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A AQUELLOS DORADOS

AÑOS 30’S

(HISTORIA DE UN GRAN AMOR)

Esperanza E. De Azuela

1er. Edición

EDITORIAL MIPLIFORMAS

DE GRUPO PLIAHT MINERVA S.A. DE C.V. 20 DE ENERO 206 TEL.: 16-73-06

LEÓN, GTO. MÉXICO

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Las características de este libro

son propiedad de: EDITORIAL MIPLIFORMAS

prohibida su reproducción total o parcial

1era edición consta de 2,000 ejemplares

Derechos reservados de autor

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UNA HERMOSA CARTA A MANERA DE PRÓLOGO

León, Gto., noviembre 27 de 1990

Sra. Esperanza Espinosa Vda. de Azuela. Malinalco # 207 col. Azteca. León Gto. Querida tía: Leí el día de ayer su novela intitulada aquellos dorados años 30’s (historia de un gran amor), de la cual usted amigablemente me prestó un ejemplar ayer lunes. Terminé hasta las dos de la mañana del día de hoy, por ser tan interesante. Le confieso que no me gusta leer novelas, ni ver telenovelas, por todas las mentiras que inventan, por querer hacer más largas historias, que deberían tener un límite, porque presentan asesinatos, adulterios, triángulos amorosos, y quién sabe cuántas cosas más. Todas esas escenas como si fueran parte de la vida cotidiana normal en las familias mexicanas, sin ningún deseo de educar a las personas que las lee no las ven. Han pretendido aparentar que el vicio, los defectos y el amor libre, son más importantes que la virtud, las cualidades y el auténtico amor cristiano. Por lo anteriormente expuesto, por todos los adolescentes sin sexo y otro, por todas las jovencitas, por todos los jovencitos, por todas las amas de casa y por todas las personas que leen novelas o ven telenovelas, y que les presentan una imagen completamente distorsionada del amor, y le pido que trate de publicar su novela en alguna editorial; aunque sea nada más en librerías católicas, para que todas las personas que tengan algún principio moral, lean el auténtico amor cristiano, conozcan realmente los auténticos valores y virtudes morales del cristianismo. Gracias por la atención que sirva prestar a esta humilde carta, se despide su sobrino que la aprecia y estima.

Carlos Eugenio Lugo Azuela.

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A mis hijos y nietos

Con todo mi amor.

A mi amante esposo

que sigue vivo en mí.

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CAPITULO I

Mariana

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(Historia de un gran amor)

CAPÍTULO I

MARIANA

Allá… Por los años 30, más o menos en 1937, en una casa de la calle Emiliano Zapata No. 404, de la ciudad de León, Guanajuato, un grupo de alegres muchachas aficionadas al teatro, se encontraban reunidas una bella noche de abril, para celebrar el aniversario de la fundación de su grupo teatral. Cantaban, reclamaban, reían, gritaban, aplaudían, en una bonita noche bohemia. Sentadas todas en el salón de estudio, donde podían apreciarse grandes y hermosos cuadros de pintura al óleo y sencillos muebles antiguos debe Bejuco. Todo muy limpio y en orden. En una esquina del salón, lucía imponente una bella estatua de la Santísima Virgen de los Dolores, más o menos de 2 m de altura, así como dos hermosos cuadros romanos, también antiguos. A pesar de ser una casa sencilla y alegre, el arte dejaba asomarse por cada rincón del estudio, bonito y pintoresco. Mientras todas aplaudían, reían y echaban “porras”, se presentó de pronto una joven pálida y enlutada, de aproximadamente 18 años de edad. Muy delgada, algo baja de estatura, tez morena, ojos grandes y tristes, de rostro al mismo tiempo dulce y dominante. Podría observarse leen su melancolía que vivía o había vivido una tragedia. Todo el auditorio guardó silencio al verla, pues su presencia era, aunque joven, respetuosa, interesante e imponente. --- ¡Hola --- saludó con una sonrisa cordial y triste. -- ¿Qué tal Mariana, cómo estás? -- Saludaron todas alegres, pues se veía que la querían y respetaban. Mariana era la directora de un grupo de teatro, compuesto por unas 15 muchachas. Dicho grupo se llamaba “Cuadro Mariana”. En ese tiempo a los grupos de teatro experimental se les llamaba “cuadros”.

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Todas las integrantes la admiraban porque era una gran actriz dramática. Nadie hacía nada, ni siquiera salir a pasear si Mariana no era la que encabezaba todos. Esther Coronado, una chica picaresca y alegre le preguntó --¿no vas a declamarnos “La serenata de Schubert”? De antemano, todas sabían que a Mariana no le gustaba chotear “la serenata de Schubert” y que sólo la declamaba en grandes ocasiones, sin embargo, todas le pidieron que la dijera, pero ella prefirió declamar otra, por cierto muy bella. ”Un beso nada más” de Manuel M. Flores. Al terminar de decirla, todas aplaudieron entusiasmadas y alegres. Mariana se dirigió al grupo y les dijo—¿por qué no salimos todas a dar un paseo?, Pues hoy me siento más triste que de costumbre. --¡Bueno Mariana— dijo Teresa García— que era su alumna y su mejor amiga — es bueno que trates de divertirte y que vuelvas a tener novio! Hace ya más de seis meses que sufriste la desilusión amorosa con Manuel, ya es tiempo de que lo olvides, pues: aunque era tan guapo, el té jugó mal y se casó siendo tu novio no es justo que sigas triste por él. Gritó Socorrito León, otra guapa chica del grupo. --¡Mariana, lo que has de hacer es tener otro novio, sólo así podrás olvidar a tu hermoso primito Manuel, el romántico de los ojos verdes que bien supo tomarte el pelo, ¿qué, le estás guardando también luto a su matrimonio?

--No es eso -- contestó Mariana -- lo que pasa es que este año se me juntaron muchas penas: la muerte de mi padre, el matrimonio de Manuel y la gravedad de mi hermano. --¡Bueno! -- Dijo muy seria la guapa María de alba -- ya sabes: renovarse o morir. Mariana se quedó pensativa y con una sonrisa amable contestó -- vamos pues al jardín. Salieron todas llenas de alegría con gritos de triunfo. Mariana era hija de un matrimonio de la clase media en la ciudad de León, Guanajuato, muy decente y honrado. Su padre era un gran hombre, sin fortuna, pues era boticario: pero famoso en León por su decencia y su diplomacia en el trato con las personas. En el hablar se veía que se trataba de alguien muy culto y honrado. Tenía su farmacia que era el sostén de su familia. Se había casado tres veces. Envido de su primera esposa al morir cuando nació su primera hija, la niña con los años se hizo religiosa. El padre de Mariana hizo sus segundas nupcias, con una mujer aristocrática de Tepatitlán, Jalisco, doña Herminia de la Torre, ella también murió dejando 13 hijos.

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Más tarde, llegaron las terceras nupcias con una bella mujer, alta, blanca, dulce y bondadosa, doña Margarita Hernández Vivanco, hija de un potentado charro e introductor de ganado de Arandas, Jalisco. Ella era la madre de Mariana. De doña Margarita Hernández Vivanco, ahora viuda de don Enrique R. Espinosa, que así se llamaba el padre de Mariana, nacieron cinco hijos, murieron dos y quedaron Mariana de 18 años de edad, Víctor Manuel de 16 y Francisco de 13. Las muchachas del grupo de teatro caminaban por las despejadas y bonitas calles de León. En su alegre paseo llegaron al jardín principal, y como era domingo, el jardín se veía muy concurrido. Las bellas mujeres leonesas, de aquel entonces, lucían bellísimos vestidos. En el kiosko, la banda municipal entonaba, en ese momento, ”Caballería Rusticana” y otras piezas clásicas. Daba vuelta al jardín muchachos y muchachas, unos en un sentido y otras en dirección y sentido contrario, intercambiaban gardenia si confeti. Las damas iban generalmente por el lado derecho, era algo muy bonito, principalmente el intercambio de flores entre los que se atraían y gustaban. Mientras las amigas de Mariana caminaban llenas de confeti, ella se movía en silencio como si pareciera que nada la divirtiera. De pronto, apareció un grupo de seis muchachos que las detuvieron para obsequiarles flores y bañar las de confeti: uno de ellos, muy arrogante y bien parecido, se fijó de pronto en Mariana, le llamó la atención su seriedad de su tristeza, le dijo.

--¡Hola guapa!, ¿Por qué no sonríes? Mariana no le contestó. En la segunda vuelta al jardín se volvieron a encontrar, él traía en la mano un ramo de violetas, las besó y volteando a ver a Mariana le dijo. --Estas violetas son para la mujer que tiene los ojos más bellos de León. Mariana iba a rehusar las flores en eso alzó los ojos y vio que él la contemplaba sonriente, entonces tomó el ramo de violetas y le sonrió también diciéndole cordialmente. --Gracias. Todas voltearon haberse llenas de emoción, la felicitaron porque querían verla alegre y jovial como era ella un año antes. --Conchávatelo Mariana -- le dijo Eva Burgos -- es tu oportunidad, es muy guapo y arrogante: alegra esa cara. Parece ser de fuera y los que lo acompañan también.

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--¡Anda Mariana!, Decídete -- le dijo Evita angustiada -- antes de que nos lo volvamos a encontrar en la siguiente vuelta. Por fin, Mariana se animó, se le alegró la cara y dijo muy decidida -- les prometo que no me iré del jardín sin que él sea mi novio esta noche. Todas caminaban como en suspenso y seguían dando vueltas esperando el resultado de la posible conquista. --¡Ya vienen! -- Dijo Consuelo Lara -- disimulé Moss al encontrarlos. A grandes rasgos, ya se le veía a él mucho interés, traía un gran ramo de gardenia es, vio a Mariana los ojos y muy cerca le dijo -- para usted, mi amor. Ella emocionada tomó el ramo y con un discreto gesto de coquetería le dio nuevamente las gracias. A la siguiente vuelta, las chicas se separaron porque iban a comprar unos chocolates y se quedaron solas Mariana y Consuelo Lara, que tomadas del brazo seguían dando la vuelta al jardín al compás de la música del quiosco. En ese momento la banda municipal tocaba el hermoso vals “Alejandra”. Al encontrarse de nuevo con él, les dijo medio bromistas y atrevido – Morena, ¿por qué no me toman del brazo las dos? Mariana se quedó un poco seria: pero al ver que él se acercó más y trató de acompañarla, ella también de forma bromista contestó ¿por qué voy a cogerlo?, Yo cogería del brazo a mi hermano, a mi novio; pero no aún … Desconocido como usted. El soltó una bonita carcajada y le dijo -- yo no soy un desconocido, A ver, dígame ¿cómo se llama usted para demostrarle que no soy un desconocido? -- Mariana Espinosa me llamo -- le respondió. --¡ah -- dijo sonriendo -- somos parientes, yo me llamo Alejandro Martín del Campo y Martín del Campo se escribe con “M” y Mariana también. Los dos se rieron y se vieron fijo a los ojos, parecía que en ese preciso momento se habían flechado entero el corazón. Regresó el resto de las muchachas y muchos asombraron de verlos juntos. Mariana al verlas tan sorprendidas, sonrió y burlonamente les dijo -- les presento a un primo.

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Con ese detalle más se sorprendieron, se reían las unas con las otras y todas se quedarán confundidas por las palabras que habían escuchado de Mariana. De pronto ella vio el reloj de palacio, eran las 8.30 de la noche, el permiso del paseo había terminado. Se despidió afectuosamente de todas mientras que Alejandro se apresuró a decir -- morena, ¿me aceptas que te acompaña tu casa?

Mariana aceptó gustosamente, sin mostrar ninguna idea de coquetería, pues si en esos tiempos un joven acompañaba una señorita decente, sólo se podían entender de dos maneras: o que era su pretendiente o su novio formal.

La posible futura pareja se fue y todas las muchachas se quedaron felices, pues por

fin Mariana, la muchacha triste de esos tiempos y que, en otros era la más alegre de todas, volvía a sonreír, ya que el dolor de la muerte de su padre le había enlutado el corazón.

Todas sus alumnas caminaron esa noche contentas de regreso a casa, pues sabían

que Mariana se haría novia de Alejandro Martín del Campo. Al llegar Mariana su casa, su madre, doña Margarita y su media hermana Conchita Espinosa, hija de la segunda esposa de su padre, salieron a recibirla la puerta, estaban alarmadas porque Mariana llegaba todos los días puntualmente a las ocho de la noche, y ya eran las 8.45. --No se asusten -- les dijo con mucha alegría -- he conocido a un hombre guapísimo y muy interesante, se me ha declarado. No sé por qué presiento que este será el hombre de mi vida. Conchita adoraba a Mariana, era su hermana mayor y Mariana la veía como a una segunda madre. Doña Margarita y Conchita se intercambiaron miradas de satisfacción al ver que Mariana por fin salía de su melancolía, ellas la amaban y querían verla feliz.

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CAPÍTULO 2

HISTORIA DE UN GRAN AMOR

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CAPÍTULO II

(HISTORIA DE UN GRAN AMOR)

Mariana y Alejandro se hicieron novios y pronto los vieron pasear juntos. Él venía a ver la noche a noche a su ventana, y los domingos los veían visitar, como de costumbre, el jardín principal y disfrutar de las tradicionales serenatas, escuchando los acordes de las piezas clásicas que entonaban la banda municipal en esos inolvidables años 30, de mujeres engalanadas, muy atractivas, intercambiando gardenia si confeti con los muchachos de la época. Llevaron un bonito noviazgo. Ella siguió en el teatro. En ese tiempo el “Cuadro de Mariana” estaba presentando la obra “Judit”. Alejandro había sido comisionado a cubrir su primer interinato en Oficialía de la estación de los Ferrocarriles de la ciudad de León. Los domingos él y sus amigos acudían al teatro a deleitarse con las obras del “Cuadro Mariana”, que se presentaba todos los domingos en distintos lugares, anexos a los templos, ya que todas las obras que se ponían en escena eran a beneficio de éstos. Alejandro siempre se sentaba en el primer palco con sus amigos ferrocarrileros, pues le encantaba ver actuar a su novia Mariana. En este ambiente paso el primer año de novios. Esther Coronado se hizo novia de Adalberto Chaves: una de las hermanas Robles se hizo de Roberto Ornelas y varias del grupo se hicieron obvias de algunos de los amigos de Alejandro. Era bonito ver que salían de paseo siete u ocho parejas. En ese grupo estaban también Teresa García y Paco Zamora. Por las noches muchas ventanas tenían su pareja. La mayor parte de las muchachas del grupo de teatro eran vecinas, así es que siempre estaban juntas. El teatro seguía adelante, los ensayos jamás se interrumpieron, Mariana era muy disciplinada y estricta. En ese tiempo, el repertorio teatral con que contaban era muy extenso, entre las principales obras que presentaban, sobresalían.” “La oración de la madre”, “Manelich”, “Juan José”, “fuente Ovejuna”, “Los dos hermanos rivales”, “El Martirio de una Madre”, ”La sombra de la difunta”, “¡Jesús que criada”, “Flor de un día”, “Espinas de una flor”, “Don Juan Tenorio”, y muchas.

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Fue un año de farándula y romance. Ya palpitaba en el corazón de todas el mes de la Navidad, doña Margarita, madre de Mariana y la señorita Conchita, preparaban ese año, con especial entusiasmo, las alegres posadas, donde todas gozaban entre rezos, cantos, villancicos, piñatas y juegos de estrado. La única tristeza que tenían todas las muchachas, era que, por respeto a la familia, los nobles no pueden entrar a las posadas, pues en ese tiempo las familias tenían un concepto muy especial de la moral. A las fiestas no podían asistir los novios, solamente familiares y amigos de la casa donde se realizaban. La única excepción era para la noche de Año Nuevo en que se juntaban las familias de todo el grupo y varios vecinos para celebrar el baile de Año Nuevo. Era la única vez en que los novios se podían colar entre las parejas y las muchachas podían bailar con ellos. Para Mariana seguían días felices y rutinarios: su trabajo, sus fiestas de beneficencia para varios templos de la ciudad y su gran romance con Alejandro. Las hermosas serenatas que Alejandro le llevaba a su ventana hicieron época. Él tenía canciones favoritas que cautivaban a Mariana, como. “La consentida”, “Buenas noches mi amor”, “Dime que sí” y muchísimas más. ¡Qué felices tiempos fueron 1937-1940. Años de farándula y romance. Cuando había alguna fiestecita o algún baile. Alejandro y Mariana se lucían magistralmente con “La cumparcita”, el tango de oro. Les abrían paso, haciendo rueda para dejarles libre el espacio. Desde entonces todo el grupo se llamaba los reyes del tango, sin ellos no había fiesta completa. En otras ocasiones, los vieron bailar. ”Guitarra Romana”, “Secreto eterno”, “Adiós muchachos” y un sin número de tangos. La bonita pareja así transcurrió los días felices, sin que nada les interrumpiera la alegría, incluyendo al grupo de vecinos de las calles de Emiliano Zapata y Rosas Moreno, que los apreciaban mucho. Un día que caminábamos tranquilamente por el portal bravo, nos alcanzó Alejandro, no saludo como siempre, muy cortés y jovial: se acercó a Mariana y le dijo con un semblante triste - morena, te traigo malas noticias, ferrocarriles nacionales me traslada por seis meses a Tepehuanes y tengo que partir hoy. Mariana se puso pálida y angustiada en un instante: se quedó casi muda, los ojos se le humedecieron, pues la sola idea de pensar que él se iba y que no volvería a verlo en seis meses, le destrozaba el corazón.

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Alejandro se afligió mucho al ver la pena con que Mariana había recibido la noticia de su partida, la tomó de las manos y le dijo con ternura -- no te pongas así morena, si tú quieres renuncio Mariana reaccionó de inmediato le contestó con un timbre de voz muy quedo: pero firme – no, eso no, tienes que irte Alejandro, de ninguna manera interrumpiría yo tu ascenso, es tu vida y tu futuro, perdóname, fue la impresión, ya estoy bien, todavía donde te mandan todo el tiempo que sea necesario, yo te esperaré hasta que vuelvas, te lo prometo. El lleno de amor y muy agradecido por la comprensión de Mariana, le expresó al oído -- yo te juro que volveré por ti, mi amor. Se despidieron con lágrimas: pero llenos de valor y de fe. Alejandro la tomó en sus brazos y la beso con todo su cariño, sin olvidar mencionar de que esa noche, antes de irse, le llevaría serenata para que Mariana lo recordara siempre. Y así fue, por la noche, en la ventana de Mariana, empezaron a oírse los acordes de la música con bellas canciones románticas, muy tristes y de despedida, sin dejarse de oír: “La consentida”, “Buenas noches mi amor” y “Ya me voy pero vuelvo por ti”. Así fue la despedida, tan bella y romántica de Alejandro de Mariana. El partido lleno de dolor y de amor: pero sin llanto, con valor y con la fe que se habían prometido devolverse encontrar. Pasaron los primeros dos meses desde el día que Alejandro se fue. Mariana siguió su rutina normal: su trabajo, sus ensayos de teatro; adquirir excelentes libros de poesía y de grandes músicos. Por las noches mataba el tiempo entregada a conocer las vidas que se habían escrito sobre grandes poetas. Una de esas noches oyó de pronto un silbido muy largo, lo reconoció inmediatamente, era el de Alejandro que venía a verla desde tan lejos. Mariana salió apresurada a recibirlo, al verse se abrazaron en silencio con todo su amor y su ternura. --Vengo a verte, mi vida, mi amor, mi morena, pues ahora me envían aún más lejos, hasta la sierra: más allá de Villa Juárez: pero no te preocupes, esté donde esté, te escribiré seguido y en mi pensamiento diario estaré junto a ti. Todo el día siguiente estuvieron juntos, hasta que llegó la hora de la nueva partida. Todo el grupo de teatro, vecinos y familiares de Mariana la acompañaron para despedir a Alejandro en la estación del ferrocarril.

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Para los dos, esta sí fue una despedida inolvidable, los pañuelos blancos se agitaban mientras que el tren partía y se perdía a los pocos minutos, llevándose al novio enamorado hasta lejanas tierras. Ya haya que haya Mariana se quedó con la mirada perdida, hermosas lágrimas de amor rezaron sus ojos, el tren había desaparecido y ella, como si presintiera que Alejandro ya no volvería su lado, sentía que se le dormía el pecho de sentimiento, pues nunca se sabe cuándo alguien se va por remotos caminos que el destino le depara. Todas regresaron de la estación del ferrocarril sin hablar, acompañando a Mariana con el pensamiento y sus tristezas: son esos momentos tan especiales en que aún enamorado no se le consuela con palabras. Al día siguiente, al parecer, todo siguió normal, cuando menos así lo demostraba Mariana. Volvió a su trabajo en la librería “Cuauhtémoc” y por las noches entregó al arte con más profesionalismo que nunca. También se dedicaba a hacer feliz a su madre doña Margarita y a la señorita Conchita, su hermana mayor que en ese tiempo, ha de haber tenido unos 50 años de edad: pero muy reconocidos, pues era una maestra muy virtuosa. Vestía de largo y de negro desde que murió su madre. Conchita era una persona muy preparada y fina en su trato con otras personas. En ese tiempo fungía como directora de un colegio de la Acción Católica: a raíz de la muerte de su padre, al igual que Mariana, ambas se habían hecho más tristes. La señora Conchita era muy buena con su madrastra doña Margarita, la veía como a su propia madre y también doña Margarita no la veía como entenada, sino como a una verdadera hija. De esta manera y con esta armonía que reinaba en el hogar, doña Margarita y la señorita Conchita eran como dos madres para Mariana y sus dos hermanos menores, Víctor Manuel y Francisco. También vivían con ellas, desde la muerte de don Enrique, tres hermanos de éste, es decir, dos días y un tío de Mariana, más la querida vieja “Nana de los tres hijos, que nunca los dejó y que significó mucho en la vida de Mariana”. De sus dos tías, hermana de su padre, “Cuca”, la mayor, ayudaba mucho a los templos cooperando para sus festividades, y lo que ganaba con su trabajo era para ahorrar dinero y comprarle sus sobrinos los estrenos de semana Santa, en que todos reunidos, chicos y grandes, asistían a los oficios de la Iglesia. Toda la familia era muy alegre y unida en la casa de Mariana. La señorita Conchita abrió un colegio particular, del cual ella era directora. Siempre la ayudó mucho el reverendo padre Cabrera, años después obispo de Papantla. En los años del colegio, el padre Cabrera era el director de la acción católica en León.

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Esta buena mujer, se esmeró en dar educación a sus hermanos, aparte de ser la entrada principal de la casa para su sostenimiento y de dedicar todo su tiempo libre para representar el papel de ama de casa, dirigiendo todo, por Mariana tenía un cariño especial, se veía en ella, pues había ayudado a doña Margarita a crearla desde niña. La otra tía era Cristinita, así le decían por cariñosa y buena. Había sido monja, se la pasaba bordando preciosos trabajos y tenía también mucha habilidad y sensibilidad para el croquet. También regaba las plantas pues había muchísimas macetas y ella, se deleitaba cultivando las flores o dándole de comer a tantos pájaros, principalmente canarios que abundan en la casa. En cuanto al tío don Francisco, hermano también de don Enrique, la señorita Conchita decidió ya no dejarlo trabajar: no hizo que vendiera sus tierras que tenían en Arandas, Jalisco y se viniera a reunir con la familia para que descansara pues ya estaba muy grande de edad. Era una bonita familia, alegre, fina y bondadosa: los chicos Víctor Manuel y Francisco, estudiaban y por las noches asistían al Rosario, más obligados que por su propio gusto. Se juntaban con otros compañeros de clases y se vestían de monaguillos para ayudar a los sacerdotes a celebrar las misas en la catedral y en la parroquia del Sagrario. Del dinero que les daba el señor cura Medina, guardaban para comprar sus libros y para ir a las tradicionales ”Matinés” los domingos, que en León siempre fueron muy alegres y bonitas y como era la gran época del cine de oro, pasaban grandiosas películas, tanto en el cine “Hernán”, como en el cine “Vera” y en el teatro doblado. Los hermanos Espinosa eran muy queridos por todos sus amigos. Víctor Manuel, de un carácter muy serio, era un chico bien apreciado: soñaba en ser sacerdote y un buen día logró entrar al seminario, mientras que su hermano menor, Francisco, era muy jovial y picaresco: prefería echarse la ”pinta” de vez en cuando para no asistir a clases. El prefería escoger entre el colegio y el jardín, este último para ir por las tardes a ver pasar a las muchachas que también salían del colegio. Se juntaba mucho con su sobrino Mario, que era casi de la misma edad, y traían revoloteando en la cabeza y muy inquietas a cantidad de chicas. Así pasaba el tiempo, alegre y simpático de aquellos años. Por su lado, Mariana ya empezaba inquietarse, pues ya Alejandro tenía un mes de haberse marchado y no se había recibido ninguna noticia de él. Mariana esperaba al cartero con devoción y ansias, día a día y el cartero siempre se iba de paso.

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Ella rezaba atrás de la puerta y le pedía a Dios Nuestro Señor y a la virgen de Guadalupe que le permitiera recibir carta de su amado: pero los restos serán en vano, pues el cartero nunca llegó. Así pasaron meses y más meses y nunca llegó una sola noticia de aquel gran amor. Parecía que los misterios de la vida se habían vuelto en contra de la pobre Mariana, que sufría en silencio su gran desilusión. Un sentimiento y una congoja profunda invadían todo su ser, quería en la soledad de sus noches llorar: pero su altivez no se lo permitía, pensaba que había amado mucho y aquel hombre ingrato no merece sus lágrimas. Por segunda vez la vida la golpeaba en las cosas del amor. Se pasaba los días sin hablar, con la gravedad de su sentimiento en las venas. Pensaba y reflexionaba en encontraba respuesta de consuelo a aquella situación. Su madre, su hermana y sus alumnas respetaban sus silencios sin hacerle comentarios, ni para bien ni para mal. De nueva cuenta ya no se le volvió a ver reír, se hizo más seria, dura y exigente con sus alumnos de arte dramático y se entregó totalmente al teatro y a su trabajo en la librería. Desde estos tristes días, en su casa no se volvió a pronunciar el nombre de Alejandro Martín del Campo, para no herirla ni inquietarla. Para entonces, ya el grupo de teatro era mixto, de hombres y mujeres, pues como ya era más profesional, se necesitaba elenco mixto para poner en escena obras más fuertes, como ”Rosario”, “Amor de madre”, “La barca del pescador”, “El nigromante”, “Los dos hermanos rivales” y muchas otras que hicieron época en León. Mariana había buscado a un director para que le ayudara, a fin de que ella prefiere entregarse totalmente como actriz dramática. La presentaron a un director que en otros tiempos fuera miembro distinguido y muy querido en la compañía de Virginia Fábregas, José de la luz Lozano, quien aceptó la propuesta de dirigir la obra “Los dos hermanos rivales”. Este maestro Lozano dirigía el elenco de los hombres y Mariana el de las mujeres, así, bautizaron al nuevo grupo teatral con el nombre de “Lope de Vega”. Empezó la nueva etapa de teatro y fueron muchos los beneficios que se obtuvieron para los templos. Los actores estaban en su apogeo, entregando todo su entusiasmo, pues en ese entonces nadie pensaba en lo económico sólo en hacer teatro. Todo el dinero que se recaudaba se entregaba para su donación a la construcción de más templos. Entre los que más se ayudaba era al padre Fidel Sandoval, para el templo “El Mezquitito”, que ahora es el templo del Divino Rostro, que está en la calle de Pedro moreno.

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También recibió mucha ayuda al padre Nacho Anda, para el templo del auxilio, que está en la calle de independencia, así como el templo de la merced, que es ahora la parroquia y San José de gracia. Igualmente, se hicieron muchas donaciones a la parroquia del Sagrario y a muchos templos más. Mariana se hizo famosa por aquel entonces en el gremio religioso. Acudían con ella muchos religiosos y sacerdotes para pedirle una obra de teatro a beneficio de sus templos. El grupo “Lope de vega” hizo así gran época, pues en aquel tiempo los mejores teatros como escenarios, eran el doblado y el círculo leonés mutualista. En este último fue donde Mariana se hizo más famosa todavía. El grupo de teatro “Lope de vega” era uno de los más importantes que existían en León. Había varios grupos y todos eran muy buenos, sobre todo porque abundaba el público de buen gusto para el teatro. En el teatro doblado se puso en escena “Sueño azul”, siendo su autor Augusto Espinoza Jr. también se presentó en ese teatro “Don Juan Tenorio” y “La oración de la tarde”. Un día llegó de visita a la casa de Mariana un sacerdote, alto de estatura, de rostro muy piadoso y de ojos azules. Vino de la ciudad de Lagos de moreno, Jalisco, a ofrecerle su templo de la Purísima, que se encontraba en construcción, para que Mariana lo ayudará presentando una obra de teatro para beneficio de dicha iglesia. Mariana lo recibió muy bien y le dio varias obras de teatro para que el padre las leyera y escogiera una para presentarla: todas las que le ofreció estaban listas para llevarlas a escena. El sacerdote se fue muy contento. Al día siguiente regresó el reverendo la casa de Mariana para decirle que había escogido “Los dos hermanos rivales”, y que tenía conseguido el teatro Rosas moreno. Enviaría un autobús para que viajara el grupo y al terminar la función, la acción católica les ofrecería una cena agradable. El teatro rosas moreno se engalanó esa noche, con toda pompa asistió la aristocracia de la ciudad, ya que las puertas de dicho teatro sólo se abrían cuando había un gran espectáculo. En esa ocasión, con mayor razón, sobre todo, porque el padre Soine era muy estimado por la sociedad laguense, misma que deseaba ayudar realmente en el propósito del templo de la Purísima. Hubo un lleno completo esa noche en el teatro. Al levantarse el telón, los artistas muy profesionales todos, se lucieron interpretando sus papeles en hermosas escenas de la bella obra. Mariana actuó como nunca en su papel melodramático de alta comedia: el público aplaudió con vivo entusiasmo oía una voz gritaba. ¡MARIANA!, ¡MARIANA!, ¡MARIANA!

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También, como fin de fiesta, se lució la simpática Eva Burgos, cantando y bailando la melodía española “Cruz de Mayo”. Todo un éxito resultó la noche más grande en la vida de Mariana, cuando interpretó magistralmente el papel de madre en “Los dos hermanos rivales”. Al terminar la función, innumerables personas querían saludar a Mariana, entre ellas, las hermanas Lola y socorro Azuela, que sin conocerse y sin saber que eran parientes de Alejandro, ya que él era de lagos, Mariana recibió sus felicitaciones sin hacer ningún comentario. Regresaron todos contentos a León, únicamente el director un poco serio y sentido con el público, porque a él no se le tomó en cuenta para nada y todos los aplausos y vítores fueron para Mariana. Ella trató de calmarlo: pero él se sintió mal y entregó su renuncia. Mariana no pudo evitarlo y así tuvo que seguir siendo la directora del grupo, pues el maestro se sintió viejo y olvidado y Mariana tuvo que quedarse sin él con tristeza, ya que ella lo consideraba un buen director. Le manifestó que siempre le recordaría con respeto y agradecida por todo lo que había aprendido de él. La verdad es que el maestro se sentía opacado por los nuevos artistas, por los nuevos adelantos y por la gente joven, pues, incluso, se le rogó que se quedara y ella no aceptó. Mariana se hizo en el mundo del teatro un personaje, contaba apenas 20 abriles. La seguían muchos pretendientes y admiradores, entre ellos, uno de su grupo: pero ni él ni nadie se atrevían a hablarle de amor, ya que ella se había entregado totalmente al teatro y con sus alumnos se hizo bastante exigente y de amores y de hombres no quería saber nada. Si aquel gran amor le había fallado, ¿qué podía esperar de los demás? Ya no creía en nadie y se dio cuenta que lo único bueno y limpien la vida, eran el arte y su familia. Al salir del teatro, por las noches, después de una actuación, la esperaban varias familias, amigas y admiradores que seguían a la comitiva. Mariana recibía efusivas felicitaciones: entre los admiradores que la seguían, había uno que no la perdía de vista: asistía a todas las presentaciones y admiraba su actuación y sus obras. La admiraba ella tanto por su talento artístico y por su silenciosa melancolía, que quería traspasarla en sus pensamientos. Domingo a domingo seguía al grupo y se acercaba lo más que podía Mariana, quería oírla hablar, saber cómo era ella, de qué platicaba: pero todo era inútil, Mariana no tener ojos para ningún pretendiente.

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Charlie Sandoval, que así se llamaba, era un muchacho bien parecido, sencillo, vivaz, alegre, moreno, algo bajo de estatura: pero muy dinámico y activo: ordenado. Podría decirse que hasta noble y bueno. Se desesperaba porque Mariana no reparaba en él y conociendo el carácter de la actriz, tampoco podía acercársele mucho para decirle que era un ferviente enamorado de ella. Sin embargo, no perdía la esperanza de que algún día se fijara en él. Fundía Charlie ya estaba resuelto y espero a que ella saliera del teatro, decidido a confesarles anoche su amor: pero Mariana no salió sola, venía como todas las noches, acompañada de muchas personas, que por cierto, en esa ocasión, le presentaron a un anciano director de teatro que quería felicitarla e invitó a cenar a todo el elenco para hablar de su bonita actuación en la obra “La Oración de la tarde”. Al pobre de Charlie le fue imposible realizar sus planes, pues toda la conversación que escuchó fue la de siempre: sobre obras teatrales, de felicitaciones y compromisos de actuaciones para fiestas de beneficencia. Allí de plano, ella no cabía, no había tregua nunca para hablar con ella. De pronto reflexionó sobre lo que debía hacer, él tenía tres amigos muy íntimos, los hermanos ZENDEJAS y Néos, otro amigo: ellos eran, a su vez, amigos de las hermanas Monzo y María de alba, vecinas y muy amigas de Mariana. Charlie no tenía más que convencer a sus amigos de que vieran a las Alba y también de que todo se metieran al grupo de teatro de Mariana para hacer teatro, y así ellas él la presentarían, si estaban de acuerdo. Todos sus amigos dijeron entusiasmados que sí y visitaron a las Alba, mismas que aceptaron recomendarlos. María les dijo --déjenme hablar a mi primero con ella y mañana por la noche los espero para presentarlos. María de Alba visitó ese día Mariana y le dijo a y un grupo de muchachos muy simpáticos que quieren entrar a tu grupo, son muy alegres, me gustaría que los conocieras: hay uno que es el más interesado y es de trato muy agradable, se llama Charlie. -- Con mucho gusto -- respondió Mariana --¿cuándo nos invitas a la casa para que me los presentes Al ver María de alba que Mariana se estaba encantada recibir los le contestó -- esta misma noche -- además, sabía que necesitaba muchachos para completar su elenco, y esa misma noche llegaron todos. A Mariana le dio mucho gusto conocerlos y como era natural, preguntó quién era Charlie, él la oír su nombre de los labios de Mariana, sintió que se le atravesaba un garbanzo en la garganta: pero

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logró controlarse en cuestión de segundos, se puso de pie y con notoria simpatía, viendo fijamente Mariana se presentó -- yo soy Charlie Sandoval. Tanto él como ella estaban muy emocionados de conocerse. -- Mucho gusto-- dijo Mariana sin quitarle la vista de encima, pues había recordado lo que le habían dicho de que Charlie era el más interesado en conocerla. Ésa misma noche, Mariana también conoció, entre el grupo a Jesús Zendejas y a otro joven muy agradable e inteligente, Irineo Gutiérrez. Desde ese momento, se integraron al grupo de teatro de Mariana, y a la larga, cultivaron una estrecha amistad. Los años de las presentaciones teatrales seguían y Charlie se destacó como un excelente actor, pues desde un principio quería que Mariana se fijara en él: por todos los medios hacía méritos para lograr los mejores papeles, mismos que una vez obtenidos, los estudiaba con entusiasmo y a fondo, dedicando su mejor tiempo y talento para cuidar la caracterización de los personajes que le tocaba representar, nunca faltaba a los ensayos a las ocho de la noche, ya que ese tiempo lo consideraba como una hora sagrada, además de que las ausencias eran imperdonables. Al terminar los ensayos, se dedicaba el siguiente espacio de tiempo canciones. Charlie cantaba y tocaba la guitarra, sus canciones eran muy encendidas y románticas, cantaba siempre sin separar los ojos de Mariana, como queriendo con ello hacerla comprender que él era su gran enamorado: pero Mariana no lo veía así no lo comprendía. En ese ambiente tan bonito, noche a noche la alegría seguía palpitando en el grupo entre chistes, canciones, y anécdotas, mientras que Charles seguía soñando en silencio, sin perder la esperanza de que algún día Mariana se fijara en él. De pronto, bien un terrible acontecimiento, el hermano de Mariana, Víctor Manuel, sufre un ataque al corazón y murió. Todos lo sintieron muchísimo, pues era muy joven, contaba solamente con 17 años de edad: era un seminarista muy agradable y bien parecido: alto de estatura, blanco, de ojos grandes y rasgados: se parecía mucho a doña Margarita. ¡Qué triste es la muerte de un jovencito en la flor de su edad! Fue una verdadera tragedia para toda la familia, sobre todo, para doña Margarita perder a su hijo de 17 años. Todos sufrieron el dolor de esta pérdida, era un joven muy bueno de corazón. El día de su muerte, llegaron coronas y flores del seminario, entraban a la casa enlutada sacerdotes a cada momento a darle la solución. Su entierro fue muy concurrido y triste: caminaban rumbo al panteón abrasados los dos hermanos que quedaban, Mariana y Francisco.

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Los seminaristas dijeron sus poemas de la Dios último, pues no volverían a ver a un gran compañero que cursaba ya el segundo de latín. La señorita Conchita no fue al cementerio, se quedó cuidando a doña Margarita que se encontraba inmersa en un profundo dolor. Mariana suspendió sus ensayos y sus fiestas, el ambiente del grupo que era todo alegría, se sumerge la más honda tristeza. Mariana volvió a vestirse de negro y así terminó el año de 1937. Después de que transcurrió un largo tiempo, cuando el duelo ya había pasado, todo el grupo de amigos insistió mucho con Mariana para que reanudara los ensayos con el fin de volver al teatro. Le dijeron que lo hiciera por su madre, que sufría tanto por la pérdida irreparable de su hijo, de esa forma la casa volvería tener vida. La convencieron y, efectivamente, después de algún tiempo, empezó animarse la casa nuevamente: poco a poco volvió la alegría: la familia se animó de nuevo, menos, claro, doña Margarita que parece alegre: pero en el fondo, tenía el corazón oprimido para siempre. El grupo de teatro siguió adelante, con más ahínco, por encima de todo, del mismo lejano Alejandro, aquel del que aún Mariana seguía sin noticias. Mariana seguía entregando su alma al teatro, sin cobrar nunca jamás un solo centavo por sus presentaciones, sobre todo, por su gran sentimiento por las fiestas de beneficencia los templos. Para ella, el teatro no debía cobrarse. Pasaron los años y para las fechas de Navidad, las posadas. Ella volvió a ser alegre y bulliciosa, junto con las Alba le daban vida esos años. Las posadas legendarias, los villancicos que volvieron escucharse junto con toda la alegría eran un cuadro maravilloso. Los vecinos participaban con algunas posadas que se celebraban en sus casas, las más sonadas eran las de la casa del señor Federico Guerrero, que con el tiempo se casó con María de Alba. Allí se daban bonitos regalos y dulces por grandes cantidades que se repartían en platos de porcelana china. También la posada en la casa de Pachita Zenteno, prima del papá de Mariana, originaria del barrio de San Miguel, era muy querida por la variedad de canastita hechas a mano, así como la variedad de golosinas y piñatas.

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Mientras todo esto pasaba, Charlie seguía aún por “la calle de la amargura”. Por su sencillez y su carácter, no se había atrevido todavía, después de dos años deberá Mariana, declararle su amor. Sin embargo, parecía más enamorado que antes. Ya cerca de Año Nuevo, pues estaba por terminarse el año de 1939, a dos años de distancia de aquel tórrido romance de Mariana y Alejandro, todos decidieron ponerse de acuerdo para organizar el baile. ¡Por fin! … Qué oportunidad. En una de las noches de posada, antes del día último del año, en uno de los juegos de estrado que se hacían después de romper las piñatas, ya que a falta de bailes en las posadas se hacían dichos juegos, al estar jugando algo que se llamaba “júntate con dos”, le toco a Charlie ser la pareja de Mariana. Vio rápido que era su oportunidad de oro, después de una agónica espera de dos años: no se sabe de dónde sacó tanto valor: pero cuando la tuvo junto a él, lleno de ternura, como un sol en cautiverio, se acercó a su oído para declararle su amor. Le contó que tenía dos años enamorado de ella y nunca quiso, por respeto, quizás por temor, atreverse a decírselo. Mariana lo contempló largo rato en silencio, sin salir de su asombro, pareciera que en un minuto ya comprendía todas las acrobacias de que había sido capaces Charlie para conquistarla. Recordó de pronto una a una todas las galanterías y tantas atenciones: lo fino y lo bueno que Charle había sido con ella; tanto detalle bonito que él había tenido para con ella, ahora lo comprendía plenamente. Mariana le sonrió con mucho sentimiento y le prometió que en el baile de Año Nuevo le resolvería sobre su declaración de amor. Charlie, más rápido que un rayo, le preguntó emocionado —¿la primera pieza del baile será para mí?

--Sí -- le contestó Mariana -- la primera pieza y todas serán para ti. Charlie se quedó como paralizado y lleno de dicha al oír estas palabras, lo que había oído no lo creía, no lo podía creer, ¿estaría soñando?, No, era verdad, Mariana le había dicho que le resolvería en el baile de fin de año. Charlie se fue reponiendo poco a poco de la impresión, sentía como si se le hubiera atravesado un tigre en el estómago: pero aguantó la impresión y trató de mantenerse tranquilo sin demostrar nada, estaba muy contento, feliz. Pasaron los días más largos de su vida; pero al fin llegó la fecha deseada. El último día del año se reunieron todos en casa de Mariana, se juntaron todas las familias amigas y se fueron a dar gracias al creador a la parroquia del Sagrario. Todos asistieron con mucha fe y expresaron su profundo agradecimiento al Señor por haberles permitido un año más de salud.

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Al salir de la parroquia, todo el grupo, desde temprana hora, ayudaba Mariana arreglaría adornar la sala de la casa. Unos preparaban los ”ponches” en la cocina, otros los “buñuelos” y los “tamales”, así como las carnes frías. Todo era alegría y bullicio. Lupe Orozco, una alegre y simpática chica, inseparable de Mariana, había perdido a su madre, sólo le quedaba su padre y una hermana casada. Mariana se la llevó a vivir a su casa; Lupe con su gran humorismo y simpatía le daba colorido a las fiestas, atendía muy bien a los invitados. Lupita contaba en ese tiempo más o menos con 18 años de edad y ya Jesús Zendejas la traía en su pensamiento para echarle el lazo. Por fin llegó la esperada noche del último día del año, desde las 10 habían empezado a llegar los invitados, a quienes se les ofrecía el tradicional ponche de ciruela y no es. Cuando sonaron las 12 en las campanas de la catedral, todos salieron a ver nacer el Año Nuevo; empezaron los abrazos efusivos, los gritos de alegría, el confeti, las serpentinas, los lobos; hasta los “pitos” de las fábricas de León se habían melodioso. Francisco, hermano de Mariana, declamó muy emocionado al bello poema “El brindis del bohemio” del poeta y periodista potosino Guillermo Aguirre y Fierro, escrito en el destierro en 1915, y publicado posteriormente en su famoso libro “Sonrisas y lágrimas” en 1942. Este poema se hizo muy popular en México, es de un estilo y corte romántico. La interpretación del poema por parte de Francisco, a quien le desciende cariño “Paquín”, fue magistral y recogió muchos aplausos esa noche. Se abrió el baile y Charlie, ni tardo ni perezoso, se le presentó a Mariana de un salto del tamaño del corazón, para pedirle la primera pieza. Mariana como lo había prometido de antemano, aceptó sonriente. Al compás de la música, Charlie le hablaba suavecito al oído, muy quedó y balbuciente se atrevió finalmente a decirle -- Mariana, por segunda vez te pido; ¿quieres ser mi novia?. Ella, con firmeza le respondió si. Charlie atravesado por la alegría y el estupor, lleno de emoción la contempló, la miró a los ojos y le dijo -- gracias Mariana, meses el hombre más feliz del mundo -- y se perdieron bailando entre las muchas parejas que danzaban al compás de la música que entonaba Sn Luis Blúes.

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A la mitad del baile, Charlie embriagado de amor y de temor a la vez, le decía a Mariana -- soy tan feliz que tengo miedo de tanta dicha.

--Pero ¿de qué tienen miedo Charlie? -- Preguntó ella. -- Es que yo se -- respondió él -- que tú estuviste enamorada de un tal Alejandro y… No se

… Presiento que ahora que soy tan feliz, pudiera llegar ese tal Alejandro y… Tú … Me dejaría si volverías con él. Entonces, seguramente yo me moriría, oíste, me moriría.

U Mariana soltó una alegre carcajada y le contestó no te preocupes Charlie que yo a ti no

te cambien y por 10 Alejandro. Charlie la atrajo hacia él y siguió bailando amorosamente en silencio, pues la emoción y la

dicha le impedían seguir hablando, se sentía casi fuera de sí, teniendo en sus brazos a su soñada Mariana, y, ciertamente, fueron para él, únicamente para él todas las piezas de ser famoso baile de 1939, con sus hermosos blúes. Todo

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CAPÍTULO 3

AMOR SUBLIME

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CAPÍTULO III

AMOR SUBLIME

Siguieron los días invernales y las noches tranquilas de enero, del primer lustro de los años 40, y dio un cambio romántico la vida de Mariana. En los días de esos años, el grupo de teatro sufrió mucho de categoría.

Mariana, sencilla como era, nunca quiso darse renombre. El grupo subía y subía y

alcanzaba cada día más notoriedad y conquistaba más espacios y aceptación, pues ya con el elenco mixto, compuesto por 20 actores, se hizo de fama. Interpretaban obras de más fondo y alta comedia, la mayoría eran obras de la época romántica, como “Ríe payaso”, “La bien pagada”, “El 4to. Mandamiento”, “Faviola”, “Genoveva de Bravante”. “La loca”, el famoso “Heréo”, “Los dos hermanos rivales”, “Santa Inés” y muchas más.

Era una variedad de obras de teatro donde alegres jóvenes que noche a noche asistían a

los ensayos en casa de Mariana, mostraban una verdadera vocación por este bello arte. Era tan amplio el repertorio y tan estricta la disciplina de Mariana, que obras de tres o

cuatro actos y hasta de cinco actos, se presentaban bellamente cada ocho días en los teatros, anexos a los templos.

Las funciones de gala se presentaban en el “teatro del círculo leones mutualista”. En este hermoso ambiente, Mariana empezó su noviazgo con Charlie, un noviazgo muy

bonito, quizá poco romántico por las circunstancias; pero de mucha comprensión mutua y entendimiento profundo, tierno, dulce y sencillo. Sobre todo, había mucho respeto y lealtad.

Mariana se sentía contenta y feliz con su nuevo romance y, sobre todo, muy segura, pues Charlie era un joven culto y sensible; muy caballeroso y quería tanto a Mariana que le velaba el pensamiento. Mariana se sentía muy apoyada con él, se sentía tranquila y olvidaba todos los sufrimientos pasados; tenía mucha paz en su alma.

Siguieron transcurriendo los días, como siempre. Mariana en su trabajo en la librería y por

las noches en los ensayos y, después de esto su amor la esperaba en la ventana para decirle ¡cuánto la amaba!; Pero a Mariana le pasó una o dos veces algo muy raro al estar en la ventana, en lugar de ver la cara de Charlie, llegó a ver el rostro de Alejandro.

Y ante este fenómeno, pronto reaccionaba y lograba quitárselo de la mente, tratando de

comprender a Charlie, admirando su nobleza y devoción por ella. Así, pronto, muy pronto se disiparon aquellas visiones. Charlie ganaba terreno y empezaron a vivir un tierno amor sublime, salían juntos a todos lados, organizaban fiestas, paseos con todo el grupo, interpretaban bonitas canciones mientras que los novios intercambiaban miradas llenas de amor.

Siempre, al terminar sus fiestas y paseos, esperaban ansiosos verse privado en la ventana

para decirse ¡cuánto se querían!

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Una noche, repentinamente, le dijo Charlie a Mariana -- soy muy feliz y te amo

desesperadamente; pero dime rápido y sin pensar, quiero medir hasta qué punto puede interesarte, ¿dejarías el teatro por mí?

Mariana dejó de sonreír y sintió como una descarga eléctrica que caía sobre ella, pues no

se imaginaba que Charlie le hiciera la famosa pregunta. Con todo el dolor de su corazón, se le acercó lo más que pudo y lo miró fijamente a los

ojos y le contestó -- te quiero mucho, mucho; pero ... Jamás dejaría el teatro por nadie, por nadie Charlie. El arte es mi vida, sin él no sería nada. Otros novios que he tenido me han hecho la misma pregunta ya todos he contestado lo mismo.

Charlie se quedó como suspendido en el aire y con graves seriedad dijo -- quizá no me

ames lo suficiente, porque si de veras me amarás, aceptarías. Mariana guardó silencio por un momento y enseguida repuso --¿no te parece que es muy

pronto para discutir por esto? No interrumpa amos este hermoso amor sublime que los dos céntimos contra negros pensamientos.

Charlie aceptó más a fuerza que de ganas, se quedó contemplando la y al verla pensó que

quizá, algún día quizá cuando estuviese su amor más duro, más fuerte, el lograría sus propósitos, la quería para él solo.

Eran tiempos felices y tranquilos para Charlie Mariana, día a día la comprendía más si la

amaba entrañablemente y ella, lo admiraba y comprendía también y le daba gracias a Dios de que le hubiese puesto en su camino a un hombre tan bueno, tan noble y de alta moral cristiana.

Ella pensaba, sinceramente, si algún día Dios le concediera ser su esposa, sería tierna,

amante comprensiva porque él lo merecía todo, todo.

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CAPITULO 4

RETORNO DE ALEJANDRO

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CAPITULO IV

EL RETORNO DE ALEJANDRO

Llegó abril, la primavera estaba en todo su esplendor, Mariana y Charlie cumplían cuatro meses de noviazgo sin que nadie interrumpiera su sublime romance.

Un día llegó, precisamente, Monzo de Alba a buscar a Mariana y al encontrarla le dijo de

golpe --Mariana, “nomás”, te cuento que ayer vía Lagos de moreno y ¿a quién crees que bien la serenata? … Alejandro, ha vuelto Mariana, ha vuelto Alejandro.

Mariana sintió que todo le daba vueltas, se le nubló la vista y cayó desvanecida. Su madre doña Margarita, la señorita Conchita y Cristina corrieron alarmadas en su auxilio. Monzo se asustó mucho al ver cómo había reaccionado Mariana por la sorpresa, y entre

todas trataron de reanimarla con alcohol. Mariana pronto volvió en sí de la impresión que había recibido; pero por su gran sensibilidad, la cogió un temblor en todo el cuerpo y le dio un shock nervioso que no podía controlarse.

Su familia no sabía de qué se trataba, Monzo les explicó y todas trataron de calmarla

haciéndole ver que lo de Alejandro ya había quedado atrás, pues ya habían transcurrido dos años sin que ella tuviera noticias de él desde su partida y, además, su mal comportamiento; ella no tenía por qué recordarlo y, aún más, siendo ahora la novia de Charlie Sandoval, un hombre tan bueno y que no tenía mácula; un gran partido para el matrimonio y con buena posición económica, pues era gerente de una fábrica de calzado y nada le pedía Alejandro; pero ella no escuchaba lo que su familia le decía para calmarla, ni les oía siquiera todas sus opiniones.

Se fue recuperando poco a poco y pidió disculpas. Le propusieron que se recostara un

poco para que se acabara de reponer, Mariana aceptó sin decir nada, la dejaron sola para que descansará y ella, fríamente, con una gran calma, empezó a reflexionar sobre lo ocurrido.

Así pasaron las horas, Mariana se puso recordar hasta los más mínimos detalles de lo que

había sido aquel lejano amor que de pronto había convulsionado todo su ser. Seguía pensando, llegó la noche y le avisaron que ahí estaba Charlie. No le fue posible salir

a verlo, pues no quería que la viera en esas condiciones, mandó disculparse diciendo que se sentía un poco enferma.

Alejandro había vuelto, estaba en Lagos, ya que su madre y su familia vivían ahí, era

razonable que se había vuelto estuviera lado de su familia.

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La noche pasó sin que Mariana pudiera pegar los ojos, seguía recordando y recordando como una obsesión, tratando de unir sus pensamientos para ponerlos en orden. Fue una larga noche de reflexión.

Al día siguiente se levantó tranquila, se vistió y desayunó normalmente. Besó a su madre

y se fue a su trabajo. Doña Margarita y Conchita se quedaron muy contentos porque la vieron ya muy bien. Por la noche, Charlie estaba desesperado, no sabía qué era lo que le pasaba, la espero

inquieto a la salida de su trabajo; cuando Mariana apareció, él se le acercó rápidamente y le preguntó —¿qué, estás enferma? ¿Cómo sigues? ¿Qué tienes? Estás pálida.

Mariana al verlo lo abrazó y él la apretó a su cuerpo. Entonces ella lloró y le dijo con

emoción desesperada, como con angustia -- abrázame, me siento también estar junto a ti. Charlie, un poco intrigado, le volvió a preguntar --¿qué tienes? ¿Qué te pasa? Ella iba a

contestarle, cuando el volvió a hablar inmediatamente para decirle -- si no me lo quieres decir, no me lo digas. Mariana guardó silencio y los dos se fueron caminando muy abrasados.

Ella admiro, una vez más, su discreción caballerosa y su fina educación pues no volvió hacerle más preguntas y Mariana, por no hacerlo sufrir con la menor duda, también guardo silencio y jamás le dijo la causa de su mal de aquella noche.

Mariana se sintió de nuevo protegida y tranquila en los brazos de Charlie. No tuvo deseos

de volver a pensar ni de recordar el pasado; ella no debía pensar más que en el presente y el presente del gran amor de Charlie.

Charlie con su gran ternura, volvió a llenar el ambiente de Mariana y ella, volvió a ser feliz.

No quería serle infiel ni con el pensamiento, día a día crecía más idilio con Charlie. El que sí estaba preocupado era él, esa noche, cuando dejo a Mariana en su casa, se fue

muy pensativo y angustiado. Se recostó en el diván de su casa, encendió el radio; pero no pudo concentrarse y lo apagó.

Obscureció su cuarto y puso música y se dedicó a pensar largo rato --¿qué le pasaba a Mariana? -- Eran sus pensamientos, ¿de qué había estado enferma? ¿Por qué no salió haberme la noche anterior? ¿Por qué al verme corrió abrasarme como si tratara de protegerse conmigo de algún peligro? ¿Por qué no se sincera va conmigo?

Por más que quiso descansar, no podía dormir; se levantó y destapó una botella de coñac

y se sirvió una copa, detalle muy poco usual en él; pero sus nervios lo estaban destrozando. Sus pensamientos seguían adentrándose en su inquietud --¿qué recibiría alguna mala noticia Mariana? ¿Será la causa aquél que me dijeron que se llama Alejandro? ¿O qué será entonces?.

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Y así, confundido con negros pensamientos, pasó la noche en vela; pronto descubrió que entraban por la ventana los primeros rayos del sol, había amanecido.

Charlie pasó así días preocupado, sobre todo, porque Mariana le parecía a ratos pensativa,

como perdida en algún lejano recuerdo. En ocasiones se le preguntaba --¿qué te pasa Mariana? ¿Te sientes mal? Y ella reaccionaba

al instante y sonriente le contestaba -- me siento cansada, me duele la cabeza, no te preocupes Charlie.

Siguieron las noches angustiosas y llenas de dudas y zozobra para Charlie. Todo el tiempo

que estaba cerca de Mariana la contemplaba; pero también la observaba en silencio y seguía haciéndose mil conjeturas --¿qué le pasará? -- Se decía -- daría mi vida por saberlo.

De pronto, en una de sus angustias, le entró un gran miedo de perderla, presentía que

algo muy poderosos estaba interponiendo entre los dos, pensó en hacerla rápido su esposa para que terminaran esas negras pesadillas.

Esa noche le dijo Mariana -- Mariana, y ella no puedo vivir sin ti ¿por qué no hacemos

planes para casarnos?, Ella quisiera pedir tu mano y ya no separarme nunca de ti. Mariana le contestó -- tratémoslos un poco más Charlie, es muy pronto para pensar en

eso, no olvides que el matrimonio para toda la vida, no tenemos prisa. --Bueno-- contesta Charlie -- ¿qué te parece si ponemos un plazo de seis meses para

pensarlo? Los dos quedaron de acuerdo, Charlie muy comprensivo se fue tranquilizando poco a

poco, sus dudas se fueron desvaneciendo y volvió a su rostro la felicidad. Un día, estando Mariana en su trabajo, repentinamente vio pasar por la puerta del

establecimiento, muy despacio, erguido e imponente, al elegante Alejandro Martín del Campo, que la contemplaba sonriente, Mariana al verlo pasar, sintió una sacudida como un toque eléctrico. Sin embargo, la escena fue tan rápida, que no sabía si era cierto o se trataba de una alucinación, lo cierto es que se quedó paralizada, como fuera de sí; se pregunta si realmente sería lo era un impulso imaginario de sus nervios.

Pasaron como 10 minutos cuando de pronto lo vi entrar a la librería, dirigiéndose hacia

donde estaba ella. Mariana el tenerlo frente a ella, no pudo hablar se puso pálida y empezó a temblar, él,

atrevido como siempre, le dijo -- ¡hola… mi amor! --¡Alejandro! … ¡Eres... Tú?

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--Soy yo, vidita, ¿qué ya no me reconoces? --Alejandro ¿eres de este mundo o eres del otro? -- Le preguntó Mariana todavía bastante

turbada y con una convulsión nerviosa que le recorría todo el cuerpo y de la que no podía contenerse.

Alejandro también algo turbado, contestó -- soy de este, mi amor, tócame soy yo. Le tomó en las manos a través del mostrador y se las beso con toda su emoción y la ternura

de las que era capaz. Los dos temblaban a la par muy emocionados por el feliz reencuentro después de dos años de ausencia.

Mariana volvió a su compostura y le preguntó --¿cuándo te vas? Alejandro sonriendo le contestó -- si te casas conmigo dentro de seis meses y no aceptas,

en tres días, he vuelto por ti, mi amor, cómo te lo prometí aquí estoy para cumplir mi palabra. En eso Mariana oyó ruido en el privado del dueño del establecimiento, don Hermión Flores

y los dos se inquietaron; Alejandro comprendió que su presencia allí no era correcta y para no perjudicar a Mariana, se despidió en el acto con un gesto galante lleno de elegancia, diciéndole -- nos vemos a las nueve en tu ventana, como de costumbre, beso su mano y desapareció.

Mariana se quedó atónita, todo fue tan rápido que no pudo ni moverse, sus piernas

flaqueaban, sentía que el corazón se le inflamaba, no alcanzaba la respiración, hizo un gran esfuerzo para llegar hasta una silla de se sentó para no desmayarse; un frío penetrante le cogió en todo el cuerpo, sobre todo, porque Alejandro ni siquiera la dejo hablar, ni siquiera le dio tiempo para decirle que no fuera, que su lugar estaba ocupado y que él no tenía ningún derecho de ir a verla, únicamente Charlie porque era su novio, el único a quien ella quería.

En ese momento entró don Hermión Flores, a quien se le hizo raro verla sentada y muy

extrañado le preguntó - ¿qué le pasa señorita Espinosa? ¿Por qué está usted temblando? ¿Se siente usted mal?

--Sí señor Flores, no sé qué me pasa, me quise desmayar; pero ya se me está pasando. --¿Quiere que le trae un café? --Sí -- contestó Mariana -- por favor. Rápido le trajeron el café y poco a poco empezó a componerse. Don Hermione se

preocupó mucho de verla así, pues ella era muy activa y no descansaba nunca en su trabajo, nunca se sentaba.

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Don Hermión óbito o y la regañó con cariño, le dijo -- señorita Espinosa, desde hace tiempo he estado insistiendo que debe ver al médico, está usted demasiado delgada, yo creo que tiene usted anemia, por última vez les suplico que visite al doctor y pase la cuenta al contador de todo lo que necesite.

-- Gracias señor Flores, así lo haré -- le contestó Mariana y él ordenó a su chofer que la

llevara al doctor y después a su casa. A Mariana le dijo que se presentara trabajar hasta el día siguiente.

Mariana salió del trabajo muy agradecida, subió al automóvil del señor Flores y le pidió al

chofer que la llevara primera su casa. Doña Margarita al verla llegar, se alarmó --¿qué pasa hijita? ¿Qué tienes? -- Nada mamá, nada, me quise desvanecer el señor Flores me manda reposar. Enseguida

la señorita Conchita y doña Margarita la llevaron a su cama, sin hacerle más preguntas hicieron que se acostara, pues la veían muy pálida.

La vieja “Chole”, antigua “nana” de los tres hijos desde que los vio nacer, se presentó con

un té de tila… Mariana tardó varias horas en mejorarse, ya cuando estaba más tranquila y rodeada de

todos los que la querían, es decir, en el seno familiar, les contó – mamá, ¡Alejandro Martín del Campo ha vuelto! Les dijo todos los detalles del reencuentro.

Doña Margarita y todos los de la casa sintieron una gran alegría, pues toda la familia

simpatizaba con Alejandro; aunque ahora estaban alarmados ya que Alejandro se presentaría esa noche y Mariana era la novia de Charlie.

--¿Qué ir a pasar, Dios mío? -- Comentó angustiada Cristinita. Mariana las tranquilizo y les dijo -- que se haga lo que Dios quiera, yo soy la novia de

Charlie con Alejandro yo no tengo que ver nada. En eso estaban cuando se presentó Teresa García, quien pronto se enteró de la noticia. Ni

tarda ni perezosa aviso a todas las vecinas y a todas sus amigas, mismas que fueron a visitar a Mariana para felicitarla.

Por lo que se ve, el pobre Charlie no tenía todos los tiempos en sus manos, ya que las

amigas de Mariana estaban encantadas con Alejandro y todas las simpatías se inclinaban en su balanza; pero Mariana tuvo una reacción con las amigas que ellas nos esperaban, por más que le decían que era muy buen mozo. Por un rato se quedó muy seria y unos instantes después, volvió a verla si les dijo -¿de qué me felicitan?, Yo soy la novia de Charlie Sandoval y jamás, óiganlo bien, cambiaría un hombre tan bueno por un Alejandro.

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Cristina Zúñiga le preguntó - ¿entonces, qué piensas hacer?, A lo que Mariana contestó -

salir esta noche, poner las cosas en claro y poner Alejandro en su lugar, pues tengo que enfrentarme a la realidad. Les digo firmemente y que quede bien claro, Charlie es lo único para mí, él y nada más él.

Llegó la noche por todos esperaba, a las 9:00 se dejó oír el silbido largo, largo de Alejandro,

que invadía todo el ambiente como en otros tiempos lo hiciera. Mariana salió decidida con el fin de aclarar todo, pensaba ¿que se creía ese engreído que

después de dos años ella iba a estar esperándolo sentada para la hora que “el señorito” quisiera venir a verla?

Al verla, Alejandro corrió abrazarla y a besarla, ella se dejó abrazar y los dos volvieron a

temblar por un momento. -¡Buenas noches, mi amor!, ¡Qué bien te ves!, ¡Estás más linda que nunca! ¡Cómo te

extrañado morena!, ¡Se me hace un sueño volver a verte!, ¡Volver estar cerca de ti!, ¡Volver a contemplar tus ojos!, Y mira, ¿ves tu foto?, Adondequiera que voy, ella me acompaña; tal y como te prometí, he vuelto por ti, vengo a casarme contigo para tenerte a mi lado y jamás volvernos a separar.

Si no te escribí, fue por decir esperando verte pronto; pero; aunque no te escribiera, mi

pensamiento estaba siempre contigo, se de antemano que mi desidia y flojera en escribir que son imperdonables; pero tú, tan buena y tan noble me perdonarás ¿verdad?, ¿Verdad que sí me perdonarás?

Mariana iba a contestarle, cuando de pronto vio venir a Charlie acompañado de Jesús

Zendejas, que en ese momento llegaban al ensayo. Cuando Charlie vio a Mariana en la puerta con un joven tan apuesto y elegante, no supo

qué pensar, se detuvieron el y Jesús y se preguntaron -¿quién será? - Algún pariente - expresó Charlie - quizá algún amigo.

Jesús decidido le dijo - bueno, vamos llegando ¿no?, Venimos al ensayo, además, “es tu

novia” ¿A qué tememos? Y llegaron hasta donde estaba la pareja. Se quedaron viendo extrañados unos a otros y Mariana rápidamente los presento a todos

como amigos, pues por discreción, mientras se aclaraban las cosas, no quiso mencionar el noviazgo.

El detalle fue que al presentar los Mariana, el visitante muy atento dijo - Alejandro Martín

del Campo, para servirles.

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Charlie al oír el nombre, que le era familiar, palideció y se quedó muy serio sin poder pronunciar palabra. Con una calma de acero, empezó a observarlo y al mismo tiempo, con rapidez voltea a ver el rostro de Mariana y con un gran dolor vio cómo le brillaban los ojos de alegría, escuchando sus palabras llenas de emoción.

Apareció la señorita Conchita para saludar Alejandro les dijo - pero, pasen ¿cómo están en

la puerta? Y todos pasaron inmediatamente a la sala. También llegaron todas las amigas de Mariana para saludar Alejandro y darle la

bienvenida. La sala estaba llena, pues Alejandro, antes de irse había hecho amistad con todas. En otros tiempos, cuando Alejandro llegaba por las noches a ver a Mariana, al oír su silbido

todas salían a sus ventanas como si es fueran las novias. Alejandro llenó la sala de alegría con su amena conversación, sus carcajadas, tan fuertes y

agradable serán únicas; mientras platicaba de sus viajes, estaban pendientes todas las miradas de la sala de los más mínimos detalles.

Charlie estaba sentado junto a él, humilde y con los brazos cruzados, escuchaba en silencio

todo lo que desea su más tremendo rival. De pronto, Alejandro se puso de pie, se despidió de todos pidiendo disculpas para

retirarse, pues dijo que ya había hecho muy larga la visita y, al mismo tiempo, pensando que y, con tanta gente, no podré hablar a solas con Mariana.

Al despedirse, se le acercó al oído y le dijo -mañana a la una de la tarde iré por tía tu

trabajo. Mariana, por segunda ocasión no pudo decirle que no fuera, no le dio tiempo, una vez

más, para aclararle que ella tenía novio y que él no tenía derecho salir con ella. Al retirarse Alejandro, empezó el ensayo de la obra “amor de madre”, en donde Charlie

Mariana tenían los papeles principales. Ella como madre y el como hijo. Era una obra muy bonita, de alta comedia, y como los dos trataban de lucirse,

interpretaban muy bien a los personajes. Charlie ensayó sin hacer ningún comentario, esperando con una calma casi solemne, a que

terminara el ensayo para ver que saliera Mariana por la ventana y poder hablar a solas con ella y discutir sobre esa situación embarazosa por la cual acababa él de pasar.

Al terminar el ensayo, salió Mariana la ventana, como de costumbre. El al verla, en lugar

de darle el saludo amoroso acostumbrado, le dijo muy indignado --Mariana, ¿ese es el Alejandro del que tú has estado enamorada toda tu vida?

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Mariana viéndolo a los ojos le contestó con firmeza -si Charlie, ese … Es el Alejandro de

quien estuve enamorada hace tiempo; pero ahora ya no, ahora soy tu novia y a quien amo con toda el alma esa ti.

No por el hecho de que él haya regresado, quiere decir que yo pueda volver a quererlo,

jamás, oíste, jamás. --Pues, mira Mariana -- le dijo Charlie -- te juro que mi vida me había sentido tan humillado

como me he sentido ahora. También me hiere verte tan contenta en tus ojos que brillan de alegría, créeme Mariana que me siento defraudado y triste, tú jamás has tenido para mí esas miradas tan profundas y expresivas y como con un secreto profundo. Perdóname Mariana; pero te quiero tanto que creo que estoy celoso, sí, muy celoso.

-- Charlie -- le dijo Mariana -- escúchame, si después de escucharme todavía dudas de mí,

entonces Charlie, me retiro de tu vida. -- Charlie, yo te quiero demasiado y no está en mí ofenderte, ni lastimarte en lo más

mínimo, si me viste así, creo que fue la impresión, quizá el recuerdo de cuando lo quise, me dio gusto verlo; pero hasta ahí, nada más. En primer lugar, yo no lo traje, llegó solo; ¿cómo voy a volver a recordarlo con amor si se burló de mí? ¿Si jamás recibí una, carta de? ¿Si me hizo sufrir tanto? ¿Crees tú que yo soy cualquier persona que nada más por el hecho de que volvió se le antojó volver, voy a correr a él como si nada? No, Charlie, te equivocas, es juzgado mal, yo soy muy digna y no permitiré volver a ser objeto de sus burlas. Nunca te cambiaría ti por él, nunca mi querido Charlie, nunca y por segunda vez te repito; a ti no te cambia ni por diez Alejandros.

Después de escucharla, a Charlie se le llenaron los ojos de lágrimas, le tomó

apasionadamente las manos y se las lleno de besos, lleno de ternura y confianza. --Perdóname Mariana espacio—le dijo espacio— no volveré a dudar; pero la verdad es

que me sentía tan insignificante junto a él. --Bueno, olvidemos el incidente espacio-- le dijo amable Mariana -dejemos que todo

vuelva a la normalidad. Esa noche Mariana no pudo dormir, pues; aunque ella no quisiera traicionará charlen y

con el pensamiento, los recuerdos de otros tiempos se le venían a la mente, recordaba el amor tan grande de otros tiempos, el que existió entre ella y Alejandro. Las hermosas serenatas que noche a noche le llevaba a su ventana; pero luego recordaba su olvido y lo que ella había sufrido para olvidarlo. Cuando pensaba todo esto, se hincaba ante la imagen de la virgen de Guadalupe y le pedía que le ayudará conservar el amor sublime de Charlie, el hombre que lo merecía todo y en el que ella tenía puestas todas sus esperanzas. Le pedí a la virgen que alejara para siempre de ella Alejandro, pues tenía miedo a caer de nuevo en ese tormentoso amor y volver a enamorarse

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volver a creerle - no, por favor virgencita - le decía - aparta de mí a ese hombre tan irresistible y ayudarme a ser la esposa de Charlie Sandoval.

Al siguiente día, Alejandro se presentó a la puerta de la librería “Cuauhtémoc”, justamente

en el momento en el que Mariana salía de su trabajo para ir a comer a su casa. --Hola… Mi amor, aquí me tienes en cuerpo y alma, te invito a comer al “Molinito” para

recordar nuestros gratos tiempos en que íbamos a saborear las ricas milanesas que ahí saben preparar.

-- No puedo-- le contestó Mariana sonriendo. -- Entonces vamos a tomar un café al “hotel México” insistió Alejandro. Mariana, ante estas invitaciones reiteradas, le dijo -acepto tu invitación; pero me gustaría

que fuéramos a la nevería “Irma”. Alejandro contento aceptó inmediatamente llevarla ahí. Esta nevería era muy famosa en

León. En el trayecto, Alejandro que aprovechaba al máximo minutos, le decía - tengo muchas

ganas de conversar contigo después de tanto tiempo de no verte y, además, de que no me ha sido posible estar a solas contigo.

Caminaban y el la contemplaba tiernamente. Ella caminaba en modo de sida y grave, pues

era un momento decisivo, quizá del momento decisivo de su vida; tendrá que enfrentar de ponerlo en su lugar.

Ya en la nevería, Alejandro continuó hablando -¿qué pasa Mariana? Esperando con ansias

este momento de estar a solas contigo después de dos largos años y tú, estas tan callada y misteriosa, ¡vamos, cuéntame mi amor! ¿Qué hiciste en todo este tiempo que no estuve a tu lado?; Pero, esperan el momento, déjame venir, se levantó y fue hablar con el pianista que tocaba ir.

A esas horas la nevería se llenaba de muchachas y muchachos que llegaban a tomar nieve

y café. Pascualito Navarro, muy famoso en León, amenizaba con bellas interpretaciones.

Alejandro se le acercó y le dijo -- por favor, tócanos “la consentida” y “la cumparcita”, Pascualito sonriendo le dijo que si y empezó a tocar esas bonitas piezas que Alejandro le dedicó inmediatamente a Mariana para recordar sus buenos tiempos.

Mariana se decidió a hablar y empezó a decir -- tú sabes Alejandro que mi vida es el arte,

el teatro, la poesía, y cuando tengo problemas, de los que sean, me refugio más en él, porque el

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arte es lo único bueno y limpio para mí, además de que en estos últimos tiempos he tenido la oportunidad de hacer mucho teatro, muy buen teatro.

Alejandro la interrumpió para decirle -- ¡yo te he extrañado tanto morena!, Escribí varias

cartas para ti; pero las mete al cajón de mi escritorio y por desidia, como te decía, nunca las depositen el correo; pero, ahora que estoy para desagraviar toda mi culpa por no haberte escrito; aquí estoy para envolverte en ternura y amor, este es el día más feliz de mi vida.

En esos momentos serían los acordes de “la consentida”, Pascualito Navarro con sus

manos hacia hablar al piano. Seguidamente tocó “la cumparcita” y los dos enamorados recordaron embriagados en silencio cuando bailaban este hermoso tango.

Pero Mariana rápidamente salió de su arrobamiento, lo contempló profundamente y con

tristeza le preguntó - ¿cuántas novias tuviste en todo este tiempo? Alejandro, primero se turbó por la pregunta inesperada, luego reaccionó e contestó -

varias, morena, no tengo porque engañarte; pero por segunda vez te enseño que tú, diario estuviste conmigo y me acompañaste siempre - y volver a sacar el retrato que traía de Mariana en la bolsa interior del saco y lo besó con pasión, agregando - él es mi compañero y jamás me separo de él porque a la única que realmente amado es a ti; nada +1 mujer existe para mí esa eres tú, por eso hoy vengo, como te prometí, casarme contigo, pediré tu mano en cuanto tú lo aceptes.

Mariana sonrió amarga y seriamente con calma le contestó - ¡qué fácil es para los hombres

querer manejar a las mujeres a su antojo, como si nosotras fuéramos un objeto, una cosa; se ve, Alejandro que… Estabas muy seguro de mí cuando te fuiste. Dejaste a una jovencita de 18 años llena de amor, de ilusiones y con tantas palabras bonitas y tantas promesas que yo creí ciegamente en ellas. Cuando te vi partir por última vez, llore y llore inconsolable mente días largos y enteros pensando en ti; sentía que la vida sin ti no tiene objeto, esperaba con ansias, con desesperación que llegara el cartero para leer tus letras, para meterme en tus palabras y por medio de ellas escuchar tu voz, tus sentimientos, tus tiernas y dulces promesas; con unas cuantas líneas, con una frase hubiera sido feliz y mi tristeza y desesperación hubieran terminado; pero todo fue inútil, le rogaba a la Virgencita de Guadalupe y le pedía una carta tuya, una sola; pero nada, el cartero diario se fue de paso, los días, los meses, los años enteros y jamás volvió a saber de ti… Hasta ahora que, de suerte, te mando ferrocarriles a trabajar a León al telégrafo, y aquí estoy yo, tu noviecita de otros tiempos para que llegando tú, a la hora que se le antoje, yo esté esperando al “señor” para lo que él diga ¿verdad? ¿Así es como tú lo piensas?

Alejandro al oír esta historia conmovedora, la contemplaba con los ojos húmedos y llenos

de pena, arrepentidos pensaba -¿cómo he sido tan ciego al gran amor de Mariana?: ¿Cómo me ha querido esta mujer y yo: nunca supe valorarla en su gran amor?- Se reprochaba en silencio su desidia y su olvido imperdonables que había tenido para con ella. ¡Qué mal me porté con aquella noviecita que quise tanto y quiero aún! - Se reprochaba.

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-- Mi amor, perdóname-- le dijo -- sé que he sido muy ingrato; pero tus ojos me perseguían por todas partes y a ti nunca te olvide, perdóname Mariana, sé que no te he merecido nunca -- de pronto reflexionó y con temor le hizo la pregunta que seguramente ella esperaba-- y tú, ¿tuviste novios?

Sí, Alejandro, tuve muchos pretendientes; a la salida del teatro después de cada actuación,

me seguían me pretendían muchos y fue novia de alguno de ellos; pero a mí también tu imagen me perseguía y no podía seguir siendo la novia de ninguno. Pasó el tiempo y me fui haciendo el ánimo poco a poco, hasta que conocí a un gran hombre y el si me hizo borrar tu imagen y en él encontré el consuelo y el olvido. Es un gran chico a quien quiero y admiro, además de que es todo un caballero; él es mi novio y quizás muy pronto sea su esposa.

Alejandro se quedó atónito, lo que había no lo podía creer, nunca pensó, ni pasó por su

mente que su lugar estuviese ocupado, así pasaran diez años. Al ver que Mariana se sincera va con tanta franqueza y con tanta tranquilidad, sintió un

coraje y unos celos terribles, y sin más ni más, se puso de pie muy “digno” y le dijo -- pues cuando lo termines me avisas-- y salió de la nevería muy indignado con paso recio y elegante. La verdad es que se iba mordiendo al alma ya no pudo seguir enfrentando a Mariana.

Ella, con calma lo vio alejarse y sonriendo irónicamente y muy quedó se dijo -sí, cómo no

Alejandro, ahora verás suerte, aparece que haré lo que tú dices y burlonamente veía cómo se alejaba aún más, muy digno.

Al día siguiente Mariana y Charlie siguieron su noviazgo tranquilamente, llenos de amor y

comprensión. Alejandro en su cuarto del “hotel León”, se encontraba triste malhumorado, pues

pensaba, lleno de cólera que jamás ninguna mujer le había hecho lo que Mariana; todas, enamoradas caían a sus pies, se decía -- ¿qué se estará creyendo esa chica atrevida?

Hospedados en el mismo hotel, se encontraban sus compañeros de trabajo, Jesús Galindo,

jefe de Express de la estación de los ferrocarriles nacionales, José Manuel Macías, José Luis Aldana, Luis Adalberto Chaves y Roberto Ornelas, todos amigos inseparables de Alejandro.

Cuando los amigos encontraron Alejandro, lo notaron ser molesto y todos se

sorprendieron, disimuladamente se veían entre sí preguntándose con señas ¿qué le sucedería?, Pues Alejandro con su alegría acostumbrada y sus alegres carcajadas los entusiasmaba a todos.

Roberto Ornelas no se aguantó y le preguntó - ¿te sientes mal Alex? ¿Tienes algún

problema en el que nosotros podamos ayudarte?, Acuérdate que aquí con nosotros no hay secretos, todos nos queremos y como no podemos verte triste, si algo te pasa, para eso somos tus amigos; ¿qué, no has podido hablar con Mariana?

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-- Sí, ya lo hice - respondió de mala gana. --¿Y qué, ya volvieron? - Inquirió Ornelas. -- No, creo que nunca más volveremos, es algo que no tiene remedio y creo que yo soy el

único culpable. Galindo, que había permanecido callado le dijo -- mira Alex, si, realmente eres culpable,

yo, desde que tú te fuiste estado observando la situación, pues me considero el mejor amigo de Mariana; he estado cerca de ella y de su familia y se cómo te quiso, sufrido por ti; ella te adoraba Alex y te esperó cerca de un año y tú la olvidaste, ni carta ni nada; yo la consolaba con palabras, la veía llorar por ti yo la animaba diciéndole que pronto vendrías por ella como le habías prometido; pero nada, jamás diste señales de vida. Así es que comprende; Alex, ahora es natural que ya tenga otro novio y no le interese seguir contigo, tendrías que hacer muchos méritos para que volviera fijarse en ti, quizás tengas que volver a empezar.

-- Sí Alex, tienes que volver a conquistarla - alternó José Manuel, para ti, si te propones

eso es fácil, además, nosotros ya estamos acostumbrados a verlos a los dos en nuestra “palomilla”; tú sabes cómo los queremos a los dos, con decirte que en dos o tres ocasiones, cuando sabíamos que Mariana traía algún pretendiente, íbamos todos de visita trillo nos acompañaba y le pedíamos a Mariana que tuviera paciencia que esperar un poquito más si lo hacía, y tú mi hermano, nos hiciste quedar mal a todos, porque te olvidaste de ella por completo.

Reconozco mi culpa -dijo Alejandro; pero nunca la deje de querer, fue mi desidia y como

vi que me quería tanto, pues creía que al llegar yo, en el acto se volvería a ser minoría; pero, ¡qué necio he sido!, Pues parece que al novio que tiene ahora, si lo quiere y está decidida a seguir con él. Yo ya no le interesa lo más mínimo.

-Ella te lo dijo- preguntó José Luis Aldana. -No, no me lo dijo porque no la deje hablar; pero parece que llegué tarde, ya no le intereso,

pongamos. Final este tema es si de verdad me estima, no me la vuelvan a recordar. -- Está bien y Alex- le dijeron todos - buenas noches - se despidieron y cada quien se fue a

su cuarto. Alejandro entró a su cuarto, apago la luz y se mete en la cama, se hundió en sus tristes

pensamientos, recordando cuando conoció Mariana dos años atrás y lo felices que fueron en ese tiempo; el cansancio y la pena lo dominaron y se quedó dormido.

Los días se sucedieron y Mariana siguió su rutina de trabajo y de teatro. Charlie, como

siempre, después de los ensayos se quedaba esperando a que Mariana saliera por la ventana para reiterarle ¡cuánto la amaba!; Nadie interrumpía el romance de la pareja. Sin embargo, Charlie notaba Mariana muy triste desde aquella noche en que llegó Alejandro. Se dedicó a observar la con cuidado para tratar de saber que turbaba su espíritu, pues ya nunca quería declamar poesía

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ni cantar en las fiestas; el casino reía como antes, su personalidad había cambiado, después de que era quien alegraba las fiestas; ahora permanece silenciosa y esto empezó a preocupar a Charlie.

El trataba de animarla, la invitaba a salir a tomar un café, la invitaba al cine; salían juntos

a misa los domingos y al jardín; pero aquella Mariana dinámica y alegre ya no existía. En su casa también lo notaron y preocupó a todos.

Por otro lado, Alejandro sufrió el mismo cambio, ya no quería salir por las tardes con sus

amigos a dar su paseo vespertino al jardín y a los portales, lo mismo que a la nevería “Irma”, donde casi todos sus compañeros se veían con sus novias. Ahí se hacían muchas conquistas porque era uno de los centros de reunión por las tardes. Ésa nevería siempre está concurrida de muchachas y muchachos.

Alejandro se seguía disculpando y se aislaba en su cuarto con el pretexto de que tenía que

hacer algún trabajo, no deseaba acompañarlos. Sin él, todos se sentían tristes, pues eso de que Alejandro no los acompañarán los tenía

“con los pelos de punta”. Una tarde hicieron una reunión en el hotel en el cuarto de Galindo, que era el cuarto más

grande del hotel. Como él era el mejor pagado, su cuarto estaba alfombrado, con rabia y otros lujos. Ahí era normalmente el punto de reunión de todos los compañeros.

Galindo era un tipo alto, gordo, de ojos verdes, muy franco en su trato y sincero; tenía

aproximadamente 35 años de edad y los quería todos como si fuera su hermano mayor. Se hizo novio de Evita Burgos, quien con el tiempo se hizo su esposa y siempre muy amiga de Mariana.

Todo de hacían bromas pesadas a Galindo; pero él les pasaba todo. La reunión de esa tarde estaba en su mejor., Sólo faltaba Alejandro, que antes jamás

dejaba de asistir a los convivios bohemios que hacían todos. José Luis Aldana, que era el más íntimo amigo de Alejandro, pues los dos eran de Lagos de

moreno, Jalisco, les dijo a sus compañeros hay que hacer algo para que Alejandro y la morena se reconcilien, pues yo estoy seguro que los dos se aman. Ella está resentida con él y por eso cree estar enamorada del joven ese que la acompaña ¿qué tal que se vaya encapricha de se case con él? -Ante estas palabras todos se pusieron a pensar.

De pronto. Adalberto Chaves dijo -- ¡ya lo tengo!, ¡Es decir ya tengo la solución!, Hay que

organizar una tarde, nos ponemos de acuerdo con nuestras novias y días que inviten a Mariana, hay que hacer la tarde en la casa de Tere García, que es la gran amiga de Mariana; pero que no le digan que vamos a ir nosotros, que sólo le mencioné la tardeada y a la mitad de la fiesta llegamos

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nosotros con Alejandro y así logramos que ellos encuentren y nosotros nos hacemos los disimulados sacando a bailar a nuestras novias y que suceda lo que Dios quiera.

-- ¿Y qué le decimos Alejandro? - Preguntaron los demás – bueno - dijo Roberto - le

decimos que tenemos una “pachanga”, que nos invitaron a una tardeada y nos lo llevamos con engaños para que se dé ahí el gran reencuentro.

-- Estupendo - dijo Galindo -manos a la obra, yo pongo los gastos y si después de la fiesta

ellos vuelven a ser novios, les llevamos serenata a todas las muchachas, ¿qué dicen?

-- Magnífico-- asentaron todos - tu Adalberto de Esther, yo le digo a Socorrito y tú José Luis invita a las Alba, diles que les avise a todas y cuida que no falten Lupita Valadez y “la güera”. Dijo Manuel Ángel muy animado - oigan, también hay que invitar a Lola Pacheco, a Celerina y a Elvira. En ese mismo momento decidieron emprender el proyecto y salieron del hotel todos juntos rumbo a la casa de Teresa García, a quien le informaron de todo. Quería su vez, se fue a casa de Monzo y después a la de María y juntas avisaron a todas. Se pusieron de acuerdo para que la tardeada se celebrara el siguiente domingo a las cinco de la tarde. Sólo a Teresa García le dijeron el objetivo de la tardeada, porque algunas invitadas, como las hermanas Alba, eran amigas de Charlie no convenía que se enterara.

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CAPÍTULO CINCO

EL REENCUENTRO

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CAPITULO V

EL REENCUENTRO Llegó el domingo esperado, Socorrito León y Teresa García habían ido a visitar a Mariana,

quien había aceptado encantada. Le recomendaron que en esta ocasión no invitar a su novio porque se trataba de una reunión sólo de muchachas.

Llego por ella Cristina Zúñiga a las cinco en punto. Cuando llegaron a la fiesta, todo era

alegría; bailaban, cantaban, decían chistes y una de ellas, tocaba la filarmónica; todas entonaban bonitas canciones, bebían refrescos y comían pastas.

Los chistes espontáneos se oían por doquier, estaba todo muy animado, cuando de

pronto, hicieron acto de presencia Roberto Ornelas y todos los muchachos, por supuesto, venía entre ellos Alejandro.

Entraron contentos y bullanguero, Teresa conectó inmediatamente el tocadiscos y

empezaron a oírse los acordes del Fox-Trot, “La calle 12” Mariana vio entrar a todo sorprendida y de pronto, sus ojos se encontraron con los de

Alejandro, los dos se quedaron mudos contemplándose, sintiendo una gran emoción; ninguno de los dos se atrevía a hablar hasta que por fin Alejandro rompió el encantamiento.

-¡Qué tal Mariana!, ¿Cómo estás? -Muy bien Alejandro, ¿y tú? -- Muy triste- expresó- porque no te había visto, puesto ya no me buscas ni me llamas por

teléfono… ¿Me has extrañado un poquito? Mariana guardo silencio, en eso Roberto Ornelas, que estaba a la expectativa, al verlos

hablar, fue al tocadiscos y puso el tango “la cumparcita”, ellos bailaban muy bien cuando eran novios y todos los amigos les hacían un círculo, en los tiempos cuando les decían “los Reyes del tango”.

Al escuchar lo que estaban tocando, los 12 enternecieron y se quedaron mirando.

Alejandro en voz baja le dijo - morena, ¿aceptarías bailar conmigo este tango para vivir y recordar la historia de un gran amor?

Mariana temblando de emoción, aceptó, se dejó llevar suavemente marcando los pasos

con elegancia. Los amigos al darse cuenta, les hicieron un círculo, la pareja bailaba en silencio,

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cuando terminaron, todos aplaudieron muy contentos al verlos juntos de nuevo, pues todos creían que eran la pareja ideal.

Alejandro hizo una honda expresión y exclamó -¡al fin de nuevo solos!, Dime Mariana, al

bailar nuestro tango “la cumparcita”, dijo nuestro porque en otros tiempos la queríamos como nuestra mejor interpretación, claro sin dejar de recordar “guitarra romana”, “adiós muchachos”, “Siboney”, “sentimiento gaucho” y tantos más que nos hicieron tan felices; pero, para qué seguir recordando tantas cosas bellas y tú ya no me quieres, ¿verdad Mariana?

-- “Todas tenido la culpa de todo” -- contestó secamente ella. -- Mira Mariana, hablemos como dos adultos, ¿te parece?, Yo ya no soy un adolescente,

soy un hombre de 23 años y tú una jovencita de 20, una mujer hecha y derecha; yo he sido un hombre de mundo, un bohemio; pero cuando te conocí a ti, te vi distinta a las demás, tienes un no sé qué, que me atraía que admiro en el arte. Has llegado a lo más profundo de mi ser, yo, sí, Alejandro que nunca sintió verdaderamente nada por nadie, empecé a sentir por ti un amor verdadero, un amor distinto del que jamás sentí por mis otras novias; un amor profundo y hermoso que me ha hecho ver la vida distinta; he soñado muchas veces en que serás mi esposa, una esposa buena y abnegada, rodeados de hijos y amándonos eternamente.

--Mis planes se interrumpieron - continuó hablando - cuando me fui me mandaron a

trabajar lejos de ti; cuando partí, los primeros meses me sentí muy triste, me volví neurótico sin tu compañía; me di cuenta que no eran nadie viéndome tan lejos, vuelve a ser lo que era antes, sólo un galán, fue cuando ya no te escribí te deje plantada; pero nunca, te lo juro, nunca te quitaste de mi mente.

Por las noches, al llegar al cuarto de mi hotel, me encontraba con tu fotografía, que diario

estuvo en mi buró con un ramito de violetas en un vaso de agua; te contemplaba y a veces, lloraba de desesperación al pensar que estabas tan lejos de mí sentía que, quizá por mi culpa ya no me querías llamabas a otro; pero hasta ahí llegaba mi dolor, pues mi desidia y la pereza para escribir te acaba con todo. Ahora, el destino Mestre de Nuevo León y, no sé por qué; pero esto del destino causa una sensación muy especial, te voy a contar por qué; cuando después de estar tanto tiempo lejos, terminó mi interinato en tepehuanes, llegué a mi casa en Lagos de moreno y para descansar, me fui a la hacienda que fue de mi padre “el jaral”, donde nací; se encuentra al pie de “la mesa redonda”; también visité “el Ixtle”, rancho de los Martín del Campo que se encuentra ahí cerca. Los Martín del Campo eran los padres de mi madre, la hacienda y el rancho se comunican con lagos por caminos vecinales. Si te contara, toda mi niñez la pasé ahí fui muy feliz. En mis vacaciones y mis días libres, acostumbrábamos ir a descansar al campo.

Encontrándome en la hacienda en esta ocasión, como le contaba, llegó un telegrama de

los ferrocarriles nacionales donde me decían que saliera de inmediato a tomar la estación de Zacatecas, pues me daban ese puesto de planta con buen sueldo y, como debo sincerarme contigo, yo si quería ir a Zacatecas por muchos motivos, entre ellos, porque para mi futuro, sacarme de planta la estación de Zacatecas, era lo mejor que me podía ocurrir.

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Entonces, como te decía, me vine rápido a lagos y me presenté la oficina del telégrafo para

reportarme; pero cuál va siendo mi sorpresa cuando me dijeron que como no me presenté de inmediato y urgía relevar al jefe de la estación, mandaron a otro en mi lugar; pero que había un nuevo mensaje para mí, en donde en lugar de Zacatecas, me ofrecían León, también de planta y con el mismo sueldo.

Te juro que, al oír León, me quedé como paralizado; León… León. Sí, sí, acepto conteste y

me dieron la orden de trasladarme aquí. Al siguiente día ¡qué alegría sentí!, No me lo esperaba, te lo juro; el corazón se me inflamó

de dicha, no podía ni hablar. La orden de tomar la estación de León era lo máximo para mí, inmediatamente pensé y me dije; ¡voy a ver a mi morena! ¡Volverte a ver!, ¿Te imaginas?, Era como volver a vivir; ver a mi amor, a mi vida, mi chiquilla; volver a sentir en el pecho se amor verdadero, blanco y limpio.

Cuando me entregaron la orden de salida, venía feliz, olvidé Zacatecas, ya no me importa

nada; mi madre notó mi gran alegría cuando le dije - ¡mamá; salgo a León! ¡Me vieron la estación de planta! ¡Estoy muy contento mamá!, León me queda media hora de aquí, estaré pendiente de ti y de Chevita mi hermana; pero lo más estupendo de todo es que volveré a ver a la morena, ¿te acuerdas mamá que fue mi novia y la quise mucho?

-- Su hijo, la recuerdo, me da mucho, mucho gusto que vuelvan a encontrar si te felicito

por tu puesto, que Dios te bendiga. -- Así fue, cuando llegue lleno de entusiasmo esta ciudad, no tuve otro pensamiento en

cuanto deje la maleta en el hotel, que el de correr a la librería “Cuauhtémoc” saber si todavía trabajabas allí.

Cuando al fin te di, sentí una emoción tan grande que no podría explicar, veía a mi morena

la que creía perdida, la muchachita sencilla y noble que tanto amé y me amó. Después, tú ya sabes lo que pasó el día que tomamos el café en la nevería “Irma”, cuando me dijiste que en mi ausencia habías encontrado a “un gran hombre” y que salí… Tan ridículamente digno y enojado.

Rellene recelos, de rabia y de tristeza; de decepción, de no sé qué; pero cuando reflexione,

me arrepentí de la escena injusta que te hice, pues comprendí que yo no tenía derecho a hacerte ninguna reclamación después de que te deje plantada; que engreído fui.

Por todo cuanto ha ocurrido, quiero y pedirte perdón, tú no merecías nada de lo que pasó,

qué torpe he sido, perdóname Mariana, perdóname; desde series sufrido mucho, he visto que tú lo eres todo para mí, ya no puedo vivir sin ti Mariana, sino me perdonas me voy a volver loco, no puedo concentrarme para trabajar, estoy de mal humor todo el tiempo, por eso querido encontrarme contigo por última vez, para que lleguemos a un arreglo final; yo te he contado sinceramente todo porque te amo entrañablemente, de contado mi vida, mis errores para que

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me conozcas tal y como es y como soy, por eso te pido que reflexiones, yo jamás amaré a nadie más que a ti. Tú jamás amarás a nadie más que a mí. Mírame a los ojos y verás que no es sacarle a quien amas, es a mí a quien tú quieres y has querido siempre, yo lo sé, lo siento. Por lo que te hice sufrir, que refugiarse en ese amor que cree sentir, estoy enterado que es un buen muchacho y sé que te respeta y te ama; pero si tú de verdad lo aprecias, debes de analizar tu conciencia y te darás cuenta que tú no lo amas de verdad, seguramente le tienes un gran aprecio, un especial afecto, eso y nada más; a la larga, si te casas con él, le hará la vida imposible y lo harás muy desgraciado.

Eso no es justo Mariana, ni para él, ni para ti, ni para mí, te pido que hagas tu examen de

conciencia y lo pienses muy bien, no confundas la estimación y el agradecimiento con el amor; si sacas esta conclusión de todos tus pensamientos, entenderás que no es amor verdadero lo que sientes por él, entonces Mariana, te sinceras y le dices que a quien amas esa mí; aunque te duela hacerlo. Piensa que nuestra vida, nuestra felicidad es la que está en juego; la felicidad nada más una vez pasa en la vida, si la dejamos ir, estamos perdidos; si él te ama tanto como dice, lo comprenderá.

Mariana escuchó en silencio la confesión de Alejandro, con los ojos húmedos de emoción,

en el pecho sentía algo que la oprimía. El siguió con confianza hablándole, viendo que ya parecía comprenderlo.

-- Mariana-- le reiteró - no se te hace raro que el destino me haya traído a León en lugar

de haberme llevado a Zacatecas, ¿no será cosa de Dios para que unamos nuestras vidas para siempre?, Te invito a que lo pienses muy bien, tomate 15 días para pensarlo, cuando pase ese tiempo, vendré para saber tu última palabra, si para entonces me dices que quien amas esa Charlie, me retiraré de tu vida con todo mi dolor; si tu felicidad está con él, te prometo irme lejos y no volver a molestarte nunca; pero a quien amas esa mí, te diré tu mano en cuanto tú me digas.

-- Dime Mariana, ¿aceptas pensarlo bien? -Mariana inclinando la cabeza le contestó que

sí. -- Entonces morena, en 15 días volveremos a encontrarnos y que Dios nos ayude,

entremos al salón porque ya nos han de extrañar. Entraron y se confundieron entre todas las parejas, bailando suavemente en silencio, sin

que la emoción que los embargaba les permitiera volver a pronunciar palabra. A las nueve de la noche terminó la fiesta y todos volvieron muy contentos a sus casas.

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CAPÍTULO 6

SACRIFICIO DIGNO DEL

ROMÁNTICO CHARLIE

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CAPÍTULO VI

SACRIFICIO DIGNO DEL ROMÁNTICO CHARLIE

Mariana esa noche no durmió, no sabía qué era lo que pasaba; se sentía feliz y, al mismo tiempo triste, con la mirada fija y como fuera de sí. La confesión tan sincera de Alejandro la había dejado trastornada. Ella creía que él nunca la había amado y descubrió de pronto que sí la amaba con desesperación, sentía que el corazón no le cabía en el pecho.

Estaba contenta de que él hubiese sido tan sincero con ella, que será una gran prueba de

amor y de honestidad. Las horas de la noche le llenaban de pensamientos el insomnio, en 15 días tenía que dar

la respuesta definitiva, después de la confesión de Alejandro, ya no había nada que hablar, sino decidir si se convertía en la esposa de Charlie Sandoval o en la esposa de Alejandro Martín del campo. Era el momento más significativo de su vida.

Pidió a Dios y a la virgen que la iluminaran para saber qué debía hacer. Al día siguiente, Mariana salió a trabajar como de costumbre, se veía despejada; pero

grave y misteriosa, en su trabajo no pronunció palabra; la vino a sacar de sus pensamientos el timbre del teléfono, al descolgarlo, oyó la dulce voz y varonil de Charlie.

-- ¡Buenos días, mi amor!, ¿Cómo estás?, -- Bien Charlie, ¿y tú? -- Extrañándote como siempre, quisiera verte pronto; pero… Tengo mucho trabajo y creo

que no podré verte hasta la noche. -- Está bien Charlie, como tú digas. -- Entonces hasta la noche, mi amor. Al colgar el teléfono, Mariana sintió que se le desgarraba el alma, pues al oír la voz tierna

de Charlie, salió del mundo obscuro de sus pensamientos ¡Charlie!, ¡Charlie!...¿Qué puedo hacer Dios mío?, ¿Qué puedo hacer?

Se entregó a su trabajo para distraerse un poco y olvidar esa pena tan grande que tanto la

agobiaba.

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A la una de la tarde en punto, salió de su trabajo y se dirigió a la parroquia del Sagrario, pues ella necesitaba el consejo de Dios, que era el único que podía decirle que hacer. Entró y se arrodilló frente al altar y con todo su ser le pidió a Jesús Sacramentado que la ayudara, así como a la virgen de Guadalupe.

Al estar en su oración, salió de la sacristía el señor cura; don Reynaldo Puente, que conocía

a Mariana desde niña, como a sus hermanos que habían sido acólitos de esa parroquia; al ver a Mariana, se le acercó, le puso una mano en el hombro y le preguntó -¿cómo estás? Mariana, ¿te pasa algo?, Traes cara de angustia.

Mariana alzó sus ojos tristes y al ver al señor cura le contestó - sí, señor cura, me pasa

mucho. -¿Quieres que platiquemos un momento?, Pasa a la sacristía cuando termines tu oración,

ahí te estaré esperando. - Si señor cura - le contestó Mariana con un destello de esperanza en los ojos. En cuanto terminó su plegaria se dirigió a la sacristía, donde encontró al señor cura

leyendo un libro. -- Pasa Mariana - le dijo dulcemente - ¿siéntate y cuéntame qué te pasa? -- Señor cura, Mariana alzó los ojos angustiada, estoy pasando por un problema serio--, y

le contó toda la historia que el señor cura escuchó con atención. Al final de su narración, Mariana le decía - Charlie es dulce, tierno, respetuoso, amado

Dios, es un gran creyente de nuestra religión católica, comulga diario, es un gran hombre y creo que me ama como nadie me ha amado.

En cuanto a Alejandro, es un hombre muy interesante, elegante inteligente, de mucho

mundo bohemio, poco creyente; pero va a misa y es muy culto, es un gran poeta, trabajen ferrocarriles nacionales y es muy galante con las mujeres; pero me ama entrañablemente, tenemos de conocernos tres años y entre grandes romances y algunos disgustos, hemos llegado hasta hoy, el gran problema que tengo, señor cura; es que los dos me aman y quieren pedir mi mano de inmediato.

-- Y tú, ¿qué has pensado, hijita? -- No sé qué hacer, señor cura, yo creo que me ha llegado, como a todos, pasar por el

momento decisivo de mi vida. Con Charlie me he acoplado tanto; pensamos igual, con el me siento apoyada, me refugio en el si tengo alguna pena, es muy piadoso y comulga con una gran devoción; busca a Dios en todo.

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Me ama tanto que se preocupa de todo lo mío, me vela el pensamiento, me comprende como nadie en el mundo, yo en ratos me he puesto a reflexionar sobre si realmente lo amo es que lo estimo demasiado todo lo quiero como a un hermano, como a un amigo; pero no lo sé, es tan bueno que yo no podría ser tan buena como él.

--¿Y Alejandro? -- Le preguntó el señor cura. A Mariana se le iluminó el rostro y contestó suavemente ¡Alejandro!, Y la mujer más feliz

del mundo cuando lo conocido y su novia, para mí, en ese tiempo mi vida era él; lo adoraba y el me demostraba lo mismo cuando estábamos juntos, diario estamos felices, los dos nos acoplaba Mosén todo, los dos declamábamos en las fiestas; el declamaba la poesía “Beto” y yo “la serenata de Schubert”; en los bailes nos habrían espacio para bailar tangos, todos los amigos que nos rodeaban eran felices con nosotros y comentaban que éramos la pareja ideal.

Alejandro era cariñoso, tierno, respetuoso; me llevaba serenatas inolvidables, en fin, todo

era bello y felicidad; pero ya ve, se fue y no volvió en un año, sin escribirme, sin saber nada de él. ¿Usted cree que yo pueda volver con él?, ¿Verdad señor cura que lo que me hizo es

imperdonable?, ¿Qué puedo hacer, señor cura? Alejandro me apuesto un ultimátum, este mi ex novio cuando soy la novia de un hombre tan grande como es Charlie Sandoval.

-- Al cual tu no amas, hijita - le contestó amable señor cura. -- Mariana levantó los ojos sorprendida y admirada por lo que el señor cura le decía. No Mariana, no lo amas -le repitió- tratas de amarlo, lo estimas mucho; pero a quien verdaderamente amas es Alejandro, reflexiona y verás que tu corazón a quien ama es Alejandro, con el corazón no se juega hijita. Piensa sobre lo que está pasando en tu alma, y si en el fondo de tieso es lo que sucede, haz lo que tu creas conveniente, haz lo que tu corazón te diga, pues es algo que tú tienes que decidir. -- Usted, señor cura, como mi guía espiritual que ha sido, ¿qué consejo me da? Bueno, en caso de que tu te cerraras a mi criterio, te diría; Mariana, cásate con Alejandro, el bohemio, galante. Mariana abrió los ojos asombrada, no esperaba esa respuesta del señor cura, ella quería que le aconsejará casarse con Charlie, por su forma de vida, tan moral y recta. No podía creer lo que veía de los labios del sacerdote y señor cura don Reynaldo puente, que al verla tan extrañada, la calmo y le dijo -- sí, hijita, porque es al que amas, porque lo has amado siempre desde que lo conociste, y él también al igual a ti; haya hecho lo que haya hecho, tú eres el amor de su vida, te ama como tú dices, entrañablemente y eso, es lo principal; por otro lado, los hombres, hija, que como él, han tenido mucho habían conocido muchas mujeres, son los

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mejores esposos porque ya están hastiados de mujeres y de mundo, ella lo que desean es un hogar y tener hijos; llegan a ser los mejores amantes esposos y buenos padres con sus hijos, y si algún día se les presenta alguna mujer galante, de esas que hay tantas que se dedican a separar los matrimonios, ellos, con gran maestría, las mandan a “freír espárragos” como se dice, pues tienen demasiada experiencia como para dejarse atrapar; son los mejores para el matrimonio, en cuanto a lo poco católico, ese no es problema, el seguramente por sus viajes, por su medio en el ferrocarril, se distanciado un poco de Dios; pero si te casas con él, pienso que tuvo buenos principios, los de su madre y, el que tiene buenos principios, tiene buen fin. --¿Y Charlie, señor cura? Preguntó inquieta Mariana. Charlie está joven y tiene toda una vida por delante, si te sinceras con el y de veras te ama, él sabrá comprenderte por el gran espíritu moral que tiene; comprenderá que Dios tiene destinada para cada hombre la compañera que le corresponde. Ahora Mariana, acércate al Sagrario y a la Virgencita de Guadalupe y pídele a Dios el espíritu Santo que te iluminen para lo que tienes que hablar con Charlie, si es que te decides por Alejandro. De hija y que Dios te bendiga, yo estaré aquí esperando la invitación a tu boda, donde yo seré tu padrino de manos con el hombre que Dios te haya señalado. Mariana, consolada llena de fe, besó la mano del señor cura. Al salir de la iglesia sintió un gran alivio, pues pensaba que Dios, por medio del señor cura le había iluminado; las bellas palabras del sacerdote habían sido como un bálsamo, sentía que había escuchado palabras muy sabias, de alto criterio y gran moral cristiana. Estaba segura de que Dios no la había abandonado después de la hermosa plática. Llego tranquila su casa, dispuesta sincerarse con Charlie, comió con bastante apetito y habló con su madre doña Margarita y con la señorita Conchita, a quienes les narró toda su conversación sostenida con el señor cura. Ellas escucharon con atención sin invertir la más mínima opinión, pues estaban seguras de que sólo ella tendría que decidir su destino.

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CAPÍTULO 7

FIN DE UN AMOR SUBLIME

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CAPÍTULO VII

FIN DE UN AMOR SUBLIME

Mariana pasó muy mal anoche, entregada a sus tristezas y desesperados pensamientos, se dedicaba a decir plegarias pidiéndole a Dios que le ayudará decidirse y enfrentarse a la realidad, pues estaba consciente de que era, indudablemente, el momento más importante de su vida. Toda esa larga noche pidió a Dios y a la santísima virgen de Guadalupe que le dieran valor para poder hablar con su novio y explicarle su confusión, a fin de que el comprendiera, que quien realmente amaba, era Alejandro. Nada de esto fue fácil, ya que pasaron los días y las noches y Mariana llena de angustia esperaba el momento más adecuado para decidirse hablar y sincerarse. Charlie ya había notado que algo raro le pasaba Mariana, y ya no era la misma de antes, la sentía triste distraída, reservada y pensativa; ya no era aquella persona comunicativa. Charlie empezó a preocuparse, sale a caminar horas y horas, sin ningún lugar fijo, queriendo disipar el porqué de la tristeza de Mariana, de sus miradas profundas como tratando de decirle algo muy especial. Después de regresar de uno de sus paseos, entró a su cuarto, apagó la luz y se echó en el diván, él se sentía también desesperado y triste. De pronto pensó -¿tendrá Mariana algún problema?, ¿Tendrá que ver con su trabajo con su casa?, ¿Por qué no me lo contara?, En esos pensamientos estaban cuando un fuerte impulso lo hizo pararse de un solo salto y se sentó en el diván - ¿no será que ha vuelto a mar Alejandro?, No, no puede ser.. Y…¿Por qué no? Si sé que se amaron profundamente, ¿será que no han podido olvidarse?, No, porque dejaron de verse mucho tiempo, ¿será porque yo estoy de por medio? Sí, sí … No cabe duda que no se han olvidado completamente, Alejandro ha vuelto a inquietarla, ella no era así antes de que él viniera; desde que llegó. Mariana, poco a poco ha ido cambiando, su carácter, su modo de ser; está muy nerviosa y a la vez sombría ¡Dios santo!, ¿No estaré yo cometiendo la injusticia?, ¿No estaré yo interponiéndome entre Alejandro y Mariana?, ¿Su felicidad?; Seguramente ella por lo mucho que me estima no se atreve hablarme sobre eso para no ofenderme, si, si, eso debe ser no hay duda, ¡qué torpe he sido! Tratare de ayudar la poco a poco hasta que me lo diga; pero ¡Dios mío!, ¿Qué haré yo sin ella?, No podría vivir sin verla, sin escucharla, ¿cómo es posible que pasen estas cosas?, ¿Cómo es posible que el destino se tan cruel conmigo?, ¡Perder a Mariana!, La mujer de mi vida, ¡la mujer que tanto he amado y en la cual tenía puestas todas mis ilusiones!. Se puso de pie de pronto empezó a dar pasos desesperados y puñetazo sobre la mesa ¿pues no que la ama tanto?, Si de veras la amara yo me sacrificaría renunciando a ella. Para que

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pueda ser feliz debo sacrificarme.. ¿SACRIFICARME?, Y se dejó caer en un sillón, las lágrimas recorrían por las mejillas, en este estado de dolor se quedó dormido. Por la mañana, Charlie abrió los ojos y vio su cama intacta, ni siquiera se había acostado en toda la noche. A la hora de costumbre, llegó al ensayo a la casa de Mariana en donde se preparaba la obra “amor de madre”; no notaron un poco reservado, ya no sonreía, estaba preocupado. Al terminar el ensayo, espero afuera que Mariana saliera por la ventana, para “echar” reja con ella, como en aquellos tiempos se decía. Esperaba no con la emoción de otras noches, sentía el alma llena de dolor. Al abrir Mariana la ventana, él se acercó en voz baja, en un tono muy dulce y mirándola los ojos, le preguntó -¿qué te pasa Mariana?, ¿Por qué no me hablas como antes?, ¿Por qué está siempre triste?, Dímelo, ¿no me has tenido siempre confianza?, Dime tu que tienes porque si tú no me lo dices, te lo diré yo, terminó con firmeza en su voz. Mariana levantó la cabeza asustada cuando oyó que Charlie agregaba interrogativamente -¿amas todavía Alejandro? Mariana lo contempló asustada; pero Charlie ya no se detuvo y decidido lo dijo - contéstame Mariana, sincera conmigo, ¿lo amas mucho?, ¿No puedes olvidarlo, verdad? - Todo su ser estaba en sus ojos fijos de Mariana, ella poco a poco bajo los suyos y después de, una pausa lo miró y le dijo -si Charlie, no puedo olvidarlo, yo hice lo posible por olvidarlo, pues a quien quería era a ti, únicamente a ti. -- Si Mariana, es que no te has puesto a reflexionar que mi me quieres; pero… No me amas, al que siempre has amado es a él, Alejandro y no a mí. Mariana, ante estas expresiones, escuchaba en silencio mientras que Charlie proseguía - yo comprendo que el que tiene todos los derechos es él, él es el único que tiene derecho a ser feliz contigo, pues él te conoció primero y siento que ahora sufres por mi culpa. Me he dado cuenta de que sido muy torpe al pensar que podía ser mi compañera la mujer que ama a otro. Mariana estaba atónita, lo que oía no lo podía creer. Charlie le tomó suavemente las manos y se las besó con ternura y le dijo despacio firme - yo le cedo todos mis derechos Alejandro para que reanude sus relaciones contigo y puedan casarse y ser felices. Yo, Mariana.. Me retiro de tu vida, pues yo… Aquí... No tengo nada que hacer. Quiero que sepas que estas determinaciones por el gran amor que te tengo y deseo verte feliz, que seas muy dichosa. Mariana al escuchar estas palabras, bien Charlie tanta nobleza, un amor sublime, que se echó a llorar y con lágrimas en los ojos le dijo - que no merezco tu amor, no merezco tu sacrificio por mí.

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Charlie emocionado le estrechó las manos y con una intención de calmarla le suplico - Mariana ya no llores; aunque ya no vuelva a verte, puedo jurarte que este amor fue lo más bello de mi vida, adiós Mariana, no quiero que te sientas mal, tu conciencia debe estar tranquila; te prometo estar mañana en el ensayo tan puntual como siempre - volvió a besarle las manos y se retiró de la ventana para perderse en las calles solitarias de la noche. Y al día siguiente, la señorita Conchita que había estado muy pendiente de los sucesos, comentó con doña Margarita sobre la conveniencia conveniencia de llevar a Mariana unos días de paseo lejos de León, para que pudiera juntar sus pensamientos y con mayor claridad decidiera su vida, además, le hacía falta descansar. Alejandro le había dado tiempo para que lo pensara y en la librería gustosamente le darían permisos, pues era muy estimada. Salieron las tres de viaje rumbo a Michoacán, al pintoresco pueblito de Yurécuaro, que en ese tiempo se engalanaba por las fiestas patrias. El jardín principal estaba bellamente adornado, los desfiles engalanados con los mejores vestuarios; había bailes y paseos. Las serenatas llenas de luz y colorido; el combate de flores de Santamaría y tantos atractivos, borraron la tristeza del rostro de Mariana. Estaban hospedadas en la casa de doña Ramoncita Hernández de Echegollén, que eran las tres inseparables, lo mismo que con “Lola” y “Pina”, todas primas muy queridas. Sus primos Juan José Salvador, Miguel y Ezequiel, eran muy alegres y bullangueros. La casa estaba muy cerca del centro, a una cuadra, en la calle Morelos número 19. La familia tenía frente al jardín una gran farmacia que se llamaba “la farmacia del pueblo”, en la que Ezequiel “chequelo”, como cariñosamente le decían, se encargaba de surtir las recetas; en una farmacia muy concurrida era toda una droguería. Ahí se juntaban por las tardes todas las primas para pedirle a Ezequiel su “raya”, para irse a la nevería oír a pasear al jardín. Todos los días había invitaciones a bailes, paseos, charreadas y cuanta fiesta se realizaban el bonito pueblo. Los paseos al río eran famosos, había distintos balnearios y una famosa huerta que se llamaba “El Jacalón”. Así pasó Mariana con sus familiares dos meses de fiestas y alegría, hasta que doña Margarita por fin decidió regresar a León, pues ella como estaba viuda, había convencido a la señorita Conchita de que llegando a León, se iban a preparar para irse a radicar a la Ciudad de México con su otra hermana, María de Jesús “chucha”, a quien adoraba; unidas querían ampararse las dos hermanas.

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Al regresar a León, alguien le dio “el pitazo” Alejandro del retorno de Mariana. Ello un grupo de amigos, junto con algunos familiares de ella, la esperaron en la estación del ferrocarril. Cuando Mariana iba a bajar del tren, Alejandro se adelantó y le ofreció la mano; los dos se vieron a los ojos llenos de amor y en ese justo instante se dieron cuenta de que eran el uno para el otro. Subieron al automóvil en silencio sonriéndose, la emoción devolverse a ver no les cabía en el pecho. Al llegar a casa de Mariana, Alejandro se le acercó al oído y le dijo - morena, mi amor, ¿podría hablar contigo esta noche?, ¿Podrás recibirme en tu ventana las nueve? Si Alejandro, te espero, le contestó firme Mariana, Alejandro lleno de pasión beso su mano y se retiró pensando que por fin su antigua novia volvería pertenecerle, a nada más, a él.

Iba reflexionando -¡tanto que han dado por esos mundos donde conocido a tantas mujeres veía!, ¡Tantos amigos bohemios!, ¡Cuánta farra y alegrías!; Pero nunca, nunca me había sentido tan feliz y emocionado al conocer a esta chica tan sencilla y que ha despertado en mí una ilusión verdaderamente bonita y, sobre todo, un gran amor, el amor de mi vida. Por fin, “la morena” que estado a punto de perder para siempre, volverá a ser mi morena y pronto será mi esposa, lo juro.

Mariana, antes de las nueve de la noche, cinco ante su Virgencita de Guadalupe y le

imploró que si Alejandro le convenía para él, ser el compañero de su vida, se presentara a su ventana las nueve como le había dicho y si no llegaba es que no le convenía y prefería que no regresara nunca más.

En el momento que Mariana estaba orando, se oyó el silbido largo, largo de Alejandro, así

como sus pasos recios y elegantes que Mariana había escuchado en otros tiempos. Con gran emoción abrió temblorosa la ventana, dio las buenas noches a su visitante, los

dos temblaban de la emoción llenos de amor; después de un año que estuvieran separados por el destino, ahora el mismo destino los une de nuevo. Después de tantas cosas que tuvieron que pasar para que Dios quisiera volver a juntarlos.

En el silencio le tomó las manos, las beso y sin titubear, el hombre que todo el mundo

creía incansable, le dijo -Mariana, mi amor, ¿quieres casarte conmigo?, ¿Aceptarías ser mi esposa?.

Mariana firme y decidida contestó - sí, Alejandro si quiero, acepto. Alejandra aprovechó la ocasión para hacerle otra pregunta, que ella ya esperaba ¿dejarás

el teatro por mí?

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Mariana con tristeza; pero firme dijo, si Alejandro, dejaré todo lo que tú quieras; pero te

pido que me permitas despedirme del teatro con “amor de madre”, es una hermosa obra que tengo prometida para beneficio del templo del auxilio, donde está el reverendo padre Nacho anda, la presentaré dentro de 10 días o sea el 20 de diciembre.

Si Mariana, despídete del teatro con calma y termina con todos tus compromisos

satisfactoriamente, así acordaremos que había pido tu mano; pero… Piénsalo muy bien, ¿no te arrepentirás de dejar todo por mí, tu teatro, tu público que tanto te admira y te ha aplaudido?

Mariana le respondió -- no cabe duda que siento una gran tristeza dejar todo, como creo

que tú también pues estoy segura que dejarás a todos los amigos que tienes y especialmente por sus “farras”, ¿verdad?

Alejandro sólo se rio, si mi amor, yo también dejaré todo, te lo prometo, la abrazó lleno

de dicha y de amor y la colmó de besos. Esa noche, como en tiempos pasados, llevó a la ventana de Mariana una romántica

serenata, recordando aquellas bellas melodías de antaño, como “buenas noches, mi amor”, “la consentida” y muchas más; todas ellas cantadas por el romántico Alejandro, como en otros tiempos.

Al día siguiente, Mariana se dedicó a reanudar los ensayos para dar los últimos retoques

a la obra de teatro que tenía en preparación “amor de madre”, con la que se despediría de las actividades artísticas para siempre.

Los días siguientes transcurrieron llenos de actividad, se hacían todos los arreglos

necesarios, de apuntes, de vestuario, de maquillaje, de decorados, etcétera. El generoso Charlie, ensayaba sereno, estaba más pendiente del desarrollo de la obra que

de otras cosas; aunque de vez en cuando contemplaba a Mariana, era un actor estupendo. En los ratos de descanso, tomaba la guitarra y se pone a cantar con mucho sentimiento la canción “sin ella”, Mariana hacía como si no escuchara y así, poco a poco, el ambiente entre los dos fue tranquilizando, pues todos tenían pena para el esforzado Charlie de noble corazón.

Llegó la noche del penúltimo ensayo, pues la obra estaba por estrenarse. Mariana se

quedó meditando hasta altas horas, recordó toda su vida de teatro, cuando empezó en el colegio del padre Nacho Gutiérrez, que estaba en la calle pino Suárez, al otro lado donde hoy se levanta el “cine plaza”.

Y en esa primera ocasión había presentado la obra “Santa Inés”, después presentó “Judit”,

cuando tenía ocho años de edad.

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En su casa paterna, la señorita Conchita y don Enrique habían dirigido un grupo de aficionados de teatro, Mariana hacía el papel de una sirvienta de ocho años, en una actuación cómica.

En el colegio la escogieron para que hiciera algunas obritas de la galería salesiana, con

papeles muy cortos. Esas obritas las vendían la señorita Elena Arias, eran muy selectas. El grupo, al principio era de niñas, después fue de señoritas. Cuando Mariana cumplió 15

años de edad, formó su propio grupo y lo bautizó con el nombre de grupo o cuadro “Mariana”. A los grupos de aficionados de teatro se les llamaba en ese entonces, cuadros experimentales de teatro, como ya se había mencionado anteriormente.

Empezó a presentar sus obras en el templo de Santiago, ella era la directora. Las

integrantes de su grupo eran. Panchita y Juanita Sierra, Socorrito León, Esther Coronado, Teresa García, Cristina Zúñiga, Lupe Orozco, consuelo Lara y muchas más.

Con este grupo presentó la obra “la fuga de un ángel” que gustó mucho; el dinero que se

obtuvo fue para beneficio del templo la merced, el cual era capellán el padre Nacho Anda. Los sacerdotes empezaban a visitar a Mariana para pedirle que presentara obras y

organizara kermeses, pues necesitaban muchos beneficios para ayudar en la construcción de los templos.

El templo de la merced, en ese tiempo era sólo una capillita y un corralón a su alrededor,

misma que se convirtió en la parroquia de Nuestra Señora de la merced, que está por la calle los limones.

El padre Nacho anda, era muy activo, trabajaba incansablemente. La señorita “cuca”

Espinosa, tía de Mariana, le ayudaba recabar fondos, también era muy dinámica. El padre también atendía el templo del auxilio, que se encuentren independencia, que es una de las calles más antiguas de la ciudad.

El señor cura don Reynaldo puente, capellán del Sagrario, también recibió beneficios de

las obras de teatro, en su parroquia Mariana presentó “la sombra de la difunta” y “los dos hermanos rivales”.

El padre Fidel Sandoval, se unió con el señor cura puente, para presentar esta obra varios

domingos seguidos en el círculo leonés, que aún se encuentra en la calle 1 de mayo. Lo recaudado se destinó para beneficio de los dos templos, la parroquia del Sagrario, que

contaba con un teatro anexo, y el templo del mezquitito, que en aquellos tiempos así se le decía,

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porque era otra capilla pequeña con otro corralón; ahora es el templo del divino redentor, que se encuentra en la calle Pedro moreno, mismo que el padre Sandoval dejó terminado.

Mariana, en su largo insomnio, seguía recordando al padre Soiné, de lagos de moreno,

donde tantas obras para beneficio había presentado en el teatro rosas moreno, y que dejaron mucho dinero, del que se ayudó mucho el día del niño pobre.

Los recuerdos que le venían a la mente de aquella época tan dulce, tan blanca, de

juventud, la emocionaban hasta lo más hondo de su ser. Ahora a sus 20 años de edad, se iba a retirar del teatro para casarse, lo aceptaba con tranquilidad pues sentía que era lo que Dios había dispuesto, con estos pensamientos finalmente se quedó dormida.

Desde temprana hora de ese domingo de diciembre de 1940, en el atrio del templo del

auxilio, había un gran movimiento, unos estaban colocando la tramoya, otros acomodando las sillas; los demás ayudaban con los utileros y en la venta de boletos; todos corrían de un lado a otro.

Merced Zendejas iba a interpretar el papel de “Lord Melvil”, Charlie Sandoval el de

“Arturo”, Mariana el de “María, madre de Arturo”, Jesús Zendejas iba a aparecer como “el marino”, Lope Orozco en el papel de “su esposa” y “el primo de María” lo interpretaría Irineo Gutiérrez.

Mariana estaba a punto de cerrar con “broche de oro” una página de su vida. Era natural

que pensar así, pues no conoce aún las cualidades profundas de su futuro compañero; pero, a veces, la vida nos da grandes sorpresas.

La hora llegó, la gran noche estaba presente. El “cuadro Mariana”, como siempre, tenía el

auditorio del templo del auxilio totalmente lleno, más aún, sabiendo que esa noche el grupo de teatro se despediría del público.

La obra se desarrolló maravillosamente, fue todo un éxito, todos los artistas interpretaron

sus papeles con mucha calidad profesional… Llovieron los aplausos, hubo ramos de flores y regalos para todo el grupo; brazos y

lágrimas, felicitaciones por todas partes y, especialmente, la súplica del público de que el grupo siguiera adelante.

El triunfo que deseaba Mariana estaba conquistado, Alejandro que estaba en primera fila,

fue de los que más aplaudieron. El codirector del grupo “Lope de Vega” y que fuera maestro de Mariana, don José de la luz

Lozano, organizó un baile de despedida para el grupo, mismo que se realizaría en su casa. Todos deseaban una hermosa convivencia y el centro de atención sería, precisamente Mariana.

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Al siguiente día, cuando Alejandro llegó a la ventana de su novia, al verla le preguntó - Mariana, ¿de verdad no te arrepientes de dejar todo por mí?, Dímelo, estas a tiempo. Necesitarás amarme mucho para sacrificarte dejándolo todo, dime, ¿qué de verdad me amas tanto?

Sí, mi amor, te amo con todo mi ser, te amo entrañablemente, desde hoy nada se opondrá

nuestro amor que estará siempre por encima de todo. Alejandro la abrazó con toda su ternura el expreso emocionado - créeme que anoche tuve

miedo, te veía tan lejos de mí; pero ahora me has vuelto a la vida, no volveré a dudar jamás de nuestro amor.

Alejandro, me harán un baile de despedida, ¿quieres ir?, Te invito. No, mi amor, le respondió, ve tú sola, pues se que todos desearán bailar contigo y…

También Charlie, como compañero de grupo de estudio; seguramente te pedirá que bailes con él y yo… No podría soportarlo. Retuvo a tu fiesta que es tu… Fiesta, yo no tengo porque ir de intruso; pensaré mucho en ti, y nuestro amor y en tu despedida de todos.

Tal y como dijo Alejandro, en el bonito y alegre baile que le organizaron, todos bailaron

con ella, entre ellos, por fin se le presentó Charlie Sandoval y con su gran simpatía; pero muy respetuoso, le pidió Mariana que bailara con él. Mariana sin pensarlo dos veces aceptó gustosa, muy sencilla y jovial, Charlie al ver su espontaneidad le dijo - Mariana, temía que no aceptará bailar conmigo esta pieza.

-¿Por qué no Charlie?, Encantada bailo contigo y con todos mis compañeros, recuerda que

es nuestra despedida, además, quiero felicitarte, estuviste estupenda en tu actuación, interpretaste muy bien tu papel, me diste una gran sorpresa, te vi tan profesional… Que en ratos creía que en verdaderas mi hijo, espero que triunfes en el futuro.

--Gracias Mariana, ¿quién podría creer lo que es la vida?, Tuvimos tú y yo esta noche un

gran triunfo, tu como madre y yo como tu hijo, qué ironías del destino, ¿verdad? Quiero que sepas Mariana, que la noche de nuestra despedida del teatro y este baile juntos, serán los días más felices de mi vida, no olvidaré esto nunca… Pues ahora sí creo que esta pieza que se está terminando es nuestra despedida, les deseo a ti Alejandro que sean muy felices. Si te casas pronto, te voy a pedir por favor que no me invites, no podré ir a tu boda, tú, tú, me comprendes, ¿verdad?

-- Sí, Charlie - le respondió Mariana - yo a ti también te deseo lo mejor y también llevaré

tu recuerdo siempre. La pieza terminó y Charlie la acompañó a sentarse y se retiró en silencio, sentía que la

noche se lo bebía de un solo trago.

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Así terminó el alegre baile de despedida de la bien querida Mariana, quien le daría vuelta la hoja de esta parte de su vida.

A los 30 días justos. Alejandro se presentó muy elegante a tocar la puerta de la casa de

Mariana. Lo recibió la señorita Conchita quien al verlo le dijo - pase usted Alejandro, tome asiento permítame llamara doña Margarita.

Los minutos se hacían largos, cuando apareció la madre de Mariana, saludo cordialmente al visitante y se sentaron todos muy solemnes a esperar el desarrollo del suceso, que era el pedimento de la novia.

Después de una sencilla conversación que sirvió de introducción, Alejandro muy decidido

les dijo - perdónenme que no me acompañan sacerdote como es costumbre; pero, como por tradición, mi padre pidió la mano de mi madre personalmente, yo deseo hacer tal como él lo hizo, así es que, con todo respeto, doña Margarita, vengo a pedirle la mano de su hija Mariana para que sea mi esposa.

Doña Margarita aceptó muy emocionada y después de conversar otros detalles, se acordó

fijar la fecha de la boda para el 17 de enero a las 11 de la mañana. Faltaban sólo cuatro meses para que la grata y soñadora pareja unieran sus vidas para siempre.

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CAPÍTULO 8

LA BODA

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CAPÍTULO VIII

LA BODA

las campanas se echaron a vuelo el 17 de enero de 1941, en la hermosa parroquia del Sagrario de la ciudad de León, Guanajuato. En la puerta había una gran algarabía, como suele ocurrir en estos eventos.

Había muchos invitados, pues la pareja era muy querida. Estaban presentes, desde los

empleados de las fábricas de Francia hasta los empleados ferrocarrileros, en gran cantidad; así como los que trabajaban en el Patrocinio de María, que casi todos eran muy buenos amigos.

Entre los ferrocarrileros que más apreciaban Alejandro, se encontraban Pedro Macías y

Jesús Garibay con sus respectivas esposas; Roberto Ornelas y todos los compañeros de trabajo y de farándula.

La parroquia lucía adornado de flores de gran colorido y con todas sus luces encendidas. Mariana apareció del brazo de su hermano don Augusto Espinoza, los acompañaban los

padrinos don Pedro puente y Catita de Puente, otros padrinos serán el guapo y arrogante charro Miguel Hernández y María de Alba, más dos pajecitos que levantaban la larga cauda del vestido de la novia; las mamás de la pareja, doña dolores Martín del campo viuda de Azuela y doña Margarita Hernández Vivanco viuda de Espinosa.

El señor cura; don Reynaldo puente, que minutos después uniría en el altar sus vidas para

siempre. La señorita soledad Gutiérrez, tanto la bellísima Ave María de Schubert. Al terminar la ceremonia religiosa, la feliz pareja salió del brazo al compás de los acordes

de la famosísima marcha nupcial. De Mariana lucía un bonito y sencillo vestido de brocado, una enorme cola, un ramo de rosas naturales y nube con listones blancos colgantes; una discreta corona de azahares y su velo de tul.

Alejandro vestía de etiqueta rigurosa, con corbata gris y polainas del mismo color. Al salir a la puerta les dieron su tradicional baño de arroz y una lluvia de abrazos y

felicitaciones.

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Los novios se retiraron a cambiarse de ropa para prepararse a abordar el tren número 14, que salía de León a la Ciudad de México, de ahí transbordar y al tren interoceánico, que los llevaría a pasar su “luna de miel” al hermoso puerto de Veracruz.

Todos los invitados acudieron a la estación de ferrocarril, donde los nuevos esposos fueron

despedidos con alboroto y alegría. En aquellos tiempos se usaba que o se hacía una fiesta con los recién casados o éstos

partían a su viaje de bodas. Alejandro y Mariana decidieron partir. El tren salió puntual ante la vista de los invitados que llenos de alegría y de esperanza,

agitaron sus pañuelos blancos ese 17 de enero de 1941, que todavía pertenecía a la bella época de aquellos dorados años, en que se conoció la historia de un gran amor, el de Mariana y Alejandro que, en la vida real, eran el mismo Ricardo y esperanza.

También hubo lágrimas; pero, se impuso el mes del amor.

FIN

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INDICE

CAPÍTULO 1 MARIANA……………………………………………………………………………………………………………………….6 CAPÍTULO 2 HISTORIA DE UN GRAN AMOR ………………………………………………..…………………………………….13 CAPÍTULO 3 AMOR SUBLIME ………………………………………………….………………………………………………………..29 CAPÍTULO 4 EL RETORNO DE ALEJANDRO ……………………………………………………….………………………………..33 CAPÍTULO 5 EL REENCUENTRO …………………………………………………………………………………………………………49 CAPÍTULO 6 SACRIFICIO DIGNO DEL ROMANTICO CHARLIE ……………………………………………………………….55 CAPÍTULO 7 FIN DE UN AMOR SUBLIME ………………………………………………………………….………………………..61 CAPÍTULO 8 LA BODA………………………………………………….…………………………………………………………………….72

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