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Influencia del intelectualismo moral socrático.

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  • LA CONCIENCIA ERRNEA...

    SIGNOS FILOSFICOS, vol. XV, nm. 29, enero-junio, 2013: 9-37

    Signos Filosficos, vol. XV, nm. 29, enero-junio, 2013, pp. 9-37

    RECEPCIN: 03/05/12 9 ACEPTACIN: 25/06/12

    LA CONCIENCIA ERRNEA. DE SCRATES A TOMS DE AQUINO*

    ALEJANDRO G. VIGO* *

    Resumen: En el mbito de la accin moral, el principio socrtico de que nadieyerra voluntariamente implica que toda vez que un agente elige algo lo hace porconsiderarlo, al mismo tiempo, como bueno o, al menos, preferible a otra cosa: sueleccin es internamente racional. La tesis socrtica sobre la conexin estructu-ral entre error y autoengao constituye, sin duda, uno de los aportes ms decisivosal pensamiento filosfico occidental. De esta concepcin en torno a la naturaleza yestructura del error, en general, y de su aplicacin especfica al caso del errormoral, se siguen importantes consecuencias para el modo en que Scrates conside-ra el fenmeno del conflicto motivacional. Asimismo, se muestra la importanciadecisiva que tuvo la concepcin socrtica para la discusin de la estructura de laconciencia moral tanto en Platn y Aristteles como en Toms de Aquino.

    PALABRAS CLAVE: AUTOENGAO, CONCIENCIA MORAL, ERROR, RACIONALIDAD INTERNA

    * El presente artculo es una versin revisada de una conferencia de apertura del aoacadmico dictada en la Facultad de Filosofa, de la Universidad Panamericana, Mxico

    D. F., el 31 de enero de 2012. Las secciones dedicadas a Scrates, Platn y Aristtelesrecogen desarrollos presentados de modo ms detallado en trabajos precedentes (Vigo,

    2002: 65-101; 2000: 509-543, reproducido en 2001: 5-41). La presente versin deltexto fue redactada como parte del Proyecto de Investigacin Filosofa Moral y Ciencias

    Sociales (FFI2009-09265) del Ministerio de Ciencia e Innovacin (Espaa).** Departamento de Filosofa-Instituto Cultura y Sociedad (ICS), Universidad de Navarra,

    [email protected]

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    THE ERRONEOUS CONSCIENCE. FROM SOCRATES TO THOMAS AQUINASAbstract: In the realm of moral action, the socratic principle nobody errs willinglyimplies that the rational agent always chooses to do what he/she takes to be good orbetter for himself/herself: his/her choice is internally rational. Socrates view of theconnection between error and self-deception is a major contribution to westernphilosophy. The application of this view to the particular case of moral error hasimportant consequences concerning the possibility of motivational conflict. Not onlyPlato and Aristotle but also Aquinas are strongly influenced by Socrates in theirviews concerning the structure of moral conscience.

    KEY WORDS: SELF-DECEPTION, MORAL CONSCIENCE, ERROR, INTERNAL RATIONALITY

    I

    Segn el testimonio de Platn y Aristteles, Scrates defendi en elcampo de la tica filosfica una concepcin de apariencia alta-mente contraintuitiva. Su base se hallara en el principio, cuyaformulacin ms difundida, aunque no necesariamente ms precisa, es-tablece que nadie hace el mal de manera voluntaria. As formulado, dichoprincipio presenta un carcter abiertamente contraintuitivo, porque deforma habitual damos por sentado que quienes obran de un modo que,desde el punto de vista de la evaluacin moral, aparece ya como malo oreprobable, ya como bueno o elogiable, merecen reprobacin o elogio,justo en la medida en que, en algn nivel de anlisis, pueda decirse queescogen voluntariamente y deciden obrar tal como lo hacen. En estesentido, la voluntariedad y la intencionalidad parecen ser condicionesindispensables de la existencia misma de acciones plenas, vale decir, deacciones que puedan ser imputadas como tales al agente que las produ-ce, y que, para bien o para mal, esto es, en mrito o en demrito, puedanser tomadas como base para enjuiciar su comportamiento, desde el pun-to de vista de una evaluacin especficamente moral. Scrates cuestionabiertamente esta suposicin bsica, y formul, en cambio, la tesis queidentifica el vicio o la maldad moral (kaka) con la ignorancia (gnoia),cuya contrapartida es la identificacin de la virtud moral con el conoci-miento o la ciencia (epistme) (Aritteles, EN: VI 13, 1144b 28-30).

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    La contraintuitividad de la posicin socrtica no puede verse comouna simple apariencia superficial. Pero resulta agudizada, en buenamedida, por el modo en que se formula de manera habitual el principiobsico asumido por Scrates en nuestra lengua y en otras lenguas moder-nas. Como es sabido, en la versin tradicional, derivada de la explicacinplatnica (Protgoras 345d; Aristteles, EN: VII 3, 1145b 21-27), dichaformulacin reza: oudes hekn hamartnei. En el griego de la poca cl-sica, el verbo hamartnein no alude en primer lugar al error o la falta dendole especficamente moral, sino que tiene una significacin ms am-plia de alcance predominantemente cognitivo. El verbo significa bsica-mente errar, equivocarse, y no especficamente hacer el mal opecar. El sustantivo hamarta, relacionado de forma directa con dichoverbo, tampoco tiene habitualmente en el griego clsico la significacinque presenta despus en el Nuevo Testamento, donde se emplea en elsentido especfico de pecado.1

    Atendiendo a la significacin bsica de la nocin griega de hamarta,la frmula socrtica podra traducirse, de modo menos confuso, comonadie yerra voluntariamente. Traducido as, este principio pierde yabuena parte de su aspecto contraintuitivo, pues la nocin de error poseetambin en nuestra lengua un carcter predominantemente cognitivo,y excluye, en su uso ms frecuente, la voluntariedad del acto as descri-to. Por otra parte, la versin cognitivista tambin permite entender me-

    1 Aunque ya en la poca clsica admiten usos de alcance genuinamente moral, tambin los

    trminos latinos peccare y peccatum (o la forma paralela peccatio) se emplean y, tal vez,de manera predominante con un significado bsicamente cognitivo, que cubre tambin

    el mismo campo semntico que los trminos hamartnein y hamarta en el griego clsico.En tal sentido, la versin latina que traduce el principio socrtico como nemo sua spontepeccat no apunta todava necesariamente en una direccin distinta de la formulacinoriginal griega. Por su parte, el adjetivo griego hekn, vertido de manera habitual por eladverbio voluntariamente, puede ser traducido de ese modo de forma legitima, peroslo a condicin de que se tome el trmino en un sentido lo suficientemente amplio y

    coloquial, como para que no se comprometa todava con ninguna concepcin determinadade la voluntad, ni con una determinada teora de las facultades del alma y sus relaciones

    mutuas. De hecho, la expresin griega tiene tambin el sentido, mucho ms modesto, quecorresponde a giros espaoles del tipo de de buen grado, de buena gana, entre otros.

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    jor la conexin del principio de involuntariedad de la falta moral con laequiparacin de la virtud con el conocimiento y el vicio (kaka) con la ig-norancia que Scrates parece haber llevado a cabo. Sin embargo, la po-sicin socrtica conserva todava un ncleo en apariencia irreductiblede contraintuitividad, que no obedece ya a la formulacin misma delprincipio nadie yerra voluntariamente, sino, ms bien, al hecho de queapele a dicho principio como fundamento de una concepcin especficadel error moral. En efecto, suponemos habitualmente que el error espe-cficamente moral se distingue del cognitivo, es decir, del error a secas,justo por el hecho de que el primero implica, de uno u otro modo, lavoluntariedad del acto as caracterizado.

    Aplicado al mbito de la accin moral, el principio socrtico de quenadie yerra voluntariamente implica, como su conversa, la tesis segnla cual toda vez que un agente elige algo, lo hace por considerarlo, almismo tiempo, como bueno o, al menos, preferible a otra cosa. Esta tesisconstituye un principio bsico en la teora de la accin subyacente noslo a la tica socrtica, sino tambin, de diversos modos, a la tica cl-sica de filiacin platnico-aristotlica, en su conjunto. Dicho principioestablece que el fin de una accin, en tanto objeto del deseo que motivasu produccin, siempre es intencionado, al mismo tiempo, como un bien(sub specie boni/sub ratione boni). Se trata aqu de un principio de alcan-ce descriptivo, y no normativo, lo que implica que su lugar sistemticoha de buscarse, propiamente, en el mbito de la teora de la accin, y noen el de la tica, como tal.2 De este modo, es importante sealar que enla formulacin del principio la nocin de bien ha de entenderse en unsentido formal-funcional, y no estrictamente material, que cubre tantoel mbito del bien real como el del aparente. As entendido, el principiono pretende sugerir que todo agente de praxis escoja efectivamente comofin, en todas y cada una de sus acciones, aquello que constituye el verda-dero bien. Tal sugerencia sera simplemente absurda, ya que declararainexistente de hecho la falta moral, como tal.

    2 Para una defensa de la tesis de que el llamado intelectualismo socrtico debe verse, msbien, como una posicin situada en el nivel de consideracin propio de la filosofa de la

    accin y no en el de la tica normativa, vase Gmez Lobo, 1998: 32 y ss.

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    Lo que dicho principio establece es, ms bien, un postulado mnimode racionalidad interna de las acciones, que constituye un presupuestoimprescindible para poder dar cuenta de ellas, en trminos de la adscrip-cin de determinados deseos y creencias al agente del caso. En efecto,explicar las acciones de los agentes racionales siempre implica, en algnnivel de anlisis, racionalizarlas internamente. Ello es as, porque dar cuen-ta de las acciones, desde el punto de vista de su produccin, no consiste,en definitiva, sino en presentarlas como motivadas por determinadosdeseos y creencias, que, sobre la base de la consideracin de dichas ac-ciones, pueden o incluso deben adscribirse al agente del caso. Pero estosignifica, al mismo tiempo, considerar las acciones as explicadas, almenos en algn nivel de anlisis, como congruentes con tales deseos ycreencias del agente y, en tal sentido, como internamente racionales:3 slo

    3 Utilizo las nociones de racionalidad interna y racionalizacin interna en el sentido quetienen habitualmente en la teora de la accin de autores contemporneos como Donald

    Davidson. Tal sentido alude a la consistencia interna del conjunto de deseos y creencias deun agente, as como de las decisiones y acciones producidas sobre la base de dicho conjunto

    de deseos y creencias. En este sentido, una decisin o una accin es internamente irracional,cuando no resulta consistente con los deseos y creencias del propio agente acerca de lo

    que sera mejor para l mismo escoger, decidir y/o hacer. La nocin de racionalidadinterna expresa, pues, una exigencia dbil o mnima de racionalidad, que, como tal, no

    toma en cuenta todava por s mismo el contenido proposicional de los deseos y creenciasinvolucrados, salvo, justamente, en la medida necesaria para establecer si son o no

    consistentes entre s. Al aspecto vinculado con la evaluacin y el enjuiciamiento de lascreencias en atencin a su contenido proposicional especfico apunta, en cambio, la nocin

    de racionalidad externa, la cual presenta mayores requerimientos, ya que pone en juego,en la evaluacin de los deseos y creencias de un agente, patrones de racionalidad dotados

    de pretensin de validez intersubjetiva. As, por ejemplo, creer en la magia o en laastrologa pasan por ser, al menos para los patrones de racionalidad caractersticos de

    la actual civilizacin tcnico-cientfica, ejemplos de creencias irracionales, en el sentidode la nocin fuerte de racionalidad externa, y ello porque tales creencias no parecensatisfacer adecuadamente las exigencias impuestas por dichos patrones de racionalidad.Sin embargo, un agente situado en el horizonte cultural de dicha civilizacin todava

    puede creer de modo internamente racional en la magia o la astrologa, en la medida enque dichas creencias puedan articularse de manera consistente dentro del conjunto de

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    logramos explicar adecuadamente la conducta de un agente, esto es,darle sentido, considerada desde la perspectiva de la tercera persona,cuando intentamos reconstruir de modo coherente los motivos que lle-varon a dicho agente a producir las correspondientes acciones. Esta exi-gencia de racionalizacin interna, como sustento de la posibilidad de laexplicacin e interpretacin de la conducta de un agente, vale inclusoall donde sus acciones puedan o deban ser consideradas como irra-cionales, en sentido externo. Por ejemplo, al reconstruir los motivos quecondujeron o pudieron conducir a un imputado a cometer un crimen, eljuez que entiende en la causa debe esforzarse por reconstruir de modoconsistente un conjunto de deseos y creencias relevantes, atribuibles alimputado, a partir del cual la accin as realizada pueda verse como elresultado esperable del intento por traducir en concreto tales deseos ycreencias. Pero, al proceder de este modo, el juez intenta aplicar al casoconcreto del crimen, que configura en s mismo una accin externa-mente irracional, el mismo principio bsico de racionalizacin internaque asumimos en la explicacin de todas las dems acciones es decir,tambin de las externamente racionales, con el fin de que puedancontar como acciones plenas, justo, en la medida en que reflejan en con-creto los deseos y las creencias del agente que las produce de maneravoluntaria.

    En el plano de consideracin correspondiente a la perspectiva de laprimera persona, lo anterior puede formularse en trminos que estndirectamente vinculados con los presupuestos bsicos de la concepcinen torno a la agencia racional que, cada uno de diferentes modos, asu-men autores como Scrates, Platn y Aristteles. Los agentes racionales,en tanto lo son, se caracterizan por la capacidad de orientar su compor-tamiento de acuerdo con su propia decisin deliberada y con arreglo a

    sus otros deseos y creencias. Sobre esta base, en el caso de tal agente, tambin las acciones

    motivadas por su creencia en la magia o en la astrologa o, al menos, algunas de ellas (porejemplo, gastar determinada cantidad de dinero en sortilegios o en horscopos) podrn

    ser consideradas como internamente racionales, en la medida en que resulten congruentescon los deseos y creencias relevantes del propio agente. Para las nociones de racionalidad

    interna y externa en el sentido indicado vase Davidson, 1982: 289-305; reproducidoen: 2004a: 169-187.

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    una cierta consideracin global de la propia vida, por poco ntida y dife-renciada que sta pueda ser en algunos casos. Ella adquiere expresinen un conjunto de objetivos o fines de mediano y largo plazo. Por lomismo, puede decirse que lo propio de un agente racional, en cuanto tal,es buscar a travs de todas y cada una de sus acciones particulares aque-llo que juzga que lo beneficia (o lo beneficia ms) o, al menos, que no loperjudica (o lo perjudica menos); mientras que, inversamente, tiende aevitar todo aquello que juzga que lo perjudica (o lo perjudica ms). Di-cho juicio del agente acerca de lo que le resulta (ms/menos) beneficio-so o (ms/menos) perjudicial puede siempre, por supuesto, resultarerrneo. Pero es imprescindible suponer su presencia, como fundamentode la toma de decisiones que un agente racional realiza en concreto,pues sera, sin ms, inconsistente asumir que ste escoge voluntaria-mente lo que juzga menos benfico o ms perjudicial para s mismo, almenos, en el mismo momento y en el mismo respecto en que lo escogevoluntariamente.

    II

    Sobre la base de lo dicho, se pueden comprender mejor las razones por lascuales Scrates se ve inclinado a aplicar al caso especfico del error mo-ral su concepcin de la naturaleza del error (cognitivo), en general. Se-gn esta concepcin, resulta esencial a toda forma de error la presenciade un componente irreductible de autoengao. La tesis socrtica sobrela conexin estructural entre error y autoengao constituye, sin duda,uno de los aportes ms decisivos de Scrates al pensamiento filosficooccidental. Su significado nuclear puede formularse del siguiente modo:a quien est en el error, y en la medida precisa en que lo est, el error nose le revela como error, sino que se le aparece, ms bien, como lo contra-rio de lo que en realidad es, es decir, como genuino saber. Precisamentepor ello puede decirse que el sujeto se encuentra en el error.

    Si, por caso, alguien cree errneamente que la capital de Francia esBerln, ste, en la medida en que lo cree, da por verdadera la proposicinla capital de Francia es Berln, la cual es, sin embargo, falsa. Pero dichosujeto se encuentra en el error porque, mientras cree que la proposicin

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    en cuestin es verdadera, no est en condiciones de reconocer la asi-metra entre el valor de verdad que l mismo asigna a tal proposicin atravs de la correspondiente actitud proposicional (verbi gratia, la acti-tud de creencia, en el sentido de creer que...), por un lado, y el valor deverdad que corresponde a la proposicin, como tal, por el otro. Segnuna caracterizacin tradicional, se est en el error cuando se tiene loverdadero por falso o bien lo falso por verdadero. Pero esto slo es posiblecuando no se est en condiciones de reconocer, como tal, dicha diver-gencia en los valores de verdad vinculados, en cada caso, con las proposi-ciones y las correspondientes actitudes proposicionales. En este sentido,el error involucra esencialmente un componente de autoengao de par-te del sujeto que se encuentra en l, ya que mientras permanece en l, yen la medida en que lo est, el sujeto no est en condiciones de recono-cer el error como error. Por el contrario, el sujeto que se encuentra in-merso en el error se ha identificado siempre ya con el correspondientecontenido proposicional, al darlo por verdadero, de modo tal que ste leaparece, ms bien, como vehculo de saber. Tanto el error como el sabercomportan esencialmente un componente de identificacin, en virtuddel cual el sujeto del caso se ha identificado siempre ya con los corres-pondientes contenidos proposicionales. Es justamente este rasgo com-partido, es decir, la presencia en ambos de dicho componente deidentificacin, lo que explica que, desde la perspectiva de la primera per-sona, la diferencia entre error y saber tenga un carcter esencialmenteauto-ocultante: el error slo puede operar efectivamente como errorsustrayndose en su carcter de error.

    En la medida en que involucra dicho componente de identificacin departe del sujeto y posee un carcter esencialmente auto-ocultante, elerror slo puede ser detectado al ser reconocido como tal, a travs de unautodistanciamiento que quiebra la inicial identificacin con los corres-pondientes contenidos proposicionales. Para retomar el ejemplo ante-rior, si alguien cree por error que la capital de Francia es Berln, slopodr salir del error si reconoce como falsa la proposicin la capital deFrancia es Berln, que inicialmente daba por verdadera, a travs de lacorrespondiente actitud proposicional (verbi gratia, la creencia). Al haceresto, el sujeto se distancia del contenido que antes tomaba como vehcu-lo de saber y ahora, al declararlo falso, toma en retrospectiva como el

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    vehculo al error. Slo entonces, es decir, una vez que el sujeto ha recono-cido la falsedad de su creencia anterior el sujeto est en condiciones deobtener genuino saber: despus de haber descubierto que, contra lo quecrea saber, Berln no es la capital de Francia, sino de Alemania, el sujetopuede reconocer que, en realidad, no sabe cul es la capital de Francia yde buscar entonces los caminos para cubrir esa laguna en su conoci-miento. Ahora est en mejores condiciones para llegar a saber en verdadcul es la capital de Francia, precisamente, en la medida en que supera elauto-engao inicial y toma conciencia de que no sabe lo que crea saber.Este simple ejemplo permite ilustrar con suficiente claridad el alcance de latesis socrtica segn la cual el primer paso para la obtencin de genuinosaber reside habitualmente, al menos, en el caso de un ser falible y finitocomo el hombre, en el reconocimiento del error y la ignorancia como tales.

    De esta concepcin en torno a la naturaleza y la estructura del error,en general, y de su aplicacin especfica al caso del error moral, se si-guen importantes consecuencias para el modo en que Scrates conside-ra diversos casos del fenmeno del conflicto motivacional. Por una parte,la posicin general basada en la tesis segn la cual nadie yerra volunta-riamente, con la consiguiente puesta de relieve del componente deautoengao involucrado necesariamente en toda forma de error moral,en la medida en que, como error, involucra una dimensin esencialmen-te cognitiva, trae consigo, a modo de corolario, la famosa tesis socrticaconsistente en negar la posibilidad de la existencia de la accin inconti-nente, es decir, de aquella accin en la cual el agente racional escogera,a sabiendas, aquello que al mismo tiempo considera que es peor para lmismo.4

    La incontinencia constituye uno de los principales casos de conflictomotivacional que dan cuenta de la posibilidad de la irracionalidad inter-na de las acciones, de modo tal que se encuentra, ya en virtud de supropia caracterizacin, en una incmoda relacin de tensin con el prin-cipio metdico-hermenutico que establece que explicar las accionesconsiste, de uno u otro modo, en racionalizarlas internamente. Segnuna caracterizacin formal que goza, al menos prima facie, de una acep-

    4 Para la adscripcin a Scrates de la tesis de la imposibilidad de la incontinencia vase

    Platn, Protgoras 352a-353b; Aristteles, en VII 3, 1145b 22-24.

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    tacin suficientemente amplia, una accin x contara como inconti-nente, si y slo si su produccin satisface las siguientes tres condiciones:a) el agente realiza la accin x de modo intencional; b) hay una accinalternativa y que el agente podra realizar; y c) el agente cree que, con-sideradas todas las cosas, sera mejor para l hacer y que hacer x.5 Paraser incontinente, una accin debe, por lo tanto, contar como a) inten-cional, b) no forzada ni inevitable, al menos desde el punto de vista delas creencias del propio agente, y adems c) inconsistente con las creen-cias de dicho agente respecto de lo que sera bueno o mejor para l mis-mo. El ncleo del problema de la incontinencia se captura cuando seatiende, sobre todo, a la conjuncin de a) y c), pues ella expresa la difi-cultad bsica que los fenmenos de irracionalidad interna plantean, fren-te al requerimiento de racionalizacin que trae consigo todo intento deexplicacin de una accin, en su carcter de accin plena o intencional.

    Scrates parece haber sido el primer filsofo que identific de modopreciso la tensin estructural aqu subyacente, a saber: la tensin entreel carcter intencional, por un lado, y el carcter internamente irracio-nal, por el otro, de una y la misma accin. Y si la presentacin de suposicin que realizan Platn y Aristteles es adecuada, habr que decirque Scrates resolvi la dificultad as detectada del modo ms radical ycoherente, pero tambin ms contraintuitivo posible, al enfatizar la impo-sibilidad de conectar en una descripcin consistente los requerimientosexpresados por a) y c), y recalcar, con ello, la necesidad de apartarse delmodo habitual de hablar, con el fin de redescribir los supuestos casos deacciones incontinentes en trminos de acciones basadas, de uno u otromodo, en ignorancia.

    5 Para esta caracterizacin de la accin incontinente, vase Davidson, 1980: 21-42, enespecial 22. Para una amplia discusin sistemtica de la incontinencia dentro del mbito

    ms amplio de los fenmenos de irracionalidad interna, vase Mele, 1992. Unareconstruccin de las principales posiciones respecto de la incontinencia, desde Scrates

    a Davidson, pasando por Platn, Aristteles, Toms de Aquino y Hare, se encuentra enSpitzley, 1992. Una buena discusin de las principales concepciones acerca del conflicto

    motivacional en la filosofa griega, desde Scrates hasta los estoicos, se encuentra enPrice, 1995.

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    El famoso pasaje del arte de la medida del Protgoras platnico sugie-re que Scrates pudo haber considerado, bsicamente, la idea de que enlos casos de acciones supuestamente incontinentes lo que tiene lugar es,en rigor, un cierto tipo de error cognitivo, que se produce al ponderar ycomparar los bienes y los males o, ms especficamente, los placeres y losdolores, involucrados en la decisin en favor o en contra de una deter-minada accin. Quien, para decirlo segn el modo habitual de hablar, essubyugado por un placer, que se le presenta como cercano e inmediato,cae vctima de una suerte de ilusin ptica, parecida a la que tiene lugaren la percepcin de los objetos en el espacio: los que estn ms cercaparecen ms grandes que los lejanos, aunque stos puedan ser muchomayores. Sin embargo, en el caso del espacio, el arte de la medida permi-te corregir fcilmente esa apariencia. Del mismo modo, en el caso de laponderacin relativa de bienes (placeres) y males (dolores) presentes yfuturos sera necesario tambin un correspondiente arte de la medidaque, en la comparacin de las diferentes intensidades, permita corregirel efecto distorsivo producido por la mayor o menor cercana temporal, yrestablecer as el adecuado orden de prioridades, de modo tal que el agenteno escoja ahora un placer menor que posteriormente traiga un dolor mayoro, viceversa, no evite ahora un dolor menor que d como fruto placeresmayores en el futuro (cfr., Platn, Protgoras: 353c-359a). La eficacia delarte de la medida residira aqu, por lo tanto, en su poder de contrarres-tar la fuerza de la apariencia (he to phainomnou dnamis), que induceal error en la ponderacin de los bienes y males puestos en juego por ladecisin del caso (cfr., Platn, Protgoras: 356d 4).

    Ahora bien, si ste es el caso con las acciones pretendidamente inconti-nentes, no se est aqu, en realidad, en presencia de un genuino conflic-to motivacional, del tipo que habitualmente se supone que les subyacera.Ms que un conflicto de deseos opuestos operantes de manera simult-nea en una y la misma situacin de accin, lo que se tiene en estos casoses, segn Scrates, un nico deseo bsico, obtener el mayor bien posible,que sobre la base de un determinado error cognitivo, fundado en unaincorrecta ponderacin de los bienes concretos que estn en juego, dalugar, sin embargo, a una accin que, desde el punto de vista de la pers-pectiva externa propia de la tercera persona, resulta inadecuada, pues norealiza de modo efectivo dicho deseo bsico: queriendo obtener el mayor

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    bien, el agente termina escogiendo y, en definitiva, obteniendo un bienmenor o incluso un mal. El paso de la perspectiva de la primera a lasegunda o tercera persona resulta decisivo en este anlisis, pues pareceesencial a la posicin socrtica la asuncin de que, al menos, en el mo-mento mismo de la accin, el agente que escoge algo que resulta serpeor para l mismo, si en realidad lo escoge, debe considerar, en algnnivel de anlisis, como mejor o preferible eso mismo que efectivamen-te escoge. De lo contrario, no habra modo de explicar por qu el agenteescoge lo que escoge, lo que equivale a cuestionar, al mismo tiempo, laposibilidad misma de afirmar que lo haya escogido.

    La experiencia muestra, por cierto, que los agentes muchas veces des-criben y lamentan retrospectivamente sus acciones, como si no hubiesensido realizadas sobre la base del mejor juicio acerca de lo que resultamejor para ellos mismos. Contamos en el lenguaje prefilosfico con unacantidad de recursos para dar expresin a actitudes en las que somete-mos a crtica nuestras propias decisiones y nos arrepentimos de ellas ode sus consecuencias. Pero esto no provee una objecin decisiva contrala posicin socrtica, e incluso puede servir para prestarle una confir-macin indirecta, si se considera el hecho de que dichas actitudes in-volucran un componente esencialmente reflexivo, que presupone lacapacidad del agente de tomar distancia respecto de los propios motivosde accin, considerndolos en retrospectiva desde un punto de vista nuevoy diferente, que, como tal, no se deja reducir sin residuo al punto de vistadesde el cual surgi originariamente la decisin ahora criticada. En elcaso de la autocrtica, el lamento sobre el propio comportamiento y el arre-pentimiento se trata, en efecto, de actitudes en las cuales el agente ra-cional vuelve reflexivamente sobre sus propias decisiones y acciones, desdeuna perspectiva que, en lo que concierne al aspecto de falta de identifi-cacin con los motivos del obrar, resulta comparable a la que caracterizaa la crtica ejercida en segunda o tercera persona.

    As delineada, la posicin socrtica aparece constituida por un pecu-liar y complejo engarce de elementos, entre los cuales resultan funda-mentales los siguientes. Por una parte, el principio de racionalizacininterna, que adquiere expresin en el dictum nadie yerra voluntaria-mente, y el reconocimiento de la presencia de un componente irreduc-tible de autoengao, como esencial a toda forma de error, conducen a

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    Scrates al rechazo de la posibilidad de la existencia de fenmenos deirracionalidad interna, en el sentido fuerte que implica un conflicto mo-tivacional verificado en el plano sincrnico, como sera el caso de la in-continencia, en el sentido ms habitual del trmino. Pero, por otra parte,Scrates no excluye la existencia, en el plano diacrnico de considera-cin, de fenmenos de autodistanciamiento, a travs de los cuales elagente toma posicin, de modo reflexivo y crtico, respecto de sus pro-pios motivos de accin, las decisiones tomadas a partir de ellos y lasconsecuencias resultantes. Por el contrario, Scrates concede a dichosfenmenos una importancia decisiva, cuando se trata de evaluar el pa-pel que desempean con respecto a la posibilidad del progreso moral delagente. Mi tesis en este punto es que tanto el aspecto limitativo de laposicin socrtica, referido a la imposibilidad de la existencia de conflic-to motivacional en el plano sincrnico, como el aspecto positivo, referidoa la funcin insustituible que cumplen los fenmenos de autodistancia-miento para hacer posible el progreso moral de los agentes racionales,constituyen, en rigor, las dos caras de una misma moneda, en la medidaen que ambos se fundan en la concepcin socrtica del error como unfenmeno epistmico que involucra esencialmente un componente deautoengao.

    Si nos atenemos al testimonio que ofrece Platn en el Gorgias, Scrateshabra concedido especial atencin a dos dispositivos bsicos que, a tra-vs de la produccin de experiencias de contraste, ponen al sujetoautoengaado en condiciones de hacer el tipo de experiencia de autodis-tanciamiento que le ofrece la posibilidad de superar dicha situacin, asaber: la refutacin, en el contexto dialgico, y el castigo, en aquelloscontextos, sean de tipo pedaggico o judicial, en los cuales los instru-mentos del dilogo ya no bastan por s solos para obtener el resultadoesperado (cfr., Platn, Gorgias: 505e-506c y 466a-474b, respectivamen-te). La refutacin y el castigo constituyen factores de contraste que na-die escogera por s mismos. En el mbito terico-cognitivo, el bien buscadopor s mismo es la verdad, as como en el mbito prctico-moral lo es lajusticia o, lo que es lo mismo, el bien. Sin embargo, en la hiptesis de queel sujeto se encuentre en el error respecto de la verdad sobre una deter-minada materia relevante de discusin, o bien respecto de su propio biencomo agente racional, dichos factores de contraste adquieren una im-

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    portancia decisiva, en la medida en que ponen al sujeto del caso en con-diciones de hacer las correspondientes experiencias de autodistan-ciamiento, a travs de las cuales puede reconocer, por primera vez, suerror como error y, as, escapar de la trampa del autoengao.

    En la posibilidad de hacer tales experiencias de autodistanciamientojuega, pues, un papel decisivo el factor irreductible de alteridad encar-nado, respectivamente, por el interlocutor que comparte el dilogo crti-co y por la instancia competente para administrar el correspondientecastigo. La propia naturaleza del error, en definitiva, hace necesaria lamediacin de factores de alteridad que pongan a prueba la consistenciade las creencias en las que, como sujetos de conocimiento y como agen-tes morales, estamos siempre ya instalados, de modo tal de poner demanifiesto y, con ello, de desactivar en su eficacia ocultante y auto-ocultante, aquellas creencias en las cuales la identificacin con determi-nados contenidos adquiere la forma de una conciencia errnea, fundadaen el autoengao respecto de la verdad o del bien.

    Un aspecto ulterior, vinculado con la funcin positiva que Scratesadscribe a los mencionados fenmenos de autodistanciamiento, queda,por el contrario, ms bien, relegado al trasfondo, aunque su importan-cia sistemtica, y su decisiva influencia para el posterior desarrollo delas concepciones medievales y modernas de la conciencia y la concienciaerrnea, difcilmente podra ser exagerada. Se trata de la constatacinelemental de la necesidad de la presencia de determinadas condicionessubjetivas que hagan posible la eficacia de aquellos dispositivos que, comola refutacin o el castigo, apuntan a hacer posible el autodistanciamiento,la superacin de la identificacin en el modo de la conciencia errnea y,con ello, el acceso a nuevas formas, no errneas, de la conciencia de s yla identificacin consigo mismo. En efecto, como muestra de modo dra-mtico el propio texto del Gorgias, all donde tales condiciones subjetivasno estn dadas o bien han quedado desactivadas en su operatividad,ningn fenmeno de contraste inducido desde el exterior puede forzar,sin ms, la apertura del sujeto autoengaado a una nueva comprensinde s mismo y de su propio bien real.

    Los casos de Polo y, sobre todo, de Calicles manifiestan, con admirablenitidez, algo que parece ser una leccin elemental de la mayora de losdilogos socrticos de Platn, a saber: que nadie puede ser conducido,

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    sin ms, a la transparencia respecto de s mismo, si l mismo no estdispuesto ya, en alguna medida, al riesgo de hacerse cargo de s, precisa-mente, del modo en que tal exigencia de autotransparencia prescribe.Hay sin duda un ncleo de indelegabilidad individual en toda forma,recta o errnea, autotransparente o auto-ocultante, de hacerse cargo des mismo. Pero, adems, hay que suponer tambin, al menos como posi-bilidad, cierta capacidad de autotransparencia en todos los agentes ra-cionales, precisamente, en cuanto racionales, porque, de lo contrario, lainstalacin en las diversas formas de la conciencia errnea no podra sersuperada, siquiera en parte, ya que, al menos, en la perspectiva de laprimera persona, tampoco podra ser detectada, como tal.

    III

    No resulta necesario enfatizar la decisiva importancia que posee la posi-cin socrtica, cuando se trata de comprender, en algunos de sus puntosde partida bsicos, las concepciones de los pensadores griegos posterio-res, desde Platn y Aristteles hasta los estoicos, en el mbito de la filoso-fa de la accin y de la tica. La deteccin de diferentes aspectos en loscuales se hara sentir, de diversos modos, el influjo socrtico ha jugadoun papel central en la investigacin especializada, tanto cuando se apun-ta a marcar la continuidad de determinados motivos o asunciones, comocuando se trata de poner de relieve la existencia de momentos de diver-gencia y toma de posicin crtica frente al socratismo. Particularmente,en lo que concierne a la debatida cuestin del as llamado intelectualismosocrtico y, sobre todo, en el caso de Platn y Aristteles, no ha sido infre-cuente que los intrpretes llegaran a un diagnstico que combina am-bos aspectos, marcando la presencia tanto de momentos de continuidadcomo de distanciamiento respecto de la posicin de Scrates. Desde dife-rentes perspectivas, diversos intrpretes han credo tener que concluirque, pese a introducir sustanciales modificaciones y refinamientos, so-bre todo en lo que concierne al modo de dar cuenta de la produccin dela accin desde el punto de vista psicolgico, tanto Platn como Aristtelesconservaron, en definitiva, un ncleo socrtico irreductible, en su modode concebir la accin racional, tanto desde el punto de vista motivacio-

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    nal como en atencin a su calificacin estrictamente moral. Ambos re-toman y, en cierto modo, radicalizan el motivo socrtico, segn el cual elcamino del progreso moral, al igual que el de la superacin del error y laignorancia, transita neceseriamente por las experiencias de autodistan-ciamiento que facilitan determinados factores de contraste. Una breveenumeracin de puntos centrales, que he discutido ms ampliamente enotro lugar (Vigo, 2002) puede servir para ilustrar lo dicho.

    1) A travs de una nueva concepcin de la motivacin de la accin,basada en una concepcin psicolgica mucho ms diferenciada, Platn yAristteles dan cuenta de la posibilidad de la existencia de genuino con-flicto motivacional, que, como tal, no queda limitado al plano diacrnico,sino que se extiende tambin al plano sincrnico de consideracin.

    2) Por otro lado, Platn y Aristteles extienden la temtica socrticadel autodistanciamiento posibilitado a travs de factores de contraste,ms all del mbito de las creencias, tambin al mbito de los deseos delagente racional. Todo ello les permite enfatizar, de un modo nuevo ydiferente, las funciones positivas que poseen los fenmenos, en s mis-mos no deseables, de divisin interior, all donde se trata de dar cuentade la posibilidad de que el agente deje atrs aquellas formas perversas dela conciencia de s, que estn basadas en el autoengao respecto delpropio bien. Por medio de una concepcin diferente de la naturaleza dela motivacin psicolgica, que apunta a hacer justicia a la complejidadde factores intervinientes en la produccin efectiva de las acciones porparte de los agentes racionales, tanto Platn como Aristteles trasladanel modelo socrtico, que identifica en los factores de contraste la instan-cia de mediacin y alteridad que hace posible el autodistanciamiento y lavuelta reflexiva sobre s, al interior mismo del alma individual del agen-te. Se trata, en cierto sentido, de una interiorizacin del modelo socrti-co que, sin abandonar la leccin referida a la necesidad de la mediacinde factores externos de alteridad y contraste, apunta a proyectar dichaestructura de mediacin a la propia realidad interior del agente racio-nal. De este modo, Platn y Aristteles superan lo que podra verse comolos aspectos ms dbiles o poco diferenciados de la posicin socrtica,que conciernen, sobre todo, al modo en que Scrates tiende a comprender

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    el proceso de la motivacin y la produccin de la accin, sobre la base dela asuncin de una suerte de monismo psicolgico, que no permite ha-cer debida justicia a los fenmenos de divisin interior y conflictomotivacional.

    3) Finalmente, tambin el modo en que Scrates piensa la conexinentre el error moral y, en general, el vicio, por un lado, y la ignorancia,por el otro, queda sujeto a una revisin decidida que permite introduciruna considerable diferenciacin adicional. En particular, Aristteles en-fatiza el hecho de que la conexin entre vicio e ignorancia no puedeesclarecerse adecuadamente si no se lleva a cabo una distincin de losdiferentes tipos de ignorancia que pueden intervenir en la motivacin yla produccin de las acciones. Aristteles introduce aqu dos distincio-nes cruciales que permiten hacer justicia a una cantidad de aspectosvinculados con la imputacin de las acciones y con la evaluacin de sucalidad moral, a saber: por un lado, la distincin entre la ignorancia uni-versal referida a los principios normativos a los que deben quedar suje-tas las acciones y la ignorancia particular referida a las circunstancias ylas marcas situacionales de la accin; por otro, la distincin entre laignorancia como causa de la accin y la ignorancia como estado en elque la accin se lleva a cabo.6 De este modo, Aristteles elabora unateora altamente diferenciada, que permite dar una respuesta convincentea preguntas que la posicin socrtica pareca dejar abiertas o precisadasde manera insuficiente, tales como, la pregunta por las precisas condi-ciones bajo las cuales la ignorancia del agente puede o debe contar comofundamento de la involuntariedad de la accin y como causal de exi-micin de responsabilidad.

    Ahora bien, sera un error pensar que a travs de todas estas modifi-caciones y precisiones Platn y Aristteles dejan atrs para siempre laposicin alcanzada por Scrates. En efecto, lejos de pretender eliminartodo residuo de socratismo de sus propias concepciones, Platn y Arist-teles parecen apuntar, ms bien, a preservar la intuicin nuclear referi-da al componente de autoengao presente en todo error y a la estructura

    6 Cfr. Aristteles, EN: III 2, 1110b 24-27, donde se introduce la distincin entre obrar enignorancia (agnon) y por ignorancia (di gnoian).

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    de la conciencia errnea, pero recontextualizndola del modo requerido,con el fin de no asumir algunas de las consecuencias ms paradjicas dela posicin socrtica, tales como la identificacin del vicio con la igno-rancia, sin otras especificaciones, o la negacin de la posibilidad del con-flicto motivacional y la incontinencia. Que la intuicin socrtica nuclearqueda aqu finalmente preservada, se advierte de inmediato, cuando seconsidera el hecho de que tanto Platn como Aristteles se mantienenfirmes en la conviccin de que el nico modo posible de explicar la pro-duccin de las acciones, desde la perspectiva de la primera persona, con-siste en asumir que el fin de la accin es siempre intencionado bajo laespecie o figura del bien. Ello implica que resulta imposible suponer quecuando el agente racional escoge voluntariamente un determinado cur-so de accin encaminado a lograr un determinado objetivo podra estarescogiendo aquello que considera, al mismo tiempo, malo o peor queotra cosa, al menos, en el mismo momento en que lo escoge y en elaspecto bajo el cual lo escoge.

    IV

    Por ltimo, quisiera considerar brevemente el modo en el que la intui-cin socrtica nuclear referida al componente de autoengao presen-te en todo error y la estructura de la conciencia errnea se proyectatambin en la concepcin de Toms de Aquino. Como es sabido, steelabora su propia teora de la motivacin y la produccin de las accionesen estrecha conexin con la concepcin aristotlica, pero tambin apelaa una cantidad de otras fuentes y autoridades, que, adems del pensa-miento propiamente cristiano, en muchos casos estn vinculadas tam-bin a la tradicin del (medio- y neo-) platonismo y del estoicismo.

    No tratar la posicin de Toms de Aquino a partir de lo que pudieraparecer la va natural de acceso para el problema que nos ocupa, la cualsera su tratamiento de la accin incontinente. Aqu Toms sigue laslneas generales de la discusin aristotlica, ms all de claras diferen-cias de matiz y acentuacin en determinados puntos de detalle. Por lomismo, su posicin podra caracterizarse con facilidad en trminos bsi-camente coincidentes con la de Aristteles, a saber: como un intento de

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    explicar la posibilidad de la accin incontinente, sobre la base de unateora de la motivacin que da lugar a los fenmenos de divisin interiory conflicto motivacional, pero reteniendo, a la vez, la idea de que el in-continente elige actuar como acta, porque opta por lo que le parecemejor, en el momento mismo de la eleccin y en el respecto en que loelige; ello muy a pesar del hecho de que tal juicio deba verse, en definiti-va, como el emergente de una desactivacin transitoria de sus propiasconvicciones ms permanentes acerca de lo que sera mejor para l mis-mo, producida por la influencia perturbadora de factores no-cognitivos(emociones, deseos apetitivos) sobre la capacidad de evaluacin de lasituacin concreta de accin.

    Donald Davidson que en su discusin del fenmeno de la incontinen-cia toma a Aristteles y Toms como ejemplos paradigmticos de estetipo de explicacin, los critica por no superar de modo definitivo el pun-to de partida socrtico, lo que los llevara a la imposibilidad de conside-rar lo que l denomina incontinencia con mente despejada o, tal vezpodramos decir, a sangre fra, que sera el fenmeno que representa elgenuino conflicto motivacional en el plano estrictamente sincrnico.7

    A mi modo de ver, el propio Davidson sobreestima, en alguna medida,las diferencias reales entre su posicin y las concepciones clsicas en lalnea de Platn, Aristteles y Toms, quiz porque no advierte del todoque el desafo planteado por Scrates se puede dirigir tambin contra supropia posicin.8 Pero no me internar aqu por este camino. Me limita-r, ms bien, a un par de observaciones referidas al modo en el queToms intenta responder a la pregunta de si la conciencia errnea es ono moralmente vinculante en el notable texto de STh I-II q. 19 a. 5. En larespuesta a esta cuestin se patentiza de un modo particularmente nti-

    7 En este sentido, vase la distincin entre formas sincrnicas y diacrnicas de irracionalidadinterna en Davidson, 1985: 345-354; reproducido en Davidson, 2004b: 189-198. Vase

    en esp. p. 353 de la versin original (p. 197 de la reproduccin). Thomas Spitzleyconsidera como uno de los principales mritos de la posicin de Davidson el haber

    (supuestamente) dado cuenta por primera vez de los fenmenos de irracionalidad internaestrictamente sincrnica, tales como la incontinencia a sangre fra. Vase Spitzley, 1992:

    215-223.8 Para este punto, remito a la discusin en Vigo, 1998: 51-97, en esp. 76 y ss.

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    do de qu manera la concepcin tomasiana incorpora y asimila de modocreativo los aspectos medulares de la concepcin socrtica del error. Se-alo, de modo muy escueto, los puntos principales que permiten carac-terizar la posicin fijada por Toms.

    1) El contexto de la discusin sobre el carcter vinculante (o no) de laconciencia errnea es una consideracin mucho ms amplia acerca delo que puede llamarse el aspecto interno de la moralidad de los actos, esdecir, el aspecto referido a las condiciones subjetivas de la moralidad delas acciones. Siendo una tesis bsica de la posicin tomasiana que lamoralidad de los actos viene definida primariamente por un conjunto derequerimientos externos u objetivos, como son la referencia al objeto delacto y la correspondencia con el patrn normativo provisto por la LeyEterna, no menos cierto es que Toms asume, de manera explcita, latesis de que tales condiciones o requerimientos externos son condicionesnecesarias, pero no suficientes, para la moralidad de la accin. sta pierdesu bondad no slo all donde colisiona con las exigencias que derivan,inmediata o mediatamente, de la Ley Eterna, sino que tambin la pierdeo puede perderla all donde, siendo conforme exteriormente con talesexigencias, no rene el conjunto de condiciones interiores o subjetivasque dan cuenta del hecho de que lo querido en cada caso no slo es loque debe quererse, sino que es querido, adems, del modo en que debequererse, esto es, por s mismo y sobre la base del correspondiente cono-cimiento, y no de modo puramente instrumental o por accidente.

    2) Por lo mismo, y teniendo en cuenta que, por otra parte, el acceso ala Ley Eterna siempre est mediado por la razn, sea a travs de la pre-sencia en ella de la llamada Ley Natural, o bien mediante el reconoci-miento racional de la autoridad de la Escritura, Toms sostiene que labondad de los actos de la voluntad depende en definitiva de su conformi-dad con la Ley Eterna, pero que su causa prxima o inmediata es, msbien, la conformidad con la razn, que es la va a travs de la cual nosviene dada de modo natural la Ley Eterna, y la nica disponible all don-de no estuviera dada o accesible una revelacin de tipo sobrenatural(cfr., STh I-II q. 19 a. 4).

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    3) Sobre esta base, la pregunta clave es si una razn o concienciaerrnea es o no vinculante (utrum ratio errans obliget), aceptando, porotra parte, que el error de la razn o conciencia, cuya correccin derivaen ltimo trmino de la conformidad con la Ley Eterna, no puede prove-nir l mismo de esa Ley Eterna, sino que debe tener otras causas, quepueden ser mltiples. La respuesta de Toms no puede ser ms clara: laconciencia es siempre vinculante, o con mayor precisin, subjetivamentevinculante, tambin all donde es o pueda ser errnea. Frente a esto, nofaltar quien pudiera sorprenderse y preguntarse cmo puede un autorobjetivista en moral, como Toms, mantener la postura indicada. Y aun-que no faltara tampoco quien pudiera tener la tentacin de ver aquproblemas intrincados o, incluso, imposibles de resolver, la respuesta re-sulta, a mi modo de ver, poco menos que elemental: Toms es objetivistaen materias de fundamentacin (ltima) de la moralidad, pero no es ex-ternalista en su concepcin relativa a la constitucin del valor moral delas acciones humanas, ya que considera igualmente necesarios tantofactores externos u objetivos como factores internos o subjetivos paradar cuenta de la bondad moral de la accin, la cual no se agota ni podraagotarse en su carcter externamente benfico e incluso puede, en oca-siones, estar reida con l.

    4) Por consiguiente, Toms rechaza en el texto los intentos de los te-logos morales que buscan reducir el problema relativo al carctervinculante de la conciencia a travs de consideraciones de corte exter-nalista, referidas al carcter bueno, malo o neutral del acto, por referen-cia meramente a su objeto. Estas consideraciones conducen a la tesissegn la cual, all donde la razn o la conciencia es errnea, sera buenoobrar en contra de la propia razn o conciencia, porque, en tal caso, elacto ser objetivamente bueno.9 Toms considera esta posicin, de modo

    9 A este problema apunta tambin el argumento sofstico referido por Aristteles en EN: VII3, 1146a 21-31, que puede resumirse en la frmula aphrosne + akrasa = aret. Esdecir: alguien que, 1) en virtud de su insensatez, quisiera voluntariamente obrar mal,pero, al mismo tiempo, 2) fuera incontinente y obrara as en contra de sus propias

    convicciones acerca de lo mejor para l mismo, producira finalmente acciones conformes

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    explcito, como no razonable (irrationabiliter dicitur), precisamente, por-que no toma debidamente en cuenta las condiciones internas o subjeti-vas del acto. No es que, en caso de ir en contra de su mejor juicio, elagente meramente abandona lo que le indica su razn. A ello se aadeque, al obrar as, eventualmente se obligar a perseguir aquello que a lmismo se le aparece incluso como malo, al menos, cuando se trata de locontrario de lo que se le aparece como bueno, pero, en cualquier caso,siempre ser algo que se le aparece como menos bueno y, por lo tanto,como menos preferible a aquello que su mejor juicio le seala como msdeseable. La tesis segn la cual sera bueno obrar en contra de la propiarazn o la propia conciencia, all donde sta es errnea, nos pondra,pues, frente a lo que podra denominarse incontinente recomendada o, sise prefiere, irracionalidad interna recomendada. En efecto, se estara reco-mendando al agente que sea, sin ms, internamente irracional en suscomportamientos.

    5) Como es obvio, Toms no puede admitir semejante cosa: todo loque el agente persigue y debe perseguir es algo que, en la medida en quelo hace, se le aparece y debe aparecrsele como bueno. El error en el cualincurre la razn, explica Toms, no procede de Dios, como s procedende l la razn y la Ley Eterna presentes en ella. Sin embargo, el agentesumido en el error persigue aquello que no es realmente bueno (o mejor)siempre bajo la especie del bien, esto es, considerndolo bueno (o me-jor), cabe decir: persigue el mero bien aparente, tomndolo, sin embar-go, como un bien real. Y en esa misma medida, y si es verdad que todaverdad procede, en ltimo trmino, de Dios, su juicio errneo lo lleva aperseguir, en cierto modo, como procedente de Dios justamente aquelloque no podra proceder de l: la persecucin del bien aparente es, pues,ella misma, en definitiva, un cierto modo de perseguir el bien, precisa-

    a la virtud. Como es obvio, Aristteles no puede aceptar la conclusin, por la sencilla

    razn de que la virtud tica no puede ser vista, a su juicio, como un resultado accidentalde la concurrencia de dos disposiciones viciosas. Pero el argumento es ilustrativo del tipo

    peculiar de fenmeno que, de modo no demasiado afortunado, se denomina a vecesincontinencia (akrasa) inversa.

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    mente porque el bien aparente es perseguido siempre, incluso bajo con-diciones de autoengao, como un bien real, y no como uno aparente.10

    6) Por cierto, Toms concede a San Agustn, a quien cita en el texto,que la orden de una autoridad inferior no puede contradecir ni anular laorden de una superior. Pero, precisando el alcance de este principio, y enuna vena caractersticamente socrtica, seala tambin que el propioreconocimiento de la verdad de dicho principio excluye ya, como tal, laposibilidad de una completa sumisin en el error: no puede engaarsecompletamente quien est en condiciones de acceder a la verdad del prin-cipio que le permite deponer su propio juicio respecto de una situacinparticular, para acudir a la Palabra de Quien, a diferencia de l mismo,ya no podra errar. Aparece aqu una vez ms, como se puede ver, la ideade cuo socrtico-platnico segn la cual una genuina superacin delautoengao jams puede ser motivada ni mucho menos provocada deun modo puramente exterior, sino que su misma posibilidad presuponeya la capacidad del sujeto de distanciarse de s mismo y reconocer as suerror como error.

    V

    Si la discusin desarrollada hasta aqu resulta en alguna medida convin-cente, habr que reconocer la decisiva importancia que posee la concep-cin socrtica para dar cuenta del origen de la reflexin filosfica griegay, en general, clsica, en el campo de la tica, y del rumbo que dichareflexin tom en algunos de los representantes ms importantes de di-cha tradicin de pensamiento: Platn, Aristteles, Toms de Aquino.

    10 Naturalmente, esto vale tambin all donde lo que se persigue como un bien es la propia

    apariencia. Siguiendo la lnea argumental antes esbozada habr que decir en este casoque el agente que obra de ese modo lo hace sobre la base de la consideracin segn la cual

    la apariencia o cierto tipo de apariencia debe ser vista, al menos en determinados contextoso bajo determinadas condiciones, como algo realmente bueno o mejor que otra cosa.

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    En particular, en lo que concierne a la concepcin socrtica acerca dela naturaleza del error moral, en cuanto caracterizado esencialmente porinvolucrar un componente irreductible de autoengao del agente res-pecto de su propio bien real, hay dos aspectos centrales, cuya influenciaes notoria y decisiva. Por un lado, se trata de la intuicin bsica, subya-cente a la posicin de Scrates, segn la cual, a pesar de lo que podraparecer a primera vista, no hay, en definitiva, un modo realmente satis-factorio de dar cuenta de la posibilidad de la eleccin del mal por partede los agentes racionales, si no se hace referencia a la presencia, en al-gn nivel de anlisis, de alguna forma total o parcial, transitoria opermanente de ofuscacin de la conciencia, en virtud de la cual elagente ya no acierta a reconocer con eficacia el genuino carcter deaquello que escoge para s, al considerarlo, en algn sentido o respecto,como bueno y deseable cuando, en realidad, constituye un mal que lodaa en mucho mayor medida de lo que podra beneficiarlo. La influen-cia de este motivo central en la posicin de Scrates se manifiesta en elhecho de que tampoco Platn, Aristteles y Toms de Aquino parecenconceder la posibilidad de que un agente racional escogiera el mal, reco-nocindolo a la vez, y con completa claridad de conciencia, como unmal, en el mismo momento y en el mismo respecto en que lo escoge.

    Autores modernos como Davidson han querido ver en esto una defi-ciencia de las concepciones clsicas en torno a fenmenos de irraciona-lidad interna como la incontinencia, en la medida en que no dejaranespacio para la llamada incontinencia a sangre fra o con mente despeja-da, que representara el caso ms genuino de conflicto motivacional enel plano estrictamente sincrnico. Dejemos de lado aqu el hecho de quees argible que el propio Davidson sobreestim, en alguna medida, lasdiferencias reales entre su propia posicin y las concepciones clsicas enla lnea de Platn, Aristteles y Toms de Aquino. Sea como fuere, lapregunta de fondo es si realmente puede hacerse plausible la idea de queel agente racional escoge, en el momento de la decisin concreta de ac-cin, algo que, en el mismo momento y en el mismo sentido en que loescoge, considera a la vez como malo o peor para l mismo. No queda,en definitiva, siempre abierta la sospecha de que dicha decisin, si ha depoder ser explicada de alguna manera, tendr que poder ser redescripta,de uno u otro modo, en trminos de la opcin por algo que, desde la

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    perspectiva interna del agente en la situacin particular en que la de-cisin es ejecutada, es considerado al mismo tiempo como bueno o pre-ferible, en algn sentido o aspecto determinado, y escogido bajo ladescripcin que corresponde precisamente a dicho sentido o aspecto?No reside aqu un elemento constitutivo de lo que la posterior tradicinde la teologa moral tematiz bajo el nombre de mysterium iniquitatis,cuyo carcter de misterio irreductible viene dado justamente por el he-cho de que la opcin por el mal parece sustraerse, por principio, a laposibilidad de ser explicada en la perspectiva interna de la primera per-sona en los mismos trminos en que puede y debe ser explicada desde laperspectiva externa de la segunda o la tercera persona?

    El carcter ubicuo de la posicin elaborada por Scrates en torno a lanaturaleza del error, en general, y el error moral, en particular, comofenmenos que involucran necesariamente un componente irreductiblede autoengao, se revela ya en el hecho de que, ms all de las grandesdiferencias en lo que concierne a la explicacin de la produccin de laaccin y la posibilidad del conflicto motivacional, Platn, Aristteles yToms de Aquino no creyeron posible eliminar de raz todo vestigio desocratismo en sus propias concepciones.11

    No parece casual, pues, que algunos testimonios platnicos, espor-dicos pero muy significativos, den a entender que existe una asimetraestructural irreductible entre la experiencia del bien y la del mal: mien-tras que el bien se experimenta como tal, sobre todo, en el modo de laidentificacin que caracteriza a la perspectiva de la primera persona, alldonde se escoge lo que se considera bueno, la experiencia del mal comomal supone, en cambio, el distanciamiento respecto de aquello que esconsiderado como malo, de modo tal que considerar y experimentar elmal como mal significa, ms bien, no identificarse con l y, por tanto, no

    11 El mismo diagnstico acerca de la inevitabilidad de la referencia a un componente bsicode error cognitivo en la explicacin de la opcin por el mal parece subyacer a la posicin

    asumida por Terence Penner, en su defensa de la explicacin reductiva de la incontinenciaque el Scrates platnico presenta en el Protgoras. Penner intenta mostrar cmo laposicin de Scrates, adecuadamente reconstruida, explica el fenmeno de la incontinenciade modo ms convincente que modelos explicativos basados en la divisin psicolgica, en

    la lnea del Platn maduro y de Davidson. Vase Penner, 1990.

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    escogerlo, esto equivale a decir que debe considerarse siempre exclusiva-mente desde la perspectiva externa que corresponde a la segunda o latercera persona.12 En esta misma direccin parece apuntar tambinla sugestiva recomendacin de San Pablo, cuando seala a los cristia-nos de Corinto que se hagan expertos en las cosas del espritu, que re-quieren del buen juicio, y permanezcan, en cambio, inexpertos como losnios en las cosas del mal (cfr. Corintios I, 14, 20).

    En cualquier caso, y sea como fuere que se quiera responder al dilemaplanteado por la posicin socrtica relativa al error moral, un segundoaspecto en que la influencia de la aproximacin practicada por Scrates

    12 En un sugestivo pasaje del Protgoras, comparando la funcin que los alimentos des-empean respecto del cuerpo con la que los conocimientos o, en general, los contenidosde creencia desempean respecto del alma, Scrates enfatiza la mayor peligrosidad de

    estos ltimos: quien compra alimentos puede no ingerirlos directamente, sino llevarlosen un envase, de modo que no lo daen, si llegan a estar en mal estado o ser perjudiciales

    para la salud; en el caso de los contenidos de creencia, en cambio, tal tipo de mediacin yano resulta posible, pues el alma los incorpora de modo inmediato y los asimila sin ms.

    Esto quiere decir que en todo acto de apropiacin de un contenido de creencia tiene lugar,de manera inevitable, una cierta identificacin con dicho contenido, que impide reconocer,

    de all en ms, su carcter eventualmente falso y perjudicial. Por ello, Scrates advierte aljoven Hipcrates, deseoso de convertirse en discpulo del sofista Protgoras, que los

    recaudos que impidan una identificacin inmediata con contenidos cualesquiera nosometidos a examen resultan aqu ms necesarios todava que en el caso de los alimentos

    (cfr., Protgoras, 314a-c). En un sentido comparable, en la segunda prueba de lasuperioridad del filsofo frente al hombre tirnico sometido a los placeres sensibles de

    Repblica IX, Scrates explica que hay tres clases de placeres, correspondientes a las trespartes del alma y a los tres tipos de hombre que viven segn cada una de ellas, a saber: los

    placeres del intelecto propios del filsofo, los placeres del honor y el poder propios delhombre de coraje, y los placeres sensibles propios del hombre que vive segn sus apetitos

    sensibles. Ahora bien, Scrates sostiene, aunque cada uno de ellos los frecuenta en diferen-te medida y de diferente modo, hay un nico hombre que conoce mejor los tres tipos

    de placeres: el propio filsofo, en la medida en que es l quien est en condiciones deponderar adecuadamente la posicin relativa que merece cada uno de ellos, en una vida

    ordenada con arreglo a los patrones de racionalidad que reflejan el ideal de la justicia(cfr., Repblica, 580d-583a). Esto implica, una vez ms, que el genuino conocimiento de lo

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    resulta decisiva y perdurable concierne al reconocimiento expreso de laindispensable funcin positiva que desempean los factores de contras-te y alteridad, a la hora de dar cuenta de la posibilidad de superar elautoengao que caracteriza a las diferentes modalidades de la concien-cia errnea, a travs de las correspondientes experiencias de autodis-tanciamiento. En este punto, como se vio, las posiciones en la lnea dePlatn, Aristteles y Toms de Aquino, que apuntan a explicar el conflic-to motivacional por recurso a diferentes modelos de divisin psicolgica,pueden verse incluso como el resultado de un esfuerzo consciente porconservar y radicalizar el punto de vista alcanzado por Scrates, proyec-tndolo, desde la esfera exterior del dilogo y la interacccin social, tam-bin a la esfera interior del alma individual, concebida ahora como unaentidad compleja que alberga en s una multiplicidad de fuerzas moti-vacionales, capaces de entrar en conflicto unas con otras. En atencinal papel positivo que cumplen los factores de contraste y alteridad, comomedios que hacen posible la superacin del autoengao, puede decirse,siguiendo la lcida conclusin de Davidson, que la explicacin de la posi-bilidad de la irracionalidad interna y la de la posibilidad del progresomoral deben verse, en definitiva, como el anverso y el reverso de un mismoproblema bsico, en el marco de una teora que apunte a dar cuenta de laestructura de nuestras acciones, como agentes racionales.13

    No ha de resultar demasiado sorprendente, dado el carcter ini-gualablemente paradjico de su figura y su pensamiento, que haya sidoprecisamente Scrates, el filsofo ms reacio a aceptar la posibilidad dela irracionalidad interna, quien ms nos haya ayudado a comprender laimprescindible funcin positiva que desempean, en el caso de un serfinito y falible como el hombre, los fenmenos de conflicto, de divisininterior y de toma de distancia crtica respecto de s mismo.

    que ha de verse como malo o perjudicial presupone en esencia un componente dedistanciamiento, como el que caracteriza a la perspectiva externa de la segunda o la

    tercera persona.13 Vase Davidson, 1982: 305; 2004a: 187. A theory that could not explain irrationality

    would be one that also could not explain our salutary efforts, and occasional successes, atself-criticism and self-improvement.

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    Alejandro G. Vigo: Profesor en Filosofa (1984) y Licenciado en Filosofa (1988),por la Universidad de Buenos Aires (Argentina); Doctor en Filosofa (1994), por laUniversidad de Heidelberg (Alemania). Desde 2006 es Profesor Ordinario del De-partamento de Filosofa de la Universidad de Navarra (Pamplona, Espaa). Ha sidobecario del CONICET (Argentina), del Deutscher Akademischer Austauschdienst (Ale-mania) y la Fundacin Alexander von Humboldt (Alemania). Desde 2006 es Miem-bro Titular del Institut International de Philosophie, cole Normal Suprieure (Pars,Francia). En octubre de 2010 recibi el Premio Friedrich Wilhelm Bessel, concedi-do por la Fundacin Alexander von Humboldt y el Ministerio de Educacin e Inves-tigacin de Alemania, como reconocimiento a la trayectoria en la investigacin.Actualmente estn en prensa sus libros Juicio, experiencia, verdad. De la lgica dela validez a la fenomenologa (Pamplona, 2013) y Praxis, Reason and Truth. Studiesin Aristotles Conception of Praxis and Practical Rationality (Leuven, 2013).

    D. R. Alejandro G. Vigo, Mxico D.F., enero-junio, 2013.

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