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Voces del Sur: el testimonio como herramienta en el análisis de la violencia en Chiapas y Guatemala ROGELIO PEDRAZA JIMÉNEZ El artículo trata acerca de voces, testimonios, es decir, sobre la naturaleza de los diferentes discursos y el empleo de éstos en la construcción del diálogo entre informantes y científicos sociales como herramienta metodológica en el estudio de la violencia política, en el estado de Chiapas y en Guatemala. This anide concerns voices, testimonies; it deals with the nature ofdifferent types ofdiscourse and the use ofthese in the construction ofa dialogue between local informers and social scientists, and as a methodological tool in the study ofpo- Litical violence in the state of Chiapas and Guatemala. La memoria es irremediablemente infiel, no por sus limitaciones sino por sus posibilidades. Gustavo V. García Las voces de quienes han estado inmersos en los procesos de conflicto de Chiapas y Guatemala, in- tensificados en las ultimas décadas, nos proponen —o al menos eso aseguran— un acercamiento desde una perspectiva interna, horizontal, a un problema que lejos de resolverse se mantiene la- tente. En realidad, la violencia en el sur de México y en el vecino país es parte de una guerra de des- gaste, alimentada por divisiones y traiciones, por desconfianzas, y también porque los intentos de solución, la mayoría de las veces, han quedado en meros discursos que rara vez se concretan y por una compleja diversidad de factores e intereses di- fíciles de conciliar. Basta una aproximación atenta a las historias en torno a estos conflictos para iden- tificar, con mayor o menor claridad, los ingredien- tes de estos procesos que extienden sus raíces hasta épocas tempranas del siglo xvi y a lo largo de la Colonia.1 En la (re) construcción de esta Historia partici- pan, por un lado, la voz oficial y, por el otro, las voces de la gente común. Así tenemos en un extre- mo la visión de uno o más grupos dominantes y, en el otro, narraciones en primera persona, en las cuales los testigos, participantes o víctimas de los hechos, "recurren a la estrategia de subordinar su identidad individual a la colectiva".2 Es justamen- te desde la (re)presentación de una colectividad que el testimonio adquiere y ejerce "un poder ideo- lógico contestatario a la historia oficial", que privi- legia sucesos y personajes históricos favorables a su propio sistema e intereses. En este contexto, la literatura testimonial3 cons- tituye una herramienta insustituible para el cien- tífico social, que recurre a ella con frecuencia —a veces como referencia directa y, en otras ocasiones, como apoyo— y, sin embargo, poco se detiene a analizar la naturaleza, objetivos y elementos de su discurso. Procuremos, entonces, si no un análisis Estudios Mesoamericanos Núm. 7, enero-diciembre 2006

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Voces del Sur: el testimonio como herramienta en el análisis de la violenciaen Chiapas y Guatemala

ROGELIO PEDRAZA JIMÉNEZ

El artículo trata acerca de voces, testimonios, es decir, sobre la naturaleza de los diferentes discursos y el empleo de éstos en

la construcción del diálogo entre informantes y científicos sociales como herramienta metodológica en el estudio de la

violencia política, en el estado de Chiapas y en Guatemala.

This anide concerns voices, testimonies; it deals with the nature ofdifferent types ofdiscourse and the use ofthese in the

construction ofa dialogue between local informers and social scientists, and as a methodological tool in the study ofpo-

Litical violence in the state of Chiapas and Guatemala.

La memoria es irremediablementeinfiel, no por sus limitaciones sinopor sus posibilidades.

Gustavo V. García

Las voces de quienes han estado inmersos en los

procesos de conflicto de Chiapas y Guatemala, in-

tensificados en las ultimas décadas, nos proponen

—o al menos eso aseguran— un acercamiento

desde una perspectiva interna, horizontal, a un

problema que lejos de resolverse se mantiene la-

tente. En realidad, la violencia en el sur de Méxicoy en el vecino país es parte de una guerra de des-gaste, alimentada por divisiones y traiciones, pordesconfianzas, y también porque los intentos de

solución, la mayoría de las veces, han quedado en

meros discursos que rara vez se concretan y poruna compleja diversidad de factores e intereses di-

fíciles de conciliar. Basta una aproximación atenta

a las historias en torno a estos conflictos para iden-tificar, con mayor o menor claridad, los ingredien-

tes de estos procesos que extienden sus raíces hasta

épocas tempranas del siglo xvi y a lo largo de la

Colonia.1

En la (re) construcción de esta Historia partici-

pan, por un lado, la voz oficial y, por el otro, las

voces de la gente común. Así tenemos en un extre-

mo la visión de uno o más grupos dominantes y,

en el otro, narraciones en primera persona, en las

cuales los testigos, participantes o víctimas de los

hechos, "recurren a la estrategia de subordinar su

identidad individual a la colectiva".2 Es justamen-

te desde la (re)presentación de una colectividad

que el testimonio adquiere y ejerce "un poder ideo-lógico contestatario a la historia oficial", que privi-legia sucesos y personajes históricos favorables a supropio sistema e intereses.

En este contexto, la literatura testimonial3 cons-

tituye una herramienta insustituible para el cien-

tífico social, que recurre a ella con frecuencia —aveces como referencia directa y, en otras ocasiones,

como apoyo— y, sin embargo, poco se detiene a

analizar la naturaleza, objetivos y elementos de sudiscurso. Procuremos, entonces, si no un análisis

Estudios Mesoamericanos Núm. 7, enero-diciembre 2006

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VOCES DEL SUR

exhaustivo del tema —imposible aquí por su ex-tensión y complejidad— al menos una reflexiónoportuna de éste, ejemplificado, al final, a travésdel caso de Chiapas y Guatemala.4

Naturaleza del discurso testimonial

Situemos en primer término el contexto. El testi-monio forma parte de un corpus contestatario quesurge en determinadas esferas de praxis* caracteriza-das de manera general por un sistema opresivoque extiende su dominio a los espacios de creacióny difusión de la información, desde las institucionesde poder, y por movimientos civiles, que buscanreivindicar las propuestas de grupos campesinos,obreros, indígenas, feministas y otros llamados"alternativos".

Estos movimientos son los que "...inaugurannuevos mecanismos de resistencia y participaciónpopular".6 Ahora bien, su discurso surge en uncontexto marginal, vinculado estrechamente a ladefensa de los Derechos Humanos, "cuestionan-do, a nivel sociocultural, político y racial, la ac-ción de facciones privilegiadas".7

En este tejido, que involucra acciones —frecuen-temente violentas—, discursos —a veces silen-ciados a través de la fuerza—, principios ideológi-cos, creencias religiosas, tradiciones y muchosotros elementos, el testimonio surge con objetivosy características particulares. Para García se tratade un proceso de "construcción y emergencia de laalteridad en condiciones privilegiadas".8 Más aún,como Juan Armando Epple afirma en su artículoreferente al caso chileno:

El objetivo central o primordial del testimonio no

es explicar comprensivamente toda la trayectoria vi-

tal del autor y su tiempo, sino dar cuenta de la expe-

riencia crucial de la fractura o del cambio. El pro-

pósito narrativo del testimonio es documentar, así,

lo inédito. Este rasgo coyuntutal se manifiesta con

claridad en la función argumentativa que tienen

los testimonios en los discutsos judiciales, políti-

cos, teligiosos... e incluso en los manifiestos cultu-

rales.9

Además de sus objetivos, caracteriza al testimo-nio su ubicación entre la literatura y la historia,aunque parece definitivamente más próxima a estaúltima. Veamos por qué. La literatura testimonial seconstruye a partir de sucesos "reales" —extra litera-rios—, pero se reconstruye desde la memoria de untestigo presencial, que asume una voz comunitaria.Es decir, habla de —y en contra de— la violencia,la opresión y la marginación que viven los grupossometidos, pero lo hace empleando herramientas yestrategias de la literatura. Sin embargo, no está he-cha para divertir ni entretener, sino para crear con-ciencia, difundir principios ideológicos y sensibilizara la sociedad en torno a estas realidades que señala-mos líneas arriba. En este terreno es en el que el tes-tigo abandona su identidad individual para hacerextensiva su experiencia a toda la comunidad. Deésta, su principal característica, deriva también sumás grave limitación: la simplificación del proble-ma. Dice Strejilevich que este discurso corre el ries-go de identificar "dos bandos —héroes y traidores—y [limitarlos a la] oposición entre el bien y el malcon la diferencia que los militares encarnan el mal yla resistencia el bien". Y añade: "En general se narraen forma confesional y de denuncia porque la escritura

responde tanto a la necesidad de verbalizar el traumacomo de exorcizar la culpa por haber sobrevivido".10

Sin embargo, y a pesar de su naturaleza, estasnarraciones que buscan (re)presentar la realidad deun grupo, resultan más o menos limitadas y frag-mentadas. Es a lo que García se refiere cuando señalaque "en el proceso de convertir lo oral a lo escrito semutila algo del discurso testimonial. Además, elemisor original no siempre dice todo lo que sabe,depende de su memoria y, en ciertos casos, de la deotros...".11

Del interior de estos movimientos de resistenciasurgen las voces testimoniales que, sin embargo, nose bastan a sí mismas para alcanzar los fines que seproponen. Así se crea una alianza entre un testigo yun gestor,12 por lo general un intelectual —escritor,periodista, antropólogo, sociólogo, etc.— identifi-cado con los movimientos de reivindicación men-cionados. De esta sociedad surge un producto quedesafía la historia oficial, la rectifica y complemen-

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ta con una perspectiva diferente. No obstante, pa-

radójicamente, este historiar desde la alteridad no

pretende "presentar un documento con validez le-

gal", sino "(re)presentar circunstancias privadas

con proyecciones históricas de cambio social".13

El testimonio como herramienta. El caso

de Chiapas y Guatemala

En 1983, una indígena maya quiche se dirigió al

Tribunal de la Gente, en Madrid, integrado por lí-

deres mundiales para contarles su historia. Era Ri-

goberta Menchú, sin duda una de las voces testimo-

niales con mayor peso político, social y cultural en

el mundo. Su experiencia, posteriormente difun-

dida en un texto (re) elaborado con —por— Eliza-

beth Burgos, haría volver los ojos de la comunidadinternacional hacia Guatemala y el proceso de gue-

rra civil que vivía. Más tarde, el producto de esta

colaboración entre ambas mujeres se pondría bajo

la lupa, revelando sus alcances y limitaciones. Con

razón insiste García: "Indígenas, mujeres obreras,

campesinos, amas de casa, homosexuales, exiliados

y otros por medio del testimonio convierten al libro,

instrumento de cultura, en arma de liberación y de-

fensa de sus derechos humanos. De esta manera la

escritura testimonial deviene en un acto político

para despertar y estimular la concientización [sic]

de la sociedad en conjunto".14

En este ámbito, los conceptos de "verdad"

o "ficción","realidad" o "relato", están de más. Es

el recuerdo de lo vivido lo que cuenta, la experien-

cia, no la exacta correspondencia de los hechos na-

rrados con la Historia. Esta mancuerna —integradapor el testigo y el intermediario— no ambiciona,insistimos, (re)crear el pasado con precisión, sino

más bien la percepción de lo ocurrido. Está, ade-

más, la cuestión de la fidelidad de la memoria—sus omisiones y añadidos—, que transforma el

suceso en una serie de recuerdos que van cambian-

do, de ahí que García señale: "el testigo, cada vezque recuerda algo, lo modifica influido por suspercepciones presentes en el momento de testificar

[...]. Lo que importa es el producto: un recuerdo

que al pretender reproducir lo que 'así fue' describe

los aspectos más sobresalientes de la última vez que

se recordaron esos pasajes. El recuerdo de un re-

cuerdo, entonces, suplanta a lo 'que pasó': la me-

moria es irremediablemente infiel no por sus limi-

taciones sino por sus posibilidades".15

Abundantes en injusticias y desigualdad, en

marginación y discriminación con raíces bien afir-

madas en diferencias étnicas y culturales, Guate-

mala y Chiapas son también terreno fecundo para

el surgimiento de voces testimoniales, con caracterís-

ticas particulares. No sólo encontramos las pro-

puestas de actores —ahora protagonistas— como

Rigoberta Menchú o los integrantes de la Sociedad

Civil Las Abejas —testimonios en el sentido más

ortodoxo de la palabra—, sino también propuestas

que se acercan más y más a la literatura, en ocasio-

nes desde fuera, pero imitando/surgiendo voces

de su interior. Entre los más destacados ejemplos de

estas etnoficciones —que en realidad también inclu-

yen una buena carga testimonial—, como los llama

Lienhard,16 podríamos ubicar a Rosario Castellanos

y Ricardo Pozas, para Chiapas, y a Miguel Ángel

Asturias, para Guatemala.

Más cercana a nosotros, la violencia recrudecida

en las últimas décadas en Chiapas y Guatemala ha

dado origen a voces y testimonios destacados, aun-

que no siempre indígenas. Como apunta Leyva: "es

necesario ir más allá del estudio de las 'relaciones y

los conflictos Ínter-étnicos' para poder apreciar có-

mo los discursos y las prácticas [...] adquieren nue-

vos sentidos en cuanto se inscriben en sociedades

altamente conflictivas y armadas".17

En cualquier caso, el discurso se vale de estrate-

gias paralelas para lograr mayor impacto. En el casode los zapatistas, en el contexto chiapaneco, el usodel pasamontañas no se restringió a la cuestión de

protección, sino que de alguna manera pretendíaremitirnos a la percepción de una colectividad, tras-

cendiendo identidades individuales. A eso se refiereRuz cuando señala:

Faz descarnada de la alteridad nacional, el rostro in-dígena de Chiapas tuvo que revelarse con un pasa-montañas para llamar nuestra atención, porque en

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este país —pese al etnocidio estadístico— lo indioya era tan común, tan cotidiano, que a nadie dis-traía. Sólo cubriéndose podía ser visto.18

Chiapas, no obstante, no puede comprenderse

como un territorio aislado. Sería sin duda un gran

error en nuestro acercamiento ver los aconteci-

mientos señalados sin contextualizarlos en un pa-

norama centroamericano, especialmente en lo que

se refiere al vecino país de Guatemala, enfrascado

en una guerra civil desde mediados de los años

ochenta, hasta la firma de paz en 1994, y en la ac-

tualidad enfrentando un proceso de posguerra

complicado por la inseguridad social, la pobreza,

la corrupción y la explotación inadecuada de los

recursos naturales, entre otros elementos.

Testimonio: de la memoria al mito

Antes de concluir este acercamiento, queremos in-

sistir en algunos de los elementos que nos serán de

utilidad para valorar y analizar el empleo del testi-

monio como herramienta metodológica. En pri-

mer lugar, tenemos que "el contraste de la orali-

dad y la escritura es vital para la producción y cir-

culación del testimonio".19 Es decir, no se trata de

un pretexto "puro", sino más bien de un producto

híbrido entre los recuerdos de un testigo y la guía

y el enfoque de alguien externo, intelectual, acadé-

mico. Con razón advierte Lienhard que: "el con-

trato testimonial estipula que el texto no ofrezca si-

no materiales transcritos a partir de las declaraciones

del informante, pero admite ciertas libertades, mal

definidas en la forma de presentarlos". Por si fuera

poco, "no existe, en cambio, ninguna cláusula que

exija la representatividad social del informante. El

lector se compromete a creer en la honestidad intelec-tual del autor"™

Consideramos que los elementos planteados enesta aproximación a la literatura testimonial a tra-

vés de los casos de Chiapas y Guatemala constitu-yen importantes referentes para un posterior diá-

logo con la situación de violencia que aún hoy se

vive en sus comunidades. No pretendemos, de nin-

guna manera, dar por concluida esta discusión si-

no marcar pautas que nos permitan realizar un

análisis más crítico en futuras investigaciones. Tam-

poco tratamos de descalificar el empleo de esta he-

rramienta ni los trabajos realizados a partir de la

literatura testimonial, sino evidenciar sus alcances,

limitaciones y riesgos como una estrategia de in-

vestigación.

De alguna manera, el testimonio —y las (re)

acciones que provoca— "revive" a los muertos y

actualiza la experiencia, a la vez que justifica "la

vida del testigo superviviente". A través de la

narración de experiencias individuales, la historia

adquiere rostros concretos, que permiten a la

sociedad identificarse con las víctimas, a la vez que

adquiere el respaldo de una colectividad. Esta

aproximación solidaria resulta, entonces, producto

de una literatura testimonial, alimentada por

voces que (re) crean la memoria.

Notas:1 Gustavo V. García, La literatura testimonial latino-

americana y Marín Lienhard, La voz y la huella ofreceninteresantes reflexiones en torno a este tema.

2 García, op. cit., pp. 45-59.3 También la llamada literatura de testimonio, no-

vela testimonio, relato de testimonio, discurso memo-rialístico, discurso documental, narrativa de no ficción,literatura de resistencia, historia oral, discurso de testi-monio.

4 Aunque en otro momento podamos extendernosen las propuestas de diversos autores, esta lectura seconcentra, para fines prácticos, en el texto de GustavoV. García, La literatura testimonial latinoamericana,donde hace una profunda revisión de lo dicho por otrosespecialistas bajo una perspectiva latinoamericanista,desde la Colonia y hasta los casos más conocidos en es-ta región, como son los de Saturnino Huillca, campe-sino quechua del Cuzco; Domitila Barrios de Chunga-ra, mujer minera de Bolivia, y, por supuesto, RigoberraMenchú, maya quiche de Guatemala, refugiada en Mé-xico y Premio Nobel de la Paz.

5 Mijail Bajtín, Teoría y estética, ofrece una amplia yprofunda reflexión en torno al discurso y su relacióncon el momento de la enunciación.

6 García, op. cit., p. 20.1 Ibid., p. 21.

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8 Ibid., p. 200.9 Epple, 1994, 1144 apudGarcía, op.cit., p. 22.10 Nora Strejilevich, "La literatura testimonial en

Chile, Uruguay y Argentina. 1970-1990", apud García,op. cit., p. 25. Las cursivas son nuestras.

11 Página 43 y siguientes.12 También llamado por los especialistas "interme-

diario" o "compilador", términos que también sugierendistintos niveles de participación.

13 García, op. cit., p. 22.14 Ibid., p. 33. Las cursivas son nuestras.15 Ibid., p. 61.16 Lienhard, op. cit., pp. 320-332.17 Xóchitl Leyva, "Violence raciale", p. 196.18 Mario H. Ruz, Chiapas: los rumbos de otra historia, p. 6319 García, op. cit., p. 68.20 Lienhard, op. cit., pp. 322-323. Las cursivas son

nuestras.

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