íoch.1,. el conejo que opacó la urna

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7 • dosmlluno • martes 14 de abril de 1992 La ecología, n o t a n elástica como la sociedad y l a política José Miguel Acosta B. I nuevo da comienza antee del alba. Se le espera, se E dispone de sus horas, se le supone, se le imagina y se le vive antes de que se levente el sol. De la misma manera, el siglo XXI ye se gestó con todos tos genes que la civíización le ha heredado y ya se nutre de la naturaleza que sustenta el critico medio ambiente. Los bruscos cambios que sacuden cada día el mundo político, ideológico, la econo- mía o las técnicas no son más que manifestaciones tempranas del siglo venidero. 0 rostro maduro, a veces viejo, alegre o de- macrado de nuestra orguBosa sociedad posindustrial, y que a veces ni a preinoustríal ha llegado, no cambiará en sus rasgos esenciales. Los males necesarios con los que el hombre ha tratado de justificar una y otra vez sus errores y tos horrores que cimen- tan una buena parte de la organización humana, comienzan a ser manipulados a escafa mundial para bien o para mal. en ra- zón meramente de su peso especifico. Aparece el término de "gtobaíización'' como uno de los primeros balbuceos del vein- tiuno y ya desde ahora ordena, con esa misma ambigüedad que ordenar implica, que ese otro mal necesario que se lama contaminación, sea inscrito en un nuevo decálogo. La crisis ambiental ha dejado de ser marginal. Ya no es sim- plemente la botóla de basura que deja la vecina sobre la ban- queta, o el humo de aqueta fábrica y el esotérico "satisfacto- rio" IMECA del noroeste del Distrito Federal. La conciencia colectiva comienza a formarse sobre el umbral de la apestosa crisis ecológica y ta sensibilidad política se agudiza tratando de ganar eJec. orado o en el menor de los casos, queriendo pre- servar el mecho humano y natural como condición indispensa- ble para la sobrevivencia y desarrollo de la civilización. Los costos marginales también tienden a dejar de serlo en relación a la ecología. La cohesión social ante el desastre pre- siona sobre los preponderantes criterios de rentabilidad paula- tinamente para imponer prioridades en términos de costo- beneficio ecológico, con mayor rapidez que como se ha hecho respecto al costo-beneficio social durante la era de la indus- trialización. 8 propio termino de ecología sugiere cada vez más la uni- versalización del tema. La ecología ha dejado de ser materia exclusiva de científicos, de románticos naturalistas, de utópi- cos sonadores, de paranoicos previsores o de niños no do- mesticados; las crisis del medio ambiente entrelazan ostensible- mente sus efectos, antes locales, reforzando causas y efectos que sumados, internacionalizan, globali/an y fatalmente unl- versalizan una crisis ecológica que impone su propio peso es- pecífico y sus masas criticas La naturaleza llega apresuradamente a sus limites; al no ser tan elástica como la sociedad, la ecología se entroniza en el corazón mismo de la crisis ambiental y tiende atomarun lugar preponderante no sólo en el discurso político, sino en la racio- nalidad política y económica más rápidamente que como lo hi- zo la sociedad al cambio de siglo hace 100 años. A la "adapta- ble" sociedad se le puede seguir prometiendo, pero a la naturaleza ye no. Se han acumulado tantas contradicciones en tomo a los sutles equUbrios que sostiene ta vida, que estos comienzan a desquiciarse gravemente. Ante esta situación, el costo de oportunidad en la toma de las decisiones inaplazables para corregir o prevenir mayores daños en el medio ambiente, perece ser paulatinamente más accesible; ante el malestar social, el gobierno corresponsabfi- za crecientemente a la colectividad y a sus actores; se confor- ma entonces un proceso de configuración de criterios, cimien- tos de una política ecológica. Ya hoy en da, la economía y el sistema productivo se aceptan teóricamente corno subordina- dos a estados críticos de la ecología La cnsts ecológica acompañe la terminación del siglo, y fa- talmente se provecta como permanente en los albores del si- glo entrante, con las características de universalización antes señaladas. La fjtobalización de políticas que atañen al orbe en- tero deberá conferir un lugar preponderante a la ecología en el siglo XXI. La política necesitaba estar presente en el mante- nimiento de los equKbrios ecológicos desde el nacimiento mismo del estado-nación y no esperar el "escenario de lo inad- misible" quetoobligará a entrar violenta e imperativamente en la vida detosociedad, comprometiendo los modelos prevale- cientes de democracia. ' íoch.1,. el conejo que opacó la Urna Rocíe Ekma Marra k > M»d?na iempre estimado por su carne, su piel y pelo ha sido S el conejo. Nuestros antepasados le samaban tochtii. Fue elemento Importante dentro de la economía pre- hispánica. ya que formaba parte del trtxjto indígena. Francisco Hernández (1518-1587), en su Historia natura/ da la Nueva España, menciona diversas variedades, entre olas: el tzpactl o español; al «tactochtii' o de pecho blanco; cu ¡tíate- pe* o de cola chica y tiepartocht*. lamado asi por "el color leonardo y rojizo de que está manchado''. Fray Bernardlno de Sahagún (¿14997-1530) en su Historia general da tas cosas da Nueva España, nos dice que este animafito "hace cueva donde cria a sus hijos, y hace nido para ponerlos, escóndelos en partes secretas, tiene la carne sabro- sa". Mientras tanto. Fray Juan de Torquemada (1557-1624) quien escribió Monarquía Indiana, afirma que to gente rica vestía de algodón con orlas labradas con plumas y pelo de co- nejo, el mismo con el que los tejedores hadan ropa para los reyes y grandes señores. Al respecto, el mismo autor nos dice que aquellas prendas eran muy suaves y calientes y tan bien labradas, que el pelo de conejo entretejido con el hilo se toma- ba en una maravita. Esa ropa era común halarla en los tian- guis (del náhuatl tianquistíl). La piel del tochtii con pelambre recibía el nombre de tocho- mrtí. FJ cronista mexicano Femando de Alva Ixtirxóchrti (¿15687-1648), en su Historia da ta nación chkhimeca. men- ciona quetospe Labras del Teoicpaipan (asiento y tribunal de Dios) ubicado dentro del palacio de Netzahualcóyotl - r e y de Texcoco-, estaban lapizados con paños que mostraban di- versas figuras de aves, animales y ñores, fabricados con pelos de conejo de diferentes colores. También en tos tianguis se podan comprar conejos vivos, para sacrificados en honor de los señores ya difuntos o bien para ofrendar a tos dioses. Los ¡ndgenas sotan comer cecina de carne de conejo. Actualmente se conoce el conejo casteflano (syfvlagus flori- danus) y el conejo serrano (syfvlagus cunicularius) conocido también como conejo mexicano. El primero posee orejas tor- gas y es una de las especies más pequeñas. Tienetosextremi- dades posteriores más torgas quetosanteriores y se desplaza saltando. Lamentablementetocacería inmoderada está propi- ciando su desaparición. Por su parte el conejo serrano es el más grande detoscinco especies mexicanas. Le gusta vivir en los bosques de coniferas entre el zacate alto. FJ padre Sahagún al mencionar los mitos indígenas nos ha- bla del conejo que en noches de Luna lena podemos descubrir dibujado en eta. Nos dee que cuando los doses decidieron crear al Sol y a la Luna se reunieron en Teotihuacan en donde el dios Tecuciztecatf (quizo ser el Sol) y el dios buboso Nana- huatzin (que seria la Luna) encendieron una hoguera a la que se arrojarían y de ahí salir convertidos en los astros. Al final Nanahuatzin mucho más valeroso fue quien se lanzó primero y luego lo hizo Tecuciztecati. De este modo apareció el Sol y después la Luna, pero ambos tenían la misma luminosidad. Los dioses no contentos con su obra, decidieron quitado brillo a to Luna, por lo que uno de ellos salió corriendo y arrojó un conejo a to cara de Tecuciztécah. Asi fue como to Luna se opacó y Tochtii quedó grabado en ella. B término de globalización, que toma auge en este cambio de siglo, encierra un peligrosopo|eccto¿de cambios drásticos en to organización soctolen razón cVwvnasas criticas de hf j economía, de los nacionalismos o de la egplógja L i t r B j i am-f bien tal propicto to tfeMwvrJa a contraer espactos conceptoalv^ mente individuales;tolibertad de apropiarse derT^sasNóticas es cada vez más restringida en sociedades articuladas entoli- bertad de producir y consumir. A su vez,tossociedades subsi- diarias de este modelo, que están en vías de desarrollarlo, muestran con mayor severidad las limitaciones de ta democra- cia basada entodistribución de productividad, desde el mo- mento en que la naturaleza impone ya desde ahora la pondera- ción de su propia productividad: en suma, to susceptibilidad de las leyes naturales ha legado a sus límites hasta imponer un astado de emergencia en el que el reto de la civíización ra- dicará en una disyuntiva:tosociedad en su conjunto decide y asume establecer poéticas para citar aquellas causas que ahondan el desastre ecológico, o se sigue marginando hasta entronizar irreversiblemente el que unos cuantos deciden por eíto en circunstancias semejantes a las de un estado de sitio. Es importante que el conjunto detosautoridades supere los vicios concomitantes a una política de "administración de la crisis ecológica", basada en paliativos y maquillajes, y asuma cuanto antes una política integral de "ataque atocrisis ecoló- gica" que motive la adhesión y la participación permanente de b sociedad. Esta última condición podrá desmontar de su apocalíptico corcel, tal como se presentan en la actualidad, al sistema económico, atocoexistencia de los estados, a la crisis del medio ambiente y aún atosobrepoblación. Smile Center CLÍNICA DENTAL METROPOLITANA S.A. de C.V. Reg. XSS02 A pirtM úu Ua 8 00 A.M. TAMPICO 8 COION1A ROMA TUS. 211-87 18 V 28604 40

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7 • d o s m l l u n o • m a r t e s 1 4 de abr i l de 1 9 9 2

L a e c o l o g í a , n o t a n

e l á s t i c a c o m o l a

s o c i e d a d y l a

p o l í t i c a

J o s é M i g u e l A c o s t a B. I nuevo da comienza antee del alba. Se le espera, se

E dispone de sus horas, se le supone, se le imagina y se le vive antes de que se levente el sol. De la misma manera, el siglo XXI ye se gestó con todos tos genes

que la civíización le ha heredado y ya se nutre de la naturaleza que sustenta el critico medio ambiente. Los bruscos cambios que sacuden cada día el mundo político, ideológico, la econo­mía o las técnicas no son más que manifestaciones tempranas del siglo venidero. 0 rostro maduro, a veces viejo, alegre o de­macrado de nuestra orguBosa sociedad posindustrial, y que a veces ni a preinoustríal ha llegado, no cambiará en sus rasgos esenciales.

Los males necesarios con los que el hombre ha tratado de justificar una y otra vez sus errores y tos horrores que cimen­tan una buena parte de la organización humana, comienzan a ser manipulados a escafa mundial para bien o para mal. en ra­zón meramente de su peso especifico. Aparece el término de "gtobaíización'' como uno de los primeros balbuceos del vein­tiuno y ya desde ahora ordena, con esa misma ambigüedad que ordenar implica, que ese otro mal necesario que se lama contaminación, sea inscrito en un nuevo decálogo.

La crisis ambiental ha dejado de ser marginal. Ya no es sim­plemente la botóla de basura que deja la vecina sobre la ban­queta, o el humo de aqueta fábrica y el esotérico "satisfacto­rio" IMECA del noroeste del Distrito Federal. La conciencia colectiva comienza a formarse sobre el umbral de la apestosa crisis ecológica y ta sensibilidad política se agudiza tratando de ganar eJec.orado o en el menor de los casos, queriendo pre­servar el mecho humano y natural como condición indispensa­ble para la sobrevivencia y desarrollo de la civilización.

Los costos marginales también tienden a dejar de serlo en relación a la ecología. La cohesión social ante el desastre pre­siona sobre los preponderantes criterios de rentabilidad paula­tinamente para imponer prioridades en términos de costo-beneficio ecológico, con mayor rapidez que como se ha hecho respecto al costo-beneficio social durante la era de la indus­trialización.

8 propio termino de ecología sugiere cada vez más la uni­versalización del tema. La ecología ha dejado de ser materia exclusiva de científicos, de románticos naturalistas, de utópi­cos sonadores, de paranoicos previsores o de niños no do­mesticados; las crisis del medio ambiente entrelazan ostensible­mente sus efectos, antes locales, reforzando causas y efectos que sumados, internacionalizan, globali/an y fatalmente unl­versalizan una crisis ecológica que impone su propio peso es­pecífico y sus masas criticas

La naturaleza llega apresuradamente a sus limites; al no ser tan elástica como la sociedad, la ecología se entroniza en el corazón mismo de la crisis ambiental y tiende a tomar un lugar preponderante no sólo en el discurso político, sino en la racio­nalidad política y económica más rápidamente que como lo hi­zo la sociedad al cambio de siglo hace 100 años. A la "adapta­

ble" sociedad se le puede seguir prometiendo, pero a la naturaleza ye no. Se han acumulado tantas contradicciones en tomo a los sutles equUbrios que sostiene ta vida, que estos comienzan a desquiciarse gravemente.

Ante esta situación, el costo de oportunidad en la toma de las decisiones inaplazables para corregir o prevenir mayores daños en el medio ambiente, perece ser paulatinamente más accesible; ante el malestar social, el gobierno corresponsabfi-za crecientemente a la colectividad y a sus actores; se confor­ma entonces un proceso de configuración de criterios, cimien­tos de una política ecológica. Ya hoy en da, la economía y el sistema productivo se aceptan teóricamente corno subordina­

dos a estados críticos de la ecología La cnsts ecológica acompañe la terminación del siglo, y fa­

talmente se provecta como permanente en los albores del si­glo entrante, con las características de universalización antes señaladas. La fjtobalización de políticas que atañen al orbe en­tero deberá conferir un lugar preponderante a la ecología en el siglo XXI. La política necesitaba estar presente en el mante­nimiento de los equKbrios ecológicos desde el nacimiento mismo del estado-nación y no esperar el "escenario de lo inad­misible" que to obligará a entrar violenta e imperativamente en la vida de to sociedad, comprometiendo los modelos prevale­cientes de democracia.

' íoch.1,. el conejo que opacó la Urna Rocíe Ekma Marra k> M»d?na

iempre estimado por su carne, su piel y pelo ha sido

S el conejo. Nuestros antepasados le samaban tochtii. Fue elemento Importante dentro de la economía pre-hispánica. ya que formaba parte del trtxjto indígena.

Francisco Hernández (1518-1587), en su Historia natura/ da la Nueva España, menciona diversas variedades, entre olas: el tzpactl o español; al «tactochtii' o de pecho blanco; cu ¡tíate­pe* o de cola chica y tiepartocht*. lama do asi por "el color leonardo y rojizo de que está manchado''.

Fray Bernardlno de Sahagún (¿14997-1530) en su Historia general da tas cosas da Nueva España, nos dice que este animafito "hace cueva donde cria a sus hijos, y hace nido para ponerlos, escóndelos en partes secretas, tiene la carne sabro­sa".

Mientras tanto. Fray Juan de Torquemada (1557-1624) quien escribió Monarquía Indiana, afirma que to gente rica vestía de algodón con orlas labradas con plumas y pelo de co­nejo, el mismo con el que los tejedores hadan ropa para los reyes y grandes señores. Al respecto, el mismo autor nos dice que aquellas prendas eran muy suaves y calientes y tan bien labradas, que el pelo de conejo entretejido con el hilo se toma­ba en una mar a vita. Esa ropa era común halarla en los tian­guis (del náhuatl tianquistíl).

La piel del tochtii con pelambre recibía el nombre de tocho-mrtí. FJ cronista mexicano Femando de Alva Ixtirxóchrti (¿15687-1648), en su Historia da ta nación chkhimeca. men­ciona que tos pe Labras del Teoicpaipan (asiento y tribunal de Dios) ubicado dentro del palacio de Netzahualcóyotl - rey de Texcoco-, estaban lapizados con paños que mostraban di­

versas figuras de aves, animales y ñores, fabricados con pelos de conejo de diferentes colores.

También en tos tianguis se podan comprar conejos vivos, para sacrificados en honor de los señores ya difuntos o bien para ofrendar a tos dioses. Los ¡ndgenas sotan comer cecina de carne de conejo.

Actualmente se conoce el conejo casteflano (syfvlagus flori-danus) y el conejo serrano (syfvlagus cunicularius) conocido también como conejo mexicano. El primero posee orejas tor­gas y es una de las especies más pequeñas. Tiene tos extremi­dades posteriores más torgas que tos anteriores y se desplaza saltando. Lamentablemente to cacería inmoderada está propi­ciando su desaparición. Por su parte el conejo serrano es el más grande de tos cinco especies mexicanas. Le gusta vivir en los bosques de coniferas entre el zacate alto.

FJ padre Sahagún al mencionar los mitos indígenas nos ha­bla del conejo que en noches de Luna lena podemos descubrir dibujado en eta. Nos dee que cuando los doses decidieron crear al Sol y a la Luna se reunieron en Teotihuacan en donde el dios Tecuciztecatf (quizo ser el Sol) y el dios buboso Nana-huatzin (que seria la Luna) encendieron una hoguera a la que se arrojarían y de ahí salir convertidos en los astros. Al final Nanahuatzin mucho más valeroso fue quien se lanzó primero y luego lo hizo Tecuciztecati. De este modo apareció el Sol y después la Luna, pero ambos tenían la misma luminosidad. Los dioses no contentos con su obra, decidieron quitado brillo a to Luna, por lo que uno de ellos salió corriendo y arrojó un conejo a to cara de Tecuciztécah. Asi fue como to Luna se opacó y Tochtii quedó grabado en ella.

B término de globalización, que toma auge en este cambio de siglo, encierra un peligrosopo|eccto¿de cambios drásticos en to organización soctolen razón cVwvnasas criticas de hf j economía, de los nacionalismos o de la egplógja L i t rB j i am-f bien tal propicto to tfeMwvrJa a contraer espactos conceptoalv^ mente individuales; to libertad de apropiarse derT^sasNóticas es cada vez más restringida en sociedades articuladas en to li­bertad de producir y consumir. A su vez, tos sociedades subsi­diarias de este modelo, que están en vías de desarrollarlo, muestran con mayor severidad las limitaciones de ta democra­cia basada en to distribución de productividad, desde el mo­mento en que la naturaleza impone ya desde ahora la pondera­ción de su propia productividad: en suma, to susceptibilidad de las leyes naturales ha legado a sus límites hasta imponer un astado de emergencia en el que el reto de la civíización ra­dicará en una disyuntiva: to sociedad en su conjunto decide y asume establecer poéticas para citar aquellas causas que ahondan el desastre ecológico, o se sigue marginando hasta entronizar irreversiblemente el que unos cuantos deciden por eíto en circunstancias semejantes a las de un estado de sitio.

Es importante que el conjunto de tos autoridades supere los vicios concomitantes a una política de "administración de la crisis ecológica", basada en paliativos y maquillajes, y asuma cuanto antes una política integral de "ataque a to crisis ecoló­gica" que motive la adhesión y la participación permanente de b sociedad. Esta última condición podrá desmontar de su apocalíptico corcel, tal como se presentan en la actualidad, al sistema económico, a to coexistencia de los estados, a la crisis del medio ambiente y aún a to sobrepoblación.

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