6 el ramayana-cuntinuación

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Pero la fortaleza del príncipe vaciló cuando tuvo que comunicar a su dulce y bellísima esposa la fatal noticia y despedirse de ella. Teniéndola entre sus brazos le dijo que el cumplimiento del deber le impulsaba a ir a vivir durante nueve años y cinco más a las selvas de Dandaka, rogándole que durante su ausencia considerase a Barata como a su verdadero rey, sometiéndose en todo a su voluntad y no pronunciando jamás el nombre de Rama, su esposo, para no hacerse odiosa a los príncipes y cortesanos. Sita, la siempre obediente y dulce Sita, no pudo soportarlo. No quería dejar ir a la selva a su marido, pues él era el único objeto de su vida y lejos de él no deseaba palacios ni joyas. Prefería vivir en la selva, pero a su lado. Inútiles fueron los razonamientos que le hizo Rama, diciéndole los peligros a que estaría expuesta. –Piensa –le dijo- que el bosque es muy peligroso: en él abundan las fieras sanguinarias y las charcas pantanosas donde pululan los cocodrilos. Plantas venenosas y arbustos se entremezclan y los caminos y veredas son de difícil tránsito aun para los elefantes de gruesas patas. En muchos lugares se carece de agua, y se tiene que dormir durante la noche sobre la tierra húmeda y desnuda, aunque nuestro cuerpo, cansado, deseara un blando lecho. Numerosos mosquitos y escorpiones, serpientes y gusanos, toda clase de bichos repugnantes e infectos vendrán a torturarnos. Y además de esto debo hacer ayunos y penitencias, macerar mi cuerpo hasta el agotamiento, ceñir mis carnes con un áspero sayal de cáñamo sujeto a la cintura con una cuerda, y deberé coger de las alturas, tal como ordena la regla de los ascetas, flores para mi ofrenda cotidiana a los dioses. ¿Cómo podrías tú, hermosa

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Pero la fortaleza del prncipe vacil cuando tuvo que comunicar a su dulce y bellsimaesposa la fatal noticia y despedirse de ella. Tenindola entre sus brazos le dijo que elcumplimiento del deber le impulsaba a ir a vivir durante nueve aos y cinco ms a lasselvas de Dandaka, rogndole que durante su ausencia considerase a Barata como asu verdadero rey, sometindose en todo a su voluntad y no pronunciando jams elnombre de Rama, su esposo, para no hacerse odiosa a los prncipes y cortesanos.Sita, la siempre obediente y dulce Sita, no pudo soportarlo. No quera dejar ir a la selvaa su marido, pues l era el nico objeto de su vida y lejos de l no deseaba palacios nijoyas. Prefera vivir en la selva, pero a su lado. Intiles fueron los razonamientos quele hizo Rama, dicindole los peligros a que estara expuesta.Piensa le dijo- que el bosque es muy peligroso: en l abundan las fierassanguinarias y las charcas pantanosas donde pululan los cocodrilos. Plantasvenenosas y arbustos se entremezclan y los caminos y veredas son de difcil trnsitoaun para los elefantes de gruesas patas. En muchos lugares se carece de agua, y setiene que dormir durante la noche sobre la tierra hmeda y desnuda, aunque nuestrocuerpo, cansado, deseara un blando lecho. Numerosos mosquitos y escorpiones,serpientes y gusanos, toda clase de bichos repugnantes e infectos vendrn atorturarnos. Y adems de esto debo hacer ayunos y penitencias, macerar mi cuerpohasta el agotamiento, ceir mis carnes con un spero sayal de camo sujeto a lacintura con una cuerda, y deber coger de las alturas, tal como ordena la regla de losascetas, flores para mi ofrenda cotidiana a los dioses. Cmo podras t, hermosaprincesa de Mitila, acostumbrada a los lujos de la corte, resistir estos nueve aos ycinco ms que debo pasar en la selva?20Pero, lejos de asustarse ante todas aquellas penalidades que le aguardaban, Sitarespondi que aquellos peligros no eran otra cosa que alicientes, pues ella slo ansiabacompartirlos con su esposo.Los apasionados ruegos de la joven conmovieron el corazn de Rama, quien tuvo queacceder, aunque prevea los dolores que habran de sufrir, y permiti que leacompaara, as como tambin Laksmana, su fiel hermano. Y as antes de partir parael destierro, entregaron sus joyas y bienes a los menesterosos y brahmanes.Pero no pudieron salir de Ayodia en silencio, pues el pueblo, enterado del castigoimpuesto as u joven prncipe y de su generosidad, quiso compartir tambin sudesgracia, acompandole largo trecho hasta la orilla del Tamasa, donde acamparon.Durante la noche, mientras el pueblo dorma, Rama, acompaado de su hermano y suesposa, atraves el ro, y all, libre al fin de los lazos y obstculos que el amor de supueblo pona ante su paso, el hroe comenz a cumplir su exilio.Al tercer da de camino llegaron los tres desterrados a las orillas del Ganges. Al cuartollegaron a la ermita de Baradvaja, cerca de la confluencia del Ganges y el Jumna. Alquinto da atravesaron el Jumna hasta su orilla meridional, llegando al sexto al cerro deTsitrakuta, en donde hallaron al santo varn Valmiki.Alboreaba el da, y Sita, entre su esposo y su cuado, atravesaba las aguas turbulentasy oscuras del Jumna. Cerca de la rpida corriente hicieron alto, comenzando los doshermanos, tras largas horas dedicadas a la meditacin, a cortas rboles con su hachas,derribando, con la fuerza de sus brazos, robustos troncos para construir una cabaa.21All, entre otras numerosas plantas agradables, creca el usira, que tiene la fibra msfuerte; el bamb, liso y sencillo; las ramas del jambu, que se entrelazaban con losjuncos cimbreantes y retorcidos. Y construyeron una fuerte canoa; y, con enredaderasdulcemente olorosas, Laksmana prepar a Sita un blando asiento.Despus fue varado el rstico navo, trabado con selvtico arte. Recostada en suamante esposo, la gentil Sita subi a la embarcacin y Rama le dej los instrumentos yvestidos al lado, con hachas y pieles de ciervo, el arco, las flechas y la espada.Despus los hermanos manejaron con brazo vigoroso el remo de bamb y el bajel sedesliz alegremente hacia la costa meridional del Jumna.Bondad del glorioso ro Jumna! dijo la piadosa Sita en su plegaria-. Haz que seatranquilo el destierro de mi marido dentro de la oscura sombra de la selva, que puedavolver a Ayodita con seguridad, y mil cabezas de ganado bien cebado y cien jarras dedulce bebida, oh poderosa corriente!, sern tuyos. Concede que Rama, al volver delas selvas, pueda ver otra vez su palacio; que, honrado por sus familiares, pueda reinarsobre sus amorosos sbditos.Y Sita cruz los brazos sobre su pecho, mientras los prncipes manejaban los remos, yla canoa ligera, deslizndose alegremente, alcanz la boscosa ribera del sur. Y losdesterrados de Ayodita saltaron a la orilla del ro, donde el reino desconocido seextenda bajo el manto del bosque sin lmites.El bravo Laksmana, con sus armas, pas delante para abrir paso, y Sita la de dulcesojos le segua; Rama cerraba la marcha. A menudo Laksmana, siempre valiente y fielde un rbol o planta coga una fruta o una flor y la ofreca a la gentil Sita. Y ella,volvindose a menudo hacia Rama, cada vez ms complacida y curiosa, preguntaba el22