21/12/2020 el país (país vasco) · 2020. 12. 21. · el mundo. lunes 21 de diciembre de 2020 i 19...

6

Upload: others

Post on 23-Jan-2021

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: 21/12/2020 El País (País Vasco) · 2020. 12. 21. · EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020 i 19 OTRAS VOCES EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados
Page 2: 21/12/2020 El País (País Vasco) · 2020. 12. 21. · EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020 i 19 OTRAS VOCES EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados
Page 3: 21/12/2020 El País (País Vasco) · 2020. 12. 21. · EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020 i 19 OTRAS VOCES EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados

21/12/2020 El País (País Vasco)

https://lectura.kioskoymas.com/el-pais-pais-vasco 1/1

Page 4: 21/12/2020 El País (País Vasco) · 2020. 12. 21. · EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020 i 19 OTRAS VOCES EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados

21/12/2020 ABC (Norte)

https://lectura.kioskoymas.com/abc-norte 1/1

Page 5: 21/12/2020 El País (País Vasco) · 2020. 12. 21. · EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020 i 19 OTRAS VOCES EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados

21/12/2020 BE LÉN CIE RRA EL POR TAL

https://lectura.kioskoymas.com/la-razon/20201221 1/1

Page 6: 21/12/2020 El País (País Vasco) · 2020. 12. 21. · EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020 i 19 OTRAS VOCES EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados

EL MUNDO. LUNES 21 DE DICIEMBRE DE 2020

19

i OTRAS VOCES

EL GRAN ciclo de las estaciones –con sus períodos fríos, templados o calurosos, con sus épocas secas o lluviosas, con sus noches más largas o cortas– ya determinaba el ritmo de vida de cazadores y reco-lectores en el Paleolítico. Y este ciclo, ya en el Neo-lítico, hace unos 10.000 años, se traducía directa-mente en las labores de los agricultores: labrar la tierra, sembrarla, cuidarla y cosechar los frutos pa-ra volver a labrar, volver a comenzar.

Este ciclo natural está determinado por la incli-nación del eje de rotación de la Tierra respecto al plano de su órbita en torno al Sol. Desde nuestra perspectiva vemos al astro rey pasar del punto Aries (primavera) al trópico de Cáncer (verano), al punto Libra (otoño) y al trópico de Capricornio (in-vierno), para regresar nuevamente al punto Aries. Es, pues, un ciclo que imperaba en la Tierra mucho antes que las religiones. Un ciclo que tiene sus pun-tos álgidos en los dos solsticios.

En esos dos momentos del año, si observamos el Sol a la misma hora en días sucesivos, parece que el astro rey se ha detenido en el firmamento (y de ahí se deriva el término solsticio, en latín sol quieto). Y en esos momentos suceden las noches más cortas del año, en la llegada del verano, y las más largas, en la llegada del invierno. Grandes monumentos megalíti-cos como Stonehenge se construyeron hace unos 5.000 años para señalar con precisión la llegada de los solsticios. No es de extrañar que estos momentos del año, auténticos puntos de inflexión en la vida de los hombres, fuesen objeto de celebración, incluso desde los primeros ritos de tipo religioso.

Hace 4000 años ya se veneraba a Mitra en la India védica, un dios solar relacionado con la suave clari-dad de la luz que ilumina el alba. Un dios, por tanto, evocador del renacer, cuyo culto se diseminó por gran parte del mundo antiguo. Su gran fiesta, deno-minada Shab-e Yaldá, fue establecida en Persia cada 21 de diciembre, coincidiendo exactamente con el

solsticio. Mitra fue im-portado después en Ro-ma, donde recibió un culto que recordaba a los de las religiones griegas. En el siglo II a. C. se celebraban ritos basados en su supuesta muerte, y su resurrec-

ción se festejaba el 25 de diciembre. Las Saturnales fueron otras importantes festivida-

des romanas, esta vez en honor del dios de la agricul-tura, Saturno, que también se celebraban en la sema-na del solsticio de invierno, entre el 17 y el 23 de di-ciembre. Eran fiestas populares que se vivían en la calle a la luz de las antorchas. Fiestas en las que los ricos se esforzaban por distribuir regalos y alimen-tos en un desmedido frenesí de comida y bebida que intentaba hacer olvidar la angustia de las larguísimas

noches. En la Alejandría ptolemaica también se cele-braba por las fechas del solsticio el nacimiento de un dios, en este caso se trataba de Aion, una versión de Osiris y Dionisos que aseguraba mediante sus perió-dicos renacimientos la eternidad de la ciudad. Los pueblos germánicos y celtas ofrecían sacrificios a Odín durante las fiestas de Yule, también en el sols-ticio de invierno. Estas fiestas duraban originalmen-te 12 días y constituían una celebración de la vida fa-miliar y de la fertilidad.

En el año 218, el emperador Heliogábalo, erigién-dose en sumo sacerdote, instauró en Roma un nue-vo culto al dios Sol que trataba de sustituir al culto de Júpiter. Este culto, transformado por Aurelio en el 274, dio lugar a la famosa festividad del Sol Invictus. Inspirado por las celebraciones de Mitra, la festivi-dad se fijó entre el 22 y el 25 de diciembre, nueva-mente evocando al Sol que sale victorioso sobre la oscuridad prolongada de las noches del solsticio. Constantino instauró, ya en el 321, el día de descanso en el Dies So-lis, el domingo, cuya denominación aún lleva el término Sol en varios idiomas (como en in-glés: Sunday) y así el Sol Invictus quedó inte-grado en la religión es-tatal romana hasta que Teodosio abolió el pa-ganismo en el 380.

Los cristianos primi-tivos no celebraban la fecha del nacimiento de Cristo. Para ellos, la fe-cha importante era la de su pasión y muerte. El escritor cristiano Tertuliano había calcu-lado en el año 200 que la muerte de Cristo tu-vo lugar el 25 de marzo (cerca del equinoccio de primavera), mien-tras que, en provincias orientales del Imperio Romano, fijaron la muerte de Cristo en el 6 de abril. Y parece plau-sible que, como he ex-plicado en otro lugar, los cristianos de los si-glos II y III adoptasen la idea de que Jesús fue concebido en el mismo día del calendario en que moriría (el 25 de marzo), y que nació nueve meses más tarde (el 25 de diciembre). Con el tiempo, la fecha del 25 de diciembre pa-ra la Natividad ganó mucho más adeptos que la del 6 de enero, fecha esta última que, no obs-tante, fue conservada en la mayoría de los lugares para celebrar la Epifanía.

Así, la celebración de la Navidad en el solsticio de invierno sería una coincidencia más con todas esas celebraciones que tenían lugar en el mundo antiguo en el hemisferio norte. La astronomía, incluyendo el gran ciclo de las estaciones, dota a las religiones de un simbolismo supremo, que remite al firmamento y a los fenómenos y ciclos celestes.

Hoy las Navidades pierden su espiritualidad en unas fiestas del solsticio transformadas en nuevas Saturnales en las que los excesos de comida y bebi-da se unen en un hiperconsumismo que hace palide-cer a aquellas fiestas paganas. Paradójicamente, al-gunas de esas celebraciones paganas, como las fies-tas de Yule a las que nos referíamos más arriba, han sido reconstruidas en la actualidad dentro de los mo-vimientos denominados neopaganos, corrientes su-

puestamente espirituales que, como la Wicca, están inspiradas en religiones politeístas anteriores al cris-tianismo y que, sorprendentemente, ya tienen en tor-no al millón de seguidores en el mundo. Parece que tratan de reconstruir ideas y religiones olvidadas en un nuevo y desesperado intento de espiritualidad.

ASÍ, en nuestra sociedad tan compleja, algunos con-vierten las celebraciones cristianas en Saturnales, y otros acuden a las paganas para recuperar una espi-ritualidad perdida. Simultáneamente, en la vida ur-bana, el ciclo de las estaciones se difumina. Se vive en ambientes artificiales en los que las temperaturas están acondicionadas, la luz se regula siempre al mismo nivel, los alimentos no dependen de la tempo-rada, la vegetación está en un muy segundo plano, etc. Mientras lo espiritual se disipa, también perde-mos el contacto con la naturaleza y con sus ciclos. Quizás sean, todos estos, fenómenos relacionados.

Quizás para recuperar la espiritualidad debería-mos volver nuestros ojos al mundo natural, recupe-rar el pulso de las estaciones, recobrar la sensibilidad por las maravillas del planeta y del cosmos. Y, para ello, la ciencia contemporánea, que describe muchos de estos fenómenos de manera racional y con un gran lujo de detalles, puede sernos de gran ayuda. Adicionalmente a las creencias de cada uno, hoy la ciencia es la mayor fuente de inspiración para recu-perar la fascinación por el mundo en el que vivimos, y ¿no es esto una forma de misticismo? Pero, ade-más, la ciencia también nos permite actuar para en-frentarnos a los grandes retos de la humanidad, pa-ra lograr nuestros ideales como especie, para, en de-finitiva, hacer un mundo mejor y más humano.

Rafael Bachiller es astrónomo, director del Observatorio Astronómico Nacional (IGN) y autor de El universo im-probable.

La ciencia es la mayor fuente de inspiración para recuperar la fascinación por el mundo

en el que vivimos

LPO

El autor considera la importancia del solsticio en las celebraciones de todo tipo de religiones, y reflexiona sobre la búsqueda de la espiritualidad y el papel que puede jugar la ciencia en esta búsqueda.

CIENCIATRIBUNA i

Fiestas de solsticio RAFAEL BACHILLER