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Emblemata,7(2001),pp.465482 ISSN11371056 ESTUDIOICONOGRÁFICODELJABALÍCOMOANIMAL SIMBÓLICOYEMBLEMÁTICO Alfredo Erias Martínez, «La eterna caza del jabalí», Anuario Brigantino, 22 (1999), pp. 317378. Hay tirada aparte publicada para el IX Congreso de la Asociación HispánicadeLiteraturaMedieval,LaCoruña,Universidad,2001. El autor, director del Anuario Brigantino, del Archivo y Biblioteca Municipales de Betanzos y del Museo das Mariñas, continúa en este trabajo el que inició en Debuxos de Galicia [e Portugal] III: Caza medieval, Betanzos, Briga Edicións, 1998. El resultado es un exhaustivo estudio perfectamente estructurado con una introducción, tres apartados, una conclusión y un apén dice, que aborda la evolución de la simbología del jabalí desde tiempos pro tohistóricos hasta la Baja Edad Media, prestando especial atención a su repre sentación en los sepulcros galaicoportugueses del siglo XIV. Esta monografía aparece bellamente enriquecida con numerosas y cuidadas ilustraciones en color y blanco y negro realizadas en su mayor parte por el mismo autor, que demuestraungrannivelenlapococultivadaramadeldibujoarqueológico. El objeto principal del trabajo consiste en la explicación de la presencia de cacerías de jabalíes en diversos sepulcros medievales del área galaicoportu guesa, para lo cual se establece una estructuración temática. En la introduc ción (pp. 317326) se ofrece una taxonomía tripartita del arte de la caza, que establece las modalidades defensiva, ofensiva y lúdica, en la última de las cuales adquiere sentido el estudio del jabalí como animal simbólico y polisé mico, en tanto que se refleja predominantemente en las obras artísticas. Alfonso X alude en las Partidas a sus virtudes en beneficio de la vida e ins 1 Así Alfonso X concede al concejo de Murcia su primer coto en 1277 y Alfonso XI complace al mismo concejo con el mandato de que «no fuesen osados de matar puer co, ni oso, ni gamo, con ballesta ni con cepo ni con otro armadijo, so ciertas penas, por que en el término de la dicha çibdad habia pocos montes donde los dichos puercos y osos se pudiesen criar» (Ángel Luis Molina Molina, «Estampas medievales murcianas, desde la romántica caballeresca, caza y fiesta, a la predicación, procesión y romería», en Fiestas, juegos y espectáculos en la España medieval. Actas del VII Curso de Cultura Medieval (AguilardeCampoo,1821deseptiembrede1995),Madrid,Polifemo,1999,p.43). ERAE, VII(2001) 465

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Page 1: 22. Estudio iconográfico del jabalí como animal simbólico y

Emblemata,�7�(2001),�pp.�465�482 ISSN�1137�1056�

ESTUDIO�ICONOGRÁFICO�DEL�JABALÍ�COMO�ANIMAL�SIMBÓLICO�Y�EMBLEMÁTICO�

Alfredo� Erias� Martínez,� «La� eterna� caza� del� jabalí»,� Anuario� Brigantino,� 22� (1999),�pp.� 317�378.� Hay� tirada� aparte� publicada� para� el� IX� Congreso� de� la� Asociación�Hispánica�de�Literatura�Medieval,�La�Coruña,�Universidad,�2001.�

El� autor,� director� del� Anuario� Brigantino,� del� Archivo� y� Biblioteca�Municipales� de� Betanzos� y� del� Museo� das� Mariñas,� continúa� en� este� trabajo�el� que� inició� en� Debuxos� de� Galicia� [e� Portugal]� III:� Caza� medieval,� Betanzos,�Briga� Edicións,� 1998.� El� resultado� es� un� exhaustivo� estudio� perfectamente�estructurado� con� una� introducción,� tres� apartados,� una� conclusión� y� un� apén��dice,� que� aborda� la� evolución� de� la� simbología� del� jabalí� desde� tiempos� pro��tohistóricos� hasta� la� Baja� Edad� Media,� prestando� especial� atención� a� su� repre��sentación� en� los� sepulcros� galaico�portugueses� del� siglo� XIV.� Esta� monografía�aparece� bellamente� enriquecida� con� numerosas� y� cuidadas� ilustraciones� en�color� y� blanco� y� negro� realizadas� en� su� mayor� parte� por� el� mismo� autor,� que�demuestra�un�gran�nivel�en�la�poco�cultivada�rama�del�dibujo�arqueológico.�

El� objeto� principal� del� trabajo� consiste� en� la� explicación� de� la� presencia� de�cacerías� de� jabalíes� en� diversos� sepulcros� medievales� del� área� galaico�portu��guesa,� para� lo� cual� se� establece� una� estructuración� temática.� En� la� introduc��ción� (pp.� 317�326)� se� ofrece� una� taxonomía� tripartita� del� arte� de� la� caza,� que�establece� las� modalidades� defensiva,� ofensiva� y� lúdica,� en� la� última� de� las�cuales� adquiere� sentido� el� estudio� del� jabalí� como� animal� simbólico� y� polisé��mico,� en� tanto� que� se� refleja� predominantemente� en� las� obras� artísticas.�Alfonso� X� alude� en� las� Partidas� a� sus� virtudes� en� beneficio� de� la� vida� e� ins��

1� Así� Alfonso� X� concede� al� concejo� de� Murcia� su� primer� coto� en� 1277� y� Alfonso� XI�complace� al� mismo� concejo� con� el� mandato� de� que� «no� fuesen� osados� de� matar� puer��co,� ni� oso,� ni� gamo,� con� ballesta� ni� con� cepo� ni� con� otro� armadijo,� so� ciertas� penas,� por��que� en� el� término� de� la� dicha� çibdad� habia� pocos� montes� donde� los� dichos� puercos� y�osos� se� pudiesen� criar»� (Ángel� Luis� Molina� Molina,� «Estampas� medievales� murcianas,�desde� la� romántica� caballeresca,� caza� y� fiesta,� a� la� predicación,� procesión� y� romería»,� en�Fiestas,� juegos� y� espectáculos� en� la� España� medieval.� Actas� del� VII� Curso� de� Cultura� Medieval�(Aguilar�de�Campoo,�18�21�de�septiembre�de�1995),�Madrid,�Polifemo,�1999,�p.�43).�

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trucción� de� los� reyes,� establece� el� acotamiento� de� territorios� e� impone� al� res��pecto� prohibiciones� de� diversa� índole.1� Señala� el� autor� que� las� Cruzadas� fue��ron� el� acontecimiento� definitivo� que� acrecentó� la� importancia� del� caballero� y�permitió� establecer� sus� cualidades� morales� y� sus� pautas� de� conducta,� entre�las� que� destaca� la� mímesis� de� héroes� antiguos;� este� nuevo� paradigma� caba��lleresco� se� refleja� en� la� iconografía� de� los� templos� que� éstos� ordenan� construir�y� en� sus� enfrentamientos� bélicos,� que� en� tiempos� de� paz� son� sustituidos� por�prácticas� cinegéticas,� especialmente� por� la� caza� de� jabalíes.� A� los� ejemplos�aducidos� por� Erias� puede� añadirse� que� en� los� textos� clásicos� un� modelo� imi��table� de� personaje� de� noble� linaje� que� desarrolla� sus� dotes� venatorias� en� un�contexto� celebrativo� es� Odiseo,� quien,� con� motivo� de� la� primera� visita� a� su�abuelo� Autólico,� sale� de� cacería� y� encuentra� un� «feroz� jabalí»� que� «[...]� salió�de� las� frondas� /� a� su� encuentro,� erizadas� las� cerdas,� los� ojos� en� llamas»� y� ataca�al� héroe� alcanzándole� en� el� muslo.� La� cicatriz� cumple� una� función� clave� en� el�proceso� de� anagnórisis� a� su� regreso� a� Ítaca,� pues� permite� que� su� ama� Euriclea�lo�reconozca�al�lavarle�los�pies.2�

Prosigue� este� apartado� preliminar� con� la� constatación� de� que� esta� modali��dad� de� caza� se� inviste� en� la� Edad� Media� de� carácter� religioso� básicamente� por�dos� razones:� la� actividad� cinegética� combate� el� ocio� (pernicioso� porque� con��duce� al� pecado)� y� el� jabalí� posee� cualidades� demoníacas,� por� lo� que� es� asimi��lado� al� demonio� y� a� los� infieles.� Respecto� a� este� segundo� punto,� se� puede� aña��dir� que� este� carácter� maligno� ya� se� percibe� en� mitos� de� la� antigüedad� hindú,�egipcia,� persa,� siamesa� y� greco�latina.3� En� cuanto� a� los� egipcios,� en� concreto,�parece� que� no� distinguían� entre� el� cerdo� doméstico� (Sus� scrofa� domesticus)� y� el�salvaje� (Sus� scrofa� ferus),� ambos� designados� š3.� Además� «Como� ocurre� actual��mente� en� la� religión� islámica� y� en� la� judía,� este� paquidermo� doméstico� era� un�animal� impuro� y� como� tal� representaba� al� dios� Seth.� [...]� Los� documentos� reli��giosos� egipcios� no� cesan� de� hacer� referencias� a� la� relación� cerdo�maldad.� [...]�En� este� caso� al� cerdo� se� le� denomina� «el� canalla».4� A� esto� cabe� añadir� que,�

2� Canto� XIX� de� Homero, Ilíada.� Odisea, ed.� Carlos� García� Gual,� Madrid,� Espasa�Calpe,�1999,�pp.�1545�1549,�vv.�392�470�(vv.�439�y�445�446).������������3� Se� observa� que� «das� Wildschwein� in� Iridien� eine� Inkarnation� Vishnus� und�Rudras,� in� Ägypten� Seths,� in� Persien� des� dem� römischen� Mars� entsprechenden�Behram� ist.� �Bei� den� Siamesen� tötet� ein� Riese� in� Ebergestalt� das� Sonnenwesen�,� wie� ja�auch� in� den� griechischen� Sagen� lichte� Helden� den� Eber� bekämpfen� (Herakles,�Meleager,� Pheseus).� Die� Athener� schwuren� �bei� den� Göttern� des� Orkus� und� legten�den� Eid� auf� die� Haut� eines� Ebers� ab�,� según� Hedwig� von� Beit,� Symbolik� des� Marchens:�Versuch�einer�Deutung,�8a�ed.,�Tübingen;�Basel,�Francke,�1997,�vol.�I,�p.�28,�nota�1.�

4� El� cerdo� también� se� relaciona� con� la� Luna,� ya� que� se� entendía� que� en� las� batallas�que� acabamos� de� citar,� Seth,� en� forma� de� cerdo,� había� dañado� el� Ojo� de� Horus� y� éste�se� relacionaba� con� las� fases� de� la� Luna.� Por� ello� el� cerdo� servía� como� ofrenda� para� los�dioses,� ya� que� de� este� modo� los� humanos� aniquilaban� el� mal� y� este� sometimiento� se� lo�ofrecían� a� la� divinidad� para� que� quedara� complacida� y� aconteciera� la� restauración� del�

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según� Durand,� «En� última� instancia,� se� puede� comprobar,� con� Langton,� que�la� creencia� universal� en� las� potencias� maléficas� está� unida� a� la� valorización�negativa� del� simbolismo� animal.� El� especialista� de� la� demonología� constata�que� numerosos� demonios� son� espíritus� desencadenados� de� animales� temidos�por�el�hombre».5�

La� práctica� venatoria,� en� definitiva,� es� beneficiosa� para� el� cuerpo� y� para� el�alma,� y� considerada� únicamente� como� diversión� se� convierte� en� una� moda�europea,� según� justifica� el� autor� del� estudio� con� casi� una� veintena� de� títulos�de� los� siglos� XIII�XV.� Para� concluir� la� introducción,� adelanta� la� doble� función�de� las� escenas� cinegéticas� con� jabalíes� en� los� sepulcros� de� Galicia� y� Portugal:�a)� mensaje� a� Dios� ante� el� Juicio� Final� y� b)� memoria� destinada� a� los� hombres�sobre�las�virtudes�del�caballero�difunto.�

En� el� siguiente� apartado,� «Del� Jabalí� protohistórico� al� jabalí� bajomedieval»�(pp.� 326�356)� se� realiza� un� recorrido� diacrónico� y� otro� temático� que� recogen�los� diversos� significados� del� animal� a� lo� largo� del� tiempo� y� en� diversas� civili��zaciones.� El� primer� subapartado,� «El� jabalí� y� la� guerra»� (pp.� 326�329),� se� cen��tra� en� la� carga� semántica� simbólica� del� jabalí� como� modelo� militar� y� prototi��po� de� valentía.� Este� animal� adquiere� un� lugar� de� representación� significativa�en� las� cuevas� de� Altamira,� la� escritura� minoica,� la� época� de� expansión� aquea�o� la� cultura� hindú,� respecto� a� la� cual� cabe� añadir� al� ejemplo� aducido� por� Erias�que� «In� una� delle� incarnazioni� (avarata)� di� Visnú,� quuesto� dio� assume� fisio��nomía� di� cinghiale� quando� solleva� la� terra� sprofondata� nel� mare� e� quando�uccide� Hiranyksha,� capo� degli� asuri,� che� s�era� insignorito� delle� sfere� del�cielo».6� Celtas� y� anglosajones� utilizaban� su� imagen� o� sus� colmillos� en� la�indumentaria� militar,� especialmente� en� yelmos� y� cimeras,� donde� posible��mente� cumplían� una� función� protectora,� como� refleja� el� poema� épico� anglo��sajón� Beowulf� otros� textos� aludidos,� a� los� que� se� puede� sumar� el� sentido� del�animal� en� el� mito� celta� que� narra� la� conquista� de� Irlanda� por� los� hijos� de� Mil�de� España,� dado� que� después� de� llegar� a� la� playa� de� Inbher� Coltha,� Aimirgin�entona� una� oración� en� la� que� se� contiene� el� verso� «sam� torc� ar� gail»�(sam=�soy�,� torc=�jabalí,� héroe�,� gail=�valeroso�).7� Asimismo,� se� puede� agregar�que� Becker� considera� su� presencia� en� la� imaginería� celta� como� expresión� posi��

Ojo,� el� nacimiento� de� la� Luna� después� de� su� desaparición� cíclica.� Sin� embargo,� y� como�ocurre� con� la� diosa� hipopótamo� Tueris,� la� hembra� del� cerdo� tenía� unas� connotaciones�mucho� más� positivas.� [...]� Por� ello� la� cerda� (y� no� el� cerdo)� se� consideró� un� animal� por��tador� de� buena� suerte».� Elisa� Castel,� Egipto:� Signos� y� símbolos� de� lo� sagrado,� Madrid,�Aldebarán,�1999,�s.�v.�«cerdo»,�pp.�98�100.�

5 Gilbert� Durand,� Las� estructuras� antropológicas� de� lo� imaginario:� Introducción� a� la�arquetipología�general,�Madrid,�Taurus,�1982,�p.�77.�

6 Giovanni� Cairo,� Dizionario� ragionato� dei� simboli,� Bologna,� Arnaldo� Forni,� 2001,�s.�v.�«cinghiale».�

7 Ramón� Sainero,� Diccionario� Akal� de� Mitología� celta� (Compendio� de� manuscritos� pri��mitivos),�Madrid,�Akal,�1999,�p.�112.�

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tiva� de� combatividad� y� recuerda� que� su� imagen� aparecía� representada� fre��cuentemente� en� las� monedas.8� Sobre� la� vinculación� del� jabalí� a� la� guerra� entre�los� indoeuropeos,� puede� añadirse� a� los� datos� aportados� por� Erias� que�Verethragna,� el� dios� iranio� de� la� guerra,� «aparece� en� Zaratustra� indistinta��mente� bajo� forma� de� semental,� de� toro,� de� chivo� o� de� jabalí».9� Otros� pueblos�como� el� magiar� o� el� romano� completan� el� recorrido� del� empleo� semántico�militar� del� animal.� El� ámbito� bélico� conecta� con� el� religioso� en� la� considera��ción� del� jabalí� como� elemento� fundamental� en� los� ritos� de� iniciación� de� los�guerreros� en� distintos� pueblos,� que� lo� dotan� de� valor� mediático� o� sacerdotal,�a� lo� que� se� suma� su� carácter� de� alimento� de� la� inmortalidad.� El� sentido� espi��ritual� y� el� mencionado� poder� protector� confluyen� en� la� imagen� del� jabalí� psi��copompo�que�guía�y�salvaguarda�en�el�Más�Allá�al�guerrero�caído.�

El� segundo� subapartado,� «Del� jabalí� alimento� al� jabalí� divinizado,� como�fertilizador� y� protector»� (pp.� 329�336),� parte� de� la� consideración� del� jabalí�como� alimento� esencial� en� el� territorio� celta,� entre� otras� culturas,� y� retoma� la�mencionada� relación� entre� la� ingestión� de� su� carne� y� la� inmortalidad,� que�adquiere� valor� sacramental� en� tanto� que� implica� la� comunión� con� la� divini��dad� fertilizadora� con� la� que� se� identifica.� En� este� sentido,� este� animal� apare��ce� ligado� a� deidades� de� Grecia,� Asia� Menor,� Mesopotamia� y� Egipto,� que� tam��bién� se� relacionan� con� la� vegetación.� Se� ofrecen� ejemplos� relativos� a� los� dio��ses� egipcios� (Isis,� Osiris,� Set,� etc.)� y� a� la� Antigüedad� Clásica,� en� concreto� los�célebres� episodios� de� Adonis,10� Atis�Cibeles� y� Deméter�Perséfone,� el� último�de� los� cuales,� cabe� añadir,� es� común� a� su� versión� romana,� donde� los� campe��sinos� sacrificaban� a� Ceres� (Deméter)� una� cerda� (porca� præcidanea)� previamen��te� al� comienzo� de� la� cosecha.11� Es� interesante� agregar� que� este� sentido� propi��ciatorio� se� observa� en� la� fundación� de� Alba� Longa� por� Ascanio� en� el� lugar�donde� su� padre� Eneas� había� sacrificado� tiempo� atrás� una� jabalina� blanca� y�sus� treinta� jabatos,� y� conecta� con� la� fundación� de� Éfeso� por� Androclo� en� el�

8� Udo� Becker, Enciclopedia de� los� símbolos, Barcelona,� Robinbook,� 1996,� s.� v.�«Jabalí».�

9� Durand,�cit.�en�n.�5,�p.�77.10� Diana� o� Ártemis� además� de� enviar� jabalíes� contra� Adonis� y� Eneo,� castiga� a�

Teutrante� por� matar� a� un� jabalí� que� imploraba� con� voz� humana� y� se� había� refugiado�en� su� templo� de� Ortosia.� En� este� mito� se� desarrolla� el� motivo� del� «Wild� boar� captured�in� church»� (K731),� que� Stith� Thompson� cataloga,� junto� a� otros� relacionados� con� el� jaba��lí� (vid.� «fairy� in� form� of� wild� boar»� (F234.1.3.1)� o� «Man� reincarnated� as� wild� boar»�(E611.3.1))� en� su� Motif�Index� of� Folk� Literature,� Bloomington,� Indiana� University� Press,�1966,� 6� vols.� Por� su� parte,� la� diosa� Ceres� envió� de� modo� análogo� un� gran� jabalí� que�Mamerco� mató,� con� consecuencias� nefastas� para� él� (Pierre� Grimal,� Diccionario� de� mito��logía� griega� y� romana,� Barcelona,� Paidós,� 1981� (7.a� reimp.,� 1994),� s.� v.� «Teutrante»� y�«Mamerco»).�

��11� ��Ana� María� Vázquez� Hoys, Diccionario� de� Símbolos� y� términos� mágicos, Madrid,�UNED.,�1996,�s.�v.�«Cerda�propiciatoria».�

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lugar� donde� mata� un� jabalí� salido� de� un� zarzal.12� El� corpus� de� ejemplos� se�enriquece� con� la� alusión� al� mundo� judío� antiguo,� donde� no� estaba� permitido�matar� ni� comer� jabalíes.� Este� valor� negativo� es� compartido� por� el� mundo�musulmán,� en� el� que� su� carne� no� se� puede� comer,� aunque� sí� se� lo� caza� en� vir��tud� de� diversas� causas� y� «ses� défenses� sont� utilisées� par� les� enfants� des� cam��pagnes� sous� forme� de� talismans� ou� de� phylactères».13� Los� valores� simbólicos�de� protector� y� fertilizador,� bien� como� emblema,� bien� como� amuleto,14� son�comunes� a� numerosos� pueblos� europeos,� que� en� algunos� casos� asocian� el� sen��tido� de� fertilidad� con� el� de� profusión� sexual,� según� se� demuestra� con� la� alu��sión� a� la� costumbre� de� las� mujeres� germanas� y� anglosajonas� de� llevar� colmi��llos� del� animal,� así� como� al� mito� de� Freyr,� dios� germano� relacionado� con� la�fertilidad,� porque� montaba� un� jabalí� que� repartía� la� luz� del� Sol.� El� apartado� se�cierra� con� la� afirmación� de� que� el� jabalí� era� el� animal� más� divinizado� entre� los�celtas� y� los� germanos,� para� quienes� congregaba� en� sí� la� ferocidad,� la� fuerza� y�la� fertilidad,� cualidades� que� también� observa� el� autor� en� los� mitos� griegos� de�Teseo� (jabalí� de� Cromión),� Meleagro� y� Hércules� (jabalí� de� Erimanto).� En� esta�línea,� cabe� añadir� que� el� poeta� bilbilitano� Marcial� destaca� su� fiereza� en� un� epi��grama� escrito� sobre� el� animal,� que� alude� a� los� episodios� de� Diómedes� y�Meleagro;� en� otro� ejemplo� del� mismo� género� se� refiere� a� sus� colmillos� como�arma� temible.15� A� esto� debe� sumarse� que� en� el� Siglo� de� Oro� los� emblemas�adoptan� estos� mitos� para� cargarlos� de� otros� sentidos:� para� Alciato� la� muerte�de� Adonis� se� interpreta� como� un� remedio� contra� la� lujuria;� al� mismo� corres��ponde� el� emblema� que� muestra� a� un� hombre� señalando� a� las� columnas� de�Hércules� y� a� un� jabalí,� que� aconseja� seguir� adelante� y� no� mirar� atrás;� por� últi��mo,� la� lucha� de� Hércules� con� el� jabalí� de� Calidonia,� en� un� emblema� de� Juan�Francisco�Fernández�Heredia,�censura�la�envidia�de�los�virtuosos.16�

12� Grimal,�cit.�en�n.�10, s.�v. «Ascanio»�y�«Androclo».����13� Malek� Chebel, Dictionaire� des� symboles� musulmans:� Rites,� mystique� et� civilisation,París,�Albin�Michel,�1995,�s.�v.�«Sanglier».�14� En� la� Exposición� Universal� parisina� de� 1889� se� pudo� contemplar,� además� de

algunos� dientes� de� cerdo,� un� diente� de� jabalí� de� Perusa,� con� propiedades� protectorasfrente� al� mal� de� ojo� y� la� fascinación.� Este� amuleto� se� encontró� «suspendue� au� murd�une� cuisine� dans� une� maison� de� campagne»� (en� Giuseppe� Bellucci,� Catalogue� des�criptif� d�une� collection� d�amulettes� italiennes� envoyée� a� l�exposition� universelle� de� Paris� 1889,Pérouse,�Boncompagni,�1889;�ed.�facs.�Bologna,�Arnaldo�Forni,�1980,�p.�63,�núm.�5).�

15� Marco� Valerio� Marcial, Epigramas, ed.� José� Guillén,� Zaragoza,� Institución«Fernando� el� Católico»,� 1986,� p.� 504� (núms.� XCIII� y� XCIV).� En� la� mitología� griega� eljabalí� representa� además� el� desenfreno,� según� José� Luis� Morales� y� Marín,� Diccionariode�iconografía�y�simbología,�Madrid,�Taurus,�1984,�s.�v.�«Jabalí».�

16� Antonio� Bernat� Vistarini� y� John� F.� Culi, Enciclopedia� de� emblemas� españoles� ilus�trados,� Madrid,� Akal,� 1999� (núms.� 24,� 889� y� 815).� Como� representante� de� los� animalessalvajes� (junto� con� los� reptiles� y� el� ganado)� que� Dios� crea� el� sexto� día,� se� aprecia� en� elpanel�izquierdo�del�tríptico�El�jardín�de�los�deseos�del�Bosco.�

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«El� jabalí� y� la� muerte»� (pp.� 336�338),� tercer� subapartado� del� capítulo� II,�desarrolla� el� aludido� valor� de� psicopompo,� es� decir,� de� guía� del� alma� más� allá�de� la� muerte� y� que� conduce� hasta� la� resurrección,� y� añade� el� sentido� de� apo��tropaico� o� protector� de� espacios� funerarios.� Son� múltiples� los� ejemplos� hispá��nicos� aportados.� En� cuanto� a� la� dimensión� ritual� de� la� caza� del� jabalí,� merece�la� pena� ampliar� la� noticia� que� da� el� autor� (p.� 337)� sobre� el� Ara� de� Diana� con��servada� en� el� Museo� de� Léon.� Esta� pieza� leonesa� del� tercer� cuarto� del� siglo� I�d.� C.� contiene� una� interesante� inscripción� versificada� en� la� cual� Quinto� Tulio�Máximo,� legado� augustal� de� la� Legión� VII,� consagra� a� Diana� un� templo� a� fin�de� obtener� los� favores� de� la� diosa� en� la� caza� de� cabras,� ciervos,� jabalíes� y� caba��llos� salvajes,� además� de� ofrendarle� los� colmillos� de� los� jabalíes� ya� cazados.17�El� último� epígrafe� de� este� capítulo,� «El� jabalí� demonizado»� (pp.� 338�356),�estudia� la� visión� negativa� del� animal,� que� en� los� momentos� iniciales� del� cris��tianismo� alterna� con� la� positiva� de� la� resurrección,� pero� se� impone� ya� en� los�primeros� siglos� a� partir� de� su� identificación� con� la� cólera� y� pasa� a� representar�la� Bestia� del� Apocalipsis� y� pecados� como� la� envidia� o� la� gula.� Debe� añadirse�que� no� es� casual,� por� tanto,� que� el� rey� Don� Duarte� en� su� Leal� Conselheiro�advierta� contra� los� soberbios,� vanidosos,� ambiciosos,� lujuriosos,� comilones� y�perezosos� utilizando� símiles� con� el� jabalí� y� otros� animales.18� Como� se� pone� de�manifiesto,� en� la� Baja� Edad� Media� ya� es� patente� la� sustitución� de� la� valentía�por� la� ferocidad� y� la� brutalidad� (posteriormente� Covarrubias� no� dejará� de�señalar� que� «Es� fuerte� y� de� gran� furia,� rompe� con� quanto� topa»),19� y� de� la� fer��tilidad� por� la� lujuria.� Esta� afirmación� de� Erias� se� puede� completar� con� la� con��sideración� de� que� el� atributo� de� la� lujuria� como� alegoría� es� el� jabalí,� que� la�Castidad� aplasta� bajo� sus� pies;20� así� como� con� el� ejemplo� de� la� narración� de� la�

17� Esta� ara� epigráfica� se� conserva� en� la� gliptoteca� del� claustro� de� San� Marcos,� en� las�dependencias� del� Museo� de� León� (vid.� Luis� A.� Grau,� Museo� de� León:� Guía� breve� por� el�lapidario� del� claustro,� 2ª� ed.,� León,� Junta� de� Castilla� y� León,� 1992,� núm.� 40,� pp.� 14�15;�para� más� detalles,� véase� el� artículo� de� Alberto� Montaner,� «El� ara� leonesa� de� Diana�(CLE,� 1526):� Constitución� literaria� y� dimensión� ritual»,� publicado� en� este� mismo� volu��men�de�Emblemata,�p.�9).�

18� «Soberbos,� vaidosos� e� amigos� do� seu� proveito,� muitos� são� os� veados� a� correr� nas�cumeadas!� Os� luxuriosos,� comilões� e� preguiçosos,� esses� deixam�se� cair� nos� seus� peca��dos� baixos,� como� porcos� bravos� já� cansados� [...]� De� ursos,� veados� e� javalis,� percebia�muito� o� rei� D.� Duarte»� (Mário� Martins,� Alegorías,� símbolos� e� exemplos� morais� da� literatu��ra�medieval�portuguesa,�Lisboa,�Brotéria,�1975,�p.�232).�19� � � Sebastián� de� Covarrubias, Tesoro� de� la� lengua� castellana� o� española, ed.� Martín� de�Riquer,�Barcelona,�Alta�Fulla,�1998,�s.�v.�«Javalí».�

�����20� � � James� Hall, Diccionario� de� temas� y� símbolos� artísticos, Madrid,� Alianza,� 1987,� s.� v.�«Jabalí».� Asimismo,� Maurice� Pillard�Vernevil� en� su� Diccionario� de� símbolos,� Emblemas� y�Alegorías,� Barcelona,� Obelisco,� 1999,� s.� v.� «Jabalí»,� relaciona� este� animal� con� las� perso��nificaciones� de� la� Cólera,� el� Demonio,� la� Envidia,� la� Gula,� la� Impetuosidad� y� la�Lujuria.�

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estancia� de� Roboán� en� las� Ínsolas� Dotadas,� donde� este� animal� aparece� ligado�al� demonio� en� forma� de� súcubo� y� constituye� un� augurio� funesto:� el� caballero�sale� de� cacería� en� tres� ocasiones� y� se� encuentra� en� todas� ellas� al� súcubo,� que�le� incita� a� pedir� a� su� esposa� la� emperatriz� un� alano,� un� azor� y� un� caballo,� res��pectivamente;� tras� el� segundo� encuentro,� aparece� «vn� puerco� muy� grande� e�muy� fiero»� que� hiere� a� su� caballo� «de� guisa� quel� fizo� caer� con� el� emperador;�peroque� se� non� fizo� mal� ninguno,� e� leuantose� mucho� apriesa� e� començo� a�tocar� el� cuerno,� e� recudio� luego� la� su� gente� e� mataron� el� puerco».21� Esta� demo��nización� del� jabalí� se� aprecia� en� el� premio� otorgado� por� no� matarlo� cuando� se�oculta� (malhechor� o� diablo)� en� espacio� sagrado,22� pero� conlleva� también,�según� demuestra� el� autor,� una� identificación� con� los� dragones� vencidos� por� el�arcángel� San� Miguel� y� por� San� Jorge,� y� su� consideración� simbólica� de� enemi��go� del� caballero� cristiano,� como� indican� los� numerosos� ejemplos� al� respecto.23�A� continuación� se� aborda� el� tema� de� la� representación� de� escenas� cinegé��ticas� en� los� monumentos� sepulcrales� funerarios,� que� constituyen� una� indica��ción� importante� sobre� la� entidad� que� el� héroe� caballeresco� adquiere� en� la�Europa� medieval,� pero� que� únicamente� se� manifiesta� de� este� modo� en� los�territorios� gallego� y� portugués.� Se� plantea� para� ello� una� explicación� doble:� el�influjo� de� los� sarcófagos� romanos� (en� opinión� del� autor,� destruidos� por� los�musulmanes� en� el� resto� del� territorio� hispánico)� y� sobre� todo� la� pervivencia�de� las� tradiciones� de� origen� indoeuropeo,� con� peso� en� el� ámbito� de� las� creen��cias� populares.� Pero� quizá� se� trate,� en� realidad,� de� un� motivo� privativo� del�cuadrante� noroccidental� de� la� Península,� por� lo� que� la� citada� destrucción�carece� de� valor� justificativo.� Ello� se� traduce,� para� Erias,� en� una� naturaleza�híbrida� que� muestra� influencia� romana� sobre� la� forma� (que,� a� mi� juicio,� tal�vez� pudiera� relacionarse� en� su� origen� con� la� porca� præsentanea,� que� se� sacrifi��caba� a� Telus� y� Ceres� con� el� difunto� presente� y� cuya� función� era� purificar� a� la�familia� del� fallecido)24� e� indoeuropea� sobre� el� fondo� (a� lo� cual� puede� añadir��se� que� en� los� enterramientos� en� túmulo� de� la� cultura� de� los� kurganes,� el� ajuar�del� jefe� se� componía� de� armas,� alhajas� y� ornamentos� con� dientes� de� perro,�

21� Libro�del�Caballero�Zifar, ed.�Cristina�González,�Madrid,�Cátedra,�1983,�p.�418.22� La� aventura� se� sitúa� en� las� biografías� del� conde� Ferrán� González� y� del� rey� don�

Sancho,� ambas� en� la� Crónica� de� veinte� reyes,� Esc.,� Y.I.12,� ms.� N,� fols.� 7r�v� y� 69v� (en�ADMYTE� II,� Archivo� Digital� de� Manuscritos� y� Textos� Españoles.� Libro� electrónico.� Versión�1.0�[CD�ROM],�dir.�Charles�Faulhaber�et al.,Madrid,�Micronet,�1998,1�CD�ROM,�núm.�87).�

23� La� amplia� significación� de� las� figuras� de� San� Jorge� y� el� dragón� en� el� universo�cristiano� y� en� conexión� con� diversos� mitos� anteriores� es� abordada� por� Francisco�Marco,� Guillermo� Redondo� y� Alberto� Montaner� en� El� Señor� San� Jorge:� Patrono� de�Aragón,�Zaragoza,�Caja�de�Ahorros�de�la�Inmaculada,�1999�(«Mariano�de�Pano»,�16).�

24� Vázquez� Hoys,� cit.� en� n.� 1 1 , s. v. «Cerda� presentánea».� Cacería� y� muerte� se� rela��cionan� en� los� relatos� griegos� de� Idmón� e� Hiante,� donde� ambos� perecen� embestidos� por�jabalíes�en�distintas�monterías�(vid.�Grimal,�cit.�en�n.�10,�s.�v.�«Idmón»�e�«Hiante»).�

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lobo� o� jabalí).25� El� autor� ofrece� como� ejemplo� paradigmático� el� sepulcro� de�don� Fernán� Pérez� de� Andrade� (vid.� las� figuras� 1�3),� que� además� engloba� dos�modalidades� antitéticas� de� jabalí:� el� negativo� característico� de� la� iconografía�cristiana� y� el� indoeuropeo� protector� de� los� espacios� sagrados,� fecundador� y�psicopompo.� Es� importante� añadir� que� el� carácter� festivo� de� estas� partidas� de�caza� se� refleja� en� otros� espacios� decorativos� religiosos� no� funerarios� como,�por� ejemplo,� la� techumbre� de� la� Catedral� de� Teruel,� en� dos� de� cuyas� tablas� se�dibujan�sendas�escenas�de�cacería�de�jabalíes�(vid.�figuras�4�y�5).26�

El� tercer� capítulo,� «La� construcción� del� sepulcro� con� escenas� de� caza»� (pp.�357�358),� compara� en� líneas� generales� los� sepulcros� portugueses� y� gallegos.�En� los� primeros,� cronológicamente� anteriores,� se� destaca� la� tendencia� a� la�simplificación� desde� el� detallismo� y� la� perfección� de� la� factura� del� modelo� clá��sico,� así� como� lo� monumental� de� las� figuras� y� la� reducción� del� mensaje.� Por�el� contrario,� de� las� sepulturas� gallegas,� representadas� por� la� de� don� Fernán�Pérez� de� Andrade,� se� dice� que� ofrecen� un� aspecto� profuso,� con� numerosas�figuras� de� menor� tamaño� y� muy� rico� en� contenido.� Debe� añadirse� que,� según�Lahoz,� este� último� sepulcro,� que� reúne� el� carácter� biográfico� alusivo� a� las�habituales� cacerías� de� la� aristocracia� y� la� constatación� de� una� nobleza� que�trata� de� ocultar� su� carácter� novel,� aparece� relacionado� «con� monumentos� por��tugueses� y� con� una� común� evocación� de� antiguos� sarcófagos� de� cacería»,� que�no� concreta,� y� considera� erróneamente� este� monumento� funerario� como�«introductor� de� la� tipología� en� la� Península».27� El� cotejo� se� completa� con� los�sepulcros� de� don� Fernão� Sanches,� el� Conde� de� Barcelos� (vid.� figuras� 6� y� 7)� y�doña�Branca�de�Sousa�o�doña�Teresa�Anes�de�Toledo.�

Ambos� tipos� de� sarcófagos� se� asocian� en� función� de� su� temática� común� en�el� capítulo� cuarto,� titulado� «Los� sepulcros� galaico�portugueses� con� escenas� de�caza»� (pp.� 358�372),� donde� se� ofrece� un� repertorio� de� sepulcros� que� incluye,�grosso� modo,� una� descriptio,� la� transcripción� de� los� epígrafes,� el� lugar� de� con��servación� y� las� magníficas� ilustraciones� realizadas� ad� hoc� por� el� autor,� quien�además� establece� posibles� relaciones� compositivas� entre� los� sarcófagos� aludi��dos.� El� corpus� está� formado� por� las� sepulturas� de� don� Egas� Moniz,� que� no�ofrece� escenas� cinegéticas,� pero� fue� un� cazador� sobresaliente� (ca.� 1080�1146),�don� Fernão� Sanches� (†� ca.� 1350),� don� Gómez� Martins� Silvestre� (†� ca.� 1361��1371),� doña� Branca� de� Sousa� o� doña� Teresa� Anes� de� Toledo� (†� 1351),� el� conde�

25� Pierre� Lévêque, Bestias,� Dioses� y� Hombres:� El� imaginario� de� las� primeras� religiones,�Universidad�de�Huelva,�1997,�p.�133.�26� La� techumbre� de� la� Catedral� de� Teruel:� Restauración, [Zaragoza],� Departamento� de�Educación�y�Cultura�(D.�G.�A.),�1999,�pp.�8�y�32.27� María� Lucía� Lahoz� Gutiérrez,� «La� vida� cotidiana en� el� ámbito� de� la� escultura�

funeraria� gótica»,� en� Vida� Cotidiana� en� la� España�Medieval.� Actas� del� VI� Curso� de� Cultura�Medieval� (Aguilar� de� Campoo,� 26�30� de� septiembre� de� 1994),� Madrid,� Polifemo,� 1998�p.� 421.� El� gusto� nobiliario� por� la� caza� se� observa,� por� ejemplo,� en� una� miniatura� del�

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Figura�1.�Reconstrucción�cromática�realizada�por�Alfredo�Erias�(p.�369)�del�sepulcro�de�don�Fernán�Pérez�de�Andrade.�Iglesia�de�San�Francisco,�Betanzos�(Galicia).�

de� Barcelos� don� Pedro� Afonso� (ca.� 1289�1354),� don� Vasco� Esteves� Gatuz� (s.�XIV),� don� Fernán� Pérez� de� Andrade� (construido� entre� 1387�1397)� y,� finalmen��te,� los� relieves� de� la� Epístola� y� del� Evangelio� situados� en� el� ábside� de� la� igle��sia� de� San� Francisco� de� Betanzos,� que� rodean� y� completan� los� sepulcros� de�Pérez�de�Andrade�y�de�su�primera�esposa,�doña�Sancha�Rodríguez.�

En� la� conclusión� (apartado� V,� pp.� 373�374)� se� exponen� condensadamente�las� ideas� esenciales� del� texto,� es� decir,� se� alude� a� los� diversos� valores� de� la�representación� del� jabalí� y� a� la� diversidad� funcional� derivada� de� su� empleo�en� distintos� contextos� culturales.� Diacrónicamente,� se� incide� en� su� primer�sentido� de� alimento� y� pieza� de� caza,� al� que� sucede� el� de� dios� protector� y� fer��tilizador,� cuyos� elementos� simbólicos� son� los� colmillos� y� la� crin:� el� sentido� fer��tilizador� lo� identifica� con� los� dioses� de� diversas� culturas� (egipcia,� griega,� etc.)�y� el� espíritu� del� grano;� mientras� que� el� sentido� protector� lo� liga� al� estamento�guerrero,� pues� representa� valentía� y� fiereza,� como� se� refleja� en� los� yelmos� y�

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Figura�2.�Cara�frontal�del�sepulcro�de�don�Fernán�Pérez�de�Andrade.Dibujo�de�Alfredo�Erias�(p.�366).�

Figura�3.�Cara�posterior�del�sepulcro�de�don�Fernán�Pérez�de�Andrade.Dibujo�de�Alfredo�Erias�(p.�367).�

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Figura� 4.� Escena� de� cazador� que� ataca� con� reclamo� a� un� jabalí.�La� techumbre� de� la� Catedral� de� Teruel:� Restauración,� [Zaragoza],�Departamento�de�Educación�y�Cultura�(D.�G.�A.),�1999,�p.�8.�

Figura�5.�Un�infante�alancea�un�jabalí,�ayudado�por�su�jauría�y�otros�infantes.�La�techumbre�de�la�Catedral�de�Teruel,�op.�cit.,�p.�32.�

cascos,� pero� también� conecta� con� las� fuerzas� fecundadoras� de� la� tierra,� que� lo�dotan� de� un� carácter� prolífico� y� psicopompo.� Se� subraya� que� el� sustrato� de� cre��encias� indoeuropeo� y� la� coyuntura� político�religiosa� favorecen� la� construc��ción� de� los� sepulcros� con� escenas� cinegéticas� que� contienen� jabalíes,� y� que� el�ensalzamiento� cristiano� del� caballero� se� plasma� en� la� recuperación� del� héroe�antiguo,� pero� divinizado,� además� se� pone� de� manifiesto� que� en� este� contexto�confluyen� la� recomendación� de� la� caza� para� combatir� el� ocio� (pecado),� la� apa��rición� de� las� órdenes� mendicantes� y,� en� Galicia,� la� necesidad� de� aparentar�antigüedad� legitimadora� por� parte� de� la� nueva� nobleza.� Todos� estos� factores�bélicos,� religiosos� y� funerarios� se� reflejan� en� el� renacimiento� de� las� escenas� de�la�caza�de�jabalí�en�Portugal�y�Galicia.�

El� estudio� finaliza� con� un� «Apéndice»� (pp.� 375�376),� anunciado� ya� en� la� p.�347,� que� recoge� un� fragmento� del� libro� IV,� titulado� «De� animalibus� quadru��

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Figura�6.�Reconstrucción�cromática�hipotética�realizada�por�Alfredo�Erias�(p.�363)���del�sepulcro�de�don�Pedro�Afonso,�conde�de�Barcelos.�Iglesia�del�monasterio�de�San�João�de�Tarouca�(Portugal).�

Figura�7.�Sepulcro�de�don�Pedro�Afonso,�conde�de�Barcelos.�Dibujo�de�Alfredo�Erias.�Alfredo�Erias�(p.�363).�

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pe»,� de� la� obra� De� natura� rerum� de� Tomás� de� Cantimpré,� donde� el� jabalí� se�identifica� metafóricamente� con� el� hombre� malo� cristiano,� se� describe,� se� seña��la� su� valor� gastronómico,� se� detallan� sus� costumbres,� sus� enfermedades� más�frecuentes� y� otras� curiosidades� relativas� al� animal.� Un� texto� análogo� en� cuan��to� a� las� características,� las� costumbres� de� los� jabalíes� e� incluso� la� remisión� a� la�auctoritas� de� Plinio� y� Aristóteles� lo� constituye,� en� mi� opinión,� el� capítulo� quin��to,� «Del� puerco� salvaje� e� de� sus� propiedades»,� del� Líber� de� proprietatibus� rerum�de� Bartolomé� Glanville;� en� éste� se� habla� de� su� crueldad,� su� valor� en� la� cace��ría,� lo� afilado� de� sus� dientes,� las� propiedades� curativas� de� su� orina� y� su� carác��ter�lujurioso.28�

Este� apéndice� se� ilustra� con� un� dibujo� de� las� armas� posiblemente� pertene��cientes� a� don� Lourenzo� Ares� Loureiro,� donde� el� mueble� principal� es� un� jaba��lí� contornado� (aspecto� que,� según� Martín� de� Riquer,� puede� significar� bastar��día),29� pasante� al� tronco� de� un� árbol,30� previsiblemente� de� una� encina.31�Aunque� Erias� no� aborda� en� su� estudio� esta� disciplina,� es� interesante� indicar�que� este� animal� es� una� de� las� figuras� habituales� del� bestiario� heráldico,32� que�Cooper� señala� como� uno� de� los� cuatro� animales� de� la� caza� y� que� aparece� en�la� heráldica� española� en� un� 3�8%� (2%� en� Aragón)� de� las� armerías� respecto� al�resto� de� los� animales,� según� Valero� Bernabé.33� Simboliza,� según� García�Ciprés,� la� «intrepidez� y� el� arrojo»,� pero� también� el� furor� guerrero� y� represen��

códice� Manesse� (siglo� XIV),� que� representa� a� Hetzhold� von� Weissensee� a� caballo,� ata��cando� a� un� jabalí� con� su� espada� mientras� sus� lacayos� y� su� jauría� acosan� al� animal� (vid.�Martín� de� Riquer,� Historia� de� la� literatura� universal,� Barcelona,� Planeta,� 1984,� vol.� 2,�p.�478).�

28 Traducido� por� fray� Vicente� de� Burgos.� Toulouse,� Enrique� Meyer,� 1494,� fol.� 262r��v�(en�ADMYTE�II,�cit.�en�n.�22,�núm.�143).�

29 Martín�de�Riquer,�Manual�de�heráldica�española,�Barcelona,�Apolo,�1942,�p.�47.�30 En� las� representaciones� heráldicas� que� contienen� esta� disposición� se� observan�

dos� variantes:� bien� sumado� de� un� árbol,� bien� atravesado.� Ambas� opciones� son� equi��valentes�y�representan�el�mismo�emblema.�

31 Cf.� el� jabalí� pasante� de� sable� de� las� armas� de� los� Ares� de� Sardenya,� en� Francesc�d�a� Ferrer� i� Vives,� Heràldica� Catalana,� Barcelona,� Milla,� 1993,� vol.� I,� p.� 72,� núm.� 33,� y� los�blasones� de� otras� ramas� de� los� Ares,� en� José� Santiago� Crespo,� Blasones� y� Linajes� de�Galicia,�La�Coruña,�Boreal,�1997,�vol.�I,�p.�165.�

32 Vid.� Eduardo� Pardo� de� Guevara,� Manual� de� heráldica� española,� [Madrid],� Edimat�libros,� 2000,� p.� 37,� y� José� Sánchez� de� la� Rocha� Taboas,� Manual� práctico� de� Heráldica,� 2a�ed.,� [Madrid],� Secretaría� General� Técnica,� Ministerio� de� Defensa,� 1998,� p.� 87,� núm.� 25.�No� existen� ejemplos� tempranos� del� jabalí� en� la� heráldica� artúrica,� según� Gerald� J.�Brault,� Early� Blazon:� Heraldic� Terminology� in� the� Twelfth� and� Thirteenth� Centuries� with� spe��dal� Reference� to� Arthurian� Heraldry,� 2a� ed.,� Woobridge,� The� Boydell,� 1997,� s.� v.� «san��glier».�

33 J.� C.� Cooper,� Diccionario� de� símbolos,� México,� G.� Gili,� 2000,� s.� v.� «Jabalí/Cerdo».�Luis� Valero� de� Bernabé,� Heráldica� gentilicia� aragonesa,� Zaragoza,� Institución� «Fernando�el� Católico»,� [en� prensa].� El� porcentaje� se� redondea� a� 4%� en� el� artículo� del� mismo� autor�«El� diseño� heráldico� y� sus� leyes»,� Revista� Iberoamericana� de� Heráldica,� 13� (1999),�pp.�29�62�(en�p.�39).�

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Figura�8.�Escudo�de�los�Porquet.�Armorial�de�Aragón,�[Zaragoza],�Diputación�General�de�Aragón,�1997.�

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Estudio�iconográfico�del�jabalí�como�animal�simbólico�y�emblemático

ta� «a� aquellos� guerreros� que� no� hacen� mal� si� no� son� provocados».34� En� este�contexto� bélico� y� heroico� se� podría� considerar� que� «La� quinta� señal� militar� de�los� Romanos,� fue� un� Javali,� y� algunos� Godos,� y� Wandalos� audaces,� y� guerreros,�le� tomaron� por� divisa,� como� lo� hizo� el� Máximo� Carlos� V.� à� mas� de� las� colum��nas� [de� Hércules],� dando� à� entender� que� sus� designios,� eran� iguales� à� sus� con��quistas».35�El�emperador�a�su�vez�otorgó�diversas�armas�que�lo�contenían.��

En� heráldica� el� jabalí� suele� representarse� pasante,� de� sable,� mostrando� las�dos� defensas� (usualmente� esmaltadas� de� plata),36� lo� que� se� blasona� defendido�de,� y� siempre� de� perfil� y� con� las� cuatro� patas� en� el� suelo,� y� entonces� se� llama�parado,� aunque� también� puede� dibujarse� alzado,� en� cuyo� caso� se� denomina�furioso.37� Si� las� cerdas� están� erizadas,� se� lo� califica� de� engrifado;� cuando� el� jaba��lí� es� joven� recibe� el� nombre� de� porquel,38� y� si� únicamente� se� representa� su�cabeza,� se� denomina� hure,39� mientras� que� se� llama� boutoir� la� imagen� exenta� de�su� nariz,� términos� ambos� inusules� y� tomados� de� la� heráldica� francesa.� En�escenas� de� caza� (más� esquemáticas� y� sintéticas� que� las� halladas� en� los� sepul��cros),� aparece� perseguido� por� perros� y� recibe� el� adjetivo� de� acosado,40� pero�

34 Gregorio� García� Ciprés, Diccionario� heráldico, Huesca,� Viuda� de� Leandro� Pérez,�1916,� p.� 6;� Valero� de� Bernabé,� Heráldica� gentilicia...,� cit.� en� n.� 33.� Adviértase,� no� obstan��te,� que� este� tipo� de� simbolismo,� incluso� cuando� procede� realmente� de� fuentes� medie��vales,� rara� vez� resulta� operativo� en� los� emblemas� heráldicos,� al� menos� antes� del� siglo�XV.�

35 Francisco� Javier� de� Garma,� Adarga� catalana,� arte� heráldica� y� prácticas� reglas� del� bla��són,� Barcelona,� Mauro� Martí,� 1753;� ed.� facs.,� Valencia,� Librerías� «Paris�Valencia»,� 1997,�vol.� I,� p.� 192.� Sobre� la� importancia� que� Shakespeare� concede� al� jabalí� como� divisa� del�rey� Ricardo� III,� vid.� Michael� Ferber,� A� Dictionary� of� Literary� Symbols,� Cambridge,�University�Press,�1999,�s.�v.�«Pig».�

36 Aunque� Giovanni� Cairo,� cit.� en� n.� 6,� s.� v.� «cinghiale»,� afirma� que� «può� avere�denti�di�smalto�diverso».�

37 Su� forma,� disposición� y� tipología� representativa� se� recogen� en� García� Ciprés,� cit.�en� n.� 34,� p.� 6;� Riquer,� cit.� en� n.� 29,� p.� 31;� Luis� F.� Messía� de� la� Cerda,� Heráldica� española:�El� diseño� heráldico,� Madrid,� Aldaba,� 1990,� p.� 152,� y� Valero� de� Bernabé,� «El� diseño� herál��dico� y� sus� leyes»,� cit.� en� n.� 33,� p.� 24� y� Heráldica� gentilicia...,� cit.� en� n.� 33,� quien� realiza�una� amplia� y� completa� exposición� sobre� el� jabalí� heráldico� y� su� presencia� en� las� armas�y� escudos� aragoneses.� Jabalíes� furiosos� se� emplean� en� los� escudos� de� los� linajes�Triegler� y� Tréouret,� que� pueden� verse� en� las� láminas� XLVII� y� XLIX� de� V.� y� H.� V.� Rolland,�Illustrationes� à� l�armorial� general,� ed.� facs.� J.�B.� Rietstap,� V.� &� H.� V.� Rolland�s� Illustrations�to�the�Armorial�general,�Ramsbury,�Heraldry�today,�1967.�

38 Vid.� en� la� figura� 8� el� ejemplar,� posiblemente� joven,� dibujado� en� el� escudo� de�Porquet� («los� porquetes»)� en� Armorial� de� Aragón,� ed.� facs.� [Zaragoza],� Diputación�General� de� Aragón,� 1997,� fol.� 333,� aunque� posee� apariencia� de� adulto� (núm.� 502)� en�Ferrer�i�Vives,�cit.�en�n.�31,�vol.�II,�pp.�478�479.�

39 Vid.� los� hures� en� las� armas� de� los� Fernández�Rubio� aragoneses� (García� Ciprés,�cit.� en� n.� 34,� p.� 35),� los� Celaya� darocenses� (Rafael� Esteban,� La� ciudad� y� comunidad� de�Daroca,� Teruel,� Instituto� de� Estudios� Turolenses,� 1959,� p.� 288)� y� los� Porcell� mallorqui��nes�(Ferrer�i�Vives,�cit.�en�n.�31,�vol.�II,�pp.�478�479,�núm.�502).�Vid.�figura�9.�

40 Las� armas� de� los� Leraza� incluyen� «un� jabalí� perseguido� por� dos� lebreles»� (José�Pascual� de� Liñán� y� Eguizábal,� Conde� de� Doña�Marina,� Armorial� de� Aragón,� Huesca,�

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también� puede� aparecer� enfrentado� a� un� oso,� como� se� observa� en� las� armas�del� municipio� gallego� de� Pontedeume� (vid.� figura� 11),� que� alude� a� los� anima��les� puestos� por� don� Fernán� Pérez� de� Andrade� en� el� puente� de� la� localidad,�también� representado� en� el� escudo.41� Independientemente� de� estos� aspectos�formales,� en� ocasiones� se� emplea� como� arma� parlante� y� en� tal� caso� «le� plus�souvent� d�ailleurs� avec� des� patronymes� évoquant� le� porc� domestique� et� non�le� porc� sauvage»,� según� Pastoureau� en� «Le� sanglier� dans� les� sceaux� du�Moyen�Age».42�E�igualmente�posee�entidad�como�figura�quimérica.43�

Como� dato� curioso� cabe� añadir� que� la� imagen� del� jabalí,� con� variantes� en� su�diseño,� fue� empleada� frecuentemente� como� filigrana� o� marca� de� agua,� con� la�función�identificar�el�molino�en�el�que�se�elaboraba�el�papel�(vid.�figura�12).44�

�*�*�*�

En� definitiva,� el� estudio� de� Alfredo� Erias� ofrece� un� panorama� de� gran�amplitud� y� profundidad� sobre� la� simbología� del� jabalí� en� diversas� culturas� y�en� una� extensa� franja� temporal,� que� clarifica� el� empleo� de� su� imagen� y� sus�atributos,� y� de� modo� específico� centra� la� atención� en� los� sepulcros� gallegos� y�portugueses� con� escenas� de� montería,� para� ofrecer� conclusiones� sintéticas.� Se�

Leandro� Pérez,� 1911;� ed.� facs.� introd.� Guillermo� Redondo� y� Alberto� Montaner,�Zaragoza,� Institución� «Fernando� el� Católico»,� 1994,� s.� v.� «Leraza»),� y� una� de� las� repre��sentaciones� de� las� armas� de� los� Miramón� de� Guipuzcoa� se� blasona� como� un� jabalí�«poursuivi� par� un� chien� du� même»� (Hubert� Lamant�Duhart,� Armorial� du� Pays� Basque,�Biarritz,� J� &� D� Éditions,� 1997,� s.� v.� «Miramón»).� Contenido� cinegético� se� aprecia� tam��bién� en� el� escudo� más� reciente� de� la� localidad� burgalesa� de� Mecerreyes,� cuyo� tercer�cuartel� muestra� un� jabalí� pasante� con� un� dardo� clavado� (Fray� Valentín� de� la� Cruz,�Burgos:� Heráldica� Municipal,� Burgos,� Caja� de� Ahorros� Municipal,� 1986,� pp.� 35� y� 38.� Vid.�figura�10).�

41 Eduardo� Pardo� de� Guevara,� Emblemas� municipais� de� Galicia,� Xunta� de� Galicia,�1999,� vol.� I,� pp.� 255,� 253� y� XLIII.� Valero� de� Bernabé,� Heráldica� gentilicia...,� cit.� en� n.� 33,�afirma� que� en� la� heráldica� centroeuropea� medieval� el� jabalí� poseyó� valor� totémico,�«opuesto� al� oso,� siendo� representativo� de� numerosos� clanes� guerreros».� Alude� a� un�enfrentamiento�ideológico.�

42 Publicado� en� Le� bestiare� des� monnaies,� des� sceaux� et� des� médailles,� apud� Pastoureau,�Traité� d�� héraldique,� 3a� ed.,� Paris,� Picard,� 1997,� p.� 146.� El� blasón� de� los� Sangorrín� men��ciona� «seis� jabalíes� de� sable»� (Liñán� y� Eguizábal,� cit.� en� n.� 40� ,� s.� v.� «Sangorrín»)� y� las�armas� de� los� Carrasco� incluyen� junto� a� la� carrasca� o� encina� un� jabalí,� tal� vez� para� iden��tificar� el� árbol� (Vicente� Cadenas� y� Vicent,� Repertorio� de� blasones� de� la� comunidad� hispáni��ca,�Madrid,�Hidalguía,�1964�1969,�15�vols.�(en�vol.�III,�p.�68)).�

43 Las� armas� de� los� Stanwich� ingleses� muestran� «la� cabeza� de� un� jabalí� acollarado�de� una� corona� de� marqués,� con� alas� de� murciélago,� todo� de� sable,� billeteadas� de� oro»�(José� María� de� Montells,� Diccionario� heráldico� de� figuras� quiméricas� (y� otros� términos� rela��cionados� con� la� ciencia� del� blasón),� Zaragoza,� Institución� «Fernando� el� Católico»,� 1999,�s.�v.�«Jabalí»).�

44 Charles� Möise� Briquet,� Les� filigranes.� Dictionnaire� historique� des� marques� du� papier,�Paris;� Genève,� Picard.� Reimp.� New� York,� Hacker,� 1966,� 4� vols.� (en� vol.� IV,� núms.� 13571��13597).�

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Figura�9.�Emblema�municipal�de�la�localidad�gallega�A�Porqueira.�Eduardo�Pardo�de�Guevara,�Emblemas�municipais�de�Galicia,�Xunta�de�Galicia,�1999,�vol.�I,�

p.�277.�

Figura�11.�Emblema�municipal�de�la�localidad�gallega�Pontedeume.�Eduardo�Pardo�de�Guevara,�

op.�cit.�p.�255.�

Figura�10.�Escudo�de�la�localidad�burgalesa�de�Mecerreyes.�Fray�Valentín�de�la�Cruz,�Burgos:�Heráldica�Municipal,�Burgos,�Caja�de�Ahorros�Municipal,�1986,�p.�38.�

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trata,� por� tanto,� de� un� trabajo� elaborado� sobre� un� importante� fondo� bibliográ��fico,� donde� prima� la� metodología� científica� y� el� rigor,� pese� a� la� complejidad�que� conlleva� siempre� el� análisis� de� los� signos,� símbolos� y� emblemas,� donde� el�estudioso� puede� dar� rienda� suelta� a� su� subjetividad� inadecuadamente.�Asimismo,� la� abundancia� de� ejemplos� documentados� y� de� índole� multidisci��plinar� (textos� literarios� y� legendarios,� elementos� arqueológicos,� representacio��nes� pictóricas)� favorece� la� lectura� del� texto,� ya� de� por� sí� de� gran� interés,� y� la�comprensión� de� las� tesis� propuestas.� A� todo� ello� se� añade� uno� de� los� aspectos�más� sobresalientes� del� estudio:� las� numerosas� ilustraciones� realizadas� por� el�autor,� que� van� acompañadas� de� texto� explicativo� sobre� su� contenido� y� lugar�de� procedencia� y� que� hermosean� la� publicación,� además� de� proporcionar� el�apoyo�visual,�tan�importante�en�todo�análisis�iconográfico�y�emblemático.�

RUS�SOLERA�LÓPEZ�

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Figura�12.�Marcas�de�agua�con�forma�de�jabalí.�C.�M.�Briquet,�Les�filigranes.�Dictionnaire�historique�des�marques�du�papier,�Paris;�Genève,�Picard.�Reimp.�New�York,�Hacker,�

1966,�4�vols.�(en�vol.�IV,�núms.�13594,�13572,�13573,�13578�13581).�