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Acotaciones a dos estelas de Flores, El Petén CARLOS NAVARRETE (IIA, Universidad Nacional AutOnoma de México) Hago mías las palabras de los Rice (1984), pues esta nota nace de la lectura de su ilustrativo artículo sobre la época posclásica en la región de los lagos centrales de El Petén: Es iránico y desafortunado, pero verídico, que la ocupación posclásica del departamento de El Petén haya venido siendo ignorada por los arqueálogos (...) Tal como había sucumbido dicha civilización (la clásica), así decayó el interés de los arqueólogos en el período siguiente, el posclásico (...). Se consi- deró que El Petén había estado despoblado durante los siglos que siguieron al colapso, y las culturas posclásicas de la región constituyeron un vacío demográfico e intelectual en la historia de los mayas. En efecto, en la mayoría de los tratados sobre el mundo maya ni se contempla la posibilidad de que los espléndidos lagos se hubiesen aprovechado an- tes de la Ilegada de los itzáes históricos que conocie- ron los españoles. Los espacios en las tablas crono- lógicas, correspondientes al posclásico temprano y principalmente el medio, están en blanco; dos ejem- plos: Coe (1966), cuya edición en español es apenas de 1986, pone un categórico «abandono»; Lowe (1978: 337) lo deja en ceros. Hay antecedentes de investigaciones arqueológi- cas que engloban el problema de la ocupación petenera tardía, Guthe (1921.?, (1921, 1922), Cow- gill (1963), Bullard (1970, 1973, 1982).; etnohistóri- co es el resumen que hizo Thompson (1951) de los itzáes que la produjeron, y en dos recientes reunio- nes de mayistas, el posclásico de las tierras bajas parece estar recibiendo al fin la atención debida, con bastantes referencias a El Petén (Sabloff y Andrews-V., 1986; Chase y Rice, 1985). Es un tema en el que se juntan problemas arqueo- lógicos y etnohistóricos, importantes para entender los ŭ ltimos siglos itzáes en relación a lo que pasaba con sus vecinos, por lo que toda nueva información es importante. De eso trata la siguiente nota. Lo primero es referirme a dos monumentos mayo- res, encontrados en el corazón de la isla de Flores, en medio del lago de Petén Itzá. Supe de ellos por unas pequeñas fotografías, que con interrogantes sobre su filiación, me proporcionó el arquitecto Marcelino González, quien las había tomado en 1976. Aunque nos percatamos de sus diseños pos- clásicos y de la importancia que eso significaba, no hubo posibilidad de seguir adelante por carecer de mejor material gráfico y suponer que pronto serían conocidas y comentadas por los estudiosos que continuamente pasan por allí. Desafortunadamente no han corrido con mucha suerte. Su hallazgo fue casual, al hacerse unos trabajos de cimentación en el nuevo templo de la isla. Un testigo, el arquitecto Daniel Schávelzon, quien Ilegó al lugar poco después, cuando ya las piezas se habían movido, me dio la siguiente información en una nota fechada el 11 de enero de 1983 (figs. 1 y 2): En realidad el descubrimiento fue fortuito y no controlado por nadie en especial, más que por las autoridades de la ciudad. En una fecha indetermina- da de mayo de 1975, seg ŭ n mis notas de campo hacia principios del mes, recibimos en Tikal la noticia de que en los trabajos de recimentación de la iglesia de la isla se habían hallado monumentos esculpidos. Al presentarnos allí junto con Carlos Rudy Larios y otras personas cuyos nombres no poseo, se estaban ya subiendo los monumentos y la estela con relieves se la guardó con Ilave para evitar un robo o deterioro. Figura 1.—Croquis de D. Schávelzon del sitio del hallazgo. Isla de Flores, 1975.

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Acotaciones a dos estelas de Flores,El Petén

CARLOS NAVARRETE(IIA, Universidad Nacional AutOnoma de México)

Hago mías las palabras de los Rice (1984), puesesta nota nace de la lectura de su ilustrativo artículosobre la época posclásica en la región de los lagoscentrales de El Petén:

Es iránico y desafortunado, pero verídico, que laocupación posclásica del departamento de El Peténhaya venido siendo ignorada por los arqueálogos(...) Tal como había sucumbido dicha civilización(la clásica), así decayó el interés de los arqueólogosen el período siguiente, el posclásico (...). Se consi-deró que El Petén había estado despoblado durantelos siglos que siguieron al colapso, y las culturasposclásicas de la región constituyeron un vacíodemográfico e intelectual en la historia de losmayas.

En efecto, en la mayoría de los tratados sobre elmundo maya ni se contempla la posibilidad de quelos espléndidos lagos se hubiesen aprovechado an-tes de la Ilegada de los itzáes históricos que conocie-ron los españoles. Los espacios en las tablas crono-lógicas, correspondientes al posclásico temprano yprincipalmente el medio, están en blanco; dos ejem-plos: Coe (1966), cuya edición en español es apenasde 1986, pone un categórico «abandono»; Lowe(1978: 337) lo deja en ceros.

Hay antecedentes de investigaciones arqueológi-cas que engloban el problema de la ocupaciónpetenera tardía, Guthe (1921.?, (1921, 1922), Cow-gill (1963), Bullard (1970, 1973, 1982).; etnohistóri-co es el resumen que hizo Thompson (1951) de lositzáes que la produjeron, y en dos recientes reunio-nes de mayistas, el posclásico de las tierras bajasparece estar recibiendo al fin la atención debida,con bastantes referencias a El Petén (Sabloff yAndrews-V., 1986; Chase y Rice, 1985).

Es un tema en el que se juntan problemas arqueo-lógicos y etnohistóricos, importantes para entenderlos ŭ ltimos siglos itzáes en relación a lo que pasabacon sus vecinos, por lo que toda nueva informaciónes importante. De eso trata la siguiente nota.

Lo primero es referirme a dos monumentos mayo-res, encontrados en el corazón de la isla de Flores,en medio del lago de Petén Itzá. Supe de ellos porunas pequeñas fotografías, que con interrogantessobre su filiación, me proporcionó el arquitectoMarcelino González, quien las había tomado en

1976. Aunque nos percatamos de sus diseños pos-clásicos y de la importancia que eso significaba, nohubo posibilidad de seguir adelante por carecer demejor material gráfico y suponer que pronto seríanconocidas y comentadas por los estudiosos quecontinuamente pasan por allí. Desafortunadamenteno han corrido con mucha suerte.

Su hallazgo fue casual, al hacerse unos trabajos decimentación en el nuevo templo de la isla. Untestigo, el arquitecto Daniel Schávelzon, quien Ilegóal lugar poco después, cuando ya las piezas sehabían movido, me dio la siguiente información enuna nota fechada el 11 de enero de 1983 (figs. 1y 2):

En realidad el descubrimiento fue fortuito y nocontrolado por nadie en especial, más que por lasautoridades de la ciudad. En una fecha indetermina-da de mayo de 1975, seg ŭ n mis notas de campohacia principios del mes, recibimos en Tikal lanoticia de que en los trabajos de recimentación de laiglesia de la isla se habían hallado monumentosesculpidos. Al presentarnos allí junto con CarlosRudy Larios y otras personas cuyos nombres noposeo, se estaban ya subiendo los monumentos y laestela con relieves se la guardó con Ilave para evitarun robo o deterioro.

Figura 1.—Croquis de D. Schávelzon del sitio del hallazgo.Isla de Flores, 1975.

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Figura 2.—Excavación junto a la iglesia de Flores y los monumentos antes de ser sacados. Foto Schávelzon, 19

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El hallazgo se realizó a un lado de la iglesia, seg ŭ nel croquis adjunto, teniendo el pozo una profundi-dad. máxima de 2,1 m, un ancho de unos 6 m y unlargo de unos 8 m. Se encontraron dos altares lisosy tres estelas, sólo una de ellas labrada por su carafrontal, quebrada en dos grandes fragmentos, losque procedía fotografiar. Dado que al encontrar losmonumentos se procedió de inmediato a agrandar elpozo para poder colocar una serie de tablones demadera que facilitaran el subirlos, a mi Ilegada eraimposible saber con exactitud el lugar de su ubica-ción.

Seg ŭ n pude averiguar fueron halladas afuera peroa un lado de los cimientos de la iglesia, y a unaprofundidad de 1 a 1,5 m. y casi tocando loscimientos. Estaban prácticamente juntos unos yotros, las estelas caídas, y posiblemente fuera delugar. Creo —aunque no tengo evidencias— que alconstruirse la iglesia los altares fueron corridos a unlado para que no estorbasen y enterrados al taparlos cimientos, que cabe destacar, son muy profun-dos.

En la fotografia puede apreciarse que existe unpiso grueso de estuco a mitad de la profundidad delpozo excavado. La relación con los monumentos esdesconocida.

Tras esto, y la protección de la estela principal,nada más pudimos observar. Hasta nuestra salida dela zona, casi un mes más tarde, nada nuevo fuedescubierto. Cabe recordar que gran cantidad decerámica (tepalcates) fueron hallados, e inclusoalgunos fragmentos de piedras trabajadas, que fue-ron estudiadas por Carlos R. Larios en el lugar.Desconozco a qué época correspondían.

El primer monumento es un fragmento de estelacon la parte superior rota, lo que impide apreciar lasfacciones y tocado del personaje. Se nota un pecto-ral, el taparrabo y una cubierta sobre los flancos delindividuo a manera de faldellín; con la mano derechasostiene una bolsa y un adorno cae a su espalda. Lomás característico como rasgo posclásico son lasextremidades cubiertas con sandalias de talonera ylos dedos de los pies que bajan al frente (fig. 3, a).

La segunda estela está fragmentada en dos partes,siendo el motivo central una deidad descendenteque porta un objeto en la mano. Es una lástima quesea en la parte del rostro y al comienzo del tocadopor donde corra la fractura, a pesar de lo cual seaprecia el perfil del rostro del personaje, algunasplumas y rasgos del mascarón del tocado; el restoIleva faldellín, taparrabo, y los pies descalzos con losdedos caídos hacia adelante (fig. 4).

Dos aves descienden junto a las piernas, pero sólo

Figura 3.—a, Monumento 1 de Flores b, Pendiente dehueso encontrado en una excavación Municipal, Flores(Colección E. Salazar L.).

una pudo ser delineada en el dibujo (fig. 5). Sonclaras representaciones de guacamayas. Los elemen-tos de abajo no se ven claros, pero parecen sermotivos acuáticos o plantas.

Chase (1985: 184-205) aludió brevemente a estemonumento, viendo en él una combinación delClásico Terminal y del Prosclásico Temprano, conglifos estilo Chichén y un fechamiento tentativo en9.19.5.0.0, equivalente a 815 d.C. Nos parece un

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Figura 4.—Diferentes vistas del Monumento 2 de Flores(cortesia de M. González).

cálculo demasiado temprano para su estilo, si toma-mos en cuenta que estelas fechadas cercanamentecon las 1 y 2 de Polol, la 32 de Naranjo, y la 3 deMachaquilá, que es contemporánea, mantienen «cá-nones mayas», y que en las del ciclo 10 de Ceibalque principia en el 830 d.C., es de otro orden elconjunto de rasgos considerados como «ajenos»,«importados» y «extranjeros» en el área maya.

Igual puede decirse de las estelas del área lacustre:las 1 y 2 de Ixlú y la 1 de Flores(Green, Rands y Graham, 1972). Creemos lógicoque la edad debe concordar con la implantacián enla peninsula de Yucatán de formas culturales identi-ficadas como «toltecas» y no siempre correctamenteIlamadas «mexicanas», tal como lo señalan la posi- Figura 5 —Monumento 2 Apunte basado en fotografias

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ción de los dedos de los pies, el tipo de calzado queIleva el personaje del Monumento 1, la silueta de lasextremidades y demás diseños. Recordemos que alCódice de Dresde, con el que se ven afinidades, se leadjudica una factura no anterior a 1345, seg ŭ nSatterthwaite, y entre 1200 y 1250 d. C., seg ŭ nThompson (Lee, 1985).

La lectura tentativa de Chase en 9.19.5.0.0. rue-da caléndarica 2 Ahau 13 Yaxkin— equivale al 2 dejunio de 815 d.C., lo que la pone muy abajo de lasposibilidades que dan otros materiales arqueológi-cos; y ni forzando otras lecturas con el mismo día ymes —10.1.17.13.0 y 10.4.10.8.0: 867 y 919 d.C.,respectivamente—, habría temporalidad con un esti-lo que se supone originario fuera del área maya, peroque a estas fechas a ŭ n no se ha desarrollado enninguna parte de Mesoamérica. A menos que lafecha 987 d.C., que se da tradicionalmente para laIlegada a Chichén de los itzáes —de acuerdo a lasupuesta concordancia entre arqueología y fuenteshistóricas—, estuviera equivocada. De ser del Pos-clásico Temprano serían los primeros monumentoscon estas características y no solamente en territoriomaya. Su correcta definición podría ayudar a enten-der el todavía incierto fechamiento de los códicesmayas.

Estilística y conceptualmente hay cercanía con losbraseros y urnas —con buenos ejemplos de perso-najes descendentes— de la fase Tases del PosclásicoMedio de Mayapán (Smith, 1971). Sus Representa-ciones parecen haberse prolongado en Yucatán, lacosta oriental de la peninsula y Belice; incluso yaentrada la dominación española, como ocurrió enTip ŭ , un sitio que hasta el final mantuvo relacionescon Tayasal (Jones, Kautz y Graham, 1986).

Agrego a la discusión dos objetos de hueso en-contrados en el área del lago. El primero fue encon-trado en la playa de la isla en unas excavaciones deldrenaje. Parece tratarse de un pendiente de formaovalada, plano, en el que se grabó la figura de unguerrero a juzgar por el escudo y los proyectiles(fig. 3, b) La segunda pieza es un hueso de venado

Figura 6.—Banda celeste y serpiente en un hueso esgrafia-do, lago de Petén Itzá (dibujo sobre una foto de Stone,1972).

con un motivo de serpiente emplumada grabadaalrededor (fig. 5). El ofidio y la «banda celeste» quecorre arriba, son del más puro estilo «mixteco» seg ŭ nla opinión de Tatiana Proskouriakoff citada por Sto-ne, quien indica que proviene del lago de Petén Itzá(Stone, 1972).

Estos dos objetos podrían ser más recientes, delpleno Posclásico Tardío, y ser parte de las cosas enboga entre los ŭ ltimos itzáes libres que poblaron loslagos hasta la caída de Tayasal en 1697, lo que ledaría una perdurabilidad mayor a lo «mixteco» quevio Proskouriakoff.

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