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Teóricos CEFyL 1 Secretaría de Publicaciones Materia: Teoría y Análisis Literario Cátedra: Panesi Teórico: N° 26 19/06/08 Tema: Derrida Distinguidísimos alumnos. Hoy tienen una buena noticia. Una amiga me ha pedido el aula a partir de las 20:15, y como no puedo decir que no, se la he cedido, así que hoy tendremos una clase corta y el martes, como ya no hay teórico práctico, nos quedamos un rato después de las 21:00. Empezamos con los epígrafes de hoy. El primero es de alguien que menciona Derrida en ese texto que seguramente nadie ha leído y que se llama “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”. Fíjense que Derrida lo que ha hecho, sobre todo en la primera época, es ir en contra de los maestros. Ha liquidado a los grandes maestros visibles entonces, en los años ´60, cuando Derrida comienza a escribir. El primero de ellos es Foucault, otro es Lacan, luego será Gadamer y, en este caso, la figura más notoria del estructuralismo, que es Levi-Strauss, al que está dedicado este artículo, que no es demoledor pero sí una crítica bastante consistente, primero, del estructuralismo, y segundo, de la figura clave del estructuralismo francés que es Levi- Strauss. Entonces, uno de los hilos conductores de la clase anterior, por lo menos en los epígrafes a partir de Paul de Man, era el asunto de la enseñanza. Esto tiene que ver con una condición que el mismo Derrida nos ha ayudado a pensar y que son las condiciones institucionales tanto del discurso filosófico como del discurso de o sobre la literatura. Si uno se pone a pensar, ¿qué es lo que permite montar un aparato discursivo e institucional como el de la filosofía o el estudio de la literatura? Quizás el estudio de la

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Teóricos CEFyL

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Secretaría de Publicaciones

Materia: Teoría y Análisis Literario

Cátedra: Panesi

Teórico: N° 26 19/06/08

Tema: Derrida

Distinguidísimos alumnos. Hoy tienen una buena noticia. Una amiga me ha pedido

el aula a partir de las 20:15, y como no puedo decir que no, se la he cedido, así que hoy

tendremos una clase corta y el martes, como ya no hay teórico práctico, nos quedamos un

rato después de las 21:00.

Empezamos con los epígrafes de hoy. El primero es de alguien que menciona

Derrida en ese texto que seguramente nadie ha leído y que se llama “La estructura, el signo

y el juego en el discurso de las ciencias humanas”. Fíjense que Derrida lo que ha hecho,

sobre todo en la primera época, es ir en contra de los maestros. Ha liquidado a los grandes

maestros visibles entonces, en los años ´60, cuando Derrida comienza a escribir.

El primero de ellos es Foucault, otro es Lacan, luego será Gadamer y, en este caso,

la figura más notoria del estructuralismo, que es Levi-Strauss, al que está dedicado este

artículo, que no es demoledor pero sí una crítica bastante consistente, primero, del

estructuralismo, y segundo, de la figura clave del estructuralismo francés que es Levi-

Strauss.

Entonces, uno de los hilos conductores de la clase anterior, por lo menos en los

epígrafes a partir de Paul de Man, era el asunto de la enseñanza. Esto tiene que ver con una

condición que el mismo Derrida nos ha ayudado a pensar y que son las condiciones

institucionales tanto del discurso filosófico como del discurso de o sobre la literatura.

Si uno se pone a pensar, ¿qué es lo que permite montar un aparato discursivo e

institucional como el de la filosofía o el estudio de la literatura? Quizás el estudio de la

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literatura podría ser ligeramente más independiente que el de la filosofía. Es decir, lo que

permite el montaje de esto es que la filosofía se enseña, se transmite y funciona gracias a la

institución universitaria, a la enseñanza de la filosofía.

Levi-Strauss cree que, evidentemente, la etnografía, la antropología, puede

prescindir hasta cierto punto por el desdén que tiene respecto de, justamente, la filosofía.

Entonces, leemos: “Causas personales tienen que ver con la rápida repugnancia que me

alejó de la filosofía. Por el contrario, en Letras y en Ciencias, las salidas habituales,

Profesorado, investigación, y ciertas carreras imprecisas, son de otra naturaleza. El

estudiante que las elige no dice adiós al universo infantil, más bien queda apegado a él. ¿El

Profesorado no es acaso el único medio que se ofrece a los adultos para permanecer en la

escuela? El estudiante en Ciencias o en Letras se caracteriza por una suerte de rechazo que

opone a las exigencias del grupo, la reacción casi conventual los lleva a replegarse

temporaria o duraderamente en el estudio y la transmisión de un patrimonio independiente

del tiempo”.

Es decir, estas profesiones, que se sostienen institucionalmente gracias a la

enseñanza, obligan a sus practicantes a permanecer en el colegio, a un infantilismo

prolongado, dice Levi-Strauss.

Este desdén por la filosofía es lo que le va a criticar Derrida. Aquel que desdeña la

filosofía, o piensa que puede pasar de la historia de la filosofía a través por ejemplo de la

lingüística o de la etnografía, cae en los errores filosóficos más violentos y groseros. Esa

sería la crítica a Levi-Strauss, que es la misma crítica que uno podría hacerle al formalismo

ruso o a otros personajes que justamente caen en las trampas de la filosofía por desdeñar el

pensamiento filosófico.

Alumno: ¿Cuáles serían las trampas de la filosofía?

Profesor: Las trampas de la filosofía son infinitas de acuerdo al sujeto que se dedica

a teorizar. Por ejemplo, si el formalismo ataca implícita o explícitamente la noción del

sujeto, cae en aberraciones filosóficas al no reflexionarlo filosóficamente.

El segundo epígrafe es del mismo Derrida, que acá se ve ya viejo, pero es el

momento en que tiene que rendir su tesis. Ya ha publicado más de una decena de libros, por

lo tanto, decide, por razones académicas, que es ocupar una cátedra en La Sorbona, rendir

su tesis.

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El jurado le dice que queda eximido de presentar su tesis, con lo que ha escrito es

suficiente. Entonces simplemente debe defenderla. Entonces escribe y esto esté recogido en

la revista Antropos, de Valencia, en el N° 93. El artículo se llama “El tiempo de una tesis.

Puntuaciones”. Allí hace como una reseña de su vida académica, dice: “Hacia 1957

registré, como suele decirse, un primer tema de tesis, lo titulé entonces La idealidad del

objeto literario. Actualmente ese título parece extraño. En un grado meno ya lo era entonces

y voy a explicarme al respecto en un instante”.

Él recibió la aprobación para aquella tesis, en realidad, la aprobación hasta ahí

nomás, porque se le pregunta a dónde va con eso de la idealidad del objeto literario, como

que no se veía bien a donde quería llegar con eso. Evidentemente, esto de la idealidad es un

punto fenomenológico, salido de la fenomenología, que para Derrida siempre ha sido el

sinónimo de un discurso y un modo de abordar los problemas filosóficos absolutamente

riguroso. Para él la fenomenología o el trabajo de Husserl es sinónimo de rigurosidad

filosófica. Eso no lo cambió nunca, a pesar de las críticas que le hace a Husserl.

Es interesante porque él dice que no sabe a dónde va, y que si lo supiera estaría todo

perdido. Esto de no saber a dónde se va o de saber exactamente dónde se va creo que se

puede relacionar con uno de los puntos más salientes de Derrida, que es una obsesión por la

muerte. Evidentemente, hay una constante en el pensamiento de Derrida al respecto, tanto

es así que me parece que podría considerarse a Derrida literariamente como aquel escritor

que ha desempolvado un género que es el género llamado oración fúnebre, que

evidentemente en el siglo XX no estuvo vigente. Esto se ve en el adiós a Deleuze por

ejemplo, delante de la tumba, entre tantos otros. Tanto es así que hay un tomo con todos los

discursos fúnebres que pronunció Derrida.

¿Cuál fue su último discurso fúnebre? El narcisismo de los filósofos es así, el

discurso fúnebre último es “La tarjeta postal”, una carta que dejó para ser leída en su

entierro.

Dice en el último discurso fúnebre: “Jacques no quiso ni ritual ni oración, sabe por

experiencia qué prueba supone para el amigo que se hace cargo. Me pide que os agradezca

el haber venido, que os bendiga, os ruega que no estéis tristes, que no penséis más que en

los numerosos momentos dichosos que le habéis dado la posibilidad de compartir con él.

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Sonreídme, dice, como yo os habré sonreído hasta el final.

Preferid la vida y afirmad sin descanso la supervivencia.

Yo os sonrío donde quiera que esté”.

Lo notable es que ese “delegado” de Derrida que va a comunicar esto es la carta

misma, la escritura misma, el discurso mismo. Alguien muy compenetrado de esto puede

decir que toda autobiografía es una tanatografía y que todo nombre es el nombre de un

muerto. Pensando desde esa perspectiva, creo que tiene razón.

En “Nietzche, políticas del nombre propio”, dice: “Estar muerto significa ningún

beneficio o maleficio, calculados o no, conciernen ya al portador del nombre, sino tan sólo

al nombre, por lo que el nombre, que no es el portador, es siempre y a priori un nombre de

muerto”. Esta cita nos empalma con lo dicho la clase anterior.

Bueno, dejemos la muerte en paz y pasemos a ver qué es la deconstrucción. Para eso

voy a tomar algunas cosas que indica en “Carta a un amigo japonés”. Antes tengo que

corregirme, porque les he dado mal el título de un diálogo de Heidegger, se llama “De un

diálogo acerca del habla. Entre un japonés y un inquisidor”. Esto está en la traducción de

De camino al habla, Barcelona, 1987.

Primero, entonces. Habíamos dicho que era una traducción, ¿por qué la traducción

le viene bien, como cosa positiva, para decir lo que es la deconstrucción?

Alumna: Por la repetición.

Profesor: Acepto eso, me parece una buena explicación pero hay que agregarle algo,

darle una vuelta de tuerca más a eso, porque ¿es cierto que una lengua a la cual se traduce

algo repite lo que dijo la lengua original?

Alumno: No

Profesor: Exactamente. Nunca lo hace. Entonces, es el ejemplo exacto de la

iterabilidad, tal como está en “Firma, acontecimiento y contexto”. Cada nuevo contexto es

la posibilidad de otro sentido, el mismo y otro a la vez. La repetición con diferencia, ese es

el juego de la iterabilidad, y que la traducción marca siempre, salvo en algunos casos donde

la lengua parece replegarse sobre sí misma, que es aquello que no es traducible, que sólo es

intertraducible. Esto es: traducible dentro de una lengua. Por ejemplo, ¿cómo se traduce

“Lo creyó a pie juntillas” al inglés o al francés? Ni idea. Pero sí lo puedo traducir al español

mismo, puedo decir “Lo creyó tal cual era, sin ponerlo en entredicho”.

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Además, la traducción es el ejemplo de lo que Derrida respecto del sentido llama la

diseminación. El sentido se disemina. Un nuevo contexto disemina el sentido. En “Firma,

acontecimiento y contexto” Derrida opone la diseminación a un concepto muy utilizado por

los literatos, que es el concepto de polisemia.

¿Qué implica la polisemia? Por ejemplo, que una misma palabra o expresión tenga

varios significados. Esta palabra o expresión siempre es posible en una lengua de reducirla

a los contextos. Es decir, se trata de contextos finitos. Por supuesto, Derrida hablará de la

posibilidad de que aparezcan contextos absolutamente imprevisibles. Yo puedo, por

ejemplo, no sé, veamos… un cantito de fútbol. Yo podía haber extraído de ahí algún cantito

y ponerlo como epígrafe de esta clase. Creo que eso es bastante inusitado.

Entonces, la polisemia supone contextos finitos. La diseminación supone

imprevisibles contextos y además la posibilidad no de que el sentido se recupere, como

ocurre en la polisemia según los contextos, sino que el sentido se pierda, se destruya,

absolutamente.

Yo diría también que la deconstrucción, si algo es, es un combate, y que puede ser

descrito en términos militares. Esto no lo dice Derrida, pero me parece obvio. Lo que se

combate es la metafísica de la presencia, en primer lugar, la historia de la metafísica, las

totalidades y también el pensamiento maniqueo y binario que parece consustancial a este

discurso metafísico.

Dirá entonces Derrida, y acá viene la parte negativa, que es como la más

descriptiva, que primero la deconstrucción no es un análisis. ¿Por qué no debe ser un

análisis? Porque analizar un conjunto determinado y partirlo en elementos simples

supondría recomponer un eventual punto de origen, por lo tanto, la totalidad que quiero

deconstruir se recompondría a partir de ese elemento simple.

Segundo, dice Derrida, no es una crítica, porque no tiene nada de negatividad. Al

contrario, no supone la negatividad sino un gesto de decir sí. Esto le ha traído muchas

críticas de orden político a Derrida. Decir sí, sí, sí supone, para algunos, un pensamiento de

aceptación de las injusticias, etc., etc.

Entonces, estrategias. Se ataca el binarismo del pensamiento, las oposiciones

metafísicas. Pero también el etnocentrismo. En el artículo que tenemos para hoy justamente

la contradicción que observa en el discurso etnográfico es que evidentemente la etnografía,

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o la antropología, suponen una crítica al pensamiento etnocéntrico, pero, ¿de dónde toma la

etnografía sus conceptos? De una tradición europea. Y de hecho, la etnografía y la

antropología no pudieron sino gestarse en Europa, es decir, en el corazón mismo del

etnocentrismo, y está alimentado ese discurso por una tradición europeo céntrica. Esa es la

contradicción que ve en el pensamiento de Levi-Strauss.

¿A qué se opone del discurso lacaniano? Al falocentrismo. Derrida acuña la

expresión falogocentrismo, queriendo decir que hay una connivencia entre el pensamiento

occidental, el logos, el logocentrismo, y el predominio del falo. Forman una especie de

pareja uno y otro.

Yo diré que, si estamos hablando en términos militares, de una manera pedagógica,

que habría que ver cuáles son las estrategias de esto que tampoco es un método. La

deconstrucción no es un método de lectura, dice Derrida, y no lo es porque si fuera un

método la deconstrucción sería como lo que piensa Paul de Man de la deconstrucción, es

decir, una técnica para leer textos. De ninguna manera es una técnica de lectura dirá

Derrida.

¿Cuáles son las estrategias entonces? Yo diría que estas estrategias son estrategias

del margen o de la frontera. También las podemos llamar estrategias de la contaminación.

Fíjense ustedes que en un margen o una frontera las tesis son imposibles, el sentido fijo es

imposible. Vasta oír hablar cualquier lengua de frontera para saber que en una frontera todo

se mezcla.

No quiero hacer biografismo, pero no escapará a ustedes esta experiencia de Derrida

en Argelia, judío argelino durante la guerra, la ocupación, etc. Dentro de Francia los

argelinos son franceses de segunda o tercera. Son francesas durante la colonia, pero del

margen.

Esto supone algo que no es un método pero que es característico del modo de leer

de Derrida y que le viene, sin lugar a dudas, de algo que la deconstrucción reivindica y que

es el psicoanálisis, la lectura del pequeño detalle insignificante. Es decir, lo que está en el

margen, la periferia, aquello que no es controlado por el sujeto que escribe, no es

controlado por el discurso tampoco. ¿De dónde sale esto? Esto es la lectura psicoanalítica,

la oreja de Freud, que ve exactamente el detalle.

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Bueno, entonces, las estrategias. Cualquier cosa que se repita, que se reitere, puede

constituir un cuerpo de reglas, aún sin ser declarado un método. Por lo tanto, uno reconoce,

de hecho, ustedes o yo seríamos capaces de leer una poesía, o una obra de teatro, o un

programa de televisión, de manera muy derrideana.

Las estrategias son, primero, el ataque al binarismo. ¿Qué hay que hacer con un

binarismo? Dice Derrida, axiológicamente, desde el punto de vista del valor, las

oposiciones del pensamiento metafísico se proponen siempre como neutrales. Esto es, no

significa que el término A opuesto al término B sea superior. Por ejemplo, hombre-mujer.

Pero cada vez que aparecen estas oposiciones siempre un término es valorado por sobre el

otro.

Es decir, en estas oposiciones del pensamiento metafísico no hay neutralidad

posible. Por ejemplo, alma-cuerpo, u hombre-mujer, como dije antes; o sensible-inteligible.

Justamente esta última oposición es la que rige el concepto de signo que Derrida va a

atacar, el concepto de signo saussureano. Por eso lo primero que hace en “Firma,

acontecimiento y contexto” es alabar el giro que ha dado la pragmática a través de Austin.

Si la lengua es performativa, es decir, si hago cosas con la lengua, puedo describir la

lengua como una fuerza en un contexto y puedo pasar tranquilamente por encima del

concepto saussureano de signo.

Alumno: No se puede escapar del signo, porque nunca se puede dejar de usar al

signo. Lo que se hace con el signo no deja de usar al signo.

Profesor: Bueno, creo que tiene razón, en el sentido en que no se puede pasar la

página del pensamiento metafísico. Esto está en un ejemplo que Derrida extrae en este

artículo “La estructura, el signo y el juego” de una dicotomía que expone Levi-Strauss.

Hay dos tipos de pensamiento, uno es el pensamiento del bricoleur. El bricoleur es

aquel que toma los elementos que encuentra y los adapta, como si dijéramos que hay un

reciclaje permanente. Tengo un sobretodo, lo uso de impermeable, el impermeable lo uso

de mantel, etc. Ante cada nueva situación reacomodo los instrumentos que tengo.

Pero Derrida señala, no es solamente el discurso del bricoleur, rápidamente los

críticos dijeron que la crítica literaria es la crítica del bricolage, ¿qué hace un crítico

literario? Toma una cosa de acá, otra de allá, la adapta, la readapta. Es como un cocinero,

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diría Lacan citando a su amiga Marie Bonaparte, cocina salsas sumando ingredientes de

distintos sitios y lugares.

¿A qué se opone esto? Se opone al ingeniero. ¿Qué discurso no es bricoleur?

Cualquier discurso toma de otros sitios, de otros lugares y los readapta. En cambio el

ingeniero, al que Levi-Strauss opone el pensamiento del bricolage, es aquel que tiene una

conciencia extremada sobre su lenguaje, esto es, inventa nuevas terminologías de acuerdo a

nuevas situaciones.

Crítica de Derrida, ¿es esto posible?

Alumno: No

Profesor: Claro que no, salvo que el ingeniero en cuestión sea Dios, que inventa a

cada rato un mensaje de la nada, o un idioma o una lengua de la nada, esto no sería posible

de ninguna manera.

Bueno, seguimos con las estrategias. La primera era detestar las oposiciones

binarias. El segundo paso sería la inversión del término que estaba sojuzgado por sobre el

otro, porque evidentemente en un pensamiento binario para que un término se levante por

sobre el otro necesita en el necesita del suplemento, de lo que está por debajo, de lo

inferior, de lo secundario, etc., etc. Juntos forman un sistema. Entonces, cualquiera de los

dos, parece decir Derrida, podría haber estado en la posición dominante.

Ejemplo, lo que él hace con el habla y la escritura. En la concepción filosófica

tradicional lingüística se ve a la escritura como un veneno. Se ve a la escritura como

secundaria, es lo que viene después. Entonces, Derrida dirá que no, no está primero el habla

y la escritura es una representación del habla, cosa que está en Saussure.

¿Cómo se demuestra esto? No históricamente. No confundan esto. Derrida no está

diciendo que primero era la escritura históricamente y después vino el habla.

Evidentemente todos hablamos y luego aprendemos a escribir, esto es así, nadie lo va a

negar. Pero lógicamente, desde el punto de vista lógico, hay una preeminencia dice Derrida

de la escritura sobre el habla.

Si se logra demostrar que la escritura subsume de alguna manera al habla por un

lado y a la escritura por otro, evidentemente, la tal primacía lógica del habla ha quedado

demostrada, o sea, puedo llamar al habla escritura, y en efecto, yo puedo muy bien tomar

nota, como ustedes hacen con mi palabra, y después van y corroboran. O pueden hacer

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como hacen los pueblos ágrafos, que lo que hacen es contar un cuento. Eso que ustedes

cuentan, eso que quedó grabado en la memoria de ustedes, en la conciencia, donde cuernos

fuese, es una forma de escritura en el sentido en que es una huella que queda inscripta en

algún lado.

Entonces, evidentemente podemos decir que el habla, en tanto es una inscripción de

algún tipo y supone la huella de algún tipo, es una forma de la escritura.

O, lo que sería más fácil como otro ejemplo, el asunto del femenino-masculino. Esta

dualidad de un término sobre el otro está inscripto en casi todas las lenguas, ejemplo: “El

hombre está destinado a superar la naturaleza”. Alguien políticamente correcto diría: “El

hombre/la mujer está destinado/a a superar la naturaleza”, tal como se hace en algunos

artículos que habrán leído por ahí. No estoy ni a favor ni en contra de eso, pero me parece

un poco pesado de leer.

Pero a lo que voy es que la superioridad de un término sobre el otro quedó inscripto,

escrito, en la lengua misma. En castellano decimos “el hombre” y queremos decir “el

hombre y la mujer”. Por lo tanto, hombre y mujer, desde este punto significativo de la

lengua no es igual. Evidentemente, el concepto de hombre subsume al de hombre y al de

mujer. Las feministas pueden intentar invertir esto.

Alumna: Inaudible.

Profesor: No quería entrar a la differance todavía, pero entraremos un poco. Es el

problema de la escritura, sí. No es obligatorio este año, pero pueden leer el artículo “La

Differance” también, es interesante para ver cuáles son las fuentes filosóficas del

pensamiento de la differance justamente.

Fíjense ustedes que no se trata de la escritura en un sentido empírico, en primer

lugar esta “a” es una falta de ortografía. En francés debería llevar una “e”, sería

“difference”. Pero ese cambio no se oye, sólo se lee en la escritura, suena igual.

Sin embargo, provoca ciertos efectos. Lo que dice Derrida es que esto que parece

una letra no es una letra. Todo el sistema de Saussure funciona por oposiciones y

diferencias, pero esas diferencias ni se escriben ni se oyen, están mantenidas ahí, previas a

la manifestación lingüística sonora o visual. La differance es lo que permite que la

diferencia entre oral y escrito en primer lugar, y todas las diferencias posibles, orales por un

lado y escrituras por otro.

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Lo que estoy diciendo es que no hay que ver las diferencias en un sentido empírico,

como la diferencia de una letra con otra. Esto es una ejemplificación pedagógica de Derrida

para llegar a esto que no es una letra, que no pertenece a una empiria. Es casi una

metafísica esto, porque esta noción de escritura le es reprochada en el artículo “Qué es un

autor” por nuestro amigo Foucault.

Este es un principio de los principios. ¿Qué hay al principio? Bueno, al principio

está la differance, que es lo que permite que cualquier diferencia empírica funcione en tanto

diferencia. Es un concepto que no puedo atrapar, ¿por qué no lo puedo atrapar? Porque la

differance dice Derrida que no es empírica, tampoco es trascendental, tampoco es un

concepto. Es como para los presocráticos, diría con cierta malevolencia, el agua, el fuego,

etc. Es decir, en esto creo que Foucault tiene razón, no es el Derrida más interesante este,

pero bueno, lo pensó, ahí está.

Digo, volviendo a las estrategias, ¿alcanza con invertir la cosa? ¿Alcanza con decir

que la mujer es superior o que el principio femenino subsume al principio masculino? No, y

esto es algo que señala Derrida cuando trata en un reportaje el asunto del feminismo en la

universidad. Ahí dice que si el feminismo quiere convertirse en un movimiento de poder es

tan falocrático como el más machista de los movimientos intelectuales y no intelectuales.

Este es el ejemplo de que la mera inversión del término no alcanza, porque se forma otro

sistema, con otro centro de poder, etc.

Entonces, ¿qué hacer? Fundamentalmente teniendo en cuenta que no puedo

renunciar a los conceptos de la metafísica y al vocabulario de la metafísica. No puedo

pensar nada sin la categoría de signo. Me es necesaria. Lo que debo hacer es criticarlo.

Tanto al signo como a tantos otros conceptos metafísicos.

Si decido borrar la conceptualidad me quedo con nada. Es imposible. En ese sentido

Derrida diría sí, sí y sí a la tradición, pero no para dejarla como está, sino justamente para

imponerle ciertas transformaciones. No del orden de donde estaba lo masculino pongo lo

femenino, o donde estaba el habla pongo la escritura, sino de hacer de ese sistema pequeños

movimientos que Derrida llama deslizamientos.

Crítica: este deslizamiento es infinito, porque si un grupo de feministas logra

alcanzar cierta preponderancia se recompone todo el sistema, hay que demolerlo otra vez,

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hay que volver a empezar. Derrida diría que sí, que este movimiento de la deconstrucción

es infinito.

Estos son los tres momentos o estrategias combinadas. El ataque al binarismo, la

inversión del binarismo y el desplazamiento del concepto que está enredado en un sistema.

¿Podemos salir del sistema de la metafísica? No, porque nos quedaríamos sin útiles, sin

instrumentos, para pensar.

Hay un libro muy divertido sobre Derrida que es de un alemán que se llama Peter

Slöterdijk, titulado Derrida, un egipcio. En cada uno de esos capítulos pone en relación el

discurso de Derrida con otros discursos, algunos evidentes y otros menos, por ejemplo,

alguien que para mí es la contracara porque su pensamiento es el pensamiento de los

sistemas, que es Miklas Luhmann, otro es Freud, otro es Thomas Mann, otro Regis Debray,

y Hegel, por supuesto. Es un libro que les recomiendo. Otro libro que les recomiendo es de

Tom Cohen, Jacques Derrida y las humanidades. Es uno de los mejores libros sobre

Derrida que yo he leído.

Para volver a qué es la deconstrucción voy a citar a Derrida, dice: “¿Lo que la

deconstrucción no es? Pues todo. ¿Lo que la deconstrucción es? Pues nada. Por todas estas

razones no pienso que sea una palabra afortunada, sobre todo, no es bonita. Ciertamente ha

prestado algunos servicios en una determinada situación para saber cómo se ha impuesto en

una cadena de sustituciones posibles. Pese a su esencial imperfección, habría que analizar y

deconstruir esa determinada situación”.

Esto es, ¿Por qué es todo y nada? Porque no es un discurso sobre, sino que está en

cualquier discurso, en cualquier situación, en cualquier contexto. Es decir, la cosa, sea la

que fuera, se deconstruye a sí misma, el discurso se deconstruye a sí mismo, la escritura se

deconstruye a sí misma, etc. La deconstrucción está allí, antes que la leamos, ya sea en la

realidad social, en el discurso, etc.

¿Qué hay en el origen? Porque origen hay. Derrida contesta que en el principio hay

un signo, no una cosa que el signo viene a suplir, sino un signo. No hay un punto fijo en el

origen, idéntico a sí mismo.

Si es un signo, ese signo, en todo caso, no tiene referente, y si es un punto, ese punto

del origen inmediatamente se divide respecto de sí mismo. No es una entidad simple para

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Derrida. Como si dijéramos: Esto punto es el punto y otro punto, es por lo menos dos en sí

mismo, una división.

¿Y qué es la huella? Porque podríamos decir que en el origen no hay un punto ni

una cosa sino una huella, y una huella tiene un doble movimiento, una bifurcación, una

separación en sí misma. La huella no es una identidad simple, sino una identidad dividida.

Toda huella tiene un movimiento hacia el pasado, la tradición, que es lo que garantiza la

identidad de la huella, y otro movimiento de iterabilidad hacia el futuro, y ahí esa misma

huella se contamina con otra cosa. Entonces, cada huella siempre es dos.

Bueno, seguimos la próximo, éxito en los parciales.

FIN DE CLASE.