y el futbol conto un cuento - alejandro apo

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Cuentos sobre futbol

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    Alejandro Apo seleccion, entre los textos quenoche a noche lee en su programa de radio ycomparte con el pblico en su espectculo,diecisis de los mejores cuentos de ftbol, cuyosautores son Mario Benedetti, Isidoro Blaisten,Alejandro Dolina, Roberto Fontanarrosa, MempoGiardinelli, Pablo Ramos y Eduardo Sacheri, entreotros. Los relatos que integran esta antologarecuperan personajes emblemticos como losjugadores Martino, Rojitas, Bochini y Maradona;recuerdos memorables: el penal que ataj Roma yconsagr a Boca en el 62, el primer campeonatoque gan Vlez Sarsfield en el 68; y ancdotasque reflejan el sentimiento del hincha, la pasinpor la camiseta y el entusiasmo por el ms popularde los deportes. Desde ngulos y perspectivasdiferentes, con clida voz, cada una de lashistorias aqu reunidas abre un espacio para lamemoria, el humor y la emocin. Y hacen de estelibro el mejor partido para disfrutar del ftbol y de

  • la buena literatura

  • Alejandro Apo

    Y el ftbol cont uncuento

    Para mis hijos, Paula, Juan Pablo,Alejandra, Lucas yLuciana, con cinco diferentesclases de amor. Para ustedes

  • Prlogo (AlejandroApo) La gente de la editorial Alfaguara me invit aescribir un libro de cuentos de ftbol, por lacaracterstica de mis espectculos y porque, desdela radio, tambin difundo la literatura relacionadacon ese deporte. Entonces, dije, voy a ponerme aescribir. Y empec. Se me ocurri una historia de barrio, de lainfancia, por ejemplo, una travesura de doshermanos que juegan al ftbol en la calle. Perodespus me di cuenta de que Carlos Abin ya habaescrito Al ngulo superior derecho. Un da, buscando algo en la biblioteca, recordun libro de Roberto Perfumo: Jugar al ftbol; enel captulo La cancha interna l cuenta que paraubicar a sus compaeros en el campo de juego seguiaba por los carteles de publicidad. Maschioestaba en Renom; Crdenas, en Fernet Branca, yen Cinzano, el Toro Raffo. A m me fascin esa

  • idea. Pens que poda escribirle un cuento a miamigo del alma, para narrarle aquel gol que hiceen la canchita de Dardo Rocha, enfrente del hipdromo de San Isidro,donde estaba el Eucalipto Ftbol Club; ahora, allhay una casa, al lado de donde yo viva. Pens entonces en retratar a un jugador. Alguienque puede vender su alma al diablo para salvar susituacin econmica, para salvarse l o parasalvar a su mam; sin embargo, hay un momento enque las ganas de hacer un golazo pueden ms yentonces alguien me marca que Mario Benedetti,el gran escritor uruguayo, haba inventado esahistoria en 1954, y que se llama Punteroizquierdo. No me rend ante las decepciones. Y me dije,voy a escribir un cuento sobre cmo el ftbolpuede acercar afectos desencontrados. Porejemplo, un padre que nunca ha manifestadoclaramente el amor, pero a quien el relato de unaancdota sobre una jugada o un jugadorlegendario, como Rojitas, lo acerca al hijo, y allaparecen la tibieza, la comprensin y la calidez.

  • Cuando lo fui a plasmar en el papel, me anuncianque Pablo Ramos haba escrito La mejor de lashistorias, que habla, precisamente, de eso. Pero, como vena embalado con la idea, decidque la figura del padre fuera ms tierna, unencuentro futbolero con un pibe, su hijo; estn losdos escuchando un partido en un clima de pobrezafranciscana, pero con mucho entusiasmo por elequipo (un equipo de las divisiones inferiores, porejemplo). El padre es un tipo que s manifiesta suafecto y tambin ese entusiasmo, porque el cuadrode sus amores va a ganar. Ac est, s para midesilusin, esa era la trama de un gran cuento deWalter Vargas, Del diario ntimo de un chicorubio. De nuevo perd. No era cuestin de darme por vencido; tena quehacer el primer cuento y el resto saldra ms fcil.Pens en contar una ancdota, una ancdota de dostipos que se pelean mucho, se agarran a lastrompadas en cada partido que juegan; todosespeculan sobre cules son los motivos de labronca y, cuando creen que han descubierto laverdad, se dan cuenta de que no es un tema de

  • mujeres, o de estafas y otras yerbas, essimplemente una cuenta pendiente del ftbol. Peronunca falta un lector memorioso que me advierteque esto ya lo narr magistralmente RobertoFontanarrosa en No te enloques, Lalita!. Bastante convencido de que no era tan sencilloencontrar ideas para un cuento de ftbol, medescubr imaginando una historia que sedesarrollaba en un bar; un bar de esos donde eldueo habla de ftbol con los clientes y, cadatanto, rescata a los grandes valores que uno no vio.(Porque en este deporte es un clsico decir quetodo tiempo pasado fue mejor). Y mientras esedueo del bar nos invita a aplaudir a los jugadoresdel pasado y no a estos, los de ahora, se teje unahistoria de amor frustrado, un desamor, un dolor.Pero Sebastin Jorgi haba publicado Vos loviste jugar a Martino?, y otra vez lleg lafrustracin. Despus intent por el lado del entrenador, ycuando digo el entrenador, me refiero a los tiposde antes, que eran ms bien preparadores fsicos.No directores tcticos o tcnicos, como los de

  • ahora. Eran esos tipos que se sentan un librepensador, que crean en los jugadores, quepensaban que el equipo inventaba en la cancha. Yas, esa raza se extingui. Entonces, me imagin unencuentro, en un cumpleaos, digamos, con alguienque tiene todas estas caractersticas. Un personajenostlgico y querible. En esa fiesta, yo conoca al ltimo entrenador:todo un smbolo. Pero estoy listo. Juan Sasturainen su libro Picado grueso haba incluido esahistoria. Igual no me resign. Mejor probar con un relato de provincia y con unrecuerdo especial, un momento inolvidable en lahistoria del ftbol. Y all estaba: el penal queRoma le ataj a Delem. Los protagonistas iban aser participantes de una competencia de ciclismo yla gente, un pblico que, mientras mira la carrera,escucha ese partido memorable en el que Boca legan a River. Cuando me pongo a trabajar en lainvestigacin, me avisan que Aldo Riera, elhombre de Junn, haba escrito Ataj Roma!. Y si escriba algo sobre los relatores? Unjugador que relata los partidos que l mismo juega,

  • y se beneficia con ese relato. Pero AlejandroDolina haba compuesto Relatores de maneraadmirable: el retrato de Hctor Bandarelli. Ni memet con eso. Algo ya se me iba a ocurrir. Probemos por el lado de la nostalgia. S, alguienque escucha un partido en el tren, y sigue lacampaa de su dolo y disfruta de la complicidadde los dems. Pero qu poda hacer, si AntonioDal Masetto haba escrito Goles, un texto quesaluda a Bochini y es un homenaje a los oyentes deradio de toda la vida. Entonces, retom el proyecto de contar unepisodio ambientado en el interior. Pens en unhombre que ama a su hijo y ama lo que su hijohace: atajar. Este padre est enfermo y calculacmo juega el pibe por los gritos que vienen de lacancha que est cerca del hospital. Con unavariante ms: en un momento, el chico hace unajugada tan rara que el hombre ya no puede detectarpara qu lado va el grito de la hinchada.Lamentablemente, no me haba percatado de que,con su experiencia como jugador, Jorge Valdanohaba referido esta historia en Creo, vieja, que tu

  • hijo la cag. Se estaba complicando cada vez ms el asunto,sin embargo no me desanim. Lo mejor era hacerleun homenaje a un amigo, alguien que no estaunque vive en mi recuerdo, alguien con quiencompart muchos partidos. Una especie de saludoa la eternidad durante el festejo de nuestro equipo.En eso andaba, cuando un conocido me llama y medice: Viste la idea que tenas para un cuento?,bueno, Eduardo Sacheri la plasm en Lapromesa. Y me digo, no puede ser. Ser cuestin de paciencia. Alguna idea iba aaparecer Y fue un medioda, no me olvido ms.Estaba almorzando con unos amigos cuando meimagin esta escena: una reunin familiar, msprecisamente un domingo, con esos soberbios delftbol, del automovilismo, de la vida, bah, quecreen que se las saben todas. Pero hay alguien ms: un personaje casiinsignificante, un tipo que aprovecha lasdistracciones de los otros para hacer la suya.Perdoname, me advirtieron nuevamente, esaidea es de Isidoro Blaisten, un monlogo

  • divertidsimo, A m nunca me dejaban hablar. No estaba nada fcil escribir un cuento; quizpoda recuperar de alguna manera el esprituheroico de los jugadores, su desempeo en elcampo de juego como verdaderos guerreros,aunque no fueran ni famosos ni nada, pero Hernn Rivera Letelier haba escrito Dondemueren los valientes. Y ahora s, estaba cada vezms complicado. Creo que ya estaba necesitando un milagro. Aver si me dan de arriba una mano Y pensando ypensando, comenc a especular sobre los orgenes,Dios, el diluvio, el arca de No, la creacin delpastito, la primera pelota de ftbol, un jugadortocado por la varita mgica, como Diego. Pero esotambin haba sido escrito, y por Rodolfo Bracelien El arco de No. Cuando sent que ese pedido de la gente deAlfaguara naufragaba irremediablemente, entrev aun perdedor, ese era mi personaje, un tipo delinterior que perdi en todo -en el trabajo, con lasmujeres, en la vida-, y que slo poda ganar en elftbol. Pens, qu lindo tema! Y me puse a revisar

  • si alguien lo haba tomado. Y s, nada menos queMempo Giardinelli, en El hincha, que es unbellsimo relato. Lejos de entristecerme, esas ideas que a m mehaban gustado tanto, eran ideas que se les habanocurrido a otras personas, pero todas, de algunamanera, tenan que ver con el ftbol, con el amor,con el hombre -con su grandeza y con su miseria-.Por qu no juntar a todos estos maestros en unlibro? Y entonces, s. Salgo a la cancha parapresentarlos a ellos, con sus cuentos, con susrecuerdos y con sus ancdotas como bandera. Ylos invito, a ustedes, a disfrutar de estos textos,que alguna vez me imagin pero que otrosescribieron admirablemente. Aqu estn. Estosson. Y el ftbol cont un cuento

  • Al ngulo superiorderecho (CarlosAbin) Volvimos a casa explorando el ambiente desdelejos. La calle estaba tranquila y no haba sealesde que nada extraordinario hubiera ocurrido. Yuyome pregunt si habran llamado a la polica. Ledije que no crea que Amelia hiciera eso, ella seconsideraba medio parienta de pap. La ventanade Amelia tena un parche de papel de embalarpegado con engrudo. Habamos calculado bien eltiempo, pap ya haba regresado del trabajo.Desde el portn omos la voz de mam, que estaballenndole la cabeza con el relato del incidente.Cerramos el portn con cuidado para que nochirriara y nos demoramos escuchando. Mam,como siempre, hablaba a gritos. No se oa a pap,pero era fcil imaginarlo sentado en el comedor,mirndola con sus ojos mansos mientras escuchaba

  • la perorata, de vez en cuando levantara la mano yle hara seas de que hablara ms despacio o msbajo. Entramos con aire despreocupado y cara deinocentes, aunque supongo que no se les escaparala lucecita de alerta en nuestros ojos, que nuncaaprendimos a disimular. Mam se detuvo para tomar aire, su manoderecha sostenindole la garganta y pregunt: - Se puede saber dnde se haban metido? -una nota histrica vibr en aquel dnde y mordinuestros odos. - Fuimos a visitar al Tata - contest connaturalidad y la mir a los ojos - Nos convid con candeal, agreg Yuyo, y le puso vino Garnacha Despus le ayudamos aacomodar la lea Pap sonri apaciblementemientras mam tomaba carrera para una nuevaandanada: - Ustedes saben perfectamente el disparate quehicieron no vengan a hacerse los angelitos!Cuntas veces les dije cuntas veces, que

  • tuvieran cuidado! Me van a matar con losdisgustos! y girando hacia el viejo agreg: JuanPedro, deciles algo, no puede ser que te quedesas! Qu barbaridad! -ahora de regreso sobrenosotros- Ustedes no tienen arreglo! Y encima,armar este lo con una parienta de su padre! - No es parienta Mis ojos espantados se clavaron en la cara de mihermano. Papa adopt un aire de sorpresa y sequed mirndolo. Pareci que a mam se le atragantaba el resto dela arenga: - Qu dijiste vos mequetrefe? Qu dijiste? La sangre fra o la inconciencia de Yuyo meaterrorizaban. Que no es parienta, mam, nuncafue parienta. Estuvo de novia con un primosegundo de pap que la dej plantada porque erauna pesada y una metida - De dnde sacaste eso?

  • - Me lo cont la ta Cuca, a m y a Mario - Te das cuenta, Juan Pedro? Cuntas veces telo he dicho?La loca de la Cuca siempre contandodisparates a los chiquilines! Hay que hacer algocon esa mujer! A dnde vamos a parar! Pero no tequedes ah callado, no te das cuenta? La intuicin de Yuyo haba sido exacta; susresultados, inmediatos. La atencin de mamcambi de objeto, ahora era la ta Cuca -un blancoantiguo y predilecto de sus broncas. Salimos porun momento del foco y eso fue un alivio. Se abraun espacio para la intervencin conciliadora delviejo. La ta Cuca era uno de los personajes msadmirados de nuestra niez. Hermana de la abuelaPa, se haba quedado soltera y sin duda estabamedio chiflada. Pero en el fondo era un espritulibre que se rea de la pacatera familiar, tena unaimaginacin inagotable, nos contaba unos cuentosdelirantes y magnficos y, sobre todo, disfrutabarevelando a sus sobrinos nietos todos los secretos

  • de los mayores, los que aparecan en lasconversaciones en voz baja, en cdigo, aderezadascon gestos de inteligencia, alusionesincomprensibles, y frases como sabs de quin tehablo, no? o la amiga del seor del gorro oel que tuvo el lo con aquella seora tanimportante, me entends?. Nosotros habamosaprendido a no preguntar. Al principiolevantbamos la cabeza y parbamos la oreja paratratar de pescar en el aire lo que evidentemente senos quera ocultar, pero pronto aprendimos que eramejor hacerse el idiota, porque los mayores,creyndonos ausentes en nuestros juegos, secuidaban un poco menos y soltaban msinformacin. Despus, todo lo que haba quehacer, era recordar bien y contarle a Cuca. Y ella,con fruicin, se despachaba a gusto con historiastruculentas o divertidsimas, que nunca podamosentender por qu se nos ocultaban. Los niostenamos un estatuto de idiotez consagrada, enparte por el dudoso privilegio de la inocencia, opara que no dejramos escapar comentariosinoportunos delante de algn vecino o algn

  • pariente equivocado, y en parte porque as losmayores se sentan importantes, miembros de unafraternidad que se complaca en excluirnos. Cuca haba inventado un personaje maravilloso:Policarpo. Era un nio como nosotros, que tena lapropiedad de perpetrar, en sus aventuras,desaguisados e infracciones a las reglas queimponan los mayores muy parecidos a nuestraspropias obras y andanzas, bien que salpimentadospor el humor irnico de la ta abuela, enriquecidoscon los insumos de su extraordinaria imaginacin,y siempre resueltos en beneficio de su autor,nuestro dolo y redentor. La sabidura de ta Cucala llevaba an ms all: a veces Policarpoencaraba alguna nueva empresa que en realidadencerraba una sugerencia pedaggica, una accin aimitar o una propuesta. Buenos entendedores,Yuyo y yo solamos maquinar despus algunafechora policarpeana que, llevada a la prctica,Cuca - maestra orgullosa y satisfecha- festejabacon unas risotadas tremendas y unos besos yabrazos de oso implacable. Hacer rer a Cuca era

  • una de nuestras mximas aspiraciones. As haba concebido la idea por la que ahora medispona a pagar. Felipe -que entonces tena cincoo seis aos-, Yuyo, Janito -un vecino de la mismaedad que Yuyo- y yo, jugbamos a la escondidadurantes las difciles siestas del verano, en que noestaba autorizado el ftbol que perturbaba eldescanso de los vecinos. Janito era mediopasmado segn la ta Cuca, y nuestra vctimauniversal. La verdad es que le hacamos trampa entodo, y l se aguantaba o no se daba cuenta, nuncalo sabremos. Esa tarde lo tenamos a mal traer. Haca un buenrato que la quedaba l y slo l. Habamosinventado reglas y triquiuelas que el pobre Janitono comprenda muy bien, pero cuyo resultadoinevitable era que siempre le tocaba el papel mstriste -salir a buscar a los escondidos- y a nosotrosel ms divertido -escondernos- y sobre todo,burlarlo una y otra vez. Janito, bobeta y todo,haba empezado a cansarse y a protestar. En una

  • nueva ronda, volvimos a embromarlo. Otra vezregresaba vencido al poste de pica, cuandodesde atrs de las cortinas -que se suponaprotegan su siesta sagradaomos la voz estridentede la vieja Amelia - No juegues ms Janito, no ves que te hacentrampa? All se termin la diversin. Respaldada por laopinin de un mayor que confirmaba sussospechas, nuestra vctima se neg a seguirjugando. Tuvimos que volver a casa, mirando conodio la ventana de la delatora. Tena razn la taCuca, Amelia era una pesada y sobre todo unametida. Por culpa de ella no nos dejaban jugar alftbol a la hora de la siesta, y ahora vena amalograrnos la nica diversin que nos quedaba.Vieja podrida! Tirado en la cama, releyendo porensima vez una revista de Hopalong Cassidy,empec a pergear la venganza. Hubo que esperarms de una semana. El once de enero era elcumpleaos de Janito, y esa maana apareci con

  • una pelota nueva. Salimos a probarla, estababuena, bien inflada y reluciente. El cuero,abundantemente engrasado ola a nuevo. Janito lapicaba en las baldosas de la vereda y no nospermita bajar a la calle, para que no se llenara detierra. Armamos un monito. Con Yuyo nosentendamos a la perfeccin. Al rato el mono erapara siempre nuestro vecino, no se la dejbamostocar. Lo salv Mima, su madre, llamndolo aalmorzar. Pero yo ya haba encontrado laherramienta adecuada para ejecutar mi plan. A las cuatro de la tarde terminaba oficialmentela siesta, y podamos jugar al ftbol en la calle.Janito apareci con la pelota nueva e impusimosnuestras condiciones: si quera jugar, tena que serdonde siempre. Era cuestin de ponerse a pelotearun rato, y ya iran apareciendo los otros jugadores:el grandote Bastor, los mellizos Vinca, lachancha Vicente y algn otro que pasara por aho se viera atrado por el picado. Entretanto,haramos jueguito.

  • Me fui arrimando poco a poco a lo de la viejaAmelia. Yuyo se dio cuenta -me conoca de sobra-y me tir algn pase largo para facilitarme eltrabajo. Al fin qued parado frente a la ventana.Devolv varios pases, tocando suave o haciendoun taquito. Yuyo la levant y se la tir a Janito alpecho. No la supo bajar -era un tronco- y la pelotavolvi a los pies de mi hermano. Me mir a losojos y me grit Va un centro, Mario. Tir uncentro perfecto, y sabiendo que iba a pasar empeza correr en la misma direccin que la pelota. Yo la v venir, perfecta, a la altura adecuada, ycuando lleg a m salt, gir la cabeza un cuarto devuelta, como haba visto hacer al Mingo en canchadel Federacin y la golpe con el parietal. Laventana de Amelia estaba dividida en cuatro poruna cruz de madera. El baln entr exacto, comouna exhalacin, por el cuadrado de ms arriba, dellado derecho. El ruido de los vidrios quebradosestrangul mi grito victorioso: Goool golazo! Sal corriendo a toda velocidad detrs de Yuyo

  • que ya me llevaba como media cuadra de ventaja.Cuando nos juzgamos a salvo miramos para atrs.Janito estaba petrificado en medio de la calle, creoque haba empezado a llorar. Amelia a los gritosen la puerta, todava no haba entendido bien losucedido, y no nos vio. Seguimos corriendo hastallegar al borde del pueblo y en la avenida dehormign doblamos hacia el chalet del Tata. El abuelo estaba atareado en el jardn y nos viorecin cuando franqueamos el portn de hierro. Sucara se ilumin con aquella sonrisa que me hacasentir tan bien, y mientras levantaba un poco sulegendario sombrero de paja y se secaba la frentecon el antebrazo nos salud: - Qu sorpresa mis amigos! Vienen a visitaral Tata? - Salimos a dar una vuelta abuelo,mam estaba renegando y pensamos que mejor El viejo frunci la boca y movi la cabeza en ungesto de incredulidad. Siempre igual alcanc aor que murmuraba. Siempre la misma

  • Nos mir complacido: Tomaron la leche? Yuyo me gan de mano: No, todava no - Qu les parece un candeal? Vamos aprepararlo. Entramos a la cocina y nos sentamos en las sillasde totora mientras el abuelo preparaba loscandeales. Adentro estaba fresco, y una gozosapenumbra pareca ponernos al abrigo de todo mal.El abuelo bati las yemas, agreg la cantidad justade azcar y despus, sonriendo con picarda sedirigi al armario verde: Le ponemos un pocode vino Garnacha? Los candeales del Tata eranfenomenales, y con el agregado del vino aromticolograba un toque mgico que los haca inimitables.Los devoramos bajo su mirada de aprobacin ydespus regresamos al jardn. Por el momentoestbamos a salvo. El ataque a Cuca llev unos minutos pero lleg asu fin. Pap ya haba hablado, tratando deapaciguar a mam. Todos sabamos que era intil.Los primeros tres o cuatro intentos siempre

  • fallaban. Al final, pap lo lograba, pero llevaba sutiempo. Entretanto Yuyo y yo calculbamos lapenitencia y, ms secretamente, el regocijo deCuca. Yuyo me miraba expectante. Yo era elmayor y adems el autor directo de la barrabasada,me corresponda asumir la defensa. Haba queesperar el momento, ya saba que cuando amainarael chaparrn, pap iba a hacer preguntas: la horade los alegatos. Mam segua con la cantilena, ahora el tema erael gasto. Haba que pagarle el vidrio a Amelia,ms lo que cobraba el vidriero, sin contar con lavergenza y la humillacin que haba soportado.Amelia haba cruzado la calle a los gritos:MartinaaaMartinaaa..! Mir tus hijos mirla que me hicieron! Todo el barrio se habaenterado, y la vieja se haba despachado a gustocontra nosotros y de paso, manifestado de viva vozsus discrepancias con la educacin que nosestaban dando. Comentada luego en unaprolongada tertulia de zaguanes con doa Cata y laNena, enemigas de siempre, pero aliadas

  • circunstanciales ante el ataque de los vndalos. Entonces pap asumi la direccin de losacontecimientos. Tranquila, Martina, calmate unpoco. Vamos a ver bien qu pas. Me mir desdesu eterna paz, como para darme confianza: A verMario, contame cmo fue, mhijo Yo me haba quedado mudo. Me daba pena quemam hubiera pagado el pato, y me daba ms rabiatodava con la vieja de mierda y las otras vecinas,siempre dispuestas a hablar mal de todo el mundo.Yuyo esperaba que dijera algo en defensa deambos, pero yo no poda articular palabra. Mir apap sin saber qu hacer, senta que mis pies sehundan en las baldosas. Mam esperabarespirando con fuerza, apenas contenidas sus ganasde seguir con la rezongadera. Empec a balbucear una explicacin y medetuve, no encontraba qu decir. Felipe se habaarrimado a m y me agarraba de una pierna. Misilencio llegaba ya al lmite de lo tolerable.

  • Entonces Yuyo solt: - Pap, le tir un centro al Mario y la clav enel ngulo superior derecho. El viejo abri la boca para decir algo, mampareca a punto de saltar, yo no me animaba apestaear. Magistral, Yuyo liquid el asunto parasiempre. Antes que nadie pudiera hacer o deciralgo ms, agreg: Te juro que fue el mejor cabezazo que vi en mivida! Te lo juro!

  • Puntero izquierdo(Mario Benedetti) A Carlos Real de Aza Vos sabs las que se arman en cualquier canchams all de Propios. Y si no acordate del campitodel Astral, donde mataron a la vieja Ulpiana. Losaos que estuvo hinchndola desde el alambradoy, la fatalidad, justo esa tarde, no pudo dispararpor la ua encarnada. Y si no acordate de aquellacanchita de mala muerte, creo que la delTorricelli, donde le movieron el esqueleto alpobre Cabeza, un negro de mano armada, puropamento, que ese da le dio la j.oca de escupircuando ellos pasaban con la bandera. Y si noacordate de los menores de Cuchilla Grande, quemandaron al nosocomio al back del Catamarca, ytodo porque le haban hecho al capitn de ellos lamejor i . ugada recia de la tarde. No es que mearrepienta, sabs? de estar aqu en el hospital, se

  • lo pods decir con todas las letras a la barra delWilson. Pero para poder jugar ms all de Propioshay que tenerlas bien puestas. O qu te parecehaber ganado aquella final contra el Corrales,jugando nada menos que nueve contra once? Haceya dos aos y me parece ver al Pampa, que todavano haba cometido el afane pero lo estabagerminando, correrse por la punta y escupir elcentro, justo a los cuarenta y cuatro de la segundaetapa, y yo que la veo venir y la coloco tan alngulo que el golerito no la pudo ni pellizcar y ahqued despatarrado, mandndose la parte porquelos de Progreso le haban echado el ojo. O qu teparece haber aguantado hasta el final en la canchadel Deportivo Yi, donde ellos tenan el juez, loslnema y una hinchada piojosa que te escupa hastaen los minutos adicionados por suspensiones dejuego, y eso cuando no entraban al fiel y tegritaban: Yi! Y! Yi! como si estuvieranllorando, pero refregndole de paso el puo por latrompa? Y uno hacindose el etctera porque si note tapaban. Lo que yo digo es que as no podemosseguir. 0 somos amater o somos profesional. Y si

  • somos profesional que vengan los fasules. Aqu noes el Estadio, con proteccin policial y con esosmamitas que se revuelcan en el rea sin que nadielos toque. Aqu si te hacen un penal no te despertshasta el jueves a ms tardar. Lo que est bien. Perono pods pretender que te maten y despus ni seacuerden de vos. Yo s que para todos estuvehorrible y no preciso que me pongas esa cara deRosigna y Moretti. Pero ni vos ni don Amlcarentienden ni entendern nunca lo que pasa. Claro,para ustedes es fcil ver la cosa desde elalambrado. Pero hay que estar sobre el pastito, allte olvids de todo, de las instrucciones delentrenador y de lo que te paga algn mafloso. Teviene una cosa de adentro y tens que llevar laredonda. Lo ves venir al jalva con su carita derompehueso y sin embargo no pods dejrsela.Tens que pasarlo, tens que pasarlo siempre,como si te estuvieran dirigiendo por controlremoto. Si te digo que yo saba que esto no iba aresultar, pero don Amlcar que empieza a inflar ytodos los das a buscarme a la fbrica. Que yo eraun puntero izquierdo de condiciones, que era una

  • lstima que ganara tan poco, y que cuandoperdiramos la final l me iba arreglar el pasepara el Everton. Ahora vos calcul lo querepresenta un pase para el Everton, donde ademsde don Amlcar que despus de todo no es ms queun cafisho de putas pobres, est nada menos que eldoctor Urrutia, que se s es Director de EnteAutnomo y ya coloc en Talleres al entreala deellos. Especialmente por la vieja, sabs, otraseguridad, porque en la fbrica ya estoy viendoque en la prxima huelga me dejan con dos manosatrs y una adelante. Y era pensando en esto quefui al caf Industria a hablar con don Amlcar. Teaseguro que me habl como un padre, pensando,claro, que yo no iba a aceptar. A m me daba risatanta delicadeza. Que si ganbamos nosotros iba aascender un club demasiado dscolo, te juro quedijo dscolo, y eso no convena a los sagradosintereses del deporte nacional. Que en cambio elEverton haca dos aos que ganaba el premio a lacorreccin deportiva y era justo que ascendieraotro escaln. En la duda, atenti, pens para mientretela. Entonces le dije el asunto es grave y el

  • coso supo con quien trataba. Me mir que parecauna lupa y yo le aguant a pie firme y le repet queel asunto es grave. Ah no tuvo ms remedio quererse y me hizo una bruta guiada y que era unabarbaridad que una inteligencia como yo trabajasea lo bestia en esa fbrica. Yo pens te clavaste lafoja y le hice una entradita sobre Urrutia y el EnteAutnomo. Despus, para ponerlo nervioso, le dijeque uno tambin tiene su condicin social. Pero elhombre se dio cuenta que yo estaba blando ydesembuch las cifras. Graso error. All no ms lesaqu sesenta. El reglamento era ste: todos sabanque yo era el hombre gol, as que los pasesvendran a m como un solo hombre. Yo tena queeludir a dos o tres y tirar apenas desviado o pegaren la tierra y mandarme la parte de la bronca. Elcoso deca que nadie se iba a dar cuenta que yocorra pa los italianos. Dijo que tambin iban atocar a Murias, porque era un tipo macanudo y nolo tomaba a mal. Le pregunt solapadarnente sitambin Murias iba a entrar en Talleres y mecontest que no, que ese puesto era diametralmentemo. Pero despus en la cancha lo de Murias fue

  • una vergenza. El pardo no disimul ni medio: setiraba como una mula y siempre lo dejaban en elsuelo. A los veintiocho minutos ya lo habanexpulsado porque en un escrimaye le dio alentreala de ellos un codazo en el hgado. Yo veade lejos tirndose de palo a palo al meyadoValverde que es de esos idiotas que rechazan muypitucos cualquier oferta como la gente, y te juropor la vieja que es un amater de rdago, porquehasta la mujer, que es una milonguita, le mete loscuernos en todo sector. Pero la cosa es que elmeyado se rompa y se le tiraba a los pies nadamenos que a Bademian, ese armenio con patada deburro que hace tres aos casi mata de un tiro libreal golero del Cardona. Y pasa que te contagls ysents algo dentro y empezs a eludir y segushaciendo dribles en la lnea del crner comocualquier mandrake y no puede ser que con doshombres menos (porque al Tito tambin loecharon, pero por bruto) nos perdiramos elascenso. Dos o tres veces me la dej quitar, pero,sabs?, me daba un dolor brbaro porque el jalvaque me marcaba era ms malo que tomar agua

  • sudando y los otros iban a pensar que yo habadisminuido mi estndar de juego, All elentrenador me orden que jugara atrasado paraayudar a la defensa y yo pens que eso me vena altrome porque jugando atrs ya no era el hombre-gol y no se notara tanto si tiraba como la mona.As y todo me mand dos boleos que pasaronaraando el palo y estaba quedando bien contodos. Pero cuando me corr y se la pas al atoSilveira para que entrara l y ese tarado me lapas de nuevo, a m que estaba solo, no tuve msremedio que pegar en la tierra porque si no iba aser muy bravo no meter el gol. Entonces mientrasyo haca que me arreglaba los zapatos elentrenador me grit a lo Tittarufo: Qu tens enla cabeza? Moco? Esto, te juro, me toc aquadentro, porque yo no tengo moco y si nopreguntale a don Amlcar, l siempre dijo que soyun puntero inteligente porque juego con la cabezalevantada. Entonces ya no vi ms, se me subi lacalabresa y le quise demostrar al coso se quecuando quiero s mover la guinda y me saqu deencima a cuatro o cinco y cuando estuve solo

  • frente al golero le mand un zapatillazo que te lovogliodire y el tipo qued haciendo sapitos peroexclusivamente a cuatro patas. Mir hacia elentrenador y lo encontr sonriente como aviso deR'der y recin entonces me di cuenta que me habaenterrado hasta el ovario. Los otros me abrazabany gritaban: Pa los contras! , y yo no querad'rigir la visual hacia donde estaba don Amlcarcon el doctor Urrutia, o sea justo en la banderitade mi crner, pero en seguida empez a legarmeun kilo de putiadas, en las que reconoc el tonomezzosoprano del delegado y la ronquera con bterde mi fuente de recursos. All el partido se volvide trmite intenso porque entr la hinchada deellos y le llenaron la cara de dedos a ms decuatro. A m no me tocaron porque me reservabande postre. Despus quise recuperar puntos y pas acolaborar con la defensa, pero no marcaba a nadiey me pasaban otro. Dificil, dijo Caete. 1,enfermera que me trata como al rey Far y quetiene como ya lo habrs jalviado, su brutaplataforma electoral, dice que tengo para unsemestre. Por ahora no est mal, porque ella me

  • sube apa para lavarme ciertas ocasiones y yo voydisfrutando con vistas al futuro. Pero la cosa va aser despus; el perodo de pases ya se acaba,sintetizando, que estoy colgado. En la fbrica ya ledijeron a la vieja que ni suee que me vayan aesperar. As que no tendr ms remedio que bajarel cogote y apersonarme con ese chitrulo deUrrutia, a ver si me da el puesto en Talleres comome haba prometido.

  • La mejor de lashistorias (PabloRamos) Esta historia me la cont mi padre a orillas delmar, una semana antes de Navidad, un ao y medioantes de su muerte. La noche nos haba agarrado enla barra de un club italiano, picados de verm,mirndonos, como siempre, sin hablar. De golpe salt de la banqueta y le dije queestaba escribiendo, que las cosas me iban mal, queya no me gustaba mi empresa ni mi familia, y queme haba dado cuenta, de golpe, de que lo nicoque quera hacer era escribir historias. Se lo digoen un ataque de sinceridad alcohlica. Despus mearrepiento, a l no le importaban esas cosas, sientoque va a minimizarlo, a hacer de cuenta que noescuch nada. - Encontr la mquina de mi abuelo y la estoyusando -digo.

  • - Historias -dice l. - Yo espero cualquier cosa. Yo s la mejor de las historias. Me qued confundido, esperando para no deciruna tontera, para que no se me notara la confusin.Mi padre iba a contarme algo: mi padre iba a sermi padre. Pido otra vuelta y le digo que empiece. Yo estaba borracho, felizmente borracho.Permanentemente al borde de la risa, como si envez de tomar verm me hubiera fumado un porro.l, distendido y un poco, apenas, suelto de lengua.Mir la hora: mi madre ya deba tener la comidalista, pero nos conoca bien a mi padre y a m;aparte de tener el corazn en la boca porqueestbamos juntos, iba a tener la precaucin de noechar los fideos en el agua hasta que noshubiramos sentado a la mesa. Me qued en silencio y l, ahora, fue al grano. - Quers o no quers que te la cuente? - Est bien, pero que sea una historia que a voste interese no es garanta de que a m me interesetambin. - Sent (siempre deca sent por escuch), te

  • acords de ngel Clemente Rojas: Rojitas, elPelado? Los pibes de tu generacin no lo vieronjugar. Pero yo lo vi nacer, y crecer con la pelota.Lo ms grande que tuvo Boca, lo ms grande quetuvo este pas, ms grande que Bochini, msgrande que Maradona. Lo que pasa es que eranotras pocas. - Seguro que ests exagerando. - No s. El asunto es as: una noche de verano,un calor insoportable, estbamos Coco, el PeladoRojitas, Rabanito y yo. En el club Brisas, sentadoscomo ahora estamos sentados nosotros dos. Lojodamos al Pelado porque haba firmado conBoca, l, que era hincha de Independiente, como elDiego, entends lo que te digo? Le dije que entenda, y le ped que nosapartramos un poco. Mi padre nunca me habacontado una historia. Ped la botella de Gancia yun sifn, reforc las medidas de Fernet y nosfuimos a sentar a la ltima mesa. Yo, con mi vasoen una mano y el sifn en la otra. Mi padre dio dos pasos y apoy su mano libresobre mi hombro. Fue la primera vez que l tuvo

  • un gesto as conmigo. Nunca me voy a olvidar delo que sent. Con tan poco se poda allanar tantoel camino hacia la paz? La tormenta segua, perodespuntaba algo parecido a un sol tibio en elhorizonte. Si con solo un toque de su mano misresentimientos le daban algo de espacio al amor,qu no poda ser posible entonces con un poco detiempo? Ese abrazo suave, corto, casual, sobre mihombro. Ese abrazo nico, pero tan cierto comoaquella noche de verano, es lo importante, lo querecuerdo perfectamente. Nos sentamos y sigui. De golpe entr mi hijoCristian. Mi madre, que saba perfectamente dndeestbamos, nos haba mandado llamar. Cristiantena pelada la nariz. Mi padre le dijo que ledijera a su abuela que le pusiera crema. - Y decile tambin que en media hora estamosall, hijo. Era como si el chico fuera yo. Tantas veces mimadre me haba mandado a buscarlo y mi padreque ya vena, que ya vena y terminbamoscomiendo sin l. El club fue siempre la segundacasa, o la primera casa, de mi padre. Las cartas y

  • el verm, los rivales ms duros de mi madre. - Te sigo contando. El Pelado debutaba maana,o sea, al otro da, entends? - Maana, est bien. - Claro, como si fuera maana, contra Vlez, enel Boca de Rattn, y ponele que ahora fueran la unao las dos de la madrugada. Se tena que ir adormir. l tomaba granadina y nosotros todo loque te puedas imaginar, en esa poca s que setomaba. Dale que dale a la pavada hasta que lanoche se cae, por el alcohol, y porque a veces laalegra es ms grande que lo que uno tiene paradecir. Vienen unos minutos de silencio. Ruidos devasos, la risa tarda de Coco o de Rabanito, y ascomo as el Pelado nos invita a conocer su casanueva de Flores. Se la haba alquilado Boca y l lahaba puesto con todo porque haba cobrado unaprima que equivala al sueldo de un ao en lafbrica de fsforos, la misma en la cual trabaj tumadre hasta que me conoci a m. Que vamos averla, que vamos a verla; que s, que no y fuimosnoms. l estaba con el auto del padrino aunqueapenas manejaba, o haba aprendido haca muy

  • poco. Lo importante es que el Pelado era unpeligro con el auto, y por ms que le insist quisomanejar l, aunque cualquiera de nosotros erapreferible, aun con el pedo que tenamos. El viajefue pura risa por cualquier cosa, bocinazos y gritosa todo lo que se pareciera a una mina. Yo ibaatrs, en silencio, dejndole el monopolio delruido a los otros tres; me haba ensimismado,entends? Porque no es que ese carcter seaexclusividad de tu madre, yo tambin muchasveces soy as, y vos tambin sacs eso de m. - De verdad? - Claro. Recuerdo eso: que yo estaba as, en eseestado, por las copas y porque estaba as. Sentapena por todo lo que vea. Pero no una pena fea,quiero decir que no una pena porquemenospreciara a las dems personas y a las cosas.Todo lo contrario, pena porque me senta cerca deellas. Porque la noche haba sido hecha paranosotros, lodo era la noche. Los otros autos, losgatos, los rboles, los pocos perros que perseguana algn linyera ladrndole al paso. Y de golpe unauto que nos vena de frente y las siluetas de mis

  • amigos que se iluminaban como apariciones; lorecuerdo tan ntidamente. Y s que no es unaboludez, s que es algo, aunque no pueda decirtequ. - Segu -le digo-, no te vayas a ponermelanclico y rompas el invicto a esta altura de tuvida. - Sent. Llegando a la casa, nosotros bamos poruna de esas calles de Flores que de noche sontodas iguales, doblamos en contramano. Estbamosa una cuadra y ninguno de los boludos se diocuenta; entonces yo despierto de esa en la que mehaba quedado colgado y le digo que tengacuidado, que se haba metido contramano. Notermino de decirlo que nos para un polica. Yoescucho el silbato primero y veo la moto despus.Pens que estbamos sonados. Pero despus metranquilizo, porque manejaba el Pelado y l nohaba tomado ni una copa. El cana nos ilumina conla linterna. Nos pide que bajemos despacio. Erauna poca tranquila, no se tenan los miedos que setuvieron despus. Un cana era algo ms parecidoal cartero que a un milico. Pero nosotros ramos

  • unos pibes. Bajamos y supongo que mi cara nodebera ser muy diferente de las de mis amigos. El cana nos dice que nos pongamos todos abajode la luz del farol, y es ah que lo veo: negro, nocomo yo, como Louis Armstrong, entends?Negro mota. Rabanito suelta una risita pero lareprime enseguida. Los dems nos quedamoscallados. El cana le pide al Pelado la licencia deconducir, as le dice, no registro, licencia deconducir, como si el tipo hiera de otro pas, deotro planeta. Y sabs qu? El Pelado no tiene. Mela olvid, dice, y es mentira, y todos nos damoscuenta de que es mentira. Te la olvidaste de sacar,le dice el cana. Despus nos hace hacer el cuatro,nos palpa de armas y dice que nos va a tener queconfiscar el auto. Mi padrino me mata, seor, diceel Pelado. Coco lo arenga a ms: decile quin sos, decile,boludo. Al Pelado ya lo conoca todo el pasporque le haba hecho tres goles a Uruguay en unaseleccin de la C que se haba formado parajugar un amistoso. Todo el mundo hablaba de lporque Armando se lo compr a Arsenal de

  • Llavallol despus de ese partido. Soy ngelClemente Rojas, dice el Pelado, Rojitas, no elTanque, eh, Rojitas. El cana lo mira, parece dudar.Pregunta qu hacemos tan tarde si maana "elseor" debuta en Primera. El Pelado le cuenta lode la fiesta, jura que no tom, nosotros juramosque l no tom, pide por favor. Entonces escuchlo que dice el cana: Esta no es tu noche, pibe, dice.Te encontraste con un cana negro, hincha de Vleze hijo de uruguayos. Qu le vas a hacer. Capaz quete meto en la gayola para satisfaccin de misviejos y para que no nos hagas ningn gol anosotros. El Pelado tena una cara que no me voy a olvidarjams. Le prometo que si me deja ir, no hagoningn gol, seor, dice. El cana se re, nospregunta si alguno de nosotros tiene registro. Yo lemuestro el mo, me lo revisa y me permite manejarel auto. Antes de dejarnos ir le recuerda lapromesa. Rojitas, acurdese, le dice. Ningn gol,repite dos o tres veces, y nos vamos. - Nada ms? -digo. S, algo ms. Por un momento te pensaste que

  • era una tontera, no? Sent. Al otro da Boca legan a Vlez tres a cero. Tres goles de Corbatta,tres jugadas de Rojitas que lo dejaron solo aCorbatta. Tres jugadas electrizantes, as dijo eldiario del domingo. Se habl de la generosidaddel crack, entends? Generosidad. Tres gambetasdentro del rea, pero ningn gol. Por miedo alnegro? No s. El otro fin de semana pas algo queno te incumbe, y yo nunca ms volv a hablarle alPelado. Tres jugadas electrizantes y ningn gol.Entends? Eso s que es una historia. Le sonre. Pagamos y nos fuimos. Yo pensaba.Qu hombre, de qu est hecho que es tan difcilde entenderlo para m. Pensaba esto contranquilidad, sin poder salir del asombro todava.l slo caminaba, adelante, en silencio, meneandode vez en cuando la cabeza. Jams volvi acontarme una historia. Jams volvi a tomarme delhombro. (Relato que forma parte de la novela La ley dela ferocidad, Buenos Aires, Alfaguara, 2007)

  • No te enloques,Lalita! (RobertoFontanarrosa) El ms sorprendido fue Chalo cuando (no iban nicinco minutos de empezado el partido) el Lalita secruz toda la cancha y le entr muy fuerte y abajo aPascual y Pascual, an antes de caer pesadamentejunto a la lnea del rea, le pregunt al Lalita porque no se iba a la recalcada concha de su madreputa. Pensndolo bien, recordaba luego Chalo (losbrazos en jarra, algo alejado del quilombo) antesde empezar, haba escuchado a los muchachosconversando mientras se cambiaban en esevestuario de mierda y Polenta se haba dicho que,seguramente, Pascual y Lalita se iban a cagar atrompadas otra vez. Es ms --rememor Chalo,viendo como los muchachos trataban de separar alos calentones-- Salvador lo haba cargadobastante a Pascual preguntndole si esa tarde lo

  • iban a echar de nuevo por cagarse a trompadas conel Lalita. - - Ser posible? --pas a su lado el ocho deellos, buen jugador, callado--. Siempre lo mismocon estos dos infelices. - - Cosa de locos --dijo el Chalo, tocndolo enla panza, en gesto de amistad. - - Aprend a jugar al ftbol, choto de mierda! --gritaba, ya de pie, Pascual, contenido a mediaspor Norberto. - - S, seguro que vos me vas a ensear, pajero!--respondi Lalita. - - Ah no? Ah no? No te voy a ensear yo?No te voy a ensear yo? Sabes cmo te enseo,la puta madre que te pari! - - Seguro! Vos me vas a ensear, forro! Vosme vas a ensear a jugar al ftbol! - - Choto de mierda, en la puta vida jugaste alftbol, sorete! - - Vos me vas a ensear, maricn! - - Sorete, sos un sorete mal cagado! Tal vez ese concepto de "maricn" exalt ms aPascual, que se libr del esfuerzo de Norberto y se

  • le fue encima al Lalita. El Alemn se abalanzpara agarrarlo, con Prado y el flaco Peralta. Elrefer pegaba saltitos en torno al tumulto como unperro que no puede zambullirse en una peleamultitudinaria. - - Pero dejalos que se maten! --grit desdelejos el cuatro de ellos--. Dejalos que se maten deuna vez por todas esos boludos! - - As nos dejan jugar tranquilos! - - Ven, ven a ensearme, maricn! --insistaLalita, contenido por sus compaeros, viendocomo Pascual se debata entre una maraa debrazos. - - Callate, pelotudo! --se anot, desde lejos,Hernn, con escaso sentido de la oportunidad en eluso del humor--. Si vos tuviste poliomelitis dechico y no te dijeron! - - Pero pisale la cabeza a ese conchudo! --saltde pronto Antonio corriendo tambin hacia Lalita--. Siempre el mismo hijo de puta ese hijo de puta! All Chalo pens que el conflicto segeneralizara. - - Antonio! Antonio! --trato de pararlo el

  • Negro. - - Agarralo! Agarralo, Pedro! - - Hijo de mil putas, la otra vez hiciste lomismo! --recordaba Antonio, medio estranguladopor un brazo de Pedro, las venas del cuello a puntode estallar, la cara roja como una brasa. - - Qu quers vos? Qu quers vos? --Lalitase volvi hacia Antonio, estirando el mentn haciaadelante. Dos de ellos lo agarraron de la camisetay otro de la cintura. - - Te hacs mucho el gallito porque nunca tehan puesto una buena quema! - - Afloj, Lalita, no seas boludo! - - Te echan, pelotudo, te van a echar! - - Qu quers vos? Qu quers negrito villeroy la concha de tu madre? - - Tito! Paralo, carajo, paralo! - - Cortala, cinco, no te mets que es peor! - - Par, Mario, par! - - Te voy a reventar, la concha de tu madre! --Pascual se haba zafado de los que lo contenan ycorra en un movimiento semicircular hacia suenemigo tratando de eludir los nuevos

  • componedores que se le interponan. Chalo se dejcaer sentado sobre el csped sin llegar a entenderdemasiado bien como se poda armar semejantequilombo cuando incluso algunos no habanllegado siquiera a tocar la pelota (como l). Miral dos de ellos y enarc las cejas en seal decomplicidad. - - Pods creer, vos? --dijo el otro, parado en elcrculo central y acomodndose los huevos.Escupi a un costado. Prcticamente todos los muchachos, sin olvidaral to del Perita (fiel y nico hincha del "Olimpia"se haban metido en la cancha y estaban separandoa los beligerantes. Eran dos grupos que semovilizaban en bloque, hacia atrs o haciaadelante, correlativos unos con otros, como dosaraas negras y deformes, de acuerdo a losimpulsos ms o menos homicidas de loscontendientes. - - Vos me vas a venir seguro a ensear a jugaral ftbol, sorete! --la segua Lalita--. Seguro quevos me vas a venir a ensear! - - No te enloques, Lalita! No te enloques! --

  • repeta una voz aguda, desde afuera, como unsonsonete. - - Choto de mierda! Choto de mierda! --Pascual se atragantaba con las palabras y despedapor la boca una baba blanca, casi acogotado porlos compaeros--. Claro que te voy! Chotode! --obnubilado, no encontraba los mselementales sinnimos para enriquecer susagravios y recaa siempre en las mismas diatribas--. Choto de mierda! Chotazo! El rbitro, apreciando un claro en el tumulto, didos zancadas maysculas hacia adelante, manoteel bolsillo superior y anunci a Pascual. - - Seor! --y le plant una tarjeta rojaincandescente frente a los ojos. Pascual ni lo mir. Despus el rbitro gir conla misma aparatosidad, camin tres pasos haciaLalita y repiti el gesto de la mano en alto, comodando por terminado el problema. A Pascual ya selo llevaban hacia el costado. Lalita caminabamedio ladeado, aplastado en parte por el peso desus compaeros, buscando todava con los ojos asu rival, respirando fuerte por la nariz, como un

  • toro. - - Dejame! Dejame, Miguel! --pidi, sofocado,y hasta lleg a tirar un par de pias a sus amigos. - - Ya est, Lalita --le recitaba el cuatro al odo--. Cortala. El lungo que jugaba al arco le pas un par deveces la mano por el pelo, comprensivo, pero elLalita apart la cabeza, negndose a la caricia. - - Seores! Seores! --grit el refer--.Miren! Miren! --y mostr la fatdica tarjeta rojacasi oculta en la palma de la mano, como una cartatramposa--. No la guardo! No la guardo! Latengo en la mano! Al primero que siga jodiendo loecho de la cancha! Estamos? --y sali corriendopara atrs, elstico, sealando con la mano dondedeba ponerse la pelota--. Juego, seores! Y decan que no haba que joder mucho con eserbitro. Que era cana. Que siempre andaba con unbufoso dentro del bolso. As le haba contadoCamargo al Chalo, porque lo conoca de la liga deVeteranos Mayores, los que estn entre los 42 y lamuerte.

  • Ya sentado en la vereda, la espalda empapadacontra la pared del quiosco, las piernas extendidassobre el piso, desprendidos los cordones de losbotines, Chalo se apret fuerte los parpados paramitigar el escozor profundo que le produca elsudor al metrsele en los ojos. Sin decir palabra,el Lito, al lado suyo, le alarg la botella de Sevenfamiliar, casi vaca. Chalo tom unos seis tragosapurados, puso despus el culo fro y hmedo dela botella sobre su muslo derecho, eruct condeliberacin y se sec la boca. - - Hay que joderse --exhal--. Qu manera decorrer al pedo --y le extendi la botella a Salvadorque esperaba, mirando la calle, las manos en lacintura, a su lado. - - Chau, loco! --grit Antonio, subiendo al autode Pedro, yndose-- Chau, Salva! - - Hablastes con el refer? --le pregunt Lito.Antonio se encogi de hombros. - - Para qu? - - Para que no te escrache en el informe. - - Me ech por tumulto. - - Por pelotudo te echo --ri Salvador. Antonio

  • levant la mano, se meti en el auto de Pedro yPedro puso marcha atrs cuidando de no caerse enla cuneta. - - Veinte fechas le van a dar a este --dijo Salva,limpiando el pico de la botella de Seven con lamanga de la camiseta verde. Chalo no contest.Apenas si tena aliento para hablar. Lito, ms quesentarse a su lado, se derrumb, con un quejidoanimal. - - Parece mentira --dijo Chalo--. Cuando yojugaba en la "25 de Mayo", donde no hay lmite deedad, pensaba que los veteranos seran mstranquilos, que cuando pasara a la liga deveteranos las cosas se iban a tomar de otramanera. - - Nooo --Lito se rea. - - Pero es peor! Es indudable que las locurasse agudizan cuando viejos. Ac me he encontradocon tipos de cincuenta, cincuenta y pico de aos,que se cagan a trompadas, le pegan al refer, seputean entre ellos, ms que los jvenes. - - Y --dijo Lito--. Las manas, cuando viejo,se agudizan

  • - - Adems, Chalo --Salvador ya habaencontrado las llaves del auto entre los milbolsillos de su bolsn deportivo--. El ftbol esas. Hay tipos que descargan todas las jodedurasde toda la semana ac en la cancha. Yo he visto atipos cagarse a trompadas en un partido de papi,en un mezclado, que no son ni por los puntos ni pornada. Un picado cualquiera y se han cagado atrompadas, ome. - - S --aprob Chalo--. Son calenturas deljuego - - Es as --cerr Salvador. Dijo "Chaumuchachos", puso en duda su presencia para eldifcil compromiso del sbado siguiente contra elSarratea y se fue hacia el auto rengueandoostensiblemente de su pierna derecha. Chalo se inclin con esfuerzo hacia sus medias,ceidas bajo las rodillas por dos banditaselsticas, y las fue bajando hasta enrollarlas sobrelos tobillos. Recin all cay en la cuenta decuanto necesitaba liberar su circulacin sanguneade tal tortura y se pregunt como haba podidosobrevivir hasta ese momento bajo presin

  • semejante. Volvi a recostarse contra la paredcaliente. - - De todas maneras --retom-- por ms quesean cosas del ftbol, esto de Pascual es difcil deentender. - - No son cosas del ftbol, Chalo --dijo Lito, sinmirarlo. - - Dejame de joder No iban ms de cincominutos! - - No son cosas del ftbol, Chalo --Lito hizoun parntesis largo--. Ac el asunto viene de lejos.Un asunto de guita. - - Ah Ah --se contuvo Chalo. Empezaba acomprender. Lito bajo la voz, confidente, como sialguien pudiese orlo. - - Pascual le sali de garanta de un crdito aLalita. Y el Lalita lo cag. De ah viene la cosa. - - Ahhh Ese es otro cantar. - - Claro Eran socios, o algo as. A m meconto el Hugo, que era cuado del Lalita en esapoca. Tenan una gomera o algo as, no s muybien. Y la cosa vino por el asunto del crdito. - - Bueno, ya me pareca --dijo Chalo--. No te

  • digo que uno no vaya a entender que dos tipos seagarren a pias en un partido, porque es lo mscomn del mundo Pero, cuando ya uno ve que untipo, a los cuatro minutos de estar jugando, secruza la cancha para estrolarlo a otro, y despus sereputean de arriba a abajo Ya sale de lo comn,es sospechoso. - - No --precis Lito--. La cosa viene de antes.Son cosas extrafutbolsticas --. Con un esfuerzodigno de un levantador de pesas, Chalo se puso depie. - - Y ahora les van a dar como ocho fechas acada uno--dijo. - - Lo menos. Porque son reincidentes --aprobLito. Fueron ocho las fechas, o diez, o quince. Locierto es que, en la segunda rueda, en el partidorevancha contra Minerva, Pascual y Lalita estabanen la cancha. Hasta los veinte minutos del segundotiempo no sucedi nada e incluso dio la impresinde que haban surtido efecto los reiteradosconsejos de los compaeros de ambos bandos enel sentido de que los seculares contendientes

  • evitaran la conflagracin. Hubo un par de cruces,s, alguna trabada dura, fuerte pero abajo, peroPascual y el Lalita ni se miraron despus tras elchoque, atentos a aquello de "reciba y peguecallado" que tantos futboleros pregonan virilmente.Pero, casi sobre el final, en una jugada tonta queno los tuvo como protagonistas directos, losenvolvi esa violencia recurrente que pareca sersu sino. Hubo de nuevo corridas, gritos, insultos yel consabido intercambio de golpes entre Pascualy el Lalita, al punto que todos se olvidaron de losotros dos annimos jugadores que haban iniciadola escaramuza para ocuparse de ellos. La tarjetaroja en alto, elevada por el rbitro con la firmeza ypomposidad con la que puede elevarse un cliz,marc, simplemente, el final de un nuevo captulopara los duelistas. Una hora despus, sentados a una mesa de "ElMorocho de Abasto", Chalo apuraba una cervezacon el Alemn. Y el Alemn no cesaba depreguntarse cmo poda ser Pascual tan pelotudo. - - Es que --inici Chalo, consciente de quequien tiene la informacin tiene el poder--. No es

  • un fato meramente futbolstico, Alemn. Hubo unquilombo de guita entre ellos. El Alemn lo mir, curioso. - - Me cont Lito --sigui Chalo--. Una cuestinde un crdito. Parece que Pascual sali degaranta. - - No --la respuesta del Alemn fue losuficientemente breve y segura como para cortar aChalo-- Eso fue despus. - - Me lo cont Lito. - - Te lo cont Lito. Pero Lito solamente sabeesa parte porque el lleg al equipo hace tres aosrecin. Eso fue despus. Yo s la justa, Chalo. Elquilombo fue de polleras. Lala, en la facultad,estuvo a punto de casarse con una mina y elPascual se la chori. - - En la facultad? - - Y el Pascual se la chori. - - Entonces se conocen de hace una punta deaos! - - Aares! Amigos de pendejos. EntoncesPascual se cas con esa mina, su actual mujer params datos, sin saber que la mina le haba salido de

  • garanta al Lalita en un crdito para una moto. - - Ah! Y ese es el crdito famoso! - - Ese es el crdito famoso. Por supuesto,Lalita, en llamas porque el otro le haba choreadola mina, dej de pagar el crdito, y el Pascual setuvo que poner rigurosamente hasta el ltimomango. Eso le hizo un buen buco al Pascual. - - Mir vos. As haba sido la cosa. En el camino de vuelta hasta la casa, Chalo nodej de pensar en las mujeres, en el dinero, temaspor siempre conflictivos que pueden llegar atorpedear una amistad, en apariencia milenaria,como la de Pascual y el Lalita. Y sigui cavilandosobre eso casi hasta el final de la segunda rueda,mxime que se haba hecho bastante compinchecon el Pascual mismo, hombre en el que habadescubierto una afabilidad y un certero sentido delhumor tras la apariencia rstica y silenciosa delspero cuevero. Y quiso el destino ("empeado endeshacer" dira el tango) que en la cuarta fecha deltorneo Consuelo, volvieran a encontrarse en elcampo con Minerva. Y que volvieran a enfrentarsesobre el campo de juego Pascual y Lalita, quienes,

  • para colmo, no faltaban nunca a sus compromisosfutboleros. Como arrastrados por un designiooriental y fatalista, los presentes asistieronpuntualmente a las consabidas trompadas, insultosy forcejeos que terminaron, esta vez, con cincohombres fuera de la cancha. Suplente de un ocho nuevo que haban trado de"La Cortada", Chalo, recostado sobre un cspedque se haca yuyo, miraba el despelote desdebastante lejos, sin siquiera levantar la cabeza de lapelota que le serva de almohada, propiedad delhijo ms chico del Cabezn Miraglia. - - El asunto no es futbolstico, Cabezn --leconfo, locuaz, al Cabezn Miraglia, que todavaestaba rumiando su bronca por no haber entrado detitular--. Hubo un problema de mujeres. Miraglia no contest. Sigui masticando chicle,mirando como el Pascual, desaliado, caminabahacia afuera de la cancha y se tiraba unos veintemetros ms alla, en su ya remanido sendero haciael exilio de la expulsin. El Cabezn gir hacia Chalo, se acerc un pocoms como para que el viento que favoreca al

  • equipo adversario no llevara sus palabras haciaPascual y, mientras pateaba prolijamente unhormiguero, le dijo al Chalo: - - Eso fue despus, Chalo. - - Como despus? - - Lo de la mina fue despus. La cosa fuepoltica, ms que nada Chalo frunci el entrecejo sin quitar sus manosentrelazadas de bajo la nuca, sintiendo el roceautntico y voluptuoso de la pelota a gajoshexagonales. Le pareca mentira asistir a ese relatopor captulos futbolsticos, fecha a fecha,expulsin tras expulsin, que lo iba ahondando enla vida de dos sujetos conocidos casualmente enlas canchas de ftbol, abocados a la defensa deuna divisa. El Cabezn se agach para seguircontando. - - En la secundaria, Pascual era dirigenteestudiantil de izquierda. Estaba en una de esasagrupaciones como el P.T.P., el R.T. nosecuanto,una de esas. Te estoy hablando de los sesenta. Y elLalita militaba con l. Y un da, yo pienso quedebe haber habido uno de esos clsicos celos por

  • la dirigencia, una cosa as, el Lalita se aparece enla escuela, ya estaran por sexto ao, con una fotodel Pascual, de traje blanco, bailando en una fiestadel Jockey Club. - - No me jods! --se asombr Chalo. - - Te imagins! --se ri el Cabezn--. En esapoca, pasabas noms frente al Jockey Club y yaeras un conservador, un facho - - Claro! Estaba todo tan politizado - - Y de traje blanco para colmo el Pascual. Enuna de esas fiestas a todo culo que se daban ah. - - Lo crucificaron. - - Lo hicieron mierda. Los compaeros de rutano se lo perdonaron. - - El Pascual habr dicho que el puesto que nose ocupa lo ocupa el enemigo --volvi a rerseChalo. - - No s, no s. Pero se le acab la carrerapoltica. Pas de golpe a ser un chancho burgus,un enemigo de la clase obrera. Se quedaron un rato en silencio, mirando elpartido. Tatino acababa de perderse un golincreble.

  • - - Es por eso que, despus --retom elCabezn--. Pascual se empecin en afanarle lamina al Lalita. Porque creo yo que fue un capricho,noms. En venganza. - - Pero mir vos --se qued pensativo, Chalo,mirando al cielo. El Cabezn haba empezado atrotar porque Salvador le gritaba "Calent,calent!", mientras se agarraba el rebelde aductorderecho que lo tena loco desde haca mucho. Fue Pascual quien le pidi a Chalo que loalcanzara con el auto. Se haba puesto un viejopantaln de salir sobre el pantaloncito de ftbol ydespus se haba vuelto a calzar pero sin atarse lostrabajosos cordones, a los que arrastr hasta quesalieron del predio. "Un chico" compar Chalo,mientras desestimaba la idea de decirle que seatara los cordones porque se poda cagar de ungolpe. Y luego, ya en el auto, sigui dando vueltasa los conceptos de dinero, mujeres y poltica, queentreveraban sus coordenadas y llevaban a dospersonas mayores, como Pascual y Lalita, aromperse literalmente la crisma del mismo modoformal y caballeresco con que aquellos romnticos

  • personajes cruzaban sus espadas en el relato deConrad. - - porque me han dicho que vos, con el Lalita,se conocen de hace mucho --se anim a decirle,por fin, al Pascual, tras un largo silencio en elauto, solo amenizado por el sobrio comentarioradial de Jos Pipo Parattore desde el estadio"Gabino Sosa" de Central Crdoba. El mismoPascual le haba dado pie, tras quejarse de que learda una peladura en la rodilla y tambin el pinvoleado que le haba acertado Lalita en medio deldespelote. - - Mucho. Demasiado --crisp una sonrisa,Pascual, tocndose una ceja--. Es al pedo --concluy, con esa crptica frase donde no seentenda bien si encerraba un escepticismoexistencial frente al misterio de la vida, o unadesalentada conclusin ante el intil acopio deaos de amistad, o de la conviccin del guerrerode cara a una lucha que adivina estril einconducente. - - Pero claro --se anim Chalo, quiz antela ambiguedad de la afirmacin de Pascual--. Me

  • contaban que no es un asunto futbolero, no? De locontrario, sera difcil de entender. Por ms queuno entienda perfectamente que te podes cagar atrompadas incluso jugando un cabeza en unpasillo Pascual volvi a sonreir, o quiz fue solo laexpulsin de un poco de aire de sus pulmones. - - Qu te contaron? --apur. Chalo esgrimi la mano derecha en el aire, comoespantando una mosca, antes de depositarla denuevo sobre la palanca de cambios. - - El asunto de un crdito --intent ser vago--.Un fato relacionado con la poltica, algo as Omiti el detalle de la mujer, temiendo meterseen temas demasiado privados o bien deschavar alocasional informante. Pascual estir otra sonrisaapretada mientras se tocaba la nariz. Pareci queiba a sumirse en uno de sus habituales silencios decuevero. Pero la sigui. - - Te informaron mal --dijo. - - Bueno te cuento--minti Chalo-- que nofueron conversaciones formales. Fueron, digamos,comentarios al pasar, opiniones

  • - - Ya s, ya s Pero te informaron mal. Ya haban llegado. Chalo pute para susadentros. Tal vez hubiese debido retrasar lamarcha, pero la maniobra dilatoria hubiera sidodemasiado ostensible. Pascual abri la puerta desu lado, puso el bolso sobre sus muslos y saco elpie derecho como para bajarse. "Me pierdo elfinal" pens Chalo. Pascual se haba tomado del borde del techo delauto con su mano diestra para dar el envin desalida. Era muy grandote. - - Sabs de cuando lo conozco yo al Lalita? --dijo, pese a todo--. Sabs de cuando lo conozcoyo a ese hijo de puta? --Chalo lo miraba fijo--. Decuando tenamos los dos cinco aos y jugbamosen el baby del club Fisherton. - - Mir vos --dijo el Chalo. - - Y sabs de donde arranca todo? Sabs dedonde arranca la bronca? Chalo neg con la cabeza. - - De un da en que jugbamos contra El Toritoy al Lalita le hacen un penal y nos peleamos porpatearlo. Mir lo que te digo. Cinco aos

  • tenamos. Pascual, ya incorporado, medio cuerpo metidodentro del auto, oscil los cinco dedos de su manoderecha frente a los ojos de Chalo. - - Qu? --amag reirse Chalo--. Lo querapatear l? - - Tom, patear l! --percuti el puo cerradocomo un mbolo, Pascual--. El penal se lo habanhecho a l, pero el que los pateaba siempre era yo.Esa era la orden que yo tena del director tcnico.Pero l ya era un pendejo caprichoso. Y noscagamos a trompadas --Pascual se refreg la caracon la palma de la mano, como con intencin dedesfigurarse--. Cmo nos cagamos a trompadasese da, Dios querido! Y de ah viene todo Se irgui por completo y cerr la puerta. Chalose inclin un poco para verle la cara. - - De ah viene todo? - - De ah. Lo dems llega por aadidura. Pero elquilombo empieza con aquel penal. Pascual dijo chau con la mano y se meti en sucasa. Chalo puso primera y se fue, pensando. Lavida era ms simple de lo que uno supona, al final

  • de cuentas.

  • Vos lo viste jugar aMartino? (SebastinJorgi) A Pedro Leguizamn y Pascual Malerba No vendr. Te dej de sea en la parada delcolectivo, con ganas de decirles a esos que temiran desde la ventana del caf: Qu les importa.Pero la cosa es as. Penss que el amor es comotirarle la manga a la vida o al destino. Ayer haba algo extrao en sus ojos, unapremonicin, una advertencia. Hace un mes que laconoces y tanta milonga. Seguro que le habrpasado algo o la vieja le tir la bronca osimplemente se demor. Anda a saber. No teresignas y penss que en unos segundos elladoblar la esquina con el saquito azul y unasonrisa grande como un sol y abrazar fuerte tucuore con un Hola, mi amor! Hola, y entonces

  • caminars con ella mirando las baldosas; habr decontarte esto y lo otro mientras en tu mentecarburars cmo fajarle un beso. Ambos se dirn: No me vas a dejar nunca (a lasombra de ese arbolito que todos los das loscobija), mientras la luna desparrama su alburasobre Pompeya. Le propondrs para el sbado unapelcula que ella elegir o ir a Unidos a bailar ydespus a comer pizza. Enloquecer de contenta ydir te quiero para siempre, aunque a pap y amam todava no les caigas bien. No lepreguntars el motivo, porque responder (como lasemana pasada): Entre mam y pap las cosas noandan bien, adems ellos me necesitan, entends? Seguramente no vendr. Ests viendo una risitaburlona en la gorda que tambin espera elcolectivo, como lo esperaban ustedes. S, ella losvio acaramelados todo este tiempo. Pero hoy, no.Aunque dudes de que venga, no te convences y lasegus esperando. Y si viene, no le recriminarscomo otras veces lo que dijo el padre: Nena, sosmuy joven todava, espera un tiempo. No insistirs

  • esta vez con que el padre exagera y que la madrees una sometida, para no contrariarla. Nodiscutirs. El tiempo de la espera ha pasado de largo igualque el canillita morocho pasa con la sexta. Peromaana puede ser nunca (lo sabs); hoy ellatendra que llegar con su pelo largo acariciandolas miradas de los muchachos del caf, los mismosque en este momento te fichan con ciertacomprensin. No penss que hoy es lo mismo que ayer. Temetes en el caf pidiendo un cortado sin dejar demirar hacia la calle a travs de la ventana. Elseor que se llama don Carlos se acercar y lecontars todo porque l adivin de qu se trata y tedir: Ya s, pibe, ella no vino. Necesitars que teescuche. Mientras tomas una ginebra, l teaconsejar: Bebida blanca, no, pibe, tomate unfeca. Te aburrir un poco con su conversacinsobre los jugadores del '40: Vos lo viste jugar aMartino? Jugadores de fbal eran los de antes, Dios melibre. Y entre otras cosas, hablar de su

  • experiencia y vos le hablars de ella (entonces, note aburrirs), y l escuchar con atencin mientrasvaya por la cuarta ginebra. Interrumpir tulloriqueo preguntndote si viste a San Lorenzo eldomingo y por qu no jugs al billar con losmuchachos. Mirars segundo por medio a la calle(por las dudas), aunque ya sern como las doce, lomismo que ayer y que (invariablemente) maana.La luna te contestar que ella no vino y mientrasdon Carlos cuenta el famoso gol que hizo Martinoen la final contra Boca en la Bombonera (en elcuarenta y seis?), volvers a mirar y la ventana esy Ser una pintura gris con la luna seca, como elfoco sucio y gastado de la esquina. Luego se presentar el Fino a la mesa y teinvitar a una partida de billar para ms tarde.Pero vos seguirs carpeteando la ventana, mientrasel Fino le dir a don Carlos que el Coco Rossies un fenmeno y l responder que Pontoni yMartino fueron grandes pisadores de pelota. Devez en cuando te consolarn dicindote que quizmaana venga y diga que estuvo enferma. Entoncesvos le gritars que el Flaco la vio en el 115

  • cuando lo tomaba en Retiro. El tiempo ha cambiado de semana. Parece quefue ayer cuando ella no vino (o simplemente hoy).Se haba despedido con un beso dulce. Ella habadicho que te quera tanto y que mam habacomprendido que a vos te gusta la contabilidad ypor eso estudias comercial. Esto se lo contaste milveces a don Carlos. Ella te haba mostrado lalibreta de ahorros y maana ibas a sacarte unapara vos (mejor dicho, para los dos). Ests otra vez en la parada del colectivo, comosi el tiempo no hubiera pasado. En un rato entrarsal boliche para escuchar a don Carlos: Divertite,pibe, mir al Fino o al Flaco, van al baile.Olvidala, no es para vos. No te dir (como losotros) que ella anda de filo y que la vieron en elcine Roca el sbado pasado. Don Carlos tetransportar al mundo del ftbol para contartealguna gambeta de Martino y, cuando vea tu caratristona, te dir que la vida empieza cuando voscrees que termina y que conocers a otra piba y aotra Un da te casas y cuando te quers acordar,sos padre. Lo tuyo, pibe, es un punto pequeito,

  • anillos de humo que se pierden o se desfiguran. Eldolor tambin pasa. Y le dirs sintindotecomprendido: Usted es un poeta, don Carlos. Poetafue Moreno o el Chueco, responder, vos no vistejugar a Martino. Tambin te aconsejar que nolargues el estudio (igual que tu viejo), pero vos No importa que te quedaras libre en la escuelapor la cantidad de faltas y tampoco importa que elsbado no fueras a la farra que organiz donCarlos para todos los muchachos del caf. Estarsen la pizzera, cerquita del Roca, para campanear.En una de esas, ella entrar (sola) y con elalboroto de las pizzas que van y vienen lechamuyars que la quers para siempre (igual quela semana anterior). Ella te volver a contar elproblema que tuvo el padre: Intent pegarle amam cuando estaba un poco en curda, porquepap toma, sabes, Cachito. Confesar que la madrele dijo: Ests como loca desde que conociste a esevago que no trabaja; entonces prometers buscarun laburo. Lo que no te imaginas es que tu vieja le prendiuna velita a la virgen de Pompeya y que rezaba por

  • su Cachito mientras vos dormas. Ella te tapporque de tanto dar vueltas en la cama se habadeslizado la frazada. Sos que llegar a lapizzera o a la esquina del boliche por un truco delmago Dios y que le contars a don Carlos: Vio,ella vino, y l te reprochar: No fumes tanto, pibe.Adems, la bebida blanca hace dao, dejala. Daatanto como el recuerdo. As que San Lorenzo jug bien el domingo,bueno, me alegro. Hola, Fino, qu tal, don Carlos,qu decs Cachito, y aqu estamos. Si estnhablando de cosas particulares, me hago humo, lesdirs. No, por favor, qudate, vos sabes, conocuna piba fenmena en Congreso, dir el Fino. Vos no contestars nada. Ni si quierasescuchars cuando Pirolo diga que el Flaco vio atu piba el sbado a la salida del Roca. Sabes quees mentira porque estuviste all, si vas todos lossbados, hasta rondas los domingos el trocn y loscines de Lavalle. Te quedas mirando el pocillo de caf vaco, tanvaco como tu corazn sin ella. Don Carlos terepetir como ayer (como siempre) que sigas el

  • consejo de uno que fue otario y que se hizo vivorecin de viejo, y que la olvides, porque no tepuede ver con el alma joven pero estropeada poreso tan lindo y tan filoso que llaman amor.Seguramente caer Pirolo y se armar un truco.Tus pensamientos volarn cuando el Flaco digaenvido y vos no cantars nada y, al final, quhaces, te gritar el Flaco tirando el ancho deespadas sobre la mesa cuando ya hayan perdido eltruco. Y sers barro cuando el Pirolo preguntequin lleva a Cachito, porque tendrs una curda derdago. Ahora ests en Retiro y ella no aparece. Nosabs ya qu pensar. El Fino dijo que la encontr(casi tropez con ella) como a las cuatro de lamadrugada del otro lado del puente. Debiconfundirse. A esas horas! El Fino inventa parahacerte chivar? El laburo debi dejarlo, porque nirastros de ella, a ningn horario, hasta lepreguntaste a la gorda que viaja en el 115 ytampoco la vio ms. Parece mentira que hayan pasado seis meses yque siempre alguien la vea, menos vos. El Fino,

  • Pirolo y el Flaco siempre se la encuentran. Lesdecs que vos tambin la quers encontrar, porcuriosidad, noms. Dentro de un rato estars en elboliche con don Carlos que repetir: Lo que pasaes que ustedes no vieron jugar a Martino ni aPedernera. Qu me vienen con estos! No sabenpatear un penal! Mientras viajas, vas pensando enlo que dijo el Fino aquella vez, que la vio a lascuatro de la madrugada del otro lado del puente.Qu raro! Vos sabes que ella vive cerca deRiestra pero no tens idea de cul es la casa. La parada es una estaca que se clav en tussentimientos, en tu duda. Ests de vuelta en elboliche, miras y miras hacia fuera, como si eltiempo no hubiera pasado. Don Carlos caer de unmomento a otro. Cuando lleguen el Fino y el Flacodirn que Pirolo consigui una mina para fifar enel galpn grande, cerca del Riachuelo. Teinvitarn pero vos no les hars caso. Don Carlos te insinuar que vayas; vos tenegars a ir al galpn como te negaste aquellanoche en que fueron el Fino y Pirolo. Don Carloste reprochar tu cobarda dicindote que la bebida

  • blanca daa ms que una mujer, te gritar que sisos hombre tens que divertirte y que su recuerdote jode porque no es ms que una irrealidad, que lavida para vos recin empieza. Segus mirando hacia fuera, aunque ya no sentsese amor de hace unos meses. Juns con disimulola ventana para que los muchachos no se dencuenta. No compartirs la opinin de don Carlosde que Sanfilippo es un jugador oportuno. Para voses un crack y debi ser tan bueno como Martino.Don Carlos se molestar un poco e insistir en queno viste jugar a Martino y que los pibes de ahorano saben nada de fbal, mientras sorbe su caf. Tepedir disculpas por haberse metido con tussentimientos y confesar que slo busca tu bien.Vos lo conformars prometindole que irs algalpn con el Fino y Pirolo cuando se presenteotra oportunidad. No le dirs a ninguno de los muchachos que laviste en Unidos bailando con media humanidad,porque ya casi no hablas de ella. No les dirs quete rechaz de lleno porque apenas te reconocicuando la saludaste. El Pirolo le dir que la vieron

  • por Vicente Lpez en una milonga con un tenderode la calle Boedo. Vos le contestars que no esverdad, que la habrn confundido con otra. Ni losmuchachos ni don Carlos te insistirn en el asuntoy, poco a poco, dejarn de batirte que la vieronaqu o all porque ya no te importa. Tampoco sabrn que la del pelo cortito es ella, eincluso vos te convences de que nadie lareconoci, como te negaste a reconocerla aquellavez que fuiste solo al galpn. Que no es la misma,aunque ella te entusiasm ms que la otra, ysonreirs cuando don Carlos te vuelva a decir:Viste, pibe, que la olvidaste, mientras ficharshacia la calle a travs de la ventana. Lecontestars, vio cmo jug el Coco Rossi y donCarlos te preguntar: Vos lo viste jugar aMartino? (Tomado de Eliot Ness. Prez and Company,Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 1986)

  • El ltimo entrenador(Juan Sasturain) Me lo encuentro de casualidad el sbado enAdrogu, en el cumpleaos de la hijita de unamigo. Salta el apellido que es raro, pocofrecuente, y enseguida asocio a ese viejo, eseabuelo materno sentado casi de regalo a uncostado de la mesa puesta en el extremo del living,con los recuerdos de infancia. De las figuritas, no. No es un jugador pero es unnombre y una vaga cara del ftbol. Aprovecho quelos pibes se van al patio a devastar lo que quedade un jardn con ms calas que pensamientos y lebusco la memoria con una pregunta respetuosa,como tocar a un oso despeluchado con un palo atravs de las rejas: - Su apellido me suena -le digo mientras nuestrasmanos convergen sobre la fuente de masitas-. Loasocio con el ftbol de los cuarenta y cincuenta,cuando yo era chico, Puede ser?

  • Tras un momento me confirma que s, que es l, yel reconocimiento al que no est acostumbrado loilumina un poco, apenas, como las velitas de esatorta de nena, sin jugadores, que espera en mediode la mesa. - Ya nadie se acuerda. - No crea. Nos trenzamos a charlar y no s bien cmo peroal rato, mientras los otros destapan botellas,nosotros estamos en el dormitorio -porque esa essu casa, la de siempre- destapando una caja dealevosos recuerdos. - Ese ao que usted dice salimos campeones -revuelve, encuentra-. Fjese, ac estoy yo. Y me seala lo evidente, lo alevoso de sufiguracin. Es la foto de una revista y l estparado a un costado, el penltimo de la fila dearriba, entre un colado habitual y un marcador depunta de los que todava no se llamaban as. - Qu pinta. Tiene bigotitos, el jopo tieso de Gomina oRicibrill y una E bien grande de paolenci pegada-acaso con broches- en medio del pecho. El

  • rompevientos -as se llamaban los inevitablesbuzos azules de gimnasia de entonces- est algodescolorido y los pantalones abombachados se leajustan a la cintura un poco demasiado arriba, ledan un aire ridculo. El equipo, los colores delequipo que enfrenta a la cmara en dos niveles -atrs y de pie, la defensa; abajo y agachados losdelanteros del siete al once, y el nueve con lapelota-, no importa demasiado ni viene al caso.Pero la cancha est llena. - Linda foto -digo, porque es linda foto en serio. - Ps. Me muestra otra parecida de esa poca, de undiario, y despus otra ms, posterior, coloreada amano al estilo fotgrafo de plaza. Ya el equipo esotro y las tribunas detrs, mucho ms bajas. Elrompevientos -es el mismo, estoy seguro de que esel mismo- est un poco ms descolorido. Pone las tres fotos en fila y me dice, mesorprende: - No estoy. - Cmo que no. Y por toda respuesta, contra toda evidencia,

  • pone el dedo en el epgrafe, va de jugador enjugador, de nombre en nombre, y el suyo en todoslos casos brilla -como el Ricibrill- por suausencia. - No era costumbre, supongo -y me sientoestpido. - No era el tiempo, todava -recuerda sin ira. - Claro. l sigue revolviendo, elige y me alcanza. Y yopienso que ese hombre de destino lateral, annimoadosado al margen del grupo de los actores conuna E grotesca en el uniforme de fajina era casi,para entonces, como un mecnico junto al pilotoconsagrado, o como el veterano de nariz achatadaque se asoma al borde del ring junto al campen.Su lugar estaba ah, al ras del pasto; su funcin seacababa entre semana. - No era el tiempo todava -repite. Y sabe que lleg emprico y temprano y se metide costado en la foto en que sali borrado. - En esa poca haba pedicuros, dentistas,porteros -dice de pronto con extrao nfasis-.Era el nombre de lo que hacan. Ahora les dicen

  • podlogos, odontlogos, encargados Esasboludeces, como si fuera ms prestigioso Y yoera entrenador. - No director tcnico. - Pts Ni me hable, por favor -y se le escapacierta furia sorda, muy masticada. - No le hablo. Tiene razn. Compartimos en silencio certezas menores,mdicos resentimientos. - Vinieron con la exigencia de diploma -dice depronto. - Claro. Me sumo a su fastidio y de ah saltamos adesmenuzar los detalles, el contraste: el banquitocon techo, el verso tctico, el vestuario aparatosoy la pilcha elegida para salir el domingo, esa quenunca se puso. Cuando quiero atenuar tantasimpleza sin lastimarlo, se me adelanta: - Le digo: no se lo cambio. - Le creo. En eso, los primeros padres que vienen arecoger a sus nios irrumpen en el dormitorio yentre disculpas se llevan los pulveres, las

  • camperas apiladas sobre la cama grande. Entra lamujer de mi amigo, incluso. - Ah, pap estabas ac -y suspira como siencontrarlo en una casa de tres habitaciones fueraun trabajo-. Y siempre con esas cosas viejas.Sabs que no te hace bien. Ella me mira como si yo tuviera alguna culpaque sin duda tengo y se lo lleva, lo saca de la viejacancha despoblada para que vaya a saludar aalguien que se va o se sume para la foto con lanieta que -lo s- no le interesa. El veterano memira resignado. -Ha sido un gusto. Asiente y se lo llevan. Apenas se resiste. Me quedo solo y guardo las viejas revistas quehan quedado abiertas sin pudor ni consuelo. No escuestin de que cualquiera meta mano ah.Despus busco mi propio abrigo y escucho losruidosos comentarios del living. Me imagino quepara las fotos familiares el viejo se debera poneruna remera grande con la letra A de Abuelo, paraque al menos alguno pregunte quin es. Pero no me quedo para verificarlo. Me basta consentir o imaginar que he conocido al ltimo

  • entrenador.

  • Ataj Roma! (AldoRiera)

    Si sabes encontrar el triunfotras la derrota,y recibir a estos dos mentirososcon el mismogesto, si puedes conservar tucoraje y tucabeza cuando todos los demsla pierdan,entonces los reyes, los dioses,la suerte,la victoria sern para siempretus esclavossumisos y, lo que vale ms quelos reyesy la gloria, sers un hombre,

  • hijo mo.

    RUDYARD KlPLING

    - Hola, hola, probando! Jos Bolzoni, don Pepe para el barrio, estprobando los parlantes para transmitir la carrera. S, otra vez carreras de bicicletas y el barrioest de fiesta. La Sociedad de Fomento organiza. El micrfono conectado a la consola, los cablesen su lugar, en minutos todo estar listo, contiempo y a la perfeccin, como a l le gusta. Nodeja nada librado al azar. Es un perfeccionista,tiene experiencia, esta es la centsima carrera queva a transmitir. Una bocina colgada de cadapltano y las tres cuadras principales tendrninformacin. Todo est saliendo a pedir de boca. Las densas nubes que se haban juntado en elponiente a las primeras horas de la maana se vandisipando. No llover, les espera otro dabochornoso de calor. La champion tap los pozos.

  • El regador por la tarde humedecer la tierra, solofalta eso. Lo dems todo listo. Pero Pepe no estconforme, esa tarde tiene otra cita impostergable,esa tarde Boca puede asegurarse el campeonato;est aun punto de River; al que debe enfrentar hoy,el clsico nada menos! El partido del siglo,exageraba la prensa capitalina. Ganar y la gloria. El partido comenzar a las cinco, la carreratambin. Lo que dura el partido, durar la carrera.Imposible escucharlo; estaba realmentemalhumorado. No conceba a Boca jugndose uncampeonato y l ausente, aunque solo fuera comooyente. La solucin se la dio su sobrino Ricardo. Rolando Narciso Rivero echa el agua de lapalangana sobre su cabeza calva, no ha podidodormir la siesta, las sbanas se le pegaban en supiel lampia, el calor es insoportable. Pero estehecho no lo ha puesto mal. Est feliz; debutadespus de un centenar de carreras. S, debuta conla famosa bicicleta del Pescado Gaveglio,recientemente retirado, que con dolor y pornecesidad tuvo que venderla. Aquella, casi unaleyenda, la que encontr en un basural y con

  • paciencia y artesana puso competitiva. La que lollev a destacadas actuaciones por las rutasnacionales. Grande fue el esfuerzo de RolandoNarciso, pesito a pesito fue juntando con horasextras y changas. Y por fin se le cumpli su sueo.Hoy es el da. Hoy se va a prender con losUturriaga, los Lomnaco, los Impala, en fin, conlos lderes de la categora. Est lleno de expectativa y ansiedad. Se seca lacabeza con una toalla, arranca del almanaque elda 8, hoy es el da 9 de Diciembre de 1962, Bocapuede ser La tierra, solo falta eso. Lo dems todolisto. Pero Pepe no est conforme, esa tarde tieneotra cita impostergable, esa tarde Boca puedeasegurarse el campeonato; est aun punto de River;al que debe enfrentar hoy, el clsico nada menos!El partido del siglo, exageraba la prensacapitalina. Ganar y la gloria. El partido comenzara las cinco, la carrera tambin. Lo que dura elpartido, durar la carrera. Imposible escucharlo;estaba realmente malhumorado. No conceba aBoca jugndose un campeonato y l ausente,aunque solo fuera como oyente. La solucin se la

  • dio su sobrino Ricardo. Rolando Narciso Rivero echa el agua de lapalangana sobre su cabeza calva, no ha podidodormir la siesta, las sbanas se le pegaban en supiel lampia, el calor es insoportable. Pero estehecho no lo ha puesto mal. Est feliz; debutadespus de un centenar de carreras. S, debuta conla famosa bicicleta del Pescado Gaveglio,recientemente retirado, que con dolor y pornecesidad tuvo que venderla. Aquella, casi unaleyenda, la que encontr en un basural y conpaciencia y artesana puso competitiva. La que lollev a destacadas actuaciones por las rutasnacionales. Grande fue el esfuerzo de Rolando Narciso,pesito a pesito fue juntando con horas extras ychangas. Y por fin se le cumpli su sueo. Hoy esel da. Hoy se va a prender con los Uturriaga, losLomnaco, los Impala, en fin, con los lderes de lacategora. Est lleno de expectativa y ansiedad. Seseca la cabeza con una toalla, arranca delalmanaque el da 8, hoy es el da 9 de Diciembrede 1962, Boca puede ser campen, a l no le

  • preocupa, ni le interesa. Solo piensa en ganar, haparticipado en ms de cien eventos y nunca haganado, pero ahora no es una utopa pensar en untriunfo. Por primera vez tiene mquina parapelearles a los ms encumbrados de la TerceraLibre. Le puso grafito al pin, la rueda gir y girlibremente durante largos minutos. Es unamaravilla!, est conforme. Se at el pauelo en lafrente. Un beso a Matilde. "Que triunfe, hijo", sudeseo de madre, "pero en caso contrario, recbalocon el mismo gesto", y con ternura la ancianacompleta el consejo, "Sers un hombre, hijo mo".Le abre la precaria puerta; Rolando NarcisoRivero (Revire, para los muchachos del ambiente,apodo que se gan por mritos propios, pues susreacciones eran un tanto dscolas) sali delinterior de la casucha montado en su mquina,parado sobre los pedales, balancendose, caminoa la gloria. Su madre se queda con el brazolevantado despidindolo hasta que se pierde en elfondo de la calle polvorienta. Ser una sorpresapara todos, est seguro. Un mundo de gente alborotada en derredor del

  • palco. Por los parlantes el do Gardel-Razzano ysus guitarras amenizan. El sol cae a plomo,insoportable, no importa; un sombrero, una gorra,un pauelo, una sombrilla y el entusiasmo por verel espectculo lo aplacan. Don Pepe, con la radioa vlvulas al hombro, llega al palco. - Mi sobrino es un genio. El transmitir lacarrera, el gordo Muoz el partido y todos felices. Marino Castellani, una gloria del pedal de lasdcadas de los cuarenta y cincuenta, baj labandera a cuadros y - Largaron! -grit el viejo Bolzoni. Nai Foino, pit con energa. - Comenz el clsico! -tron la voz del GordoMuoz- Valentn para el Beto Menndez! -pero nose escuch, la radio bajita para que no interfirieraen sus relatos. - Y, all se va el pelotn, en busca de lagrandeza que solo uno lograr. Son treintapasiones, son treinta almas que ansiosas pedaleanhacia la gloria! Se pierden en el fondo de la recta!Seores y seoras! acaban de presenciar lalargada de la tercera edicin de la vuelta del

  • barrio Emilio Mitre, que organiza la Sociedad deFomento. La Tercera Libre est en carrera;disputan el trofeo "Joyera Biondini". Don MiguelDifeo, representante de la firma, se ha hechopresente y l mismo en persona har entrega enmano al ganador este bonito trofeo que ustedesestn visualizando, aqu mismo en este palco. Eufrico Pepe, en su lenguaje tan personal,transmite los primeros minutos del evento. Con susgritos tapa la voz de Muoz, que es difundida porel receptor casi sin volumen. - Doblaron en la esquina de Irigoyen y avenidaLa Plata, Aquiles Tonarelli marcha en punta, muyde cerca lo escolta Felipe Impala, su compaerode equipo. Atrs los hermanos Cottini, luego elpelotn como un enjambre de abejas. A Rolando Narciso Rivero el sudor se le deslizapor la frente, el pauelo que le hace de vincha seempapa, los lentes ahumados le cortan los reflejos.Est ltimo, ni se da cuenta, est tan concentrado,tan posedo, solo piensa en su carrera. Memantendr expectante, debo sorprenderlos, planeasu estrategia.

  • - Centro laaargo de Sarnari, sale Roma ycontrola bien! -la vieja radio a vlvulas sobre lamesa con el volumen muy bajo; Muoz, relata, donPepe no la escucha. - Caballero quiere vestir elegante y distinguido,un traje a su medida, Casa Rizzo el as de la tijera!-los ciclistas transitan la recta opuesta, RolandoNarciso agacha su cabeza calva, los msculos desus piernas se tensan, la bicicleta se desliza conuna velocidad increble, es liviana, una pluma,est sorprendido, es brbara. - Su Paperino lo espera en Casa Meypa, la motodel futuro! Panadera La Equidad!; el petisoConti, un amigo que aqu lo visualizo y saludo, lellevar el pan calientito a la puerta de su casa,patrona. El panadero con un gesto le devuelve laatencin. - All vienen, all vienen! -grit el pblico, loscorredores han doblado y enfilan por la rectaprincipal. - Aquiles, el eterno Aquiles, comanda elpelotn, Impala, su compaero de equipo, le cuidala espalda; los siguen el Claro Cottini, atrs, su

  • hermano Tarcisio, Cucaracha para todos; marchanbien los lecheros, despus viene Jess Domnguez,siempre firme con su pin fijo, en tenazpersecucin, el Nato Becerra, atrs de este LuisitoUturriaga, ganador de la ltima edicin; luego muyjuntitos vienen Mediasuela Jimnez y el LadrilloMinervino, representante de Chacabuco cierrael pelotn el Pelado Rivero. Si una virtud tena el Pepe, era lo claro y ligeroque transmita, habilidad de nombrar a todos losintegrantes del pelotn sin equivocarse nunca enlos puestos que cada uno llevaba al cruzar frente alpalco. Tanta era su seguridad que losorganizadores recurran a l cuando haba duda enalguna clasificacin final. Y ya se haba hechocostumbre pues el planillero oficial, donPrudencio Dell Gesso, no solo estaba viejo, sinoque a causa de las cataratas estaba prcticamenteciego, y por el respeto a su larga trayectoria no lodesplazaban del puesto. Sin grandes variantes transcurrieron las primerasvueltas. Pepe alternaba transmisin y publicidad,una cobertura muy profesional. Pero del partido,

  • nada. Boca se iba con todo sobre el arco deAmadeo Carrizo. Muoz, lo gritaba cada vez msfuerte, como para que Pepe lo escuchara. Pero steno, segua con la transmisin. Cuarenta segundosde relato, cuando pasaban frente al palco, unminuto de propaganda cuando los ciclistastransitaban la recta opuesta. Pero no aguant ms,perdi la paciencia. Entonces conect la radio alequipo, y por los amplificadores, se empez aescuchar la estridente voz del gordo Muoz. Elpblico lo recibi con una gran algaraba. - Los anunciantes comprendern, que meperdonen. En la quinta vuelta los hermanos Cottinise escaparon del pelotn y se mandaron a mudar.Van nueve minutos de carrera. - Aqu pasan los Cottini, en punta! Aguantarnel ritmo? Los persiguen, Impala, Aquiles, LuisitoUturriaga, el Omar Lomnaco, el Jess, LadrilloMinervino, Becerra, Gardenia, Mediasuela, DeBiasi, Azcurra, Linares, el Pingino Broggi,Chumillo, Crisanfulli, y cerrando el pelotn elPelado Rivero. Y Rolando Narciso piensa, todo va bien, las

  • gotas de sudor se deslizan por su crneo brillante ymueren indefectiblemente en su pauelo anudad