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4 de abril de 2003 – 4 de abril de 2004 «Un año de especial santificación para la Familia Paulina» Propuesta de animación espiritual para la celebración del año alberoniano En 1963, hace exactamente 40 años, El P. Alberione, invitaba a la Familia Paulina a vivir un “año de especial santificación”. En aquella ocasión escribía: «La santidad garantiza el fruto del apostolado. Del amor a Dios procede el amor al prójimo. De la abundancia de la oración, de los dones divinos, del amor a Dios se sigue el deseo de evitar la ofensa a Dios y de llevar el amor y la salvación a las almas: se desearía que el Padre celestial fuera amado por todos sus hijos, tal como Jesús amó: “Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28)». «El alma perfecta daría muy gustosamente mil veces la vida para agradar a Dios. El verdadero amor a Dios suscita en el alma un celo puro, sereno, encendido, constante, fuerte, hasta dar la vida. Por el contrario cuando el alma no está totalmente unida a Dios, muerta a sí misma, desprendida de todo, tendrá un celo impetuoso, inestable, turbulento, colérico: entonces se busca a sí misma, no a Dios y a las almas. La vida perfecta se alcanza como explica san Pablo: “Vivo ego, iam non ego, vivit vero in me Christus”; “Vivo yo, pero no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. El primer paso para que Jesucristo viva en nosotros consiste en conocer y creer en el Cristo total, como Camino, Verdad y Vida. Conocer, meditar, creer, imitar, sentir, amar con toda la mente, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (SP, enero 1963). La Familia Paulina cree que puede aplicarse hoy a sí misma la invitación a la santificación que el padre común le dirigía en el año 1963, repetido sin descanso en toda ocasión. El acontecimiento de la beatificación del Fundador constituye para cada uno/a de sus hijos/as una oportunidad sumamente preciosa para un serio compromiso en el camino de la santidad, asumiendo hoy, con fe y disponibilidad renovadas, las exigencias del seguimiento del Señor para la misión que nos ha encomendado y cultivando una mentalidad y un sentimiento de Familia. n Un objetivo común: Acoger en la novedad del corazón y de la vida las abundantes riquezas de la experiencia espiritual del P. Alberione, para aprender, de su camino de conformación con Cristo Maestro y Pastor, Camino, Verdad y Vida, los pasos de la santidad apostólica que estamos llamados a vivir como Familia Paulina. n El P. Alberione nos indica el itinerario: Acerca del camino de santificación, el Fundador permaneció fundamentalmente fiel a todo lo que había propuesto desde la primera circular (publicada de nuevo en SP de febrero-marzo-abril de 1965): «El proceso de santificación es un proceso de cristificación: donec formetur Christus in vobis (hasta que Cristo tome forma en vosotros: Gál 4,19). Por tanto, seremos santos en la medida en que vivamos la vida de Jesucristo; o mejor, en la medida en que Cristo viva en nosotros: Christianus alter Christus; y es lo que san Pablo dice de sí mismo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Esto se forma en nosotros gradualmente hasta “la madurez de Cristo en su plenitud”; como gradualmente crece el niño hasta que se hace adulto. Jesucristo es Camino, Verdad y Vida; en el trabajo espiritual está el compromiso: a) De imitar la santidad de Jesucristo que nos marcó el Camino con sus ejemplos y con su enseñanza: “sed perfectos”. b) En el espíritu de fe según Jesucristo Verdad: pensar según el Evangelio, el Nuevo Testamento, la Iglesia que nos lo comunica.

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4 de abril de 2003 – 4 de abril de 2004

«Un año de especial santificación para la Familia Paulina»

Propuesta de animación espiritual para la celebración del año alberoniano

En 1963, hace exactamente 40 años, El P. Alberione, invitaba a la Familia Paulina a vivir un “año de especial santificación”. En aquella ocasión escribía: «La santidad garantiza el fruto del apostolado. Del amor a Dios procede el amor al prójimo. De la abundancia de la oración, de los dones divinos, del amor a Dios se sigue el deseo de evitar la ofensa a Dios y de llevar el amor y la salvación a las almas: se desearía que el Padre celestial fuera amado por todos sus hijos, tal como Jesús amó: “Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28)». «El alma perfecta daría muy gustosamente mil veces la vida para agradar a Dios. El verdadero amor a Dios suscita en el alma un celo puro, sereno, encendido, constante, fuerte, hasta dar la vida. Por el contrario cuando el alma no está totalmente unida a Dios, muerta a sí misma, desprendida de todo, tendrá un celo impetuoso, inestable, turbulento, colérico: entonces se busca a sí misma, no a Dios y a las almas. La vida perfecta se alcanza como explica san Pablo: “Vivo ego, iam non ego, vivit vero in me Christus”; “Vivo yo, pero no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. El primer paso para que Jesucristo viva en nosotros consiste en conocer y creer en el Cristo total, como Camino, Verdad y Vida. Conocer, meditar, creer, imitar, sentir, amar con toda la mente, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (SP, enero 1963). La Familia Paulina cree que puede aplicarse hoy a sí misma la invitación a la santificación que el padre común le dirigía en el año 1963, repetido sin descanso en toda ocasión. El acontecimiento de la beatificación del Fundador constituye para cada uno/a de sus hijos/as una oportunidad sumamente preciosa para un serio compromiso en el camino de la santidad, asumiendo hoy, con fe y disponibilidad renovadas, las exigencias del seguimiento del Señor para la misión que nos ha encomendado y cultivando una mentalidad y un sentimiento de Familia. n Un objetivo común: Acoger en la novedad del corazón y de la vida las abundantes riquezas de la experiencia espiritual del P. Alberione, para aprender, de su camino de conformación con Cristo Maestro y Pastor, Camino, Verdad y Vida, los pasos de la santidad apostólica que estamos llamados a vivir como Familia Paulina. n El P. Alberione nos indica el itinerario: Acerca del camino de santificación, el Fundador permaneció fundamentalmente fiel a todo lo que había propuesto desde la primera circular (publicada de nuevo en SP de febrero-marzo-abril de 1965): «El proceso de santificación es un proceso de cristificación: donec formetur Christus in vobis (hasta que Cristo tome forma en vosotros: Gál 4,19). Por tanto, seremos santos en la medida en que vivamos la vida de Jesucristo; o mejor, en la medida en que Cristo viva en nosotros: Christianus alter Christus; y es lo que san Pablo dice de sí mismo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Esto se forma en nosotros gradualmente hasta “la madurez de Cristo en su plenitud”; como gradualmente crece el niño hasta que se hace adulto. Jesucristo es Camino, Verdad y Vida; en el trabajo espiritual está el compromiso:

a) De imitar la santidad de Jesucristo que nos marcó el Camino con sus ejemplos y con su enseñanza: “sed perfectos”.

b) En el espíritu de fe según Jesucristo Verdad: pensar según el Evangelio, el Nuevo Testamento, la Iglesia que nos lo comunica.

Page 2: 4 de abril de 2003 – 4 de abril de 2004 «Un año de ... · 4 de abril de 2003 – 4 de abril de 2004 «Un año de especial santificación para la Familia Paulina» Propuesta de

c) En la gracia, que es participación de la Vida de Jesucristo, en los Sacramentos y en todos los medios de gracia.

Así se forma en nosotros Cristo Camino, Verdad y Vida: conformes fieri». El camino paulino a la santidad apostólica consiste, por tanto, en vivir «la vida de Jesucristo»; y la medida de la santidad corresponde a la «medida en que Jesucristo vive en nosotros». Es la gran consigna que el Fundador confió a la Familia Paulina desde el año 1932, con la obra Donec formetur Christus in vobis (DF)1, y que no se cansó de recordar en todos sus escritos y en toda su predicación. Dejarse santificar comporta, pues, que Cristo Jesús crezca en toda nuestra persona «hasta la madurez», o sea, hasta que se forme plenamente en cada uno de nosotros: § Jesús-Verdad interpela a la mente y, si esta se abre a la escucha, él la llena con sus pensamientos

y sus juicios, conduciéndola a asumir su misma mentalidad. Resultado último: la santificación de la mente.

§ Jesús-Camino actúa sobre la voluntad y la empuja a hacer siempre opciones evangélicas, constituyéndola en lugar donde él mismo prolonga hoy el estilo de vida oblativo que tuvo en la tierra. Resultado último: la santificación de la voluntad.

§ Jesús-Vida penetra en la profundidad del ser y lleva al corazón a tener los mismos “sentimientos” de Jesús, hasta la «unión habitual» con él. Será Jesús-Vida-en-nosotros quien quiera comunicarse y entregarse al hombre de hoy empleando todas nuestras energías.

§ La meta es «vive en mí Cristo»: Cristo viviente en nosotros nos constituye apóstoles y hace apostólico todo el servicio que desempeñamos en la Iglesia en la especificidad de las diversas formas.

n Las etapas del año: 4 de abril de 2003 Celebración de apertura del año alberoniano

«La mano del Señor se posó sobre mí» Primera etapa: del 5 de abril al 11 de mayo

Fiesta de Jesús Buen Pastor «El Pastor que es Camino, Verdad y Vida, el Pastor divino»

Segunda etapa: del 12 de mayo al 7 de junio

Fiesta de María, Reina de los Apóstoles «Con María en el Cenáculo para obtener la efusión del Espíritu Santo»

Tercera etapa: del 9 de junio al 30 de junio

Solemnidad de san Pablo apóstol San Pablo: «el más fiel intérprete del Maestro divino»

Cuarta etapa: del 1 de julio al 20 de agosto

Fundación de la Familia Paulina Profundo examen sobre: «ad quid venisti?»

Quinta etapa: del 21 de agosto al 12 de septiembre

El P. Alberione se encarga de la prensa diocesana de Alba El «año en que fui llamado a la misión»

Sexta etapa: del 13 de septiembre al 26 de octubre

Solemnidad de Jesucristo divino Maestro «El Padre mismo ha enviado a su Hijo, el Maestro...»

Séptima etapa: Fiesta del Beato Santiago Alberione

1 S. ALBERIONE, Donec formetur Christus in vobis, Edición preparada por el Centro de Espiritualidad Paulina, Sociedad de San Pablo, Casa General, Roma 2001. El volumen recoge el texto de la «edición crítica», preparada por el Fundador e impresa en 1932: los números marginales indican las páginas de aquella edición. Por eso los textos de DF sugeridos para las diversas etapas del año alberioniano se refieren a las páginas de la edición de 1932.

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del 27 de octubre al 26 de noviembre «La formación debe modelarse sobre el divino Maestro»

Octava etapa: del 27 de noviembre al 21 de diciembre

Cuarto domingo del Tiempo de Adviento «Debemos seguir a este Maestro supremo»

Novena etapa: del 22 de diciembre al 25 de enero de 2004

Fiesta de la Conversión del apóstol san Pablo «Este período debe traernos a Jesucristo Verdad, Camino y Vida para que resulte el hombre nuevo»

Décima etapa: del 26 de enero al 29 de febrero de 2004

Primer domingo del Tiempo de Cuaresma «La voluntad de Dios en todo»

Undécima etapa: del 1 de marzo al 25 de marzo de 2004

Solemnidad de la Anunciación del Señor «Jesús es la gracia»

4 de abril de 2004 Celebración de clausura del año alberoniano

«Haz de ello un programa práctico de luz y de vida»

n La modalidad:

• Las etapas pretenden marcar un itinerario de fe y de reflexión a través de las riquezas espirituales

y carismáticas de la Familia Paulina. • El texto de referencia a través del cual se desarrolla el itinerario es el Donec formetur Christus in

vobis.

• Cada etapa comienza con una jornada celebrativa, sobre la experiencia espiritual del Fundador y en sintonía con el tiempo litúrgico y con las fiestas de la Familia Paulina, de modo que todo el mes o período sucesivo tenga esa connotación temática y espiritual.

• La jornada celebrativa puede vivirse como retiro espiritual o como un momento de especial

animación carismática. Estas modalidades pueden realizarse también los días que preceden inmediatamente a la jornada.

• Es importante que cada uno personalmente se aproxime a los textos propuestos, los haga objeto

de meditación y de profundización y dé continuidad en la oración personal a lo que se ha celebrado comunitariamente.

• Cada uno de los momentos ha de vivirse como Familia Paulina o, donde esto no fuera posible,

como comunidad.

• El itinerario del año va acompañado de un subsidio que tiene la finalidad de facilitar una experiencia común, despertando la atención sobre los mismos temas, recurriendo a los mismos contenidos, previendo la necesidad de adaptaciones según las circunstancias.

• Los responsables de las Circunscripciones deben apresurarse para dar a conocer esta propuesta, de

modo que se integre en la programación anual de la propia circunscripción. . n El subsidio: estructura, contenidos, modalidades de uso A través del subsidio queremos ofrecer pautas y contenidos, con la esperanza de que puedan ayudar a los

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hermanos y hermanas a asumir cada vez mejor el estilo paulino de santidad apostólica, que fue la primera y principal solicitud de nuestro Fundador. El subsidio contiene 11 fichas, una para cada etapa, y un apéndice. Las fichas de las celebraciones de apertura (4 de abril de 2003) y de clausura (4 de abril de 2004) del año proponen esquemas de oración para utilizar a modo de liturgia de la Palabra o de adoración eucarística. En el apéndice se ofrecen textos del P. Alberione para la profundización de cada etapa, y una propuesta para meditar y orar con la Coronita a san Pablo. Estructura de cada ficha: § Período de la etapa con la jornada celebrativa. § Título temático. § Textos bíblicos. § Textos del P. Alberione. § Pautas de actualización (la Palabra interpela). § En oración con el P. Alberione.

Contenidos: § Los textos del P. Alberione están tomados de Donec formetur Christus in vobis. Las oraciones,

cuyas fuentes se indican siempre, son aquellas con las que el P. Alberione oró y que encomendó para el camino espiritual de sus hijos.

Modos de uso: Tanto en el caso del retiro espiritual como en el de la animación carismática o de momentos de oración (contextos todos a los que estas fichas pueden aplicarse con las oportunas adaptaciones) es importante: § que se haga una elección del contenido propuesto, cuidando la centralidad del tema; § que haya tiempos de interiorización para favorecer el encuentro personal con la palabra de Dios y

del Fundador; § que el encuentro como Familia Paulina facilite momentos para compartir el tema propuesto; § que haya una continuidad entre las diversas etapas.

Siglas AAP Alberione a las Hermanas de Jesús Buen Pastor AD Abundantes divitiæ gratiæ suæ CISP Carissimi in San Paolo CVV Considerate la vostra vocazione PD A las Pías Discípulas del Divino Maestro SdC Spiegazione delle Constituzioni (Hijas de San Pablo) SdM Santificazione della mente SP San Paolo (boletín interno de la Sociedad de San Pablo) UCBS Unione Cooperatori Buona Stampa UPS Ut perfectus sit homo Dei VC Vita Consecrata.

4 de abril de 2003

Celebración de apertura del “año alberoniano”

“La mano de Dios sobre mí”

Guía. Esta celebración marca el comienzo del año espiritual alberoniano, que deseamos vivir para “profundizar en la multiforme personalidad de nuestro Fundador, a fin de comprender mejor el carisma y

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testimoniarlo con mayor transparencia a toda la Iglesia”. Haciendo memoria del nacimiento del P. Santiago Alberione, queremos contemplar, con ojos nuevos, llenos de agradecido estupor, la vida de nuestro Fundador como historia de salvación y ver, en la suya, la de nuestra Familia religiosa. Canto de entrada Mientras la asamblea canta, el celebrante, con el evangeliario, se dirige en procesión al altar, acompañado por algunos representantes de la Familia Paulina, dos de los cuales llevan: è La foto de Alberione, que podrá colocarse en un ángulo adecuado cercano al ambón. è Una lámpara, preferiblemente la de la Familia Paulina, que se pondrá en el altar. Los otros representantes llevarán un símbolo del propio Instituto y lo dejarán, si es factible, junto a la foto de Alberione (tener en cuenta la oportunidad y la posibilidad). Oración Celebrante. Padre, en preparación a la beatificación de nuestro fundador Santiago Alberione, nos has convocado para celebrar las riquezas que, por medio suyo, has dado a nuestra Familia: Te damos gracias y te suplicamos para que Cristo, tu Hijo, viva en nosotros, y nosotros, injertados en Él y entregados a la sabiduría de tu voluntad, sepamos comunicar al mundo la palabra de salvación. Te lo pedimos por el mismo Cristo, nuestro Maestro y Pastor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos. Todos. Amén. Escucha de la Palabra de Dios Guía. Pablo tiene conciencia de ser el menor entre los apóstoles, pero por gracia de Dios ha sido constituido portador de la misión inaudita de iluminar a los pueblos poniéndoles en contacto con Jesús, camino hacia el Padre, luz que ilumina y da vida. Sabe que debe seguir siendo el menor para que el don de Dios brille en todo su esplendor. También Alberione vive en su ‘carne’ la conciencia de ser el menor, pero colmado de gracia (AD 350). Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3,8-13) A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en él. Por eso hacedme el favor de no acobardaros cuando paso dificultades por vosotros; ellas son precisamente vuestra gloria. Palabra de Dios. Todos. Demos gracias a Dios. Salmo responsorial (78)

R/. Contaremos a la generación futura las maravillas que ha realizado el Señor.

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca: que voy a abrir mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado. R/. Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder,

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las maravillas que realizó. R/. Porque él estableció una norma para Jacob, dio una ley a Israel: él mandó a nuestros padres que lo enseñaran a sus hijos, para que lo supiera la generación siguiente, y los hijos que nacieran después. R/. Que surjan y lo cuenten a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos. R/.

Canto antes del evangelio R/. ¡Gloria y honor a ti, Señor Jesús! «Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida –dice Jesús–; nadie va al Padre si no es por mí». R/. ¡Gloria y honor a ti, Señor Jesús! Guía. Solo Jesús es el Camino que es también estilo de Verdad, plenitud de Vida, a quien toda la humanidad anhela incluso sin saberlo. Este Jesús es la riqueza que Alberione, sintiéndose deudor al amor de Dios, quiere dar a nuestro mundo pobre y orgulloso (AD 182). Lectura del evangelio según san Juan (14,6-12) Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya le conocéis y le habéis visto”. Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús le replica: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre”. Palabra del Señor. Todos. Gloria a ti, oh Cristo. Breve homilía o silencio Guía. El Fundador comparte con nosotros su experiencia vocacional, resumiéndola en estas palabras: «He sentido la mano de Dios sobre mí». Juntemos a su testimonio nuestra expresión de alabanza a Dios grande y misericordioso, cantando (proclamando) como estribillo el lema ”Gloria a Dios...” (AD 183). Lector. «La mano de Dios sobre mí, desde el 1900 al 1960. La voluntad del Señor se ha cumplido, no obstante la miseria de quien debía ser el instrumento indigno e inepto. Del sagrario ha ido viniendo la luz, la gracia, los llamamientos, la fuerza, las vocaciones, tanto en el comienzo como en el trayecto … En todo caso, el P. Alberione es el instrumento elegido por Dios para esta misión; así que ha obrado por Dios y según la inspiración y el querer de Dios; y también porque todo fue aprobado por la mayor autoridad existente en la tierra, y porque le han seguido hasta ahora muchas almas generosas... Puedo aseguraros a todos que todo se ha hecho sólo y siempre con la luz del sagrario y en obediencia…» (UPS I, 374-375). Respuesta (posiblemente cantada) con el estribillo “Gloria a Dios en el cielo...” o bien otro adecuado.

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Lector. «Soy un hombre cargado de deudas con Dios y con los hombres. Y en esta circunstancia la lista de las deudas se ha alargado todavía. Pero también he pagado muchas… Puesto que no tengo ni oro ni plata, os doy de lo que tengo: Jesucristo Camino Verdad y Vida» (SP, abril 1936). Respuesta Lector: «Es útil recordar algún detalle sobre nuestra querida Congregación. Estoy ya próximo al final de mi vida y no me hago ilusiones. Por eso quiero hablaros a vosotros, hermanos cualificados y con muchos méritos. En todo lo relacionado con la institución de cada una de las partes de la Familia Paulina, mis pasos estuvieron siempre guiados por la obediencia: el comienzo, el desarrollo, el espíritu, la expansión y el apostolado. Tres elementos fueron necesarios en asunto de tanta responsabilidad: la inspiración divina bien contrastada, el consejo del director espiritual y la dependencia de los legítimos superiores... He sentido la mano de Dios, una mano paterna y sabia, a pesar de mis incontables faltas, por las que recito con total confianza en el ofrecimiento de la Hostia “pro innumerabilibus peccatis, offensionibus et negligentiis meis”… El canónigo Chiesa tuvo un influjo notable y, cuando murió, conté con la dirección de un venerable padre de Turín»… (UPS I, 16-17). Respuesta Lector. «En este momento me veo lleno de deudas con Dios y con los hombres; por eso: 1) A Dios Agimus tibi gratias, omnipotens Deus, pro universis beneficiis tuis, qui vivis et regnas in sæcula sæculorum. a. Señor, te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano, sacerdote, conservado y soportado durante

80 años; b. Por haber hecho, el primero, la profesión religiosa paulina, según la Santa Sede; c. Por haber predicado y practicado, desde el año 1900, la devoción a Jesús Maestro Camino, Verdad y

Vida, a la Reina de los Apóstoles, a san Pablo apóstol; d. Por el comienzo de la Familia Paulina, hace 50 años, el 20 de agosto de 1914. Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Dios ha hecho lo que quería que se hiciera, a pesar de haber sido yo siervo inútil en vez de constructor»… (SP, marzo-abril de 1964).

Respuesta Lector. Pensamiento orientador: la acción se alimenta con la oración… Principios-guía son: el espíritu pastoral, el apostolado litúrgico, los medios de las comunicaciones sociales para dar el mensaje de la salvación. Todos se consideren servidores de la Iglesia según nuestro voto de fidelidad al Papa. Respecto a mi pobre persona, el Señor, también en esto, ha seguido su estilo, que es divino:«Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios; lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar a lo fuerte; aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor» (1Cor 1,28)… El salmo dice: “El más robusto [llega] hasta 80 años, y la mayor parte pasan aprisa y vuelan ”; pero añadimos: por la divina misericordia se va al otro lado, donde se empieza de veras a vivir eternamente» (SP, marzo-abril de 1964). Respuesta Si esta celebración se hace como hora de adoración, se guarda un adecuado espacio de silencio para el examen de conciencia o revisión de vida. Para ello pueden servir estas preguntas del Fundador:2 è ¿Me glorío o complazco de algo? ¿Doy siempre y sólo y en todo gloria a Dios? è ¿Busco de veras la gloria de Dios?

2 S. Alberione, Taccuini [Cuadernillos], 1964.

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è ¿Me abandono en el Padre celeste? Canto Guía. Un representante por cada Instituto se acerca a recibir del celebrante una lámpara, encendida en la que está puesta encima del altar, para llevarla al propio Instituto, como signo de comienzo de nuestro camino en el año alberoniano. Vueltos al propio sitio, rezamos esta oración de nuestro Fundador.3 Solista. Jesús Maestro, que yo piense con tu inteligencia y con tu sabiduría,

Que yo ame con tu corazón. Que yo lo vea todo con tus ojos. Que yo hable con tu lengua.

Todos. Jesús Maestro, que yo piense con tua inteligencia. Solista. Que yo oiga sólo con tus oídos.

Que yo guste lo que a ti te gusta. Que mis manos sean tuyas. Que mis pies vayan tras tus pasos.

Todos. Jesús Maestro, que mis pies vayan tras tus pasos. Solista. Que yo rece con tus oraciones.

Que yo trate con tu mismo trato. Que yo celebre como tú te inmolaste. Que yo esté en ti y tú en mí, tanto que yo desaparezca.

Todos. Jesús Maestro, que yo esté en ti y tú en mí. Guía. «... Esta es su voluntad: que de la entonces amenazada FP debía surgir gran luz...».

Pueden presentarse otras peticiones, a las que todos responden: – Haz, Señor, que de nuestra Familia surja gran luz. Después de un adecuado espacio de silencio, un lector proclama el testamento espiritual del Fundador. § «Queridos miembros de la Familia Paulina: Al separarnos temporalmente, en la confianza de

reunirnos eternamente todos. Agradezco a todos y a todas por la paciencia usada conmigo; pido perdón de cuanto no he hecho, o he hecho mal. Sin embargo, estoy seguro de que toda la orientación dada es sustancialmente conforme a Dios y a la Iglesia.

§ [Es] de infinito valor, como vida y devoción, Jesucristo, divino Maestro, camino y verdad y vida; que él ilumine todo el perfeccionamiento religioso y el apostolado.

§ Seguir siempre a san Pablo apóstol, maestro y padre; seguir siempre, amar y predicar a María, nuestra Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles. Benedicat omnipotens Deus, Pater et Filius et Spiritus Sanctus.

§ Mi conclusión: he seguido el cometido del Apostolado desde 1914 a 1968, con la gracia divina.

Ahora he llegado a 84 años de mi vida; que se cierra con el tiempo y pasa a la eternidad; a todas horas repito la fe, la esperanza, la caridad a Dios y a las personas. Reunidos todos en el gozo eterno».

3 Cf. Che io ami con il cuore, [Que yo ame con el corazón], por S. De Blasio, Roma 1985, p.26.

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(6 de agosto de 1967 – ratificado el 19 de marzo de 1968). Oración final Celebrante. Padre, te pedimos que nos robustezcas con los tesoros de tu gloria, por medio de tu Espíritu, en lo profundo de nuestro ser. Concédenos que Cristo habite por la fe en nuestros corazones y que la caridad sea nuestra raíz, nuestro cimiento, de modo que logremos, con todos los consagrados, abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende todo conocimiento, el amor de Cristo, para llegar a ser colmados de tu misma plenitud (cf. Ef 3,14-19). Celebrante. «Descienda la amplia bendición de Dios y el don de su Espíritu sobre todos los miembros de la Familia Paulina». Todos. Amén. Canto final.

Otra posible conclusión

Después de que cada uno de los representantes de los Institutos ha encendido su lámpara y ha vuelto a su sitio, se proclama el siguiente texto eucológico de Pablo a los Efesios: Todos. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido

en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Solista. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Todos. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido

en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Solista. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

Todos. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

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Solista. Por medio de él, y tal como lo había establecido el que ejecuta todo según su libre decisión, nos había predestinado a ser herederos, de modo que nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, fuéramos la alabanza de su gloria. Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia, del rescate de su posesión:

para alabanza de su gloria.

Todos. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Solista. Renovemos ahora el Pacto de alianza, con los sentimientos del Fundador, que todo lo cifraba en Dios. Todos. Jesús Maestro, acepta el pacto que te proponemos, por medio de María, Reina de los Apóstoles, y de nuestro padre san Pablo. Nosotros hemos de corresponder fielmente a tu plan de salvación: alcanzar la santidad y gloria a que nos has destinado, realizar con entrega y constancia el apostolado con los instrumentos de la comunicación social. Pero nos sentimos demasiado débiles, ignorantes, incapaces y limitados en todo: en el espíritu, en la ciencia, en el apostolado y en la pobreza. Tú, en cambio, eres el camino, la verdad y la vida, la resurrección, nuestro único y supremo bien. Por eso confiamos sólo en ti, que nos has dicho: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará ”. Por nuestra parte, prometemos y nos comprometemos a buscar en todo y con todas las fuerzas, en la vida y en el apostolado, sólo y siempre, tu gloria y la paz de los hombres. Contamos que por tu parte, nos des un espíritu bueno, gracia, ciencia y los medios necesarios para cumplir la misión que nos has confiado. Por tu inmensa bondad y según las exigencias de nuestra vocación específica, multiplica los frutos de nuestro trabajo espiritual, de nuestro estudio, nuestro apostolado y nuestra pobreza. No dudamos de ti; pero tenemos miedo de nuestra inconstancia y debilidad. Así, pues, por intercesión de nuestra Madre, María, acógenos, Maestro bueno, con la misma misericordia que a nuestro padre san Pablo, para que, imitándole fielmente en esta vida, podamos compartir con él la gloria del cielo. Podría leerse el Testamento del P. Alberione, como en la primera propuesta. Invocación final

Celebrante. Dios, nuestro Padre, del que toma nombre toda paternidad en los cielos y en la tierra, os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos en vuestro interior por su Espíritu. Cristo habite por la fe en vuestros corazones de modo que, arraigados y cimentados en el amor, seais capaces de comprender en compañía de todos los consagrados, lo que es anchura y largura, altura y profundidad, y de conocer lo que supera todo conocimiento, el amor de Cristo, llenándoos de la plenitud total, que es Dios. Todos. Al que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con esa potencia que actúa eficazmente en nosotros, a él dé gloria la Iglesia con Cristo Jesús por todas las generaciones, de edad en edad. Amén. Celebrante. «Descienda la amplia bendición de Dios y el don de su Espíritu sobre todos los miembros de la Familia Paulina».

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Todos. Amén. Canto final. n Primera etapa

Del 5 de abril al 11 de mayo

Domingo IV de Pascua – Fiesta de Jesús Buen Pastor

«El Pastor que es Camino, Verdad y Vida, el Pastor divino: este es el espíritu de la Familia Paulina»4

Introducción

Después de haber comenzado al año alberoniano con la celebración de apertura que nos ha puesto en sintonía con nuestro Fundador, y con la celebración penitencial que nos ha mostrado cuánto falta aún por realizarse en nosotros de la historia de las «divinas misericordias», entramos en lo más vivo de nuestra herencia espiritual carismática, viviendo intensamente nuestras fiestas comunes. El año alberoniano, siguiendo la liturgia, nos lleva a encontrarnos ante todo con Jesucristo que se revela como Buen Pastor. La proximidad de esta fiesta con la fecha de la beatificación de nuestro Fundador nos recuerda cómo la vocación sacerdotal del P. Alberione y el camino realizado con su diócesis de Alba plantaron en él la raíz de la pastoralidad, entendida como expresión de la relación vital de Cristo con su pueblo; una raíz sobre la que quiso injertar a toda la Familia Paulina, con la diversidad de apostolados. Esta fiesta viene a situarse, por tanto, como una oportunidad única para comenzar este nuestro itinerario carismático como familia religiosa en la óptica pastoral que debe caracterizarnos. Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, centro de nuestra espiritualidad apostólica, es Maestro con corazón de Pastor. Los textos bíblicos de esta etapa nos invitan a acoger a Jesús en su revelación como único verdadero pastor. «Yo soy» es la fórmula de autorevelación. Él es el Pastor bueno que cuida de sus ovejas, las conoce por su nombre, establece con ellas una relación personal, que evoca la alianza. Jesús está dispuesto a dar la vida gratuitamente por las ovejas que le conocen y por las que todavía están hambrientas y desorientadas. A semejanza del Buen Pastor, todo el que en la Iglesia tenga responsabilidad de guía está invitado a ser icono viviente de Jesús, el Pastor, que abre caminos y ofrece su vida, convirtiéndose en modelo de gratuidad, de atención, de entrega total. Por eso ha de construir la comunidad en torno a Jesús.

Escuchemos y meditemos la Palabra

Del evangelio según san Juan (10,7-18) En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido 4 Cf AAP 1965, 617.

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de mi Padre». De la primera carta de san Pedro (5,1-4) A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

Una de las disposiciones fundamentales que el P. Alberione pide a los Paulinos y Paulinas es la convicción de que es necesaria la orientación de la vida «hacia el cielo». Necesaria para todos, pero «con mayor razón cuando hay que ser forma para los demás». Como confirmación de esta necesidad recuerda la exhortación que el apóstol Pedro dirige a los otros «presbíteros», pastores del «rebaño de Dios» como él: cada uno de ellos será pastor si sabe reproducir el estilo de Jesús, Pastor bueno, hermoso, según el corazón del Padre. DF pp.13-14: Necesidad (de la orientación de la vida) La orientación de la vida hacia el cielo es necesaria para quien ha errado el camino, para quien no lo recorre todavía bien, así como para quien camina expeditamente y para quien ha de elegir estado. Las desviaciones

son fáciles debido al bullicio del mundo, a las pasiones, al demonio. La formación es necesaria para vivir de Jesucristo: Donec formetur Christus in vobis (Hasta que Cristo tome forma en vosotros), y con mayor razón cuando se debe ser forma para otros, forma factus gregis ex animo (Como modelo para el rebaño: 1Pe 5,3). Para el P. Alberione la orientación de la vida hacia Dios, hacia el cielo, es algo necesario. Y para todos: - para quien se ha salido del camino: para que pueda encontrar pronto el camino de vuelta; - para quien no lo recorre todavía bien: para que logre acelerar o, si es necesario, corregir su andadura; - y también para quien camina ligero: para que no frene el paso o se equivoque; - y para quien debe elegir estado: porque necesita absolutamente un punto de referencia concreto. De ello se desprende una necesidad absoluta: «La formación es necesaria para vivir de Jesucristo: donec formetur Christus in vobis, y con mayor razón cuando se debe ser forma para otros «Como modelo para el rebaño» (1Pe 5,3). Formarse para formar Formar bien a las personas es el primer «deber». Se puede formar a los demás si se vive antes el proceso de autoformación. La autoformación debe llegar a ser el estilo específico de la Familia Paulina: ella tiene en la Iglesia una tarea docente y por tanto tiene una mayor responsabilidad, ya que debe ser «forma para otros». Este estilo de autoformación está muy bien subrayado en la Instrucción Caminar desde Cristo (n. 15): «Si, en efecto, la vida consagrada es en sí misma una “progresiva asimilación de los sentimientos de Cristo” (VC 65), parece evidente que tal camino no podrá sino durar toda la vida, para comprometer toda la persona, corazón, mente y fuerzas (cf. Mt 22,37), y hacerla semejante al Hijo que se dona al Padre por la humanidad. Concebida así la formación no es sólo tiempo pedagógico de preparación a los votos, sino que representa un modo teológico de pensar la misma vida consagrada, que es en sí formación nunca terminada, “participación en la acción del Padre que, mediante el Espíritu, infunde en el corazón (...) los sentimientos del Hijo” (VC 66)». El espíritu pastoral de nuestra Familia religiosa La imagen de Jesús Buen Pastor, a la vez que reclama la necesidad de formarse para ser forma o modelo para los demás, a nuestra Familia religiosa le exige el urgente y renovado empeño pastoral de facilitar a los demás el encuentro y el crecimiento en Cristo Jesús. En este sentido la exhortación de Pedro tiene una admirable correspondencia, de tono y de contenido, en el testamento espiritual de Pablo (He 20,18-35), entregado a los pastores de la Iglesia de Éfeso. La enseñanza pastoral de Pedro y de Pablo, que brota de su conformación a Cristo Pastor, converge en un único amor pastoral que tiene estas características:

• Cuidar el rebaño de Dios no por obligación sino voluntariamente, por amor.

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• Libres de toda avidez de ganancia y capaces de una gran generosidad, hasta la entrega de sí mismos.

• Haciéndose modelos del rebaño, por tanto sin hacer pesar su autoridad. • Movidos por un amor pastoral que les convierte en centinelas que vigilan atentamente, previenen

los peligros, exponiéndose ellos en primer lugar, porque saben que son responsables de la vida de los demás.

El Fundador recuerda: «... la acción pastoral pretende hacer vivir a los hombres el cristianismo: hacer al hombre cristiano en la mente, en el corazón y en las obras. El cristianismo no es un conjunto de ceremonias, de actos externos, de inclinaciones, etc.; es una nueva vida. Llena al hombre, lo integra, casi lo consagra» (Alberione, Apuntes de teología pastoral, p. 81). Llegando a ser personalmente «forma» para los demás, nuestra Familia Paulina vive el único espíritu pastoral: «Antes de fundarla (la Sociedad de San Pablo) se publicó el libro Appunti di Teologia Pastorale: por lo que es pastoral. El espíritu pastoral consiste en comunicar a las almas a Jesucristo, tal como se definió Él mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Por tanto, hay que elevar y santificar al hombre entero: mente, sentimiento y voluntad, con el dogma, la moral y el culto… ¿Quiénes son los parroquianos? Toda la plebs Christi; et aliae oves quae non sunt ex ovili et illas oportet ad Christum adducere, et fiet unum ovile et unus Pastor (el pueblo de Cristo y otras ovejas que no son de este redil; también a ellas hay que llevarlas a Cristo, y habrá un solo rebaño y un solo pastor) (cf. Jn 10,16): parroquia única en torno a:

• un solo púlpito, el del Papa; • una sola mesa, la Eucaristía; • un solo régimen.

Todos conformes imagini Filii Dei; haeredes Dei, cohaeredes Christi (conformes a la imagen del Hijo de Dios, herederos de Dios, coherederos de Cristo: Rom 8,29; 8,17)… Dirijamos siempre a Jesús Maestro la oración Ut unum sint (que sean una sola cosa) (Jn 17,21) no para aplicarla a un solo Instituto, sino para vivirla en la inmensidad de la parroquia católica, que tiene como límites los confines del mundo y como rebaño tanto a quienes están en el redil como a quienes se quiere llevar al redil». (UPS I, 376,382). Considerando que gran parte de la humanidad no conoce a Jesús y no forma parte de la Iglesia, el Fundador concluye: «La verdadera causa es la falta de suministradores, la falta de apóstoles que, convertidos en voz de Dios, llamen a las ovejas al rebaño de Jesucristo y apresuren el cumplimiento de la profecía del Redentor: “Que haya un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10,16)» (UPS, IV, 88).

Pautas para la actualización

«¿Me amas?» (Jn 21,15) Sólo Jesús puede mostrarnos el camino para amarle; sólo él, el Amigo, conoce hasta el fondo nuestro corazón, sólo él puede cambiarlo. Para Pedro, después de la prueba de la fe está la del amor, cumbre y transfiguración de la amistad: la más difícil, porque exige creer lo increíble, creer en su capacidad de amor y de amistad, después que ha reconocido su gran pecado. El Señor Amigo quiere convertir a Pedro a su amistad misericordiosa y a su amor. Esta es la última «certeza», el último escollo que aún hace encallar la barca de Pedro y no la deja libre en el océano de la fiel amistad de Cristo. Todo ha pasado, el entusiasmo parece acabado, la cruz parece haber borrado todo sueño, y Pedro ha vuelto a las «certezas» de un tiempo: la barca, el mar, los peces, pero también esta vez la red está vacía, el trabajo de todo el día no ha producido ningún fruto; por otra parte, ni siquiera es posible que quien ha gustado el Todo, vuelva a conformarse con un poco... Pero Jesús, el Amigo Resucitado, vuelve a repetir su invitación: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» (Jn 21,6). Hace falta coraje para volver a comenzar desde el principio después de haber fracasado. El miedo a equivocarse de nuevo, de tener que volver a vivir una vez más la experiencia amarga de la propia nulidad, el miedo de tener que sufrir el abismo tenebroso en el que se ha caído por haber apuntado demasiado alto... No, mejor conformarse con poco: por lo menos es seguro; al fin y al cabo,

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¿quién soy yo? Ten confianza, Pedro, ten confianza en tu Señor. No temas por tu pecado, recupera tu entusiasmo y vuelve a pescar otra vez. Echa la red, Pedro, y abre los ojos: porque el Señor Amigo está junto a ti. Y Pedro se fía del Amigo y vence: el cansancio ha terminado, la alegría vuelve, el entusiasmo se ha encendido de nuevo en el ánimo del pescador de Cafarnaún. Cristo ha vuelto. Él está aquí, todo miedo ha desaparecido, y esta vez para siempre, ya que ha desaparecido toda falsa certeza, todo sueño ilusorio se ha desvanecido. Finalmente Pedro ha comprendido: la única certeza es Cristo. Ahora que Pedro ha vivido la experiencia amarga de su nulidad, Jesús puede ser realmente, y no sólo en el deseo, su todo. Y ahora Jesús entrega a Pedro el sello de su amistad, para que ya no pueda volver atrás, para que pueda avanzar siempre en el camino de su amor de amistad: «¿Me amas? Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (cf. Jn 21,15-17). «Y añadió: Sígueme» (v. 19). Una vez más una llamada de amistad: y esta vez Pedro no duda, porque ahora su amor y su amistad están fundados sobre la roca: la triple certeza de su pobreza y del perdón de Cristo. Para Pedro esta llamada es la definitiva, representa un corte neto con su pasado: debe cambiar de oficio y abandonarse a sí mismo para siempre. De este modo Pedro, en el amor y en la amistad con su Señor, se convierte en padre y pastor, ya que, de ahora en adelante, no tendrá que reunir sólo –como un pescador– a los hombres en el reino de Dios, sino alimentarlos como padre y pastor en los pastos del amor de amistad con Cristo. Tendrá que ofrecer lo mejor de sí mismo hasta dar su propia vida, como el Amigo y Señor Jesús le ha enseñado y ha hecho por él, para que él lo haga por los demás. La Palabra interpela a nuestra vida para convertirse en vida nuestra

• Cristo deshace los planes de Pedro proponiéndole algo aparentemente imposible. Me pregunto: ¿estoy dispuesto a dejarme cuestionar por el Señor, o pretendo que él se adapte a todos mis proyectos?

• Jesús pide a Pedro su barca, su vida. Me pregunto: ¿qué temores me impiden o me detienen en dar

toda la «barca» de mi vocación personal y de mi ser para acoger por completo a Jesús, Maestro y Pastor, Camino, Verdad y Vida, en mi vida?

• El Maestro Pastor se encuentra conmigo en lo cotidiano de la «liturgia de mi vida», de mi trabajo

apostólico, de mi tiempo. ¿Sé ver, escuchar y discernir cada fragmento circunstanciado de su paso en cada uno de mis «aquí y ahora»?

• Es fácil decir que se ama, pero no se llega a la madurez del amor a fuerza de declaraciones y de

palabras. Sólo cuando se da la prueba más grande, la del morir a sí mismo, se puede decir que se ama seriamente. ¿Cómo estoy diciendo al Señor, concretamente y con realismo, que le amo de veras?

Oremos 5

Bendito seas, Jesús, muerto por nosotros en la cruz. El inocente ha muerto para devolver la vida a las ovejas culpables: «He venido para que tengan vida y la tengan abundante». Nos has dado tu vida en el bautismo, en la confirmación, en la reconciliación y en la eucaristía. Vive con tu Espíritu en todos los hombres. Llama de nuevo a tu redil a cuantos se han separado de ti, como el sarmiento arrancado de la vid. Te pedimos por la Iglesia, rescatada con tu sangre: que se extienda por todo el mundo y sea para todos signo de unidad y salvación.

5 Proponemos la tercera y la quinta parte de la coronita a Jesús Buen Pastor, invitando a rezar algún punto cada día, meditando cada una de sus frases, durante la semana que prepara a la solemnidad de Jesús Buen Pastor. Se puede rezar también la Oración sacerdotal, Jn 17. Otros textos bíblicos de referencia: Sal 23 – Ez 34 – Jr 23,1-6 – Mc 6,43 – Mt 9, 35-36 – Jn 19,25-27 – Jn 21,15-19 – 1Pe 5,1-5 – Ap 7,13-17.

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Queremos amarte con toda la mente, con todas las fuerzas y con todo el corazón, y, por tu amor, gastarnos totalmente por tu pueblo. Jesús, buen Pastor, camino, verdad y vida, ten piedad de nosotros. Danos tu mismo corazón, Jesús buen Pastor, que has traído del cielo el fuego de tu amor. Que arda en nosotros el deseo de la gloria de Dios y un intenso amor a los hermanos. Haznos partícipes de tu misión. Vive en nosotros para que te irradiemos con la palabra, el sufrimiento, la acción pastoral y el ejemplo de una vida santa. Nos ofrecemos a ti como ovejas dóciles y fieles para llegar a ser dignos de cooperar a la misión pastoral de la Iglesia. Dispón las mentes y los corazones de todos para que acojan tu gracia. Ven, Pastor divino, condúcenos, y que haya pronto un solo rebaño y un solo Pastor. Jesús, buen Pastor, camino, verdad y vida, ten piedad de nosotros. n Segunda etapa

Del 12 de mayo al 7 de junio

Fiesta de María, Reina de los Apóstoles – Vigilia de la Solemnidad de Pentecostés

«Con María en el Cenáculo para obtener la efusión del Espíritu Santo»

Introducción

La liturgia de la Iglesia nos acompaña en la celebración del año alberoniano permitiendo que nos encontremos con María, Reina de los Apóstoles, que tiene un papel fundamental en nuestra espiritualidad. Nuestro Fundador, al llegar a la edad de 80 años da gracias a la Trinidad «por haber practicado y predicado, desde el año 1900, la devoción a Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, a la Reina de los Apóstoles y a san Pablo apóstol» (SP marzo-abril 1964); y en AD nos recuerda que: «El mundo necesita a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. María lo da mediante los apóstoles y los apostolados. Ella los suscita, los forma, los asiste, los corona de frutos y de gloria en el cielo» (AD 182). Los textos bíblicos propuestos nos sitúan ante la primera comunidad cristiana que, herida por la traición de Judas, titubeante por la negación de Pedro y temerosa por la ausencia de su Señor, está reunida en el cenáculo con María, que «anima a los Apóstoles», favorece la concordia y la oración, y en la espera del Espíritu, que los sanará de sus infidelidades, les conduce a su plena maduración vocacional apostólica. Los pasajes bíblicos nos recuerdan, además, que el mismo Espíritu esperado es el don pascual del Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte; es Quien nos hace vivir los compromisos del bautismo, transformándonos en Jesús y haciéndonos su comunicación viviente.

Escuchemos y meditemos la Palabra

Del libro de los Hechos de los Apóstoles (1,13s) Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

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Del evangelio según san Juan (15,26s) Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Del evangelio según san Juan (16,12s) Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

En la propuesta del P. Alberione (DF p. 9) el compromiso bautismal que brota del tiempo pascual y nos llama a una vida nueva se expresa con esta afirmación: Hacer morir al hombre viejo y hacer vivir en nosotros a Jesucristo. La forma que se sugiere es la de los ejercicios espirituales: verdaderos ejercicios de vida cristiano-religiosa-paulina a comenzar en la semana de ejercicios espirituales y a proseguir durante el año espiritual apostólico: en efecto, en la experiencia de los ejercicios espirituales, según el P. Alberione, cada Paulino/a pretende «comenzar a practicar y vivir los propósitos que se desean cumplir durante toda la vida». Los ejercicios propuestos por el P. Alberione son de tres clases:

• ejercicios de virtud, es decir, esa serie de hábitos buenos indispensables para la vida cristiana; • ejercicios de oración: formas de oración mejor cuidada. En primer lugar la oración meditativa

sobre los textos bíblicos sugeridos; después otras formas, como la via humanitatis, el viacrucis y el rosario; u otros ejercicios sugeridos por el deseo de encontrar más fácilmente al Señor;

• ejercicios de pensamientos divinos... Se trata aquí del fruto de la reflexión, de la meditación, de la capacidad de permanecer en compañía de pensamientos, consideraciones, reflexiones que tienen a Dios como único contenido.

Cómo vivir este tiempo litúrgico Queremos vivir este tiempo litúrgico con el corazón y las disposiciones que tuvo María en el cenáculo. Nos puede orientar el siguiente pasaje del Fundador, donde hay que subrayar la amplia visión que el P. Alberione ofrece de María Reina de los Apóstoles. DF pp. 96-97: María, Reina de los Apóstoles 1. La «Regina Apostolorum». De ella se debe creer que fue la madre del Apóstol del Padre, el Verbo divino; que es madre, maestra y reina de todo apóstol desde el nacimiento de Jesús, su cabeza; que así fue proclamada desde la cruz; que tal se mostró con los apóstoles especialmente en Pentecostés; que fue siempre la inspiradora y la protectora de todo apostolado de la palabra y de la pluma y la formadora de los apóstoles de todo lugar y tiempo. 2. Le debemos amor y confianza iluminada e ilimitada, la devoción más cordial, expansiva y tierna; las prácticas más comunes y constantes, como el rosario, el ángelus, las tres avemarías, la coronita, el sábado, etc. 3. También debemos hacer que sea honrada escribiendo, predicando sobre ella, dando ejemplo. La visión mariana del P. Alberione De María, Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles el P. Alberione cultiva una visión muy bien articulada. El rol que María realiza en el Cenáculo está preparado por momentos precedentes, a través de los cuales la Madre de Jesús ha ido tomando conciencia de su función como Reina de los Apóstoles. En la visión del Fundador, María: - fue la madre del Apóstol del Padre, el Verbo divino; - llegó a ser madre y maestra y reina de todo apóstol (y apostolado) en el nacimiento de Jesús, su cabeza; - así fue proclamada desde la cruz;

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- así se mostró con los Apóstoles, especialmente en Pentecostés. María, la Reina de los Apóstoles, predispone nuestro corazón para acoger al Espíritu Santo. En el Espíritu «todo llega a cumplimiento»; a nosotros se nos pide una humilde «cooperación con propósitos especiales», y confiada «oración, con la abundancia de las prácticas». DF p. 100 «Todo se realiza en el Espíritu Santo, porque del mismo modo que en la vida de Jesucristo, la vida de la Iglesia y la vida sobrenatural de las almas se comunica, se desarrolla, se perfecciona y se consuma en el Espíritu Santo. Por eso nuestro estudio es doble, para que se forme Jesucristo en nosotros. Cooperación con propósitos especiales y oración con la abundancia de las prácticas».

Pautas para la actualización

María, Reina de los Apóstoles, es la mujer nueva, –«virgen madre, hija de su Hijo»–, que recorre su camino de fe,6 a la luz y con el calor del Espíritu, que la lleva del «fiat» de Nazaret, al «magnificat» de Ain Karin, al «estar de pie» en el Calvario, al gozo de Pentecostés y de la Asunción al cielo. Siguiendo su ejemplo, recorramos en nosotros mismos, una lectio existencial del Verbo –Maestro, Camino, Verdad y Vida– que quiere vivir en cada uno de nuestros «aquí y ahora» la complejidad y la sencillez de la vocación mariana, en nosotros, como liberación y transfiguración de nuestro sí, que se transforma en gradual cristificación de todo nuestro ser. Jesús, mi Señor, vive desde dentro de mi vida, en mi mente, en mi voluntad, en mi corazón. La Palabra interpela a nuestra vida para convertirse en vida nuestra

Mi Nazaret, lugar de mi ser cubierto por el Espíritu en cada «aquí y ahora» de mi existencia. • A los seis meses (Lc 1,26): ¿Cómo vivo el tiempo que el Señor me concede: como tiempo vacío,

pura sucesión de minutos, horas, días y acontecimientos o como tiempo pleno en el que Dios está escribiendo una historia?

• ¿Descubro los rasgos de este tiempo/historia como llamada a ser protagonista de mi hoy, de mi libertad, de la “dignidad de mi vocación” (cf. Ef 4,4) ?

• El ángel Gabriel (Lc 1,26): También a mí el Señor me manda «ángeles», mediadores de su voluntad personal sobre mi vida. Hasta hoy, ¿quiénes han sido estos enviados, cómo los he acogido, qué me han anunciado?

• Siento que Dios pronuncia mi nombre de un modo nuevo. ¿Le escucho y trato de entender lo que me dice? ¿Me abro a mi historia personal de salvación, iluminado por el Espíritu, para gustar y experimentar el amor personal que Dios me tiene...: «La mano de Dios se posó sobre mí...»?

• No temas, María (Lc 1,30): ¿Cuándo he oído repetir en mi vida las palabras: «no temas»? ¿Qué ha sucedido concretamente en mí y a mi alrededor, también a la luz de la experiencia del Primer Maestro?

• Pienso profundamente en mi vida de fe, en mi encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, en su misterio de encarnación en mí. ¿Qué significa que el Hijo de Dios se ha hecho hombre por mí? ¿Me ayuda esto a experimentar también la vida como amada en profundidad, salvada por Jesús? ¿Qué consecuencias nacen de ello?

• Para Dios nada hay imposible (Lc 1,37): Ante mis «aquí estoy», trato de repensar mi historia de disponibilidad y fidelidad, que pone las bases para mi opción de reforma y elección de vida; me confronto también con mi historia menos luminosa de las cerrazones e infidelidades...

• La fuerza del Espíritu ¿logra engendrar en mí a Cristo-Palabra, Camino, Verdad y Vida, como lo hizo en María, de modo que yo lo pueda dar al mundo? ¿Trato de ver y descubrir los signos de la presencia de Cristo que vive en mí y de presentarlos al Padre con una renovada disponibilidad?

Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra.

6 Cf. Redemptoris Mater, n. 15.

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Oremos 7

Espíritu Santo, por intercesión de la Reina de Pentecostés, sana mi mente de la superficialidad, de la ignorancia, el olvido, la dureza, el prejuicio, el error y la perversión, y engendra en todo mi ser la Sabiduría, Jesucristo-verdad. Sana mi corazón de la indiferencia, la desconfianza, las malas inclinaciones, pasiones, sentimientos y apegos, y engendra en mí los gustos, sentimientos e inclinaciones, a Jesús-vida. Sana mi voluntad de la abulia, la ligereza, la inconstancia, la indolencia, la obstinación y los malos hábitos, y engendra en mí a Jesucristo-camino, el amor nuevo a todo lo que ama Jesucristo y a Jesucristo mismo. Eleva mi mente con el don de la inteligencia, mi saber con el don de la sabiduría, el conocimiento con la ciencia, la prudencia con el consejo, la justicia con la piedad, la fortaleza con el don de la fuerza espiritual, y la templanza con el temor de Dios. n Tercera etapa

Del 9 de junio al 30 de junio – Solemnidad de san Pablo, apóstol

San Pablo: «el más fiel intérprete del Maestro divino»

Introducción

Al entregarnos su herencia espiritual, el P. Alberione se preocupa de indicarnos siempre a Jesús Maestro, a la Reina de los Apóstoles y a san Pablo apóstol. Para todos nosotros constituye un dato cierto que nuestro origen está en la Eucaristía. Impresiona volver a escuchar estas palabras: «La vida de la Familia nace de la Eucaristía; pero comunicada por san Pablo. El agradecimiento más vivo se dirige a Jesús, divino Maestro, en su sacramento de luz y de amor; a la Reina de los Apóstoles, Madre nuestra y de todo apostolado; a san Pablo apóstol, que es el verdadero Fundador de la Institución. En efecto, él es su Padre, Maestro, modelo y protector. Él se ha formado esta familia con una intervención tan física y espiritual que ni siquiera ahora, reflexionando, se puede entender bien; y mucho menos explicar. Todo es suyo. De él, el más completo intérprete del Maestro divino, que llevó el Evangelio a las naciones y llamó a las naciones a Cristo». (SP, julio-agosto 1954). San Pablo, en efecto, unió santidad y apostolado. Acercarse con corazón renovado a Pablo es gustar en profundidad la riqueza del carisma que nuestro Fundador nos ha confiado. Los textos bíblicos paulinos que se proponen nos ayudan a penetrar en la experiencia cristocéntrica de Pablo, la cual puede resumirse en su experiencia de estar-con (llamada), en su vivir-en (encuentro

7 El Fundador escribe en noviembre de 1930: «Encarnar en mí y en los demás a Jesucristo, por obra del Espíritu Santo». Este personal deseo y compromiso suyo se transformó en una oración al Espíritu que bien podemos hacer nuestra. Puede ser útil servirse también de la oración Al Espíritu Santo y del tercer punto de la Coronita a la Reina de los Apóstoles.

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personal profundo), en el desgastarse-por Cristo (implicación sin reservas) en la misión vivida como deuda de amor. Esta intensa experiencia cristocéntrico-apostólica, vivida por una persona humana como nosotros, fascina tanto a nuestro Fundador, que nos la propone como indispensable. El texto paulino más citado por el Fundador es Gál 2,20. La importancia de esta frase está en el hecho de que Pablo, inmerso en el misterio pascual como ley de lo cotidiano, no habla de imitación de un modelo externo sino de «sustitución»: Pablo permitió que Cristo habitase en él, pensase con su mente, decidiese en su voluntad, amase con su corazón. Jesús es para Pablo la «margarita» (DF 37) es decir, la perla preciosa, don y conquista al mismo tiempo, por la que vale la pena dejarlo todo. Por eso su vida está surcada por una plenitud de motivaciones referidas a Jesús, que le hace apóstol suyo y le envía a todos.

Escuchemos y meditemos la Palabra

De la carta de san Pablo a los Gálatas (2,19-20) Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. De la carta de san Pablo a los Filipenses (3,7-11) …Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

El prodigio obrado por el Espíritu Santo en María fue sin duda sublime. Pero ¿quién puede llegar a esas alturas? De ahí la necesidad de tener un modelo... más a la medida humana. Con este fin, el P. Alberione presenta la figura de san Pablo. Él, en efecto, era un hombre como nosotros, un hombre verdadero, con grandes cualidades y grandes defectos: un hombre que se dejó alcanzar por la acción de Dios, se entregó por completo, y se dejó transformar en otro Jesús «en vivo» (cf. Gál 3,1). San Pablo será siempre para nosotros un modelo en el que inspirarnos, ya que la Familia Paulina debe ser «san Pablo vivo hoy». Él vivió de modo eminente la experiencia de ser «nueva creación», realizada por obra del Espíritu de Jesucristo, consistente en dejar que los valores de Cristo se realicen en nosotros. El Paulino/na será digno de este nombre en virtud de la familiaridad que viva con el Apóstol de las gentes, que «fue el más completo y fiel intérprete del divino Maestro». DF pp. 63-64: La doctrina de san Pablo Con los rasgos que aparecen en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, Pablo, instruido por Jesucristo e iluminado en todo momento por el Espíritu Santo, formó el cuerpo de doctrina que llamó «su evangelio» (cf. Rom 16,24; 2Tim 2,8), y que es, tanto en el aspecto dogmático como en el moral y en el litúrgico, la que vivimos nosotros; mejor dicho, la que vive la Iglesia. Porque Pablo fue el más acabado y fiel intérprete del divino Maestro, comprendió y dio elaborado, con una gran síntesis y con lógica estricta, el evangelio entero y aplicado, de modo que la humanidad gentil encontró lo que inconscientemente buscaba. La mirada de Pablo penetró la profundidad de la caída original y en ella vio al hombre convertido en hombre carnal, por el pecado que impone su ley a sus miembros haciendo que produzca frutos de muerte. La voluntad, casi siempre incapaz de liberarse de la esclavitud y totalmente inhabilitada para alcanzar la justicia, es elevada a la altura divina. La justicia, en efecto, no se limita a la ley natural o a la virtud natural, sino que es la misma santidad de Jesucristo comunicada a nuestras almas por el Espíritu Santo, realizando la uniformidad de nuestra voluntad con la voluntad divina. Y ¿de dónde deriva esta comunión con la justicia eterna? De la fe, descrita por san Pablo en la carta a los Romanos como aquella que tiene un poder sobrenatural. La fe, actuando por medio de la caridad, nos une

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a Jesucristo, en el cual se ha encarnado la santidad, la vida divina. Más aún, crea en nosotros el nuevo ser animado por el Espíritu de Jesucristo. Unidos, abandonados en él para esta vida, podemos hacer y hacemos lo que él hizo: morimos en él a la carne y al pecado para renacer a la vida espiritual. Hablando con más precisión: sólo Cristo vive, piensa, actúa, ama, quiere, ora, sufre, muere y resucita en nosotros. Como cabeza de la humanidad regenerada, Cristo forma con todos los creyentes un cuerpo místico cuyos miembros están estrechamente unidos por la caridad que anima una misma vida, donde palpita un solo corazón, el corazón de Jesucristo. Pablo, modelo de nuestra transformación en Dios Precisamente porque san Pablo vivió de modo eminente la experiencia de hombre «nuevo», realizado por obra del Espíritu de Jesucristo, cada miembro de la Familia Paulina podrá modelarse en él. Para el P. Alberione nuestro empeño de santificación llega a «nuestra transformación en Dios». Esta meta es la misma que Pablo, en su continua respuesta a Cristo, logró alcanzar, proponiéndonos su mismo camino: «Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo». Una imitación como realización transformadora: en ella vida y misión son las dos caras de una misma medalla. Esta transformación se vive como don de Dios que requiere nuestra fiel colaboración. DF pp. 11-12 La acción santificadora del alma consiste en nuestra transformación en Dios ut homo fieret Deus (para que el hombre se haga Dios) por medio del alimento Jesucristo, nutriéndonos cada día de Jesucristo camino, verdad y vida. Este es el alimento que Dios da al hombre. Es necesaria la comida y la asimilación. Dios ha preparado la mesa: compelle intrare (obliga a la gente a entrar) (Lc 14,23). Por una parte, pues, la gracia: eucaristía, evangelio (misa, comunión y visita); por otra, cooperación, meditación, examen de conciencia, confesión, dirección espiritual. Non ego autem, sed gratia Dei mecum (Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo: 1Cor 15,10), Cooperatores enim Dei sumus (Nosotros somos colaboradores de Dios: 2Cor 3,9). La meta de nuestra transformación Para cada miembro de la Familia Paulina está prevista una auténtica divinización. Con ese fin está a disposición, desde siempre, el alimento, que se identifica nada menos que con la Persona de Jesús. De este alimento –Jesucristo Camino, Verdad y Vida– estamos invitados a nutrirnos diariamente, porque es el alimento «que Dios da a los hombres». Será precisamente Jesús, nuestro alimento diario, quien nos transforme en él: y nosotros descubriremos con sorpresa que se realiza cuanto escribe san Pablo: «somos transformados en esa misma imagen», o sea, en Jesucristo, imagen de Dios invisible.

Pautas para la actualización

Pablo se propone a nuestra vida y a nuestro camino de seguimiento y de cristificación como el hombre nuevo, porque fue apresado y conquistado por Jesucristo (cf. Flp 3,12). La Palabra interpela a nuestra vida para hacerse vida nuestra

• En la vida de Pablo hay un antes y un después marcado por el encuentro con Cristo. En sus cartas Pablo alude al «antes» de su vida subrayando el gran cambio que tuvo lugar en el encuentro con Cristo. Confronta: 1Cor 9,1; 1Cor 15,8-9; Flp 3,4-9; 1Tim 1,12-16. Pablo descubrió en el encuentro con Cristo la novedad absoluta, el cambio de perspectiva, la comprensión de su vida. Piensa cuáles son los momentos de tu vida en los que puedes decir que el Señor te ha salido al encuentro y se te ha revelado.

• ¿Cómo te ha apresado y conquistado el amor de Cristo? ¿Cuándo te rindes a él? Momentos de

crisis, de dudas, de planteamientos de tu vida, de opción, y también ante las propuestas del Evangelio: ¿a qué camino te están dirigiendo realmente?

• Una pregunta fundamental quiere resonar con fuerza en tu vida, como en la de Pablo: «¿Qué debo

hacer, Señor?» (He 22,10). Es la pregunta que abre a la disponibilidad a su proyecto y a su

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propuesta. Trata de poner a punto tu camino de seguimiento y de cristificación: ¿qué respuestas has madurado hasta ahora, qué momentos de crisis y cuáles de impulso has vivido... «hasta que Cristo tome forma en ti...»? (cf. Gál 4,19).

• El encuentro con Jesús en el camino de Damasco hace entrever a Pablo que Dios llama para

encomendar una misión. ¿Qué has logrado comprender de tu misión, que Dios te ha encomendado realizar por él? ¿Qué crees que debes hacer para concretarla y encarnarla cada vez más?

• «Para mí, vivir es Cristo» (Flp 1,21). «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y,

mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí» (Gál 2,20). Con mucha sencillez, pero con profunda verdad y transparencia transfigurante, di a tu corazón y a tu mente a qué realidad vital, en tu «aquí y ahora», en tu realidad comunitaria y de Familia Paulina te incitan estas frases paulinas, relato y provocación de una experiencia de vida.

• Como a Timoteo, también a ti se dirige Pablo como a un hijo, ofreciendo algunos criterios para

estar sólidamente enraizados en la opción por Jesucristo: 2Tim 1,6-11; 1Tim 1,18-20; 1Tim 4,8-11; 1Tim 6,11-16.20-21. Trata de comprender qué «consejos» da Pablo también a tu vida y haz de ellos una ferviente oración para que, así como te los dan, sepas acogerlos y transformarlos en experiencia auténtica en una vida diaria cada vez más cristificada.

Oremos

Apóstol san Pablo, que con tu doctrina y tu amor has evangelizado al mundo entero, mira con bondad a tus hijos y discípulos. Todo lo esperamos de tu intercesión ante el divino Maestro y ante María, Reina de los Apóstoles. Maestro de los gentiles, ayúdanos a vivir de fe, a salvarnos por la esperanza y a que reine en nosotros el amor. Concédenos, instrumento elegido, una dócil correspondencia a la gracia, para que no sea estéril en nosotros. Que sepamos conocerte, amarte e imitarte cada vez mejor, para ser miembros vivos de la Iglesia, cuerpo místico de Jesucristo. Suscita muchos y santos apóstoles que aviven el cálido soplo del verdadero amor, extendiéndolo por todo el mundo, de modo que todos los hombres conozcan y den gloria a Dios Padre y a Jesús Maestro, camino, verdad y vida. Tú sabes, Jesús, que nuestra confianza no se apoya en nuestras propias fuerzas. Por tu misericordia, nos proteja de toda adversidad la poderosa intercesión de san Pablo, nuestro padre y maestro. n Cuarta etapa

Del 1 de julio al 20 de agosto

Memoria de san Bernardo – Fundación de la Familia Paulina

Profundo examen sobre: «ad quid venisti?»

Introducción

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«El P. Alberione, impaciente por llevar a efecto los planes que le hervían en la cabeza, alquiló un local el 24 de julio… En aquel modestísimo local nació la Sociedad de San Pablo con el nombre de Escuela Tipográfica Pequeño Obrero, nombre abreviado habitualmente en el de Escuela Tipográfica. La fecha de nacimiento se fija, por tradición, el día 20 de agosto, fiesta de san Bernardo... Hasta la tarde del sábado 22 no recibió en su “casa” al primer muchacho, Desiderio Costa» (Luis Rolfo, P. Alberione, apóstol de la comunicación social, Ediciones Paulinas, pp. 106-107). «San Bernardo abrió la casa y hace de guarda. Precisamente bajo la mirada del santo abad de Claraval, mente y corazón del siglo XII, Dios hacía despuntar los religiosos de la buena prensa. Y Dios nos demostró su amor. San Bernardo es el Doctor de la vida religiosa, y los obreros de la buena prensa deben de ser en primer lugar ricos de espíritu religioso... San Bernardo penetró del espíritu de Jesucristo toda la vida del siglo y esta es la misión de la Buena Prensa: empapar de evangelio a todo el hombre» (UBS, A. 6 n. 8-15 agosto 1924, cf. Primavera Paolina, p. 222). La referencia a san Bernardo como «padrino» de nuestra Familia religiosa es constante en la enseñanza de nuestro Fundador. Este Padre o Doctor de la Iglesia es para nosotros reclamo para motivar nuestra vocación y permanecer enraizados en el camino en el que el Señor nos ha puesto, para vivir nuestra consagración apostólica «injertados en Cristo». «Existe la corriente eléctrica de baja y alta tensión. La vida religiosa es la corriente de alta tensión, es la poesía de la personalidad en Cristo, la generadora y alimentadora de heroísmos» (SP julio 1957, 1-3). Los textos bíblicos que se indican en esta etapa nos ayudan a interiorizar la experiencia espiritual de san Bernardo. Él, manteniendo la mirada fija en Jesús, en la radicalidad de la fe, en la armonía de la oración y la acción, introdujo en la historia la levadura del Evangelio, que renueva, desde dentro, las personas y las culturas.

Escuchemos y meditemos la Palabra

De la carta de san Pablo a los Romanos (12,1-2) Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; este es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. De la carta de san Pablo a los Efesios (4,20-24) Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas. De la carta de san Pablo a los Colosenses (3,1-3.5.9s) Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno... Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerle.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

«La Sociedad de San Pablo (la Familia Paulina) se preguntará a menudo: Ad quid venisti?» (AD 197). «Ahora sentimos la necesidad de ordenar, corregir, elevar y santificar cada vez más el conjunto de toda la vida frente a la eternidad: Ad quid venisti? Quid hoc ad æternitatem?» (SP, 15 de junio de 1935).

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Inaugurando el año de especial santificación: «En este tiempo, comienzo del nuevo año, el Señor nos invita a un examen más profundo sobre el ad quid venisti?» (SP, enero de 1936). «Ordenar, corregir, elevar y santificar cada vez más el conjunto de toda la vida frente a la eternidad»: esta es la invitación del P. Alberione. El camino que el Fundador nos propone es el de fijar nuestra mirada en la Persona de Dios Padre: Padre Creador, Providente, Guía, Fin de todo. Padre que nos ha amado y nos ha enriquecido con infinitos dones. Son importantes las disposiciones con que debemos relacionarnos con Dios Padre: DF p. 17. a) Admiración: consideración; primera parte de la visita. b) Alabanza perenne, total, ab omni creatura. c) Amor perfecto «como bien infinito, sobre todas las cosas». El P. Alberione nos invita a repetirnos la pregunta: ad quid venisti? [¿A qué has venido?]. Jesús nos enseña el camino: tener fijos los ojos en Dios, considerándole como único fin, el fin sublime. Dar gloria al Padre se convierte, por tanto, en el primer empeño de cada persona, deseo y necesidad del corazón de todo hijo de Dios. «¿Qué hay que hacer para responder a vuestro apostolado? En primer lugar es necesario que haya recta intención: gloria de Dios, santidad nuestra, hasta el punto de ser investidos de tal modo que se sientan estas intenciones de modo que ni un paso, ni siquiera una palabra, ni siquiera un suspiro esté ordenado a otra cosa que no sea la gloria de Dios y a nuestra santidad. Que no se pierda nada de tiempo, que no se pierda nada de los pensamientos, de los sentimientos, de la salud; que todo esté orientado a la gloria de Dios y a la paz de los hombres, a la santidad y a la gloria de Dios y a la paz de los hombres, a la santidad y a la salvación».8 Por su parte el Fundador, ya anciano, se preguntaba: «¿Me glorío o complazco por algo? ¿Doy siempre, sólo y de todo, gloria a Dios? ¿Tengo miedo de la penuria o la privación de las cosas temporales? ¿Me desanimo en los momentos difíciles? ¿Busco de veras el reino de Dios? ¿Descanso en el Padre del cielo?» (Taccuini, 1964). DF pp. 25-26 1. El fin último es la gloria de Dios. Dios se ama esencialmente a sí mismo amando la perfección que hay en él, y todo lo creó para sí y para su propia gloria, universa propter semetipsum operatus est Deus (El Señor ha hecho todas las cosas para un fin: Prov 16,4). Debe conseguirse por medio del hombre y desde el hombre, en la tierra, con la alabanza y la docilidad de la mente y del corazón a Dios; en la eternidad con el conocimiento perfecto, la perfecta alabanza y amor de Dios; es decir, a través de la felicidad del hombre. Tenemos así el fin supremo y el fin subordinado. 2. En la tierra se consigue más cuanto más perfecto es el conocimiento y el amor de Dios. Este conocimiento lleva de la ignorancia y el error a pensar como Dios en Jesucristo. Es el estado de las almas que están siempre unidas a Dios y todo lo ven en él, todo lo juzgan en él y todo lo ordenan a él. La instrucción religiosa y la buena lectura, pero sobre todo mayor infusión de fe, sabiduría y ciencia de Dios consiguen este estado. Perfeccionar el conocimiento de Dios; luego evitar el pecado y también el temor serviliter servilis (meramente servil), transformarlo en filial. Ascender por los varios grados del amor de Dios: tristeza del pecado, benevolencia y deseo de la gloria de Dios, complacencia de la gloria y perfección divinas, vivir de amor de Dios. 3. Se asciende desde la ignorancia, desde la ciencia humana, desde el odio al pecado mortal al odio al venial, y del amor propio hasta la ciencia de Dios, al amor puro de Dios, cada día un poquito. Se perfecciona con el amor a Jesús: Quis nos separabit a charitate Christi? (¿Quién nos separará del amor 8 Meditación del Primer Maestro, fasc. 1960, p. 20.

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de Cristo?: cf Rom 8,35). ¡Nada! La escalera es María, que toma la gracia de Dios para dárnosla, nos quita el amor propio y lo sustituye por el amor de Dios. Los peldaños para «ascender» a Dios Si el fin último es la gloria de Dios en la bienaventuranza y en la alabanza eterna del Padre, el hombre tiene la obligación grave de conocer, de adquirir la ciencia de Dios, de nutrir la mente con pensamientos y consideraciones eternas. El Fundador vuelve aquí sobre uno de los aspectos más recalcados: la urgencia de conocer. Y, con el conocimiento, la necesidad de amar. Por lo demás, es la dignidad misma de la Persona de Jesús como Maestro integral lo que exige esta dimensión. El proceso del conocimiento es sumamente amplio: parte de la ignorancia, o incluso del error, y, a través de un duro tirocinio de «instrucción religiosa», apunta decididamente a la adquisición de la «mente» del Maestro, hasta llegar, en él, a «pensar como Dios» (cf. Lc 2,49; Mt 16,21-23). El imperativo es el de «ascender», con el empeño de elevar diariamente los pensamientos y los deseos del corazón: «hasta la ciencia de Dios, al amor puro de Dios, cada día un poquito». De este modo, corroborado por la obra benévola del Padre, todo creyente está llamado a hacer o confirmar su opción fundamental: responder al Dios que lo une a sí, adherirse a su proyecto de amor, entregarse para ser lugar donde la gracia divina puede actuar en plenitud. No sólo eso, sino que la benevolencia del Padre ha pensado también en proporcionar una mediación eficacísima par elevarnos a las cumbres espirituales: María, la Madre de su Hijo y Madre nuestra. María es la «escalera»; con ella es menos arduo «escalar» los peldaños de la perfección. María, en efecto, «toma la gracia de Dios para dárnosla, nos quita el amor propio y lo sustituye por el amor de Dios» (DF p. 26).

Pautas para la actualización

Pablo y Alberione nos atestiguan, con su experiencia y su enseñanza, que llegar a conocer, experimentar y gustar el sentido profundo del propio ser, como participación de la vida del Creador, es la meta y el punto de llegada, consciente o inconsciente, de toda criatura humana. Este misterio, como nos enseña la revelación bíblica, está depositado y sellado en el contenido semántico y existencial del nombre (cf. Is 43,1; Lc 10,20b). Llegar a descubrir la propia vocación personal y a vivir en coherencia con ella es, seguramente, la invitación que Pablo y Alberione nos dirigen como ayuda e incentivo para nuestro camino de cristificación hasta llegar a la plena madurez de Cristo que vive en nosotros (cf. Ef 4,12 y Gál. 2,20). Discernir, descubrir y optar por la propia vocación personal en la perenne tensión de trasformación profunda de la propia vida, significa permitirnos penetrar, cada vez más, en la consoladora certeza de ser, en la propia irrepetibilidad, preciosos y fundamentales para toda la economía de la salvación y necesarios para la construcción de ese edificio espiritual, que nos ve como «piedras vivas», edificados sobre la piedra angular y viviente, que es Cristo mismo (cf Ef. 2,19-23; 1Pe 2,4-5). La vocación personal, cuando se conoce, descubre y vive con un crecimiento cada vez mayor, puede llegar a ser criterio de discernimiento para todas las opciones de la vida. El auténtico criterio para llegar a esa «verdad que nos hace libres» (Jn 8,32) es la esperanza de nuestra vocación (cf. Ef 4,4), de la que debemos dar razón siempre y en todo lugar (cf. 1Pe 3,15) para brillar «como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir» (Flp 2,15b-16). A la luz de estas reflexiones entramos en esa dimensión contemplativa de nuestra vida, que nos hace sentir partícipes y co-protagonistas de la sinfonía de la salvación. Seremos capaces de proponer con fuerza y con verdad a nuestro corazón estos tres interrogantes para orientar mejor nuestra vida hacia Cristo, que es el “principio y fundamento” de nuestro ser, de nuestra vida, de nuestra llamada y de nuestra misión:

• ¿Quién eres, Señor, para mí, aquí y ahora? • ¿Qué quieres de mí, Señor, aquí y ahora? • ¿Cómo quieres vivirlo en mí, Señor, aquí y ahora?

El que ha inaugurado entre nosotros una empresa buena la lleve adelante (cf. Flp 1,6).

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Oremos 9

«Señor, has sembrado mi vida de prodigios de misericordia. Tu gloria está sobre todo en perdonar al que se humilla y confía en tu bondad. Por la nueva multiplicación de gracias se establezca el equilibrio entre las gracias y dones recibidos y tu gloria y mi santidad y el bien de las almas. Tú sabes y puedes en la nueva misericordia llevarlo a cabo para tu gloria más completa, para el amor eterno y paz para mí y para las almas, a las que he sido enviado. Transforma al mayor pecador en uno de los más grandes santos y más grandes apóstoles, para que, donde abundó el pecado, desborde la gracia y el apostolado y su fruto: para tu gloria, y para la paz de los hombres. Una inmensa nueva gloria a ti; una inmensa misericordia para conmigo; una inmensa cantidad de almas santificadas, ayudadas y salvadas; una inmensa gloria a Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida; y una gran devoción a María, Reina de los Apóstoles y a san Pablo apóstol».10

* * *

Buscar sólo y siempre la gloria de Dios. Este empeño no era sólo lo que el P. Alberione recomendaba a todos, sino lo que él, en primer lugar, se había comprometido a vivir en toda circunstancia. Da fe de ello el acuerdo estipulado por el mismo P. Alberione y el P. Giaccardo con las tres divinas Personas en torno al año 1920, titulado «letra de cambio», que aquí se reproduce.

Insertar la foto de la «letra» Esta «letra de cambio» documenta bien, por una parte, el propósito de no tener más interés que la gloria de Dios; y, por otra, la fe inquebrantable en la promesa de Jesús (cf. Mt 6,33). Arriba figura el compromiso: «Busco sobre todo el reino de Dios y su justicia». Firmado: Sac. Alberione Giacomo; Sac. Giaccardo Timoteo. Abajo, el compromiso de la Santísima Trinidad: «Lo demás se os dará por añadidura». Firmado: Jesucristo; Padre; Espíritu Santo. n Quinta etapa

Del 21 de agosto al 12 de septiembre El P. Alberione recibe el encargo de dedicarse a la prensa diocesana

El «año en el que fui llamado a la misión»

Introducción

9 El P. Alberione expresaba en 1962 su deseo profundo de vivir con el corazón orientado hacia Dios, buscando sólo y siempre su gloria. 10 ALBERIONE, Taccuini, 1962.

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Para el P. Alberione el 12 de septiembre de 1913 es un kairós: llega la señal con la que Dios le da la certeza de su voluntad. Es una de esas nuevas luces que poco a poco van alumbrando su camino, para llegar a la «tierra» que Dios le había prometido, en la noche que dividió el siglo, cuando «se sintió obligado a hacer algo por los hombres de su tiempo». Finalmente, Alberione descubre con mayor claridad la dirección hacia donde le va conduciendo la voluntad de Dios. No todo es claro en sus detalles desde el principio, pero «mientras camina es iluminado de vez en cuando, para que pueda continuar avanzando» (AD 202). Sabe que «el Señor va encendiendo las lucecitas a medida que se camina y hacen falta; no las enciende todas desde el principio, cuando no son necesarias; no malgasta la luz; pero la da siempre en el “momento oportuno”» (CVV 247; SP, abril-mayo 1959 1-2). Él mismo recuerda: «La autoridad jerárquica nos colocó un día en un camino y un apostolado diversos del que se había seguido hasta entonces. Esto sucedió una tarde, cuando el Obispo de Alba participó en la predicación del Nombre de María (12 de septiembre), en la que yo invitaba a los fieles a establecer el reino materno de María que da a Jesucristo al mundo, como su apostolado. Inmediatamente después me llamó para decirme: “Ahora a tu ordinario ministerio sacerdotal añado otro, muy comprometedor”. Y me indicó el camino: la prensa de la diócesis. En ese camino él me guió y me ayudó, arriba y abajo, con sabiduría y fortaleza durante casi veinte años. De allí partió todo el desarrollo. Ahora, los dos venerados documentos 11 confirman cómo todo se ha desarrollado bajo la luz, la guía y la aprobación de la Iglesia y más exactamente del “Pastor de la Iglesia que nos guía”. Este es el camino maestro: en Cristo y en la Iglesia. Siempre como hemos nacido y vivimos hoy» (SP, julio 1957). La memoria de san Bernardo nos ha ayudado a enfocar las raíces de nuestra vocación; esta memoria histórica del P. Alberione, nos ayuda a leer en su camino el nuestro, para verlo como historia sagrada, en la que hasta el hecho más insignificante encaja bajo la guía providente de Dios. Esta constatación favorecerá sin duda el deseo de ponernos cada vez más en sintonía con la voluntad de Dios, que es la voluntad de un Padre que ama, que sorprende y hace que todo concurra para nuestro bien. Los textos bíblicos que se indican nos permiten interpretar este momento histórico como una etapa importante de éxodo, en la fe, hacia la tierra prometida, para el P. Alberione hacia un carisma peculiar al que el Señor le está llamando. En este camino él no olvidará una cosa: el horizonte de la promesa y de su compromiso de obediencia en la fe. La respuesta de Abrahán, llamado por Dios a dejar su tierra por un futuro que Dios mismo habría de indicarle y su partida en la precariedad será la clave de lectura para comprender el camino del P. Alberione: llamado a algo profundamente nuevo, carece de los medios necesarios, pero no de la certeza de la guía de Dios y del deseo de seguir sus caminos. El texto del Deuteronomio, dirigido a los hijos de Abrahán, a Israel, es una invitación que llega hasta nosotros, hijos del P. Alberione, para que no se desvanezca la «memoria» de lo que Dios ha hecho por nosotros y la fe en lo que seguirá haciendo, una herencia de vida para ser en la Iglesia «apóstoles nuevos para los tiempos nuevos».

Escuchemos y meditemos la Palabra

Del libro del Génesis (12,1-3) El Señor dijo a Abrán: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”. Abrán marchó, como le había dicho el Señor. Del libro del Deuteronomio (5,6-8)

11 Los dos «venerados documentos», ambos elogiosos, que el P. Alberione recibió, son: un Autógrafo del papa Pío XII y una Carta del Prefecto de la Congregación de Religiosos, el Cardenal Valerio Valeri.

Yo soy el Señor, tu Dios, que te he sacado de Egipto, de la casa de la esclavitud. Yo seré tu único Dios. No harás ídolos ni imagen tallada alguna de cuanto hay arriba en los cielos, abajo en la tierra o en las aguas subterráneas. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, pues yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso,

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que castiga las faltas de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y hago misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

El P. Alberione narra de este modo el momento en el que el Señor «abrió el camino al apostolado»: «El obispo, cuando se trató de empezar, hizo sonar la hora de Dios (esperaba el toque de campana), encargándole de dedicarse a la prensa diocesana, lo cual le abrió el camino al apostolado; y lo mismo cuando se trató del desarrollo, pues cuando vio la orientación que tomaban las cosas, consintió a su petición de abandonar el servicio a la diócesis: “Te dejamos libre, lo solucionaremos de otra forma; dedícate completamente a la obra iniciada”. Él lloró entonces amargamente, pues estaba muy aficionado a la diócesis; pero hacía un año que lo había pedido, y el director espiritual le había dicho que ésa era la voluntad de Dios» (AD 30). Habían transcurrido ya trece años desde la noche en la que tuvo una mayor comprensión de la invitación de Jesús Venite ad me omnes (Venid a mí todos…), mayor luz sobre la necesidad de un nuevo escuadrón de apóstoles, de la necesidad de servir a la Iglesia y a los hombres del nuevo siglo. El P. Alberione vive en su persona los tiempos largos de Dios. Sabe que «descubrir la voluntad de Dios es cosa simple y complicada, dolorosa y dulce, natural y maravillosa según los casos» (UPS, I, 115). «Su voluntad, (de Jesús) tan fuerte, tan constante, tan generosa, viene a corregir nuestras debilidades, nuestra inconstancia, nuestro egoísmo, comunicándonos sus divinas energías, hasta poder decir con san Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me conforta”» (SP, diciembre de 1956). Discernir y secundar la voluntad de Dios es la disposición fundamental que se pide a todos los miembros de la Familia Paulina. Es significativa la visión cálida y decidida con la que el Fundador presenta la voluntad de Dios: «ley suprema y máximo acto de amor» (DF p. 19). DF pp. 19-20 (Dios Padre nos guía) con su ley eterna, que necesariamente tiene un fin, un orden, una dirección de toda acción y movimiento…, sapientísima toda ordenación suya. Con la que debo configurarme tomando como ley suprema y máximo acto de amor la voluntad de Dios. Dios Padre que ama y quiere el bien El creyente ve en la Ley, antes que una serie de disposiciones y normas que hay que observar, un valiosísimo don de Dios. Entiende que debe asumir la voluntad de Dios como ley suprema (superior a cualquier otra normativa y punto de referencia único) de su vivir y actuar, y como máximo acto de amor (quiere acogerla como acto de amor del Padre amoroso y cumplirla con la aptitud del amor más sublime). De ello se sigue una actitud de diligente «examen» y de «instrucción» continua: mirada abierta y dócil a la voz de Dios para percibir y cumplir en primer lugar su voluntad. DF p. 20: Examen - Instrucción Voluntad de Dios es el gran sol hacia el cual debe orientarse el alma como un girasol. Voluntad de Dios: en los superiores, en los acontecimientos, en el interior. Doce me facere voluntatem tuam, quia Deus meus es tu (Enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios: Sal 142). Todo concurre al bien de los que aman a Dios El «gran sol» hacia el que la criatura humana debe estar siempre orientada «como un girasol», es la voluntad de Dios: de este «gran sol» se recibe luz, calor y vida. El itinerario de conformación se realiza, por tanto, de acuerdo con el camino trazado por el mismo divino Maestro: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió» (Jn 4,34) y según la indicación que vive en primera persona y que ofrece, como Maestro, a sus discípulos: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados». La justicia de la que hay que tener hambre y sed es precisamente la voluntad de Dios expresada en sus directrices.

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El P. Alberione, también él lleno de hambre y sed de la voluntad de Dios, siente el deber de asegurar a sus hijos: «El Señor (...) me ha encargado a mí, el más miserable de todos, para comunicaros su sapientísima y amabilísima voluntad, nuestras devociones, la gracia del Espíritu Santo y nuestro peculiar estilo de vida. Estoy seguro de haber aceptado esta tarea por una clara voluntad de Dios, manifestada en los modos más seguros: ninguna voluntad humana ha tenido nada que ver. Estoy seguro de haber enseñado fundamentalmente lo que Dios quería: desde el espíritu hasta la administración económica. Tendréis bendiciones y consuelos e hijos espirituales en la medida en que sigáis viviendo la vida paulina, como se desprende de las Constituciones, usos y exhortaciones públicas o particulares. Se os escuchará en la medida en que escuchéis» (SP, junio-julio de 1951).

Pautas para la actualización

Discernir, encarnar y optar por la voluntad de Dios en cada una de mis vivencias es el verdadero camino para realizar en plenitud el misterio de sentirme enviado a llevar a cabo la obra que debo realizar. Discernir, encarnar y optar por la voluntad personal de Dios significa «revestirse» de esos sentimientos del hombre espiritual, que discierne todo y no es juzgado por nada, ya que posee la mente de Cristo (cf. 1Cor 2,15-16). Comprender el «detalle pormenorizado» de la voluntad de Dios en la peregrinación existencial de mi ser, conformado y configurado a Cristo, que vive en mí, es el sentido más claro de lo que Pablo me invita a vivir en Rom 12,2 para ser de veras «un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios». La liturgia de mi vida ha de hacerse memoria contemplativa y memorial que «ritualiza» mis síes, que componen la historia de la salvación, el lugar del discernimiento de mi misión personal y original dentro del tejido común y relacional del carisma paulino. La Palabra interroga a nuestra vida para hacerse vida nuestra

• Ser «sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» ¿es el horizonte de todos mis compromisos de misión y de apostolado?

• Mi apostolado y mi misión ¿constituyen un elemento importante de mi formación permanente en la configuración a Cristo que vive en mí, mi cristificación?

• ¿Sé ser contemplativo en la acción, sabiendo ver en el desarrollo y maduración de las circunstancias, de los acontecimientos y de los encuentros con las personas de mi vida el lugar donde el Espíritu habla a mi corazón y me indica mi horizonte específico de apostolado y de misión dentro de la sinfonía armoniosa de la comunión con los demás componentes de mi comunidad y de toda la Familia Paulina, sabiendo que «si sois lo que tenéis que ser, prenderéis fuego en todo el mundo» (Juan Pablo II)?

• «El obrar sigue al ser... » ¿Actúo porque soy reflejo y encarnación de la verdad de Cristo que está en mí, o me agito y me preocupo por muchas cosas (cf. Lc 10,41), con una frialdad que engendra tristeza según el mundo y no la paz según Dios (cf. 2Cor 7,10)?

El Señor haga de nuestra misión y de nuestro apostolado «un sacrificio de suave olor» (cf Ef. 5,2).

Oremos 12 Que yo vea con tus ojos. Que yo hable con tu lengua. Que yo oiga sólo con tus oídos. Que guste lo que tú gustas. Que mis manos sean tus manos. Que ore con tu oración. Que trate como tú tratas. Que yo celebre como tú te inmolaste. Que yo sea tú y que tú seas yo, hasta el punto de que yo desaparezca. Dígnate servirte de esta lengua para cantar a Dios por todos los siglos; 12 GIACOMO ALBERIONE, Che io ami con il tuo cuore, Ed. Archivio Storico Generale, 1985, p. 26. 13 GIOVANNI ROATTA, citado por Antonio da Silva, «Síntesis de las ponencias del Seminario de 1984», en: Jesús, el Maestro, pp. 21-23.

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de este corazón para amarle: de este pecador, el más desgraciado, para gritar: «Yo soy el Buen Pastor, yo quiero misericordia». n Sexta etapa

Del 13 de septiembre al 26 de octubre – Solemnidad de Jesucristo divino Maestro

«El Padre mismo ha enviado a su Hijo, el Maestro»

Introducción Jesús, el Maestro Pastor, Camino, Verdad y Vida, es el corazón de nuestra espiritualidad apostólica. Nuestro Fundador se apresura a precisar que Jesús Maestro no es para nosotros uno de tantos maestros, sino el único Maestro, Camino, Verdad y Vida. «El término “Maestro” asumió para él desde el principio el valor de expresión de su Cristo: para él, Cristo es sencillamente “el Maestro”, el “Maestro divino”. Para expresar a Jesucristo entero le basta decir “el Maestro”, el “divino Maestro”, y también el gran trinomio de su interés, Camino-Verdad- Vida, queda incluido ahí: entendido ya por él en el Maestro».13 No es Maestro sólo porque enseña o propone una doctrina excelente, sino porque es el Hijo enviado por el Padre, para llevarnos al Padre, proponiéndose a sí mismo como camino, mediación. La formulación completa de este título cristológico, que es una síntesis sinóptica y joanea realizada por el P. Alberione, acontece entre finales de 1923 y comienzos de 1924. El P. Alberione está convencido de entregarnos a nosotros, sus hijos, la única riqueza que posee: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida. Los valores que rigen nuestra vida brotan de esta luz. La conclusión es evidente: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida es meta, camino y principio del proceso espiritual-formativo-apostólico. La celebración de la solemnidad del divino Maestro en este nuestro año alberoniano deberá tener por tanto una solemnidad especial. Los textos bíblicos propuestos pretenden ayudarnos a vivir esta centralidad carismática a la luz de la experiencia y la enseñanza de Pablo, para quien el encuentro con Cristo Jesús consiste en vivir en él y actuar en él, hasta llegar a ser una auténtica representación suya. Es un proceso dinámico, de conversión o transformación continua, hasta el momento de nuestra muerte..., cuando el Padre se complacerá de ver realizado en cada uno de nosotros el diseño con el que nos pensó y predestinó a reflejar los rasgos de esa imagen suya que es su Hijo. Pablo está tan convencido de que Dios lleva a término su proyecto de configuración con el Hijo, que gracias a su amor se siente ya justificado, glorificado.

Escuchemos y meditemos la Palabra De la carta de san Pablo a los Gálatas (4,18-19) Sería bueno que os interesarais por lo bueno siempre, y no sólo cuando estoy ahí con vosotros. Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros. De la carta de san Pablo a los Romanos (8,28-30) Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios les predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, les llamó; a los que llamó, les justificó; a los que justificó, les glorificó.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

El Fundador ha expresado con claridad el punto de partida y la meta del camino espiritual: hacer morir el

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componente egoísta y hacer vivir en nosotros a Jesús hasta nuestra transformación en él. Ha puesto también en evidencia la figura del Padre del cielo que desde siempre espera nuestra conversión, como vuelta «definitiva» a él (cf. DF p. 99). Existe un camino paulino para llegar a este objetivo. Y consiste en permitir al Espíritu Santo que forme a Jesús en nosotros (cf. Gál 4,19), que lo haga crecer hasta su madurez (cf. Ef 4,13). DF pp. 35-36: Por tanto, el hombre Salido de las manos de Dios para glorificarlo en la eternidad, el hombre ha de hacer un viaje de prueba que se llama vida. El Padre mismo ha enviado a su Hijo, Maestro, para indicar el camino, recorrerlo y hacerse vehículo del hombre. Por eso el hombre será juzgado al final sobre su configuración con el Hijo: en la mente, en la voluntad, en la vida. Dicha configuración consistirá en el amor, para que quien ha amado continúe su amor, recompensa para la eternidad; quien no ha amado permanece lejos de Dios por toda la eternidad. Como el mundo, debido a los fallos humanos y la cizaña, es reino imperfecto de Dios, la eternidad será el reino perfecto incluso en relación con el hombre: glorificación eterna de Dios. Faciamus hominem ad imaginem et similitudinem nostram (Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza: Gén 1,26) y la imagen ofuscada por el hombre es reparada en el Hijo de Dios y superará en belleza a la primera por obra del Espíritu Santo, por sobreabundancia de gracia. El Padre mismo envió a su Hijo como Maestro... – Dios, después de haber creado al hombre y haberle colocado en el mundo, no le abandona a su destino. Al contrario, Él, Padre de bondad, le ha dado como compañero de viaje nada menos que a su Hijo unigénito: para eso le ha enviado en medio de nosotros y para nosotros. El Hijo, Jesucristo, es enviado como el Maestro. Maestro no sólo ni principalmente porque está sentado en una cátedra y enseña, sino sobre todo porque quiere introducirse dentro del entramado de la vida del hombre y llegar a todas las manifestaciones del pensamiento y del actuar humano. Para indicar el camino, recorrerlo y hacerse vehículo del hombre... – Se trazan las «tareas» que el Padre le ha asignado al Hijo para su misión en la tierra: § indicar: este verbo encierra la idea de enseñar, guiar, orientar. En el Maestro-que-indica podemos

entrever fácilmente a Jesús-Verdad; § recorrer: tampoco aquí se concreta el objeto, aunque deba entenderse el camino, el itinerario. El

Fundador piensa aquí en el Maestro-Camino, modelo para el creyente; § hacerse vehículo del hombre: descubrimos aquí al Maestro que se inclina con amor sobre la

fragilidad humana, el Pastor que carga sobre sus espaldas la oveja perdida. Para nosotros, el Maestro-Vida, fuente de gracia, energía, fuerza espiritual, y a la vez insustituible compañero de viaje... Por eso el hombre será juzgado al final sobre su configuración con el Hijo: en la mente, en la voluntad, en la vida. Dicha configuración consistirá en el amor.

§ El don que el Padre ha hecho al hombre al enviarle a Jesús como Maestro, tiene un objetivo preciso: guiar al hombre hasta la configuración con su Hijo, puesto que esta configuración será el objeto del juicio final.14

Tenemos aquí el itinerario visto desde la parte del hombre: Cristo va tomando forma en la persona, trans-forma a esa persona, que de ese modo llega a estar con-formada. Se trata de un proceso que interpela a la persona humana en la globalidad de sus facultades e iniciativas. La «forma» de Cristo en nosotros en la óptica paulino-alberoniana

14 En un importante escrito de 1949 el P. Alberione presentará la configuración como una realidad adquirida por el Paulino en el momento del juicio final: «Cuando la persona se presente ante Jesús Juez, él descubrirá en ella como una reproducción suya: conformes fieri imagini Filii sui; la presentará a Dios, que descubrirá en ella la semejanza con la Augusta Trinidad, una semejanza restablecida por el mismo Jesucristo. Se complacerá en ella y la persona cantará eternamente: Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto (Introduzione, en S. LAMERA, Gesù Maestro Via, Verità e Vita, Appunti, E.P. Alba 1949).

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Dada la importancia que para el P. Alberione tiene el camino paulino para conseguir la «forma» de Cristo, es importante preguntar a Pablo qué entiende con esta palabra. La palabra «forma», en el NT, es casi exclusiva de Pablo: aparece 13 veces y 10 de ellas en el epistolario paulino. La cantidad es significativa y ofrece muchos matices: modo de existir (Flp 2,7), modo de vivir que manifiesta la voluntad oblativa de Jesús (Flp 3,10); las características de Jesús que pasan a nosotros (Flp 3,21); comunión vital con Cristo hasta el punto que nosotros, los cristianos, hemos sido configurados a su modo de existir y reproducimos sus características. Nos asemejamos a él hasta el punto de ser realmente iconos suyos (Rom 8,29). La frase «hasta que Cristo tome forma en vosotros» puede parafrasearse así: «hasta que Cristo, vivo en vosotros, pueda ser visto y reconocido por todos». Si «forma» indica el modo interior de existir que se irradia hacia fuera, «forma» en Pablo evoca la «vestidura que debemos vestir», que es Cristo Jesús (Rom 13,14; Gál 3,26-27). Nuestra vestidura, o sea, lo que se ve de nosotros, debe ser Jesús, sus valores, sus comportamientos, todos sus rasgos. Pablo recuerda que el Padre en su constante llamada –«viaje que se llama vida»– nos ha protegido también «revistiéndonos» de fe, esperanza y caridad. La esperanza es como el yelmo para la cabeza, la fe y la caridad como coraza que protege nuestra persona y nuestro corazón (1Tes 1,3; 5,8). Tener la forma de Cristo Jesús, considerarlo como nuestra «vestidura», equivale a dejar que la fe, la esperanza y la caridad sean los valores que nos determinan. Las virtudes teologales, según el pensamiento del P. Alberione, corresponden al Maestro Verdad, Camino y Vida, que toma forma en nuestra mente, voluntad y corazón.

Pistas para la actualización

Queremos ponernos en actitud de escucha –empapado de silencio adorante, fecundo, creativo– a la escuela del Maestro divino. Queremos sentir en el corazón el deseo de imprimir y encarnar el icono del discipulado por excelencia: «Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús...» (Jn 13.25). Jesús en el corazón de Juan, Juan en el corazón de Jesús, para comprender, vivir y encarnar profundamente la experiencia que Pablo nos indica en Gál 2,20. Debemos penetrar en el corazón del Maestro haciéndonos escucha total, revistiéndonos y encarnando la bienaventuranza de la escucha para convertirnos en Aquel a quien escuchamos, meditamos y contemplamos. La Palabra interroga a nuestra vida para hacerse vida nuestra

• Estar a la escuela del Maestro divino, significa ser capaces de hacernos silencio, pura espera, pura disponibilidad, pura acogida. ¿A qué punto se encuentra mi experiencia?

• Mi vida intelectual, psicológica, espiritual, ¿qué clase de silencio creativo vive...? ¿Lo vive? • ¿Es un silencio, pura ausencia de ruidos, fantasías y proyectos o es el lugar fecundo del injerto de

amor y de afectividad inteligente con la Persona del Maestro para vivir su vida, sus pensamientos, sus actitudes, sus disposiciones, sus virtudes desde dentro y ser construido, corroborado y configurado por su doctrina sabia y transfigurante?

Oremos 15

Maestro, tu vida me traza el camino; tu doctrina confirma y alumbra mis pasos; tu gracia me sostiene y me apoya en el camino hacia el cielo. Tú eres perfecto Maestro: das ejemplo, enseñas y fortaleces al discípulo para que te siga. «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna» (Jn 3,16). «Sabemos que has venido de Dios» (cf. Jn 3,22-36). 1. Oh Maestro, tú tienes palabras de vida eterna. Sustituye mi mente, mis pensamientos contigo mismo, 15 La oración Al Maestro divino colocada al comienzo de la «Vía iluminativa» del DF (pp. 39-40), es el más bello testimonio de la profundidad espiritual de nuestro Fundador. Él tiende a la «más alta perfección» y para alcanzarla ha asumido el estilo de Pablo: la entrega total de sí mismo al Maestro.

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tú que iluminas a todo hombre y eres la verdad misma. Yo no quiero razonar sino como tú enseñas, juzgar sólo según tus juicios, pensar sólo en ti, verdad sustancial, que me ha dado el Padre: «Vive en mi mente, oh Jesús verdad». 2. Tu vida es precepto, camino, seguridad única, verdadera, infalible. Desde el pesebre, desde Nazaret y desde el Calvario, todo es un trazar el camino divino de amor al Padre, de pureza infinita, de amor a las almas, al sacrificio... Haz que yo lo conozca, haz que en cada momento ponga el pie sobre tus huellas de pobreza, castidad, obediencia. Todo otro camino es amplio..., no es tuyo. Jesús, yo ignoro y detesto todo camino no señalado por ti. Lo que tú quieres, eso quiero yo; pon tu voluntad en vez de la mía. 3. Cambia mi corazón en el tuyo, que mi amor a Dios, al prójimo y a mí mismo sea sustituido por el tuyo. Que mi vida pecadora, humana, sea cambiada por la tuya, divina, purísima, superior a toda la naturaleza. «Yo soy la vida». Por eso, para ponerte a ti en mí, cuidaré con esmero la comunión, la santa misa, la visita eucarística, la devoción a la pasión. Y que esta vida llegue a manifestarse en las obras, «Para que la vida de Jesús se manifieste también en nosotros» (2Cor 4,10), tal como ocurrió a san Pablo, «Cristo vive en mí» (Gál 2,20). Vive en mí, o Jesús, vida eterna, vida sustancial. n Séptima etapa

Del 27 de octubre al 26 de noviembre – Fiesta del beato Santiago Alberione

«La formación debe modelarse sobre el divino Maestro»

Introducción

En este mes en el que nos disponemos a concluir el año litúrgico, celebramos el «nacimiento para el cielo» de nuestro beato Santiago Alberione. Al celebrar este acontecimiento final de su vida, queremos enfocar algunas verdades que le condujeron a la «madurez humana y sacerdotal». Entre ellas es muy significativa su visión sobre el discipulado de Jesús de Nazaret, que le convertirá en verdadero Maestro. Un discipulado que es ya predicación. Los años de Nazaret nos podrían parecer una larga espera, un tiempo muerto; pero son sin embargo un momento de crecimiento, de gozosa maduración de su misterio de Hijo, que ya había comprendido cuando se encontraba en medio de los doctores. Jesús, adulto, vive profundamente lo que había aprendido en Nazaret, permaneciendo siempre discípulo del Padre. La carta a los Hebreos recuerda que Jesús aprendió, sufriendo, a obedecer (5,8) y Pablo explica que fue «obediente» hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2,7). El texto bíblico para esta etapa evoca la vida oculta de Jesús de Nazaret, durante la cual aceptó la mediación educativa de María y de José, respondiendo así al proyecto del Padre sobre él. Con los ojos del P. Alberione, contemplamos la vida oculta de Jesús de Nazaret y el clima familiar que allí se respiraba. Nos dejamos fascinar por la larga etapa de vida oculta, como preparación para la misión y para la opción fundamental que caracterizará la vida de Cristo. Es un tiempo litúrgico adecuado para hacer propio el discipulado de Jesús, que en la obediencia vivió una vida cargada de frutos: sabiduría y gracia.

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Escuchemos y meditemos la Palabra

Del evangelio según san Lucas (2,39-40.51-52) Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios le acompañaba. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

El Fundador presenta nuestro itinerario de crecimiento en Jesús como un modelarnos sobre el Maestro divino. La cátedra de la que hay que aprender es sobre todo, según el Fundador, el ambiente recogido de la familia de Nazaret, especialmente el taller de artesano. Es significativo el hecho de que Jesús comienza a enseñar en Nazaret, ya que en Nazaret él es el primero en dejarse formar por María y José. DF pp. 14-15: La escuela de Nazaret Donec formetur Christus in vobis /Gál 4,19). La formación debe modelarse sobre el divino Maestro: treinta años de vida privada. Por tanto requiere: 1. Fuga: retiro del mundo, que es escuela opuesta a la del divino Maestro; postulantado, noviciado, profesión temporal; búsquese la soledad y la compañía de los santos. 2. Mortificación interior de la memoria, de la fantasía, de la soberbia, del corazón, etc.; exterior: tacto, oído, vista, gusto, olfato, seguir un horario, programa. 3. Oración: Sine me nihil potestis facere (Sin mí no podéis hacer nada: Jn 15,5); por tanto, frecuencia de los sacramentos, devoción a la Virgen y a san Pablo, la visita, el examen de conciencia. La palabra de san Pablo es particularmente clara: Neque volentis, neque currentis, sed miserentis est Dei (No es obra del que quiere ni del que se esfuerza, sino de Dios, que tiene misericordia: Rom 9,16). Es preciso entrar en el reino de la misericordia y ponernos bajo su gobierno o dominio. 4. Studium perfectionis, es decir, querer el éxito en la ciencia divina, en la perfección de la voluntad, en la santidad de vida. La «escuela» de Nazaret

Las «lecciones» que el Maestro nos imparte desde la escuela de Nazaret se agrupan en cuatro áreas: § el rechazo de la mentalidad moderna. El Fundador lo llama «fuga, retiro del mundo». Condición

necesaria para este itinerario: un clima de recogimiento, de soledad, que se ha de llenar mediante la compañía de los santos;

§ radicalidad en la adhesión a Cristo Jesús. El vocabulario que usa el P. Alberione es el de «mortificación»: un compromiso de rigurosa ascesis, interior y exterior, propuesta como medio indispensable...;

§ «oración» humilde y asidua, con la convicción de que sin la obra de Dios no podemos «hacer nada»;

§ «studium perfectionis»: es decir, querer conseguirlo, lo que supone empeño, aplicación decidida y coherente hacia la perfección, sin vacilaciones.

Es conocida la insistencia del P. Alberione en que se mediten ampliamente los ejemplos de Jesús en Nazaret. Se puede decir que la invitación a acudir a esta «escuela» es continua en la predicación y en los escritos del Fundador: sobre el Jesús de la vida privada estamos llamados a modelarnos, meditando la «cadena misteriosa» de los ejemplos que nos da: DF p. 42 Vida privada: Ocupa 30 de 33 años; así que tiene una importancia de diez contra uno. Es crecimiento en edad, sabiduría y gracia. Es cadena misteriosa de obediencia, de oración, de sacrificio, de virtudes domésticas.

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La lección de Nazaret La vida privada de Nazaret sólo aparentemente está limitada a la actividad laboral y a la oración escondida; en realidad es escuela y predicación a través del ejemplo que Jesús da a la humanidad. «Jesús quiso trabajar. Y ¿en qué trabajo? Artesano, el trabajo humilde. El Padre del cielo manda a su Hijo a la tierra durante tantos años a hacer de artesano. ¿Qué misterio? Y ¿qué misterio es pensar que Jesús vivió unos 33 años y empleó 30 en la vida oculta? ¿No había sido enviado a comunicar el mensaje de la salvación? Primero actuar y después enseñar. Y por tanto nos ha enseñado a practicar la humildad, a practicar los apostolados humildes, ya que nuestro apostolado no es sólo santificador, no es sólo una obra de celo; sino que el apostolado es también redentor de las almas» (PD63, n. 491). «La casa de Nazaret es la casa del recogimiento y del silencio... allí aquellas tres santísimas personas estaban entregadas por completo a honrar, amar y servir fielmente a Dios... (A Jesús) le gustaba mucho escuchar a María y a José y estaba siempre dispuesto a atender sus disposiciones... Era la casa del silencio amoroso y activo. La casa de Nazaret es casa de trabajo: intelectual, espiritual, manual. La casa de Nazaret es casa de oración... Las casas que toman como modelo la de Nazaret se convierten en casas de paz» (Alle Figlie di San Paolo, 1940-1945, pp. 204-209).

Pautas para la actualización

Queremos doblar las rodillas de nuestro corazón y penetrar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo (cf. Ef 3,14) del misterio de nuestra formación y configuración con Cristo, que vive en cada uno de nosotros, según la originalidad e irrepetibilidad de nuestro ser. La escuela de Nazaret se presenta ante nuestra vida y la provoca pidiéndonos vivir y encarnar lo ordinario de manera extraordinaria –como nos recordaba Juan Pablo II en la inauguración del Año Santo extraordinario de la Redención de 1983–. Queremos aprender a modelarnos sobre el Maestro divino buscando y encontrando a Dios en todas las cosas: en el silencio, en la oración, en el trabajo asiduo, fecundo y equilibrado y nunca desordenado. La escuela de Nazaret nos propone y nos provoca sobre la importancia del crecimiento de formación en sabiduría y equilibrio prudente, que nos permite no perder nunca de vista la meta y la finalidad última de nuestra vida: el studium perfectionis, es decir, el querer lograr llegar a ser y realizar el misterio de elección que somos cada uno de nosotros. La Palabra interpela a nuestra vida para hacerse vida nuestra

• ¿Considero mi vida como un itinerario de formación continua en la escuela del «más que el Amor» típico de la Casa y del recogimiento y del silencio de Nazaret?

• ¿Vivo de veras en la paz y el consuelo propios de quien conoce el camino de su formación, porque sabe que está guiado, es decir, juzgado por Dios, con su estilo pedagógico de silencio que produce eficacia y madurez?

• ¿Tengo la necesaria libertad de mente y corazón para estar en continuo camino de crecimiento y de formación humana y espiritual; o soy esclavo de mi trabajo y de la organización de mis proyectos?

• ¿Deseo siempre algo más grande (cf. 1Cor 12,31) o me conformo con lo que ya tengo, como el tercer siervo de la parábola de los talentos (cf. Mt 25,24-25)?

Oremos 16

Jesucristo vive las virtudes individuales, domésticas, religiosas, sociales. Restaura al hombre, la familia, la sociedad civil. Renueva al pueblo de Dios. Da cumplida gloria al Padre. Su vida transcurre en la humildad, la obediencia, la oración y el trabajo (cf. Lc 2,39-52). Bendito seas, Maestro divino, porque te has hecho semejante a nosotros, para hacernos a nosotros semejantes a Dios. Has restaurado las ruinas causadas por el demonio y las pasiones.

16 Nos acompaña el cuadro IX de la Via humanitatis.

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Nos has mostrado que podemos heredar tu felicidad, si vivimos en esta tierra una vida semejante a la tuya. Haz que te conozcamos, te imitemos y te amemos. Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Jesús Maestro, camino, verdad y vida, ten piedad de nosotros. María, Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.

n Octava etapa

Del 27 de noviembre al 21 de diciembre – IV Domingo de Aviento

«Debemos seguir a este Maestro supremo»

Introducción

En este tiempo de Adviento, la liturgia ha suscitado en nosotros la espera del Mesías, esperanza de los pueblos, que viene a dar dignidad a toda persona herida y prisionera del mal, que viene a liberar de toda clase de opresión. Sabemos que el Señor ya ha venido, que el Reino esperado está ya en medio de nosotros. Él es el «Dios con nosotros», cuyo amor nos arranca de las tinieblas de la ignorancia, que nos hacen vagar desorientados en medio de la oscuridad. El Adviento que estamos celebrando nos invita a abrir los ojos de nuestro corazón a Jesús, el Maestro, que todos los días llama a nuestra puerta para inundarnos de su luz que hace vivir. Los textos bíblicos que se nos ofrecen para nuestra interiorización nos ayudan a enraizarnos cada vez más profundamente en la persona de Jesús, nuestro único Maestro. Él establece los criterios de la verdadera paternidad y fraternidad. Este único Maestro ofrece a sus discípulos un programa de vida revolucionario, que cambia su modo de pensar y de valorarse a sí mismos y a los demás. No es un código de normas amenazadoras: ¡debes hacer!; al contrario, es un anuncio gozoso: te proclamo dichoso. Eres dichoso porque Dios, en su Hijo que te revela su rostro, te ha alcanzado con su amor. Puedes vivir como Dios te desea porque él mismo te hace capaz de hacerlo.

Escuchemos y meditemos la Palabra

Del evangelio según san Mateo (23,8ss) Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

Jesús, enviado por el Padre como Maestro Pastor, es sobre todo Verdad para nuestra inteligencia. Él se ha revelado como la Verdad, en cuanto re-vela, quita el velo, hace manifiesto el proyecto salvífico de la Trinidad divina. Verdad como sabiduría del Padre, manifestación del Padre, definitiva re-velación del Padre. Verdad no sólo por lo que él dice del Padre, de la Trinidad y del hombre, sino por lo que él es en sí mismo. En él nosotros podemos conocer, «ver» al Padre, ser absorbidos en la Trinidad. Jesús Maestro-Verdad interpela a nuestra inteligencia. Esta es capacitada para conocer las verdades reveladas, para comprenderlas gracias a la luz del Espíritu, para asimilarlas. Pero no puede faltar la cooperación humana: aquí está el compromiso de «estudiar la doctrina cristiana, de modo especial el Evangelio». DF pp. 49-50: Jesús Verdad 1. Yo soy la verdad. La verdad sobre la naturaleza del hombre y sobre su destino, sobre la naturaleza de Dios y de sus atributos, sobre la naturaleza de la religión y de nuestros deberes...

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3. Debemos seguir a este Maestro supremo, porque es único: Magister vester unus est (Uno solo es vuestro maestro: Mt 23,10), los demás maestros lo son en la medida que se adecuan a él, porque tiene el mejor método educativo; porque es Dios y así tendremos la gracia de hacer lo que enseña y complaceremos al Padre por la vida de la mente. Ex fructibus eorum cognoscetis eos (Por sus frutos los conoceréis: Mt 7,20). La Verdad que es Jesús pide que le sigamos. Jesús se ha autorevelado como la Verdad: no una verdad, sino la verdad, la única, eterna, inmutable. Él ha venido para darnos a conocer «la verdad sobre la naturaleza del hombre y su destino»: sólo él, revelación del pensamiento del Padre, puede manifestarnos el destino maravilloso que nos espera. ¿Qué aplicaciones tiene esto para el creyente? Estamos llamados a «seguir» a este Maestro: no basta, por tanto, conocer su enseñanza. Porque él es Maestro «supremo», y por tanto único entre una multitud de falsos maestros... Pero el don de Dios no se detiene aquí. Desde el momento que «seguir» al Maestro es un compromiso superior a nuestras fuerzas, junto con el conocimiento, el Maestro nos dará al mismo tiempo «la gracia de hacer lo que enseña». Por tanto, los pasos son claros: es indispensable conocer todo lo que Jesús enseña; después «hacer» lo que propone; pero para este fin el Señor no deja de dar la ayuda de la gracia. No resulta difícil ver aquí todo el Cristo Jesús: la Verdad que nos enseña; el Camino que lleva al creyente a «hacer»; la Vida que garantiza la gracia. De este modo se conseguirá un fruto admirable: «agradaremos al Padre por la vida de la mente». Para asimilar la mentalidad de Jesús, cada uno de nosotros está invitado a partir de una larga y penetrante meditación de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,1-12). DF pp. 50-51: Jesús Verdad (Ocho bienaventuranzas). Verdades inauditas, nuevas en el mundo, verdades eternas. Significado de cada una. Corregir todo el pensamiento, el sentimiento, la vida. Cómo comprender este mensaje «inaudito» El P. Alberione se apresura a sugerir, como primera ayuda de la meditación, algunas pistas esenciales de reflexión: se trata de verdades nunca escuchadas antes («inauditas»), completamente nuevas, y sobre todo que no pasarán jamás («eternas»). Es muy importante tener presente el objetivo de esta meditación: «corregir todo el pensamiento, el sentimiento, la vida»: es decir, hacer converger toda la persona –mente, corazón y voluntad– a las enseñanzas del Maestro; o mejor, al Maestro-Verdad. «¿No es la santificación de la mente y del corazón la parte esencial del discurso de la montaña?» (SP 1955). Después de la página de las bienaventuranzas, he aquí la invitación a la meditación del llamado «discurso o sermón de la montaña». DF p. 51 Discurso de la montaña: La perfección de la caridad y de las virtudes indicadas por Jesús sobre la ley antigua. La santificación del espíritu y del corazón. La esencia del sacerdocio. Dos caracteres: necesidad de salvarse; necesidad de la humildad. También para este tema (cf. Mt 5-7: Lc 6) el P. Alberione sugiere algunas pistas de reflexión, meditación y estudio. Importantes los dos «caracteres»: la urgencia de permitir a Dios que nos lleve a la salvación; y el insistente subrayado de la «necesidad de la humildad».

Pautas para la actualización

Queremos seguir el orden de la oración al divino Maestro (ver más arriba, la que lleva la nota 15) y comprender cómo llegar a liberar nuestra mente y nuestra inteligencia de las seguridades situadas en los oscuros entresijos de la misma inteligencia. Es necesario que entremos en un camino de búsqueda de nuestra orientación para comprender cuál es el

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movimiento de nuestra mente y de nuestra inteligencia. Quien se centra en sí mismo, como verdad autárquica, no es de Cristo. El movimiento de Cristo Maestro Verdad es salir de sí mismo. Si quieres ser perfecto y experto de la «palabra de la cruz», que es la «sabiduría de la cruz», debes renunciar a ti mismo y abandonarte al Padre. La Palabra interpela a nuestra vida para hacerse vida nuestra

La página evangélica de las tentaciones de Jesús es el lugar privilegiado para interrogar a nuestra vida acerca de esta orientación existencial de Jesús Verdad, que halla su baricentro en estar en la voluntad del Padre (cf. Lc 4,1-13) La orientación de Jesús es hacia el Padre: es el punto de referencia de su vida. No discute, no tergiversa con alquimias dialécticas u otras especulaciones racionales: va decididamente al Padre: «Yo hago siempre lo que le agrada al Padre» (Jn 8,29).

• ¿Cuál es la verdadera orientación de mi mente y de la verdad de mi ser? • ¿Es la del espíritu del mal, que se disfraza también de ángel de luz? (Cf. 2Cor 11,14), y que empuja

hacia las riquezas, la vanagloria y la soberbia? • ¿Es la orientación de Cristo, que me empuja, en cambio, hacia la mayor pobreza espiritual, a la

humillación, a la humildad, que son las únicas que me llevan a poder estar revestido de Cristo, de sus sentimientos, de su pensamiento, de su Verdad?

Oremos 17

Jesús, divino Maestro, te adoramos como Palabra encarnada, el enviado del Padre para enseñar a los hombres las verdades que dan la vida. Tú eres la verdad, la luz del mundo, el único Maestro; sólo tú tienes palabras de vida eterna. Te damos gracias por haber encendido en nosotros la luz de la razón y de la fe, y habernos llamado a la luz de la gloria. Nos adherimos con toda nuestra mente a ti y a la Iglesia; creemos y aceptamos cuanto por su medio nos enseñas. Muéstranos los tesoros de tu sabiduría, danos a conocer al Padre, haznos auténticos discípulos tuyos. Aumenta nuestra fe, para que lleguemos a contemplarte eternamente en el cielo. Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros. n Novena etapa

Del 22 de diciembre al 25 de enero de 2004 – Fiesta de la Conversión del apóstol san Pablo

«Este período debe traernos a Jesucristo Verdad, Camino y Vida para que resulte el hombre nuevo»

Introducción

Esta etapa queda comprendida entre la celebración litúrgica de la Natividad del Señor y el «nacimiento cristiano» de Pablo. La viviremos por tanto con la alegría y el entusiasmo propio del encuentro

17 Nos acompaña la primera parte de la oración al Divino Maestro (ver la nota 15). Se puede elegir también el primer punto de la coronita.

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profundo y total con Jesús, de modo que lleguemos a ser «personas nuevas», creación nueva, en él, Maestro Pastor, Camino, Verdad y Vida. «La Familia tiene una sola espiritualidad: vivir integralmente el Evangelio; vivir en el divino Maestro en cuanto camino, verdad y vida; vivirlo como lo comprendió su discípulo san Pablo… “Vivo ego, iam non ego; vivit vero in me Christus” (Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí: Gál 2,20): la mente de Jesús, el corazón de Jesús, la voluntad de Jesús. Debemos ser miembros vivos y operativos del Cuerpo místico de Jesucristo» (UPS III, 187-188). La celebración de la Natividad del Señor nos facilita el encuentro con Cristo Verdad-luz que ilumina: «Nosotros hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14). La contemplación de esta gloria (= realidad de Dios) hace surgir en nosotros el deseo de acogerla y vivirla plenamente, como Pablo. Los textos bíblicos presentan las parábolas del tesoro y de la perla preciosa, es decir, Jesús mismo en medio de nosotros. Descubrirlo es un don, pero también búsqueda. El don de Dios pide ser acogido totalmente. La riqueza que es Jesús no admite ser compartida con otras pseudo-riquezas. Esta es la experiencia de Pablo, que meditamos en la segunda etapa (Flp 3,7-11). Pablo, conquistado por la perla preciosa que es Cristo, le responde permitiéndole encarnarse en él.

Escuchemos y meditemos la Palabra

Del evangelio según san Mateo (13,44-45) El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. De la carta de san Pablo a los Gálatas (1,15s) Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles. De la carta de san Pablo a los Filipenses (3,12-14) Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

Después de haber recorrido el necesario camino de conversión para dar cumplimiento al proyecto del Padre, el discípulo de Jesús está invitado a entrar decididamente en el camino maestro: el que le lleve a realizar la «encarnación» y el crecimiento de Cristo Jesús en su persona. El P. Alberione, con mucha sabiduría, pone, como premisa de este paso, la meditación de las parábolas del tesoro y de la perla preciosa. Invitándonos a la meditación de estas parábolas, el Fundador parece querer decirnos: «Todo lo que te presento es verdaderamente el tesoro, la realidad más importante, la joya por la que debes dejar todo con el fin de hacerla tuya y aprovecharla al máximo». De ahí el claro objetivo que aguarda a todo miembro de la Familia Paulina: la total configuración con el Maestro Pastor, que se realiza mediante el crecimiento de la «encarnación» de él en toda nuestra persona. DF pp. 37-38: La encarnación 1. Este período debe traernos a Jesucristo verdad, camino y vida, para que resulte el hombre nuevo. La vida sobrenatural le dará la vida eterna: coheredes Christi (coherederos con Cristo: cf. Rom 8,17). 2. Jesucristo es verdad para la inteligencia; de ahí la necesidad de estudiar la doctrina cristiana, especialmente el evangelio. Jesucristo es camino para la voluntad, y de ahí la necesidad de imitarle, especialmente cuidando la santa comunión. Jesucristo es vida para el corazón, por lo que necesitamos revestirnos de gracia santificante y actual,

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especialmente con la santa misa. 3. Por eso hay que dividir la hora de adoración en tres partes: a) lectura del evangelio y de la doctrina cristiana para honrar a Jesucristo Maestro; b) comparar nuestra vida con Jesucristo modelo y hacer el examen de conciencia; c) oración, especialmente lo que prepara a la santa misa (vía crucis, misterios dolorosos). Objetivo de este período

• Este período debe traernos. Se trata de un don, de un regalo que se nos trae, algo hermoso, tal vez superior a las mismas expectativas. Este don se nos trae a nosotros: es un don que entra en la vida, que baja a lo profundo, destinado a com-penetrarse con nuestra persona, llegando a ser una sola cosa con ella.

• Jesucristo Verdad, Camino y Vida. No simplemente una dimensión (aunque importante) de la Persona de Cristo, sino todo el Cristo, en la plenitud de todos sus aspectos, como él mismo se ha definido (Jn 14,6); el Cristo integral.

• Para que resulte el hombre nuevo. El don-Jesús, acogido y vivido, produce una nueva realidad, la persona renovada.

El proceso de encarnación de Cristo en nosotros ¿Qué es lo que comporta el proceso de encarnación? Lo expresa la misma palabra: que Cristo Jesús tome carne en una persona. Según la lectura bíblica de la encarnación del Verbo de Dios, la referencia a María, la Virgen Madre, es aquí obligada. De manera análoga a lo que aconteció en ella, Cristo Jesús, el Maestro, se encarna cuando toma carne en el creyente, en el Paulino dócil al Espíritu Santo. Es una transformación lenta, fatigosa, pero re-generadora. En este punto, todo, realmente todo, adquiere un color y un sabor nuevos. Las formas y los tiempos de espiritualidad, de meras «prácticas» pasan a ser vida perdiendo toda posible dimensión formalista; de «deberes», se transforman en deseos del corazón; de frases a veces marginales e intrascendentes, se convierten en centro propulsor de todo pensamiento, afecto, opción y decisión.

Pautas para la actualización

Queremos encarnar, en la escuela de Pablo, la originalidad del «aquí y ahora» de nuestra vida en la Persona de Cristo, que nos ha conquistado y “seducido” y quiere vivir cada vez mejor en nosotros. Queremos entrar junto con Pablo en su personalísimo memorial de Flp 3,12 y penetrar con él en ese discernimiento contemplativo que actualiza su experiencia profundísima de encuentro con Cristo. Su vida, su experiencia humana y cristiana tienen ya un único sentido: el sentido de Cristo, “la mente de Cristo” (cf 1Cor 2,16). Pablo corre en la formación permanente hasta llegar a ser hombre y testigo del discernimiento cristiano porque ha sido conquistado por Jesucristo. Se siente y es, como Jeremías, realmente y casi «ontológicamente violentado», satisfecho y sublimado por el amor amigo y seductor de Jesús. «Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí...» (Gál 2,20). Pablo no podría ser lo que es, si no fuese objeto-sujeto de este amor recíproco. Amor no sólo emotivo, y por tanto necesariamente fugaz y destinado a volatilizarse, sino amor que tiene como protagonistas dos corazones, dos «Yo profundo», que encuentran en el estar oblativamente el uno en el otro, la única razón de vivir y subsistir. Es la lógica del amor, celebrado en el Cantar de los Cantares, es la lógica del amor (de siempre) del Dios fiel, que durante toda la historia de la salvación asume las connotaciones y el valor de un amor esponsal, seductor y tierno, a todo ser humano, hombre y mujer, llamado a ser desde toda la eternidad el único e irrepetible partner del Dios Amor trinitario. La Palabra interpela nuestra vida para hacerla vida nuestra

• La carrera de Pablo consiste en encarnar el propio misterio de cristificación y de lento y gradual crecimiento hasta la plena madurez de Cristo que vive en mí. ¿Es este el horizonte de mi seguimiento en la encarnación de la lógica esponsal de amor del Cantar de los Cantares para que como amante llegue a transformarme en el Amado?

• Ser el «fragancia de Cristo» (cf 2Cor 2,15) ¿es la consecuencia de una vida que rezuma la

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experiencia de un encuentro cada vez más seductor y transfigurante con Cristo, Señor y Novedad de mi vida... o vivo de rutina: monotonía de oración, de celebraciones, de vida apostólica, de vida comunitaria...?

• Para Pablo el encuentro con Cristo es fuente de vida nueva. Leer Ef 4,17-32 y 2Cor 5,14-17.

Descubre qué novedad está trayendo Cristo a tu vida.

Oremos

Invocaciones a Jesús Maestro Jesús Maestro, santifica mi mente y acrecienta mi fe. Jesús, Maestro en la Iglesia, atrae a todos a tu escuela. Jesús Maestro, líbrame del error, de los pensamientos vanos y de las tinieblas eternas. Jesús, camino entre el Padre y nosotros, lo ofrezco todo y todo lo espero de ti. Jesús, camino de santidad, hazme fiel discípulo tuyo. Jesús camino, hazme perfecto como el Padre que está en el cielo. Jesús vida, vive en mí para que yo viva en ti. Jesús vida, no permitas que me separe de ti. Jesús vida, concédeme vivir eternamente el gozo de tu amor. Jesús verdad, que yo sea luz del mundo. Jesús camino, que sea ejemplo y modelo para los hombres. Jesús vida, que mi presencia lleve a todas partes gracia, alegría y paz. n Décima etapa

Del 26 de enero al 29 de febrero de 2004 – Primer domingo del Tiempo de Cuaresma

«La voluntad de Dios en todo»

Introducción

Nos encaminamos hacia el tiempo litúrgico de Cuaresma, tiempo propicio para vivir el seguimiento de Jesús, nuestro Camino, asumiendo su estilo de vida. En el evangelio de Lucas a los cristianos se les llama «los que tienen el camino», porque tienen a Jesús. El camino se realiza en la cruz y desemboca en la máxima gloria. Sin Jesús nuestro Camino, estamos perdidos y desorientados: «La humanidad había perdido el camino del cielo; Jesucristo se hizo Camino y dijo: “Venid a mí”, “aprended de mí”, “os he dado ejemplo”... Si el hombre es orgulloso aprenda a adquirir de este Maestro el amor a la verdadera gloria eterna, a la nobleza más sublime que es la santificación: “el que se humilla será enaltecido...”» (CVV 215). «Jesús concluye el episodio del lavatorio de los pies a sus discípulos diciendo: “Os he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Aquí está el resumen, la esencia de la vida religiosa: la imitación de Jesucristo» (Alle Figlie di San Paolo, 1946-1949, p. 463). Los textos bíblicos que se proponen pueden ayudarnos a asimilar la opción fundamental de Jesús, que, por amor y con gozo, se ofrece a sí mismo al Padre, cumpliendo constantemente, de buena gana y «hasta el extremo», su voluntad. Siguiendo las huellas de su Maestro Jesús, Pablo, serenamente, acepta subir a Jerusalén porque esta es la voluntad de Dios. Cada uno de nosotros se confrontará con el luminoso Camino que es Jesús, verificará los modelos que pueden inspirar la propia vida, para volver al único modelo que dice: «Yo hago siempre lo que le agrada a mi Padre... Os he dado ejemplo».

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Escuchemos y meditemos la Palabra

De la carta a los Hebreos (10,5) Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Del evangelio según san Lucas (9,51) Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. Del libro de los Hechos de los Apóstoles (21,13-14) Pablo respondió: “¿Qué hacéis llorando y partiéndome el corazón? Yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús”. Y como no había manera de convencerle, desistimos, diciendo: “Hágase la voluntad del Señor”.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

Jesús, enviado por el Padre como Maestro Pastor, se ha definido como Camino. El significado más familiar que el P. Alberione tiene de Jesús-Camino es Jesús como modelo, como ejemplo, como Quien ha vivido en grado máximo el proyecto del Padre... Una de las expresiones más sublimes de Cristo Camino es seguramente la que le presenta como modelo en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Buscar y hacer siempre lo que le agrada al Padre (cf. Jn 8,29): este es el secreto de Jesús. DF pp. 44-45: Jesús, camino del mérito 1. Jesús es modelo al hacer la voluntad de Dios. (…) Hacer la voluntad de Dios es perfección; hacer la voluntad de Dios es el verdadero amor al Señor; hacer la voluntad de Dios es el camino más seguro… 2. Así lo hizo nuestro señor Jesucristo. Toda su vida es una tesis y esta frase la resume: In capite libri scriptum est de me, ut faciam voluntatem eius qui misit me (Como está escrito de mí en el libro, aquí estoy yo para hacer tu voluntad: cf. Heb 10,7 y Jn 5,30), es decir, que la vida de Jesucristo se puede resumir en esta frase: «Vida de quien hizo perfectamente la voluntad de Dios». Cibus meus est ut faciam voluntatem eius qui misit me (Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado: Jn 4,34). Quæ placita sunt ei facio semper (Yo hago siempre lo que le agrada a él: Jn 8,29). Consummatum est (Todo está cumplido: Jn 19,30), dijo al concluir su misión en la cruz. 3. (…) Por eso no debemos tener en cuenta nuestra voluntad sino la voluntad divina en todo. Nuestra voluntad se nos da para que elijamos la voluntad divina siempre, en todo, con total adhesión y humildad. Las condiciones para hacer lo que le agrada a Dios Para el creyente, hacer la voluntad de Dios equivale a «perfección»; es «el camino más seguro»; es expresión de «verdadero amor al Señor». Nuestra voluntad no tiene más que este fin: «elegir la voluntad divina: siempre, en todo, con plena adhesión y humildad». Bajo esta óptica, el P. Alberione substancia las condiciones para que una obra sea agradable a Dios. Estas condiciones son cuatro: que las obras sean «buenas en sí», que se hagan con recta intención, «en estado de gracia», y «se realicen con perfección». El elemento que une todos los pasos es Jesús, modelo perfecto de toda virtud, al que debemos referirnos siempre. Jesús, modelo en la pureza de intención Dejando la primera condición, que considera obvia, el P. Alberione pasa a ilustrar la segunda: la obra resulta agradable al Padre si se hace con recta intención. La recta intención comporta mirar con decisión al Padre y buscar únicamente su gloria. Esto será posible si permitimos que Jesús-Camino entre en nosotros: él que «se fijó sólo en el Padre». Con él y como él lograremos también nosotros siempre y sólo la gloria de Dios. Esta certeza es la base del Pacto o Secreto del feliz éxito. DF pp. 45-46: Nuestra pureza de intención 1. La intención recta es la que va derecha hacia Dios: a su gloria, ¡para hacer su voluntad!...

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2. Nuestro Señor Jesucristo considera como fin sólo el Padre, no su propia gloria. De hecho, en sus obras encontró humillaciones, hasta la humillación de la cruz… 3. La recta intención se consigue: a) condenando a priori toda vanidad; b) dirigiendo todo explícitamente al Señor; c) expiando toda intención vana. Jesús, modelo de la intimidad con Dios El Fundador nos exhorta a penetrar en esta otra sublime dimensión de la Persona del Maestro recordándonos que «tercera condición para que una obra sea meritoria» es el estado de gracia, que significa «amistad, intimidad con Dios». DF pp. 46-47 1. Tercera condición para que una obra sea meritoria: estado de gracia. Gracia significa amistad, intimidad con Dios... 2. Nuestro Señor Jesucristo vivió en la más íntima unión con Dios. La persona de Jesucristo es la segunda de la Santísima Trinidad. ¿Y quién puede decir la intimidad sobrenatural entre el Hijo y el Padre? Aquí nos encontramos ante una contemplación, más que ante una meditación... Jesús, modelo en el método: que la obra se haga bien Finalmente, para que una obra se «haga bien» es necesario que «se comience bien, se continúe bien y se termine como se debe». También en esto es urgente modelarse en Jesús; más aún, permitirle que él obre bien, y siempre, dentro de nuestra persona, en lo ordinario de cada día. DF pp. 47-48: Perfección 1. Cuarta condición: que la obra se haga bien. Quiere decir que se comience bien, se continúe bien y se termine como se debe... 2. Y así obró el Maestro divino. El santo evangelio no deja lugar a dudas: Bene omnia fecit (Todo lo hizo bien: Mc 7,37). 3. Cómo comenzar: ofreciendo todo a Dios, aceptándolo todo de su mano, comenzando bien, en seguida, gustosamente; continuar bajo la mirada de Dios, con dulce aplicación, con constancia enérgica; terminar humildemente, cumplidamente. La voluntad de Dios en los detalles ordinarios Se trata, como es evidente, de indicaciones extremadamente concretas, capaces de inspirar díariamente las opciones prácticas de cada miembro de la Familia Paulina. Hay que advertir con qué cuidado elige el Fundador las palabras: los verbos (comenzar, continuar, terminar); los adverbios (bien, en seguida, gustosamente, humildemente, cumplidamente); la unión sustantivos-adjetivos determinando una calificación muy equilibrada (dulce aplicación, constancia enérgica). Nos recuerda también el P. Alberione: «La Casa nace de la voluntad de Dios; de lo contrario no tendría sentido, sería una locura, no existiría. Se habla de admiración: más admirable es lo que no se ve: las vocaciones y el sacrificio escondido de los cooperadores. Pero esto no lo han hecho los hombres: lo ha hecho Dios por amor: y la voluntad de Dios guía y rige: y todo se hace únicamente por Dios. Si se quita la voluntad de Dios, incluso humanamente, se quita toda fecundidad de vida; se daría la aridez de todo» (UCBS, 6, n. 8-15 agosto 1924, cf. Primavera Paolina, p. 223).

Pautas para la actualización

Para el P. Alberione la vida de Jesús se puede resumir en esta frase: «la vida de quien hizo perfectamente la voluntad del Padre». Es en esta imagen de Jesús donde se sitúa la realización existencial de la indispensable actitud descrita en la primera parte del DF: La «voluntad de Dios es el gran sol hacia el cual debe orientarse el alma como un girasol» (DF p. 20). Hacer la voluntad de Dios, que es la perfección, significa para nosotros, siguiendo la enseñanza del P. Alberione, elegir la voluntad de Dios siempre (cf. Dt 30,19), en todo (cf. Col 2,17), con plena adhesión (cf. Is 9,7) y humildad (cf. Rom 12,3). Es decir, significa liberar nuestro sí para ser en todo sí, cristificados en el Amén de Cristo al Padre (cf 2Cor 1,19). Significa hacer nuestra la pregunta de Pablo: «¿Qué debo hacer, Señor?» (He 22,10) y escuchar que el Señor nos dice: tú eres un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre, y te enseñaré lo que

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tienes que sufrir por mi nombre (cf. He 9,15). La Palabra interpela a nuestra vida para hacerse vida nuestra

• Mi seguimiento para hallar la «voluntad de Dios en todo» ¿es una lucha santa para elegir ontológicamente y ser existencialmente la voluntad personal del Padre, revistiéndome de la Persona de Jesús que vive en mí?

• ¿Acepto la propuesta del Padre a entrar en la lógica de Getsemaní, donde Jesús, divino Maestro, me empuja y me quiere amaestrar en la opción del «amor más grande»: dar mi vida conscientemente y en creciente libertad interior y entregarla a Dios y a su voluntad para vivir y encarnar generosamente esta voluntad?

Oremos 18

Pido al Señor que aparte de mí toda mi voluntad, gusto, preferencia: para que Dios haga todo y como quiera de mí y de todo lo que me atañe en el tiempo y la eternidad. Deseo que el Señor pueda hacer y usar libremente de mí como quiera; que me reduzca a la nada si le parece bien en la salud, la estima, el puesto, las ocupaciones, las cosas más internas y las externas; todo y sólo para la gloria de Dios, para la exaltación eterna de la misericordia, para contrarrestar mis pecados. Pido aumento de fe en el Padre providente, en el Hijo redentor, en el Espíritu santificador. Deseo una piedad inspirada, fundada, orientada a glorificar a la divina misericordia. Dios lo es todo. Yo soy suyo, soy cristiano, religioso, sacerdote. Que pueda él encontrarme en todo momento dócil en sus manos, como lo estuvo Jesucristo. Confío salvarme por la divina misericordia, por la Virgen Madre María, mi esperanza. n Undécima etapa

Del 1 de marzo al 25 de marzo de 2004 – Solemnidad de la Anunciación del Señor

«Jesús es la gracia»

Introducción

Aproximándonos a la conclusión de nuestro itinerario espiritual alberoniano, siguiendo las huellas del DF, estamos invitados a encontrarnos con Jesús-Vida. Vivir de Jesús vida es vivir la «gracia». La solemnidad de la Anunciación, que constituye la cumbre de nuestro camino, nos permite vivir esta etapa con los sentimientos de María, la llena de gracia. En ella tomó carne la vida, constituyéndola Sagrario de la vida. El Fundador nos recuerda que la presencia de Jesús-Vida en nosotros «debe absorbernos de tal modo que casi no sintamos ya la naturaleza. Pero esto es el ideal... Sin embargo es el centro de la devoción. Y es la meta que los Paulinos deben alcanzar» (De una grabación). Los textos bíblicos nos hacen gustar, casi por contacto inmediato, la experiencia que de Jesús-Vida vivió Pablo y cómo él permaneció y creció en ella. Las palabras de Jesús en el evangelio según san Juan nos recuerdan la importancia de «permanecer en él» para vivir y dar frutos, que son frutos de apostolado. Estas son las manifestaciones naturales, las consecuencias de estar enraizados, implantados en él.

18 ALBERIONE, Taccuini 1940.

Escuchemos y meditemos la Palabra

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De la carta de san Pablo a los Gálatas (6,14) Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva… En adelante, que nadie me venga con molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. De la carta de san Pablo a los Colosenses (1,24) Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia. Del evangelio según san Juan (15,4-5) Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.

La propuesta de nuestro Padre Alberione

El tercer aspecto del crecimiento de Jesucristo «encarnado» en nosotros, con vistas a su ser formado en toda nuestra persona, es la dimensión de Jesús-Vida. Jesús-Vida interpela y llega al fiel en su componente más precioso: el corazón. ¿Cómo nos ha llegado la vida? Del ofrecimiento sacrificial de Jesús en la cruz. ¿Y de qué vida hablamos? De la vida sobrenatural, precisa el Fundador. Quien añade que la vida es la gracia, para llegar al punto central: Jesús es la gracia. Es precisamente este aspecto «personalista» el que interesa al P. Alberione. Jesús es la gracia; él es «lleno de gracia»; él es la vid verdadera de la que la savia pasa a los sarmientos. Por consiguiente la vida de la gracia en el creyente debe pensarse exactamente como la «vida de Jesús», es decir, como Jesús-viviente-en-el-hombre. DF p. 55: Jesús vida 1. Yo soy la vida: la vida sobrenatural (diferente de la vida natural, vegetativa, sensitiva, racional, angélica). La vida sobrenatural en nosotros es gracia. La muerte es el pecado: Nomen habes quod vivas et mortuus es (Pasas por vivo, pero estás muerto: Ap 3,1). 2. Jesús es la gracia, plenum gratiæ (lleno de gracia: Jn 1,14), y nos la comunica en el bautismo, nos la fortalece en la confirmación, nos la nutre en la eucaristía, nos la repara en la confesión, nos la purifica en la unción de los enfermos: veni ut vitam habeant (he venido para que tengan vida: Jn 10,10). Yo soy la vid y vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto. Sine me nihil potestis facere (Sin mí no podéis hacer nada: Jn 15,5). 3. La vida de Jesús se pierde con el pecado. Su respiración es la oración, su alimento la meditación; tiene sus enfermedades, como las imperfecciones y los defectos; sus recursos, como el fervor; sus alegrías, como los consuelos; su languidez, como la desolación; su desarrollo pleno en los santos, perfecto en María santísima. El secreto de la vida espiritual El secreto de la vida espiritual-apostólica está aquí claramente expresado: consiste en estar y permanecer en Jesús, que es la vid; quien permanece en Jesús, como el sarmiento en la vid, da mucho fruto. Se recibe la «vida de Jesús», siendo transformados en él. Esta vida divina se presenta con características bien precisas. Como la vida natural, también la «vida de Jesús» en nosotros tiene:

• su respiración, que es la oración; • su alimento, que es la meditación; • sus enfermedades, es decir, las imperfecciones y los defectos; • sus recursos, es decir, el fervor; • sus alegrías, es decir, los consuelos; • su languidez, es decir, la desolación;

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• su desarrollo, que es pleno en los santos, y perfecto en María santísima. Es indudable que nos encontramos ante uno de los puntos centrales del itinerario de crecimiento del Maestro Pastor en nosotros. ¡Con las hermosas perspectivas que se nos abren! Pensemos sólo en qué se convertiría nuestra oración si lográsemos que llegara a ser de veras la respiración de la vida de Jesús, es decir, la respiración de Jesús vivo en nosotros. Lo mismo digamos de la meditación, presentada como el alimento de Jesús viviente en nosotros; de nuestros defectos, vistos como las enfermedades de la vida de Jesús en nosotros; y así sucesivamente para las otras frases siguientes, hasta el desarrollo de la vida de Jesús, que es la verificación concreta del crecimiento. Efectos de la vida de Cristo en nosotros «Día a día la participación en la vida de Dios y de Jesucristo se hace cada vez más abundante: Dios vive en nosotros y nosotros en él. En nosotros, realmente, con la unidad de su naturaleza y con la Trinidad de las Personas. Y este Dios es sumamente activo, produciendo en nosotros un organismo sobrenatural, que perfecciona el organismo natural; hace vivir una vida, no igual, pero sí semejante a la suya, una vida deiforme. Actúa en todo nuestro ser y en todas nuestras facultades; nos hace cooperadores suyos, con el impulso divino, de tal modo que los días se llenan de méritos: “nosotros en él, él en nosotros”. Vive en nosotros Jesucristo; no sólo como Dios, sino también como Dios-hombre. Él es la cabeza del Cuerpo místico, nosotros somos los miembros; de él recibimos el movimiento y la vida. Con sus oraciones y con sus méritos obtiene que el Espíritu Santo obre en nosotros como había obrado en su alma. Y nosotros vivimos en él, porque estamos incorporados a él: él imprime y hace fructificar en nosotros la vida nueva, esa que produce el injerto de un olivo bueno en un olivo silvestre. Y María participa en nuestra generación en Cristo, por ser nuestra Madre; y nosotros, por la unión en el cuerpo místico, participamos de todos los bienes de los santos del cielo y de la tierra. Esto es así por el dogma de la comunión de los santos. Y esta es la vida eterna. “Oh Dios…, concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor”» (SP, diciembre 1956). «Hay personas que están invitadas a subir. Esto es lo que más ganas tengo de deciros. Hay entre vosotras personas que están más invitadas a subir, a una unión más perfecta con Dios. A esa casi fusión de corazones, de voluntad y de mentalidad con Jesús. Fusión de afectos. Que los afectos de Jesús sean mis afectos; los deseos de Jesús mis deseos; los pensamientos de Jesús mis pensamientos. Más aún, es Jesús quien vive en mi mente. Yo le presto el cerebro para pensar, pero es él quien piensa en mí. Yo le presto mi corazón para que ame él conmigo al Padre del cielo y a las almas. Le presto la voluntad, porque quiero lo que él quiere en mí. Y no sólo le presto sino que –si soy dócil– es él quien vive en mí. Vive él en mí. Ama él en mí, quiere él en mí, obra él en mí, hace el apostolado él en mí. A esta íntima comunicación con él estáis llamadas. Sagrarios vivientes; religiosas que van de casa en casa llevando en su corazón, que es un sagrario, a Jesús. Es la realización de esa oración del divino Maestro “que mi presencia sea siempre santificadora”» (Prediche del Primo Maestro para un retiro mensual, fasc. 1960).

Pautas para la actualización

El aspecto que más llama la atención de nuestra reflexión en esta parte final de DF es la definición de «vida sobrenatural en nosotros como gracia» y «gracia sobreabundante». Esta óptica nos hace comprender que ser en Jesucristo es fundamentalmente una experiencia de relación, de «permanecer en él». La fórmula «permanecer en él» es de san Juan, pero expresa también muy bien la misma experiencia paulina de Gál 2,20, que tantas veces resuena en la vida del P. Alberione. La Palabra interpela a nuestra vida para hacerse vida nuestra

• «Permanecer en él», «encontrarse en él» es el significado último de todo nuestro peregrinar de seguimiento. ¿Es toda nuestra vida una liturgia de la vida, donde cada cosa se hace en función de él, por él y en él: «Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo» (1Cor 10,31-11,1)?

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• «Encontrarse en él», ¿es de veras haber llegado ya a esa libertad interior, que convierte mi vida en oración, contemplación, ofrecimiento, alabanza, comunión, discernimiento, servicio, porque todo lo considero pérdida a causa de Cristo hasta que el mismo Cristo tome forma en mí, en nosotros?

Oremos 19 Jesús, divino Maestro, te adoramos como unigénito de Dios, venido al mundo para dar a los hombres la vida en toda su plenitud. Te damos gracias porque, muriendo en la cruz, nos has merecido la vida, que nos comunicas en el bautismo, y alimentas en la eucaristía y los demás sacramentos. Vive en nosotros, Jesús, por la fuerza del Espíritu Santo, para que te amemos con toda la mente, con todas las fuerzas y todo el corazón, y amemos al prójimo como a nosotros mismos. Aumenta en nosotros el amor para que un día, resucitados a la vida gloriosa, participemos contigo en el gozo de tu reino. Jesús Maestro, camino, verdad y vida, ten piedad de nosotros.

4 de abril de 2003 – 4 de abril de 2004

Celebración de clausura del Año alberoniano

NO TEMÁIS: YO ESTOY CON VOSOTROS, DESDE AQUÍ QUIERO ILUMINAR. VIVID EN CONTINUA CONVERSIÓN

«Haz de ello un programa práctico de luz y de vida»

Guía. Comenzamos el año alberoniano con la celebración: La mano de Dios sobre mí, en la que nuestro beato, Santiago Alberione, nos comunicó la lectura de su vida como historia sagrada. Concluimos este itinerario espiritual de Familia Paulina recibiendo el mandato misionero del mismo modo que nuestro Fundador lo recibió del Maestro Eucarístico, en una significativa noche pascual suya. La recordamos brevemente: a comienzos de 1923 la salud del P. Alberione declina de manera palpable. Los médicos declararon que, en el mejor de los casos, le quedan dieciocho meses de vida. El mismo P. Alberione nos narra: «En momentos de especial dificultad, revisando toda su conducta, por si hubiera impedimentos a la acción de la gracia por su parte, pareció que el divino Maestro quería consolidar el Instituto iniciado pocos años antes» (AD 151). Este es el sueño acompañado de las frases programáticas: «No temáis, yo estoy con vosotros. Desde aquí quiero iluminar. Vivid en continua conversión» (cf. AD 152). La respuesta de su padre espiritual, el canónigo Chiesa, es clara: «Sea sueño o no, lo que dijo es santo; haz de ello como un programa práctico de vida y de luz para ti y para todos los miembros» (cf. AD 154). Es este programa el que queremos hacer nuestro al concluir este año alberoniano. Canto inicial Celebrante. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos. Amén Celebrante. Dios nuestro Padre abra vuestro corazón con la gracia del Espíritu de su Hijo: os conceda su paz y alegría y os envíe a todo el mundo a llevar el conocimiento del Padre que resplandece en el rostro de 19 Tercera parte de la oración al Divino Maestro (ver más arriba, en la nota 15). O bien el tercer punto de la coronita a Jesús Maestro, que aquí se reproduce.

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Cristo Maestro y Pastor, Camino, Verdad y Vida. Todos: Amén. Escucha de la Palabra de Dios Lectura del libro del Génesis (28,10-15) Y serán bendecidas por ti y por tu descendencia todas las naciones de la tierra

Jacob salió de Berseba en dirección a Harán. Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Tomó de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra, sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas y te volveré a esta tierra, y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido». Palabra de Dios. Todos. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial (Si 144,1-9) R/. Grande es el Señor, merece toda alabanza. Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. R. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias. R. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R. Lectura de la segunda carta a los Corintios (2,15-17; 4,5-6) Difunde por medio de nosotros el perfume de su conocimiento al mundo entero

Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo y que, por medio nuestro, difunde en todas partes la fragancia de su conocimiento. Porque somos el incienso que Cristo ofrece a Dios, entre los que se salvan y los que se pierden: para estos, olor de muerte que mata; para los otros, olor de vida que da

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vida. Pero, ¿quién está a la altura de esto? Por lo menos no somos como tantos otros que falsean la palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad, de parte de Dios y bajo la mirada de Dios, como miembros de Cristo… Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor, y nosotros siervos vuestros por Jesús. El Dios que dijo: Brille la luz del seno de la tiniebla, ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo. Palabra de Dios. Todos. Te alabamos, Señor. Canto antes del evangelio (Mt 28,20) Gloria y honor a ti, Señor Jesús. «Id y haced discípulos de todos los pueblos. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Gloria y honor a ti, Señor Jesús. Lectura del evangelio según san Mateo (28,16-20) Yo estoy con vosotros todos los días

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Palabra del Señor. Todos. Gloria a ti, Señor Jesús. Breve homilía o reflexión en silencio Para evocar el signo de la luz de la celebración inicial, si la asamblea lo permite, cada uno de los presentes, a invitación del celebrante, puede acercarse al altar para encender su vela en la lámpara de la Familia Paulina, o del cirio pascual, previamente preparado. Mientras tanto, se puede cantar un canto apropiado. De vuelta al propio lugar, manteniendo en la mano la vela encendida, se escucha la palabra del Fundador y todos responden orando. Guía. Escuchemos la palabra del Fundador que nos invita a hacer nuestra la misión que él recibió y nos envía a «ser luz», según el carisma específico de cada Instituto de nuestra Familia. Lector 1. «Desde aquí quiero iluminar». Esto es, yo soy vuestra luz y me serviré de vosotros para iluminar; os doy esta misión y quiero que la cumpláis. Todos. Jesús Maestro y Pastor, Camino, Verdad y Vida, te damos gracias por la confianza que nos renuevas, y pedimos el don de tu Espíritu para poder transmitir fielmente tu luz. Lector 2. La luz que envolvía al divino Maestro, la fuerza de voz de aquel «quiero» y «desde aquí» y la prolongada indicación con la mano hacia el sagrario fueron entendidas así: una invitación a tomarlo todo de él, Maestro divino presente en el sagrario; que ésta es su voluntad; que la entonces amenazada Familia irradiaría gran luz... Cada cual piense que es transmisor de luz, altavoz de Cristo, secretario de los evangelistas, de san Pablo, de san Pedro...20 Todos. Jesús Maestro Pastor, Camino, Verdad y Vida, aumenta en nosotros, cada día más, el deseo de vivir la lógica pascual que celebramos en la Eucaristía para que seamos comunicadores de tu vida a nuestros hermanos. Pausa de reflexión y canto.

20 AD 157.

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Lector 3. Sentir la sed divina por las almas como la sentía Jesucristo; dar a conocer la doctrina dogmática, moral y litúrgica de Jesucristo sirviéndonos de los medios más rápidos y eficaces; ser progresividad y sentir la progresividad en Cristo y en la Iglesia. ¡Almas que esperan! Que a nadie le falte, por lo que de nosotros dependa, la luz divina. Es la vida de San Pablo; es experimentar el «vive en mí Cristo Apóstol». Es acompañar en su difícil camino a la Iglesia de hoy. Siempre lanzados hacia adelante: como Cristo propagandista, como Pablo caminante de Dios. 21 Todos: Jesús Maestro Pastor, Camino, Verdad y Vida haz que la sed de almas que te llevó a la cruz y caracterizó a nuestro Fundador esté siempre viva en el corazón de todos los miembros de la Familia Paulina para que sepamos interpretar la sed de verdad de nuestro tiempo. Lector 4. La misión realizada por Jesús fue esta: hacer a los hombres hijos de Dios. Que los hombres lleguen a ser hijos de Dios. Esta humanidad, que en buena parte vive sin la gracia de Dios... no es hija de Dios. La humanidad, hoy, se aleja poco de los tres mil millones, y crece generalmente unos cuarenta millones por año; pues bien, estos hombres que demuestran tanta actividad y un progreso continuo en todos los sentidos, parece que están vivos, pero en realidad están muertos, porque les falta la vida espiritual. ¿Qué debe hacer entonces… la Familia Paulina en su conjunto? Tratar de hacer lo que hizo el Maestro divino: «Dedit eis potestatem Filios Dei fieri» (Les da poder para ser hijos de Dios); hacer hijos de Dios, ¡eso es todo! El Hijo de Dios se ha hecho hombre para que nosotros llegáramos a ser hijos de Dios como él, hermanos y coherederos suyos; para que mirando al Padre creador dijésemos «Abba, Padre». «Padre nuestro, que estás en el cielo». 22 Todos. Jesús Maestro Pastor, Camino, Verdad y Vida infunde en la Familia Paulina tu mismo deseo y compromiso de trabajar para que todos sean hijos de Dios. Pausa de reflexión y canto. Lector 5. Se ha caminado mucho durante 45 años (1914-1959)... Mientras haya aún algo por hacer, no hemos hecho nada; «olvidando el bien realizado, me lanzo hacia adelante»: en el espíritu, en la ciencia, en el apostolado, en la pobreza... El Señor enciende las luces, poco a poco, a medida que se camina y son necesarias; no las enciende todas, al principio, cuando todavía no son necesarias; no gasta luz; pero la proporciona siempre en el tiempo oportuno.23

Todos: Jesús Pastor, Camino, Verdad y Vida, por intercesión de nuestro Beato Santiago Alberione, del Maestro Giaccardo, de Maestra Tecla y de Madre Escolástica, te pedimos aumento de fe como camino interior, para que podamos dar cada día el paso adelante que tú nos indiques. Lector 6. El santo no es un hombre consumido, una media conciencia incapaz de asumir la propia parte en la vida... Para san Pablo la santidad equivale a madurez plena del hombre, el hombre perfecto. El santo no se arrolla, se desarrolla; no se para, sino que tiene por lema el proficiebat. La santidad es vida, movimiento, nobleza, efervescencia, pero de la buena, no algo que cae sino algo que se eleva. Sí; pero lo será sólo y siempre en proporción al espíritu de fe y a la buena voluntad: el Señor está con nosotros, nosotros somos cooperadores de Dios.24 Todos. Jesús Maestro y Pastor, Camino, Verdad y Vida, nos fiamos de ti: sabemos que estás con nosotros y a través de nosotros quieres iluminar. Transfórmanos en ti y haz de nosotros fieles cooperadores. Pausa de reflexión y canto. Se invita a los presentes a que apaguen las velas.

21 CISP 979. 22 SdC, n. 261, p. 295, 2003. 23 CVV 247; SP, abril-mayo 1959 1-2. 24 SdM 26-27.

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Guía. Escuchemos, como un renovado mandato, las palabras que el Fundador pronunció con ocasión de la celebración de los 50 años de Fundación de nuestra Familia.25 «Para la Familia Paulina no existen otros fines; por tanto, los mismos fines por los que se realizó la Redención. Vivir y obrar según Jesucristo: “Per Christum, et cum Christo, et in Christo”. Como san Pablo: “Mihi vivere Christus est: mi vida es Cristo”. Cincuenta años. Se puede comparar con el preámbulo de un discurso; es el anuncio del esquema; ahora el desarrollo con seguridad. Se han fijado las raíles en las Constituciones; y han sido aprobadas y consolidadas por la experiencia. El viaje en el tiempo será feliz si el Instituto en su conjunto, y cada uno de los religiosos se mueven siempre sobre los raíles; humildad y fe. Hoy, con esta Misa, clausuro con el Te Deum cincuenta años, y abro el tiempo futuro con el Veni Creator, Vivamos con plena y habitual alegría la vida religiosa, que es preludio de los gozos eternos. Nuestra vida, para cada cual, como para el Instituto, es una continua historia de gracias: gracia tras gracia. Vida religiosa para la santificación y espiritualidad en Cristo; apostolado acorde a las necesidades de los tiempos; cada vez más esplendoroso el horizonte del cielo, si tendemos siempre a la perfección. Sea plena la alabanza, sea sonora; sea alegre, sea acorde el júbilo del alma.

25 SP, julio-agosto de 1964, 1-3.

Recuerdo a todos: las obras de Dios se realizan con los hombres de Dios». Canto del Te Deum Oración final Celebrante. Dios Padre nuestro, que en tu designio de amor eterno, has enriquecido a nuestra Familia Religiosa con las «abundantes riquezas» de tu amor, reaviva el don que has derramado en nuestros Institutos, para que, con fuerza, amor y sabiduría, comuniquemos las maravillas de tu amor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, Maestro y Pastor. Todos. Amén. Celebrante. (Bendice a la asamblea) El Señor guíe vuestros corazones en el amor del Padre y en el gozo del Espíritu Santo. Todos. Amén. Celebrante. Que caminéis siempre con la certeza de que el Señor está con vosotros y se sirve de vosotros para iluminar. Todos. Amén. Celebrante. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. Todos. Amén. Suena el órgano

APÉNDICE Primera etapa

COMENTARIO DEL P. ALBERIONE AL EVANGELIO DEL BUEN PASTOR

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SEGÚN SAN JUAN (10,1-18) Y SEGÚN LUCAS (15,4-7) 26

Buenas Pastorcitas, desde hace algún tiempo estoy constatando cómo la gracia de Dios actúa en vosotras, en vuestra familia religiosa: más luz, más caridad, más trabajo interior, más espíritu pastoral, vida pastoral más intensa y más activa. ¡Qué hermoso deseo, piadoso y meritorio, un grupo de Pastorcitas en muchas parroquias! Pero no un grupo cualquiera de religiosas que van para la guardería, sino un grupo de Pastorcitas que comprendan y realicen la misión que os describo. San Pablo nos presenta a Jesús sacerdote. Y el divino Maestro mismo se nos presenta como Pastor: Ego sum pastor bonus (Jn 10,11). Esta imagen completa la idea grandiosa del sacerdote Jesús, y nos da a conocer su acción benéfica en las personas. Por eso nos interesa estudiar el relato evangélico, donde Jesús recoge su enseñanza sobre las funciones del pastor. Lo haremos, tomando en consideración todas y cada una de las palabras del texto evangélico. Hoc proverbium dixit eis Jesus. (Jn 10,6). Jesucristo solía hablar en parábolas; y ya el Profeta (Si 77,2) había indicado esto como signo para reconocer al futuro Mesías. Para hacernos comprender su ministerio apostólico en medio del mundo, él se sirvió de esta simpática parábola. Imaginémonos un pastor: Pastor... ovium (v. 2), pero, entendámonos, no un asalariado... cuius non sunt oves propriae (v. 12), es decir, un pastor pagado para guardar el rebaño, que no es suyo. Si el rebaño es del dueño, al asalariado le interesa poco el bien de las ovejas: non pertinet eum de ovibus (v. 13). Supongámoslo propietario del rebaño; y por tanto completamente comprometido en su cuidado y su bienestar. Así es de hecho Jesús. Las almas son suyas y por muchos títulos: él es su Creador, su providente conservador; él las ha rescatado de la esclavitud del demonio, derramando como precio su preciosa sangre. Non estis vestris, dice el Apóstol; empti enim estis pretio magno (1Cor 6,19). Existe por tanto una íntima relación entre el Pastor Jesús y ellas. Él las quiere. Aquí los sacerdotes tienen algo de semejanza con este divino Pastor, porque bien puede decirse que no son sólo asalariados, destinados a apacentar las almas, con la esperanza de la retribución celestial; sino que son verdaderos pastores y en cierto sentido propietarios de esas almas que engendran a la gracia y alimentan con los sacramentos. Tienen que preocuparse de ellas, por tanto, como de hijos queridísimos. Las Pastorcitas constituyen con el sacerdote pastor una única misión: tienen la misma preocupación, el mismo fin, los mismos medios. Cada uno en su lugar. El pastor evangélico no es sólo propietario del rebaño, sino que también es propietario del redil; y por tanto entra y sale cuando le parece: Qui intrat per ostium, pastor est ovium (Jn 10,2). Ciertamente no tiene necesidad de entrar por la ventana como un ladrón: Qui non intrat per ostium in ovile ovium, sed ascendit aliunde, ille fur et latro (v. 1). Cuando se presenta, el portero inmediatamente abre la puerta: Huic ostiarius aperit. (v. 3). Jesús no se ha dado a sí mismo el título de Pastor, sino que se lo ha confiado su Padre celestial: hoc mandatum accepi a Patre meo (v. 18). El profeta Ezequiel nos refiere las palabras del mandato: suscitabo super eas Pastorem unum, qui pascat eas (Ez 34,23). Así deberá suceder con nosotros. Dios, sólo Dios llama al sacerdocio. Y llama a la vida religiosa como Pastorcita. Jesús, a primera vista parecería extraño, no se llama sólo Pastor, sino también puerta del redil: Ego sum ostium ovium (v. 7). Y sin embargo es así, no sólo porque él es la única puerta por la que las almas deben pasar para salvarse: Per me, si quis introierit, salvabitur (v. 9); sino porque, con más razón, los sacerdotes y las Pastorcitas reciben de él la vocación: non vos me elegistis, sed ego elegi vos (Jn 15,16).

26 El texto, que se remonta a 1947, se conserva en el Archivo de la Casa General como doc. 271 y se encuentra en AA.VV., Un carisma pastorale. La proposta di Giacomo Alberione alle Suore di Gesù Buon Pastore 1985, pp. 146-158.

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La primera cualidad del buen pastor y de las Pastorcitas es la de conocer a las ovejas y dejarse conocer por ellas. Esta será la prueba de su interés, esta será la condición para que las ovejas no se asusten y no tengan miedo de su presencia. Esta cualidad la encontramos perfectamente en Jesús: cognosco meas (Jn 10,14), ante todo. Y hay que advertir que las conoce una por una; a cada una de ellas le ha dado un nombre y las llama por su nombre: Propias oves vocat nominatim (v. 3). Nicodemo se quedó desconcertado y maravillado cuando oyó decir a Jesús, a quien no conocía: Cum esse sub ficu vidi te (Jn 1,48); y sin embargo él puede decir a todos algo semejante.27 También el pastor y las Pastorcitas deben conocer a su pueblo. La Iglesia obliga a hacer el “estado de almas”. ¡Ay si se dejase de hacer! Les interesa a ellos y a nosotros. Pero después las ovejas deben conocer al pastor: Cognoscunt me meæ (v. 14); y también aquí es interesante anotar que el conocimiento se tiene más por el oído que por la vista: Oves vocem eius audiunt, (v. 3), sciunt vocem eius, (v. 4). La voz de un forastero las asusta: Fugiunt ab eo, quia non noverunt vocem alienorum (v. 5). ¡Qué enseñanza tan preciosa! No se trata de conocer los cuerpos que se ven, sino las almas que escuchan. Debemos darnos a conocer con el catecismo y con el ministerio de la palabra, que el Maestro nos ha encomendado (Mt 28,19). El buen pastor debe sacar cada mañana a las ovejas del redil: Et educit eas (v. 3); las llevará a pastos frondosos y a fuentes límpidas: meditación y sacramentos. Y el mejor modo de guiarlas será precediéndolas, para que le sigan: Ante eas vadit, et oves illum sequuntur (v. 4). Esto no lo hacen con un extraño: Alienum autem non sequentur, sed fugient ab eo (v. 5). Otra hermosa enseñanza: debemos preceder a nuestras ovejas con el buen ejemplo. Pobres de nosotros si hiciésemos como los sacerdotes de la antigua Ley, de quienes Jesús decía al pueblo: Omnia quæcumque dixerint vobis servate et facite; secundum opera vero illorum nolite facere (Mt 23,3). ¿Acaso no se ha dicho de Jesucristo: Cœpit facere el docere (He 1,1)? Ha apacentado a su rebaño con la palabra, sí, pero antes lo ha edificado con su ejemplo. ¡Este es el verdadero Pastor! ¡Esta es la verdadera Pastorcita! Dichoso el rebaño que está bajo esta forma de actuar: Pascua inveniet. (Jn 10,9). Pero las ovejas están amenazadas: por una parte, por los ladrones, y por la otra, por los lobos. Los ladrones quisieran sacarlas de su redil, para llevarlas a su propio redil: Fur non venit, nisi ut furetur, et mactet (v. 10). Los lobos desearían morderlas y darles muerte: Lupus rapit et disperdit oves (v. 12). Para protegerlas y defenderlas, se necesita valor y sacrificio; y es aquí donde se prueba el verdadero pastor o la verdadera Pastorcita. Mercenarius et qui non est pastor, cuius non sunt oves propriæ, videt lupum venientem, et dimittit oves, et fugit (v. 12). El buen pastor y la buena pastorcita, por el contrario, dan la vida y la sacrifican por las ovejas: Bonus pastor animam suam dat pro ovibus suis (v. 11). La aplicación a Jesús es evidente. Las almas son atacadas en la mente y en el corazón. Existen ladrones que quisieran arrancarlas del redil de Cristo, para hacerlas seguidoras del error; y existen lobos que desearían arrastrarlas al pecado, que es muerte. El divino Pastor ha venido a la tierra para preservar a las almas del error y del pecado, asegurando a todos la verdad y la gracia. Esta obra de caridad le expuso a la muerte. Los amigos del error y del vicio le clavaron en la cruz, e intentaron destruirle. Pero el dulce Pastor resucitó, y encomendó su rebaño a los sacerdotes, para que lo guardasen en su lugar; y deben hacerlo con la misma generosidad con que lo hizo él. Ego veni ut vitam habeant et abundantius habeant (v. 10).

27 En realidad se trata de Natanael y no de Nicodemo, y la cita es de Jn 4,48, en lugar de 1,48.

Y las Pastorcitas participan voluntariamente y se asocian a esta gran tarea pastoral del sacerdote. Mientras tanto, Jesús insiste en la gran prueba de amor que él dio a sus ovejas. Nadie se ha encontrado jamás en la situación de ser dueño de la vida, y por tanto de sacrificarla, queriéndola sacrificar: Animam meam pono pro ovibus meis (v. 15). Habría podido muy bien, si hubiese querido, ahorrársela. Ego pono animam meam, et iterum sumam eam (v. 15 y 18). Su muerte tiene un valor muy distinto del que tiene la nuestra. Para cumplir con nuestro deber, tenemos que saber llegar hasta el extremo, aceptando la muerte, cuando los enemigos de las ovejas y del divino Pastor nos la infligieran. Existe todavía otro peligro para las ovejas: que alguna se pierda. Si perdiderit unam ex illis (Lc 15,4). ¡Es muy posible! Mientras estaba pastando, siguiendo sus instintos, en busca de hierba más abundante y fresca, se ha apartado del rebaño; y de un lugar para otro, de un barranco a otro ha ido a parar a lo profundo del valle. El buen pastor, apenas se da cuenta, deja las otras ovejas en el redil y de un lugar a otro, de un barranco a otro, llega hasta el abismo para encontrarla: vadit ad illam, quæ perierat, donec inveniat eam (v. 4).

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Y, cuando al fin la encuentra, no desfoga, no, contra ella su enfado, no la empuja por la falda de la montaña a golpes de bastón, sino que se la echa amorosamente a hombros y la lleva feliz hasta el aprisco: Imponit super humeros suos gaudens (v. 5). Una imagen muy realista y conmovedora del Redentor, que ha dicho miles de veces: Venit Filius hominis quærens et salvum facere quod perierat (Lc 19,10). Y ha devuelto al hombre pecador al redil del cielo, del que el pecado le había excluido. A los sacerdotes les corresponde cultivar el amor a los pecadores y trabajar para devolverlos a la Iglesia, a la gracia, al paraíso. Pero con el mismo corazón, incluso haciéndose víctimas voluntarias, lo harán las Pastorcitas de acuerdo con su sublime vocación. Por desgracia estas ovejas perdidas y descarriadas no son solo una, sino miles y miles. Ladrones y lobos, a lo largo de veinte siglos de cristianismo, y no ciertamente por culpa del Pastor supremo, sino por connivencia de las ovejas, y también por la indiferencia y la pereza de algunos pastores secundarios, que han causado desastres. Jesús, pensándolo, decía con tristeza: Et alias oves habeo quae non sunt ex hoc ovili (Jn 10,16). Pero inmediatamente se recuperaba: Et illas oportet me adducere et vocem meam audient: et fiunt unum ovile et unus pastor. El anhelo de Jesús: Et vocem meam audient: et fiet unum ovile et unus pastor (Jn 10,16). Esta es la tarea encomendada al pastor y a las Pastorcitas. Cuanto mayor sea el celo tanto más generalizada y rápidamente se realizará este magnífico ideal del único redil. Jesús oró por ello en la tierra y continua orando en el cielo: ut omnes sint unum; y pone sus tesoros de verdad, de gracia y de misericordia a disposición de todos. Corresponde al pastor y a las Pastorcitas aplicarlos a las almas para su bien y para el triunfo del Pastor divino. He ahí la tierna invocación del Doctor Angélico: Bone pastor, panis vere, Jesu nostri miserere: tu nos pasce, nos tuere, tu nos bona fac videre in terra viventium (Secuencia Lauda, Sion, Salvatorem). Las pastorcitas son almas que han profundizado en la doctrina de Jesús, que han adquirido la caridad de Jesús, que viven unidas a Jesús y pertenecen total y exclusivamente a Jesús; que se dividen en pequeños grupos, que se establecen en una parroquia, donde consideran a las almas como propias por adopción; a ellas se sienten unidas durante la vida, en la muerte y en la eternidad, en una única aspiración de salvarlas a todas; y colaboran en lo referente al apostolado con el párroco para instruir y custodiar; destruyendo el mal y sustituyéndolo por el bien; convirtiendo y santificando; conduciendo a la vida cristiana y a la buena muerte, con el programa del párroco y del amor; muriendo diariamente para salvar diariamente, sin conformarse con la buena muerte, sino sufragando por los difuntos. Ellas serán las hermanas, las madres, las maestras, las catequistas, las que consuelen de todo dolor, un rayo de luz y de sol benéfico y continuo en la parroquia. Segunda etapa

LA MISIÓN DE MARÍA, REINA DE LOS APÓSTOLES 28

28 Conferencia del Primer Maestro, en Roma, el 23 de octubre de 1956. Cf. Spiritualità Paolina, primer volumen, Devozioni della prima settimana del mese, Pia Società Figlie di San Paolo, Roma, diciembre 1962, pp. 402-408.

En este primer sábado de mes contemplemos durante algunos instantes la imagen de la Reina de los Apóstoles que tenemos delante. María ofrece a su hijo Jesús al mundo y esto expresa su misión de Reina de los Apóstoles y de todo apostolado. El arcángel Gabriel le anunció que sería la Madre del Hijo de Dios, y que el extraordinario Hijo que se iba a encarnar en su seno sería rey y dominaría el mundo: «y su reino no tendrá fin». Jesús dominaría no sólo el mundo físico sino también las mentes, los corazones, las voluntades de los hombres. A la respuesta de María: Fiat mihi secundum verbum tuum, el Hijo de Dios descendió a su seno y tomó carne humana. De este modo María se convirtió en Madre de Jesús. Después, en Belén, María da a Jesús al mundo. Antes lo había llevado en su seno como hostia en la patena, pero en Belén, en el pesebre, lo expone a la adoración de los ángeles y de los hombres. Innumerables ángeles bajan en torno a su cuna para adorar y cantar el Gloria in excelsis Deo. Pero los primeros adoradores son María y José. Después llegan los pastores y encuentran al Niño con su Madre. Y María se lo presenta y recibe sus dones. Después lo presenta también a los Magos, y más tarde lo presenta al Sacerdote en el templo y lo pone en brazos del anciano Simeón. Después lo lleva a Egipto, lo devuelve a Palestina, a Nazaret y cuando a Jesús le llega el tiempo de su revelación pública, se manifiesta por medio de María, quien intercede para que obre el primer milagro del cambio del agua en vino. Jesús aquí se revela

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como Dios y sus discípulos creen en él. De este modo, María lo introduce en la vida pública y lo presenta al pueblo judío, cumpliendo en todo con su misión. Si los cristianos poseen hoy la Iglesia, los sacramentos, la vida religiosa, el sacerdocio, la gracia, la salvación... ¿a quién se lo deben? Directamente a Jesús, pero indirectamente a María, ya que ella es la Madre que nos ha dado a Jesús. Y Jesús lo es todo para nosotros: el Camino, la Verdad y la Vida. Es la Verdad, y predicó la verdad; es el Camino, y con sus ejemplos nos enseñó a hacer el bien; es la Vida e infundió en nuestra alma la gran riqueza, el gran honor de la filiación divina. Hagamos aquí tres reflexiones: 1) María da a Jesús al mundo; 2) María nos da a Jesús a cada uno de nosotros; 3) también nosotros, como María, debemos dar a Jesús. 1) El Señor, al ver que los hombres se habían alejado de él por el pecado, se dignó crear una mujer Inmaculada, libre de pecado y de las consecuencias del pecado de Adán. Ella se convirtió en Mediadora entre Dios y los hombres: no es que por sí sola pudiera ofrecerse por los pecados de los hombres, sino porque dio al mundo al Salvador, Jesús, quien se ofreció por todos los pecados y se convirtió en el verdadero Mediador entre Dios y los hombres. María recibió de Dios, por los méritos de Jesucristo, la exención de la culpa, ante prevista merita y llegó a ser la bendita entre todas las mujeres... ¿Qué mujer tuvo jamás una misión tan hermosa, tan santa, tan útil para la humanidad como la tuvo María? Ninguno entre los hombres, ni entre los que enseñan alta ciencia, ni entre los que dominan los pueblos, ni entre los que se glorían de ser bienhechores de la humanidad, ni entre los inventores... nadie ha aportado a la humanidad tanto provecho como el que ha aportado María. A través de María ha llegado todo bien a la humanidad, porque María ha dado al mundo a Jesús. 2) Pero no debemos limitarnos a considerar a María bajo este único aspecto. También es necesario considerarla en cuanto nos ofrece a Jesús a cada uno de nosotros. Todas las mañanas –si queremos– se nos da una Hostia que es Jesús: sigue siendo María quien ofrece a Jesús a todos y a cada uno; y cada uno de nosotros puede poseer todo entero a Jesús, aunque el mismo Jesús se dé al mismo tiempo a centenares y millares de personas. Cada cual puede tomar al máximo sin agotar jamás los bienes que Jesús puede dar y tomando este máximo no quita nada a los demás. Es María quien nos da a Jesús. Ella lo ofrece a todos desde el Bautismo, desde el uso de razón, en la primera Comunión y en las siguientes. Y nos lo sigue dando continuamente. Ese Jesús que es la luz para la mente, dulzura para el corazón, santidad para el alma. María nos ofrece a Jesús, diariamente, en cada Comunión, en cada adoración, en cada santa Misa. Durante toda la jornada ella nos ofrece a Jesús, casi suplicándonos: «toma a mi Hijo, toma a mi Jesús: él lo será todo para ti, será el Camino, la Verdad y la Vida». Así pues, debemos acercarnos a ella y decir: «Sí, Madre, realiza en mí tu misión. Dame a Jesús Camino, Verdad y Vida. Aumenta la luz en mi alma, los sagrados afectos en mi corazón, aumenta la fuerza de mi voluntad. Que yo siga, que yo ame a Jesús ahora, y después lo posea en el paraíso. Dame a Jesús, y que permanezca siempre conmigo, y que yo camine con él y por él, hasta que sea eternamente feliz en el paraíso». ¿Comprendemos la misión de María hacia nosotros? Está bien representada en la imagen de la Reina de los Apóstoles. María está ahí ofreciéndonos a Jesús, casi como si nos dijera: «tómalo, es para ti»; Jesús en los brazos de María está en actitud de predicar o de bendecir. Antiguamente los dos dedos levantados indicaban la autoridad del Maestro, no la bendición. Nosotros consideramos a Jesús en los brazos de María o bendiciendo, o bien como Maestro que enseña. En la mano izquierda Jesús sostiene el Evangelio. El Evangelio debe ser nuestra guía, nuestra luz, en él encontramos las verdaderas riquezas sobrenaturales. Cuando uno llega a la iglesia, debe dirigirse a María y decirle: «Dame a tu Jesús». Hay que tener gran confianza. Si hubiéramos ido con los pastores a la cueva de Belén, sin duda habríamos pedido a María que nos dejara besar a Jesús o que nos lo dejara coger en brazos un momento. Si pudiéramos hacer esto ahora seríamos felices. Qué suerte tuvo san Estanislao al recibir entre sus brazos al Niño Jesús. También nosotros lo recibimos diariamente y no sólo en nuestros brazos, sino en el corazón. Debemos desear tratar a Jesús como le trataba la Virgen María. Pensad un poco en la delicadeza de María cuando tomaba a Jesús en brazos, cuando le vestía, le cubría, le daba de comer. Con cuánto amor se arrodillaba ante él para adorarle, con qué sentimientos tan llenos de amor. En esos momentos, su corazón se dilataba en un amor nuevo y potente, que se extendía a todos los hombres. Pensemos con cuánto amor defendió al Niño Jesús en la huida a Egipto, cómo le educó de pequeño, cómo

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lo devolvió a Palestina y se estableció en Nazaret, y cómo le siguió de niño, de jovencito y de adulto en la casa de Nazaret. ¡Que también nosotros recibamos y tratemos a Jesús como María! María era su madre y le prestaba todos los cuidados propios de las madres, pero mientras tanto le adoraba, le daba gracias, le amaba, le rezaba... Mientras le mandaba, le rezaba. Y ¡cómo aprendía de Jesús, cómo conservaba todas sus palabras meditándolas en su corazón! ¡Cómo escuchaba su predicación y sus discursos durante la vida pública, meditándolos y esforzándose en practicarlos! Y ¡cómo iba creciendo cada vez más en amor a medida que veía a su Hijo redimir al mundo con su verdad, con su santidad y con su sufrimiento! Prometamos a María tener bien a Jesús en nuestro corazón, ofrecerle la mente, la voluntad, el corazón, todo nuestro ser. 3) Nosotros debemos dar a Jesús al mundo como María. Llamados a dar a Jesús al mundo, el sacerdote y la religiosa se consagran completamente a él por amor, y no sólo para amarlo con todo su ser –lo que es ya gran cosa– sino también para que le amen los demás. Si la religiosa ha renunciado a la maternidad humana, es para llegar a ser madre en sentido más amplio y más extenso: madre de tantos niños, de tantos jóvenes, de tantos hombres, con la oración, con el sufrimiento, con el apostolado del testimonio, de la palabra, de las ediciones y con todas las posibilidades que tiene según su condición. ¡Dar a Jesús al mundo! La religiosa es otra María y debe hacer lo que hizo María. En primer lugar, tener a Jesús consigo, como lo tuvo María en su seno durante nueve meses, luego darlo a los hombres, como lo dio María en Belén y durante toda la vida de Jesús. La religiosa santa santifica. La religiosa que es enteramente de Jesús, da a Jesús al mundo. No es que haya que permanecer solas por ser vírgenes, ¡al contrario! Se llega a ser madres espirituales de muchas almas y no de una sola. Qué hermosa es la oración: «Jesús, toma todos mis méritos, todas mis oraciones, mis sufrimientos, y dispón de ello como quieras en favor de las almas más necesitadas». Es el sentido del divino Corazón... que rezamos con tanta frecuencia. De este modo, la virgen se convierte en madre de muchas almas: virgen y madre. Y será tanto más madre cuanto más virgen en la mente, en el corazón, en la voluntad y en el cuerpo. En esto, su misión se une a la de María, participa de ella y la reproduce. Es necesario que el corazón de la virgen se ensanche tanto que abarque a todos los hombres. Hay personas que sienten sólo las necesidades de algunos sectores de la humanidad: por ejemplo, de los sacerdotes, de los enfermos, de los pecadores... y esto está bien. Pero el corazón debe dilatarse y abarcar a toda la Iglesia: militante y purgante; debe extenderse a todos los hombres, los fieles y los infieles, y a los que no han acogido a Jesús y a los que todavía no le conocen: los niños, los jóvenes, los profesionales, los maestros, los militares, los obreros, los campesinos, todos. Y por cuanto de nosotros depende debemos esforzarnos para dar a Jesús a todos. En esto consiste el apostolado. Ser vírgenes y madres. Y cuanto más santos o santificados seamos, tanto más se realizará el apostolado de María o más actual y eficaz se lo hará. Tanto en la vida como en la muerte, ya estemos sanos o enfermos, tanto si nos toca servir a los demás como si debemos ser servidos, siempre podemos dar a Jesús al mundo y ejercer el apostolado. Unos lo ejercen de un modo, otros de otro, pero que todos sientan el deber de la maternidad espiritual, el deber de dar a Jesús al mundo. Por tanto, miremos a María que da a Jesús al mundo, miremos a María que nos da a Jesús a cada uno de nosotros, y miremos a María para aprender bien nuestra tarea, nuestro «deber» de dar a Jesús al mundo mediante el apostolado. Tercera etapa

EL MES DE JUNIO DEDICADO A SAN PABLO 29

Es costumbre en la Pía Sociedad de San Pablo dedicar el mes de junio a san Pablo. Pasar un mes en honor a san Pablo significa realizar tres cosas: 1. meditar sobre san Pablo, su doctrina, sus ejemplos; 2. imitar a san Pablo especialmente en aquellas virtudes que más necesitamos; 3. de modo especial rezar a san Pablo, tanto por nuestra santificación como por el apostolado, y confiar en su poderosa 29 Regina Apostolorum, junio de 1954 y enero de 1957. Cf. Spiritualità Paolina, volumen primero, Devozioni della prima settimana del mese, Pia Società Figlie di San Paolo, Roma diciembre 1962, pp. 208-212.

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intercesión. Conviene que vuelva a leerse el librito titulado: Un mese a san Paolo. Resume las meditaciones que se hicieron por primera vez cuando en 1928 celebramos, todos y de manera bastante solemne, un mes dedicado a san Pablo. Hay una breve meditación para cada día, con el fruto que debe obtenerse y la petición que hay que presentar a san Pablo. Nosotros debemos considerar a san Pablo bajo tres aspectos: como maestro, como modelo y como proveedor. 1. Como nuestro maestro. Se le llama el Maestro de los gentiles, y fue de veras el más fiel y profundo intérprete del Evangelio de Jesucristo. Jesús dijo de él a Ananías: «Ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas». Y ahora que san Pablo ha pasado ya al premio eterno no ha interrumpido, sino intensificado su misión de ser de modo especial el «Maestro de los gentiles». Está bien en la «gloria», tal como fue esculpido en el templo de san Pablo en Alba. Tiene a su alrededor a sus discípulos y admiradores: san Timoteo, san Tito, santa Tecla, san Juan Crisóstomo, etc. y a todos les muestra el Maestro divino. Esta ha sido su misión: aplicar las enseñanzas del Evangelio a las necesidades de su tiempo, según la misión que se le había encomendado y que llevó a cabo hasta el final, hasta que coronó la vida con el martirio, sufrido en Roma, centro de la cristiandad, el mismo día en que también san Pedro fue crucificado en la colina vaticana. Pablo es el «Maestro de los gentiles»: su vida es una enseñanza, y una enseñanza viva y palpitante, especialmente para quien tiene que escribir o hacer otros estudios; enseñanza viva y palpitante son sus Cartas. También por eso fue elegido como protector de la Congregación. 2. En segundo lugar hay que considerar a san Pablo como nuestro modelo. Él nos dice: «Sed imitadores míos, como yo lo soy de Jesucristo» (1Cor 4,16). Él mismo se propone como ejemplo, pero no como ejemplo absoluto, sino en la forma, en el modo de imitar a Jesucristo, que es el único ejemplo absoluto de toda perfección. San Pablo nos dice: «Me he hecho forma para vosotros». ¿Qué nos quiere decir con esta frase? Esto: cuando se ha compuesto un libro y se ha compaginado, se mete la «forma» en la máquina, y sobre esta forma, sobre esta composición se deben imprimir todas las copias. Así también quien tiene que hacer una estatua de escayola o de cemento, antes prepara la forma, el molde, y después echa dentro la escayola o el cemento, y de un solo molde, saca todas las estatuas sucesivas. San Pablo es para nosotros la «forma». Sobre él deben imprimirse los Paulinos, las Paulinas, todos los miembros de nuestras familias sampaulinas. Él es para nosotros gracia. El Señor nos propone y nos pone delante a este padre para que nos modelemos en él, para que imitemos sus virtudes en el apostolado y en nuestra vida privada. Considerémosle siempre nuestra forma, nuestro molde, nuestro modelo de toda virtud. 3. En tercer lugar san Pablo es proveedor. Se llama también «ecónomo», ecónomo espiritual, ecónomo celestial. Él pide las gracias que nosotros necesitamos a la Virgen bendita, a la Reina de los Apóstoles, y a Jesús. Ve las necesidades de cada uno y las de todos. Penetra en nuestras mentes, en nuestros corazones y ve las necesidades de cada uno. Cada uno piense en la mirada penetrante que tenía san Pablo: pero ahora, desde el cielo, es inmensamente más penetrante y escruta nuestras almas, de cuyo estado sabe, nuestras mentes, cuyos pensamientos conoce, nuestros corazones, cuyas necesidades ve. Debemos hacernos hijos de san Pablo como se hicieron hijos suyos san Timoteo, san Lucas, san Tito, hijos que llegaron a ser santos y apóstoles y se sentían felices de acompañarle en los diversos viajes y de consagrarse a su mismo ministerio. Para pasar bien el mes de san Pablo, propongámonos, pues, tres cosas: instruirnos sobre san Pablo y leer su vida y sus cartas; imitarle en la práctica de esas virtudes que más nos preocupan; y ofrecerle cada día el obsequio de nuestra oración. Todo esto podría hacerlo a mayor escala quien quisiese consagrar a san Pablo un año entero. A él le consagró el año 1957-1958 toda la Familia Paulina, pero no se excluye que ese año lo pueda repetir alguna persona o alguna comunidad, o por estar movidos por alguna necesidad o para acrecentar más aún la devoción. Para quien quisiese repetirlo, se recuerda lo que ya se publicó en Regina Apostolorum acerca de los fines propuestos para ese año. Y son estos:

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1. Demostrar nuestro agradecimiento a nuestro padre que nos ha guardado, guiado e iluminado en el duro camino de tantos años, especialmente los primeros. 2. Conocer mejor a san Pablo. Sobre su sublime personalidad humana y espiritual se ha escrito mucho, pero todavía queda mucho por decir. «Conoce a tu padre»: su vida santa, su apostolado, su doctrina, su poder ante Dios. Conocer al «Apóstol de Jesucristo», al «Maestro de los gentiles», al «Ministro de la Iglesia», al «Instrumento elegido», al «Anunciador del Evangelio», al «Mártir de Cristo». Conocer la gran influencia que ha tenido en la dogmática, en la moral, en la liturgia, en la organización de la Iglesia. 3. Imitar mejor sus virtudes. Él fue el verdadero homo Dei; un hombre colmado de gracia de manera excepcional, un hombre al que se le confiaron de modo especial las cosas de Dios, un hombre comprometido con Dios de modo especial, un hombre que pudo decir: gratia eius in me vacua non fuit. Él es el cantor de Dios, el anunciador de la gloria de Dios, el promotor de su culto, el propugnador de las leyes de Dios, el elegido de Dios, el prisionero de Cristo, el hombre que vive en Cristo. 4. Rezar a san Pablo, por tres motivos: a) porque grande es su poder ante Dios, proporcionado al trabajo realizado por Dios en la tierra; b) porque él es el padre de nuestra familia, y un padre piensa siempre en sus hijos; c) para obtener su virtud con nuestras oraciones. 5. Amar al Apóstol y obtener que cuantos están dispersos por los diversos países, Paulinos y Paulinas, siguiendo el ejemplo de san Pablo, sepan sabia y santamente distinguir aquello en lo que deben uniformarse, lo que deben dar y comunicar, lo que deben evitar. Invocar al Magister gentium, nuestro padre y modelo. Y ahora concluyamos con la hermosa oración a san Pablo: «Deus qui conspicis ex nulla nostra catione confidimus, concede propitius, ut contra adversa omnia, Doctoris gentium protectione muniamur» (antiguo Domingo de Sexagésima). Para los temas desarrollados (o a desarrollar por quien no hubiese dedicado todavía un mes a san Pablo, o por quien quisiese repetir esta práctica), ver las circulares Regina Apostolorum de la primera mitad del 1957. Y los dos números de enero de 1958, para una digna clausura del año. Cuarta etapa

CONFERENCIA DEL PRIMER MAESTRO CON OCASIÓN DE LOS CUARENTA AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO 30

Estamos aquí reunidos para cumplir un triple deber. El 20 de agosto de 1914, con la celebración de la Misa, una hora de adoración y la bendición de una minúscula tipografía, comenzamos la Familia Paulina. Los jóvenes eran pocos, la casa pequeña; en la capilla no había espacio ni siquiera para aquellos pocos. Ahora ya han pasado cuarenta años y durante este tiempo hemos recibido innumerables gracias; de ahí el deber del agradecimiento. Después, hemos cometido muchas infidelidades y faltas de correspondencia, y de ahí el deber de la reparación. Además, mirando hacia adelante, tenemos el deber de continuar la misión que el Señor nos ha confiado. Cuarenta aniversario: es como un día de retiro, pero en el que no sólo examinamos un breve período de vida; sino los cuarenta años transcurridos. Y después, con la mente dirigida hacia el futuro, presentemos al Señor propósitos y oraciones muy humildes pero llenas de confianza. Caminar hacia adelante hasta que podamos decir: Cursum consumavi: he corrido la carrera que el Señor me había indicado.

1. Acción de gracias al Señor.

30 G. ALBERIONE, (Alba, 20 de agosto de 1954). In occasione del Quarantesimo della Fondazione dell’Istituto. Opúsculo de 12 páginas impreso por las Hijas de San Pablo. Meditación dirigida, según parece, a toda la Familia Paulina. No tiene fecha.

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El pasado se recuerda para cantar el Gloria a Dios; y para aprender las lecciones que nos da; historia que es maestra de vida. Las gracias han sido innumerables y de todo orden: de orden espiritual, de orden sobrenatural, de orden material, de orden intelectual. Entre ellas hay que recordar especialmente el don de las vocaciones. Esta es la voluntad externa de Dios sobre un alma; voluntad que determina el camino que esa alma ha de seguir en su vida; y, si muchas son las vocaciones para el Instituto, está claro que muchos son los signos de que el Señor quería a la Familia Paulina. Desde la eternidad, en su sabiduría y en su amor, ha destinado a las personas que han de componer esta Familia. ¡Las vocaciones! Y hay muchas personas en las Casas paulinas; ahora unas cinco mil. Deber de gratitud por todas las demás gracias. De modo especial las que se refieren a nuestra formación. La formación en la Familia Paulina es compleja y nunca estamos suficientemente formados. Vemos diariamente que no estamos a la altura de nuestra misión ni tampoco a la altura de poder realizar en las almas ese bien que el Señor quiere. Esta formación se refiere a la inteligencia, a la voluntad y al corazón. Debemos desarrollar nuestra personalidad. La inteligencia, con la ciencia; la voluntad con la virtud; el corazón con la oración, con la gracia; el cuerpo santificando todos los sentidos. Quien vive castamente con los ojos, con la lengua, y en general, con el cuerpo, tendrá una gran gloria el día del juicio. Agradezcamos también al Señor todas esas gracias de las que ni siquiera somos conscientes, las que ni siquiera hemos advertido, gracias concedidas a los comienzos de la Congregación; y que continúan diariamente. Todo lo ha hecho Dios, y sólo Dios. ¿Por qué? Porque nosotros no teníamos nada, ni siquiera lo pensábamos. Nada en cuanto a los medios materiales y ni siquiera podíamos pensar que el Señor quería confiarnos este apostolado para las necesidades de este siglo. La vida de la Familia Paulina ha venido toda ella de la Eucaristía; pero nos la trasmitió san Pablo. De la Eucaristía porque Jesús es la Vida, pero para entrar en nuestros corazones la Hostia santa necesita que alguien la lleve. Y ha sido san Pablo quien ha realizado esta obra de comunicarnos la vida de Jesucristo. Cuando decimos: «somos Hijos» o «Hijas de San Pablo» no queremos decir que somos de San Pablo del Brasil, por ejemplo, sino lo que se entiende cuando nos decimos: «Esa persona, ese joven es de Pedro». ¿Qué significa? Que ha nacido de él. Y dice nuestro padre san Pablo: In Christo Jesu per Evangelium ego vos genui. Todo es suyo. El Instituto ha sido inspirado por él. Él es su padre, es su luz, es su protector, es su maestro, todo; y entonces nuestro agradecimiento a Dios. Sí, el Deo gratias de esta jornada debe ser un Deo gratias profundo, que salga de lo más íntimo de nuestra alma. Acción de gracias con María, rezando el Magnificat.

2. Es nuestro deber en esta jornada reparar las ofensas cometidas.

La epístola que se lee en la misa de san Bernardo dice lo que debemos ser. Es esta: «El que se entrega de lleno a meditar la ley del Altísimo indaga la sabiduría de sus predecesores y estudia las profecías, examina las explicaciones de autores famosos y penetra por parábolas intrincadas, indaga el misterio de proverbios y da vueltas a enigmas... Madruga por el Señor, su creador, y reza delante del Altísimo, abre la boca para suplicar, pidiendo perdón de sus pecados. Si el Señor lo quiere, él se llenará de espíritu de inteligencia; Dios le hará derramar sabias palabras, y él confesará al Señor en su oración; Dios guiará sus consejos prudentes, y él meditará sus misterios; Dios le comunicará su doctrina y enseñanza, y él se gloriará de la Ley del Altísimo. Muchos alabarán su inteligencia, que no perecerá jamás; nunca faltará su recuerdo, y su fama vivirá por generaciones; los pueblos contarán su sabiduría, y la asamblea anunciará su alabanza» (Si 39,1-10). Ahora bien, cada uno siente que no fue todo lo que debía ser y hacer. Cuando el sacerdote ofrece la Hostia: Suscipe, Sancte Pater, acepta, Padre, esta Hostia inmaculada, acompañemos al sacerdote que añade: pro innumerabilibus peccatis et offensionibus et negligentiis meis; te ofrecemos, Señor, esta Hostia por los innumerables pecados, por las innumerables ofensas y por las innumerables negligencias cometidas. Es muy difícil que podamos enumerar las ingratitudes y las incorrespondencias de 40 años. ¡Quién sabe cuánto más espera el Señor de nosotros! Y que en realidad nosotros no lo hemos hecho. Debemos reparar por no haber correspondido al primer fin de la vida religiosa: buscar la mayor gloria de Dios. Debemos reparar por no haber realizado del todo el segundo fin: la santificación. Debemos reparar los pecados cometidos también con respecto a la humanidad. Tal vez el día del juicio tendremos que

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reconocer que no hemos dado a los hombres todo lo que podíamos dar de verdad y de luz. Reparar por no haber contribuido siempre al progreso espiritual y apostólico de la Familia Paulina. Reparar por los pecados personales. ¿Hemos dado siempre buen ejemplo? ¿Hemos rezado siempre como era nuestro deber? Ciertamente no todos podemos decir que sí. Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Cada uno tiene que hacer su propio examen de conciencia. Pero: Quid retribuam Domino pro omnibus quæ retribuit mihi? ¿Cómo podré devolver o recuperar ante Dios y ante la humanidad lo que por mi causa ha faltado? Calicem salutaris accipiam et nomen Domini invocabo. Tomar el cáliz; no teniendo nada que ofrecer, ofrezcamos a Aquel que se ha ofrecido en la cruz, Jesucristo: sus méritos, su sangre, tienen un valor infinito y bastan para borrar toda iniquidad. Sólo se requiere, por una parte, nuestra humillación y, por otra, nuestra confianza. Aquí debería seguir el Miserere.

3. Deber que hemos de cumplir en esta jornada es la renovación de nuestros propósitos acompañados por la oración.

Hay que evitar la tentación de vivir de recuerdos o complacerse en el pasado; san Pablo enseña (Flp 3,13-14): «No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba me llama en Cristo Jesús». Y en cambio,¿qué hemos sido? Por tanto: Ne respicies peccata mea, sed fidem Ecclesæ tuæ. San Pablo dice: Imitatores mei estote sicut et ego Christi. Esta invitación va dirigida a todos los fieles y a sus devotos, pero para nosotros sería poco, ya que somos hijos. Los hijos tienen la vida del padre: por eso debemos vivir como él. Para nosotros son más apropiadas las palabras dirigidas a sus hijos de Tesalónica, a quienes recuerda que se ha hecho para ellos forma: Ut nosmetipsos formam daremus vobis (2Tes 3,9). Jesucristo es el original perfecto: Pablo, para nosotros se ha hecho forma, de modo que nos forjemos en él para vivir según Jesucristo. San Pablo-forma no lo es con vistas a una reproducción física, sino para poseer al máximo su personalidad: mente, piedad, corazón, virtud, celo. La Familia Paulina, compuesta por muchos miembros, debe ser Pablo vivo hoy, en un cuerpo social. Algunos propósitos son generales y otros particulares. Deberes generales: siempre se ha dicho que la Congregación es como un carro que camina sobre cuatro ruedas: el espíritu, el estudio, el apostolado y la pobreza. Este es el carro en el que se lleva el Evangelio a las almas y en el que nosotros debemos mantenernos para dar este Evangelio a las almas. Recordemos lo que es la Congregación, lo que es la Familia Paulina. La Familia Paulina ha sido suscitada por san Pablo para continuar su obra; es san Pablo vivo, pero que hoy está compuesto por muchos miembros. No hemos elegido nosotros a san Pablo; es él quien nos ha elegido y llamado a nosotros. Quiere que hagamos lo que haría él si viviese hoy. Y si viviese, ¿qué haría? Cumpliría los dos grandes preceptos como supo cumplirlos. Amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, con toda la mente; y amar al prójimo sin reservarse nada, porque él vivió a Cristo: Vivit vero in me Christus. Él adoptaría los más elevados púlpitos proporcionados por el progreso actual: prensa, cine, radio, televisión; los mayores descubrimientos de la doctrina del amor y de la salvación: el Evangelio de Jesucristo. San Pablo se ha hecho para nosotros como la «forma». Cuando se mete en la máquina una forma para imprimir, las hojas que van pasando se imprimen según la forma preparada. O si queremos decir: cuando se hacen pequeñas imágenes se echa en la forma, en el molde, yeso o escayola; y ahí tenemos la imagen que deseábamos. El original es Jesucristo; la forma es san Pablo. Y san Pablo dice: ut forma daretur, ha querido hacerse forma; san Pablo ha sido la «forma» y nosotros debemos formarnos en él. Vivir, es decir, pensar, obrar, actuar, como él pensó, como él obró, como él actuó por la salvación de las almas, como él rezó. Ser verdaderamente Paulinos. ¡Paulinos! De ahí el propósito general de llegar a ser verdaderos Paulinos y Paulinas. Si queremos subdividir el propósito veamos en primer lugar: el espíritu, primera rueda del carro. Trabajar intensamente y enmendar nuestros defectos, quitar todo lo que hay de imperfecto y construir el hombre nuevo, creado según Dios, en verdad y santidad; ser humildes, obedientes, castos, amantes de la pobreza, pacientes. Trabajo espiritual, interior, el primero e indispensable entre todos. Si falta este ninguna

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persona puede ser admitida al noviciado o a la profesión. Segunda rueda del carro, el estudio. Jamás habremos terminado de estudiar. Debemos acompañar al mundo actual que se desarrolla constantemente; responder a las objeciones de este mundo y dar a este mundo el alimento adecuado, según la mentalidad que tiene hoy. Estudiar siempre, estudiar lo que se refiere a la ascética, al catecismo, a nuestro apostolado y, de modo especial, la propaganda. Eso es: estudiar, estudiar para estar capacitados en la redacción, capacitados para una técnica cada vez más perfecta, capacitados para la propaganda colectiva, para la propaganda penetrante. Tercera rueda, el apostolado, el ejercicio del apostolado. El Señor nos conceda la sabiduría por intercesión de san Pablo, de san Bernardo, por intercesión de san Pío X, (que subió al cielo el día que bendijimos la primera minúscula tipografía, que pusimos ya entonces bajo su protección). El Señor, que cuenta todos los pasos y que bendice cada uno de ellos; el Señor lo ha escrito todo en el libro de la vida. ¡Nada se ha perdido! Ganado, sí, mucho. Ejercicio de redacción, ejercicio técnico, ejercicio de propaganda. En cuarto lugar, pidamos al Señor la gracia del espíritu de pobreza; y, por pobreza, queremos decir también la salud, la buena educación, el carácter. Queremos incluir todo lo que se refiere a la comida, a la habitación, al vestido y a todo lo que es necesario para la vida. Ahora bien, nuestra pobreza es un poco distinta de la pobreza de otros Institutos. Nuestra pobreza debe llevarnos de manera especial a trabajar como trabajó el Hijo de Dios en la casita de Nazaret. Es una pobreza que cansa, es una pobreza que procura, es una pobreza que da limosna, es una pobreza que debe obtener los medios de apostolado y de subsistencia; es una pobreza reparadora y redentora, como era la pobreza reparadora y redentora del Hijo de Dios, cuando estaba trabajando en la casita de Nazaret. Los sudores de la frente de Jesús eran tan preciosos como el sudor de sangre en el huerto de Getsemaní. Propósito general, pues: trabajo interior y espiritual, trabajo intelectual y estudio, trabajo de apostolado y después ejercicio de pobreza. Cada uno de nosotros tiene luego sus propios propósitos, ya que cada uno de nosotros, viviendo en la Congregación, tiene sus necesidades particulares; cada uno tiene sus gracias; cada uno tiene su instrucción; cada uno tiene su salud; cada uno tiene sus posibilidades; cada uno ha tenido sus inspiraciones en el Bautismo, en la Confirmación, en la Comunión. Y a esto corresponde un propósito especial que cada cual lleva en el corazón y que trata de practicar año tras año. Todo esto exige que recurramos a la divina misericordia. Si nos fijamos en las personas que hay en San Pablo, en la Familia Paulina; si miramos cuántos sagrarios se han erigido; si miramos cuántas Casas se han ido añadiendo año tras año; si miramos a las diversas iniciativas de apostolado, debemos decir: Digitus Dei est hic. Neque qui plantat, neque qui rigat est aliquid sed qui incrementum dat Deus. No cuenta quien ha plantado, no cuenta quien ha regado, mediante las instrucciones, la formación, sino que cuenta Aquel que da la vida, que da el crecimiento. No contaría nada quien llevase el agua para regar un palo seco, sino que cuenta ese Dios que da la vida a la planta e infunde energía para absorber el alimento de la tierra. Así pues, la oración. Pero tanto si hemos de adorar, como si hemos de dar gracias, como si hemos de reparar, como si debemos suplicar, siempre: Per Dominum nostrum Jesum Christum Filium tuum. Pongamos por delante los méritos de Jesucristo. Señor Dios, mira a tu Cristo, a tu Hijo, que hecho hombre está ahí en la Cruz y oró por todos nosotros; mira sus méritos y ten misericordia de nosotros. En lo que queda de este año 40 aniversario seguiremos pidiendo que la Familia Paulina crezca: en primer lugar en espíritu, después en personas y en obras. Debemos humillarnos también porque aun hoy, después de tanto tiempo, no nos conocemos a nosotros mismos y tampoco conocemos del todo lo que es la Familia Paulina. Videte vocationem vestram. A veces se han hecho objeciones y preguntas y propuestas a las que dan ganas de responder: Nescitis cuius spiritus estis, no sabéis de qué espíritu sois. La luz viene del Señor: tengamos confianza. La virtud viene del Señor: tengamos confianza. El consuelo viene del Señor: tengamos confianza. Y lancémonos hacia adelante, hasta que podamos decir con Jesús crucificado en nuestro lecho de muerte: Consummatum est. He realizado lo que Dios quería de mí, lo que estaba en sus designios. Y después: In manus tuas Domine, commendo spiritum meum. A tus manos, Padre del cielo, encomiendo mi espíritu. Pensando en el pasado constatemos que se ha realizado la primera parte de la divina promesa: “Vosotros

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que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis cien veces más”. Estamos seguros de que, si somos fieles, se cumplirá también la segunda parte: “Y tendréis la vida eterna”. Quinta etapa

LA ACCIÓN DE LA PROVIDENCIA 31

31 Abundantes divitiae gratiæ suæ. Historia carismática de la Familia Paulina. San Pablo 1998, nn. 43-45.

La Providencia actuó conforme a su ordinario método divino: fortiter et suaviter: preparar y hacer converger los caminos según su finalidad; iluminar y rodear con las oportunas ayudas; hacer esperar su hora en la paz; comenzar siempre desde un pesebre; obrar con tanta naturalidad que difícilmente cabe distinguir la gracia de la naturaleza, pero ciertamente [actuando] las dos... Por otra parte, no hay que forzar la mano de Dios; basta vigilar, dejarse guiar, en las distintas obligaciones tratar de involucrar mente, voluntad, corazón, energías físicas... El hombre tiene siempre tantas imperfecciones, defectos, equivocaciones, insuficiencias y dudas en su obrar, que debe ponerlo todo en manos de la divina misericordia y dejarse guiar. Él no forzó nunca la mano de la Providencia; esperaba la señal de Dios. Empezó a rezar por las Hermanas Pastorcitas a partir de 1908, pero dicha congregación comenzó treinta años después. A decir verdad, él no solía tomar apuntes, no sabiendo qué decir de muchas cosas; sintiendo al mismo tiempo repugnancia de hacerlo y humillación por todas partes; con sumo gusto lo dejaría todo en las manos de Dios, sabiendo que él lo revelará todo en el juicio universal, para gloria suya. A menudo sucedía que se necesitara una maduración serena y calma para decidir qué hacer: el Señor disponía entonces un breve período de cama. Después de haber permanecido encerrado en la habitación uno o dos días, salía recuperado, presentaba al director espiritual los proyectos (corregía o añadía, según los casos), si era menester [también] a la autoridad eclesiástica, y se ponía manos a la obra. No siempre el momento estaba maduro, pero el Señor hacía conocer las cosas, dejando a su siervo el trabajo, incluso los errores..., para intervenir luego remediando errores y fallos, y obrar en lugar suyo. Sexta etapa

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DEVOCIÓN PRÁCTICA A JESÚS MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y VIDA 32

La devoción a Jesús Maestro se va extendiendo gradual pero continuamente. Es una devoción profunda, sublime, que necesita ser comprendida para dar a nuestra piedad toda la profundidad y firmeza que está destinada a tener. Pidamos a Jesús Maestro que ilumine nuestra mente para comprender y profundizar. ¡Hace falta mucha gracia para llegar a eso! Mientras tanto busquemos progresar también en esto. Cada paso dado en la comprensión de nuestras devociones será un paso en nuestro espíritu paulino. Jesús Maestro se nos ha presentado como Verdad, Camino y Vida. Nosotros rezamos frecuentemente esta jaculatoria, pero no siempre pensamos en los sentidos profundos que contiene. Se están haciendo ahora estudios profundos sobre Jesús Maestro; y los primeros en aprovecharnos de ellos seremos nosotros, Paulinos y Paulinas. Mientras tanto podemos entender nuestra devoción de este modo. 11 Jesús Verdad. – Jesucristo es la Sabiduría del Padre, Sabiduría personal, increada y eterna. Por voluntad del Padre se ha hecho Sabiduría para nosotros, como dice San Pablo: «Este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría...» (1Cor 1,30). Ha aportado a los hombres las grandes verdades que constituyen el objeto de nuestra fe: desde la verdad de la esencia de Dios Uno y Trino y la de nuestro destino y participación en la misma felicidad de Dios. Jesús nos comunica ahora los dones de su Sabiduría por obra del Espíritu Santo, del que Jesús mismo dijo: «Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir» (Jn 16,13). Ahora bien, el Espíritu Santo obra en nosotros por medio de la Iglesia, de la Liturgia, de los Sacramentos. Nosotros honramos a Jesús Maestro, que se ha hecho para nosotros sabiduría, poniéndonos humildemente a sus pies y escuchando lo que nos ha dejado en el Evangelio y nos comunica a través de su Iglesia. Honramos a Jesús Maestro aceptando y creyendo todo lo que nos ha enseñado: repitiéndole con san Pedro: «Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios» (Jn 6,68-69). Ejercitamos así la primera virtud teologal: la fe.

32 Plática del Primer Maestro en Roma, en1948. Cf Spiritualità Paolina, volumen primero, Devozioni della prima settimana del mese, Pia Società Figlie di San Paolo, Roma, diciembre de 1962, pp. 309-314.

2. Jesús Camino. – «Salí del Padre y vine al mundo» (Jn 16,28), dijo Jesús después de la última Cena. Y vino al mundo para asumir a la humanidad caída y colocarla allí donde el Padre del cielo la había destinado. Por eso quiso ser el primero en vivir la vida que habríamos de vivir nosotros; quiso ser el primero en recorrer el camino que nos llevaría de nuevo al Padre: ató los lazos que unían la Divinidad a la humanidad antes del pecado. Jesús se ofreció por nuestros pecados, recuperó para nosotros la amistad de Dios: se hizo (incluso en cuanto hombre) objeto de las complacencias del Padre; de manera admirable nos hizo hijos de Dios; se ha hecho nuestro camino para ir al Padre, constituyéndose nuestro mediador, nuestro hermano. Nosotros no podemos hacer nada bueno, agradable a Dios, si no lo hacemos con Jesús, en Jesús, por Jesús: «Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6); y el Padre, a su vez, no acepta por hijo sino a quien se presente con el aspecto o semblanza de su Hijo unigénito. De esto se deriva la necesidad absoluta que tenemos de imitar a Jesús, nuestro modelo; de servirnos de él para ir al Padre; de hacer nuestras sus adoraciones, sus acciones de gracias, sus propiciaciones, sus súplicas, para tener algo digno que ofrecer al Padre del cielo. Honramos, pues, a Jesús nuestro Camino de dos modos: a) Modelándonos en sus ejemplos y en sus virtudes, intentando copiarlo en nosotros. Está claro que fijándonos en su vida, admiramos la perfectísima armonía entre lo que dijo y lo que hizo, y nace espontáneo, a poco que amemos a Jesús, el deseo de asemejarnos a él al menos un poco, practicando en nuestra vida diaria alguno de los admirables ejemplos que nos dejó. Esta imitación, que ya es fruto del amor, prueba más aún a Jesús nuestro amor, que no consiste en palabras o sentimientos, sino en hacer lo que Jesús quiere. «El que me ama guarda mi palabra» (Jn 14,23). Ejercitamos de este modo la tercera virtud teologal: la caridad. b) Honramos a Jesús Camino sirviéndonos de Jesús para ir al Padre: pidiéndole a él en préstamo sus

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virtudes, sus méritos, sirviéndonos de todo lo que hizo, sabiendo que todo lo que es de Jesús es nuestro, porque nosotros, por voluntad misma del Padre, hemos sido injertados, incorporados, identificados «en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así, como dice la Escritura, “el que se gloría, que se gloríe en el Señor”» (1Cor 1,30s). Este es el acto supremo de confianza y de amor que nos lleva a realizar el «vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí; vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí» (Gál 2,20). Esta transformación nuestra en Cristo, la realiza el Espíritu Santo en unión con la Virgen María, ya que es continuación de la obra comenzada el día de la Anunciación. 3. Jesús Vida. – Jesús es también Vida: «En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4); y esta vida de luz y de gracia nos hace hijos de Dios: «A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12). Él recibe la vida del Padre y nos la comunica a nosotros: «De su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia» (Jn 1,16). Él es la vid que tiene sarmientos y les comunica la vida: los sarmientos somos nosotros. Fuera de él no hay más que desolación, muerte, pecado, condenación. Jesús quiere ser nuestra vida: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10). Y el Padre quiere que nosotros recibamos la vida de Jesús: «Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos» (Jn 15,8). Nosotros honramos a Jesús Vida pidiéndole la abundancia de su vida, de su gracia, de su santidad. Ante la magnificencia de virtud y santidad que encontramos en la vida del Maestro divino sentimos la necesidad de asemejarnos a él, sentimos la necesidad de la oración de petición: nos sentimos sumamente miserables, mezquinos y absolutamente incapaces de hacer ni lo más mínimo en un campo que supera nuestra naturaleza. Surge, pues, espontáneo el recurso a la oración, por la que obtenemos lo que necesitamos, y damos gloria a Jesús con nuestra confianza en su bondad y misericordia, con la esperanza de obtener de él todo lo que necesitamos. Y Jesús, llamado a realizar en nosotros lo que desea con tanto ardor, nos concederá con abundancia su Espíritu, que trabajará en nosotros «hasta que Cristo tome forma en nosotros» (Gál 4,19). Y ahora aquí tenéis algunos medios prácticos para honrar al divino Maestro: 1) Instruirse en las cosas de la fe, pedir aumento de fe; amar y servir a Dios con toda la mente, siendo este el primer fin para el que Dios nos ha creado: conocerlo. El estudio de Dios comienza por el catecismo, que es el más sencillo y hermoso tratado sobre Dios: Unidad, Encarnación, Redención, Gracia, Iglesia... Cada año se han de profundizar y ampliar estas verdades fundamentales. El catecismo debe ser tenido en gran honor. La Teología es el catecismo ampliado. Conocer la Escritura, especialmente el Evangelio, la moral, la ascética, la mística, la vida religiosa. 2) Hacer la meditación según el método denominado Camino, Verdad y Vida. Así se ha de hacer la visita al Santísimo Sacramento y el examen de conciencia. De la misma manera hay que formular los propósitos, participar en la santa Misa, prepararse y dar gracias en la Comunión. 3) Sacar como fruto de los retiros mensuales y de los ejercicios anuales la destrucción del hombre viejo, sustituyéndolo por el hombre nuevo en Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Copiar a Jesucristo, unirse a él. 4) Un medio excelente es el de seguir con devoción la Liturgia a lo largo del año. La Iglesia, a través del libro de la Liturgia, que se puede denominar también libro del Espíritu Santo, continua la misión que le encomendó Jesucristo: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo del Espíritu Santo» (Mt 28,19). 5) ¿Quién es el religioso perfecto? El que se distingue por una más completa reproducción de la vida de Jesucristo en sí mismo: el que tenga una fe más pura, más sentida, más práctica; el que imite a Jesucristo no sólo en lo que está mandado, sino también en los consejos evangélicos y llegue a realizar en sí mismo el vivit vero in me Christus (Gál 2,20). 6). Nuestro Instituto es docente. Quiere dar al mundo a Jesucristo, es decir, su doctrina, su moral, su culto. Unámonos a María, Reina de los Apóstoles, que presenta a Jesús a los pastores, a los magos, al mundo. Un

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Cristo dividido no nos restaura: el Cristo completo es resurrección, vida y salvación para todo el mundo. Realicemos un apostolado completo y santificador. Séptima etapa

TESTIMONIO DE PABLO VI33

Os hemos hecho esperar, a pesar nuestro, y confiamos en vuestra paciencia, pero pensad que también Nos debemos tener mucha para responder a todas nuestras ocupaciones y a estos encuentros. Y ahora estamos contentos de todo corazón de poder encontrarnos con vosotros. Venerados hermanos e hijos muy queridos: Tenemos aquí ante Nos a la Pía Sociedad de San Pablo, de Alba (Piamonte), y ahora establecida con su Casa general aquí en Roma. No es, lo sabemos bien, una institución sencilla, sino una Familia, la «Familia Paulina», compuesta por varios institutos religiosos, que hoy Nos complace acoger con Nosotros, y casi pasar en reseña. Aquí están: la Pía Sociedad de Pablo, que cuenta ya con cincuenta y cinco años de vida, desde que comenzó su ferviente actividad y su amplia y variada expansión, porque aquí están también las Religiosas de la Pía Sociedad de Hijas de San Pablo y con ellas las Pías Discípulas del Divino Maestro; las Hermanas Pastorcitas; las Hermanas Apostolinas; y representantes de los otros Institutos Agregados: el de Jesús Sumo Sacerdote, el de San Gabriel Arcángel para los jóvenes y el de la Virgen de la Anunciación para las jóvenes. Un árbol floreciente, pues, con una única raíz y con ocho ramas. Cuánto nos alegramos de teneros hoy presentes, de reflexionar sobre vuestras actividades y de poder bendeciros. Conocemos esas actividades, todas ellas caracterizadas por un espíritu y un objetivo apostólico: vuestro es el apostolado de las ediciones, el principal; vuestro es el apostolado litúrgico, el apostolado parroquial, el apostolado vocacional, y el de la intensidad de la vida cristiana en diversas clases de personas. Y recordamos bien cómo vuestro apostolado ha tenido origen a través del empleo moderno de esos instrumentos prodigiosos que sirven a las denominadas comunicaciones sociales y constituyen uno de los datos característicos de la Familia Paulina; es decir, os sirven para el apostolado: la prensa sobre todo, después la radio, el cine, y ahora nos dicen que también los discos. Y cada uno de estos medios amplía su servicio a fines diversos: los libros, los periódicos, las revistas, las ediciones de las Sagradas Escrituras, las publicaciones litúrgicas, los catecismos, los cursos de cultura religiosa por correspondencia, y así sucesivamente. Y a este florecimiento de formas de difusión del pensamiento y de la palabra cristiana corresponde la difusión geográfica de vuestras iniciativas: vuestra obra alcanza ya a todos los continentes, a muchas naciones; asume carácter misionero y se abren por todas partes nuevas vías de penetración apostólica. Si nuestra observación es exacta, dos virtudes prácticas distinguen y confieren eficacia a vuestro método expansivo: la continuidad, la constancia, la perseverancia, nada de simple afición o de improvisación, y justamente esa parece ser una de las características de vuestro Fundador: la continuidad en las varias iniciativas. Y la segunda virtud práctica es la capilaridad de su difusión... Están estas valientes Religiosas, que van por todas partes. Decíamos en una audiencia que nos recuerdan a las hormigas que van por todos lados... Siguiendo las comparaciones que nos ofrece la naturaleza, podríamos pensar en las abejas, que hacen las colmenas y llevan la miel, y dan vueltas de acá y para allá, y vuelven después a su centro, creando verdaderamente también en el campo animal, estos prodigiosos insectos, el sentido de la comunidad y de la sociedad entre los vivientes. La capilaridad, decíamos, de su difusión, es lo que deja entrever cómo otras virtudes –morales y espirituales, estas, ya que no bastan las prácticas–, sostienen este trabajo; y son las virtudes que gustosamente elogiamos y os recomendamos que cultivéis siempre, es decir: la sabiduría administrativa (¡hagamos cuentas! Nos lo dice el Evangelio: prius computans sumptus), la mirada vigilante (también esto parece una cosa sencilla) sobre las necesidades de nuestro tiempo, el ansia de llevar alimento y consuelo a los hombres de hoy, el espíritu de fidelidad y de sacrificio para dar al instrumento técnico su eficacia, la caridad en la verdad. ¡Cuánta gente vive su propio tiempo sin ver nada! ¡Se diría que es miope o ciega: pero ¿no veis que aquí hay almas que tienen necesidad? Pero ¿no veis que aquí hay posibilidad de hacer el bien? ¿No veis que aquí hay necesidad urgente de intervenir? ¿No veis que aquí hay una llamada a la caridad? ¿No veis que aquí hay necesidad de que alguien se sacrifique y que sirva? 33 Audiencia Pontificia del 28 de junio de 1969.

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Ahora bien, es esta la vigilancia que el Evangelio tanto nos recomienda, y ha sido virtud de vuestra Institución. Y después, y después... Nos recordamos algunos detalles de nuestro período pastoral en Milán: teníamos frecuentes ocasiones de participar en inauguraciones de edificios muy hermosos, escuelas u otras cosas, y nos venía siempre a la mente esta consideración: la civilización moderna crea magníficos instrumentos, como si uno creara un bellísimo piano, pero no crea a quien sepa tocar ese piano; crea las escuelas, pero no crea a los maestros, o maestros capaces de hacer el bien a los alumnos, a las almas, maestros de los que necesitan sus vidas, su salvación. Somos más expertos en crear instrumentos que en crear movimientos espirituales auténticos. El cristianismo, en cambio, muchas veces se ve privado de instrumentos, pero tiene esa virtud y esa dignidad principal de la palabra y de la gracia. Y vosotros habéis sabido unir estas dos cosas: el instrumento con el fin, el objetivo, el contenido que el instrumento debe tener. Y observamos complacientes y con admiración el rápido y gran crecimiento de vuestra obra: personas e iniciativas se han multiplicado, grandes resultados, consoladores e insólitos, se han alcanzado; técnicas y contenidos se han perfeccionado. La Pía Sociedad de San Pablo, con sus diversas ramas y con el volumen de su producción y la habilidad de su irradiación, ha llegado a ser tan grande y vital que constituye un hecho notable en la vida de la Iglesia en este siglo. La Pía Sociedad de San Pablo se inscribe de veras en la historia y en la vida de la Iglesia. Y Nos nos alegramos de tomar conciencia de este hecho consolador, y de daros testimonio de ello, alabando al Señor. Vosotros habéis realizado en la vida de la Iglesia ante et post litteram muchos postulados del Concilio Ecuménico en el campo de las comunicaciones sociales. Con mucho gusto Nos os ofrecemos nuestro reconocimiento, elogio y estímulo. Surge espontánea la pregunta: ¿Cómo ha conseguido la Pía Sociedad de San Pablo afirmarse de manera tan asombrosa y en un tiempo relativamente breve? Nos parece fácil la respuesta, aunque sigue estando siempre llena de secretos, los secretos de las obras del reino de Dios. Dos factores, Nos parece, han contribuido para lograr este magnífico resultado, que promete otros: dos voluntades, la de un hombre y la de Dios, la de un humilde y fiel servidor y la paternal y generosa del Señor, el cual ciertamente ha bendecido de manera singular la gran empresa de la Pía Sociedad de San Pablo. Y luego, vosotros Nos comprendéis: debemos a vuestro Fundador aquí presente, al querido y venerado P. Santiago Alberione, la construcción de vuestro monumental Instituto. En el Nombre de Cristo, Nosotros le damos las gracias y le bendecimos. Miradlo: humilde, silencioso, incansable, siempre alerta, siempre ensimismado en sus pensamientos, que van de la oración a la acción (según la fórmula tradicional: ora et labora), siempre atento para escrutar los “signos de los tiempos”, es decir las formas más geniales de llegar a las almas... Nuestro P. Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para vigorizar y ampliar su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y de la posibilidad de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos. Deje, querido P. Alberione, que el Papa goce de esta larga, fiel e infatigable tarea y de los frutos que ha producido para gloria de Dios y para el bien de la Iglesia; deje que sus hijos gocen con Nos y que hoy le expresen, como quizás nunca lo han hecho, su afecto y su promesa de perseverar en la obra comenzada. Por tanto, como signo de Nuestra benevolencia y de Nuestra gratitud, para consuelo de toda la Familia Paulina y como estímulo de todos los que se dedican a la causa del apostolado católico mediante la generosa promoción y el recto uso de los medios de comunicación social, Nos queremos hoy conferirle al venerado y venerando P. Santiago Alberione Nuestra Cruz Pro Ecclesia et Pontifice. Y permitidnos, Hijos queridísimos, corroborar con Nuestros votos vuestro valiente empeño apostólico. Nos sabemos que los distintos Institutos encabezados por la Pía Sociedad de San Pablo han comenzado, o están a punto de comenzar, su Capítulo general especial para adaptar sus Constituciones a las normas del reciente Concilio. Es esta para todos vosotros una óptima ocasión para tomar una mayor conciencia de vuestra pertenencia a la santa Iglesia no como simples hijos devotos, pero pasivos, sino como hijos laboriosos y consagrados a su santificación interior, a su consistencia espiritual y social, a su siempre nueva y dinámica difusión, para bien suyo y de todo el mundo contemporáneo. Tener siempre clara conciencia de la propia vocación es algo muy importante. Así debéis renovar vuestros propósitos y vuestros programas; debéis fortificar vuestros corazones con esa adhesión a Cristo el Señor, de quien san Pablo, vuestro y Nuestro inspirador y protector, ha sido y es maestro y ejemplo. Habéis abrazado una gran causa. Y toda causa grande, mientras es fuente de energías espirituales y exige amor, entrega y sacrificio, supone al mismo tiempo grandes responsabilidades, grandes deberes, y por eso

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también riesgos y peligros. Sí, pensad en vuestra responsabilidad: quien se propone el apostolado como finalidad de la propia vida, el potente apostolado de los medios de comunicación social, debe tener siempre delante de su propia conciencia esta responsabilidad, es decir, la de ejercer un influjo sobre los ánimos de los otros, sobre la vida de los hombres, que son, cerca o lejos, nuestro prójimo; ese prójimo que debemos amar y servir como Cristo nos ha amado y salvado. Este sentido de responsabilidad y este amor cristiano guiarán siempre los criterios de dirección y selección de lo que se quiere comunicar a los demás. Vosotros conocéis ciertamente lo que el Concilio ha enseñado a este respecto, sea sobre la información, sea sobre la libertad de prensa y de comunicación. Es necesario, sí, aprovechar el buen derecho de investigar y dar información; pero no hay que olvidar nunca los deberes a ello inherentes. «El recto ejercicio –dice el Concilio– de este derecho exige que, en cuanto a su objeto, la información sea siempre verdadera, y, salvadas la justicia y la caridad, íntegra; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales y los derechos legítimos y dignidad del hombre, tanto en la obtención de la noticia como en su difusión», y también, respetando siempre «la primacía absoluta del orden moral objetivo» (Decreto "Inter mirifica", nn. 5 y 6), y esforzándose siempre «por formar y extender una recta opinión pública» (ibid. n. 8). Vosotros, que tenéis publicaciones que han alcanzado tan amplia y popular difusión, debéis estar siempre vigilantes a este propósito; debéis valorar, no sólo el interés que una noticia puede suscitar, sino que deberéis considerar los efectos buenos o nocivos que su divulgación puede producir, de manera especial en la vida católica, a cuyo incremento os habéis dedicado; y la adhesión a las orientaciones directivas de la autoridad eclesiástica responsable dará no sólo mayor crédito a vuestro trabajo, sino también un mérito mayor. Ni opiniones particulares que deformen la lealtad profesional y eclesial, ni intereses extraños a la causa del apostolado, ni motivos de prestigio, u otros, prevalezcan nunca sobre la rectitud de vuestro servicio apostólico. Con esta confianza, Hijos queridísimos, con este deseo de que cada uno de vosotros pueda repetir para sí las palabras de san Pablo: «Todo lo hago por el Evangelio» (1Cor 9, 23), con un corazón grande os bendecimos a todos y a todas. Octava etapa

LA SAGRADA LITURGIA: TIEMPO DE ADVIENTO 34

Hoy es el primer domingo de Adviento, el comienzo del año litúrgico y eclesiástico. El año que podemos dividir en dos tiempos: el primero nos inclina a considerar la vida de Jesucristo, la redención que él llevó a cabo, la redención del error, la redención del vicio, la redención de la idolatría, especialmente de la idolatría del egoísmo. El segundo tiempo nos lleva a aplicarnos a nosotros mismos los frutos de la redención, es decir: a considerar las verdades que Jesucristo ha enseñado, estudiar e imitar sus santos ejemplos y unirnos a él por medio de la gracia, de los sacramentos, de la Misa, de la oración en general. El primer tiempo, pues, nos presenta el Adviento, o sea la espera de la venida de Jesucristo. Se compone de unas cuatro semanas y empieza hoy. Después acontece el nacimiento del divino Salvador y su vida privada. Posteriormente el comienzo de la vida pública y la predicación de Jesucristo. Después la vía dolorosa, la muerte de Jesucristo, su resurrección, y el Tiempo Pascual. Finalmente la Ascensión de Jesús al cielo y Pentecostés: Jesús, al subir al cielo, tal como había prometido, envía el Espíritu Santo a su Iglesia. En este tiempo debemos recordar las palabras de la Imitación de Cristo: «Nuestro mayor empeño sea el de meditar la vida de Jesucristo». Cada año se puede decir que la Iglesia nos hace pensar de nuevo en la vida de Jesucristo, nos la recuerda cada año, nos ofrece el tiempo para que nos apliquemos los frutos de la redención. Pero no se trata de una simple repetición: es un progreso que nosotros debemos hacer, lo mismo que todos los años vuelve el tiempo de la escuela, se han de frecuentar las clases; pero no siempre se aprenden las mismas cosas: cada año se va adelante, se progresa en el conocimiento de la verdad, de la doctrina, de la ciencia, hasta que lleguemos a la edad perfecta, o sea, hasta que lleguemos a la plenitud de nuestra unión con Jesucristo, en el cielo. Y la vida es la preparación del hombre a esa dichosa eternidad, a esa vida perfecta que nos espera después de la vida presente. 34 Prediche del Rev. Primo Maestro, diciembre de 1952 – diciembre de 1953, Edizioni Paoline, pp. 5-10.

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Por eso la Iglesia nos recuerda la venida de Jesucristo, su venida temporal, el nacimiento del Hijo de Dios encarnado, y al mismo tiempo nos recuerda su última venida, cuando él aparezca para juzgar a todos los hombres y dar a cada uno el premio o el castigo según sus méritos. ¿Y quién podrá conseguir aquel día el premio, quién podrá oír que le repiten la invitación: «Venid, benditos de mi Padre»? Quien en la tierra haya entrado en el reino de Jesucristo, reino de amor, reino de verdad, reino de justicia. La Iglesia nos invita hoy a prepararnos a este reino, a prepararnos para entrar en este reino. El Adviento es preparación para Navidad. Jesús, el día de Navidad, abrirá su escuela a los hombres: escuela de verdad, escuela de santidad, escuela de amor. Pero nosotros debemos sentir la necesidad de esta escuela. En este tiempo debemos reconocernos ignorantes, llenos de defectos, hombres inclinados al mal, a las pasiones, al pecado, que es lo que somos, y luego introducirnos en cierto espíritu de penitencia. La Iglesia en estos domingos manda que el sacerdote vista los ornamentos de color morado, que significan penitencia. Cuántos errores hay en la mente de los hombres, cuántas doctrinas falsas se predican y cuántos principios equivocados oímos repetir incluso entre nosotros. Principios mundanos que se reducen todos ellos a esto: a tener en cuenta sólo la vida presente, los bienes presentes, mientras sabemos que esta vida es sólo un medio para conseguir la felicidad eterna. El espíritu del mundo está aquí, en hacernos inclinar y en inclinarnos a confundir el fin con los medios, o sea, en llevarnos a buscar la felicidad aquí abajo, la satisfacción aquí. Como si hubiésemos sido creados sólo para algunos años y después con nosotros terminase todo. Comienza todo al final de la vida presente, es decir, comienza lo que merece el nombre de “todo”; la eternidad interminable. Así pues, reconozcamos lo que somos. No era solamente el mundo en general el que tenía necesidad de la redención, el que debía invocar la venida del Salvador: «Rorate cœli desuper et nubes pluant Justum: aperiatur terra, et germinet Salvatorem»; cada uno de nosotros es quien tiene necesidad de redención: todos nosotros tenemos necesidad de este Maestro, que se hace nuestro camino, que se hace nuestra verdad, se hace nuestra vida. En él está la salvación, en él la santidad, en él la vida religiosa, en él el sacerdocio, en él todo. Debemos, por tanto, sacar tres conclusiones. La primera es esta: sigamos la sagrada Liturgia. A lo largo del año, como hemos dicho, la Liturgia pone bajo nuestra mirada la vida de Jesucristo, domingo tras domingo, semana tras semana; es como una gran película que se proyecta ante nosotros. Contemplemos, pues, esta vida de Jesucristo: considerémosla en sus detalles y escuchemos todas las palabras de vida eterna que salen de sus labios. Cada uno use gustosamente su misalito, cuando sea posible, o sea, cuando no estemos ocupados en otras prácticas de piedad, como por ejemplo los días ordinarios cuando durante la Misa se deben recitar las oraciones y hay que prepararse para la comunión. Pero cuando se tiene la suerte de participar en otra Misa, seguir el misal. Después tener gran amor a la Liturgia. La Liturgia es el conjunto de leyes que regulan el culto debido a Dios. La Liturgia, tiene precisamente este objeto: las palabras que se han de dirigir a Dios, las ceremonias que se deben hacer en las diversas celebraciones, y sobre todo la Liturgia es una continua enseñanza. Quien se sumerge en la Liturgia crecerá en el espíritu de fe y conocerá cada vez mejor el camino de la santidad y se unirá cada vez más íntimamente a Jesucristo. Hay que uidar el canto sagrado, cuidar las ceremonias, tener deseo de las celebraciones más solemnes que podamos realizar dentro de nuestra pobreza, queriendo que nuestras funciones, nuestras celebraciones correspondan, por lo menos un poco, a las solemnes celebraciones que tienen lugar allá en el cielo, donde Jesucristo es el pontífice eterno, asistido por los patriarcas y los Apóstoles, por los mártires y los santos y por toda la corte celestial de los Ángeles. Elevémonos un poco de lo que tenemos en la tierra a lo que tendremos allá arriba. Quien participa bien en las funciones y penetra bien en el espíritu de la sagrada Liturgia tiene en sí la garantía de que un día participará de aquella solemne y eterna Liturgia del Cielo. Entremos, además, en el espíritu del Adviento. San Juan Bautista es como el anillo de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En sentido amplio puede decirse que él cierra la serie de Profetas del Antiguo Testamento y al mismo tiempo señala al Salvador que ha venido ya y vive en medio de los hombres: «Ecce Agnus Dei». Pero ¿cómo invitaba él al mundo a recibir a Jesús? Con la penitencia. Él, retirado al desierto, entregado a una vida de mortificación y de oración. Allí acudían las multitudes, y él les invitaba a entrar dentro de sí, a pedir perdón a Dios por los pecados cometidos, y a preparar los corazones para recibir bien al Mesías, hasta que cuando llegó el día lo señaló como ya presente. El espíritu del Adviento requiere humildad: debemos reconocer la gran necesidad que tenemos del Maestro divino. Humildad y espíritu de penitencia, reconociendo nuestros errores y nuestros pecados. Humildad y

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súplica, reconociéndonos débiles, frágiles, inclinados al mal. Este tiempo nos sirva especialmente para pedir al Señor que se repita la venida, es decir, la Encarnación del Hijo de Dios, en el mundo presente, que, en gran parte, todavía ignora o rechaza conocer al Salvador. Sobre todo pedir que el Hijo de Dios venga a nacer en nuestros corazones, en nuestras mentes; que nos transforme, porque en esto consiste la redención de cada uno: en llegar a ser semejantes a Jesucristo: Conformes fieri imagini Filii sui. En esta redención tenemos la santificación, tenemos la salvación. El canto que hay que repetir frecuentemente en este tiempo es este: Rorate, cœli, desuper, et nubes pluant Justum. Hagamos ahora nuestros propósitos, sobre el modo como vamos a pasar el Adviento. Especialmente pidamos la humildad, el odio al pecado, el deseo de que Jesús nazca en nuestros corazones y nos transforme en él; el deseo de entrar en su escuela. Propósito y el canto Rorate cœli. Novena etapa

CONVERSIÓN DE SAN PABLO 35

Hoy, conversión de san Pablo, veamos qué conversión debemos pedir nosotros. Es el primer punto de la coronita, donde pedimos la conversión del defecto principal. Es muy adecuado para nosotros el último oremus de la Misa: «Santificados por este misterio de salvación (que quiere decir: santificados por la Misa y la Comunión, misterio de salvación), te rogamos, Señor, que no nos falte la intercesión de aquel (es decir, de san Pablo), a cuyo patrocinio nos has confiado». Si toda la Iglesia repite hoy esta súplica, debemos repetirla sobre todo nosotros. La Iglesia celebra la conversión de san Pablo. Es la única conversión que se celebra en el año. ¿Por qué? 1. porque es el modelo de toda conversión: conversión total, conversión radical; 2. por el modo milagroso incluso exteriormente, siendo toda conversión un milagro de gracias interiores; 3. por el gran bien que acarreó a la Iglesia al haber apresado Jesús Maestro a este adversario suyo, haciendo de él su íntimo amigo, más aún, el apóstol que trabajó más que nadie. Muchas veces quien parece estar más alejado de Dios, cuando es conquistado por la gracia, se convierte en el más celoso. Los mayores adversarios, a veces, se convierten en los más grandes apóstoles del bien, de la verdad, del amor a Jesús. Debe causarnos siempre gran impresión la antífona de entrada: «Sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día, en que vendrá como juez justo, el encargo que me dio» (2Tim 1,12). Significa: Fiémonos de Dios, hagamos el bien y no faltará el premio. El juez justo toma nota de todo el bien que se, ¡hace y dichoso quien llena bien las páginas del libro de la vida! En cambio ¿quien deja vacías las páginas, o escribe páginas negras? Quitemos toda palabra negra, todo carácter negro. Fiémonos de Dios: no faltará el premio. Epístola: «Saulo, seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándole a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres». Saulo había ya incitado y asistido al martirio de san Esteban y era uno de los más celosos defensores de la ley mosaica. No sabía aún quién era Jesús, pero Jesús se dignó hacerse maestro suyo. Per revelationem Jesu Christi (Gál 1,12), dice, he recibido el Evangelio que os he predicado. Él, que no había oído predicar a Jesús mientras se mostraba visiblemente en su ministerio público. Entonces Saulo, celoso defensor de la Ley hasta el exceso, después de haber instigado la muerte de Esteban, pide autorización para ir a las sinagogas de Damasco y traer prisioneros a cuantos creyeran en Jesucristo.

35 Prediche del Rev. Primo Maestro, Enero – Diciembre de 1955, Edizioni Paoline, pp. 31-37.

«En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste le envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Preguntó él: “¿Quién eres, Señor?”. Respondió la voz: “Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer”. Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Le llevaron de la mano hasta Damasco. Y allí estuvo tres días, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor le llamó en una visión: “Ananías”. Él respondió: “Aquí estoy, Señor”. El Señor le dijo: “Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un

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cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista”. Ananías contestó: “Señor, he oído a muchos hablar de este individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre”. El Señor le dijo: “Anda, ve; que este hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre”. Salió Ananías, entró en la casa. le impuso las manos y dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo”. Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y le bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. Los oyentes quedaban pasmados y comentaban: “¿No es este el que se ensañaba en Jerusalén contra los que invocan ese nombre? Y, ¿no había venido aquí precisamente para llevárselos detenidos a los sumos sacerdotes?”. Pero Pablo se crecía y tenía confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías». Cuando me arrodillé allá en Damasco ante el altar donde está representado el bautismo de san Pablo por medio de Ananías, recé para que todos obtengamos esta gracia: convertirnos un poco cada día: Converte nos Deus salutaris noster (Sal 84,4). Cada día llevar a cabo un poco nuestra conversión. ¿Veis qué conversión tan profunda? San Pablo, antes Saulo, el enemigo de Jesús, se convierte en su amigo íntimo hasta llegar a vivir de él: Vivit vero in me Christus (Gál 2,20). Quis ergo separabit a caritate Christi? Tribulatio, an angustia, an fame, an sitis? (Rom 8,35), etc. Certus sum (Rom 3,38) que nada, ni la muerte, ni la vida me separará del amor de Jesucristo. Y no le separó ni la vida ni la muerte: es decir, ni las fatigas que tuvo que soportar, ni las cárceles, que santificó, ni las cadenas que llevó, ni los naufragios que tuvo, ni los azotes, ni las flagelaciones. Certus sum, dice: ¡Estoy seguro! Estaba seguro en la gracia de Dios, en la fuerza que le venía de Jesucristo. Ni siquiera la muerte le separó de él. Aquí estamos cerca del lugar donde san Pablo demostró su amor a Jesucristo hasta el extremo. Nadie ama más que quien da la vida por la persona amada. Aquí derramó su sangre, después de haber agotado todas sus fuerzas en la evangelización que hizo oír en muchas partes del mundo, él elegido apóstol de los gentiles. En efecto, él actuó según su vocación y la vocación se le concedió. «Él es un instrumento elegido por mí»: vocación «para llevar mi nombre ante los gentiles»; y es el apóstol de los gentiles, para «los reyes y a los hijos de Israel», en la medida en que los Israelitas aceptaron su predicación. Sigue siendo siempre un monumento de afecto a sus compatriotas la carta a los Hebreos. Conversión total. Mientras quería apresar y llevar a la muerte a todos los discípulos de Jesús, y mientras incitó, instigó a los adversarios del nombre de Jesús para que apedrearan a Esteban que tan lleno de Espíritu Santo se mostraba y obraba muchos milagros, se convirtió en el apóstol infatigable, el apóstol más celoso. ¿Veis cómo está representado en nuestro cuadro? Tiene la mano sobre el pecho casi como queriendo decir: Quis me separabit a charitate Christi? (Rom 8,35). Y al mismo tiempo parece que dice: «¿Quién desfallece que yo no desfallezca? ¿Quién se escandaliza que yo no me indigne?» (2Cor 11,29). Siento –quería decir– las necesidades y las aflicciones de todos. Si viviese hoy ¡con qué medios se movería de una parte a otra del mundo para ganar almas para Jesucristo! Para ser total, la conversión se realiza primero en la mente. Es necesario que nuestro examen de conciencia se realice antes sobre la mente, después sobre el corazón, después sobre la vida y después sobre el cuerpo mismo. ¿Quién podría ser humilde si antes no tiene pensamientos humildes? Puede hacer inclinaciones e incluso arrodillarse y estar lleno de sí mismo, procurar ser estimado, ser amado. ¿Para qué sirven las genuflexiones de los orgullosos, cuando se doblan las rodillas y no se inclina la cabeza, es decir, no se hace el acto de fe y no nos humillamos ante Jesús: Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador? ¡Qué genuflexiones a veces! Incluso exteriormente demuestran a veces que no hay fe. Es un signo realizado de prisa, precipitadamente. Entonces falta el sentimiento del corazón: falta el «me humillo». Conversión interior; cambiar los pensamientos, cambiar los sentimientos. Jesús lo dijo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Uno podría sentarse sobre la cátedra de san Pedro como Pío X y ser siempre el humilde hijo de Riese; podría ser un carbonero o un pastor y estar lleno de orgullo y de envidia. No lavemos el vaso por fuera: lavemos su interior. Por tanto, la conversión debe partir de la mente y del corazón; después vendrá lo exterior. El humilde pide consejo, no se fía de sí mismo, reza con gusto. Lo que más nos falta, conviene que lo diga, es la iniciativa de la oración. Se sigue a duras penas. Desearía insistir y detenerme en esto porque la cosa es demasiado importante en este momento. Hace falta que

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tengamos la iniciativa de la oración, porque la iniciativa es la que demuestra que interiormente somos humildes, sentimos la necesidad de Dios, sentimos la necesidad del consejo, de la inspiración, sentimos que tenemos necesidad de la misericordia del Señor por nuestros pecados, que tenemos necesidad de que el Señor ponga su mano sobre nuestra cabeza, porque podemos caer en cualquier precipicio. ¿Cuándo existe iniciativa en la oración? Cuando somos solícitos por la mañana; cuando para rezar no se espera a estar en la iglesia y hay que seguir las prácticas, sino que se previene. Y en el apostolado se dicen jaculatorias, y ya se reza mientras se suben las escaleras para llegar a la iglesia. Y se reza también por la calle con jaculatorias, no sólo cuando se hacen viajes largos, en los que naturalmente queda mucho tiempo para dedicar a la oración. ¡Iniciativa! Cuando no hay iniciativa que preceda, no se siente la necesidad de la oración: la oración se convierte en una práctica exterior, que cansa con mucha facilidad, cuyos tiempos se trata de abreviar. Así distingue el Señor a los que son suyos. A Ananías le dice Jesús: «Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso». Y ¿cómo se conoce? ¿Cómo puedes esperar que él se disponga a recibir la gracia del Bautismo y a hacerse discípulo mío? El Señor le dice: «Está orando». Así es como surgen las vocaciones, así es como llegan las bendiciones de Dios a nuestra vida, así es como se llega a la santidad. Podría suceder que tuviéramos que llevar con nosotros la humillación por nuestros pecados, pero cualquiera que sea nuestro error, si rezamos resurgimos y podemos subir a las mayores alturas, al apostolado. Debemos pedir la gracia de la conversión diaria del orgullo, de la envidia, de la avaricia, de la sensualidad, de la pereza, de la curiosidad. Llevar a cabo cada día un poco nuestra conversión. ¿De qué necesitamos convertirnos hoy? ¿Qué propósito hemos hecho a Jesús esta mañana después de la Comunión? ¿Qué hemos prometido en la última confesión? Por lo menos, convertirnos un poco cada semana. Si la confesión no es también conversión, tal vez hay que temer que carezca de las disposiciones necesarias. Pidamos a san Pablo cada mañana las disposiciones necesarias para comenzar bien la jornada y para corregirnos de esos defectos que todavía tenemos; para comenzar bien la semana prometiendo firmemente en la confesión y conseguir una mejora, un cambio. Décima etapa

MORIR AL PECADO 36

Puede suceder que después de la meditación sobre la penitencia nos venga la tentación de no comer más, no dormir más, usar cilicios y estar en la capilla incluso en tiempo de recreo. ¡La vida común! La vida común es la mayor penitencia. Hacer recreo cuando es tiempo de recreo, y comer como las demás y practicar por el contrario la vida común y la caridad, y cumplir lo mejor posible vuestra tarea, respondiendo a la vocación, con una buena preparación para el futuro ministerio y con el ejercicio del ministerio cuando lleguéis o vayáis... La Cuaresma nos sugiere luego la mortificación. La mortificación tiene siempre dos sentidos: uno negativo y otro positivo.

36 Alle Suore de Gesù Buon Pastore, Opera Omnia Alberione 9/II, Suore de Gesù Buon Pastore, 25 de enero de 1984, pp. 56-64.

Por ejemplo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo» (cf. Mc 8,34). Sí, negarse en aquello que nos procuraría satisfacción humana. Et sequatur me! (Mc 8,34), y me ame, es decir, no ame otra cosa, me ame a mí. No ame otra cosa, negarse a otras cosas, parte negativa. Y sequatur me, se venga conmigo, parte positiva. Así la mortificación: no ser negligentes, parte negativa; ser diligentes en lo que hay que hacer, parte positiva. Porque todo bien exige esfuerzo y por consiguiente tanto para rezar, como para estudiar, para practicar la vida común, para hacer el apostolado, se exige esfuerzo. Esta es la mortificación positiva. Mortificación positiva: no se amarán cosas que no deben amarse y por el contrario se ama al Señor, con todo el corazón sobre todas las cosas, sí. Por tanto, la mortificación existe siempre, cuando se intenta cumplir con el propio deber, la propia tarea. La mortificación es necesaria. ¡Necesaria! Mortificación de la mente: nada de pensamientos malos, sino pensamientos buenos. Mortificación del corazón: nada de deseos malos, sino deseos buenos. Nada de soberbia sino humildad, pensamientos

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humildes. Nada de apego a las cosas de la tierra, sino apegarse a Jesús, deseo de santidad. Nada de envidia sino bondad con todas. Nada de tibieza, sino fervor, diligencia. Es decir, la mortificación es así: parte negativa y parte positiva. ¿Es necesaria, pues, la mortificación? Es necesaria la mortificación para observar los consejos evangélicos. Observar los consejos evangélicos de la obediencia es una mortificación de la voluntad, es mortificación también de nuestro juicio. Observar la castidad es mortificación de todo el cuerpo y, mientras tanto, nos lleva al amor de Dios. Observancia de la pobreza es mortificación porque hay que aceptar la comida común cuando se puede, el horario común cuando se puede, y el cumplimiento de los trabajos que se deben realizar en cuanto sea posible. Por tanto es necesaria esta mortificación para vivir bien la vida religiosa y observar los consejos evangélicos. La vida de la religiosa supone siempre mortificación. Si hay una regla, por ejemplo, que dice que no hay que estar solas, cuando hay que ir a algún sitio o cuando se trata con alguna persona, con algunas personas, esto ya es una mortificación. Si se escribe una carta y se debe entregar abierta, es ya una mortificación. Para la observancia fundamental de los consejos evangélicos, se necesita siempre la mortificación. Por lo demás, esta mortificación tiene un gran fruto: crecer en el amor de Dios. Cuanto más quitemos el egoísmo, que es una inmortificación, tanto más llega a nuestro corazón el amor al Señor. Y se puede hacer un gran progreso en este amor a Dios, que consiste en el cumplimiento de la voluntad, este amor de Dios, cumplir la voluntad del Señor. Sí, este es el verdadero amor al Señor. La mortificación es necesaria para no caer en el pecado. Que refrenemos nuestros ojos y por tanto se empleen en lo que es bueno, por ejemplo, en leer los libros de clase, leer los libros de oración, la meditación, y no mirar con estos ojos lo que puede llevarnos al mal. Sí. No es necesario caminar con los ojos cerrados, pero es necesario retirar la mirada si estos ojos se encuentran con algún objeto peligroso. Mortificación de los ojos. Igualmente se oyen discursos y canciones que no son buenas; entonces alejémonos. Por el contrario abramos nuestros oídos para escuchar en clase las explicaciones, para escuchar los avisos que se nos dan en comunidad o en el confesonario, y todo lo que nos sirva para progresar. Mortificación de la lengua hablando cuando es necesario hablar, diciendo la verdad y callando cuando no es tiempo de hablar o bien se trata de cosas que no es conveniente decir. Asimismo la mortificación del tacto: estar bien compuestas, estar en la postura correcta y comportarse exteriormente con esa delicadeza y recato que conviene a una persona consagrada al Señor. Y lo mismo puede decirse del gusto. A veces el gusto se mortifica tomando algo que no nos agrada, tal vez una medicina, por ejemplo, o en cambio dejando tal vez aquello que nos gustaría, pero lo mejor de todo es tomar con indiferencia lo que se nos da: Manducate quæ apponuntur vobis (Lc 10,8). Dice san Pablo, con sencillez, para servir al Señor, para darle gloria: «Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios» (cf. 1Cor 10,31). Lo mismo el descanso. Mortificación del cuerpo: el cansancio. No se hagan penitencias que debilitan, que quitan las fuerzas; por el contrario se usen todas las fuerzas para el Señor. Tener fuerzas para entregarlas al Señor. Emplearlas para el servicio de Dios y para el apostolado. Nosotros no debemos derrochar el dinero, no usarlo para fines vanos, y mientras tanto, cuanto más se tiene más obras buenas se pueden hacer. Sí. Como quien tiene más inteligencia, ¿debería tomar medicinas para no tenerla? ¿Para llegar a tener alguna enfermedad psiquiátrica? ¡No! Se bendice al Señor y se usa la inteligencia para servirle, para comprender mejor las cosas, para explicarlas mejor, para penetrar en esas verdades, esa doctrina y todo ese conjunto de materias escolares. Y después, también para comprender a las almas, cuando se está en el apostolado, para entender los medios para que el apostolado rinda al máximo para Dios y para las almas. Mortificarse quiere decir regirse bien, gobernarse bien. Y cuanto más se consigue este dominio de nosotros mismos, para no dejarnos llevar por los sentidos, tanto más nos dejamos guiar por el Señor. Mortificación de la fantasía. La fantasía puede que nos lleve a recordar, a reproducir, mejor, ciertos hechos vistos y ciertas palabras oídas, pero hechos y palabras que se deberían dejar a un lado y entonces no seguir la fantasía. Es fácil que la fantasía vuelva sobre los hechos vistos o las cosas leídas, pero si no son hechos buenos y cosas buenas, dirigir la fantasía hacia otra cosa, por ejemplo al estudio, a recordar cosas santas. Si la fantasía nos reproduce un poco de paraíso, si la fantasía nos sirve para recordar el calvario donde Jesús está muriendo, o también la escena del pesebre, etc., si nos lleva a recordar los hechos de la Escritura

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o hechos de la vida de los santos, entonces la fantasía nos hace un óptimo servicio. Y abstenerse de las fantasías que no son buenas para nutrir y favorecer las fantasías buenas, es una doble mortificación. Lo mismo hay que decir con respecto al futuro. Se pueden pensar cosas muy santas, buenas, que se quieren hacer para el futuro; por ejemplo, se quiere alcanzar cierto grado de santidad. Y estos proyectos, que se hacen para llegar a la santidad, cuando se regulan bien son méritos. En cambio. si uno se imaginase que hace en el futuro una cosa que no es buena, tal vez una pequeña venganza, ciertamente no estaría en lo correcto. Y mortificar ese deseo o esa imaginación de cosas futuras, no buenas, mortificarlas, es un mérito. Siempre, pues, nos debe acompañar la mortificación. Y en general lo mismo debe decirse de nuestra vida. Habéis dejado la familia y os habéis reunido aquí para estar con Jesús. Dejar la familia es una mortificación, un sacrificio. Y cuántas veces nos vendrá a la mente alguien de la familia. Dejar la familia es una mortificación y un sacrificio, pero vosotras lo hacéis para uniros más a Jesús, para poneros en el camino de la santidad y del apostolado: ¡otra mortificación! Cuando se abandona el mal, o bien se deja lo que es menos bueno por lo que es mejor, entonces la mortificación es doble. La práctica de la mortificación. Para animarnos, es necesario recordar tres pensamientos. El primer pensamiento es este: Jesús crucificado. Veamos los sufrimientos y las penas que soportó Jesús durante su pasión: la flagelación, el ser escupido, la coronación de espinas, la condena a muerte; el camino del calvario, la crucifixión, la agonía, la muerte. Ahí tenemos: Jesús nos ha amado hasta morir por nosotros: Dilexit me, et tradidit semetipsum pro me (Gál 2,20). Por tanto, si Jesús se ha mortificado tanto, ha sufrido tanto... nosotros, que queremos amarle, ¿le dejaremos solo en el calvario? No, sigamos a Jesús crucificado. Segundo pensamiento: La Virgen. Ahí está, al pie de la cruz. Stabat Mater dolorosa, iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filium. Pensemos en una madre que asiste a su hijo agonizante. Y da mucha pena cuando esta madre ama tanto a su hijo. Pero una madre que asiste a su hijo en aquella agonía, condenado a muerte, clavado en la cruz, siendo él inocentísimo… entonces el dolor es inexpresable: Tuam ipsius animam pertransibit gladius (Lc 2,35). Y queremos asemejarnos a María. Regina Martyrum, es la reina de los mártires. Entonces mortifiquémonos en cosas pequeñas pensando esto: nosotros no somos capaces de grandes mortificaciones, pues hagamos las pequeñas, las necesarias y las que se nos mandan y las que encontramos a lo largo de la jornada. A veces puede ser la salud que no es tan buena; alguna vez un problema interno, una desilusión, una humillación, una recriminación, una llamada de atención. Pues eso: aceptemos estas mortificaciones. Son cosas pequeñas en comparación con lo que sufrió María. Sólo somos capaces de pequeñas cosas, pero aceptémoslas con mucho amor. El gran amor, o sea, el aceptarlo con gran amor a Jesús que tanto ha sufrido por nosotros, nos alcanza gran mérito. El tercer pensamiento es este: los protectores san Pedro y san Pablo. Ambos fueron martirizados: Pedro crucificado, Pablo decapitado. Ahí tenemos hasta qué punto amaron al Señor. Pero esto después de una vida de muchos años de apostolado, de muchos años de predicación, muchos años de oración, muchos años empleados en buscar almas, en preocuparse por su conversión, en fundar iglesias. Y durante su vida ¡cuántas veces habían estado en la cárcel! ¡Cuántas veces azotados, abofeteados, escupidos! Y ¡cuántas veces tuvieron que soportar el frío, el calor, el hambre! ¡Oh, el apostolado requiere mucho sacrificio! ¡Pensad qué generosos fueron nuestros protectores! Siempre es poco lo que hacemos con respecto a estos nuestros grandes protectores, estos grandes pastores de almas; siempre es poco; pero al menos hagámoslo con humildad y además con amor. De este modo nuestra vida será cada vez más santa, la Cuaresma trascurrirá bien y en Pascua habrá gracias más abundantes. Si pasamos bien el tiempo de Cuaresma, seremos muy bendecidos en el tiempo pascual, especialmente el día de la Resurrección y el día de Pentecostés. El Señor nos pagará con creces nuestras mortificaciones y el Espíritu Santo nos infundirá sus dones de ciencia, inteligencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios. Los dones del Espíritu Santo. Eso es. Así pues, santifiquemos la Cuaresma para aceptar y recibir con mayor abundancia los dones pascuales. Undécima etapa

MARÍA, REINA DE LOS APÓSTOLES 37 37 “Esercizi spirituali”, volumen 8º, 1947. Cf. Spiritualità Paolina, volumen primero, Devozioni della prima settimana del mese, Pia Società Figlie di San Paolo, Roma, diciembre de 1962, pp. 232-236.

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La Virgen María es honrada, invocada y venerada con el título de Reina de los Apóstoles. Y nosotros queremos imitarla en ese su gran y único apostolado, que forma un grado en sí. Nadie, en efecto, pudo jamás realizar un apostolado como lo realizó la Virgen María. Semejante Apóstol es tan grande, que Dios no podría hacerlo mayor, porque no podría hacer una Madre más grande que la Madre de Dios. Dirijámonos, pues, a nuestra Madre. Jamás podemos reunirnos juntos sin llamar a la Madre para que esté en medio de nosotros. Y meditemos: ¿Por qué se llama a María Reina de los Apóstoles? Por tres razones: 1) María ha ejercido el apostolado en sumo grado; 2) suscita y sostiene las vocaciones; 3) protege todos los apostolados. María ejerció el apostolado en sumo grado. El apostolado consiste sólo en esto: en llevar el bien a los hombres. Ahora bien, todo bien que se lleva a los hombres es una participación del Sumo Bien: Dios, Jesucristo. María nos ha dado a Cristo entera y plenamente. Ya desde el Antiguo Testamento, Dios, hablando de María, nos la dio a conocer como la Apóstol, pues anunció en el paraíso terrenal: Inimicitias ponam inter te et mulierem, inter semen tuum et semen illius: ipsa conteret caput tuum (Gén 3,15). Es decir, tú, demonio, has hecho caer a la mujer, pero yo suscitaré otra Mujer que te aplastará la cabeza por medio de su Hijo. En efecto, la Virgen Santísima, dando al mundo al Salvador, aplastó la cabeza de la serpiente: Jesús, con su muerte en la cruz derrotó a Satanás; pero a los pies de la cruz estaba María que cumplía, juntamente con Jesús, el sacrificio redentor. Se representa a María como un tallo que sostiene la flor, como un ramo con el fruto, Jesús, como una Virgen que engendra un Hijo. Se nos representa como aquella que da todo el bien a la humanidad, porque nos ha dado a Jesús, que nos ha dado la Redención, el sacerdocio, la vida religiosa, el paraíso. Porque en Jesús están todos los tesoros: in quo sunt omnes thesauri sapientiæ et scientiæ (Col 2,3). María, pues, trajo el máximo bien a la humanidad. Si tenemos algo, si estamos salvados, debemos dar las gracias a María. Llegado el momento de la encarnación, el ángel enviado por Dios, propone a la Virgen el misterio: se lo propone, pero no le impone nada. Toda la salvación de la humanidad estaba en manos de María, todo dependía de su sí o de su no. San Bernardo pide a María que diga sí, porque de lo contrario no seremos salvados. En efecto, si María no hubiera dicho que sí, no habríamos tenido a Jesús y sin él no tendríamos ningún bien. Pero la Virgen dijo que sí. Y en aquel momento el Hijo de Dios se encarnó et cum hominibus conversatus est: se hizo Hijo de María, compañero de nuestra vida, precio de nuestra redención, alimento de nuestras almas y nuestro premio en el paraíso. Por tanto ¿qué ha dado María al mundo? Dándonos a Jesús nos ha dado todo. ¿Puede existir un apostolado mayor? María es la Madre de Dios, es la Inmaculada, es la llena de gracia, precisamente por ser apóstol, por nosotros, por nuestra salvación. Ella formó en su seno virginal a la hostia de nuestra redención, formó la víctima para el sacrificio. La ceremonia de la purificación tenía para los judíos el sentido del rescate de los hijos; pero el Hijo de María no fue rescatado, porque tenía que ser inmolado: Él es la víctima y el Sacerdote eterno. María cumplió el rito del rescate sólo exteriormente, por obedecer a la ley, pero sus intenciones eran mucho más altas. En efecto, el Viernes santo acompañó a su Hijo al Calvario y ofreció con él un único sacrificio. Entonces el dolor de María fue inmenso como el mar; y sin embargo ella hacía de buena gana el ofrecimiento porque esa era la voluntad de Dios. El Hijo de Dios tomo carne para poder morir y María sufrió terriblemente por aquella muerte voluntaria y cruenta. La primera Misa a la que participó María proporcionó de veras gran ventaja e interés para toda la humanidad. María cumplió su tarea de Madre para con Jesús hasta que él murió; después cuidó de la Iglesia, representada en Juan, a quien Jesús había dicho desde la cruz: «Hijo, ahí tienes a tu Madre». Desde aquel momento María tomó a la Iglesia consigo y la Iglesia tomó consigo a María. Ella reunió a los Apóstoles, oró con ellos, obtuvo para ellos al Espíritu y les sostuvo en sus primeros pasos; llevó en brazos a la Iglesia y la Iglesia continuará caminando en los brazos de María. (...) María ilumina a los Doctores, multiplica los sacerdotes y las vocaciones, asiste al Papa, protege a la Iglesia. Ella llevó y lleva a la Iglesia al máximo fruto de salvación y a siempre nuevas efusiones del Espíritu Santo. Más que Reina de los Apóstoles, deberíamos llamarla la Apóstol, lo mismo que la llamamos Corredentora. Jesús es el Apóstol del Padre y María es la Apóstol del Hijo. El vocablo y el cometido de Apóstol fue para María el fin de todos los demás títulos y privilegios: María ha sido creada para nosotros, para ser nuestra Apóstol: a partir de ella ha comenzado la Redención, de ella recibiremos la salvación final. Entre los hijos de María, hay una clase que reclama más sus desvelos y sus cuidados especiales: los

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apóstoles que tratan de salvar almas y de continuar su misión de bien en la tierra. También para nosotros, pues, son las mayores gracias de María, sus desvelos y sus cuidados especiales. La Virgen es también Apóstol porque suscita, forma y protege a los Apóstoles en su ministerio, los asiste con su gracia y obtiene para ellos frutos copiosos, llenando su corazón de alegría y preparando a las almas para recibir su palabra. Finalmente, María consuela y hace feliz la muerte de los Apóstoles: Qui elucidant me, vitam æternam habebunt. María protege a todos los apóstoles y todos los apostolados. Nosotros no envidiamos a nadie, ni tenemos celos del bien de los demás, sino que queremos rezar a María por todas las Congregaciones religiosas y por las vocaciones de todos los Institutos. Conclusiones prácticas. Rezar la coronita a la Reina de los Apóstoles: Rezar los misterios de la Reina de los Apóstoles: 1° gozoso, 5° doloroso, 3°, 4° y 5° gloriosos. Leer alguna vez la Misa de la Reina de los Apóstoles y los libros que hablan de ella. Recordar la florecilla del primer sábado en honor de la Reina. Luego, imitar sus virtudes: la prudencia, el celo, el amor a Dios y a las almas. Invocarla en nuestros trabajos técnicos y de propaganda. María prepara los corazones: muchas iniciativas, que primero se comenzaron con titubeos, tuvieron después resultados imprevistos porque la Madre las bendijo. María no es una extraña o una rica Señora que se invita de vez en cuando a casa: es la Madre que está siempre con nosotros. Ella ha salvado nuestras vidas materiales y espirituales, nos dedica una asistencia continua que es casi prodigiosa: vivir en medio del mundo sin ser ensuciados, continuar un apostolado que encuentra tantas dificultades: son gracias extraordinarias de las que ya no nos damos cuenta porque parece que se han convertido en ordinarias. Cada día se despliega sobre nosotros su maternal asistencia; cada día, por tanto, suba hasta ella la alabanza y la súplica ininterrumpida. Y vosotras amad a María y ayudad a prepararle un trono cada vez más hermoso con nuestra iglesia.38 Contribuid todas, en la medida que lo permiten vuestras fuerzas: porque ninguna querrá ser privada de las gracias de la Madre. Y María preparará un hermoso trono de gloria para nosotros en el paraíso, junto a su Corazón.

Coronita a san Pablo 39 I

(Voz solista) o Lector: Te bendigo, Jesús, por tu gran misericordia al convertir a san Pablo de perseguidor en apóstol incansable de la Iglesia. Gál 1,11-17; Flp 3,4-8 q «¿Veis qué conversión tan profunda? San Pablo, antes Saulo, el enemigo de Jesús, se convierte en

su amigo íntimo hasta llegar a vivir de él: Vivit vero in me Christus (Gál 2,20). Quis ergo nos separabit a caritate Christi? Tribulatio, an angustia, an fame, an sitis? (Rom 8,35) etc. Certus sum (Rom 8,38) que nada, ni la muerte, ni la vida me apartará del amor de Jesucristo. Y no le apartó ni la vida ni la muerte: es decir, ni las fatigas que tuvo que soportar, ni las cárceles que santificó, ni las cadenas que llevó, ni los naufragios que tuvo, ni los golpes, ni las flagelaciones: Certus sum, dice: ¡Estoy seguro! Estaba seguro en la gracia de Dios, en la fuerza que le venía de Jesucristo... Oh, si viviese hoy ¡con qué medios se movería de una parte a otra del mundo, para ganar las almas para Jesucristo! Para ser total, la conversión se realiza primero en la mente».40

Todos: Y tú, san Pablo, intercede por mí, para que abriendo yo mi corazón a la gracia, viva en continua conversión y configure plenamente mi vida con la de Jesucristo. San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

38 Alude al santuario “Regina Apostolorum” que se debía construir. 39 Es una de las primeras oraciones a san Pablo y se remonta a 1917. En ella se considera a Pablo como modelo de vida consagrada apostólica. 40 Prediche 1955.

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II

(Voz solista) o Lector: Te bendigo, Jesús, porque has elegido al apóstol Pablo para testimoniar y promover la virginidad por el reino. 1Cor 7,7.32-34 q «La castidad es el mayor amor».41 q «El voto de castidad es un modo de entregar a Dios todo el afecto, de arder en amor de Dios, de que

nuestro corazón se sienta cada vez más ensimismado con el de Jesús: in Christo Jesu, y entonces comprendéis cómo se progresa».42

Todos: Y tú, san Pablo, padre mío, protege mi mente, mi corazón y mis sentidos, para que conozca, ame y sirva sólo a Jesús, consagrando para su gloria todas mis energías. San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

III

(Voz solista) o Lector: Te bendigo, Jesús, porque, con la vida y la palabra de san Pablo me enseñas la perfecta obediencia. 2Cor 1,17-24 (cf. Gál 2,1-2) q «La obediencia es la mayor libertad».43 q «Entregar a Dios la libertad con la obediencia: los que hacen voto de obediencia, dan al Señor lo

que tienen de más querido, de más precioso».44 q «Para mayor tranquilidad y confianza tiene que decir: Que tanto el comienzo como la continuación

de la Familia Paulina procedieron siempre bajo una doble obediencia: a la inspiración ante Jesús eucarístico, confirmada por el director espiritual y, a la vez, a la expresa voluntad de los superiores eclesiásticos».45

Todos: Y tú, san Pablo, intercede para que yo viva en una actitud de humilde disponibilidad hacia mis superiores, con la certeza de que en la obediencia encontraré la liberación frente al mal.

San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

IV

(Voz solista) o Lector: Te bendigo, Jesús, porque me has enseñado con la vida y la palabra de san Pablo el verdadero espíritu de pobreza. 2Cor 8,9; Flp 4,11-13 q «La pobreza es la mayor riqueza».46 q «Vive la pobreza el alma que eleva los ojos al cielo y deja todas las cosas para correr con más

libertad. San Pablo dice que los que corren en el estadio no se cargan con mochilas y maletas, sino

41 CVV, p. 519. 42 Alle FSP, 1946-1949, p. 45. 43 CVV, p. 519. 44 Alle FSP, 1946-1949, p. 45. 45 AD 29. 46 CVV, p. 519.

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que se visten con lo indispensable para estar más ligeros al correr».47 q «A veces las necesidades eran urgentes y graves, y todos los recursos y esperanzas humanas se

habían cerrado: se rezaba y se procuraba alejar el pecado y toda falta contra la pobreza: y llegaban soluciones inesperadas…».48

Todos: Y tú, san Pablo, intercede para que yo viva la pobreza evangélica, de modo que, siguiendo tu ejemplo, pueda compartir contigo la gloria del cielo. San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

V

(Voz solista) o Lector: Te bendigo, Jesús, por haber concedido a san Pablo un corazón rebosante de amor a Dios, a la Iglesia y a todos los hombres, salvados por su celo apostólico. 1Cor 9,19-23 (cf. 2Cor 5,14; Rom 1,5; 15,17-20) q «Nosotros debemos vivir el propio tiempo, ¡no podemos decir que el 1960 es el 1930, o el 1914 o

el 1915! Los hombres a los que debemos hacer hoy el bien son los que encontramos hoy. Las personas que han vivido antes están ya en su destino, o se han salvado o se han perdido. Nosotros debemos hacer el bien a quien vive hoy, y tenemos que formar al personal paulino que hay hoy. Y la palabra “paulina” hay que tomarla también en su sentido exacto, es decir: el Evangelio tal como lo vio san Pablo. Este espíritu no tiene patria sino que es universal, por eso nadie tiene la exclusiva».49

Todos: Y tú, san Pablo, amigo, intercede para que yo viva la urgencia y el compromiso del apostolado de la comunicación social, de la oración, del testimonio, de las obras y de la palabra, mereciendo así el premio prometido a los auténticos apóstoles. San Pablo apóstol, ruega por nosotros.

47 FSP, 1940-45, p. 390. 48 AD 166. 49 SdC, p. 244.