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VIOLENCIA DE GÉNERO Juan Jesús Fernández Ocaña 1. INTRODUCCIÓN La razón que me ha llevado a la realización de este trabajo, que vamos a abordar a continuación, es el interés por saber y acercarnos un poco a los distintos motivos y procesos psicosociales, que influyen en las personas, (dentro del ámbito de los malos tratos y/o violencia de género) y que ocasionan que la violencia aflore en muchos de los casos. El motivo esencial que deseo destacar es la posibilidad de ayuda que pueda aportar nuestra revisión sobre esta temática (escrita de forma totalmente accesible para cualquier lector) y las conclusiones que podamos sacar de ella, para personas interesadas o que puedan necesitarlo algún día. Veremos que, aunque resulta difícil entender cómo un hombre puede maltratar a su mujer hasta matarla (sin necesidad de estar bajo los efectos de algún fuerte trastorno de la mente o de la personalidad), así sucede. Por ello a lo largo del trabajo pretenderemos esclarecer los tipos de motivos o causas que lo ocasionan para poder poner freno y, en la medida de lo posible, prevenir estas acciones que ocurren muy a menudo hoy en día. Cuando me refiero a hoy en día, no quiero decir que antes no se diesen estas situaciones, lo que había y todavía hoy perdura en muchos casos, es un prejuicio culturalmente muy arraigado –el de que la mujer es propiedad del marido, o que, al menos, debe seguirle y obedecerle-, unido a la creencia de que el hogar es un ámbito cuya intimidad ha de respetarse por encima de todo. Esto ha permitido, cuando no justificado, que muchas mujeres sufrieran y estén sufriendo toda clase de malos tratos a manos de sus compañeros (por ese machismo) y todo esto contribuía y aun contribuye a que muchos de los casos no saliesen nunca a la luz por motivo de los miedos, vergüenza, elevada dependencia 1

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VIOLENCIA DE GÉNEROJuan Jesús Fernández Ocaña

1. INTRODUCCIÓN

La razón que me ha llevado a la realización de este trabajo, que vamos a abordar a continuación, es el interés por saber y acercarnos un poco a los distintos motivos y procesos psicosociales, que influyen en las personas, (dentro del ámbito de los malos tratos y/o violencia de género) y que ocasionan que la violencia aflore en muchos de los casos.

El motivo esencial que deseo destacar es la posibilidad de ayuda que pueda aportar nuestra revisión sobre esta temática (escrita de forma totalmente accesible para cualquier lector) y las conclusiones que podamos sacar de ella, para personas interesadas o que puedan necesitarlo algún día.

Veremos que, aunque resulta difícil entender cómo un hombre puede maltratar a su mujer hasta matarla (sin necesidad de estar bajo los efectos de algún fuerte trastorno de la mente o de la personalidad), así sucede.

Por ello a lo largo del trabajo pretenderemos esclarecer los tipos de motivos o causas que lo ocasionan para poder poner freno y, en la medida de lo posible, prevenir estas acciones que ocurren muy a menudo hoy en día. Cuando me refiero a hoy en día, no quiero decir que antes no se diesen estas situaciones, lo que había y todavía hoy perdura en muchos casos, es un prejuicio culturalmente muy arraigado –el de que la mujer es propiedad del marido, o que, al menos, debe seguirle y obedecerle-, unido a la creencia de que el hogar es un ámbito cuya intimidad ha de respetarse por encima de todo. Esto ha permitido, cuando no justificado, que muchas mujeres sufrieran y estén sufriendo toda clase de malos tratos a manos de sus compañeros (por ese machismo) y todo esto contribuía y aun contribuye a que muchos de los casos no saliesen nunca a la luz por motivo de los miedos, vergüenza, elevada dependencia económica de la víctima con el agresor, estereotipos de género mucho más arraigados que ahora (en parte también por la cultura y el menor acceso a estudios de las personas…), etc.

Cuando escribo este trabajo ya son 34 las españolas que han encontrado este triste destino y han muerto en lo que llevamos de año. Cuando revisamos los datos de la violencia contra las mujeres en los últimos años y en relación también con lo dicho en el párrafo anterior, vemos como esta está aumentando. Es verdad, pero quizá no porque la mujer sufra un mayor maltrato. Puede que lo que esté sucediendo sea que la mujer, sintiéndose ahora más segura que anteriormente, (por esa muy buena tendencia actual de las leyes españolas a la igualdad entre hombre y mujer, los grandes avances dados gracias a los movimientos feministas…, etc) le hace que tome cartas en el asunto y denuncie más el maltrato de que ha sido tradicionalmente

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objeto. A ello contribuye también la mayor independencia económica que están alcanzando las mujeres en nuestro tiempo.

El desarrollo del trabajo comenzará con un diagnóstico del asunto (se aportarán las propias interpretaciones sacadas de él), seguidamente veremos algunos mitos de algunos autores/as que popularmente están muy extendidos sobre este ámbito de la violencia de género, continuaremos con el análisis de los factores de riesgo que son muy importantes a la hora de determinar el futuro de relaciones de manera preventiva, en penúltimo lugar intentaremos acercarnos a los diferentes motivos o causas que intervienen a que se den estas situaciones (si existe un perfil de hombres agresores que ejercen violencia…etc.) y en último lugar daremos nuestra opinión y valoración sobre alguna de las intervenciones o posibles tratamientos que veamos en esta materia.

Para finalizar el trabajo aportaremos unas conclusiones generales de todo lo aprendido.

2. DESARROLLO

Para comenzar con este tema que nos ocupa, es preciso comentar una frase con la que coinciden la mayor parte de los profesionales de éste ámbito que es: “El agresivo nace. El violento se hace”1. Entender bien la raíz de este planteamiento nos puede llevar a conocer que es lo que mueve (qué mecanismos y procesos) a algunas personas para cometer estos actos contra las mujeres.

La mayoría de las personas creemos mal a priori, cuando pensamos que una persona que obra así, con una igual como es una mujer, novia o compañera, es porque sufre algún tipo de desequilibrio psíquico o cognitivo que la hace víctima (también en parte) de ese tipo de acciones que comete pero, a continuación vamos a aclarar dos términos que nos ayudarán a ir progresando en este tema y determinando las verdaderas y mas posibles causas de estas reacciones y actuaciones.

Para ello es importante establecer la diferencia entre los conceptos –agresividad- y -violencia- con los que empezábamos en la frase inicial. La agresividad es un factor biológico e innato con el que nacemos todas las personas. Esta agresividad es controlada, mediante procesos que ocurren en el cerebro, que hacen que se inhiba muchas veces (ante determinadas expresiones de miedo en la víctima por ejemplo…etc.) para que no se recurra a su expresión máxima que es la violencia. Pero tenemos que atender también a lo siguiente: “…es importante reconocer que, el que algo sea innato, no equivale pues a aceptar que hay que conformarse con su manifestación, porque es inevitable. Considerar, pues, que la agresividad es innata en el ser humano no conlleva reconocer que, para el ser

1 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P. 11

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humano, es inevitable comportarse agresivamente. Para algo está la cultura”2. Por otro lado, la violencia es un conjunto entre factores biológicos y factores sociales. Nos la describe así este autor: “La violencia es el resultado que se sigue en algunos casos cuando determinados factores culturales inciden sobre la agresividad. La violencia es, en definitiva, el resultado de la interacción entre la agresividad natural y la cultura”3 .

Por lo anteriormente expuesto podemos concluir diciendo que la violencia del ser humano no solamente está en el interior del hombre, en su naturaleza, sino que es el ambiente el que tiene la última palabra y nos hace pacíficos o violentos a la hora de resolver las situaciones. Este autor lo plasma de una forma muy clara también cuando nos dice que: “La cultura juega, pues un papel fundamental en la configuración del ser humano como pacífico, un ser humano que, como cualquier otro animal, tiene una biología que le induce agresividad. Pero la cultura también puede hacer lo contrario e hipertrofiar la agresividad natural convirtiéndola en violencia. El ser humano es agresivo por naturaleza, pero pacífico o violento por cultura…”4.

También está claro que no todo es producto de la interacción con la cultura sino que la comunidad científica está de acuerdo hoy en día, que cantidades bajas de una sustancia llamada <<serotonina>> en nuestro cerebro correlacionan con conductas agresivas ya que no harían bien su papel de neurotransmisoras para la inhibición de esas conductas…, como tampoco quiere decir que algunos maltratadores no tengan dañados rasgos de la personalidad, que sufran celotipia (celos patológicos) una de las causas más evidentes que producen los malos tratos…,etc.

A continuación, vamos a empezar analizando algunos mitos que tradicionalmente se han venido instaurando en la sociedad y que (su desconocimiento y aceptación como válidos) muchas veces ocasionan que les demos una explicación a estos sucesos por estas vías y por tanto nos desviemos del camino que hemos de seguir. Conociéndolos bien y haciéndoselos saber a las futuras generaciones podría ser la forma de ir terminando también con este problema.

MITOS Y FALSAS CREENCIAS RELACIONADAS CON LA VIOLENCIA DE GÉNERO

1.- “El mito de que la violencia familiar es escasa:

2 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P. 173 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P. 244 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P. 19

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Tan contradictorio resulta que la familia, el agente socializador básico, la escuela del afecto y de la paz, sea a la vez una institución violenta que hay una serie de mitos que tratan de ocultar esta realidad.

…Por término medio, las mujeres maltratadas tardan diez años en denunciar la violencia de que son objeto. Hay muchos factores que parecen contribuir a este hecho. La víctima, por ejemplo, suele desarrollar una cierta dependencia emocional respecto del agresor y, frecuentemente, suele albergar temores de que las cosas podrían ser aún peores si lo denunciaran. Entre esos temores, no es el menor el miedo a quedarse ellas y sus hijos, cuando los hay, sin el apoyo económico que requieren para subsistir. Temen, también, la reacción de una sociedad que sigue aceptando implícitamente que no es inusual que entre los miembros de la pareja haya desavenencias y que éstas, incluso, degeneren en violencia.

En cualquier caso, la incorporación creciente de la mujer al mercado de trabajo puede ir poniendo remedio a algunas de estas situaciones, aunque no al problema del maltrato de la mujer en general, pues hay muchos otros factores que pueden causarlo. Y aun en el caso de la incorporación de la mujer al trabajo, debe decirse que, hoy por hoy, sigue siendo insuficiente y que el paro, hablando de España, está radicalmente feminizado.

Por cierto que, como se habrá observado, cuando hablo de violencia entre los miembros de la pareja, lo hago considerando que la mujer es normalmente la víctima y que el agresor es el hombre.

En los últimos tiempos se alzan voces denunciando la inexactitud de esta consideración y aseverando que también hay hombres entre las víctimas. No lo niego. Los hay. Por ejemplo, en 1998 hubo 45 homicidios, producto de la violencia entre miembros de la pareja. Entre las víctimas había 10 hombres. Pero, en general, las estadísticas nos dicen algo muy distinto: los casos puros de violencia contra el hombre apenas alcanzan el 2%, mientras que en un 75% de los casos de maltrato se trata de violencia pura contra la mujer. En el 23% restante, ambos miembros de la pareja son víctimas de la violencia recíproca entre ellos.

Lo normal es que así sea porque, aunque violencia contra la mujer la hay en todo tipo de familias, predomina en la familia fuertemente jerarquizada en la que el varón adulto ejerce el poder verticalmente (desde arriba hasta abajo) de acuerdo con las leyes implícitas (cuando no explícitas) de la cultura patriarcal. Esas leyes exigen el respeto y la

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obediencia del subordinado, de forma tal que los de abajo únicamente suelen tener obligaciones con los de arriba. Los derechos fluyen de arriba hacia abajo; los deberes, a la inversa.

La cultura patriarcal puede acabar justificando el uso de la violencia, pues uno de sus principios es que las faltas de obediencia y de respeto han de tener su justo castigo. Dicho de otro modo, para castigar lo tenido por faltas de respeto o incumplimiento de obligaciones, el de arriba puede hacer uso de la violencia.

Así, en este entramado cultural, pueden encontrar cierta justificación para sus acciones violentas el hombre que maltrata a la mujer, los padres que hacen lo propio con los niños y, cuando cambian las tornas, los hijos adultos con sus padres ya ancianos”5.

Este es un mito que debe ser desmontado por muchas razones. Es muy lógico entender que en el ambiente familiar se produzca a veces violencia, claro que sí. Éste es un lugar en el que conviven y se relacionan mucho entre sí personas de distintas edades, con distintos roles y a menudo, son espacios no muy amplios que eso, junto con otros motivos, genera como muchos autores nos explican, un estrés que es fácil que termine en violencia si no se sabe conducir ni atajar de otras formas. Independientemente de que deben darse además otras circunstancias que continuaremos viendo para que suceda tal cosa.

A raíz de lo que nos dice el autor también sobre este mito, he de resaltar y celebrar esos ascensos que se van dando de los casos que se van conociendo sobre los malos tratos, ya que estoy muy de acuerdo con que, lo que se está produciendo es una mayor concienciación e información de la sociedad y los medios de comunicación para que la mujer ya no se aguante tanto o se vea tan indefensa como para no poder ponerle remedio a su situación.

2.- “El mito de la violencia familiar como fruto de trastornos psiquiátricos:

Hay un segundo mito en torno a la violencia familiar, a saber: que es producto de algún tipo de enfermedad mental o de trastorno de la personalidad.

5 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P.P. 46-49

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Obviamente, es un mito que tiende a tranquilizarnos. Sería demasiado inquietante que el actor de la violencia estuviese en sus cabales cuando mata a su compañera o cuando padre y madre meten en agua hirviendo a su hija pequeña.

Lo bien cierto es que es así. No son sólo hombres mentalmente enajenados los que propinan una paliza de muerte a sus compañeras. Ni padres con acusados trastornos de la personalidad los únicos que arrojan un bebé contra el suelo. Todo lo contrario. Únicamente entre el 10 y el 20% de los casos de violencia familiar son causados por personas con trastornos psiquiátricos o de la personalidad. Entre estos problemas destacan la psicosis, la psicopatía y el trastorno narcisista. Como he dicho en el capítulo 2, hablar de psicopatías es siempre difícil. Con todo, entre ese 10-20% de agresores con trastornos de personalidad que atacan violentamente a sus compañeras destacan individuos con escasa ansiedad, nula capacidad para ponerse en lugar del otro (empatía) y pocos o ningún remordimiento. Cumplen, en definitiva, algunas de las notas características de los llamados <<psicópatas>>.

Así pues, en la mayoría de los casos (entre el 80 y 90%), el agresor es una persona normal desde un punto de vista clínico. Los trastornos mentales o de la personalidad no le caracterizan a él, sino que acabarán en muchas ocasiones siendo los efectos que su conducta cause en la víctima de su violencia.

Eso no quiere decir que los maltratadores no tengan acusados algunos rasgos de la personalidad, como la celopatía o problemas para controlar la ira. Lo que también suelen tener, en consonancia con lo que he dicho al hablar de la concepción autoritaria de la familia, es un conjunto de sesgos cognitivos, es decir, de formas erróneas de entender el mundo o de creencias equivocadas. Ciertamente, entre quienes maltratan a sus compañeras predominan los que mantienen un sistema de creencias basado en los principios de la cultura patriarcal acerca del poder de la masculinidad y la inferioridad de la mujer”6.

Ya hemos podido ver como no todas estas personas sufren algún trastorno mental o de la personalidad. Se da en muchas personas las cuales son víctimas de una forma machista de entender el mundo (que han sido creadas por la sociedad tradicional, la concepción autoritaria y patriarcal de la familia…etc) y han ido desplazando a la mujer hasta utilizarla en muchas ocasiones como un mero objeto que no vale para casi nada, solo para el servicio al hombre.

6 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P.P. 49-51

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3.- “El mito de que sólo hay violencia en las clases más desfavorecidas:

Un tercer mito muy extendido es que la violencia familiar es propia sólo de las clases más necesitadas.

Violencia hay, por el contrario, en familias de todos los estratos sociales. Lo que sucede es que, frecuentemente, los estudios que sobre este tema se realizan toman como punto de partida los expedientes abiertos en los Servicios Sociales, y los usuarios de estos Servicios figuran en su gran mayoría entre las personas más desfavorecidas. Quienes tienen recursos, suelen transitar por otras vías. A medida que vamos ascendiendo por la escala social se incrementan los medios para mantener oculto el problema”7.

En realidad es así, las personas con menos recursos son las que sufren más estos ataques de los estereotipos de malos tratos, debido a ese mayor conocimiento que nos llega de ellos. Pero la verdad es que también, como podemos ir comprobando, los malos tratos no entienden de clases sociales ni de niveles socio-económicos, se pueden producir en cualquier contexto siempre y cuando se den las condiciones necesarias para que esto ocurra.

4.- “El consumo de alcohol entre los agresores no es un mito:

Hay autores que consideran que un cuarto mito acerca de la violencia familiar es que el consumo de alcohol está presente en la mayoría de los casos. Frente a ellos, creo que hoy existe amplia documentación que nos permite aseverar que no se trata de un mito. El abuso de alcohol (y de otras drogas) aparece en proporciones muy elevadas en los casos de violencia familiar, sea contra la mujer, sea contra el niño. Por ejemplo, en España, en más del 30% de los casos de violencia contra la mujer ha estado presente el alcohol en los últimos años. Y, como más adelante desarrollo, en Estados Unidos, por ejemplo, en el 88% de los casos de maltrato o de las drogas durante 1997. En España, al menos en el 35% de los casos de maltrato físico infantil, hay alcohol de por medio.

Quizá el alcohol, por sí solo, no desencadene una agresión. Pero facilita que otros factores la promuevan. Por ejemplo, la mezcla de psicosis o psicopatías y alcohol es altamente explosiva.

7 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P.P. 51 y 52

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Con todo, las cifras son claras y no habría que reducir la importancia del alcohol. No lo hace, por ejemplo D. Adams –fundador de EMERGE, programa de tratamiento para agresores, y codirector del Comité para el Tratamiento de Agresores del Consejo de Violencia Doméstica de Massachusetts-, cuando describe el perfil típico del hombre agresor. Según él, se trata, por una parte, de una persona cuya imagen amistosa y correcta no se corresponde con su comportamiento en privado, lo que se traduce frecuentemente en la percepción social de la víctima como una persona histérica o exagerada. Por otra parte, el agresor suele reducir la importancia de sus ataques o simplemente los niega de raíz, cuando no se dedica a culpar a los otros y, en particular, a la víctima de provocar sus agresiones, valiéndose de cuantos recursos tiene a su alcance para aislarla socialmente y devaluarla psicológicamente. Por último, el agresor suele abusar del alcohol u otras sustancias tóxicas”8.

No podemos dejar de lado tampoco este tema del alcohol ya que muchas veces ayuda a inhibir (en parte) al agresor el conocimiento del resultado de esos actos que comete. Como por supuesto no podemos tampoco justificar esa acción bajo esos efectos ni lo más mínimo, porque en sí solo no es un motivo para actuar de tal forma, sino que se trata de un conjunto de procesos y motivos mucho más complejos y conscientes que poco a poco trataremos de ir deduciendo en este trabajo.

FACTORES O SITUACIONES DE RIESGO

Según lo extraído de las diversas fuentes que hemos consultado para nuestro trabajo, vamos a intentar plasmar una clasificación, lo más completa posible, que englobe los distintos factores que creemos hacen más proclives estos actos contra las mujeres. Será importante que se tengan en cuenta:

1.- Factores de riesgo personales del agresor.

Un agresor puede actuar así movido por trastornos mentales o de la personalidad, pero, como ya hemos visto anteriormente y nos decía este autor, no son muchos los casos en que esto sucede (entre el 10 y el 20% de los casos) y por tanto tendremos que atender a más factores. Pueden presentar también problemas psicológicos como la agresividad, los celos patológicos y también tener grandes dificultades o imposibilidad de expresar sus sentimientos. Esto se debe en gran medida a los prejuicios culturales instaurados del poder de la masculinidad y la debilidad de lo femenino. Por

8 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P.P. 52 y 53

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todo esto anterior, fluye la creencia de que expresar los sentimientos es cosa de mujeres y signo de debilidad. Ese es otro motivo para que surjan los problemas y no se solucionen desde la confianza y expresando cada uno sus sentimientos que como humanos poseemos. Además de estos motivos el hombre agresor suele tener una baja autoestima que hace que, ante cualquier problema importante que le surja, tenga más facilidad en recurrir a la violencia que intentar solucionarlo por otras vías pacíficas.

Otro aspecto que no podemos dejar de lado cuando buscamos situaciones de riesgo es ver si, durante su infancia o adolescencia, el agresor ha visto cómo su padre maltrataba a su madre o él mismo ha sufrido malos tratos. Parece, y también se ha estudiado, que al haber sido expuestos anteriormente ante alguna de esas situaciones (y más si es de pequeño que no se tiene mucha capacidad crítica ante lo que se ve), se tienden a interiorizar estas prácticas de modo más normal a como las pudiesen ver otras personas que no fuesen expuestas. Así nos lo explica este autor, PP. 60 y 61: “La víctima del maltrato infantil o juvenil es probable que se transforme en verdugo, cuando se trata de un varón. Pero, cuando la víctima es una niña, lo probable es que, a su vez, siga siendo víctima de malos tratos cuando alcance la fase adulta. Obviamente, que esto sea así se explica en parte por la aceptación de los roles sociales (hombre agresivo; mujer pasiva) que la cultura tradicional adscribe a unos y otros”9.

Tampoco podemos dejar de hablar de la importancia que también tiene a este respecto el abuso del alcohol y de otras sustancias tóxicas por parte del agresor. Como hemos visto antes, el pensar que esto es un mito es algo equivocado ya que las estadísticas de estos últimos años nos dicen lo contrario y es uno de los factores más importantes que lo provocan.

No podíamos terminar este apartado, por último, sin hacer mención al aspecto que se nos habla en el prólogo de Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández (2001), de su libro “Violencia en parejas jóvenes” donde se nos añade, aparte de estos factores, el factor de que sea (este agresor) una persona con carencias afectivas o con escasas habilidades sociales. Esto puede ocasionar que en el ámbito de la pareja se tienda a querer a la mujer solamente para sí y no dejar que esta se relacione (ni relacionarse él tampoco) con las personas de su entorno, con la familia…, etc. Ello muchas veces ocasiona esa sensación de desamparo de la mujer víctima de violencia de género que la hace más dependiente emocionalmente de su agresor (junto con la dependencia económica, también si hay hijos de por medio…, etc.) y que le dificulta muchísimo el tomar medidas o solicitar ayuda profesional para salir del problema que sufre.

9 José Sanmartín. La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel, 2000, P.P. 60 y 61

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2.- Factores de riesgo personales de la víctima.

En éste mismo prólogo del libro (de las autoras antes mencionadas) se nos dice que, uno de los factores de riesgo que pueda tener una mujer para hacerla propensa a sufrir malos tratos es, como ya mencionamos en el apartado anterior, que haya tenido una historia previa de malos tratos en la infancia que haya ocasionado en la mujer esa interiorización errónea del papel de la mujer en la sociedad y que por ello, ante alguna situación o indicio de malos tratos, pueda verlo como algo más normal y no darle la importancia que requiere desde el principio o ni siquiera darse cuenta de que está siendo víctima (por estar acostumbrada a esa posible indefensión de la cual ha sido receptora o víctima también desde pequeña). Todo esto lleva muy unidos también los prejuicios culturales de los que hablábamos en el apartado anterior que hacen que empeore la situación y se les ponga todo mas a favor aún a los agresores.

Otro de los factores que se nos dice que pueden influir es que sean personas con una baja autoestima. Al tener una baja autoestima, la mujer se percibe de una forma muy negativa. Ello ocasiona que, ante problemas de este tipo se hundan más aún o lleguen a pensar que es por su culpa o porque no valen nada y por tanto se lo merecen. Aquí influye e incide mucho la violencia psicológica que ejerce el agresor (ante estas víctimas) que va hundiendo mas todavía a la mujer en su baja autoestima en lugar de ayudarla a que esa misma mejore reforzando sus cosas buenas y ayudándola a avanzar y a autopercibirse de una forma más adecuada, en igualdad y mucho más humana.

3.- Factores de riesgo familiares.

Uno de los más importantes y que deben tener siempre alerta a los profesionales de la seguridad es que, como también se nos dice, los momentos de conflictos conyugales o separación constituyen períodos de gran riesgo para la mujer. Es la fase en la que ocurren buena parte de los homicidios. Es frecuente que el agresor quebrante alguna ley de protección para la víctima e irrumpa en la vida de su ex mujer o pareja haciendo uso de la violencia de género contra ella. Por esta razón se debe prestar especial interés a estos casos con estrategias de prevención adecuadas de los profesionales de estos ámbitos ante sucesos que puedan ocurrir.

Se nos habla también por último que otro de los factores de riesgo a tener en cuenta es ese estrés permanente en el que conviven algunas familias cuyas razones vimos anteriormente en el apartado de mitos.

4.- Factores de riesgo sociales, económicos y políticos.

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Dentro de este apartado, aportar como un factor de riesgo importante la insuficiente todavía incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Se ha ido avanzando mucho en los últimos años, pero a pesar de esto todavía falta camino por recorrer para que se llegue a la verdadera igualdad entre hombres y mujeres. Las mujeres, sobre todo hace algunos años, solían dedicarse muchísimo a ser amas de casa y por tanto ser económicamente muy débiles. Y ya hemos visto como esto puede ser usado por los agresores como una buena herramienta para tener a las mujeres todavía más dedicadas en exclusiva a ellos (por esa dependencia que quieren que tengan de ellos), poder ejercer a sus anchas la violencia en cualquiera de sus manifestaciones y por tanto establecer un régimen de terror en el hogar que inhiba lo máximo posible cualquier tipo de represalia que pueda ponerles en evidencia.

Otro factor importante aquí, por tratarse de la época de crisis económica en la que nos encontramos, es que no podemos pasar de largo que también puede ser este desequilibrio económico un factor de riesgo que haga más propensa la aparición de problemas familiares que, ligados con otros aspectos que hemos visto anteriormente, puedan provocar la situación de violencia.

También hay que tener muy presente, como otro de los factores de riesgo, la escasa formación de los miembros de la pareja que es muy común que vaya acompañada de una aceptación de un buen número de prejuicios culturales que sesgan su percepción del otro sexo como inferior y que dan lugar (en muchos de los casos) a que se lleguen a emplear esos malos tratos.

Emparejado a esto que hemos visto y para terminar con este apartado, puede darse explicación a que, ante determinados problemas que surjan (como una posible situación de desempleo por parte del hombre, tener dificultades económicas, una clara insatisfacción laboral o encontrarse en una situación de aislamiento social…) esto pueda ocasionar que no se encuentren por parte del agresor unas vías pacíficas para que se solucionen los problemas (y debido en parte a esa escasa formación) aumente el estrés y vean como única solución a su alcance el empleo de la fuerza y la violencia para acabar con ese motivo que les incomoda.

5.- Factores de riesgo culturales.

Dentro del ámbito de la cultura, por todo lo visto anteriormente, podemos decir que tiene un papel muy importante en este tema que tratamos. El motivo es la aceptación (que ya hemos hablado también) de la superioridad

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masculina y por tanto de una sociedad machista en muchos aspectos en la que todavía convivimos.

Cuando esto llegue a cambiarse en su totalidad, cuando se repartan equitativamente las tareas y deberes del hogar entre sus miembros y todos sean ciudadanos de derecho (con sus deberes y oportunidades), podremos estar en condiciones de ir terminando con esos prejuicios culturales altamente negativos que ocasionen que un marido enfurecido y bajo efectos del alcohol por ejemplo, considere que la mujer lo merece y llegue incluso a darle muerte ante cualquier suceso que se les presente.

6.- Factores de riesgo en parejas jóvenes.

Las parejas jóvenes son más dadas a que se produzca el maltrato. Los motivos que afloran suelen ser que, al ser jóvenes, en la mayoría de los casos hay todavía una escasa formación que les hace más fácil cometer errores, surgen problemas económicos… y sin unas buenas técnicas para la resolución de conflictos es fácil que lleve al uso de la violencia.

A continuación, veremos lo que nos dicen Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández, autoras del libro anteriormente plasmado, a hilo con este factor de riesgo de las parejas jóvenes. 10

Se nos dice que la violencia suele aparecer en las relaciones de forma gradual, a medida que aumenta el compromiso. Nos proporcionan también ciertos indicios que deberían alertar a quienes comienzan una nueva relación de pareja y que vamos a describir a continuación: Consideran especialmente peligrosos los intentos de control y aislamiento. Ya hemos visto anteriormente que ese tipo de acciones no pueden llevar a hacerle ningún bien a nadie por lo que pueden y normalmente ocasionan. “… quiere saber todo lo que haces, exige explicaciones por todo, formula prohibiciones y amenazas, impone reglas, pretende que no tengas secretos para él, critica a las personas con las que te relacionas, te exige que le dediques la mayor parte de tu tiempo…”. Otro indicio de alerta del que se nos habla es sobre la agresividad, “…muestra enojo con frecuencia, es verbalmente agresivo…”. Nos hablan del desprecio y la humillación, “…deja de hablar o desaparece sin dar explicaciones, llega tarde, se burla, utiliza lo que sabe de tu vida para hacerte reproches, se muestra seductor con otras personas para hacerte daño…”. También de la manipulación, “…te pone trampas para averiguar si mientes o hasta qué punto le quieres, miente…”. Por último se nos habla de la negación de los errores, “…no pide disculpas, se niega a discutir las cuestiones que le preocupan, te culpabiliza…”, entre otros indicios que nos dejan en entredicho. Todos estos

10 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 34

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aspectos es muy importante conocerlos y tenerlos presentes tanto si somos jóvenes como adultos. Todos podemos incurrir en alguno de ellos en algún momento de la vida, pero al conocerlos, ya podremos ser más críticos mejorando nuestros comportamientos o acciones y saber que es probable que si no los cambiamos estemos dañando a alguien con nuestras actuaciones e incluso a nosotros mismos también.

En este sentido, estas autoras nos hablan de otros dos autores Barnett y col y nos dicen que, en una de sus revisiones, ambos autores describen los principales factores que parecen colocar a las relaciones en situación de riesgo (aunque ya hayamos visto algunos de estos aspectos con anterioridad): “El deseo de controlar a la pareja”, “La violencia vivida dentro del contexto familiar”, “Las actitudes tradicionales respecto a los roles de género” y “una visión excesivamente romántica de las relaciones amorosas”. A continuación pasamos nosotros a resumir lo más importante de cada uno de ellos.

- “El deseo de controlar a la pareja”11:

Se nos dice que, el deseo de controlar a la pareja puede ser muy peligroso. Puede llevar por un lado a algunos jóvenes a mostrarse violentos cuando no consiguen lo que quieren y por otro, puede convertirles en objeto de agresiones ya que algunas personas reaccionan violentamente cuando sienten que alguien está intentando coartar su libertad.

Es muy común pensar que, como también se nos dice, en algunos casos pueden intervenir aquí los celos por parte del hombre. Éstos, de carácter crónico, pueden aflorar ante ciertos indicios (por parte de la mujer por ejemplo) que los ocasionen o simplemente ser una respuesta arraigada en la persona y que, sin motivo alguno, afloren fruto de su inseguridad y de su problema.

Pero, sobre la importancia de los celos para promover la violencia en este contexto, hablaremos un poco más adelante en el apartado de -motivos y procesos que intervienen- dada su gran relevancia en este tema que nos ocupa.

- “La violencia vivida dentro del contexto familiar”12:

11 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 3512 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 38

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Sobre este aspecto se nos habla de la “hipótesis de transmisión” (también algunos investigadores lo han denominado como “teoría intergeneracional” o “ciclo de la violencia”). Esta hipótesis es creer que las manifestaciones violentas se pueden repetir de generación en generación. Los investigadores están de acuerdo hoy en día en que haber presenciado malos tratos durante la infancia puede hacer que se comporten de forma violenta con sus parejas en un futuro, pero también nos dicen que no se trata de una condición necesaria o suficiente. Aquellos que maltratan a sus parejas no siempre provienen de familias violentas, y no todos los que han crecido en este ambiente se comportan con agresividad.

Para eso está la actitud crítica y la personalidad de las personas que hace que se aprueben o desaprueben ciertas conductas para incorporarlas en su estructura de la personalidad. Su comportamiento futuro dependerá más bien de cómo interpreten los conflictos de sus mayores que están viviendo y sufriendo ellos también. Ya nos lo exponen con claridad también las autoras en este apartado: …”creemos que nadie está condenado a la violencia, especialmente si sus actitudes son contrarias a la misma”13.

- “Las actitudes tradicionales respecto a los roles de género”14:

Desde bastante tiempo atrás se viene sosteniendo que los hombres con actitudes y creencias más conservadoras eran más propensos también a utilizar la violencia en sus relaciones. Esto viene desde nuestros antepasados, en cuyo tiempo los hombres eran los encargados de cazar, trabajar fuera para traer dinero a la familia, tomas las decisiones importantes y de tener mucha más libertad que las mujeres para todo y donde ellas en cambio, eran las que tenían que estar en su hogar faenando, esperando a su marido para complacerle en todo y teniendo restringidas muchísimas cosas que hoy en día vemos como normales.

Esa creencia como continuar también hoy en día con esas actitudes, solo puede favorecer más aún la desigualdad en vez de cambiar de actitudes que es lo que pretendemos y hacia lo que se debe tender.

13 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 4114 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 41

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Se nos habla en este apartado y muy relacionado a esto anterior también que, la violencia no se manifiesta únicamente a través de agresiones físicas, sino también mediante otras conductas más sutiles y cotidianas. Lo que nos viene a decir es que, si se realizan comentarios en el hogar por ejemplo, de un hombre a una mujer: “lo que tienes que hacer es dedicarte a limpiar que es lo que hacen las mujeres…” o miles de comentarios machistas en este sentido, que son comunes en muchas personas todavía hoy en día, eso va dañando a todas las personas de su alrededor más de lo que podemos pensar a priori. En primer lugar dañan a la mujer objeto de este tipo de violencia ya que, la discrimina y no se siente lo valorada que se tiene que sentir (como persona con derechos iguales que el hombre…) y esto, si se repite a menudo, llega a dañar su autoestima y le puede llegar a hacer pensar que solo vale para eso y no para las demás cosas importantes ni para tomar decisiones del hogar o de la familia. Y en segundo lugar, como ya hemos visto antes, dañan a los hijos que van adquiriendo esas actitudes tradicionales de los roles de género e incorporándolas erróneamente como normales en la estructura de su personalidad. He de decir también que este tema de la estructura de la personalidad es muy delicado y que (entre otros factores) en él influyen mucho las emociones que los niños sientan sobre la persona de quién se recibe algo… cosa que (siendo de un gran referente para ellos como puede ser un padre o una madre) hace que se instaure, si no se posee todavía una actitud muy crítica para cribarlo, mucho más aún y con mas carga afectiva que si proviniese de cualquier otra persona.

- “Una visión excesivamente romántica de las relaciones amorosas”15:

Se nos dice al respecto que, una visión excesivamente romántica del amor puede llevar a los jóvenes a creer que el <<amor lo puede todo>> y que la violencia es un obstáculo más a vencer. El rechazo, e incluso las agresiones, pueden ser interpretadas como un obstáculo a vencer. Nos dicen que de esta manera, el romanticismo facilita el mantenimiento de relaciones potencialmente destructivas. Los jóvenes de ambos sexos pueden caer en este error y forzar al otro/a a implicarse más, aunque no lo desee. Algo que, como ya hemos visto

15 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 45

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también nosotros, puede provocar malestar e incluso agresividad por parte de la otra persona.

Uno de los problemas que pueden aparecer también manteniendo esa creencia es que eso puede contribuir a que los jóvenes construyan una relación asfixiante. Ese tan fuerte sentimiento amoroso que dicen tener en tales magnitudes (el cual debería ser cuestionado por carecer de un aspecto esencial de alguien que quiere a alguien como es el respeto, el espacio para sus cosas, la libertad…) suele ser utilizado como justificación del control que se desea ejercer sobre la pareja.

Todo esto que estamos viendo puede ocasionar que, tras sufrir las primeras agresiones, la víctima necesite también justificar por qué no rompe inmediatamente la relación. En este caso, el romanticismo puede jugar en su contra, al hacerle creer que son problemas de pareja transitorios y que terminarán una vez que estén casados. Pienso que esto es de suma importancia detectarlo tempranamente y lo que ocurre al envolver el problema es que esa violencia siempre va a más como también vimos anteriormente, a medida que va aumentando más el compromiso.

Se nos dice aquí también que es importante hablar con la pareja al principio de lo que cada uno espera de su relación. Esto hay que tenerlo muy en cuenta para que todo vaya mejor y también saber que, es muy difícil cambiar las actitudes de una persona, lo mejor será ser críticos y conocerla antes de involucrarse mucho y ver si las cosas que te gustan tanto de ella pueden superar a las que te gustan menos. Así, cada uno siendo como es, se puede vivir en armonía siendo conscientes siempre de que todos somos humanos y por lo tanto tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos.

Estos factores que acabamos de ver, son de mucha importancia para nuestro trabajo ya que, nos permiten saber que ciertas situaciones nada descabelladas (que es muy probable que a uno mismo le puedan ocurrir en alguna ocasión) hacen más probable la aparición de la violencia en las parejas jóvenes. Por lo tanto, si una persona quiere a otra de verdad y quiere conservar su relación, se alegrará al verse reflejado en alguna de las conductas anteriores (si fuese el caso), con el objetivo de mejorar y entre ambos miembros de la pareja tratar de afrontarlo y superarlo con la mejor actitud y comprensión.

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7.- Factor de riesgo de aparición del abuso psicológico antes del físico.

Antes de nada vamos a ofrecer una definición de violencia psicológica con el objetivo de acercar al lector a comprenderla claramente, para poder tener algún indicio al menos, si nos pudiese hacer falta su diagnóstico en alguna ocasión.

La violencia psicológica, conocida también como violencia emocional, es una forma de maltrato, por lo que se encuentra en una de las categorías dentro de la violencia doméstica. La intención que trae consigo la violencia psicológica es humillar, hacer sentir mal e insegura a una persona, deteriorando su propio valor. Difiere del maltrato físico ya que éste es sutil y es mucho más difícil de percibirlo o detectarlo. Se manifiesta a través de palabras hirientes, descalificaciones, humillaciones, gritos e insultos. Éste trastorno puede tener bases en la infancia de las personas cuando se llevan a cabo la falta de atención por parte de los padres o familiares, y la violencia intrafamiliar.

Todo esto que trae consigo provoca sentimientos de insatisfacción, menosprecio y frustración en la víctima. Cuando son prolongados, encontramos personas que llegan a tener problemas de autoestima y dificultades no solo a nivel de pareja, sino a nivel social y o profesional.

Con sentimientos de angustia, estrés y una pobre e inadecuada valoración de sí misma pueden lesionar la salud, causando depresiones y enfermedades.

Esto se presenta porque no se han cumplido necesidades básicas del ser humano como el amor y el afecto, por lo cual la sensación de insatisfacción y frustración es grande.

Hasta ahora nos habíamos centrado únicamente en la violencia física que es la que deja las secuelas más visibles pero, no podemos por ello dejar de lado las distintas formas que puede revestir esta violencia de género que estamos tratando. Hay diversas clasificaciones, pero la que me ha parecido más completa, es la que divide a la violencia en física, psicológica, sexual, económica y social. A pesar de que sean más visibles las secuelas de la violencia física, las consecuencias psicológicas son con diferencias mucho más serias. Por esta razón hemos de tenerlas siempre todas en igual consideración. El motivo que podemos deducir de esta seriedad son las secuelas tan importantes que dejan a estos niveles en la persona y que son mucho más difícilmente recuperables en la mayoría de los casos también, al hacer posible incluso la aparición de enfermedades como ya hemos visto.

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Y no queda la cosa ahí, además (y por ello lo encasillo como factor de riesgo), varios estudios han demostrado un correlato a favor de que el abuso psicológico acompaña con frecuencia a la violencia física, suele ser más frecuente que este último y nos dicen lo siguiente también las autoras anteriormente citadas: “…la violencia psicológica es un factor de riesgo y quizá un precursor de la violencia física de la pareja. Por ejemplo, en un estudio longitudinal con tres mil parejas recién casadas se ha constatado que la utilización de la violencia psicológica del marido a los 18 meses después del matrimonio era un predictor significativo de la violencia física a los 30 meses después del matrimonio. Los datos disponibles sugieren que los profesionales deberían evaluar la presencia de violencia psicológica en todos los casos en los que se intervenga. Entre las parejas que no han experimentado violencia física, el abuso psicológico puede ser un factor de riesgo para la expresión de esa violencia, y entre parejas que ya están experimentando la violencia física del compañero, es casi cierto que la violencia psicológica está también ocurriendo”16.

Evidentemente, es difícil que nos encontremos con un caso de violencia de género en el que se dé un solo tipo de maltrato, generalmente varios de ellos van unidos. De hecho, siempre que existen malos tratos físicos también hay malos tratos psicológicos, ya que éstos siempre son humillantes y deterioran la integridad y la autoestima de la víctima.

Es muy importante que se tenga esto presente, tanto por parte de los profesionales como de cualquier persona con el objetivo de ser críticos y poder prevenir y ayudar a tiempo a evitar un posible caso de violencia psicológica o que se agrave incluso, como vemos que es fácil, a la violencia física también.

8.- Factor de riesgo de los medios de comunicación.

Sin irnos muy lejos tenemos en concreto a la televisión como factor de riesgo. Ésta sigue siendo muchas veces el peor modelo a imitar tanto por las personas mayores, como mucho más aún por los más pequeños, ya que absorben, en su período sensible, las cosas con mayor facilidad.

Estos medios, todavía hoy, por increíble que parezca y pese a los esfuerzos y trabajo que se está haciendo en la mayoría de los ámbitos, continúan utilizando a la mujer en muchas ocasiones como mero objeto, con una imagen que no es la adecuada y devaluándola social y públicamente. Eso no puede hacer otra cosa que acentuar mas todavía esos prejuicios culturales de los que hemos hablado y esa desigualdad (al llegar a hacérnoslo ver como

16 Rosaura González Méndez y Juana Dolores Santana Hernández. Violencia en parejas Jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide, 2001, P. 16

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algo normal) y seguir propulsando esa violencia que como hemos visto, aflora de la aceptación y creencia de esas desigualdades junto con otros motivos.

Nosotros, los ciudadanos de a pie, no podremos hacer mucho para cambiar tales esferas de la sociedad, pero lo que si podemos porque está en nuestra mano, es ser receptores o espectadores críticos de la mercancía que nos venden. Por ejemplo, en el caso en el que una familia con hijos estén viendo juntos la televisión y se presenten estas imágenes de desigualdad, entre todos podemos dialogar y hacerles ver a los niños y razonar si una cosa está bien o está mal. Esto es bajo mi punto de vista una buena forma de ir contribuyendo cada familia a la igualdad entre hombres y mujeres que todavía hoy por desgracia y con tanto avance como tenemos, no hemos conseguido.

Con todo este apartado del trabajo, lo que hemos pretendido también, a parte de informar, es prevenir tanto a quienes quieran dedicarse a trabajar en este ámbito como al público en general, de que hay que estar muy pendientes a una amplia variedad de posibles formas en que la violencia de género puede aparecer. Esto debería hacer posible (y no dudo para nada del gran trabajo que sobre esto se hace hoy en día) elaborar programas de intervención y prevención que atiendan a toda esa amplia gama que existe y además estar siempre éstos en constante revisión para fomentar y propiciar su crecimiento.

MOTIVOS O CAUSAS QUE LA PROMUEVEN

A pesar de la complejidad de definir a ciencia cierta las causas que llevan a un hombre a maltratar a una mujer, vamos a presentar a continuación una clasificación que engloba un poco todo lo visto hasta ahora y a ser posible indagaremos un poco también en algunos aspectos importantes que sea necesario destacar.

Nosotros lo hemos dividido en motivo o causa genética, social y psicológica y los celos patológicos.

- Genética :

Según los estudiosos de muchas investigaciones (ya expusimos anteriormente nosotros algo sobre esto), hay determinados tipos de personas que no tienen unos buenos mecanismos para prevenir que esa agresividad innata que tenemos todos, se inhiba adecuadamente llevándolos a un estado de furia que descargan, en muchos casos y junto a otras causas, en forma de violencia contra la mujer.

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Además, como ya dijimos, tampoco podemos establecer como única causa de la violencia de género a los trastornos de la personalidad, las psicopatías, ni la enfermedad mental en los maltratadores, ya que, como vimos en los pequeños porcentajes, la mayoría de ellos son personas que no están enfermas sino que (como veremos en el siguiente punto) tienen un problema más bien ligado a unas creencias distorsionadas sobre la mujer. Son conscientes en la mayoría de los casos, si no están bajo otros efectos, de lo que hacen y por tanto, podría decirse que son responsables también de algún modo de los actos que cometen.

Pero, nos centramos aquí en el caso de que estemos hablando de este pequeño porcentaje, exponiendo a continuación los aspectos más importantes relacionados con este apartado de agresores y patologías genéticas:

Agresor y genética

Presencia de psicopatía o trastorno de la personalidad

-Psicópata: persona altamente asocial, agresiva o impulsiva, que carece de sentimientos de culpa o remordimiento ante el dolor causado y que es incapaz de crear lazos de afecto duraderos con otras personas. Sin empatía en las relaciones interpersonales. -Trastornos de personalidad: patrón estable de relación, percepción, comportamiento y pensamiento permanente o inflexible lo suficientemente serio como para causar angustia; así como para impedir que quien lo padece se relacione plenamente con el entorno.

Agresividad patológica(se pueden producir

-orgánica La agresividad es generalizada y se puede producir en algunos traumatismos craneoencefálicos y tumores, y en algunos casos de epilepsia.

-Psicosis En algunos

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alteraciones en los mecanismos del control de la agresividad)

episodios o en casos muy graves sin medicación ni tratamiento se pueden producir episodios violentos en esquizofrenia, en trastorno delirante paranoide (celotípico) o en psicosis maniaco-depresivas. En general no están relacionados con el género.

-Neurosis Se producen sobre todo auto-agresiones.

-Alcohol y sustancias tóxicas

Alteran los mecanismos de control de la agresividad.

Fuente: cuadro adaptado de Jesús Pérez Viejo y Ana Isabel Montalvo Hernández. Violencia de género. Prevención, detección y atención. Madrid: Grupo 5, 2011, P.P. 103 y 104

Estos autores, de los cuales hemos adaptado el cuadro anterior, nos dicen lo siguiente (por último) en relación a los trastornos de personalidad:

“En cuanto a los trastornos de personalidad, a continuación se describen los que cursan más frecuentemente con comportamientos violentos:

o La psicopatía o trastorno antisocial de la personalidad: Se caracteriza por la manipulación, la falta de empatía en las relaciones interpersonales y la ausencia de remordimiento ante el dolor causado y propicia la aparición de conductas violentas y crueles. El maltratador psicópata muestra desapego por los hijos e hijas, carece de amigos y es un manipulador.

o El trastorno Bordeline: En el que es frecuente la impulsividad, la inestabilidad emocional y un sentimiento de vacío. Propicia la aparición de conductas impredecibles en la relación de pareja.

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o El trastorno paranoide: En el que están presentes la desconfianza y los celos de forma constante.

o El trastorno narcisista: En el que la persona está sujeta a una estimación permanente”17.

Para finalizar el presente apartado de la influencia de la genética en el que, como hemos visto (no es mucho lo que influye, aunque hay casos en los que tiene bastante que ver), podríamos reflexionar un poco y esto debería de hacernos ver más claro cómo es posible atajar el problema, casi en su totalidad, desde el punto de vista educativo (ya que son muchas más las personas que obran así y no tienen este problema genético) y por tanto es más fácil y conveniente de erradicar de esta forma dada la importancia, dificultad, delicadeza e imposibilidad (en algunos casos) para abordar y solucionar los problemas patológicos.

- Social y psicológica :

Ésta causa es una de las más importantes que influyen en la violencia de género y que por ello tenemos que tener muy en cuenta.

Ya hemos visto también (cuando hablamos de violencia familiar al comienzo) cómo influye todavía en nuestra sociedad la cultura patriarcal en algunas familias, que las hace fuertemente jerarquizadas, manteniendo esos roles tradicionales que han aprendido sobre el papel de cada uno en la familia.

Esta aceptación hace que los hombres sientan la necesidad de sentirse superiores porque por ejemplo “esto o lo otro es tarea solamente de hombres”…, etc. y hacen cualquier cosa en muchos de los casos por saciar esa necesidad de superioridad con respecto a ellas. Esta errónea jerarquía de valores la tienen tan interiorizada que hace que vean como que es hasta su deber el actuar así y obligación de las mujeres el ser sumisas y obedecerles siempre. Si mantener esta posición significa hacer uso de la fuerza y la violencia contra su mujer (o si es el caso) contra los hijos también, lo hará una persona con este sistema de relaciones en su familia.

17 Jesús Pérez Viejo y Ana Isabel Montalvo Hernández. Violencia de género. Prevención, detección y atención. Madrid: Grupo 5, 2011, P. 104

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En el momento en el que en alguna familia donde predominen estos ideales, esos roles tradicionales comienzan a cambiar (como puede ser el caso de una mujer que comienza a trabajar fuera del hogar y por lo tanto que va adquiriendo un papel en la sociedad), el hombre en muchos casos recurre a la violencia para imponerse y oponerse incluso, a sentirse inferior a ella. Todo esto por miedo a que se le desmonte toda esa “edificación” sesgada que tiene tan desigual sobre la mujer, ese machismo que posee y su concepto de la igualdad en general.

Por ello lo que también suelen tener, en consonancia con lo que he dicho al hablar de la concepción autoritaria de la familia y abuso de poder…, la inferioridad de las mujeres… y la relación desigualitaria que establecen para con ellas…, es un conjunto de sesgos cognitivos, es decir, de formas erróneas de entender el mundo o de creencias equivocadas.

Un motivo que también parece influir bastante es la aceptación socialmente instaurada (muy común todavía hoy) de la mujer como propiedad del marido y esto ocasiona la creencia popular, si una mujer sufre violencia, de que se escuchen expresiones como “se lo ha buscado” o “algo le habrá hecho al marido...”. Ese alto grado de tolerancia que tenemos todavía, del ejercicio de la violencia como la solución a las problemáticas, es muy peligroso que continúe siendo aceptado y no debemos darle alas de ningún modo, ya que es una de las causas de que estos actos se sigan perpetrando, si no se desaprueban radicalmente por parte de todos. Ello no da pie a que una mujer (que se encuentra sola en la mayoría de los casos por ese aislamiento en que le ha ido dejando el maltratador…, etc.) tome cartas en el asunto y haga lo que debe de hacer que es no dejarse avasallar ni que nadie ejerza violencia sobre ella, sino que lo que le ocasiona (al ser una mayoría social la que acepta esto) es que se sienta culpable, indefensa… y que ello ocasione todas estas consecuencias de baja autoestima, depresiones, etc. de las que ya hablamos anteriormente por esa soledad y angustia que le produce el sufrimiento que padece en silencio y sin ser comprendida.

Una de las causas psicológicas, que tiene relación aquí también y por ello comentamos, es en referencia a lo que ya hablamos (de que se había estudiado una correlación entre el maltrato percibido desde la infancia y una muy posible puesta en práctica por parte del niño cuando es mayor). La Psicología o Psicología Social en concreto, nos hace ver muy a menudo como los valores (familiares o culturales) que tiene una persona pueden intervenir en los actos

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que comete. Estos valores son construcciones que una persona va haciendo sobre la realidad desde el momento en el que nace y están muy alimentados de la afectividad que reciben, de sus emociones…etc. Por esta razón, cuando una persona recibe alguna enseñanza por parte de un referente fuerte para él (como puede ser un miembro directo de su familia), por estos procesos selectivos emocionales que ocurren en su cerebro, son incorporados de forma más fuerte que si fuesen recibidos de cualquier otra persona. Por ello sospecho y me da mucho para pensar el que, si una persona no tiene muy buena capacidad crítica para valorar si una cosa está mejor o peor, ni oportunidad para el acceso a un buen nivel educativo o formativo e incluso es una persona con una baja autoestima, pocas habilidades sociales y especialmente sensible y muy apegada solamente su familia, eso podría ocasionar que viesen como normales (al no tener acceso a ver otras cosas más buenas y enriquecerse con ellas) los posibles actos de malos tratos que pudieran tener en su hogar. Eso puede ocasionar (unido a lo que nos decían al principio) que éstos actos adquieran un puesto no adecuado en esa estructura de la personalidad que todos tenemos y no sean percibidos como unos actos tan crueles para el agresor como lo son para cualquier persona que tenga una escala de valores adecuada.

He de decir al respecto, que a pesar de esto anterior, no estoy justificando nada de estos actos de los hombres, ni mucho menos. Pero lo que bajo mi punto de vista si deberíamos hacer es verlos como un problema, ser especialmente sensibles y estar atentos hasta del más mínimo motivo de los que intervienen, para poder estar en condiciones de prestarles la ayuda que más necesiten, para salir de esta situación de la que estoy casi seguro de que ellos, en la mayoría de los casos, tampoco están para nada orgullosos.

- Los celos patológicos :

El tema de los celos patológicos, de temática muy delicada, se ha ido encasillando como otra gran causa que promueve la violencia de género. La sacamos de las patologías de la genética para estudiarla por separado, como otro motivo o causa más, debido a esa importancia de su influencia aquí.

Pero antes de comenzar con este apartado, es necesario buscar una definición que nos ayude a abordarlo y ver cómo influye de esa

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manera tan negativa en las relaciones de pareja, pudiendo llegar incluso a destruirlas si no se consulta con un especialista a tiempo ni se toman las medidas necesarias.

Los celos son un delirio paranoide que, mal llevados al extremo constituyen una patología fuertemente autodestructiva; el sujeto que padece esta enfermedad "vive" en un estado de infelicidad, en función de sus miedos y sospechas de engaño, muchas veces completamente infundados y prácticamente no acepta otra condición de verdad que no sean las evidencias que confirman su inseguridad en la relación. Los celos patológicos pueden manifestarse indistintamente en hombres o mujeres.

Los celos causan mucha angustia e infelicidad y provocan daño al ser objeto del celo, incluso hasta provocar una respuesta física de agresión desmedida. Este nivel de celo es muy difícil de curar y las personas que lo padecen tienen grandes posibilidades de llegar a situaciones extremas si no se someten a un especialista. Existen países como España que han tomado medidas en el asunto debido a la gran cantidad de casos de violencia doméstica causada por los celos. La cura está basada en la recuperación de la confianza en la relación de pareja y de la seguridad de si mismo reconociendo el espacio vital que toda pareja debe tener y que no debe ser invadido por el otro. La prevención está relacionada con el aprendizaje durante la infancia de los valores de la tolerancia, el respeto y el reconocimiento de los derechos del otro. Además también pueden prevenirlos una buena comunicación en la pareja. Una vez desarrollados los celos, la terapia psicológica puede ser muy útil si es que no hay una patología subyacente, como el alcoholismo. Si hay una patología subyacente, la terapia psicológica debe abordarla. En los casos de delirio, el enfoque es farmacológico.

Como hemos visto, estamos ante un problema de suma importancia ya que es muy difícilmente curable y en la mayoría de los casos (si no se intenta aplacar el problema entre la pareja, con mucha comprensión y ayuda por parte la persona sobre quién recaen los celos) lo más probable es que se rompa la relación (como una de las mejores soluciones de las posibles) y la persona celosa torne todas las relaciones que emprenda en un infierno, haciéndose daño tanto él, como la persona sobre la que recae ese celo o emoción de pertenencia, que puede hacerle prácticamente imposible su existencia.

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En consonancia con esto que estamos tratando, me gustaría introducir un fragmento de un artículo que nos dice lo siguiente:

“…Pero la situación se agrava cuando la persona celosa, lejos de reconocer el grave desajuste que sufre, intenta demostrarse la veracidad de su errónea percepción. Detectamos aquí, en consecuencia, que parte del problema es perceptivo. Su sesgada percepción conduce a una distorsionada interpretación de la realidad, lo que genera una emoción autodestructiva. Cualquier acontecimiento se convierte en la “prueba” que demuestra la autenticidad de su sospecha”18.

A raíz de éste párrafo anterior podemos ver con más claridad la importancia que tiene el acudir a tiempo (si raramente se da cuenta él mismo) a un especialista que pueda paliar las consecuencias y siguiendo un buen método ir contribuyendo a salvar una relación por ejemplo, en vez de destruirla. Como también para hacernos ver (si él no se diese cuenta) la importancia de su detección precoz por cualquier otra persona externa (ya sea la propia pareja, algún familiar o amigo) para tomar medidas, a fin de prevenir una más difícil recuperación o daño a alguien.

Y hace, en este mismo artículo, una deducción sobre un aspecto muy importante para tener presente nosotros aquí (por el objetivo que nos marcamos al comienzo de este trabajo) y que convendría que fuese sabido por el mayor número de personas posible, dada la delicadeza del tema a tratar. El fragmento es el que sigue:

“…La situación, lejos de cerrarse en este punto puede complicarse más aún. Kafka, en uno de los aforismos contenidos en sus Consideraciones sobre el pecado, sufrimiento, esperanza y verdadero camino, advierte que “la lucha con la pareja termina en la cama”. En ese momento, aparentemente, ya nada ha ocurrido. Pero si se asocia el bellísimo acto de hacer el amor con un episodio de celos, dicho episodio no es contemplado como algo tan negativo, sino que puede llegar a ser algo deseado. De ahí a la tragedia hay un paso. Tengo la absoluta certeza de que el desconocimiento de esto es uno de los detonantes de los malos tratos dentro del mundo de la pareja”19.

18 Leopoldo La Rubia de Prado. Los celos: descripción de una lucha y salidas. Revista de Psicología Ceuta S. XXI, nº 14, 2008, P.219 Leopoldo La Rubia de Prado. Los celos: descripción de una lucha y salidas. Revista de Psicología Ceuta S. XXI, nº 14, 2008, P.2

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No son pocas las veces que se escuchan comentarios en ese sentido como “lo mejor de las peleas con mi pareja es la reconciliación tan placentera que viene después…”. Esto puede llegar a producir un grave problema al no ser valorado de la forma en que debería un aspecto tan importante y serio como éste, afectando y provocando problemas (que aunque a simple vista no se aprecien), acaban dañando a las personas y sus relaciones de una forma bastante importante y seria. Ya nos lo dice la Psicología, que una recompensa positiva seguida a una acción o comportamiento determinado lleva a reforzar la conducta anterior. Por ello no se puede aguantar ningún caso de este amargo sufrimiento por esperar ese momento de paz aprendido que le sigue, porque hablando de este tema tan delicado, puede ocurrir que algún día (por ese paso que se cruce tan crítico que ocasione una desgracia) no se llegue hasta ese final “feliz”.

TRATAMIENTO

Después de ver todo lo anterior, el tratamiento que deberíamos aplicar sería el relacionado con una buena educación desde pequeños sobre estos aspectos y la prevención ante toda la amplia gama de situaciones de riesgo, motivos y causas de esa mayor propensión hacia el uso de la violencia…., etc. que hemos venido viendo anteriormente.

Esta educación para prevenir la violencia de género, podría estar liderada por la perspectiva de género. Esta perspectiva se nos expone así:

“Analizar la violencia desde una perspectiva de género permite visualizar la existencia de relaciones jerárquicas y de desigualdad, entendiendo que no es lo biológico (el sexo) lo que condiciona, sino que tiene que ver con la forma en que nos construye la cultura, con los mandatos que pretenden imponer modelos donde la mujer es sumisa y está dedicada al cuidado de los otros, y donde el hombre es el proveedor y el más fuerte. La perspectiva de género permite comprender que:

- La violencia contra las mujeres es el resultado de las estructuras de poder existentes dentro de la sociedad y la familia.

- El desequilibrio de poder es un factor determinante en la generación de la violencia.

- El sistema patriarcal y su estructura generan formas de desigualdad y violación de los derechos humanos, siendo la más extrema de

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todas la violencia de género, violencia contra las mujeres o violencia machista.

Analizar el problema de la violencia de género desde la perspectiva de género implica un análisis diferente de ésta, ya que no se busca la raíz de la violencia en patologías del hombre o de la mujer, sino que se trata de establecer los mecanismos sociales y culturales que sustentan esta violencia. La violencia no se considera entonces un hecho aislado, intentando describir las características particulares del maltratador o de su víctima ni los hechos que se producen en la situación de violencia, sino que desde esta perspectiva se incorporan los mecanismos sociales, culturales y personales que inciden en que la violencia se produzca y se mantenga”20.

Esta perspectiva no se detiene en ese pequeño porcentaje del que hablábamos que se centraba solamente en lo individual, sino que se centra en establecer una coherencia y mejora de esos mecanismos sociales y culturales (que son los que estamos viendo que tienen más peso y son más relevantes) y atacando a esa base o cimiento sobre el cual se mantiene el problema, podremos conseguir después ir modificando lo demás. Y continúan así:

“Este análisis genera resistencias en algunos sectores, porque no trata de establecer una psicopatología del maltratador; no se busca una historia infantil de violencia, abandono y malos tratos a la cual atribuir la responsabilidad de esta lacra social. Se trata de analizar la violencia, la dominación, el abuso, y la negación de la dignidad del otro –la mujer- como parte insoslayable de las relaciones sociales, pero no como un efecto indeseado o imponderable, sino como un eje articulador de las mismas.

El abuso de poder en la pareja por parte del varón, el acoso sexual, la violación, el abuso sexual, la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, la mutilación genital femenina, etc., no son problemas individuales o familiares, ni son comportamientos aislados o patológicos, sino que son manifestaciones del sistema de dominación patriarcal hacia las mujeres, las niñas o los hombres que no siguen los roles de género asignados, incluyendo a gays, lesbianas y personas transexuales.

Al cuestionar el sistema social tal y como está estructurado, y situar la responsabilidad en los sistemas de poder establecidos, esta perspectiva implica la necesidad de una profunda transformación social para erradicar la violencia.

Desde este enfoque, la violencia no puede erradicarse con medidas relativamente simples como articular sistemas de reeducación o tratamiento para los agresores (situando la responsabilidad en lo individual), o

20 Jesús Pérez Viejo y Ana Montalvo Hernández. Violencia de género. Prevención, detección y atención. Madrid: Grupo 5, 2011, P.P. 41 y 42

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estableciendo condenas y otros mecanismos punitivos para las personas que ejercen violencia, sino que terminar con la violencia de género implica promover la transformación de las bases de la estructura social tal y como está definida por el sistema patriarcal, por lo cual la educación en igualdad se convierte en un gran y decisivo reto que hay que alcanzar”21.

Resaltar de esta última parte, (ya que estamos dentro del apartado de tratamiento) cómo no podemos centrarnos únicamente en unas buenas intervenciones con maltratadores, cuando el daño ya está hecho, ni como tampoco es la aplicación de la ley la que puede subsanar el problema del todo. Se trasciende a la raíz como mejor solución, ya que no es lo mismo (si se me permite la comparación), guiar un árbol desde pequeño para que crezca lo más recto posible, como luego intentar enderezarlo cuando, no será imposible en muchos casos, pero de lo que sí estoy seguro es que costará mucho más trabajo y sufrimientos.

Una vez que esto se estuviese llevando a cabo, abordando el problema desde su base con una buena y real educación en igualdad como vehículo para la prevención, y dando resultados para que no se siga desarrollando el problema (o al menos en tales magnitudes en las generaciones posteriores), veo importantísimo también el no dejar de lado la atención tanto a la mujer (que es claramente la principal víctima de esos actos), como al hombre (que como ser humano también puede ser fácilmente otro tipo de víctima, al tener esas creencias equivocadas, y por tanto que puede rehabilitarse y llegar a actuar bien si pone empeño en su recuperación).

Esto conllevaría meternos en un tratamiento más específico (el cual se nos escapa ya de los objetivos prefijados para nuestro trabajo) que trataría sobre la atención a hombres que ejercen violencia y mujeres que han sido maltratadas, para ver bien todos los tipos de casos concretos, diagnosticar lo que ocurre y actuar con la mejor intervención. Acto seguido tendríamos que diseñar esta intervención individualizada en cada caso concreto con estos hombres (para intentar rehabilitarlos…) y como no, una atención e intervención integral con las mujeres víctimas de la violencia de género para recuperarlas con una buena ayuda brindada por profesionales. Si fuese el caso también, se atenderían a sus hijos e hijas.

Y para profundizar más en estos aspectos, desde aquí recomiendo (si alguien está interesado en conocer los programas de prevención, detección e intervención y atención que se están llevando a cabo con estos hombres, mujeres y niños en la actualidad) consultar este último libro citado por mí sobre la violencia de género, donde vienen diseños y explicaciones de todos

21 Jesús Pérez Viejo y Ana Montalvo Hernández. Violencia de género. Prevención, detección y atención. Madrid: Grupo 5, 2011, P. 42

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estos programas, destinados a avanzar en la erradicación de este problema y sin dejarnos olvidar que todos, seamos profesionales o no, debemos estar atentos a cualquier indicio que nos haga ver y prevenir un posible caso de malos tratos, para actuar de inmediato o pedir la ayuda necesaria y acabar con ellos sin detenernos un instante.

3. CONCLUSIONES

Para ir terminando, me gustaría plasmar mediante bloques las conclusiones que me han ido surgiendo y he ido sacando en claro, poco a poco, a lo largo de la realización de cada una de las partes de este trabajo. Serían las siguientes:

Hemos podido comprobar que, si la violencia está determinada biológicamente en unos porcentajes tan pequeños como hemos podido ver, educar en y para la paz, con la ayuda de todos, puede ponerle remedio. Por lo tanto unas buenas prácticas educativas, la tolerancia…etc. junto con una forma de vida que incida sobre la agresividad natural, que haga que la reduzca a sus mínimos, puede ser clave a la hora de prevenir este problema.

Sobre los mitos con los que empezamos el desarrollo de este trabajo, me gustaría decir que es muy importante que todo el mundo los conozca y desmonte (sobre todo las personas que se vayan a dedicar a trabajar en estos ámbitos) para nunca cerrar puertas sin estudiarlas antes y para abordar o abrir otras que se pueda pensar a simple vista que no son para nada relevantes en el tema.

En lo referente a los factores de riesgo que vimos, no me gustaría terminar sin decir que, muchos de estos sucesos podrían ser evitados siendo críticos a la hora de ver el nivel de riesgo que conllevan algunas relaciones de manera preventiva. Si todo esto fuese inculcado desde que se es pequeño, muchos de los casos que hoy tenemos en la actualidad, no se darían por ese cambio cultural que conllevaría a medio y largo plazo una buena educación, una mayor responsabilidad personal y consigo una mayor prevención por parte de todos y bien instaurada en nuestra sociedad.

Otra conclusión que podríamos sacar al ver estos factores de riesgo, es que se le debería de dar mucha importancia, potenciar y forjar desde pequeños el que todas las personas tengan una buena autoestima. Esto ocasionaría que su autoconcepto fuese bueno (ya que hemos visto cómo la ausencia de ella o tener muy baja autoestima es uno de los motivos que hacen que muchas mujeres se sientan indefensas para luchar por mejorar esa triste situación). Aunque todos somos personas humanas que cometemos fallos, cada persona tiene muchas cosas que son muy buenas y por tanto pienso que es importante que las sepa valorar desde que se es pequeño, bajo mi parecer (tanto las

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cosas propias como las ajenas) para que crezcan y se relacionen en la mayor igualdad posible y que esto sea proclive para la paz.

En resumidas cuentas a todo esto dicho anterior, por medio del conocimiento de los factores de riesgo existentes podremos estar en condiciones de predecir bajo qué circunstancias es más probable que estos actos ocurran, lo que, sin duda, puede ser de gran utilidad también para diseñar estrategias de prevención que nos ayuden a paliar tan tristes sucesos.

De los motivos o causas que la promueven, pienso que es de donde podemos extraer las mayores conclusiones, ya que, es el apartado más crucial y relevante de este trabajo. Veo importante también condensar y dejar claro (a pesar de haberlo visto ya en alguna ocasión durante el trabajo) todo lo que voy a narrar a continuación.

Hace algún tiempo atrás se daba la explicación de que la violencia de género era debida, en mayor medida, a desequilibrios psicopatológicos y otros trastornos que pudieran sufrir los agresores. Pero ahora (desde los grandes avances de estudiosos, investigaciones realizadas…) podemos saber que es más común que se deba (sin dejar de lado la importancia que hemos visto que tienen los celos patológicos como una de las más importantes e influyentes causas) a esa cultura patriarcal que se configuró desde el comienzo de nuestra sociedad, con la identidad de género y que como producto cultural de esa desigualdad entre hombres y mujeres, ha ido llevando a considerar a la mujer como mero objeto que es patrimonio y propiedad del hombre, que él puede decidir sobre ella y tratar como quiera.

Esto anterior podrá ser atajado (de entre otras de las formas) acudiendo y utilizando la perspectiva de género para tratar con los agresores y hacerles conscientes de lo mucho que necesitamos la igualdad, como el aumento de la autoestima y la valía propia de las mujeres…,etc. que sufren o han sufrido algún tipo de agresión o violencia.

Además, desde su consideración como un problema social, pasa a entenderse mejor que la violencia contra las mujeres tiene su origen último en unas relaciones sociales basadas en la desigualdad, en un contrato social entre hombres y mujeres que implica la presión de un género (el femenino) por parte del otro (el masculino). Y, desde esta nueva consideración, son necesarias actuaciones a nivel social que impliquen un nuevo contrato social, con nuevas medidas legislativas, modificaciones de los programas educativos, etc., para afrontar el problema y superar sus consecuencias.

Ello ocasionará que con el tiempo no se sigan cometiendo estos mismos errores que se han venido cometiendo, colocando a la mujer en el lugar que le corresponde, que es a la misma altura que el hombre. Cuando todo esto se

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vaya consiguiendo, una justa y real igualdad de acceso al trabajo entre hombres y mujeres…etc. estaremos dando pasos firmes en su erradicación.

Con respecto al tratamiento, volver a recalcar la importancia de la EDUCACIÓN y la PREVENCIÓN como principales medidas para paliar y proteger de este tipo de sucesos, como también hablar de una buena ATENCIÓN, DIAGNÓSTICO E INTERVENCIÓN que puedan evitar un posible caso, detecten lo más precozmente un caso ya instaurado o en proceso de serlo y conseguir una mejor y más pronta recuperación y reinserción respectivamente. Todo ello también para evitar la incidencia y magnitud de este ejercicio abusivo sobre más personas.

Recalco también aquí que la PREVENCIÓN, desde cualquiera de los ámbitos desde donde ésta puede realizarse, ha de iniciarse siempre lo antes posible y debe estar atenta a cualquier indicio que la haga actuar en consecuencia.

Cualquier persona que se vea en esta situación, debe saber también, que es indispensable y muy importante una ayuda o una orientación profesional para el problema que sufre. Será la mejor manera de romper con el círculo en el que vive, la forma de recuperarse y salir adelante, de retomar su vida, sintiéndose mejor con él/ella misma y con el mundo que la rodea y mejorando por ende su calidad de vida y la de todos.

Es importante además, que veamos este problema que tenemos, como un problema social que nos afecta a todos, tomándonoslo muy en serio, participando activamente y apoyando en todo lo que podamos a los movimientos en contra, manifestaciones…, etc. que para esta labor se realicen. Solamente así, unidos, seremos más fuertes para enfrentarnos de lleno y con todos los recursos a nuestro alcance a este gran problema.

Y ya para finalizar, he podido comprobar también, a lo largo de la realización de nuestro trabajo, que está muy de acuerdo con el título de uno de los libros consultados: “Violencia de género: Terrorismo en casa”. Un motivo que vemos claro es que lo que ocasiona estos actos es el miedo o pánico (que a todos nos influye), en este caso, en la mujer al someterse a la voluntad de su marido. La mayoría de ellas y sus hijos, en estas situaciones, viven en un estado de terror que inhibe muchas posibles actuaciones al respecto. Todo esto, sin tener en cuenta además los múltiples factores que hemos visto que influyen de por sí para frenar a una mujer en su huída o para tomar medidas (que la mayoría vemos como muy fáciles; pero que, si nos pusiésemos un poquito en su lugar y viésemos bien todos los procesos que sobre ella recaen, seríamos un poco más cautos a la hora de opinar en este sentido) para salir de su situación. Así que, por estos tristes motivos que hemos expuesto durante el trabajo, no me resulta a mi tampoco nada descabellado calificar esta situación como otro tipo de terrorismo, si, que influye mucho y deja huella en las personas sobre quien recae.

5. BIBLIOGRAFÍA

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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- González Méndez, R. y Santana Hernández, J.D. (2001). Violencia en parejas jóvenes. Análisis y prevención. Madrid: Ediciones Pirámide.- La Rubia de Prado, L. (2008). Los celos: descripción de una lucha y salidas. Revista de Psicología Ceuta SXXI nº 14. Ceuta.- Pérez Viejo, J. M. y Montalvo Hernández, A. (2011). Violencia de género. Prevención, detección y atención. Madrid: Grupo 5.- Sanmartín, J. (2000). La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel.

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

- Amo, J., Blázquez, M., Moreno, J.M. y García-Baamonde, M. E. (2011). Educación emocional para la prevención de la violencia en la pareja. Madrid: CCS.- Fariña, F., Arce, R. y Buela-Casal, G. (2009). Violencia de género. Tratado psicológico y legal. Madrid: Biblioteca nueva.- Gálvez Montes, C. (2005). Violencia de género: Terrorismo en casa. Jaén: Formación Alcalá.- Pérez Viejo, J. M. y Escobar Cirujano, A. (2011). Perspectivas de la violencia de género. Madrid: Grupo 5.- Stith, S.M., Beth Williams, M. y Rosen, K. (1992). Psicosociología de la violencia en el hogar. Bilbao: Desclée de Brouwer, S.A.

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