2da charla anarquismo en el siglo xxi

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INTRODUCCIÓN En el proceso de formación de un Estado, la construcción de una idendad común por parte de los sectores dominantes, permite pre- sentar la ideología de esta minoría como la universal y única acepta- da por la sociedad, condición necesaria para generar un consenso por parte de los oprimidos hacia el sistema. Esta visión clásica de la construcción de la nacionalidad, recorta un proceso mucho más com- plejo donde la imposición de valores por una minoría es solo un ele- mento más en la formación de las idendades nacionales, pues la disputa de sendos entre los diferentes sectores y clases genera una dinámica propia que debería enriquecer el análisis de “lo nacional”, desde una perspecva de un anarquismo social y revolucionario. Es por esto que en este segundo encuentro se pretende correr el eje de la discusión, entendiendo que el concepto de nación es ambiguo y puede contener disntas interpretaciones. En primer lugar, podríamos decir a priori que el senr nacional no es invento de una clase, sino que se construye en base a relaciones so- ciales, luchas, resistencias y apropiación de elementos externos. Es una construcción histórica en la que intervienen factores, hechos, sucesos e intereses de los sectores y clases en disputa por proyectos diferentes de sociedad, la cual lejos de ser estáca, va cambiando con el empo y por ello la formación de un Estado es solo un elemen- to más a tener en cuenta. Otra de las acepciones posibles acerca de la nacionalidad se puede interpretar como el senr, pensar y actuar de una comunidad, ele- mentos que crean lazos de solidaridad entre individuos que se reco- nocen parte de una misma historia. De aquí parte la diversidad hu- mana, que lejos de separar a las disntas comunidades las une por el respeto mutuo.

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Cuadernillo de discusion para la segunda charla organizada por Bandera Negra- Tendencia estudiantil libertaria-; Difusion Anarquista de Bs As; Columna malatesta

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Page 1: 2da Charla Anarquismo en el Siglo XXI

INTRODUCCIÓN

En el proceso de formación de un Estado, la construcción de una identidad común por parte de los sectores dominantes, permite pre-sentar la ideología de esta minoría como la universal y única acepta-da por la sociedad, condición necesaria para generar un consenso por parte de los oprimidos hacia el sistema. Esta visión clásica de la construcción de la nacionalidad, recorta un proceso mucho más com-plejo donde la imposición de valores por una minoría es solo un ele-mento más en la formación de las identidades nacionales, pues la disputa de sentidos entre los diferentes sectores y clases genera una dinámica propia que debería enriquecer el análisis de “lo nacional”, desde una perspectiva de un anarquismo social y revolucionario.

Es por esto que en este segundo encuentro se pretende correr el eje de la discusión, entendiendo que el concepto de nación es ambiguo y puede contener distintas interpretaciones.

En primer lugar, podríamos decir a priori que el sentir nacional no es invento de una clase, sino que se construye en base a relaciones so-ciales, luchas, resistencias y apropiación de elementos externos. Es una construcción histórica en la que intervienen factores, hechos, sucesos e intereses de los sectores y clases en disputa por proyectos diferentes de sociedad, la cual lejos de ser estática, va cambiando con el tiempo y por ello la formación de un Estado es solo un elemen-to más a tener en cuenta.

Otra de las acepciones posibles acerca de la nacionalidad se puede interpretar como el sentir, pensar y actuar de una comunidad, ele-mentos que crean lazos de solidaridad entre individuos que se reco-nocen parte de una misma historia. De aquí parte la diversidad hu-mana, que lejos de separar a las distintas comunidades las une por el respeto mutuo.

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Es necesario aclarar que la nación no es lo mismo que el Estado. Pen-sar esto, significa entender la nacionalidad como un mero vínculo ju-rídico-político del individuo con el Estado. Sentirse identificado con una cultura, amar tradiciones y costumbres propias del lugar de ori-gen, no significa la identificación con un Estado. Sobran ejemplos de territorios que contienen más de una nacionalidad, pueblos que se auto-identifican con una identidad propia constituida mucho antes de la conformación del Estado que los contiene y que muchas veces, están en conflicto permanente con éste.

Es sabido que los anarquistas somos internacionalistas porque pre-tendemos la liberación de toda la humanidad sin distinción de fronte-ras. ¿Pero esto es contrario al respeto por la diversidad humana? Que un grupo reconozca su particularidad, no significa que le impida querer unirse a otros grupos con tradiciones y costumbres distintas. Si lo que queremos es derribar todos los Estados que oprimen a los distintos pueblos, no se deriva de allí que queramos avasallar las dis-tintas identidades, sino que en el respeto de las mismas ganaremos nuestros aliados para la lucha por la libertad, anhelo de todos los pueblos. En la resistencia contra los Estados invasores, la identidad nacional juega un factor importante en cuanto que crea vínculos ne-cesarios para la lucha en común. Este odio al extranjero opresor no tiene por qué traducirse en el odio a los pueblos oprimidos de otras naciones. Son los Estados con ansias de expansión quienes oprimen otras naciones. Por eso vale la pena preguntarse: ¿Existe una pers-pectiva de dominación y de resistencia en torno a la identidad nacio-nal y a la identidad “extranjera”? ¿o incluso al interior del territorio que comparte una identidad nacional conviven diferentes proyectos de sociedad según los intereses de clase? Teniendo en cuenta el pa-sado común de los pueblos latinoamericanos y pensando en una es-trategia revolucionaria que contemple al continente que nos abarca, ¿es posible la existencia de una “identidad latinoamericana” que con-tenga a los distintos pueblos?

De entre la diversidad de interrogantes, podríamos delimitar dos grandes formas de entender la identidad nacional. Como la voluntad

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impuesta por la clase dominante sobre los oprimidos, generando un consenso basado en la presentación de los intereses dominantes co-mo los de toda la sociedad. Por otro lado, se lo puede entender como un proceso histórico de una comunidad con una cultura en común, que a través de luchas y resistencias, va forjando una identidad co-lectiva. Esta segunda acepción puede contener la anterior si entende-mos la nacionalidad como un proceso que implica también, apropia-ciones, resignificaciones y resistencias frente a las imposiciones de una minoría.

Esperamos que con estos interrogantes y problemas que se nos plan-tean, podamos iniciar un debate desde una perspectiva anarquista acerca de los elementos que intervienen en la formación de la identi-dad nacional, cómo influye en nuestras prácticas y el papel que jue-gan en las luchas sociales.

¡Salud!

AGOSTO/2013

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EJES ORIENTATORIOS:

1) ¿Qué es la “identidad nacional”?

2) ¿Es lineal la construcción de identidad nacional? ¿Qué rol jue-ga la relación entre la construcción de hegemonía del Estado y los pueblos?

3) ¿De qué manera influye la identidad nacional en la construc-ción estratégica de un anarquismo social y revolucionario?

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Extractos para el debate:

MAS ALLA DEL PATRIOTISMO (Rafael Barret)

Nos parece grande el hombre que arriesga su vida por salvar la ajena. Comprendemos que hay cosas superiores a la vida material. Cada vez que un acto afirma y demuestra esta superioridad, nos sentimos tranquilizados, y como consolados de las incertidumbres permanen-tes que nos rodean. El ejemplo de sacrificio nos reconforta en lo más esencial de nuestro ser.

El hombre que se sacrifica por su hijo, por su compañera o por su pa-dre no es tan grande como el que se sacrificó por un desconocido. En la familia hay mucho nuestro. Al defenderla defendemos en parte lo nuestro. Defender y amar lo completamente ajeno es sublime.

El patriota perfecto no solamente sacrifica su persona, sino su fami-lia; Guzmán el Bueno inmola a su propio hijo. La patria, para él, esta-ba antes que él y antes que la carne de su carne. ¡Generosidad mag-nífica!

¿Por qué?

Porque la patria es más indeterminada, más exterior que la familia. Porque la patria es más ajena que la familia, y lo magnífico es defen-der y amar lo ajeno.

Y como hay algo más ajeno que la patria, es decir, las otras patrias, es magnífico en extremo defender y amar las otras patrias como la pro-pia, y sacrificar la patria en beneficio de la humanidad.

Por eso debemos amarnos, como hombres que somos, mientras este amor aparente no nos conduzca a odiar al prójimo. Debemos amar la familia mientras este amor no nos conduzca a odiar la comunidad hermana en que vivimos, y debemos amar la patria mientras no odie-mos a la humanidad.

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Que para el círculo de nuestro amor no haya fronteras, que sea nues-tro amor infinito como el cielo; que nada ni nadie sea desterrado de él.

Y si hubiera otra alma más alta y más profunda, que en su seno mis-terioso abrazase el alma de la humanidad misma, el acto supremo sería sacrificar lo que de humano hay en nosotros a la realidad mejor.

Pero esa alma más alta y más profunda existe. Es el alma de la huma-nidad futura.

Extractos de la declaración de principios de la FACA (2011)

(…) el poder de los símbolos creados y recreados por el estado radica

en su capacidad de crear un mundo convincente, en conseguir des-

viar la atención del caos de la verdadera naturaleza para otorgarnos

la confianza de que el mundo tal como lo vemos es real. En este sen-

tido podemos ver que los símbolos patrios constituyen la simplifica-

ción de una concepción de la historia nacional que aspira a difundirse

ampliamente y en lo posible a ser aceptada como única. Los símbolos

patrios resumen la ficción de la unidad de la nación. Pero no olvide-

mos que es precisamente la evidencia de serias fracturas en el cuerpo

de la sociedad, por cuestiones de clase u otras, lo que hace necesario

un sistema simbólico que reafirme continuamente la ficción de ho-

mogeneidad. El proceso de inscripción cultural del estado se realiza

por ejemplo a través de los grandes rituales seculares como por

ejemplo los festejos por los bicentenarios de los estado-nación lati-

noamericanos, donde se actualizan algunos relatos, símbolos, discur-

sos, identidades, etc., se incorporan nuevos elementos y se desechan

otros. De esta manera se busca monopolizar los significados en torno

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a la identidad nacional, legitimar la historia oficial y fortalecer la do-

minación inclusive a través de la manipulación de lo emotivo

(dimensión de la vida humana)...

Si bien desde las clases dominantes se construye selectivamente una

historia oficial, con símbolos oficiales y rituales oficiales que legitiman

el orden dominante, en el proceso de resistencia se impugnan esos

símbolos y se promueven relatos propios desde los sectores de la cla-

se oprimida, se crean otros símbolos (pensemos en la wipala, en la A

de anarquía, en la bandera roja y negra), fechas conmemorativas,

etc., que son resistencias reales a la dominación y a la vez elementos

constitutivos de nuestra lucha e ideología que tienen alcances en

nuestras prácticas. Frente a la actualización cotidiana del sistema de

dominación nosotros/as, los/as que luchamos también disputamos,

construimos nuestros propios relatos, símbolos y reivindicaciones.

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Patria y Nacionalidad – Mijail Bakunin

“El Estado no es la patria; es la abstracción, la ficción metafísica, mís-tica, política y jurídica de la patria. La gente sencilla de todos los paí-ses ama profundamente a su patria; pero éste es un amor natural y real. El patriotismo del pueblo no es sólo una idea, es un hecho: es una expresión distorsionada por medio de una falsa abstracción, siempre en beneficio de una minoría explotadora.”

“Una patria representa el derecho incuestionable y sagrado de cada hombre, de cada grupo humano, asociación, comuna, región y nación a vivir, sentir, pensar, desear y actuar a su propio modo; y esta mane-ra de vivir y de sentir es siempre el resultado indiscutible de una largo desarrollo histórico.”

“No hay nada más absurdo y al mismo tiempo más dañino y mortífero para el pueblo que erigir el principio ficticio de la nacionalidad como ideal de todas las aspiraciones populares. El nacionalismo no es un principio humano universal. Es un hecho histórico y local que, como todos los hechos reales e inofensivos, tiene derecho a exigir general aceptación. Cada pueblo y hasta la más pequeña unidad étnica o tra-dicional tiene su propio carácter, su específico modo de existencia, su propia manera de hablar, de sentir, de pensar y de actuar; y esta idio-sincrasia constituye la esencia de la nacionalidad, resultado de toda la vida histórica y suma total de las condiciones vitales de ese pueblo.”

“Cada uno de nosotros debería elevarse sobre ese patriotismo estre-cho y mezquino para el cual el propio país es el centro del mundo, y que considera grande a una nación cuando se hace temer por sus ve-cinos. Deberíamos situar la justicio humana universal sobre todos los

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intereses nacionales. […] La nacionalidad no es un principio; es un hecho legitimado, como la individualidad. Cada nación, grande o pe-queña, tiene el indiscutible derecho a ser ella misma, a vivir de acuerdo con su propia naturaleza. Este derecho es simplemente el corolario del principio general de libertad.”

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Extractos de artículos de Malatesta

“¿En qué consiste propiamente el patriotismo? El amor al lugar nati-vo, o más bien el mayor amor al lugar donde hemos sido criados, don-de hemos recibido las caricias maternas; donde siendo niños jugába-mos con los niños, y, jovencitos, conquistamos el primer beso de una muchacha amada; la preferencia por la lengua que comprendemos mejor y, por tanto, las más íntimas relaciones con los que la hablan, son hechos naturales y benéficos. Benéficos, porque, mientras en-cienden el corazón con más vivas palpitaciones y estrechan más sóli-dos vínculos de solidaridad en los diversos grupos humanos y favore-cen la originalidad de los diversos tipos, no hacen mal a nadie y no obstruyen, sino que favorecen el progreso general. Y si les disteis pre-ferencia y no ciegan ante los méritos ajenos y ante los propios defec-tos; si no os hacen despreciativos de una más vasta cultura y de más amplias relaciones; si no inspiran una vanidad y una petulancia ridícu-las que hacen creer que se vale más que otro porque se ha nacido a la sombra de determinado campanario y en ciertos límites, entonces puede ser elemento necesario en la evolución futura de la humani-dad. (…)

El llamado patriotismo no es alimentado solo por este sentimiento. En la antigüedad, la opresión del hombre se realizaba principalmente por medio de la guerra y de la conquista. Era el extranjero vencedor el que se apoderaba de las tierras, el que obligaba a los nativos a tra-bajarlas para él, y era, sino el único, ciertamente el más duro y exe-crado patrono. Y este estado de cosas, si casi ha desaparecido en las naciones de raza europea, donde el patrono es ahora la más de las veces un compatriota de sus víctimas, queda todavía el carácter do-minante en las relaciones de los europeos con los pueblos de otras razas. Por tanto, la lucha contra el opresor ha tenido y tiene a menu-do todavía el carácter de lucha contra el extranjero. Desgraciadamen-

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te, pero comprensiblemente, el odio al extranjero considerado como opresor se convierte en odio al extranjero considerado como extran-jero, y transforma el dulce amor a la patria en aquel sentimiento de antipatía y de rivalidad hacia los otros pueblos que se suele llamar patriotismo y que los opresores nativos de los diversos países explo-tan en su beneficio. Y misión de la civilización es disipar ese equivoco nefasto, y hermanar a todos los pueblos en la lucha por el bien co-mún.”

(Articulo “La guerra e gli anarchici” en el numero único de “La Guerra Tripolitana” de Londres.)

“El sentimiento patriótico, cuando no es un simple andamiaje hecho en interés de una clase y existe realmente en el alma popular, es bueno en cuanto sirve para animar la rebelión contra el opresor que es extranjero; malo cuando impulsa a oprimir a los demás y a hacer aceptar mejor la opresión nativa. Es siempre un sentimiento inferior, que la civilización habrá de sustituir con el sentimiento amplio de la fraternidad humana; pero es respetable y puede evolucionar y ensan-charse si reconoce y respeta la patria de los otros, o, mejor aún, si sabe combatir, como antes los patriotas italianos, para ayudar a los demás a reivindicar una patria. Despreciable en cambio y conducente a los abusos más horribles y a las degeneraciones más miserables si sirve para la satisfacción de los criminosos instintos de rapiña y de dominación.”

(Artículo. “La nostra política estera” en Volonta, de Ancona)

“…. Somos y seremos internacionalistas, mejor dicho, cosmopolitas. Nos estimamos ciudadanos del mundo; amamos a todos los hombres cualquiera que sea su país nativo, su nacionalidad, su raza. Todo lo que es humano, nos afecta; toda grandeza humana, nos enorgullece; toda vergüenza humana, nos humilla. Y en el caso malhadado de un conflicto entre pueblos, tomaremos partido, no por “nuestra patria”, sino por quien nos parezca que tenga razón: el enemigo no será el que haya nacido al otro lado de las fronteras, ni el que hable un idio-ma diferente del nuestro, sino el que no tenga razón, el que quiera

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violar la libertad y la independencia de los otros. Pero hemos nacido y hemos sido criados en Italia y –aparte de la oscura y debatida cues-tión de la herencia fisiológica- hemos sufrido la influencia del ambien-te especial italiano; y por eso, a pesar del esfuerzo que cada cual pue-da hacer para distinguirse, nos parecemos moralmente siempre más a nuestros connacionales que a los hombres crecidos en ambientes distintos. Si por hipótesis resultase que el pueblo italiano es un pue-blo de asesinos y de viles o de imbéciles, no podremos evitar que la gente nos mire con sospecha, y no podremos tampoco menos de sen-tir vergüenza.

Pero hay más. Cada uno de nosotros ejerce a su alrededor una cierta influencia para el bien y para el mal. La ejercen todos los hombres en general, y tanto más habremos de tratar de ejercerla nosotros, que somos hombres de ideas, que tenemos un ideal a realizar y queremos inducir a los otros hombres a acoger nuestro ideal. Ahora bien: si toda nuestra predicación de justicia, de fraternidad, de libertad y de rebe-lión contra la opresión, no ha logrado impedir el triunfo de un régi-men enteramente basado en el garrote (Malatesta se refiere aquí al triunfo del fascismo en Italia), no tenemos, ciertamente, motivos para estar orgullosos. Sería excesivo, sería absurdo querer atribuirnos una responsabilidad cualquiera por las infamias que se cometen y que se sufren, por ejemplo, en China. Pero sería torpe negar que una parte de responsabilidad nos corresponde a nosotros también por las infa-mias que se cometen y se sufren en Italia.”

(Articulo “Quale italiani” en Penseiro e Volontá de Roma, Numero º14 del 15 de julio de 1924)

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Wayne Price – ¿Qué es el Estado?

“Entendido como el poder superior dentro de un determinado terri-torio, el Estado es una máquina burocrático-militar que se ubica por encima, y separada, del resto de una sociedad dividida en clases, sir-viendo a los intereses de la clase dominante.”

“En el clásico anarquista El Estado: su rol histórico, Piotr Kropotkin escribe de manera similar: “El Estado… supone la existencia de un poder situado por encima de la sociedad… la concentración, en las manos de unos pocos, de muchas de las funciones de la vida de las sociedades… Todo un mecanismo de legislación y control tiene que ser desarrollado si se quiere sujetar algunas clases a la dominación de otras” (1987: p. 10 énfasis de Kropotkin).”

“Suele decirse que la abolición del Estado produciría el caos.

Decir esto es poner las cosas patas arriba. Es el caos del capitalismo el que requiere del Estado. En una sociedad que está en constante competencia y conflicto consigo misma, tiene que haber un Estado que la mantenga armada, de otro modo se disolvería. Una sociedad cooperativa y socializada no requiere de un Estado que haga la fun-ción de los aros de metal que mantienen armados los barriles, se mantendría armada por sí misma. La sociedad moderna podría apli-car el potencial productivo de la tecnología moderna para dar a todo el mundo una vida confortable, con suficiente tiempo libre para parti-cipar de la toma de decisiones colectivas, y oportunidades de trabajo creativo y no alienado para todos. Una sociedad sin clases como ésa no necesitaría del Estado para existir.”

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“Únicamente una institución que se eleve por encima de la sociedad, y que tenga el monopolio de la coacción, puede tomar las decisiones más convenientes para la clase dominante (o al menos para el sector más poderoso de ésta).”

“La clase dominante encuentra en el Estado un canal más para trans-mitir su ideología y sus valores capitalistas (que incluyen al sexismo y al racismo). Uno de sus principales objetivos consiste en elevar su ideología como la visión dominante o hegemónica de la sociedad. Ne-cesita construir, a nivel nacional, un consenso a través del cual los oprimidos acepten su opresión. Las escuelas son, fundamentalmente, instituciones estatales. Otros medios de difusión ideológica no estata-les podrían ser las iglesias, los diarios, la televisión, el cine y los depor-tes, para no nombrar a la familia. Aun cuando éstos no resultan intrín-secamente malos, todos son utilizados por la clase dominante para expandir la ideología de la burguesía.”

“Más allá del carácter coactivo del Estado, visible en las fuerzas de seguridad y las prisiones, el Estado burgués constituye también un poder económico. Tiene que tener la potestad de cobrar impuestos para mantenerse a sí mismo, y de gastar dinero aunque más no sea para mantener a sus oficiales y empleados. Tiene que tener la potes-tad de emitir dinero. Ya estas tres características le dan una enorme influencia económica. Desde sus inicios el Estado ha recurrido a estos medios y a otros para promover económicamente a la clase capitalis-ta.”

“Lo que el capitalismo necesita es el derecho de propiedad, la libertad de contrato, la libre circulación de bienes en el mercado, la acumula-ción del capital y el control sobre la fuerza de trabajo. Mientras un Estado garantice estos puntos, se trata de un Estado burgués, sin im-portar el nombre o la forma que diga adoptar.”

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