winkler john cap v las coacciones del deseo la astucia de penelope y la de homero

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  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

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    I

    I

    I

    I

    1

    I

    f

    ,

    i

    1

    I

    5

    L STU I DE PENLOPE

    L D E HOMERO

    Leyendo la Odisea durante una estada en Sicilia en el verano de 1891, el

    novelista ingls Samuel But~lleg2 a la descripcin de Circe, que contra a a

    su isla sin la ayuda de los hombres y sbitamente comprendi, iluminado, que

    el libro no haba sido escrito - r un hombre sino por una mujer. Tanto lo cauti-

    ~insi:nracin q~cOnsagr..-_la-mayor parte ae::la dca a siguiente, hasta

    S}1..IDuerte~.1902, a estudiar y traducir la

    Ilada

    y la

    Odisea.

    En 1892 hizo el

    descubrimiento adicional de que esta ltima haba sido escrita en Trapani, un .--

    puerto martimo en el extremo noroeste de

    Sicilia.i.El

    significado de estos dos

    des'Wbrimientos consisti en que proporcionaron una respuesta a la candente

    cuestin hOJIlri~ del momento, que era si los poemas picos haban sido escri-

    tas por l,illa sola persona o por muchas.-Puesto~queSITa Odisea mas raoaen-

    tda su extensin una sensiblJ.l'CIild-ferninay estaba basada en una minucio-

    s~bservacin degentes y lugares del puerto de Trapani, entonces deba de

    ser obra de un solo auto dado que no poda haber habido al mismo tiempo dos

    mujeres tan.brillantes en un pequeo puerto siciliano.

    Butler public su teora. en cartas a peridicos ingleses y en artculos italia-

    nos y, finalmente, en un libro tituladoIhe

    Authoress otJhe Odyssey

    [La autora

    de la Odisea) (1897). La nica respuesta favorable que registra es la de George

    Brnafd

    Shaw, quien, despus de una conferencia sobre el tema dada por

    Butler en la sociedad Fabiana, dijo que anteriormente haba odo hablar de la

    idea de ste, habiendo credo al princi iL.q ue e trataba de una mera fantasa

    pero que, luego de releer los primeros cien versos de la Odisea, estaba conven-

    cidode que, en efecto, era verdadera.

    Loque Butler esperaba era, si no la aprobacin, al menos una discusin se-

    ria de sus ideas R9r parte de los especialistas en estudios easic~econocidos, lo

    qe no consigui

    ,3

    hecho del que se quej amargamente en el prefac-de su Ii-

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    I(()

    lNAI E

    bro, 'rol vez debera disculparme ante la sombra de Samuel Butler, ya que yo

    t mpoco discutir sus ideas en detalle. Antes bien, quiero concentrar la atencin

    n lo que considero ~ aspecto mucho ms interesante de SJLobra,y saber, sus

    dos supuestos sobre cmo leer la

    Odisea

    que obstru

    ep

    firmemente su compren:

    sin del poema pico,~to ~stilo de represen ,cin como a naturaleza de la

    sociedad retratada o creada. Me referir a estas preIIsas inte retativas de

    ..t Butler como la premisa antropolgica (concerniente a la naturaleza de la socie-

    ~ dad descrita~

    y

    la narratolg:jca~\cncerniente a la prctica narrativa de Horne-

    ro). Butler lee la

    Odisea

    como si ~e ~atara de una novela costumbrista inglesa;

    la toma como un l ibro escrito en el siglo XIX, no como una composicig oral re-

    presentada ara una udiencia y supone que su objeto es escriBIr personajes y

    modos de vida. E~ claro que, de pasada, la Odisea efectivamente describe perso-

    najes y modos de vida, pero stos no corresponden a la Inglaterra decimonnica.

    Despus de detenerme un momento en las dos conjeturas de Butler y dar

    luego un corto rodeo para visitar a un poco conocido satrico erudito del mundo

    \

    antiguo, argumentar que, si consideramos a la

    Odisea

    no como una novela

    que describe las convenciones sociales inglesas sino como n re ato acerca de

    las prcticas sociales mediterrneas, entonces P 6 u mos oservar que H;;;e-;;;-

    -ya se trate de un hombre o de una mujer- ha dado a Penlope un rol bastante

    m~s vigoroso y astuto en l~ trama del regreso e ises al hogar~de 1Lqua a

    ~

    menudo se le atribuye,; El reconocimiento de ello depende; en gran medida, de

    una lectura del poema pico a La luz de la antropologa feminista moderna, que

    es aprendiendo a o servar la plenitud de recursos de las mujeres en culturas

    e las que hasta ahora se haba informado que eran vctimas Rasivas de la ma-

    nipulacin ;culina. Pero las ambigedades de la si uacin de Penlope f el

    dODlevn_~ulo ajo el_~e se_hallaban las mujeres eg-...engener@:e capt;n.

    en

    l~lsea, , E a

    slo en lo que el poeta repre~nta ~o enun segundo nivel,

    mediante la propia astucia del autor al evitar deliberadamente echar una mi-

    rada demasiado minuciosa a lo que Penlope podra estar pensando o urdien-

    do. ste es un pase de manos intencional por parte de Hornero, que hace posi-

    ble ~ao~a epifana del Libro 23, en el que~s y_nosotros el pbli-

    co,com r~os de manera simyltnea que habamos subestimado a Penlo-

    pe, que ha merecido abundantemente su re utacin (kleos) de astuta (metis).

    ~

    Estos dos.marcosinte retativos, qu-;;-incluyen la inteligen.cia.-ge Pen~lope

    f la el poeta, producen en conjunto una doble dup id ad, la que considero ne-

    cesaria para uIla apreciacin justa de la complejidad normal de la vida de las

    mujeres segn est representada en la poesa y la teora de los hombres grie-

    gos. La duplicidad ser tambin un concepto clave en el anlisis de la poesa

    d aro en el captulo siguiente, como lo fue en la discusin de la dokimasa y .

    lo conjuros amorosos en los captulos dos y tres.

    -

    S. BUTLER, CRTICO

    1': /'11 /

    'I,,/'o qu Butler imagina las condiciones de elaboracin y disemi-

    11 /1/11111

    d i

    111

    hli .-;c a orno bastante parecidas a las de la edicin de libros en

    I

    1

    1

    I

    1

    LA ASTUCIA DE PENLOPE

    y

    LA D E ROMERO 151

    el siglo XIX y que el ro sito de la ficcin, entonces y ahora, es describir la

    vida diaria y las costumbres sociales de un modo veraz y artstico. Estima

    que las escenas de la familia real en Feacia son extrada s de la vicG (pg.

    7). Confiesa estar espantado por la rudeza de los jvenes que all compiten

    en los juegos, en el Libro 8; stos alardean, se dan aires y profieren insul-

    tos: un comportamiento de esa naturaleza no sera apropiado en los campos

    de juego de Eton. Pero en cambio si a diferencia de Butler pensamos en la

    conducta de los jvenes varones griegos, los prncipes feacios son menos ru-

    dos que entusiastas, de acuerdo con sus propios ideales culturales de hom-

    bria y caballerosidad. En general, Butler considera que en la Odisea los

    hombres a menudo decan y hacan cosas que ningn hombre dira o ana,

    (p';onas mujeres eran siemPE..e~ma~a,ldOel Tutor escoga pintarlas_

    como tales (pg. 8). En comparacin, alude a Jane ~, cuyos jvenes

    [... ] rara vez son muy interesantes, si bien na le sentir ningn deseo de

    quejarse de ella por no comprender a los jvenes tan bien como a las jve-

    nes (pg.

    11).

    Al hacemos cargo de que But r ~ncibe, o~ien supone, que a

    ~disea

    fue

    elaborada y circul de manera muy semejante a la de una novela inglesa del

    siglo X~, resulta fcil ver cmo lleg a la idea de que haba sido escrit~por

    una nUjer. n Inglaterra, el..ig o slo fue un gran perodo para las

    escntoras, sino tambin una poca en que stas usaron ampliamente seud-

    nimos escribiendo con nombres masculinos. La agudeza de Butler al desci-

    frar e sexo del autor de la Odisea fue aliment~ la prctica de de;aar

    signos reveladores de feminidad en obras literarias supuestamente masculi-

    nas. Por ejemplo:

    El Libro

    VI

    es tal vez el ms hermoso de todo el poema, pero apenas puedo du-

    dar ~ra entregado a un crtico del Times de hoy en da como obra an-

    nima y se le pidiera a ste que determinara el sexo de( autor, lo adjudicara sin va-

    cilar'un instante a una joven mujer soltera. Note el lector cmo Nauscaa tiene que

    iIsistir en que su padre se ponga unas vestiduras limpias cuando desea hacerlo

    (V1.60), mient ras que sus hermanos menores parecen insistir en que ella les d

    unas cuando las necesitan. Estos pequeos toques parecen extrados de la vida por

    parte de un miembro femenino de la propia familia de Alcnoo, que conociera sus

    pequeos hbitos entre bastidores. (pg. 145)

    Butler considera normal la prctica de la deteccin del sexo y afirma que

    sie;:Upre qUe se publica una obra annima y

    a

    cuando las mujeres se ha-

    gan pasar por hombres , el lector atento tendr pocas dificultades para de-

    terminar el sexo del autor. He odo decir que se descubri que un clebre

    ator era una mjer por haber hablado de un

    centmetro

    en vez de una

    regla

    (pg. 10).' Este hbito de lectura perspicaz que pona a todos los novelistas

    En el original,

    tioo-foot ruler

    y

    tuio-foot rule,

    respectivamente. Ambos trmi-

    nos significan rill?:la(tanto en su acepcin deinstrumento para medir como en el sen-

    . --- ' - - -

    - - - - - - - - -

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    b~.~ospecha y bu~a simos de autora femenina

    I?ur~. ~ctur~ qu.eButler hizo de la

    Odisea. -'

    es e~~text9, deLque

    En la actualidad podemos advertir e f :

    l'

    particular las referidas a la vid ' I on IaCI

    dad

    que sus presunciones, en

    anacnmicas cuando se aplican :

    ~ : ~ e : O

    'papel de hoo

    m

    res y mujere , son

    porneos).4 Su lista de rasgos

    f .

    ~SIno

    tambin

    a los textos contem-

    del autor de la

    Odisea

    incluye ~memn~~ ~ue Supuestamente revelan el sexo

    honrado a su sexo el amor a 1 seven a_ contra las mujeres que han des-

    mentiras inocentes ~ las pequen-a

    a

    SSpequtenas observancias religiosas, a las

    pues as en escena al e I de alterna--

    vas opuestas y al dinero (pgs.

    115-24) ' .

    mp ea e a ternatJ-

    descritos en trminos menos e .' stos son los mismos rasgos, si b ien

    mediterrnea presentado en I~/ora~t~s, que surgen del esbozo de la cultura

    all no se aplican a las mu ca.PIu lsantenores, con la diferencia de que

    jeres SIlla a os hombre B tI d

    mente, no ajust su interpretac' , s. ,..~ er, esafortunada_

    ~ IOna un marco antrop l' ~ -- -.

    ne reparos en i ustrar la vida social en tie d o ogico. ,~r ello, n~tie-

    tas contemporneas cr:-moas . mpos e Hornero medIante anecdo-

    que SIguen:

    Estando una vez en una posada pre nt

    I .

    patrn. Ella se encabrit y me respo' d'~S _a a Imponente casera si poda ver al

    . n

    10.

    enor no tenem t '

    no se cul es la utilidad de h b ' os pa ron en esta casa'

    un orn re en un hotel e '

    y lavar ventanas. Por su boca habl b C' ' ,omo no sea para lustrar botas

    rece haber hecho siquiera est di an irce

    y

    ?ahpso, pero ninguna de ellas pa-

    P te

    II

    a gran rosa excepclOn a favor del hombre

    regun e ector a cualesquiera damas solteras d . , '

    en casa propia, si prefieren ser se id h e su conocImIento, que viven

    rvi as por ombres o rnui

    prender si no descubre que or lo .

    jeres, y

    mucho me SOr-

    rondando por la casa except'uPad gelneral, evrtan por completo tener un hombre

    , , os, c aro est los ja di Perri rs

    zon, tienen generalmente una es ' r meros, ero estos, a la sa-

    posa

    y

    una casa propia (pg. 105).

    ButIer entiende el pasado h o.

    ~ - omenco y medite ' o.

    propio presente. Al traducir el consejo ue Ate rraneo e?- tel1 .nos'de s.,u

    voz de su querida y bondadosa

    t ~

    nea da a Telemaco, escucha la

    h

    b

    la anciana que cua d . -

    a l~rme exactamente deese modo (oa 1 ' n o yo er~ un m~o, sola

    cromsmos sociales es su concl .. d P g.

    21).

    Uno de los mas notonos ana-

    USIOn e que el auto d b ~ ----

    ~na mujer

    joven,

    porque describe a los re . r e e ser e~pecficamente

    tIempo como amantes ardientes y vivid p te~~II~ntes .de Penelope al mismo

    una historia tal con un rostro serio no ~:~s. e~cn~r que p~ede relatar

    de lo que siente un hombre p. e tener srquiera la mas vaga idea

    por una mujer de la t o -

    cluyo, por lo tanto que ella era a' . que es a enamorado ...; con-

    t

    ntador decir que Butler sintetizaulna~UYIJo~dendYolte:-a (pgs.

    127-8).

    Es

    deci o. IllSUan a imperial d 1 G B

    la

    eClmonomca, esa insensibilid d di 1 I . . e aran reta-

    a ra ica a as diferencias, culturals que

    tido de norma), pero ruler es tambin obern d ' ,

    r -forzado por el two- 001 eraspi ): t ' a or, dirigente, mandatario, lo que est

    rfo por vertir :J :. J e r : or centme::: 'alusd~J~ego se pie:d.e en la traduccin. He opta-

    nnntemente femenin;(al menos en 1 ' , edn B

    O

    a la actIvIdad de la costura, predomi-

    a epoca e utler)

    IN .

    del T. .

    LA ASTUCIA DE PENLOPE y LA DE HOM8H.

    1 :1

    subyace a ~jmag~ del ingls ,eI..~1extreg5.\'

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    4/19

    11 ((NAI)~

    J

    P d mos e Lar completamente seguros de que Ulises y Penlope no se

    .onduj 'ron como Victoria

    y

    Alberto. Pero como actuaron? Cul era el cdi-

    go .ultural apropiado seguido o violado por los personajes de Hornero? En su

    mayor parte, esto debe ser reconstruido a parti r de las opiniones y acciones

    de los personajes, admitiendo que loque leemos en la

    Odisea

    no es una socie-

    dad real, sino el estudio de un caso ficticio, que presumiblemente tena senti-

    do para los hombres y las mujeres reales que consti tuan su pbl ico y que

    podan apreciar tant su-ve simili tud en cuest iones de motivacin humana

    como su idealizacin arcaiz t~n cuestiones de cultura material (carros

    l

    ~~ l 5 '

    pa acios y cosas por e est ilo). Pero hay una

    :~nt

    extern que puede utili-

    zarse para completar el perfil de la imagen cultural que se encuentra en la

    propia Odisea, que son las descripciones de la vida en la Grecia rural de la

    actualiaad.* Las mismaShacen hincapi en el honor.de las famil ias la corn-

    peten~aentre ellas por los limitados recursosde biene?materiales' y honra

    espiritual

    y

    rSstrategias de violencia y engao que deben (ay) practicarse

    para PEeservar el honor y evi tar la vergenza en este desdichado mundo

    nuestro. P~r supuesto, estos informes del siglo XX no deberan utilizarse pa-

    ra leer en la Odisea algo que no est en el la. La ut il idad de su lectura consis-

    . te e~ que abren nuestros ojos urbanos -acostumbrados a la televisin y los

    espejos retrovlsores- a las despejadas calles de tierra de las sociedades

    preindustriales, donde el chismorreo de los vecinos y el olor de las cabras son

    igualmente ftidos. Aunque ms no sea, esas relaciones pueden conmover al-

    gunos de nuestros supuestos nosometidos a examen acerca de Ulises y Pen-

    lope, supuestos generados por unas imgenes idealizadas y blanqueadas de

    la Antigua Grecia.

    Un tema que se destaca en estas versiones, y que es fundamental para la

    9disea, es la preponderancia de los_secretos y las mentiras, que los nativos

    consideran com ecesidades desafortunadas, pero

    que,

    -u'oobstante, practi-

    can con diligencia, constancia y destreza. En la

    O isea,

    la ge'teta.mbi~-

    ta d~ preservar sus secretos, pero la priv~d es difci l de conseguir, en

    particular en la casa de Ulises, desgar rada como lo est por la hostilidad y la

    desconfianza, una especie de caso clnico sobre las tensiones y conductas que

    se producen habitualmente entre las familias, ms bien que dentro de un ho-

    gar. Los pretendientes sospechan que Telmaco puede tratar de envenenar-

    los (2.328-30), mientras que, en realidad, estn tramando su muerte median-

    te una emboscada. Antnoo advierte a los otros que se mantengan en calma

    a m

    1108

    qu alguien lleve la noticia adentro a Penlope (4.775) y en reali-

    dad

    I h raldo M

    dn est, en ese mismo instante, al otro lado del muro del

    Fialoy

    (1

    \,)1 ) tuvo un xlto extraordinario al promover un anlisis antropolgico

    d ln

    60

    1 < lfI< I

    h011l

    rl

    11: 1.116

    In ui tu clon s y los valores sociales constituyen un siste-

    ma oh J nt e ,< llIm J IllH I rn r rapo tivn ac tu al, muy extrao, pero ni improbable

    ni poco Irunilln r n 11. OX IH

    rllllldn

    do lo

    nntr

    pologta moderna (pg. 9), si bien escri-

    bi su t xto olili1nr) (ln 10M ,

    11111,(1

    d ( 1 flor lm i nto d los estudios antropolgicos

    medit rrfln 'o~.

    LA ASTUCIA DE PENELOPE

    y

    LA D E H OMERO 155

    I

    I

    I

    patio escuchando todos sus p~anes, cuando urdan una conjura (metis) aden-

    t (4.678): De manera similar, Helio revela a Hefesto una conjura secreta

    mando

    ve a Afrodi ta y Ares en el lecho (8.270). Esa situaciI} ilustra la Iece-

    cu ..---. . 1

    sidad social de la astucia: la jugarreta de Hefesto le permIte emparejar as

    cUetas con el ms fue e y ms veloz Ares (8.329-32). , .

    Rodeado de enemigos y amenazado de muerte, Telmaco aconseja a Eu-

    meo que no visite al anciano Laertes, sino que deje que .P.enlope enve secre-

    tamente (hriibdn) a una criada de confianza con la

    noticia

    de su regreso. En

    el palacio, Eumeo habla a Telmaco aproximando su cabeza, para que los

    otros no escucharan (17.592):* En el Libro 1, Telmaco habla en pnvado a

    Mentes, sentndose deliberadamente lejos de la multitud (1.132-5). ~ espe-

    rando hasta que el bardo haya comenzado a cantar (1.155-7), para. diSimular

    su conversacin. En esta cas 1 sonido viaj; en ~ vestbulo Ulises puede

    or a Penlope lloran o en su aposento (20.92) y ella puede escuchar lo que

    cada pretendiente est diciendo en aqul (20.389). Las paredes, como sole-

    mos decir, tienen odos .~os inamistosos. .

    Peter Walcot (1977) ha utilizado informes modernos sobre la mendaclda~

    gri'ega-w-eaoffinaite y-normal para situar, cultural y socialmente, las ment -

    rsautobiogrficas conta as R0rUlises a todos los que conoce ..Pe~o .-men-

    tir segn lo describen Du Boulay y J. Campbell y ~~os, ~o SI , .~fic-.Ql.-

    ~ contar una historia falsa; se refiere ~na..: olltJca

    sistemtica

    _ciell=

    berada de instruccnes falsas, en asUntos grandes y pequeos, a fin de pro-

    tegerse en un medio social lleno de enemigos y cargado de ~ospe~has

    mce-

    santes. n particular, Du Boulay describe cmo la gente ~o. solo ~Iente para

    ocultar sus faltas, ya que los enemigos esparciran la noticia ~e estas y per-

    judicaran el honor de la familia, sino tambin para ocultar mcl~so hechos

    triviales, dado que cualquier informacin que gane la cal~e pod: ,a resu~tar

    til en otro contexto. As, por ejemplo, informa que, para Impedir la posible

    vergenza de una negociacin matrimonial fracasada, el sacerdote de la al-

    dea (que era el casamentero) se reuni en un caf con un novio presunto, que

    era albail en una aldea de las cercanas, y discuti con l planes para re a-

    condicionar la iglesia, hablando de materiales y precios. Luego se traslada-

    ron a su casa y discutieron la dote, habiendo cubierto sus rastros con la c~ar-

    la falsa acerca del edificio, para engaar a cualquier persona que pudIera

    haber estado escuchndolos o que los hubiera visto juntos (Du Boulay, 19?~:

    399' Gilsenan). Los nios son entrenados para que estn en constante VIg-

    lan~ia contra las preguntas d~ sondeo y de aspecto inocente ~e

    O S

    .vecinos y

    para d=.cir mentiras plausibles (Du Boulay, 1974: 188-9). NI sIqUIera debe

    1

    Dosveces en

    Dafnis y Cloe

    alguien se entera por casualidad de una inf~rmaci?

    importante y la utiliza (4.18,29). Losespectadores curiosospueden ser ~n artificio tri-

    lladode la ficcin, pero son, aparentemente, veraces para las experiencias, las expec-

    tativas y los hbitos de la audiencia.

    El gesto y la frmula para el mismose repiten en Esparta, pero enese caso Me-

    nelaosalcanza a or (4.70).

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    confiarse El.Q los amigos .Ylos_pa,rient.gs al margen de la familia inmediata

    porque en caso de que esas relaciones se echen a perder, lo que sucede a me:

    nudo, los antiguos amigos seguramente utilizarn contra nosotros el conoci-

    miento de nuestras debilidades.

    Adems deJ.a ~enti 3.~efen.iva, existe

    l

    ~gresivl, ejemplificada en la

    escena en que Ulises, recien desembarcado en ltaca con un cmulo de teso-

    ros, le cuenta a un joven pastor que haba tenido que huir de Creta por ase-

    sinar a un hombre que intent quitarle su botn de Troya

    (13.259-68).

    La

    amenaz, . est apenas v~ada y sus implicancias no se le escaparan a u;jo-

    ven pastor griego, aunque ste resulta ser Atenea disfrazada. Otra faceta de

    este estilo de discurso, permanentemente perspicaz, aparece poco despus,

    cuandoUlises, al conocer la verdad sobre la identidad de Atenea, an cree

    que sta le miente sobre el lugar en que se encuentran: No creo que haya

    llegado realmente a Itaca ...; creo que me dijiste esto para importunarme y

    desequilibrar mi juicio (13.324-8). Esto se parece a las bromas ue los

    padres hacen a sus hijos, observada por Friedl corno un rasgo regulard;las

    prcticas de-crianZa 'infantil, concebido para hacer que el nio sea cauteloso

    ftente a todas las personas y todo lo que se dice. Como lo expresa Mahaffy,

    uno de los primeros en utiTizar observaciones del comportamiento griego

    moderno para interpretar textos antiguos, engaar a un enemigo es meri-

    torio, engaar a un extrao inocente o in~o a u;:-;;J.igo, perl~ct-;ment;

    inobjetable, si es que con ello puede ganarse algo (Mahaffy, 1890: 27, cita-

    do por Walcot, 1977: 4). El ejemplo de la Odisea que ha provocado mayor in-

    comodidad a los lectores modernos _es

    la

    puesta a prueba, por parte de Uli-

    ses, de su padre Laertes, la que carece de toda finalidad estratgica. Ulises

    se le aproxima para comprobar ... si me reconoce

    (24.215-6;

    cf.

    221, 239).

    Lo gratuito del juego es claro en la vacilacin momentnea de Ulises para

    llevar a cabo su plan: Vacil en besar y abrazar a su padre ...; pero decidi

    que sera ms astuto (kerdon, mejor, ms provechoso) onerlo m;iP.er~

    prueba con palabras que destrozaran su corazn (24.235-40). Como ha ob-

    servado Friedl, ni siquiera las relaciones familiares ntimas estn exentas

    de una doloro~roma;-inc1uso, pueden ser un lugar privilegiado para

    aprender a afrontar las estacadas del mundo, y es posible que Ulises sim-

    plemente est incurriendo en un viejo hbito familiar cuando rompe, por un

    momento, el corazn de su padre. .

    ~ mentir a los nios es un ~~cto

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    6/19

    156 GNAlKES

    gmfiar~~~R 10s~amigQ~~ 10...p-a,ri~)1~al margen de la familia inmediata,

    porque en caso de que esas relaciones se echen a perder, lo que sucede a me-

    nudo, los antiguos amigos seguramente utilizarn contra nosotros el conoci-

    miento de nuestras debilidades.

    ~dems de la ~entir~efen~jva, existe u. ~gresiva, ejemplificada en la

    escena en que Ulises, recien desembarcado en Itaca con un cmulo de teso-

    ros, le cuenta a un joven pastor que haba tenido que huir de Creta por ase-

    sinar a un hombre que intent quitarle su botn de Troya (13.259-68). La

    ~~ e~~p enas '.:.~.~ sus implicancias no se le escaparan a u~ J o'--- '''''

    ven pastor gnego, aunque ste resul ta ser Atenea disfrazada. Otra faceta de

    este estilo de discurso, permanentemente perspicaz, aparece poco despus,

    cuandoUlsss,

    al conocer la verdad sobre la ident idad de Atenea, an cree

    que sta le miente sobre el lugar en que se encuentran: No creo que haya

    l legado realmente a Itaca ...; creo que me dijiste esto parihmportuna~

    resequilibrar mi jui~io (13.324-8). Esto se parece a 1~_bromas g1 --~os.

    padres hacen a sus hI os, observada por Friedl corno un rasgo regular de las

    prcticas d'in:nanza infantil, concebido para hacer que el nio sea cauteloso

    ~ente a todas las personas y todo lo que se' dice.

    r

    Como lo ~xpresa Mahaffy

    uno de los=primeros en utilizar obServacIOnes el comportamiento grieg;

    mo?erno para interpretar textos antiguos'~llg .~~llj).QeJI)jgl ~s meri ..

    ~o :l(),engap~r.}lo eX~o i~te o inclus~ a un~migo, Ierf~ctaIDente

    .inobjetable, si es que con el lo puede ganarse algo

    (Mahaffy,

    1890: 27, cita-

    00 por Walcot, 1977: 4). El ejemplo de la

    Odisea

    que ha provocado mayor in-

    comodidad a los lectores modernos ,es_la puesta.a

    prue

    a, por pQ.rte dElJJli.-

    s:,AEt-supadre Laertes, la que carece de toda finalidad estratgica.

    Ulises

    se le apr?xima para c0,Iproba ... sLme recono~(24.215-6; cf. 221, 239).

    Lo gratuito del Juego es claro en la vacilacin momentnea de Ulises para

    llevar a cabo su plan: Vacil en besar y abrazar a su padre ...; pero decidi

    que sera ms astuto

    (kerdon,

    mejor, ms pr:ovech,oso ) on~9~RJimer,~

    prueba c~n palabras que destrozaran su ' ' , ,~ _ , . _ . , _

    con una

    connotacin

    peyorativa mas suave que en el uso americano de la palabra in-

    glesa . .. Cada hombre y cada'nrujer esperan desarrollar aptitudes tanto en el arte del

    engao como en el de descubrir lo en los ot ros. Los aldeanos de Vasilika no se sienten

    humillados porque alguien trate de engaarlos; slo se enojan si la impostura tiene

    xito ... Los nios mayores que han aprendido a dar vuelta las cosas y tratan de enga-

    ar a sus padres son admirados, aun cuando se los reprenda (Friedl, 1962: 80).

    LAASTUCIA DE PENLOPE y LADE HOMERO 157

    La disposic in a engaar , no slo con.,.propsitos..--defensivos

    g J :i

    sivos

    . 'o simp emente corno uhbit~da -:::pa~r decir o as, mantener-

    SIn

    se en pr't~, d~bera .:o~~~~~~e junto ~on e~ 2j~~~,QL~r..y~L.s9ro-

    portamiento descri tos en el cap tulo antenor~t~~~;,.9,r,s..1 ~gp~~J9S-Y~

    seSiDIesa o no dicho. Esa cualidad se resume en la nOCIOnde una mente

    soffmaua ':CUando Ulises comparte con Telmaco sus planes para sacar

    las armaduras del vest bulo y poner a prueba a los div~rs?s miemb~os de su

    hogar, dice enrgicamente: Si eres verdaderamente

    mi

    hIJO

    Y

    de

    mi

    sangre,

    que nadie sepa que Ulises est adentr? ,

    Y

    Tel,~aco rephc:: Padre, pronto

    sabrs qu clase de nimo tengo, flOJOde

    espritu

    nunca (16.30~~1, 309-

    10). La flojedad dtespritu

    (khalphrosne)*

    es un rasgo de los mnos que

    no han ap~o

    ;U -

    Co'ntr

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    7/19

    (JNAIK::

    PERSPECTIVAS MLTIPLES, IRONA DE GNERO

    YTEORAS DE LA VICTIMIZACIN

    Para rematar este esbozo de las estrategias del engao y la comunicacin

    encubierta en Hornero, consideremos el hbito de formular afirmaciones

    ciertas frente a la ambigedad. Lo que tipifica los estados-me tales e los

    personajes en los primeros libros es la incertidumbre: 'est Ulises vivo o

    muerto, debera Penlope volver a casarsEy, si es as, mediante qu procedi-

    miento, estn los pretendientes cortejndola adecuadamente? Las preguntas

    son interdependientes e insolubles, lo cual no impide que los personajes

    enuncien posiciones que parecen declaraciones de hecho pero cuyo significa-

    do real, en el contexto, es un poco menos dogmtico. Por ejemplo, en diver-

    sos momentos del relato, Penlope, Laertes y Telmaco afirman en trminos

    ~ada ambiguos que Ulises est muerto, aunque loquequieren decir es algo

    ligeramente menos categrico, en los trminos de No soytan tonto como pa-

    ra alimentar la ms remota esperanza de su regreso, por mucho que lo desee

    tiernamente. Telmaco se expresa de este modo, tanto con los amigos

    (1.219-20), como con los enemigos (1.413-6), de manera que no se trata de

    una simple cuestin de mentir s ino de una costumbre relacionada con hacer

    afirmaciones exageradas, con frecuencia de sabor pesimista. Aqu podra re-

    cordarse la autodramatizacin encontrada en los papiros mgicos erticos

    (captulo tres).

    Loque debemos aprender a estimar en las firmes aserciones de los perso-

    najes de la Odisea es que, cuando las hacen, a menudo estn forcejeando por

    lograr una posicin, extendiendo su rea de seguridad un poco ms all de lo

    que permiten los hechos, y que son perfectamente conscientes de las limita-

    ciones no manifestadas, las posibilidades alternativas y los puntos de vista

    opuestos Esta costumbre de alardear es exhibida de igual forma por hom-

    bres y mujeres, como cuando Penlope desespera de su propia situacin, lo

    que, segn se la describe, hace confrecuencia. Una de las reglas no escritas

    de este discurso es que, en cualquier situacin cuya interpretacin admita la

    ms leve incertidumbre, las exageraciones se multiplican dentro de un mar-

    co de debate. Siempre debemos postular copofirmeza una polifona de opinio-

    nes, aun cuando otros guarden silencio.

    De inters fundamental para nosotros, en relacin con esto, son losenun-

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    8/19

    1111 OIlNAII I:S

    1 '111111 rul tural y retrica de la exageracin defensiva, ms que como la

    IIIII,IIIH en ia de lo que todos los hombres creen realmente de todas las mu-

    l. ,. , 111 .(10 ' podemos comenzar a apreciar los ejemplos paralelos

    y

    contra-

    ,lo d\ In irona de gnero de la Odisea. No quiero subestimar la tentacin de

    11\11 ' 1 /1

    sospecha universal de Agarnenn hacia las mujeres como un factor

    l'II,d rulndor de la trama, pero insistira en que un examen ms detallado de

    uhlcu in y su articulacin nos permite limitar su sospecha generalizada

    1;/1 ( ' 11 lla a una exageracin retrica que sirve para caracterizarlo indivi-

    drlrn oteo La suya no es sino una perspectiva entre muchas -crucial y per-

    1.111

    nt para la temtica de la trama, pero de ningn modo determinante.

    Est contrabalanceada por las opiniones de una diosa, que asimismo lan-

    1.

    ti alumnias sobre todo el sexo masculino (divino). El concejo de los dioses

    ord na a Calipso, por intermedio de Hermes, que enve a Ulises a su hogar.

    e mo el pasaje contiene material que volver a aparecer en el captulo siete

    (pfig. 227-8), lo citar en su totalidad:

    Vosotros, dioses, sois viles y en exceso celosos,

    y envidiis a las diosas que duermen abiertamente con los hombres

    cuando una de nosotras toma un amante esposo.

    I

    mortales,

    As fue cuando la Aurora, de dedos rosados, tom a Orin;

    vosotros, dioses que vivs tan a la l igera, la envidiasteis

    hasta que la sacra Artemis, la de l t rono de oro , lo mat

    en Ortigia, envindole sus dulces flechas;

    y as fue cuando Dernter la de rubios cabellos cedi a su deseo

    y durmi en los amantes brazos de Yasin

    en un campo tres veces arado; Zeus pronto se enter

    y lo mat lanzndole un brillante rayo.

    As, tambin ahora vosotros, dioses, tomis a mal que un mortal

    duerma a mi lado ...

    La inclusin de Artemis junto con los dioses masculinos, en vez de estar

    d 1 lado de las diosas, muestra la importancia del sexo en la determinacin

    d las cuestiones de gnero. Como Artemis no tiene relaciones sexuales con

    un varn, puede tratrsela no como una mujer problemtica u obstinada si-

    no como una colaboradora confiable con respecto a los intereses de los dio-

    I

    s masculinos. La protesta de Calipso, fundamentada en ms ejemplos que

    In de Agamenn, tambin exhibe una calidad exagerada: generaliza a partir

    d su presente desengao. Debido a que la mayor parte de la Odisea es pre-

    /1

    ntada desde el punto de vista de los actores masculinos y sus fines, es me-

    1I0r

    la tentacin de considerar la perspectiva de Calipso como si expresara,

    on cierto modo, la ideologa de gnero del poema pico, pero sera un error

    il~llorarla.

    Quisiera considerar los reproches de Agamenn y Calipso al sexo opuesto

    como expresiones locles-del setig;; d~ lajroma de 'gner enJa..QC$~. Am-

    hOH II van hasta su extremo la separacin y desconfianza entre los sexos, pe-

    r

    0,

    n particular, entre los esposos -un problema que habitualmente es pre-

    ,

    1

    1

    f

    I

    LA ASTUCIA DE PENLOPE

    y

    LA DE HOMER

    161

    sentado de manera unilateral como la desconfianza que los hombres tienen

    de las mujeres- y ambos sirven como teln de fondo a lo que, finalmente,

    surge como la cuestin fundamental del poema, la profunda afinidad mental,

    entre Ulises y Penlope. -

    Una ilustracin encantadora de una pareja que no posee afinidad es la de

    Menelao y Helena. La noche que Telmaco los visita en Esparta, marido y

    ;Wjercuentan cadi' uno una historia de Ulises en Troya. Helena relata una

    osada aventura en la que Ulises, disfrazado de esclavo, con magulladuras y

    harapos, entra a la ciudad enemiga. Slo ella lo reconoce, lo lava y lo viste, y

    mantiene en secreto su identidad, mientras l mata a muchos troyanos y es-

    capa de regreso a las naves griegas (4.238-64). Menelao la felicita y luego

    cuenta una historia que la contradice. Lejos de ser la nica mujer de Troya

    en la que un espa griego poda confiar, Helena estuvo a punto de arruinar el

    ardid del caballo de madera, al caminar en torno de l y llamar a los hom-

    bres que se encontraban en su interior imitando la voz de sus esposas. Slo

    la astucia y la rapidez mental de Ulises los salv (4.266-89).

    La Helena de Menelao y la Helena de Helena son, en lo inmediato, dos.

    pe rsonajes muy diferentes. Con una puede contarse para solicitarle ayuda

    cuando Uliss est en una situacin desesperada, rodeado por sus enemigos;

    la otra trata activamente de destruirlo, a l y a sus hombres. Las dos versio-

    nes tienen implicancias contradictorias, pero se ubican una al lado de la otra

    sin obligar a un reconocimiento de la contradiccin. En cambio, ambas son

    presentadas corts y firmemente, como si el pblico entendiese prontamente

    que las versiones mltiples e irreconciliables son la norma en los asuntos hu-

    manos y que maridos y mujeres (y vecinos) pueden estar de acuerdo en estar

    en desacuerdo (K. Baldwin). Pero, en un nivel ms profundo, estas dos Hele-

    nas son tambin muy semejantes, dado que ambas son astutas y perspicaces.

    Ella es la nica que reconoce al instante a Ulises ds raza do (como reconoce

    al instante a Telmaco en un pasaje anterior del libro, 4.138-46) y su capaci-

    dad de mascarada casi derrota la estratagema del caballo.

    La astucia de las dos Helenas, sin embargo, asume formas un poco dife-

    rentes, las que anticipan o reflejan la

    metis

    de Penlope (Zeitlin, 1981: 204-

    6l. La Helena de Helena, como Penlope, interroga e interpela al extrao,

    pero

    Iste]

    la evit astutamente (4.250). La actividad de esta Helena es

    esencialmente domstica: lava, unge y viste a Ulises (un detalle peculiar, por

    otra parte, dado que la suciedad y los harapos son parte esencial de su ar-

    did). La Helena de Menelao es ms activa, no est confinada en su casa, tra-

    za un plan para anular a todo un pelotn de enemigos y asume diferentes

    papeles a fin de lograrlo. Si bien Penlope nunca abandona su casa, su muy

    alabada sagacidad es exhibida de dos maneras, semejantes a las de Helena.

    ~o triona, h';ispeda y se entrevista co e disfrazado iT'Ses, fo~l~

    dole pregun as y ofrecindole ropas y un bao (saber hasta qu punto reco-

    noce su identidad es una cuestin ms dificil). Como un agente ms activo

    'que defiende su morada del asalto de un pelotn de enemigos, idea el exce-

    lente truco de la mortaj de Laertes, destejida cada noche, y (lo que es an

    ms pertinent~ comparacion enva mensajes engaosos a cada pre-

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    9/19

    10 2 l(NAII\E

    t

    ndi nt : da aliento a las esperanzas de todos y hace promesas a cada hom-

    bre, em;:iando mensajes; pero su mente tiene pensadas otras cosas (2.91-2

    13.380-1). Como Helena, Penlope imita a diferentes mujeres a fin de ~ga-

    ar a diferentes hombres,.as como asume el pape fin .dg..de vuestra futura

    desposada ante cada pretendiente. Tambin imi~ael estereotipo de ama de

    casa buena y simple, mientras teje la mortaja cada da. -

    Penlope tambin ejerce su duplicidad segn los dos modos de Helena,

    uno restringido a su rol domstico, l,.otr:o iIlcluyendo la imitacin ylos men-

    sal s falsos. Las dos Helenas, por supuesto, tienen lealtades diferentes (aun-

    que, en ambos ejemplos, se le atribuye responsabilidad por sus acciones a un

    dios, 4.261-2, 274-5), en tanto que Penlope, se nos ha asegurado repetida-

    mente, no tiene sino una. Ni siquiera Agamenn tiene dudas al respecto y

    Ulises recibe seguridades de otros que deberan saber -de su madre en el

    Otro Mundo (11.181-3, en respuesta a su pregunta directa sobre la fidelidad

    desu esposa, 11.177-9) y de Atenea (l3.379-81).

    Si bien muchos personajes dan fe de la fama de astuta de Pen QJle, el

    poeta tambin nos muestra las graves coacciones bajo las cuales debe operar

    y sus sentimientos de desesperacin respecto de si alguna vez saldr de esta

    larga ordala. Para muchos lectores, la que predomina es la ltima imagen

    de una Penlope indefensa y quejumbrosa,' pero yo planteo que al poner n-

    fasis en su carcter de vctima no hacemos justicia a la sagacidad de la na-

    rracin. Mu;aghan ha sostenido r'eclentemente que Pen[ope, si bien fi~

    victima de la sospecha generalizada hacia las esposasc1987a: r o ; 1987b:

    121}y, adems, que la narracin misma impone restncciones a su conciencia:

    Por un lado, Penlope nodebe saber que Ulises est de vuelta hasta el final de

    su recuperacin gradual, porque el reconocimientoque hace de l seala realmente

    su consumacin; por el otro, debe saber desde el principio que Ulises est de vuelta

    porque ella no pueae-;mpezar a recuperarse hasta que lo sepa efectivamente. Slo

    en tanto se recupera se vuelve capaz de ayudarlo en sus operaciones contra los

    pretendientes y, con ello, de dar origen a las circunstancias en las cuales puede

    darse su verdadero reconocimientode Ulises. Esto significa que, en lo que respecta

    . Creo que todos los crticos hacen demasiado hincapi en el llanto constante de Pe-

    n lope.Ulises, Menelaoy Telmaco tambin lloran con frecuencia, pero el llanto no les

    impide, ni a ellos ni a Penlope, actuar toda vezquesea-posible (Foley, 1978:23n. 9)..

    D beramos tambin cuestionar el significado cultural de su llanto. En un estudio

    sobr

    IR s

    angustias de las esposas de los pescadores, D. L. Davis escribe: Fue sloa

    truv A d largas charlas con los informantes sobre cmoera ser la esposade un pesca- -

    dor qua comenca entender que la inquietud noera decir: Tengomala salud; la vida es

    d. nlllsifldopara m; no puedo manejarla; nadade lo que hagose considera important.~;

    11l ~ I

    n, r zaba: Soyuna buena esposa; estoy preocupada por mi marido y, comoel,

    plllrllntnnl nte ligada a la actividad pesquera, y soy indispensable para que l tenga

    H J l t

    IllId{J

    purn p sea' exitosamente . Lainquietud de una

    jnujer

    por s umarido ausente

    111 \11\11 l'

    1 }{ 1 d a m p a ta espiritual profundamente sentida. Setrataba de una de IR :;

    t 1111111 11 In pONen fJU I

    maridodejaba a cargode su mujer (D. L. Davis, 141).

    1

    I

    i

    I

    I

    I

    I

    I

    I

    J

    LA ASTUCIA DE PENLOPE

    y

    LA DE HOI'vlERO

    163

    a la mayor parte del relato, encierto mododebe saber y admitir que Ulises est de

    vuelta pero an no lo reconoce... Penlope expresa una especie de reconocimiento

    de Ulises, pero no lo reconoce realmente (l987b: 47, cf. 52).

    Advirtamos el uso frecuente del trmino debe en este anlisis. A Pen-

    lepe se la co;sid'era-una vctima: n-;;-l de aS-Presio~ &Qci.l..,jnjus~

    dase'ynlTFa-SO(T9B7a: 2}, SIllO tam i de las exigencias de una trama que

    la pone en una posicin psico gicamente insostenible. Pero es posible otra

    lectura, que evite los supuestos de la victimi~acin. A favor de intentar el ex-

    perimento, debera sealarse que sta es la direccin de gran parte de la an-

    tropologa feminista. Hablando de 'los ensayos que editaron sobre el trabajo

    de las mujeres y la migracin internacional, Sacks y ;3cheper-Hughes comen-

    tan: [stos) continan la tradicin feminista de ver a las mujeres no slo

    S 2 ;;.

    mo vctimas pasivas de su estino, sino tam in como protagonistas, co-~

    modeladoras activas de sus vidas, incluso si lo hacen en condiciones y cir-

    cunstancias que no son de su propia 'hechura (177), -

    Nos concentraremos principalmente en tres encuentros entre Penlope y

    el mendi o -su pedido de obsequios a los pr;tendientes, mientras el mendigo

    observa, su entrevista con ste y su reconocimiento final de Ulises. ~n lugar

    de verla como un en. en los juegos de les ersonajes masculinos y o ~

    poeta, mostrar cun activa es en sus enfrentamientos con las fuerzas ali-

    neadas contra ella.' Si bien es bastante evidente, a partir de su reunin en el

    Libro 23, que Penlope an abrigaba algunas dudas acerca de la identidad

    del mendigo como Ulises, hay buenas razones para pensar que todo lo que di-

    ce y hace en el Libro 19 est guiado por su creencia de que el mendigo podra

    ser, y por cierto tiene una buena posibilidad de ser, Ulises. No vaya afirmar

    que reconoce a su marido en esa entrevista sino, ms bien, que ~R9~

    prueba muy activamente y llega a un punto en que sus respuestas son lo

    bastan e propias de UliSes como para justificar su jugada al disponer el tor-

    neo del arco.

    . I D .

    quid metQ.dol~ lectur':..~o.nsiste en evitar s~r desencamina-

    do por las expresiones de indefensin e Penlope. Al c~n r el sup.,uesto

    deque ella es completa y

    'nicamente

    una vctima de las circunstancias, tra-

    tar en cambio de evaluar qu tipos de poder e intelIgencia son los suyos, in-

    cluso bajo coaccin. En la parbola de estos captulos, Penlope es nuestra

    primera muestra de la sagaz y efectiva actividad de las mujeres griegas, tra-

    .. [Penlope]

    se compromete sola en una lucha activa para preservar la norma cul-

    tural. Ella, y no el

    demos

    deUlises, se atreve a reprobar la violacin del orden social

    por parte de los pretendientes . .. Penlope recibe y examina de cabo a rabo a los visi-

    tantes, y trata de mantener las normas de hospitalidad y una red de comunicacin en

    la destruida familia de Ulises... En 4.791-3 Penlope escomp~~a con un len acos,:

    do.Las imgenes de leones estn reservadas tpicamente a los hombres eroicos. En

    la desorganizada taca de los primeros libros de la

    Odisea,

    Penlope, lejosde ser la fi-

    gura pasiva de la mayor parte de la crtica homrica, se ha acercado notablemente a

    desempear el papel de un guerrero sitiado (Foley, 1978:,9-10).

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    10/19

    1 1 1 1 1

    ) NAIKES

    h 'Jllndo (a no duda lo) bajo gr..aIJ.de&co.gs.ionesactividad que es deliberada

    programticamente menospreciada en l~ria de las manifestaciones y

    t i scripcicnes de los antiguos y, por consiguiente, de los erudi tos modernos.

    LA ASTUCIA DE HOMERO

    Antes de examinar las escenas de Penlope en la economa del regreso de

    Ulises, debemos tambin sealar algo ms con respecto a..Ja otra premisa de

    Butler, referida al estilo de elaboracin y el objetivo de describir simplemen-

    te personalidades y escenas. Constituiria, asimismo, una estrechez metodo-

    lgica suponer que Homero es un narrador com,Rletamente transparente, que

    siempr~s c~ema todo lo que puede saberse. Como os personajes que des-

    cribe son~lmente tortuosos y cautos en sus palabras, no deberiamos

    entonces negarle tambin a l la posibilidad de que se haya valido de cierta

    astucia al exponer los propsitos contrarios de su trama. Esto est en armo-

    la con el rumbo reciente de los estudios homricos, que consideran al monu-

    mental poeta capaz de sutiles efectos dentro de una tradicin heredada de

    escenas tipo y frmulas (Hainsworth, A. Edwards, Fenik, M. W. Edwards).

    Podemos enfocar este rasgo de la narrativa homrica, a saber, la astucia,

    --

    o de los Rersonajes, sino del autor, por medio del rodeo que mencion a tr-

    ~~Ira erd'rta del sig o d.C. Su autor fue Ptolomeo de Q~s,

    del que sabemos que escribi tres obras, cada una de ellas fascinante de una

    manera diferente: un .J?,9.emapicoe''Veinticuatro libros titulado

    Anti-home-

    ro, una n,.9-vela, l;mda ~nge

    X

    (la obra que aqu nos interesa) una pa-

    ro ia de la erudicin clsica en siete libros, llamada ~.rl.ada (Her

    cer, Chatzis, Dihle). Conocemos su contenido por una extensa sntesis dada

    por Focio

    (Bibliotheke,

    cdice 190). La especialidad de Ptolomeo es proporcio-

    nar infomacln, bastante asombrosa, sobre la que nunca nadie ms oy, co-

    mo el hecho de que haba varias mujeres famosas llamadas Helena, que vi-

    vieron durante la poca de la guerra de Troya -veintitrs, en realidad, una

    de as cuales, la hija de Museo, escribi un relato de la guerra troyana que

    Hornero rob (149.

    b

    22-5)-. Eso sque es una novedad.

    Ms adelante nos informa que una muje ipcia llamada Fantasi com-

    puso versiones tanto de la

    Iliada

    como e la O rsec, antes ue Hmex:o:

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    11/19

    I( ~NJ\IICEfl

    r'lIf UyH onoma, valores y organizacin socia l son dist intos de los nues-

    tres, y o) nalT

    0

    'co que hace hin~a i en el c~ :ol de.la i formacin por

    part e autor, con el fin de crear ciertos efectos de sorpresa y suspenso en

    la au. iencia. os s~ agrupan bajo Gabl'zamknlo-M-I'l o de

    eti

    esa

    sagacidad en el manejo personal que es un rasgo importante de la cul tura

    griega arc ica (al igual que de algunos aspectos de la Grecia moderna) y, a

    [ortiori, del propio desempeo de Hornero. 'Se trata, por supuesto, de un ex-

    perimento. No podemos conocer, con ninguna certeza de primera mano, el

    grado y la cal idad de la 'posibilidad de maniobra de una Penlope ode un-Ho-

    ;nero dentro de sus coercio es ne-redad s. Pero sometamos a prueba

    1 - ;

    posi-

    bilidad deque tanto el autor como la herona no sean simplemente vctimas

    ae as reglas de ejecucin dentro ae las cuales operan, y que am os sean ca-

    paces ae t ina astucia estratgicamente oculta: Penlope para burlar a su p-

    lico de pretendientes, Homero a la escucha de su audiencia.

    Regresemos por un momento a la antropologa de la astucia, ta l como la

    esbozamos antes. El secreto del retorno de Ulises, primero presagiado por Ti-

    r~ (una vez que hayas matado a los pretendientes en tu vestblo, ya

    sfE; me~e~ ardid o abiertamente con el agudo bronce , 11.119-20), y

    luego por AgamenFregresa en secreto, no abiertamente, 11.455), se con-

    vierte en una preocupacin dominante cuando Atenea se le aparece en el Li-

    bro

    13.

    Ella arroja un manto de neblin< sobre el paisaje, transformando su

    aparicin, de modo que ~lises actuar cautelosamente d sde el rinci .o

    tratando a los lugares y laS ersonas fami iares comoextraos (no fuera que

    su esposa, sus conciudadanos y sus amigos lo reconocieran antes de que se

    vengara de la insolencia de los pretendientes

    13.192-3).

    A lo que apunta

    Atenea es a l~ necesidad, en estas circunstancias excepcionales, de una acti-

    t~d extremadamente cautelosa: No te reveles a nadie, hombre o muje

    (13.308);

    cualquiera que despus de t:antovagar regrsara a la patria corre-

    ra feliz hacia su casa, para ver a sus hijos y a su esposa

    (13.333-4).

    Como

    sucede a menudo, en el caso de las intervenciones divinas, Atenea est sim-

    plemente reproduciendo y manifestando el estado mental del propio Ulises

    como hombre irremediablemente suspicaz. En los doce libros siguientes, Uli-

    ses se enfrenta con las personas conocidas y largo t iempo anheladas, cual si

    fueran perfectos extraos.

    Atenea quiere que sea, y l lo es, el modelo de la astucia perfecta, que se

    oculta incluso de ~ o de cuya fidel idad o t iene razone para dudar

    En tr lIos, los principale enlo e _eo, ambos confiables, segn

    (iurlll1lizu Al n a ( su corazn siempre sufre, anhelando el da de tu regre-

    Ii , 13.:170;

    1porquerizo que te es fie ly aprecia a tu hijoy a la astuta Pen-

    1 0 1 '

    ,1 ', llA [).

    i),

    I~Iparalelo entre Penlo e Eumeo contina en el Libro

    16,

    .unnrlo

    U Jit

    ( 1\ irnp/lI'l A

    Tc l rn ac o

    el consejo deAtenea: Quenadie se ente-

    r d qlIt lill ( {R I.t \ nd 'nlr , ni Laertes ni el porquerizo ni ninguno de los

    airvk 111m/d(

    111 ('/11/1,

    Yni liqui rn Penlope, sino que sOlot y yo conocere-

    11101, 111

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    12/19

    I 11 1 OUNAIKES

    VII I1 usarse, un anuncio que trastorna a los pretendientes y los distrae de l a

    ((lIdllr9 que cuecen a fuego lento para asesinarlo. Para que su decisin sea

    (r(1(b1 , declara que el mismo Ulises le haba dicho al partir que, cuando a

    '1 ' I maco le empezara a crecer la barba, ella deba casarse con quien escogie-

    (1

    .257-73).

    Al final de su discurso, escuchando Ulises, se regocij porque

    [Penlopa]

    obtuvo regalos de ellos y hechiz sus espritus con palabras de miel, mien-

    tras que su mente pensaba otras cosas

    (18.282-3).

    Es evidente que no tiene

    - -----, iedad 1

    dudas acerca de a leatad e Penlope a su propie a y aprecia o que po-

    dramos llamar su fiel du licidad. Bien podramos suponer que el relato de

    Penlope sobre las palabras de U1lSes al partir, con respecto a la barba de

    Telmaco; es de su propia invencin, improvisado en el momento, lo que

    constituye una razn adicional que explica por qu Ulises est perfectamen-

    te seguro de su fidelidad, aun cuando el la exprese lo cont rar io (Bchner,

    137-46; Allione, 76). Su indubitable apreciacin de la ingeniosidad de Penlo-

    pe puede tambin tener una resonancia en su propia experiencia entre los

    feacIos, donde hechiz (klethmoi, 11.334) a su atenta audiencia, que admira

    su belleza y su estatura (11.337) -si bien no expresa el deseo de dormir

    junto a l-, y de la que solicit obsequios para proseguir con sus relatos

    (11.357-9): Tanto Ulises corno Penlope se afanan embelleciendo la morada

    y volviendo a llenar el depsito con los bienes, devorados por los pretendien-

    tes, y ambos lo hacen por medios similares. Este es un ejemplo importante

    de la semejanza mental o

    homophrosne

    que caracteriza su matrimonio.

    El segUndo encuentro de Penlope y Ulises es la famosa entrevista del Li-

    bro 19, que culmina en la decisin de ella de poner en marcha el torneo del

    arco y las cabezas e Iicha al da siguiente. La escena es bellamente ntima

    y dramtica. El momento es la noche, los pretendientes se han ido, y Penlo-

    pe entra en la habitacin principal con algunas criadas y se sienta junto al

    hogar donde el mendigo, Ulises disfrazado, est cuidando el fuego. Retroce-

    damos un poco para evaluar qu es lo que cabra que espersemos de esta

    entrevista. Penlope t iene buenas razones para estar interesada en este

    hombre, ya que recientemente haba recibido una profusin de seales y

    mensajes que le decan que su esposo estaba cerca. El profeta Teoclmeno le

    haba anunciado que Ulises ya estaba en taca (17.157). Por supuesto, Pen-

    lope, como cualquier griego sensato, no suele creer lo que dice un pr?feta va-

    gabundo, pero s lo escucha y expresa el deseo de que eso resulte cierto. La

    actitud adecuada en los pueblos mediterrneos modernos es ser receloso )'

    escptico, parecer indiferente, incrdulo, pero mantener siempre el odo aler-

    Las primeras palabras de Ulises a Penlope en la escena del encuentro del Libro

    19 la comparan a un rey que recibe regalos en abundancia --

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    13/19

    170 GLJNAII\I';S

    qu

    L

    na que finalizar este deber antes de estar en condiciones de conside-

    rar sus proposiciones. Ese episodio es una buena ilustracin del sistema so-

    cial competitivo que exige que la reputacin personal sea celosamente defen-

    dida porque cualquier falta, incluso aunque sea aparente, ser utilizada co-

    mo arma para disminuir el valor y la honra propios. Simi suegro -dice- con

    toda su condicin social, no fuera a yacer en una mortaja tejida por m, algu-

    nas de las esposas de la aldea usaran esto con resentimiento en mi contra

    (19.146-7

    =

    24.136-7).

    La apelacin a lo que dirn los vecinos es una de las

    ms poderosas que pueden invocarse, y usando este argumento Penlope lo-

    gra postergar a los pretendientes durante tres aos. Su artimaa consista

    en levantarse a la noche y destejer a la luz de una lmpara lo que haba teji-

    do durante el da . La criada que tra icion su secreto fue probablemente la in-

    solente

    Melanto,

    quien insulta dos veces al

    mendigo

    con trminos

    gratuta-

    mente desagradables. Al menos, creo que es esto a lo que se refiere Penlope

    cuando le dice:

    [T,

    perra desvergonzada, no pienses que no s lo que hicis-

    te, porque pagars por ello

    (19.91-2).

    Entonces, cuando cae la noche los pretendientes parten a sus respectivos

    alojamientos. Ulises ya haba incitado a algunas de las servidoras a que

    abandonaran la habitacin, ofrecindose voluntariamente a cuidar el fuego

    toda la noche (18.313-9), y haba despejado el vestbulo del resto cuando jun-

    to con Telmaco vaciaron el armero y depositaron las armas en una habita-

    cin cerrada. Pero cuando Penlope llega al vestbulo principal para entre-

    vistarse con l, est, por supuesto, acompaada por sus criadas personales y,

    en verdad, por muchas de ellas, cuya tarea consiste en l impiar las mesas del

    banquete, lavar los pla tos y barrer el piso. Despus de que Penlope se sien-

    ta, las primeras palabras pronunciadas no son suyas ni de Ulises, sino de

    Melanto. sta se insolenta con el extrao de la manera ms descorts e im-

    propia, y tanto Ulises como Penlope le responden.

    Estimo que Melanto y otras criadas como ella son actores, o presencias,

    muy importantes en esta escena. Representan el hecho de que si cualquier

    insinuacin de connivencia entre Penlope y Ulises llegase a ser visible o au-

    dible, algn observador (como una de las criadas) la usara para perjudicar a

    la primera y destruir al segundo. La palabra que designa a esta actitud rece-

    losa y resentida es nemesao: es la que se usa en la frase que cit anterior-

    mente acerca de las esposas de la aldea que utilizan la informacin con re-

    sentimiento en contra de Penlope,' y la misma palabra aparece en la prime-

    ra conversacin entre Ulises y ella. sta lo interroga acerca de su identidad

    -que, por supuesto, es la cuestin crtica:- y l no responde sino que, en cam-

    bio, le cuenta cun famosa ha llegado a ser, como un rey prudente y justo

    qu gobernara una tierra fructfera, y le pide que no le haga esa pregunta,

    ya

    qu

    relatar su historia slo lo hara apenarse y me temo que una de las

    NflllfI[ lIfl

    le dice a Ulises que est.temerosa del chismorreo crtico si es vista en

    PII

    V(1jH. [ y tambin que ella misma nem~i tupe-firla_ a.-:.?aquier'donceHa que

    ' 11 ' 11I1IV,('i/lI'fI

    ion h mbros antes del matriniiiio (6.286-7).

    f

    1

    I

    i

    i

    I

    LA ASTUCIA DE PENLOPE y LADE HOMERO 171

    criadas se sienta ofendida, o incluso t misma, y diga que slo soy un borra-

    e

    o sensiblero. Esa frase final de su primera conversacin con Penlope

    pueoe ser escuchada como una advertencia: me. ti~ moi dmon nem~ssetai,

    temo u a de las criadas alimente un resentimiento. Se nos ha dicho con

    muc o cuidado qu criadl- i~y Melanto es, justa-

    mente, una de la docena de servidoras activamente traicioneras. Por supues-

    to, incluso cuando se est solo o ante servidores aparentemente fieles no de-

    be hablarse imprudentemente.

    Notemos con cunto cuidado se expresa la advertencia de Ulises, apretu-

    jada dentro de un contexto engaoso, porque tam.bin las cri~das e~tn escu:

    chndola: Me temo que una de las criadas se sienta ofendida, o incluso tu

    misma, y diga que slo soy un borracho sensiblero. Para una discreta y as-

    tuta tejedora de ardides como Penlope, esto es algo as como levantar las ce-

    jas o inclinar la cabeza queriendo decir .Ten cuidado con lo que dices frente

    a estas mujeres indignas de confianza. Penlope parece comprender el men-

    saje: en su sigiente intervencin se las arregla para decirle al mendigo cun

    fiel le es a Ulises, cunto lo aora y qu hbil ha sido con la art imaa del te-

    jido, pero que los pretendientes la han atrapado por intermedio d~ las cria-

    das y ahora se encuentra perdida: No puedo escapar al matrimonio y no he

    encontrado otra metis

    (19.157-8):

    Eso pone a la vista elproblema entre estos

    dos afirresrpero an igilantes, interlocutores.

    Cuando digo que hablan con prudencia frente a las criadas no pretendo

    dar a entender que si estuvieran en privado caeran uno en los brazos del

    otro: cada uno permanece autocontrolado y a la defensiva en relacin con el

    otro. A decir verdad, incluso sin la presencia de las criadas, es de presumir

    que su conversacin seguira siendo igualmente prudente, ya que sa es su

    costumbre. Cada uno pone a prueba al otro. Penlope lo dice explcitamente:

    Ahora, forastero, me propongo ponerte a prueba, para ver si en verdad hos-

    pedaste a mi esposo, como afirmas

    (19.215-7).

    El plan de Ulises de probar a

    todos en su hogar, incluyendo a Penlope, ya ha sido mencionado por Atenea

    (Cualquier otro hombre correra hacia sus hijos y su esposa, pero no es tu

    costumbre or su historia antes de someter a prueba a tu mujer,

    13.335-6)

    y

    es confirmado por l a Telmaco (16.301-7).

    Las criadas, podramos decir, son meramente un refuerzo externo de la

    necesaria cautela recproca que exhiben Penlope y el mendigo, recordando a

    la audiencia la atmsfera de hostilidad y traicin dentro de la cual toda con-

    versacin debe ser controlada. (Las criadas parecen ser ignoradas en el resto

    de la escena hasta que se retiran en

    20.6.)

    Penlope no sabe con certeza que

    este hombre es Ulises: pero tiene razones para sospecharlo, las que pone .a

    prueba en el modo en que se entrevista con l. Aun cuando, segn la prueba,

    resulta ser muy parecido a Ulises, ella demora su aceptacin final de su

    identidad, sabedora de que los dioses han adoptado identidades humanas

    precisamente para engaar a mujeres mortales (M. Edwards, 55).

    Su extraordinario grado de cautela pone a Penlope a la cabeza del l inaje

    de heronas cori quienes haba sido comparada previamente por Antnoo -Ti-

    ro, Alcmena y Micene

    (2.120l--.

    Hay pocos testimonios sobre esta ltima, si

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    14/19

    ,ONAIKES

    hl n

    IIp

    rece en las

    Grandes Eeas

    hesidicas (Pausanias 2.16.4), pero las his-

    l,odnR d Tiro y Alcmena se relatan en la primera escena del Otro Mundo en

    111 disea.

    Cada una de ellas fue engaada por un dios que se le apareci ba-

    O I

    1

    forma de su esposo o amante mortal, Tiro, antes de casarse con Creteo,

    'Htaba enamorada del r o Enipeo y nadaba a menudo en su hermosa corrien-

    L . Poseidn tom la figura del ro y en una enramada similar a una caverna,

    {i

    rmada por las aguas, la desflor (11.235-45). La historia de Alcmena se re-

    lata mucho ms brevemente, pero es evidente que era muy conocida: mien-

    tras su esposo Anfitrin estaba lejos, Zeus tom su forma y engendr a Hera-

    c\es (11.266-8). Estas mujeres son famosas como madres de grandes hroes,

    pero Penlope las supera en inteligencia (krdea) y penetrain (nomata,

    t es como nunca hemos conocido, ni siquiera entre las mujeres de los das

    antiguos , dice Antnoo (2.117-22). Su superioridad consiste precisamente en

    su falta de disposicin a ser embaucada por lo que podra ser meramente

    una rpliaConvincete,iOrtal o inmortal, des u esposo:

    La simpata entre ellos establece una especie de alianza emocional, ilus-

    trando una vez ms su profunda semejanza. Penlope llora abiertamente

    cuando el mendigo relata su encuent ro con Ulises, y ste lo hace interior-

    mente pero no exhibe seales en su rostro.

    Al escucharlo, sus lgrimas fluan, supiel se humedeca

    - comose derrite la nieve en los picosmontaosos

    cuando el viento del este ladisuelve despus de soplar eldeloeste

    y comolascorrientes bajan caudalosas cuando se funde;

    - as sus hermosas mejillas se humedecan cuando dejaba caer las

    llorando por su esposo, sentado junto a ella. Pero Ulises, / lgrimas,

    aunque apenado por su esposa cuando su coraznse afliga,

    endureci sus ojoscomocuerno o hierro,

    inmviles en sus cuencas; coneste ardid ocultsus lgrimas.

    (19.204-12, trad. de la versin inglesa de Fitzgeraldl

    Quien controla el desarrollo del dilogo es Penlope. Despus de formular

    la primera pregunta sobre la identidad, dice que lo pondr a prueba y le pide

    que identifique las ropas de Ulises, su apariencia y sus compaeros (19.215-

    9). Cuando l describe correctamente las ropas que ella misma haba hecho,

    Penlope reconoce estos signos

    isemat' anagnsei,

    19.250) como prueba de

    que el mendigo no miente.o, ms bien, puede manejar con habilidad la ver-

    dad que conoce, puesto que es posible que sepa ms que lo que dice. La des-

    cripcin que hace Homero es que la historia de Ulises en la que dice que es

    . Ulises muestra un recelo similar ante las diosas, noa ceptando inmediatamente

    el velo de Ino, que podra se;una artimaa urdida por una delas inmortales (5.356-

    7) Y haciendo que Calipsojure que no est planeando ningn perverso agravio en su

    contra (5.179): Newton, 15.

    ~

    1

    t

    .}

    1 -

    I

    1

    LA ASTUCIA DE PENLOPE y LA DE HOMERO ) 73

    un prncipe cretense que conoci una vez a Ulises es una mentira mltipl

    que se asemeja Tala verda~::.J19.203). El ~ndigoproslg~e diciendo qu

    Ulises est en una isla cercana m~ndigancio bienes (.19.284) y que.barrunta

    si volver abiertamente o en secreto (19.299), pero que en cualquiera de os

    dos casos llegar muy pronto Q9.300-l). Para el mendigo, el hecho de decir

    que Ulises en este momento tambin lo es (agurtazein, no un pobre vagabun-

    do sino quien se procura bienes), que est en las cercanas y que regresar

    muy pronto, posiblemente en secreto, significa ofrecer a Penlope la posibili-

    dad de ver a travs de su disfrazo, por lo menos, de actuar de tal manera

    que,

    si

    l es Ulises, ser capaz de matar a los pretendientes.

    Sin embargo, esa idea no poda expresarse abiertamente en presencia de

    los enemigos, e incluso sin las criadas Penlope debe permanecer un poco

    confundida e insegura respecto de la elocuente reticencia del forastero. Pen-

    lope las despista de un modo tal que informa al mendigo que est siguiendo

    su rumbo. -

    Oh,forastero,

    si lo que dicespudiera suceder algn da

    Pronto conocerasnuestro amor Nuestra generosidad, tambin:

    los hombres se volveran hacia ti para llamarte bendito.

    Pero mi coraznme dice lo que debe ser.

    Ulises no vendr a m; ninguna nave

    estar aparejada para ti. No tenemos un amo

    pronto a recibir y proveer a u husped

    comoloestaba el Seor Ulises.

    O acaso loso?

    Criadas, criadas: venid a lavar le.

    (19.309-15, trad. de la versin inglesa de Fitzgerald)

    Hay una sola palabra aqu que Fitzgerald no capta en su plenitud. Lo

    que traduce como amo

    [master)

    es en griego semntores, el plural para

    l~re, literalmente dadores de signos. Penlope dice que en esta casa no

    tenemos dadores de signos como Ulises. Su conversacin es un intercam-

    bio de sentidos tentativos y posibles, signos de verdad que no pueden expre-

    sarse plena y abiertamente, tanto a causa de las criadas que escuchan como

    por su propia cautela ejemplar. Despus. de considerar a Ulises como un da-

    dor de signos, Penlope prosigue hablando de su propia capacidad de per-

    cepcin, de leer signos. Dice que el mendigo debe recibir un bao y ser bien

    tratado, y que cualquier pretendiente que se atreva: a maltratarlo, .al da si-

    guiente quedar eliminado de la carrera en pos de su mano. Puesto que,

    cmo te enterars, forastero, de que sobrepaso a todas las ot ras mujeres en

    inteligencia y sutil

    metis

    si asistes harapiento y sucio a nuestra fiesta?

    09.324-8) .

    La exhibicin y el ejercicio cautelosos de su

    metis

    son ms eficaces cuan-

    do, al final de la entrevista, le pide al mendigo que inter.p:r;ete un sueo que

    ha tenido. Las discusiones crticas sobre este pasaje han supuest~excep-

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    15/19

    17/1 (

    ti

    N

    i\

    Iln:fi

    LA ASTUCIA DE PENLOPE y LA DE HOMERO l5

    j n, qu ' P n ilope habla aqu de manera translcida, comunicando simple,

    pl na

    y

    exactamente todo lo que vio

    y

    sinti, como si fuera el narrador hom-

    rico de hechos, y no un personaje con designios propios. En realidad, varios

    lectores recientes han llegado incluso a ver a travs de Penlope en este

    punto, encontrando en la pena que siente en el sueo por la muerte de los

    gansos una revelacin de su deseo inconsciente de mantener cerca a los pre-

    tendientes

    y

    de casarse con uno de ellos. Penlope est en secreto favorable-

    mente inclinada a la idea del matrimonio con uno de los pretendientes .'

    Aunque

    Penlope,

    efectivamente, tiene sueos en la Odisea, no veo razones

    para creer que tuvo realmente ste. Puede vrselo mejor en su contexto de

    negociacin encubierta y cauta, como el intento de transmitir un mensaje al

    mendigo, respecto de quien ahora tiene buenas razones para considerar que

    muy ien puede ser Ulises mismo. Su charla acerca de un sueo no es una

    informacin franca sino una estratagema, otro modo de dirigirse a este posi-

    ble Ulises sin comprometerse con su identidad ni revelar a las criadas sus

    sospechas y su plan.

    En su sueo, un guila se abalanza desde las montaas y mata a veinte

    de los gansos en su patio; mientras ella lamenta su prdida en per

    on eir

    esto es, en el sueo , el guila se posa en el techo y habla con voz humana,

    dicindole que no se trata de un sueo sino de una visin que ha de cumplir-

    se: los gansos son tus pretendientes y yo soy tu esposo que acaba de llegar.

    Advirtamos cun singular es esto. Ella ha pedido una interpretacin; pe-

    ro el sueo mismo contiene su propia interpretacin, un suceso nico en los

    anales de la onirocrtica. En sustancia, Perllope ha dado al mendigo tanto

    una alegora como su interpretacin, y le pregunta si tiene razn. Exacta-

    mente de la misma manera en que Ulises urdi un sueo (en una de sus au-

    tobiografas falsas, por lo que es doblemente ficticio, 14.495), as Penlope

    est aqu inventando otro, como una forma de lograr otra comunicacin se-

    gura con el fascinante extrao (Bchner, 149 n. 1). El mendigo replica que la

    interpretacin del sueo dentro del sueo es la correcta, dado que el propio

    Ulises (en el sueo) ha anunciado lo que realmente suceder: los pretendien-

    tes morirn todos, sin excepcin.

    La respuesta de 'Penlope a esta aseveracin es cautelosa, por dos razo-

    nes: ms all de las consideraciones del discurso habitualmente prudente, la

    tarea de matar a tantos pretendientes, incluso con la ventaja de la sorpresa,.

    es abrumadora. (Los sueos) no siempre se cumplen (19.561). Su caracteri-

    zacin de los sueos como ora tramposos ora reales est formulada estricta-

    mente en trminos de cumplimiento: no hay incertidumbre acerca del signifi-

    cado del sueo, slo acerca de su validez. Los que surgen del portal de mar-

    fil telphantos) engaan telepluiirontai), dado que aportan palabras que no

    se cumplen (akranta); pero los que llegan a travs del bruido cuerno (ke-

    raon) consuman (krinusi) cosas reales (19.565-7)7 La aguda percepcin,

    por parte de Penlope, del engao y de las verdades que, justamente, podr-

    an dejar de realizarse, es como la atribuida con a~riorida< . a Ulises en e~t;;

    escena: Saba cmo decir muchas mentiras que se parecan a la realidad

    09.203).

    Pero en este punto, el lenguaje de Penlope dirige la atencin no

    tanto al descubrimiento de la falsedad seductora como a la cuestin de la

    realizacin. Parece estar diciendo que, aun si el mendigo resultara ser Uli-

    ses, su sueo conjunto de matar a los pretendientes es, sencillamente, de-

    masiado difcil de consumar.

    Pero no le deja dudas al mendigo de que considerara una matanza tal

    con gran beneplcito (aspastn, 569), y que el da de su partida de la casa de

    Ulises ser un amanecer funesto (heos ds--nmos, del que se hace eco

    diestramente el nombre de Ulises,

    O-ds-eos

    [Odiseo], al final del verso,

    571). De este modo, al anunciar sus sentimientos respecto de una masacre

    venidera, tambin anuncia que pondr en marcha un torneo: aquel que pue-

    da estirar el arco de Ulises y tirar a travs de una hilera de doce cabezas de

    hacha ser su esposo: El mendigo replica que no debera demorar el cer ta-

    , Rankin, 622: ... por debajo de las expresiones convencionales de anhelo y el dolor

    genuino, una parte de ella prefiere a uno de los pretendientes, tal vez Anfnorno, que

    es el que ms se parece a su esposo de veinte

    aos

    atrs, en vez de un extranjero car-

    gado de aos (623). Ver tambin Devereux, Russo, 1982: 9 n. 12. Si no se trata en ab-

    soluto de un informe fctico sino ms bien de una ficcin de Penlope -su manera de

    comunicarse con e ste posible Ulises sin permitir que las criadas sepan qu es lo que

    tiene en mente-, entonces su pena es t ambin una deliberada indicacin errada. Simu-

    la ser, incluso en su sueo ( en per oneir), ingenua e indefensa (Marquardt, 43-4).

    Amory, 105-6, considera el relato que Penlope hace de su sueo y la propuesta

    de un torneo como la manera de someter a prueba su intuicin de que el foraster o es

    Ulises. [Su] seguridad [la de Ulises, N. del T.] es tan peculiarmente explcita que Pe-

    n lope debe comprender que es Ulises mismo quien est hablando. Esto plantea al

    po L a , que ha decidido postergar la escena del reconocimiento hasta despus del tor-

    Il O, I problema de impedir una confirmacin inmediata del reconocimiento de Penlo-

    P', I que hace muy diestramente y en completa consonancia con el carcter de sta,

    timo lo ha descrito. Ella no replica a l a notable manifestacin del f orastero ... Es de-

    (' r,

    1 'u n

    lop no est an emocionalmente lista para aceptar el regreso de Ulises, de

    IIIC lclo qll no admite su reconocimiento, sino que simplemente renuncia por el mornen-

    lo 1 1lo clo

    I problema.

    Combellack, 39, que no acepta la idea de que Penlope so specha de la identidad

    del mendigo, hace, no obstante, una observacin inteligente. acerca del torneo. Dado

    . ue hay_muchas razones Rara creer que nadie sino Ulises

    (y

    posiblemente su hijo) po-

    dr estirar el arco y.fuar_a..tr:ws dejas hachas , eLtorneo revelar la identidad de su

    esposo o, ms probablemente, todos los pretendientes fracasarn y ella no estar com-

    prometida a casarse con ninguno. La historia, relatada de esta forma, no slo exime a

    Penlope de cualquier acusacin de conducta ilgica, sino que tambin es especialmen-

    te adecuada a la mujer en extremo inteligente que, segn se nos ha asegurado, ella es.

    En la historia, tal como la conocemos, Penlope, modelo de i nteligencia cautelosa y sa-

    gaz, acta en esta nica ocasin como una loca temeraria

    y

    precipitada (40). Pero

    Combellack atribuye demasiado a las condiciones de la prueba cuando imagina que

    Penlope exige que, s i t odos los pretendientes fracasan, dejen completamente de corte-

    jarla. Cf. Marquardt, 41.

    1

    i

    i

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    16/19

    LA ASTUCIA DE PENLOPE y LA DE HOMlcll ) l,

    11111, 1'111111(' '1 ustuto Ulises llegar antes de que el arco sea estirado

    I l 1 1/\1

    t 1)('

    modo que los medios y la oportunidad de masacrar a los pre-

    1\llltlllilllnl

    A()1l

    proporcionados por Penlope. Su plan, propuesto al mendigo

    l' 11111111,1I1(iO

    (11

    ste, permite que su objetivo comn se realice. En este

    sen-

    Ildl, 11111

    I1fO

    que ella es una autora o inventora muy activa de la conjura

    '1 IJI'llIlor'li,

    p o ni nd o la

    en marcha para que Dlises-la ejecute. Por cierto la

    '1,1111.111rin .ipal de una lectura como sta, que hace hincapi en la actividad

    v 1'II('idllel el Penlope, consiste en que explica su, de otro modo, misterio-

    W u hru

    n ta

    inmotivada decisin de organizar el torneo del arco. Las alter-

    IlId 11111/1

    o n

    considerarlo como un impulso desesperado C M . Finley, 1978: 3)

    11,1'011os nalistas, buscar huellas de tijeras y cinta adhesiva en donde hipo-

    1 , 1

    ('(lA

    orr

    ctores han alterado un texto anterior coherente.' Ambas son teo-

    ,111 ti la victirnizacin, que minimizan el control y la inteligencia de Penlo-

    p.y 110m

    ro,

    respectivamente.

    LII oncepcin extrema de que Penlope reconoce realmente la verdadera

    l tlun tid nd del mendigo en el Libro 19 fue desarrollada con seriedad por Phi~

    1111Whal y Harsh.f En su forma literal, es por cierto insostenible, dado que

    (1I1I,on'

    S

    no habra motivos para que Penlope pusiera a prueba su identidad

    11111Libro 23, despus de la matanza de los pretendientes, y reaccionase con

    1111

    l

    ivio emocional tan grande ante el hecho de que Ulises aprobara ese

    exa-

    1 ~

    (V ster,

    418 n. 9). Desde qu~escribi, la mayora de los tradicio-

    I1l1hllLashan rechazado su lectura, y sus partidarios le han dado un giro psi-

    l'ol(l,i o que modif ica drsticamente su impacto. Ann Amory desarroll el

    1111111flis de

    Harsh,

    pero agreg que Penlope ac~edida, de

    111'11

    eJo

    con la intuicin y no se permite comprender de manera consciente

    1111 T conoce a Ulises (Austin, 1975: 200-38). Otros han llevado esta idea

    111111lls all, haciendo inc en que Penlope parece vivir en un mundo

    1'111'1id psicolgicamente, propenso a la invasin de sueos y apariciones

    I V/l1 \ Nort ick).

    Pero decir que se t rata de una criatura de intuiciones que

    1111

    lI

    el xphcarse ni siquiera a s misma desestima su propia astucia y la

    1

    1

    VII ti las cualidades mismas del control, la planificacin y la iniciativa.

    '11 plr 'c e estar ejerciendo con cautela y determinacin apropiadas en el Li:

    11111

    D. E

    t claro que no deberamos considerar a Penlope como una fra

    1 'III'llIlcin de la razn y la estrategia. Est genuinamente aturdida e inse-

    I 11111'finparte del t iempo, una condicin que ha compensado cultivando un

    111,11l masiado firme (thmn,

    apnea

    per mal' eontai como se lo expre-

    I t 11lilitl f n 23.230. - '.

    , 1';1I I PO no ha sido generoso con los analistas, tanto porque sus argumentos se

    1, /1111111/1pr misa de un modelo autoral y textual antes que en las prcticas y posi-

    Itll

    t I , t I t i

    111ornposicin oral, comoporque su tradicin desarroll un ethos de de-

    111'11)1111111 pi a de las inconsistencias, slo confirmadas por su infalible sensi-

    ,llld , I 1'1

    ,

    ,d I1I1lo (Merkelbach, 1951: 6) y, al mismo tiempo, hiptesis libremente

    111ltI'ltllI IUII,rlldo rcordenamientos e interpolaciones a escala masiva. Merkelbach,

    11 I 1 1111'1111I111(/la insensatez de este mtodo.

    En cierto sentido, esta actividad conspirativa suya es

    fundamental

    pU1I

    la potica de la Odisea, ya que, as como Ulises es un narrador maestro y H I'

    lo compara a un cantor pico en el mome o Culminante, cuando se apod 1 1 1

    del arco (21.406-9, cf. 411 aise), as Penlope es una tejedora maestra, y I

    tejido es una imagen adecuada para la obra de un poeta pico que se especia-

    liza, no en rec itar batallas heroicas, sino en las conjuras

    y

    contraconjuras

    d

    una casa en conflicto. El tejido en cuestin no es slo el de cualquier vieja

    lencera, sino especficamente la concepcin astuta e ingeniosa de tensiones

    interdependientes, la trama y la urdimbre de propsitos enfrentados y moti-

    vos hostiles. 10 Atenea ayuda a Ulises a tejer una metis, un plan astuto para

    reinstalarlo

    erisu

    casa (13.386), y cuando l

    siente

    que los sucesos se estn

    cerrando en torno de s, se pregunta si algn dios est tejiendo un engao

    para atraparlo (5.356). Penlope, por supuesto, teje literalmente un engao

    bajo la forma de la mortaja de Laertes, pero tambin enroll a balas de ardi-

    des , dolus tolpeuo (19.137), utilizando la palabra para ovil lar el hilo. Si el

    tejer es una buena metfora para las conspiraciones

    y

    en la Odisea stas tie-

    nen preeminencia, entonces es tanto ms fcil ver, no slo a Ulises sino tam-

    bin a Penlope, como figuras del poeta, que trabaja tranquilamente detrs

    de la escena.l '

    EL ARDID DE PENLOPE y EL DE HOMERO

    Pero la historia de Penlope no ha terminado an. Hay un ardid f inal que

    ella y Homero tienen en reserva De igual forma que fuimos engaados en el

    mismo instante que Polifemo, as tambin, en el Libro 23, cuando tiene lugar

    su reunin final, hay un doble ardid, esta vez de.Penlope a Ulises y de Ho-

    ~-

    '--

    - -

    ---

    ~

    ero a nosotros.

    Despus-de lamatanza de los pretendientes y de las criadas infieles, Uli-

    ses le ordena a Euriclea que le traiga fuego y pez para purificar la casa y que

    convoque a Penlope y a todas las otras mujeres. Las criadas llegan corrien-

    do, lo abrazan y le besan la cabeza, los hombros

    y

    las manos, por lo que se

    apoder de l un dulce deseo de llorar y gemir y reconoci a todas ellas

    (22.500-1). Este momento de emocin y reconocimiento recproco ~ple y

    poco sorprendente; su misma convencionalid one a la-vista a diferente

    reaccin de Penlope. Euriclea sube corriendo las escaler as hacia sus apo-

    sentos y la despierta co~dad de que Ulises ha llegado (23.7)_ La pri-

    mera reaccin de Penlope es criticarla po haber perdffio a cabeza o, ms

    bien, la sensatez: Ama querida, los dioses te han vuelto loca. Pueden con-

    vertir a la persona ms prudente (ep-phrona) en un insensa to (-phrona)

    y

    tambin hacer que alguien de mente lenta

    (khali-phrononta)

    vuelva a estar

    Piensa Ulises que, una

    vez

    que se haya lavado y borrado su aspecto miserable,

    Penlope lo reconocer de inmediato? Si as lo cree, e s o demasiado petulante y seguro

    de s mismo o muy cndido (Pucci, 92).

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    17/19

    1 7H ( ;l IN A II(S

    LA ASTUCIA DE PENLOPE

    y

    LA DE HOMERO 179

    '11

    s~ sano juicio

    (saophrosnes)'

    (23.11-3). Los lectores han quedado con.

    fundidos por la negatividad de su respuesta, pero sta engloba dos temas

    que on operativos en la situacin de Penlope: la necesidad de probar con

    cautela antes que el impulso de dejarse ir

    y

    el p;:;el inescrutable de os dio- '

    ses en el extravio del juicio humano. Subsiste la posibilidad de que un dios

    con el aspecto de Ulises o usando a un mortal hecho para parecrsele haya

    ejecutado la matanza.

    Tambin enigmtica, a primera vista, es su siguiente respuesta. Cuando

    Euriclea le repite que Ulises ha llegado

    y

    aade que se trataba del forastero

    del que se burlaban los pretendientes,penlo:>e se regocij 'saltando del

    lecho

    abraz

    a la anciana, dejando caer lgrimas de sus ojos

  • 7/21/2019 Winkler John Cap V Las coacciones del deseo La astucia de Penelope y la de Homero

    18/19

    18l

    LA ASTUCIA DE PENLOPE

    y

    LA DE ROMERO

    Homero no nos inci t a preguntar si este hombre era realmente Ulises

    aunque de vez en cuando se nos sol ici t que abrigramos dudas acerca de 1 ;

    fidelidad de Penlope.t+ Pero, desde el punto de vista de sta -al que no se

    nos brind igual acceso-, la ident idad de este hombre es un verdadero inte-

    rrogante, que ella ha estado formulando y sometiendo a prueba a lo largo del

    Libro 19. Lleg a una conclusin lobastante firme como para obrar; pero este

    hombre, sagaz e informado como es evidente que lo es, an podria haber sido

    un impostor -o incluso un dios-o Considero que la evitacin que el autor hace

    dI, esta cuestin es una estrategi;'ae'ioerada:Ta iDirtori es relat;Ia ~il-ate-~

    ralmente desde el punto de vista de la angu;tTa -;;:C-;:;ina, y slo' cua~do Pe-

    nlopeenibauca a Ulises comprendemos efectivamente Cun unilateral haBa

    sido el relato. ~

    -Hay ; q U

    u~~

    cuestin interesante, referida a la reproduccin dejos valo-

    .res sociales. en las representaciones culturales.

    Hice

    hi[;capi alC(;'~ie;;:;;;;:;

    que ~qullos n2 ;;:ede_y no debe atriburseles un texto de una sociedad que

    no corr-esjionda. La Gran Bretaa

    decimonnica

    de Samuel B'utler es un'

    marco equivOCaocipara ubicar el discurso de la Odisea. Por otro lado no bas-

    ta con encontrar el marco correcto, ya que un producto cultural no reproduce

    o cjemplifica simp ~at1'1lnes de conducta convencionales. Bastante a

    menudo, un autor dramatizar esos

    patrones

    y valores en situaciones en

    donde el conflicto y la incertidumbre son preponderantes. El poeta de la Odi-

    sea est actuando en una arena en que las reglas (de nuevo matrimonio, de

    reunin pblica, de pasaje de la juventud a la adultez, etctera) no son del

    todo claras, dado que las sociedades no vienen con un conjunto de instruccio-

    nes como lo hacen los juegos de mesa (Bourdicu, 1977).

    2:'a sociedad para la cual

    y

    sobre la cual est compuesta la

    Odisea

    vive

    ~ ciertasE Jentiraso ficciones,;,..Una de las principales lentiras sociales 'es

    que las mujeres y les hombres, cuyo trabajo no se superpone, estn realmen-

    te tan separados como sus esferas respectivas. Pero lo que estamos apren-

    diendo a apreciar, gracias a la obra de observadores como M. Clark v Herz-

    feld (1986), es hasta qu punto esa separacin de roles no constituye un

    mandamiento divino (si bien puede hablarse de el la como si lo fuera), sino

    una estrategia retrica en un plan de juego ms complicado y cambiante. La

    -.----

    --

    conveniencia social es tanto un requerimiento moral como una fachada ma-

    nipulable.

    Gran parte de la Odisea, al mismo tiempo queutilizael lenguaje de la r-

    gida 'separaclOn etre' mujeres y hombres, tambin lo pone en cuestin. Un

    cO'ntraste-;qtie me' parece muy llamativo; se produce entreIas ;e~;;'es de

    Penlope y Eumeo al enterarse de la identidad del forastero. Como se men-

    cion antes, ambos son comparados de varios modos, dado que representan

    relaciones logradas ms que naturales, Cabra esperar, de acuerdo con una

    norma de gnero simple,

    que

    las mujeres reaccionaran muy emocionalmente

    y los hombres menos. Pero cuando Penlope anuncia a los pretendientes el

    certamen del arco, Eumeo 1 1 0 1 ' 8 . en voz alta y el vaquero se lamenta (21.82-3).

    Abandonan el vestbulo

    y

    el mendigo los sigue a travs del patio

    y

    pasando el

    portal principal . All les pregunta acerca de su fidelidad a Ulises y su dispo-

    sicin para ayudar a vengarse de los pretendientes, y por ltimo les revela

    su identidad, confirmada por la famosa cicatriz en el muslo. Su reaccin con-

    siste en llorar abiertamente mientras lo abrazan,

    y

    Ulises, si bien retrbuye

    el abrazo, debe sofrenar su arranque: Dejad de llorar y gemir o quien salga

    del vestbulo os ver y llevar la not icia adentro (21.228-9). Penlope, en lo

    que considero un contraste intencional, reacciona con rigidez ante el conven-

    cimiento de otras personas de que Ulises ha regresado, y slo se entrega a su

    propio deseo de l iberacin emocional despus de que aqul pasa su prueba

    singular. .

    El contraste entre Penlope y Eumeo se basa~e e la clase, as co-

    mo ~~gne,QW.ado que l, si bien prncipe por su nacimiento (15.403-14),

    ha sido criado como un esclavo del campo, viviendo en los lejanos confin A d o

    la propiedad de Ulises. No obstante, bien cabra esperar que

    Pen

    'lo}) ,

    oo

    mujer, fuera menos sagaz y dura de lo que demuestra ser. u J sist nciu y

    su a