visión ético cristiana del trabajo

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2010 Daniela Nivollet Microeconomía 23/11/2010 Visión ético cristiana del Trabajo

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Page 1: Visión ético cristiana del trabajo

2010

Daniela Nivollet

Microeconomía

23/11/2010

Visión ético cristiana del Trabajo

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Índice Introducción………………………………………………………….…………………………………………......3 La Importancia del Trabajo…………………………………………………………………………………….5

Carácter Objetivo y Subjetivo del Trabajo………………………………………….……….5

Cuando la Dimensión Objetiva está por encima de la Subjetiva……………...…6 La relación Capital – Trabajo………………………………………………………………………………….7

Conflictos entre capital y trabajo……………………………………………………………….7

Deberes de cada uno…………………………………………………………………………..…….7

La Propiedad Privada…………………………………………………………………………….…..8

El mercado del Trabajo Hoy……………………………………………………………………….9 El Trabajo como Derecho……………………………………………………………………………………..10

El Pleno Empleo………………………………………………………………………………………..10

El Rol del Estado……………………………………………………………………………………….10

Los Sindicatos…………………………………………………………………………………………..10

Sociedad Civil…………………………………………………………………………………………..11 Derechos de los Trabajadores……………………………………………………………………………..12

Justa Remuneración…………………………..……………………………………………………..12

Una cuestión a Analizar: el Término Mercado del Trabajo………………………………….14 Bibliografía………………………………………………………………………………………………………..15

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Introducción La microeconomía es la rama de la economía que se ocupa de la conducta de

unidades individuales tales como los mercados, las empresas y los hogares. Se refiere al estudio de las unidades económicas aisladamente y en relación, dando origen a las siguientes teorías que la ordenan:

Teoría de la Demanda: que estudia a la unidad de consumo Teoría de la Oferta: que estudia a la unidad de producción. Se divide a su vez

en: Teoría de la Producción Teoría de los Costos

Teoría del Mercado: que se encarga del análisis de la relación que se establece entre las unidades económicas en función del mercado de bienes y servicios.

Teoría de la Distribución: que se encarga del estudio de la relación entre la unidad de consumo y de producción en base al mercado de los factores productivos.

Es dentro de esta última teoría donde se desarrolla el tema del siguiente informe. Para graficar cuestiones que se redactarán más adelante, es preciso tener presente el circuito económico:

Unidad de consumo: Familias

Unidad de Producción:

Empresas

Mercado de Producción

Mercado de Factores de Producción

Bienes y Servicios

Tierra, Capital, Trabajo y el Factor empresarial

Renta, Intereses, Salario y Beneficios

Precio de Bienes y Servicios

Estado

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Tratándose, entonces, de la Teoría de la Distribución, el trabajo se sitúa en el mercado de los factores de producción, donde las familias actúan como oferentes de los mismos y las empresas son quienes los demandan en función de aquello que necesiten para producir (por eso se dice que la demanda de los factores productivos es una demanda derivada). Estos factores productivos son: la tierra, cuya retribución es la renta; el Capital, cuya retribución son los intereses; el factor empresarial (que algunos autores han comenzado a considerar), cuya retribución son los beneficios o ganancias; y por último el trabajo, cuya retribución es el salario. Este último factor cobra una importancia relevante dado que es el tiempo y las capacidades intelectuales que dedican los hombres a la producción por lo que conforma el factor productivo esencial de cualquier sociedad. Además de ser una actividad útil que conduce a producir un bien utilizable y deseable por alguien, es una combinación de lo manual con lo intelectual, con el fin de modificar o crear algo gracias a la racionalidad del hombre.

Desde luego que, a pesar de que dicha definición ha sido bastante estable, las formas de trabajo han tenido su evolución. Mientras que en un principio se trató de actividades dedicadas a la subsistencia donde la labor de la tierra y la ganadería jugaban un rol fundamental, se fue avanzando hasta la sociedad actual. En esta primera etapa, cada familia producía para satisfacer sus propias necesidades. A partir de allí, se fueron realizando mejoras en cuanto a las técnicas de producción, dando lugar a excedentes en la producción, con lo que se dio inicio al comercio.

El comercio fue avanzando y cobrando a lo largo de los años una dimensión fundamental en cada sociedad, propiciando a su vez la comunicación entre los diferentes pueblos y con ello, haciendo que los hombres se vieran preocupados por producir cada vez más y facilitar en cuanto a medios y costos las vías de comunicación. Con el mejoramiento de las técnicas y el empeño en aplicar la razón a nuevos inventos fue que se llegó a mediados del siglo XVIII, con la implementación de la máquina a vapor, a la llamada Revolución industrial.

Con la revolución industrial el trabajo cambió radicalmente. Del trabajo manual se abría paso a una nueva era de trabajo mecanizado, que nuclearía a los ahora llamados obreros en las industrias, daría origen a las ciudades y configuraría nuevas relaciones entre cada uno de los hombres. “Necesaria para el crecimiento económico y para el progreso humano, la industrialización es al mismo tiempo señal y factor de desarrollo. El hombre, mediante la tenaz aplicación de su inteligencia y de su trabajo arranca poco a poco sus secretos a la naturaleza y hace un uso mejor de sus riquezas. Al mismo tiempo que disciplina sus costumbres se desarrollo en él el gusto por la investigación y la invención, la aceptación del riesgo calculado, la audacia en las empresas, la iniciativa generosa y el sentido de responsabilidad.”1 Sin embargo, y a pesar de los beneficios que la industrialización trajo consigo, dejó en evidencia una brecha que comenzaba a abrirse entre el empresario y el trabajador. Es aquí donde la Iglesia ha tomado posición al respecto, intentando conciliar estas diferencias, honrando al trabajo, dándole importancia al derecho a la propiedad, propiciando la armonía entre las clases, impulsando la consolidación de asociaciones civiles que se propusieran defender la inalienable dignidad del trabajo, como “clave esencial de toda la cuestión social” condicionando el desarrollo económico, cultural, moral, de las personas de la familia, de la sociedad y de todo género humano2.

1 Pablo VI Carta Encíclica Populorum Progressio 1967, 25

2 Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 269

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La Importancia del Trabajo

El trabajo es la actividad que los hombres realizan para adquirir las cosas necesarias para los usos de la vida y para la propia conservación. Es una actividad personal, porque es la propia persona la que aplica sus energías en ella y propia porque la utilidad que produce vuelve al mismo ser. Es una de las características que diferencian al hombre de otros seres porque contribuye al progreso de la ciencia y la técnica y a la vez propicia el mantenimiento de la vida. Por un lado entonces transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades y por el otro realiza al mismo hombre.

“El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de

condiciones para una vida decorosa, y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza (cf. Pr 10,4). Pero no se debe ceder a la tentación de idolatrarlo, porque en él no se puede encontrar el sentido último y definitivo de la vida.”3 Es necesario considerar al trabajo como un servicio a la grandeza de Dios, como la participación de la existencia humana en la obra de la Creación y en ello encontramos el sentido más esencial de esta tarea. Es preciso aclarar que el trabajo precede a la caída del hombre y por ello no es un castigo ni una maldición, sino que por su caída, se convierte en objeto de fatiga y pena: “ganarse el pan con el sudor de su frente”4.

El trabajo es una de las razones de la vida y en tal sentido, ningún hombre tiene

derecho a no trabajar y a vivir a expensas de otro. Mediante el trabajo, el hombre gobierna el mundo colaborando con Dios5, continúa creando y haciendo el bien, construyendo el bien común en beneficio de quienes más lo necesitan. Representa un eje de sustento para la familia, asegurando sus medios de subsistencia, garantizando la posibilidad de acceso a la educación y a la protección de su salud. El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien útil, digno de él, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana.6 Carácter Objetivo y Subjetivo del Trabajo Para definir concretamente la visión de la Iglesia respecto del trabajo es necesario analizarlo desde su dimensión objetiva y desde su dimensión subjetiva:

Desde su dimensión objetiva, el trabajo es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir, para dominar la tierra.7 En este sentido, el trabajo humano es variante y evoluciona en cuanto a sus modalidades.

3 Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 257

4 Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 263

5 Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 265

6 Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 287

7 Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 270

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Desde su dimensión subjetiva, el trabajo es el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a una vocación personal. Como persona el hombre es sujeto del trabajo. En este sentido el trabajo tiene una dimensión estable que no depende de modalidades, sino de la dignidad personal.

La subjetividad es el enfoque que dota al trabajo de su dignidad en cuanto que

es la expresión esencial de la persona y en ello reside su valor ético. Es por ello que el trabajo no puede ser presentado como una mercadería, no puede “materializarse”, dado que es inherente a la persona. La Iglesia entonces se propone hacer prevalecer esta dimensión por sobre la objetiva.

La dimensión subjetiva cobra mayor importancia cuando se entiende al trabajo

desde un enfoque social, como la actividad que impulsa la relación entre los hombres. Dada su naturaleza social, es necesaria la existencia de normas que articulen y armonicen las diferentes labores a fin de colaborar con el bien común.

El trabajo entonces constituye una obligación para los hombres que dotado de

carácter social y personal se valora mediante una remuneración, manteniendo el desarrollo de la propia humanidad, siendo un deber para el sustento de la familia. El primer fundamento del trabajo es el hombre, el trabajo está en función del hombre, su finalidad permanece siempre en el hombre mismo.8 Cuando la Dimensión Objetiva está por encima de la Subjetiva “La persona es la medida de la dignidad del trabajo”. Sin duda, reviste de carácter ambivalente en cuanto que promete dinero y poder, como así también desarrolla la conciencia profesional, el sentido del deber y la caridad para con el prójimo. Es por eso que el trabajo corre el riesgo de deshumanizar a quien lo realiza, porque el trabajo no es humano sino permanece inteligente y libre. Juan XXIII afirma que “se debe tender a que la empresa se convierta en una comunidad de personas en las relaciones, en las funciones y en la situación de todo personal.” sin embargo, el enfoque que la sociedad de hoy tiene hace énfasis en las técnicas, dejando en un segundo plano su dignidad, la finalidad del trabajo es siempre el hombre.9 El carácter objetivo del trabajo condiciona su visión ética y el hombre es considerado como un instrumento más para la producción. A pesar de todos los avances que se han realizado en materia laboral, el hombre sigue siendo un medio para la producción, sobre todo cuando se trata de actividades meramente físicas. La Iglesia, mediante el análisis de la sociedad, se propone conciliar ambos caracteres en cuanto que no son dos compartimientos estancos, sino que responden a una doble finalidad del trabajo.

8 Juan Pablo II Carta Encíclica Laborem Exercens 1981, 6

9 Pablo VI Carta Encíclica Populorum Progressio 1967, 28

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La relación Capital – Trabajo Hacia finales del siglo XIX el sistema económico que había conformado la industrialización junto con el liberalismo extremo hacía que las naciones se encontraran cada vez más divididas en dos clases. Por un lado, los dueños de los medios de producción (o capitalistas) y por el otro los trabajadores oprimida por la miseria, pidiendo una reforma al respecto. Es aquí donde el marxismo cobrará una gran importancia, proponiendo una pseudo solución, eliminando la propiedad privada, despojando a aquellos que mediante su trabajo se habían dispuesto al ahorro para conseguir los medios de producción. Sin duda que esta respuesta no llevaría a ninguna solución, sino más bien a nuevos problemas. No era lógico suponer que estas dos clases eran opuestas, porque por su propia naturaleza una depende de la otra y por lo tanto son complementarias, debiéndose buscar en ellas no la lucha, sino la armonía para lograr el equilibrio. “Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital.”10 No obstante, es necesario destacar la prioridad intrínseca del trabajo sobre el capital dado que respecto de la producción el trabajo es siempre una causa eficiente primaria y el capital es sólo un instrumento. Conflictos entre capital y trabajo “La relación entre trabajo y capital presenta, a menudo, los rasgos del conflicto, que adquiere caracteres nuevos con los cambios en el contexto social y económico. Ayer, el conflicto entre capital y trabajo se originaba, sobre todo, « por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros ». Actualmente, el conflicto presenta aspectos nuevos y, tal vez, más preocupantes: los progresos científicos y tecnológicos y la mundialización de los mercados, de por sí fuente de desarrollo y de progreso, exponen a los trabajadores al riesgo de ser explotados por los engranajes de la economía y por la búsqueda desenfrenada de productividad.”11

La relación capital trabajo siempre estuvo llena de abusos, de explotación hacia la parte más débil. Hasta hoy es posible identificar que abunda el desempleo, el trabajo informal e infantil, la sobre ocupación, la excesiva flexibilidad, la falta de estabilidad y la falta de una remuneración justa. Deberes de cada uno Dada esta situación es evidente la necesidad de conciliar a estas dos clases para dotar al trabajo de la dignidad que merece. Es en este punto que León XIII hace una enumeración de los deberes del capital y del trabajo para acabar con la lucha bajo un orden justo:

10

León XIII Carta Encíclica Rerum Novarum, 1891, 14 11

Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 279

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“De esos deberes, los que corresponden a los proletarios y obreros son:

cumplir íntegra y fielmente lo que por propia libertad y con arreglo a justicia se haya estipulado sobre el trabajo;

no dañar en modo alguno al capital; no ofender a la persona de los patronos; abstenerse de toda violencia al defender sus derechos y no promover

sediciones; no mezclarse con hombres depravados, que alientan pretensiones

inmoderadas y se prometen artificiosamente grandes cosas, lo que lleva consigo arrepentimientos estériles y las consiguientes pérdidas de fortuna.

Y éstos, los deberes de los ricos y patronos: no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo

ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano. Que los trabajos remunerados, si se atiende a la naturaleza y a la filosofa

cristiana, no son vergonzosos para el hombre, sino de mucha honra, en cuanto dan honesta posibilidad de ganarse la vida.

Que lo realmente vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí.

E igualmente se manda que se tengan en cuenta las exigencias de la religión y los bienes de las almas de los proletarios. Por lo cual es obligación de los patronos disponer que el obrero tenga un espacio de tiempo idóneo para atender a la piedad, no exponer al hombre a los halagos de la corrupción y a las ocasiones de pecar y no apartarlo en modo alguno de sus atenciones domésticas y de la afición al ahorro.

Tampoco debe imponérseles más trabajo del que puedan soportar sus fuerzas, ni de una clase que no esté conforme con su edad y su sexo.

Pero entre los primordiales deberes de los patronos se destaca el de dar a cada uno lo que sea justo.”

La Propiedad Privada La propiedad privada es una institución que se adquiere mediante el trabajo y debe servir al trabajo. Debe estar dispuesta a fundar una economía al servicio del hombre para que contribuyan a la búsqueda de una utilidad universal de los bienes tanto materiales como así los intangibles que en nuestros días están dotados de gran importancia, sobre todo si se refiere a nuevas tecnologías y conocimientos que pueden contribuir de manera muy significativa al progreso social, pero también pueden convertirse en razón de desempleo y creadora de nuevas brechas. La propiedad tiene un doble carácter: individual y social. Según su carácter individual, debe ser utilizada para la subsistencia personal y de la familia, como así también para inducir al ahorro para construir un pequeño patrimonio. En su carácter social, la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y

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absoluto, por lo que no debe utilizarse en perjuicio de otros, de la utilidad común. Es en este punto donde es Estado armoniza la propiedad privada con las necesidades del bien común, sin destruir el dominio particular. El mercado del Trabajo Hoy

Las relaciones entre capital y trabajo se han modificado a lo largo del tiempo. Hoy en día las relaciones están variando de modo sustancial. El capital entendido como el conjunto de medios de producción está pasando a ser cada vez más inmaterial. En este sentido, el conocimiento se está convirtiendo en uno de los medios de producción fundamentales, y quienes poseen estos medios son justamente los trabajadores, haciendo que la relación capitalistas – obreros comience a tener una nueva dimensión. “El mundo del trabajo, en efecto, está descubriendo cada vez más que el valor del « capital humano » reside en los conocimientos de los trabajadores, en su disponibilidad a establecer relaciones, en la creatividad, en el carácter emprendedor de sí mismos, en la capacidad de afrontar conscientemente lo nuevo, de trabajar juntos y de saber perseguir objetivos comunes. Se trata de cualidades genuinamente personales, que pertenecen al sujeto del trabajo más que a los aspectos objetivos, técnicos u operativos del trabajo mismo. Todo esto conlleva un cambio de perspectiva en las relaciones entre trabajo y capital: se puede afirmar que, a diferencia de cuanto sucedía en la antigua organización del trabajo, donde el sujeto acababa por equipararse al objeto, a la máquina, hoy, en cambio, la dimensión subjetiva del trabajo tiende a ser más decisiva e importante que la objetiva.”12

Este fenómeno está en la mira de todos los autores de management moderno quienes han comenzado a analizar el nuevo perfil de los trabajadores y el nuevo rol que desempeñarán los que hasta ahora habían sido los dueños de los medios de producción. Los “trabajadores del conocimiento” son individuo que posee un conocimiento específico, un saber efectivo en la acción, un medio para obtener resultados. Produce conocimientos, ideas, información, productos inútiles por sí mismos y necesita de una organización para poder integrarlos en un todo mayor. Este concepto nos da la pauta de que el concepto de capital debe ser reformulado, pero a corto plazo los conflictos capital trabajo seguirán existiendo, y por un plazo más largo aún en las economías menos desarrolladas y con tasas altas de desempleo. 13

Lo que sí es aplicable a todas las naciones es el hecho de que la conservación del empleo en el contexto de la globalización es dependiente cada vez más de las capacidades profesionales por lo que la educación cobra un rol indispensable e importantísimo, y a ella le sigue la constante actualización impulsada por los cambios constantes a los que nos encontramos sometidos.

Estos cambios que el proceso de globalización nos presenta, deben ser considerados como una oportunidad para atenuar las diferencias entre las clases y contribuir al bien común. Que la globalización no se torne impulsada por el afán de conseguir mayor eficiencia en la producción un obstáculo para mejorar la sociedad y no para acentuar las desigualdades. Las exigencias de la competencia, de la innovación tecnológica y de la complejidad de los flujos financieros deben armonizarse con la defensa del trabajador y sus derechos.14

12

Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 278 13 Productividad del trabajador del conocimiento: el gran desafío del siglo XXI 14

Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 314

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El Trabajo como Derecho El Pleno Empleo “El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La « plena ocupación » es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.”15 Dado que el trabajo debe propiciar el bien común y tiene como finalidad al hombre mismo, es preciso que todos tengan acceso a él para conseguir la paz social. Las capacidades de una sociedad respecto a su futuro pueden ser medidas en función de las perspectivas de trabajo que pueda ofrecer. El empleo como sustento de la familia es uno de los propósitos principales que debe tener toda sociedad, por lo que resulta indispensable una planificación razonable y una organización adecuada del trabajo humano según las capacidades de los individuos y con vistas al bien común de toda la sociedad. El Rol del Estado El Estado es el regulador de las relaciones que se establecen en función del trabajo por lo que tiene grandes responsabilidades al respecto. Bajo su deber del bien común el Estado debe promover políticas que ayuden a lograr el pleno empleo incentivando la producción, creando nuevas oportunidades, estimulándola y sosteniéndola aún en épocas de crisis, reglamentando mediante normas jurídicas. “Es verdad incuestionable que la riqueza nacional proviene no de otra cosa que del trabajo de los obreros”16 El desarrollo económico y el progreso social deben ir juntos y acomodándose mutuamente. Teniendo en cuenta que las relaciones que tienen como fuente al trabajo han trascendido el ámbito territorial que compete a un solo Estado, se hace indispensable la promoción de organismos internacionales que salvaguarden el derecho al trabajo incluso en las fases más críticas de la economía. Los Sindicatos Los sindicatos son agrupaciones de trabajadores para la defensa de intereses comunes. Nacen como necesidad de los trabajadores para protegerse y defender sus intereses con el fin de negociar colectivamente con los empresarios. Entre sus objetivos principales se encuentra lograr mejores condiciones de trabajo y salarios, siendo actualmente el nivel de empleo uno de los objetivos básicos. En este sentido, representan un factor constructivo de orden social y de solidaridad y por ello son un elemento indispensable para la vida social. El sindicato actúa como intermediario entre los empresarios y los trabajadores, son un medio para la solidaridad y la justicia (no debe verse como lucha), por lo que en razón de su naturaleza debe saber autor regularse y focalizarse siempre sobre el bien común. “Al sindicato, además de la función de defensa y de reivindicación, le competen las de representación, dirigida a « la recta ordenación de la vida económica »,671 y de educación de la conciencia social de los trabajadores, de manera que se sientan parte activa, según las capacidades y aptitudes de cada uno, en toda la obra del desarrollo económico y social, y en la construcción del bien común universal (…) Las

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Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 288 16

León XIII Carta Encíclica Rerum Novarum, 1891, 27

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organizaciones sindicales tienen el deber de influir en el poder público, en orden a sensibilizarlo debidamente sobre los problemas laborales y a comprometerlo a favorecer la realización de los derechos de los trabajadores.”17 Sociedad Civil

Para la promoción del derecho al trabajo es fundamental que cada uno de los actores sociales contribuya a fomentarlo, no sólo creando fuentes de empleo, sino también propiciando la educación y la capacitación, ya sea desde el ámbito público o privado.

Muchas empresas actualmente y debido a la creciente desconfianza que se ha generado en la sociedad respecto de ellas, han comenzado a tomar dimensión del enfoque subjetivo del trabajo y a desempeñar actividades de Responsabilidad Social Empresarial que se han plasmado, en algunos casos, en arduos planes que contribuyen a la creación de empleo, capacitación o promoción de la educación entre otros objetivos como pueden ser el cuidado del medio ambiente o la proporción de información idónea. 17

Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 307

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Derechos de los Trabajadores Recordando la dimensión subjetiva del trabajo, basados en la naturaleza de la persona que le confiere dignidad la Doctrina Social ha hecho preciso enumerar los derechos más relevantes de los que el trabajador debe gozar:

“el derecho a una justa remuneración; el derecho al descanso; el derecho « a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no

comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral »;

el derecho a que sea salvaguardada la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin que sean « conculcados de ningún modo en la propia conciencia o en la propia dignidad »;

el derecho a subsidios adecuados e indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus familias;

el derecho a la pensión, así como a la seguridad social para la vejez, la enfermedad y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral;

el derecho a previsiones sociales vinculadas a la maternidad; el derecho a reunirse y a asociarse.”

Justa Remuneración “La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales. El « salario justo es el fruto legítimo del trabajo »; comete una grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporción al trabajo realizado”18 El salario es el instrumento mediante el cual es trabajador puede dar una digna subsistencia a su familia tanto en el plano material como cultural, social y espiritual. Es válido aclarar que el término “justa” precede a cualquier contrato de trabajo y refiere exclusivamente al carácter subjetivo de que reviste el empleo. Para establecer una remuneración justa entonces, considerar tres puntos fundamentales, lo cuales plantea Pio XI en su encíclica Quadragésimo Anno:

El sustento del Obrero y su Familia: “el trabajador hay que fijarle una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y el de su familia. Es justo, desde luego, que el resto de la familia contribuya también al sostenimiento común de todos, como puede verse especialmente en las familias de campesinos, así como también en las de muchos artesanos y pequeños comerciantes; pero no es justo abusar de la edad infantil y de la debilidad de la mujer”19

La situación de la Empresa: “Para fijar la cuantía del salario deben tenerse en cuanta también las condiciones de la empresa y del empresario, pues sería injusto exigir unos salarios tan elevados que, sin la ruina propia y la consiguiente de todos los obreros, la empresa no podría soportar. No debe, sin embargo, reputarse como causa justa para disminuir a los obreros el salario el escaso rédito de la empresa cuando esto sea debido a incapacidad o abandono o a la despreocupación por el progreso técnico y económico.”20

18

Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Capítulo sexto, El Trabajo Humano, 302 19

Pio XI Carta Encíclica Quadragésimo Anno, 1931, 71 20

Pio XI Carta Encíclica Quadragésimo Anno, 1931, 72

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Necesidad del Bien Común: “Finalmente, la cuantía del salario debe acomodarse al bien público económico. Ya hemos indicado lo importante que es para el bien común que los obreros y empleados apartando algo de su sueldo, una vez cubiertas sus necesidades, lleguen a reunir un pequeño patrimonio; pero hay otro punto de no menor importancia y en nuestros tiempos sumamente necesario, o sea, que se dé oportunidad de trabajar a quienes pueden y quieren hacerlo”21

En algunas naciones, sin embargo, los criterios con que se fijan las remuneraciones

están bastante alejados de los recién planteados, actuando sólo en beneficio de los empresarios. La remuneración debería considerarse como una vía concreta para acceder a los bienes de uso común a los que sólo es posible llegar mediante un salario que permita a los trabajadores asegurar su vida y salud como así también la de su familia. 21

Pio XI Carta Encíclica Quadragésimo Anno, 1931, 74

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Una cuestión a Analizar: el Término Mercado del Trabajo El trabajo es la expresión esencial de la persona y por ello reviste de dignidad. Ya se ha dicho que “La persona es la medida de la dignidad del trabajo” y que por ello no es posible materializarlo. El trabajo no puede ser tratado como una simple mercancía, el hombre no es un instrumento de producción, sino que es un fin en sí mismo. Es la causa eficiente de la producción, el trabajo es hecho por y para el hombre. En este sentido es posible poner en cuestión el término “mercado del trabajo”. En tanto, si el término no reviste del carácter que considera al trabajo al igual que un bien o un servicio puede ser utilizado desde una visión ética. Es preciso tener presente que cuando se habla de “oferta del trabajo” o “demanda del trabajo” referimos a personas y que por lo tanto su exceso o escasez de demanda o de oferta está acompañado de grandes consecuencias sociales que envuelven en sí a la familia y al bien común, como así también la vida, educación y salud de todos los actores de la sociedad. Es por ello que muchos autores de Management han optado por dejar de llamar al trabajo “factor productivo” y ahora se refieren a él como “capital humano” lo que también es producto de la nueva configuración respecto del conocimiento. De lo que no existen dudas es que el trabajo no puede tratarse como un bien o un servicio, dado que su finalidad es la persona misma. Las diferentes modalidades que posee el trabajo en función de su carácter objetivo no debe posicionarse por encima de la dignidad de la que reviste, no puede condicionar su visión ética.

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Bibliografía

León XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, Sobre la Situación de los Obreros, Roma 1891.

Pio XI, Carta Encíclica Quadragésimo Anno, Sobre la Restauración del orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica al celebrarse el 40º aniversario de la encíclica “Rerum Novarum” de León XIII, Roma 1931

Juan XXIII, Carta Encíclica Mater et Magistra, Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana, Roma 1961.

Pablo VI, Carta Encíclica Populorum Progressio, Roma 1967. Juan Pablo II, Carta Encíclica Laborem Exercens, Castelgandolfo 1981. Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, capítulo sexto.