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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

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Significación y actualidad de los estudios etnodemográficos en Cuba

La etnodemografía o demografía étnica es una disciplina con radio de acción colindante con la etnografía (etnología1 o antropología cultural) y la demografía,2 pero tiene sus características particulares. Por un lado, la etnología,3 aunque se vincula, dentro de las ciencias sociales, al conjunto de las ciencias históricas, ocupa un área del conocimiento específico por su objeto de investigación y por los métodos particulares que emplea, entre los que sobresale la observación in situ del fenómeno o proceso social de contenido etnológico.

De manera general, los etnólogos (etnógrafos, antropólogos culturales y sociales) investigan desde la génesis de los pueblos y su evolución histórica hasta la cultura material y espiritual —tradicional y contemporánea— en permanente transformación; desde las iniciales formaciones de bandas4 y comunidades gentilicio-tribales hasta las actuales naciones multiétnicas o uniétnicas. En este sentido, las teorías de la cultura, la culturología, la sociología cultural y otras ciencias relacionadas con la cultura, deben una buena parte de su desarrollo actual a todo el legado de información factual y al conocimiento acumulado por varias generaciones de etnólogos en todo el mundo, tanto en defensa de la dominación colonial o neocolonial, como de los intereses del progreso general de la humanidad o de un pueblo en particular.

1 La etnología es una de las cuatro subdivisiones de la antropología; se ocupa del estudio de pueblos y culturas

en cuanto a sus formas tradicionales, y de su adaptación a las condiciones cambiantes en el mundo moderno. Los etnólogos estudian todos los aspectos de la cultura en el mundo contemporáneo e intentan comprender el conjunto de las diferentes culturas desde una perspectiva comparativa.

2 La demografía abarca el estudio interdisciplinario de las poblaciones humanas. Trata de las características

sociales de la población y de su desarrollo a través del tiempo. Los datos demográficos se refieren, entre otros, al análisis de la población por edades, situación familiar, grupos étnicos, actividades económicas y estado civil; las modificaciones de la población: nacimientos, matrimonios y fallecimientos; esperanza de vida; estadísticas sobre migraciones, sus efectos sociales y económicos; grado de delincuencia; niveles de educación y otras estadísticas económicas y sociales.

3 En Cuba, la denominación de etnología ha tenido más difusión y se ha generalizado más desde el siglo XIX

que la de etnografía o la de antropología cultural. 4 Sobre las características de las bandas como grupos humanos muy antiguos y estables véase a Frigolé,

1997:842-869.

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El objeto principal de la ciencia etnológica son los pueblos (etnos o etnias),5 una de las formas sociales de agrupación más antiguas, habituales y estables. Los etnos, en sus dife-rentes formas jerárquicas de existencia, desde las bandas hasta las naciones, han desempeñado y seguirán desempeñando —como condición inherente a la sociedad humana— un importante papel en el desarrollo histórico del progreso social, en estrecha relación con el ecosistema y las estructuras socioclasistas y económico-estatales correspondientes a las diferentes naciones.6 En la etapa nacional de la existencia histórica de los etnos o etnias —Cuba, como nación en desarrollo, se inscribe en este contexto— la investigación de los fenómenos nacionales debe abarcar, como cuestión de primer orden, la composición numérica de cada componente étnico en su decursar histórico, como vía para determinar en un momento dado, el alto grado de consolidación nacional (de maduración identitaria) respecto del abigarrado conjunto multiétnico que sirvió de génesis a la actual nación cubana. De ahí que la etnodemografía se enlace muy estrechamente con la etnohistoria. La aplicación por la etnología de métodos cuantitativos para el estudio de la población, usados comúnmente por la demografía, permite determinar las características de la estructura nacional desde el punto de vista étnico a partir de sus variaciones en el tiempo y el espacio; es decir, las modificaciones periódicas tanto de los procesos migratorios externos e internos, como del crecimiento natural de la población nacida en Cuba y las tendencias principales de asentamiento de cada uno de estos grupos humanos.

5 Según la lengua y la etimología de referencia. El término etnia (del griego ethnos, «pueblo»), en antropología, se refiere a la unidad tradicional de conciencia de grupo que se diferencia de otros por compartir lazos comunes de nacionalidad, territorio, cultura, valores, pertenencia antropomórfica o tradición histórica. La etnia no constituye una unidad estática, por lo que sus características pueden variar a lo largo del tiempo. El incremento de la población puede generar su desplazamiento, separación o transformación, al sufrir el contacto con otros grupos étnicos.

6 Para un conjunto de definiciones teóricas y metodológicas sobre el etnos y sus relaciones con otros

componentes del sistema social véanse a Yu. Bromlei, 1986; y sobre la etnia y sus cualidades, a Roland J. L. Breton, 1983.

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Dos obras científicas recientes, el Atlas etnográfico de Cuba. Cultura popular tradicional7 y el Atlas de los instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba,8 dedican sendas secciones a significar la evolución etnodemográfica de la nación cubana desde su fase formativa o etnogénesis hasta el presente (Elí y Guanche, 1990:91-94 y 1991:125-130).

Todo ello representa una vía significativa para el desarrollo de la cartografía étnica, que abarca desde el poblamiento hasta las diversas manifestaciones de la cultura; o especializaciones como la organología, ya sea por familias de instrumentos musicales, o por las agrupaciones más características y su regionalización.

El estudio de las características cuantitativas de la formación y desarrollo de la población cubana respecto de los componentes étnicos originarios, posee una gran significación científica y práctica, pues permite determinar con un alto grado de confiabilidad estadística las diferentes proporciones en la composición étnica histórica y actual de Cuba, el grado de difusión o regionalización de determinada forma de expresión língüica9 y cultural, así como las diferencias esenciales en la formación y el desarrollo de unas zonas del país respecto de otras.

Para el contexto cubano es necesario aclarar, una vez más, que cuando se hace referencia a la composición étnica de la población de Cuba, no debe confundirse ni identificarse con la composición racial, pues el estudio de las «razas» o del polimorfismo humano (Harris, 1995:121-142) abarca fundamentalmente las características bioantropológicas de los individuos que componen determinado grupo humano.10 De esta composición se han obtenido en Cuba datos censales, limitados sólo al color de la piel, uno de los múltiples parámetros que existen para conocer las semejanzas y diferencias biológicas de las personas; de modo que los datos sobre composición racial son muy poco confiables, pues por encima del intento de clasificar a las personas en «amarillos, blancos, mestizos, mulatos, negros» u otra denominación, a partir del grado de pigmentación epitelial, el estudio de la composición racial abarca otros parámetros que profundizan con más precisión en este tema. Los actuales estudios muestrales tienden a suplir las deficiencias y limitaciones de los censos.

7 Centro de Antropología, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana «Juan Marinello» y Centro

de Informática y Sistemas Aplicados a la Cultura, CD-ROM, La Habana, 2000. 8 Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), Editorial de Ciencias Sociales y

Ediciones Geo, 3 t., La Habana, 1997. 9 Se emplea el término língüico referido al uso habitual de la lengua para distinguirlo de lo lingüístico como

estudio de la lengua. 10 Las diferencias entre «raza» (polimorfismo humano) y etnos superan ampliamente sus semejanzas, pues si

la primera abarca en esencia las características físicas (biológicas) del ser humano y sus mecanismos hereditarios de transmisión, el segundo constituye uno de los tipos más antiguos y estables de organización social, que está condicionado por el modo de pensar y actuar de las personas en sociedad; en síntesis, es la diferencia e interacción entre natura y cultura. Véanse Kozlov y Cheboxarov, 1982:21-63; V. Alexeev, 1986; y Bertranpetit y Hernández, 1997:2-47.

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Por otra parte, el estudio de la composición étnica abarca, en nuestro caso, el enfoque sincrónico-diacrónico del poblamiento aborigen, hispánico, africano, chino, del Caribe insular, otros poblamientos de América, Europa y Asia, así como el más significativo de todos: el poblamiento cubano, es decir, la base humana histórica y actual que constituye en esencia el principal componente de la nación cubana en nuestros días.

El criterio cuantitativo representa una importante vía para determinar el peso específico de cada componente étnico y para diferenciar, en el caso estudiado, el etnos-nación cubano principal (más del 98 % de toda la población actual) de los pequeños grupos étnicos representantes de otros pueblos.

Debe distinguirse operativamente el grupo étnico (pequeña parte de un etnos que reside en el territorio habitado principalmente por uno o más etnos mayores, que constituyen un organismo etnosocial estable con aparato gubernamental o estatal propio), de la minoría étnica11 (etnos cuya totalidad o casi totalidad vive en su territorio de origen o pertenencia históricamente reconocido, junto a uno o más etnos cuantitativamente mayores dentro del contexto de uno o varios gobiernos o Estados).12 Generalmente, las minorías son grupos de personas que tienen en común caracteres étnicos, língüicos o religiosos, y que constituyen un porcentaje relativamente bajo de la población. Con frecuencia poseen menos derechos y menos poder político que los grupos mayoritarios. Una de las principales causas de su formación es la inmigración; pero también el asentamiento de un pueblo en un territorio ajeno puede dar lugar a que el pueblo nativo o conquistado se convierta en una minoría, como en el caso de los pueblos indígenas norteamericanos. A lo largo de la historia de Europa, por ejemplo, los lazos de los pueblos minoritarios con sus países de origen étnico han llevado a conflictos y guerras, como ocurrió en la antigua Yugoslavia. En una sociedad heterogénea pueden acentuarse las diferencias culturales y de clase entre diferentes elementos de la población, lo que es causa de desigualdades por discriminación. La lucha contra las injusticias discriminatorias hacia los grupos minoritarios en todo el mundo, iniciada durante la década de 1960, aún continúa, en términos generales.13

11 Véase en este sentido conceptual y con una visión mundial la obra de Pedro Ceinos (Cord.), 1990. 12 Otros antropólogos definen de manera contraria estas categorías; por ejemplo, José Luis Najeson,1984,

considera a los indios norteamericanos como grupos étnicos «que advinieron en condiciones comunes de producción y en cuanto dichas condiciones no tienen carácter nacional»; mientras que Alicia Castellanos Guerrero identifica a los chicanos como «una minoría nacional que se conforma a partir de la colonia de un territorio y sobre la base de una comunidad nacional en su origen», por lo que el concepto de minoría se opone en «su posición de subordinación respecto a la nacionalidad mayoritaria, con base en sus características culturales, lingüísticas, raciales, religiosas o nacionales, y su contradictoria lucha por mantener sus territorios, sus culturas y sus identidades propias» (Castellanos Guerrero y López y Rivas, 1992:40-41). Por lo anterior, la cuestión de las minorías no puede definirse sólo por sus aspectos cuantitativos, sino por otros complejos factores históricos, de su etnogénesis, de sus relaciones interétnicas, territoriales, económicas, ecológicas, y otras, según cada grupo.

13 Véase «Minorías», en Enciclopedia Microsoft Encarta 2007.

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En este sentido, Cuba no posee minorías étnicas, sino tantos grupos étnicos o representantes particulares de otros etnos, cuantos conjuntos de residentes permanentes viven en el país en forma de pequeñas comunidades o en familias y que por separado no alcanzan actualmente el 1 % de toda la población.14

En relación con una hipotética e inexistente «minoría étnica», sólo pudiera considerarse, de manera especulativa, a los muy lejanos descendientes de aborígenes agroalfareros que habitan en la parte más oriental de la Isla; pero de hecho y por varias generaciones, ellos son cubanos muy mezclados ya con la población local, aunque conservan diversos rasgos físicos de sus ascendientes aruacos; pues como bien se ha señalado, los rasgos raciales no deciden la especificidad del etnos, como sí lo hacen los rasgos lingüístico-culturales, psicosociales y territoriales (Bromlei, 1996:13).15 Ese es uno de tantos peligros de confundir lo externo con lo interno, la apariencia con la esencia.

Al mismo tiempo, los pequeños grupos étnicos residentes en Cuba (canarios,16 catalanes, chinos, españoles, gallegos, haitianos, jamaicanos, japoneses, vascos y otros de variada membresía) poseen los mismos derechos civiles y laborales que el resto de la población del país, y ello ha influido favorablemente en tres tipos de procesos étnicos muy interconectados debido a la acelerada mezcla con la población local:

1. En primer lugar, se acrecienta el grado de consolidación del pueblo cubano en tanto etnos-nación, en la medida no sólo que crece respecto de sí (crecimiento natural), sino que incorpora para sí a los nacidos en otros pueblos y sobre todo a sus descendientes. 2. Al mismo tiempo se acelera el proceso de asimilación natural de los grupos étnicos en el etnos nacional a partir de la primera o segunda generaciones, según el grado y la intensidad de la relación lingüístico-cultural (incluso matrimonial) del grupo o sus individuos respecto del etnos nacional cubano. 3. Debemos considerar también otros matrimonios mixtos, sobre todo de cubanas con extranjeros, que pasan a residir fuera del territorio nacional y cuyos descendientes, con el tiempo, formarán parte de otros contextos etno-culturales. Esto conduce, independientemente de las corrientes migratorias externas, a procesos específicos de división étnica.

14 Entre las monografías más recientes véanse Baltar, 1997; Sarusky, 1999; y Ruiz y Lim Kim, 2000. 15 El desconocimiento de las diferencias esenciales entre lo étnico y el polimorfismo humano, comúnmente

divulgado como «lo racial», en relación con los remanentes culturales indígenas en Cuba ha conducido a calificar supuestas «reservas de indígenas» en la provincia de Guantánamo a comunidades campesinas cubanas del área de Yateras. Véase León Moya, 1996:5; y una elemental respuesta al respecto en Guanche, 1998:44-46.

16 Para distinguir la etnicidad de los componentes hispánicos, véanse pp. 49-50.

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De manera que el referido criterio cuantitativo ayuda a conocer el grado de interacción de los pueblos en contacto y el nivel de desarrollo cualitativo alcanzado por los procesos étnicos tanto históricos como actuales generados por estas relaciones. Los gráficos 1 al 6 muestran las variaciones según los censos y/o estimados de los principales componentes étnicos en Cuba.

Con el objetivo de dar respuesta a las necesidades prácticas y al propio quehacer científico, en muchos países la estadística de la población considera usual el estudio de la estructura nacional (étnica) e incluso lingüística, así como la composición numérica de cada pueblo según el lugar de nacimiento. Sin embargo, en la medida en que se desarrollan las investigaciones sobre importantes problemas de la población, en particular en lo que corresponde a la dinámica de la natalidad, se hace palpable que los demógrafos deben tomar en consideración otros factores condicionantes de esa dinámica, como la cultura popular tradicional, el modo de vida, la familia y la conducta habitual de las personas, cuyas investigaciones han estado constantemente en el centro de observación y acción de la antropología (véase Bruk:1981 y 1986).

Debido al desarrollo de los vínculos entre ambas ciencias ha surgido una nueva disciplina, la etnodemografía, resultado del enfoque complejo de estas cuestiones y orientada inicialmente como auxiliar de las investigaciones etnológicas e histórico-sociales. Tenía por objeto la caracterización en el ámbito nacional (étnico) de las diversas regiones del mundo y la determinación de la composición cuantitativa y cualitativa de los pueblos y grupos étnicos, lingüísticos, religiosos y raciales, así como el estudio de los cambios que se efectúan en la estructura de la población por países y en la composición de los pueblos en su desarrollo histórico. De este enfoque global han surgido obras de gran interés con una valiosa información que se renueva periódicamente.17

Con posterioridad el campo de la etnodemografía se amplió y hoy día incluye el análisis etnológico de los principales exponentes demográficos, como la natalidad, la mortalidad y la nupcialidad, así como los procesos demográficos en su contenido étnico y su relación con la particularidad de los rasgos culturales tradicionales de los pueblos.

Cualquier investigador no especializado en cuestiones de etnología y antropología cultural puede identificar falsamente a la comunidad étnica (nacional) con la racial, la religiosa e incluso la estatal. Sin embargo, la etnología proporciona a la estadística demográfica los medios y métodos necesarios para analizar y conocer la composición étnica a través de los censos u otras formas de registro masivo de la población, siempre que estos datos hayan sido previamente obtenidos. Particularmente en Cuba, este estudio es posible realizarlo con mayor precisión a partir de los datos de los censos de 1861 a 1970, con las necesarias estimaciones intercensales de las principales tendencias, pues lamentablemente el censo de 1981 no previó la composición de la población de Cuba por el lugar de nacimiento y volvió a limitar la composición falsamente «racial» sólo a su aspecto más superficial en el doble sentido del término, es decir, el color de la piel.

17 Véanse, entre otras obras, Bruk, 1985, 1988:30-45; Kozlov, 1978:102-113; y Colectivo de autores, 1984 y

1985.

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La conjunción entre la etnología y la demografía está determinada por el punto de vista étnico en la estadística de la población y sus principales indicadores sociodemográficos y culturales.18

Principales fuentes cubanas para la investigación etnodemográfica La mayor parte de la bibliografía existente en Cuba sobre el estudio nacional de la población está enfocada desde el ángulo estrictamente demográfico,19 con algunas referencias a los componentes étnicos originarios (Morejón, 1976:121-171), pero con la referida confusión de lo «racial» por lo étnico (Fernández, Pavón y Hernández, 1976: 106).20

Se escapa de esta tendencia la importante obra de Fernando Ortiz (1881-1969) y la de Juan Pérez de la Riva (1913-1976), a manera de dos significativos ejemplos. La preparación multifacética del primero lo condujo, en determinada etapa de su vida, a levantar el estandarte generalizador de la cultura frente al constreñido criterio biologizante de la «raza», lo que le posibilitó —junto con una serie de artículos críticos e inspirado en el ideario martiano—21 la realización de

18 Las investigaciones sociales complejas tienen cada vez un mayor contenido transdisciplinario, lo que rompe

las falsas fronteras entre una disciplina científica y otra o entre las diversas ramas de la ciencia. Véase una discusión al respecto en: «Transdisciplinarity: Stimulating Synergies, Integrating Knowledge». UNESCO, Division of Philosophy and Ethics, 1998.

19 Comité Estatal de Estadísticas. Atlas demográfico de Cuba, La Habana, 1979; y Comité Estatal de

Estadísticas e Instituto Cubano de Geodesia y Cartografía. Atlas demográfico nacional, La Habana, 1985. 20 Otro ejemplo de ello se observa en una parte del Informe Central al Tercer Congreso del Partido Comunista

de Cuba en lo referente a la organización política y su representatividad, cuando señala: «La composición étnica de nuestro pueblo, unida al mérito revolucionario y al talento probado de muchos compatriotas, que en el pasado eran discriminados por el color de la piel, debe estar justamente representada en los cuadros dirigentes del Partido», La Habana, 1986:95-96.

21 Véanse de Fernando Ortiz. «Martí y las razas» y «Martí y las razas de librería», en Martí humanista. Comp.

de Isaac Barreal y Norma Suárez. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 1996.

Fernando Ortiz en su biblioteca de L y 27 en el Vedado.

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una de sus más importantes monografías.22 El segundo, por su formación de geógrafo, historiador y estadista, abordó múltiples cuestiones inherentes a la historia étnica de Cuba, y ahondó en el enfoque etnodemográfico de la población aborigen, africana, china y del Caribe insular.23 En este sentido, aportó una amplia bibliografía que acumula el legado anterior y la convierte en una fuente de primer orden.

Al mismo tiempo, una fuente básica para esta investigación es el conjunto de censos de relativa confiabilidad efectuados en Cuba desde el período colonial hasta el presente24 y que recogen en su información primaria el lugar de nacimiento de las personas residentes en Cuba. A diferencia de los indicadores de «raza» y ciudadanía, el lugar de nacimiento tiende a reflejar mejor que los otros la composición etnorregional de procedencia o de pertenencia; pues —como hemos señalado—, la noción de «raza» está limitada al color de la piel y la ciudadanía indica sólo el status jurídico; de manera que el simple cambio de ciudadanía complica en extremo el análisis de este último indicador.

Sin embargo, el lugar de nacimiento es un dato global que tampoco indica con precisión la composición étnica, pues tanto la inmigración hispánica como la africana —que son las principales y más estables oleadas de poblamiento externo tras el genocidio aborigen— tienen carácter multiétnico y abarcan amplios territorios de procedencia, pero al menos concretan determinadas cifras operativas respecto del total de la población de la Isla en cada uno de los cortes censales, lo que permite un análisis comparativo con otras fuentes para la investigación.

Para dar alternativas de solución a las diversas incógnitas que se presentan existe otra fuente no muy estudiada, los archivos parroquiales, cuyo análisis muestral nos ha permitido, no sólo caracterizar las áreas y pueblos de procedencia de las inmigraciones hispánica y africana —por ejemplo—, sino de otros lugares de América, Europa y Asia; y conjuntamente, medir la significación que tiene desde los primeros años estudiados, la población nacida en Cuba con independencia del origen de los progenitores.

La comparación de ambas fuentes permite señalar que:

22 El engaño de las razas (1946), La Habana, 1975. 23 Véanse de Juan Pérez de la Riva, entre otras obras: «Desaparición de la población indígena cubana», en

revista Universidad de La Habana, no. 196-197, La Habana, 1972; Contribución a la historia de la gente sin historia, La Habana, 1974; El barracón y otros ensayos, La Habana, 1975; ¿Cuántos africanos fueron traídos a Cuba?, La Habana, 1977; El monto de la inmigración forzada en el siglo XIX, La Habana, 1979; «Cuba y la migración antillana, 1900-1931», en La República Neocolonial, tomo II, La Habana, 1979; y Los culíes chinos en Cuba, La Habana, 2000.

24 La mayoría de los demógrafos cubanos coinciden en señalar como confiables o auténticos durante el período

colonial los censos de 1774, 1792, 1817, 1827, 1841, 1861, 1877 y 1887. Véanse Las estadísticas demográficas cubanas, La Habana, 1975:7-32; y Juan Pérez de la Riva. Los demógrafos de la dependencia, La Habana, 1979.

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Los censos, padrones o matrículas registran por un lado el número y los atributos de quienes residen en una localidad y, por extensión, en un área. Por su parte, los registros civiles o parroquiales anotan en forma consecutiva los principales acontecimientos —nacimientos, defunciones o matrimonios— acaecidos en un lugar. El primer tipo de fuente proporciona una visión puntual y plana de las características o de la situación de un grupo de personas en el momento de la enumeración. El segundo recoge, día a día o agrupadas por períodos más largos, las vicisitudes vitales, en suma el movimiento de la población.

La información estática y la dinámica no se excluyen, sino que una con otra se complementan. Cruzándolas cabe verificar la congruencia o no de los datos preservados de la acción del tiempo y, por inferencia, su fiabilidad o, al revés, su inconsistencia (Sánchez-Albornoz, 1994:17).

En relación con la población hispánica, la información acerca de la procedencia que aparece en los archivos parroquiales es muy heterogénea, pues lo mismo se encuentra registrada por la villa, comarca, pueblo, ciudad, principado o arzobispado, de modo que es necesario cotejar un gran volumen de información para abarcar tanto las regiones históricas como las etnográficas y lingüísticas, hasta inferir, según la naturalidad del residente, su pertenencia étnica. Al propio tiempo, la comparación de la información de archivos con la censal y otros trabajos al respecto, posibilita valorar cambios cualitativos y cuantitativos en los procesos migratorios, así como determinar que el mayor peso de la inmigración hispánica, tanto respecto de sí misma como del total de la población de Cuba, no fue durante el período colonial, sino en las tres primeras décadas del siglo xx.

En el caso específico de la población de procedencia africana, los archivos parroquiales permiten corroborar que la inmensa mayoría (más de 90 %) de la población censada durante el período colonial como «negra» era esclava y africana25 —por lo que aparece regularmente la denominación genérica o metaétnica del individuo—; y que, opuestamente, la inmensa mayoría de la población censada como «mulata» era libre y nacida en Cuba. Ello también se comprueba a través de la composición sexual de la población según el color de la piel, ya que mientras la población catalogada como «blanca» y «negra» presenta mayores índices de masculinidad, la población «mulata» es muy equilibrada en todos los censos.

En sentido contrario, tanto la población negra, libre y nacida en Cuba, como la mulata, esclava y africana, no poseen una significación estadística estimable como para refutar la tendencia principal. Al contrario, permite confirmar que el punto culminante de la entrada de africanos a Cuba se efectuó durante la primera mitad del siglo XIX y que este flujo tiende a declinar paulatinamente hasta su virtual desaparición tras la abolición de la esclavitud. Por ello, y por otros estudios más exhaustivos de los procesos transculturales, la inmensa mayoría de las manifestaciones culturales en el siglo XX que han sido calificadas superficialmente como «africanas» u operativamente «afrocubanas», según su procedencia, son esencialmente cubanas pues sus portadores y transmisores 25 Los trabajos del Rafael L. López Valdés caracterizan los «Problemas para el estudio de los componentes africanos en la historia étnica de Cuba», en Componentes africanos en el etnos cubano, La Habana, 1985:74-105.

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fundamentales son personas nacidas y formadas en Cuba y descendientes por varias generaciones de individuos culturalmente condicionados por el contexto nacional.

El análisis de otros poblamientos desde América, Europa y Asia es posible realizarlo mediante la información censal existente, así como compararlos con los resultados de otras investigaciones demográficas y etnológicas.

Finalmente, para el poblamiento cubano, como resultante histórica de las anteriores formas de asentamiento, aunque la información censal permite su reconstrucción desde mediados del siglo XIX (1861), los datos que se obtienen de los diferentes archivos parroquiales posibilitan medir su alta significación (primero como población criolla) desde la etapa anterior al primer censo efectuado en Cuba (1774) hasta el proceso formativo de la nación cubana.

Todo ello hace posible una nueva lectura del poblamiento de Cuba a partir de sus componentes étnicos originarios hasta la población cubana contemporánea.

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Componentes étnicos indoamericanos

La presencia en Cuba de los primeros pobladores, de acuerdo con el estado actual de las investigaciones arqueológicas, puede ubicarse entre el séptimo y el octavo milenios a.p.,26 aunque los fechados radiocarbónicos

27 obtenidos en Cuba hasta el presente indican una antigüedad de 6 000 años a.p. Su migración hacia Cuba está considerada por tres rutas posibles: «desde la parte sudeste de los Estados Unidos [de América] hacia las Bahamas y de ahí hacia las Grandes Antillas; desde las costas de Honduras y Nicaragua hacia Jamaica y de ahí a las Antillas Mayores; por último, por la vía más conocida hasta ahora, desde las costas del nordeste de la América del Sur, a través del arco de las Antillas Menores y de allí hacia las Antillas Mayores» (Tabío, 1976-1977:49). Sin embargo, recientes hallazgos líticos en el área central de la Isla deben arrojar estimados cronológicos muy anteriores a las dataciones obtenidas. Al inicio de la conquista, el monto demográfico se ha estimado en 112 000 personas (Pérez, 1973:84), a partir del número de residuarios encontrados, así como del estudio de la vegetación autóctona. Sin embargo, si se toma en cuenta la antigüedad del poblamiento indígena, esta estimación inicial pudiera elevarse conjeturalmente a unos 500 000 habitantes (Álvarez y Caballero, 1985:9). De ellos, el 10 % eran recolectores y cazadores que no conocían la agricultura, y el 90 % restante vivía en comunidades gentilicias con un mayor nivel de desarrollo, tenían un conocimiento más especializado de la agricultura y descendía, ante todo, de los aborígenes aruacos que aún habitan en el área nordeste de Sudamérica.

26 a.p.: Antes del presente equivale a 1950, según convención internacional. 27 Las técnicas de datación con radiocarbono, desarrolladas en un primer momento por el químico estadounidense Willard Frank Libby y sus colaboradores de la Universidad de Chicago en 1947, suelen ser útiles para la datación en arqueología, antropología, oceanografía, edafología, climatología y geología reciente. Por medio de la actividad metabólica, el nivel de carbono 14 en un organismo vivo se mantiene en equilibrio con la atmósfera o con el de otras partes de la reserva dinámica terrestre, como el océano. A partir de la muerte del organismo, el isótopo radiactivo empieza a desintegrarse a un ritmo conocido sin ser reemplazado por el carbono del dióxido de carbono atmosférico. Su rápida desintegración limita, en general, el período de datación a unos 50 000 años, aunque a veces se extienda el método hasta 70 000 años. La incertidumbre de la medida aumenta con la antigüedad de la muestra. Aunque el método se adapta a una gran variedad de materiales orgánicos, su precisión depende del valor usado para la vida media de las variaciones en las concentraciones atmosféricas de carbono 14 y de la contaminación. En 1962, la vida media del radiocarbono fue redefinida desde 5 570 ± 30 años a 5 730 ± 40 años; por ello, algunas determinaciones anteriores requieren un ajuste, y debido a la radiactividad introducida en los últimos años en la atmósfera, las dataciones de radiocarbono se calculan desde 1950. La escala temporal del carbono 14 contiene otras fuentes de incertidumbre que pueden producir errores entre 2 000 y 5 000 años. El problema más grave es la contaminación posterior al depósito, que puede estar causada por filtración de agua subterránea, por incorporación de carbono más antiguo o más joven, y por captación de impurezas en el terreno o en el laboratorio (véase Enciclopedia Microsoft Encarta 2007).

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De esta población agricultora, más del 50 % se encontraba asentada en el territorio de la actual provincia de Holguín —en particular, en el área que rodea la Bahía de Nipe (Levisa-Mayarí-Banes)— y alrededor del 40 % se ubicaba en las actuales provincias de Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Villa Clara y Cienfuegos, lo que refleja una tendencia paulatina de poblamiento de oriente a occidente.

La historia de la población aborigen de Cuba en los tiempos de la conquista hispánica puede realizarse a partir de dos fuentes principales, que se relacionan y complementan entre sí: tanto la historia escrita (Las Casas, 1837, t. 15:280 y ss.; Velázquez, 1965, t. I:71-85) —en el presente caso se corresponde con las crónicas de la época—, como la Arqueología (Torre, 1854; Guiteras, 1865-1866) ofrecen una importante información acerca de los primeros pobladores del archipiélago cubano.

Con los trabajos de los cronistas existen múltiples dificultades, pues el grueso de la información que se ha empleado corresponde al enjuiciamiento que sobre las comunidades antillanas fue reuniéndose y este se encuentra muy influido por la comunidad aborigen encontrada en lo que hoy se co-rresponde con los territorios de Haití y la República Domi-nicana.

En el primer caso, la información sobre Cuba se encuentra principalmente en la obra de fray Bartolomé de Las Casas, dictada por éste años después de los acontecimientos observados. También, las informaciones enviadas por los funcionarios a la Corona Española, que se iniciaron con las Cartas de Relación de Diego Velázquez, constituyen otra significativa fuente. Todo este material se encuentra realmente impregnado de prejuicios sobre las características específicas de las comunidades aborígenes, refleja intereses políticos y de riqueza personal, así como apasionamientos circunstanciales propios del momento histórico en que les tocó vivir a sus autores. Denotan, valoraciones de las culturas de los otros (los observados) desde el paradigma cultural de los observadores, pero constituyen importantes testimonios de toda una época.

En los estudios arqueológicos, resulta muy difícil para esta disciplina establecer con precisión las fechas para los materiales que colecta, y solamente en casos muy excepcionales como los análisis cronológicos físico-químicos, la estratigrafía y otras evidencias materiales (entre las que se encuentran restos del propio ser humano) permiten ofrecer una datación aproximada (Dacal y Rivero:1986).

Todo lo anterior produjo una concepción histórica muy parcializada, primero a partir de los cronistas de Indias, cuya elaboración se inició en Cuba desde mediados del siglo XIX, cuando llegan los primeros ejemplares de las obras de Las Casas. Pueden destacarse en

Fray Bartolomé de Las Casas (1484-1566)

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este sentido los referidos trabajos de los cubanos José María de la Torre y Pedro J. Guiteras. El primero intentó establecer hipotéticamente la situación geográfica de los cacicazgos que pudieron haber existido; y el segundo abrió un nuevo enfoque en el estudio de la historia de Cuba, cuando la inicia con cinco capítulos dedicados al poblamiento aborigen, aunque parte —igual que el anterior— de la obra de los cronistas. Esto puede considerarse como la visión española de los aborígenes en Cuba entre 1492 y el inicio de la conquista.

Los arqueólogos, por su parte, han estado influidos por esta historia escrita y han tratado de reconstruir el pasado con el empleo de la misma terminología de los cronistas, que en gran medida obedecía a transcripciones de las denominaciones usadas por los propios aborígenes. Los estudiosos realizaron estimaciones de nombres de acuerdo con la toponimia de las regiones, los hábitos alimentarios, las costumbres, la flora, la fauna y los mitos que formaban parte del entorno natural y cultural aborigen.

Todo ello comenzó a ser considerado por las

investigaciones arqueológicas, que buscaron las huellas de los primeros pobladores de Cuba. Guanahatabeyes, ciboneyes y taínos fueron distinguidos por sus niveles de desarrollo socioeconómico. La existencia histórica de cacicazgos como el de Maniabón o el de Guaniguanico sirvieron de estímulo para localizar al guanimiquinaje o al mayohuacán, que también fueron referidos por los cronistas, pero ni el pequeño cuadrúpedo ni el gran idiófono de madera, respectivamente, han podido ser encontrados.

De manera acumulativa la arqueología ha logrado aún poca información de los momentos de la colonización, pero debemos destacar que precisamente donde parece haber estado ubicado un cacicazgo aborigen (Maniabón), se localizó un importante sitio conocido como El Yayal, en el cual el ilustre investigador holguinero Eduardo García Feria encontró obje-tos que correspondían al período del encuentro mutuo entre aborígenes e hispánicos. Posteriormente, las investigaciones dirigidas por José M. Guarch (1987:25-40), en el sitio Chorro de Maíta, hoy museo, han permitido a la arqueología adentrarse en el estudio de los aborígenes de Cuba entre fines del siglo XV y principios del XVI.

La arqueología ha tenido éxitos y ha podido llevar el conocimiento de la historia de las comunidades aborígenes dentro de los parámetros que esta disciplina permite y ha iniciado un proceso de estudio que nos ayuda a comprender mejor la sociedad comunitaria de Cuba y su cultura, cuando sufrieron el impacto de la colonización (Rey, 1989:13-35; y Moreira, 1999).

Los estudios de las culturas aborígenes de Cuba en su proceso de más de un siglo han llegado a establecer diversos términos para designar a los grupos que habitaron la Isla.

Dujo taíno. Mueso Antropológico Montané, Universidad de La Habana

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Estos términos han evolucionado y siguen evolucionando, de manera tal, que son muy diversos y de diferente alcance, de acuerdo con el propio desarrollo de la ciencia arqueológica y con los enfoques que los investigadores emplean para sus estudios.

Resulta más operativo, para referirnos a las comunidades aborígenes en el momento de la conquista, emplear la terminología que usaron los hombres que vivieron, observaron y escribieron sobre aquella etapa. De modo que al referirnos a 1492 y los años siguientes, hablaremos de guanajatabeyes, ciboneyes y taínos, denominados posteriormente por los estudiosos como preagroalfareros28 a los dos primeros y agroalfareros29 a los últimos, más desarrollados.

Los guanajatabeyes y ciboneyes (preagroalfareros) fueron aquellas comunidades que vivieron en las zonas periféricas de los centros de población más importantes que existían en el archipiélago cubano durante el siglo XVI. Se trataba de pequeños grupos dedicados a la caza, la pesca y la recolección, tanto de productos vegetales, como de algunas especies de la fauna terrestre y marina, como es el caso de ciertos géneros de moluscos propios de zonas costeras.

Desde el punto de vista económico se destaca el hecho fundamental de que no practicaban la agricultura, concebida esta como la siembra, cuidado y cosecha de plantas ya domesticadas por el ser humano, con todas sus implicaciones tecnológicas. Vivían en zonas cercanas a las costas, en cayos y pequeñas islas, y la mayor densidad posible de su población, en la época de referencia, se encontraba hacia la región occidental de Cuba.

Estos hombres parecen corresponder a una población que llegó a Cuba en un período muy temprano, y en los años en que permanecieron como grupo sociocultural, crearon una buena cantidad y variedad de instrumentos de trabajo, especialmente hechos de la concha de grandes moluscos. También emplearon la madera dura para hacer algunas vasijas que han llegado hasta nuestros días. En cuanto a la piedra, realizaron objetos muy interesantes por su forma, proporciones y acabado, como las llamadas esferolitas (bolas de piedra), las dagas líticas y las enigmáticas figuras ovoides que tallaron en cuarzo; emplearon minerales blandos como la hematita, que molían en morteros muy bien trabajados. Rendían culto a los muertos, que enterraban de acuerdo con rituales y posiciones bien definidas. Dejaron un arte rupestre, generalmente de formas geométricas, cuya complejidad también resulta enigmática. Fueron creadores de uno de los conjuntos pictográficos más interesantes de Cuba, ubicado en Punta del Este, al sur de la Isla de la Juventud, donde cientos de círculos concéntricos, cruces y flechas, en colores ocre y negro, permiten deducir un conocimiento elemental, pero significativo, para medir el tiempo. 28 La referida obra de Moreira los estudia en: comunidades de cazadores-recolectores (Levisa, 5140 a.p., 3190

a.n.e.), de pescadores-recolectores-cazadores (Canímar Abajo, 4700 ± 70 a.p., 2750 a.n.e.) y pescadores-cazadores-recolectores con posible agricultura esporádica (Santa Cruz del Norte, 4045 ± 75 a.p., 2095 a.n.e.) (1999:29-96).

29 De modo general son estudiados por Moreira como comunidades agricultoras El Paraíso, Santiago de Cuba,

1130±150, 820 d.n.e. (1999:97-182).

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El conjunto humano de los taínos (agroalfareros) habitó gran parte del territorio de Cuba, y sus asentamientos más significativos pueden situarse en la región centro-oriental, en las llamadas Lomas de Maniabón, región montañosa de la actual provincia de Holguín; en zonas de la costa norte de la provincia de Ciego de Ávila; y en el área sur de la Isla, en la región meridional de la Sierra del Escambray, desde Cienfuegos hasta la desembocadura del río Agabama. Además, vivieron en los valles del sistema montañoso de Sagua-Baracoa, en la actual provincia de Guantánamo, donde existió también una zona de relevante densidad demográfica. Todo ello nos permite confirmar que entre las tres cuartas y las nueve décimas partes de la población aborigen se encontraba en estas zonas.

Los taínos estaban constituidos en grupos gentilicios de descendencia matrilineal y organizada en cacicazgos, en los cuales existía una división social del trabajo de tipo jerárquica, propia para la dirección de un ciclo económico agrícola. Cultivaban plantas como la yuca (Manihot esculenta, G.), el algodón (Gossypium barbadense, L.), el maíz (Zea mays, L.), el tabaco (Nicotina tabacum, L.) y la piña (Ananas comosus, Merril), entre las más importantes. Los sacerdotes o curanderos (behíques) dominaban el uso de una amplia gama de plantas medicinales (algunas alucinógenas) y un conjunto de mitos de larga tradición intergeneracional, plasmado en su arte a través de excelentes ídolos (cemíes) de madera, piedra y concha, y en una gran variedad de vasijas de cerámica, modeladas y grabadas con expresiones simbólicas que reflejan su propia mitología y su pensamiento cosmovisivo, surgido de sus remotos orígenes. Su economía y la organización social alcanzada condicionaron la realización de determinados rituales como el de la cohoba, donde caciques y behíques, aspiraban polvos alucinógenos y procedían a efectuar el ritual en el que se narraban de forma oral tradiciones inherentes a la colectividad, o se efectuaban grandes ceremonias (areítos), donde se danzaba y ejecutaba una música hoy lamentablemente desconocida. Estas fiestas poseyeron una importante función social dentro de su cultura y en ellas se consumían algunas bebidas de contenido alcohólico, debido a la fermentación de especies vegetales como el maíz (véanse Fariñas, 1995:31-79 y Moreira, 1999:149-162).

Los taínos han dejado sus huellas en un gran número de sitios, donde se pueden observar los montículos que correspondieron a sus poblados, y sobre todo, han quedado lo que pudieran haber sido sus plazas ceremoniales, enmarcadas con los llamados muros, hechos

Planta de yuca (izquierda) y su tubérculo comestible (derecha). La especie cultivada por los aborígenes

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de una acumulación de tierra, en cuyo centro dejaban un área rectangular. Estos espacios pueden estar asociados, al igual que en otras partes del continente, a juegos de pelota, como los que fueron practicados en otras islas de las Antillas Mayores.

La sociedad taína dominó las técnicas agrícolas y como todo pueblo en este estadio de desarrollo, fue capaz de medir el tiempo para fijar los períodos de siembra, cuidado y cosecha de cada una de las plantas o los ciclos productivos de las frutas que le servían de alimento. Poseyeron grandes canoas que les permitieron la comunicación entre las islas. Fueron grupos organizados con un nivel de desarrollo que estaba rebasando ya la cooperación simple de la sociedad comunitaria y marchaba hacia el establecimiento de una etapa superior en la historia de la humanidad: la sociedad de clases.

Este desarrollo se truncó de manera violenta por el impacto de la colonización, cuyas características llevaron a la casi total desaparición de estos grupos desde el punto de vista demográfico, debido al exterminio físico por las crueldades inherentes al enfrentamiento directo, a las diversas enfermedades bronco-pulmonares desconocidas para ellos, al bajo índice de crecimiento natural y la alta mortalidad infantil.

Así, su población quedó reducida a unos pocos miles de individuos en los primeros cincuenta años de la conquista, tal como se puede apreciar en el Gráfico 1. Quienes quedaron y no se encontraban apalencados,30 fueron concentrados en los llamados «pue-blos indios» de El Cobre y Jiguaní, en el área oriental, y en Guanabacoa, en La Habana.

30 Grupos de aborígenes se desplazaron hacia las áreas montañosas y de difícil acceso y formaron refugios y palenques (pequeñas comunidades).

Planta de maíz y su fruto

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El intenso proceso de mestizaje también condujo a la asimilación de estos por los que poblaron posteriormente la Isla, pero todavía en el siglo XIX aparecen sus descendientes en algunos archivos parroquiales (Vega, Navarro y Ferreiro, 1987:56-61) y hoy se les encuentra, ya muy mestizados, como parte de la población cubana en la provincia más oriental de Cuba.

El proceso histórico producido a causa de la convivencia mutua entre indígenas e hispánicos se manifestó, desde el punto de vista étnico, como un proceso de asimilación étnica forzada, que en el presente caso consistió en la disolución —por muerte y por mestizaje biológico-cultural del grupo de menor nivel de desarrollo tecnológico y económico (pero mayoritario)— en el grupo dominador desde el punto de vista socioeconómico.

Si entendemos que «genocidio no significa necesariamente la inmediata destrucción de una nación o grupo nacional o el exterminio de todos sus miembros [sino que] se dirige a la desintegración de la cultura, el idioma, la salud» (Rey, 1976-1977:52), lo que se efectuó entre los aborígenes fue un etnocidio demográfico y no precisamente un genocidio cultural en su sentido total. Esta no fue una guerra a muerte donde los contrincantes no tuvieron contactos sociales sistemáticos, sino un violento encuentro en que ambos convivieron más de un siglo.

La cultura de los pueblos que se manifiesta a partir de un complejo sistema de relaciones sociales está sujeta a la ley de tradición y renovación, tanto de las creaciones tangibles

GRÁFICO 1. DESPOBLAMIENTO ABORIGEN EN CUBA

(1510-1555) ESTIMADO EN MILES

0

20

40

60

80

100

120

1510 1515 1520 1525 1530 1535 1540 1545 1550 1555

Fuente: Pérez de la Riva, 1973:84

EN M

ILES

Portada de un catálogo fotográfico de Julio A.

Larramendi sobre descendientes de aborígenes

cubanos en Guantánamo.

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como en la transmisión del conocimiento de una generación a otra. La cultura es un fenómeno social extremadamente dinámico que persiste y se propaga mucho después de la muerte de sus portadores que previamente la han transmitido (Guanche, 1983:112).

Por ello, en Cuba, la relativa desaparición o eliminación física de la mayoría de los aborí-genes no implicó necesariamente el exterminio de su herencia cultural ni de toda la descendencia.

Durante la segunda mitad del siglo XVII, quizá el menos estudiado en Cuba, aparecen varias referencias a la población indígena asentada en la Isla. El alférez Domingo Rodríguez Galindo comandaba la compañía «de los Yndios Naturales desta Ciudad», Santiago de Cuba, y en marzo de 1668 el gobernador Bayona lo envía «con dies y seis hombres de su Compañía los mas practicos desta costa», a recorrerla para evitar los robos que los bucaneros realizaban con el ganado y los instruyó de que si echaba «el enemigo gente a montear degollarla y traer Vn prisionero para tomar las noticias necesarias».31 En 1682 hay referencias documentales que la población de El Caney, según informaba el obispo García de Palacios, estaba compuesto por indios naturales y lo habitaban «Sinquenta vezinos, Y dosientas Personas con párvulos y mugeres».32 En septiembre de 1688, Antonio Romero, capitán de la Armada de Barlovento, reclama sus sueldos, pues por orden del Virrey de Nueva España, el 6 de febrero del propio año había venido «a Asistir y acompañar en los Viages que hiciese El Ilssmo Sr. Obispo de Cuba a la conversión de los Indios Gentiles de Aquellas Costas», y añade García del Pino: «Esto prueba la existencia, en fecha tan tardía, de indios en nuestra cayería ⎯conjeturamos que en el grupo Sabana-Camagüey⎯ quienes aún no habían sido cristianizados».33 El intenso proceso de mestizaje también condujo a la asimilación por los que poblaron posteriormente la Isla, pero todavía en el siglo XIX aparecen sus descendientes en algunos archivos parroquiales, como los de San José y San Isidoro en la ciudad de Holguín34 y hoy se les encuentra ya muy mestizados como parte de la población cubana en la provincia más oriental de Cuba.35

31 García del Pino, César. El corso en Cuba. Siglo XVII, La Habana, 2001:144. 32 García del Pino cit. Carta del Obispo D. Juan García de Palacios a Carlos II, febrero 22 de 1682, Ob. cit: 180. 33 Ibídem:209. 34 Véase Vega Suñol, José; René Navarro Fernández y Joaquín Ferreiro González. «Presencia aborigen en los archivos parroquiales de Holguín», en Revista de Historia, año II, no. 4, Holguín, octubre-diciembre de 1987. 35 Véase la exposición fotográfica de Julio A. Larramendi, Legado aborigen, inaugurada el 25 de junio del 2003 con motivo del centenario del Museo Antropológico Montané de la Universidad de La Habana, con una muestra de los habitantes del Municipio Manuel Tames en la Provincia Guantánamo, descendientes de la población indígena cubana.

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La asimilación étnica forzada de la población aborigen se realizó de manera efectiva, pero su herencia cultural ha estado presente en la lengua, la vivienda, las costumbres, en diversos utensilios del ajuar, la alimentación y otras.

En la lengua todavía se emplean comúnmente muchos vocablos de origen aruaco en la designación de gran parte de la flora y fauna cubanas, así como en los topónimos e hidrónimos (Valdés, t. I, 1991). Uno de los más significativos es el nombre de Cuba, descifrado correctamente por el cubano Juan José Arrom cuando refiere:

Pues bien, al manejar ese material lingüístico, encuentro que C. H. de Goeje [The Arawack Language of Guiana, Amsterdam, 1928] registra en Suriman la voz dakuban «my field» (mi campo, mi terreno), y de investigaciones anteriores recoge las grafías a-kuba, akúba y u-kuba, todas con el sentido de «field», «ground» (suelo, campo, terreno). En estas transcripciones, explica el mismo Goeje, la vocal inicial a-, u- no es parte de la raíz, sino un prefijo que denota o anuncia el carácter general de la palabra, por eso separa con un guión el prefijo de la raíz. Koba o Kuba debió ser por consiguiente, la voz que Colón oiría. Y eso vendría a explicar la vacilación del Almirante al registrarla, abriendo o cortando la vocal de la primera sílaba, como Colba, y luego como Cuba (Valdés cit. Arrom, 1996-1997:158).

El cotejo de la anterior referencia con la obra de Sixto Perea sobre Filología comparada de las lenguas y dialectos arawak (Montevideo, 1942), permite identificar a Cuba con el «concepto de “jardín” o “huerto”, pues sólo conocían el conuco o zona del bosque preparada para la siembra mediante la tala y quema. [...] Por tanto, más lógico sería pensar que Cuba significa “tierra cultivada”, lo que acaso indicaría también el significado de “tierra habitada” (por estar trabajada)» (Ibídem:158).

La influencia de la vivienda aborigen en las primeras construcciones que edificaron los europeos se hizo evidente; desde las primeras iglesias levantadas con paredes de tabla o de yagua y techo de guano, hasta la posterior tradición constructiva de las áreas rurales que subsiste hoy día, pero con múltiples variaciones. La propia noción de bohío fue transmitida y transformada de acuerdo con la diversidad de funciones.

Los estudios etnográficos más

recientes demuestran que el bohío cubano actual en las áreas rurales, según una muestra nacional, presenta cuatro subtipos de acuerdo con la morfología de sus plantas, en forma de: I, L, T y paralela o doble I. Cada una de estas posee, a su vez, variantes que aparecen

Empleo habitual de la hamaca en la vivienda rural

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registradas e ilustradas en el Atlas etnográfico de Cuba.36 De modo excepcional aparece en oriente la planta octogonal como antiguo reflejo del caney taíno. También fue asimilada la tradición constructiva de la barbacoa en su doble acepción. La vivienda del campesino la conservó como el «lugar alto inmediato al techo [...] cuyo piso lo forma un tablado tosco, sin puerta regularmente, y destinado por lo común a guardar granos, frutos» (Pichardo, 1976:80) y otros alimentos. Igualmente se le denominó así «al conjunto de palos de madera verde puesto sobre un hueco, a manera de parrilla, que usaban los indios para asar carne» (Rivero, 1966:164), que aún se utiliza. El concepto de hamaca y su función fue heredado y transmitido, aunque después hayan variado los materiales para fabricarla y hacer más cómodo el descanso. En la primera mitad del siglo XIX Pichardo la define como parte común del ajuar doméstico rural, aunque la reconoce como voz india:

Cama colgante a estilo de cuerda floja, cuya pieza principal para acostarse o sentarse es un cuadrilongo de lienzo fuerte, cotí, &c. al tamaño sobrante de una persona, recogidas las dos extremidades con muchos ojales o gazas para atar [...] que terminan en un solo ojo donde se amarra cada una de las dos sogas opuestas firmes del techo, o de las paredes, o de árboles, &c. (1976:321).

En el plano alimentario, tanto el hábito de tostar el maíz o el boniato entre cenizas ardientes, como el consumo del casabe (Alexandrenkov y Folgado, 1989:36-49) y el ajiaco, con las lógicas variaciones en su confección, son parte de la herencia cultural aborigen. Ya en el siglo XIX el ajiaco se encuentra transculturado a la dieta común de la población, especialmente del campesinado. Aparece descrito como:

Comida compuesta de carne de puerco, o de vaca, tasajo, pedazos de plátano, yuca, calabazas &c. con mucho caldo, cargado de zumo de limón y Ají picante. Es el equivalente de la olla Española: pero acompañado del Casabe y nunca de pan: su uso es casi general, mayormente en Tierradentro; aunque se escusa en mesas de alguna etiqueta (Pichardo, 1976:42).

Aunque el tabaco ha sido uno de los rubros económicos fundamentales de Cuba, como reconocida tradición que parte desde el propio contacto hispánico con la Isla. El consumo del tabaco no sólo ha trascendido como hábito de fumar, con todas las implicaciones nocivas para la salud humana, sino que se ha enraizado muy fuertemente en la religiosidad popular. Los cultos que generalmente incluyen ritos de sahumerio ahuman con tabaco sus altares, orichas, ngangas, cazuelas, soperas, tinajas, personas, yerbas, piedras y demás objetos. Tal como ha referido Fernando Ortiz: «El humo del tabaco venía a ser como una forma visible del espíritu o potencia sobrenatural [...] fecundante. El humo era

36 Véase Guanche, 1999b:67.

Mujer cubana descendiente de antiguos pobladores indígenas, Guantánamo.

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la muy sutil y fugaz materialización de esa fuerza del tabaco que se manifiesta en los fenómenos estimulantes y narcóticos, en los medicinales y en lo genésicos que le eran atribuidos por la magia».37 Al mismo tiempo y en el orden simbólico, ese rito no deja de ser una forma de culto a los ancestros indígenas, los dueños iniciales de la mágica planta, quienes operaban de manera idéntica con sus cemíes. El ajuar campesino continúa usando el catauro fabricado de yagua verde y húmeda, así como las jabas y jabucos tejidos de yarey que se emplean para almacenar y transportar alimentos. La jaba era identificada como una

especie de saco tejido de Guano para guardar y transportar cualquier cosa: le abarca un cordón de la misma materia que sirve para llevarla o colgarla. [Mientras que el jabuco era] más angosto por la boca que por el fondo y sin la flexibilidad de aquella, por ser tejido como este de Bejuco, mimbre o cosa semejante. En ellos se transportan los huevos y otras cosas, calculándose cuarenta docenas por término medio de capacidad de un Jabuco (Ibídem:341 y 343).

Otros objetos del ajuar han cambiado su forma y materiales de construcción, pero conservan el nombre indígena. La pequeña pieza de la cocina que sirve para rallar no se le denomina rallo, sino guayo; en determinadas zonas del país se le sigue denominando jibe al colador o al cernidor. El referido lexicógrafo lo define como:

Especie de Cedazo o Tamiz. En Tierradentro se conserva todavía muy en uso la voz indígena, refiriéndose principalmente al tejido con Guano o hecho con la tela que produce el Coco arriba. Muchos se manufacturan de los primeros. Tiene también su acepción metafórica para ponderar una cosa muy agujereada, cortada &c. (Ibídem: 354).

Durante el trabajo de campo que se efectuó en todo el territorio nacional para la realización del Atlas etnográfico de Cuba38, salió a la luz el empleo del arte denominado guacán o bubacán. En 1982 el etnólogo Eduardo Alexandrenkov observó en Santiago de Cuba el empleo de una red muy peculiar para capturar «careyes machos» que los pescadores denominaban guacán, posteriormente Pablo L. Córdoba Armenteros observó artes similares con el mismo nombre en Cayo Damas, municipio Chivirico, provincia Santiago de Cuba; en Cabo Cruz y Niquero, provincia Granma; en Santa Cruz del Sur, provincia Camagüey; en Cortés, en la Coloma y en Arroyos de Mantua, provincia Pinar del

37 Ortiz, Fernando. Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, La Habana, 1973:131-132. 38 Versión en CD-ROM, La Habana, 2000.

Empleo habitual de un guayo metálico en una vivienda rural

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Río, así como en Cocodrilo, antiguo poblado de caimaneros, conocido por Jacksonville, en la Isla de la Juventud. Este tipo de arte también se registró con la denominación de bubacán en Salinas de Baitiquirí, municipio San Antonio del Sur, Jauco y Baracoa, provincia Guantánamo y en Gibara, provincia Holguín. La pieza que apareció en Gibara fue descrita de la manera siguiente:

Es una red de 6 brazas de longitud y 5 brazas de profundidad, con una sola cuerda o tralla en la parte superior, con hoyas redondas de bagá, la que era 8 brazas mas larga que la red, a la que se le ataba un señuelo de madera que simulara una tortuga, con sus paticas, se le hacían conchas, y se quemaba para que cogiera un color, y de pareciera más. A la red en su parte inferior se le ataban 10 o 12 piedrecitas. Se sujetaba al fondo por un solo bajante, formando por tres vientos, lo que permitiría que la red girara con los movimientos de la dirección de las olas. Se empleaba para la captura del carey macho.39

39 Comunicación personal de J. Fernández a Pablo L. Córdoba Armenteros. Pesca indocubana. De guaicanes, guacanes, bubacanes y de corrales de trata, La Habana, 1995:4.

Obra de José R. Martínez Fernández sobre la emigración de aruacos hacia las antillas mayores.

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Otra pieza de larga data como evidencia taína40 es el corral para peces aparecido en el puerto de Baracoa, Guantánamo en 1988. De acuerdo con la observación realizada:

El corral está compuesto por una barrera transversal y una trampa en forma de círculo, cuya entrada peculiar para este tipo de arte, está formada a su vez por dos semicírculos. Este entrada se sitúa de frente a la costa. Tanto la barrera como la trampa se construyen de restos de patabán (laguncularia racemosa) o mangle colorado (Rhisophera mangle) clavados en el fondo del río o estero y una estera de rajas de caña brava (Bambusa vulgaris) de unos 6 ó 7 mm aproximadamente de ancho cada una. Las uniones son hechas con cordel de majagua (Ribicus elatus). Su altura es de unos 3 m, aunque los postes principales son un poco más altos. La longitud de la barrera varía de acuerdo con el ancho donde se construya, mientras el diámetro de la trampa es de unos 3m. Posee una exclusa, que es abierta durante la marea alta para que penetren el lobrancho (Mugil Liza), la lisa de abanico (Mugil trichedon) y otras especies del grupo de las lisas. La barrera impide que los peces pasen de nuevo al lado exterior de este peculiar corral, y andan sin cesar, hasta encontrar la entrada de la trampa, de donde son extraídos con un jamo.41

La costumbre de cuabear como forma particular de capturar peces y crustáceos con un trozo de cuaba42 encendida y el empleo del guamo o cobo como medio de comunicación fueron asimilados y empleados principalmente en el medio rural.

La tradición de lucha de los primeros pobladores, siglos antes de la toma de conciencia de nacionalidad, se remonta a los aborígenes cimarrones quienes durante décadas (1524-1544) mantuvieron la resistencia contra los conquistadores, que fue legada a los africanos y demás descendientes (Guanche, 1992:123-130).

Los elementos aborígenes en la génesis de la cultura cubana y en la formación inicial de su población poseen un singular significado para el estudio etnodemográfico de Cuba. Esta antigua herencia cultural ya forma parte de la vida habitual de los cubanos, aunque no siempre se tenga plena conciencia de todos sus detalles.

40 Recordemos que Fray Bartolomé Las Casas observó este tipo de corral en lo que actualmente es el Puerto de Jagua en Cienfuegos cuando relataba a principios del siglo XVI: «es tanta la multitud de pescado que en él hay, mayormente lizas [sic.], que tenían los indios dentro del mismo puerto, en la misma mar, corrales hechos de cañas hincadas, dentro de las cuales estaban cercadas y atajadas 20, 30 y 50 000 lizas, que una de ellas no se podía salir, de donde con sus redes sacaban las que querían y las otras dejábanlas de la manera que las tuvieran en una alberca o estanque», Obras escogidas, Madrid, 1958:315. 41 Comunicación personal de Bernate Romero a Pablo L. Córdoba Armenteros. Ob. cit: 7. 42 Aunque hay varias especies del género Amyris, la que arde muy bien es la cuaba blanca (Amyris balsamifera Lin) (Roig, 1965:332-333).

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Componentes étnicos hispánicos

La conquista y colonización de Cuba vinieron acompañadas de un proceso permanente de inmigración hispánica que no sólo se efectuó durante los cuatro siglos y medio de dominación colonial, sino que se mantiene e incrementa como fuerte tradición del paso trasatlántico hasta la primera mitad del siglo XX. El proceso emigratorio desde España hacia América, y particularmente hacia Cuba, aún es un complejo problema por desentrañar en sus múltiples detalles, ya que todas las fuentes escritas que pueden esclarecer los datos estadísticos todavía no han sido publicadas, e incluso cuando lo sean, el amplio proceso de emigración ilegal seguirá siendo una incógnita sólo estimable por cálculos aproximados. A ello debemos añadir el apoyo de determinadas fuentes relativamente confiables en Cuba, como las actas de los archivos parroquiales, que registran casi a diario los bautismos, los matrimonios y las defunciones en los puntos más poblados de la Isla (Guanche, 1999:13-48).

Según podemos observar en el Catálogo de pasajeros a Indias, entre 1509 y 1534, momento significativo para conocer las primeras aportaciones culturales hispánicas en América e inicio de la colonización de Cuba, la distribución regional de emigrantes muestra que el 90,45 % procede de Andalucía, Castilla (la Vieja y la Nueva), Extremadura y León; es decir, del área sur y central de la Península Hispánica.

Estudios posteriores confirman que esta tendencia se mantiene durante todo el siglo XVI, tal como puede apreciarse en la Tabla 1.

Tabla 1.EMIGRACIÓN HISPÁNICA A AMÉRICA (1493-1600)

Región Total % Región Total %

Andalucía 20 229 36,9 Galicia 667 1,2 Extremadura 9 035 16,4 Valencia,

Cataluña y Baleares

401 0,7

Castilla la Nueva

8 541 15,6 Aragón 355 0,6

Castilla la Vieja

7 668 14,0 Murcia 344 0,6

León 3 228 5,9 Navarra 326 0,6 Vascongadas 2 080 3,8 Asturias 323 0,6 Extranjeros 1 522 2,8 Canarias 162 0,3

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Fuente: José Luís Martínez: Pasajeros de Indias. Viajes trasatlánticos en el siglo XVI, Madrid, 1983:174.

Sin embargo, los cálculos más conservadores estiman que la emigración real es 50 % superior a las cifras que aparecen en el Archivo de Sevilla, que sólo controlaba el paso legal de pasajeros, mientras que los más osados elevan el flujo emigratorio a 900 %, por lo que ya a mediados del siglo XVI se estima que hay en América unos 150 000 peninsulares (Vicens, 1974:327). Estos cálculos no siempre consideran el amplio y continuo proceso de emigración desde Islas Canarias, donde el tráfico ilegal llega a convertirse en una regularidad habitual y en un peligro reiterado para el despoblamiento del archipiélago norafricano. Es precisamente esta migración la que va a desempeñar un papel fundamental y estable en el poblamiento hispánico de Cuba (Guanche, 1984:43-44 y 1999:23-33).

En el propio Catálogo de pasajeros a Indias aparecen referencias sobre Cuba a partir de 1514, cuando ya se han fundado cuatro de las siete primeras villas; también ya son múltiples los emigrantes que no aparecen con el lugar de nacimiento ni de destino, pero los índices hasta la primera mitad del siglo XVI se corresponden de modo general con el flujo global hacia América; o sea, 84,19 % procede de las mismas regiones históricas de las referidas áreas sur y central de España (Bermúdez, 1940).

Durante este período aparecen en Cuba hacia 1518 unas tres mil personas identificadas como «blancas», pero muy rápidamente, en 1544 —debido al éxodo de las expediciones de conquista hacia el continente americano—, sólo se reportan unas 150 familias, aproximadamente 750 personas, sin que aparezcan datos sobre su procedencia regional o étnica, aunque siempre debemos considerar el temprano proceso de reproducción natural de la población de diferente origen que se asienta en la Isla, con independencia de la inmigración. Recordemos la observación antropológica realizada en 1571 por el cosmógrafo y cronista de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano de los Reyes de Castilla, Juan López de Velasco, quien señala:

Los españoles que pasan a aquellas partes [las Indias] y están en ellas mucho tiempo [...] no dejan de recibir alguna diferencia en la color y calidad de sus personas; pero los que nacen dellos, que llaman criollos y en todo son tenidos y habidos por españoles, conocidamente salen ya diferenciados en la color y tamaño, porque todos son grandes [...] de donde se toma argumento, que en muchos años, aunque los españoles no se hubieran mezclado con los naturales, volverían a ser como son ellos (López: 1894).

Los inmigrantes hispánicos acuden, ante todo, a las primeras villas y ciudades fundadas por los conquistadores, y otros —especialmente los canarios, conocidos en Cuba por isleños— se asientan mayoritariamente en las áreas rurales cuya colonización resulta nueva e intensiva debido al carácter familiar de ese flujo inmigratorio. Este proceso se inicia y sistematiza desde la segunda mitad del siglo XVI y contribuye a modificar el

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carácter típicamente extensivo y aislado del poblamiento peninsular que es fundamentalmente masculino, tal como se observa en la Tabla 2.

TABLA 2. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN

HISPÁNICA RESIDENTE EN CUBA DURANTE EL SIGLO XIX, SEGÚN CENSOS

Año Varones % Hembras % Total 1861 90 375 77,83 25 739 22,17 116 114 1877a 97 551 80,20 24 088 19,20 121 639 1887a 102 036 81,57 23 056 18,43 125 092 1899 107 418 83,12 21 818 16,88 129 236

a Estimado Fuente: Censos de la población de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia

Junto con la mayoritaria inmigración de españoles sudpeninsulares y canarios se inicia, de manera lenta pero constante, la presencia de vascos, catalanes y gallegos como parte de la composición multiétnica de España. A ellos también se une, desde el principio, la llegada de hebreos,43 quienes pasan el Atlántico con múltiples dificultades. La mayoría de ellos trata de evadir las persecuciones y sanciones inquisitoriales. Algunos autores han señalado al respecto que desde los albores de la conquista no hubo barco que no trajera inmigrantes marranos44 al Nuevo Mundo, aunque su identificación se dificulta sobrema-nera a no ser por los procesos judiciales de la «Santa Inquisición» en Cuba (Guanche, cit. Lewin 1999:18).

En este sentido, el análisis estadístico de los componentes hispánicos resulta de vital significación para medir el peso específico desempeñado por los representantes de cada uno de los pueblos y regiones de España en cuanto a las vías y medios para conocer las diversas influencias culturales hispánicas en Cuba. 43 Pueblo originado por un grupo de tribus de biotipo semítico que, según la tradición, emigró desde Mesopotamia a Palestina (las tierras de Canaán) durante el II milenio a.n.e. No obstante, algunos estudiosos llevan su origen al desierto de la península del Sinaí. Los hebreos se trasladaron a Egipto, donde fueron esclavizados. Cuando, hacia el 1250 a.n.e., obtuvieron su libertad gracias a Moisés, viajaron a través del desierto y bajo su líder Josué, conquistaron y se asentaron en Palestina (Canaán). En la Biblia, el término «hebreo» es aplicado a Abraham (Gén. 14,13). Etimológicamente, el nombre hebreo parece significar «aquellos que van de un sitio a otro», es decir, nómadas, designación aplicada a ellos por los amorreos. En general, se cree, aunque algunos estudiosos lo niegan, que los hebreos son el pueblo denominado habiru o habiri en las tablillas cuneiformes (1400 a.n.e.) encontradas en Tell el-Amarna, Egipto. Sin embargo, estas inscripciones no hacen referencia al origen o carácter étnico de los habiru (Véase Enciclopedia Microsoft Encarta 2007). 44 Se denominaba así en España a los judíos conversos al catolicismo, que si bien profesaban la religión cristiana, seguían siendo, en secreto, fieles al judaísmo.

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De acuerdo con los diferentes estudios demográficos realizados en Cuba, los censos —aunque la mayoría permite cuantificar el número total de inmigrantes hispánicos— no registran las regiones de procedencia, ya que las personas que llegan a la Isla desde el área peninsular e insular de España son considerados indistintamente como «españoles» en el sentido jurídico-estatal y no en su contenido étnico.

Por ello se hacen necesario operacionalizar los términos hispánico y español para facilitar el presente análisis.

Lo hispánico se utiliza como una denominación muy abarcadora de tipo metaétnica y geográfica. En el sentido metaétnico abarca el conjunto de pueblos fundamentales que habitan el área peninsular e insular de España; es decir, españoles, catalanes, gallegos, vascos y canarios. En el aspecto geográfico comprende toda la Península Hispánica —excepto Portugal— y los archipiélagos de las Islas Canarias y de las Islas Baleares.

Lo español se emplea en su acepción étnica; o sea, constituye el nombre del pueblo mayoritario que habita en la Península Hispánica, asentado históricamente en los terri-torios del norte, centro y sur, en las regiones de Asturias, Castilla (la Vieja y la Nueva), León, Extremadura, Aragón, Andalucía y Murcia, fundamentalmente, así como en áreas de Valencia y de Navarra (Bruk, 1981:298-303 y Caro, 1985:II, 93-149, 179-321). De este modo se puede establecer un criterio etnodiferenciador respecto de otros pueblos de España tales como los catalanes, que habitan en el área nororiental, en las regiones históricas de Cataluña, la mayor parte de Valencia, las Islas Baleares y un grupo poco numeroso en Aragón (Caro, 1985:323-450); los gallegos, de quienes se derivan por su lengua y cultura los portugueses, habitan en el área noroeste de España, en la región histórica de Galicia, y otros grupos poco numerosos viven en las regiones vecinas de Asturias y León (Caro, 1985:151-178); los vascos, que habitan en el norte de España, en el área occidental de los Pirineos, por la vertiente de los Montes Cantábricos y por la costa del Golfo de Vizcaya, en el territorio de las actuales provincias vascongadas (Alava, Guipúzcoa y Vizcaya), así como la mayor parte de Navarra y parte del extremo sur de Francia (Caro, 1985:33-92); y los canarios, cuya etnogénesis ha sido el resultado de complejos procesos inmigratorios, de múltiples influjos culturales del norte de África y de Europa mediterránea, así como de diversas relaciones interétnicas, habitan las siete islas mayores que se encuentran en la parte noroccidental del continente africano (Hierro, La Palma, Gomera, Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote) (Hernández, 1986:427-430). Para analizar el proceso de poblamiento hispánico de Cuba se necesita vincular las diferentes fundaciones y asentamientos de comunidades con el correspondiente desarrollo socioeconómico alcanzado, así como con las particularidades históricas de los procesos migratorios en España. La primera ruta de asentamientos se efectúa en la dirección oriente-occidente en concordancia con el itinerario de los conquistadores durante las dos primeras décadas del siglo XVI.

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En un inicio, la región oriental ofrece óptimas condiciones naturales, se encuentra muy cerca de La Española (Santo Domingo) que es el centro administrativo y político de la metrópoli, y cuenta además con una abundante fuerza de trabajo explotable, pues constituye, como señalamos, la mayor zona de asentamientos de comunidades aborígenes.

Sin embargo, la organización posterior de las comunicaciones oceánicas con España a través del canal de la Florida, que utiliza como eje del tránsito a la bahía de La Habana, cambian el ritmo y la distribución geográfica de la población a partir de la primera mitad del siglo XVI (Morejón, 1976:124-126). Desde este período el proceso de poblamiento hacia occidente es decisivo para el desarrollo socioeconómico de la Isla, particularmente la ciudad de La Habana que se convierte en el principal centro urbano, económico, político, demográfico y cultural.

Si tomamos en consideración que durante el período colonial la mayor concentración de la población se encuentra en la capital y que en los ocho censos confiables realizados, tal como se observa en la Tabla 3, siempre posee más de un cuarto de todos los habitantes de la Isla, junto con una mayor proporción de inmigrantes hispánicos, es válido considerar como representativa en el orden estadístico la composición regional de la inmigración hispánica a partir de la población de La Habana.

TABLA 3. POBLACIÓN DE LA HABANA RESPECTO

DE LA DE CUBA (1774-1899)

Censo Población de Cuba

Población de La Habanaa

%

1774 171 620 75 618 43,80 1792 272 300 117 161 43,02 1817 572 363 179 401 31,34 1827 704 487 237 828 33,76 1841 1 007 624 388 073 38,51 1861 1 396 530 391 248 b 28,01 1877 1 509 291 393 789 26,09 1887 1 631 687 451 928 27,69 1899 1 572 797 427 514 27,18

a Incluye el área urbana y periurbana b Estimado Fuente: Censos de la población de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

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El estudio particular de diversos archivos parroquiales de la ciudad de La Habana, permite conocer, con una mayor certidumbre, la composición regional de la inmigración hispánica asentada en esta área.

Durante el siglo XVIII, período decisivo en el proceso de formación de la nacionalidad y la cultura cubanas, prácticamente las siete décimas partes de la inmigración hispánica procede de Islas Canarias y Andalucía, mientras que del norte de la Península Hispánica los inmigrantes constituyen sólo 11,49 % (Tabla 4).

TABLA 4. COMPOSICIÓN REGIONAL DE LA INMIGRACIÓN HISPÁNICA (1701-1800)

Región % Región %

Islas Canarias 45,71 Aragón 1,65 Andalucía 23,62 Extremadura 1,27 Galicia 7,36 Valencia 1,14 Castilla la Vieja 4,36 Navarra 1,08 Cataluña 4,12 Murcia 0,95 Islas Baleares 2,86 Asturias 0,57 Vascongadas 2,47 León 0,43 Castilla la Nueva 2,41

Fuente: Libros bautismales de «blancos» o «españoles» de los Archivos Parroquiales de la Catedral de La Habana, Santo Cristo de Buen Viaje y El Buen Pastor de Jesús del Monte. Elaboración propia.

A principios del siglo XIX los emigrantes hispánicos se dirigen principalmente a Cuba, Puerto Rico, Argentina, Brasil, Uruguay y México. Aunque este movimiento disminuye con la independencia de los países del continente entre 1810 y 1820, continúa en el resto de las colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Durante el período de 1882 a 1908 la mayoría de los emigrantes hispánicos se dirige a Cuba (701 354 personas, es decir, 48,19 % de toda la emigración hacia América) (Gutiérrez, 1987:85-86).

Sin embargo, durante el resto del siglo XIX, aunque se aprecia una reducción relativa de las regiones tradicionales de mayor inmigración —Canarias y Andalucía (43,68%)—, se evidencia un crecimiento de la inmigración peninsular hispánica desde el área norte —sobre todo de Galicia, Asturias y Cataluña—, pues a mediados de este siglo España suprime las leyes que obstaculizan la emigración, cuyo flujo global alcanza el 34,58 % (Tabla 5).

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Tabla 5. COMPOSICIÓN REGIONAL DE LA INMIGRACIÓN HISPÁNICA (1801-1900)

Región % Región %

Islas Canarias 31,82 Valencia 1,39 Asturias 12,41 Islas Baleares 1,15 Galicia 11,95 Murcia 1,13 Andalucía 11,87 Aragón 1,02 Cataluña 10,23 Navarra 0,84 Castilla la Vieja 9,17 Extremadura 0,62 Vascongadas 3,10 León 0,44 Castilla la Nueva 2,86

Fuente: Archivos parroquiales referidos en la tabla anterior.

La amplia información que aparece durante el corte censal de 1861 demuestra el desplazamiento de la inmigración hispánica hacia Cuba, desde el sur hacia el norte, aunque se mantiene la tradicional presencia canaria. Hacia fines del siglo XIX las emigraciones de gallegos y asturianos encabezan un proceso que cubre hasta las tres primeras décadas del siglo xx, en que tienen su apogeo.

En la parte centro-oriental de la Isla —según los archivos parroquiales estudiados— el peso particular de cada región de procedencia varía a causa, sobre todo, de la presencia catalana y castellana en la población objeto de estudio (Tabla 6), no obstante la significativa proporción histórica de canarios y andaluces.

Todo ello evidencia las variaciones regionales en el proceso histórico del poblamiento hispánico de Cuba, lo que también se refleja en la composición sexual y en las relaciones etnomatrimoniales. El desequilibrio en la composición sexual de la inmigración hispánica, deviene uno de los factores que más influye tanto en la mezcla genética de los propios inmigrantes como en el mestizaje intercultural de los europoides (leucodermos) con los negroides (melanodermos) y mongoloides (xantodermos), particularmente de la rama americana (aborígenes aruacos insulares), pues la rama asiática (chinos sudcontinentales y filipinos), que participan en el poblamiento histórico de Cuba son casi exclusivamente varones.

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TABLA 6. COMPOSICIÓN REGIONAL DE LA INMIGRACIÓN HISPÁNICA, ÁREA CENTRO-ORIENTAL(1801-1900)

Región % Región %

Cataluña 17,58 Valencia 3,23 Canarias 15,12 Vascongadas 2,81 Andalucía 14,28 Aragón 2,53 Castilla la Vieja 10,41 Murcia 2,32 Galicia 8,72 Baleares 2,11 Asturias 7,67 Navarra 1,34 Castilla la Nueva 5,20 Extremadura 1,13 León 3,59 Sin referencias 1,97

Fuente: Archivos parroquiales de La Santísima Trinidad, El Espíritu Santo, ambos en Sancti Spíritus, y las catedrales de Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba. Véase Guanche, 1999:66-77.

Durante el siglo XVIII, más de ocho de cada diez inmigrantes hispánicos son varones. Según la muestra de los tres archivos parroquiales referida en la Tabla 4, en la migración peninsular de mayor peso (Andalucía, Galicia y Castilla), las mujeres no rebasan el 10 %; sólo las procedentes de Islas Canarias constituyen casi un cuarto de esta población.

En cuanto a la composición por sexo durante el siglo XIX se observa un crecimiento global de la inmigración femenina que continúa durante el siglo XX. De las regiones de mayor procedencia en la Península Hispánica (Asturias, Galicia, Andalucía y Cataluña) ninguna sobrepasa el 30 % de inmigración femenina. De nuevo, sólo las provenientes de Islas Canarias alcanzan el 39,83 % (Tabla 7).

La inmigración hispánica participa intensamente en el conjunto de relaciones etnomatrimoniales efectuadas en Cuba, lo que constituye una vía directa para valorar tanto las interinfluencias culturales como la mixtura biogenética.

TABLA 7. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA INMIGRACIÓN HISPÁNICA, EN PORCIENTOS (SIGLOS XVIII Y XIX)

1701-1800 1801-1900

Región varones hembras varones hembras Andalucía 91,67 8,33 70,90 29,10 Aragón 84,62 15,38 80,44 19,56 Asturias 44,45 55,55 83,80 16,60 Baleares 97,78 2,22 53,85 46,15

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Canarias 76,12 23,86 60,17 39,83 Castilla la Nueva 94,74 5,26 72,87 27,13 Castilla la Vieja 95,59 4,41 69,81 30,19 Cataluña 84,62 15,38 74,68 25,32 Extremadura 85,00 15,00 75,00 25,00 Galicia 93,11 6,89 77,74 22,26 León 100,00 0,00 65,00 35,00 Murcia 80,00 20,00 86,28 13,72 Navarra 88,24 11,76 68,42 31,58 Valencia 83,34 16,66 71,43 28,57 Vascongadas 97,44 2,56 77,86 22,14 % Acumulativo 86,45 13,55 72,53 27,47

Fuente: Archivos Parroquiales referidos en la Tabla 4.

La información que aportan los archivos parroquiales señalados en la Tabla 4 permite medir también las características de los matrimonios, tanto los de carácter homogéneo o intraétnico, como los heterogéneos o interétnicos.

Durante los siglos XVIII y XIX las relaciones matrimoniales homogéneas entre inmigrantes, aunque sólo abarcan el 7,35 % respecto del resto de los tipos de matrimonios efectuados, son muy significativas desde el punto de vista del papel ejercido por los inmigrantes hispánicos, cuyo peso asciende al 82,20 %. En las relaciones heterogéneas entre los naturales de Cuba e inmigrantes, que ocupan a nivel global el 25,95 %, sólo los inmigrantes hispánicos representan el 83,86 %. Las relaciones matrimoniales heterogéneas entre inmigrantes, aunque son únicamente el 5,71 % de todas las estudiadas, también poseen gran significación estadística en relación con los inmigrantes hispánicos, pues representan el 84,24 % de ellas (Guanche, 1991:254-258).

Tal como reflejan los datos, los inmigrantes hispánicos tienden a la intensa mezcla con los naturales de Cuba, tanto con sus descendientes directos, como con otros componentes étnicos, en correspondencia lógica con el desequilibrio histórico en la composición sexual.

El constante y creciente proceso inmigratorio y el asentamiento de españoles, canarios, catalanes, gallegos y vascos, de acuerdo con el nivel de desarrollo alcanzado en Cuba, condiciona una significativa influencia cultural en todos los órdenes de la vida socioeconómica. Del mismo modo, tanto la exportación de grandes capitales como las simples remesas continuas de dinero de los emigrantes hispánicos a sus lugares de origen, influyen de manera considerable en el desarrollo económico y sociocultural de sus territorios de procedencia en España (Fernández, 1988:131-166).

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Si los componentes hispánicos influyen marcadamente como cultura dominante, propia del proceso de colonización, en la estructuración socioclasista de la Isla, no es menos cierto que junto con la inmigración de funcionarios, sacerdotes, comerciantes y militares de las más diversas gradaciones, también inmigra de modo mayoritario mucha gente humilde, expulsada por la miseria reinante en los sectores sociales más desposeídos; es decir, cientos de miles de trabajadores, jornaleros contratados en edad laboral, principalmente solteros y analfabetos o semianalfabetos que vienen a engrosar el complejo mosaico étnico de la población de Cuba.

Las influencias culturales son múltiples y sumamente variadas, pero de manera esencial, en el ámbito de la cultura material, estos influjos fueron determinantes en el proceso histórico de formación de la cultura cubana, pues abarcan todos los aspectos de la vida social y sirven de base en el ámbito de la alimentación, los instrumentos de trabajo, las artes de pesca, el vestuario, la vivienda y los modos y medios de transporte para su continua transformación a partir de la estrecha vinculación con los aportes de otros componentes étnicos y con lo que va creando y transmitiendo la población nacida en Cuba.

En el campo de la espiritualidad cultural, en cuanto reflejo de las diferentes formas de la conciencia social e individual, los componentes hispánicos desempeñan un papel

GRÁFICO 2. POBLAMIENTO HISPÁNICO EN CUBA(1861-2001) SEGÚN CENSOS Y ESTIMADO EN

MILES

0

50

100

150

200

250

300

1861 1877 1887 1899 1907 1919 1931 1943 1953 1970 2001*

Fuente: Censos de los años 1861-1970* Estimado

EN M

ILES

GRÁFICO 2. POBLAMIENTO HISPÁNICO EN CUBA(1861-2001) SEGÚN CENSOS Y ESTIMADO EN

MILES

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1861 1877 1887 1899 1907 1919 1931 1943 1953 1970 2001*

Fuente: Censos de los años 1861-1970* Estimado

EN M

ILES

El joven abogado Fernando Ortiz (segundo sentado de derecha a

izquierda) como parte de la Junta Directiva del Centro Balear de La Habana

en 1908.

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35

multifacético en la formación de la cultura nacional, y en ella se manifiestan dos grandes tendencias de desarrollo fundamentales, matizadas por múltiples contradicciones en su decursar histórico:

a) la lucha abierta de la vanguardia ideológica del etnos nacional cubano en formación

contra los principios que rigen oficialmente la religión en su contenido escolástico, el arte, la filosofía, la ciencia, la política y las formas de enseñanza, hasta generar un salto cualitativo profundo, de cambio hacia los nuevos intereses nacionales; y

b) el proceso de evolución paulatina de la estructura familiar, la lengua, los gestos, las

supersticiones, los usos y las costumbres cotidianas, basados en añejos principios morales, que responden a una tradicionalidad cuyo contenido conservador ha estado más arraigado en la población, y sus procesos de transformación han sido mucho más lentos debido a que forman parte indisoluble del sustrato de información diacrónica de la cultura transmitida, oralmente o como actividad común, de una generación a otra (Guanche, 1999:254-255).

Hasta 1898 Cuba es el lugar preferido por la emigración desde España, pero a partir de la instauración de la república neocolonial en 1902, la corriente se desplaza funda-mentalmente hacia Argentina; aunque respecto de la etapa colonial, la migración hispánica en Cuba también tiende a crecer hasta la década del 30, tal como se observa en el Tabla 8 y en el Gráfico 2.

TABLA 8. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN HISPÁNICA RESIDENTE EN CUBA DURANTE EL SIGLO XX,

SEGÚN CENSOS

Año Varones % Hembras % Total 1907 151 828 81,90 33 565 18,10 185 393 1919 187 172 76,20 58 472 23,80 245 644 1931 182 642 70,90 74 954 29,10 257 596 1943 110 293 70,02 47 234 29,98 157 527 1953a 87 567 69,17 39 031 30,83 126 598 1970 48 940 66,11 25 086 33,89 74 026

a Estimado Fuente: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Si en el período de 1909 a 1933 emigran sólo 571 952 personas, lo que representa el 32,12 % del flujo total hacia América, más tarde, durante el período de 1946 a 1972 este disminuye a 20 985 personas y sólo representa el 2,54 % del tránsito oceánico.

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Durante el siglo XX también se observa una marcada tendencia del poblamiento hispánico hacia el área centro-occidental del país, en correspondencia con la intensidad de las fundaciones urbanas y con el mayor desarrollo socioeconómico alcanzado. La pérdida del poder político implicó, consecuentemente, el deterioro del poderío económico global, que pasó a manos norteamericanas con el tránsito de la colonia española a la neocolonia yanqui.

Los diferentes censos de este siglo muestran palpablemente esta tendencia. Ver Tabla 9.

TABLA 9. POBLAMIENTO HISPÁNICO DE CUBA DURANTE EL SIGLO XX (POR ÁREAS GEOGRÁFICAS Y EN PORCIENTOS)

Censos Area centro-occidentala Area orientalb

1907 84,17 15,83 1919 77,00 23,00 1931 76,03 23,97 1943 75,12 24,88 1953 68,12 31,88 1970 75,10 24,90

a Incluye las antiguas provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y las Villas. b Incluye las antiguas provincias de Camagüey y Oriente. Fuente: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Del mismo modo, durante el período colonial, la ciudad de La Habana concentra el mayor peso de la inmigración hispánica y es representativa de esta población, tal como se apre-cia en la Tabla 10.

Durante los primeros veinte años del siglo XX proliferaron múltiples asociaciones de residentes hispánicos y sus descendientes en Cuba, que se agruparon no sólo por las regiones históricas, sino por provincias y por Concejos de procedencia, lo cual tuvo su precedente directo en la fundación y labor desde mediados del siglo XIX de un conjunto de asociaciones benéficas como la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña (1840), la Sociedad de

Portada de la Beneficencia Gallega en La Habana, actual hospital Miguel Enríquez.

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Beneficencia de Naturales de Galicia (1871), la Asociación Canaria de Beneficencia y Protección Agrícola (1872), la Sociedad Asturiana de Beneficencia (1877) y la Asociación Vasco-Navarra de Beneficencia (1877), entre otras. La posterior fundación y edificación del Centro Gallego de La Habana (1879) y del Centro Asturiano de La Habana (1886), creados a fines de la segunda mitad del siglo XIX, y construidos en la segunda década del XX, fueron símbolos arquitectónicos del área entonces más céntrica de la capital, en torno al Parque Central, como reflejo tanto del poderío económico alcanzado (con independencia de las rivalidades regionales), como del predominio cuantitativo más reciente de ambas regiones de España en Cuba. Así surgieron más de un centenar de instituciones de beneficencia, recreación, arte, educación, deportes, asistencia médica y otras, distribuidas en todo el país, muchos de los cuales llegan hasta el presente.

TABLA 10. COMPOSICIÓN DE LA POBLACIÓN HISPÁNICA

EN CUBA Y EN LA HABANA DURANTE EL SIGLO XX (POR CENSOS Y EN PORCIENTOS)

Censo

s Población hispánica residente

% respecto de la población de

Cuba

% de la población hispánica en La

Habana respecto del total de estos

residentes 1907 185 393 9,05 47,17 1919 245 644 8,50 39,70 1931 257 596 6,50 47,06 1943 157 527 3,30 47,02 1953 74 561 1,28 37,62 1970 74 026 0,86 50,65

Fuente: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

El Centro Gallego de La Habana a los pocos años de su construcción frente al Parque

Central.

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Actualmente los residentes hispánicos en Cuba se agrupan en la Federación de Sociedades Españolas de Cuba, la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba y la Agrupación de Sociedades Castellanas de Cuba, la Federación de Sociedades Gallegas y sus Descendientes, y la Asociación Canaria de Cuba «Leonor Pérez Cabrera», junto con otras asociaciones de beneficencia independientes (Andaluza, Aragonesa, Asturiana, Catalana, Gallega, Naturales de Ortigueira, Montañesa y Vasco-Navarra), aunque sus miembros, e incluso sus asociaciones, participan indistintamente de una u otra federación, y la mayoría está integrada por descendien-tes cubanos. Sin embargo, el poblamiento hispánico de Cuba ha tendido a decrecer históricamente en la medida en que el etnos y la cultura cubanos se desarrollan y consolidan, pero este ha constituido uno de los pilares básicos para

la formación de la población cubana actual.

Centro Asturiano de La Habana, sede de las Salas de arte

universal del Museo Nacional de Bellas Artes.

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Componentes étnicos africanos

Desde los años iniciales de la colonización hispánica en Cuba, y debido al sistemático proceso de despoblamiento aborigen, son introducidos los primeros esclavos africanos con el objetivo de incrementar la fuerza de trabajo diezmada y para sustituir al indígena que acude de manera constante a las fugas y rebeliones individuales o masivas y al suicidio. La utilización de mano de obra esclava no constituye un hecho aislado; se practica internacionalmente en el contexto del desarrollo del capitalismo europeo y está muy estimulada por la acumulación originaria de capitales. Estas naciones se vuelcan al saqueo del Nuevo Mundo a costa de la mayor y más prolongada sangría que haya conocido la humanidad: la trata esclavista moderna.

Específicamente para Cuba, la entrada forzada de africanos esclavizados constituye una consecuencia del desarrollo socioeconómico alcanzado por España y la posición de avanzada que adquiere esta en los inicios del siglo XVI frente al resto de las naciones europeas.

Los primeros africanos vienen con Cristóbal Colón en sus diferentes viajes, pero estos son sólo sirvientes domésticos sin significación productiva. La entrada de africanos en Cuba al inicio no fue masiva, pero se va incrementando lentamente, hasta efectuarse más tarde en grandes oleadas. Ya en 1515 se solicita autorización para introducir en Santiago de Cuba doce africanos desde la vecina isla de La Española (Santo Domingo), y en 1523 son 300 los esclavos introducidos desde esa propia isla. En el tercer decenio de ese siglo aparece una carga de 145 esclavos traídos desde Cabo Verde, y a mediados de la centuria ya son unos 1 000 los africanos que trabajan en la Isla (Ortiz, 1987:79-82).

Diferentes oleadas sucesivas y crecientes de africanos comienzan a vincularse con el escaso número de aborígenes en el fatigoso laboreo de las minas, y muy rápidamente se convierten en la fuerza de trabajo fundamental, tanto del extenso ciclo agrícola e industrial azucarero —que constituye la principal base económica de la Isla—, como en los oficios y demás actividades de las poblaciones urbanas.

Cristóbal Colón (c. 1451-1506). El Gran Almirante, explorador de probable origen genovés,

decidió, en contra de lo habitual, navegar en dirección a Occidente con la intención de encontrar una ruta más corta hacia India y China. El 3 de

agosto de 1492 zarpó de Palos (Huelva, España), en el que sería el primero de los viajes que realizó al llamado Nuevo

Mundo.

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Las disposiciones vigentes en España al principio de la colonización requieren que sólo sean introducidos en América esclavos cristianizados, para culminar sin mayores tropiezos la evangelización que se inicia, y con el fin de evitar la penetración islámica en el Nuevo Mundo. Sin embargo, la urgente necesidad de mano de obra para las plantaciones determina que, rápidamente, la metrópoli autorice la extracción directa de esclavos desde la costa occidental de África.

En el caso particular de España, el comercio de esclavos con África por el Mar Mediterráneo no sólo lo habían realizado los sarracenos, sino los propios cristianos españoles que lo continúan durante la Edad Media y posteriormente. Cuando los almorávides al mando de Yusuf II (1135-1184) conquistan el área meridional de la Península Hispánica dominada por los árabes a fines del siglo XII (1170), penetran en ella numerosos ejércitos africanos berberiscos bajo cuyas banderas también marchan muchos negros. La trata se mantiene, y desde el siglo XII se reporta, en Andalucía, a miles de negros africanos libres y esclavos (Franco, 1961:72-73).

Uno de los productos que sirve de estímulo para la continuación y expansión de la esclavitud africana hacia América es el cultivo de la caña de azúcar. En 1414, Giovanni della Palma, de Génova, recibe licencia real para establecer una plantación en Algarve (Portugal). El cultivo se difunde luego hacia las Islas Azores y Madeira, con mano de obra esclava de la denominada Guinea y Cabo Verde (1460), hasta que las plantaciones de América acaparan casi todo el comercio de esclavos negros, desde el siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XIX (Entralgo, 1974:61). Las profundas causas económicas y los hechos del propio proceso histórico de la colonización echan por tierra las múltiples acusaciones que aún hoy se pretende achacar contra uno de los grandes humanistas del siglo XVI: el sacerdote dominico fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566).

De este modo se inicia el gran circuito o comercio triangular de la trata esclavista, que consiste en la exportación de manufacturas baratas y armas de fuego de Europa hacia África: cambio de baratijas en las factorías de las costas de África por esclavos africanos con destino al continente americano a través del Atlántico; intercambio de esclavos por minerales y productos agrícolas, tanto de las Antillas como del resto de América; venta de productos agrícolas y minerales de América en Europa por dinero acumulable y convertible en capital, y así se repite el ciclo durante cuatro siglos, con los incrementos continuos de la ganancia que tanto influyen en el desarrollo acelerado de Europa, en el gigantesco empobrecimiento de África y en la dependencia económica de América Latina y el Caribe.

La demanda de africanos en Cuba está estrechamente relacionada con el desarrollo de la producción azucarera. Los cargamentos de esclavos aumentan o disminuyen, y los puntos de embarque en África subsaharana se diversifican de acuerdo con la intensificación o no de la producción en la colonia.

Uno de tantos ejemplos de ello lo tenemos durante la recesión económica de 1620, cuando la disminución de la venta de productos cubanos al exterior determina una menor introducción de esclavos. Sin embargo, en 1702, cuando los colonos norteamericanos y europeos canjean fuerza de trabajo a crédito para cobrar en productos cubanos, aumenta

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la producción azucarera hasta hacerse notablemente acelerada en 1762-1763, momento en que la fabricación de azúcar pasa a ser el primer renglón de la economía de la colonia, lo que produce un gran aumento en la entrada de africanos a Cuba (Le Riverend, 1967:82-83).

La esclavitud alcanza su apogeo entre 1790 y 1860, período en el que se introducen 1 137 300 esclavos, incluidos los estimados del tráfico clandestino, coincidente con el auge de la economía agroindustrial y con el aceleramiento de la crisis estructural del sistema, esclavista por su forma, pero esencialmente capitalista por su contenido.

El tráfico clandestino involucra a familias cubanas y de España que burlan los tratados gubernamentales e importan esclavos como nunca antes. Ejemplo de ello son las ochenta y una cartas dirigidas por el catalán Jayme Tintó —organizador de una poderosa «flota negrera» desde Barcelona— a José Yrineo de Yrigoyen —la fachada en el negocio ilícito del poderoso negrero gaditano Joaquín Gómez, asentado en La Habana— entre 1827 y 1833. El doctor Enrique Sosa devela la baja catadura moral de los traficantes y el sucio negocio altamente rentable de estos (Sosa, 1997).

Las zonas de procedencia de los esclavos llegados a Cuba corresponden fundamentalmente a la costa occidental de África, desde Cabo Blanco hasta el sur de Angola. En mayor o menor proporción aparecen de zonas del interior del continente y, como caso excepcional, de la región oriental bañada por el Océano Índico. La inmensa mayoría de estos pueblos pertenecen al grupo lingüístico Niger-Congo, de la familia nigero-cordofana.

Los grupos humanos que son llevados a Cuba desde el continente africano poseen una marcada heterogeneidad económico-social, que se refleja en los distintos niveles de in-fluencia cultural de forma fragmentada según la diversidad existente entre unas comunidades étnicas y otras, así como entre las cantidades de esclavos traídos de cada lugar en diferentes períodos históricos, las zonas de ubicación en Cuba y las expresiones culturales que aportan.

Las regularidades fundamentales de la composición multiétnica africana en Cuba no es posible determinarlas ni por el etnónimo (autodenominación de un etnos o etnia), ni por la denominación étnica (nombre que otros le dan a determinado etnos o etnia), pues ambos casos conducen a confusión. En el primero (el etnónimo), pueden aparecer miles con una compleja red de transcripciones fonéticas de acuerdo con la lengua europea o africana de referencia, de modo que resultan mayoritariamente exoetnónimos tamizados e incluso transformados por determinadas lenguas no africanas y no el endoetnónimo propio (autodenominación de un pueblo en su lengua). En el segundo (la denominación étnica), más que referirse a un etnos específico, señala un grupo de pueblos, afines bien por la cultura, la lengua, el territorio de asentamiento y/o por el lugar de embarque hacia América.

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42

Resulta más operativo y funcional para un ordenamiento clasificatorio, señalar el área de procedencia en África por la denominación metaétnica,45 a partir del conjunto de representantes de varios etnos relativamente vecinos, que son objeto de persecución, captura y venta en determinado punto de embarque común o cercano. Por ello, en las denominaciones metaétnicas predominan los topónimos y los hidrónimos.

Los africanos denominados en Cuba congo,46 proceden de la gran área etnolingüística bantú (bantu),47 desde la parte norte del río Congo hasta el sur de Angola, correspondientes al subgrupo lingüístico benué-congo. Bajo esta denominación aparecen diversos componentes étnicos entre los que sobresalen los banda, boma, bubi, kamba, kongo (propiamente dichos), kuba, mbala, mbamba, mbundu, ndamba, ovimbundu, songe, sundi, yaka y otros.48

Según la información que aparece en los archivos parroquiales de las regiones donde la población africana resulta más numerosa, es decir, el área centro-occidental de Cuba, los kongo son los más estables desde el punto de vista diacrónico y la mayoría en los diversos cortes sincrónicos realizados durante el apogeo de la trata esclavista. En este sentido, un hidrónimo referente a la principal arteria fluvial de esa zona en África deviene en Cuba denominación metaétnica.

Otro conglomerado multiétnico de gran importancia son los lucumí, con una significativa proporción yoruba,49 —observada en

45 El criterio de denominación metaétnica está basado operacional-mente en la relativa comunidad de rasgos

lingüo-culturales y en la pertenencia territorial de estos pueblos. Véase la discusión terminológica al respecto en Bromlei, 1986:90-105.

46 En todos los casos se emplea la trascripción en castellano. 47 Es un grupo de pueblos lingüísticamente emparentado de unos 60 millones de personas que viven en África

ecuatorial y meridional. Los bantú provienen probablemente de lo que es en la actualidad Camerún, que después emigraron hacia el sur de África. Desde el 1000 a.n.e. hasta el siglo III o IV, el éxodo bantú fue uno de los mayores de la historia de la humanidad. El motivo de esta emigración está relacionado con un aumento de la población, a consecuencia de la introducción de nuevos cultivos, tales como el plátano (oriundo de Asia meridional), que trajo consigo una superproducción de alimentos. En los albores de su historia, los bantú se escindieron en dos grandes ramas lingüísticas: los bantú orientales y los occidentales. Los orientales emigraron a Zimbabwe y Mozambique, para acabar en Sudáfrica. Los occidentales se trasladaron hacia lo que hoy es Angola, Namibia y el noroeste de Botswana (véase Enciclopedia Microsoft Encarta 2004).

48 Véase Tabla 11, Zona IV.

49 Se emplea el exoetnónimo yoruba, en castellano, pues otra acentuación haría referencia a otra lengua: en

inglés sonaría yóruba, con el acento en la primera sílaba; en la lengua yoruba sonaría yòrubá, con doble acentuación, grave en la primera y aguda en la tercera, lo que no es común en castellano. Este gran pueblo de habla sudanesa habita en el suroeste de Nigeria. Los yoruba viven predominantemente en urbes, practican una agricultura doméstica a pequeña escala y tienen fama de ser buenos comerciantes y

Joven congo real de 16 años.

Fotografía de N. Mestre, 1866. Joven de pie

vestido de traje, hay referencia de que era vecino

de la calle Dragones, La

Habana.

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

43

denominaciones como «eyó» [oyó], «egguadó» [egbadó] e «iyesá» [ilecha], entre muchas otras— aunque también abarca decenas de representantes de otros pueblos vecinos, correspondientes principalmente al subgrupo lingüístico kwa. Proceden del área que comprende la margen oeste de la desembocadura del río Níger. Esta denominación es generada, como otras, durante el tráfico esclavista de la antigua jefatura costera de Ulkami o Ulkumi, de donde por metátesis del topónimo se origina el término. Su presencia en Cuba se hace creciente desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX; también con amplio predominio hacia occidente. De la presencia língüica yoruba y sus diferentes variantes locales, los que más influyen en el uso ritual en Cuba son el oyó y el ifé, que también se denominan por el topónimo de ambos centros urbanos. Con la denominación de lucumí entraron en Cuba africanos de origen bariba, bini, bolo, chamba, gbari, hausá, mosi, nupe y yoruba propiamente dichos, entre otros.

Los africanos que son denominados en Cuba carabalí, proceden del área que abarca la margen este del río Níger, al sur de Nigeria, hasta la desembocadura del río de la Cruz, en el Viejo Calabar, de cuyo embarcadero, también por metátesis les viene la denominación. Con este nombre genérico son conocidos e identificados los esclavos ibibio, cuya lengua efik coincide con el etnónimo de uno de sus grupos étnicos y es al mismo tiempo una lengua literaria; los ibo o igbo, que también aparecen como bibí, entre otros, se corresponden con el área lingüística del subgrupo kwa. Una de las conocidas tribus pertenecientes al pueblo ibo, la abadyá, recuerda sobremanera la denominación genérica de abakuá, el nombre cubano de las centenarias agrupaciones masculinas que aún tiene en las ciudades de La Habana, Matanzas y Cárdenas unas ciento treinta y seis asociaciones. Otra de estas tribus, la isú, aparece también en Cuba con la denominación de «isuche».

Del área central y del sur de la actual República de Benin (antiguo Dahomey) proceden los africanos denominados arará, que son vendidos en los mercados negreros de Whydad y Ardrá (u otras denominaciones como Ajudá, Judá, Fidá, Huedá, Ouihad), de cuyo topónimo les viene el nombre. En Cuba se conocieron africanos principalmente fon, mahi bajo la referida denominación metaétnica (Guanche, 1983:211-212; López, 1985:58), que también se corresponden con el área lingüística del subgrupo anteriormente señalado.

artesanos. Hacia el siglo XVII consiguieron establecer un estado fuerte y floreciente, el reino de Oyó, en la región entre lo que entonces era Dahomey y el río Níger. Oyó se desintegró en multitud de reinos diminutos durante la primera mitad del siglo XIX. A finales de dicho siglo, los yoruba quedaron bajo el control inglés. En la actualidad constituyen el 21 % de la población de Nigeria y viven en su mayoría en la ciudad de Ibadán. Muchos de los artistas y escritores más famosos de Nigeria pertenecen a la etnia yoruba.

Matrimonio de africanos que

trabajaba en el acueducto de

Vento (La Habana).

Fotografía de N. Mestre, 1866. Matrimonio mixto de

africanos, ella lucumí y é de procedencia mandinga, sostiene el

metro para la referencia

antropométrica empleada por el

antropólogo francés Henry

Dumont.

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

44

Otras referencias (bien por las actividades de los cabildos de africanos y descendientes en las ciudades, los libros de ingenios, los archivos parroquiales, la prensa periódica, el depósito de cimarrones y otras fuentes) señalan a los africanos mina, mandinga y gangá. Los primeros proceden del embarcadero de San Jorge Elmina, fundado por los portugueses en 1482, en la antigua Costa de Oro (actual República de Ghana) y de otros dos puntos de embarque también conocidos como Elmina en la propia área. Con esta denominación pueden ser identificados, entre otros, los achanti —que aparecen en Cuba como «mina santé»— y los fanti, que pertenecen al etnos akán, del propio subgrupo lingüístico kwa, cuya mayoría aún habita en Ghana (76,5 %) y Costa de Marfil (22,5 %). Con la denominación de «mina popó», llegan los esclavos procedentes de Elmina Chica en la Costa de los Esclavos (Bruk, 1981:168; López, 1985:56). Más al oeste, de lo que hoy forma parte de los territorios de Malí, Guinea, Sierra Leona, Costa de Marfil, Senegal y Gambia, proceden los mandinga,50 que por lo regular pertenecen al subgrupo etnolingüístico mandé. Bajo esta denominación se introducen esclavos baga, bambara, dyola, fulbé, malinké propiamente dichos, serer, soso y wolof, entre otros. Los gangá, por

su denominación, corresponden al área de Sierra Leona y Liberia, bien por el topónimo de Gbangá o más al interior, el de Ganhoá, o con Wangará en esta última república. Con esta denominación entraron esclavos bulom, ebrié, cono, gbandi, gola, kisi, kru, loma, mani y vai, principalmente, pertenecientes al subgrupo etnolingüístico del Atlántico occidental.

La presencia de africanos macuá es la única indicación excepcional de esclavos pertenecientes al área oriental de África, así como el etnónimo de estos en correspondencia con su denominación en Cuba. Los macuá habitan hoy día los territorios de Mozambique (80,5 %) y Malawi (16,1 %), y pertenecen al subgrupo etnolingüístico benué-congo.

50 Este grupo etnolingüístico, que se desarrolló con los imperios de Ghana y de Malí, está presente en África

occidental, desde Mauritania a Nigeria, en Guinea y en Liberia. Corresponde al área de extensión del comercio ejercido por los dyula, los comerciantes del imperio de Malí. Hay que distinguir entre los mandingas occidentales, en Guinea, que incluyen a los susu y dialonké; los mandingas orientales, con los bambara de Malí, y otros pueblos como los kissi en Guinea. Los malinké se encuentran en Guinea en los alrededores de Siguiri y Faranah. Los dyula, que forman una casta, habitan en los grandes centros que en muchos casos fueron origen de las grandes ciudades-mercado de la sabana, como Bobo-Dioulasso en Burkina Faso (véase Encarta Africana, 2004).

Juliana, mujer mina de 28

años de edad, con hija en la

espalda. Fotografía de

n. Mestre, 1866. Joven esclava, de

pie, vestida de largo, apoyada en una silla y con una pipa en la boca; sobre su espalda

duerme su pequeña hija.

Macías Cárdenas,

esclavo gangá de 40 años,

albañil. Fotografía de N. Mestre, 1866.

Hombre sentado, vestido

con camisa, pantalón,

alpargatas y pañuelo en la cabeza. Hay referencia de

que vivía en la calle Reina no. 42, La Habana.

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

45

Diversas fuentes desde el siglo pasado han tratado de identificar y sistematizar la variada presencia de africanos en Cuba, desde los esfuerzos de Esteban Pichardo, José María de la Torre y Manuel Pérez Beato, cuyas obras fueron utilizadas crítica-mente por Fernando Ortiz en la continuidad de este propósito, hasta los estudios de Juan Luis Martín, Rómulo Lachatañeré, Pedro Deschapms Chapeaux y Rafael L. López Valdés, a partir de nuevas fuentes. La Tabla 11 incluye las denominaciones metaétnicas o de carácter genérico con que han sido identificados la mayoría de los africanos en Cuba; los etnónimos de origen en África, según fuentes recientes e históricas; y las denominaciones étnicas con las que se les identificó en Cuba. También se brinda el total y los porcientos que representan respecto de cada zona que aún aparecen en África. Este nuevo acercamiento a la sistematización de la presencia africana en la formación de la cultura cubana posee un carácter abierto, representa sólo un corte parcial de la investigación y posibilita nuevas vías para el ordenamiento de la rica información disponible.

TABLA 11. COMPOSICIÓN DE LOS ETNÓNIMOS IDENTIFICADOS EN CUBA POR ZONAS DE

ÁFRICA, SEGÚN DENOMINACIONES ÉTNICAS Y METAÉTNICAS (TOTAL Y PORCIENTOS)

ZONA I (Entre Cabo Blanco y Cabo Las Palmas)

1. De Cabo Blanco a Cabo Palmas

2. Costa de Oro

3. Costa de los Esclavos (Ensenada de Benin)

4. De Cabo López a Cabo Negro

5. Costa Oriental, de Mombasa a Zitundo

PPrriinncciippaalleess zzoonnaass ddee pprroocceeddeenncciiaa ddee aaffrriiccaannooss eessccllaavviizzaaddooss hhaacciiaa CCuubbaa ((ssiiggllooss XXVVII--XXIIXX))

1

2 3

4

5

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

46

Denominaciones metaétnicas

Etnónimos africanos

identificados

Denominaciones étnicas encontradas en Cuba

(Total) y % respecto de la

zona I

Guinea guinea, guineo, guineos (3) 2,91 Gangá bulom

gangá longobá (gangá longova, gangá longová, gangá longoba, gangá, gangá ñongobá), o simplemente como longoba (longobá)

(8) 7,76

ebrié gangá brie (1) 0,97

cono gangá cono, gangá conó, gangá conú y cozo

(4) 3,88

gbandi gangá baude (1) 0,97

gola gangá golá (gangá gola, gangá gorá, gangá gongola), gola e ygora

(6) 5,82

kisi gangá quisi, gangá quisí, gangá kisi, gangá kisí *

(4) 3,88

kru gangá cramo (1) 0,97

loma bucheg, gangá busi, gangá bucheg (ganga bucheg)

(4) 3,88

mani gangá maní y gangá mani * (2) 1,94

vai gangá bay, fag y fay (3) 2,91 Mandinga baga mandinga zape y zape (2) 1,94

bambara bamba, bambara, bambará, bámbara, banbara, mandinga bambara (mandinga bámbara, mandinga bambará) y quimbámbara.

(9) 8,73

dyola mandinga yola, yolá (iola, yola, yolar) y excepcionalmente como carabalí yola.

(6) 5,82

fulbé mandinga fula, fulo, folupo, tfoli y excepcionalmente como lucumí agaín y lucumí agani ota

(6) 5,82

malinké manderega, mandinga, mandinga lumba alogasapi, mandinga sicuato, mandingo, sicuato (siguato) y excepcionalmente como carabalí siguato, cangá, gara, gangá siguato, lucumí kangá

(12) 11,65

serer mandinga sereré (1) 0,97

soso mandinga osusu, mandinga soso, musoso y zoso

(4) 3,88

wolof mandinga yolof (mandinga yolofe), yolof (iolof, jolof, jolofe, jolofo,

(11) 10,67

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

47

llolofo, yalofe, yolof, yolofe) Otros componentes étnicos

bainuk bañol, bañon y mañón (3) 2,91

balante balanta y valanta (2) 1,94 bidyogo visao (1) 0,97

bobo aobo y bobó (2) 1,94 kasanga casanga y cazanga (2) 1,94

lobi lofi (1) 0,97 mendé mendé (1) 0,97

nalu nalú (1) 0,97

* También reportados como mandinga ZONA II (Costa de Oro)

Denominaciones metaétnicas

Etnónimos africanos

identificados

Denominaciones étnicas encontradas en Cuba

(Total) y % respecto de la

zona II

Mina achanti

achanti (ashante, ashantte), mina achanti (mina-ashante, mina ashanté), oro (oró) y excepcionalmente como lucumí achanti (lucumí chanté)

(10) 32,25

fanti fanti (fantee), mina fanti y excepcionalmente como lucumí fanti

(4) 12,90

gwa guagua, guasi, mina guagui, quaqua y excepcionalmente como lucumí guari

(5) 16,12

mina ganga mina o popo, lucumí mina, mina popó (mina popó costa de oro), mina musona y lucumí popo, popó (popo)

(8) 25,80

Otros componentes étnicos

bonna bondó (bondo) y lucumí bona. (3) 9,67 ga igá (1) 3,26

ZONA III (Costa de los Esclavos)

Denominaciones metaétnicas

Etnónimos africanos

identificados

Denominaciones étnicas encontradas en Cuba

(Total) y % respecto de la

zona III Arará fon arará (arada, arara, arrara), arará

abopá, arará agicon (arará agicón), arará cuatro ojos, arará cuévano (arará cuevano), arará dajomé (arará dajome), arará sabalú (arará

(20) 5,58

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

48

sabalu), cuevano, dahome (dahomé, dajomé) y excepcionalmente como lucumí arará y terranova.

mahi arará magino (arará magico, arará mágico) y magin (mahín).

(4) 1,11

Carabalí ekoi abasi efo, acocuá, atam, atamo, atana, átana, atava, bacoco efo, berun, carabalí atán, carabalí hatan (carabalí hatam), enlleguelle efo, enllemilla, hatán (atan, hatan), carabalí berún (carabalí berun), carabalí nezeve, guman efo uñon y excepcionalmente como arará nezeve (arará nejeve, arará nezéve) y lucumí ekubí.

(25) 6,98

ibibio bibí (bibi), brícamo (brican, brisamo, brucan, brucamo), brucame, carabalí bibí (carabalí bibi), carabalí bogre, carabalí brícamo (carabalí bricamo, carabalí brícano), carabalí bricma, carabalí efi (carabalí efí), carabalí elugo (carabalí eluyo), carabalí epá, carabalí ezza, carabalí ibi, carabalí viví (carabalí vibí), efí, efi cunacua, efi nquebuton, eforisun, elugo, epa (epá), lucumí epá (lucumí epó), lucumí epons, muñanga efo, orumbo (orumbó), usagara y vivi (viví).

(41) 11,45

ibo ábalo, ábaya, abaya, biafara (biafra), briche (brich), brisuela (brizuela), carabalí abalo, carabalí abaya (abaja, ábaya), carabalí acocuá, carabalí agro, carabalí briche (briché, brichi), carabalí ibo (ibó), carabalí isicuato, carabalí isique, carabalí isuama (juama, juamba suama, suamo), carabalí isuama aballa ocuite, carabalí isuama apapá, carabalí isuama bogre abate singlaba, carabalí isuama ibi isuama isiegue, carabalí isuama oquella, carabalí isueche, carabalí isueque, carabalí izuana, carabalí oquella, carabalí orú (carabalí oru, carabalí orumbo), carabalí osese, carabalí ososo,

(61) 17,03

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49

carabalí ososo omuna, carabalí rey, carabalí ugri, eboe, ebro, ibo (ibó, ybo, inbo), isieque, musuama (suama), suama (isuama), viafara (biafara) y excepcionalmente como lucumí abaya, lucumí aro y lucumí ibo aro.

ijaw (ijo) bran (bram, bras, braz), bruc (bruco, brucu), brucame, brucamo, carabalí bras (carabalí bran) y cule.

(12) 3,35

Lucumí bariba lucumí barba, lucumí baríba y lucumí barubá.

(3) 0,83

bini benín, hedo, lucumí beni, lucumí benin, lucumí biní, lucumí ouori y excepcionalmente como carabalí benin.

(7) 1,95

bolo lucumí bolo. (1) 0,28

chamba lucumí chamba, lucumí machamba y machagua.

(3) 0,83

gbari lucumí guari. (1) 0,28

hausá abusa, ansá, apa (apá, apas), apapá (apapa), apapá chiquito, apapa umone, assua, ausá, aussa, hausa, lucumí aguzá (lucumí aguza), lucumí apapá (lucumí apapá chiquito), lucumí ausá, lucumí jausá, lucumí ketza (lucumí keza), uri apapa y excepcionalmente como carabalí apapá.

(23) 6,42

mosi lucumí mosé y lucumí mossi. (2) 0,55 nupe lucumí aratako (lucumí aratakua),

lucumí nifé, lucumí tacua (lucumí takua, lucumí takuá, lucumí takwa, lucumí tapa, lucumí tapkua, lucumí tapo), tacua (tacuá) y excepcionalmente como carabalí tacua, gangá tacua, gangá tacúa y gangá tacuá.

(16) 4,46

yoruba cacanda (acanda, cacando, cacanga), carabalí yecha, egguaddo (egbado), ejibo, eyó, gangá kakanda, iecha, feé (fee, fée), ijave, lucumí (ucumí), lucumí adó, lucumí aguerefé, lucumí ainá, lucumí akotó, lucumí aku (lucumí akuleku), lucumí alelú, lucumí amaroniki, lucumí aná ayashé

(129) 36,03

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50

odina, lucumí anagó (lucumí anagonou, lucumí anagunú), lucumí ará iyaé, lucumí arafé, lucumí arailú, lucumí aralorí, lucumí aralú, lucumí arufá, lucumí aya die, lucumí ayabadó, lucumí ayasé (lucumí ayasí), lucumí ayones, lucumí bragurá, lucumí cacanda, lucumí chaga (lucumí chaggá), lucumí efuché, lucumí efún, lucumí egbá (lucumí egguá, lucumí egguaddo, lucumí eguado, lucumí egwá, lucumí egwalubo), lucumí ejibo (lucumí eyibó), lucumí eki (lucumí ekiti, lucumí ekitin), lucumí engüei (lucumí enguey), lucumí eyó, lucumí ezza, lucumí fee (lucumí fée, lucumí ifé), lucumí feodán, lucumí grefé (lucumí grife, lucumí grifé), lucumí ibadá (lucumí ibadán), lucumí iecha (lucumí ichesa, lucumí ijesa, lucumí irecha, lucumí iyecha, lucumí iyesá, lucumí iyesha, lucumí yecha, lucumí yesá), lucumí ijave (lucumí ijaye), lucumí ilorin, lucumí isagá (lucumí ishagá, lucumí issaga), lucumí iyebú, lucumí iyesa moddú, lucumí juda, lucumí kete (lucumí ketu), lucumí ki, lucumí komoré (lucumí komorén), lucumí koso, lucumí laguí, lucumí lara, lucumí llainá, lucumí mají, lucumí mosokue, lucumí nego, lucumí oba, lucumí obio kutá, lucumí odó, lucumí okó manigbó, lucumí oná ayaché odina, lucumí ot (lucumí otá, lucumí otan), lucumí oti, lucumí oyó (lucumí elló, lucumí eyó, lucumí oyonisi), lucumí oyó ameko, lucumí oyó ayilodá, lucumí oyó boro, lucumí sagá (lucumí shaga), lucumí yanés, lucumí yebú, lucumí yobá, lucumí yogo de ota, lucumí zezá, nagot, negó, ocán (ocon), otambo y tan.

Otros componentes étnicos

jaba jaba y jamba (2) 0,55 koko cocoli (1) 0,28

maya mayalonco (1) 0,28

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51

mbum bumbo (1) 0,28

ZONA IV (Entre Cabo López y Cabo Negro)

Denominaciones metaétnicas

Etnónimos africanos

identificados

Denominaciones étnicas encontradas en Cuba

(Total) y % respecto de la

zona IV Congo banda congo bana, bana y banera. (3) 1,97

boma boma y congo bomboma. (2) 1,31 bubi bioho (biocho), biringoyo y congo

biringoyo (congo birongoyo). (5) 3,28

kamba congo mucamba y congo olacamba.

(2) 1,31

kongo ambuyla (embuila, embuyla), anchica (enchica, chico), angola (engola), angunga, cabenda, cabunda, cacongo, cambaca, congo, congo angola, congo angunga, congo baco, congo bacongo, congo cabenda (congo cabinda), congo cocongo, congo colongo, congo entótera (congo etontera),congo loango, congo llanga, congo llombo, congo maconga, congo masambí, congo masinga, congo mayombe (congo majumbe, congo mayobe, congo mayumba), congo mumboma, congo milongo, congo minquela, congo motembo, congo musenga, congo musoro, congo musoso, congo musulongo (congo musolongo), congo musungo, congo muzumbo, congo nizanga, congo real (boango), congo tiberé, congo vivi, embondo, embuyla, enchica (enchico), ensenza (esensa, ensensa, ynsenza), entótera (entontera), loanda (luanda), loango (luango), longo, manicongo, masinga, matamba, matumba, mayombe, monengue, motembo (motemo, montemo, montembo), mumboma, musabela, rey y canónigo.

(79) 51,97

kuba congo mumbaqué, kuba, macuba, mobangue, mumbaqué y munbake.

(6) 3,94

mbala congo bala, congo mumbala y mumbala.

(3) 1,97

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52

mbamba congo bamba y congo morubamba. (2) 1,31 mbundu congo bondo, congo mondongo,

mondongo, momdombo, mondong, quisama y quisiama.

(7) 4,60

ndamba congo mundamba, mundamba y mundembo.

(3) 1,97

ovimbundu banguela (banjela, benguela), congo banguela, congo banjela, congo benguela, congo cacanda y vigue.

(8) 5,26

songe congo bosongo y bosongo. (2) 1,31

sundi congo musundi (congo sundi), congo sersundi, musundi (musundí) sunda y sundí.

(7) 4,60

yaka congo mallaca, congo munyaca, congo muriaca, congo muyaca, munyacara, munyácara y munyaca.

(7) 4,60

Otros componentes étnicos

asu assua. (1) 0,65 fang cabone, gabó y gabón. (3) 1,97

lala lala. (1) 0,65 luba mosanga, mosombo, musombo y

musong. (4) 2,63

mongo mongo y monjolo y monxolo. (3) 1,97 nganguela ganguela. (1) 0,65

ngwi engüei y engüey (2) 1,31

ZONA V (Costa Oriental, entre Mombasa y Zitundo)

Denominaciones metaétnicas

Etnónimos africanos

identificados

Denominaciones étnicas encontradas en Cuba

(Total) y % respecto de la

zona V Macuá makuá

bacua, bique, macuá (macua, makua, makuá), magua, malagasca, mozambique (musanbique) y excepcionalmente como carabalí macuá.

(11) 68,75

Otros componentes étnicos

boni boní (1) 6,25 bungomek bungamé (bungame) y congo

bungana (3) 37,50

nguindo guindo (1) 6,25

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FUENTES: Abbot, Abiel. Cartas. Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965; Archivo Histórico de Santiago de Cuba (AHSC). Emancipados recojidos [sic.] de la Junta provincial de Beneficencia de esta Ciudad en cumplimiento de orden superior de 7 de Diciembre de 1855. Fondo de Gobierno Provincial. Esclavitud, Año 1854, Legajo 554, no. 11; Bremer, Fredrika. Cartas desde Cuba. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1980; Calderón, Rebeca, Elsa Almaguer y Milagros Villalón. «Bantúes en la jurisdicción de Cuba: consideraciones tipológicas», en Del Caribe, no. 31, Santiago de Cuba, 2000:60-65; Cremé Ramos, Zoe. Pesquisaje sobre la procedencia de los esclavos en la Jurisdicción de Cuba entre 1792-1838. Publicigraf, 1994; Deschamps Chapeaux, Pedro. «Marcas tribales de los esclavos en Cuba», en Etnología y Folklore, Academia de Ciencias de Cuba, La Habana, no. 8, año 1969:65-78; y El negro en la economía habanera del siglo XIX. Ediciones Unión, La Habana, 1970; Dumont, Henri. Antropología y patología comparadas de los negros esclavos [1876]. Colección cubana de libros y documentos inéditos y raros, dirigida por Fernando Ortiz, traducida por el Prof. I. Castellanos, La Habana, 1922; Escalona, Martha. El puerto de Matanzas, 1793-1839. Matanzas, 2002 (inédito); Fuente García, Alejandro de la. «Denominaciones étnicas de los esclavos introducidos en Cuba. Siglos XVI-XVII», en Anales del Caribe, Centro de Estudios del Caribe, de la Casa de Las Américas, La Habana, no. 6, 1986:75-96; García del Pino, César y Alicia Melis Cappa. «Relación de los esclavos forçados que quedaron de la galera San Agustín de la Havana», en Documentos para la historia colonial de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1988; Guanche, Jesús. «Contribución al estudio del poblamiento africano en Cuba», en África, Revista do Centro de Estudos Africanos, USP, Sao Paulo, 18-19 (1): 119-138, 1995/1996; «El poblamiento de Cuba: aspectos etnodemográficos», en Instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. vol. I, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1997:9-41; y «El Papel Periódico de la Havana y las denominaciones étnicas, geográficas, lingüísticas y raciales de los esclavos africanos y sus descendientes en Cuba durante el siglo XVIII», en Palabras de la Ceiba, no. 2, Sevilla, 1998:45-54; Lachatañeré, Rómulo. (1939) «Tipos étnicos africanos que concurrieron en la amalgama cubana», en Actas del folklore, año 1, no. 3, La Habana, marzo de 1961:5-12; López Valdés, Rafael L. «Problemas del estudio de los componentes africanos en la historia étnica de Cuba», en Componentes africanos en el etnos cubano. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985:50-73; «Pertenencia étnica de los esclavos de Tiguabos (Guantánamo) entre los años 1789 y 1844», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, año 77/3ra. época-vol. XXVIII, La Habana, septiembre-diciembre de 1986:23-63; y «Notas para el estudio etnohistórico de los esclavos lucumí de Cuba», en Anales del Caribe, Centro de Estudios del Caribe, de la Casa de Las Américas, La Habana, no. 6, 1986:54-74; Macías, José Miguel. Diccionario cubano; etimológico, crítico, razonado y comprensivo. México, 1888; Martín, Juan Luis. De dónde vinieron los negros de Cuba. Los mandingas, gangás, carabalíes y ararás: su historia antes de la esclavitud. Editorial Atalaya S.A., La Habana, 1939; Ortiz, Fernando. (1916) «Los negros afrocubanos», en Los negros esclavos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987:41-56; (1924) Glosario de afronegrismos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990; y (1906) Los negros brujos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995; Padrón Jomet, Silvia y Tania Bonachea Macías. «Asentamientos africanos en Ranchuelo», en Del Caribe, no. 31, Santiago de Cuba, 2000:76-80; Pascual Pons, Carmen. Reseña del desarrollo de la esclavitud de origen africano en Guanabacoa. Guanabacoa, 2000 (inédito); Pérez Beato, Manuel. «Procedencia de los negros de Cuba», en Revista Bimestre Cubana, vol. V, La Habana, 1910:161-163; «La condición social de los negros en la Habana durante el siglo XVI», en Revista Bimestre Cubana, vol. XVII, La Habana, 1922:266-294; Pérez de la Riva, Francisco: «El negro y la tierra, el conuco y el palenque», en Revista Bimestre Cubana, vol. LVIII, La Habana, 1946:97-139; Pichardo, Esteban. (1836) Diccionario provincial casi-razonado de vozes y frases cubanas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976; Portuondo Zúñiga, Olga. «Cabildos negros santiagueros», en Del Caribe, no. 32, Santiago de Cuba, 2000; Sarracino, Rodolfo. Los que volvieron a África. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1988; Torre, José María de la. «Etnografía», en su Compendio de geografía física, política, estadística y comparada de la Isla de Cuba. Imprenta de M. Soler, La Habana, 1854:53; y Wurdemann, John G. Notas sobre Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.

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En África, los pueblos que de diversos modos participan en la trata esclavista, como cazadores o como cazados, poseen niveles de desarrollo muy disímiles, que van desde Estados centralizados como el de los yoruba o del Dahomey, o los Estados sudaneses de la costa occidental, hasta las comunidades tribales y redes de familias extensas de muy bajo nivel de desarrollo, como las del área sudnigeriana hasta el Calabar, pasando por estadios intermedios como las confederaciones de jefaturas o el sistema de expansión y dominio de una compleja estructura familiar ampliada propia del área etnolingüística bantú.

TABLA 12. ESCLAVOS INTRODUCIDOS EN CUBA (1774-1873)

Períodos

Número de esclavos (en miles)

Fuentes Estimadosa históricas

Diferencia

entre las fuentes

1774-1780 ⎯ 16,3 + 16,3 1781-1790 18,4 16,3 - 2,1 1791-1800 66,3 94,8 + 28,5 1801-1810 70,3 87,0 + 16,7

1811-1820b 155,2 183,5 + 28,3 1821-1830 67,9 264,0 +196,1 1831-1840 194,9 318,0 +123,1 1841-1851 45,7 83,0 + 37,3 1851-1860 126,9 103,0 - 23,9 1861-1870 89,2 76,0 - 13,2 1871-1873 6,0 6,0 0,0

Total 840,8 1 247,9 +407,1

a Según estimado de Juan Pérez de la Riva. b Fin de la trata legal. Fuente: Pérez de la Riva, Juan. El monto de la inmigración forzada en el siglo XIX, La Habana, 1979. Elaboración propia.

Por ello, el poblamiento africano de Cuba es el resultado de una complejísima trama de aportaciones multiétnicas que sufren un violento desarraigo cultural a causa del tráfico esclavista, cuyo origen se remonta a la antigüedad clásica y su auge o descenso ha estado vinculado directamente a las necesidades económicas de los demandantes.

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TABLA 12A. IMPORTACIÓN ANUAL DE ESCLAVOS EN CUBA (1786-1867), EN MILES

Períodos Total de esclavos

(en miles) 1775-1790 12,6 1791-1795 41,1 1796-1800 28,5 1801-1805 52,1 1806-1810 22,8 1811-1815 40,9 1816-1820 127,7 1821-1825 31,9 1826-1830 51,2 1831-1835 85,9 1836-1840 95,7 1841-1845 35,4 1846-1850 15,4 1851-1855 42,3 1856-1860 78,7 1861-1865 30,9 1866-1867 0,7

Total 793,8

Fuente: Davis Ellis. «The Nineteenth-Century Transatlantic Trade: An Annual Time Series of Imports into the Americas Broken Down by Region», en Hispanic American Historical Review. 1983. Información sintetizada por quinquenios. Cortesía de la Dra. María del Carmen Barcia.

Desde el punto de vista cronológico, la entrada de africanos a Cuba es muy variada y poco controlada, debido a causas políticas e intereses económicos que propician errores y omisiones estadísticas, así como por el auge que adquiere el tráfico clandestino. No obstante, si comparamos por decenios las cifras que aportan las fuentes históricas con uno de los estimados más confiables (Tabla 12) se aprecia una omisión de 400 000 africanos, cuyo 78,41 % se ubica en los dos decenios subsiguientes al cese de la trata legal. De manera que, lejos de disminuir el tráfico esclavista con la supresión de la trata, este se incrementa. Si consideramos como válido el estimado establecido, tras el consecuente y riguroso análisis demográfico realizado por el referido autor, observamos

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que sólo en el período 1821-1840 entra casi la mitad (46,64 %) de toda la población africana en Cuba durante el siglo XIX.

Por otra parte, la obra de Ellis aporta nuevas estimaciones sobre el comercio de esclavos para Cuba (Tabla 12a), y lo acerca más a las fuentes históricas que al impacto del tráfico clandestino no documentado.

La introducción de africanos vuelve a crecer durante el período 1851-1860 con un alto índice de concentración en la región centro-occidental de la Isla, equivalente al 72,71 %, según el censo de 1861. Un corte del referido decenio en varios archivos parroquiales desde Pinar del Río a Sancti Spíritus puede servir de ejemplo representativo para caracterizar la composición étnica de los africanos en esta parte de Cuba. Tal como puede observarse en la Tabla 13, las cifras relativas arrojan un predominio de los congo, tanto a nivel espacial (de este a oeste) como acumulativo del período, seguidos de los componentes lucumí, aunque su peso específico disminuye en el área de Trinidad y Sancti Spíritus. La información estadística reporta también una interesante incógnita para las investigaciones etnoculturales referentes al significativo peso de los gangá, cuyas expresiones musicales, por ejemplo, sólo se detectan de manera local y poco difundida.51 Ello permite inferir un hipotético proceso de asimilación étnica intraafricana por parte de otros componentes más numerosos, como los de origen bantú, o con un mayor nivel de desarrollo sociocultural, como los lucumí.

El bajo índice de matrimonios homogéneos y el mayor peso de los matrimonios interétnicos que veremos posteriormente pueden servir de ejemplo. Los carabalí ocupan el cuarto orden; sólo disminuyen en el archivo de Santa Clara de Asís y en el resto predominan sobre los componentes del área más occidental de África.

TABLA 13. COMPOSICIÓN ÉTNICA DE LA POBLACIÓN AFRICANA POR ARCHIVOS PARROQUIALES SELECCIONADOS (1851-1860)

Denominación % Congo 34,81 Lucumí 22,83 Gangá 13,22 Carabalí 8,78 Macuá 4,45 Mandinga 3,81 Mina 1,60 Arará 1,31

51 Me refiero a los tambores gangá pertenecientes a Linda Diago, en Perico, Matanzas, quien los heredó de su

bisabuela africana, esclava del Ingenio Santa Elena y que aparecen en el Atlas de los instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. Véase Casanova, 1997:368.

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Ibo 0,75 Otrosa 8,44

a Incluye 12 denominaciones que separadamente no alcanzan el 1 %. Fuentes: Guerra Díaz, Carmen e Ivonne Núñez Parra: «Notas para el estudio de la esclavitud en la antigua región de Villa Clara», en revista Islas, no.84, mayo-agosto de 1987 (para el archivo parroquial de Santa Clara de Asís), pp. 3-29. Para el resto de los archivos parroquiales, trabajo de campo de Jesús Guanche, San José de Bahía Honda, junio de 1986; Jesús Guanche, María de las Nieves Hernández Redonet y Ania Pérez Contreras, Jesús del Monte, febrero de 1987; Jesús Guanche, Gertrudis Campos y Renato Fernández, Río de Ay y Espíritu Santo, mayo de 1988. Elaboración propia. Los que aparecen agrupados en el indicador de Otros, abarcan tanto los que son registrados de modo genérico como «africano», así como diversas denominaciones tales como bibí, brícamo, bumbo, gabó, guinea, inglés, macuba, mondongo, mozambique, popó, portugués y yebú, los que por separado no alcanzan el 1 % del total. A los macuá sólo se les encuentra más al occidente, desde Santa Clara a Pinar del Río, en una proporción siempre superior al 5 % respecto del resto de los africanos en cada archivo. Los mandinga aparecen de modo constante aunque su peso estadístico tiende a disminuir hacia el oeste del área estudiada. La presencia mina se reduce a la zona de La Habana-Pinar del Río en pequeña proporción, y los arará son estadísticamente significativos sólo en la información que aparece en el archivo de Jesús del Monte.

TABLA 14. COMPOSICIÓN DE LA POBLACIÓN ESCLAVA (DE AMBOS SEXOS) SEGÚN EL COLOR DE LA PIEL

Censos Negros % Mulatos % Total 1774 38 609 86,97 5 784 13,03 44 393 1792 72 455 85,65 12 135 14,35 84 590 1817 184 468 92,63 14 677 7,37 199 145 1827 273 943 95,47 12 999 4,53 286 942 1841 425 521 97,49 10 974 2,51 436 495 1861 342 205 92,35 28 348 7,65 370 553

FUENTE: Censos de población de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Por otra parte, todos los censos del período colonial no hacen distinción de la población africana como tal respecto de los criollos descendientes de estos, pues las clasificaciones sólo responden al sexo, el color de la piel y el status social (libre o esclavo). Sin embargo, si correlacionamos el peso absoluto de la población negra esclava sobre la mulata de esta propia condición social a nivel de los diferentes censos, con el monto total de bautismos, matrimonios y entierros de «pardos y morenos» en los propios censos donde esta información aparece, junto con los estudios particulares de los archivos parroquiales

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realizados al respecto, vemos que su proporción acumulativa indica que más de 90 % de los esclavos eran negros y africanos (Tabla 14).

De manera que el criterio operativo de representar a la población esclava como mayoritariamente africana durante el período 1774-1861 es altamente significativo y representativo. La inclusión de los mulatos esclavos se debe a dos razones; en primer lugar, porque no todos los africanos, de fenotipo negroide o melanodermo, introducidos en Cuba tenían la piel negra como muchos pueblos costeros vinculados a la trata, aunque conservaran otros rasgos antropomórficos —recordemos que el propio etnónimo fulbé ha sido traducido como «carmelita claro» o «rojo», en oposición a wolof o «negro»—, pues debe tenerse en cuenta el amplio comercio transaharano y los múltiples vínculos histórico-culturales de los pueblos africanos mucho antes de la ominosa trata a través del Atlántico, y en segundo lugar, la baja proporción estadística de los esclavos registrados como mulatos tiende a compensar la pequeña proporción de africanos libres, ya que, opuestamente, la inmensa mayoría de la población negra y mulata libre es nacida en Cuba (Tabla 15).

TABLA 15. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN ESCLAVA SEGÚN CENSOS (1774-1861)

Censos

Población esclava

% respecto del total de la población

de Cuba Varones % Hembras % Total

1774 28 831 64,94 15 562 35,06 44 393 25,72 1792 47 424 56,06 37 166 43,94 84 590 31,06 1817 124 324 62,43 74 821 37,57 199 145 36,08 1824 183 290 63,08 103 562 36,12 286 942 40,73 1841 281 250 64,43 155 245 35,57 436 495 43,32 1861 218 722 59,02 151 831 40,98 370 553 26,53

FUENTES: Cuadro estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba, correspondiente al año de 1827, La Habana, 1829; Las estadísticas demográficas cubanas, La Habana, 1975: 14-26; y Oscar Ramos Piñol. «Acerca del primer censo cubano. Características y fecha de ejecución (1774-79)», en revista Estadística, año X, no. 22, La Habana, diciembre de 1987:71-92. Elaboración propia. Esto lo confirma al mismo tiempo la correspondencia directa que existe entre el crecimiento absoluto de la entrada de africanos a fines de la primera mitad del siglo XIX (Gráfico 3) con el crecimiento también absoluto de la población esclava según el censo de 1841 y su alto índice relativo respecto del total de la población de Cuba (43,32 %).

La composición por sexo de la población esclava, como el reflejo más directo del poblamiento africano, nos muestra a nivel diacrónico (1774-1861) un evidente

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desequilibrio en el alto índice de masculinidad que oscila, sólo durante el siglo XIX, de 144 a 181 varones por cada 100 hembras. Este hecho no contribuyó tanto a la realización de los matrimonios «interraciales», por lo regular efectuados entre el padre europoide o leucodermo y la madre negroide o melanoderma, como a múltiples matrimonios mixtos de tipo interétnico entre los propios componentes africanos y sus descendientes.

Un corte global realizado en el archivo parroquial de San José de Bahía Honda, Pinar del Río, durante toda la presencia africana (1822-1870) puede ejemplificar esta tendencia.

Como se aprecia en la Tabla 16, hay una mayor correspondencia pro-porcional entre los matrimonios interétnicos (81 %) por cada una de las denominaciones que aparecen en ella, respecto de los matrimonios homogéneos o intraétnicos (19 %) que poseen una menor participación de componentes. Al mismo tiempo, es también mayor la proporción de criollos descendientes de africanos

participantes en los matrimonios mixtos (38,76 %), por ambos sexos, que en los matrimonios homogéneos (3,50 %). De modo general se observa que ocho de cada diez matrimonios de africanos y/o de descendientes efectuados es de tipo mixto, como

GRÁFICO 3. POBLAMIENTO AFRICANO EN CUBA(1774-1899) SEGÚN CENSOS EN MILES

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1774 1792 1817 1827 1841 1861 1877 1887 1899

Fuente: Censos de los años 1774-1899

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1774 1792 1817 1827 1841 1861 1877 1887 1899

Fuente: Censos de los años 1774-1899

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Planta alta del Castillo de San Severino en la ciudad de Matanzas, donde se gesta el Museo sobre La Ruta del Esclavo en Cuba.

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evidente tendencia al rompimiento de la endogamia étnica de origen y a la realización de múltiples lazos exogámicos interétnicos, que en el presente caso sólo abarcan las referidas denominaciones metaétnicas; pues eso se complicaría imprevisiblemente si se pudieran conocer las mezclas a nivel de cada etnos, es decir, por etnónimos.

En una muestra de 143 matrimonios de africanos y descendientes criollos extraídos del Archivo Parroquial del Buen Pastor de Jesús del Monte en la ciudad de La Habana, durante el decenio 1851-1860 a través de las actas de bautismos52 y de entierros53 se observa en cambio un relativo equilibrio entre los matrimonios homogéneos (48,26 %) y los heterogéneos (51,74 %). En los matrimonios homogéneos sobresale la presencia criolla (78,26 %) y lucumí (14,49 %) y entre los matrimonios heterogéneos predomina la mezcla de hombres congo y mujeres lucumí (29,72 %), lo que también se corresponde con el predominio masculino de los congo (41,89 %) y de mujeres lucumí (45,94 %), respecto de los criollos (9,45 %) y las criollas (24,32 %).

TABLA 16. COMPOSICIÓN DE LAS RELACIONES ETNOMATRIMONIALES DE AFRICANOS Y DESCENDIENTES (1822-1870), ARCHIVO PARROQUIAL DE SAN JOSÉ

DE BAHÍA HONDA, PINAR DEL RÍO

Matrimonios homogéneos o

intraétnicos

Matrimonios mixtos o

interétnicos

Tipos de matrimonios

(%)

Denominación %a Denominación

%b

Mandinga 18,43 Criollo 38,76 Interétnicos 81 Carabalí 16,66 Congo 38,14 Intraétnicos 19 Gangá 14,92 Lucumí 35,87 Lucumí 14,04 Gangá 25,77 Congo 11,41 Carabalí 20,41 Macuá 10,52 Mandinga 16,28 Mina 10,52 Mina 9,89 Criollo 3,50 Macuá 8,45 Arará 3.50 Bibí 0,41 Briche 0,20 Gabó 0,20

52 En las actas de bautismos se detecta la pertenencia étnica de los padres de los niños bautizados, pues entre

los africanos y descendientes —según muestra la pobreza de las actas matrimoniales de pardos y morenos— es común el matrimonio consensual; de modo que hay que procesarlo por otras vías.

53 En las actas de entierros se detecta la pertenencia étnica de los padres de los fallecidos.

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Inglés 0,20 Mondongo 0,20 Mozambique 0,20

a % del total de matrimonios. b % de participación de cada uno por ambos sexos. Fuente: Jesús Guanche: Trabajo de campo en el archivo parroquial de San José de Bahía Honda, Pinar del Río, junio de 1986. Elaboración propia.

Los lazos interétnicos caracterizan la formación de la población negroide de Cuba, con independencia de sus fuertes y muy variados cruces genéticos. De ahí que tanto el resultado cultural como bioantropológico africano de Cuba sean cualitativamente nuevos y diferentes de sus áreas y pueblos históricos de procedencia. Debido al significativo peso de la inmigración forzada africana durante el período colonial, las influencias culturales fueron múltiples y sumamente diversas. En su proceso particular de desarrollo constituyen uno de los antecedentes fundamentales para la gestación histórica del pueblo cubano.

La formación y proliferación en las áreas urbanas de los cabildos de africanos y descendientes, como sociedades de ayuda mutua, muy vinculadas tanto a la organización y funcionamiento de los Batallones de Pardos y Morenos como al desarrollo de las artes y los oficios fundamentales, condicionaron una impronta indeleble en la vida cotidiana de las ciudades, desde las creencias y sus complejos mecanismos sincréticos intrafricanos y/o con el catolicismo popular y el espiritismo, hasta la amplia diversidad de expresiones musicales y danzarias que han llenado el ambiente social de cada época; desde los «bailes de cuna» en zonas marginales y suburbanas hasta el salón aristocrático; desde la misa católica con la participación de miembros negros y mulatos de cofradías54 hasta el teatro vernáculo. En las zonas rurales, la plantación tanto azucarera como cafetalera, especialmente la primera, condiciona un intenso encuentro intra e interafricano a partir de las relaciones establecidas durante el proceso de producción, y en el resto del ciclo vital de los esclavos, con todas sus implicaciones culturales y de comunicación. La vida en el barracón o —tras el largo proceso de cimarronaje— en el palenque, constituyen hitos de la síntesis de los

54 En su Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales. La Habana descripta: noticias de su fundación, aumentos y estados, José Martín Félix de Arrate se refiere a varias cofradías de pardos y morenos: «La segunda iglesia parroquial es la del Espíritu Santo, que está erigida muy cerca del extremo de la ciudad de la parte del Sur; fue esta en su principio una ermita pequeña y pobre que dedicó la devoción de los negros libres al Divino Paráclito, por los años de 1638, [...] la del Espíritu Santo, de morenos libres, la de Nuestra Señora de los Remedios, que se instituyó canónicamente el año de 1598, a pedimento de los negros libres de nación Zape [y en el convento de religiosos ermitaños de San Agustín] son las de Candelaria, la de Nuestra Señora de Consolación, la de San Francisco de Sales, y la de Santa Catalina mártir, de pardos libres» (1964:174 y ss.).

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componentes etnoculturales de origen africano en el etnos cubano, pues la mayoría de los cargamentos de esclavos están destinados a la plantación y el principal proceso de producción y reproducción social se efectúa en este contexto (ciclo económico-productivo), o como rechazo (apalencamiento) al alto grado de explotación de la fuerza de trabajo y al régimen de castigos corporales y morales.

TABLA 17. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN

AFRICANA DURANTE EL SIGLO XX (1907-1970)

Censos

Varones

%

Hembras

%

Total

% respecto

del total de la población

de Cuba 1907 4 808 60,69 3 140 39,51 7 948 0,388 1919 1 772 65,63 928 34,37 2 700 0,093 1931 415 48,20 446 51,80 861 0,022 1943 731 56,40 565 43,60 1 296a 0,028 1953 90 76,92 27 23,08 117 0,002 1970 71 63,96 40 36,04 111 0,001

a Se incluyen inmigrados del norte de África. Fuentes: Censos de la República de Cuba de los referidos años. Elaboración propia.

A diferencia de los cabildos, que tendieron a la consolidación y paulatina transformación de los componentes étnicos de una misma procedencia, tanto el barracón como el palenque estuvieron caracterizados por una compleja trama multiétnica donde predominaron los matrimonios mixtos entre africanos de diversa pertenencia y particularmente entre estos y sus descendientes nacidos en Cuba. Ello no sólo se observa en la diversidad étnica de los cónyuges, sino entre la pertenencia étnica de un padrino respecto de un conjunto de ahijados jóvenes que eran bautizados por el sacerdote de la iglesia más cercana a la plantación.55 Las múltiples implicaciones socioculturales del matrimonio, el bautismo y el modo de vida en el barracón o, tras la fuga, en el palenque, tienden a la síntesis de elementos disímiles, a la creación de intereses y aspiraciones comunes. Con la abolición de la esclavitud, en 1886, cesa la introducción masiva de africanos a Cuba, y ya durante el siglo xx, como podemos apreciar en la Tabla 17, tanto su peso absoluto como su valor relativo respecto de toda la población del país es insignificante. Sin embargo, perdura en diferentes sectores sociales, transformado por sus descendientes cubanos inmediatos y mediatos, es decir, con independencia del color de la piel, un rico legado cultural de cuatro siglos que hoy forma parte indisoluble de la cultura nacional.

55 Este fenómeno fue observado reiteradas veces por un padrino de origen lucumí respecto de jóvenes africanos de la misma u otras denominaciones étnicas en el referido Archivo Parroquial de San José de Bahía Honda (J. G.).

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Componentes étnicos chinos

La fase industrial del desarrollo capitalista en el siglo XIX generó determinados cambios en la concepción colonial, sobre todo en lo referente a la estructura del comercio. La trata esclavista y su comercio triangular, que habían desempeñado un papel importante en la etapa mercantilista como fuente de acumulación de capitales, caducaron en las nuevas condiciones socioeconómicas al impedir el avance de las relaciones capitalistas de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas desatado por la Revolución Industrial, ya que la mano de obra esclava era, por una parte, un fuerte competidor para la naciente industria en proceso de consolidación y, al mismo tiempo, la falta de poder adquisitivo del esclavo limitaba en gran medida el importante mercado colonial. Inglaterra, cuna del capitalismo industrial, presionó al resto de las potencias capitalistas para conseguir primero la abolición de la trata (1807) y luego de la esclavitud (1833); también ejerció su poder sobre España obligándola a firmar un tratado por el que debía sumarse a la lucha contra la esclavitud.

Las consecuencias del desarrollo industrial en Europa comenzaron a repercutir en Cuba que ya, por aquellos tiempos, afrontaba una ascendente crisis de la plantación azucarera. Los hacendados cubanos se encontraron ante dos alternativas: introducir las nuevas técnicas y la fuerza de trabajo asalariada para aumentar la capacidad competitiva de la industria azucarera o intensificar la explotación de la mano de obra esclava. La primera requería grandes inversiones que muchos hacendados no estaban dispuestos a enfrentar; en la segunda variante, la trata clandestina ofrecía riesgos que disminuían a cada paso la rentabilidad de la esclavitud, sin contar los inconvenientes políticos que podía acarrear la violación del tratado anglo-español. Ante tales disyuntivas no existió una posición homogénea respecto de la esclavitud, ni podía esperarse, y mucho menos una solución inmediata al problema. En Cuba, la trata fue formalmente «abolida» en 1820, pero la entrada clandestina de africanos continuó de acuerdo con las necesidades de fuerza de trabajo. Por su parte Inglaterra, con intereses concretos en el occidente de África, no fue partidaria de la extracción indiscriminada de braceros hacia América, y comisionó a su flota para la persecución de los barcos negreros. El comercio triangular tocaba a su fin y esa mano de obra era necesaria en el continente africano.

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A estos acontecimientos se sumó además la experiencia negativa de los hacendados cubanos por las crecientes sublevaciones de esclavos en la Isla, que tuvieron su punto culminante en la descubierta y reprimida Conspiración de la Escalera, en 1844. La derrota sufrida en este proceso, no sólo representó un duro golpe para los descendientes de africanos —negros y mulatos libres que ya manifestaban un desarrollo ideológico y una conciencia emancipadora— sino también significó un contundente cambio en la historia de la esclavitud en plena crisis.

En este contexto comenzaron a llegar al continente americano los primeros trabajadores contratados procedentes de Asia —chinos, filipinos, indostanos—, cuyo tráfico tuvo como punto de partida una gigantesca superpoblación agraria, resultado de la crisis que provocó el colonialismo en la estructura económica feudal de los países asiáticos. El comercio de culíes, cuyo inicio está ligado a la necesidad de fuerza de trabajo en las plantaciones coloniales de Asia Oriental, extendió rápidamente su radio de acción hacia otras regiones, entre ellas Cuba, donde la contradicción esclavitud-abolición había

creado una grave situación económica. No fue casual que Gran Bretaña haya sido la potencia abanderada de este nuevo tráfico de mano de obra contratada.56

56 Para una reciente evaluación general de la emigración china véase a Lynn Pan (Editor), 1999.

GRÁFICO 4. POBLAMIENTO CHINO EN CUBA(1861-2001) SEGÚN CENSOS Y ESTIMADOS, EN

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1861 1877 1887 1899 1907 1919 1931 1943 1953 1970 1981 2001

Fuente: Censos de los años 1861-1970Estimados de los años 1981 y 2001

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Fuente: Censos de los años 1861-1970Estimados de los años 1981 y 2001

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Calle Cuchillo del Barrio Chino de La Habana

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Los culíes chinos fueron traídos a Cuba a mediados del siglo XIX, por el llamado «sistema de contratación», como parte de un mercado capitalista abierto hacia el Caribe y el Océano Índico —Cuba, Perú, Guyana y la Isla Mauricio— lo que constituyó otro factor disociador del régimen colonial.57

Las condiciones del contrato resultaban vejaminosas para el emigrante. Este se comprometía a trabajar por ocho años, debía rembolsar los gastos de su pasaje y todos los demás incurridos por el agente de emigración. El culí se convertía así en una mercancía barata, sujeta a todo el sistema de compraventa del capitalismo, pero en un régimen de servidumbre y convivencia junto con los esclavos.

La situación material del inmigrante chino fue en esencia peor que la del esclavo africano, pues como señalaban los colonialistas ingleses: «se cuida mejor el caballo propio que el alquilado». A diferencia de las colonias inglesas y francesas, donde el culí liberado que no quería repatriarse recibía una prima igual al valor de su pasaje de regreso, en Cuba, la permanencia del régimen esclavista agravó considerablemente la situación social y legal del culí.

La travesía de los chinos que eran embarcados hacia Cuba fue tan oprobiosa como la de los africanos, pero en mayor escala. Si los buques negreros eran sólo goletas que desplazaban de 200 a 300 toneladas, los clíperes que traían a los chinos durante el primer período del tráfico (1853-1861) desplazaban de 500 a 1 000 toneladas y con un alto grado de hacinamiento. Los primeros contingentes procedieron de Manila (Islas Filipinas), que constituía un reducto colonial de España en Asia. Cuando el culí era atrapado o reclutado en su lugar de origen lo conducían a un depósito de hombres; allí era obligado a aceptar un contrato cuyo texto había sido redactado e impreso en chino y español. Después de firmado el contrato, el individuo permanecía encarcelado hasta que era conducido al buque que lo llevaría a América. Para tratar de evitar estadísticamente la alta mortalidad durante la travesía de modo que no sobrepasara el 10 %, los agentes del tráfico se ponían de acuerdo con el cónsul de España en Macao y embarcaban un número mayor de chinos que los computados.

57 Véase Juan Pérez de Riva. «Los culíes chinos y los comienzos de la inmigración contratada en Cuba (1844-1847)», en Contribución a la historia de la gente sin historia, La Habana, 1974: 146-147; y Los culíes chinos en Cuba, La Habana, 2000.

Área geográfica de la emigración china hacia Cuba

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TABLA 18. COMPOSICIÓN POR PERÍODOS DEL TRÁFICO DE CHINOS A CUBA

Períodos Salidos de

China %a Muertos en

Travesía %b Vendidos en

La Habana %b

1848-1860 59 077 41,75 9 102 15,41 49 975 84,59 1861-1870 63 227 44,68 5 496 8,70 57 731 91,30 1871-1874 19 211 13,57 1 980 10,31 17 231 89,69

Total 141 515 100,00 16 578 11,72 124 937 88,28 a % del Total b % del período FUENTE RECTIFICADA: Juan Pérez de la Riva. «Demografía de los culíes chinos en Cuba (1853-1874)», en El barracón y otros ensayos, La Habana, 1975, p. 471. Elaboración propia. En realidad, de 1848 a 1860, de los 59 077 contratados que salieron de Macao, murieron en la travesía 9 102, es decir, el 15,41 % (Tabla 18). Esta cifra es altísima si se compara con la de los barcos negreros, en los que durante el siglo XVIII (siglo de mayor flujo del tráfico) la mortalidad osciló del 2 al 5 %.58

Los datos oficiales recopilados por la Comisión de Colonización y rectificados por períodos ofrecen la cantidad de 124 937 culíes vendidos en La Habana, y si a ello se añade la entrada clandestina se llega sin dificultad al estimado de 150 000, que es la cifra señalada por Le Riverend.59

De acuerdo con lo previsto en el contrato, los culíes estuvieron sometidos a un régimen de vida semejante al de los esclavos africanos y criollos. Como estaban obligados a trabajar durante ocho años, por cuatro pesos al mes, con un promedio de doce o más horas diarias, los asiáticos fueron ubicados en labores agrícolas (cañaverales, vegas de tabaco, cafetales, sitios, potreros o estancias); en las poblaciones trabajaban en el servicio doméstico o en el comercio, la

industria (azucarera principalmente) y en el ferrocarril.

En las áreas urbanas, como la ciudad de La Habana, abundaron los contratados chinos. Por ese tiempo comenzaron a desarrollarse las grandes industrias tabacaleras y cigarreras de la capital y los asiáticos trabajaron en todas estas fábricas. En su visita a la fábrica habanera de cigarrillos La Honradez, el artista norteamericano Walter Goodman relata: 58 Juan Pérez de la Riva. «El viaje a Cuba de los culíes chinos», en op. cit,:191-194. 59 Julio Le Riverend. Historia económica de Cuba: 346.

Chino vendedor de loza, según la obra de Samuel Hazard.

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Un piso más, y nos introducen en un salón alargado con mesas largas dispuestas en hileras, en las cuales alrededor de cien trabajadores chinos cuentan los cigarrillos ya torcidos y los envuelven en las etiquetas ornamentadas en grupos de veintiséis. Se necesita mucha práctica y mucha destreza en la manipulación para desempeñar esta operación con la velocidad requerida. Los chinos —en este establecimiento trabajan mil— son, sin embargo, expertos en el arte, y pacientes y laboriosos como bestias de carga. Pero entre estos hijos del Celeste Imperio, hay uno que se destaca de los demás por su gran habilidad. Ante él se encuentran varias pilas de cigarrillos sueltos y de etiquetas engomadas. Introduce sus diestros dedos sobre los primeros, y sólo por el tacto conoce cuando tiene en su mano los veintiséis necesarios. Luego, con un movimiento peculiar, la da al puñado de cigarrillos la forma tubular, y con otro movimiento los envuelve delicadamente en una cubierta de papel, que deja abierta en un extremo y dobla correctamente en el otro. Es tan rápido en su trabajo, que casi no podemos seguirlo con los ojos, y toda la operación desde el principio hasta el fin nos parece hecha como por arte de magia. Nuestro guía nos dice que estos hábiles chinos hacen de esta forma miles de paquetes al día (Goodman, 1986:247).

También participaron en los más variados oficios de las ciudades; hubo carpinteros, albañiles, mecánicos, herreros, carretilleros y estibadores en los muelles.

En las áreas rurales el régimen de contrato implicó además que los culíes recibieran el mismo sistema de manutención, esquifación, enfermería y habitación que regía para los esclavos africanos y criollos. Muchos chinos fueron ubicados en los barracones de los grandes ingenios que comenzaron a edificarse en la primera mitad del siglo XIX, en el terri-torio de las actuales provincias de Matanzas, Villa Clara y Sancti Spíritus.

A partir de 1850-1860, debido al aumento creciente de los contratados chinos, se edificaron algunos barracones para asiáticos, pues la convivencia demostró que no era posible alojarles siempre junto con los esclavos africanos. Los barracones de chinos tenían menos acentuados los caracteres carcelarios, pero lo más común no eran estas construcciones, sino que fueron ubicados separadamente en una parte del barracón para africanos y criollos (Moreno, 1978,II:74).

En el sentido capitalista, las posibilidades de desarrollo económico en Cuba —por los años en que se inició el tráfico de contratados chinos— apuntaban hacia el occidente de la Isla. La disponibilidad de capitales de la burguesía esclavista en el Departamento Occidental de la colonia fue el elemento indispensable para la introducción de la nueva tecnología, necesaria para la mecanización del proceso productivo del azúcar de caña.

En 1861 el 79,32 % y el 97,10 % de los ingenios semimecanizados y mecanizados, respectivamente, se encontraban en el Departamento Occidental.60

60 Diana Abad. «La estructura socioeconómica y demográfica colonial al iniciarse la década de 1860. Aspectos fundamentales», en Colectivo de autores. Temas acerca de la esclavitud, La Habana, 1988:124.

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Este predominio económico de un Departamento sobre el otro explica, en sentido general, la fuerte tendencia de poblamiento hacia el occidente de la Isla, en el que también fue ubicada la abrumadora mayoría de los contratados chinos. Según el propio censo de 1861, el 92 % de la población china se encontraba ya en ese Departamento.

Las ínfimas condiciones de vida en las plantaciones y los malos tratos a los que fueron sometidos, crearon en las grandes masas de culíes un rechazo al status establecido por la legislación colonial y un sentimiento de rebeldía y libertad que tuvo distintas formas de expresión.

En la década de 1850-1860, Cuba tuvo la más alta tasa de suicidios a nivel mundial debido principalmente a que los culíes recurrían a quitarse la vida de forma masiva como un modo de evasión de la dramática situación en que se encontraban.

La fuga constituyó otro medio de esquivar las condiciones imperantes. El culí, acorralado por sus circunstancias, se escapaba de la plantación, huía al monte y se convertía en cimarrón. Muchas veces la fuga estuvo acompañada del ajusticiamiento del mayoral como respuesta a los inhumanos procedimientos de este para tratar a los esclavos y a ellos mismos.

Entre 1847 y 1872 los culíes chinos fueron cumpliendo sus contratos; ya habían pasado catorce años, y de los contingentes liberados muchos se fueron trasladando hacia las ciudades, especialmente a La Habana. Una parte de ellos, aunque permanecían libres, se veían imposibilitados físicamente de trabajar, debido a los graves accidentes sufridos al servicio de la Junta de Fomento en las obras públicas. Los últimos culíes pudieron concluir sus contratos en 1883, por los años en que por fin se abolió definitivamente la esclavitud.

En 1868, con el estallido de la Guerra de los Diez Años, los culíes también se incorporaron de manera masiva a la contienda y dieron muestras de disciplina, lealtad y valentía.61

Hacia mediados del siglo XIX se inició otro proceso de inmigración china pero en condición de personas libres. Muchos asiáticos que se habían

asentado en California durante los años de la fiebre del oro, comenzaron a emigrar hacia Cuba a través de México y Nueva Orleáns. De este modo, entre 1860 y 1875 entraron unos 5 000 chinos que se asentaron fundamentalmente en las ciudades. Fue precisamente esta inmigración la que dio origen al barrio chino de la capital, ubicado en el actual municipio Centro Habana, a lo largo de las calles Zanja y Dragones, donde

61 Véanse Juan Jiménez Pastrana. Los chinos en las luchas por la liberación cubana (1847-1930), La Habana, 1963 y Los chinos en la historia de Cuba: 1847-1930, La Habana, 1983.

Plegable cartográfico de la Fundación

Fernando Ortiz dedicado a la

Presencia china en Cuba, La

Habana, 1999.

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comenzaron a establecerse comercios de todo tipo, lo que propició el desarrollo de una pequeña y mediana burguesía importadora y financiera. Al calor de este florecimiento económico los chinos crearon una infraestructura social necesaria que incluyó instituciones como la Cámara de Comercio China de Cuba, escuelas, hospitales, asilo de ancianos, prensa, cementerio y un conjunto de asociaciones tradicionales destinadas a la instrucción, el recreo y, al mismo tiempo, a la preservación de las distintas expresiones y manifestaciones de la cultura originaria.62 Desde el punto de vista étnico, se han podido detectar tres grupos fundamentales en la población china asentada en Cuba: los pertenecientes al grupo punti, cuya comunidad de lengua los vincula a los dialectos cantoneses, de las regiones de Guangdong (Cantón) y Fujian (Fukien); los del grupo tonkia, cuyo origen antiguo está relacionado con los tai, y los que procedían de la región de (Shantou) Swatau o Chanteu (ciudad y puerto de China ubicados en la provincia de Kuangtung), conocidos en Cuba como «jolos» o «chinos jolos».63 Los inmigrantes establecidos en Cuba procedían, mayoritariamente, del sur de China, por lo que en el aspecto lingüístico se ha detectado la presencia de los dialectos joklo y jakka (o ketsza), que aún se hablan al sur y sureste de Fukien y al norte de Kuangtung. Sin embargo, como lengua predominante en Cuba, se reconoce el cantonés, debido a los grandes contingentes de inmigrantes procedentes de la ciudad de Cantón en la provincia de Kuangtung. No obstante, dentro del llamado dialecto cantonés han podido diferenciarse seis grupos de lenguas cuyos nombres corresponden al topónimo del lugar donde se hablan: Tai Shan, Sin Jui, Eng Ping, Hoi Ping, Nam Hoi y Chun San.64 La discriminación racial y social que durante el período de la neocolonia padecieron tanto las personas negras y mulatas como el resto de la población desposeída, también afectó al chino, tanto a los que se habían liberado del sistema de contratas como a los inmigrantes libres que habían llegado en las distintas oleadas durante la segunda mitad del siglo XIX. Ellos se vieron en la necesidad de concentrarse en sus respectivos lugares de asentamiento y, además, agruparse en determinadas asociaciones que les permitieran, por una parte, defender sus intereses y tradiciones, y por otra, buscar protección de tipo socioeconómica y cultural.

62 José Baltar Rodríguez. «Presencia de los inmigrantes chinos en la ciudad de La Habana y el surgimiento de sus asociaciones tradicionales», en Actas del I Simposio «Extremo Oriente Ibérico», Madrid, 1988. 63 Véase Guanche, et al. «Regiones y puertos de procedencia», en Presencia china en Cuba, Plegable cartográfico, La Habana, 1999 (Anverso). 64 José Baltar Rodríguez. El teatro chino tradicional en Cuba, La Habana, 1987:97 (inédito).

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Las primeras asociaciones chinas creadas en La Habana fueron reflejo, en lo referente a sus símbolos y rituales, de las sociedades que ya conocían en China y que contaban con una larga tradición histórica.

Su misión principal fue la de contribuir a la solución de los problemas de primera necesidad de sus miembros y para proporcionarles medios de subsistencia. Incluso algunos afiliados, a través del apoyo brindado por estas asociaciones, pudieron establecer pequeños comercios o explotar alguna huerta cercana a la ciudad.

Generalmente las asociaciones presentaron características similares en cuanto a composición de las directivas, autonomía institucional, dependencia económica de un sistema de cuotas y donaciones, así como celebración de festividades tradicionales. Sin embargo, el único elemento que las tipifica está dado en el nexo de afiliación, a partir del cual se clasifican ocho tipos de sociedades:65

1) Sociedades clánicas, que reproducen en Cuba un tipo de institución tradicional

basada en la organización por la descendencia patrilineal, característica del poblamiento de las comunidades aldeanas en China, a partir del principio de la familia extendida. En ellas se agruparon los chinos que se decían descendientes de un antepasado común, ligados entre sí por el mismo apellido paterno.

2) Sociedades regionales o de distrito, que reunieron a individuos procedentes de una

misma región en China y, a veces, de una misma localidad. El nexo de afiliación de estas asociaciones está dado por el lugar de procedencia de los asociados.

3) Sociedades corporativas o gremiales, fundadas por comerciantes de un mismo

ramo, las que constituyeron un sistema de protección ante el peligro de quiebra que el ascendente mercado capitalista imponía a través de la competencia. Así existieron en Cuba sociedades de chinos lavanderos, comerciantes de víveres y otras.

4) Sociedades secretas, fueron un tipo de organización internacional para luchar contra

la dominación Manchú en China. 5) Sociedades políticas, en las que sus integrantes se agruparon de acuerdo con sus

ideas políticas, a modo de sociedades-partidos, con una ideología de carácter nacionalista.

6) Sociedades artísticas, dedicadas a la práctica de la música o del teatro en su

modalidad de ópera cantonesa. 7) Sociedades deportivas, dedicadas a la práctica psicofísica de las artes marciales

(wushu) y otros deportes.

65 Jesús Guanche. «Los inmigrantes asiáticos», en Procesos etnoculturales de Cuba, La Habana, 1983:325- 330; y J. Baltar, op. cit.,:24.

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8) Los casinos, generalmente llamados casinos Chung Wah (según la transcripción cantonesa del nombre de China) fueron, en toda la Isla, los encargados de agrupar a los chinos residentes en el país. El nexo de afiliación de los casinos fue, únicamente, el origen chino del afiliado, lo cual contribuía a la consolidación de rasgos culturales entre los inmigrantes en tanto representan una organización de tipo nacional.

En la actualidad el Casino Chung Wah es la institución que, a través de su sede central en la ciudad de La Habana y sus diferentes filiales provinciales y municipales, representa a los residentes chinos y a sus descendientes chino-cubanos en Cuba. Las sociedades, independientemente de su nexo de afiliación, estuvieron vinculadas a diversas manifestaciones artísticas y artesanales de carácter tradicional en China. Las festividades eran celebradas por todas las asociaciones. Para ello ornamentaban sus locales con guirnaldas y faroles de confección artesanal. Las fiestas tradicionales y las efemérides no se celebraban mediante actividades musicales y danzarias, sino como una reunión familiar en las que tenía un gran peso el arte culinario, a través de la elaboración de platos tradicionales de su país.66 Toda vez que los comercios chinos se dedicaban a la importación y venta de productos de Asia, llegaron a Cuba infinidad de piezas de porcelana, maderas preciosas, marfil, metales labrados y

esmaltados, piedras duras (principalmente jade), trabajos en fibras vegetales, mobiliario, cuadros y rótulos bordados sobre seda y elementos de la indumentaria tradicional. Una cantidad considerable de estas piezas fueron adquiridas por la membresía para la decoración de sus locales y, gracias a ello, se conservan hasta nuestros días.67 Algunas sociedades de tipo recreativo cultivaron el teatro de óperas al estilo de Cantón; otras se dedicaron a la práctica musical y a la danza, específicamente a una modalidad danzaria de gran arraigo en su país de origen: la Danza del León. Esta apareció en el año 1930 y recorría las calles del barrio chino habanero hasta que, en 1937, fue incorporada a los paseos del carnaval de La Habana, lo que se prolongó hasta su desaparición temporal

66 La revista cubana de antropología Catauro dedica su número 2, del año 2000 a la presencia china en Cuba y en ella se efectúa una amplia evaluación de este componente étnico en la nación cubana actual. 67 Se han realizado exposiciones de arte chino a partir de las colecciones existentes en las asociaciones, entre las que se incluyen piezas de la Danza del León (cabeza y cola de león, instrumentos musicales y armas de diversas artes marciales), tejidos, porcelanas, maderas, marfiles, piedras duras, metales, fibras vegetales, muebles, vestuarios y rótulos. Catálogo. Exposición de arte chino. Centro Provincial de Artes Plásticas, La Habana, 1984. Asimismo, el plegable cartográfico realizado por la Fundación Fernando Ortiz y el Grupo Promotor del Barrio Chino de La Habana en 1999, en español, chino e inglés, contó con la paciente y decisiva participación del calígrafo Abel Fung, un adulto mayor que conserva como reliquia de su abuelo un tintero de bronce tallado con caracteres chinos y de ahí, de la negra tinta y la habilidad de sus manos, salieron los ideogramas que identifican las diferentes sociedades del barrio chino de La Habana.

Altar dedicado al ancestro Cuan

Cung, en el Casino Chun Wah, La

Habana (detalle central).

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en 1961. Posteriormente, la Danza del León ha sido revitalizada en 1983 como parte del carnaval de La Habana.

De manera general, el sistema de asociaciones, cuya presencia data en Cuba de la segunda mitad del siglo XIX, se mantiene hoy día y ha sido el elemento determinante para la preservación de la cultura tradicional de los inmigrantes chinos y sus descendientes.

Según los censos precedentes a la formación de la república neocolonial, tal como puede apreciarse en la Tabla 19, esta fue una inmigración casi exclusivamente masculina y ello propició que la inmensa mayoría de sus descendientes hayan sido fruto de matrimonios mixtos entre padre chino y madre nacida en Cuba.

En el siglo XIX la entrada de fuerza laboral china del sexo masculino para el duro trabajo de las plantaciones trajo como consecuencia que, al no contar con mujeres de la misma procedencia y ser discriminados racial y socialmente, sólo pudieran, al liberarse de los contratos, formar parejas con mujeres de los sectores marginados, principalmente mulatas y negras nacidas en Cuba. Igualmente ocurrió con los chinos que dentro de las oleadas inmigratorias del siglo XX llegaron en busca de trabajo atraídos por el florecimiento de la colonia china en Cuba o que venían arrastrados como fuerza de trabajo por los propios comerciantes «chino-californianos». Su condición proletaria los alejaba del nivel social de sus paisanos comerciantes y financieros; sin embargo, dada la situación de la época, el tener un trabajo más o menos estable los convertía en «buenos partidos» para las mujeres de los sectores más humildes.

Estandartes del área lateral izquierda del Altar de Cuan Cung en el Casino Chung Wah.

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TABLA 19. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN CHINA

EN CUBA DURANTE EL SIGLO XIX

Censo Total Varones % Hembras % 1861 34 828 34 771 99,83 57 0,17 1877 40 327 40 261 99,84 66 0,16 1887 28 752 28 694 99,80 58 0,20a 1899 14 863 14 814 99,67 49 0,33

a Estimado Fuente: Censos de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Por otra parte, los comerciantes chinos procedentes de California venían con su familia o esta venía posteriormente una vez establecida en Cuba. Hubo casos en que, valiéndose de su influencia económica, solicitaron a China el envío de hembras jóvenes para constituir matrimonios.

De esta forma apareció una descendencia cubana de origen chino en la que se distinguen dos tipos específicos: una que surge como resultado del mestizaje con mujeres negras y mulatas nacidas en Cuba —de sectores marginados— o también por la unión con personas tenidas por «blancos» en el caso de chinos de un nivel económico superior; y otra, compuesta por los hijos de padre y madre chinos nacidos en Cuba.68

Por las características etnoculturales y psico-sociales del inmigrante se estableció una diferenciación en la descendencia chino-cubana. Los hijos de padre y madre chinos recibieron una instrucción sistemática de los elementos propios de la cultura de sus antecesores mediante la participación en las asociaciones, donde aprendían la lengua y las costumbres. Pero al hijo de padre chino y madre cubana se le negaba esta posibilidad por ser un mestizo. No era un «chino legítimo», por tanto no podía hacer vida institucional dentro de las sociedades. Esta actitud se explica en la ancestral costumbre china de la endogamia, no sólo étnica sino también «racial» (biológica), hasta el nivel clánico, que censuraba la realización de matrimonios mixtos.

TABLA 20. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN CHINA EN CUBA DURANTE EL SIGLO XX

Censo Total Varones % Hembras % 1907 11 217 11 166 99,55 51 0,45 1919 10 300 10 016 97,20 284 2,76 1931 24 647 24 445 99,18 202 0,82

68 Ibídem,:85-86.

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1943 15 822 15 657 98,96 165 1,04 1953 11 834 11 350 95,91 484 4,09 1970 5 892 5 710 96,91 182 3,09

Fuentes: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Durante el siglo XX se mantiene la misma tendencia en el amplio desbalance en la composición por sexo. En todos los cortes censales la presencia femenina apenas rebasa el 4 % (Tabla 20).

Desde el punto de vista macrorregional, del mismo modo que los procesos históricos de poblamiento hispánico y africano, el poblamiento chino poseyó un alto nivel de concentración hacia el área centro-occidental de la Isla, en consonancia con el mayor desarrollo económico y social de esta zona y en dependencia de la propia demanda de fuerza de trabajo (Tabla 21).

Como puede observarse, no es hasta el corte censal de 1919 cuando se inicia una leve inclinación a la distribución de esta población por todo el país, que tiene su punto culminante en la década de 1930, pero el cese de la entrada masiva de chinos y el alto grado de matrimonios mixtos con personas nacidas en Cuba condujeron a un lógico proceso de asimilación étnica natural por parte de la población cubana y a un acelerado decrecimiento de los residentes chinos en el país.

Durante el siglo XX también se detecta la fundación de decenas de sociedades chinas en ciudades muy pobladas como Matanzas, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo, como reflejo del asentamiento de esta inmigración hacia el resto del país.

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TABLA 21. DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN CHINA RESIDENTE EN CUBA POR MACRORREGIONES, SEGÚN CENSOS

Áreas geográficas Censos Centro-

occidental % Oriental %

1861 33 733 99,86 1 095 3,14 1877 42 683 98,58 615 1,42 1887 27 999 97,38 753 2,62 1899 13 936 93,76 927 6,24 1907 10 259 91,46 958 8,54 1919 7 299 70,86 3 001 29,24 1931 17 987 72,98 6 660 27,02 1943 11 603 73,33 4 219 26,67 1953 8 576 72,47 3 250 27,53 1970 4 377 74,29 1 515 25,71

Fuentes: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

No obstante ello, la presencia china en la cultura nacional ha sido muy diversa aunque detectable en sus áreas específicas de mayor asentamiento. Desde las tradiciones culinarias, o determinados influjos en la flora y su cultivo, hasta el actual proceso de revitalización y ambientación de sus tradiciones más características a través de la restauración de algunas obras y zonas del antiguo barrio chino de La Habana, permiten preservar viva esta milenaria herencia cultural.

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Componentes étnicos del Caribe insular

Una parte importante del poblamiento histórico de Cuba ha estado constituida por inmigrantes de la región del Caribe, desde el período colonial hasta nuestros días. Desde el punto de vista geográfico, económico y cultural, el Caribe abarca el conjunto de pueblos que habitan junto al mar del mismo nombre, incluido El Salvador, desde el sur de Estados Unidos de América, México hasta el nordeste de Brasil, todas las Antillas Mayores y Menores, junto con las Islas Bahamas al norte (Dembicz, 1979:29; y Guanche y López, 1979:28-29). Esta importante área ha sido denominada también el Mediterráneo americano, por la constante confluencia dinámica de procesos socioculturales que de un modo u otro influyen en los diferentes países de la región y en el resto del hemisferio occidental.

No es posible realizar, operativamente, una valoración exhaustiva, de tipo etnodemográfica, de los procesos migratorios del Caribe continental hacia Cuba a la luz de los datos estadísticos, pues las fuentes escritas no siempre hacen distinción del área o lugar específico de procedencia de los inmigrantes y se limitan sólo a señalar el país en su sentido global. A pesar de ello, si tomamos en consideración la información que aportan los archivos parroquiales durante el período colonial podemos establecer tendencias globales durante el siglo XIX en este tipo de inmigración, lo que contribuye a la delimitación de zonas de procedencia.69

En primer lugar, se observa un flujo y reflujo constantes de familias desde la Florida, tanto durante el período en que este territorio era colonia de España y su gobernación radicaba en La Habana, como cuando pasa a formar parte de los Estados Unidos de América en 1821. Incluso, durante la primera mitad del siglo XX, este proceso migratorio se mantiene como hecho consustancial a una movilidad demográfica por motivos económicos y/o políticos.

69 De 1986 a 1990 hemos obtenido información en los archivos parroquiales ubicados en las provincias de Pinar del Río (1), Ciudad de La Habana (3), La Habana (1), Sancti Spíritus (2), Camagüey (1), Holguín (1) y Santiago de Cuba (1), en cuyos libros de «blancos» o «españoles» aparece la inmigración residente del Caribe continental e insular. Véase Guanche, 1990:109-118.

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En segundo lugar, se aprecia una corriente inmigratoria desde las zonas costeras de México (Yucatán), Colombia (Santa Marta, Barranquilla y Cartagena) y Venezuela (Mara-caibo) desde antes del proceso de liberación anticolonial, que obviamente se incrementa tras este durante el resto del siglo XIX. En el caso particular de México, debemos enfatizar en la presencia de indios yucatecos (mayas) desde el mismo siglo XVI hasta fines del siglo XIX donde aparecen en condiciones de explotación y servidumbre junto con los esclavos africanos y criollos, así como con los culíes chinos (Rodríguez, 1987-1988:28-93).

En tercer lugar, a diferencia de lo anterior, no es significativa la presencia de inmigrantes del área caribeña continental centroamericana (Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá), ni del norte costero de Suramérica.

Sin embargo, los procesos inmigratorios desde el Caribe insular (excepto Bahamas) han sido constantes y crecientes desde el período colonial y han influido en el perfilamiento demográfico y cultural de determinadas regiones de Cuba, por la significación socioeconómica de la mayor de las Antillas y su decisivo lugar desde el punto de vista poblacional y territorial en toda el área.

En este sentido, tras la Revolución Haitiana, y como una de sus consecuencias, se generó una corriente emigratoria hacia Cuba desde el último decenio del siglo XVIII hasta los primeros años del siglo XIX. Junto con los franceses que emigraban, se asentaron unos 30 000 haitianos, desde propietarios hasta esclavos, que ejercieron su mayor influencia en la parte más oriental de la Isla. Uno de estos aportes culturales lo constituyeron las sociedades de tumba francesa, de gran significación en el ámbito músico-danzario.70

70 El 7 de noviembre de 2003 la UNESCO efectúa la Segunda Proclamación de Obras Maestras del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. En esta oportunidad es proclamada La Tumba Francesa de la Caridad de Oriente (Cuba), como parte del área de América Latina y el Caribe. Actualmente se reconoce La Tumba

GRÁFICO 5. POBLAMIENTO DEL CARIBE INSULAR EN CUBA(1899-1970) SEGÚN CENSOS, EN MILES

0

20

40

60

80

100

120

1899 1907 1919 1931 1943 1953 1970

Fuente: Censos de los años 1899-1970

EN M

ILES

Anglohablantes

Francohablantes

Hispanohablantes

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78

En los censos de los siglos XVIII y XIX no se efectúa un corte específico de esta población, pero los datos que aporta Jacobo de la Pezuela (véase, 1863-1866) en 1861, con una amplia muestra por partidos y jurisdicciones de la Isla en más de 90 %, hacen confiable la información. De acuerdo con estos datos, ya para esa época el 35,22 % de esta inmigración se encontraba asentada en la región oriental, es decir, más de un tercio de la población procedente del Caribe insular en sólo algo más de un cuarto del territorio de la Isla, aunque su peso estadístico aún es insignificante respecto de toda la población de Cuba (0,05 %). La composición por sexo era entonces relativamente equilibrada (58,74 % de hombres) lo que denota el predominio de la inmigración familiar.

Durante la segunda mitad del siglo XIX —a diferencia del proceso de poblamiento de Cuba procedente del Caribe insular en el siglo XX— la tendencia principal del movimiento inmigratorio procede de las grandes Antillas hispanohablantes (Santo Domingo y Puerto Rico). La presencia jamaicana es muy escasa, y la haitiana —que había tenido su apogeo tras los acontecimientos de la Revolución de Haití, en la colonia francesa más próspera y la que más influyó en el desarrollo particular del área oriental de Cuba durante la primera mitad del propio siglo— es casi nula.

En el censo de 1899 ya el 57,98 % de esta inmigración se asentaba en las provincias de Camagüey y Oriente (entonces Puerto Príncipe y Santiago de Cuba, respectivamente), y la composición por sexo es mucho más equilibrada en relación con el censo referido anteriormente (51,24 % de hombres), aunque sólo constituían el 0,18 % de toda la población de la Isla.71

La crisis y decadencia del sistema colonial español en América, la tenaz lucha del pueblo cubano por su independencia y la frustración de esta con la implantación de una república neocolonial dirigida desde los Estados Unidos de América condicionaron que la fuerte penetración de capitales norteamericanos en la industria azucarera viniera aparejada de la adquisición de fuerza de trabajo barata para el corte de caña y otras labores agrícolas, mediante la inmigración de miles de antillanos franco y anglohablantes fundamentalmente, lo que significó en esencia una peculiar resurrección de la trata negrera, en este caso intracaribeña, y una burla histórica a la abolición de la esclavitud realizada apenas dos décadas atrás, pero ahora en las condiciones del capitalismo monopolista transnacional.

Francesa como expresión cubana que incluye las de Santiago de Cuba, Bejuco (en Sagua de Tánamo, Holguín) y la ciudad de Guantánamo. 71 Informe sobre el censo de Cuba, 1899, Washington, 1900.

La revista Del Caribe, de la Casa del Caribe en Santiago de Cuba

ha dedicado un amplio espacio al estudio de las migraciones desde esta área hacia Cuba.

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TABLA 22. INMIGRANTES EN CUBA (1904-1934)

Períodos Total de inmigrantes

% del Caribe insular

1904-1908 178 326 2,3a 1909-1913 188 906 5,0 1914-1918 108 245 26,7 1919-1923 415 111 33,1 1924-1928 232 189 41,6 1929-1934 40 241 25,5

Total 1 293 058 24,8

a Sólo Puerto Rico. Fuente: La Población de Cuba, La Habana, 1976:75.

Durante las tres primeras décadas del siglo XX la migración externa va a desempeñar un importante papel en el poblamiento de Cuba en relación con la fuerza de trabajo económicamente activa, con el objetivo de restaurar la economía nacional arrasada por la guerra de 1895-1898. Después del monto global de la inmigración hispánica (57 %), la del Caribe insular ocupa el segundo lugar en importancia (25 %). Si seguimos este proceso en diferentes períodos (ver Tabla 22) observamos su crecimiento acelerado entre 1914 y 1928, coincidente con el inicio, desarrollo y final de la Primera Guerra Mundial, así como parte de la posguerra (Pichardo, 1969: 237-276; 369-370).

En relación con la composición por sexo, a diferencia de otros procesos de poblamiento como el hispánico, cuyo índice de masculinidad tiende a decrecer, o del chino, con un peso casi absoluto de la inmigración masculina, en este tiende a elevarse paulatinamente el índice de masculinidad. De 142 hombres por cada 100 mujeres en la amplia muestra de 1861, se eleva a 167 en el censo de 1907 y llega a 632 en el de 1953, tal como puede observarse porcentualmente en la Tabla 23.

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TABLA 23. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LOS INMIGRANTES DEL CARIBE INSULAR DURANTE EL SIGLO XX

(POR CENSOS Y EN PORCIENTOS)

Censos Varones % Hembras % Total 1907 4 505 62,58 2 693 37,42 7 198 1919 36 292 81,35 8 318 18,65 44 610 1931 91 660 82,83 18 992 17,17 100 652 1943 32 863 83,00 6 732 17,00 39 595 1953 24 196 86,34 3 827 13,66 28 023a 1970 26 916 81,63 6 057 18,37 32 973

a Estimado Fuente: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Entre 1912 y 1929, más del 90 % de la inmigración haitiana y jamaicana estaba compuesta por personas en edad laboral (entre 14 a 45 años de edad). Sólo uno de cada diez jamaicanos era analfabeto, mientras ocho de cada diez haitianos no sabían leer ni escribir. De ellos, sólo algo más de un quinto de los jamaicanos varones eran casados, pero la inmensa mayoría de los haitianos (90,7 %) eran jóvenes solteros. También podemos comparar los años pico de ambas migraciones respecto del desbalance por sexo. Si en 1919 inmigraron 760 jamaicanos por cada 100 mujeres, en 1921 entraron a Cuba 4 456 haitianos por cada 100 mujeres, lo que evidencia un amplio desequilibrio en la composición sexual (véase Pérez, 1979a: tablas VI y VII).

Este proceso de poblamiento condicionó, sin dudas, la realización de múltiples matrimonios mixtos con mujeres nacidas en Cuba, particularmente en el área de mayor concentración de antillanos, donde ha sido habitual, desde el siglo XIX, el crecimiento natural de los descendientes de estos, así como la lógica presencia de vínculos culturales en el ámbito familiar y social.

TABLA 24. DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN DEL CARIBE INSULAR POR MACRORREGIONES (EN PORCIENTOS)

Censos Área centro-occidentala Área orientalb 1907 20,41 79,59 1919 7,58 92,42 1931 6,25 93,75 1943 3,99 96,01 1953c 2,08 97,92 1970 6,91 93,09

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a Incluye las antiguas provincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y Las Villas. b Incluye las antiguas provincias de Camagüey y Oriente. c. Estimado. Fuente: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

También podemos observar tendencias macrorregionales en el poblamiento caribeño insular de Cuba que propiciaron determinadas manifestaciones culturales locales con independencia de las migraciones internas de tipo económico. Ha sido y es precisamente el área oriental la que posee el mayor crecimiento de esta población, tal como se aprecia en la Tabla 24. Parte de la población antillana del área oriental hacía alternativamente las zafras azucarera y cafetalera. Al finalizar la primera, miles de trabajadores acudían durante el desaparecido «tiempo muerto» a realizar la cosecha de café en el área montañosa de las actuales provincias de Granma, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo. Según narran los propios protagonistas, sólo los más viejos y los niños quedaban en los bateyes de las colonias cañeras (véanse Pedro, 1966:25-39 y Guanche y Moreno, 1988:26-27). Todo el que

podía trataba de sobrevivir en el contexto del desempleo crónico.

Por otra parte, a diferencia de las corrientes de asentamiento seguidas históricamente por el poblamiento hispánico, africano y chino hacia el área centro-occidental, de acuerdo con los niveles de desarrollo económico y social alcanzados durante la etapa colonial, e incluso durante la primera mitad del siglo XX, el poblamiento del Caribe insular tendió a concentrarse más en la antigua provincia de Oriente, en el área bañada por el Mar Caribe y cercana a sus lugares de procedencia, tal como podemos apreciar en la Tabla 25. Este proceso enfatiza un agudo problema del desarrollo desigual que desde la época colonial marca «una isla con dos historias» y que arrastra sus secuelas hasta el presente. De manera precisa y sintética el demógrafo Juan Pérez de la Riva (1913-1976) la califica de Cuba A (a occidente) y Cuba B (a oriente), y las caracteriza del siguiente modo:

(...) la primera [es] la de la plantación esclavista de azúcar, que se extiende por la llanura roja de Artemisa a Colón, allí están los colosos azucareros [del siglo XIX]. Espléndido paisaje de opulencia y miseria, de palmares y chimeneas, de cercas de piedra y acogedores estanques. Naturaleza que espera por la tea libertadora para carbonizarse.

En la década de los sesenta del siglo XX la revista

Etnología y folklore publicó trabajos de Alberto Pedro Díaz sobre la comunidad

haitiano-cubana de Guanamaca y de Pedro Pablo Aguilera, sobre los

caimaneros de la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la

Juventud.

Mujer haitiana asentada en Cuba

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Es en La Habana, cuando no en París, Barcelona o Nueva York, donde reside toda la plutocracia y el 60 % de los pudientes. Pero hay que insistir en que son los habaneros los que «más pueden». [La segunda, al] este de las sabanas de Manacas [...] es predominantemente ganadera, apenas si aporta el 20 % de las zafras. En ella vegeta una economía de autoconsumo para una población que crece con lentitud. [...] Sobre el 70 % del territorio de la isla vive el 35 % de la población.72

En el ámbito productivo se generó un profundo subdesarrollo regional, pues mientras en 1862 la Cuba A producía el 78 % del producto total, la Cuba B sólo realiza el 22 % restante; de igual manera, en la producción del comercio exterior, el 89,9 % es para la Cuba A y sólo el 10,1 % para la Cuba B; en la recaudación tributaria, el 87 % proviene de la Cuba A y el 13 % de la Cuba B.73 Todo ello formó parte del condicionamiento político-cultural de la clase terrateniente cubana contra la dominación colonial. En ese contexto, la proporción de la población cubana —más desposeída— en la Cuba B siempre fue superior a la de la Cuba A, ya que esta se caracterizó por asumir la inmensa mayoría de las corrientes migratorias externas. De ese modo, la Cuba B marchaba al margen del progreso global de la otra parte de la Isla y representó un profundo factor causal para las luchas independentistas, encabezadas por la población cubana de la parte oriental durante 1868-1878, cuya experiencia histórica retoman José Martí y otros líderes, en la organización de la guerra de 1895-1898. Todo este proceso inmigratorio antillano, con independencia de la histórica entrada clandestina, estuvo regulado por las leyes de los diferentes gobiernos.

TABLA 25. COMPOSICIÓN DE LA POBLACIÓN DEL CARIBE INSULAR EN CUBA Y EN ORIENTE DURANTE EL SIGLO XX

Censos Población del Caribe

insular % respecto de la

población de Cuba % de la

población en Oriente respecto

de toda esta inmigración

1907 7 198 0,35 75,66 1919 44 610 1,54 73,02 1931 110 652 2,79 53,71 1943 39 595 0,83 47,08a 1953 28 023 0,48 41,55 1970 32 973 0,38 51,87

72 «Una isla con dos historias», en El barracón y otros ensayos, La Habana, 1975:82-83. 73 Ibídem,:84.

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a Estimado. Fuente: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Casi al finalizar la primera intervención norteamericana, el General Leonard Wood promulgó la Orden Militar 155 de 15 de mayo de 1902 que regulaba la inmigración para evitar que entraran braceros que ofrecieran mano de obra barata y proteger así a la industria azucarera norteamericana. En el gobierno de Tomás Estrada Palma se promulgó una ley el 11 de julio de 1906 que autorizaba la entrada al país de familias dispuestas a labores agrícolas, así como braceros de determinados países de Europa, con el fin de asentarse en Cuba; pero el 20 de agosto del propio año, el nuevo presidente José Miguel Gómez puso en vigor el Decreto 743 que constituyó el Reglamento para la ejecución de la Ley de Inmigración, Colonización y Trabajo, el que permitió autorizar a diversas empresas y productores particulares para introducir en Cuba múltiples «colonos inmigrantes». No obstante, el 80 % del crédito otorgado para aplicar esta ley estuvo dedicado a fomentar la inmigración de familias de Europa e Islas Canarias; y el 20 % restante, a favorecer la inmigración de braceros de Suecia, Noruega, Dinamarca y el norte de Italia.

No es hasta la promulgación del Decreto 23 de 14 de enero de 1913 cuando el gobierno de Gómez autorizó a la Nipe Bay Company para introducir en Cuba 1 000 trabajadores antillanos, amparado en el artículo 16 de la referida ley, e inauguró de este modo la etapa de las denominadas «inmigraciones indeseables», para referirse a los braceros que trabajaban por muy bajos salarios, afectaban los de los trabajadores cubanos e influían negativamente en el nivel de vida de la población en su conjunto, especialmente en el del campesinado. Presionado el gobierno neocolonial por las grandes compañías azucareras norteamericanas que necesitaban mano de obra barata y abundante, el presidente Mario García Menocal promulgó una nueva ley el 3 de agosto de 1917 que facilitaba la inmigración masiva de antillanos. Así, entre 1913 y 1921 entraron en Cuba 156 000 antillanos, compuestos principalmente por haitianos (51,92 %) y jamaicanos (48,08 %). De ellos, las tres cuartas partes eran analfabetos. Sin embargo, con la crisis económica, tras la abrupta caída de los precios del azúcar en el mercado internacional, se intentó repatriar a los braceros antillanos, quienes al finalizar la zafra quedaban desocupados, mediante el Decreto 1404 de 20 de julio de 1921, bajo el amparo del artículo 1 de la Ley de Inmigración referida anteriormente. La realidad fue muy distinta, pues particularmente en el área oriental, que ya poseía entonces la mayor producción azucarera, las compañías y los hacendados, lejos de aplicar el decreto, continuaron importando mano de obra barata de manera clandestina y por diferentes puertos. Todo ello obligó a los gobiernos de turno, como apoyo «legal» a la consumación de los hechos, a dictar entre 1922 y 1929 cincuenta y tres decretos que autorizaban la entrada de braceros del Caribe insular principalmente (véase Pichardo: II, 1969; III,1973; IV, 1980).

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La situación de explotación continuó y se acrecentó después hasta niveles insoportables durante la crisis económica y social de los años 30. Las condiciones de vida y de trabajo de los braceros antillanos eran cada vez peores y el desempleo iba en aumento. Las barracas o barracones tipo nave, que habían desaparecido en la parte centro-occidental de la Isla desde antes del cese de la esclavitud, volvieron a resurgir en la parte oriental de Cuba con el nuevo tráfico humano.

Todo ello dio lugar a la promulgación del Decreto 2 232 de 18 de octubre de 1933, que disponía la repatriación forzosa de extranjeros sin trabajos ni recursos, cuya inmensa mayoría eran precisamente del Caribe insular.

No obstante la salida de varios miles de braceros para sus islas de origen, la mayor parte se quedó en Cuba y al llegar a la ancianidad, si no podían tener protección de la comunidad donde residían, se convertían en indigentes que merodeaban por las ciudades y las inmediaciones de los centrales azucareros, tal como pasó con muchos ancianos africanos tras la abolición de la esclavitud en 1886.

La mayoría de los antillanos que se asentaron en Cuba lo hicieron en condiciones estrictamente asociadas con su actividad económica fundamental. Si los jamaicanos se

ubicaban principalmente en los bateyes de los centrales azucareros por su vinculación con el proceso industrial y los servicios de las compañías norteamericanas, los haitianos construían sus viviendas en las colonias cañeras, debido a que el corte de caña era su principal medio de vida.

Tanto en uno como en otros lugares los inmigrantes reprodujeron sus tradiciones culturales. Los jamaicanos realizaban sus fiestas, especialmente la del 1 de agosto, con sus bailes de cintas, y jugaban al críquet. Los haitianos continuaron la práctica de sus creencias mágico-religiosas y durante la Semana Santa tenía lugar el Bande rara con todo el complejo proceso de preparación y ejecución de esta festividad que atrae cada año a cientos de personas de los lugares vecinos.

Unos y otros legaron a sus descendientes nacidos en Cuba, no sólo el patrimonio de sus abuelos, sino la presencia del biculturalismo y el bilingüismo propios de estos inmigrantes no hispanohablantes que conviven con el resto de la población donde trabajan y se reproducen biológica y socialmente.

Una situación diferente fue la de los inmigrantes de las Islas Caimán,74 que desde 1901 a 1907 se asentaron, primeramente de manera dispersa, al sur de Isla de Pinos (desde 1978

74 Es un pequeño territorio, dependiente del Reino Unido, que está situado en las Antillas, en el Mar Caribe. Comprende tres islas: Gran Caimán, al noroeste de Jamaica, y Pequeño Caimán y Caimán Brac, aproximadamente a 130 km al noreste de Gran Caimán. En general, las islas son llanas y de formación coralina y tienen una superficie total de 262 km2. El turismo y la presencia de bancos de todo el mundo son la base de

Fiesta del vodú haitiano

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Isla de la Juventud) hasta formar la comunidad de Jacksonville entre 1910 y 1914; vivían desde entonces de la pesca, la agricultura y la tala de bosques para madera y carbón.

La inmigración de los caimaneros (como les ha denominado la población local) estuvo determinada por varios factores:

1. La poca fertilidad del suelo de las Islas Caimán.

2. El crecimiento demográfico acelerado de esas islas.

3. La necesidad de ganar el sustento diario mediante el enrolamiento de los hombres en barcos extranjeros para pescar tortugas cerca de Nicaragua y Belice, y venderlas en Jamaica y Cayo Hueso.

4. El conocimiento de las costas y mares aledaños a la Isla de Pinos.

5. La presencia en Cuba de la intervención militar de Estados Unidos y la explotación de Isla de Pinos por intereses norteamericanos y canadienses, así como la necesidad de romper la barrera del idioma.

6. La posibilidad de dedicarse al cultivo del coco que ya conocían, mediante la adquisición de tierras (véase Aguilera, 1969:94).

Esta comunidad también se mantuvo a merced de los altibajos de las empresas extranjeras enclavadas en la Isla y desde los años 20 hasta 1950 se efectuó una migración interna hacia la zona norte (Nueva Gerona y Santa Fe, principalmente); algunos llegaron al sur de la Isla de Cuba (Batabanó y La Coloma).

Aunque fueron portadores de diversas manifestaciones musicales y danzarias como parte de sus rasgos etnoculturales propios, desde mediados de los años 50 no llegaban al centenar, por lo que su influencia ha sido cuantitativa y cualitativamente menor que la de los haitianos y jamaicanos.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana se resolvió paulatina y definitivamente la situación de miseria y desamparo del obrero antillano y sus descendientes, quienes han sido, de hecho —y también de derecho— parte inalienable de la nación. Aquellas decenas de miles la economía. La pesca, los astilleros, la cría de tortugas y la agricultura son importantes localmente. Las principales exportaciones son los caparazones de tortuga verde, las langostas, el pescado y peces para acuarios. La capital es Georgetown, en Gran Caimán, y la población total de las islas (1994) asciende a 30 000 habitantes. Las Islas Caimán (avistadas en 1503 por Cristóbal Colón, que las llamó islas Tortugas) fueron pobladas alrededor de 1734 por colonos británicos procedentes de Jamaica. Fueron gobernadas desde Jamaica hasta 1959, año en que se convirtieron en miembro autónomo de la Federación de las Antillas. En 1962 volvieron a convertirse en una colonia británica (Enciclopedia Microsoft Encarta 2004 y Almanaque mundial, 2000:461).

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de hombres y mujeres que eran triplemente discriminados: por inmigrantes pobres e iletrados; por hombres y mujeres negros no hispanohablantes, y por ser portadores de fuerza de trabajo barata y no calificada. Ya no tienen que cambiarse el nombre propio en creole por el de algunos de los próceres independentistas cubanos (José Martí, Antonio Maceo...), ni por marcas antaño conocidas de refrescos embotellados (Cawy, Royal Crown...) para ser identificados en las nóminas, pues hoy, junto con sus descendientes, disfrutan de los derechos sociales y laborales del resto de la población del país, y al llegar a la ancianidad poseen una pensión vitalicia como elemental reconocimiento a tantos años duros de trabajo.

Debido a que el peso demográfico actual de los residentes del Caribe insular no debe rebasar el 0,2 % de la población total de Cuba, se efectúa un lógico proceso de asimilación étnica natural que se acelera paulatinamente a partir del cese de la inmigración y del nacimiento de la primera generación de descendientes mixturados de caribeños (franco y anglohablantes) con cubanas o con las propias antillanas. De igual modo, los aportes culturales realizados por estos inmigrantes durante varios decenios pasan a integrarse cada vez más con las manifestaciones locales de sus respectivas áreas de asentamiento hasta fundirse en nuevas expresiones cubanas. En ellas, la música —tanto religiosa como laica— ha ocupado un importante papel aglutinador en el conjunto de sus relaciones sociales.

El Festival del Caribe de Santiago de Cuba ha promovido durante más de dos décadas el patrimonio cultural de los residentes antillanos y sus descendientes en Cuba. Junto con las jornadas científicas y el intercambio académico, se presentan agrupaciones musicales y danzarias, portadoras de tradiciones culturales que ya forman parte entrañable de la cultura nacional.

A pesar de la omisión del censo de 1981 sobre la composición de Cuba según el lugar de nacimiento de los habitantes, múltiples trabajos de campo realizados hasta el presente permiten confirmar el predominio de la población originaria del Caribe insular en el área oriental del país, de acuerdo con la tendencia históricamente considerada.

De los 77 municipios que poseen las siete provincias más al este de Cuba: Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Granma, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo, el 68,83 % de ellos tiene —según el censo de 1981— un índice de migración interna neta negativa; de modo que la más reciente migración de las áreas rurales a las urbanas, especialmente a las capitales de provincias, y de estas a la capital del país, se ha observado como corriente de los dos últimos decenios, aunque este proceso debe tender a disminuir a partir de la aplicación exitosa del Plan Turquino encaminado al desarrollo económico y social de las áreas montañosas y de difícil acceso. Paralelamente, la recuperación económica del país y su necesario reflejo en la calidad de vida de la población deben reducir también los impactos de las corrientes migratorias internas.

Sin embargo, más que los inmigrantes del Caribe insular —cuya inmensa mayoría está compuesta por adultos y ancianos— la movilidad se aprecia en sus descendientes, como

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en el resto de la población cubana, ya que el éxodo principal ha sido de jóvenes entre 10 y 39 años, lo que sin duda ha tendido a la difusión del legado cultural del Caribe insular en otros lugares del país, pero a través de nuevos portadores, es decir, de sus hijos y nietos cubanos.

En este sentido, la presencia de antillanos en el área oriental de Cuba tiende a reducirse por las razones expuestas, y al propio tiempo, sus manifestaciones culturales se fusionan cada vez más con las expresiones locales de la cultura cubana como parte de un proceso de desarrollo, característico de los vínculos etnohistóricos de los pueblos del Caribe.

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Otros grupos étnicos de Norteamérica, Latinoamérica continental, Europa y Asia

El particular carácter inmigratorio del poblamiento inicial de Cuba y la constante demanda de fuerza de trabajo para el desarrollo socioeconómico condicionan, junto con la presencia de los componentes multiétnicos anteriormente referidos, diversas oleadas humanas desde América, Europa y Asia que se van asentando poco a poco, bien como grupos en lugares de nueva colonización o en las cabeceras provinciales, bien como familias en áreas sobre todo urbanas, o como individuos jóvenes y solteros que vienen atraídos por familia-res residentes en Cuba o bajo un régimen de contrato. Durante la primera mitad del siglo XX, la colonización más significativa desde América fue precisamente la de norteamericanos, quienes, tras la frustración de la independencia de Cuba, se vuelcan de forma masiva a la inversión de grandes capitales y a la implantación en nuevos territorios.

La inmigración norteamericana puede observarse no sólo a través de la información que aparece en los archivos parroquiales durante los siglos XVIII y XIX, sino también con posterioridad a la ley de libre comercio en 1818, por el fomento de ingenios azucareros, plantaciones de caña y almacenes, lo que representa un pequeño avance de la gran escalada que realizan después. Durante la época colonial el mayor peso de la inmigración norteamericana se inclina hacia occidente (93,55 % en 1861 y 83,24 % en 1899), con una proporción algo superior a 7 de cada 10 en La Habana, como centro del poder político-administrativo.

GRÁFICO 6. POBLAMIENTO DE OTRAS ÁREAS DE AMÉRICA Y EUROPA EN CUBA

(1899-1970) SEGÚN CENSOS, EN MILES

0

10

20

30

40

1899 1907 1919 1931 1943 1953 1970

Fuente: Censos de los años 1899-1970No se incluye a España

EN M

ILES

Estados Unidos de AméricaLatinoamérica continentalResto de Europa

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Sin embargo, el período de la primera intervención norteamericana (1898-1902) representa el inicio del desplazamiento de esta población hacia la región oriental y convierte a esta en el área preferente para la inversión de grandes capitales. Todo ello está condicionado por las siguientes causas:

1. La Orden Militar no. 62 del gobierno interventor, relacionada con el deslinde de haciendas comuneras, permitió a las compañías norteamericanas la fácil apropia-ción de inmensas extensiones de tierra.

2. Las tierras ricas y fértiles, pero vírgenes en su mayoría, cubiertas de bosques o

sabanas, se vendieron a precios irrisorios, lo cual actuó como un estímulo para la colonización.

3. El ferrocarril central inaugurado en 1902 por «The Cuba Company», fue uno de los principales propulsores para el fomento de colonias y comunidades. En el norte de Oriente los pueblos de Omaja, Bartle, Alto Cedro y Antilla —entre otros— nacieron bajo el impulso prometedor del ferrocarril. [Otros poblados como los de Bayate y Palmarito constituyeron colonias de suecos (véanse Boytel, 1983:40-45; y Sarusky, 1999:75-86), con la presencia de da-neses, noruegos, fineses, alemanes, ingleses y algunos franceses aglu-tinados en torno al camino de hierro].

4. La [relativa] despoblación existente en el territorio facilitó la operación fundacional de centrales, minas y puertos, fundamentalmente, así como la constitución de inmensos latifundios [como el de la United Fruit Company] sin tener grandes tropiezos con los intereses nativos.

5. El debilitamiento estructural de la región, herencia de una economía paralizada por la guerra de independencia de 1895-1898

que afectó las plantaciones de caña, tabaco, frutos menores y otras, favoreció la penetración masiva del capital foráneo. Grandes y pequeños propietarios no tuvieron otra alternativa que vender bienes y fincas al advenedizo capital norteño.

6. La inexistencia de sectores sociales y clasistas capaces de presentar resistencia a los

intereses norteamericanos. No existía una «burguesía regional» —con excepción de la burguesía comercial gibareña— ni una clase de hacendados o latifundistas con la fuerza necesaria para esgrimir armas políticas o económicas frente a la geofagia yanqui (Vega, 1990:213-214).

La obra de Jaime Sarusky sobre la presencia sueca en Cuba es una

nueva contribución al

estudio de pequeños grupos

migratorios asentadas en la

Isla.

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Las inversiones norteamericanas en Cuba, que en 1896 alcanzan los cincuenta millones de dólares, aumentaron sucesivamente en 1906 a 160, en 1911 a 205 y en 1923 a 1 200; ello incluye la propiedad de las tres cuartas partes de la industria azucarera.

Las mejores tierras agrícolas, los centrales más importantes, las reservas minerales, las industrias básicas, los ferrocarriles, los bancos, los servicios públicos y el comercio exterior, pasaron al férreo control del capital monopolista de Estados Unidos (Castro, 1982:12).

Este proceso de penetración de capitales en los sectores básicos de la economía cubana, que generaron una profunda deformación estructural dependiente del capital norteamericano y que perfilaron la esencia misma del subdesarrollo socio-económico, con toda la secuela en el ámbito cultural y en el pensamiento, estuvo acompañado del conse-cuente poblamiento de familias e individuos.

Como todo proceso de colonización (o de neocolonización en este caso), los asentamientos norteamericanos en Cuba están directamente relacionados con la actividad económica fundamental. En este sentido, es posible clasificar seis tipos de asentamientos:

1. Urbanos tradicionales, concentrados principalmente en la ciudad de La Habana y en

las capitales provinciales; dedicados al control de los grandes negocios establecidos por las compañías, así como a la construcción y dirección de toda la infraestructura necesaria.

2. Azucareros, con mayor concentración hacia la región oriental y dedicados no sólo a

la remodelación de viejas fábricas de azúcar, sino principalmente a la creación de nuevas y más eficientes industrias, equipadas con la más moderna tecnología de entonces y con una alta capacidad de molida. Centrales como Boston (1901), Chaparra (1901), Preston (1907), Delicias (1911), Manatí (1912), Cupey (1915), Tánamo (1921), entre otros, constituyen comunidades del área nororiental de Cuba que se fundan y crecen alrededor de estas industrias.

3. Mineros, que se fundan a partir de estudios geológicos prospectivos desde principios

de siglo en las antiguas provincias de Camagüey y Oriente. Las poblaciones de Felton, Nicaro y Moa, por ejemplo, se desarrollan inicialmente en torno a la extracción de minerales (hierro y níquel) y —no obstante toda la infraestructura realizada (viviendas, hospitales, hoteles, almacenes, alumbrado público, teléfono, entre otras)— sus períodos de florecimiento o inactividad dependen de las compañías inversionistas y de las fluctuaciones de la economía y la política de Estados Unidos de América.

4. Portuarios, como consecuencia lógica de la fuerte penetración de capitales y una

necesidad para la extracción de la producción industrial o agrícola. En el área nororiental de Cuba, por ejemplo, debido a que el puerto de la bahía de Gibara es poco profundo, las compañías norteamericanas aprovechan las condiciones naturales de la región y construyen o modernizan los puertos y subpuertos de Banes, Antilla, Preston, Felton, Cayo Juan Claro, Manatí y Tánamo. «La red portua-

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ria más extendida e importante del norte de Oriente, por donde se sustrajeron los recursos naturales del área hacia Estados Unidos quedó prácticamente montada en los primeros diez años de este siglo, [debido] a la acción conjunta de los centros financieros e industriales de Boston y New York» (Vega, 1990:214). De ellos, el núcleo urbano portuario más importante fue el de Antilla, cuya arquitectura (viviendas, hoteles, almacenes, establecimientos de víveres y muchas otras) conjuga el eclecticismo de principios de siglo [XX] con las construcciones de madera tipo ballom frame, tan comunes en el sur de Estados Unidos.

5. Agrícolas no azucareros, formados a partir del asentamiento de campesinos

norteamericanos por casi todas las provincias del país. Durante ambos períodos de ocupación militar yanqui, la compra de tierras a bajos precios estimula la inmigración desde Massachusetts y Nebraska hasta Virginia, Louisiana y Florida, así como por los propios sureños que forman parte del ejército interventor, quienes fomentan diversas variedades de cítricos en Isla de Pinos (Santa Fe) —la más importante—, Camagüey (La Gloria, Ceballos, Palm City, Riverside y Canet) y Oriente (Omaja y Bartle). «En 1905 se estimaba que en toda Cuba había unos 13 000 colonos norteamericanos que habían adquirido tierras que representaban un valor de $ 50 000 000» (Le Riverend, 1975:70). El período de florecimiento de estas comunidades no llega a las dos décadas, pues con la crisis general de 1929-1933, muchos regresan a sus lugares de origen y sólo una minoría se queda en Cuba: los colonos independientes.

6. Agrícolas de colonos independientes, que incluyen cientos de campesinos

norteamericanos que se asientan de manera dispersa en diferentes áreas rurales sin llegar a constituir comunidades, sino principalmente acompañados de su familia. A diferencia de las otras formas de asentamiento, esta es la que más estrecha los vínculos laborales y sociales con la población cubana más cercana a sus propiedades. «La productividad [del trabajo] alcanzada por estos agricultores en Oriente fue tal que en la Exposición Nacional de Agricultura de 1912: De los treinta y siete productos de procedencia oriental que figuraron en dicha exposición, tres fueron enviados por cubanos; el resto fue enviado por americanos» (Vega, 1990:217). En la década de 1910 sobresalen los asentamientos de Mayabe y Pedernales con cinco y doce colonos, respectivamente.

TABLA 26. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN

NORTEAMERICANA RESIDENTE EN CUBA Y PORCIENTOS RESPECTO DE LA TOTAL DEL PAÍS

Censos Total Varones % Hembras % % respecto de

total de Cuba 1899 6 444 4 504 69,89 1 940 30,11 0,41 1907 6 713 3 997 59,45 2 716 40,46 0,32 1919 9 555 5 099 53,37 4 456 46,63 0,33 1931 7 195 3 396 47,20 3 799 52,80 0,18

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1943 3 800 1 800 47,37 2 000 52,63 0,08 1953 6 503 3 139 48,27 3 364 51,73 0,11 1970 2 178 963 42,22 1 215 57,78 0,02

Fuentes: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Según los datos censales, la composición por sexo de estos inmigrantes es bastante equilibrada, reflejo de su presencia familiar; pero a diferencia del resto de los procesos inmigratorios, hay un mayor peso femenino (Tabla 26) desde la década de 1930, lo que también se aprecia en la antigua existencia de matrimonios mixtos con cubanos, observable desde principios del siglo XVIII en las actas bautismales de uno de los archivos parroquiales estudiados (véase Guanche, et al., 1987:51-52).

Sin embargo, desde el punto de vista cuantitativo, nunca rebasan el 0,5 % de la población del país, aunque sí ejercen una fuerte influencia en casi todos los aspectos de la vida sociocultural y económica debido al status neocolonial de la

«República» durante más de medio siglo.

Otro importante proceso inmigratorio es el efectuado desde el área de América Latina continental, el que tiene su precedente desde la época colonial con la entrada forzada de indios mayas desde el siglo XVI, así como el permanente contacto, primero a través del sistema de flotas y más tarde por el incremento migratorio tras el proceso independentista de las naciones del continente en las primeras décadas del siglo XIX.

Durante 1848-1861 se reactiva el flujo forzado de yucatecos, unos dos mil entre indios y mestizos en edad productiva. El censo de Cuba en 1861 recoge 1 046; 68,07 % de hombres y 31,93 % de mujeres, concentrados principalmente en La Habana y sus áreas cercanas como fuerza de trabajo sujeta a servidumbre.

Este comercio inhumano es cortado de manera tajante por el presidente mexicano Benito Juárez (1806-1872) con el decreto del 6 de mayo de 1861, que pone fin a tan ominoso tráfico (Rodríguez, 1987-1988:86-87). Hacia fines del siglo XIX, según el censo de 1899, sólo llegan a 755 yucatecos y, de acuerdo con estudios posteriores, sus descendientes se agrupan en una pequeña comunidad situada en las proximidades de Madruga, al sur, entre los límites de La Habana y Matanzas, donde se han mantenido a través de generaciones (Sarusky, 1986:105-113).

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Según los datos censales, más de la mitad de la inmigración de América Latina continental se concentra también en la ciudad de La Habana. Por orden decreciente, la mayoría son mexicanos, sudamericanos (principalmente venezolanos) y del resto de América Central.

Aunque la proporción por sexos es relativamente balanceada, predominaron las mujeres en cuatro cortes censales (Tabla 27). Esta tendencia de la inmigración femenina también aparece en las fuentes parroquiales referidas con anterioridad para los siglos XVIII y XIX, de modo que se aprecia una continuidad que es reflejo de los diferentes matrimonios mixtos.

De manera semejante al poblamiento norteamericano, su peso cuantitativo no alcanza el 0,3 % del total de la población del país. Junto a ello, los factores língüico-culturales más próximos a los de Cuba, contribuyen al acelerado proceso asimilatorio de sus descendientes.

Sin embargo, las relaciones histórico-culturales entre Cuba y México, así como el papel ejercido por determinados medios de comunicación masiva como la radio y el cine —si tomamos en consideración que los primeros cines construidos al este de la isla están financiados por las compañías norteamericanas en torno a sus inversiones, en cuyas programaciones incluían filmes de México— han hecho posible una fuerte influencia de la canción mexicana (corridos, rancheras, boleros) en toda la región oriental de Cuba, tanto en zonas urbanas como rurales, lo que a su vez ha caracterizado diversas expresiones y estilos locales del quehacer musical tradicional.75

TABLA 27. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN DE LATINOAMÉRICA CONTINENTAL RESIDENTE EN CUBA

Y PORCIENTOS RESPECTO DEL TOTAL DEL PAÍS

Censos Total Varones % Hembras % % respecto de total de Cuba

1899 1 968 882 44,82 1 086 51,18 0,12 1907 2 629 1 290 49,07 1 339 50,93 0,12 1919 8 822 5 488 62,21 3 334 37,79 0,30 1931 11 043 6 198 56,13 4 845 43,87 0,27 1943 7 645 3 827 50,06 3 818 49,94 0,16 1953 3 427 1 394 40,67 2 033 59,33 0,05 1970 2 954 1 421 48,10 1 533 51,90 0,03

Fuentes: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

75 Estudios recientes sobre La emigración cubana en Yucatán, 1868-1898, de Carlos E. Bojórquez Urzaiz (Mérida, 2000), permiten constatar los profundos lazos histórico-culturales, guiados por el independentismo revolucionario y sobre todo por la sincera amistad entre personas, grupos e instituciones sociales.

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Por otra parte, la población procedente del resto de Europa está caracterizada desde la época colonial por una mayor proporción de franceses,76 ingleses, italianos77 y alemanes,78 que también se asientan principalmente en la capital y en diferentes áreas urbanas. Este predominio se conserva con sus lógicas variaciones porcentuales en todos los censos de la república neocolonial.

TABLA 28. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN

DEL RESTO DE EUROPA RESIDENTE EN CUBA Y PORCIENTOS RESPECTO DEL TOTAL DEL PAÍS

Censos Total Varones % Hembras % % respecto de

total de Cuba 1899 3 558 2 478 69,64 1 080 30,36 0,22 1907 4 539 3 170 69,84 1 369 30,16 0,22 1919 9 048 6 529 72,16 2 519 27,84 0,31 1931 16 707 10 149 60,74 6 558 39,26 0,42 1943 14 557 8 900 61,13 5 657 38,87 0,30 1953 6 725 4 562 67,87 2 163 32,13 0,11 1970 5 160 3 073 59,55 2 087 40,45 0,06

Fuentes: Censos de la República de Cuba correspondientes a los referidos años. Elaboración propia.

Según la propia fuente (ver Tabla 28), esta inmigración tiene su punto culminante (como la hispánica y la antillana) en los años 30 del siglo XX, cuando alcanza el 0,42 % de toda la población del país y luego tiende a decrecer hasta hacerse estadísticamente poco significativa.

Esta es una inmigración principalmente masculina y cualita-tivamente más especializada, pues con independencia del «tráfico golondrino», propio de jornaleros, muchos de los residentes invertían sus recursos en el comercio, los servicios y la industria.

76 Véase Rolando Álvarez Estévez. Huellas francesas en el occidente de Cuba (siglos XVI-XIX), La Habana, 2001. 77 Sobre la presencia italiana en diversos aspectos de la cultura cubana véase Fernando Ortiz. Italia y Cuba (1998), y de modo especial, la monografía de José Altshuler y Roberto Díaz Martín sobre Primeros experimentos telefónicos de Antonio Meucci, La Habana/1849 (1999). 78 Véase Rolando Álvarez Estévez y Marta Guzmán Pascual. Alemanes en Cuba (siglos XVII al XIX), La Habana, 2004.

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Después del triunfo de la Revolución Cubana esta inmigración se mantiene desde Europa central y oriental, debido a la colaboración técnica de diferentes países como la ex Unión Soviética (Rusia), Bulgaria, Checoslovaquia (ahora dividida en dos) y la extinta República Democrática Alemana; pero con el derrumbe del denominado «socialismo real» euro-oriental, una parte significativa regresa a sus países de origen aunque luego emigren nuevamente hacia otros países de Europa occidental.

Del resto de Asia y el Oriente Medio también arriban inmigrantes de diferentes nacionalidades. Desde principios del siglo XX se observa la presencia de árabes, sirios, turcos, libaneses, palestinos, iraquíes y otros; caracterizan una parte del comercio minorista (tejidos, hilanderías, sastrerías, quincallas) de las ciudades. Muchos de ellos son confundidos por la población cubana pues al tratar de comunicarse en español arrastran su peculiar acento árabe por lo que fueron denominados genéricamente como «moros» o «polacos», aunque hubo varios cientos de estos inmigrados de Europa central (véase Kula, 1980:131-149).

En relación con los procesos migratorios árabes79 en Cuba, la monografía de Rigoberto Menéndez (1999) distingue la inmigración indirecta desde la primera mitad del siglo XVI a través de España y el norte de África, formada por moriscos, árabes y bereberes, de la 79 Se le denomina así al habitante originario y actual de la Península Arábiga, y, en ocasiones, se aplica a pueblos muy relacionados con ellos en cuanto a ascendencia, idioma, religión y cultura. En la actualidad hay más de 200 millones de árabes, que viven principalmente en 21 países y constituyen la inmensa mayoría de la población de Arabia Saudí, Siria, Yemen, Jordania, Líbano, Irak, Egipto y los países norafricanos. El idioma árabe representa el símbolo principal de su unidad cultural, aunque el islam proporciona otro de los vínculos comunes para la mayoría de ellos (véase Enciclopedia Microsoft Encarta 2007).

Sede de la Unión Árabe de Cuba en La Habana

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inmigración directa, procedente de los países del Mediterráneo oriental, desde el siglo XIX. Tras el análisis que efectúa en la estructura de contenido del trabajo sintetiza las siguientes conclusiones:

1. Los primeros vestigios de presencia árabe y berberisca en Cuba datan del siglo XVI,

con procedencia hispano-morisca, morisca-norafricana, así como árabe y berberisca, procedente del norte de África. La mayoría de los pobladores eran esclavos reclutados por las expediciones piráticas españolas en el Mediterráneo. Los hombres libres que arribaron al país eran moriscos conversos al cristianismo, clasificados por España como «nuevamente convertidos», quienes violaban la legislación oficial que prohibía su estancia en el Nuevo Mundo.

2. Aunque es desconocida la magnitud de la influencia

del primer poblamiento, la cantidad de estos componentes no debió generar una huella visible; la casi absoluta presencia masculina generó irremisiblemente relaciones etnomatrimoniales mixtas.

3. El componente árabe emigrado directamente del

Próximo Oriente desde el siglo XIX fue una suma de nacionalidades de habla árabe (libaneses, palestinos, sirios, egipcios, iraquíes, argelinos, libios, marroquíes y yemenitas) cuyo distingo étnico fue marcado nominalmente por la diversidad confesional (cristianos maronitas, ortodoxos, melkitas, asirio-caldeos, latinos, musulmanes de las dos vertientes80 y drusos).

80 Se refiere a las diferencias confesionales entre suníes y shiíes. Los primeros constituyen el grupo musulmán mayoritario de la comunidad islámica mundial. El término Sunna, nombre que utilizan para referirse a sí mismos (gente de la Sunna), probablemente significa «senda central» (opuesto a los caminos periféricos que toman los sectarios) se relaciona con «costumbre» o «tradición». Esto significa la Sunna del profeta Mahoma, como se cree de modo general; todos los grupos islámicos aceptan la Sunna en una estrecha relación con el Corán. Las doctrinas suníes nacieron casi a fines del siglo IX, aunque el sistema completo de su ideología se desarrolló durante el siglo X y se produjeron, en gran medida, como reacción ante los prematuros movimientos cismáticos de grupos como los jariyíes, los mutazilíes y los shiíes. Estos últimos constituyen un 10 % del mundo islámico. Están bastante de acuerdo en sus rituales y leyes, pero discrepan en cuanto al carácter y la teología, así como en la forma en que conciben la autoridad legítima. El término shií proviene de la frase árabe shiat Alí, que significa «los partidarios de Alí». Alí ibn Abi Talib era el yerno del profeta Mahoma y el cuarto califa de la comunidad islámica (umma) establecida tras su muerte. Los suníes también lo veneraban como el último de «los cuatro califas justos» (véase Enciclopedia Microsoft Encarta 2007).

Arco polilobulado de evidente influencia árabe, Cine Universal, La Habana.

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4. El asentamiento de los levantinos en Cuba tuvo un carácter etnodisperso y en dos

casos (Centro Habana y Santiago de Cuba) fue de tipo etnoareal al reunirse en un territorio determinado un considerable grupo de familias árabes con el consecuente desarrollo de sus actividades económicas, culturales y asociativas.

5. La agrupación social de los inmigrantes fue inicialmente a nivel de etnos-

nacionalidad y en ocasiones tuvo rasgos supranacionales, pues mezclaba en una sociedad a los árabes, independientemente del OES81 de procedencia. Ninguna organización tuvo carácter patronímico, familiar o territorial-aldeano.82 Las sociedades eran de tipo benéfico y recreativo. Por excepción algunas tuvieron fines políticos y/o religiosos.

6. En el aspecto familiar, las primeras generaciones de inmigrantes practicaron los

matrimonios intraétnicos, es decir, dentro de su propia nacionalidad o supranacionalidad (la árabe), [y se distinguen] las parejas que emigraban casadas y las que contrajeron matrimonio en la Isla. Sin embargo, la mixtura étnica se impuso gradualmente debido, entre otras causas, al pronunciado nivel de masculinidad y soltería de los inmigrados, y posteriormente, a la pérdida de las causas y significado de la endogamia para los hijos y nietos de los inmigrantes nacidos en Cuba.

7. La estructura genealógica fue simple, pues los campesinos y comerciantes árabes

no practicaban el culto ancestral ni la conservación de extensas genealogías, como sucedía con la clase aristocrática islamita. En Cuba, [...] los árabes tampoco establecieron una relación de linaje genealógico sino vínculos de afinidad derivados del matrimonio, [al ponerse] en contacto social y comercial decenas de personas ligadas entre sí, como cuñados y suegros, y otros lazos de entrecruzamiento interpersonal que [integraban] un grupo. [...]

8. La tradicionalidad de matrimonios entre primos fue

practicada con frecuencia por los inmigrantes. Los cristiano-maronitas y griego-ortodoxos realizaron en Cuba matrimonios de consanguinidad, herencia de su tradición cultural [endogámica].

9. El comercio textil minorista especializado en

confecciones de ropa y otros rubros, así como el desarrollo de la importación almacenista fue el renglón ocupacional fundamental, que tuvo como paso

81 Organismo etnosocial, según la clasificación jerárquica de Bromlei, 1986. 82 Como ha sido común entre hispánicos, africanos y chinos en Cuba.

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primigenio la venta ambulatoria de mercancías en la ciudad y el campo. 10. Los árabes emigrados a Cuba eran representantes de una comunidad étnica cuyo

núcleo fundamental se ubicaba y ubica en un grupo de OES de África del Norte y el Cercano Oriente. Constituyeron un grupo étnico de transición, fundamentalmente en toda la etapa neocolonial y al final de ella, listo para integrarse al etnos-nación cubano. La adquisición de la ciudadanía cubana por un número de ellos fue un paso jurídico importante para el proceso etno-asimilativo.

11. La necesidad de vincularse al mundo exterior como comerciantes, el relativo

desequilibrio de sexos, los matrimonios mixtos, la pérdida progresiva de sus prácticas religiosas endémicas, y la emigración de muchos nativos, coadyuvaron a la asimilación del bloque étnico de oriundez levantina, que se integra en la actualidad en la Unión Árabe de Cuba, fundada el 4 de abril de 1979; unificación oportuna de todos los residentes árabes y sus descendientes, en los esfuerzos por rescatar el legado ancestral y luchar por la patria definitiva, Cuba (Ibídem:92-94).

Posteriormente, la Fundación Fernando Ortiz, en coordinación con la Unión Árabe de Cuba y la Casa de los Árabes de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, ha publicado un plegable cartográfico que complementa el referido trabajo monográfico.

Grupo de jóvenes danzantes en una festividad de la Unión Árabe de Cuba

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La presencia hebrea en Cuba también es muy temprana. Debemos recordar que desde la segunda mitad del siglo XV vivía en España una minoría de judíos convertidos formalmente al cristianismo. Muchos seguían practicando, en secreto, sus creencias, eran los denominados judaizantes; mientras que otros abandonaron su antigua religión por motivos diversos. Ambos grupos fueron conocidos como judeo-conversos.

En el siglo XVI se establecieron en España los estatutos de limpieza de sangre, como condición indispensable para el acceso a las órdenes religiosas y a los cargos de la administración del Estado y de la Iglesia; esta legislación cerró a los conversos cualquier posibilidad de ascenso e, incluso, de integración social. Los judeoconversos utilizaron diversos mecanismos para borrar su pasado, el primero y fundamental fue el dinero, que desempeñaba entonces un importante papel; además, acudieron a la emigración, dentro del territorio peninsular si era posible, pero fundamentalmente a las Indias, que con una mentalidad más abierta y a pesar de la legislación en contra, actuaron de puente en la carrera del olvido. La emigración de judíos desde España se prolongó durante los siglos XVI y XVII; además de las Indias, Portugal, determinados territorios del Imperio otomano

(especialmente Grecia y Palestina), Italia y los Países Bajos fueron los principales focos de inmigración. Lo cierto es que, a pesar de que sobre ellos recayó con especial inquina el recelo de la colectividad y la acción de la Inquisición, algunos conquistaron un puesto en la sociedad, aunque hicieron todo lo posible por borrar sus orígenes, a través de fórmulas legales o clandestinas.83

Durante el siglo XX la emigración hebrea fundó diversas asociaciones en La

83 En el documental El estigma chueta, del canal 2 de TV Española (1999), se observa aún el deseo de borrar el pasado que tienen los descendientes de judeoconversos asentados en Mayorca. Chueta o «asesino de Cristo» es un exoetnónimo estigmatizante que tiene sus raíces en la expulsión de los judíos. Muchos emigraron luego a la ciudad argelina de Orán cuando la isla de Mallorca fue incorporada al reino de Aragón a finales del siglo XIII.

Arca del templo Hebreo Sefardí de 17 y E en El Vedado, La Habana.

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Habana entre las que podemos destacar las siguientes:

La United Hebrew Congregation (1904), que adquirió un cementerio en 1906 (inaugurado en 1910) y organizó los primeros servicios religiosos. Creó una sociedad de ayuda a los inmigrantes necesitados con el nombre de Ezra y lo reemplazó posteriormente por el de Menorah Sisterhood.

La Unión Hebrea Shevet Ajim, fue fundada con el nombre de Unión Israelita Shevet Ajim. Una parte de sus miembros se separaron y fundaron la Unión Hebrea de Cuba, pero ambos grupos se unieron nuevamente en 1935. Esa sociedad sostuvo una sinagoga en Inquisidor no. 407, La Habana, donde funcionó también la escuela Teodoro Herzl, para ciento cincuenta alumnos, y un cementerio propio en Guanabacoa, que aún se conserva.

La Unión Sionista de Cuba (1924) inició sus actividades en el Centro Hebreo y abarcó pronto a miembros de varios sectores de la colectividad. En 1929 se fundó una agrupación juvenil y posteriormente se constituyeron otros grupos juveniles como Hejalutz, Hashomer Hatzair, Macabi. Las actividades sionistas84 se desarrollaron a raíz de la llegada de varios enviados extranjeros. En 1933 fundan la sección Hashomer Hatzair cuyos miembros habían pertenecido al mismo movimiento en Europa y organizaron en Cuba un grupo jalutz. En 1940 se crea el Club Juvenil de la Unión Sionista con un programa sionista social, deportivo y cultural.

La Adat Israel (1925) fue una asociación religiosa fundada con el objetivo de crear un oratorio ortodoxo, vigilar las leyes alimenticias religiosas, construir un Mikve, organizar una Jevra Kadisha,85 un Talmud Torá,86 etc. Otras asociaciones religiosas como Jevra 84 Movimiento y doctrina política cuyas premisas fundacionales fueron la lucha para conseguir la reunión de los judíos de la diáspora y su establecimiento en Palestina. Surgió a finales del siglo XIX y culminó en 1948 con el establecimiento del Estado de Israel. Su nombre procede de Sión, la colina sobre la que se erigía el Templo de Jerusalén y que más tarde se convertiría en el símbolo de la propia ciudad. El filósofo judío de nacionalidad austriaca Nathan Birnbaum fue quien aplicó por primera vez el término sionismo a este movimiento en 1890 (Enciclopedia Microsoft Encarta 2004). 85 De Kadish (en arameo, «santo»), en el judaísmo es una plegaria en arameo que glorifica a Dios y pide la rápida venida de su reino sobre la Tierra. Aunque en su forma primitiva se recitaba al concluir una exposición rabínica de las escrituras, en la actualidad ha adoptado una variedad de formas y sirve para diversas funciones litúrgicas. Una variante breve, llamada medio Kadish, concluye cada parte del servicio religioso y se recita al final de la lectura sabática de la Torá en la sinagoga. Una forma más larga, el Kadish entero, se recita al final de Tefilá, sección principal de oraciones de cada servicio. Un tercer formato, el Kadish de los rabinos, se recita tras acabar el estudio del Talmud. La forma más conocida es la que recitan quienes guardan luto al final de este servicio. Una quinta modalidad, que se recita como parte del servicio funerario junto a la tumba, incluye un ruego de resurrección de los muertos. La asociación medieval del Kadish con quienes guardan duelo se basa en la creencia popular de que esta plegaria es trascendental para liberar del purgatorio a las almas de los muertos (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007). 86 Es el cuerpo de ley civil y religiosa del judaísmo, que incluye comentarios sobre la Torá o Pentateuco. El Talmud consta de un código de leyes, denominado Mishná, y de un comentario sobre este, llamado Guemará. El material del Talmud relativo a las decisiones de los sabios acerca de las cuestiones legales en disputa se conoce como Halajá; las leyendas, anécdotas y refranes del Talmud, que se utilizan para ilustrar la ley tradicional, reciben el nombre de Hagadá. La Torá (en hebreo torah, «ley» o «doctrina»), en el judaísmo, el Pentateuco, en particular cuando se presenta en forma de rollo de pergamino y se lee en la sinagoga. La Torá

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Kadisha y Jesed shel Emet, formaron parte de Adat Israel de 1925 a 1934, año en que se legalizó como sociedad independiente.

El Centro Israelita de Cuba (1925), ha sido la sociedad judía más representativa en cuanto se refiere a los intereses generales de la colectividad. Al año siguiente se fundó la Asociación de Damas Israelitas (1926) con fines filantrópicos, especialmente en beneficio de huérfanos y niños pobres.

El Comité Israelita Antituberculoso (1927) fue creado para dar ayuda a unos 50 enfermos tuberculosos y mentales que había entonces en la colonia.

Kneset Israel (1929) es otra asociación religiosa fundada por los partidarios del rabino Tzví Kaplan (muerto en 1939) que estuvo dedicada a empeños similares a los de Adat Israel.

La Unión de Residentes de Varsovia (1933) fue otra asociación hebrea fundada con fines sociales y de beneficencia.

La Cámara de Comercio Israelita de Cuba (1936) se crea con el nombre de Asociación de Contribuyentes, con objeto de defender los intereses del sector comercial judío. En ese año también se crea la Asociación de Escritores y Periodistas judíos por unas veinte personas de habla idish, con objeto de facilitar las publicaciones en ese idioma y patrocinar obras de cultura literaria.

El Comité Central Israelita de Cuba (1939) se funda con el objeto de unir las fuerzas de todas las agrupaciones judías del país en la lucha contra el antisemitismo. Puede considerarse como una ampliación de un comité de prensa que había existido anteriormente.

El Centro Israelita Popular de Cuba (1941) es creado por elementos izquierdistas en oposición al Centro Israelita de Cuba. Tiene afiliados una sección femenina, otra juvenil y comités de cultura de diversa índole. Se le afilia la Asociación Juvenil Judía de Cuba (1941), con programa cultural y deportivo. En el propio año también creó el Comité Judío Antinazi.

La Unión de Refugiados Hebreos (1942), a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, es fundada por un grupo de judíos originarios de Polonia y Bélgica, ocupados en su mayoría en la industria diamantera. En el propio año se funda la Majziké Torá, asociación religiosa que sostuvo un Talmud Torá con más de treinta alumnos y organizó servicios religiosos para los refugiados. También se funda la Asociación Etz Jayim por refugiados de habla alemana, con fines religiosos y culturales.

escrita, que consta de los cinco libros de Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) es la piedra fundamental de la religión y de la ley judías. De acuerdo con la tradición oral o Mishná, Dios hizo entrega de la Torá a Moisés en el monte Sinaí. A su vez, Moisés la cedió a Josué, quien, a través de los profetas, la entregó a la Gran Asamblea (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007).

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El Comité Isrealita-Cubano de Ayuda a los Aliados se fundó en 1942 y realizó campañas de orientación principalmente pro soviética durante la guerra.

Otras ciudades cubanas también poseyeron sociedades hebreas como el Centro Israelita de Santa Clara (1929), con fines religiosos, que adquirió un cementerio, un sefer torá y otros elementos del culto sefardí;87 el Centro Israelita de Matanzas (1942) y el Centro Israelita de Camagüey (1942), ambos con fines religiosos y culturales. También existió en Camagüey un pequeño grupo Hashomer Hatzair; y la Unión Israelita Tiferet Israel, asociación religiosa; la Unión Israelita de Guantánamo (1929) fue fundada por un grupo de sefardíes y ashkenazíes y contaba a mediados del siglo xx con unos treinta miembros. Estos sostienen un grupo autónomo de beneficencia, Bikur Jolim, y un comité para la adquisición de un cementerio; la Unión Israelita del Oriente de Cuba (en Santiago de Cuba), también fue fundada por un colectivo de judíos de origen sefardí; la Unión Israelita Shevet Ajim de Manzanillo fue otra asociación sefardí de carácter religioso.88

87 Constituye una de las dos grandes agrupaciones en que se dividen los judíos atendiendo a su origen geográfico y tradición cultural. La denominación distingue a las comunidades judías medievales de la Península Hispánica y del norte de África, así como a sus descendientes, de los asquenazíes, que proceden de las comunidades en la Europa septentrional, central y oriental (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007). 88 Véanse «Cuba» en Enciclopedia judaica-castellana. t. III, México, 1948 y Maritza Corrales, et al. Presencia hebrea en Cuba, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2003.

Parque japonés del Jardín Botánico Nacional

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La industria azucarera también atrajo japoneses89 e hindúes90 a Cuba, durante las tres primeras décadas del siglo XX, como grupos que se asientan de modo disperso o forman pequeñas comunidades. De igual manera, la industria del henequén atrajo una pequeña migración coreana que se asentó principalmente en la actual provincia de Matanzas. El estudio monográfico de Raúl Ruiz y Martha Lim Kim profundizan al respecto.

Los primeros japoneses vienen engañados por el mito de la abundancia de dinero durante el alza de los precios del azúcar (1914-1918). Ello da lugar a una propaganda que se basa en el resultado de varias construcciones realizadas por ellos al regresar a Japón. Sin embargo, el grueso de la inmigración, que está formada por varios cientos, arriba a la Isla en plena depresión económica.

La mayoría son campesinos jóvenes y solteros dedicados al cultivo de arroz, té, almendra y bambú (caña brava), quienes se encuentran acosados por los altos impuestos del militarismo nipón. Los que llegan en 1924 proceden de diferentes regiones, desde Hokkaido, al norte, hasta Okinawa, al sur. Vienen a trabajar en el corte de caña de la finca Mayaguara, actual provincia de Sancti Spíritus, para el central Trinidad, hoy FNTA (Federación Nacional de Trabajadores Azucareros). Sin embargo, la productividad del trabajo es muy baja y de ellos sólo ocho (los sureños) se van adaptando al duro cambio de actividad.

La inmigración posterior se asienta en Isla de Pinos —tras la firma del Tratado Hay-Quesada en 1925— debido al precedente creado y a la propaganda realizada por la primera migración referida arriba, hasta formar una pequeña comunidad. Aunque ellos habían sido contratados también para el corte de caña, se dedican principalmente a la agricultura no cañera, primero como jornaleros y luego como propietarios de varias parcelas de tierra. Los que habían ido a Trinidad se les unen más tarde aprovechando el cabotaje propio de esta zona. 89 El territorio de Japón comprende cuatro grandes islas, así como el archipiélago Ryukyu y más de 1 000 islas menores adyacentes. Limita al norte con el mar de Ojotsk, al este con el océano Pacífico, al sur con el océano Pacífico y el mar de la China, y al oeste con el estrecho de Corea y el mar del Japón. Las islas japonesas se extienden en un arco irregular desde la isla de Sajalín (perteneciente a Rusia) a la isla de Formosa (Taiwan). Consta de las grandes islas de Hokkaido, la más septentrional, Honshu, la isla principal, Shikoku, y Kyushu, la más meridional. En conjunto, estas islas tienen una superficie total de unos 362 000 km2; añadiendo las numerosas pequeñas islas cercanas, la extensión de Japón es de 377 750 km2. Hacia 1994 había unos 124 961 000 habitantes. Tokio es la capital y mayor ciudad del país (véanse Enciclopedia Microsoft Encarta 2007 y Almanaque mundial, 2000). 90 La India es el séptimo país más extenso del mundo, con una superficie de 3 287 263 km2 y el segundo más poblado después de China. Tiene unos 918 570 000 habitantes (1994). Desde el punto de vista geográfico está formado por toda la península india y partes del continente asiático. Limita al norte con Afganistán, Tíbet, Nepal y Bután; al sur con el estrecho de Palk y el golfo de Mannar, que lo separa de Sri Lanka y el Océano Índico; al oeste con el Mar Arábigo y Pakistán; al este con Myanmar (Birmania), el golfo de Bengala y Bangla Desh, que casi separa por completo el noreste de la India del resto del país (Enciclopedia Microsoft Encarta 2007 y Almanaque mundial, 2000).

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Allí desarrollan el cultivo de pepinos, melones, ajíes, tomates y berenjenas, cuya mayor parte exportan hacia Norteamérica, en competencia con los colonos estadounidenses. Durante el «tiempo muerto» se dedican a la pesca. Esta otra actividad influye en la presencia y vigencia de diversas artes de pesca de origen japonés en el golfo de Batabanó, especialmente en la pesca del bonito (véase Córdoba, 1987).

Hay otros que alternan sus labores agrícolas y pesqueras con diversos oficios, como barberos y jardineros.

A fines de la década de 1920 ya hay más de trescientos japoneses en Isla de Pinos (véase Sarusky, 1974:5-6) y muchos permanecen hasta crear una descendencia. El censo de

1953 recoge 274 japoneses distribuidos en todas las provincias del país, aunque el 39,78 % aún se mantiene en La Habana, que entonces incluía a Isla de Pinos. El censo de 1970 refleja su virtual decrecimiento: sólo quedaban 207, la mayoría ancianos.

A diferencia de sus padres, que tratan de conservar la endogamia étnica y racial, los descendientes de japoneses nacidos en Cuba comienzan a contraer matrimonios mixtos y de ese modo se intensifican las relaciones familiares y socio-culturales con el resto de la población cubana de la zona.

Aunque los viejos residentes japoneses llegan a conservar muchas tradiciones culturales, como la fiesta del día de los difuntos, que culmina el 15 de agosto con la música y el baile bon odori; algunos componentes de la dieta básica como el arroz, el té, los vegetales y el modo de preparar las carnes; así como determinados elementos de la decoración interior de las viviendas, sus descendientes inmediatos —en cambio— han asimilado y transmitido múltiples hábitos y costumbres del contexto socio-cultural cubano, a partir del aprendizaje y uso del español como lengua común y del acceso cotidiano al conjunto de actividades educacionales, laborales y/o recreativas del país.

El cese de la inmigración japonesa también contribuye a la aceleración de una asimilación étnica natural que se evidencia en la tercera generación (los nietos) con independencia de la conservación de muchos rasgos antropológicos.

Con motivo del centenario del inicio de las relaciones diplomáticas entre la República de Cuba y Japón, en el año 2002

Plegable cartográfico sobre la Presencia japonesa en Cuba publicado por la Fundación

Fernando Ortiz en el año 2002 con

motivo del centenario de las relaciones Cuba-

Japón.

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la Fundación Fernando Ortiz publicó un libro91 y un plegable cartográfico92 sobre la presencia japonesa en Cuba.

Los hindúes llegaron a Cuba durante los tres primeros decenios del siglo XX, como parte de un tráfico iniciado hacia el Caribe por el Océano Índico, y controlado por Inglaterra desde mediados del siglo XIX, en condiciones semejantes al del culí chino.

Inicialmente el contratista en la India pagaba el viaje hasta Jamaica y el contratado estaba obligado a retribuir el importe del pasaje trabajando en el cultivo del plátano, los hombres durante cinco años y las mujeres durante tres. De ahí una parte pasa a Cuba en el contexto general del proceso inmigratorio desde el Caribe insular, aunque su peso cuantitativo es mucho menor.

La ocupación a la cual se destinaban los hindúes era el cultivo y corte de la caña de azúcar, al igual que el resto de los braceros antillanos. Sin embargo, en virtud de conocer el inglés, gozaban de una ventajosa posición en los centrales de propiedad [norte]americana. De este modo, algunos pasaron a ocuparse de otras tareas, tales como capataces en los bateyes y colonias (López, 1977:167).

La mayoría de los inmigrantes hindúes eran campesinos pobres provenientes del Hindustán, de la llanura atravesada por el río Ganges. De acuerdo con los datos aportados por un trabajo de campo, entre 1905 y 1906 entraron en Cuba unos doscientos hindúes ilegalmente desde Jamaica y se asentaron de manera dispersa en el valle de Guantánamo. Por el año 1915, en varios centrales de la zona había trabajadores hindúes: Soledad, Esperanza, Santa Cecilia, Los Caños, Santa Isabel y Romelié. Hacia 1925 nuevos grupos se establecieron en el central Ermita (hoy Costa Rica). Su monto total se estima en unos dos mil (Ibídem:168-169).

Esta pequeña población, como la colonia de Ermita, se caracterizó por su vestimenta, el régimen y hábitos alimentarios, las costumbres matrimoniales, sus creencias religiosas, así como el trato interpersonal e intergeneracional. Sin embargo, la costumbre de cremar a sus muertos y esparcir sus cenizas es transformada por la tradición occidental del enterramiento. El vestuario es cambiado por sus descendientes al cortarse el pelo y abandonar el turbante; ellos también rompen con los tabúes alimentarios de la carne de res y reemplazan el hábito de consumir los alimentos con las manos por el empleo de cubiertos, junto con la incorporación de platos cubanos (Sarusky, 1976:9). El desbalance en la composición por sexo y la procedencia territorial y social, troncha la estructura matrimonial de castas y propicia la unión de parejas mixtas.

91 Véase Rolando Álvarez y Marta Guzmán. Japoneses en Cuba, La Habana, 2002. 92 Rolando Álvarez , et al. Presencia japonesa en Cuba, La Habana, 2002.

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Con la crisis económica de los años 30 del siglo pasado, muchos regresan a sus lugares de origen, principalmente a Jamaica, donde el asentamiento hindú ha sido mucho mayor, y los que permanecieron no llegaron a formar comunidades como otros inmigrantes del Caribe insular o los japoneses, sino que se encuentran dispersos en diferentes lugares. Por ello el proceso de asimilación fue mucho más acelerado.

Los otros componentes étnicos del poblamiento de Cuba tienen un carácter sumamente heterogéneo, pero desde el punto de vista cuantitativo su peso específico global o por separado ha sido poco significativo en relación con los procesos inmigratorios señalados antes e incomparablemente menores respecto de la población nacida en Cuba que veremos a continuación.

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Componentes étnicos de la nación cubana Jesús Guanche

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El etnos-nación cubano

Denominamos etnos-nación cubano a la resultante histórica de los procesos de asentamiento en Cuba debidos a las migraciones externas que generan posteriormente un crecimiento natural de la población, cuyo desarrollo es independiente de las corrientes migratorias externas, pero en necesaria interconexión con ellas, hasta alcanzar el nivel y el lugar que posee en el presente, es decir, hasta efectuar una transformación demográfica (Hernández, 1988) autodependiente. Este proceso ha estado condicionado y protagonizado por el crecimiento natural de la población nacida en Cuba y por el papel sociocultural que desempeña la migración interna, compuesta mayoritariamente por cubanos. Un amplio estudio muestral realizado en diez archivos parroquiales de Cuba durante el período colonial confirma que de 68 784 sujetos registrados como padres y madres en los libros bautismales de «blancos» o «españoles», 50 696 (73,72 %) son nacidos en Cuba y que la proporción de estos en la región centro-oriental de la Isla (8:10) es muy superior a la del área occidental (6:10), debido al peso absoluto de la migración externa global hacia el oeste de Cuba. El grueso de la población estudiada en esa zona es nacida en Cuba, lo que propicia la transmisión estable de un conjunto de tradiciones culturales de gran arraigo en los diferentes asentamientos humanos. Lo anterior se basa en un predominio de matrimonios homogéneos entre personas nacidas en Cuba (59,39 %) y en la decisiva participación de la mujer nacida en Cuba (+ del 95 %) en los matrimonios mixtos con residentes extranjeros (Guanche, 1999:56-77). En este sentido se confirma el decisivo papel de la mujer en los procesos de endoculturación93 de sus hijos. Las antiguas inmigraciones que dan origen a la población actual de ciudades como Sancti Spíritus, Camagüey y Holguín (ubicadas lejos de la costa) poseen menos significación que las relaciones endogámicas intraterritoriales que se efectúan en cada uno de estos núcleos urbanos. El peso global de la población endógena (nacida en Cuba) entre los siglos XVIII-XIX —según la referida muestra— oscila entre el 87-90 % de toda la población estudiada, con una migración interna y externa muy poco significativa respecto de la región occidental del país.

93 Se define operativamente como un «Proceso mediante el cual los individuos (generalmente cuando son

niños) adquieren de otros las pautas de conducta y demás aspectos de su cultura, a través de la observación, la educación y el refuerzo» (Harris, 1995:629). En este proceso, los vínculos materno-filiales y familiares en general son esenciales durante los primeros años de vida.

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Todo lo anterior permite establecer como regularidad histórica del poblamiento de Cuba que el peso decisivo en las migraciones internas desde el siglo XVIII hasta el presente lo posee la población endógena (nacida en Cuba o cubana) y no la población exógena (extranjera). La Tabla 29 permite observar regularidades de carácter general, aunque todos estos movimientos multidireccionales de la población poseen una significativa carga de informa-ción cultural.

TABLA 29. PRINCIPALES CORRIENTES CUBANAS DE MIGRACIÓN INTERNA

Siglos Períodos Dirección Causas Consecuencias

?-XV Precolombino Este-oeste Penetración sucesiva del poblamiento original por el este.

Mayores densidades humanas al oriente [agroalfareros].

XVI-XVIII Traslado de la sede del gobierno colonial hacia La Habana y función puerto-escala de su puerto; esta región deviene gran centro de atracción humana exterior, sin poder, no obstante, precisarse corrientes internas de migración.

[Poblamiento sud-peninsular hispánico hacia áreas urbanas y canario hacia las zonas rurales principalmente].

XVIII-XIX 1792-1868 Oeste-este Primera expansión del azúcar hasta Las Villas. [Intenso poblamiento africano hacia centro-occidente].

Hegemonía decimonónica de todo Occidente. Creación de la red urbana en centro y occidente.

1868-1878 Este-oeste

Guerra de los Diez Años [migración de tropas y sus familiares].

Tierras libres de Oriente. Agudización de desigual distribución humana y económica.

1880-1899 Oeste-este Abolición de la esclavitud y guerra de independencia [1895-1898, retirada de tropas españolas y primera ocupación norteamericana].

Cambios en la distribución espacial de la población [negra y mulata]. Despoblamiento relativo de occidente.

XX 1900-1930 Periferia-centro [de

la Isla]

Expansión territorial de la producción azucarera [Incremento de la penetración económica norteamericana]. Construcción del sistema vial central. [Necesidad de incrementar fuerza de trabajo barata con inmigrantes].

Acelerado crecimiento demográfico de las provincias orientales [Brusco aumento de migración externa (Europa-Asia- occidente, Caribe insular-oriente)] Poblamiento lineal notable y urbanización acelerada [hacia oriente].

1930-1958 Concentración de la población

hacia áreas

urbanas. Provincia a provincia

Crisis económica agraria, latifundios y desalojos. Diversificación industrial en la capital. Desnivel de salarios y demandas estacionales de brazos.

Movimientos cíclicos por contacto e inestabilidad del poblamiento local.

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1959-1964 Este-oeste Triunfo de la Revolución y arribo a la capital de becarios, tropas rebeldes y sus familiares.

Crecimiento capitalino [Pequeña explosión demográfica].

1964 [-1970] Dispersión hacia áreas rurales

Movilización de recursos naturales [y humanos] en regiones antaño subpobladas.

Desaparición paulatina de vacíos humanos y construcción de pueblos rurales.

[1971-2004] Este-oeste Migración intensa de región oriental hacia occidente (Predominio de La Habana, Camagüey e Isla de la Juventud).

Desbalance de fuerza de trabajo joven y más calificada respecto de su lugar de origen. Paulatino repoblamiento de las áreas montañosas.

Fuente: Morejón Seijas, Blanca. «Distribución de la población y migraciones internas», en La población de Cuba, La Habana, 1976:140-141 y «Las migraciones», en Atlas Demográfico Nacional, La Habana, 1985:69-76. A lo anterior también hay que añadir tanto el cabotaje por la costa norte (Cabañas-Mariel-La Habana-Matanzas-Cárdenas-Isabela de Sagua-Caibarién-Nuevitas-Puerto Padre-Antilla-Nicaro-Baracoa) como por el sur (Nueva Gerona-Batabanó-Cienfuegos-Casilda-Júcaro-Santa Cruz del Sur-Manzanillo-Santiago de Cuba-Boquerón) pues durante todo el período colonial y hasta la década del treinta del siglo XX ha representado la principal vía de comunicación entre los asentamientos costeros y desde ahí hacia el interior.

Viejos informantes aún confirman que era más común el contacto de Trinidad —vía Casilda— con Cienfuegos o Manzanillo por mar, que con Sancti Spíritus por tierra. Los

GRÁFICO 7. COMPOSICIÓN DE LA POBLACIÓN DE CUBA SEGÚN EL LUGAR DE NACIMIENTO

(1861-2002), EN MILES

0

2000

4000

6000

8000

10000

12000

1861

1877

1887

1899

1907

1919

1931

1943

1953

1970

1981

1999

2002

Fuente: Censos de los años 1861-19811999 y 2002 Oficina Nacional de Estadísticas

EN

MIL

ES

Nacidos en CubaExtranjeros

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110

propios archivos parroquiales de ambas ciudades vecinas son un elocuente testigo de este hecho.

El desarrollo alcanzado por la población de Cuba desde sus orígenes hasta el presente permite hablar de una revolución demográfica cuyos antecedentes coinciden con el proceso de formación de la nación cubana a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

Según el estudio monográfico de Hernández (1988), la transformación demográfica cubana ha sido dividida en dos etapas:

1. Cuba mantuvo un crecimiento natural relativamente moderado y estable desde los

primeros años del presente siglo [XX] y la quinta década [de este], con los valores que han fluctuado entre 13 y 19 [por mil]. La mortalidad refleja su valor más alto en 1907 y comienza a descender posteriormente, pero en realidad la tasa se vio afectada por el incremento de la proporción de menores de 5 años, y estas edades son las de mayor riesgo de muerte. En efecto, estas proporciones pasaron de 8,3 % en 1899 a 16,8 % en 1907. Por otra parte, las tasas brutas de natalidad indican que esta comenzó su disminución desde el quinquenio 1905-1909. Se puede afirmar que la mortalidad comenzó su descenso desde 1900, primero a un ritmo lento y posteriormente [ace-lerado]. Por su parte la fecundidad se mantuvo elevada y constante hasta alrededor de 1920 [...], aunque es de notar que la natalidad comienza a descender ya desde el segundo quinquenio del presente siglo. Dados los elevados valores de que parten la fecundidad y la mortalidad, se puede afirmar que los umbrales del siglo actual constituyen también los umbrales de la revolución demográfica cubana. Ya alrededor de 1930 la mortalidad registra valores cercanos a 20 [por mil], en tanto que la natalidad experimenta una moderada reducción [al] 35 [por mil].

2. [La acelerada] disminución de la mortalidad [se corresponde con] una relativa

aceleración en la disminución de la fecundidad. [...] En efecto, incluso un poco antes de 1930, la esperanza de vida al nacer inicia un pronunciado ascenso que se mantiene hasta los momentos actuales. La tendencia de la fecundidad sufrió un cambio que podría calificarse de temporal, en el marco de la revolución demográfica, ya que después de un descenso moderado, entre 1920 y 1940, según las tasas de natalidad comienza luego una ligera aceleración de este descenso, hasta el triunfo de la Revolu-ción en 1959, [e inicia] posteriormente un ascenso, motivado por la confianza generada en las masas por la Revolución. [...] Esto creó una pequeña explosión demográfica, y puede calificarse así, porque [...] ya alrededor del quinquenio 1970-1975 se alcanza un valor algo menor al del quinquenio 1955-1960. [...] La rápida disminución de la fecundidad cubana, a mediados de la década del setenta, conjuntamente con los elevados valores de la esperanza de vida, ambos similares ya al de los países desarrollados, permiten indicar que Cuba por esa fecha estaba concluyendo ya [en 1975] su revolución demográfica (Hernández, 1988:90-93).

En este contexto, la revolución demográfica cubana ha estado determinada, junto con los condicionamientos socioeconómicos y biológicos en cada momento concreto, por la

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111

población nacida en Cuba, cuyo peso demográfico ha sido decisivo especialmente durante el siglo XX.

Desde el decenio posterior a la revolución demográfica hasta el presente, se aprecia el desarrollo de la tendencia a la «relativa» homogeneización de grupos sociales y por regio-nes del país con el apoyo que significó la nueva división político-administrativa desde 1976.94 La fecundidad ha tendido a reducirse junto con los niveles de mortalidad, lo que influye favorablemente en el aumento de la esperanza de vida al nacer para ambos sexos como reflejo social del incremento global del nivel de vida.

A diferencia del resto de las formas inmigratorias externas del poblamiento de Cuba, el proceso histórico del poblamiento por personas nacidas en Cuba (criollos y cubanos) tiene un conjunto de peculiaridades que le otorgan, tanto en el ámbito estrictamente demográfico como en el sociocultural, cualidades nuevas que demuestran, desde múltiples puntos de vista, la formación y existencia de un etnos-nación con características propias, que a su vez se relaciona directamente con los procesos neoetnogenéticos de los pueblos (naciones) del continente americano desde el siglo XIX y el posterior proceso de consolidación en las difíciles condiciones actuales para el desarrollo sustentable. Es lo que en su momento Darcy Ribeiro denominó para las Américas pueblos nuevos como:

resultado de formas específicas de dominación étnica y de organización productiva, establecidas bajo condiciones de extrema

opresión social y de deculturación compulsiva, que, aunque ejercidas en otras épocas y en diferentes regiones del mundo, en la América colonial alcanzaron la más amplia y vigorosa aplicación. Estas formas fueron, en primer lugar, la esclavitud, utilizada como procedimiento capitalista de reclutamiento de mano de obra, entre pueblos [...] africanos y aborígenes, para la producción agraria y la explotación minera; y, en segundo lugar, la adopción de la hacienda como modelo de organización empresarial capitalista, que, al combinar el monopolio de la tierra y el dominio de la fuerza de trabajo, permitiría producir artículos para el mercado mundial con el objetivo exclusivo de obtener lucros pecuniarios (Ribeiro, 1990:232-233).

Si consideramos este proceso histórico a la luz de la teoría étnica contemporánea (véanse Bromlei, 1983 y 1986; y Alvarsson y Horna, 1990), la población nacida y residente por más de diez generaciones en Cuba ha constituido la base humana, desde el punto de vista genético y cultural, para la formación y posterior consolidación del etnos nacional cubano. En este sentido, la Tabla 30 muestra la tendencia al crecimiento permanente de la población nacida en Cuba y al equilibrio en la composición por sexo, a diferencia del resto

94 En el futuro, el perfeccionamiento de la división político-administrativa deberá incluir entre sus parámetros

de análisis, no sólo cuántos somos (el habitual criterio demográfico), sino la diversidad cultural, es decir, el inusual criterio antropológico: cómo somos.

Esta obra incluye por primera vez

una muestra nacional de las

tradiciones orales cubanas.

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de los procesos migratorios externos, lo que perfila la estabilización de una nación uniétnica95 y humanamente poliforme,96 con una muy rica diversidad cultural.

La crisis de los años noventa del siglo XX acrecentó los procesos de migración interna. Estos movimientos migratorios internos son un elocuente testigo de los cambios culturales, en sentido global, ya que se efectúa un flujo y reflujo constante de la población portadora de un conjunto de rasgos culturales de tipo local, que transmite en los nuevos lugares de asentamiento, y, al mismo tiempo, en la medida en que logra su reinserción social en el nuevo contexto urbano o rural, asimila las características del área que los recibe.

TABLA 30. COMPOSICIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓN NACIDA

EN CUBA Y PORCIENTOS RESPECTO DEL TOTAL DEL PAÍS (SEGÚN CENSOS Y ESTIMADOS)

Censos Varones % Hembras % Total % del

total de Cuba

1861 303 128 50,42 298 032 49,58 601 160 43,05 1877a 485 410 51,53 456 638 48,47 941 948 62,41 1887a 594 785 49,61 604 137 50,39 1 198 922 74,51 1899 675 514 48,24 724 748 51,76 1 400 262 89,03 1907 891 949 49,00 928 290 51,00 1 820 239 88,84 1919 1 271 074 49,85 1 278 848 50,15 2 549 922 88,26 1931 1 780 291 50,50 1 745 156 49,50 3 525 447 88,97 1943 2 320 432 51,20 2 211 600 48,80 4 532 032 94,84 1953 2 822 888 50,42 2 775 710 48,58 5 598 598 96,05 1970 4 300 864 50,96 4 138 013 49,04 8 438 877 98,48

1981a 4 798 337 50,24 4 752 909 49,76 9 551 246 98,55a 1990 5 381 198 50,31 5 313 267 49,69 10 694 465 98,60a 1995 5 522 120 50,20 5 476 412 49,80 10 998 532 98,80a 1999 5 587 970 49,98 5 592 129 50,02 11 180 099 99,82a

95 El criterio de unietnicidad no puede ser absoluto, sino que es un criterio operativo, muy dinámico, para

naciones u organismos etnosociales cuyo componente étnico mayoritario supera el 90 % de toda la población.

96 El criterio de polimorfismo humano o de multirracialidad se refiere más a la autopercepción popular de los

individuos y grupos sociales que a posibles diferencias esenciales en lo biológico. Sin embargo, en lo sociocultural y económico, el indicador de «raza» debe tomarse en cuenta para evaluar cualquier criterio relacionado con la desigual o con la equidad.

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2002 5 588 860 50,07 5 573 234 49,93 11 162 094 99,86a

a Estimado. (En los anuarios demográficos de Cuba durante la década de los noventa del siglo XX se excluyen los datos sobre la población extranjera residente). Fuente: Censos de Cuba correspondientes a los referidos años; (1995), CD Todo de Cuba; (1999) Oficina Nacional de Estadísticas. Elaboración propia.

Las fuentes principales para el estudio estadístico de las migraciones internas en Cuba son bastante confiables, pues desde los años 60 se han basado en el registro nacional de consumidores a partir de la implantación de la libreta de abastecimientos.97 Desde 1990 los datos sobre el movimiento interno de la población se obtienen a través del Sistema de Carné de Identidad y Registro de Población del Ministerio del Interior (MININT) según el modelo Cambio de Dirección.98 Así, durante 1989-1994 pasaron a residir de una provincia a otra 2 200 291 personas, según el registro legal,99 lo que representa un promedio anual de 366 715, es decir, sólo algo más del 3 % de la población de esos años. Aunque las causas son múltiples y con infinidad de matices, predomina la tendencia a la mejoría de las condiciones de vida; pero no sólo materiales (vivienda confortable, trabajo estable y remunerado, estudios garantizados, servicios de salud a todos los niveles de complejidad y gratuitos, entre otros), sino también las espirituales (la natural aspiración de satisfacer necesidades humanas vinculadas tanto con el empleo útil del tiempo laboral, el socialmente necesario y el libre, en correspondencia con el nivel de instrucción alcanzado).

El saldo migratorio interno por provincias y la tasa por mil habitantes durante 1989-2000, que se observa en la Tabla 31, muestra claramente un conjunto de provincias de tendencia emisora (Pinar del Río, Villa Clara, Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo) respecto de las provincias receptoras (La Habana, Ciudad de La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Camagüey), lo que genera una interesante dinámica de la población y una amplia movilidad al interior del país.

En el proceso de ampliación de intereses y aspiraciones han desempeñado un activo papel los medios de comunicación masiva, por el hecho de dar a conocer —directa e indirectamente— la existencia de niveles de vida más atractivos en otros lugares del país. Lo anterior se relaciona con las capacidades comparativas de las personas que deciden migrar o no.100 A ello se une, indisolublemente, la conocida reproducción de la cadena migratoria, a través de algún miembro emprendedor del núcleo familiar que, al instalarse en el nuevo lugar, atrae consigo al resto o a una parte de sus parientes. 97 La libreta de Control de Ventas para Productos Alimentarios la emite anualmente el Ministerio de Comercio

Interior. 98 Véase Anuario demográfico de Cuba, 1993, La Habana, abril de 1994: 14. 99 A lo anterior debe añadirse un proceso creciente de inmigración no registrada de personas que se ubican

en la periferia de las ciudades y que regularmente se dedican a actividades ilícitas o por cuenta propia sin regulación legal.

100 No olvidemos que la televisión ocupa el principal uso del tiempo libre en Cuba, lo que queda demostrado a través de estudios censales sobre el fondo de tiempo de la población.

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TABLA 31. SALDO MIGRATORIO INTERNO POR PROVINCIAS Y TASA POR MIL HABITANTES

(1989-2000)

Pinar del Río La Habana C. de La Habana Matanzas Villa Clara

Año Total Tasa Total Tasa Total Tasa Total Tasa Total Tasa

1989 -1 552 -2,3 1 423 2,2 10 469 5,0 965 1,6 -1 106 -1,4

1990 - 940 -1,4 2 203 3,4 13 338 6,3 1 923 3,1 -1 558 -1,9

1991 - 667 -1,0 13 0,0 14 458 6,8 2 065 3,3 -1 251 -1,5

1992 -1 387 -2,0 1 044 1,6 12 267 5,7 1 426 2,3 -1 125 -1,4

1993 - 770 -1,1 2 221 3,3 10 921 5,0 1 500 2,4 - 772 -0,9

1994 -1 750 -4,1 2 472 4,7 16 541 7,6 1 282 2,5 - 596 -1,0

1995 -2 395 -3,3 4 750 7,1 28 103 12,9 2 901 4,6 - 268 -0,3

1996 -1 965 -2,7 2 127 3,1 23 913 10,9 3 088 4,8 -1 209 -1,5

1997 234 0,3 6 026 8,8 -4 178 -1,9 3 624 5,6 336 0,4

1998 - 339 -0,5 4 680 6,8 -1 436 -0,7 1 621 2,5 489 0,6

1999 - 743 -1,0 4 147 5,9 3 156 1,4 1 921 2,9 - 318 -0,4

2000 -1 000 -1,4 4 664 6,6 3 972 1,8 2 737 4,1 228 0,3

Cienfuegos Sancti Spíritus Ciego de Ávila Camagüey Las Tunas

Año Total Tasa Total Tasa Total Tasa Total Tasa Total Tasa

1989 1 605 4,4 105 0,2 1 672 4,6 - 34 0,0 - 302 -0,6

1990 1 061 2,9 1 250 2,9 2 191 6,0 636 0,9 -1 089 -2,2

1991 923 2,5 781 1,8 2 700 7,2 112 0,1 -1 424 -2,8

1992 740 2,0 880 2,0 1 703 4,5 1 148 4,5 - 297 -0,6

1993 1 249 3,3 1 452 3,3 2 376 6,2 1 519 2,0 - 296 -0,6

1994 292 0,9 899 3,0 3 086 10,7 - 557 -0,9 - 824 -2,7

1995 - 178 -0,5 1 284 2,9 368 0,9 - 660 -0,9 -2 324 -4,6

1996 555 1,4 836 1,8 976 2,5 - 990 -1,3 -1 971 -3,8

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1997 1 445 3,7 948 2,1 1 911 4,8 496 0,6 - 507 -1,0

1998 1 084 2,8 1 054 2,3 1 243 3,1 535 0,7 - 424 -0,8

1999 1 384 3,5 896 1,9 1 885 4,6 227 0,3 - 557 -1,1

2000 581 1,5 419 0,9 1 216 3,0 296 0,4 - 546 -1,0

Holguín Granma Stgo. de Cuba Guantánamo I. de la Juventud

Año Total Tasa Total Tasa Total Tasa Total Tasa Total Tasa

1989 -2 744 -2,8 -4 649 -5,9 -3 129 -3,2 -3 122 -6,3 399 5,6

1990 -3 864 -3,9 -5 327 -6,7 -5 778 -5,8 -4 493 -9,0 447 6,1

1991 -5 511 -5,5 -3 944 -4,9 -5 065 -5,0 -3 503 -7,0 313 4,2

1992 -5 097 -5,1 -2 633 -3,3 -3 696 -3,7 -4 443 -8,8 -530 -7,0

1993 -6 259 -6,2 -3 190 -3,9 -4 765 -4,7 -4 850 -9,5 -336 -4,4

1994 -5 721 -9,8 -2 613 -5,6 -7 996 -11,3 -3 644 -12,1 -871 -12,7

1995 -9 096 -9,0 -7 875 -9,6 -7 388 -7,3 -7 215 -14,1 17 0,2

1996 -4 108 -4,0 -7 160 -8,7 -6 943 -6,8 -6 903 -13,6 -246 -3,2

1997 -2 008 -2,0 -3 185 -3,9 -2 141 -2,1 -3 244 -6,4 243 3,1

1998 - 976 -1,0 -2 848 -3,4 -1 167 -1,1 -3 331 -6,5 185 -2,4

1999 -1 829 -1,8 -4 301 -5,2 -2 204 -2,1 -3 656 -7,1 -8 -0,1

2000 -3 152 -3,1 -4 141 -5,0 -2 093 -2,0 -3 053 -5,9 -128 -1,6

FUENTE: Anuario demográfico de Cuba, 1999, La Habana, 2000 y Anuario demográfico de Cuba, 2000, La Habana, 2001:129-132. De las provincias que poseen un saldo migratorio positivo, la capital ha ocupado tradicionalmente el primer lugar. Durante 1989-1994 la ciudad de La Habana abarcó el 39 % de las migraciones, seguida por Camagüey (15 %) y La Habana (14 %). En este sentido, no cabe duda el impulso socioeconómico que alcanzaron varias provincias como Cienfuegos (6 %), Sancti Spíritus (7 %) y Ciego de Ávila (10 %) tras la nueva división político-administrativa desde 1976, las que se transformaron en receptoras de migración interna, pese al impacto negativo del denominado «período especial».

De las provincias que poseen un saldo migratorio negativo, las cinco provincias orientales fueron las principales emisoras. Sólo ellas representaron el 80,19 % de las migraciones, con más de 39 000 emigrantes anuales. Recordemos que en 1985, durante el reconocimiento de las Deficiencias y fallas, que aparecen en el Informe Central al Tercer

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Congreso del PCC, se reconoce que: «A pesar de los esfuerzos por borrar las desproporciones en el desarrollo económico-social de los diferentes territorios, aún persisten diferencias, en particular, en las zonas orientales».101 En la actualidad se toman medidas para retener y revertir este intenso trasvase. El Plan Turquino,102 representa una de las vías para resolver esta situación.103 En Pinar del Río y Villa Clara, no obstante el grado de desarrollo alcanzado durante la década de 1980, todavía influye, en el primer caso, la capacidad atractiva de las provincias habaneras y, en el segundo, el empuje de las actuales provincias de Cienfuegos y Sancti Spíritus, con la división en tres provincias de la antigua Las Villas. La Isla de la Juventud, que se había caracterizado por su amplia inmigración durante décadas anteriores, aunque con menor intensidad, también presenta un saldo negativo tendiente a crecer hasta 1997 y luego se mantiene con un inestable decrecimiento. Como el principal territorio receptor de migrantes es la capital, los cambios culturales operados no pueden evaluarse en un sentido positivo. El gran flujo de habitantes ha multiplicado —entre otros— los problemas de vivienda, alimentación, agua, electricidad, transporte, recogida de basura, contaminación ambiental, limpieza del alcantarillado y mantenimiento de las vías y medios de comunicación. Aunque la ciudad de La Habana sólo representa el 0,7 % del territorio nacional y posee 273 km

2 urbanizados, en ella residían

más de 2 160 182 personas en 1995, casi el 20 % de toda la población del país. De acuerdo con estudios sobre el tema, en 1994 el saldo migratorio positivo alcanzó las 16 541 personas y sólo en el primer semestre de 1995 las cifras preliminares ascendían a 12 000, que luego cierra con 28 103. Por orden decreciente, los principales inmigrantes procedían de Santiago de Cuba, La Habana, Granma, Holguín y Guantánamo.

101 La Habana, 1986:36. 102 El Plan Turquino es una de las alternativas encaminadas al desarrollo de las áreas montañosas del país, con el objetivo de elevar el nivel y las condiciones de vida, estabilizar y propiciar el crecimiento de esta población mayormente rural, rescatar cultivos tradicionales y aumentar la productividad económica, entre otros factores que contribuyan a frenar una fuente de migraciones internas. En el orden geográfico, abarca 19 594 km2 en ocho provincias, es decir, el 17,66 % del territorio nacional. Incluye la Cordillera de Guaniguanico en Pinar del Río (3 743 km2), el grupo montañoso de Guamuhaya (1 948 km2) en la zona central (Villa Clara, Cienfuegos y Sancti Spíritus), el Gran Parque Nacional Sierra Maestra (5 810 km2) en las provincias de Granma y Santiago de Cuba, y el grupo montañoso Sagua-Baracoa (8 093 km2) en el extremo oriental de las provincias de Holguín y Guantánamo. En estas áreas seevidencia ya en 1995 un crecimiento permanente de la red de instituciones culturales (cines de 35 y 16 mm, 117; salas de video, 33; librerías, 38; casas de cultura, 45; galerías de arte, 6; bibliotecas, 36; y museos, 25) si se compara con 1989 en que se inicia la fuerte contracción económica. En este proceso ha desempeñado un papel muy activo la receptividad y participación de la población junto con los instructores de arte, los promotores culturales y el nivel de atención priorizada que le otorga la máxima dirección del país (véase Dirección de Información. Desarrollo cultural de las montañas de Cuba. Plan Turquino. Ministerio de Cultura, La Habana, 1990). 103 Otra de estas medidas es el Decreto no. 217 que regula las migraciones internas para Ciudad de La Habana y sus contravenciones. Véase Gaceta Oficial de la República de Cuba. Edición extraordinaria, no. 2, 28 de abril de 1997.

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El 63 por ciento de los que llegan, de uno u otro sexos son estudiantes, amas de casa, jubilados y personas que no buscan trabajo. Estos últimos constituyen la quinta parte de dicho porcentaje. Los principales [municipios] receptores son Boyeros, Centro Habana, Playa y La Habana del Este. El municipio de La Habana Vieja, donde las casas tienen un promedio de edad de 72 años, es el primer destino: por cada mil habitantes recibe 30 inmigrantes. La densidad demográfica de la provincia es de 3 mil habitantes por kilómetro cuadrado pero hay territorios como Centro Habana, donde alcanza cerca de 50 mil. Allí las viviendas tienen un promedio de 65 años.104

A mediados de la década de 1990, de las 556 816 viviendas de la ciudad, el 49 % se encontraba en regular o mal estado y había 132 000 inmuebles irrecuperables. Por otra parte, de enero a agosto de 1995 ocurrieron 500 derrumbes que afectaron a 1 278 familias. No obstante las más de 180 000 nuevas viviendas edificadas entre 1960-1980, existían 59 barrios y 94 focos insalubres (que incluían hasta 50 casas), en los que residían aproximadamente 63 730 personas. Al mismo tiempo se reportaban 8 000 ciudadelas.105

El aumento de las actividades delictivas, por ejemplo, no puede desvincularse del crecimiento de las migraciones internas. Durante las cuatro grandes operaciones policiales efectuadas en la ciudad de La Habana durante 1995, denominadas Andar La Habana, fueron detenidas cerca de 400 personas acusadas de hurto por carterismo. Señalaba la prensa que, «la mayoría de los sospechosos y encartados [...] provienen de las provincias de Holguín, Las Tunas, Santiago de Cuba, Guantánamo, Villa Clara y Sancti Spíritus»,106 y una parte de ellas —las indocumentadas— fueron deportadas hacia sus lugares de origen.

La capital es un vivo reflejo del complejo desafío cultural del país en los albores del tercer milenio, lo que implica un profundo reordenamiento de la política demográfica y de la economía interna.

En relación con las migraciones externas desde Cuba durante el período referido, la fuente habitual ha sido la Dirección de Inmigración y Extranjería (DIE) del Ministerio del Interior, aunque debemos considerar la significación que han adquirido las emigraciones ilegales. La fuente oficial consultada no reporta el monto absoluto de los migrantes, sino únicamente el saldo total, por sexo y la tasa por mil habitantes. Los datos conocidos se corresponden plenamente con la tendencia histórica seguida desde la década de 1960, acerca de la permanencia del saldo migratorio negativo.107 Aunque se reconoce que las

104 Iris Cepero y Lissette Martín. «Nacer donde quiera, vivir en La Habana», en Tribuna de La Habana, año

XVI, no. 37, La Habana, domingo 10 de septiembre de 1995:4. 105 Ibídem,: 4. 106 Eliseo. «La mano ajena», en Tribuna de La Habana, año XVI, no. 5, La Habana, domingo 4 de febrero de 1996: 4. 107 Durante los últimos años el saldo migratorio externo continúa siendo negativo y se comporta del siguiente

modo: 1993, -3 303; 1994, -47 844; 1995, -33 648; 1966, -20 552; 1997, -21 000; 1998, 26 799 (véase Anuario Estadístico de Cuba, 1998). Otros estudios al respecto arrojan un flujo externo reciente de 32 mil

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dos terceras partes de la emigración externa proceden de la capital, no es menos cierto que muchos de estos emigrantes también han transitado por un movimiento interno desde otras provincias antes de abandonar el país.

Con el objetivo de denunciar ante la opinión pública internacional el papel ejercido por el gobierno norteamericano para limitar el otorgamiento de visas desde Cuba a ese país y promover la emigración ilegal, el gobierno cubano aporta algunos datos al respecto. De 160 000 visas que se debieron otorgar en el período 1985-1994 por el concepto de reunificación familiar y emigración legal sólo otorgaron 112 222, es decir, el 7,01 %.

TABLA 32. EMIGRACIÓN LEGAL CUBA-EE.UU.

Año Visas otorgadas

% del acuerdo (20 000 anuales)

1990 1 098 5,49 1991 1 376 6,88 1992 910 4,55 1993 964 4,82 1994 544 2,72

Fuente: Entrevista de Mario Vázquez Raña a Fidel Castro, en Granma, La Habana, 23 de marzo de 1994: 10.

Durante el período 1990-1994 el porciento de visados fue mucho menor, según la Tabla 32, lo que —de acuerdo con las categorías de autorización de la parte norteamericana— tendió a incrementar la emigración ilegal. De manera inversa, la emigración ilegal tendió a crecer hasta la conocida «crisis de los balseros» de agosto de 1994. Durante el mismo período intentaron salir más de 50 mil personas,108 la mayor parte fue capturada en el intento; del resto, una parte logró llegar,109 mientras que la otra, aún no cuantificada,110 murió en la travesía.

personas anuales. (Taller sobre el Programa Nacional Científico Técnico La sociedad cubana: sus retos actuales, Hotel Comodoro, La Habana, 12 de mayo de 2004.

108 Según la entrevista de Mario Vázquez Raña a Fidel Castro, publicada en el diario El Sol de México entre el 26 de enero a 3 de febrero de 1995 y vuelta a publicar en el diario Granma, La Habana, miércoles 8 de febrero de 1995, p. 10, se reportan 51 076 intentos de salida durante 1990 hasta el primer semestre de 1994; de ellos fueron capturados 37 801; o sea, el 74 %. 109 Esta información generalmente es reportada por el Servicio de Guardacostas de EE.UU. 110 Se han tratado de hacer estimaciones (del 10 al 25 %) a partir de encuestas a balseros, pero el cómputo total aún está por investigar. Véase la monografía de Milagros Martínez, et al. Los balseros cubanos. La Habana, 1996: 36, en la cual los autores estiman las víctimas en cerca del 11 %.

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Tras intensas negociaciones efectuadas en Nueva York, los representantes de Estados Unidos y Cuba, a pesar de diversos obstáculos, alcanzaron el acuerdo sobre cuestiones migratorias el 9 de septiembre de 1994, en el cual se demostró que podía debatirse con flexibilidad y sentido de responsabilidad sobre este asunto.

Pero los procesos emigratorios no pueden circunscribirse sólo al histórico diferendo político entre Cuba y EE.UU.; sino que en estos instantes también hay residentes cubanos en más de cuarenta países, muchos con índices globales de desarrollo superiores a Cuba y otros muy por debajo. Esta migración participa en diversas ocupaciones, desde el predominio de los servicios en España, hasta actividades profesionales en varios países de América Latina, el Caribe, África y Asia.

Sin embargo, la hostilidad norteamericana ha seguido presente y el proceso continúa de nuevas y variadas maneras. En la Demanda del pueblo de Cuba al gobierno de Estados Unidos por daños humanos, presentada por ocho organizaciones sociales y de masas111 ante la Sala de lo Civil y de lo Administrativo del Tribunal Provincial Popular de Ciudad de La Habana el 31 de mayo de 1999, cuyo veredicto estableció la cifra de 181 100 millones de dólares estadounidenses por reparación del daño material e indemnización de perjuicios —por estos hechos hubo 3 478 fallecidos y 2 099 incapacitados, se vuelve a denunciar que:

el Estado norteamericano, como parte de su estrategia política, incentivó al máximo la emigración ilegal hacia su territorio, no sólo como instrumento de lucha ideológica y de sus campañas de descrédito contra Cuba durante cuarenta años, sino también para promover la indisciplina y la inestabilidad social. Esto trajo como consecuencia la comisión de actos delictivos, convencidos sus autores de la acogida y protección que recibirían en Estados Unidos una vez logrado el objetivo fundamental de abandonar el suelo cubano. No ocurría lo mismo con ningún otro ciudadano del mundo que tratara de emigrar a ese país sin previa obtención de visa.112

En ese mismo año, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba dio una respuesta detallada sobre el impacto criminal de la Ley de Ajuste Cubano del 2 de noviembre de 1966 (la residencia automática para todos los que arriban ilegalmente a las costas norteamericanas) y si bien reconoce que:

Estados Unidos, por su parte, también ha cumplido. Desde [el acuerdo del 9 de septiembre de 1994] no menos de 20 000 visas han sido otorgadas cada año. Los que tratan de hacerlo ilegalmente, son interceptados en el mar y generalmente son devueltos al país y enviados a sus residencias con todas las garantías acordadas.

111 Estas son: Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Federación Estudiantil Universitaria (FEU), Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), Organización de Pioneros «José Martí», Comités de Defensa de la Revolución (CDR), y Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC). 112 Véase la Demanda del Pueblo de Cuba al gobierno de Estados Unidos por daños humanos en el sitio web: http://www.cuba.cu /gobierno/DEMANDA.html

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Los aspectos complementarios o las discrepancias sobre interpretaciones son discutidos en reuniones sistemáticas entre las autoridades de ambos países. Ni una sola vida se ha perdido entre las casi 100 000 personas, entre ellas familias completas, que han emigrado legalmente desde entonces a Estados Unidos.

También reitera las múltiples denuncias a la ultraderecha miamense y su efectiva influencia en el Congreso norteamericano, cuando señala:

Esto resultaba insoportable para los elementos de extrema derecha de origen cubano residentes en Estados Unidos, una minoría resentida por sus antecedentes batistianos, alta burguesía explotadora, reaccionarios y contrarrevolucionarios de la peor calaña, partidarios del bloqueo, y que anhelan y sueñan con invasiones y ataques a nuestra Patria, aun al costo de la vida de millones de hijos de un pueblo valiente y heroico cuya resistencia no cesaría jamás.

Frente a una masa silenciosa y mayoritaria que no es partidaria del bloqueo ni de la guerra contra el pueblo cubano, los elementos más retrógrados y extremistas poseen cuantiosos recursos económicos, muchos de dudoso origen, o producto de excepcionales favores recibidos en el seno del imperio, que en el juego de los dos partidos tradicionales de Estados Unidos han creado fuertes lobbies y diferentes formas de influencia en el Congreso y en sectores del gobierno de Estados Unidos. Ellos fueron los responsables fundamentales de promover la ley Helms-Burton y el incidente del 24 de febrero. Han hecho lo indecible por sabotear el Acuerdo Migratorio y provocar un conflicto entre Estados Unidos y Cuba. En las últimas semanas, han venido instrumentando una conspiración en gran escala contra el Acuerdo, apoyándose en los más extremistas miembros del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y algunos de los más reaccionarios órganos. Han propagado a través de sus trasmisiones radiales que las autoridades cubanas promoverían, autorizarían o tolerarían éxodos masivos ilegales hacia Estados Unidos; han instigado y alentado a elementos antisociales en el interior del país, a quienes no les suelen conceder visas para entrar a Estados Unidos, a que viajen ilegalmente por cualquier medio a ese país, desacatando las disposiciones de las autoridades cubanas y a provocar desórdenes si es posible. Lo que es todavía más curioso y significativo: han llevado a cabo increíbles provocaciones contra los propios guardacostas norteamericanos, a los que su gobierno les asigna la tarea de interceptar embarcaciones que traten de transportar ilegalmente ciudadanos cubanos a Estados Unidos; les han tendido trampas a orillas de las costas, con la presencia de medios de divulgación masiva, transportándolos en helicópteros o por otras vías para registrar hasta la menor escena de presión o fuerza que realicen los tripulantes de los guardacostas para impedir su arribo a tierra. Han creado verdaderos shows publicitarios, ampliamente divulgados, que desprestigian y desmoralizan a las propias autoridades encargadas de hacer cumplir disposiciones, leyes y compromisos de Estados Unidos contra el tráfico y contrabando de personas.

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Todo en medio de una atmósfera preelectoral, cuando aspiraciones electorales a importantes y decisivos cargos están en juego.113

Desde la puesta en práctica del referido acuerdo del 9 de septiembre de 1994 el saldo migratorio externo se mantuvo alto, y aunque persistió su tasa negativa, tendió a disminuir durante el trienio 1998-2000.

TABLA 33. SALDO MIGRATORIO EXTERNO Y TASA POR MIL HABITANTES (1989-2006)

Año Total Tasa 1989 -9 279 –0,9 1990 -5 352 –0,5 1991 -3 800 –0,3 1992 -5 604 –0,5 1993 -3 303 –0,3 1994 -47 844 –4,4 1995 -33 648 –3,1 1996 -20 552 –1,9 1997 -21 000 –1,9 1998 -185 –2,4 1999 -8 –0,1 2000 -128 –1,6 2001 -33 043 -3,0 2002 -30 985 -2,8 2003 -28 675 -2,6 2004 -35 429 -3,2 2005 -33 348 -3,0 2006 -35 275 -3,1

FUENTE: Anuario demográfico de Cuba, 2000, La Habana, 2001:133 y Anuario estadístico de Cuba, 2006:87.

De un modo u otro, tanto las migraciones internas como externas representan una evidente minoría respecto del grueso de la población que permanece en Cuba; por ello, sin dejar de considerar y evaluar las diversas implicaciones de estos desplazamientos

113 Véase Nuestra respuesta efectiva, inteligente y serena, en el sitio web: http://www.cuba.cu/gobierno/documentos/1999/esp/e160799e.html

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demográficos, el centro de los cambios culturales durante el denominado «período especial» radica en la población residente en el país. Con el objetivo de aproximarnos a una medida del grado de maduración o de consolidación de una entidad etnosocial como la cubana, podemos tomar en consideración también cuántos individuos han nacido desde que esta se formó y han asumido la cultura como cualidad esencial de su condición humana.

Se han hecho estimaciones de cuántos individuos humanos han vivido en el planeta y se propone la cifra de ciento cincuenta mil millones. De ellos más del 60 % lo han hecho como cazadores-recolectores, cerca del 35 % como agricultores y pastores, y el 5 % restante ha vivido y vive en sociedades industriales (véase Frigolé, 1997:843). Este cálculo se toma como referencia para confirmar la gran estabilidad de las sociedades de bandas y tribus, y cómo, paradójicamente, sólo el 5 % de la especie humana ha logrado, gracias al acelerado desarrollo tecnológico, romper el equilibrio interactivo con el ecosistema, e incluso poner en muy grave peligro la sostenibilidad de la vida en la Tierra.

En el caso del etnos cubano, si tomamos en consideración el conjunto de datos demográficos y el paulatino crecimiento histórico de la fecundidad, las tasas anuales de natalidad, las diferentes estimaciones realizadas y la situación actual de envejecimiento de la población, junto con el bajo índice de natalidad,114 no hay datos confiables para realizar la aventura de una estimación por métodos matemáticos; pero podemos conjeturar el nacimiento de unos cuarenta millones de individuos. De ellos, más del 95 % nacieron durante los siglos XIX y XX, una cifra pequeña si se compara con otros pueblos del continente americano, como Brasil, México y Perú, pero muy significativa y alta si se compara con el monto total de las migraciones externas, que nunca han rebasado (desde 1492 hasta hoy) los cuatro millones de personas. Esta expresión cuantitativa en lo demográfico es un fiel reflejo de su valor cualitativo en lo cultural.

Desde este punto de vista, el OES cubano ha madurado una identidad propia y cambiante en cada época histórica, que tiene como denominador común la autodeterminación respecto de los factores exógenos que lo han impedido y de las dificultades endógenas para lograrlo.

El etnos-nación cubano, como organismo social estable y cambiante en el tiempo y el espacio, está formado por un conjunto de rasgos comunes que lo caracterizan. Con

114 Véanse Las estadísticas demográficas cubanas, 1975; La población de Cuba, 1976; Atlas demográfico de Cuba, 1979; Atlas demográfico nacional, 1985; Los censos de población y vivienda en Cuba. Estimaciones, empadronamientos y censos de población de la época colonial y la primera intervención norteamericana, 1988; Nuevo atlas nacional de Cuba, 1989; Oficina Nacional de Estadísticas. Anuario estadístico de Cuba, de los años 1996, 1997, 1998, 1999.

Esta obra sintetiza aspectos esenciales del

Atlas etnográfico de Cuba.

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independencia de las modalidades locales y regionales de la vida cotidiana, existen elementos afines de lengua (materna principalmente en su contenido vernáculo: la variante cubana del español hablado), cultura (en el sentido amplio del término, que implica una múltiple diversidad local y regional), carácter (en el sentido psico-social e idiosincrático) y autoconciencia (noción de pertenencia a este pueblo y de diferencia respecto de otros, que se exterioriza en el etnónimo [autodenominación de cubano]), que perfilan la nacionalidad. Junto con lo anterior, existe el sentimiento generalizado de pertenencia territorial y estatal, así como la peculiar estructura económica y socioclasista caracterizadora en nuestros días de la nación en complejo proceso de desarrollo y autotransformación.

Desde el punto de vista bioantropológico, la composición «racial» de la población cubana, en su polimorfismo humano, no puede reducirse a la simple clasificación «epitelial» que recogen algunos censos («blancos, negros, mestizos, mulatos, amarillos» u otro término), pues el color de la piel es sólo uno de tantos rasgos que integran los indicadores estudiados por antropología física (la talla, con otros múltiples indicadores de la antropometría, la estructura y forma dentaria, sanguínea, dactiloscópica, facial, de la pilosidad, de los tejidos y otras). En este sentido, «los rasgos raciales, como regla, no desempeñan ningún papel etno-diferencial significativo» (Bromlei, 1986:13).115 Es más importante atender en el contexto cubano a la amplia red de grupos humanos mixtos que a hipotéticos e inexistentes grupos raciales «puros», ya que la mayoría de la población mundial posee distintos niveles y grados de mestizaje biológico.

Cuando se profundiza en los orígenes etno-históricos de la población de Cuba, con independencia de la diversidad de procedencias, sale a la luz de modo sobresaliente la tendencia general y determinante en cuanto al mestizaje biogenético, hasta formar diversos círculos endogámicos de lo particular a lo general; es decir, a nivel local, regional y nacional, que no están condicionados precisamente sólo por factores biológicos, sino de tipo socioculturales (cercanía territorial, migraciones, composición social, actividades económicas, preferencias y prohibiciones de la nupcialidad, y muchos otros).

Uno de tantos ejemplos lo puede constituir el estudio particular de los archivos parroquiales como el de la ciudad de Holguín durante 1734-1898, donde se llegó a formar un amplio círculo endogámico116 (matrimonios homogéneos de personas nacidas en Cuba) de 76,11 % respecto de otras formas matrimoniales, cifra recogida sólo en los libros bautismales de las personas clasificadas como «blancos» o «españoles», en una muestra de 4 345 matrimonios. Incluso, del total de personas adultas registradas (8 690), ya el

115 «La discrepancia entre las ideas populares de raza y los principios científicos de la taxonomía es tan grande que muchos antropólogos desean que sea eliminada la palabra raza de los libros de texto de antropología (Montagu, 1974; Fried, 1968, Littlefield, Lieberman, Reynolds, 1982)» (Harris, 1995:121), tal como desde 1946 ya venía planteando el cubano Fernando Ortiz (1975). 116 La endogamia puede tener diversas acepciones y, por lo tanto, puntos de vista diferentes. No es lo mismo la endogamia genética, vista desde el microscopio electrónico a nivel biológico, que la endogamia étnica, vista a nivel de las relaciones socioculturales en el matrimonio como «principio que exige que [el individuo] elija su cónyuge en el seno del agrupamiento o status al que está afiliado» (Harris, 1995:629).

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87,50 % había nacido en Cuba, lo cual es un reflejo del alto peso específico de la reproducción de la población (Guanche, 1999:84).

No todos han tomado plena conciencia aún de que el «racista es aquel que no confía en sí mismo. Para ocultar ese temor, se pavonea y adopta aires de superioridad. Manifiesta menosprecio para ocultar el vértigo ante su propia vacuidad» (Jacquard, 1996:25).

De modo que el factor «racial» no constituye un rasgo principal del etnos cubano, sino sólo su aspecto exterior (biológico). La exacerbación histórica de este factor ha repre-sentado una importante traba (en cuanto ideología y práctica racistas o discriminatorias) para la integración plena de todos los componentes humanos de la población del país. Contra esta traba han luchado los principales exponentes, desde el período colonial hasta hoy, de las ideas del progreso social y de la unidad nacional, caribeña y latinoamericana.

Mayor significación tiene la cultura, como uno de los rasgos esenciales de lo humano, y al mismo tiempo, caracterizador de cualquier etnos; pero no la «cultura» entendida como totalidad abstracta de lo que «hace el hombre» y por ello se diferencia de la «natura», ni la estrecha concepción que la reduce a la «cultura artística y literaria», sino el patrimonio representativo y significativo de los rasgos propios de un grupo humano, es decir, la cualidad que hace específico a ese pueblo respecto de otros, en cuanto proceso característico y a la vez diferenciador, como sistema axiológico y de actividad creadora y reguladora a nivel intrasocial, intersocial y ecológico-natural.

En este sentido, la cultura cubana en su desarrollo histórico no sólo se ha nutrido de sus elementos originarios (componentes étnicos antecedentes), o sea, de sus raíces,117 sino principalmente de su potencialidad creadora y reproductora propias que generaron a su vez una nueva fuente nutricia (el pueblo cubano); es decir, de sus frutos; de las decenas de generaciones nacidas en Cuba que han sido capaces —primero— de tomar conciencia de sí como pueblo a partir de una existencia previa y de una tradición por transformarse en pueblo para sí, dueño de su identidad y de su futuro.

El enfoque etnodemográfico permite desentrañar detalles y matices que los estudios demográficos, por su carácter global y sintetizador, no incluyen en su objeto de investigación. Por esta razón, no «puede decirse con el más estricto rigor que [Cuba] es un país de inmigrantes» (Chávez, 1979:69), sino todo lo contrario; es un país de cubanos, pues la anterior afirmación sólo es predominante hasta la primera mitad del siglo XIX, en correspondencia con el proceso mismo de formación de la nación cubana. A partir de aquí jamás la inmigración ha sobrepasado hasta hoy el peso y la significación histórico-cultural de la población nacida en Cuba.

Por otra parte, si consideramos la distribución de la población de Cuba y de los nacidos en Cuba por macrorregiones, también es evidente una correspondencia directa de ambos

117 Aspecto sumamente estudiado por la antropología cultural hasta llegar al síndrome consciente o inconsciente del difusionismo, sin reconsiderar la dinámica creadora y recreadora de los procesos transculturales, es decir, el contenido original de cada cultura.

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indicadores, no sólo en la distribución global del país por áreas, sino en una tendencia al equilibrio macrorregional en el asentamiento de la población, como reflejo del paulatino desarrollo económico y social alcanzado, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX (Tabla 34).

De manera que tanto la composición por sexo como la distribución por regiones, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el presente, la determina, como regularidad, la población nacida en Cuba con sus múltiples movimientos internos y no sólo la migración externa, cuyo papel fue significativo tanto a principio del período colonial como en los primeros decenios del siglo XX.

De acuerdo con los diferentes cortes sincrónicos (censales) señalados, es pronosticable a mediano plazo tanto un mayor grado de equilibrio en la composición por sexo de toda la población como su distribución más homogénea en todo el país, no obstante el peso de la migración de oriente a occidente y del campo a la ciudad en el pasado decenio.118

TABLA 34. COMPOSICIÓN DE LA POBLACIÓN DE CUBA POR MACRORREGIONES, EN PORCIENTOS

Censos Área centro-occidental

Área oriental

1861 75,85 24,15 1877 79,91 20,09 1887 79,20 20,80 1899 73,55 26,45 1907 72,02 27,98 1919 66,78 33,22 1931 62,63 37,37 1943 61,41 38,59 1953 58,55 41,45 1970 55,37 44,63 1981 54,17 45,83 1999 54,16 45,84 2006 54,10 45,90

Fuente: Censos de Cuba correspondientes a los referidos años. (1999) Oficina Nacional de Estadísticas. Centro de Estudios de Población y desarrollo. Estudios y datos sobre la población cubana, mayo de 2000:VIII. Elaboración propia.

118 Un reciente estudio permite delimitar las Desigualdades espaciales del bienestar en Cuba, desde la estructura y composición de la familia y los niveles de salud (véase Íñiguez, 1999).

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Este hecho influye globalmente en los múltiples contactos culturales de las distintas regiones del país con sus características específicas, pero ello no es óbice para determinar regiones histórico-culturales hacia occidente, centro y oriente. Esto permite conocer la dinámica entre carácter único (nacional) y diverso (regional y local) de la cultura cubana a partir del papel etnodemográfico determinante de sus principales portadores: la población cubana en tanto etnos-nación contemporáneo.

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Conclusiones

El enfoque etnodemográfico del proceso de formación y consolidación de la nación cubana, desde el siglo XVI hasta el presente, permite arribar a las siguientes consideracio-nes finales: 1. Los componentes étnicos aruacos desempeñaron un papel fundamental en las primeras

relaciones socioculturales establecidas con los inmigrantes hispánicos y africanos durante el proceso temprano de transmisión de acciones y valores adquiridos a través de una permanencia prolongada en el medio cubano. A pesar de su virtual extinción poblacional como resultado de las matanzas, hambrunas, enfermedades, suicidios y matrimonios mixtos tendentes a la asimilación, diversos componentes de su lengua y cultura tradicionales —transformada durante decenas de generaciones— forman parte activa y habitual del acervo cultural de la nación cubana.

2. Los componentes étnicos hispánicos fueron decisivos en la estructuración territorial,

económica, socio-clasista y etnocultural de la Isla durante cuatro siglos y medio, lo que condicionó un conjunto muy matizado y diverso de formas y medios de dominación a través de un Estado colonial. Estos múltiples componentes étnicos, con predominio español mediterráneo en las ciudades, y canario en las zonas rurales, tendieron a propiciar un intenso y creciente mestizaje intercultural, tanto interétnico (hispánicos de diversa pertenencia étnica mezclados entre sí y con personas nacidas en Cuba) como biológico (europoides leucodermos mediterráneos y negroides melanodermos subsaharanos, y sus descendientes de los más variados matices y biotipos) lo que generó la formación de una nueva entidad étnica. La posterior formación (desde 1840 al presente), expansión y desarrollo de las asociaciones hispánicas en Cuba, en tanto reflejo de la crisis y pérdida del poder colonial, es al mismo tiempo resultado del incremento de la inmigración hispánica (predominio gallego, asturiano y canario) durante los primeros treinta años de la república neocolonial. Estas asociaciones se conservan hoy día integradas y dirigidas mayoritariamente por descendientes cubanos por una o varias generaciones.

3. Los componentes étnicos africanos, debido a las variaciones espacio-temporales de los

puntos de embarque en África y a las condiciones inhumanas de la trata esclavista, estuvieron representados por cientos de componentes multiétnicos con predominio de los pueblos bantú y kwa hablantes. Las condiciones de trabajo impuestas, tanto en la plantación rural como en las ciudades, también propiciaron un intenso y complejo mestizaje interétnico (africanos de diversa pertenencia étnica) y biológico (especialmente mujeres negroides y sus descendientes mulatas con hombres europoides y sus descendientes), que ha sido decisivo en la formación de una población cubana negra y mulata no dependiente de las migraciones externas. Las asociaciones de personas negras y mulatas (denominadas «de color») representaron una de las vías, junto con el movimiento obrero y la intelectualidad progresista, de

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luchar contra el racismo heredado de la etapa colonial y recrudecido durante la primera mitad del siglo XX.

4. Los componentes étnicos chinos —que junto con los componentes étnicos hispánicos y

africanos tendieron a asentarse hacia la mitad oeste de la Isla en más del 70 %—, debido al muy alto índice de masculinidad se vieron obligados a efectuar matrimonios mixtos con mujeres negroides y europoides o sus descendientes mulatas nacidas en Cuba. De estos componentes étnicos, los chinos procedentes del área meridional del continente asiático formaron varios tipos de asociaciones que recontextualizaron en el medio cubano sus nuevas relaciones socioeconómicas a pesar de los brotes de xenofobia en variados sectores sociales durante los primeros treinta años de la república neocolonial. Actualmente los chinos en Cuba han logrado una organización social de tipo nacional con un contenido más abierto a la participación de descendientes por las vías patrilineal y matrilineal.

5. Los componentes étnicos del Caribe insular, asentados principalmente en la mitad

oriental de la Isla, estuvieron mayoritariamente representados por haitianos y jamaicanos, quienes lejos de mezclarse entre ellos debido a sus marcadas diferencias socio-ocupacionales y etnolingüísticas, tendieron a agruparse en pequeñas comunidades (bateyes de haitianos y barrios o zonas de jamaicanos o de antillanos anglohablantes), y a partir de estos asentamientos se producen diversos matrimonios mixtos con la población cubana local.

6. De los otros grupos étnicos de América continental, Europa y Asia fueron sin duda los

norteamericanos quienes durante la primera mitad del siglo XX se apropiaron de las principales tierras fértiles, la industria, el comercio exterior, las comunicaciones, los bancos y los servicios, no sólo mediante varios tipos de asentamientos (urbanos, azucareros, mineros, portuarios y agrícolas) sino principalmente por las compañías transnacionales que desempeñaron un papel decisivo en la vida económica y política. No obstante su reducido monto demográfico, este grupo permanece cerrado a los contactos interculturales directos a través de las relaciones matrimoniales, y ejerce en cambio una gran influencia de su modo de vida a través de los medios de comunicación masiva y de la tecnología. Los otros grupos de Latinoamérica continental (mayoritariamente mexicanos y venezolanos), de Europa (franceses, ingleses, italianos, alemanes y otros de Europa oriental) y de Asia (árabes, sirios, turcos, libaneses, palestinos, iraquíes, hebreos, japoneses, coreanos e hindúes, entre otros) aunque son muy poco numerosos, se dedican fundamentalmente a labores comerciales, agrícolas, y en menor medida, científicas.

7. El etnos-nación cubano es el resultado histórico-cultural y poblacional de los

conglomerados multiétnicos hispánico, africano, asiático y antillano principalmente, que se fusionan de manera compleja y disímil desde el siglo XVI hasta crear una entidad étnica nueva basada en la formación de una población endógena con capacidad autorreproductiva propia, no dependiente de las corrientes inmigratorias externas que le dan origen. En su decursar histórico posee las características siguien-tes:

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a) esta entidad étnica pasa a ser mayoritaria en Cuba desde la segunda mitad del siglo

XIX, período en que se consolida una autoconciencia étnica nacional, que culmina con el enfrentamiento bélico contra la dominación española durante 1868-1878 (de carácter antiesclavista y anticolonial) y 1895-1898 (de carácter independentista);

b) durante la etapa neocolonial republicana (1902-1958) los principales movimientos

sociales (obrero, campesino, estudiantil, femenino, intelectual) de contenido democrático y antimperialista están principalmente integrados por cubanos pertenecientes a diversas clases y capas sociales, que también posibilitan la participación de representantes de otros grupos étnicos en defensa de sus derechos laborales y socioculturales; y

c) desde 1959 hasta el presente, con la disminución de las migraciones externas de

asentamiento definitivo y la diversificación de las migraciones internas, el etnos cubano tiende a elevar su monto demográfico hasta ocupar más del 98 % de la población del país. Se logra rebasar la histórica barrera institucional del racismo contra la población negra y mulata (aunque luego perduren formas multidireccionales más sutiles de racismo a través del prejuicio u otros modos de discriminación en las relaciones interpersonales, familiares y sociales). Tiende a consolidarse (pese a las diversas formas de bloqueo externo119 e interno)120 una nación uniétnica y humanamente polimórfica en la que los otros grupos étnicos no autóctonos poseen derechos civiles semejantes a los del resto de la población.

119 Las diversas formas de bloqueo externo son harto conocidas y denunciadas en múltiples foros internacionales. Desde el bloqueo económico, las agresiones biológicas y las presiones diplomáticas a terceros países por el gobierno norteamericano, hasta las nuevas formas de bloqueo por los países ex «socialistas» de Europa oriental, que han provocado el desabastecimiento. Véase como información actualizada al respecto en Internet: www.cubavsbloqueo.cu 120 El reconocimiento de diversas formas de bloqueo interno ameritan una desapasionada reflexión crítica. La incompetencia, la negligencia, la burocracia y variadas expresiones de corrupción en la gestión administrativa, han sido impedimentos para el desarrollo global de la nación. En el Informe Central al Tercer Congreso del PCC se identifican y describen varias decenas de deficiencias de alcance nacional cuyas soluciones no siempre dependían ni del bloqueo norteamericano, ni de la existencia del «campo socialista», sino de la capacidad interna para el autodesarrollo (véase Guanche, 2000:169-184 y véase en internet www.crim.unam.mx/Cultura/ponencias/ 1CultDesa/CDIDE04.htm y http://art.supereva.it/cubania/nuevos_contrapunteos.html,

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Índice Presentación

1. Significación y actualidad de los estudios etnodemográficos en Cuba 2. Componentes étnicos indoamericanos 3. Componentes étnicos hispánicos 4. Componentes étnicos africanos 5. Componentes étnicos chinos 6. Componentes étnicos del Caribe insular 7. Otros grupos étnicos de Norteamérica, Latinoamérica continental, Europa y Asia 8. El etnos-nación cubano Conclusiones Bibliografía

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Del autor

Doctor en Ciencias Históricas (especialidad antropología cultural). Investigador Titular de la Fundación Fernando Ortiz, Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Artes y Letras, y de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, y del Instituto Superior de Arte; y Profesor Principal del Centro Nacional de Superación del Ministerio de Cultura y Presidente de su Consejo Asesor. Ha publicado varias monografías (Procesos etnoculturales de Cuba, La Habana, 1983; Caidije [estudio de una comunidad haitiano-cubana], Santiago de Cuba, 1988; Significación canaria en el poblamiento hispánico de Cuba, Santa Cruz de Tenerife, 1992 (Premio «6 de septiembre», 1991, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Puerto de la Cruz); Componentes étnicos de la nación cubana, La Habana, 1996 (Premio de

investigaciones 1997, Ministerio de Cultura, Cuba); Valentín Sanz Carta en Cuba: un itinerario vital, (Premio Especial de Investigaciones Americanistas, 1994, Casa de Colón, Las Palmas de Gran Canaria, 1999), España en la savia de Cuba, La Habana, 1999; Cultura popular tradicional cubana, La Habana, 1999; Artesanía y religiosidad popular en la santería cubana: el sol, el arco y la flecha, la alfarería de uso ritual, La Habana, 2000; Oraciones populares de Cuba: invocaciones e iconografía, La Habana, 2001 (Premio Anual de Investigación Cultural 2001, Ministerio de Cultura, Cuba); Transculturación y africanía, La Habana, 2002; Iconografía de africanos y sus descendientes en Cuba (2006, versión digital); Africanía y etnicidad en Cuba: los componentes étnicos africanos y sus múltiples denominaciones (Premio Anual de Investigación Cultural 2004-2005, Ministerio de Cultura, Cuba, versión digital); y más de ciento cincuenta artículos sobre diversos aspectos de la cultura cubana y sus características etnohistóricas. Ha sido Profesor Invitado y conferencista en Universidades de Brasil, España, Estados Unidos de América, Francia, Haití, Italia, República Dominicana, México, Noruega, Polonia, Rusia, Suiza y Venezuela. Es Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Miembro de su Consejo Directivo y coordinador de su Sección de Ciencias Sociales y Humanidades; Miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, La Habana; Miembro del Centro de Investigación y Documentación para América Latina y el Caribe (CID) de la Universidad de Zurich, Suiza; Miembro de la Junta Directiva de la Fundación «Fernando Ortiz», y del Comité de Colaboradores de la International Folklore Bibliography, Universidad de Bremen, Alemania; Miembro del Consejo Asesor Internacional del Centro Internacional de Esmeraldas para la diversidad cultural afroindoamericana y el desarrollo humano, Esmeraldas, Ecuador; Consultor UNESCO en Bolivia, Cuba, República Dominicana y Venezuela; Miembro del Comité Consultivo del Seminario Internacional Permanente sobre Estudios Afroamericanos, UNAM, México. Ha sido acreedor de la «Distinción por la Cultura Nacional», Ministerio de Cultura; Distinción «Gitana Tropical», de Ciudad de La Habana; Distinción «Espejo de Paciencia» de Camagüey y «La Roseta de la Ciudad», de Cienfuegos.

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