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5.1. Simbolismo y modernidad poética

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5.1. Simbolismo y modernidad poética

1. Introducción. Los cambios económicos y culturales que se producen

en la primera mitad del siglo XIX (básicamente el capitalismo y la

aparición de una nueva clase social, el proletariado, y nuevos

desequilibrios sociales) provocaron, como vimos en el tema anterior, que

entre los escritores cuajara la idea de que su principal función era dar a

conocer, desde una óptica positivista, las consecuencias negativas

(económicas y políticas, pero sobre todo sociales) de la revolución

industrial anterior.

Con todo, muchos autores sintieron que la finalidad de las artes no debía

limitarse a una representación realista y crítica de la sociedad. Este

rechazo a la concepción utilitarista de la literatura vino a respaldar lo que

vino a llamarse "el espíritu de fin de siglo", esto es, el cuestionamiento de

los valores de la sociedad burguesa consolidada durante la primera mitad

del siglo XIX y la puesta de de juicio tanto de su pragmatismo, como de

su materialismo y conservadurismo moral. La idea principal era la

necesidad de recuperar una concepción del arte más allá de la mera

representación de los conflictos sociales.

Entre otros rasgos, cabría destacar:

1.1. La concreción de un acusado sentimiento antiburgués, que se

manifiesta con la aparición de tres nuevos tipos sociales, tres nuevas

formas de entender la vida caracterizadas por representar la inadaptación

del artista en su sociedad: por un lado, la figura del "poeta maldito" (según

la célebre representación de Verlaine), la del poeta ajeno a los

convencionalismos sociales y tocados por el fatalismo; por otro, el

prototipo del bohemio inadaptado de carácter amoral y autodestructivo, tal

cual lo reflejó Henri Murgier en Escenas de vida bohemia (adaptado en La

Bohéme por Puccini) o el mismo Luces de bohemia, de Valle-Inclán; por

último, la consolidación del dandi, personaje extremadamente refinado al

estilo de Oscar Wilde.

Leconte de Lisle Max Estrella y Don Latino Oscar Wilde

1.2. Todos ellos respondían, de un modo y otro, a un exacerbado

esteticismo, es decir, la búsqueda de la belleza como fin en sí mismo,

el “arte por el arte”. Por utilizar la famosa frase de Wilde: “Todo arte

es completamente inútil”, esto es, la completa falta de utilidad de lo

bello, considerado como un refugio ante la insoportable zafiedad del

mundo que los rodea.

Dibujo de Aubrey Beardsley para la Salomé de O. Wilde

a.- por un lado, la filosofía vitalista del Schopenhauer

de El mundo como voluntad y representación.

Schopenhauer parte de la premisa de la limitación del

conocimiento humano, idea tradicional en filosofía:

«Nadie puede salirse de sí mismo para identificarse

directamente con las cosas distintas a él; todo aquello de

que se tiene conocimiento cierto e inmediato se

encuentra dentro de su conciencia». La voluntad produce

en el ser humano un afán perpetuo de satisfacer los

apetitos vitales, pero dado que tal deseo es insaciable e

irracional, provoca un dolor que solo el arte puede

aplacar.

1.3. Importante también es la tendencia al irracionalismo y al

antipositivismo, en concreto, el rechazo a la razón y a la ciencia entendidos

como instrumentos de conocimiento y progreso. Este aspecto cobra valor en

la lectura de las dos corrientes filosóficas que más fuerza tienen en estos

años:

En ciertos sentidos emparentado con Schopenhauer, está Sören

Kierkegaard, aunque en este caso el filósofo danés pone el énfasis en

la angustia, sentimiento inherente a todo ser humano. Distingue a su

vez (en Temor y temblor) tres tipos de hombres: el estético

(hedonista, artístico), el ético (basa su vida en el cumplimiento de la

ley y la razón) y el religioso (se deja llevar por el absurdo y la fe; )

Kierkegaard apuesta por el hombre religioso, que acepta su angustia

y su destino absurdo. Estas doctrinas ejercieron una notable

influencia en el existencialismo europeo de posguerra, especialmente

en Albert Camus.

b.- por otro, la crítica radical a los valores occidentales puesta en práctica

por Nietzsche (en, por ejemplo, Ecce Homo o El Anticristo). Para Nietzsche,

la esencia humana es la Voluntad de Poder, es decir, la voluntad por

sobrevivir. Predica el concepto de Superhombre, aquél que hace prevalecer su

voluntad de poder al margen de cualquier cortapisa moral (“más allá del bien

y del mal”). En la dualidad que describe en su obra El origen de la Tragedia

(lo dionisíaco y lo apolíneo), apuesta por lo primero, esto es, por el

hedonismo, vitalismo y arrebato creador irracional, en contraposición a la

racionalidad contenida y serena del hombre apolíneo.

c.- a ello se añade, como alternativa a la espiritualidad occidental, el auge

de las doctrinas ocultistas y panteístas de estos años (representados, por

ejemplo, por la Teosofía de Madame Blavatsky, de gran fama en las últimas

décadas de siglo, una especie de fusión de religiones como el cristianismo, el

budismo, el hinduismo y directamente relacionada con los movimientos

esotéricos espiritistas de finales del siglo XVIII como gnósticos y

rosacruces.). La sociedad finisecular siempre estuvo abierta, en todo caso, a

indagar en los límites de la realidad, en el sueño, el inconsciente (poco

después cartografiado por Sigmund Freud), la ebriedad, el ocultismo y

espiritismo, etc.

En este sentido, gran influencia en la escuela Simbolista tuvo también la

filosofía mística del sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772), quien

creía en la existencia de correspondencias ocultas entre las percepciones

sensoriales y la vida espiritual. Swedenborg, además, era un firme

defensor de la capacidad del poeta (mejor, poeta-vidente) de descifrar los

paralelismos ocultos entre ambos planos. Su huella se deja sentir

especialmente en autores como Baudelaire (cuyo poema “Les

correspondences” fue reivindicado por el grupo Simbolista posterior) o

Rimbaud (que lleva al máximo la irracionalidad de los símbolos en su

famoso poema “Las vocales”).

Rimbaud, Vocales

A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales

algún día diré vuestro nacer latente:

negro corsé velludo de moscas deslumbrantes,

A, al zumbar en tomo a atroces pestilencias,

calas de umbría; E, candor de pabellones

y naves, hielo altivo, reyes blancos, ombelas

que tiemblan. I, escupida sangre, risa de ira

en labio bello, en labio ebrio de penitencia;

U, ciclos, vibraciones divinas, verdes mares,

paz de pastos sembrados de animales, de surcos

que la alquimia ha grabado en las frentes que estudian.

O, Clarín sobrehumano preñado de estridencias

extrañas y silencios que cruzan Mundos y Ángeles:

O, Omega, fulgor violeta de Sus Ojos.

1.4. Este rechazo al mundo en que viven y la conciencia de la

imposibilidad de superarlo, implica un hastío (o spleen, título de varias

composiciones de Baudelaire) que inunda la mayoría de la cultura del

momento. Ante esta imposibilidad de darle un sentido a la vida, se opta por

llenar este vacío existencial mediante el culto al placer y al erotismo.

1.5. Muy emparentado con todo ello es el hecho de que gran parte de la

literatura de fin de siglo (parnasiana, pero sobre todo simbolista) está

estrechamente vinculada a la vida urbana. Con el desarrollo de las

grandes ciudades se estaba produciendo un cambio psicológico en el

individuo. Se había pasado de una vida en “comunidad” a una vida en

“sociedad” urbana. La nueva sociedad estaba caracterizada por la

preponderancia del componente intelectual, por una intensificación de la

vida de los nervios (dos afecciones típicamente modernistas son

la hiperestesia y la neurastenia), por la rapidez y la velocidad con la que

se suceden los estímulos. En definitiva, la sociedad finisecular está

caracterizada por el paso de la comunidad a la sociedad y por su carácter

intelectualista e hipersensible.

De hecho, los espacios por los que se mueven suelen ser bares, tabernas,

lupanares, calles desiertas al anochecer…

Viktor Oliva, El bebedor de absenta

Me tragué un magnífico sorbo de veneno.— ¡Bendito sea tres veces el consejo que me

dieron!— Las entrañas me queman. La violencia del veneno retuerce mis extremidades,

me deforma, me tumba contra el suelo. Muero de sed, me sofoco, y no puedo gritar. ¡Es

el infierno, el castigo eterno! ¡Miren cómo el fuego se aviva! Ardo como corresponde.

¡Continúa, demonio!

Pude entrever la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¡Cómo describir la visión

cuando el aire del infierno no permite himnos! Eran millones de criaturas encantadoras,

un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones, ¿qué sé yo?

¡Las nobles ambiciones!

¡Y aún sigo con vida!— ¡Pero la condena es eterna! Un hombre que quiere mutilarse

está completamente condenado, ¿verdad? Yo me creo en el infierno, luego estoy en él.

Es la ejecución del catecismo. Soy esclavo de mi bautismo. Padres, ustedes provocaron

mi desdicha y también la suya. ¡Pobre inocente!— El infierno no puede herir a los

paganos.— ¡Y aún sigo con vida! Más tarde, las delicias de la condena serán más

profundas. Un crimen, rápido, para que la ley humana me lance al vacío.

(…)

Esas de allá no son acaso almas honestas que me desean el bien... Vengan... Una

almohada me cubre la boca, no me escuchan, son sólo fantasmas. Además, nadie piensa

en su prójimo. Que nadie se acerque. Huelo carne quemada, eso es seguro.

Las alucinaciones son innumerables. Es desde luego la historia de mi vida: nada de fé

en la historia, olvido de los principios. Lo callaré: poetas y visionarios se pondrían

celosos. Dado que soy mil veces más adinerado, seamos avaros como el mar.

Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno

2. Dos fueron las corrientes que representaron en mayor medida estas tendencias: el

Parnasianismo y el Simbolismo (a las que se podría añadir el Decadentismo)

El parnasianismo

Se formó en el año 1866 con motivo de la publicación de tres antologías poéticas

tituladas: El Parnaso contemporáneo. Figuraban en ellas poemas de Théofilo

Gautier y Leconte de Lisle, este último su máximo representante. El mismo

Charles Baudelaire debe mucho a esta corriente

El Parnasianismo surge como una reacción contra el exceso de subjetivismo y de

sentimentalismo del Romanticismo. Querían una poesía despersonalizada, alejada

de los propios sentimientos y con temas que tuvieran que ver con el arte, temas de

por si sugerentes, bellos, exóticos, con una marcada preferencia por la antigüedad

clásica, especialmente la griega, y por el lejano Oriente.

En lo referente al estilo, los parnasianos cuidaban mucho la forma. De esta manera,

si los románticos demostraron una gran intensidad de sentimientos, los parnasianos

intentaron, ante todo, crear belleza con cierta frialdad. El lema del parnasianismo

era: el arte por el arte, una poesía valorada como forma más que como contenido

(arte que no tenía por qué estar comprometido con la realidad social)

El viento de otoño, los ruidos lejanos de los mares igual,

llena de despedida solemne, de quejas desconocidas,

equilibrio tristemente a lo largo de las avenidas

¡Los macizos pesados enrojecidos de tu sangre, oh sol!

Las hojas en remolinos despega los desnudos;

y vemos oscilar, en un río bermejo,

a las aproximaciones de tarde inclinados al sueño,

de grandes nidos teñidos de púrpura al cabo de las ramas desnudas.

¡Cae, Astro glorioso, fuente y antorcha de día!

Tu gloria en manteles de oro que fluye de tu herida,

Así como de un pecho poderoso cae un amor supremo.

¡Muere pues, renacerás! La esperanza está segura de eso.

Pero quien reanimará la llama y la voz

¿Al corazón quién se estrelló por última vez?

Leconte de Lisle, Muerte del sol

El simbolismo

Fue un movimiento literario y pictórico iniciado en Francia y Bélgica en las décadas

de 1880 y 1890 como una escisión del Parnasianismo al que acusaban de frialdad.

La literatura simbolista utiliza el lenguaje literario como instrumento de conocimiento

y, a través de los símbolos, intenta captar lo que los sentidos no perciben, por lo cual

se encuentra impregnado de misterio y misticismo. Los poetas simbolistas prefieren

la sugerencia y la alusión a las afirmaciones precisas, buscan la musicalidad y las

sensaciones de color.

El movimiento simbolista reacciona contra los valores del materialismo y del

pragmatismo de la sociedad industrial, reivindicando la búsqueda interior y la verdad

universal; y para ello los poetas se sirven de los sueños que ya no se conciben

únicamente como imágenes irreales, sino como un medio de expresión de la realidad.

La poesía simbólica investiga para encontrar ”una forma sensitiva", posee intenciones

metafísicas, intenta utilizar el lenguaje literario como instrumento cognoscitivo, por

lo cual se encuentra impregnada de misterio y misticismo. Intenta encontrar lo que

Charles Baudelaire denominó "correspondencias", las secretas afinidades entre el

mundo sensible y el mundo espiritual. Para ello utilizaban determinados mecanismos

estéticos, como la sinestesia

El movimiento tiene sus orígenes en Las flores del mal, libro emblema de

Charles Baudelaire. Los escritos de Edgar Allan Poe –cuya influencia es

notoria en Baudelaire- fueron también determinantes en el movimiento,

concediéndole la mayoría de imágenes y figuras literarias que utilizaría. La

estética del Simbolismo fue desarrollada por Stéphane Mallarmé, Paul

Verlaine y Arthur Rimbaud , algunos de los llamados "Los poetas

malditos" (denominación con que Verlaine tituló un libro de 1888 que

pretendía ser un homenaje a poetas amigos)

• La poesía simbolista busca vestir a la idea de una forma sensible intenta

utilizar el lenguaje literario como instrumento cognoscitivo

• Sus esfuerzos se basaban en encontrar una musicalidad perfecta en sus rimas

• El movimiento simbolista reacciona contra los valores del materialismo y del

pragmatismo de la sociedad industrial

• El Simbolismo es una tendencia que supera nacionalidades, límites

cronológicos y estilos personales

A estas dos corrientes se podría añadir hacia finales de siglo el

movimiento denominado Decadentismo, que quiere referirse al trabajo

literario de los escritores que se sienten atraídos por lo morboso, lo

excitante, lo exquisito y refinado. Entre los decadentistas, además de los

poetas anteriores, se cuentan dramaturgos como Oscar Wilde y Maurice

Maeterlinck y novelistas como Gabrielle d’Annunzio. El decadentismo

arremete contra la moral y las costumbres burguesas, pretende la evasión

de la realidad cotidiana, exalta el heroísmo individual y desdichado,

explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del inconsciente.

Los decadentes fueron estetas ciento por ciento y mantuvieron, buscando

siempre lo aristocrático, lo quintaesenciado, lo superrefinado, lo precioso,

lo extraño, lo oculto, lo exótico (principalmente lo oriental) llevado a los

más prolijos y desmedidos extremos en un sentido exacerbante y

enfermizo.

D’Annunzio Maeterlinck

Vivió una vida turbulenta que influyó en su trayectoria poética, muy

vinculada a la de su mentor Verlaine. Pasó como un meteoro, fugaz y

deslumbrante, por la literatura. Apenas adolescente inició una vida

errante a la que arrastró a Verlaine durante cierto tiempo. Aunque sus

precoces composiciones poéticas causaron asombro en los salones

parisinos, Rimbaud abandonó para siempre la poesía al cumplir los

veinte años, para viajar por el mundo como soldado y contrabandista.

Pasó sus últimos años en África y, enfermo de cáncer, regresó a Francia

para morir.

Los poemas que escribió en apenas cuatro años fueron publicados por

Verlaine en los libros Una temporada en el infierno e Iluminaciones. De

gran libertad formal y repletos de imágenes, sus versos oníricos y

visionarios profundizan en los aspectos irracionales del ser humano.

En su obra se encuentra la preocupación simbolista por el ocultismo y la

intuición, y la búsqueda de nuevas formas de conocimiento a través del

subconsciente (en este sentido se considera precursor del surrealismo).

Su poema más conocido es El barco ebrio, que escribió siendo muy

joven.

Arthur Rimbaud (1854-1891)

Arthur Rimbaud, Ofelia

I

En las aguas profundas que acunan las estrellas,

blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,

flota tan lentamente, recostada en sus velos...

cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia

pasa, fantasma blanco por el gran río negro;

más de mil años ya que su suave locura

murmura su tonada en el aire nocturno.

El viento, cual corola, sus senos acaricia

y despliega, acunado, su velamen azul;

los sauces temblorosos lloran contra sus hombros

y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.

Los rizados nenúfares suspiran a su lado,

mientras ella despierta, en el dormido aliso,

un nido del que surge un mínimo temblor...

y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.

II

¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,

muerta cuando eras niña, llevada por el río!

Y es que los fríos vientos que caen de Noruega

te habían susurrado la adusta libertad.

Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,

en tu mente traspuesta metió voces extrañas;

y es que tu corazón escuchaba el lamento

de la Naturaleza –son de árboles y noches.

Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo

rompió tu corazón manso y tierno de niña;

y es que un día de abril, un bello infante pálido,

un loco misterioso, a tus pies se sentó.

Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .

Te fundías en él como nieve en el fuego;

tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.

–Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.

III

Y el poeta nos dice que en la noche estrellada

vienes a recoger las flores que cortaste ,

y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,

a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.

Paul Verlaine (1844-1896)

De su vida cabe destacar la intensa relación amorosa que vivió con el joven

Rimbaud a pesar de estar casado, relación que incluso lo haría pasar un tiempo en

la cárcel. (Tras una juventud bohemia se había convertido en un plácido padre de

familia burgués, hasta que en 1872 abandonó todo para seguir al adolescente

Rimbaud, de quien se hizo amante y al que acabó hiriendo de un disparo. Tras

salir de la cárcel su vida transcurrió entre su obra literaria y una miserable

bohemia salpicada de crisis violentas y entregada a todo tipo de excesos)

Además de poesía escribió interesantes obras en prosa de carácter crítico y

autobiográfico. Como poeta busca sugerir más que definir, evocar mediante la

imprecisión; en su verso, caracterizado por las innovaciones, el paisaje tiene gran

importancia para describir estados de ánimo. Las aportaciones más importantes

de su obra son la defensa de la musicalidad como esencia misma de la poesía, el

sentido del coloquialismo lírico y un cierto tono de vaguedad melancólica.

Los poetas simbolistas y parnasianistas de la época lo reconocían como maestro y

hoy es considerado como el padre del Modernismo.

Paul Verlaine, Tú crees en el ron del café…

Tú crees en el ron del café, en los presagios,

y crees en el juego;

yo no creo más que en tus ojos azulados.

Tú crees en los cuentos de hadas, en los días

nefastos y en los sueños;

yo creo solamente en tus bellas mentiras.

Tú crees en un vago y quimérico Dios,

o en un santo especial,

y, para curar males, en alguna oración.

Mas yo creo en las horas azules y rosadas

que tú a mí me procuras

y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.

Y tan profunda es mi fe

y tanto eres para mí,

que en todo lo que yo creo

sólo vivo para ti.

Stephan Mallarmé (1842-1898)

La vida de Stephane Mallarmé, funcionario y profesor de inglés, apenas

ofrece nada destacable. Su obra -caracterizada por la experimentación

gramatical y la riqueza del vocabulario- busca la belleza absoluta, la poesía

pura, a través de unos poemas oscuros progresivamente herméticos, que van

eliminando todo lo que no sea palabra poética. Su virtuosismo le lleva

incluso a innovar la forma tipográfica de las poesías.

Sin embargo, su conciencia de la intrínseca imposibilidad de la «obra

perfecta» que perseguía, llenó de angustia y depresiones sus últimos años.

De todas formas, la fe en la palabra de los simbolistas se convertiría en la

base de las vanguardias y la poesía moderna.

Entre sus obras más importantes: Herodias y La siesta de un fauno (que

inspiró al compositor francés Claude Debussy)

Stéphan Mallarmé, Angustia

Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena

de todos los pecados de un pueblo que te ama,

ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena

bajo el tedio incurable que mi labio derrama.

Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos

con que duermes después de tu engaño, extenuada,

tras el telón ignoto de los remordimientos,

tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.

Porque el Vicio, royendo mi majestad innata,

con su esterilidad como a ti me ha marcado;

pero mientras tu seno sin compasión recata

un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,

pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,

¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!

En la estela del Simbolismo (finales del XIX principios del XX)

a.- el poeta irlandés William Butler Yeats

La isla del lago de Innisfree

Me levantaré y me pondré en marcha, y a Innisfree iré,

y una choza haré allí, de arcilla y espinos:

nueve surcos de habas tendré allí, un panal para la miel,

y viviré solo en el arrullo de los zumbidos.

Y tendré algo de paz allí, porque la paz viene goteando con calma,

goteando desde los velos de la mañana hasta allí donde canta el grillo;

allí la medianoche es una luz tenue, y el mediodía un brillo escarlata

y el atardecer pleno de alas de pardillo.

Me levantaré y me pondré en marcha, noche y día,

oigo el agua del lago chapotear levemente contra la orilla;

mientras permanezco quieto en la carretera o en el asfalto gris

la oigo en lo más profundo del corazón.

b. Paul Valéry (El cementerio marino), creador de la poesía

pura que tanta influencia tendría en Juan Ramón Jiménez.

¡Azul! Soy yo. Regreso de lúgubres canteras

a ver el mar lanzando sus escalas sonoras,

y al filo de los remos de oro, en las auroras,

zarpando de su rada nocturna las galeras.

Mis manos solitarias invocan los monarcas

-yo hundía entre su barba de sal mis dedos puros-.

Llorando he visto, al eco de sus himnos oscuros,

huir los golfos ante la popa de sus barcas.

Oigo las caracolas hondas, los helicones

marciales en las rítmicas alas de los timones;

claros cantos remeros encadenan rugidos.

Y en las heroicas proas, los dioses exaltados,

con sus plácidos rostros de la espuma azotados,

me tienden indulgentes sus brazos esculpidos.

c. el alemán Rainer Maria Rilke (Elegías a Duino)

Ofrenda

¡Oh, cómo florece mi cuerpo, desde cada vena,

con más aroma, desde que te reconozco!

Mira, ando más esbelto y más derecho,

y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?

Mira; yo siento cómo distancio,

cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.

Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas

sobre ti, y pronto también sobre mí.

A todo aquello que a través de mi infancia

sin nombre aún refulge, como el agua,

le voy a dar tu nombre en el altar

que está encendido de tu pelo

y rodeado, leve, con tus pechos.

d.- el griego Konstantin Kavafis

La ciudad

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.

Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.

Todo esfuerzo mío es una condena escrita;

y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.

Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.

Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire

oscuras ruinas de mi vida veo aquí,

donde tantos años pasé y destruí y perdí".

Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.

La ciudad te seguirá. Vagarás

por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo

y en estas mismas casas encanecerás.

Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-

no hay barco para ti, no hay camino.

Así como tu vida la arruinaste aquí

en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.