vigilar y castigar michael foucault_resumen_jiménez,sierra

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“El cuerpo de los condenados” en Vigilar y Castigar. M. Foucault. Vigilar y Castigar es escrito en 1975 por Michael Foucault, quien ha sido denominado un historiador de las ideas. En este capítulo hace una revisión histórica de la evolución de los métodos punitivos. Así, define el objetivo del libro como “…una historia correlativa del alma moderna y de un nuevo poder de juzgar; una genealogía del actual complejo científico – judicial en el que el poder de castigar toma su apoyo, recibe sus justificaciones y sus reglas, extiende sus efectos y disimula su exorbitante singularidad.” 1 En el capitulo “Suplicio” se encuentra el sub-capítulo “El cuerpo de los condenados”, el cual empieza relatando la historia de Damiens, quien ha dado la muerte a parte de su familia, por lo que debe ser castigado ante los ojos de la sociedad. Se le ubica en medio de un lugar público, con el fin de que su sufrimiento sea visto por todos, y los métodos no pasan desapercibidos ante los ciudadanos. Lo descuartizan, lo queman, lo tironean, lo matan de la forma física más dolorosa que se ha podido relatar. Se espera que ante estos métodos punitivos el condenado suplique perdón, ya que se aguarda que mediante el castigo se cure a la persona y se le perdone por sus pecados y errores cometidos. En la historia de Damians, esto no sucedió, el relato termina con su cuerpo convertido en cenizas. Tres cuarto de siglo mas tarde, León Faucher redacta un reglamento para la casa de jóvenes delincuentes de Paris. En él se especifica la conducta que deberán llevar los jóvenes carcelarios. Dejando en claro la sobreexplotación del periodo laboral que ellos tendrán, ya que de esta forma, se extingue la libertad del individuo. Foucault nos dice “he aquí, pues, un suplicio y un empleo del tiempo. No sancionan los mismos delitos, no castigan el mismo 1 Michel Foucault: "El cuerpo de los condenados". En Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión.P. 25

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“El cuerpo de los condenados” en Vigilar y Castigar. M. Foucault.

Vigilar y Castigar es escrito en 1975 por Michael Foucault, quien ha sido denominado un historiador de las ideas. En este capítulo hace una revisión histórica de la evolución de los métodos punitivos. Así, define el objetivo del libro como “…una historia correlativa del alma moderna y de un nuevo poder de juzgar; una genealogía del actual complejo científico – judicial en el que el poder de castigar toma su apoyo, recibe sus justificaciones y sus reglas, extiende sus efectos y disimula su exorbitante singularidad.”1

En el capitulo “Suplicio” se encuentra el sub-capítulo “El cuerpo de los condenados”, el cual empieza relatando la historia de Damiens, quien ha dado la muerte a parte de su familia, por lo que debe ser castigado ante los ojos de la sociedad. Se le ubica en medio de un lugar público, con el fin de que su sufrimiento sea visto por todos, y los métodos no pasan desapercibidos ante los ciudadanos. Lo descuartizan, lo queman, lo tironean, lo matan de la forma física más dolorosa que se ha podido relatar. Se espera que ante estos métodos punitivos el condenado suplique perdón, ya que se aguarda que mediante el castigo se cure a la persona y se le perdone por sus pecados y errores cometidos. En la historia de Damians, esto no sucedió, el relato termina con su cuerpo convertido en cenizas.

Tres cuarto de siglo mas tarde, León Faucher redacta un reglamento para la casa de jóvenes delincuentes de Paris. En él se especifica la conducta que deberán llevar los jóvenes carcelarios. Dejando en claro la sobreexplotación del periodo laboral que ellos tendrán, ya que de esta forma, se extingue la libertad del individuo.

Foucault nos dice “he aquí, pues, un suplicio y un empleo del tiempo. No sancionan los mismos delitos, no castigan el mismo género de delincuentes. Menos de un siglo los separa”2. Es la época de la nueva justicia, en la cual hay una desaparición de los suplicios, desaparece el cuerpo supliciado; “ha desaparecido el cuerpo como blanco mayor de la represión penal”3. Se extingue el espectáculo punitivo ya que

“el castigo ha cesado poco a poco de ser teatro. Y todo lo que podía llevar consigo de espectáculo se encontrara en adelante afectado de un índice negativo…El rito que cerraba el delito se hace sospechoso de mantener con el turbios parentesco: de igualarlo, si no de sobrepasarlo en salvajismo, de habituar a los espectadores a una ferocidad de la que se les quería apartar… de emparejar al verdugo con el criminal y a los jueces con unos asesinos… de hacer del supliciado un objeto de compasión o admiración. ”

De ahí, que el castigo pasa a convertirse en la parte oculta del proceso penal, ahora se desea castigar la conciencia abstracta, no el cuerpo; se desea imponer reglas libradas de dolor. Ejemplo de esto es “la guillotina suprime la vida, del mismo modo que la prisión quita la libertad”4.

Dándole nombre como la sobriedad punitiva. Esto ya es en el siglo XIX. De todas formas hay que mencionar que el autor nos dice que “la prisión en sus dispositivos más explícitos ha procurado siempre cierta medida de sufrimiento corporal”5. Sin embargo el predominio del castigo a estas alturas queda claro que no es el cuerpo, ahora es el alma. Esto ha traído una evolución de la locura dentro de las cárceles.

1 Michel Foucault: "El cuerpo de los condenados". En Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión.P. 252 Ibid. P.103 Ibid. P.114 Ibid. P. 16 5 Ibid. P. 18

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Como bien se señaló, hay que destacar la desaparición de los suplicios debido a que “… es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar.”6 Por lo mismo es que ya no se busca castigar el cuerpo directamente, sino que sino que “sin tocar” el cuerpo. “El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos”7, así es que entran en juego la prisión y todo lo que esta institución implica: privación de la libertad, racionamiento alimenticio, privación sexual, golpes, celdas.

Esto trae como consecuencia la aparición de un nuevo cuerpo técnico que aplica el castigo, el cual cuenta con vigilantes, médicos, capellanes, psiquiatras, psicólogos, educadores, etc. Esto implica, a su vez, que también ha habido un cambio en la forma de enjuiciar; entra en juego otra verdad que penetra la requerida por el mecanismo judicial. Ahora el proceso no apunta a la responsabilidad del implicado, sino que a la administración de la pena, a su utilidad. Todo esto a modo de “disculpar” al juez por castigar.

De este modo es que el autor define su tarea como un intento de estudiar los cambios de los métodos punitivos “…a partir de una tecnología del cuerpo política del cuerpo donde pudiera leerse una historia común de las relaciones de poder y de las relaciones de objeto.”8 Por lo tanto es que llega a la conclusión de que los métodos punitivos presentan efectos positivos, ya que se trata de “trabajar” el cuerpo, sus fuerzas, su utilidad, etc.

Así, para Foucault es fundamental situar al cuerpo en un campo político, en el cual las relaciones de poder operan sobre el cuerpo directamente exigiéndole, marcándole y domándole. “…El cuerpo en buena parte está imbuido de relaciones de poder y de dominación, como fuerza de producción; pero en cambio, su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido en un sistema de sujeción (en el que la necesidad es también un instrumento político cuidadosamente dispuesto, calculado y utilizado).”9

Dentro del tópico del poder, el autor señala que este no sería un beneficio de la clase dominante, sino que invade a todos los individuos, ya que las relaciones de poder descienden densamente a lo largo del espesor social. Se trata de una serie de puntos de enfrentamientos, focos de inestabilidad, luchas, etc.

Luego se refiere al saber, al plantear que hay que alejarse de la tradición que en la que el saber se desarrolla al margen de las relaciones de poder, al contrario, se trataría de poder y saber se implican el uno a otro. Es decir que “…el poder-saber, los procesos y luchas que lo atraviesan y que lo constituyen, son los que determinan las formas, así como también los dominios posibles del conocimiento.”10

En conclusión, el autor plantea hacer una microfísica del poder dentro del aparato judicial, puesto que esto permitiría hacer una genealogía del “alma” moderna que es donde se articulan los efectos del poder y la referencia de un saber. Habría que “considerar las prácticas penales menos como una consecuencia de las teorías jurídicas que como un capítulo de la anatomía política.”11 Es decir, situar al cuerpo dentro del campo político en el cual se manifiestan las distintas relaciones de poder y saber.

Javiera Jiménez Ignacia Sierra

6 Ibid. P. 127 Ibid. P. 148 Ibid. P. 269 Ibid. P. 2810 Ibid. P. 3011 Ibid. P. 30

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