* director del instituto de investigaciones jurídicas de la · * director del instituto de...

DISCURSO PRONUNCIADOPOR EL DOCTOR DIEGO VALADÉS,*

CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN

Distinguidos integrantes de la mesa de honor;Distinguidos participantes en este congreso;Señoras, señores:

Por séptima ocasión nos reunimos para reflexionaracerca de los problemas que presenta el constitu-cionalismo de nuestro tiempo. La calidad y númerode asistentes demuestra la creciente importanciaque se atribuye a estas reuniones. Con gran cariñoy respeto recibimos hoy a ciento sesenta constitu-cionalistas de veintidós países, al lado de quienesparticiparemos más de cien ponentes de México.Sean bienvenidos también los profesores, los estu-diantes y todos los interesados, que en número su-

* Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de laUNAM.

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perior a ochocientos se han inscrito como partici-pantes; bienvenidos igualmente quienes nos ayudana informar a la sociedad acerca de sus derechos.

En 1975, el Primer Congreso Iberoamericano deDerecho Constitucional recomendó muchas medi-das que luego se adoptaron en varios países, entreellos México, y otras que continúan pendientes. Seexigió la garantía para los “derechos de libertad deexpresión, de manifestación pública del pensamien-to, de difusión de las ideas a través de los mediosde comunicación y la libertad de las universidadescomo factores decisivos de formación de opiniónpública”. También se planteó dar autonomía al mi-nisterio público respecto del ejecutivo, establecerla declaración general de inconstitucionalidad, in-troducir el consejo judicial o de la magistratura, yreconocer que los organismos judiciales deben con-tar con el derecho de iniciativa ante el órgano le-gislativo. Asimismo, se propuso que las Constitu-ciones incluyeran un capítulo sobre administraciónpública, estableciendo el servicio civil, y otro sobrerégimen económico. En cuanto a la reforma cons-titucional, se sugirió la conveniencia de generalizarel procedimiento de consulta popular para reformarla Constitución en cuestiones de particular impor-tancia, y por lo que respecta a las conductas ad-versas a la letra constitucional, especialmente enmateria electoral, se recomendaba estudiar todas las

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causas, y los posibles remedios, de los casos de“ineficacia de la legislación constitucional”.

El primer congreso, como el que ahora comien-za, fue organizado por el Instituto de Investigacio-nes Jurídicas y por el Instituto Iberoamericano deDerecho Constitucional. Ambas instituciones hanparticipado desde entonces en la organización delos sucesivos congresos, que en un par de ocasionesha contado con el patrocinio y la hospitalidad dela Universidad Externado de Colombia. Otras dosveces, el congreso fue posible gracias al apoyo dela Fundación Friedrich Ebert, representada por Die-ter Koniecki, un gran amigo de Iberoamérica. Aho-ra agradezco su muy valioso apoyo al Centro deEstudios Constitucionales de Madrid, al Consejode la Judicatura Federal, al Tribunal Electoral delPoder Judicial de la Federación, al Instituto FederalElectoral, a los tribunales superiores de justicia deAguascalientes, Campeche, Colima, Distrito Fede-ral, Quintana Roo, Tlaxcala y Zacatecas, a las uni-versidades Veracruzana y de Tlaxcala, y a la Es-cuela Libre de Derecho.

El constitucionalismo iberoamericano de nues-tros días no se reconoce en el que estaba vigente,cuando nos reunimos por primera vez. En este sen-tido es posible decir que hemos sido testigos decambios profundos. Al reunirnos en 1975 todo eraexpectativa; actualmente hay mucho de certidumbre

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pero algo también de duda. Entonces el problemaera construir nuevos sistemas constitucionales; hoyel desafío es preservarlos y desarrollarlos. Del viejodrama del poder sólo conservamos un mal recuer-do; pero a veces la memoria colectiva no retienela magnitud del sufrimiento que el poder desbor-dado impuso a nuestros pueblos. En 1974, año delprimer congreso, todos leíamos las recién apareci-das novelas El recurso del método, de Alejo Car-pentier, y Y o, el supremo, de Augusto Roa Bastos;que enriquecían la tradición temática iniciada porNostromo, de Joseph Conrad; Tirano Banderas, deRamón de Valle Inclán; El señor presidente, de Mi-guel Ángel Asturias. Allí se pintaba el árido e in-clemente paisaje del poder en Iberoamérica.

Una rápida mirada nos permitirá apreciar que enel periodo transcurrido desde el primer congreso;Portugal y España, en 1976 y 1978 respectivamen-te, adoptaron Constituciones democráticas. Encuanto a nuestro hemisferio, de las dieciocho Cons-tituciones democráticas, sólo cinco son anterioresa 1975: las de Costa Rica (1949), República Do-minicana (1966), Panamá (1972, reformada profun-damente en 1978, 1983 y 1994), Uruguay (1967)y México. En el caso de la norma mexicana, sinembargo, aun cuando sigue siendo la de 1917, hansido promulgados 151 decretos de reforma quehan modificado una gran parte de sus enunciados

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originales. Para hacernos una idea de los cambiosoperados en la norma de Querétaro, podemos men-cionar que el texto inicial utilizó 22,039 palabras,mientras que el actual incluye 45,177, es decir másdel doble; y los artículos que no han experimentadoningún cambio desde 1917, sólo contienen 3,288palabras, equivalentes al 7% del texto vigente.

En cuanto a las otras trece Constituciones lati-noamericanas, cuatro fueron promulgadas en la dé-cada de los años 80: la de Brasil, en 1988; la deChile, en 1980; la de El Salvador, en 1983 (con re-formas profundas en 1991, 1992, 1994 y 1996); y lade Honduras, en 1982; y nueve de los dieciocho paí-ses adoptaron nuevas Constituciones, o les introdu-jeron cambios muy extensos en la última décadadel siglo XX: Argentina (1994), Bolivia (1994, re-forma profunda de la de 1967), Colombia (1991),Ecuador (1998, reforma profunda de la de 1979),Guatemala (1994), Nicaragua (1995, reforma pro-funda de la de 1987), Paraguay (1992), Perú (1993),y Venezuela (1999).

Como se puede apreciar, los congresos que pre-cedieron al que hoy comienza se realizaron en me-dio de un intenso quehacer constituyente, que fuedejando su impronta en la doctrina constitucional.Desde el punto de vista comparativo, estos congre-sos acreditaron con cuánta atención observan la rea-lidad los constitucionalistas. Entre los cambios más

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representativos que aquí se han propuesto y anali-zado, sucesivamente están los que han implicadola transferencia del poder de los militares a los ci-viles; la garantía, cada día con mejores resultados,de los derechos fundamentales; y el reforzamiento delos instrumentos democráticos de control del poder.Paulatinamente ha mejorado la calidad del gobiernoentre nosotros. “El gobierno es un trabajo en be-neficio ajeno”, dijo Domingo Faustino Sarmiento;pero por sencilla que suene la sentencia, convertirlaen realidad ha significado esfuerzos demorados eintensos.

A lo largo de la experiencia adquirida en estosaños hemos aprendido a ser cautos. El constitucio-nalismo iberoamericano decimonónico se caracte-rizó, entre otras cosas, por una extraordinaria vo-latilidad que impidió consolidar las instituciones. Elconstitucionalismo del siglo veinte tuvo otro signoy otro sino: generó expectativas excesivas y dejócrecer a su vera numerosas prácticas que contrade-cían los principios constitucionales. De la ilusiónpor el cambio se pasó al cambio como ilusión. Yaquí nos encontramos hoy. Las Constituciones hansido reformadas o sustituidas, y sus enunciados re-flejan considerables avances; pero el registro socialno necesariamente corresponde a los postuladosnormativos.

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Los constitucionalistas no podemos conformar-nos con una doctrina floreciente y una normativaferaz, ni podemos encerrarnos a celebrar triunfosy a preludiar nuevos hitos, sin advertir la oquedadinstitucional que padecen muchos de nuestros sis-temas. Una de las mayores equivocaciones que sehan cometido es confundir el dinamismo constitu-cional, adecuado a las transformaciones sociales,con reformas expeditivas que han convertido a nu-merosas normas supremas en meras leyes ordi-narias.

Uno de los problemas constitucionales más se-rios de nuestro tiempo consiste en que la sociedadejerce plenamente la función electoral pero no tantola facultad constituyente. La sociedad es tan librede elegir a sus mandatarios, como los mandatarioslo son para definir sus propias atribuciones. Paraun ciudadano medio, el ejercicio real del poderconstituyente es algo distante y ajeno, y las Cons-tituciones son, desde su perspectiva, el producto deacuerdos en los que sólo intervienen los agentesdel poder.

En singular contraste, en las viejas sociedades,analfabetas y mal comunicadas, se desarrolló unaepigrafía que llevó las leyes a la piedra y al bronce,para darles difusión y fijeza; mientras que en lasnuevas sociedades, informadas y bien comunicadas,el derecho se ha vuelto secreto, arrebujado en com-

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plejidades y complicidades que lo han hecho ajenoa la sociedad. La alienación del derecho es un malde nuestro tiempo. El Estado de derecho tiene doslimitaciones paradójicas: un Estado periclitante yun derecho misterioso y confuso. Es tiempo de re-tornar a los orígenes y de valorar los principios clá-sicos del poder constituyente, para involucrar a lassociedades en la conformación de sus normas su-premas. Germán Arciniegas sustentaba que lasConstituciones son el espejo de la sociedad y elapoyo de la prudencia; es una observación que nodebemos pasar por alto.

Es inevitable que las leyes se hagan prolijas; yque esto genere reservas generalizadas explicables.De todas las normas, sin embargo, las Constitucionesdeben regirse por patrones técnicos y lexicográficosdiferentes al resto del conjunto normativo. Esto esalgo que no siempre hemos tenido en cuenta. Lanaturaleza de los fenómenos regulados hace que lasnormas tengan que ser elaboradas por especialistasy para especialistas. Este proceso irá en aumento,acompañando las innovaciones científicas y tecno-lógicas.

En el caso de las Constituciones, sin embrago,no tenemos por qué alejarnos de los términos quelas hagan inteligibles para la sociedad. Las leyesespecializadas son para los especialistas, pero lasConstituciones son para los ciudadanos. Esto es

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algo que no debemos perder de vista. Ya al mediarel siglo XX, Rómulo Gallegos advertía que “es mu-cho lo que cada día se está perdiendo en la con-fianza del pueblo”. Las Constituciones casuistas yreglamentarias son un producto de la desconfianzaque entre sí se tienen los agentes del poder, y lasnormas que resultan de la desconfianza, transmitendesconfianza.

Entre las tareas por emprender, debe considerar-se la que concierne a la cultura jurídica. Las Cons-tituciones han estado tradicionalmente asociadas aprocesos fundacionales, bien de las naciones, biende nuevos patrones de vida colectiva. Cuando porefecto del desconocimiento, de la falta de corres-pondencia entre la norma y la normalidad, de larutina o de muchos otros factores, las Constitucio-nes pierden esa dimensión histórica y política, paraincorporarse al conjunto normativo como un textomás, dejan de representar un valor social cohesivo,y sin la Constitución como referente, las sociedadestienden a la anomia.

El panorama en el que se inscribe este congresoes por demás variado. En Europa, por ejemplo,existe el propósito de que en 2004 se cuente conuna Constitución continental. Con ese motivo sediscuten entre otros temas novedosos: la eleccióndirecta del presidente de la Comisión Europea y laampliación de facultades del Parlamento Europeo.

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También está planteada la posibilidad de una se-gunda cámara en ese Parlamento; la transformaciónde la Convención Europea de Derechos Humanosen una Carta de Derechos que enfatice los de na-turaleza social; la simplificación de los tratados in-ternacionales; un impuesto europeo y nuevas insti-tuciones jurisdiccionales. Con independencia de loque se adopte o rechace de esas ideas, lo signifi-cativo está en la discusión misma, porque la liber-tad sin imaginación sólo es rutina.

Aunque nos convoca el estudio del constitucio-nalismo iberoamericano, los problemas del Estadoconstitucional son comunes en todas las áreas delplaneta. El embate contra el Estado y contra el con-cepto de soberanía es común en todas las latitudes;como lo es, en contraste, la fuerza expansiva delos derechos fundamentales y de sus garantías, yde las instituciones judiciales y democráticas. ElEstado y la soberanía se sostendrán, en tanto quelos ordenamientos constitucionales incorporen y de-sarrollen al máximo esos derechos fundamentalesy esas instituciones democráticas.

Los congresos precedentes se llevaron a cabocomo preludio de la democracia y durante la cons-trucción de la democracia. Este congreso se celebracuando hay riesgo para la democracia en algunospaíses de nuestro hemisferio. Cada uno de los asis-tentes hablará de la experiencia que le concierne,

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pero este momento es oportuno para expresar unaspalabras de solidaridad para con nuestros colegasargentinos, quienes están viviendo una dura prueba.Su inteligencia y su sapiencia permitirán que lasuperen, y seguramente pronto tendrán creativasfórmulas para hacer frente al desafío. En todo caso,es bueno que sepan que sus colegas, fraternalmente,compartimos sus preocupaciones y aplaudimos sudeterminación.

El debate constitucional también está latente oactuante en otros puntos de nuestro hemisferio. Lavoz de los presentes nos permitirá conocer con de-talle el estado en que se encuentran las nuevasdefiniciones institucionales en cada sistema. Esteejercicio de cotejo y propuesta es necesario paraque sepamos el rumbo que siguen nuestros países.

Señoras, señores:

Una tarde de verano de 1936, aciago año, JuanRamón Jiménez habló en la Residencia de Estu-diantes de Madrid sobre la “política poética”. Dijoque la paz es la armonía entre las naciones, el tra-bajo es la armonía en el esfuerzo y la política esla armonía entre los hombres. Fue un llamado paradetener un drama inminente. La suerte de la políticasería otra, dijo, si el político antes de ir al Parla-mento “preparara poéticamente su actividad, su

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pensamiento, su carácter, ¡qué giro tan distinto to-marían sus intervenciones, y cómo no oiríamos niveríamos lo que vemos y oímos cada tarde, esastardes de los mercados parlamentarios! Porque laverdadera poesía lleva siempre en sí la justicia”.Memorable velada.

Y la traigo a colación, recordando que en Greciala historiografía representaba al hombre como era,y el arte representaba al hombre como debía ser.Mucho después se advirtió que también las normas,como el arte, contribuyen a definir ese deber serdel hombre. Por eso no es accidental que el Estadosea también un producto del Renacimiento, y queJacob Burckhardt lo definiera como una obra dearte. Hoy podemos decir que la Constitución, enun sentido helénico y renacentista, adopta las reglasde la creación estética: perfila los equilibrios, definelas proporciones, acentúa las armonías. Las Cons-tituciones democráticas ofrecen arquetipos, aludena ideales, construyen figuras de justicia y erigen laarquitectura del Estado de derecho. Una Constitu-ción bien pergeñada es una obra maestra de la in-teligencia. Aplicando la metáfora de Juan RamónJiménez, podemos decir que hay Constitucionesprosaicas y hay Constituciones poéticas. Son éstaslas que por diáfanas y precisas hacen suyas las so-ciedades; son las que se requieren para restituir laplenitud de la vida institucional, donde se ha mar-

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chitado, y para preservarla, donde conserva su lo-zanía. Una Constitución no es obra del azar ni delvoluntarismo; es el resultado de un ejercicio res-ponsable de la libertad. Estamos aquí para ver loque se ha hecho, lo que se está haciendo, lo quese necesita hacer. En un mundo de libertades, esun privilegio ser constitucionalistas.

México, febrero 12 de 2002

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