2 - américa latina y conciencia cristiana

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  • PRESENTACIN Una de las caractersticas ms notables del ac- tual movimiento de renovacin del cristianismo en Amrica Latina es la toma de conciencia de la identidad propia. En una convergencia proftica, desde los ngulos socio-econmico, cultural, tni- co, religioso y pastoral, Amrica Latina est po- niendo en movimiento el dinamismo de su original vocacin histrica. No por casualidad una de las expresiones ms "latinoamericanas" hoy es "con- cientizar", tomar y hacer tomar conciencia. La "concientizacin" cristiana ser ingrediente indispensable del continente del maana. En qu grado de influencia, el espritu de los mismos cris- tianos y la historia lo dirn. Por eso hoy da una de las grandes tareas de la Iglesia y de su Pastoral es la de crear el sentido original y responsable de una conciencia cristiana latinoamericana en sus hi- jos. En el presente volumen, el autor-profesor de Historia de la Iglesia en Amrica Latina en el IPLA ha reunido algunas de sus ms significativas confe- rencias y artculos sobre esta materia. El aporte slido de elementos histricos y de antropologa cultural que realiza esta obra sern preciosa ayuda tanto para la elaboracin de una "teologa" como de una pastoral conscientemente latinoamericanas. En memoria del 450 aniversario de la toma-de -conciencia, conversin a la causa de la justicia, de Bartolom de las Casas. (1514-1964). 6

  • INTRODUCCIN Como nos referimos a una CONCIENCIA CRIS- TIANA en Amrica Latina, querramos sugerir tres textos, porque la dicha conciencia se expresa para- digmticamente en la figura de los profetas, y, s- tos, habiendo existido a lo largo de toda la tradicin judeo-cristiana, no han faltado en nuestra Amrica: "El Espritu de Yahv, el Seor, reposa so- bre m, pues Yahv me ha consagrado, me ha enviado a proclamar la Buena Nueva a los po- bres... a anunciar a los cautivos la amnista, a los prisioneros la liberacin" (Isaas 61,1 seis siglos a. JC). "Bienaventurados los pobres, porque vues- tro es el Reino de los Cielos... Malditos voso- tros los ricos, porque sis reos de condena- cin..." (Jess, en el Evangelio de Lucas 6, 20- 24). "Yo soy una voz que clama en el desier- to de esta isla... y es para haceros conocer vues- tra falta contra los indios... Ella os dice que estis en falta grave a causa de vuestra crueldad con que tratis esta raza inocente" (Antonio de Montesinos, sermn del tercer do- mingo de adviento de 1511, en la Isla Espaola Hait).

    Fue principalmente Bartolom de Las Casas

    quien tom antorcha encendida por Montesinos, en aquel da memorable de 1514 cuando lea un texto de la misma tradicin judeo-cristiana:

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  • "Inmunda es la ofrenda del bien mal adqui- rido, los sacrificios de los malvados no me son agradables" (Eclesiasts) (Ben Sira) 34,21 ). Despus de un Bartolom vendrn otros mu- chos, seguirn sus pasos, un Vasco de Quiroga en Michoacn, el Tata de los Tarascos (1538-1665), Luis Beltrn (1525-1581), Pedro Claver (1580-1654) entre los negros de Nueva Granada; Francisco So- lano (1576-1628) entre los indios del norte argen- tino, o Toribio de Mogrovejo (1538-1606) entre los del Per; Roque Gonzlez creador de la civilizacin del Paraguay de las reducciones (1576-1628), Mar- tn de Porres entre los pobres de Lima (1576-1639), Junpero de Serra entre los californianos en el si- glo XVIII... un Hurtado en Chile en pleno siglo XX, para despertar una conciencia adormecida... En los tiempos de la naciente civilizacin his- panoamericana fusin de las culturas y civiliza- ciones amerindianas la conciencia cristiana supo rpidamente, aunque con mayor o menor claridad se- gn las pocas, tomar posicin, proclamar las in- justicias, proponer y crear dentro de sus reduci- das posibilidades los instrumentos para la efec- tiva promocin de los ms necesitados. Sin embar- go, la noche oscura de nuestra historia (el siglo XIX) adormeci, casi extingui, comprometi, dicha con- ciencia con formas socio-polticas que le impidieron cumplir su funcin proftica. Es a la nueva genera- cin cristiana latinoamericana, junto con todas las juventudes que pretenden realizar en Amrica La- tina un cambio de estructuras, a las que dedicamos estas lneas. 8

  • CONCIENCIA CRISTIANA LATINOAMERICANA I 1. HACIA UNA METODOLOGA GLOBAL Es necesario previamente clarificar las condicio- nes metodolgicas que nos proponemos utilizar con- juntamente. Para ello, ser necesario discernir los di- versos niveles en los que cada ciencia o grupo de ciencias poseen sus objetos. En los ltimos aos se ha visto, cada vez ms, que la creciente especializa- cin impide tener una visin de conjunto. Reunidos los especialistas de diversas ciencias, pueden, sin embargo estudiar Latinoamrica abrindose a la pro- blemtica de sus colegas que operan en otros nive- les que el propio. El hombre es irreductible al anli- sis de una ciencia; debe ser estudiado por todas ellas; mucho ms cuando se trata de un hombre con- creto, de una porcin de la humanidad presente: la comunidad latinoamericana de Naciones. Existe una doble dificultad. En primer lugar, obje- tivamente: Se pretende negar la unidad de nuestra ci- vilizacin y cultura latinoamericana, en beneficio de una autonoma o personalidad nacional. Dicho nacio- nalismo debe ser definitivamente superado, como pro- ducto de la edad del liberalismo (el siglo XIX) de la 9

  • oligarqua criolla, del aislacionismo artificial y suici- da. En segundo lugar, subjetivamente: cada ciencia, cada cientfico, cada especialista an en el campo obrero o rural posee su mtodo especfico. Rpida- mente constituye como absoluto su modo de ver, su modo de actuar, su modo de tratar el mundo, las co- sas, los hombres. As el matemtico slo cuantifica- r las cosas no discerniendo ni su historicidad ni su cualidad; as el socilogo "sociologizar" la realidad perdiendo sus contenidos intencionales; as el filso- fo se perder en sus lecturas ms o menos irreales; as el telogo repetir las frmulas sabidas sin preo- cuparse de pensar la realidad de su tiempo o la an- gustia del pueblo; etc. Es necesario comprender que mientras no nos habituemos a saber sentarnos jun- to a una mesa, con el espritu predispuesto a un tra- bajo de inter-ciencia, todo ser imposible. Debemos abandonar el particularismo para abrirnos a una vi- sin universal y descubrir en equipo un neo-humanis- mo latinoamericano. 2. ETHOS SOCIAL O CULTURAL(3) El hombre que ha inventado las civilizaciones por diversos condicionamientos colectivos e hist- ricos ha adoptado, de hecho, diversas actitudes, ha utilizado los instrumentos de civilizacin de diferen- tes maneras. Esas maneras, actitudes, posiciones existenciales forman un cuerpo orgnico de hbitos y costumbres en una conducta personal y social, pre- sente e histrica, que denominamos ethos de un pue- blo el modo de vivir. Entre la objetividad de los instrumentos de la civilizacin y la pura espontanei- dad de la libertad por ejemplo, existe un plano intermedio: el de los modos, las actitudes fundamen- tales que determinan la direccin, el sentido, el fin del acto, es decir, el temple especial con el que se re- laciona el hombre con el sistema de los tiles. Com- prese por ejemplo el ideal de belleza del mundo he- lnico, con el orden prctico del romano; el profundo pesimismo de lo histrico y contingente (maya), del 10 hind con el carcter guerrero de un azteca; la pasivi-

  • dad y resignacin de un inca con el profetismo israe- lita; la intemporalidad de una tribu animista con el es- catologismo cristiano determinado por el gape o caridad. Son diversos temples, temperamentos, es- tilos. Estas actitudes fundamentales no son ni tan transmisibles, ni tan acumulativas como el sistema de la civilizacin, sin embargo, no son la mera espon- taneidad. Puede transmitirse y acumularse en cier- ta medida por la educacin, en el mbito de una so- la subjetividad personal y social; en una persona su temple termina con su muerte, en una sociedad em- pieza y termina con la vida histrica del grupo; mien- tras que el sistema de los tiles de la civilizacin pueden ser transmitidos a otros grupos, a otros mbi- tos subjetivos, y en ello consiste la transmisin acu- mulativa y ascendente del progreso. El temple propio greco-romano desapareci casi ante el choque del estilo judeo-cristiano, de igual mo- do que la cultura de las civilizaciones amerindianas fueron esencialmente desorganizadas y agonizaron durante mucho tiempo ante el choque del ethos his- pano-europeo. El ethos social latinoamericano ser el objeto de las ciencias del espritu en general y de la psicologa social latinoamericana. 3. NCLEO FUNDAMENTAL DE VALORES(4) Toda civilizacin y ethos como los hemos des- crito en los dos apartados anteriores poseen un sentido ltimo. Slo en nuestro tiempo, en la civiliza- cin de contenidos diversos, pluralista y profana, el sistema de tiles o instrumentos tcnicos de la huma- nidad actual deja de tener "un" sentido para reducir- se slo a una mera exterioridad. El sentido ltimo pue- de estar difuso, inconsciente o es difcil de discernir, pero nunca se encuentra ausente. Todo sistema de civilizacin se organiza en torno a una mdula, un fo- co, un ncleo tico mtico, los valores: fundamenta- les del grupo que pueden descubrirse por la herme- nutica de los mitos bsicos de la comunidad, siendo 11 la filosofa de la religin uno de los instrumentos in- dispensables. Son, entonces, los niveles ms pro-

  • fundos de una civilizacin: aquellas estructuras, fines o valores que no son ni vistos como objeto, ni critica- dos, y que, sin embargo, son los objetivos hacia los que tienden todas las conductas, son los valores que justifican la eleccin y utilizacin de los instrumen- tos. Es el organismo intencional que funda en grupo humano, y lo define, en lo que tiene de propio, esen- cial. Por ejemplo, las civilizaciones indo-europeos po- sean una estructura intencional dualista: el mundo de lo divino es el que existe realmente; lo experimen- tal es mortal y corruptible; de all que el hombre sea el alma, y el cuerpo causa del mal; de all que la his- toria no exista dentro del eterno retorno del maya o la doxa, de all que la salvacin sea una ascesis soli- taria fuera de la ciudad por naturaleza totalitaria. De modo anlogo, en Amrica, tanto los Aztecas como los Incas poseyeron este ncleo tico-mtico. Los Toltecas por ejemplo, gracias al sacerdote Quet- zalcatl el principal de los tlamatinime (sabios, llegan a una cierta claridad en las estructuras inten- cionales del mundo nahuas. En primer lugar existe el Dios de la dualidad Ometotl. "Quetzalcatl saba que en el oriente, en la regin de la luz, ms all de las aguas inmensas, estaba precisamente el pas del co- lor negro y rojo, Tlilan, Tlapalan, la regin de la sabidu- ra. Escapando por la regin de la luz, podra tal vez superarse el mundo de lo transitorio"(5). Igualmente pensaban que exista un eterno retorno, y que nos en- contrbamos en la edad del Sol en movimiento, para lo cual haba que inmolar la vida y la sangre humana para mantener el mecanismo csmico (rito y mito de la creacin y la conservacin bien conocido, que jus- tificaba el sacrificio de las vctimas humanas). Vemos cmo esos ltimos valores, o el ncleo tico mtico de los aztecas mova a aquel temple guerrero a enca- minar toda la civilizacin, las guerras y hasta el co- mercio, a fin de encontrar vctimas para sus dioses sus valores e imponer su imperio sobre los pue- 12 blos de la meseta mexicana como un medio para pre- servar la continuacin ntica del universo. El ncleo tico-mtico oriental desde adentro la civilizacin y

  • conforma an el mismo ethos. De igual modo los se- mitas que se difunden durante varios milenios des- de el desierto arbico, oponindose a los indo-germa- nos que irradian su potencial humano desde el centro del continente asitico, especialmente los hebreos, comprenden al hombre como una unidad carnal-espiri- tual, donde la creacin ha radicalizado el comienzo y por ello mismo no hay ni eterno retorno ni diviniza- cin del cosmos, de donde nacer por primera vez la conciencia histrica y la visin demitificada del universo fundamento de todas las ciencias moder- nas. Esa tradicin judeo-cristiana, despus de tres milenios y medio de experiencias si partimos de Abraham ser adoptada y particularmente vivida por el pueblo hispnico. Comprendemos ahora que de- bi producirse un choque profundo entre el ncleo o valores fundamentales hispnicos y los de la amerin- dia. Debe adems comprenderse que la evangeliza- cin choque entre el mundo mtico y el foco inten- cional cristiano (la fe), entre el ethos indio y el cris- tiano (especialmente la caridad y la esperanza) no debe confundirse con el mero choque del mundo his- pnico y el indio, aunque muchas veces se unificaron. Aqu debiera plantearse todo el problema del mesia- nismo hispano tentacin del pueblo judo de uni- ficar cristianismo e hispanismo contra lo puramente pagano. En verdad, la comunidad latinoamericana na- ce por la fusin de tres polos: la civilizacin y el mundo hispnico, la Iglesia (que muchas veces oper autnomamente) y las civilizaciones amerindianas. Queremos recalcar nuevamente, que no deben confundirse el ncleo tico-mtico de la civilizacin hispnica y el foco intencional cristiano que es la Fe. 13 4. GRUPOS SOCIALES(6) Ni la civilizacin, ni el ethos, ni los ltimos valo- res diversos niveles de profundidad agotan los

  • elementos metodolgicos a discernir. Debemos toda- va tener en cuenta los sujetos en los que dichos nive- les existen y que juegan recprocamente un papel constituyente. Nos referimos a los grupos sociales, lites, estructuras de la comunidad. Es evidente que tanto la civilizacin la economa, la poltica, etc., como los valores van formando grupos comercian- tes, gobernantes, sabios, proletarios, etc. que ejer- cen como funciones propias el uso y justificacin de los diversos instrumentos. Pero igualmente, en cier- tos momentos, son los grupos los que, conservando los privilegios adquiridos estatuyen para siempre una estructura de civilizacin dada o ciertos valores con- cretos como en China hasta bien entrado el siglo XX, bajo la organizacin Imperial y los valores confu- siano-budistas. En Amrica Latina, no slo es necesario saber discernir la historia de nuestra civilizacin produ- cido por el choque del instrumental dado en sistema de los grupos amerindianos y el hispnico, para des- pus ser reemplazado por el europeo y norteamerica- no, ni de nuestro ethos o de los ltimos valores de nuestra comunidad trabajo de discernimiento feno- menolgico todava a realizar y propiamente filosfi- co, sino adems, es necesario una historia social donde pueda verse la evolucin de los grupos, las cla- ses, las lites, las generaciones, la movilidad del po- der, etc. ___________ Teniendo en cuenta estos tres niveles de profun- didad y los grupos sociales creemos que ser practi- cable un trabajo en equipo de interciencia, en comu- nidad y unidad a fin de dar cuenta del hombre latino- americano, es decir, de aquella parte de la humani- dad que habitando en nuestro continente le ha toca- do estar particularmente limitado a ser s mismo, es decir, latinoamericano. 14

  • II LA AMRICA LATINA EN EL ESPACIO Y TIEMPO Uno de los frutos mayores de las ciencias moder- nas es la apertura del horizonte espacial hasta llegar a los millones de aos luz. Por su parte, las ciencias del espritu nos muestran que la temporalidad es la dimensin esencial en la existencia humana. Tanto lo fsico como lo conciencial se encuentran as irremisi- blemente enmarcado en la mobilidad universal. Per- didos en la inmensidad del espacio y la ancianidad inconmensurable del tiempo debemos preguntarnos por el sentido de nuestra existencia humana, y ms concretamente, latinoamericana! 1. AMRICA LATINA EN EL ESPACIO El hombre por su cuerpo est inscrito en un es- pacio, no slo en un espacio topogrfico sino csmico. Por la conciencia que tenemos de sus distancias el fenmeno humano pareciera empequeecerse cada da ms.

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  • a)El Espacio Csmico Como bien lo ha mostrado el historiador de la ciencia Pierre Duhem(7) fue necesaria la revolucin teolgica del judeo-cristianismo para que la ciencia moderna fuera posible la simple demitificacin del universo (es decir, los astros no son dioses, sino cuer- pos creados) permiti a la inteligencia hacerse cargo de la racionalidad del cosmos. En primer lugar, por obra de Nicols Coprnico (De Revolutionibus orbium coelestium), Johannes Ke- pler (1574-1601) y Galileo, la antigua teora de Pto- lomeo de Alejandra (87-165) fue renovada: la tierra perdi la centralidad del universo para transformarse en una satlite del Sol. Newton supo expresar las le- yes del mundo solar en la Mecnica clsica. Por el desarrollo de la Electrodinmica y la pti- ca se vio que la mecnica clsica no era adecuada para expresar los fenmenos acaecidos en el cosmos. Fue A. Einstein(8) el que formul por primera vez la ley de la relatividad generalizada que comprende como uno de sus casos posibles y particulares la ley de relatividad espacial. La fsica universal, y el mis- mo sol es reducido a un pequeo punto de nuestra Galaxia que tiene 100 aos luz de dimetro, mil aos luz de profundidad, con un ensanchamiento de 5 mil aos luz en su centro. Sin embargo, el mundo es finito aunque no tie- ne lmites(9). Es decir, aunque intrnsecamente mensurable, est en continua expansin. b) El Espacio Latinoamericano Ante un sistema solar que necesita 200 millones de aos para realizar una sola circunvolucin en tor- no al eje de nuestra Galaxia, y ante el milln y medio de aos luz que se necesitan para llegar a la prxima Galaxia, pareciera ridculo dar alguna importancia al continente latinoamericano. Sin embargo, es necesa-

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  • rio comprender que si el espacio terrestre recobra to- do su antiguo centralismo en el universo es debido a que, sobre l, el fenmeno humano existe y lo in- cluye en su propio mundo(10). En nuestra esfera terrestre Amrica Latina queda limitado en nuestro tiempo despus de la prdida de California, Texas y otras tierras, que pertenecieron a Nuestra Espaa y Mxico por el paralelo de los 32 grados de latitud norte y 54 grados de latitud sur, poseyendo as algo ms de 21 millones de km2 de las tierras emergidas sobre los mares el 15 por ciento de la superficie habitable mundial. Dividida casi en su centro por el Istmo de Panam, se extiende larga- mente en su meriodianidad, con sus 20 mil kilmetros de costa atlntica y sus 10 mil kilmetros de norte a sur. Esto, evidentemente, ser siempre tanto en la poca de predominio del Pacfico (pre-historia), co- mo del Atlntico historia latinoamericana) una enorme dificultad para realizarse como un todo(11). Por el Norte, en el extremo de la larga geografa americana, existi el puente por el que el hombre pe- netr en nuestras tierras, hace unos 35 a 10 mil aos a. JC. entre la segunda y ltima glaciacin, y des- pus de isla en isla por el Pacfico, que muestran las ininterrumpidas influencias polinsicas. El drama de la humanidad amerindiana, a causa de su inmensidad espacial, consiste en no haber jams sabido aprovechar las experiencias de los otros hom- bres, del Viejo Mundo, necesariamente ms nume- rosos. Amrica a pesar de sus dimensiones, no fue sino un satlite(12). Cuando un Fernndez de Oviedo deca: Cuntos montes ms admirables y espantosos que el Ethna o Mongibel, que Vulcano y Estrombol. (Y sin embargo) no han sido celebrados en tanta manera como lo han hecho los poetas e historiadores antiguos(13). Cuan- do Oviedo deca esto olvidaba que el espacio y la be- lleza no son valores intrnsecos, sino referidos a una conciencia que los pueda vivir como propios.

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  • El mundo antiguo est transido de la historiedad judeo-cristiana, nos habla a cada paso, en cada puebli- to, catedral u obra de arte, de un pasado, de un pasado humano, de una Historia y hasta de una Historia Santa. En cambio nosotros, cuando caminamos sobre nuestras tierras latinoamericanas, la naturaleza se nos presenta como un objeto, inalienable, inaprenci- ble, como una cosa, un instrumento. Los primitivos ha- bitantes americanos que dieron con la civilizacin Inca y mayo-azteca su fruto ms adulto tenan una hermandad con el Espacio americano que los actua- les habitantes hemos perdido al menos los descen- dientes de europeos, los mestizos y los indios que han cambiado de comarcas. Para el amerindiano ca- da riachuelo, cada caada, cada montculo tena un nombre; cada cerro su huaca, cada llanura sus espri- tus. Era un espacio viviente, sagrado, diologante, era en verdad parte del mundo intencional humano. Hoy, slo es un objeto que succiona, donde nos perde- mos. Sin embargo, ni para el indio ni para nosotros nuestro Espacio nos habla de Historia. Para el indio nuestro Espacio, nuestra Naturaleza americana es un hierofana; para nosotros, los hombres actuales de una civilizacin latinoamericana la Naturaleza es una cosa. En Asia y Europa, la naturaleza, es espacio es el lugar de una historia. 2. MITO Y DEMITIFICACIN Pero no slo el espacio pareciera luchar contra la historia en Amrica Latina, sino un resorte muy pro- pio de nuestra conciencia cultural. La historia es aprendida dentro de una cierta pe- riodificacin; es decir, fijando ciertos momentos den- tro de los cuales se comprende lo acaecido en len- guaje hegeliano seran las diversas Gestalten, etapas, momentos histricos. Es bien sabido que nuestra historia ha sido escrita por cierto grupo de personas cuya labor intelectual se mezcla, al mismo tiempo,

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  • con intereses polticos. Puestos a escribir historia no dejan por ello de pretender modificarla. Cada uno de ellos ha elegido un punto de partida. Dicho momen- to de gestacin es considerado como un absoluto, es decir, el tiempo histrico es reemplazado por el tiem- po mtico(14), pues la conciencia mtica no ha desa- parecido en los tiempos modernos(15). Cuando los acontecimientos humanos son eleva- dos a la categora de mito pierden su realidad, y, al mismo tiempo impiden a la conciencia transformarse en una autoconciencia que sea capaz de producir la autoevolucin. Es necesario demitificar la historia para transformarla en el medio privilegiado de forma- cin de la conciencia colectiva(16). Esto significa destruir los particularismos que impiden una com- prensin real de los fenmenos. Para ello es necesa- rio evadirse de los marcos provinciales, y an nacio- nales de la historia, para situar los acontecimientos dentro de los marcos de la Historia Universal. Dicha Historia, fundndose en la prehistoria y en la paleon- tologa se entronca con la evolucin de la vida y del mismo cosmos. Querer explicar nuestra historia lati- noamericana partiendo del siglo XIX, del siglo XVI o slo de las culturas prehispnicas, es perder la vi- sin adecuada para su autntica inteleccin(17). Hay grupos que fijan el punto de partida de la his- toria latinoamericana en las revoluciones sean las de Bolivia o Cuba. Explican la evolucin y el senti- do de nuestra historia presentando el valor universal de dichos acontecimientos, y negando los perodos anteriores es decir, el liberal, capitalista y oligr- quico de inspiracin positivista. Las figuras que han tomado parte, o que han originado dichas revolu- ciones son elevadas al nivel del mito y se transfor- man en banderas de estos movimientos(17). Se deso- lidarizan, en primer lugar, de todo lo pasado, y, con ello, se tornan inocentes un estado anlogo a la impecabilidad paradisaca de todo el mal y la in- justicia presente y pasada. Absolutizan o exaltan el tiempo de la agona inicial, del caso desde el cual ema- nar el orden: la revolucin es la muerte de donde

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  • procede la vida como la semilla del culto agrario (19). Es un elemento necesario en el temperamen- to dionisaco. Otros, en cambio, luchando contra los revolucio- narios han edificado su construccin econmica y cultural sobre los cimientos de un confuso lmite que abarca la primera parte del siglo XIX desde 1808 a 1850 aproximadamente, cuando se produce la ruptura con la poca colonial. All encuentran su origen los liberales criollos, el capitalismo nacional, el poltico oligrquico, el intelectual positivista, que produjo el movimiento de universalizacin y seculari- zacin de nuestra instruccin pblica. Su tiempo ori- ginal es el acontecimiento arquetipal de la Emancipa- cin que niega el tiempo colonial y con ello a Espa- a y el cristianismo. En nuestros panteones nacio- nales espacio igualmente mtico se eleva el cul- to a hombres que, desfigurados muchas veces de sus perfiles reales, dejan de ser un autntico ejemplo pa- ra las generaciones posteriores. Aisladas cada una de las historias nacionales, se tornan incomprensibles coexistentes y hasta contradictorias Quin sabe apreciar en Argentina a Bolvar o en Colombia a San Martn? __________ Hay otros que amplan su horizonte hasta el si- glo XVI. Para ellos la poca de oro de Amrica est en el pasado. Hablarn slo de Cristbal Coln, de Isabel y Fernando, de Corts o Pizarro no se habla- r ya ni de Castro, de Rivadavia o Avellaneda, sino mas bien de Carlos y Felipe. As como el liberal ne- gaba Espaa, as el hispanista extremo negar la Eu- ropa protestante y por ello mismo la Latinoamrica positivista. As como el revolucionario negar el capitalismo, as el hispanista negar el renacimiento que desembocar en el mecanicismo industrial ya que el renacimiento espaol, de tipo literario, filosfi- co y teolgico (quiz por la falta de carbn y acero) ser desplazado por el renacimiento italiano, renano, de los Pases Bajos e Inglaterra. Mitificando el si-

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  • glo XVI se desrealiza Amrica y se la torna incom- prensible en el presente. __________ Por ltimo, se ha originado en Amrica un movi- miento de gran valor social, moral y antropolgico, pero no excento, igualmente, de una cierta mitifica- cin. En aquellos territorios de antiguas grandes cul- turas indias ha nacido el importante movimiento indi- genista. Descubre la dignidad de persona humana, de clase social, de alta cultura, del primitivo habitante de Amrica, y trabaja en su promocin, educacin, civi- lizacin. Sin embargo, cuando se presenta la poca pre-hispnica como aquella en la que el indio viva en paz y orden, en justicia y casi bienaventuranza, se cae nuevamente en el mito es decir, fuera de la Histo- ria real. Es bien sabido que las ms altas culturas pre-hispnicas no superaron el perodo calcoltico es decir, ms de 6 mil aos de distancia cultural con respecto al invasor hispano. El Imperio gue- rrero de los Aztecas con sus luchas sus sacrificios humanos continuos no posea mucha ms justicia que el orden establecido en Mxico desde la Segunda Audiencia. El Imperio Inca que lleg a imponer un orden ejemplar en sus territorios, quiz no superado an en el presente en esas mismas tierras posea, sin embargo, un sistema de nobleza y oligarqua, de impuestos y tributos que estaban lejos de significar para el indio libertad o cultura. _________ Hemos querido analizar rpidamente las posicio- nes existenciales de algunos grupos vigentes en Am- rica Latina, para comprender la necesidad de supe- rarlos, sin negar a ninguno de ellos, sino ms bien asumirlos en una visin que permita realizar los va- lores positivos de cada uno de ellos. 3. AMRICA LATINA EN LA HISTORIA UNIVERSAL Es necesario desbordar los puntos de partida mticos para internarnos sin lmites ya en todo el pa-

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  • norama de la historia simplemente humana, en la cual nosotros, latinoamericanos, somos una parte, parte reciente y hasta marginal hasta que no tomemos conciencia colectiva de nuestro puesto y funcin a cumplir en ella. Las posiciones que parecieran an- tagnicas: indigenismos extremos que parecieran an- ralismos o marxismos, deben ser asumidas en una vi- sin que las trascienda unificndolas. Es la Aufhebung (20), la anulacin de la contradiccin aparente por una positiva asumpcin ya que descubrindose el phy- lum de la evolucin, el tronco mismo de la vida, se percibe el conjunto y su sentido, es decir, la direccin de la flecha. Latinoamrica se nos muestra heterognea e in- vertebrada, como un proceso constituido por influen- cias extranjeras(21), no por creacin sino por reac- cin, no desde adentro sino artificial y desorganiza- damente desde afuera. Muchas ideologas europeas, que guardan en Europa un cierto equilibrio en su pro- pio sistema, cuando cruzando el Atlntico a modo de prisma se tornan mitos, y como el electrn fue- ra de su tomo produce muchas veces un desequili- brio difcil a orientar. Mientras Amrica Latina no descubra su mdula en torno a la cual pueda crear ho- mogneamente su propia civilizacin y cultura, ser, como lo ha sido hasta ahora, un satlite con una cier- ta autonoma ms otorgada por la distancia que por resistencia positiva. Para ello debera poder descubrirse claramente el lugar y la funcin de Amrica Latina dentro del hu- so que se utiliza esquemticamente en la representa- cin de la evolucin de la Humanidad. Desde e1 vrti- ce inferior origen de la especie humana en un mo- no o polifilismo, por un proceso de expansin geo- grfico y diferenciacin racial y cultural, se alcanza el momento en que por comprensin espacial y con- vergencia interpersonal o social, se va confluyendo hacia una civilizacin universal. Amrica Latina aun- que tarde, pues el hombre tiene sobre el globo ms de 1 milln de aos nace en la historia en el mo- mento de comprensin y convergencia (un ejemplo,

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  • entre otros, es que la lengua de nuestro continente no se ha separado en dialectos, desde el siglo XVI, sino que tiende a una mayor unidad todava). Existe una Amrica pre-histrica que fue desor- ganizada y parcialmente asumida en la Amrica his- pnica. Esta, por su parte, fue igualmente desquicia- da y no del todo conservada en la Amrica de las na- ciones emancipadas, con mayor o menor sentido de su identidad, proveniente de las antiguas culturas y las Audiencias coloniales. Sin embargo, latinoamri- ca, si es que nace, nacer en nuestro siglo. a) La pre-historia americana(22) El centro de nuestra pre-historia es el Ocano Pacfico. La primera edad americana mira hacia el Oriente por el Oeste(23), hacia el centro norte del continente asitico a lo que llamaramos el corazn de los pueblos euro-asiticos, entre los cuales (aun- que muy reciente) se encuentran los indo-europeos. El hombre amerindiano no procede slo tnica- mente del Asia, sino igualmente por la estructura de su conciencia cultural y religiosamente. No quere- mos decir con esto que las civilizaciones americanas fueron importadas ya hechas del Asia, pero derivan de las asiticas original y estructuralmente(24). La gran estepa euro-asitica (de los Crpatos al Khingan, limitada al Norte por la Siberia y al Sur por el Tbet y los Caucasos) se encuentra siendo el centro de las grandes civilizaciones primitivas (Minoica, Sumeria, Indus, Shang)(25); de esas mismas regiones, miles de aos antes partieron por el estrecho de Bering y las islas Aleutianas los primeros americanos. Des- pus, por la influencia polinsica, y mezclando y pro- gresando segn sus propios descubrimientos la Am- rica nuclear produjo sobre las mesetas mejicana y peruana las grandes civilizaciones amerindianas. La fisonoma de nuestro continente, en la poca que lleg el primer hombre era casi idntico a la pre- sente(26). Desde aquel momento hasta el descubri-

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  • miento colombino, los indios, en su conjunto, no ha- ban superado el neoltico; algunos haban alcanzado la edad de bronce, ignorando la utilizacin tcnica de la rueda, la fabricacin de la alfarera rotativa, el vi- drio, el trigo, el arroz. Con ellos debemos descartar un posible contacto con las civilizaciones de China, Japn o la India(27). Sin embargo, no conocemos casi nada de la vr- tebra cultural que justifica el inmenso polimorfismo racial, cultural, lingstico del hombre pre-hispnico americano. Como hemos dicho, sin embargo, es al nivel del hogar csmico intencional(28) el ncleo tico-mi- tico donde la semejanza con los pueblos euro-asi- ticos es mucho mayor. Los pueblos amerindianos son evidentemente pre-semitas, lo son necesariamente por su ubicacin geogrfica, por su desarrollo cultu- ral, con una problemtica de fondo semejante a la que tendrn los indo-europeos: la visin cosmognica, la eterna repeticin del Gran Ao, la consideracin de la naturaleza como hierofana, en fin, por las grandes ar- ticulaciones de la conciencia, an la base indgena pre-existente(29) en Amrica, se relaciona con el Asia. Es necesario, entonces estudiar la estructura de la conciencia de los pueblos pre-semitas del frica y Asia, donde desde hace ms de un milln de aos el hombre preparaba ya los fundamentos de nuestra pre- historia americana. b) La proto-historia americana(30) Los primeros antecedentes de nuestra historia tienen su centro geogrfico-cultural que se va despla- zando durante los cinco ltimos milenios desde el desierto arbico (hogar de las culturas semitas, n- madas que opondrn su Weltan-schauung a la de los Indo-europeos: helnicos, hititas, persas, arios-hin- des, etc.)(31). Desde el desierto ese centro cultural se fue trasladando hacia la Media Luna Egipto, Si-

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  • ra y Mesopotamia el Mediterrneo Oriental, des- pus todo el Mediterrneo el Mare nostrum, y por ltimo el centro del continente Europeo en la po- ca que el Islm (igualmente semita) dividi el Medite- rrneo obligando a la Cristiandad a encerrarse en el continente). Toda esta primera historia tiene sentido con res- pecto a Amrica Latina si es que consideramos aten- tamente que toda ella dar como fruto maduro el hombre hispnico, no slo conquistador de Amrica, sino futuro habitante, y an ms, sustancia misma de la civilizacin, del ethos y del ncleo tico-mtico de nuestro continente. Cuando un inocente catecismo del Concilio de Lima III (1582-83) enseaba en quechua y aymar a los indios del Imperio Inca que el trascendente Dios era creador del universo, debemos remontarnos hasta el antiguo AKAD (primera invasin semita-babilnica contra los Sumeros) para rastrear los primeros ante- cedentes de esta estructura metafsica que constituye uno de los pilares del foco intencional judeo-cristia- no. Jams un indio, un chino, un hind, un griego, un ibrico hubiera usado un tal concepto (creacin). Es de los pueblos semitas, especialmente Israel, de donde hemos recibido las estructuras fundamenta- les con las que valoramos la existencia, la sociedad, la historia, el cosmos(32). Unos XX siglos antes de nuestra Era, en Palestina, un pueblo comenzaba una experiencia nica en la Historia Mundial: descubra por primera vez el sentido histrico de la existencia humana, la trascendencia del Creador y con ello demitificaba y lideraba el cosmos, la solidaridad en torno a una Alianza libre e intersubjetiva. Cuando un pobre y heroico misionero hispnico ensear en el siglo XVI a los indios el declogo de Moiss, ser la misma conciencia que tiene su origen en el desierto arbico que cumple una nueva difusin as como por el judeo-cristianismo los pueblos del Imperio Romano, y despus los indo-germanos, se in- corporaron igualmente a la dicha conciencia. Cuan-

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  • do Bartolom de las Casas leyendo el Eclesistico (en verdad el Ben Shira) se convierte a la causa de la jus- ticia, lo hace en consonancia a los profetas de su pue- blo: el semita. Esta larga historia, de los Imperios Egiptos, Sirios, Persas, Griegos, del Renacimiento, hasta llegar a la explosin naviera de un Portugal primero, y despus de Espaa, significa la prime- ra parte de nuestra historia. Espaa, joven en espri- tu, fuerte en las armas por la lucha de la reconquis- ta era el pueblo ms adecuado para realizar la con- quista sistemtica del mundo(33) como dice Alfred Weber. c)La historia de Amrica no-anglosajona Definimos negativamente nuestra Amrica (no- anglosajona), porque pretendemos utilizar tcnica- mente las denominaciones positivas: la Edad Antigua, la Cristiandad Colonial o Hispanoamrica; la Edad Me- dia, la noche oscura o las Naciones emancipadas; la Edad Contempornea o Latinoamrica. Hispano-am- rica debe considerrsela como una provincia lejana, sui gneris, dependiente de las Coronas hispnicas, Castellana o portuguesa. La segunda, desde la eman- cipacin, significa el parcelamiento bajo el poder de Inglaterra, Francia (en lo cultural) y Estados Unidos que constituirn las Naciones nacidas de las provin- cias coloniales. En el presente, desde hace algunos aos, por primera vez, comienza a nacer Latino-amri- ca, una aspiracin ms que una realidad(34). El centro de la Historia latinoamericana es el Atlntico Norte signo de nuestra dependencia. Si la integracin latinoamericana se efectuara, por pri- mera vez, el mismo continente latinoamericano sera el centro de nuestra civilizacin y cultura. aa) La Cristiandad Colonial, Hispanoamrica (siglos XVI-XVIII) Es verdad que con las ligeras Dakkar (35) llega- ron a Amrica los Vikingos. En el 986 Bjarni divis

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  • desde Groelandia la futura Amrica; el mismo Leif (992), y despus Thorvald y Thorstein la denominaron Desolacin (Helluland)(36). Sin embargo, descu- brir una tierra no es slo verla o pisarla, sino incorpo- rarla, introducirla en el propio mundo. El descubri- miento geogrfico de Amrica es obra de Coln y Castilla. Slo en los siglos, sin embargo, la constitu- cin de una conciencia permite realizar el descubri- miento humano de Latinoamrica y esta obra est cumplindose en nuestro siglo XX (37). Hispanoamrica naci del choque de la civiliza- cin, del ethos y del ncleo tico-mtico amerindiano e hispnico. Inmensamente ms desarrollada, la civi- lizacin hispana se impuso rpidamente en 1550 puede decirse que la conquista haba terminado. Sin embargo, el ethos indio y su divisin del mundo sobrevivirn muchos siglos, puesto que, habindose desorganizado la estructura social, quedarn disper- sos pero firmes en las conciencias muchos elementos prehistricos la vida rural de nuestras naciones son un testimonio inequvoco. Sin embargo, con el tiempo, el mismo ethos y la mdula intencional his- pnica se impone, pero adquiriendo matices propios, latinoamericanos(38). En la direccin del Archivo de Indias de Sevilla puede contemplarse el texto capital de la primera constitucin de Amrica Hispnica de la Nueva Cristiandad de estas Indias, como escriba Toribio de Mogrovejo(39): la bula de Alejandro Papa VI, del 3 y 4 de mayo de 1493, Intercaetera, por la que se da a la conquista el sentido de la expansin de un Reino Catlico, que incluye el dominio econmico, cultural y poltico y la difusin religiosa(40). La concepcin de la vida, de las instituciones, de las relaciones humanas eran las de una tarda Edad Media, donde la Monarqua, la nobleza y el clero junto con los comerciantes dirigan los destinos del pueblo. Entre los siglos XV al XVIII naci en Amrica una verdadera civilizacin para la gloria y desastre de Es-

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  • paa y Portugal. Sus Universidades desde la prime- ra de Santo Domingo, fundada en 1537... ms de 20 en el siglo XVIII, segn el estilo de Salamanca, Alcal y Coimbra, sus gobiernos eclesisticos con sus pri- meros Obispos en 1504 1511, sus Arzobispados des- de 1546, pasaban las Dicesis el nmero de 30 al fin del siglo XVI, sus gobiernos civiles los Virreina- tos, Audiencias, Gobernadores, Cabildos, etc., sus misiones organizadas en Doctrinas y Pueblos que hi- cieron conocer la Weltanschauung y la vida cristiana desde California hasta la Patagonia en especial con el mtodo de las Reducciones, la agricultura y las industrias ms diversas y a veces en gran escala aunque siempre bajo el monopolio del mercantilismo de la metrpolis muestran su esplendor. Al fin de siglo XVII podra decir Alexander von Humboldt, un objetivo visitante extranjero: Ya que he tenido la ventaja, que pocos espao- les pueden disputarme, de visitar sucesivamente Ca- racas, La Habana, Santa Fe de Bogot, Quito, Lima y Mxico, y de que mi posicin me pusiera en relacin con hombres de todas las clases sociales, me permi- tir exponer mi opinin sobre los diversos grados de civilizacin que ha alcanzado la sociedad en cada co- lonia... Me ha parecido que hay una tendencia vigoro- sa por los estudios profundos de ciencias en Mxico y Santa Fe; ms gusto por las Letras y cuanto alhaga una imaginacin ardiente y movediza en Quito y Li- ma; mayores luces sobre las relaciones polticas de las naciones y ms extensa comprensin sobre el es- tado de las colonias y la metrpolis en La Habana y Caracas. Las mltiples comunicaciones con el comer- cio europeo, y ese mar de las Antillas que hemos ca- racterizado antes como un Mediterrneo, han influido poderosamente sobre los progresos sociales en la is- la de Cuba y en las bellas provincias de Venezuela (41). La decadencia borbnica, la emancipacin, la di- visin de los virreinatos y audiencias entregaron las aisladas naciones en manos de los nuevos amos del mundo. E1 dominio del Atlntico haba pasado de Ho-

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  • landa a Inglaterra. Hispanoamrica objeto de las nue- vas potencias se separa de Espaa, y se aisla mutua- mente las regiones dirigidas por las antiguas capita- les. La tibetizacin o soledad nacional ha comenzado. bb) La Revolucin de la oligarqua criolla y naciona- lista (siglo XIX) Desde 1808 comienza en Amrica una nueva poca. La administracin y e1 monopolio metropolita- no, es reemplazado por el gobierno y el monopolio de la oligarqua criolla que rpidamente entrar en co- municacin con las nuevas potencias econmicas ca- pitalistas: Inglaterra y Estados Unidos, y Francia, aun- que esta ltima, sobre todo, en el campo cultural. La ideologa de la nueva clase ser en parte la que inspir la Revolucin Francesa. Es as que se pasa de una Cristiandad americana colonial (cerrada al solo influjo hispnico) a un racimo dispar de naciones ins- piradas en el liberalismo republicano, capitalista y despus positivistas. Todo esto, evidentemente, no se realiz en un da, sino que fue necesario todo el siglo XIX, para que la nueva clase impusiera su estilo se fue pasando, lentamente, de un conservadurismo eman- cipador a un liberalismo capitalista y terrateniente, de un Bolvar a un Santander y por ltimo a un Oban- do (1852). El perodo anterior era, sobre todo, el empuje del inmigrante hispnico el que fue produciendo el avan- ce de la antigua civilizacin; en la nueva etapa, fue el criollo (en algunas regiones, como en el Plata, el ex- tranjero) que participaba en la aristocracia colonial, el que cre los medios de gobierno y exploracin eco- nmica. Mientras tanto, la Iglesia colonial agonizaba casi, faltndole Obispos, habindose cerrado sus semina- rios, incendiado sus bibliotecas, perseguido a sus cl- rigos por una cada vez ms insistente seculariza- cin.

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  • En el plano ideolgico rotas las limitaciones de la inquisicin la lite pensante pudo abrirse al mun- do especialmente a Francia producindose as una universalizacin cultural. Se constituyen las nacionalidades, aparece una clase capitalista, se establece un sistema liberal, pe- ro, al mismo tiempo, subsiste una estructura social colonial: los indios a veces continan su vida como en las pocas pre-hispnicas, las poblaciones rurales su- midas en la impotencia ante un espacio desmesurada- mente grande y sin posibilidad de comunicaciones. La misma oligarqua criolla pas en el siglo XIX por dos perodos: Expresin de las necesidades modernas y fundamentales del pas, ella debe ser comercial, industrial y econmica, en lugar de militar y gue- rrera, como convino a la primera poca de nues- tra emancipacin escriba Juan Bautista Al- berdi, en el libro que fundament la Constitucin argentina de 1853(42). La oligarqua criolla conservadora, de tipo hisp- nica, mas bien guerrera o permitiendo el gobierno del caudillo, fue poco a poco desalojada por la oligarqua criolla liberal, universitaria, capitalista de tipo indus- trial y positivista. La ruptura, entonces, con el pasado colonial se produce aproximadamente en torno al ao 1850(43). cc) La Edad Contempornea o la revolucin popular latinoamericana En nuestro tiempo aunque anunciada en algn modo por la Revolucin Mexicana de 1917 se co- mienza a producir la toma de conciencia popular, y de un sistema oligrquico, liberal y capitalista, se debe- r pasar a un gobierno en que la participacin del pue- blo transforme las estructuras en un sistema popular:

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  • una democracia en la lnea de la socializacin latino- americana. Cuando se habla de revolucin en Amrica Latina se quiere significar la necesidad de la re-estructura- cin del sistema agrario, urbano, gubernamental, edu- cacional, social, etc. Pero, en ltimo trmino, la di- cha revolucin es un cambio de lites, de valores: las oligarquas capitalistas y liberales fuerza viva toda- va representada por los empresarios, propietarios y terratenientes, con sus partidos tradicionales que le son fieles, se ven rodeadas por nuevas fuerzas que pretenden el poder: las juventudes universitarias con nueva inspiracin, los sindicatos, los partidos nacidos de las exigencias del siglo XX (internacionalismo y socializacin), la conciencia de la poblacin rural na- ciente, la presin de las multitudes urbanas relegadas a las favellas, los barrios de nylon, villas miserias, sectores callampas, etc... Y por ltimo, la nueva fuer- za nacida de la incipiente industrializacin: el prole- tariado. Todas estas fuerzas nuevas no encuentran lu- gar ni institucional, ni econmica, ni espiritualmente en las antiguas estructuras. Por su parte, la Iglesia Catlica, renaciente despus de una noche oscura, comienza a desolidarizarse de las oligarquas para re- novar el espritu misionero del siglo XVI. Es en este momento en que, por la informacin de las masas, se toma conciencia del estado de pobre- za e injusticia en que nos ha sumido un sistema capi- talista, no slo nacional, sino principalmente mundial. Amrica Latina es uno de los sectores mundiales en los que el subdesarrollo o emergencia, como dira Sukarno es el fruto necesario del desequilibrio ins- titucionalizado y estable que han constituido los pue- blos altamente industrializados Amrica del Norte, Europa y Rusia (44). Esta toma de conciencia es irreversible. Pero al mismo tiempo, nuestro pueblo, no est dispuesto a to- mar la estrecha senda de la austeridad China, sino que pretende realizar la revolucin en la libertad y el consumo. No quiere sacrificar al futuro el presente,

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  • aunque se propone producir un futuro mejor. He all una dificultad, pero al mismo tiempo un camino pro- pio de la democracia socializante latinoamericana. No debe ser un puro socialismo comunista, ni un de- mocratismo liberal. Debe ser una democracia en la lnea de la socializacin y profundamente latinoame- ricana. d) Interpretacin desde el futuro Como hemos ya dicho nuestra evolucin latino- americana pareciera no tener una columna vrtebra central. Si alguna vez comenz a tenerla fue en la poca colonial, por esto, Simn Bolvar convocando el Congreso Latinoamericano de Panam de 1826 preten- di continuar el movimiento de convergencia. Sin em- bargo, los profetas no son odos en su tierra. Ser Monroe, y por otros motivos muy distintos, el que lanzar el Panamericanismo bajo la gida de Estados Unidos. Las reuniones panamericanas iniciadas por la de Washington en 1889 y seguidas en 1901, 1902, 1906, 1910, 1923, 1928 no significan una solucin. El Panamericanismo sin Latinoamericanismo no tiene sentido. La primera asamblea parlamentaria latino- americana realizada en Lima el 11 de diciembre de 1964, abre una nueva etapa y es una gran esperanza debe reunirse nuevamente en julio de 1965. La coordinacin de la civilizacin latinoamerica- na agropecuaria, industrial, econmica, poltica... es un paso necesario para poder recibir adecuadamen- te los beneficios de una civilizacin que se universa- liza. Es decir, la participacin adecuada de los pases latinoamericanos en la civilizacin mundial que se avecina, slo puede cumplirse acabadamente si exis- te real, econmica y polticamente: Latinoamrica. En el nivel del ethos social, igualmente, es nece- sario que Latinoamrica recobre su temple, su estilo, su manera propia de encarar la vida. Para ello ser ne- cesario incrementar los contactos de las juventudes, de los sistemas educacionales, de las universidades, de los dirigentes.

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  • Es necesario incrementar un ethos de solidari- dad social, internacional, donde la austeridad tenga lu- gar en la vida para saber luchar por un futuro mejor (46). En el nivel an ms profundo del ncleo tico- mtico o de los ltimos valores de nuestra comunidad de naciones, debemos estudiar y exponer claramente a nuestros pueblos la milenaria evolucin de nuestra tradicin viviente, para que, entrando en la civiliza- cin mundial podamos aportar nuestra personalidad propia, nuestra escala de valores, nuestra historia pre- sente en la identidad de la autoconciencia de nuestra existencia colectiva. A los dirigentes, los gobernantes, los intelectua- les les toca conducir nuestros pueblos hacia la unidad futura a la que nos arrastra una convergencia univer- sal comenzada hace ya algunos siglos por la historia mundial. Pero esta convergencia, si no traicionamos nuestra tradicin, nos exige mucha cautela para des- cubrir, concienzalizar, proponer a nuestro pueblo aquello que de original tenemos y debemos aportar al mundo. Terminemos diciendo que en el caso de un Uni- verso convergente el centro de unificacin (a fin de cumplir su funcin motora, colectiva y estabilizadora) debe ser reconocida como pre-existente y trascenden- te... Si, al fin de cuenta, los centros reflexivos del mundo no sern efectivamente ms que uno con Dios, este estado se obtiene, no por identificacin (Dios devendra todo), sino por la accin diferencian- te y comunicante del amor (Dios todo en todos). lo que es exactamente ortodoxo y cristiano(47). ___________ La historia latinoamericana, al fin, debe enten- derse plenamente desde un plano escatolgico, y as lo hace Teilhard de Chardin, porque si perdemos de vista el fin trascendental, la misma inmanencia pier- de absolutamente su sentido. Pero no es aqu el lugar de plantear la relacin entre escatologa e historia la- tinoamericana.

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  • III CONCIENCIA CRISTIANA LATINOAMERICANA Es necesario poder discernir lo que sea la con- ciencia, la autoconciencia latinoamericana, y la auto- conciencia cristiana de Latinoamrica, para as vis- lumbrar un neo-humanismo configurado por las exi- gencias de nuestro presente dramtico y revoluciona- rio. 1. CONCIENCIA Y AUTOCONCIENCIA Cuando hablamos de conciencia no nos referimos a la mera conciencia psicolgica(48), ni a la concien- cia individual(49), sino a la conciencia histrica y co- lectiva(50) que se ha dado en llamar intersubjetivi- dad(51). El hombre no es un espritu ni un cuerpo, sino ambos indisoluble y substancialmente unifica- dos. La relacin de cuerpo a cuerpo en el espacio permite descubrir una subjetividad en el otro, una interioridad, que siendo recproca y original constitu- ye la conciencia interpersonal(52). Ampliando esta descripcin, y ubicndonos en el plan socio-histrico podemos hablar de la Conciencia de un pueblo(53), del Espritu de una nacin, comunidad, sociedad. En

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  • este sentido, la conciencia no se constituye en los hechos histricos, sino que, como nos deca Merleau- Ponty, son los hechos histricos los que existen pa- ra ella(54), siendo la conciencia el antecedente de todo hecho temporal. Esa conciencia, por un acto que le es propio, puede llegar a tomar conciencia de s misma (autoconciencia)(55). En la historia de un hombre, y sobre todo de un pueblo(56) este momen- to es de suma importancia, porque marca como un salto cualitativo en la historia. La conciencia se opo- ne a s misma, se distancia de las cosas de la co- sidad(57) entre las cuales se encontraba alienada, perdida, como extranjera a s misma, exteriorizada en los tiles sin tener dominio sobre ellos. Hay cier- tos momentos en la vida, en la historia, momentos crticos, edades originales, donde gracias a un desqui- cio es decir, salindose de los cauces normales la conciencia se vuelve a s misma y hacia las otras conciencias para reconocerse como subjetividad, co- mo una interioridad autnoma, suficiente(58). Esta toma de conciencia se ha producido en ca- da pueblo que ha cumplido alguna funcin en la his- toria universal: Grecia tuvo su siglo de Pericles, Ro- ma la de sus Csares, Israel la de sus profetas, Eu- ropa su siglo XIII, Espaa su siglo de oro, Alemania fue despertada por la generacin hegeliana(59). Y bien, creemos que Amrica Latina le toca en nuestro tiempo liberarse de la enajenacin, de la alienacin en la que se encuentra postrada tanto como civiliza- cin que como cultura. 2. AUTOCONCIENCIA LATINOAMERICANA Creemos que ha habido en Amrica hispnica tres momentos y por lo tanto tres generaciones, porque la toma de conciencia colectiva e histrica determina una "generacin" simultneamente, tres edades decisivas de su historia, en los que la moder- nidad, invasora se ha opuesto a una tradicionalidad bien instalada. La primera, fue la de la invasin co- lonizadora, bajo el temple del conquistador guerrero

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  • y el heroico misionero (poca finalizada aproxima- damente en 1550), que configuran despus la socie- dad colonial y la cristiandad amrico-hispnica. La segunda, fue la generacin criolla que comenzando por ser conservadora e hispnica desde 1808, rompi con su pasado en torno al 1850-1870, adop- tando la cosmovisin liberal y positivista. Destruyen- do las instituciones coloniales, esta generacin abri Amrica hispnica y constituy las naciones latino- americanas, por medio de las tcnicas que lenta- mente fue introduciendo. La tercera poca la estamos viviendo, y signifi- ca el nacimiento de la conciencia popular, de las re- voluciones en la lnea de la socializacin, superando las posiciones tradicionales conservadores y libe- rales, y los estrechos nacionalismos, para entrar a jugar en el plano de la integracin latinoamericana y mundial. Cada momento anterior ha tenido su poca de entusiasmo y expansin, y despus su decadencia y hermetismo. Lo que Ortega denomina la tibetiza- cin. Lo cierto es que el estancamiento de las fuerzas tradicionales, y las dictaduras, han permitido tomar conciencia de su misin a una nueva generacin la- tinoamericana y entre ellos, especialmente, una nueva generacin cristiana (la primera generacin cristiana constituida por laicos y con ciertos lazos de unin latinoamericana). Ser muy difcil actuar en Amrica Latina sin tener en cuenta la autoconciencia latinoamericana de estas juventudes. 3. CONCIENCIA Y AUTOCONCIENCIA CRISTIANA

    El cristianismo, es bien sabido, es mucho ms que una cosmovisin o una moral. Ante todo es una relacin intersubjetiva, interpersonal. El objeto pro- pio, el constituyente esencial del cristianismo, no es una idea, una ideologa, ni una moral, sino una Per- sona. En ltimo trmino no es sino una relacin en-

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  • tre las personas creadas e histricas en tanto par- ticipan existencialmente de la misma Interpersonali- dad divina. Por ello el cristianismo compromete toda la persona, a un nivel concreto, absoluto, radical. Por cuanto compromete toda persona, el cristia- nismo tiene una cosmovisin, una moral el mar- xismo, en cambio, es una ideologa y una moral, un sistema de donde se origina el partido y un tipo de sociedad. El cristianismo, no como esencia sino como su elemento intencional tiene una cosmovisin, un mo- do de ver, de juzgar, de obrar en el mundo natural, profano. Si la visin cristiana del hombre, de la his- toria y el cosmos no tuviera ninguna incidencia en lo real temporal, el cristianismo sera un supernatura- lismo intil y quiz an el opio del pueblo(60) , tal es, al fin la posicin nestoriana(61) que defenda en Jesucristo la existencia de dos personas (sepa- rando radicalmente lo sobrenatural de lo natural). Podra caerse en otro extremo el de los monofisi- tas, que pretendan la existencia en Jesucristo de una sola naturaleza, el de la identidad del cristia- nismo con un sistema poltico, econmico o social (los sistemas de cristiandad). La conciencia cristiana debe situarse entonces claramente entre ambos extremos: la existencia, el compromiso cristiano no puede ser sino temporal, poltico, sindical, histrico, y sin embargo lo tras- ciende, es decir, nunca ser esclavizado, ligado por un sistema, cosmovisin o postura determinada. Son justamente los profetas (pro-fem= el que habla ante o contra) los que saben tomar distancia, depurarse de la mera cosidad de la cotidianeidad, to- mar auto-conciencia cristiana de los acontecimientos y juzgarlos a la luz de la Fe en toda su heroica y trascendente exigencia. Un Bartolom de Las Ca- sas, un Pedro Claver, un Padre Hurtado en Chile son esos profetas que anuncian las exigencias cristianas, por muy duras que sean, a las conciencias adorme- cidas de su tiempo.

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  • 4. AUTOCONCIENCIA CRISTIANA DE LATINOAMRICA Veamos rpidamente, partiendo de los niveles analizados arriba, una indicacin posible para una re- flexin sobre la conciencia cristiana en nuestro con- tinente. a) Autoconciencia cristiana y civilizacin latino- americana En primer lugar, el cristiano consciente de las exigencias de su fe, debe enfrentarse resueltamente ante la estructura actual del sistema civilizador de nuestras naciones. Ante estas estructuras solo cabe una postura de reforma o de revolucin a fin de permitir a la gran mayora de nuestros pueblos, urbanos y rurales, las masas proletaria y del campe- sinado, beneficiar de los frutos de la civilizacin tc- nica, mundial y contempornea. Pero el sistema de la civilizacin latinoamericana (agricultura, industria- lizacin, infraestructuras, urbanizacin, etc.) est perfectamente trabado en un crculo vicioso. Los be- neficiarios de este sistema son aquellos que poseen la clave del ciclo, y stos son: las oligarquas crio- llas capitalistas y burguesas, y los capitales extran- jeros evidentemente norteamericanos. Nuestra civilizacin latinoamericana no slo ha dejado de crecer, sino que decrece, aumentando sin embargo el nmero de sus habitantes que en vez de ser sus beneficiarios son sus prisioneros. Los tiles, los instrumentos de civilizacin que el hom- bre ha inventado, acumulado, transmitido, reproduci- do se transforma en un medio de alienacin, de des- humanizacin de la gran mayora. La conciencia cristiana, autoconciencia de la historia, no puede sino armarse de la palabra y la ac- cin, y promover as una autntica reforma y re- volucin si fuera necesario en consonancia con sus postulados: la suma libertad del hombre ante los

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  • tiles inventados para el uso y no para la mutua ex- plotacin, ya que en los casos de necesidad todo es comn(62); el respeto supremo a la dignidad humana de los que sufren un sistema civilizador in- justo los campesinos, muchas masas urbanas, los indios, etc. o la dictadura. b) Autoconciencia cristiana y "ethos" latinoamericano En el nivel ms profundo, pero totalmente soli- dario del primero por cuanto el sistema de civiliza- cin condiciona y es condicionado por el estilo pro- pio de un pueblo, la autoconciencia cristiana se enfrenta con un ethos social profundamente estable- cido y difcil de discernir en Latinoamrica. As co- mo en el plano de la civilizacin es necesario rea- lizar una revolucin en la lnea de la socializacin, as aqu ser necesario igualmente una reforma para modificar el ethos burgus descubriendo las moda- lidades existenciales de un nuevo humanismo. La burguesa es un grupo, entre tantos, pero el ms influyente, de nuestra sociedad latinoamericana. Posee el espritu del capitalismo mundial en ese tan propio estilo de apropiacin privada, egosmo fami- liar, ascetismo en el trabajo, culto a la personalidad y al desarrollo de las cualidades de cada individuo, respeto por los que han alcanzado su misma clase, etc. evidentemente, todos estos factores no son negativos, pero pueden transformarse en un mo- mento de la evolucin de un pueblo, en trabas muy importantes para una etapa superior del progreso(63). Junto al ethos burgus del homo homini lupus coexiste un ethos pre-histrico. La resignacin pasi- va del sbdito y an del esclavo del Imperio Inca o Azteca, de la mujer del indio, de los vencidos, de los pueblos secundarios. Resignacin pasiva an- te el destino, tradicionalismo mtico y cuasi-religio- so de nuestros campos que nada tiene que ver con el profetismo y la responsabilidad histrica de la conciencia judeo-cristiana.

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  • Por ltimo, la indolencia propia del hombre que tiene lo absolutamente necesario y que permanece en su estado recibido sin creatividad. Rpidamente se transforma en indiferencia y hasta irresponsabili- dad social. No interesa destruir esto o aquello, pa- ga el Estado dicho y redicho tan latinoamericano. Ante el egosmo, la pasividad, la resignacin, la indolencia, la indiferencia, la irresponsabilidad, el individualismo, el miedo a expresar su propio pen- samiento, debe levantarse un nuevo humanismo y en ello la autoconciencia cristiana tiene un gran pa- pel a cumplir de la solidaridad social, de amor al prjimo y en especial a los ms necesitados de la pobreza voluntaria de la burguesa. Una esperanza contra toda desesperanza, un entusiasmo contra to- do infortunio, una rebelda contra todo falso confor- mismo, una vehemencia por la justicia contra todo egosmo, un comunitarismo contra el pseudo indivi- dualismo, un personalismo que respete la dignidad y trascendencia de cada interioridad humana. c) Autoconciencia cristiana y ncleo tico-mtico(64) Ante los ltimos valores que justifican los com- portamientos de un grupo, la conciencia cristiana adulta se enfrenta ante una problemtica ms comple- ja que ante la mera civilizacin. En los tiempos de las cristiandades sea la Nueva cristiandad colonial ame- ricana o la europea medieval los valores de la ci- vilizacin se confundan con los valores cristianos. En esos tiempos, los valores religiosos del Islm, del confucionismo o el vedanta posean los lmites geo- grficos de sus respectivos Imperios, naciones o rei- nos. La civilizacin se unificaba con la religin, y esta era el fundamento de todo valor. En nuestro tiempo y gracias a la autonoma de lo temporal, consecuencia necesaria y exclusiva del Cristianismo (65) la masa se autonomiza y va tomando progre- sivamente un mayor poder de eleccin. La masa de nuestra civilizacin contempornea y mundial no

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  • solo las oligarquas, por medio de la informacin, el transporte, la movilidad, etc., conoce suficiente posibilidades para elegir personalmente (dentro del margen que la propaganda y el mecanismo colectivo le permite). Desde ese momento, diferentes cosmovi- siones son preferidas por diversos grupos, y la civili- zacin no es ya monoltica, unitaria: la civilizacin no coincide con un ncleo tico-mtico que es al mis- mo tiempo una religin o al menos el foco inten- cional central de la religin. Estamos en una civi- lizacin pluralista y profana, autoconciente de su li- bertad! En el Imperio Romano, el cristianismo vivi den- tro de un mundo que posea un pluralismo relativo (66), y fue en ese mundo donde no solo naci, sino donde creci y descubri su temple propio y univer- sal. El Imperio mediterrneo se ha dilatado y es hoy una civilizacin universal, y en esa civilizacin es ne- cesario saber valorar todo lo positivo tal como los primeros cristianos supieron ser romanos y apreciar lo que esto significaba, teniendo conciencia sin em- bargo que era necesario trascenderlo. Ante los l- timos valores, ante los fundamentos de nuestra civi- lizacin latinoamericana, la conciencia cristiana de- be saber sentirse solidaria de la primera generacin de cristianos misioneros que supieron distinguir entre civilizacin hispana y religin cristiana, sintindose indio con los indios aunque hubiera que luchar contra gobernadores y virreyes. Como un Bernardino Saha- gn o un Jos Acosta se debe hoy analizar esos va- lores positivos de nuestro pueblo para saber mostrar como el sentido de la evolucin atraviesa el mundo en un anhelo escatolgico Teilhard de Chardin, di- ra crstico. La historia latinoamericana no la escribir exis- tencialmente un grupo ni siquiera el de los cristia- nos, sino todos los latinoamericanos. En la medi- da en que la conciencia cristiana sepa asumir todos los valores positivos podr cumplir su misin en nuestro continente.

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  • d) Autoconciencia cristiana y grupos sociales Es evidente que una revolucin en el nivel de la civilizacin, una reforma contra el ethos social bur- gus, y la instauracin de una comunidad pluralista de derecho no puede realizarse sin tener bien en cuenta cules grupos sociales deben cumplir dicha tarea. La conciencia cristiana debe saber comprender la evolucin de nuestra vida social. En la cristiandad colonial, la Iglesia por sus Obispos nombrados por el Rey, por las Ordenes religiosas verdaderos pode- res espirituales y temporales en Espaa, Portugal y Amrica significaba una clase social dirigente, aristocracia cultural, y an econmica. Por el contra- rio, en el siglo XIX, la progresiva secularizacin, la universalizacin anti-inquisitorial, el parcelamiento nacional, las guerras fraticidas, la expulsin de Obis- pos, la desorganizacin de los centros de enseanza la prdida de bibliotecas, sumi a la Iglesia a un gra- do de postracin indescriptible. Perseguida hbilmen- te por liberales, positivistas y laicistas termin por comprometerse con ellos sobre todo en tanto cla- se ms que en tanto ideologa, es decir, se torn burguesa; en algunos de nuestros pases conserv sin embargo su preponderancia ininterrumpidamente desde la poca colonial. Ante esta situacin bien que con numerosas excepciones, ante una reforma o revolucin de es- tructuras en vistas a una socializacin creciente pa- ra bienestar de las clases proletarias, campesinas y medias, permanecer slidamente comprometido a la clase o grupo propietario, terrateniente, oligrquico, aristocrtico o burgus es simplemente constituirse en un marginal histrico. Muy por el contrario, la nueva generacin com- prende la importancia de un compromiso con la ma- sa. El nacimiento de movimientos sindicales obreros, universitarios, la conciencia poltica creciente, la or- ganizacin de ciertos grupos de intelectuales, mues- tra que la conciencia cristiana descubre poco a poco

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  • el modo de situarse de manera original y adecuada en el ritmo de la evolucin y desarrollo necesario e integral. Es ante todo junto a la masa de trabajadores in- dustriales, de naciente proletariado, junto a los nu- merosos y misrrimos campesinos de nuestros cam- pos, junto a los dirigentes universitarios y profeso- res, junto a los polticos de avanzada social, junto a los ncleos de poblacin de las grandes ciudades donde se juega el destino de Latinoamrica. La con- ciencia cristiana cumplir all su funcin o no cumpli- r ninguna! 5. HACIA UN NEO-HUMANISMO LATINOAMERICANO Unos meses antes de su muerte, Teilhard de Chardin escriba a Claude Cunot a propsito de un trabajo que pretenda escribir sobre Humanismo y humanismo: Un neo-humanismo evolutivo (es necesario), do- minado por la conviccin que existe un Ultra-huma- no... El Humanismo del Cosmos, antiguo y sin valor est en vas de ser reemplazado por un Humanismo de Cosmo-gnesis".(67). Y en su obra clebre El Medio Divino escriba Hay un medio de conciliar, despus de nutrir uno por el otro, el amor de Dios y el sano amor de Mundo, el esfuerzo de trascender y el esfuerzo de desarrollar.(68). Estas dos tendencias estn inscriptas en el cora- zn mismo de nuestra civilizacin y cultura latino- americana del Humanismo que pretenda significar el fundamento antropolgico y activo de su nueva cons- titucin. El momento de la Amrica indiana se opone dia- lcticamente a la poca hispana de Amrica; sta por su parte al proceso tcnico del positivismo liberal;

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  • y ste se opone nuevamente al nacimiento de una conciencia de socializacin de las masas campesinas y proletarias que significan el segundo momento necesario emprendido por la tecnificacin positivista. La visin y prxis esto es un Humanismo que pueda dar cuenta de la aspiracin profunda y latente es aquel que asuma como propio los valores del mun- do en desarrollo tcnico, proletario, campesino pero que los trascienda permitiendo abrir la persona humana al universalismo y a la convergencia en el Hiper-personal, donde encuentre un centro definitivo de permanencia y unidad. Esto es necesario, porque en el interior de la Historia, el hombre se encuen- tra referido, siempre, en realidad, objetivamente, a situaciones concretas, que no pueden, en cuanto ta- les, permitirle actualizar la totalidad de su ser. Si no existe un fin de la Historia, no hay tampoco una rea- lidad positiva que corresponda a la amplitud del ser humano y que le conferir su realidad efectiva(69). Ese humanismo, evolutivo, totalmente humano y sin embargo abierto a la trascendencia por una exi- gencia histrica latinoamericana y natural del hombre en general, es el nico, a nuestro criterio que pue- de cumplir con los valores positivos que se proponen otros humanismos parciales, reducidos o unilatera- les: La comunidad (Gesellschaft) es la perfecta uni- dad esencial del hombre con la naturaleza, la verda- dera resurreccin de la naturaleza, el acabamiento naturalista del hombre y el acabamiento humanista de la naturaleza.(70). Esta posicin. que llamaramos el humanismo cerrado a lo meramente humano, es asumido por otra actitud: Se instaura una dialctica entre dos trascenden- cias. En primer lugar, el hombre es trascendencia, en el sentido que constituye una historia sin fin, que por su parte es bsqueda y suspenso ante la totalidad. Esta primera trascendencia es ella misma mediacin de otra trascendencia, que es el pasaje hacia un

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  • ms alla de lo humano: hacindose en la historia comprendiendo esta historia, el ser humano com- prende igualmente que l mismo es tambin apertu- ra infinita y que no puede realizarse y efectuarse sino refirindose a una realidad trascendente, trans-hist- rica(71). Una conciencia cristiana se expresa como lo ha- ce el antes nombrado paleontlogo: No existe Progreso en la Tierra sin primado y triunfo de lo Personal en la cima del Espritu. Si con- sideramos la actualidad, en toda la superficie de la noosfera, el cristianismo representa la nica corrien- te del pensamiento lo bastante audaz y progresista para saber abarcar prctica y eficazmente el mundo en un gesto perfecto, e indefinidamente perfectible. Solo, absolutamente solo sobre la Tierra moderna, muestra su capacidad de sintetizar en un solo acto vital la Totalidad y la Persona... Es el eje principal de la Evolucin. a) Considerado objetivamente, a ttulo de fen- meno, el movimiento cristiano, por su enraizamiento en el pasado, y por sus desarrollos incesantes, pre- senta los caracteres de un phylum.

    b) Ubicado en la evolucin, que debe ser con- siderada como un ascenso de la conciencia, este phylum, por su orientacin hacia una sntesis fundada en el amor, progresa exactamente en la direccin presumida por la flecha de la biognesis.

    c) En el eln que gua y sostiene su marcha ha- cia adelante, esta flecha que sube implica esencial mente la conciencia de encontrarse en relacin ac- tual con el polo espiritual y trascendente de conver- gencia universal No es acaso el fenmeno cris- tiano, que surge del corazn del fenmeno social justamente ese phylum...?(72). Esto no quiere decir que sea el cristianismo la nica posicin que unificara el pasado y futuro lati- noamericano. Mas bien habra que decir que sera un humanismo falto de su columna vertebral aquel que

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  • pretendiera imponerse en latinoamrica sin poseer, junto a otros, los valores contenidos en la tradicin judeo-cristiana, que expresa en nuestro continente, lo mejor: la actitud de un humanismo trascendente. El humanismo que pareciera vislumbrarse y que deberemos analizar poseer al mismo tiempo los valores de un personalismo que superar el mero liberalismo burgus, con su individualismo y egosmo propio, para descubrir una nueva relacin de hombre a hombre, y sobre todo de hombre opues- to a los instrumentos y la natura1eza, es decir, una nueva relacin de hombre y trabajo(73). Un huma- nismo en la lnea de la socializacin y planificacin que no pretendiendo ni la dictadura del proletaria- do ni la sociedad comunista permita que la solidari- dad social prime sobre todo tipo de propiedad pri- vada. Un humanismo que instaure una comunidad pluralista oponindose al integrismo de una Cris- tiandad monoltica e intolerante o a una Nueva Cris- tiandad equvoca, pero igualmente a toda dictadura, totalitarismo, fachismo de extrema derecha. Un hu- manismo latinoamericano que por su historia, su ci- vilizacin, su ethos propio, por las necesidades del subdesarrollo que le son propias, va tomando y confi- gurando su personalidad ante la Amrica anglosajona. la Europa trans-atlntica, el Mundo rabe, el frica negra, las Repblicas socialistas de tipo comunista, el Asia post-confuciana, post-budista, la India. Si Amrica Latina no sabe asumir los trminos aparentemente contradictorios de una dialctica pro- pia, superndolos en una unidad superior, permane- cer a la deriva, siendo una cultura marginal, una ci- vilizacin colonial y estancada, un pueblo sin perso- nalidad. CONCLUSIN Nuestro llamado se dirige especialmente a esta nueva generacin latinoamericana que ha luchado contra las tiranas, contra el imperialismo, contra el

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  • conformismo, contra las posiciones tradicionales que no responden ya a las exigencias de nuestro tiem- po. A ella le pedimos, ante todo, tomar un tiempo suficientemente largo de formacin y reflexin. S- lo con la distancia y la separacin que da el estudio la meditacin, el silencio, nos permitir atacar los males con plena autoconciencia. Porque como es ne- cesario ir contra la corriente, debemos primeramente ver su curso y saber contemplarlo objetivamente. Cada uno en su campo especfico, sea tcnico, cien- tfico, humanista o telogo. En un segundo momento, es necesario que cada uno en su campo se comprometa en la accin. No queremos decir, que sea necesario hacer poltica, ni mucho menos. Es necesario, en cambio, tomar algu- na responsabilidad social, sindical, educacional, mu- nicipal, comunitaria, religiosa, econmica, en donde aportemos un espritu nuevo, un nuevo humanismo. Ser necesario el dilogo y la comprensin en- tre las fuerzas vivas, y entre los grupos ms con- cientes de dichas fuerzas. La construccin de Am- rica Latina no es obra de algunos sino de todos. Ser necesario igualmente fijar una prioridad de objetivos. Los valores comunes y necesarios deben ser respetados en primer lugar: la justicia social que permitir a los ms pobres adquirir una cultura hu- mana y un nivel de vida suficiente. Para ello habr que cambiar muchas estructuras. Debemos oponernos a los que viven sobre dichas estructuras y pretenden eternizarlas. Las nuevas generaciones cristianas latinoameri- canas, tomando conciencia de todas estas situacio- nes, podrn ser un elemento motor de primera im- portancia en el desarrollo de nuestro continente (*). _______________ (*)Esta conferencia dictada en 1964 haca suponer lo que hoy se ha transformado en una realidad, pero, como toda rea- lidad histrica, es una realidad equvoca.

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  • HIPTESIS PARA EL ESTUDIO DE LA CULTURA LATINOAMERICANA Nuestra historia comienza por un choque, un choque de dos gigantes, un choque de dos civili- zaciones, de dos culturas. Una se encontraba todava en la poca calcoltica; en un nivel cultural que podra compararse en el mejor de los casos, al desarrollo de la primera dinasta egipcia; otra, que desde la prime- ra dinasta egipcia haba acumulado una experiencia de muchos siglos. Haba una diferencia cultural, si pudiramos hablar en trminos absolutos, de como cinco mil aos de evolucin humana, por lo menos. El ms asitico de los asiticos, el indio, se va a en- frentar con el ms occidental de los occidentales, el hispano, que acababa de descubrir la va de acceso hacia el Asia por el Atlntico. El Atlntico se cons- tituye en el centro de la historia desde ese entonces hasta el presente; es decir, el Pacfico dej de tener la centralidad que posea para nosotros en la pre- historia. Esto tiene mucha importancia geopoltica. Antes las grandes culturas miraban hacia el Pacfico; los aztecas y los incas se situaban junto al Pacfico. Mien- tras que cuando comienza nuestra historia ese Pacfico permanece como en la prehistoria, se queda atrs; en cambio el Atlntico es el que recibe nuevo

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  • influjo; el Atlntico norte se convirti en el siglo XVI en el centro de la historia, y lo es hoy todava. La Cristiandad europea tuvo otro mbito de ex- pansin, expansin que el Islm le haba imposibili- tado durante ocho siglos, y, en definitiva, los turcos ya comenzaban a converger sobre sus espaldas. 1. IMPROVISACIN ANTE LO INEXISTENTE Aunque el hombre hispnico estaba bien prepa- rado para luchar, aunque en los ltimos siglos haba retomado palmo a palmo muchas tierras ocupadas por los infieles, estaba sin embargo totalmente inexperto en comprender el salto histrico esos cinco mil aos de los que hablbamos hace un ins- tante que deba dar. Enfrentarse a un Abdala de Granada era enfrentarse a un contemporneo, a un hombre del mediterrneo, a un semita que conoca el romance, en fin, a un semejante que aunque de- rrotado, era un igual al hispano(1). Mientras que sin saberlo y sin haberlo previsto, ya que era en el me- jor de los casos crey el hispano ir hacia el imperio chino, y an en este caso hubiese podido dialogar mejor, el espaol se encontr con un hombre inexis- tente en todos los esquemas de las ecmenes cono- cidas. El amerindiano simplemente no exista para Eurasia. Y estaba tan fuera de todo esquema que Co- ln no tuvo en su vida plena conciencia de haber descubierto Amrica, ya que insisti e insisti de haber llegado al Asia. Es muy distinto llegar a un lugar preconcebido a descubrir lo inesperado. En su diario de a bordo nos relata, describiendo en pocas palabras toda la protohistoria latinoamericana, y manifiesta claramen- te la cultura y civilizacin de la que era portador, dice Coln: La informacin que yo haba dado a V. A. de las tierras de Indias, y de un prncipe que es llamado gran Khan, que quiere decir en nuestro romance rey de los reyes (a Coln todas las palabras que le decan los indios le sonaban asiticas; lo pa-

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  • radjico es que lo eran), como muchas veces l y sus antecesores haban enviado a Roma a pedir doctores de nuestra santa fe (l pensaba que eran asiticos porque les enseasen en ella, y nunca el santo Padre lo haba provedo, y se perdan tantos pueblos cre- yendo en la idolatra y recibiendo as sectas de per- dicin (esto muestra a su vez una visin de la his- toria y, por cierto, teolgica; se perdan todos ellos porque no haban recibido su bautismo y la predi- cacin evanglica. Esta teologa estar presente en todo el siglo XVI). V. A., como prncipes cristianos y como prncipes amadores de la santa fe cristiana (la cristiandad) y acrecentadores de ella y enemigos de la secta de Mahoma (Qu tendr que ver Mahoma en Amrica?) y de todas las herejas (ustedes ven que Coln todava es un caballero cristiano medieval, que lucha contra el Islm y que tiene que continuar la Cruzada contra el Islm y que esa cruzada la lleva a cabo ahora en Amrica), pensaba de enviarme a m, Cristbal Coln, a dichas partes de las Indias (pero de las Indias orientales) para ver los dichos prncipes y los pueblos y la disposicin de todo, y la manera como se pudiese tener la conversin de ellos a nuestra santa fe(2). As vea Coln su empresa; ese hombre resu- ma en s toda la protohistoria; desde muy lejos, des- de Abraham hasta ese espaol que parta de Palos. En este pequeo texto podramos rehacer toda la historia; esa es la visin del mundo que tena Coln; ese era el ltimo constitutivo de su mundo cultural; era el fondo de sus actitudes; era lo que le haba hecho tomar una nave y partir; todo se unifica; esto era la cultura en el momento del descubrimiento. Para el lector contemporneo, pudiera parecer que el texto indicado est lleno de blandas y bellas elucubraciones con las que el Almirante encubra su hipocresa, su hipcrita intencin de ganancias. Muchos lo han pensado as. Sera un anacronismo que slo evidencia la ignorancia de una tal interpreta- cin, al objetivar en el descubridor tales intenciones. Coln era un mediterrneo, por eso aceptaba como

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  • propias todas las estructuras intencionales del se- mita-cristianismo en su vertiente romano-latina-cat- lica. Su largo contacto con los lusitanos y espaoles le dio su espritu de Cruzada. Sus viajes eran la con- tinuidad de las luchas de la Cristiandad medieval contra el Islm incluyendo en ellas la conversin de los infieles y el logro de un buen botn. Ustedes sa- ben que en las luchas contra el Islm, adems de convertir al que cautivaban, se apropiaban de sus bie- nes; como lo hacan tambin los islmicos. Haba una tolerancia relativa en el mundo islmico, de manera que el que no quera convertirse poda salir de los lmites del Reino o permanecer como un ciudadano de segunda categora, que pagaba impuestos suple- mentarios. 2. AMRICA FUERA DE LA HISTORIA Dentro de ese mundo, de esa cosmovisin, den- tro de ese horizonte intencional entraban slo tres trminos o mbitos en una visin de la historia uni- versal: la Europa cristiana, el Medio Oriente en el frica islmica, y el lejano oriente con el Khan. Am- rica estaba radicalmente fuera de la historia; ni sus habitantes tenan conciencia de la historia, ni tenan los hispanos mismos conciencia de su distancia. Hay hechos muy interesantes. Cuando Corts iba por Guatemala, le preguntaba a unos indios que eran descendientes de los mayas y que estaban a pocos pasos de las ruinas antiguas: Quines hicieron estas cosas?. Y los propios mayas respondieron: Ni nos- otros ni nuestros padres. Qu significa esa prdida, esa amnesia cultural? Por qu se produjo? Ellos mis- mos no podan releer los documentos de sus ances- tros; pero hay causas mucho ms graves, porque su conciencia del eterno retorno no les haba dado un inters por la historia; eran prehistricos en el sen- tido fenomenolgico; no tenan sentido de la his- toria; la temporalidad no haba llegado a la historici- dad. La historia de amerindia no exista ni en los habitantes que tena Amrica, ya que vivan en un

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  • mundo primitivo de la temporalidad de la existencia ahistrica; ni en los europeos y los europeoasiticos, que no tenan conciencia ninguna de su existencia, de la existencia de esos americanos. Amrica estaba fuera de la historia, hecho refle- jo de la conciencia humana; pero no estaba, es evi- dente, fuera del ser. Amrica exista fuera de toda conciencia refleja, pero tena conciencia de algo. El amerindiano, ciertamente, viva su mundo, viva un mundo real aunque no conociera su origen, aunque no tuviera refleja conciencia de la historia. Para el hispano, para nosotros, cuando no hemos podido de- sentraar el sentido de su mundo, el amerindiano se nos presenta como incomprensible. En un texto muy interesante, de A. Caturelli, nos dice: Amrica tie- ne los caracteres de una cosa simplemente ah, pre- sente, y nada ms; no es ms que eso; pura presen- cia, en bruto; ese ser en bruto que a muchos ame- ricanos no se ha revelado ni siquiera como a una simple presencia, como un ser embruto que nada dice porque no les es patente... Amrica no dice nada... Amrica es originaria por cuanto se sita en el pri- mer estrato de la presencia del ser o, lo que es igual, en los orgenes previos a la fecundacin por el esp- ritu en la antigedad del ser presente no-develado todava. Es una especie de pura physis, como la que sale de s misma en el sentido heideggeriano del trmino; pues es el continente originario; Amrica es originaria... Esta es la Amrica no descubierta toda- va.(3). 3. CHOQUES DE CIVILIZACIONES Amrica como amerindiana, y amerindiana como ser bruto, es el paisaje un tanto desolador que se presenta a los ojos de hispano cuando, contra todas las hiptesis y ante la experiencia evidente, se la descubre como un continente nuevamente alcanzado. Nuestro continente, nuestro mundo no es nuevo por- que sea ms joven, muy por el contrario es viejo e

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  • instalado en pocas prehistricas mucho ms anti- guas que la de los espaoles. El nuevo mundo, signi- fica ese hecho mayor en la historia humana, un nuevo mundo dentro del panorama de los mundos ya cono- cidos; pero, entonces, es un nuevo mundo para el mundo antiguo. Exista Amrica en s, sin conciencia refleja de ser bruto; y tan exista que las proas de los hispni- cos la encontraron contra su voluntad, y les impidi llegar al Asia como hubieran querido. Lo malo de todo encuentro inesperado es la improvisacin. Coln iba preparado para encontrar Asia, tena en sus bodegas lugar para cargar los refinados productos del Asia, y lo que es ms, tena en Europa mercado para esos productos. De pronto, llega a las tierras que denomi- nan San Salvador, primera objetivacin toponmica hispano-cristiana. San Salvador, el solo nombre niega ya el mundo amerindiano e implanta al Europeo. As desde el vamos, est dada toda la historia latino- americana. Dejando de lado el nombre de Guanahan, el ser en bruto es negado, pero no asumido. Es decir, se comienza como a superponer lo his- pnico a lo amerindiano. Qu otra posicin hubiera sido posible? Acaso la aceptacin de la barbarie, Amrica es acaso slo barbarie y toda creacin debe venir desde fuera de su ncleo. Esto considera Vctor Massuh en Amrica como inteligencia y pasin(4).

    En primer lugar, habra que entender bien qu significa Barbarie. Dicha palabra es originaria del griego, como ustedes saben, usada por ellos para nombrar a los pueblos extranjeros, a los que sobre- pasan los horizontes de su ecumene; esos son los brbaros; los hombres que estn afuera; los que son incomprensibles y por lo tanto no viven en el mundo helnico. Casi no son hombres porque no estn den- tro del propio mbito cultural. Y en este sentido, Guahanan evidentemente es lo brbaro, lo brbaro para el hispano, pero no para el hispano-americano. Pero tampoco Hispanoamrica se constituye sobre Guahanan, ni sobre un puro San Salvador hispnico.

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  • Guardemos por lo tanto un poco de expectacin, pero, desde ya, neguemos consistencia a un puro hispanis- mo, que hara de Amrica parte de la cultura peninsu- lar sin ms, y, tambin, de un puro indigenismo, a la manera de muchos en Mxico o Per, que parten de lo amerindiano exclusivamente. Amerindia o hispanoamrica no es tanto el ser bruto mudo, es un ser enmudecido, embrutecido, ante un odo habituado a escuchar otra msica, otras len- guas, otras armonas. El indio no es el ser en bruto, sino ms bien brutalizado ante una conciencia ence- guecida ante sus valores, la conciencia unilateral del conquistador. No es el brbaro, sino slo para aqul que erigi su ecumene en la nica ecumene posible. Coln no descubri Amrica sino que se encontr con algo que siempre quiso creer que era Asia. Am- rico Vespucio y an el Orbe Nuovo de Mart della Algeria, que es el primero que descubri Amrica, slo realizaron el descubrimiento geogrfico del Nue- vo Continente, el hallazgo de los amerindianos. El descubrimiento de los amerindianos como otros, co- mo radicalmente distintos de los hispnicos, pero poseyendo su propia cultura, sus propios valores, s- lo llegaron a efectuarlo muy pocos colonizadores, ca- si ninguno. El indio visto desde afuera fue la actitud nor- mal que asumi el hispano. Si alguno lo vi por den- tro fueron algunos misioneros, Pal, por ejemplo, el caso prototpico de Sahagn o de Bartolom de las Casas, el primero como antroplogo social, el segun- do como poltico-social, pero ambos comprendiendo al indio desde dentro, con una simpata que los con- naturalizaba con el amerindiano. Para ellos lo amerindiano no era un ser en bruto, sino un mundo imperfecto, pero ya humano, apresado en el mundo mtico del hombre arcaido; pero perfec- tible; ser al fin. Haba pensado describirles, por ejemplo, como un Fernndez Gonzlez Oviedo, que muri en 1547,

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  • describe al indio y lo describe desde afuera; se pregunt