencias contrarrevolucionarias. {78} A mediados de 1985,

el Eje había alienado a todos los evangélicos de derecha a izquierda y se

encontraba moribundo.

Otras bajas eran un puñado de pastores pro-sandinistas de las Asambleas de

Dios, una de las denominaciones más grandes del país y también la más

desafiantemente anti-sandinista. En febrero de 1984, las Asambleas suspendieron

a dos de los hombres por defender a la revolución en una publicación. Su crítica de

los evangélicos «apolíticos» no había sido bien recibida por los líderes de la

denominación, quienes la interpretaron como un ataque personal. {79} Otro hombre

de las Asambleas fue también expulsado, después de que trató de mediar. {80}

«Al verdadero cristiano no le gusta vincularse con la política», me dijo un

pastor de las Asambleas. «Si vemos a un pastor salir de la iglesia para unirse a una

marcha, sabemos que no es realmente un cristiano.» A pesar de que los miembros

tenían libertad para unirse ya fuera a los sandinistas o a los contras, como ellos

quisieran, me aseguró otro miembro de las Asambleas que él tenía dudas sobre si

era posible ser un buen sandinista y un buen cristiano. {81} Estos hombres sentían

que era un pecado mezclar la religión con la política. No obstante, si apoyar a la

revolución era algo político, resistirse a ésta no lo era. En cuanto a los pastores

pro-sandinistas, tenían una estimación pesimista de su apoyo al interior de las

Asambleas. Admitieron que éste era casi nulo. [289]

Los evangélicos no eran un bloque monolítico anti-sandinista, como afirmaban

algunos conservadores. Por un lado, existían sectores agradecidos por los logros

revolucionarios, en lo que se refiere a redistribución de tierras y otras reformas

305

sociales.{82} Por otro, la separación de la revolución no significaba, necesariamente,

apoyo a la oposición: mientras los sandinistas podrían no haber sido muy populares

en 1985, los evangélicos tendían a considerar que los contras eran demasiado

brutales como para ser una alternativa. Esta posición separatista también podía

significar temor a las consecuencias de ser identificados con los sandinistas, debido

no sólo a las incursiones de los contras, sino también a la posibilidad de una

invasión estadounidense seguida por represalias masivas.

En Managua, el número de personas que los evangélicos revolucionarios

podían atraer a sus funciones disminuyó. Para reemplazar a los evangélicos

nicaragüenses que ya no llegaban como antes, se encontraban amigos del

extranjero, delegaciones de clase media de iglesias progresistas de los Estados

Unidos y Europa. Debido a que la revolución demandaba mayores sacrificios, los

evangélicos que se habían unido a la celebración nacional tras la caída del régimen

de Somoza estaban regresando a su antigua abstención de la política. ¿Cuál había

sido el error? Tras la política agitadora, generadora de expectativas de un partido

revolucionario en busca del poder, los evangélicos pro-sandinistas se encontraron

atrapados en la política de austeridad y sacrificio, de disciplina y control de un

partido revolucionario defendiendo al poder. {83} Cuando los evangélicos

revolucionarios reaccionaron contra la tradición evangélica al considerarla como

alienante, su mensaje parecía menos espiritual que político, en la forma de

llamados constantes a favor de la revolución, de los cuales la población ya recibía

una dieta completa por parte del mismo Frente Sandinista. {84} Al tratar de defender a

una revolución bajo asedio, se colocaron a sí mismos bajo asedio.

Notas

{70} Carr 1963:127, 209.

{71} «Mediation Resolves Conflicts Over Draft», Newsletter (CEPAD), enero de 1986, págs. 3-4.

Pablo Vander Harst, «Los evangélicos nicaraguenses: ser cristiano entre cuatro paredes»

[manuscrito mecanografiado], Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, 20 de junio de 1985.

{72} Subcommittee on Security and Terrorism 1984:151-152 y entrevista del autor, Managua,

agosto de 1985.

{73} «Expulsados diez 'Testigos' diversionistas», Barricada, 22 de marzo de 1982.

{74} Entrevista del autor, Managua, 29 de julio de 1985.

306

{75} Entrevistas del autor, Managua, agosto de 1985.

{76} Centro Ecuménico Antonio Valdivieso 1982. Torres 1981:43-46.

{77} La petición del Eje para recaudar fondos está citada en Institute on Religion and Democracy

1984b:8. Véase también «Nicaragua: Different Perspectives on Church and State», Pulse

(Wheaton, Illinois: Evangelical Missions Information Service), noviembre de 1982, págs. 5-7.

{78} «Comunicado del Eje Ecuménico: ¡Sectas deben legalizarse!» El Nuevo Diario, 30 de julio de

1982.

{79} Centro Ecuménico Antonio Valdivieso 1984. Comisión Evangélica de la Responsibilidad Social

(CEPRES), «Cada oveja con su pareja», El Nuevo Diario, 29 de septiembre de 1983.

«Sospechosa la 'Cruzada' evangélica», El Nuevo Diario, 4 de febrero de 1984, pág. 1. Véase

también Marvin Antonio Guevara G., «Coincidencias de las Asambleas de Dios y la

Administración Reagan», El Nuevo Diario, 18 de junio de 1984.

{80} «Declaración de CEPRES ante el juicio iniciado a uno de sus miembros», El Nuevo Diario, 6

de marzo de 1984. Miguel Angel Casco G., «Las Asambleas de Dios en Nicaragua», El Nuevo

Diario, 29 de junio de 1984.

{81} Entrevistas del autor, Managua, agosto de 1985.

{82} Para una caracterización de los evangélicos de base con una visión generalmente favorable

sobre la revolución, véase el estudio comparativo de Roger Lancaster (1986:177-216) sobre

religiosidad popular, teología de la liberación y protestantismo evangélico en algunos barrios de

Managua.

{83} Colburn 1984.

{84} Belli 1985:177.

La batalla de los pastores

Un miembro inquieto del sector sandinista de la iglesia era el Comité

Evangélico Pro-Ayuda al Desarrollo (CEPAD). Esta organización

pandenominacional defendía a la revolución, pero seleccionaba a lo que apoyaba,

en deferencia a los muchos conservadores a quienes [290] supuestamente

representaba. El Frente Sandinista no confiaba plenamente en él: en 1985, un

miembro del directorio fue detenido durante tres días en las Islas Solentiname

307

porque la esposa del comandante local lo encontró sospechoso de actividades

contra.{85} Sin embargo, a medida que los evangélicos revolucionarias perdían

apoyo, los sandinistas comenzaron a dirigirse a CEPAD para mediar en asuntos

como la toma de iglesias, la Costa Atlántica y el servicio militar. Cuando los

evangélicos sufrían abusos, CEPAD presentaba su demanda.

El objetivo original de la agencia era el auxilio y el desarrollo, no representar a

las más de setenta denominaciones del país. La idea de que el CEPAD podría

servir como un consejo de iglesias era un anatema para los conservadores, muchos

de los cuales nunca habían confiado en éste. No les complacía el liberalismo de

sus patrocinadores extranjeros, ni su intento por infundir nuevas ideas como

llevarse bien con los católicos, ni su énfasis en la obra social más que en el

evangelismo. ¿No estaba todo este discurso sobre el desarrollo alejando la

atención de la salvación de las almas? Bajo la dictadura de Somoza, sin embargo,

los conservadores se encontraban demasiado ocupados en sus disputas mutuas

como para encontrar una alternativa.

Mientras tanto, las más o menos cuarenta denominaciones de CEPAD y sus

nexos con veinte más, la hacía funcionar como un consejo de iglesias. Aquella

tendencia estaba reforzada, en primer lugar, por las emergencias de la

insurrección, y luego por el deseo sandinista de tratar con una sola entidad en lugar

de hacerlo con una denominación tras otra. Debido a que las iglesias miembros

afirmaban representar al 80 por ciento de los evangélicos de Nicaragua, CEPAD

parecía ser la organización más representativa. No así de acuerdo a un rival

organizacional, el Consejo Nacional de Pastores Evangélicos de Nicaragua

(CNPEN). Al afirmar que representaba a 520 pastores en 1985, el CNPEN tampoco

era un consejo de iglesia; más bien, era una asociación de profesionales religiosos,

un gremio. Pero sostenía representar a una mayoría de los 1.600 pastores del país,

por lo menos en espíritu, y con dicha base a la mayoría de los evangélicos

nicaragüenses.

En agosto de 1981, el mismo CEPAD había auspiciado la formación de

CNPEN, como parte de sus incesantes esfuerzos por apaciguar a [291] los

conservadores que desconfiaban de la revolución. Una vez provistos con su

plataforma, los líderes anti-sandinistas del nuevo consejo de pastores procedieron

a declararse tanto apolíticos como antiecuménicos. Pero su subsidio de CEPAD

terminó antes de lo previsto y, en 1983, se encontraban en bancarrota y yéndose a

308

pique. Mientras los miembros disgustados abandonaban el barco, el consejo del

CNPEN en Managua decidió hacer un último intento, al organizar la primera

cruzada pandenominacional del país desde la campaña de 1975 de Luis Palau.

El evangelista invitado era Alberto Mottesi. En la conferencia de prensa con la

que se inauguró su campaña «Nicaragua '84», de una semana de duración, se

rehusó a condenar a la guerra del gobierno estadounidense contra los sandinistas.

«La verdadera iglesia», declaró, «no va a embanderarse con ninguna corriente.» {86}

La pequeña y pro-sandinista Asociación Nacional de Pastores Evangélicos lo

denunció como evasivo y cobarde.{87}

Pero el desprecio de Mottesi hacia la política provocó un gran entusiasmo entre

la multitud. «Pueden pensar que el mundo tiene la respuesta a sus problemas»,

predicaba. «Pero yo les digo que La Habana no tiene la respuesta. Moscú no tiene

la respuesta. Y Washington no tiene la respuesta. ¡Jesucristo es la única respuesta!

Sólo Él puede cambiar sus vidas y darles paz.» {88} La asistencia no tenía

precedentes para un evento evangélico, lo que consagró el nombre del CNPEN

como una organización. La campaña de Mottesi también empezó a consagrar el

nombre del grupo en los Estados Unidos, ya que fue publicitada como un triunfo

sobre la persecución religiosa sandinista. Lo que los organizadores interpretaban

como una persecución políticamente motivada –restricciones en la publicidad, un

cambio de local a última hora debido a razones de seguridad, un corte de energía

eléctrica, una demora en la transmisión de radio– permitió que el CNPEN se

presentase como un resuelto defensor de la libertad religiosa.

Una razón para las dificultades del CNPEN con la burocracia sandinista era su

falta de personalidad jurídica. A pesar de tener muchos más miembros que la

asociación de pastores pro-sandinista, su aplicación había sido abandonada por el

Eje Ecuménico en el Consejo de Estado. {89} Sin sus papeles legales, la organización

de pastores se veía, [292] con frecuencia, forzada a solicitar a su rival CEPAD que

intercediese con las autoridades. La falta de papeles legales también significaba

menos protección del Ministerio de Justicia, particularmente de la División de

Asociaciones Civiles –una nueva oficina con discreción para demandar informes e

imponer requisitos sobre las organizaciones que sospechaba tenían tendencias

contrarrevolucionarias–. Un mes después de la cruzada de Mottesi de enero de

1984, la División de Asociaciones Civiles informó al CNPEN que había sido

cancelado como organización.{90}

309

Más citaciones al Ministerio de Justicia surgieron de una revelación del

Congreso Norteamericano sobre América Latina (NACLA), con base en Nueva

York, sobre los vínculos entre los evangélicos centroamericanos y la derecha

religiosa en los Estados Unidos. Los líderes antisandinistas de CNPEN

entrevistados por NACLA fueron interrogados sobre los mismos puntos por las

autoridades sandinistas.{91} Sin embargo, con la aproximación de las elecciones

nacionales en noviembre de 1984, los sandinistas cambiaron de táctica. Cuando las

torturas burocráticas de siempre amenazaron con suprimir la celebración anual del

Día de la Biblia, la Comandante Dora María Tellez tomó a los afligidos

organizadores bajo su manto protector. Incluso ofreció obtener la tan esperada

personería jurídica. En los Estados Unidos, sin embargo, los patrocinadores

derechistas del CNPEN pintaron a la marcha apoyada por los sandinistas como otro

triunfo sobre la persecución religiosa sandinista. {92} Cuando un pequeño grupo de

partidarios sandinistas trató de unirse a la manifestación del CNPEN con consignas

como «La Biblia Condena la Agresión Imperialista», los evangélicos antisandinistas

rompieron sus banderas y panfletos, y las dos facciones estuvieron a punto de

llegar a los golpes.

Nada preocupaba más a los directores del CNPEN que su distanciada

organización matriz, tal vez debido a que CEPAD todavía podía afirmar que

representaba a los mismos evangélicos que el consejo de pastores creía

representar. Lo que es aún peor, los sandinistas habían hecho de CEPAD su

intermediario preferido, lo que garantizaba varios tipos de problemas. En primer

lugar, presionados para probar que los evangélicos apoyaban la revolución, CEPAD

realizó más declaraciones pro-sandinistas de lo que le habría interesado en caso

contrario. Incluso cuando organizaba sesiones evangélicas de quejas con los

comandantes, [293] la prensa oficial únicamente reportaba los elogios rituales para

el Frente Sandinista, los exaltaba con el nombre de CEPAD, y minimizaba las

objeciones presentadas. «Queremos más respeto para el uso de la palabra 'pueblo

evangélico'», me dijo un líder de CNPEN. «No más afirmaciones políticas que

impliquen a los evangélicos en lo que no están apoyando.» {93}

En segundo lugar, representar a los evangélicos también significaba

convertirse en un transmisor de las demandas sandinistas. El enlace de CEPAD

entre el gobierno y las iglesias era Sixto Ulloa, un obrero bautista de desarrollo,

elegido como congresista sandinista en 1984. Sixto había rescatado a muchos

310

conservadores de las autoridades. Sin embargo, desconfiaban totalmente de él. Si

no se dirigían a Sixto o no estaban asociados con CEPAD, se quejaban los

conservadores, los sandinistas no los escucharían. «Es una especie de

domesticación», insistía un pastor. «Si queremos algo, que vaya al CEPAD y al

Sixto, quien es dueño y señor de todo el campo evangélico. Es similar a la Oficina

de Asuntos Religiosos en Cuba, la misma política de monopolización.» Los

conservadores afirmaban que CEPAD estaba llevando a cabo el plan de Fidel

Castro para las iglesias evangélicas –la absorción– en una forma más eficiente que

cualquier burocracia gubernamental. «Inscríbase con CEPAD», decía un misionero

norteamericano, «y terminará siendo utilizado como un sello de caucho.» {94}

Detrás de las quejas de que CEPAD se había vendido a los sandinistas, se

encontraba una tercera objeción, de la clase que se monta en contra del poder de

patrocinio de cualquier organización bien financiada en un país pobre. «CEPAD es

como el ayuntamiento», afirmaba un crítico. «Puedes pelear contra él, pero no vas

a ganar». Con un presupuesto de alrededor de dos millones de dólares en 1985,

más todo lo que llegaba como ayuda de emergencia, era la única fuente de ayuda

financiera para la mayoría de las iglesias. Esto provocó bastante envidia. A

mediados de 1985, el CNPEN insinuaba escándalos logísticos y afirmaba que era

él quien debería administrar el dinero, aunque ni siquiera contaba con un aparato

administrativo.{95}

«Algunas veces somos un poco egoístas», explicaba un pastor Matagalpa que

pertenecía tanto al CNPEN como a CEPAD. [294] «La idea del CNPEN es que la

ayuda debe ir hacia los evangélicos.» Con más precisión, el consejo de pastores

pensaba que el dinero debía ser canalizado a través de sus miembros, un

sentimiento enaltecido por el creciente auxilio para los refugiados de la guerra, del

cual los pastores veían muy poco. «Somos la denominación más grande aquí», me

dijo un líder de las Asambleas de Dios, «y creemos que hemos hecho mucho por

CEPAD. Pero éste hace cosas injustas. Por ejemplo, pedimos a CEPAD que

ayudara a los pastores de Ciudad Sandino. Algunos están sobreviviendo con

salarios de hambre, tan bajos como 4.000 córdobas mensuales (alrededor de seis

dólares en 1985). Van de un lado a otro casi sin zapatos. Pero sólo nos entregaron

un montón de chompas, que ni siquiera necesitamos [debido al clima tropical]. Así

que nos dimos cuenta de que, mientras CEPAD ha realizado grandes obras para

311

las comunidades no evangélicas, proporcionándoles millones de pesos, el dinero

debía ser para nosotros.»

En el asunto se implicaba algo más que quién llegaría a conducir jeeps

importados. CEPAD contrataba a sus empleados para la competencia, no para la

teología, lo que significaba que muchos de ellos –católicos y protestantes liberales–

podían ser acusados de violar las pautas evangélicas. «Existe mucha liberación en

este sentido», admitió un funcionario de CEPAD, invocando a los teólogos

alemanes, que fumaban pipa y bebían cerveza. A pesar de que la agencia distribuía

algunos abastecimientos de auxilio a través de los pastores, administraba la mayor

parte sin criterios religiosos. Para asegurarse de que la ayuda no se utilizase para

presionar a la conversión, dejó la salvación de las almas a cargo de las iglesias.

Tales políticas hacían que CEPAD se asemejara a un organismo ecuménico, a

pesar de que eludía aquel término y de que sus iglesias miembros permanecían

firmemente entregadas al evangelismo. Según los opositores conservadores,

CEPAD utilizaba el dinero ecuménico de los Estados Unidos y de Europa para

comprar a sus miembros.

Además del consejo rebelde de pastores, otro índice de la presión contra

CEPAD era la protesta conservadora dentro de la Convención Bautista. Aquella era

la afiliación de la mayoría de líderes de CEPAD, quienes habían convertido a su

denominación en la que más se identificaba con la revolución. Ahora, se

enfrentaban a una rebelión por parte [295] del sector conservador de su pastorado.

Durante una sesión a la que asistieron sesenta bautistas disidentes en julio de

1985, hubo quejas en contra de las declaraciones antiimperialistas que los líderes

de la denominación estaban acostumbrados a realizar. Otra problema era el

seminario bautista, al cual los conservadores acusaban de ser partidario de la

teología de la liberación y del ecumenismo. ¿No lo había visitado un teólogo radical

de México? ¿No admitió a cinco estudiantes de la Iglesia Católica? {96}

Un tercer índice de la presión contra CEPAD eran las Asambleas de Dios. Las

Asambleas constituían el baluarte principal del rival consejo de pastores. Al ser la

denominación evangélica más grande del país, su dimisión de CEPAD era un rumor

perpetuo. Pero las Asambleas permanecían y, ya sea por convicción o por

necesidad, muchos pastores del CNPEN continuaban trabajando con CEPAD. En

Matagalpa y Jinotega, una zona fuerte de las Asambleas de Dios, la oficina local de

CEPAD afirmaba estar trabajando con 180 de los 300 pastores del área. En la

312

vecina oficina de Jinotega, el presidente de CEPAD era el vicepresidente del

CNPEN, y el presidente del CNPEN era el vicepresidente de CEPAD. Las directivas

enteras de las dos organizaciones en Jinotega eran, supuestamente, idénticas. {97} A

pesar de lo polarizado que podía ser el liderazgo evangélico en Managua, muchos

pastores en el sector rural parecían tener un pie en cada lado.

Notas

{85} Notas del autor, asamblea de CEPAD, 15 de agosto de 1985.

{86} «Señala Evangelista Alberto Montessi (sic): el mayor compromiso del cristiano es con Cristo»,

La Prensa, 24 de enero de 1984.

{87} «Sospechosa la 'Cruzada' evangélica», El Nuevo Diario, 4 de febrero de 1984, pág. 1.

{88} Rafferty 1984.

{89} Entrevista del autor a Sixto Ulloa, Managua, 5 de agosto de 1985.

{90} Rafferty 1984.

{91} Huntington y Domínguez 1984, fragmentos publicados en El Nuevo Diario, 26-29 de marzo de

1984. Kate Rafferty, «A Cry for Prayer», Open Doors, septiembre-octubre de 1984, págs. 14-15.

Entrevistas del autor en Costa Rica y Nicaragua, julio-agosto de 1985.

{92} Institute on Religion and Democracy 1985.

{93} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{94} Entrevistas del autor, Managua, julio y agosto de 1985.

{95} «Presionan para que CEPAD retorne al camino original», La Prensa, 6 de junio de 1985.

«CEPAD aclara un mar de calumnias», El Nuevo Diario, 12 de junio de 1985.

{96} «Para grupos de trabajo y deliberación en asamblea» [mecanografiado de siete páginas],

Hermanos Bautistas de Reflexión Cristiana, 30 de julio de 1985.

{97} Entrevistas del autor a Pedro Antonio Aguirre de CEPAD y Anastasio Martínez, Misión

Pentecostal de Iglesias Cristianas, Matagalpa, 14 de agosto de 1985.

313

La guerra de propaganda

CEPAD realizó otro servicio para la revolución en los Estados Unidos.

Invocando a la Biblia, denunció la ayuda del gobierno norteamericano para los

contras y, en dos años, llevó a ochenta y cinco delegaciones extranjeras a

Nicaragua.{98} Movilizó a tanta opinión antiintervencionista entre las iglesias

norteamericanas que se convirtió en el blanco de un organismo político influyente

en Washington, el Instituto sobre Religión y Democracia (IRD).

El IRD apareció al inicio del gobierno Ronald Reagan (1981) y estaba dirigido

por disidentes conservadores de las denominaciones históricas. Estos teólogos y

académicos afirmaban que deseaban rededicar sus iglesias a los valores

democráticos. En la práctica, aquello significaba [296] atacar a los personeros de

las iglesias históricas por su oposición a la intervención militar estadounidense en

América Central. En el caso de Nicaragua, el IRD acusó a los grupos eclesiásticos

pro-sandinistas de ser frentes políticos y realizó una campaña contra su

financiamiento norteamericano.{99}

Por supuesto, el mismo IRD también podía ser entendido como un frente para

el movimiento neoconservador y el gobierno reaganista. {100} Más de la mitad de su

presupuesto inicial provenía de una fundación presidida por Richard Mellon Scaife,

un financiero millonario de la Nueva Derecha. {101} El IRD rara vez criticaba a los

contras, y sus ataques a los cristianos pro-sandinistas eran rápidamente

diseminados por la Casa Blanca. Cuando el congreso norteamericano se rehusó a

aprobar la ayuda para los contras en abril de 1985, una de las lumbreras del IRD,

Michael Novak, prestó su nombre para un nuevo Fondo para la Libertad

Nicaragüense, con el fin de solicitar fondos para ellos. {102}

Tal vez inadvertidamente, el IRD provocó una reacción contra su aliado, el

Consejo Nacional de Pastores Evangélicos de Nicaragua (CNPEN). Lo hizo al

acusar a CEPAD de utilizar sus fondos para comprar once jeeps para la policía

sandinista, y que las iglesias norteamericanas debían enviar su dinero al más

merecedor consejo de pastores.{103} Para el CNPEN, esto significaba el respaldo de

un organismo de Washington considerado por los sandinistas como un frente de la

CIA, lo cual les trajo grandes problemas. Después de largas reuniones con CEPAD

314

y con la Comandante Dora María Téllez, los líderes del CNPEN negaron todo

conocimiento de los once jeeps.{104}

¿Fue verdadera la acusación? La fuente del IRD era un representante de

Puertas Abiertas con el Hermano Andrés. Una fuente popular de información en la

prensa evangélica, el Servicio Informativo de Puertas Abiertas estaba fuertemente

influenciado por la mística de la principal actividad de su organización matriz, el

contrabando de Biblias hacia países comunistas. Tan grande era tal mística que,

aún en Nicaragua, en donde las Biblias se vendían en los supermercados, sus

corresponsales operaban con sobrenombres, recogían rumores y, sin verificarlos,

corrían a imprimirlos con acusaciones sensacionalistas. En las noticias de Puertas

Abiertas nunca figuraban los abusos de los contras, el apoyo que [297] recibían de

los Estados Unidos, o cómo éste provocaba a la represión sandinista. Siempre

figuraban en sus historias las brutales violaciones de derechos humanos de los

sandinistas.

En este caso, la fuente de Puertas Abiertas estaba compuesta por «varios

pastores» en el departamento de Matagalpa. Nadie con quien hablé en Nicaragua

en el transcurso de un mes –incluyendo a media docena de pastores en

Matagalpa– admitiría haber escuchado la acusación antes de que apareciera en los

periódicos. Incluso aquellos que decían creer en la acusación, no podían dar

detalles. Se debe señalar que la oficina de CEPAD en Matagalpa se enorgullecía

de tener un total de dos jeeps y tres motocicletas: el hombre encargado me dijo que

había cambiado un camión por un jeep para que éste no se llenara con soldados

sandinistas recogidos en el camino y se convirtiera en blanco para emboscadas. {105}

Es cierto, en una emergencia como la evacuación de heridos, CEPAD (como

cualquier otro) podía ser requerido para prestar vehículos al gobierno. De acuerdo

a un funcionario de CEPAD, tres vehículos, en diferentes ocasiones, habían sido

recuperados únicamente después de gran demora. {106}

A juzgar por lo que me dijeron los evangélicos anti-sandinistas en Managua,

muchas acusaciones de persecución religiosa de fuera del país eran absurdas. Por

ejemplo, de acuerdo a una publicación mensual redactada por Juan Isáis, el

director de la Misión Latinoamericana en México:

–los tesoreros de las iglesias eran nombrados por el Ministerio del Interior;

315

–la obtención de una nueva Biblia requería que se completara un cuestionario

de sesenta y dos puntos del Ministerio del Interior, cuya respuesta era

generalmente no;

–los creyentes eran condenados a treinta años de prisión por pintar consignas

en las paredes;

–los sandinistas habían obligado al superintendente de las Asambleas de Dios

a marchar por las calles de León en ropa interior. {107} [298]

Cada acusación era falsa, de acuerdo a los líderes evangélicos conservadores

de Managua. También dudaban sobre otra historia que, a juzgar por la propaganda

antisandinista en los Estados Unidos, parecía estar en los labios de todo refugiado

nicaragüense que cruzaba la frontera hacia Costa Rica u Honduras. Se decía que

los profesores sandinistas mandaban a los niños que escondieran sus caras en sus

manos y pidieran caramelos a Dios. Cuando abrían sus ojos, no había ningún

caramelo. Luego, los profesores les pedían rezar a Marx o Lenín o Fidel pidiendo

caramelos. Cuando abrían sus ojos, ¡he ahí! un dulce estaba en el escritorio frente

a ellos. De acuerdo a un veterano de muchos enfrentamientos con los sandinistas,

éstos eran demasiado sutiles como para emplear esta clase de táctica. {108}

El gobierno de Reagan apoyaba cualquier acusación contra los sandinistas, sin

importar cuán inverosímil fuera. Para reclutar a los evangélicos norteamericanos en

su guerra, la Casa Blanca realizó numerosas reuniones oficiales con ellos, para

tratar el tema de la persecución religiosa sandinista. Las Misiones Trans Mundiales

proporcionan una indicación de lo que se decía a los líderes evangélicos. Una

operación mínima a pesar del nombre, Trans Mundial descendía de la organización

«Correo Aéreo de Dios», la cual evangelizaba a los poblados mexicanos,

bombardeándolos con panfletos desde avionetas, hasta que dos pilotos fueron

derribados.{109} Ahora obtenía dinero a través de una transmisión de radio desde

Glendale, California. Frustrado por la pobre respuesta a las peticiones de ayuda a

los huérfanos, el presidente de Trans Mundial, John Olson, adoptó la línea

reaganista para su programa misionero.

«La otra noche soñé que veía a un escuadrón de 220, tal vez 300 aviones de

combate americanos volando sobre Nicaragua», citaba Olson a un cristiano

nicaragüense. «Los escuché venir y salí de mi casa corriendo y gritando

316

¡BIENVENIDOS! ¡BIENVENIDOS!, porque pensé que venían a liberarnos.» {110}

Olson también exploraba tópicos como el grado al cual el pueblo nicaragüense

resistiría a invasores norteamericanos. {111} Con orgullo, informó asistir a una reunión

con el Teniente Coronel Oliver North, el coordinador secreto de la guerra contra,

después de que el congreso votó por suprimir el financiamiento. {112} [299]

Lo que Trans Mundial describía como una feroz persecución religiosa fue

negado por uno de los líderes de su pequeña iglesia de jóvenes en Managua. «No

tenemos tantos problemas con el gobierno», declaró el co-pastor. «Tenemos

libertad para predicar aunque en esta misma cuadra viven sandinistas.» Se refería

a una disputa con el Comité de Defensa Sandinista local, el cual decidió que el

evangelismo del grupo en un parque cercano competía con sus propias actividades,

por lo cual los evangélicos se retiraron. El fundador de la iglesia había abandonado

el país para salvar a su hijo del Servicio Militar, después de que sus creencias

políticas le ocasionaron problemas con los sandinistas. Los jóvenes evangélicos

que dejaba detrás no confiaban en los «luchadores para la libertad». «Lo que los

contras hacen en el nombre de Cristo me causa risa», me dijo el co-pastor. «Es

terrorismo lo que hacen. No hay nada bueno en ello.» Recientemente, los contras

habían asesinado a uno de sus amigos.{113}

Entre la derecha religiosa, Pat Robertson fue el responsable de los llamados

más influyentes para los contras. Amplificado por su Cadena Cristiana de Difusión

(CBN), Robertson servía como animador cristiano dondequiera que los movimientos

apoyados por la CIA combatían a los marxistas. Las causas exaltadas en su

programa incluían la guerrilla de Jonás Savimbi contra el gobierno marxista de

Angola, la facción Son Sann en Cambodia, los rebeldes afganos, la milicia cristiana

del Mayor Saad Haddad en el Líbano, y Ríos Montt en Guatemala.

Para los contras, la cobertura de Robertson estaba planificada para coincidir

con los paquetes de ayuda del gobierno de Reagan, para cuyo trámite solicitaba a

sus televidentes que presionaran a sus congresistas. El tono de los informes de

CBN pueden ser juzgados a partir de su serie «Dentro de Nicaragua», en julio de

1984. «El ataque a la Iglesia Católica es moderado», declaró el corresponsal de

CBN John Hasbrouck, «al compararlo con los asaltos viciosos y a menudo mortales

que los sandinistas han realizado sobre los evangélicos de Nicaragua.» Hasbrouck

dijo a los televidentes norteamericanos que los luchadores cristianos para la

libertad habían sido llevados a tomar las armas por la persecución religiosa, la

317

tortura y las ejecuciones masivas. «Podemos hacer todas las cosas por el poder de

Dios», declaró un joven miskito con un arma en la mano. «Todos nosotros jóvenes

involucrados en esta lucha [300] tenemos nuestras armas en nuestra mano derecha

y nuestra Biblia en la izquierda.»{***} «La verdadera solución para los problemas de

Nicaragua pueden estar en la fe del pueblo», concluyó Hasbrouck. La última

escena fue la de una ferviente reunión evangélica, lo cual daba la impresión de que

los sandinistas serían derrocados por evangélicos empuñando armas AK-47.

Notas

{***} En la época en que este programa salió al aire, un comandante miskito aliado con el FDN

afirmó que sus hombres rutinariamente ejecutaban a los prisioneros después de torturarlos para

obtener información. «Me encanta matar», le dijo otro comandante miskito a un socio de Jack

Anderson. «No hay nada que me guste más. Si pudiera, mataría a varias personas cada día.»

(Jack Anderson, Washington Post, 30 de septiembre de 1984, pág. D4.)

{98} Philip Beisswenger, «A Christian Presence», The Other Side, abril-mayo de 1985, págs. 17-19.

{99} Institute on Religion and Democracy 1983 y 1984b.

{100} Steve Askins, «Institute Says It Reveals Threat...», National Catholic Reporter, 4 de febrero

de 1983, págs. 1, 7, 18-19. Hitchens 1986.

{101} Askin, «Institute Says It Reveals Threat....» Karen Rothmeyer, «Citizen Scaife», Columbia

Journalism Review, julio-agosto de 1981, págs. 41-50.

{102} «Novak, Simon Head New Contra Fund», National Catholic Register, 26 de mayo de 1985.

{103} Institute on Religion and Democracy 1985.

{104} «¡Protestan calumnias a CEPAD!», El Nuevo Diario, 19 de marzo de 1985. «La respuesta de

CEPAD», La Prensa, 11 de abril de 1985. «NCC Official Urges Nicaraguans to Repudiate IRD

Report», Religion and Democracy, mayo-junio de 1985, págs. 1-2. Entrevistas del autor,

Managua, julio y agosto de 1985.

{105} Entrevista del autor a Pedro Antonio Aguirre, CEPAD, Matagalpa, 14 de agosto de 1985.

{106} Entrevista del autor, CEPAD, Managua, agosto de 1985.

{107} Noticiero Milamex (CLAME, Ciudad de México), 31 de agosto de 1984.

{108} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

318

{109} Hefleys 1981:528-530.

{110} Circular para obtener fondos, Trans World Missions (Glendale, California), mayo de 1985.

{111} John G. Olson, transcripción de una conversación telefónica con el Hermano Bob, Misiones

Trans Mundiales, mayo de 1986.

{112} Circular para obtener fondos, Trans World Missions, mayo de 1985.

{113} Entrevista del autor, Managua, 1º de agosto de 1985.

Apoyando a los luchadores por la libertad

Mientras que Pat Robertson denunciaba a los sandinistas por su trato a los

miskitos, nunca mencionó cómo el gobierno norteamericano había exacerbado el

conflicto. Más bien, se unía a la causa, junto con hermanos de pensamiento similar,

al contribuir para que los refugiados miskitos en Honduras regresasen a la guerra.

La principal agencia en la zona era Auxilio Mundial (WRC), una dependencia de la

Asociación Nacional de Evangélicos en los Estados Unidos. Dada la entusiasta

recepción para Ronald Reagan en las funciones de la NAE, se sospechó

rápidamente que Auxilio Mundial era otro componente de la estrategia de

Washington, para establecer una población de refugiados en Honduras como una

base para los contras. Es verdad que Auxilio Mundial entró en escena con la

aprobación de la embajada de los Estados Unidos. También es verdad que su

asistencia ayudó a que los refugiados del Campo Mocorón se convirtieran en la

retaguardia para los rebeldes miskitos, y que algunas de sus provisiones llegaran a

manos de los contras. Si esto no era suficiente, la esposa del embajador

norteamericano en Honduras, John Negroponte, coordinaba la labor de Auxilio

Mundial mientras su esposo supervisaba la guerra contra los sandinistas.

Pero cuando la estrategia norteamericana se alejó de las pautas del Alto

Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Auxilio

Mundial se alineó con su patrocinador ACNUR, a pesar de las restricciones de la

ONU sobre la evangelización de refugiados. La primera colisión fue sobre el plan

de ACNUR/WRC para la [301] descentralización del Campo Morocón, donde los

refugiados miskitos se hundían en el lodo, enfermedad, y en la dependencia en

319

donaciones. La idea de esparcirlos por varios sitios, en donde pudieran mantenerse

por sí mismos, no agradaba a la embajada norteamericana ni a los insurgentes

miskitos.{114} Con temor de que esta dispersión dificultase la movilización de los

miskitos para la guerra, los líderes rebeldes acusaron a ACNUR y a Auxilio Mundial

de ser comunistas. En 1984, con los refugiados miskitos en Honduras que pedían

regresar a casa, Tom Hawk, el coordinador de Auxilio Mundial, organizó

conversaciones de reconciliación en ambos lados de la frontera. Hijo de un

misionero estadounidense conocido por sus pareceres anticomunistas, Hawk era

considerado como un operario de la CIA, por unos, y como un simpatizante

comunista, por otros.{115} Cuando el congreso norteamericano entregó 7,5 millones

de dólares para los refugiados miskitos en 1984, Auxilio Mundial fue excluido del

repartimiento debido a sus escrúpulos contra la guerra. {116}

Después de mayo de 1984, el gobierno norteamericano trasladó su apoyo,

extraoficialmente, hacia los grupos de la derecha religiosa que ingresaban al área.

El primero, organizado por un legislador estatal evangélico de Luisiana, se llamaba

Amigos de las Américas. Al operar desde Rus Rus, la base de los rebeldes

MISURA a sólo siete kilómetros de Nicaragua, los Amigos de las Américas violaron

las pautas de ACNUR que pedían que los campos de refugiados se mantuviesen a

cincuenta kilómetros de la frontera. La mentalidad paternalista del nuevo grupo

también obstaculizó los esfuerzos para promocionar la autosuficiencia entre los

refugiados. Este y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo

Internacional entregaban tanto dinero a una población pequeña, sospechaba Auxilio

Mundial, que atraían a la gente fuera de Nicaragua por razones económicas. Otro

resultado fue atraer a cuatro mil refugiados hacia la base militar MISURA en Rus

Rus.{117} Durante un banquete en Washington, los Amigos de las Américas

recibieron un galardón humanitario por parte del Presidente Reagan. {118}

«Actualmente, existen en el área por lo menos veinte grupos, muchos grupos

extraños», se quejaba David Befus de Auxilio Mundial. «No hablan español, ni

nada. Creo que cada día aparece un nuevo grupo. Tú no creerías lo que hacen.

Lanzan caramelos desde un avión. Se [302] puede lastimar a los niños al lanzar

caramelos desde una altura de 200 pies. Y piensan que están haciendo algo

grande para Dios.»{119}

«El Espíritu Santo continuaba abriendo puertas», reportó uno de éstos

misioneros sobre una reunión realizada en 1986 con los líderes contra, Adolfo

320

Calero y Enrique Bermúdez. «Rápidas visitas a campos de entrenamiento dentro de

la Nicaragua comunista permitieron que Phil Derstine dé el mensaje del Reino de

Dios a muchos nuevos reclutas. De hecho, se están realizando arreglos para incluir

parte de nuestro Instituto Vídeo de Ministerio directamente en el entrenamiento de

sus nuevos reclutas... Los luchadores para la libertad apoyan sistemáticamente a la

población civil alrededor de su Centro de Comando, con alimento, vestido y

medicinas... Para dar realce a nuestra visita hubo un culto nocturno en el Centro de

Comando Estratégico... [en donde] nosotros cuatro predicamos el Evangelio a

2.000 entusiastas luchadores para la libertad.» {120} De acuerdo a este grupo,

Cruzada Evangélica de Bradenton, Florida, su visita previa a los contras había

seguido a una reunión con el Teniente Coronel Oliver North en el Consejo de

Seguridad Nacional en Washington.{121}

Las estimaciones de las contribuciones realizadas por la Cadena Cristiana de

Difusión a través de su Operación Bendición comenzaron con 2 millones de dólares

anuales.{122} Pat Robertson transmitió una filmación de sí mismo al pasar revista a

las tropas contras. «Todo lo que hacen está justificado mientras estén luchando

contra los 'comunistas'», se quejaba Tom Hawk. «Son un montón de asesinos los

de allí. Steadman Fagoth es un asesino. Ha asesinado a gente inocente. Los

contras están constantemente aterrorizando a los campos de refugiados, reclutando

a gente a la fuerza. Esa es la clase de gente a la que apoyan Amigos de las

Américas, CBN y Equipos Cristianos de Auxilio de Emergencia (CERTs).» La gente

a quien la Cadena Cristiana de Difusión decía ayudar –los refugiados– era

impedida de regresar a Nicaragua por la gente a quien CNB realmente ayudaba –

los contras–. En un incidente registrado por un equipo de filmación, una turba

MISURA armada con machetes rodeaba y amenazaba a setenta refugiados que

respondían a propuestas de paz sandinistas. Aunque este grupo fue rescatado,

otros refugiados que trataban de volver a Nicaragua fueron asesinados. [303] «Me

encuentro muy desilusionado con [la Cadena Cristiana de Difusión] después de lo

que les he visto hacer en el nombre de Dios», dijo Hawk. {123}

Cuando CBN y compañía utilizaron a la religión evangélica para impulsar la

guerra contra, no parecían haber pensado en cómo esto podía repercutir sobre sus

desprotegidos hermanos en América Central. ¿O tal vez lo hicieron, en una versión

derechista de la táctica de «represión provocada» atribuida a las guerrillas de

izquierda? Al identificar a los evangélicos nicaragüenses con los contras, ¿estaban

321

tratando de provocar reacciones sandinistas para montar un caso para la

intervención de los Estados Unidos?

El provocar la represión era un axioma de un manual de la CIA, el cual salió a

la luz en 1984. De acuerdo a la agencia, el manual pretendía disuadir al FDN de

matar a los civiles.{124} Pero también describía cómo crear mártires al «llevar a los

manifestantes a un enfrentamiento con las autoridades para ocasionar

levantamientos o tiroteos, los cuales causarían la muerte de una o más personas

que se convertirían en mártires, una situación que debía ser utilizada

inmediatamente contra el régimen, para crear mayores conflictos.» Al explotar los

temas de propaganda como la libertad religiosa, aconsejaba la CIA, los

contrarrevolucionarios podían crear una «furia de violencia justificada» contra los

sandinistas.{125}

«Pat Robertson tiene una posición ultra-derechista respecto a América

Central», me dijo un empresario evangélico en Costa Rica. «Al tomar parte en una

situación polarizada, simplemente está dividiendo aún más a la iglesia. Lo que está

haciendo es crear más odio y más muerte, lo cual es el trabajo del demonio.» {126}

Notas

{114} «Los Moskitos y la costa atlantica», Envío (Instituto Histórico Centroamericano, Managua),

junio de 1984, pág. 13.

{115} Survival International Review (London), otoño-invierno de 1982, págs. 89-90. Jack Epstein y

J. L. Evans, «Honduras: Miskito Refugees Enjoy Privileged Status», Latinamerica Press, 7 de

octubre de 1982, págs. 3-4, 8. Carta de Tom Hawk a Roxanne Dunbar Ortiz, 29 de enero de

1985.

{116} «The Contras, Miskito Indians, and the U.S.A.», Resource Center Bulletin (Albuquerque,

Nuevo México), invierno de 1986, págs. 1-4 .

{117} Guillermo Espinoza, «Terror somocista en Campamentos», Barricada, 6 de agosto de 1985,

pág. 9. James LeMoyne, «U.S. Program in Honduras Helps Families of Nicaraguan Guerrillas»,

New York Times, 19 de abril de 1985, págs. Al, 8. Entrevista telefónica del autor a Tom Hawk, 28

de septiembre de 1985.

{118} «Miskito Indians Flee Sandinista Terror; Children Dying of Malnutrition and Disease», Friends

Report (Baton Rouge, Louisiana: Friends of the Americas), otoño de 1984, pág. 1. «Refugees

322

Still Pouring Out of Nicaragua; Children Suffering in Remote Jungle Area», Friends Report,

verano de 1985, pág. 9.

{119} Citado por Robert Matthews, «Sowing Dragon's Teeth», NACLA Report on the Americas, julio-

agosto de 1986, pág. 31.

{120} Bob Armstrong, «Mission Field on the Front Lines», Blessings (Bradenton, Florida: Gospel

Crusade), verano de 1986, págs. 20-2.

{121} Invitación: Phil Derstine a Bill Moyers en «God and Politics: The Kingdom Divided», 1987,

Public Affairs Television. Informe: «The Truth... Nicaragua», Gospel Crusade, nota para la prensa

en la convención de febrero de 1986 de los Difusores Religiosos Nacionales, pág. 8.

{122} Kenneth L. Woodward, «A Pentecostal for President», Newsweek, 14 de octubre de 1985,

pág. 77.

{123} Vicki Kemper, «In the Name of Relief», Sojourners, octubre de 1985, págs. 4-5, 12-20.

{124} Joel Brinkley, New York Times News Service, «CIA Manual Brings Out Reports of Rebel

Abuse», Arizona Daily Star (Tucson), 27 de diciembre de 1984.

{125} Tayacán 1984:3, 31-4.

{126} Entrevista del autor, San José, julio de 1985.

 

¿Persecución religiosa en Nicaragua?

En abril de 1985, durante un banquete en Washington D.C. para solicitar

fondos para los contras, Ronald Reagan presentó ante el mundo a una víctima de

las atrocidades sandinistas. Bayardo Santaeliz, declaró el presidente, era un

predicador laico de la Iglesia Misionera Pentecostal. Una noche, después de una

reunión de oración, los sandinistas lo habían amarrado dentro de una casa a la que

habían prendido fuego. [304] Las llamas cortaron los lazos, y Santaeliz pudo

escapar, con terribles quemaduras cuyas cicatrices ahora probaban su historia. {127}

Sin embargo, de acuerdo a lo que la prensa sandinista pudo establecer en cierto

detalle, Santaeliz había adquirido las cicatrices mientras peleaba para el dictador

Somoza como un guardia nacional. Sentenciado a treinta años por supuestos

crímenes de guerra, había sido perdonado y puesto en libertad antes de que

desapareciese en 1983.{128}

323

La guerra entre los sandinistas y contras proporcionó un flujo constante de

refugiados que huían de Nicaragua. Cuando cruzaban hacia Honduras o Costa

Rica, no tenían recursos, no eran bienvenidos y muchas veces estaban dispuestos

a hacer cualquier cosa que despertara compasión. La guerra, las penalidades y el

servicio militar parecen haber sido sus principales razones para partir, pero algunos

de sus benefactores tenían un hondo interés en encontrar víctimas de persecución

religiosa. No había un déficit de materia prima en la cual se pudiera leer tales

motivos, si correcta o incorrectamente era difícil de decir.

Un refugiado tenía una larga historia, corroborada por espantosas cicatrices,

de cómo los sandinistas trataron de asesinarlo por sus objeciones cristianas al

servicio militar.{129} Se había refugiado con evangélicos costarricenses quienes,

durante la semana en que le visité, iban a bautizarlo. En un caso publicado por la

administración de Reagan, los soldados sandinistas arrestaron a Prudencio

Baltodano, un pastor laico de la Misión Pentecostal Unida. Según Baltodano, éstos

lo llevaron aparte, cortaron sus orejas, le apuñalaron en el cuello, y lo dejaron

sangrar hasta morir –un error, porque luego apareció sin sus orejas.– {130} ¿Sufrió

porque era un predicador? ¿O porque, al ser uno de sólo dos hombres con

cuarenta mujeres y niños que escapaban de un rastreo sandinista, los soldados

sospecharon que los otros hombres se encontraban con los contras?

Baltodano era de Nueva Guinea, una colonia agrícola fundada por iglesias

evangélicas y por el régimen de Somoza en la selva suroriental. De acuerdo al

Frente Sandinista, los sufridos pero independientes colonizadores de Nueva Guinea

eran la clase de personas para quienes se había hecho la revolución.

Desafortunadamente, muchos de ellos no lo veían así. A lo largo de las regiones

remotas, el Frente Sandinista disgustaba [305] a pequeños rancheros y granjeros

por varias razones. El control de precios y de mercadeo sobre lo que producían,

junto con la inflación, arruinaban su poder adquisitivo. Si no vendían a precios

oficiales, sus productos podían ser confiscados. Muy pronto, su nivel de vida era

más bajo que lo que había sido con Somoza. También se sentían presionados a

unirse a las «organizaciones populares» que los sandinistas consideraban

esenciales para la defensa, convirtiendo la participación en éstas en una prueba de

patriotismo.

Todo esto antagonizó a muchos campesinos. Sin embargo, como pudo

establecer el periodista Christopher Dickey, éstos no comenzaron a unirse a los

324

contras hasta que el gobierno estadounidense polarizó aún más la situación. Antes

de la inyección de fondos norteamericanos, los ex-guardias nacionales que

formaban el núcleo de los contras se había limitado a actividades como robar

ganado. Al convertirlos en una seria amenaza, el gobierno de Reagan agravó las

tensiones entre los colaboradores sandinistas y las familias cuyos miembros habían

servido en la dictadura de Somoza. Cada incursión contra y contrarremetida

sandinista sembraban sospechas de que los vecinos servían como informantes

para un lado o para el otro.

Así fue como, en el norte, en el área que había albergado al General Sandino

en su guerra contra los marines norteamericanos en los años veinte y treinta, el

gobierno sandinista y la intervención norteamericana convirtieron a parte de la

población en colaboradores de la contrarrevolución. El fuerte de Sandino, el

«general de hombres libres», se había convertido en una región contra. {131} En

1984-1985, los sandinistas reubicaban a la gente de las zonas más golpeadas en

campos de refugiados, para proteger a algunos de ellos de los contras y para

impedir que otros se les unieran. La estrategia de reubicación no era muy diferente

de la empleada por los Estados Unidos en Vietnam.

Hacia el sur, por Nueva Guinea, las «sectas» con sus altavoces, sermones, y

actitudes poco cooperativas eran lo que un comentarista sandinista calificó como

«el dolor de cabeza de la revolución.» {132} Los pastores se encontraban bajo presión

especial, por ser líderes de la comunidad, representantes de una religión de la cual

los sandinistas desconfiaban, y exponentes de la ideología anticomunista inculcada

por su [306] entrenamiento bíblico. Si colaboras con el gobierno, informó un

refugiado de las Asambleas de Dios en Costa Rica, tienes libertad. Si no, eres

denunciado en las reuniones locales de los sandinistas. {133}

En Nueva Guinea, CEPAD asumió el controvertido papel de intermediario:

ayudaba a los refugiados y persuadía al gobierno para que pusiera en libertad a los

pastores detenidos.{134} De acuerdo a un obrero evangélico antisandinista, toda el

área era manejada como un campo de reubicación. A pesar de que algunos

pastores se habían convertido en agentes sandinistas, dijo, otros estaban jugando

en ambos equipos. Tenían que ser cuidadosos en no citar las escrituras que

pudieran ser interpretadas con un significado contrarrevolucionario. En cuanto a las

reubicaciones, éstas eran «prácticamente campos de concentración» en donde los

niños se ponían en manos de la organización sandinista de niños, las mujeres iban

325

a trabajar en una cooperativa, y los hombres tenían que unirse a la milicia

territorial.

Veinticuatro de las sesenta iglesias de su denominación en el sureste del país

habían sido destruidas, me dijo el obrero evangélico. Primero, los contras visitarían

un área, luego, los sandinistas se llevarían a todos hacia campos de reubicación.

Una vez convertida en tierra de nadie, se destruía a las iglesias para utilizar sus

materiales de construcción, mientras que si eran de paja, como en la costa

atlántica, se las incendiaba. Este observador no sabía de violaciones o sacrilegios

de las fuerzas sandinistas. Pensaba que los prisioneros podían sufrir maltrato físico

–como ser amenazados, golpeados, privados de sueño o de agua– sin ser

torturados en el sentido más técnico. Pero si un prisionero estaba demasiado

afectado debido al maltrato, opinaba, éste podía ser asesinado para destruir

cualquier prueba.{135}

¿Hasta qué punto los pastores evangélicos estaban involucrados con los

contras? Así como algunos habían colaborado con los sandinistas –de acuerdo a

una fuente, por lo menos diez habían peleado para el FSLN o trabajado a tiempo

completo organizando sus barrios{136}– otros luchaban para la Fuerza Democrática

Nicaragüense. El gobierno norteamericano publicó una foto de dos «ex-pastores

evangélicos» portando armas AK-47 y comandando unidades del FDN. {137} [307]

La denominación más golpeada fue la morava, debido a su asociación con los

indígenas miskitos, cuyo sector rebelde decía estar compuesto por cristianos

devotos que iban a la batalla con oraciones en sus labios. Es interesante anotar

que, antes de las hostilidades, los misioneros evangélicos habían considerado a la

mayor parte de los miskitos como cristianos nominales mas no comprometidos. {138}

Su sistema de creencia era demasiado indígena para los criterios evangélicos; más

aún, pertenecían al desconfiable Consejo Mundial de Iglesias. Pero ahora que

algunos miskitos luchaban contra un gobierno de izquierda, la derecha religiosa en

los Estados Unidos los bautizó como cristianos bíblicos y publicitó su caso como un

asalto sandinista a la religión.

La evidencia sobre una severa persecución parecía estar a la mano. La Iglesia

Morava estimaba que, de unos 100.000 miskitos, el 36 por ciento se convirtió en

refugiados en el transcurso de la guerra. {139} De los 166 pastores en la costa

atlántica antes de la guerra, 24 se marcharon a Honduras. Mientras que la mayoría

326

de los 24 se confinaron a una supuesta capellanía para los insurgentes miskitos,

uno –Wycliffe Diego– reemplazó a Steadman Fagoth como jefe de las fuerzas

MISURA aliadas al FDN. Un total de cinco pastores moravos murieron o

desaparecieron mientras estaban detenidos por los sandinistas. El gobierno

sostenía que uno murió al tratar de escapar (a la edad de sesenta y dos años), y

que otro murió cuando los insurgentes emboscaron a la patrulla a la que él guiaba.

Tres pastores más se encontraban entre los 70 miskitos que desaparecieron en

manos sandinistas durante 1982-1983, el período más vicioso de la guerra en la

costa. Otros dieciocho pastores fueron detenidos: de 6 a 10 de ellos fueron

maltratados de una u otra forma antes de que todos fueran puestos en libertad por

la amnistía de diciembre de 1983. Cuando los sandinistas quemaron los poblados

miskito durante las reubicaciones de 1982, también destruyeron templos moravos;

otros fueron utilizados como barracas y cárceles. De los 164 templos moravos que

existían en la costa antes de la guerra, 44 fueron cerrados o destruidos. {140}

La guerra forzó a la jerarquía morava a asumir un penoso papel mediador

como el de CEPAD, desconfiado y presionado por los dos lados. Cuando el ejército

trató de imponer una censura previa sobre los sermones en los campos de

reubicación, el obispo moravo tuvo que [308] acudir al Ministro del Interior, Tomás

Borge, para que levantara la orden. {141} Durante el sínodo eclesiástico de febrero de

1983, los agentes de seguridad sandinista presionaron contra la elección de ciertos

pastores para los cargos eclesiales, llegando a ofrecer sus sugerencias sobre una

resolución iglesia-estado.{142} Pero los líderes moravos insistían en que la

persecución religiosa no era el problema, señalando a los muchos templos que se

encontraban abiertos, llenos, y en crecimiento. Más bien, acusaban al gobierno de

Ronald Reagan por empeorar una mala situación, al utilizar a los indígenas como a

peones de guerra y distorsionar los hechos para justificar su política bélica.

Para aquellos que buscaban encontrar una fuerte persecución religiosa bajo el

régimen sandinista, desgraciadamente, a los evangélicos nicaragüenses les estaba

yendo muy bien en algunos aspectos. La cruzada de alfabetización de 1980

permitió que cientos de miles de personas leyeran la Biblia por primera vez. Debido

en parte a un nuevo arreglo de importación con la Iglesia Católica, el número de

Nuevos Testamentos distribuidos por la Sociedad Bíblica de Nicaragua aumentó en

nueve veces. Aún para 1983, el embajador de los Estados Unidos afirmó que el

327

cristianismo no corría peligro en Nicaragua. {143} Cinco años después de la toma

sandinista, el número de iglesias evangélicas se había duplicado a tres mil. {144}

En el caso de la Iglesia de Dios (Cleveland, Tennessee), su supervisor

puertorriqueño fue expulsado del país por un problema de visa en noviembre de

1981. Pero a la misma denominación se le permitió establecer un instituto bíblico

entre los ex-guardias nacionales detenidos en el sistema carcelario sandinista: en

la institución principal, casi un tercio de los 2.500 prisioneros eran evangélicos. {145}

La Iglesia de Dios reportó una completa libertad de culto y rápido crecimiento,

desde 5.250 miembros en 116 iglesias en 1979, hasta casi 10.000 miembros en

150 iglesias en 1984.{146} Ese mismo año, las Asambleas de Dios reportaron 679

iglesias y puntos de predicación, el doble de la cifra seis años antes. {147}

El destino de las Asambleas era un índice importante de la política sandinista.

Sus iglesias se concentraban en el norte, en la principal zona de guerra, y sus

líderes estaban listos para proclamar su desconfianza hacia los sandinistas y su

neutralidad en cuanto a los contras. En San Juan de Limay, un pueblo norteño con

una mayoría católica del noventa por ciento, la negativa de la Asamblea local para

colaborar en la defensa contra invasores que mataban a no-combatientes no fue

una posición popular. Cuatro miembros estaban en prisión, dijo el pastor de las

Asambleas: dos por no unirse al ejército, y dos después de haber sido acusados de

apoyar a los contras. Pero la iglesia era libre para evangelizar, dijo el pastor, y

había crecido sustancialmente bajo el gobierno sandinista. {148}

De las 217 congregaciones de las Asambleas en el norte, 20 habían sido

forzadas a dispersarse debido a los combates. {149} Según un oficial de las

Asambleas, únicamente 10 o 12 de sus 400 pastores habían abandonado el país.

«Los pastores que se fueron lo hicieron por razones económicas», me dijo. «Todos

tenemos una historia de persecución. Pero si los sandinistas quieren que nos

vayamos, hay que preguntar, ¿qué es mejor para la iglesia? ¿Por qué [los que se

han marchado] no se quedaron con el resto de nosotros, sufriendo como

Jesucristo? Nos llaman reaccionarios. Somos marginados, somos vigilados y

sufrimos, pero permanecemos independientes, y existe libertad para predicar.» {150}

Lejos del combate, en la capital, era más fácil distinguir entre la violencia

fortuita de la contrainsurgencia y el comportamiento sandinista hacia la minoría

evangélica. En Managua, el barrio en donde la libertad religiosa se encontraba en

328

peligro con más frecuencia era Ciudad Sandino. Es aquí donde se tomaron los

primeros templos, en julio de 1982. A pesar de los repetidos intentos conciliadores

por parte de un número siempre menor de pastores pro-sandinistas, en octubre de

1983 una turba de Ciudad Sandino acosó a una reunión evangélica. La policía

sandinista se llevó a trece pastores por supuestas prédicas contra la conscripción

militar.

«No somos tan estúpidos», me dijo uno de los pastores acusados dos años

más tarde, sosteniendo que él y sus colegas no habían hecho nada para provocar

la riña. Extrañamente, mientras él disfrutaba de una total libertad para fundar una

nueva iglesia en una comunidad a 100 kilómetros, en Ciudad Sandino, aún una

vigilia nocturna podía provocar reacciones oficiales. Las relaciones entre los

evangélicos y la revolución parecían estar mejorando en 1985: el Comité de

Defensa Sandinista incluso había solicitado a un antiguo antagonista en las

Asambleas de Dios [310] que sirviera como coordinador barrial, y éste ya estaba

construyendo una nueva iglesia. Sin embargo, la campaña al aire libre que los

pastores de Ciudad Sandino estaban planificando se llevaría a cabo dentro de un

templo: a cambio de autorizar mítines al aire libre, los sandinistas querían el acceso

al micrófono cada noche. Los pastores se negaron, convencidos de que los

sandinistas lo utilizarían para propósitos inadecuados, como gritar consignas contra

los Estados Unidos.

Un pastor de Ciudad Sandino culpaba en parte a sus hermanos. Al no ser un

pentecostal, no encontraba utilidad en los avivamientos al aire libre; éstos atraían

borrachos y problemas. Somoza había considerado a todos estos cantos, gritos y

aplausos como una diversión inofensiva para los pobres, explicó el pastor, pero los

sandinistas pensaban diferente. En respuesta a quejas sobre la bulla, empezaron a

hacer cumplir leyes ya existentes sobre molestia pública, las cuales, por ejemplo,

regulaban los altoparlantes y requerían una cierta distancia entre las iglesias.

Intercambios de insultos surgieron entre los sandinistas que se quejaban por el

desorden y los evangélicos que se amparaban en el manto de la libertad religiosa.{151}

En Managua, los líderes conservadores evangélicos relataban dificultades

interminables con las burocracias sandinistas. «De las cosas claras, siempre hacen

problemas», rabiaba en 1985 un líder del CNPEN. «Nunca admiten que es político,

sólo utilizan sus regulaciones para enredarlo todo.» {152} De acuerdo a la derecha

329

religiosa en los Estados Unidos, se perseguía a estos hombres por predicar el

evangelio. Pero cuando les solicité que detallaran sus experiencias, no atribuyeron

sus problemas al evangelismo en sí, porque para éste no tenían obstáculos. Más

bien, sus dificultades con los sandinistas parecían relacionarse con visitas a la

embajada de los Estados Unidos, papeles de liderazgo en el CNPEN o vínculos con

organizaciones extranjeras anti-sandinistas, como la Confederación Evangélica

Latinoamericana (CONELA), a la cual CNPEN estaba en proceso de asociarse.

Sobre todo, estos hombres estaban en problemas por asociarse con

norteamericanos que apoyaban la guerra contra, por criticar las restricciones del

gobierno y por insistir en la independencia de CEPAD, el organismo aprobado por

los sandinistas. [311]

¿Era cierto que a los conservadores evangélicos en Nicaragua se les

perseguía por su fe? En el sentido más estricto, no, porque incluso los pastores que

tenían problemas con el gobierno parecían tener libertad para participar en

actividades religiosas esenciales, como realizar mítines, hacer llamados desde el

altar y cosas por el estilo. El obtener permiso para avivamientos y marchas era una

pesadilla burocrática, pero aquello no era raro en tiempos de guerra, y todos tenían

problemas con la burocracia sandinista. Como un autor antisandinista explicó, la

libertad de culto no estaba en discusión, ya que los sandinistas no trataban de

restringirla.{153}

En cuestión se encontraba el derecho a rehusarse a participar en la Revolución

Sandinista, o, desde el punto de vista sandinista, de cumplir con las obligaciones

básicas de la ciudadanía, particularmente de defender al país de la agresión

extranjera. Esto planteaba una interrogante difícil para los protestantes ecuménicos

que apoyaban a los sandinistas, ya que para ellos la libertad religiosa había

adquirido un significado más amplio que el derecho a participar en el culto dentro

de un templo. Incluía el derecho a ocuparse de asuntos políticos, criticar al

gobierno, y mantener organizaciones independientes. {154} En este sentido más

amplio, los sandinistas dejaban algo que desear, por lo menos en 1985 cuando

realicé mi visita. Aún dada la necesidad de medidas de emergencia, no estaban

dispuestos a permitir que el CNPEN operase como una organización independiente.

Los conservadores evangélicos y sus promotores en los Estados Unidos

también mantenían una posición contradictoria. Bajo el régimen anterior, habían

insistido en que la iglesia se confinase a los asuntos espirituales y que se ajustase

330

a la estructura de poder. «Obedeced al gobierno porque Dios lo ha puesto sobre

ti», era la enseñanza favorita, inspirada en Romanos 13:1. Al afirmar que se

abstenían de la política, no habían criticado a la dictadura de Somoza por suprimir

a cristianos francos. Más bien, habían condenado a las víctimas por «meterse en la

política [de izquierda].» Ahora, insistían en su propio derecho para disentir,

mientras que seguían condenando a los hermanos pro-sandinistas por contaminar

al evangelio con la política. [312]

La respuesta de los conservadores al problema de la violencia también tendía

a ser inconsistente. Uno de sus principales argumentos contra la teología de la

liberación era que ésta condonaba el derramamiento de sangre. «La llamamos una

teología de la violencia», era una reacción típica. Sin embargo, cuando la derecha

religiosa promocionó a los contras como «luchadores cristianos para la libertad»,

los conservadores que criticaban a la teología de la liberación raramente se

opusieron: algunos se unieron al coro. Ahora tomemos el caso de Ríos Montt:

mientras que los conservadores condenaban al régimen sandinista por incendiar

templos y asesinar a pastores, ignoraban estos mismos hechos cuando acontecían

bajo el gobierno de un presidente evangélico.

«Existe más tortura en Guatemala que en Nicaragua todos los días», me dijo

un anciano de Gospel Outreach –Alcance Evangélico– en Managua. «Sé que

preferiría ser llevado a prisión por uno de estos muchachos sandinistas que por un

soldado guatemalteco. Aquellos chicos en Guatemala son algo... Nunca he

conocido aquí a un cristiano que haya sido torturado.» {155} Ostensiblemente alejados

de la política, los conservadores evangélicos terminaron apoyando a un sector de la

derecha equivalente a lo que decían rechazar en el cristianismo de izquierda, y a

un régimen más violento que aquel al que condenaban.

Se habían invertido las posiciones. Los disidentes se habían convertido en

partidarios de una nueva estructura de poder, y los partidarios de la anterior

estructura de poder se habían convertido en disidentes; y ninguna de las dos partes

estaba acostumbrada a su nuevo papel. Los cristianos de izquierda utilizaban el

lenguaje de la revolución para justificar conformidad, y los cristianos de derecha

utilizaban su antiguo lenguaje del escapismo espiritual para justificar la disensión

política.

Notas

331

{127} Comunicado de prensa de la Casa Blanca, 16 de abril de 1985, pág. 3. Newsweek, 29 de abril

de 1985, pág. 10.

{128} «¡Al descubierto infame mentira de Reagan!» El Nuevo Diario, 16 de junio de 1985, págs. 1,

7.

{129} Denuncia de Pedro Fiallos, «Nicaragua Hoy», suplemento de La Nación (San José, Costa

Rica), 27 de abril de 1985.

{130} Prudencio Baltodano, 14 de marzo de 1984, declaración en posesión de la Comisión

Permanente de Derechos Humanos, Managua.

{131} Dickey 1985: 94-95, 138-142, 190-194. Para un análisis sobre las contradicciones en la

reforma agraria sandinista, vérase Colburn 1986.

{132} «Nueva Guinea», Barricada, 5 de junio de 1982.

{133} Entrevista del autor, Costa Rica, julio de 1985.

{134} «Development Means Progress and Survival for People of Nueva Guinea», Newsletter

(CEPAD), June 1986, págs. 5-9.

{135} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{136} Dodson y Montgomery 1982:172.

{137} «The Challenge to Democracy in Central America», Departmentos de Estado y Defensa, junio

de 1986, pág. 39.

{138} Johnstone 1982:288.

{139} National Council of Churches 1984:7.

{140} Las fuentes para estas cifras incluyen la entrevista de 1985 a un pastor moravo, quien solicitó

permanecer en el anonimato. Americas Watch 1985:14, 53; Envío, junio de 1984, pág. 48; y el

Consejo Nacional de Iglesias (1984:8-9), cuyas cifras difieren ligeramente de las del pastor

moravo.

{141} Linde Rivera, entrevista a John Wilson, «La Iglesia Morava y los misquitos», Amanecer,

noviembre-diciembre de 1984, págs. 29-33.

{142} Margaret D. Wilde, «Moravian-Sandinista Dialogue», Christian Century, 11 de mayo de 1983,

págs. 458-459.

332

{143} Anthony Quainton, citado por Tom Minnery, «Why the Gospel Grows in Socialist Nicaragua»,

Christianity Today, 8 de abril de 1983, págs. 34-42.

{144} Stephen Sywulka, «Latin American Evangelicals Gear Up For Overseas Missions»,

Christianity Today, 5 de octubre de 1984, págs. 94, 96.

{145} «Prison Ministry Celebrated», Newsletter (CEPAD), abril-mayo 1986, pág. 4, y «Pardoned

Prisoners Go Free to Construct New Lives, Newsletter, julio de 1986, págs. 3-5.

{146} Holland 1981:121. «National Leaders, Churches Adjust to Political Change», Pulse,

noviembre de 1982, págs. 8-9. Prensa Evangélica, «Instability in Nicaragua Not Hurting Church

of God», Charisma, noviembre de 1984, pág. 114.

{147} Beth Spring, «Tensions Between Church and State.»

{148} Ronald Sider, «Why Me Lord?» The Other Side, abril-mayo de 1985, págs. 20-25.

{149} National Council of Churches 1984:4.

{150} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{151} «Pese a grupos manipuladores, en Ciudad Sandino se han inscrito 1.650 en el SMP», El

Nuevo Diario, 28 de octubre de 1983, y entrevistas del autor, agosto de 1985.

{152} Entrevistas del autor, Managua, julio y agosto de 1985.

{153} Alaníz Pinell 1985:77-78.

{154} Conversación telefónica mantenida entre el autor y Roy Beck, United Methodist Reporter,

Dallas, 4 de diciembre de 1985.

{155} Entrevista del autor, Managua, 2 de agosto de 1985.

Estado de emergencia

Cuando salí de Nicaragua, en agosto de 1985, parecía que lo peor había

pasado, por lo menos en términos de las relaciones entre iglesia y estado. En la

costa atlántica, la jerarquía morava se encontraba ayudando a los sandinistas a

iniciar un proceso de autonomía para los grupos étnicos de la región. Durante los

años siguientes, muchos guerreros miskitos [313] aceptaron una tregua, y la

333

mayoría de los refugiados regresaron de Honduras para reconstruir sus iglesias y

comunidades. En Managua, los sandinistas parecían estar aprendiendo a manejar a

sus opositores religiosos domésticos sin violencia. Las turbas eran un recuerdo y,

como un método de control, estaban siendo reemplazadas por los burócratas. Una

vez más, el CNPEN estaba negociando con el Frente Sandinista por su personería

jurídica. Aún el testimonio de evangélicos antisandinistas contradecía el cuadro de

persecución pintado por la derecha religiosa en los Estados Unidos.

No obstante, la mejora gradual en las relaciones sandinistas-evangélicas tenía

sus reveses, del tipo que mantenía un pesimismo entre los conservadores acerca

de su futuro. El mes después de mi partida en 1985, por ejemplo, las celebraciones

anuales del Día de la Biblia no marcharon bien. El CNPEN realizó un avivamiento

de una semana de duración en Managua, aparentemente sin el permiso oficial.

Según un visitante que participó en el evento, las autoridades prohibieron la

publicidad, se rehusaron a permitir un desfile, prohibieron la entrada de

predicadores invitados en el aeropuerto, y permitieron que las turbas molestasen a

la multitud.{156}

Luego, en octubre, los sandinistas declararon un nuevo estado de emergencia.

Debido a que los contras estaban en retirada, el decreto no respondía a una crisis

militar. Más bien, se pretendía arrancar de raíz al «frente interno», el intento de los

contras por extender la guerra hacia Managua. {157} Aquello, de acuerdo al manual

de la CIA para los contras, incluía la infiltración de instituciones con estructuras

celulares de tres personas, para encubrir a las «guerrillas cristianas». {158} De

acuerdo a la interpretación de los sandinistas, el «frente interno» consistía en las

estructuras eclesiásticas, sindicales, empresariales y políticas que se resistían a

ser absorbidas dentro de su propio sistema. {159}

Entre los cientos de disidentes llamados para interrogatorios se encontraban

los evangélicos conservadores de Managua –alrededor de quince líderes del

CNPEN, las Asambleas de Dios, la Fraternidad para la Evangelización de los

Niños, la Sociedad Bíblica de Nicaragua, y la Cruzada Estudiantil y Profesional para

Cristo–. Los sandinistas hicieron alarde de las conexiones que sospechaban entre

éstas y el Instituto sobre Religión y Democracia (IRD). [314] Después de varios

años de hacer campaña contra los sandinistas, recordemos, este grupo de presión

en Washington publicó un llamado a los cristianos norteamericanos para que

cambiasen su apoyo financiero de CEPAD hacia el CNPEN. Pocos meses después,

334

uno de los más prominentes directores del IRD colaboró con una campaña para

solicitar fondos para los contras, una causa a la que se unieron varios otros

directores. Para los sandinistas, la política del IRD y su posición en la red neo-

conservadora de Washington eran prueba suficiente para considerarlo un frente de

la CIA. Por lo tanto, se sentían el derecho de acusar a los oponentes evangélicos –

particularmente al CNPEN– de ser subsidiados por el mismo grupo de presión en

Washington.

Como se comprobó más tarde, no hubo pruebas para este cargo. {160}

Aparentemente, los sandinistas habían hecho una analogía errada entre el IRD y la

Fundación Nacional para la Democracia (NED), una fundación del gobierno

estadounidense establecida bajo la administración de Reagan, la cual reemplazaba

a la CIA como la fuente de subsidios del periódico de oposición La Prensa.{161} En

realidad, sí existía una conexión entre el IRD y la NED; ambos eran parte de la red

de neoconservadores intelectuales que ayudaron al Teniente Coronel Oliver North a

dirigir una «estructura privada de apoyo» a los contras, con la autorización de la

Casa Blanca.{162}

No es difícil comprender la confusión de los sandinistas y el resultante

sufrimiento de los evangélicos bajo su gobierno. Una víctima de las estrategias que

emanaban desde Washington fue el director de la Cruzada Estudiantil y Profesional

para Cristo en Nicaragua, Jimmy Hassan. Los problemas de Hassan con los

sandinistas parecen haberse iniciado por el perfil político de su organización en los

Estados Unidos. Luego se agudizaron por sus quejas a los obstáculos burocráticos

para la campaña de Mottesi en 1984, lo que lo convirtió en un sospechoso (aunque

ciertamente no comprobado) agente de la CIA. Las citaciones al Ministerio de

Justicia, así como las incursiones de los agentes de seguridad a su humilde oficina,

se convirtieron en hechos regulares. En noviembre de 1984, después de que

amenazas de Washington provocaron el temor de una invasión, se le negó la visa

de salida para asistir a una conferencia evangélica en los Estados Unidos. Al mes

siguiente, [315] los agentes de seguridad arrestaron a su cuñado, lo golpearon, y

trataron de presionar a la hermana de Hassan para que lo denunciara por mantener

actividades contrarrevolucionarias.{163}

Cuando hablé con Hassan en julio y agosto de 1985, éste pensaba que los días

para los evangélicos conservadores como él estaban contados. Al igual que sus

colegas, podía relatar muchos incidentes para demostrar que los sandinistas

335

estaban absorbiendo a la iglesia en una forma sutil e inexorable. Pero él trataba de

mantener la situación en perspectiva. «En cierto sentido, tienen razones para

sospechar de mí», admitió sobre la política de Bill Bright, el fundador de Cruzada

Estudiantil. «Aquí en Managua», dijo, «existen muy pocos casos en los que los

sandinistas han utilizado la violencia a partir de 1984. Cuando ocurre, apelamos a

través de canales legales y ésta se detiene. En cambio, ellos utilizan mecanismos

legales como la División de Asociaciones Civiles.»

Sin embargo, el estado de emergencia fue demasiado para Hassan. Una

mañana muy temprano, un pelotón de fuerzas de seguridad lo arrestó en su casa

por cargos vagos. En el Ministerio del Interior, dice que se le enseñó a sus

empleados jóvenes, desnudos en celdas de interrogación. Para hacerlo confesar

que era un agente de la CIA, según Hassan, un interrogador puso una pistola en su

cabeza y tiró del gatillo en una cámara vacía. {164} En la primera oportunidad, llevó a

su familia a México. Luego fue a los Estados Unidos para denunciar a los

sandinistas por perseguir a cristianos. Aunque él mismo no hizo un llamado a favor

de los contras, la Cadena Cristiana de Difusión y otras organizaciones de la

derecha religiosa utilizaron su testimonio para agitar precisamente ese punto. {165}

Desde hace tiempo, la derecha religiosa no tenía pruebas frescas de la persecución

religiosa en Nicaragua, por lo que utilizaron al testimonio de Hassan para dar un

nuevo impulso a su campaña contra los sandinistas.

El interrogatorio de Hassan, como el de los otros detenidos, tuvo lugar en El

Chipote, la siniestra fortaleza construida por la dictadura de Somoza en una colina

sobre Managua. Bajo el antiguo régimen, había sido utilizada como un centro de

tortura. Estos interrogatorios no utilizaban la tortura, por lo menos de la clase que

deja marcas físicas, pero [316] algunos protestantes que simpatizaban con los

sandinistas –entre ellos CEPAD y los obispos Metodistas Unidos en los Estados

Unidos– fueron rápidos en expresar su preocupación por el trato que se daba a los

prisioneros.{166}

«¿Por qué hicimos esto?» preguntó el Comandante Omar Cabezas. «Porque

tenemos derecho a una defensa. Debe estar claro que no renunciaremos a nuestro

derecho para defendernos. Nos defenderemos de los aviones que el gobierno de

los Estados Unidos ha estado entregando a los contrarrevolucionarios. Nos

defenderemos de toda ayuda que el gobierno de los Estados Unidos ha estado

dando a los contrarrevolucionarios. Igualmente, nos defenderemos de todas las

336

conspiraciones que la iglesia... y los institutos de los Estados Unidos

especializados en esta clase de cosas, incluyendo el Instituto sobre Religión y

Democracia, están llevando a cabo en Nicaragua. Nos defenderemos de este

instituto. Nos defenderemos del daño que el Congreso de los Estados Unidos nos

ha hecho al aprobar aviones, camiones y equipo de comunicación para que puedan

matarnos aquí en nuestra propia tierra, matarnos, a quienes no les hemos hecho

nada... Nos defenderemos con todos los medios porque este es nuestro hogar, y

nos están atacando desde afuera por todos estos planes.» {167}

Mientras tanto, una noche y en un barrio de Managua, el eco de un canto

flotaba a través de la suave brisa nocturna. Una vez, lo seguí calle abajo hasta una

iglesia pentecostal, una estructura nueva entre un vecindario de casas humildes y

un barrio de clase media. En agosto de 1983, el pastor había realizado reuniones al

aire libre en otro barrio, sobre un terreno en el que planeaba construir una iglesia.

Noche tras noche de altoparlantes provocaron las acostumbradas quejas sobre la

bulla; también parecía que existían desacuerdos sobre a quién pertenecía el

terreno, con el Comité de Defensa Sandinista que quería utilizarlo para más

vivienda. Una noche, de acuerdo a los miembros de la iglesia, una turba de jóvenes

de fuera del barrio irrumpieron en el culto, acabaron con él, y robaron el equipo de

sonido. También arrastraron al pastor a una distancia, lo golpearon, apuntaron una

pistola a su cabeza, y lo lanzaron en un canal. Aún los vecinos que se habían

quejado pensaron que esto había ido demasiado lejos, e hicieron lo que pudieron

para impedir más derramamiento de sangre. [317] Esa misma noche, el CDS

construyó un rancho sobre el terreno y lo reclamó para el pueblo.

Cuando el pastor se recuperó –se dice que, después de untar sus heridas con

aceite y orar por él, éstas se curaron sin dejar cicatrices– fue a CEPAD, el cual

arregló un diálogo para componer las cosas. De acuerdo a una versión sandinista,

un comandante estaba allí, y los líderes católicos del CDS abrazaron a los

evangélicos en medio de lágrimas. De acuerdo a otra versión, no había ningún

comandante y a los evangélicos no se les devolvió su terreno. Después de un

tiempo, CEPAD pudo arreglar un nuevo sitio para la congregación. Ahora atraía a

más de cien personas, en su mayoría madres jóvenes con sus hijos, cada noche de

la semana.

La mayoría de los feligreses parecían ser del vecindario humilde cercano, en

donde los sandinistas habían ayudado a la gente a reemplazar sus chozas con

337

estructuras más sustanciales, las cuales podían expanderse en casas verdaderas.

Desafortunadamente, la inflación había arruinado su poder adquisitivo, y tenían

menos para comer que antes. Cuando se desgastaban los zapatos, era mucho más

difícil comprar un nuevo par. Y ahora existían más chozas hacia los extremos,

construidas por parejas adolescentes que empezaban por su cuenta, así como

también por refugiados de la guerra y de la crisis agrícola. Existían setenta iglesias

más de esta denominación en el sector rural, me dijeron los miembros, y éstas

habían sufrido. Tal vez cuatro congregaciones se habían desintegrado por la

guerra. Algunos hermanos se encontraban en campos de reubicación. Hubo

pastores y diáconos que habían sido detenidos, y unos pocos todavía estaban en la

cárcel. Pero aquí se encontraban, en un nuevo y bonito templo, sin haber sufrido

enfrentamientos físicos con las autoridades durante casi dos años. No sabían lo

que ocurriría después. «Si deseas el crecimiento evangélico», me dijo un

misionero, «deja todo en manos de los comunistas.» {168}

Notas

{156} Véase también «Interrogados y vejados: pastores evangélicos llevados a Chipote», La

Prensa, 5 de noviembre de 1985.

{157} Sam Dillon, «People's Courts Take on Contras», The Miami Herald, 27 de diciembre de 1985,

págs. 1, 4.

{158} Tayacán 1984: 30, 34.

{159} Ambrose Evans-Pritchard, «How the Poorest Feel the Most Betrayed by the Sandinistas»,

Sacramento Bee, 23 de febrero de 1986, pág. C6.

{160} Radio Sandino (Managua), 28 de noviembre de 1985, traducido y publicado por Foreign

Broadcast Information Service, 6 de diciembre de 1985, págs. P9-15. «Pastors Implicated in

Illegal Acts», Barricada Internaciónal, 5 de diciembre de 1985, pág. 3. Roy Howard Beck,

«Nicaraguan Pastors Accused of U.S. Connections», National Christian Reporter (Dallas), 13 de

diciembre de 1985, pág. 1. Paul Goepfert, «Nicaraguan Emergency Isn't Obvious.»

{161} Analogía errada: Foreign Broadcast Information Service, 6 de diciembre de 1985, págs. P14-

15, citando a Barricada, 1º de diciembre de 1985, pág. 5. Subsidios de la CIA: «Nicaraguan

Internal Opposition Receives U.S. Funds», Washington Report on the Hemisphere (Council on

Hemispheric Affairs), 16 de marzo de 1988, pág. 5.

338

{162} Eric Alterman, «For the Contras, After a Fashion», Harper's Magazine, agosto de 1986, págs.

66-7. Barry et al 1986:58. Joel Brinkley, «Iran Sales Linked to Wide Program of Covert Policies»,

New York Times, 15 de febrero de 1987, págs. 1, 8.

{163} «Campus Crusade Runs Into Nicaraguan Opposition», Missionary News Service, 1º de agosto

de 1984. Comisión Permanente de Derechos Humanos (Managua), casos 84-11-080 y 84-12-

029.

{164} Institute on Religion and Democracy 1986.

{165} The Standard (CBN University, Virginia Beach, Virginia), edición especial reimpresa para la

convención de febrero de 1986 de los Difusores Religiosos Nacionales.

{166} Roy Howard Beck, «Bishops Voice 'Strong Objections' to Reported Nicaraguan Repression»,

National Christian Reporter, 22 de noviembre de 1985, pág. 3. Para una crítica al sistema de

seguridad sandinista, véase Amnistía Internacional 1986.

{167} Radio Sandino, 20 de noviembre de 1985.

{168} Entrevista del autor a John Kessler, San José, Costa Rica, 13 de julio de 1985.

Visión Mundial en el Ecuador

A 3.300 metros de altitud, el pequeño pueblo de Pilahuín se acurrucaba bajo

una nube, en un frío y ventoso hombro de los Andes, sobre la moderna ciudad de

Ambato. Apartado y abandonado, se veía como muchos otros pequeños poblados

en la sierra ecuatoriana, necesitado de pintura, y desmoronándose lentamente

como lo hace el adobe. Pero aunque el tiempo parecía haberse detenido una

generación atrás en Pilahuín, las aldeas de los indígenas quichuas a su alrededor

no habían sido olvidadas. Estos campesinos se encontraban en la mira de Visión

Mundial, la agencia evangélica de desarrollo más grande del mundo, lo cual no era

del agrado de la Iglesia Católica.

«Hace diez años», me dijo el párroco Jesús Tamayo, «el evangelismo aquí

predicaba la Biblia, nada más que moralismo. De pronto, en un arranque de

entusiasmo por la responsabilidad social, los evangélicos cambiaron su rumbo, y

comenzaron a repartir grandes cantidades de dinero. Ahora, Visión Mundial es el

problema más serio que se da a nivel del desarrollo campesino. Minimizan el

339

esfuerzo y la reflexión de la gente, destruyendo la organización popular. Los

evangélicos dicen a nuestra gente que son estúpidos porque están haciendo algo a

cambio de nada. Entra la mentalidad de que quien exige esfuerzo es enemigo de la

comunidad. De sacar todo el dinero que pueden. De oportunismo. Del aprovecho.

Con esa entrega de dinero tan fácil, se regó la idea de que no se deben pagar los

préstamos.» Los préstamos que Tamayo había extendido para los tractores eran

irrecuperables ahora, en parte debido a los generosos términos de Visión Mundial.

«Es imposible que Visión Mundial continúe con esta política de entrega, entrega,

entrega», concluyó Tamayo, «porque una vez que disminuyen las entregas, la

gente pierde interés.»{1} [320]

En la aldea de Pallaloma existía un templo evangélico nuevo y una escuela

nueva, esta última aún sin terminar. Los progresos más visibles eran extrañas cajas

de cemento esparcidas a cierta distancia detrás de cada casa. Eran letrinas

nuevas, una señal de que ésta era una comunidad de Visión Mundial.

Curiosamente, no existía un pastor evangélico en Pallaloma. El pastor allí se había

iniciado como un catequista católico, trabajando con el Padre Tamayo, pero luego

se cambió de bando y fue contratado por Visión Mundial como coordinador de la

comunidad. Hasta que surgió un problema. ¿Qué pasaba con el dinero? Un día,

Pallaloma envió a Visión Mundial una solicitud pidiéndole que se fuera. En cuanto a

Visión Mundial –a la que no le gustaba ser categorizada como evangélica– no

pretendía financiar la construcción del nuevo templo. Allí estaba, un símbolo

vergonzoso de la orientación teológica de Visión Mundial. Ahora no existía ningún

pastor porque Visión Mundial, en su intento por reforzar el testimonio cristiano en

Pallaloma, lo había forzado a renunciar por un faltante de quinientos dólares. {2}

También se había pedido a Visión Mundial que saliera de la comunidad vecina

de Mulanleo. Entre las explicaciones para este hecho, se decía se había sido

ofendido a Mulanleo por las fotografías que se tomaban a sus hijos para conseguir

fondos en los Estados Unidos. De acuerdo a una segunda versión, cuando el Padre

Tamayo supo que Mulanleo había aceptado el dinero de Visión Mundial para un

proyecto de agua, les persuadió para que lo devolvieran. Una tercera versión dice

que el sacerdote estuvo a punto de perder la comunidad luego de suspender los

sacramentos a aquellos con una posición religiosa ambigua. Algunos de los

ancianos tenían miedo de ir al infierno, pero algunos de los jóvenes estaban a

punto de buscar sus sacramentos en otro lugar. Afortunadamente, otra agencia de

340

desarrollo vino al rescate, ofreciendo financiar proyectos compensatorios. «Visión

Mundial no nos va a engañar», dijo un líder de Mulanleo. «somos católicos hasta la

muerte.»{3}

A juzgar por tales incidentes, Visión Mundial era el ejemplo perfecto de una

agencia norteamericana adinerada que trataba de comprar la lealtad de los pobres.

Debido a que la contabilidad no era una técnica altamente desarrollada en las

comunidades campesinas, era muy probable que esta clase de generosidad dejara

como consecuencia muchas riñas. Pocos años después de la llegada de Visión

Mundial al Ecuador, [321] a finales de los años setenta, ésta fue acusada de

provocar o empeorar conflictos en más de una docena de comunidades indígenas.

Indicios de lo mismo parecían estar surgiendo en muchos otros lugares. El lado

bueno de Visión Mundial, decía un habitante de Yantzapután, era que entregaba

dinero a la gente pobre. El lado malo, afirmaba, era que los enfrentamientos por

dinero estaban destruyendo a su comunidad. {4}

Muchos ecuatorianos empezaron a sospechar que la retórica humanitaria de

Visión Mundial escondía un plan para dividir a las comunidades campesinas y

acabar con sus organizaciones políticas. ¿Por qué otra razón estaría tan interesada

en los quichuas, una oprimida nacionalidad andina que surgió del Imperio Inca y

que todavía cuenta con millones de gente desde el Ecuador hasta Bolivia? ¿No se

había oído de Visión Mundial con anterioridad, en las noticias de los refugiados

salvadoreños en Honduras? Allí había sido acusada de entregar a los refugiados a

las fuerzas de seguridad para que los matasen, como una especie de Poncio Pilato.

La organización católica de derechos humanos, Pax Christi, acusó a Visión Mundial

de ser el «Caballo de Troya» de la política exterior estadounidense. {5} En nombre de

este frente de la CIA, escribió un periodista, el fundamentalismo norteamericano se

enfrentaba con la teología de la liberación. {6}

Irónicamente, para muchos evangélicos Visión Mundial era un ejemplo

sobresaliente de la nueva ola en el trabajo misionero: el compromiso social. Los

ministerios evangélicos de auxilio no eran enteramente nuevos: unos se

remontaban a las dislocaciones masivas de las dos guerras mundiales, con un

auge adicional por la industria de huérfanos durante la Guerra de Corea. En el

presente, sin embargo, ayudar a las víctimas de las guerras y desastres estaba de

moda como nunca antes. También existía una ola de entusiasmo por los programas

de desarrollo, como si los evangélicos estuvieran resucitando las extinguidas

341

esperanzas liberales de las décadas de 1960 y 1970. Auxilio y desarrollo se habían

convertido en un sector de crecimiento en las misiones, mientras que un auge de

apoyo financiero ayudaba a agencias como Visión Mundial a apartarse de antiguos

dogmas fundamentalistas.

Es importante recordar que si los misioneros no infunden la doctrina en la

gente a la que ayudan, los fundamentalistas los acusan de caer [322] en el

«evangelio social», es decir, de colocar los intereses mundanos sobre los

espirituales. Una agencia de patrocinio de la niñez, Compasión Internacional,

ejemplificó el método fundamentalista. Trabajaba únicamente a través de

evangélicos, e insistía en el entrenamiento bíblico en las escuelas a las que

apoyaba –no hay enseñanza de la Biblia, no hay financiamiento–. El condicionar la

ayuda de tal forma, sin embargo, produciría cristianos «de arroz», como sucedió en

las misiones cristianas en tiempo de hambruna en China. Es decir, solo producía

neófitos cuyo principal interés en la nueva religión era seguir recibiendo las

donaciones.

Haití era un caso extremo de esta clase de manipulación mutua: de acuerdo a

un obrero de los Bautistas del Sur, algunas de las más de cuatrocientas misiones

en el país eran fraudes completos. El había visto cada truco imaginable, hasta la

organización de orfelinatos falsos para gratificar a los donantes estadounidenses en

sus visitas. Aún las misiones genuinas habían convertido a las iglesias de Haití en

dependientes de subsidios, que los cristianos demandaban a cambio de prestar

colaboración.{7}

«Con frecuencia, muchos haitianos se me acercaban pensando que era

misionero», reportaba el antropólogo Frederick Conway. «A menudo, decían que

eran hermanos protestantes y por ello demandaban dinero. O me regañaban por

tacaño, preguntándome que cómo esperaba que la gente se uniera a mi iglesia si

no les daba nada... Asumían que yo [al igual que un misionero local] 'necesitaba'

una misión y que estaría dispuesto a pagar por ésta.» {8}

Las donaciones parecían funcionar bajo una dictadura anticuada como el

régimen de Duvalier. Pero dejaban de hacerlo cuando los revolucionarios tomaban

el poder. Así aprendió Larry Jones, un evangelista de Oklahoma y jefe de un grupo

llamado Alimentar a los Niños. En avivamientos planificados para Nicaragua en

abril de 1985, Jones pensaba distribuir kilos de arroz y frijoles a todos los

342

asistentes, junto con un Nuevo Testamento y un traje para cada pastor. Pero los

sandinistas decidieron que favorecer a los evangélicos con tales ayudas no era

aceptable en su revolución. Confiscaron el material de Jones, lo entregaron a las

víctimas de la guerra, restringieron sus reuniones y, cuando prometió [323] regresar

a Nicaragua para realizar más reuniones, fue devuelto desde el aeropuerto. {9}

Especialmente en América Central, hablar sobre responder a las necesidades

sociales podía ser una excusa para establecer las asociaciones más crudas entre la

repartición de ayuda muy necesitada, reforzar las imágenes del norteamericano

como benefactor, y presionar por la conversión. Incluso los promotores más

flagrantes de la dependencia sostenían que estaban promocionando la

autosuficiencia, y nadie admitía que se presionaba a los receptores. Los

dispensadores más ingenuos (o más manipulativos, dependiendo de su punto de

vista) de donaciones resultaron ser carismáticos. Recientemente llegados de los

Estados Unidos, estaban tratando de construir un ministerio, es decir, de conseguir

clientela. Desafortunadamente, gran parte del espectro evangélico podía ser

acusado de dicho comportamiento en una que otra ocasión.

Existían varias razones por las que era difícil dejar atrás el «cristianismo de

arroz». En primer lugar, debido a la desconfianza de los evangélicos hacia el

activismo para cambiar las estructuras sociales, la más probable interpretación de

«responsabilidad social» era en términos de caridad para los necesitados. En

segundo lugar, entre las poblaciones desconfiadas, aún una agencia relativamente

sofisticada como Visión Mundial sentía la necesidad de utilizar las donaciones para

abrirse una puerta. En tercer lugar, aunque algunas misiones lo negaban, los

proyectos evangélicos de desarrollo típicamente tenían el propósito de atraer

neófitos. Después de todo, ésta era la única base sobre la cual la mayoría de las

agencias podían solicitar donaciones de su público evangélico en los Estados

Unidos. Por consiguiente, las agencias evangélicas tendían a reproducir las

ecuaciones entre donaciones y evangelismo, a pesar de las afirmaciones de

haberlas trascendido.{10}

De todas maneras, los grupos como Visión Mundial querían ir más allá de la

entrega de pastillas, inyecciones y vestimenta, a través de programas de desarrollo

a largo plazo, que eludían asociaciones estrechas con asistencia a cultos

evangélicos. Otras organizaciones en la misma línea incluían a World Concern

(Preocupación Mundial), MAP (Programas de Ayuda Médica) Internacional, Food

343

for the Hungry (Comida para los Hambrientos) y Auxilio Mundial de la Asociación

Nacional de Evangélicos. [324] En una u otra forma, cada una de estas agencias

tomaba parte en las autocríticas de la más amplia comunidad de desarrollo. Un

modelo de pensamiento progresista –tan progresista que fácilmente podía olvidarse

de sus credenciales evangélicas– era el Comité Central Menonita (MCC). Un

consorcio de diecisiete denominaciones menonitas y de los Hermanos en Cristo, el

MCC se remontaba a 1920, lo que lo convertía en la agencia de auxilio evangélico

más antigua y de mayor experiencia.

Esta era una nueva clase de evangelismo protestante, al que los

fundamentalistas consideraban como sospechosamente liberal. A pesar de estar

sujeto a todas las debilidades de la limosna paraeclesial, rompió con el molde

pesimista y premilenarista de las misiones fundamentalistas, al estimular a los

evangélicos latinoamericanos a adoptar un papel activo para mejorar sus

comunidades. Como una fuente alternativa de patrocinio, desafió a las estructuras

existentes de misión-iglesia. Basándose en nuevas formas de ayuda financiera –en

El Salvador, Visión Mundial sostenía que su presupuesto anual de 2 millones de

dólares le ayudaba a mantener nexos con el 80% de las denominaciones del

país{11}– las agencias evangélicas de desarrollo estimulaban a las iglesias a

consolidar su crecimiento al responder a la crisis económica de sus miembros. {12} A

pesar de que dichos grupos insistían en que siempre trabajaban «en el nombre de

Cristo», su intento por evitar el paternalismo aflojó los lazos entre auxilio y

evangelismo.

Para los latinoamericanos que desconfiaban de los norteamericanos que traían

regalos, un método más sofisticado sugería una forma más sofisticada de

penetración. Estas agencias de financiamiento podían parecer omnipresentes y al

mismo tiempo intangibles, al trabajar como lo hacían, a través de una multitud de

organismos evangélicos locales. Su uso del lenguaje de auto-ayuda, autonomía,

incluso liberación, parecía ser un intento por confundir a los pobres y por absorber

al cristianismo radical. Era fácil establecer comparaciones con la intervención

norteamericana en el sureste de Asia. Un incidente fue el intento realizado por

Food for the Hungry por reestablecer a los refugiados Hmong en Bolivia. Para

alarma de las organizaciones nativas, de la Iglesia Católica y de la izquierda

boliviana, los Hmong habían peleado por la CIA en Laos. {13} [325]

344

Una causa particular de sospecha era la presencia de fondos y alimentos

proporcionados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo

Internacional (USAID). Desde el punto de vista de USAID, las misiones religiosas

eran más efectivas en llegar a las bases, tenían una postura menos política y

lograban más por dólar que los programas oficiales, todo debido a su naturaleza

voluntaria.{14} Tales «organizaciones voluntarias privadas» (PVOs) conocían el

terreno en el que trabajaban; tenían un público que podían traer al programa en

lugar de empezar desde el principio; y estaban acostumbradas a pensar en

pequeña escala, lo que tenía mejor posibilidad de responder a las necesidades de

la gente. Debido a que generalmente planificaban permanecer en los alrededores,

sabían que deberían enfrentar las consecuencias de sus errores.

Se necesita poca imaginación para preguntarse si los subsidios de USAID

estaban siendo utilizados para manipular a las PVOs. Al ser una agencia del

Departamento de Estado, el personal de USAID pertenecía al servicio exterior y, en

algunas ocasiones y lugares, contaba también con oficiales de la CIA. {15} Además,

lo que USAID quería financiar –microempresas y productos de exportación– influía

sobre las prioridades de las agencias privadas. {16} Como grupo, sin embargo, las

misiones evangélicas parecían recibir una fracción relativamente pequeña de las

asignaciones de USAID. Los 31 millones de dólares que la agencia entregó a ocho

PVOs evangélicas en 1983-1984 se vieron empequeñecidos por los 264 millones

que entregó a Caritas de la Iglesia Católica, lo cual constituía el 77 por ciento del

presupuesto total de 342 millones de ésta última. {*} [326]

El ingreso de Visión Mundial era mayor que el de todas las otras agencias

evangélicas de desarrollo juntas, y era un caso particularmente contradictorio. A

pesar de ser acusada de imperialismo en Honduras y en Ecuador, solamente un

puñado de los miles de empleados y coordinadores locales en América Latina eran

norteamericanos. En el Ecuador, los agentes pastorales de la Iglesia Católica la

consideraban como una amenaza. Irónicamente, también era objeto de mucha

queja por parte de los evangélicos, por causar estragos en sus iglesias. Una de las

mayores alarmas sobre Visión Mundial ocurrió en Chimborazo, una provincia de la

sierra ya cargada de tensiones religiosas.

Notas

345

{*} Entre las PVOs evangélicas, las agencias más dependientes de USAID eran la Agencia

Adventista de Desarrollo y Auxilio, la cual recibía el 67 por ciento de su presupuesto para ese

año ($14,5 millones) de USAID, y la Oficina de Servicio Mundial del Ejército de Salvación, la cual

recibía el 44 por ciento ($3,1 millones de $7,1 millones). Auxilio Mundial obtenía el 25 por ciento

de su presupuesto para 1983-1984 de USAID ($3,1 millones de $12,5 millones), Food for the

Hungry el 9 por ciento ($0,9 millones de $10 millones), y Visión Mundial un 6 por ciento ($9,4

millones de aproximadamente $150 millones). Otras PVOs evangélicas incluyendo MAP

Internacional, el Comité Central Menonita, y el Instituto Lingüístico de Verano, recibían el 1 por

ciento o menos de su presupuesto de USAID. World Concern y Vecinos Mundiales no recibían

nada («Voluntary Foreign Programs 1983-1984», U.S. Agency for International Development,

suplementado por la estimación del autor para Visión Mundial).

{1} Entrevista del autor, Centro Indígena de Atocha, Ambato, 27 de mayo de 1985.

{2} Entrevistas del autor, Pallaloma, 9 de junio de 1985.

{3} Entrevista del autor, Mulanleo, 9 de junio de 1985.

{4} Entrevista del autor, Centro Indígena de Atocha, Ambato, 27 de mayo de 1985.

{5} «Human Rights Reports of the Mission: Honduras, Salvadorian Refugees», Pax Christi

International, octubre de 1981.

{6} Frank Viviano, Pacific News Service, «CIA Church Group in Honduras», Guardian (Nueva York),

26 de agosto de 1981, pág. 13.

{7} Mike Creswell, «Some Haitian 'Ministries' Don't Exist», Commission, agosto de 1982, págs. 24-

27, 30, 64.

{8} Frederick Conway, «Pentecostalism in Haiti», en Glazier 1980: 20-21.

{9} Entrevistas del autor, Managua, julio-agosto de 1985; Boletín de Noticias (Embajada de los

Estados Unidos, Managua) 21 de mayo de 1985; y Charisma, noviembre de 1985, pág. 94.

{10} Para acusaciones de que Visión Mundial en Honduras y Guatemala ha continuado

condicionando la ayuda a la submisión a la instrucción evangélica, véase Resource Center

1988a: 55-56 y 1988b: 49.

{11} Resource Center 1988c: 40.

{12} Cf. Resource Center 1988a: 7.

{13} Jeff Stein, «CIA's 'Secret Army' Moves from Thailand to Bolivia», Latinamerica Press, 21 de

diciembre de 1978, págs. 7-8.

346

{14} Bolling y Smith 1982: 189-191.

{15} George Cotter, «Spies, Strings and Missionaries», Christian Century, 25 de marzo de 1981,

págs. 321-324.

{16} Para un análisis sobre este asunto en América Central, véanse los directorios de Resource

Center en la bibliografía.

El auge protestante en Chimborazo

Para los hombres y mujeres consagrados de la Unión Misionera Evangélica

(GMU), Chimborazo constituía un verdadero Getsemaní. No sólo porque los

campesinos quichuas los asaltaban ocasionalmente. Peor aún era el preguntarse

por qué el Señor los había llevado hacia un sitio tan estéril espiritualmente. {17} Para

bautizar al primer indígena converso en la provincia, la Unión Misionera Evangélica

necesitó de cincuenta y dos años.{18}

La razón para la larga espera de GMU fue que, por lo que se podía ver, los

quichuas de Chimborazo pertenecían a los dueños de las haciendas y a la Iglesia

Católica. Cuando las haciendas cambiaban de manos, también lo hacían sus

siervos indios, sujetos a la propiedad por deudas sin fin. Junto con el tributo que los

quichuas entregaban al sacerdote y al terrateniente, se encontraba la creencia de

que los animales, las cosechas y las vidas dependían de la propiciación de la

comunidad entera a «los santos», dioses nativos a los que se ponía un nombre

cristiano y bautizaba en una sistema sincrético tradicional. Si cualquier familia

negaba sus obligaciones para con los santos, el bienestar de toda la comunidad

corría peligro. Cuando un hombre sucumbía a las tentaciones del protestantismo,

una multitud de familiares y vecinos enseguida lo confrontaban por su error.

Incluso después de que este sistema tributario comenzó a resquebrajarse, a

través de una reforma agraria parcial durante los años sesenta, el futuro todavía

parecía pertenecer a la Iglesia Católica. [327] Chimborazo no sólo era una provincia

profundamente católica, sino también la diócesis de Monseñor Leonidas Proaño, el

«obispo de los indios», un símbolo de justicia para la casta racial inferior del país.

Por haber liderado un movimiento de derechos civiles similar al de Martin Luther

King en los Estados Unidos, el clero de Proaño fue golpeado y encarcelado y él

mismo fue acusado de comunista. En 1976, se convirtió en un héroe internacional

347

cuando las autoridades irrumpieron en un retiro que él se encontraba presidiendo y

detuvieron a diecisiete prelados.{19}

Sin embargo, el futuro del Chimborazo no pertenecía a la Iglesia Católica, ni

siquiera a la iglesia progresista y sufrida de Monseñor Proaño. En parte a través de

sus reformas, Chimborazo se convirtió en la provincia más protestante de la sierra

ecuatoriana. En 1976, los misioneros evangélicos sostenían abarcar un 10 por

ciento de sus doscientos mil quichuas.{20} Diez años más tarde, los pastores

quichuas decían estar sirviendo a unas cincuenta mil personas; los oponentes

católicos les acreditaban un 30 por ciento de la población indígena; y un censo

evangélico de Visión Mundial reclamaba aún más. {21} A pesar de que las últimas

cifras podrían ser exageradas, ningún otro agente externo, tal vez ni siquiera el

obispo de la diócesis de Riobamba, podía afirmar haber causado tal impacto en las

comunidades quichuas.{22}

Para comprender lo ocurrido, dirijámonos al área alrededor de la estación de la

Unión Misionera Evangélica en la Laguna de Colta. Antes de que el espíritu del

evangelismo se posesionara de las aldeas de adobe y paja que rodeaban a esta

fría y pantanosa laguna, a más de 3.000 metros, era común encontrar a gran parte

de la población en estado de intoxicación etílica. Los domingos, la carretera

Panamericana que pasa junto a la laguna se encontraba llena de borrachos, tanto

mujeres como hombres, que se tambaleaban a su regreso del mercado y se

desplomaban en el camino.{23} El consumo del licor de caña parecía acompañar a

cada ocasión social y también a muchas que no lo eran. Durante las borracheras,

los quichuas que en otras ocasiones parecían lentos y sumisos, insultaban a sus

amos y explotaban en orgullo. Luego, a medida que los dolores de cabeza se

posesionaban de ellos, reñían entre sí de forma brutal. Las fiestas, escribió Donald

Dilworth, de GMU, proporcionaban una revolución ilusoria que impedía a los

quichuas explotar en una verdadera.{24} [328]

En 1965, un equipo de la Universidad de Cornell visitó Colta para USAID. Los

investigadores descubrieron que los indígenas todavía se arrodillaban para besar la

mano de su patrón blanco, doblando una esquina de su poncho sobre la piel del

patrón para evitar tocarla con sus labios. Aparentemente, los norteamericanos

revelaron sus sentimientos hacia los métodos empleados por los cantineros y

terratenientes puesto que, temerosos de la ruina financiera, estos últimos

informaron a los recelosos quichuas que los gringos estaban planeando robar a sus

348

hijos. El equipo de Cornell informó que, generalmente, a los quichuas no les

interesaba el desarrollo. Tenían tanto desinterés que algunos amenazaron con

quemar vivos a los integrantes del equipo de Cornell.

Los investigadores concluyeron que, para soportar los insultos y las

intimidaciones, un proyecto de desarrollo alrededor de Colta requeriría de un

personal con una dedicación casi misionera. Ese mismo año, los misioneros en la

estación de GMU en Majipamba se sintieron obligados a solicitar al ejército que

protegiera a los pocos conversos que se encontraban al otro lado de la laguna, en

San Antonio. Los católicos habían culpado a los protestantes por una sequía y les

lanzaban piedras, mientras se preparaban para un bautismo en la laguna. Después

de que los neófitos escaparon a la misión GMU, el ejército llegó y arrastró a veinte

católicos a sus barracas y los golpeó. La siguiente vez que los protestantes

escaparon a la misión y que el ejército llegó, gran parte del poblado se dirigió hacia

los cerros.{25}

El equipo de Cornell pensaba que un punto favorable era que algunos hombres

de Colta deambulaban por distintos lugares como pequeños comerciantes. Estos

traían de vuelta ideas que algún día florecerían en desarrollo para la comunidad.

De acuerdo a un investigador más reciente, Bernard Gellner, los primeros años de

la década de 1960 fueron una época de agitación en Colta. Para adelantarse a la

reforma agraria, los dueños de haciendas vendieron parcelas a los quichuas. Con

tantos compradores ya trabajando bajo los requisitos financieros de la pequeña

empresa, sus adquisiciones de tierra aumentaron la presión por evadir las costosas

obligaciones del catolicismo tradicional. {26} Como lo señaló Dilworth de la GMU, si la

pobreza pudiese «ser medida por el número y la duración de las fiestas», {27}

entonces Colta se encontraba al borde de la rebelión. Aún así, ¿quién habría

pensado que las comunidades a orillas [329] del lago iban a ser tomadas por una

religión de renacidos? Ciertamente, esto tomó a los misioneros por sorpresa, y

habría sido difícil preveer la transformación.

Tan sólo veinte años después de la visita del equipo de Cornell, Colta parecía

más bien ser un prometedor barrio de ciudad que una población quichua. Las

chozas de adobe y de paja de los antiguos habían casi desaparecido detrás de una

pared de casas blancas y modernas, muchas de ellas de dos pisos, formando un

círculo alrededor de la mitad del lago. La cooperativa Ñuca Llacta mantenía una

impresionante flota de buses, camionetas y otros vehículos a motor, la mayoría de

349

ellos pertenecientes a los evangélicos. Puesto que las principales fuentes de

prosperidad de Colta eran los comerciantes itinerantes y otros trabajadores

emigrantes, el pueblo estaba sujeto a los típicos rumores de participación en el

tráfico de drogas: un asesinato aquí, fulano en prisión allá. En un pueblo que solía

ser invadido por el ejército para proteger a los evangélicos de los católicos, ahora

se podía escuchar un altoparlante anunciando el próximo estudio bíblico.

Alrededor de Colta, la mayoría de quichuas se convirtieron al protestantismo,

arruinando a los cantineros y acabando con la Iglesia Católica como una presencia

significativa.{28} Las iglesias de GMU brotaron a lo largo del territorio de

Chimborazo. Los misionólogos evangélicos alababan al movimiento como un

modelo de evangelizar a través de la cultura: fue uno de los primeros avances

protestantes entre los quichuas de toda la región andina. Los misionólogos sacaron

largas listas de factores: aproximación al método lingüístico, una traducción

coloquial del Nuevo Testamento, una emisora que transmitía himnos y música

popular en la lengua nativa, clínicas médicas, evangelización a fondo, educación

teológica por extensión, conferencias de la iglesia, sustitutos funcionales, esto y

aquello.

El paso más importante que GMU aparentemente tomó fue el permitir que los

quichuas dirigieran sus propias iglesias. Al aflojar las riendas, a mediados de la

década de 1960, la misión permitió que sus incipientes iglesias se dejasen llevar

por las aspiraciones quichuas de autonomía. En una época en la que los quichuas

se apartaban de los terratenientes, abriéndose a la ideología del desarrollo y

buscando nuevas [330] formas para organizarse a sí mismos, la misión GMU había

provisto una nueva forma de organización en la que podrían hablar su propio

idioma y dirigir sus propios asuntos, en donde podían permanecer fieles al

concepto de sí mismos como un grupo oprimido y, sin embargo, superarse en la

sociedad más amplia.{29}

Notas

{17} La novela de Elisabeth Elliot, No Graven Image (1966), está localizada alrededor de Colta,

Chimborazo y plantea esta pregunta.

{18} J. Klassen 1975: 106.

{19} Penny Lernoux, «The Revolutionary Bishops», Atlantic Monthly, julio de 1980, págs. 6-14.

350

{20} H. Klassen 1976: 13.

{21} «La intervención imperialista y la respuesta de los pueblos», Coordinadora Popular de

Chimborazo, Riobamba, 1984, pág. 18. Directorio de Visión Mundial, citado en Bamat 1986: 109.

{22} Santana 1983: 168.

{23} Maynard et al 1965: 82.

{24} Dilworth 1967: 48.

{25} Maynard et al 1965: 65-72, 77, 90.

{26} Gellner 1982: 129-142.

{27} Dilworth 1967: 48.

{28} Muratorio 1980: 42 y Santana 1983: 168.

{29} La mejor descripción global del movimiento en Chimborazo es la de Blanca Muratorio (1980).

Para análisis misiológicos, véase J. Klassen 1975 y H. Klassen 1976.

El Obispo de los indios, parte I

Para Monseñor Proaño, el avance protestante en Chimborazo era algo

vergonzoso. El movimiento evangélico más notable del país había surgido en la

diócesis del obispo más progresista. ¿Se debía culpar a sus políticas? Proaño no

se encontraba bien físicamente cuando nos dio a un amigo y a mí una hora de sus

disminuidas energías, en mayo de 1985; parecía menos carismático que agobiado

por las preocupaciones. Acababa de alcanzar la edad obligatoria de jubilación, 75

años. Durante sus treinta y un años como obispo, Proaño ocupó una posición

sagrada en la cultura andina. Muchos todavía consideran al Obispo como un santo,

un equivalente de las imágenes de yeso de la iglesia, que respiraba, hablaba y

dispensaba milagros. A Proaño se le añadió el aura de la Iglesia Católica

progresista y su lucha a favor de los derechos indígenas.

A pesar de las acusaciones de ser un radical peligroso, el logro principal de

Proaño fue el de sacar a su diócesis de la era de la hacienda. Unicamente en una

351

retrasada provincia de la sierra como Chimborazo pudo haber sido considerado

como un obispo rojo, por terratenientes que enfurecieron cuando hizo público el

salario mínimo que ellos se negaban a pagar. La verdad era que Proaño temía la

revolución violenta y en particular el número de gente que sabía que morirían al

hacerlo. Al predicar en contra de los préstamos ideológicos del marxismo, favoreció

a lo que él llamaba una teología de la liberación auténticamente cristiana. En lugar

de socialismo, prefería hablar de una «opción comunitaria» basada en las

tradiciones indígenas. Esta, de alguna forma, salvaría a América Latina de los

estragos causados por el capitalismo.

Proaño había sacado a su diócesis de la época de hacienda al devolver la

mayor parte de sus tierras a los quichuas, pero ésta todavía podía parecer una

reliquia de la era colonial. Acuartelada en monumentos anticuados en la ciudad de

Riobamba, la diócesis no tenía archivo, [331] ni departamento legal para

defenderse de las autoridades provinciales, terratenientes y evangélicos; y (lo que

es indispensable para un norteamericano apurado como yo) no contaba con un

sistema de comunicación de radio para suplir la falta de teléfonos.

Lo que sí tenía la Diócesis de Riobamba era una riqueza de agentes

pastorales, l.318 de ellos, una impresionante red de personal laico y clerical, local,

nacional e internacional que trabajaba en parroquias, escuelas, centros e institutos.

Los equipos pastorales, comisiones y servicios, incluyendo a «misioneros

campesinos» quichuas, cumplían tareas específicas para fortalecer la base popular

de la iglesia. Para responder a las necesidades materiales había agencias de

desarrollo, un programa de perforación de pozos y equipos médicos. Para enseñar

a los campesinos a leer y concientizarlos se contaba con bien conocidas escuelas

radiofónicas. Otras organizaciones promocionaban la solidaridad con las

revoluciones centroamericanas, con cristianos perseguidos y con comunidades que

reivindicaban su derecho a la tierra.{30}

Para Proaño y sus colaboradores, no era una coincidencia que el crecimiento

protestante se hubiera dado al mismo tiempo que sus enfrentamientos con la clase

gobernante local, la cual parecía ver a los evangélicos como aliados en contra de

una diócesis socialmente consciente. Proaño admitía que una conspiración política

era difícil de comprobar, pero era claro que las sectas norteamericanas habían sido

enviadas para contrarrestar el mensaje de la liberación. Al igual que cualquier

imperio que busca imponer su religión, señalaba, los misioneros protestantes

352

habían inundado a América Latina desde que la Iglesia Católica empezó a trabajar

por la justicia social y a cuestionar la hegemonía norteamericana. De esta manera,

creía el obispo, la iglesia estaba pagando por su opción a favor de los pobres.

Estaba siendo socavada por sectas que Washington utilizaba como un «canal de

irrigación ideológica».{31}

Por supuesto, Proaño sabía que los misioneros protestantes habían estado en

Chimborazo desde principios de siglo, y reconocía que sus reformas habían

ayudado a abrirles camino. Los cambios no habían sido raros para un obispo

progresista, especialmente para uno que había asistido al Concilio Vaticano II a

principios de los años sesenta. [332] Por ejemplo, él había desalentado a los

sacerdotes de provocar violencia en contra de los evangélicos. Cuando se

suscitaba un incidente, llamaba a su sacerdote para conversar. Exhortaba a los

quichuas para que leyeran la Biblia, pero no estaba enteramente complacido con

los resultados. «Si, se aprovecharon del ecumenismo en contra de nosotros», me

dijo Proaño. «Nosotros distribuimos cantidades de Dios llega al hombre, la

traducción ecuménica [del Nuevo Testamento] de las sociedades bíblicas. Los

evangélicos utilizaron esto para afirmar que, de acuerdo al obispo, era tan bueno

ser evangélico como católico.»

Esto no impidió que Proaño siguiera promocionando la Biblia. Al igual que otros

reformadores católicos de las décadas de 1960 y 1970, sentía que la escritura

minaría los aspectos paganos del catolicismo tradicional. En Chimborazo, purificar

a la iglesia significaba atacar el papel tradicional del sacerdote en los rituales

quichuas. Parecía ser un cambio sensible: las fiestas asociadas con tales eventos

eran costosas demostraciones de derroche para sus priostes quichuas, quienes

preferían cada vez más invertir su excedente en comercio, tierras o educación.

Parte del peso financiero de patrocinar una fiesta, no muy fuerte pero sí suficiente

como para quejarse, constituían los pagos rituales al sacerdote. En parte por eso,

el protestantismo se estaba convirtiendo en una ruta de escape.

Desafortunadamente, cuando Proaño pidió a los sacerdotes que dejaran de

cobrar por los sacramentos, dejó a los tradicionalistas quichuas descontentos. En

su opinión, los sacramentos no cumplían su función protectora a no ser que fueran

pagados. Los sacerdotes conservadores tenían sus propias objeciones. No

deseaban romper con una fuente tradicional de ingresos, y Proaño realmente no

tenía el poder para someterlos a su política. Los despidos eran difíciles bajo la ley

353

canónica y contaba con tan pocos sacerdotes que no quería perder a ninguno.

Como resultado, la diócesis se encontró entre la espada y la pared. Si se rehusaba

a cumplir con las expectativas tradicionales, antagonizaría a los tradicionalistas. Si

trataba de satisfacer a las expectativas tradicionales, por el otro lado, estimularía a

los quichuas inquietos para que se convirtiesen al protestantismo. Romper con las

antiguas normas resultó tener toda clase de costos impredecibles. «El esfuerzo de

renovación de la Iglesia Católica produjo una crisis en el pueblo», explicó Proaño.

«Muchos han comprendido, otros no, y de eso se han aprovechado las sectas.» {32}

[333]

De acuerdo a lo antropólogos, se estaba produciendo una rebelión popular en

contra de la autoridad clerical. Al igual que otros aspectos del antiguo orden, la

Iglesia Católica había pesado mucho sobre los quichuas, al sintetizar muchos

atributos de la sociedad de hacienda. {33} Por consiguiente, el rechazo a la iglesia

era una forma de rechazar al orden tradicional. A pesar de que Proaño quería evitar

el repudio a la autoridad clerical, sus reformas pueden haberlo estimulado, al

subvertir el papel tradicional del sacerdote sin ser capaz de reemplazarlo

inmediatamente con uno nuevo.

Para cubrir el déficit de sacerdotes, Proaño entrenó a cientos de catequistas

quichuas. Sin embargo, éstos se convertían en líderes protestantes con una

regularidad suficiente como para ser un problema. Incluso el presidente de la

Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo en 1985 había trabajado para las

escuelas radiofónicas católicas durante tres años. Ahora, en la emisora evangélica

que administraba, atacaba mordazmente a su ex-empleador, el obispo. «Compran a

nuestros catequistas», se quejaban los trabajadores de la diócesis, acusando a los

evangélicos de inducir a los católicos a que cambiasen su fe al ofrecerles salarios.

A su vez, los evangélicos juraban que el obispo estaba «tratando de comprar a

nuestros evangelistas», negando las dos partes que a los líderes quichuas se les

pagara algo.

Los católicos sufrieron más pérdidas, y una razón parecía ser que los líderes

quichuas chocaban con la autoridad sacerdotal. A pesar de que Proaño había

promocionado al liderazgo laico, él todavía prefería confiar en los sacerdotes, y

eran éstos los hombres que permanecían a cargo de los programas diocesanos.

Aún los sacerdotes progresistas podían tener una alta opinión de sus prerrogativas

354

clericales y estar resentidos por ello, manteniendo la distancia social de siempre

entre el pastor y el rebaño.

Una solución prometedora, el entrenamiento de sacerdotes quichuas,

presentaba muchas dificultades. Después de treinta años de reforma, todavía se

encontraban en la etapa de planificación. En una época en la que el liderazgo

evangélico era en gran parte quichua, el clero de Proaño continuaba siendo extraño

a sus parroquias. El clericalismo era un punto débil en la reforma católica, lo que

proporcionaba una apertura [334] para los evangélicos, siempre listos para reclutar

a los líderes quichuas frustrados.{34}

Notas

{30} «Informe de la Diócesis de Riobamba, 1979-1984.»

{31} Proaño 1983: 4-6, 10.

{32} Entrevista del autor, Hogar Santa Cruz, Riobamba, 26 de mayo de 1985. Para un análisis

detallado de las dificultades que enfrenta la reforma sacramental, la formación del liderazgo

laico, y la teología de la liberación en otro medio andino, alrededor del Lago Titicaca en Bolivia,

véase Susan Rosales Nelson (1984).

{33} Casagrande 1978: 110-111.

{34} Cf. Dilworth 1967: 58.

Violencia cristiana

Chimborazo era solamente uno de los varios lugares en las regiones indígenas

de América Latina en donde la propagación del protestantismo se hallaba matizada

por la violencia. Al sur de México, en el altiplano guatemalteco, al suroeste de

Colombia, alrededor del Lago Titicaca entre Perú y Bolivia, algunos de los

campesinados más oprimidos de América Latina se estaban convirtiendo al

protestantismo en grandes cantidades. Pequeñas capillas evangélicas parecían

estar materializándose en todas partes.

355

No es difícil ver cómo el evangelismo podía dividir a las comunidades en

facciones hostiles. Las poblaciones a las que los evangélicos se referían como «no-

alcanzadas» habían sido ya evangelizadas por siglos, por un clero establecido que

trataba de obstruir a la nueva ola de evangelizadores. Al mismo tiempo, la tradición

religiosa se encontraba bajo presiones poderosas provenientes de su interior.

Mientras que los tradicionalistas defendían las obligaciones religiosas comunitarias,

otros se rehusaban a cumplir con esos mismos deberes.

En Chimborazo, los conflictos a menudo rompían la tranquilidad decepcionante

de una aldea quichua a través de una carpa grande y colorida. Generalmente, la

campaña era organizada por la Asociación Indígena Evangélica del Chimborazo

(AIECH), es decir, la denominación local de la Unión Misionera Evangélica. A

medida que las reuniones crecían en tamaño y en entusiasmo, los altoparlantes

resonaban hasta altas horas de la noche, no siempre con permiso de las

autoridades locales. Los católicos tomaban represalias golpeando a los

evangélicos; AIECH acudía a la policía; la policía maltrataba a suficientes católicos

como para desalentarlos de volverlo a hacer. Cuando los evangélicos morían,

generalmente era después de haber pasado por las manos de una turba. Cuando

los católicos morían, generalmente era de balas de la policía o del ejército. Los

casos que se presentaban ante la ley los ganaban, generalmente, los evangélicos.

A pesar de que el estado protegía la libertad de los individuos, no reconocía el

derecho de grupos corporativos [335] para expulsar a disidentes. Respaldados por

el estado, los protestantes estaban clavando una estaca en el corazón de la antigua

forma de comunidad.

Tanto los líderes católicos como los protestantes defendían el principio de la

libertad religiosa, pero más de palabra que en la práctica. Todos los líderes decían

que aborrecían la violencia y que habían tratado de dialogar con el lado opuesto,

sólo para ser rechazados. No obstante, la actitud predominante era la intolerancia.

Tanto los evangélicos como los católicos podían utilizar un lenguaje inflamatorio.

Las primeras etapas de la reforma protestante no fueron un modelo de humildad

cristiana, por ser los ataques al párroco una táctica popular. Los católicos tendían a

lanzar la primera piedra, pero en algunas ocasiones, las nuevas mayorías

protestantes expropiaban las capillas católicas e incluso las destruían. {35} Una

razón: los protestantes habían ayudado a construir las capillas cuando todavía eran

católicos y las consideraban propiedad de la comunidad.

356

La tolerancia religiosa no estaba en la cultura, señalaban los misioneros de los

dos lados, a veces con un tinte de auto-justificación. El escándalo sobre el último

incidente podía dar la impresión de que la violencia religiosa estaba subiendo. Pero

de acuerdo a los misioneros evangélicos, la hostilidad católica estaba lejos de ser

tan franca, consistente y física como lo había sido en los años cincuenta. {36} La

violencia parecía ser un fenómeno pasajero en el borde expansionista de cambio

religioso, donde los evangelistas sondeaban el territorio católico y los neófitos eran

fáciles de perseguir. En las áreas más antiguas, era común que católicos y

protestantes empezaran a fraternizar otra vez. {37}

«Si les dejan solos», me dijo Monseñor Mario Ruiz Navas de Latacunga,

«llegarán a entenderse. Después de vivir cinco siglos de opresión, son capaces de

hacer convivencia.»{38} Ellos podrían aprender a llevarse al igual que los católicos y

protestantes aparentemente lo hicieron en Santa Rosa, una aldea en un valle

erosionado en las afueras de Riobamba. Unos doscientos metros más abajo de la

capilla católica se encontraba un templo conectado con la Unión Misionera

Evangélica. Todos en Santa Rosa trabajaban juntos en la minga (día de trabajo

[336] comunitario), decía un vecino. Los católicos ayudaron a reparar la iglesia

evangélica y los evangélicos ayudaron a reparar la iglesia católica.

Los indígenas católicos y protestantes también se las arreglaron para trabajar

juntos en las mismas organizaciones políticas, por lo menos hasta la campaña para

expulsar al Instituto Lingüístico de Verano (SIL). Como el arma de campo de los

Traductores Wycliffe de la Biblia, el Instituto Lingüístico tenía una base en la

Amazonía, un contrato gubernamental sin término, y más capacidad lingüística que

cualquier organización ecuatoriana. Esto la convirtió en un blanco de preocupación

sobre la influencia norteamericana en los asuntos nacionales. Poco después de que

en la Universidad Católica de Quito se estableciese el primer departamento de

antropología en el Ecuador, a principios de los años setenta, éste se puso a la

ofensiva en contra del SIL. Se unieron a la causa las organizaciones indígenas y la

izquierda. Cuando el carismático presidente Jaime Roldós revocó el contrato del

SIL en abril de 1981, el aura sobre la decisión se realzó cuando murió dos días

después. La caída de su avión fue, según la investigación oficial, un accidente. Sin

embargo, persistían sospechas de que Roldós había sido asesinado por los

Estados Unidos debido a sus políticas nacionalistas. La controversia referente al

SIL dividió al movimiento indígena.

357

Los oponentes presionaban por el retiro físico de los miembros del SIL del

territorio nacional. De otra manera, temían, los norteamericanos regresarían con el

apoyo de militares ecuatorianos y diplomáticos estadounidenses, como lo habían

hecho en otros países. Pero el Instituto Lingüístico tenía sus defensores,

incluyendo a pastores y profesores indígenas que estaban convencidos de que el

gobierno no reemplazaría sus servicios de aviación y salud. También sentían que

los ataques a sus misioneros se estaban convirtiendo en ataques en contra de

ellos. Alentados por SIL, ellos presionaban al gobierno para restablecer el contrato.

Circulaban acusaciones, cada lado acusando al otro de ser el peón en una

conspiración anti-ecuatoriana. Los evangélicos se retiraron de las organizaciones

indígenas establecidas para formar las suyas propias.

Mientras el Instituto de Verano bajaba su bandera, se dieron informes

inquietantes sobre una nueva misión evangélica que se encontraba trabajando en

la sierra. De acuerdo a fuentes católicas y quichuas, estaba [337] sembrando

conflicto en las comunidades nativas a una velocidad asombrosa. El nombre del

grupo era Visión Mundial. Se había incorporado en el Ecuador tan sólo un año

antes de que el gobierno terminase el contrato del SIL. La coincidencia llevó a los

oponentes a identificar a la nueva organización como un reemplazo del SIL, en lo

que consideraban era otro intento por dividir y despolitizar a los pueblos indígenas.

Notas

{35} Un memo de seis páginas, titulado «Cicalpa, 9 de julio de 1973», a «Señores y Autoridades del

Cantón», firmado por Manuel Barba, Graciela Gallegos, y Delfín Tenesaca, describe la

expropiación evangélica de dos capillas católicas y la destrucción de dos en 1972-73. Una

denuncia del 7 de enero de 1982, de la Federación de Licto, «Atropello a lideres de la

Federación de Licto...», describe la destrucción de otra capilla católica por evangélicos en mayo

de 1980, en Pungalbug-Licto, y dos asaltos de evangélicos a católicos que se organizaban en

contra del Instituto Lingüístico de Verano.

{36} Entrevistas del autor a Henry Klassen, Majipamba, Colta, 13 de junio de 1985, y a Ben

Cummings, Radio HCJB, Quito, 18 de junio de 1985.

{37} Santana 1983: 173.

{38} Entrevista del autor, Latacunga, 8 de junio de 1985.

El desarrollo de Visión Mundial

358

Una razón por la que Visión Mundial invitaba a la sospecha en América Latina

era que la organización era un producto de la Guerra Fría. Su fundador, Bob Pierce

(1914-1978), había sido uno de los evangelistas de Juventud Para Cristo que

condujo al avivamiento en los Estados Unidos a finales de la Segunda Guerra

Mundial, y que luego vertió las energías resultantes hacia el evangelismo mundial.

Sus primeras campañas se realizaron en China, en donde Juventud Para Cristo

esperaba que el cristianismo evangélico fortaleciera la resistencia al avance

comunista. Después de que cayó el régimen Kuomintang, Pierce dirigió campañas

en Corea del Sur justo antes de que estallara la guerra en 1950. A medida que la

marea roja avanzaba, regresó a los Estados Unidos con una película mostrando la

condición de los refugiados y solicitó dinero para ayudarlos.

Pierce era un hombre dominante, un empresario de fe, que frecuentemente

chocaba con su directorio sobre la forma de utilizar el dinero. {39} Cuando renunció

en un arranque de ira en 1967, fue reemplazado por el calmado y organizacional

Stanley Mooneyham, ex-secretario de prensa para Billy Graham y organizador del

primer congreso mundial de evangelización financiado por Graham. Bajo

Mooneyham (1969-1982), Visión Mundial se convirtió en la eficiente multinacional

de la actualidad, con un ingreso de 232 millones de dólares en 1985. {40} Visión

Mundial iba directo hacia cualquier lugar en donde golpeara el desastre. En 1984,

estaba financiando cien operaciones de auxilio, dos mil quinientos proyectos de

asistencia a niños y a la familia, seiscientos programas de desarrollo para la

comunidad, y unas ciento cincuenta campañas de evangelismo en setenta y siete

países.{41} [338]

Visión Mundial se desarrolló con una base financiera más amplia que la usual

para una organización evangélica. Desde el inicio, la combinación de evangelismo

con el enfoque social de su fundador alienó a la clase de fundamentalista cuyos

dogmas constreñían tantos programas. Otra influencia fue el apoyo financiero por

parte de USAID, la misma que prohibía el uso de fondos oficiales para el

proselitismo. Debido a que Visión Mundial no debía condicionar la asistencia

provista por el gobierno con criterios religiosos, se acostumbró a presentarse como

una agencia no sectaria, humanitaria, como otros grupos religiosos en la misma

línea de trabajo. Finalmente, cuando Visión Mundial cambió sus películas

documentales como su principal forma de reunir fondos por la televisión, su alcance

se amplió desde los sótanos de las iglesias hacia los hogares, en donde adquirió un

359

mayor número de donantes. A pesar que el directorio de Visión Mundial era

evangélico, un porcentaje significativo de contribuyentes no lo era. En Australia y

Nueva Zelandia, el 20 por ciento eran católicos, y otro 20 por ciento no tenía

afiliación religiosa; en Europa, únicamente el 5 por ciento eran evangélicos. {42}

Stanley Mooneyham presidió varios cambios importantes que mantenían a

Visión Mundial junto a la vanguardia del auxilio y desarrollo evangélicos. El primero

fue la forma como el grupo gastaba su dinero. Jugando con complejos de culpa en

la clase media, el fundador de Visión Mundial había adquirido renombre al ir al

rescate de los niños engendrados por soldados americanos en Corea y Vietnam.

Bob Pierce fue uno de los primeros en promover el auspicio de niños, la

«adopción» de un niño de un país del Tercer Mundo por un norteamericano, el cual

prometía enviar diez o veinte dólares mensuales a cambio de una foto del pequeño

y de ocasionales notas de agradecimiento. El esquema produjo donantes

emocionalmente comprometidos a largo plazo, y en 1985 Visión Mundial se

encontraba ayudando de esta manera a 360.000 niños alrededor del mundo. {43} La

estable ganancia financiera por el auspicio de niños era tan básica para la industria

de auxilio que, como lo ha señalado Alan Youngren, su principal carnada es todavía

la foto de un niño que necesita ser recogido.

Dos circunstancias impulsaron a Visión Mundial y a algunas otras agencias de

auspicio a experimentar con nuevos métodos. [339] En primer lugar, a pesar de que

el auspicio era una forma segura de obtener dinero, la adopción financiera de niños

individuales condujo a toda clase de problemas. Si ésta se realizaba como un

sistema de donaciones a largo plazo, el dinero, alimento y/o vestido producía una

mentalidad de asistencialismo en los beneficiados, volvía celosos a sus vecinos, y

levantaba la sospecha de que extranjeros adinerados trataban de alienar a los

niños de sus comunidades. El último punto cobró mayor importancia a medida que

el clima político se volvía menos amigable hacia la filantropía norteamericana.

En segundo lugar, la cobertura de los medios de comunicación sobre los

refugiados en Africa y en el sureste de Asia provocó un auge de entrega a las

agencias de beneficencia (y luego provocó una depresión cuando los medios de

comunicación se interesaron en otros asuntos, como lo hicieron en 1986 al

abandonar a los refugiados por los terroristas). {44} Desde 1978 hasta 1980, el

ingreso estadounidense de Visión Mundial llegó a 80 millones de dólares, es decir,

más del doble la cifra anterior. Incluso los conservadores evangélicos respondieron

360

más a los llamados humanitarios que a los llamados al mayor evangelismo. El

ingreso de las misiones tradicionales se estancó e incluso decayó con la inflación,

hasta el punto de que algunas iniciaban sus llamados para la próxima campaña

evangélica con la foto de un niño solitario o de la última catástrofe.

Las agencias de auxilio obtenían tanto dinero que les faltaban buenas formas

de gastarlo, en una época en que su personal absorbía críticas profundas sobre

paternalismo en la industria de auxilio y desarrollo. Para evitar el producir cristianos

de arroz, las agencias trataron de cambiar su forma de auspicio, de la ayuda a

niños individuales hacia el desarrollo comunitario. Cuando Visión Mundial solicitó a

los contribuyentes que adoptaran una comunidad en lugar de un niño, esto no dio

resultado.{45} Por consiguiente, al igual que otras agencias, Visión Mundial continuó

ofreciendo a los donantes la oportunidad de «adoptar» un niño, con la justificativa

de que enviaran más dinero.{46}

El nuevo presidente de Visión Mundial, Stanley Mooneyham, también presidió

un cambio en la imagen política. El fundador de la organización, Bob Pierce, había

concebido su trabajo como un baluarte [340] en contra de las hordas comunistas de

Asia, debido a su formación política en la guerra fría y su asociación con figuras

como Chiang Kai-shek y el presidente de Corea del Sur, Syngman Rhee. En

Vietnam y en Camboya, Visión Mundial era uno de los grupos fuertemente

subsidiados por USAID, lo que levantaba temores comprensibles sobre sus

objetivos.{47} Sin embargo, durante los años setenta, cuando se hizo obvio que una

estrecha identificación con los Estados Unidos no funcionaba bien en el Tercer

Mundo, Visión Mundial trató de colocarse encima del conflicto Oriente/Occidente.

Sostenía no tener ninguna ideología política, anunciaba su deseo de ayudar a

cualquier persona y trabajaba bajo regímenes comunistas como el del Coronel

Mengistú de Etiopía y el de Heng Samrin en Camboya. A pesar de que Visión

Mundial continuó aceptando donaciones –alimentos, fondos de emergencia y de

desarrollo– de USAID, el porcentaje de su ingreso proveniente de esta fuente

decayó significativamente.{48} Sostenía que para sus programas latinoamericanos

no aceptaba fondos del gobierno de los Estados Unidos. {49}

Aún los críticos aceptaban que Visión Mundial había ayudado a concientizar a

los norteamericanos sobre las necesidades humanas del Tercer Mundo. De vez en

cuando, se adelantaba a la mayoría de la comunidad evangélica. Cuando los

israelitas invadieron el Líbano y atacaron los campos de refugiados palestinos en

361

1982, Visión Mundial fue una de las pocas organizaciones evangélicas en hablar a

sus miembros sobre las consecuencias. Ante los ochocientos mil lectores de su

revista, el presidente de Visión Mundial presentó los 255 cuerpos y sus fluidos que

se encontraron en el sótano de una escuela, destruida por una bomba israelí.

«Parece que David está resuelto a convertirse en Goliat», escribió Stanley

Mooneyham, discrepando con el bloqueo de los auxilios por parte de Israel. «Tal

vez algún jefe debería releer esa historia bíblica.» {50}

Visión Mundial fue un colaborador temprano de la Fraternidad Teológica

Latinoamericana y de su crítica a las posiciones fundamentalistas. Después de la

victoria sandinista en Nicaragua, Visión Mundial canalizó su ayuda de

reconstrucción a través de CEPAD.{51} Después de que el Arzobispo Oscar Romero

fue asesinado en El Salvador, Visión Mundial volvió a imprimir sus opiniones y

posteriormente exhortó a los evangélicos a afrontar los retos presentados por la

teología de la liberación.{52} Y cuando Ríos Montt levantó esperanzas evangélicas

para [341] Guatemala, Visión Mundial proporcionó una de las pocas valoraciones

realistas en los medios de comunicación evangélicos. «Debido a que Montt y otros

en su gobierno tienen historias de haber estado intrincadamente involucrados en

ordenar asesinatos masivos de campesino», escribió Faith Sand, «la euforia se

calmó rápidamente, y eventos como la masacre en Saquiya Dos comenzaron una

vez más. Parece que Montt no tiene poder para detener al ejército devastador, o

está dando la espalda a los hechos.»{53}

Sin embargo, como lo demostró la reacción frene al artículo sobre Guatemala,

Visión Mundial no podía ir lejos. Dos meses después, un administrador todavía se

encontraba recogiendo quejas de los hermanos ofendidos. Otro administrador

predijo que Visión Mundial no volvería a publicar una historia como aquella, sobre

todo porque ofendió al gobierno de Ríos Montt, el cual, la agencia esperaba,

mejoraría la situación.{54} En general, mientras que la literatura de Visión Mundial

reconocía la base estructural de la injusticia en una forma vaga, no vio razón en

hacer más difícil su trabajo antagonizando a las autoridades.

Como Jorge Lissner ha señalado, las agencias de auxilio que desean

maximizar las contribuciones financieras se preocupan de mantenerse en el centro

del espectro político.{55} Es una explicación plausible para las vaguedades de Visión

Mundial en relación a temas controvertidos. Cuando se preguntaba a sus oficiales

cuál era la posición de su organización, lanzaban una serie de ecuaciones

362

evasivas. Visión Mundial no estaba en contra de la protesta, pero estaba en contra

de la violencia. En cuanto a la teología de la liberación, la liberación era crucial

para América Latina, y Visión Mundial no rechazaba ninguna posición teológica que

tuviera a Cristo como a su centro. Quería dar poder a las comunidades,

proveyéndolas de técnicas administrativas que éstas necesitaban para manejar sus

propios asuntos. Visión Mundial quería estar libre de la tiranía de las ideologías en

bancarrota, del capitalismo y del comunismo. Quería escoger una tercera opción,

aquella del Reino de Dios.{56}

A más de su actitud equívoca, Visión Mundial tenía una reputación por

malgastar el dinero y por obviar a organizaciones establecidas. [342] De acuerdo a

un análisis, el problema consistía en la prioridad que Visión Mundial daba a la

maximización del ingreso. El objetivo de la operación se había convertido en

obtener la mayor cantidad posible de dinero para luego entregarla. En lugar de

responder a las necesidades de las organizaciones locales existentes, un método

que llamaba a una considerable cautela con los gastos, Visión Mundial entregaba

dinero a tantas comunidades como le fuera posible.

Más aún, al insistir en trabajar directamente con las bases en lugar de a través

de organizaciones intermediarias, Visión Mundial establecía su propia burocracia.

Nadie estaba más disgustado sobre esto que los misioneros y líderes evangélicos

quienes había asimilado la retórica de Visión Mundial sobre su apoyo a la iglesia

local. En la práctica, sentían que se les dejó fuera del cuadro. «En realidad, no

trabajaron a través de la estructura existente», señaló un miembro de la Alianza

Cristiana y Misionera en Ecuador. «Tienden a provocar cortocircuitos en las

organizaciones existentes y a establecer su propio reino.»

Aún así, Visión Mundial mantenía un perfil relativamente bajo y difícil de atacar,

al confiar sus programas a administradores no-norteamericanos. Sostenía que, de

sus 1.100 empleados a tiempo completo y de sus 8.000 a medio tiempo afuera de

los Estados Unidos en 1981, únicamente noventa y uno eran «del Occidente». {57}

Desgraciadamente, el minimizar la administración extranjera podría generar una

falta de supervisión. Los programas podían alterarse según la trayectoria política de

las estructuras nacionales a través de las cuales estaban canalizados.

Notas

363

{39} Tucker 1983: 470.

{40} Ted W. Engstrom, «The Year the World Cared», World Vision (Monrovia, California), febrero-

marzo de 1986, págs. 14-15.

{41} Visión Mundial, 1984 Annual Report, págs. 6-12.

{42} Geoff Renner, director regional, «Visión Mundial y la Misión Integral de la Iglesia en América

Latina», noviembre de 1983, pág. 5.

{43} Visión Mundial, 1985 Annual Report, pág. 10. Algunas de las agencias más grandes no eran

evangélicas, incluyendo a Christian Children's Fund, Foster Parents Plan, y Save the Children.

{44} Randy Frame, «Relief Agencies Confront A Major Crisis of Their Own», Christianity Today, 19

de septiembre de 1986, págs. 36-37.

{45} Aunque el adoptar a una comunidad pudo haber tenido un mejor resultado en los Estados

Unidos que en los otros países que contribuían a Visión Mundial. De acuerdo al 1984 Annual

Report (págs. 1-2), los donantes en los Estados unidos proporcionaron las dos terceras partes de

los 187 millones de dólares que Visión Mundial tuvo como ingreso ese año, pero patrocinaron

únicamente el cuarenta y seis por ciento de los niños.

{46} Youngren 1982: 38-40.

{47} Michael Lee, «World Vision, Go Home!» Christian Century, 16 de mayo de 1979 (págs. 542-

544); 4 de julio de 1979 (págs. 707-708) y 1º de agosto de 1979 (pág. 772). Steve Askin,

«Hostility, Conflict Engulf World Vision», National Catholic Reporter, 23 de abril de 1982, págs. 9

y ss.

{48} Askin, «Hostility». De acuerdo al 1984 Annual Report de Visión Mundial (págs. 1, 12), el 68,9%

de su ingreso norteamericano de $127,4 millones de dólares en ese año provenía de individuos y

familias, el 4,2% de iglesias, el 19,5% de donaciones (aparentemente del gobierno

norteamericano, principalmente para Polonia), el 4,5% de corporaciones y fundaciones, y el 2,9%

de donaciones planificadas e inversiones.

{49} World Vision International 1981: 20.

{50} «Press-time Report: Inside Lebanon», World Vision, agosto de 1982, págs. 12-13, 18. W.

Stanley Mooneyham, «Shattered Buildings, Broken Lives», World Vision, septiembre de 1982,

págs. 3-11.

{51} Lee Huhn, «Dateline Nicaragua», World Vision, octubre de 1979, págs. 18-19.

364

{52} Oscar A. Romero, «Taking Risks for the Poor», World Vision, junio de 1982, págs. 6-7. El

ejemplar de abril-junio de 1985 del periódico Together, de Visión Mundial, se concentró en la

teología de la liberación.

{53} Faith Sand, «An Unpredictable Volcano», World Vision, octubre de 1982, págs. 2-7, 10-11.

{54} Entrevistas del autor, octubre de 1982 a febrero de 1983.

{55} Lissner 1977.

{56} Geoff Renner, «Visión Mundial y la misión integral de la Iglesia», págs. 7-9.

{57} Respuesta de 28 de agosto de 1981 de James Jewell, Visión Mundial-Monrovia, a Frank

Viviano, Pacific News Service.

Los escándalos en Honduras

Esta era la interpretación más caritativa sobre el programa de refugiados de

Visión Mundial en Honduras. Los refugiados eran salvadoreños que habían

escapado de las fuerzas de seguridad de su país para salvar sus vidas. La

persecución les siguió al otro lado de la frontera, ya que el ejército de Honduras

ayudó a su contraparte salvadoreña a rastrear y matar a subversivos sospechosos.

Cuando la agencia católica Caritas protestó, el gobierno de Honduras tomó

represalias, colocando en el cargo a evangélicos. Pero las continuas invasiones de

los escuadrones de la muerte forzaron a los evangélicos del Comité Evangélico de

Emergencia Nacional (CEDEN) [343] a adoptar la misma actitud de oposición que

las otras agencias de auxilio.

Todas, es decir, salvo Visión Mundial. Mientras otras agencias se negaban a

proporcionar los nombres de refugiados a las autoridades, en la creencia de que la

información era entregada a los escuadrones de la muerte, el personal de Visión

Mundial continuó haciéndolo. Lo que provocó el escándalo fueron los informes de

los refugiados señalando que, en mayo de 1981, un supervisor de Visión Mundial

permitió que el ejército hondureño se llevara a dos refugiados de los campos

ubicados en Colomoncagua. Poco tiempo después, sus cuerpos aparecieron en un

río. Atemorizados por Visión Mundial, los refugiados acusaron a su personal de

interrogarlos sobre su ideología política, de entregar información al ejército

hondureño, y de utilizar su ayuda para presionarlos a que se convirtieran en

evangélicos. Caritas y CEDEN respaldaron las quejas en contra de Visión Mundial,

365

cuyo personal acusó a las dos primeras agencias de mantener vínculos con las

guerrillas.

Se debe señalar que ningún miembro del personal de Visión Mundial en los

campos de refugiados era norteamericano. La mayoría de los empleados había sido

contratado con la recomendación de un coordinador local, el Reverendo Mario

Fumero, que resultó ser un exilado cubano anticomunista. Varios de los empleados

de Fumero eran alcohólicos y drogadictos rehabilitados en un programa que él

había dirigido en cooperación con la policía –de ahí sus vínculos con el Ministerio

de Defensa según Visión Mundial–. {58} En los campos, Visión Mundial era la única

agencia que presionaba por la evangelización a los refugiados, principalmente

católicos, una posición a la que tanto los protestantes de CEDEN como los

católicos de Caritas se oponían.{59}

Cuando el escándalo arruinó la imagen cuidadosamente cultivada de Visión

Mundial, sus avergonzados administradores transfirieron a los empleados de bajo

nivel a otro campo, Guarita. Luego despidieron a la mitad de su personal,

principalmente por robar alimentos o por no entregarlos a refugiados que no

asistían a los cultos evangélicos. Visión Mundial seguía negando cualquier

complicidad en las violaciones a los derechos humanos del gobierno hondureño.

Pero una evaluación interna concluyó que: «al tratar de ser apolíticos...

comunicamos... que [344] favorecíamos al status quo... Estuvimos ciegos frente a

la intensidad de la lucha por los derechos humanos... Consecuentemente, durante

muchos meses no estuvimos conscientes de que estábamos siendo empujados...

hacia una posición pro-gubernamental, pro-militar y, por consiguiente, una posición

considerada contraria a la Iglesia Católica, las agencias de auxilio y el pueblo. Al

mismo tiempo, la mayoría de las otras agencias defendían en una forma mucho

más activa a los derechos humanos.»{60}

Aquel no fue el fin del asunto. Visión Mundial había omitido despedir al hombre

que presidió el fiasco, Mario Fumero, quien ahora tenía éxito en hacer purgar a sus

críticos de la agencia evangélica CEDEN. Resulta que muchos de los

fundamentalistas hondureños que componían la base de CEDEN ya se

encontraban descontentos con su enfoque. Sentían que éste prestaba mayor

atención a sus patrocinadores ecuménicos en Nueva York que a ellos, al no dar un

testimonio cristiano (es decir, respetar a la moral fundamentalista) y no financiar lo

que realmente importaba (es decir, el evangelismo). En los campos de refugiados,

366

en lugar de evangelizar a los sobrevivientes de guerra, principalmente católicos, el

personal de CEDEN estaba colaborando con sus contrapartes católicas. {61}

Impulsados por el personal de Visión Mundial, los fundamentalistas hondureños

empezaron a acusar a CEDEN de ayudar a las guerrillas salvadoreñas. En enero

de 1982 organizaron un golpe administrativo. El nuevo directorio votó por cortar

todos los vínculos con un patrocinador liberal, el Consejo Mundial de Iglesias. En

adelante, CEDEN aceptaría fondos únicamente de Visión Mundial y de USAID. {62}

Por un tiempo, los patrocinadores ecuménicos rechazados creyeron que la oficina

central de Visión Mundial había maquinado el golpe, lo cual resultó no ser el caso.{63} Solamente después de que Fumero obtuvo su revancha, Visión Mundial lo

reemplazó y terminó su programa.{64}

En las palabras de Stanley Mooneyhan, Visión Mundial se sentía «muy

victimizada» por estos eventos. {65} No obstante, culpar a los empleados locales por

lo que salió mal no satisfizo a los críticos. En el fondo, Visión Mundial había sido

atrapada tratando de ser todas las cosas para todos los hombres. No quería ser

acusada de apoyar al statu quo, pero tampoco quería provocar a los

fundamentalistas o adoptar una [345] posición en contra de las autoridades. Al

rehusarse a adoptar posiciones, una corporación orientada hacia el crecimiento

había permitido ser utilizada por las fuerzas de derecha; luego había sido

confundida como empresa de derecha y atacada como tal internacionalmente.

Uno de los conflictos en Honduras estaba a punto de surgir en Ecuador. Los

administradores de Visión Mundial decían que querían estar en buenos términos

con la Iglesia Católica. Incluso encontraron espacio para ésta en su definición del

cristianismo: claro, dijeron, los católicos podían conocer a Cristo dentro de su

propia iglesia. Mientras tanto, para sus compañeros evangélicos, Visión Mundial

sostenía que el evangelismo era su «fuerza guía» y «un componente significativo»

de cada proyecto.{66} Para la mayoría de evangélicos latinoamericanos, aquello

significaba convertir a los católicos al protestantismo. Como resultado, la

cooperación con la Iglesia Católica no era, necesariamente, parte del programa. {67}

Visión Mundial no iba a desalentar a los evangélicos locales que todavía hacían la

guerra al romanismo.

Notas

367

{58} World Vision 1981: 3, 6, 22.

{59} Kenneth Woodward, «Missionaries on the Line», Time, 8 de marzo de 1982, págs. 69-70.

{60} World Vision 1981: 10, 16, 19.

{61} Harrell 1983.

{62} María Rodríguez Araya, «U.S. Relief Agency Accused of Complicity with Honduran Military»,

Latinamerica Press, 25 de febrero de 1982, págs. 7-8. «Salvadorean Refugees Face New

Threats», Regional Reports: Mexico and Central America, 12 de febrero de 1982, págs. 4-5.

{63} Carta de Eugene L. Stockwell, del Consejo Nacional de Iglesias, a W. Stanley Mooneyham, 5

de marzo de 1982. Respuesta de Mooneyham a Stockwell de 18 de marzo de 1982.

{64} Huntington y Domínguez 1984: 21.

{65} Mooneyham a Stockwell, pág. 8.

{66} Entrevista a Ted Engstrom, presidente de Visión Mundial, World Vision, noviembre de 1982,

pág. 4.

{67} Frank Boshold, director de Visión Mundial-Ecuador, citado en Centro de Planificación y

Estudios Sociales 1984: 25-26.

Los escándalos en Imbabura

Una de las primeras cosas de las que los ecuatorianos se dieron cuenta sobre

Visión Mundial era la discrepancia entre lo que decía y lo que hacía. A pesar de

que el grupo se describía como cristiano, no como evangélico, canalizaba su ayuda

exclusivamente a través de evangélicos. En lugar de trabajar a través del cabildo –

el consejo electo en las comunidades quichua– lo pasaba por alto y dirigía sus

fondos hacia los líderes evangélicos. Las disputas resultantes estaban terminando

con las mingas, los días de trabajo comunitario en la cultura quichua.

Los ecuatorianos todavía debatían sobre una discrepancia similar en el trabajo

del Instituto Lingüístico de Verano. A pesar de que sostenía ser una organización

científica, no sectaria, resultó ser una misión evangélica. Ahora que SIL había

perdido su contrato gubernamental, los oponentes ecuatorianos sospechaban que

Visión Mundial había heredado los mismos objetivos. Era como si toda la operación

368

estuviera calculada para agudizar los conflictos entre católicos y protestantes,

dividir a las comunidades y hacer cada vez más difícil para los campesinos luchar

por sus derechos.{68} [346]

Visión Mundial fue colocada en la mira pública por una cadena de escándalos

en media docena de comunidades alrededor de Otavalo, una ciudad en la provincia

de Imbabura en la que habitaban consumados tejedores y comerciantes quichuas.

Cuando los administradores locales de Visión Mundial entregaban ropa e invitaban

a los niños a programas de alimentación diaria, favorecían a sus propios hermanos

evangélicos, no a aquellos que tenían más necesidad. Luego, Visión Mundial

empezó a entregar préstamos a almacenes comunitarios y a proyectos de

artesanía, los cuales otra vez beneficiaron únicamente a una minoría evangélica.

Pronto se dieron una hilera de desastres en la contabilidad, una combinación de

ignorancia administrativa, de la práctica de compartir los recursos con los familiares

y del robo.

En septiembre de 1982, una turba asaltó la casa del promotor de Visión

Mundial en Ilumán. Sosteniendo que habían sido timados de los beneficios

prometidos, los atacantes distribuyeron el contenido de un gallinero financiado por

Visión Mundial. No obstante, cuando trataron de tomar las máquinas de coser

financiadas por Visión Mundial, el botín fue destruido en la refriega. {69} De acuerdo a

Visión Mundial, a los hombres que lideraron el asalto se les había confiado un

almacén comunitario. Estos habían supervisado la evaporación de sus fondos y,

para desviar la atención, habían atacado al administrador local. {70} Un año más

tarde, en La Compañía, evangélicos dirigidos por un coordinador de Visión Mundial

golpearon a los católicos en una disputa sobre un terreno. {71} La riña antecedió a la

llegada de Visión Mundial. Unicamente después del asalto, la oficina de Quito

descubrió que sus representantes locales, hombres que se suponía presentaban un

testimonio cristiano, tenían una historia de usurpar tierras ajenas.

Cuando la prensa izquierdista, la comunidad de desarrollo y las organizaciones

indígenas le comenzaron a seguir la pista, Visión Mundial trató de limpiar su

operación. La reyerta de noviembre de 1983 en La Compañía fue la gota de agua

que derramó el vaso. Al mes siguiente, Visión Mundial despidió a sus cuatro

coordinadores en Imbabura. Disculpándose por cualquier problema causado, dejó a

las comunidades más afligidas. Incluso antes de que estallara la bomba, los

oficiales de Visión Mundial dijeron que ellos se habían estado retirando del

369

patrocinio de niños para favorecer a proyectos de desarrollo comunitario. [347]

También empezaron a dirigirse hacia los cabildos como conductores locales menos

faccionarios y más representativos que lo que habían sido las iglesias evangélicas.{72}

Notas

{68} «Una visión de lo que hace VM en el Ecuador», Nueva (Quito), octubre de 1985, págs. 40-42.

{69} Miriam Ernst, «Otra transnacional de la caridad», Nueva, enero-febrero de 1983, págs. 17-20.

{70} Entrevista del autor, Christian Aponte y José Aráuz, Visión Mundial-Quito, 28 de febrero de

1984.

{71} «Plata, Libertad y Salvación...», Nueva, enero de 1984, págs. 39-41. Centro de Planificación y

Estudios Sociales 1984: 75-102.

{72} Entrevista del autor con Aponte y Aráuz, 28 de febrero de 1984. Centro de Planificación y

Estudios Sociales 1984: 29, 51.

El Obispo de los indios, parte II

En Chimborazo, el clero católico y las organizaciones indígenas se preparaban

para una repetición de los eventos de Imbabura. Para Monseñor Proaño y la

Diócesis de Riobamba, la nueva ola de actividad evangélica combinaba dos

fenómenos en los que tenían poca fe, los protestantes y las agencias

norteamericanas de desarrollo. Sólo los protestantes eran suficiente razón como

para preocuparse. En 1985, la Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo

afirmaba tener 280 iglesias. Respecto a Visión Mundial, había ingresado

únicamente a doce comunidades en Imbabura y treinta en Tungurahua, pero en

Chimborazo la cifra era de setenta. Lo que es aún peor, después de empezar en las

comunidades evangélicas, Visión Mundial estaba atrayendo a las comunidades

católicas hacia su órbita. Estas pedían cada vez más a Visión Mundial que viniera

en su ayuda, una idea que la diócesis temía pudiera alcanzar proporciones

epidémicas. De acuerdo a un rumor –aparentemente falso– el grupo había recibido

más de cien solicitudes en un solo mes. {73}

Estas eran las preocupaciones georeligiosas que ponían a la diócesis en contra

de Visión Mundial. En Riobamba, el cuadro se complicó debido a su condición de

370

faro de la teología de la liberación. Los compromisos sociales de Monseñor Proaño

habían atraído a bastantes voluntarios del exterior, especialmente de Colombia,

Francia y Bélgica. Sus compromisos también habían profundizado las divisiones

características del clero católico, de forma tal que ciertos sacerdotes conservadores

no querían saber de Proaño. Incluso entre sus colaboradores existía un

faccionalismo amargo. Mientras los voluntarios extranjeros tendían a considerar al

clero ecuatoriano como retrasado, los ecuatorianos tendían a considerar a los

extranjeros –especialmente a los colombianos– como subversivos. Por

consiguiente, para 1984-85, alguna de la gente de Proaño comenzó a acusar a

otros de ser organizadores de guerrilla. [348]

Lo que los colaboradores de Proaño necesitaban era un nuevo objetivo de

lucha. La reforma agraria había sido el motor de la liberación cristiana en

Chimborazo. Ahora, la hacienda tradicional y su sistema de concertaje habían sido

abolidos, acabando con las consignas que más atraían a los campesinos. La

suficiente tierra había sido parcelada como para satisfacer a los peticionarios y

ponerlos en contra de otros quichuas. La redistribución estaba a punto de acabar.

La izquierda secular también había sido derrotada por sus éxitos modestos: ahora

que había ayudado a los siervos de las haciendas y a otros campesinos sin tierra a

adquirir sus propias parcelas, los indígenas se veían más interesados en ejercer su

nueva libertad personal que en realizar más protestas. {74} ¿Qué venía después? Lo

que más y más quichuas querían, era «desarrollo» –obras públicas, educación,

más dinero, y un sentido de superación–. «¿Quizás usted es de alguna

institución?», preguntaban los jóvenes a los norteamericanos.

¿Iba la iglesia de Riobamba a dar a esta gente lo que querían? No, porque

Proaño y sus colaboradores creían que, si el desarrollo capitalista tomaba su curso,

haría desaparecer a los quichuas como pueblo indígena. Sabían que el desarrollo

convencional estaba ampliando las diferencias de clase dentro de la sociedad

quichua; el cambio principal probablemente sería que, de aquí en adelante, los

quichuas serían explotados por una burguesía de su propio grupo étnico, así como

también por los terratenientes blancos. Por consiguiente, la iglesia de Riobamba

abogaba por el cambio social basado en los valores comunales en lugar del

ascenso personal. Por razones que se remontaban hasta antes de Karl Marx, hasta

la doctrina social católica, una diócesis estaba predicando en contra de las fuerzas

hegemónicas combinadas del capitalismo. Como alternativa al capitalismo, según el

371

antropólogo Diego Iturralde, se proponía una especie de comunalismo indígena,

una «iglesia de indios» que abarcase a todos, con cada comunidad quichua en el

papel de una comunidad de base, cada organización indígena en el papel de

catequista, y el clero católico en su acostumbrado papel pastoral, en un equivalente

moderno de las repúblicas indígenas del Paraguay colonial. {75}

Aparte de esta visión comunal muy general, otra cosa en la que los

colaboradores de Proaño podían estar de acuerdo era que los evangélicos lo

estaban arruinando todo. Por consiguiente, la oposición a la [349] expansión

evangélica era un lógico nuevo objetivo de lucha, uno que podía ser compartido

incluso por el clero conservador. Algo similar había ocurrido en Imbabura, en donde

los oponentes más fuertes de Visión Mundial eran las Misioneras de Madre Laura,

una orden de hermanas de Colombia que durante mucho tiempo había defendido la

fe en contra del protestantismo. Al igual que los colaboradores de Proaño, las

Lauritas creían oponerse al protestantismo sobre una base antiimperialista, es

decir, política y no religiosa. Pero tendían a considerar a la religión evangélica

como inherentemente anticultural, individualista y alienante, lo que hacía que la

iglesia popular fuera exclusivamente católica. {76}

La iglesia popular en Chimborazo excluía también a los norteamericanos, de

quienes frecuentemente se sospechaba eran agentes de la CIA. El total de

cuarenta y nueve voluntarios extranjeros no incluía a ningún estadounidense, tal

vez debido a que su presencia confundiría a los quichuas, a quienes la diócesis

adoctrinaba en contra de la influencia norteamericana en sus sermones y

publicaciones. En este sentido, el antiimperialismo era la defensa de la clientela de

la iglesia de Riobamba, en contra del poder adquisitivo del dinero norteamericano.

También existía una oposición de las bases quichuas al poder adquisitivo de

Visión Mundial, procedente de experiencias pasadas con extranjeros y activada por

incidentes destructivos. Su expresión más visible, el Movimiento Indígena del

Chimborazo (MICH), estaba conectado con la diócesis. Fundado por líderes

quichuas y por Monseñor Proaño en 1982, el movimiento atribuía los problemas de

las comunidades nativas al faccionalismo causado por los extranjeros,

especialmente por los evangélicos y por Visión Mundial. La única solución era la

unidad, explicaba, y aquello implicaba una religión. {77}

372

MICH se oponía a los proyectos de desarrollo convencionales, típicamente

financiados desde el exterior, en la creencia de que el desarrollo debía ser

endógeno, es decir, debía surgir de la misma gente y debía estar basado en sus

propios recursos. Sin embargo, aquella no era la forma de producir resultados

rápidos y espectaculares en las comunidades pobres. Varias organizaciones

diocesanas auspiciaron proyectos de desarrollo más convencionales, pero no eran

suficientes como para satisfacer las solicitudes de cientos de aldeas quichuas.

[350] En la práctica, por lo tanto, la iglesia de Riobamba urgía a las comunidades a

rechazar proyectos de desarrollo financiados por los Estados Unidos, aunque no

siempre proporcionaba una alternativa.

Esto no era una tarea fácil. «Nos estamos superando» era una frase que

siempre se encontraba en los labios de los evangélicos quichuas, advertía Carola

Lentz, quien trabajaba para la Iglesia Católica. Al mismo tiempo, informó sobre la

«casi idealización» de la pobreza indígena en la Iglesia Católica, como si la

pobreza fuese una condición necesaria para concientizar a los indígenas y

liberarlos. La implicación era que los indígenas eran auténticos únicamente cuando

eran pobres, mientras que aquellos que se superaban eran traidores a su pueblo. {78}

Radicales de clase media podían caer en la trampa de negar al pobre las

comodidades de las cuales ellos disfrutaban, aduciendo que tales adelantos eran

paliativos.

Cuando la federación quichua de Licto firmó un acuerdo con la Fundación

Interamericana del gobierno norteamericano, los agentes pastorales de la Iglesia

Católica sintieron que habían «perdido» a la federación, a pesar de que ésta

continuaba profesando su lealtad a la diócesis. Tales quichuas querían mejoras

inmediatas, progresos tangibles que requerían de recursos tangibles provenientes

de afuera. Cuando los extraños trataban de entrar en comunidades quichuas, su

admisión dependía, en gran parte, de si traían o no un proyecto. «Organizar a la

gente no es fácil», me dijo Ana María Guacho del MICH, «cuando Visión Mundial

ofrece dinero y nosotros ofrecemos concientización.» {79}

Notas

{73} Centro de Planificación y Estudios Sociales 1984: 176-177. De acuerdo a Visión Mundial,

alrededor de cincuenta nuevas comunidades en toda la nación solicitaban sus servicios cada

año, de las cuales veinte o treinta eran aceptadas.

373

{74} Santana 1983: 158-162 y Barry Lyons, comunicación personal.

{75} Diego Iturralde al autor, 11 de junio de 1985.

{76} Cf. Centro de Planificación y Estudios Sociales 1984: 74-75, 103 y «Penetración cultural:

Visión Mundial en el cantón Otavalo» [mecanografiado anónimo de 54 páginas], 1983.

{77} «Somos la Esperanza de Mi Pueblo» [panfleto], Movimiento Indígena de Chimborazo, 1984.

Proaño Villalba 1984: 221-223.

{78} Lentz 1985.

{79} Entrevista del autor, Riobamba, 18 de mayo de 1985.

←  nódulo 2002 • capítulo 9 • páginas 350-

355

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Fortaleciendo a la iglesia local

En Chimborazo, las críticas más fuertes contra Visión Mundial llegaron, no de

los católicos, sino de los propios correligionarios en la Unión Misionera Evangélica

(GMU) y la Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo (AIECH). Al igual que

Monseñor Proaño, decían que Visión Mundial tenía demasiado dinero, que lo

estaba malgastando, y por lo tanto estaba dividiendo al pueblo en nombre de

Cristo.

La Asociación Indígena había sido establecida en 1966-67 como la

denominación local del GMU. Con sus campañas, [351] programas de

entrenamiento, emisora de radio, cooperativas de ahorro y transporte, era la

organización indígena evangélica más impresionante en América del Sur.

Ultimamente, Visión Mundial había hecho bastante por la Asociación Indígena. Pero

cuando conocí a sus directores, en junio de 1985, éstos acusaban a Visión Mundial

por muchos problemas. Declararon que había sido «más daño que ayuda» y que

estaba «haciendo robadores a nuestros hermanos.»

374

En un caso, un pastor había ido a trabajar para Visión Mundial, parecía ser un

coordinador de mucho éxito, y anunció su candidatura para el comité ejecutivo de la

asociación. Fue en este punto que Visión Mundial lo acusó de falsificar recibos para

comprar una parcela de tierra y un auto. Una nube también opacó al anterior

presidente de AIECH. Este dejó su puesto para presidir la federación indígena

evangélica a nivel nacional, después de mostrarse incapaz de explicar un déficit en

fondos de construcción que Visión Mundial había canalizado a través de él. Las

cuentas de la asociación eran un desorden, y el nuevo consejo ejecutivo no sabía

donde estaba parado. Un contador de GMU estaba ayudándoles a descifrar la

situación financiera, mientras que el ex-presidente se negaba a explicar su

administración. Todos señalaban con el dedo a alguien más.

En Quito, los administradores de Visión Mundial culpaban a la deshonestidad

de los líderes quichuas a quienes habían contratado de las iglesias locales. Esto

también había sido parte de su explicación por los escándalos en Imbabura. Para

los líderes de la Asociación Indígena, por el contrario, el problema consistía en la

falta de administración desde arriba por parte de Visión Mundial. Los líderes de

AIECH se rehusaban a participar en el nuevo censo evangélico nacional de Visión

Mundial por dos razones. En primer lugar, temían que los católicos utilizasen los

resultados para identificar y perseguir a las nuevas y débiles congregaciones. En

segundo lugar, temían que otros organismos evangélicos –como Visión Mundial–

utilizaran las listas para pasar por alto su asociación y contactar a pastores en

forma directa.{80}

Claramente, la autoridad y el patronazgo eran asuntos serios tanto entre los

protestantes como entre los católicos de Chimborazo. La Asociación Indígena se

centraba en el recinto de GMU arriba de la laguna de Colta. [352] Allí vivía uno de

los hombres responsables de abrir el camino a los evangélicos en la provincia. Los

movimientos populares no eran un logro típico para la GMU, una misión de fe

conservadora que se remontaba a 1892. La vida de Henry Klassen le había

ayudado a entender el paternalismo misionero mejor que sus colegas. Había sido

criado en una colonia menonita de habla Platt-deutsch, en el oeste canadiense, y

había aprendido inglés únicamente cuando se fue a la ciudad a la edad de

diecisiete años.{81} Al llegar al Ecuador en 1952, comprendió la importancia no sólo

de hacer todo en el idioma nativo, sino también de permitir que los quichuas

dirigieran sus propios asuntos.

375

Klassen todavía tenía influencia, por supuesto. Cuando Visión Mundial empezó

a trabajar con las iglesias hijas de GMU, lo había hecho sin siquiera un buenos días

para él o su misión. Cuando Klassen fue a hablar con la nueva agencia, su director,

Frank Boshold, explicó que esperaba fortalecer a las iglesias locales. Una vez que

los quichuas se hayan desarrollado, afirmaba Boshold, sería más fácil para ellos

pagar su diezmo. Klassen no se sintió impresionado: dijo que el nuevo programa

pondría en peligro a la iglesia, no la ayudaría. «Tú haz tus cosas», le dijo Boshold,

«nosotros haremos las nuestras.» Después de varios años de soportar a Visión

Mundial, Klassen no quería ser acusado por la reunión que ésta había convocado

aquella misma tarde en el recinto de abajo, como si no fuera suficiente ser del

Canadá y ser culpado por la invasión estadounidense a Granada.

Visión Mundial no solo contrataba a los líderes más prometedores, con salarios

que sus propias congregaciones nunca podrían igualar. No, decían, Klassen y su

esposa Pat, Visión Mundial estaba repartiendo demasiado dinero, hasta el punto de

desmoralizar a la gente a la que decía estar ayudando. Gracias a Visión Mundial,

los creyentes quichuas preguntaban por qué debían pagar el diezmo de sus propias

ganancias, si podían recibir mucho más de la nueva misión maravilla. Era como si a

un norteamericano de clase media le cayera del cielo un millón de dólares. Al

trabajar a través de pastores individuales, en lugar de hacerlo a través de una

organización indígena, pensaban los Klassen, Visión Mundial estaba corrompiendo

a los pastores, minando a la asociación, y convirtiendo a los quichuas en mendigos

profesionales. Ahora que los creyentes tenían sus mentes ocupadas en el dinero,

sembraban menos iglesias. [353] Aquellos que se beneficiaron menos sentían

envidia de aquellos que se beneficiaban más. Visión Mundial estaba confundiendo

y dividiendo a la iglesia, no la estaba fortificando. {82}

Los directores de la asociación profesaron la misma opinión cuando se

reunieron con Klassen y conmigo en sus oficinas en el recinto de GMU.

Prometieron que, si no recibían una respuesta satisfactoria de Visión Mundial en

unos pocos días, se rehusarían a trabajar con ésta en adelante. Pero cuando hablé

con el director de Visión Mundial una semana más tarde, parecía estar

genuinamente sorprendido por mi recitación de las quejas de la AIECH. Nunca

había oído sobre ellas, dijo Frank Boshold, menos aún durante su reciente reunión

cordial con la AIECH. Tampoco pedía disculpas por el sistema de contabilidad de

Visión Mundial. No era culpa del sistema, insistía, llamando «bandidos» a los más

376

flagrantes pastores caídos y manteniendo que un nuevo departamento de auditoría

impedía que tales escándalos sucedieran otra vez. Aunque era verdad que el ex-

presidente de la AIECH se rehusaba a rendir cuentas, existían otras acusaciones

en contra del hombre, y los fondos que la AIECH manejaba no eran únicamente de

Visión Mundial. Según Boshold, se culpaba a su agencia por los problemas de otras

personas.

En lo referente a la competencia con otras agencias, Boshold afirmaba que las

comunidades no podían ser consideradas propiedad del primer grupo en llegar. Si

una organización llegaba con un programa ideológico fuerte como la

concientización, como algunas lo hacían, la gente se volvería hacia un programa

que demandaba menos de ellos. Era «totalmente absurdo» que Visión Mundial

estuviera persuadiendo a los católicos a alejarse de su propia iglesia. «No somos

una organización evangélica,» insistía Boshold. «Somos una organización cristiana.

No creemos que los programas de desarrollo tengan una religión. Nunca nos

interesamos en un cambio de religión o de iglesia. Estamos únicamente interesados

en un cambio del corazón.»{83}

A diferencia de la mayoría de directores de Visión Mundial en los países de

América Latina, Boshold era un gringo, nacido en Alemania pero fácilmente

identificable como un norteamericano. Todo un ejecutivo, disfrutaba defendiendo su

programa y lo hacía vigorosamente y bien. [354] Pero tal vez demasiado bien,

puesto que si él estaba en lo cierto, todo el alboroto era por nada.

Es cierto que el programa de Visión Mundial estaba lejos de ser el único en

sufrir la gama de problemas de los que se le acusaba. De acuerdo a un estudio

realizado por el antropólogo José Pereira en Chibuleo, Tungurahua, Visión Mundial

era la séptima agencia de desarrollo que prestaba dinero en ese lugar. El ochenta

por ciento de la población estaba en deuda con agencias anteriores, las cuales

difícilmente podrían recuperar sus préstamos. Ciertos miembros de la comunidad

estaban acostumbrados a empezar cooperativas esencialmente ficticias, utilizar su

experiencia con las agencias de desarrollo para solicitar préstamos, para luego

terminar con el negocio desviando los fondos hacia fines misteriosos. Al igual que

los expertos en desarrollo de la clase media, quienes llevaban una buena vida

saltando de un proyecto fracasado hacia el siguiente, estos empresarios a nivel

campesino sabían cómo atraer a una agencia de desarrollo, sacarle provecho

mientras podían, para luego seducir a la siguiente. {84} No conocer la escena antes

377

de invertir dinero, empeorar las rivalidades locales, promocionar nuevas elites

especializadas en robar proyectos –éstos eran hechos de la vida cotidiana en el

mundo del desarrollo–.

Por consiguiente, Visión Mundial estaba sirviendo como un chivo expiatorio.

Los responsables en llamar la atención nacional hacia sus caídas eran otras

instituciones, mayormente ecuatorianas, que competían con ésta por las clientelas

quichuas. En Guaicopungo, Imbabura, una agencia ecuménica protestante llamada

Fundación Brethren Unida (FBU) encontró que sus ayudas habían sido

sobrepasadas por Visión Mundial. Los gastos generosos de Visión Mundial

permitían a algunos miembros de la comunidad rechazar el paso más lento de la

FBU, la cual entregaba fondos únicamente después de un proceso de «permanente

reflexión» sobre los valores de la comunidad. {85} «En un año, Visión Mundial ha

estropeado cuarenta años de nuestro propio trabajo,» {86} me dijo Germán Salazar, el

director de la FBU. Otra agencia en Imbabura, la Central Ecuatoriana de Servicios

Agrícolas (CESA) tenía el mismo problema. En El Topo, el liderazgo de la

comunidad desertó del enfoque comunitario de CESA hacia un proyecto de Visión

Mundial con pagos mayores y más rápidos. [355]

El presupuesto de Visión Mundial –alrededor de un millón de dólares para el

Ecuador según Boshold{87}–no era el único factor que hacía difícil competir en su

contra. Al responder rápidamente a las solicitudes, Visión Mundial opacó a otras

agencias, especialmente a las oficiales. A diferencia de una institución

gubernamental en la que se tardaba más de un año en aprobar un crédito y meses

más para hacerlo efectivo, Visión Mundial tomaba la decisión en ocho días y lo

entregaba poco después. Cuando una comunidad solicitó al Ministerio de

Educación que construyera más aulas para su escuela, el Ministerio aceptó, pero

cinco años después todavía no había hecho nada. {88} En contraste, algunas

comunidades ya tenían sus propias cuentas bancarias para tales proyectos con el

dinero de Visión Mundial.

Notas

{80} Entrevista del autor a Jorge Veñán, presidente de AIECH, al comité ejecutivo

de AIECH, y a Henry Klassen, Majipamba, Colta, 4 de junio de 1985.

378

{81} Entrevista del autor a Henry Klassen, Majipamba, Colta, 23 de febrero de

1984.

{82} Entrevistas del autor, Majipamba, Colta, 23 de febrero de 1984; 16 de mayo de

1985; y 4 de junio de 1985. Para quejas similares en Honduras, sobre una

agencia anónima de ayuda infantil, véase Harrell 1983.

{83} Entrevistas del autor, oficina de Visión Mundial-Quito, 15 de mayo y 11 de junio

de 1985.

{84} Colegio de Antropólogos 1983: 21, 26-30.

{85} Comité Ecuménico de Proyectos 1982: 28.

{86} Entrevista del autor, Quito, 14 de mayo de 1985.

{87} Entrevista del autor a Frank Boshold, 11 de junio de 1985.

{88} Centro de Planificación y Estudios Sociales 1984: 178-179.

Un escape revolucionario

La izquierda y la Iglesia Católica estaban de acuerdo en que Visión Mundial, y

los evangélicos en general, estaban dividiendo, despolitizando y destruyendo a la

cultura indígena. Igualmente pensaban muchos indígenas. «Cada día aparecen en

nuestro país, Mormones, Testigos de Jehová, Bahais, Niños de Dios, &c.,» se

quejaba un periódico nativo, «confundiendo y dividiendo no sólo a los indígenas,

sino a todo el pueblo en general... Lo cierto es que, hasta entre ellos se critican

como enemigos a muerte. La una le dice a la otra que son diablos, la otra le tacha

de mentiroso... que el uno tiene avioneta con transporte gratis, que el otro regala

ropa usada, galletas y caramelos; que los otros tienen medicinas, que los unos

tienen plata para ganado, cría de aves, que los otros van a poner escuelas. Así

cada quien se disputa la acaparación de la mayor cantidad de seguidores. Como

que el reino de los cielos se ganaría con ofertas y caramelos.» {89}

Sin embargo, el orgullo y la energía manifestados por los evangélicos quichuas

llevó a ciertos investigadores a diferentes conclusiones. Dos antropólogos

extranjeros, Joseph Casagrande y Blanca Muratorio, y el investigador ecuatoriano

379

Roberto Santana, concluyeron que el protestantismo era un movimiento de

revitalización étnica.{90} La idea del protestantismo como una fuerza liberadora no

era nueva: durante la década de 1920, en el curso de profetizar la reconquista

indígena del Perú, el antropólogo Luis Valcárcel aclamó a los misioneros

protestantes [356] –especialmente a los Adventistas del Séptimo Día– por ayudar a

formar al Nuevo Indígena, al extirpar vicios como el alcoholismo, la coca y el

servilismo.{91}

De acuerdo a Santana, era el éxito evangélico en recuperar la autonomía

étnica lo que explicaba la hostilidad de la izquierda y de la Iglesia Católica. En un

momento en el que el conflicto religioso entre los quichuas parecía estar

disminuyendo, sugirió Santana, estos contendores externos se encontraban

ansiosos frente a la pérdida de clientelas indígenas. {92} Si su argumento es correcto,

el protestantismo sería una rebelión contra del paternalismo, incluyendo aquel que

todavía se encuentra en la izquierda y en la Iglesia Católica.

Puede ser difícil imaginar a la Unión Misionera Evangélica como una influencia

revolucionaria. La idea se le había ocurrido ya a un miembro de GMU quien, justo

antes de que las iglesias protestantes en Chimborazo brotaran, fue a la Escuela

Fuller de Misión Mundial en el sur de California. Donald Dilworth nunca regresó a

Chimborazo, y su tesis de 1967 tal vez nunca influyó en la misión. Pero sí planteó

una pregunta interesante. En una época en la que el quichua estaba «ardiendo bajo

su opresión», ¿podría el fuego espiritual que los misioneros esperaban iniciar salir

fuera de su control? ¿Podría el evangelismo emprender una revolución violenta?

En una época en la que la concientización todavía no se había puesto de

moda, Dilworth se dio cuenta de cuán fácilmente los quichuas se identificaban con

los hebreos del Antiguo Testamento y sus tribulaciones. La Biblia respaldaba su

sentido de nacionalismo, su derecho a tener su propia tierra y de existir como un

pueblo aparte. Dilworth escribió: «Todo misionero consciente debe considerar... su

parte en la estimulación de reacciones agresivas. Reconociendo que esta reacción

va dirigida hacia una revolución, el misionero evangélico ora continuamente y

trabaja para controlar el rumbo y guiar la revolución hacia la iglesia evangélica en

donde, aprendiendo la Biblia, el hombre que ha cambiado radicalmente tiene la

posibilidad de cambiar radicalmente su medio ambiente. El quichua que se

involucra en el cristianismo evangélico encuentra, hasta cierto punto, un escape

para sus animosidades revolucionarias. El quichua convertido... encuentra un

380

sustituto espiritual para [357] la amenazada revolución física. Ya está listo para

participar en una reforma social cristiana, la gran esperanza de los quichuas en el

Ecuador... una revolución democrática controlada... Esto se debe realizar antes de

que explote la animosidad del quichua para crear un matadero de anarquía.»

Aunque parezca excepcionalmente activista para un evangélico de su época,

Dilworth pensaba que los misioneros podían ayudar a los quichuas en formas que

el gobierno estadounidense no podía, dada su necesidad de mantener buenas

relaciones con el gobierno ecuatoriano. {93} Tal como los colaboradores de Monseñor

Proaño sospechaban, aquí estaba un misionero norteamericano, hablando sobre la

necesidad de contener las fuerzas del cambio. En cierta manera, las iglesias de la

GMU en Chimborazo cumplieron sus expectativas. Los hacendados empezaron a

considerar a los evangélicos como a trabajadores más confiables que los católicos.

La Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo evitaba enfrentarse a las

autoridades o levantar demandas que desafiaban a las instituciones existentes. Los

pastores quichuas predicaban a Romanos 13:l, que los gobiernos deben ser

obedecidos porque han sido establecidos por Dios. A veces, incluso castigaban a

sus miembros por llevar a sus terratenientes ante los tribunales. {94}

En 1976, sin embargo, un antropólogo descubrió que las mismas comunidades

de hacienda que adquirían sus propias parcelas de tierra y que se convertían en

evangélicos trabajaban con un abogado de la Federación de Indígenas del Ecuador

(FEI), asociada con el partido comunista. Piensen lo que piensen los misioneros, ni

los pastores quichuas ni los cuadros de izquierda parecían dar gran importancia al

hecho de que sus bases trabajasen con supuestos enemigos ideológicos. {95}

Después de todo, ¿no se acusaba a los comunistas de ser protestantes, y a los

protestantes de ser comunistas, y a los quichuas que luchaban por sus derechos,

de ser las dos cosas?{96} Los protestantes de una gran hacienda se unieron a una

huelga para un alza de salarios,{97} y dos comunidades evangélicas invadieron una

hacienda. El 20 de octubre de 1982, como parte de una protesta nacional en contra

del aumento de las tarifas de transporte, los habitantes de Guamote, Punín y

Columbe capturaron a cada bus que llegaba y se lanzaron a la huelga. Con la radio

católica fuera de servicio por reparación y los misioneros ausentes de la estación

GMU, [358] la evangélica Radio Colta invitó al aire a un líder católico para que

organizase una marcha hacia Riobamba. {98}

Notas

381

{89} «Visión Mundial: otro lobo vestido de oveja», Amanecer Indio (Quito: Confederación de

Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana), agosto de 1983, pág. 9.

{90} Casagrande 1978; Muratorio 1981.

{91} Degregori 1978: 168.

{92} Santana 1983: 167-174.

{93} Dilworth 1967: 40, 76-77, 87, 93-94.

{94} Muratorio 1980: 52 y 1981: 526, 529-530.

{95} Diego Iturralde al autor, Quito, 11 de junio de 1985.

{96} Brandi, Scott y Warwick 1976: 33-39.

{97} Muratorio 1980: 52, 56. Para una breve descripción de la movilización evangélica contra el

propietario de la hacienda, véase Lentz 1985.

{98} Santiago Tribout, Diócesis de Riobamba, al autor, mayo de 1985.

Desde el evangelismo hacia la política electoral

Unicamente era cuestión de tiempo para que los evangélicos trasladasen sus

energías de las preocupaciones espirituales hacia las políticas, sugerían Roberto

Santana y Blanca Muratorio.{99} Este fue uno de los temas que se encontraba detrás

de las quejas evangélicas en contra de Visión Mundial en 1985. ¿Debía la

Asociación Evangélica Indígena del Chimborazo tomar un camino diferente al de la

Unión Misionera Evangélica, el camino de la política electoral? La asociación

estaba orgullosa de su independencia administrativa respecto de la GMU, pero

Henry Klassen todavía era un consejero de mucha influencia. Y había problemas en

el interior. Misioneros católicos habían oído rumores de un cisma interno en la

época de la última elección nacional. Aquella elección, según un dirigente

misionero, «casi había destruido la unidad de la iglesia evangélica en la sierra.» {100}

La Asociación Evangélica Indígena del Chimborazo había sido un bloque

político potencial durante algún tiempo. Ya para 1978, por lo menos tres partidos

políticos se le habían acercado.{101} Pero los misioneros desaprobaban el

alineamiento de la iglesia con partidos políticos o con demandas políticas, salvo

382

para el caso de obras públicas y protección contra los católicos. Debido a que los

quichuas tenían razón para desconfiar de cualquier partido político, los intentos por

afiliarse a uno de ellos estaban destinados a producir reacciones. Por consiguiente,

la asociación vacilaba en respaldar a candidatos. Mientras tanto, uno de sus

líderes, un estudiante de leyes llamado Manuel Naula, se encontraba construyendo

una mayor plataforma para él y otros ambiciosos jóvenes quichuas. Consistía en la

Federación Evangélica Indígena de Ecuador (FEINE), que se alojó en las

instalaciones del Instituto Lingüístico de Verano en Quito. Cuando escalaron los

ataques contra el SIL en 1981, FEINE salió en defensa de los norteamericanos y

organizó asociaciones evangélicas indígenas a lo largo de la sierra.

El Instituto Lingüístico, a su vez, ayudó a introducir a la nueva federación en la

siguiente campaña presidencial. A finales de 1983, [359] ciertos colaboradores no-

indígenas de SIL organizaron una reunión en la cual trataron de casar a FEINE con

el candidato presidencial de la derecha, León Febres Cordero. Según el acuerdo, si

los indígenas evangélicos votaban por Febres Cordero, éste daría al Instituto

Lingüístico un nuevo contrato. Pero a los líderes de FEINE no les gustaba el aire

patronal de Febres Cordero, ni ser los peones de políticos blancos. {102} En la

primera vuelta electoral, a finales de 1984, los indígenas evangélicos se inclinaron,

abrumadoramente, por candidatos de centro e izquierda. Los líderes de las

Asociaciones Evangélicas Indígenas del Chimborazo y de Tungurahua dijeron a los

investigadores que un significativo número de su gente votó por el Frente Amplio de

Izquierda de René Maugé, construido alrededor del partido comunista. {103} Muchos

más votaron por la Izquierda Democrática, un partido de centro izquierda en cuya

lista se eligió a Manuel Naula como el único legislador quichua del país.

Sin embargo, no todos los hermanos de Naula estaban contentos con su

triunfo. Poco después, la asociación de Chimborazo eligió a un nuevo comité

ejecutivo anti-Naula, el cual procedió a acusar a uno de los protegidos de Naula –al

anterior presidente de la asociación– por malversar los fondos de Visión Mundial.

Un año más tarde, los directores de la asociación todavía sentían que habían sido

utilizados por Naula, por haber ofrecido sus votos a la Izquierda Democrática y por

haber utilizado a la asociación para que lo eligieran. «Trató de vendernos»,

protestaban.

¿Era apropiado para una organización eclesiástica, que por la naturaleza de

sus miembros era una organización de los oprimidos, convertirse en un bloque

383

electoral? La asociación de Chimborazo siempre había sostenido ser apolítica, pero

la necesidad de defender a los evangélicos de los católicos le había llevado a

relaciones amistosas con las autoridades locales, de quienes la asociación trataba

de conseguir la realización de obras públicas como escuelas y caminos. Como

deseaban los misioneros, la asociación se convirtió en una alternativa a la

participación en organismos católicos o marxistas. Ahora que se había convertido

en un sustituto funcional para las organizaciones políticas rivales, se encontraba

bajo la presión de expresar las demandas básicas de los quichuas. [360]

Cuando Manuel Naula y su gente trataron de transformar a la asociación

evangélica de Chimborazo en un voto de bloque, afirmaron que la misión de la

iglesia era transformar la sociedad. Para los misioneros, aquello se asemejaba a la

herejía de la teología de la liberación. Según ellos, también era peligroso desde un

punto de vista práctico. Si los misioneros extranjeros se hubieran metido en la

política partidista al igual que la Iglesia Católica ¿habrían sobrevivido al sinnúmero

de cambios del gobierno en la política de turno del Ecuador? Incluso para los

organismos evangélicos nacionales, ¿qué ocurría cuando estuvieran de parte del

lado perdedor? Los misioneros aceptaban que los cristianos podían participar en la

política, pero como individuos y no como iglesia.

A medida que los líderes quichuas perseguían sus ambiciones, las misiones se

preocupaban de que las asociaciones evangélicas indígenas pudieran salir fuera de

control. Alrededor de Otavalo, donde Visión Mundial tuvo sus primeros problemas,

la Asociación Indígena Evangélica de Imbabura quedó más resquebrajada que la

de Chimborazo. Se hablaba de cuatro, siete, e incluso diez iglesias que se habían

apartado de la misión allí, la Alianza Cristiana y Misionera (CMA).

Algunos culpaban a Visión Mundial por la división. Los hombres a quienes

había contratado como sus coordinadores provinciales, y luego despedido en

diciembre de 1983, dirigieron la separación de la Alianza menos de un año más

tarde. La contribución de Visión Mundial había sido la de inflar el egoísmo de los

líderes disidentes, según un pastor de la Alianza. Después de la salida de Visión

Mundial, uno de los coordinadores despedidos se rehusó a someterse a la

disciplina eclesiástica para un fracaso moral. Por ese motivo, dijo el pastor, ahora

existían dos asociaciones indígenas evangélicas en la provincia. Según los

separacionistas, por el contrario, éstos se vieron forzados a seguir su propio

camino cuando los misioneros y pastores de la Alianza trataron de vincular a la

384

asociación indígena más estrechamente con la iglesia nacional. Ahora los

disidentes empleaban un lenguaje anti-imperialista para agitar en contra de sus

mentores norteamericanos. «Los misioneros nos quieren en su bolsa», dijo uno de

los desacreditados coordinadores de Visión Mundial en La Compañía. «¡Que

vayan!»{104}

Notas

{99} Muratorio 1981; Santana 1983: 167-174.

{100} Entrevista del autor a Ben Cummings, vicepresidente ejecutivo de Radio HCJB, Quito, 18 de

junio de 1985.

{101} Paredes 1979: 45.

{102} Entrevistas del autor a Alfredo Viteri, Confederación de Nacionalidades Indígenas de la

Amazonía Ecuatoriana, Quito, 28 de febrero de 1984, y a Manuel Naula, FEINE, Quito, 28 de

febrero de 1984.

{103} Lucía Salamea, Centro de Planificación y Estudios Sociales, Quito, al autor, 22 de febrero de

1984.

{104} Entrevista del autor a Pedro Castañeda, La Compañía, 16 de junio de 1985.

Pilahuín

En Pilahuín, donde comenzamos este capítulo, arriba de la ciudad de Ambato,

el párroco se encontraba entre la espada y la pared. Los activistas católicos como

él habían estimulado a los quichuas a organizarse en nuevas formas para defender

sus derechos. Invariablemente, llegaba el momento en el que la gente les daba las

gracias por su ayuda y seguían su propio camino. {105} Ahora, como una advertencia

a cualquier misionero que pensaba quedarse más allá de su tiempo, cualquier

católico o protestante podía remitirse al destino del Padre Tamayo. Como uno de

los fundadores del Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT), había sido un

pionero de la causa indígena en la provincia. Construyó una impresionante

operación en la concientización, la preparación de líderes y el desarrollo

comunitario.

385

En 1981 las cosas empezaron a deshacerse. Los voluntarios extranjeros

partieron, seguidos por muchos de los líderes indígenas más antiguos y de mayor

influencia, quienes organizaron su propio Movimiento Indígena de Tungurahua. De

acuerdo a sus muchos críticos, Tamayo había protegido a la MIT de la

manipulación por parte de intereses políticos externos con tanto éxito que terminó

dominándola él mismo. Los críticos sugieren que su propia creación lo había

sobrepasado. Había estimulado a los quichuas a concientizarse, con el resultado de

que ya no deseaban someterse a su autoridad.

Durante la lucha interna, Tamayo había perdido el financiamiento extranjero

que necesitaba para mantenerse al día con las crecientes demandas para los

proyectos de desarrollo. Ahora él veía a Visión Mundial acercarse a las

comunidades que, en tiempos mejores, él y el Movimiento Indígena de Tungurahua

habían organizado. Incluían a Chibuleo, uno de los lugares de rodaje de la película

«Fuera de aquí» de Jorge Sanjines, una película anti-imperialista que compensaba

su falta de presupuesto con lo que algunos consideraban como un exceso de

ideología. La película acusaba a los filántropos norteamericanos de explotadores.

Tamayo la había presentado a audiencias quichuas de toda la provincia,

aparentemente con los resultados antiimperialistas deseados. Ahora,

desafortunadamente, Visión Mundial se encontraba financiando proyectos aún en

Chibuleo.

Lo peor, según el Padre Tamayo, era la población de Pucará a una corta

distancia de su iglesia parroquial en Pilahuín. En Pucará, los jóvenes protestantes

habían persuadido a la mayoría católica para que los eligieran para el cabildo. Los

mismos jóvenes estaban a cargo de la Asociación Indígena Evangélica de

Tungurahua (AIET), la misma que, ocasionalmente, patrocinaba campañas

evangélicas. Por si fuera poco, estos mismos jóvenes también estaban dirigiendo la

oficina de Visión Mundial. Con el dinero de Visión Mundial, financiaban proyecto

tras proyecto en las comunidades alrededor de Pucará, luego –como líderes de la

comunidad– pedían a la mayoría católica que participara a través del trabajo

comunitario o minga.

Los católicos como el Padre Tamayo siempre habían acusado a los

evangélicos de minar a las instituciones tradicionales del cabildo y de la minga.

Ahora había evangélicos que no sólo estaban a cargo de aquellas mismas

instituciones, sino que estaban uniendo las fuerzas de lo que había sido una

386

comunidad débil y dividida. Los nuevos líderes evangélicos habían organizado una

impresionante marcha de protesta hasta la ciudad de Ambato, para defender a la

comunidad de un amenazante proyecto de agua. El Padre Tamayo había

comprometido su vida por la defensa de la cultura quichua y sus tradiciones

comunitarias. Por un cruel giro del destino, aquello significaba ahora aprender a

convivir con Visión Mundial. A mediados de los años ochenta, parecía que los

católicos quichuas de Pucará estaban más interesados en los proyectos de la

nueva agencia que en convertirse a su religión. De acuerdo a un coordinador de

Visión Mundial, la pequeña minoría evangélica de Pucará, cerca de trescientas

personas, no había crecido mucho durante su ministerio. {106}

Notas

{105} Santana 1981: 33.

{106} Entrevistas del autor, Pilahuín y Ambato, mayo y junio de 1985.

Reinterpretando la invasión de las sectas

como un despertar evangélico

«Aquellos americanos son los franciscanos y dominicos de nuestro tiempo. Ellos

podrán no verlo de esa manera, pero son el arma religiosa de un sistema

económico, político y cultural.» –Salomón Nahmad, Instituto Nacional Indigenista de

México.{1}

«Una iglesia es solamente una estructura. Depende de cómo se la llena.» –R.

Dayton Roberts, Misión Latinoamericana y Visión Mundial. {2}

En febrero de 1988, Jimmy Swaggart llevó el evangelio a la capital de la

revolución sandinista. Fue una semana antes de que saliera del aire, después de

confesarse a su teleaudiencia un domingo por la mañana, de un pecado que resultó

ser adicción a la pornografía. Algunos se preguntaban si la repentina confesión le

había sido exigida como represalia por su viaje a Nicaragua. Al ir, había permitido a

los sandinistas que demostraran su respeto por la libertad de culto, incluso para un

partidario de los contras como él. Durante la cruzada, la televisión sandinista pasó

sus propagandas y se transmitió una reunión en vivo a través de la radio nacional.

387

Unos pocos días después, las fotos que lo implicaban en el pecado llegaron a su

denominación, las Asambleas de Dios.{3}

La visita de Swaggart fue planeada por dos empresarios texanos, quienes

habían organizado banquetes de oración para los comandantes sandinistas en

1980. Año tras año, Newman Peyton Jr. y Glen Norwood, este último uno de los

más grandes constructores de viviendas en [364] el sur de los Estados Unidos,

habían recorrido América Central y el Caribe, algunas veces hasta América del Sur,

dando testimonio a los presidentes y hombres fuertes de la región. Algunas veces

llevaban consigo a su buen amigo el General Charles Duke, el decimoprimer

hombre en la Luna. Estos dos hombres se habían sentado con George Price en

Belice, Forbes Burnham en Guyana, Alfredo Stroessner en Paraguay, Ríos Montt

en Guatemala, cinco presidentes en Honduras, presidente tras presidente en Costa

Rica, sin hablar de los comandantes sandinistas Tomás Borge y Daniel Ortega.

Cualquiera que fuese el tema, se habían sentado con estos líderes y lo habían

discutido: la salvación eterna –el mismo mensaje para todos, desde Stroessner

hasta Borge–; convertir a Jonestown en un centro para los refugiados Hmong;

negociaciones fronterizas entre países; solicitar a los generales del Pentágono que

trataran a los muchachos sandinistas como a seres humanos; incluso un intento de

razonar con Pat Robertson, sin éxito. Y esta vez, llevar a Jimmy Swaggart a

Nicaragua.

Desde fuera, las excursiones evangélicas de Glen Norwood y Newman Peyton

podrían parecer una especie de conspiración, otro tentáculo del gran pulpo del

norte. Pero si ésta era una conspiración, no tenía mucho éxito. El galanteo con los

sandinistas era totalmente inaceptable para su organización, la Fraternidad de

Hombres de Negocios del Evangelio Completo. Newman había sido el director de la

Fraternidad para América Latina, operando desde Houston. No obstante, no podía

prevalecer contra los generales de la Fraternidad, hombres cuya respuesta final era

siempre que ellos tenían su información, por supuesto clasificada, la cual probaba

que Nicaragua era una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos.

Una vez un general estalló frente a su sugerencia contraria. Por lo tanto, era una

liberación estar fuera de allí, ser liberado de la Fraternidad del Evangelio Completo

por demostrar fraternidad con los comandantes sandinistas.

Para aquellos de nosotros que no somos creyentes, las excursiones

evangelísticas de Glen Norwood y de Newman Peyton podrían parecer extrañas.

388

No a todos se les pasaría por la mente que los sandinistas pudieran estar

interesados en el testimonio de un astronauta norteamericano. O que Daniel Ortega

pudiera orar por Ronald Reagan. O que un paladín de la derecha religiosa pudiera

decir a los nicaragüenses que [365] Dios ama a su presidente sandinista. Pero ese

fue el resultado de otro de sus banquetes de oración, esta vez para los

comandantes sandinistas y los empresarios norteamericanos a finales de 1987.

Después, la gente de Swaggart se acercó a los sandinistas, sólo para ser

rechazados por la junta. Newman Peyton se comunicó con Daniel Ortega, quien

únicamente pidió que Swaggart se mantuviera alejado de la política.

No es difícil adivinar los cálculos políticos, los costos y beneficios para cada

grupo en esta negociación. Para los sandinistas, sería un estímulo para sus

recalcitrantes ciudadanos pentecostales, al igual que el año anterior cuando

permitieron una cruzada del sanador por la fe Yiye Avila, para consternación de los

cristianos pro-sandinistas. A cambio, una vez que los conservadores

norteamericanos pudieran ver en televisión a Jimmy Swaggart en Managua, quizás

ya no verían la necesidad de apoyar a los contras. Esto esperaban los sandinistas

más optimistas; otros rechazaban la idea de dar la bienvenida a una figura que

había apoyado la guerra en su contra. Pero había otro beneficio irrefutable, un

aspecto típico de las visitas estatales por parte de evangelistas importantes, el de

recordar a la jerarquía católica que ya no tenía un monopolio religioso. Para Jimmy

Swaggart, ésta era su oportunidad para predicar en un país en donde le habían

llevado a creer que el evangelio estaba prohibido. Y, por supuesto, más filmación

de América Central para las fauces insaciables de su programa de televisión y

donantes. Por supuesto, surgiría la acusación de que había permitido dejarse

manipular para fines políticos izquierdistas. «Esto le costará a Jimmy su

credibilidad», observó Newman Peyton, pocos días antes de que el ministerio de

Swaggart fuera prácticamente destruido. «El sabe que se va a dar una reacción.»

El evangelista entregó su mensaje desde la Plaza de la Revolución en el centro

de Managua. Detrás de él se encontraban las ruinas de la catedral católica que

había sido destruida en un terremoto. Desde arriba lo miraban inmensos retratos de

santos políticos sandinistas Qué situación para una predicador pentecostal de

pueblo chico. Aunque el protestantismo evangélico sea un santificador atolondrado

de los poderes de este mundo, en este caso Swaggart solicitó oración para un

Cesar poco probable. Sólo le costó un pequeño giro en su acostumbrado mensaje.

389

Medio mundo culpa a los sandinistas por los problemas de Nicaragua, [366] dijo a

una multitud de veinticinco mil personas en la Plaza de la Revolución. Pero la culpa

no era de los sandinistas. La otra mitad del mundo decía que la culpa era de los

contras, continuó. Pero la culpa tampoco era de ellos. La causa de los problemas

de Nicaragua era el demonio. Esta era la hora de Dios para Nicaragua e iba a hacer

cosas potentes.{4}

Preferiría finalizar con una escena enigmática como ésta. Otras también

podrían servir. Pero es mejor concluir con una revisión de las principales

interrogantes que han surgido y la dirección hacia la cual apuntan. Cuando concebí

este proyecto, pretendía lograr dos objetivos. En primer lugar, quería explicar el

despertar evangélico en América Latina para los no-creyentes, entre los cuales me

incluyo. ¿Era realmente una función de los dólares y evangelistas norteamericanos,

como lo han asumido muchos críticos de la izquierda y de la Iglesia Católica? En

segundo lugar, quería advertir a los evangélicos, por lo menos a aquellos que

valoran la independencia de sus iglesias con respecto al estado, para que no

permitan que sus misiones sean sobornadas por las políticas militaristas e

inmorales que emanan desde Washington.

Ninguno de estos problemas era muy profundo, por lo menos al nivel que yo

quería tratarlos. Solo registrar las disputas y los debates en el mundo evangélico –

entre los expertos del iglecrecimiento, los misioneros que adoptan una imagen

corporativa transnacional, los patriotas de la derecha que se presentan para la

última operación de la CIA, y los disidentes que piden una reforma dentro de la

reforma– hizo mucho para clarificar el tema. No fue difícil demostrar cómo la

derecha religiosa ha tratado de convertir al trabajo misionero en un instrumento

para el militarismo norteamericano. Tampoco es difícil demostrar que, aún en sus

manifestaciones más sectarias y reaccionarias, el protestantismo latinoamericano

presenta adaptaciones vitales de los pobres a circunstancias abrumadoras.

Sin embargo, las preguntas simples conducen hacia otras más complejas. ¿Por

qué una religión que parece estar en contra de los intereses de los pobres los

ayudaría en su lucha por la supervivencia? ¿No es paradójico el que un hombre

como Jimmy Swaggart, percibido por muchos como un fanático, tuviera un atractivo

tan poderoso en América Latina? ¿Por qué los pobres buscan milagros en las

figuras religiosas [367] que los dicen que se sometan a gobiernos opresivos?

390

¿Podía la sorprendente marejada evangélica afectar el curso de los eventos en

América Latina?

Hasta donde puedo ver, la pregunta fundamental es la dirección tomada por la

reforma religiosa en América Latina. Hasta hace pocos años, el discurso evangélico

sobre transformar América Latina en protestante me causaba gracia. Ahora ya no lo

hace. El protestantismo evangélico tiene tanto éxito que pone en tela de juicio a su

gran rival, la teología de la liberación. Por mucho que se haya hablado de las

comunidades de base de la teología de la liberación, las iglesias del protestantismo

evangélico se encuentran mucho más extendidas e incorporan a un número de

gente bastante mayor. De lo que he visto de las competencia entre las dos, la

religión evangélica lleva las de ganar.

Notas

{1} Citado en Simons 1982: 117.

{2} Entrevista del autor, 24 de enero de 1985, Monrovia, California.

{3} Funcionarios de las Asambleas negaron que existiera conexión alguna entre los dos eventos.

{4} Tom Jelton, informe desde Managua, Nicaragua, para «All Things Considered», National Public

Radio, principios de febrero de 1988. Richard Boudreaux, «U.S. Evangelist Preaches to 25.000 in

Managua», Los Angeles Times, 15 de febrero de 1988, págs. 1, 18. Entrevista telefónica del

autor con Newman Peyton, Jr., 23 de marzo de 1988. Para el relato de Swaggart, véase «From

Me to You», The Evangelist (Baton Rouge, Louisiana: Jimmy Swaggart Ministries), abril de 1988,

págs. 24-26.

Visiones contrastantes de la Reforma

Tanto se ha dicho sobre el conflicto entre el protestantismo evangélico y la

teología de la liberación que es bueno recordar qué tienen en común. A cada lado

de esta gran línea divisoria mitopoética, un creciente número de cristianos imaginan

el cambio religioso como el prólogo para la transformación social. Los dos se

inspiran en la Biblia, tienen mucha fe en el potencial espiritual del pueblo

latinoamericano, y sueñan con redimir –en éste o en aquel lado del milenio– al

tiránico y pecaminoso orden de las cosas. A pesar de que no se han invertido

muchos esfuerzos en comparar la Reforma en América Latina con la que se dio en

Europa,{5} tanto el evangelismo como la teología de la liberación sostienen que el

391

fermento religioso en Latinoamérica producirá un nuevo orden social. Creen,

además, que éste será cristiano.

No obstante, las dos visiones de la reforma pronto se apartan. Consideren, por

ejemplo, sus presunciones respectivas sobre los Estados Unidos. Mientras que los

teólogos de la liberación identifican a este país como la principal razón para el

retraso de América Latina, muchos evangélicos lo aclaman como un modelo de

progreso, democracia y redención, una verdadera nación escogida. Luego viene la

pregunta sobre cómo la fe religiosa lleva hacia la transformación social. Para los

cristianos que practican la teología de la liberación, la salvación de las almas [368]

tiene poco sentido aparte de cambiar un orden social que arruina a tantas vidas. Al

analizar el pecado en términos de la estructura de clase, comprenden a la salvación

como a un proceso de concientizar a la gente y de organizarla para que tome una

acción política. Su idea de la reforma es una lucha política, inspirada en la fe

religiosa pero combatida en las trincheras del conflicto de clase.

La visión evangélica correspondiente es francamente mística, especialmente

en su énfasis en el poder de la conversión personal. De acuerdo a los evangélicos,

el primer paso (y con frecuencia el único) es para la salvación de los individuos. A

medida que la gente se convierte, de la sociedad hacia nuevos grupos que están

«dentro pero no son del» mundo, surge una nueva moral que luego se filtra de

vuelta a la sociedad. Los conservadores hablan de la conversión como si ésta

volviera innecesario el cambio estructural: los hombres y las mujeres renacidos, y

no una revolución social, reformarán a América Latina. Guiados por la Biblia,

piensan los conservadores, los soldados respetarán los derechos humanos, los

políticos dirán la verdad, los empresarios harán dinero honestamente, los

trabajadores ganarán su pan de cada día, y los desempleados encontrarán empleo.

No todos los evangélicos se limitan a soñar con una versión idealizada del orden

social actual como ésta: en contraste con aquellos que encarnan sus esperanzas

en un general del ejército guatemalteco, otros colocan las suyas en la Revolución

Sandinista. Sin embargo, todos están de acuerdo en que la manera de transformar

América Latina es «salvando» a la mayor cantidad de gente posible.

Para aquellos acostumbrados a analizar a América Latina en términos

estructurales, el levantamiento moral podría parecer una fórmula ingenua. La

herencia cultural protestante de una isla caribeña como Jamaica no la ha salvado

de las consecuencias del capitalismo dependiente. Para aquellos que conocen la

392

competencia y el rencor de la vida eclesiástica evangélica, podría parecer

improbable que tales instituciones pudieran servir como un ejemplo moral para la

sociedad. Pero aún si no aceptamos al moralismo evangélico en sus propios

términos debemos tomarlo seriamente, ya que demuestra que los evangélicos no

sólo vuelven sus espaldas al mundo y dicen a los pobres que esperen su

recompensa en el cielo. Incluso aquellos que enfatizan su rechazo a la sociedad,

[369] se ocupan de las esperanzas de los latinoamericanos en el nivel íntimo y

efectivo de la moral y superación personales.

Los evangélicos predican que la forma de mejorar la vida es mejorar la

conducta personal. A través de lo que podrían parecer amonestaciones ineficaces,

se ocupan de un nivel de cultura que tiende a ser ignorado por la izquierda: la ética

y sus implicaciones sociales. Para citar un ejemplo, los padres que evaden sus

responsabilidades paternales no son la razón de la miseria de tantos

latinoamericanos, pero sí contribuyen a tal proceso en millones de vidas. O

consideren el abuso de los cargos y fondos públicos, un abuso tan desenfrenado

que destruye la posibilidad para todo salvo para el auto-engrandecimiento. Cuando

los revolucionarios llegan al poder y cambian la política de crear expectativas por la

de imponer disciplina, su discurso sobre crear un «nuevo hombre» repite el mismo

tema de los evangélicos: la necesidad de una nueva autoridad moral y de una

nueva moral comunitaria.

Notas

{5} Entre aquellos que han establecido recientes comparaciones con la Reforma en Europa se

encuentran Cook 1985, Levine 1985 y Bastián 1986.

¿Por qué podría no funcionar

la teología de la liberación?

Este estudio no ha analizado en profundidad por qué la teología de la

liberación puede ser más efectiva en llenar facultades, estantes de libros y tumbas

que en llenar iglesias. A pesar de que he distinguido en gran detalle las distintas

corrientes en el protestantismo evangélico, no he hecho el mismo esfuerzo respecto

a la teología de la liberación. Los cristianos que han invertido sus vidas en la

teología de la liberación, que han visto a sus compañeros entregar la vida por su fe

393

cristiana, pueden sentir que me he enfocado solo en las derrotas, con el fin de

desacreditarla. Pueden afirmar, en particular, que he escogido el caso de

Guatemala, en donde la represión contra el activismo social ha sido particularmente

feroz y efectiva, y en el de Nicaragua, en donde las divisiones en la Iglesia Católica

son particularmente profundas y flagrantes. Sin duda, se pueden encontrar otros

casos en los que la teoría y la práctica liberacionista hayan tenido más éxito. Si

hubiera escogido el Brasil, sería evidente que la teología de la liberación y la Iglesia

Católica han contribuido enormemente a la efervescencia populista y apertura

democrática de ese país. También en otros lugares, las contribuciones de la

teología de la liberación para florecientes movimientos de reforma pueden ser más

manifiestas. [370]

Pero si he escogido los peores casos, éstos deberían proporcionar

advertencias para los otros lugares. En la Nicaragua revolucionaria, los cristianos

que se identificaron más fuertemente con los sandinistas no lograron atraer a los

pobres de manera tan efectiva como lo hicieron los evangélicos más

conservadores. En la sierra ecuatoriana, el activismo social de la diócesis católica

más progresista parece haber sido superado por un movimiento evangélico. Mi

relato sugiere que en Guatemala, ciertos clérigos católicos que practicaban la

teología de la liberación fueron, en parte, responsables de la identificación de las

organizaciones eclesiásticas como subversivas por los militares, lo cual llevó a una

ola de terror de la cual es posible que la Iglesia Católica nunca se recupere.

Aún en cada uno de estos casos, la teología de la liberación podría ser

interpretada en una forma más favorable. {6} Tal vez he puesto demasiado énfasis en

las contradicciones, subestimando la lucha por vencerlas. La teología de la

liberación, sin embargo, ha adquirido una posición tan paradigmática en el

pensamiento sobre la política de la religión en América Latina, que criticarla es un

paso necesario para presentar la posibilidad de que el protestantismo evangélico

tenga más éxito a nivel popular.

No deseo negar que la teología de la liberación representa una reforma

valerosa en la historia del cristianismo. No puede ser descartada como una

maniobra clerical por recobrar el apoyo popular o como un frente marxista, como lo

hacen los enemigos. Por el contrario, sus críticas a la vida eclesiástica penetran

inclusive en el campo evangélico, en donde podrían volverse influyentes. Nadie ha

escrito su obituario: se debe esperar mucho más sobre su capacidad de autocrítica

394

y de cambio. No obstante, mientras que la teología de la liberación es una creación

vital de la cultura oposicional de clero y de la universidad, su recepción entre los

pobres tiende a ser problemática. En la práctica, además, ha sido forzada a llevar

las esperanzas más altas en las situaciones más desesperanzadoras. Ha sido

atrapada entre despiadados cruces de fuego. Y en ciertas situaciones, parece

estimular el crecimiento de su némesis, el fundamentalismo derechista.

Los cristianos que practican la teología de la liberación son los primeros en

reconocer que toman riesgos: esto es la fe, dicen. [371] En un momento en que se

encuentran alarmados por el crecimiento de «las sectas», tenemos que considerar

cómo sus esfuerzos pueden volverse en su contra. Aquellos que desconfían de la

religión o que están impacientes por los resultados, han sido tentados a utilizarla

como un arreglo inmediato. Supuestamente se basa en las demandas de los pobres

y los incita a la movilización política. Para los revolucionarios que necesitan de un

puente que una su política con las masas, ofrece convertir los símbolos religiosos

en acción revolucionaria.

Hay más que un peligro en este proceso, de los cuales el menos probable es el

éxito. Unicamente en Nicaragua, bajo los sandinistas, ha llegado la teología de la

liberación al poder. Ahora que una nueva sociedad parece estar al alcance, la

práctica de la concienciación amenazaba con convertirse en una nueva religión

establecida. Por lo menos unos activistas hablaban de mantener una distancia

crítica con respecto al estado sandinista, pero otros actuaban como «profetas de la

corte» para el mismo.{7} Dichos cristianos sentían el deber de defender a la

revolución de los ataques de enemigos externos y domésticos. No obstante, al

unirse a la estructura de poder sandinista y defender sus medidas antipopulares,

corrían el riesgo de alejarse del pueblo nicaragüense y de desacreditar su discurso

sobre un mundo mejor.

El ejercicio central en la teología de la liberación, la concienciación, presenta

una variedad de temas. Para empezar, existe el riesgo de crear versiones

idealizadas de las necesidades de los pobres, en lugar de dirigirse a sus

necesidades reales. La teología de la liberación se esfuerza en basarse en la

experiencia diaria de los pobres: es posible que a veces lo haya logrado, cuando se

ve verdadero éxito en movilizar a los pobres. Pero la teología de la liberación

también se originó en la crisis de la Iglesia Católica y sus intentos por recuperar

una base popular. A pesar de la lucha por construir una iglesia popular, los profetas

395

del movimiento tienden a ser profesionales religiosos con intereses profesionales,

un hecho dramatizado por sus conflictos con laicos ofendidos y jerarquías ansiosas.

Se supone que la concienciación es dialéctica, que se genera en la interacción

entre el organizador y la gente. Pero empieza por definir a los pobres en términos

de lo que carecen, y supone que deberían convertirse en otra cosa a través de la

pedagogía.{8} [372]

Tales presunciones a menudo se hacen aparentes en las colisiones con la

religión popular, las tradiciones católicas que tanto el clero de izquierda, derecha o

centro han tratado de suprimir o reformar. Bajo las condiciones acostumbradas que

enfrentan los pobres, en las cuales la disensión abierta produce el castigo rápido y

seguro, las prácticas tradicionales han permitido la expresión de las aspiraciones

populares en formas ambiguas pero a veces estratégicas. Lo que los extraños

interpretan como resignación puede servir como un manto de protección para

tradiciones vitales de resistencia cultural. Las expresiones de subordinación se

mezclan con expresiones de desafío, en formas complejas de comunicación ritual

entre clases sociales dominantes y subordinadas, las cuales pueden llegar a

redefinir las relaciones entre las dos. Había mucho desacuerdo entre los teólogos

de la liberación sobre cómo tratar con los dilemas planteados por la religión

popular, como son su frecuente refuerzo de vínculos de explotación entre patrones

y clientes. Por lo general trataban de socavar tales tradiciones, por representar una

religión de dominación, con el resultado de alienar a la gente a la cual estaban

tratando de organizar.{9}

Tal vez la dificultad básica es que un mensaje centrado alrededor de la

«liberación» contradice la manera cómo los pobres generalmente prefieren manejar

las situaciones opresivas: una sutil combinación de deferencia, malagana y

evasión, como ha señalado James Scott en sus estudios sobre las formas

cotidianas de resistencia campesina. {10} En contraste, las clases de desafío que la

teología de la liberación tiende a estimular a menudo han sido suicidas. Dada esta

realidad, en las situaciones en donde la teología de la liberación tiene que

funcionar, la presunción de que el desafío revolucionario es necesario indica que

son los intelectuales, ubicados más o menos a salvo, quienes han jugado un papel

importante en su producción.

Estimular a los pobres a insistir en sus derechos significaba quitar el manto que

generalmente protege a las actividades religiosas de la represión. Significaba

396

abandonar la función tradicional de la religión como un santuario de la opresión.

Una vez que los terratenientes y el estado empezaban a tomar represalias, la

teología de la liberación demandaba un compromiso de vida y muerte de la gente.

El cristianismo siempre se ha referido a la necesidad de sacrificio, por supuesto.

Pero es un paso [373] muy serio exponer a toda una población a los castigos de un

moderno estado contrainsurgente. Cuando las situaciones se polarizaban hacia la

violencia, los extraños que promovían la teología de la liberación tendían a ser

obligados a salir, dejando atrás a sus aliados locales para que vuelvan a aprender

una antigua lección sobre la capacidad del estado para reprimir a los opositores. Un

martirio tras otro parecería justificar la lucha armada como la única forma de

progreso, pero la mayoría de los levantamientos revolucionarios no tenían éxito.

Era tan fácil saltar de una base religiosa hacia un desastre político.

En América Central, a medida que el conflicto revolucionario se convertía en

una guerra de agotamiento sin aparente fin, los evangélicos conservadores

apelaron a la tradicional resignación de los pobres en una forma que la teología de

la liberación no podía. A pesar de que la teología de la liberación apelaba a las

aspiraciones a una vida mejor, el escapismo del mensaje evangélico era mucho

más compatible con la postura acostumbrada de los pobres –la aceptación

fatalística de las restricciones en su continua negociación por la supervivencia. Bajo

tales circunstancias, era fácil para la teología de la liberación caer fuera de

contacto con la gente a quien sostenía representar.

Cuando en Guatemala se frustró el movimiento revolucionario, los evangélicos

aprovecharon la oportunidad para invitar a los sobrevivientes a sus iglesias. A

diferencia de la teología de la liberación, los evangélicos ofrecían mejorar la vida de

un individuo a través de una simple decisión personal, la de rendirse a Cristo.

Aquello parecía más fácil que cambiar el orden social. Los evangélicos

proporcionaban una ideología, no sólo de resignación política como frecuentemente

se señala, sino de mejora personal. Decían a los pobres que no se preocuparan por

los grandes eventos en los que no podían influir en formas directas y obvias. Más

bien, una persona debía concentrarse en lo que podía cambiar, como su hábito de

beber. Los evangélicos también cautivaban a los pobres emocionalmente, en

formas que los cristianos altamente politizados típicamente no podían igualar. En

las situaciones más difíciles, los llamados a un compromiso revolucionario no

comprometían la religiosidad de la gente, ni los mantenía a través de largos y

397

difíciles años de lucha por la supervivencia, por lo menos no en la forma en que las

sectas evangélicas podían hacerlo. A medida que las visiones revolucionarias se

desvanecían [374] en la amarga realidad de violencia política sin fin, los gobiernos

alentaban a los evangélicos para que recogieran los pedazos.

Notas

{6} Para tales interpretaciones, véase Lernoux 1980, Berryman 1984, Frank y Wheaton 1984,

Dodson y Montgomery 1982, Randall 1983, Cabestrero 1986 y las publicaciones de Orbis Books.

{7} Wilde 1986: 15.

{8} Lionel Groulx, Conferencia Internacional sobre la Teología de la Liberación, Universidad Simon

Fraser, Vancouver, British Columbia, 7 de febrero de 1986.

{9} Susan Rosales Nelson (1984), con quien estoy en deuda por esta opinión, proporciona un

ejemplo de la región del Lago Titicaca de Bolivia.

{10} J. C. Scott 1987: xv-xvii.

El pentecostalismo como base para la reforma

social

Este trabajo se ha centrado principalmente en América Central, en parte debido

a que los conflictos allí iluminan la política del crecimiento evangélico en nuevas y

obvias formas. Un dictador evangélico en Guatemala, más una contrarrevolución

apoyada por los Estados Unidos en Nicaragua, colocan a nuestro tema en alto

relieve. Sin embargo, el centro de gravedad en el protestantismo latinoamericano

no se encuentra en América Central. Está en el Brasil, el cual representa a más de

la mitad de los evangélicos en esta parte del mundo. {11} ¿Qué hay sobre las

gigantes iglesias pentecostales del Brasil y de aquel otro centro de crecimiento,

Chile? Al ser los grupos evangélicos más grandes en América Latina, ¿es posible

que éstos se conviertan en la base para una reforma social?

La respuesta más probable es no. A partir de los estudios de Emilio Willems y

de Christian Lalive d'Epinay en la década de 1960, los sociólogos se han

preguntado si las iglesias del Brasil y del Cono Sur se comprenden mejor como una

forma de protesta social o de control social. {12} Mientras tanto, las iglesias de tales

398

países han llegado a ejemplificar la misma polarización entre el Consejo

Latinoamericano de Iglesias (CLAI) y la Confederación Evangélica Latinoamericana

(CONELA), como lo han hecho las iglesias de América Central. Existe la misma

lucha solitaria de disidentes, a menudo miembros de la Fraternidad Teológica

Latinoamericana (FTL), contra los líderes conservadores que generalmente tienen

el poder institucional.

Sólo se necesita poner como ejemplo las críticas de los protestantes

ecuménicos, como Rubem Alves y Jean Pierre Bastián, y las cautelosas

evaluaciones de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, para ver cuán

conservador y reprimido es el ambiente evangélico en Brasil y Chile, {13} en reacción

a los esfuerzos del pasado para la concienciación. En el Brasil, las iglesias más

antiguas e «históricas» expulsaron a los disidentes después del golpe militar de

1964. En Chile, el activismo progresista terminó después del derrocamiento del

gobierno de Salvador Allende en 1973. [375] Los dos casos sugieren que, una vez

que los militares destruyen la democracia, la vida eclesiástica evangélica regresa a

su norma altamente eufemizada. Los conservadores reinan supremos; los activistas

son silenciados o van al exilio. Parece improbable desafiar al sistema bajo esta

clase de dispensación. Dada la quietud política de los evangélicos, se puede

afirmar que representan menos de lo que sugieren sus cifras. «La irrelevancia

protestante se hizo tan grande, que si se diera hoy día el arrebatamiento», ha

escrito desdeñosamente Robinson Cavalcanti, «la sociedad brasileña se tomaría

una semana para darse cuenta de la ausencia de los creyentes.» {14}

El pentecostalismo, el cual representa a las tres cuartas partes de los

protestantes en el Brasil y a una proporción aún mayor en Chile, ha sido el blanco

de las críticas más agudas. Cuando Lalive d'Epinay estudió a los pentecostales

chilenos a finales de los años sesenta, mencionó la determinación de la

denominación más grande, la Iglesia Metodista Pentecostal, de construir una

catedral «más grande que la católica». A pesar de su valoración del

pentecostalismo como una fuerza reaccionaria, muchos creyentes parecen haber

votado por Salvador Allende y su intento de construir el socialismo. La

reconciliación se vio truncada por el golpe militar de septiembre de 1973,

comandado por el General Augusto Pinochet.

Un año después de que Pinochet tomase el poder, un acto que incluyó el

asesinato de su predecesor constitucionalmente electo, el general inauguró la

399

nueva «catedral» Metodista Pentecostal, la inmensa Iglesia Jotabeche, con un

servicio de Te Deum. Luego, solicitó al pastor de Jotabeche, Javier Vásquez, que

sirviera como su ministro de religión. {15} A pesar de que Vásquez no aceptó el

honor, él y otros jefes evangélicos sí aceptaron administrar un sistema de carnet

oficial para regular el acceso de pastores a las instituciones gubernamentales {16} –la

clase de sistema del que muchos evangélicos acusaban a los regímenes

comunistas por utilizarlo para perseguir a la iglesia–. Pero ahora esto no importaba,

pues éste era un matrimonio realizado en el cielo. Del mismo modo que la toma de

poder de Pinochet permitió a los antiguos líderes reaccionarios «reafirmar... su

dominio sobre los fieles», escribe Lalive d'Epinay, éstos proporcionaron al nuevo

dictador el sello de aprobación divina que no pudo obtener de la Iglesia Católica. {17}

[376]

Cuando Lalive realizó una encuesta a los pastores pentecostales en Buenos

Aires, Argentina, descubrió que el 50 por ciento prohibía la membrecía en los

sindicatos; el 64 por ciento rechazaba la proposición de que la Iglesia Protestante

debía preocuparse por los problemas sociales y políticos del país; y el 85 por ciento

decía impedir a sus miembros que se involucraran en la política. {18} Basándose en

tales actitudes, Lalive d'Epinay no fue el único en concluir que el pentecostalismo

representaba una acomodación profunda y mística al statu quo. Durante las dos

últimas décadas, muchos críticos han reiterado que las iglesias pentecostales

proporcionan a sus miembros soluciones falsas e irreales para sus problemas, en

lugar de expresar sus intereses reales.{19}

La alienación y la falsa conciencia no aparentan ser el camino hacia la reforma

social. Jean Pierre Bastián piensa que el protestantismo en América Latina perdió

su misión histórica. Afirma que el estado en América Latina era demasiado

patrimonial y autoritario como para permitir la clase de reforma social que ocurrió

en Europa. En lugar de secularizar o «desencantar» a la sociedad latinoamericana,

según Bastián, el protestantismo ha sido «reencantado» por América Latina, en la

forma de un pentecostalismo básicamente reaccionario, el cual mistifica los

intereses de los pobres.{20}

La teología de la liberación es el contraste saludable al que debemos acudir, ya

que parece expresar tan claramente los intereses de los pobres. Sin embargo,

existen razones para ser cautelosos, entre ellas la capacidad de la religión

politizada para perder el contacto con la gente a quien dice representar. Como

400

Frederick Turner señaló en 1970, los partidarios de la teología de la liberación

asumen que las iglesias pueden prosperar únicamente a través de la lucha por las

reformas sociales. No obstante, las iglesias pentecostales han alcanzado

proporciones gigantescas sin apoyar tales causas. {21} Su éxito en mejorar la

situación de muchos miembros sugiere que, para los pobres, puede no existir una

relación entre la perspicacia del análisis social que éstas ofrecen y su valor de

supervivencia. La gente atraída hacia las iglesias pentecostales evidentemente

define sus necesidades en una forma diferente al de la teología de la liberación.

[377]

Es fácil descartar a tales creyentes como descarriados, por no conformarse con

algún modelo de la conciencia de clase. Pero si los pentecostales son tan efectivos

en alcanzar a los pobres, sus rivales podrían tratar de aprender de ellos. Una

posible lección es la capacidad de las iglesias pentecostales para hablar a la gente

en términos de poder mágico. Lalive d'Epinay señaló que, mientras el marxismo

tiende a diseminarse desde el lugar de trabajo, el pentecostalismo surge del

corazón de la lucha por la supervivencia personal, desde las preocupaciones

básicas de salud y de reproducción envueltas por creencias en lo sobrenatural. {22}

La izquierda ha tendido a asumir que la interacción de los pobres con las

fuerzas sobrenaturales es diversionaria, como si tales creencias impidieran que la

gente comprendiera su situación y tomara medidas para cambiarla. Pero si las

masas sienten la necesidad de protegerse de los espíritus del mal, buscar la

protección necesaria no es una actitud «escapista», como ha señalado Guillermo

Cook.{23} Más bien es necesario, dejando la pregunta de cómo se realizará y con

qué implicaciones.

Es importante recordar que el protestantismo evangélico no es,

necesariamente, el competidor más fuerte. Como vimos en el capítulo 5, aún los

evangélicos temen ser aventajados por las distintas formas de espiritismo que

atraen a tantos brasileños y a otros latinoamericanos. No obstante, si buscamos un

movimiento religioso que promocione la clase de racionalización asociada con las

revoluciones burguesas y socialistas, entonces el pentecostalismo es una bestia

interesante. Como el espiritismo, apela a las tendencias mágicas de la población. A

diferencia del espiritismo, el cual fomenta las relaciones clientelistas amorales con

una plétora de deidades, el pentecostalismo coloca a la autoridad en una sola

401

divinidad, crea valores éticos universales, y promueve la responsabilidad individual.{24}

Una segunda forma por la cual los pentecostales podrían servir como un

modelo es su habilidad para organizar estructuras expansivas, relativamente

estables, con una gran capacidad para adaptarse a condiciones cambiantes.

Nuevamente el secreto podría ser la fundación de iglesias pentecostales en

hogares y familias, en lugar de en lugares de trabajo. [378] Donde un proletariado

no se encuentra unido en grandes fábricas, donde los pobres son forzados a

convertirse en astutos pequeños comerciantes para sobrevivir, el hogar puede ser

considerado como la unidad básica de lucha social.

Este ignorado núcleo de la conversión evangélica ha sido estudiado

recientemente por Elizabeth Brusco en Colombia. Su inédita disertación doctoral

presenta un gran desafío a mucho de lo que se ha escrito sobre el tema. Como el

libro presente, la mayoría de los estudios se centran en los aparatos evangélicos –

misiones, denominaciones, predicadores– dominados por los hombres. Como nos

recuerda Brusco, sin embargo, la expresión suprema del evangelismo masculino,

las grandes cruzadas en estadios públicos, a menudo no han logrado producir

muchos conversos, como es el caso de Colombia y otros países. Los vergonzosos

resultados de tantos de estos impetuosos despliegues masculinos –olas de

entusiasmo que luego se evaporan– sugieren que la base de la conversión

evangélica se encuentra en otro lugar. Aún otros fenómenos –el éxito de los

estudios bíblicos e iglesias de casa; su importancia para muchos de los grupos de

más rápido crecimiento; y la preponderancia numérica de las mujeres en el

protestantismo latinoamericano– también apuntan hacia el hogar como la llave de la

expansión evangélica.

Las mujeres no siempre toman el primer paso para la conversión al

protestantismo: una excepción común se encuentra entre las poblaciones indígenas

con hogares fuertemente patriarcales. Sin embargo, en los barrios urbanos pobres,

las mujeres sí asumen aquel papel de liderazgo, el cual Brusco atribuye a

expectativas frustradas de apoyo económico y emocional por parte de los hombres.

Luego, algunos hombres se convierten en cómplices de la conversión, pues ellos

también desean escapar de las implicaciones destructivas del machismo. Su

recompensa es la confirmación del hombre como el «jefe» del hogar, ahora

reforzado por la autoridad bíblica. Pero el protestantismo redefine a los objetivos de

402

los hombres para coincidir con las aspiraciones de sus mujeres, las cuales están

centradas en los niños y la subsistencia. Tales aspiraciones no son tan diferentes

del «espíritu del ascetismo» en el calvinismo, sugiere Brusco, aún si su base

cultural es bastante diferente. [379]

Esta no es la primera vez que el fervor evangélico ha sido analizado como una

estrategia feminista para domesticar a los hombres. A pesar de que los asaltos

revolucionarios sobre la desigualdad de géneros no han causado un fuerte impacto

sobre el comportamiento masculino y femenino, señala Brusco, la religión

evangélica se ocupa de algunas de las áreas más íntimas y conservadoras de la

vida, como se expresa en el cortejo y en los roles maritales. {25} En donde la crisis

económica ha imposibilitado que muchas mujeres alimenten a sus hijos

adecuadamente, y en donde las expectativas revolucionarias se han visto

frustradas, el impacto de la religión evangélica sobre los roles de género podría

tener implicaciones en la socialización de los niños, en los modelos de autoridad en

el hogar, quizás hasta en la moral pública y la cultura política.

El análisis de Brusco presenta un giro dramático en la interpretación

acostumbrada del género evangélico, cuyo paternalismo ha preocupado a muchos

observadores. En Refugio de las masas, Lalive d'Epinay afirmaba que las iglesias

pentecostales reproducen la organización social tributaria de la hacienda. Ahora, el

patrón es el pastor, quien utiliza a la Biblia para revitalizar una forma tradicional de

autoridad.{26} Mientras que el pentecostalismo chileno reproduce una forma de

organización social autoritaria, continuaba Lalive, también rompe con aquella

tradición. Las iglesias pentecostales pueden estar llenas de diferentes rangos, pero

tales rangos no están basados en la clase social, como en la antigua hacienda. En

contraste, tales iglesias representan una nueva igualdad, una sociedad teorética de

igualdad ante Dios, y una nueva forma de movilidad para la gente pobre hacia

posiciones de liderazgo.{27}

Una tercera forma en la cual los pentecostales proporcionan un modelo

interesante es su relación con un orden social opresivo. A pesar de los romances

flagrantes entre los patriarcas pentecostales y los regímenes de la derecha, las

congregaciones tienden a mantener cierta autonomía en sus tratos con estado y

sociedad. Se conforman a las restricciones externas, y sin embargo mantienen un

grado de independencia, de una manera paradójica que los críticos no han captado

totalmente cuando acusan a los pentecostales de aislarse de la sociedad.

403

El hecho de que rechazar al «mundo» no tiene que significar aislamiento social

lo sugiere Brasil para Cristo (BPC), la quinta más grande [380] denominación

protestante en el Brasil.{28} Brasil para Cristo tiene una mentalidad

excepcionalmente abierta para un organismo pentecostal: en 1969 horrorizó a los

otros grupos al unirse al Consejo Mundial de Iglesias. {29} Fue fundada por un

espíritu rebelde en las Asambleas de Dios, Manoel de Melo, cuya habilidad como

predicador de carpa, y luego como sanador por la fe a través de la radio, estaba

acompañada por una actitud poco ortodoxa, incluyendo ciertas ideas progresistas.

A pesar de ser criticado por su autoritarismo, Melo usaba sus poderes carismáticos

para hacer campañas tanto por la democracia y justicia social como por la libertad

religiosa. Antes de que las posibilidades electorales fueran interrumpidas por el

golpe militar de 1964, se pensaba que él dirigía a un gran bloque de votos que

determinaba las elecciones. A pesar de ser anticomunista en aquel período, era

muy crítico de la estructura de poder brasileña. Al igual que el conocido mentor de

la teología de la liberación, Paolo Freire, predicaba la importancia de la

concienciación.{30}

En cuanto a si los pentecostales realmente se aislaban de la sociedad, un

antropólogo norteamericano que estudió a varias congregaciones BPC en Río de

Janeiro concluyó que no lo hacían. Por lo menos en Brasil para Cristo, encontró

John Page que las conexiones personales de los neófitos no se estaban reduciendo

dramáticamente después de unirse a la denominación. Aún después de que los

neófitos permanecían ocho o más años en la iglesia, Page descubrió que sus

conexiones sociales no pentecostales habían disminuido únicamente en un 25 por

ciento, gran parte de lo cual podría ser explicado en base a la edad y al ciclo de

vida. Las metáforas de retiro en el discurso de BPC simplemente no reflejan las

complejidades de la interacción de los miembros con la sociedad. {31} Si los

pentecostales realmente se aislaran hasta el punto sugerido por su retórica, ha

observado Regina Novaes, no serían capaces de proselitizar de manera tan

efectiva a sus familiares y vecinos. A pesar de que las congregaciones

pentecostales representan un nuevo circuito social, éste no necesariamente

reemplaza al antiguo.{32}

En realidad, Brasil para Cristo es un descubrimiento raro para los académicos

en busca de la conciencia social pentecostal. Pero aún las iglesias más

conservadoras pueden compartir características muy significativas con ésta. En

404

primer lugar, como ha señalado Ronald Frase, las iglesias pentecostales

proporcionan un marco estable en el cual las [381] poblaciones heterogéneas de

inmigrantes urbanos se identifican como grupo. En segundo lugar, a pesar de sus

frecuentes denuncias políticas, las iglesias pentecostales a menudo se convierten

en lo que Manoel de Melo ha llamado «terrenos de entrenamiento para la entrada

de estas nuevas personas a la vida política.» {33} En tercer lugar, estos grupos

intentan construir nuevas comunidades morales. El resultado podría aparecer

conformista y alienante, pero las ideologías paternalistas con frecuencia han sido el

medio a través del cual los grupos subordinados establecen reciprocidades morales

con los grupos dominantes, reciprocidades que subsecuentemente tratan de

convertir en derechos.{34}

Según los evangélicos, este proceso de construir una nueva comunidad moral

ya está en camino en América Central. Es particularmente interesante cómo los

pentecostales están llegando más allá de los pobres, hacia las clases media y alta,

a menudo a través de grupos que se autodenominan carismáticos. Como

reconocen los evangélicos, llegar hasta las elites es crucial para la moralización del

orden social actual, de ahí su interés por evangelizar a los empresarios, políticos, y

militares de la región. Aún si los derramamientos del Espíritu Santo sobre los

coroneles y terratenientes tienen resultados menos que milagrosos, como sugiere

el caso de Ríos Montt, éstos podrían tener un cierto impacto. A pesar de lo

amenazante que podría parecer a los no creyentes la enseñanza del «reino» o del

«dominio», es posible que pudiera estimular un sentido de responsabilidad moral

entre las elites centroamericanas, tal vez reformas del tipo de autointerés

iluminado.

Esto es sólo para especular sobre las posibilidades. Pero cuando se asiste al

culto de una gran congregación pentecostal, es difícil evitar una sensación del

inmenso poder social en aquellas masas de creyentes en oración. «Se dio una

espontánea oración audible por toda la congregación que hacía sentir como si un

volcán hubiera erupcionado», reportó William Read sobre un servicio de 6.000

personas. «Siguió por un momento y de pronto terminó, como por una señal

acordada. Con esto finalizó el culto de lunes del Misionero Manoel de Melo.» {35}

Notas

{11} Johnstone 1986: 55-56, 62-65.

405

{12} Hoffnagel 1979: 258-259.

{13} Alves 1985, Bastián 1986, y Deiros 1986.

{14} En Deiros 1986: 203.

{15} «Chile's Junta Courts the Once-Spurned Protestants», Christianity Today, 4 de septiembre de

1981, pág. 59.

{16} Sidney Rooy al autor, 25 de junio de 1987.

{17} Lalive d'Epinay 1983: 250-251.

{18} Lalive d'Epinay 1969: 108, 122.

{19} Page 1984: 49-50.

{20} Bastián 1986: 173-178.

{21} Turner 1970.

{22} Lalive d'Epinay 1983: 44.

{23} Cook 1985: 227.

{24} Gary Nigel Howe, «Capitalism and Religion at the Periphery», en Glazier 1980: 127.

{25} Brusco 1986: 199-20l, 209, 215-216, 223-225.

{26} Lalive d'Epinay 1969: 83.

{27} Lalive d'Epinay 1983: 45.

{28} Johnstone 1986: 112.

{29} Frase 1975: 566.

{30} Frase 1975: 562-566 y Read 1968: 144-158.

{31} Page 1984: 359, 367-368, 383, 390.

{32} Citado en Page 1984: 366-368.

{33} Frase 1975: 567.

406

{34} Scott 1977: 14-15.

{35} Read 1968: 144-150.

Evangelismo y Oliver North

Los eventos recientes no han sido buenos para la derecha religiosa. Una

vergüenza es la caída y ruina de los televangelistas, o por lo menos de sus

reputaciones. Es cierto que Pat Robertson tiene aún que fracasar. Pero su

campaña presidencial de 1988 no pudo llegar, más allá de sus partidarios

carismáticos, a la más amplia población evangélica, no se diga a los conservadores

no religiosos. Jim Bakker, el fundador y estrella de los Ministerios PTL, está

acabado como líder evangélico. Su fin se debe menos a la acusación original de

sexo hotelero con una secretaria, que a la historia de homosexualidad revelada

subsecuentemente. Esto sin mencionar su abuso de los donantes, por ejemplo, al

malversar las contribuciones misioneras para otros propósitos tales como su parque

de diversiones. Como resultado, las donaciones para todos los ministerios de

televisión cayeron.

Para los evangélicos centroamericanos, el golpe más serio fue la caída de

Jimmy Swaggart y su separación de una de las denominaciones más grandes y de

más rápido crecimiento en la región, las Asambleas de Dios. Al ser el evangelista

más activo durante varios años en América Central, Swaggart había atraído a

cientos de miles de salvadoreños, hondureños y costarricenses a sus avivamientos.

Sus subsidios para las Asambleas en la región eran substanciales. En iglesias cuya

concepción de la deidad había sido moldeada por imágenes de los Estados Unidos,

Jimmy Swaggart se encontraba cerca de Dios. Por lo tanto, para los creyentes fue

un golpe enterarse de que, mientras llevaba a tantos hacia Cristo, se había

comprometido regularmente con una prostituta.

No está claro cómo afectará el escándalo a la posición de Swaggart y de otros

evangelistas norteamericanos –tal vez muy poco, debido a la función de las

imágenes de redención, imágenes tan poderosas que un evangelista puede utilizar

transgresiones y remordimiento para revalidar su atractivo–. Pero podemos suponer

dos efectos. En primer lugar, el desorden en la industria de difusión evangélica

407

afectaría el flujo de dólares hacia las iglesias centroamericanas. En el caso de

Swaggart, se dice que había abastecido el 40 por ciento de los fondos y materiales

para los programas médicos y educativos de las Asambleas de Dios en Honduras.{36} Se reportó que había entregado 6 millones de dólares a las Asambleas en [383]

El Salvador.{37} Después del anuncio de su pecado y su salida de los medios de

comunicación, muchos de sus contribuyentes norteamericanos dejaron de entregar

dinero: el ingreso de 3 millones de dólares semanales bajó a 1,1 millones. {38} Para

salvar a su operación de la bancarrota, Swaggart tenía que regresar al aire lo más

pronto posible. Con este fin, se vio forzado a violar las sanciones disciplinarias

impuestas por su denominación. Debido a sus grandes contribuciones para el

presupuesto misionero de las Asambleas, el dolor no fue sólo suyo. No obstante, la

oficina central de los Estados Unidos, en Springfield, Missouri, cortó todos los

vínculos y compromisos con su evangelista más famoso.

Esto levanta un segundo posible efecto de la caída de Swaggart: hacer

públicas las diferencias dentro de las Asambleas de Dios sobre sus antiguas

operaciones conjuntas en América Central. Debido a su dependencia en el dinero y

la imagen de Jimmy Swaggart, las denominaciones hijas de Springfield no estaban

necesariamente de acuerdo en acabar con él. Su programa continuaba saliendo al

aire en ocho o nueve países de América Latina, a pesar de que Springfield quería

clausurarlo. Si él emprendía nuevas cruzadas en la región, éstas podían convertirse

en concursos de lealtad para las Asambleas, con las iglesias nacionales forzadas a

elegir entre su estructura denominacional y su líder más dinámico.

El proceso de paz en Nicaragua y la descomposición de la guerra contra los

sandinistas constituye otra vergüenza para la derecha religiosa. Es probable que la

guerra nunca haya sido muy popular entre los hermanos centroamericanos. En

Nicaragua, la mayoría de los evangélicos hubieran preferido mantenerse al margen

del conflicto. En Honduras, los evangélicos apenas compartían el entusiasmo de los

misioneros norteamericanos de ir al rescate de los refugiados y contras

nicaragüenses.{39} Aparte de desviar el auxilio de los hondureños, las visiones

norteamericanas sobre luchadores cristianos para la libertad significaban montar

una guerra que ningún hondureño parecía desear. A medida que las tropas contras

se rebelaban contra su corrupto liderazgo, una deserción a la amnistía sandinista

fue el Comandante Alfa Lima, un predicador evangélico que había dirigido una

unidad contra particularmente efectiva en Chontales. {40} La desintegración del

408

ejército contra aisló a los [384] norteamericanos partidarios de la guerra, dejándolos

con poca compañía salvo sus confundidos donantes en los Estados Unidos.

Consideren el dilema de Equipos Cristianos de Auxilio de Emergencia

(CERTs), una empresa al estilo paramilitar centrada cerca de Camp Pendleton, la

principal base de los marines estadounidenses en California. Para financiar sus

expediciones médicas de ayuda a los contras, CERT estaba acostumbrada a

realizar las solicitudes más crudas. Una empezó con una supuesta declaración por

parte del comandante sandinista Tomás Borge, desde las escaleras del congreso

estadounidense: que iba a mandar a millones de mexicanos a cruzar la frontera

para que cada uno de ellos diera muerte a diez norteamericanos. {41} Para 1988, el

fundador de CERT solicitaba contribuciones para una «misión secreta» que

instalaría una bomba de agua en una comunidad nicaragüense. Acompañados por

un doctor, un equipo de CERT cruzaría clandestinamente la frontera a Nicaragua,

cavaría un pozo e instalaría una bomba, todo en menos de un día. Antes de partir,

colocarían una placa en la bomba, para que los habitantes de la comunidad

supieran que los responsables de esto eran sus amigos cristianos en los Estados

Unidos. Pocos meses antes, un comandante sandinista había permitido que los

mismos norteamericanos que enviaban este llamado distribuyeran Biblias a las

tropas sandinistas.{42}

Debido a que la guerra para la cual se prestó la derecha religiosa era

clandestina, no se sabe exactamente quién y qué estuvo involucrado. Pero dos

cosas están claras. La primera, que fue el Teniente Coronel Oliver North quien

realizó el reclutamiento de los evangelistas para la guerra contra los sandinistas. La

segunda, que el estigma sería compartido por evangélicos inocentes. Debido a que

Oliver North será utilizado para explicar al evangelismo en otros lugares, es

importante dar una idea de cómo funcionaba su esquema y de cuán típico podía

ser.

Permítannos recordar que, para justificar el ataque a Nicaragua, el gobierno de

Ronald Reagan se comprometió en una campaña sistemática para pintar a la

revolución sandinista en los peores términos posibles. Desde 1983 en adelante, el

flujo de información, mucha de ella falsa o distorsionada, fue canalizado a través de

dos entidades nuevas, la Oficina de Diplomacia Pública, en el Departamento de

Estado, y el [385] Grupo de Trabajo para el Alcance sobre América Central, en la

409

Casa Blanca. Entre los públicos claves a quienes se dirigían se encontraban los

evangélicos, cuyos líderes eran invitados a reuniones regulares en Washington.

Los expositores en estas reuniones incluían a representantes del Instituto

sobre Religión y Democracia (IRD), el cual concebía el acusar a los sandinistas de

persecución religiosa como su deber más importante. También estaba involucrado

un funcionario del Consejo de Seguridad Nacional, el teniente coronel de marina

Oliver North, quien poco después se convertiría en el coordinador de la guerra

psicológica contra los sandinistas. El blanco de North consistía tanto en

norteamericanos como en nicaragüenses. «La idea es la de, poco a poco,

demonizar al gobierno sandinista para convertirlo en un enemigo real en las mentes

del pueblo americano», explicó un oficial que se oponía a estos esfuerzos. {43}

Particularmente abierto al mensaje de North se encontró un sector del movimiento

evangélico que se toma en serio a los demonios, los pentecostales y carismáticos

de la derecha religiosa.

En una época en la que el apoyo norteamericano para la contrainsurgencia era

bajo, el gobierno reaganista y la derecha religiosa tuvieron cierto éxito en

demonizar a movimientos revolucionarios que, irónicamente, estaban apoyados por

un gran número de cristianos. En Nicaragua, el derrocar a un gobierno que, en

términos de derechos humanos, se portaba mejor que los aliados estadounidenses

en la región, se convirtió en una cruzada. Dada la falta general de apoyo

norteamericano para la guerra, la derecha religiosa en los Estados Unidos se

convirtió en su partidario más importante a nivel popular. Extrañamente, aquellos

que profesaban su cristianismo en la forma más vigorosa eran los más indiferentes

a los métodos empleados: la destrucción de clínicas, las violaciones a las mujeres,

el degollamiento de prisioneros, el hacer explotar a camiones cargados con civiles.

En pocas palabras, era un testimonio relevante.

Después de que el congreso norteamericano suprimió la ayuda para los

contras en 1984, North empezó a reclutar a evangelistas simpatizantes en una «red

privada de apoyo» autorizada por la Casa Blanca, en violación de muchas leyes.

Phil Derstine, de Cruzada Evangélica, ha reconocido que su ministerio para los

contras en Honduras surgió de una [386] invitación de Oliver North, quien «abrió las

puertas para nosotros.»{44} John Olson, de Misiones Transmundiales, también se

mostró muy impresionado con los informes de la Casa Blanca, incluyendo los de

North, e inició un ministerio para los refugiados vinculados con los contras en Costa

410

Rica.{45} A juzgar por sus actividades, otros grupos que participaban en la red de

North incluían a Operación Bendición, el brazo de auxilio de la Cadena Cristiana de

Difusión de Pat Robertson; los arriba mencionados Equipos Cristianos de Auxilio de

Emergencia; Amigos de las Américas, de Baton Rouge, Luisiana; y los Amigos de

la Libertad, de Addison, Texas, este último organizado por el hijo evangélico del

conocido vocero ateo Madelyn Murray O'Hare. Una razón por la que North tuvo

éxito al reclutar a estos grupos, mayormente carismáticos, era que él mismo era

carismático, como miembro de la Iglesia de los Apóstoles, en Fairfax, Virginia. {46}

«Yo estudio el buen libro», él o uno de sus colegas opinó sobre la teología de la

liberación en una reunión en la Casa Blanca, «y Jesucristo nunca aconsejó a nadie

que tome un rifle.»{47}

Por lo tanto, era esto lo que se escondía detrás de la bulliciosa actividad de los

evangelistas norteamericanos en Honduras. Detrás de las idas y venidas –hacia

áreas restringidas a través de conexiones con la embajada estadounidense, en

aviones militares, llevando provisiones a los refugiados y realizando ministerios

para los contras– se encontraba un teniente coronel en la Casa Blanca, dirigiendo a

los evangelistas hacia áreas sensibles para entregar regalos e ideología. Eso

tampoco era todo. Oliver North y la CIA también entregaban dinero al sector

antisandinista de los católicos nicaragüenses, aparentemente ocultando la fuente a

los receptores.{48} Cuando Monseñor Federico Argüello preguntó sobre el origen de

los 31.000 dólares anónimamente depositados en su cuenta bancaria, North le dijo

que provenían de una fundación privada. {49} Es exactamente lo que los alarmistas

antiimperialistas habían prevenido durante algún tiempo.

Existen escenas similares de actividad evangélica en El Salvador y en

Guatemala. Una industria regular de grupos atiende las necesidades físicas y

espirituales de los centroamericanos. Con frecuencia carismáticos, su estilo es un

puente efectivo, no sólo hacia los pobres, sino también hacia los centroamericanos

de las clases media y alta, que ocupan posiciones en la estructura de poder y que

se han convertido a las [387] iglesias carismáticas. {50} Mientras algunas agencias

son conocidas, otras son tan pequeñas y tan nuevas, que todavía no se encuentran

en los listados de misiones. {51} Algunas parecen poco más que un individuo

inspirado, apoyado por gente de su lugar de origen, y con un avión para entregar

las provisiones. ¿Qué hay detrás de tanta actividad? Tal vez refleja simplemente el

empresarialismo de los evangélicos del Cinturón de Sol estadounidense,

411

norteamericanos provincianos que están descubriendo al mundo y tratan de

salvarlo, al igual que los protestantes del este y del oeste medio que llevaron su

evangelio alrededor del mundo durante el siglo diecinueve.

Esta es la explicación que yo preferiría, una explicación sociológica y sencilla.

Desafortunadamente, la guerra reaganista contra los sandinistas nos obliga a

preguntarnos si Oliver North y otros hombres como él podían también estar

instrumentando al evangelismo en otros lugares. Ultimamente, no ha habido un

déficit de voluntarios para Dios y Patria. Con frecuencia, los nuevos grupos en

América Central están estableciendo relaciones con embajadas estadounidenses a

través de mecanismos como el financiamiento de USAID para organizaciones

privadas voluntarias. En este sentido, Oliver North y los evangelistas a quienes

orientó pueden ser simplemente una versión dramática de una relación común: el

evangelista norteamericano, a menudo un aficionado sin experiencia, que trabaja

con el personal de la CIA en las embajadas norteamericanas, el cual ha sido

restaurado y reforzado bajo el reaganismo. A la larga, veremos las memorias de

algunos de estos guerreros de embajadas, unos pocos desilusionados, otros

defendiendo su servicio como hombres honorables. Sin duda leeremos cuán

ingenuos y útiles fueron los ministerios carismáticos; primero donaciones para

ganar al pueblo, luego animadas reuniones pentecostales para alejar las mentes de

la revolución y alinearlas con el siguiente paso estadounidense.

Para aquellos que temen y desconfían del crecimiento evangélico, Oliver North

y sus amigos han confirmado la idea de que es el resultado de la planificación

estratégica de los Estados Unidos. Que el evangelismo es un juego de estafa

espiritual que atrae con dólares a los latinoamericanos, que trabaja estrechamente

con la estructura de poder local, y que cumple con las órdenes de Washington. Esta

es la explicación conspiracionista para el crecimiento evangélico en América Latina,

[388] una explicación ampliamente aceptada en la Iglesia Católica, en la izquierda,

y dondequiera que el sectarismo divida a los pobres entre sí. Este no fue el cuadro

que quise pintar cuando empecé el libro; era la mitología antiimperialista a la que

yo quería refutar. Mientras tanto, Oliver North y sus evangelistas hicieron este gran

daño a sus hermano evangélicos: demostraron al mundo que ésta es la verdad.

A pesar de ciertos cambios alentadores en el movimiento misionero, Oliver

North y la derecha religiosa han demostrado que algunas cosas no cambian. El

evangelismo continúa siendo utilizado como un instrumento no sólo para la política

412

extranjera de los Estados Unidos, sino de ocultas e inmorales «guerras sucias.»

Vietnam atrajo a la misma clase de evangelistas, y también lo hará la siguiente

guerra norteamericana de contrainsurgencia. Desde el Africa del Sur hacia las

Filipinas y de vuelta en América Central, los evangelistas de la derecha religiosa

continuarán proyectando sus demonios en las luchas por los derechos humanos

elementales. Si el siguiente gobierno de los Estados Unidos continúa confiando en

la derecha religiosa como un público clave, este sector del movimiento misionero

continuará teniendo el impacto que tuvo en Nicaragua –apoyando a las políticas

militaristas, publicitándolas y ayudando a ponerlas en práctica en coordinación con

las embajadas norteamericanas–.{52}

Si la experiencia en América Central se convierte en una guía, las misiones

evangélicas más establecidas tendrán sus dudas. Pero poco se dirá en público.

Nada se dirá en casa, para que los sostenedores no capten la idea de que sus

misioneros son sospechosamente liberales. En cuanto a estos donantes, cuyo

comportamiento electoral tiene tanto impacto sobre el resto del mundo, continuarán

sin tener una idea de quiénes son los responsables por el terror y la pobreza en el

campo misionero. Por lo tanto, seguirán eligiendo a políticos que prefieren enviar

ataques aéreos. Mientras que las visiones de guerra santa de la derecha religiosa

se sigan infundiendo en la política exterior de los Estados Unidos, las actividades

de todos los evangélicos continuarán siendo identificadas con ellas. Los misioneros

seguirán enfrentando acusaciones de trabajar para el gobierno estadounidense, y

tendrán que culparse a sí mismos por no adoptar una posición clara en contra de la

perversión de su mensaje. [389]

Este podría ser el resultado de todo el esfuerzo por evangelizar al mundo para

el año 2000. Aunque hombres como Oliver North estén convirtiendo al evangelismo

en una estrategia del Pentágono, sin embargo, sigo creyendo que éstos no son

toda la historia. Aunque la CIA tenga una academia para entrenar predicadores, yo

creo que éstos y sus neófitos pueden ir en direcciones no previstas. Al igual que los

sindicatos y cooperativas auspiciados por los Estados Unidos, los grupos religiosos

no están encadenados a los objetivos de sus fundadores. Sigo creyendo que la

problemática más importante no es que los misioneros norteamericanos continúen

sucumbiendo a las tentaciones del militarismo. La religión evangélica en América

Latina va mucho más allá. La historia más importante es la que sucede a nivel

popular.

413

Notas

{36} Resource Center 1988a: 15.

{37} Resource Center 1988a: 38.

{38} Carta para obtener fondos, mayo de 1988, Jimmy Swaggart Ministries (Baton Rouge,

Louisiana).

{39} Resource Center 1988a: 7, 50.

{40} Prensa Asociada, San Francisco Chronicle, 28 de mayo de 1988, pág. A10.

{41} Victor Miller, «Becks Says Contra Revolution Began as a Spiritual Battle», Chattanooga News-

Free Press, 31 de enero de 1988.

{42} Circular para obtener fondos, CERT (Carlsbad, California), recibida en mayo de 1988.

{43} Barry et al 1986: 15.

{44} Bill Moyers, «God and Politics: The Kingdom Divided», 1987, Public Affairs Television.

{45} Carta de Trans World Missions para obtener fondos, mayo de 1985.

{46} Alessandra Stanley, «Faith in a True Believer», Newsweek, 16 de febrero de 1987, pág. 23.

{47} Washington Post, 24 de septiembre de 1983, pág. A5.

{48} Robert Parry y Tamar Jacoby, «Covert Aid and the Church», Newsweek, 15 de junio de 1987,

pág. 27. Para más detalles, ver «Nicaraguan Internal Opposition Receives U.S. Funds»,

Washington Report on the Hemisphere, 16 de marzo de 1988, pág. 5.

{49} Joseph E. Davis, «Covert Aid and the Church», Nicaragua in Focus, julio-agosto de 1987,

págs. 4-8, una publicación del Instituto Humberto Belli, de Puebla, que intenta refutar el informe

de Newsweek.

{50} «The Rise of the Religious Right in Central America», Resource Center Bulletin, Verano-Otoño

1987, págs. 1-4.

{51} Wilson y Siewert 1986. Para los directorios de estos grupos, particularmente en Honduras,

véase Resource Center 1988a, 1988b y 1988c.

{52} Robert Matthews, «Sowing Dragon's Teeth», NACLA Report on the Americas, julio-agosto de

1986, págs. 16-18.

414

Segando la cosecha

«A partir de 1979, la iglesia ha crecido de 200.000 personas hasta 1.200.000

en el Salvador», afirmó un misionero de la derecha religiosa en 1986. «Piénsenlo:

¿Cuál ha sido el catalizador?... [son] las condiciones revolucionarias, la guerra...

Ahora veámoslo fríamente, con lógica. Si nuestro objetivo principal es ganar almas

para Jesucristo, y si nuestras iglesias evangélicas han sido las principales

beneficiarias de la guerra en El Salvador, amigos ¿no creen que debemos hacer

todo lo posible para que siga la guerra?... Eso es la pura lógica, ¿no?» El orador,

Ted Ward, de Ministerios Paravida en Fort Worth, Texas, añadió rápidamente que

no abogaba esa clase de lógica. Pero ésta le vino a la mente durante su ministerio

para refugiados, en cooperación con los programas de pacificación del ejército

salvadoreño.

«[La subversión] está hecha sólo de promesas», continuó Ward. «Tan sólo la

promesa para estos pobres de que participarán de la riqueza de la nación, que

tendrán una casa, que se proporcionará educación para sus hijos, que se entregará

atención médica para la familia, tan sólo la promesa de estas cosas producía una

reacción tan fuerte entre la gente.»

«Ahora les pregunto, ¿qué ocurriría si las iglesias evangélicas, manifestando

un amor al prójimo honesto ante Dios, comenzaran a llegar a estos países con las

promesas que hicieron los marxistas? ¿que ocurriría con la amenaza marxista en

América Latina si las iglesias evangélicas, [390] las misiones y los grupos

humanitarios relacionados con la iglesia utilizaran los principios justos de compartir

la vida con estas personas?»{53}

Los misioneros como Ward se daban cuenta de que, para competir con la

izquierda revolucionaria, tenían que responder a las necesidades de personas que

se encontraban más empobrecidas que nunca. Predicar sobre la paz interior, el fin

del mundo, y el gran reino en el cielo, no los llevaría muy lejos. Si los

conservadores deseaban permanecer a la cabeza de la marcha de sus neófitos

hacia Dios, tenían que ayudarlos en su lucha diaria por la supervivencia. Las

nuevas iglesias no durarían a menos que detuvieran el derrumbamiento hacia la

miseria.

415

La simple prohibición del alcohol, el tabaco y otros vicios ayudaba a los pobres

a ajustar las economías de sus hogares. Pero aquello era sólo un respiro, a medida

que su poder adquisitivo se desplomaba. Aún en Chile, la declinante economía

parecía desilusionar a los colaboradores pentecostales del régimen de Pinochet e

impulsar a la oposición, en un retorno hacia las iglesias políticamente divididas de

los años setenta.{54}

La ideología del desarrollo afirmaba ofrecer soluciones a largo plazo. Pero aquí

los evangélicos parecían estar reviviendo las ilusiones de generaciones anteriores

de misioneros y expertos en desarrollo. De acuerdo a Guillermo Cook, un miembro

de la Misión Latinoamericana, la crisis económica había neutralizado la capacidad

de la ética protestante de «redimir y levantar» a los neófitos. Bajo condiciones

menos hostiles, el protestantismo había ayudado a los neófitos a ascender en la

escala social. Ahora, cree Cook, el dinamismo liberado por el protestantismo tendrá

que ir en otra dirección.{55}

La historia de movimientos sociales está llena de cambios, desde un énfasis

redentor (la salvación del alma) hacia uno transformativo (la transformación del

mundo), o viceversa, con frecuencia después de la primera generación de

participantes.{56} Un cambio así podría proporcionar una oportunidad para que los

elementos de la teología de la liberación entren en juego con bases mucho más

amplias que las actuales. En cuanto a las creencias pentecostales sobre la

liberación, por lo menos en el Brasil claramente descienden de la tradición de

movimientos [391] mesiánicos de aquel país. El sentido de urgencia que generan

los pentecostales, su actitud adversaria hacia «el mundo», y su opinión de sí

mismos como «los pobres de la tierra» se añaden a lo que Carlos Brandão ha

llamado «el sentimiento de una guerra santa... junto con la esperanza de una lucha

final que volverá a crear el orden social.» El énfasis dualista y maniqueo en la

pureza, en la distinción radical entre este mundo pecaminoso y el bendito de más

allá, ¿podría convertirse en una fuerza política? {57}

Se puede vislumbrar varios escenarios. Uno es el enfrentamiento directo con el

estado latinoamericano, lo que implica que deberá ocurrir un cambio del énfasis

redentor hacia el transformador. Salvo para insistir en la libertad religiosa, los

evangélicos latinoamericanos rara vez han desafiado al estado. Los observadores

como Jean Pierre Bastián y Rubem Alves piensan que el protestantismo ha

fracasado, al ser asimilado por la tradición autoritaria de América Latina. Pero tal

416

vez necesitamos tener paciencia: en Europa, el proceso social asociado con la

Reforma duró siglos.

Según el segundo escenario, los evangélicos se extienden desde las clases

bajas hacia las medias y altas hasta fundirse en influyentes estructuras evangélicas

a nivel nacional –un proceso que ya está en camino– y que logran imprimir sus

valores en la sociedad –un proceso que todavía tiene mucho que recorrer, a juzgar

por la subida y caída de Ríos Montt–. Al renegociar gradualmente su posición con

las clases dominantes, sectores emergentes de la clase media podrían fomentar un

sistema más abierto e igualitario, minando a las antiguas estructuras de poder en

lugar de derrocarlas.

Aunque ésta puede parecer una visión utópica, las misiones e iglesias

evangélicas están por lo menos produciendo nuevos líderes para los movimientos

populares. Un ejemplo es el Instituto Lingüístico de Verano en el Perú. A pesar de

que el SIL puede ser criticado en muchos aspectos, gran parte de los líderes de las

actuales organizaciones indígenas en la amazonía peruana surgieron de sus

escuelas bilingües. Al igual que la teología de la liberación en términos más obvios,

las nuevas organizaciones e instituciones que resultan del evangelismo pueden

[392] colocar nuevas presiones sobre las elites y es concebible que puedan

redefinir la cultura política.

«Se debe adoptar una perspectiva amplia» me dijo el antropólogo y misionero

presbiteriano David Scotchmer, «porque a corto plazo, sí, la religión evangélica es

reaccionaria. Pero gran parte de la segunda y tercera generaciones pierden su

espiritualismo y comienzan a presentar distintas preguntas a la Biblia.» {58} Mientras

las iglesias evangélicas crezcan rápidamente, estos efectos se encuentran

cubiertos por el continuo influjo de nuevos miembros. Pero el crecimiento tiene sus

límites. Las generaciones subsecuentes generalmente no logran mantener el fervor

de las primeras, pero se encuentran a sí mismas en nuevas y desafiantes

situaciones, en las cuales utilizan su herencia protestante en nuevas formas.

Existe, por supuesto, un tercer escenario: que los evangélicos no lograrán ser

una fuerza importante para el cambio social. El fuerte sectarismo de tantos

evangélicos, su evasión a los asuntos políticos y el aislamiento de «reformadores

dentro de la reforma» hacen de éste el escenario más defensible al momento.

«Déjame hacer lo mío, si de esto resulta una revolución social, depende de Dios...

417

no de mí»,{59} es la actitud típica. El aparente agotamiento del protestantismo en el

Caribe de habla inglesa y holandesa –Jamaica, las Bahamas, Belice, Barbados,

Guyana, y Surinam– sugiere que aún el surgimiento de mayorías protestantes

podría tener poco impacto en las estructuras sociales que estimulan la pobreza y la

violencia en la vida latinoamericana. Bajo tales condiciones, los evangélicos bien

podrían seguir con su política conservadora, como la más adecuada para la

supervivencia en economías que se deterioran sin alternativas políticas

convincentes.

Aún así, los evangélicos están dando a los latinoamericanos una nueva forma

de organización social y una nueva forma de expresar sus esperanzas. El grado

hasta el cual pueden proporcionar a los conversos los corolarios terrenales de

gracia –liberación del hambre, seguridad personal y superación– es probablemente

muy limitado. Pero para millones de latinoamericanos que luchan para sobrevivir al

desarrollo capitalista y a los experimentos sociales fracasados, las iglesias

evangélicas se han convertido en lo que Richard N. Adams llama vehículos de

supervivencia.{60} [393] En donde la organización social tradicional se está

resquebrajando, las iglesias evangélicas constituyen grupos más flexibles en los

cuales la participación es voluntaria y el liderazgo es carismático. Por lo tanto, son

más adaptables a los cambios rápidos. Lo que tengan guardado para el futuro es

una pregunta abierta.

Notas

{53} C. Edward Ward, Coalition on Revival, 2-4 de julio de 1986, Washington, D.C.

{54} Chacón Herrera y Lagos Schuffeneger 1986: 48-49, 59.

{55} Cook 1985: 280-281.

{56} Aberle 1966: 315-333.

{57} Carlos Rodrigues Brandão, según se le cita en la reseña de su Os Deuses do Povo (Rio:

Editorial Brasilense, 1980) por Guillermo Cook, Missiology, abril de 1982, págs. 245-256.

También Endruveit 1975: 150-151.

{58} David Scotchmer al autor, 4 de octubre de 1986.

{59} David Scotchmer al autor, 4 de marzo de 1987.

418

{60} Adams 1981b.

←  nódulo 2002 • apéndices • páginas 395-

397

 →

Apéndice 1

Cálculo de la representación protestante

en América Latina y el Caribe

Protestantes como porcentaje de la población nacional total

PaísJohnstone 1986

Holland

1981Barret 1982

ProtestantesGrupos

marginadosProtestantes Practicantes Afiliados

Argentina 5,5 1,1 — 3,4 4,7

Bahamas 56,4 11,1 83,0 69,7 62,3

Barbados 59,3 2,5 79,0 88,0 56,5

Belice 25,8 2,0 54,4 27,7 18,7

Bolivia 7,6 0,7 — 2,3 4,8

Brasil 17,4 0,5 — 6,1 15,1

Chile 22,5 2,0 — 9,9 18,9

Colombia 3,1 1,1 — 0,9 2,2

Costa Rica 7,7 2,2 7,9 + 0,9

marg

7,3 4,2

Cuba 2,4 — 2,0 0,9 2,4

Rep

Dominicana

6,4 0,6 2,0 1,6 3,0

Ecuador 3,4 0,9 — 1,9 3,6

El Salvador 14,0 1,2 7,0 2,9 5,9

Guayana

francesa

6,5 1,7 — 3,9 6,6

419

PaísJohnstone 1986

Holland

1981Barret 1982

ProtestantesGrupos

marginadosProtestantes Practicantes Afiliados

Guatemala 20,4 0,7 21,0 4,9 7,9

Guayana 28,0 1,8 — 34,0 26,1

Haití 17,2 0,6 10-20 15,8 14,7

Honduras 9,9 0,7 8,0 2,6 3,4

Jamaica 38,6 5,0 75,0 80,1 38,6

México 4,0 1,0 — 2,2 4,5

Nicaragua 9,3 2,1 12 + 2

marg

4,6 9,8

Panamá 11,8 1,0 12,0 6,7 11,8

Paraguay 4,0 0,3 — 2,1 2,2

Perú 3,6 0,9 — 3,0 3,3

Puerto Rico 27,2 2,7 8,0 6,6 12,8

Surinam 19,9 1,0 — 37,0 30,2

Uruguay 3,1 2,2 — 1,9 2,9

Venezuela 2,6 0,7 — 1,3 2,9

Fuentes: Los datos de Johnstone (1986: 26, 498-499) se basan en proyecciones de

iglecrecimiento hasta junio de 1985. Su categoría «protestante» incluye a

protestantes tanto ecuménicos como evangélicos. Pero excluye a la categoría

«marginados» para grupos no ortodoxos como los mormones y los Testigos de

Jehová. Las cifras de Holland (1981: 12) son el trabajo del Proyecto

Centroamericano de Estudios Socio-Religiosos (PROCADES) del Instituto de

Evangelismo a Fondo (INDEPTH) en San José, Costa Rica. Incluyen a protestantes

tanto ecuménicos como evangélicos. Las cifras de Barrett (1982: por país)

representan proyecciones de iglecrecimiento hasta junio de 1990, basadas en cifras

de 1970. Los datos proporcionados aquí son la suma de sus cifras para varias

categorías, incluyendo anglicanos, protestantes, protestantes marginados y

denominaciones indígenas. «Practicantes» (según el censo gubernamental o de

alguna forma pública) y «afiliados» (a una iglesia) representan dos cálculos

diferentes de una misma cantidad; no deben ser sumados el uno al otro.

420

Apéndice 2

Cálculo de la población evangélica

en América Latina y el Caribe

PaísPoblación

nativa

Población

evangélica

Argentina 30.600.000 1.438.000

Bahamas 256.000 77.000

Barbados 300.000 56.000

Belice 184.000 22.000

Bolivia 6.200.000 403.000

Brasil 138.400.000 22.144.000

Chile 12.000.000 2.592.000

Colombia 29.400.000 706.000

Costa Rica 2.600.000 169.000

Cuba 10.100.000 212.000

Rep Dominicana 6.200.000 291.000

Ecuador 9.400.000 301.000

El Salvador 5.500.000 704.000

Guayana francesa 68.000 3.000

Guatemala 8.403.000 1.597.000

Guayana 979.000 85.000

Haití 5.800.000 713.000

Honduras 4.372.000 385.000

Jamaica 2.358.000 330.000

México 80.484.000 2.495.000

Nicaragua 3.218.000 203.000

Panamá 2.140.000 210.000

Paraguay 3.600.000 90.000

Perú 19.500.000 585.000

Puerto Rico 3.350.000 697.000

Surinam 393.000 12.000

421

PaísPoblación

nativa

Población

evangélica

Uruguay 3.036.000 58.000

Venezuela 17.300.000 363.000

Fuente: Johnstone 1986: 55,62.

Nota: Aquí, «población evangélica» se refiere únicamente a los protestantes

teológicamente conservadores, no a todos los protestantes.

Apéndice 3

Cálculo de factores de crecimiento evangélico

en América Latina desde 1960 hasta 1985,

con una extrapolación hasta el 2010

País

Porcentaje

evangélico

de la

población

total

Factor de

crecimiento

de 1960 a

1985

Porcentaje de

población

evangelizada

extrapolado a

2010(*)

1960 1985 (nº de veces) (porcentajes)

Argentina 1,63 4,69 2,9 13,6

Bolivia 1,27 6,51 5,1 33,2

Brasil 4,40 15,95 3,6 57,4

Chile 11,71 21,57 1,8 38,8

Colombia 0,39 2,43 6,2 15,1

Costa Rica 1,30 6,48 5,0 32,4

Cuba 2,41 2,11 0,9 1,9

Rep Dominicana 1,73 5,17 3,0 15,5

Ecuador 0,48 2,75 5,7 15,7

El Salvador 2,45 12,78 5,2 66,5

Guatemala 2,81 18,92 6,7 126,8

422

País

Porcentaje

evangélico

de la

población

total

Factor de

crecimiento

de 1960 a

1985

Porcentaje de

población

evangelizada

extrapolado a

2010(*)

1960 1985 (nº de veces) (porcentajes)

Haití 6,09 14,18 2,3 32,6

Honduras 1,51 8,75 5,8 50,8

México 2,21 3,08 1,4 4,3

Nicaragua 2,26 6,32 2,8 17,7

Panamá 4,40 9,72 2,2 21,4

Paraguay 1,05 2,47 2,4 5,9

Perú 0,63 2,98 4,7 14,0

Puerto Rico 5,87 20,85 3,6 75,1

Uruguay 1,19 1,91 1,6 3,1

Venezuela 0,82 1,95 2,4 4,7

Fuentes: Las estadísticas en las primeras dos columnas son del Sr. y la Sra. P. J.

Johnstone, International Research Office, WEC (Cruzada Evangelística

Internacional), Gerrards Cross, Inglaterra, 15 de enero de 1988. Estas cifras están

basadas en totales de membrecías denominacionales tomadas de la World

Christian Encyclopedia (Barret 1982) y de otras fuentes, pero incluye «cálculos de

extrapolación» en los cuales falta información. Los totales de membrecía de cada

denominación han sido multiplicados por un factor, generalmente entre dos y tres

dependiendo de la composición social del grupo, para contabilizar a los niños,

neófitos, y otras personas no bautizadas que toman parte en la vida eclesiástica.

Para más advertencias, véase Johnstone 1986: 498-499.

Nota: «Evangélico» se refiere a protestantes teológicamente conservadores, no a

todos los protestantes.

(*) Basado en la tasa de crecimiento de 1960-1985.

423

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