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visiones 01 / MAYO - SEPTIEMBRE 2008 3 2 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008 A PULSO EDITORIAL

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visiones 01 / MAYO - SEPTIEMBRE 2008 3 2 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008

A PULSO EDITORIAL

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visiones 01 / MAYO - SEPTIEMBRE 2008 5

Nelson David Mayorga PerdomoAsignatura: Redacción prensa / VII Semestre

Jennifer ArévaloAsignatura: Expresión escrita / III Semestre

4 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008

VIGÍA VIGÍA

uando camine por la Carrera Séptima, en Bogotá, no olvide el pa-raguas, abrigarse bien y sacar tiempo de sobra. Después, disfrute de un gran concierto al aire libre con los

temas de Celia Cruz.A simple vista, parece que estuviera

llorando. Lo que se asemeja a una lágrima cae por su mejilla. Ella, que tiene la cabeza hacia atrás, se queja del dolor en el ojo de-recho. Y aún así, sigue en lo suyo: se sienta en un banco de concreto, coge la carátula del CD y estampa su autógrafo. La fanática improvisada, que en realidad trabajó para obtenerlo (le prestó las gotas oftálmicas y un pañuelo), le agradece al recibirlo con un billete de diez mil pesos.

Pero el dolor continúa: ella sigue que-jándose. “Eso fue que me cayó un bicho de ese árbol”, dice, y señala las hojas. La gente la mira en silencio. Un señor hace fi la para comprar otro CD. Dos personas más em-piezan a impacientarse y exigen su regreso al escenario. Todavía no es hora.

Ella ha cantado, más o menos, unos 45 minutos. Y desde la primera canción los transeúntes se han reunido a escucharla. Al-gunos repiten los coros, otros aplauden, una pareja se besa y baila: ninguno ha perdido el ritmo del concierto, aunque olvidaron a dónde se dirigían. En pleno Parque Santan-der, la hija de Celia se roba el show.

Caminos semejantesEn 1940, Celia Cruz dio a conocer su voz al mundo por medio de una emisora en La Habana. A pesar de ser una cantante cono-cida en su barrio, se estrenó, ofi cialmente, durante un concurso en la Radio García Serra con el tango Nostalgia. Recibió una torta como premio.

Varios años después, y muy lejos de Cuba, Alba Nur comenzaba su camino tam-bién por este medio. “Había un programa en una emisora de Cali que se llamaba Radio

El Sol; llamé al señor que estaba haciendo el programa, Alfredo ‘Calancho’ Rivera, y le dije que yo cantaba”, recuerda. Esa vez no hubo concurso, sólo una pequeña demostra-ción de talento. Había practicado rancheras, baladas y algunas canciones de Celia Cruz, por eso, cuando el locutor quiso escuchar una, lo deleitó con Sopa en botella. A dife-rencia de su ídolo, no celebró con ponqué.

Rivera le dijo: “De hoy en adelante tu nombre artístico va a ser ‘La hija de Celia’ y yo te voy a ayudar”. Días después, Alba Nur ensayaba con la orquesta La Gran Banda Caleña, que arregló los temas de Celia para acomodarse a su estilo y se los regaló como pistas musicales.

Sin embargo, ella no estaba segura de tomar ese camino. “A mí no me entraba, no tenía tan adentro la música de Celia Cruz”, comenta mientras sonríe con sus dientes blanquísimos, los guardianes de su potente voz. El público sigue exigiendo otra tanda de canciones. Ella, mientras descansa, vacía el dinero recogido en una maleta. Les de-vuelve con otra sonrisa.

Se dice que Celia Cruz, a lo largo de su carrera, grabó cerca de 90 discos y centena-res de canciones. Para Alba Nur, en cambio, la experiencia con la industria fonográfi ca no ha sido satisfactoria.

un día cualquiera llegué, tiré ese cuadro, lo quebré y la imagen la volví pedacitos”, co-menta con cierta amargura. En octubre de ese año, Alba Nur soñó con Celia. Camina-ba por un llano hacia un pueblo donde se presentaba la guarachera.

En el trayecto escuchó que la llamaban: Celia la invitó a sentarse, en un tronco caído, junto a Caridad Cuervo y a otra in-térprete cuya cara no recuerda; le pidió que cantara varios temas. “Cuando desperté, dije: ‘Ay, me soñé con Celia y ella me dijo que le cantara unas canciones y yo no me acuerdo’. Entonces ahí se me vino la idea de grabar este CD con las que me sé”, comenta sin perder la sonrisa y la alegría de los ojos.

En la carátula aparece su cara y su nombre con letras doradas. Contiene veinte cortes; el segundo, llamado Olvido, es un bolero de su autoría. Mientras canta y baila, su hija se encarga de las ventas: a diez mil, y si es amable y espera un rato, puede llevárselo autografi ado.

Cantar en BogotáCuando regresa al escenario, el público ha mermado un poco. El dolor en el ojo ce-dió. Alba Nur no se asusta. Coloca un tarro de plástico en la mitad del improvisado semicírculo y arranca una nueva tanda. En pocos segundos, Dile que por mí no tema suena tanto en La Plazoleta como en la Iglesia de Las Nieves y edifi cios cercanos.

Funcionarios públicos de traje y corbata, desempleados, novios que caminan sin ho-rario ni destino fi jo, policías, universitarios preocupados por sus trabajos, indigentes, todos hacen una pausa y se acercan para es-cucharla cantar. El baile también hace parte del espectáculo. Y el infaltable ¡Azúcar!

Al preguntarle por la diferencia entre su natal Cali y la capital del país, abre los ojos y responde con seguridad: “Bogotá es Bogotá... No sé de qué manera agrade-cerle a Bogotá, porque yo en Cali estaba artísticamente en el piso. Al llegar aquí, he vuelto a ser la Alba Nur que fui, porque he recibido mucho apoyo, muchos aplausos. La gente me aclama, viene a los sitios don-de yo canto, me dicen: ‘Vengo solamente a escucharla cantar a usted’”.

— ¿Cuál es su gran sueño?— Alguien por allí, una persona que

tenga cómo apoyarme y llegar a la meta, como dice Mi Pegaso: “Y va llegando a la meta...”. Por eso, con esa esperanza, salgo todos los días a la calle, para que de pronto El Señor toque un corazón sincero y me lo ponga en el camino.

El concierto llega a su fi n. Alba Nur agradece y el público le pide la última canción. Ella coge el micrófono entre las manos y, cuando todos esperan La sopa en botella, señala el tarro. “Por favor, las personas que me deben, me cancelan…”. Todos ríen. Ella también. ¡Azúcar!.

n olor fétido y húmedo se percibe frente a aquellos seres sin dientes. Sus mechones de cabello cubiertos de una

sustancia verdosa, semejan la asque-rosidad del moco. Están acurrucados en fetales posiciones dentro de una cá-mara cubierta por un delgado cristal. La luz se fi ltra por entre las ventanas y las bombillas dejan ver la realidad del macabro encuentro. Cuatro momias colombianas expuestas en el Museo Nacional, silentes ante la curiosidad pretenciosa de los visitantes.

Ellas no se inmutan ante el cons-tante señalamiento y repulsión de los niños. En Colombia son pocas las momias que se encuentran bien con-servadas. Esta práctica rememora la civilización del Antiguo Egipto, donde grandes faraones fueron sepultados de la misma manera, bajo la creencia de una vida mejor en el más allá.

Al salir de aquel cuarto parecido a un sarcófago funerario, una piedra con incrustaciones metálicas de color negro se posa en el centro del lugar. Un aspecto cósmico revela su condi-ción de meteorito, uno de los pocos que conserva el país.

Al tocarlo la sensación es de frío, la imaginación puede recrear todas las

galaxias y planetas por los cuales ha debido pasar. En su largo viaje, a tra-vés del cosmos, quizá algún alienígena la haya conocido.

Dos escaleras circulares, parecidas a las de los castillos ingleses se entre-lazan en el interior del salón principal. Al subir, una serie de cuartos con apariencia de cubículos presidiarios se presentan ante el espectador. Varios objetos de arte colonial conmemoran un homenaje al libertador Simón Bo-lívar. En una base de madera blanca, cubierta por otro delgado cristal, posa la vestimenta del general Francisco de Paula Santander. Ésta, de color rojo cerezo, acompaña a la fi la de botones dorados que proporciona al visitante una sensación de honorabilidad. Un sombrero emplumado con algo de mugre, completa el atuendo militar.

Allí vienen a la mente las ocasiones en las que el general Santander acudió a las campañas libertadoras. Quizá en sus fi bras aún persistan las manchas de sangre que brotaron por la acusan-te espada que blandía. La mugre del sombrero quizás proviene del polvo levantado por los caballos que trota-ron en la independencia de Colombia, o quizás proviene del sudor gélido que

“Ríe y llora, que a cada cual le llega su hora”.Celia Cruz, Ríe y llora.

AZÚCARnegra

Después de que la prensa caleña la con-venció de seguir cantando las letras de Celia, ella tuvo su primer tropezón con el mundo de la música. “Llegué a una casa disquera, que no quiero decir cuál fue, y ahí comencé a grabar con mi estilo propio, pero tuve problemas con ellos”.

Después de una pausa, de mirar tris-temente a un lado, resume la historia así: “Hubo cierta vaina que no quiero decir. Llevé un abogado y me traicionó, se perdió. Nunca más lo volví a ver”.

El sueñoLa primera vez que Alba Nur se reunió con Celia Cruz, estallaba de alegría. Después del incidente de la disquera, continuó cantando en discotecas y ferias; su nombre artístico se hizo conocido de pueblo en pueblo, y en una visita de la guarachera de Cuba a Cali, los periodistas le hablaron de cierta muchacha que cantaba igualito a ella.

“Me llamó, me invitó al Hotel Intercon-tinental para conocerme, mas yo no le can-té mis canciones, ella no escuchó mi voz”, recuerda. Pedro Knight, el esposo de Celia, impidió el dúo con la Sonora Matancera.

En otra visita, Celia le trajo, como regalo, 15 trajes. La diferencia de tallas la obligó a contratar un modisto que, por poco, la deja sin ropa. “Casi se quedó con la mitad”, recuerda.

Pero el obsequio más valioso fue una foto autografi ada: Con mucho cariño, de Celia Cruz para Alba Nur, deseándole que tenga muchos éxitos como cantante. La hija putativa de Celia la enmarcó y la tenía por altar personal, el mismo que la acompañó hasta principios de 2003, pocos meses antes de la muerte de su ídolo.

“La miraba y decía: No, pero por qué tú Celia, por qué tú siempre me dices que éxitos como cantante, mira lo que me está sucediendo, mira cómo estoy. Todas esas cosas, una depresión la verraca, hasta que

“Me llamó, me invitó al Hotel Intercontinental para

conocerme, mas yo no le canté mis canciones, ella no escuchó mi voz”, recuerda. Pedro Knight, el esposo de Celia, impidió el dúo con la

Sonora Matancera.

Caminando entre la historia colombiana

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Karla MeloAsignatura: Metología II / VII Semestre

6 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008

os malabaristas son nómadas en la ciudad. Viajan de la calle al parque y del parque a cualquier lugar. Todo el mundo los ve en los semáforos con atuendos coloridos que hacen parte del espectáculo y su personalidad.

Hacen los mejores trucos en intervalos de uno a dos minutos. Los primeros espectadores reaccionan desde sus carros con un cambio de luces avisando que el semáforo ya cambió, otros con algunos gestos dicen “no tengo plata, pero me gustó”, otros ni miran al malabarista cuando se acerca a su ventana y los más receptivos valoran la agilidad, bajan su vidrio y, como dice Toño entre risas pero siempre agradeci-do, “se dejan ver, algunos con lo que sea pero se dejan ver”.

Un malabarista no entiende la vida como lo haría un médico y sus enfer-mos, un economista y sus negocios o un abogado y sus problemas. Mientras pasan los carros, Chepe recostado en el tronco, bajo la sombra de un árbol me dice: “muchos dicen que somos vagos, y no es así, tomar la decisión de vivir el día a día, levantarse lo del día para el día, eso, no lo hace todo el mundo ¿ves? porque todo el mundo piensa en

VIGÍA VIGÍA

brotó de la cabeza de Santander. Al interior de aquella sala, contiguo a las piezas anteriormente mencionadas, se encuentran unos objetos de altísimo valor. Una cama del siglo XIX, un revólver de alguno de los próceres independentistas y una puerta en arte barroco perteneciente a la entrada de una casa colonial.

Al salir de la estancia, otras escale-ras ascienden hacia el tercer piso del panóptico. Se llega a una sala de singu-lar importancia. En su interior cuelga el retrato de un hombre, Jorge Eliécer Gaitán. Allí, el ambiente se anima con un programa de radio que expone los acontecimientos de aquel fatídico 9 de abril de 1948.

En las paredes se encuentran fotos de los lugares más destrozados del centro de Bogotá. La refl exión que deja el sitio es lo efervescente y desmedido que puede ser el odio del hombre. Miles de muertos quedaron aquella tarde en Bogotá y un líder libe-ral fue silenciado para siempre.

Después del encuentro con el caudillo liberal, varios cubículos emer-gen hacia atrás. El lugar que en otros tiempos fue cárcel de asesinos y ladro-nes, adoptó el nombre de panóptico porque las salas están organizadas en forma de cruz.

En ellas varios retratos de mujeres cuelgan de las amarillentas paredes. Las pinturas son de las mujeres más representativas de la Bogotá colonial. Las miradas en sus rostros confi esan gran tristeza y preocupación, una bri-llantez casi oculta en sus ojos demues-tra la nostalgia de sus almas y de sus corazones.

En otra sala cercana a la de las hermosas damas de los cuadros, se encuentra el vestigio, la prueba de lo que hace muchos años en el Museo Nacional funcionó. Allí una reja des-trozada y corroída por el paso de los años recuerda las prisiones medievales de la Santa Inquisición. Varios grilletes e instrumentos de castigo y de tortura, acallan los gritos que se dieron alguna vez en esa prisión. La habitación produce miedo y eriza la piel. Quizás sus paredes estuvieron manchadas de sangre alguna vez.

Con prisa, la incesante lluvia empieza a caer, el reloj acusativo se detiene en las cinco de la tarde para anunciar la salida del lugar. La salida, como paso agudo hacia la libertad, lanza toda la magia del panóptico a la cruda realidad.

Por la séptima, un aguacero cae y la gente se apresura a continuar su labor en la fría y revoltosa Bogotá.

Arte para las

Pinos de colores, cintas, balones, hilos y aros rondan por el aire mientras unos cuantos espectadores curiosos se acercan a disfrutarlo. Allí están los malabaristas. Una cara alegre para la ciudad y un espectáculo artístico en la calle.

conseguir trabajo, en tener un carro,

y yo no pienso así, no necesito pensar en eso, muy pocos to-mamos el riesgo ¿me entiendes? y todo bien”. Viven el día a día como amantes del arte, no esperan mucho a cambio y sin embargo se reúnen para pensar en él, para vivir de él y para inventar con él.

Los sábados y los domingos se reúnen en el Parque Nacional o en el Parque de Usaquén. Después de las dos de la tarde poco a poco van llegando los malabaristas, su presencia no pasa inadvertida, los transeúntes se sientan alrededor o buscan acercarse para ver lo que hacen y mientras tanto con juguetes en mano, “buena energía” y con ganas de hacer un número para mostrarlo, hablan un rato y entre risas y trucos sin tener nada muy bien planeado, uno de ellos toma la vocería, escoge un lugar donde todos lo puedan ver y comienza a convocar al público “si quieren ver algo que jamás han visto en la vida, favor venir aquí”. La gente comienza a sentar-se en primera, segunda, tercera y hasta octava fi las para ver la tan esperada pre-sentación que está a punto de comen-zar. Uno de ellos sale con un vestuario

bastante extra-vagante, comienza

a improvisar, mira al público y, luego de unos

minutos de quietud y con bastante agilidad, eleva tres

y hasta seis clavas a la vez. Al momento entran a escena cinco

personajes formando un triangulo. Lobo hace trucos con seis bolas, Niño mantiene el equilibrio en un cilindro, Paco tiene cuatro aros en el aire, Dany sostiene el diábolo en la cuerda, Wilcho hace contacto con una bola fl uorescente sin dejarla caer y Laura maniobra cuatro pañuelos de colores.

Así son las tardes de los malabaristas. Al fi nal, terminan contando la plata que recogieron en la presentación, dividen el total de lo recogido entre los seis, y siguen practicando trucos una y otra vez mientras hacen tertulia sobre una película, un libro o una obra de teatro. El parque se convierte en un espacio de interlocución, cada uno tiene una histo-ria que contar, unos llegan con noticias avisando los talleres que serán dictados por malabaristas internacionales y ésta es la gran noticia, todos comienzan a rebuscarse la plata para asistir a más de un taller para aprender nuevas técnicas que les ayuden a mejorar su nivel.

Los más dedicados a esta actividad logran dictar talleres en los colegios, de manera que, el malabarismo no sólo está en las calles y en los parques. De hecho, varios colegios de Bogotá acep-tan que estos talleres se lleven a cabo en la llamada Semana Cultural, algunos consideran la posibilidad de incluir el malabarismo como una extensión de la Educación Física, debido al gran interés entre los estudiantes, que hoy se suman al grupo de los malabaristas, llegando libremente a sus espacios ofrecidos en ocasiones por ellos mismos.

La artesanía, la fotografía, la literatu-ra y el teatro hacen parte del malabaris-mo, en especial éste último, que resulta evidente en sus presentaciones donde cada uno tiene un personaje que se ca-racteriza por un gesto, una palabra o un movimiento, pues en las demostraciones callejeras cada uno tiene un persona-je, adquiriendo reconocimiento social en escena y fuera de ella. Es claro que

disfrutan la vida bohemia y todos tienen algo que decir. Cuando le pregunté a Claudio Rebeco por su día a día contes-tó: “me levanto temprano, me baño con agua helada en la mañana y le ofrezco todo a Dios, salgo a trabajar porque vivo del malabar, y no tengo lujos pero estoy bien y si me ponen a escoger qué quiero ser pues sería lo que soy ahora, un malabarista”.

Son un grupo abierto, cualquiera es bienvenido y no se necesita ser experto en el tema para interactuar en sus espa-cios. Es para destacar el performance que regalan a las calles y parques de la ciudad. Son importantes si considera-mos que son los encargados de alejar a la gente de la cotidianidad con espon-taneidad, naturalidad y creatividad. Hoy en día son un grupo reconocido por la dimensión artística de sus trucos. Bogo-tá anualmente organiza un evento que congrega a malabaristas del mundo en el Centro Comunitario Servitá y aunque el evento no es muy conocido por los capi-talinos debido a la falta de recursos que ayuden a publicitarlo, interesados inter-nacionales viajan para reclutar el talento colombiano, de manera que, aunque

se reconozcan como grupo artístico urbano, hace falta iniciativa por parte de la agenda cultural, para potenciar estos nuevos grupos que cada día van gene-rando más adeptos. Así pues el sentido social se adquiere en la medida que la actividad voluntaria pretende realizar espectáculos novedosos que invitan a la gente a crear nuevos intereses culturales, donde el gusto y la satisfacción dejan claro el interés genuino por el arte.

CALLES

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Pablo Enrique Triana BallesterosAsignatura: Lesgilación / VII Semestre

Ana Carolina Ossa DonosoAsignatura: Lesgilación / VII Semestre

8 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008

muerte de unos cañones enlutan la atmósfera, los verdugos calibran las miras de sus fu-siles mientras se disponen a disparar a cercén, la sociedad respira calladamen-te; un ángel se dispone a ser masacrado,

el ángel de la responsabilidad social… Pisos brillantes, pantallas de plasma, un

morboso público de fondo y un computador portátil frente a un obeso presentador, fueron el contexto idóneo para que una mujer acu-sara a su hermana de ser una “mujer fácil”, al aire en el prime time del canal Caracol.

Los medios de comunicación están dejando de lado el concepto de responsabi-lidad social para únicamente tener en cuenta los niveles de mercado que manejan sus contenidos y por medio de éstos, sus au-diencias, generando así capital en gran escala para la inserción de las organizaciones en el mercado competitivo de las comunicaciones.

Cabe admitir que los medios necesitan de un gran capital para la producción de sus programas, pero esto no justifi ca la pre-sentación de contenidos nocivos para una sociedad desarticulada y en procesos de formación constante, como la colombiana.

Para muchos ilustrados en materia judi-cial, poco se podría hacer en contra del pro-grama Nada más que la verdad, no obstante podría decirse que en el caso presentado en el segundo párrafo se trasgreden al menos tres derechos fundamentales enmarcados dentro de la constitución del 91.

El artículo 15 habla sobre el derecho de toda persona a su intimidad personal y FAMILIAR, así como a su buen nombre, aclarando que el Estado se encuentra en la obligación de hacerlos respetar. Encontra-mos, así, la primera trasgresión a la norma de normas en el caso presentado al inicio del presente texto. Si bien es cierto que el canal Caracol puede excusarse en el contrato que hacía fi rmar a sus concursantes para difundir al aire su intimidad, los familiares no lo fi rmaban.

Este artículo también garantiza el derecho a la rectifi cación por parte de los afectados en la transmisión de una informa-ción que atente contra su buen nombre e in-timidad. De acuerdo con esto, los familiares de los concursantes que fueron expuestos en el programa debieron contar con el espacio para la rectifi cación de la información difun-dida por el medio.

EL DE 1/2 EL DE 1/2

ÁNGEL

El programa Nada más que la verdad despertó todo tipo de debates, que desde mucho tiempo atrás ya se venían haciendo necesarios con respecto a los contenidos mediáticos en Colombia.

De igual manera, el artículo 16 de la Constitución reza sobre el derecho al desa-rrollo de la libre personalidad. La hermana de la concursante del caso citado, podría ver este derecho trastocado, pues por la acusación de su hermana difundida por el canal, no sería raro imaginar que a partir de ese momento un estigma social pesara sobre ella.

aprovechado del desdibujamiento del Esta-do para ganar rating. Recordemos el caso de “CM&” y su especial de repartición de regalos en época decembrina en hospitales de benefi cencia, ó el caso de la emisora ra-dial “Olímpica estéreo” pagando las facturas atrasadas de sus oyentes. “Una vez más la miseria humana es convertida en show para generar audiencia”, asegura el crítico de televisión Germán Yances.

Y qué decir del caso más distintivo de esta problemática, “Bailando por un sueño”, donde la seguridad social colombiana se mostraba como lo que es, un ensueño casi psicotrópico con el que alucinan millones de colombianos abandonados por su Estado.

A lo anterior se añade que lamentable-mente la sociedad colombiana se ha caracte-rizado por desconocer de manera fehaciente los derechos que tiene como teleaudiencia. María del Rosario Guerra, Ministra de Comu-nicaciones, en su discurso sobre responsabili-dad social de los medios de comunicación en la Universidad de la Sabana, hace la siguiente acotación: “Debemos reconocer y tener en cuenta que la ciudadanía no tiene plena con-ciencia de sus derechos, o bien, no reclama ni exige a los medios contenidos de calidad. Hace falta una ética de la convicción de la la-bor informativa y una ética de la repercusión del sistema simbólico en la vida social.”

Considerando lo anterior, vale la pena anotar que la responsabilidad no recae únicamente sobre los medios, pues éstos po-drían excusarse argumentando que producen según la demanda, ó peor aún, mimetizando su afán de lucro en supuestas intenciones fi lantrópicas y hasta altruistas.

Por esto, las nuevas generaciones de comunicadores y periodistas no pueden limitarse a producir contenidos de calidad, pensando que la labor fi nalizó. También de-ben contribuir con estrategias que conlleven a la formación de audiencias activas y críticas.

Fines y Principios de la televisión colombiana

La ley 182 de 1995 en su artículo 2 seña-la que estos fi nes y principios son: “Formar, educar e informar veraz y objetivamente y recrear de manera sana. Con el cumplimien-to de los mismos, se busca satisfacer las fi nalidades sociales del Estado, promover el respeto de las garantías, deberes y derechos fundamentales y demás libertades, fortalecer la consolidación de la democracia y la paz, y propender por la difusión de los valores hu-manos y expresiones culturales de carácter nacional, regional y local”.

Resulta penoso que la toma de acciones respecto a esta nebulosa sólo sea indig-nación. Por esto más allá del sentimiento de infamia que pueden despertar este tipo de contenidos, valdría la pena que nuestra intervención, como audiencias, se tradujera en la apropiación (como deber) de nuestros derechos. Empezando por la exigencia a recibir una televisión de calidad y no a lo que nos tienen acostumbrados los grandes conglomerados económicos.

Pero lo más preocupante es que un pueblo que no hace nada y permanece inerte ante las más infames, constantes y contun-dentes trasgresiones a sus derechos, proba-blemente es un pueblo que no es digno de su redención y al no reaccionar frente a las primeras contravenciones, cae en posturas permisivas que alientan a sus agresores a persistir en su empeño de desangrarlo en medio de su propia anomia.

Por esto creo que más allá de una super-fl ua indignación, es deber social impedir que ese ángel llamado “responsabilidad social de los medios”; que se ha convertido en una fi cción, siga siendo fusilado en el patíbulo del mercado global. Sólo podremos poner fi n a tan penosa lacra, cuando dejemos de conformarnos con el recuerdo vago de sus plumas esparcidas en la atmósfera social, después de los constantes cañonazos atesta-dos en sus alas por el arsenal de los intereses de lucro de unos pocos.

Los medios de comunicación están

dejando de lado el concepto de

responsabilidad social para únicamente tener en cuenta

los niveles de mercado.

verdades a la

VENTA

“Realidad es solamente aquello que es observado”. Niklas Luhmann

os principios de la persona son ina-lienables, según citan la Constitución Nacional y la Declaración Universal de Derechos Humanos. En repetidas oportunidades se ha dicho que sólo

la persona puede disponer del curso de su ética y además, es quien tiene la potestad de exponer su vida íntima, teniendo en cuenta que puede lesionar su dignidad personal. La exposición de la persona en los medios, en su humanidad como tal, haciendo mención de sus defectos y secretos, es un debate que los medios de comunicación han sosteni-do con la población durante décadas. Sin embargo y siguiendo las lógicas del merca-do, la persona se ha encontrado expuesta a la opción de entregar sus principios como objeto bursátil, cuyo precio contempla – o se presume que lo hace – las consecuencias que acarrea publicar de cualquier manera su vida privada, sus secretos más recónditos.

La aparición de la persona común – quien no es objeto de observación fi ja por parte de la población, quien no es un sujeto público como tal – en los medios es un acontecimiento que marca su vida, sean cuales fueren las circunstancias por las cua-les logró ingresar en un espacio televisivo, radial o impreso. Es una ruptura que podría asemejarse al concepto del freak (fenómeno) que explica el autor Elías Canetti al referirse a la masa . El sujeto hace parte de una masa urbana que le acoge en sus brazos y disfruta del anonimato que le es propio como habi-tante de la ciudad hasta que un impulso lo lleva a crear una ruptura que le aleja de la masa y le pone en la palestra pública. Casi se podría decir que la masa puede congregarse alrededor del fenómeno que experimenta el sujeto y contemplar su “particularidad”, hecha suceso mediante la publicación en los medios de comunicación.

Este concepto aplicó casi con exactitud al caso de los concursantes en el programa emitido por el Canal Caracol durante el año 2007, Nada más que la Verdad, en donde el sujeto rompía su condición de individuo anónimo, entregando su vida íntima por una

cifra de dinero que era, en teoría, propor-cional a qué tan profundo permitía que se indagara por su pasado, sus acciones y sus deseos. El sujeto aceptaba convertirse en el freak y congregar una multitud a su alrede-dor para ser observado y quizás juzgado por quienes presencian el episodio, sometiéndo-se a una clase de escarnio público, en donde no había verdugo aparente más que sí mis-mo. El medio de comunicación salva su res-ponsabilidad con documentos certifi cados que el concursante fi rma antes de ingresar al certamen, en donde exoneraba a la cadena televisiva de cualquier implicación luego de las declaraciones que haría el sujeto mientras era observado por un público general.

Resulta bastante conveniente para una cadena televisiva vender este tipo de pro-gramas, pues el rating está asegurado. Son rupturas dentro de la masa que responden a un hecho aparentemente simple: pedir a un sujeto cualquiera que entregue su intimidad a cambio de dinero, mientras es observado por millones de individuos, quienes en su mayoría le desconocen pero encuentran di-vertido el papel que desempeña en pantalla. En otras palabras, es una ruptura generada no por un hecho singular y de grandes dimensiones, sino por la transpolación de un elemento cotidiano como la vida íntima de cualquiera hacia una plataforma mediática. La vida íntima del sujeto en sí misma no es especial, pero se convierte en una infor-mación escandalosa en la medida que los medios de comunicación la publican. Eso es lo que vende: poner un hecho cotidiano en manos de los medios masivos para mostrarle como algo fenomenal.

Ahora bien, el sujeto generaba la ruptura en su cotidianidad para convertirse en ob-jeto de observación y Caracol disponía para ello la plataforma ideal. Pero las consecuen-cias para el sujeto no han sido contempla-das, más allá de la recepción de dinero que pueda subsanar los efectos de la publicación de la vida íntima de una persona. Los efec-tos sin duda son mayores y van más allá de la opinión inmediata que expresa el público tras la emisión del programa. El verdadero

El artículo 21 se constituye en uno de los más importantes para este caso, pues invoca el derecho a la honra. Y digo que es de los más importantes para este objeto de estudio en particular, pues es precisamente, este derecho el más ultrajado en programas de este tipo de contenidos y características.

Al respecto, Everaldo Lamprea, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes, comenta: “El programa llega a profundizar la preocupante desvaloriza-ción y monetización de derechos humanos que se vive en Colombia, tales como la intimidad y la dignidad”.

Lo preocupante es que no es un fenóme-no nuevo, pues si hacemos remembranza, desde años atrás los medios incluso se han ►

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10 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008 visiones 01 / MAYO - SEPTIEMBRE 2008 11

l balón, la cancha, el marcador, los jugadores y el director técnico, son el contenido de este programa grabado en estudios colombianos, pero transmitido en uno de los

canales deportivos en Argentina: Fox Sports. Los Tenores del Fútbol constituyen hoy en día uno de los programas deportivos más vistos a nivel mundial y nacional.

Al mejor estilo de Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras se encuen-tran Mejía, Vélez y Peláez, cada tenor con su estilo, con su voz particular para contar una historia o simplemente entonar una melodía; varias personas hablando de un mismo tema o cantando un mismo género musical pero desde distintos enfoques, otros puntos de vista, otro estilo de voz.

Amor, vida de mi vida por Plácido Do-mingo, Nessum Dorma interpretada por Lu-ciano Pavarotti o With a song in my Heart cantada por José Carreras, conforman los tres tenores de la música clásica, las mejores voces y los más importantes interpretes de temas como La Donna é Mobile.

Las mejores voces del deporte están en Los Tenores del Fútbol, los que más saben en materia deportiva. Ellos regalan a los televidentes su conocimiento de forma

EL DE 1/2 FLORILEGIO

precio de la intimidad está por fuera de la pantalla y le sobreviene casi de forma exclusiva al concursante. Se pueden situar los efectos y las respuestas que obtenía el individuo, en tres categorías:Familia: La inclusión de terceras per-

sonas durante la grabación del programa era lesiva para el sujeto. Por lo general, las personas invitadas al set de grabación son integrantes del núcleo familiar inmediato del individuo o corresponden a relaciones fi liales bastante estrechas. A esta condición, se le sumaba el hecho de que las preguntas realizadas al concursante solían comprome-ter a los sujetos presentes en el estudio. Por tanto, el individuo se encontraba expuesto a una doble condición en donde debe escoger entre el dinero a ganar o la preservación de sus relaciones familiares. De una u otra manera, el resultado era devastador. Si el su-jeto respondía a las preguntas, los familiares tendrían a la mano verdades incómodas e in-necesarias. Si no respondía y renunciaba, se generaba una duda transversal entre el sujeto y su familia, debilitando de igual manera los lazos que les unían.Trabajo: Al igual que las relaciones

familiares, las conexiones laborales fueron duramente cuestionadas en el programa. Si bien las preguntas no hacían referencia directa en todos los casos al espacio laboral del concursante, sí exponían sus condiciones psicosociales que podían llevar a la pérdida de sus oportunidades de trabajo. La pre-gunta que puede aclarar esta categoría es la siguiente: ¿aceptaría usted en su empresa un empleado efi ciente y funcional, quien en su pasado amenazó a su pareja con suicidarse si le abandonaba? Las inquietudes que surgían en quienes sostienen relaciones comerciales con el concursante superaban el espectro particular del negocio y se extendían a jui-cios de valor que pueden afectar el trabajo.Persona: Las condiciones en que el

sujeto era puesto en la palestra pública eran insanas y respondían a los formatos de reali-ty, creados en el mercado americano. Para el público resultaba más interesante ver un su-jeto como ellos, que ha logrado sumergirse en un medio mediante un certamen fortuito, que observar actores con papeles falsos y temáticas que distan de la realidad.

El sujeto acepta convertirse en el freak y congregar una

multitud a su alrededor para ser observado y

quizás juzgado por quienes presencian el episodio,

sometiéndose a una clase de escarnio público.

clara, objetiva, irreverente y distinta sin quedar en los parámetros de siempre. No son las voces más especializadas para cantar música clásica, acompañada de violines y otros instrumentos de cuerda, pero sí son los que tienen mayor credibilidad cuando de hablar de fútbol se trata, acompañados de imágenes, invitados y un tablero que usan para mostrar la organización del equipo en el partido Colombia vs. Uruguay.

Entre tácticas de defensa, ataque, orga-nización de delanteros y volantes, suplencia, titular y arquero, se encuentran las discu-siones entre Carlos Antonio Vélez e Iván Mejía, mientras que Hernán Peláez, en su papel de moderador, pone su mano derecha en la cabeza mostrando desesperación e impaciencia hasta que se escucha “pausa en los tenores”. Así se calman los ánimos hasta que se vuelve al ritmo del programa después de las notas de los patrocinadores.

Saber cómo defenderse o la particular frase de “no dar papaya” es la mentalidad con la que deben llegar los invitados al programa. En medio de tensión, nervios y la incertidumbre de saber qué van a preguntar, se sientan a un lado de la mesa y esperan impacientes hasta que los tenores hagan las preguntas. El trato que le dan a los asisten-tes no es el mejor, su voz poco se escucha, pero lo más importante es que se limitan a contestar lo que se les pregunta. El resto no es relevante.

Los tres son un equipo, no precisa-mente en el campo de juego, pero sí a la hora de decir cuales fueron las fortalezas y debilidades de los jugadores y el trabajo que está detrás de ellos. Son un equipo de comentaristas deportivos, son críticos y los mejores en su estilo y en su manera de decir lo que piensan.

Con la irreverencia de Iván Mejía, el análisis de Carlos Antonio Vélez y la seriedad de Hernán Peláez se conforma un equipo especializado en deporte: Los Tenores del Fútbol.

las mejoresVOCES

Yara Luz Correa HolguínAsignatura: Prensa Escrita / Grado

l sonido de sus ronquidos era in-soportable, el ruido que salía de su boca llegaba a mis oídos, retum-baba en mis tímpanos y se clavaba en mi cerebro. Mi cráneo amplifi -caba una atropellada sinfonía: ron-quidos, música populacha, pitos

de automóviles, ronroneos del motor de un carro, ronquidos, ronquidos y más ronquidos. Podía ver –por el rabillo del ojo- como su cabeza se balanceaba de aquí para allá, dando tumbos en el vacío y siguiendo el ritmo de los accidentados movimientos del bus.

No podía creer la mala suerte que tenía, este rechoncho remedo de hombre -ha-biendo seis puestos vacíos- había optado por ubicarse en el puesto de mi lado y para colmo -con el mayor de los descaros- aho-ra dormía profundamente como un bebé. Su voluminoso cuerpo se acercaba cada vez más a mi endeble fi gura; yo me hallaba arrinconado, luchando contra sus desco-munales proporciones y rogando para que en una curva yo no terminara estampillado en la ventana de emergencia. Me negaba a abandonar mi puesto y dejarle a tan despre-ciable y voluminoso hombre la comodidad de las dos sillas.

El calor era insoportable. Veía como las gotas de sudor se deslizaban por el rostro mantecoso de aquel obeso y caían sobre la tapicería vinotinto de cuerina. Hasta el oxígeno era escaso, el aire no circulaba y parecía que se negaba a ingresar a mis pul-mones; yo inhalaba con fuerza pero este gas cada vez se hacía más denso, generando en mí una sensación de ahogo.

Noté que de la boca del gordifl ón se escapaba un riachuelo de saliva, que se des-lizaba por su seboso rostro, llegaba hasta su quijada y amenazaba con dejarse llevar por la gravedad y tener un aterrizaje perfecto en mi saco negro de legítimo paño inglés. Me sentía indefenso ante tan escabrosa gotera, empujaba la ventana sin recordar que era imposible abrirla. Incluso, estuve tentado a usar ese diminuto martillo -sostenido por un alambre oxidado- para así volar en mil pedacitos el vidrio y poder huir. Pero no, de seguro esa herramienta era tan sólo un accesorio inservible del carro.

El bus frenó bruscamente, como si un indeciso hubiera decidido hacerle la parada en el último momento. De repente, te escu-ché. Mi piel se erizó y una brisa refrescante recorrió todo mi cuerpo. Tu voz angelical -casi erótica- estremeció cada uno de mis sentidos. Le dijiste al conductor: “¿tú pasas por los Rosales?” ¿Cómo podías tener tal abuso de confi anza de tutear a un extraño? ¿Cómo podía usar el servicio público alguien que viviera en tan selecta zona? ¿Cómo po-día la voz de una desconocida perturbarme de esa manera?

Ante tu pregunta todo el bus colapsó, to-dos los pasajeros opinaban y todos tenían una

Buscandoruta por sugerirte. Por un momento temí que no te subieras y que jamás pudiera conocer a la portadora de tan cautivadora voz.

Con difi cultad te incorporaste en el bus. Tenías unas piernas largas y torneadas cuya sensualidad era mal disimulada por la aber-tura de tu falda. Usabas unos zapatos negros despuntados que revelaban la perfección de los dedos de tus pies. Tus uñas estaban cuidadosamente pintadas con esmalte rojo -vulgar en alguien más pero ideal para ti-, pues coincidían con el color de tu blusa y con el tono intenso de tus labios. Al obser-var como tu pelvis rozaba con la registra-dora, casi me sentí excitado. Tu torso era perfecto, eras muy delgada y aunque parecía que tu pechos aún no hubieran erupciona-do, tu diminuta cintura y tus caderas no me dejaron duda de que eras toda una mujer. Tu elegancia, tu cabello dorado cuidadosamente cepillado, el estilo y la clase de cada una de tus prendas, nada pertenecía a este mundo de ordinariez.

Tus pasos eran precisos y cuidados pese a los vaivenes del bus, que cual astronauta iba de cráter en cráter en medio de la ciudad. Caminabas con total seguridad; no obstan-te, tu rostro me decía otra cosa. Tus ojos oceánicos se veían asustados e inspecciona-ban todo el vehículo con la curiosidad de un niño y con el desprecio de un viejo.

Buscando un apoyo para tus pasos, clavaste tus uñas en el forro de mi asiento; ¡qué hubiera dado porque fuera mi piel la que fuera penetrada por tus uñas y no ese odioso plástico!. Te sentaste en la silla que estaba ubicada a mis espaldas e ilusamente sacaste de tu portafolio unas hojas con el ánimo de leer. De seguro, pese a tu ju-ventud tenías un cargo importante, donde desde el portero hasta la secretaria, todos te dirían: “Doctora ¿Cómo está?” aunque en verdad a nadie le importara.

Tenía tantas posibles frases y saludos en mi cabeza, pero la realidad era sólo una: había encontrado mi alma gemela y mi boca y mi lengua –torpes y pesadas- eran incapaces de sincronizarse y articular palabra alguna. Durante los pocos segundos en que te había ob-servado, mis pupilas se habían vuelto adictas a tu cuerpo, deseaba girar mi cabeza y seguir escrutando cada cen-tímetro de tu piel. Pensé en invitarte a un café, pero cómo me atrevería a intentar ganar tu amor con un simple tinto con leche.

No sé si transcurrió un segundo o toda una eternidad, pero de repente, sin preguntar y sin pedirme permiso –de la misma manera en que te adueñaste de mi vida- te levantaste

Laura María Ayala Rodríguez.Asignatura: Expresión Escrita II / III Semestre

y te dirigiste hacia la puerta de atrás. Petri-fi cado por tu inminente abandono, quise levantarme y correr tras tu gloriosa fi gura.

Sin embargo, algo más allá de mi propia angustia aprisionó mi pecho y obstaculizó mi salida. Sentía que mi cuerpo pesaba más de lo usual. Incliné mi cabeza y observé como mi corpulento vecino no sólo había impregnado mi traje con sus fl uidos corpo-rales, sino que también se había apropiado de parte de mi hombro y de mi tronco, utili-zándolos como almohada personal. “¡Quién se creía! Yo no había pagado MIL CIEN PESOS para ser víctima de la encerrona de un mofl etudo con somnolencia.

Pero… ¿Cómo quitármelo de encima si me producía repulsión el solo hecho de tocarlo? ¿Cómo sentir su grasienta dermis rozando la mía?

Le dije en voz baja: “Caballero levántese por favor” Pero ésta y mis siguientes súpli-cas fueron en vano. Añoraba ser más atlético y tener una fuerza descomunal para lanzar a esa masa humana lejos de mí. Entonces la furia y la desesperación cobraron su cuota;

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12 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008 visiones 01 / MAYO - SEPTIEMBRE 2008 13

FLORILEGIO FLORILEGIO

einte de noviembre de 1870, el invier-no se ha retrasado un poco, apenas un suave otoño está iniciando y con él la esperada feria llega con sus fascinan-tes acróbatas, los infaltables payasos y la nueva sensación de la temporada, el

domador de leones.Algo nunca antes visto que atraerá a la

muchedumbre y a uno que otro burgués pa-risino, piensa dentro de sí el nuevo integrante del circo mientras se fuma un tabaco traído de su última presentación en Bouremonth.

-¡Bob!, ¡Bob!- grita desesperadamente un gordinfl ón de mediana estatura y ridícula apariencia.

-Aquí estoy, George- responde con su voz gruesa, mientras piensa en cuánto tiempo tendrá que aguantarse a ese rufi án.

-Quiero que te luzcas en el show pero asegúrate de que esos malditos gatos no despierten del trance, no vaya a ser que nos descubran. Otro susto más no quiero o tú serás quien lo lamente.- advierte George.-

-Ok George! Ok…ok!-responde Bob des-preocupadamente, apretando el cinturón café que sostiene el ajustado pantalón blanco.

Al fondo se escucha el eco del conteo re-gresivo, 3, 2,1. Las luces se encienden. Juegos artifi ciales invaden el teatro con multicolores dando muestras que el aclamado Tropicana Circus está por presentarse.

Quien parece ser el presentador, lleva un traje ceñido al estilo pingüino, unos zapatos rojos de charol y en su cara una mezcla de brillantes y pinturas. Toma el micrófono y anuncia a las exóticas brasileñas montadas en

Ambición desgarradora

Ana María ParadaAsignatura: Expresión Escrita II / III Semestre

me levanté bruscamente y como si por fi n mis pulmones se hubieran despejado y mi ira y mi garganta se hubieran entendido por primera vez, le grité: ¡GORDO HIJUEPU-TA QUE SE QUITE DE AQUÍ!

Instantáneamente, todo el ruido del ambiente desapareció. Los ronquidos se habían ido, no había pitidos, motores, ni música. Todos los pasajeros me observaban reprobando mi comportamiento, incluso tú -que por primera vez clavabas tus ojos en los míos- me observabas con repugnan-cia. Me mirabas con la misma aversión con que yo miraba a aquel obeso. Yo estaba perplejo. Un sudor frío recorría mis manos y mi rostro. Tan sólo escuchaba mi respira-

ción, mi asquerosa respiración. Tú me diste la espalda. Tu mano derecha se aferró a una barra metálica que luego acaricié mil veces, mientras tu brazo izquierdo se alzó y opri-mió con una delicadeza exquisita el timbre de salida. Yo estaba ahí, parado frente a tu hermosura y observando impotente como te marchabas de mi vida.

Desde aquel instante, desde aquella maravillosa travesía, diariamente -a la misma hora- yo le hago la parada al mismo bus, me siento en la misma silla, recorro y memo-rizo los bordes del mismo asiento, palpo la misma cuerina -ya desgastada por mi tacto-, me concentro en los sonidos y en los olores –que ahora me parecen tan familiares- y entonces, sólo entonces te busco…

los pegasos. Desde su entrada, los aplausos sobran asegurando el éxito de la noche. Morenas y rubias desfi lan en sus caballos agradeciendo los aplausos del público y deleitando a sus asistentes con su belleza y carisma. Comienzan a correr en círculos levantándose por orden sobre el lomo de sus caballos formando fi guras gimnásticas o algo parecido.

Detrás de bambalinas Bob se seca el sudor, los nervios lo invaden. Nuevamente siente que fallará, que los gatos despertarán y dejarán por descubierto su farsa. Se siente desesperado y aunque no es religioso, pues creció en una familia donde la única religión era el ateísmo, se da la bendición con su mano izquierda como muestra de su des-esperación. Corre por todos los camerinos en busca de un sedante, que lo mantenga tranquilo pues ya casi tendrá su turno. Pero no consigue nada más que agua.George se asoma por entre el telón y salta de la emoción al ver el lleno total del lugar. Jala de un brazo al neurótico Bob que pasa por su lado en búsqueda del calmante. Lo abraza y le vuelve a advertir que su puesto esta peligrando. El pobre Bob disimula su nerviosismo con falsas carcajadas y se apresura a vestirse para la gala.

Bob entra agitado al camerino y toma una de las veinte chaquetas rojas de lentejuelas que cuelgan en el armario, más un corbatín negro, busca un sombrero tipo Chaplin den-tro del baúl y se amarra fuertemente las botas negras. Ya está listo para la función y algo más confi ado.

Pronto llegó el gran momento de Bob y sus gatos, y aunque cierta ansiedad vagaba en el espacio, Bob se llenó de fuerzas. Por un instante, sintió que era su momento de gloria, gloria que para él resultaba fascinante a tal punto que en su cabeza no había lugar para las palabras del detestable George.

Esta vez resonó más fuerte el llamado del próximo acto, o por lo menos así lo escucha-ron los oídos del ansioso Bob. –ladies and gentlemen, madame et monsieur, señoras y señores: tengo el gusto de presentarles al nuevo integrante de la gran familia Tropicana, con ustedes el domador de domadores, el señor Robert Frankfurt- anunció con gran espontaneidad el presentador.

Justo después de anunciar a Bob, al fondo se escuchó la risa del Gordinfl ón. Los dientes del cirquero brillaron alrededor de unos segundos mientras que su cara se contorsio-naba de tanta emoción, y el domador y sus felinos entraban en acción. Bob saludó con gran efusividad resaltando su místico acento alemán. – ¡buenas noches París! prepárense para lo que viene a continuación-dijo, hacien-do una venia de agradecimiento.

Apagaron las luces y encendieron las llamas de los faros por donde saltarían los leones. Los rugidos de los felinos hicieron eco con la oscuridad. Se oyeron sus pisadas y la voz de Bob mezclándose con ellos. Ca-minaron juntos alrededor de los aros y con una sencilla señal de su mano izquierda, ambos gatos saltaron por entre el fuego. Saltaron una y otra vez, dejando boquia-biertos a los espectadores que no dudaron en pensar que se trataba de una ilusión óptica, sin embargo no podía ser una ilu-sión pues todos estaban viendo lo mismo. Bob se aterrorizó con la calma y el silencio absoluto de la carpa. Solo se escuchaba la agitada respiración de los leones.

Bob pidió uno de los micrófonos y sin dudarlo gritó:- ¿alguien del público quiere venir aquí y jugar con los leones?-.

Nadie parecía estar dispuesto a aceptar el desafío de tan elegante caballero de solo pensar que podían ser rasgados por los col-millos de esos salvajes animales. Bob entró en pánico al recordar que no había inyectado su-fi ciente dosis a los felinos y temía que pronto salieran de su trance antes de ser enjaulados. Apresuradamente, corrió hacia el público y les pidió nuevamente que se acercaran a los leones. Pero nuevamente la respuesta fue desconcertante, parecía que la gente se sentía tan asustada que podrían desalojar el lugar y probablemente esa noche fuera la peor noche en la historia del Tropicana Circus. Cuando Bob presintió que su única esperanza estaba agotándose e indignado de no poder conocer su anhelado éxito, un pequeño de escasos 12 años levantó su mano y se ofreció a ayudarlo hacien-do caso omiso de las advertencias de su madre.

Ambos bajaron hasta donde se encontra-ban los leones y sin temer el joven los acarició. Bob sonrió y le mostró algunas señas para que

pudiera jugar con los animales. Saltaron, se acostaron, se pararon en sus patas y sostuvie-ron las cabezas de Bob y del pequeño.

El público sorprendido aun más dejó ver sus más espontáneas sonrisas acompañadas de eternos y efusivos aplausos. No quedó ni una sola persona sentada. Todo el teatro en pie ovacionaba a Bob quien festejó abrazan-do a sus mascotas. A pesar de su emoción recordó que debía encerrar cuanto antes a los gatos así que los agarró del collar y se marchó del escenario sin decir una sola palabra.

En el camerino, George estrechó la mano de Bob, quien ni cuenta se dio del cambio amistoso de su jefe. Continuó su camino hasta las jaulas.

La noche pasó, y así una tras otra el público disfrutaba de una gala exitosa. Ya habían pasado dos semanas, y George estaba feliz de su acelerado triunfo, sin percatarse del frio que estaba por venir. Algo apoteósico y desastroso sucedió, Bob cayó enfermo en su cama al contagiarse de un extraño virus. Escalofríos, estornudos, altísimas tempera-turas acompañaban día y noche al alemán. Desde ese momento al circo iban cada vez menos personas. George estaba tan molesto, que en su desesperación intentó contratar a alguien más para reemplazar a Robert, mien-tras él se mejoraba. Convocó a un casting sin consultarle al domador. Al llamado llega-ron más de 200 hombres de toda Europa. Uno a uno fueron pasando, muy pocos con experiencia, muchos con ganas de sobresalir y ganarse el respeto del público como lo había conseguido Bob. Pese a su empeño ninguno podía domar a los leones como lo hacía Bob.

Incluso muchos estuvieron a punto de ser atacados por ellos. Frente a esto, George sim-plemente respondía que se trataba del cansan-cio de los animales y de la desconfi anza que ellos notaban en los aspirantes. Un olor ácido y un poco somnífero dejaba sin respiración a los concursantes quienes desconocían su procedencia. Tras bambalinas corría el rumor de que había algún animal muerto en el circo, o que alguno de sus miembros consumía sustancias alucinógenas, o que las gitanas hacían hechizos para conseguir el éxito, así que algunos de los aspirantes decidieron es-conderse debajo de las tablas para comprobar en la noche sus sospechas. Durante tres horas esperaron en silencio hasta que por fi n pudie-ron salir. Primero buscaron en los camerinos, y no encontraron nada más que sombreros, disfraces y máscaras. Luego se dirigieron a las jaulas, pasando por cada una.

Pero no encontraron nada extraño, o algo que diera respuestas a sus sospechas. Uno de ellos notó que los leones no estaban allí, es decir que la jaula de los leones no estaba junto a las otras. Sorprendidos al no encon-trarlos, pensaron que el olor provenía de los animales y que a eso se debía el fracaso de todos los aspirantes al no poder domar a los animales. Encendieron las linternas y empe-zaron a alumbrar cada uno de los rincones que hacían falta por recorrer pero aun no conseguían su respuesta. Ya se acercaban a los buses donde dormían los cirqueros pero dudaron que allí pudieran estar. Hasta que un fuerte rugido los estremeció. Eran los leones. Pero no entendían por qué estaban allí. Llega-ron a su jaula y de inmediato el fuerte olor los

dopó. ¿Qué sucedía? Ninguno entendía por qué estos animales olían de esa manera.

Uno de ellos, el más alto y el único de tez negra, se acercó a la jaula y percibió que los leones se dejaban acariciar e incluso estaban de alguna manera atontados. Todos quedaron asombrados. Era cierto, los animales no esta-ban domados, sino dopados. Así que decidie-ron tomar muestras del agua y de la comida para comprobar que todo era una farsa. En el momento justo en que estaban por tomar las muestras, una puerta se abrió y un haz de luz salió de allí, era uno de los ayudantes de Bob quien iba a alimentar a los felinos.

Al ver que se acercaba, los curiosos hombres salieron sin poder llevar consigo la prueba del fraude. A la mañana siguiente los periódicos locales de Paris publicaron en sus portadas que no había tan solo un hombre capaz de reemplazar a Robert Frankfurt, mu-chos comenzaron a especular sobre esto. El rumor del posible fraude corría por las calles parisinas, sin que nadie lo asegurara pues no existían pruebas de ello y temían ser atacados por los cirqueros.

El dueño del circo declaró que ese olor provenía de la habitación del domador quien se medicaba fuertes dosis para combatir el virus que lo tenía postrado en cama. La conmoción causada por el rumor disminu-yó frente a las declaraciones de George y el circo recobraba audiencia. A su vez, Bob iba mejorando. Tan pronto se enteró de esta noticia llamó a su jefe y le dijo que no dejara que se acercara alguien a las jaulas y que lo más conveniente era dejar Paris, pues él no podía estar pendiente de los leones y que la droga estaba agotándose. George se rehusó y decidió que se quedarían unos días más. Bob intentó irse de allí con sus animales pero, no pudo hacerlo por sus propias fuerzas. George lo obligó a presentarse por última vez y este aceptó escépticamente, pues dentro de sí pre-sentía que algo malo estaba por comenzar.

Llegó el momento de la presentación y las jaulas se abrieron desfi lando los animales por el camerino hasta llegar al teatro. Bob estaba allí esperándolos. Instantáneamente sintió que los animales estaban descontrolados y pidió un azote para poder tenerlos bajo control.

Un inmenso miedo lo invadió y previno a George de esto. El terco cirquero rapó los azotes de las manos de Bob y se dirigió a los leones. Lanzó los lazos sobre los animales quienes le rugieron y se lanzaron frente a él despedazándolo sin que nadie pudiera evitarlo. El caos tomó el control del circo. La gente corría, unos encima de otros. En tan solo unos segundos el Tropi-cana quedó desolado.

Los ojos de Bob se llenaron de tristeza al ver que su éxito se despedazaba como George. Bob desapareció sin que nadie lo viera, y deambuló durante el resto de su vida por toda Europa cubierto con una larga capa de piel de león, aguantando hambre y sed, y recibiendo solo la indiferencia de la gente.

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Ni puta ideaAsignatura: Periodismo Económico / VII Semestre

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tegia es notorio: más de 2,3 billones de ese total será para fortalecimiento de la capacidad de la fuerza pública.

¿Y que indica lo anterior? Compra de más aviones y helicópteros, repoten-ciación de aeronaves como los Black Hawk, los MI-17, los MD-17, los UH-1N, los UH-1II en poder del ejército y que han sido efectivos en el combate aéreo y en el rescate de personal herido. El sólo ejército tiene a su disposición más de 115 aparatos, incluidos los avio-nes de las más distintas características y especifi caciones.

Las inversiones cubren la moder-nización de la red de radioayudas para operar más efi cientemente de noche y en ambientes climatológicos difíciles, el entrenamiento interno y externo de efectivos, la incorporación de tecnolo-gías destinadas a mejorar la contrainte-ligencia militar, la adquisición de equipo de intendencia y el mejoramiento de infraestructura.

Es posible que aún así, las asigna-ciones para contrarrestar el confl icto se queden cortas. Una hora de vuelo, por ejemplo, para capacitar un piloto

de la Fuerza Aérea cuesta 6 millones de pesos, una ración de campaña para mantener a los contingentes de los gru-pos especializados cuesta cada una, y son tres al día, 10.000 pesos y cada sol-dado profesional de menor rango vale 450.000, sin incluir primas, vacaciones, munición, seguridad social y fusil que pueden costar 5 millones por unidad.

Más brigadas y batallonesAunque entre el 2002 y el 2007 el

sector defensa y seguridad se fortaleció, pues en ese periodo se incorporaron más de 100.000 efectivos y se crearon 11 brigadas móviles, se instalaron 11 nuevos batallones de alta monta-ña, se dio inicio a 13 grupos antiterroristas urbanos, se fortaleció la infante-ría de marina y se

implementó el programa “Soldado de mi Pueblo”, el gobierno considera que no puede bajar la guardia ni sentirse satisfecho.

Este año se activarán nuevas bri-gadas, se crearán dos brigadas móviles nuevas, dos compañías de ingenie-ros, dos batallones de infantería, dos compañías más de antiexplosivos, 14 compañías de asalto fl uvial, una com-pañía de fusileros, dos estaciones de guardacostas y dos grupos aéreos.

“La guerra es la guerra y si bien la estamos ganando tenemos que apresu-rarnos, eso sí con paso fi rme y segu-ro”, precisó una fuente del Ministerio de Defensa que pidió reserva de su nombre, y que tiene la convicción de que gracias a la política de seguridad democrática la reactivación económica se ha consolidado y que ahora las tomas guerrilleras a poblaciones son casi inexistentes, así los combates y las bajas de lado y lado sean el pan de cada día.

Pero convertir la guerra en simples datos, en cifras frías, quizás no refl eje la verdadera dimensión del confl icto y todo quede reducido a como alguna vez lo dijo el seminarista convertido en marxista, José Stalin: “un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística”.

PORTADA

i Colombia quisiera reunir en un solo sitio a todos sus efectivos, militares y policías – hoy distri-buidos en centros urbanos, en campos y zonas inhóspitas- ten-

dría que fundar una ciudad como Neiva, la capital del departamento del Huila, en cuyas fronteras con el norte del Tolima surgieron ofi cialmente las Farc en el año de 1964, luego de la “Operación Marquetalia”, que convirtió a Tirofi jo en un mito diabólico y en el guerrillero vivo más viejo del mundo.

Neiva tiene 315.333 habitantes. Y la fuerza pública 405.873, incluyendo 5.000 militares y 5.000 policías que se alistan para ingresar al ejército más sitiado de la tierra por una combinación de malhechores que van desde delin-cuentes comunes y terroristas, como los denomina el Gobierno, (FARC, ELN y autodefensas), hasta narcotrafi cantes y asesinos a sueldo.

Ellos tienen la misión de hacer cumplir la política de Seguridad Demo-crática, anunciada el 7 de agosto de 2002 y reforzada en estos últimos cinco años en un país que no conoce la paz y que desde la conquista –quizás antes por las confrontaciones de los indios- ha visto diluir millonarios presupuestos en una lucha armada que pareciera no tener fi n.

Las cifras son elocuentes. En el Presupuesto General de la Nación para 2008 las apropiaciones para seguridad y defensa ascienden a 15,6 billones de pe-sos, cifra que representa un crecimiento absoluto cercano a los 2 billones con relación al aforado para el 2007.

Un monto astronómico, de verdad. Es tan monumental que casi es igual a lo que el Gobierno girará a las regiones a través del Sistema General de Partici-paciones para programas de educación, agua potable, saneamiento básico y pro-pósitos generales (19,4 billones), según el Presupuesto Nacional.

Y no podría ser de otra forma: el solo incremento del pie de fuerza tendrá un costo salarial de 147.000

millones de pesos. Las propias cifras contempladas en el programa de ingre-sos y gastos para 2008 lo dicen todo: la fi nanciación de la nómina de funcio-namiento a cargo de la Nación costará 11,6 billones de pesos, de los cuales el 61 por ciento (6,9 billones) serán para el sector defensa y la policía.

Nueva prioridadPero el grueso de la variación del pre-supuesto para la seguridad y la de-fensa se observa en el rubro de la inver-sión, que crecerá en un 203,3 por ciento, es decir que en términos absolutos pasará de 1,1 billones a 3,55 billones. El giro en la estra-

Unaguerravoraz

La guerra sin cuartel que libra la fuerza pública contra la subversión, el narcotráfico y la delincuencia común, tendrá este año un costo de 15,6 billones de pesos, el mayor presupuesto de la historia bélica del país. Pero habrá un giro: el énfasis será la inversión, que crecerá más de 203 por ciento. Habrá más aviones, helicópteros, brigadas móviles, compañías de asalto fluvial y grupos antiexplosivos.

14 visiones 01/ MAYO - SEPTIEMBRE 2008

PORTADA

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FLORILEGIO FLORILEGIO

so sólo sucede cuando a los niños se les deja demasiado tiempo frente a esos aparatos electróni-cos- se le oyó decir a Eufemia, la abuela cantaora más vieja, el día que curaron a Emilia.Emilia vivía en Bogotá. Era una

niña afro de nueve años como cualquier otra niña de esta época. Inteligente, hiperactiva, tímida, solitaria y una experta en lo que a tecnología se refi ere, pues Carmen su madre, trabajaba en una empresa productora de artículos electrónicos como I pod’s, juegos de video, computadoras, celulares, etc… Emilia, casi como Carmen, conocía el fun-cionamiento de cada uno de esos aparatos y, siempre después del colegio, en lugar de salir a montar bicicleta como todos los niños de su barrio, prefería sentarse a jugar por horas en la consola X Box, del inventario de sus juguetes electrónicos.

Carmen por su parte se mostraba muy contenta de compartir con la hija su trabajo, discutían sobre algún artículo nuevo y a veces Emilia tenía la oportunidad de opinar sobre el diseño de una nueva consola de juegos de video o de computadoras para niños. Lejos estaban de saber lo que sucedería en casa del abuelo Arturo esas vacaciones de abril.

-Emilia, este año vamos pa’ Kilele, el pueblo de mi infancia. Es un lugar de tierra caliente que queda en el Pacífi co colombia-no. Allí las piedras y las calles hierven toda la tarde porque están vestidas de sol, pero si llueve el aguacero suena como esas marimbas de la chirimía que tanto te gustan y los gri-llos te arrullan mientras vos dormís. Ya vas

Luz Victoria Lozano Rendón.Asignatura: Expresión Escrita II / II Semestre

a ver que bonito es Kilele-, le dijo Carmen a Emilia con una expresión de felicidad en el rostro mientras se subían al auto para emprender el viaje.

-Una única recomendación- advirtió Carmen antes de partir. -Las consolas de video, los juegos portátiles al igual que los teléfonos móviles se quedan en la casa, no quiero que tu abuelo Arturo se sienta solo con su hija y su nieta atrapadas en una pantalla-.

-Está bien, pues- dijo Emilia y dejó los juegos electrónicos y celulares en la. Verse como una viajera de ese pueblo tan raro de su mamá y compartir tiempo con su abuelo, le parecía, si no emocionante, muy agrada-ble.

Cuando llegaron a Kilele, Emilia com-probó que en realidad las piedras estaban calientes y las calles hervían, así que buscó la sombra en casa del abuelo Arturo, quien junto a Carmen se sentó en la puerta de la casa, en las sillas mecedoras a bañarse de sol y a buscar retazos de recuerdos de su infancia para reírse de la vida.

Mientras tanto Emilia quiso descubrir la casa de su abuelo, una cocina, una sala y habitaciones como en cualquier otra casa, sintiéndose algo confundida por no hallar ni el televisor, ni el D.V.D con películas para distraerse durante las vacaciones; pero sí encontró muros de libros que no le eran familiares. Al no encontrar lo que buscaba salió alterada hacia la puerta.

-Mamá en esta casa no hay televisor, no hay películas, me voy a aburrir mucho en tu Kilele- dijo Emilia.

-¡Ve!, Emilia por qué no intentás jugar con esas niñas que están al frente de esa casa- le preguntó el abuelo Arturo.

-¿Jugar con ellas?- preguntó extrañada Emilia. ¡Olvídese abuelo!, los niños nun-ca me dejan jugar con ellos. Además no me gusta, prefi ero jugar con “Halo” en el X Box, o un partido de fútbol en el sofá. Mírenlas todas manchadas de tierra, quién sabe a qué jugarán levantando esas piedras cochinas. ¡Guácale!

-Tal vez juegan a desenterrar un cofre con tesoros- contestó el abuelo.

-Y eso de qué sirve, a mí eso no me divierte. Yo sólo necesito mi computadora para entretenerme sin ensuciar mi ropa- contestó Emilia y se fue.

-¡Carajo! Qué le sucede a tu hija, acaso nunca sale de la casa o se lee un libro- pre-guntó el abuelo Arturo.

-Emilia es muy tímida eso es todo, por eso no se atreve a hablar con otros niños- explicó Carmen.

La mañana siguiente Emilia se despertó más temprano de lo usual, estaba pálida aunque la oscuridad de su piel dijera lo con-trario. Carmen pensó que un baño de agua fría y un poco de sol, devolverían a la piel de Emilia el tono natural.

Emilia no quiso comer esa mañana, no habló durante la tarde e igual que el día anterior se quedó sentada en el sofá hasta que se durmió.

Ahora sí Carmen se preocupó. Pensó que tal vez su hija tenía el mal de ojo que azota los pueblos de Colombia, -enferme-dad en la que ella no creía, pero le habían

contado muchos casos- caminaba impacien-te de un lado para otro sin saber qué hacer, empezó a empacar sus maletas para llevarse a Emilia al Amazonas a tomar yagé para ver si se mejoraba, o viajar a Platinero a ver si veía a la virgen que se aparecía sobre el agua para que curara a Emilia.

Tras observar a su hija con prudencia, abuelo Arturo, que era médico, esperó hasta que ella recobró la calma y le dijo:- Emilia no tiene un mal de ojo, ni le hizo daño el

clima, ni la atacó el paludismo. Los sínto-mas que mi nieta presenta indican que se le enfermó la imaginación. Tu hija no se imaginó la diversión sin tecnología, por eso se enfermó- concluyó Arturo.

-¿Cómo se le va a enfermar la imagina-ción a una niña papá?, ¡eso no es lógico!- dijo Carmen entre irónica y preocupada.

-No me creás pues hija, eso vos no lo sabés pero yo sí, y pasa cuando los niños y las niñas se olvidan de los juegos de niños, esos que los ponen a imaginar, a soñar- le dijo Arturo a Carmen.

-¡Ve! ¿Y vos qué creés papá? Los juegos de mi Emilia también son de niños, la hacen más inteligente, analiza estrategias y también descubre otros mundos.

-Sí, pero no son los mundos de su ima-ginación, no los construye ella. Yo pues, no me voy a quedar de brazos cruzados, mientras a mi nieta se le pierde la ima-ginación en quién sabe qué laguna, yo me voy a buscar a las abuelas cantaoras de rondas infantiles, a las maestras que inventan cuentos de princesas y a los mú-sicos que tocan la marimba y el clarinete, para que me ayuden a llevarla al río Atrato y en el aguacero de la madrugada, mien-tras mi nieta duerme, le susurren historias

al oído, le quiten la timidez y le devuelvan el cofre de la ima-

ginación que al contrario de esas niñas de ayer, Emilia no desenterró jamás.

Y no te culpo ni a vos ni a la ciudad, ni a esas otras formas de jugar, sólo que a ve-ces no es sufi ciente que se diviertan los niños sólo con sus juguetes, también es necesario que jueguen con otros niños- dijo el abuelo.

-Si es eso que vos decís papá vamos a

Cuando la imaginación

se enferma

buscar a las mujeres y a los músicos- dijo Carmen obligándose a creer. Entonces fueron necesarias ocho cantaoras, cuatro intérpretes de clarinete y cinco maestras que llevaron a Emilia hasta el río Atrato y en el aguacero de la madrugada, antes de que el crepúsculo se encendiera, en un rito mágico en el que a Carmen no le alcanzó la imaginación para entender, músicos, maestras y cantaoras entonaban al unísono rondas infantiles que hablaban de rebaños de elefantes, de caballos de madera, de princesas y luceros.

Todos estos cantos, sin explicación alguna, le devolvieron rápidamente el habla a Emilia, el aguacero y el fuego del crepús-culo junto con algunas gotas del río Atrato, le devolvieron el apetito y el tono natural de la piel.

Y cuando los pájaros y los gallos empezaron a cantar, la cantaora Eufemia le dijo a Carmen: tu niña ha recuperado la imaginación perdida, pero también son necesarias tres dosis de lectura diaria, cua-tro chocolates en la tarde, dos puñados de tierra con lentejas en los bolsillos y cinco salidas al parque en la semana para que jue-gue con otros niños de su edad. Y aunque no son malos esos aparatos electrónicos, si pasa mucho tiempo con ellos, la imagina-ción puede volver a extraviarse.

Carmen tomó nota del conjuro, que también se acuñaba en su corazón porque a la vez ella aprendía a creer en lo inima-ginable. Ese mismo día, el aguacero de la madrugada no cesó y se extendió hasta la tarde con algunos rayos de sol y, olvidán-dose de cualquier juego electrónico, Emilia aliviada fue invitada por las niñas de las que antes se había burlado a jugar en vestido de baño bajo la lluvia. Esa tarde jugaron a levantar piedras del suelo, a desenterrar la imaginación manchada de tierra.

Y ahora sí Emilia sintió las piedras del Kilele de su madre, que ya no estaban ar-dientes sino tibias, respiró la humedad que bailaba y se levantaba desde el suelo hasta el cielo, ese humo suave con olor a hierbas que se trepaba en su nariz, mientras ella lo enredaba en sus dedos; por primera vez en sus nueve años jugó a ser otra diferente a “Halo”o al lobo “Crash Bandicoot” de sus video juegos, y ella misma asumió el reto de jugar con otras niñas, de jugar con la imaginación tan niña como ella, tan sin vergüenza y valiente al mismo tiempo.

De regreso a la ciudad, Emilia antes de encender el teléfono móvil o la consola de videos, fue hasta la biblioteca olvidada de su casa y se tomó la dosis de lectura que le había recomendado la cantaora Eufemia, en un libro que le había regalado su abuelo años atrás. Así, en ese abril de vacaciones, Emilia no sólo conoció el pueblo de su ma-dre llamado Kilele, sino también aprendió a viajar y a jugar en otros mundos que su computadora no podía construir.

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Fernando TorresAsignatura: Semíotica III / VI Semestre

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DEBATES DEBATES

n su ensayo El mito de Sísifo, Camus expone una situación desgarradora pero en exceso natural, tradicional. Se trata de la siguiente: un hombre ve a

otro hablando por teléfono a través de una mampara de cristal. A simple vista, la acción contemplativa no exigiría del espectador mucho tiempo de refl exión. Pero en un momento, lo que parecería un evento trivial adquiere relevancia gracias a una pregunta que surge de un vacío que pronto tendrá nombre: “¿Por qué habla ese hombre?”, o si se quiere: “¿Qué necesidad tiene de gesticular de esa manera?”. Esa total intolerancia, esa sbornia situacional irremediable, han encallado en la conciencia del hombre que se cuestiona para, contrario a lo que se pudiera creer, acercarlo todavía más a su humanidad. Como le sucede a quien se despierta un día y ve a sus familiares como desconocidos, el absurdo arreme-te con una fuerza inextricable, demanda ser reconocido o negado con la misma presteza de su llegada.

Es lógico que la carne se resista a la tentación del caos, pues en principio, el cuerpo gana al espíritu en caprichos de supervivencia. Por eso en esas primeras etapas en que el absurdo se está ges-tando como un gusano al interior de cada hombre, la esperanza de las ideas, la aparente perfección del sistema y la promesa del progreso sirven como muros de contención que mantienen a raya los constantes ataques de divorcio que provienen de afuera. Empero, son incapaces de expulsar el germen que ya ha anidado en lo más profundo del espíritu, todavía silencioso.

Antes de una defi nición completa de lo que también ha pensado Sartre

como “la náusea”, es preciso defi nir, y aquí entramos en el campo que atañe directamente a este análisis, las condicio-nes de gestación del estado absurdo. En particular la transformación de la subje-tividad manifi esta en Montag, personaje principal de la película Fahrenheit 451.

Montag trabaja para la estación de bomberos, que en el mundo fi cticio creado por Bradbury y adaptado al cine por Truffaut, se dedican a que-mar libros. Está casado con Linda, una mujer que pasa el día entero viendo una pantalla de televisión, aprendiendo judo y esperando con fervor poder actuar en una de las telenovelas. De acuerdo con Regis Debray en su capítulo “Las tres edades de la mirada”, ninguna medias-fera despide bruscamente a las otras , sino que se superponen e imbrican. Sin embargo, vemos que en el mundo en exceso visual de Montag, existe una política de censura fi rme en contra de los productos de lo que sería la grafosfe-ra ; la bibliofobia se convierte entonces en el perfecto mecanismo de control

de los idólatras, hasta el punto de que poseer siquiera un libro llega a ser un crimen. Uno de los productos más interesantes de este universo amante de las imágenes y enemigo de la palabra escrita, es la historieta sin parlamentos. La actividad de leer cómics exige todavía menos esfuerzos intelectuales gracias a los bocadillos vacíos que acompañan las imágenes. Interesa por supuesto la irónica presentación de una secuencia de recuadros cuyo sentido es en realidad, la disipación sin pensamiento. Lo ocioso del entretenimiento letrado es extirpado de esta sociedad por su inutilidad. Las historias que con habilidad pueda el hombre imaginar son entonces, inútiles, al menos en la concepción servil del progreso. Lo útil es pues, la imagen, ya que quien la fabrica es por destino, el proveedor de gloria de los poderosos .

Ahora bien, en un mundo en que el ocio escrito existe sólo en la clandestini-dad, es imposible evitar que la memoria se desvanezca en medio de informacio-nes impuestas y la constante difusión de patrones de cotidianidad hegemó-nicos. La reunión de amigas frente al muro-pantalla tiene la única función de organizar grupos sociales que comentan lo que ven, pero que, a diferencia de lo que se podría pensar al respecto, lo ha-cen utilizando las mismas herramientas de crítica que la televisión les ofrece. Es decir, comentan de la manera en que el sistema imperante quiere que lo hagan.

En el metro, Montag nota la extra-ña e inconciente fi liación al cuerpo, el neoprimitivismo que comenta Debray. Los pasajeros, carentes de una pantalla alienadora que los persuada de pensar, se reencuentran con el tacto honesto, involuntario; sus cuerpos les exigen la intimidad arrebatada, el recuerdo erótico eliminado de sus memorias. Por la misma razón el método de seducción de Linda cuando quiere acostarse con Montag es una llave de judo, para ella ya no existen los juegos con el cabello ni otras prácticas femeninas, el mayor referente al contacto físico que ha sido construido en su cabeza es este arte marcial. O incluso la ridícula imagen de un joven acariciándose a sí mismo como si estuviera besando a su novia, en la escena del parque.

Es como si el tacto hubiese per-dido toda conexión con la realidad. La corporalidad ha sido traspasada al terreno de lo virtual, lo abstracto y los escasos momentos en que se aleja de esa hiperrealidad se convierten en patéti-cos reencuentros con una subjetividad reptante.

“Hoy en día la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espe-jo o la del concepto. La simulación

“La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inaugura al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. Provoca la continuación, que es la vuelta inconsciente a la cadena, o el despertar definitivo. Al final del despertar llega la consecuencia: el suicidio o el restablecimiento”.

Albert Camus

MONTAGEl divorcio de

no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal […] y si fuera preciso retomar la fábula, hoy serían los jirones del territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superfi cie del mapa. Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desier-to. El propio desierto de lo real” .

En la era del espectáculo, cuando los simulacros reemplazan a la realidad, no hay nada que no le produzca asco a Montag y a quienes han decidido trasladarse al terreno de la ilegalidad conservando su memoria y pensamien-to, con sus preciados libros. Este asco es

el resultado del triunfo del espíritu sobre la resistencia de la carne. El mundo de Montag es una gran caverna platónica, habitado por adoradores de sombras coloridas y luminosas, si se vale la con-tradicción. Y él comienza a despertar gradualmente, respondiendo a la perfi dia de su entorno, repudiando las costum-bres que lo rodean. Un poco como un paria, Montag recurre a los libros que ha rescatado de varias quemas para reencontrar las familiaridades de las que carece. La escena que desata al gusano del absurdo es la muerte de la anciana que prefi ere ser quemada con sus libros, imagen que se repite en los sueños de Montag personifi cada por Clarisse, su única amiga. Este recurso onírico de Truffaut evidencia el interés particular

que tiene el personaje por esta mujer inteligente, lectora y fugitiva, compañera suya en el desánimo, la desesperación. Camus sabe describir la situación en las siguientes palabras: “Un mundo que se pueda explicar, así sea con malas razones, es familiar. Pero en un univer-so privado de pronto de ilusiones y de luces, el hombre se siente extranjero. Es un destierro sin remedio, privado de una patria perdida o de una tierra prometi-da. Ese divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y el decorado, es el absurdo”.

Ahora bien, es la misma mujer la que da a conocer a Montag ese tipo de tierra prometida del que habla Camus. Su absurdo, su rebelión contra sí mismo y el mundo no terminarán en el suicidio ni la demencia ulterior. Existe un grupo de hombres desertores que ha emprendido la tarea de memorizar sus libros prefe-ridos para fundar una nueva sociedad cuando el imperio de los idólatras llegue a su fi n.

Montag piensa que puede tomarse el tiempo de decidir cuándo abandonará la estulticia y buscará a la Gente Libro, como se hacen llamar. Pero Linda, en un arrebato de ignorancia y miedo al conocimiento, lo denuncia a la misma estación para la que trabaja. Sin saberlo, impulsa la furia fi nal de su esposo. Al darse cuenta de que la emergencia que atiende es en su propia casa, Montag se apresura a mostrarle al capitán todos los libros que ha escondido, y cuando procede a quemarlos, decide acabar con el hombre al mando de la cacería del conocimiento.

Es la muerte del enemigo, el miedo se disipa y el camino a la libertad se abre ante el héroe absurdo. No le queda sino correr y esconderse, tiene el privilegio de haberse convertido en paria de una sociedad alienada, inde-seable. Su victoria está en el escape y el encuentro con los hombres guardianes de libros, que coincide con su supues-to arresto en la ciudad, una farsa para mantener el status quo y continuar con el show. Allí, entre seres humanos, el camino de Montag ha terminado y el asco se disipa con el tiempo y el redes-cubrimiento de la memoria.

Borrachera en italiano.Según Debray, esfera mediática, máquina de transmisión de ideas, símbolos, valores y otros. Logosfera (era de los ídolos), videosfera (era de lo visual), grafosfera, explicada más adelante.La era del arte, desde la imprenta hasta la televisión en color.DEBRAY, Regis, Vida y muerte de la imagen. “Las tres edades de la mirada”. Pág. 177BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro. Pág. 5

En la era del espectáculo, cuando los simulacros

reemplazan a la realidad, no hay nada que no le

produzca asco a Montag y a quienes han decidido

trasladarse al terreno de la ilegalidad conservando su memoria y pensamiento, con sus preciados libros.

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Juan Sebastian Rivera.Asignatura: Expresión Escrita III / IV Semestre

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a literatura y en general todas las ramas del arte, son matrices de discusiones extensas, relativas y en ocasiones carentes de conclusiones concretas, sobretodo si el tema de discusión es acerca de algún

movimiento que signifi ca un hito dentro del arte.

A sangre fría, la obra maestra de Truman Capote, es el origen del género literario que el mismo Capote llamó No-vela de no Ficción. Se trata de un género donde todo lo que se narra sucedió en la realidad y gracias a la cantidad y a la pre-cisión de los datos recopilados, puede escribirse un relato similar a una novela.

Un siglo antes de la publicación de A sangre fría, en Francia surgía un movi-miento en principio literario y poste-riormente pictórico y musical llamado Naturalismo. Tal movimiento fue creado por un autor francés llamado Émile Zola. Las tramas naturalistas no eran tomadas aun fi elmente de la realidad, sin embargo sí presentaban características sobre lo real muy similares a las que están plasmadas en la obra de Capote.

De esta manera la novela naturalista de Zola puede considerarse como la primera propuesta de lo que después conoceríamos como periodismo litera-rio y más específi camente, Novela de no Ficción.

El término Naturalismo nace gracias al ensayista francés Hyppo-

lite Taine quien no solo lo inventó sino que lo agregó en la introducción de un ensayo

publicado en 1865. El ensayo

DEBATES DEBATES

De Emile a

TRUMANNaturalismo y novela de no ficción: productos de una misma corriente

como un producto de la falsedad y del idealismo. La novela naturalista parte en cambio de preceptos verdaderos, en lo posible tomados de teorías científi cas.

Aunque es muy probable que el parecido entre el Naturalismo y la Novela de no Ficción no haya sido intencional por parte de Capote, sí es clara la relación que tienen ambos movimientos. El movimiento francés es el primer paso hacia la obra maestra de Capote, en la medida en que el Na-turalismo, aun incapaz de reconstruir textos extensos a partir de la reali-dad, sí fue el primer intento de crear argumentos de fi cción, estructurados a partir de conceptos reales provenientes de la ciencia, con la fi nalidad de darle legitimidad al argumento tratado.

Truman Capote es el padre de un género, pero más que por ingenio (cualidad de la cual el autor nunca dejó de vanagloriarse), por casualidad; es decir, la posibilidad de hacer una novela de no fi cción no surge a priori con respecto a los hechos sucedidos en Kansas, la idea surge casualmente cuando el autor se da cuenta de que tiene material sufi ciente para escribir un libro. La idea surge durante el tra-yecto, no existía un proyecto previo.

La intención primigenia de escribir A sangre fría surge en 1959 cuando Capote, reportero del The New York Times, lee un pequeño artículo en la prensa donde se relata de manera bre-ve el asesinato de una familia de cuatro integrantes, los Clutter, en un pequeño pueblo de Kansas llamado Holcomb. Capote es enviado por el diario al lugar de los hechos, lo que pretendía en un principio ser un breve reportaje, termi-nó siendo A sangre fría.

El autor durante cinco años visi-tó diferentes fuentes, cada una de las cuales aporta de manera signifi cativa a lo obra. Las fuentes que visita Capote son prácticamente todos los personajes que aparecen en el reportaje.

Quizá la fuente más signifi cativa es Perry Eduard Smith, uno de los dos asesinos. Más o menos desde la mitad del libro, el autor se concentra en las declaraciones que Smith le hizo durante su estadía en la cárcel. De gran importancia son también los testimo-nios de Susan Kidwell, amiga de la hija de los Clutter y el de su novio Bobby.

La evocación de fuentes es uno de los aspectos donde existe más seme-janza entre el Naturalismo y la obra de Capote. Antes del movimiento francés los escritores no habían tenido tanto en cuenta el hecho de poder recurrir a fuentes concretas y reales de manera rigurosa para elaborar sus creaciones.

En A sangre fría el autor recurre

a hechos reales, narrados por fuentes reales que vivieron situaciones reales en lugares reales. En las novelas natu-ralistas, se da el primer paso hacia este tipo de planteamiento. Zola recurría a fuentes científi cas tales como com-pendios de medicina, teorías evoluti-vas y de herencia familiar, para crear personajes y situaciones fi cticias pero portadoras de características directa-mente ligadas y verifi cables a través de la objetividiad de la ciencia.

Por otra parte, al querer caracteri-zarse por una rigurosa objetividad, el Naturalismo elimina por primera vez en la historia de la literatura al narra-dor omnisciente, ese narrador que interviene dentro de la trama, que sabe todo lo que sucederá y que en ocasio-nes da su opinión sobre las acciones de los personajes.

En las novelas de Zola, el narrador casi no existe, las acciones las llevan a término los personajes, quienes a su vez revelan sus características sicológicas no a través del previo aviso del narrador, sino a través de las actitudes que asumen en determinadas circunstancias.

De esa manera, el Naturalismo dará origen a la impersonalidad del narra-dor y así a la novela moderna. Truman Capote asumirá después esa misma estrategia narrativa y dará origen a la novela de no fi cción.

Otro aspecto que demuestra semejanza entre el movimiento fran-cés y la obra de Capote, parte de una afi rmación hecha por Zola en un texto llamado La novela experimental, en el que el autor dice “lo feo, si es verdade-ro, es bello”. Tal afi rmación la aplica en todas sus obras y como podemos notar, Capote, de manera intencional o no intencional, retoma esa afi rmación.

El ejemplo más claro de lo anterior es la introspección sicológica que ejer-ce Truman Capote en Perry Smith. Es posiblemente el aspecto más valioso de la obra. Si Smith no hubiera hecho declaraciones tan intimas al periodista, la obra carecería del valor que se le ha otorgado desde su publicación, hubiera

La novela naturalista de Zola puede considerarse

como la primera propuesta de lo que después

conoceríamos como periodismo literario y más

específi camente, Novela de no Ficción.

sido simplemente un reportaje más extenso que los demás.

Lo trascendental de la óptica sico-lógica que le da Capote a su creación es precisamente el de permitir al lector tener una mirada más analítica, más humana si se quiere, de un personaje que para su entorno y para la ley, no es más que un asesino injustifi cable que debe pagar por sus actos.

Al lector se le permite descubrir que detrás de un despiadado criminal, hay una serie de herencias familiares, una desgracia personal y una posición social y económica que llevan al indi-viduo a ser un marginado, un sujeto rechazado por la sociedad y desam-parado por el Estado, alguien que la única salida que tiene para vengar las injusticias que contra él se han come-tido, es la de destruir, la de acribillar a quienes sí han sido aceptados por la sociedad donde viven.

Con lo anterior no sólo se le da sentido a la relación que existe en-tre Capote y la afi rmación sobre “lo feo” de Zola, sino que se llega a un punto clave del carácter comparativo de este artículo. Zola creó una fami-lia, los Rougon – Macquart. El autor dedica una novela a cada uno de los integrantes de la familia a manera de árbol genealógico. Cada integrante de la familia, desde el primer ancestro, termina en desgracia.

Los Rougon –Macquart heredan de manera progresiva las peores conduc-tas de la familia a partir de la obser-vación, además son producto de una sociedad que los excluye, que los tiene sumidos en el más profundo olvido, son un grupo de personas que Zola no inventa del todo, porque caracterizan la sociedad francesa de ese tiempo.

Parece como si Perry fuera el último descendiente de los Rougon – Macquart, un descendiente nacido en Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX y puesto en evidencia en su adultez por un periodista estrafala-rio y egocéntrico.

Si Capote alguna vez se interesó por la lectura de los naturalistas euro-peos de mitad del siglo XIX, es posible que mientras escribía su novela de no fi cción, haya querido tener en cuenta algunos parámetros formales y temáti-cos de sus predecesores.

En el caso contrario habría que atribuir todo el mérito de originalismo a Capote y darle el estatus de pionero, aunque no podremos olvidar en ningún caso, que diez décadas antes de la pu-blicación de su obra maestra, ya existía un movimiento bien fundamentado que soñaba con una literatura dictada por la realidad, por la naturaleza.

de Taine ofrece una gran contribución a la teoría literaria y en particular, al género periodístico que crearía un siglo después.

El ensayista francés afi rmaba que la herencia familiar, el ambiente social y el momento histórico, debían ser elemen-tos que los autores no podían olvidar a la hora de recrear situaciones y sobre-todo de crear personajes interesantes y dinámicos.

De esta manera Taine pretendía mostrar una postura contraria hacia el arte romántico, visto por los naturalistas

Juan sebastian Rivera.Asignatura: Expresión Escrita III / IV Semestre

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DEBATES DEBATES

UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA.

FACULTAD DE COMUNICA-CIÓN SOCIAL – PERIODISMO.

REVISTA VISIONES.POR: NELSON DAVID MAYOR-

GA PERDOMO.FEBRERO 08 DE 2008.ANÁLISIS. “Estamos viviendo en

un mundo lleno de ruidos y la gente necesita más silencio”.

Marcel Marceau.

REALITIES PARA COMPRAR UN PAÍS

Cuando el periódico El Nuevo Siglo le preguntó sobre el futuro de la tele-visión pública, mientras se debatía la idoneidad de un tercer canal privado y la entrada a Colombia de la televisión digital, Ricardo Galán, presidente de la Comisión Nacional de Televisión (CNTV), respondió: “La televisión es un negocio y como tal está regida por el mercado [...] El hecho de que sea pública no quiere decir que haya que protegerla o sobreprotegerla para que compita. Creo que, al contrario, no se le hace ningún favor protegiéndola porque entonces lo que hacemos es mantener la mediocridad”.

Esta declaración salió a la luz pública antes de conocerse la elección del sistema digital ______________ para Colombia y cuando los expertos pronosticaban la aparición de la televi-sión IP (el acceso a un número infi nito de canales por medio de Internet). Para Galán, todo se explica y se resuelve en el tejemaneje de la ley del mercado: cuanto más competencia haya, los programas televisivos del Estado mejorarán, aun-que las asignaciones de la CNTV cada día sean más ínfi mas; lo que vale es la oferta y la demanda.

Esto no sólo está pasando en Co-lombia: es una dinámica que afecta a la región. El paso hacia la televisión digital es una obligación en los días donde todo apunta a la convergencia tecnoló-gica en el campo de las comunicaciones. Además, sólo por vivir en esta sociedad, el hombre tiene el derecho de acceder a nuevos contenidos televisivos: “La propensión universal de la naturaleza humana al comercio, esa facultad de intercambiar que da lugar a la división del trabajo, está limitada por la extensión del mercado”, pues las vías de comuni-cación “constituyen agentes esenciales para la ampliación de los mercados, la

progresiva complicación de la división del trabajo y, como tales, están en la raíz de la civilización”.

Es, entonces, un sinónimo de desarrollo. Pero, ¿quién nos vende esta visión de la entrada al mundo civilizado pagando por más canales en nuestro televisor? Fácil: los dueños de la tecno-logía, en este caso los países del llamado “Primer Mundo”: Estados Unidos, algu-nos de la Unión Europea y Japón. Ellos han entendido lo expuesto por Armand Mattelart en el libro La invención de la comunicación: toda forma de comuni-carse con el otro pasa por la economía, creándose así un fl ujo informático, cultural, social, etc, de dominancia.

Los dueños del negocio, la tecnolo-gía y las redes diseñan un nuevo sistema de producción ya visto durante los siglos XVIII y XIX: aumentan las posibili-dades de un mayor número de canales (desde sesenta hasta todos los imagi-nados por el cerebro) con contenidos ilimitados, para que el futuro productor, director, actor y guionista sea el usuario, el televidente, o simplemente el consu-midor; su equipo: un computador con posibilidades de multimedia y conexión a Internet. Asistimos, entonces, al viejo esquema del imperialismo cultural, una teoría que nació de la economía: “Centros se consideran las economías donde primero penetran las tecnologías capitalistas de producción; la perife-ria, en cambio, está constituida por las economías cuya producción permanece inicialmente rezagada desde el punto de vista tecnológico y organizativo [...] Se concibe que centros y periferia se cons-tituyen históricamente como resultado de la forma en que el progreso técnico se propaga en la economía mundial”.

Esta lógica, que para Mattelart obedece a los fl ujos, los mismos que construyeron la sociedad para optimizar sus intercambios comerciales, los gene-radores del sentido de comunicación, está inscrita en el orden político que vivimos hoy en día. “¿Cuál es el com-bustible de la globalización? El dinero. Tal vez no sea inútil recordarlo: reducida a lo esencial y privada de los oropeles, la globalización es un asunto de dinero. Es un movimiento del dinero. Es el dinero que está buscando un campo de jue-go más vasto, porque confi nado en su terreno habitual no puede multiplicarse en demasía y muere por asfi xia”.

Así, a simple vista, el negocio huele a viejo. Y a maluco. Entonces, los con-sumidores, que gracias a su papel en el sistema de fl ujos se vuelven ciudadanos,

estarían a merced de lo que les dictan, y de lo que ellos mismos repiten y creen como consecuencia de lo primero. Pero en este panorama tan deprimente y tan de América Latina (parafraseando a Ka-puscinski: los latinoamericanos vemos conspiraciones en todas partes ), hay una esperanza: los fi lósofos, o los líderes de opinión (o, en el diseño y léxico del actual mundo globalizado: los hippies esos que se pasan todo el día pensando y escribiendo).

Basándose en el modelo social maltusiano, Mattelart explica a la clase media como la fi gura a seguir dentro de la sociedad inglesa del siglo XIX. El crecimiento continuo de sus ciudadanos favorecía los designios de la demografía, pues su consumo sostenía y jalonaba la economía victoriana: todo un ejemplo de progreso para las clases inferiores. A este esquema sólo se interponía una di-fi cultad: “Según Malthus, sólo la acción manipuladora de los cabecillas o líderes de opinión, las ‘mentes descontentas y turbulentas que, nacidas en las clases medias, intentan agitar al pueblo’, puede explicar la intranquilidad social”.

Para eso están las carreras de Co-municación Social – Periodismo: su razón de ser, en el marco de este nuevo campo a punto crearse por la tecnología, es el diseño de nuevas formas de ver y consumir programas de televisión para que, en un futuro, sean los usuarios (consumidores) quienes se encarguen de crearlos. Es, a mi juicio, la posición a tomar. “Siempre hay una porción de la humanidad que no está por la labor, que se rebela ante la inercia con la que la mayoría adopta los eslóganes que alguien ha inventado para ellos. Son los rebeldes”.

Se trata de una rebeldía de y a través de las ideas, no de los actos, una visión posible del futuro donde, en lugar de realities, videos musicales, explosiones y disparos, veamos programas que nos enseñen a mirarnos, a comprendernos, a tolerarnos y a encontrar espacios de diálogo con el fi n de resolver las difi cul-tades de nuestro pasado y presente. Lo que las potencias económicas califi can como “terrorismo intelectual”: cualquier postura teórica que amenace con quitar-les de las manos sus preciosos dólares, euros y yenes, esos que ganan vendien-do mercancías y contenidos, “ayudan-do” a países pobres con sus problemas y “exportando democracia”.

Porque de eso se trata: que compre-mos (¿veamos?) sus series televisivas, documentales y películas mientras nos

quejamos de la producción nacional. Y de la inequidad social. Y de la injusta repartición de la riqueza. Y del confl icto armado.

De todos los problemas que aquejan al país mientras vemos televisión...

Nelson David Mayorga Per-domo.

BIBLIOGRAFÍA.

Baricco, Alessandro. Next: sobre la globalización y el mundo que viene. Barcelona: Anagrama, 2002.

Kapuscinski, Ryszard. La guerra del fútbol y otros reportajes. Barcelona: Anagrama, 2006.

Mattelart, Armand. La invención de la comunicación. Barcelona: Bosch, 1995.

Rodríguez, Octavio. La teoría del subdesarrollo de la CEPAL. México DF: Siglo veintiuno, 1980.

WEBLIOGRAFÍA.

http://www.elnuevosiglo.com.co/noticia_busq.php.

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Desde los cuentistas clásicos como Poe o Quiroga hasta los modernos como Chéjov, Mansfi eld y Anderson, ninguno -pese a su genio- logró hallar la fórmula mágica que garantizara el éxito de una narración o la receta para hallar el tema o el protagonista ideal para un cuento. No hay razones para considerar que alrededor de un hecho insólito, extraordinario o misterioso se pueda construir una mejor narración que la que podría edifi carse alrededor de un asunto cotidiano o intrascendente. Rimbaud decía que el cuento era “la vi-sión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato”.

Herman Melville, autor de Bartle-by el escribiente, a partir de un hecho -aparentemente trivial- como la llegada y permanencia de un sujeto en una ofi cina del Wall Street, construye una historia que habla de la existencia del hombre, de la reducción del sujeto a un mero objeto y del absurdo de la vida moderna, maquinizada, deshumanizada e insensible. El novelista estadounidense nos habla de aislamiento y desesperanza, pero también de cambio, de oposición, de sentimientos. Bartleby, pese a no en-

uando leemos una obra literaria, identifi camos en ella algunas situaciones que nos pa-recen conocidas, similares a lo que ya hemos visto en nosotros mismos o en los demás. No

podría ser de otra forma, pues el mismo Gabriel García Márquez afi rma que “la realidad es mejor escritor que nosotros” de ahí que las novelas sirvan como refl ejo de nuestra cotidianidad. Pero el uso de los hechos de la vida real como herramienta para escribir una novela, no signifi ca que su autor tenga que narrar los hechos tal como sucedieron, ya que el novelista puede trabajar con sus personajes como desee y puede omitir en su obra las partes que quiera, como lo dijo Tomás Eloy Martínez.

Asimismo, podemos hablar de una novela de tipo histórico que se vale de la imaginación para contar sucesos ocurridos en el pasado con una tenden-cia romántica. Animarse a escribir un relato de este tipo, presenta un reto para aquel que trate de hacerlo, sobre todo por el enfrentamiento que puede darse con los his-toriadores. Surgen entonces los problemas y las dudas sobre cómo escribir tratando la historia. Para Juan Gabriel Vásquez, autor bogotano de 34 años, la escritura de His-toria secreta de Costaguana fue un desafío al que, como dice él mismo, no se había enfrentado antes. “Lo que hice fue regar mi novela sobre el siglo XIX colombiano, sobre los albores del siglo XX, con rasgos ocultos o secretos de mi propia vida del siglo XXI; inyectar en mi novela sobre Joseph Conrad y su paso por Colombia mis pre-ocupaciones y mis angustias más individuales. Sospecho que no otra cosa hacen todos los novelistas que se enfrentan a un pasado que no han vivido; pero esta decisión tuvo para mí el carácter de un descubri-miento”.

El hecho de escribir una biogra-fía sobre Joseph Conrad marca los albores de “Historia secreta de Cos-taguana”. En la cabeza de Vásquez nace la obsesión por la idea de que Conrad escribió una novela en clave sobre Colombia. Probablemente ya había conocido la idea antes pero no sabia cómo tratar ese tema. De manera que la voz que contaría su historia, la encontró al descubrir a José Altamira-no, “Ese personaje irónico, sarcástico

DEBATES DEBATES

La insignificancia

DEL SERComentario al Cuento “Bartleby” del autor Herman Melville

Laura María Ayala Rodríguez.Asignatura: Expresión Escrita II / III Semestre

Bartleby el escribiente, nos demuestra que los dramas

más grandes de la condición humana son aquellos que pasan desapercibidos; que

están frente a nuestros ojos y muchas veces nos

negamos a ver.

cajar en ningún prototipo –y defi nir un género que sería explorado por Kafka- es un personaje totalmente verosímil.

El autor, famoso por su obra Moby Dick, toma como narrador a un buró-crata que encarna la mediocridad y la hipocresía y nos cuenta con un lenguaje sencillo y en retrospectiva, el fragmento de un enigma que jamás pudo desci-frar. En un escenario totalmente llano –donde incluso las ventanas lindan con edifi cios de ladrillo- este abogado nos narra la historia de Bartleby, un fulano que él contrata para que -junto a otros tres particulares personajes- desempeñe la labor de amanuense. Bartleby escribe sin parar, como una máquina que copia las ideas de los demás y que -no tiene la necesidad de pensar por sí misma- tan sólo debe funcionar correctamente. El desconocido resulta ser el empleado ideal introvertido, dócil y muy traba-jador; pero gradualmente, comienza a negarse a hacer cualquier acción; res-pondiendo ante los requerimientos de su jefe con la frase que lo inmortalizaría: “Preferiría no hacerlo”.

Desde este incidente, el narrador se obsesiona con la idea de indagar qué hay detrás de tan fi rme e ingenua resistencia. La historia gira entorno a la cruzada por develar las motivaciones y el mundo interno de tan encantador nihilista, cuya enigmática personalidad se convierte en la acción de esta historia. Es fascinante cómo un hombre que parece no inmu-tarse ante nada ni nadie, no sucumbir ante ninguna autoridad y no alojar en sí ninguna necesidad ni debilidad, termina siendo un mártir, una víctima de los

demás y tal vez de sí mismo. Bartleby es un ser que alberga un infi nito desencan-to y un dolor tan grande, que las mismas palabras son insufi cientes para descri-birlo. Tal vez por eso, Melville se niega a darnos explicaciones sobre la vida de su protagonista y -evocando el mutismo y la inmovilidad del escriba- permanece en silencio ante el lector, permitiéndole divagar y construyendo un relato abierto a múltiples interpretaciones.

Este estoico escribano -eterno para la literatura y sus afortunados lectores- no requirió de un ambiente fastuoso, de grandes parlamentos o de acontecimien-tos imprevistos o extraordinarios, para grabar su huella en nuestra memoria, reinventarse en cada uno de nosotros, y superar el límite impuesto por su época y por el punto fi nal de la narración. Bartleby es de esos personajes que es imposible no amar u odiar, es de esos seres cuya presencia latente –aunque en ocasiones nos perturbe- genera en el lector un lazo de dependencia. Bartleby, en un marco existencialista -haciendo todo y a la vez nada- nos permite a tra-vés de él hablar sobre nosotros mismos, sobre lo irracional de la vida y sobre los dilemas y las contradicciones que nos atañen. Bartleby el escribiente, nos demuestra que los dramas más grandes de la condición humana son aquellos que pasan inadvertidos; que están frente a nuestros ojos y muchas veces nos negamos a ver.

Historia secreta de

UNA OBSESIÓNVerónica Téllez Oliveros.

Asignatura: Expresión Escrita III / III Semestre

Rud dipis nulputat. Agna feugue dolor in eugue magnisl dolortie voloreril il elessim delis nulla cons nullutat ad miniatie te dunt luptat eu feum venibh et lum velenim numsan utat. Exeratu eraesti ssequatie velismodolor miniatie te dunt luptat eu feum venibh et lum velenim numsan utat. Exeratu eraesti ssequatie velismodolor

que tiene esta idea loca de que Conrad le robó su vida para escribir su novela” . Ahí empezó el libro. Nostromo es la novela de Conrad que causó la obsesión de Juan Gabriel Vásquez. Una historia en la que su parecido con la realidad no podría ser pura coincidencia. En ella, el polaco de nacimiento, refl eja su gusto por los mares y narra las presiones so-ciales y las guerras que llevaron a Sulaco, una provincia del país sudamericano Costaguana, a independizarse con la ayuda de Estados Unidos. Es inevitable, por lo menos para cualquier colombia-no, hacer una analogía entre estos acon-tecimientos y el trágico momento en la historia de Colombia con la separación de Panamá.

Joseph Conrad, nació en 1857 en Berdyczów, actual Ucrania y luego se

convirtió en el hijo adoptivo de Gran Bretaña. Valiéndose de la posibilidad de que este personaje hubiera pisado tierras colombianas y hubiese utilizado

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DEBATES A PULSO

sus recuerdos para escribir Nostromo, Vásquez realiza el juego vital entre la fi c-ción y la realidad en la Historia secreta de Costaguana. José Altamirano es quien narra en primera persona los ‘Grandes Acontecimientos’ de su vida, de esa vida que le robó Joseph Conrad para escribir su novela y también los que llevaron a Colombia a perder a Panamá.

En el libro aparece la biografía que alguna vez Vásquez escribió sobre Joseph Conrad, para mezclarse con la existencia fi cticia de José Altamirano, quien nace en 1955 en Colombia, el ‘país esquizofréni-co’. Así, a lo largo de la historia vamos identifi cando los ‘hilos invisibles’ que unen a estos dos personajes.

Vásquez, nos hace sentir que estu-vimos en la Historia secreta de Cos-taguana. Las redes que hay entre José Altamirano y Conrad, van conectadas también con algunos de los momentos más desesperados de Colombia como el nacimiento de los partidos políticos, sus constantes disputas por el control de los aparatos ideológicos del país y los intereses de los intrusos políticos extranjeros, hasta llegar a la separación de Panamá.

Proyectos como la construcción de un ferrocarril entre los extremos del Istmo de Panamá en 1848, eran la fi gura del progreso. Miguel Altamirano, radical anticlerical y padre de José, mantuvo una fi el lucha que lo llevó incluso a hacer uso de ‘las misteriosas leyes de la refracción’. Los momentos históricos a los cuales se refi ere Vásquez en su libro, se enriquecen con la presencia de personajes como Miguel Altamira-no, encargado de redactar las crónicas para que los franceses supieran cómo iba su proyecto del ferrocarril en el Istmo, pero por cosas de la refracción, a veces, los periodistas intentan refl ejar una realidad equivocada con algo de imaginación. Cuando fue evidente que la situación no andaba nada bien en esta zona panameña, los periodistas que

habían engañado al público con sus es-critos, fueron despedidos y por supuesto Miguel Altamirano fue el primero en la lista. La vida de Altamirano se deshacía de la misma manera en que lo hacía el proyecto del Canal de Panamá.

La fi cción y la realidad. Miguel Alta-mirano y el proyecto del Canal. Murió el primero, pero el segundo creció justo después de la Guerra de los Mil Días. Luego de la intriga que mantiene la voz de José Altamirano, por fi n es revelado su secreto, esa pena que carga y de la cual deja constancia en este relato a sus lectores del jurado y a su hija Eloísa. Este “protagonista de la historia” de Colombia, cuenta el momento en el que se llevó a cabo la revolución panameña de la mano de las estrategias del médico Manuel Amador. José guardó silencio, pudo haber evitado la revolución y no lo hizo, esa era su culpa. Pero lo hizo en venganza, porque “Colombia le había arruinado la vida”, sus guerras le habían quitado a su esposa Charlotte.

Durante la novela, la narración en primera persona de José Altamirano es una justifi cación ante un jurado: el público. También es la manera que en-cuentra Vásquez para unir la fi cción, la realidad y la historia. Un personaje con el que además de todo, puede realizar anacronismos imposibles para cualquier historiógrafo.

Por otra parte, en su novela, Vásquez (que entre otras cosas realizó estudios de literatura en la Sorbona) “también quería hacer una mirada sobre las relaciones entre la vida y la literatura.

Sobre cómo la vida entra en la litera-tura y como esta última puede servir para explicar hechos más confl ictivos de nuestra historia y nuestra política” . Igualmente en el libro se atreve a realizar ciertas travesuras con apartes de algunos clásicos de la narrativa. “Vine a Colón porque me dijeron que aquí encontraría a mi padre, el conocido Miguel Altami-rano…”, así parafrasea ese comienzo de Pedro Páramo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Pero esto no se trata de ninguna clase de plagio que merezca un castigo por parte de los ‘lectores del jurado’, por el contrario, es una forma de mostrar sus infl uencias y de rendirles tributo. Con esta estrategia, también cuenta algo de la vida de Conrad, en momentos en los que “ha aprendido lo que es endeudarse hastá el cuello”(y lue-go se encuentra frente a una ruleta, allí oye una voz que le habla. Luego piensa: mañana todo habrá terminado, pero esa frase no es suya, sino de una novela rusa, de un autor que le resulta antipáti-co. Ese autor es Fiodor Dostoievski. De esta manera Vásquez ilustra el momento previo al supuesto suicidio que intentó llevar a cabo Conrad.

Los ‘Grandes Acontecimientos’ marcan de una manera particular la vida de cada individuo, a eso se refi ere Vásquez cuando habla del ‘Ángel de la historia’. José Altamirano trató en vano escapar de las redes de la historia política colombiana. Su vida estaba des-tinada a abandonar a su hijo y terminar en Londres, después del encuentro que había concertado Santiago Pérez Triana, entre él y Conrad. Altamirano pensó que contando su vida a este polaco de nacimiento, la historia lo absolvería, pero no fue así. Porque Conrad contó su propia versión de los hechos. Tal vez haciendo uso de las ‘misteriosas leyes de la refracción’.

En esta novela las guerras civiles y los confl ictos sociales que antecedieron a la separación de Panamá, fueron el ambiente para ilustrar la historia colom-biana desde la vida fi cticia de un perso-naje y su familia: José Altamirano. Sus emociones y sentimientos concibieron lo imposible: que “un novelista famo-so y un pobre colombiano anónimo y desterrado” tuvieran algo en común: una historia secreta. Las páginas de este libro son la reconstrucción, a partir de otro punto de vista, del momento en el que Joseph Conrad toma apartes de la historia de Colombia para armar una nueva realidad en Costaguana. Un buen ejemplo de lo que hace la literatura con la historia, la cambia al ser escrita, pues hace parte de una inevitable capacidad humana: la de imaginar.

Nostromo es la novela de Conrad que causó la

obsesión de Juan Gabriel Vásquez. Una historia en

la que su parecido con la realidad no podría ser

pura coincidencia. En ella, el polaco de nacimiento,

refl eja su gusto por los mares y narra las presiones

sociales y las guerras que llevaron a Sulaco, una provincia del país

sudamericano Costaguana, a independizarse con la

ayuda de Estados Unidos.