DE PASEO POR SORIA

Cuando vengas a Soria, déjate llevar por el viento, por el agua, por los bosques… ellos te llevarán a mil lugares en los que podrás vagar, soñar, amar.

Soria: 10.000 kilómetros cuadrados de sueños transformados en ríos, bosques, gorjeos de pájaros o sendas de caminantes. Sendas que bordean o ascienden, pistas escondidas entre bosques a la búsqueda de setas multicolores, caminos sin caminantes, veredas por las que escuchas, si prestas atención, hablar al viento con versos del poeta de Castilla. Soria, camino del Duero hacia lejanas extremaduras, Soria de ríos, fuentes y lagunas, escasa de gentes y repleta de verdes.

Piérdete por la Soria verde de las tierras altas, las del Urbión y la Negra laguna, las de los pinares de Navaleno y Vinuesa, aquéllas de Duruelo y de Castroviejo con sus piedras encantadas y mágicas, la Soria verde de Molinos, la Soria de nieblas y de umbrías por Montenegro, estas tierras por donde nos sale al paso el cantar de Alvargonzález esas tierras que están esperando tu pisada. Camina despacio, que penetren por tus poros el sol, el aire, la bruma… No te vuelvas: sigue derecho el camino que harás al caminar.

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Mientras marchas por sus calzadas quizás escuches los timbales de guerra celtíberos al encontrar a Numancia por las tierras de Garray, atalaya vigilante de tres ríos, el Duero, el Tera y el Merdancho. O puede que te dejes llevar un poco más por la imaginación y llegues hasta Tiermes o Uxama mientras los cánticos de los arévacos festejando las noches de plenilunio te acompañan.

Si te dejas llevar por el agua, puede que acompañes al Duero en su caminar hacia el Oeste, o te pierdas por los cañones del río Lobos acompañando el lento caminar del río. Quizá escuches el sonido profundo del agua nacida allí mismo, en La Fuentona, nacedero del río Abión. Pero también puedes subir al reino de los hielos y las nubes y contemplar las lagunas del Urbión: la Larga, la Helada, la Negra mientras el espíritu de Don Antonio te recita un poema.

Si es una hoja en la que te sientas y te dejas llevar, puede que aterrices en los extensos sabinares de Calatañazor, en ese mundo centenario lleno de paz y de silencio, poblado por un árbol tan humilde que se puede ufanar de descender del Terciario. También

puedes volar hasta el inmenso acebal de Garagüeta, el mayor de Europa, refugio de tordos, cuervos, ciervos y zorzales. Pero si la

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dirección que tomas es la del Oeste, te encontrarás con la mayor masa boscosa de pinar existente en estas viejas tierras de nuestra península.

Todavía hay más Sorias que descubrir. La romana, árabe y cristiana de Medinaceli, ¡ciudad del cielo, que gran verdad!, la del páramo de Ambrona con sus yacimientos de mamuts, la de Almazán besada por las aguas del Duero en su camino, ahora muy claro, hacia el poniente, la de las tierras del Moncayo con Ágreda como capital, la Soria castellana, de campos y castillos, la de Barahona, Gómara, de Gormaz y Berlanga.

Déjate llevar… Por el agua, por el viento, por las hojas de sus bosques, por el trino de sus pájaros pero camina sin prisas por su tierra y, a la sombra de un árbol o en la ribera de cualquier arroyo, paladea unos instantes cualquier poema de Campos de Castilla y cuando lo recites para ti, cierra los ojos, recuesta la cabeza y suspira. Soria llevará ese suspiro adonde pienses.

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Sábado 7 de noviembre: CALATAÑAZOR

El viento nos llevará primero a Calatañazor, el pueblo más medieval de la provincia y que suena a redobles de tambor, a batallas de cristianos y moros, a Almanzores y Sanchos, a tejados de teja coronados por enormes chimeneas cónicas y a “campanadas a medianoche” de Welles. La etimología del sutil apellido del pueblo parece que provendría del árabe Qalat al-Nusur (más o menos Castillo del azor). También se corresponde con la primitiva ciudad arévaca de Voluce, asentada a un kilómetro de la actual y sobre el río Milanos también. De época visigoda son unas tumbas excavadas sobre la base del castillo.

La historia y la leyenda se entremezclan en los principios del siglo XI. En el verano del año 1.002, Al-Mansur, (el Victorioso), general del califa cordobés Hixam II, (en la práctica soberano de Al-Andalus por mor de sus amores con la favorita), volvía de sus habituales “razzias” sobre las tierras cristianas del norte. La campaña militar de

aquel año lo había llevado por las tierras riojanas de San Millán. Volvía victorioso pero enfermo. La ruta de vuelta lo había hecho salir frente al peñasco de Calatañazor. Hasta aquí la historia. La leyenda cuenta que Sancho García, conde de Castilla, se enfrentó

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con él en la llanura que se ve desde el pueblo y llamada hoy “valle de la sangre”. Almanzor quedó derrotado y huyó hacia Medinaceli. La historia otra vez nos cuenta que murió la noche del 10 al 11 de Agosto de 1.002 y sepultado en Medinaceli. Al-Mansur tenía algo más de sesenta años. Fue entonces que se acuñó aquello de “en Calatañazor perdió Almanzor el atambor”.

A partir de aquí, la villa adquiere más protagonismo. Se vincula a lo largo de la Edad Media con diversos personajes de la realeza castellana como Alfonso X, Sancho IV o María de Padilla. Los dos primeros visitaron la villa más de una vez y María, esposa de Pedro

I, “el Cruel”, pertenecía al linaje de los Padilla, señores de la villa. En el siglo XVII, la plaza pasó de las manos de los Padilla a las de los Duques de Medinaceli. Hace cien años, la villa contaba con unos trescientos vecinos

pero ahora tan solo sesenta pasan los inviernos en sus casas de adobe.

El castillo, o los restos que contemplaremos, se remontan al siglo XIV, aunque en los basamentos de la torre del homenaje existan piedras aparejadas al modo árabe. La torre del homenaje es el único elemento que todavía resiste el paso del tiempo con cierta gallardía y que presenta detalles de interés como la sillería de sus esquinas o la ventana gótica.

Cuenta con una iglesia y dos ermitas. La iglesia de Nuestra Señora del Castillo tiene una sola nave y torre adosada. Es de origen

románico con posterior obra del gótico tardío. En el interior se halla una pila bautismal del siglo XI, la talla del Cristo de Calatañazor del

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siglo XV y un pequeño museo. El retablo mayor es de fines del XVI. La ermita de la Soledad está extramuros muestra intacto el ábside y la puerta de su lado norte. De la ermita de San Juan no quedan sino despojos que aún se quieren dejar ver entre la vegetación.

Rodeada la villa de murallas, solo dos subidas permiten la entrada. Subiremos por la calle mayor. Las casas de barro, adobe, y toscos maderos de enebro, sabina, confieren un aspecto mágico a la calle cargada de siglos. Algunos balcones en voladizo recuerdan pasajes medievales de manera nítida. Las calles pendientes, tortuosas, con las casas pintorescas, todas parecidas, sin nada que desentone, forman un conjunto agradable y armonioso. En la plazoleta se encuentra el

rollo-picota de los Padilla. Es del siglo XV.

Si el día que acudimos se despierta otoñal y frío, el viento soplará gélido por entre las inmensas rendijas de las piedras del castillo pero nos permitirá ver desde allí las humeantes e inmensas chimeneas de teja cónicas de las casas, protegidas por tres listones que se unen en la punta. La calle mayor ahora es un carnaval de tiendas: tienda del queso, tienda de

cestas y recuerdos, tienda-museo, tabernas y casas rurales, asador del

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cura… Los productos de la zona: mieles, quesos, hierbas, chorizos, artesanías, costillares en adobo, son un buen argumento de todas ellas.

Entramos a ellas dejándonos llevar por las sensaciones: miramos, tocamos, comparamos, abrimos, dejamos, volvemos a coger los mil artilugios de los estantes y mesas hasta que decidimos uno de ellos. Después los llevaremos como oro en paño y volveremos al camino atendiendo a la llamada del agua esta vez.

Sábado, 7 de Noviembre: LA FUENTONA

A pocos kilómetros de Calatañazor, la llamada del agua nos llevará a un paraje que tranquiliza, sosiega e inquieta a la vez: el Ojo de la Fuentona. La Fuentona es un acuífero pero un acuífero singular. Es el nacimiento del río Abión. A partir de la laguna formada, el río forma un peculiar cañón con abundante vegetación y fauna. Los chopos y las sabinas son los soberanos vegetales además de

gayubas, aliagas, escaramujos, ajedreas, salvias, tomillos y romeros. Las tranquilas, limpias y mansas aguas del río hospedan abundantes truchas mientras que las ramas de los árboles son refugio de martines pescadores y de silenciosos cárabos. Durante

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todo el camino hasta la laguna los buitres y alimoches nos recortarán el cielo y los veremos fácilmente silueteados en los cortados. Hasta aquí la paz, el sosiego, la tranquilidad. La inquietud la pone el agua transparente, fría y negra de la pequeña laguna de la surgencia. Un equipo de “Al filo de lo imposible” filmó los sifones, grutas y oquedades. Alcanzaron los 100 metros de desnivel en la galería principal pero ya no pudieron seguir más. Cuando miras las plácidas aguas del embudo no puedes por menos de pensar en las profundidades a las que conducen y un escalofrío te recorre el cuerpo.

En el principio del recorrido, si podemos, pararemos en la casa del centro de interpretación y dejaremos los coches definitivamente, cuatrocientos o quinientos metros más allá, en la caseta de información. Desde allí, andando por una cómoda vereda a lo largo del río, tendremos ochocientos metros hasta llegar a la laguna. Una

vez allí, la senda, preciosa entre sabinas y cortados, nos llevará al fondo del pequeño circo, a la cascada de la Fuentona. En las primaveras lluviosas una gran catarata se desploma por las paredes desde una altura de más de cuarenta metros. Nosotros, salvo que haya llovido mucho, solo encontraremos las señales del agua pero

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habrá merecido la pena el paseo y contemplar tanto los ejemplares de sabinas y de hierbas aromáticas como los cortados.

Como datos podemos decir que “La Fuentona” está declarada como Monumento Natural y considerada uno de los parajes más bonitos de Soria. La superficie protegida es de 232 ha. Y los términos que incluye son los de Muriel de la Fuente y Cabrejas del Pinar.

Desde el cruce con la laguna hay otro sendero que nos llevará, setecientos metros más adelante con un centenar de desnivel, al sabinar de Cabrejas. Desde la loma que se alcanza se divisa un panorama espléndido y de color verde oscuro por efecto de las masas de pinos y de sabinas que nos rodean, pero este recorrido lo dejaremos para otro viaje.

Sabado, 7 de Noviembre: EL SABINAR DE CALATAÑAZOR

En la llanada de Calatañazor, un mundo centenario, reliquia del Terciario, vive en silencio y crece lentamente al amparo de la soledad. Allí nos lleva nuevamente el viento y nos envuelve con las ramas de las sabinas, de la Juniphera thurífera, del enebro en fin, que es como se le conoce por estos pagos. Aquí, el sabinar de Calatañazor nos acoge sin quejas, con respeto, con mucho más que el que muchas veces tenemos por él. Son 22 Ha. tan solo de bosque de sabinas pero sus 22.000 metros cuadrados son todo un

mundo de longevidad. Muchos de sus ejemplares tienen más de catorce metros de altura y cinco metros de diámetro. Es el bosque de su especie más denso del mundo y el mejor conservado de la península.

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Árbol siempre verde, de madera imputrescible, dura y resistente, con una longevidad que puede llegar a los dos mil años y piel de animal antiguo, coloniza espacios imposibles para otras especies. Estamos a casi 1.100 metros de altura y el viento y el frío helador cortan en estos páramos sorianos, el enebro ofrece alimento y protección a una colección de aves, paraíso del ornitólogo. Sus bayas, frutos pardo-azulados en la madurez, maduran en el invierno y son alimento y despensa de multitud de aves.

Nos detendremos poco en este espacio protegido pero lo suficiente para impregnarnos de su historia, de su resistencia, del símbolo que ofrece su propia vida en condiciones tan difíciles. Debe de ser la

estampa de la herencia cultural y medioambiental que debemos proteger primero y legar a nuestros hijos después.

Sábado, 7 de Noviembre: CAÑON DEL RIO LOBOS

Nos dirigiremos a Ucero. El castillo, posiblemente templario, de Ucero vigila desde el alto la llegada de visitantes y nos da el alto, un alto momentáneo pero que consigue arrancar una fotografía de su silueta alargada y sugerente. A kilómetro y medio, cruzando el río y tomando una pista asfaltada a la izquierda, nos encontraremos de

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bruces con una joya, con uno de los cañones y valles fluviales mejor conservados del país y con uno de los cursos de agua más limpios y sugerentes de nuestras tierras ibéricas: el cañón del río Lobos. Su música nos conducirá a través de arboledas y fuentes hasta la explanada del aparcamiento entre denso bosque de ribera. Nos desembarazaremos de los coches y nos dispondremos a disfrutar

del medio. El cañón es un profundo valle calizo excavado por las aguas transparentes del río. El río se encajona en Hontoria del Pinar (Burgos) hasta Ucero, horadando durante veinticinco kilómetros las calizas cretácicas del terreno.

Son algo más de doce mil Ha. de parque natural y de monumento a la armonía. Seguiremos setecientos metros paseando por un amplio valle siguiendo el curso del Lobos. Los cortados y peñascos con abundantes cuevas nos flanquean empequeñeciendo nuestros pasos. Llegaremos en poco más de veinte minutos al espacio conocido

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como ermita de S. Bartolomé. En este lugar, además de que la digestión de una comida realizada en sus praderas puede ser una delicia, podremos subir al “ojo del diablo”, entrar en la cueva grande, sima de una altura de catedral y profundidad de más de 100 metros, o maravillarse con la joya de la ermita románica de San Bartolomé, centro de peregrinaje templario y de una legión de personajes esotéricos que esperan encontrar aquí la quintaesencia del cristianismo del Medievo.

La planta es de cruz latina y la fábrica es mezcla de románico y de gótico. El comienzo de la obra data del siglo XIII y la conservación del monumento es espectacular. A estas alturas del año, la ermita está cerrada y hay que llamar con antelación al teléfono del Parque

para concertar una cita y poder verla. La dificultad de asegurar una hora exacta de encuentro decide la duda entre avisar o no.

A partir de este lugar, el paseo por el río es una delicia que se puede proseguir los kilómetros que se quieran. El río, caudaloso a veces, otras escaso, es de aguas límpidas. Los nenúfares abundan y la nutria juega en su corriente. Las paredes, cortados de hasta cien metros de altura, son refugio del buitre pero también de unabuena muestra de nuestras rapaces: águila real y calzada,

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alimoche, azor, cernícalo, halcón peregrino, azor y cernícalo. Si hiciéramos noche y vigiláramos en silencio, oiríamos a búhos, real y chico, lechuzas, cárabos, autillos y mochuelos campar por sus respetos. Sus aguas y riberas están densamente pobladas de una buena colección de anfibios, reptiles y peces: ranas, lagartijas, culebras, víboras, truchas y barbos. Como pobladores de la cadena más cercana a la cúspide de la pirámide trófica tendremos a corzos, jabalíes, conejos, ardillas, liebres, zorros, garduñas, las citadas nutrias y murciélagos. En el reino de la tierra, del agua y de los cielos los animales viven y se multiplican con el siempre inestimable

concurso del hombre siempre que su presencia sea escasa en la zona que nos toque contemplar.

El sonido mágico del agua nos atrae, cosa lógica por otro lado a causa de su belleza. Caminamos siguiendo su música. Pinos, quejigos, encinas y el sobresaliente enebro nos acompañan en el paseo. Contemplamos absortos el paisaje mientras cien millones de años nos contemplan a nosotros. Nosotros no llegaremos a tanto, por supuesto, pero tenemos la obligación de dejarlo intacto para nuestros hijos y los hijos de sus hijos.

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Desde aquí hasta Hontoria del Pinar, ya en la provincia de Burgos, tendremos más de veinte kilómetros de aguas claras y paredes verticales. Simas profundas como la de Valdesneila, Torcajón o el Portillo esperan al avezado espeleólogo, fuentes como el Rincón, Valdecea, la Canaleja o fuente del Pino nos saldrán al encuentro con sus voces cantarinas. Si quisiéramos ir hasta el puente de los siete ojos, más o menos a la mitad del parque, todavía deberíamos caminar unos nueve kilómetros eso sí, por una senda deliciosa y a la vera del río siempre, por momentos estrecha y en otros abierta, pero continuamente con los farallones a ambos lados, abrigo de rapaces. Si solamente camináramos hasta el siguiente encuentro del río principal con el arroyo Valderrueda, todavía nos quedarían 2.200 metros de preciosa vereda. Volveremos a los coches con desgana, seguro. A poco estable que sea el día apeteceremos de estar más tiempo por el interior de ese pequeño paraíso soriano y además sin tener el riesgo de encontrarnos a demasiados Adanes.

Sábado, 7 de Noviembre: CASTROVIEJO

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Seguramente el tiempo, enemigo de las prisas, nos saldrá mucho antes de lo deseado a nuestro encuentro y deberemos dejar este hermoso lugar para otro día, pero si por alguna maravillosa pócima o encanto las horas de este sábado hubiesen sido más largas de lo habitual no dejaremos de ir hacia las tierras de los Urbiones y de las Lagunas y pasar de largo por los preciosos pueblos de la tierra de pinares: Molino del Duero, Salduero, Covaleda y Duruelo. Es en éste último donde nos detendremos al menos en sus alrededores.

En la carretera que asciende hasta Urbión, a pocos kilómetros, nos daremos de bruces con el paraje llamado Castroviejo. Es una suerte de pequeña ciudad encantada menos conocida que la de Cuenca pero no por ello menos hermosa y curiosa. Castroviejo es, a la vez, un mirador impresionante desde donde se divisa toda la sierra. Tampoco dejaremos, si tenemos la suerte de poder llegar a este lugar, de ver la cueva Serena y su cascada y fotografiarnos con ella. El paseo por este lugar lo deberemos hacer sosegados y sin prisas. Un poco más arriba llegaríamos a la cima del Urbión, techo de las tierras sorianas, y al nacimiento del Duero.

Sábado, 7 de Noviembre: BUYTRAGO

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El día se acaba. Cuando lleguemos a este pequeño pueblo de la comarca de El Valle soriana las sombras de la noche hará rato que nos habrán estado acariciándonos. Buytrago está muy cerca de la capital, a unos 10 kilómetros, también está muy cerca de Numancia, casi tocando la sierra Cebollera. En este lugar pernoctaremos. El sitio elegido es la Casa del Diezmo. El nombre parece que viene de que allí era donde se pagaban los diezmos a la iglesia. Es una casa rural grande, de veintitrés plazas. Nosotros ocuparemos dieciocho. Los dormitorios son de dos en dos plazas, a veces con camas separadas y otras con un solo tálamo grande, ideal para los que se quieran juntar con nocturnidad y sin alevosía. También cenaremos allí. El comedor lo tendremos para nosotros entero con la charrada posterior hasta horas avanzadas. De todas las maneras, el día habrá dado mucho de sí y, probablemente, algunos tertulianos bostezarán antes del final con intención de estrenar los dormitorios. No lo diremos en futuro condicional, ahora sí que el día se acaba. El sábado siete habrá dado paso hace rato al domingo ocho en la esperanza de que sea tan aprovechado como él.

El silencio se va adueñando de la casa. Algún suspiro en forma de leve ronquido se oye de vez en cuando como si fueran pequeños

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duendes que jugaran por sus pasillos. Poco a poco, la noche se va escapando hacia la luz de un amanecer que se presenta alegre y que llamará a nuestras puertas a eso de las siete y media.

Domingo, 8 de Noviembre: ERMITA DE SAN SATURIO

Hay alboroto en la casa rural desde las ocho de la mañana. El desayuno alimenta los cuerpos mientras que las conversaciones y risas lo hacen con los espíritus. Hoy nos dedicaremos a la capital, a Soria y a su entorno. Haremos un pequeño recorrido machadiano recordando al eterno poeta andaluz que se enamoró de Soria.

Nos iremos primero a la ermita de San Saturio, considerado como uno de los paisajes más bellos de la ciudad.

Dejaremos los coches en los aparcamientos cercanos al río. Desde allí iremos andando por uno de los paseos más hermosos que recordaremos. El Duero, a nuestro lado, pasea su ancha columna de agua en su curva de ballesta. El camino es tan agradable que llegamos a la base de la ermita deseando que el trecho se pudiera alargar.

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A la ermita se accede por la cueva situada a sus pies. Atravesando la sala se accede al oratorio de San Miguel y, desde allí, por una escalera adosada a la roca subiremos a las dos salas capitulares. Desde ellas es obligada la contemplación del Duero y del

panorama de las arboledas flanqueando el río. En la sacristía se encuentra un Cristo de gran tamaño en retablo barroco.

La iglesia es de planta octogonal y alargada, cubierta con cúpula de ocho elementos y linterna. En los frescos de sus paredes está representada la historia de San Saturio a instancias de la tradición. Entre San Juan de Duero y San Saturio es el paseo machadiano por excelencia. Machado “iba una y otra vez por las márgenes del río junto a los dorados álamos y trepaba por las quiebras del monte para mejor contemplar los campos pardos situados a los pies de las sierras violetas”.

¡Colinas plateadas,grises alcores, cárdenas roquedaspor donde traza el Duerosu curva de ballestaen torno a Soria, oscuros encinares,ariscos pedregales, calvas sierras,caminos blancos y álamos del río,tardes de Soria mística y guerrera,hoy siento por vosotros en el fondodel corazón, tristeza,tristeza que es amor!

Después del paseo por las riberas del Duero nos iremos a la ciudad y allí daremos la vuelta machadiana asomándonos a los rincones 19que recuerdan al poeta, a su amor por Leonor, a su existencia de profesor de francés sin suspensos en su docencia. Junto a la alameda de Cervantes estaba la estación de San Francisco en donde Don Antonio pisó suelo soriano en 1.907 y desde donde viajó con frecuencia.Yo para todo viaje-siempre sobre la maderade mi vagón de tercera-voy ligero de equipaje…

Caminaremos desde la Alameda hasta la casa de huéspedes La Amistad en la calle El collado nº 54. Aquí se encontraba la modesta pensión en donde Antonio Machado se alojó a su llegada a Soria. Al lado está el casino Numancia. Remozado en parte, su decoración conserva un cierto aire decimonónico. En sus contertulios se inspiró para plasmar el magnífico poema que describe no a un casino ni a un visitante sino a una parte de una nación, de una tierra.Este hombre del casino provincianoque vió a Carancha recibir un díatiene mustia la tez, el pelo cano,ojos velados por la melancolía; …

Este hombre no es de hoy ni de mañana,sino de nunca; de la cepa hispanano es el fruto maduro ni podrido,20es una fruta vanade aquella España que pasó y no ha sido,ésa que hoy tiene la cabeza cana. Aquí conoció a Don José Mª Palacio Girón, redactor del periódico local -Tierra Soriana- con quien mantuvo una entrañable amistad aumentada luego porque las esposas de ambos eran primas carnales. Palacio, buen amigo,¿está la primaveravistiendo ya las ramas de los choposdel río y los caminos?…Cerca tenemos el instituto, el lugar en donde dio sus clases Don Antonio. Ahora lleva su nombre en honor del poeta. Dicen que nunca puso un suspenso en su magisterio de Lengua Francesa. Machado cuando llegó a Soria tenía 32 años e impartía clases a estudiantes de 12 a 15 años. En homenaje al escritor, una de las aulas conserva el mobiliario y los enseres que empleaba un docente de la época. El viejo caserón era y es un símbolo de la ciudad. Fue un hombre “bueno noble y recto, y, por si esto no bastara, ejemplo de humildad y sencillez. Su método de trabajo era:Despacito y buena letraque el hacer las cosas bienimporta más que el hacerlas

…A mi trabajo acudo, con mi dinero pagoel traje que me cubre y la mansión que habitoel pan que me alimenta y el lecho donde yago…En la calle Estudios nº 7, esquina de Teatinos, Machado encontró a la mujer de su vida. Fue “tan breve esposa como musa permanente” Ella estaba en su casa y él fue a hospedarse al comenzar el año 1.908. Su nueva patrona era la madre de Leonor Izquierdo Cuevas. Antonio Machado era alto, fuerte, corpulento, reposado y de familia burguesa, Leonor era bajita, menuda, nerviosa, muy femenina y de familia humilde. Se casaron en la iglesia de La Mayor el 30 de junio de 1.909. La muerte les separó tres años más tarde.

Soñé que tú me llevabaspor una blanca vereda,en medio del campo verde,hacia el azul de las sierras,21hacia los mantos azulesuna mañana serena.Sentí tu mano en la míatu mano de compañeratu voz de niña en mi oídocomo una campana nueva,como una campana virgende un alba de primavera…Cerca está la Plaza Mayor, el centro de la vida soriana de entonces. Soria contaba en 1.907 con algo más de siete mil habitantes. “Soria, la ciudad mística, tan noble y tan bella parecía encantada entre sus piedras venerables”. En esta plaza se encuentra la iglesia de Santa María La Mayor, el Ayuntamiento y el Palacio de la Audiencia con su reloj. Verdadero vigía del paso del tiempo: “el sonido de sus horas nos dice que el tiempo pasa inevitablemente”.

¡Soria fría! La campanaDe la Audiencia da la una.

Soria, ciudad castellana¡tan bella! bajo la lunaEn nuestro recorrido llegaremos a la iglesia del Espino y al olmo seco, símbolo de la enfermedad de Leonor y de los deseos del 22poeta de su curación. Probablemente, el olmo que inspiró el famoso poema estaba en las laderas del Duero pero la ciudad ha convertido este ejemplar en el digno heredero de aquél. este es el olmo al que se dedican los versos.El poema “A un olmo seco” está fechado en 1.912 y publicado en Campos de Castilla y está dedicado a su esposa con estas palabras: “A mi Leonor del alma” Contiene la esperanza de superar la tuberculosis que padece.Al olmo viejo, hendido por el rayoy en su mitad podrido,con las lluvias de Abril y el sol de Mayoalgunas hojas verdes le han salido.….Mi corazón esperatambién, hacia la luz y hacia la vida,otro milagro de la primavera.Cerca del olmo y de la iglesia del Espino está el cementerio del mismo nombre en donde está enterrada Leonor. El 1 de agosto de 1.912, a las diez de la noche, en la calle Estudios nº 7, a los 18 años de edad, muere Leonor Izquierdo. Los funerales se celebran al día siguiente en la Iglesia de La Mayor y reposando sus restos en el pequeño cementerio del Espino. La tumba de la esposa atrae hoy a amantes de la escritura de machado y sirve de centro anual de homenaje al literato. La triste sombra del recuerdo de la amada acompañará al poeta de por vida. Una noche de verano-estaba abierto el balcóny la puerta de mi casa-la muerte en mi casa entró…Acabaremos el paseo en la iglesia de Santo Domingo. La idea de Dios en la obra de Machado es como un brote subterráneo que se mezcla con el agnosticismo racional en el que se crió. Educado en la Institución Libre de Enseñanza con un fuerte componente laico y

ético, la enfermedad de Leonor abonará en su alma el componente religioso que late aquí y allá.Los testimonios de la época indican que acompañaba a Leonor a la misa dominical de Santo Domingo.

23En Santo Domingola misa mayor,aunque me decíanhereje y masónrezando contigo,¡Cuánta devoción! Cuando muere Leonor escribe los versos más religiosos que son como un grito y un interrogante.Señor, ya me arrancaste lo que más quería.Oye, otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.Todavía, si el tiempo acompaña y lo tenemos de sobra, podemos acercarnos al Paseo del Mirón, al mirador de los cuatro vientos. La tuberculosis consumía lentamente a Leonor. Machado y su esposa se mudan a un domicilio cercano a este paseo que corre por el lomo de una de las colinas que guardan a Soria. Buscan el aire puro y seco que dé lugar a una milagrosa recuperación. Asomado al Duero, en el mirador de los cuatro vientos, una escultura recuerda hoy a la desdichada pareja. A estas horas, la de comer estará muy cerca. Nos damos un respiro y nos llegamos en los coches hasta Valonsadero, auténtico pulmón de Soria. Valonsadero es un monte público de 3.000 Ha. En él se pasea, se respira, se va en bicicleta, se encierran los toros en las fiestas de San Juan, se pierden los enamorados… y en la casa del Guarda pueden aguardarnos unas delicias gastronómicas si es que llegamos a tiempo: unos torreznillos delicados y deliciosos. Es el último día que el restaurante está abierto y hay que aprovechar esta circunstancia. Aprovecharemos también las praderas, si es que el tiempo está seco, para hacer la comida casera, o sea, la de las tortillas y las pechugas empanadas de toda la vida. Después de la ingesta, calculamos que podrán ser las cuatro de la tarde cuando terminemos, no es difícil que la opción de volver a la ciudad se plantee y se acepte para las compras y el paseo sin

prisas. En lo relativo a lo primero no nos podremos olvidar la mantequilla de soria, la dulce y la salada, auténtico placer para los sentidos y “azote” del colesterol.